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Datos Generales
COMPETENCIAS DE LA ASIGNATURA
CONTENIDO
CONTEXTO HISTÓRICO
El Directorio Militar que conformaron los golpistas designó al general Hernández Martínez
como presidente interino, quien en pocos días se consolidó en el poder. Este era el inicio
no solo del martinato sino de un largo período en que el ejército definiría a los presidentes
de la república. Maximiliano Hernández Martínez fue nombrado de inmediato como
Presidente interino, porque Araujo había “abandonado” el cargo. Como es sabido,
Araujo ni abandonó ni renunció a la Presidencia. El general supo aprovechar las
oportunidades del momento. Las circunstancias internas y externas terminaron
favoreciéndolo a él y al estamento militar, que definiría en adelante quiénes gobernarían
el país. A menos de dos meses de haber asumido la presidencia de la república el
general Hernández Martínez se dio el levantamiento campesino-indígena,
acontecimiento que fue visto como el primer alzamiento popular en América Latina
apoyado por un partido comunista.
Muchas obras de diferentes interpretaciones se han escrito sobre el tema del alzamiento
campesino indígena de 1932. La razón no obedece solo al impacto que tuvo para El
Salvador, sino porque se percibió como el primer alzamiento popular en Latinoamérica
conducido por el comunismo internacional. Con el tiempo que separa el presente de
aquellos hechos, y gracias a numerosas investigaciones, se puede hacer ahora un
balance sereno, aun admitiendo que quedan preguntas pendientes que no se han
podido resolver.
Los hechos son los siguientes: hacia la medianoche del 22 de enero de 1932, en varias
regiones del occidente del país, se alzaron miles de campesinos e indígenas. Armados
principalmente con machetes, atacaron poblados, haciendas e instalaciones militares.
En algunas partes - como Juayúa, Nahuizalco, Izalco y Tacuba - lograron controlar la
totalidad de la población. En otros lugares, como en Ahuachapán, Santa Tecla y
Sonsonate, fallaron en su intento de capturar los cuarteles. Días antes, en varias plazas
militares de la capital, se habían detectado intentos de insubordinación de la tropa, los
cuales fueron controlados. Las acciones rebeldes en el occidente estuvieron
acompañadas de notorias ejecuciones, sobre todo de funcionarios locales y
comerciantes.
Por supuesto, la mayoría de los muertos fueron indígenas y campesinos sublevados. Por
el lado de las fuerzas del Gobierno fueron pocas las víctimas. En la Memoria de Guerra,
Marina y Aviación, solo se contabilizan 10 elementos de la Guardia Nacional. Una
publicación periodística del 6 de febrero de 1932 únicamente habló de nueve muertos
de la Guardia Nacional y diez más que resultaron heridos.
Los especialistas sobre el tema consideran que fueron varias las causas del alzamiento.
Para algunos autores, el despojo de tierras en 1881 y 1882, cuando el Estado decretó la
abolición de las tierras ejidales y comunales para favorecer la propiedad individual,
afectó a muchas comunidades indígenas y creó el descontento. Esta causa se conoce
como “el malestar agrario”. Para otros, el problema étnico, es decir, la profunda
distancia entre indígenas y ladinos desde los tiempos de la colonia, fue determinante. El
historiador Héctor Pérez Brignoli, en su estudio Indios, comunistas y campesinos. La
rebelión campesina de 1932 en El Salvador, señala que los indígenas acumularon por
años un fuerte resentimiento que explotó como una bomba al producirse el
levantamiento. En estos casos no se miden en absoluto las consecuencias. Un tercer
punto de vista sostiene que hubo dos movimientos paralelos: una insurrección
campesino-indígena espontánea, y una conspiración comunista en función de la toma
de poder. Según esta tesis, la conspiración comunista obedecía a una estrategia basada
en el socialismo científico. Ha llamado mucho la atención la tesis del historiador
estadounidense Erik Ching, en la cual el papel del partido comunista en la insurrección
queda bastante disminuido, pues este era muy pequeño, de reciente creación y
sumamente dividido por discrepancias internas.
ORÍGENES DE LA VANGUARDIA
El siglo XX, significo un periodo elemental en la nueva forma de poetizar hacia 1919-1920,
Hispanoamérica manifiesta un proceso de destrucción estética tradicional para generar
un nuevo estilo de la forma. Es importante recalcar, que dicha renovación literaria tenía
como antecedentes directos la primera guerra mundial y la revolución mexicana.
Asimismo, es importante destacar que cada país de Centroamérica posee su propia
historia y por tanto su propio proceso en la construcción poética vanguardista.
Pueden establecerse dos corrientes en la producción literaria, una se centra en renovar
la forma y la técnica y dos, aquella que demuestra el sentir del poeta para con la
sociedad. Busca que la poesía sea una voz que tenga eco en la sociedad convulsionada
y oprimida por las diversas circunstancias que la rodean.
ANTECEDENTES
Según Toruño (1957) “En 1913, Julio Enrique Ávila, huye del
giro modernista y quiere encontrar en la vanguardia su
ámbito, a la que nunca llegó. Aunque la literatura de Ávila
solamente fue un indicio a la vanguardia”. Por lo tanto, la
literatura de Ávila se tiene como un posible antecedente,
aunque él nunca se liberó del modernismo. Pero en su
literatura se encuentran rasgos vanguardistas, lo cual lo
llevaron muy lejos, en las renovaciones poéticas ya que trato
de crear nuevas formas que se escribían en ese momento
en El Salvador.
En El Salvador no se tienen los lineamientos necesarios para que determine la ruptura del
modernismo, para el paso de la vanguardia. Para los años veinte y treinta ya se empieza
a diferenciarse la poesía modernista. Salazar Arrué (Salarrué), Carmen Brannon (Claudia
Lars), Serafín Quiteño, Alberto Guerra Trigueros, eran algunos de los que estaban
brindando nuevos valores estéticos, sociales y culturales a las letras salvadoreñas. Pero
anterior a estos escritores ya se tiene el único poeta que busca la salida del modernismo:
Julio Enrique Ávila (San Miguel, 1892-1968)
¿Por qué surgen? ¿Cuáles quizás, prevalecen, dentro del proceso creador de nuestras
letras o arte salvadoreños?
Desde los inicios del Modernismo, un “maestro ejemplar”, como Francisco Gavidia (1863-
1955) y su relación con Rubén Darío (1867-1916), en El Salvador desde 1882, por primera
vez que lo visita, ambos, semilla del Modernismo, que floreció entre 1800 a 1930-1940, ya
encontraba la oposición de las “Vanguardias”, que venían surgiendo desde Europa, más
que todo en Francia. Nuestro país tampoco pudo sacudirse las vanguardias. Incluso, aquí
en El Salvador, la poesía de Claudia Lars (1899-1974), insigne poeta de Nuestra América,
con dejos postmodernistas todavía, es influenciada por corrientes de vanguardia.
Pero en aquellos años 30 del siglo XX, ese “modernismo decadente” ya no funcionaba,
pero todavía en la literatura salvadoreña, vibraba en la poética de Hugo Lindo (1917-
1985), Raúl Contreras (1896-1973), Vicente Rosales y Rosales (1894-1980), Ricardo Trigueros
de León (1917-1965), Ricardo Martel Caminos (1919), Lilian Serpas (1905-1985), Gilberto
Gonzales y Contreras(1900-1954), Julio Enrique Ávila (1892-1968).
A pesar de ello, Alberto Guerra Trigueros, expresa su dolor, ante la delicada situación de
crisis del 1932, la desintegración social, económica en que vive la sociedad, la tragedia
del pueblo, pedía desde la redacción del diario Patria [fundado con Alberto Masferrer
(1868-1932)], que había que resistir, pero sin violencia. Una especie de “Resistencia
pasiva” como la califica Miguel Huezo Mixco, quien apunta, el mismo concepto de la
trama novelesca de “Hombres contra muerte” de Miguel Ángel Espino, de esos años.
Alberto Guerra Trigueros, místico, de un espíritu nacionalista liberal, impulsador de la
cultura, con una diferencia personal de otros, un simpatizante de Sandino, también.
Pero Rubén Darío dejaba más adeptos, el caso más fehaciente, Raúl Contreras, su
soneto “El Viaje inútil”, oigamos: “Pues todo era azul en la primer salida…/ Azul la
embarcación, azul el puerto; / el corazón, hacia la luz abierto, / soñaba con la tierra
prometida.” (El viaje Inútil) Palpable la influencia del bardo nicaragüense hasta en lo
simbólico del color “Azul” de su gusto. Contreras, impregnado de los modernistas, se
preocupó por embellecer el paisaje salvadoreño, abrió balnearios, parques, jardines en
diferentes lugares, cuando ocupo la dirección de Turismo.
El caso del Dr. Hugo Lindo, poeta muy fino en la métrica, novelista, cuentista,
diplomático. Muy estudioso de nuestra literatura, al colaborar en la investigación de la
Historia literaria salvadoreña. Se va más allá de la realidad, pues es de vertiente
metafísica, a veces mesiánica, onírica, culta es su poesía, oigamos su “católica biografía
del dolor”: “Repítenos Moisés, tu lección primitiva. / ¿Dinos como los pájaros, llamaradas
del canto, / hacían el incendio musical de la aurora en el Edén.”
La crítica lo ubica entre 1930, aunque ya Neruda y García Lorca estaban influyendo en
el ambiente. Esta nueva vertiente, se concentra en un importante núcleo, el
llamado “Grupo Seis.” Venimos hablando de 1930-1940.
Se oye hablar de otros, del grupo, como Alfonso Morales (1919), Manuel Aguilar Chávez
(1914-1957), José María Méndez (1916), Julio Fausto Fernández, Luis Gallegos Valdés,
Ricardo Trigueros de León, Serafín Quiteño (1906-1987), Pilar Bolaños, Margot O’conor
(después de Van Severen), José Luis Leiva, Renato Cifontes, Rodolfo Jiménez Larios,
Francisco Rodríguez Infante. Y por entonces Lidia Nogales fue noticia en la poesía, de
esa época de 1940, llama la atención, su grito quejumbroso, su lirismo agónico, su
persona de anonimato, se atribuye a Raúl Contreras, como invento de ella, “Lidia
Nogales”, es una incógnita, noticia, que causa alarde en la poesía de esos años.
Este grupo se desata totalmente de las ideas modernistas, buscando una literatura para
el cambio, una poesía a traves de la cual se proteste sobre las diferentes injusticas
acaecidas en el país, tienden a darle otra forma al lenguaje utilizado, temas, imágenes
y metáforas.
Pero de este mismo grupo, un poeta vanguardista neto, es Antonio Gamero (1917-
1974), rompe con el poema “Buscando tu saliva” que exclama: “En esta constelación de
gritos y en este vaivén de olas humanas y difusas, / yo busco la corriente clara de tu saliva
–ungüento iluminado de palabras y risas. / Me quito la camisa, el miedo y los zapatos/ y
subo por escalas de aire y nada para asaltar y desflorar/ la desnuda verdad de la
esperanza.”(“Buscando tu saliva”). Poema extraordinario de Antonio Gamero, marca
rompimiento, atisbos “surrealistas” o “superrealistas.”
Pero sonaba la voz vibrante de Pedro Geofroy Rivas (exilado, vive en México un tiempo
por causa de la dictadura militar), quien sorprende con su canto, influido por Neruda y
poetas del 27 de España. Al igual que Salarrué, buscan nuestra identidad nacional.
Ambos son ya grito vanguardista con cierto lirismo, rescata el pasado prehispánico que
nos pertenece (antropólogo social), sus cantos de “Los Nietos del Jaguar”, lo
demuestran, Geofroy Rivas, voz de protesta social, de izquierda, que se ríe de sí mismo,
como de los demás y del mal habido de otros: “Yo soy el que muere pisoteando retoños.
/ el que rompió el milagro. / el intruso de todas las palabras”…al mariguano que me ha
oído discutir con los ángeles”. Poeta franco, cuando habla, habla con ironía y sarcasmo
a sí mismo, auto cuestiona su clase: “Pobrecito poeta que era yo/ burgués y bueno. /
Espermatozoide de abogado con clientela. / Oruga de terrateniente con grandes
cafetales y millares de esclavos / Embrión de gran señor, violador de mengalas y de
morenas siervas campesinas.”
Pero estos son poetas que destacan, su grito de protesta contra todo mal estado de
cosas. Otro que sobresale del Grupo SEIS, es Oswaldo Escobar Velado (1919-
1961), abogado y notario, presa del alcoholismo, su poesía alude a una visión de
búsqueda de una conciencia nacional, una conciencia social de patriotismo y lucha
(aunque de una familia de literatos y de extracción burguesa), siempre fue un poeta
rebelde con el grito de los pobres, los títulos de sus libros lo reflejan desde su “Patria
Exacta” (influido quizás por el canto general también. Influido por Neruda, -según Felipe
Toruño-, Escobar Velado escribió por ejemplo: “Que despierte el cura Cañas”, Neruda
había escrito “Que despierte el Leñador”, solo ahí notemos los efectos de la influencia
nerudiana. Pero es una nueva poesía de vanguardia en El Salvador.
Este poeta también sufre cárcel y exilio alguna vez. Pero es poeta que acusa, denuncia,
de fondo su religiosidad de cristiano militante a través de la poesía: “Este Cristo sangrante
que mi mano señala/ se llama Centroamérica/ la piedra de su iglesia se levanta en
Bolívar, / Morazán sostiene su bandera de siglos/ y en un coro de niños su mineral estatua
/ nos abre su esperanza.” (“Cristoamérica”, 1952) y oigamos unos versos más, rescata a
personajes de nuestra historia nacional: “Moriré no hay duda, pero quedará mi grito/
como tambor sonando./ moriré y en mi muerto os invito/ a continuar gritando./ ayer
decía, dije, que andaba la injusticia por el mundo como perro loco./ Pero hoy a que
decir vale tan poco…/ ¿Verdad Luna Y Zapata?... ¿No es cierto Farabundo?/La justicia
camina sin cesar y sabe/a quien ha de golpear eternamente.” (Moriré... Morirá)
La Generación del 44 fue una de las generaciones literarias más representativas del siglo
XX en El Salvador, y fue llamada así porque en 1944 un grupo de escritores se
pronunciaron en contra de la dictadura del general Maximiliano Hernández Martínez,
que gobernaba en el país. Esta dictadura sería duramente criticada por un grupo de
escritores salvadoreños, cada uno desde su propio ámbito literario y periodístico. De esta
manera, los escritores de la Generación del 44 jugaron un papel muy activo en el
movimiento democrático que puso fin a la dictadura. La Generación del 44 se transformó
a partir de 2 grupos literarios:
“El Grupo 6”
Estuvo formada por Luis Mejía Vides, Ramón Hernández Quintanilla, Alberto Quinteros,
Luis Gallegos Valdés, Matilde Elena López, Alfonso Morales, Raúl Elas Reyes (pintor),
Manuel Aguilar Chávez y José Francisco Ulloa. Eran los años de la dictadura del General
Maximiliano Hernández Martínez, la cual vio de reojo y desconfianza a aquella
asociación. Esta se manifestó en artículos, conferencias, y una publicación efímera,
denominada Proa, de la cual apenas salieron unos dos números. Hubo una reunión de
los Escritores Antifascistas en la Biblioteca Nacional, en la que participó el doctor Arturo
Romero, que más adelante sería el líder del movimiento revolucionario del 2 de abril de
1944.
El aporte de la Generación del 44 fue el hecho de pronunciarse sobre el régimen
autoritario en periódicos, revistas, conferencias y en reuniones intelectuales; también
produjeron obras de mucho mérito y se dieron a conocer públicamente situaciones que
les ocasionaron persecución y exilio. Esta Generación fue conocida también como
Generación de la dictadura, generación antimartinazo y generación antifascista.
CONSIDERACIONES FINALES
RECURSOS COMPLEMENTARIOS
Recurso Título Cita referencial