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El presente trabajo muestra un amplio panorama en torno al término de

democracia, abordando de manera general. Así como también menciona algunos


tipos de democracia, esto con el objeto de conceptualizar y referir el proceso de
adopción de los regímenes democráticos en América Latina, además de exponer
los problemas actuales que se presentan en las democracias latinoamericanas.
Además, se analizan los cambios históricos que fueron el parteaguas que
generaron las condiciones necesarias para la transición democrática en nuestro
país. Comprendiendo que el concepto de democracia ha evolucionado a través del
tiempo. En las sociedades democráticas contemporáneas los ciudadanos no
toman directamente las decisiones públicas, sino que eligen representantes para
que éstos gobiernen. Entender la democracia de esta manera significa que la
voluntad de los ciudadanos tiene que ser respetada a la hora de tomar las
decisiones, pero además tiene que existir un contexto de libertades claras para
ambas partes.
“A la larga, esos objetivos pueden traducirse no sólo en algo que nos alejaría
irremediablemente de la idea de democracia, sino también, paradójicamente,
constituyen la vía menos apropiada para lograr el tan ansiado equilibrio entre
democracia y gobernabilidad que, abrevando de las ideas de Kelsen y de Bobbio,
conjugo en lo que he llamado democracia gobernable” (Vianello).
. ANTECEDENTES Y ORÍGENES DEMOCRÁTICOS
En la primera mitad del siglo V a.C. tuvo lugar una transformación en las ideas e
instituciones políticas vigentes entre griegos y romanos que, por su importancia
histórica, es comparable a la invención de la rueda o al descubrimiento del Nuevo
Mundo. Dicha transformación fue el reflejo de una nueva manera de comprender
el mundo y sus posibilidades. Dicho del modo más simple, lo que aconteció fue
que varias ciudadesEstados que desde tiempos inmemoriales habían sido
gobernadas por diversas clases de líderes antidemocráticos (aristócratas,
oligarcas, monarcas o tiranos) se_convirtieron en sistemas en los cuales una
cantidad sustancial de varones adultos libres tenían derecho a participar
directamente, en calidad de ciudadanos, en el gobierno. Esta experiencia, y las
ideas a ella asociadas, dieron origen a la visión de un nuevo sistema político en
que un pueblo soberano no sólo estaba habilitado a autogobernarse sino que
poseía todos los recursos e instituciones necesarios para ello. Dicha visión sigue
constituyendo el núcleo de las modernas ideas democráticas y plasmando las
instituciones y prácticas democráticas. (Dahl R. A., 1992, pág. 22). Se conoce
históricamente que desde los tiempos antiguos, algunos pueblos concibieron la
posibilidad de que existiera un sistema político cuyos miembros se considerasen
iguales entre sí y colectivamente soberanos, y dispusieran de todas las
capacidades, recursos e instituciones necesarias para gobernarse. Esta idea, y las
prácticas concretas que la corporizaron, surgió en la primera mitad del siglo quinto
antes de Cristo entre los griegos, quienes pese a ser pocos en número y ocupar
apenas un minúsculo fragmento de la superficie terrestre, ejercieron una influencia
extraordinaria en la historia del mundo. Fueron ellos, y más notoriamente los
atenienses, quienes produjeron lo que me gustaría denominar la "primera
transformación democrática": de la idea y la práctica de gobierno de los pocos, a la
idea y la práctica de gobierno de los muchos. Por supuesto, para los griegos la
única sede imaginable de la democracia era la ciudad-Estado. Esa notable
concepción del gobierno de los muchos casi desapareció durante largos períodos,
y sólo una minoría de los pueblos del planeta procuraron, y lograron con éxito,
adaptar la realidad política a sus exigentes condiciones en medida significativa.
Sin embargo, esa visión originaria de un sistema político ideal pero posible nunca
perdió del todo su poder de atracción sobre la imaginación política ni dejó de
alentar la esperanza de concretarlo más cabalmente como una experiencia
humana efectiva. Más o menos por la misma época en que esa idea del gobierno
de los muchos transformaba la vida política de Atenas y otras ciudades-Estados
griegas, arraigó también en la ciudad-Estado de Roma. Para nuestra comprensión
de la democracia reviste máxima importancia que la estructura de las instituciones
políticas de la República Romana siguiera reflejando el modelo original de la
pequeña ciudad-Estado mucho después de que los romanos hubieran desbordado
los límites de su propia ciudad para iniciar la conquista de la península italiana y, a
la postre, de gran parte de Europa y el Mediterráneo (Dahl R. A., 1992, págs. 8 - 9)
Robert Dahl. La democracia fue creada en un lugar y un momento determinados
la mayoría suele identificarlos con Grecia alrededor del año 500 A.C., las pruebas
sugieren que el gobierno democrático, en sentido amplio. Es posible suponer que
la democracia surge de manera natural en cualquier grupo bien delimitado, como
una tribu, siempre que el grupo sea lo suficientemente independiente del control
de otros grupos como para permitir que sus miembros dirijan sus propios asuntos,
y que un grupo sustancial de sus miembros, por ejemplo, los ancianos de la tribu,
se consideren casi igualmente idóneos para participar de las decisiones en torno a
los asuntos que conciernen al grupo en su conjunto. Dicha hipótesis está avalada
por estudios de sociedades tribales analfabetas que sugieren que muchos grupos
tribales se rigieron por un gobierno democrático durante los miles de años en que
los seres humanos vivieron de la caza y el acopio. A estos primeros humanos, la
democracia, tal como se la practicaba entonces, bien podría haberles parecido el
sistema político más “natural”. Cuando el largo período de la caza y el acopio llegó
a su fin, y los humanos comenzaron a establecerse en comunidades fijas,
principalmente a los fines de la agricultura y el comercio, las condiciones que
favorecían la participación popular en el gobierno aparentemente pasaron a ser
excepcionales en Grecia y Roma. (Dahl, 2004).
. Robert A. Dahl. La democracia avanzando de forma más o menos continua
desde su invención, por así decir, en la Grecia antigua hace veinticinco siglos, y
extendiéndose gradualmente desde tan minúsculo origen hasta el día actual,
cuando ha llegado a cualquier continente y a una porción sustancial de la
humanidad. Fue en la Grecia y Roma. Los atenienses adoptaron un sistema de
gobierno popular que perduró durante casi dos siglos hasta que la ciudad fue
sometida por su más poderoso vecino del norte, Macedonia. Después del 321
a.C., el gobierno ateniense fue sobreviviendo a duras penas bajo control
macedonio durante generaciones; luego la ciudad fue sometida de nuevo, esta vez
por los romanos. Aproximadamente en el mismo período en el que el gobierno
popular fuera introducido en Grecia, hizo también su aparición en la península
italiana, en la ciudad de Roma. Los romanos, sin embargo, decidieron designar a
su sistema con el nombre de república, de res, que en latín significa cosa o
asunto, y públicas, público: referido de forma imprecisa, una república era la cosa
que pertenecía al pueblo. Como habrán visto, me he referido al “gobierno popular”
en Grecia, Roma e Italia. Para designar su gobierno popular, los griegos, como
vimos, inventaron el término de democracia. Los romanos se apoyaron en su
lengua nativa, el latín, para calificar a su gobierno como “república”, y después, los
italianos utilizaron ese mismo término para denominar a los gobiernos populares
de algunas de sus ciudades-Estado. Cabe preguntarse si democraciay república
se refieren a modelos de sistemas constitucionales esencialmente diferentes. O,
por el contrario, si las dos palabras sólo reflejan diferencias derivadas de las
lenguas de la que originariamente provienen (Dahl, La democracia una guia para
los ciudadanos, 1998).
. Hasta el siglo xx la mayor parte del mundo proclamaba la superioridad de los
sistemas no democráticos, tanto en la teoría como en la práctica. Hasta muy
recientemente, una mayoría preponderante de seres humanos —todos, en
algunas épocas— han estado sometidos a gobernantes no democráticos. Y los
líderes de los regímenes no democráticos generalmente han tratado de justificar
su dominación invocando la antigua y persistente pretensión de que la mayoría de
las personas simplemente no son competentes para participar en el gobierno del
Estado (Dahl, La democracia, 2004, pág. 56)
. Alain Touraine. El siglo XX fue el de las revoluciones y los movimientos de
liberación nacional, que apelaban todos a una «voluntad general», como decía
Jean-Jacques Rousseau. Ese cambio, iniciado por la obra de Lenin y la
revolución soviética, culminó con el triunfo de Mao Zedong y el vas-to
movimiento de descolonización posterior a la Segunda Guerra Mundial, que se
fue ampliando constantemente en los decenios siguientes, con la fuerza
creciente de movimientos o regímenes nacionalistas o religiosos en África,
América latina, Asia y el mundo árabe. Durante todo este siglo XX -siglo de 75
años. Que se inició en 1917 en Petrogrado y culminó el 9 de noviembre de 1989
en Berlín- el tema de la democracia quedó encubierto o relegado por el de la
revolución, esto es, el llamamiento a la liberación de fuerzas sociales y nacionales
identificadas con el movimiento natural de la historia. Se pensaba que el
progreso estaba frenado por la defensa irracional de intereses dominantes, los de
los amos del capitalismo y del imperialismo: había que derribar esas barreras y
fortalezas y liberar las fuerzas «progresistas», aprisionadas durante demasiado
tiempo. El final del siglo comenzó cuando se propagó la conciencia de que
ese llamamiento político a la clase y a la nación -por muy fuerte que haya
sido al comienzo y, a me-nudo, aun durante mucho tiempo- llevaba
ineluctablemente al asentamiento y al rápido deterioro de regí-menes
autoritarios, priva-dos de (checks and balan-ces) frenos y equilibrios, guiados
por la lógica destructora del poder absoluto, por la corrupción, la intolerancia y,
finalmente, por la impotencia económica. El movimiento Solidaridad, en Polonia,
fue la expresión más importante de esa conciencia. Fue entonces cuando resurgió
la idea democrática, pero entendida como liberación de esos poderes autoritarios
y totalitario (Touraine, ¿Qué es hoy la democracia?, 1991, pág. 273).
. CONCEPTOS DEMOCRACIA
. En las diversas ocasiones en que Bobbio ha expuesto su definición mínima de democracia, no ha
dejado de subrayar que la palabra “democracia” se refiere a varias cosas: a) un régimen político; b)
a un tipo particular de régimen político, caracterizado por la presencia de reglas para la adopción
de decisiones y sometido a la ley; c) a un tipo de régimen político cuyas reglas de procedimiento
gubernamental establecen quién y cómo se adoptan decisiones políticas, sin establecer qué se
debe decidir (González, 2010). Para Bobbio, entonces, democrático es un sistema de poderes en el
que las decisiones colectivas, o sea, las decisiones que interesan a la colectividad, por pequeña o
grande que sea, son tomadas por todos los miembros que la componen. Por eso mismo, fue
asociando el régimen democrático con el método de la discusión y la persuasión, por un lado, y
con la eliminación de la violencia, por el otro, de manera que las controversias bajo tal forma de
gobierno, no se resuelvan suprimiendo al adversario, sino convenciéndolo, para poder llegar a
acuerdos basados en compromisos (González, 2010).

. En su uso descriptivo o analítico, “democracia” describe una forma específica de


gobierno. A pesar de las ambigüedades que presentan las dos palabras griegas
de las que se compone este término (demos y kratos), puede decirse que
“democracia” significa literalmente “poder del pueblo”, es decir, una forma de
gobierno en la que el poder político es de los muchos, en contraposición a todas
las formas de gobierno en las que el poder es de uno o de pocos. La democracia
es un régimen cuyo principio de legitimidad reside en que el poder legítimo de
gobernar es del pueblo, es el gobierno del pueblo por el pueblo. La aproximación
más cercana al sentido literal del término es la democracia que se practicaba en
Atenas durante el siglo IV antes de Cristo: el pueblo acudía a la plaza o a la
Asamblea a decidir colectivamente sobre los asuntos que le concernían (Bobbio,
2007, pág. 62). Bobbio propone redefinir el concepto de democracia de los
modernos como “poder de los ciudadanos”, en tanto que dicho régimen se funda
sobre el principio “una cabeza, un voto”. Es decir, el sujeto activo de las
democracias contemporáneas no es el pueblo tomado en su conjunto como una
totalidad orgánica, sino que son los ciudadanos, tomados uno por uno, que tienen
derechos políticos que los facultan a participar activamente en la toma de las
decisiones colectivas. La llamada “voluntad popular” no es, entonces, la voluntad
del pueblo entendido como un todo, sino la voluntad del colegio de ciudadanos,
resultante de la suma de cada uno de ellos, expresada libremente y en secreto al
depositar en la urna la boleta de votación.14 La diferencia entre la democracia
antigua y la democracia moderna, en el uso descriptivo o analítico del concepto de
democracia, es efecto natural del cambio de condiciones históricas. En el uso
axiológico del concepto también hay cambios fundamentales, consecuencias del
cambio en la concepción moral del mundo (Bobbio, 2007, pág. 64)
. En sus análisis sobre el estado, Bobbio señala la tendencia generalizada en la
teoría política a identificar “estado” y “política”. La razón de que tradicionalmente
se superpongan estas dos esferas radica en la relación que ambas tienen con el
fenómeno del poder. “No hay teoría política que no parta de forma directa o
indirecta de una definición de ‘poder’ y de un análisis del fenómeno del poder.”
Una revisión del modo como plantea el problema del poder nos permitirá
acercarnos a responder la pregunta de por qué hay política en el mundo según
Bobbio. Las reflexiones de Bobbio sobre la democracia pueden inscribirse en el
desarrollo de una teoría que considera a la democracia una forma de gobierno,1 la
cual tiene que distinguirse de las otras formas, y que en su inicio dicha teoría se
plantea dos preguntas fundamentales: i) ¿quién gobierna?, y ii) ¿cómo gobierna?,
preguntas que han sido elaboradas a lo largo de la historia del pensamiento por
los diversos escritores y filósofos políticos, cuyas construcciones conceptuales
sobre estos temas conforman en su conjunto la teoría de las formas de gobierno.
Una de las respuestas a estas preguntas lleva a Bobbio —en el caso de la forma
de gobierno llamada democracia— a la elaboración de la llamada “definición
mínima” de democracia: como veremos, dicha definición supone pensar la
democracia como un conjunto de reglas procesales para la toma de las decisiones
colectivas, y debe incluir, además de la especificación de las reglas, cuáles son las
condiciones necesarias para la aplicación de las mismas (Bobbio, 2007, pág. 46).
Las distintas teorías de las formas de gobierno, es decir, de la clasificación y
evaluación de las diversas maneras en que puede ejercerse el poder político,
tienen su origen en la observación de la existencia de varios modos de organizar
la vida colectiva, según los lugares y el tiempo. La tesis fundamental de Bobbio
con respecto a la relación entre la democracia de los antiguos y la de los
modernos es que si bien hay diferencias (una analítica y otra axiológica) entre
estas dos versiones de democracia, no hay una disimilitud tal que permita
sostener, como lo hace Giovanni Sartori, que “el concepto actual de democracia
se parece poco, si es que existe algún parecido, al que se desarrolló en el siglo V
antes de Cristo”.8 Michelangelo Bovero, por su parte, con el fin de analizar la
relación entre democracia ideal y democracia real, reconstruye lo que él llama el
“concepto puro” de democracia,9 el cual queda definido justamente por sus
fundamentos filosóficos: por una categoría (la igualdad) y un principio (la libertad).
Ello le permite afirmar que “la democracia es una en su concepto”10 y que, por
tanto, la idea de que hay una absoluta heterogeneidad entre la democracia de los
antiguos y la nuestra es insostenible. Siguiendo el análisis de Bobbio sobre la
diferencia entre la democracia de los antiguos y la de los modernos, podrá verse
que la concepción moderna de la igualdad y la libertad (políticas) —fundamento y
principio de la democracia— comparte ciertos rasgos con la concepción de los
griegos, aunque en aspectos importantes se trata de dos concepciones distintas.
No se trata, como sostiene Sartori, de afirmar que el término “democracia” tiene
diversos significados relacionados con los contextos históricos y los diferentes
ideales de cada época; para este autor, entre la democracia antigua y la moderna
hay una “ruptura”, una “verdadera discontinuidad”. Más bien parecería que el
concepto de democracia es fundamentalmente el mismo en los griegos y en los
modernos (Bobbio, 2007).
. la democracia es un tipo de régimen político y no un tipo de sociedad, tampoco
podemos reducirla a un conjunto de reglas institucionales que impidan la
formación de un poder absoluto. Todavía queda por saberse por qué una nación
adhiere a la democracia o la deja desaparecer, como ha ocurrido con tanta
frecuencia. Porque cada una de estas definiciones es demasiado parcial, debemos
definir la democracia de manera más compleja y realista, como la libre elección de
un gobierno representativo de los intereses de la mayoría y respetuoso del
derecho fundamental de todos los seres humanos a vivir en armonía con sus
creencias e intereses fundamentales. Libre elección de los gobernantes por los
gobernados, determinación de las elecciones políticas por las pertenencias
sociales, económicas o culturales, respeto los derechos humanos: de la
asociación de esas reglas institucionales, de ese respeto por los intereses de la
mayoría y de ese individualismo moral nace la democracia. Ningún país puede
considerarse entera-mente democrático, aunque no queda ninguna duda en
cuanto a los que no lo son en absoluto. Por ser la democracia un modelo ideal,
nuestra reflexión debería organizarse en torno a este tema central: ¿cómo pueden
derribarse las barreras que detienen la democracia y fortalecer las convicciones
sin las cuales la democracia no es más que un espectáculo de sombras
chinescas? Permítaseme expresar la confianza que tengo en que la
UNESCO desempeñará una función central en esa nueva definición y defensa
de la democracia (Touraine, ¿Qué es hoy la democracia?, 1991).
. n la primer perspectiva, la democracia es una elección, y puede concebirse –y se
realiza con frecuencia- una elección opuesta, antidemocrática; en la segunda, la
democracia aparece naturalmente en cierta etapa del desarrollo, y la economía de
mercado, la democracia política y la secularización son las tres caras de un mismo
proceso general de modernización. A esta teoría de la modernización es preciso
responderle, en primer lugar, que la democracia está tan amenazada en los países
“desarrollados” como en los otros, ya sea por dictaduras totalitarias, ya por un
laisser-faire que favorece el aumento de las desigualdades y la concentración del
poder en manos de grupos restringidos; pero también y sobre todo, que puede
descubrirse la presencia de la acción democratizante, como la de sus adversarios,
tanto en las sociedades de modernización exógena como en aquellas cuyo
desarrollo es endógeno. El llamado a la comunidad destruye a la democracia cada
vez que en nombre de una cultura refuerza un poder político, cada vez, por lo
tanto, que destruye la autonomía del sistema político e impone una relación directa
entre un poder y una cultura, en particular entre un Estado y una religión. Muchos
países del Tercer Mundo, en especial Argelia después del golpe de estado militar,
no parecen tener otra elección real que la que hay entre una dictadura nacionalista
y una dictadura comunitarista. En ese caso, el pensamiento democrático debe
combatir igualmente las dos soluciones autoritarias, defender a aquellos, en
particular a los intelectuales, que son víctimas tanto del integrismo como del
militarismo, y ayudar a las fuerzas sociales que rechazan a uno y a otro. Al
contrario, la defensa de una comunidad contra un poder autoritario puede ser un
agente de democratización si se combina con la obra de modernización en vez
considerar ésta como una amenaza para ella (Touraine, ¿Qué es la democracia?,
2001).
. Robert A. Dahl. Fueron los griegos —probablemente los atenienses— quienes
acuñaron el término democracia, o demokratia, de las palabras griegas demos, el
pueblo, y kratos, gobierno. Es interesante, por cierto, que mientras que en Atenas
la palabra demos se refería usualmente a todo el pueblo ateniense, en ocasiones
sólo aludía a la gente corriente o incluso a los pobres. La palabra demoaacia
parece que fue utilizada a veces por sus críticos aristocráticos como una especie
de epíteto, para mostrar su desprecio por la gente común que había arrebatado a
la aristocracia su anterior control sobre el gobierno. En cualquier caso, demokratia
se aplicó específicamente por los atenienses y otros griegos al gobierno de Atenas
y también de otras muchas ciudades de Grecia
. Robert Dahl. Democracia significa gobierno del pueblo. El término deriva del
griego demokrati, acuñado a partir de demos (“pueblo”) y kratos (“gobierno”) a
mediados del siglo V A.C. para denotar los sistemas políticos entonces existentes
en algunas ciudades-Estado griegas, sobre todo Atenas (Dahl, 2004).
. La democracia se constituye, efectivamente, en el gran ideal común de la
humanidad. Sartori se ocupa de la democracia política —en particular— porque
ella es la condición necesaria de todas las demás. Si no hay Estado democrático,
el resto de las democracias (económica, social...) serán más simuladas que
reales. Toda una “declaración de principios” que resultó una anticipación al oleaje
democratizador que azota a Europa del Este desde fines del año pasado cuya
lección principal es: no es posible avanzar en el socialismo sin la democracia. Las
conquistas sociales están indisolublemente unidas a los principios democráticos. Y
las “micro democracias” son inviables en la ausencia de la “macrodemocracia”
. Definir democracia es mucho más complejo, pues la democracia también está
para algo y en la definición etimológica no se toma en cuenta esta función. “Un
sistema democrático es ubicado por una deontología democrática y ello es así
porque la democracia es y no puede ser desligada de aquello que la democracia
debería de ser” e la democracia no es lo contrario a un régimen opresor, sino a la
aristocracia, pues ésta refiere una estructura social horizontal en vez de vertical.
De acuerdo con esto, es posible manejar el concepto “democracia social” como “el
conjunto de las democracias primarias, pequeñas comunidades y asociaciones
voluntarias concretas que se alimentan de la democracia a nivel de base, a nivel
de sociedad civil. en su análisis de la democracia de Sartori, refiere que éste
plantea una definición simple pero concreta de lo que él entiende como
democracia: “un sistema político, en donde el poder del pueblo se ejerce sobre el
pueblo. El pueblo se convierte al mismo tiempo en sujeto y objeto”. Realiza a su
vez un análisis de la democracia en Sartori y señala que éste indagó el concepto
de democracia estableciendo un vínculo importante con el fundamento de
legitimidad. La cuestión de la legitimidad del poder en Sartori refiere al modo en
que a él se accede, o a las vías de la investidura, dando una importancia relevante
a la legitimidad política. Para autocracia, es en ésta donde el autor encontró el
antónimo de democracia, es decir, su negación lógica y conceptual. La autocracia
es presentada como la pretensión de proclamarse jefe a sí mismo. La diferencia
con la democracia radica, para Sartori, en el principio de investidura, que se
identifica con el principio mismo de legitimidad. Mientras la investidura
democrática supone elecciones “libres, competitivas y no fraudulentas”, todo
régimen cuyos titulares no surgen de tales elecciones se clasifica como no-
democracia (Castaño, 2008). Castaño (2008) concluye que la democracia en
Sartori: a) Implica un supuesto de identificación de la legitimidad con la
democracia en la elección popular; b) No existe otro principio de legitimidad fuera
de aquél de la investidura electiva; c) No existe incompatibilidad de democracia
con absolutismo y totalitarismo; d) Afirmación final de que el modo de investidura
consensual-electivo desemboca en los principios del sistema constitucionalista.
Por lo tanto, la democracia y la legitimidad en Sartori implica que “la democracia
representativa del constitucionalismo funda su legitimidad en la afirmación de que
la titularidad del derecho a la soberanía en el Estado radica en el pueblo (Sartori,
1988).
. Democracia formal/democracia sustancial En su uso prescriptivo o valorativo, la
democracia ha sido considerada, dependiendo del momento histórico de que se
trate, la mejor, la menos mala o la peor forma de gobierno, teniendo como
principio o fundamento filosófico a la igualdad. Para la democracia, como
acabamos de ver, la igualdad se define, fundamentalmente, como igualdad de
poder político, es decir, como la igual oportunidad de los ciudadanos de participar
en el gobierno de su sociedad, en tanto que son iguales desde el punto de vista de
la política: siendo iguales ante la ley, todos los individuos son igualmente dignos
de gobernar y de tomar decisiones que afectan a la sociedad de la cual son
miembros. La igualdad política mínima, para los demócratas modernos, se realiza
con el sufragio universal. En virtud de la secularización de la sociedad y el
surgimiento de la sociedad de masas, que produjeron el hundimiento de las viejas
jerarquías y, junto con esto, graves crisis de legitimidad, el interés por la
democracia aumenta. Sin embargo, el planteamiento de esta cuestión, tanto en el
ámbito teórico como en el político, es casi siempre secundario respecto al de otros
fenómenos cuya solución es exigida con mucho mayor urgencia: la igualdad y la
justicia social. La irrupción de la cuestión social —el problema de la pobreza, de
los que no tienen nada— complica la discusión sobre la democracia como forma
de gobierno y conduce a confusiones y simplificaciones: en el terreno teórico,
llegan a confundirse democracia e igualdad, o democracia y justicia. La
democracia se plantea ya no sólo como una forma de gobierno, sino como un
determinado orden social. Un ejemplo de ello es el concepto de “democracia
social” o la pareja conceptual “democracia formal”/“democracia sustancial”, donde
la democracia se define a través del contenido y de los valores en los que el
gobierno debería inspirarse, aludiendo a circunstancias que se relacionan con la
cuestión de la igualdad o con la justicia, y no con el quién y el cómo o mediante
qué procedimientos de la democracia. Frente a este tipo de planteamientos típicos
de la tradición del pensamiento socialista, donde “democracia formal” se convierte
en sinónimo de “democracia burguesa” o de “democracia aparente” y es pensada
en contraposición a “democracia sustancial” o “democracia social”, Bobbio no se
cansará de afirmar que la democracia es siempre democracia formal. Esto
significa que la democracia sólo garantiza la igualdad política, pero no la igualdad
y la justicia sociales (Bobbio, 2007, págs. 75-76)
. sí pues, lo que define a la democracia no es sólo un conjunto de garantías
institucionales o el reino de la mayoría sino, ante todo, el respeto a los proyectos
individuales y colectivos, que combinan la afirmación de una libertad personal con
el derecho a identificarse con una colectividad social, nacional o religiosa
particular. La democracia no se basa únicamente en leyes sino sobretodo en una
cultura polaca. Con frecuencia, la cultura democrática fue definida por la igualdad.
Es verdad, si se interpreta esta noción como lo hizo Tocqueville, pues la
democracia supone la destrucción de un sistema jerarquizado, de una visión
holista de la sociedad y la sustitución de homo hierarchicus por el homo aecqualis,
para retomar las expresiones de Louis Dumont (Touraine, ¿Qué es la
democracia?, 2001). sí pues, lo que define a la democracia no es sólo un conjunto
de garantías institucionales o el reino de la mayoría sino, ante todo, el respeto a
los proyectos individuales y colectivos, que combinan la afirmación de una libertad
personal con el derecho a identificarse con una colectividad social, nacional o
religiosa particular. La democracia no se basa únicamente en leyes sino sobretodo
en una cultura polaca. Con frecuencia, la cultura democrática fue definida por la
igualdad. Es verdad, si se interpreta esta noción como lo hizo Tocqueville, pues la
democracia supone la destrucción de un sistema jerarquizado, de una visión
holista de la sociedad y la sustitución de homo hierarchicus por el homo aecqualis,
para retomar las expresiones de Louis Dumont (Touraine, ¿Qué es la
democracia?, 2001).
. ELEMENTOS DE LA DEMOCRACIA
. No hay democracia que no sea representativa, es decir, democracia cuyos
agentes políticos no correspondan a actores sociales, bastante numerosos en
todo caso para que éstos se identifiquen a agentes políticos, incluso si las
condiciones, las alianzas y los problemas internos de los partidos se interponen
entre la sociedad y la política, debilitando y ocultando sus relaciones (Touraine,
¿Qué es hoy la democracia?, 1991).
La democracia ideal debería exhibir los siguientes rasgos:  Participación
efectiva: Los ciudadanos deben tener oportunidades iguales y efectivas de formar
su preferencia y lanzar cuestiones a la agenda pública y expresar razones a favor
de un resultado u otro. Igualdad de voto en la fase decisoria: Cada ciudadano
debe tener la seguridad de que sus puntos de vista serán tan tenidos en cuenta
como los de los otros. Comprensión informada: Los ciudadanos deben disfrutar
de oportunidades amplias y equitativas de conocer y afirmar qué elección sería la
más adecuada para sus intereses. Control de la agenda: El Demos o el pueblo
deben tener la oportunidad de decidir qué temas políticos se someten y cuáles
deberían someterse a deliberación. Inclusividad: La equidad debe ser extensiva a
todos los ciudadanos del Estado. Todos tienen intereses legítimos en el proceso
político. ¿Por q u é estos criterios? La respuesta breve es simplemente ésta: cada
uno de ellos es necesario si los miembros de la comunidad (con independencia de
cuál sea su número) han de ser iguales políticamente a la hora de determinar las
políticas de la asociación. Por decirlo con otras palabras, desde el momento en
que se incumple cualquiera de estos requisitos, los miembros no serán iguales
políticamente. Por ejemplo, si a algunos miembros se les dan mayores
oportunidades que a otros para expresar sus puntos de vista, sus políticas tendrán
mayores posibilidades de prevalecer. En el caso extremo, al reducir oportunidades
para discutir las propuestas de la agenda, una exigua minoría de los miembros
puede, en efecto, determinar las políticas de la asociación. El criterio de la
participación efectiva está destinado a evitar este resultado (Dahl, La democracia
una guia para los ciudadanos, 1998, pág. 48.49) (Dahl, La democracia, 2004).
. La democracia produce consecuencias deseables: 1. Evita la tiranía 2. Derechos
esenciales 3. Libertad general 4. Autodeterminación 5. Autonomía moral 6.
Desarrollo humano 7. Protección de intereses personales esenciales 8. Igualdad
política Además, la democracia moderna produce 9. Búsqueda de la paz 10.
Prosperidad (Dahl, La democracia, 2004, pág. 56)
. La democracia se caracteriza por un gobierno mediante la discusión, en el que
los ciudadanos controlan a los gobernantes y estos últimos tienen que ser
responsables ante aquellos. Se trata del conjunto de aquellas decisiones políticas
colectivizadas que buscan el bienestar, definidas por medio del método de
formación del órgano decisorio y por las normas que rigen la toma de decisiones,
comprendidos sus costes y riegos. Y un gobierno democrático debe poder
gobernar, lo que es resultado de la combinación adecuada de representatividad y
eficacia, discute en Ingeniería constitucional comparada: una investigación de
estructuras, incentivos y resultados (Sartori, 1988).
. En un sistema democrático hay pluralidad, existen grupos o individuos disidentes
y, dado que los ciudadanos tienen el poder de refrendar y sustituir a sus
representantes, estos últimos cambian con regularidad. Aun cuando la presencia
de distintos intereses contrapuestos implique necesariamente la presencia de
conflictos, el acceso al poder y los cambios se dan a través de una competencia
institucional. a) las reglas del juego democrático permiten la participación de los
ciudadanos en la toma de las decisiones colectivas, y b) las reglas del juego de la
democracia permiten la solución pacífica de los conflictos sociales y políticos
(Bobbio, 2007, págs. 83-84).
. Por ejemplo, en la definición mínima unas normas determinan la autoridad y la competencia para
adoptar decisiones válidas, esto es, normas que determinan cuáles son las decisiones que valen
como decisiones colectivas (las que obtienen la mayoría, por ejemplo). Pero también están otras
normas que determinan las condiciones formales (la edad para votar, pongamos por caso) y las
condiciones sustantivas para el ejercicio de la democracia (considerar iguales a los votantes en el
acto electoral, por ejemplo). La clave de la propuesta de Bobbio no está tanto en haber afirmado,
de forma genérica, que sin procedimiento no hay democracia, sino en haber visto que la
democracia consiste en reglas. O sea, que existe democracia porque existen reglas que instituyen
un procedimiento destinado a producir decisiones colectivas. Sin reglas no existe procedimiento,
dirá Bobbio (González, 2010).

. Es a partir de reglas que determinan quienes pueden decidir, que Bobbio propone su definición
mínima de democracia que, como se dijo, comprende un conjunto de reglas de procedimiento
para la formación de decisiones colectivas, en las que es prevista y facilitada la más amplia
participación de los interesados. Entre estas reglas, Bobbio destaca las siguientes: 41 El concepto
de democracia en Bobbio a) Todos los ciudadanos con mayoría de edad, sin ningún tipo de
distinción tienen derechos, a través del voto, de expresar su opinión y/o elegir a quien la exprese
por él; b) El voto de todos los ciudadanos tiene el mismo peso; c) Los ciudadanos tienen la libertad
de votar según su opinión formada libremente, es decir, a partir de una competencia libre entre
grupos políticos organizados; d) El voto debe ser una elección, es decir, debe haber alternativas
reales; e) El principio de mayoría numérica, en sus diversas formas preestablecidas (relativa,
absoluta o calificada), rige para las deliberaciones colectivas y para las elecciones; f) Las decisiones
tomadas por mayoría no deben limitar los derechos de la minoría, principalmente el derecho de
volverse, bajo las mismas condiciones y procedimientos, mayoría. Para Bobbio, su definición
mínima proporciona un criterio para distinguir los dos tipos ideales opuestos de gobierno: la
democracia y la autocracia. En última instancia, lo que caracteriza a la democracia según Bobbio
no son los contenidos políticos, pues ella está abierta a todos aquellos que elijan los electores, sino
la exigencia de respeto a lo que decidan los votantes y a sus instituciones (González, 2010).

. TIPOS DE DEMOCRACIA
. Las democracias representativas no suponen sólo instituciones que garanticen la
libertad de las elecciones políticas sino también la existencia de intereses sociales
representables, constituidos incluso antes de estar representados, lo cual
garantiza cierta prioridad a los actores sociales sobre su representación política. Si
Europa Occidental u otros países como, durante mucho tiempo, Chile, conocieron
democracias sólidas es porque sus partidos eran una fiel expresión de las
categorías o incluso de las clases sociales nacidas de la industrialización. En los
países donde esa concordancia ha sido fuerte, como Gran Bretaña o los países
escandinavos, la primacía de la sociedad civil estuvo garantizada; por el contrario,
en aquéllos don-de la idea del Estado seguía siendo la predominante, como en
Francia, la democracia siempre fue más débil (Touraine, ¿Qué es hoy la
democracia?, 1991).
. Democracia Griega: Se fundamenta en dos principios básicos: la igualdad de
derechos y la igualdad de palabra para todos los ciudadanos. El órgano soberano
era una asamblea constituida por todos los ciudadanos: no hay más gobernantes
que los mismos gobernados. La elección de representantes con la capacidad de
dictar leyes. Podemos decir que el sistema político que crearon fue una
democracia primaria, una democracia de asamblea, o una democracia de concejo
abierto. Pero, definitivamente, no crearon la democracia representativa tal y como
hoy la concebimos (Dahl, La democracia, 2004, pág. 120).
. Democracia de Asamblea: En una unidad política pequeña, como una ciudad, la
democracia de asamblea permite que los ciudadanos mismos puedan gozar de
oportunidades para incorporarse al proceso de gobierno, algo que la democracia
representativa en una unidad amplia simplemente no es capaz de proporcionar.
Toman decisiones conjuntas, dentro de una población o comunidad (Dahl, La
democracia, 2004, pág. 121)
. Democracia directa. La democracia directa le permite a los ciudadanos
involucrarse directamente en los asuntos públicos, discutiendo o debatiendo las
decisiones que debían tomarse para el mejoramiento de la sociedad, sin embargo,
hay que tomar en cuenta que este tipo de democracia se daba sin contemplar a
todos los ciudadanos para debatir acerca de los asuntos públicos o problemas que
enfrentaba la sociedad, es por ello que surgió la democracia representativa, en
donde un grupo de gobernantes elegidos por la sociedad son quienes van a tomar
las decisiones acerca de los asuntos públicos.
. En una democracia liberal los individuos buscan mayores libertades civiles, de
expresión, de asociación, con la mínima interferencia por parte del Estado para
contribuir al bienestar social de todos los ciudadanos. Por otra parte, el liberalismo
económico se asocia en un sentido laissez faire, esto es, de libre mercado, donde
se debe dejar que el mercado se ajuste por sí mismo con la interferencia mínima
del Estado
. La democracia participativa contiene una diversidad de formas de
participación, sin embargo todas encerradas en un mismo ideal, los ciudadanos
deben ser más activos, informados y racionales no sólo para elegir a sus
representantes, sino también para participar en la toma de decisiones. Esto se da
en función de una mejor educación ciudadana, desarrollo de una cultura política e
incluso en debates públicos que permitan discutir las diferentes opciones.
. SISTEMAS DEMOCRÁTICOS
Robert Dahl. II. Las diferencias entre los países democráticos en términos de
experiencia histórica, tamaño, composición étnica, religiosa, y otros factores, han
generado distinciones importantes en sus instituciones políticas. Entre los rasgos
respecto de los cuales estas instituciones han diferido se cuentan los siguientes.
Sistemas presidencial y parlamentario Mientras que el sistema presidencial
norteamericano fue generalmente adoptado en América Latina, en África y en
otros lugares del mundo en vías de desarrollo (donde en ocasiones los militares
convirtieron los cargos públicos en dictaduras mediante golpes de Estado), a
medida que los países europeos. Sistemas unitario y federal En la mayor parte de
las democracias europeas y de habla inglesa más antiguas, la autoridad política es
inherente al gobierno central, que está autorizado por la constitución para
determinar los poderes limitados y las fronteras geográficas de las asociaciones
subnacionales, como los estados y las regiones. Estos sistemas unitarios
contrastan notablemente con los sistemas federales, en los que la autoridad se
divide constitucionalmente entre el gobierno central y los gobiernos de entidades
subnacionales relativamente autónomas. Entre los países democráticos que han
adoptado sistemas federales –además de Estados Unidos– se encuentran Suiza,
Alemania, Austria, España, Canadá y Australia. El país democrático más populoso
del mundo, India, también se rige por un sistema federal. Sistemas proporcionales
y de ganador único Los arreglos electorales varían enormemente. Algunos países
democráticos dividen sus territorios en distritos electorales donde cada uno de
ellos tiene derecho a una sola banca en la legislatura, banca que gana el
candidato que obtiene la mayor cantidad de votos –de ahí las expresiones first
past the post en Gran Bretaña y winner take all en Estados Unidos–. Tal como
señalan los críticos de este sistema, en los distritos disputados por más de dos
candidatos, puede llegar a obtenerse la banca con menos de una estricta mayoría
de votos (50 por ciento más uno). Sistemas bipartidarios y multipartidarios Debido
a que la representación proporcional no favorece a los grandes partidos en
detrimento de los más chicos, como sucede con los sistemas de ganador único, en
los países que se rigen por la representación proporcional casi siempre ocurre que
hay tres o más partidos representados en la legislatura, y suele requerirse un
gobierno de coalición compuesto de dos o más partidos para ganar el apoyo
legislativo respecto de las políticas de gobierno. De modo que el predominio de la
representación proporcional efectivamente asegura que los gobiernos de coalición
sean la norma en los países democráticos; los sistemas compuestos sólo por dos
partidos, como es el caso de Estados Unidos, son extremadamente raros.
Sistemas mayoritarios y consensuales Dadas las divergencias de los sistemas
electorales y de otros factores, los países democráticos difieren en torno a si las
leyes y las políticas pueden ser aprobadas por un solo partido, relativamente
cohesionado, con mayoría legislativa, como suele ocurrir en Gran Bretaña y
Japón, o si se requiere el consenso entre muchos partidos con opiniones diversas,
como es el caso de Suiza, Holanda, Suecia, Italia y otros lugares. Los politólogos
(aunque no sólo ellos) disienten respecto de cuál de los dos tipos de sistemas, el
mayoritario o el consensual, es más deseable. Los críticos de los sistemas
consensuales sostienen que éstos permiten a una minoría de ciudadanos vetar las
políticas que no son de su agrado y que dificultan excesivamente las tareas de
formar gobiernos y aprobar legislación. Sus partidarios arguyen que los arreglos
consensuales generan un apoyo público comparativamente más amplio a las
políticas de gobierno e incluso contribuyen a aumentar la legitimidad y el valor que
se percibe de la democracia en sí (Dahl, 2004).
. Existen dos tipos de democracia: - Directa. El poder se ejercía sin intermediarios,
existió en algunas sociedades antiguas. - Representativa. El poder se ejerce
mediante representantes, es propia de las sociedades democráticas modernas,
diversas y plurales. Hay una profunda diferencia entre la democracia tal y como la
entendían los antiguos y la democracia de los modernos. En ambas el principio de
legitimidad es el mismo, pero todo lo demás es distinto. La primera es un ejercicio
propiamente dicho, y en ese sentido directo del poder, mientras que la segunda es
un sistema de control‘ y de limitación del poder. La primera no prevé
representación, mientras que la segunda se basa en la transmisión representativa
del poder (Sartori, 1988).
. La democracia directa no es posible en las sociedades actuales, pues éstas
tienen características distintas a las antiguas. Se distinguen por: - Estar asentadas
en territorios amplios. - La expansión de los derechos de la ciudadanía. - El
respeto a las libertades individuales. as democracias representativas son propias
de las sociedades modernas. Tienen tres características: 1. La sociedad elige
representantes para que los gobiernen. 2. Diferentes ideologías conviven en la
sociedad y compiten para acceder al poder. 3. Los ciudadanos pueden disfrutar su
vida privada en libertad, sin temor a que el Estado intervenga. En estas
democracias, el poder lo detentan gobernantes que se imponen pesos y
contrapesos a sí mismos. El gobierno se ejerce respetando la libertad, la igualdad
y la representación políticas, que se analizan a continuación (Sartori, 1988).
. No hay democracia si no se extiende el ámbito intermedio de la ciudadanía,
entre las creen-cias y los intereses privados por una parte y la pertenencia a
un Estado, por otra. Pero, sobre todo, no hay democracia si las creencias priva-
das y la pertenencia nacional se unen directa-mente y hacen que
desaparezca ese espacio in-termedio de la ciudadanía. La democracia es
endeble y casi no tiene objeto si no reconoce la existencia de los dos mundos
que la encuadran o si procura identificarse con el conjunto de la vida personal
y social. La democracia es un es-fuerzo constante para crear el espacio de la
ciu-dadanía y lograr que en él confluyan, se combi-nen y también se respeten
las convicciones privadas y las pertenencias colectivas. La de-mocracia es
endeble tanto cuando su capacidad de mediación es insuficiente como cuando
las fuerzas entre las cuales desempeña la función de mediadora son
débiles o, por el contrario, están replegadas sobre sí mismas. Quienes ha-
cen un análisis exclusivamente institucional de la democracia cometen un grave
error. No se preguntan qué fuerzas se van a movilizar (Touraine, ¿Qué es hoy la
democracia?, 1991, pág. 277)

. PROBLEMAS, DILEMAS Y DESAFÍOS SOBRE DEMOCRACIA


. Los enormes retos que plantea el subdesarrollo y la constante tentación de
soluciones autoritarias son, con gran probabilidad, los principales peligros para las
democracias latinoamericanas. Por un lado, me refiero a la precaria situación de
las economías de nuestros países, misma que mantiene constantemente a las
finanzas públicas en el filo de la navaja y bajo el riesgo permanente de las crisis
económicas, tan recurrentes que se han vuelto casi una costumbre; por otro lado,
pienso en los reiterados casos en los que gobiernos autoritarios fundán (Vianello).
. La exasperación de los problemas nacionales, la sensibilización de una población
mayormente asalariada a las crisis y a la expansión económica y, por el otro lado,
la transnacionalización de la economía, han estremecido y a menudo destruido la
democracia social construida por la alianza del Estado y las fuerzas sindicales. En
la actualidad, se aceleró la disociación de los elementos de la democracia. La
ciudadanía se convirtió en identidad cultural, la limitación del poder por unos
derechos fundamentales se transformó en separación de la vida privada y la vida
pública, y la representación de los intereses se degradó a menudo en fusión
neocorporativa del Estado y las ex clases sociales. Incluso se debilitó lo que
permitía que estos tres componentes se unieran, el Estado nación, en especial en
los países europeos que más contribuyeron al desarrollo del pensamiento y la
acción democráticos. El Estado republicano sufre una decadencia irreversible. Ya
no admitimos la absorción de los particularismos en el universalismo de la acción
estatal y estas mismas expresiones son chocantes en las postrimerías de un siglo
dominado por los Estados totalitarios (Touraine, ¿Qué es la democracia?, 2001,
pág. 90)
A principios del siglo XXI, la democracia enfrentó una serie de desafíos, algunos
de los cuales habían sido problemas de larga data, en tanto otros eran de origen
más reciente. Sufrieron fallas políticas, económicas, diplomáticas y militares que
en gran medida disminuyeron su atractivo. Con la victoria de los aliados en la
Primera Guerra Mundial, los antiguos sistemas de la monarquía, la aristocracia y
la oligarquía dejaron de ser legítimos. Después de la derrota militar de Italia y
Alemania en la Segunda Guerra Mundial, la nueva alternativa del fascismo
también se vio desacreditada, como lo fue el comunismo de estilo soviético luego
del colapso económico y político de la Unión Soviética en 1990-91. Fallas
similares contribuyeron a la desaparición gradual de las dictaduras militares en
América Latina en los años ochenta y noventa. Estos cambios ideológicos e
institucionales fueron acompañados por cambios en las instituciones económicas.
La inmigración Después de la Segunda Guerra Mundial hubo un aumento drástico
en la inmigración legal e ilegal a los países de Europa occidental, a Australia La
democracia 50 y a Estados Unidos. Escapando de la pobreza y la opresión en sus
patrias, y usualmente careciendo de educación, los inmigrantes provenientes
principalmente del mundo en desarrollo consiguieron, por lo general, trabajos
humildes en industrias de servicios o en la agricultura. El terrorismo Los actos de
terrorismo cometidos dentro de países democráticos o contra sus intereses en
otras partes del mundo se fueron haciendo cada vez más frecuentes a partir de los
años setenta. Cabe destacar que en Estados Unidos fueron pocos los ataques
terroristas que se llevaron a cabo antes de la bomba al World Trade Center de la
ciudad de Nueva York en 1993. El acto terrorista individual más mortífero de
todos, los ataques del 11 de septiembre de 2001, destruyó el World Trade Center
y mató a unas 3.000 personas, principalmente en las ciudades de Nueva York y
Washington D.C. Sistemas internacionales A fines del siglo XVIII, en respuesta al
dilema ya descrito sobre el tamaño, el centro de la teoría y de la práctica de la
democracia se trasladó desde la pequeña asociación de la ciudad-Estado hacia la
más grande de Estado-nación. Aunque su mayor tamaño permitió a las
democracias solucionar la mayoría de los problemas que enfrentaron, quedaron
algunos problemas que ni siquiera la democracia más grande pudo resolver por sí
misma. Para abordar estos problemas, después de la Segunda Guerra Mundial se
crearon numerosas organizaciones internacionales, entre las que se destaca las
Naciones Unidas (1945), y su número y responsabilidades fueron creciendo
rápidamente durante todo el resto del siglo XX. Transición, consolidación, colapso
En muchos de los países que consumaron la transición a la democracia a fines del
siglo XX y principios del XXI, los problemas y desafíos que enfrentó la democracia
fueron particularmente serios. Los obstáculos incluyeron problemas económicos,
como la pobreza generalizada, el desempleo, desigualdades masivas en términos
de ingresos y riqueza, una inflación vertiginosa e índices bajos o negativos de
crecimiento económico. Los países con bajos niveles de desarrollo económico
usualmente carecían de una clase media extensa y una población instruida. En
muchos de estos países, la división de la población en grupos étnicos, raciales,
religiosos o lingüísticos antagonistas dificultó el manejo pacífico de las diferencias
políticas (Dahl, 2004).
. No perdamos tiempo calificando de democráticos a regímenes que hablan en
nombre del pueblo, pero no respetan la libre elección de los gobernados.
. Nadie niega que regímenes no democráticos hayan logrado elevar el nivel de
vida, difundir la escolarización o hacer retroceder la mortalidad infantil; nadie
puede negar que una democracia pueda fracasar y llevar a la crisis económica,
la violencia social y el aumento de las desigualdades. Esos riesgos son bastantes
serios como para que nos preguntemos cuáles son los peligros que amenazan a la
democracia, para que no nos contentemos con una definición negativa de la
libertad y para que, al contrario, examinemos detenidamente las condiciones
positivas, psicológicas, sociales y culturales para una verdadera libertad de
elección. Es precisamente a ese examen que se dedicadas a lo esencial de la
presente reflexión. El mundo parece estar dividido hoy en día entre los países
ricos, donde aparentemente la democracia se concibe sobre todo como el
equivalente político del mercado, y los países pobres y dominados que
califican de democrática su resistencia a influencias extranjeras, económicas o
culturales, que amenazan con hacerles perder su identidad (Touraine, ¿Qué es
hoy la democracia?, 1991, pág. 274). No hay democracia cuando las
reivindicaciones y las creencias que se manifiestan en el pensar y el sentir de los
ciudadanos no encuentran una expresión y una defensa adecuadas en el plano de
la vida pública. La democracia no puede fundarse más que en ese doble afán por
establecer un gobierno que sea capaz de garantizar la integración social y, en
consecuencia, de definir una conciencia de ciudadanía, y por respetar la
multiplicidad de intereses y opiniones. Definir la democracia por la libre elección de
los gobernantes es atribuir la misma importancia a la participación de los
ciudadanos en un orden institucional reconocido como legítimo y a la
representatividad de los agentes políticos, es decir, a la existencia autónoma de
los actores sociales. El aislamiento personal, la segmentación de la sociedad o
unas comunicaciones débiles entre las categorías sociales son obstáculos casi
insuperables que se oponen a la democracia (Touraine, ¿Qué es hoy la
democracia?, 1991, pág. 275).
. Bobbio habla de cuatro “enemigos” —o dificultades objetivas— de la democracia,
que surgen en el interior del proceso mismo de democratización produciendo
resultados paradójicos, esto es, contrarios al proceso mismo. Se trata de
obstáculos que dificultan los modos en que pueden realizarse los principios
mínimos de la democracia —esas exigencias que deben tratar de cumplirse de
uno u otro modo para poder hablar de democracia— y cuyo efecto son las
llamadas “paradojas”. Bobbio resume así estos obstáculos: El aparato burocrático
del Estado, la incompetencia del ciudadano y la sociedad de masas, fenómenos
inevitables en las sociedades modernas, producen “paradojas”, es decir, efectos
contrarios al propio proceso de democratización; 1) posibilidad de evitar o no el
incumplimiento de las promesas; 2) compatibilidad o no del incumplimiento de
esas promesas con la existencia de la democracia, vale decir, con ciertas
realizaciones de sus principios básicos, señalando cuáles de esas promesas
incumplidas contradicen la naturaleza de la democracia o hasta qué punto
obstaculizan o realmente amenazan con frenar el proceso de democratización. “

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