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Carlos Roberto Sánchez Vertti Soto

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Principios que rigen el juicio
de amparo

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Asimismo, Arellano García se refiere a los
principios del juicio de amparo como “las
reglas de mayor trascendencia que
norman la estructura del amparo
mexicano”, y precisa que éstas “se han
ubicado en la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos para
resguardarlas de mayor posibilidad de
reforma por el legislador ordinario”.
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Por su parte, Del Castillo del Valle ha referido que “los
principios fundamentales del amparo son las reglas de
procedencia, procedimiento y efectividad del juicio
constitucional mexicano, las cuales están previstas en
diversas disposiciones de la Constitución y de la Ley de
Amparo y a través de las cuales se identifica y
caracteriza jurídicamente”, así como que “dichas reglas
deben ser acatadas u observadas puntualmente, a fin de
que el juicio de garantías sea substanciado conforme a
derecho, de donde deviene su importancia y
trascendencia en el ámbito procesal y procedimental del
amparo”

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Por tanto, con base en las anteriores
consideraciones, es dable señalar que los
principios del juicio de amparo son los
postulados fundamentales que no sólo
regulan al juicio de garantías, sino que le
sirven de base o sustento.

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Concepto este último que se integra de los
siguientes elementos, los cuales, a su vez,
constituyen atributos de los principios del
juicio de amparo:

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 Son postulados fundamentales. Están previstos en la
Ley Suprema, específicamente en su artículo 107 y,
además, se encuentran regulados por su ley
reglamentaria, es decir, por la Ley de Amparo.
 Rigen al juicio de amparo. Son lineamientos que se
ocupan de regular, en forma genérica, los principales
aspectos de dicho medio de control constitucional, como
son el ejercicio de su acción, la forma en que debe
tramitarse y las características de sus sentencias, por lo
que son postulados a los que debe atender no sólo el
legislador ordinario al reglamentarlo, sino también las
autoridades encargadas de conocer y resolver los juicios
de amparo.

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 Constituyen la base del amparo. Se
configuran como el sustento del juicio de
garantías, ya que además de normarlo le
dan origen y contenido, distinguiéndolo de
otros medios de control constitucional.

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Los principios generales, es decir, los fundamentos
jurídico—constitucionales que van a acompañar y, por
tanto, normar nuestro amparo descansan en la acción,
el procedimiento y la sentencia.
A la primera la van a regir los principios de instancia de
parte agraviada, agravio personal y directo y el de
definitividad;
Por lo que hace al procedimiento, éste se va a normar
únicamente por el de prosecución judicial;
Por último, la sentencia se regirá por los diversos de
relatividad de las sentencias, estricto derecho y
suplencia de la queja deficiente.

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Lo antes esbozado no es un tema
novedoso para el amparo, ya que estos
principios son y han sido por muchos años
la esencia de nuestro juicio, la diferencia
subyace en la reformulación de contenido
que ha traído consigo la nueva Ley de
Amparo

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Estas normas rigen aspectos como el
ejercicio de la acción de amparo, la forma
en que debe tramitarse el juicio y las
características que deben revestir sus
sentencias, y si bien la doctrina ha hecho
referencia a un gran número de ellos, los
que se mencionan de manera recurrente,
por estimarse como los más importantes
para comprender y entender al juicio de
garantías.
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Principios que rigen la acción
La doctrina ha sido coincidente al sostener
que la acción, procesalmente, es la
facultad de echar a andar la maquinaria
judicial, esto es, es el derecho público que
ostenta todo gobernado para acudir, en el
caso de nuestra materia, a los Órganos
Jurisdiccionales del Poder Judicial de la
Federación competentes para conocer del
amparo,
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para hacer valer lo que a sus intereses
convenga y verse restituidos en el pleno
goce de los derechos humanos que les
hayan sido vulnerados. Teniendo como
elementos a la autoridad, al acto de
autoridad, al quejoso o agraviado y, desde
luego, que exista un agravio en la esfera
de derechos de éste último derivado de la
norma general, acto u omisión de
autoridad.
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En ese sentido, la acción encuentra su
fundamento en tres principios
fundamentales:
instancia de parte agraviada; agravio
personal y directo, y definitividad
mismos que serán tratados someramente
a continuación.

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Instancia de parte
agraviada

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es uno de los primeros que normaron al
juicio de garantías, puesto que desde la
Constitución Yucateca de 1841 se
estatuyó que se otorgaría la protección
constitucional sólo a quienes la pidieran,
lo que implica que, aun cuando en forma
vaga, se precisó que ésta no podía
otorgarse de oficio.

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El amparo no procede de oficio, cuando la
autoridad con su acto u omisión o a través de la
norma general, viola los derechos humanos del
gobernado.
El juez de amparo no se encuentra facultado
para promover la demanda “motu propio” en
protección del agraviado, sino que es necesario
que lo solicite el gobernado que se siente
agraviado con el acto de autoridad o por la
aplicación de la norma (art. 5º de la nueva Ley
de Amparo: N.L.A.).

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Por tanto, como se infiere de su denominación,
este principio consiste en que el juicio
constitucional sólo se puede iniciar cuando el
gobernado lo solicita, es decir, cuando la
persona que se considera afectada por un acto
de autoridad pide o “insta” a los tribunales para
que intervengan en su protección, puesto que el
juicio de amparo es un medio de control
constitucional jurisdiccional que se ejercita por
vía de acción, de tal manera que si nadie acude
a solicitar el amparo y protección de la Justicia
Federal, no podrá iniciarse oficiosamente el
juicio.
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Fundamento
El numeral que constituye el fundamento
constitucional del principio en estudio
dispone: Art. 107 Fracc. I

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De este precepto se advierte que en todos los
casos es necesario que una persona impugne el
acto de autoridad para que pueda estudiarse la
constitucionalidad de éste por los tribunales de
la Federación, pues de manera expresa se
prevé que “siempre” rige el principio de instancia
de parte, lo que implica que respecto de éste no
existe excepción alguna, por lo que el órgano de
control constitucional nunca podrá proceder de
oficio a restituir al agraviado en el pleno goce de
la garantía vulnerada.

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Por su parte, la base legal de este
principio se lee:
Artículo 6o.

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Ahora bien, un segundo aspecto por considerar
en relación con el principio de instancia de parte
lo constituye el que el impulso procesal que
debe provocar la actuación del órgano de
control constitucional no es simple, sino
calificado, pues se exige que quien ejercite la
acción de amparo sea la persona que afirme y
esté en condiciones de acreditar que ha sufrido
un perjuicio a causa del acto de autoridad que
se tacha de inconstitucional.

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Luego, es indispensable que quien
promueva el juicio de amparo tenga
interés jurídico y, para determinar en qué
casos se cumple con este requisito debe
atenderse a lo dispuesto por los
Tribunales del Poder Judicial de la
Federación

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Tesis I.4o.A.75 K, Semanario Judicial de
la Federación y su Gaceta, Novena
Época, t. XXV, marzo de 2007, p. 1695.

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En este tenor, conforme a las anteriores
consideraciones puede señalarse, tal
como lo ha manifestado Arellano García,
que los elementos característicos del
principio de instancia de parte agraviada
son:

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 Se traduce en que el órgano encargado
del control de la constitucionalidad y
legalidad de los actos de autoridad estatal
no puede actuar de oficio, sin petición
precedente.

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 La fijación del requisito indispensable de
instancia de parte agraviada evita que
surja un antagonismo entre órganos del
Estado, pues el control se ejercerá cuando
lo solicite el gobernado y no cuando tal
iniciativa pudiera partir del órgano de
control.

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Por otro lado, es importante mencionar que existen
excepciones a la regla general; que en tratándose de
actos penales de imposible reparación, como lo son
aquellos que importen peligro de privación de la vida,
ataques a la libertad personal fuera de procedimiento,
incomunicación, deportación o expulsión, proscripción o
destierro, extradición, desaparición forzada de personas
o alguno de los prohibidos por el artículo 22 de la
Constitución Mexicana, así como la incorporación
forzosa al Ejército, Armada o Fuerza Aérea nacionales,
podrá presentar la demanda de amparo cualquier
persona en nombre del agraviado, aun cuando sea
menor de edad.

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Esta situación se da sin la voluntad del
agraviado, pues es un tercero quien solicita el
amparo, atento a que la demanda se deberá
presentar en nombre del quejoso, ante la
imposibilidad de hacerlo personalmente, aunado
a que el órgano jurisdiccional del conocimiento
deberá dictar todas las medidas permitentes
para lograr la comparecencia del agraviado,
pues de lo contrario, la misma se tendrá por no
presentada y quedarán sin efectos las
providencias dictadas (verbigracia, la
suspensión de oficio del acto reclamado). (art.
15 N.L.A.)
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La nueva Ley de Amparo, incluyó en este
caso, nuevos actos como son:
incomunicación, expulsión, proscripción,
extradición, desaparición forzada de
personas, incorporación forzosa al
Ejército, Armada o Fuerza Aérea
nacionales.

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No obstante, es de resaltarse que con la nueva Ley de
Amparo cuando estemos ante la posible comisión del
delito de desaparición forzada de personas, porque así
lo manifieste la persona que presenta la demanda en
lugar del quejoso o por las circunstancias del caso, el
juez está obligado a dar trámite al amparo en un término
no mayor a veinticuatro horas, e incluso deberá dictar la
suspensión de los actos reclamados y requerir a las
autoridades correspondientes toda la información que
pueda resultar conducente para la localización y
liberación de la probable víctima, sin que éstas puedan
hacer valer cualquier argumento tendiente a entorpecer
la búsqueda y liberación de aquélla.

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La otra excepción a la regla es cuando en
un procedimiento penal el abogado
promueve el amparo sin la solicitud directa
del quejoso, ésta norma quedó tal cual en
el artículo 14 de la nueva Ley de Amparo.

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Agravio personal y directo

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Toda vez que, como ha quedado señalado, el
promovente del amparo debe ser
necesariamente la parte que resulta agraviada
por el acto de autoridad cuya
inconstitucionalidad se reclama, un principio
más que rige al juicio de garantías es el de
existencia de agravio personal y directo, el cual
está estrechamente relacionado con el de
instancia o iniciativa de parte agraviada y
dispone que para que el amparo sea procedente
es necesario que el acto reclamado
efectivamente ocasione un agravio al quejoso.

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De igual manera, Burgoa, al establecer
qué debe entenderse por agravio, ha
señalado que éste “es uno de los factores
de procedencia del amparo”, y que el
concepto “empleado en la fracción I del
artículo 107 constitucional, equivale a la
causación de un daño o un perjuicio
realizado por cualquier autoridad estatal,
en las hipótesis previstas por el artículo
103 de la Constitución”.
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Este principio, al igual que el anterior, encuentra
fundamento en el ordinal 107, fracción I de la
Constitución Federal, en concordancia con los
diversos 5 a 7 de la nueva Ley de Amparo, al
advertirse, que el quejoso no sólo es la persona
física o moral de derecho privado, social y
excepcionalmente de derecho público (en
defensa de sus intereses estrictamente
patrimoniales) que se ve afectada en su esfera
jurídica, en sus derechos humanos, en virtud de
la norma general, acto u omisión de la
autoridad,

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sino que lo es aquella que aduce ser titular de
un derecho subjetivo o de un interés legítimo
individual o colectivo, pero con la
condicionante relativa a que la norma, acto u
omisión reclamados violen sus derechos
humanos reconocidos y las garantías otorgadas
para su protección por la Constitución Mexicana
y por los tratados internacionales de los que el
Estado Mexicano sea parte, y que con ello se
produzca una afectación real y actual a su
esfera jurídica, ya sea de manera directa, o en
virtud de su especial situación frente al orden
jurídico.
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Cabe señalar que anterior a las reformas
constitucionales en materia de amparo, la
jurisprudencia aducía que para hacer
procedente la acción, el quejoso debía acreditar
además de su interés jurídico, el que resentía
de manera directa y personal un agravio en su
esfera de derechos por “la ley” o el acto de
autoridad. Actualmente a partir de la entrada en
vigor de la reforma constitucional publicada en
el Diario Oficial de la Federación de 6 de junio
de 2011,

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partiendo de la premisa de un marco protector más
amplio de los derechos humanos, como requisito de
procedencia del amparo se prevén dos supuestos, que
el quejoso acredite tener interés jurídico o interés
legítimo y, que ese interés se vea agraviado. Así,
tratándose del interés jurídico, el agravio debe ser
personal y directo;
en cambio, para el legítimo no se requieren dichas
exigencias, pues la afectación a la esfera jurídica puede
ser indirecta, en virtud de la especial situación del
gobernado frente al orden jurídico y, además,
provenir de un interés individual o colectivo.

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Asimismo, el precepto 5º de la nueva Ley
de Amparo, indica tajantemente que el
interés simple, en ningún caso, podrá
invocarse como interés legítimo. Aquí,
cabe hacer la aclaración relativa a que el
interés simple es un interés general que
tiene todo gobernado en que las
autoridades cumplan con la normatividad,
es el interés por la
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legalidad, el cual no faculta para accionar el
juicio de amparo, mientras que el interés
legítimo corresponde a las personas que por la
situación objetiva y particular de hecho o de
derecho- en la que se encuentran, tienen interés
en que el poder público ajuste su actuación a la
ley, pero no sólo por el mero interés ciudadano
en la legalidad, sino porque cumpliéndose con
la ley conservan un beneficio o evitan un
perjuicio cierto, en tanto que resienten una
afectación indirecta en sus derechos
fundamentales con el acto autoritario
reclamado.
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Sin embargo, sea interés jurídico o
legítimo, según corresponda, el quejoso
los debe probar, ya que de lo contrario su
demanda de amparo será improcedente
en términos de lo dispuesto por la fracción
XII del arábigo 61 de la nueva Ley de
Amparo, que a la postre traerá como
consecuencia el sobreseimiento del juicio,
tal como lo señala el dispositivo 63,
fracción V de la ley en mención.
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Por otro lado, el Máximo Tribunal del país también se ha
pronunciado en relación con la figura del agravio en
materia de amparo, y al respecto ha señalado que:
Las palabras “parte agraviada”, se aplican a las
personas que han sufrido un agravio, y se refieren, en
general, a la ofensa o perjuicio que se hace a alguno, en
sus derechos o intereses, tomándose la palabra
“perjuicio”, no en los términos de la ley civil, como la
privación de cualquier ganancia lícita que pudiera
haberse obtenido, sino como sinónimo de ofensa que se
hace a los derechos o intereses de una persona

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Luego, con base en las consideraciones
anteriores, puede señalarse que en
materia de amparo el agravio se traduce
en el daño o perjuicio que un gobernado
resiente en sus garantías y derechos
humanos a causa de un acto de autoridad,
lo que implica que los elementos del
agravio son

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a) Elemento material. Se manifiesta en
cualquier daño, lesión, afectación o
perjuicio que sufre el gobernado, lo que
implica que para que se satisfaga el
elemento material del agravio es
necesario que la afectación que el quejoso
alega sea real y objetiva.

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De hecho, en relación con este elemento
esencial del agravio, el Alto Tribunal ha
referido que:
Es un presupuesto esencial para que
pueda prosperar el juicio de amparo, por
ser su base constitucional, la existencia y
demostración del elemento perjuicio
jurídico, por parte de quien promueve
dicho juicio...

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b) Elemento formal o jurídico. Éste se
traduce en que la referida afectación debe
recaer, forzosamente, en los derechos
públicos subjetivos del gobernado.

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c) Sujeto pasivo. La afectación debe
resentirla un gobernado, pues debe
recordarse que únicamente éstos están
facultados para promover el juicio de
amparo. Luego, el sujeto pasivo del
agravio es el particular, persona física o
moral, que se ve afectado por el acto de
autoridad, esto es, el titular de la garantía
constitucional vulnerada.
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