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UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA

CENTRO UNIVERSITARIO DE NOROCCIDENTE


CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES

PRINCIPIOS TÉCNICOS DEL


PROCESO DE AMPARO
DOCUMENTO DOCENTE PARA EL CURSO DERECHO
PROCESAL CONSTITUCIONAL

José Leonardo Benavente Ramos


Universidad de San Carlos de Guatemala
Centro Universitario de Noroccidente

Advertencia:
Considero necesario advertir que este es un documento preparado por el docente del
curso Derecho Procesal Constitucional, con la finalidad de orientar a los participantes
acerca de los principios técnicos más importantes relativos al proceso de amparo. El
documento es fragmento de otro documento de mayor extensión, el cual en su totalidad
se encuentra actualmente en proceso de revisión, actualización y ampliación por el
autor.

Es importante señalar también que todas las referencias bibliográficas que aparecen
en el texto, se encuentran igualmente en proceso de revisión y actualización. Su
utilización como documento docente en este momento, solo sirve al propósito
antedicho.

M. Sc. José Leonardo Benavente Ramos

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PRINCIPIOS TÉCNICOS DEL PROCESO DE AMPARO

I. PRINCIPIOS PREPARATORIOS DEL PROCESO DE AMPARO

1.1. Principio de Definitividad


El conocimiento de los principios técnicos fundamentales del derecho procesal de
amparo, permite entender la forma técnica de acceder a tal garantía y aumenta con ello el
porcentaje de éxito de las pretensiones que se actúen y, por otro lado, ayuda a prevenir el
uso abusivo de esta noble garantía.
El primero de ellos, el de definitividad, según Burgoa (79), consiste en la obligación
de agotar o ejercer previa y necesariamente todos los recursos que la ley que rige el acto
reclamado establezca para atacarlo, bien sea para modificarlo o para revocarlo, de tal suerte
que, existiendo dicho medio ordinario de impugnación, sin que lo interponga el quejoso, el
amparo es improcedente.
Debe recordarse que el proceso de amparo, desde su origen y esencia, está concebido
como un remedio constitucional extraordinario y, en ese orden de ideas, su función tutelar
de los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, sólo tiene lugar -de acuerdo
a su naturaleza- después de haber agotado las vías ordinarias. En otras palabras, si lo
ordinario -como estructura primaria- no resulta suficiente y eficaz, habrá que echar mano de
lo que está más allá de él; o sea lo extraordinario que resulta así subsidiario y reforzante.
El fundamento legal de este principio se localiza en el artículo 19 de la Ley de
Amparo, que dispone la conclusión de recursos ordinarios así: "Para pedir amparo, salvo

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casos establecidos en la ley, deben previamente agotarse los recursos ordinarios, judiciales
y administrativos, por cuyo medio se ventilan adecuadamente los asuntos de conformidad
con el principio del debido proceso". Establecido también en el inciso h) del artículo 10 de
la misma Ley de Amparo. La justicia constitucional no debe intervenir sino cuando el
afectado no tiene ya ningún otro medio legal de defensa, para que la autoridad o entidad
responsable le respete sus derechos garantizados en la Constitución o se le restituya en el
goce de los mismos.
La Corte de Constitucionalidad, a este respecto, ha considerado en reiterados fallos,
"Que de conformidad con lo dispuesto en el Artículo 19 de la Ley de Amparo, Exhibición
Personal y de Constitucionalidad, en los asuntos del orden judicial es presupuesto obligado
para pedir amparo que el interesado agote previamente los recursos ordinarios procedentes
según el procedimiento en el que se ha venido discutiendo el asunto de que se trate, ya que
el amparo es un remedio subsidiario y extraordinario. Lo que la ley persigue con esta
exigencia es que el acto reclamado sea definitivo, es decir, que no quepa contra él ningún
recurso ordinario legalmente establecido, porque el postulante haya cumplido con la
exigencia legal de agotarlos previamente" (80)
Y de igual manera se ha considerado cuando el acto reclamado es de carácter
administrativo, así: "Que tal como lo ha sustentado esta Corte en fallos anteriores, para pedir
amparo en asuntos de materia administrativa es necesario que el interesado haya hecho uso
previamente de los procedimientos o recursos ordinarios que las leyes comunes establecen
porque existiendo tales procedimientos y recursos conforme a los cuales deben discutirse
tales asuntos, no es la vía de amparo en la que corresponde dilucidar los mismos en forma
directa" (81).
Conviene advertir; sin embargo, que el principio de definitividad tiene algunas
excepciones, verbigracia, cuando en un asunto de carácter judicial, que se ventila ante la

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jurisdicción ordinaria, se causa agravio a persona extraña al juicio. En este supuesto, la


persona extraña afectada, no está obligada a agotar recursos ordinarios u otros medios
legales de defensa antes de ocurrir al amparo. Y ello porque dentro del proceso judicial
ordinario los terceros extraños que, a pesar de esa circunstancia, son lesionados por
determinaciones judiciales, no pueden interponer los recursos que la propia ley reconoce a
las partes, precisamente porque son ajenos a la relación jurídico-procesal establecida en el
juicio correspondiente.
La Corte de Constitucionalidad, en el expediente de Apelación de Sentencia número
171-87, consideró que "En cuanto al previo agotamiento de los recursos y procedimientos
ordinarios, se aprecia del estudio de los autos, que el solicitante no ha sido parte en la
ejecución a que se ha hecho referencia, por lo que puede admitirse su argumento de no haber
tenido a su alcance aquellos procedimientos o recursos, para impugnar el acto que reclama"
(82).
Otra excepción al principio de definitividad, es la contenida en el inciso f) del
artículo 10 de la Ley de Amparo, pues si la autoridad administrativa no resuelve las
peticiones en el término que la Ley establece, o en el de treinta días, si no existe término
específico, incurre en una actitud omisa y negativa, que provoca agravio al interesado. Ello
tiene su explicación en lo siguiente: Si no existe pronunciamiento de la autoridad
administrativa, ni favorable, ni contrario, a los intereses del peticionario, no existe
resolución que impugnar; solamente una actitud omisa y negativa de la autoridad. En efecto,
en este caso es el amparo el único remedio oportuno, para obtener la protección debida, por
medio del pronunciamiento del juez o tribunal de amparo, en el sentido de fijar un término
razonable a la autoridad responsable, para que cese su actitud omisa y negativa, y resuelva
la petición de que se trate, con lo cual se allana el camino al peticionario para que, dentro
del asunto de que se trate, pueda hacer valer las defensas que considere oportunas (83).

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1.2. El principio de la Preparación del Amparo por Errores "in procedendo"


Este principio opera, principalmente, en aquellos amparos motivados por sentencias
definitivas dictadas en los juicios ordinarios.
Los errores "in procedendo", o sea, las violaciones cometidas durante la secuela del
procedimiento, que trascienden a los resultados de la sentencia definitiva, están íntimamente
vinculados al principio constitucional del debido proceso legal, garantizado en los artículos
12 de la Constitución Política de la República y 4o. de la Ley de Amparo; pues de su
inobservancia se derivan aquellos.
El principio que estudiado tiene mucha similitud con el de definitividad, lo que hace
difícil, pero necesaria, su diferenciación. En primer lugar, se debe entender el debido
proceso legal como el procedimiento que esté de acuerdo con un conjunto de principios
fundamentales de justicia y de libertad, que son la base constitucional del país. En este orden
de ideas, el proceso legal, garantizado por el artículo 12 de la Constitución Política de la
República, está integrado por toda la gama de principios constitucionales que le dan
contenido y se encuentran desarrollados en las leyes respectivas.
Según Juventino V. Castro (84), la garantía del debido proceso legal, tiene su origen
en el "due process of law" anglosajón, existente en la Constitución norteamericana,
mediante la Enmienda 5a. expedida en 1789 que ordenaba: "No se le privará a ninguna
persona de la vida, la libertad o la propiedad sino por medio del debido proceso legal".
Cabe advertir; sin embargo, que, no obstante ser el debido proceso legal una garantía
contra la arbitrariedad de los jueces y tribunales, la sujeción al mismo es obligatoria, tanto
para éstos, como para las partes que intervienen en los procesos. La violación de esta
garantía, imputable al tribunal sentenciador y siempre que dicha violación trascienda a los
resultados de la sentencia definitiva, causando agravio al titular del derecho violado, deja

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expedita la vía del amparo para restablecer el orden de los procedimientos.


Lo anterior debe entenderse considerando que, "si se facilita la interposición de
amparos contra sentencias definitivas dictadas en los juicios ordinarios, no solamente por
las violaciones constitucionales cometidas por el órgano de decisión, sino también respecto
de las cometidas en el curso del proceso, que se traten de rescatar al impugnarse en el fondo
la sentencia misma, en vez de constituir todo ello ventaja, esta posición sumamente liberal
se produciría en una fuente de procedimientos tortuosos y mal intencionados de los que
controvierten dentro de los juicios, muy especialmente en aquellos en que se plantean
conflictos de intereses muy particulares. Crea además una grave inseguridad jurídica" (85).
Para una mejor comprensión debe tenerse presente que el restablecimiento del orden
de procedimientos, violado por acto o por omisión, debe intentarse dentro del proceso
ordinario mismo. En otras palabras, quien teniendo un recurso para obtener resultados
favorables a su interés, no lo utiliza debe suponerse, juris et de jure, que ha consentido el
acto lesivo, y no puede con posterioridad replantear sus inconformidades.
Lo anterior constituye una carga para las partes, quienes, al ocurrir un acto u omisión
que quebrante el orden normal de los procedimientos deben, dentro del mismo proceso
ordinario, intentar el restablecimiento correspondiente, mediante recursos idóneos y
oportunos, pues no es dable el que con posterioridad se planteen las inconformidades. En
este sentido, la observancia del debido proceso, por las partes, constituye una fase
preparatoria del amparo, en el supuesto de no restablecerse el orden de los procedimientos
dentro del proceso ordinario mismo.
La Corte de Constitucionalidad ha sentado jurisprudencia en este sentido y así, se
encuentran consideraciones como las siguientes:
"I) En la Constitución Política de la República se ha establecido con el amparo, una
garantía de los derechos que esa misma Constitución reconoce y que desarrollan otras leyes,

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y, en aras de preservar el imperio de tales derechos en los distintos órdenes de la vida social,
en su aspecto jurídico se determinó también que no hay ámbito que no sea susceptible de
amparo. Los constituyentes decretaron, sancionaron y promulgaron una ley específica que
incluye este instituto, en la cual regularon su ubicación y procedencia en los distintos ramos
del orden jurídico guatemalteco, a efecto de no convertirlo ni en obstáculo, ni en sustituto
de la tutela judicial ordinaria. En congruencia con las afirmaciones anteriores, la Ley de
Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad, determina en el artículo 10 inciso h),
que procede el amparo en asuntos del orden judicial, sólo cuando habiendo hecho uso el
interesado de los recursos y procedimientos establecidos en la ley, subsista la amenaza,
restricción o violación a sus derechos.
"II) En el caso de estudio, el postulante alega que el Tribunal impugnado ha violado
una prohibición legal, contenida en el artículo 42 del Código de Comercio, al mantener un
embargo sobre su participación social en la entidad mercantil que se ha mencionado; y se le
ha conculcado su derecho de defensa e infringido el principio del debido proceso...
"III. Del estudio de las actuaciones, se desprende que el postulante tuvo la
oportunidad de impugnar el embargo al cual se opone y de apelar de lo resuelto por el
tribunal de primer grado, para que la Sala jurisdiccional revisara la decisión tomada por
aquel. En tal sentido, se aprecia que no infringió este último Tribunal el debido proceso"
(86).
En el caso mencionado, la violación del debido proceso legal no puede imputarse al
órgano de decisión; pues fue el afectado quien, en su oportunidad, no utilizó correctamente
los medios de defensa ordinarios que tenía a su alcance y posteriormente, mediante el
amparo, pretendía el restablecimiento del orden de los procedimientos. En el caso de
ejemplo, es evidente que no se cumplió con el principio de preparación del amparo por
errores "in procedendo"; ya que de haberse utilizado los medios legales de defensa

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ordinarios y si, no obstante ello, subsistiere la amenaza, restricción o violación a sus


derechos; entonces sí es procedente que se brinde la protección del amparo al afectado, de
acuerdo a la naturaleza subsidiaria y extraordinaria de dicha garantía.
He de advertir, finalmente, que no es lo mismo que el acto reclamado sea definitivo,
por haberse agotado todos los medios de defensa ordinarios; supuesto fundamental del
principio de definitividad; a que lo sea porque el interesado no utilice esos medios legales
de defensa ordinarios y deje transcurrir el término para que opere la preclusión.

II. PRINCIPIOS DE LA ACCION DE AMPARO

2.1. Principio de la iniciativa o instancia de parte


Este principio tiene su fundamento legal en el artículo 6o. de la Ley de Amparo, que
establece que en todo proceso relativo a la justicia constitucional sólo la iniciativa del trámite
es rogada.
En este punto conviene resaltar que el amparo es un proceso provocado por la acción
de la parte que se considere lesionada, es decir, no se puede iniciar de oficio por el propio
Juez o Tribunal de Amparo. Y ello porque, este último supuesto, significaría perder de vista
la función de protección del amparo, dirigida a los derechos públicos subjetivos, valga decir,
los derechos fundamentales de las personas, en forma directa, y no de la constitucionalidad,
lo cual, si bien es cierto, se obtiene y parcialmente, por su medio, pero, en forma indirecta o
derivada.

2.2 Principio de la acción de amparo como derecho de petición


Este principio se encuentra relacionado con el derecho genérico de petición
contenido en la norma del artículo 28 de la Constitución Política de la República. El citado

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precepto estatuye que los habitantes de la República tienen derecho a dirigir peticiones a la
autoridad, y ésta está obligada a dictar a toda petición hecha por escrito, esté bien o mal
formulada, una resolución que debe hacerse saber en el término respectivo al interesado.
El derecho de petición garantizado por el artículo 28 constitucional, por su carácter
genérico no establece ninguna clase de principios y formalidades que deban llenarse para
ejercitarlo y, por ello, su ejercicio está normado en cada ámbito jurídico por leyes especiales
que lo desarrollan. Por eso, puede decirse que la acción de amparo contiene un derecho
abstracto de petición, a favor de las personas y a cargo de los Jueces y Tribunales de
Amparo, para plantear mediante procedimientos y formas del orden jurídico controversias
en relación con supuestas violaciones a los derechos fundamentales. Y en atención a ello,
debe sujetarse a una serie de principios para obtener la debida tutela de los derechos
fundamentales.
Como el primero de esos principios de la acción, se ha mencionado que el amparo
se seguirá siempre a instancia de la parte que se considere agraviada; lo cual equivale a una
exigencia de que el accionante tenga un interés jurídico que deducir y, de ninguna manera,
parta de un interés general.
La Corte de Constitucionalidad ha interpretado este último aspecto: "En el caso que
se analiza el reclamante pretende que se ordene a la Corte Suprema de Justicia "emitir los
nombramientos definitivos de quienes actualmente ocupamos los cargos de jueces de
primera instancia de la República", pretensión que no es congruente con la vía escogida,
porque ésta es personal, por lo que cada quien puede pedir amparo para que se le restablezca
la situación jurídica que le hubiera sido afectada, si procediere, pero no puede pedirse
amparo por representación o, bien, tenga, por excepción legal, la facultad jurídica de pedirlo.
En consecuencia, también por este aspecto el amparo debe denegarse" (87)
En efecto, ese es el espíritu de las normas que rigen la procedencia y efectos del

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amparo. Sin embargo, el amparo siendo un proceso especial, por razón jurídico-material,
en atención al alto rango de los derechos que tiende a tutelar, para lograr esta meta,
excepciona de principios técnicos exigibles en otros procesos jurisdiccionales aunque de
cualquier forma no pasa por alto la necesidad de regresar a un cauce formal que impida el
caos y el abuso.
Congruente con lo anterior, el artículo 23 de la Ley de Amparo, permite que los
abogados colegiados y los parientes dentro de los grados de ley, actúen gestionando por el
afectado y sin acreditar representación en forma cuando declaren que actúan por razones de
urgencia, para la debida protección de los intereses que le han sido encomendados, pero,
desde luego, para regresar al cauce formal que impida el caos y el abuso, a renglón seguido
establece que "Antes de resolver el amparo deberá acreditarse la representación que se
ejercita, salvo casos de urgencia que el tribunal calificará". Asimismo, en los artículos 25 y
26 de la Ley de Amparo, se establece en el artículo primero, la legitimación activa que tienen
el Ministerio Público y el Procurador de los Derechos Humanos, para interponer amparo a
efecto de proteger los intereses que les han sido encomendados; y en el segundo precepto,
lo relativo a la solicitud verbal de amparo, que se permite a las personas notoriamente pobres
o ignorantes, a los menores y a los incapacitados, que no pudieren actuar con auxilio
profesional, quienes podrán comparecer ante los tribunales, los que están obligados a
levantar acta acerca de los agravios denunciados, para luego remitir copia de la misma al
Procurador de los Derechos Humanos, para que aconseje o patrocine el interesado; con lo
cual se vuelve nuevamente al cauce formal establecido.
Con las anteriores consideraciones queda fundamentado el principio que nos ocupa
y que se refiere a las particularidades de la acción de amparo como un específico derecho
de petición.

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2.3. Principio de la existencia de un agravio personal y directo.


Para que sea viable la acción de amparo es necesario que exista un agravio personal
y directo que cause perjuicio a los derechos del postulante. La Suprema Corte de México,
ha definido el perjuicio, para los efectos del amparo, "como sinónimo de ofensa que se hace
a los derechos o intereses de una persona" (88), en contraposición al concepto de perjuicio
que se pueda tener en los términos del derecho civil, o sea, como privación de cualquiera
ganancia lícita, que pudiera haberse obtenido, o como el menoscabo en el patrimonio.
En el expediente número 235-87, de Amparo Directo, la Corte de
Constitucionalidad, Constituida en Tribunal Extraordinario de Amparo, consideró lo
siguiente: "IV. También pide amparo el juez Gándara Sánchez, con base en que se ha
violado preceptos constitucionales, porque -dice- los jueces de primera Instancia de la
República se encuentran desempeñando sus cargos con nombramientos que tienen carácter
provisional y que por medio del amparo "se ordene a la Corte Suprema de Justicia emitir
los nombramientos definitivos de quienes actualmente ocupamos los cargos de jueces de
primera instancia de la República... Respecto a esta pretensión del reclamante, procede
afirmar que cuando el amparo se fundamenta en la violación constitucional que se denuncia,
debe expresarse concretamente el agravio que se ha causado y para que la pretensión
procesal de amparo pueda ser examinada en cuanto al fondo por el Tribunal de Amparo, se
requiere, además, que entre el reclamante y el derecho constitucional que se invoca como
violado haya una relación directa" (89). En efecto, la petición de amparo debe ser formulada
por el propio agraviado y el agravio denunciado debe ser personal y directo, para que sea
procedente su examen por parte del tribunal de amparo.

2.4. Principio de las improcedencias de la acción de amparo


El amparo, como acción procesal, si bien constitucional, no escapa a la formalidad

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procesal. Juventino V. Castro (90), considera que "la acción de amparo -como todas las
acciones procesales debe contener un número cierto de presupuestos y elementos esenciales,
que permitan su admisión por los jueces y tribunales de amparo, su permanencia vital y
productora de efectos jurídicos dentro del proceso, y la eficacia sostenida y suficiente para
obtener una decisión -referida al fondo-, de la llamada controversia constitucional".
Contrario a lo que podría pensarse a primera vista, Fix Zamudio (91) explica que
"no es exacto que para la procedencia de la acción de amparo, se requiera una violación de
garantías, sino que dicho requisito es necesario para obtener una sentencia favorable, es
decir, para que la pretensión del actor se considere fundada; y por tanto, el único presupuesto
de la acción de amparo es la existencia de un litigio constitucional y sus únicos elementos
son la capacidad de accionar, instancia y pretensión".
Puede afirmarse, en consecuencia, que lo que algunos tratadistas denominan,
presupuestos y causas de improcedencia de la acción de amparo, son, a la verdad y con rigor
técnico, supuestos o condiciones de una resolución sobre el fondo, y cuya falta determina,
no la improcedencia de la acción propiamente tal, sino de la pretensión a cuya actuación
tiende el proceso. Fix Zamudio (92), aclara que "Esta improcedencia de la pretensión del
promovente del amparo, puede consistir en la falta inicial de requisitos procesales, en el
momento en que se presenta la demanda, y entonces se denomina inadmisibilidad o bien,
en las irregularidades procesales sobrevenidas en el curso ulterior del proceso, o a hechos o
actos materiales o jurídicos, que afecten la relación sustancial, impidiendo un
pronunciamiento sobre el mérito, y entonces se le intitula improcedibilidad".
La Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad es congruente con
las anteriores consideraciones doctrinarias y por ello no contiene ninguna enumeración
taxativa de causas de improcedencia, contrario a lo que ocurría con la Ley Constitucional
de Amparo, Habeas Corpus y de Constitucionalidad, derogada, que sí enumeraba algunas

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causas de improcedencia en sus artículos del 59 al 62.


En cuanto a la admisión, la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad, prescribe en su artículo 33, que "Los jueces y tribunales están obligados
a tramitar los amparos el mismo día en que les fueren presentados....", disponiendo, además,
en el artículo 77, que causa responsabilidad "La negativa de admisión de un amparo o el
retardo malicioso en su tramitación...".
A tenor de los artículos mencionados, la admisión del amparo se hace obligatoria;
sin embargo, cuidando siempre de que el proceso de amparo se mantenga dentro de su cauce
formal, la ley de la materia prescribe en su artículo 22, que "Cuando la persona que solicita
un amparo haya omitido el señalamiento de uno o más requisitos en la interposición o sea
defectuosa la personería, el tribunal que conozca del caso resolverá dándole trámite al
amparo y ordenando al interponente cumplir con los requisitos faltantes dentro del término
de tres días, pero, en lo posible, no suspenderá el trámite".
Las improcedencias del amparo se derivan de la falta de cumplimiento de los
presupuestos y principios fundamentales, que le dan viabilidad jurídica. Y por ello su
determinación es una cuestión de fondo que debe comprobarse en el curso del proceso y
resolverse en la sentencia que lo decida. Desde este punto de vista, el amparo, no puede
calificarse de procedente o improcedente a priori; es decir, desde su presentación, sino
únicamente en la sentencia que le pone fin al proceso. De ahí que nuestra Ley de Amparo,
no contenga ninguna enumeración de causas de improcedencia, dejando, acertadamente,
que los jueces o tribunales de amparo, en cada caso concreto y con base a la interpretación
de la ley, en congruencia con los principios fundamentales del instituto, decidan sobre ese
particular.

2.5. Principio de la proscripción del ejercicio inmotivado de la acción

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Podrá pensarse que la admisión obligatoria del amparo da lugar a que se abuse de su
ejercicio, posibilidad que no puede desatenderse, toda vez que la negativa de su admisión
constituye causa de responsabilidad. Sin embargo, el principio de la proscripción del
ejercicio inmotivado de la acción, en cierta forma protege al instituto de amparo de su
ejercicio abusivo. El ejercicio inmotivado de la acción es, en la mayoría de los casos,
producto de la mala fe del postulante, quien sin motivo real o aparente, que puede dar como
resultado la protección de sus derechos fundamentales; recurre al amparo con el único fin
de demorar la ejecución del acto reclamado.
Ante la posibilidad de tales actitudes se hace necesario el establecimiento de
sanciones que deberá imponer el tribunal de amparo cuando considere inmotivada la acción
y que medió mala fe en su ejercicio, o cualquiera otra circunstancia que la haga frívola y
notoriamente improcedente. Se establece así, lo que Juventino V. Castro (93) denomina
"ética en el ejercicio de la acción de amparo".
La Ley de Amparo, en previsión de las situaciones mencionadas, establece en su
artículo 46, que "Cuando el tribunal estime, razonándolo debidamente, que el amparo
interpuesto es frívolo o notoriamente improcedente, además de condenar en las costas,
sancionará con multa de cincuenta a mil quetzales, según la gravedad del caso, al abogado
que lo patrocine". Cabe la aclaración de que la sanción se impone al abogado patrocinador,
porque éste es el responsable de la juridicidad del amparo.

III. PRINCIPIOS DEL PROCEDIMIENTO DE AMPARO

3.1. Principio del amparo como proceso concentrado de anulación


En otro apartado de este trabajo, se afirmó que desde sus inicios se pretendió dar al
amparo el carácter de un procedimiento sencillo y sumario. Lo que procesalmente se traduce

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en el llamado principio de concentración, con el cual se pretende satisfacer la necesidad de


abreviar el proceso, para dotar de rapidez a la justicia constitucional. Bien sabido es que la
dispersión, en el tiempo y en el espacio, de las varias actividades procesales reduce la
eficacia de cada una de ellas.
El principio de concentración procesal; sin embargo, encuentra en el amparo una
adaptación favorable, pues las resistencias que normalmente se oponen al mismo, como lo
son: la preparación, los incidentes y los impedimentos, en este campo no ofrecen mayores
problemas. Además, la ley de la materia dispone en su artículo 5o. los principios procesales
para la aplicación de la misma, en cualquiera de los procesos relativos a la justicia
constitucional; entre ellos; que todos los días y horas son hábiles; que toda notificación debe
hacerse a más tardar el día siguiente de la fecha de la respectiva resolución, con la salvedad
del término de la distancia y que los tribunales deberán tramitarlos y resolverlos con
prioridad a los demás asuntos. Asimismo, establece que las actuaciones serán en papel
simple.
Se ha aclarado porqué el amparo es un proceso concentrado; ahora bien, en cuanto
a que es un proceso de anulación, dicha afirmación se deriva de los efectos que produce,
cuando la sentencia es estimatoria. Se ha explicado también que el efecto jurídico de la
sentencia definitiva que se dicta en el amparo, en el supuesto de ser acogida la pretensión,
es el de restituir al quejoso en el goce de sus derechos; es decir, volver las cosas al estado
que tenían antes de la violación denunciada, lo cual implica nulificar el acto reclamado y los
subsecuentes que de él se deriven. También se debe tener presente, nuevamente, la
naturaleza del acto reclamado, pues los efectos no son iguales cuando se trata de actos
positivos, que si se tratare de actos negativos. En el primer caso, el efecto es de restituir al
afectado en el goce de su derecho, pero, en el segundo, el efecto será el de obligar a la
autoridad responsable a que obre en el sentido de respetar el derecho fundamental en

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cuestión y a cumplir, por su parte, con lo que el mismo derecho exija.


Ante este problema, Juventino V. Castro (94) considera "que el amparo es un
proceso de anulación, pero no tanto del acto reclamado -lo cual es posible solamente
tratándose de actos de naturaleza positiva sino de la conducta o el comportamiento de la
autoridad al no cumplimentar los mandatos constitucionales...bien sea quitándole validez al
acto concreto de la responsable, o imponiéndole un comportamiento preciso que le es
obligatorio".
Cabe advertir, finalmente, que si bien el amparo es un proceso de anulación, ello no
significa que el mismo constituya una tercera instancia en lo judicial, en la que se requiera
evaluar los medios de convicción que ya fueron valorados por los grados de la instancia,
puesto que el amparo es un medio de control constitucional en el que se enjuicia al órgano
judicial que pronunció la sentencia reclamada para resolver si en la misma se han violado
derechos fundamentales del postulante, en cuyo caso procede restituirlo en el goce de los
mismos.

3. 2. Principio de la investigación o del impulso oficial en la continuidad de los


procedimientos.
Se ha insistido en otra parte de este trabajo, que el amparo es un proceso provocado
por la acción de la parte lesionada; es decir, no se puede iniciar de oficio. Sin embargo, una
vez iniciado, predomina el principio inquisitivo, sobre el dispositivo de las partes;
conformándose así, un proceso dentro del cual el impulso oficial en la continuidad de los
procedimientos está a cargo de los jueces y tribunales de amparo. El impulso oficial se
justifica, recordando la función tutelar del amparo y la naturaleza de los derechos
protegidos; cuya violación afecta al orden jurídico constitucional independiente de que la
violación se traduzca en agravio para el titular de dichos derechos, a cuya instancia se ha

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iniciado.
Este principio se consagra en el artículo 6o. de la Ley de Amparo, Exhibición
Personal y de Constitucionalidad, que dispone: "En todo proceso relativo a la justicia
constitucional sólo la iniciación del trámite es rogada. Todas las diligencias posteriores se
impulsarán de oficio bajo la responsabilidad del tribunal respectivo, quien mandará se
corrijan por quien corresponda, las deficiencias de presentación y trámite que aparezcan en
los procesos".

3.3. Principio de la limitación de la prueba y del relevo de la misma


La Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad no contiene
ninguna norma que prohíba la admisión de algunos medios de prueba, como tampoco
enumera que medios de prueba son admisibles en el amparo.
Es necesario advertir; sin embargo, que si bien la ley constitucional citada no limita
los medios de prueba, ello no significa que sea técnicamente correcto recurrir a medios de
prueba que a la postre resulten innecesarios. En este sentido, las pruebas se encuentran
limitadas únicamente por la buena técnica que se desee emplear en las postulaciones de
amparo.
Con frecuencia ocurre, en materia de amparo judicial, que se ofrecen pruebas; es
más, se aportan pruebas que debieron ser aportadas ante la autoridad responsable y no ante
el tribunal de amparo. Para una mejor comprensión de este principio, debemos tener
presente que en materia de amparo, el acto reclamado deberá ser apreciado tal y como
aparezca probado ante la autoridad responsable. Y ello porque los hechos controvertidos
que han de establecerse en el amparo y que constituyen el objeto de la prueba, no son los
mismos que en la cuestión debatida ante la autoridad responsable, sino que se trata de

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aquellos hechos que se imputan a la autoridad o entidad responsable, como violatorios de


los derechos fundamentales del quejoso y cuyo comprobación es indispensable para
determinar la procedencia del amparo.
El artículo 35 de la misma ley constitucional prescribe que cuando la prueba fuere
pedida por el solicitante su tramitación es obligatoria. Esto porque el mismo artículo
establece que los tribunales de amparo podrán relevar de la prueba en los casos en que a su
juicio no sea necesario. En este punto; sin embargo, debe tenerse presente lo que al respecto
regula el artículo 28 del Acuerdo 1-2013 de la Corte de Constitucionalidad que, en rigor,
modifica el párrafo del artículo 35 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad, relativo a la prueba, que prescribe: “…pero la tramitará obligadamente
si fuere pedida por el solicitante.”, pues en el acuerdo en mención del tribunal constitucional
en el citado artículo 28 indica en su segundo y tercer párrafos : “El tribunal iniciará el
periodo probatorio únicamente cuando los medios de comprobación o la prueba que de
oficio deba recabarse no consten en el expediente. La obligación de tramitar prueba a
petición del solicitante, que señala el artículo 35 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal
y de Constitucionalidad, se tendrá por cumplida cuando el tribunal incorpore para su
valoración aquellos medios que ya consten en autos. Para el efecto, el tribunal emitirá
resolución en la que detalle los medios de comprobación que admite o rechaza y,
consecuentemente, podrá prescindir del periodo probatorio”.

Al margen de lo que parece ser una “reforma sui generis” de la ley constitucional que, entre
otra garantías, regula la de amparo, lo que resulta innegable es que en un alto porcentaje de
procesos de amparo la prueba resulta innecesaria, pues con el informe circunstanciado o los
antecedentes rendidos por la autoridad responsable; las alegaciones del postulante, del
tercero si lo hubiere y del Ministerio Público, el tribunal cuenta con material suficiente para

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resolver el fondo del amparo, salvo casos excepcionales.

3.4. Principio de limitación de recursos


Nunca está de más recordar que el amparo es un proceso extraordinario, que
funciona como un remedio subsidiario, cuando las violaciones a los derechos del quejoso,
persisten luego de agotados los procedimientos ordinarios respectivos. Esto mismo es lo que
da fundamento a este principio, que consiste en que en materia de amparo sólo se admite el
recurso de apelación, los de aclaración y ampliación; y el denominado ocurso de queja. No
se pueden utilizar, por tanto, cualquiera otro de los establecidos en las leyes supletorias; por
ejemplo: el Código Procesal Civil y Mercantil.
La anulación de actuaciones es una facultad exclusiva de la Corte de
Constitucionalidad, de conformidad con el artículo 68 de la Ley de Amparo, cuando del
estudio del proceso establezca que no se observaron las disposiciones legales, debiendo
reponerse las actuaciones desde que se incurrió en nulidad. Esto, pues, no constituye un
recurso que pueda ser utilizado por las partes, sino se trata de una potestad que tiene la Corte
de Constitucionalidad. Y ello porque, a tenor del artículo 41 de la ley citada, en los procesos
de amparo los tribunales tienen prohibido enmendar el procedimiento en primera instancia;
exceptuándose de esta prohibición a la Corte de Constitucionalidad. Sin embargo, a partir
de la vigencia del Acuerdo 1-2013 de la Corte de Constitucionalidad, en 2014, esa normativa
también fue objeto de las disposiciones reglamentarias y complementarias a la ley emitidas
por dicha corte, con lo cual ahora se permite que los tribunales puedan subsanar requisitos,
conforme lo señalado por el artículo 42 del citado acuerdo y a tenor del artículo 43 del
mismo cuerpo normativo reglamentario y complementario, se deja a la Corte de
Constitucionalidad con la facultad de resolver los planteamientos de errores sustanciales del
procedimiento.

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Volviendo a los recursos que sí son admitidos, la Ley de Amparo, Exhibición


Personal y de Constitucionalidad prescribe que son apelables: Las sentencias de amparo; los
autos que denieguen, concedan o revoquen el amparo provisional; los autos que resuelvan
la liquidación de costas y de daños y perjuicios; y los autos que pongan fin al proceso
(artículo 61). En cuanto a los recursos de aclaración y ampliación; el artículo 70 de la misma
ley constitucional enuncia que cuando los conceptos de un auto o de una sentencia, sean
obscuros, ambiguos o contradictorios, podrá pedirse que se aclaren. Y si se hubiere omitido
resolver alguno de los puntos sobre los que versare, podrá solicitarse ampliación. Asimismo,
el artículo 69, prescribe que contra las resoluciones de la Corte de Constitucionalidad sólo
procede aclaración y ampliación.

IV. PRINCIPIOS DEL AMPARO PROVISIONAL

4. 1. Principio de la función preventiva de la suspensión provisional del acto reclamado


Para el estudio de este principio es preciso que se deslinden dos factores que van
íntimamente ligados, pero, que en determinado momento se independizan el uno del otro:
el acto reclamado y a su autor. En otras palabras, la contraparte del demandante de amparo
es aquella autoridad a quien se le imputa haber cometido, mediante el acto reclamado que
emana de ella, una determinada violación de los derechos fundamentales del quejoso. Pero
esta conducta violatoria, que constituye la esencia del acto reclamado, adquiere en cierta
forma independencia de su autor y se convierte en el eje de la controversia planteada por el
agraviado.
Debido a lo anterior, el acto reclamado se hace dinámico y por tanto, puede producir
consecuencias de hecho y de derecho, muchas veces de difícil o imposible reparación. A
esto se suma el hecho de que la valoración final del acto reclamado únicamente puede

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hacerse mediante la sentencia que decida sobre la procedencia o improcedencia del amparo.
Conviene tener presente en este punto, que de acuerdo a su teleología, el amparo
tiende a proteger a las personas en el goce de sus derechos fundamentales, por medio de su
función preventiva y reparadora. La suspensión provisional del acto reclamado cumple con
preservar la función para la cual fue instituido, pues de no darse la suspensión provisional,
haría inútil la función tuteladora del amparo, en aquellos casos de imposible reparación. La
sentencia en este supuesto sería de imposible ejecución y solo sería factible, en el mismo
supuesto, la deducción de responsabilidades civiles y penales, a tenor del artículo 51 de la
Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad, pero con ello no se estaría
restituyendo al afectado en el goce de sus derechos fundamentales, sino dándole un giro
distinto a su pretensión, por imperativo legal.
La Ley de Amparo, en su artículo 29, dispone que la suspensión provisional del acto,
resolución o procedimiento podrá acordarse, antes de dictar sentencia, a petición del
interesado o de oficio. Otra disposición legal muy importante es la contenida en el artículo
27 de la citada ley: "En cualquier caso el tribunal, en la primera resolución que dicte, aunque
no hubiere sido pedido, resolverá sobre la suspensión provisional del acto, resolución o
procedimiento reclamados, cuando a su juicio las circunstancias lo hagan aconsejable". Con
el epígrafe "Amparo provisional de oficio", el artículo 28 de la misma ley, se refiere a los
casos en que deberá decretarse de oficio la suspensión provisional, desde luego, sin excluir
otros casos que se escapan a la previsión legal y que se dejan a criterio del tribunal de
amparo. Los casos enumerados son los siguientes:
a) Si del mantenimiento del acto o resolución resultare peligro de privación de la vida del
sujeto activo del amparo, riesgo a su integridad personal, daño grave o irreparable al mismo.
b) Cuando se trate de acto o resolución cuya ejecución deje sin materia o haga inútil
el amparo al hacer difícil, gravosa o imposible la restitución de las cosas a su estado anterior;

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c) Cuando la autoridad o entidad contra la que se interponga el amparo esté procediendo


con notoria ilegalidad o falta de jurisdicción o competencia;
d) Cuando se trate de actos que ninguna autoridad o persona pueda ejecutar legalmente.

4.2. Principio de la naturaleza dinámica del acto reclamado para la procedencia de la


suspensión provisional
Si la teleología de la suspensión provisional es la preservación de la materia del
amparo, para que la sentencia tenga sustancia sobre la cual actuar, ello debe vincularse
necesariamente con la naturaleza del acto reclamado; es decir, si se trata de un acto positivo
o de uno negativo para poder, válidamente, decretar la dicha suspensión.
En efecto, de acuerdo con Juventino V. Castro (95), la problemática a resolver por
el Tribunal de Amparo, respecto a la suspensión provisional del acto reclamado, es el
análisis de si el acto es posible generador, o no, de situaciones que cambien, deterioren o
consuman irreparablemente sus efectos. Y de ello la importancia de la observación de la
naturaleza positiva o negativa del acto. Pues, en el primer supuesto, por lo general, el acto
reclamado está dotado de un potencial dinámico y mediante él puede afectar la materia del
proceso en el fondo, o al menos la pone en grave peligro, lo cual justifica la suspensión
provisional del mismo. Por el contrario, cuando el acto es de carácter negativo, el dinamismo
está ausente y como consecuencia el acto reclamado difícilmente produce o genera
consecuencias de hecho o de derecho que afecten la materia del proceso o la pongan en
grave peligro, pues, si se trata de una conducta omisa o negativa, no existe algo realizado o
por realizarse que justifique la suspensión.

4.3. Principio de la ponderación de los intereses en pugna para decretar la suspensión


provisional

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No solamente el análisis de la naturaleza dinámica del acto reclamado permite


resolver sobre la procedencia de la suspensión provisional. A ello se suma la ponderación
de los intereses en pugna que debe hacer y atender el tribunal de amparo, antes de decidir
sobre la suspensión provisional del acto reclamado, porque lo que beneficia a una parte
puede afectar los legítimos intereses de las demás, de otros particulares, o de los que están
a cargo y cuidado del Estado. En efecto, en la mayoría de procesos de amparo se pueden
distinguir, con relativa facilidad, tres distintos intereses en pugna: los del agraviado, los del
tercero si los hubiere y los públicos.
"Estos tres intereses son verdaderas manifestaciones de fuerza -de presión sobre el
órgano dictaminador-, que se relacionan y vinculan al acto reclamado sobre cuya suspensión
se reflexiona, y que requiere por ello de una ponderación judicial a la vista de lo dispuesto
por el legislador" (96). En este sentido, el órgano jurisdiccional de amparo, tiene amplias
facultades, pero su análisis debe encuadrarse, sin perder de vista la teleología, tanto del
amparo, como de la suspensión provisional, tendiendo a la armonización de los intereses en
pugna, o en otros casos, a la prevalencia de aquellos intereses de mayor trascendencia.

4.4. Principio de la carencia de efectos restitutorios de la suspensión provisional.


La suspensión provisional supone la paralización que impida las consecuencias
jurídicas del acto reclamado. La suspensión provisional es estática; es decir, "no permite la
progresión del acto hacia el futuro, ni su regresión hacia el pasado" (97). Ello determina la
carencia de efectos restitutorios de la suspensión provisional, porque dichos efectos son
propios de la sentencia y su producción implicaría una regresión al pasado, restituyendo las
cosas al estado que guardaban antes de cometida la violación denunciada.
A este respecto, el artículo 31 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad prescribe que: "Cuando la singularidad del caso lo requiera, en el

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momento de comunicarle a la autoridad impugnada la suspensión del acto, se levantará acta


en la que se hará constar detalladamente el estado que en ese momento guardan los hechos
y actos que se suspenden y la prevención hecha de no modificarlos hasta que se resuelva en
sentencia o lo ordene el tribunal".

4.5. Principio de la mutabilidad del auto de suspensión provisional


De la misma manera como la suspensión provisional puede acordarse en cualquier
estado del procedimiento, antes de dictarse sentencia y a petición del interesado o de oficio;
el tribunal de amparo puede revocarla de oficio o a petición de parte, cuando a su juicio el
mantenimiento de la medida no se justifique y siempre que el acto, resolución o
procedimiento reclamados, no esté contemplada dentro de los casos de suspensión obligada.
(Artículo 30 Ley de Amparo).

V. PRINCIPIOS DE LA SENTENCIA DE AMPARO

5.1. Principio de la apreciación del acto reclamado tal y como fue probado ante la
autoridad responsable
Este principio tiene mayor aplicación en el amparo en materia judicial; es decir,
cuando el acto reclamado lo constituyen las resoluciones definitivas dictadas por los órganos
judiciales en el ejercicio de su función jurisdiccional.
Se ha afirmado en otro apartado que el amparo no constituye una tercera instancia
y, por tanto, no implica una revisión de lo resuelto por la autoridad responsable.
En atención a lo anterior, el acto reclamado debe apreciarse tal y como fue probado
ante la autoridad responsable, y ello significa que, en la sentencia del amparo, sólo se
tomarán en consideración las pruebas que justifiquen la constitucionalidad del acto. No se

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tomarán en consideración aquellas pruebas que tiendan a comprobar hechos que debieron
ser probados ante la autoridad responsable, dentro del procedimiento ordinario.
De acuerdo con Burgoa (98), este principio sólo tiene validez cuando el acto
reclamado sea una resolución final derivada de un procedimiento previo, ya que si se
examina aisladamente un acto concreto de autoridad, no precedido o formando parte de un
proceso, o bien de un procedimiento en forma de juicio, antes nada se ha aprobado, y en el
amparo tampoco se podría probar cosa alguna, resultando de todo esto la inutilidad del
proceso de amparo en múltiples casos.

5.2. El Principio de Estricto Derecho


Este principio, que en derecho procesal civil se denomina de congruencia, es el que
obliga al juez a fallar solamente sobre la cuestión que se ha planteado en la litis; es decir,
que provocada la jurisdicción por el ejercicio de la acción, el juez conoce del caso que le
han sometido las partes, sin que pueda dejar de pronunciarse sobre cualquiera de los
aspectos que lo integran, pero tampoco sentenciar sobre otros no articulados.
En otras legislaciones se contrapone a este principio lo que en doctrina se conoce
como Suplencia de la Queja, que "es un acto jurisdiccional dentro del proceso de amparo,
de eminente carácter proteccionista y anti formalista, cuyo objeto es integrar dentro de la
litis las omisiones cometidas en las demandas de amparo, para ser tomadas en cuenta al
momento de sentenciar, siempre en favor del quejoso y nunca en su perjuicio, con las
limitaciones y los requisitos constitucionales conducentes". (99).
La legislación guatemalteca en el artículo 42 de la ley constitucional de la materia,
se contempla una suplencia, pero no de la queja, sino de los fundamentos de derecho
aplicables, los cuales debe examinar el tribunal de amparo, hayan sido o no alegados por las
partes.

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El principio de estricto derecho es muy importante, por cuanto que de no observarse


el mismo, se estarían violando otros principios procesales como el de igualdad de las partes,
pues quienes litigan deben tener una igual y equitativa posibilidad de actuar
provechosamente dentro del proceso; el principio de bilateralidad, que establece la facultad
de las partes para impugnar un acto procesal que los pueda lesionar, para cuyo fin debe
examinarse y ejecutarse aquel con la intervención de las partes que controvierten; asimismo
se violaría el principio de la contradicción o del contradictorio, consistente en que el tribunal
debe dar a las partes en todo momento la oportunidad de ser oídos en defensa de sus
derechos.
Se puede afirmar que en la legislación nacional rige el principio de estricto derecho,
en forma absoluta, pues las leyes que regulan el amparo no contienen ninguna excepción al
mismo.
La suplencia de la queja, contradice y deja sin valor al principio de congruencia o
de estricto derecho, por cuanto supone un fallo ultra petita partium. Lo anterior, en el
amparo significa el otorgamiento de la protección de la justicia constitucional por un hecho
que nunca se conoció en el proceso, al no haber sido alegado por el postulante.

5.3. Principio de la naturaleza declarativa de la sentencia y de su carencia de efectos


de cosa juzgada
El primer párrafo del artículo 190 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad prescribe que "las resoluciones dictadas en procesos de amparo y de
exhibición personal son de efecto declarativo y no causan excepción de cosa juzgada, sin
perjuicio de las disposiciones relativas a la jurisprudencia en materia de amparo".
Este principio se apoya en que, en las sentencias de amparo, no se ordena, como en
las sentencias de condena, a cumplimentar una obligación de hacer o de dar. Bajo esta regla,

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el amparo se limita a otorgar pura y simplemente la protección constitucional solicitada. Sin


embargo, si no se le impone una determinada conducta a la autoridad responsable y no se le
ordena la ejecución de ciertos actos propios de su jurisdicción, los efectos de la sentencia no
alcanzarían su plenitud. Es por ello que generalmente se otorga al quejoso, lo que la doctrina
denomina "amparo para efectos" que es considerado como "una especie de reenvío a la
autoridad responsable" (101); por el cual no solo se le señala la anulación del acto
proveniente de ella, sino también se le ordena la ejecución de algunos actos propios de su
jurisdicción, como sería la expedición de un nuevo acto, en sustitución del anulado, que si
se ajuste a los mandatos constitucionales.
En el amparo en materia judicial, principalmente en aquellos en que se denuncia la
violación del debido proceso legal y el postulante pretende que se reponga todo un
procedimiento, a partir del acto violatorio que se anula; al dictarse un fallo estimatorio de la
pretensión, al mismo tiempo de restituir al postulante en el goce de su derecho al debido
proceso, se ordena al órgano jurisdiccional respectivo, que dicte una nueva resolución en el
asunto de que se trate.
En estos supuestos sí aparece una obligación de hacer a cargo de la autoridad
responsable, y la sentencia aparece como de condena.
A este respecto, Chiovenda (102), aclara que "El nombre de sentencia de pura
declaración....comprende, lato sensu, todos los casos en que la sentencia del juez no puede
ir seguida de ejecución forzosa. En este amplio significado entra toda la gran cantidad de
sentencias que desestiman la demanda del actor y la de sentencias constitutivas; las primeras
declaran la inexistencia del derecho hecho valer en juicio; las segundas, declaran la
subsistencia del derecho a la modificación del estado jurídico actual, modificación que no
se realiza por medio de la ejecución forzosa, sino que se actúa ope legis como consecuencia
de la declaración del juez". De acuerdo con las ideas de Chiovenda, sólo serían puramente

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declarativas, aquellas sentencias que niegan el amparo al postulante y declaran la


constitucionalidad del acto reclamado; es decir, la inexistencia de la violación denunciada.
En este supuesto, la autoridad responsable procederá como si no se hubiese planteado el
amparo desestimado.
En lo tocante a la carencia de efectos de Cosa Juzgada de las sentencias de amparo,
conviene tener presente el deslinde doctrinario que se hace entre Cosa Juzgada Material y
Cosa Juzgada Formal. La primera implica la inmutabilidad y definitividad que impiden
replantear la cuestión en otro juicio posterior; en tanto que la segunda, consiste en la firmeza
de la sentencia que, no obstante, no es obstáculo para un nuevo proceso posterior y distinto,
que tienda a la actuación de la misma pretensión.
Si bien, el artículo 190 de la ley dela materia aquí tratada, dispone que las
resoluciones de amparo no causan excepción de cosa juzgada, dicha disposición debe
entenderse relativa a la Cosa Juzgada Material; mas no de la Cosa Juzgada Formal, pues de
que otra manera adquieren las sentencias la firmeza necesaria que permita su ejecución.
Este punto es de la más grande controversia doctrinal. Se cita a manera de ejemplo,
la posición del autor Bidart Campos (103), quien considera que "la sentencia en el juicio de
amparo pasa en autoridad de cosa juzgada material. La pretensión no puede reanudarse
después en otro proceso de amparo. El conocimiento ha sido pleno y completo; el autor del
acto lesivo ha tenido oportunidad de participación útil en el proceso. Por ello, la cosa juzgada
acompaña a la sentencia, tanto si ha acogido el amparo, como si lo ha desestimado. En
cambio, si la sentencia rechaza el amparo porque la pretensión es inadmisible por falta de
algunos requisitos extrínsecos, no pasa en autoridad de cosa juzgada material, aunque sí
formal". Bidart Campos no admite que, so pretexto de una tutela amplia de la libertad, se
postule la renovación indefinida de la misma pretensión ante distintos tribunales, como si
una vez resulta la causa por un juez, los otros pudieran volver sobre el mismo caso como si

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nada hubiera ocurrido. Aclara el autor citado, que distinto es el supuesto en que sobrevienen
situaciones que varían la cuestión, y que autorizan a entablar una nueva acción.

5.4. Principio de la relatividad de los efectos de la sentencia


El principio de relatividad circunscribe los efectos de la sentencia al caso litigioso
que resuelve, y a las partes que han intervenido en el proceso. Esto significa que el amparo
no puede tener efectos de generalidad "erga omnes". Eduardo Pallares (104), denomina a
este principio, con el nombre de principio de Concreción, explicando que los efectos que
produzca el fallo en amparo quedan circunscritos al caso concreto material del juicio, sin
tener mayor trascendencia para otros iguales o análogos.
Lo anterior debe entenderse sin perjuicio de lo establecido en el artículo 43 de la Ley
de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad relativo a la doctrina legal que
sienta la interpretación de las normas de la Constitución y de otras leyes contenidas en las
sentencias de la Corte de Constitucionalidad. La ley dispone que la jurisprudencia sentada
por la Corte de Constitucionalidad, debe ser respetada por los tribunales al haber tres falles
contestes, siendo únicamente dicha Corte la facultada para separarse de su propia
jurisprudencia. Sin embargo, esto no debe verse como una excepción al principio que bajo
estudio, pues la aplicación de la doctrina legal a otras controversias idénticas o similares, no
es un efecto directo de las sentencias en las que se sentó. Y ello porque los posibles efectos
de las sentencias de la Corte de Constitucionalidad, en otros casos análogos, es el resultado
de la aplicación de la doctrina legal que se produce dentro de un nuevo proceso, en el cual
las partes intervinientes han tenido la oportunidad de defenderse en contra de esa aplicación.
El principio de relatividad debe entenderse, pues, a los efectos inmediatos y directos
de la sentencia de amparo, que van dirigidos al caso litigioso que resuelve, y a las partes que

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han intervenido en el proceso. De ahí que, en la sentencia de amparo, no se haga ninguna


declaración general respecto de la ley o acto que lo motivare.
VI. PRINCIPIOS RELATIVOS AL CUMPLIMIENTO Y EJECUCION DE LA
SENTENCIA DE AMPARO.
La sentencia es el acto de decisión por el que el tribunal le pone fin al proceso, pero,
en este momento, surge la problemática del cumplimiento y ejecución de lo resuelto,
especialmente cuando la sentencia es estimatoria; es decir, favorable a las pretensiones del
postulante e implica la imposición de determinada conducta a su contraparte o bien la orden
de que ejecute ciertos actos, con los cuales se dé exacto cumplimiento a lo resuelto. En este
punto se debe aclarar, primeramente, que el cumplimiento concierne a la parte contra la cual
se dicta una sentencia; en tanto, la ejecución, es un acto derivado del imperio jurisdiccional,
que corresponde al tribunal de amparo que dictó la resolución.
Para el caso de incumplimiento de lo resuelto por parte de la autoridad o entidad
responsable, la Ley de Amparo establece los procedimientos correspondientes, dotados de
medidas coercitivas. El artículo 50 de la citada ley, y bajo el epígrafe "Desobediencia de la
autoridad contra quien se pidió el amparo", dispone que si la autoridad o entidad no resuelve
dentro del término fijado por el tribunal de amparo:
"a) El interesado podrá recurrir a la autoridad inmediata superior o en su caso, al Tribunal
de lo Contencioso Administrativo para que emita resolución;
"b) Si no hubiere superior jerárquico o si por la naturaleza del asunto no fuere posible la vía
contencioso-administrativo, el funcionario responsable quedará separado ipso facto del
cargo al día siguiente de haberse vencido el término fijado por el tribunal de amparo, salvo
que se tratare de funcionario de elección popular, en cuyo caso responderá por los daños y
perjuicios que se causaren;
"c) Si la entidad o autoridad contra la que se pidió amparo fuere de las indicadas en el

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artículo 9 de esta ley se aplicará lo dispuesto en el párrafo anterior y si el funcionario


directamente responsable no fuere designado por elección de algún cuerpo colegiado,
quedará ipso facto destituido en los términos anteriormente establecidos. Si el funcionario
fuere por designación del cuerpo colegiado, su situación se homologará a la de los
funcionarios de elección popular;
"d) Si el amparo hubiere sido contra actos de una entidad esencialmente privada de las
incluidas en el artículo 9 de esta ley, se procederá como en el caso de los funcionarios de
elección popular".
Asimismo, en la misma sentencia, el tribunal de amparo debe conminar al obligado
para que dé exacto cumplimiento a lo resuelto, dentro del término de veinticuatro horas, o
el que estime conveniente el tribunal según el caso (artículo 52 Ley de Amparo). En la
misma sentencia se apercibirá al obligado, que en caso de incumplimiento incurrirá en multa
de cien a cuatro mil quetzales, sin perjuicio de las responsabilidades civiles y penales
consiguientes (artículo 53 Ley de Amparo). Es procedente también certificar lo conducente
y ordenar el encausamiento del obligado, si no hubiere dado exacto cumplimiento a lo
resuelto. El derecho de antejuicio no es obstáculo para esta medida, pues en ese caso, se
certificará lo conducente al ente responsable de la persecución penal para que inicie el
trámite que corresponda s efecto de eliminar tal obstáculo a dicha persecución. Todo lo
anterior, sin perjuicio de dictarse, al propio tiempo, todas aquellas medidas que conduzcan
a la inmediata ejecución de la resolución de amparo (artículo 54 Ley de Amparo).
En Guatemala rige el principio de la ejecución forzosa de lo resuelto en una
sentencia de amparo. El artículo 55 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad, dispone que el tribunal de amparo, para la debida ejecución de lo
resuelto, deberá tomar de oficio o a solicitud de parte todas las medidas que conduzcan al
cumplimiento de la sentencia. Este precepto faculta al tribunal de amparo para librar órdenes

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y mandamientos a autoridades, funcionarios o empleados de la administración pública o


personas obligadas. El principio de la ejecución forzosa, se fundamenta, además, en lo
establecido por el artículo 76 de la misma ley, relativo al archivo de expedientes, el cual
enuncia que no podrá archivarse ningún expediente de amparo sin que conste haberse
ejecutado lo resuelto y satisfecho en su totalidad las sanciones impuestas.
De no lograrse el exacto cumplimiento y ejecución de lo resuelto, las
determinaciones de la justicia constitucional, serían únicamente fórmulas o disposiciones
vanas y sin ninguna eficacia. En este sentido conviene traer a colación las palabras de José
Castro Estrada (105), quien con acierto dice "No hay más que una cosa peor que la injusticia,
y es la justicia burlada por el desacato a las ejecutorias de los tribunales.

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