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Análisis del capítulo 2 de la temporada 1 de la serie Black Mirror.

15 millones de méritos

Nos muestra una distopía, en una sociedad futura, donde los seres humanos están
obligados a trabajar.Lo que hacen es pedalear sin parar para darle energía al
sistema en el que los controla y apodera.Viven en recovecos, en espacios muy
pequeños rodeados de pantallas.
El episodio nos transporta a un escenario en el que la tecnología ha impregnado la
totalidad de los ambientes y se ha convertido en la intermediaria de cualquier acción
cotidiana; las tareas se encuentran reguladas y controladas por dispositivos. La
atmósfera del capítulo es claustrofóbica y angustiosa, tanto por el escenario físico
en el que se desarrolla totalmente cerrado y asfixiante , como por la mediatización
tecnológica que invade cada elemento hacia el que podamos dirigir la mirada: desde
las paredes hasta el dispensador de pasta de dientes, desde los espejos hasta los
propios alimentos.
En este capítulo de la serie se ven reflejados los peligros que podrían entrañar los
avances científicos y tecnológicos en desarrollo en la actualidad en caso de ser
llevados a ciertos extremos, una sociedad que está formada para consumir y
producir.
Un punto que está muy marcado y no muy alejado de la realidad es el de cómo la
publicidad tan inesperada e intrusiva que está por todos lados, y que por lo tanto se
vuelve agresiva. Ya el hecho de tener que saltar la publicidad desemboca en la
consecuencia de la disminución de sus puntos virtuales en cada cuenta de los
personajes. Esto lo hacen para que poca cantidad de gente pueda alcanzar los 15
millones de méritos y también para mantener estúpida e idiotizar a las personas que
están ahí siendo estimulados constantemente.
Las personas que están envueltas a mi forma de ver se encuentran totalmente
esclavizadas sin tener libertad de expresión, ni siquiera libertad de elección, porque
no les queda otra alternativa que obedecer al sistema y amoldarse a eso que los
aprisiona.
Se trata, en definitiva, de un escenario sofocante que ha prescindido de todo
elemento natural más allá de los propios humanos que lo habitan, que no son vistos
más que como recursos.
El episodio nos transporta a un escenario en el que la tecnificación ha impregnado la totalidad de los ambientes y la técnica se ha convertido en la intermediaria de cualquier acción cotidiana; todos los espacios han sido colonizados y las tareas se encuentran reguladas y controladas por dispositivos técnicos que convierten cualquier gesto en cuantificable. La atmósfera del capítulo es claustrofóbica y angustiosa, tanto por el escenario físico en el que se desarrolla –absolutamente cerrado y asfixiante–, como por la mediatización técnica que invade cada elemento hacia el que podamos dirigir la mirada: desde las paredes hasta el dispensador de pasta de dientes, desde los espejos hasta los propios alimentos. Se trata, en definitiva, de un plató sofocante que ha prescindido de todo elemento natural más allá de los propios humanos alienados que lo habitan, que no son vistos más que como recursos.El episodio nos transporta a un escenario en el que la tecnificación ha impregnado la totalidad de los ambientes y la técnica se
ha convertido en la intermediaria de cualquier acción cotidiana; todos los espacios han sido colonizados y las tareas se encuentran reguladas y controladas por dispositivos técnicos que convierten cualquier gesto en cuantificable. La atmósfera del capítulo es claustrofóbica y angustiosa, tanto por el escenario físico en el que se desarrolla –absolutamente cerrado y asfixiante–, como por la mediatización técnica que invade cada elemento hacia el que podamos dirigir la mirada: desde las paredes hasta el dispensador de pasta de dientes, desde los espejos hasta los propios alimentos. Se trata, en definitiva, de un plató sofocante que ha prescindido de todo elemento natural más allá de los propios humanos alienados que lo habitan, que no son vistos más que como recursos.

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