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MAY

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553. «Manuel Rodríguez: más allá del mito», de Luis


Corvalán Márquez

Luis Corvalán Márquez, Manuel Rodríguez: más allá del mito, Santiago, Editorial USACH,
2009, 104 p. (Colección Grandes de Chile). Esta obra fue reeditada el año 2012.

Este libro tiene la doble peculiaridad de ser la primera biografía escrita por historiador
profesional y, además, es la primera ocasión en que la figura de Manuel Rodríguez es
considerada, de manera formal, por una universidad chilena.

Su autor es Luis Corvalán Márquez, y en la página de créditos se indica que la recopilación de


fuentes primarias correspondió a Roberta Sanhueza Ramírez, profesora de Historia y Ciencias
Sociales.

La obra se incluye en la Colección Grandes de Chile, una serie de publicaciones biográficas,


en formato de libro de bolsillo, con claros fines de divulgación. En ese sentido, no existe una
originalidad investigativa y el texto, en gran medida, reitera algunos de los tópicos que se
dieron a conocer en las obras dedicadas a Manuel Rodríguez, publicadas durante el siglo XX.

Sin embargo, constituye un aporte al incorporar en la reconstrucción biográfica de Rodríguez


las nuevas lecturas que se han hecho sobre la historia de Chile en las últimas décadas. De
este modo, se define el proceso independentista desde una visión compleja y multipolar,
superando así la dicotomía elemental de españoles y chilenos.

En ese sentido, buscando dar cuenta de la complejidad multiforme del proceso


independentista, la obra presenta capítulos que son novedosos, en relación a
las narrativas construidas a lo largo del siglo XX al respecto. En efecto, el autor analiza la
sociedad chilena a fines de siglo XVIII e inicios del siglo XIX; describe el contexto político de
1811 a 1814, precisando los elementos de la cultura política de la época, a fines de
comprender la participación de Rodríguez en dicho periodo; y también destaca el rol y las
características de la Logia Lautarina.

Los otros capítulos de la obra se refieren exclusivamente a diversos aspectos de la biografía


de Rodríguez. El primero de ellos, «Orígenes familiares, infancia, estudios y juventud» no
aporta nuevos datos o interpretaciones, y utiliza las fuentes documentales bibliográficas que
usualmente son citadas para reconstruir este periodo.

En el periodo de la Patria Vieja, el autor identifica tres elementos que constituyen la cultura
política en la época. El primero de ellos es el surgimiento al interior de las familias
aristocráticas de una política de facción, en donde era escaso o ausente el espíritu público. El
segundo, la adhesión a la majestad real, algo que se expresaba tanto entre peninsulares
como entre los criollos que no aspiraban a la independencia, sino a la autonomía. Por último,
la tercera característica fue la emergencia de individuos enérgicos, de fuerte voluntad,
muchas veces ajenos a las familias patricias, y que durante el régimen colonial no habían
podido tener figuración social debido a su carácter marginal o rebelde. Eran los O’Higgins,
despreciado por ser hijo natural; los Rodríguez, perteneciente a un estrato más bajo; los San
Martín, militar de fila de origen plebeyo; o excepcionalmente, los Carrera, líderes
personalistas, aunque siempre apegados a su clan familiar. Este tipo de individuos, que
siempre disponía de seguidores, tenderá a valerse de la fuerza militar con el fin de imprimirle
un curso más radical al proceso político.
En lo que dice relación a la apreciación de la participación de los sectores populares en esta
etapa de la revolución de la Independencia, el autor suscribe las nuevas interpretaciones que,
a este respecto, se han desarrollado en las últimas décadas en la historiografía chilena.
El pueblo, por su parte, no constituía facción alguna. Normalmente seguía la causa del patrón
en un conflicto que muchas veces distaba de entender. Tanto es así que aportará el
contingente a las tropas de los más diversos bandos. Incluso los ejércitos con los que el virrey
del Perú pretenderá restaurar el orden en Chile serán reclutados entre los chilotes y otros
campesinos del sur. De este modo, el pueblo no era un sujeto, sino un instrumento. La idea
abstracta de patria no le era todavía accesible. Y cuando, después, en el curso del proceso,
parcialmente la asumiera, será por razones concretas: el odio a los abusos de Marcó del Pont,
el liderazgo carismático de un Manuel Rodríguez, la presión de los jefes o, más
frecuentemente, la expectativa del botín. Las excepciones no hacían más que confirmar la
regla.
Quizás porque el autor se limita a reproducir los trabajos biográficos ya realizados sobre
Rodríguez, reitera algunas afirmaciones sobre algunos aspectos de su vida que son muy
discutibles. Ello ocurre, por ejemplo, al momento de referirse al encuentro entre Manuel
Rodríguez y el general José de San Martín, en Mendoza. En términos generales, la
bibliografía sostiene dos relatos al respecto. En el primero de ellos, es San Martín quien
sugiere a Rodríguez su ingreso clandestino a Chile, para incorporarse al servicio de
informaciones patriota que llevará adelante la guerra de zapa. En la segunda versión, es
Rodríguez quien habría propuesto este plan al general San Martín. Considerando que este
último era el jefe militar y político de Cuyo, es muy difícil sostener esta segunda posibilidad, sin
embargo, es precisamente aquella que afirma Corvalán:
[Rodríguez] le propuso a San Martín pasar a Chile y hacer allí labor de zapa, generando el
descontento y la agitación en contra del gobierno realista, en lo cual era muy hábil, como lo
evidenciara su trayectoria anterior. Pero no sólo eso, Rodríguez pretendía además llevar a
cabo una actividad de espionaje, informando detalladamente a San Martín sobre la situación
chilena, no solo en el plano militar, sino en todos sus aspectos. A esta labor debía sumarse la
organización de guerrillas. El plan le fue propuesto a San Martín [a] fines de 1815, quien lo
aceptó, comprometiéndose a proporcionar un apoyo en dinero, armas y logística en general.
Es discutible el protagonismo que Corvalán le atribuye a Manuel Rodríguez en la guerra de
zapa. En efecto, afirmaciones como «la red de informantes que fue montando Manuel
Rodríguez», son un tanto desmedidas, ya que obvian que el servicio de informaciones patriota
fue diseñado, desarrollado y dirigido por el general San Martín, quien, a su vez, debía informar
de las actividades de este servicio al gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Lo
mismo ocurre cuando el autor se refiere a las actividades de las montoneras: «Manuel
Rodríguez, con perspectiva estratégica muy fina, se había empeñado en desarrollar su
actividad guerrillera al sur de la capital». Claramente, la actividad de las montoneras se
realizaba según las instrucciones emitidas desde Mendoza y respondían al plan elaborado
también por San Martín.

Junto con ello, se realizan algunas afirmaciones que no se acompañan de un respaldo


documental:
Manuel Rodríguez gradualmente logró desarrollar una guerrilla muy móvil en la zona central
del país. Para tales efectos debió realizar una importante labor de logística. No sólo recibir
armas desde Mendoza, sino también conducirlas a lugares seguros para luego trasladarlas,
junto con hombres y caballos, a los sitios donde pensaba golpear. Por cierto, esto suponía
variadas complicidades con algunos hacendados patriotas y campesinos que le eran fieles.
El periodo de la vida de Rodríguez que va desde el triunfo patriota en Chacabuco hasta su
asesinato, es analizado desde una perspectiva política, centrando así el análisis en las
diferencias que existían entre los independentistas, junto con el destacado rol que en esto
tuvo la Logia Lautarina.

Las «Consideraciones finales» de esta obra su muy interesantes, toda vez que buscan una
comprensión histórica de Manuel Rodríguez. De este modo, el autor busca conceptuar el
papel que tuvo Rodríguez en el proceso que llevó a la conformación del Estado nacional
chileno.
se podría sostener que el significativo positivo de Manuel Rodríguez no parece residir, al
menos directamente, en la esfera de la construcción del Estado nacional. Todo indica que su
aporte más bien habría que buscarlo en otra dirección. Por un lado en su lucha político militar
en contra del régimen de Marcó del Pont, con todo lo que ello significó de positivo para el
Ejército de los Andes. Y, por el otro, en la incorporación de los sectores populares a la lucha
emancipadora.
Por último, es muy significativa la escasa bibliografía utilizada en esta obra. En efecto, solo se
citan siete fuentes bibliográficas, de las cuales solo dos se refieren directamente a Manuel
Rodríguez: los libros de Ricardo Latcham y Alejandro Chelén Rojas, reseñados anteriormente.

Esto implica que no se revisaron algunas fuentes primarias. Por ejemplo, en el caso de las
cartas escritas por Rodríguez a San Martín, se indica que estas «se encuentran parcialmente
transcritas por Ricardo Latcham», y se citan a partir de dicha fuente. Sin embargo, esta
correspondencia fue publicada de manera íntegra en Chile por Manuel Balbontín, en la
segunda edición de su libro Manuel Rodríguez en Yerbas Buenas y, en Argentina, han sido
publicadas en los Documentos del Archivo de San Martín.
En la página de créditos, se indica que la recopilación de fuentes primarias estuvo a cargo de
Roberta Sanhueza Ramírez, profesora de Historia y Ciencias Sociales.

A pesar de esto, es muy valorable que una obra de divulgación histórica como esta haya sido
realizada por un historiador y, además, editada por una universidad. De alguna manera,
constituye la incorporación oficial de la figura de Manuel Rodríguez a la academia.
Publicado 25th May 2019 por Ernesto Guajardo

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