Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
04 - Sinner S Fall - Avril Ashton
04 - Sinner S Fall - Avril Ashton
Tres meses desde que había comenzado a trabajar en Condi's. Dos desde
que Steven fijó su mirada en Tommy. La adulación duró aproximadamente
una semana, hasta el desastre de una primera cita, y como había sido tan
grave como un ataque al corazón cuando rechazó a Steven, el hecho de que
el abogado mayor no retrocediera solo irritaba más a Tommy. No estaba
interesado en nadie y estaba seguro de que no iba a permitir que el hombre
se acercara a él.
Sí, Steven era hermoso, tenía el aspecto de sal y pimienta, alto y delgado,
y siempre vestido para impresionar. Todo eso fue genial. Agradable. Pero no
para Tommy. Nunca sería lo suficientemente valiente como para bajar la
guardia con nadie otra vez.
La cara de Tommy se sonrojó. Ella le hacía eso cada vez con su franqueza.
–Porque me parece que tienes miedo de eso–. Ella lo miró con una
mirada verde cada vez más oscura por la especulación.
Ella no se movió de inmediato, pero Tommy salió a lavar los platos. Ese
era su trabajo. Le pagaron un salario mínimo para lavar platos, no pararse en
la cocina oliendo a comida frita y productos de limpieza discutiendo su
inexistente miedo a los hombres. O la polla. Se movió de un pie al otro y
Janine finalmente se fue.
–Tommy–. Salió una cabeza oscura, con los ojos brillantes mientras
sonreía a Tommy.
–No puedes hacerlo mejor que yo, Tommy–. La voz de Steven se redujo a
engatusar, la cadencia causando la piel de gallina a lo largo de los antebrazos
y la nuca de Tommy.
Así que algo se estrelló contra él desde atrás, golpeando su rostro contra
la puerta fría. Jadeó cuando el dolor le atravesó el cráneo. La carta cayó al
suelo. Unas manos ásperas agarraron su cabello y tiraron, lo suficientemente
apretadas que las lágrimas nublaron sus ojos.
Sangre. Tommy dejó que sus ojos se cerraran, permitió que su cuerpo se
debilitara, y cuando el agarre de Steven se aflojó, arremetió con una rodilla
en la ingle. Perdió el aliento, atrapando a Steven en la parte superior del
muslo. Steven se abalanzó sobre Tommy, quien se agachó y cayó al suelo,
agarrando un puñado de gravilla y la tarjeta de acceso. Cuando Tommy se
enderezó, Steven estaba sobre él, la fuerza de su cuerpo empujó a Tommy
hacia la puerta de hierro fría.
El oficial Rosen, una mujer baja de cabello oscuro con ojos grises y una
cara severa, no pudo ocultar su sorpresa cuando Tommy nombró a su
atacante. Steven Nayer era dinero después de todo, dinero viejo, del tipo en
el que se construyó Chico. Era de la familia, y Tommy era el niño flaco con
esmalte de uñas negro y cortes en los antebrazos. El oficial tomó su
declaración, pero no contó con que ella trabajara duro en su nombre.
Le dio permiso a la enfermera para que solo dejara entrar a Janine a verlo
si ella venía. Ni siquiera sabía si alguien en el trabajo sabía dónde estaba. El
médico le dijo que el guardia lo había encontrado y llamó a la ambulancia. Su
trabajo podría no saberlo. Estaba fuera de todos modos, solo trabajaba en
Condi dos veces por semana.
Llamare después.
Él hizo.
En los dos días que pasó en el hospital, se le concedió otra visita con el
oficial Rosen, quien le hizo saber, con la cantidad adecuada de petulancia,
Steven Nayer negó las acusaciones que Tommy había hecho e incluso fue tan
lejos como para proporcionarle una piedra. coartada sólida Tommy yacía en
la cama, los dedos nerviosamente tocaban la delgada sábana blanca,
luchando contra el impulso de patearla en el puto coño.
Janine llegó a tiempo para llevarlo a casa, ya que había sido dado de alta
con algunos analgésicos de alta resistencia. A unos pasos de su apartamento,
Tommy dejó escapar un pequeño grito de negación.
Dios no tuvo nada que ver con eso. Su lugar estaba destrozado, su
equipo informático muy caro destrozado en pedazos. Espejos rotos, sus
vidrios decoran el piso. Muebles enredados, cojines destrozados.
*****
Sin embargo, no tuvo esa oportunidad. Nunca lo tuve. Así que trató,
malditamente, de perderse en el anonimato de las aventuras de una noche.
–Estás vivo, entonces.– Su voz goteaba con reproche. –Es curioso, pensé
que uno de tus amigos de pandillas te había matado. ¿Por qué otra razón no
llamarías a tu propia madre durante días?
Jesús. Mateo resopló. –No puedo hacer esto ahora. No tengo tiempo. Un
dolor de cabeza se apoderó de él, normal para el curso cuando se trata de
Trudy Foster-Oliveros.
–Mierda.–
Llegó del hotel a la casa de sus padres en menos de veinte minutos y se
sentó en su vehículo mirando el lugar. Había habido malos momentos, sobre
todo con él siendo rebelde, una verdadera mierda para sus padres, pero tuvo
suerte. Había sido uno de los afortunados, incluso si en este momento sentía
que estaba a punto de enfrentarse a un pelotón de fusilamiento.
Salió del vehículo y trabajó muy duro para que pareciera que no había
pasado la noche follando con Malcolm o como se llame. Probablemente
parecía una mierda, pero no era lo suficientemente valiente como para mirar
por el espejo lateral y asegurarse. Con los hombros encorvados, subió por el
porche y entró. Las voces lo alcanzaron y él gimió. ¿Sus hermanos habían
terminado a las ocho de la mañana?
Su madre frunció el ceño. –Te serviría bien por mantenerte alejado tanto
tiempo–.
–Yo era-–
Para un tipo militar pesado, el Capitán era genial. No tan hola madre. Ella
no odiaba que él se acostara con hombres. No. Ella simplemente quería que
él eligiera un lado y se quedara allí. Odiaba la idea de él allí afuera en las
calles a los dieciocho años, pero cuando el Capitán se lastimó en el
cumplimiento del deber y el gobierno al que le había dado gran parte de su
vida no había intervenido, Mateo tuvo que hacerlo. Había comenzado a
correr por las calles antes de finalmente entrar con Los Pescadores. Pagó la
casa, pagó todas las cirugías y facturas médicas del Capitán, y aunque a su
familia no le gustó tanto el dinero, lo aceptaron. La ayuda era ayuda, sin
importar de dónde viniera.
Martin se rio entre dientes. –Como si tuviera una oportunidad una vez
que mamá y Mari lanzaron su campaña–.
El capitán gruñó.
–Sí, Teo–, dijo Marc. –¿Tienes uno más todavía? ¿El mismo que te dio ese
chupetón?
Maldito infierno.
–¿Por qué se trata de mí? Finalmente, Mari agotó a Jared, Marc derribó a
Bonnie y Martin se retiró de sus clases, pero ¿soy yo quien está bajo el
microscopio? Él apretó los puños y miró a su madre. –¿Por qué es tan
importante para ti, madre?–
Trudy se tocó la mandíbula. –Hay oscuridad en tus ojos, Mateo. Dice que
has perdido algo que nunca podrás recuperar –.
Él cerró los ojos para esconderse. Tal vez ella, ellos, vieron más de lo que
él pensaba.
–Sabemos que algo está pasando contigo–, dijo Mari. –Has estado así por
un tiempo–.
Seis meses, cinco días y contando. Deseó no haber sabido por qué
Tommy se fue porque realmente no había manera de poder perseguir al
hombre más joven. Lo que necesitaba, Tommy no quería proporcionarlo. No
después de lo que había pasado y lo que Tommy necesitaba ... no era Mateo.
–Pero lo amas–.
–¿Tú llamaste?–
Pablo resopló. –Mierda, ojalá–. Él enderezó una silla que estaba tendida
de costado e hizo un gesto a Mateo para que se sentara en la sala de
estar llena de gente. –Nos mudamos, compramos una casa–.
Mateo jadeó con fingida sorpresa. –¿Quién, yo? ¿Podría decir algo así?
–Vete a la mierda–. Pablo rodó los hombros. –Tuve que dejarte una
docena de mensajes, ¿estás revisando tus llamadas?–
–¿Qué?–
–¿Intentando qué?–
–No eres un niño, Teo–. Pablo se levantó de la cara y lo miró a los ojos. –
Pensar. Esa mierda no es genial. Ya no. Calma tu trasero y piensa en lo que
estás haciendo y lo que quieres –.
–Contéstame, Teo. ¿Por qué siempre inventas una excusa para no venir a
visitarme? ¿Me odias?–, Preguntó.
¿Dios, enserio? –No, mierda. Sabes que no te odio, ¿de acuerdo, hombre?
Apartó la mirada del brillo de los ojos de Pablo. –Yo solo ... te veo a ti ya
Shane y eso me hace ... duele, ¿de acuerdo? Observándote a los dos heridos.
Se dio una palmada en el pecho. –Aquí.–
–Aquí hay un pensamiento–. Pablo sacó una hoja de papel del bolsillo de
su pantalón y se la arrojó. –Haz algo al respecto.–
–Tommy–.
No. Mira, ese nombre estaba fuera de los límites. Pablo lo sabía, entonces,
¿por qué lo estaba sacando, dejando ese nombre como si estuviera caliente,
en medio de su conversación? –No lo hagas–. Su cuerpo hizo esa cosa, ese
ligero temblor que tenía cada vez que alguien mencionaba a Tommy. Cada
vez que pensaba en Tommy.
Maldita sea –¿Lo que está mal con él?– No era como si
pudiera no preguntar, no saber. Era un glotón para el castigo. Resultó que le
gustaba dar y tomar el dolor. Pablo sabía las palabras mágicas y Mateo lo vio
en sus ojos.
–Alguien lo puso en el hospital, lo lastimó gravemente–.
Mateo estaba de pie antes de darse cuenta de que se había movido, con
la mano en la camiseta de Pablo. –Entonces, ¿por qué estamos aquí,
debatiendo esto? ¿Por qué no estás en camino de ayudarlo?
–Jesús–. Mateo se pasó los dedos temblorosos por el pelo. –No puede, no
necesita eso en su vida–. Ya había sido jodido por el padrastro que lo había
encadenado y molestado. Por el sistema. Por Mateo
*****
¿Por qué Tom incluso vino aquí? Al hombre más joven no le gustaba ser
el centro de atención, no le gustaba que lo miraran, y llegó a un pequeño
pueblo donde estaría en el radar de todos.
Entonces me iré.
Ahí, eso sonaba muy bien. Y como la cosa correcta. Esta vez, podría
obligarse a hacer lo correcto.
–¿Por qué iba a—– Mateo frunció el ceño? –¿Tiene trabajo?– ¿Tommy,
que tenía más dinero del que podía gastar, tenía trabajo? ¿El mismo Tommy
que no le gustaba estar rodeado de personas, que odiaba entablar
conversación?
*****
El tipo asintió, sus ojos buscaron la cara de Mateo antes de colocar una
taza blanca frente a él y verter. Mateo inhaló. Ese aroma era el mejor. El tipo
detrás del mostrador colocó un tazón con paquetes de azúcar y una taza de
crema frente a él.
–¿Algo más?– Dude tenía la misma voz que la que había contestado el
teléfono antes.
–No, Nayer no me envió–. Pero él era la razón por la que Mateo estaba
allí. –Tommy y yo volvemos atrás. No quiero hacerle daño, solo quiero saber
que está bien. Esa era la verdad, al menos.
–¿Tengo que explicar en detalle mis planes de no irme hasta que vea a
Tommy?– Mateo mostró los dientes.
Una tormenta se reunió en los ojos de Jay. Mateo le sonrió. Tal vez estaba
molestando al hombre, pero ¿por qué no podía divertirse con los lugareños?
–Jay–. Una joven salió de la habitación de atrás con una bolsa blanca
llena de comida. –Volveré, ¿de acuerdo? Le llevo algo de comida a Tommy.
Ella y Jay deben ser hermanos. Entonces, ¿cuál de ellos estaba rompiendo
Tommy? La ira lo inundó y él respiró hondo, dejó que esa mierda se
fuera. Los hermanos deben haber leído su expresión porque Jay frunció el
ceño y la boca de Janine se cerró de golpe.
O quién
.
Janine se tomó su dulce tiempo para salir del restaurante, pero finalmente
lo hizo. Se metió en un Acuerdo de Honda blanco y salió corriendo. Mateo lo
siguió, no demasiado de cerca, pero lo suficientemente cerca. Unos diez
minutos después, se detuvo frente a una casa de estilo bungalow en una calle
tranquila y salió. Mateo la observó mientras caminaba por el camino y abría
la puerta principal.
–¿Janine?–
Eso fue como Tommy. Y allí estaba, con la cara negra y azul, el torso
desnudo del mismo color, los pantalones vaqueros bajos. Guantes sin dedos
cubriendo sus muñecas. Jesús. Las facciones de Tommy quedaron en blanco,
luego el miedo brilló. Brillante en sus grandes ojos. Miedo. De él. De Mateo
Eso fue un golpe para el intestino. Al verlo allí, sabiendo que había sido la
raíz de causarle dolor a Tommy. Esa mierda duele.
–No.– Tommy se tambaleó hacia atrás. –No.– Sacudió la cabeza, su
cabello una vez sucio, rubio, ahora oscuro, volando.
–Él te envió–.
–No te quiero aquí.– Tommy apretó sus manos. –No puedo, no te quiero
aquí–.
–Pero él está ...– Janine frunció el ceño. –Él es peligroso–. Ella agarró su
mano con fuerza.
Ella no dijo nada más, solo lo miró con los labios fruncidos, buscando con
la mirada. –¿Confías en él?–, Preguntó finalmente.
Janine farfulló.
–Está bien–, Tommy la tranquilizó. –Tengo que hablar con él. Vuelve al
trabajo.–
Janine sacudió la cabeza. –No estoy seguro de dejarte solo con él–.
Mateo rio. –Está todo bien, mamá. Protegeré a tu chico hasta que vengas.
Tommy no había olvidado cuán idiota había sido Mateo, pero realmente
lo estaba presionando. Se giró hacia Janine. –Seguir. Estaré bien, lo prometo.
–¿O tú qué?– Mateo se puso de pie y agarró a una nerviosa Janine. –¿Me
vas a lastimar?– Gruñó.
–¿Qué importa, de todos modos?– Sonaba tan sin aliento. –Haz lo que
Pablo te envió a hacer aquí y luego podrás irte. Es lo tuyo, ¿no es cierto que
te vas?
Mateo soltó una carcajada. ¿Me estás hablando de irme? ¿Tú,
que volteaste la cola y corriste sin decirme por qué o adónde ibas? Se inclinó
hasta que estuvieron cara a cara. –Jódete, T. Jódete. Tú.–
Pasó por alto el ataque una vez que el brillo de sangre apareció en los
ojos de Mateo. La mirada fría y calculadora nunca dejaba de
estremecerlo. Solo lo había visto un par de veces, pero siempre estaba
aliviado cuando desaparecía. En este momento, se quedó.
Mateo se puso de pie y se acercó a Tommy. Lo miró con las fosas nasales
dilatadas. –Te pensó mucho, ¿no es así?– Su mirada recorrió el rostro de
Tommy y Tommy se movió nerviosamente, luchando contra el rubor que sin
duda lo tenía brillando de un rojo brillante.
–Sí, es un poco negro y azul, pero está bien–. Mateo gruñó ante algo que
Pablo dijo y luego resopló. –Estoy bien, ¿por qué no lo estaría?– Él soltó una
carcajada. –Uh-huh, espera–. Le lanzó el teléfono a Tommy. –Hablar.–
–Pero-–
–Aún aquí.–
–¿Qué demonios fue eso? ¿Qué le dijiste?– Se paró en medio del pasillo
vacío con el ceño fruncido.
–Le dije que sabías sobre su pasado, lo que le sucedió a él–. La voz de
Pablo estaba llena de remordimiento y pena. –No quería que lo supieras,
temeroso de que lo mires de otra manera–.
–¿Qué?–
Encuentra a la persona que lastimó a nuestro chico, Teo. Trata con eso–,
ordenó Pablo. –Y cuando haya terminado, demonios, tal vez antes de que
termine, dile cómo te sientes para que sepa que es lo primero–.
–No.– Claro, su garganta se sentía y sonaba como si hubiera estado
tragando arena por el galón, pero aún podía forzar la palabra. –No.– No iba a
ir allí y no estaría haciendo eso nunca. No.
–Hijo de puta terco–. Podía escuchar esa maldita sonrisa en la voz de
Pablo. –Voy a ir, pero mantenme al tanto. Regístrese y cuide de él.
Pero lo hizo.
–No sentarse–. Los labios de Tommy se afinaron. Cruzó los brazos sobre
el pecho antes de retroceder un paso. –Habla o cerraré esta puerta–.
A pesar de que su rostro se puso pálido, Tommy todavía logró poner los
ojos en blanco. –Un derecho, ¿en serio? ¿Qué, como un novio, una pareja, un
amante? Él resopló. Mateo realmente quería agarrarlo, tirarlo cerca. Enterrar
su rostro en ese cuello, todo desnudo, expuesto para él.
–Me preocupo por ti–. Él deseaba poder recordar esas palabras. –No eras
como los demás–. No era un polvo desechable, no era desechable como el
resto. Nunca lo había sido. Mateo lo sabía, y justo cuando había decidido dar
ese salto, arriesgarse ... poof. Una nube de humo, pero no Tommy.
Tommy rio. Lo miró a los ojos y se echó a reír. –¿Te preocupaste por mí?–
Sacudió la cabeza como si eso no fuera posible.
–No lastimas a las personas que te importan. No jodes ahí mismo, justo
debajo de mi nariz, así que puedo ver lo bastardo que eres. Si te importa.–
Mateo empujó hacia él, se enfrentó a su rostro –Te lo habría dado por ti–,
le da una palmadita.
Los ojos de Tommy se redondearon y dio un paso atrás, pero Mateo fue
con él y siguió caminando. Cada paso atrás para Tommy fue uno hacia
adelante para Mateo. –Entrar en tu cama fue el primer paso, T. Mi presencia
en tu cama fue mi manera de decirte que estaba todo adentro, porque lo
sabía–, su voz, que se había vuelto ronca, se quebró, –sabía que eras un todo
-en cierto tipo, así que di el salto. Salté por ti. Pero huiste de mí.
–Te fuiste, sin darme una oportunidad, sin decirme lo que hice para
asustarte tanto que casi te desmayas –. Se apartó, se dio la vuelta y le dio la
espalda a Tommy. –Tenía que obtener respuestas–.
–Yo-– Supongo que encontró su voz. –No podía quedarme, no podía
enfrentarte–. Su voz era débil, vacilante.
Mateo se rascó las uñas sobre el cuero cabelludo con un movimiento de
cabeza. –¿No confiabas en que no te miraría y no vería a una víctima?–
–Sí, eso–. Tommy hizo una pausa, se aclaró la garganta. –Sabía sobre tus
preferencias, cómo te gusta tu sexo–, susurró, y Mateo se volvió para
mirarlo. La garganta de Tommy funcionó. –Escuché hablar a los chicos, así
que supe que te gustaban tus cuerdas, cinturones y vendas–.
Mejor.
Tommy hizo todo lo posible por ignorar a Mateo, realmente lo hizo. Pero
el hombre estaba pegado a su costado, a su lado todo el día siguiente
mientras iban a la tienda de computadoras dentro del centro comercial. Por
suerte para Tommy, él estaba en su elemento entonces, así que logró
deshacerse de Mateo cuando se encontró con un nuevo equipo informático,
más que agradecido de que sus archivos y programas estuvieran a
salvo. Todo lo que tenía que hacer era transferirlos.
–El maletero.–
Luchando contra la sonrisa que tiraba de sus labios, Tommy se volvió y
miró por la ventana. Sabía mucho sobre Mateo al mezclarse en el fondo en
Brooklyn y observarlo. Mirando y esperando ser notado por él. Finalmente
había captado la atención, y si antes le creía a Mateo, hombre, si quería
creerle, Mateo había planeado cambiar, dejarlo todo. Para él.
Para mí. Pero se fue. Lo que significaba, dado ese destello de dolor en los
ojos de Mateo, el dolor agudo en su voz oxidada, Tommy había jodido. Había
perdido la oportunidad y no podía recuperarla.
Banco. Los millones que había obtenido del estado de Nueva York por
permitir que fuera destruido por ese monstruo. Tragó saliva y tiró de los hilos
expuestos en sus jeans rasgados. –Yo-yo trato de no tocar ese dinero–. Se
quedó mirando su regazo. –Vivo de lo que hago trabajando en
programación, creando sitios web. Cosas por el estilo.– Hizo una cantidad
decente real, pero de nuevo, no era uno para flash. Solo gastó su dinero en lo
que realmente necesitaba. Como las cosas de su computadora, y ahora la
casa que alquilaba de la tía de Janine.
–Puedo entender eso–. Mateo hizo una pausa y luego volvió a hablar. –
¿Por qué cambia el nombre? ¿Fue eso ... por mi culpa?
–¡No!– Tommy se giró para mirar el perfil de Mateo. –No fue por ti, Teo–.
Mateo entró, con los brazos llenos, y Tommy pateó la puerta para
cerrarla.
Tommy frunció el ceño antes de recordar que –hijo– era una jerga
callejera, como otra palabra para amigo o amigo, igual que –duque–.
Mateo sonrió. –Conseguiré las sobras que trajo tu novia ayer–. Él caminó
hacia la cocina. –Y busca cualquier cosa que puedas encontrar en ese oficial
del que me hablaste. Perra por conseguir la suya también.
Mateo estaba en el arco que conducía a las habitaciones con solo un par
de jeans tan bajos que Tommy podía distinguir los cortos y curvos de su
pubis. El tragó. Mierda. El agua goteó del cabello de Mateo y corrió por su
pecho tatuado. No se veía ni una onza de piel debajo de todos los tatuajes,
rojo y azul con algo de verde y negro. Palabras en español e inglés, imágenes
en todo su cuerpo, tanto al frente como al frente. El hombre era un cuerpo
de arte andante, tan jodidamente hermoso.
Hizo que Tommy tuviera hambre, lo hizo salivar. Quería lamer a Mateo
por todas partes, probarlo como si no hubiera tenido la oportunidad de
hacerlo antes.
–Sí–. Mateo extendió una mano, y después de una ligera situación, Jay la
tomó. –Estoy aquí por Tommy. Como su guardaespaldas. Él sonrió.
Mateo volvió su mirada hacia ella y ella apartó la vista rápidamente, con
un rubor en el cuello. Tommy sonrió.
Tommy habló antes de que Mateo pudiera. –Gracias, pero sabes que esa
no es mi escena. Me quedaré adentro, haré un trabajo. Te veré más
tarde. Llámame.–
–Creo que debería alejarme hasta que esto se resuelva, ¿de acuerdo?–
Tommy sonrió al hombre y le tocó el brazo. –Voy a estar, por supuesto, pero
no estaré trabajando–.
Gracias a Dios que salió bien. Mateo podía ser un hijo de puta cuando
quería serlo. Tommy cerró la puerta con un suspiro bajo. Le hubiera gustado
haber aceptado la invitación de Janine, pero incluso si Steven no estuviera ahí
disparándole, no podría haber ido. Toda la multitud y el ruido no era lo suyo.
–¿Cómo es que ambos hermanos tienen una erección por ti, T?– Mateo le
susurró al oído.
–Esa chica quería sacarme los ojos–. Mateo se rió entre dientes. Su mitad
superior tocó a Tommy apenas, levemente, y sintió el calor saliendo de Mateo
incluso a través de su ropa. –Su hermano no podía renunciar a la mierda,
aunque su vida dependiera de ello. Casi lo hizo.
–¿Q-qué? No –, respiró. Jay no se sintió atraído por él. ¿De qué estaba
hablando Mateo? Sacudió la cabeza, trató de sacudirse la lujuria.
–Tengo que recordarme a mí mismo que no eres mío–, gruñó Mateo, sus
labios apenas rozando la nuca de Tommy. –Que no tengo reclamos para ti–.
–Recuerdo todo acerca de esa noche–, murmuró Mateo. Solo sus labios
tocaron a Tommy allí, en la parte posterior de su cuello, pero ya se estaba
derritiendo.
A punto de deshacerse.
Él hizo. Él hizo. –Sí.– Las palabras salieron de él, una bomba cayó entre
ellos, diezmando sus votos para mantener a Mateo alejado. Fragmentando su
mente, lo único que sabía eran esos momentos. Los revivió ahora. Las manos
de Mateo sobre él. Su boca y lengua, saboreándolo, penetrando en él. –
Joder, lo hago–.
–Saco esos recuerdos por la noche–, Mateo gruñó detrás de él. –Los saco
y me dejo llevar por los sonidos que hiciste y la mirada en tus ojos mientras
te entregabas a mí–.
Tommy ni siquiera fingió que sus piernas funcionaban más. Gimió ante la
imagen que las palabras de Mateo formaron en su cabeza. –Teo, por favor ...–
*****
Hizo que Tommy usara sus habilidades informáticas para encontrar lo que
podía en Steven Nayer. El hombre estaba cerca, pero su lugar estaba en la
oscuridad cuando Mateo se arrastró por allí. Sus teléfonos estaban todos
desactivados. Steven Nayer se estaba escondiendo, pero ¿por qué? No podía
estar escondiéndose de Tommy. Tampoco de sus amigos en el PD
local porque no tenían problemas para barrer su mierda debajo de la
alfombra. A Nayer le gustaba algo grande, y si Mateo podía descubrir qué era
ese algo, podría lidiar con ese bastardo rata.
La segunda parte de la prueba fue para Mateo. Una prueba para ver si
podía estar tan cerca de Tommy, oler el calor de su piel y el champú que
usaba, y no tomarlo, no perder la cabeza. No lo había tomado. El jurado
todavía estaba en su mente.
Él gruñó mientras estaba de pie sobre la estufa, preparando el desayuno
para ellos como lo había hecho las últimas mañanas. Su cama en el sofá
estaba lejos de ser cómoda y su reloj interno lo tenía levantándose mucho
antes que el sol de todos modos, así que hizo panqueques, huevos revueltos
y tocino, y esperó a que el aroma arrastrara a Tommy de su habitación.
El hombre más joven miró por encima del hombro, con los ojos
brillantes. –¿Y qué? ¿Estás aquí para asegurarte de que tomo cuidado de mí
mismo? Él resopló sacudiendo la cabeza antes de darle la espalda a Mateo,
una vez más.
Tommy lo empujó con las dos manos planas sobre el pecho de Mateo. –
No pongas tus manos sobre mí a menos que te lo pida–. Él sonrió sin
alegría. –Nunca lo haré.–
Bien. Habló, pero todo lo que Mateo escuchó fue un desafío, uno que se
levantó para enfrentar. –¿Quieres una pelea, no?– Él se acercó. –Quieres
cuando finalmente te tome que la decisión está fuera de tus manos–. Tenía el
número de ese hijo de puta.
Mateo vio rojo. Apretó las manos y se balanceó bajo el golpe. Sí, había
pensado que Tommy lo habría esperado. ¿Por qué? ¿Por qué pensó eso? No
era como si hubiera esperado. Había jodido cualquier cosa que lo mirara dos
veces. –¿Quién?– Gritó la palabra antes de poder volver a llamar. Si quería
volver a llamarlo. Él no lo hizo. –¿A quién follaste?–
Mateo no sabía que Tommy era capaz de la presunción en la sonrisa que
mostraba. –Un par de extraños en los baños de las paradas de autobús–. Él
se encogió como si no fuera gran cosa.
Mateo apretó los dientes y entrecerró los ojos. –¿Por qué?– La pregunta
le arrancó. ¿Por qué Tommy se abarató de esa manera? Hombres sin
nombre, sin rostro. –Ese no es quién eres. ¿Por qué?–
–¿Qué sabes sobre quién soy?– Tommy dejó caer su plato en el fregadero
y se agachó. Mateo se volvió para mirarlo. –No tienes idea de quién soy–.
Tommy miró sus manos unidas, una pequeña sonrisa en sus labios. –¿Y
qué pasa si no quiero entregarme a ti?– Levantó una ceja.
Mateo abrió la boca y Tommy volvió a hablar. –¿Qué pasa si quiero tomar
en su lugar?–
–¿No?– Tommy se presionó contra él, con las fosas nasales dilatadas. Tiró
de la mano que Mateo tenía mientras sacaba la otra. Un cuchillo brilló. Mateo
se congeló. –¿No entiendes lo que digo?– Tommy preguntó
suavemente. Presionó la punta del cuchillo en la garganta de Mateo. No es
difícil, solo una presencia en su piel que Mateo no pudo evitar sentir. –Un
toque y que tiritan,– susurró Tommy.
El cuchillo mordió su piel. Mateo se puso rígido. El aliento silbó más allá
de sus labios abiertos. Olía a Tommy. Tan familiar, ese almizcle.
–Debes saber cuánto te quería, cuánto quería llamarte mío–, dijo Mateo
con voz ronca. –Quiero borrar las sombras en tus ojos y verte dormir en mis
brazos. Tommy –, su voz ronca se quebró,– Quiero todo de ti. Todo.–
Tommy hizo una pausa y luego asintió. –Lo sé. Y puedes tenerlo. Después
de tenerte. Dio un paso atrás y dejó caer la mano. El cuchillo cayó al suelo y
Tommy se alejó, pero Mateo lo agarró del brazo y tiró de él hacia atrás.
Esa noche había sido la primera vez que Mateo veía el fuego y la pelea en
Tommy, y tal vez por eso se había enamorado. Ahora no podía tener
suficiente, no podía acercarse lo suficiente, y Tommy parecía tener el mismo
pensamiento porque se sentó a horcajadas sobre uno de los muslos de
Mateo y se meció sobre él, su erección presionando la carne de
Mateo. Contusionarlo.
–Haz que duela, deja mi marca para que cuando tragues, cada vez que
giras la cabeza sientas ese dolor y pienses en mí–.
–Entonces quédate conmigo–, susurró Mateo contra su piel. –Sé mío otra
vez–.
Tommy dejó de moverse. Miró a Mateo con ojos pesados. –Puedo ser
tuyo–, murmuró. Levantó una mano y trazó los labios de Mateo con la yema
de un dedo. –Yo puedo ser tuyo, si tú puedes ser mío–.
Mateo quiso decir que no, pero sabía cuándo elegir sus batallas, así que
se hizo a un lado y permitió que ambos hombres entraran a la casa. Dio una
patada a la puerta y se volvió para mirarlos. Tommy estaba de pie en el arco
de la cocina, con confusión en su rostro. Mateo se acercó y se paró junto a él
mientras los dos hombres se acomodaban en el sofá.
Tommy se tensó. –Ya no uso ese nombre–. Mateo puso una mano
reconfortante sobre su hombro y Tommy tosió, luego volvió a hablar. –Ahora
soy Tommy Smith–.
Mateo no pudo evitarlo, tuvo que reír. ¿Ese hijo de perra pensó que
acababa de salir del cascarón? –Prepárate, entonces. No es un sí, sino un
cuándo.
–¿En serio?– Mateo dio un paso adelante otra vez. –¿Sabías que estaba
acechando a Tommy, que lo asaltó? ¿Sabías?–
–¡Lo hiciste!–
Mateo no lo miró. –Ese niño ha pasado por demasiadas cosas para que tú
y Nayer vuelvan a convertirlo en una víctima–. Apretó más fuerte la garganta
de Hutchins. El hombre no rompió el contacto visual con él, no habló ni se
movió. Su expresión era tan dura como siempre, como si no tuviera
problemas para salir con la mano de Mateo alrededor de su garganta.
–No, no lo hará–, dijo Tommy. –¿Por qué no bajas tu arma, ¿eh?– Su voz
era más firme que antes.
Mateo no levantó la vista del rostro de Hutchins, pero Patel se movió, por
lo que supuso que Tommy le había tirado una plancha.
–Sabes quién soy–. Mateo sonrió. –Entonces debes saber que ni siquiera
está cerca de los cien primeros de mis crímenes–. Soltó a Hutchins y el agente
tragó antes de enderezar su traje.
Patel se hizo a un lado, con los brazos abiertos mientras Tommy sostenía
la Glock de Mateo contra su cabeza. Mateo sonrió.
–¿Y quién te mantendrá a salvo, eh?– Mateo los miró con disgusto. –
Jodidos comederos inferiores–.
–¿Es por eso que no fue tras los Nietos cuando tuvo la información que
obtuvimos de la redada en el escondite?–
–Creo que Pablo sabía que no podía enfrentarse a los Nietos. Nos
superaron y nos superaron–, dijo Mateo suavemente. –No tenía nada que ver
con ... él–.
Mierda jodida.
Levi huyó del marido falso, de sus hermanos, y comenzó una nueva vida
en Filadelfia, donde él y Pablo se conocieron y comenzaron su vida. Mateo ni
siquiera sabía cómo llamarlo. Los hombres no estaban enamorados, pero
habían llegado a un acuerdo cómodo que se hizo añicos cuando Pablo se
enamoró del agente de la DEA Shane Ruskin.
–No–. Tommy encontró su mirada con una sonrisa torcida. –Pero no iba a
dejarte vulnerable a esos tontos–.
Sí, había estado agradecido de no tener que lidiar con todo eso. Para
poder vivir una vida algo normal, pero la reaparición de Mateo lo arrastró
todo a la superficie. Claro, la pandilla se disolvió. No tenía idea de lo que
Mateo hacía con sus días ahora, ni idea de cómo llenaba sus horas vacías.
Ese.
Esta mañana empujaría a Mateo, empujaría por algo que pensó que
habría sido imposible. ¿Mateo inferior para él? Había esperado que el otro
hombre se burlara y lo derribara. Había un miedo inicial en los ojos de Mateo,
pero él no había dicho que no.
Tampoco ha dicho que sí.
Tal vez pensó que Tommy era un chico de abajo. Tal vez podría serlo,
pero lo que Tommy supo después de los dos tipos con los que se había
atrevido a trabajar era que le gustaba estar en la cima. Me gustó lo suficiente
como para proponer Mateo. Se había asustado fuera de su mente mientras
arrastraba el cuchillo sobre la garganta de Mateo mientras formulaba la
pregunta.
Los intentos de Mateo por atarlo habían sido el impulso muy necesario
para negarse.
Tommy se tocó los labios con dos dedos. El beso de esta mañana fue más
de lo que había imaginado. Mucho más caliente, más brillante. Un beso que
lo derritió más rápido que cualquier líquido inflamable. Mateo juró que quería
todo lo de Tommy, y Tommy lo quería. Nunca dejó de querer a Mateo, ni por
un segundo. En aquel entonces no estaba seguro de que Mateo lo hiciera
bien con él, al saltar de cama en cama.
Ahora Tommy había visto la sinceridad en sus ojos. La decisión era suya,
siempre había sido suya. ¿Se quedó o se fue? ¿Se permitió ser vulnerable con
Mateo, a pesar de que había una posibilidad de angustia? Un hombre como
Mateo no estaba acostumbrado a estar con una persona día tras
día. Le gustaba la libertad, le gustaba la variedad. Le gustaban sus conquistas.
–¡Joder!– Mateo agarró una muñeca y lo jaló más cerca. –¿Qué demonios
es esto?–
Ahora que podía hablar de eso, vio las razones detrás de sus acciones. En
aquel entonces no había nada que lo mantuviera anclado en el presente,
razón por la cual seguía flotando en ese momento y lugar en su mente.
–Está bien–. Mateo presionó sus labios sobre las cicatrices en la muñeca
de Tommy más cercana a él. –Dime.–
–No.– La voz de Mateo era pura agonía, sus propios ojos brillaban. –Lo
siento mucho. Si ese hombre, si todavía estuviera vivo, lo mataría por ti.
–Lo sé ahora, por eso puedo vivir mi vida sin perder la cabeza–. Tocó las
cicatrices con un dedo y las acarició. –En aquel entonces, no lo sabía, o tal vez
lo creía, así que me castigué–.
Una sonrisa curvó la sensual boca de Mateo. Ese fuego familiar surgió en
las profundidades de sus ojos oscuros. –Si recuerdas, te besé. Después de
que sostuviste esa espada malvada sobre mí. Inclinándose hacia adelante,
rozó la nariz de Tommy con la suya. –Creo que podría tomarse como
afirmativo, T.–
El corazón de Tommy latía con fuerza. No pudo dejar de sonreír. –¿De
Verdad?–
–De verdad–. Mateo lo besó, una breve presión de labios que atravesó a
Tommy a la velocidad del rayo. –Te estoy dando el culo, T.–
–Te sientes tan bien–, Tommy murmuró contra su piel. –No puedo creer
que pueda tocarte, tenerte así–. Golpeó la corona de Mateo, sonriendo
cuando el otro hombre se estremeció con todo su cuerpo.
–T.–
Tommy repitió su prueba de sabor, solo que esta vez selló sus labios
sobre la corona resbaladiza y chupó. El cuerpo de Mateo se sacudió.
Tommy sonrió y se dejó caer sobre él, tomando a Mateo tan profundo
como lo permitía su reflejo nauseoso. El pre-cum de Mateo con sabor a boca,
dulce, salado, todo bien. Tommy relajó la mandíbula, se ancló con ambas
manos en las caderas de Mateo. Lo tomó, una y otra vez, su eje golpeando la
parte posterior de su garganta.
–Mmm–.
–'Hazlo' ', gruñó Tommy, y Mateo lo hizo, con la polla roma clavándose
entre los dientes de Tommy.
Tommy le guiñó un ojo y lo hizo una y otra vez. Mateo tembló. Sus
pantalones sonaban en las orejas de Tommy.
–Joder, T.– Mateo lo besó con fuerza, metiendo la lengua, sin duda
saboreando lo que Tommy acababa de tragar. La mano de Mateo anclada en
el cabello de Tommy tembló. El aire silbaba dentro y fuera de la nariz de
Mateo cuando parecía luchar por la calma. Lamió los labios y la barbilla de
Tommy, gimiendo suavemente. –Esa fue una especie de cabeza, T.–
El color bañó los pómulos de Mateo. Sus labios se separaron, pero pasó
un tiempo antes de que él realmente pronunciara las palabras. –Estoy tan
jodidamente excitado por ti en este momento–.
Mateo miró por encima del hombro con una sonrisa sexy. –Tócame. En
cualquier sitio. En todas partes. Se lamió los labios y bajó los párpados. –Soy
tuyo.–
Un dominio absoluto.
–Más–. Mateo gruñó. Se movió, se puso de rodillas y miró por encima del
hombro a Tommy. –Estírate, dame más–.
–¡Joder!– Se levantó, se dejó caer sobre los dedos de Tommy con un tirón
en su erección. –Dentro de mí, te necesito–.
Tommy torció los dedos y presionó contra su próstata con un poco más
de presión. El agujero de Mateo se estremeció.
Tommy apartó los ojos del hombre en su cama el tiempo suficiente para
asegurarse de que se había puesto el condón correctamente. Se peinó y se
colocó entre los muslos de Mateo. Golpeó la entrada de Mateo con dos
dedos, hundiéndolos y girándolos cuando su pasaje se abrió para él.
Mateo se acarició, con los ojos a media asta y los labios entreabiertos
mientras jadeaba. –Esos dedos, hombre. Ámalos. Levantó las rodillas y
Tommy agarró su pierna izquierda, lo ancló a su cadera y colocó su polla en
la entrada de Mateo.
–Mierda. Sí, hace años. Mateo se meció mientras su polla lloraba lágrimas
pegajosas.
–¿Te gustó?– Tommy metió el pulgar dentro, observó los ojos de Mateo
cerrarse mientras se estremecía.
Mateo se pellizcó los pezones y se dio prisa. –Ve más profundo. Joder.
Sus ojos giraron en su cabeza cuando Tommy empujó hacia adelante. –
Hazme sentirte. Mañana. En mi jodida garganta.
–¡Si!–
Tommy lo hizo de nuevo, solo que esta vez giró las caderas después de
empujar. Mateo lo apretó. –Oh Dios–. Él retrocedió y golpeó. Sus gritos. Los
gemidos de Mateo. Se mezclaron para hacer música hermosa, la banda
sonora de su sexo.
Haciendo el amor.
–Hazlo–. Mateo agarró las sábanas y se levantó del colchón, luego se dejó
caer sobre Tommy. Ambos gritaron.
–Oh. Oh, Dios. Tommy golpeó dentro y fuera, con los ojos pegados a la
muñeca de Mateo mientras se acariciaba.
–T, mierda–. Mateo apretó la mandíbula y cerró los ojos. –'A punto de
reventar. ¡Mierda! ¡Joder! Él se arqueó. Su semilla se disparó, escapando entre
sus dedos y goteando sobre su vientre.
– Pero- – Tommy lo miró boquiabierto. –Yo ... lo siento por irme como lo
hice–. Besó el cuello de Mateo. –Lo siento.–
Aún no. Tommy se levantó sobre los codos y fijó una mirada severa en
Mateo. –Si te vas, voy por ti–. La ceja de Mateo se alzó. –Si haces trampa, te
estoy matando–.
Mateo miró por encima del hombro. El cabello de Tommy era un nido de
ratas en su cabeza, ojos sexys con el sueño, un ceño fruncido en su frente. –Si
no levantas el culo, nunca dejaré que me folles de nuevo–, siseó. –¿Cómo es
eso?–
La puerta se abrió con un suave clic. Mateo extendió las palmas de las
manos sobre los muslos y esperó. La puerta se abrió más. Una figura envuelta
en negro entró y encendió la luz.
Steven Nayer
–¿Por qué no finges que soy Tommy?– Le sonrió a Steven. –Di o haz las
cosas que hubieras hecho si Tommy fuera el que estaba en mi lugar–.
–¿Tú qué?–, Preguntó. ¿Creías que estaba solo? ¿Que no tenía a nadie
que luchara por él, que lo protegiera de ti? Se inclinó hacia delante y la
mirada de Steven se posó en el arma junto a él en la cama.
–No quiero ningún problema–. Steven levantó las manos y Mateo soltó
una carcajada.
–¿Sabes de dónde somos Tommy y yo, Steven?– No esperó a que el
hombre respondiera. –Nueva York. Brooklyn, específicamente. ¿Qué crees
que sucede cuando alguien irrumpe en la habitación de otro hombre en
medio de la noche? Levantó la Glock y acarició el barril. Te daré una pista,
amigo. No nos tomamos de las manos y cantamos Kumbaya. No obtienes
nada más que problemas de mí, Stevie.
Mateo cerró la puerta del dormitorio, luego hizo un gesto a Tommy, que
se sentó mordisqueando su labio inferior. –Ven aquí, bebé–. Cuando Tommy
se acercó, Mateo lo rodeó con un brazo y le dio un beso en la sien. –Obtenga
la tarjeta que esos agentes nos dieron. Llámalos para que puedan venir a
buscar a este tonto antes de que yo lo encuentre.
–Sabes que la polla del viejo es difícil para ti, ¿verdad?– Él asintió con la
cabeza a Patel, pero Hutchins miró a Mateo.
–Hacemos.–
Hutchins frunció el ceño. –¿No deberías estar con tu ... qué te dice el niño
Jankowski para ti?–
–¿Estás bien?–
–Sí–. Tommy asintió. –No tenía miedo, ¿no es extraño?–
–Tú estabas allí–. Tommy se giró en sus brazos y besó la nariz de Mateo. –
Estabas allí conmigo, y supe por esa mirada que obtienes, no me pasaría
nada contigo–.
Mierda. Mateo empujó hacia atrás el dedo que tocaba su tierno trasero a
través de los jeans. Tommy dentro de él, nunca había querido quererlo antes
hace unas horas. Sin embargo, le había encantado, amaba cada segundo que
Tommy estaba dentro de él. Kid sabía lo que estaba haciendo, y Mateo no
pudo evitar sentirse celoso. Aun así, ahora tenía a Tommy y nunca lo dejaba
ir. Nunca dar a Tommy una razón para lamentar amarlo.
Mierda.
–Joder–. Mateo ayudó a empujar sus jeans hasta la mitad del muslo, con
la anticipación arañándose las tripas mientras Tommy sacaba la lengua y
sorbía su corona.
–¿Dijo Pablo por qué quería que viniéramos aquí?– Tommy miró desde la
dirección en que Pablo le había enviado un mensaje de texto a Mateo a la
propiedad bien vigilada que tenían delante. Se habían detenido en Chico en
Carolina del Norte camino a Nueva York desde Chico porque Pablo dijo que
tenía algo importante que discutir. Ahora Tommy frunció el ceño ante
la puerta alta, mientras Mateo marcaba el teléfono de Pablo.
–Sí, ¿pero Carolina del Norte?– Pablo y Shane vivían en Atlanta hasta
donde Tommy sabía, entonces, ¿por qué los haría venir a una dirección
extraña en Carolina del Norte?
–Jefe–. Mateo habló por teléfono y Tommy sonrió. Mateo no podía dejar
de llamar a Pablo así a pesar de que ya no trabajaban juntos. –Sí, estamos
afuera en la dirección que enviaste, pero yo ...–
–Sí, se está abriendo–. Mateo escuchó un poco más y luego asintió. –Está
bien, vamos a entrar–. Colgó y le indicó a Tommy que entrara por la entrada
que revelaba la puerta abierta.
–Agradable.–
–Jefe–. Mateo soltó la mano de Tommy y corrió los últimos pies hacia
Pablo. –¿Esto es tuyo?–
Pablo sacudió la cabeza con una sonrisa. –Nah–. Miró por encima del
hombro de Mateo, la sonrisa se hizo más amplia cuando vio a Tommy.
–Tommy–.
–Es bueno verte de una pieza–. Pablo se echó hacia atrás y acarició la
mejilla de Tommy. –Teo cuidando de ti?–
–Bueno. Bien. Pablo se puso serio rápido. –Está bien, así que creo que
debería prepararte–. Pasó una palma sobre su cabeza afeitada. –Angelo no
está muerto–.
Tommy frunció el ceño y parpadeó mientras Mateo soltaba una carcajada.
–¿De qué estás hablando, jefe?–, Preguntó Mateo. –Por supuesto que
Angel está muerto. Quemó ...
La puerta se abrió y alguien salió. Alguien vestido con jeans oscuros y una
camiseta roja. Alguien con cabello oscuro hasta los hombros.
–¿Qué carajo?– Mateo saltó hacia atrás. –¿Qué diablos está pasando?–
El chico se paró frente a ellos con ojos cautelosos, una sonrisa vacilante
en su cara demasiado jodidamente familiar. –Lo fingí. Todo ello.–
–Está bien–, dijo Pablo. –Fingió su muerte, cambió su nombre, pero sigue
siendo Ángel–. Intentó sonreír. –Sigue siendo nuestro ángel–.
Santo cielo Tommy miró a Mateo, a la ira y la sospecha en los ojos de su
amante, y tomó su mano. Él entrelazó sus dedos y lo besó. –Venga. Tenemos
que escuchar, al menos –.
Mateo frunció el ceño pero hizo un gesto negativo y Pablo los hizo pasar
a la casa con aire acondicionado directamente de algún tipo de revista de
arquitectura. Pisos pulidos, espacios abiertos con paredes blancas.
–Guau.–
–Yo era NYPD–, dijo el chico. –Ahora solo soy un civil–. Miró a Angelo,
que se colocó a su lado.
Santa Madre.
Angelo-Rafe asintió con la cabeza. –No tenía que decírtelo, pero quería
ver a Tommy. Asegúrate de que estaba bien después de todo lo que él ...
–Está bien–. Rafe frunció los labios. –Cuando Pablo estaba a cargo de Los
P, me contaba cómo estaba Tommy cada vez que le preguntaba. No me dijo
que Tommy se había escapado hasta hace poco, y decidí hacerle saber que
estaba cerca para que tuviera familia –.
–Somos tu familia–, dijo Pablo. –'Nunca tienes que sentirte solo como lo
hiciste en California–.
–Lo sabía–. Tommy tragó saliva. –Sabía que estabas allí para mí–, le dijo a
Pablo. –Solo necesitaba estar conmigo por un tiempo–.
–Si.–
–No entiendo por qué–, dijo Tommy. ¿Por qué fingiría Angelo su propia
muerte? ¿Por qué cambiaría su nombre y dejaría Brooklyn y la pandilla?
–Ángel.–
–¿Qué demonios fue eso?– Shane hizo la pregunta del millón de dólares
en el silencio tenso que de repente descendió.
–No. Yo ... Pablo sacudió la cabeza. –No es por eso que se fue. Es su
historia y la contará cuando tenga la oportunidad. Igual que esto. Pase lo que
pase, nos dirá si quiere.
Un fuerte ruido surgió de la otra habitación, algo que cayó al suelo tal
vez. Todos se pusieron de pie. Más ruido Definitivamente gritos fuertes y
gritos ahogados.
Afuera, a la brillante luz del sol, escuchaba con media oreja, la mano
reconfortante de Mateo sobre su rodilla.
Capítulo siete
Tommy encendió la luz y luego se giró para mirarlo. –Creo que son
ruidosos. Y entrometido. Rodó los ojos. –¿Por qué tu hermana necesitaba
saber sobre nuestra vida sexual?–
–Por supuesto que sí–. Mateo se acercó y lo tomó en sus brazos. –A todos
les agradaste–. Besó a Tommy suavemente. –¿No podrías decirlo?–
Mirándolo de arriba abajo, Tommy se lamió los labios. –Podría ser mejor,
pero todavía estás vestido, así que ...– Se fue encogiendo de hombros.
Una sonrisa tiró de los labios de Tommy mientras apuntaba una mirada
puntiaguda a los usuarios tro de tiendas de campaña de Mateo. –¿Pop off,
dices?–
–Sí–. Mateo tocó con la yema del pulgar el labio inferior de Tommy. –Esta
noche te llevaré, bebé. Jódete como si hubieras robado algo.
Rafe les había dicho que este era el escondite secreto que él y su esposo
habían usado en su día. De hecho, después de recibir la llamada telefónica
que me dejó a ambos con expresiones serias y ojos rojos, Rafe les había
contado cómo y por qué había fingido su muerte y había renunciado a
todo. Ni Rafe ni Gabe compartieron de qué se trataba esa llamada en
particular, y nadie se atrevió a preguntar.
Mateo se alegró de que su antiguo jefe estuviera vivo y bien, pero en este
momento, tenía al hombre que amaba en sus brazos, y necesitaba toda su
concentración para concentrarse en complacer a Tommy.
Y qué piel era. Cuando Tommy se quitó la ropa, pulgada tras pulgada de
deliciosa carne pálida apareció a la vista, haciendo que se le hiciera agua la
boca a Mateo. Se quitó la camisa y se quitó los zapatos antes de quitarse los
pantalones. Cuando terminó, Tommy se colocó delante de él sin nada más
que labios húmedos y separados y una polla cargada y lista para salir.
–No tengo que atarte para tener control–, le dijo Mateo. Pasó un
dedo por el centro del pecho de Tommy, sonriendo cuando Tommy contuvo
el aliento y se arqueó al tocarlo. –No necesito nada que ponga en peligro la
confianza que tienes en mí–.
–No importa lo que haga–, gruñó Mateo, –no alivias ese agarre en las
sábanas. ¿Me consiguió?–
Agarró el eje de Tommy con una mano y tiró de sus bolas con la otra,
levantando, probándolo. Las piernas de Tommy se abrieron más.
–Por favor–, gimió Tommy. –Por favor.–
–Mierda, Teo–.
Tommy se hizo más fuerte, las piernas inquietas contra las sábanas. Mateo
no rompió su enfoque para verificar si Tommy había seguido sus
órdenes. Él tenía fe en su amante y que apretado agujero en la
cabeza. Lubricaba un dedo con saliva y la propia habilidad de Tommy y
sondeaba el pequeño agujero.
–Oh, sí–. Las palabras de Tommy se estremecieron en un suspiro. –Si.–
–Todavía no–. Mateo le dio tres dedos y lo abrió de par en par. El pasaje
de Tommy se aferró a él, contrayéndose a su alrededor en ondas
dolorosas. Mateo apretó los dientes y entró y salió, haciendo que Tommy se
soltara lo suficiente como para llevarlo. Se aplicó más lubricante, se peinó a sí
mismo y al condón ya lubricado, y se puso de rodillas.
Tommy se tensó. Echó la cabeza hacia atrás con un gemido y las venas de
su cuello se hincharon. –Dios–. Tiró de su eje, acariciándose.
Mateo se hundió aún más, perdiendo la cabeza con cada centímetro que
Tommy lo tragaba. Una vez que tocó fondo, introdujo aire en sus pulmones y
se dobló, mordió los pezones de Tommy y luego lamió su cuello.
–Sí–. Entre ellos, Tommy apretó su polla. –Tú también–, jadeó Tommy. –
También te amo. Demasiado jodidamente mucho.
Mateo sonrió ante eso. –Está todo bien–. Besó a Tommy, tomó su boca en
una tierna exploración. –Quiero que vengas por mí–, murmuró. –Hazlo–. Se
retiró y luego se estrelló.
Tommy gritó.
Fin