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Platón-El Político - Selec Textos LRCP
Platón-El Político - Selec Textos LRCP
El Político
(ca. 367-360 a. C.)
Platón
Selección, mezcla y comentarios de textos lrcp
Presentación:
Además, podemos decir en forma muy general que estos tres temas
están presentes a lo largo y a lo ancho de la obra platónica y claro, siempre
aparecerán en forma inacabada —pero eso sí de manera muy sistémica— o
bien, siendo tratada en la forma más sutil y abstracta de las ideas, pero
siempre discutida en una forma profundamente reflexiva —eso creemos.
Además, también toda la temática platónica viene siendo presentada a
través del formidable método dialéctico al estilo de la escuela socrática;
método aquél que todo lo penetra y fulmina: lo mismo a las concepciones
cosmogónicas, psicológicas como ontológicas. Pero sobre todo, debemos
decir que también que este método disecciona a aquellos otros conceptos
de domino o interés público y privado que, debieron ser muy actuales y
sujetos a toda discusión en aquella época. Así, podemos decir también que:
estos temas, en particular, están presentes de manera directa, indirecta o
recurrente bajo la forma acostumbrada de diálogos; como el Teeteto, la
República, las Leyes, etc.
Por otra parte, hay que reconocer que todos nosotros como lectores de
Platón, siendo más o menos acuciosos en su obra; no importa, ya que
muy bien podríamos habernos quedado ya antes en algún momento y en
algún lugar del camino o de la ciudad de la República o de las Leyes. ¿Pero
acaso, estaríamos en uso de nuestro pleno derecho de posesión y
según las leyes de la ciudad? —Realmente no lo sabríamos a plenitud.
Empero, digamos que ya antes nos hemos quedado en la ciudad y que
también hemos abandonado ya el camino y, por tanto, hayamos hecho de
la ciudad el refugio de toda nuestra seguridad y toda nuestra conservación.
Y constituida así la ciudad (es decir nuestra ciudad) digamos siendo
establecida de la manera más simple y trivial, quede no obstante como la
más Absoluta y Mundana de todas las más posibles y como Inamovible
Fortaleza.
Introducción:
Hace una serie de viajes, entre ellos, con seguridad, a Egipto, entre 399 y
387. Hacia 387-386 se funda la Academia en Atenas. Antes, en 388-387 —y
tenemos de ello testimonios independientes en las Cartas de Platón—, hace
su primer viaje a Sicilia. Conoce al tirano Dionisio I (el viejo) y establece
amistades ahí; con Arquitas, uno de los últimos grandes pitagóricos, y con
Dión de Siracusa, yerno de Dionisio. Dionisio I, político muy astuto y
poderoso muere; su hijo Dionisio II sube al poder y con esto, Dión termina
siendo con e yerno de ambos. Platón lo considera capaz de llevar a la
práctica sus ideas de filósofo respecto a la política. Y, según la tradición,
Platón vuelve a Sicilia en 367, llamado por Dión, con objeto de transformar
al joven Dionisio en un rey filósofo. Según esta misma tradición de las
Cartas y los doxógrafos. Platón hace un tercer viaje (362). Pero Dionisio
traiciona sus promesas y lo hace prisionero. Aristóteles estaba en la
Academia tanto en 367 como en 362; en la Política, habla de Dión, pero
cuesta entender por qué no habría de mencionar el viaje de Platón.
Cualquiera que haya sido el deseo de Platón de influir en un rey, un tirano o
un dueño del poder, no se puede creer que en ese tema haya podido
engañarse una segunda vez con respecto a un individuo como Dionisio. Con
esto, Platón intenta, arriesga la vida por sus ideas y luego regresa…
Aquí tenemos dos incidentes que son muy importantes desde el punto de
vista filosófico. En primer lugar (262a-263b), la distinción entre especie y
parte. ¿Qué es una parte y qué es una especie? ¡La especie humana forma
parte de los animales! ¡Vaya! Y las piernas forman parte del hombre pero
no son una especie. ¿Qué pasa?
Segundo incidente, de igual importancia (263c-264e): es poner atención
al punto de vista subjetivo en las divisiones que se realizan.
Así, tras una primera recapitulación de la primera definición, se llega a
que el político no puede ser el pastor. ¿Por qué? Porque un pastor
propiamente se ocupa de todo, mientras que el político no se ocupa de
todo. Luego, a partir de aquí sigue la primera gran digresión: el
extraordinario mito del reino de Cronos.
Pastor, en griego, es noméus, del verbo némein, que quiere decir al
menos dos cosas: dividir, por un lado; y, por otro, apacentar, ocuparse de
un rebaño o de otra cosa. El pastor es superior por esencia a los otros seres
a quienes hace pacer, es superior a las cabras, a los carneros. Es de otra
especie, precisamente. Por lo tanto, si hubiera un pastor de hombres,
tendría que ser un dios… ¡Y justamente, en el tiempo de Cronos, había en
efecto un pastor divino! Co ese pretexto ultra débil se introduce esta
extraordinaria digresión sobre el reino de Cronos, que va desde 268c hasta
274.
Por tanto, a partir del incidente tres, llegamos a la segunda definición del
político como tejedor, que va a ocupar todo el final del diálogo. Empieza con
una exposición (279b-280a). Cuando la leemos resulta obvio que Platón
sabía aún más de lo dice acerca del tejido, los materiales para tejer, las
maneras de hacerlo, etc. Ahí está, sin embargo, el incidente número cuatro,
en 281d-e, que distingue —con lo que anticipa a Aristóteles— las artes de
causa propia de las causas compuestas o acompañante o comitante, como
él dice.
Tras estas digresiones dos, tres y dos bis, se vuelve al estatus de los
falsos políticos, que se había abandonado (303d-c) y luego a las artes
auxiliares y elementales (303d-305d).
RESUMEN:
Selección de textos del Político
(257a).— PREÁMBULO
1
Posible alusión irónica a los sofistas, más preocupados por el sentido de las palabras que por el
conocimiento que éstas pueden transmitir. Para Platón, en cambio, la palabra representa el nivel
más bajo del proceso epistemológico. Cf. Carta VII 342a-b.
J. Sóc.— ¿Qué?
(262b) Extr.— No separaremos una pequeña parte frente a las grandes
y numerosas, al margen de la especie, sino que la parte ha de tener al
mismo tiempo una especie. Pues es muy bello separar inmediatamente lo
investigado del resto, si se hace del modo correcto, como hiciste tú un poco
antes, cuando, al creer que tenías la división, precipitaste el razonamiento,
porque viste que conducía a los hombres. Pero, amigo mío, no es seguro
proceder con sutileza, sino es más seguro ir cortando por mitades, ya que
es más fácil que uno se encuentre con las formas específicas. Esto es lo que
marca toda la diferencia en las investigaciones.
(262c) J. Sóc.— ¿Por qué, Extranjero, dices esto?
Extr.— Hay que intentar explicarlo todavía con más claridad en
atención a tu carácter, Sócrates. En efecto, en la actual circunstancia no es
posible demostrar nada suficientemente. Pero, en aras de la claridad, hay
que procurar avanzar en esto un poco más adelante.
[…] (262e) Extr.— […] Sería mucho mejor dividir por especies y en dos, si
se cortara el número en par e impar, el género humano en macho y en
hembra y si se separaran los lidios o los frigios, o algunos de nosotros,
oponiéndolos a todos los demás, cada vez que no supiera encontrar, en
cada una de las divisiones, un género y, al mismo tiempo, una parte2.
J. Sóc.— Correctísimo. Pero, por esto mismo, Extranjero, ¿cómo se
podría discernir con mayor claridad que el género y la parte no son lo
mismo, sino distintos entre sí?
[…] (263b) […] Extr.— Que especie y parte son distintas entre sí
J. Sóc.— ¿Por qué?
Extr.— Porque, cuando hay una especie de algo también es necesario
que sea parte de la cosa de la cual se dice que es especie, pero no hay
ninguna necesidad de que la parte sea especie. Di siempre, Sócrates, que
yo sostengo más bien esto que aquello.
J. Sóc.— Así será.
2
Nota del traductor: se traduce genos por «género» en la mayoría de las veces Platón no parece
distinguirlo del eidos o «especie». Genos, significa, asimismo, «raza», por lo que Platón estaría
en este contexto forzando el doble sentido de la palabra para dejar claro que la aplicación
correcta del método de la división o diairesis exige que cada raza, como parte o meros, se
corresponda con un género o forma específica. Por esto dividir la humanidad entre raza griega y
no griega, o bárbara, es incorrecta, porque este último grupo abarca muchas otras razas que,
con esa división incorrecta, no son contempladas como sería el caso de los lidios y los frigios.
géneros de los seres vivos son dos: el humano y otro y único, el de todos los
demás animales.
J. Sóc.— Es verdad.
Extr.— Y a mí me pareció entonces que, al separar una parte, creíste
que el resto de todos los demás que dejabas a un lado era un único género,
porque, al llamarlo «animales», tenías un mismo nombre para denominarlos
a todos.
J. Sóc.— Esto fue así.
[…] (266e) […] Extr.— Así, pues, afirmo que, en este caso, hay que dividir
inmediatamente el género pedestre en bípedo frente a cuadrúpedo y, al
observar que el humano todavía coincide únicamente con el alado, cortar
de nuevo el rebaño bípedo entre implume 3 y el que tiene plumas y, tras
haber cortado así y haberse aclarado ya la técnica de apacentar hombres,
llevar hacia ella al político y al rey y, colocándolo como una auriga,
entregarle las riendas de la ciudad4, porque le pertenecen y posee esta
ciencia.
(267a) J. Sóc.— ¡Bien! Me has dado la explicación, como se tratara de
una deuda, añadiendo la digresión a modo de interés, para liquidarla
completamente.
Extr.— ¡Venga! Repitamos también, volviendo al principio, y hasta el
final, la explicación del nombre de la técnica del político.
J. Sóc.— Muy bien.
Extr.— Así, pues, de la ciencia cognitiva, teníamos al principio una
parte «directiva»; y a una parte de ésta, por comparación, se la ha
denominado «autodirectiva». (267b) A su vez, de la «autodirectiva», se
separó la crianza de animales, que no es la más insignificante de los
géneros. Y de la crianza de los animales, la especie de la crianza de los
rebaños y, de la crianza de rebaños, a su vez, la especie de la crianza de los
animales pedestres se seccionó especialmente la técnica del cuidado de la
clase de los animales sin cuernos. De ésta, a su vez, ha sido necesario
entrelazar una aparte, en no menos de tres, que, si alguien quisiera reunir
en un único nombre, la denominaría «la ciencia de la crianza de la raza
pura». La sección separada de esta, la única parte que queda todavía en el
rebaño de (267c) los bípedos, el de la crianza de hombres, es la misma que
ahora es investigada, y que ha sido denominada, a la vez, «regia» y
«política».
J. Sóc.— Es así, sin duda.
Extr.— ¿Verdaderamente, Sócrates, hemos hecho eso tal como tú
ahora has dicho?
J. Sóc.— ¿Qué?
3
Esta definición del hombre como animal bípedo implume fue objeto de la burla de Diógenes el
cínico: «Al definir Platón, “el hombre es un animal bípedo sin plumas”, y habiendo sido alabado
por ello,, desplumando un gallo lo llevó a la escuela y dijo “este es el hombre de Platón”. Por lo
cual se ha añadido a la definición: “Y de uñas planas”, Diógenes Laercio VI 40.
4
Cf. República 566d, donde se compara el tirano con el auriga.
Extr.— Explicar suficientemente bien la cuestión que ha sido
propuesta. ¿O quizá la investigación ha pasado por alto sobre esto, haber
enunciado perfecta y completamente?
J. Sóc.— ¿Cómo dices?
Extr.— Yo ahora intentaré aclarar todavía más para nosotros dos lo
que pienso.
J. Sóc.— Di.
Extr.— ¿No es verdad que las numerosas técnicas de pastoreo que nos
han aparecido hace un momento, una era la política y el cuidado de un
único rebaño?
J. Sóc.— Sí.
Extr.— Y el razonamiento ha distinguido que ésta no es la cría de
caballos ni de otros animales, sino la ciencia de la crianza colectiva de
hombres.
J. Sóc.— Así es.
Extr.— Veamos la diferencia que hay entre todos los pastores y los
reyes.
J. Sóc,— Así es.
(267e) Extr.— Veamos la diferencia que hay entre todos los pastorees y
los reyes.
J. Sóc. ¿Cuál?
Extr.— Si alguno de los demás, que tenga el nombre de otra técnica,
afirma y pretende que participa en común con él en la crianza del rebaño.
J. Sóc.— ¿Cómo dices?
Extr.— Como, por ejemplo, todos los comerciantes, los agricultores y
panaderos y, además de éstos, los maestros de gimnasia y el género de los
médicos, ¿sabes que (268a) todos ellos, discutirían enérgicamente
con los pastores de asuntos humanos, a los que denominamos políticos, con
el argumento de que ellos se cuidan de la crianza humana, no sólo la de los
rebaños de hombres, sino también la de sus gobernantes?
madre, mataron a su hermanastro Crisipo, que Pélope había tenido de la ninfa Axioque. Los dos
fueron expulsados y se refugiaron en Micenas, donde reinaba Euristeo. Al morir Euristeo sin hijos
un oráculo recomendó que un hijo de Pélope fuese su sucesor. Atreo poseía un vellón de oro que
había encontrado en un cordero de su rebaño y que guardaba celosamente. Sin embargo, su
esposa Aérope que se entendía con Tiestes, le entregó a este el prodigioso toisón. Tiestes
propuso que fuese rey quien poseyese un vellón de otro, reto que fue aceptado inmediatamente
por Atreo. Al mostrar Tiestes el toisón de oro, fue proclamado rey. Zeus, sin embargo, aconsejó a
Atreo que propusiera otro prodigio aún mayor; si el sol cambiaba de trayectoria de oeste a este,
sería él el rey. Si no sucedía ese fenómeno extraordinario, reinaría Tiestes. El sol cambió su
órbita y se puso por el este, hecho que permitió reinar a Atreo.
7
El Extranjero vincula el mito de Atreo y el prodigio del cambio del sentido de las órbitas de los
astros con el reinado del dios Crono, que fue identificado por Hesiodo con la edad de oro,
Trabajos y los días 109-120.
8
Platón podría aludir a los mitos sobre los nacidos de la tierra, o «autóctonos», relacionados con
la fundación de las ciudades, como el de Erecteo en Atenas o Cadmo en Tebas. Cf. Menéxeno
237b; República 414c; Timeo 233; Critias 109c-d.
9
Las ideas expresadas evocan algunos elementos de la cosmología descrita en Timeo 28a, muy
especialmente el hecho de un dios calificado como «demiurgo», hubiese ordenado el universo y
lo hubiese dotado de inteligencia.
Extr.— Permanecer siempre en la misma situación y del mismo modo
y ser siempre el mismo corresponde únicamente a los demás divinos de
todos lo seres10, y la naturaleza del cuerpo no participa de esta disposición.
Lo que hemos denominado cielo y cosmos11 ha recibió muchas y felices
cualidades de quien lo generó, pero también participa de un cuerpo por lo
que le resulta imposible permanecer completamente exento de cambio,
(269e) aunque, en el mayor grado posible, se mueve en el mismo lugar, de
la misma manera, con un único movimiento. Por este motivo participa de
una circularidad reversible, que es una variación ínfima de su propio
movimiento. Girar uno mismo por sí mismo no le es posible a casi nadie
excepto a quien guía todas las cosas que se mueven. Pero a éste no le está
permitido mover una vez de una manera y después de la contraria. Por
todos estos motivos no hay que decir que el cosmos gira siempre él mismo
por sí mismo ni, por otra parte, que todo siempre sea movido por un dios
por rotaciones dobles y opuestas ni, a su vez, que dos dioses con
pensamientos opuestos entre sí lo hacen girar. Como se ha dicho hace un
momento, lo único que queda es que unas veces sea guiado por otra causa
divina, adquiriendo la vida de nuevo y obteniendo del demiurgo una
inmortalidad restaurada, pero otras veces, cuando se deja ir, él mismo
marcha por sí mismo, dejándose llevar por el momento oportuno, de tal
manera que marcha hacia atrás muchos miles y miles de rotaciones porque,
al ser inmenso y muy equilibrado, se mueve sobre un pie muy pequeño12.
[…] 269b) […] Extr.— Que el movimiento del universo una veces gira en
el sentido actual, otras veces en el opuesto.
J. Sóc.— ¿Cómo?
Extr.— Se debe considerar que este cambio es la mayor y más
completa alteración de todas las alteraciones que se producen en el cielo.
J. Sóc— Lo parece, en efecto.
Extr.— Se debe por tanto pensar que también entonces se producen
en nosotros, que habitamos dentro de él, los más grandes cambios.
J. Sóc.— También eso es verosímil.
Extr.— ¿Acaso no sabemos que la naturaleza de los seres vivos
soporta con dificultad, si se producen simultáneamente, los cambios
grandes, numerosos y variados?
J. Sóc.— ¿Cómo no?
Extr..— En consecuencia, ocurren entonces por necesidad las grandes
destrucciones de los demás seres vivos y, especialmente, del género de los
10
Platón emplea una terminología parecida a la utilizada en otros diálogos para definir las
características de las Formas divinas. C.f. Banquete 211a; Fedón 80b; Fedro 250ª-d; Timeo 28e-
29a.
11
Se traduce Kosmos literalmente por «cosmos», y no por «mundo», porque el término se refiere
más bien al orden cósmico, relacionado directamente con la palabra ouranos, «cielo», con la que
Platón en este pasaje, la empareja. De hecho Platón, en otros pasajes, trata ambos conceptos,
como si fueran sinónimos. C.f. Timeo 28b; Fedro 246b*c.
12
Se ha sugerido que Platón está describiendo una esfera armilar o astrolabio, utilizado para
mostrar el movimiento de los astros y que se apoyaría en un pequeño pivote o pie.
hombres sobrevive un escaso número. A éstos les acontecen otros muchos
admirables y extraordinarios sucesos. El más grande es el que sigue al
movimiento inverso, cuando se produce la alteración contraria de la que
ahora hay establecida.
J. Sóc.— ¿Cuál?
Extr.— En primer lugar la edad que tenía cada uno de los seres vivos y
detuvo en todos ellos cuanto era mortal cesó en su marcha de mostrarse
más viejo y, cambiando de nuevo el sentido contrario, creció como si fuera
más joven y tierno: (270e) los canos cabellos de los ancianos se
ennegrecieron; las mejillas de los que tenían barba, al suavizarse otra vez,
devolvieron a cada uno y noche más suaves y pequeños, volvieron de
nuevo a la constitución natural del niño recién nacido, asemejándose a ella
en alma y cuerpo. Desde ese momento, extinguiéndose ya por entero, se
destruyeron totalmente. Por otra parte, el cuerpo del cadáver de quienes
morían violentamente en aquel tiempo, tras experimentar los mismos
fenómenos, (271a) se descomponían rápidamente desapareciendo en pocos
días.
J. Sóc.— ¿Cómo era entonces, Extranjero, la generación de los seres
vivos? ¿De qué manera se engendraban entre ellos?
Extr.— Está claro, Sócrates, que, entonces, en la naturaleza no había
generación entre ellos, sino que existía la raza nacida de la tierra, raza que,
se ha dicho, era la que en aquella época había surgido de la tierra, y que
fue recordada por nuestros primeros antepasados, que, (271b) en la
sucesión del tiempo, estuvieron próximos al final de la rotación anterior y
nacieron al comienzo del actual.
[…] J. Sóc.— Esto, en efecto, se sigue enteramente de lo anterior. Pero
la vida que dices que había en la época del poder de Crono ¿existía en
aquellas revoluciones o en éstas? Pues está claro que el cambio de los
astros y del sol resulta que se produce en cada una de las revoluciones.
Extr.— Ha seguido muy bien la explicación. (271d) Lo que
preguntas sobre el hecho de que todas las cosas se producían
espontáneamente para los hombres de ningún modo es propio del
movimiento actualmente establecido, sino que esto también pertenecía al
anterior. Pues, entonces, en primer lugar, el dios gobernó preocupándose
de todo el ciclo en su conjunto, del mismo modo que ahora 13, por regiones,
ya que todas las partes del cosmos habían sido repartidas entre los dioses
que las gobernaban; particularmente unos démones divinos, como
pastores, dividieron a los seres vivos en razas y rebaños. Cada uno, al ser
autosuficiente en todo, apacentaban él mismo a cada uno de ellos, de modo
que no había ninguno salvaje, ni se devoraban unos a otros, ni existía, en
absoluto, ninguna guerra ni disputa. En cuanto a las otras consecuencias de
tal ordenación, podrían decirse miles de cosas. Pero, en efecto, lo que se
13
Se mantiene la lectura de los manuscritos os nun, que ha sido eliminada o alterada por
diversos editores. Creemos que el texto que ofrecen los manuscritos es suficientemente claro: el
extranjero, para responder la pregunta del joven Sócrates, establece un paralelismo entre la
disposición anterior del cosmos y la actual.
cuenta acerca de la vida espontánea de los hombres se explica así: un dios
los apacentaba cuidándolos él mismo, del mismo modo que ahora los
hombres, que no una especie de ser vivo diferente, más divino, apacientan
a otras razas inferiores a ellos. Cuando él pastoreaba no había
constituciones políticas ni posesiones de mujeres ni hijos. (272a) Todos
renacían de la tierra y no tenían recuerdo de los hechos pasados. Aunque
había carencia de todo este tipo de cosas, obtenían abundantes frutos de
los árboles y de la restante y numerosa vegetación, no producidos del
cultivo del campo, sino porque la tierra los ofrecía espontáneamente.
Desnudos y sin lecho, vivían la mayor parte del tiempo al aire libre pero la
templanza de las estaciones le resultaba agradable y tenían blandos lechos
de hierba que la tierra hacía crecer abundantemente. Has escuchado
Sócrates, la vida de los hombres en la época de Crono. (272b) Pero
ésta, tú mismo la conoces por vivir en ella ¿Podrías y querrías juzgar cuál es
la más feliz de las dos?
J. Sóc.— De ninguna manera.
Extr.— ¿Con que quieres que, de algún modo, decida yo por ti?
J. Sóc.— Sí, en efecto.
Extr.— […] (272d) […] es fácil juzgar que los hombres de entonces se
distinguían en felicidad diez mil veces de ahora. Pero sí, atiborrándose de
comidas y bebidas se contaban mitos entre sí y a los animales, como
también se cuenta ahora sobre ellos mismos, también esto, por manifestar
de este modo mi opinión, es muy fácil de juzgarlo. […] acerca de que si los
hombres de entonces estaban deseosos de conocimientos y de la utilización
de razonamientos […]. (272e) Pues cuando finalizó el tiempo de todas
estas cosas y era necesario o que se produjese el cambio y, en particular,
desapareció ya toda la raza de los nacidos de la tierra, cumplidos todos los
nacimientos de cada alma14, tras caer a la tierra como semillas, tantas
cuantas veces se le había prescrito a cada una, entonces el piloto del
universo, soltando, por decirlo así, la caña del timón, se apartó de su puesto
de guardia y el destino y el deseo innato volvieron a dar la vuelta atrás al
cosmos.
En efecto, todos los dioses que colaboraban por regiones con la máxima
divinidad, conocedores de sucedido, soltaron, a su vez, las partes del
cosmos que estaban bajo su cuidado. (273a) Este tras darse la vuelta y
lanzarse, precipitadamente en un impulso contrario al movimiento inicial y
final, y producir en su seno un gran seísmo, llevó a cabo otra destrucción de
toda clase de seres vivos. Después de estas cosas, transcurrido un tiempo
suficiente, al cesar el alboroto y la turbación y recuperar la calma tras las
sacudidas, marchó ordenado hacia su curso acostumbrado, teniendo el
dominio y el cuidado (273b) y el dominio tanto de las cosas que hay en
14
Aunque algunos estudiosos han querido ver un valor moral en esta expresión, en el sentido de
que cada «alma había pagado los nacimientos», no parece la interpretación más adecuada, pues
esos renacimientos se producían en la época de Crono, que era pre-moral. Para la caída de
almas con semillas, véase Timeo 41c.
él como de sí mismo, porque recordaba, en lo posible, la enseñanza de su
demiurgo y padre.
Al principio lo realizó de una manera más exacta, al final, de una más
tosca. La causa de esto se encuentra en la condición corporal de su mezcla,
emparentada con su antigua naturaleza, porque participa de un gran
desorden cósmico actual15. Pues todas las cosas hermosas las ha obtenido
de quien las compuso, pero de la disposición anterior, él mismo (273c)
posee cuantas cosas crueles e injustas acontecen en el cielo y las produce
en los seres vivos. Así, pues, cuando, con la ayuda del piloto, criaba en su
seno a los seres vivos, producía pequeños males y grandes bienes.
Pero al separarse de él, en el tiempo más próximo al abandono. Conduce
todo siempre muy bien, pero con le paso del tiempo, y al sobrevenir en él el
olvido, también se impone más el estado de la antigua desarmonía; al final
el tiempo, degenera y, mezclando pocas cosas buenas con una gran
cantidad de contrarias, corre el riesgo de destrucción, de la suya propia y
de lo que hay en él. Por esto también, en ese momento, el dios que lo había
ordenado, al observar que se encontraba en dificultades, (273e)
preocupado porque, sacudido por la tormenta y deshecho por la turbación,
no se hundiese en el ilimitado mar de la desigualdad16, volviendo a
apostarse en el timón, haciendo retornar lo que había enfermado y se había
soltado por sí mismo en la rotación anterior, lo ordena y, tras enderezarlo,
lo hace inmortal y sin vejez.
Esto que se ha dicho es el final de todo.. Para la demostración de la
naturaleza del rey es suficiente con lo mencionado en le relato anterior.
Pues, en efecto, al girar hacia atrás el cosmos en su camino hacia la
generación actual, el curso de la edad se detuvo otra vez y se produjeron
situaciones nuevas, opuestas a las de antes. Aquellos seres vivos que, por
su insignificante pequeñez, debían desaparecer, aumentaron t, los cuerpos
recién nacidos de la tierra, que crecían encanecidos, al morir de nuevo,
descendían a la tierra. Y todas las demás cosas cambiaron, (274a) imitando
y siguiendo la condición del universo; en particular, la imitación del
alumbramiento de la generación y de la crianza, acompañó por necesidad
todo lo demás. Pues todavía no era posible que un ser vivo naciese en la
tierra por la unión de otros distintos, sino del mismo modo que le fue
prescrito al cosmos que fuese el amo absoluto de su movimiento, así, de la
misma manera, a sus partes les fue prescrito, por la acción de una
inclinación parecida, en tanto que fuese posible, dar luz, engendrar y criar
por ellas mismas.
Estamos ya ahora en el punto a causa del cual ha comenzado todo el
relato. Sobre los demás animales se podrían exponer, en efecto, muchas y
15
La terminología utilizada recuerda al Timeo, muy particularmente la noción de que el cosmos
es el resultado de una transición del desorden al orden, supervisada por un dios demiurgo.
16
Leemos, tal que propone la edición que seguimos, ponton, «mar», que transmiten Proclo y
Simplicio, frente a topon, que aparece en los manuscritos de Platón. Optamos por la bella
imagen de un demiurgo que, como un experto marinero, se vuelve a poner al timón del mundo
en medio de tempestad.
largas explicaciones a partir de qué y por qué causas han cambiado cada
uno de ellos. Sobre los hombres, en cambio, serán más breves y
convenientes. En efecto, al haber sido privados del cuidado de la divinidad
que nos poseía y criaba, y haberse, además, vuelto salvajes muchos
animales, que eran feroces por naturaleza, y estar los hombres débiles y
desprotegidos, eran despedazados por ellos. También en estos primeros
tiempos estaban todavía (274c) desprovistos de medios y carecían de
técnicas, y como les faltaba la alimentación espontánea, no sabían
procurársela de ningún modo porque antes ninguna necesidad les había
obligado. Por esto se encontraban en grandes dificultades.
De ahí los dones que, se cuenta desde antiguo, nos fueron entregados por
los dioses junto con la necesaria enseñanza y educación: (274d) el fuego,
por Prometeo; las técnicas, por Hefesto y su compañera de oficio 16; las
semillas y las plantas, a su vez, por otros dioses17. Todo cuanto ha auxiliado
a la vida humana procede de estos dones, cuando el cuidado de los dioses,
el que se ha mencionado hace un momento, faltó a los hombres y éstos
debieron conducir, por ellos mismos, el curso de su vida y asumir el cuidado
de sí mismos, como el cosmos en su totalidad, imitando y siguiendo al cual
todo el tiempo, vivimos y creemos, ahora de este modo. (274e) Y antes, de
aquél. Y sea este el final del mito, que utilizaremos para comprobar en
cuánto nos hemos equivocado definiendo al rey y al político en el anterior
razonamiento.
J. Sóc.— ¿Cómo y cuán importante es el error que dices que hemos
cometido?
Extr.— Por un lado, uno más leve, pero, por otro, uno grave, mucho
más grande e importante que el de antes.
J. Sóc.— ¿Por qué?
Extr.— Porque, por un lado, al preguntarnos por el rey y el político de
la revolución y generación actual, (275a) hablamos del pastor de rebaño
humano de la revolución contraria de entonces, es decir, de un dios en
lugar de un mortal. En este punto nos desviamos completamente. Y, por
otro, porque lo presentamos como el gobernante de la ciudad entera,
aunque no explicamos de qué manera. Por esto, si bien lo dicho en este
punto es verdad, no se ha explicado ni completa ni claramente, por lo que
hemos cometido un error más leve que el otro.
[…] (275b).[…] Extr.— Creo, por mi parte, Sócrates, que la figura de
un pastor divino es aún mucho más grande que la de un pastor divino es
aún mucho más grande que la de un rey que los políticos de aquí y ahora
son, por naturaleza mucho más parecidos a sus gobernados y participan
muy semejantemente de su educación y crianza.
J. Sóc.— Sin duda alguna.
16
Se trata de Atenea. Rn Protágoras 321d-e. Platón alude al mismo reparto mencionando a
Prometeo, Hefesto y también, por su nombre, a Atenea.
17
Principalmente Deméter y Dioniso. Cf. Leyes 782b.
[…] Extr.— Volvamos de nuevo a este punto: a la técnica que dijimos
que es «autodirectiva» sobre los seres vivos, no la que tiene un cuidado
individual, sino colectivo, la denominados entonces directamente «crianza
del rebaño». ¿Te recuerdas?
J. Sóc.— Sí.
Extr.— Pues bien, en ésta nos equivocamos por completo porque de
ninguna manera hemos concebido ni nombrado al político, sino que no nos
dimos cuenta de que, por causa de la denominación, se nos escabullía.
J. Sóc.— ¿Cómo?
Extr.— A todos los demás pastores les corresponde criar cada uno de
sus rebaños, pero al político, a quien no le corresponde, le hemos puesto
este nombre, cuando se debía haber puesto uno como a todos.
J. Sóc.— Dices la verdad, si es que hay alguno.
Extr.— ¿En efecto, cómo el hecho de «atender» no sería común a
todos, sin que se distinga ni la crianza ni ninguna otra actividad? Pero si se
denominase a esta técnica «la que se ocupa de los rebaños», «la que
atiende» o «la que cuida», sería posible también envolver al político junto
con todos los demás, puesto que esto es lo que el argumento señalaba que
hay que hacer.
[…] (276b) […] Extr.— Ninguna otra técnica podría pretender decir
que es mejor y anterior a la regia en el cuidado de la comunidad humana ni
ser la técnica del gobierno de todos los hombres.
J. Sóc.— Hablas correctamente.
Extr.— Después de esto, Sócrates ¿no nos damos cuenta de que, al
llegar al final, se ha cometido un error importante?
J. Sóc.— ¿Cuál?
Extr.— Éste: que aunque estemos muy convencidos de que existe una
técnica criadora el rebaño bípedo, no deberíamos haberla llamado
inmediatamente «regia» y «política» como si hubiese sido concluida.
[…] (276e) Extr.— Porque también nos equivocamos antes en
este punto más ingenuamente de lo debido al establecer que el rey y el
tirano son lo mismo, cuando, tanto ellos mismos como u manera de
gobernar, son muy distintos.
J. Sóc.— Muy bien.
Extr.— Pero ahora rectificando, como he dicho, dividamos en dos la
técnica del cuidado humano, según sea forzado o voluntario.
J. Sóc.— Muy bien.
Extr.— Y si llamamos «tiránica» a la ocupación forzada, y «política», a
la voluntaria, es decir, a la técnica que se ocupa de los rebaños de animales
bípedos que la aceptan voluntariamente, ¿declararemos, a su vez, que
quien posee esta técnica y cuidado verdaderamente el rey y el político?
(277a) J. Sóc.— Es posible, Extranjero, que así completemos la
demostración del político.
Extr.— ¡La completaríamos bien, Sócrates! Pero esto no debe
parecerte bien a ti solo, sino también a mí, en común contigo. Ahora, en mi
opinión, no parce que hayamos completado la figura del rey, sino que,
como escultores que, al precipitarse a veces más de lo conveniente, se
retrasan poniendo a veces más de sus obras más y mayores cosas que las
necesarias, también ahora nosotros, (277b) para mostrar con rapidez y
grandeza el error de la exposición anterior, al pensar que al rey le convienen grandes
paradigmas, invocando la extraordinaria mole del mito, nos vimos obligados a utilizar una parte
de él más grande de lo debido. Por ello hemos realizado una exposición demasiado
larga y no le hemos puesto fin al mito en absoluto, (277c) sino que
simplemente el razonamiento, como una pintura o cualquier tipo de
actividad manual, mostrar cualquier ser vivo con la palabra y el
razonamiento a quienes sean capaces de seguir, Para los demás se hará por
medio de actividades manuales.
J. Sóc.— Esto es correcto. Pero muéstrame por qué dices que no se ha
explicado suficientemente.
Extr.— Así, pues, ¿qué paradigma muy pequeño, que tenga la misma
actividad que la política, se podría poner a su lado para encontrar de modo
adecuado lo que está siendo buscado? ¿Quiere, por Zeus, Sócrates, que, si
no tenemos otro a mano, elijamos la técnica de tejer? Y de ésta, si te
parece, no toda. Pues posiblemente bastará la que se dedica a los tejidos
de la lana; en efecto, la parte elegida de esta técnica quizá nos ofrezca el
testimonio de lo que deseamos.
[…] (280a) […] Extr.— […] como antes dijimos que la política se
cuida de la ciudad, de la misma manera ¿no la llamaremos también ahora,
a causa de su ocupación, «confección de vestidos»? ¿Y no diremos que la
técnica de tejer, en cuanto que representa la parte más grande de la
confección de vestidos, en nada se diferencia, excepto en el nombre, de la
técnica de confección de vestidos, como también antes la técnica regia no
se diferenciaba de la política?
20
Platón reconoce que el fin último de la definición del político es la elaboración de un método
filosófico de alcance universal.
21
El Extranjero alude al carácter puramente intelectivo de las Formas ideales. El pasaje ha sido
considerado como una prueba de que Platón no abandonó, como algunos estudiosos han
sostenido, la teoría de las Formas en las obras posteriores al Parménides.
22
Según el método descrito en Filebo 16d. A partir de este pasaje se ha entendido que la
expresión «el número más próximo» alude al número 2. La división por miembros es aludida en
Fedro 265e, pasaje en el que se advierte que hay que «seguir las articulaciones naturales» y
evitar ser un «mal carnicero».
(287d) Extr.— Ahora también se ha de hacer esto, incluso más que
antes. Pues a las técnicas que fabrican en la ciudad un instrumento pequeño o grande, a todas
estas hay que considerarlas como concausas. Sin ellas, en efecto, no existiría nunca ni
ciudad ni política; sin embargo, por otro lado, no consideraremos ninguna
de ellas un producto de la técnica regia.
J. Sóc.— No en efecto.
Extr.— Ciertamente, nos proponemos hacer algo difícil al separar este
género de los demás, porque, en efecto, si se dice que para cada uno de los seres
hay un instrumento, parece que se afirma algo verosímil. Sin embargo, de los bienes
que hay en la ciudad podemos mencionar este otro.
[…] (287b) […]
Extr.— […] una obra más propia de la técnica de la arquitectura y de
la técnica de tejer que de la política.
[…] (287d) […]
Extr.— Y a la adquisición de alimento y todo lo que mezclándose en el
cuerpo posee alguna capacidad de cuidar las partes del cuerpo con sus
propias partes, se le ha de postular como la séptima especie denominando
(289a) a todo este conjunto nuestra «alimentación», si no podemos
proponer un nombre mejor. Adjudicando todo esto a la agricultura, a la
caza, a la gimnasia, a la medicina y a la técnica culinaria lo atribuiremos
más correctamente que a la política.
[…] (289c) […]
Extr.— Queda el de los esclavos y el de todos los servidores, entre los
cuales vaticino que se encuentran quienes disputan manifiestamente al rey
la confección misma del tejido, como antes disputaban con lo tejedores los
que se dedican a hilar, a cardar y a todo lo demás que hemos dicho. Pero
todos los otros, que han sido llamados «concausa», se han eliminado junto con las tareas que se
acaban de mencionar (289d) y están separados de la actividad regia y política.
J. Sóc.— Eso parece, ciertamente.
Extr.— Venga, examinemos a los restantes, acercándonos más, para
que los conozcamos con mayor certeza.
J. Sóc.— Es necesario, sin duda.
Extr.— Descubriremos, al analizarlo desde nuestra perspectiva, que el
grupo más grande de servidores posee una ocupación y una condición
contrarias a las que sospechábamos.
J. Sóc.— ¿Cuáles?
Extr.— Los que se compran y, por este motivo, son posesiones, y que
podemos llamar, sin discusión, «esclavos». Éstos no pueden reclamar para
sí la técnica regia en absoluto.
J. Sóc.— ¿Cómo podrían?
Extr.— ¿Y qué? Cuánto, de entre los hombres libres, se ponen a sí
mismos voluntariamente al servicio de los que ahora han sido mencionados,
transportando y distribuyendo entre sí los productos del campo y los de
otras técnicas, unos por los mercados, otros desplazándose de ciudad en
ciudad, por mar y por tierra, intercambiando moneda por otros productos y
moneda por moneda, (290a) a quienes denominamos «cambistas»,
«mercaderes», «armadores» y «minoristas», ¿acaso reclamarán
alguna participación en la política?
J. Sóc.— Quizás la mercantil.
Extr.— Pero a los asalariados y jornaleros, que vemos que están muy
dispuestos a servir a todos los demás, no los hallaremos nunca reclamando
para sí la técnica regia.
J. Sóc.— ¿Pues cómo podrían?
Extr.— Y qué diremos de los que nos prestan cada vez tales servicios?
J. Sóc.— ¿A qué servicios y a quiénes te refieres?
(290b) Extr.— A aquellos entre los cuales se encuentra la clase de los
heraldos y a todos cuantos, al ofrecer con frecuencia sus servicios, se han
convertido en expertos en la escritura, y a algunos otros muy
hábiles en trabajos muchos otros asuntos relativos a las
magistraturas, ¿a estos cómo los llamaremos?
J. Sóc.— Los que has dicho ahora, servidores, pero estos no son
gobernantes en las ciudades.
Extr.— Sin embargo, creo que no estaban soñando cuando dije que es
por aquí por donde aparecerían los que reclaman especialmente la
participación política. (290c) Aunque podría parecer que es muy absurdo
buscarlos en alguna parte de la servidumbre.
J. Sóc.— Ciertamente.
Extr.— Aproximémonos aún más a los que aún no han sido
examinados. Son los que, por practicar la adivinación, poseen una porción de una ciencia
del servicio. Pues, en cierta manera, son considerados intérpretes de los dioses para los
hombres.
J. Sóc.— Sí.
Extr.— Además, el género de los sacerdotes, como se acostumbra a
decir, sabe ofrecer de nuestra parte, mediante sacrificios, ofrendas a los
dioses, (290d) según su deseo, y rogarles para nosotros, mediante
súplicas, la obtención de bienes. Ambas actividades son porciones de la
técnica de servir.
J. Sóc.— Lo parece, en efecto.
Extr.— Por tanto, me parece que ya nos estamos acercando, como
siguiendo un rastro, al lugar al que nos dirigimos. Pues la clase de los
sacerdotes y adivinos está toda llena de arrogancia y posee una fama
venerable por la magnitud de sus empresas. […]
(291a) Extr.— Hay que analizar, por tanto, a quienes, por sorteo, han
sido elegidos reyes y, a la vez, sacerdotes, y a sus servidores y a otra
vastísima muchedumbre. La que se nos ha mostrado hace un momento,
tras haber sido apartados los anteriores.
J. Sóc.— ¿A quiénes te refieres?
Extr.— A unos muy extraños.
J. Sóc.— ¿Por qué?
Extr.— Su género es de razas muy variadas, al menos así lo parece a
primera vista. Muchos de estos hombres se asemejan a los leones y
centauros y a otros seres semejantes y muchísimos se parecen a sátiros y a
animales débiles y versátiles23. Cambian entre sí rápidamente las
formas y su capacidad. En verdad, Sócrates, me parece que ahora
acabo de comprender a estos hombres.
J. Sóc.— Habla, pues pare que estas viendo algo extraño.
Extr.— SÍ. PUES LO EXTRAÑO LE ACONTECE A TODO EL MUNDO POR
IGNORANCIA. Y, EN PARTICULAR, ESTO ES LO QUE AHORA YO MISMO HE
EXPERIMENTADO: DE REPENTE HE DUDADO, (291c) AL VER EL CORO QUE
GIRA EN TORNO A LOS ASUNTOS DE LA CIUDAD.
J. Sóc.— ¿Cuál?
Extr.— EL DE TODOS LOS SOFISTAS, el más grande hechicero24 y el
más experimentado en esta técnica, al que, aunque es muy difícil
de separar, hay que apartar de los que verdaderamente son
políticos y reyes, si queremos ver con claridad lo que está siendo
examinado.
J. Sóc.— Esto no hay que dejarlo pasar.
Extr.— En mi opinión no, ciertamente. Y dime esto.
J. Sóc.— ¿Qué?
26
Se trata de la petteia un juego de estrategia que consistía en mover piezas en un tablero y que
se supone que era parecido a las damas. Es mencionado numerosas ocasiones por Platón. Cf.
Cármides 174b; Alcibíades I, 110e: Gorgias 450d; Fedro 274d; República 333b, 374c, 487c;
Leyes 820c-d, 903d.
27
La equiparación entre el médico y el gobernante es tópicamente en Platón para demostrar que
tan solo pueden dirigir la ciudad aquéllos que, como los médicos, poseen el conocimiento
adecuado. Cf. Cármides 170b; Gorgias 464b.
hemos de decir, según tales términos, que éste es el único gobierno recto.
(293e) De todas las otras formas de gobierno que hemos mencionado, se ha
de decir que no son genuinas ni verdaderas, sino que son imitaciones de
ésta, las que decimos que están bien legisladas la imitan para lo mejor,
pero las otras, para lo peor.
J. Sóc.— Parece, Extranjero, que los otros asuntos se han dicho con
mesura. PERO ESO QUE SE HA DICHO DE QUE SE DEBE GOBERNAR SIN
LEYES ES MÁS DURO DE OÍR28.
(294a) Extr.— Te me has adelantado un poco al plantear la cuestión,
Sócrates, pues estaba a punto de preguntarte si aceptabas esto o te ha
disgustado por alguna de las cosas que he dicho. Pero ahora ya está claro
que preferimos tratar la cuestión de la rectitud de quienes gobiernan sin
leyes.
J. Sóc.— ¿Cómo no?
Extr.— Sin duda es evidente que, en cierto modo, la legislación forma
parte de la técnica regia. Pero lo mejor no es que prevalezcan las leyes,
sino el hombre regio dotado de inteligencia- ¿Sabes por qué motivo?
J. Sóc.— ¿Por qué motivo dices?
(294b) Extr.— Porque una ley nunca podría prescribir lo mejor,
abarcando al mismo tiempo exactamente lo mejor y lo más justo para
todos. Pues las desigualdades entre los hombres y sus acciones y el hecho
de que, por decirlo así, ninguno de los asuntos humanos permanece quieto
no permiten que la técnica, cualquiera que sea, se muestre en ningún cado
en su simpleza y sea válida para todos y durante todo el tiempo. ¿Estamos
de acuerdo en esto?
J. Sóc.— ¿Cómo no?
(294c) Extr.— Vemos que la ley prácticamente tiende casi a esto
mismo, como un hombre arrogante e ignorante que no permite a nadie
hacer nada contra su propia orden ni que nadie pregunte nada, aunque a
alguien se le ocurra algo nuevo mejor que el mandato que él mismo
impuso.
J. Sóc.— Es verdad, porque la ley actúa simplemente sobre cada uno de
nosotros tal como has dicho ahora.
Extr.— ¿En consecuencia, no es imposible que lo que es siempre
simple concuerde con lo que no es nunca simple?
J. Sóc.— Es probable.
(294d) Extr.— ¿Por qué entonces, es necesario legislar cuando la ley no
es lo más correcto. Hay que investigar la causa de esto.
28
Como le indica a continuación el Extranjero, el joven Sócrates se adelanta en extraer una
conclusión que se deriva de la argumentación expuesta hasta ahora. Se fuerza así una paradoja
con el objetivo de demostrar que Platón es consciente de que, si el sabio, o alguien que aparente
serlo, está legitimando para gobernar por encima de las leyes, existe el riesgo de que se
convierta en tirano. Cf. Político 301c. De este modo, la intervención del joven Sócrates obliga al
Extranjero a matizar su exposición.
Extr.— ¡Venga, pues! Recordemos otra vez las instrucciones de los
que, en el ejercicio de tales cargos, enseñan gimnasia mediante una
técnica.
J. Sóc.— ¿A qué te refieres?
[…] (294e) Extr.— A que consideran que no es posible trabajar
detalladamente con cada individuo en particular, prescribiendo lo que
conviene a cada cuerpo, sino que creen que la instrucción de lo que
conviene a los cuerpos se debe hacer más ampliamente, para la mayoría de
los casos y de los cuerpos.
[…] (295a) […] Extr.— Sin embargo, en mi opinión, lo hará para la mayoría
de los individuos y de los casos y así establecerá ampliamente la ley para
cada uno, ya sea impartiéndola por escrito o sin escritura y legislando
según las costumbres patrias.
Extr.— Y sin embargo, es apropiado. Pues dicen que, si alguien conoce
las leyes mejores que las de los antepasados, debe legislar su ciudad tras
haber persuadido a cada ciudadano, pero de otra manera no.
J. Sóc.— ¿Y qué? ¿No es correcto?
[…] (296b) Extr.— Tal vez. Pero contesta: si alguien sin persuadir,
impone lo mejor por la fuerza, ¿cuál será el nombre de esta coacción? Pero
todavía no contestes. Tratemos antes los casos anteriores
J. Sóc.— ¿A qué te refieres?
Extr.— Si alguien sin persuadir a su paciente, pero poseyendo la
técnica correcta, obliga a un niño, a un hombre o a una mujer, a hacer lo
mejor contra las prescripciones escritas, ¿cuál será el nombre de esta
coacción? (296c) ¿Acaso no será cualquier nombre excepto lo que se llama
un error nocivo, contrario a la técnica. En tal caso, ¿quién ha sido objeto de
la coacción no podrá decir con razón todo tipo de cosas, excepto que ha
sufrido un tratamiento nocivo, carente de técnica, por parte de los médicos
que le han forzado?
J. Sóc.— Lo que dices es muy cierto.
Extr.— ¿Cómo hemos de llamar al error que se comete contra la
técnica política? ¿Acaso no e lo vergonzoso, malo e injusto?
J. Sóc.— Sin duda.
Extr.— Venga, dime: los que son forzados a hacer, contra las normas
escritas y ancestrales, otras cosas más justas, mejores y más bellas que las
anteriores, cuando se quejan por tal coacción, sino quieren que su queja
sea la más ridícula de todas, ¿no podrán decir cada vez de todo, excepto
que los que han sido forzados han sufridos tratos vergonzosos, injustos y
malos por parte de quienes los han forzado?
J. Sóc.— Lo que dices es muy cierto.
Extr.— ¿Pero acaso las coacciones son justas si es un rico el que usa la
fuerza e injustas si es un pobre? O, por el contrario, si alguien,
persuadiendo o sin persuadir, sea rico o pobre, según las leyes escritas o
contra ellas, hace cosas provechosas, ¿no debe ser éste, en estos casos, el criterio más
verdadero de la correcta administración de la ciudad, con el que el hombre sabio y bueno
administrará a los gobernados? (297a) Como el piloto que vela siempre por el
provecho de la nave y de los marineros29, sin establecer normas escritas,
sino ofreciendo su técnica como ley, protege a sus compañeros de
navegación, así, de este mismo modo, ¿la forma correcta de gobierno no
surgirá de quienes pueden gobernar de esta manera, ofreciendo la fuerza
de su técnica, superior a las leyes? NO EXISTE EL ERROR en nada de lo que ven un
único y gran principio: (297b) proteger a los ciudadanos distribuyendo siempre, con
inteligencia y técnica, el máximo grado de justicia y ser capaces, en lo posible, de convertirlos
de peores en mejores.
J. Sóc.— NO SE PUEDE CONTRADECIR LO QUE ACABAS DE DECIR.
Extr.— Ni tampoco se puede contradecir esto.
J. Sóc.— ¿A qué te refieres?
Extr.— A que una muchedumbre, de cualquier tipo que sea, nunca
sería capaz de adquirir una ciencia semejante y de administrar la ciudad
con inteligencia, sino que (297c) hay que buscar la única y correcta forma
de gobierno en algo pequeño, escaso y único, y las demás han de ser
consideradas imitaciones, cono se ha dicho hace poco, unas imitándola para
lo mejor, y otras, para lo peor.
J. Sóc.— ¿Por qué has dicho esto? Pues hace un momento no entendí
eso de las imitaciones.
Extr.— Y no es un asunto de poca importancia sí, tras haber suscitado
este razonamiento, (297d) se lo deja a un lado sin proseguirlo para mostrar
el error que ahora se ha introducido en relación a esto.
J. Sóc.— ¿Cuál?
Extr.— HAY QUE BUSCAR ALGO DE ESTE TIPO, NO MUY FAMILIAR NI
FÁCIL DE VER. A pesar de todo, intentemos captarlo. Venga pues: al ser
para nosotros ésta la única forma de gobierno correcta, la que hemos dicho,
sabes que las demás, para salvarse, deben usar sus normas escritas
haciendo lo que ahora se ha elogiado, aunque no sea lo más correcto?
J. Sóc.— ¿Qué?
Extr.— Que ninguno de los ciudadanos se atreva a hacer nada contra las leyes y el que
se atreva que sea condenado a muerte y a las penas más extremas. Y esto, considerando en
segundo lugar, es lo más correcto y bello, después de que ha dejado a un lado lo principal que
ahora mismo se ha expuesto. Pero describamos de qué manera ha surgido esto que hemos dicho
que está en segundo lugar. ¿NO TE PARECE?
J. Sóc.— Muy bien.
Extr.— Volvamos otra vez a las imágenes con las que hay que
comparar siempre a los gobernantes regios.
J. Sóc.— ¿Cuáles?
Extr.— El excelente piloto y médico que «vale por otros muchos»29.
Examinémoslos, tras haber modelado una figura de ellos mismos.
J. Sóc.— ¿Cuál?
29
La comparación del piloto con el gobernante es tópica en Platón. Cf. República 341c-342e.
29
Cf. Íliada XI 514. El verso homérico, que alude a Macaón, el hijo de Asclepio, se cita
íntegramente en Banquete 214b.
(298a) Extr.— Ésta: es como si todos pensásemos de ellos que
padeceremos las cosas más terribles por su culpa. Pues, si cada uno
de ellos quisiera salvar a alguno de nosotros, lo salvan igualmente, pero si
quisieran dañarlo, lo dañan cortando, quemando y exigiéndole que les
abone los estipendios, como si fueran tributos, de los que gastan poco o
nada para el enfermo, mientras que del resto se aprovechan ellos mismos y
sus familiares. (298b) Y, por último, aceptando como remuneración dinero
de algunos parientes o enemigos del enfermo, lo matan. Los pilotos, por su
parte, hacen otras mil cosas semejantes dejando abandonados a traición a
los pasajeros al zarpar, o, provocando maniobras peligrosas en alta mar, los
arrojan al agua y llevan a cabo otras maldades.
Si tras haber reflexionado sobre estas cosas, tomásemos alguna decisión
sobre ellos, (298c) esta sería la de no permitir a ninguna de las dos
técnicas gobernar autocráticamente ni sobre esclavos ni hombres libres; la
de reunirnos nosotros mismos en asamblea, o todo el pueblo o solamente
los ricos, y la que, tanto a particulares como a otros trabajadores, les fuese
posible dar una opinión sobre la navegación o las enfermedades, de cómo
debemos utilizar los fármacos e instrumentos médicos en los enfermos y,
también, de qué manera utilizar los mismos barcos e instrumentos náuticos
(298d) para el empleo de las naves, sobre los peligros de los vientos y del
mar que se producen en la misma navegación, sobre los encuentros con los
piratas, y si se debe combatir con grandes naves con otras del mismo
calado. La opiniones de las muchedumbres sobre estas cuestiones, ya sea
con el asesoramiento de algunos médicos, pilotos u otros particulares, las
escribiremos en tablas y en estelas, o las instruiremos sin escribir, (298e)
como costumbres ancestrales y, según ellas, todo el tiempo posterior
navegaremos y cuidaremos de los enfermos.
J. Sóc.— Has dicho cosas completamente absurdas.
Extr.— Y que cada año se nombres gobernantes de la muchedumbre,
quien quienquiera que resulte designado por sorteo, ya sea entre los ricos o
entre todo el pueblo30, y que los gobernantes designados gobiernen según
las leyes escritas, al pilotar las naves y al cuidar a los enfermos.
J. Sóc.— Esto todavía es más penoso.
[…] (299c) […] Extr.— […] Pues nada debe ser más sabio que las leyes31.
Nadie, en efecto, ignora la medicina y la salud ni el pilotaje y la náutica,
pues (299d) existe la posibilidad, para quien quiera, de aprender las leyes
escritas y las costumbres ancestrales establecidas. Así, pues, Sócrates, si
en estas ciencias las cosas sucediesen como decimos, y en la estrategia
militar, y en cualquier tipo de técnica de caza en su conjunto, y en la
pintura, o en cualquier parte de la técnica imitativa en general, y en la
30
Sócrates fue muy crítico con el sistema de sorteo que permitía en Atenas que los ciudadanos
accediesen al arcontado y a casi todas las magistraturas Cf. Protágoras 319c-d; Jenofonte,
Memorias de Sócrates 1119, 10-11.
31
Las leyes deben ser respetadas por los ciudadanos en cualquier circunstancia, incluso cuando
puedan resultar injustas. El extenso discurso de las leyes, en Critón 50a-54d, está dedicado a
demostrar esta tesis.
carpintería y en cualquier tipo que sea del conjunto de la técnica de la
fabricación de muebles, o también en la agricultura y en toda la técnica
relativa a las plantas; o también si viéramos una técnica de la cría de
caballos producida según normas escritas, o del conjunto de la técnica de la
cría de los rebaños, o de la adivinación, o toda parte comprendida en la
técnica del servicio, (299e) o el juego de damas, o el conjunto de la
aritmética, ya se pura o ya sea aplicada al plano, al sólido o al movimiento,
respecto de todas estas cosas realizadas de este modo, ¿QUÉ OCURRIRÍA SI
SE PRODUJESEN SEGÚN NORMAS ESCRITAS Y NO SEGÚN UNA TÉCNICA?
J. Sóc.— Es evidente que todas las técnicas se nos destruirían
completamente y que no renacerían nunca más que por culpa de esta ley
que impide investigar. De esta manera la vida, que ahora ya es difícil, en
aquella época resultaría totalmente invivible.
(300a) Extr.— ¿Y que te parece esto? Si forzásemos a que cada una de
las actividades mencionadas se realizase según normas escritas y que, con
estas normas escritas, gobernase el que de nosotros saliese votado o
elegido por sorteo, pero éste, sin preocuparse para nada de las normas
escritas, intentase hacer otras cosas contrarias a éstas, por una ganancia u
otro favor particular, sin saber nada, ¿acaso éste sería un mal todavía
mayor que el anterior?
J. Sóc.— Es muy cierto.
(300b) Extr.— Creo, en efecto, que el que se atreva a actuar contra las leyes basadas en
una larga experiencia y en el hecho de que algunos consejeros hayan aconsejado con la buena
intención en cada asunto y hayan persuadido a la muchedumbre a que las establezca, estaría
cometiendo un error mucho más grande que el otro error y arruinaría cualquier actividad mucho
más, incluso, que las normas escritas.
J. Sóc.— ¿Cómo no ha de ser así?
(300c) Extr.— Por esto, para quienes establecen las leyes y normas
escritas sobre cualquier cuestión, queda una segunda navegación32 de no
permitir que ningún solo individuo ni una muchedumbre hagan nunca nada,
cualquier cosa que sea, contra ellas.
J. Sóc.— Correcto.
Extr.— No es cierto que estas normas serían en cada caso imitaciones
de la verdad, escritas, en lo posible, según el criterio de los entendidos?
J. Sóc.— ¿Cómo no?
32
Se traduce deuteros plous literalmente por «segunda navegación». Se ha convenido en
entender que esta expresión marinera alude a la navegación en remo, cuando por falta de viento
uno no puede realizar la «primera»navegación, a vela. Así entendida, la metáfora viene a
significar el esfuerzo secundario, más lento y forzoso, aunque también más seguro, para llegar a
buen puerto. En la dialéctica platónica, equivale al uso de un método alternativo al que se está
utilizando, inicialmente más rápido, pero impracticable para alcanzar el objetivo previsto. Así, en
Fedón 99d la expresión se utiliza para iniciar el camino indirecto que conduce al conocimiento de
las Formas, y en Filebo 19c, para el método alternativo que lleva al conocimiento de sí mismo.
En el caso que nos ocupa, la segunda navegación alude a la necesidad imperiosa de respetar las
leyes como garantía del buen gobierno, muy especialmente en el caso de que no se produzca la
primera condición: la presencia de un buen gobernante.
Extr.— Además, si lo recordamos, hemos dicho que en el entendido, el
que es verdaderamente político, en el ejercicio de su actividad realizará,
según su técnica, muchas cosas sin preocuparse por las leyes escritas,…
33
Se mantiene la lectura de los manuscritos frente a la propuesta de algún estudioso de leer
«por este motivo, todos los nombres de las formas de gobierno que ahora han sido mencionadas
se convierten en sólo cinco». Y no se sigue la propuesta de la edición en que se ha tomado como
base de desplazar esta frase, con variantes a 301c 7-8. Con esta afirmación, el Extranjero
sugiere que, si se da la circunstancia ideal de una monarquía regida por el entendido, las
restantes cinco formas de gobierno se reducen a una, al ser superadas por ésta. Cf. 291d-292e;
293c; 302e-303c.
ocasión, dañar, matar y arruinar al que quiera de nosotros. Porque,
si surgiese un gobernante como el que decimos, sería querido y
administraría, pilotando felizmente y con precisión, la única forma
de gobierno recta.
J. Sóc.— ¿Cómo no?
Extr.— Pero ahora, puesto que, como decimos, no surge un rey en las
ciudades como nace en las colmenas, uno que sea claramente superior en
cuerpo y en alma, es necesario reunirse para escribir las leyes, según
parece, siguiendo las huellas de las formas de gobierno más verdaderas.
J. Sóc.— Es posible.
Extr.— Así, pues Sócrates, ¿nos vamos a sorprender de cuantos
males suceden y cuantos sucederán en tales formas de gobierno, si
se basan en semejante fundamento y realizan sus actividades
según normas escritas y costumbres, sin ciencia? ¿No es evidente
para todo el mundo que, si otra técnica hiciese lo mismo, se destruirían
todas las cosas que se produjeron de este modo? ¿O nos ha de sorprender
más que la ciudad sea, por naturaleza, algo estable? Pues, aunque ahora
las ciudades padecen tales situaciones durante una infinidad de
tiempo, sin embargo, algunas de ellas se mantiene firmes y no se
destruyen; pero, a veces, muchas hundiéndose como barcos,
desaparecen, han desparecido y todavía desaparecerán por la
perversidad de (302b) los pilotos y marineros, sumidos en la más
gran ignorancia en las cuestiones más importantes, porque, no
teniendo ningún conocimiento de política, creen que lo poseen en
todos los asuntos con más certeza que todas las otras ciencias.
J. Sóc.— Es muy cierto.
Extr.— EN EFECTO, ¿cuál de estas formas de gobierno incorrectas es
la menos penosa para convivir, siendo todas penosas? ¿Y cuál la más
insoportable? ¿Debemos considerarlo, aunque lo que se diga sea algo
accesorio respecto de lo que ahora hemos expuesto? No obstante, en
general, quizá se por eso por lo que todos hacemos todas las cosas que
hacemos.
(302d) Extr.— De la monarquía procede el gobierno regio y el tiránico;
el gobierno de los que no son muchos hemos dicho que procede la
aristocracia, cuyo nombre es de buen auspicio, y la oligarquía, además, a la
que procede del gobierno de muchos le pusimos el nombre simple de
«democracia», pero ahora también a ésta, a su vez, la podemos dividir en
dos.
J. Sóc.— ¿Cómo? ¿De qué modo la dividiremos?
(302e) Extr.— De un modo que no es distinto de los demás, aunque su
nombre ya no es doble. Pero tanto ésta como las demás formas de gobierno pueden
gobernar según las leyes y en contra de ellas.
[…] (303a) […]
Extr.— Consideremos que la forma de gobierno de los que no son
muchos, del mismo modo que lo poco está en medio de la unidad y lo
múltiple, está en medio de las dos. A su vez, a la forma de gobierno de la
muchedumbre la consideramos débil en todo e incapaz de nada grande, ni
bueno ni malo, en comparación con las demás, porque en ésta los poderes
están repartidos entre muchos en pequeñas porciones. POR ESTE MOTIVO,
sucede que es la peor de todas las formas de gobierno que cumplen las leyes y la mejor de
todas las que las incumplen; y, si todas están descontroladas, se impone vivir en democracia,
(303b) pero si están ordenadas, de ningún modo hay que vivir en ella; vivir
en la primera es, con mucho, lo primero y lo mejor, con la excepción de la
séptima, pues a ésta, como a un dios de los hombres, hay que separarla de
todas las demás formas de gobierno.
J. Sóc.— Parece que esto sucede y resulta así y que hay que hacer como
dices
(303c) Extr.— De manera que hay que apartar a los que participan de todas estas
formas de gobierno, excepto al entendido, porque no son políticos, sino facciosos y cabecillas
de las más grandes fantasmagorías, y ellos mismos son de tal clase, grandísimos imitadores y
hechiceros, que se tornan los más grandes sofistas de entre los sofistas.
Extr.— Hay que hablar, según parece, del entrelazamiento regio: cómo
es, de qué modo entrelaza y qué tipo de tejido nos ofrece.
J. Sóc.— Es evidente.
Extr.— Así, pues, parece que resulta obligado explicar un asunto difícil.
J. Sóc.— Pero, en cualquier caso, hay que explicarlo.
Extr.— En efecto, que una parte de la virtud sea, de algún modo,
diferente de la especie de la virtud es, para los que gustan de las disputas
dialécticas, algo fácil de persuadir, frente a las opiniones de la mayoría34.
J. Sóc.— No lo comprendo.
(306b) Extr.— Comencemos de nuevo así: creo, en efecto, que tú
piensas que, para nosotros, la valentía es una parte de la virtud.
J. Sóc.— Si, bien.
Extr.— Y que la prudencia es algo distinto de la valentía pero también
es, como ella, una parte de la virtud.
34
Se alude aquí al problemática cuestión de la unidad de la virtud tratada en otros diálogos de
Platón. Cf. Protágoras 329b-332a, 349a-350c; Menón 70a-79e; República 427d-434d; Leyes
963a-968a.
J. Sóc.— Sí.
Extr.— Sobre ellas hay que atreverse a manifestar una afirmación
sorprendente.
J. Sóc.— ¿Cuál?
Extr.— Que, de algún modo, en muchos de los seres hay entre ambas
una gran enemistad y una hostil disensión.
J. Sóc.— ¿Cómo dices?
(306c) Extr.— UN RAZONAMIENTO QUE NO ES HABITUAL EN ABSOLUTO,
pues, en efecto, se dice que todas las partes de la virtud son, en cierto
modo amigas entre sí.
J. Sóc,— Sí.
Extr.— Examinemos, fijándonos con mucho atención, si esto es así de
simple o si, más bien, algunas de ellas se diferencia en algo de las que
están emparentadas con él.
J. Sóc.— Si. Dime cómo hay que examinarlo.
Extr.— En todas las cosas hay que investigar todas cuantas decimos
que son bellas, pero que colocamos en dos especies opuestas entre sí.
J. Sóc.— Habla todavía con más claridad.
(306d) Extr.— La agudeza y rapidez, ya sea en cuerpos, ya sea en almas, ya se en la
emisión de la voz, ya sea en los seres mismos, ya sea en sus imágenes, todas cuantas la música
e, incluso, la pintura imitativa producen como imitaciones, ¿nunca has elogiado tú
mismo a alguna de ellas o has oído que otro, en tu presencia, las elogia?
J. Sóc.— ¿Cómo son?
Extr.— ¿Y recuerdas de qué modo, en cada uno de los casos, hacen el
elogio?
J. Sóc.— No, en absoluto.
Extr.— ¿Podría, pues, explicártelo con palabras, tal como lo pienso?
(306e) J. Sóc.— ¿Por qué no?
Extr.— Parece que crees que tal asunto es fácil. Examinémoslo, en
efecto, en los géneros opuestos. Pues cada vez que, con frecuencia,
admiramos en muchas actividades la rapidez, la vehemencia y la agudeza
del pensamiento y del cuerpo, incluso de la vos, nos expresamos
elogiosamente utilizando un único nombre: el de «valentía».
J. Sóc,— ¿Cómo?
Extr.— Decimos, en primer lugar, «agudo» y «valeroso», «rápido» y
«varonil» y también «vigoroso». Y, en general, aplicando en común el
nombre que he dicho a todas estas cualidades, las alabamos.
J. Sóc.— Sí.
(307a) Extr.— ¿Y QUÉ? ¿Acaso no alabamos con frecuencia, en muchas ocasiones la
especie de la acción tranquila?
J. Sóc.— Sí, mucho.
Extr.— ¿Acaso no estamos expresando esto diciendo palabras
contrarias a las que decíamos de aquellas actividades?
J. Sóc.— ¿Cómo?
Extr.— Cada vez que los actos realizados con reflexión los llamamos,
admirándolo, «tranquilos» y «prudentes» y, a las acciones «lentas» y
«suaves», r, incluso, a las voces, «dulces» y «graves», y a todo movimiento
rítmico y a toda música (307b) en general que use oportunamente la
lentitud, a todos estos casos no le aplicamos el nombre de «valentía», sino
el de «moderación».
J. Sóc.— Es muy cierto.
Extr.— Pero, por lo contrario, cuando ambos nos resultan inoportunos,
cambiamos y censuramos a cada uno de ellos asignándoles nombres
opuestos.
J. Sóc.— ¿Cómo?
Extr.— Cuando se producen de modo más agudo y se muestran de
modo más rápido y duro de lo conveniente, los llamamos
«violentos» y «alocados»; cuando lo hacen de modo más grave,
lento y blando, los llamamos «cobardes» e «indolentes». Casi
siempre estos, y también al carácter sensato y valiente propio de los
contrarios, como formas que se hallan azarosamente en hostil disputa, no
los encontramos mezclados entre sí en las actividades que les conciernen.
Además, silo investigamos, veremos que quienes lo poseen en sus almas se
diferencian entre sí.
J. Sóc.— ¿En dónde dices?
Extr.— En todos estos caso que ahora decimos y, como es verosímil,
en muchos otros. Pues, en mí opinión, según cual sea el parentesco con
cada uno de estos caracteres, a unos los alaban como suyos propios, pero a
sus contrarios los censuran como ajenos, interponiendo, en muchos
asuntos, una gran enemistad entre ellos.
J. Sóc.— Es posible.
Extr.— Pues bien, la desavenencia de estas maneras de ser35 es un
simple juego. Sin embargo, en las cuestiones más importantes sucede que
se acaba convirtiendo en una enfermedad que, para las ciudades, es la más
odiosa de todas.
J. Sóc.— ¿De cuál hablas?
(307e) Extr.— Como es natural, de la organización de la vida en su
conjunto, pues los que son especialmente moderados siempre están
dispuestos a vivir una vida tranquila, realizando ellos solos sus asuntos por
su cuenta, teniendo trato con todos en su patria e, igualmente, estando
dispuestos a hacer la paz de cualquier modo con las ciudades extranjeras. Y
por este deseo, que es más inoportuno de lo necesario, cuando hacen lo
que quieren, no se dan cuenta de que se comportan cobardemente, de que
ponen a los jóvenes en la misma situación y de que están siempre a merced
de lo que les atacan, por suya causa, (308a) en pocos años, ellos mismos,
sus hijos y la ciudad entera, sin darse cuenta, pasan con frecuencia de
libres a esclavos.
J. Sóc.— Te refieres a una experiencia dura y terrible.
35
La palabra es eidos, utilizada aquí en un sentido más amplio y menos técnico que «especie».
Extr.— ¿Y qué sucede con los que son más proclives a la valentía?
¿Acaso no son los que siempre lanzan sus ciudades a alguna guerra a causa
de su deseo, más violento de lo debido, por tal género de vida y,
exponiéndolas a la enemistad de muchos y poderosos pueblos, o bien las
destruyen completamente o bien entregan sus patrias comos esclavas y
súbditas de sus enemigos?
(308b) J. Sóc.— Esto también es así.
Extr.— ¿Cómo, en efecto, podremos negar que, en estos casos, estos
dos géneros mantienen siempre entre sí una fuerte y grandísima enemistad
y disensión?
J. Sóc.— No, no lo negaremos en absoluto.
Extr.— DE ESTA MANERA, ¿no hemos hallado lo que buscamos desde
el principio, es decir, que partes de la virtud, que no son pequeñas, son,
por su naturaleza, diferentes entre sí y que también esta misma diferencia
reproduce en quienes la poseen?
J. Sóc.— Es posible.
Extr.— Por tanto abordemos esta cuestión.
J. Sóc.—¿Cuál?
(308c) Extr.— Si alguna de las ciencias compositivas compone
voluntariamente un objeto cualquiera de sus productos, aunque
sea el más ínfimo, a partir de algunos elementos malos y buenos, o
bien si toda la ciencia rechaza en lo posible, en todos los caso, los
elementos malos y toma los apropiados y útiles, y a partir de éstos,
sean semejantes o desemejantes, reuniéndolos a todos en una
unidad, produce una única función y forma.
J. Sóc.—¿Por qué no?
(308d) Extr.— Luego la política, que es verdaderamente
conforme a la naturaleza, no nos constituirá voluntariamente una
ciudad con hombre buenos y malos, sino que está claro que los
pondrá a prueba en primer lugar mediante un juego36, y después de
la prueba los entregará a quienes están capacitados para enseñar y
servir para este mismo fin, estando ella misma al frente y dando
órdenes, como la técnica de tejer que, siguiendo de cerca, paso a
paso, a los cardadores y a los que preparan las demás cosas para
su labor de trenzado, está al frente y da órdenes, (308e) indicando
a cada uno de los trabajos que considera adecuados para realizar
su propia labor de entrelazamiento.
J. Sóc.— Si, muy bien.
Extr.— Por esto mismo me parece que la ciencia regia, que posee ella
misma la facultad de dirigir, no permitirá, a todos los que por ley son
maestros y educadores, que se practique ningún ejercicio que, al ser
realizado, no produzca un carácter conveniente para mezcla que le es
propia, sino que les ordenará enseñar solamente esto. Y A LOS QUE NO SON
36
El juego desempeña un importante papel en la educación política de los niños y en su
selección como filósofos gobernantes de la ciudad. Cf. República 424d-425a; 536e-537d.
CAPACES DE PARTICIPAR DE UN CARÁCTER VALIENTE Y PRUDENTE Y D
TODO LO DEMÁS QUE TIENDE A LA VIRTUD, SINO QUE, POR LA VIOLENCIA
DE SU MALA NATURALEZA, (309a) SE ARROJAN AL ATEÍSMO37, LA SOBERBIA
Y LA INJUSTICIA, LOS RECHAZA CASTIGÁNDOLOS CON LA MUERTE, EL
EXILIO Y LAS PENAS MÁS DESHONROSAS.
J. Sóc.— Esto es lo que se dice, en efecto.
Extr.— A los que se revuelcan en una gran ignorancia y vileza los
somete al yugo del género de los esclavos.
J. Sóc.— ES MUY CORRECTO.
(309a) Extr.— Así, pues, a los restantes, cuyas naturalezas,
cuando han adquirido educación, son aptas para alcanzar la
nobleza y para aceptar, con la ayuda de la técnica, la mezcla de
unas con otras, a éstas, a la que son más propensas a la valentía,
considerando que su carácter es fuerte como la urdimbre, y a las
que tienden hacia la moderación, haciendo uso, según nuestra
imagen, de un hilo de lana pingüe y suave, estando en tensión
contraria entre si, intenta anudarlas y entrelazarlas de la siguiente
manera.
J. Sóc.— ¿Cómo?
Extr.— EN PRIMER LUGAR ARMONIZANDO, SEGÚN EL PARENTESCO, LA
PARTE ETERNA DE SU ALMA CON UN LAZO DIVINO Y, DESPUÉS DE LA PARTE
DIVINA, SU PARTE MORTAL, ESTA VEZ CON LAZOS HUMANOS38.
J. Sóc.— ¿Qué quieres decir con esto?
Extr.— Cuando se produce en las almas una opinión que es realmente
verdadera, con fundamento, sobre lo bello y lo bueno, y sobre sus opuestos,
afirmo que se origina una opinión divina en un género demónico39.
37
Cf. Leyes X 554a-885b; Protágoras 322a.
38
La terminología utilizada evoca el Timeo 69c-71a.
39
Sobre el género demónico véase Timeo 90a.
Extr.— ¿Y qué decir de la naturaleza moderada? ¿Acaso no es compartiendo estas
opiniones como se toma verdaderamente sensata y juiciosa, al menos en la actividad política,
mientras que, si no participa de la que estamos diciendo, adquiere muy justamente una
vergonzosa fama de estupidez?
J. Sóc.— No hay duda, en efecto.
Extr.— Por tanto, ¿no diremos que este entrelazamiento y
atadura de los malos consigo mismos y de los buenos con los malos
nunca será duradero, y que ninguna ciencia lo utilizará nunca en
serio con tal tipo de gente?
J. Sóc.— ¿Pues cómo podría?
(310a) Extr.— Sin embargo, en los únicos en que, gracias a las leyes, se
produce es en los caracteres que son nobles desde un principio y criados
según su naturaleza, y es para ellos para los que la técnica tiene a su
disposición este remedio. Como hemos dicho, ésta es la atadura más divina,
la que une las partes de la virtud que son desemejantes por naturaleza y
tiende hacia direcciones contrarias.
J. Sóc.— Es muy cierto.
Extr.— Pero a las restantes, que son lazos humanos, puesto que existe
el divino, no hay casi ninguna dificultad en concebirlos ni, una vez
concebidos, realizarlos.
(310b) J. Sóc.— ¿Cómo y a cuáles te refieres?
Extr.— A los lazos de los casamientos y de los intercambios de niños, y
a los relacionados con las peticiones de matrimonio y a las nupcias
privadas. Pues la mayoría no establece correctamente estos vínculos para
la procreación de hijos40.
J. Sóc.— ¿Por qué?
Extr.— ¿POR QUÉ TAMBIÉN ALGUIEN, EN TALES CASOS, SE TOMARÍA
EN SERIO CENSURAR, COMO ALGO DIGNO DE MENCIÓN, LA PERSECUCIÓN
DE RIQUEZA Y PODER?
J. Sóc.— Poe nada.
(310c) Extr.— Es más justo sin embargo, de hablar de quienes se
cuidan de sus familias, por si en algo no actúan del modo adecuado.
J. Sóc.— Es conveniente, en efecto.
Extr.— Pero no actúan a partir de un razonamiento correcto, cuando
buscan en esto la comodidad inmediata y acoge a los que son iguales a
ellos, pero no estiman a los desiguales, porque conceden a la aversión una
gran importancia.
J. Sóc.— ¿Cómo?
Extr.— Los moderados buscan a los que poseen su propio carácter y,
en lo posible, se casan y realizan las peticiones de matrimonio entre ellos.
Lo mismo hace el género de los valientes, perseguir su propia naturaleza,
aunque ambos géneros deberían hacer todo lo contrario de esto.
J. Sóc.— ¿Cómo y por qué?
40
En Leyes 773e-785b, Platón desarrolla una extensa explicación sobre la legislación que debe
regir la composición de los matrimonios. Cf. República 457c-461e.
Extr.— Porque la valentía, si se produce en muchas generaciones sin
mezclarse con una naturaleza prudente, en un principio alcanza la plenitud
de su fuerza, pero acaba por degenerar en todo tipo de locuras.
J. Sóc.— Es natural.
Extr.— Pero, a su vez, el alma demasiado llena de pudor y sin mezcla
con la valerosa audacia, al reproducirse así en muchas generaciones, se
atolondra más de lo oportuno y acaba completamente mermada.
J. Sóc.— También es natural que esto ocurra así.
Extr.— Estos son los lazos que decía que no son difíciles de anudar si
ocurre que ambos géneros tienen una única opinión sobre lo bello y lo
bueno. ESTA ES, PUES, LA ÚNICA Y UNIVERSAL TAREA DEL
ENTRELAZAMIENTO REGIO: no permitir nunca que los caracteres
prudentes se separen de los valientes, sino, cosiéndolos mutuamente con
las mismas creencias, honores, reputaciones, opiniones y mutuos
intercambios de garantías, (311a) y componiendo con ellos un tejido suave
y, como se dice, bien hilado, encomendarles siempre en común las
magistraturas en las ciudades.
J. Sóc.— ¿Cómo?
Extr.— Donde haya necesidad de un único gobernante, eligiendo al
mandatario que tenga ambos caracteres; en cambio, donde haya necesidad
de más, mezclando una parte de cada uno de estos. Pues los caracteres de
los gobernantes prudentes con muy cautos, justos y conservadores pero
están faltos de viveza, de un cierto y agudo vigor y de eficacia.
J. Sóc.— Parece, en efecto, que esto es así.
(311b) Extr.— A su vez, los caracteres valientes están más faltos que
aquéllos de justicia y cautela, pero se distinguen por su vigorosidad en las
acciones. Pero si ambos caracteres no colaboran, es imposible que todo,
tanto en privado como en público, resulte bien en las ciudades.
J. Sóc.— ¿Cómo no?
Extr.— DIGAMOS, ADEMÁS, ESTE ES EL FIN DE LA ACTIVIDAD
POLÍTICA, el entrelazado del tejido, con un trenzado uniforme, del
carácter de los hombres valientes y prudentes, cuando la técnica
regia, (311c) reuniéndolos en una vida común en concordia y
amistad, realizando el más magnifico y excelso de todos los tejidos
y abarcando todos los demás en las ciudades, esclavos y libres, los
mantiene unidos con esta trama y gobierna y manda sin omitir
nada en absoluto de cuanto conviene a la felicidad de la ciudad.
J. Sóc.— De una manera muy bella, Extranjero, nos has completado el
hombre regio y el político.