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Tema 5
Tema 5
1. APEGO
“Apego” es un término acuñado por John Bowlby (médico y psicoanalista inglés, destacado por su interés en
el desarrollo infantil y pionero en la teoría del apego), referido a la necesidad de todas las aves y mamíferos
de vincularse a figuras que les dan seguridad para sobrevivir.
o Es el vínculo afectivo o enlace entre un individuo y una figura de apego (por lo general, cuidador/a).
Hoy en día se ha demostrado que el “apego” es una conducta universal en todos los seres humanos y se
activa cuando se está en una situación de miedo, cuando no se siente seguridad.
Las figuras de apego son únicas e irremplazables, siendo necesario que exista afecto, pero especialmente
seguridad.
Teoría del apego: cualquier forma de conducta que tiene como resultado el que un/a bebé obtenga o
retenga la proximidad de una persona, diferenciada y preferida (cuidador/a), a quien le da sensación de valía
y seguridad.
o Es muy importante el afecto, esto mejora el vínculo y el apego entre el niño y los cuidadores
o El apego no es afecto
o Tiene más que ver con la sensación de seguridad (sentirse seguro)
Mary Ainsworth, alumna de Bowlby, hizo una profunda investigación relacionada con las teorías de Bowlby
y diseñó un experimento, “la situación del extraño” (1978), en el que se evidenció como las diferentes
formas de cuidado a los bebés, por parte de sus figuras de apego, generaban estos diferentes estilos de
apego.
o “Situación del extraño”: Ainsworth ubicó a un grupo de madres y a sus bebés en un ambiente con el
que no estaban familiarizados, observó jugar a los niños, los separó de sus madres durante un breve
periodo, introdujo una persona extraña en la escena, y por último observó la conducta de cada pareja
cuando se volvieron a reunir.
o Los pasos que seguía la situación extraña eran los siguientes:
1. Madre e hijo juntos en una habitación extraña con juguetes.
2. Madre e hijo juntos con una extraña.
3. La madre deja al niño con la extraña.
4. La madre vuelve y la extraña se va.
5. La madre deja al hijo solo.
6. La extraña vuelve.
7. La madre vuelve.
o A raíz de estas investigaciones, Ainsworth planteó:
Las primeras relaciones de apego se forman generalmente a la edad de 7 m.
Todos los bebés se apegan.
Los bebés sólo pueden apegarse a unas pocas personas.
Para que pueda darse esta conducta de apego, se han tenido que dar primero interacciones
sociales (tacto, mirada y lenguaje).
La relación diádica con la madre lleva a cambios en la conducta y en la fisiología del bebé.
Las relaciones de apego se dan durante toda la vida. Esa necesidad de regularse y sentir a
los demás acompañará a la persona en toda su existencia.
Tipos de apego:
o Apego seguro: el niño es capaz de confiar en que sus padres no le van a fallar, de manera
incondicional. Para que se dé, el cuidador debe proporcionar no solo seguridad al niño, sino que
también debe esforzarse por tener suficiente contacto y comunicación.
Si algo falla, el niño pensará que es debido a las circunstancias y no debido al cuidador
o Apego ansioso-ambivalente: los niños que desarrollan esta forma de apego no confían en sus
cuidadores, por lo que al crecer experimentan una sensación de inseguridad e incertidumbre. La
causa de esta falta de confianza se debe a que los cuidados que recibieron fueron ambivalentes e
inconsistentes.
Se produce el fenómeno de indefensión aprendida, ya que no saben cuándo no les van a
prestar atención. Estas situaciones son debido a problemas emocionales de los cuidadores
o Apego evitativo: esta forma de apego es típica de los niños cuyos cuidadores no les proporcionan
suficiente seguridad. Niños que mantienen un distanciamiento social y aparente autosuficiencia.
Buscan evitar el contacto, pudiendo confundirse esta conducta con seguridad, pero realmente hay
malestar en el niño.
o Apego desorganizado: es una mezcla entre el apego evitativo y el ansioso y ambivalente. Surge
cuando los cuidadores tienen una conducta negligente e insegura. Los niños que lo desarrollan
presentan una conducta contradictoria e inadecuada, hasta el punto de que pueden sentir miedo de
sus cuidadores, a la vez que desconfían de los mismos.
Puede ser que haya diferentes figuras de apego y crear diferentes tipos de apego.
Según Bowlby, el desarrollo del vínculo de apego a lo largo del primer año de vida es un proceso gradual
que pasa por cuatro etapas:
o Fase inicial de pre-apego (0-6 meses):
Durante este periodo, la conducta del/la menor consiste en reflejos determinados
genéticamente que tienen un gran valor para la supervivencia. A través de la sonrisa, el lloro
y la mirada, el/la bebé atrae la atención de otros seres humanos; y, al mismo tiempo, es
capaz de responder a los estímulos que vienen de otras personas. Tratan en muchas
ocasiones de provocar el contacto físico con el resto de los seres humanos. En esta fase
aparece un reconocimiento sensorial muy rudimentario hacia el/la cuidador/a. Prefieren la
voz de ésta a la de cualquier otra persona a pesar de que todavía no muestran un vínculo de
apego propiamente dicho.
o Fase de instauración del apego (2-6 meses):
El/la menor empieza a discriminar entre los/las cuidadores/as y responde a ellos/as de forma
diferenciada, manifestando preferencias. Sonríe, balbucea y sigue con la mirada a su
cuidador/a de forma más consistente que al resto de las personas. Sin embargo, todavía no
muestran ansiedad cuando se les separa de su cuidador/a a pesar de reconocerle/a
perfectamente. No es la privación del/la cuidador/a lo que les provoca enfado, sino la pérdida
de contacto humano como cuando, por ejemplo, se les deja solos/as en una habitación.
o Fase de exploración activa y búsqueda de proximidad (alrededor de los 8-18 meses) o fase en
que el apego completo resulta posible:
El/la menor explora el entorno de forma más activa y es capaz de buscar la proximidad con
cuidadores específicos. En este periodo es capaz de expresar completamente la búsqueda
de proximidad y el comportamiento relacionado con la base segura. Se empieza a combinar
la preferencia por un/a cuidador/a con la protesta ante la separación de este/a. A partir de los
ocho meses el/la bebé puede rechazar el contacto físico incluso con un/a familiar muy
cercano/a ya que lo único que desea y le calma es estar en los brazos de su madre. La
mayor parte de las acciones de los/as niños/as (andar a gatas, por ejemplo) tienen el objetivo
de atraer la atención de la madre o cuidador/a y una mayor presencia de ésta/e.
o Fase de las relaciones recíprocas, de los 18-24 meses en adelante:
En esta fase el vínculo de apego se consolida según un mayor nivel de sofisticación cognitiva
del/la menor, negociando la proximidad a nivel psicológico o simbólico en lugar de solo
físicamente. Una de las características importantes a estas edades es la aparición del
lenguaje y la capacidad de representarse mentalmente a la madre, lo que le permite predecir
su retorno cuando ésta está ausente. Por tanto, decrece la ansiedad porque el/la menor
empieza a entender que la ausencia de la madre no es definitiva y que en un momento dado,
regresará a casa.
En esta fase, los/as menores a los/as que su madre les explica el porqué de su salida y el
tiempo aproximado que estará ausente suelen llorar mucho menos que a los/as que no se les
da ningún tipo de información. A partir de los tres años, el/la menor despliega una serie de
estrategias con las que intenta controlar la interacción con su madre "obligándola" en
determinados momentos a pactar las entradas y salidas del hogar.
Estudios posteriores corroboraron lo que Bowlby suponía, el apego ocupa un lugar primordial a lo largo de
toda la vida. La diferencia radica en que los adultos somos capaces de mayores niveles de abstracción, de tal
modo que la seguridad de contar psicológica y emocionalmente con nuestra figura de apego puede
reemplazar la necesidad infantil de tenerla cerca físicamente en todo momento. Pero sea como sea, el deseo
de disfrutar de un vínculo estrecho y de saber que nuestra pareja estará ahí cuando la necesitemos nos
acompaña toda la vida.
Los estilos de apego en las relaciones amorosas adultas se corresponden a los estilos de apego en niños,
pero los adultos pueden tener diferentes modelos de apego para diferentes relaciones
Como ya se detalló anteriormente, los niños de apego seguro, si bien se podían desregular en ausencia de
los padres, pueden volver a calmarse y regularse con los cuidadores rápidamente, sin mostrar mucho enfado;
los niños de apego evitativo se enfocan en objetos o actividades, ignorando a los cuidadores e incluso
alejándose de ellos, fingen bienestar o indiferencias, bien para no ser carga, bien para no ser rechazados; los
niños de apego ansioso se caracterizaban por la búsqueda ansiosa de contacto y aferrarse, a la vez que se
resistían al contacto con los cuidadores, mostrándose claramente angustiados y su interacción con los
padres suele ser de enfado; y los niños de apego desorganizado pueden tener colapso en las estrategias
para mantenerse cerca de la figura de apego, muestran clara desregulación emocional, derivado de unos
cuidadores extremadamente insensibles (o incluso aterradores).
Comportamientos habituales:
o Los niños y niñas con apegos inestables pueden presentar comportamientos impredecibles o
intimidatorios, ya sea como víctimas o perpetradores; capacidades sociales limitadas; tendencia a la
agresividad hacia los demás o reacciones contradictorias; falta de control sobre la frustración y los
impulsos; dificultad para organizarse; manifestación de miedos, ansiedad generalizada o tristeza
persistente; indicios de disociación, carencia de habilidades para solucionar problemas o pedir ayuda;
falta de empatía y tendencias sociopáticas; problemas para establecer amistades o confiar en los
demás; desafíos en la regulación emocional, como falta de placer, episodios frecuentes de rabia y
necesidades excesivas; dificultades con la alimentación; y un patrón deficiente de contacto visual.
o Se ha observado que el tipo de apego desarrollado puede afectar el desarrollo futuro de problemas
psiquiátricos de tres maneras diferentes: creando vulnerabilidad ante el estrés, afectando
negativamente la capacidad del individuo para establecer conexiones sociales y dificultando la
capacidad del individuo para regular sus emociones y comportamientos.
o Los estudios en adultos han demostrado que lo importante no es únicamente el tipo de relación que
el adulto estableció durante su infancia con sus figuras de apego, sino la interpretación de sus
experiencias y la posterior elaboración y metabolización de los modelos de relación.
Conductas en el contexto escolar y/o social:
o Menores que se sienten seguros/as (apego seguro):
En el comienzo de la etapa escolar protestan ante la separación, pero una vez que ven al
docente como figura sensible y conocen el entorno es a quien acuden si necesitan ayuda,
interaccionando de forma cálida tanto con é/ella como con sus iguales. De la misma forma en
otros contextos sociales. En el momento de reencontrarse con la figura de apego, se
muestran confiados/as y tranquilos/as e incluso si están haciendo algo continúan hasta
acabarlo; a pesar de no acercarse, intercambia miradas.
o Menores invisibles (apego evitativo):
No muestran sus necesidades y con respecto las figuras adultas (como docentes), se
muestran distraídos/as y alejados/as, sin pedir ayuda. Trabajan en solitario y se frustran
pronto, proyectando sobre sus iguales o sobre la tarea/juego su rabia y enfado.
o Menores que no saben si puede confiar (apego inseguro ambivalente):
No saben cuándo y de qué depende que sean atendidos/as; esto hace que por una parte
busquen apoyo mientras que por otra muestren rechazo y frustración. Esto debe ser
interpretado como una petición de ayuda, siendo útiles las rutinas y actividades y el refuerzo
cuando se hace algo bien. Siempre están en estado de alerta.
o Menores asustados/as (apego inseguro desorganizado):
Las relaciones con su figura de apego se caracterizan por el miedo y la indefensión, causado
por abusos o conductas negligentes; por ello están siempre alerta y muestran cercanía
contradictoria hacia la madre, se acercan, pero no la miran. Es muy importante la detección
temprana y tomar conciencia de que los niños/as necesitan un refugio emocional y afectivo y
han de ver el colegio o la consulta como lugares seguros.
Estrategias evolutivas: aquellos mecanismos de regulación emocional que se aprenden y activan para
evitar sentir la ansiedad producida por la sensación de falta de control.
o La estrategia más básica consiste en evitar algo que nos da miedo físico (un lugar, una persona, una
tarea…). Pero también hay evitaciones más complejas, como puede ser no sentir sensaciones
desagradables, evitar partes de nuestra personalidad que no nos gustan o pensar que somos
culpables o defectuosos.
o Algunas de estas estrategias más complejas pueden ser:
Rumiaciones / Rituales: rituales que tranquilizan, supersticiones sobre que la acción
realizada ha evitado que ocurra algo malo.
Adicciones: evitación mediante el uso excesivo de pantallas (RR.SS., videojuegos,
tutoriales…), sustancias, juego, compras, sexo compulsivo tienen en común que ayudan a
evitar el malestar interno, evitan que lo que hace daño se haga consciente, apareciendo a
partir de la adolescencia. Evitan conectar con el mundo interno que está muy herido o vacío.
Toda conducta adictiva es un medio de evitación
Trastornos alimentarios: la ingesta de comida o su privación actúan como regulador de
ansiedad y malestar, evitando el contacto con las emociones.
Disociación: estrategia biológica para evitar el dolor psicológico excesivo para los recursos
disponibles. Disociarse significa evitar toda la intensidad de la experiencia. La disociación se
puede dar en la infancia ante situaciones altamente desbordantes.
Algunos tipos de personalidades:
Cuidadora (el/la menor aprende que sus necesidades no son importantes, se siente
defectuoso/a o no válido/a por ello y trata de adaptar su comportamiento a lo que
cree que esperan los demás)
Perfeccionista (debuta en la infancia, basándose en el pensamiento mágico de “si
soy perfecto/a, saco buenas notas, lo hago todo bien… las cosas funcionarán y mis
padres me querrán”)
Narcisista (el/la niño/a desarrolla un concepto muy elevado de sí mismo/a,
autoestima exagerada, porque siente que nada de fuera puede satisfacer sus
necesidades de afecto y siente que sólo él/ella puede cuidar de sí mismo/a, o bien
porque ha sido sobreprotegido/a lo que le hace sentir que los demás deben cuidar de
él/ella)
Indolente (más en la adolescencia, evita cualquier tipo de actividad que pueda
suponer un riesgo a fracasar, culpa a los demás de todo lo que le pasa o no funciona
sin hacer nada por cambiarlo).
1.8 EVALUACIÓN
Evaluación:
o Observación directa:
La situación extraña (Ainsworth): se trata de una situación estructurada de laboratorio, en la
que se somete al niño a separaciones y reuniones de su figura de apego y al encuentro con
una persona desconocida.
Q-sort: un instrumento diseñado para que observadores externos al entorno familiar valoren
en el medio natural (hogar) la calidad de la vinculación.
o Entrevista semiestructurada
o Línea de vida (narrativa):
Importante para ver el tipo de apego que tiene
Decir a los padres que cuenten desde que se conocieron, si el niño fue deseado o no, etc.
También reforzar pequeños logros, para que se lleven algo positivo
o Cuestionarios (no diagnósticos):
CaMir-R (Balluerka, Lacasa, Gorostiaga, Muela y Pierrehumbert, 2011) es un cuestionario
que mide las representaciones de apego y la concepción del funcionamiento familiar en la
adolescencia y principio de edad adulta. Consta de 32 ítems que el participante debe
responder en una escala tipo Likert de 5 puntos
Cuestionario de Apego Adulto: cuestionario compuesto por 40 ítems, en escala tipo Likert de
5 puntos. Se puede aplicar a partir de los 15 años.
La intervención terapéutica está orientada a detectar patrones de vinculación inseguros que vulneran el
desarrollo, para modificar los patrones elaborando lo vivido, que muchas veces es arrastrado por
generaciones enteras para lograr transformarlo.
La intervención suele recaer, principalmente, en los progenitores, quienes deben tratar de reparar el vínculo
y/o mejorar el apego, si bien el trabajo con el/la menor no se debe dejar de lado, especialmente de cara a
acompañarle, ofrecerle una base segura y facilitar y reforzar aquellas acciones y logros que vayan
alcanzando sus cuidadores/as.
En terapia lo que se pretende es promover una crianza sensible para ayudar a los/as menores que han
experimentado entornos adversos tempranos a desarrollar la autorregulación y afrontamiento. Ayudarles a
aprender la sensibilidad óptima y un adecuado comportamiento parental, que ayude al/la menor en la co-
regulación y en su propia regulación de las emociones
o En ese sentido, se hace fundamental subrayar que, más importante que el mantenimiento de la
conexión (vínculo), es saber reparar las frecuentes desconexiones entre la figura de apego y el/la
menor.
Entre los formatos terapéuticos más validados para trabajar el apego están:
o Círculo de Seguridad Parental (COSP):
El circulo de seguridad es, grosso modo, la distancia física y psicológica que el/la menor
necesita para actuar libremente, (y así poder desarrollar necesidades básicas para
establecer relaciones afectivas seguras: necesidad de exploración, necesidad de conexión,
por citar algunas).
o Alianza terapéutica: figura de apego temporal (base segura).
o Regulación emocional.
o Trabajo sobre las experiencias vinculares.
o Juegos que favorecen el apego emocional: cualquier actividad que permita expresarse de forma
natural, pudiendo compartir sus emociones (Aletha Solter) caracterizados por:
Deben estar centrados en el/la menor y sus gustos
Siempre involucran la risa
No requieren de ningún material especial
Pueden hacerse en cualquier lugar y en cualquier momento
No son competitivos
No tienen reglas fijas
2. TRAUMA
El niño nace con áreas del cerebro que son, desde el punto de vista evolutivo, muy primitivas, y que están
adaptadas para vincularse a los cuidadores y sobrevivir, con unos procesos instintivos básicos.
o Nacemos con unas emociones básicas que vienen en la parte profunda del cerebro, el cerebro
reptiliano o tallo cerebral, que se encarga de las funciones básicas de supervivencia. Estos
elementos básicos para la supervivencia son comer, respirar, tener algo de miedo y placer y,
especialmente para conectar con las figuras de apego que nos ayudarán a sobrevivir. Los reptiles no
tienen este elemento básico de conexión, dejan los huevos y abandonan las crías, pero en las aves
ya existe ese cuidado de las crías, un conato de cerebro emocional que se desarrollará en los
mamíferos de forma más compleja.
o El cerebro emocional o mamífero es el que nos permite sentir las emociones aprendidas. Las
figuras de apego funcionan como un espejo y el niño registra las respuestas de sus cuidadores en su
cerebro emocional.
o En la parte superior del cerebro está el neocórtex o el cerebro racional, que es el que nos da las
características distintivas de los seres humanos (lenguaje, juicio crítico, la razón y el control). El
aprendizaje registrado en esta zona cortical determina nuestra forma de ver el mundo y cómo nos
sentimos en él.
o **Pero a veces estas tres partes no están bien engranadas y podemos sentir la necesidad de buscar
a nuestras figuras de apego, pero también miedo de hacerlo; o hacer las cosas de forma exitosa,
pero sentir miedo a creérnoslo.
El cerebro reptiliano se compone, principalmente, del tallo. En el cerebro emocional, destacamos la
amígdala y el hipocampo, que regulan la memoria a corto plazo y el miedo; y los ganglios basales que
regulan el placer. En los/as menores, el hipocampo no comienza a desarrollarse hasta los dos años y medio,
lo que le permitirá tener memoria episódica, la cual le ayudará a integrar experiencia para ir creando una
identidad y una personalidad.
o En este sentido, si al/la niño/a no se le estimula en los primeros años de vida o las experiencias que
vive son demasiado intensas, el hipocampo, junto con otros órganos, no podrá hacer su trabajo bien
y se darán fallos en los procesos de desarrollo del cerebro, en la conexión con los demás y en la
consolidación de una personalidad adecuada, pudiendo darse síntomas disociativos.
El sistema cognitivo termina de madurar en torno a los 25 años, lo que nos permite entender que el cerebro
se desarrolla durante mucho tiempo y que el/la menor, cuando nace, va a tener unos recursos muy escasos,
dependiendo totalmente de sus figuras de apego; pasando, posteriormente, a ir ganando autonomía, en la
edad adulta.
Si el/la niño/a madura demasiado rápido, porque se encarga de tareas que no son adecuadas para su edad,
porque está todo el día con estudios, actividades extraescolares o pantallas, su capa superior o cognitiva
madurará demasiado rápido, sin dejar que lo haga la parte emocional, lo que también traerá consecuencias
importantes para su personalidad.
A la vez, nuestro cerebro, si lo miramos desde arriba, vemos que tiene dos partes, dos hemisferios, lo que se
conoce como lateralización. Si bien todos los mamíferos tienen dos hemisferios, los seres humanos somos
los únicos que tenemos el cerebro lateralizado, es decir, cada hemisferio está especializado, el izquierdo en
aspectos relativos al lenguaje y el derecho en las emociones, encontrándose entre ellos, interconectándolos,
el cuerpo calloso.
Durante los dos primeros años, hay una maduración mucho mayor en el hemisferio derecho (es decir, lo
relativo a las emociones y el afecto), empezando a madurar el izquierdo más tarde, con la aparición del
lenguaje. Gracias a esta maduración del izquierdo, aparecerá el protolenguaje, que servirá, más adelante al
niño a entender cómo funciona el mundo y quién es respecto a los demás, ya que la forma en que nos
hablamos determina cómo percibimos la realidad.
El desarrollo del cerebro infantil:
El estudio de las bases neurobiológicas del miedo se ha centrado en una región cerebral concreta: la
amígdala, una pequeña estructura alojada en el seno del sistema límbico (nuestro «cerebro emocional»).
o Esta área desempeña un papel clave en la búsqueda y detección de señales de peligro. Se podría
decir que trabaja de forma análoga a un detector de humo: permanece inactiva hasta que el más
mínimo estímulo amenazante la pone en marcha. Si no tuviéramos amígdala, probablemente no
sentiríamos miedo.
o Existe una teoría biológica que pretende explicar el sustrato orgánico del pánico.
o Según esta teoría el “circuito del miedo” es un circuito neuronal que activa el cerebro en respuesta a
cualquier peligro, sea real o no. Reconoce y recuerda amenazas. Por este motivo, si ya ha existido
un ataque de pánico en una situación concreta, una parte del sistema límbico se «encarga» de
recordarlo y aparece la ansiedad anticipatoria.
o Toda la información que entra a través de los sentidos pasa por la amígdala, una estructura muy
pequeña de nuestro sistema límbico que conforma a su vez esa área más antigua del cerebro, esa
regida en exclusiva por nuestras emociones. La amígdala “monitorea” todo aquello que se sucede en
nuestro interior y en nuestro exterior y que en el momento que detecta una posible amenaza, activa
una serie de conexiones para generar todo un caleidoscopio de complejas reacciones.
o La amígdala no se detiene en los detalles (“visión en túnel”). No hay tiempo cuando se trata de
garantizar nuestra supervivencia y de ahí que a menudo nos haga reaccionar ante estímulos poco
lógicos o poco racionales.
o Su sistema de “alarma” activa al instante al sistema nervioso para que ponga en marcha una
respuesta muy concreta: lucha o huida, y para ello, preparará a todo nuestro organismo.
Aumento en la presión arterial, intensificación del metabolismo celular, aumento de la
glucosa en la sangre, aumento en la coagulación sanguínea e incluso un aumento en la
actividad mental.
La sangre se dirigirá a los músculos mayores, como los brazos y las piernas, para disponer
así de la suficiente energía para lucha o escapar si es necesario.
La adrenalina llega a todo nuestro organismo, provocando incluso que nuestro sistema
inmunitario detenga sus tareas porque el cerebro no considera esencial su trabajo. Lo
necesario en este momento es poder huir o en caso contrario, prepararnos para la pelea.
o Tal y como podemos ver toda esta sucesión de alteraciones fisiológicas y químicas nos pueden ser
de ayuda para escapar de un peligro objetivo, de una amenaza real. Sin embargo, cuando el miedo
es psicológico e intangible, entenderemos sin duda el desgaste que puede suponer vivir de este
modo durante meses o años.
o Tres respuestas ante una situación estresante; huida, lucha o parálisis
Epigenética:
o Se cree que ya en los espermatozoides y óvulos se transmiten en el material genético instrucciones
para que el/la futuro bebé tenga tendencia a engordar o ser más nervioso, pero son eso tendencias
(no se hereda el cáncer de la abuela o sus experiencias). Heredamos vulnerabilidad que podrá ser
modificada a lo largo de la vida por cómo actuamos y por la propia epigenética.
o Las experiencias personales en la infancia principalmente (lo que llamamos apego), pero también a
lo largo de la vida, van a determinar que unos genes se expresen más o menos que otros y van a
condicionar qué proteínas se sinteticen y por tanto si tenemos cáncer, somos obesos/as, o tenemos
más depresiones.
o El embarazo de la madre, especialmente en el tercer trimestre, se sabe que es fundamental en la
epigenética del/la niño/a creando tendencias a que se den más unos procesos que otros.
Embarazo y estrés:
o La psicología no puede ser casi nunca una ciencia experimental. Por temas éticos no podemos hacer
experimentos que pongan en peligro la salud mental de las personas.
o Pero el 11 de septiembre de 2001, con el atentado de las Torres Gemelas, debido al impacto
emocional que supuso, se pudieron hacer estudios relacionados con el trauma en las personas que
sufrieron el atentado o que lo vivieron de cerca.
Rachel Yehuda (Profesora de Psiquiatría y Neurociencias y Directora de la División de
Estudios de estrés postraumático en la Escuela de Medicina Monte Sinaí) estudió a las
mujeres que estaban embarazadas en Nueva York en el momento de los atentados, y vio
que las mujeres con estrés postraumático tenían unos niveles de cortisol muy bajos. Si los
niveles de cortisol son muy bajos se les hace difícil hacer frente al estrés y son más
propensas al trastorno de estrés postraumático.
Cuando los/as bebés nacieron se observó que tenían un nivel de cortisol MUY BAJO,
además presentaban alta hiperactividad, llantos, etc., es decir, síntomas de sufrir mucho
estrés. También se vio que influía mucho el mes de embarazo cuando se produjo el
atentado, mientras más adelantado estaba el proceso, más probabilidades había que el/la
futuro/a bebé sufriera un trastorno de estrés postraumático. Por ello no solo se trata de
genética. Hay algo que es trasmitido en el último tramo del embarazo.
Se cree que estos/as niños/as heredaban el tener pocos receptores de cortisol en el
hipocampo y por tanto muchas más probabilidades de ser muy sensibles a los factores
ambientales. Esto no significa que el estrés se herede, pero sí que si durante el embarazo las
madres tienen estrés, principalmente en el último trimestre, los/as niños/as heredarán la
tendencia a ser más propensos/as al trauma durante el resto de su vida.
3. TEPT
Prevalencia:
o El 3,5% de la población general.
o Se estima que el 50% de mujeres y del 60% de hombres padecerán un evento traumático a lo largo
de la vida, con una prevalencia de desarrollo de TEPT de un 7% (Pietrzak RH, 2011; Darves-Bornoz
JM, 2008).
o El 7% de las niñas y el 2% de los niños son diagnosticados de TEPT.
o Entre un 40% - 60% en menores que han estado expuestos/as a victimización sexual.
o El 25% de las víctimas que sufren cualquier abuso, llegando al 50% - 60% en el caso de mujeres y
niñas agredidas sexualmente y hasta el 51% - 55% en víctimas de maltrato doméstico.
Características diagnósticas:
o Elevada sensibilidad
o Agresividad
o Conductas temerarias y/o autolíticas
o Hipervigilancia
o Irascibilidad
o Dificultades de concentración
o Problemas de atención
o Alteraciones del sueño
o Disociación (desrealización / despersonalización)
Desarrollo y curso:
o A cualquier edad, empezando a partir del primer año de vida.
o Los síntomas pueden manifestarse dentro de los 3 primeros meses después del trauma o retrasarse
meses o hasta años.
o Antes de los 6 años son más propensos/as a re-experimentar síntomas a través del juego,
refiriéndose directa o simbólicamente al trauma.
Factores de riesgo:
o Pre-traumáticos: emocionales, ambientales, genéticos…
o Peritraumáticos: gravedad, peligro vital percibido, lesiones personales…
o Postraumáticos: estrategias de afrontamiento, pérdidas asociadas, falta de apoyo social…
Diagnóstico diferencial:
o Trastorno de adaptación
o Otros trastornos y afecciones traumáticas
o Trastorno de estrés agudo
o Trastorno de ansiedad y Trastorno obsesivo-compulsivo
o Trastorno de depresión mayor
o Trastornos de la personalidad
o Trastornos disociativos
o Trastornos de conversión
o Trastornos psicóticos
o Lesión cerebral traumática
Comorbilidad:
o Las personas con TEPT son un 80% más propensas a presentar síntomas que cumplen con los
criterios para, al menos, otro trastorno mental (depresión, trastorno bipolar, ansiedad, trastornos por
consumo de sustancias (TUS)…)
o TUS y Trastornos de conducta más comunes entre varones
o En niños, la comorbilidad es con el TND y el TAS
Evaluación:
o Entrevista clínica semi-estructurada, observación directa, dibujos, información multi-fuente…
o Escalas y autoinformes:
EARLY: Escala, compuesta de 3 partes, que mide el trauma temprano (González, A. y
Mosquera, D., 2019)
Escala de Síntomas de Estrés Postraumático en Niños: Escala que se utiliza para medir el
diagnóstico y la gravedad del trastorno de estrés postraumático en el último mes en niños de
ocho a 18 años. (CPSS-V, Foa, Johnson, Feeny y Treadwell (2001).
TSCC (Trauma Symptom Checklist for Children): Escalas autoadministrada más
ampliamente utilizada para medir sintomatología postraumática en niños y adolescentes
(Balabam, 2006, en Chung, 2014).
CAPS-CA (Clinician-Administered PTSD Scale for Children and Adolescents): Escala para
evaluar los síntomas de TEPT en niños y adolescentes de 8 a 15 años (Newman et al.,
2004). ◦
Intervención:
o La primera línea de tratamiento es la psicoterapia centrada en el trauma, evidenciándose que no hay
inferioridad en la respuesta que aporta la terapia de exposición con respecto a la terapia cognitiva.
o Terapia cognitiva-conductual: Entrenamiento en estrategias de afrontamiento, exposición gradual y
procesamiento cognitivo y afectivo, entrenamiento en el manejo de habilidades conductuales, y
psicoeducación.
o En el trastorno por estrés postraumático los fármacos de primera elección son los inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) o inhibidores de la recaptación de serotonina y
noradrenalina (IRSN), y de segunda elección están los antipsicóticos de segunda generación.
4. RESUMEN