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GOLDAMAN Y SALVATORE: CAUDILLISMO RIOPLATENSES

Intentan analizar a lo largo del libro la naturaleza, características y modos de funcionar de los
caudillos rioplatenses. Para ello comienzan realizando un pasaje por las diferentes
significaciones que tuvo el concepto de “caudillo / caudillismo”:

Se dan 5 momentos:

1- Desde la construcción original en el Facundo de Sarmiento, la figura del caudillo ha


sido apropiada y utilizada por diversos proyectos interpretativos. Como punto de
partida toman la generación del 37, en cuyos escritos aparece la significación del
“caudillismo clásico”: ruralización del poder, violencia como modo de competencia
política y el mito de vacío institucional. El caudillo era la expresión de la barbarie
gaucha. Era el resultado histórico de la experiencia revolucionaria.
Alberdi consideraba al caudillismo como el paradigma de la política bárbara, debido a
los métodos utilizados por los caudillos para eliminar la oposición. La barbarie política
era la antítesis de la seguridad, libertad y la propiedad a sus habitantes. Agrego: era un
gobierno sin ley que se daba en un contexto de debilidad del estado.
2- Un segundo momento, es el debate sobre la guerra social protagonizado por V F López
y B Mitre, constructores de la historia nacional. Aquí la discusión gravitaba hacia dos
temas centrales: las montoneras y la anarquía. Ambos autores reconocen a la anarquía
del año 20 como origen del fenómeno caudillista. La anarquía va a ser la ausencia de
autoridad central y una imposibilidad de contrarrestar la insurrección de masas. La
disolución del ejército regular y su reemplazo por fuerzas informales o milicias, son
también la precondición de la emergencia de este fenómeno.
Para López la guerra social desato un estado de barbarie, desorganización social y
criminalidad que no tenía solución. Para Mitre, el caudillismo representaba la
expresión de sentimientos democrático-igualitarios que, canalizados y controlados por
instituciones liberales y republicanas, podían contribuir positivamente a la formación
de la nación.
3- Un tercer momento, es de José Ingenieros, que asocia el caudillismo argentino con la
feudalidad. Rosas como sr feudal, confederación como un sistema de pactos entre
señores feudales, etc.
4- La ensayística positiva, (Ramos mejía, Bunge, Ayarragaray, Sarmiento tardío) releen el
caudillismo buscando claves para interpretar los problemas a que se enfrenta el
progreso: protestas sociales y obreras, difícil asimilación del inmigrante, degradación
de costumbres, criminalidad. Estos autores encuentran vestigios de “caudillismo” en la
psicología de multitudes. El problema del “caudillismo” se desplaza así del mundo de
las emociones y las costumbres (barbarie) al territorio de la psiquis colectiva y de la
herencia.
5- El revisionismo histórico en su intento por modificar la galería de héroes nacionales
rescata la figura de Rosas y de los caudillos del interior. El objetivo era desplazar el
centro de interés hacia el imperialismo y la dominación oligárquica, al hacerlo
revaloriza positivamente al caudillismo. Ibarguren, defendió la legitimidad popular e
institucional de Rosas y su contribución a la unidad nacional. Los hermanos Irazusta, lo
presentaron como el defensor de la soberanía nacional frente a los planes imperiales
ingleses y franceses.

La oposición al revisionismo histórico comparo la figura del caudillo con el fascismo europeo,
es decir que la ubico fuera de los límites del caudillismo clásico. Ya no era una característica de
la política americana, sino algo común a todos los pueblos débiles y sumisos que delegaban la
autoridad en un dictador.

Fuera del ámbito de la historia los términos “caudillo y caudillismo”, se registraron como
instrumentos de recusación política. Evocaban métodos políticos autoritarios, asociación con la
plebe o con los indios, escasa educación y poco refinamiento. De alguna manera las
articulaciones ensayadas por Sarmiento y Alberdi continuaban ejerciendo influjo en el lenguaje
político argentino.

Halperin Donghi formula la importante y compleja cuestión de la relación entre militarización y


democratización que se encuentra en la base del ascenso del poder de los caudillos. Esa
militarización deja como legado un tipo de autoritarismo asociado con el poder militar. La
democratización del periodo rivadariano llevo a un vacío de poder, transformando así las
luchas sociales producto del desmoronamiento del orden colonial, en conflictos de bandas
armadas. En este contexto se produjo el desplazamiento de la elite criolla urbana por caudillos
y jefes de milicias rurales.

CAUDILLISMO Y CLIENTELISMO

En la historiografía producida por el “norte” fue considerado como una clase especial de
“clientelismo”. Wolf y Hansen en 1966, era una forma de relación político-social que se daba
cuando grupos de patrones y clientes competían por poder y riqueza usando métodos
violentos. Esto ocurría porque no existían canales institucionales para la competencia política.
Dentro de ese marco aludía a situaciones de alta inestabilidad política caracterizada por la
fragmentación de la soberanía nacional, en que líderes militares o terratenientes luchaban
unos con otros para acceder al control del estado. La posindependencia hispanoamericana
aparecía como un caso típico de relaciones clientelares.

La historia latinoamericana presentaba particularidades interesantes: relaciones “diádicas” de


reciprocidad se reproducían desde la base hasta la cúspide de la pirámide social. Si el
caudillismo era un tipo de clientelismo, era necesario precisar una gama ilimitada de
situaciones clientelares.

Esta asociación caudillo-clientelismo fue central en la obra de Lynch, quien encontró tres
condiciones para el surgimiento del caudillismo: a) vacío institucional, b) competencia política
llevada a cabo por medio de conflictos armados y C) una sociedad agraria de terratenientes y
peones entrelazadas por relaciones clientelares. En este contexto el personalismo reemplaza a
la ley y a las instituciones.

Respecto de su naturaleza no tenía dudas, se trataba de un tipo de clientelismo, los seguidores


y el caudillo estaban unidos por relaciones de intercambio marcadamente desiguales.
Terratenientes intercambiaban acceso a la tierra, empleo y protección por lealtad, obediencia
y servicios militares; mientras que, en un nivel superior, los terratenientes se convertían en
clientes de un super patrón al que proporcionaban autoridad a cambio de favores y privilegios.
El super patrón se relacionaba con las masas campesinas mediante la manipulación de sus
aspiraciones de participación y protección.

El caudillo debía tener ciertos requisitos mínimos, entre los principales estaba tener el control
de los recursos económicos. En un estado posindependiente solo los propietarios de tierras
estaban en condiciones de financiar guerras y solo ellos contaban con la clientela cautiva para
hacerlo, los peones, para organizar montoneras y milicias.

Lynch distinguió varios tipos de caudillos. En primer lugar, estaban los caudillos que
emergieron durante las guerras de la independencia: Artigas y Güemes. Eran producto de la
propia experiencia de guerra y de las organizaciones informales surgidas en ese contexto: las
montoneras. En el segundo grupo ubica a E López y Francisco Ramírez, que habían surgido en
oposición al centralismo porteño, y su poder no era más que el interés económico regional
llevado a la política armada. Estos caudillos al igual que Quiroga encarnaban el avance de la
barbarie sobre la civilización, su ascenso inauguraba el predominio de lo rural sobre lo urbano.

Juan Manuel de Rosas, pertenecía a una categoría especial, él era un super-patron, el caudillo
de caudillos. Su clientela era por ende más amplia. En el proceso los gauchos se convertían en
peones y perdían su libertad. Una vez en el poder el caudillo tendía a beneficiar a un reducido
número de hacendados, comerciantes, parientes.

En esta visión clientelar el caudillismo se convierte en la antítesis del gobierno republicano.

NUEVAS PERSPECTIVAS Y APROXIMACIONES:

1- USOS Y CONCEPTOS: Fue un concepto cambiante. Buchbinder nos advierte que con
anterioridad a los desafíos el revisionismo, otras tradiciones constitucionalistas habían
intentado revindicar la figura de los caudillos. Estuvo centrada en la contribución de
los caudillos a la formación del estado-nación argentino y en particular a su
organización constitucional. Los historiadores indican que los caudillos lucharon por
principios, el federalismo, por ejemplo. Esa historiografía produjo un quiebre entre
“barbarie y caudillismo”.
El trabajo de Svampa estudia las nuevas perspectivas biologicistas, psicológico sociales
y étnicas propias del periodo de 1890-1910. Intentan explicar científicamente las
perturbaciones surgidas con el progreso: incapacidad cívica, límites de la democracia,
política criolla.
2- BASES DISCURSIVAS Y RITUALES: Ninguno de los procesos políticos y sociales que
dieron origen a los caudillos operaron en un vacío de interpelaciones ideológicas.
Interesa la mescla discursiva que produjo el caudillismo, la genealogía de estas
retoricas y discursos y los modos en que aquellas articulaciones circularon y fueron
recibidas. Interesa estudiar la legitimidad de esos regímenes de caudillos dentro del
marco discursivo y ritual en los que operaron. El régimen rosista se auto represento de
diversas instancias rituales: fiestas mayas y julianas, quemas de judas en pascuas,
diversos homenajes a Rosas, recibimientos de caudillos de otras provincias, festejos de
victorias federales. Sirvieron para desplegar articulaciones ideológicas que fueron
claves para el sostenimiento de la guerra y de la “santa causa”. El rosismo hizo uso de
un discurso de contenido republicano; la idea de la republica amenazada por
conspiradores “anarquistas” sirvió para sostener el esfuerzo de guerra y también para
consolidar el poder de Rosas, y de esta manera preservo la independencia americana.
3- FORMAS DE ESTADO Y LEGALIDAD: Se propone en este apartado estudiar la
legitimidad de los regímenes de caudillos, negada por el mito de “vacío institucional”.
La historiografía nacional apelo al fenómeno del caudillismo para explicar la
problemática del fracaso de los proyectos de organización constitucional en la primera
mitad del siglo XIX.
Sarmiento y Alberdi pensaron la anarquía luego de 1820 como una caída en un estado
de naturaleza y con las aspiraciones de legitimidad institucional de los caudillos, pero
estas verdades no se corresponden con la evidencia con que ahora disponemos.
Vista cerca, la cuestión de la legitimidad esta ligada a la subsistencia de un conjunto de
instituciones y relaciones formales que lejos de desaparecer con las guerras de
independencia, pervivieron para sostener esos regímenes.
No hubo vacío en el ex virreinato, lejos de ellos se asiste a un proceso de construcción
de ciudad-provincia, la única unidad político-social relevante del periodo. El conjunto
de normas fiscales, legislativas y políticas que las provincias se otorgaron, dan
testimonio de los esfuerzos por parte de las elites locales por consolidar, más allá de la
voluntad de los caudillos, espacios soberanos de poder.
Tendencias hacia el reforzamiento de las autonomías provinciales convivieron durante
la primera mitad del siglo XIX, con tendencia a la preservación de un “orden nacional”
que serviría de base para la conformación del Estado nacional argentino. Esto supone
vincular los regímenes de caudillos con las tendencias autonómicas.
Las provincias adoptaron ciertas formas “republicanas representativas”, fundadas en
rudimentarios textos constitucionales. Los regímenes de caudillo no escaparon a esta
solución provisional para legitimar, y también para resistir a las tendencias
hegemónicas de Buenos Aires. Buenos aires como sabemos se negaban a compartir los
beneficios que provenían de las rentas de aduana.
Mas allá del evidente proceso de militarización producido por las guerras de
independencia, la nueva relación que se estableció entre la ciudad y la campaña luego
de la revolución, reside en la modificación del carácter de la representación que
posibilito la inclusión por vía legal del ámbito rural a la vida política local. Por ello las
zonas rurales surgieron como algo mas que lugares de reclutamiento y campo de
batalla.

4- CLIENTELISMO: Se propone reveer el problema de los sujetos sociales que apoyaron y


alentaron a los regímenes de caudillos surge hoy como una necesidad. Se plantea
reexaminar la tesis del clientelismo como arquitectura básica del caudillismo, poner en
duda la idea de que las relaciones patron-peon propias de la estancia se reproducen a
nivel de la política provincial.

La fácil y simplista imagen del caudillo sostenido “por y representante” de la clase


terrateniente se resquebraja en presencia de nuevas evidencias. Primero porque la
historiografía ha revelado la complejidad y diversidad de estas sociedades
posindependiente, alejándose de las perspectivas que veían solo a terratenientes,
comerciantes y peones. Segundo porque los conflictos entre estancieros y caudillos no
parecen despreciables. Tercero porque es puesto en duda el dominio territorial del
estanciero.

El trabajo de Gelman revisa la idea dominante acerca de la capacidad de Rosas de


manejar discrecionalmente a sus territorios y poblaciones. Esa idea se basó en la
concepción bipolar de la sociedad poscolonial que la pensaba dividida en gauchos y
estancieros (los gauchos terminaban sometidos a los estancieros).

5- CAUDILLOS, CAMPESINOS E INDIOS: ¿Cuáles fueron las bases sociales del poder del
caudillo? Analiza el apoyo de las mujeres, corporaciones africanas, militares,
campesinos, artesanos indígenas. Es necesario estudiar el proceso de incorporación de
estos sujetos al movimiento liderado por el caudillo, interrogando cuales fueron los
intercambios (materiales y simbólicos) que hicieron posible el ascenso y sostenimiento
en el poder de caudillo.
El autor muestra como la montonera se basaba en una estructura de carácter militar
con jerarquías y responsabilidades bien definidas. El análisis del perfil social de los
guachos y montoneros descubre que estos no eran ni criminales ni marginales sino
labradores, artesanos o trabajadores establecidos en poblados de campaña, que se
movilizaban por motivaciones materiales inmediatas, pero con capacidad de protesta
frente a las promesas incumplidas de los caudillos.
La asociación de los caudillos con fuerzas indígenas servía para confirmar la naturaleza
“bárbara” de la política del caudillo.
El ensayo de Martha Bechis analiza las diferentes motivaciones políticas que llevaron
tanto a los indígenas a incorporarse a las fuerzas criollas como a estas ultimas a
invitarlos a participar. Muchas veces los caudillos criollos se mostraron remisos a
emplear fuerzas indígenas, debido en buena medida a las dificultades de control y
escasa o nula maleabilidad de estas fuerzas.
La vinculación de la cuestión indígenas con los conflictos políticos provinciales y aun
nacionales aparece justamente en momentos en que la comunidad no encuentra otra
salida para efectivizar sus demandas por tierras.
No se trata entonces de demostrar que no hubo clientelismo sino de señalar que la
reciprocidad característica de esa relación surge como condicional.

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