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Sálvame, pecador

Brooklyn Sinners 02.5


Una historia de Shane y JP
por Avril Ashton

Shane Ruskin y Pablo Castillo están construyendo una vida juntos. Un


comienzo brusco da paso a una navegación tranquila, pero antes de que los
hombres puedan acomodarse a sus vidas, uno de los casos anteriores de
Shane regresa para morderlo en el trasero. Tiene que ir encubierto, esta vez
para derribar un anillo de metanfetamina. Debería ser una tarea rápida, pero
las cosas se descontrolan rápidamente y, una vez más, la vida de Shane
pende de un hilo.

Pablo no está preparado para quedarse al margen y ver a su amante ponerse


en peligro. Su relación es un secreto, pero cuando Shane no se registra como
se supone que debe hacerlo, Pablo podría tener que salir para salvar la vida
de su amante. Y cuando Shane finalmente lo llama, usando solo su código de
una palabra para problemas, Pablo se dirige a hacer lo que mejor sabe
hacer. Dañar.
Capítulo uno

Shane no podía decir con razón lo que lo despertó; tal vez fue la tranquilidad
absoluta. Tal vez fue el suave calor del sol de la mañana brillando en su rostro
a través de las cortinas en la ventana de su habitación.

Sofocó un bostezo y rodó sobre su espalda. Su soledad amaneció bastante


rápido y abrió los ojos. No, estaba solo en su cama. ¿Eso significaba que
anoche no había sucedido, que Pablo Castillo finalmente no había venido a
Shane? ¿Significaba que había perdido la cabeza después de todo, que el
dolor de alejarse del hombre que amaba finalmente había pasado factura y
Shane había soñado todo?

Pablo afuera de su puerta, el apresurado sexo demasiado bueno para ser


verdad contra su puerta y las palabras que había anhelado, el –Te amo–.

¿Había soñado eso?

Se cubrió la boca con una palma, sofocando un bostezo, antes de sentarse y


mirar a su alrededor. Nada estaba fuera de lugar. La garganta de Shane
funcionó y se recostó contra las almohadas, con la cabeza inclinada hacia
atrás con los ojos cerrados.

Mierda.

Sonó un teléfono, sorprendiéndolo. Shane miró alrededor antes de darse


cuenta de que el tono de llamada no era suyo, pero maldita sea si no le era
familiar.

Se lanzó de la cama y salió corriendo de la habitación. Le dolía el pecho


mientras contenía el aliento, demasiado asustado para esperar, pero con
ganas.

En la sala de estar, se detuvo.


Oh Dios.

Pablo Castillo estaba allí, en su sofá, con una taza de café en una mano, un
periódico extendido en su regazo y su teléfono cerca de la oreja. Parecía que
no le importaba en el mundo, como si estuviera en casa, usando nada más
que un par de calzoncillos rojos ajustados. Su piel era lo suficientemente clara
para que Shane distinguiera los moretones y las mordidas que había dejado
la noche anterior, rasguños en los brazos y hombros superiores, un chupetón
justo debajo de la oreja derecha.

Todas las marcas de Shane.

–Lo siento–, Pablo habló por teléfono. –Pero escucha, estoy aquí si alguna
vez necesitas ayuda. Lo sabes. Sus palabras y su tono eran pesados,
mezclados con una triste finalidad. Deslizando una palma sobre su cabeza
afeitada, Pablo continuó: –Nunca quise lastimarte–.

Shane se puso de pie y escuchó. Buscó en su mente la identidad de con


quién podría estar hablando Pablo y solo apareció un nombre. Aun así, se lo
dejaría a su amante para confirmarlo.

–Nadie sabe quién eres–, dijo Pablo suavemente en el teléfono. Se inclinó


hacia adelante con los hombros encorvados. –Nunca te traicionaría así, pero
Shane no es uno de tus enemigos, es el hombre que amo y cuando se
despierta, le digo la verdad–.

Un calor como nunca había conocido tocó a Shane y no pudo evitar


sonreír. Era bueno saber que Pablo no planeaba guardar secretos. Se aclaró
la garganta.

Pablo se tensó y lanzó una mirada sobre su hombro. Shane le sonrió. Pablo
no correspondió.

–Levi, tengo que irme, pero recuerda lo que dije, estoy aquí si necesitas
ayuda–. Al finalizar la llamada, Pablo se puso de pie. Se acercó a Shane
con ojos extraños. –¿Cuánto de eso escuchaste?–
Shane se encogió de hombros. –No mucho. ¿Por qué no me informas?

–En un minuto–. Pablo agarró a Shane por la nuca y lo atrajo hacia su


pecho. –Buenos días–. Tomó la boca de Shane, besando su respuesta.

–Mmm–. Shane envolvió sus brazos alrededor de Pablo y cayó en el


beso. Separando sus labios, gimió cuando la lengua de Pablo se enredó con
la suya. Se frotó contra el hombre en sus brazos, su cuerpo cobró vida,
ardiendo por él. Toda una vida de esto. Eso era lo que tenía que esperar y
maldición, Shane no podía esperar para comenzar sus vidas juntos. Agarró
los hombros de Pablo y profundizó el beso. Pablo le mordisqueó, los dientes
afilados mordieron antes de que su lengua resbaladiza lo aliviara.

Se besaron hasta que Shane no pudo respirar, hasta que le ardieron los
pulmones, y luego se relajaron. Sin embargo, retuvieron el abrazo, la cara de
Pablo enterrada en el cuello de Shane y Shane presionando pequeños besos
en la oreja de Pablo. Se quedaron en el lugar, sin prisa por moverse porque
tenían todo el tiempo del mundo y Shane no quería estar en ningún otro
lado, sino allí mismo, en los brazos del hombre que lo amaba lo suficiente
como para cambiar por él.

–¿Hay algo que quieras decirme?–, Preguntó Shane después de un rato.

Oyó la aguda inhalación de su amante, lo sintió asentir.

–¿JP?–

Pablo se apartó, dejando suficiente espacio entre ellos para alcanzar y tomar
la mejilla de Shane. –¿Alguna vez te dije cuánto amo cuando me llamas así?–
Sus ojos marrones estaban llenos de amor, gratitud y miedo.

Shane frunció el ceño ante eso.

¿Por qué temer?

–No–, respondió la pregunta de Pablo. –Nunca me dijiste.–


–Ahora lo sabes–. Pablo se alejó y señaló la cafetera. –Hice café. ¿Quieres un
poco?

Shane asintió con la cabeza. Observó mientras Pablo le servía una taza. Algo
flotaba en el aire entre ellos, y maldita sea si Shane podía señalar qué.

¿Temor, tal vez? ¿Qué temía Pablo? ¿Qué puso el miedo en sus ojos antes?

¿Ya lamentaba su decisión de alejarse de la vida de pandillas y concentrarse


en construir algo con Shane?

–Aquí.–

Tomando el café de Pablo, Shane se tambaleó hacia el sofá y se dejó


caer. Pablo no se sentó. Se paseó en su lugar.

Shane dejó la taza y se aclaró la garganta. –¿Es ese arrepentimiento lo que


veo en tus ojos?–

Pablo se congeló. –Joder–. Murmuró la maldición por lo bajo, pero Shane aún
escuchaba las palabras.

El hueco en el pecho de Shane creció y creció. Eso no era una negación, no lo


había negado. –¿Lamentas que hayas venido?– Vaya, su voz. Se sacudió, muy
parecido a su interior mientras temblaban. –¿Quieres irte?–

–¡No!– Pablo se dejó caer al suelo delante de él y agarró la mano de Shane. –


Cariño, no me arrepiento de ti y de mí–. Sus ojos le rogaron a Shane que
creyera mientras sus dedos se clavaban en su muñeca. –Lo que ves es ... lo
que ves es miedo. Tengo miedo de cómo reaccionarás cuando escuches lo
que tengo que decir.

¿Qué más no sabía sobre su amante? Shane se mordió la lengua para evitar
hacer esa pregunta. –¿Por qué no dices lo que tienes que decir y me dejas
decidir cómo reaccionaré?–

Pablo suspiro. –Yo solo ... no quiero que esto nos haga daño–.

–¿Puede?–
–Si.–

Sin dudarlo. Pablo no lo miró a los ojos, y la preocupación y el miedo que


Shane había estado tratando de mantener a raya cayeron en cascada a través
de él. En lugar de arremeter, sacudió la cabeza. 'Dime.–

–¿Sabías que los hermanos Nieto tenían un tercer hermano?–

Shane frunció el ceño. Los hermanos Nieto eran una pandilla de asesinos y
traficantes de drogas que operaban en México. Estaban en la parte superior
de la lista de éxitos de la DEA. Shane incluso se había encubierto,
infiltrándose en la operación de uno de sus asociados con la esperanza de
derribar a los Nietos. Obtuvo buena información e hizo algunos arrestos,
pero no logró enganchar al gran pez. Lo único bueno que salió de esa tarea
fue conocer a su amante.

–Solo hay dos Nietos–.

Pablo sacudió la cabeza. 'Tres.–

–¿Sabes cómo?–

Al subirse al sofá, Pablo se sentó a su lado y se tocó la cara.

–No estoy discutiendo esto con Shane Ruskin, DEA, ¿me entiendes? Te estoy
hablando, muchacho bonito, como mi amante. ¿Entender?–

Que su amante sintió la necesidad de hacer que esa distinción doliera más de
lo que Shane quería admitir.

–Shane–.

–¿Crees que voy a correr hacia mis jefes y repetir lo que me digas?–,
Espetó. Pablo lo apretó más fuerte e intentó alejarse, pero su amante lo
mantuvo quieto.

–No lo hagas–. Pablo se inclinó y besó su frente. –No te alejes–.

Shane resopló. –Solo di lo que quieras decir, JP–.


El tipo que había estado viendo en Filadelfia. La cara de Pablo se torció en
una mueca. –Se llama Levi Nieto–.

Shane retrocedió. –¿Qué carajo acabas de decir?–

–Es el hermano menor de los hombres que has estado tratando de arrestar–.

–¿Me estás diciendo que has estado follando con un


Nieto todo este tiempo?–

Shane agarró a Pablo por el antebrazo. –¿Me estás diciendo que sabes esto
durante el tiempo que hemos estado juntos y no me lo dijiste?– Tenía que
hacerlo bien, tenía que entender cuán profundo en esta mierda se hundió su
amante.

–Si.–

Shane cerró los ojos, luchando por la calma. –Hacer continuación.–

–La historia de Levi no es mía para compartir, pero confía en mí cuando te


cuento que hasta hace dos años pensó que era hijo único, adoptado porque
sus padres biológicos murieron–. Pablo hizo una pausa. Shane se negó a abrir
los ojos y mirarlo. –Levi no sabía acerca de sus hermanos mayores y la forma
en que aprendió no era la ideal. Se escapó y nos encontramos por
casualidad.

Shane habló con los ojos cerrados, las manos apretadas en su regazo. –Y
cuando te dije que estaba trabajando para derribar a los Nietos, ¿no pensaste
que debería saber sobre Levi? ¿No pensaste que podría usarlo?

–Sabía que lo usarías, bebé–. La voz de Pablo se elevó. –Usted y su gente lo


usarían como cebo y él no se lo merece–.

Los ojos de Shane se abrieron ante eso. –Presentemos la discusión sobre


quién merece qué por ahora–, dijo con los dientes apretados. ¿Hubo algo
más entre tú y Levi? ¿Algo más que solo aparecer cuando te conviene, follarlo
y alejarte?
Pablo sacudió la cabeza antes de que Shane terminara su pregunta.

–Absolutamente no. Nunca fue más que sexo para ninguno de nosotros. Los
dos estábamos heridos y necesitábamos ...

–Sí–. Shane se abalanzó sobre sus palabras. –Te lastimaste. Usted. Ya que
estamos poniendo mierda sobre la mesa, ¿por qué no hablamos de quién te
lastimó, ¿eh?

Pablo realmente palideció. Su rostro palideció. –Yo—– Él tragó saliva. –


Angelo Pagan–.

Shane parpadeó ante el nombre. El tipo que dirigía la pandilla antes de que
te hicieras cargo, tu amigo. ¿Te rompió el corazón?– No lo vi venir.

Pablo asintió con la cabeza.

–Así que tú y él fueron ...–

–No. Pablo se pasó una mano por la cara. –Cariño, ni siquiera sabía si estaba
interesado en los hombres. Lo amaba, pero estaba demasiado asustado para
hacer ese movimiento –.

–Bien, entonces, ¿qué pasó?–

–Resulta que era gay, pero estaba con alguien. El policía intenta encerrarnos.

Shane dejó escapar el aliento. –Esta es una mierda de déjà vu, ¿no?– Él
sacudió la cabeza. –Tu compañero muerto te rompió el corazón y supongo
que ni siquiera lo sabía, ¿verdad?–

La mirada de Pablo revoloteó por toda la habitación antes de instalarse en


algún lugar cercano a la cabeza de Shane. –Él no es.–

–¿Él no es qué?–

–Muerto. Angelo está vivo.


Shane lo miró con los ojos entrecerrados. –Podría haber jurado que te
escuché decir que Angelo Pagan está vivo–.

–Está vivo.–

El dolor en los ojos de su amante, Shane no podía entenderlo.

–Me entregó Los P a mí, se mudó a Carolina del Norte y se casó con el
policía–.

A la mierda Shane se puso de pie de un salto. –¿Qué estás diciendo, JP?–

–Shane–. Pablo se levantó y lo agarró.

Shane se giró, poniendo rápidamente espacio entre ellos. Su pecho, hombre,


cómo le dolía el pecho.

–Soy triste–.

–¿Por qué?– La boca de Shane tembló. Los presionó juntos y luego preguntó
de nuevo: –¿Por qué lo sientes?–

Los ojos de Pablo brillaron. –Lamento no haberte dicho antes–.

Shane se rio. Él rió. La alternativa era llorar y no estaba dispuesto a


hacerlo pronto. –No me importa que me hayas omitido ese tipo de
información. Me importa que el hombre que tanto amaste, el hombre que te
convirtió en un maldito caparazón todavía está vivo y tú aún lo amas. Todavía
te importa.

La mandíbula de Pablo cayó. –¿Qué?– Él también dio un paso atrás.

Shane avanzó. –Lo amaste. Él rompió tu corazón eligiendo a alguien más y


dejándote solo. Podría aceptar eso si realmente estuviera muerto, pero
todavía está ahí afuera, todavía está vivo y también lo están tus sentimientos
por él. Su garganta ardía mientras decía las palabras. La verdad estaba en los
ojos de su amante, cayendo muy lentamente en él.

–Yo no-–
–¿Dónde encajo?–, Preguntó Shane. –No podías tenerlo, así que te
conformaste conmigo–. Él cruzó los brazos y se encontró con la expresión
destrozada de su amante. –Si él entrara por esas puertas en este momento y
te dijera que se sentía como tú, ¿dónde me dejaría eso? ¿Dónde encajo, JP?
Capitulo dos

–¿Q-qué?– Pablo no pudo hacer que sus palabras funcionaran bien. Estaba
tratando de explicarlo y estaba haciendo un trabajo de mierda, porque ahora
el hombre que amaba pensaba que había sido la segunda opción. –¿Y eso
que significa? Te amo.–

La cara de Shane era de granito, dura, fría. Impenetrable. Pablo lo


alcanzó. Shane se alejó.

–¡No lo hagas!–

–¿Recibo la mejor facturación?– Se burló Shane. – En esta escala móvil que


tienes, ¿recibo la mejor facturación o está reservada para él?–

Pablo apretó los puños. –Estas exagerando. Ya no estoy enamorado de él –.

–¿Oh?– Shane se movió al otro lado de la habitación y levantó una ceja, con
los brazos cruzados sobre su pecho desnudo. –¿Cuándo dejaste de amarlo?–
Sus ojos verdes brillaron. El dolor en ellos era demasiado brillante, Pablo no
podía mirarlo por mucho tiempo. –¿Fue antes o después de que me tuvieras
en tu cama, boca abajo, culo arriba?–

La noche anterior había sido todo lo que Pablo quería. Él finalmente


superado su miedo, todas las cosas que le retiene, y que había hecho el
movimiento, fue a Shane y le dijo cómo se sentía. Cuánto lo amaba. Todo
estaba bien, mejor que. Todo fue como debería haber sido. Se había
quedado dormido y se había despertado en los brazos del hombre con el
que quería pasar el resto de su vida. Pero, ¿cómo había ido cuesta abajo tan
rápido?

¿Dónde se había equivocado?

–Bebé–, se acercó a Shane, –Angelo está casado, es feliz. Estoy feliz. Esto no
es un problema –.
Shane no dio señales de haberlo descubierto. –¿Cuándo descubriste que
estaba casado?–

Pablo no habló. ¿Qué podía decir él? No podía describir completamente la


magnitud del dolor y el dolor en los ojos de Shane. Sabía el nombre del peso
que de repente se apoyó en su pecho, sobre sus hombros. Miedo. Como si
nunca lo hubiera sabido. Miedo.

–Responde la pregunta. JP –

Se tragó las palabras susurradas de Shane. –Al mismo tiempo descubrí tu


verdadera identidad–.

Shane se encogió. Él frunció los labios e inclinó la cabeza hacia arriba. –La
noche que intentaste matarme. La noche que perdiste todo el control. La
noche que casi me rompes.

–Sí–. Pablo inclinó la cabeza. Siempre lamentaría esa noche, siempre


lamentaría la sangre que había extraído. La mejilla de Shane estaba sanada
por mucho tiempo, la cicatriz delgada apenas se notaba, pero Pablo lo
notó. Cada vez que miraba a la cara de su amante se daba cuenta y
recordaba.

–Lo recuerdo–. La voz de Shane era suave y húmeda, pero se negó a mirar a
Pablo. –Recuerdo la mirada en tus ojos esa noche. Como si hubieras perdido
todo, como si no quisieras vivir. Recuerdo esa mirada y pensé –, su voz se
quebró,– tonta, pensé que era porque te importaba –.

–Yo hice. Hago.–

–Para mí–. Shane se limpió la humedad en la mejilla. –Pensé que era porque
te había lastimado, pero no fui yo, ¿verdad? Fue él, fue cuando te diste
cuenta de que no tenías ninguna oportunidad con él.

–No.– Pablo lo agarró del brazo. –Esa no es la verdad. te quiero. Eres mi


elección.
–Pero no es tu primera opción–. Shane tiró de su mano. –Soy tan
jodidamente estúpido–. Se cubrió la boca y sacudió la cabeza lentamente. –
Soy tan estúpido–.

–Detente–. El corazón de Pablo se apretó. ¿Dónde estaba su momento de


dicha, dónde se había ido? –Nunca amé a Angel como te amo a ti–. Abrazó a
Shane cerca, besando su cuello. –Nunca sentí por él lo que siento por ti. No
hay comparación –.

–¡Está vivo!–, Gritó Shane. –Está vivo, y cuando se casó con otra persona, casi
me matas con rabia. No me digas que no se compara, no me digas que no es
lo mismo. Su cuerpo se sacudió contra el de Pablo.

¿Cómo hizo que Shane viera cómo se sentía? ¿Cómo lo hizo entender? Pablo
no tenía idea. –Te amo–. Se aferró al hombre en sus brazos, se aferró a él
incluso cuando lo sintió alejarse. –Te amo–. Sus propios ojos ardieron, pero lo
ignoró. Shane era quien importaba, el dolor de Shane era el que necesitaba
ser tratado con él.

Lo tomó como una buena señal de que Shane no se movió de su abrazo.

–Es por eso que seguiste empujándome lejos, sosteniéndome con los brazos
extendidos por tanto tiempo–, dijo Shane. –Él es la presencia que siempre ha
estado con nosotros, incluso cuando solo somos nosotros dos, él ha estado
allí. Un fantasma viviente.

–Cariño, no hablemos de esto ahora. Por favor.–

–¿Cuándo, entonces?– Shane levantó la cabeza, las pestañas


mojadas. ¿Cuándo deberíamos hablar del otro hombre que amas? ¿Tu primer
amor, el que se escapó?

Pablo sacudió la cabeza. –Tú–. Él ahuecó la barbilla de Shane, sintió que


temblaba. –Tú eres mi primer amor. Eres mi único amor, esa es la verdad. No
hay otro lugar donde prefiera estar. No hay nadie más con quien prefiera
estar. Presionó a Shane contra la pared y unió sus caras. –Me haces mejor–.
Su voz tembló. –Me haces feliz.–
Shane cerró los ojos. –No puedo ... no puedo tratar ...–

–Enfréntalo–, dijo Pablo con firmeza. –No dejaré que dudes de ti mismo,
dudes de nosotros. Pregúntame lo que quieras saber. Soltó a su amante y
retrocedió con las manos en alto. –Me quedaré aquí–, asintió con la cabeza
en el sofá, –y no te tocaré. Pregunta lo que quieras saber.–

La incertidumbre permaneció en la cara de Shane. Se mordió el labio y se


arrastró de un pie al otro, los músculos se ondularon cuando se movió. Su
piel bronceada estaba expuesta, un par de boxers azules lo único que
llevaba. Pablo tuvo sus manos sobre esa piel suave anoche. Se había besado
cada centímetro y había tomado a Shane y lo habían tomado tantas veces
que había perdido la cuenta. Nunca había conocido un momento más
feliz. Había oído que la felicidad era fugaz, pero no había esperado
presenciarla de cerca y personalmente.

–¿Por qué?–, Preguntó Shane, implorando.

–¿Por qué, Qué?–

–¿Por qué me hiciste amarte tan profundamente?– Las palabras fueron


tristes. ¿Por qué me hiciste preocuparme tanto? Estaba tan feliz cuando
desperté, cuando me di cuenta que anoche no era un sueño. Estaba tan feliz.
Shane lamió las lágrimas que caían de sus labios. –Solo tú puedes obligarme
y romperme tan completamente. Solo tú puedes convertirme en esto. Señaló
su cara roja y sonrojada. –Sólo tú, JP–

–Lo siento–. ¿Qué más podría decir? Nada. La realización fue


humillante. Realmente no había nada que pudiera decir para evitar que las
lágrimas de su amante cayeran. La verdad del asunto era que había estado
usando a Shane al principio para sacar a Angelo de su cabeza. Fuera de su
corazón. Esa era la verdad.

–Lo amabas–.

–Si.–
–Se enamoró de un policía, fingió su muerte, cambió su nombre y se escapó
con el policía–.

Pablo asintió con la cabeza. –Si.–

–Eso te lastimó–.

–Me dolió–. Lo llevó a hacer cosas inexcusables.

–¿Cómo te sentiste cuando supiste que se había casado con el policía por el
que dio todo?–

Pablo abrió la boca. Tomó aliento y lo dejó salir. –Destripado–. Su voz se


cortó. –Me sentí destripado–.

Shane se sorbió la nariz por la desesperación. –Así que ahora lo sabes–. Las
lágrimas rodaron por su rostro. Sus labios temblaron. –Ahora sabes cómo me
siento–. Se dio una palmada en el pecho, sobre el corazón. –Destripado. Por
ti.–
Capítulo tres

Pablo tragó saliva. –Lo siento–. Podría y diría las palabras una y otra vez, todo
el día si pensaba que eso haría una diferencia para Shane. Solo quería que
la incertidumbre desapareciera, quería eliminar el dolor y el dolor que había
causado.

No había querido hacerlo, nunca fue su intención, pero maldita sea si no


parecía que había jodido las cosas antes de que siquiera tuvieran la
oportunidad de comenzar.

Shane se paró en la esquina, con la mano sobre el pecho, los labios


temblorosos mientras miraba a todos lados menos a Pablo.

–No llores–. Se levantó y se acercó a él, dando pasos lentos y vacilantes. Una
vez delante de Shane, Pablo le tocó la mejilla y se le rompió una lágrima con
la yema del dedo. –No llores. No puedo ... Mierda, no puedo soportar tus
lágrimas. Su mano tembló contra la mejilla de Shane. –No sé qué hacer–,
susurró. –Dime qué decir, qué hacer para detenerlos–. Su voz se quebró. –
Estás rompiendo mi corazón.–

Las fosas nasales de Shane se dilataron y cubrió a Pablo con una mirada
acuosa. –¿Te estoy rompiendo el corazón?– Él se burló. –¿Estás hablando en
serio?– Alejándose del toque de Pablo, Shane preguntó: –¿Qué pasa con el
mío? Toda la mierda por la que me hiciste pasar en Brooklyn, todos los
jodidos aros por los que tuve que saltar, y terminamos aquí–. Señaló entre
ellos. –¡Aquí! Conmigo otra vez sintiéndome menos que contigo. Conmigo
rogando por más de lo que podrías dar–, gritó. –¡Ya terminé!– Su voz
temblaba incontrolablemente. –Estoy tan jodidamente esperando que
decidas a quién amas más. ¿A quién quieres más?

El terror congeló las palabras de Pablo en su lengua. La vida sin Shane pasó
ante sus ojos y no la quería, rechazó esa mierda de inmediato. Un futuro sin
Shane sería oscuro y desolado, y ningún lugar en el que quisiera estar.
–Shane–. Agarró la mano de Shane cuando se volvió para alejarse. –No me
alejes. Por favor. Todo lo bueno en mí es gracias a ti, no lo destruyas–. No
podía creer que en realidad estaba rogando, no podía creer todo lo que
quería, todo lo que había estado a su alcance, solo en la palma de su mano.
Hace horas, se estaba escapando con él impotente para detener el flujo.

Shane se apartó de él, su rostro hacia la pared, por lo que Pablo no pudo ver
su expresión, pero sintió lo que sentía su amante; su pulso acelerado, los
temblores corriendo a través de él.

–Lo siento–. Joder. Siguió diciendo eso, pero no sirvió de nada. Ni un poco. –
Enfréntame, Shane. Mírame. Él tiró hasta que Shane cedió.

–¿Qué?– Su pregunta hosca no ocultaba el dolor. Tenía la cara roja,


lágrimas secándose en sus mejillas.

–Escúchame–, Pablo habló con cuidado. Estaba demasiado asustado para


correr riesgos estúpidos, demasiado asustado para dejarlo ir cuando Shane
intentó alejarse de él. Pablo los acercó a la pared y le indicó a Shane que se
recostara. Cuando lo hizo, Pablo cayó de rodillas. –Escucha, por favor–. Puso
una mano sobre la cadera de Shane y lo miró a los ojos verdes.

–Di lo que quieras–. Shane se lamió los labios con un encogimiento de


hombros. Parecía empeñado en hacerle las cosas difíciles a Pablo, y ¿por qué
no debería hacerlo?

–Lo que sentí por Angelo, fue amor, sí–. Él asintió. –Pero también era un
hermano sustituto, un mejor amigo y un socio comercial. Sabíamos la
mayoría de los secretos del otro, fuimos a luchar el uno por el otro. Lo amaba
y estaba devastada cuando me enteré de que estaba enamorado de alguien
más–.

La manzana de Adam de Shane se balanceó.

Pablo le dio un beso rápido en el hueso de la cadera. –Estaba enojado


porque eligió a otra persona, un policía, sobre mí y la pandilla. Estaba
enojado porque no era quien él quería. Que no podía ser quien él
necesitaba. Estaba enojado. Él podía admitirlo fácilmente. –Esa ira–, Pablo se
tocó el pecho. –Esa ira, gobernó mis emociones. Me gobernó. Lo abracé por
completo porque la alternativa era admitir que estaba solo, que siempre
estaría solo. Sus ojos ardieron y miró hacia abajo, escondiéndose. –
La alternativa sería que, a pesar de mi lealtad, mi fiabilidad, a pesar de haber
estado siempre allí para él, ya no estaría allí para mí–.

Shane emitió un sonido por encima de él, un sollozo suave. –No quiero
escuchar esto–.

–Tienes que hacerlo–. Pablo se tocó el estómago y lo sacudió con una


palma. –Por favor–. Cuando Shane no volvió a hablar, Pablo continuó. –Supe
en el momento en que nos besamos en el bote, supe en el momento en que
tus labios tocaron los míos que eras diferente. Que me habías cambiado de
alguna manera fundamental, pero indefinida. Esa fue la razón por la que
seguí alejándote, porque sabía que no era solo una cosa física. Sabía dónde
me habían herido las acciones de Angelo, dejándote entrar y perderte me
matarías.

Shane parpadeó hacia él, sus labios abiertos. Su expresión aún era ilegible,
pero al menos sus ojos ya no estaban húmedos. Pablo siguió acariciando el
vientre de Shane.

–Lo amaba–, dijo Pablo suavemente, –pero lo que siento por ti, amor es una
maldita palabra demasiado mansa–. Su voz se volvió más áspera, más
áspera. –Esta cosa entre nosotros, chico lindo, este fuego que hacemos, nada
puede tocarlo. Nada se acerca. Nada. Tuvo que dejar de hablar por un
segundo, dejar que el nudo en la garganta. –Nunca hubo una elección que
hacer, te metiste en mi vida y me quitaste esa mierda de las manos. Nunca
tuve una oportunidad.

Shane comenzó a temblar de nuevo.

–Di que me crees–, le suplicó Pablo. –Di que me amas como lo hiciste
antes. Dime que sabes que eres el único hombre en mi corazón. Jesús, él
nunca había hecho esto. Nunca habló de sentimientos, nunca, pero había
descubierto su corazón por Shane, le había dicho la verdad y Shane estaba ...
alejándose.

–Estoy-necesito acostarme–.

Pablo se recostó, con la cabeza gacha, mientras Shane se alejaba de él y se


alejaba. Con el corazón apretado, gritó: –Shane–. Cuando levantó la vista,
Shane no se volvió hacia él, se detuvo en el arco entre la sala de estar y
el pasillo que conducía a su habitación. –Estoy aquí y me quedo. No me
importa cuántas veces tengo que decirte que te amo. No me importa cuánto
empujes o la distancia que pongas entre nosotros. Me conoces mejor
que pensar que me iré. Estaré aquí cuando te despiertes. Siempre.–

Shane esperó un momento y luego siguió caminando hasta que desapareció


de la vista. Una puerta se cerró de golpe.

Pablo se encogió. Sus hombros se hundieron. Sin embargo, había querido


decir las palabras, no iba a ir a ninguna parte. Se puso de pie y se dirigió al
sofá con pasos pesados. Le mostraría a Shane cuánto lo amaba, cuánto lo
quería. Su amor no era una segunda opción, no era un marcador de posición
para algo u otra persona. Tenía que hacer que Shane viera eso, tenía que
hacerle creer eso.

Estirándose en el sofá, buscó en su mente cualquier cosa que le devolviera la


luz a los ojos de su amante, pero se durmió antes de que pudiera encontrar
una solución.

*****

Un ruidoso estómago sacó a Pablo de su siesta. Se sentó y miró el teléfono


en su teléfono. A última hora de la tarde y sin movimiento de Shane. Se
dirigió a la habitación y abrió la puerta abierta. Shane estaba tumbado en el
medio de la cama, roncando ligeramente. Bueno. Les conseguiría algo de
comida, ordenaría a través de los menús para llevar que había espiado en la
cocina y luego despertaría a Shane.

Esperemos que las cosas sean mejores entonces.


Después de hacer un pedido en el lugar tailandés, Pablo tomó una ducha
rápida. Estaba poniéndose unos jeans cuando llamaron a la puerta. Shane
aún dormía, así que Pablo corrió hacia la puerta con la mitad superior
desnuda y aún húmeda, con la billetera en la mano. Abrió la puerta de un
tirón y parpadeó.

El repartidor estaba allí, con una bolsa de comida en la mano, pero tenía un
compañero.

–¿Qué estás haciendo aquí?–

Ignorando la pregunta indignada, Pablo le pagó a la charcutería y esperó a


que desapareciera de la vista antes de dirigirse al otro invitado no deseado. –
Este es un problema definitivo–. Volvió a la casa y colocó la comida en el
mostrador. –Un gran problema.–

–No has respondido a mi pregunta–, dijo Jack Welling desde detrás de él. –
¿Por qué estás aquí?–

Pablo se dio la vuelta. –¿Por qué crees que estoy aquí, Jackie boy?– Se apartó
del mostrador y se acercó, muy cerca de la cara del agente de la DEA. Miró
fijamente a los ojos claros de Jack, sonriendo ante la alarma que no
podía ocultar. –Estoy aquí porque aquí es donde mi hombre pone su
sombrero, y donde sea que Shane ponga su sombrero es mi hogar–.

Jack se sonrojó. Demasiado abotonado, ese.

–¿Por qué no hablamos de por qué estás aquí?–, Preguntó Pablo. –La última
vez que revisé, tu negocio con Shane había concluido. Muerto y enterrado, si
no me equivoco.

–Shane y yo trabajamos juntos–. Jack lo fulminó con la mirada.

–¿Lo estoy?– Pablo ladeó la cabeza hacia un lado, tratando de ocultar la


sonrisa cuando Jack parpadeó.

–¿Eres qué?–
–Equivocado. ¿Me equivoco con el estado de tu negocio con Shane?

–No sabes nada sobre Shane y yo–. Jack apretó los puños a los costados. –
Entras y le lavas el cerebro para que piense que sientes algo por él, pero lo sé
mejor. Tarde o temprano se cansará de ti y ...

–¿Y estarás allí, listo para ayudar a recoger las piezas?–, Preguntó Pablo con
una sonrisa. No pudo evitarlo. No sabía si dispararle a Jack o darle un abrazo
porque ambos sabían que Shane no iría a ninguna parte a menos que Pablo
estuviera a su lado.

Jackie boy no le respondió, sino que se balanceó sobre los talones y le lanzó
una mirada a Pablo. Aún no había visto a Jack con nada más que traje y
corbata. Hoy llevaba una gris con camisa blanca y corbata oscura. El agente
rubio tenía una arrogancia malcriada que irritaba a Pablo. Simplemente sabía
que Jack no era fanático de nada sucio o sudoroso.

¿Cómo había pasado Shane todos esos años con él?

–¿Sabes por qué estoy aquí?–, Preguntó Pablo. –Porque Shane me ama y yo
lo amo a él. Él me quiere aquí, así que le sugiero que se acostumbre –.

–Amor–, escupió Jack. –¿Qué sabes sobre el amor? Matas gente. Destruyes
vidas.

–Ah. Ah. Pablo movió un dedo debajo de la nariz de Jack. –¿No has
escuchado? Estoy retirado. Él se rió entre dientes.

–¿Dónde está Shane?– Jack miró a su alrededor. –Necesito hablar con él–. Se
giró y Pablo lo agarró por el hombro, deteniendo sus movimientos.

–Shane está descansando un poco. No vas a molestarlo, así que te sugiero


que le envíes un correo electrónico más tarde –.

–¡No me toques!– Jack intentó encogerse de hombros, pero Pablo clavó sus
uñas más profundamente en su hombro.
–Deberías haber escuchado esa voz en tu cabeza, la que susurraba 'peligro' la
primera vez que nos conocimos–, le habló Pablo al oído. –Abre los ojos,
Jackie boy. Joder conmigo no es una buena idea. Significa que ya no estás a
salvo, no durante el día y definitivamente no por la noche. Apretó a Jack,
escuchó su aliento tartamudear. –No me pongas a prueba, agente
Wellington–.

Jack lo enfrentó con furia en los ojos. Miedo también. –Shane no tiene idea
de quién eres realmente, ¿verdad?– Su pecho se agitó en su estado de
pánico.

Pablo le sonrió. –Shane sabe exactamente quién soy. Él sabe que soy el
hombre que matará y morirá por él. Él sabe que es lo primero. Período. Él
sabe que lo amo y destruiré a cualquiera que intente joder con lo que
tenemos. Él me conoce, Jackie, muchacho —susurró Pablo—, y me
ama. Como si nunca te hubiera amado.

Jack realmente palideció. –Jódete–.

–No es malo–, le tranquilizó Pablo. –Puedes encontrar a alguien lo


suficientemente valiente como para superar el almidón en tu columna
vertebral y darte lo que quieres–.

–¿Qué quiero?– Jack frunció el ceño.

– Hablemos de lo que necesita. Una buena acogida. Pablo guiñó un ojo. –Te
da calor, sudoroso y camina divertido al día siguiente–.

La boca de Jack se abrió. Un color rojo brillante cubrió su cuello y se alzó


hasta sus mejillas. –Tú-–

–Estoy sorprendido, lo siento–. Le dio la espalda a Jack. –Ven cuando vengas


a Shane, pero llama antes que tú–.

–No me estoy yendo.–

–¿Oh no?– Pablo se dio la vuelta. –¿Estás seguro?– Entrecerró los ojos ante la
expresión determinada de Jack.
–¿Quieres hacer que me vaya?– Jack cuadró los hombros y apoyó una mano
sobre su cadera derecha. –Tratar.–

–Ah, muchacho Jackie–. Pablo chasqueó la lengua y sacudió la


cabeza. Idiota. –Puedo tenerte boca arriba antes de que saques tu plancha de
la funda–. Mostró los dientes. –Soy devastadoramente bueno en lo que
hago–. Tosió. –Disculpe, lo que 'solía hacer '–. Incluso proporcionó las citas
aéreas.

–Entonces hazlo.– Jack se encogió de hombros. –No me estoy yendo.–

Pablo no quería admirar al tonto, pero a la mierda si no lo hacía. –Está bien–.


Dio un paso adelante.

Jack se preparó, con los pies separados.

–JP! ¿Qué demonios estás haciendo?–


Capítulo cuatro

Shane miró de reojo a Pablo, que no hizo ningún intento de moverse de


donde estaba, todo en la cara de Jack. Los dos parecían estar a segundos de
recibir golpes y Shane no lo estaba teniendo.

–Retrocede–, le espetó a Pablo. –Moverse.–

Su amante sostuvo su mirada, expectante, y cuando Shane no le dio más,


Pablo se alejó, con las manos en el aire.

–Shay–. Jack tocó el hombro de Shane. –¿Por qué él está aquí? ¿Has perdido
la cabeza?–, Preguntó. –Sabes que no hay forma de que este tipo pueda ser
cambiado o salvado o lo que sea que planees ... –

–¡Cállate, Jack!– Shane cortó una mano en el aire. –¿Por qué estás aquí?–
Shane se frotó la sien. Todavía se sentía un poco aturdido después de ser
despertado por el golpe de la puerta. Saltó de la cama y salió corriendo de la
habitación. solo que lo único que le impidió estallar a la cocina era la voz de
Pablo cuando habló de amar a Shane.

Los ojos de Jack le suplicaron que volviera en sí. En la esquina, Pablo estaba
de pie con los brazos cruzados sobre el pecho, mirando de la manera
misteriosa que había perfeccionado.

–Shay, dime que estaba mintiendo. ¿No puedes tomar en serio que él viva
aquí contigo?

–Es verdad–. Shane se sentó a la mesa de la cocina y olió las bolsas de


comida allí. –¿Compraste comida?– Levantó una ceja a Pablo quien sonrió.

–Tienes que comer. ¿Verdad?– Se acercó y sacó los contenedores de las


bolsas y luego preparó un plato que empujó hacia Shane. –Aquí tienes.–
–¿Estás bromeando?– Jack jadeó. Se apartó de la pared y se acercó. Shane,
¿estás pensando con claridad? No se puede confiar en este chico. Él es un
criminal. ¿Por qué no estás corriendo tan lejos como puedes de él?

Shane no pudo mirar a los ojos de Jack. El dolor en ellos, el dolor, había
puesto esas sombras en los ojos de Jack y no tenía forma de eliminarlas.

–Shane–, susurró Jack. –¿Por qué?–

–Jackie boy-–

–No.– Shane levantó una mano. –Jack, lo siento. No puedo decirte por qué es
él y no tú. Lo siento.–

–Cinco años–, dijo Jack con voz ronca. –Cinco años, Shane, y ni una sola vez
me dejaste pasar el fin de semana contigo –. Miró alrededor del
apartamento. –Cinco años te amé e invertí en nosotros, ¿pero lo conoces
durante cinco minutos y él lo consigue todo? ¿Él te atrapa?

–Lo amo–, Shane se encogió de hombros. –Diría que lo siento, pero no me


disculparé por amarlo–.

Jack se encogió.

Shane se quedó mirando su comida. Su apetito había desaparecido y ahora


todo lo que quería era una puta cerveza. –¿Por qué viniste, Jack?–

Jack se quedó quieto por un momento, su garganta trabajando, sus manos


apretadas. Se compuso y luego habló. –Hemos estado escuchando
algunas conversaciones sobre los Cahns. Creemos que podrían estar
operativos nuevamente, o al menos cerca de eso–.

Shane frunció el ceño. Los Cahns eran una familia de Missouri, conocida por
sus negocios de metanfetamina, que la cocinaban y la vendían. Shane había
estado encubierto durante tres meses y con la ayuda de la policía local los
cerró, arrestando a casi veinte miembros de la familia, incluido el jefe de la
operación, Pop Cahn.
–¿Qué quieres decir con charla? ¿Y pensé que Pop todavía estaba
encerrado?–

El viejo había recibido siete años por sus crímenes, que incluían el tráfico de
metanfetaminas y la posesión de una sustancia controlada.

–Pop sigue adentro–. Jack asintió. –El mayor, Edgar, parece tener la intención
de revivir el negocio familiar–.

–Está bien, ¿qué tiene eso que ver conmigo?–

–Podríamos necesitar a tu alter ego adicto a la metanfetamina Johnny para


visitarlos–.

–Espera, ¿qué?– Pablo interrumpió. –¿Qué estás diciendo?– Miró de Shane a


Jack y viceversa. –¿Qué está diciendo?–

Shane se lamió los labios. –Puede que tenga que volver encubierto–.

–¡Joder, no!– Pablo sacudió la cabeza. –Eso no va a suceder.–

Jack sonrió de lado. –No tienes voz en lo que hace Shane–.

Pablo se acercó y se sentó en la silla al lado de Shane. –¿Eras una


metanfetamina?–

–Estaba encubierto, desempeñé el papel–. Había tenido que hacer


muchas cosas de las que no estaba orgulloso en ese caso, pero ¿qué más
había de nuevo?

–¿Qué significa eso?– Pablo lo tomó de la mano y lo abrazó con fuerza. –


¿Qué significa eso?–

–Significa que no tienes idea de lo que implica su trabajo–, dijo Jack.

–Jack–. Shane se puso de pie. –Mantenme informado, y mientras tanto me


volveré a familiarizar con el caso–.
Jack se quedó allí parado, balanceándose sobre los talones, con las manos en
el bolsillo. Sus ojos estaban llenos de necesidad y esperanza, nada que Shane
pudiera dar.

–Hablaré contigo mañana, Jack–.

Su ex finalmente recibió el mensaje. Él asintió con la cabeza y se volvió,


caminando hacia la puerta principal.

–Y Jack–, gritó Shane. –De ahora en adelante, por favor llama antes de pasar,
¿de acuerdo?–

Todo lo que consiguió fue un endurecimiento de los hombros de Jack para


indicar que había escuchado antes de que la puerta se cerrara detrás de él.

Shane se dejó caer en su silla con un suspiro. Eso fue doloroso, pero Jack
necesitaba saber dónde estaba parado con Shane.

–Gracias por eso.–

Miró y encontró a su amante mirándolo fijamente. –Lo hice por los tres–.

Pablo asintió con la cabeza. –Él todavía te ama–.

Y Shane no sabía cómo hacer que no le doliera a Jack. –Te escuché antes–,
dijo en voz baja. Te escuché hablar con él. Le dijiste lo que sentías por mí.

–No es ningún secreto lo que siento por ti–. Pablo se encogió de hombros. –
La única persona que lo cuestiona eres tú–.

Shane no quería lidiar con el desastre que había dejado sin resolver cuando
corrió y se escondió en la habitación, pero tenían que hacerlo. –Se que me
quieres. Yo solo…–

–¿Dudaste cuánto?–

El asintió. –Si.–

–Eres todo, Shane–.


Y él podía creerlo. Cuando Pablo lo tocó como lo hizo ahora, con un pulgar
deslizando el pulso sobre su muñeca, cuando miró a Shane como lo hacía
ahora, con los ojos suaves, soñadores y prometedores, Shane podía creerlo.

Dejó su silla y fue hacia Pablo, se subió a su regazo y lo abrazó con fuerza. –
Dices que me amas–, susurró al oído de su amante, –entonces tienes el resto
de nuestras vidas para mostrarme. Una y otra vez.–

Pablo besó su cuello, justo donde significaba su hombro, y Shane se


estremeció. –No has dicho nada más que una palabra–. Él inclinó su cabeza,
una mano sobre la nuca de Shane y tomó su boca, besando a Shane como
siempre lo hacía, con propiedad.

Shane se balanceó hacia adelante y hacia atrás sobre él, sin prisa, solo
sintiendo y experimentando lo que había estado tan cerca de tirar. Por
un segundo se dejó llevar por los celos, pero lo sabía mejor. Si alguna vez
hubo una competencia, salió el ganador cada vez. Tenía a Juan Pablo Castillo
en sus brazos. Shane, y nadie más, estaba en el corazón de Pablo.

Arrastró las uñas por la espalda desnuda de Pablo, amando cómo su amante
se retorcía y gemía por él, cómo su erección temblaba y golpeaba a
Shane. Metió la mano entre ellos y acarició a Pablo a través de sus jeans.

Sonó un teléfono, el tono de llamada de Pablo. Su amante rompió el beso y


levantó el culo de la silla para sacar el teléfono celular de su bolsillo trasero.

–Es mejor que esta mierda sea buena–, ladró Pablo.

Shane vio como la furia en el rostro de Pablo cambió, suavizándose para


sorprender, ¿y una sonrisa?

–Oh, hola–, Pablo habló por teléfono. Miró a Shane y ganó ked. –Sí, él está
aquí. UH Huh. Espera. Él le tendió el teléfono. –Es para ti.–

A Shane no le gustaba la forma en que Pablo sonreía así, como si tuviera un


secreto. Tomó el teléfono y con cautela se lo llevó a la oreja. –¿Hola?–
–¿No pudiste bajar de la polla lo suficiente como para llamarnos?– La voz
femenina se rió entre dientes.

Shane jadeó. –¡Brezo! ¿Por qué llamas a JP?–, Le preguntó a su cuñada.

–Aw, ¿no te lo dijo? JP y yo estamos apretados –.

–¡Perra astuta!– Gritó Shane. –Te mataré.–

–Sí lo que sea. Los espero a ti y a JP en la casa mañana para cenar–, dijo
Heather. –Todos estamos ansiosos por conocerlo–. Colgó antes de que Shane
pudiera entregar su –¡demonios no!–

Miró fijamente el teléfono y luego a su amante que luchaba por no sonreír. –


¿Qué fue eso? ¿Cómo sabe Heather tu número?

Pablo se encogió de hombros. –Ella lo robó de tu teléfono y me llamó


mientras estaba en camino–. Él se rió. –Ella me gusta.–

Shane puso los ojos en blanco. –Sí, bueno, superarás ese rápido una vez que
hayas partido el pan con ella–.

–¿Oh?– Pablo levantó una ceja mientras deslizaba un dedo por la columna de
Shane y lo metió en su trasero.

–Sí, estamos invitados a cenar mañana. Espero que estés preparado para la
inquisición.

****

Pablo miró la casa de enfrente y luego volvió a mirar a Shane. Habían estado
sentados en el auto durante unos diez minutos, pero Shane todavía no hizo
ningún movimiento para salir. Su amante parecía inquieto. Pablo no
estaba. Había pasado por situaciones más difíciles que esta. Podía partir el
pan con la familia de Shane, sonreír y conversar un poco.

Él estaba bien.
–¿Haremos esto o qué?–

Shane lo miró con los dedos apretados en el volante. –Siento que debería
advertirte ahora mismo. Y discúlpate por el tercer grado al que sin duda
estarás sujeto–.

–Estoy bien con eso–. Pablo se encogió de hombros. –Eres el que está
nervioso–. Deslizó la palma de su mano por la nuca de Shane y la acercó. –
Voy a ser un buen chico allí. Voy a sonreír por ellos, sé de mi mejor
comportamiento. Lo juro.–

Shane se rio contra su cuello. –No estoy preocupado por eso. Me preocupa
que salgas de la mesa cuando Heather empiece contigo.

–¿Y qué hay de tu hermano? ¿No me dará el mal de ojo?

–Nah. Rich es genial. Heather es a quien debes cuidar. Presionó un beso en la


piel de Pablo. –Ella es como un perro con un hueso, así que prepárate para
un montón de preguntas embarazosas–.

–No me avergüenzo fácilmente–. Pablo miró la casa. Se abrió la puerta y salió


una niña. Llevaba medias rosadas debajo de una falda rosada y esponjosa,
una camiseta morada y gafas de sol rosadas. Su cabello era un alboroto de
largos rizos oscuros que caían sobre sus hombros. Mientras Pablo observaba,
ella bajó los escalones y se acercó a ellos. Cuanto más se acercaba, más veía
a Shane en ella. –Creo que tu sobrina te está buscando–.

–¿Dónde?– Shane se enderezó. –¡Sophia!– Agarró la muñeca de Pablo. –


Venga. Ven a conocerla. Sus ojos brillaban de felicidad. Pablo nunca lo había
visto así. Era como si se hubiera encendido una bombilla en su amante.

–Está bien–. Abrió su lado de la puerta y salió. Shane se apresuró a seguirlo.

–¡Tío Shay!– Una bola de color rosa pasó junto a Pablo y corrió a los brazos
de Shane.

–Hola, Sophia–. Shane levantó a la niña y la abrazó. ¿Cómo estás,


Sophia? ¿Has estado bien?–
Ella lanzó un profundo suspiro. –Traté de ser bueno, tío Shay, pero no
pude. Es muy difícil–. Arrastró la palabra –así–. –Mami no estaba feliz–.

Shane se rio entre dientes. –Apuesto.–

–¿Trajiste a tu nuevo amigo?– Sophie miró a su alrededor y miró a Pablo. –


Mami dijo que traes a alguien nuevo. Se supone que debo ser amable –

–Llevé a mi nuevo amigo–. Shane la bajó al suelo. Cogiendo su mano entre


las suyas, Shane los acercó a Pablo. –Sophia Belle, este es JP, es mi amigo
especial. JP, mi sobrina, Sophia.

Ella lo miró con los ojos de Shane, su intensidad como un pez en el pecho de
Pablo. Él le sonrió. –Hola Sophia, tu tío me ha contado cosas maravillosas
sobre ti. Estoy feliz de conocerte. Él le tomó la mano y la estrechó.

Ella parpadeó. ¿Eres mi nuevo tío? ¿Puedo llamarte tío JP? Ella giró y miró a
Shane. –Mami dice que no es como los demás. ¿Te casarías? Mami dice que
están viviendo juntos. Tío Shay, ¿puedo tener unas gafas de sol
Barbie? Cleopia tiene uno y no quiere compartir conmigo–.

Shane la miró boquiabierto. Pablo se rio entre dientes. Era


brillante, demasiado inteligente y habladora. Pablo no podía esperar para
conocer a sus padres.

–Uh, Sophia, ¿por qué no les preguntas a tus padres sobre las gafas de sol–.
Shane se frotó la barbilla. –En cuanto al resto, eres demasiado joven para
esto–.

–¡No soy joven!– Sophia se cruzó de brazos y puso mala cara. –Tengo seis
años y medio, que son casi siete. Siete está muy cerca de las diez.

Pablo no pudo contener la risa y Shane lo fulminó con la mirada.

–Está bien, sí–. Shane tomó la mano de su sobrina y siguió caminando hacia
la casa. –Vamos para adentro.–
La puerta se abrió de golpe. Una mujer curvilínea de unos cinco y cinco salió
corriendo, vestida con un vestido azul corto y sin nada en sus pies. Se detuvo
en seco cuando los vio.

–Bien. Veo que no retrocediste. Se quitó el cabello oscuro de los ojos y le


sonrió a Shane cuando él gruñó. –UH Huh. Lo que sea. Se volvió hacia Pablo
con la mano extendida. Heather Ruskin. JP, supongo?

Pablo sostuvo su mano suave en la suya sin temblar. –Juan Pablo Castillo–. Se
llevó la mano a los labios y la besó. He estado esperando conocerte.

Se llevó la mano libre al seno izquierdo. –Bien. Ya veo por qué este se
enamoró de ti. Slick, ¿no es así?

Pablo sonrió. –Solo de la mejor manera–.

Ella se sonrojó. –Maldición, estás bien–. Le soltó la mano y ella le indicó que
entrara. –Adelante. Adelante –.

Pablo no recordaba lo que comió. Pollo algo u otro. Recordaba haber


conocido a Rich, el hermano mayor de Shane. Era un hombre tranquilo que
adoraba a su familia y a su hermano. Estrechó la mano de Pablo con firmeza,
encontró su mirada fija y le dio un asentimiento. Pablo pensó que tenía la
bendición de Rich a menos que hiciera algo para dañar irrevocablemente a
Shane.

La conversación fluyó en la mesa, principalmente preguntas sobre Pablo que


no tuvo problemas para responder. Eran la familia de Shane, no podía
mentirles. Mucho. Sophia los hizo reír. Ella proporcionó el entretenimiento, y
Pablo no pudo evitarlo.

Cada vez que él la miraba a los ojos, ella robaba más y más de su corazón.

Se sentó en el piso de la sala, jugando con sus muñecas mientras los adultos
hablaban. Pablo los sacó, eligiendo mirarla, beberla. Su cara redonda y ojos
brillantes, eran de Shane. Entonces se dio cuenta de cómo sería un niño, el
hijo de Shane. Su pecho se apretó. Su camisa se apretó demasiado y
necesitaba aire, pero no quería dejar de mirar a la pequeña Sophia Belle.

Pablo tragó agua, cualquier cosa para distraerlo de los pensamientos que se
arremolinaban en su cabeza. Pensamientos del futuro. De lo que él quería.

La noche llegó a su fin y él se despidió de Heather, volvió a darle la mano a


Rich y apenas contuvo el empuje cuando Sophia se arrojó contra su
pecho. Los ojos de Pablo ardieron y enterró su rostro en su cabello,
inspirándola.

–Estás callado–. Shane se tocó la rodilla con una mano y con la otra solía
manejar el volante.

Pablo apareció en la noche oscura, aun tratando de organizar sus


pensamientos. –Estoy-Ha sido una noche interesante–.

–¿En qué manera?–

–Miré a los ojos de tu hija esta noche–.

Las uñas de Shane se clavaron en el muslo de Pablo. Con la mandíbula


apretada, Shane dijo: –Sabes que no es mía. De ninguna manera eso cuenta.

–Tú quieres eso–, dijo Pablo suavemente. –Quieres un hijo–. Shane no habló
y Pablo volvió a hablar. –Yo quiero uno también.–

–Vamos a ...– Shane tragó saliva. –Vamos a presentar esto hasta que
lleguemos a casa–.

–No.– Pablo tomó su mano, entrelazando sus dedos. –El matrimonio gay es
legal en Nueva York–.

Shane emitió un sonido, como un jadeo, pero no lo miró. –Estoy


conduciendo, JP. No me hagas esto ahora mismo–. Su mano tembló en el
agarre de Pablo.

–Quiero ver tus ojos iluminarse como lo hizo con Sophia–. Pablo se pasó una
mano por la boca. –Quiero darte eso, lo que quieres–.
Shane entró en su complejo de apartamentos y en un lugar de
estacionamiento. Se sentaron en el auto después de que él estacionó,
tomados de la mano. Shane todavía se negó a mirarlo.

–Un niño con tus ojos, niño bonito –, susurró Pablo en el silencio. –Con tu
sonrisa. Desearía poder darte eso.

–Vamos–. Shane salió disparado del auto y entró al edificio a toda


velocidad. Pablo corrió tras él. Se reunieron en el ascensor. Shane se puso de
pie con los puños apretados mientras observaba pasar el número de pisos.

¿Lo había molestado? Pablo le tocó el hombro. –Shane–.

–Cállate–, Shane habló con los dientes apretados. –¿Cómo te atreves a


decirme esa mierda mientras conduzco?– Finalmente encontró la mirada de
Pablo. El calor, la lujuria y la tensión brillaron en los ojos de Shane. –Estoy tan
cerca de follarte en este ascensor–.

Pablo sonrió para sí mismo y mantuvo la distancia. Levantó la vista hacia las
cámaras de seguridad. No le habría importado, pero a Shane sí.

Apenas habían llegado al apartamento cuando Shane lo golpeó contra la


puerta cerrada. Tomó la boca de Pablo, besos húmedos y frenéticos mientras
tiraba del cinturón de Pablo. Pablo ayudó, tirando de los jeans de Shane,
desabrochando y sacando su polla ya resbaladiza.

–Ungh–. Shane rodó sus caderas, empujando su polla hacia el puño de


Pablo. –Mierda. Tu toque. Arrancó la camisa de Pablo y se rascó las uñas por
el pecho, atrapando un pezón.

Pablo siseó. –¡Mierda!–

–Te amo–. Shane besó el cuello de Pablo. –Repetir las mismas palabras una y
otra vez. –Te amo. Te amo. Te amo. –

Pablo atrapó su cabeza y lo mantuvo quieto. –Entonces di que sí.– Se apoyó


contra la polla de Shane, volviendo la cabeza ante el placer. Habló sin mirar a
Shane. –Di que te casarás conmigo–.
Shane arrastró los jeans de Pablo por sus caderas. –Soy tuyo–. Trazó
un dedo resbaladizo por la grieta de Pablo y empujó.

–Mierda–. Pablo se apretó alrededor de la intrusión y luego se meció. –


Shane–.

En respuesta, Shane lo giró hasta que la cara de Pablo fue presionada contra
la puerta. Dos dedos lo atravesaron, penetrando profundamente en su
canal. Pablo empujó hacia atrás, inclinando más su trasero. Un minuto los
dedos lo estiraban y luego desaparecieron. Se estremeció ante la pérdida.

–Me tienes–. La voz de Shane era áspera en su nuca. Su cabeza de gallo


roma, suave y resbaladiza empujó a la entrada de Pablo, hundiéndose.

El fuego se extendió como una jodida mantequilla por sus venas y a Pablo le
encantó.

–Tienes todo de mí–, dijo Shane. –Entonces sí– - sus dientes atraparon el
lóbulo de la oreja de Pablo, pellizcó y luego soltó - –Me casaré contigo–. Él se
retiró y luego se estrelló.

Pablo arañó la puerta con un grito ronco. Todo su ser tembló. Su trasero
ardía con cada golpe que Shane hacía. Dentro y fuera. Cada vez que Shane
cavaba hondo, golpeaba la próstata de Pablo. El placer apretó los
dientes. Sus ojos ardían por el dolor, dulce agonía, y la felicidad, la dicha de la
droga.

–¿Sabes lo que deseo?– Shane gruñó. –Desearía poder criarte–. Sus uñas se
hundieron en las caderas de Pablo. –Ojalá pudiera quedar embarazado, de
esa manera nos vería a los dos en la cara de nuestro hijo–. Su voz captó la
última palabra y enterró su rostro en la nuca de Pablo mientras golpeaba.

El discurso había abandonado a Pablo por mucho tiempo, por lo que se


apretó alrededor de Shane, una señal de su acuerdo. Él sintió lo mismo. Una
mano cálida le dio un puñetazo en la polla y lo sacudió con movimientos
erráticos.
–Ven por mí–. Shane lo mordió.

Pablo se resistió.

Shane lo mordió nuevamente, esta vez prolongando la sensación, y las


piernas de Pablo se rindieron. El orgasmo lo golpeó, más fuerte que un dos
por cuatro para el intestino. Se sacudió, cum disparando en la palma de
Shane.

–Sí, crema para mí–. Las caderas de Shane se aceleraron. Una mano en la
nuca de Pablo lo inclinó hacia adelante y se fue, abriéndose a los golpes. Su
cabeza golpeaba la puerta con cada empuje. –Mierda. Viniendo.–

Pablo se apretó.

–¡Mierda!– El calor se apoderó de él cuando Shane llegó al clímax.

****

–Hablaba en serio–. Pablo miró a Shane a través de la almohada.

Shane sonrió y se tocó la nariz. –Yo también.–

–¿Vamos a hacer esto?– Pablo rodó a su lado y ahuecó la mandíbula de


Shane. –¿Verdaderamente?–

–Sí–. Shane sonrió como un idiota.

Pablo lo miró fijamente. Estaba tan lleno, en su pecho, su corazón. Tan


lleno. –Te amo tanto–.

–Yo también te amo –. Shane se acercó, malditamente cerca de acostarse


sobre Pablo, y lo besó. Se besaron para siempre. Besos profundos. Besos
suaves. Difícil también. Cada variante.

Cuando le ardieron los pulmones por falta de oxígeno, Pablo se echó hacia
atrás y miró a Shane a los ojos. –Míranos. Una cena con tu familia y yo nos
convertimos en dos maricas sentimentales. Él sacudió la cabeza.
–Hey, sentimental es bueno. Me gusta el sentimental.

Pablo frunció los labios. –Puedo hacer sentimental, supongo. Nos vamos a
casar. Una emoción le recorrió la espalda. Los ojos de Shane brillaron. –
Somos hombres, claro, pero nunca quiero que adivines cómo o qué estoy
sintiendo–. Pasó un dedo por la garganta de Shane, más allá de su manzana
de Adán. –No puedo dejarte saber cuán ido estoy por ti. No puedo decirte
que mirarte me hace sentir tan lleno. Se tocó el pecho. –Como si fueras
todo. Todo lo que necesito. Él tragó saliva. –Porque tú eres. Mi todo.–

Shane le cogió la mano y le besó los dedos. –Igual que aquí. Siento lo
mismo.–

Capítulo cinco
Shane abrió la puerta y entró en su apartamento. Permaneció allí por un
minuto, con los ojos cerrados, la cabeza echada hacia atrás, inhalando los
increíbles olores de lo que Pablo estaba cocinando para la cena. Tenía
noticias para compartir, noticias que se habían estado ocultando durante casi
dos semanas. Había llegado el momento, no podía retrasarlo más. No quería
ver esa expresión en el rostro de Pablo cuando finalmente se limpió, pero su
tiempo se había acabado.

Él tuvo que irse. Conviértete en otra persona por un tiempo.

Respirando hondo, dejó caer su bolso y las llaves en el sofá camino a la


cocina. Su hombre estaba de pie junto a la estufa con pantalones cortos de
jean caídos sobre sus caderas y una delgada camiseta gris que mostraba cada
ondulación de sus músculos cuando se movía. Shane se apoyó contra la
entrada, con los brazos cruzados y mirando. Tenía ese lujo, el de
simplemente sentarse y mirar al hombre que amaba mientras se movía por su
casa.

–¿Solo te quedarás allí?– Pablo no levantó la vista de lo que sea que estaba
agitando.

–Aunque se me pasó por la cabeza–. Shane se acercó a él y presionó su


frente contra la espalda de Pablo. –Te ves bien así, nada más sexy que un
hombre que puede quemarse–. Él acarició el cuello de Pablo, inhalando. –
¿Qué se cocina?–

Pablo se inclinó hacia él. –Fetuccini de carne de cangrejo cajún, chuletas de


cerdo y otras cosas verdes–.

–Yum–. Shane pellizcó el trasero de Pablo y la n se alejó para mirar dentro de


la olla. –Se ve bien.–

–Aquí–. Pablo sumergió la cuchara de madera en la pasta y se ofreció un


poco. –Gusto.–

Los ojos de Shane se abrieron cuando el sabor picante explotó en su


lengua. –Hmm–. Él asintió rápidamente. –Sí, bueno–. Sabía increíble. Pablo le
sonrió. –Ven aquí–. Tiró de su amante en sus brazos y lo besó, despacio y
profundo, con mucha lengua y escalofríos. Casi un mes, y maldita sea, todavía
no podía tener suficiente. Y tuvo que renunciar, por mucho tiempo. No
estaba preparado.

Y sabía que Pablo perdería su mierda cuando Shane le dijera. Esperaría hasta
después de la cena.

–Sabes mejor que cualquier cosa que puedas cocinar–, murmuró contra los
labios de Pablo.

Pablo se rio entre dientes. –¿Tienes hambre?–

–Lo estoy, en realidad.– Shane lo soltó, de mala gana, y dio un paso atrás. –
Tu plato, yo lo pondré–.

Se movieron sincronizados por la cocina, Shane puso la mesa mientras Pablo


apilaba sus platos. La boca de Shane se hizo agua. Una de las ventajas
infinitas de vivir con Juan Pablo Castillo fue que su amante tenía un yen
secreto para cocinar. Shane estaba engordando con toda la buena comida
que Pablo preparó. Nunca habían hablado de lo que haría Pablo en cuanto a
conseguir un trabajo, pero su amante no parecía tener prisa. Dios sabía que
no necesitaba el dinero. Otra cosa de la que no habían hablado, pero Shane
no se engañó. Pablo se le acercó completamente cargado.

Se sentaron uno frente al otro y hablaron en silencio sobre su día mientras


comían. Shane se contuvo al entrar en detalles sobre su trabajo, dejando eso
para más tarde, en lugar de eso codificó el bajo estruendo de Pablo sobre sus
juicios sobre cómo cambiar su licencia de conducir a su nueva dirección.

–¿Qué vas a hacer?–, Preguntó Shane durante una pausa.

–¿Qué quieres decir?–

Shane tomó un sorbo de cerveza antes de hablar. –Por mucho que me


encante, volver a casa para verte aquí cocinando, debe estar
envejeciendo. No estás acostumbrado a lo mundano.
Pablo entrecerró los ojos. –No es mundano, te está cuidando a ti, a nosotros
y a nuestra casa, y realmente me gusta–.

–Te gusta–. Shane lo miró fijamente. –Te gusta cuidar la casa, lavar la ropa y
pagar las facturas. ¿Te gusta ser el marido de la casa?

Los ojos de Pablo se arrugaron en las esquinas. –Marido de la casa–. Él se


encogió de hombros. –Nunca he pensado mucho en esa palabra, pero no me
importa–. Bajó el tenedor y tomó la mano de Shane. –Escucha, cariño, lo hice
rápido, peleé o hui. Yo quiero callar. Puedo ser tu esposo de casa. Demonios,
voy a ser tu esposo. Me gusta lavar la ropa y cocinar nuestra cena, me gustan
esas cosas y continuaré haciéndolas mientras continúes viniendo a casa
conmigo –.

Shane apretó los dedos de Pablo. –Me encanta cuando dices esa palabra–.
Sus ojos se cerraron en un estremecimiento de cuerpo completo. –Me
encanta tanto–.

–¿Que palabra?–

Él abrió los ojos. Pablo le sonrió con los ojos cálidos y brillantes. Maldición. –
Marido. Me da escalofríos y todo eso.

Su amante ladró una risa. –A mí también me gusta.–

–Será mejor–. Shane esperó hasta que la risa se calmó, hasta que Pablo
agachó la cabeza para cortar su chuleta de cerdo, antes de aclararse la
garganta y prepararse para lanzar su bomba. –Tengo que decirte algo–.

No pudo evitar el peso de su voz y Pablo debió de atraparlo porque su


cabeza se levantó. –Entonces dime–. Sus hombros se tensaron como si se
preparara para un golpe.

Buenos instintos

–Lo siento mucho, JP–


–Shane–. Una marca comenzó en la esquina del ojo izquierdo de Pablo. –
Dime.–

–Me autorizaron a ir encubierto, me voy en tres días–. Cerró los ojos. No pasó
nada. Absolutamente nada. Nada se movió ni respiró. Era como si sus
palabras hubieran congelado a Pablo en su lugar. Shane Swall debía su
cobardía y volvió a abrir los ojos.

Pablo se quedó mirándolo. Cuchillo y tenedor en mano, mirándolo fijamente.

–Di algo.–

–No solo te aclararon hoy, ¿verdad?–

Shane no respondió.

–¿Tuviste?–

Sacudió la cabeza. –No–, susurró.

La llama de Pablo. –¿Cuánto tiempo hace que conoce?–

–Como dos semanas.–

Pablo se puso de pie de un salto. Su plato salió volando al igual que sus
utensilios. –¿Dos semanas?' repitió con calma. Demasiado tranquilo. –¿Lo has
sabido por dos semanas y no me lo dijiste? ¿Por qué?–

–No quería ver esa mirada en tus ojos, el pánico y la preocupación–. Shane se
levantó y se acercó a él. –No quería que te volvieras loco–.

Pablo le dio una risa sin alegría. –Buen trabajo entonces–. Él sacudió la
cabeza. –¿Cuánto tiempo te vas?–

Jesús. Shane tragó las palabras atrapadas en su garganta. –Tengo seis meses,
podría ser más–.

–¡Cristo!– Pablo pateó su silla y esta se estrelló contra la pared. –Mírame a los
ojos, Shane–. Ahuecó la mejilla de Shane. –Lo que ves es terror, estoy
jodidamente aterrorizado por ti. No estaré cerca. No estaré cerca de ti si algo
sale mal.

Shane cubrió su mano con la suya. –He hecho esto antes, sé lo que estoy
haciendo. Además, Jack es mi manejador. Los dos estamos familiarizados ...

–No confío en que Jack te tomará–. Los dedos de Pablo se sacudieron contra
la cara de Shane. –No confío en nadie para cuidar de ti excepto en mí–. Él
presionó sus frentes juntas, sus ojos apretados. –Jesús, Shane–.

Shane lo atrajo hacia sí, apretando el cuerpo tembloroso de su


amante. Acarició la nuca de Pablo. –Estaré bien. Ya me conocen, así que no
tendré que trabajar duro para volver al círculo interno. Ya me he establecido
con ellos. Sin embargo, eso había sido con el padre, Pop Cahn. Shane no
recordaba nada sobre el hijo aparte de haber estado haciendo una oferta
estatal en ese momento. No le dijo eso a Pablo.

Pablo salió de sus brazos. –Vamos, cuéntame sobre el caso y los


jugadores. Quiero saber todo.–

–Um, no puedo-–

–Puedes–, dijo Pablo ferozmente, –y lo harás. No voy a ser uno de


estos socios que quedan en la oscuridad por esta mierda. Enderezó su silla y
se sentó a la mesa. –Además, estoy excepcionalmente calificado para
entender todo esto–.

Él era. –Está bien–. Se sentó. –Los Cahns están en los bosques de Missouri,
cocinando y vendiendo metanfetamina. Ha sido el negocio familiar durante
años y la última vez que fui a la UC los cerré, encerré a Pop por un buen
período de fabricación y distribución. Todavía está encerrado, pero su hijo,
Edgar, ha tomado la antorcha. Solo que esta vez creemos que Edgar está
llevando la marca en una dirección completamente nueva. Trata sobre las
líneas estatales, mata, algo que su padre nunca ha hecho, que yo sepa, y
tiene nuevos inversores. Inversores mexicanos –.

–No está bien.–


–Sí, entonces mi trabajo es encontrar los nombres de sus inversores, obtener
pruebas sobre el tráfico, el asesinato y cualquier otra cosa. Era Johnny para
ellos, un gran usuario y lo suficientemente bajo en la cadena alimentaria para
que no me notaran cuando entraba y salía–.

Pablo agarró su mano sobre la mesa, agarrándolo como un vicio. –¿Estabas


usando para mantener tu cubierta intacta?–

–No.– Shane sostuvo la mirada de su amante para asegurarse de que


entendía. –Estaba rodeado por eso, pero ni una sola vez me comprometí. Ni
una sola vez quise. Sé cómo jugar, actuar, además de que los muchachos en
el trabajo me hicieron bien. Me dieron la piel y los dientes de un usuario,
pero no me entregué en absoluto–.

El alivio brilló en los ojos de Pablo y su pecho se movió en un suspiro


tranquilo. –No sé si puedo hacer esto, Shane, siéntate durante seis meses sin
saber qué está pasando contigo–.

–Lo sé. Lo siento.

–¿Alguien sabe de nosotros, además de Jack?–

–No.– Shane frunció el ceño. –¿Deberían ellos?–

–Depende de ti–. Pablo se encogió de hombros. –Yo solo ... si pasa algo, no
lo sabré–. Sus palabras temblaron. –Si algo sale mal, no lo sabré–.

Joder, Shane no había pensado en eso. –Oh hombre. No pensé Tendré que
volver a hacer algunos trámites cuando vaya mañana.

–Saldré sin pensarlo dos veces, si algo falla, sabes esto, ¿verdad?– Pablo lo
fulminó con la mirada, pero Shane no pensó que fuera por ira. –No voy a
desvanecerme en las sombras y actuar como si no fuéramos nosotros–.

Shane sonrió. –Nunca pensé que lo harías–.

–¿Estamos hablando seriamente de esto ahora, chico lindo? ¿En serio me vas
a dejar solo durante seis meses?
–Estoy-–

–No te disculpes–. Pablo cortó una mano por el aire. –Tú eres tú. Te conocí
mientras estabas encubierto. Es tu trabajo. Yo solo ... la realidad es una perra
en este momento –.

–He estado pensando que este sería mi último trabajo en la UC–, dijo Shane,
esperanzado. –Ya no soy tan joven como antes y, además, me voy a
casar. Necesito estar cerca de mi esposo –.

Las pupilas de Pablo se dilataron. –UH Huh.–

–Puedo investigar algo menos ... peligroso–.

–Por favor, hazlo–. Pablo ladeó la cabeza hacia un lado. –Necesitamos un


código–.

–¿Huh?–

–Estoy seguro de que tú y Jack tienen alguna clase de palabra o frase entre
ustedes para cuando la mierda golpee al ventilador–.

–Sí, lo hacemos–.

Pablo asintió con la cabeza. –Necesitamos uno, y se usará cuando me


necesites. Cuando necesitas mi tipo de ayuda, porque sabes el tipo que
traigo –.

Shane se mordió el labio inferior. No sabía cómo se sentía al respecto. No


quería a Pablo en ninguna parte cerca de Missouri y los Cahns, pero también
sabía que no había nadie mejor si se encontraba atrapado y necesitaba
ayuda. La clase de ayuda de Pablo.

–Shane, ¿qué estás pensando?–

–Serás un último recurso. Y cuando lo alcanzo, ansias que vengas con las
armas en llamas.
Pablo sonrió. –Como si mis armas estuvieran haciendo otra cosa que no sea
fuego–.

Shane puso los ojos en blanco, pero le devolvió la sonrisa. –Brooklyn–.

–¿Huh?–

–Nuestro código. Es Brooklyn –.

–Me gusta.–

–Por supuesto que sí–. Empujó la silla hacia atrás y se levantó. –Venga. Tengo
que ayudarte a afeitarte la cabeza. Miró alrededor de la cocina. –Limpiaré y
luego me reuniré contigo en la ducha–.

***
Hacer clic.

–Sería muy amable de tu parte tener cuidado con las tijeras contra mi
cráneo–, dijo Pablo. –Deja de tomar fotos, baja la cámara y afeitame–.

Shane se rio. Su amante tenía verdadera aversión a tomarse una foto. Por
suerte para él, Shane ignoró sus protestas. Hasta el momento, había tomado
fotos de Pablo desnudo en la ducha, mientras dormía,
incluso cocinando. Ahora su amante estaba sentado en el suelo entre sus
rodillas. Ambos llevaban solo boxers. Shane se sentó en el borde de la cama,
con una maquinilla eléctrica en la mano mientras se preparaba para afeitarse
la cabeza de Pablo.

–¿Estás listo?– Agarró la barbilla de Pablo y volvió la cara hacia arriba.

–Nací listo, hijo–.

–Sí, lo que sea–. Sacó la lengua y lamió la punta de la nariz de Pablo. –


Hagámoslo.–
Lo único que cortaba el silencio pacífico de su habitación era el zumbido de
los cortaúñas. A Shane le encantó esta vez que compartieron cuando se hizo
cargo de Pablo. Lo afeitó suavemente, hasta que su cráneo relució, hasta que
casi vio su rostro en el cuero cabelludo de su hombre, y hasta que los
cortaúñas estuvieron calientes por el uso.

Apagó la máquina. Pablo se dio la vuelta, arrodillado, con la cara presionada


en el centro de Shane, brazos alrededor de la cintura de Shane. Shane lo
limpió con una toalla húmeda y tibia, luego dejó caer la toalla y pasó las
palmas sobre la cabeza de Pablo.

Un fuerte suspiro llegó a sus oídos. A Pablo le encantaba jugar con su cuero
cabelludo. Así lo hizo Shane. Usó sus palmas y sus dedos, viendo a Pablo
temblar. Lo besó en el medio de la cabeza.

–Ahí–, susurró. –Los hice a todos lindos y brillantes–.

Pablo inclinó la cabeza hacia arriba y lo besó, primero en la barbilla y luego


en la nariz, antes de volver a la boca. Cogió el labio inferior de Shane y lo
mordió, lo suficientemente fuerte como para jadear.

–Bonita y brillante como te gusto–, murmuró Pablo. Empujó a Shane hacia


atrás en la cama y se arrastró por su cuerpo.

Shane separó las piernas y la polla se hizo más fuerte cada segundo. –
Exactamente como me gustas–.

Capítulo seis
–Me debes un anillo–. Shane besó el hombro de Pablo y luego se frotó la
nariz en el mismo lugar.

Pablo asintió con la cabeza. –Sí, y ese será tu regalo de bienvenida a casa–.
Su última noche juntos. Solo unas pocas horas y Shane se habría ido. Estaba
haciendo todo lo posible para no llorar. No pensar, pero la mierda no fue tan
fácil. –Vuelves a mí sin un pelo en la cabeza fuera de lugar y obtienes tu
anillo–.

Shane se recostó contra las almohadas y tomó la mano de Pablo entre las
suyas, sosteniéndola y enredando sus dedos. –Mejor ser algo caro. Y
brillante Y caro.–

–Te tengo–. Pablo rodó hacia él y presionó sus cuerpos juntos. No se trataba
de sexo, habían estado en una sesión de maratón durante los últimos días. Él
estaba dolorido. Shane tenía que estar adolorido. Pero él quería que su piel
se juntara. Quería el calor corporal de Shane. Quería el aroma de Shane sobre
él, sobre todas las sábanas. –Seis meses sin ti a mi lado–. No quiso quejarse, y
lo odiaba, pero no podía evitarlo.

–Lo sé.–

Miraron hacia el techo en silencio, y en la esquina el reloj marcó, robando su


tiempo. Horas Su vida se redujo a horas. El hilo de terror en las entrañas de
Pablo permaneció atascado en su lugar, sin irse nunca. No los expresaría. La
mente de Shane necesitaba centrarse cien por ciento en su trabajo.

–No te quedes en la casa, ¿de acuerdo?– Shane no lo miró. Ve a pasar el rato


con los chicos en Brooklyn. Heather vendrá a hurgar para asegurarse de que
estás bien. No la alejes.

–No lo haré–.

Shane hizo una pausa y luego dijo suavemente: –Si algo sucede, te
llamarán. Ante mis padres o ante Rich. Te llamarán, me aseguré de ello.
–Cállate. Nada va a suceder–. Pero no podía prometer eso, tampoco Shane. –
Ven, pon tu cabeza en mi hombro–. Shane lo hizo, y Pablo lo abrazó
con fuerza. Volvieron a mirar al techo.

–¿Me vas a extrañar?–, Preguntó Shane.

–En realidad no, no–. No habría respiración hasta que Shane volviera a donde
pertenecía. No podría funcionar hasta que Shane volviera a estar en sus
brazos. –Bueno, tal vez un poco –.

–Uh-huh–. Shane besó su oreja, deslizó una palma sobre el torso desnudo de
Pablo. –Te extrañaré. Cada segundo, cada minuto. Todos los malditos días.

Pablo lo empujó y luego los arrojó hasta que estuvo encima de Shane,
sosteniendo la cabeza de su amante con ambas manos. –Entonces regresa,–
dijo con voz áspera. –Vuelve a mí, sin un cabello fuera de lugar, sin un jodido
rasguño–. Tragó saliva, cerró los ojos con fuerza. Le dolía el pecho. Lástima,
demasiado. Quería aferrarse a Shane y nunca dejarlo ir. Quería encadenarlo a
la puta cama. –Vuelve a mí, chico lindo. Promesa.–

Los ojos de Shane eran brillantes, brillantes, pero sonrió. –Lo prometo–.
Abrazó a Pablo, y volvieron a rodar, acostados uno al lado del otro. –Te
amo.–

–Eres mi aliento–. Pablo deslizó un dedo por la nariz de Shane hasta su labio
inferior, que tiró. –Date prisa de vuelta a mí–.

Y luego no quedó nada, sino toques suaves y miradas reveladoras. No queda


nada más que el sueño que luchó. La niebla lo reclamó de todos modos y
cuando sus ojos se abrieron de nuevo, sus brazos estaban vacíos. Su interior
nos duele. Le ardían los ojos, le dolía el pecho y estaba llorando.

****

Shane no tuvo problemas para volver a su personaje de Johnny. Parecía


seguro la parte. Sus dientes estaban todos en mal estado, podridos. Odiaba
eso. Le habían dado algunas cicatrices y marcas de carne de cerdo en la cara,
pero no había mucho que pudieran hacer sobre su peso. Afortunadamente
para él, su cobertura lo hizo volver a la sociedad después de una temporada
en la prisión, por lo que tenía una excusa para no parecer una figura de palo
demacrada.

Se dirigió al lugar habitual, una casa local a la que todos acudían para
drogarse o hacer conexiones. Si su suerte se mantenía, vería algunas caras
familiares que a su vez podrían llevarlo a Edgar Cahn. El descuidado edificio
de dos pisos estaba oscuro, pero eso no sería un impedimento para un
usuario experimentado. Shane se subió la capucha sobre la cabeza, metió las
dos manos en los bolsillos delanteros de sus jeans raídos y se tambaleó por el
pasillo lleno de gente sentada y de pie. Pasó a hombros y entró.

El hedor lo golpeó primero. Cuerpos calientes sin lavar en un espacio


confinado sin ventanas. Maldita sea Se balanceó sobre los talones en el
umbral, luego se sacudió y entró. Dos pasos y tropezó con alguien.

Se encendió una cerilla, una solitaria llama naranja que no iluminó nada.

–Yo, ¿quién es este?–

–Es Johnny, hombre–. Añadió un gemido necesitado a su voz y cambió de un


pie al otro, sin parar. –Estoy buscando a Sammy. ¿El ACA?–

–No conozco a Johnny–.

–Aw, hombre–. No podía decir con seguridad de dónde venía la voz, pero no
era de la persona con la que se había tropezado. –Solo, necesito algunas
cosas, hombre. ¿Dónde está Sammy?

Se produjo una larga pausa y la persona volvió a hablar. –Camina a tu


izquierda. Cinco pasos.

Shane lo hizo, moviéndose con cautela.

–Detener.–

Se detuvo. ¿Qué diablos fue esto, una película de Bond?


–Las escaleras están frente a ti, llévalas a la cima. Tercera puerta a tu derecha.

–Gracias, hombre.– Shane corrió escaleras arriba. Sus ojos se habían


acostumbrado a la oscuridad, pero aún tenía problemas para ver dos pasos
delante de él. Por suerte para él, conocía el diseño de la casa de
memoria. Cuando volvió a encontrar la puerta que estaba buscando, Shane la
tocó dos veces y luego la empujó. La pequeña habitación de cartón estaba
iluminada con una lámpara de escritorio. Dos personas ocuparon el espacio
minúsculo, una cara femenina acostada primero en un catre estrecho, una
mano colgando sobre el costado, y un hombre sentado de espaldas al catre,
con una aguja en el brazo izquierdo, una sonrisa feliz en su rostro.

–Yo, Sammy–.

Sammy se enderezó, desalojando la aguja. Él parpadeó sus párpados como si


pesaran un millón de libras. Sus ojos, inyectados en sangre, desenfocados, se
abrieron cuando Shan echó su capucha. –¡Johnny!– Sammy intentó ponerse
de pie, pero se tambaleó y chocó contra la pared opuesta.

Shane corrió a su lado, agarrando sus hombros huesudos. –Me alegro de


verte vivo, amigo mío–. La primera vez que había hecho esto, había deseado
tanto sacar a Sammy, pero el tipo era un salvavidas y leal a las personas que
alimentaban su hábito. Con bastante rapidez, Shane se dio cuenta de que no
habría vuelta a Sammy a su lado.

–Johnny–. Sammy lo miró maravillado, sus ojos azules se desvanecieron,


apagados con la droga. –No puedo creer que hayas vuelto–.

Shane le dirigió una sonrisa. –Esos cabrones no podían mantenerme


encerrado para siempre. Dijo que volvería, ¿no? Golpeó el hombro de Sammy
y el otro hombre casi perdió el equilibrio.

–Sí, lo hiciste, Johnny–. Sammy le mostró dientes ennegrecidos. –¿Y qué,


acabas de salir? ¿Buscas algo?– Señaló un papel de aluminio enrollado en el
piso donde había estado sentado. –Tengo un lil algo que podría compartir–.
–No, no ahora.– Shane sacudió la cabeza. –Me arreglé correctamente una vez
que llegué a remolcar –. Hizo una demostración de mirar alrededor. ¿Dónde
vives? Estoy buscando un lugar para quedarme y una forma de ganar dinero.
Apoyó la espalda contra la puerta cerrada. –Escuché que uno de los hijos de
Pop está manejando las cosas, ¿crees que me enfrentará?–

Sammy se encogió de hombros. –No sé, Edgar es ... es diferente. ¿Ya tú


sabes?–

Shane no lo hizo, pero asintió de todos modos.

–No es como Pop, hombre, Edgar es una nueva raza de jodidos–.

–¿Tiene trabajo?–

–Siempre hombre, siempre necesito a alguien que me ayude con la cocina o


la venta–. Sammy sonrió. –Hazme un buen dinero–.

Shane rebotó en la punta de sus pies. –Entra, Sammy. Responde por mí,
necesito ganar algo de dinero. Rápido.–

–Bueno. Mañana. Sammy volvió a mirar a la mujer en la cama. ¿Quieres


estrellarte en mi casa? No está muy lejos. Mi anciana va a estar fuera un rato,
pero cuando se levante vendrá. Él sonrió al cuerpo medio desnudo. –Caliente,
¿verdad?–

La mujer era todo huesos, pero Shane le levantó el pulgar.

–Ha pasado un tiempo desde que tuviste un poco de coño, ¿verdad? Estás en
la cárcel y todo. Sammy se encogió de hombros. –Rachel y yo no nos importa
compartir–.

Sí claro. –¡Bueno!–

–Vamos, nos compraré un trozo en el camino–.

Shane siguió a Sammy hacia la puerta con un giro en sus labios.


Edgar Cahn era una montaña de un hombre con el pelo largo y peludo hasta
la mitad de su espalda y una barba espesa y negra lo suficientemente gruesa
como para esconder cosas. Miró a Shane con ojos azules glaciales que nunca
parecían parpadear.

Había seguido a Sammy a una cabaña a varios kilómetros de la ciudad para


encontrarse con Edgar. Mucha gente deambulaba por el lugar y casi
todos estaban armados con algo pesado y de aspecto letal. Le echaron un
vistazo a Sammy y le permitieron entrar más allá de la cerca de alambre de
púas, pero a Shane no se le permitió entrar hasta que Sammy transmitió toda
su historia a los dos muchachos de la cerca. Incluso entonces, después de
haber sido saludado, Edgar lo había detenido por completo.

–Trabajé con tu papá durante mucho tiempo–, le dijo Shane con su voz
chillona de Johnny. –Me encerré con él y bajé por él porque me negué a
hablar–.

–Sin embargo, la primera oportunidad que tienes es que vuelvas aquí–. No


era una pregunta, pero Edgar levantó una ceja, así que Shane pensó que
sería mejor responder.

–Necesito ganar algo de dinero, rápido y rápido, y luego voy a la carretera–.


Él sonrió. –Tengo una chica esperándome en Cali, solo ve a buscar un poco
de papel–. Perdió la sonrisa y miró a Edgar de frente. –Escucha, tengo que
evitar problemas, lo sé, pero también tengo que vivir y comer, ¿me sientes?–

Los hombres a su alrededor se rieron.

–Todo bien. Estás dentro, pero a modo de prueba. Los ojos de Edgar
se clavaron en él. –Voy a estar mirando, mejor me gusta lo que veo–.

Shane se estremeció ante la amenaza explícita en esas palabras. Sí, Edgar no


era su padre.

Lo pusieron a trabajar, y el trabajo que hizo. Ayudando a cocinar, embolsar y


vender. Todo lo que Edgar quería hacer, lo hizo. Se aseguró de no parecer
demasiado ansioso por complacer, pero trabajó duro. Evitar las drogas era
una hazaña en sí misma. Vivía con Sammy y Rachel, y aunque habían dejado
de pedirle que jugara con ellos en la habitación, nunca fallaron en
ofrecerles una aguja o un cigarrillo.

Se había convertido en un experto en fingir. Y por la noche se recostó en el


piso de la sala de estar de Sammy, con los brazos detrás de la cabeza y pensó
qué y a quién había dejado atrás. Hizo sus registros semanales con Jack,
usando la celda del quemador que había pegado en la parte posterior de la
nevera de Sammy. No llamó a Pablo, pero quería hacerlo. Tendría que
morderse la lengua más de una vez para evitar rogarle a Jack que lo revisara
y asegurarse de que estaba bien.

Eso no pudo pasar.

Las semanas se transformaron en un mes. Jugó su genial, reunió tanta


información como pudo. Edgar realmente no lo puso en una posición en la
que pudiera ver mucho, pero eso cambió cuando escuchó que Edgar hablaba
español en su teléfono un día. Parecía que la conexión mexicana era real
después de todo. Además de eso, Shane tenía pruebas de cocinar, comerciar
y transportar a través de las líneas estatales. Todo se unía y la emoción
aumentaba. Tal vez podría terminar todo esto antes de que llegaran los seis
meses. Regrese a casa con su hombre y su vida más temprano que tarde.

Sammy y Rachel lo despertaron una mañana sombría con una gran pelea que
dejó a ambos sangrando y amenazando con matarse.

–Hey–, les gritó desde el suelo. –Lleva esa mierda a otra parte. Estoy
cansado.–

Las puertas se cerraron de golpe, las voces se alejaron y él volvió a dormirse.

Un ruido lo devolvió a la vigilia y se levantó de un salto. La puerta principal


descansaba a su lado en el suelo. Alguien lo había pateado. Se puso de pie,
levantando las manos cuando Edgar y tres de sus hombres irrumpieron, con
las armas desenfundadas.

–¿Qué demonios?– Shane se movió hacia atrás. –¿Que está pasando?–


–¿Dónde está Sammy?– Edgar le indicó a uno de los hombres que buscara el
lugar.

–Él no está aquí–. Mantuvo su voz firme, a pesar de sus temblorosas


entrañas. –Él y Rachel se pelearon y les dije que lo llevaran afuera. No los he
visto desde entonces.

–Él no está aquí–. El hombre que había estado buscando regresó. –Pero mira
lo que encontré–. Levantó una bolsa de papel, sacando dinero por la parte
superior.

Shane frunció el ceño. –¿Qué-qué es eso?–

Edgar volvió esos ojos fríos hacia él. Sammy me ha estado robando. Él ladeó
la cabeza. –Tú y él están apretados. ¿También me has estado robando?

–¿Qué?– Shane se resistió. –¡De ninguna manera!– ¿Qué coño hizo


Sammy? ¡Cristo!

–Encuentra a Sammy y tráemelo–. Edgar le dijo a uno de los tipos que estaba
junto a él. El hombre salió corriendo y Edgar sacudió la barbilla en dirección a
Shane. –Tómalo–.

–No. No estoy involucrado ... Un dolor agudo explotó en la parte posterior de


su cráneo y cayó de rodillas. Otro golpe en la sien y se desmayó.

****

Pablo se sentó en un banco en el patio de recreo mirando cómo empujaba a


Sophia en los columpios. La mujer había hecho su misión personal estar
sobre él desde el día en que Shane se fue. Discutió con ella y puso mala cara,
pero le dio la bienvenida. Agradeció la distracción y el tiempo que pasó con
Sophia.

Regresó a Nueva York, pasó un tiempo con Mateo y los muchachos, pero no
pudo quedarse mucho tiempo. Extrañaba su cama, extrañaba abrazar la
almohada de Shane, pero cuando regresó, se quedó afuera en el sofá. No
podía dormir en su cama. Eso fue difícil. Lavar la ropa fue difícil. Solo tenía
que lavar su ropa, como si viviera solo, como si no tuviera a alguien con
quien soñara todas las noches.

Los sueños no eran buenos. Nada de ellos era bueno. Todo lo que tenía era
sangre y dolor, y cosas que nunca deseaba ver asociadas con Shane. No tenía
idea de lo que estaba pasando.

Sin contacto. Casi tres meses y no había habido contacto.

Apretó las manos sobre su regazo. No sabía cómo la gente hacía esta mierda.

–Hola.–

Él levantó la vista. Una mujer estaba parada allí, cabello castaño rojizo,
camiseta sin mangas y jeans ajustados acentuando las curvas, todas sonrisas
y bonitos ojos marrones brillando para él. –Hola.–

Ella se sentó a su lado. Se congeló. ¿Se acercaba a él?

–Cleopia es mía–. Señaló a una niña pequeña con coletas oscuras y un


saltador amarillo que bajaba por el tobogán. –¿Cuál es el tuyo?–, Preguntó
ella.

–Uh, estoy con Heather y Sophia–.

–Ah–. Ella mostró una sonrisa depredadora. –No recuerdo que Heather
mencionara a un hermano–.

–No soy.–

Se lamió los labios y se acercó. ¿Qué carajo? Ella lo miró como un trozo de
carne. Ugh

–Retrocede, Marilynn–. Heather apareció como un ángel de la guarda, gracias


a Dios. –Está comprometido–.

Marilynn frunció el ceño. –¿Pensé que tu hermana acababa de casarse?–


Heather sonrió. –Ella lo hizo–. Señalando a Pablo con un pulgar, dijo: –JP está
comprometido con el hermano de Rich. ¿Sabes, el que intentaste golpear el
año pasado?

–Maldición–. Marilynn frunció el ceño. –Qué desperdicio–. Se escabulló con


un movimiento de sus caderas.

–Gracias–. Pablo agarró la mano de Heather y la besó. –Chick estaba


empezando a hacer que mi piel se erizara–.

Se rieron juntos, luego Heather se interrumpió y lo miró fijamente. –Es bueno


verte sonreír. No has hecho eso en mucho tiempo.

Pablo miró hacia otro lado y ella le tocó el hombro.

–Estás perdido sin él, ¿verdad?–

Él asintió y dejó escapar un suspiro. Mierda. Así que ost.

–Pobrecito–. Ella lo abrazó con fuerza. –Lo bueno es que mañana vamos a
comprar anillos. Eso debería animarlo. Ella lo soltó y se frotó las manos. –No
puedo esperar–.

–Te das cuenta de que el anillo no es para ti, ¿verdad?–

–Oh, boo–. Se sacó la lengua.

Él sonrió.

Después de dejar a Heather y Sophia en su casa, se dirigió al


apartamento. Inmediatamente se arrepintió de que Mateo y los muchachos
se unieran a él. Esos bastardos eran ruidosos. Los escuchó todo el camino
junto a los ascensores. Irrumpiendo en su interior, cerró la puerta de golpe.

–Mejor aún queda pizza–. Dejó caer las llaves sobre la mesa. –Y cerveza–. Se
quitó la camiseta y se dirigió al baño. –Y mantén tus jodidas voces bajas, esto
no es Brooklyn. No estás en la cuadra.

–Aw, vamos, jefe–.


Se quitó a Reggie por encima del hombro.

Recién duchado, se sentó en la cocina comiendo una rebanada fría y


bebiendo una cerveza muy necesaria, tratando de ahogar la basura de los
chicos mientras jugaban videojuegos. Llamaron a la puerta, casi silenciados
por el ruido. Sacudió la cabeza y fue a contestar.

Miró al hombre en la puerta abierta. –Jackie boy, ¿a qué le debo esta visita
sorpresa?– A pesar de sus palabras frívolas, su corazón se aceleró y su
estómago se revolvió.

Jack miró por encima del hombro. –¿Puedo entrar?–

–Claro–. Pablo se hizo a un lado y le indicó que entrara. Cerró la puerta y


rodeó a Jack, prestando toda su atención al agente. Los chicos no parecían
darse cuenta de que tenían un visitante.

–Um–. Jack cambió su peso del pie derecho al izquierdo y se lamió


los labios. –Hemos perdido contacto con Shane–.

Pablo inhaló Y contuvo el aliento, lo contuvo hasta que le ardieron los


pulmones, luego lo dejó escapar con un fuerte woosh. –¿Repite eso?–

–No se ha registrado conmigo en casi un mes y-–

Pablo le dio un puñetazo en la mandíbula, y cuando Jack se tambaleó hacia


atrás, Pablo lo agarró por el cuello y lo golpeó nuevamente. Jack cayó y Pablo
cayó con él, golpeándolo y golpeándole la cara. Algo se rompió, y sangre,
muy pronto la sangre estaba en todas partes, pero su brazo no estaba
cansado, así que continuó, con los golpes húmedos de sus puños contra la
cara de Jack.

Alguien lo agarró, lo arrancó, pero él luchó contra ellos y arremetió contra


Jack nuevamente. Con las manos rojas y resbaladizas, agarró el arma de Jack,
la soltó de su soporte y la llevó a la sien del agente. –¿Creías que tu arma te
protegería de mí cuando me digas que lo perdiste?– Debía estar gritando,
pero no podía decirlo. Le dolía la garganta, pero no podía importarle. Puso
un dedo resbaladizo en el gatillo.

–¿Qué carajo?– Mateo era muy ruidoso en su oído. –¿Que está pasando?–

Pablo hizo caso omiso de quien lo sostuvo y se arrastró sobre el cuerpo de


Jack. El hombre estaba acurrucado en una bola ensangrentada, Pablo no
podía distinguir su rostro con claridad, pero vio los ojos de Jack y supo que el
otro hombre sabía que estaba a punto de morir.

–Dime, Jack–, susurró. Presionó el arma contra la cabeza de Jack y vio cómo
se sacudía. –Dime cómo perdiste a Shane. Dilo de nuevo y mira cómo te
acabo.
Capítulo siete

–Jefe, no podemos matarlo–. Mateo agarró a Pablo por el hombro, casi


tirando de ellos.

Pablo lo ignoró, todo lo que vio fue rojo y quería crear más, así que agarró a
Jack por el cuello y lo apretó. Los ojos del agente se hincharon, pero Jack
estaba luchando, las piernas pateando, el cuerpo retorciéndose mientras
luchaba por escapar. Pablo se arrodilló en el estómago, justo antes de que
alguien lo sacara. Se tambaleó y giró para tratar con quien le negó lo que le
debía.

Reggie se quedó allí y no se inmutó cuando Pablo lo fulminó con la mirada. –


Vamos, jefe. Sabes que no podemos dejar que lo mates.

–¡Lo perdió!– Explotó Pablo. –Un jodido mes. Un maldito mes. Un ruido de
chasquido resonó con sus palabras, pero no pudo ubicarlo. –¿Perdió a Shane
y espera un mes entero para contarme?– Ese hijo de puta tuvo que morir.

–¿Qué?– Mateo agarró a Jack por la parte delantera de su traje y lo


levantó. El agente se tambaleó. –¿Esa verdad? Shane es MIA?

La sangre goteaba de la frente, la nariz y la boca de Jack, estropeando su


traje una vez prístino. Pablo no podía mirarlo sin querer arremeter,
estrangularlo hasta la muerte.

–Tráelo adentro–, le dijo a Mateo. –Cierra la puerta–. Cuando terminó, se


acercó a Jack, donde estaba sentado en la cocina, con sangre goteando por
todas partes. –Una última vez, Jack. Una última oportunidad para explicarte.

Jack lo miró con los ojos hinchados. –Jódete. No pienses que no voy a
presentar cargos, a encerrar tu culo homicida.

Ahora bien, había un ejemplo de tonto sin sentido de


autoconservación. Pablo lo agarró por el cabello en la parte superior de su
cabeza, apretándolo con fuerza cuando echó la cabeza de Jack hacia atrás. –
Eso implica que te irás de aquí con vida–. Lo soltó, disfrutando mucho la
forma en que Jack se retorció. –Ahora, comienza a hablar–.

–No hay nada que contar–, le escupió Jack. –Una semana llamó, se registró
como estaba previsto y la siguiente no. Esperé hasta la semana siguiente y
cuando no hizo contacto, envié a alguien para que se pusiera en contacto –.

–¿Y?– Ese era Mateo. Porque Pablo no estaba dispuesto a tratar civilmente
con Jack, en absoluto.

–Y nada–. El hombro de Jack se movió. –No hay señales de Shane, de que él


haya estado allí. Ninguna.–

Ante esas palabras, Pablo se dio la vuelta. No podía ver directamente. Le


dolía todo el cuerpo, como si alguien hubiera recibido un disparo de cuerpo
completo. Apretó los puños, luchando contra la necesidad de hacer
violencia. Necesitaba mantener la calma. Necesitaba concentrarse.

Volviendo a los hombres, ladró órdenes. –Teo, prepara las cosas. Estamos
saliendo Reggie, limpia este lugar. Se enfrentó a Jack donde estaba sentado
allí, con la cabeza a un lado. Te lo advertí antes, pero elegiste ignorar esa
advertencia. Será mejor que esperes que Shane esté bien e ileso, porque si no
lo está, –sacudió la cabeza con una pequeña y amarga risa,– si no lo está,
Jack, entonces vas a morir. Usaré mis manos desnudas y lo haré en
cueros. De esa manera puedo nadar en tu jodida sangre. Eso es una promesa
y nunca he roto una todavía. –

Salió de la habitación, sacando su teléfono celular de su bolsillo. En su


habitación, la habitación que compartía y dormía con su amante, se dejó caer
en la cama e intentó marcar números, pero con los dedos, se negaron a
trabajar. Sus ojos se nublaron y no pudo distinguir una mierda en la
pantalla. Este no era el momento de desmoronarse, pero su cuerpo no estaba
escuchando o cooperando.
Finalmente se metió en sus contactos y tocó el número que quería y luego se
llevó el teléfono a la oreja cuando se conectó la llamada. El sonido del
chasquido estaba allí de nuevo, molestamente ruidoso.

–Señor. Castillo, qué sorpresa.

–Necesito tu ayuda–. No tenía ganas de conversar con Syren Rua, no


entonces.

Por su parte, Syren se puso seria rápidamente. –Nombralo.–

–Estoy en Atlanta, Georgia–. Se tocó una mano temblorosa en la frente. –


Necesito, necesito un avión que me lleve a Missouri. Como ayer. Tendré
armas y no quiero que nadie me joda.

–Bueno. Espera. Syren guardó silencio, pero en el fondo, Pablo no tuvo


problemas para distinguir los sonidos de los niños gritando, riendo.

Él frunció el ceño ante eso.

–Está bien–, dijo Syren en su oído. –Mi piloto debería estar disponible en
aproximadamente tres horas. ¿Eso es bueno para ti?–

Pablo asintió con la cabeza. –Funciona.–

–Te llamaré donde quiera que se encuentre–. Syren hizo una pausa. –¿Te
importaría decirme qué está pasando?–

–Shane ha estado encubierto durante seis meses–, gruñó Pablo. –Resulta que
ha estado desaparecido durante casi un mes, y nadie sintió la necesidad de
compartir eso conmigo hasta hoy–.

–Mierda. Lo siento.–

Igual que Pablo. –Sí.–

–Hola–, dijo Syren. Respira hondo, contrólate. Sé que quieres salir y comenzar
a lastimar a la gente como a ti, pero debes concentrarte en él. ¿Me
entiendes?
Pablo tragó saliva. –Sí.–

–Bueno. Hazme saber si necesitas algo. Lo digo en serio, cualquier cosa. No


lo dudes.

–Gracias.–

–Castillo, puedo decir que apenas estás aguantando. Cuídate, hombre.


Terminó la llamada y Pablo se puso de pie de un salto y se paró en la única
ventana de la habitación.

Necesitaba tomar el control, mantenerse enfocado, lo sabía, pero la mierda


era más fácil decirlo que hacerlo. El hombre que amaba era ... ni siquiera
sabía qué y Pablo solo estaba parado allí. Esperando.

–Jefe, ¿estás bien?–

Se giró ante la pregunta de Mateo. Shane no está, Teo. Ha pasado un mes,


así que no. Él sacudió la cabeza. –No estoy bien y no lo estaré, hasta que lo
tenga de vuelta ...– La palabra se congeló en su lengua y se ahogó. Vivo. Lo
completó en su mente.

–Estará bien–, insistió Mateo. –Tu chico no te deja, es demasiado terco y


enganchado a ti–. Sus labios se torcieron en una sonrisa. –Él no te dejará –.

–Puede que no tenga otra opción–. Las palabras, hombre, duelen. Muy malo.

Mateo extendió una mano lentamente y tocó la cara de Pablo, deslizando sus
nudillos debajo del ojo izquierdo de Pablo. –Jefe.–

Pablo mantuvo su mirada en los nudillos de Mateo para no perderse la


humedad en ellos. Joder, se sacudió. Se estaba desmoronando. Inhaló y las
lágrimas se vertieron más fuerte, cayeron más rápido. Se movió y se encontró
en los brazos de Mateo, con la cara enterrada en su pecho. Solo por un
segundo, pero en ese momento se dio cuenta del molesto sonido de
un chasquido que había estado escuchando como sus dientes, parloteando.
Soltó a Mateo y dio un paso atrás. –Tenemos un avión que nos llevará a
Missouri, asegúrese de que todo esté en su lugar–.

–¿Y Jack?–

–Viene con nosotros–. Pablo se secó la cara. –Quiero su teléfono y cualquier


otra cosa que tenga en el bolsillo –.

–Hecho. ¿Qué vas a hacer?–

–Necesito llamar al hermano de Shane–. Temía esa llamada. Temía

Mateo levantó una ceja. –¿Es eso una buena idea? Quiero decir, ni siquiera
sabemos qué demonios está pasando.

–No, pero se suponía que debía reunirme con Heather mañana. Necesito
decirle que está apagado y no los guardaré en la oscuridad, no como Jack me
lo hizo a mí–.

–Está bien–. Mateo le dio unas palmaditas en la espalda y salió. Pablo se


aseguró de que la puerta estuviera cerrada y luego se arrastró hasta la cama,
con las zapatillas puestas, a pesar de que Shan odiaba eso. Se tumbó sobre
las sábanas, con la cabeza apoyada contra la cabecera y los tobillos cruzados
mientras marcaba a Heather.

–Hola, JP–, lo saludó. –¿Qué pasa?–

Pablo tragó saliva. ¿Ya está Rich en casa?

–Está justo aquí–. Heather hizo una pausa. –¿Lo que es?–

Mierda. Necesitaba hacer esto antes de perder el valor. Ponlo al teléfono,


Heather. Ahora.–

Voces apagadas lo alcanzaron y luego Rich entró. –JP ¿Qué está pasando?–

Tomó un respiro profundo. –Hace poco me enteré de que Shane había


estado desaparecido durante un mes–.
–¿Qué?–

Se apartó el teléfono cuando Rich explotó en su oído.

¿De qué mierda estás hablando? ¿Echas de menos cómo?

–Jack dice que no se ha registrado y que a quien hayan enviado para ponerse
en contacto con él no ha encontrado señales de él–.

–No hay señales–. Rich repitió las palabras en un susurro pesado. –Que es el-

–No sé–. Pablo lo interrumpió antes de que Rich pudiera terminar esa
oración. –Me dirijo a buscar respuestas. Encontraré respuestas, Rich.

–Oh Dios–. Rich se atragantó. –Jesús, él no puede ser–.

–Él no es. No lo es. Pablo se pellizcó el puente de la nariz. –Quería que lo


supieras antes de que salga. Te llamaré cuando tenga algo.

–Sí, por favor–. Rich inhaló. –¿Cómo lo llevas?–

Sosteniendo. Pablo quiso reír. –No soy.–

–Traelo a casa. Por favor.–

–Voy a. Lo prometo.–

****

Los días corrían todos juntos. Shane no sabía cuánto tiempo había
pasado. Sabía que tenía que encontrar la manera de salir. Hacer que Elijah le
dijera la verdad detrás de por qué había encadenado a Shane y encerrado en
un refugio antiaéreo fue difícil. El hombre no había venido a visitarlo en
mucho tiempo, y cuando lo hizo, habló de Shane a sus hombres, nunca
directamente a su cautivo.

Sammy y su novia estaban muertos, disparados en la cabeza por los matones


de Elijah una vez que Sammy admitió haber robado a Elijah. La confesión no
había tardado en llegar. Sammy y Rachel habían sido detenidos y encerrados
justo al lado de Shane. Le había rogado a Sammy que no confesara, pero
ante la promesa de tener que ir sin sus drogas, Sammy había confesado
rápidamente. Segundos después, estaba tendido en el suelo o, su materia
cerebral salpicaba la cara y la ropa de Shane.

Elijah quería que Shane confesara estar involucrado en el robo de Sammy. Si


pensara que eso lo salvaría de una bala entre los ojos, Shane ya lo habría
hecho. Por así decirlo, había visto lo que se había confesado, así que se
mordió la lengua y se negó a darle a Elijah ninguna excusa. Eso no significaba
que estaba en claro. Su piel era un tono permanente de negro y azul por
todas las palizas, y tenía un bulto en la parte posterior de la cabeza por la
culata de un arma. Solo lo alimentaban cuando tenían ganas, por lo que
pasarían días antes de que Shane tuviera algo en la boca además de su
propia saliva. Olvídate de un baño, hizo su negocio justo donde se acostó.

Lo que temía eran las drogas. Como se suponía que era un drogadicto, estar
encerrado como estaba, pasar tanto tiempo sin eso, significaba que debería
pasar por retiros. Hizo todo lo posible para imitar los síntomas, los batidos y
los sudores. No tuvo que fingir las pesadillas, y suficientes patadas y
pisotones en la parte media de su cuerpo y niños se encargaron de la parte
de vomitar. Aun así, temía que lo persiguieran con una aguja y que estuviera
indefenso. Eso no pudo pasar.

Siempre.

A estas alturas, Jack debería saber que había sido comprometido. ¿Enviaría un
respaldo o esperaría? Shane no lo sabía, no podía predecir a Jack en ese
momento. Se preguntó si Pablo sabía que había dejado de registrarse.

Estirado sobre su espalda, mirando a la nada, parpadeó para quitarse la


quemadura en los ojos, pero las lágrimas cayeron de todos modos, la sal
jodiendo con los cortes frescos en su rostro. Tenía que pelear casi todos los
días, ya que los muchachos que se turnaban para mirarlo también querían
divertirse, por lo que lo golpeaban, se burlaban de él, hasta que
arremetía. Tenía que luchar y lo haría, porque la alternativa sería darse por
vencido y rendirse y nunca podría hacerle eso al hombre que espera que
regrese a casa. Habían pasado por demasiado.

A veces, permitía que los pensamientos taciturnos se colaran, especialmente


cuando estaba demasiado débil y hambriento como para levantar la cabeza,
cuando todo lo que podía hacer era ver cómo las pesadas botas caían sobre
su rostro. Los pensamientos taciturnos aparecieron entonces, y se preguntaba
cómo podría salir, cómo alguien lo encontraría, y si lo harían antes de que
Elijah cumpliera su deseo y lo matara.

–Bien. Bien. Alguien está arriba.– Uno de los hombres, Kenneth, se puso en
cuclillas junto a Shane y ahuecó su mejilla. –Estás despierto, boyo–. Se recostó
y levantó una bolsa. –Te traje una sorpresa–. Sacó una hamburguesa de la
bolsa, junto con una aguja. –¿Cuál preferirías, tu comida o tu comida?–

Kenneth fue especialmente cruel, con los tipos que no estaban dispuestos a
joder con Shane. Tratando de tentarlo con drogas. Cabron. Aun así, Shane
hizo su parte, dejando que su mirada permaneciera en la aguja, lamiéndose
los labios antes de responder.

–Comida.–

Eso le levantó las cejas de Kenneth, pero no le importó. Él abrió la boca


cuando Kenneth celebró la comida a él y luego se mordió. El sonido de su
estómago ahogó cualquier otro ruido en la habitación por un tiempo.

Pero no ocultó el sonido de un teléfono sonando. Shane se tensó. Kenneth se


puso de pie y Pul sacó el teléfono del bolsillo de sus vaqueros.

Un teléfono. Shane necesitaba conseguir ese teléfono.

–Sí–. Kenneth escuchó y asintió. –Le di de comer como dijiste–. Hizo una
pausa. –UH Huh. Bueno. Adiós. Terminó la llamada y volvió a meter el
teléfono en el bolsillo trasero. –Elijah viene a visitarte–. Arrugó la nariz. –
Tengo que limpiarte–.
Shane esperó hasta que Kenneth se arrodilló junto a él y luego lo echó. Tenía
los pies y las manos encadenados, pero tenía un margen de maniobra y lo
usó, atrapando a Kenneth en el pecho. El otro hombre cayó hacia
atrás. Shane apretó los dientes y esperó. No por mucho tiempo.

Kenneth se lanzó contra Shane, a horcajadas sobre su pecho mientras lo


golpeaba con golpes punzantes en la cara y el pecho. –¿Hijo de puta, te doy
de comer y así es como me pagas?–

Shane no tuvo mucho tiempo. Se retorció, levantando las rodillas, tratando


de alcanzar el teléfono en el bolsillo de Kenneth. Él gruñó con cada golpe, y
la sangre fluyó libremente de todos los cortes reabiertos en su
rostro. Duelen. Dios, le dolían, pero no podía dejar que eso lo detuviera. Giró
a la derecha y el teléfono cayó al suelo. Tiró de las cadenas, sacudiéndolas
para enmascarar el sonido, luego rodó, usando su cuerpo para cubrirlo. El
movimiento llevó a Kenneth con él y el otro hombre le dio un último golpe a
la cara de Shane antes de ponerse de pie.

–Hijo de puta–. Pateó a Shane.

Apenas podía ver por sus ojos, pero escuchó a Kenneth moverse. Luego, algo
húmedo salpicó su mejilla. Escupir.

Se quedó quieto hasta que Kenneth se alejó arrastrando los pies. Cuando el
bendito silencio lo rodeó nuevamente, Shane usó su hombro para tratar de
limpiar la saliva. Él tenía el teléfono. No tuvo problemas para levantar el
teléfono con las manos atadas, pero apenas podía ver nada cuando se lo
llevó a la cara.

Le temblaban las manos y su respiración se hizo rápida y dura cuando


comenzó a marcar. Tardó más de lo que esperaba, mucho más de lo que
tenía, pero lo hizo y usó la barbilla para presionar el botón del altavoz.

Por favor. Por favor. Por favor. El teléfono sonó y sonó ... y sonó. Por favor. Su
cara volvió a arder y se dio cuenta de que había comenzado a llorar. Todo
duele. Todo. Pero no tanto como ese teléfono que seguía sonando.
–Sí. ¿Quién es?–

Oh Dios. Se atragantó y abrió la boca. Nada salió

–¿Hola? ¿Quién es éste?–

–Br-Brook-Brooklyn–.

Los pasos resonaron y se acercaron.

–¿Shane?–

No oyó su voz. Todo lo que escuchó fueron los pasos y la voz, esa voz en el
teléfono. Sus labios se movieron, lo sabía porque dolían como la mierda, pero
no sabía que tenía voz para hablar.

–Brooklyn. Brooklyn –.

–¡El cabrón se llevó mi teléfono!–

Alguien lo agarró. Él gruñó y se defendió.

–Shane! Shane, háblame. Dime-–

Esta voz. No podía parar de llorar. Las lágrimas lo cegaron, por lo que no vio
el arma, pero sintió el dolor candente cuando la bala lo atravesó.

Brooklyn.

****
Su teléfono sonó mientras subía al avión que Syren le había
proporcionado. Pablo se detuvo detrás de Mateo y comprobó el identificador
de llamadas. No reconoció un número.

–Sí. ¿Quién es este? Oyó algo, como una asfixia silenciosa, pero nada más. –
¿Hola? ¿Quién es éste?–

–Br-Brook-Brooklyn–. Las palabras tartamudeadas, bajas y roncas y llenas de


dolor, detuvieron su corazón.
–Shane?– Debe haber gritado el nombre de su amante, porque todos se
congelaron.

–Brooklyn. Brooklyn –.

Oh Dios. Shane Alguien gritó en el fondo, palabras enojadas. Shane gruñó


como si sintiera dolor. –¡Shane!– Alguien le tocó el hombro y Pablo no
levantó la vista, simplemente se aferró al brazo que lo sostenía. Shane habla
conmigo. Dime-–

La explosión de un disparo detuvo sus palabras y terminó la llamada. El tono


de marcar zumbó en su oído y Pablo se derrumbó.
Capítulo ocho

Le duelen las rodillas. Debería levantarse del suelo. Moverse. Alguna cosa. Él
haría. Si él pudiera. Pablo apretó el teléfono en la mano y se lo llevó a la boca
para reprimir cualquier sonido que hiciera. Quería hacer sonidos. Solo
de alguna manera no iban a salir. Todo quedó obstruido en su garganta.

–Jefe–. Mateo se puso en cuclillas frente a él, sus ojos sombríos se


encontraron con los suyos. –Háblame.–

¿Qué había para decir? No tenía nada que decir. –Estoy bien–. Se puso de
pie, inestable, pero se mantuvo de pie. Empujó todo hacia abajo. Necesitaba
una cabeza clara. Necesitaba concentrarse y no podía, no si seguía repitiendo
esa llamada en su mente. Subió las escaleras y entró en el avión, ignorando
los ojos en él. Después de abrocharse ante Jack, Pablo habló.

–Teo, asegúrate de que tengamos ruedas cuando aterricemos–. Pablo


mantuvo sus ojos en Jack. La mirada del agente era cautelosa, como debería
ser.

–Estás secuestrando a un oficial federal. ¿Lo sabes?–

Pablo le sonrió a Jack. Agárrate a tu asiento, Jackie. Ni siquiera he terminado


todavía. Le arrojó su teléfono a Jack. –Shane acaba de llamarme desde el
número de allí–. Él sacudió la barbilla. –Necesitas poner a tu gente en eso,
quiero saber a quién pertenece el teléfono. Ahora.–

–¿Te llamó?– Los ojos de Jack se agrandaron. –¿Por qué? ¿Qué dijo el?–

–Jack–. Pablo sacudió la cabeza ante el dolor que ensombrecía la cara


golpeada de Jack. –No lo entiendes, ¿verdad?– No esperó una respuesta. El
número allí, Jack. Haz que tu gente descubra a quién pertenece. Le
dispararon a Shane. Maldición, diciendo esas palabras en voz alta ...
Jack se congeló, el miedo en su rostro. –Bien, pero necesitaré mi teléfono–.
Extendió la mano.

Pablo asintió con la cabeza a Mateo, quien entregó la celda del agente.

–Jack, estoy seguro de que no tengo que decirte lo molesto que estaría si
hicieras algo para joder con este zumbido que tengo–.

Jack puso los ojos en blanco y procedió a hacer la llamada. Pablo escuchó
por un momento y luego lo desconectó. Volvió a la llamada
telefónica. Aunque no debería hacerlo. El dolor en la voz de Shane. Había
escuchado eso. El sonido del disparo. Había escuchado eso. Su corazón se
apretó. Fue algo doloroso, no saberlo. Su mente se dirigió a algunos lugares
locos, se desvió hacia direcciones locas, repasando todas las cosas que
podrían estarle sucediendo a Shane. Se negó a pensar que Shane estaba
muerto. No lo haría. Lo sentiría.

Él haría.

–Jefe–, murmuró Mateo. –¿Que está pasando?–

El avión comenzó a moverse. Pablo cruzó las manos sobre su regazo y miró
por la ventana a su izquierda mientras el paisaje pasaba volando. –Lo
arriesgó todo, para mí–, dijo. –Encontró una manera de contactarme y ellos ...
le dispararon–.

Mateo lo agarró del hombro. –¿Escuchaste?–

El asintió. –Sí.–

–Tengo un nombre–, dijo Jack. –Kenneth Smalls–. Él recitó una dirección. –Es
familiar, uno de los trabajadores de Edgar Cahn–.

Pablo asintió con la cabeza. Háblame de Edgar. Todo.–

Jack se encogió de hombros. –Es una escuela nueva. No le importa mucho


más que el dinero. A diferencia de su padre, él abraza completamente la
violencia y usa eso para hablar por él. La mayoría lo temen por los
muchachos en esa área, lo cual creo que era su objetivo –.

–¿Vida personal?–, Preguntó Pablo.

–Tiene una novia, han estado juntos por un tiempo. Creo que está
embarazada de su primer hijo. No está demasiado cerca de sus hermanos–,
continuó Jack. –No les importa cómo hace negocios, pero nadie está tratando
de detenerlo–.

– Quiero a la novia–. Pablo se inclinó hacia delante. –¿Ustedes chicos la


miraron?–

Jack lo miró boquiabierto. –Si, pero-–

'Realmente no hay peros aquí, chico Jackie. Su primer hijo no es algo que
alguien como Edgar toma a la ligera. Él se recostó, una lenta sonrisa se
extendió. – Eso es algo que puedo explotar y lo haré–.

Jack ladeó la cabeza hacia un lado, con asco en los ojos. –¿Estás repensando
cómo haces negocios ahora? ¿Ir tras mujeres y niños?

Olvida lo que sabes sobre mi negocio, Jack. Toda esa mierda se va por la
ventana cuando la vida de Shane está en juego, porque mira –, se inclinó
hacia adelante de nuevo–, a diferencia de ti, no hay nada que no haría. No
hay una línea que no cruzaría. La moral se va por la ventana, Jack. Es un
albatros alrededor de tu cuello, y se interpone cuando tratas de hacer que las
cosas sucedan–.

Jack sacudió la cabeza. –Vamos a manejarlo, conocemos a todos los


jugadores–.

–Entonces los aprenderé–. Pablo cruzó las piernas y se llevó un dedo a la


barbilla. –Adivina esto, Jack: Shane tuvo una oportunidad, una oportunidad
con una llamada telefónica. ¿Por qué me llamó a mí y no a ti?

Jack miró hacia otro lado, los labios presionados en una línea delgada y dura,
pero Pablo no lo dejó ir con ese movimiento de coño.
–Porque él me conoce, y él sabe cosas como reglas y la moral nunca se
aplicará. Porque sabe que nunca me jodería con su vida, ni le pondría nada
delante. Porque conoce el egoísmo y los celos, como esa mierda que te
devora, hace que maten a la gente. Y porque sabe que moriría por
él. Felizmente. Sin reservas, sin pensarlo dos veces, pero no sin antes
asegurarme de hacer el daño que hago –.

–Amo a Shane–, susurró Jack. –Vas a saltar ante cualquier oportunidad de


violar la ley–.

–Tal vez. El hecho es que tengo esto, y Shane lo sabe. Se volvió hacia
Mateo. –Obtén la información de la prometida de Edgar del chico Jackie, la
quiero. Ella es mi chip entrante y mi camino a través de la puerta. Él se
recostó. –Primero, nos encontramos con este personaje de Kenneth–. Y
derrama un poco de sangre. Naturalmente, esa mierda fue evidente, ya que
era una conclusión inevitable.

****

Al parecer, Jack superó su puchero rápido, porque dos SUV negros se


encontraron con los hombres cuando salieron del avión en una pista de
aterrizaje desierta al anochecer. Pablo no hizo preguntas, Jack no ofreció
ninguna.

Reggie, tú y Freddo van con Jackie boy. Búscame la prometida de Edgar.

–Si jefe.–

Pablo jaló a Jack a un lado. –¿Estás trabajando conmigo, Jack?–

La mandíbula de Jack se contrajo. –Quiero a Shane de regreso, sano y


salvo. Si ese es su objetivo también, entonces estamos en la misma
página. Por ahora.–

Pablo tuvo que sonreír. –Jack, no hay– si –, y sé que, cuando se trata de


Shane, nunca estaremos en la misma página–. Sintonizó el segundo SUV. –
Avísame cuando tengas a la prometida–. Sin esperar una respuesta, subió al
vehículo.

Mateo puso la dirección de Kenneth en el GPS y estaban apagados.

–¿Cuál es el plan?' Mateo preguntó.

Qué plan –Solo píldora de sangre. Obtén respuestas.

Mateo se rio suavemente. –Suena bien.–

En veinte minutos, estaban en su ubicación. Kenneth Smalls vivía encima de


un taller de reparaciones electrónicas en un barrio deteriorado. Mateo
estacionó al otro lado de la calle. Una puerta desbloqueada en una entrada
lateral proporcionaba una entrada rápida y fácil. Pablo había estado listo para
abrir cerraduras y abrir puertas.

Entendido funcionó también.

Un pasillo oscuro y sucio conducía al solitario apartamento de arriba. Pablo


sacó su Glock, Mateo hizo lo mismo. Probó el pomo de la
puerta. Bloqueado Pablo dio un paso atrás, permitiendo que Mateo abriera el
candado endeble. Tomó menos de diez segundos.

La puerta se abrió con un crujido bajo. Pablo entró primero, arrugando la


nariz ante el mal olor que lo saludó. –Huele a culo sin lavar aquí–, susurró.

Mateo rio detrás de él.

Apartamento era una palabra demasiado fuerte para el pequeño lugar. Los
hombres estaban en una habitación que parecía servir como sala de estar,
comedor y cocina. Ronquidos fuertes llegaron a los oídos de Pablo y se giró
en dirección al hombre, Mateo pisándole los talones.

Se encontró en una habitación y si tenía que adivinar con poca luz, el hombre
en la cama solo podía ser Kenneth Smalls. Pablo sonrió

A veces esta mierda era demasiado fácil.


Encendió la luz.

Kenneth saltó de pie. –¿Qué?– Sus ojos se hincharon. –Quien-–

–¿Lo estoy?– Pablo se sentó a su lado en la cama. –Nadie que conoces, pero
tenemos un conocido mutuo–.

Kenneth frunció el ceño. –¿Huh?–

Ah Grandes palabras. –Alguien me llamó por teléfono, Kenneth. Alguien que


me gustaría mucho encontrar.

–Oye hombre, no sé qué-–

Pablo giró, golpeando el arma contra la mandíbula de Kenneth.

–¡Ah Dios!– Kenneth se agarró la cara mientras la sangre corría entre sus
dedos.

–Normalmente soy un hombre paciente, Kenneth. Ahora no. Hoy no. Agarró
un puñado del cabello de Kenneth, agradecido por los guantes que llevaba. –
Tu jefe está reteniendo a alguien, un hombre llamado Johnny–.

Los ojos de Edgar se abrieron aún más.

–Quiero saber dónde lo tiene Edgar y dónde está Edgar ahora–.

Las lágrimas se mezclaron con los mocos y la sangre que corrían por la cara
de Kenneth. –Acabo de hacer mi trabajo, hombre–. Su pecho subió y bajó
rápidamente. –Solo hago mi trabajo–.

–Entonces deberías haber estado preparado para las consecuencias–. Pablo


pellizcó a ambos lados de la cara de Kenneth y cuando la boca del hombre se
abrió, empujó el arma dentro. –¿Sigue vivo?–, Preguntó. –¿Johnny sigue
vivo?–

Kenneth gimió. Sus lágrimas cayeron más fuertes.

–Nod, si eso es un sí–.


Kenneth asintió lentamente.

Pablo sacó el arma. –¿Le disparaste?–

Kenneth tembló, sus dientes chasquearon. –S-sí–, tartamudeó. –P-pero Edgar


sacó-sacó la bala–. Tragó saliva y luego continuó: –Lo parchó. Fi arregló su
costado.

Pablo frunció el ceño. –¿Por qué tendría que hacer eso?–

La mirada de Kenneth recorrió todo el lugar y se dejó caer sobre sí mismo. –


Él-él dijo que lo está vendiendo. A los eh, mexicanos.

–No dices–. Pablo se puso de pie. – ¿Dónde está Edgar ahora?–

–Por favor, no estás ...– Los ojos de Kenneth le suplicaron. –No me mates–.

–¿Dónde está Edgar?–

–En la cabaña donde hace negocios. El chico esta ahí. Johnny –.

Pablo respiró hondo. Necesitaba salir de allí. Mientras atornillaba


el silenciador, habló en voz baja. Ojalá tuviera más tiempo para gastarte,
Kenneth. Demostrarte cuánto la cagaste, pero no puedo. Shane tomó
precedencia. Todo el tiempo.

–No. No. Kenneth juntó las manos, como si estuviera rezando.

Bueno, eso no iba a ayudar. Ni un poco. Pablo apuntó el arma entre sus ojos
y apretó el gatillo. Una vez. Kenneth se recostó contra su almohada, con los
ojos muy abiertos mirando a la nada.

Br-Brook-Brooklyn.

Pablo apretó el gatillo otra vez. Y otra vez. Hasta que Mateo agarró su
mano y lo apartó.

–Guarde algunas de esas balas para el próximo destino–.


El teléfono de Mateo sonó cuando volvieron al SUV. Él respondió y habló con
Reggie y luego terminó la llamada. –Tienen la novia. Jack usó su placa, la hizo
oficial.

–Al menos es bueno para algo–.

Mateo hizo una pausa. –También tiene miedo por Shane. Intenta ocultarlo,
pero lo veo.

Pablo gruñó. No quería pensar en Jack. Cerró los ojos, formulando su plan,
porque necesitaría uno. –Llama a Reggie. Necesitamos reunirnos, poner
algunas cosas en su lugar–.

Mateo lo miró. –¿Qué estás pensando?–

–Estoy pensando que Edgar está a punto de conseguir el suyo–.

El vientre embarazado de la prometida era enorme. Sus ojos verdes estaban


muy abiertos y húmedos, el miedo escrito en toda su cara pálida. Todos se
habían reunido a una milla de distancia de la cabaña de Edgar. Pablo expresó
sus planes.

–Mis superiores saben que estoy aquí–, dijo Jack.

Pablo lo ignoró. Jack y sus superiores no influyeron en su proceso de


pensamiento ni un poco. Mateo, Reggie y Freddo tenían sus directivas y se
desplegaron para ponerse en posición. Jack se quedó en uno de los SUV y
Pablo se metió en el otro con la mujer de Edgar.

Ella permaneció callada cuando él buscó en su bolso y sacó su teléfono.

Encontró el número de Edgar en el registro recientemente llamado y


marcó. El teléfono sonó. Pablo tamborileó con los dedos sobre el volante.

–Dawna, bebé, ¿estás bien?–

Por el sonido de amor y preocupación en la voz de Edgar, Pablo había


tomado la decisión correcta. –Esta no es Dawna, pero puedes tenerla. Si
consigo lo que quiero –.
Contó hasta seis antes de que Edgar preguntara: –¿Quién es este?–

–Alguien que no tiene problemas para lastimar a la bella Dawna y al bebé


que lleva, confía en mí–.

Dawna se sorbió a su lado.

Tuvo que endurecerse contra esos sonidos. Las mujeres y los niños siempre
habían estado fuera de su radar, exentos de la violencia, pero esto no era lo
habitual. Esto era guerra, luchó por la vida de Shane y usaría cualquier cosa y
a cualquier persona que tuviera que hacerlo.

–¿Qué deseas?–

–Es gracioso que debas preguntar eso. Dile lo que quiero, Dawna. Levantó el
teléfono y presionó el botón del altavoz.

–Johnny–, gritó. –Él quiere a Johnny–.

Pablo le arrebató el teléfono y se lo volvió a colocar en la oreja. –Escuchaste a


la mujer. Yo quiero a Johnny. Quieres a Dawna.

Escuchó la respiración agitada de Edgar. –Multa. ¿Dónde y cuándo?–

–Casualmente, estoy a unos dos minutos de tu cabaña–. Sonrió cuando Edgar


maldijo. –Asegúrate de que nadie me detenga cuando entro por esa puerta–.
Terminó la llamada.

–Pensé que ustedes eran los policías–. Dawna se volvió hacia él. –Ese otro
tipo me mostró una placa, pero ustedes no son policías, ¿verdad?–

–¿Quién yo?– Se rió Pablo. –No soy la policía, Dawna. No pienses ni por un
segundo que tengo escrúpulos, o reglas que deben seguirse, porque estarás
decepcionada.

Se inclinó hacia delante, con el pelo oscuro cayendo sobre su rostro mientras
se tapaba la boca con una mano y lloraba.
La puerta de la cabaña de Edgar estaba abierta cuando se acercó, por lo que
Pablo entró. No vio a los hombres que Jack afirmó que Edgar tenía
manejando las puertas y las áreas circundantes. Mateo y el resto ya deben
haberse establecido. El lugar estaba en silencio. Condujo el camino hasta la
puerta principal de la cabina, luego se inclinó y abrió la puerta de Dawna. Ella
salió, cuidadosa y lentamente con el vientre, y él la siguió, usándola como
escudo.

La tomó del brazo, apuntó con su arma a su sien y la condujo por los pocos
escalones desvencijados. El suelo se abrió cuando se acercó. Primero empujó
a Dawna y luego entró. Edgar — asumió que la montaña de un hombre que
lo miraba era Edgar — se levantó cuando se acercó. Al igual que los otros
tres hombres con él, sus armas apuntaban a Pablo.

Pablo frenó y se hizo a un lado, manteniendo a Dawna con él.

–¿Quién eres?–, Preguntó Edgar.

–Nadie importante–.

–Él no es la policía, Edgar–. Dawna no se detenía con las lágrimas. –Él no es


policía–.

Edgar frunció el ceño.

–¿Dónde está él?– Preguntó Pablo suavemente. Quería gritar, exigirle a


Edgar que le trajera a Shane, pero eso mostraría su mano, mostraría cuánto le
importaba. –Tráelo aquí.–

Edgar le indicó a uno de los hombres que lo flanqueaban y él se escapó.

–Te equivocaste, amigo–, dijo Edgar. –Tomar a mi prometida y traerla aquí–.


Él sacudió la cabeza, sus ojos azules prometían violencia. –No sé quién eres,
pero te equivocaste mucho–.

–¿Eso crees?–
Sonaron pasos, se acercaron y Pablo dejó de respirar. Dos hombres
aparecieron a la vista, uno sosteniendo al otro en posición vertical con un
cuchillo en la garganta. Pablo miro.

Shane era flaco. Miedo flaco, y su rostro era


irreconocible. Hinchado. Cortes Contusiones No podía decir si los ojos de
Shane estaban abiertos o no, estaban tan hinchados. Su ropa estaba hecha
jirones, cubierta de tierra y sangre. Parte de su camiseta había sido
rasgada en la sección media y Pablo distinguió el vendaje al lado de Shane,
marrón con tierra y sangre seca.

Sus manos, las manos de Pablo temblaron donde sostenía a Dawna. Quería
correr hacia Shane, abrazarlo fuerte, pero no pudo.

–Lo tienes–, ladró Edgar. –Deja ir a Dawna–.

Hasta ese momento, Shane no había hecho ningún movimiento, pero ante la
voz de Edgar se tensó y luego cambió con un gemido doloroso. Pablo lo
miró, ignorando a Edgar.

–JP–

La sorpresa en la voz de su amante. La esperanza y el alivio. Pablo quería


llorar. – Hola, chico bonito–.

Los labios cortados de Shane temblaron. Las lágrimas corrían por su rostro,
dejando huellas en el suelo cubierto de tierra. –Viniste–, susurró Shane. –
Usted vino.–

Pablo parpadeó el aguijón de sus ojos. Le dolía el pecho como un hijo de


puta, pero mantuvo su rostro impasible. –¿Dudaste que lo haría? ¿Creías que
no iría cuando llamaras?

Shane lloró abiertamente, fuerte, el cuerpo sacudiendo sollozos. –Usted


vino.–

–Siempre. Siempre vendré –.


Edgar miró de Shane a Pablo. –¿Que está pasando?–

–Parece que eres el único movimiento garantizado para traer una guerra a tu
puerta. Un movimiento estúpido. No pudo contener la ira, se sacudió con
ella.

Edgar frunció el ceño. ¿Una guerra contigo? Ni siquiera sé quién eres.

–Eso está a punto de cambiar, ¿no?–

–Son amantes–, dijo Dawna. –¿No puedes ver eso?–

–¿Como homos?– Preguntó el tipo que sostenía a Shane con disgusto.

Pablo lo miró. Él moriría primero.

–JP– Shane levantó una mano, o trató de hacerlo, porque parecía tomar
todo. Lo dejó caer a su lado, flácido. –Lo siento. Estoy muy triste.

–No ...– Pablo sacudió la cabeza. –No te disculpes, Shane. No lo


hagas ¿Creías que dejaría que te quiten de mí? Me hiciste promesas –, dijo en
voz baja,– te estoy sujetando a ellas –.

–Suficiente de esta mierda. Mátalos. Edgar gritó las palabras y dio un


paso adelante.

Sonó un sonido bajo y luego Edgar se congeló y se dejó caer lentamente al


suelo. Más pings y hombres comenzaron a caer al suelo. Pablo arrastró a un
Dawna gritando hacia la esquina, agachándose.

–Te mueves, te mato–, le espetó. Ella se acurrucó sobre sí misma, pero él se


aseguró de que ella estuviera fuera de la línea de fuego antes de ir a
Shane. El tipo que lo había estado abrazando yacía torcidamente, con una
bala en la frente. Quería ser el que lidiara con Edgar, pero tenía que hacer de
Shane la prioridad.

Gracias a Dios por Mateo y el resto de ellos. Pablo escuchó pasos golpeando
detrás de él, pero los ignoró y agarró a Shane.
–Shane. Shane.

Shane se sintió tan frágil en sus manos. Sus párpados parpadearon. Pablo no
vio nuevas heridas en él, pero algo estaba mal. Podía decirlo.

–JP–

–Shane, dime qué pasa–. Acunó la cabeza de Shane en sus manos. De fondo
oyó la voz de Jack, que pedía una ambulancia.

–Drogas–, la voz de Shane era muy débil. Pulso

Oh Dios. Por favor. –No.– La palabra era agonía.

–Me dispararon antes de acercarme a ti–. Shane levantó una mano y tomó la
mejilla de Pablo. Sus dedos estaban fríos y temblaron.

Como lo sacudió Pablo.

–No siento-– Shane se inclinó hacia un lado y vomitó. Su cuerpo cayó hacia
atrás, fuera de las manos de Pablo.

–¡Shane!–

Shane lo miró fijamente. –Lo siento–. Las lágrimas se filtraron de sus ojos.

–No lo hagas. No lo lamentes. Quédate conmigo. Pablo se agarró la cara. –


Quédate conmigo.–

Shane tuvo un espasmo y sus ojos giraron hacia atrás en su cabeza.

–¡Ambulancia!–, Gritó Pablo sobre su hombro. –¿Dónde está la maldita


ambulancia?–

–En camino–. La cara de Jack estaba húmeda.

–Shane, viene la ambulancia–. Pablo le habló al hombre en sus brazos. –


Estarás mejor pronto–. El agua goteó sobre la cara de Shane desde
arriba. Pablo frunció el ceño, pero no podía apartar los ojos de su amante. Se
quedó allí quieto. –Estarás mejor en muy poco tiempo–. Se fue el agua,
goteando sobre la mejilla de Shane. Pablo lo limpió. –Solo quédate
conmigo. Me prometiste una boda. Prometiste hijos y toda una vida,
Shane. Te estoy sujetando a eso.

–No llores–, hizo eco la voz suave de Shane. –No llores–.

Tocó la cara de Pablo y se dio cuenta de que el agua era en realidad sus
lágrimas. Cayendo rápido.

–Señor, déjenos ayudarlo–. Alguien lo tocó, trató de tomar a Shane y Pablo


luchó contra ellos hasta que notó los uniformes de EMT. Tres hombres
levantaron a Shane y lo pusieron en un estiramiento, mientras le ponían una
máscara sobre la cara y—

Pablo desvió la mirada.

–¡Tenemos que llevarlo, ahora!–

Corrió tras los hombres y sacó a Shane de la cabaña. –Voy con él–.

–Señor-–

–Soy su compañero. Soy su amante Soy su prometido y yo. Ya voy. Se subió a


la parte trasera de la ambulancia antes de que alguien más pudiera expresar
su opinión inútil. Se dejó caer de rodillas junto a Shane, sosteniendo su mano
y hablando con él mientras los técnicos de emergencias médicas lo
conectaban a los monitores.

–Estoy aquí–. Besó los dedos de Shane. –Estaré aquí, todo el camino–.

–JP– Dedos ciegos tocaron su rostro. –Te amo. Te amo. Siempre. La mano de
Shane se apartó, cojeando a su lado. Los monitores emitieron un pitido.

–¡Es un forro plano!–


Capítulo Nueve

–¡Claro!–

El cuerpo golpeado de Shane, demacrado y ensangrentado, se arqueó en el


estrecho catre en el que lo colocaron los técnicos de emergencias
médicas. Pablo se había alejado para poder tratar con Shane, y él se agachó
en la parte de atrás de la ambulancia, con el corazón en la garganta,
observando a los extraños trabajar frenéticamente para salvar a Shane.

Tenían que salvarlo, tenían que corregirlo nuevamente. Realmente no había


otras opciones.

Un pitido fino le arrancó un grito. Los EMT se apresuraron, gritando mierda


que Pablo apenas podía entender, hurgando y sondeando a un Shane que no
respondía.

–Tengo pulso–.

Se mordió el puño cerrado, con seguridad, pero no sintió nada. Su mirada


pasó de Shane a la máquina a la que estaba conectado. El que mostraba las
líneas torcidas que demostraban que estaba vivo, incluso si apenas
aguantaba.

La ambulancia rodó hasta detenerse y las puertas se abrieron de golpe. Pablo


saltó y se alejó, moviéndose a un lado mientras la gente convergía en la
ambulancia. Los siguió mientras conducían a Shane hacia el interior del
edificio, respondiendo preguntas ladradas sobre su nombre y lo que
sucedió. Luego se fue, llevado a una habitación donde Pablo no podía seguir,
donde él no podía mirar.

Estaba de pie en el pasillo lleno de gente, la gente lo rodeaba con las manos
metidas en los bolsillos. Él solo se puso de pie, con la cabeza baja. No sabía a
dónde ir ni qué hacer. Perdido. Tan jodidamente perdido. Y
vacío. Indefenso. Ese sentimiento resonó, sobre todo, y lo sacudió, que hizo
todo esto y, sin embargo, completos extraños serían los que finalmente
traerían a Shane de regreso a él. Estaba todo fuera de sus manos y lo
odiaba. Odiaba sentirme impotente, odiaba que no pudiera hacer más.

Dándose la vuelta antes de escuchar sus instintos y correr hacia la habitación


donde se habían llevado a Shane, sacó su teléfono y llamó a Mateo.

–Jefe, ¿estás bien?–

–Estoy en el hospital–. Le dio el nombre a Teo. –Están trabajando en él–.

Teo suspiro. –Todavía estoy en la cabaña. La policía local está aquí, y creo
que tu chico Jack pidió respaldo de su gente porque ellos también están aquí.

Pablo se pasó una mano por la cabeza. Tendría que tratar con Jack en algún
momento. Envía a Reggie y Freddo a la casa de Kenneth. Tiempo de limpieza.

–Ya estoy en eso–.

–Me hubiera gustado quemar esa maldita cabaña hasta el suelo, pero no
podemos–. No con las autoridades de toda la escena. –Estaré aquí con
Shane–, le dijo a Mateo.

–Uh, jefe, Edgar va camino al hospital. Algo sobre un disparo en el cuello y


una cirugía.

–Estaré esperando–. Terminó la llamada y encontró una silla vacía para


colapsar. Entonces Edgar estaba vivo y se dirigió hacia él. Parecía que incluso
el universo estaba de acuerdo en que Pablo necesitaba follarse el culo
antes. Respiró hondo y soltó eso, por ahora. Tenía que llamar a Rich, darle
una actualización. Joder, si no temía hacerlo, pero marcó el número de todos
modos.

Cinco minutos después, la llamada se hizo y sintió ganas de vomitar. Sabía


que Rich y Heather trataron de no reaccionar ya que Sophia había estado allí,
pero había escuchado el miedo y el pánico en sus voces. Se dirigían a
Missouri a pesar de sus objeciones. No podía detenerlos, también eran la
familia de Shane.

Alguien se sentó en la silla a su lado y él se enderezó. Jack. Pablo apretó los


dientes. –No puedo deshacerme de ti, ¿verdad?–

–¿Como es el?–

Pablo se encogió de hombros. No estaba a la altura, dudaba que alguna vez


lo estuviera. Tratar con Jack no estaba en su lista de las diez principales
prioridades en este momento.

Se sentaron en silencio, sin ser molestados a pesar del ajetreo y el bullicio de


la sala de emergencias. No sabía qué hacer con la presencia de Jack, pero
hizo todo lo posible por ignorarlo.

–¡Wellington!–

Una voz retumbó y Pablo levantó la vista. Un hombre mayor vestido con un
traje oscuro, con cabello plateado y una barriga redonda, se acercó a ellos a
un ritmo recortado, con ira en su rostro. Pablo entrecerró los ojos.

–Señor–. Jack se puso de pie de un salto.

Huh

–¿Qué demonios es esto?– El hombre se agolpó en el espacio de Jack,


escupió volando mientras ladraba. –¿Dejo que tú y Ruskin se encarguen de
esto, y la cagas de verdad?–

La cara de Jack se puso roja, pero no retrocedió. –Circunstancias más allá de


nuestro control, señor–.
–En serio, ¿es eso lo que es?– Su jefe colocó ambas manos en sus caderas
mientras miraba a Jack. –Pensé que era una incompetencia de rango–. Echó
un vistazo a la habitación frente a ellos. –¿Qué está pasando con Ruskin, y
quién es él?– Él sacudió la cabeza en dirección a Pablo.

–Este es Pablo Castillo–, dijo Jack. –Creemos que Edgar drogó a Shane,
estamos esperando que los médicos nos digan qué es qué–.

Su jefe se entrecerró los ojos. –¿Quiénes somos y por qué hay un traficante
de armas aquí?–

–¿Quién está aquí por Shane Ruskin?– Una mujer pequeña con piel oscura y
ojos cansados salió de la improvisada habitación, vestida con un uniforme
azul y un portapapeles en la mano.

Shane se puso de pie de un salto. –Pablo Castillo–. Él sostuvo su mano con


un puchero y ella la estrechó. –Prometido.–

Alguien se atragantó. No miró para ver quién era esa persona.

–¿Qué está pasando?–, Le preguntó al médico.

–Señor. Ruskin tenía una sobredosis de metanfetamina. Miró su


portapapeles. –Por suerte para él, no fue grave, a pesar de cómo apareció, y
fue tratado con relativa rapidez. Está desnutrido, deshidratado y tiene algunas
costillas rotas, junto con la herida de bala.

Pablo volvió a meter las manos en los bolsillos. –¿Estará bien? Las drogas, ¿no
... lo afectarán a largo plazo?

–Demasiado temprano para decirlo, pero no debería. Lo estamos tratando


por vía intravenosa para la convulsión.

Pablo frunció los labios y asintió. Incautación.

–Dado que el Sr. Ruskin fue inyectado con una aguja, también lo estamos
tratando por enfermedades contaminadas como el VIH y la hepatitis viral –.

Fue un golpe para el que no estaba preparado, y se tambaleó por la fuerza.


Lo trasladaremos a una habitación privada, lo tendremos preparado. En este
momento está siendo sedado mientras trabajamos para remendarlo. Ella le
sonrió, todo brillante, probablemente con la intención de tranquilizarlo.

Debería decirle que ponga esa mierda en la mesa. No funcionaria.

–Doc–, habló el jefe de Jack. –¿Puedo hablar?– Él tomó el brazo del médico y
la alejó.

Pablo se dejó caer en la silla. No sabía cómo describir lo que sentía, cómo se
sentía. Él solo ... quería entrar a esa habitación. Quería ver a Shane. Quería
hacer algo más que sentarse allí, ser inútil, sentirse impotente.

–Oye.–

Un toque vacilante en su hombro lo hizo mirar hacia arriba. Jack se paró


sobre él con sus ojos tristes, su cara triste y su voz tan triste.

–¿Estás bien?–

Pablo resopló y apartó el toque de Jack. ¿Qué te parece, Jack? ¿Qué te hace
pensar que hay una opción además del infierno para no joder, no estoy
bien? –

El otro hombre se sentó a su lado. –Lo siento. Yo solo ... todavía estoy
procesando todo esto –.

–Procesando, ¿eh? Avísame cuando hayas terminado con eso. Se levantó y


comenzó a pasearse. –Esta es la segunda vez, Jack. La segunda vez que está
herido mientras trabaja contigo. Estoy harto de esta mierda de déjà vu–. Sus
palabras hablaron de su miedo, temblaron.

Jack no rehuyó la mirada fulminante de Pablo. 'Lo sé.– Él torció sus manos en
su regazo. –Lo sé, ¿de acuerdo?–

–Entonces, ¿qué estás haciendo para arreglarlo?–, Gritó. –Está en un hospital


una vez más, luchando por su vida una vez más. Eso debería haberse evitado,
si hubieras puesto tus celos por el hecho de que te dejó a un lado, y me
llamaste en el instante en que no se registró.

La mandíbula de Jack se tensó. –Seguí el protocolo. Sé que es un concepto


extraño para ti, pero seguí el libro. Es mi trabajo seguir las reglas –.

–Y mira dónde estamos–. Agitó una mano en un gesto de barrido. –Mira


dónde estamos, Jack. Algo no funciona y es inaceptable. Se puso de pie sobre
Jack. –Si me lleva a un hospital donde tengo que ver a Shane lastimado, es
inaceptable. Si pone en peligro mi relación y la vida de Shane, es
inaceptable. Si tengo que entrar y limpiar tu jodido desastre –, gritó,– es
inaceptable –.

–Caballeros.–

Pablo se congeló ante el sonido de la voz del jefe de Jack. Se dio la vuelta.

–¿Alguien quiere explicarme qué está pasando?– El hombre levantó una ceja
plateada y espesa. Cuando ni Pablo ni Jack hablaron, continuó: –Wellington,
tú y Ruskin nos han estado ocultando cosas–. Se acercó a Pablo. –Harold
Davenport es el nombre–.

–Tú conoces el mío–.

Davenport entrecerró los ojos. ¿Tú y Ruskin?

Pablo se encogió de hombros. –Me escuchaste–. No estaba dispuesto a


ofrecer más por esas personas para usar contra Shane.

Después de mantener a Pablo en un concurso de miradas por un tiempo,


Davenport rompió el contacto visual y se volvió hacia Jack. Wellington, te
necesitaré en mi oficina el lunes primero. Y Ruskin también, tan pronto como
esté mejor. Davenport se alejó y luego se detuvo. Supongo que debería
felicitarte, Wellington, por conseguir a tu hombre. Escuché que tenemos a
Edgar Cahn bajo custodia.

–Sí señor.–
Davenport se alejó.

–Debes ser feliz–. Pablo se burló de Jack. –Conseguí a tu hombre, aunque


estoy seguro de que renunciarías a eso si creyeras que tienes una
oportunidad con Shane–.

–Mira–. Jack se detuvo y suspiró. –Lo amo, ¿de acuerdo? Sí, sé que está
contigo, que te eligió, pero eso no hace que mis honorarios por él
desaparezcan. Eso no borra lo que siento –.

–¿Lo has intentado?– Pablo se acercó a él, enfrentándose a él. Los ojos de
Jack se abrieron. –¿Lo intentaste o crees que de alguna manera lo que
tenemos no durará y tendrás la oportunidad de lanzarte?–

La garganta de Jack funcionaba, la manzana de Adam se movía arriba y


abajo. –No eres el adecuado para él–, gruñó.

Pablo sonrió –Estás en lo correcto. No soy adecuado para él. Soy perfecto
para él Lo amo, como nunca pudiste. Y lo más importante, él me ama, como
nunca lo hizo –.

Jack palideció. –Lo lastimarás, lo sé. Le romperás el corazón y yo ...

–Oh, Jack–. Pablo sacudió la cabeza. –Nunca lo conseguirás. Nunca romperé


el corazón de Shane. Nunca romperá el mío. Sí, lo lastimaré, y él me haría
daño, así es como trabajamos. Pero al final, iremos a la cama juntos y él me
tocará, yo lo tocaré, y el dolor desaparecerá como nunca antes lo había
hecho. Él sonrió de nuevo. –Se llama amor. Necesitas encontrar el tuyo y
dejar el mío solo.

–¿O qué?– Jack levantó la barbilla. ¿Intentarás matarme de nuevo?

–¿Intentar?– Levantó una ceja. –No he tratado de matarte todavía, Jack. Si lo


hiciera ... bueno, serías un fantasma, ¿no? Si no supiera que Shane se enojaría
conmigo, ya estarías flotando boca abajo en algún lugar. Él se encogió de
hombros. –Ahí es donde entra el amor. Y el sacrificio. Porque estar aquí,
todavía respirando, es un sacrificio que hago. Por Shane. Se levantó y se
quedó allí parado por un segundo, mirando a Jack, a la obstinada forma en
que miraba a Pablo. –Jack, es hora de seguir adelante–.

****

Otro día pasó esperando a que Shane se despertara. Pablo durmió en un


catre en la habitación de Shane, después de ir a batear con los poderes
fácticos. No estaba dispuesto a dejar a Shane. Pasaron tres días y Shane aún
no estaba despierto.

Como lo habían hecho desde el día en que llegaron, Rich y Heather llegaron
al anochecer y le llevaron comida. Después de un intercambio de abrazos, los
dejó para sentarse con Shane sedado. Finalmente tuvo la oportunidad de
visitar a un paciente un piso más arriba. Edgar Cahn había sobrevivido a la
cirugía, salió con gran éxito. Había tenido una bala alojada en el cuello,
peligrosamente cerca de su columna vertebral. Se arregló todo, y Pablo lo
había enraizado. Después de todo, necesitaba al hombre vivo.

En su habitación en un motel cerca del hospital, se dio una ducha rápida y


se cambió de ropa. Mateo y el resto de los chicos se quedaron con él,
prestando su apoyo. Lo apreciaba, pero todo lo que tenía tiempo era
Shane. Su amante yacía en esa cama tan quieto, conectado a las máquinas
mientras los médicos hacían todo lo posible por arreglarlo. Pablo pasó todo
su tiempo allí, al lado de la cama de Shane, hablando con él.

De vuelta en el hospital, se dirigió al piso donde estaba recluido Edgar. Dos


oficiales uniformados estaban afuera. Únicamente un disparo. Solo tenía un
tiro y no podía permitirse errores. Puso la máscara quirúrgica sobre su rostro
y miró hacia abajo para asegurarse de que los uniformes estuvieran
bien. Cogió un portapapeles, colocó la tarjeta de identificación que había
tomado de uno de los médicos y se acercó con la cabeza gacha, mirando los
gráficos en la mano.

Nadie lo interceptó. ¿No era eso como los malditos policías? Nunca en el
punto cuando deberían ser. Trabajó para él Entró en la habitación y
rápidamente se dirigió a la cama. Edgar yacía allí durmiendo. Pablo se quitó
el monitor de dedo y lo colocó en su propio dedo, luego acercó una silla. Un
golpe en la cara hizo que Edgar parpadeara y, cuando abrió la boca, Pablo
metió un calcetín dentro.

Se recostó y admiró su trabajo. –¿Mírate? ¿Recuérdame?–

Los ojos azules de Edgar se enfocaron muy rápido. Se abrieron de par en par,
todos brillantes por el miedo.

–Espero que no creas que hemos terminado–. Pablo se sentó hacia adelante,
con los codos sobre las rodillas. Haciendo.–

–No tenemos mucho tiempo, pero pensé en pasar por aquí. Te diré cómo le
va a Shane.

–Umf. Umf.

–Así es, no sabes quién es–. Dio unas palmaditas en la mano de Edgar. 'Está
bien. Se llama Shane, es secreto de la DEA. Se rió cuando la cabeza de
Edgar rodó de lado a lado sobre la almohada. –Sí, DEA, y él es mi prometido–
. Hizo una pausa. –Sabes, no he tenido mucho tiempo para usar
esta palabra. Prometido. Me gusta.–

Edgar volvió a hacer sus sonidos nuevamente. Pablo los ignoró.

–¿Crees que estás preparado para una historia?–

–Umm. Ungg –.

–Sugiero que cierres la trampa y me dejes hablar–, dijo en voz baja. –Tal
como está, estoy listo para reventar una nuez con mi necesidad de apagar tu
vida. No lo aceleremos, ¿eh? Prolonga esa mierda.

La confusión ensombreció los ojos de Edgar.

–¿Destrozar una nuez?– Se rió Pablo. –La idea de hacerte lo que le hiciste a
Shane me pone la polla dura–. Él se encogió de hombros. –Enfermo,
¿verdad? Pero lo suficientemente enfermo para ti. No me jodas a mí ni a los
míos, y no esperes agacharte y recibir tu recompensa. Metafóricamente,
hablando por supuesto. Estoy en una relación comprometida. Él me guiñó un
ojo.

Edgar siguió sacudiendo la cabeza.

Pablo se puso de pie y se paró sobre él. –Usualmente me gusta tomarme mi


tiempo, ¿entiendes? Cuando se trata de algo como esto, lo rápido no es para
mí, pero tenemos que tener en cuenta dónde estamos–. Mientras miraba a
Edgar, el corazón de Pablo comenzó a acelerarse. Tuvo que cerrar los ojos y
respirar para recuperar el control. Ese hombre, este hombre, se había
acercado demasiado a la casa de Pablo y su corazón para sentirse cómodo, y
tuvo que irse.

–Agradece las pequeñas misericordias, Edgar Cahn–, susurró.

Puso una palma sobre la boca de Edgar, atrapando el calcetín


por dentro. Edgar luchó, por supuesto que sí, y tal vez si hubiera estado al
cien por cien, las cosas no habrían ido tan bien. Sus pies patearon las sábanas
y sus manos se sacudieron, tirando de todas las máquinas a las que estaba
conectado. Trató de girar la cabeza de un lado a otro, pero Pablo se sentó en
su sección media, sosteniéndolo hacia abajo y manteniendo su mano
enguantada sobre su boca, mirando a los ojos de Edgar brillar con miedo y
lucha, y la autoconservación que vino un poco también tarde.

Finalmente, Edgar se quedó quieto debajo de él, sus ojos muertos lo


delataron. Pablo respiró hondo. Se puso de pie y enderezó las sábanas que
cubrían a Edgar. Lanzó una última mirada a la habitación y luego salió. Fue
directamente de la habitación de Edgar a uno de los baños masculinos en el
piso. Dentro de un puesto, se quitó los matorrales y luego los metió en un
contenedor de basura.

El sacudió. Y no pudo parar. Se desplomó sobre el asiento del inodoro


cerrado, con las manos envueltas alrededor de su cintura y el cuerpo doblado
por la mitad. Los temblores lo recorrieron con fuerza y rapidez, le pusieron la
piel húmeda y le dolía el cuerpo. No había nadie allí para sostenerlo, pero se
dejó ir, se dejó caer en la oscuridad. Solo por un momentito. Se sentó allí, con
lágrimas gordas rodando por sus mejillas, la frente presionada contra la
puerta fría.

Permaneció en esa posición mientras soltaba el miedo. Se rindió a eso. Lo


que se había negado a dejarse sentir hasta ese momento. La posibilidad era
real. Perdiendo a Shane, se había alejado un pelo y se lo comió, ese
miedo. Lo congeló, jodido con su respiración, con su estoma cap. Ese
miedo. Lo llevó a lugares. Se llevó su sentido de la razón.

Ese miedo. Nunca quiso sentirlo de nuevo.

El tiempo se desvaneció, dando a las lágrimas tiempo para secarse. Los


temblores se detuvieron y él se puso de pie una vez más, esta vez con las
piernas que no temblaban tanto. Se abrochó el cinturón que sostenía sus
vaqueros y se puso la camiseta de manga larga antes de salir del puesto. Se
lavó la cara, hizo gárgaras y luego regresó a Shane.

Rich y Heather lo encontraron allí, dándole esa mirada que decía que Shane
todavía no estaba despierto. Los médicos lo habían quitado el sedante,
entonces ¿por qué le tomó tanto tiempo abrir los ojos?

Tiró de Heather a un lado y le susurró al oído. Cuando terminó su pedido,


había una sonrisa en su rostro.

–¿Estás seguro?–

El asintió. –Sí–. Le tendió un trozo de papel. –Está todo aquí–. Sacó su


billetera y le entregó su tarjeta. –El costo no es un factor–.

Ella lo miró a él. –Bueno. Lo entenderé bien.

–Gracias–. Él la abrazó. –Nos vemos.–

Esperó hasta que Heather y Rich desaparecieron antes de meterse en la cama


de Shane y pasar una mano sobre la frente seca de Shane.

–Es hora de que me abras los ojos, chico bonito–.


Capítulo diez

Un gemido se abrió paso entre los labios de Shane. Su cuerpo se sentía


pesado y destrozado, como si hubiera estado atravesado por alguna
mierda. El pitido y el zumbido de las máquinas llegaron a sus oídos,
haciéndole saber que no estaba donde quería estar. Él movió su cuerpo y
gimió cuando el dolor irradió en su costado.

Intentó abrir los ojos, pero sus pestañas se sentían pesadas, como si pesaran
una tonelada. No se moverían. El pánico se instaló y luchó. Sus pestañas
finalmente se levantaron en un pop, al menos en su mente. Se sintió aturdido
y su vista estaba un poco borrosa, pero distinguió la habitación.

Paredes pálidas. El olor. La cama. Él estaba en el hospital. Su corazón latía


con fuerza, hasta que distinguió la figura que estaba a un lado, con una taza
de café en la mano, mirando por la ventana. Cerró los ojos y los volvió a abrir.

Su amante estaba de perfil, pero Shane vio la tensión en sus hombros. Se


lamió los labios.

–JP – Su voz era realmente el hilo de sonido más delgado, por lo que tomó
un poco de saliva, tragó e intentó de nuevo. –JP–

Pablo se tensó y luego se volvió lentamente. –¿Shane?– Su ceño se frunció. –


Shane!– Corrió hacia la cama y luego se detuvo. –¿Estás bien? Debería llamar
al médico. Y salió corriendo de la habitación.

Shane frunció el ceño. ¿Qué fue eso? Pablo parecía feliz de verlo despierto, y
sin embargo había algo (precaución, vacilación) en sus ojos justo antes de
salir de la habitación. Shane se encogió de hombros y se concentró en por
qué estaba en el hospital. Lo que significaba Edgar y sus hombres se habían
divertido con él, ¿no? Y justo allí al final, habían hundido la guinda de
ese pastel jodido en sus venas. Su mente y cuerpo se rebelaron ante ese
recuerdo, y comenzó a sudar.

–Señor. Ruskin.– Una doctora entró en la habitación, Pablo pisándole los


talones. Sin embargo, en lugar de ir a Shane, su amante se hizo a un lado,
observando con un tic en la mandíbula. –Bienvenido de nuevo–. La doctora
de piel oscura le sonrió antes de consultar sus cartas.

¿Qué significó eso? Shane miró de ella a Pablo. –¿Qué quieres decir? ¿Cuánto
tiempo llevo aquí?

–Diez días–. Pablo finalmente habló, con la cara en blanco. Pero Shane
escuchó la agonía en sus palabras y supo que su amante no estaba del todo
bien. Quería alcanzarlo, consolarlo porque sabía que Pablo no permitiría que
nadie más lo hiciera, pero no tenían privacidad, e incluso si lo hicieran ... el
otro hombre parecía estar manteniendo su distancia.

Lo cuestionaría más tarde. En ese momento necesitaba saber qué le sucedió.

–Tuviste una convulsión–, dijo el médico. –Sobredosis de metanfetamina,


pero tuviste suerte. Te atrapamos antes de que tus órganos comenzaran a
fallar y pudimos lidiar con eso rápidamente. También te probamos el VIH y
otras enfermedades virales –.

Shane se quedó boquiabierto. –¿Qué?– Se aferró a las sábanas. La jodida


aguja sucia que usaron para dispararle. Parpadeando rápidamente, ignoró al
médico y se concentró en la otra persona en la habitación. –¿Cuáles fueron
los resultados?–

–Negativo, pero tendrás que hacerte la prueba nuevamente en unos meses–.


El médico garabateó algo en su historial y luego volvió a hablar. Te hicimos
sedar cuando recién te trajeron, pero te quitamos unos días después. Todos
empezábamos a preocuparnos ... —miró a Pablo y luego a Shane—, cuando
no te despertabas de inmediato.

–Pero estoy bien ahora. ¿Derecho?–


–Continuaremos monitoreándote, pero deberías estar bien, aunque estoy
seguro de que tendrás un poco de dolor e incomodidad continuos. No
preveo que las drogas tengan efectos secundarios duraderos –.

Jesucristo.

Después de revisar sus costillas, pulmones, sus pupilas y algunos pinchazos, el


médico dijo: –Enviaré a alguien con algunos analgésicos–. Caminó hacia la
puerta. –Tómatelo con calma–.

Y estaban solos. Él y JP Incluso si fue por un rato. –JP– Extendió su mano y


Pablo estaba a su lado, con un nudo en el brazo mientras agarraba los dedos
de Shane en un apretón apremiante que le dio la bienvenida.

–Estás despierto–. La palma de Pablo estaba húmeda y cuando presionó sus


labios contra los dedos de Shane, Shane escuchó el jadeo de su aliento
mientras silbaba por la nariz.

–Tenías miedo–, dijo Shane suavemente. No estaba enmarcado como una


pregunta porque no lo había dicho en serio. El conocía a su amante.

Pablo no respondió. Él inclinó su cabeza sobre la mano de Shane, la frente


presionada contra sus nudillos. Permanecieron así, en un silencio pesado que
hizo que Shane se ahogara, que se le tapara la garganta con la emoción que
su amante trató de ocultar.

–Lo siento–. Tenía que decir eso, necesitaba expresar su dolor. –Lo siento
mucho.–

Pablo suspiró y se recostó, encontrando la mirada de Shane con los ojos


enrojecidos. –Te hice una promesa. Las promesas que hago, las cumplo. Él
asintió. –Mira tu mano izquierda–.

Shane miró la mano que Pablo le indicó y luego otra vez a su amante. –
¿Qué? ¡Santa mierda!– Había un anillo en su más fino, su dedo anular. Lo
miró fijamente, levantó su mano y miró un poco más.
–Tu anillo–. El tono de Pablo era muy serio cuando dijo: –Hice que Heather lo
entendiera. Es titanio, con un relleno de oro rosa.

Shane se quedó boquiabierto con su dedo.

–Fui con ese, pero también viene en platino si no te gusta el oro–. Dudó. –¿Te
gusta? Podemos cambiarlo si no lo haces.

–No, yo ... sí–. Prácticamente gritó las palabras. –Es ... es precioso–. Ahuecó la
cara de Pablo. –JP, me encanta–. No podía dejar de sonreír. Y moviendo su
dedo. Y comiéndose con los ojos las bonitas joyas.

–Sabía que lo harías–. La cara de Pablo se suavizó. –Hay una inscripción–.


Hizo el comentario tan casual como se diría a la hora del día, pero Shane no
se dejó engañar.

Tiró del anillo y se salió con demasiada facilidad. –Tendremos que


dimensionarlo–, murmuró mientras miraba dentro. Su corazón tartamudeó y
lloró mientras leía la inscripción de una palabra en voz alta. –Brooklyn–.

–Lo dice todo, ¿no?–

El tragó. –Sí–, susurró. –Lo dice todo–. Miró a Pablo a los ojos, pensando que
nunca se había sentido tan cerca de él, y sin embargo, de alguna manera,
sintió que había algo allí, algo entre ellos, que Pablo estaba eligiendo no
poner en palabras.

–JP-–

–Señor. Ruskin. Una enfermera entró en la habitación con una bandeja de


comida. –Tengo algo de comida y medicinas para ti–. Ella miró de él a
Pablo. –Hola.–

Pablo asintió con la cabeza y se levantó. –Vuelvo enseguida. Tengo que


decirles a Rich y Heather que estás despierto. Tocó la mejilla de Shane y
desapareció por la puerta.
Shane dejó caer la cabeza sobre las almohadas con un suspiro. Su amante lo
estaba evitando.

****

Shane no vio a Pablo por mucho tiempo. Volvió a ver al médico, vio a la
enfermera que vino a darle su baño de esponja. Vio a Heather y Rich, pero no
vio a Pablo. Heather lo deleitó con las historias de que Pablo
nunca abandonó su cama, durmió en su habitación con él e incluso luchó
contra los poderes que le correspondían. Y, sin embargo, allí estaba,
despierto, finalmente, pero su amante no estaba por ningún lado.

Heather y Rich se burlaron de él por el anillo, pero dejaron de lado sus


comentarios sobre Pablo evitándolo. Y también lanzaron una bomba. Pablo
había sido interrogado, por Jack no menos, por la muerte de Edgar Cahn y
uno de sus hombres, Kenneth. Simplemente dejaron caer esa pequeña
pepita, casual como jodidamente por favor, en la conversación.

Estudió sus rasgos en la escuela, trató de no revelar nada incluso mientras sus
entrañas se amotinaban. Era consciente de hasta dónde llegaría Pablo por él,
y no le importó lo que les pasó a Edgar y Kenneth después de lo que le
hicieron a él y a otros, pero no quería que todo volviera a morder a Pablo en
el culo.

Porque si sucediera, si sucediera algo, sería su culpa. Estaría sobre los


hombros de Shane. Mucho después de que Heather y Rich se fueran, Shane
yacía en su cama, mirando el anillo en su dedo. Le dolía el corazón. Él
w realizado una apuesta inicial a su amante, quería tocarlo, y sabía Pablo
suficiente para saber que quería lo mismo. Entonces, ¿dónde estaba él?

Alguien llamó a la puerta de su habitación y lo despertó de un sueño


ligero. Levantó la cabeza a tiempo para ver a Jack entrar. Shane sofocó un
suspiro. Esta era una conversación que se había retrasado mucho, y se
preparó para ello.
–¡Shay!– Con la cara brillante, una sonrisa amplia, Jack se inclinó sobre la
cama y tiró de Shane en un fuerte abrazo. –Qué bueno verte despierto. Me
asustaste muchísimo.

–Jack–. Shane le dio unas palmaditas en la espalda. –Oye. –

–No me hagas eso otra vez–. Jack se apartó y lo miró, pero eso no ocultó el
miedo en sus ojos. –Estaba tan asustada por ti, Shane–.

–Lo sé y lo siento–.

–¿Como te sientes? ¿Qué dijo el doctor?–

Shane contó lo que el médico le dijo antes.

–Bueno. Bien. Jack asintió y luego apartó la vista brevemente. Davenport sabe
de ti y Castillo. Estaba aquí cuando Castillo se nombró tu prometido.

Ah Aquí vamos. –Sin nombre, hecho declarado–. Levantó la mano izquierda.

Jack farfulló. Agarró la mano de Shane. ¿Me estás tomando el pelo,


Shane? ¿Estás jodidamente bromeando?

–Lo amo–. Él se encogió de hombros. –Eso es todo al respecto.–

–Pero él es ...– Jack apretó los labios. –Mató a Edgar Cahn y a uno de sus
hombres, ¿lo sabías?–

Shane levantó la barbilla. –¿Él hizo? ¿Está encerrado entonces?

Jack se burló. –Castillo y su tripulación son demasiado buenos para dejar


todo lo que nos rodea para que lo encontremos, lo sabes. No podemos
retenerlo.

–No tienes pruebas, pero sabes que lo hizo. ¿Es eso así?–

La ira brilló en los ojos de Jack. –No juegues conmigo, Shane. Tú y yo


sabemos que lo hizo. Te lastimaron y él los lastimó. Peor. Tal como lo hizo
con York en Nueva York. Demonios, todavía no hemos encontrado su cuerpo.
Y dudo que alguna vez lo hagas. Pero Shane no expresó esas palabras. –No
estoy interesado en tus suposiciones y tus venganzas, Jack–.

¿Por qué no puedes abrir los ojos, Shane? ¿Por qué no ves que ir por ese
camino con Castillo solo te traerá angustia? Jack se arrodilló junto a la cama
de Shane. –Shane–. Tomó las manos de Shane entre las suyas. –Es un mal
hombre. Él es despiadado. No se puede redimir a alguien como él. Le gusta
mucho dibujar sangre. Sus ojos le rogaron a Shane que lo escuchara, que lo
escuchara. –¡Trató de matarme!–

–¿Por qué tendría que hacer eso?–

Jack rompió su mirada entonces, eligiendo mirar en algún lugar a lo lejos


mientras decía: –Fui a tu casa para decirle que habías dejado de registrarte, y
él me atacó–.

–Tenías pruebas entonces. Como usted es un oficial federal, si lo atacó, tenía


motivos para arrestarlo y encerrarlo durante mucho tiempo. Shane frunció el
ceño. –¿Por qué no lo hiciste?–

–Había pasado un mes después de que dejaste de registrarte y le dije eso–.

Un mes. Jack esperó un mes. –Veo por qué lo hizo, por qué lo hizo. Yo
hubiera hecho lo mismo.–

Jack se tensó y luego se puso de pie. –¿Qué? ¿Estás del lado de él?

–Eres egoísta, ¿lo sabías?– Shane apretó los puños. –No puedo creer ...–
Sacudió la cabeza. –Un mes, Jack. ¿Dejaste que esos hijos de puta me tengan
durante un mes entero por qué? ¿Celos?–, Gritó. –¿Porque querías pegarle a
él, el hombre que crees que elegí sobre ti?–

–¿No?– Jack respondió. –¿No lo elegiste sobre mí?–

–Jack, vamos–. Shane suspiró. Bajó la voz y continuó. –Nos separamos mucho
antes de conocerlo. Estábamos incluso más tiempo que eso. No hagas que
parezca que hice algo mal, como si te hubiera perjudicado de alguna
manera. Ya hemos terminado Ya hemos terminado.
–¿Así como así?– Jack sacudió la cabeza. –Pasé años contigo. Años. Ni
siquiera me diste una llave de tu lugar, pero él aparece y meses después,
¿qué estás haciendo en casa, casándote?

–Sí, a todas esas cosas–. Shane se enderezó, ignorando la punzada a su


lado. ¿Quieres saber por qué, Jack? Porque quiero esas cosas con él, y nunca
las quise contigo.

El dolor en la cara de Jack. Tan profundo en su intensidad. Era algo físico, y


mirarlo era como un golpe en las entrañas de Shane. Odiaba tener que
lastimar a Jack, odiaba tener que hacer algo de eso, pero era necesario. Pablo
se dio mucho por él. Renunció a su vida por Shane y ¿qué había hecho Shane
a cambio? ¿Además de tener a su ex bloqueando a Pablo a cada paso?

–Te va a lastimar–, dijo Jack suavemente. –'Lo sé porque lo he visto, he visto


la sed de sangre en sus ojos. Ese hombre no es una buena persona. No sabe
cómo cambiar, cómo amar –.

¿Y tú, Jack? Déjame decirte algo, ese hombre del que hablas, lo poseo. Él
curvó su mano izquierda sobre su pecho, sobre su corazón. –Cada centímetro
de él. ¿Las partes malas y las buenas? Los acepto. Él es mío y yo lo tengo–,
susurró. –Él me pertenece.–

Los ojos de Jack estaban húmedos. Ahuecó la cara de Shane y se inclinó,


presionando sus labios contra los de Shane. Shane no luchó, pero tampoco
participó. Se quedó quieto y dejó que Jack lo besara, dejó que Jack pasara los
dedos por el cabello de Shane. Cerró los ojos cuando Jack trazó los ángulos
de su rostro con la yema de un dedo. Cuando Jack dejó de tocarlo, Shane
abrió los ojos.

Y miró fijamente a Pablo. Su amante estaba en la puerta, con los brazos


cruzados sobre su pecho.

–Te amo, Shay–, murmuró Jack contra sus labios. Alisó una mano sobre el
cabello de Shane la última vez. –Espero que puedas ser feliz. Lo creas o no,
quiero que seas feliz.
–El hombre detrás de ti me hace feliz–.

Jack se enderezó y giró. La cara de Pablo era inexpresiva.

Jack volvió a mirar a Shane. –Puse una transferencia. Todavía no estoy seguro
de dónde, pero esta podría ser la última vez que nos veamos. El dolor
oscureció su expresión.

Shane asintió con la cabeza. –Adiós Jack. Cuídate.–

Jack lo miró fijamente, luego asintió y salió de la habitación. Pablo esperó


hasta que se fue, luego entró y cerró la puerta detrás de él.

Shane parpadeó las lágrimas de sus ojos. –No lo lastimes, ¿de acuerdo?–

–Todavía no lo he hecho, ¿verdad?–

Shane acogió a su amante. Pablo estaba vestido con una delgada camiseta
gris de manga larga con cuello en V, el frente metido en sus jeans
oscuros. Su hebilla de cinturón de Nueva York era enorme y plateada y
brillaba cuando se movía. Llevaba el clásico rojo Reebok en sus pies. Se veía
bien, siempre lo hacía, pero también parecía cansado. Agotado, de verdad.

–¿Qué les hiciste a Edgar y Kenneth?–

Pablo no le respondió de inmediato. Agarró una silla doblada en la esquina y


la llevó a la cama de Shane, luego se sentó y miró a Shane.

–¿Qué?–

–Me encanta que me conozcas tan bien. Que sabes lo que haría y no haría.
Pablo se inclinó hacia delante. –Sabes que Edgar y ese tipo de Kenneth no
iban a dejar que te lastimaran y simplemente se fueran, como si nada hubiera
pasado–.

–Lo sé–. Shane asintió. No esperaba menos.

–Sabes que iré a donde quiera que estés, siempre que llames. Cuando me
necesites.–
–Si.–

Sabes que vivo y respiro por ti. Que mi prioridad es usted, nosotros –.

–Si.–

Pablo hizo una pausa. –Quiero saber cuáles son sus prioridades–.

Shane parpadeó. –¿Qué?–

–Esta es la segunda vez que estoy aquí, viéndote pelear por tu vida, Shane–.
Pablo se levantó y pateó la silla a un lado, sin fuerza, pero tampoco gentil. –
No soy bueno en esto. No soy bueno solo para sentarme y rezar para que
seas mejor. Estoy seguro de que Dios siempre me ha lavado las manos, no
está escuchando mis oraciones –.

Shane frunció el ceño. –¿Qué-Qué eres?–

–Eres mi fuerza, Shane. Me haces fuerte. Pero tengo una debilidad–, dijo
Pablo suavemente. –Tú. Eres mi debilidad.–

La mandíbula de Shane cayó. –JP No tienes sentido y me estás asustando–.

–No me gusta tener miedo. No me gusta cómo me hace sentir, enfermo del
estómago, frío por todas partes. No me gusta sentirme impotente, incapaz de
hacer otra cosa que verte sufrir. No puedo hacerlo –.

El estómago de Shane se rebeló. –¿Qué estás diciendo? –

–Algo tiene que cambiar–, dijo Pablo. –Observarte luchar por tu vida. Shane,
esa mierda me mata. Me mata por dentro y arremete, y no puedo
controlarme. No puedo obtener un control sobre mí. No me gusta quien soy
en ese momento. Tengo miedo de quién soy cuando tengo miedo por ti. Tú,
me haces tener miedo.

Shane asintió con la cabeza. Entendió la agonía en la voz de su amante. Él lo


consiguió. –Lo siento.–
Me hiciste una promesa, pero aquí estás y no estás bien. No estabas bien. La
voz de Pablo tembló. –No sabes cómo es eso. Ver sufrir a la persona que
amas. Él encogió los hombros. –Ver a esa persona en línea recta. Míralos
morir.

–JP–

–De la forma en que te amo–, gruñó Pablo. –Shane, la forma en que te amo
... no hay forma de lidiar con ese miedo, excepto hacer que alguien más lo
sienta. Tú lastimaste y yo lastimé a alguien. Porque eso es lo que hago. Eso es
lo que soy. Yo solo ... te quiero a salvo. Te quiero feliz. Te quiero –- olisqueó -
– Te quiero vivo –.

–Lo estoy–, susurró Shane. –Estoy aquí–. Levantó ambos brazos y los abrió de
par en par. –Estoy aquí por tu culpa. Confié en ti para cuidarme, para
protegerme sin importar qué. Cueste lo que cueste, y sabía que lo harías. Las
lágrimas nublaron sus ojos cuando miró a Pablo. –JP, sabía que vendrías por
mí. Siempre lo haces.–

–Yo siempre.–

–Entonces ven aquí,– rogó Shane. –Abrázame como quieras. Tócame como
quiero que lo hagas.

Y Pablo estaba en sus brazos, apretando a Shane. Asfixiándolo con sus


brazos. Sus labios se encontraron, se aferraron. Pablo rompió el beso y
enterró su rostro en el cuello de Shane. Se sostuvieron cada uno.

–Tú y nuestra vida juntos–, dijo Shane al oído de Pablo. –Esa es mi


prioridad. Nosotros. Me amas, yo te amo a ti. Todo lo que representa el anillo
en mi dedo. Eso –, besó el cuello de Pablo,– esa es mi prioridad –.
Capítulo once

Una semana más tarde

Shane se sentó en la cama con un suspiro. Tres noches seguidas. Tres noches
se había despertado para encontrar el espacio a su lado vacío, frío. Tres
noches y esta fue la última vez. Balanceó las piernas sobre el costado de la
cama y miró el reloj digital que tenía a su lado.

2:16 am En números rojos brillantes. Parecía que había perdido a su


amante. De nuevo.

A pesar de las garantías que le había hecho a Pablo en ese hospital de


Missouri, algo obviamente todavía impedía que Pablo se relajara. De seguir
adelante. Demonios, a excepción de algunos besos casuales de vez en
cuando, había dejado de tocar a Shane. No podría ser por las heridas de
Shane. Sus costillas y la herida de bala estaban casi completamente
curadas. Sí, Shane todavía llevaba un vendaje, pero eso era principalmente
para proteger la maldita cosa de que se mojara más que cualquier otra cosa
ahora.

Todavía tenían que esperar su segunda prueba de VIH, y Shane hizo todo lo
posible para no pensar en eso y en lo que podría significar si las cosas no
salían bien. No podía permitirse asumir lo que sí. Aun así, buscó en los
cajones buscando un condón perdido. Tendrían que tomar precauciones. Su
vida, y la del hombre que amaba, estaba en grave peligro.
Jodido Edgar. Ese bastardo tuvo suerte de que Pablo lo atrapara
primero. Shane lanzó un gran suspiro cuando encontró un condón en la
parte posterior de su calcetín. Después de tomar el lubricante de la mesita de
noche, vestido solo con calzoncillos negros, se dirigió a la sala de estar.

Pablo se sentó en el sofá viendo ESPN, el volumen de la televisión


bajó. Llevaba un batidor negro de esposa y un pantalón rojo de pijama, y
estaba muy sentado. Él se veía solo, y solo, y Shane no estaba teniendo la
misma. Shane se acercó y se paró frente a él.

La cabeza de Pablo se alzó. –¿Por qué estás levantado?–

–Podría preguntarte lo mismo, ¿no?–. Bloqueando la vista de Pablo de la


televisión, preguntó: –¿Es demasiado pedir que te encuentre en nuestra cama
cuando me doy la vuelta?–

–Shane–. Pablo suspiró y sacudió la cabeza ligeramente. –Lo siento.–

–Eso no es lo que quiero–, dijo Shane. –Quiero que me digas qué te


mantiene despierto por la noche, qué te impide tocarme–.

–Te toque.–

–Sí, pero no me tocas –. Shane tocó la cabeza de Pablo. –Dime qué está
pasando.–

–Pesadillas–. Pablo apretó los labios. –Solo pesadillas–.

Shane se arrodilló y puso una mano sobre el muslo de Pablo. –No son solo
pesadillas si te están ocultando de mí. ¿Por qué has mantenido tu distancia?

–Yo solo… quiero tocarte, por supuesto que sí. Quiero hacerte el amor, pero
lo más importante, no quiero lastimarte –.

–Quiero que duela–. Shane ahuecó la mandíbula de Pablo. –Quiero que duela
si nos da placer. Si incluye que me toques, que me abraces, entonces
agradezco el dolor.

Pablo sacudió la cabeza con ojos sombríos. –Shane-–


–No. Hemos estado separados por una maldita vez. Casi muero. Quiero ese
dolor, me lo he ganado –.

–Maldita sea, niño bonito–. Pablo lo tocó, temblando los dedos en la nuca de
Shane. Suave, pero la yema de los dedos de su amante era áspera, y Shane
se estremeció ante ese contacto. Su cuerpo cobró vida por ello. Lo había
anhelado y, maldita sea, lo estaba obteniendo.

Se levantó y se subió al regazo de Pablo, a horcajadas sobre él, con las


rodillas presionando los cojines en los lados opuestos de Pablo. Él estrechó la
cara de Pablo en sus manos. –Mírame–, ordenó Shane. –Mírame.–

Pablo parpadeó hacia él, las pestañas oscuras se deslizaron hacia abajo y
luego se levantaron. –Estoy buscando.–

–¿Y tú?– Cuando las comisuras de la boca de Pablo se levantaron, Shane


continuó. –Si estás mirando, me verás, el hombre que amas, el hombre que te
ama. Verás que estoy vivo. Verás que estoy a salvo. Verás que te necesito y te
lo ruego –, terminó la oración en un susurro, – Te lo ruego, dame –.

–Me tienes. Nunca tienes que rogar.– Pablo lo jaló cerca, enterró su rostro en
la garganta de Shane. –Nunca tienes que rogar–.

–Lo estoy, porque te estás alejando de mí y lo odio. Es inaceptable. Shane se


echó hacia atrás, mirando a Pablo a los ojos. –El siguiente paso es que yo
simplemente lo tome. No pienses que no lo haré.

Pablo se echó a reír, el resplandor de la televisión iluminaba sus ojos


danzantes. –Valiente, ¿no es así?–

La sonrisa de Shane se tambaleó mientras acariciaba la suave cabeza de


Pablo. –Me puedo permitir ser valiente. Estoy vivo y tengo a Juan Pablo
Castillo en mi cama. Levantó la mano izquierda. –Estoy usando el corazón de
Juan Pablo Castillo en mi dedo–.

Pablo capturó su mano y besó sus nudillos. Besó el anillo. –Usted está.–

–Entonces bésame. Con lengua. Mucha lengua.


Pablo sonrió, pero él obedeció y Shane se encontró gimiendo, balanceándose
de un lado a otro en el regazo de Pablo mientras su hombre lo besaba como
si quisiera ser besado, húmedo, descuidado y decadente. Metió sus dedos en
los hombros de Pablo y se movió sobre el ion erecto que lo golpeaba en el
culo. Con la palma extendida sobre la parte posterior de la cabeza de Shane,
Pablo lo mantuvo firme, mantuvo la cabeza en una posición mientras comía
su boca, empujando su lengua profundamente, sus gemidos se mezclaron
con los de Shane. Lo saboreaban, lo saboreaban, y a Shane le encantaba, le
daba la bienvenida.

Solo besos. Solo besos. Pequeñas picaduras, pellizcos duros y lengua. Golpes
de lengua ásperos y carnales, sobre sus dientes y encías, ambos
retorciéndose, luchando. Shane gimió en la boca de Pablo. Soltando el
hombro de Pablo, ahuecó su mandíbula, lo sostuvo y rodó sus caderas
lentamente, trabajando sobre la polla de Pablo, cubierta por la ropa.

El hombre en sus brazos se estremeció. Un gemido gutural dejó a Pablo y


vibró a través de Shane. Tiró del golpeador de la esposa de Pablo, lo levantó
y lo dejó agrupado en el cuello de Pablo como un collar de tela. Tendrían que
romper el beso para eliminarlo y Shane no estaba listo para eso. La mano de
Pablo se deslizó de la cabeza de Shane hacia su espalda y Shane giró la
cabeza, inclinó el beso hacia la izquierda.

Entonces la derecha.

Pablo ahuecó su trasero, lo amasó.

Ambos hombres gimieron. Montó el eje de Pablo, lo montó. Lo


jorobaste. Pero él nunca rompió ese beso. Hasta que tuvo que respirar.

Shane soltó los labios de Pablo con un sonido húmedo. –Joder–. La boca de
Pablo estaba húmeda, los labios hinchados y brillantes. – Desvístete –. Shane
se retiró, se levantó y Pablo se quitó el golpeador de la esposa y lo tiró a un
lado. Luego pateó los pantalones de pijama.

Sin ropa interior


Eso facilitaría las cosas.

Antes de tener la oportunidad de quitarse los calzoncillos, Pablo se inclinó


hacia adelante y tiró de un lado, luego enterró la cara en el área expuesta,
donde se unían la cadera y el muslo de Shane. Los dientes lo rozaron. Se le
doblaron las rodillas.

–Mierda.–

Pablo se rio contra su piel. –Lo querías–. Se detuvo el tiempo suficiente para
mirar a Shane. –Te lo estoy dando–. Enterró la cara en la ingle de Shane,
inhalando ruidosamente. –La forma en que hueles–. Hizo un sonido
inarticulado. –Perdí esa mierda–.

Shane ahuecó la parte posterior de su cabeza y abrazó a Pablo. Se quedaron


quietos, Pablo lo inhaló ... hasta que Pablo bajó los calzoncillos hasta la mitad
del muslo de Shane y se movió para tomar su polla en su boca.

–¡No!– Shane apretó la cabeza de Pablo y lo mantuvo inmóvil. –Tenemos


que, eh ...– tragó saliva y tiró de la barbilla al suelo donde había dejado caer
el lubricante y el condón. –Protección, JP–

Pablo se echó hacia atrás hasta que sus miradas se encontraron. Él ahuecó las
bolas de Shane. –No hay nada que esté dispuesto a dejar que se interponga
entre nosotros. Nada. Él bajó la cabeza y tragó a Shane.

–Oh. Oh, Dios. Shane tuvo que agarrar los hombros de Pablo para evitar
caerse. –Joder, JP –. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, chocando con
la boca caliente de Pablo. El gesto que acaba de hacer su amante. Eso
significaba más que nada. Más de lo que podía expresar, y la magnitud de
cuánto lo amaba el hombre de rodillas golpeó a Shane. Todo volumen. En la
cara. Le ardían los ojos.

La lengua de Pablo se arremolinaba sobre la cabeza de su miembro, jugando


al pico con su raja. Shane gimió y empujó, sentándose más profundamente
en la garganta de su amante. Nunca quiso salir de la caverna mojada, pero
los dedos de Pablo estaban sobre sus bolas, tirando de ellas, tirando,
trazando su saco y la parte inferior.

–JP no–, gimió. –Va a venir. Me vas a hacer venir.

Pablo selló sus labios alrededor de la longitud de Shane y sopló. Calor. Un


calor resbaladizo y una jodida succión que parecía como si Pablo estuviera
tratando de succionar el corazón de Shane a través de ese pequeño agujero
en la punta de su polla. Agarró la parte posterior de la cabeza de Pablo y lo
sostuvo allí, con la nariz presionada contra el vello púbico de Shane, sonidos
hambrientos llenando la habitación, y Shane se estrelló hacia adelante,
vertiendo su semilla en la garganta de Pablo.

El otro hombre gorgoteó, se atragantó, pero apretó una mano contra la


cadera de Shane, manteniéndolo en su lugar. No luchó contra el control de
Shane. Se quedó allí de rodillas y lo tomó todo, bebiendo el semen de Shane
como si fuera una taza de limón en un día soleado.

Amor. Una palabra tan simple y, sin embargo, tan jodidamente profunda lo
que hizo que los hombres hicieran. Cómo hizo sentir a los hombres. Perdido
y, sin embargo, encontrado. A la deriva, pero anclado. Shane se apartó de
Pablo. –Siéntate–. Su voz era ronca, gutural. –Te estoy montando–.

Pablo se lamió los labios, recogió el lubricante y se arrastró hacia atrás hasta
que estuvo nuevamente en el sofá. Abrió las piernas y miró a Shane a través
de sus pestañas.

–Ven y tómalo–. Lubricaba la polla revolviendo su vientre, la corona roja y


húmeda. Shane esperó hasta que terminó y luego lo trepó, miembro por
miembro.

Tomó la boca de Pablo, metiendo su lengua adentro, buscando el sabor de


su semen, sin duda, todavía permanecía allí. Cuando la mezcla almizclada de
sal y amargo golpeó sus papilas gustativas, Shane se estremeció. Pablo se
encontró con su lengua empujando por empuje mientras sus dedos
resbaladizos se hundían en el trasero de Shane y golpeaban su agujero.
Respiró hondo y luego dejó ir esa mierda. Dos dedos gruesos lo atravesaron,
provocando el dolor. Lo abrazó, lo aceptó como su merecido, el precio
que pagó por el placer. Gimiendo en la boca de Pablo, Shane se relajó. Pablo
se hundió profundo, áspero, sin tiempo para la delicadeza, ni tiempo para
quedarse tampoco. Tijereteó los dedos dentro de Shane, estirándolo
rápidamente antes de quitarlos.

Shane levantó el trasero del regazo de Pablo y agarró el eje de su amante,


apuntando a su entrada. Al rozar la punta húmeda contra su piel caliente,
abrió los ojos. Los de Pablo seguían cerrados.

–Mírame–, ordenó Shane.

Los ojos de Pablo se abrieron de golpe.

–Mírame–, dijo de nuevo mientras se hundía, llevando a Pablo adentro,


centímetro a centímetro. –Este dolor lo aprecio–. Su voz se hizo profunda,
llena de humo. –Me encanta, porque eres tú. Me estás amando. Se hundió
hasta sentarse sobre la parte superior de los muslos de Pablo.

Pablo lo miró con las pupilas dilatadas, las fosas nasales dilatadas, los labios
magullados e hinchados. –Shane–. Agonía sangró de esa palabra, el nombre
de Shane. Agradable agonía, Shane lo sabía. Él lo reconoció.

No se movió excepto para besar la nariz de Pablo. –Extrañaba esto todos los
días que me había ido. Extrañé tu sensación, tu toque en mi piel. Shane
agarró la mano de Pablo y se la llevó a la garganta, luego la arrastró por el
frente, el pecho y los abdominales, hasta justo por encima de la ingle. –
Extrañé tus manos, cómo me sostienen, cómo me tocan, con tanta reverencia
todo el tiempo. Como si no pudieras creer que me tocas en absoluto.

–Me encanta tocarte–, respondió Pablo con voz ronca. –Es mi cosa favorita–.

Dentro de Shane, su polla palpitaba y latía. Apretó sus músculos alrededor


del eje y Pablo se sacudió. Sus labios se separaron en un gruñido.
–Entonces tócame–. Shane inclinó su cabeza, expuso su garganta y Pablo lo
tocó. Ahuecó la mandíbula de Shane y luego deslizó esa mano hacia abajo,
hacia su garganta y luego hacia sus pezones. Golpeó cada uno con un
clavo. Shane siseó. Pablo continuó tocándolo, acariciando sus abdominales,
su barriga, luego apretó su polla tensa y acarició eso también, lentamente.

–Esas manos me protegen–, susurró Shane. –Me salvan. Son una de mis
partes favoritas de ti. Luego se movió, se relajó y luego se hundió lentamente,
sus labios se posaron sobre los de Pablo. Menos de un aliento los separó.

–Te amo–, dijo Pablo. Su aliento tocó los labios y la barbilla de


Shane. Difundir calor.

Shane asintió con la cabeza. Inclinándose hacia adelante, habló al oído de


Pablo. –Nunca me canso de escuchar esas palabras, o el deslizamiento de tu
piel contra la mía–. Levantó a Pablo y luego se hundió de nuevo. –La
sensación de ti dentro de mí, sobre mí. Tú me rodeas Nunca me cansaré de
esa mirada en tus ojos. Me sostiene, me calienta, me castiga–.

–Te pertenezco–, dijo Pablo. –Escuché lo que le dijiste a Jack–.

–Me refería a cada palabra–. Shane entrelazó sus manos alrededor del cuello
de Pablo y se recostó hasta que sus miradas se encontraron. –Soy dueño de ti
y ya me has reclamado–.

–Toda la razón.–

Hundió los dientes en el hombro de Pablo. –Entonces pruébalo–, susurró


Shane. –Fóllame–. Hazme sentirlo. Haz que duela. Rodó sus caderas y apretó
sus músculos, acelerando sus movimientos. –Vente dentro de
mí. Marcame. Dame todo, lléname hasta el borde para que se derrame y
salga–.

Las caderas de Pablo ya estaban chocando contra él antes de que Shane


terminara de hablar. Con los dedos cavando en la cadera de Shane, Pablo
agarró el pelo de Shane y lo golpeó. Shane aguantó, sus gemidos cada vez
más fuertes mientras Pablo clavaba su próstata.
–Sí–. Se estremeció, se arqueó y rogó por más. –Dámelo a mí. Lo quiero
todo.–

Pablo enterró su cara en la garganta de Shane, sus dientes mordieron a


Shane, no mordisqueó el coño, pero las mordeduras de adultos, dolorosas,
pero maldita sea, se sintió bien. Tan bueno. Shane no podía ver, se colgó del
respaldo del sofá y golpeó a Pablo. La polla en su culo se hinchó, palpitó en
la cama y siguió follándolo, profundo, estirándolo de par en par.

Demasiado bueno, esto.

Pablo usó su agarre sobre el cabello de Shane para tirar de su cabeza hacia
atrás, más exposición para su garganta. Y usó sus dientes y lengua para
destrozar a Shane, para desentrañar cualquier control que le quedara. Lo
dejó todo en el camino y se perdió en el placer que chispeaba por sus
venas. Se sumergió en el olor y la sensación del hombre que amaba,
agradecido de haber tenido otra oportunidad.

–Voy a venirme–, advirtió Pablo. Su lengua se arremolinó en el hueco de la


garganta de Shane. –Te voy a marcar,– gruñó. –Que todos sepan a quién
perteneces. Quién posee esto.–

–Tú–. Shane lo montó con fuerza. Muy difícil. –Es tuyo. Todo tuyo. Se pasó las
uñas por la espalda de Pablo. –Joder, tómalo, es tuyo–.

Pablo se unió la boca. Dientes chasqueados. Shane sabía a sangre. No lo


pensó dos veces. Pablo palmeó su trasero con ambas manos, lo extendió y se
levantó. Shane se aferró a sus hombros, permitiendo que Pablo lo manejara
como quisiera. Su amante tomó el control, usando su agarre en el culo de
Shane para levantarlo de su polla y luego golpearlo. Una y otra vez. Y cada
vez que bajaba, la polla de Pablo estaba allí, golpeando su
próstata. Golpeándolo con el placer. Y el dolor

Sus gritos se elevaron más y más, haciendo eco, mezclándose con los
gruñidos de Pablo.

–Joder, sí–. Se mordió el labio inferior. –Dios. Me encanta.–


–Vente por mí–. Pablo lo tocó, allí, con sus cuerpos reunidos, rodeó su
agujero relleno. –Ven, chico lindo. Ensuciame. Levantó a Shane alto,
completamente fuera de su polla, luego lo golpeó.

–Hijo de puta–, gritó Shane. Llegó en torrentes, derramándolo todo sobre el


estómago de Pablo. –Más–. Se sacudió con él, se volvió loco por eso,
golpeando arriba y abajo sin la ayuda de Pablo. –¡Mierda! ¡Joder!– Gritó hasta
que su voz se rebeló, hasta que todo lo que tenía fueron susurros. –Más.–

Y Pablo le dio más, más polla, cavando profundamente, jodiéndolo hasta que
los dientes de Shane se sacudieron, hasta que el sudor le quemó los ojos,
hasta que su trasero ardió con el fuego más asombroso. Y luego llegó la
parte que más amaba, cuando su amante lo besó, con la lengua lo
suficientemente profunda como para que Shane se ahogara, y se vino. El
sonido más dulce dejó a Pablo, contento, saciedad y tal vez incluso una pizca
de pesar de que tenía que terminar.

Exactamente cómo se sintió Shane.

Pablo lo inundó, caliente como la lava, abrasando sus entrañas. Se estremeció


ante esa sensación, los músculos del culo se contrajeron, apretando la polla
de su amante. Se jadeaban en la boca del otro, los cuerpos temblaban, Shane
todavía ordeñaba esa polla hasta la última gota.

Su hombre lo besó, esta vez con suaves besos en toda la cara. –Te amo.–

–Mm–. Shane se estremeció. –Y a la mierda si no amo la forma en que lo


muestras–.

Se rieron entre dientes.

Shane agarró a Pablo con fuerza. –Yo también te amo–, susurró contra la piel
manchada de sudor de Pablo. –Recuerdo esa mañana en Brooklyn
cuando me dejaste ir. Recuerdo ese sentimiento sin esperanza. Recuerdo
haberme preguntado cómo alguna vez me libraría del dolor en mi pecho. O
cómo te superaría alguna vez.
Los brazos de Pablo se apretaron a su alrededor. –Nunca volverías a estar
indefenso–. Era una promesa. Un decreto Shane lo creyó. Con cada hueso de
su cuerpo.

Se acurrucó más cerca. –Tenemos que empezar a mirar casas–. Su futuro,


ellos tenían un futuro para planificar, también esperamos. Todavía tenía que
hablar con su jefe en el trabajo, todavía tenía que acurrucarse con su estado
de VIH, pero fuera lo que fuera, lo manejarían juntos.

–Casa, entonces bebés–.

Si no renunciaban con los felices, seguramente comenzaría a llorar. Él asintió


con la cabeza en el cuello de Pablo y luego besó los labios rojos tatuados
allí. –Si. Casa y luego bebés. Mordió el lóbulo de Pablo. –Llévame a nuestra
cama, voy a necesitar que me folles de nuevo. Hasta que salga el sol.

****

La reunión con su jefe fue como Shane esperaba. Cinco minutos después
estaba fuera. Querían saber detalles de su vida personal, ¿cuándo
se reunieron él y Castillo? ¿Cuándo se consuma la relación? Y no tenía nada
de eso. Entonces le entregaron una suspensión mientras revisaban su
conducta.

El esperaba eso. Así que no dejó que le molestara. Verían que no hizo nada
malo. Mientras tanto, tuvo que terminar el tiempo con su hombre y mirar
casas. También volvería a evaluar sus opciones, en caso de que sus
supervisores lo encontraran culpable de alguna mierda. Sabía con seguridad
que había terminado con el trabajo encubierto. No podía hacer pasar a Pablo
ni a él por tercera vez. Tal vez algo detrás de un escritorio, empujando
papel. Cualquier cosa que lo llevara a casa al final del día.

Había recuperado sus pruebas y todas fueron negativas. No hay


enfermedades transmitidas. En todos los ámbitos. El alivio no comenzó a
describir el peso que se levantó de sus almas. Y el de Pablo también, porque
lo que sea que haya afectado a Shane, a su amante. Sus heridas fueron
curadas. Así que, en este momento, no estaba haciendo hincapié en nada ...
Hasta que se bajó del ascensor y vio a dos hombres apoyados contra su
puerta. Uno, con cabello oscuro hasta los hombros y una chaqueta de cuero
color coñac sobre una camiseta oscura, jeans y botas, estaba de espaldas a la
puerta. El otro hombre, de cabello oscuro y corto, camiseta roja y jeans
oscuros con botas, se inclinó hacia él y lo acarició.

Tomó aliento y caminó hacia ellos. –¿Puedo ayudarte?–

Dos pares de ojos se centraron en él, brillantes por láser. Una cara la
reconoció. Mierda.

–¿Shane Ruskin?–, Preguntó un chico familiar con una ceja levantada. Latino,
ese. Piel como la de Pablo. Los tatuajes no estaban bien escondidos, Shane
todavía los vislumbraba y él lo sabía.

El maldito Angelo Pagan estaba en su puerta.

–¿Quién está mirando?–, Preguntó.

–Rafe Soto-Ashby–. El antiguo compañero de Pablo, el hombre que alguna


vez amó, le tendió una mano. Shane lo tomó. –Mi esposo, Gabe–. Él asintió
con la cabeza al hombre a su lado.

–¿Qué, qué estás haciendo aquí?– ¿No se suponía que el tipo estaba
escondido, en un agujero, en alguna parte?

Rafe se rio entre dientes. –Hemos estado llamando a Pablo, pero él no


responde–.

–Uh. No, él es ... Shane parpadeó. —Fue a una matiné con mi cuñada y mi
sobrina. Miró su reloj. –Debería estar en casa pronto–.

–Bueno.–

¿Bueno? –¿Por qué estás aquí?–

El esposo le respondió. –Escuchamos que estabas en problemas. Pensamos


en venir a saludar, presentarnos y ver si ustedes estaban bien –.
Shane entrecerró los ojos. –Una llamada telefónica habría aclarado eso de
inmediato–. No sabía cómo se sentía al tener al hombre que Pablo había
amado durante tanto tiempo tan cerca de él.

–Cierto, pero de esta manera llegamos a conocernos. Gabe y yo hemos oído


mucho sobre ti. Rafe le sonrió. Shane no fue engañado por un
minuto. Se reconoció que la expresión de los ojos de Rafe, que lo había visto
en bastantes tiempos de Pablo. El hombre era un jodido depredador,
enroscado para atacar, y su mirada estaba puesta en Shane.

–¿Y qué? ¿Ustedes quieren esperar aquí en el pasillo para que JP llegue a
casa, o se van a mudar para que pueda abrir la puerta?–

Gabe tiró de Rafe a un lado. –Muévete, bebé. Deje que el hombre entre en su
casa. Sus ojos bailaron.

Shane los ignoró y abrió la puerta, luego entró y les indicó que
entraran. Cuando cerró la puerta, Rafe se volvió para mirarlo.

–Entonces ... JP ¿eh?– Su marido se unió a él en una risita.

Bueno. Suficiente. –Muy bien, esto es lo que va a pasar. Ustedes dos se


sentarán allí con su feliz evaluación–, señaló hacia el sofá. –Mantendrán sus
trampas cerradas mientras llamo a JP Sí, JP, y si tan solo mueven un maldito
músculo, les dispararé a los dos–.

Gabe se encogió de hombros y empujó a su esposo detrás de él mientras se


movía hacia el sofá. –No lo sé, Ángel. Me gusta el. Él tiene bolas.

–Pelotas. Eso no son bolas, probablemente solo es suicida–, se quejó Rafe.

Gabe tiró de Rafe a su lado en el sofá. –Amenazó con dispararme, así que
calma tu trasero. Sabes que no te querré con agujeros de bala.

–Pero ...– Rafe levantó un dedo. –Si te fijas, también nos llamó felices, policía–
.

–Bueno, lo estamos–.
Rafe asintió con la cabeza. –Cierto –.

Luego se callaron. Gracias a Dios. Shane se apresuró a pasar junto a ellos y


entró en el dormitorio, llamando a Pablo. Su amante respondió después de
siete timbres.

''¿Cómo fue la reunión?–

–Olvida esa mierda. Tenemos invitados.

–Uh ...– Pablo hizo una pausa. –¿Quien?–

–Tu gente. Rafe y Gabe. Están en la sala de estar y amenacé con dispararles.

Su amante ladró una risa. –Eso debe haber salido bien–.

–Los tres seguimos vivos, así que todo está bien por ahora–. Miró hacia la
puerta del dormitorio. –Lleva tu trasero a casa ahora–.

'Veinte minutos.–

–Bien–. Shane desconectó la llamada y respiró hondo antes de regresar a la


sala de estar. –Estará en casa en veinte minutos–.

–Aw, no hay prisa–. Rafe se apartó de Gabe en el sofá y palmeó el espacio


entre ellos. –Siéntate, nos encantaría conocerte mejor–.

–Vete a la mierda–. Él los miró. –¿Estás tratando de intimidarme? No deberías


molestarte; He pasado por cosas más difíciles que esto.

Gabe resopló. –Lo dudo–. Él palmeó el espacio entre él y Rafe. –Siéntate,


Shane. Solo queremos conocerte, asegurarnos de que estás tratando bien a
JP–.

Rafe se rio por lo bajo.

–Su nombre es Pablo para ti–, gruñó Shane. –Soy el único que permite el uso
de ese nombre. Y para tranquilizarlo. Amo a mi hombre. Estoy enamorado de
Juan Pablo Castillo. Me trata bien y yo hago lo mismo. Ahora ustedes dos,
cállate.

Se dio la vuelta, pero Rafe agarró su mano izquierda y la levantó. –Mira,


policía. Un anillo.–

–Ooh–. Gabe se inclinó sobre Rafe para ver más de cerca. –Es bonito. ¿Por
qué el mío no es tan bonito?

Rafe lanzó un suspiro exagerado y dejó caer la mano de Shane. –Multa. Te


conseguiré otra bonita.

–Nah–. Gabe sacudió la cabeza y besó la frente de Rafe. –Soy parcial con mi
anillo–. Él asintió con la cabeza a Shane. –Se ve bien. ¿Ustedes lo harán
oficial?

–Demonios sí.–

Gabe hizo un puchero. –Definitivamente tendremos que ser amables con él


ahora–.

–Es una mierda–, dijo Rafe. –Pero podemos intentarlo–. Le sonrió a Shane,
una amplia sonrisa que llegó a sus ojos, haciéndolos brillar. –Bienvenido a
nuestra familia, Agente Ruskin–.

–Sí, lo que dijo–. Gabe sonrió. –Fue agradable verte realmente tratar de no
dispararnos –.

–Fue difícil–. Shane asintió a Rafe. –Gracias. Me encanta.–

–Vemos eso, y él te ama–, dijo Rafe. –Así que eres familia–.

–Cuidamos a la familia–, dijo Gabe.

Shane ni siquiera sabía por qué demonios se atragantó, pero lo


hizo. Afortunadamente, las llaves suenan en la puerta principal. Su hombre
estaba en casa y no era un momento demasiado pronto. Pablo entró por la
puerta, sonriendo, con pizza y cerveza en la mano.
–Hola, chico lindo–. Acercó a Shane con su mano libre y lo besó suave y
profundamente. –¿Estás bien?–, Preguntó cuando se apartó.

–Sí–. Shane asintió. –Hablaremos de la reunión más tarde–.

–Que mal, ¿eh?–

–Realmente no.–

– Amigo, deja de jugar cara de beso con tu hombre y ven a saludar–. Rafe se
acercó a ellos con una sonrisa.

Shane tomó la comida y la cerveza de Pablo cuando su amante fue


envuelto en los brazos de Rafe. Angelo Pagan. Su nombre había cambiado,
pero seguía siendo el mismo hombre. Y Pablo lo había amado alguna
vez. Shane miró a Gabe.

¿Lo sabía él? ¿Había sabido alguna vez cómo se sentía Pablo acerca de su
esposo? No lo parecía, porque Gabe estaba sonriendo, su expresión
abierta. No hay angustia ni censura allí. Él confiaba en su hombre y en Shane,
confiaba en el suyo.

Completamente. No tenía nada de qué preocuparse, especialmente cuando


Pablo dio un paso atrás y lo agarró, orgullo y amor en sus ojos.

–Nos vamos a casar –, declaró Pablo. Levantó la mano de Shane, la izquierda,


con ese hermoso anillo. –Y vamos a tener algunos bebés–.

Shane sonrió abiertamente.

–Emborrachémonos y celebremos–, gritó Rafe.

Todos vitorearon.

Pablo se aferró a Shane mucho tiempo después de su chico guapo y llegó al


clímax dentro de él y rodó hacia un lado. Yacían debajo de las sábanas,
jadeando, Shane acariciaba la garganta de Pablo mientras Pablo trazaba
círculos en la espalda sudorosa de su amante.

–¿Qué pensaste de ellos?–, Preguntó en voz baja. –¿Angel y Gabe?–

Habían pasado una velada agradable juntos, riendo y hablando. Ponerse al


día mientras los tres hombres se conocían. Quería que todos se llevaran
bien. Rafe los había invitado a una fiesta de Nochevieja en su casa, y Pablo y
Shane habían aceptado.

–Me gustan–. Shane se alzó sobre los codos. –Están enamorados, son felices
y me aceptan en tu vida–.

–Su aceptación no es necesaria–, le dijo Pablo.

–Lo sé–. Shane besó su frente. –Pero significa mucho. Y ahora tenemos
amigos, cómo nos conocen, todas las cosas desordenadas y no les importa,
porque la de ellos es igual de jodida –.

Pablo rio. –Buen punto–. Se puso serio. –No me has dicho cómo te sientes al
ser suspendido. ¿Qué vas a hacer si pierdes tu trabajo? Sabía cuánto le
encantaba a Shane estar en la DEA.

–No lo sé–. Shane se encogió de hombros. –Esto es lo que sé, quiero pasar
todo el tiempo que pueda contigo. Comprando una casa. Conseguir ese auto
que sigues posponiendo–.

–¿Por qué no puedo usar tu auto?– Pablo hizo un puchero.

–Necesitas tu propio auto y mañana iremos de compras–. Shane hizo una


pausa. –Necesitamos elegir una fecha para la boda. Cuando y donde.–

–Muchos planes–. Pablo rodó hasta que estuvo encima de Shane. Miró a los
ojos de su amante, abiertos y llenos de cosas habladas y no dichas. Sin
embargo, eso no significaba que no los conocía. No quería decir que no los
sintiera cuando Shane le pasó una mano por la espalda.
–Muchos planes. Tenemos un futuro por planear. Shane tomó la nuca de
Pablo y tiró de él hacia abajo hasta que sus labios se tocaron. –Mucho amor
para hacer–. Separó los muslos.

Pablo se acurrucó entre ellos con una sonrisa y rodó las caderas. –Mucho–.
Besó a Shane, diciéndole con cada golpe de su lengua lo mucho que lo
amaba un chico bonito. Agradeciéndole por venir y salvarlo muy día.

Shane respondió con el apretamiento de sus piernas alrededor de Pablo, y el


raspado de sus uñas por la espalda de Pablo, que en realidad se salvaron.

Fin

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