Llegamos al sitio donde había ocurrido el homicidio muy rápido. Era una vieja casona del
centro de Barcelona, del barrio de Gracia. Estaba embutida entre dos edificios y tenía un jardín
de amapolas negras que estaban floreciendo. Ello producía un contraste con la vegetación
Mediterránea que vivía en esta ciudad. Era una señora mayor, parecía le habían robado las
joyas y le habían forzado dejándole boca arriba, semi-desnuda, en un camastro a la entrada del
comedor, sus nalgas rosadas y lisas miraban en dirección al espejo del tocador. Mi jefe Julián
Gálvez estaba nervioso era el tercer asesinato en 15 días y no teníamos nada. Luego de dar un
rodeo me pidió le acompañara a los lavabos de la planta baja. Un cuartucho antiguo de
cerámica blanca fileteada en violetas del siglo XIX que rodeaba al aseo. Él se puso delante y
dijo: “mira, ves la bosta”.
La bosta, eso allí pegado en la parte baja. “¡Es verdad!” –dije. Si uno se inclinaba sobre la taza
de wáter, un trozo de mierda se unía a la cerámica. “Pero, eso es antiguo, viniendo de una
señora mayor es comprensible que descuidara sus heces” –dije. “No” –repitió el, “en los tres
casos he observado que el tipo se sienta aquí y va de vientre, y además, mira, prueba tú, a tirar
de la cadena”. Lo hice una, y otra, hasta cinco veces y aquello no se despegaba.
“¿Pero ello que prueba?” –pregunte. “Ayer me dieron los resultados y en los otros tres casos
anteriores tienen el mismo ADN, es ¡la misma mierda!” dijo poniendo énfasis con las manos,
en la descripción de las irregularidades de la montaña fecal que venía siguiendo desde hace
semanas.
“¿Y buscaremos una mierda parecida en 3 millones de habitantes? ¡Jefe por dios!, Barcelona
además recibe a 8 millones de turistas”. Él no se inmuto y siguiendo con la vista puesta en la
bosta dijo:
“¡Sabes! Solo hay un pueblo de 500 habitantes a 15 Km de Barcelona que tiene un volcán
apagado. Y sus habitantes beben agua que surge allí, y me ha dicho el técnico del laboratorio,
que el alto contenido de azufre hace que los detritos se adhieran a… las tazas de wáter”. Dicho
esto se giró hacia mí dejando escapar una sonrisa malévola. Su cara era grande como un pan y
su cabeza era aún mayor, en la parte alta unos rizos endemoniados se despegaban y erizaban
al comerse la glicerina que se untaba cada mañana para sujetarles, alguna vez había ido yo a
comprarla, en la farmacia le conocían, era una pasta que usaban los que tenían problemas de
sequedad de vientre, pero al mediodía el sol y la humedad de Barcelona destrozaban ese
orden, hasta darle una imagen de envoltorio de celofán rehecho para un regalo de
compromiso.
“O sea que este tipo –dije mientras le miraba- bebe agua en un sitio donde a todos se les
pegan sus cagadas ja! Ja!. Mi risotada no le gusto, pero me pregunto: Tu que sabes algo de
geografía, ¿dónde está ese volcán?
“Oh, es muy fácil -dije, es en La quebrada del Heno, aquella villa extraña e inconformista que
se asienta casi en la cima del volcán El Hueso. Si tomamos por la Diagonal a 15 Kilómetros le
veremos. Los dos nos miramos, decidimos ir hacia allí. Hasta ese momento, solo sabíamos que
era un tipo, de bosta dura y pegajosa y podía vivir aquí cerca.
Jefe –pregunte, ¿pero porque mata?. Hasta que no demos con el quizás no lo sabremos. Si te
parece –dijo, mañana iremos al pueblo.
Llegamos a La Quebrada cerca de las diez, aunque era Barcelona parecíamos estar en otro
mundo. Sus gentes cuchicheaban en las aceras y lo primero que hacían era barrer sus aceras y
luego pasar sobre ellas un estropajo de hilos de lana embebido en keroseno lo que avivava el
brillo y daba un aspecto de perfeccion ciudadana. El volcán al estar a 10 Km de su barriga era
mas inmenso y temible, pero el verde rodeaba a la ciudad y la tierra era negra y grumosa. Por
lo demás tres bancos, 1 bares y una farmacia eran sus mayores conquistas. Aquí no habían
tenido ningún altercado desde hace años, pero no eran hospitalarios, una cierta fama de
gruñones les precedia.
¿Jefe, ¿Nos presentamos en comisaria? No. Iremos al bar, allí preguntaremos sobre gente que
suele ir muy seguido a Barcelona y seleccionaremos poco a poco . ¿Sabe algo me intriga?
¿Qué? Entrar al lavabo del bar y encontrarme con la mierda pegada. Ves aquel bar. “Si”. “Te
espero allí, tu ve a la faramacia y compras Gelocatil y como no quiere la cosa sacas el tema de
lo bonito que es vivir aui y si saben de alguien que viaje seguido y le pueda explicar las
dificultades. Vamos enrollate.
Hola póngame una cerveza. Galvez se apoyo en la barra, a esa hora los paisanos eran jubilados.
El dueño redondo y grueso le sirvió. El recinto era inmenso, de aquellos de pueblo donde se
juega a las cartas o dados, se miran los partidos de futbol o se leen los periódicos. ¿Dónde
estaría la información que buscaba?. Miro al tabernero y dijo: ¿Es Ud de aui? Si. “Me imagino
que debe ser difícil bajar a trabajar o comprar a Barcelona con esa carretera tan desgual y
peligrosa. Si. ¿Hay mucha gente que lo hace?. Varios. ¿Ud compra allí o aquí. Yo no salgo de
aquí.. Se había dado con un canto en los dientes. Lo intento con los jubilados y las respuestas
fueron las mismas desproporcionadamente austeras. Al poco tiempo llego su ayudante y le
confirmo lo que ya presentia, la de la farmacia dice que “bajan varios”. Una solución era
apostarse en la carretera y tomar cada numero de matricula durante algunos días y luego pedir
en comisaria le dieran sus dierecciones. Asi lo hicieron. Pasados cuatro días tenían una lista de
15 personas y sus direcciones. Su ayudante harto de la historia durante esos días solo repitió:
¡joder con estos de la bosta!.
Decidieron vsitar de la lista a un ganadero que vivía unos 5 Km mas arriba, decían con orgullo
en el pueblo que estaba a un centímetro de la muerte. LLegarona allí hacia las 9. Vivia solo. Y
tenia una granja con 2.000 cerdos, con llos detritus producia electricidad en una planta anexa
que revendia a Endesa. Era todo un ejemplo de desarrollo rural.
Otro dia visitaron a un empresario campechano y hablador dueño de un hotel un poco mas
abjo que regentaba un establecimiento de 100 camas en un paisaje idílico por donde una ligera
línea de agua daba al valle una vista excepcional
Otro de sus entrevistados fue el maestro. Tipo hosco, lleno de rencor que estaba a punto de
jubilarse
Y no faltaría el cura. De sotana, reservado, de mirada maligna y furiosa pero que su boca daba
razones para amar a Dios o temerle a el
Pero esa noche decidieron en el hotel donde se hospedaban resumir los cientos de folios y
acabar aquel cambalache.