En las familias siempre existe algún individuo que ha caído prisionero de la droga, de la maldad
o de la mentira. Los demás miembros se posicionan durante el resto de sus vidas intentando
mantener un equilibrio que les impida ser engullidos por aquello que consideran una
anormalidad que asocian a determinados genes. El lector culto deberá comprender el hilo
delicado que atravesare a partir de este momento.
Los modernos coach describen el chantaje emocional de una manera más correcta y simple. En
el caso que hablamos una reconstrucción critica de los valores morales es necesario realizar,
para soportar el miedo genético. O dicho de otra manera no aceptar que los demás miembros
familiares puedan utilizar, uno contra otro, un latiguillo tal como “tienes los genes de Mingo”.
Pero nada impide que cada participe este sometido a dicho estrés, de cómo lo viva y su
posicionamiento le marcara de por vida.
Conocí a Mingo en mi niñez, luego con 12 años y a los 17 pude elaborar mis definitivas
intuiciones. Recuerdo que aquel año le visite una vez por semana en su casa, en un pueblo de
grandes avenidas y arboledas de más de 100 años que se apretaban cerca de un rio lento y
cansino. Luego se desconectó de mi vida hasta que ya mas mayor un día recibí una carta suya,
al abrirla una letra apretada e irregular que deseaba ir hacia el frente pero retrocedía
continuamente, me solicitaba una ayuda económica como parte del clan familiar. Firmaba con
su apellido corto y envuelto en una nube, esa particular forma de firmar la he visto en otros
miembros jóvenes que no le han conocido. Decidí no contestar. Los genes de Mingo aparecían
para imponer unas normas. A veces olvidamos el chantaje, hasta que este resurge como
practica vital. Todos los aspectos positivos de quien lo ejecuta son borrados –por nuestra
parte, ante la fuerza indomable de la genética envuelta en papel de amor.
Pero los valores morales diría David Hume no son ideas, sino sentimientos y emociones que se
adquieren en la familia. Otro filósofo como Kant, explica que no es posible detener el mundo y
aplazar decisiones frente a las encrucijadas que aparecen y toda decisión o indecisión nos
posiciona para… inventamos -¿o reinventarnos? Y ese día, el recuento suma su sustancia.
Mingo aparece en mis narraciones a través de los seres desposeídos y faltos de fe, o en los
pueblos perdidos –territorios que el escogía y visite, donde sus personajes no entienden más
leyes que las surgidas de su soledad emocional.