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1Texto presentado en el I Encuentro de Investigadores sobre la Historia de la Guerra y los Conflictos, realizado el 5
y 6 de septiembre de 2018, en Valparaíso.
Actividad organizada por el Grupo de Investigación Latinoamericano sobre Historia de la Guerra y los Conflictos y
Encuentro de Investigadores sobre Historiografía de la Guerra y los Conflictos, con la colaboración del Instituto de
Historia y Ciencias Sociales de la Universidad de Valparaíso.
análisis de las mismas, salvo reiterar aquella conclusión que ya se ha establecido como tópico:
que el accionar insurgente al interior del país permitió la dispersión de las fuerzas realistas,
facilitando así las operaciones del Ejército Libertador de los Andes.
Por otro lado, quienes sostienen una postura contraria, esto es, que no existió una
guerra de guerrillas, tampoco realizan esfuerzos conceptuales para sostener aquello,
limitándose más bien a realizar juicios de valor o expresar opiniones no apoyadas
documentalmente. A lo más, la variable utilizada ha sido cuantitativa, indicando que –dada la
cantidad de acciones insurgentes realizadas– no es posible hablar de la existencia de
guerrillas. Incluso, en algunos casos, se han ocupado definiciones extemporáneas de lo que se
comprende por guerrilla. Es el caso, por ejemplo, de la caracterización que hace de ella
Cristián Guerrero Lira en su libro La contrarrevolución de la Independencia en Chile, quien
define guerrilla, según la tipología que entrega Alberto Polloni en su libro Las fuerzas armadas
de Chile en la vida nacional, publicado en 1972.
La ausencia de una definición, entonces, es la característica que une a los dos discursos
que se han desplegado sobre este periodo. Ello ha implicado, entre otras cosas, que muchas
veces los autores ocupan ambas categorías –guerrillas y montoneras– como dos conceptos
intercambiables (a lo sumo, algunos autores intentarán determinar su sentido vía a
adjetivación, así tendremos las guerrillas republicanas de Leonardo León que, en su obra Ni
patriotas ni realistas. El bajo pueblo durante la Independencia de Chile: 1810-1822, serán
también definidas como montoneras populares). Es significativo, además que la ausencia de
definiciones conceptuales también se dé en obras especialmente dedicadas a la historia
militar. Así es posible apreciarlo, por ejemplo, en la obra de Agustín Toro Dávila, Síntesis
histórico militar de Chile o en la clásica Historia del Ejército de Chile, del Estado Mayor del
Ejército de Chile.
Por cierto, habría que puntualizar que, en estos últimos casos, es evidente que la
actividad de las montoneras insurgentes no ha sido de interés para la historiografía militar
castrense. Esto pareciera deberse al marcado interés que esta tiene en el desarrollo de la
historia militar clásica, esto es, aquella que privilegia el estudio de las grandes batallas.
Efectivamente, entre 1815 y 1817 no existe, en el territorio nacional, una gran batalla, un
hecho de armas significativo, en el sentido de que haya implicado un punto de inflexión en el
curso del conflicto armado; es más, ni siquiera existen enfrentamientos entre dos ejércitos
regulares, sino solo escaramuzas, choques ocasionales y ataques específicos, realizados por
fuerzas irregulares –las montoneras insurgentes– en contra de una fuerza regular –el ejército
realista.
De este modo, realizar un ejercicio de historia militar sobre el periodo de la
Reconquista permite esbozar una posible respuesta a la interrogante planteada por Antonio
Espino: «¿qué ocurre cuando estudiamos conflictos sin grandes batallas?». Una de las cosas
que ocurren es que emergen nuevos acontecimientos, procesos y actores.
Al realizar una indagación en torno a este periodo específico de la Guerra de la
Independencia, es posible proponer algunas observaciones:
Por último, existe una cantidad considerable de bibliografía que comprende la guerra
de guerrillas en función de la cantidad de acciones insurgentes realizadas. De este modo, se
suelen identificar solo tres o cuatro acciones relevantes, a saber: el asalto y toma de Melipilla
(4 de enero de 1817) y San Fernando (12 de enero de 1817) y el asalto de Curicó (24 de enero
de 1817). Gustavo Opazo Maturana, menciona –además– un asalto a un correo español
(noviembre de 1816), como una acción realizada en el contexto de la guerra de zapa y algunos
autores se refieren al combate de Huemul (27 de enero de 1817), para destacar el
enfrentamiento en el cual muere Francisco Villota.
Sin embargo, esta enumeración de hechos se comprende si se considera al conjunto de
estas acciones como expresiones de una guerra de guerrillas en Chile. Si la definición estuviese
relacionada con la guerra de zapa, las acciones no solo fueron mucho más numerosas, sino
también más diversas. En ellas, de hecho, habría que incluir todas aquellas actividades que
realizaron los integrantes del servicio de informaciones. O bien, habría que referirse a la
columna precursora de Antonio Merino, que ingresó por el paso de El Planchón, el 6 de
noviembre de 1816, en donde venían, entre otros, Lucas Novoa, Gavino Gaete, Tomás Vásquez
y Domingo Urrutia. O, por último, habría que indagar en relación a los ingresos clandestinos
de los integrantes del servicio de informaciones, como el que refiere Domingo Pérez, en las
anotaciones de su diario, recuperadas por Gustavo Opazo Maturana:
Estudiar este periodo, entonces, implicaría considerar como concepto rector de los
esfuerzos insurgentes el de guerra de zapa, y a partir de él, desarrollar las conceptualizaciones
que permitan distinguir entre guerrilla y montonera. Por desgracia, la guerra de zapa, como
unidad específica de análisis, no ha tenido una bibliografía numerosa, ni tampoco sostenida en
el tiempo. Es posible mencionar, en este sentido, los trabajos de Enrique Pavón Pereyra, La
guerra de zapa: (el servicio de informaciones en las campañas de Chile y Perú), y el artículo de
divulgación de Camila Pesse Delpiano, «La Guerra de Zapa: el servicio de inteligencia patriota
durante la reconquista española».
A ello se agrega el hecho, como hemos visto, de que los autores consultados no han
realizado definiciones precisas de los conceptos montonera o guerrilla. Es por ello que ha sido
necesario consultar otras fuentes que, si bien, estudian otras realidades, por el periodo que
abarcan, son pertinentes a nuestros intereses. Es el caso, por ejemplo, del notable trabajo de
Marie-Danielle Deméles, Nacimiento de la guerra de guerrilla. El diario de José Santos Vargas
(1814-1825).
La construcción de dichas definiciones, para que expresen de manera adecuada las
acciones realizadas entre 1815 y 1817 es la tarea que nos ocupa en este momento. Por lo
pronto, hemos venido ocupando aquí el concepto de insurgente. Creemos que es un calificativo
apropiado, en primer lugar, porque es esa la definición que le daban los realistas a los
patriotas en la época y es, por tanto, del todo pertinente su uso al momento de reescribir el
periodo de la Reconquista. En segundo lugar, porque al descartar el concepto de guerrillero
como un término adecuado, también es necesario distinguirlo de montonero, una palabra que
no necesariamente fue equivalente a la condición de patriota o insurgente.
Pareciera que la manera de comprender la guerra de zapa se ha realizado a partir de la
reiteración de una narrativa decimonónica que, en un momento muy temprano, ya a fines del
siglo XIX, sostiene sin más, la existencia de guerrillas patriotas que resisten la ocupación
española y, por cierto, en dicho contexto, busca destacar la figura de Manuel Rodríguez como
uno de los guerrilleros más connotados en esa época.
En ese sentido, pareciera ocurrir acá lo que indica Thomas Kühne, cuando señala que
«estos “grandes relatos” agregan suposiciones transmitidas históricamente (...) y (...) están
íntimamente entrelazadas en su génesis con la difusión social de un mito (...). Esas
presuposiciones, que inducen a su vez las cuestiones centrales planteadas en cada
investigación, casi nunca se formulan de manera explícita e individualizada. Actúan más bien
en el nivel “preconsciente” de los historiadores militares: una serie de ideas preconcebidas,
que se verbalizan con claridad». De esta manera, concluye este autor, «la complejidad de lo
militar se suele reducir en estas “narrativas” a fórmulas simplistas».
En efecto, nos parece que gran parte de los historiadores que han definido la actividad
de las montoneras patriotas como un conjunto de acciones guerrilleras, precisamente no han
tenido en cuenta el analizar dicha afirmación a partir de la perspectiva de la historia militar
algo, además, bastante sorprendente, considerando que de lo que se está hablando es,
precisamente, de determinadas praxis de lo militar en un momento específico de la historia
nacional. De este modo, las afirmaciones que se realizan al respecto, así como el aparato
conceptual que se utiliza, nos permiten asegurar que, más que ofrecer los resultados de una
investigación histórica propiamente tal, lo que se ha realizado es reiterar y consolidar, en el
plano de lo discursivo, una manera particular de describir, de narrar las acciones más
características, emblemáticas o difundidas de la guerra de zapa en Chile.