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2.5 Save Me Sinner TM
2.5 Save Me Sinner TM
Shane no podía decir con razón lo que lo despertó; tal vez fue la tranquilidad
absoluta. Tal vez fue el suave calor del sol de la mañana brillando en su rostro
a través de las cortinas en la ventana de su habitación.
Mierda.
Pablo Castillo estaba allí, en su sofá, con una taza de café en una mano, un
periódico extendido en su regazo y su teléfono cerca de la oreja. Parecía que
no le importaba en el mundo, como si estuviera en casa, usando nada más
que un par de calzoncillos rojos ajustados. Su piel era lo suficientemente clara
para que Shane distinguiera los moretones y las mordidas que había dejado
la noche anterior, rasguños en los brazos y hombros superiores, un chupetón
justo debajo de la oreja derecha.
–Lo siento–, Pablo habló por teléfono. –Pero escucha, estoy aquí si alguna
vez necesitas ayuda. Lo sabes. Sus palabras y su tono eran pesados,
mezclados con una triste finalidad. Deslizando una palma sobre su cabeza
afeitada, Pablo continuó: –Nunca quise lastimarte–.
Pablo se tensó y lanzó una mirada sobre su hombro. Shane le sonrió. Pablo
no correspondió.
–Levi, tengo que irme, pero recuerda lo que dije, estoy aquí si necesitas
ayuda–. Al finalizar la llamada, Pablo se puso de pie. Se acercó a Shane
con ojos extraños. –¿Cuánto de eso escuchaste?–
Shane se encogió de hombros. –No mucho. ¿Por qué no me informas?
Se besaron hasta que Shane no pudo respirar, hasta que le ardieron los
pulmones, y luego se relajaron. Sin embargo, retuvieron el abrazo, la cara de
Pablo enterrada en el cuello de Shane y Shane presionando pequeños besos
en la oreja de Pablo. Se quedaron en el lugar, sin prisa por moverse porque
tenían todo el tiempo del mundo y Shane no quería estar en ningún otro
lado, sino allí mismo, en los brazos del hombre que lo amaba lo suficiente
como para cambiar por él.
–¿JP?–
Pablo se apartó, dejando suficiente espacio entre ellos para alcanzar y tomar
la mejilla de Shane. –¿Alguna vez te dije cuánto amo cuando me llamas así?–
Sus ojos marrones estaban llenos de amor, gratitud y miedo.
Shane asintió con la cabeza. Observó mientras Pablo le servía una taza. Algo
flotaba en el aire entre ellos, y maldita sea si Shane podía señalar qué.
¿Temor, tal vez? ¿Qué temía Pablo? ¿Qué puso el miedo en sus ojos antes?
–Aquí.–
Pablo se congeló. –Joder–. Murmuró la maldición por lo bajo, pero Shane aún
escuchaba las palabras.
¿Qué más no sabía sobre su amante? Shane se mordió la lengua para evitar
hacer esa pregunta. –¿Por qué no dices lo que tienes que decir y me dejas
decidir cómo reaccionaré?–
Pablo suspiro. –Yo solo ... no quiero que esto nos haga daño–.
–¿Puede?–
–Si.–
Shane frunció el ceño. Los hermanos Nieto eran una pandilla de asesinos y
traficantes de drogas que operaban en México. Estaban en la parte superior
de la lista de éxitos de la DEA. Shane incluso se había encubierto,
infiltrándose en la operación de uno de sus asociados con la esperanza de
derribar a los Nietos. Obtuvo buena información e hizo algunos arrestos,
pero no logró enganchar al gran pez. Lo único bueno que salió de esa tarea
fue conocer a su amante.
–¿Sabes cómo?–
–No estoy discutiendo esto con Shane Ruskin, DEA, ¿me entiendes? Te estoy
hablando, muchacho bonito, como mi amante. ¿Entender?–
Que su amante sintió la necesidad de hacer que esa distinción doliera más de
lo que Shane quería admitir.
–Shane–.
–¿Crees que voy a correr hacia mis jefes y repetir lo que me digas?–,
Espetó. Pablo lo apretó más fuerte e intentó alejarse, pero su amante lo
mantuvo quieto.
–Es el hermano menor de los hombres que has estado tratando de arrestar–.
Shane agarró a Pablo por el antebrazo. –¿Me estás diciendo que sabes esto
durante el tiempo que hemos estado juntos y no me lo dijiste?– Tenía que
hacerlo bien, tenía que entender cuán profundo en esta mierda se hundió su
amante.
–Si.–
Shane habló con los ojos cerrados, las manos apretadas en su regazo. –Y
cuando te dije que estaba trabajando para derribar a los Nietos, ¿no pensaste
que debería saber sobre Levi? ¿No pensaste que podría usarlo?
–Absolutamente no. Nunca fue más que sexo para ninguno de nosotros. Los
dos estábamos heridos y necesitábamos ...
–Sí–. Shane se abalanzó sobre sus palabras. –Te lastimaste. Usted. Ya que
estamos poniendo mierda sobre la mesa, ¿por qué no hablamos de quién te
lastimó, ¿eh?
Shane parpadeó ante el nombre. El tipo que dirigía la pandilla antes de que
te hicieras cargo, tu amigo. ¿Te rompió el corazón?– No lo vi venir.
–No. Pablo se pasó una mano por la cara. –Cariño, ni siquiera sabía si estaba
interesado en los hombres. Lo amaba, pero estaba demasiado asustado para
hacer ese movimiento –.
–Resulta que era gay, pero estaba con alguien. El policía intenta encerrarnos.
Shane dejó escapar el aliento. –Esta es una mierda de déjà vu, ¿no?– Él
sacudió la cabeza. –Tu compañero muerto te rompió el corazón y supongo
que ni siquiera lo sabía, ¿verdad?–
–¿Él no es qué?–
–Está vivo.–
–Me entregó Los P a mí, se mudó a Carolina del Norte y se casó con el
policía–.
–Soy triste–.
–¿Por qué?– La boca de Shane tembló. Los presionó juntos y luego preguntó
de nuevo: –¿Por qué lo sientes?–
–Yo no-–
–¿Dónde encajo?–, Preguntó Shane. –No podías tenerlo, así que te
conformaste conmigo–. Él cruzó los brazos y se encontró con la expresión
destrozada de su amante. –Si él entrara por esas puertas en este momento y
te dijera que se sentía como tú, ¿dónde me dejaría eso? ¿Dónde encajo, JP?
Capitulo dos
–¿Q-qué?– Pablo no pudo hacer que sus palabras funcionaran bien. Estaba
tratando de explicarlo y estaba haciendo un trabajo de mierda, porque ahora
el hombre que amaba pensaba que había sido la segunda opción. –¿Y eso
que significa? Te amo.–
–¡No lo hagas!–
–¿Oh?– Shane se movió al otro lado de la habitación y levantó una ceja, con
los brazos cruzados sobre su pecho desnudo. –¿Cuándo dejaste de amarlo?–
Sus ojos verdes brillaron. El dolor en ellos era demasiado brillante, Pablo no
podía mirarlo por mucho tiempo. –¿Fue antes o después de que me tuvieras
en tu cama, boca abajo, culo arriba?–
–Bebé–, se acercó a Shane, –Angelo está casado, es feliz. Estoy feliz. Esto no
es un problema –.
Shane no dio señales de haberlo descubierto. –¿Cuándo descubriste que
estaba casado?–
–Responde la pregunta. JP –
Shane se encogió. Él frunció los labios e inclinó la cabeza hacia arriba. –La
noche que intentaste matarme. La noche que perdiste todo el control. La
noche que casi me rompes.
–Lo recuerdo–. La voz de Shane era suave y húmeda, pero se negó a mirar a
Pablo. –Recuerdo la mirada en tus ojos esa noche. Como si hubieras perdido
todo, como si no quisieras vivir. Recuerdo esa mirada y pensé –, su voz se
quebró,– tonta, pensé que era porque te importaba –.
–Para mí–. Shane se limpió la humedad en la mejilla. –Pensé que era porque
te había lastimado, pero no fui yo, ¿verdad? Fue él, fue cuando te diste
cuenta de que no tenías ninguna oportunidad con él.
–¡Está vivo!–, Gritó Shane. –Está vivo, y cuando se casó con otra persona, casi
me matas con rabia. No me digas que no se compara, no me digas que no es
lo mismo. Su cuerpo se sacudió contra el de Pablo.
¿Cómo hizo que Shane viera cómo se sentía? ¿Cómo lo hizo entender? Pablo
no tenía idea. –Te amo–. Se aferró al hombre en sus brazos, se aferró a él
incluso cuando lo sintió alejarse. –Te amo–. Sus propios ojos ardieron, pero lo
ignoró. Shane era quien importaba, el dolor de Shane era el que necesitaba
ser tratado con él.
–Es por eso que seguiste empujándome lejos, sosteniéndome con los brazos
extendidos por tanto tiempo–, dijo Shane. –Él es la presencia que siempre ha
estado con nosotros, incluso cuando solo somos nosotros dos, él ha estado
allí. Un fantasma viviente.
–Enfréntalo–, dijo Pablo con firmeza. –No dejaré que dudes de ti mismo,
dudes de nosotros. Pregúntame lo que quieras saber. Soltó a su amante y
retrocedió con las manos en alto. –Me quedaré aquí–, asintió con la cabeza
en el sofá, –y no te tocaré. Pregunta lo que quieras saber.–
–Lo amabas–.
–Si.–
–Se enamoró de un policía, fingió su muerte, cambió su nombre y se escapó
con el policía–.
–Eso te lastimó–.
–¿Cómo te sentiste cuando supiste que se había casado con el policía por el
que dio todo?–
Shane se sorbió la nariz por la desesperación. –Así que ahora lo sabes–. Las
lágrimas rodaron por su rostro. Sus labios temblaron. –Ahora sabes cómo me
siento–. Se dio una palmada en el pecho, sobre el corazón. –Destripado. Por
ti.–
Capítulo tres
Pablo tragó saliva. –Lo siento–. Podría y diría las palabras una y otra vez, todo
el día si pensaba que eso haría una diferencia para Shane. Solo quería que
la incertidumbre desapareciera, quería eliminar el dolor y el dolor que había
causado.
–No llores–. Se levantó y se acercó a él, dando pasos lentos y vacilantes. Una
vez delante de Shane, Pablo le tocó la mejilla y se le rompió una lágrima con
la yema del dedo. –No llores. No puedo ... Mierda, no puedo soportar tus
lágrimas. Su mano tembló contra la mejilla de Shane. –No sé qué hacer–,
susurró. –Dime qué decir, qué hacer para detenerlos–. Su voz se quebró. –
Estás rompiendo mi corazón.–
Las fosas nasales de Shane se dilataron y cubrió a Pablo con una mirada
acuosa. –¿Te estoy rompiendo el corazón?– Él se burló. –¿Estás hablando en
serio?– Alejándose del toque de Pablo, Shane preguntó: –¿Qué pasa con el
mío? Toda la mierda por la que me hiciste pasar en Brooklyn, todos los
jodidos aros por los que tuve que saltar, y terminamos aquí–. Señaló entre
ellos. –¡Aquí! Conmigo otra vez sintiéndome menos que contigo. Conmigo
rogando por más de lo que podrías dar–, gritó. –¡Ya terminé!– Su voz
temblaba incontrolablemente. –Estoy tan jodidamente esperando que
decidas a quién amas más. ¿A quién quieres más?
El terror congeló las palabras de Pablo en su lengua. La vida sin Shane pasó
ante sus ojos y no la quería, rechazó esa mierda de inmediato. Un futuro sin
Shane sería oscuro y desolado, y ningún lugar en el que quisiera estar.
–Shane–. Agarró la mano de Shane cuando se volvió para alejarse. –No me
alejes. Por favor. Todo lo bueno en mí es gracias a ti, no lo destruyas–. No
podía creer que en realidad estaba rogando, no podía creer todo lo que
quería, todo lo que había estado a su alcance, solo en la palma de su mano.
Hace horas, se estaba escapando con él impotente para detener el flujo.
Shane se apartó de él, su rostro hacia la pared, por lo que Pablo no pudo ver
su expresión, pero sintió lo que sentía su amante; su pulso acelerado, los
temblores corriendo a través de él.
–Lo siento–. Joder. Siguió diciendo eso, pero no sirvió de nada. Ni un poco. –
Enfréntame, Shane. Mírame. Él tiró hasta que Shane cedió.
–Lo que sentí por Angelo, fue amor, sí–. Él asintió. –Pero también era un
hermano sustituto, un mejor amigo y un socio comercial. Sabíamos la
mayoría de los secretos del otro, fuimos a luchar el uno por el otro. Lo amaba
y estaba devastada cuando me enteré de que estaba enamorado de alguien
más–.
Shane emitió un sonido por encima de él, un sollozo suave. –No quiero
escuchar esto–.
Shane parpadeó hacia él, sus labios abiertos. Su expresión aún era ilegible,
pero al menos sus ojos ya no estaban húmedos. Pablo siguió acariciando el
vientre de Shane.
–Lo amaba–, dijo Pablo suavemente, –pero lo que siento por ti, amor es una
maldita palabra demasiado mansa–. Su voz se volvió más áspera, más
áspera. –Esta cosa entre nosotros, chico lindo, este fuego que hacemos, nada
puede tocarlo. Nada se acerca. Nada. Tuvo que dejar de hablar por un
segundo, dejar que el nudo en la garganta. –Nunca hubo una elección que
hacer, te metiste en mi vida y me quitaste esa mierda de las manos. Nunca
tuve una oportunidad.
–Di que me crees–, le suplicó Pablo. –Di que me amas como lo hiciste
antes. Dime que sabes que eres el único hombre en mi corazón. Jesús, él
nunca había hecho esto. Nunca habló de sentimientos, nunca, pero había
descubierto su corazón por Shane, le había dicho la verdad y Shane estaba ...
alejándose.
–Estoy-necesito acostarme–.
*****
El repartidor estaba allí, con una bolsa de comida en la mano, pero tenía un
compañero.
–No has respondido a mi pregunta–, dijo Jack Welling desde detrás de él. –
¿Por qué estás aquí?–
Pablo se dio la vuelta. –¿Por qué crees que estoy aquí, Jackie boy?– Se apartó
del mostrador y se acercó, muy cerca de la cara del agente de la DEA. Miró
fijamente a los ojos claros de Jack, sonriendo ante la alarma que no
podía ocultar. –Estoy aquí porque aquí es donde mi hombre pone su
sombrero, y donde sea que Shane ponga su sombrero es mi hogar–.
–¿Por qué no hablamos de por qué estás aquí?–, Preguntó Pablo. –La última
vez que revisé, tu negocio con Shane había concluido. Muerto y enterrado, si
no me equivoco.
–¿Eres qué?–
–Equivocado. ¿Me equivoco con el estado de tu negocio con Shane?
–No sabes nada sobre Shane y yo–. Jack apretó los puños a los costados. –
Entras y le lavas el cerebro para que piense que sientes algo por él, pero lo sé
mejor. Tarde o temprano se cansará de ti y ...
–¿Y estarás allí, listo para ayudar a recoger las piezas?–, Preguntó Pablo con
una sonrisa. No pudo evitarlo. No sabía si dispararle a Jack o darle un abrazo
porque ambos sabían que Shane no iría a ninguna parte a menos que Pablo
estuviera a su lado.
Jackie boy no le respondió, sino que se balanceó sobre los talones y le lanzó
una mirada a Pablo. Aún no había visto a Jack con nada más que traje y
corbata. Hoy llevaba una gris con camisa blanca y corbata oscura. El agente
rubio tenía una arrogancia malcriada que irritaba a Pablo. Simplemente sabía
que Jack no era fanático de nada sucio o sudoroso.
–¿Sabes por qué estoy aquí?–, Preguntó Pablo. –Porque Shane me ama y yo
lo amo a él. Él me quiere aquí, así que le sugiero que se acostumbre –.
–Amor–, escupió Jack. –¿Qué sabes sobre el amor? Matas gente. Destruyes
vidas.
–Ah. Ah. Pablo movió un dedo debajo de la nariz de Jack. –¿No has
escuchado? Estoy retirado. Él se rió entre dientes.
–¿Dónde está Shane?– Jack miró a su alrededor. –Necesito hablar con él–. Se
giró y Pablo lo agarró por el hombro, deteniendo sus movimientos.
–¡No me toques!– Jack intentó encogerse de hombros, pero Pablo clavó sus
uñas más profundamente en su hombro.
–Deberías haber escuchado esa voz en tu cabeza, la que susurraba 'peligro' la
primera vez que nos conocimos–, le habló Pablo al oído. –Abre los ojos,
Jackie boy. Joder conmigo no es una buena idea. Significa que ya no estás a
salvo, no durante el día y definitivamente no por la noche. Apretó a Jack,
escuchó su aliento tartamudear. –No me pongas a prueba, agente
Wellington–.
Jack lo enfrentó con furia en los ojos. Miedo también. –Shane no tiene idea
de quién eres realmente, ¿verdad?– Su pecho se agitó en su estado de
pánico.
Pablo le sonrió. –Shane sabe exactamente quién soy. Él sabe que soy el
hombre que matará y morirá por él. Él sabe que es lo primero. Período. Él
sabe que lo amo y destruiré a cualquiera que intente joder con lo que
tenemos. Él me conoce, Jackie, muchacho —susurró Pablo—, y me
ama. Como si nunca te hubiera amado.
– Hablemos de lo que necesita. Una buena acogida. Pablo guiñó un ojo. –Te
da calor, sudoroso y camina divertido al día siguiente–.
–¿Oh no?– Pablo se dio la vuelta. –¿Estás seguro?– Entrecerró los ojos ante la
expresión determinada de Jack.
–¿Quieres hacer que me vaya?– Jack cuadró los hombros y apoyó una mano
sobre su cadera derecha. –Tratar.–
–Shay–. Jack tocó el hombro de Shane. –¿Por qué él está aquí? ¿Has perdido
la cabeza?–, Preguntó. –Sabes que no hay forma de que este tipo pueda ser
cambiado o salvado o lo que sea que planees ... –
–¡Cállate, Jack!– Shane cortó una mano en el aire. –¿Por qué estás aquí?–
Shane se frotó la sien. Todavía se sentía un poco aturdido después de ser
despertado por el golpe de la puerta. Saltó de la cama y salió corriendo de la
habitación. solo que lo único que le impidió estallar a la cocina era la voz de
Pablo cuando habló de amar a Shane.
Los ojos de Jack le suplicaron que volviera en sí. En la esquina, Pablo estaba
de pie con los brazos cruzados sobre el pecho, mirando de la manera
misteriosa que había perfeccionado.
–Shay, dime que estaba mintiendo. ¿No puedes tomar en serio que él viva
aquí contigo?
Shane no pudo mirar a los ojos de Jack. El dolor en ellos, el dolor, había
puesto esas sombras en los ojos de Jack y no tenía forma de eliminarlas.
–Jackie boy-–
–No.– Shane levantó una mano. –Jack, lo siento. No puedo decirte por qué es
él y no tú. Lo siento.–
–Cinco años–, dijo Jack con voz ronca. –Cinco años, Shane, y ni una sola vez
me dejaste pasar el fin de semana contigo –. Miró alrededor del
apartamento. –Cinco años te amé e invertí en nosotros, ¿pero lo conoces
durante cinco minutos y él lo consigue todo? ¿Él te atrapa?
Jack se encogió.
Shane frunció el ceño. Los Cahns eran una familia de Missouri, conocida por
sus negocios de metanfetamina, que la cocinaban y la vendían. Shane había
estado encubierto durante tres meses y con la ayuda de la policía local los
cerró, arrestando a casi veinte miembros de la familia, incluido el jefe de la
operación, Pop Cahn.
–¿Qué quieres decir con charla? ¿Y pensé que Pop todavía estaba
encerrado?–
El viejo había recibido siete años por sus crímenes, que incluían el tráfico de
metanfetaminas y la posesión de una sustancia controlada.
–Pop sigue adentro–. Jack asintió. –El mayor, Edgar, parece tener la intención
de revivir el negocio familiar–.
Shane se lamió los labios. –Puede que tenga que volver encubierto–.
–Y Jack–, gritó Shane. –De ahora en adelante, por favor llama antes de pasar,
¿de acuerdo?–
Shane se dejó caer en su silla con un suspiro. Eso fue doloroso, pero Jack
necesitaba saber dónde estaba parado con Shane.
Miró y encontró a su amante mirándolo fijamente. –Lo hice por los tres–.
Y Shane no sabía cómo hacer que no le doliera a Jack. –Te escuché antes–,
dijo en voz baja. Te escuché hablar con él. Le dijiste lo que sentías por mí.
–No es ningún secreto lo que siento por ti–. Pablo se encogió de hombros. –
La única persona que lo cuestiona eres tú–.
Shane no quería lidiar con el desastre que había dejado sin resolver cuando
corrió y se escondió en la habitación, pero tenían que hacerlo. –Se que me
quieres. Yo solo…–
–¿Dudaste cuánto?–
El asintió. –Si.–
Dejó su silla y fue hacia Pablo, se subió a su regazo y lo abrazó con fuerza. –
Dices que me amas–, susurró al oído de su amante, –entonces tienes el resto
de nuestras vidas para mostrarme. Una y otra vez.–
Shane se balanceó hacia adelante y hacia atrás sobre él, sin prisa, solo
sintiendo y experimentando lo que había estado tan cerca de tirar. Por
un segundo se dejó llevar por los celos, pero lo sabía mejor. Si alguna vez
hubo una competencia, salió el ganador cada vez. Tenía a Juan Pablo Castillo
en sus brazos. Shane, y nadie más, estaba en el corazón de Pablo.
Arrastró las uñas por la espalda desnuda de Pablo, amando cómo su amante
se retorcía y gemía por él, cómo su erección temblaba y golpeaba a
Shane. Metió la mano entre ellos y acarició a Pablo a través de sus jeans.
–Oh, hola–, Pablo habló por teléfono. Miró a Shane y ganó ked. –Sí, él está
aquí. UH Huh. Espera. Él le tendió el teléfono. –Es para ti.–
–Sí lo que sea. Los espero a ti y a JP en la casa mañana para cenar–, dijo
Heather. –Todos estamos ansiosos por conocerlo–. Colgó antes de que Shane
pudiera entregar su –¡demonios no!–
Shane puso los ojos en blanco. –Sí, bueno, superarás ese rápido una vez que
hayas partido el pan con ella–.
–¿Oh?– Pablo levantó una ceja mientras deslizaba un dedo por la columna de
Shane y lo metió en su trasero.
–Sí, estamos invitados a cenar mañana. Espero que estés preparado para la
inquisición.
****
Pablo miró la casa de enfrente y luego volvió a mirar a Shane. Habían estado
sentados en el auto durante unos diez minutos, pero Shane todavía no hizo
ningún movimiento para salir. Su amante parecía inquieto. Pablo no
estaba. Había pasado por situaciones más difíciles que esta. Podía partir el
pan con la familia de Shane, sonreír y conversar un poco.
Él estaba bien.
–¿Haremos esto o qué?–
Shane lo miró con los dedos apretados en el volante. –Siento que debería
advertirte ahora mismo. Y discúlpate por el tercer grado al que sin duda
estarás sujeto–.
–Estoy bien con eso–. Pablo se encogió de hombros. –Eres el que está
nervioso–. Deslizó la palma de su mano por la nuca de Shane y la acercó. –
Voy a ser un buen chico allí. Voy a sonreír por ellos, sé de mi mejor
comportamiento. Lo juro.–
Shane se rio contra su cuello. –No estoy preocupado por eso. Me preocupa
que salgas de la mesa cuando Heather empiece contigo.
–¡Tío Shay!– Una bola de color rosa pasó junto a Pablo y corrió a los brazos
de Shane.
Ella lo miró con los ojos de Shane, su intensidad como un pez en el pecho de
Pablo. Él le sonrió. –Hola Sophia, tu tío me ha contado cosas maravillosas
sobre ti. Estoy feliz de conocerte. Él le tomó la mano y la estrechó.
Ella parpadeó. ¿Eres mi nuevo tío? ¿Puedo llamarte tío JP? Ella giró y miró a
Shane. –Mami dice que no es como los demás. ¿Te casarías? Mami dice que
están viviendo juntos. Tío Shay, ¿puedo tener unas gafas de sol
Barbie? Cleopia tiene uno y no quiere compartir conmigo–.
–Uh, Sophia, ¿por qué no les preguntas a tus padres sobre las gafas de sol–.
Shane se frotó la barbilla. –En cuanto al resto, eres demasiado joven para
esto–.
–¡No soy joven!– Sophia se cruzó de brazos y puso mala cara. –Tengo seis
años y medio, que son casi siete. Siete está muy cerca de las diez.
–Está bien, sí–. Shane tomó la mano de su sobrina y siguió caminando hacia
la casa. –Vamos para adentro.–
La puerta se abrió de golpe. Una mujer curvilínea de unos cinco y cinco salió
corriendo, vestida con un vestido azul corto y sin nada en sus pies. Se detuvo
en seco cuando los vio.
Pablo sostuvo su mano suave en la suya sin temblar. –Juan Pablo Castillo–. Se
llevó la mano a los labios y la besó. He estado esperando conocerte.
Se llevó la mano libre al seno izquierdo. –Bien. Ya veo por qué este se
enamoró de ti. Slick, ¿no es así?
Ella se sonrojó. –Maldición, estás bien–. Le soltó la mano y ella le indicó que
entrara. –Adelante. Adelante –.
Cada vez que él la miraba a los ojos, ella robaba más y más de su corazón.
Se sentó en el piso de la sala, jugando con sus muñecas mientras los adultos
hablaban. Pablo los sacó, eligiendo mirarla, beberla. Su cara redonda y ojos
brillantes, eran de Shane. Entonces se dio cuenta de cómo sería un niño, el
hijo de Shane. Su pecho se apretó. Su camisa se apretó demasiado y
necesitaba aire, pero no quería dejar de mirar a la pequeña Sophia Belle.
Pablo tragó agua, cualquier cosa para distraerlo de los pensamientos que se
arremolinaban en su cabeza. Pensamientos del futuro. De lo que él quería.
–Estás callado–. Shane se tocó la rodilla con una mano y con la otra solía
manejar el volante.
–Tú quieres eso–, dijo Pablo suavemente. –Quieres un hijo–. Shane no habló
y Pablo volvió a hablar. –Yo quiero uno también.–
–Vamos a ...– Shane tragó saliva. –Vamos a presentar esto hasta que
lleguemos a casa–.
–No.– Pablo tomó su mano, entrelazando sus dedos. –El matrimonio gay es
legal en Nueva York–.
–Quiero ver tus ojos iluminarse como lo hizo con Sophia–. Pablo se pasó una
mano por la boca. –Quiero darte eso, lo que quieres–.
Shane entró en su complejo de apartamentos y en un lugar de
estacionamiento. Se sentaron en el auto después de que él estacionó,
tomados de la mano. Shane todavía se negó a mirarlo.
–Un niño con tus ojos, niño bonito –, susurró Pablo en el silencio. –Con tu
sonrisa. Desearía poder darte eso.
Pablo sonrió para sí mismo y mantuvo la distancia. Levantó la vista hacia las
cámaras de seguridad. No le habría importado, pero a Shane sí.
–Te amo–. Shane besó el cuello de Pablo. –Repetir las mismas palabras una y
otra vez. –Te amo. Te amo. Te amo. –
En respuesta, Shane lo giró hasta que la cara de Pablo fue presionada contra
la puerta. Dos dedos lo atravesaron, penetrando profundamente en su
canal. Pablo empujó hacia atrás, inclinando más su trasero. Un minuto los
dedos lo estiraban y luego desaparecieron. Se estremeció ante la pérdida.
El fuego se extendió como una jodida mantequilla por sus venas y a Pablo le
encantó.
–Tienes todo de mí–, dijo Shane. –Entonces sí– - sus dientes atraparon el
lóbulo de la oreja de Pablo, pellizcó y luego soltó - –Me casaré contigo–. Él se
retiró y luego se estrelló.
Pablo arañó la puerta con un grito ronco. Todo su ser tembló. Su trasero
ardía con cada golpe que Shane hacía. Dentro y fuera. Cada vez que Shane
cavaba hondo, golpeaba la próstata de Pablo. El placer apretó los
dientes. Sus ojos ardían por el dolor, dulce agonía, y la felicidad, la dicha de la
droga.
–¿Sabes lo que deseo?– Shane gruñó. –Desearía poder criarte–. Sus uñas se
hundieron en las caderas de Pablo. –Ojalá pudiera quedar embarazado, de
esa manera nos vería a los dos en la cara de nuestro hijo–. Su voz captó la
última palabra y enterró su rostro en la nuca de Pablo mientras golpeaba.
Pablo se resistió.
–Sí, crema para mí–. Las caderas de Shane se aceleraron. Una mano en la
nuca de Pablo lo inclinó hacia adelante y se fue, abriéndose a los golpes. Su
cabeza golpeaba la puerta con cada empuje. –Mierda. Viniendo.–
Pablo se apretó.
****
Cuando le ardieron los pulmones por falta de oxígeno, Pablo se echó hacia
atrás y miró a Shane a los ojos. –Míranos. Una cena con tu familia y yo nos
convertimos en dos maricas sentimentales. Él sacudió la cabeza.
–Hey, sentimental es bueno. Me gusta el sentimental.
Pablo frunció los labios. –Puedo hacer sentimental, supongo. Nos vamos a
casar. Una emoción le recorrió la espalda. Los ojos de Shane brillaron. –
Somos hombres, claro, pero nunca quiero que adivines cómo o qué estoy
sintiendo–. Pasó un dedo por la garganta de Shane, más allá de su manzana
de Adán. –No puedo dejarte saber cuán ido estoy por ti. No puedo decirte
que mirarte me hace sentir tan lleno. Se tocó el pecho. –Como si fueras
todo. Todo lo que necesito. Él tragó saliva. –Porque tú eres. Mi todo.–
Shane le cogió la mano y le besó los dedos. –Igual que aquí. Siento lo
mismo.–
Capítulo cinco
Shane abrió la puerta y entró en su apartamento. Permaneció allí por un
minuto, con los ojos cerrados, la cabeza echada hacia atrás, inhalando los
increíbles olores de lo que Pablo estaba cocinando para la cena. Tenía
noticias para compartir, noticias que se habían estado ocultando durante casi
dos semanas. Había llegado el momento, no podía retrasarlo más. No quería
ver esa expresión en el rostro de Pablo cuando finalmente se limpió, pero su
tiempo se había acabado.
–¿Solo te quedarás allí?– Pablo no levantó la vista de lo que sea que estaba
agitando.
Y sabía que Pablo perdería su mierda cuando Shane le dijera. Esperaría hasta
después de la cena.
–Sabes mejor que cualquier cosa que puedas cocinar–, murmuró contra los
labios de Pablo.
–Lo estoy, en realidad.– Shane lo soltó, de mala gana, y dio un paso atrás. –
Tu plato, yo lo pondré–.
–Te gusta–. Shane lo miró fijamente. –Te gusta cuidar la casa, lavar la ropa y
pagar las facturas. ¿Te gusta ser el marido de la casa?
Shane apretó los dedos de Pablo. –Me encanta cuando dices esa palabra–.
Sus ojos se cerraron en un estremecimiento de cuerpo completo. –Me
encanta tanto–.
–¿Que palabra?–
Él abrió los ojos. Pablo le sonrió con los ojos cálidos y brillantes. Maldición. –
Marido. Me da escalofríos y todo eso.
–Será mejor–. Shane esperó hasta que la risa se calmó, hasta que Pablo
agachó la cabeza para cortar su chuleta de cerdo, antes de aclararse la
garganta y prepararse para lanzar su bomba. –Tengo que decirte algo–.
Buenos instintos
–Me autorizaron a ir encubierto, me voy en tres días–. Cerró los ojos. No pasó
nada. Absolutamente nada. Nada se movió ni respiró. Era como si sus
palabras hubieran congelado a Pablo en su lugar. Shane Swall debía su
cobardía y volvió a abrir los ojos.
–Di algo.–
Shane no respondió.
–¿Tuviste?–
Pablo se puso de pie de un salto. Su plato salió volando al igual que sus
utensilios. –¿Dos semanas?' repitió con calma. Demasiado tranquilo. –¿Lo has
sabido por dos semanas y no me lo dijiste? ¿Por qué?–
–No quería ver esa mirada en tus ojos, el pánico y la preocupación–. Shane se
levantó y se acercó a él. –No quería que te volvieras loco–.
Pablo le dio una risa sin alegría. –Buen trabajo entonces–. Él sacudió la
cabeza. –¿Cuánto tiempo te vas?–
Jesús. Shane tragó las palabras atrapadas en su garganta. –Tengo seis meses,
podría ser más–.
–¡Cristo!– Pablo pateó su silla y esta se estrelló contra la pared. –Mírame a los
ojos, Shane–. Ahuecó la mejilla de Shane. –Lo que ves es terror, estoy
jodidamente aterrorizado por ti. No estaré cerca. No estaré cerca de ti si algo
sale mal.
Shane cubrió su mano con la suya. –He hecho esto antes, sé lo que estoy
haciendo. Además, Jack es mi manejador. Los dos estamos familiarizados ...
–No confío en que Jack te tomará–. Los dedos de Pablo se sacudieron contra
la cara de Shane. –No confío en nadie para cuidar de ti excepto en mí–. Él
presionó sus frentes juntas, sus ojos apretados. –Jesús, Shane–.
–Um, no puedo-–
Él era. –Está bien–. Se sentó. –Los Cahns están en los bosques de Missouri,
cocinando y vendiendo metanfetamina. Ha sido el negocio familiar durante
años y la última vez que fui a la UC los cerré, encerré a Pop por un buen
período de fabricación y distribución. Todavía está encerrado, pero su hijo,
Edgar, ha tomado la antorcha. Solo que esta vez creemos que Edgar está
llevando la marca en una dirección completamente nueva. Trata sobre las
líneas estatales, mata, algo que su padre nunca ha hecho, que yo sepa, y
tiene nuevos inversores. Inversores mexicanos –.
–Depende de ti–. Pablo se encogió de hombros. –Yo solo ... si pasa algo, no
lo sabré–. Sus palabras temblaron. –Si algo sale mal, no lo sabré–.
Joder, Shane no había pensado en eso. –Oh hombre. No pensé Tendré que
volver a hacer algunos trámites cuando vaya mañana.
–Saldré sin pensarlo dos veces, si algo falla, sabes esto, ¿verdad?– Pablo lo
fulminó con la mirada, pero Shane no pensó que fuera por ira. –No voy a
desvanecerme en las sombras y actuar como si no fuéramos nosotros–.
–¿Estamos hablando seriamente de esto ahora, chico lindo? ¿En serio me vas
a dejar solo durante seis meses?
–Estoy-–
–No te disculpes–. Pablo cortó una mano por el aire. –Tú eres tú. Te conocí
mientras estabas encubierto. Es tu trabajo. Yo solo ... la realidad es una perra
en este momento –.
–He estado pensando que este sería mi último trabajo en la UC–, dijo Shane,
esperanzado. –Ya no soy tan joven como antes y, además, me voy a
casar. Necesito estar cerca de mi esposo –.
–¿Huh?–
–Estoy seguro de que tú y Jack tienen alguna clase de palabra o frase entre
ustedes para cuando la mierda golpee al ventilador–.
–Sí, lo hacemos–.
–Serás un último recurso. Y cuando lo alcanzo, ansias que vengas con las
armas en llamas.
Pablo sonrió. –Como si mis armas estuvieran haciendo otra cosa que no sea
fuego–.
–¿Huh?–
–Me gusta.–
–Por supuesto que sí–. Empujó la silla hacia atrás y se levantó. –Venga. Tengo
que ayudarte a afeitarte la cabeza. Miró alrededor de la cocina. –Limpiaré y
luego me reuniré contigo en la ducha–.
***
Hacer clic.
–Sería muy amable de tu parte tener cuidado con las tijeras contra mi
cráneo–, dijo Pablo. –Deja de tomar fotos, baja la cámara y afeitame–.
Shane se rio. Su amante tenía verdadera aversión a tomarse una foto. Por
suerte para él, Shane ignoró sus protestas. Hasta el momento, había tomado
fotos de Pablo desnudo en la ducha, mientras dormía,
incluso cocinando. Ahora su amante estaba sentado en el suelo entre sus
rodillas. Ambos llevaban solo boxers. Shane se sentó en el borde de la cama,
con una maquinilla eléctrica en la mano mientras se preparaba para afeitarse
la cabeza de Pablo.
Un fuerte suspiro llegó a sus oídos. A Pablo le encantaba jugar con su cuero
cabelludo. Así lo hizo Shane. Usó sus palmas y sus dedos, viendo a Pablo
temblar. Lo besó en el medio de la cabeza.
Shane separó las piernas y la polla se hizo más fuerte cada segundo. –
Exactamente como me gustas–.
Capítulo seis
–Me debes un anillo–. Shane besó el hombro de Pablo y luego se frotó la
nariz en el mismo lugar.
Pablo asintió con la cabeza. –Sí, y ese será tu regalo de bienvenida a casa–.
Su última noche juntos. Solo unas pocas horas y Shane se habría ido. Estaba
haciendo todo lo posible para no llorar. No pensar, pero la mierda no fue tan
fácil. –Vuelves a mí sin un pelo en la cabeza fuera de lugar y obtienes tu
anillo–.
Shane se recostó contra las almohadas y tomó la mano de Pablo entre las
suyas, sosteniéndola y enredando sus dedos. –Mejor ser algo caro. Y
brillante Y caro.–
–Te tengo–. Pablo rodó hacia él y presionó sus cuerpos juntos. No se trataba
de sexo, habían estado en una sesión de maratón durante los últimos días. Él
estaba dolorido. Shane tenía que estar adolorido. Pero él quería que su piel
se juntara. Quería el calor corporal de Shane. Quería el aroma de Shane sobre
él, sobre todas las sábanas. –Seis meses sin ti a mi lado–. No quiso quejarse, y
lo odiaba, pero no podía evitarlo.
–Lo sé.–
–No lo haré–.
Shane hizo una pausa y luego dijo suavemente: –Si algo sucede, te
llamarán. Ante mis padres o ante Rich. Te llamarán, me aseguré de ello.
–Cállate. Nada va a suceder–. Pero no podía prometer eso, tampoco Shane. –
Ven, pon tu cabeza en mi hombro–. Shane lo hizo, y Pablo lo abrazó
con fuerza. Volvieron a mirar al techo.
–En realidad no, no–. No habría respiración hasta que Shane volviera a donde
pertenecía. No podría funcionar hasta que Shane volviera a estar en sus
brazos. –Bueno, tal vez un poco –.
–Uh-huh–. Shane besó su oreja, deslizó una palma sobre el torso desnudo de
Pablo. –Te extrañaré. Cada segundo, cada minuto. Todos los malditos días.
Pablo lo empujó y luego los arrojó hasta que estuvo encima de Shane,
sosteniendo la cabeza de su amante con ambas manos. –Entonces regresa,–
dijo con voz áspera. –Vuelve a mí, sin un cabello fuera de lugar, sin un jodido
rasguño–. Tragó saliva, cerró los ojos con fuerza. Le dolía el pecho. Lástima,
demasiado. Quería aferrarse a Shane y nunca dejarlo ir. Quería encadenarlo a
la puta cama. –Vuelve a mí, chico lindo. Promesa.–
Los ojos de Shane eran brillantes, brillantes, pero sonrió. –Lo prometo–.
Abrazó a Pablo, y volvieron a rodar, acostados uno al lado del otro. –Te
amo.–
–Eres mi aliento–. Pablo deslizó un dedo por la nariz de Shane hasta su labio
inferior, que tiró. –Date prisa de vuelta a mí–.
****
Se dirigió al lugar habitual, una casa local a la que todos acudían para
drogarse o hacer conexiones. Si su suerte se mantenía, vería algunas caras
familiares que a su vez podrían llevarlo a Edgar Cahn. El descuidado edificio
de dos pisos estaba oscuro, pero eso no sería un impedimento para un
usuario experimentado. Shane se subió la capucha sobre la cabeza, metió las
dos manos en los bolsillos delanteros de sus jeans raídos y se tambaleó por el
pasillo lleno de gente sentada y de pie. Pasó a hombros y entró.
Se encendió una cerilla, una solitaria llama naranja que no iluminó nada.
–Aw, hombre–. No podía decir con seguridad de dónde venía la voz, pero no
era de la persona con la que se había tropezado. –Solo, necesito algunas
cosas, hombre. ¿Dónde está Sammy?
–Detener.–
–Yo, Sammy–.
–¿Tiene trabajo?–
Shane rebotó en la punta de sus pies. –Entra, Sammy. Responde por mí,
necesito ganar algo de dinero. Rápido.–
–Ha pasado un tiempo desde que tuviste un poco de coño, ¿verdad? Estás en
la cárcel y todo. Sammy se encogió de hombros. –Rachel y yo no nos importa
compartir–.
Sí claro. –¡Bueno!–
–Trabajé con tu papá durante mucho tiempo–, le dijo Shane con su voz
chillona de Johnny. –Me encerré con él y bajé por él porque me negué a
hablar–.
–Todo bien. Estás dentro, pero a modo de prueba. Los ojos de Edgar
se clavaron en él. –Voy a estar mirando, mejor me gusta lo que veo–.
Sammy y Rachel lo despertaron una mañana sombría con una gran pelea que
dejó a ambos sangrando y amenazando con matarse.
–Hey–, les gritó desde el suelo. –Lleva esa mierda a otra parte. Estoy
cansado.–
–Él no está aquí–. El hombre que había estado buscando regresó. –Pero mira
lo que encontré–. Levantó una bolsa de papel, sacando dinero por la parte
superior.
Edgar volvió esos ojos fríos hacia él. Sammy me ha estado robando. Él ladeó
la cabeza. –Tú y él están apretados. ¿También me has estado robando?
–Encuentra a Sammy y tráemelo–. Edgar le dijo a uno de los tipos que estaba
junto a él. El hombre salió corriendo y Edgar sacudió la barbilla en dirección a
Shane. –Tómalo–.
****
Regresó a Nueva York, pasó un tiempo con Mateo y los muchachos, pero no
pudo quedarse mucho tiempo. Extrañaba su cama, extrañaba abrazar la
almohada de Shane, pero cuando regresó, se quedó afuera en el sofá. No
podía dormir en su cama. Eso fue difícil. Lavar la ropa fue difícil. Solo tenía
que lavar su ropa, como si viviera solo, como si no tuviera a alguien con
quien soñara todas las noches.
Los sueños no eran buenos. Nada de ellos era bueno. Todo lo que tenía era
sangre y dolor, y cosas que nunca deseaba ver asociadas con Shane. No tenía
idea de lo que estaba pasando.
Apretó las manos sobre su regazo. No sabía cómo la gente hacía esta mierda.
–Hola.–
Él levantó la vista. Una mujer estaba parada allí, cabello castaño rojizo,
camiseta sin mangas y jeans ajustados acentuando las curvas, todas sonrisas
y bonitos ojos marrones brillando para él. –Hola.–
–Ah–. Ella mostró una sonrisa depredadora. –No recuerdo que Heather
mencionara a un hermano–.
–No soy.–
Se lamió los labios y se acercó. ¿Qué carajo? Ella lo miró como un trozo de
carne. Ugh
–Pobrecito–. Ella lo abrazó con fuerza. –Lo bueno es que mañana vamos a
comprar anillos. Eso debería animarlo. Ella lo soltó y se frotó las manos. –No
puedo esperar–.
Él sonrió.
–Mejor aún queda pizza–. Dejó caer las llaves sobre la mesa. –Y cerveza–. Se
quitó la camiseta y se dirigió al baño. –Y mantén tus jodidas voces bajas, esto
no es Brooklyn. No estás en la cuadra.
Miró al hombre en la puerta abierta. –Jackie boy, ¿a qué le debo esta visita
sorpresa?– A pesar de sus palabras frívolas, su corazón se aceleró y su
estómago se revolvió.
–¿Qué carajo?– Mateo era muy ruidoso en su oído. –¿Que está pasando?–
–Dime, Jack–, susurró. Presionó el arma contra la cabeza de Jack y vio cómo
se sacudía. –Dime cómo perdiste a Shane. Dilo de nuevo y mira cómo te
acabo.
Capítulo siete
Pablo lo ignoró, todo lo que vio fue rojo y quería crear más, así que agarró a
Jack por el cuello y lo apretó. Los ojos del agente se hincharon, pero Jack
estaba luchando, las piernas pateando, el cuerpo retorciéndose mientras
luchaba por escapar. Pablo se arrodilló en el estómago, justo antes de que
alguien lo sacara. Se tambaleó y giró para tratar con quien le negó lo que le
debía.
–¡Lo perdió!– Explotó Pablo. –Un jodido mes. Un maldito mes. Un ruido de
chasquido resonó con sus palabras, pero no pudo ubicarlo. –¿Perdió a Shane
y espera un mes entero para contarme?– Ese hijo de puta tuvo que morir.
Jack lo miró con los ojos hinchados. –Jódete. No pienses que no voy a
presentar cargos, a encerrar tu culo homicida.
–No hay nada que contar–, le escupió Jack. –Una semana llamó, se registró
como estaba previsto y la siguiente no. Esperé hasta la semana siguiente y
cuando no hizo contacto, envié a alguien para que se pusiera en contacto –.
–¿Y?– Ese era Mateo. Porque Pablo no estaba dispuesto a tratar civilmente
con Jack, en absoluto.
Volviendo a los hombres, ladró órdenes. –Teo, prepara las cosas. Estamos
saliendo Reggie, limpia este lugar. Se enfrentó a Jack donde estaba sentado
allí, con la cabeza a un lado. Te lo advertí antes, pero elegiste ignorar esa
advertencia. Será mejor que esperes que Shane esté bien e ileso, porque si no
lo está, –sacudió la cabeza con una pequeña y amarga risa,– si no lo está,
Jack, entonces vas a morir. Usaré mis manos desnudas y lo haré en
cueros. De esa manera puedo nadar en tu jodida sangre. Eso es una promesa
y nunca he roto una todavía. –
–Está bien–, dijo Syren en su oído. –Mi piloto debería estar disponible en
aproximadamente tres horas. ¿Eso es bueno para ti?–
–Te llamaré donde quiera que se encuentre–. Syren hizo una pausa. –¿Te
importaría decirme qué está pasando?–
–Shane ha estado encubierto durante seis meses–, gruñó Pablo. –Resulta que
ha estado desaparecido durante casi un mes, y nadie sintió la necesidad de
compartir eso conmigo hasta hoy–.
–Mierda. Lo siento.–
–Hola–, dijo Syren. Respira hondo, contrólate. Sé que quieres salir y comenzar
a lastimar a la gente como a ti, pero debes concentrarte en él. ¿Me
entiendes?
Pablo tragó saliva. –Sí.–
–Gracias.–
–Puede que no tenga otra opción–. Las palabras, hombre, duelen. Muy malo.
Mateo extendió una mano lentamente y tocó la cara de Pablo, deslizando sus
nudillos debajo del ojo izquierdo de Pablo. –Jefe.–
–¿Y Jack?–
Mateo levantó una ceja. –¿Es eso una buena idea? Quiero decir, ni siquiera
sabemos qué demonios está pasando.
–No, pero se suponía que debía reunirme con Heather mañana. Necesito
decirle que está apagado y no los guardaré en la oscuridad, no como Jack me
lo hizo a mí–.
–Está justo aquí–. Heather hizo una pausa. –¿Lo que es?–
Voces apagadas lo alcanzaron y luego Rich entró. –JP ¿Qué está pasando?–
–Jack dice que no se ha registrado y que a quien hayan enviado para ponerse
en contacto con él no ha encontrado señales de él–.
–No hay señales–. Rich repitió las palabras en un susurro pesado. –Que es el-
–
–No sé–. Pablo lo interrumpió antes de que Rich pudiera terminar esa
oración. –Me dirijo a buscar respuestas. Encontraré respuestas, Rich.
–Voy a. Lo prometo.–
****
Los días corrían todos juntos. Shane no sabía cuánto tiempo había
pasado. Sabía que tenía que encontrar la manera de salir. Hacer que Elijah le
dijera la verdad detrás de por qué había encadenado a Shane y encerrado en
un refugio antiaéreo fue difícil. El hombre no había venido a visitarlo en
mucho tiempo, y cuando lo hizo, habló de Shane a sus hombres, nunca
directamente a su cautivo.
Lo que temía eran las drogas. Como se suponía que era un drogadicto, estar
encerrado como estaba, pasar tanto tiempo sin eso, significaba que debería
pasar por retiros. Hizo todo lo posible para imitar los síntomas, los batidos y
los sudores. No tuvo que fingir las pesadillas, y suficientes patadas y
pisotones en la parte media de su cuerpo y niños se encargaron de la parte
de vomitar. Aun así, temía que lo persiguieran con una aguja y que estuviera
indefenso. Eso no pudo pasar.
Siempre.
A estas alturas, Jack debería saber que había sido comprometido. ¿Enviaría un
respaldo o esperaría? Shane no lo sabía, no podía predecir a Jack en ese
momento. Se preguntó si Pablo sabía que había dejado de registrarse.
–Bien. Bien. Alguien está arriba.– Uno de los hombres, Kenneth, se puso en
cuclillas junto a Shane y ahuecó su mejilla. –Estás despierto, boyo–. Se recostó
y levantó una bolsa. –Te traje una sorpresa–. Sacó una hamburguesa de la
bolsa, junto con una aguja. –¿Cuál preferirías, tu comida o tu comida?–
Kenneth fue especialmente cruel, con los tipos que no estaban dispuestos a
joder con Shane. Tratando de tentarlo con drogas. Cabron. Aun así, Shane
hizo su parte, dejando que su mirada permaneciera en la aguja, lamiéndose
los labios antes de responder.
–Comida.–
–Sí–. Kenneth escuchó y asintió. –Le di de comer como dijiste–. Hizo una
pausa. –UH Huh. Bueno. Adiós. Terminó la llamada y volvió a meter el
teléfono en el bolsillo trasero. –Elijah viene a visitarte–. Arrugó la nariz. –
Tengo que limpiarte–.
Shane esperó hasta que Kenneth se arrodilló junto a él y luego lo echó. Tenía
los pies y las manos encadenados, pero tenía un margen de maniobra y lo
usó, atrapando a Kenneth en el pecho. El otro hombre cayó hacia
atrás. Shane apretó los dientes y esperó. No por mucho tiempo.
Apenas podía ver por sus ojos, pero escuchó a Kenneth moverse. Luego, algo
húmedo salpicó su mejilla. Escupir.
Se quedó quieto hasta que Kenneth se alejó arrastrando los pies. Cuando el
bendito silencio lo rodeó nuevamente, Shane usó su hombro para tratar de
limpiar la saliva. Él tenía el teléfono. No tuvo problemas para levantar el
teléfono con las manos atadas, pero apenas podía ver nada cuando se lo
llevó a la cara.
Por favor. Por favor. Por favor. El teléfono sonó y sonó ... y sonó. Por favor. Su
cara volvió a arder y se dio cuenta de que había comenzado a llorar. Todo
duele. Todo. Pero no tanto como ese teléfono que seguía sonando.
–Sí. ¿Quién es?–
–Br-Brook-Brooklyn–.
–¿Shane?–
No oyó su voz. Todo lo que escuchó fueron los pasos y la voz, esa voz en el
teléfono. Sus labios se movieron, lo sabía porque dolían como la mierda, pero
no sabía que tenía voz para hablar.
–Brooklyn. Brooklyn –.
Esta voz. No podía parar de llorar. Las lágrimas lo cegaron, por lo que no vio
el arma, pero sintió el dolor candente cuando la bala lo atravesó.
Brooklyn.
****
Su teléfono sonó mientras subía al avión que Syren le había
proporcionado. Pablo se detuvo detrás de Mateo y comprobó el identificador
de llamadas. No reconoció un número.
–Sí. ¿Quién es este? Oyó algo, como una asfixia silenciosa, pero nada más. –
¿Hola? ¿Quién es éste?–
–Brooklyn. Brooklyn –.
Le duelen las rodillas. Debería levantarse del suelo. Moverse. Alguna cosa. Él
haría. Si él pudiera. Pablo apretó el teléfono en la mano y se lo llevó a la boca
para reprimir cualquier sonido que hiciera. Quería hacer sonidos. Solo
de alguna manera no iban a salir. Todo quedó obstruido en su garganta.
¿Qué había para decir? No tenía nada que decir. –Estoy bien–. Se puso de
pie, inestable, pero se mantuvo de pie. Empujó todo hacia abajo. Necesitaba
una cabeza clara. Necesitaba concentrarse y no podía, no si seguía repitiendo
esa llamada en su mente. Subió las escaleras y entró en el avión, ignorando
los ojos en él. Después de abrocharse ante Jack, Pablo habló.
–¿Te llamó?– Los ojos de Jack se agrandaron. –¿Por qué? ¿Qué dijo el?–
Pablo asintió con la cabeza a Mateo, quien entregó la celda del agente.
–Jack, estoy seguro de que no tengo que decirte lo molesto que estaría si
hicieras algo para joder con este zumbido que tengo–.
Jack puso los ojos en blanco y procedió a hacer la llamada. Pablo escuchó
por un momento y luego lo desconectó. Volvió a la llamada
telefónica. Aunque no debería hacerlo. El dolor en la voz de Shane. Había
escuchado eso. El sonido del disparo. Había escuchado eso. Su corazón se
apretó. Fue algo doloroso, no saberlo. Su mente se dirigió a algunos lugares
locos, se desvió hacia direcciones locas, repasando todas las cosas que
podrían estarle sucediendo a Shane. Se negó a pensar que Shane estaba
muerto. No lo haría. Lo sentiría.
Él haría.
El avión comenzó a moverse. Pablo cruzó las manos sobre su regazo y miró
por la ventana a su izquierda mientras el paisaje pasaba volando. –Lo
arriesgó todo, para mí–, dijo. –Encontró una manera de contactarme y ellos ...
le dispararon–.
El asintió. –Sí.–
–Tengo un nombre–, dijo Jack. –Kenneth Smalls–. Él recitó una dirección. –Es
familiar, uno de los trabajadores de Edgar Cahn–.
–Tiene una novia, han estado juntos por un tiempo. Creo que está
embarazada de su primer hijo. No está demasiado cerca de sus hermanos–,
continuó Jack. –No les importa cómo hace negocios, pero nadie está tratando
de detenerlo–.
'Realmente no hay peros aquí, chico Jackie. Su primer hijo no es algo que
alguien como Edgar toma a la ligera. Él se recostó, una lenta sonrisa se
extendió. – Eso es algo que puedo explotar y lo haré–.
Jack ladeó la cabeza hacia un lado, con asco en los ojos. –¿Estás repensando
cómo haces negocios ahora? ¿Ir tras mujeres y niños?
Olvida lo que sabes sobre mi negocio, Jack. Toda esa mierda se va por la
ventana cuando la vida de Shane está en juego, porque mira –, se inclinó
hacia adelante de nuevo–, a diferencia de ti, no hay nada que no haría. No
hay una línea que no cruzaría. La moral se va por la ventana, Jack. Es un
albatros alrededor de tu cuello, y se interpone cuando tratas de hacer que las
cosas sucedan–.
Jack miró hacia otro lado, los labios presionados en una línea delgada y dura,
pero Pablo no lo dejó ir con ese movimiento de coño.
–Porque él me conoce, y él sabe cosas como reglas y la moral nunca se
aplicará. Porque sabe que nunca me jodería con su vida, ni le pondría nada
delante. Porque conoce el egoísmo y los celos, como esa mierda que te
devora, hace que maten a la gente. Y porque sabe que moriría por
él. Felizmente. Sin reservas, sin pensarlo dos veces, pero no sin antes
asegurarme de hacer el daño que hago –.
–Tal vez. El hecho es que tengo esto, y Shane lo sabe. Se volvió hacia
Mateo. –Obtén la información de la prometida de Edgar del chico Jackie, la
quiero. Ella es mi chip entrante y mi camino a través de la puerta. Él se
recostó. –Primero, nos encontramos con este personaje de Kenneth–. Y
derrama un poco de sangre. Naturalmente, esa mierda fue evidente, ya que
era una conclusión inevitable.
****
–Si jefe.–
Apartamento era una palabra demasiado fuerte para el pequeño lugar. Los
hombres estaban en una habitación que parecía servir como sala de estar,
comedor y cocina. Ronquidos fuertes llegaron a los oídos de Pablo y se giró
en dirección al hombre, Mateo pisándole los talones.
Se encontró en una habitación y si tenía que adivinar con poca luz, el hombre
en la cama solo podía ser Kenneth Smalls. Pablo sonrió
–¿Lo estoy?– Pablo se sentó a su lado en la cama. –Nadie que conoces, pero
tenemos un conocido mutuo–.
–¡Ah Dios!– Kenneth se agarró la cara mientras la sangre corría entre sus
dedos.
–Normalmente soy un hombre paciente, Kenneth. Ahora no. Hoy no. Agarró
un puñado del cabello de Kenneth, agradecido por los guantes que llevaba. –
Tu jefe está reteniendo a alguien, un hombre llamado Johnny–.
Las lágrimas se mezclaron con los mocos y la sangre que corrían por la cara
de Kenneth. –Acabo de hacer mi trabajo, hombre–. Su pecho subió y bajó
rápidamente. –Solo hago mi trabajo–.
–Por favor, no estás ...– Los ojos de Kenneth le suplicaron. –No me mates–.
Bueno, eso no iba a ayudar. Ni un poco. Pablo apuntó el arma entre sus ojos
y apretó el gatillo. Una vez. Kenneth se recostó contra su almohada, con los
ojos muy abiertos mirando a la nada.
Br-Brook-Brooklyn.
Pablo apretó el gatillo otra vez. Y otra vez. Hasta que Mateo agarró su
mano y lo apartó.
Mateo hizo una pausa. –También tiene miedo por Shane. Intenta ocultarlo,
pero lo veo.
Pablo gruñó. No quería pensar en Jack. Cerró los ojos, formulando su plan,
porque necesitaría uno. –Llama a Reggie. Necesitamos reunirnos, poner
algunas cosas en su lugar–.
Tuvo que endurecerse contra esos sonidos. Las mujeres y los niños siempre
habían estado fuera de su radar, exentos de la violencia, pero esto no era lo
habitual. Esto era guerra, luchó por la vida de Shane y usaría cualquier cosa y
a cualquier persona que tuviera que hacerlo.
–¿Qué deseas?–
–Es gracioso que debas preguntar eso. Dile lo que quiero, Dawna. Levantó el
teléfono y presionó el botón del altavoz.
–Pensé que ustedes eran los policías–. Dawna se volvió hacia él. –Ese otro
tipo me mostró una placa, pero ustedes no son policías, ¿verdad?–
–¿Quién yo?– Se rió Pablo. –No soy la policía, Dawna. No pienses ni por un
segundo que tengo escrúpulos, o reglas que deben seguirse, porque estarás
decepcionada.
Se inclinó hacia delante, con el pelo oscuro cayendo sobre su rostro mientras
se tapaba la boca con una mano y lloraba.
La puerta de la cabaña de Edgar estaba abierta cuando se acercó, por lo que
Pablo entró. No vio a los hombres que Jack afirmó que Edgar tenía
manejando las puertas y las áreas circundantes. Mateo y el resto ya deben
haberse establecido. El lugar estaba en silencio. Condujo el camino hasta la
puerta principal de la cabina, luego se inclinó y abrió la puerta de Dawna. Ella
salió, cuidadosa y lentamente con el vientre, y él la siguió, usándola como
escudo.
La tomó del brazo, apuntó con su arma a su sien y la condujo por los pocos
escalones desvencijados. El suelo se abrió cuando se acercó. Primero empujó
a Dawna y luego entró. Edgar — asumió que la montaña de un hombre que
lo miraba era Edgar — se levantó cuando se acercó. Al igual que los otros
tres hombres con él, sus armas apuntaban a Pablo.
–Nadie importante–.
–¿Eso crees?–
Sonaron pasos, se acercaron y Pablo dejó de respirar. Dos hombres
aparecieron a la vista, uno sosteniendo al otro en posición vertical con un
cuchillo en la garganta. Pablo miro.
Sus manos, las manos de Pablo temblaron donde sostenía a Dawna. Quería
correr hacia Shane, abrazarlo fuerte, pero no pudo.
Hasta ese momento, Shane no había hecho ningún movimiento, pero ante la
voz de Edgar se tensó y luego cambió con un gemido doloroso. Pablo lo
miró, ignorando a Edgar.
–JP–
Los labios cortados de Shane temblaron. Las lágrimas corrían por su rostro,
dejando huellas en el suelo cubierto de tierra. –Viniste–, susurró Shane. –
Usted vino.–
–Parece que eres el único movimiento garantizado para traer una guerra a tu
puerta. Un movimiento estúpido. No pudo contener la ira, se sacudió con
ella.
–JP– Shane levantó una mano, o trató de hacerlo, porque parecía tomar
todo. Lo dejó caer a su lado, flácido. –Lo siento. Estoy muy triste.
Gracias a Dios por Mateo y el resto de ellos. Pablo escuchó pasos golpeando
detrás de él, pero los ignoró y agarró a Shane.
–Shane. Shane.
Shane se sintió tan frágil en sus manos. Sus párpados parpadearon. Pablo no
vio nuevas heridas en él, pero algo estaba mal. Podía decirlo.
–JP–
–Shane, dime qué pasa–. Acunó la cabeza de Shane en sus manos. De fondo
oyó la voz de Jack, que pedía una ambulancia.
–Me dispararon antes de acercarme a ti–. Shane levantó una mano y tomó la
mejilla de Pablo. Sus dedos estaban fríos y temblaron.
–No siento-– Shane se inclinó hacia un lado y vomitó. Su cuerpo cayó hacia
atrás, fuera de las manos de Pablo.
–¡Shane!–
Shane lo miró fijamente. –Lo siento–. Las lágrimas se filtraron de sus ojos.
Tocó la cara de Pablo y se dio cuenta de que el agua era en realidad sus
lágrimas. Cayendo rápido.
Corrió tras los hombres y sacó a Shane de la cabaña. –Voy con él–.
–Señor-–
–Estoy aquí–. Besó los dedos de Shane. –Estaré aquí, todo el camino–.
–JP– Dedos ciegos tocaron su rostro. –Te amo. Te amo. Siempre. La mano de
Shane se apartó, cojeando a su lado. Los monitores emitieron un pitido.
–¡Claro!–
–Tengo pulso–.
Estaba de pie en el pasillo lleno de gente, la gente lo rodeaba con las manos
metidas en los bolsillos. Él solo se puso de pie, con la cabeza baja. No sabía a
dónde ir ni qué hacer. Perdido. Tan jodidamente perdido. Y
vacío. Indefenso. Ese sentimiento resonó, sobre todo, y lo sacudió, que hizo
todo esto y, sin embargo, completos extraños serían los que finalmente
traerían a Shane de regreso a él. Estaba todo fuera de sus manos y lo
odiaba. Odiaba sentirme impotente, odiaba que no pudiera hacer más.
Teo suspiro. –Todavía estoy en la cabaña. La policía local está aquí, y creo
que tu chico Jack pidió respaldo de su gente porque ellos también están aquí.
Pablo se pasó una mano por la cabeza. Tendría que tratar con Jack en algún
momento. Envía a Reggie y Freddo a la casa de Kenneth. Tiempo de limpieza.
–Me hubiera gustado quemar esa maldita cabaña hasta el suelo, pero no
podemos–. No con las autoridades de toda la escena. –Estaré aquí con
Shane–, le dijo a Mateo.
–¿Como es el?–
–¡Wellington!–
Una voz retumbó y Pablo levantó la vista. Un hombre mayor vestido con un
traje oscuro, con cabello plateado y una barriga redonda, se acercó a ellos a
un ritmo recortado, con ira en su rostro. Pablo entrecerró los ojos.
Huh
–Este es Pablo Castillo–, dijo Jack. –Creemos que Edgar drogó a Shane,
estamos esperando que los médicos nos digan qué es qué–.
Su jefe se entrecerró los ojos. –¿Quiénes somos y por qué hay un traficante
de armas aquí?–
–¿Quién está aquí por Shane Ruskin?– Una mujer pequeña con piel oscura y
ojos cansados salió de la improvisada habitación, vestida con un uniforme
azul y un portapapeles en la mano.
Pablo volvió a meter las manos en los bolsillos. –¿Estará bien? Las drogas, ¿no
... lo afectarán a largo plazo?
–Dado que el Sr. Ruskin fue inyectado con una aguja, también lo estamos
tratando por enfermedades contaminadas como el VIH y la hepatitis viral –.
–Doc–, habló el jefe de Jack. –¿Puedo hablar?– Él tomó el brazo del médico y
la alejó.
Pablo se dejó caer en la silla. No sabía cómo describir lo que sentía, cómo se
sentía. Él solo ... quería entrar a esa habitación. Quería ver a Shane. Quería
hacer algo más que sentarse allí, ser inútil, sentirse impotente.
–Oye.–
–¿Estás bien?–
Pablo resopló y apartó el toque de Jack. ¿Qué te parece, Jack? ¿Qué te hace
pensar que hay una opción además del infierno para no joder, no estoy
bien? –
El otro hombre se sentó a su lado. –Lo siento. Yo solo ... todavía estoy
procesando todo esto –.
Jack no rehuyó la mirada fulminante de Pablo. 'Lo sé.– Él torció sus manos en
su regazo. –Lo sé, ¿de acuerdo?–
–Caballeros.–
Pablo se congeló ante el sonido de la voz del jefe de Jack. Se dio la vuelta.
–¿Alguien quiere explicarme qué está pasando?– El hombre levantó una ceja
plateada y espesa. Cuando ni Pablo ni Jack hablaron, continuó: –Wellington,
tú y Ruskin nos han estado ocultando cosas–. Se acercó a Pablo. –Harold
Davenport es el nombre–.
–Sí señor.–
Davenport se alejó.
–Mira–. Jack se detuvo y suspiró. –Lo amo, ¿de acuerdo? Sí, sé que está
contigo, que te eligió, pero eso no hace que mis honorarios por él
desaparezcan. Eso no borra lo que siento –.
–¿Lo has intentado?– Pablo se acercó a él, enfrentándose a él. Los ojos de
Jack se abrieron. –¿Lo intentaste o crees que de alguna manera lo que
tenemos no durará y tendrás la oportunidad de lanzarte?–
Pablo sonrió –Estás en lo correcto. No soy adecuado para él. Soy perfecto
para él Lo amo, como nunca pudiste. Y lo más importante, él me ama, como
nunca lo hizo –.
****
Como lo habían hecho desde el día en que llegaron, Rich y Heather llegaron
al anochecer y le llevaron comida. Después de un intercambio de abrazos, los
dejó para sentarse con Shane sedado. Finalmente tuvo la oportunidad de
visitar a un paciente un piso más arriba. Edgar Cahn había sobrevivido a la
cirugía, salió con gran éxito. Había tenido una bala alojada en el cuello,
peligrosamente cerca de su columna vertebral. Se arregló todo, y Pablo lo
había enraizado. Después de todo, necesitaba al hombre vivo.
Nadie lo interceptó. ¿No era eso como los malditos policías? Nunca en el
punto cuando deberían ser. Trabajó para él Entró en la habitación y
rápidamente se dirigió a la cama. Edgar yacía allí durmiendo. Pablo se quitó
el monitor de dedo y lo colocó en su propio dedo, luego acercó una silla. Un
golpe en la cara hizo que Edgar parpadeara y, cuando abrió la boca, Pablo
metió un calcetín dentro.
Los ojos azules de Edgar se enfocaron muy rápido. Se abrieron de par en par,
todos brillantes por el miedo.
–Espero que no creas que hemos terminado–. Pablo se sentó hacia adelante,
con los codos sobre las rodillas. Haciendo.–
–No tenemos mucho tiempo, pero pensé en pasar por aquí. Te diré cómo le
va a Shane.
–Umf. Umf.
–Así es, no sabes quién es–. Dio unas palmaditas en la mano de Edgar. 'Está
bien. Se llama Shane, es secreto de la DEA. Se rió cuando la cabeza de
Edgar rodó de lado a lado sobre la almohada. –Sí, DEA, y él es mi prometido–
. Hizo una pausa. –Sabes, no he tenido mucho tiempo para usar
esta palabra. Prometido. Me gusta.–
–Umm. Ungg –.
–Sugiero que cierres la trampa y me dejes hablar–, dijo en voz baja. –Tal
como está, estoy listo para reventar una nuez con mi necesidad de apagar tu
vida. No lo aceleremos, ¿eh? Prolonga esa mierda.
–¿Destrozar una nuez?– Se rió Pablo. –La idea de hacerte lo que le hiciste a
Shane me pone la polla dura–. Él se encogió de hombros. –Enfermo,
¿verdad? Pero lo suficientemente enfermo para ti. No me jodas a mí ni a los
míos, y no esperes agacharte y recibir tu recompensa. Metafóricamente,
hablando por supuesto. Estoy en una relación comprometida. Él me guiñó un
ojo.
Rich y Heather lo encontraron allí, dándole esa mirada que decía que Shane
todavía no estaba despierto. Los médicos lo habían quitado el sedante,
entonces ¿por qué le tomó tanto tiempo abrir los ojos?
–¿Estás seguro?–
Intentó abrir los ojos, pero sus pestañas se sentían pesadas, como si pesaran
una tonelada. No se moverían. El pánico se instaló y luchó. Sus pestañas
finalmente se levantaron en un pop, al menos en su mente. Se sintió aturdido
y su vista estaba un poco borrosa, pero distinguió la habitación.
–JP – Su voz era realmente el hilo de sonido más delgado, por lo que tomó
un poco de saliva, tragó e intentó de nuevo. –JP–
Shane frunció el ceño. ¿Qué fue eso? Pablo parecía feliz de verlo despierto, y
sin embargo había algo (precaución, vacilación) en sus ojos justo antes de
salir de la habitación. Shane se encogió de hombros y se concentró en por
qué estaba en el hospital. Lo que significaba Edgar y sus hombres se habían
divertido con él, ¿no? Y justo allí al final, habían hundido la guinda de
ese pastel jodido en sus venas. Su mente y cuerpo se rebelaron ante ese
recuerdo, y comenzó a sudar.
¿Qué significó eso? Shane miró de ella a Pablo. –¿Qué quieres decir? ¿Cuánto
tiempo llevo aquí?
–Diez días–. Pablo finalmente habló, con la cara en blanco. Pero Shane
escuchó la agonía en sus palabras y supo que su amante no estaba del todo
bien. Quería alcanzarlo, consolarlo porque sabía que Pablo no permitiría que
nadie más lo hiciera, pero no tenían privacidad, e incluso si lo hicieran ... el
otro hombre parecía estar manteniendo su distancia.
Jesucristo.
–Lo siento–. Tenía que decir eso, necesitaba expresar su dolor. –Lo siento
mucho.–
Shane miró la mano que Pablo le indicó y luego otra vez a su amante. –
¿Qué? ¡Santa mierda!– Había un anillo en su más fino, su dedo anular. Lo
miró fijamente, levantó su mano y miró un poco más.
–Tu anillo–. El tono de Pablo era muy serio cuando dijo: –Hice que Heather lo
entendiera. Es titanio, con un relleno de oro rosa.
–Fui con ese, pero también viene en platino si no te gusta el oro–. Dudó. –¿Te
gusta? Podemos cambiarlo si no lo haces.
–No, yo ... sí–. Prácticamente gritó las palabras. –Es ... es precioso–. Ahuecó la
cara de Pablo. –JP, me encanta–. No podía dejar de sonreír. Y moviendo su
dedo. Y comiéndose con los ojos las bonitas joyas.
El tragó. –Sí–, susurró. –Lo dice todo–. Miró a Pablo a los ojos, pensando que
nunca se había sentido tan cerca de él, y sin embargo, de alguna manera,
sintió que había algo allí, algo entre ellos, que Pablo estaba eligiendo no
poner en palabras.
–JP-–
****
Shane no vio a Pablo por mucho tiempo. Volvió a ver al médico, vio a la
enfermera que vino a darle su baño de esponja. Vio a Heather y Rich, pero no
vio a Pablo. Heather lo deleitó con las historias de que Pablo
nunca abandonó su cama, durmió en su habitación con él e incluso luchó
contra los poderes que le correspondían. Y, sin embargo, allí estaba,
despierto, finalmente, pero su amante no estaba por ningún lado.
Estudió sus rasgos en la escuela, trató de no revelar nada incluso mientras sus
entrañas se amotinaban. Era consciente de hasta dónde llegaría Pablo por él,
y no le importó lo que les pasó a Edgar y Kenneth después de lo que le
hicieron a él y a otros, pero no quería que todo volviera a morder a Pablo en
el culo.
–No me hagas eso otra vez–. Jack se apartó y lo miró, pero eso no ocultó el
miedo en sus ojos. –Estaba tan asustada por ti, Shane–.
–Lo sé y lo siento–.
–Bueno. Bien. Jack asintió y luego apartó la vista brevemente. Davenport sabe
de ti y Castillo. Estaba aquí cuando Castillo se nombró tu prometido.
–Pero él es ...– Jack apretó los labios. –Mató a Edgar Cahn y a uno de sus
hombres, ¿lo sabías?–
–No tienes pruebas, pero sabes que lo hizo. ¿Es eso así?–
¿Por qué no puedes abrir los ojos, Shane? ¿Por qué no ves que ir por ese
camino con Castillo solo te traerá angustia? Jack se arrodilló junto a la cama
de Shane. –Shane–. Tomó las manos de Shane entre las suyas. –Es un mal
hombre. Él es despiadado. No se puede redimir a alguien como él. Le gusta
mucho dibujar sangre. Sus ojos le rogaron a Shane que lo escuchara, que lo
escuchara. –¡Trató de matarme!–
Un mes. Jack esperó un mes. –Veo por qué lo hizo, por qué lo hizo. Yo
hubiera hecho lo mismo.–
Jack se tensó y luego se puso de pie. –¿Qué? ¿Estás del lado de él?
–Eres egoísta, ¿lo sabías?– Shane apretó los puños. –No puedo creer ...–
Sacudió la cabeza. –Un mes, Jack. ¿Dejaste que esos hijos de puta me tengan
durante un mes entero por qué? ¿Celos?–, Gritó. –¿Porque querías pegarle a
él, el hombre que crees que elegí sobre ti?–
–Jack, vamos–. Shane suspiró. Bajó la voz y continuó. –Nos separamos mucho
antes de conocerlo. Estábamos incluso más tiempo que eso. No hagas que
parezca que hice algo mal, como si te hubiera perjudicado de alguna
manera. Ya hemos terminado Ya hemos terminado.
–¿Así como así?– Jack sacudió la cabeza. –Pasé años contigo. Años. Ni
siquiera me diste una llave de tu lugar, pero él aparece y meses después,
¿qué estás haciendo en casa, casándote?
¿Y tú, Jack? Déjame decirte algo, ese hombre del que hablas, lo poseo. Él
curvó su mano izquierda sobre su pecho, sobre su corazón. –Cada centímetro
de él. ¿Las partes malas y las buenas? Los acepto. Él es mío y yo lo tengo–,
susurró. –Él me pertenece.–
–Te amo, Shay–, murmuró Jack contra sus labios. Alisó una mano sobre el
cabello de Shane la última vez. –Espero que puedas ser feliz. Lo creas o no,
quiero que seas feliz.
–El hombre detrás de ti me hace feliz–.
Jack volvió a mirar a Shane. –Puse una transferencia. Todavía no estoy seguro
de dónde, pero esta podría ser la última vez que nos veamos. El dolor
oscureció su expresión.
Shane parpadeó las lágrimas de sus ojos. –No lo lastimes, ¿de acuerdo?–
Shane acogió a su amante. Pablo estaba vestido con una delgada camiseta
gris de manga larga con cuello en V, el frente metido en sus jeans
oscuros. Su hebilla de cinturón de Nueva York era enorme y plateada y
brillaba cuando se movía. Llevaba el clásico rojo Reebok en sus pies. Se veía
bien, siempre lo hacía, pero también parecía cansado. Agotado, de verdad.
–¿Qué?–
–Me encanta que me conozcas tan bien. Que sabes lo que haría y no haría.
Pablo se inclinó hacia delante. –Sabes que Edgar y ese tipo de Kenneth no
iban a dejar que te lastimaran y simplemente se fueran, como si nada hubiera
pasado–.
–Sabes que iré a donde quiera que estés, siempre que llames. Cuando me
necesites.–
–Si.–
Sabes que vivo y respiro por ti. Que mi prioridad es usted, nosotros –.
–Si.–
Pablo hizo una pausa. –Quiero saber cuáles son sus prioridades–.
–Esta es la segunda vez que estoy aquí, viéndote pelear por tu vida, Shane–.
Pablo se levantó y pateó la silla a un lado, sin fuerza, pero tampoco gentil. –
No soy bueno en esto. No soy bueno solo para sentarme y rezar para que
seas mejor. Estoy seguro de que Dios siempre me ha lavado las manos, no
está escuchando mis oraciones –.
–Eres mi fuerza, Shane. Me haces fuerte. Pero tengo una debilidad–, dijo
Pablo suavemente. –Tú. Eres mi debilidad.–
–No me gusta tener miedo. No me gusta cómo me hace sentir, enfermo del
estómago, frío por todas partes. No me gusta sentirme impotente, incapaz de
hacer otra cosa que verte sufrir. No puedo hacerlo –.
–Algo tiene que cambiar–, dijo Pablo. –Observarte luchar por tu vida. Shane,
esa mierda me mata. Me mata por dentro y arremete, y no puedo
controlarme. No puedo obtener un control sobre mí. No me gusta quien soy
en ese momento. Tengo miedo de quién soy cuando tengo miedo por ti. Tú,
me haces tener miedo.
–JP–
–De la forma en que te amo–, gruñó Pablo. –Shane, la forma en que te amo
... no hay forma de lidiar con ese miedo, excepto hacer que alguien más lo
sienta. Tú lastimaste y yo lastimé a alguien. Porque eso es lo que hago. Eso es
lo que soy. Yo solo ... te quiero a salvo. Te quiero feliz. Te quiero –- olisqueó -
– Te quiero vivo –.
–Lo estoy–, susurró Shane. –Estoy aquí–. Levantó ambos brazos y los abrió de
par en par. –Estoy aquí por tu culpa. Confié en ti para cuidarme, para
protegerme sin importar qué. Cueste lo que cueste, y sabía que lo harías. Las
lágrimas nublaron sus ojos cuando miró a Pablo. –JP, sabía que vendrías por
mí. Siempre lo haces.–
–Yo siempre.–
–Entonces ven aquí,– rogó Shane. –Abrázame como quieras. Tócame como
quiero que lo hagas.
Shane se sentó en la cama con un suspiro. Tres noches seguidas. Tres noches
se había despertado para encontrar el espacio a su lado vacío, frío. Tres
noches y esta fue la última vez. Balanceó las piernas sobre el costado de la
cama y miró el reloj digital que tenía a su lado.
Todavía tenían que esperar su segunda prueba de VIH, y Shane hizo todo lo
posible para no pensar en eso y en lo que podría significar si las cosas no
salían bien. No podía permitirse asumir lo que sí. Aun así, buscó en los
cajones buscando un condón perdido. Tendrían que tomar precauciones. Su
vida, y la del hombre que amaba, estaba en grave peligro.
Jodido Edgar. Ese bastardo tuvo suerte de que Pablo lo atrapara
primero. Shane lanzó un gran suspiro cuando encontró un condón en la
parte posterior de su calcetín. Después de tomar el lubricante de la mesita de
noche, vestido solo con calzoncillos negros, se dirigió a la sala de estar.
–Te toque.–
–Sí, pero no me tocas –. Shane tocó la cabeza de Pablo. –Dime qué está
pasando.–
Shane se arrodilló y puso una mano sobre el muslo de Pablo. –No son solo
pesadillas si te están ocultando de mí. ¿Por qué has mantenido tu distancia?
–Yo solo… quiero tocarte, por supuesto que sí. Quiero hacerte el amor, pero
lo más importante, no quiero lastimarte –.
–Quiero que duela–. Shane ahuecó la mandíbula de Pablo. –Quiero que duela
si nos da placer. Si incluye que me toques, que me abraces, entonces
agradezco el dolor.
–Maldita sea, niño bonito–. Pablo lo tocó, temblando los dedos en la nuca de
Shane. Suave, pero la yema de los dedos de su amante era áspera, y Shane
se estremeció ante ese contacto. Su cuerpo cobró vida por ello. Lo había
anhelado y, maldita sea, lo estaba obteniendo.
Pablo parpadeó hacia él, las pestañas oscuras se deslizaron hacia abajo y
luego se levantaron. –Estoy buscando.–
–Me tienes. Nunca tienes que rogar.– Pablo lo jaló cerca, enterró su rostro en
la garganta de Shane. –Nunca tienes que rogar–.
Pablo capturó su mano y besó sus nudillos. Besó el anillo. –Usted está.–
Solo besos. Solo besos. Pequeñas picaduras, pellizcos duros y lengua. Golpes
de lengua ásperos y carnales, sobre sus dientes y encías, ambos
retorciéndose, luchando. Shane gimió en la boca de Pablo. Soltando el
hombro de Pablo, ahuecó su mandíbula, lo sostuvo y rodó sus caderas
lentamente, trabajando sobre la polla de Pablo, cubierta por la ropa.
Entonces la derecha.
Shane soltó los labios de Pablo con un sonido húmedo. –Joder–. La boca de
Pablo estaba húmeda, los labios hinchados y brillantes. – Desvístete –. Shane
se retiró, se levantó y Pablo se quitó el golpeador de la esposa y lo tiró a un
lado. Luego pateó los pantalones de pijama.
–Mierda.–
Pablo se rio contra su piel. –Lo querías–. Se detuvo el tiempo suficiente para
mirar a Shane. –Te lo estoy dando–. Enterró la cara en la ingle de Shane,
inhalando ruidosamente. –La forma en que hueles–. Hizo un sonido
inarticulado. –Perdí esa mierda–.
Pablo se echó hacia atrás hasta que sus miradas se encontraron. Él ahuecó las
bolas de Shane. –No hay nada que esté dispuesto a dejar que se interponga
entre nosotros. Nada. Él bajó la cabeza y tragó a Shane.
–Oh. Oh, Dios. Shane tuvo que agarrar los hombros de Pablo para evitar
caerse. –Joder, JP –. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, chocando con
la boca caliente de Pablo. El gesto que acaba de hacer su amante. Eso
significaba más que nada. Más de lo que podía expresar, y la magnitud de
cuánto lo amaba el hombre de rodillas golpeó a Shane. Todo volumen. En la
cara. Le ardían los ojos.
Amor. Una palabra tan simple y, sin embargo, tan jodidamente profunda lo
que hizo que los hombres hicieran. Cómo hizo sentir a los hombres. Perdido
y, sin embargo, encontrado. A la deriva, pero anclado. Shane se apartó de
Pablo. –Siéntate–. Su voz era ronca, gutural. –Te estoy montando–.
Pablo se lamió los labios, recogió el lubricante y se arrastró hacia atrás hasta
que estuvo nuevamente en el sofá. Abrió las piernas y miró a Shane a través
de sus pestañas.
Pablo lo miró con las pupilas dilatadas, las fosas nasales dilatadas, los labios
magullados e hinchados. –Shane–. Agonía sangró de esa palabra, el nombre
de Shane. Agradable agonía, Shane lo sabía. Él lo reconoció.
No se movió excepto para besar la nariz de Pablo. –Extrañaba esto todos los
días que me había ido. Extrañé tu sensación, tu toque en mi piel. Shane
agarró la mano de Pablo y se la llevó a la garganta, luego la arrastró por el
frente, el pecho y los abdominales, hasta justo por encima de la ingle. –
Extrañé tus manos, cómo me sostienen, cómo me tocan, con tanta reverencia
todo el tiempo. Como si no pudieras creer que me tocas en absoluto.
–Me encanta tocarte–, respondió Pablo con voz ronca. –Es mi cosa favorita–.
–Esas manos me protegen–, susurró Shane. –Me salvan. Son una de mis
partes favoritas de ti. Luego se movió, se relajó y luego se hundió lentamente,
sus labios se posaron sobre los de Pablo. Menos de un aliento los separó.
–Me refería a cada palabra–. Shane entrelazó sus manos alrededor del cuello
de Pablo y se recostó hasta que sus miradas se encontraron. –Soy dueño de ti
y ya me has reclamado–.
–Toda la razón.–
Pablo usó su agarre sobre el cabello de Shane para tirar de su cabeza hacia
atrás, más exposición para su garganta. Y usó sus dientes y lengua para
destrozar a Shane, para desentrañar cualquier control que le quedara. Lo
dejó todo en el camino y se perdió en el placer que chispeaba por sus
venas. Se sumergió en el olor y la sensación del hombre que amaba,
agradecido de haber tenido otra oportunidad.
–Tú–. Shane lo montó con fuerza. Muy difícil. –Es tuyo. Todo tuyo. Se pasó las
uñas por la espalda de Pablo. –Joder, tómalo, es tuyo–.
Sus gritos se elevaron más y más, haciendo eco, mezclándose con los
gruñidos de Pablo.
Y Pablo le dio más, más polla, cavando profundamente, jodiéndolo hasta que
los dientes de Shane se sacudieron, hasta que el sudor le quemó los ojos,
hasta que su trasero ardió con el fuego más asombroso. Y luego llegó la
parte que más amaba, cuando su amante lo besó, con la lengua lo
suficientemente profunda como para que Shane se ahogara, y se vino. El
sonido más dulce dejó a Pablo, contento, saciedad y tal vez incluso una pizca
de pesar de que tenía que terminar.
Su hombre lo besó, esta vez con suaves besos en toda la cara. –Te amo.–
Shane agarró a Pablo con fuerza. –Yo también te amo–, susurró contra la piel
manchada de sudor de Pablo. –Recuerdo esa mañana en Brooklyn
cuando me dejaste ir. Recuerdo ese sentimiento sin esperanza. Recuerdo
haberme preguntado cómo alguna vez me libraría del dolor en mi pecho. O
cómo te superaría alguna vez.
Los brazos de Pablo se apretaron a su alrededor. –Nunca volverías a estar
indefenso–. Era una promesa. Un decreto Shane lo creyó. Con cada hueso de
su cuerpo.
****
La reunión con su jefe fue como Shane esperaba. Cinco minutos después
estaba fuera. Querían saber detalles de su vida personal, ¿cuándo
se reunieron él y Castillo? ¿Cuándo se consuma la relación? Y no tenía nada
de eso. Entonces le entregaron una suspensión mientras revisaban su
conducta.
El esperaba eso. Así que no dejó que le molestara. Verían que no hizo nada
malo. Mientras tanto, tuvo que terminar el tiempo con su hombre y mirar
casas. También volvería a evaluar sus opciones, en caso de que sus
supervisores lo encontraran culpable de alguna mierda. Sabía con seguridad
que había terminado con el trabajo encubierto. No podía hacer pasar a Pablo
ni a él por tercera vez. Tal vez algo detrás de un escritorio, empujando
papel. Cualquier cosa que lo llevara a casa al final del día.
Dos pares de ojos se centraron en él, brillantes por láser. Una cara la
reconoció. Mierda.
–¿Shane Ruskin?–, Preguntó un chico familiar con una ceja levantada. Latino,
ese. Piel como la de Pablo. Los tatuajes no estaban bien escondidos, Shane
todavía los vislumbraba y él lo sabía.
–¿Qué, qué estás haciendo aquí?– ¿No se suponía que el tipo estaba
escondido, en un agujero, en alguna parte?
–Uh. No, él es ... Shane parpadeó. —Fue a una matiné con mi cuñada y mi
sobrina. Miró su reloj. –Debería estar en casa pronto–.
–Bueno.–
–¿Y qué? ¿Ustedes quieren esperar aquí en el pasillo para que JP llegue a
casa, o se van a mudar para que pueda abrir la puerta?–
Gabe tiró de Rafe a un lado. –Muévete, bebé. Deje que el hombre entre en su
casa. Sus ojos bailaron.
Shane los ignoró y abrió la puerta, luego entró y les indicó que
entraran. Cuando cerró la puerta, Rafe se volvió para mirarlo.
Gabe tiró de Rafe a su lado en el sofá. –Amenazó con dispararme, así que
calma tu trasero. Sabes que no te querré con agujeros de bala.
–Pero ...– Rafe levantó un dedo. –Si te fijas, también nos llamó felices, policía–
.
–Bueno, lo estamos–.
Rafe asintió con la cabeza. –Cierto –.
–Tu gente. Rafe y Gabe. Están en la sala de estar y amenacé con dispararles.
–Los tres seguimos vivos, así que todo está bien por ahora–. Miró hacia la
puerta del dormitorio. –Lleva tu trasero a casa ahora–.
'Veinte minutos.–
–Su nombre es Pablo para ti–, gruñó Shane. –Soy el único que permite el uso
de ese nombre. Y para tranquilizarlo. Amo a mi hombre. Estoy enamorado de
Juan Pablo Castillo. Me trata bien y yo hago lo mismo. Ahora ustedes dos,
cállate.
–Ooh–. Gabe se inclinó sobre Rafe para ver más de cerca. –Es bonito. ¿Por
qué el mío no es tan bonito?
–Nah–. Gabe sacudió la cabeza y besó la frente de Rafe. –Soy parcial con mi
anillo–. Él asintió con la cabeza a Shane. –Se ve bien. ¿Ustedes lo harán
oficial?
–Demonios sí.–
–Es una mierda–, dijo Rafe. –Pero podemos intentarlo–. Le sonrió a Shane,
una amplia sonrisa que llegó a sus ojos, haciéndolos brillar. –Bienvenido a
nuestra familia, Agente Ruskin–.
–Sí, lo que dijo–. Gabe sonrió. –Fue agradable verte realmente tratar de no
dispararnos –.
–Realmente no.–
– Amigo, deja de jugar cara de beso con tu hombre y ven a saludar–. Rafe se
acercó a ellos con una sonrisa.
¿Lo sabía él? ¿Había sabido alguna vez cómo se sentía Pablo acerca de su
esposo? No lo parecía, porque Gabe estaba sonriendo, su expresión
abierta. No hay angustia ni censura allí. Él confiaba en su hombre y en Shane,
confiaba en el suyo.
Todos vitorearon.
–Me gustan–. Shane se alzó sobre los codos. –Están enamorados, son felices
y me aceptan en tu vida–.
–Lo sé–. Shane besó su frente. –Pero significa mucho. Y ahora tenemos
amigos, cómo nos conocen, todas las cosas desordenadas y no les importa,
porque la de ellos es igual de jodida –.
Pablo rio. –Buen punto–. Se puso serio. –No me has dicho cómo te sientes al
ser suspendido. ¿Qué vas a hacer si pierdes tu trabajo? Sabía cuánto le
encantaba a Shane estar en la DEA.
–No lo sé–. Shane se encogió de hombros. –Esto es lo que sé, quiero pasar
todo el tiempo que pueda contigo. Comprando una casa. Conseguir ese auto
que sigues posponiendo–.
–Muchos planes–. Pablo rodó hasta que estuvo encima de Shane. Miró a los
ojos de su amante, abiertos y llenos de cosas habladas y no dichas. Sin
embargo, eso no significaba que no los conocía. No quería decir que no los
sintiera cuando Shane le pasó una mano por la espalda.
–Muchos planes. Tenemos un futuro por planear. Shane tomó la nuca de
Pablo y tiró de él hacia abajo hasta que sus labios se tocaron. –Mucho amor
para hacer–. Separó los muslos.
Pablo se acurrucó entre ellos con una sonrisa y rodó las caderas. –Mucho–.
Besó a Shane, diciéndole con cada golpe de su lengua lo mucho que lo
amaba un chico bonito. Agradeciéndole por venir y salvarlo muy día.
Fin