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DADDY ISSUES

bomerauhl
Descripción

"La gerontofilia se produce cuando tu subconsciente busca desesperadamente un hombre que reemplace y
satisfaga sexualmente a la figura paterna que te falló cuando eras solo una niña. No estás enferma, pequeña,
no tienes que sentirte culpable por el hecho de te gusten los hombres mayores, sólo sufres de 《Daddy
issues》"

Sinopsis

Justin Bieber cuando empuñaba un arma cambiaba completamente.

Cuando apuntaba a una persona, ni la miraba.

Cuando se reunía con sus compañeros, prefería mantenerse al margen.

Cuando se reunía con su socia y compañera, Nadine, se relajaba y era hasta amable.

Y solamente cuando la tenía enfrente a ella, se ablandaba a tal punto de romperse.

Cuando Mel era una niña pequeña, fue abusada sexualmente, golpeada y mutilada a tal punto de causarle un
trauma bastante fuerte a tan poca edad. Justin Bieber se hizo cargo de Melina al sentir que la destrucción de
Mel fue su culpa.

Su mayor obsesión va a ser traerle la paz y la calma a Mel descubriendo quién pudo hacerle esa atrocidad a
una pequeña niña de 10 años.

¿Quién?

¿Y por qué justamente a ella?

Pero Justin tiene que proteger su alma, tiene miles de asesinatos encima de sus hombros como para aguantar
que Mel pase a ser parte de esa lista:

Melina era su cura,

Justin era su enfermedad.

Ella lo estaba salvando.

Él... La estaba matando.

Pero, ¿es posible llevar la paz y a la calma a una casa rota y después de ocho años?
Problema 1

Violaciones y mutilación.

Mel había desaparecido.

Esa misma noche los vecinos hicieron redadas que duraron día y noche. Colgaron fotos suyas y dieron el grito al cielo
con el propósito de encontrarla. Los días siguientes se unieron la policía y los poblados cercanos.

Buscaron en el bosque, en la montaña, en los ríos...

Pero fue inútil.

A Melina se la había tragado la tierra.

Nadie supo qué había sido de Melina y por qué había desaparecido tan abruptamente. Era sólo una cría cuando
desapareció.

Fue de un segundo a otro: habían asesinado a su familia en sus narices, en Navidad, cuando estaban todos reunidos.
Los vecinos la acogieron y la arroparon en sus hogares para que no se sintiera sola, pero de un momento a otro había
desaparecido.

Melina estaba siendo golpeada en una pequeña cabaña a miles de kilómetros del pueblo.

Ni siquiera sabe cómo llegó hasta ahí. Ni siquiera sabe quién era el tipo que la estaba golpeando. Melina gritaba
tratando de librarse... Pero era inútil. Era completamente inútil.

El tipo era demasiado grande y fuerte como para que ella pudiese siquiera escapar. Para ella, su destino ya estaba
escrito: iba a morir esa noche.

Entonces, en un arranque de negación ante la muerte, Mel consiguió liberarse y empezar a correr. Chocó contra la
puerta y trató de abrirla, pero no pudo. Casi se rompió los dedos tratando de forzarla.

Mientras ella trataba desesperadamente abrir la puerta, llena de lágrimas, jadeos y pánico, el tipo la cubrió con una
sábana llevándola a la fuerza y casi ahogándola.

No entiende cómo es que no murió asfixiada... El sujeto la tiró al suelo todavía cubierta con la sabana. Más tarde supo
que fue un cordón de zapatos lo que colocó en su cuello para que la sábana no se moviera.

"Ya está" pensó convencida, "voy a morir".

Con lo hermoso que sería dejar una muerte memorable, en vez de eso, dejaba una ola de incertidumbre en un mar de
olvido.

Se dio que cuenta que cuanto más gritaba, más luchaba... La sensación de asfixia era muchísimo peor.

En el suelo, el sujeto la pateó hasta que llegó a la pared. Él se agachó y la tomó de la cabeza con fuerza, pegándola a
pared. Podía casi sentir en carnes propias el agobio, la asfixia que provocaba estar en esa situación.

No entiende cómo es que no se desmayó.

Después, el sujeto tomó la cintura de ella, acomodándola boca abajo para abusar de ella. Mel gritó. Gritó tan fuerte
sintiendo que se ahogaba con su propio aliento. Sus gritos, esos gritos de niña pequeña, esos gritos tan agudos y tan
aterradores...

El sujeto la violó mientras que Mel luchaba para no morir ahogada... Se quejó, gritó, pero nada dio resultado.

Nada pudo salvarla.


Cuando el atacante paró... Mel fue consciente del dolor. Era solo una cría cuando había pasado eso. Su cuerpo era el
de una niña y un hombre lo había manchado y reventado.

Mel por fin se quedó quieta, todavía pegada a la pared. Sentía que se ahogaba pero al menos ya había parado...
¿Verdad?

No, Mel, ojalá yo hubiera estado unos minutos antes para salvarte.

De pronto, para alivio de Mel, el atacante le quitó las sábanas dejándola tomar un respiro. Por fin. Por fin podía
respirar.

El aire fue tan fresco que el dolor de cabeza de Mel disminuyó considerablemente. Pudo ver su cara, y la recordaba
perfectamente.

Pero no había acabado.

—Si no vas a ser mía, pequeña Mel... No vas a ser de nadie.

Pero no iba a matarla.

Peor.

Iba a condenarla eternamente.

La giró bruscamente quedando sus manos atrapadas en su espalda, sin poder moverse, el tipo ató sus tobillos.

Y lo demás fue muy confuso:

—Yo soy tu único hombre, Mel —dijo el hombre con una sonrisa aterradora—. Si no es conmigo, no será con nadie.
Se sentó sobre sus piernas abriéndolas, apartando las braguitas con dibujitos de cachorritos para mutilarla.

Era todo muy confuso.

Con una navaja, fue hacia la vagina de Mel, y trató de mutilarla. Recuerda escucharla gritar...

Nadine y Justin saltaron literalmente de su coche para socorrer a Mel al escuchar sus gritos.

El sujeto al escuchar a los que venían, se fue... Dejándola con grandes heridas, desangrándose.

Hay lagunas mentales.

Está todo borroso. Recuerda entrar con ira apuntando con su pistola a todos lados, buscando un culpable y al ver la
escena, horrorizarse profundamente.

Después, recuerda que Nadine le quitó las bragas y con una camiseta hacerle un torniquete para llevarla al hospital.

Después, recuerda verse al espejo con las manos ensangrentadas y las bragas de Mel en la mano. Las lava intentando
quitarles toda la mancha. ¿Quién puede hacerle esta atrocidad a una niña?

Llora, llora mirándose al espejo mirando que el agua se mezclaba con la sangre perdiéndose en el desagüe.

Ira. Tanta ira que destroza el espejo con el puño. Un susurro recorre su columna vertebral:

Melina.

Sangre. Se mezcla su sangre con la de Melina. Manchada. Oscura... ¿Quién pudo hacerle eso a Melina?

¿Quién?

¿Por qué?

Justin Bieber se despierta con un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.


Respira pesadamente mirando a todos lados tratando de asimilar su pesadilla más recurrente. Con la mano se quita el
sudor de la frente y trata de calmar su respiración.

Mira a un lado, ahí está Melina dormida. Duerme profundamente sin darle la espalda... Se veía tan serena cuando
dormía... Ojalá pudiera estar así todos los días de su vida.

Justin sonríe levemente y se acerca para darle un beso en la frente. Pero el maldito sueño no dejaba de cruzar por su
cabeza. Se levanta para tomar una ducha rápida y poder llegar a tiempo al "trabajo".

Su trabajo no era un trabajo como tal. Sino que él había sido sicario... Sí, un poco cruel. Pero en su defensa tenía que
decir que era un justiciero: mataba al malo para beneficiar al bueno.

Detestaba las injusticias, los robos, las mentiras y al ver que como activista no pudo hacer nada... Se pasó al lado
oscuro.

Vivía con Mel desde hace un tiempo ya. Desde aquel terrible día en el que Justin cometió el peor error de su vida.

Él era un asesino a sueldo, así que los remordimientos estaban aparcados en su subconsciente, pero fue inevitable que
el mayor remordimiento de su vida le hiciese compañía todos los días al lado de Melina.

Justin Bieber después de tomar una ducha, se viste, le prepara el desayuno a Mel, vuelve a verla para asegurarse de
que está bien y se marcha en su moto.

No llevaba una moto para hacerse con la imagen del típico chico malo adolescente. Eso era ridículo en un hombre de
su edad, además ellos usaban las motos para llamar la atención y él necesitaba pasar desapercibido todo el tiempo... Si
usaba una moto, era para evitar el tráfico ya que, como siempre llegaba tarde, necesitaba al menos algo rápido.

Su trabajo consistía en asistir a homicidios ya que se dieron cuenta que él valía más en una oficina gubernamental que
en la cárcel. Así que después de asesinatos, extorsión, secuestro y demás, a Justin se le impuso una libertad con cargos
que tendría que pagar haciendo servicio comunitario, es decir, ayudando a la policía. Con una sola condición: no
puede abandonar la ciudad por ningún motivo ni ninguna circunstancia.

Para su control, tenía una molesta pulsera rastreadora atada al tobillo. Era un sujeto peligroso y tenía que estar
controlado todo el tiempo.

Evadiendo el tráfico, llega a las oficinas. No saluda a nadie, sino que va directamente al comedor para meter un té rojo
en un vaso desechable de café.

Va a la oficina que le fue asignada sin llamar mucho la atención, tomando sorbo a sorbo el hirviente té. En su cabeza
no dejan de pasar las imágenes de Melina gritando, luchando, muriendo por sobrevivir.

Entra a la oficina dejando sus llaves, su casco y sus guantes en un mueble. Mira a Nadine, su socia. Nadine y él
llevaban décadas juntos en el negocio, ella le conseguía a los jefes y él se ofrecía de matón. Asesinaron y robaron
tantas veces juntos que el vínculo que los unía, era irrompible.

—Buenos días —murmura Nadine desde la mesa central con un montón de fotos esparcidas ocupando toda la
superficie—. Llegas tarde.

—Primicia —hizo los ojos en blanco—. ¿Qué tal estás? —se acercó acariciando su brazo y mirándola.

Nadine era un poco menor que él, pero era como una diosa atemporal. Aparentaba 22 años. Sin duda Nefertiti fue así
de bella como Nadine.

—Bien... Me he drogado para poder dormir. ¿Y tú? ¿Melina ha dormido contigo?


Típica pregunta diaria.

Claro que sí. Llevaban ocho años durmiendo en la misma cama, y la pregunta era tan frustrante porque no había
progresos en la salud mental de Melina.

—Sí. Ella ha dormido bien, pero yo no... He tenido la misma pesadilla.

— ¿La de aquel día?

—Sí... Es como si yo fuera Melina y pudiera ver la cara del tipo golpeándola... Es bastante perturbador para mí.

—Pero Justin —suspiró Nadine—. No conocemos la historia... Melina en su momento habló muy poco de lo
sucedido. Lo demás te lo has inventando tú, es tu versión de la historia, lo que tú interpretas de ella.

Justin suspiró bebiendo de un solo trago todo el té. Se quemó la lengua y la garganta pero lo agradeció. Así podría
tener al menos una excusa si se ponía a llorar.

—Lo sé, Nadine. No pierdo la esperanza con que Melina algún día hable...

—Pero si no te deja ni que la toques.

Es verdad, Melina era súper arisca con todo el mundo. Además de miles de comportamientos extraños, dormía con
Justin pero nunca lo había dejado que la tocara.

—Justin —suspiró Nadine—. Han pasado ocho años. Has pasado ocho años obsesionado con lo mismo. ¿Por qué no
mejor lo aceptamos los tres, seguimos adelante y tratamos de sacar a Melina del trauma?

Justin se echó hacia atrás inmediatamente. Se quitó la chaqueta de cuero quedando en una camiseta blanca demasiado
ajustada. La idea de abandonar el caso de Melina, era inconcebible para él.

—Es un círculo vicioso —dijo Justin ignorando a Nadine, dándole la espalda para ver las fotografías—. Yo necesito
encontrar a ese sujeto para meterle un machete por el culo, así yo podré por fin disipar mis dudas y disipar mi
obsesión, por lo tanto, Melina podrá volver a ser una niña feliz el día que sepa que ese sujeto ya no vive más. Tengo
que encontrar a ese sujeto para que todos encontremos la paz. ¿Qué tenemos aquí?

Eran fotografías de un cadáver. Era un hombre de mediana edad, en la fotos hacía parecer que le habían disparado.

—Se llamaba Kyle Petersen, era un simple albañil.

—Si le han disparado a quemar ropa... Dudo que fuese tan simple —suspiró Justin—. ¿El cadáver está con el forense?

—Sí. Nos llamarán, por ahora tenemos que ir a su apartamento. No te olvides que a las cinco tenemos una sesión de
fotos, Justin —le advirtió Nadine.

Justin iba a salir de la oficina para buscar al jefe. Miró sus pies y suspiró volviendo sobre sus pasos:

—Nadine... ¿Podemos revisar el caso de Melina más tarde?

Nadine suspiró mirando a Justin.

—Por favor. Es muy importante para mí.

—Llevamos revisándolo todos los días durante ocho años.

—Eso no es cierto. No lo hemos revisado todos los días —Nadine se cruzó de brazos apoyando todo su peso en una
pierna—. Vale, pero no todos los días...

—El día que no lo hacemos, te pasas hablando de ello. Me tienes un poco harta, Justin.

Justin se relamió y los labios suspirando, giró su cuerpo para marcharse mirando al suelo. Ese era su día a día, tratar
de averiguar quién le hizo eso a Melina... Y sobre todo, por qué lo hizo.


—Qué día de mierda —suspiró Justin cayendo en el asiento copiloto de Nadine—. No hemos avanzado nada en
ninguno de los dos casos. ¿Somos unos fracasados?

—Sí, Justin, lo somos. Apuntábamos maneras antes, podíamos ser ricos antes.

—Lo somos —suspiró—. Lo somos. Tenemos dinero de sobra para vivir estas y nueve vidas más.

—Pero podríamos vivir doce. Creo que te equivocaste al entregarte a la policía.

Justin se entregó porque era imposible para él seguir huyendo con Mel a costas. Melina tenía un trauma enorme, y
salir para Mel estaba prohibido, ¿Cómo iba a huir con ella si no podía huir?

Así que se entregó con tal de darle una buena vida. Al caer él, cayó Nadine. Ambos fueron a prisión pero de más una
transición del crimen armado a imponer la ley... Armado.

Haría lo que hiciera falta para recuperar a la niña que solía ser Melina.

—No me equivoqué. Quería lo mejor para Mel.

— ¡Pero si ha empeorado! —exclamó Nadine—. Ahora no sale, no habla, se pega a la pared y usa tres pares de bragas
mientras alucina dibujando como posesa.

—No te dirijas a Mel de esa manera, Nadine.

—Joder. Es que estoy harta ya. Estoy harta de Mel y su comportamiento, de ti y tu obsesión, estoy harta de que
revisemos el caso todos los días de nuestra vida y encontrar callejones sin salida.

—Es que... Algo se nos escapa —murmuró—. Algo se nos escapa porque es imposible que... Es imposible que haya
desaparecido. Tengo tantas preguntas y tanto Mel como yo, necesitamos la respuesta.

Nadine suspiró abriendo la ventanilla del coche para poder respirar. Justin miraba afuera del coche, de un sitio a otro,
muy triste.

—Si quieres ayudar a Melina, fuérzala a salir, fuérzala a comportarse como un ser humano normal.

Justin miró a Nadine parpadeando varias veces.

— ¿Estás hablando en serio?

—Claro.

— ¿Me estás diciendo que Melina fue forzada a algo que le hizo daño y yo para aliviar ese daño tengo que forzar lo
que le hace daño?

—Piensa que Melina fue forzada al trauma. No esperes a que se salga sola de ese trauma.

Justin volvió a ver a la calle para mirar a la gente. Miraba a padres con sus pequeñas hijas, llevándolas de la mano
para volver a casa...

—Quiero ser el padre que Melina nunca tuvo. Y no voy a forzarla a salir del sitio donde se siente segura.

— ¡No se siente segura! ¡Lo está pasando muy mal! —jadeó—. ¿Tú la has visto? Se pasa el día pegada a la pared, es
incapaz de levantarse a ir al baño por el miedo que le da que alguien la ataque por detrás, ¿Es esa vida? Justin, crees
que la estás protegiendo pero estás alimentando su locura.
Suspiró suavemente y tragó con fuerza. Miró a Nadine. Ella seguía conduciendo sin apartar la vista de la autopista.

— ¿Crees que lo estoy haciendo mal?

—No he dicho eso. Eres muy amable con él, eres muy bueno con ella... Pero no es suficiente si quieres conseguir que
sea feliz.

—Ahora tengo ganas de ir a casa —suspiró Justin.

—Pues hasta que salgamos de la sesión de fotos... Nada de nada.

Quería ver a Mel ahora, aunque sea para darle un abrazo... O forzarla a que le dé un abrazo.

Justin estaba en el escritorio con todas las pruebas del caso de Melina. Eran muy pocas. Pero la más importante era sin
duda el retrato que habían hecho del sujeto.

Fue a las horas de la cirugía de Melina. Ella estaba anestesiada y empezó a describirle el sujeto a Justin. Él lo dibujó,
su mano zurda era hábil para los retratos, y al acabar de hacerlo guardó ese papel con su vida, era la pista más cercana
y más genuina del caso. Ahora, después de ocho años, el papel podría estar dañado pero Justin mandó a plastificarlo y
hacer copias masivas del papel, conservando él la original.

Con el papel entre los dedos, su vista se desliza con suavidad a sus nudillos. Tiene un millar de cicatrices y no por
golpear a alguien... Sino que por el espejo roto.

Todavía puede verse reflejado, y ante la ira y la impotencia, revienta de un golpe el cristal. Se mira. Deformado. En
una mano su sangre, en otra la de Melina.

Vuelve a realidad cuando Nadine irrumpe en la habitación. Sube la cabeza y parpadea varias veces.

— ¿Te encuentras bien? Te noto pálido. Y estás sudando.

—Estoy bien, solo quiero volver a casa.

—Saldremos dentro de poco al estudio. Tienes que maquillar esas ojeras y este grano —le dijo Nadine sonriendo—.
¿Un adulto con acné?

—Salen por estrés. Deja de molestarme.

—Estás muy sensible hoy.


—Oye —la interrumpió abruptamente—. Estaba mirando esto —le enseñó la factura de la luz de la cabaña
abandonada—. Se pagó por tres meses, y justamente cuando estaba a punto de llegar esa noche, se dejó de pagar.
Tocaba pagarla al día siguiente, y no lo hicieron.

—Justin, ya hemos visto eso miles de veces. Se dejó de pagar porque alguien violó a una chica ahí. Es lógico que la
dueña no quiera saber nada. Y más, te recuerdo que tú insististe en comprarla.

Es verdad, Justin había pagado una cantidad exorbitante para comprar la cabaña y así que nadie tocara la escena del
crimen.

Esa cabaña no había sido tocada durante ocho años.

—Estás dando palos de ciego —dijo Nadine—. Relájate y despeja de tu mente, Justin. Vas a ver que todo va a ir bien.

Después de la sesión de fotos, bastante agotadora, Justin volvió a casa corriendo.

Al entrar, estaba todo en completo silencio. Caminó con suavidad, con mucha parsimonia, sus pasos se oían así que
Mel podría estar tranquila.

— ¿Melina? —la llamó.

Al pasar por la cocina, vio que en el suelo estaban destrozados un plato y un vaso, el tenedor estaba por ahí.

Entró en pánico. Entró en tal pánico que corrió hasta llegar a la habitación.

Ahí estaba Mel. Suspiró de alivio apoyándose en el marco de la puerta.

—Dios mío, Mel. Que susto me has dado.

Mel estaba como siempre en una esquina de la habitación, con la espalda pegada a la pared. Mientras miraba al suelo
sin mirarlo a él.

—Tra... Traté de lavar los platos, lo juro. Pe... Pero...

—Vale, vale, no pasa nada, Mel. No pasa absolutamente nada, lo puedo seguir haciendo yo.
Justin se arrodilló enfrente de ella sonriendo ampliamente. Acercó su mano a ella pero se alejó bruscamente haciendo
que Justin se quedara con la mano en el aire.

La vida de Melina era muy dura.

Dormía pegada a la pared, sin darle la espalda. Al levantarse, Justin abría la ventana, ella la cerraba. Sentada en la
cama, la arreglaba tomándose su tiempo ya que era casi imposible estar ella sentada y que la cama quedara bien.

Pero ella lo intentaba. Trataba de ser útil.

Ir a la ducha, era un suplicio diario. Tomaba todo el valor del mundo y corría hacia el baño para cerrarlo con llave y
pegarse inmediatamente a la pared.

Y no se desnudaba. Era incapaz de ver su cuerpo después de que lo destrozaran o el hecho de quitarse la ropa, la hacía
mil veces más vulnerable.

— ¿Has cenado? —preguntó Justin.

—No.

— ¿Quieres que te haga algo? Podría cocinar lo que quieras para ti. Y hasta si quieres, me encantaría que me ayudaras.

A Mel le encantaría. Le encantaría poder levantarse de ahí y hacer algo útil. Pero cuando lo intentaba, se le hacía un
nudo en la garganta, lloraba, se ponía muy nerviosa, tenía mariposas en el estómago, tenía ataques de ansiedad... Así
que se detenía para no sufrir.

—No puedo —murmuró queriendo llorar.

—No, no, Mel. No llores por favor, no pasa nada, ya voy yo solo.

Dios, quería hasta que en cierta medida Justin la forzara llevándola a la cocina y plantándola ahí, pero Justin era muy
débil con ella, y cuando se ponía a llorar, la dejaba en paz.

Justin se fue a cocinar y Mel se quedó sola otra vez.

Maldita soledad, maldita puta soledad. No le gustaba estar sola sin hacer nada pero es que no podía hacer otra cosa.
Dios, Justin. Ayúdame por favor. Necesito... Necesito ayuda.

Justin estaba en la cocina recogiendo los pedazos de cristal... Probablemente Nadine tuviera razón y tiene que darle un
empujoncito a Melina.

Empezaría esta noche.

En la cama.

Tenía que hacerse la idea de que aunque Mel pareciera muy frágil, no se iba a romper. Él no iba a romperla, iba a
unirla.
Problema 2. 

Contacto físico.



No podía ni mirarlo. Mel comía sin moverse de su sitio. Justin había tomado un pequeño taburete para sentarse
enfrente de ella y comer junto a ella, para que no se sintiera sola. 


—Y entonces, Nadine me dijo que nos habíamos equivocado de persona... Fue realmente vergonzoso para mí y para la
chica —sonrió Justin.


Parecía que Melina no le escuchaba, sino que miraba al suelo mientras masticaba en silencio. Era incapaz de
mantenerle la mirada, ni a él ni a Nadine.


— ¿Y tú? ¿Alguna vez te ha pasado algo vergonzoso? 


Mel soltó el tenedor en el plato y su rostro se arrugó en una expresión de auténtico llanto. Justin se dio cuenta de la
pregunta que le había hecho y después de dejar el plato en el suelo, se levantó como loco hacia ella para colocarse
enfrente de ella.


—Melina —dijo su nombre completo—. Lo siento mucho. No iba con la intención de hacerte daño... Sólo quería
hacer algo de conversación contigo. 


Silencio, Melina seguía sollozando suavemente.


—Mel... A veces me siento muy solo —susurró—. Tengo 40 años y siento que he desperdiciado mi vida en asesinar y
en servir a una fuerza mayor que yo no controlo. A veces me gustaría volver a casa y poder contarte mi día y que tú
me cuentes el tuyo, Mel.


Mel dejó de sollozar para ver fijamente hacia abajo. 


—Y si me permites dar mi opinión, no tienes absolutamente nada de lo que sentirte avergonzada —se levantó y la
miró desde arriba—. Eres una buena chica y aquello no fue para nada tu culpa. 


Justin se dio la vuelta para llegar a la cocina. Ahí, se apoyó al marco de la puerta y dijo en voz baja:


—No... No fue tu culpa —susurró—. Fue mi culpa. 


—


Por la noche, Justin se estaba lavando los dientes cuando miró su reflejo en el espejo. Fue como que la imagen se
deformó y se vio ahí hace unos ocho años, el espejo estaba roto... Y él tenía la sangre de Melina en su mano derecha, y
su sangre en la mano izquierda. Todos va por el desagüe, se mezclan, y se van juntas, para perderse. 


Justin vuelve a la realidad. Parpadea múltiples veces al ver que lo que se va por el desagüe es simple agua. 


Vuelve a mirarse y cierra los ojos para centrarse, pero ya es azotado por el vértigo, así que tiene que agarrarse al
lavamanos para estabilizarse. Le arde el pulso en la cabeza. Palpita una y otra vez... Puede oír el riego sanguíneo
pasando espeso por su cuerpo, por todo él. 


Toma una bocanada de aire y cierra los ojos cuando lo expulsa. Estás sudando a pesar de haberse duchado hace más de
media hora. 


Levanta la cabeza hacia Melina. Está con el ordenador. 


Bueno, eso estaba bien. Hace un par de años, le compró un ordenador para que pudiese utilizarlo a su gusto y
efectivamente, Mel lo usaba a diario. Ya que se sentía incapaz de moverse, siquiera dar la espalda a la casa, pues el
ordenador podía ser una ventana para que pudiera respirar. 


—Mel —la llamó—. Deja el ordenador, es muy tarde.


Justin frunció el ceño al ver que ella apuntaba algo con prisas en un papel. 


—Oye, ¿Te gustaría que te comprara un escritorio? Podrías ponerlo ahí con tu ordenador y tus dibujos. 


Melina subió la mirada hacia él, como siempre, alerta. Pero esta vez, se sonrojó levemente. Nunca le pedía nada a
Justin, quería estorbar lo menos posible y quería hacer algo útil con su vida pero había un muro que la rodeaba y cada
vez la aplastaba más, cada vez la hundía más. 


—Sí —susurró mirando al suelo—. Me gustaría. 

—Pues hecho. Mañana mismo lo traeré. ¿De qué color lo quieres? 


Mel negó con la cabeza curvando levemente los labios dando a entender que le era totalmente indiferente. 


—Genial. Y hasta si quieres... Podemos armarla juntos —sonrió amablemente haciendo que Mel bajara la mirada
inmediatamente. 

—Gracias —susurró. 


Entonces Mel, empezó a caminar pegada a la pared hasta llegar a la cama y acostarse con la espalda pegada a la
pared. 


Se cubrió con las mantas hasta la nariz y esperó a que Justin apagara las luces y se acostara también. 


Justin lo hizo. Arrastrando los pies fue hacia la luz y después hacia la cama. 


Cuando Mel cumplió quince años, él le quiso dar una habitación para ella, pero Mel se negó rotundamente diciendo
algo que rompió el corazón de Justin:


—La última vez que dormí sola... Me destrozaron. 


Y no dijo nada más, no hacían falta más detalles, era perfectamente entendible qué ocurría.


Justin se sentó en la cama y miró al suelo pensativo. Mel, desde atrás, veía los tatuajes de su espalda, observados
como si los hubiera hecho ayer. Justin se acostó y en la oscuridad, mirando al techo y oyendo la respiración debió de
Melina dijo: 


—Mel —susurró—. ¿Me dejas abrazarte? 


¿¡Qué!? 


Melina a penas lo miraba, en ocho años apenas sus manos se habían rozado por accidente un par de veces. ¿Ahora le
estaba pidiendo un abrazo?


Melina negó con la cabeza aterrada al pensar en el hecho de sentir las manos de un hombre encima. Pensar que iba a
estar tan cerca de él, que iba a sentir su olor y sentir su respiración la ponían histérica. Y también pensar que las manos
de Justin iban a sentir los destrozos que quedaban de su cuerpo... La ponía muy triste y muy nerviosa.


— ¿Por qué? 


Quería decirle todas las razones pero se había quedado paralizada. Un nudo en la garganta le prohibía seguir
hablando. 


—Vamos, Mel. Será solo un abrazo. 


Mel negó con la cabeza aterrada. Y jadeó al ver que Justin se giraba hacia ella.


No. 


No, por favor, no. 


—Ven, Melina —susurró roncamente llevando sus manos hacia ella. 


Melina entró en pánico, tanto que ni la había tocado cuando empezó a gritar bruscamente y a pegarse a la pared
fuertemente. 


Quiso detenerse. Le pareció la imagen más angustiosa del mundo, pero tragó fuertemente y por fin colocó sus manos
encima de ella. 


Melina gritó, pataleó, pero no lo golpeó y no lo apartó en ningún momento. Era como que en vez de estar luchando
contra él, estaba luchando contra ella misma. 


Melina empezaba a hiperventilar cuando él la tomaba del brazo y la atraía a él lentamente. Podía escuchar su
respiración exagerada y ya podía verla estallar en el llanto más primitivo y estridente. 


Por fin lo empujó. No fue del todo un empujón, sino que fue más un espasmo por la fuerza que estaba utilizando al
patalear. Su mano fue hacia el pecho de Justin, empujándolo, pero sin apartar la mano, sino que pudiendo sentir como
le quemaba la palma de la mano el palpitante ritmo de su corazón. 


—Mel, cálmate —murmuró por fin abrazándola, ocultando el rostro de Mel en su cuello. 


Melina seguía llorando, Melina seguía hiperventilando y teniendo un ataque de ansiedad. Lloraba como una niña
pequeña a la que le acaban de hacer mucho daño. Estaba demasiado tensa en sus brazos. Justin esperaba
pacientemente sintiéndose horrible. Pues sentía que en vez de unir los pedazos rotos, los estaba rompiendo en piezas
aún más pequeñas. 


Pero para su alivio, con los minutos, por fin se fue relajando en sus brazos. Pasó de la tensión absoluta a la suavidad.
Pero no fue por decisión de Mel, sino que fue su cuerpo que se rindió completamente ante él. Era tanta la tensión que
no iba a poder aguantarla mucho tiempo. 


Escuchaba a Mel todavía sollozar y respirar pesadamente. Estaba sudando, podía sentir la raíz de su cabello sudoroso
y sus manos temblar agresivamente.


Y con el tiempo, se fue quedando quieta y callada. Como si se hubiera dado cuenta de que no era tan malo. Justin se
alejó un poco para mirarla, estaba luchando entre el sueño y la racionalidad. 


Él la estrechó más fuerte y más cerca haciendo que a ella no le quedara otra opción que acurrucarse a su lado. 


Había valido la pena. 


Había valido completamente la pena el mal rato para los dos. Ahora se sentía una paz y una calma insuperables. 


Mel abrió los ojos cuando la mano que estaba en la espalda de ella, subió un poco el pijama para hacerle leves
cosquillas en la cintura a Mel. Ella miró su cuello, sus clavículas, sus tatuajes mientras sentía esos dedos acariciarla y
provocarle leves y dulces cosquillas. 


De pronto, tuvo ganas de llorar. Pues Justin probablemente estaba tocando uno de los destrozos que quedaron en su
cuerpo. Sólo que él no lo sabía...


Tuvo miedo. Tuvo pánico de que él encontrara sus zonas heridas... 


Pero no apartó la mano de Justin. Sino que trató de dormirse y confiar en que la oscuridad iba a cubrir todo aquello
por lo que temía ser juzgada. 


—


Justin conducía como poseso. Iba tan deprisa que si no se mataban... Sería un milagro. Era un terreno hostil, lleno de
piedras y baches que podrían reventar una rueda perfectamente.


Podía escuchar su corazón y el de Nadine. Todo dependía de qué tan rápido llegaran a su destino. 


Todavía puede sentir el escalofrío que le dio al llegar a la cabaña y escuchar aquellos gritos. Parece que fue un
segundo. 


Corrió como loco junto a Nadine. Escuchaba gritos que de pronto cesaron. Nadine dio una patada a la puerta para
abrirla y destrozar la cerradura. 


Ambos corren y pueden ver una sábana blanca manchada de sangre que sobresale de la puerta. 


Y se despierta. 


Justin se despertó con un breve jadeo de miedo. Miró a todos lados como si no recordara nada... Como si estuviera
perdido. 


Y de pronto, sus miembros se acostumbraron al tacto, sintiendo las manos de Mel a su alrededor. 


Arqueó las cejas y entreabrió los labios de la sorpresa. Levantó sus brazos para verlo por él mismo. Melina lo estaba
abrazando. No supo porqué pero le recorrió un escalofrío en la espalda y una leve sonrisa de emoción cruzó su rostro. 


Estiró su mano hacia su teléfono y lo tomó para llamar a Nadine. 


—Vienes tarde —dijo Nadine.

—Es que no voy a ir...

— ¡Justin! —lo regañó—. Espero que tengas una buena excusa.

—La tengo. No te lo vas a creer... Melina me está abrazando ahora mismo. 


Silencio. 


— ¿Qué? 

—Melina me está abrazando. 

— ¿Es en serio? 

—Sí. He hecho lo que me dijiste. La forcé un poco y ahora me está abrazando. Nadine... Cúbreme con el jefe, por
favor. 

—Está bien, Justin. No hagas una locura... 


Justin frunció el ceño.


— ¿Qué quieres decir?

—Melina es muy inestable. No la obligues a tanto... Puedes herirla más que curarla.


Y colgó. 


Justin miró la pantalla de su teléfono y lo dejó otra vez en la mesa. Sonrió abrazando a Mel contra él y cerrando los
ojos para tratar de dormirse otra vez aunque su emoción era demasiada como para dormir o si quiera pensar. 


Al rato, sin que él pudiese volver a dormir fantaseando y soñando con aquella vida que les esperaba, imaginando a
Mel corriendo por los parques, tomando un autobús y hasta si pedía los permisos correctos, podía hacerse un viaje con
ella a Hawaii o a Miami. Eso sería felicidad absoluta para él. Mientras ensoñaba, Mel se despertó.


Al principio parpadeó múltiples veces, como si no supiera muy bien qué pasaba. Y de pronto, fue plenamente
consciente. 


Le dio un golpe bastante fuerte a Justin, empujándolo. Mel parpadeó un par de veces como recordando qué había
pasado... Y de pronto, cuando Justin creía que lo iba a empujar y se iba a alejar definitivamente, ella apartó las manos
de encima de él y se acurrucó a su lado, como si no quisiera tocarlo pero si quería ser tocada por él. 


Con mucho miedo, Justin rodeó a Mel con sus brazos y la atrajo aún más a él. No hacían faltas las palabras, sólo ellos
dos tocándose. 


Era ya por la tarde cuando Justin decidió que era hora de levantarse. No quería por el miedo que le ocasionaba
imaginarse que si se separaba, Mel volvería a estar igual o peor que antes. Pero ambos tenían hambre y Justin tenía un
par de cosas que hacer. 


Al levantarse, Melina retrocedió hasta pegarse otra vez a la pared. 


— ¿Tienes hambre? Puedo hacer lo que tú quieras. 


Mel no solía pedir nada pero esa vez levantó la cabeza y dijo con mucha vergüenza:


— ¿Puedes hacer una lasaña? —Justin se sorprendió tanto que lo interpretó como si necesitara una explicación—. Es
que te queda muy rica —asintió poniéndose colorada. 


Justin soneto ampliamente. 


—Hecho —dijo—. Y queda pendiente lo de tu mesa.


Justin se giró para contestar a una llamada de Nadine. 


—Nadine —sonrió yendo hacia la cocina—. ¿Qué tal te fue? ¿Me echaste de menos? 

—Justin... He...

— ¿Y el jefe? 

—Justin, escucha...

— ¿Te asquearon los cadáveres? 

—Sí, pero estoy...

—Yo estoy muy feliz. Melina ha progresado. Ya verás dentro de poco tiempo.

—Es sobre Melina. 

— ¿Qué ocurre? 


Justin estaba demasiado contento como para que algo arruinara su felicidad.


—He repasado el caso... Y he encontrado una pista.


La cara de Justin cambió completamente. Se tensó sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.


— ¿Qué, qué pista, Nadine? Habla, por favor —dijo desesperadamente.

—Ven a verlo tú mismo. E... Estoy en la cabaña.


Más tensión. 


— ¿Cómo que estás en la cabaña? ¿Por qué me haces esto? —musitó.

—Ven, por favor. 

—Vale, vale. Voy. Pero dime por favor que no has violentado la escena del crimen. 

—Es exactamente lo que he hecho y gracias a eso... Tenemos algo. 


Sentimientos contradictorios. Justin se llevó las manos a la cabeza, después miró hacia atrás y se mordió el labio.


—Joder, Nadine —masculló—. Nadine... Voy para allá. 


Colgó sin decir nada para salir corriendo. Fue hacia su armario y miró a Mel. 


—Mel... Emmm... —se rascó la cabeza para intentar reestructurar su cabeza—. Me tengo que ir. Es urgente. Te traeré
lasaña, la mejor. Lasaña. Sí. De la que tú quieras... Y tú mesa. Una mesa de lasaña si quieres, pero perdóname,
perdóname. 

— ¿Estás bien? —preguntó Mel tímidamente. 

—Oh, cielo. Estoy perfectamente, gracias por preguntar, pero tengo que irme. 


Mel asintió comprendiéndolo y Justin sonrió ampliamente sacando una camiseta negra del armario. Se la puso. 


Mel se puso roja cuando Justin se bajó los pantalones de dormir para ponerse unos jeans. Apenas estuvo vestido, tomó
su casco, sus llaves, sus guantes y salió corriendo. 


—Gracias, Mel. Mil gracias, Mel. 


Y salió corriendo. 


Melina abrazó sus piernas y se quedó mirando a la ropa que había tirado Justin en el suelo. 


—


Justin volvía a conducir como loco. El atardecer adornaba el cielo, y ya empezaba a helar. Así que tenía frío, pero le
daba igual. Le daba igual. Estaba dispuesto a llegar ahí costara lo que costara. 


La calle seguía siendo la misma mierda de siempre. La maldita calle seguía procurando problemas para llegar al
destino. Maldita calle. Cada vez que intentaba cruzarla para llegar a su destino, se interponía de manera tan
dolorosa... 


Pero por fin llegó a su destino. Su cara se había quemado por el frío cortante viento que se colaba por su casco, así que
tenía las mejillas rosas. 


Le latió tan fuerte el corazón cuando vio el coche de Nadine estacionado afuera. Ni siquiera le dio tiempo de aparcar
bien la moto, sino que la tiró al suelo y salió corriendo. 


Nadine estaba en el suelo con una brocha y un polvo blanco para revelar huellas. 


— ¡Eh, machote! —lo regañó—. Como pises ahí, lo limpiarás con la lengua.

— ¿Qué coño estás haciendo, Nadine? —suspiró—. Tengo el corazón a punto de un infarto. 

—Buscando pruebas. Algo que tú deberías hacer en vez de restregarte con Melina.

—No me estoy restregando con Melina. 

—Lo que tú digas, Biebs. 


Nadine se levantó para tomar la mano de Justin y guiarlo a la habitación en donde ocurrió todo. 


Justin tuvo que tomar aire al ver la sangre oxidada en el suelo. Él había evitado por todos los medios que la sangre se
limpiara. Necesitaba mantener la escena del crimen impoluta. 


—Nadine... Qué cojones has hecho... 

—Mira. 


Nadine sacó una linterna con rayos ultravioleta para revelar aquello que no era visible a simple vista. 


Justin abrió mucho los ojos y los labios. Sintió que la vista se le desenfocaba y que su pulso latía con la fuerza de una
onda expansiva. Su respiración se aceleró, y no supo si sus ojos se le llenaron de lágrimas por los sentimientos
encontrado o por tenerlos abiertos tanto tiempo. 


—Oh... Dios mío —murmuró. 


Esto era mucho más grande de lo que se imaginaban. 


—


Por la noche, Justin volvió lleno de barro hasta las rodillas. Había llovido y encima había tenido que ir a por unas
cuantas cosas para Mel. 


En la moto, con todo el empeño, lluvia y dificultad, trajo la mesa de Melina... O la caja en donde estaban las piezas de
la mesa de Melina. Y obviamente una bolsa llena de cosas para cocinar la lasaña. 


Dejó las cosas en el salón y fue directamente a la habitación:


—Hola, Mel —sonrió—. He traído tu escritorio y la lasaña. ¿Quieres que la armemos juntos? 

—Estás sucio —ladeó la cabeza Mel. 


Justin sonrió. Pues estaba demasiado adorable mirándole así. 


—Lo sé. Ha llovido —murmuró mordiendo su labio. Tenía el cabello mojado y le caían gotitas del cabello. 


—Voy a ducharme —sonrió—. Y cuando venga, armaremos juntos el escritorio. 


Melina asintió un poco asustada. Justin caminó hacia ella suavemente y se colocó enfrente mirándola levemente.
Tomó aire y sonrió de laso mirando a Melina desde arriba.


— ¿Me das un abrazo, Melina?
Problema 3.

Callejones sin salida.

Es bastante complicado para alguien que tiene un trauma de ese calibre siquiera pensar en el hecho de tocar o ser
tocados. Melina miró a Justin desde abajo. Las gotitas de su cabello se deslizaban hasta el suelo cayendo cerca de los
pies descalzos de Melina.

— ¿Quieres que vaya a ducharme primero o...?

Entonces Melina tomando todo el valor del mundo se levantó y lo rodeó con sus brazos. Fue muy raro ya que él no
podía devolverle el abrazo porque literal, Melina había rodeado sus brazos aprisionándolo entre los de ella.

Se alejó mirando al suelo y poniéndose roja. El pijama de Mel tenía algunas manchas de barro provenientes de la ropa
de Justin.

—Gracias -sonrió—. Gracias, pequeña. Mil gracias.

Mel no lo miró. Sino que estaba avergonzadísima mirando al suelo.

—Mel, mírame —sonrió—. Por favor.

Pero Mel no obedecía, así que él se tomó la licencia de llevar su mano hasta Melina, tomándola de la barbilla y
subiendo su mirada hacia él.

Dios. Melina probablemente tenía los ojos más bonitos del mundo. Eran verdes, pero un verde casi cristalino y
transparente. Le recordaba a los ojos de alguna caricatura dulce y tierna.

—Dios, Mel —sonrió—. Me has hecho el hombre más feliz sobre la faz de la tierra.

Mel tenía los ojos muy abiertos como si no entendiera nada. Pero entonces, jadeó de pánico cuando él se acercó hacia
ella para besarla en la frente.

Había sido un microsegundo pero había bastado para ponerla tensa. Entonces, Justin le dio una de sus sonrisas más
preciosas, de esas que se le hacen arruguitas en los ojos y se le arruga el puente de la nariz, después acercó su mano a
la mejilla de Melina para darle un pellizco suave cariñoso y alejarse definitivamente.

—Dios, qué cansado estoy —dijo estirándose mientras se quitaba la chaqueta y la tiraba al suelo.

Mel lo miró desde ahí y bajó la mirada cuando él se quito la camiseta sucia para tirarla al suelo.

Y siguió con su camino hasta meterse al baño. Melina suspiro mirando sus dedos. Tenía mucha hambre pero no se
atrevía a levantarse e ir a la cocina. Quería pedirle a Justin que por favor le trajese algo pero no se atrevía, pues Justin
no era su esclavo.

Deseaba poder levantarse y hacer algo con su vida pero simplemente no podía.

Cuando se levantaba y daba unos cuantos pasos, su vista se nublaba, su corazón se aceleraba y empezaba a escuchar
que alguien corría hacia ella desde atrás.

Le daba tal ansiedad y tal vértigo que no le dejaban otra opción que volver a su rincón para esconderse.

El estómago empezaba a rugirle por el hambre. Tenía sed y hambre... Así que armándose de valor por una causa de
pura supervivencia, se levantó y empezó a caminar pegada a la pared.

Escuchaba el agua en la ducha de Justin, así que por ahora no saldría. Al llegar al límite de la puerta, tomó aire y sin
pensarlo mucho, salió corriendo.

Lo primero que hizo fue apoyarse en la nevera. Estaba fría pero Mel estaba muy caliente por la adrenalina y la tensión,
miró a su alrededor con los ojos muy abiertos.
Estiro la mano hasta el estante de enfrente y llegaba perfectamente. Lo abrió sin separarse de la nevera y miró qué
había dentro, nada para comer... Al menos que quisiese sal y azúcar.

Respiró otra vez con fuerza y miró en la encimera. Justin tenía un montón de frascos de estos para batidos que se dan
en los gimnasios.

No es que sea un detalle pequeñito, pero Justin es modelo de manera esporádica. Suele tener bastantes sesiones de
fotos pero él prefiere no ser conocido, y hasta ruega para que su nombre no aparezca en las revistas. Si la marca se
niega, pues usa como seudónimo "Drew". Y como es modelo, se cuida de manera extrema. Parece descuidado y él es
descuidado pero le imponen una rutina demasiado estricta, y además de tener 40, aparenta como máximo 30, así que
está en muy buena etapa física.

Era común encontrarse en casa con exfoliantes, pesas tiradas por ahí cremas hidratantes, bebidas de origen
sospechosos y alimentos normalmente veganos y saludables.

Mel tenía que ser sincera, odiaba toda esa comida sin sabor. Hasta el pan dulce era simple en esa casa... Así que
encontrar aunque sea galletas con chocolate, era muy complicado, sin embargo, sabía que existían ya que Justin le
daba a ella.

Justin salió de la ducha y se alarmó al no ver a Mel en el sitio de siempre.

Mel estiró la mano hacia unos plátanos y trató de desgajar uno con mucha dificultad. Pero acabó tirando toda la fruta
al suelo Justin apareció de repente en la cocina dándole el susto de su vida.

Melina gritó de pánico quedándose paralizada en su sitio, con los ojos cerrados como si esperara que le hiciera algo.

—Joder Melina, qué susto me has dado. Creía que te había pasado algo.

Esto era novedad para Justin. Verla aquí en un sitio que no es la habitación era un progreso... Un progreso que él había
arruinado al entrar así de sorpresa.

— ¿Mel?

Pero Mel seguía sufriendo un ataque de pánico en silencio, clavada en su sitio, con los ojos cerrados.

—Melina, por dios, no me hagas esto.

Justin la tomó del antebrazo para llevarla a la habitación, a su sitio seguro, pero Melina chillo cuando él la tocó.

—Vale, vale, no voy a tocarte, pero cálmate por favor. Melina, en esta casa estamos tú y yo... Y yo no voy a hacerte
nada, Melina. Yo no voy a atacarte. Te sientes más cómoda pegada a la pared? Vale, lo tendrás.

Justin con mucho cuidado fue hacia ella para tocarla en el brazo y empujarla levemente hacia la nevera.

Cuando Melina tocó eso con su espalda, su calma sobrevino abrumadora. Es que ya se imaginaba a alguien yendo
desde atrás para atacarla y destrozarla.

—Abre los ojos, por favor —rogó Justin.

Melina lo hizo y lo miro con pánico.

—Mel... Todos estos años he estado intentando hacerte ver que yo no soy el malo. Yo voy a cuidarte y protegerte con
mi vida si hace falta... A como tú estás afectada, yo también necesito paz en mi vida, Mel. Necesito que tengas claro
que yo no voy a hacerte nada malo... Creo que me lo he ganado, ¿no?

Entonces Justin se levanto yendo a la despensa. De ahí sacó una botella de agua y se la coloco al lado a Melina, en el
suelo. Mel se deslizó hasta el suelo para tomar la botella y sentarse... Necesitaba calmarse y centrar la cabeza.

Justin se agacho dándole la espalda y empezando a recoger las frutas tiradas en el suelo.

Esto era un símil de lo que era su relación diaria. Era como que Mel estaba rota, lo rompía a él y él tenía que recoger
los pedazos de ambos y además de armarse, tenía que armarla a ella... O al menos intentarlo.

—Mel -suspiro—. ¿Por qué viniste a la cocina?


Mel abrazaba sus piernas mientras daba sorbos al agua.

—Te...Tenía hambre.

Ahora Justin se sintió culpable. Se giró cambiando de semblante. Ahora parecía más amigable que antes. Se sentó en
el suelo de la cocina junto a ella y le acercó una manzana a Mel.

Melina la tomó y empezó a morderla urgentemente.

—Melina -le dijo—. No debí hablarte de esa manera... Perdóname. Pero a veces me frustra que parece que sigues
creyendo que yo soy el malo. Mel, quiero hacer una vida normal y tranquila contigo, quiero verte feliz.

Melina subió la mirada levemente para volver a bajarla. Justin suspiró desgajando una mandarina. Se apoyó en el
horno, justo enfrente a Melina y miró al techo.

—Cuando era pequeño, mi padre solía decirme que el miedo estaba en nuestra cabeza. Y yo me acuerdo de tener
miedo a mi cabeza porque ahí estaba el miedo —sonrió con los ojos brillando—. Ese verano mi madre y yo fuimos
secuestrados por culpa de mi padre —suspiró—. Ahí si supe que el miedo no estaba en mi cabeza... Estaba ahí afuera.
Me soltaron, al fin y al cabo, era un crío y mantuvieron a mi mami con ellos durante años. Yo crecí y me volví un
sicario como mi padre. Ambos estábamos listos para asesinar a quien hiciese falta para recuperar a mi mami.

Justin miró a Melina que lo miraba con los ojos verdes muy abiertos.

—Les tenía pánico a esos cabrones. Vivía con el miedo de que estuvieran persiguiéndome o vigilándome. Hasta que
un día, mi padre se cansó y me gritó bastante feo para que me diera cuenta que estaba haciéndole la vida imposible por
culpa del miedo... Y me enfadé. Me enfadé tanto que dejé de tener miedo y me enfrenté a esos tipos solamente para
enterarme que mi madre llevaba muerta desde el día que me soltaron a mí.

Melina abrió mucho los ojos.

—Lo siento mucho, Justin...

—Está bien... Fue hace muchos años. A lo que quiero llegar es que a veces hay situaciones de las que no podemos salir
solos y está bien pedir ayuda o dejarse ayudar. Y yo no voy a gritarte como lo hizo mi padre conmigo, yo solo voy a
ayudarte de la mejor manera posible. El miedo es ajeno a ti, pero depende de ti como lo controles.

Melina miró al suelo abrazando sus piernas y ocultando la mitad de su rostro en sus piernas.

—No quiero tener miedo.

Justin subió la mirada y le prestó toda la atención del mundo.

—No quiero tener miedo —repitió—. Pero... A veces siento que es superior a mí.

—No lo es, Mel. Tú puedes hacer cosas muy grandes.

—El simple hecho de ser tocada... De ser seguida... —Mel tembló por un escalofrío—. Me aterra, Justin.

—Y lo entiendo. Pero tenemos que irlo superando poco a poco. Tú y yo. Mel —estiró la mano hasta ella pero

Melina se quedó tensa cuando él iba a tocarla.

Apenas la rozo en la mejilla. Justin entendía que Melina estaba haciendo un gran esfuerzo por no pegarle, pero a la
vez sentía que no estaban progresando nada y eso lo frustraba profundamente.

—Mel, vamos a hacer la cena, ¿Te parece?

Mel asintió mirándolo con los ojos muy abiertos. Se levantó pegada a la nevera, obviamente, e hizo el ademán de
volver a la habitación.

—Mel, pero quédate conmigo.

Mel lo miro y asintió volviendo a apoyar la cabeza en la nevera para mirarlo. Verlo con esta luz era plenamente
satisfactorio, pues le sentaba muy bien y se veía maravilloso.

Melina lo miró de pies a cabeza inevitablemente, pues era muy atractivo físicamente, con una espalda bonita y unos
ojos cautivadores.
Era demasiado guapo como para ser real.

En la cama, Justin atrajo a Mel casi agresivamente hacia él. Se acomodó entre sus brazos y se durmió mientras que
Melina miraba a todos lados en la oscuridad muy tensa.

Respiró con calma y se relajó. Se alejó un poco para ver a Justin con perspectiva y deducir que tenía las pestañas más
largas del mundo y la cara más perfecta que había visto.

Mel también trató de acomodarse y dormirse...

Pero era imposible con las manos de Justin encima de su espalda y un poco más abajo en una zona peligrosa.

Justin al llegar a la oficina, ni siquiera se quitó las gafas.

—Buenos días —saludó Nadine de una manera muy dulce.

Justin gruñó. Siguió con su camino y su té verde en la mano.

—No vas a preguntarme qué he descubierto? —preguntó Nadine yendo hacia el escritorio de Justin.

—He tenido un mal día, Nadine —suspiró.

— ¡Pero si son las ocho de la mañana!

—Imagínate lo mal que me va. Trataron de atropellarme y le hicieron daño a Betty.

— ¿Betty?

— ¡Mi moto! Te juro que si no fuese porque me acordé que tengo a pulsera, le hubiera metido un tiro a ese cabrón.
Probablemente me denuncie.

—Dime que no hiciste una tontería… Además de ponerle nombre a tu moto...

Justin sonrió de lado y se quito las gafas:

—Me bajé de la moto, fui hacia su ventanilla, la toqué un par de veces y cuando la bajó...

Nadine miró los nudillos de Justin y abrió mucho los ojos.

—Le enseñé la placa de la policía —se rió—. Su cara fue... Épica.

—Creía que le habías roto la cara.

—Sí, eso fue lo siguiente. En toda la nariz.

—Joder, Bieber. ¿Cuándo vas a dejar de meterte en problemas? Estamos tú y yo atados a una soga por la libertad
condicional ¿¡Y te das el lujo de pelearte!?

—Y lo hubiera matado si hubiera llevado mi arma encima.

Este hombre no aprende... Nadine hizo los ojos en blanco y suspiró.

—Pues si no te controlas, la que te va a matar soy yo... Y yo sí llevo un arma encima siempre.

— ¿Tus tetas o tu culo?

Nadine se mordió el labio frustrada para sonreír falsamente y darle en el pecho con el puño cerrado.

Justin perdió el aliento durante un segundo y se echó hacia atrás.

—Te reventaría la cara pero eres modelo y sería menos dinero para mí.

—Joder, Nadine, son las ocho de la mañana.


—Ahora voy a sentar mi bonito culo y aquí —dijo sentándose en el escritorio—. Y tú vas a oírme atentamente.

—Sienta ese bonito culo aquí –apuntó su regazo—. Lo estás deseando.

—Pero si eres maricon— se quejó Nadine.

—iEh! Llevo veinte años sin tocar ni follar con una mujer, que es distinto.

Nadine se rió y le pegó con unos papeles en el brazo.

—Presta atención, por fi.

—Si me lo pides así, sí.

—He enviado muestras de lo que encontramos al laboratorio para confirmar el tiempo que lleva ahí.

—Pero Nadine... Puede ser anterior.

—Creo que tú y yo lo sabemos. Pues ha estado ahí justamente el mismo tiempo que la sangre de Melina.

Justin suspiró negando con la cabeza.

—Pero ¿Por qué aferrarnos a eso? Pudieron ser un par de graciosos el día anterior.

—He buscado las crónicas de la fecha... Y mira esto.

Nadine le puso un recorte de periódico de hace 9 años.

—No me jodas —jadeó—. ¿Qué coño es esto?

El titular era: Es encontrado el cadáver mutilado de niña desaparecida.

—Mira lo que te he subrayado.

—Pero Nadine... Hemos buscado una y otra vez alguna relación, algunos casos iguales, algo ¿Cómo es que no
sabíamos de esto?

—En realidad si lo sabíamos, pero los descartamos por...

—Por satanismo. Sí, me acuerdo que dijimos que no era el caso de Melina.

—Exacto.

—Vale... Entonces tenemos a una secta satánica que llevan a cabo ritos satánicos violando y mutilando el clítoris a
niñas pequeñas.

Justin suspiro mordiendo su labio.

— ¿Por qué suena tan ridículo en voz alta?

—Tal vez porque lo dice un ridículo. Si nunca se me hubiera ocurrido buscar pistas, no nos hubiera llevado a esto...
Creo que tenemos algo, Justin. Por fin tenemos algo.

—Es que parece de película ¿Y si nos estamos metiendo donde no debemos?

—Joder, Justin. ¿Ahora tienes miedo?

Nadine suspiro sacando todos los casos que había podido recolectar:

—Vale, mira. Voy a serte sincera, esto es acojonante, esto es bastante grande y todas las familias coinciden en que las
niñas solían decir que se sentían observadas y vigiladas. Probablemente el culpable había estado vigilando a Melina y
si sobrevivió... Debe de seguir vigilándola.

Justin palideció de pronto.

—No me digas eso... —musitó Justin.

—Y esto te va a doler más —lo preparó—. Si Melina está tan traumatizada... Es que ella sabe que estuvo vigilada y no
le cabe la menor duda de que probablemente siga siendo vigilada.
— ¿¡Y me lo dices ahora!? —se levantó agresivamente—. ¡Melina está sola!

—A ver, imbécil, si no le ha pasado nada hasta ahora... No le pasará hoy. Cálmate.

—Maldita sea Nadine.

Justin se volvió a sentar con las manos en la cara, como si no se lo creyera y le doliese.

—Nadine, por fin estoy consiguiendo algo con ella... Por fin está avanzando. ¿Cómo voy a sacarla sabiendo que ella
está siendo vigilada?

—Pues atrapemos a ese hijo de puta antes de que siga haciendo daño.

Justin suspiró levantándose con el irrefrenable deseo de ver a Melina.

—Te equivocas, Nadine. Son una secta, un grupo. Si atrapamos a uno, será el principio de todo...

Melina estaba en el ordenador cuando escucho la puerta principal. Se asustó, pues no eran las horas de Justin. Cerró el
portátil con cuidado y se deslizo por la pared hasta ir hacia el armario. Cuando iba a meterse, miró que Justin asomaba
la cabeza con una media sonrisa.

—No voy a trabajar —dijo yendo hacia ella—. Me quedo contigo hoy, Melina. ¿Qué te apetece hacer?

Melina se encogió de hombros y él sonrió yendo hacia ella.

—Dame un abrazo, Mel. Lo necesito.

Pero no lo estaba pidiendo. Fue directamente a abrazarla con mucha fuerza, Mel entró en pánico al sentir su fuerza
sobre ella.

—Justin... —murmuró.

—Lo siento, lo siento —se alejó—. Es solo que... Es solo que no sé qué haría sin ti, Melina. No sé qué haría si te
pasase algo.

Y volvió a abrazar su fragilidad. La tomó muy fuerte, obligándola a ponerse de puntillas y también a abrazarlo.

Justin se separó para mirarla y sonreír de lado. Melina se puso roja al mirar sus labios. Ella se alejó y miró a otro lado.

—Melina... ¿Te atreverías a darme un beso?

Mel abrió mucho los ojos sin poderse creer lo que le estaba pidiendo.

—En la mejilla, claro.

Melina miró al suelo con el corazón particularmente acelerado. ¿Cómo? Mel asintió porque de verdad que quería...

Justin sonrió acercando su rostro a ella, giró el rostro levemente y esperó.

Mel, tomando del valor que no tenía, se acercó a su rostro y en su cabeza se repetía una y otra vez: gira la cabeza, gira
la cabeza, gira la cabeza, por favor, gira la cabeza.

Pero Justin no giró la cabeza cuando Melina le besó en la mejilla levemente.


Problema 4.
Dar la espalda

La tensión y el silencio era lo único que se podía palpar en la habitación. Melina, con el pulso acelerado y la
respiración agitada se alejó del rostro de Justin después del beso. Justin sonrió entrecerrando los ojos para después
morder su labio inferior.

—Ha sido muy dulce —dijo Justin sonriendo—. Podría acostumbrarme, Mel —dijo sonriendo traviesamente.

El pulso de Mel se disparo por los cielos. Parecía que su sangre iba a salirse por todos lados de lo roja que se estaba
poniendo.

—Podría acostumbrarme a tus besos, no me molestaría —dijo encogiéndose de hombros mientras buscaba algo en los
estantes.

De pronto, Justin jadeo como si hubiera descubierto la tumba de Jesucristo. Se giró y miró a Mel con esa sonrisa de
lado traviesa.

—Tengo una idea. Hagamos un trato —tomó las manos de Melina entre las suyas—. Tú me darás un beso siempre,
para saludarme o despedirte. Y yo te daré un regalo por cada vez que lo hagas.

Mel suspiró.

—¿Tengo que ir yo hacia ti?

Eso rompió a Justin. La verdad es que Mel era como una bebé aprendiendo a caminar, le da miedo todo y hay que
guiarla poquito a poquito hasta conseguir que corra por ella sola.

—No es necesario —dijo Justin encogiéndose de hombros. No quería que Mel viese su decepción.

—Cre... Creo que puedo hacerlo pero no es necesario el regalo.

—Pues te devolvere el beso, ¿Te parece?

Mel asintió. Justin se acercó con un paquete de galletas de oreo y se las dio a Mel. Ella las recibió tímidamente, pero
tenía mucha hambre.

—Mientras te preparo la cena, puedes ir comiendo eso. ¿Quieres ir al salón a ver la tele?

Mel negó con la cabeza.

—Me quiero quedar contigo.

Justin sonrió entrecerrando los ojos y haciendo una mueca muy adorable como si estuviera conforme con la decisión
de Mel.

—Genial, pues allá vamos.

Justin le dio la espalda para que no lo viese sonreír exageradamente. Estaba tan contento que ya podía ver el final de
esta historia.

Justin podía oír el suelo de madera rechinar a medida que él pisaba. Su pulso era acelerado y su cabeza iba a explotar.

—¿Melina? —dijo en voz alta siendo correspondido por el eco.

De pronto, de no oír nada, empezó a oír muchos ruidos venir de una habitación.

Corrió como poseso hasta llegar a la habitación y al patear la puerta para entrar... Su corazón se detuvo.

Había un sujeto de espaldas, arrodillado ante el cadáver de Melina, comiendo sus entrañas. Quiso gritar, pero sin
embargo, se quedó quieto.

El sujeto se puso de pie, mientras que a Justin se le hacía tremendamente familiar.


Iba a girarse cuando fue arrebatado de su sueño de manera bastante agresiva ante el sonido de su teléfono.

Suspiró estirando la mano hacia el teléfono y lo tomó:

—¿Estas dormido?

Justin suspiró.

—Sí, Nadine, te habla el tatarabuelo fantasma de Justin. Buuuuuu.

—Eres imbécil —se quejó Nadine.

—Si ibas a llamarme a las tres de la madrugada para insultarme, pudiste esperar hasta mañana.

—No te llamaba solo para insultarte. Voy a decirte algo, y espero que no te enfades.

—Dilo, Nadine.

—Estoy revisando el caso de Melina.

Silencio.

—¡Lo sé! ¡Sé que no debo! Pero desde que tenemos la pista, esto se vuelve más y más apasionante. Es como una
obsesión.

Justin hizo lo ojos en blanco como si no le impresionara.

—Te quería pedir algo —dijo—. Te quería pedir que por favor me traigas las fotos de los cortes en la vagina de Mel.

Justin se sentó en la cama de golpe. Sintió que la sangre abandonó su cuerpo y la sensación de nausea se hizo más
profunda.

Ahí, notó que Melina había pasado delicadamente un brazo por encima de él... Y claro, él lo había apartado
bruscamente.

Volviendo a lo de Nadine. Justin sacudió la cabeza, era bastante doloroso. Esas fotos las hicieron en el hospital, como
prueba. Justin fue incapaz de verlas, así que las dejó en un sobre y las guardó bajo llave.

—¿Por qué me pides eso ahora, Nadine? —murmuró mirando a Melina.

—Las niñas encontradas siguen un patrón. Tienen cortes que siguen algún símbolo o algo.

—Vale, lo entiendo. Pero a Melina no la llegó a mutilar del todo.

—Pero si pretendía mutilarla de una manera. ¿Se te olvidó que tuvieron que cocerla y hacerle cirugía?

—Eres tremendamente desagradable, Nadine. Y claro que me acuerdo.

—Eso es que el sujeto consiguió cortarle algo. ¿Puedes traerme las fotos?

—¿Ahora?

—Ya que estás despierto...

—Joder, Nadine. Mañana tenemos que ir a trabajar.

—Oh, vamos. Te estás volviendo viejo, ya no aguantas una noche en vela.

Eso ofendió a Justin. Se sentó en la cama y suspiró.

—Voy para allá. Más te vale que me tengas algo de alcohol.

—Señorito, mientras usted sea modelo y conserve esa cara tan bonita, no podrá tomar ni una gota de alcohol. Su
cuerpecito no lo soportaría.
—Te soporto a ti todos los días, Nadine.

—Ja, já, mientras más envejeces, más gracioso te vuelves.

—¡No estoy viejo! —subió a voz pero se arrepintió al ver que Mel se movía—. Te veo en un rato.

Justin, con todo el pesar, miró a Melina. No quería dejarla sola. Se acostó otra vez abrazándola y cerró los ojos, podía
aguantar solo cinco minutos como mucho... Después se tendría que ir.

Melina se acurrucó ante su calor y lo hizo sonreír.

Pasados diez minutos, Justin se tuvo que levantar. Suspiró y se empezó a vestir para irse a encontrar con Nadine.

Pero antes, tuvo que pasar lo más doloroso de su vida. Fue hacia un cuadro que estaba en una habitación vacía.
Suspiró quitando el cuadro y abriendo la caja fuerte. La contraseña eran dígitos que Justin recordaba perfectamente:
01000011 01110101 0110110001110000 01100001 0110001001101100 01100101 00100000

Cuando la caja se abrió, suspiró. Miró hacia abajo. Había unos cuantos papeles, una caja de madera en la que adentro
estaban las bragas de Melina, un cuchillo, un guante, la ropa que Melina llevaba ese día... Sacudió la cabeza para
concentrarse y estirar la mano hacia la parte de arriba de la caja, ahí, pegado, estaba un sobre que no se había vuelto
abrir desde que se cerró:

—Vamos allá —murmuró para darse ánimos.

Tocó el sobre y se mareó con el simple hecho de sentir el peso.

—Espero que esto valga la pena, para ti, Mel.

Justin tocó la puerta de Nadine muchas veces. Con lo de Mel, traía la psicosis de que alguien lo estaba siguiendo, hace
años que no sentía eso... Hasta ahora.

—Eh, machote. Tranquilo, no te va a pasar nada por esperar unos segundos.

—Eso mismo le dijeron al presidente Kennedy.

—Pasa —le sonrió Nadine.

Justin entró dejando su casco, sus guantes y sus llaves en el suelo, cerca de la entrada y fue directamente al estudio de
Nadine.

Estaban todos los papeles desperdigados por una mesa central, y una única lámpara iluminaba a todos los papeles.

Justin se giró para ver a Nadine entrar. Dios, traía unos pantalones cortos de dormir, una camiseta y unos calcetines
largos.

—¿Te has arreglado para mí? —se burló Justin.

—Já, já, qué más quisieras que una mujer como yo, se arreglara para uno como tú.

—Pues tienes razón —sonrió Justin amablemente.

Conocía a Nadine desde que eran muy pequeños. Ambos crecieron en este mundo, sus padres eran bastante amigos y
de ahí surgió la complicidad y la amistad. Nadine era adorable cuando niña, pero ahora era una mujer preciosa.

Tenia la piel oscura, un precioso brillo dorado que la hacía tan cautivadora, tenía el pelo rizado y bastante alborotado,
una melena negra que enmarcaba su precioso rostro. Tenía los labios mas carnosos y bonitos que había visto en su
vida, y unos ojos castaños muy adorables.

—¿Has traído las fotos?

Justin asintió sacando el sobre y tirándolo sobre la mesa.


—Genial —le sonrió Nadine tomando el sobre—. ¿Te apetece ver vaginas de niñas mutiladas o prefieres un café?

—Ninguna de las dos —dijo con asco—. Detesto el café y creo que no soportaría ver eso

—Eres un dramático. Eres un sicario especialista en la muerte blanca, ¿Y me vienes a decir que no soportas ver
mutilaciones? ¿Tú, que has torturado y asesinado de las maneras más viles?

Es verdad, Justin solía ser experto en la muerte blanca. Esta es la que consiste en asesinar y desaparecer los cadáveres.
Se le atribuyen varias muertes, ya que él confesó, pero hay otro millar de cadáveres que probablemente nunca se
encuentren.

—¿Y a qué viene eso?

—Que uno no cambia de la noche a la mañana. Yo te conozco muy bien, crecí contigo, y sé todo lo que has

hecho con estas manos tan bonitas.

—Nadine, he cambiado.

—¡Claro!

—¡Es verdad!

—Te creo, te creo —abrió el sobre—. ¿Cuántas veces has visto estas fotos?

—Una vez. Cuando salieron. Y fue un vistazo por encima. Las guardé y no quise saber nada más.

Nadine sacó las fotos y las observó detalladamente.

—Podría ser —murmuro viendo a otro lado de la mesa para sacar otro sobre con más fotos—. Como a

Melina no llegaron a mutilarla del todo... Pues no sabría decirte. ¿Me darías una segunda opinión?

Justin, con el estomago revuelto, fue hacia Nadine. La curiosidad lo estaba matando y aferrarse a esa pista le estaba
dando la vida.

Primero, apartó la vista. Nadine sostenía entre sus manos tres fotografías. Una de una vagina bastante joven,
completamente destrozada, después en la otra foto la cicatrización, y por último, la de Melina.

Creía que había olvidado esa imagen... Pero no. No la había olvidado. La tenía demasiado presente.

—No puedo mirar —susurró dándose la vuelta.

—Joder. Vale, déjalo. Tanto quieres atrapar al sujeto ese pero no haces nada para evitarlo.

—¡Está bien! Lo voy a intentar...

Justin volvió a darse la vuelta y no se imagina lo doloroso que podía ser eso.

—Sí, mira este corte…Se parece a este — volvió a apartar la mirada.

—Lo pensé pero necesitaba una segunda opinión. Sabes que tenemos que compararla con más niñas, ¿no?

—No puedo, Nadine. No puedo...

La foto se la hicieron en el hospital antes de la cirugía. Pues el sujeto a parecer tenía planeado cortarle el clítoris,
seguidos de los labios menores y destrozarle toda la parte baja. Gracias a que ellos llegaron, no lo consiguió del todo,
pero dejó trozos de carne colgando que después fueron recompuestos con cirugía. Para Melina, fue tremendamente
traumático. Tanto... Que para Melina sus partes bajas están prohibidas para ella, para todos y para cualquier externo.
Ella misma fabrica sus propias toallitas para la regla y utilizaba cuatro bragas todos los días.

—Nadine, ¿Podemos parar?

—Cobarde —se rió Nadine dejando las fotos sobre la mesa y le dio una nalgada a Justin—. Si quieres, puedes
quedarte a dormir en el sofá. En la mañana nos vamos al trabajo en coche y sería la primera vez que llegas a tiempo.

—No, prefiero estar cuando Mel se despierte. No quiero dejarla sola.


—Ya... Bueno, en fin. Solo te necesitaba para las fotos, así que ya puedes marcharte.

—¡No me lo puedo creer! ¿Me estás echando de tu casa?

Justin se acercó colocando sus dos grandes manos alrededor de la cintura de Nadine, sosteniéndola.

Nadine se alejó riéndose nerviosamente.

—Me haces cosquillas...

—¿Tienes cosquillas?

—No empieces Justin —corrió hasta el otro extremo de la habitación—. No, por favor —se cubrió el abdomen con
ambas manos.

—Ven, Nadine.

Nadine corrió como loca, pero fue imposible, Justin ya la había atrapado y le hacía cosquillas sin piedad. Nadine
pataleaba, se retorcía y casi lloraba.

Y de pronto, no supo qué pasó.

Pero Nadine y él acabaron besándose.

Y no sólo eso…

Esa noche se acostaron.

Pero la cosa no se queda ahí.

Sino que Justin se imaginaba a Melina.

Nadine se arqueaba hacia Justin mordiendo sus labios mientras que él no podía apartar la vista de su rostro.

Dios, llevaba veinte años sin sexo y él creía firmemente que simplemente no iba a poder.

Justin también tenía unos cuantos traumas bastantes jodidos. Pues el sexo nunca fue algo que le llamaba la atención.
Con su estilo de vida, no tenía nada que ver, ya que cuando se decía que era un sicario, la gente se imaginaba a Justin
matando por el día, fumando y bebiendo por la tarde, y follando toda la noche.

Pues no, Justin se quedaba todas las noches en casa, solo. Pues, tenía un trauma con el sexo. No, no lo violaron ni
trataron de violarlo cuando era más pequeño, sino que simplemente estaba enfermo.

Pues bien, Justin cuando era adolescente tenía la curiosidad como cualquier adolescente de explorar su cuerpo, lo
intentaba, pero no podía: cada vez que trataba de masturbarse le dolía el pene. Él no entendía qué ocurría, y llegó a
pensar que eso era normal, llegó a creer que eso era completamente normal en todos los hombres del mundo.

Y vino cuando perdió su virginidad Justin era encantador por naturaleza. Tenía un físico cautivador, una sonrisa de las
que hechizan, una labia privilegia, además de ser muy cariñoso y cuidadoso con las mujeres, pues fue inevitable que
cayese una en sus redes: nada más y nada menos que su prima.

Su prima era preciosa. Cuando él tenía 19 años, estuvieron juntos y solos. Recuerda que ella fue la que empezó a
besarlo, ella fue la que se le tiró encima y ella fue la que lo desnudó.

Lo hizo, tuvo sexo con ella. Pero fue la experiencia más dolorosa del mundo. Sentía que le iba a arrancar la piel del
pene, y no se sentía nada bien... Y cuando iba rápido... Sentía que se desmayaba por el dolor.

Así que fue al médico a la mañana siguiente. Fue bastante vergonzoso tener que desnudarse enfrente de una doctora,
pero lo hizo. Le dijo que tenía fimosis y que tenía que pasar por quirófano.

Días después pasó por quirófano y lo circuncidaron pero desde entonces, el recuerdo doloroso de su pene entrando y
saliendo de una vagina y la recuperación de la cirugía, lo dejaron traumatizado.

No se atrevía por el miedo que le daba sentir dolor otra vez o que la cirugía se abriera y se le cayese el pene. Era un
miedo irracional que no podía quitarse de la cabeza.

Y ahora que por fin, surgía estar con nada más y nada menos que con Nadine, que podría ser su hermana menor...
Todo iba bien. Todo iba demasíado bien como para ser verdad.
Podría decirse que Justin tenía cierto fetichismo hacia los miembros de su familia, pues Nadine podría ser su hermana
y también estuvo con su prima.

Apenas acabaron, Nadine quedó fulminada en la cama y Justin fue consciente de lo grave que es lo que acababan de
hacer, pues Nadine era como su hermana pequeña, una gran amiga desde hace décadas.

—Oh, no.

Normalmente se quedaría, pero tuvo que huir para ver a Melina.

Todavía podía ver a Nadine riendo de sus cosquillas, pero en vez de Nadine, con Melina. Y su mente era tan gilipollas
que en vez de ver a Nadine gimiendo debajo de él, veía a nada más y nada menos que a Mel.

destrozado... Pues no sabía qué ocurría o porqué.

Necesitaba ver a Melina porque sentía que ver esas imágenes en vivo y en directo, podía ser la premonición de una
catástrofe.

Al volver a su casa, fue casi corriendo a la habitación. Y ahí estaba Melina.

Oh dios, esto era nuevo.

Melina dormía boca abajo.

Eso era inaudito. Pues Melina siempre estaba con la espalda pegada a la pared como si fuese un escudo. Sonrió y fue
hacia ella. Con un dedo le acarició la mejilla y sonrió con dulzura al por fin verla así.

Sin pensarlo mucho, se acostó a su lado, como si él fuese la pared Melina, inconsciente, fue hacia él y se pegó a su
pecho.

Justin era plenamente consciente de que Mel podría asustarse si se enteraba que un hombre estaba justamente detrás
de ella...

Detrás de ella, tal y como la habían atacado.

Por la mañana, cansado, con muchas ojeras, se apartó rápidamente de Melina para que ella no se diese cuenta que era
él y no la pared lo que tenía detrás.

Se levantó pero estaba demasiado cansado. Se volvió a acostar en la cama y cerró los ojos brevemente.

—Mel —la llamó—. Melina —volvió a decir.

— ¿Si?-murmuró Mel estirándose y pegándose contra la pared.

—¿Estás bien? —susurró.

—Sí.

El teléfono empezó a sonar. Lo tomó y contestó:

—¿Qué?

—Vienes tarde —murmuró Nadine—. El jefe empieza a inquietarse.

—Joder, cúbreme. Dile que me golpee el dedo pequeño del pie.

—Qué excusa tan estúpida —se rió Nadine—. Date prisa, por favor. Hoy apareció un cadáver en una azotea.

—Vale, dame quince minutos.

—Joder, eso será media hora.


—Joder, cariño. Cómo me conoces.

—Date prisa.

Justin colgó. Le estaba dando la espalda a Melina y cuando se giró para verla, ella tenía los ojos muy abiertos.

—Tie... Tienes muchos rasguños en la espalda —le dijo Mel asustada.

—¿Qué? ¿En dónde?

Justin sabía perfectamente de qué.

—Es muy raro, anoche cuando te fuiste a dormir no los tenías. ¿Estás bien? ¿Te duelen? —Justin negó con la cabeza.

—No debe de ser nada -le dijo

Justin—. Mel, voy a dejarte encerrada en casa, es solo preventivo, y a ti te dejaré la llave, ¿Te parece?

Mel asintió.

—Ven, dame un beso.

Justin fue hacia ella para después Mel se estirara y lo besara en la mejilla. Justin hizo lo mismo, pero a ella se lo dio en
la frente y le dio un fuerte abrazo.

—Gracias —sonrió Justin—. Me haces tan feliz, Melina.

Al llegar a la comisaría, Nadine estaba impaciente. Justin iba con la gafas de sol, un vaso lleno de té verde hirviendo y
con muchas ganas de dormir.

—Buenas tardes —dijo irónicamente Nadine—. Date prisa. Vamos súper tarde.

—Nadine, baja la voz.

—Estoy hablando bajo para lo que te mereces, Justin.

—Vale, vale, ya voy. Déjame aunque sea respirar, me tienes súper estresado.

—Entiendo muy bien tus dramas... Pero que no se te olvide que estás trabajando.

—Eres mi amargada favorita, Nadine.

Eso hizo reír a Nadine. Ella extendió la mano hacia Justin y él la tomó para que ambos se fuesen juntos a buscar
cadáveres.


Melina estaba sufriendo un ataque de pánico. Pues estaba copiando bocetos del ordenador y de pronto se quedó la
pantalla en negro y a todo volumen empezaba una voz a susurrar:

"Te voy a matar... Te voy a matar, puta...", en bucle. Una y otra vez. Mel hizo todo lo que estaba en su mano. Fue hacia
el teléfono arrastrándose por el suelo, y llamó a Justin con urgencia.

Qué pena, qué pena que el teléfono de Justin se haya quedado en el coche de Nadine.

Melina lloraba cada vez más fuerte, Melina estaba a punto de sufrir un colapso total y morir. Estaba a punto de
desmayarse del pánico y la impotencia que le daba tener ese audio a todo volumen y no poder detenerlo.

Llamó una y otra vez.

Pero no, Justin no vino a su rescate. Melina supo que estaba sola y se iba a quedar sola siempre.
Problema 5.
Cuerpo destrozado.

—iNiña! —le gritó Justin—. ¡Vuelve a llamar!

—iNos vamos a matar, hijo de tu puta madre! —chilló histérica Nadine al ver lo rápido que Justin conducía—. ¡No
vas a conseguir hacer nada si nos morimos, imbécil!

Justin suspiró exasperado bajando la velocidad considerablemente. Sudaba, su pulso estaba tan acelerado y su
respiración tan agitada que parecía que su corazón iba a pararse para siempre.

—Intenta llamarla, por favor —dijo bajando el tono de voz y apretando el volante con una fuerza feroz.

—Estoy en ello, pero no me contesta.

—Oh, Dios. Eso angustió a Justin profundamente, tanto que arrugó la cara con unas ganas de llorar inmensas.

Tenía exactamente 78 llamadas perdidas de Melina. Fue una total irresponsabilidad de su parte dejarse el teléfono en
el coche de Nadine. Pero el día se presentó bastante movidillo, era un caso de esos que son tan sencillos de resolver
pero te absorben todo el tiempo...

Ya volvían a casa cuando Justin recordó su teléfono... Con sus llaves, su casco y sus guantes fue hacia el coche de
Nadine, con Nadine para sacar el teléfono.

Miró que tenía 78 llamadas perdidas de alguien y cuando vio que eran de su propia casa, toda la sangre abandonó su
cuerpo. En el parking dejó tiradas las llaves de su propia casa y de su moto, sus guantes, y su casco.

Entró inmediatamente en el coche pero se arrepintió. Pues era hora punta y llegaría muchísimo más rápido en la moto.

No era momento de retroceder. A Melina le pasaba algo... Algo grave y fue su maldita culpa abandonarla.

Ni siquiera llegó a aparcar, cuando se bajó del coche con toda la prisa del mundo y corrió hacia el portón del bloque
de edificios. Subió como loco las escaleras, de dos en dos.

Sentía la misma sensación que cuando secuestraron a Melina. Pero esta vez era más profunda, pues él adoraba a esa
pequeña ahora y no se imaginaba qué podía llegar a hacer si le volvía pasar algo y más por su culpa.

Nadine gruñó aparcando el coche y también corriendo detrás de Justin.

Justin, sin sus llaves, tomó impulso y dándole una patada a la puerta, destrozó la cerradura y la puerta se abrió
torpemente.

Su corazón se detuvo al escuchar ese asqueroso murmuro: "Te voy a matar... Te voy a matar, puta". Oh, no. Se
imaginó lo peor. Corrió como poseso hasta llegar a la habitación.

No supo cómo reaccionar. Pues Melina al menos estaba ahí... Solo que estaba sentada en el suelo, mirando a la nada, y
ni siquiera parecía que respiraba. En su rostro había claras señas de que había cedido completamente al llanto. Veía
rasguños en sus manos, en sus pies, hasta en su cara. Su cabello estaba alborotado, como su hubiera peleado con
alguien, pero parecía estar muerta… Y el maldito teléfono yacía a un lado de Melina.

—Mel, Mel —dijo Justin urgentemente—. ¿Qué ha pasado? ¿Qué es eso? ¿Qué te ha pasado? —la sacudió pero
Melina no salió de su estado.

Nadine subía las escalera tan rápido como podía, apenas podía escuchar una voz que murmuraba en bucle...

—iMelina! —gritó Justin perdiendo los estribos—¡Melina! ¿¡Qué coño está ocurriendo!?

Justin, perdiendo todo control en sus emociones e impulsos, fue hacia el ordenador e intentó detenerlo, pero fue
imposible. Así que tomándolo, lo tiró al suelo y lo rompió. Le dio miles de patadas y lo destrozó pero la voz no se
callaba.
—iMelina! —gritó Justin sacudiéndola otra vez. Estaba tan desesperado que no sabía qué hacer.

Nadine entró y al ver a Justin sacudiendo agresivamente a Melina, fue hacia él para empujarlo con fuerza.

—¿¡Eres imbécil!?-le chilló.

Nadine tuvo segundos para analizar la situación. Miro el ordenador tirado en el suelo. Miro después a Melina que sin
apartar la vista del suelo, empezaba a hiperventilar y a llorar. Después escuchó esa molesta voz provenir del
ordenador.

—Haz algo productivo y busca un martillo —le dijo a Justin.

Justin, superado por la situación, se levantó aturdido y fue buscar un martillo. Nadine se arrodilló al lado de Melina y
le apartó el pelo de la cara para que pudiera respirar. Con una goma, se lo ató para que no la agobiara.

—Melina, vamos a detenerlo, ¿Vale? ¿Tú estás bien? ¿Vino alguien a hacerte algo?

Melina por fin levantó la mirada hacia Nadine. Con muy poca fuerza y antes de romperse en llanto, negó con la
cabeza.

—Es lo importante, estás bien y nosotros también. No te preocupes, pequeña. Ven, ¿quieres ir a otra habitación?

Mel lo intentó, intentó irse a otra habitación pero le fue imposible. Le fue complemente imposible... Tanto así, que
acabó por autolesionarse debido a la ansiedad.

Nadine observó los profundos rasguños en su rostro. Oh dios, ¿A qué nivel de ansiedad tiene que llegar una niña para
hacerse eso?

—Va... Vamos al sofá —dijo Nadine.

Justin entro con el martillo. Dios, Justin estaba completamente descontrolado. Nada que ver con el Justin que Nadine
conocía. Ni cuando mataba se alteraba de tal modo.

Fue directamente al ordenador y cuando iba a empezar a aporrearlo, Nadine lo detuvo.

—Espera —le dijo—. Enfrente de Mel, no.

—Demasiado ruido —murmuró Melina vencida por el pánico y el trauma.

Nadine miró mal a Justin, pues parece que en vez de ayudar... Lo había empeorado todo.

Nadine consiguió sacar a Melina de ahí para llevarla al salón. Le daba muchísimo miedo, pues la puerta estaba
destrozada y era un sitio demasiado abierto.

Apenas Melina salió, Justin con el martillo empezó a aporrear el ordenador hasta destrozarlo y por fin hacer que se
callase.

Un silencio reinó la habitación pero Justin sequía demasiado alterado. Fue hacia Melina con el martillo todavía en la
mano y empezó a hablar bastante alto:

—¿¡Qué cojones era eso!? —bramó Justin—. ¿¡En que pagina te metiste. Melina!? ¿¡Qué coño estabas haciendo con
el puto ordenador!? ¿¡No ves que casi me da un infarto!?

Nadine, se levantó y con el puño cerrado, calló a Justin.

—Eres un imbécil —le susurró amenazadora Nadine—. Esta aterrada, ¿Y lo único que se te ocurre es empezar a
gritarle echándole la culpa? Vete a la mierda, Justin. Reconoce que has metido la pata hasta el fondo. Has empeorado
la situación de Melina en pocos segundos. Bien hecho, espero que estés orgulloso. Imbécil.

Nadine volvió hacia Mel para arrodillarse en el suelo mirando a Melina. Sonrió levemente para mirarla:
—Mel, no le hagas caso. No es tu culpa, ¿Vale? ¿Quieres algo para tomar? ¿Quieres agua? ¿Algo de comer? ¿Una
ducha? Pide, Mel. Estoy aquí para ayudarte.

Justin miró que todavía tenía el martillo entre los dedos. Suspiró dejándolo en el suelo con suavidad y se apoyó sobre
sus rodillas.

—Justin —le dijo Nadine—. Quédate con Mel, voy a buscar agua para Melina.

Nadine se levantó y fue directamente a la cocina. A Justin le costaba respirar... Fue hacia Melina... Pero ella no lo
miraba. Sino que apartó la vista cuando él se puso enfrente.

—Meli —le dijo—. Bichito, lo siento.

Mel subió la mirada todavía llena de lágrimas y espasmos por los sollozos.

—No debí dejarme el teléfono por ahí tirado, lo siento mucho. Debes de sentir que te abandoné, pero quiero que sepas
que soy incapaz de hacerlo. Nunca te abandonaría, Melina.

—Pero hoy te necesitaba y...

Eso destrozó a Justin. Toda esa tensión, todo ese miedo, todo ese dolor, todo eso se concentró en un mismo momento.
Un mismo momento que hizo que cayera de rodillas completamente roto y se dejara vencer por el llanto.

Eso sorprendió a Melina. Justin se dejó caer a su pies y empezó a sollozar.

Nadine, que volvía con un vaso de agua, se detuvo y se escondió para dejar a Justin y a Mel solos.

—Tuve tanto miedo —murmuró—. Sentía que te perdía, sentía que alguien te había hecho algo y yo no estaba ahí
para evitarlo. Y empecé a imaginarme lo jodidamente culpable que tendría que sentirme al no responder tu llamada, al
no salvarte Melina... Perdóname por favor. Te juro que voy a cocerme el teléfono a la piel, o me esposaré a ti para que
te sientas segura pero por favor, perdóname. Perdóname, por favor.

Melina estiró la mano hacia Justin para colocarla en su mejilla. Justin se aferró a esa mano tomándola con la suya. Le
besó la palma levemente y sonrió mirando a Melina.

Con el pulgar, ella le secó las lágrimas. Nadine, sonrió detrás de la puerta y decidió que lo prudente era alejarse y
esperar a que acabaran.

—Melina -dijo Justin—. Quiero que sepas que no estás sola. No me perdonaría que te pasara algo y siempre, siempre
voy a estar aquí para protegerte y quererte por encima de todas las cosas, bichito.

Melina asintió yendo hacia Justin y dándole un beso en la mejilla. Eso hizo sonreír a Justin tanto... Mel apoyó su
cabeza en el sofá y se quedó mirando a Justin, ambos en silencio.

—No quiero interrumpir —dijo Nadine—. Pero la puerta está rota. Deberíamos arreglarla para evitar que los vecinos
se metan en cosas que no les interesan —dijo subiendo la voz haciendo que los vecinos curiosos se metieran otra vez
en sus casas.

—Tienes razón —dijo Justin secándose las lágrimas de las mejillas y levantándose—. Arreglaremos la puerta y os
haré el mejor chocolate caliente que probareis en vuestra vida.

—Pero Justin —se quejó Nadine—. Tu dieta. Tenemos un sesión de fotos dentro de nueve días.

—¡Ay, Nadine! Pues haré tres horas más en el gimnasio. Es sólo una tacita de chocolate

Nadine asintió yendo hacia Melina.

—Mel, toma —le pasó el vaso de agua—. ¿Te encuentras mejor?


Mel asintió. Nadine miró a Justin y con la cabeza le hizo una mueca para que fuesen a la habitación. Al llegar. Nadine
le lanzó un pequeño aparatito a Justin. El lo agarró en el aire y primero lo vio con confusión y después cayó en cuenta.

—¿Has sido tú? —lo regañó Nadine.

—¡No! ¿Para qué?

—Joder —gruñó Nadine—. Joder, joder, joder. ¿Sabes lo que significa?

Justin suspiró. En las manos tenía un pequeño micrófono que estaba instalado en el ordenador de Melina. No venía
con el ordenador, por ende, alguien tuvo que ponerlo ahí.

—¿Alguien ha estado aquí? —susurró Justin para que Mel no escuchara.

—Creo que sí. Mañana tomaremos el día libre, barreremos todo el apartamento y pondremos cámaras y sensores. No
quiero que le pase nada a Melina —dijo Nadine alterándose.

—Vale, vale, Nadine. Estamos todos bien, y... Estaremos bien, no nos pasará nada, ¿Vale? Esto no va a volver a pasar.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Bueno, no estoy tan seguro pero sé que te tendré para que seas la racional.

Nadine sacudió la cabeza.

—Es que... ¡Oh, cielos! Si te hubieras visto y hubieras visto a Mel y te hubieras visto mirando a Mel… Entenderías el
miedo que tengo.

—Pero ya estamos bien, Nadine.

—Pensemos en el presente. Por cierto, buena derecha —dijo pasando su dedo por su pómulo—. Mañana va

a ser un cardenal bastante llamativo.

—Vamos a arreglar la puerta. Mel no debe de estar sola durante demasiado tiempo —dijo Nadine volviendo al salón.

Justin suspiró dándose la vuelta para buscar su caja de herramientas.

—Mel —dijo Nadine sonriendo—. Vamos a arreglar la cerradura de la puerta. ¿Quieres algo de comer?

—Si, por favor.

—Vale, yo cocinaré y Justin arreglará la puerta, por algo es el macho de esta casa. ¡Justin! Date prisa.

—Ya voy —suspiró yendo hacia ellas.

Al ver a Melina, le sonrió y le guiñó el ojo sonrojando a Melina. Justin, al pasar al lado de Nadine, le pellizcó el
trasero y fue a arrodillarse a la puerta para ver los daños.
—He destrozado un par de puertas antes —dijo Justin—. Esta es pan comido de arreglar.

—Voy a cocinar —dijo Nadine—. No dejes sola a Mel, ¿Entendido?

—iSí, capitán! —hizo un saludo con la mano.

—Imbécil.

Nadine se marchó y Justin acabó por arrancar la cerradura por completo.

—Huy… Creo... Creo que será mejor que compremos una puerta, ¿No? ¡Tráeme la cinta adhesiva!

Por la noche, los tres estaban sentado en el sofá. En medio estaba Justin, con un bol de palomitas en el centro, y su
mano izquierda, Nadine y a su mano derecha, Melina. Todos tenían chocolates calientes en las manos y miraban
ensimismados a la televisión.

Estaba una serie de criminología que suelen aparecer de vez en cuando.

—Yo estoy más bueno que el protagonista —dijo Justin llevándose la boca con palomitas.

Nadine y Melina lo miraron.

—Oh, ¿Lo dije en voz alta?

Nadine hizo los ojos en blanco.

—Ya te gustaría estar como ese tipo.

—Pufff, como digas Nadine. Eres una envidiosa porque no nos puedes tener, ni a mi, ni a él.

—Ese si es un hombre de verdad. No seas maricón.

¿La puerta? Pues Justin no iba a ir al trabajo mañana e iba a pedir una nueva. La que destrozó la pegó con cinta
adhesiva para que no se abriera.

—Eres una homofóbica, Nadine ¿Acaso ser gay no me permite ser un hombre de verdad?

Justin entrelazó la mano en el muslo de Melina. Ella miró fijamente la mano de Justin entre sus piernas y

después lo miró a él, pero parecía más concentrado en discutir con Nadine.
—Digo que eres maricón porque sé que te duele justo en la hombría.

—Amargada —le dijo Justin. Nadine le sacó la lengua—. Bueno, pues, mujeres, es hora de irse a la cama.

Justin apartó la mano de encima de Melina haciendo que suspirara de alivio.

—Bichito, ¿Quieres que te lleve en brazos? —le sonrió Justin apartando el chocolate caliente y las palomitas.

Melina lo miró fijamente y él extendió los brazos.

—Prometo no soltarte.

Justin la cargó en brazos y la llevó hasta la cama.

—Será mejor que me vaya —dijo Nadine—. Saldré por la escalera de incendios.

—Está bien, Nadine. Gracias por todo —dijo Justin.

—De nada. ¿Quieres que vaya al parking del trabajo para buscar tu moto?

—iAy mi madre! Me había olvidado de betty. Claro, claro. Me harías un gran favor.

—Vale, ten el teléfono a mano.

—¡Lo haré, lo juro!

Justin dejo con suavidad a Melina en la cama y ella se pegó en la pared.

—¡Adiós, Justin! —dijo Nadine.

—Adiós, Nadine.

Justin se acostó junto a Melina y le sonrió levemente. Mel, intimidada, se escondió entre las sábanas y esperó

hasta que por fin se durmieron.

Justin empuja más fuerte. La escucha gemir cada vez más fuerte con cada empujón.

Mira hacia enfrente, a Melina. Ella esta de pie al lado de la cama mirándolo fijamente. Entonces, Justin mira hacia
abajo para ver que tenía a Melina debajo, muerta.
Justin se despierta jadeando y mira a todos lados. Melina estaba no estaba a su lado. Se altera y se levanta de un salto.

—iMelina! —la llama.

Hay unos pocos rayos de sol que se cuelan por la ventana. Entra precipitadamente en el baño.

Escucha a Melina gritar. Hace mucho que no la oía gritar de esa manera. Melina se cubre con ambas manos
agachándose. A pesar de que estaba duchándose, traía puestas unas bragas y un sujetador y una camiseta que solía ser
de él.

—Melina —suspira Justin de alivio—. Creía... Creía que te había pasado algo... Yo...

—iVete! —le dijo Melina.

—Joder —masculla Justin al darse cuenta que estaba invadiendo su espacio.

Salió precipitadamente del baño y se golpea la cabeza con la mano.

—Eres un imbécil —se regaña.

De pronto, el teléfono empieza a sonar. Va rápidamente y contesta:

—Hey, solo te llamaba para decirte que Betty, tus llaves, tu casco y tus guantes están a salvo.

—Gracias, Nadine.

—¿Estás bien? Te noto extraño.

—Lo estoy, estoy bien, me tengo que ir, tengo una puerta que comprar.

—Son las seis de la mañana, ¿A quién coño...?

Pero colgó. Justin se sentó en la cama a esperar a que Melina saliera para pedirle una y mil veces perdón. Si hacía
falta, lo haría de rodillas… Pagaría penitencia si hiciera falta. Se levantó desesperado para tender la cama e irse a
preparar el desayuno. Por alguna razón se sentía culpable.

—Probablemente porque soñaste que te follabas a una niña que podría ser tu hija, enfermo —dijo en voz muy baja—.
Y peor aún, a su cadáver. Puto degenerado.

Un escalofrío recorrió a Justin mientras removía el té en su taza. Al rato salió Melina y cuando escuchó la puerta,
Justin fue como loco a la habitación.

—Melina, quería decirte que lo siento, lo siento mucho, lo siento tanto, soy un imbécil y aveces no controlo mis
sentimientos, aveces no me controlo y al no verte a mi lado como siempre yo... yo... ¡Melina! —grito Justin—. ¿¡Qué
te ha pasado!?
Melina por fin revelaba sus piernas, pero era porque acababa de salir de la ducha. En una de ellas tenia algo bastante
raro. Era como un coaguló por dentro dejando un moretón bastante prominente.

—¿Qué? —se quejó Melina mirando su pierna.

—¿Quién te hizo eso, Mel? —fue hacia ella para tocarla pero Melina se alejó rápidamente tomando su pantalón de
pijama y huyendo otra vez al baño—. Melina...

Melina cuando cerró la puerta se echó a llorar. Lo sabía... Sabía que nadie querría ver los destrozos de su cuerpo, todos
la iban a juzgar por siempre jamás por aquel maldito día. Desde hace ocho años su cuerpo estaba destrozado, su piel
marcada, sus venas cortadas y sus huesos rotos... Y para un día que se atrevió a mostrar algo que creía que pasaría
desapercibido... Justin reaccionó así...

Se apoyó en la puerta y con las uñas, repasó aquellos rasguños de la noche anterior, odiándose, se odiaba por ser ella,
porque lo que le pasó era su culpa, se odiaba tanto que creía que Justin no se merecía tener que soportarla... Nadie se
merece tener que aguantar a alguien roto, a alguien destrozado física y mentalmente. No quería que la vieran, no
quería que la juzgaran, no quería existir.

—Mel —tocó la puerta Justin—. Melina, por favor. Voy a entrar.

Justin abrió la puerta para encontrar a Melina en suelo apoyada en la pared y llorando desconsoladamente.

—Mel —suspiró Justin arrodillándose hacia ella—. ¿Qué te pasa? ¿Alguien te hizo algo? Habla por favor, no soy
adivino y me encantaría entenderte.

Tal y como había hecho Nadine ayer, Justin le quitó el cabello del rostro para apartarlo de su rostro y ver los rasguños.
Algunos eran recientes y tenían puntitos de sangre fresca.

—Melina -suspiró Justin—. No puedes hacerte daño de esa manera. No tienes derecho.

—Claro que tengo derecho. Si los demás hacen con mi cuerpo lo que les da la gana, yo puedo hacerlo también.

Justin abrió mucho los ojos y su corazón se aceleró. Nunca había oído a Melina hablar así, y sus alarmas se activaron.

—¿A qué te refieres? Melina, nadie tiene el derecho de hacerte daño, ni tú misma.

Mel suspiró.

—Herirte debería ser pecado.

Justin fue hacia Melina para secarle las lágrimas.

—Mel, ¿Hay algo que no me estás contando? ¿Tiene que ver con elordenador?
—E… Estaba dibujando y...

—Vale, no hace falta que me des detalle de todo. Solo necesito que me digas sí o no. ¿Alguien te ha hecho algo
recientemente?

Melina miró a Justin con los ojos llenos de lágrimas y el corazón roto.

—No… —dijo aliviando a Justin.

—¿Y esto, bichito? —tocó su pierna y colocó el pulgar en la zona amoratada para comprobar si le dolía, pero parecía
que no.

Melina se echó a llorar al recordar como las patadas de ese hombre le rompían la piel marcándola para siempre.

—¿Es de aquel día? —bajó el tono de voz. Melina asintió con los ojos cerrados—. Mel... Lo siento... Ojalá hubiera
llegado a tiempo para detenerlo. Melina, mírame.

A Melina le costó pero Justin la forzó tomándola del mentón.

—Yo también sufro y recuerdo ese día como si fuese ayer. Lo sufro tanto que lo tengo tatuado aquí —llevó la mano de
Melina a su pecho, cerca de sus tatuajes—. Y no me puedo sentir lo que tu sientes pero me puedo hacer una idea... Y
es horrible por lo que tienes que pasar todos los días. Pero Mel, estás viva, estás sana y eres maravillosa, eres dulce e
inteligente. Eres preciosa, tienes un futuro enorme por delante y me gustaría ayudarte y formar parte de ese futuro, mi
pequeño bichito, pero tienes que poner de tu parte para que ambos superemos este mal trago.

—Pe.. Pero ¿Quién va a quererme con las piernas destrozadas, mis cicatrices y mis traumas?

—Yo —dijo sin dudar—. Yo ya te quiero, Mel. Te adoro. Y ya no me imagino una vida sin ti, Mel. Tenemos que
superarlo los dos, y tenemos que hablarlo, hablar de nosotros, de cómo nos sentimos, ir paso a paso hasta que por fin
podamos ser los que solíamos ser.

Pero el trauma de Melina ya no venía tanto de hace ocho años, sino de las secuelas y las consecuencias.

—¿Te acuerdas de lo bien que nos lo pasábamos cuando eras una niña? —sonrió—. Me decías "tío Justin". ¿Te

acuerdas?

Justin la rodeó con su brazo y la acercó a él para abrazarla.

—Sí —murmuró—. Solías llevarme al parque para comprarme helados en pleno invierno.

Justin sonrió dulcemente y asintió.

—En mi defensa diré que eran helados muy buenos —se rió—. Podríamos volver a ser los que éramos antes —
suspiró.
—Es tan difícil cuando alguien te está vigilando.

Justin se incorporó mirando a Melina fijamente.

—¿Lo sabes?

—¿Tú no?

—Lo sé de hace poco —confesó Justin—. ¿Sientes que te vigilan?

—Es lógico. No acabaron el trabajo… Lo harán tarde o temprano.

Mel, como si por un momento perdiese el miedo a dar la espalda, se levantó y fue corriendo a tomar una carpeta para
volver corriendo al baño. Se volvió a sentar en el suelo y se colocó a Justin. Abrió la carpeta y eran todos sus dibujos.

Justin abrió mucho los ojos al ver que Melina sacaba retratos que ella había hecho de las niñas que también murieron
asesinadas.

—Mel, ¿Desde cuándo sabes esto?

—Años —murmuró.

Había un montón de noticias impresas sobre las niñas. Había un retrato de su madre, uno de su padre, y uno de un
sujeto.

—Este es el hombre que lo hizo —dijo Melina dándole el retrato a Justin.

—Pero… Este no se parece al que me describiste hace ocho años...

—Para eso aprendí a dibujar... Para plasmar su cara. Y es este.

—Mel… Esto que me acabas de dar es oro para atraparlo —dijo mirando el boceto una y otra vez.

Pero algo llamo la atención de Justin... Fue un dibujo de Mel... Y sonrió ampliamente porque era él retratado.

Melina lo cubrió rápidamente.

—Me encanta —dijo quitándoselo para mirarlo.

Era él de perfil con un león de frente. Sonrió admirando que Mel había captado cada detalle de él.

—¿Dejas que me lo quede, por favor?


—Yo… —negó con la cabeza—, no es tan bueno...

—Es fantástico —sonrió Justin—. Es perfecto, Mel. ¿Me dejas, por fi?

Melina asintió ocultando la carpeta, pues tenía un montón más de Justin guardados.

—Vamos a la cama, Mel. Hoy es día de descanso y no quiero que estés tirada en el suelo. Las princesas no tienen que
estar en el suelo, y mi princesa muchísimo menos. Así que arriba, tienes que comer, princesa.

Justin se derrumbó en otra habitación. Dejó a Melina desayunar mientras que veía la televisión.

—Nadine —dijo Justin—. No voy a poder aguantarlo más.

—Justin, no me vengas con esas. Haz hecho mucho por ella, no puedes rendirte ahora.

—Pero es que ella no se lo merece. Ella se merece a alguien estable, alguien que la saque del agujero. Alguien que la
merezca.

—¿Y quién mejor que tú? Te desvives por esa niña, y ella va a saber apreciarlo, Justin.

—Es que si la hubieras visto tan destrozada... Y sabe, sabe lo de las demás niñas. Y muchísimo antes que nosotros.
Hace años que lo sabe.

—¿Qué dices?

—Sí… Lo sabe. Ya te contaré. Necesito que Mel vuelva a ser la niña de antes.

—Lo vas a conseguir. Tengo que irme, veo al jefe venir hacia mi para preguntarme por ti.

—Dile la verdad.

—Oh, wow. Iba a decir que se metieron a robar a tu casa...

—Lo que sea, Nadine. Lo que sea… Llámame cuando puedas.

Nadine colgó y Justin suspiró yendo hacia el salón a echarle un vistazo a Melina. Sonrió al verla concentrada en los
simpsons como si la vida le fuese en entender el capitulo.

—Mel —la distrajo de la tele—. Cuando estas conmigo, ¿Te sientes bien?

Mel se sonrojó y bajó la mirada a los cereales.

—Sí…

—¿Cambiarías algo?

Sí, que dejaras de verme como tu hija.

—No… Nada...

Justin sonrió yendo hacia ella para sentarse en el sofá y abrazarla tratando de unir su piel destrozada, sus huesos rotos,
sus venas cortadas y su corazón roto.
Problema 6.
Cosas ocultas.

—¡Inocente! —determinó el juez haciendo que todos los presentes se levantaran en jadeos de preocupación y de
sorpresa.

Justin se levantó buscando con la mirada a Melina enfrente del juez. Se echaba a llorar mientras él impotente trataba
de hacerse oír sobre las protestas en la sala. Grita su nombre. De pronto, ve al que decretaron inocente. Al violador.
Sin pensarlo, saca su arma apuntando hacia él y dispara.

Justin se despertó al sentir que algo o alguien lo movía.

Era Nadine. Anoche se habían quedado hablando del caso de Melina y se fueron a dormir juntos.

Justin mantenía a Nadine abrazada por la espalda cuando ella lo despertó.

—¿Qué es eso? —jadeó Nadine al oír ruidos en la habitación.

—Mi pene —respondió Justin.

—Hablo en serio, Justin. ¿Qué ha sido eso?

Justin se alarmó al oír algo dentro de la habitación y se levantó de un salto. Nadine le siguió y vieron a Melina de pie
enfrente de la cama, dándoles la espalda. Era insólito.

—¿Mel? —dijo Justin yendo hacia ella con suavidad.

Su corazón cada vez latía más fuerte. Melina nunca daba la espalda y muchísimo menos en un sitio
oscuro como su habitación. Justin se colocó a su lado para verla, qué ocurría.

—Es sonámbula —dijo Justin tomándola de los brazos por si se caía.

—Joder —murmuró Nadine—. Te.. Te juro que creí que en cualquier momento se daría la vuelta y nos daría el susto
de nuestra vida mientras trepa por las paredes hablando en latín.
—Lo había hecho antes, pero hace un par de años —dijo Justin sentándola en la cama para que así se pudiera acostar
—. Me gusta pensar que esta es la única manera de salir que tiene… Y vivir la vida que no está viviendo ahora.
—Al menos no le ha pasado nada —murmuró Nadine—. Dios, escuché el ruido y me pensé lo peor.

Justin suspiró cubriendo con las mantas a Melina. Cuando se trata de Melina... No hay que pensar. Tienes que saber
que tienes que ir a rescatarla de lo que sea... Hasta de ella misma.

Nadine miró a Melina y se acercó a Justin.

—Dormiré en el sofá —dijo—. Quédate tú con ella para evitar que se levante y que se haga daño.

—No, no hace falta. Mel está bien y nosotros podemos seguir durmiendo... Solo si quieres, claro.

Nadine apoyó todo el peso en una pierna y de cruzó de brazos.

—¿A Justin Bieber le gusta el contacto humano? —se burló.

—Me gusta el tuyo -dijo mirando al suelo. Si hubieran luces, Nadine hubiera visto que Justin se sonrojo.

Nadine se acercó a Justin y lo abrazó.

—Justin, no te confundas. Sólo nos dejamos llevar una noche... No significa que vayamos a ser más —dijo Nadine sin
mirarlo. El corazón de Justin se aceleró.
—Me agrada estar contigo, Nadine...
—Y a mí también. Pero como amigos, y socios... Ya sabes, partners in crime —dijo dándole un golpe en el brazo y
sonriendo.
—Ya… Sí, sí.
—¿Por qué no te buscas una novia de verdad? Eres muy guapo y puedes tener a cualquier chica, Justin.
—No lo sé... Hmm... Es muy raro. Es que... Quiero lo mejor para Mel.
Nadine suspiró.

—Has estado estos últimos ocho años pensando en Mel, tienes que pensar en ti. Puedes buscarte novia, puedes hasta
casarte y a Melina le encantaría, pues te quiere.

Justin levantó la mirada rápidamente.

—¿Tú crees que me quiere?

—iTe adora! Si tan solo vieses cómo te ve... Melina te guarda mucho aprecio, Justin. Tal vez le cuesta reflejarlo pero
lo muestra.

Justin sonrió de lado y fue hacia Melina para mirarla dormir.

—Me voy —dijo Nadine.

—Quédate, por favor -dijo Justin.

—No, ya estoy lo suficientemente despierta como para conducir.

—¿Estás segura que quieres irte?

—Claro, Justin. No te preocupes por mi. Ya nos veremos mañana en la oficina. Te dejo para que cuides a Melina.

—Gracias, Nadine.

—De nada, pequeño —dijo sonriendo Nadine—. Ven mañana temprano, por favor.

—Lo intentaré —sonrió Justin.

—Genial, te veo mañana, adiós.

—Adiós.

Escucho que Nadine recogió sus cosas y él se levantó esperando que Nadine volviese y le dijera que se quedaría.

Silencio.

Nada pasaba.

Nadine no iba a venir.

Y de pronto, cerró la puerta. Nadine se había ido.

Justin se sentó en la cama de manera pesada, pues odiaba y detestaba su situación ahora mismo.

No, Justin no quería novia… Necesitaba desesperadamente a alguien que se quedase con él. Alguien que lo escuchara,
alguien con quien hablar, alguien con quien compartir su vida. Estaba cansado de estar solo...

Justin se volvió a levantar para ir a la cocina, pero entonces, una mano pequeña lo tomó del brazo.

Justin se dio la vuelta y miró a Melina devolverle la mirada con su mano en el brazo de él tocando los tatuajes.

—¿Mel? ¿Te desperté? —sonrió Justin.

—No —dijo Mel—. ¿No puedes dormir?

—No, cielo —suspiró Justin.

—Estás bien? ¿Qué te pasa?

Justin la miró y se arrodilló en el suelo apoyándose en la cama para verla. Estaba soñolienta pero parecía bastante
tranquila.
—Nada… Estoy bien.

Hubo un silencio mientras Melina lo miraba.

—No lo parece —dijo Mel.

—¿Tanto se me nota? —Mel asintió.

—Eres muy cascarrabias pero amable, y se nota que estás cansado.

Justin frunció el ceño:

—¿Qué te pasa a ti, que estás tan habladora? —sonrió Justin, pero Mel perdió toda la tranquilidad.

—¿Estoy hablando mucho? Lo siento, no lo volveré a hacer.

Joder. Joder. Joder. Justin, eres imbécil. Idiota

—No, no, no, Mel... Me encanta que hables. Sigue hablando, por favor.

Pero Melina ya se había cerrado y simplemente tomó las mantas y se cubrió completamente.

—Mel —dijo Justin tirando de las mantas—. No seas así.

Pero Mel seguía cubriéndose, forcejeando con él.

—Melina —insistió Justin tirando con más fuerza de las sabanas, perdiendo la paciencia.
—Déjame —murmuró Melina.
—Joder, Melina. Eres insoportable a veces.

Melina dejó de luchar momentáneamente en el forcejeo, pero ahora recuperó más fuerzas y empezó a tirar más.

—iDéiame! -subió la voz.


—Eres demasiado infantil.

Justin tiró más fuerte de las mantas quitándolas completamente. De pie, miró a Melina, estaba bastante agitado y su
mente iba mas rápido que su cuerpo.

—¿Por qué siempre eres así de infantil conmigo? —se quejó Justin—. Trato de ser bueno, trato de darte todo lo que se
te puede dar, te doy mi casa, mi comida, mi cama, ¿y porque te digo una frase de mierda te pones así? ¡Madura, Mel!
Tienes casi dieciocho años y estas desperdiciando tu vida por algo que pasó hace ocho años.

Mel estaba con los ojos a punto de estallarle en miles de lagrimas. Habían dos tipos de reacciones en este caso:

O Mel se quedaba callada… O estallaba.

Y explotó en miles de pedazos.

Se sentó en la cama secándose las lágrimas con fuerza.

—¿¡Y crees que para mí no es fácil? —gritó aturdiendo a Justin—. ¿¡Acaso tu sabes lo que es ser arrancada de tu
familia, violada, mutilada y destrozada!? ¿¡Tú lo sabes!? ¡Claro, no lo sabes! ¡Estoy todos los días pagando por algo
que no hice! ¡Me siento como una prisionera, pero eso a ti te da igual! ¡Tu eres de los que mutilan! iTu eres de los que
rompen!n¡Tú eres de los que destrozan! ¿Crees que no me odio todos los días por ser así? ¿Crees que lo hago
voluntariamente para que tú seas mi criado? ¿De verdad crees que soy tan miserable?

—Mel… —por fin su cuerpo había alcanzado a su mente, y estaba arrepentido.

—¡No! ¡Cállate! —Justin retrocedió cada vez más asustado—. ¡Me estás echando en cara que me has dado tu casa y
tu cama, pero déjame decirte algo! —Mel se levantó hasta ponerse enfrente de él—. Toda esta mierda se hubiera
evitado si tu no hubieras matado a mis padres. Todo esto se hubiera evitado si me hubieras matado a mi con ellos, con
mis hermanos, mis primos, mis tíos, ¡Hasta mataste al perro! —jadeó
Melina—. ¡Eres un cobarde por echármelo en cara! ¡Cobarde! ¡Soy yo la que tiene que estar pegada a la pared y
usando tres pares de bragas, pero eres tú el que me da pena!
Justin miró a Mel entre aturdido y confundido. Con los labios entreabiertos y los ojos bastante fijos en ella.

—Melina —dijo sin palabras.

Entonces Melina se dejó caer al suelo y retrocedió hasta la pared para ahí llorar sin consuelo cubriendo su cabeza con
sus manos, volviendo a hacerse daño con las uñas en el rostro. Justin se sintió el peor ser humano de la historia. Había
sido tan hipócrita como para decirle a Melina que lo superara cuando él soñaba todos los días con ese caso.

—Tienes razón —dijo Justin mirándola desde arriba—. Soy un cobarde y un miserable —dijo arrodillándose—. Soy
un maldito cobarde porque fui incapaz de asesinar a la niña de los ojos verdes.

Mel ceso su llanto como si quisiese oír eso claramente.

—Y soy tan miserable que fui incapaz de salvarla cuando ella lo pedía a gritos —dijo con los ojos llenos de lágrimas
—. Tienes razón en todo, Melina. Tienes razón. Yo soy de los que rompe, destroza y mata...

Entonces Justin tomó a Mel del cabello con suavidad para que ella lo mirara. Las lágrimas ya empezaban a salir de los
ojos de Justin.

—Pero este miserable ya no quiere romper, quiere reconstruir, y quiere amar y quiere cuidar. Te fallé, Mel. Y estoy
pagando por ese error todos los días de mi existencia, hasta que me muera. Y no, no sé lo que tu sientes, pero si sientes
que tu alma se quema, tus fuerzas caen y tus ganas de vivir no existen... Creo que puedo acercarme.

Entonces Justin tomó a Mel de los hombros y dijo:

—Este cobarde, es tan cobarde que no acepta que ha fracasado contigo, Melina.

Entonces la atrajo a él en un fuerte abrazo, asfixiante, lleno de sentimientos. Melina luchó un segundo por librarse
pero no le quedó otra que seguir llorando en el hombro de él.

Un diluvio se aproximó en la ciudad. El agua caía tan fuerte que a pesar de tener cuatro plantas por arriba, se oían las
gotas estrellarse a rabiar contra el techo. Mas los rayos y los truenos que eran la banda sonora en la habitación.

Melina se apartó del abrazo empujando a Justin.

—Estoy tratando de hacerlo lo mejor posible —dijo rápidamente Justin secando sus lágrimas—. Melina —su corazón
estaba muy acelerado—. Te quiero.

Melina se quedo inmóvil y lo miro confundida.

—Te quiero, Mel. Y cuando se quiere a una persona, tratas de ser mejor para ella todos los días, tratas de que esa
persona sea mejor cada día. Y quiero que ambos seamos los mejores, la mejor versión de nosotros mismos.

Inconscientemente, la cabeza de Justin volvió a la conversación con Nadine:

—Melina, ¿Tú me quieres?

Necesitaba sentirse querido, amado por alguien, aunque ese ser fuese tan pequeño y frágil como Melina. Necesitaba
un poco de amor... Oh, cielos, lo necesitaba desesperadamente.

Buscando ese amor se acostó con Nadine, buscando ese amor abraza a la fuerza a Melina, buscando ese amor es tan
cruel, buscando ese amor..

—No.

La cara de Justin dijo todo. Apartó las manos de encima de Melina y se alejó tragando con fuerza sintiendo que su
mundo se desmoronaba. Buscando ese amor, su prioridad no era sacar a Melina de su trauma, sino que sacarse a él
mismo.
Se levantó buscando unos pantalones.

Melina abrazó sus piernas y se quedó pegada a la pared.

Justin, sin perder tiempo, tomó su casco, sus guantes y sus llaves. Se marchó sin importarle que la tormenta parecía
inundar la ciudad.
Melina tembló al oír que se cerraba la puerta.

Dios, ella era la cobarde ahora y solo se atrevió a decirlo cuando estaba sola:

—Te adoro, te amo —dijo echándose a llorar.

Justin conducía tan deprisa en la lluvia que era milagro que no se hubiese matado. Su ropa, su moto, todo de él estaba
empapado.

Inconscientemente iba a la zona mas peligrosa de la ciudad, al bosque, en donde rompieron a Melina.

El camino le presentaba mil y un obstáculos para superar en su moto, pero los sorteaba con tal de llegar en una pieza a
la cabaña. Cuando llegó, tiró la moto al suelo, entró sin importarle nada y empezó a tirar absolutamente todos aquellos
objetos que habían permanecido impasibles durante ocho años.

Rompió los cuadros, profanó la escena del crimen, hasta con sus pisadas manchó la sangre.Cayó de rodillas y siguió
llorando mientras miraba que sus rodillas se manchaban de barro y de sangre. La única luz que entraba era la del foco
de la moto... Pero entonces Justin notó que ese foco se movía.

Se levantó yendo hacia la puerta para oír que aceleraban su moto.

—¡No! ¡No!

Pero era demasiado tarde. Para cuando salió a la calle, su moto ya se veía lejos con un nuevo inquilino encima.

—¡Joder! —pateó una piedra arrepintiéndose al momento, pues se había golpeado el pie.

Se quejó y concluyó que lo mejor iba a ser irse caminando. Solo. Sin nada ni nadie.

Nada a lo que aferrarse cuando nadie lo quería

Nadine estaba en su oficina con el nuevo caso cuando miró por el rabillo del ojo algo que no le gustó nada.

Miró a su izquierda y abrió mucho los labios.

Justin Bieber empapado, con el casco puesto, los guantes puestos. Estaba pálido, podía verlo a través del casco. Y la
piel que podía ver se veía demasiado pálida, erizada.

—Justin… ¿Qué?

Entonces, como si Justin no pudiera más, se dejó caer de rodillas para caer fulminado finalmente.

Nadine corrió hacia él para tratar de despertarlo. Estaba frio, pálido. Le quitó el casco, sus labios morados, su rostro
tan frío, su piel congelada.

—¡Una ambulancia! —gritó Nadine mientras que le quitaba desesperadamente la chaqueta a Justin para ponerle su
jersey calentito encima.

Nadine no quería mostrarlo, pero estaba muy asustada. Estaba aterrada por el estado de Justin.

—¿Qué te pasó?

Justin despertó en un sitio extraño. Hace siglos que no estaba en un hospital. Se asustó y se levantó al instante. Nadine
al verlo fue hacia él para evitar que se moviera.
—Justin —jadeó Nadine—. ¿Qué coño te ocurrió anoche?

Habían recuerdos bastante vagos, venían como caleidoscopios y sonidos aislados. Se oía a él destruyendo la cabaña y
ahí fue cuando se sintió culpable y se incorporo.

—He… La cabaña... Melina —balbuceó tratando de acomodar sus pensamientos.

Y de pronto, se quedó callado al escuchar a Melina gritarle en su cabeza. Miró hacia el techo y Nadine fue hacia él
para calmarlo.

—Te desvaneciste en mis pies, ¿y tu moto?

—Me la robaron.

Nadine se rió acariciando el pelo a Justin.

—¿Caminaste bajo la lluvia toda la noche?

Justin asintió.

—Pues casi te mueres de hipotermia.

—Pero ya estoy bien, quiero irme a casa —hizo ademán de levantarse pero Nadine colocó una mano en su pecho.

—No, cariño, tienes que descansar. Además, alguien ha venido a verte.

Justin dirigió su mirada a la puerta cuando Melina entraba. Abrió mucho los labios y tuvo la intención de levantarse e
ir hacia ella.

Su corazón se aceleró y la máquina revelaba ese sonido molesto. No sabía si sonreír, llorar, gritar o algo. No lo sabía.
Era como que tenía demasiadas cosas en la cabeza y no sabía cómo filtrarlas para que tuvieran sentido.

—Mel… —dijo conmocionado.

—Hola —dijo con una leve sonrisa.

—¿Has venido? —no se lo creía.

Melina asintió. Nadine sonrió y se acercó a Melina para pasarle un brazo por los hombros.

—Ha venido porque había una causa mayor.

Melina sonrió, y Justin no solía ver a Mel sonreír y esa sonrisa le dio la vida.

—Os dejo solos —dijo Nadine—. Voy a buscar tu moto.

—Nadine —dijo Justin—. Rómpele la boca a ese hijo de puta.

Nadine sonrió y le guiñó el ojo para irse. Melina fue hacia Justin y se sentó levemente en la camilla.

—Mel —dijo Justin—. Lo siento, lo siento muchísimo.

—No te preocupes —dijo Mel—. Creo que ambos tenemos muchas cosas escondidas y tenemos muchas cosas que
decir.

Justin sonrió.

—¿Y no tienes miedo de salir? —la curiosidad lo estaba matando.

—Nadine fue a casa y me dijo que estabas en el hospital... Me asusté y no pensé en nada más. Me subí al coche de
Nadine y aquí estoy. Al menos es una habitación pequeña y estoy contigo.

Justin sonrió con el corazón acelerado.


—Bendito sea el que me robo la moto —dijo sonriendo y estirando los brazos hacia ella—. Ven, aquí, Mel. Lo siento
muchísimo.

—Yo también lo siento. No debí decirte todo eso. Te quiero y te tengo mucho respeto.

Justin se alejó para mirarla.

—¿Qué dijiste?

—Que te tengo mucho respeto...

—No, no, antes. ¿Me quieres? —sonrió.


Melina asintió poniéndose roja.

Justin la abrazó e hizo que Melina se acostara a su lado. Justin suspiró atrayendo a Mel a su lado, queriendo quedarse
ahí para siempre.

—¿Desde cuándo? —preguntó, haciendo que Melina se riese.

Cielo santo, llevaba nueve años sin oírla reír, sin verla sonreír. La desgracia y la tormenta de ayer se convirtieron en
recompensa y calma.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Justin.

—En nada. En lo asustada que estoy ahora mismo —diio Mel—. Pero el hospital me hace sentir bien. Aquí curan las
heridas y salvan a los buenos, ¿verdad?

—Verdad —sonrió Justin—. Mel, tienes derecho a no tener miedo donde quiera que vayas. Tienes derecho a
permanecer segura y sentirte con la suficiente confianza de hacer lo que te de la gana.

Melina se acurrucó a su lado. No tenía paredes para sentirse protegida, pero tenia a Justin, tenia a Justin junto a ella y
estaba contenta, estaba segura, y se sentía mejor que nunca. La verdad es que la salida de casa fue traumatizante. No
pudo dormir en toda la noche pensando en la pelea, en lo estúpidos que fueron los dos, pero entonces, Justin no
aparecía. No aparecía y seguía sin aparecer, sin dar señales. Le llamó, pero se arrepintió, pues el teléfono estaba dentro
de casa y ahí empezó la verdadera ansiedad.

Melina empezó a creer que si le había pasado algo... ¡Se volvió loca! Su piel estaba muy marcada por sus uñas de
tanta ansiedad... Entonces, Nadine llegó atacada también. Dijo que a Justin le había pasado algo y necesitaba su
identificación. Entonces, cuando Nadine se iba a ir miró a Mel desde la puerta y dijo:

—¿Quieres ir a verlo?

Y Melina no lo pensó mucho y dijo que sí.

—Ve a cambiarte. Yo te espero aquí. Me tomaré algo para calmarme.

Entonces Melina a toda prisa se cambió de ropa y fue con Nadine. Nadine le tomaba la mano fuertemente para hacerle
saber que no estaba sola en esto.

Se metió al coche en el parking y emprendieron la marcha. El sol, la luz, el olor a tierra mojada, la gente, obreros, mas
coches tenían a Melina al borde del ataque de ansiedad, sentía que en cualquier momento las perseguirían, herirían a
Nadine y se la llevarían a ella para matarla.

Gracias al cielo, fueron paranoias. Cuando llegaron al hospital, Mel se sintió mil veces mejor. Nadine se encontró con
el médico y cuando les dijo que Justin estaba bien, estable, fue un gran alivio para ambas.

Mel se sentía mejor. Tal vez salir no era tan malo después de todo… ¿Verdad?...

Pero entonces, en la cama con Justin recordó la peor experiencia de su vida...

Tembló y se acurruco más a Justin. Y Mel, cerrando los ojos, por fin se durmió en brazos de Justin.


Nadine estaba caminando por un complejo industrial. Era enorme pero el GPS indicaba que Betty estaría por aquí.
Justin amaba tanto su moto que era incapaz de dejarla desamparada sin un chip de GPS. Nadine se pegó a una pared
para ver al otro lado.

Era un tío, un tío común. Llevaba una chaqueta negra y estaba fumando encima de la moto. A Nadine le ardió la
sangre. Tocó su cinturón para comprobar su arma pero prefirió partirle la cara con sus manos. Se aseguró de que
estaba solo y con fuerza golpeó una ventana para romper los cristales y que el sujeto se acercara.

Nadine aguantó la respiración escuchando los pasos del sujeto. Entonces, por la sombra notó que iba armado.
Entonces Nadine siendo más rápida lo desarmó y lo redujo tomándolo del cuello.

—¿¡Por qué robaste esa moto!? —chilló Nadine tratando de mantenerlo reducido.

—iLo siento, lo siento! ¡La vi tirada en el suelo y me la llevé! —Nadine apretó más el agarre—. ¡Soy cleptómano! ¡Ya
he estado en la cárcel bastantes veces! ¡No llames a la policía!

—Yo soy la policía. Dame las llaves de la moto y no te haré nada.

—Están en mi bolsillo izquierdo.

Nadine las sacó y tiró al tipo al suelo mientras corría hacia la moto de Justin.

El tipo se incorporó y solo vio cómo Nadine se iba con la moto que creía que iba a ser suya.

—¡Me cago en la puta, para algo bueno que me había pasado!


Problema 7.
Los sentimientos.

Y Justin despertó después de no haber soñado. Se despistó, pues estaba en el hospital y no en su cama. Quiso
levantarse al sentirse inmóvil pero notó que esa inmovilidad venía por Melina. Estaba por encima de su brazo,
dejándolo completamente dormido.

Pero es que era tal dulce: Mel lo tenía abrazado del brazo, rodeando sus pequeñas manos entre sus tatuajes. Verla
respirar tan despacio, verla respirar tan calmada hizo que Justin tuviese mariposas en el estómago.

—Mel —dijo moviéndola levemente—, Mel , no quiero despertarte pero si sigo me van a tener que amputar el brazo.

Melina de despertó jadeando y mirando a todos lados, pero al ver a Justin se relajó. Notó que el brazo de Justin seguía
entre sus manos y se apartó.

—Oh, lo siento...
—Gracias por devolverme mi brazo —dijo Justin moviendo la muñeca de un lado a otro—. ¿Has descansado?

Melina asintió estirándose y volviendo a cerrar los ojos.

—¿Te sientes bien estando aquí? —preguntó sonriendo, aunque Mel no lo veía. Mel asintió y abrió lentamente los
ojos dejando ver un verde casi transparente.
—Porque estoy contigo.
—Anoche perdí el control —dijo—, últimamente estoy teniendo demasiadas emociones encontradas y no estoy
acostumbrado a...

Ella asintió y Nadine entró junto con el médico. Melina al verlo, se levantó y se alejó para ponerse al lado de Nadine.

—Hola, Justin —dijo Nadine.


—Hola, Nadine.

El doctor empezó a hacerle preguntas rutinarias para saber cómo estaba. Después de apuntar unas cosas, Melina sintió
que Justin la miraba así que bajó la mirada rápidamente.

—¿Es su hija? —preguntó el médico haciendo que Melina subiese la mirada rápidamente. Justin no tuvo tiempo de
contestar cuando el doctor seguía hablando—. Me encantan los hijos mestizos, usted y su mujer tienen una hija
preciosa.

Justin asintió aguantando la risa y mirando el bloc de notas del doctor. Melina no entendía qué era tan gracioso para él.
Nadine también estaba mordiendo su labio intentando aguantar la risa.

—Justin, ya le puedo dar el alta para hoy. Pero tenga cuidado con esas caminatas nocturnas debajo de la lluvia y con
pleno invierno en Vancouver.
—Hecho —sonrío Justin.
—Descanse hoy y mañana, tome mucho líquido y no haga grandes esfuerzos, no aguante mucho peso o experimente
sentimientos fuertes.
—Nosotras lo cuidaremos —dijo Nadine abrazando a Melina por los hombros, Melina asintió mirando al médico.
—Pues lo dejaré en las mejores manos. Hasta pronto, señor Bieber y no vuelva por aquí pronto.
—Haré mi mejor esfuerzo.

Cuando el médico se fue y cerró la puerta, Nadine y Justin estallaron en carcajadas. ¿Qué se había perdido Melina?

—¿Lo has oído? —se reía Nadine.


—Se hizo realidad, y no tuvimos que falsificar nada —se reía Justin.

Melina miró a todos lados bastante perdida... Justin miró a Melina entre risas y sonrió levantándose hacia ella.

—Verás, Mel. Un día tuvimos que infiltrarnos y nos hicimos pasar por un matrimonio... Fue lo mejor que nos pudo
pasar —dijo riendo Justin abrazando a Melina—. Nos lo pasamos muy bien, pues tuvimos que hacer como que
estábamos de luna de miel... Fue alucinante. Además de que falsificamos un montón de documentos, fingimos un
embarazo y un aborto.
Mel entreabrió los labios para hablar pero se retractó al instante pues estaba un poco abrumada de cómo se reían por
hacer el mal.

—Ay, dios —se rió Justin yendo al baño—. ¿Y mi ropa?


—Se está lavando.
—¿Y no me habéis traído ropa limpia? ¿Cómo se supone que volveré a casa? ¿Desnudo?

Melina miró hacia abajo sonrojándose notoriamente. Justin volvió del baño y miró a Nadine.

—¡Nadine! —la regañó.


—Vale, vale, voy a buscarte algo.

Nadine salió disparada de la habitación mientras que Justin se sentaba en la camilla y suspiraba.

—Pues tendré que quedarme un rato más aquí. Ven Mel, siéntate conmigo.

Melina no quería ir. Pues no era consciente de que debajo de esa bata de hospital, Justin no tenía nada puesto.

—Ven —volvió a insistir—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Quieres volver a casa?
—No lo sé.

Justin frunció el ceño extendiendo la mano hacia ella.

—Ven aquí, corazón —le dijo—. Explícame eso, explícame cómo te sientes.
—Pues... Es raro. Aquí hay mucha luz, en casa no hay luz... Aquí me gusta, sé que no nos va a pasar nada... Pero en
casa sí me va a pasar algo.

Las alarmas de Justin se activaron. Tomó a Melina del brazo para que se sentara a su lado. Quería preguntarle mil
cosas pero tenía que tener mucho tacto y ser cuidadoso, pues Melina podría cerrarse del todo y no volver a hablar.
Abrió los labios varias veces tratando de hablar pero se callaba por miedo a meter la pata.

—¿Te sientes insegura en casa?

Melina asintió.

—Alguien me está vigilando —murmuró.

Dios mío. Nadine tenía razón. ¿Y si es verdad?

—¿Cómo lo sabes, Melina?


—Creía que tú le habías pagado a alguien para que me vigilara pero... Pero no es así.
—¿Y cómo llegaste a esa conclusión? —Mel negó con la cabeza—. Mel, sé que no te gusta hablar de esto pero tienes
que hacerlo para que yo pueda hacer algo y protegerte. Mira, ¿me tienes confianza?

Mel bajó la mirada un tanto avergonzada... Pues no confiaba en Justin después del todo: ¿Quién se infiltra en tu
familia, se hace pasar por tu tío y después mata a todos, incluyendo un bebé y un perro?

—Melina, si tienes dudas, quiero que sepas que yo no voy a hacerte nada. Estoy aquí por y para ti... Necesito que me
veas como ese lugar al que acudir cuando te sientas triste, insegura o simplemente quieras estar con alguien.
—Sí —dijo—. Te tengo confianza.
—Genial, pues mira. Te prometo que si me hablas de lo que sea, quedará entre nosotros. No se lo contaré a nadie, ni a
Nadine. Somos tú y yo, Mel.

Mel asintió cuando Justin se acercaba a besarla en la mejilla.

—¿Quieres hablar de lo que ocurrió aquel día?

Es que Melina no habló nunca de lo que pasó aquel día. Solo se tuvieron que atar a los hechos: Melina fue
secuestrada, desapareció por un par de días, la ubicaron, fue violada y mutilada el mismo día. Y ya está.

Nadie sabe qué ocurrió en esa brecha. Ni siquiera nadie sabe cómo fue secuestrada. Nadie sabe qué ocurrió en esos
dos días, y nadie sabe lo que ocurrió la noche que la violaron brutalmente y la mutilaron.

Melina se había cerrado completamente a sufrirlo ella sola. Lo demás, Justin se lo podía imaginar pero no era verídico.
—Melina, estoy aquí para escucharte.

Mel miró hacia otro lado y dijo:

—Solo tienes que saber que intentaron hacerme revivir pero me mataron en el intento.

Eso descolocó a Justin, ¿a qué se refería? ¿Revivir?

—Mel, ¿quieres explicarme eso?

Los ojos de Melina se llenaron de lágrimas. Justin la tomó del brazo para atraerla y abrazarla fuertemente, casi
queriendo romperla para poder construir a una nueva.

—Melina, lo haz hecho muy bien. Esto se quedará entre nosotros, bichito.

Entonces Justin se alejó un poco de Melina para mirarla a los ojos, Melina hizo lo propio y su corazón casi sufre un
infarto cuando ve a Justin acercarse demasiado hacia ella con los labios entreabiertos y cerrando los ojos.

Sus labios chocaron su mejilla. Melina suspiró cerrando los ojos también y lo abrazó fuertemente apoyando la cabecita
en el hombro de él, en su gran y fuerte hombro.

Nadine no regresaba, así que ella se quedó ahí durante mucho tiempo, llorando en el hombro de Justin mientras que él
pensaba a qué se refería.

Melina observaba desde su sitio la espalda de Justin. La bata dejaba entrever sus músculos y sus tatuajes. Ella, con la
yema del dedo empezó a acariciar el tatuaje de las alas en el cuello mientras repasaba las líneas de tinta y suspiraba
bajando suavemente la yema hacia la línea que dividía su espalda en dos.

Suavemente de acercó a un tatuaje y repasó los músculos lentamente, como si estuviera ida y esa tarea le había sido
asignada por su subconsciente. Cerró los ojos dejando que sus manos vieran por ella, imaginándose todos sus suaves
pliegues y rincones.

Justin retenía el aire sintiendo que la mano de Melina ahora está a un costado, en sus costillas, y se quedó ahí tocando
los músculos. Justin cerró los ojos dejando que Melina apoyara todo su peso en ella y se quedó quieto.

Nadine volvía por el pasillo con ropa de un enfermero que robó por ahí. Ahora buscaba ropa interior limpia, así que
tendría que ir a la lavandería a ver si pillaba algo limpio y no algo que tuviera una infección o alguna ETS.

Melina ralentizó la respiración y continuó descendiendo. Ahora utilizaba la otra mano. Pero Justin aceleró su corazón
y su respiración. Literalmente, Melina lo estaba tocando.

Al sentir una mano de Melina en su abdomen, algo tembló dentro de él, mariposas en su estómago hicieron que un
escalofrío invadiera su columna.

Melina respiraba tan calmada, como si no fuese consciente de lo que estaba haciendo. Como si no fuese consciente de
que estaba tocando a alguien mayor.

Esa pequeña mano subió por su pecho hasta llegar a sus clavículas y volver al punto de partida. Tenía las manos
congeladas aumentando la sensación de frío y la pánico que estaba sufriendo.

Quiso preguntarle qué estaba haciendo, pero probablemente Melina se cerraría y no voltearía a verlo en la vida.

Una pesada mano volvió a descansar en su espalda y por fin pudo suspirar de alivio.

—Nena —le dijo—. ¿Te encuentras bien?

Melina asintió alejándose levemente.

—Me siento mejor —dijo estirándose.

Entonces, ¿tocarme la hace sentir mejor?


—Bichito —dijo, pero se retractó, así que cambió de tema—. Si quieres hablar de cualquier cosa, no te la calles. Yo
estoy aquí para escucharte y darte mi apoyo. No estás sola, mi pequeña —dijo acariciando su cabello y echándolo
hacia atrás.

Mel, avergonzada y roja, asintió.

Nadine volvió con ropa en una mano, al llegar, no dijo nada, sino que se la tiró a Justin en la cara y tomó de la mano a
Melina.

—Estaremos en la máquina expendedora. Date prisa, Biebs, nos largamos de aquí.


—¿Por qué tanta prisa? ¿Y esta mierda de ropa?
—La robé. Así que date prisa antes de que nos pillen.

Justin suspiró haciendo los ojos en blanco.

—Cuando salga de aquí, te mataré —la apuntó con un dedo amenazador.


—¡Mira como tiemblo! Date prisa, Justin Bieber. Si nos pillan será todo tu culpa.
—¿Le echarás la culpa a un pobre enfermo que casi muere de hipotermia? —dijo llevándose la mano al pecho muy
ofendido.

Mel se rió por lo bajo mirando al suelo.

—Sí, y cuando vean tu historial no pensarán que eres un pobre enfermo. Pensarán que la mitad de la gente que ha
pasado por aquí, fue por tu culpa.
—No seas exagerada, Nadine.
—Sabes que no lo soy. Mister terrorista. Vístete, estamos afuera.
—¿No quieres quedarte a ver? Puedo hacerte un baile.

Nadine se rió.

—Dicen que no confíes en los hombres que bailan bien, pues son el diablo. Y bailar con el diablo te puede traer
problemas.

Melina subió la mirada hacia Justin reteniendo el aire y después de aguantar la mirada durante un rato, se fue
prácticamente corriendo de la habitación.

—¿Y ahora qué le pasa a la loca? —dijo Nadine.


—¡No vuelvas a decirle así! —la amenazó Justin levantándose y siguiendo a Melina por el pasillo. La veía correr con
mucho ensañamiento, como si quisiera correr tan rápido hasta desaparecer.

Justin corría rápido pero con esa bata y descalzo era casi imposible acercarse a ella.

De pronto, un doctor se encontró a Mel de frente tomándola de los brazos. Craso error, a Melina no se le toca a menos
que ella lo consienta.

Primero fue muy confuso ya que se quedó petrificada y después vino el caos. Empezó a gritar sin motivo mientras
luchaba por librarse. Era tan fuerte el agarre que cuando la soltó, Mel cayó al suelo y empezó a arrastrarse
retrocediendo.

Justin llegó a tiempo para ayudar a Melina levantarse... Pero Melina estaba en shock sin apartar la vista del médico. Su
respiración estaba muy acelerada y no podía ni hablar porque parecía que le dolía.

—Melina, Mel, ¿qué te pasa? ¿Te hizo algo?


—Prohibido correr en los pasillos —dijo el médico para darse la vuelta y continuar su camino.
—Melina —dijo Justin intentando calmarla—. Ya pasó mi amor, ven, vamos a la habitación otra vez.

Mel decía cosas sin sentido, era como que no podía pronunciar una palabra con sentido.

—E... Ese... Ese... No... Yo... Cuando... Ese... No....

Parecía que le dolía algo al hablar. Estaba tan alterada y tan en shock que Justin se asustó.

—Mel, para, por favor. Vas a hacer que llore.


Eso hizo un click en la cabeza de Melina haciendo que respirara más profundamente y se calmara.

—Mel —murmuró Justin—. Levántate para que podamos irnos a la habitación. Hemos llamado mucho la atención y
se me ve el culo a través de la bata —dijo riendo levemente—. Ven, pequeña.

Melina le tomó la mano y se levantó del todo para ir acompañada por él. Justin la tomaba firmemente de la cintura y la
llevaba a la habitación.

Dios mío, en ese momento, Justin supo que esto iba a ser muy duro para ambos, es más, que iban a ser perseguidos
por aquella noche el resto de sus vidas.

Melina volvió a casa muerta de cansancio. Era colmo que aquel numerito había acabado con toda su energía. Estaba
callada, pálida y bastante arisca. Era como si ese incidente y ser tocada por alguien más la había dejado traumatizada.

Lo que nadie sabe es lo que de verdad había hecho ese médico.

No era un médico común.

Era uno de los secuestradores. Justin caía en el error de creer que había sido un solo hombre, pero no, eran como
mínimo 10 hombres implicados... Y uno de ellos era el médico.

Melina, en el coche, discretamente levantó las mangas de su camiseta para dejar ver unos moretones bastante
agresivos en los brazos. Ese médico la había agarrado como si quisiera que sus dedos destrozaran sus huesos, dios.
Podía ver sus dedos perfectamente marcados en su piel.

Se secó una lágrima silenciosa y se acurrucó en el asiento. Justin miró por el retrovisor la escena... Miró sus brazos y
sus alarmas se activaron.

Era una lastima, pues no recordaba para nada el rostro del médico.

Justin casi tuvo que subir en brazos a Melina, pues inexplicablemente estaba bastante débil y bastante soñolienta. Cree
que es porque Nadine le dio un calmante y fue demasiado calmante para ella, dejándola fuera de juego.

Dejó a Melina en la cama y apenas tocó el colchón, cayó completamente dormida.

Justin suspiró mirándola para quitarle los zapatos y acomodarla en la cama.

—Quítale el sujetador —dijo Nadine—. Así dormirá más cómoda.

Justin levantó la mirada horrorizado:

—No voy a quitarle el sujetador, Nadine. No voy a tocar a Melina.

Nadine hizo los ojos en blanco y fue para quitárselo por dentro de la camiseta hasta sacarlo del todo.

—Justin, ¿cuánto tiempo llevas sin comprarle un sujetador? —dijo mirando el de Melina—. Mira estos aros, sin duda
se le están clavando en la piel.

Nadine fue a levantarle la camiseta a Melina por la espalda para confirmar que tenía unas marcas bastante profundas
en la espalda.

—Dios mío, Justin.


—¿Qué coño querías que hiciera? Yo no entiendo de esto, y Melina nunca habla.
—Tendrías que saber que usamos ropa interior y como a ti te gusta que la tuya sea cómoda, nosotras también. Iré
mañana a comprarle sujetadores nuevos.
—¿Harías eso por mí? ¿Y comprarle ropa interior y ropa bonita?

Nadine suspiró.

—Claro, Justin. Solo tenías que pedir.


—Gracias, Nadine. Siempre eres mi salvavidas.

Nadine dirigió su vista casualmente a la carpeta azul en la mesa y vio que estaba abierta.

—Justin, mira esto.

Justin fue hacia el dibujo que tenía Nadine en sus manos.

—Mira la fecha.

18/10/2008.

—Coincide con la fecha en la que estuvo en el hospital.

Era un dibujo de una niña. Ella estaba en el suelo cortada por la mitad, y había una clase de diablo riéndose con tres
piernas.

—Dios mío —dijo Nadine—. Mira esto, es una pasada.

Era un retrato de Justin bastante reciente. Estaba basado en unas fotos que se hizo hace poco. Era él con traje, unos
anillos y una corona. La corona era un añadido pero le pareció hasta mejor que la sesión de fotos.

—Dios mío, es precioso.


—¡Esta soy yo! —dijo Nadine emocionada—. Creo que ni en una foto había salido tan guapa.

Era un retrato de Nadine sonriendo, con los ojos cerrados. Era tan adorable que Justin quería quedárselo.

—Dios, Melina tiene mucho talento. Hay como un millón dedicados a ti.

Es verdad. Había un montón de dibujos de él. Había unos cuantos de Nadine y lo demás eran naturalezas muertas.
Pero Justin tenía algo... A Nadine la dibujaba tal y como era, pero a Justin siempre con un rasgo de superioridad:

Con un león, una corona como si fuese un rey, en un trono, como una escultura, como un dios...

—Justin, no me hagas caso, pero creo que le gustas a la loca.


—¡No le digas así, Nadine!
—Es broma, me gusta verte alterado. Solo decía que parece que te tiene mucho respeto y aprecio. También hay un
montón de tus manos. Qué tienen tus manos...
—Dicen que las manos son lo más difícil de dibujar. Tal vez lo hacía para practicar.
—Pues le salían perfectas. No cualquiera te hace retratos así... Y... Ay mi madre.

Nadine tenía entre sus dedos algún retrato, de pronto se puso pálida y su mirada se oscureció preocupando a Justin.

—¿Qué?

Nadine le dio la vuelta lentamente.

Era un retrato de Melina que dejó a Justin petrificado. Lo tomó entre sus dedos abriendo los labios y quedándose
quieto, fue como que todo se detuvo por un momento.

Era Melina claramente, pero no tenía nada que ver con la realidad. Eso rompió a Justin.

Melina aparecía con la mitad del rostro tratado por su pelo, de su ojo izquierdo lloraba y su rostro tenía horribles
cicatrices que se extendían en un rojo vivo. Era el único retrato a color. Después, sus labios estaban rotos, cortados por
la mitad, dejando trozos de carne colgando, en su cuello continuaban las cicatrices, que se extendían por su pecho
hasta acabar el dibujo.

Justin se quedó en su sitio temblando.

—¿Así es como se ve ella? —le costó hablar.

Nadine se lo volvió a quitar para verlo más detenidamente...

—Mira la sombra.
Al fondo, había la sombra de un hombre con un cuchillo en la mano.

Justin tembló dándole la vuelta sobre la mesa incapaz de seguir viendo eso. Se apoyó y miró a Nadine.

—¿Eso es lo que ve Mel cuando se ve al espejo?

A Nadine se le destrozó el alma al ver los ojos brillantes de Justin.

—Probablemente. Pero eso puede cambiar, Justin. Mel ha dado pasos de gigante estos días. Te ha abrazado, ha salido
y hasta te da besos... Vas por buen camino y si sigues así, Melina va a ser feliz... Y...
—Siento que a cada paso que damos, retrocedemos.
—Normal. Hay cosas a las que le tiene miedo... Pero nada que no se pueda resolver, Justin. Confío en ti y en el amor
que le tienes a ella.
—Gracias, Nadine. Lo estoy haciendo lo mejor que puedo...
—Lo sé, Justin. Estoy muy orgullosa de ti. Cualquiera hubiera deseado tenerte como padre o como hermano mayor.

Justin sonrió levemente abrazando a Nadine.

—Melina va a cambiar —dijo Nadine—. Y el primer paso es hacer esto.

Nadine tomó el retrato y sin verlo, lo rompió en millones de pedacitos hasta que nada era comprensible.

—Esto se acabó. ¿Has visto con que belleza nos ha retratado? Ahora ella tiene que ver esa belleza en ella misma.
—Tienes razón. Hay mucha belleza en Melina.

Nadine ladeó el rostro sonriendo pícaramente.

—Quiero decir... Su creatividad es preciosa... Sí... Eso.


—Sí, y su culo. Dios, ¿le has visto el culo a Melina? Tiene un culo precioso, tiene un cuerpo privilegiado, la verdad.
—¡Nadine! —la regañó Justin poniéndose como un tomate.
—Como sea, me voy. Mañana nos vemos, pórtate bien y descansa. Bebe mucho líquido y cúbrete bien con las
mantas... No quiero que te mueras, no ahora. ¿Vale?
—Sí, mamá.
—Así me gusta. Ahora me quedo con esto —dijo tomando el retrato de ella y huyendo de la habitación. Justin sonrió y
miró a Melina en la cama.

Al menos no estaba pegada a la pared. Parecía una persona común y corriente durmiendo. Eso le dio mucha ternura.

Cuando se metió a la cama después de haberse tomado un vaso de agua, se quedó un rato mirando al techo pensando
en los retratos.

Sobre todo en el de ella misma.

Ese le había roto el corazón. En millones y millones de pedazos. Miró a su lado, a Melina. Si tan solo Melina pudiese
ver lo que él ve.

Se giró hasta quedar enfrente de ella. Tan serena y tan tranquila. Ojalá estuviese así siempre. Su piel se erizó al
recordar sus dedos sobre él, así que tuvo que hacerlo y tocarla.

Su mano fue a su cintura y ahí la atrajo a él mientras que respiraba lentamente sintiendo su calidez y su suave piel
debajo de la camiseta.

Era tan suave debajo de la camiseta.

Después de un rato mirando al rostro a Melina lo hizo.

Se acercó lentamente hacia ella sin pensarlo demasiado y juntó suavemente sus labios con los de Melina.

Fue un microsegundo pero fue suficiente para que a él lo invadieran miles de sentimientos y emociones.

Se alejó para asegurarse de que no se había despertado y continuó juntando levemente sus labios con los de Melina.
Su corazón latía fuertemente. Y Melina, como si dormida supiera lo que está pasando y lo que se merecía, se dio la
vuelta dándole la espalda.

Justin suspiró relamiendo sus labios y mirando al techo. ¿Se había vuelto loco? Probablemente.

Melina podría ser su hija perfectamente... Justin, ¿qué te estaba ocurriendo?


Problema 8.
Orgasmos.

—Buena hora a la que apareces, Biebs —dijo Nadine por la mañana en el trabajo.

Justin estaba increíblemente guapo hoy. A pesar de hacer un poco de calor afuera, Justin llevaba unos jeans azules,
unas zapatillas bastante elegantes, una camiseta blanca y un abrigo largo y negro, una bufanda y sus inseparables gafas
negras para evitar que Nadine mirada sus ojeras.

—¿Estás tomando café? —Justin negó con la cabeza.


—Es té. Sabes que detesto el café.
—Pues más te vale que te tomes unos cuatro... Tendremos nuevo integrante en el squad.

Justin frunció el ceño y se quitó las gafas.

—¿Qué quieres decir con eso, Nadine?


—Sip. El jefe ha contratado a otro criminal para que se una a nuestro equipo y nosotros tenemos que enseñarle.
—No me jodas Nadine. Llevamos seis años siendo solos tú y yo... ¡No vamos a meter a un tercero!
—Eso mismo le dije al jefe, pero insistía en que el sujeto era muy listo y no sé qué.
—¿Y cómo se llama?
—El jefe me dijo que se llamaba Adrien —dijo encogiéndose de hombros.
—Joder —se rascó la cabeza—. Pues te encargas tú. Yo estoy demasiado agobiado con...
—Con Melina, lo sé.

Justin actuó de manera muy agresiva al preguntar:

—¿Qué? ¿Cómo que lo sabes? ¿Qué sabes?


—Oye, cálmate, Justin. Solo te dije que sé lo agobiado que estás con Melina, lo entiendo.

Dios, Justin dejó el té en la mesa para llevarse ambas manos a la cabeza dejando fuera de vista su rostro. El beso lo
estaba matando por dentro... Es decir, en su cabeza no dejaba de pasar una y otra vez la imagen de él besando a Melina
dormida. Podía sentir sus frías manos, sus suaves labios y sus dulces besos.

Podría recrearlo todo aquí y ahora... Y eso lo estaba matando. Se sentía juzgado, sentía que todo el mundo lo sabía y
sentía que todo el mundo lo estaba mirando por eso. Estaba tan paranoico que alguien le dijo que se apartara con la
bocina de un coche... ¡Y él lo hizo! En vez de romperle la nariz como suele hacer o gritarle o enseñarle la placa... Se
apartó porque sentía que ese hombre lo sabía absolutamente todo de él.

Esto era una tortura. Esto no era sano para él. Esto le iba a explotar en la cara en cualquier momento. Y todo porque
siente que cometió el peor error de su vida.

—Justin, me estás asustando —dijo Nadine tomando sus codos y ayudándolo a sentarse—. Justin, ¿qué te ocurrió?
—Nada, nada. Estoy bien, Nadine.
—¿Estás seguro? —le acarició el rostro—. Estás súper pálido, Justin.
—Nadine, estoy bien —suspiró—. Estoy genial, ¿vale? ¿Podemos trabajar, por favor?
—Tenemos que esperar a Adrien... Que para colmo, llega igual o más tarde que tú.
—En realidad, he llegado antes que vosotros dos.

Nadine se giró al reconocer esa voz. Abriendo mucho los ojos retrocedió.

—Ay madre —musitó.

Adrien estaba igual al ver a Nadine. Justin estaba tratando de entender qué estaba pasando.

—Qué coño haces aquí —masculló Nadine.


—Supongo que el mundo es muy pequeño.
—¡Supones! —jadeó.
—Nadine, ¿Quién es? —preguntó Justin.

Nadine se giró levemente hacia Justin con una sonrisa falsa:


—Adrien, te presento a Justin. Justin, éste es Adrien... El que te robó la moto.

Justin abrió los labios sonriendo falsamente para acercarse y estamparle el puño contra la cara.

—Encantado, Adrien. Me da muchísimo gusto conocerte y más después de haber sobrevivido a una noche de lluvia y
vientos gélidos. Es de verdad un verdadero placer.

Adrien se agarró la mandíbula asegurándose de que no se le había roto o movido de lugar.

—¡Estaba en el suelo, con las llaves puestas y encendidas! ¡Era perfecta!

Justin hizo un ademán de lanzarse encima de él pero Nadine lo tomó del brazo evitando que lo hiciera.

—¡Casi me muero! —le reclamó.


—¿Y a mí qué me importa! ¡Soy un ladrón, es lo que hago! Y ya deja tu dramatismo, no te has muerto y has
recuperado la moto, ¿en paz?

Adrien extendió una mano hacia él pero Justin de un manotazo se la quitó.

—Andando —le dijo a Nadine y salió chocando su hombro con el de él.

Nadine le siguió y Adrien tomó un bolígrafo, y se lo metió en el bolsillo.

—Deja eso en su sitio —advirtió Justin sin voltear a verlo.

Adrien suspiró dejando el bolígrafo y siguiendo a la pareja.

Melina estaba entrando en pánico. Estaba buscando y buscando los retratos de Justin pero le faltaban una buena
cantidad. Revolvía todos los papeles, manchándose con carbón, destrozando algunos hasta el punto de romperlos pero
le faltaba más de la mitad y necesitaba encontrarlos.

Nadie los podía ver, nadie podía saber la fijación que tenía con Justin. Nadie podía saber la obsesión que tenía con sus
manos. Nadie tenía que saberlo, absolutamente nadie. Nadie.

¿Y si alguien había entrado en casa y se los había llevado? O peor aún... ¿Y si Justin o Nadine los habían visto?

Dios. Melina se cubrió la cabeza con las manos, manchándose del carbón del lápiz. Qué vergüenza sentía ahora
mismo... Podría ponerse a llorar de la vergüenza.

De pronto, cayó en algo... Su propio retrato no estaba.

Oh, no. Como loca, removió los papeles de arriba a abajo buscando el suyo... Pero no estaba. Volvió a cubrirse la cara
con las manos manchándose más, debajo de las uñas, en las mejillas, hasta en el cuello, como si hubiese tenido una
soga todo el tiempo atada y le hubiera dejado marcas.

Justin respetaba su privacidad al máximo, ¿Cómo es que había cambiado de un momento a otro? ¿Por qué había hecho
eso?

Parecería muy exagerado pero Melina no tenía nada en la vida más que a Justin y esos dibujos.

Y como su cuerpo... Había sido profanado.

—Eres como un niño pequeño —suspiró exasperada Nadine.


—No voy a salir del coche —dijo cruzándose de brazos.
—¿Por qué? ¿Por que te sientes amenazado por Adrien?
—¿¡Por qué me iba a sentir amenazado por ese!?
—No lo sé, tal vez porque es más guapo que tú.
Justin suspiró haciendo los ojos en blanco:

—Nadine, no sé si te has dado cuenta pero no hay nadie más guapo que yo. Esta es la cara del billón de dólares, así
que no me compares con ese ladrón.
—Un ladrón que está buenísimo. Solo tienes que mirarlo, es bastante atractivo, la verdad.

Justin entrecerró los ojos cruzándose de brazos como un niño pequeño sin apartar la vista de Adrien. Estaba apuntando
en una libreta lo que veía de la escena del crimen...

—¡Yo soy un puto modelo, Nadine! ¡No compares a este hombre con ese ladrón de motos!
—Pues tenía razón, te sientes amenazado.
—¿Amenazado de qué?
—De no ser el centro de atención, Biebs. Vas con tu personalidad de "oh, soy muy humilde y no me gusta tocar a las
mujeres o quitarme la camiseta todo el tiempo", pero te encanta ser el centro de atención... Y ahora tienes
competencia.

Nadine apuntó hacia Adrien y una oficial de policía bastante joven que hablaba con él bastante sonrojada y nerviosa.

—Si quieres ser el mejor, gánatelo. Ahora levanta el culo de ahí, tengo que ganarme el sueldo dignamente.

Nadine cerró la puerta del coche y fue a reunirse con Adrien.

—Es tan ladrón que sin duda me roba hasta a Nadine —masculló Justin saliendo apresurada del coche y reuniéndose
con Nadine, pasándole el brazo por los hombros, demostrando de quién era Nadine y que no debía cruzar esa línea.

Melina hacía algo que nunca debería hacer... Y era revisar las cosas de Justin. Por ningún motivo lo haría más que por
el de encontrar los dibujos, pues esos malditos dibujos eran su vida y en ellos plasmaba todo aquello que deseaba más
que nada en el mundo.

No tendrían que ser vistos por nadie, nunca.

Buscó y buscó pero no encontró. Parecía que los dibujos habían salido de casa y eso la puso muy angustiada, casi
histérica. Melina iba a sufrir un colapso pronto.

Nadine, Justin y Adrien volvían en el coche de camino a la comisaría. Justin y Nadine adelante, Adrien atrás.

Normalmente los viajes de Nadine y Justin eran bastante silenciosos, pues la música no era algo habitual en sus vidas.
Era un segundo plano en sus agitadas rutinas.

Eso estaba matando a Adrien. Es decir, veinte minutos en completo silencio y sin nada que robar.

—Venga, pongamos algo de música.

Fue hacia la radio empezando a manipularla pero Justin le dio un empujón que lo devolvió a su sitio.

—¡No toques lo que no es tuyo!


—¡No me lo iba a robar! ¡Iba a poner algo de música! —se quejó—. Si quisiera robar esa radio necesitaría un
destornillador de estrella y un imán y como ves... No tengo nada encima.
—Si vas a unirte a nosotros, vas a oírme, y escucha bien, Adrien, te lo advierto: no toques nada, no digas nada y no
hagas nada. ¿Te quedó claro o te hago un dibujo para que después te lo robes?
—Qué cruel eres. Yo no voy diciendo: oh, Justin, mira... Es Nadine, deberías matarla y hacerla desaparecer. ¡Es
ridículo!
—¡Tú sí que eres ridículo! —amenazó Justin yendo hacia Adrien para golpearlo, Nadine empezó a quejarse y
aprovechando que estaban en una calle poco transitada, aceleró y después frenó haciendo que ambos se cayeran.

Justin fue el más afectado. Su cuerpo fue desde el asiento de atrás hasta casi chocarse con el cristal.

Aturdido por el golpe en la cabeza contra la guantera, miró a todos lados asegurándose de que no había perdido la
vista.
A Justin, cuando era pequeño y lo secuestraron, le dieron un golpe con un bate que resultó en dejarlo ciego. Estuvo
varios días con la vida borrosa. Después, un mercenario le dio un golpe con un arma y si no fuese por Nadine...
Hubiera muerto ahí, pues también se había quedado prácticamente ciego. Ahí estuvo bastantes días con la vista
borrosa.

Era una de sus obsesiones... Cuando se golpeó, temió que le pasara otra vez.
Miró sus manos y después a Nadine para asegurarse de que veía bien.

—Nadine —murmuró.

Nadine se quitó el cinturón y lo ayudó a incorporarse.

—¿Estás bien? —murmuró Nadine.


—No lo sé, ¿tú cómo me ves?
—Horrible —dijo Nadine—. En serio, estás pálido... Hasta verde, ¿vas a vomitar? Si vas a hacerlo, que no sea dentro
de mi coche, lo lavé hace poco.
—Creo que estoy bien. Me duele la cabeza.
—Normal, te he hecho un batido de coco —dijo tomando la cabeza de Justin entre sus manos y apretando para
asegurarse de que no estuviera rota—. No tienes el cráneo roto... Pero puedes tener una hemorragia interna... Si te
mueres, es que era eso.
—Muy graciosa, Nadine.

Todo parecía normal hasta que se giraron a ver a Adrien.

Justin abrió mucho los ojos y los labios. Nadine palideció.

—Oh, joder —murmuró Nadine—. Creo que he roto al nuevo.

Adrien sostenía su brazo con una mano, pues tenía el hombro dislocado. Nada grave, pero era impresionante de ver.

—¿Nadie va a ayudarme? —exclamó—. Me parece muy bien que estéis acostumbrados a arreglar las cosas rompiendo
huesos o provocando hemorragias pero yo no soy así. Yo hablo las cosas.
—O te las robas —murmuró Justin.
—¿¡Qué has dicho!? ¡Todavía tengo una mano bien! —amenazó. Justin abrió la puerta del coche y salió.

Fue hacia la parte de atrás y abrió la puerta a Adrien.

—Sal —dijo Justin—. Voy a arreglarte ese brazo.

Con mucha dificultad, Adrien lo hizo.

—Muerde mi bufanda —dijo Justin quitándosela y dándosela a Adrien—. Como no conozco tus huesos, tenemos dos
opciones: o es muy rápido y efectivo... O esto se va a poner feo. Apóyate en este árbol. Allá voy.

Justin se posicionó detrás a Adrien tomando su brazo dislocado. Tomó aire y esperó a que Adrien le diese la señal de
que estaba listo.

Adrien mordió la bufanda, miró a Justin y asintió cerrando fuertemente los ojos y esperando el dolor.

—¡No! ¡No! ¡Espera!

Pero Justin ya había tirado de su brazo haciendo que sonara fuertemente y Adrien cayese al suelo de rodillas por el
dolor.

—Ya está —dijo Justin limpiando sus manos—. ¡No ha ido tan mal!
—Oh, joder, creo que voy a desmayarme.
—Pero en tu casa. Aquí no. Andando, tenemos mucho papeleo por delante.

Por la noche, Justin estacionó su moto y se estiró suspirando. Había sido un día rarísimo, pues había empezado fatal
pero se había ido normalizando a medida que pasaban las horas.
Ahora necesitaba ver a Melina. Había intentado no pensar en ella pero su mente lo evocaba a la noche anterior, cuando
él, quién sabe porqué, la besó.

Sus malditos impulsos más primitivos los llevaron a hacer eso. Subió las escaleras en plena oscuridad, solo con la luz
de la pantalla de su teléfono mientras hablaba con Nadine.

Se dijeron buenas noches y Justin metió su teléfono en el bolsillo de atrás de atrás. Buscó las llaves y entró en su casa.

Dios. La casa estaba congelada. Como si las ventanas hubieran permanecido abiertas y la calefacción apagada. Entró
dejando sus llaves, su casco y sus guantes en la mesa y fue a la habitación.

Se asustó al ver a Melina de pie en medio de la habitación mirándolo fijamente. No estaba pegada a la pared y estaba
manchada de algo negro... Parecía que había llorado haciendo de ese carbón una plasta en su cara.

—Melina —murmuró Justin—. ¿Qué ocurre? ¿Me has llamado?


—Mis dibujos —reclamó y se echó a llorar al momento de hablar.

Los ojos de Justin fueron a los dibujos arrugados y destrozados en el suelo.

—Mis dibujos —volvió a decir con un hilo de voz.

Dios, al parecer Melina vivía con millones de miedos y algunos eran más fuertes que otros. Si se había atrevido a
alejarse de la pared es que se había cruzado una línea en el miedo que probablemente iba a dejarla paralizada.

—¿Tus dibujos?
—¿Dónde están? —volvió a reclamar. Justin pudo ver que estaba temblando.
—Los tengo yo, Mel. Tranquila, no les ha pasado nada.

Claro que les había pasado... Habían sido vistos por él.

Mel se echó a llorar.

—¿Por qué los tienes tú? —sollozó secando sus lágrimas—. No tenías que verlos... Son míos... No... —el llanto no la
dejaba hablar.
—Melina, no pasa nada. Son preciosos y quería tenerlos conmigo. Pero si quieres te los devuelvo.
—¡Ese no es el problema! —subió la voz.
—Vale, Mel. No me subas la voz. Yo no te la subo a ti, así que trata de hablar como una persona normal.

Melina miró al suelo y después a Justin.

—¿Y el mío? —dijo muy bajito.


—¿Tu retrato?

Melina asintió casi imperceptiblemente.

—Lo rompí —dijo.

Melina subió el rostro rápidamente y negó con la cabeza varías veces.

—No... No lo hiciste...
—Lo hice Mel. No me parece correcto de la manera en que te ves.
—Justin —murmuró.

Dios, Melina no solía decir su nombre y eso le produjo millones de escalofríos. Como si supiese que había cruzado
una línea.

—Pero soy yo, y me has roto —murmuró.


—No eres tú, Mel. No eras para nada tú. ¿Por qué ibas a torturar a tu cuerpo de esa manera?

Sentía que iba a pasar lo que pasó hace poco. Melina iba a estallar. Estaba al limite, estaba en una época crítica en la
que estaba sacando y superando todo aquello que la tenía atada.

—¡Porque lo odio! —gritó perdiendo los estribos.


—¿Por qué ibas a odiarlo Mel? No tienes razón para odiarlo.
—¡Porque me traicionó!

Y silencio. Melina cayó de rodillas al suelo cubriendo su rostro y llorando desconsoladamente. Justin no sabía qué
decir, pero no hizo falta, pues Melina fue la que habló:

—Justin —dijo mirándolo llena de lágrimas—. Hay algo que tienes que saber.

Justin estaba de rodillas en el baño mientras que con una toalla mojada le limpiaba el carbón de la cara.

Justin había decidido que lo mejor era calmar a Melina, pues si la hacía hablar de esa manera, tan alterada y rota, todo
iba a herirla y destrozarla.

Después de que Melina estallara en llanto, Justin fue a darle el abrazo más fuerte del mundo, pues sabía que Melina
iba a abrirse ante él... Por fin iba a progresar. Melina se derrumbó en sus brazos sin parar de llorar desconsoladamente.

Justin le ofreció que se esperarían hasta que estuviese más tranquila y menos agobiada y Melina hizo algo que
probablemente nunca se iba a repetir:

Se metió a la ducha, se quitó la ropa y se duchó con él enfrente. No estaba completamente desnuda, pues conservaba
la ropa interior pero fue suficiente para ver que Melina no mentía. Tenía bastantes cicatrices, bastantes marcas que se
quedarán presentes toda su vida.

Justin, teniendo el atrevimiento de ir hacia Melina, le lavó el cabello y trató de quitar las manchas de su cara pero
parecían tatuadas. Así que después de quitarse la camiseta blanca, se la dio a Melina para que saliera de la ducha.

Simplemente se había sentado en el suelo y él había ido a limpiarle las manchas de la cara. Ya estaba casi acabando
cuando miró a los ojos a Melina. Estaba llorando, no había parado de llorar pues parece que lo que iba a contar iba a
ser tremendamente doloroso.

—Estoy aquí para escucharte —dijo Justin pasando su pulgar por la frente de Mel, tratando de quitar una mancha.

Mel abrió los labios para tratar hablar pero no sabía cómo empezar... Justin deseó que no empezara nunca... Pues lo
que dijo fue tremendamente doloroso y tremendamente crudo:

—Me... Me violaron y me gustó.

Justin sintió que toda la sangre abandonó su cuerpo, su corazón se detuvo, todo de él se detuvo. Sintió como que
estaba cayendo y se había estampado contra el suelo reventando todo lo que en vida fue. Justin tenía que buscar las
palabras delicadamente, tenía que ser extremadamente cuidadoso:

—¿Por qué dices eso, Mel? —sentía un nudo en la garganta. Sentía que iba a ponerse a llorar.

Melina se secó una lágrima y se atrevió a mirar a Justin a los ojos.

—Porque mi cuerpo me traicionó teniendo un orgasmo.

Ay Dios mío. Justin sentía que toda la sala le daba vueltas.

—Él... Él me gritaba que... Que yo era... Que yo era una zorra porque estaba teniendo un orgasmo y...

Mel no pudo seguir, pues de echó a llorar. Justin tenía que parar esos pensamientos ya.

—No, Mel. Escúchame...

Justin la tomó del rostro para que Melina lo mirara y no se perdiera detalle:

—Melina, nunca es tu culpa, nunca será tu culpa. Y no, Mel. No te gustó. Por eso dices que tu cuerpo te traicionó,
porque sabes que a ti no te gustó, pero te hicieron creer que si te había gustado cuando eso es falso.

Sintió que las manos de Melina se aferraban a sus brazos como si necesitara escuchar eso.
—Melina, eras solo una niña y no tenías el control sobre tu cuerpo. Tu cuerpo es biología y está limitado a leyes y
aveces hace cosas que no queremos que hagan. Eso te pasó a ti. Simplemente tu cuerpo fue estimulado y reaccionó...
Pero no, Mel. No pienses que fue tu culpa y muchísimo menos que te gustó.

Melina sollozaba lentamente mientras que Justin la mantenía agarrada para que no se perdiera detalle de lo que estaba
diciéndole.

—No eres una zorra, Melina. Ese sujeto lo hizo con el propósito de hacerte daño y decirte que te estaba gustando fue
peor que el daño físico. Mírame. ¿De verdad que te gustó?

Melina negó con la cabeza echándose a llorar.

—¿Ves? Lloras porque te hizo mucho daño y lloras porque sabes que no te gustó. Eso es lo que cuenta, bichito, el
cuerpo es algo material y limitado que nunca va a alcanzar a nuestra mente. Y no tienes que odiarlo por eso, pues es el
complemento que necesita esto —tocó levemente su frente—, pueda funcionar.

Entonces, a Justin se le hizo difícil hablar. Un nudo en la garganta se hizo más grande y sus ojos empezaban a mojarse
hasta hacerlo llorar.

—Melina —dijo—. Melina... Ojalá hubiera llegado a tiempo para evitarte todo este sufrimiento, todo este dolor. Lo
siento, lo siento, lo siento mucho, de verdad, perdóname.

Y Justin se fundió en un fuerte abrazo con Melina que lo hizo llorar. La verdad es que era muy fuerte lo que le pasaba
por la cabeza a ella. Era tan fuerte que le parecía increíble que Melina no hubiese recurrido al suicidio para acabar con
todo este dolor y estos traumas y toda esta mierda y porquería que solamente conseguían herirla y mutilarla más de lo
que estaba.

Justin entendió tantas cosas ahora. Entendió porqué Mel siempre llevaba camisetas largas, porque nunca enseñaba su
cuerpo... El problema no era que los demás lo viesen... Era que ella misma no quería ni verse. No quería saber nada de
que su yo más cercano la había traicionado.

—Te quiero, Mel. Y lo siento tanto —murmuró Justin apretando su cuerpo como si quisiese unirlo.

Ojalá hubiera llegado a tiempo, pensaba Justin. Solo unos minutos más. Solamente unos minutos más y hubieran
llegado a tiempo para evitar todo esto.

Pero eso encendió una idea en su cabeza: si Melina tenía cicatrices y marcas que quedaron permanentes... Eso
significaba que probablemente en los dos días que estuvo desaparecida fue brutalmente torturada.

Eso destrozó a Justin. Con sumo cuidado, la levantó a pulso sin romper el abrazo hasta levantarla del todo y llevarla
suavemente hasta la cama. Era hora de descansar de esta porquería.

La dejó en la cama como si fuese una niña pequeña y le acarició la mejilla con suavidad. La ayudó a cubrirse con las
mantas y le apartó el cabello húmedo de la cara.

Justin se acostó a su lado suspirando mientras que se estiraba levemente y abrazaba a Melina por la cintura. Estaba
muy cerca...

—¿Te sientes mejor después de contármelo? —Melina asintió—. Se quedará entre nosotros Mel, prometo que no se lo
contaré a nadie. No tienes que tener vergüenza conmigo, bichito. Yo estoy aquí para ti.

Hubo un breve silencio pero Melina empezó a hablar:

—Me sentía sucia. Sentía que era mi culpa y mi castigo fue que me cortaran.

Justin cerró fuertemente los ojos queriendo volver a llorar. Esto era muy duro.

—Todavía puedo oír su voz...

Melina recordó cómo empujó su cuerpo contra la pared abriendo una herida anterior del brazo. Melina no podía
respirar, las sabanas la estaban asfixiando y el cordón de zapatos alrededor de su cuello ya empezaba a rasgarle la piel
y arrebatarle la vida.
Melina grita, pero no sirve de nada. Su cuerpo está atrapado entre la pared, el suelo de madera y el cuerpo del sujeto.

Una gran mano se pone sobre su cabeza manteniéndola sobre su sitio mientras la viola brutalmente. Era solamente una
niña de 10 años...

Mel aveces prefiere haber muerto ahí que haber sobrevivido.

Regresa a la realidad sin apartar la vista del techo.

—Se reía de mí...

Mel recuerda su carcajada mientras que ella llora intentando no ahogarse con la sábana.

Mel recuerda sus palabras diciendo "a las niñas como tú les gusta cómo se los hago".

"a las niñas como tú les encanta ser violadas".

Tiembla sintiendo que Justin la abraza y la acerca a él como si supiera que necesitaba que se apoyase en alguien ahora
mismo.

—¿Quieres hablar de lo que pasó esa noche, Melina? —dijo Justin.

Melina subió la mirada hacia Justin acomodándose entre las sábanas y mirándolo fijamente.

—¿Estamos listos para hacerlo?

No, Justin no lo estaba.

—Claramente no, pero hoy ha sido un inicio bastante fuerte.

Justin la tenía firmemente tomada de la cintura y la espalda, como si no quería que se alejase.

—Oye, Mel. ¿Te apetece ir a una sesión de fotos?

Melina frunció el ceño mirando a Justin.

—Quiero incluirte en mi vida y quiero que tú me incluyas más en la tuya, ¿quieres venir?

Melina esbozó una sonrisa que a Justin le quitó el aliento y asintió varias veces. Mel, se ocultó en el cuello de Justin,
parecía tan aliviada de haberse librado de un peso... Justin sonrió acercándose a su oído para murmurar lentamente:

—A las chicas como tú les deberían de dar medallas, bichito.

Mel sonrió fuera de la vista de Justin y lo abrazó aún más, pues por primera vez sentía que no iba a irse a dormir sin
pensar en todo aquello que la atormentaba.

¿O sí?
Problema 9
Renacimiento

Justin mira sus manos atadas a la silla y empieza a retorcerse. Hace toda la fuerza posible para intentar librarse de las
ataduras pero no puede. No puede. Gruñe sintiendo que se está muriendo, que se le está cortando la piel.

Mira a Melina en el suelo. Está muerta. Lleva horas así. Con la mirada perdida a la nada. Él vio lo que había ocurrido.
Él vio cómo la habían matado...

Y no había podido hacer nada para evitarlo.

Justin se despierta jadeando. Está sudando y la psicosis lo hace tener temblores en todo el cuerpo. Mira que Melina
está a su lado durmiendo, tan serena, tan tranquila y tan pacífica.

Sin poder evitarlo... Va hacia ella y empieza a besarla en todo el rostro para acabar en los labios. Todavía tiene el susto
en el cuerpo y necesita saber que es real. Que Melina está bien.

Justin sigue besando sus labios. Es más, se toma la molestia de entreabrirlos con el pulgar y así poder encajar sus
labios con los de ella.

Fue el placer más culposo del mundo. Se sintió tan mal por aprovecharse de que estaba dormida y de que podría ser su
hija... Pero se sintió tan bien que no podía engañarse.

Se alejó levemente para asegurarse de que no se había despertado. Y no... Mel seguía dormida... Así que Justin, sin
poder detenerse, siguió besándola fuertemente. Con esa pequeña adrenalina de desear y evitar que se despertara.

Justin llegó al trabajo después de dejarle el desayuno hecho a Melina. Ella no se había despertado cuando se fue, así
que aprovechó para darle otro beso...

Al fin y al cabo ellos tenían un trato y no especificaba dónde tenían que ser los besos.

—Llegas tarde —dijo Nadine mientras que repasaba unos documentos con Adrien.
—Esta vez sí tengo una buena justificación.

Nadine se cruzó de brazos prestando toda su atención a Justin.

—Anoche tuve un gran avance con Melina. No te puedo contar qué ocurrió porque se lo prometí pero creo que se está
abriendo a mí y...
—Ay, Dios mío. Espero que no sea abrirse de la manera que estoy pensando —se quejó Nadine.
—No seas idiota, claro que no. Melina me habló de ciertas cosas que pasaron aquella noche y por fin la estoy
entendiendo. Le dejé hecho él desayuno, me he tardado por eso.
—Pues trata de seguirnos.

Nadine volvió a acomodarse en la mesa para ver los papeles.

—¿A quién le robaremos hoy? —preguntó Justin haciendo que Adrien se incorporara.
—Una vez es gracioso, ya empiezas a cansar —espetó Adrien.

Justin hizo los ojos en blanco y miró a Adrien:

—Mi chiste cansará cuando tú te canses de robar.

Nadine se rió sin apartar la mirada de los papeles.

—Venga machotes, tenemos que ponernos a trabajar —dijo Nadine—. ¿Queréis ir a cenar cuando acabemos?
—Me parece una buena idea —dijo Adrien.
—Yo no puedo —dijo Justin. Nadine lo miró esperando una explicación—, tengo que ver a Mel... Ya sabes.
—¿Y quién es Mel? —preguntó Adrien riéndose—. ¿Es tu novia? Ten cuidado, campeón, te la puedo robar.
Justin apretó los dientes y los nudillos yendo agresivamente hacia Adrien para empujarlo contra la pared tomando su
camiseta y manteniéndolo ahí.

—Oh, vaya. La tienes que querer mucho —se burló Adrien haciendo que Justin gruñera de la ira.
—No vuelvas a mencionarla, no te dirijas a ella, ni siquiera pienses en ella —amenazó Justin manteniendo a Adrien en
la pared.
—¡Justin! —chillaba Nadine tratando de separarlos.
—¿Ella sabe que eres así de celoso?

Justin con más ira separó levemente a Adrien de la pared para volver a estamparlo con fuerza.

—¡No es su novia! —chilló Nadine tratando de empujar a Justin. Si el jefe se enteraba de que estaban peleando,
podrían meterse en graves problemas.
—¿Y quién es? ¿Es tu amante? ¿Una prostituta?

Eso encendió más a Justin haciendo que estampara su puño contra el rostro de Adrien. Una y otra vez. Como si
quisiera acabar con él ya y ahora. Nadine entró en pánico pero parecía que la fuerza de Justin era indomable. Se le
estaba haciendo imposible retenerlo.

—¡Es su hija! —chillaba Nadine tratando de separar a Justin sin conseguirlo.

Cuando escuchó eso, fue como que algo se activó dentro de Justin haciendo que se detuviera.

Adrien se detuvo mirando a Justin fijamente estupefacto.

—¿Tu hija? ¿Tienes una hija? —empujó levemente a Justin para levantarse—. ¿Pero cuántos años tienes?

Justin retrocedió aún más mirando a Nadine.

—Nadine —dijo—. ¿Por qué has dicho eso?

Nadine entreabrió los labios para hablar pero Justin suspiró exasperado dándose la vuelta y marchándose de ahí.

—Justin —dijo Nadine—. ¡Justin!

Justin caminaba bastante tenso hacia la salida. La gente, los demás policías y criminólogos se asomaban a ver si
estaban bien al escuchar los gritos y las peleas.

—Justin —Nadine lo tomó del brazo—. Espera.


—Nadine, ¿por qué has dicho eso? Melina no es mi hija...

Nadine lo miró a los ojos negando con la cabeza como si no entendiera.

—Pero tú dijiste que querías ser el padre que nunca tuvo. ¿Estoy equivocada?

Justin la miró deduciendo que su propósito se estaba desviando y eso le estaba afectando profundamente. Se sentía
sucio, sentía que era un abusador, sentía que era el malo.

—Justin, ¿Qué estás pensando? ¿Quieres explicarme de una vez qué te pasa?
—No vuelvas a decir que Melina es mi hija —murmuró—. Soy Justin Bieber y yo no tengo hijos.

Justin se dio la vuelta y se marchó de ahí a paso apresurado. Escuchó al jefe bramar qué había ocurrido pero le dio
igual. Le dio completamente igual. Bajó corriendo las escaleras hasta llegar a su moto. Sin llaves y sin nada, se
maldijo una y mil veces. En sus bolsillos solo estaba su billetera. Le dio una patada a la moto para marcharse del
parking caminando.

Estaba muy enfadado con él mismo, estaba rabioso y fuera de sí. ¿Qué diferencias había entre él y el violador? Casi
ninguna. Se había aprovechado de Melina y ahora la culpabilidad lo estaba matando.

Hacía bastante frío en la calle, estaba todo tan gris y estaba todo tan húmedo y tan frío.

Parecía ser el día perfecto para colapsar.


Melina estaba sentada dibujando a Justin cuando la puerta sonó.

Estaba haciendo el retrato más precioso que había hecho hasta ahora. Estaba basado en el primer momento que lo
miró.

Recuerda estar sentada en la mesa de la cocina. Apenas llegaba al papel. Estaba ya dibujando unos garabatos,
supuestamente como una flor vive y después muere.

Entonces, alguien se asomó por la puerta. Ese alguien era Justin. Recuerda que pensó que era el hombre más guapo
del mundo. Desde ese entonces tenía la idea de belleza. Y Justin había escalado hasta los escaños más altos de la
perfección.

Se acercó hacia ella con una enorme sonrisa.

No había ni hablado pero a Mel ya le caía bien.

Ahora sus pensamientos idílicos se vieron interrumpidos por el insistente golpeteo de la puerta. Normalmente no
abría, pues solo tocaban una vez y se iban... Pero esta vez era más insistente que nunca.

—¡Mel! ¡Soy Nadine! ¡Ábreme por favor!

Eso tranquilizó a Mel y en una carrera sin pensarlo mucho abrió la puerta. Nadine estaba junto a un hombre y ese
hombre no era Justin.

—¿Justin no ha venido por aquí? —preguntó urgentemente.


—No... ¿Le ha pasado algo?
—Joder —gruñó Nadine.
—¿Es ésta la hija de Justin?
—¿Quién es él? —preguntó Melina un poco incómoda ante la pregunta de Adrien.
—Es Adrien, un nuevo empleado.
—Joder, creía que tendría una niña, no toda una mujer —dijo mirándola de pies a cabeza haciendo que Mel se
escondiese detrás de la puerta.
—Adrien, si Justin se entera... Date por muerto —advirtió Nadine—. Mel, ¿podemos entrar al ordenador? Es para
rastrear a Justin.
—¿Está bien? ¿Le ha pasado algo? —Mel dejó que entraran.
—Esperemos que no, pero estoy muy preocupada por él. ¡Adrien! —gritó Nadine al ver a Adrien llevarse una taza de
la cocina.
—¿¡Qué!? ¡Iba a hacerme un café! —se quejó.
—¡No puedes entrar a la casa de los demás y hacerte un café! —lo regañó Nadine quitándole la taza de las manos.
—Pero esta no es la casa de uno de los demás, es la casa de Justin —le quitó la taza otra vez—. No se dará cuenta.

Melina miró a otro lado y dijo:

—No le gusta el café —murmuró.

Adrien y Nadine la miraron.

—No tenemos café aquí —reformuló la frase.


—Qué pena —ironizó Nadine—. Ahora tendremos que ponernos a buscar a Justin. Andando, Adrien.

Pero Adrien estaba mirando con una media sonrisa a Melina. Nadine suspiró exasperada y lo tomó del brazo
llevándolo a la habitación.

Justin tenía su propio portátil. Solo él y Nadine conocían la contraseña, pues era de extrema confidencialidad. Nadie
podía saber qué había en ese ordenador, pues se podría encontrar desde el caso de Melina con todo detalle grotesco,
hasta fotos de los cuerpos que él mismo asesinó.

Nadine no quiso rastrearlo desde el trabajo, pues el jefe se daría cuenta que Justin estaba desaparecido y ahí si sería la
catástrofe para todos, pues Justin tenía prohibidísimo pasar tanto tiempo desaparecido.

Nadine ya de imaginaba en dónde estaba:


En la maldita cabaña.

Así que al abrir el ordenador y teclear una contraseña de 240 dígitos sin equivocarse en ninguno, empezó a rastrear a
Justin.

La pulsera de su tobillo era tan inconveniente como ventajosa. Podía saber dónde estaba Justin y en donde había
estado... Pero para las sesiones de fotos era un problema. Si le hacían fotos de cuerpo completo, tendrían que ser fotos
retocadas, donde no se viese que llevaba una pulsera que lo localizaba.

—Está al otro lado de la ciudad —dijo Nadine mirando el punto rojo en el mapa—. No se mueve.

Nadine revisó que Justin después de su huida del trabajo, caminó desde un extremo hasta el otro. Se detuvo en una
tienda, siguió caminando durante mucho tiempo y entró en un supermercado. Eso fue lo que más enfadó a Nadine.

—¡Joder! ¡Sin duda se ha ido a zampar todos los doritos de la puta tienda, maldita sea! —gruñó—. ¡Tenemos una
sesión de fotos dentro de poco y él lo sabe!

Melina de sintió fatal al oír a Nadine tratar a Justin como si fuese su muñeco modelo y poder hacer con él lo que le
diese la gana, hasta evitar que comiese una simple bolsa de doritos.

Nadine era una tía bastante dura.

Se pasaba todas las tardes en el gimnasio, fortaleciendo y marcando su cuerpo. Era muy buena peleando cuerpo y
cuerpo. Tenía una dieta muy estricta, demasiado quizá. Así que no entendía porqué a Justin se le hacía tan difícil
seguir sus pasos.

—Andando. Vamos a pillarlo ahí —dijo Nadine tomando el ordenador—. Melina, ¿vienes?

Mel negó con la cabeza muy incomoda pero más tranquila al saber que Justin estaba bien.

—Me puedo quedar con ella —dijo Adrien sonriendo de lado a Melina. Nadine hizo los ojos en blanco y lo empujó
fuera del apartamento.
—Andando —ordenó Nadine cerrando la puerta—. Adrien, no sé qué intentas, pero si es para enfadar a Justin, no te
metas con Melina. No conseguirás que se enfade, conseguirás que se vuelta un genocida en potencia. Así que por
favor, deja tus jueguitos infantiles.
—¿Te apetece jugar, Nadine?

Nadine hizo los ojos en blanco y dijo:

—¡Estoy rodeada de imbéciles!

Era ya de noche cuando Nadine vio a una figura al fondo del puerto.

A paso lento se acercó hasta por fin distinguir a Justin. Estaba solo. Sentado en el suelo mirando al azul oscuro... Tenía
algo entre sus manos.

—Hey —dijo Nadine.

Justin no volvió a verla... Y Nadine distinguió que Justin tenía entre los dedos una botella de alcohol.

—¡Justin Bieber! —gritó Nadine enfadada—. ¿Qué coño te pasa por la cabeza?

Justin suspiró exasperado y se giró levemente dándole la espalda a Nadine dejando muy claro que no quería ser
molestado.

—Oh dios... Estás borracho... Y tenemos sesión de fotos dentro de poco, ¿qué voy a hacer contigo?

Justin suspiró:

—Ya sabes por donde te puedes meter tus sesiones.

Nadine odiaba cuando Justin se ponía así de arrogante, así que atacó donde más dolía:
—Genial, pues qué pena que lo hayas arruinado, pues era una bastante importante... Melina iba a ir.

Eso hizo que Justin levantara la mirada mientras Nadine se daba la vuelta y volvía hacia el coche.

Justin se levantó torpemente yendo hacia ella con la botella entró los dedos.

—¿Melina? Quiero verla.


—Tendrás que irte a casa.
—¿Puedes llevarme? —suspiró Justin agarrando el brazo de Nadine y yendo a su lado—. Por favor.
—Claro —dijo Nadine—. Dame eso.

Le quitó la botella y la dejó en la papelera más cercana. Continuó caminando con Justin mientras trataba que no se
cayese:

—Justin, ¿por qué has bebido?

Justin apoyó la cabeza en el hombro de Nadine. Quien viese a un tipo enorme, musculoso apoyado suavemente en el
hombro de una compañera mil veces más pequeña y delgada, diría que la escena era ridícula.

—Pues porque soy un idiota... Y un asqueroso... Debería estar en prisión.


—¿Por qué dices eso?
—Porque soy un pederasta —suspiró.

Nadine miró fijamente a Justin deteniéndose:

—¿Qué hiciste ahora, Justin?

Justin se apoyó en el coche y miró a Nadine a los ojos.

—Quiero irme a casa —susurró.

Nadine abrió el coche. Adrien estaba adentro, en el asiento del copiloto, así que Nadine abrió la puerta y acostó a
Justin en el asiento de atrás.

—Está borracho —dijo Nadine a Adrien mientras se sentaba detrás del volante. Frunció el ceño mirando a todos lados
—. Oye, yo juraría que había dejado una botella de agua por aquí...

Miró a Adrien entrecerrando los ojos.

—¿¡Qué!? ¡No fui yo! —suspiró, Nadine arqueó las cejas y suspiró—. ¡Vale! ¡Tal vez fui yo! —confesó—. Pero no
puedes ir acusando a las personas por sus antecedentes.
—Claro que no puedo, pero nosotros somos criminales. Muy criminales... Tenemos que juzgarnos sí o sí.
—Pero tú no vas pensando que Justin va a matar a su hija —se quejó.

Nadine se dio la vuelta hacia Justin y suspiró.

—¡No es mi hija! —se quejó Justin—. Los padres no deberían besar en los labios a sus niñas pequeñas.

Nadine abrió mucho los ojos extremadamente agitada. Miró a Adrien y después a Justin.

—¿Qué hiciste, Justin?

Pero Justin no contestó.

Melina se asustó al oír la puerta otra vez. Corrió solo pensando en Justin, pues la tarde había sido muy angustiante sin
tener noticias de él.

Al abrir la puerta, Nadine y Adrien tenían a Justin apoyado en sus cuerpos como si ni se puedo era sostener. Melina
abrió la puerta completamente para dejarlos entrar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó preocupada.


—Nada —dijo Nadine—. Solo está borracho.

Melina retrocedió un poco asustada, pues nunca había visto a Justin borracho... Ni siquiera lo había visto beber
alcohol.

Mel cerró la puerta mientras veía cómo lo llevaban a la cama. Ella los siguió muy preocupada y solo pudo ver que lo
dejaron suavemente en la cama. Justin suspiró cerrando los ojos y No volviéndolos a abrir.

Nadine colocó las manos en su cintura y suspiró.

—Mel, dile que no vaya a trabajar mañana. Pero que me espere, vendré a regañarlo.

Mel asintió yendo hacia él para sentarse en el borde de la cama y quitarle el cabello del rostro.

Adrien y Nadine se miraron entre ellos.

—Será mejor que nos vayamos —dijo Nadine.


—¡Espera! —dijo Adrien yendo hacia Justin para tomar su pierna izquierda.
—¡Adrien! —se quejó Nadine.
—¿Qué? ¡No le voy a robar la pierna! ¡Y mucho menos estos pantalones tan feos!
—Bueno... Esos pantalones tan feos costaron 250 dólares —dijo Nadine.

Adrien sacó esa pierna de Justin de la cama para que quedase colgando, pero como Justin era tan alto, su pie tocaba el
suelo.

—Mañana me lo agradecerá. Ahora sí. Vayámonos —dijo Adrien.


—Mel —dijo Nadine, Mel le devolvió la mirada—. Cuida de él. Lleva décadas sin tomar alcohol y puede que lo lleve
muy mal. Sé paciente, ¿vale?

Mel asintió volviendo a ver a Justin.

Nadine y Adrien se fueron... Pues Nadine no quería asustar a Melina ahora que estaba comportándose normal.

Melina le quitó los zapatos a Justin, también la pesada chaqueta. Estaba mojada, probablemente por la brisa. Así que
se levantó para tenderla pero entonces lo escuchó:

—¿A dónde vas?

Mel se giró levemente con la chaqueta entre las manos y miró a Justin con los ojos entrecerrados.

—Quédate y ayúdame con esto —dijo desabrochando los jean de 250 dólares.

Mel entreabrió los labios para hablar pero se quedó callada al instante. Pues Justin estiraba su mano hacia ella. Melina
miró la mano y después el rostro de él.

—No te vayas —murmuró con la voz ronca.

Melina estiró su mano hacia la mano de él, contuvo el aliento y cuando se tocaron, Justin emitió una leve sonrisa.
Entrelazó sus dedos con los de ella evitando que se fuese.

La llevó hacia él hasta que la sentó cerca de él.

—Ayúdame —dijo soltando su mano.

Justin se levantó levemente para bajarse el pantalón, Melina tomó aire y suspiró aterrada mientras lo veía. Tomando
valor, tomó el pantalón de la parte superior y tiró de él con cuidado. Cuando sus manos rozaron con la ropa interior de
Justin se detuvo aguantando la respiración. Apartó las manos para tirar de los pliegues del pantalón y así evitar tocarlo.
No quería que lo tomara como una falta de respeto...

Así que lo hizo. Lentamente deslizó el pantalón por su ropa interior, por sus piernas hasta por fin quitarlo del todo.
Justin suspiró acomodándose en la cama y ella tiró el pantalón al suelo.

—No te vayas Mel.


Ella no se iba a ir.

Justin le hizo espacio en la cama y ella se acurrucó a su lado. Y entonces, en un susurro ronco, Justin dijo:

—Me gustó que me hayas quitado el pantalón... Deberías hacerlo más seguido.

Melina estaba sonrojada. Se cubrió el rostro con las mantas y se quedó quieta hasta que por fin se durmieron.

Justin fue el primero en despertarse. Casi no podía abrir los ojos por el dolor de cabeza... Pero fue como una aspirina
al ver a Melina. Sintió que ese dolor se esfumó tan rápido como había llegado.

Melina estaba en la cama, estaba preciosa, tendida a su lado. Sonrió brevemente para acercarse y besarla suavemente
en los labios como ya se le estaba haciendo costumbre.

Una parte de él deseaba que Melina se despertara... Deseaba tenerla despierta para que le correspondiera el beso.

Pero no, seguía sin pasar. Ya ni sabe qué hizo ayer, tiene muchas lagunas, pero si recuerda el suave tacto y el olor de
Melina... Recuerdas sus ojos verdes brillantes, sus manos con las suyas...

Pero esos pensamientos se vieron interrumpidos por la propia Melina, pues Justin la conocía tan bien que sabía que
estaba teniendo una pesadilla. Estaba tensa, como si iba a romper a llorar.

Y entonces dijo algo que a Justin lo dejó frío:

—¡No quiero renacer!

Y se despertó de golpe. Paralizada, tensa, sin respirar. Como si alguien la tuviese tomada del cuello. Y agresivamente
se quitó las mantas de encima y se cubrió él rostro con la almohada mientras rompía a llorar.

—Mel —dijo Justin—. Melina, era una pesadilla. Ya estás conmigo, no pasa nada, cielo.

Entonces, Melina dijo debajo de la almohada:

—No es una pesadilla, es un recuerdo.

Justin apretó los dientes y la obligó a quitarse las mantas de encima solo para mirarla y decirle:

—Si es un recuerdo, ya está en el pasado, Melina. ¿Podemos, por favor, vivir por alguna vez en el presente y no sufrir
por el pasado?

Entonces Melina tuvo un flashback con esas palabras:

Estaba ella sentada alrededor de una mesa, estaba toda su familia sentada. Tíos, abuelos, primos, hermanos, su madre,
su padre, su perro...

Toda la familia en una misma mesa con luces de Navidad de fondo. Y entonces, la calma se vio arrebatada por un solo
hombre... Ese hombre era Justin.

Toda la familia se quedó paralizada, pues.. ¿Por qué el tío Justin haría eso?

Con el pánico en la sangre y el corazón acelerado, todos se quedaron en su sitio al ver que llevaba un arma difícil de
digerir. De esas que solo se ven en las películas.

—Tu amabas a mi familia —dijo el padre de Melina.


—Eso es el pasado —dijo Justin sin apartar el cañón del padre de Melina.

El perrito estaba muy inquieto ante el ruido, así que Justin bramó:

—¡Si ese perro no se calla, lo mato!

Pero nadie tenía huevos de levantarse y detenerlo... Así que Justin, sin temblar, le disparó al perro haciendo que el
hermano de Melina empezara a gritar mientras que Melina no entendía muy bien qué ocurría y porqué el tío Justin
hacía eso.
Y después de mucha charla sin sentido... Justin dijo:

—Vas a ver a dios pronto.

Y empezó a disparar a diestro y siniestro a todos los integrantes de la mesa. Y entonces... El silencio.

El padre de Melina seguía vivo. Todos estaban muertos. Todos habían muerto. Todos habían sido asesinados por
Justin.

Y sin más, Justin le disparó en la cabeza al padre de Melina. Cuando creyó haber acabado, escuchó un pequeño
sollozo... Un tenue sollozo, tan débil como inocente.

Justin caminó lentamente con sus pesadas botas hasta el centro de la mesa para estirarse y ver a una pequeña con los
ojos enormes y verdes, el rostro salpicado de sangre y lágrimas que bañaban sus mejillas.

Justin tomó aire levantando el arma para apuntarle justo al rostro...

Todo habría acabado con apretar el gatillo. Todo habría acabado con matarla. Se hubiera ahorrado años de
sufrimiento...

Y entonces...

No disparó.
Problema 10.
Insensibilidad.

Todos estaban sentados en la mesa en completo silencio. Todos se miraban entre sí, pues sabían que iban a morir. Era el fin de la
familia.

Justin era un traidor.

Melina escuchaba al fondo la discusión entre Justin y su padre... Pero era un murmuro lejano que mientras más pensaba, más
recordaba. Mel estaba mirando a todos lados, a su madre, que sollozaba muy bajito como sabiendo lo que iba a pasar.

Entonces Mel miró que los demás estaban en tensión... Iban a morir... Solo que Mel no lo sabía.

Después del silencio total y solo con las voces de Justin y su padre de fondo, empezó el ruido.

Los primeros disparos fueron efectuados enfrente de Melina, así que ella era tan pequeña que se deslizó suavemente por la silla
hasta quedar completamente oculta. Eso fue lo que le salvó la vida, pues Justin siguió disparando a todos y cada uno de los
integrantes. Y por ultimo, al padre de Melina.

Y se hizo el silencio.

Melina escuchó que Justin suspiró y que le puso el seguro a su arma. Lo escuchó caminar con parsimonia por el comedor hasta
que la escuchó sollozar.

No pudo evitarlo, estaba paralizada, aterrada, con el rostro manchado de sangre ajena. De pronto, sus pesadas botas chirriaron al
ponerse de puntillas y ahí estaba. Lo tenía justo encima.

Justin ladeó la cabeza mientras tomaba su arma y la apuntaba. Melina se encogió aún más, queriendo deslizarse pero tenía miedo
de que si se movía... Él atacaría.

Melina lo miró y esperó. Esperó. Y esperó. Pero la bala no llegó. Justin bajó el arma y suspiró sin apartar su vista de la pequeña
Mel...

Entonces, sonrió como solía hacerlo con ella y dijo:

—Hey, Mel —dijo sonriente—. Me alegra que estés bien, ¿quieres un helado?

Melina suspiró mirando al techo. Sentía que mientras más pensaba en aquella Navidad, más recordaba detalles. Hasta podía
imaginarse la cara que puso su padre al ver a toda su familia asesinada alrededor de la mesa, podía imaginarse a su hermano
retorciendo las piernas ante la muerte del perro...

Podía ver hasta la mirada de odio en Justin. Una mirada que no había visto desde ese día...

—¿En qué estás pensando?

Mel lo miró negando con la cabeza. Para cubrirse con las mantas y no verlo.

Quería creer que Justin había sido un hombre bueno queriendo salvarla de la muerte pero... Nada alejado de la realidad. Justin era
la muerte en sí, pues si no hubiese matado a su familia, probablemente no hubiese pasado nada de esto.

Nada de esto hubiese ocurrido si... Si tan solo...

Si Justin no hubiera ni entrado por su puerta.

—Mel —dijo Justin—. ¿En qué piensas?


—En la pesadilla —improvisó Mel.

Entonces escuchó a Justin reír suavemente, muy bajo. Y dijo:

—Pues yo te haré cosquillas.

Mel se quitó la manta de encima rápidamente mirando a Justin con el ceño fruncido.

—Es el mejor remedio para las pesadillas.


—¿Quién te dijo eso? —Mel se alejó levemente.
—Nadie. Es solo para que te rías también.

Entonces Justin se lanzó encima de Melina para hacerle cosquillas.

Lejos de agobiarla como creía que iba a reaccionar, Mel empezó a reírse tomando las muñecas de Justin... Pero después de unos
segundos... Empezaron los verdaderos problemas.

La sensación dejó de gustarle a Mel. Pues las cosquillas eran una reacción involuntaria de su cuerpo, como si estuviese obligada a
reírse... Tal y como le pasó aquella noche.

Pero el cuerpo de Mel escondía más secretos y Justin estaba a punto de descubrir uno.

Mel empezaba a gritar que parara pero Justin seguía con lo suyo. Ella llegó a estar pegada a la pared mientras se le salían lágrimas
de los ojos y rogaba que parase... Ya dejaba de ser gracioso pero Justin parecía no verlo.

De repente, Melina se detuvo mirando fijamente a la pared con los ojos muy abiertos.

—No —murmuró muy bajo.

Justin se detuvo al darse cuenta de qué estaba pasando. Retrocedió con los labios entreabiertos.

—No, no, no, no —murmuraba Melina mientras su cuerpo se retorcía, como si quisiera pararlo... Pero no pudo.

Entonces Melina se cubrió el rostro y se echó a llorar de la vergüenza.

—Mel... Yo... Lo siento —dijo Justin.

Pues, Melina tenía más secretos para Justin. Pues le tendría que explicar porqué se había hecho pis encima y no había podido
detenerlo.

—Mel —dijo Justin—. No pasa nada, Melina. Ven, te llevaré al baño, pero deja de llorar, por favor. No pasa absolutamente nada.
—¡Si pasa! —dijo Melina incorporándose mientras con lágrimas en los ojos se aseguraba de que no había manchado a Justin. Eso
la alivió...

Pero era la cama de Justin... Dios mío...

—Lo siento mucho, Justin. Yo... —dijo pero se echó a llorar.


—Melina —dijo Justin muy serio—. No pasa absolutamente nada. A todos nos puede pasar... Es solamente pis, Melina.

Entonces, Melina, sintiéndose humillada, avergonzada, y traicionada por su cuerpo, se quitó el cabello de la cara y miró a Justin
para por fin revelar aquello que la llevaba atormentando durante años.

—Pero yo soy más propensa a que pase —dijo tratando de mantener la mirada, pero no pudo, pues se echó a llorar.

Justin tomó a Mel de la mano para levantarla de la cama.

—Melina, ¿hay algo que quieras contarme?

Mel asintió echándose a llorar.

—Ven —dijo abrazándola fuertemente. Y de pronto, recordó lo que había comprado ayer antes de emborracharse—. Mel, tengo
algo para ti.

Justin se separó para ir a la chaqueta que estaba en el suelo. Ahí buscó en los bolsillos hasta encontrar una pequeña caja roja.
Sonriendo, fue hacia Mel para abrirla.

—Mira, tiene dos colgantes iguales, uno más grande que el otro. Este es para ti —sacó un colgante con el dije de una llave—. Y
este es el mío.

Justin, con mucho cuidado, se lo puso a ella. Melina tenía el dije entre sus dedos mientras miraba la pequeña llave.

Justin se colocó el suyo y sonrió diciendo:

—Esto simboliza nuestros votos de confianza. Lo que tú me digas, no saldrá de esta casa, y lo que yo te diga a ti, tampoco.

Mel, a pesar de la situación, esbozó una pequeña sonrisa y también miró el de Justin recaer sobre sus clavículas y su pecho.

—¿Te sientes mejor, bichito?


Mel asintió con una tímida sonrisa.

—Vamos a ducharnos y cuando estemos más tranquilos... Podrás contarme lo que quieras.

Mel asintió tomando la mano de Justin hasta llegar al baño. Esto era tan avergonzarte que Mel no sabía hacia dónde mirar.

—¿Quieres que te deje sola? —preguntó Justin.

Mel, mirando al suelo, negó con la cabeza.

—Lo siento mucho —murmuró otra vez.


—Melina, no pasa nada. ¿Acaso ves que estoy enfadado? No, cielo. A cualquiera le puede pasar, incluso a mi.

Mel levantó la mirada y Justin le quitó el pelo de la cara.

—Si te hace sentir mejor, yo a los treinta estaba teniendo una pesadilla... Y pasó.

Mel sonrió levemente mirando al suelo.

—¿Ves? Puede pasarle a cualquiera. Al principio me sentí muy avergonzado pues, ¿qué adulto se hacía pis en la cama? Pero ahora
me río, pues comprendí que es normal, la gente hace pis y no es ningún secreto.

Melina miró el suelo y estiró la mano para abrir el grifo de la ducha.

—Te traeré ropa —dijo Justin.

Pero cuando Justin se iba a dar la vuelta, Melina no lo soltaba. Justin miró sus manos unidas, la de ella más pequeña y más
delgada pero no lo soltaba para nada.

—Quédate —susurró Mel.

Justin la miró asintiendo. No supo porqué pero le dieron escalofríos en todo el cuerpo. Melina, con el pulgar, le acarició la mano y
sonrió.

—¿Te acuerdas cuando me lavaste el pelo hace dos días?

Justin asintió con una sonrisa.

—Me gustó, ¿podrías hacerlo otra vez?

Justin sonrió mordiendo su labio inferior intentando que no fuese tan obvia su felicidad máxima.

—Claro, bichito. Todo lo que me pidas.

Melina se metió con ropa a la ducha. Entonces, antes de meterse al agua, se quitó la camiseta tirándola lejos del agua. Justin se
fijó en su espalda, llena de cicatrices... No podría decir de qué pero se imaginó múltiples opciones.

Entonces, en un arranque de confianza, sin pensarlo mucho, Melina se quitó el sujetador, dándole la espalda a Justin, lo tiró lejos.
La respiración de Justin se empezó a agitar abruptamente.

Y Mel lo hizo.

Se quitó la parte de abajo, incluyendo la ropa interior.

Quedándose únicamente con el colgante que él le había regalado.

Justin, suspirando, se quitó la camiseta y se metió a la ducha únicamente con el bóxer.

Melina le daba la espalda pero él era incapaz de bajar la mirada por mucha curiosidad que tuviese. Sabía que era faltarle el respeto
a alguien que había tomado tanta confianza que era capaz de desnudarse completamente enfrente de él.

Justin tomó el shampoo y lo puso en la cabeza de Melina. Mel tenía el cabello más bonito del mundo, según Justin. Estaba muy
descuidado y despeinado pero Justin juraba que le encantaba así. Despeinado y salvaje.

Melina cerró los ojos cuando Justin introdujo los dedos entre su cabello hasta tocar su cabeza.

—Mel —dijo Justin—. ¿Estás llorando?

Efectivamente. Melina se secó las lágrimas y asintió levemente.


—Nunca nadie me había lavado el cabello, incluso cuando era pequeña.

Eso encogió el corazón de Justin, pues si Melina hubiese sido su pequeña, haría todo lo posible para hacerla feliz, huir con ella del
dolor y tener estos pequeños detalles con ella.

—Mel —dijo Justin—. Te quiero.

Entonces, Melina siguió sollozando y esa fue respuesta suficiente para Justin.

Al salir de la ducha, Melina había decidido ponerse solamente unas braguitas, dejando atrás aquel trauma.

Con una camiseta y las piernas llenas de cicatrices empezó a hablar:

—No sé por dónde empezar —dijo Mel sentada en el sofá abrazando sus piernas mientras tenía a Justin detrás cepillando su
cabello.
—Por el principio, bichito.

Mel tomó aire y dijo:

—¿Te acuerdas del día que me secuestraron?

Oh, ¿te refieres a aquel día donde yo tenía una reunión con el abogado y me llegó una llamada de la vecina diciendo que te había
oído gritar por la mañana y que la puerta estaba destrozada, y movilicé a tres pueblos aledaños para empezar a buscarte como
posesos mientras parecía que te había tragado la tierra y no te volveríamos a ver? Sí, me acuerdo.

—Sí —dijo Justin.

Entonces Melina guardó silencio, para después decir:

—Pues... Esos dos días estuvieron torturándome.

Mel sintió que su cabello perdía agarre, pareciendo que Justin se había caído.

—Me ataron con plástico que me cortaba la piel —miró las cicatrices en sus brazos y muñecas—. Apagaban cigarrillos en mi
espalda, me cortaron, me pegaron... Pero lo primero que hicieron fue...

Mel volvió a guardar silencio.

—¿Justin?
—¿Qué? ¿Qué? Estoy escuchando —dijo muy mareado.

Melina ocultó su rostro de él como si le diese vergüenza lo que iba a decir:

—Pero lo primero que me hicieron la misma tarde que me secuestraron... Hmm... ¿Conoces las botellas de coca cola de vidrio? Ya
sabes, las pequeñas.

El estómago de Justin empezaba a removerse.

—Pues... Se les hizo fácil tomar una botella de ellas y ponerla ahí abajo... Durante los dos días.

Justin sentía que iba a desmayarse.

—La pusieron ahí con fuerza, y no la sacaron. Estaba atada y no podía hacer nada... Y... He perdido toda la sensibilidad ahí abajo.
Es por eso que soy más propensa a hacerme pis encima... Es por eso que...

Mel suspiró queriendo aguantar las lágrimas.

—Mel, ¿por qué no has dicho nada todo este tiempo? Es un problema bastante grave. Recuerdo que el doctor dijo que la uretra y
la vagina estaban muy dañadas pero asumimos que fue culpa de la violación y que ya estarías curada completamente.

Mel miró al suelo y suspiró:

—¿Te acuerdas cuando por un tiempo quería dormir en el suelo?

Justin asintió.

—Era por eso —Mel sollozó—. Simplemente me hacía pis encima y... Y no podía controlarlo, no podía detenerlo.
—¿Ahora puedes?

Mel negó con la cabeza.


—Me di cuenta de que seguía un patrón, así que me hice un horario. Tengo que estar en el baño cada cuatro horas...
—Así que no sientes absolutamente nada, ¿verdad?

Mel negó con la cabeza.

—Mel, no voy a mentirte. Eso es un problema, un problema grave. Y te llevaré al médico, y no, no te lo estoy preguntando, te lo
estoy obligando... Mel —Justin a miró a los ojos tomando su mano fuertemente—. Saldremos de esta, juntos.

Mel asintió con los ojos llenos de lágrimas, pues había sido tan conmovedor que alguien se preocupara por ella. Era tan precioso
pensar que era querida o que era importante para alguien.

—¿Qué haremos con tu cama?


—Es una cama vieja. Es una buena oportunidad para comprar una más grande y cómoda.
—Lo siento tanto... Dormiré en el suelo si es necesario, lo siento muchísimo.
—No, nena. No pasa nada. Ya te he dicho que a cualquiera le puede pasar, me pasó a mi... ¿Y tú te has aguantado todo este tiempo
sin sentir nada? Mel, tienes mi respeto. Además, esta noche ambos dormiremos en el suelo —dijo con una sonrisa maliciosa.

Mel estaba acostada en la alfombra mientras que en el apartamento el único ruido que predominaba era el de la lavadora. Miraba
al techo mientras hablaba:

—Me dijeron que si me movía mucho... La botella se rompería y pues no me moví. La tuve dentro durante tres noches y dos
días... Me hacía pis encima y me dolía tanto... No podía sacarla, lo intenté un día que me ataron las manos enfrente y no a la
espalda... Pero fue imposible... Y...

Mel dirigió su mirada hacia Justin. Estaba en un rincón de la sala con un enorme colchón inflable. Trataba de que una pequeña
bomba de aire fuese capaz de meter todo el aire posible para que ambos pudiesen dormir ahí.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Mel.


—No, bichito. Te estoy escuchando.

Justin sonrió sacando el colgante de la camiseta para dejarlo a plena vista de Mel. Mel hizo lo mismo y sonrió mirando al techo.

—Supongo que por eso no salía —murmuró—. Me daba miedo ser perseguida y que por el susto me hiciese pipí encima.

Justin sonrió cerrando los ojos y siguió tratando de inflar el colchón.

—Tengo una idea —dijo Justin—. ¿Y si vemos una película esta noche? Compraré palomitas y helado.

Melina frunció el ceño:

—¿Pero... Y la sesión de fotos?


—Oh, no, Melina. No me hagas esto. Ya me basta con Nadine que me controla hasta qué calcetín me pongo, tú no, por favor. Eres
con la única con quien puedo ser auténtico, bichito.

Mel sonrió lentamente sin apartar la mirada de él.

—Creía que tu dieta era importante.


—Y lo es, no estoy diciendo que no. Pero aveces quiero comer lo más grasoso que encuentre por la calle. ¿Te imaginas? Alitas de
pollo súper grasientas con extra de salsa picante, coca cola normal, patatas deluxe y un buen helado de chocolate. Oh, dios. Hace
tanto que no piso un KFC.

Justin se rió apoyando la mano en el colchón para probar la consistencia.

—¿Quieres probarlo?

Melina se levantó del suelo para acostarse suavemente en el colchón y suspirar. Justin hizo lo mismo a su lado y miraron al techo.

—Esto es maravilloso —murmuró Justin.

Entonces Melina lo miró fijamente asintiendo. Si tan solo supiese que no se refería al colchón...

Por la noche, con todas las ventanas cerradas y con palomitas a un lado y botes de helado vacío al otro lado, Melina descansaba en
el pecho de Justin mientras miraban Hércules, la película de Disney.
—No me malinterpretes —dijo Mel—, pero Megara es igual a Nadine.

Justin se rió y contemplo su punto, asintiendo y considerando las similitudes.

—Puede que tengas razón, bichito.


—Y tú serías Hércules —dijo Mel estirándose levemente para después acomodarse definitivamente en su pecho.

Y por fin dormirse.

Justin miró hasta el final de la película. Pero no prestaba atención a un final que había visto miles de veces... Sino que pensaba en
Melina... Y en todo lo que había tenido que pasar y él no tenía ni idea.

Pero algo dentro de él le decía que las cosas iban a mejorar... No sabía porqué pero sentía que ya estaban mejorando. Con tenerla a
ella aquí.

Porque más allá del dolor, de la vergüenza, de la timidez... Está la confianza y el amor. Y ellos ya se estaban volviendo expertos en
eso.

Apartó las palomitas y apagó la televisión para quedarse en completa oscuridad. Estirando la mano hacia su teléfono, miró a
Melina y después le envió un mensaje a Nadine:

"estoy bien"
"¿Lo estás?"
"Más que bien, estoy casi tocando el cielo".

Por la mañana, Justin se despertó mirando a todos lados, pues no era común ver que estaba en el salón. Se estiró y miró que Mel
estaba a su lado.

Quién sabe a qué hora se habrá deslizado hasta quedar a su lado. Le apartó el cabello de la cara y sonrió ampliamente.

Y no pudo evitarlo por enésima vez.

Fue hacia Melina para besarla en los labios. Esta vez fue más fuerte que las anteriores, tomando su cintura y acercándola a él
como si estuviese despierta.

Después, descendiendo esa mano hasta su trasero para subirla levemente encima de su cuerpo, corroboró que Nadine tenía razón
al decir que Melina tenía un culo privilegiado.

Volvió a entreabrirle los labios y esa mano descendió hacia su cuello para mantenerla firmemente.

Justin estaba tan entretenido besando a una dormida que se quedó paralizado cuando su beso fue correspondido.
Problema 11
Descontrol.
Creen que Melina está muerta.

A pesar de escucharla gritar hace escasos segundos, hay un silencio estremecedor.

Justin fue el primero en llegar a la habitación. Ya no hay nadie, solo un pequeño cuerpecito tirado en el suelo, lleno de sangre por
todos lados. No se movía.

Justin se quedó en el umbral de la puerta creyendo que había muerto. La había perdido y no había podido hacer nada para evitarlo.

Fue la peor sensación del mundo. Sintió que su alma lloraba, sintió que una fuerte presión le oprimía la garganta y que toda la
sangre abandonaba su cuerpo... Era tanta la tensión de los días anteriores que no pudo evitar ponerse a llorar en el umbral de la
puerta creyendo que todo había acabado.

No había podido salvar a Melina.

Nadine fue la primera en reaccionar. Después de inspeccionar toda la cabaña corrió hasta Melina para girarla. Y ojalá no lo
hubiera hecho, pues esa imagen Justin no podrá borrarla nunca.

—Está viva —dijo Nadine.

Melina apenas podía abrir los ojos, pero Justin se quedó paralizado al notar un pequeño destello verde en esos ojos entrecerrados.

Eso fue suficiente para que Justin reaccionara.

El coche seguía encendido pues no había pasado ni un minuto desde que se bajaron. Justin corrió hacia Melina para tomarla entre
sus brazos y correr con ella en dirección al coche.

Nadine hizo lo mismo para ponerse a conducir como posesa.

Justin nunca había visto ni volvió a ver a Nadine en ese estado. Estaba a punto de un ataque de nervios. Recuerda que lloraba al
volante, jadeando y temblando como nunca... Pero aún así seguía siendo lo bastante ágil para conducir en ese estado.

En el asiento de atrás estaba pasando algo más callado pero más caótico. Justin estaba tratando de mantener la calma pero sentía
que Melina se le iba...

Notaba que la sangre provenía por debajo de la ropa, entre sus dedos podía sentir sus costillas ropas, desbaratadas, podía sentir lo
débil y fría que estaba.

Además decían que mala hierba nunca muere, y Melina sobrevivió.

No supo porqué pero le vino a la cabeza ese momento. Ese exacto momento en el que tenía a Melina entre sus brazos. Ella estaba
con los ojos cerrados... Pero Justin podía sentir su dolor. Justin podía sentir que se estaba muriendo.

En ese momento, mientras ya podían avistar el hospital... Justin prometió que iba a cuidarla y a protegerla por encima de todas las
cosas.

Melina nunca iba a tener que pasar por algo similar otra vez.

¿Besarla en los labios era "cuidar" y "proteger"?

Esa sensación es la que está sintiendo ahora mismo... Cuando sintió que estaba despierta, fue como cuando la miró en el suelo
presuponiendo que había muerto... Y después, cuando sintió que estaba despierta, fue como cuando Nadine dijo que Mel seguía
viva.

Sintió esos suaves labios tensarse levemente para después atrapar los labios de Justin entre los suyos. No se podía creer que estaba
pasando esto, pero él se lo buscó.

La besaba arriesgándose a ser descubierto, y había pasado.

Creía que Melina iba a empujarlo, a golpearlo, a insultarlo, con todo el derecho del mundo, pues se había aprovechado de que
estaba dormida. Pero no.

Al contrario.
Melina había respondido al beso con gusto, mientras que Justin suspiraba tomando a Melina de la cintura como si no quisiera que
entre ellos hubiese aire. Abrazando a Melina, siguió besándola con una fuerza aún desconocida de él.

Las pequeñas manos de Melina estaban en su pecho y se sorprendió al escucharse a él mismo gemir por el placer del momento.

Esto sí que era tocar el cielo.

Aumentando la intensidad en el beso, con su mano tomó la pierna de Melina subiéndola encima de su cuerpo, pegándola aún más,
con la otra mano tomaba fuertemente su cuello y la mantenía firmemente agarrada a él, para no separarse ni un momento de ella.

Pero lo hizo. Se separaron brevemente, Justin sin ser capaz de abrir los ojos queriendo mantener esa sensación para siempre.

Pero fue Melina la que volvió hacia sus labios para besarlo. Con más fuerza aún. Justin esta vez se tomó la libertad de tomar el
trasero de Melina y acercarla aún más, apretándola levemente.

Decían que Melina significaba "mujer tan dulce como la miel" y no estaban equivocados... Estaba comprobándolo de primera
mano y estaba sintiéndose entre nubes de algodón de azúcar.

Esto se le estaba yendo de las manos. Parecía que a medida que pasaban los segundos, en sentido común desaparecía y los
dominaba una pasión desbocada imposible de detener.

¿¡Dónde había aprendido Melina a besar así!?

Justin gimió otra vez en sus labios y fue suficiente cuando se subió encima de Melina sin dejar de besarla, apretando su cuerpo
con el suyo, queriendo sentirla, fundirse con ella.

Tomando fuertemente a Melina de las caderas, Justin se insertó entre sus piernas sin dejar de besarla... Y esa fue la chispa que
prendió el fuego... Pues Melina al sentirlo encima, gimió en el beso.

Eso fue detonante para Justin. Lo volvió absolutamente loco. Tanto, que la intensidad de su beso aumentó al mil por cien. No
podía parar. No quería parar. Estaba dispuesto a todo o nada.

Pero ese mundo idílico, se vio interrumpido abruptamente por la realidad. En cierta parte, necesitaban algo que los detuviera, pues
esto podría acabar en algo de lo que después se arrepentirían.

Era el teléfono de Justin. Sin duda Nadine insistiendo que se diera prisa para llegar al trabajo.

Se separaron bruscamente y Melina al instante se cubrió con las mantas imposibilitando la visión a Justin.

Justin se levantó estrepitosamente corriendo hacia la habitación. Ahí tomó un pantalón y se lo puso como pudo, una camiseta
blanca, tomó las llaves y su casco para salir corriendo como poseso.

Fue incapaz de ver a Melina cuando pasó por el salón y salió por la puerta. No le había dicho nada, ni siquiera la había podido
mirar de la vergüenza y del pánico que sentía.

A medida que bajaba las escaleras de daba cuenta de la gravedad del asunto. Se daba cuenta de la metida monumental que había
hecho. Empezaba a respirar con dificultad, sentía que sus piernas iban a fallar en cualquier momento.

Ni siquiera se acuerda de cómo putas se puso los malditos zapatos. Estaba tan descontrolado que no media lo que estaba haciendo.
Empujó la puerta del garaje para respirar pesadamente...

Se había dejado el teléfono, el abrigo, los guantes. Casi todo. ¿¡Cómo iba a conducir con estas temperaturas!? Cada vez respiraba
más rápido y se empezaba a marear con mayor facilidad.

Tomando aire, sabía que tenía que enfrentar la situación. Pero no se sentía capaz.

—¡Joder, Justin! ¿¡Qué cojones hiciste!? —golpeó la pared con una fuerza que no veía en él hace años, casi una década.

Se llevó las manos a la cabeza y se sentó en las escaleras tratando de calmarse y de aclarar su mente. Todo parecía en su contra.
Todo parecía fatal.

Con el corazón latiendo con fuerza, se levantó mirando a su moto. Tomó aire y se giró para subir otra vez hacia casa.

Tenía que traer sus cosas e ir a trabajar, como un día normal. Tendría que pretender que no hABÍA BESADO A UNA MENOR DE
EDAD.

Volvió a retroceder quedándose paralizado ante el pensamiento. Dios santo. Dios. Dios. Dios. Dios. Esto no puede estar pasando.

Tenía que enfrentarlo, tenía que dar la cara y que le explotara lo que le tendría que explotar. Lo tenía que aguantar.
Su mayor sorpresa fue que al llegar a su apartamento, en la alfombra estaba colocado perfectamente un abrigo, sus guantes, su
teléfono, su cartera y unos zapatos más adecuados.

Unas ganas enormes de llorar lo invadieron.

Melina estaba al otro lado de la puerta escuchando. Sabía que Justin estaba por ahí. Escucho las llaves, sus pasos... Mel se quedó
en silencio.

Justin, con los ojos llenos de lágrimas, se apoyó en la puerta cerrando los párpados y dijo lentamente:

—Eres tan maravillosa que no te merezco.

Melina, desde dentro, escuchó que Justin dijo algo, pero no pudo entenderlo. Pues era un susurro bajo y poco entendible.

Justin se colocó el abrigo, los guantes, guardó su cartera, su teléfono y sonrió mirando a la puerta, queriendo abrir y abrazar a
Melina pero en parte, que ella haya hecho eso, significaba que ambos no estaban preparados para enfrentarlo.

Se dio la vuelta y se marchó definitivamente de camino al trabajo.

Al llegar, hizo su rutina diaria. Bajó a la cafetería, se pidió un té, esta vez de limón, para variar. Miró a todo el mundo con mala
cara y se dispuso a subir por las escaleras.

Aunque se dio cuenta de algo. Mirando sus nudillos sangrantes, Nadine hará muchas preguntas, pues no puede pelearse ni meterse
en problemas. Así que escondió los guantes en el bolsillo interno del abrigo y ya diría que fue por el frío que se le quemaron las
manos.

—Hoy llegas más tarde que nunca —dijo Nadine.


—Me quedé dormido, ¿tienes algún problema?
—Oh, claro, dormido entre nubes de algodón, pues estaban tocando el cielo, ¿no? Ponte a trabajar. El jefe me ha regañado por tu
puta culpa, Justin. Me estoy empezando a cansar de tus malditos desplantes. ¡No tengo que aguantar toda tu mierda!
—Pero Nadine... Eso hacen los amigos...
—Como sigamos así, no vamos a ser amigos. Ahora tengo a Adrien y eres perfectamente reemplazable en este trabajo, Justin. Así
que espabilas o te olvidas de Nadine, la que te salva el culo cada vez que metes la pata.
—Tienes razón.

Nadine levantó la cabeza desconcertada. Justin no solía dar la razón a menos que fuese una razón de peso.

—Tienes toda la razón, Nadine. Soy un irresponsable y siempre lo he sido. Y tú siempre me has salvado cuando lo necesito.
Muchas gracias, Nadine. Aveces me olvido de agradecerte que siempre me cuidas, te preocupas por mí y me salvas cuando es
necesario. Solo mírate... Te enfrentaste a Adrien para salvar a mi moto, cuando no tenías que hacerlo... Y... Y siempre me cubres
con el jefe, sabiendo que ambos tenemos condicional. Nadine —dijo tomando su mano—. Eres la mejor, te adoro, te quiero y te
aprecio, pequeña. No sé qué haría sin ti...
—Me bastaba con un "lo siento", pero eso ha sido precioso, Justin. Gracias —dijo Nadine sonriendo yendo hacia Justin para darle
un abrazo.

Justin sonrió. Necesitaba estar en paz con Nadine. Sobre todo hoy... Dios mío, qué día, qué metida de pata.

—Justin —dijo Nadine—. Sé que soy muy pesada, pero eso no quita que te quiera mucho, Justin.
—¡Iros a un motel! —dijo Adrien apareciendo por atrás de la habitación con unos papeles—. Estas son horas de trabajo, y no sé
vosotros pero yo quiero ganarme mi sueldo dignamente.
—O robarme el mío —murmuró Justin aclarando su garganta.

Adrien levantó la mirada hacia Justin y dijo:

—Si sigues así, y quieres volver a ver tu hija, pues más te vale cerrar la boca... Te puedo robar la vida, y muy fácil.

Hija.

Justin palideció retrocediendo mientras que Nadine miraba mal a Adrien.

—Adrien, te lo he dicho. No hablemos de Melina aquí.

Melina.

—¡Si nunca volvíamos a hablar de los robos! ¡Pero él sigue!

Robar.

—Bueno, ya. Parecemos niños de infantil. Venga, Adrien, un besito en la mejilla y a trabajar.
Besos.

Justin retrocedió hasta chocarse con la puerta llamando la atención de los presentes.

—¿Justin? —Nadine se volvió a levantar para tomarlo de los brazos—. Estás muy pálido... Dime qué sientes.
—Nauseas —dijo—. Me duele la cabeza.

Nadine lo ayudó a sentarse en el suelo mientras se recomponía.

—Adrien, dame agua.

Entonces cuando Nadine lo miró... Adrien estaba tomándose el té de Justin.

—¡Adrien!
—¿¡Qué!? Estoy comprobando que no tenga veneno ni alguna droga, nada más —y siguió tomando. Estiró la mano hasta el
escritorio para tomar una botella de agua y tirarla hacia Nadine.

Nadine la atrapó y le dio de beber a Justin con mucha delicadeza.

—Justin, ¿Qué te ocurre?

Justin suspiró cerrando los ojos apoyándose en la pared tratando de buscar algo en lo que aferrarse. Y dijo lentamente:

—Ni yo lo sé, Nadine.

Justin, Nadine y Adrien iban en el coche. Justin iba apoyando su cabeza en el cristal. Adrien iba tamborileando con los dedos al
asiento de adelante y Nadine iba concentrada en la carretera.

—Justin —dijo Nadine—. ¿Crees que podremos ir a cenar hoy?

Justin asintió sin apartar la vista de la calle.

—Te llevaremos a un sitio alucinante. Fui con Adrien el otro día y salí encantada, te va a gustar.
—Espera, ¿has ido con Adrien a cenar?
—La noche en la que saliste borracho. Dejamos tu moto, tus cosas y fuimos a cenar.

Justin se incorporó mirándolos a ambos.

—Pero, Nadine... Tú eres mi amiga.

Nadine frunció el ceño riéndose de la actitud infantil y posesiva de Justin.

—¡No te rías! ¡No tiene gracia!


—Pero no tiene nada de malo, Justin. Solo salimos a comer.
—¿Y después qué? ¡Le darás el culo y te preñará! ¡Y te olvidarás de mí!

Nadine soltando una mano del volante le dio un fuerte empujón hasta que lo hizo chocar contra el cristal.

—¿¡Qué coño te pasa!? Justin Bieber que no se te olvide, estás hablando conmigo. ¿Sabes qué?

Nadine se detuvo al lado de la calle, en medio de la nada para estirarse hasta abrir la puerta.

—Fuera de mi coche.

Justin, con el orgullo más grande que él mismo, lo hizo. Empezó a caminar y cuando Nadine emprendió la marcha de vuelta,
Justin tomó una piedra y la lanzo rompiendo el cristal de detrás.

Nadine frenó de golpe.

Se bajó roja de la ira mientras que corría hacia él. Justin se dio cuenta de que iba armada.

—¡Nadine! ¡No! —chilló Justin tratando de reducirla. No les permitían tener armas, pues estarían violando la condicional. ¿Qué
cojones hacia Nadine con un arma en su coche.

Nadine le apuntó a Justin sin moverse de su sitio.

—Nadine, a mí me importa tres pepinos que me mates. Pero si disparas recuerda que tengo una menor a mi cargo. Tú irías a
prisión y yo a la morgue. Así que tú verás.
—Le has tirado una piedra a mi coche —dijo Nadine sin bajar el arma.
—Vale, vale. Lo sé. Lo siento. Últimamente estoy bastante jodido mentalmente y me cabrea que nosotros nos vemos afectados por
mi culpa... Y por culpa del ladrón.

El ladrón se acercaba para interponerse entre ambos y que Nadine no cometiera el peor error de su vida.

—Nadine —dijo Adrien—. No hay motivo para esto.


—Rompió mi coche.
—¡Te lo pagaré yo! —insistió Adrien—. Baja el arma. Haremos como que nada de esto ha pasado y seguiremos trabajando. Por
favor. Mirad, yo también estoy jodido. ¿Os creéis que yo quería estar trabajando con la policía? Ni en mis peores pesadillas. Pero
es lo que tenemos, es a lo que tenemos que adaptarnos. Y no, Justin. No quiero robarte a Nadine... No quiero robarte nada. Estoy
tratando de adaptarme a vosotros dos, y si salí a cenar con Nadine fue para conocerla aún más.

Justin suspiró mirando al suelo y asintió entendiendo lo que Adrien decía.

Nadine bajó el arma pero avanzó hasta Justin para darle en la cara con el puño cerrado.

Justin se quejó tomando su cara por su Nadine le había roto el pómulo o la mandíbula.

—¡Tengo una sesión de fotos dentro de poco!

Nadine fue caminando hasta el coche:

—No hagas como si te importara. Ambos sabemos que no te interesan tus sesiones de fotos. Además, vas a tener una bonita
cicatriz, a las chicas les gustan. Así que andando, mister universo. Tienes un coche que reparar y nosotros un crimen que resolver.

Nadine, de vuelta a la oficina se paseó por ahí para tomar su abrigo.

Justin, como siempre, dejaba todo tirado por ahí. Suspiró tomando el abrigo de Justin pero se detuvo. Al tomarlo, se le habían
caído los guantes.

Frunció el ceño y recordó que Justin tenía los nudillos quemados... Pero él había dicho que se le habían olvidado los guantes.

¿Justin se había metido en problemas?

—¡Nadine! ¡Nos pillará el atasco! —gritó Justin.


—Ya... ¡Ya voy!

Nadine salió corriendo después de esconder los guantes dentro de la chaqueta.

Había vuelto tan noche de la cena... Pues no quería enfrentarse a Melina.

Tenía que aceptar que había metido la pata hasta el fondo, y tenía que aceptar que había podrido una parte de ellos. Pero Melina y
Justin eran un precioso todo, y no podía permitir que una pequeña parte podrida pudiese acabar con su todo.

Entonces, ante la puerta, tomó todo el aire y abrió.

Lo primero que hizo fue ver dónde habían dormido... Y Melina estaba dormida profundamente, normal... Si había vuelto tan
tarde...

Eso fue un alivio.

—Hoy no, Satán —murmuró yendo hacia la habitación.

Ahí se metió al baño y se lavó la cara. Estaba cansado, estaba bastante ansioso y angustiado. Se pasó las manos húmedas por el
pelo, y se quitó la camiseta y los pantalones. Miró sus nudillos negando con la cabeza.

Pues, ¿Quién le diría que a sus cuarenta años se vería así? Pues, estaba jodido. Estaba jodidísimo porque físicamente se veía bien,
se veía joven, se veía en su mejor momento... Pero mentalmente... Tenía tanta mierda detrás y tanta fatiga mental que se sentía
viejo...

Encima... Mete la pata con Melina, ¡una menor de edad! ¡De la niña que es tutor!

—Joder, Justin —murmuró.


Arrastrando los pies después de lavarse los dientes, fue hacia el salón. Mel estaba dormida.

Así que con mucho cuidado se acostó a su lado. Suspiró mirando al techo y después a Melina.

Oh dios, esa fuerza de imán volvía hacia él y no podía controlarlo. Se acercó con suavidad hacia ella... Pero se detuvo en seco:

—¿Que estás haciendo, Justin?

Justin retrocedió inmediatamente. Melina abrió los ojos sonriendo levemente.

—No, nada, nada —murmuró.

Justin intentó girarse pero Melina lo tomó del hombro evitándolo y se acercó hacia él para besarlo en los labios.

A Justin le dieron mil infartos pero se dejó llevar por los labios de Melina.

—No, Mel. No... Esto...

Mel volvió a callarlo con un suave beso. Se separó Justin mirándolo a los ojos bastante angustiado.

—Pero Mel, esto está mal.

Mel volvió a callarlo con un beso.

—Melina, Melina... Por favor... Eres menor de edad y...

Mel volvió a besarlo en los labios, esta vez más fuerte, por más tiempo.

Melina se separó acomodándose en el cuello de Justin entrelazando sus piernas con las de Justin.

—¿Por qué no nos centramos en lo que nos hace sentir bien, Justin?
—¿Qué quieres decir, Mel?

Mel se separó para mirarlo y cerró los ojos para decir:

—Ambos hemos vivido en el dolor, Justin. Necesitamos algo que nos haga sentir bien, ¿no crees?

Justin se queda mirando a Melina y suspira queriendo ceder a eso. Así que sin más, toma a Melina del rostro y la besa levemente
en los labios... Queriendo quedarse ahí toda la vida.

Quien le diría que la bella durmiente iba a corresponder a sus besos, y de esa manera.
Problema 12
La herencia.

—Y vendré mañana a mediodía —susurró Justin—. ¿Te parece? No quiero que abras la puerta si estás sola.

Melina asintió mirando al techo cada vez más vencida por el sueño. Era ya bastante tarde y estaba haciendo un esfuerzo por
quedarse despierta.

Estaban hablando de lo que iban a hacer mañana. Justin suspiró abrazando a Melina también un poco vencido por el sueño.

Melina cerró los ojos y sus manos fueron hacia la espalda de Justin para empezar a acariciarlo suavemente.

Sintió que Justin tembló un poco y dijo suavemente:

—Sigue.

Mel sonrió levemente mientras sus dedos recorrían la espalda de Justin. Con suavidad. Repasando todos y cada uno de los
pliegues de sus músculos. Escuchó a Justin suspirar de placer mientras que cerraba los ojos colocando todo su peso encima de
Melina.

Ella suspiró mirando el techo sin parar de acariciarle la espalda a Justin. Era como un dulce masaje que se confundía con la
ternura de una caricia.

Melina cerró los ojos sin parar de acariciar la espalda de Justin... Hasta que por fin, se durmió.

Melina está en la calle.

Era de noche, la calle estaba vacía y sin coches, solamente un pequeño atisbo de viento cálido de verano.

Melina está en medio de la acera con una leve sonrisa. Su cabello es removido por el viento y su sonrisa es tan dulce que no puede
evitar ir hacia ella con una sonrisa también.

—Mel —la llama.

Pero Mel no responde. Sino que Mel sigue sonriendo. Justin se acerca suavemente para notar que detrás de ella hay algo
escondido.

Se detiene ladeando la cabeza para sorprenderse al ver a una pequeña salir de detrás de Mel. Era la Melina de diez años. Sonriente
toma la mano de la Mel mayor mientras que Justin se derrite de ternura.

Pero entonces, con una vocecita inocente le dice:

—Tío Justin, ¿Recuerdas los helados que me das a mí? ¿Ahora qué clase de helados le darás a Melina?

Entonces, la cara de Justin se deforma en el horror más primitivo.

Melina, la mayor, se ríe. Y le contesta a la pequeña:

—Unos que son solo para mayores y pueden ser ilegales.

Justin retrocede aterrado mientras que ambas Melinas caminan suavemente hacia él.

—¿Qué ocurre, tío Justin? —pregunta la pequeña caminando de la mano junto a la mayor.
—¿Ya no te gustan los helados?
—¡Callad! —murmura Justin a punto de tener un ataque de nervios.

Pero entonces, ambas chicas se detienen para mirarlo fijamente sin perder la sonrisa. Entonces ambas dicen al mismo tiempo:

—¿Te gustan los helados de vainilla?

Y se despierta.

No hace movimientos bruscos, sino que primero se ubica con la mirada. Sigue estando en el salón, en el colchón inflable...
Está prácticamente encima de Melina, así que se aparta. Sigue dormida y a pesar de verla así de terrorífica en ese sueño,
inevitablemente sonríe al verla dormir.
Se estira a un lado de la cama y su cara de sorpresa es innegable al ver el reloj y ver que si se levantaba ahora mismo, le daría
tiempo de sobra para llegar a tiempo a trabajar.

Se levanta con mucha energía... Pues todos estos días no había querido enfrentar a Melina y fue lo mejor que le pudo haber pasado
en la vida. Pues Melina no lo había rechazado, sino que había actuado de la manera más dulce y buena posible con él.

Preparando el desayuno a Mel, por fin pudo irse en calma. Ella estaba dormida y no quería molestarla, así que simplemente se
acostó a su lado y le dijo:

—Bichito, me voy a trabajar. Te he dejado el desayuno hecho... Espérame a mediodía —murmuró Justin besándola en la mejilla
mientras que Melina, somnolienta asentía con la cabeza y se acomodaba en la cama.

Justin sonrió y se levantó tomando su abrigo, sus llaves, su guantes, su casco, le echó un último vistazo a Melina y se marcha
definitivamente.

En la puerta, suspira mirando hacia la nada mientras que en su cabeza recuerda con tremenda dulzura las palabras de su preciosa
Mel.

Y con toda esa energía fue hacia el trabajo.

Pocas veces era educado en la carretera... Respetó a todos y cada uno de los transeúntes.... Hasta les dedicaba sonrisas amables y
les cedía el paso.

Entonces, Justin llegó al edificio. Aparcó su moto y con toda la calma fue hacia la cafetería. Pidió un té caliente, subió con mucha
paciencia y entró a la oficina.

A lo lejos, miró que Nadine venía con Adrien. Ambos sonrientes mientras hablaban amistosamente.

Nadine entró a la oficina sin notar a Justin, es más, le dijo a Adrien:

—Dame el teléfono, voy a llamar a Justin. Ya lo conoces, siempre viene tarde... Probablemente siga dormido.

Justin, sentado con los pies apoyados en la mesa sonrió mirando que Nadine le daba la espalda y marcaba un número.

Pues, el teléfono de Justin empezó a sonar. Nadine se giró rápidamente y miró a Justin sonreír.

—Buenos días, Nadine.

Nadine colgó el teléfono e intentó hablar pero no le salían las palabras.

Es como cuando tienes un mejor amigo que conoces desde hace años, desde que eran pequeños, lo escuchas cantar por primera
vez y para tu sorpresa, canta igual que Adele. Así se había quedado Nadine.

Conocía a Justin desde que eran unos críos... Y nunca había llegado antes que ella. Nunca.

—¿Buenos días? —Nadine no salía de su impresión.


—Mira a quién tenemos aquí —sonrió Adrien dandole la mano a Justin.
—Lo sé, lo sé. Y como podrás ver, por mi falta de ojeras y mi piel preciosa y fresca, he dormido bien y me ha dado tiempo de
hacer mil y una cosas.
—Dios mío, hasta traes ropa limpia. ¿Quién eres? ¿y qué hiciste con mi Bieber?

Justin se rió levantándose y fue hacia Nadine para abrazarla y darle un beso en la frente.

—Chicos —advirtió Adrien apuntando a la puerta.

Ahí estaba el jefe.

Era un hombre grande, enorme. Nadie diría que es el jefe, pero lo era. Extremadamente inteligente y extremadamente estricto.

Ambos se separaron al verlo. Él inspeccionó el lugar con la mirada y clavó su mirada en Justin.

—Bieber, a mi oficina.

Y se marchó dejando un silencio prologado.

—Pues buenos días, oh, muchas gracias, jefe. Yo también estoy genial. Sí, sí. ¿Y su esposa? ¿Y sus hijos? Melina está genial en su
mejor momento. Gracias por preguntar. Claro, le mandaré sus saludos, usted mándelos a su encantadora familia...
—Te estoy oyendo, Bieber —dijo el jefe.

Justin hizo una mueca mirando a Nadine que se acercaba rápidamente.

—¿Qué hiciste? —lo regañó en voz baja.


—¿Qué? ¡Nada! ¡No he hecho nada! ¡Nada de nada!
—¿Y para qué quiere hablar contigo?
—Nadine, no te preocupes. Sin duda va a preguntarme sobre mis preferencias sexuales y lo tendré encima de mi sobre el
escritorio mientras dice que soy su putita.

Adrien se rió pero cuando Nadine lo volvió a ver perdió la sonrisa abriendo mucho los ojos.

—Ojalá no sea nada malo —murmuró preocupada Nadine.


—Si me escucháis gritar... Llamad a al policía.

Nadine lo empujó, pues ellos eran al policía ahora.

Justin le guiñó un ojo y se encaminó hacia la oficina del jefe al final del pasillo. Pocas veces se veía a gente yendo a la oficina del
jefe, pues parecía demasiado eficiente como para resolver todos los problemas él solo.

Justin entró y lo miró sentado en su enorme escritorio acomodando una pila de papeles.

—Toma asiento.

Hostia puta.

Justin se puso muy nervioso cuando miró en la mesa una ficha del hospital de Melina. Oh, no...

Los pillaron.

Eso es que lo pillaron y ahora lo iban a llevar a prisión por pederasta. Joder, joder, joder, ¡joder!

Se sentó un poco tenso mientras no apartaba la vista del informe de Melina intentando deducir de qué se trataba todo esto.

—¿Melina está bien?


—¿Eh? ¡Sí! Claro que está bien, ¿por qué no iba a estarlo?

El jefe lo miró quitándose las gafas para sonreír ampliamente. Justin nunca lo había visto sonreír.

—Eso es exactamente lo que un asesino diría.

El jefe colocó una de sus pesadas manos encima del hombro de Justin.

—Relájate hombre, solamente vamos a hablar sobre algo que me tiene un poco preocupado y tenemos que resolver ya.

Justin asintió poniéndose más tenso. El jefe apartó la mano para tomar el informe de antes y ponerlo enfrente de Justin. Ahí le
señaló con un círculo el día de nacimiento de Melina.

—Mira la fecha.

Justin lo hizo.

—¿Qué ocurre?
—Ocurre que la niña de la que eres tutor va a ser mayor de edad dentro de muy poco.
—¿Y qué ocurre? ¿ya no me puedo hacer cargo de ella? Yo quiero seguir haciéndome cargo de Melina.
—Ese es otro tema. Por ahora, hay uno más gordo y peligroso... Verás, Justin... Cuando tú asesinaste a toda su familia, todo el
imperio de su padre pasó directamente a manos de una personita...

El jefe apuntó la foto de Melina de hace años en el informe.

—Esta personita, cuando cumpla 18 va a tener todo el derecho de reclamar las propiedades del imbécil de su padre. Así que tu
misión, Justin Bieber, es hacer que firme este papel, en el que cede todas las propiedades al estado.

Justin sacudió la cabeza como si no entendiera nada. Demasiada información en un solo segundo.

—Eso no tiene sentido. ¿Qué tiene de malo que tenga las propiedades de su padre? Con todo lo que ha pasado, eso sería
bendición.
—O sería su mayor perdición, Justin. Los socios del padre de Melina están ahí esperando que esas propiedades pasen a manos de
alguien con nombre... Para volver al negocio. Ya sabes... La trata de blancas.
—Pe... Pero... ¿y una casa?
—Nada, Justin. Tiene que desvincularse completamente del nombre de su padre si es que quiere seguir viva. Norman tenía
millones de enemigos, y muerto los sigue teniendo... Si saben que Melina está viva y con las propiedades de su padre... Está
acabada, Bieber. Es mejor que en vez de estar en un vacío legal, estén a nombre del estado.
—Pero es que no veo que tiene de malo, ¿y la fortuna? ¿También pasaría al estado?
—Tiene de malo que las propiedades no son solo mansiones y jardines... También hay burdeles y sitios ilegales. Las deudas y los
cargos caerían sobre los hombros de Melina siendo una niña de dieciocho años.

Joder. ¿y ahora qué?

—Tienes que hacerla firmar antes de los dieciocho, Bieber. Es tu principal tarea.

Justin suspiró repasando con un dedo su barbilla y asintió:

—Lo haré con una condición. Que se deposite en una cuenta bancaria a nombre de Melina una buena suma de dinero.
—¿De cuánto hablamos?
—Del 30% del total bruto de la fortuna de Norman.
—Eso es mucho dinero —dijo el jefe a punto de declinarlo.
—El 50% —dijo Justin.
—Ni hablar —dijo el jefe levantándose—. Te estoy encomendando un trabajo, y si no lo haces... Vuelves derechito a la cárcel,
Justin.
—Pues usted verá que es lo mejor para nosotros. Yo iré a la cárcel pero al menos Melina podrá mantenerse y será un fracaso
laboral para usted, ¿o me equivoco?

El jefe entrecerró los ojos mirando a Justin.

—Está bien. El 40%, ni más... Ni menos.

Justin sonrió satisfecho, así que sin decir nada, tomó los papeles y se dio la vuelta para volver a trabajar.

Como era lógico... Nadine estaba mordiendo sus uñas a punto de un ataque de nervios.

—¿Qué te dijo? —murmuró muy nerviosa Nadine siguiéndolo de cerca.

Justin se dio la vuelta y suspiró mirando al suelo.

—Me ha prohibido modelar para siempre.


—¿¡Qué!?

Todos los voltearon a ver.

—Sí, es terrible, lo sé. Pero me lo ha prohibido. Ha dicho que me he saltado muchas veces la hora de entrada, así que como
castigo me lo ha prohibido para siempre.
—¿¡Cómo castigo!? —la cara de Nadine estaba desencajada—. ¡Yo iré a hablar con él! ¡Yo voy a resolver esto!

Nadine se dio la vuelta para correr al despacho del jefe mientras que Justin se reía en silencio.

Nadine entró apresurada y empezó a soltar las mil y un razones por las que no debería prohibirle a Justin modelar.

Justin estaba afuera riéndose... Y Nadine, al ver la cara del jefe, se dio cuenta de todo. Suspiró, se disculpó y salió casi arrastrando
los pies buscando una manera de quedarse clavada en su sitio y no tirarse encima de Justin.

—Me las vas a pagar —advirtió Nadine pasando por su lado mientras que Justin seguía riéndose.
—¡Él nunca me lo va a prohibir! ¡Sin duda tiene mis fotos en su habitación!
—Vete a trabajar antes de que me piense lo de la cárcel —dijo el jefe pasando a su lado con un montón de papeles que iban al
almacén.
—Sí, señor —Justin corrió detrás de Nadine.

A mediodía, Justin corrió de la oficina para llegar temprano a su casa. Tenía unos irrefrenables deseos de ver a Melina.

Sin duda tendría que acostumbrarse a viajar media ciudad solamente para verla.

Abrió la puerta con tal energía que se asustó hasta a él mismo.

—¡Estoy en casa!

Justin corrió hacia la habitación para ver a Melina sentada en la nueva cama.

—¡Te dije que no abrieras la puerta! —más que un reproche, era una sorpresa.
La cama nueva era enorme. Parecía que la habitación se quedaba pequeña en comparación con la cama. Pidió la más grande y la
más cómoda posible. Todo por y para Melina.

El colchón estaba todavía con el plástico protector. Melina se encogió de hombros y sonrió muy feliz porque tenían la mejor cama
del mundo.

Justin fue hacia ella para mirarla e inclinarse hacia ella. La empezó a besar en los labios con suavidad. No quería asustarla. No
quería que ella se sintiera mal... Así que lo hizo con cuidado, con paciencia, con cariño.

La empujó levemente con su propio peso hasta quedar encima de ella. La besó tan lento que parecía que quería que el tiempo se
detuviera ahí.

Justin se alejó con el labio inferior entre sus dientes para sonreír ampliamente mirándola sonrojada y tan preciosa.

—¿Te apetece tender la cama?

Mel asintió emocionada levantándose de un salto. Esa alegría, esa energía, juventud y vitalidad, iluminaron el rostro de Justin. Esa
Mel siempre ha estado ahí, solo necesitaba un empujoncito... Ese empujón fue aquel abrazo.

—Justin —insistió Melina—. Vamos. No te quedes ahí sentado.

Justin se había quedado embobado con esa imagen. Sonrió ampliamente siendo arrastrado por Melina hacia el armario.

—¿Crees que las sabanas quepan? Es que la cama es muy grande.


—Ya nos las ingeniaremos. Mañana tengo el día libre y podríamos ir a comprarlas si quieres —propuso Justin sonriendo sin dejar
de ver a Melina.

Melina, con un vuelco al estómago miró a Justin y sin decir nada más, asintió. Salir no es que fuese la cosa favorita de Melina
pero sabía que si lo hacía en compañía con Justin... No iba a ser peligroso... ¿Verdad?

Los días pasaron. Hasta que por fin llegó la tan anhelada fecha de la sesión de fotos. Eso fue genial, pues todos la estaban
esperando. Dios...

Parecía ser una sesión bastante importante, pues Justin había entrenado y se había cuidado demasiado. Más de lo que debería.

Nadine estaba histérica llevándolo de un lado a otro y organizando todo.

Melina solo observaba en un rincón toda la producción. Cámaras, maquillaje, vestuario, luces... Parecía un mundo de locos y Mel
no era nadie para impedirles que acabaran su trabajo.

Así que desde un rincón observaba absolutamente todo. Aveces se sentía juzgada por aquellas miradas furtivas, pero en general,
solo le interesaba ver a Justin.

Justin en cambio estaba en el vestuario. Llevaba hora y media ahí. Quién sabe qué le estaban haciendo.

Nadine iba de un lado a otro. Dios... La energía que tenía esa chica no era común. Iba de un lado a otro y no parecía agotada. De
vez en cuando la veía y le sonreía ampliamente como para que entrara en confianza.

Era como que todo en ese sitio iba a cámara rápida cuando de pronto... Todo se ralentizó.

Fue como que todo se había detenido y todas las miradas iban hacia Justin. Mel entreabrió los labios como queriendo decir algo
pero fue incapaz... Estaba admirada por tanta belleza.

Pues, Justin vestía un traje azul oscuro que parecía esculpido encima de él. Era precioso. Se adaptaba a su figura, a sus músculos,
a sus hombros, a sus piernas... ¡Dios!

Justin estaba rodeado de muchas mujeres que mientras que él caminaba hacia el set, ellas peinaban, maquillaban, colocaban
últimos detalles.

Justin parecía buscar algo con la mirada... Veía a todos lados y Melina estaba como loca porque fuese ella el motivo de su
búsqueda.

Cuando Justin encontró sus ojos con los de Melina... Dios. Sonrió ampliamente y le guiñó el ojos. Melina casi se desmaya. ¡No es
justo! ¡Él sabe que está precioso y se aprovecha de ello!

Justin apuntó hacia Melina como si quisiera ir hacia ella pero fue imposible. Tenía a tanta gente encima que no se iba a mover de
ahí durante mucho tiempo.
Justin se encogió de hombros mirando a Melina y volvió a sonreír para ser después empujado hacia el set.

—Está sublime, ¿verdad?


—¿¡Eh!? —Mel despertó de su idilio—. ¿Justin? ¡Puf! ¡No! Lo he visto mejor...
—No te hagas. He hecho lo posible para hacerlo ver bien —dijo Nadine—. Ha sido una semana bastante dura pero... Lo hemos
conseguido. Se ve... Espectacular. Creo que Justin nunca se había visto tan bien.

Mel hizo los ojos en blanco... Pues sabía que tenía razón. Justin estaba precioso hoy, ahora. De pronto, todo el mundo se quedó
callado cuando empezaron a fotografiarlo.

—¿Para qué son las fotos? Parece importante —murmuró Melina tan bajo como ella sabía.
—Y lo es —respondió Nadine sin apartar los ojos del fotógrafo—. Son para una marca italiana de trajes... Van a poner las fotos en
todas las tiendas. Justin será el modelo principal. ¡Un pastizal! —se rió Nadine.

Melina asintió sin apartar los ojos de Justin. Dios... Se veía guapísimo. Melina sonrió brevemente sin parar de mirarlo, sin poder
parar de mirar su rostro perfectamente cuidado.

¡Y ella con el pelo grasoso y la piel llena de espinillas!

Justin estaba bastante concentrado y el silencio era relajante. Mel observaba absolutamente todo... Mel sentía que en esa
habitación estaban solamente ellos dos...

Justin de pronto, clavó su mirada en Melina y sonrió ampliamente. El fotógrafo le hizo una fotografía... Mel prometió que
conseguiría esa foto costara lo que costara.

Después de un rato haciendo fotos... Justin fue llevado otra vez a camerinos. Le hizo una seña a Melina para que se acercara... Así
que ella lo hizo uniéndose al grupo de mujeres que lo rodeaban. Aunque Mel se mantuvo un poco alejada... Justin, por encima del
ruido dijo:

—Mel, ya casi hemos terminado, ¿quieres ir a comer por ahí?

Mel asintió quedándose quieta cuando una de las mujeres que estaba acomodando el cuello del traje, la empujó casi
agresivamente.

Justin notó eso y se levantó inmediatamente haciendo que todas se detuvieran.

—¿Estás bien, Mel?

Mel asintió tímidamente sin poder mirar a la mujer a la cara. Entonces, Justin se giró hacia ella y le susurró levemente:

—La vuelves a tocar y tendremos un problema.

Justin extendió la mano hacia Melina arrastrándola lejos de esas mujeres. Melina pasó con la cabeza baja ante todas esas mujeres.
Caminando con cierta prisa, Justin la llevó más allá de los camerinos, justamente detrás del set, entre bambalinas. En un pasillo
estrecho donde solo había una enorme cortina negra que cubría toda la pared.

Justin miró a todos lados antes de sonreír y acercarse a Melina para besarla en los labios.

—¿Estás bien, bichito? —susurró con la voz ronca colocando sus manos en la cintura de Melina, empujándola hasta acorralarla
contra la pared.

Melina asintió muy nerviosa. Justin sonrió de lado volviendo a acercarse a ella. La besó esta vez con más intensidad, colocando
una de sus rodillas entre las piernas de Melina para dejarla sin escapatoria.

—Me gusta ver esa faceta tímida, esa faceta frágil —murmuró Justin volvió a besarla con más fuerza.

Esa rodilla subiendo y bajando por su muslo. Mel estaba muy nerviosa, pues juraba que alguien los iba a pillar. Ya lo podía ver
venir.

Con todo el miedo del mundo, tomó las caderas de Melina para pegarla aún más a él. Sonriendo, siguió besándola mientras que
sus manos la recorrían.

Mel estaba nerviosa tanto porque los podían pillar... Como por la maldita rodilla de Justin bajando y subiendo por su muslo hasta
la zona prohibida.

Mel se alejó con la respiración agitada, las mejillas sonrojadas y miró brevemente a Justin pero bajó la mirada, pues Justin hoy se
veía tremendamente imponente y sentía que no podía verlo durante mucho tiempo.

—Nos van a ver —dijo muy bajo.


—Nadie nos va a ver —susurró Justin volviendo a besarla manteniéndola presa otra vez.

Entonces, escucharon que empezaron a buscar a Justin, sin duda para que volviese al set.

Justin se separó mirando a ambos lados para asegurarse de que nadie estaba por ahí. Correteó tomando a Melina de la mano hacia
el camerino.

Al entrar, cerró la puerta con seguro. Suspiró mirando a Melina...

Justin tomó su teléfono notando que tenía un mensaje de Nadine:

—Me voy a casa, no me encuentro bien —leyó en voz alta.

Justin frunció el ceño dándose la vuelta para contestarle.

—Bueno —suspiró Justin—. Ya falta poco, después nos iremos a comer.

Justin tenía su teléfono cargando, y lo colocó en la mesa justamente apuntando a Melina.

La pantalla se iluminó al entrar un nuevo mensaje de Nadine... Y ahí Melina lo vio.

Justin la tenía de fondo de pantalla a ella. Mel, la verdad es que se asustó, pues no recordaba haberse hecho esa foto. Fue sin duda
una foto que hizo Justin sin que ella se diese cuenta.

Justin le quitó el teléfono sonriendo al darse cuenta que Mel lo había descubierto. La verdad es que le daba un poco de vergüenza.

Justin ni le prestó atención al mensaje... Sino que estiró la mano hacia Melina y la besó dulcemente en los labios. Empujándola
hacia sus brazos, la tomó entre ellos fuertemente.

—Mel... Me haces tan feliz... Nada se va a interponer entre nosotros. Te lo juro, bichito.

Pero puede que Justin Bieber estuviese equivocado... Pues si había algo bastante fuerte que podía ser un impedimento para ambos.

Nadine se sintió muy mal durante el set... Así que se fue a la farmacia en donde ella dijo sus síntomas y le dieron una prueba de
embarazo.

Nadine se rió, pues era imposible. Pero a medida que pasaban los segundos, una ansiedad potente y un pánico abrumador se
apoderaba de su cuerpo.

Llegó a casa con muchas ganas de llorar. Así que inmediatamente se la hizo.

Mientras esperaba el resultado, le mandó un mensaje a Justin diciendo que no se sentía bien... Pero él la había dejado en visto,
como solía hacer.

Dios, ¡pero con Justin había usado condón!

Nadine, con las manos temblorosas... Miró la prueba.

Era positiva.
Problema 13.
Problemas mentales.
Justin tiene las manos en los pechos de Melina. A pesar de ser pequeños los aprieta como si quisiese fundir sus manos con esa
carne.

Melina gime en sus labios mientras que Justin la besa casi con agresividad. Toma el cuello de Mel y la mantiene quieta contra la
cama mientras la besa con mucha intensidad.

Sus besos empiezan a bajar. Primero por la mandíbula, después por el cuello, bajando por las pronunciadas clavículas de Mel.
Continúa suavemente dejando suaves besos en su cuerpo desnudo, en su piel caliente.

Mel apenas puede respirar cuando siente que Justin le abre las piernas y sus besos siguen bajando... Mel mira al techo y gime
fuertemente.

Justin baja del todo hasta quedar a la altura de su sus muslos. Se detiene y sonríe levemente mirando a Melina. La tiene desnuda
en la cama... Con la piel sonrojada, parece un ángel.

—¿No vas a desearme un feliz día del padre? —dice Justin sin dejar de sonreír de lado.

Mel ladea la cabeza frunciendo el ceño para mirarlo.

—Pero si tú no tienes hijos...

Justin pierde un poco la sonrisa para dejar paso a una mirada llena de lujuria mientras mira a Mel. Con una voz ronca, suave,
aterciopelada murmura:

—¿Estás segura?

Y cuando sus labios hacen contacto con su parte más destrozada, Melina se despierta de un salto.

Se cubre los labios para no gritar. Pero Justin está ya despierto... Y desde hace rato. Pues está bañado, vestido y listo para salir.

—Hola, Mel —dice con una gran sonrisa—. ¿Tuviste una pesadilla?

Mel sacudió la cabeza para intentar volver a la realidad y asintió varias veces.

—Oh, vaya... Al parecer yo era el malo, pues gimoteabas "Justin" "Oh, Justin" "No, Justin". En fin —se encogió de hombros—.
Me alegra que solo haya sido una pesadilla. Adiós, bichito. Me voy a comprar unas cosas al centro. Vendré dentro de un par de
horas.

¿Justin tenía día libre hoy?

Mel ya ni sabia donde meterse. Sin duda se había puesto roja y el maldito de Justin solo se estaba riendo de ella.

—Dame un beso, bichito —se acercó y la besó suavemente en los labios—. Nos vemos, pequeña.

Justin salió como siempre. Solamente que esta vez con una sonrisa traviesa en su rostro. Bajó las escaleras hasta llegar a su moto.

Melina corrió hasta la ventana para verlo salir. No le gustaba acercarse a la ventana pero sentía el irrefrenable deseo de seguirlo
mirando. Se mordió levemente el labio cuando notó que la puerta del garaje común se abría.

Y ahí salía, con su moto. Pero entonces, Justin se detiene.

Melina frunció el ceño al verlo contestar el teléfono.

—Hey, Adrien —contestó Justin.


—Justin, necesito que vengas urgentemente al hospital.
—¿Qué ocurrió? ¿estás bien? ¿y Nadine?
—Yo estoy bien... Es por Nadine.
—¿Qué le ocurrió? ¿Le hiciste algo?

Adrien hizo los ojos en blanco.

—Justin... Nadine se autoapuñaló en la madrugada.


—¿¡Qué!? —Justin casi se cae de la moto.
—Sí... Ven rápido para que pueda contarte los detalles.
—Pe... Pero, ¿está bien?
—¡Claro que no está bien! Pero si te refieres a que si está estable... Lo está. Ven pronto, por favor.
Justin guardó el teléfono y aceleró encima de la moto. Mel solo pudo ver que se iba lejos... Súper mega lejos. Tan lejos que
parecía tan diminuto como una hormiga.

Justin, llegó al hospital. Corrió como poseso por los pasillos hasta encontrar a Adrien afuera de la habitación.

—¿Y Nadine? —se asomó a la puerta.


—Está estable —murmuró Adrien.
—¿Y por qué te llamaron a ti primero? —jadeó Justin.
—Bueno, porque Nadine no tenía a nadie de contacto de emergencia y mi nombre estaba el primero en la lista de contactos...
—¿Y qué pasó, por qué lo hizo?

Adrien suspiró acercándose a Justin queriendo dar un tono de confidencialidad.

—Verás... Nadine estaba embarazada.

¿¡QUÉ!?

—¿Embarazada? —Justin jadeó.


—Sí... Encontraron unas cinco pruebas de embarazo positivas.

Y de pronto, todo le vino a la cabeza a Justin. Todas esas escenas de Nadine gimiendo debajo de él. Sus manos alrededor de ella...
Oh... Cielos...

—Parece que consumió cocaína. Se dice que tuvo un episodio psicótico, ya que los vecinos la escucharon gritar, llorar y aporrear
las paredes... Y después, se apuñaló. Los vecinos ya habían llamado a la policía, así que llegaron a tiempo...

¡NO PUEDE SER!

—¿Se sabe quién es el padre?

Adrien, no pudo evitar reírse irónicamente.

—Tu mejor amiga acaba de burlar a la muerte de un suicidio seguro... ¿y a ti te importa quién es el imbécil que enjendró un
pedazo de carne?

Justin se mordió el labio inferior y confesó:

—Si Nadine no lo desmiente... Probablemente sea yo el imbécil que enjendró un pedazo de carne...

Adrien abrió mucho los ojos y negó con la cabeza.

—¡Justin, eso da igual! El bebé ya no existe... Si es que llegó a existir... Tenemos que concentrarnos en Nadine, en su salud
mental, en su evolución.

Adrien tenía razón. Hasta cierto punto, da igual quién es el padre... Pues hay algo más grave... Hay una historia de Nadine con los
embarazos:

Nadine solía estar embarazada cuando era joven. Tenía 19 años cuando pasó. Todavía no estaba muy dentro del negocio, así que
probablemente un bebé cambiaría el rumbo de su vida...

Y vaya si lo hizo. Cambió su vida completamente. Justin recuerda que estaba más dulce, más cariñosa, y más feliz por el bebé.

A pesar de ser tan joven, Nadine había madurado a grandes pasos en el embarazo... Pero todo cambió.

Por mala suerte, su padre era un hombre muy peligroso y con muchos enemigos... Esos enemigos la tomaron con la pequeña
Nadine.

Mientras compraba en un supermercado, a plena luz del día, en el aparcamiento, la apuñalaron en el estomago muchísimas veces.
Unas 17 veces.

No acabaron con la vida de Nadine, pero sí con la del bebé.

Eso hizo que Nadine cambiara bruscamente. Eliminó ese episodio de su vida y de su mente. Pero ahora odiaba a los niños. Odiaba
a las embarazada. Y odiaba a los hombres con pintas de mafioso ruso.

A Justin le dolía aceptarlo... Pero Nadine en ese aspecto, estaba perdida completamente. Ambos tenían secuelas y problemas
mentales por la vida que les tocó vivir. Ambos tenían el filo en la garganta... Ambos estaban al borde de la locura.

—Esto es muy fuerte —murmuró Justin—. Necesito verla, necesito hablar con ella.
Justin trató de forzar la puerta, pero estaba cerrada. Solamente consiguió asustar a unas enfermeras que trataban de hacer su
trabajo.

Justin señaló la cerradura mientras continuaba forzándola...

—¡Justin! —Adrián lo tomó de los hombros y lo alejó—. No seas imbécil. No puedes hablar con ella porque está dormida. Déjala
que descanse. Te puedes meter en problemas.
—¡Me da igual!

Justin volvió esta vez para golpear la puerta fuertemente con el hombro. Las enfermeras estaban muy asustadas. Justin volvió a
golpear la puerta.

Adrien trató de detenerlo... Pero fue inevitable que Justin rompiese la cerradura a la fuerza. Al entrar de bruces, Adrien casi cae
mientras que algunas enfermeras chillaron.

—Nadine —murmuró Justin.

Nope. Nadine no estaba estable ni nada...

Por eso no había ningún médico y solo enfermeras...

Nadine estaba muerta.

El mundo de Justin se hizo lento. Lentísimo. Fue como que aquellas astillas se clavaran en su cuerpo y lo dejaran clavado al suelo.

Su corazón dejó de latir, su sangre se detuvo, y todo para ver que la preciosa Nadine estaba muerta.

Entonces, su reacción fue catastrófica.

Justin había lidiado con problemas de ira en el pasado... Ahora consideraba que era un hombre plenamente consciente, un hombre
nuevo... Pero fue como que todo explotó en su cabeza.

Se imaginó a sus pensamientos, sus emociones, sus sentimientos, todo en él se mezclara y cayera a la lava hirviendo haciendo una
explosión masiva en él.

Primero se giró rápidamente hacia Adrien...

—¡Me mentiste! —bramó—. ¡Me mentiste en mi propia cara! —gritó sin poder evitar las lágrimas.

Fue hacia Adrien mientras él trataba de explicar que no sabía nada, a él le habían dicho que Nadine estaba estable, estaba bien. No
era una puñalada que podía matarla, además llegaron a tiempo...

Pero Justin no lo dejó ni hablar con la sarta de puñetazos que descargó en la cara de Adrien.

Las enfermeras gritaban y llamaban desesperadamente a seguridad... Pero nada podía detener a Justin.

Después de dejar a Adrien con unas cuantas heridas en la cara, se giró hacia las enfermeras. Algunas valientes habían escapado
por su lado y habían huido pero quedaban dos... Dos que se habían quedado paralizadas.

No, Justin, tú no golpeas a mujeres indefensas que no tienen la culpa de nada.

Pero la moral no estaba como prioridad en la cabeza de Justin. Así que con una ira creciente fue hacia ellas, tomando a una de la
cara como si fuese a darle un puñetazo pero...

—¡Justin!

Justin miró a la camilla. A la camilla donde se suponía que estaba el cuerpo de Nadine...

Pero ahí solo veía a Melina. Cuando era una niña y le tocó estar en una cama de hospital después de la cirugía.

—Tío Justin —dijo un con una leve y adorable sonrisa.

A Justin le pareció lo más adorable de la vida. Pues a pesar de tener un ojo cerrado por un golpe, su rostro lleno de puntos por las
heridas y mucho dolor... Le dedicó una sonrisa para que se sintiera mejor.

Fue una de esas noches donde Nadine se había quedado dormida en el sofá de la habitación y él no había podido evitar llorar
sintiéndose culpable por todo lo que le pasó a Mel.

Entonces Melina se había despertado... Y le había dedicado una dulce sonrisa... Llenando su lastimada alma, salvando su corazón.
—Tío Justin —repitió la pequeña Mel—. No llores más, no lo hagas.

Justin soltó a la enfermera, y como si fuese un imán, fue hacia la camilla para ver a su pequeña Mel.

—Lo siento tanto —murmuró Justin.

Los demás solo veían que abrazaba el cuerpo sin vida de Nadine. Pero él sentía que estaba abrazando a Melina.

Lleno de lágrimas, sudor, sangre tanto ajena como propia, se aferró al cadáver como si no quisiese otra cosa más.

Y como si de un chasquido se tratase... Volvió a la realidad. Abrió los ojos para ser consciente que mantenía en sus brazos a
Nadine... Y que Nadine se había ido... Nadine había muerto.

—Nadine —murmuró Justin—. Nadine, por favor... Te... Tenemos un caso que resolver... Y... Y tú tienes que cubrirme con el
jefe... Nad —la besó en la frente—. Nadine, por favor, vuelve... Yo... Yo volveré a la vida de criminal si quieres, yo voy a hacer lo
que tú quieras pero por favor, quédate, no te vayas... No me dejes, Nadine. Yo estoy... Yo estoy perdido sin ti, Nadine. Por favor...

Justin la sacudió levemente como queriendo que se despertara.

—Nadine... ¡Nadine! ¡Nadine!

Los de seguridad por fin llegaron. Armados apuntaron directamente a Justin.

—No, ni de broma. No me vais a separar de Nadine —Justin negaba con la cabeza psicóticamente.

Los de seguridad no escucharon absolutamente nada. Sino que simplemente fueron hacia él para llevarlo detenido.

—¡No! ¡No! ¡No podéis hacer esto! —Justin los empujó, los apartó pero fue imposible. Eran tres contra uno.

Justin forcejeó todo lo que pudo... Pero fue imposible.

—¡Nadine! ¡Nadine! ¡Despierta y diles que todo es un malentendido! ¡Nadine! ¡Nadine!

Otra vez el mundo de Justin se empezó a ralentizarse. Pasó al lado de Adrien, que seguía en el suelo sangrando casi por toda la
cara. Lo sacaron hasta el pasillo mientras que él seguía forcejeando.

Y ahí venía al policía... Oh, no. Estos no se andan con juegos.

Lo último que recuerda fue que estaba forcejeando por librarse, entonces en un intento de retenerlo, le estamparon la cara contra el
suelo. Su último recuerdo, fue la visión de él acercándose al suelo.

Todo había acabado.

Justin despertó un tanto confundido. No sabía dónde estaba y la luz le estaba molestando muchísimo.

Le dolía la cara profundamente y juraba que no sentía las piernas...

Pero si las manos.

Espabiló de pronto cuando sintió que no podía mover las manos. Por alguna razón no podía abrir su ojo derecho, pero dirigió esa
lastimada vista hacia sus manos para ver qué estaban esposadas a la cama del hospital.

—¿Qué cojones...?

Trató de liberar sus muñecas pero alguien lo detuvo.

Era la misma Melina.

Tenía los ojos rojos y parecía bastante triste. Justin sorprendido la miró y repasó toda la habitación.

Estaba en el hospital... Claramente... Pero, tenía lagunas y su mente estaba bastante revuelta.

—Justin —dijo Adrien—. ¿Cómo te sientes?


—¿Como que cómo me siento? Me duele toda la puta cara y estoy atado a una cama de hospital.
—Es lo normal.
—¿¡Lo normal!? ¡Sacadme de aquí!
Adrien y Melina se miraron.

—Justin... Estás detenido.

Y le vino todo como si la cámara fuese de retroceso. Desde el momento en el que se golpeaba la cara contra el suelo hasta que
salía de casa por la mañana.

—Y si te duele la cara es porque esos hijos de puta te rompieron el pómulo derecho.

¿¡Los policías!?

—Al menos ya estábamos en el hospital y pudimos curarnos todos, ¿no?

Obviamente Adrien seguía enfadado, pues seguía teniendo moretones y heridas en la cara...

Mel solamente observaba bastante asustada... Pues tenía que llegaran a la parte de Nadine.

Y esa no tardó mucho en hacerse presente.

Justin recordó de golpe absolutamente todo.

—Lo siento tanto, Justin —murmuró Melina.

La verdad es que Melina había llorado demasiado por Nadine... Cuando Adrien fue a buscarla a casa y le contó todo lo que había
pasado, lo mínimo que podía hacer era ir a darle apoyo a Justin.

Pero en el fondo, Nadine quería mucho a Justin... Y lo cuidaba como si fuese su hermano o su hijo. Lo quería muchísimo y ella
también se sentía querida por Nadine.

Esto los había pillado a todos por sorpresa. Nadine era tan joven, tan bonita, aunque un poco mandona, pero por eso no hay que
desearle la muerte.

Era una mujer poderosa, fuerte mental y físicamente, independiente y con un espíritu de líder innato. Si hubieran más mujeres así,
probablemente sería un lugar mejor.

Y Mel era consciente de lo mucho que Justin adoraba a Nadine. Eran amigos íntimos, se conocían desde hace décadas y llevaba
años sin separarse... Es como si hubieran dos cachorritos mejores amigos, y un día, cuando ya son adultos e inseparables... Uno de
ellos se pierde.

Devastador.

Mel observó la reacción de Justin. Fue tan sutil pero tan significativa. Fue como que el alma de Justin se había roto en ese
momento. Mel podía ver cómo sus ojos querían romper en millones de lágrimas.

Pero no, Justin levantó el pecho y la barbilla, como si se hubiese puesto una armadura de hierro que no iba a dejar pasar a nada ni
a nadie.

Justin suspiró haciendo que las lágrimas desaparecieran de sus brillantes ojos.

—¿Y ahora qué? —murmuró levemente.

Adrien y Melina se miraron para luego mirar a Justin.

—Pagaré tu fianza... Pero el hospital va a demandarte.


—Joder, lo que me faltaba. Me quitan a mi mejor amiga, me rompen la cara y encima me demandan.
—Justin... —dijo Adrien—. Casi golpeas a una enfermera.
—¡Pero no lo hice! ¿No podemos vivir en paz y tranquilidad? Joder, mirad, necesito estar solo, aunque sea por un momento.

Mel miró a Adrien y después a Justin. Asintió levantándose y fue hacia la puerta.

—Lo siento, Justin —murmuró Melina.

Justin la miró levemente pero después desvió la mirada hacia la ventana.

Habían dos policías fuera de la habitación. Mel fue la primera en salir porque no sabía cómo sentirse. Se sentía plenamente
rechazada, pero a la vez, sentía que no podía reclamar nada, pues estaba pasando un momento sumamente doloroso, literalmente.

Apenas Justin se quedó solo... Rompió a llorar. Le estaba doliendo físicamente llorar pero no pudo evitarlo.
Todavía tenía la sensación de que Nadine entraría por esa puerta, le daría un golpe en la cabeza y lo regañaría por haber hecho que
lo detuvieran... Y después, buscaría una solución.

Pero por más que se quedó mirando a la puerta entre lágrimas...

Nadie vino...

Nadine se había marchado para siempre.


Problema 14.
Inestabilidad emocional.
—Tampoco es que haya desaparecido —dijo Justin bastante convencido—. Es sólo que estoy dándome mi tiempo de duelo.

Adrien cruzaba los brazos mientras escuchaba sin creerse ni una palabra de lo que Justin contaba.

—¿Y eso te da el derecho de apartar a Melina del todo?

Ambos caminaban hacia la oficina. Habían dejado sus respectivos transportes en el garaje y se disponían a subir a trabajar.

La verdad es que Justin había cambiado un poquito desde la muerte de Nadine. Su mente tenía bastantes ideas que no eran
aclaradas, por lo tanto creaban más y más dudas encerrándolo en una burbuja que no permitía que los demás se acercaran.

Melina era la principal afectada. Sentía que había sido completamente expulsada de la vida de Justin. Ya no dormían juntos, ya no
hablaban, ni se miraban... Melina lo hacía por respeto, pero Justin lo hacía por otros motivos más pesados.

—Tengo que hablar con el jefe —dijo Justin cambiando de tema—. Y necesito que estés ahí.
—¿Para qué? —Adrien se detuvo mirando a Justin con el ceño fruncido.
—Porque necesito apoyo moral. Andando.

Justin cambio de semblante cuando entró a la oficina. Si ya antes estaba decaído y serio... Ahora estaba en la depresión y
autodestrucción completa.

—¿Querías hablar conmigo? —dijo el jefe—. Pues habla.

Justin se mordió el labio inferior mientras que se pensaba muy bien lo que iba a decir:

—Necesito una orden para la exhumación del cadáver de Nadine.

Hasta Adrien parpadeó sorprendido por la idea.

—¿Te has vuelto loco? ¿Para qué?


—Para ver a un nuevo forense y que determine una causa de la muerte.

El jefe suspiró frustrado levantándose mientras se restregaba los ojos como si estuviese cansado...

—Sé que te duele oírlo, pero Nadine estaba hasta la pata de coca... Y se apuñaló para matar al crío que tenía dentro. Eso es todo.

A Justin le tembló el labio superior mientras trataba de controlarse y no reventarle la cara a su jefe.

—Esas no son la causa de la muerte, Nadine estaba bien, estaba estable... Tendría que estar viva.
—Pero no lo está —el jefe empezaba a subir el tono.
—¡Claro que no lo está! ¡No fue un suicidio! ¡Nadine fue asesinada!

Se hizo un silencio casi eterno en el que solo se escuchaba la respiración profunda de Justin.

—¿Te volviste loco?


—¡No! —Justin empezaba a perder los nervios—. Escuchad... He ido al apartamento de Nadine... Y hay cosas que no cuadran.
Por ejemplo, las pruebas de embarazo si pudo haber sido ella... Claro que pudo haberse hecho cinco. Ese creo que fue un
momento de frustración... Pero hay claras pruebas de que Nadine fue asesinada.
—Justin... —lo intentó interrumpir el jefe.
—¡No! ¡Escuchadme! Conozco a Nadine de toda una vida, más de lo que usted lleva casado con su esposa. La conozco como si
fuese yo mismo. Merezco ser escuchado.

Adrien asintió dándole su apoyo.

—Nadine nunca se ha drogado. Lo dieron por sentado porque encontraron bolsas pequeñas de cocaína en el suelo, pero, ¿de
verdad eran de Nadine? Y lo que los vecinos oyeron... No fue un ataque psicótico... ¡Ella se estaba defendiendo! Además, si fuese
un suicidio, ella seguiría con el arma que utilizó para apuñalarse... Pero nunca se encontró un cuchillo que correspondiera con el
que se usó para la herida. ¡Alguien lo hizo! ¡Alguien entró... Y alguien la mató!
—Pero estaba viva al llegar al hospital, Bieber.
—Lo estaba, a Adrien le dijeron que estaba completamente estable. Y es por eso que quiero exhumar el cadáver... Creo que podría
indicarnos que fue asesinada del todo el hospital.
—Justin, estás haciendo una acusación muy grave —dijo el jefe.
—Me da igual, lo llevaré hasta las últimas consecuencias.
—Justin... —insistió el jefe.
—Lo sé, lo sé. Pero trabajaré el doble... Necesito ese permiso. Por favor... Y yo pagaré todo...
El jefe suspiró mirando a sus pies y después dijo:

—No, Bieber. Lo siento. No puedo arriesgar que el hospital nos demande. Estamos hasta arriba de trabajo y tenemos poco
personal... Una demanda de esa magnitud por un cadáver... No vale la pena.
—¡No es un cadáver! —Justin perdió los estribos—. ¡Es Nadine! ¡Nadine fue nuestra compañera durante años, como mínimo, por
tenerle un poco de respeto, podrías mover tu culo, hacer una puta llamada para conseguir esa mierda de permiso!
—¡A mí no me hables así! —el jefe también subió la voz.
—¡Lo hago porque te estoy poniendo los hechos en la cara y eres incapaz de ver lo que está pasando!
—Bieber... —advirtió.
—¡Que te follen!

Justin, sin mediar palabra, se levantó dando un fuerte golpe a la mesa para salir muy enfadado de la oficina.

Adrien intentó ir detrás de él pero le fue denegado, ya que el jefe insistió en que se quedara.

—Lo siento —dijo Adrien—. Justin está pasando por una fase de inestabilidad emocional... Tiene el peso de que podría ser el
padre del hijo de Nadine, la muerte de Nadine, Melina... Ti... Tiene muchas cosas encima.
—Eso es lo de menos —hizo un gesto de desinterés con la mano—. ¿Tú qué crees de todo esto?

Adrien movió la cabeza queriendo decir que no... Pero Justin tenía razón. Algo raro estaba pasando.

—Todo fue muy raro, jefe. A mí me llamaron diciendo que Nadine estaba bien, que se había apuñalado pero que no era para tanto.
Que podía ir a verla... Y luego... Estaba muerta.
—¿Y crees que fue asesinada?

Adrien se encogió de hombros pero terminó por asentir como si le diese toda la pena posible.

—Está bien —dijo le jefe—. Ve con Justin.

Adrien asintió y trotó hasta encontrar a Justin hecho una furia caminando hacia el estacionamiento. Parecía que necesitaba liberar
esa tensión y esa ira ahora mismo porque se acercaba levemente a algo o alguien como queriendo reventarlo pero... Se alejaba
porque sin duda pensaba que era una mala idea.

—Eh, Justin —dijo Adrien llamando su atención.

Justin se giró apretando la mandíbula. Todavía tenía un enorme moretón en el pómulo que se difuminaba con sus ojeras y sus
mejillas.

—¿A dónde vas?


—Qué te importa.

Justin empujó fuertemente la puerta del garaje, estrellándola contra la pared. Se subió a su moto...

—¡Oye! ¡No puedes dejarnos así! —reclamó Adrien. Tienes un trabajo y una menor que está esperándote en casa.
—Que te follen a ti también.

Empujando a Adrien con la parte trasera de la moto, se largó de ahí tan rápido como pudo.

Adrien se imaginó que iría a casa. Así que para asegurarse de que Justin no cometiese una locura o le hiciese daño a Mel, se
acercó en su coche.

Subió las escaleras con parsimonia y tocó la puerta dos veces. Desde dentro, escuchó pasitos inocentes que corrían en dirección a
la puerta.

Era Mel la que abría la puerta. Estaba algo distinta... Aceptó Adrien. Sonriendo, la saludó con la mano.

—Hola, Mel. ¿Está Justin?


—No... Tendría que estar trabajando —Mel abrió mucho los ojos—. ¡Ay, madre! ¿Le pasó algo? —jadeó Melina siendo
consciente de la inestabilidad mental de Justin.
—No, Mel. Nada grave... Simplemente se fue del trabajo y quería asegurarme de que estuvieses bien.

Mel se apartó dejándolo pasar. Adrien suspiró al ver la casa súper ordenada y súper limpia... Mel estaba siendo de gran ayuda para
Justin, ya que él había descuidado absolutamente todo desde la muerte de Nadine.

—Mel, ¿tú estás bien?

Mel miró a un lado sabiendo que no quería mentirle a Adrien. Suspiró mordisqueando su labio inferior y dijo:

—No... No estoy bien —susurró.


—Me lo imaginaba.
—¡Es que ya no sé qué hacer! —dijo un poco frustrada.
—Te tiene abandonada, ¿verdad?

¡Sí! La tenía completamente abandonada. Ya ni hablaba con ella... Ni siquiera se dignaba a mirarla... ¡Y es que estaba haciendo
hasta lo imposible! Se había puesto un poquito de maquillaje, un rubor, un rímel y un brillo de labios que había dejado Nadine
hace meses. Hasta se había peinado... Y Justin no la había ni mirado.

Pero Mel no podía ser egoísta... Así que con todo el amor del mundo dijo:

—Eso no importa... Me preocupa él. No come... No duerme... Ni siquiera se afeita. No sé cómo decírselo...

Es verdad... A Mel le da mucha vergüenza... Pues tenía miedo de ser rechazada brutalmente. Y no quería conocer esa faceta de
Justin...

No sabía si quería conocer el lado oscuro de su héroe.

—Pues yo sí sé —dijo Adrien llamando a Justin.


—¡Déjame en paz! —dijo Justin al otro lado de la línea.
—Justin, ni se te ocurra hacer una locura —le advirtió Adrien—. Me da igual si te tiras de un puente, pero tienes a una chica
esperándote en casa. Está muy preocupada por ti... ¿Y tú desapareces y la preocupas? Mira, Justin. Entiendo perfectamente que
estés muy afectado por lo de Nadine... Era tu mejor amiga y debe de ser muy duro para ti... Pero no puedes detener tu vida de esta
manera. Es más, deberías seguir luchando porque dudo que Nadine quisiese que te estancaras.

Al otro lado de la línea hubo un enorme silencio... Y como Justin no hablaba, habló Adrien:

—Ah, de paso... Estoy en tu casa. Y si no te das prisa, ya me habré robado todo para cuando llegues.
—¡Hijo de...! —pero Adrien ya había colgado.

Suspiró girándose levemente para ver que Melina estaba con los ojos muy abiertos.

—¡No me voy a robar nada! —dijo Adrien.

Mel miró al suelo muy poco convencida pero decidió creerle... Pues, ¿quién en su sano juicio robaría con alguien dentro?

Así que Mel suspiró sentándose en el sofá esperando que Justin llegase...

Y efectivamente, media hora después, Justin había aparecido histérico. Entró mirando a todos lados como intentando buscar si
faltaba algo.

Pero cuando Justin entró... A Melina se le iluminó el rostro. Lo miró y sonrió ampliamente como si se tratase de una especie de
dios para Mel.

—Hola, Mel —dijo calmándose acercándose a ella y acariciando dulcemente su rostro. Mel cerró los ojos ante ese tacto... Y las
palabras sobraron.

Justin dirigió su mirada a Adrien... Estaba sentado en el sofá, muy cómodo mientras veía la tv y se comía un sándwich.

—¿Has ido a la nevera y te estás comiendo mi comida?


—Es mi comida —insistió Adrien—. La compré yo ya que ibas a matar de hambre a Melina...
—Vale, genial —dijo Mel interrumpiendo la conversación para que no pelearan—. ¿Tienes hambre, Justin?
—No, Mel. Estoy bien... Gracias. Lo que sí tengo es sueño, llevo unos cuantos días sin poder dormir.

Adrien seguía mirando la televisión como si fuese más interesante que lo que estaba diciendo Justin.

—Oh, ¿lo dices por mí? No te preocupes, estoy muy cómodo.


—Te estoy diciendo que te vayas —dijo Justin.
—¿¡Me estás echando de casa!? —jadeó Adrien.
—¡Sí! —dijo Justin al mismo tiempo que Mel decía:
—¡No!

Melina y Justin se miraron levemente.

—Vale, genial. Lo entiendo... Me iré a trabajar —dijo Adrien levantándose—. Justin, cuídate. Y tú Mel, sigue portándote como
siempre. Cualquier cosa, tenéis mi teléfono.

Adrien tenía un propósito ahora que iba al trabajo... Conseguiría la orden costase lo que costase. Justin se merecía saber qué había
pasado con Nadine.

Melina estaba fuera de la habitación queriendo entrar para hablar con Justin... Pero no quería molestarlo. No quería incordiarle
ahora que había accedido a dormir.

Así que Melina tomando valor, entró en la habitación.

—Oye Justin, yo...

Pero Mel se quedó callada abriendo mucho los ojos cuando miró a Justin en el suelo, hacer abdominales.

Melina retuvo el aliento... Estaba sudando... Y se veía tan bien. Mel tragó y trató de hablar... Pero estaba tartamudeado.

—Yo... Eh... Yo... Sí...

Justin sonrió levantándose tensando todos los músculos haciendo que resaltaran sus venas. Melina abrió muchísimo los ojos.

—¿Estás bien? —murmuró Justin.


—Sí... Es que yo... Yo... Yo quería dormir con... Contigo...

Justin sonrió yendo hacia ella intimidándola extremamente. Mel se encogió incapaz de mirarlo a los ojos.

—¿Quieres dormir conmigo? —susurró Justin con una leve sonrisa.

Mel asintió incapaz de mirarlo y él se siguió acercando para murmurar muy cerca de ella:

—Claro, Mel —sonrió alejándose con una risa muy dulce—. Primero voy a ducharme. Será rápido, lo prometo.

Justin se metió al baño para dejar a Melina saltando y bailando ridículamente de la emoción. Lo había echado tanto de menos...

Melina estaba acomodando las mantas en la cama para cuando Justin saliera. Ay dios y cómo salió...

¡Sólo con una toalla diminuta!

Melina apartó la mirada rápidamente para dirigirla a la cama.

—¿Te importa que duerma así?

Ay no... Mel no se atrevió a mirarlo pero su corazón empezó a latir con fuerza... No dijo nada, prefirió no decir nada porque Justin
le imponía demasiado.

—¿Cómo? —preguntó sin mirarlo.


—Mira.

¡No iba a mirar! Mel sintió mariposas en el estómago y su corazón se disparó al mil por ciento. Sentía que la cabeza le iba a
estallar.

—Mel —volvió a llamarla.

Mel no iba a mirar...

—¡Mel! —llamó su atención Justin.

Entonces Melina volvió a ver pero más que nerviosa... Fastidiada por la insistencia de Justin.

Mel gritó cubriendo sus ojos con las manos pero en su cabeza ya estaba la imagen del atacante acercándose a ella después de
violarla con esa cosa fuera...

—Mel, ¿qué te pasa?

Justin ya la tenía tomada de los brazos intentando quitarle las manos de la cara pero no pudo. Mel estaba llorando ya...

Entonces, en un arranque de fuerza... Justin le quitó las manos haciendo que Mel lo mirara... Y de pronto hubo un silencio
prologado.

Resulta que Mel había jurado que había visto a Justin desnudo enfrente de ella... Pero era su imaginación, ¿o qué? No entendía
mucho qué había pasado. De un momento estaba completamente desnudo a estar pulcramente vestido.
Mel jadeó mirando su ropa... Y después a él a la cara. Con una gran necesidad, lo abrazó fuertemente.

—Lo siento, lo siento, lo siento.


—Mel, no pasa nada. ¿Estás bien?

Mel asintió rápidamente y suspiró tratando de recomponerse. Se lanzó otra vez a sus brazos y le dijo una medio mentira y medio
verdad.

—Es que te eché tanto de menos —susurró.


—Oh, Mel —Justin respondió a su abrazo tomándola fuertemente—. No va a volver a pasar, te lo prometo, bichito.

Ella sonrió en el abrazo casi colgándose de su cuello.

—Vamos a dormir, pequeña. Nos lo merecemos, ¿no crees?

Ella asintió yendo hacia la cama para costarse en la orilla, dejándole mucho espacio a Justin. Para su sorpresa... Justin la abrazó
por detrás ahuecando todo espacio con sus cuerpos.

Mel sonrió mientras cerraba los ojos, encontrando una paz interna que no cambiaría por nada... Ni ahora... Ni nunca.

Melina se despertó ya que Justin estaba moviéndose en la cama.

—Mel, lo siento si te desperté —se disculpó.


—¿Cuánto he dormido?
—Una hora nada más.
—¿Y tú? ¿No puedes dormir?

Justin negó con la cabeza mientras que se acomodaba en la almohada mirando fijamente a Mel.

—Creo que sé cómo hacerte dormir —susurró Mel—. Ven.

Mel lo atrajo hacia ella, casi colocándolo encima de ella. Y con mucha suavidad, empezó a acariciar su espalda como aquella vez.

Justin suspiró de placer dándose cuenta que esa podía ser una buena opción.

—Oh, Mel, te amo —susurró.

Mel sabía que era de agradecimiento pero su corazón se aceleró brutalmente haciéndola sonrojarse y perder el aliento mientras
una sonrisa se formaba en su rostro.

Después de un rato, con Mel acariciando su espalda, se dio cuenta que Justin estaba profundamente dormido. Melina se acomodó
y lo siguió.

Justin tuvo un sueño... Un sueño bastante raro.

Estaba él encima de Melina, teniendo sexo. Ella estaba con los ojos cerrados, completamente desnuda. Gemía debajo de él y
susurraba su nombre. Justin miró ahí donde estaban unidos, para después ver el rostro de Mel. Volvió a bajar la mirada hacia ahí
abajo...

Y solamente había sangre. Un montón de sangre. Justin salió de ella para verla al rostro...

Pero Mel estaba muerta.

Se despertó con un pequeño espasmo. Miró el reloj y habían pasado cuatro horas... Al menos se sentía más descansado. Se apartó
de Mel para no aplastarla... Ella estaba profundamente dormida. Justin sonrió levemente besándola levemente en la mejilla.

—Justin —murmuró Mel extendiendo sus brazos hacia él como una niña pequeña—. No te vayas.

Justin volvió a sonreír besándola en la mejilla y correspondiendo a su brazo. La tomó tan fuerte contra él, como no queriendo que
se fuese nunca ella tampoco.

Mel lo envolvió en sus brazos hasta subirse encima de él. Justin suspiró sonriendo tomándola del trasero para subirla encima de él.
Mel cerró los ojos oyendo los latidos de su corazón para volver a dormirse.


Por la noche, Justin estaba haciendo lasaña para ambos. No se habían besado en los labios aunque Mel lo estaba deseando
extremadamente.

Entonces, tocaron la puerta. Justin se limpió las manos y fue hacia la puerta. La abrió y era el chico del correo. Lo raro era la
hora...

—Hola —dijo el chico—. Hemos tenido muchos retrasos debido a la lluvia. Aquí tiene, señor.
—Oh —dijo Justin mirando las cuatro cartas—. Gracias.

Después de despedirse, Justin entró mirando los sobres intentando deducir de qué eran. El primero era la factura del teléfono. El
segundo era la factura de la luz... Y con los otros dos, Justin perdió el control.

El primero, era el permiso para sacar el cadaver de Nadine y que lo vea un forense. Era de parte de su jefe. Justin no pudo
expresar más alegría en ese momento.

Pero la segunda carta... Fue la más chocante. A Justin se le llenaron de lágrimas los ojos mientras se apoyaba en la mesa.

—¿Qué ocurre? —preguntó Mel.


—E... Es de Nadine —dijo sin poder creerlo, la abrió rápidamente solamente para que la fecha le abriese una brecha en el corazón
—. La escribió el día que murió... La habrá enviado antes de que fuese atacada y...

Mel ya había estado escuchando las teorías de Justin, de que Nadine había sido asesinada.

"Querido Justin.

Quería que supieras que voy a desaparecer por un tiempo. Me he dado cuenta que estoy embarazada y no es momento que
arriesgue mi vida tan apresuradamente. Quiero que sepas que te quiero, Justin y sé que lo vas a hacer genial sin mi... Pero ahora
necesito tiempo para pensar y ver adónde me lleva esta vida.

Quiero este bebé y quiero lo mejor para él, así que necesito reencontrarme a mí misma, pero de 19 años.

Te quiero Justin y no te preocupes por mí, iré a casa de mi madre... Puedes pasarte cuando quieras. Te dejaré las llaves de mi casa
en la oficina, necesito que vayas de vez en cuando a echar un vistazo... Pues parece que hay algún animal dentro... Las cosas
aparecen en sitios extraños.

Te quiere,
Nadine."

Justin acabó de leer la carta con el corazón latiendo con fuerza y los ojos llorosos. Mel estaba a su lado sosteniendo su brazo.

—Iba a irse a la casa de su madre —murmuró Justin echándose a llorar.


—Justin —murmuró Mel porque odiaba verlo llorar.
—¡Y quería tener a su hijo! —jadeó.

Mel lo miró con lástima mientras Justin intentaba aguantarse las ganas de llorar pero no podía...

—Mel —dijo Justin—. Dame el teléfono.


—¿A quién vas a llamar?
—A Adrien... ¿Eres consciente de lo que acaba de pasar? —murmuró Justin tomando a Mel de los hombros.

Mel negó con la cabeza mientras que Justin se secaba agresivamente una lagrima que rodaba por su mejilla.

—Mel —susurró—. ¡Nadine está muerta! ¡Pero ella nos dio la respuesta de lo que ha pasado! ¡Con esto!

Justin abrazó fuertemente a Melina... Y por alguna razón, sintió que Nadine estaba al fondo de la habitación, sonriendo hacia ellos.
Problema 15.
El pasado.

Es que hasta parecía que el sol brillaba muchísimo más... Justin iba con un ánimo bastante raro en él. Parecía que en cualquier
momento iba a ponerse a bailar de la alegría. Fue el camino hacia la oficina más corto de la historia, pues no pasó por la cafetería,
sino que fue directamente hacia su oficina.

Guardaba debajo de su brazo con mucho cuidado el permiso para la exhumación del cadáver de Nadine. Silbaba a medida que
avanzaba por el pasillo... El mismo pasillo que lo había visto irse furioso ayer.

Entró a su oficina para detenerse levemente mirando el sitio de Nadine. Ahí tendría que estar ella... Llamándolo para que se diese
prisa o... O repasando el caso de Melina.

¡Ay, madre! ¡El caso de Melina! Todavía tenía encima un caso bastante extenso y complicado que tendría que sacar adelante él
solito. Con gran pesar, miró la silla de Nadine... Su corazón se encogió y le dieron ganas de llorar.

Mordió su labio inferior intentando centrar su vista en otro sitio, en otra cosa... Pero todo le recordaba a Nadine. Supuso que era la
etapa de duelo...

—Buenos días —Adrien le dio un golpe en la cabeza a Justin.


—Eh, ¿era necesario?
—Claro, es para que te despiertes —dijo Adrien—. Te he traído tu té verde —se lo pasó.
—No tendrá veneno, ni nada, ¿verdad?
—Solamente un poquito de mi amor —se burló Adrien.

Justin hizo los ojos en blanco tomando un sorbo. Aunque por fuera parecía fastidiado... La verdad es que estaba bastante
agradecido con Adrien. Tal vez no era mal tipo después de todo.

—¿Has ido a hablar con el jefe? —preguntó Adrien tomando una montaña de documentos y pasándolas a la mesa.
—No quiero verlo después de que lo insulté.
—Tienes que aprender a calmarte, Justin. Yo lo iba a persuadir igualmente.
—¿Qué hiciste? ¿Le diste el culo?
—¿Quieres que te lo dé a ti?

Justin se rió tomando una montaña de documentos ayudando a Adrien a llevarlo a uno de los almacenes.

—Justin —dijo Adrien al verlo incómodo con la orden y la carta bajo el brazo—. Puedes dejar eso...
—¿¡Ahora que lo tengo!? Ni en sueños. No me pienso separar de esto nunca.

Adrien lo entendió y caminaron hasta el almacén. Ahí acomodaron los documentos... Y fue cuando surgió la pregunta.

Justin estaba de rodillas acomodando unos papeles mientras que Adrien estaba encima de una pequeña escalera, acomodando más
arriba.

—Justin, ¿qué te traes con Melina?

Oh, no.

Justin sintió que toda la sangre abandonaba su cuerpo. No miró a Adrien, sino que siguió acomodando los papeles quitándole
importancia a la pregunta.

—¿A qué te refieres?


—A cómo te mira... Y cómo tú la proteges.
—Es que tenemos una relación bastante noble —dijo aclarándose la garganta—. Nos respetamos y nos queremos mutuamente.
—A mí me parecía que iba más allá de eso. Además solo hay una cama en la casa, ¿tú no duermes? ¿Eres Batman?
—Batman duerme, imbécil. La cama es para Mel... Yo duermo en el sofá o simplemente no duermo.

Ay dios. Decían que una mentira se convertía en una gran bola de problemas... Así que Justin mantuvo la calma y siguió
acomodando rogando para que esto no le pasara factura en el futuro.

Después de un rato de silencio, habló Adrien como si en todo ese silencio había estado pensado en lo mismo.

—Ella te quiere mucho, se preocupa por ti.

Justin tragó fuertemente mirando hacia enfrente. Asintió levemente y entonces Adrien se limpió las manos y le dio un pequeño
golpe en la espalda para que se diese prisa.
—No seas cabrón y no hagas que se preocupe... No se lo merece.

Adrien se fue dejando a Justin casi sin respiración. Cuando escuchó que se fue, por fin pudo respirar. Tenía razón... No podía
preocupar a Melina... Era injusto. Pues él tendría que estar preocupado por ella, él tendría que estar cuidándola... No al revés.

Se levantó al haber acabado y suspiró mirando a su alrededor... Joder... El nombre y caso de Nadine pronto iba a estar archivado
aquí... Y aquí pudo haber estado Melina... Y Mel está viva con él...

Así que tenía que aprovecharla.

Melina estaba en la habitación como de costumbre. Había limpiado un poco y había puesto una lavadora con ropa sucia... Así que
con ese murmuro de fondo, sacó de debajo de la cama una caja en la que guardaba algunas de sus cosas.

Era una caja pequeña, blanca, bastante sucia y desgastada por el tiempo. Mel la abrió para ver todos los dibujos en una carpeta,
lápices, pulseras... Múltiples cosas. Entonces, con mucho cuidado, sacó una lista.

Era una lista vieja, igual que la caja. La hizo cuando estaba en el hospital, cuando era más pequeña. Mel suspiró tomando un
bolígrafo borrando un apartado de la lista. Se mordió el labio asintiendo, sabiendo que estaba haciendo lo correcto.

Así que guardó otra vez la caja.

Justin estaba en la oficina mirando el sitio donde debería estar Nadine. Adrien entró para dejarle una taza de café enfrente.

—Oh, joder. No me gusta el café —masculló Justin alejando la taza de él—. Sabe y huele horrible.
—Como tú —se rió Adrien—. ¿Cómo no te puede gustar el café?
—Es asqueroso. Encima te altera... Es como una droga —murmuró pensando, mirando la taza humeante y suspiró—. Mi padre era
un adicto al café.

Justin siguió mirando la taza para suspirar levemente.

—He oído hablar sobre tu padre —dijo Adrien masticando una tostada—. Era un cabrón... Como tú, vaya.

Justin negó con la cabeza.

—Yo no soy como él —murmuró.


—Bueno... Tu padre era medio terrorista y tú estás trabajando para el gobierno... Ambos suicidas.

Justin esbozó una leve sonrisa por el razonamiento.

—¿Qué hay de ti? ¿Y tu padre?


—Mi padre era un viejo borracho que golpeaba a mi madre.
—¿Y dices que el mío era un cabrón? Mi padre nunca tocó a mi madre... Él amaba a esa mujer más que cualquier otro ser humano
en la historia. Quiero decir, me pegaba a mi, para que me avivara... Pero nunca de una manera agresiva o psicótica, o lo que sea.
—Pues el mío sí. A mí y a mi madre. Es por eso que empecé a robar desde muy joven —suspiró—. Para comer... Primero fue
comer... Después fue dinero... Oh, dios. Me encanta el dinero.

Adrien hizo los ojos en blanco como si le diese placer solamente pensarlo.

—¡Oh, dios! El olor... Su textura... Lo que te puedes comprar con él... Supongo que te pasa lo mismo con las armas.

Justin arqueó ambas cejas con sorpresa y se recostó en la silla.

—¿Crees que tengo un fetiche por las armas y las muertes?


—Claro que lo creo, sino, ¿por qué lo harías?

Justin se recostó aún más acariciando levemente su barbilla pensativo.

—Supongo que lo hacía también por el dinero, pero a mí nunca me gustó.

Adrien se apoyó en la mesa, y lo miró fijamente.

—¿Y por qué empezaste?

Justin se relamió los labios y negó con la cabeza.


—Fue mi decisión... Pero no sabía en qué me estaba metiendo. Empecé años después de que secuestraran a mi madre y a mi. No
tenía ni la edad que tiene Mel ahora cuando le dije a mi padre que quería entrar para encontrar a mi madre.

Adrien hizo una mueca de lástima acercándose más en la mesa para prestarle más atención.

—Me enseñó a disparar... Me pegaba para que no llorara... Porque joder, me daba miedo. Y las armas solían quemarme las manos
o me hacía daño al momento del retroceso. Me enseñó a defenderme... ¿Ves estos preciosos y grande brazos que tengo ahora? —
Adrien se rió—. No han estado siempre así. Era un debilucho... ¿Te has visto la película del capitán América? —Adrien volvió a
reírse mientras asentía—. Pues estaba igual, antes del cambio. O peor..

Justin sonrió recordando sus tiempos de instituto... Todo solía ser más sencillo.

—Y me acuerdo que me daba palizas... No se comportaba como un padre conmigo, sino que como un general. Yo intentaba
defenderme pero él siempre acababa golpeándome diciéndome que no era un hombre de verdad... Y encima tenía el pánico de que
los secuestradores estaban vigilándome...
—Tal vez por eso decidiste ayudar a Mel.

Justin frunció el ceño ante el giro que dio, pues no se esperaba que mencionara a Mel. En su mente, vio su rostro, ella escondida
entre la silla y la mesa... Mirándolo con los ojos muy abiertos... Tan pequeñita... Aún así, subió el arma, estuvo a punto de
dispararle y gracias al cielo que no pudo.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó a Adrien.


—Pues, quiero decir que tú salvaste, ayudas y quieres tanto a Mel porque tu padre no lo hizo contigo, porque era un cabrón.

Justin frunció el ceño mientras que Adrien hacía los ojos en blanco.

—Tratas a Mel como te gustaría que tu padre te tratara.

¡Yo no quería que mi padre me besara!

—Oye —dijo Justin—. Tú estás muy interesado en Melina, ¿no?

Que no se te noten los celos, que no se te noten los celos, que no se te noten los celos...

Entonces, Adrien, sonrió de lado apoyándose en su silla.

—Justin —explicó—. Parece que vamos a pasar años juntos en este trabajo... Solamente nos estamos conociendo.

Justin asintió entendiendo el punto de Adrien. Sonriendo, tomó la taza de café y tomó un leve sorbo. Hizo una mueca de asco.

—¡Oh, vaya! ¡Qué exagerado! —se quejó Adrien.


—¿¡Exagerado!? ¡Está horrible! —se quejó—. Venga, a trabajar. Ya hemos hablado suficiente.
—Tienes razón. A trabajar. Por cierto... El jefe ha dicho que la exhumación será lo antes posible.

Justin desvió la mirada un momento pero acabó asintiendo. Le dio miedo... Pues al saber la verdad, podrían cambiar muchas cosas
y no sabía si quería que esas cosas saliesen a la luz.

Melina estaba en la cama mirando a la ventana. Solo podía ver el cielo azul y esperar a que volviese Justin...

Pasaba mil horas solas... Y ahora sin ordenador... Se aburría un montón. Podría ponerse a dibujar, ¿pero qué? ¿A Justin? No. Por
mucho cariño que le tuviese a Justin... Él había violado su privacidad en cuanto a los dibujos. Se quedó con unos cuantos,
desapareció otros cuantos y rompió los más importantes.

Así que básicamente eso le había quitado las ganas de escribir completamente. Es como cuando te dan un golpe y te quedas en
suspense por unos segundos, como si tu vista, tu equilibrio, tu respiración, todo en ti, se detuviera durante segundos... Pero a ella
le pasó por días.

Todavía podía ver la cara de Justin cuando le dijo "Lo rompí".

Así que simplemente podía quedarse mirando al techo esperando que algo interesante o por lo menos entretenido se le ocurriera.

Era ya de noche cuando Justin se colocaba la chaqueta y estaba dispuesto a marcharse. La verdad es que había preferido irse tarde
porque le agradaba la compañía de Adrien y pues se lo habían pasado bien... Al fin y al cabo, no eran tan distintos.

—Y entonces, recuerdo que la policía habló por el megáfono diciendo "¡Libera a los rehenes!", y los rehenes no se querían ir —
dijo Adrien riendo—, literal, pude escapar porque ellos me defendieron.
—¿En serio? —se rió Justin pasando las manos por su cabello, peinándolo.
—Sí. Tienes que ser amable con la gente que se ve envuelta en el robo. No tienes que robarle nada particular a ellos... No tienes
que intimidarlos... No es como en las películas, que entran disparando a todos los que se cruzan... Para nada... Tienes que
mantener la calma, porque eres un ladrón... No un asesino. ¿Tú qué harías?

Justin sonrió de lado mirándose en el espejo.

—Yo no soy un ladrón.


—Pero si un asesino. Imagínate que en vez de robar un banco... Vas a matar al director del banco, ¿qué harías?
—Pues... No lo tengo muy claro. La gente creería que es un robo, así que tendría pocos minutos para actuar. Entraría con un arma
pequeña, discreta. Obviamente he tenido que hacer una evaluación y estudio del perímetro...
—¿Matarías a todo el mundo o solo al director?
—Si alguien se me interpusiera lo mataría.
—¿Ves? Ahí está tu problema —dijo Adrien—. Tendrías que ser amable y encantador con la gente. Ellos son ajenos a tu trabajo...

Justin se rió tomando sus cosas para caminar hacia la salida.

—Cuando estaba en los veinte... Me encantaba hacer el asesino malo. Ya sabes, las gafas de sol, la chaqueta de cuero, las
cadenas... Era ridículo —se rió—. Veía a los hombres retándolos, y a las mujeres como si en situaciones extremas quisiese ligar
con ellas... Pero todo eso cambió...

Justin tocó el botón del ascensor y miró a Adrien.

—Conocí a la familia de Melina. Ya sabes, era un trabajo. Su padre era un hombre extremadamente poderoso y peligroso, así que
me encargaron matarlo. Me pagaban un montón por su cabeza... Así que me infiltré como un socio que invertía en su negocio de
venta de armas. Al parecer le caí tan bien que me acogió en su familia... Imagínate, Mel me llamaba tío.

Justin entró en el ascensor y se apoyó en el fondo.

—Me sentía querido... Y hasta me daba vergüenza matar. Me acuerdo que asesinaba a alguien y le pedía perdón cuando ya estaba
muerto... O si no lo mataba de una vez, lo tomaba de la mano y me ponía a hablar con esa persona hasta que muriera en paz. Pero
al final del día... Tienen que morir... Simplemente porque alguien más poderoso lo decidió. Y pues le tocó a la familia de Melina.
—Vaya... ¿y cómo lo hiciste?
—Ellos tenían que estar muertos para Halloween, y yo lo alargué hasta Navidad. Pero no pude alargarlo más...
—¿En Navidad?
—Navidad —suspiró—. Era el momento. Estaban todos reunidos y entré. Estaba dispuesto a matar a todos... Incluida Mel... Pero
Mel se escondió a tiempo —dijo con una sonrisa—. Oh, dios. Fue el mejor regalo que me pudo haber hecho la vida.

Adrien sonrió imaginándose al menos un poco de lo que había pasado Justin.

—Cuando matas a una persona, te alejas cada vez un poco más de ti mismo. Y yo ya estaba muerto para ese entonces... Pero Mel
me trajo la vida de vuelta. Fue un regalo del destino, la verdad.
—Bueno, pues yo te tengo otro —dijo Adrien saliendo del ascensor, caminando por el parking.

Justin frunció el ceño saliendo y cuando lo vio... Sintió que sus rodillas fallaron. Estuvo a un minuto de caerse y ponerse a llorar
como un niño pequeño.

—Nadine hubiese querido que lo tuvieras.

Era el coche de Nadine, ¡el coche de Nadine! Era un coche barato, pequeño, y ya viejo... Pero Nadine lo había comprado con su
propio sueldo y era ya parte de la familia de Nadine.

Justin se apoyó en el coche dándole un abrazo aguantando las ganas de llorar. Con un nudo en la garganta y apenas pudiendo
mantenerse, dijo:

—Gracias.
—Toma —le pasó las llaves—. Nadine hubiese amado que lo tuvieras tú.
—Muchísimas gracias, Adrien —dijo con las llaves en el pecho, y sin poder evitarlo, se puso a llorar.
—Ay, Justin. No es nada —dijo dándole un abrazo—. Ya verás como encontraremos la verdad, Justin. Vamos a vengar a Nadine.

Justin se rió secándose las lágrimas.

—Ya que dijiste lo del capitán América, pues seremos los vengadores. Los vengadores de Nadine.

Justin se volvió a reír.

—Joder, hermano. No tienes ni idea de cuánto la echo de menos.

Adrien suspiró asintiendo.


—Me imagino. Yo la echo de menos, y eso que la conocí hace poco... No me imagino tu conociéndola de toda una vida.

Justin asintió mirando al suelo para sonreír dándole unas palmadas al coche.

—Pues bien, vayámonos a casa.

Se había ido a cenar con Adrien y ahí sí que se le había hecho tarde.

Volvió a casa y todo estaba en silencio. Su corazón se rompió en miles de pedazos al ver que en la mesa había un plato de comida
para él.

Joder, Justin.

Caminó lentamente por la casa hasta llegar a la habitación. Mel estaba en la cama, parecía dormida.

Justin sonrió lentamente acercándose. Mientras más la miraba, más se acercaba, se iba convenciendo de que debía prestarle más
atención a Mel. No podía abandonarla...

Como le había dicho Adrien... Tienes que mantener al margen a ese gente que es ajena al robo. Pues Melina es ajena a todos esos
problemas... Mel ya tiene sus mil y un demonios encima como para cargarla con más.

Se acercó levemente para besarla en la frente y cubrirla con las mantas, pues ya empezaba a hacer frío.

Retrocedió suavemente pero levantó el pie al notar que había pisado un papel. Frunció el ceño levantándolo. Era un papel gastado
y viejo.

Pero el título le dejó la sangre helada.

"GENTE A LA QUE TENGO QUE MATAR".

¿¡Qué!?

Justin parpadeó con el corazón repentinamente acelerado. Miró a ver si Mel se había despertado para seguir leyendo.

"1. Matar al de la botella."

Ay Dios mío, Justin sintió que el estómago se le removía.

2. Matar al doctor.
3. Al de los cigarros
4. El de la electricidad
5. El de las tijeras

Ay Dios mío. Mel, ¿qué te hicieron?

6. Al del cuchillo
7. El de la furgoneta
8. Al que está loco
9. A mi padre.

¿Su padre? Justin había matado a su padre.

Y entonces, el ultimo estaba tachado... Pero se leía perfectamente. Justin se mordió el labio y unas ganas inmensas de llorar la
invadieron.

10. Justin Bieber.

—¿Justin?

Ni tiempo le dio a pensar cuando Mel adormilada se giraba hacia él para sonreírle levemente.

Justin escondió en el bolsillo de atrás el papel mientras le sonreía a Mel.

—Hoy vienes tarde —murmuró ella muy adormilada.


—Lo siento... Me distraje con Adrien y se nos fueron las horas.

Mel extendió ambas manos hacia él como una niña pequeña. Justin suspiró abrazándola y acostándose a su lado.
—¿Qué tal te fue? —preguntó ella.
—Bien, ¿y a ti?

Mel asintió dando a entender que bien mientras que se acomodaba en sus brazos. Justin la besó levemente en la frente mientras
que en su cabeza no dejaba de pasar la imagen de su nombre tachado en la lista.

Mel frunció el ceño ante ese beso y abrió los ojos mirándolo. Entonces Mel, se acercó y lo besó en los labios.

—Qué guapo te ves hoy —confesó Melina estirándose.


—Gracias, Mel.

No dejaba de pensar en la maldita lista mientras que no apartaba los ojos de Mel.

Ella por fin suspiró en sus brazos y dejó de moverse hasta quedarse dormida. A diferencia de Justin, que apenas Mel se quedó
dormida, se levantó como loco para examinar la nota a plena luz.

En la cocina, comiendo lo que Mel había preparado, empezó a deducir quienes eran y porqué estaban ahí.

Fue una noche larga... En la que una imagen muy perturbadora de Melina con un cuchillo yendo hacia él, no lo abandonó hasta
que se quedó dormido en el sofá.

Justin tuvo un sueño.

Era él... Enfrente del espejo en la cabaña.

Mantenía las bragas de Melina en una mano... Las empezó a lavar queriendo quitar toda mancha de sangre y de huellas que
hubiese dejado ese desgraciado... Y eso lo hacía solamente para darse cuenta que esas huellas eran suyas y esa sangre la había
provocado él.

Así que tomando el cuchillo con el que iban a mutilar a Mel, empezó a apuñalarse a sí mismo, como castigo. Se lo merecía por
lastimar a una pequeña.

—¡Justin!

Justin se despertó desorientado y sudando. Mel estaba enfrente de él sosteniéndolo de los hombros.

—Me asustaste. Estabas gritando y llorando y... —Mel suspiró.

Justin se incorporó mirando a todos lados, buscando la nota... Pero era muy tarde.

—¿Buscas esto?

¡Mierda!

—¿Es por esto que estabas tan raro conmigo?

Justin tragó fuertemente.

—Justin —explicó ella—, estaba enfadada y tenía diez años. Yo no te conocía, solamente sabía que eras el tipo que había matado
a mi familia.

Mel se acercó levemente abrazándolo por la cintura.

—Justin, te quiero. Yo no te haría nada, nunca. Esas eran las tonterías de una niña con el corazón roto.

Pero entonces, Justin se preguntó: ¿y qué eres ahora, Mel?


Problema 16.
Vergüenza.
Mel se separó levemente del abrazo para mirarlo a la cara con el ceño fruncido. Pero la expresión de Justin era de una tensión
monumental que hizo a Mel preocuparse.

Todavía con las manos en el cuerpo de Justin, en su torso, negó con la cabeza sin entender muy bien qué le ocurría.

—¿Justin? —susurró Melina—. ¿Qué ocurre?

Justin se alejó definitivamente de Melina mientras que ella lo seguía con esos ojos verdes sin quitarle la vista de encima.

—¿Qué pasa, Justin? ¿Qué ocurre?

Justin estaba temblando. Su corazón latía con fuerza, su respiración estaba muy agitada y de alguna u otra manera, sentía que su
corazón temblaba de pánico.

—¿Cómo puedo creerte?

Melina parpadeó y frunció el ceño como si no lo hubiera escuchado bien, confiando en que había escuchado mal.

—¿Perdona?

Justin suspiró bastante tenso, ya empezaba a transpirar y a respirar cada vez más fuerte y entrecortado.

—¿Cómo puedo confiar en ti, Melina? Después de eso.


—¿De qué?
—De que pienses que me tiene que matar, Melina.
—No pienso eso, Justin —dijo Mel empezando a temblar.

Entonces, Justin se restregó un ojo bastante frustrado e inquieto.

—Aquí dice que tienes que matar a diez personas y yo soy el décimo.
—¡Justin! —Mel también empezaba a inquietarse—. ¿Por qué no me crees? Es una estúpida nota que escribí hace ocho años,
Justin.

Justin apretó la mandíbula.

—Mel, no me entiendes... Me has puesto con otros nueve tipos que te hicieron mucho daño. ¿Yo te hice todo eso? ¿Qué te hice yo,
además de salvarte?

Melina retrocedió negando con la cabeza sin poder creerse que Justin estuviese haciendo o diciendo esto.

—Pero ya te lo he dicho... Estaba enfadada, estaba triste... Y lo hice porque te veía como un traidor.
—¿Un traidor? ¿El que te salvó la vida?

A Mel se le humedecieron los ojos mientras lo veía fijamente.

—¡Claro que sí! Porque todo se hubiera evitado si tú no hubieses matado a mi familia. Y si me salvaste, lo hiciste porque quisiste.
Me hubieses dejado morir.
—No digas eso Mel, yo nunca te hubiese dejado morir. Pero parece que tú querías matarme.
—Si hubiese querido matarte, no estaríamos hablando ahora mismo.

Entonces, Justin la miró con la cara desencajada. Jadeó negando con la cabeza.

—Entonces lo has pensado.


—¡Claro que lo he pensado!

Melina, con los ojos verdes llenos de lágrimas, más cristalinos que nunca, con la mirada y el corazón roto lo miró y dijo
suavemente.

—Justin —un susurro tan roto que a Justin le desgarró el corazón—. Me destrozaron en vida. Estaba enfadada, estaba triste, me
sentía impotente...

Melina parpadeó dejando que las lágrimas se deslizaran velozmente por sus mejillas.
—Y lo siento si te puse en la lista pero yo nunca te haría nada porque me hiciste cambiar de opinión. Ahora entiendo muchas
cosas que no entendía antes...

Mel miró el suelo echándose a llorar casi sin consuelo.

—Mel —dijo Justin rindiéndose.


—Me sentía impotente —dijo a rabiar Melina, sin poder dejar de llorar—. Quería hacer algo, quería que todos pagaran, quería
que... Quería que todos sintieran lo que yo estaba sintiendo. Justin —se secó una lagrima con mucha ira—. Yo morí ese día. Y
quería que todos se fuesen conmigo.
—¿Por qué con ellos Mel, qué te hicieron ellos?

Mel cerró los ojos respirando bastantes veces para tratar de calmarse. Pero no podía, es más, se echó a llorar casi en silencio.

—No sé si estoy preparada para hablar de eso —murmuró con un nudo en la garganta.
—Vas a estarlo —la amenazó—. Merezco ya de una vez saberlo todo.

Mel se detuvo mirando su rostro. Jadeó suavemente retrocediendo.

—Te has callado tanto todos estos años, Melina. Necesito saber qué ocurrió.
—¿Y qué va a cambiar? —jadeó Melina temblando agresivamente.
—Va a cambiar todo.

Justin la tomó del brazo. Melina opuso cierta resistencia pero Justin tiró de ella con fuerza y la sentó en la mesa del comedor.
Justin se sentó justamente enfrente mirándola con la lista en la mano.

—Vas a contarme todo.

Melina se levantó en símbolo de protesta, pero entonces, Justin también lo hizo quedando justamente enfrente de ella, más grande
que ella. Mel se sintió intimidada pero se mantuvo.

—¿Tú también vas a obligarme a hacer algo que no quiero?

Justin apretó la mandíbula. ¿Qué le estaba llamando? Oh, pequeña manipuladora, te metiste con el criminal incorrecto.

—Melina, te lo voy a repetir una vez. Vas a sentarte, vas a decirme quiénes son y qué te hicieron todos los de la lista. Te guste o
no. He esperado años para saberlo, te he dado tu espacio, he respetado tus decisiones pero ahora vas a hacer lo que te digo.
—¿¡Y qué va a cambiar!? —repitió Mel—. ¡Yo seguiré siendo la triste a la que violaron y mutilaron!

Ay dios, decirlo y oírlo era tremendamente doloroso. Justin sintió su corazón desgarrarse, ya casi sentía que iba a ponerse a llorar
sangre del dolor han profundo que sentía.

Entonces, Justin la miró a los ojos rindiéndose completamente para confesarse.

—Melina —dijo a punto de ponerse a llorar—. Tal vez tú no quieras recordarlo, pero yo necesito saberlo. Mel, yo no duermo bien,
yo tengo pesadillas, hasta he llegado a tener alucinaciones con aquel día. Y todo porque me siento malditamente culpable de lo
que te pasó. Y necesito... Necesito —su voz se cortó—, necesito oír de ti que no soy culpable, Melina. Necesito oírlo.

Melina se calmó por fin al ver que Justin se cubría el rostro con ambas manos. Ella tomó un gran respiro y acercó su mano al
brazo de Justin.

Con mucho cuidado, tiró suavemente de él haciendo que dejase al descubierto su rostro. Justin estaba llorando. Tomando la mano
de Melina, la misma que lo había tocado antes, la besó múltiples veces apoyándose en esa mano como si fuese su salvavidas.

Melina asintió tomando la lista y mirando todos los nombres. Con el corazón destrozado... Volvió a asentir como haciendo énfasis
en que lo quería hacer.

—Lo haré —volvió a confirmar. Mel no pudo evitar arrugar el rostro y echarse a llorar. Esta vez más calmada pero visiblemente
más afectada.

Justin tomó sus dos manos para calmarla. Melina tomó aire y le pasó la lista.

—Pregúntame tú mejor —dijo Mel.

Justin asintió tomando la lista repasando todos los nombres para después llegar al suyo.

—Está bien —dijo—. El de la botella.

Mel, miró a sus dedos muy nerviosa. Después miró a Justin con los ojos llenos de lágrimas.

—Ese ya lo sabes —susurró—. Es el que me metió la botella.


Justin cerró los ojos sabiendo que también tenía que matar a ese hijo de puta.

—El doctor —Mel lo pensó durante un rato.


—No sé si te acuerdas cuando estuviste en el hospital, cuando te robaron la moto —Justin asintió y su mente fue directamente al
doctor que había tirado al suelo a Melina—. ¿Te acuerdas de él?
—Dios mío, ¿por qué no me dijiste nada?
—Porque no estaba preparada —susurró con la voz rota—. La verdad es que no recuerdo mucho, pero creo haber oído que era
un... Un psiquiatra. Venía a ver mi estado mental...

Justin abrió mucho los ojos. Al menos sabían dónde encontrar a ese médico.

—El de los cigarros.


—Era un hombre que simplemente estaba ahí para apagar los cigarrillos de todos en mi cuerpo.

Justin sintió su estómago removerse.

—El de la electricidad.
—Me... Un hombre me electrocutaba. Literal... Me conectaba cables... En las costillas y en la cabeza.
—Mel, yo creía que era un solo hombre... —suspiró Justin—. El de las tijeras.
—Él me cortó el pelo, y me cortaba la piel con unas tijeras poco afiladas...
—El del cuchillo —Justin ya estaba arrepintiéndose.
—Es el que tú conoces... El que me violó y me mutiló.

Justin apretó el papel mientras que de sus ojos se ponían rojos y sus lágrimas hacían acto de presencia.

—El de la furgoneta.
—Fue el que me sacó a la fuerza de casa... Y me metió a una furgoneta negra.
—El que está loco.
—Ese estaba siempre con el de la furgoneta. Hacia ruido y proponía siempre nuevas torturas para mí.
—¿Tú padre?

Mel simplemente se limitó a asentir y a encogerse de hombros como si no se acordara. Justin apretó la mandíbula y subió su
mirada hacia Melina.

—Justin Bieber.

Mel abrió los ojos de manera inocente mirándolo fijamente.

—¿Qué?
—Qué te hizo Justin Bieber.

Melina miró a todos lados preocupada, tenía muchas ganas de decirle la verdad. Abrió los labios pero los cerró abruptamente al
ser incapaz de decirle que...

Y entonces, tomando valor de donde no tenía, dijo:

—Justin Bieber me está haciendo amarlo...

La cara de Justin cambió radicalmente. Se quedó completamente serio mientras que Mel estaba intentando mantenerse firme sin
sonrojarse o ponerse a llorar de la vergüenza de lo que acaba de decir.

Mel, al ver que Justin seguía igual, mirándola fijamente sin apartar en ningún momento esos ojos mieles de ella. Así que se
levantó intentando huir de ahí, pero entonces Justin también se levantó dejándola sin escapatoria.

Y sin esperar más, por encima de la mesa, se inclinó hacia Melina para susurrar levemente:

—Melina también me está haciendo amarla...

E inclinándose, se acercó a Mel para besarla suavemente en los labios. Fue apenas un toque bastante suave. Se separaron, Justin
mirándola en los ojos. Justin sonrió mirándola fijamente.

—Bichito... Me estás enamorando.

Y Justin, esta vez la besó más fuerte. Rodeó la mesa sin despegarse de sus labios. Y cuando la tuvo enfrente, la tomó de la cintura
con fuerza, pegándola a él, obligándola a ponerse de puntillas.

Mel colocó las manos en el pecho de él para mantenerse. Justin la subió a la mesa para besarla fuertemente, metiéndose entre sus
piernas.
Melina se alejó un poco para mirarlo otra vez a los ojos. Con el corazón latiendo con fuerza, ella sonrió aún más. Mel se acercó a
sus labios para besarlo por más tiempo esta vez. Justin introdujo suavemente una mano dentro de la camiseta de Melina,
acariciando su piel y apretándola más contra él.

Melina suspiró en sus labios e hizo lo propio. Introdujo una mano dentro de la camiseta de Justin, en su espalda. Dios mío, Justin
tenía la piel caliente y era tan suave...

Justin sonrió en el beso apartando las manos de Melina para ponerlas en su propia camiseta, y quitarla de en medio. Melina miró
brevemente el torso de Justin y suspiró mientras que Justin la volvía a besar.

—¿Qué es eso? —preguntó Melina separándose de Justin.


—¿Mi pene?

Mel le dio un leve golpe y lo alejó.

—No, no es eso.

Mel se alejó suavemente para ver a todos lados.

—¿No lo oyes? Creo que es tu teléfono.

Entonces la vista de Justin fue hacia la hora.

—Oh, no.

Eran las once la mañana cuando él tendría que estar a las ocho en el trabajo...

—Debe de ser Adrien —murmuró Justin—. Voy a contestar para que no se preocupe.

Justin fue hacia el teléfono y miró que habían un par de decenas de llamadas perdidas. Y al momento de comprobar que todas eran
de Adrien, entró una nueva llamada.

—¡Joder, por fin! —exclamó Adrien—. ¡Creía que te había pasado algo!
—Adrien, estoy bien. Me quedé dormido... Eso es todo.
—Pues ya iba de camino a comprobar que estabas bien —dijo Adrien.
—¿Qué dices? ¿En dónde estás?
—En tu casa.

El timbre sonó haciendo que Justin maldijese todo. Colgó el teléfono para ir hacia la puerta dándose prisa. Melina ya había
tomado la camiseta y la había puesto en la ropa sucia mientras que se metía en la cama para disimular lo agitada y sonrojada que
estaba.

Abrió la puerta para dejar a la vista a Adrien con una enorme sonrisa.

—He traído el desayuno —dijo subiendo una bolsa mientras sonreía y entraba a la casa.
—Joder, Adrien. Gracias, pero ya he comido. Simplemente me tomé una pastilla para dormir que hizo más efecto del deseado.
—¿En serio?
—Y que lo digas.

Adrien miró alrededor asomando la cabeza levemente para ver qué estaba haciendo Mel.

—Está dormida todavía, no la mires.

¡Justin, esconde esos celos!

—Solo quería asegurarme de que aquí no ha habido ningún crimen.


—Lo habrá si no dejas de mirarla —dijo Justin tensándose.
—¡Justin! —se rió Adrien—. Le doblo la edad... Es de locos pensar que yo me atrevería a meterme con una menor. Y eso que soy
menor que tú.
—¿Cuántos años tienes?
—Cuarenta.

Justin hizo los ojos en blanco.

—Tenemos la misma edad.


—¡Lo sé! ¡Pero mírate! Te ves tan viejo y desgastado... Y mírame a mí...
—Si vas a venir a presumirme tu botox, mejor vete.
—Vaya, sí que estás de mal humor hoy. Pensaba que tal vez... Solamente tal vez... Podrías cumplir con tu deber e ir a trabajar.
Justin se apoyó en una pierna. Se quería quedar con Melina, y la misma Melina le dio la solución.

—¡Tío Justin!

Su corazón se detuvo al escuchar eso... Llevaba años sin oír eso que le parecía tan dulce y tan cariñoso.

Justin caminó hacia Melina. Al verla, ella le guiñó un ojo y dijo para que Adrien oyese:

—Creo que la fiebre ha empeorado... Me duele mucho la cabeza y siento que va a estallar.

Justin se acercó a ella colocando una mano en su frente mientras que la miraba con una sonrisa infinita.

—Te adoro, Mel —susurró muy bajito.


—Hola, Mel —dijo Adrien desde la puerta—. ¿Te encuentras bien?

Mel negó con la cabeza cubriéndose con las mantas como si la luz y el ruido de verdad le molestaran.

—Se despertó enferma —confesó Justin.


—Pues si es así, os dejo solos.

Melina sonrió debajo de las mantas.

—Nos vemos mañana, te invito a comer —le dijo Justin a Adrien—. Gracias por preocuparte.
—De nada, para eso están los compañeros. Ya sabéis, tenéis mi número. Recupérate Mel.
—Gracias —susurró Mel.

Cuando Adrien se fue, Mel salió de su escondite para encontrarse con Justin. Justin la siguió besando con mucho cuidado, como si
Mel fuese tan frágil que él mismo podía romperla con sus manos.

Adrien caminaba por la calle tranquilamente cuando recibió un mensaje de un número desconocido que él conocía perfectamente.

"No te metas donde no te llaman. Pagarás las consecuencias".

Adrien se detuvo apretando los dientes con muchas ganas de tirar el teléfono al suelo. Lo sabía. Lo sabía. Lo sabía...

Adrien empezó a investigar sobre la muerte de su padre... Y con ese mensaje tuvo la sensación de que había acertado...

El padre de Melina había mandado a matar al padre de Adrien.

Justin estaba encima de Melina mientras que la besaba sin parar. Era un sentimiento y un impulso tan poderoso y tan fuerte que lo
tentaba a seguir hasta el final.

Demasiadas emociones por hoy que solo podían explotar en una sola cosa. Justin sabía que tenía que parar porque es que ya veía
el futuro y se veía a él jodidamente arrepentido.

No, Mel no estaba lista para este paso. Mel estaba demasiado joven y demasiado traumatizada como para abrirse ante él,
literalmente.

Pero es que había algo en ella... Era como que algo tan dulce que la hacía adictiva. No podía separarse, no quería hacerlo, pero
debía hacerlo.

Así que con la fuerza de voluntad de un titán, se alejó para verla.

Hace rato que su ropa había volado por la habitación. Simplemente vestía unas bragas, era lo único que los separaba. Justin la
miró repasando su rostro una y otra vez... Dios mío, es que era tan bonita que los demás no se lo creerían.

Entonces, Melina llevó sus tímidos dedos hacia sus bragas. Sin despegar los ojos de Justin... Él se sentía plenamente honrado al
ser espectador de tremendo espectáculo. Melina le estaba mostrando aquello que mantenía más oculto: su cuerpo, sus heridas, sus
marcas, sus cicatrices.

No quería arruinar su confianza pero es que había algo que lo frenaba... Tal vez un golpe de ética lo detuvo...

—Mel, no —dijo Justin evitando que ella se desnudase completamente ante él.
Mel lo miró confundida y ladeó la cabeza de manera adorable, haciendo que Justin quisiese achucharla el resto de su vida.

—No podemos, Mel...


—¿Hice algo mal? ¿Qué pasó?
—No, no, no. No has hecho nada mal... Pero yo sí, bichito. Esto es un gran paso para ambos y quiero estar completamente seguro
de darlo.

Mel retrocedió un poco confundida.

—¿No te gusto?
—¡No tiene nada que ver contigo Mel! Me encantas, y si te soy sincero, estoy imaginándome todas las cosas que quiero hacerte...
Pero simplemente no puedo. Mel, sería tu primera vez después del ataque y no quiero que te traumatices más o que no te guste o
qué sé yo.

Mel asintió, pero Justin le había dejado caer que en realidad el problema lo tenía ella. Así que Mel asintió resintiéndose. ¿Qué iba
a hacer? No lo iba a forzar y mucho menos iba a rogarle.

Justin, como si le diese vergüenza lo que veía, la cubrió con las mantas por completo y la dejó en paz.

Literalmente.

Justin se dio la vuelta y no volvió a verla hasta la mañana siguiente.

Mel se sentía rechazada, se sentía humillada y hasta se sintió tan poca cosa que no pudo dormir por estar aguantando las lágrimas.

Es que lo sabía, nunca iba a ser normal. Nunca iba a ser tratada con normalidad... Si hasta en un tema tan banal como el sexo, era
censurada como si ella tuviese un problema...

En fin.

Es por esa razón que hizo la lista. Esos hombres la habían destrozado, pero no sólo por un instante, o un fin de semana... Sino que
para siempre dejando unas secuelas imposibles de borrar... Tanto por ella, como por el resto de personas que la rodean.

La lástima, la pena y la vergüenza están en su vida diaria... Y ya se estaba empezando a cansar de causar solo esas emociones...
Sin duda a Justin sentía vergüenza hacia ella. Oh, claro, ¿cómo vas a follarte una vagina que fue mutilada?

Bobadas.

Con el corazón roto y un hilo de pensamientos muy extensos, al amanecer, Melina por fin pudo quedarse dormida. Desnuda, pero
con una tela de por medio que le impidió hacer algo completamente normal.
Problema 17.
La custodia.

Es de mañana cuando Justin se levanta súper adormilado. Melina, a pesar de haber dormido un poco, ya se había despertado, y
estaba cubierta completamente con las mantas para no ser vista por Justin.

Espera a que se vaya... Para llorar sin ser juzgada. ¿Por qué todos parecían ser jueces? ¿Por qué todos creían tener el derecho de
decir lo que estaba mal en ella y castigarla por ello? ¿Por qué?

Melina, con el corazón roto, se giró cuando Justin entró en el baño y cerró la puerta. Al rato escuchó el agua de la ducha. Mel se
sentó en la cama muy cansada.

Así que del suelo, recogió su ropa para vestirse. Se colocó un sujetador que le había comprado Nadine antes de que muriese, una
camiseta y un pantalón de pijama que solía ser de Justin.

Volvió a acostarse sin las fuerzas como para hacer algo productivo. Cubierta con las mantas, cerró los ojos rogando para quedarse
dormida.

Justin, en la ducha, miraba al suelo mientras pensaba en Melina y lo que había pasado anoche. Dios... Es que tuvo que pensarlo
unas cuantas veces antes de parar. Era como si estuviese en una nube, en una nube que está dentro de una burbuja, y esa burbuja
flotaba en un mundo irreal... Porque se le hizo casi imposible detenerse. Tenía que sacudir la cabeza para centrarse y evitar que
ambos cometiesen un error.

Lavándose el cabello con mucho esmero, pensaba en que odiaba que Melina lo mirase así... Mel lo había mirado con una
desilusión y una repulsión que lo hizo literalmente, sentirse culpable.

Negando con la cabeza, se dio cuenta que probablemente no iba a funcionar nada de esto.

Tal vez estaba confundido, y como dijo Adrien, probablemente quería y cuidaba tan bien a Melina porque él hubiese amado que
alguien lo cuidase así.

Y Melina se estaba comportando así con él, porque también hubiese deseado a un padre modelo... Lo cual, nunca existió en su
vida.

¿Eso tenía nombre? ¿Daddy issues tal vez?

Quién sabe. De lo que sí estaba seguro es que había sido un error colosal. Desde aquellos besos furtivos, hasta la maldita erección
que tuvo anoche pensando en que iba a follar con una menor de edad.

Obviamente iba a seguir cuidando de Melina, pero... Pero sin nada de esto. Tal y como le mintió a Adrien, una relación noble de
respeto mutuo.

Pero joder, es que era tan difícil mantenerse alejado de esa cosita tan pequeña y tan bonita, con esos ojitos... Y esa maldita manera
de mirar que parecía que buscaba y sabía cómo volverlo loco.

Saliendo de la ducha, se miró al espejo después de secarse la cara y un poco el cabello. Se quedó un rato notando que a pesar de
no hacer tanto ejercicio como antes, de mantenía igual de marcado. Miró la tinta de sus tatuajes en sus brazos. A pesar de los años
se mantenían... Había pagado muchísimo dinero, y más les valía mantenerse.

Suspiró apretando la mandíbula mientras se cubría con una toalla. Salió de la habitación para ver si Mel ya se había despertado.

Al parecer sí se había despertado, solamente que se había vestido y se había metido en la cama otra vez.

Mariposas en el estómago lo invadieron al recordar lo de anoche. Sus besos, sus caricias, su cuerpo, sus cicatrices, sus marcas...
Todo de ella.

Justin tuvo que parpadear para volver a la realidad e ir directamente a su armario.

—Melina, ¿te apetece ir a cenar?

Pero Mel no contestaba. Justin suspiró sacando una camiseta y volviendo a entrar al baño para lavarse los dientes. Mientras lo
hace, se pone desodorante y perfume. Melina está debajo de las mantas queriendo llorar.

Se sentía tan rara... Es como cuando te enteras que el mayor crush de toda tu vida tiene pareja. Te sientes inútil, te sientes
engañada, traicionada, humillada.

Justin volvió a salir para ir hacia el armario y buscar el resto de ropa. Con mucha paciencia dijo:
—Melina, ¿quieres ir a cenar?

Pero Melina no contestó:

—Melina, ¿qué te ocurre?

Sin respuesta.

—Melina —empezó Justin deteniéndose justamente enfrente de ella—. Melina —repitió—. Joder, Melina.

Empezó a tirar de las mantas para dejar a Melina a la vista.

—Melina, te estoy hablando —dijo subiendo el tono de voz.

Melina retrocedió un poco asustada por su tono.

—¿Qué te pasa? —Justin parecía cansado—. Melina, ¿qué quieres?


—No me toques, Justin —murmuró Melina un poco asustada.
—Oh, ¿que no te toque? Si ayer prácticamente me lo rogabas.

Melina entreabrió los labios retrocediendo un poco más.

—Ayer estábamos genial, ¿qué te pasa hoy?

Melina no contestó.

—No vamos a ninguna parte si no hablamos. Mel, yo no soy adivino para saber lo que te pasa por la cabeza. Nos hace falta
comunicación, ¿quieres saber qué pienso? Pienso que estoy cansado, pienso que esto fue un error.
—¿Un error? —parpadeó Mel.
—Sí, Mel. Ha sido un error. Yo te vi crecer, Mel, podría ser tu padre, y... Y eres menor y... Siento que estoy haciendo las cosas
mal.
—¿Y?

Justin parpadeó mirando a Melina.

—¿Cómo que "y"?


—Esas son tonterías, Justin. Si tú me gustas y yo te gusto, ¿cuál es el problema?
—Mel, te doblo la edad. Pertenecemos a generaciones distintas... Melina, son veintidós años los que nos llevamos. Es decir,
cuando yo ya era un asesino a sueldo... Tú estabas naciendo. Está muy mal, pequeña Mel.
—Pero ayer me dijiste que...
—Sé lo que dije. Y me siento así... Pero probablemente sea alguna clase de crisis de edad... Es imposible que tú y yo...

Melina se mordió el labio inferior negando con la cabeza mientras se aguantaba las ganas de llorar.

—¿Quieres saber lo que pienso yo?


—Me encantaría —dijo Justin.
—Pienso que ese no es el problema —dijo Mel—. A ti la edad te da igual —Justin bufó—. Lo que no te da igual, es que sea yo.

Justin la miró a los ojos.

—Soy yo la del problema —musitó Mel—. No quieres sentirte culpable si algo me pasa, no quieres seguir sintiéndose culpable.
—¿Y qué coño quieres que haga, Melina? ¿Qué putas quieres que haga? ¿Quieres que te haga el amor y abrirte las heridas con la
polla? No me jodas, Melina. No queremos eso. Yo no quiero lastimarte, y tú no quieres salir lastimada.

Melina miró a Justin a los ojos mientras que intentaba no romperse a llorar pero le estaba costando tanto...

—Melina, yo no soy el hombre para ti —dijo negando con la cabeza haciendo que Melina por fin rompiese a llorar. Justin sentía
un gran vacío en el estómago.
—¿Qué quieres decir?
—Que yo no soy el hombre para ti, Mel. Deberías estar con alguien de tu edad, con alguien que...
—¿¡Qué!? ¡Te elegí a ti! ¡No quiero a nadie más que a ti! Me ha costado ocho años volver a confiar en alguien, y ese alguien eres
tú... Y... No quiero a nadie más...

Justin relamió sus labios, pues estaba siendo tremendamente difícil.

—Mel... Por favor, no hagas esto más difícil.


—¡Tú lo estás haciendo más difícil! ¿Y qué quieres que haga?
—Quiero que hagas como si... Como si nunca nos hubiéramos besado.
A Melina le tembló el lado derecho de la cara en un tic nervioso al oír sus palabras. Apretó los dientes y tuvo un atisbo de una idea
maravillosa: la sinceridad.

Cuando era sincera con Justin, las cosas iban a mejor, a ver si se le quitaba toda esta paja mental y por fin avanzaba.

—¿Quieres que me olvide de lo mucho que me gusta ser tocada y besada por ti, Justin? ¿Vas a pedirme eso, de verdad?

Justin con esas palabras se sintió atrapado.

—Melina —se quejó.

Pero Melina fue hacia él quedándose muy cerca de sus labios.

—Mel —volvió a quejarse.


—¿No te gusta tocarme y besarme?

¡Melina! ¡No hagas esto!

Justin apretó los dientes tratando de mantenerse. Pues Justin era como una sociedad, una sociedad que actúa mal pero se
arrepiente, siguiendo adelante, progresando, protegiendo. Y ahora quiere mantener un código ético y moral. Pero Mel era como el
niño que todos llevamos dentro, es decir, aquel que se deja llevar por sus pasiones más primitivas sin importarle lo que digan los
integrantes de aquella sociedad.

¿Cómo se iba a resistir a eso?

Justin, tomó a Melina de la cintura para apartarla pero sin querer, se vio atrayéndola hacia él.

—Mel —susurró Justin como si le doliese decir su nombre—. No me hagas esto —le rogó.

Melina entonces lo empezó a besar en los labios. Primero, Justin se vio recio, se estaba aguantando, pero no pudo por mucho
tiempo... Pues cedió al poco rato a los labios de Melina.

Como si desde ayer se estuviese aguantando, la tomó del rostro y la sostuvo para que no se separara. Separándose un poco, pudo
ver que Melina estaba con los ojos cerrados y las mejillas sonrojadas. Sonriendo, volvió a sus labios, a tomarlos, a poseerlos como
si quisiera pasar su vida en ellos.

Suavemente, la empujó en la cama desarreglada. El sol todavía no estaba lo suficientemente alto como para sobrepasar los
edificios y dar a sus ventanas, así que tenían mucho tiempo.

Colocándose encima de ella, la besó con más intensidad en los labios. Mel, como si quisiera ir hasta el final, no detenerlo ahora ni
nunca, colocó sus tímidas manos alrededor de la toalla de Justin, a pesar de que el daba pánico y vergüenza tocarlo, no quería que
se le fuese.

Justin sorprendido, se separó brevemente de los labios de Melina para mirarla al rostro.

—¿Estás segura?

Melina asintió rápidamente volviendo a besarlo. Con mucho cuidado, tiró la toalla, procurando no tocar su piel. Melina tenía que
aceptarlo, le tenía mucho miedo y respeto a Justin. Era tan imponente para ella, que el simple hecho de tocarlo sin su
consentimiento, le parecía una falta de respeto.

Así que cuando la toalla fue tirada al suelo, Justin bajó sus suaves besos hacia el cuello de Mel. Quiso besarla por completo, que
ninguna marca o cicatriz se quedase eludida.

Melina fue la que se volvió a quitar la camiseta mirando a Justin a los ojos. Y ella misma, en un arranque de valentía, se quitó el
pantalón. Podía ver la vergüenza en sus ojos, podía ver que estaba literalmente aterrada con todo esto, pero una fuerza mayor la
estaba obligando a seguir adelante.

Justin sonrió levemente inclinándose para besarla en los labios, después en la barbilla, en la mandíbula, en el cuello, en las
clavículas... Oh, Dios.

Para Justin, su cuerpo no era ningún problema. Tenía una relación bastante buena con su cuerpo y sí, tenía vergüenza de vez en
cuando, pero en general se sentía bastante seguro.

No como ahora. Ahora literalmente, una miradita de Melina, podría acabarlo todo. En cierta parte entendió cómo se sentía Mel,
pues debe de ser durísimo vivir con ese pánico a ser juzgado por una simple mirada.

Desabrochando el sujetador de Melina, sonrió sin mirarla directamente. Pues sabía que esto ya era un gran paso. Ayer la oscuridad
podía jugar un gran papel... Pero ahora estaban a plena luz del día. Aquí y ahora no había nada que esconder.
—Mel —dijo Justin con la voz ronca, como si ella estuviese tomando su cuello—. Gracias.

Melina sonrió mientras que Justin la volvía a besar en los labios. Melina se movió levemente para poder quitarse las bragas pero
entonces se quedó un poco desconcertada... Pues su pierna había rozado con... Con aquello de Justin.

Con el corazón latiendo con fuerza, lo miró. Justin asintió dándole a entender que tenia que quitarse las bragas.

En otro arranque de valentía, lo hizo. Fue directamente a los bordes, y tiró de ellas sin pensarlo mucho para no arrepentirse.

Ay dios.

Justin sonrió acomodándose entre sus piernas y volviendo a besarla. Los besos de Justin bajaron salvajemente a su cuello mientras
que ella miraba al techo. No se estaba arrepintiendo pero tal vez no fue la idea más brillante que tuvo.

Ese miedo la invadió. Y no supo porqué su mente traicionera la llevó a aquel sitio... En la cabaña... Ella en el suelo...

No, Mel no estaba lista. ¿¡Pero qué iba a decirle!?

Mientras ella debatía cómo decirle a Justin que parase, Justin tomó su pene con una mano, y lo dirigió hacia Melina.

Mel, al sentir el pene de Justin, sintió ansiedad. Se removió y dijo suavemente:

—Justin.

Pero ese 'justin', no quedó muy claro y Justin lo tomó como un ruego. Así que sin más, tomó un poco de impulso y entró en ella.

Melina jadeó arqueándose levemente, mirando al techo. Y eso fue lo último que recuerda haber visto después del enorme
caleidoscopio de imágenes que se acumularon en su cabeza.

Justin suspiró en el cuello de Melina cerrando los ojos. Ay, dios. Esto sí que era tocar el cielo.

Sonriendo, se alejó un poco para verle el rostro a Melina... Pero esa sonrisa desapareció poco a poco.

Ante sus ojos, Melina había colapsado y él ni se había dado cuenta.

—¿Mel? —la movió un poco. Inmediatamente salió de su cuerpo—. ¡Melina! ¡Mel! —la movió pero Mel no reaccionaba.

El susto le vino al darse cuenta que Melina había dejado de respirar.

—¡Joder! —bramó corriendo para al menos vestirse.

Envolviendo a Melina en las mismas mantas, la cargó por toda la casa. Y él, solamente con una camiseta vieja, un pantalón, y sin
zapatos, y sin abrigo, tomó las llaves y salió corriendo hacia el estacionamiento.

La ansiedad se iba apoderando de él. Tal vez era la presión del momento pero sentía que Mel estaba cada vez más fría... Ay no.
¿¡Por qué tuvo que ser un idiota!? ¡Melina está traumatizada! ¡Era lógico que iba a pasar esto!

Al llegar al parking, corrió hacia el coche que solía ser de Nadine. En el asiento de atrás puso a Melina, y él empezó a conducir
como loco esperando llegar a un hospital lo más pronto posible.

Adrien corre por los pasillos del hospital prácticamente pálido. Cuando Justin le dijo que Melina había entrado en parada
cardiorespiratoria, no supo qué esperar.

Algunas enfermeras lo detenían en el pasillo, pero es que no podía detenerse. La verdad es que se asustó muchísimo.

Cruzó un pasillo y ahí al fondo miró a Justin. Estaba sentado esperando, con las manos en el rostro, como si le doliese tanto algo...

—Justin —dijo Adrien pasándole unos zapatos y unos calcetines.

Justin levantó levemente la mirada hacia Adrien, pero parecía que no tenía las suficientes fuerzas para levantarse.

—¿Qué ocurrió? ¿Cómo está Mel?


—Está bien —dijo Justin poniéndose los calcetines—. Está estable. Tengo entendido que es un shock emocional. Pero está bien,
está estable.
—¿Y por qué no vamos a verla?

Justin volvió a mirar al suelo. Parecía que las ojeras habían aparecido al pensar en esa posibilidad.
—Porque no me dejan —dijo con los dientes apretados—. Está la policía con ella.
—¿¡Qué!? ¿¡Por qué!?

Justin, al ponerse los zapatos, y Adrien expectante, por fin habló.

—Me acosté con ella —dijo muy bajito y sin mirarlo, como si le diese la mayor de las vergüenzas.
—¿¡Te acostaste con Melina!? —dijo muy alto haciendo que unos curiosos mirasen hacia ambos.

Justin apretó los dientes mirando a Adrien.

—¿Te acostaste con Melina? —dijo más bajo mientras trataba de mantener la boca cerrada porque la sorpresa no era mínima.

Justin asintió con unas ganas enormes de llorar.

Entonces, Adrien abrió mucho los ojos al ver que la policía se acercaba a ambos. Entonces a Justin le dieron la vuelta para
esposarlo.

—¿¡Qué!? ¡No! —se quejó Justin.


—¡Vamos, chicos! —dijo Adrien—. ¡No va a ir a ninguna parte! ¡No hace falta todo esto! Solamente queremos saber cómo está
Melina.
—Está siendo interrogada. Pero todo apunta a que fue un abuso sexual.
—¿Qué? —Justin apenas cabía en sí mismo—. ¡Eso es ridículo!
—Ya veremos lo que dice la chica.
—¡La traje yo mismo al hospital! ¡Vaya violador más listo! —se quejó Justin mientras que el policía lo obligaba a sentarse.
—Repito: la chica hablará.

—¿El señor Bieber la forzó? —preguntó una oficial de policía.

Melina por enésima vez negó con la cabeza.

—No, no lo hizo. Fue plenamente consentido.

A la habitación, entró una mujer con una carpeta entre los brazos. Melina la reconoció inmediatamente y la verdad es que se
asustó un poco.

—Hola, Mel —dijo sonriendo la mujer—. Has crecido muchísimo, estás preciosa.

Mel sonrió levemente un poco avergonzada mientras que la mujer dirigía su atención a al policía.

—Soy de protección de menores, nosotros le dimos la custodia a Justin Bieber. ¿Qué ha pasado?
—Melina tuvo un shock emocional al ser forzada a mantener relaciones sexuales con Justin Bieber.
—¡No fui forzada! —Mel se estaba frustrando. Esto era lo más vergonzoso que le había pasado en la vida.
—Melina... Creemos que por tus antecedentes, puedes ser más vulnerable que otras chicas y por lo tanto te pudo manipular o
algo...
—Yo mejor que nadie sé eso, yo fui forzada, yo fui violada. Y Justin no me forzó ni me manipuló.
—Pero Mel, hay maneras muy sutiles de manipular.

Melina, harta de toda esta mierda tan innecesaria, explotó diciendo:

—¡Fui yo!
—¿Tú qué?
—¡Yo lo pedí! ¡Yo sé lo pedí! —dijo Mel explotando.

La policía y la chica retrocedieron un poco desconcertadas.

—Yo se lo rogué, yo se lo pedí... Fue una decisión mutua. Aquí no hay gato encerrado.
—¿Y entonces por qué colapsaste?
—¡Yo qué sé! Eso me lo tendrá que decir un médico. Pero por mi parte, estoy plenamente consciente de que yo lo pedí, yo lo
quise, y en todo momento dije que sí.

Era una pequeña mentirijilla. Pues Mel estaba preparada, de verdad que quería hacerlo, pero tal vez ese no era el momento.
Tendría que estar doblemente preparada.

—Bueno... —dijo la oficial—. Saldré a quitarle las esposas al señor Bieber.


—¿Esposas? —se alteró Melina—. ¿¡Esposas!? Quiero ver a Justin.
—Mel, eso no es posible en estos momento.
—¿Qué? ¿Por qué?
Mel creyó que ni esa mujer tenía la respuesta. Lo que estaban haciendo era completamente absurdo.

Afuera, en el pasillo, Justin era liberado de las esposas.

—¡Os lo dije! Yo soy muchas cosas... Pero un violador no.

Los policías lo miraron muy mal, pues, ¿qué hacía una chica de 17 con uno de 40?

—Señor Bieber —dijo la mujer saliendo de la habitación de Mel—. Ya hemos hablado con Melina.
—¿Y? ¿Me la puedo llevar a casa, por favor?
—No puede. Mel tiene que pasar al menos un día más en reposo. Pero Melina no va a volver con usted a casa.

Justin parpadeó procesando lo que acaban de decir.

—Nosotros le cedimos la tutoría de Melina con una serie de condiciones —dijo pasándole un papel a Justin—. Su responsabilidad
con Melina era educarla, proporcionarle vivienda, comida y lo necesario para una vida cómoda, como usted ofreció
voluntariamente. En ningún momento dice nada de relaciones interparentales.
—Yo no soy el padre de Melina —dijo Justin.
—Claro que no lo es, pero como su tutor legal... Debería serlo. Y lo que usted ha cometido, está penado con la ley.
—Vale, genial... Pagaré lo que sea... Pero...
—No puede pagar nada monetario, señor Bieber —dijo la mujer mirándolo con tremenda repulsión—. Considero que lo más
propio en este caso, es quitarle a Melina.

No sé si habéis visto alguna demolición de un edificio... La parte de en medio explota, después vienen los bajos, y la parte
superior se mantiene hasta que toca el suelo... Pues eso le pasó a Justin. Fue como que su cuerpo digirió rápidamente esas
palabras, pero su mente aún no.

—No podéis hacer eso —amenazó Justin con los ojos llorosos.
—Claro que podemos. No queremos que se vuelva a repetir, y si está viviendo con usted, no podremos evitarlo. Así que considero
que lo más apropiado es alejar a Melina de usted.
—¿Con otra familia?
—No... A un orfanato.
—¡No podéis hacer eso! —exclamó Justin—. ¡Melina es mía! ¡Yo la he sacado de su trauma! ¡Yo me he desvivido para que sea
feliz! ¡No podéis quitármela! ¡No! ¡No!

Justin fue hacia la puerta de Melina abriéndola antes de que los policías lo evitaran.

—Justin —dijo Melina.


—¡Melina! ¡Intentan apartarte de mi lado! ¡Te quieren llevar a un orfanato!
—¿Qué? —Mel se incorporó.
—Melina, no te levantes —dijo la policía mientras trataban de sacar a Justin.
—Mel —rogó Justin luchando por liberarse—. Diles algo, por favor. No dejes que...
—Señor Bieber —lo interrumpieron—. Si no se calma vamos a tener que detenerle.
—Melina —rogó.

Pero entonces lo sacaron definitivamente. Melina quiso levantarse pero no la dejaron.

—¡No podéis hacer eso! —jadeó Justin—. ¡No podéis separarla de mi!

Melina se levantó evadiendo las advertencias hasta abrir la puerta. Salió corriendo hacia Justin.

—Melina —dijo Justin cuando Mel lo abrazó con fuerza rodeando su abdomen, no queriendo separarse de él.
—No me pueden separar de ti, ¿a dónde voy a ir? —jadeó Mel.
—Todo va a estar bien, bichito.
—Melina —dijo la mujer de la custodia—. Vuelve a la habitación.

Melina subió la mirada hacia Justin.

—Quiero irme a casa.

Justin le acarició la cabeza, deslizando sus dedos por su cabello.

—Nos iremos a casa, pequeña. No te preocupes.


—Suficiente —dijo la policía apartando a Justin de Melina definitivamente.

A la fuerza metieron a Melina a la habitación y no la dejaron salir. Justin, lo último que oyó mientras se lo llevaban de ahí, eran
los gritos estridentes de Melina golpeando la puerta y rogando para que la llevaran a casa...

Para que la llevaran con Justin.


Problema 18.
La distancia.

Pues no mentían, no... Lo iban a hacer. Iban a separarlos de manera indefinida. Al día siguiente, Melina fue dada de alta en el
hospital... A Justin lo obligaron a salir del hospital, pues estaba demasiado alterado, y Justin le rogó a Adrien que se quedara para
que velara por el bienestar de Melina.

Así que Adrien se quedó mientras que Justin tenía prohibido salir de su casa. Tenía entendido que Adrien le compró ropa a Melina
para que pudiese salir ya que él la había llevado al hospital completamente desnuda.

Con el corazón roto, Justin estaba en su apartamento esperando la llegada de Melina... Pues Adrien le había dicho por mensaje que
había escuchado a un policía decir que iban a llevar a Mel a recoger sus cosas, para llevarla definitivamente al orfanato.

Inquieto, histérico y un poco neurótico, esperaba a que llegaran. Mantenía el teléfono entre sus dedos, sin poder despegarse de él,
espero que Adrien o alguien llamara o...

"Justin, les he visto salir, prepárate".

Su corazón se aceleró. Como si el teléfono pudiese verle, asintió y fue al baño a lavarse la cara. Dios mío, parecía que un huracán
había pasado por su cara.

No había dormido nada la noche anterior, había llorado tanto que parecía deshidratado, no había ni comido por pensar en que
podrían separarlo de su Mel.

Entonces, Justin empezó a intentar disimular esos pequeños detalles que dejarían a Melina más preocupada que de costumbre.

Intentó disminuir las ojeras con hielo, y se peinó un poco para parecer más presentable. No sabía qué decirle o qué hacer.

¿Fugarse juntos? Claro que lo había pensado. Maldita sea, ¡lo había hasta planeado en su cabeza! Pero tenía un enorme
impedimento:

Justin era un criminal bastante peligroso, Melina era una menor. Sería considerado secuestro y si los encontraban, pues él llevaba
una pulsera rastreadora, estaba perdido. Sería peor el remedio que la enfermedad. Ahí sí que lo meterían a prisión sin considerar
su palabra.

Con el corazón acelerado... Escuchó el timbre... Y como alma que lleva el viento, corrió hacia la puerta para abrirla.

Estaba la pequeña Melina con unos jeans y una sudadera enorme, que suelen ser para turistas, con la palabra "CANADÁ". Melina
no lo miró a él, sino que miraba al suelo. A su lado, estaba la mujer de ayer, y un oficial de policía.

—Mel —dijo Justin como primer impulso.


—No hagamos esto más difícil —irrumpió la mujer—. Melina, ve a recoger tus cosas.

Melina, como si fuese un robot, obedeció yendo directa a la habitación.

—Me quedaré afuera —dijo la mujer invitando al policía a entrar.

Justin corrió como loco detrás de Melina. La encontró intentando bajar un bolso que solía ser de Justin, de deporte.

Justin fue hacia ella y lo bajó con tremenda facilidad.

—Mel —dijo Justin.

Melina lo miró abriendo mucho los ojos.

—Melina, dime algo.


—¿Va todo bien? —dijo el policía desde el salón.
—Sí —dijo Mel empezando a guardarlo todo—. Me prohibieron hablarte —murmuró lo más bajito posible—. Me dijeron que te
metería en problemas.
—¡Esos imbéciles! —murmuró también Justin.
—Justin... No quiero irme —susurró Mel a punto de ponerse a llorar.
—Lo sé, mi bichito —le quitó el cabello de la cara, también con ganas de llorar—. Y yo quiero que te quedes. Necesito que te
quedes conmigo... Pero por ahora, no es posible. Así que voy a pedirte que seas fuerte, Mel. Es solo una temporada...
—Yo no quiero estar sin ti —susurró Mel echándose a llorar mientras guardaba la ropa tan rápido como podía. Estaba tan nerviosa
que sus pequeñas manos temblaban agresivamente.

Justin tomó una de sus manos y la besó múltiples veces.


—Vamos a estar juntos —prometió Justin—. Toma.

Justin le extendió su propio teléfono.

—Por favor, escóndelo lo mejor que puedas... No dejes que te lo quiten en el registro del orfanato. Mantenlo en silencio y cada
vez que lo uses... Que sea en un sitio donde nadie lo vea.

Melina asintió guardando el teléfono entre su muñeca y la sudadera, evitando toda vista del aparatito.

—Vamos a estar juntos, Mel. Te lo prometo —dijo Justin mirándola a los ojos—. Mírame, Melina. Te lo juro por mi madre, por mí
y por Nadine... Vamos a estar juntos. Ahora necesito que seas mucho más fuerte de lo que has sido ahora... Nos viene una etapa
dura, pero si estamos juntos, podremos con todo.

Melina asintió varias veces mientras que Justin le secaba las lágrimas con el pulgar.

—Ven aquí, bichito.

La besó suavemente en los labios pero de tuvieron que separar casi agresivamente al oír al policía acercarse por el pasillo. Justin
se metió al baño a tiempo y Melina siguió guardando ropa y sus cosas.

—Mel, date prisa —dijo el policía—. Tenemos poco tiempo.

Mel asintió sin mirar al policía. Él se dio la vuelta para volver al salón. Justin volvió hacia Mel y le dijo lentamente:

—Nos veremos muy pronto —susurró—. Te lo juro.


—¡Melina! —dijeron desde afuera—. ¡Si faltan cosas, te las haremos llegar! ¡Date prisa.

Melina siguió guardando mientras que Justin tenía muchas ganas de reventarle la cara a ese policía de mierda. Cuando Justin iba a
ir a enfrentarlo, Melina lo detuvo.

—Justin —susurró mirándolo quedarse en la puerta, quieto, bastante tenso—. Te amo, Justin.

Eso hizo como si el corazón recibiera el abrazo más cálido del mundo. Removió tanto dentro de él que lo hizo querer ponerse a
llorar.

Lo tenía que admitir... Melina era la primera que se lo decía. Fue hacia ella y la besó suavemente en los labios queriendo llevársela
lejos de ahí.

—Así que tráeme de vuelta pronto, ¿vale? —susurró Mel mirándolo a los ojos.
—Te lo juro, Mel. Moveré cielo y tierra si es necesario... Pero nada nos va a separar.

Melina cerró los ojos bastante fastidiada cuando volvieron a llamarla. Justin suspiró aguantando las ganas de llorar mientras se
llevaba las manos a la cabeza y asentía para que Mel hiciese caso.

Melina al ver a Justin con la mirada rota en millones de lágrimas acumuladas en sus ojos... Suspiró también queriendo ponerse a
llorar.

—Melina —dijo el policía apareciendo—. Vayámonos —dijo mirándolos a los dos.

Mel volvió a ver a Justin. Él asintió para darle a entender que tenía que hacerlos. Mel, con el corazón destrozado, se giró hacia el
policía para irse.

Justin los siguió a una distancia prudente. En un silencio aterrador porque sabían que venía la despedida.

Justin logró divisar a Adrien en el pasillo, esperando que ellos se fueran. Adrien se acercó a Justin para colocarse detrás de él.

—¿A dónde la lleváis? —preguntó Justin.

Entonces la mujer levantó la cabeza y negó con esta misma.

—No es su asunto, señor.


—Claro que lo es. Tendré que ir a verlo.

La mujer caminó lentamente hasta colocarse cerca de él, como queriendo retarlo.

—Son huérfanos... No tienen a nadie.

Justin apretó los dientes.


—Dejadme aunque sea darle un abrazo de despedida.

Melina, lo más rota y desubicada posible, miró al policía y a la mujer. Ella suspiró terminando por ceder. Melina soltó el bolso
para ir llorar a los brazos de Justin.

Justin la abrazó tan fuerte que sintió de alguna u otra manera que su corazón estaba ligado con el de ella. Melina no se alejaba
mientras lloraba en el pecho de Justin.

—Todo va a estar bien, bichito.


—Suficiente —dijo esa mujer.

Melina no se separaba. Justin tampoco estaba muy por la labor. Así que el policía tomó a Melina del brazo para alejarla.

—¡No la toque! —amenazó Justin mientras que Adrien intervenía para que Justin no cometiera una locura—. Ni se le ocurra
ponerle un dedo encima porque lo último que va a ver, será mi cara.
—¿Me está usted amenazando?
—¡Sí! —dijo Justin al mismo tiempo que Adrien decía que no.
—Oficial, no quiere amenazarlo, está solamente pasando un mal momento. Justin, cálmate, por favor.

Adrien lo alejó a una distancia prudente sabiendo que ya llegaba la hora.

Melina no miraba a nadie, sino que solamente al suelo.

—Melina, toma tus cosas, nos vamos —dijo la mujer.


—¿Y cuando cumpla 18? —preguntó Justin.
—Adiós, señor Bieber —dijo la mujer tomando el pomo de la puerta para cerrarla.

Melina, con las lágrimas por toda la cara y la nariz roja como si tuviese alergia a las despedidas, miró a Justin por última vez, y
dijo algo que rompió a Justin en millones de pedazos.

—Adiós, tío Justin.

Y la mujer cerró la puerta.

Justin quiso ir pero Adrien lo evitó completamente ya que podían empeorar las cosas.

—¡Déjame! ¡Déjame ir con ella! —chilló de manera estridente Justin mientras Adrien lo empujaba por los hombros para que no se
acercara a la puerta.
—Justin, no empeores las cosas. Ella va a estar bien.

Justin entró un momento en razón llevándose las manos a la cabeza súper agobiado y sin poder detener el llanto.

—¿Y quién puede asegurarme eso, Adrien? ¡Ni siquiera sabemos adónde se la llevan!
—Sí lo sabemos —dijo Adrien intentando calmarlo.
—¡No, no lo sabemos!

Adrien suspiró mientras que Justin se quedaba callado. Su respiración era bastante agitada y las lágrimas no paraban de salir de
sus hinchados ojos.

—Mira, ¿recuerdas la ropa que lleva Melina? —Justin asintió confundido—. Pues me la robé.
—Adrien... —se quejó Justin.
—¿¡Qué!? ¡Forever 21 cuesta demasiado!
—¿Y a qué quieres llegar con eso?
—Que le he dicho que siempre que se mueva fuera del orfanato lleve la sudadera gris... Porque le puse un chip gps que nos dirá
exactamente en dónde está, dónde ha estado.
—Me estás jodiendo...

Adrien sonrió negando con la cabeza al ver la expresión de Justin.

—Está conectado a este teléfono —dijo dándole un smartphone—. Que también me robé, por cierto.

Justin lo miró mal pero no pudo evitar estar tan agradecido que fue directamente a abrazarlo.

—Muchas gracias, Adrien —suspiró Justin.

En el silencio, Justin tenía la radio puesta, y con todo el caos, nadie se había percatado. Entonces... Justin no pudo evitar ponerse a
llorar en silencio mientras escuchaba la letra.

"she takes me away to that special place


And if i stared too long
I'd probably break down and cry"

("ella me lleva lejos a ese lugar especial,


Y si mantengo la mirada mucho tiempo,
Probablemente me derrumbaré y lloraré")

"Sweet child of mine,


Sweet love of mine".

("Dulce niña mía,


Dulce amor mío")

Dulce niña mía, dulce amor mío, ¿a dónde vamos ahora?

Justin se alejó de Adrien para apoyarse en la puerta. Apoyando sus manos en sus rodillas, como si en cualquier momento fuese a
desfallecer.

—¿Sabes? Me han arrebatado a mi madre, a mi padre, a mi familia... Incluso Nadine fue arrancada de mi lado pero nada me ha
dolido más que esto, Adrien.

En cambio, Melina había sido metido al coche de la policía casi a la fuerza. Ella estaba sentada entre la mujer y un policía más.
Iba todo el tiempo mirando sus manos mientras que cada vez se alejaban más y más de la ciudad.

Con el corazón bastante roto, miró hacia adelante para ver que cruzaban un puente hacia las afueras. Mel la verdad es que temió
por su lo que podía pasarle... O a donde podían llevarla.

Cuarenta minutos después de viaje sin parar... Por fin parecía que tomaban rumbo. Pues en medio de la autopista pillaron una calle
súper pequeña, súper estrecha, y con un gran bosque alrededor, a ambos lados. Como si el hombre hubiese pasado dividiendo el
bosque.

Justin y Adrien en su casa veían El Progreso de Melina bastantes estupefactos.

Y al final de la carretera, tuvieron que ir por un camino de tierra hasta que por fin girando a la derecha... Estaba el orfanato. Era
una casa enorme, tan enorme como vieja... Parecía construida con materiales primitivos... Estaba bastante descuidada, pues la
pintura estaba desconchada y las plantas muertas.

En la puerta estaba una monja. A Melina se le aceleró el corazón. Cuando por fin aparcaron, el policía abrió la puerta, Melina
pudo salir y la mujer también. A pesar de que este sitio era lo más tenebroso del mundo, estaba rodeado de tanta belleza... Era un
bosque plenamente verde por el invierno... Parecía un cuento de hadas y que la casa estuviese en medio de este como si siempre
hubiese pertenecido ahí... Le daba cierto aire mágico.

—Melina —dijo la mujer con una sonrisa—. Bienvenida a tu nueva casa.

Era ya de tarde y no había noticias de Melina. Justin le había enviado un mensaje temprano pero seguía sin tener respuesta... Así
que mientras Adrien dormía en un sofá, Justin estaba en el otro mirando a la nada, todavía con la radio puesta.

Intentó convencerse de que Mel se estaba adaptando... Pero le hacía tanta falta que era impensable pasar más horas sin ella.

Justin fue cerrando los ojos para quedarse dormido cuando en su bolsillo vibró el teléfono haciéndolo dar un salto mientras que
Adrien se despertaba también como si lo hubiese sentido.

—"No hay mucha cobertura, estoy en el baño".

Justin casi se cae de espaldas al tener noticias de ella. Con el corazón acelerado, empezó a escribir.

—"¿Estás bien, Mel? Yo estoy bien. ¿Todo bien por ahí?"

Unos minutos desesperantes después, Mel contestó:

—"Te lo contaré esta noche. Esto está en medio de un bosque y creo que podremos vernos. Ven en coche y pon música suave por
la noche... Yo la voy a seguir. Te veo a las dos de la madrugada. Te quiero, me tengo que ir".

Y ese fue el último mensaje que recibió de Mel por ese día.

Justin, se levantó corriendo directo a la ducha. Adrien no entendía muy bien qué estaba ocurriendo pero aun así siguió durmiendo.
Justin estaba han emocionado. Todavía quedaban horas pero es que no podía evitarlo... Quería y me estaba ver a Mel... Su Mel...
Su dulce niña.

De madrugada, Justin iba en la autopista vacía. Ya casi nadie había transitando en las carreteras, así que tenía todo para él. Iba en
el coche de Nadine mientras ponía las noticias en la radio.

La verdad es que estar en este coche significaba mucho para él. Después de un viaje casi eterno, por fin llegó a la pequeña calle de
piedras.

Ahí aceleró hasta poder ver el orfanato. Así que retrocedió y se metió por otro caminito hasta pasar por encima de las rocas y
quedarse en un pequeño prado rodeado de flores y de árboles.

Suspiró poniendo la radio no tan alta, pero lo suficiente para que fuese lo único que sonase por la noche.

Entonces, a la vez. Melina se salía por la ventana, pues su habitación quedaba en el primer piso, con una niña de ocho años. Al
tocar el suelo, echó a correr por el bosque. Al rato, saltó un muro de piedra que había quedado cubriendo por enredaderas y
plantas... Se quedó quieta... ¡podía oír la música! Sonrió emocionada, pues Justin estaba a metros de ella.

Mel corriendo, bajó una pequeña colina para cruzar un pequeño arroyo dando un salto hasta el otro lado. Volvió a subir una
columna y por fin estaba en el llano. Y ahí estaba el coche.

Mel sonrió corriendo hacia el coche mientras que Justin desde dentro sonreía ampliamente queriendo salir a encontrarse con ella.
Había sentido que habían pasado siglos sin verla que hasta se le hizo extraño verla igual a como la había dejado ir.

Mel fue hacia él para encontrarse solamente iluminados por el foto del coche. Del salto, Mel cayó en sus brazos, rodeando su
cintura con sus piernas.

—Melina —murmuró Justin abrazándola con tal fuerza que parecía que iba a romperla.

Mel sonrió alejándose para mirarlo a los ojos. Sus ojos brillantes y verdes, sus ojos tan preciosos que quería morirse ahogado en
ellos.

—¿Qué tal estás...?

No pudo ni acabar porque Melina lo había callado con un beso. Justin sonrió en el beso dirigiéndose al coche. Ahí abrió la puerta
trasera y sin dejar de besarla, la puso en el asiento.

—Espérame.

Justin corrió al asiento del piloto para apagar las luces, la música y la luz de adentro. De otro bolso de gimnasio colocado en el
asiento del copiloto, sacó tres mantas medianas y las llevó hasta el asiento de atrás mientras que Melina sonreía mirándolo hacer
todo eso súper nervioso.

—¿Estás nervioso? —preguntó Mel haciéndolo ponerse aún más nervioso.


—Un poco, sí. La verdad es que me pones muy nervioso, Mel.

Ella sonrió apoyándose en su brazo acostada a lo largo.

—Te echaba de menos —susurró Mel lanzándole la mirada más inocente a propósito.

Maldita sea, Melina. Justin fue hacia el asiento de atrás colocándose encima de Melina ya que no había manera que no cupiesen
de esa manera. Así que Justin como pudo, cerró la puerta.

Se acercó a Mel para verla a los ojos y así besarla... Besarla tan fuerte que parecía que efectivamente había pasado un siglo sin
ella... El famoso beso en New York se quedaba corto con esto... Se quedaba pequeño.

Melina, dirigió sus pequeñas manos hacia el cabello de Justin y sostenerlo de la cabeza para que no se separara. Justin sonrió en el
beso mientras que sus manos ya empezaban a recorrer a Melina inevitable.

Melina era una droga bastante potente para él. Pero en vez de matarlo... Lo estaba trayendo a la vida. Paso a paso... Melina era
como un ángel en la tierra.
Ahora esas manos que estaban en la cabeza de Justin, fueron directamente a la cintura de Justin, donde descansaba su inseparable
camiseta blanca. La chaqueta negra ya había volado hace minutos... Y ella empezaba a jugar con la tela, dudando entre quitarla o
no.

—Mel —la detuvo Justin—. ¿Cómo puedo estar seguro que estás lista?

Mel frunció el ceño mirándolo. A pesar de que se veía adorable con las mejillas sonrojadas, el pelo despeinado y los ojos mieles
brillantes, Mel tuvo que mantenerse seria.

—Estoy lista —afirmó Mel.


—Bueno, yo creía eso ayer y míranos...
—Lo sé —susurró Mel.
—¿Qué hago yo si te me desmayas aquí? ¡El hospital más cercano está a cincuenta minutos!

Mel se rió arqueándose levemente para después morderse el labio mirándolo.

—Ayer estaba lista —sonrió Mel—. Lo que pasa es que yo he estado lista todo el tiempo Justin... Pero necesitaba estar lista por
dos, ya que no me esperaba que fuese a pasar así de golpe.
—¿Y hoy que tan lista te sientes?
—Por dos, por nueve, por mil —sonrió Mel yendo hacia sus labios para besarlo.

Justin la siguió besando suspirando de placer en sus labios. Así que Mel tomó la iniciativa de quitarle la camiseta a Justin. Lo hizo
de un solo tirón para colocar sus frías manos en la piel caliente de Justin.

Esta noche no se le escapaba.

Cuando por fin la ropa estuvo por todo el coche menos encima de ellos, Justin con decisión tomó su miembro dirigiéndolo hacia
ella con lentitud. Pero entonces se detuvo.

—Mel, dame la mano.

Mel parpadeó un poco desconcertada. Extendió su mano hacia la de Justin. Justin dirigió ambas manos hacia el miembro de
Justin.

—Mel, yo no quiero hacerte daño —murmuró Justin.

Mel jadeó cuando lo tocó. Apartó la mano rápidamente pero entonces, volvió a ponerla encima de su pene. Mel sonrió y Justin
notó que se puso aún más roja de lo que estaba.

—No va a hacerte daño —bromeó Justin—. Se llama Justin Junior.

Melina se rió arqueándose hacia él otra vez mientras sus dedos seguían alrededor de su miembro.

—¿Puedo...? —preguntó Mel mordiendo su labio inferior de la manera más inocente y provocativa posible. ¡Melina, por favor!
—¿Haces los honores? Adelante. Yoga tuya —dijo Justin.

Melina la dirigió lentamente hacia ella a la misma vez que Justin se movía. Al no estar viendo y calcular mal, primero la cabeza la
tocó en un labio. Mel se asustó un poco pero le hizo entender a Justin con una sonrisa que estaba bien.

Entonces, Justin colocó su mano encima de la de Mel y la dirigió por el sitio correcto. Al principio la acarició por afuera buscando
dónde tendría que ir, y cuando lo encontró... Justin siguió bromeando:

—Melina, no te desmayes, por favor.

Mel se rió pero la risa fue interrumpida por un jadeó cuando Justin se deslizó dentro de ella. Mel se arqueó con una sonrisa
mientras que Justin empujaba cada vez más, llenándola.

Mel no abría los ojos mientras Justin empezaba a moverse. La hacía sentir tan bien... Tan querida... Tan complacida...

—¡Mel! ¡Abre los ojos!

Mel los abrió por el susto, pero entonces se rió y le dio un leve golpe en el hombro.

—¡Estoy bien!
—Me tienes súper nervioso...

Mel lo besó en los labios para calmarlo, mientras que se movía cada vez con más potencia dentro de ella. Mel sonrió ampliamente
dejándose llevar.
Dios, Justin desde ahí la miraba... Melina era una combinación de azúcar, miel y un poco de melocotón. ¿Por qué? Porque le
gustan los melocotones. Además tienen un color rosita muy dulce que le recordaba a sus labios y sus mejillas. Por el centro era
rojo, como sus labios después de ser besados por él.

Justin empezó a ir más rápido haciendo gemir levemente a Melina mientras que se arqueaba hacia él. Era tan precioso ver a su
pequeño melocotón volverse loca por él. Podía sentirlo, podía sentir su riego sanguíneo, su corazón palpitante, sus piernas
apretándose alrededor de él, sus manos nerviosas, sus pies llenos de calambres... ¡Cielos, cómo la amaba!

—Mel —gime él cerrando los ojos.

Entonces, mientras mantenía los ojos cerrados, Melina lo tomó del rostro dejando suaves besos en su rostro. Primero en su
mandíbula, después en su barbilla, en sus mejillas, encima de sus labios... Como un pequeño gatito frágil y delicado.

—Te amo, Justin —susurró y sigue besando su rostro con mucho cuidado.

Justin sonrió abriendo los ojos para atrapar sus labios y besarla con bastante intensidad.

—Yo también, bichito. No tienes ni idea de cuánto.

Melina estaba con los ojos cerrados mientras que Justin le acariciaba lentamente la cabeza. Con mucho amor, empezó a
desenredar su largo cabello con los dedos.

—Melina, no te duermas —susurró Justin—. No te duermas. Tienes que irte dentro de poco... Pues nos pueden pillar.

Mel se estiró a su lado para cubrirse con todas las mantas y mirar a Justin.

—Pues si no quieres que me duerma, háblame.

Justin sonrió tomando las manos de Melina y jugando con ellas.

—Pues, mi querida Mel. Yo llevo años queriendo comprarme una casa... Pero creo que es el momento de hacerlo.
—¿Una casa? —sonrió Mel.
—Sí, una casa pequeña pero dentro de un terreno enorme. Donde haya una piscina inmensa y profunda... Plantas, árboles, frutas,
huertos... Y dentro de la casa una oficina, un estudio solo para ti, nuestra habitación... ¡De todo! —dijo muy emocionado—. Lo
malo es que a un criminal no se le permite comprar una casa así a la ligera... Pues inmediatamente te cuestionan y creen que la
usarás con fines delictivos.
—¿Y qué vas a hacer?
—Lo voy a conseguir. Antes de que salgas de aquí, la tendrás para ti, princesa.

Mel sonrió mirando la mano de Justin unida con la suya.

—Me gustan mucho tus manos —confesó Mel mientras miraba la mano de Justin.

No supo por qué, pero eso aceleró el corazón de Justin a la máxima potencia.

—¿Mis manos?
—Sí. Son muy grandes y bonitas, me siento bastante protegida cuando me tocan.

Okey, eso hizo que Justin se lamiera los labios y sonriera.

—Justin, ¿puedo preguntarte algo?


—Adelante.
—¿A ti te gustaba matar?

Justin frunció el ceño.

—¿Qué si me gustaba matar? Oh wow, vaya pregunta.


—Si no quieres contestarla... No hace falta...
—Claro. Pero Mel, ¿tú crees que exista gente que le guste el poder? —Mel asintió—. Pues eso mismo pasa en apretar el gatillo y
disparar a quemarropa. Te crees dios, crees que puedes decidir qué hacer con esa persona... Está en tu malo acabar con él o dejarlo
que siga respirando, pensando, viviendo. Imagínate eso... Tal vez no llevarás un poder económico sobre ellos... Sino que llevas el
más importante, el que deriva del resto... El de la vida.
—Parece que te gustaba mucho.
—Pero a como a un drogadicto le gusta la heroína, no significa que sea lo mejor. Cada vez que mataba, estaba muy cerca de estar
lejos de mi. Estaba muerto por dentro. Recordaba sus nombres, sus caras y porqué murieron... Y lo voy a recordar hasta que me
muera.

Melina lo miró un poco entristecida.


—Mejor veamos el lado positivo. Lo he dejado hace años... Gracias a ti, bichito. Tu llegada a mi vida, me cambió completamente.

Mel sonrió un poco pero la verdad es que por dentro estaba triste. Justin tuvo que vivir bastantes malos momentos.

—Y ahora que vamos a tener una casa, vamos a vivir una nueva vida, Mel. Prometo que pediré permisos para salir de la ciudad,
incluso del país. Viajaremos tanto que ni sabremos quienes somos por el jet lag.

Melina sonrió otra vez dándole un abrazo.

—¿Y tú qué tal? —sonrió Justin.


—Pues bien... Me ha tocado una compañera pequeña... Y en la primera planta —sonrió Mel—. Así que puedo escaparme. Me han
tratado muy bien, pero todo es bastante gris y triste. La mayoría son niños que... —Mel cerró los ojos no queriendo acordarse—.
Soy muy afortunada que al salir, alguien estará esperándome.

Justin sonrió asintiendo.

—Dalo por hecho —dijo Justin—. Cuando tú salgas por esa puerta, yo voy a estar esperándote.

Mel sonrió dirigiendo su mirada a la radio.

—Son las cuatro ya —murmuró.


—Lo sé pequeña —susurró Justin besándola en la frente—. No quiero que te vayas. Pero tienes que hacerlo para no meternos en
más problemas.

Mel hizo un puchero.

—No queda mucho, Mel. Cuenta los días, yo haré lo mismo.

Mel asintió sentándose para intentar vestirse.

—Oye, ¿me puedo quedar con tu camiseta? —sonrió Mel oliendo la camiseta, dios... Podía oler a Justin y su perfume.
—Mel, estamos en invierno, ¿con qué me voy yo?

Mel solo sonrió.

Justin estaba completamente cubierto con las mantas de manera ridícula. Sonriendo ampliamente, Mel le dio un beso en la mejilla.

—Que tengas buen viaje, Justin. Cuidado te duermes al volante.


—Tendré cuidado —dijo haciéndole una mala cara a Mel mientras que ella se alejaba.
—¡Te quiero, Justin! —dijo ella desde la lejanía.

Justin sonrió inevitablemente a pesar de verse ridículo con todo eso encima. Dios, no se había ni ido y ya quería volver a verla.

Solo pudo distinguir un pequeño punto en la lejanía.

Melina corrió hasta llegar a la ventana y entrar tal y como había salido. Con la camiseta de Justin de acostó en sumo silencio,
sonriendo ampliamente recordando a Justin, oliendo su camiseta... Queriendo estar con él.

A pesar de la tormenta veía un rayito de sol... E iba a aprovecharlo todo el tiempo que durase.
Problema 19.
Pistas.

A la mañana siguiente, no hubo alma que pudiese despertar a Melina. Literal, estaba tan dormida y absorta que se pasó hasta bien
entrada la tarde soñolienta en cama.

Se rumoreaba por los pasillos que estaba enferma, o deprimida... O enferma y deprimida. La verdad es que solamente estaba
cansada por no haber dormido casi nada la noche anterior.

A Justin le pasaba algo igual, solamente que él tenía que ir a trabajar. Adrien de vez en cuando le ponía la mano en el hombro para
que despertara o espabilara.

Por suerte, hoy no había mucho trabajo fuera del común. Algún que otro desafortunado que murió a manos de un ladrón. Algún
que otro imbécil que intentó entrar a su casa por la ventana y cayó once pisos...

Así que Justin se había dedicado a repasar el caso de Nadine y Melina... Pues pronto sería la exhumación del cuerpo.

En el caso de Melina no había mucho que ver más que lo que ya sabían. Melina fue torturada, humillada y violada durante todo un
fin de semana... Se la llevaron un viernes y no apareció hasta un lunes.

Dios... Todavía recuerda esos días infernales. Justin cuando llegó a casa de Melina viendo todo roto, la familia de acogida
asesinada, y que la pequeña Mel no estaba... Le dio un vuelco al corazón.

Por suerte, ese vuelco lo transformó en fuerza. Esa fuerza la llevó hasta a tres pueblos aledaños y todos empezaron a buscarla.
Parecía de película. Los vecinos con antorchas gritando el nombre de Melina, al policía con perros por los bosques cercanos, la
gente repartiendo comida para recuperar fuerza y seguir buscando... ¡Era escenario de guerra!

Justin recuerda la ansiedad tan enorme que les causó esa maldita experiencia. Nadine estaba todo el rato tensa y él no pasaba de
estar moviéndose de un lado a otro.

Hasta que por fin hubo una llamada sagrada...

Alguien que pasaba cerca de la cabaña escuchó los gritos de una niña. Se asustó y corrió a llamar a la policía. Ahí es cuando
Nadine y Justin condujeron como locos hasta llegar al escenario del crimen más atroz del mundo.

Entonces, a pesar del sueño y la fatiga... Justin se detuvo parpadeando varias veces. Tomó la carpeta con los papeles y empezó a
buscar algo con muchas prisas.

Adrien que pululaba por ahí, se dio cuenta de esta reacción de Justin.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Adrien.


—¡La llamada! —jadeó Justin—. ¡La puta llamada es la clave!

Justin empezó a buscar hasta el registro de la llamada y dónde se guardaba. Se levantó eufórico mientras que apuntaba el número
el archivo en un post ir amarillo.

—¿Qué quieres decir?


—¡Adrien! ¡Lo tenía ante mis ojos y era incapaz de verlo!

Corriendo como poseso hacia el armario de archivos con Adrien atrás, se culpaba mil y una vez por no ser consciente de lo que
había pasado.

—No te entiendo nada, Justin —dijo Adrien.

Justin se giró para explicarle:

—La llamada nunca se ha cuestionado. La llamada dijo que en una cabaña había una niña gritando. Y nunca nadie lo ha
cuestionado.
—¿Cómo lo vas a cuestionar? Era verdad lo que decía.
—¡No lo es! Adrien... Yo movilicé a cientos de personas para buscar a Melina. ¿Por qué nadie vio la cabaña si pasamos mil veces
por ahí?

Adrien se encogió de hombros.

—¡Porque la cabaña no existía! —jadeó emocionado Justin emprendiendo el paso de vuelta a los archivos—. Nadine me lo dijo, y
lo pasamos por alto. La cabaña cuando llegamos... Parecía nueva. Fue construida rápidamente en ese fin de semana... Me atrevería
a decir que en un día. ¡Claro! ¡Por eso nunca encontramos nada! ¡Ese no es el escenario del crimen! Ahí simplemente hirieron y
violaron a Melina.
Justin fue directamente a la estantería para bajar una caja llena de discos y cintas.

—¡Por fin tengo algo! —dijo emocionado Justin—. Tenemos que encontrar el escenario del crimen y creo saber dónde está y
porqué el violador desapareció tan rápido.
—¿Cuál es?

Justin sonrió mirando a Adrien.

—Está justo debajo de la cabaña. Solamente tenemos que encontrar la entrada y... ¡Aquí está!

Ahí estaba grabada la llamada que hicieron al 911. Con un saltito de la emoción, dejó la caja en su sitio y corrió como poseso a la
oficina.

Por un momento quiso ir gritando como un niño pequeño hacia Nadine. Imaginó que estaría en su oficina con cara de amargada
mientras él saltando de la emoción le diría que por favor siguiesen esa pista juntos.

Pero al llegar a la oficina... No había más que un rayito de sol en la silla que solía ocupar Nadine. Perdiendo toda sonrisa, sacudió
la cabeza y fue directamente al ordenador para meter el disco.

—Creo que vas mucho más rápido que yo —dijo Adrien—. Soy el nuevo, ¿recuerdas?

Justin sonrió mientras metía el disco y lo miraba.

—Esto es lo que creo: escucha atentamente porque no voy a repetirlo. Mira, creo que donde se torturó a Melina, no fue la
cabaña... Porque la cabaña no existía. Se construyó el mismo lunes que la encontramos. Es imposible que la gente haya pasado
miles de veces por ahí y no la hubiesen encontrado. ¿Eso te queda claro? —Adrien asintió—. Genial. Ahora a la llamada... Estos
sujetos suelen llamar para burlarse de al policía. Creo que es el mismo violador que llamó porque la poli la no supo quién era, no
supo qué hacía, y no supo dónde estuvo después. Pero le salió mal el plan.

Justin sonrió suspirando.

—Él no sabía que Nadine y yo estábamos conectados a la red de la policía. Él creyó que violaría, mutilaría y mataría a Melina y
después llegaría la policía. ¡Pero no contaba con nosotros! Nosotros escuchamos la llamada y llegamos muchísimo antes que la
policía... Es por eso que sólo llegó a medio mutilarla... Es por eso que huyó precipitadamente.

Adrien asintió siguiendo la explicación.

—¿Y todo esto lo sacaste a partir de una maldita llamada?

Justin asintió emocionado presionando el botón de reproducción.

"–911, ¿cuál es su emergencia?


+Hola, estaba pasando al lado de una cabaña cuando escuché gritos de una niña.
—¿Me puede indicar la dirección? ¿puede ver algo?
+Estoy en las afueras, en las colinas de westler, a un kilómetro al norte...
–¿Puede ver algo, señor? Una unidad va de camino.
+No puedo ver nada. He salido corriendo."

Justin lo detuvo.

—¿Te parece a ti que es una persona asustada que ha salido corriendo?


—A mí me parece que no se ha movido del sitio.

Justin asintió y siguió reproduciendo el audio.

"-No se mueva de ahí, señor. La unidad va en camino. ¿Me puede decir su nombre?
+Yo no quiero involucrarme en esto. Ya les di la información que querían. La niña no deja de gritar y ya están tardando mucho."

Entonces, el sujeto colgó.

—Los nervios le jugaron una mala pasada —dijo Justin—. Hace un momento dijo que había salido corriendo y ahora que la niña
no deja de gritar.
—Tienes razón. ¿Y ahora qué?
—Mira.

Probablemente Nadine hubiese hecho esto. Así que Justin metió el audio en un programa de edición de audio y aisló
absolutamente todos los sonidos hasta dejar solamente el de fondo.
Entonces, después de unos minutos, conectó dos auriculares y se los puso a Adrien y otros se los puso él. Le dio al play y su
corazón se detuvo.

De fondo, como si estuviese en otra habitación, se escuchan los gritos de una niña... Y de un hombre, de otro hombre.

—¿Entiendes algo que lo que dice? —preguntó Justin.

Adrien cerró los ojos concentrándose. Justin lo repitió una y otra vez. Una y otra vez... Una y otra vez.

Adrien abrió los ojos y miró a Justin:

—¿No has renacido? —murmuró Adrien—. Tenemos que tener una tercera opinión pero a mí me parece ir dice "no has renacido",
y después dice un montón de cosas que no se entienden.

Entonces, la mente de Justin fue a ese cálido lugar donde estaba Melina y ella le dijo algo bastante parecido...

Justin miró a Adrien y después al ordenador. Dijo lentamente con la garganta prácticamente sellada:

—Creo que por fin tenemos algo —murmuró Justin—. Estamos oyendo a los crimínales.

Justin consiguió dormir algo por la tarde-noche. Había quedado de verse con Melina por la noche, solamente que una hora antes
para estar más tiempo juntos. Había comprado la cena, algunos dulces, caramelos, incluso frutas para compartir con Mel.

El silencio era bastante agradable en la carretera, se sentía un poco cansado pero eso no quitaba que estuviese tan feliz de ir a ver a
Mel...

Es que no se la quitaba de la cabeza en todo el día. Todo le recordaba a ella... Es más, cuando llegaba a casa, esperaba verla en su
cama, dormida... Sin embargo, sólo lo esperaba un silencio inquietante.

Mantener el secreto de que iba a ver a Mel, era bastante difícil. Pues se vio comprometido una y otra vez al querer contarle a
Adrien qué iba a hacer por la noche.

Por fin llegando, se quedó en el mismo sitio de antes y esperó a que Mel apareciese.

Melina esperaba a que fuese la hora. Así que diez minutos antes de la 1 de la madrugada, volvió a salir por la ventana y corrió al
mismo sitio de ayer.

Bajó la pequeña colina, pasó el arroyo, subió el muro y ahí estaba el coche de Justin.

Melina sonrió corriendo como loca hacia el coche. Justin salió para recibirla con una enorme sonrisa también. Melina correteó
hasta encontrarse con él y darle un abrazo enorme. Se lanzó a sus brazos mientras que Justin sonreía levantándola en los aires.

—¡Mel! —dijo emocionado.

Melina se rió en sus brazos alejándose un poco para mirarlo bien. Le acarició las mejillas y fue directamente a sus labios para
besarlo suavemente.

—Te echaba de menos —murmuró Melina mirándolo a los ojos.


—Te he traído la cena —dijo Justin sonriendo, bajándola y yendo al coche para refugiarse del frío—. Entra, hace mucho frío.

Mel entró corriendo al asiento de atrás y se cubrió con las mantas que trajo Justin.

—¿Son nuevas? —preguntó Mel acurrucándose.


—Sí, las compré por la tarde —sonrió.
—Soy muy suaves —sonrió Melina.

Justin, se metió por debajo de las mantas también, tomando las piernas de Melina y subiéndolas encima de su regazo. Estirando
una mano tomó la bolsa de comida. Melina aplaudió emocionada.

—Adivina qué hay aquí —sonrió Justin.


—Hmmm... Huele a pechugas de pollo —sonrió.
—¡Bingo! También traje alitas.

Mel sonrió ampliamente tomando la caja que le daba Justin.

—Oye —dijo Justin—. Tengo Sprite y Coca cola.


Melina lo miró esperando que adivinara.

—¿Sprite? —Mel asintió múltiples veces emocionada lanzándose a sus brazos y besándolo en la mejilla.

Entonces empezaron a comer entre bromas y risas.

—¿Sabes qué he pensado? —preguntó Melina mirando al techo del coche—. Quiero estudiar.
—¿De verdad? —preguntó con una sonrisa Justin.
—Sí. Mi padre solía educarme en casa... Y lo dejé a los diez años —dijo evitando aquel tema tan doloroso.
—¿Y qué te gustaría estudiar?
—¡No lo sé! ¡Lo que sea! Pero estudiar algo —dijo sonriente Melina.
—Pues cuando salgas de aquí... Podemos irlo viendo —le guiñó el ojo Justin.

Ella sonrió acostándose en su hombro.

—¿Qué tal está Adrien?


—Está muy bien... Hoy consiguió robarle a la máquina expendedora un café.

Mel se rió mientras cerraba los ojos.

—¿Y tú qué tal estás?


—Estoy muy bien ahora mismo —respondió Justin.

Mel sonrió mirándolo levemente.

—¡Una carrera hasta el arroyo!


—¿¡Qué!? ¡Mel! ¡Acabamos de comer!

Pero Melina ya había salido corriendo en dirección al arroyo.

Justin salió corriendo detrás de ella para pillarla de la cintura antes de que llegara al arroyo. Ella se rió en sus brazos mientras
luchaba por llegar. Lo tenía a metros. Luchó y luchó mientras Justin la sostenía.

—¡Espera! ¡Voy a vomitar!

Justin la soltó preocupado mientras la miraba. Melina lo miró al rostro y se rió para correr hacia el arroyo.

—¡No, Mel! ¡Hace un frío infernal!

Justin intentó detenerla pero Melina ya se había metido entre carcajadas. Justin la siguió también quejándose del frío mientras
Melina le lanzaba agua.

La luz de la luna provocaba un ambiente azul, tan mágico... Lleno de luciérnagas, reflejos plata por parte del agua y negro por las
inminentes sombras.

Melina se rió yendo hacia Justin y abrazándolo por el cuello mientras que se quejaba por el frío.

—Mel... Estaremos... ¿A cuántos grados estaremos?

Ella se rió besando sus labios sintiendo el porvenir del agua rozarles la piel que quedaba al descubierto.

—Mel —susurró Justin besándola aún más en los labios. Ella sonrió en el beso y se pegó aún más a él.

Justin se alejó para mirarla. Entonces Mel se alejó para salir a la orilla empapada y con la ropa pesando unos kilos más.
Sonriendo, Justin fue hacia ella y se sentó a su lado.

—Estamos de acuerdo que esa ha sido una locura, ¿verdad?

Melina negó con la cabeza.

—La verdadera locura viene ahora.

Justin la miró solamente para notar que Melina se estaba desvistiendo para meterse. Justin abrió mucho los ojos. Las puntas
húmedas de su cabello rozaban con sus hombros y su piel fría. Ella se levantó completamente desnuda y corrió hacia el arroyo
otra vez. Parecía demasiado profundo para ser un simple arroyo.

Melina se rió desde dentro y le dijo:

—¿No vas a venir o tienes miedo?


—¿A qué le voy a tener miedo? —bufó Justin quitándose la chaqueta empapada.
—A los tiburones —se rió Melina—. No te preocupes, Justin... Yo no muerdo.

Justin suspiró mirando al cielo mientras se quitaba la ropa. Lo cual era tremendamente complicado porque la ropa empapada se
había pegado a su piel.

Justin corrió y se metió al agua, pues daba la sensación de estar más calentito que afuera. Mel sonrió tomando su nuca y besándolo
en los labios.

Melina se separó sonriendo mientras que Justin la tomaba de la espalda y ella se echaba para atrás. Justin la mantenía flotando
mientras que Mel veía el cielo.

Se encargó de memorizar todo eso. Las manos de Justin sobre su piel, manteniéndola a flote. El gran cielo azul lleno de estrellas y
la luna dando luz... Era maravilloso. El agua dando en sus oídos, escuchando y sintiendo el agua fría, su nariz sintiendo el frío, sus
mejillas congeladas...

Mel sonrió levemente sabiendo que por esto merecía la pena estar viva. Melina había mil veces imaginado que estaría mejor
muerta... Pero si estuviese muerta... El hombre de sus sueños no estaría sosteniéndola de ahogarse, no estaría aquí ella, él y la
naturaleza.

Fue como que todo el mundo se había alineado para recompensarle todo aquello que había sufrido, y estaba siendo un regalo
maravilloso.

—¿En qué piensas, bichito? —sonrió Justin.


—En que soy tan feliz ahora mismo...

De vuelta en el coche, estaban ambos congelados. Justin puso la calefacción a lo máximo mientras que temblaban agresivamente
envueltos en mantas.

—¿Moriremos? —se rió Melina con los labios amoratados y la piel pálida.
—Lo dudo, pero creo que estamos sintiendo la muerte.

Justin se rió.

—Ahora nuestra ropa súper empapada, ¿cómo me iré a casa?

Mel sonrió mirando a la manta y después a él.

—No me voy a ir con las mantas —dijo Justin—. Tengo vecinos, Melina... Vecinos que me juzgan y me miran mal.

Melina se rió a la par que él, la ropa estaba en el capó del coche esperando que por algún milagro se secase. Melina sonrió
apoyando su cabeza en el hombro de Justin.

—Nos queda solo una hora —dijo Justin mirando el reloj de la radio.

Melina suspiró cerrando los ojos. Ojalá el reloj fuese más lento, pero cuando estaba con él... Pasaba corriendo. Melina le sonrió a
Justin y lo besó en la mejilla.

Cuando ya era la hora, Melina estaba cubierta con una manta y miraba a Justin enfrente del coche.

—Cuídate mucho —dijo Melina sonriendo sin soltar su mano.


—Tú también Mel. Mañana traeré pizza.

Mel sonrió asintiendo.

—Mel —dijo Justin poniéndose serio—. Te quiero.

Mel sonrió alejándose un poco sin soltar la mano de Justin. E inevitablemente... Tuvieron que soltarse.

Melina corrió hacia la casa otra vez mientras que Justin se quedaba ahí. La miró marcharse y perderse en la oscuridad. Justin
suspiró volviendo al coche y preparándose para irse a casa... Tal vez podría dormir un poco antes de empezar a trabajar.

Por la mañana, Justin estaba en la oficina con la cabeza gacha y un cansancio inimaginable.
—Me está entrando depresión solamente con verte —le dijo Adrien.

Justin suspiró restregando sus ojos y estirándose en su sitio.

—¿Qué tenemos hoy?


—Para nosotros nada. Somos tan inútiles que todos los equipos están trabajando menos nosotros.

Justin volvió a recostarse en la mesa queriendo dormir.

—Voy a traerte un café —dijo Adrien.


—¡No! ¡Ni se te ocurra traer esa cosa del diablo!
—Hablando del diablo —murmuró Adrien al ver al jefe entrar. Adrien le dio un golpe en la cabeza a Justin para que se levantara.
—Buenos días —dijo el jefe—. Bieber... Espero que te encuentres bien...

El jefe parecía bastante aturdido...

—Alguien ha venido a verte.

Justin extendió la cabeza para ver entrar a una mujer mayor que Justin conocía perfectamente. Fue hacia ella y le dio un abrazo.

Se trataba de Sophie, la mamá de Nadine.

—Hola, Sophie —sonrió—. Cada vez más guapa. ¿Le puedo ayudar en algo?
—Sí —dijo la mujer.
—¿Quiere un café, un té?
—Agua, por favor.

Justin miró a Adrien y Adrien asintió guardándole la espalda y trotó a la cafetería para buscarle agua.

—Dígame en qué puedo servirle.


—Mira —le pasó una carta a Justin—. Me llegó hace pocos días. Como vivo tan lejos, las cartas tardan en llegar.

Justin la abrió solamente para casi morirse del susto. Era una carta de Nadine donde le decía a su madre que se iba del país.

Esto sí que era raro. ¿Primero decía que se iba a casa de su madre pero a su madre le decía que se iba del país? Esto era bastante
raro.

—¿Cree que puede ser de ayuda?


—Claro, ha sido de muchísima ayuda. Muchísimas gracias. Déjeme que la invite a comer —dijo Justin con una sonrisa.

Pero por dentro estaba tan preocupado pensando en que... Sea lo que sea en lo que estuviese metida Nadine... La llevó a una
muerte segura.
Problema 20.
Las amenazas.

Una pequeña niña camina a pasos rápidos y muy cortos entre sí por la madera del orfanato.

Baja las escaleras, una por una, apoyándose en las barandillas para no perder el equilibrio. Llega al piso de abajo y corre
dulcemente hacia la cocina. A esta hora están desayunando las monjas. Pasa el umbral y todas se le quedan mirando.

—Hola, peque —dice una de las monjas—. ¿Sucede algo?

La pequeña asiente varias veces y sin muchos rodeos dice:

—Melina ha entrado por la ventana en la noche —confiesa—. No estuvo toda la noche en su habitación.

Las monjas se miran entre sí preocupadas mientras que Melina iba pasando por el pasillo de afuera cuando escuchó toda la
conversación. Maldiciendo, lo más silenciosa que puede, se dirige rápidamente hacia el baño.

Se encierra y le manda un mensaje a Justin:

"No podré verte esta noche, saben que me escapo por las noches".

Melina sorbe por la nariz ya que parece que el río congelado la dejó resfriada. Mira a todos lados guardando el teléfono... Sale a
paso lento dirigiéndose a su habitación. No había nadie, así que se acuesta en la cama, toma un libro que estaba mal puesto por ahí
y se pone a leer... Pero era imposible quitarse el miedo de no poder ver a Justin esa noche.

Justin, en cambio, llegaba al trabajo un poco desconcertado por el mensaje. Miraba el suelo con el té caliente en una mano...
Levantó la cabeza al ver a Adrien acercarse hacia él.

—¡Justin! —dijo tremendamente contento—. ¿¡Has visto el tablón!? ¡Soy el empleado del mes!

Justin lo miró sin expresión durante un mini segundo para después echarse a reír.

—Qué imbécil que eres —se rió Justin.


—Lo dices por envidia, porque no eres tú el empleado del mes.
—Oh, ni me interesa serlo —dijo Justin dándole un sorbo a su té verde—. Pero igualmente, suerte con la cena.

Justin lo adelantó mientras que Adrien lo seguía impaciente.

—¿Cena? ¿Qué cena?


—La cena del empleado del mes —dijo Justin sin detenerse.
—¿De qué me hablas?
—Oh —se detuvo—. ¿No lo sabes? Verás, el empleado del mes tendrá que invitar a cenar a absolutamente todo el edificio a cenar.
Incluyendo conserjes y chicos del correo.

Adrien palideció mientras retrocedía.

—Bueno... Pues iré a hablar con el jefe... He hecho cosas malas este último mes, las tendrá que tener en cuenta.

Cuando Adrien desapareció, Justin se rió bebiendo del té.

—¿Cena del empleado del mes? —se rió un policía que había escuchado toda la conversación.
—Se me ocurrió sobre la marcha —dijo sonriendo Justin.
—Me caes bien —dijo haciendo la mano en un puño para que Justin lo chocara.

Justin lo hizo sonriendo traviesamente para entrar en su oficina.

Al caso de Melina...

Melina.

Estaba un poco resfriado por meterse a aguas tremendamente congeladas y no tener absolutamente nada para cubrirse. Pero... Pero
es que amó ese momento con toda su vida. Nunca lo había sentido con nada y con nadie... Jamás.
Ver a Melina desconectar del mundo material para introducirse en un mundo espiritual y emocional a un nivel han elevado del
resto de humanos... Había sido tremendamente maravilloso. Ese momento, de él sosteniéndola, el agua sosteniéndola y el cielo
arropándola.

Quería repetirlo una y otras mil veces. Sonrió sentándose mirando a la ventana, a los rayos del sol que golpeaban agresivamente al
edificio de enfrente.

Con un suave suspiro, se dio la vuelta para centrar toda su atención en el papel y en los hechos. Pronto tendrían que ir a la
cabaña... No sabía si estaba listo para eso.

El día parecía bastante húmedo, lo cual no ayudaba a su malestar. Así que fue directamente a la calefacción y la puso un poco más
alta en la oficina. Se sentó con un creciente dolor de cabeza y empezó a leer todo desde el principio.

"Jueves 25 de diciembre del 2008, es asesinada toda la familia de Norman Petrov, quedando como única sobreviviente Melina
Petrov, de 10 años. Secuestrada el viernes 26 de diciembre del 2008, y rescatada el lunes 29 de diciembre del 2008".

Suspiró y desvió su atención del papel, a Adrien. Entraba con un montón de papeles.

—¿Te apetece ir a la casa de Nadine? —dijo dejando los documentos en la mesa.


—¿No hay nada que hacer hoy?
—En principio no. Justin, esto es Canadá... Lo más interesante que le ha pasado, hemos sido nosotros. ¿Quieres dedicarte un poco
al caso de Nadine?
—La verdad es que sí.

Adrien, entre los papeles, miró un retrato perfectamente detallado de un hombre. Adrien frunció el ceño y sin explicación alguna,
su pulso se aceleró. Apartó la mirada y junto con Justin salieron de la oficina.

Al llegar a casa de Nadine, notaron ese ambiente tan silencioso y tan callado. Justin entró de primero y recorrió con los ojos todo
el perímetro.

—Oye, Justin —dijo Adrien—. ¿No se te hace muy rara esta casa? —murmuró.

Justin frunció el ceño negando con la cabeza.

—Tal vez es porque tú has estado aquí millones de veces... Pero... ¿No sientes una fuerte presión cada vez que entras?
—No te sigo, Adrien...
—Es como que las dimensiones de los pasillos son extrañas, no se corresponden con lo normal. Mira esto —dijo Adrien estirando
los brazo haciendo una T—. ¿Lo ves? Es como que te oprime.
—Es una casa pequeña, sí.
—A eso voy —dijo Adrien—. No se corresponde con las dimensiones del edificio.

Justin frunció el ceño y negó con la cabeza.

—¿Y tú cómo sabes todo esto?


—Soy un ladrón —dijo Adrien—. Además de robar ropa y teléfonos, sé estudiar edificios, sé estudiar dimensiones. Estudio casas
y posibles fallos... Y esta es demasiado extraña.

Sin esperar ni un segundo más, con muchísima fuerza golpeó la pared hasta crear un hueco.

Justin abrió mucho los ojos mientras veía el polvo y la pintura saltar por los aires.

—Lo sabía —dijo Adrien—. Tienes que ver esto, Justin.

Justin se acercó al ver que era una pared falsa. Por dentro, estaba lleno de cables y quién sabe qué clase de mecanismos tenía
Nadine aquí.

—Joder —masculló Justin sorprendido—. Buen trabajo, Adrien.

Adrien se encogió de hombros sonriendo adorablemente mientras se que se quitaba el polvo de las manos. Se acercó a ver el
interior. Justin con ambas manos arrancó un pedazo de pared para seguir el sentido de los cables.

Siguió y siguió arrancando con ayuda de Adrien hasta llegar a la habitación de Nadine. Recuerda miles de veces haber estado ahí.
Con el corazón latiendo con fuerza, pero decidido, siguió arrancando la pared hasta que se perdía en el armario empotrado.

—Se detiene aquí.

Adrien abrió la puerta del armario. De otro puñetazo, reventó el fondo del armario para darse cuenta que ahí había algo.

Justin y él lo arrancaron y se dieron cuenta que había unos monitores y unas pantallas. Justin y Adrien se miraron... Notaron que
las pantallas reflejaban en vivo y en directo todas las salas y rincones de la sala.
Con el corazón latiendo con fuerza, Justin miró a Adrien. Recordó aquellas líneas de aquella carta... Aquella bendita carta.

Nadine sabía que alguien estaba entrando en su casa, que alguien la estaba acosando, y no dijo nada. Simplemente... Simplemente
confió en que no le pasaría nada...

—Tenemos la grabación del asesinato de Nadine —dijo Justin con la garganta cerrada y los ojos repentinamente llorosos.

Adrien le colocó una mano en el hombro y presionó su carne para darle apoyo. Entonces, Justin se acercó a los monitores.

—Tenemos que conectar un teclado para poder controlar esto —susurró Justin bastante serio.
—Justin, ¿estás seguro que quieres ver esto?

Justin asintió.

—Estoy más que seguro.

Adrien asintió mientras se movía para buscar un teclado por ahí. Justin miró en los monitores a Adrien moverse por la casa... Dios
mío, Nadine, ¿Qué hiciste? Justin miró al suelo suspirando... No sabía si iba a ser lo suficientemente fuerte para aguantarlo.

Melina dibujaba un poco a Justin mientras que los demás estaban afuera jugando.

Estaba haciendo su retrato, pero de una manera especial. Estaba de lado enseñando su potente brazo lleno de tatuajes, sus
preciosas manos, y su precioso rostro de perfil. Es que no le hacía falta idealizarlo... Ya estaba idealizado.

Justin Bieber era extremadamente precioso sin exagerar. Sonrió mientras que detallaba su precioso cabello y esa preciosa
mandíbula que deseaba besar.

Ya no podía mentirse a sí misma... Hace años que había empezado a sentirse atraída por Justin. Probablemente desde que era niña,
solamente que ahora lo estaba aceptando y poniéndole nombre.

Tenía mucha fijación y respeto por él. Era una especie de Dios protector para ella... ¡La traía loca! Y tener que guardárselo durante
tantos años... Fue una tortura.

Primero tenía mucha admiración por él. Recuerda que era el hombre más guapo sobre la tierra, para ella. Le gustaba su compañía,
le gustaba que le comprase helados y la llevase al parque... Después le tuvo pánico.

Literalmente, después de lo que le hizo a su familia, su mundo se vio atrofiado y negro. Melina huía de él... Cuando la salvó... Fue
un alivio enorme, pues le seguía teniendo cierto miedo, pero la había salvado, le gustara o no.

Y se había hecho cargo de ella, sin esperar nada a cambio. La había cuidado y querido como si fuese su hija. La había mimado y
tratado con tanto cariño... Que no sabía cómo agradecerlo. Ese sentimiento era como un fuego dentro de ella que se propagaba
lentamente...

Cada acción, cada sonrisa... Todo de él... Todo, absolutamente todo.

Suspiró sonriendo mientras continuaba dibujando cuando una monja inoportuna irrumpió su idilio amoroso. Primero fijó toda su
atención en el dibujo, Melina se lo quitó de la vista y la miró esperando que hablara.

—Hola, Melina, ¿cómo te encuentras?

Melina solo asintió dando a entender que estaba bien.

—¿Por qué no sales con el resto a tomar el aire? Hace un día precioso.

Mel no quería hablar con ella, así que se encogió de hombros y negó con la cabeza.

—Estás más que invitada. Melina, mi único propósito es que te adaptes. Esta es tu nueva casa y como mínimo me gustaría que te
sintieras cómoda.
—Estoy bien aquí —murmuró Mel mirando sus manos encima del papel.
—Lo entiendo —dijo con una cálida sonrisa—. Pues te esperamos para comer.

Mel asintió mientras que veía por el extremo del ojo que la monja se iba de la habitación. Mel suspiró dándole la vuelta a su
dibujo, mirando el rostro a Justin. No supo porqué pero la hizo sonreír ampliamente.


Justin y Adrien estaban sentados mientras retrocedían los días en las grabaciones. Solamente se les veía a ellos y a la policía. Con
un suspiro de alivio llegaron al día en el que Nadine murió, en la madrugada para ser específicos.

Pues, se veía a Nadine por la casa normalmente. Llevaba una caja en la mano detrás de otra... Probablemente las pruebas de
embarazo. Justin contenía el aliento observando las imágenes.

—Está bastante nerviosa —dijo Adrien.


—Es obvio, está en shock —respondió Justin.

Después de un rato, parecía que Nadine sí de iba a dormir. Estaba en la cama y eso no les cuadraba a Adrien y a Justin, hasta que
en los siguientes trece minutos, ocurrió.

—¡Mira eso! —jadeó Justin.

Un hombre vestido completamente de negro escaló una de las ventanas desde el apartamento de al lado. Entró como si nada. Tenía
la cara descubierta, pero todavía no se había dejado ver del todo.

En la otra cámara, Nadine notó el ruido, así que sin esperar mucho, se levantó y fue al salón desarmada. Ellos tenían prohibido
tener armas, estaban los tres con la condicional, ¿Pero y en estos casos?

Justin, con mucha tensión, miraba la pantalla. Era como si, aún sabiendo el final, tenía la esperanza de que no acabase como
acabó.

En esa tensión, Adrien lo pausó de pronto trayendo a Justin a la realidad.

—¿Estás seguro que quieres ver esto?


—Sí, Adrien, ponlo por favor. Necesito saber quién lo hizo.

Adrien asintió cediendo a la petición de Justin. Dios, Nadine estaba a dos minutos de ser asesinada.

Y ahí venía. Nadine cruzó el pasillo con cautela, pero era demasiado tarde cuando el hombre se lanzó contra ella. Ese fue el
supuesto "ataque psicótico", en realidad, Nadine estaba defendiéndose.

Lo hizo como una campeona. Peleó y luchó tal y como ella sabía. A Justin se le llenaron los ojos de lágrimas pues verla luchar
como un fiera, lastimando al tipo e incluso derribándolo solamente para dar paso al fatal desenlace.

Y ahí vino, Nadine no pudo alejarse a tiempo cuando el sujeto levantó un cuchillo y se lo clavó en el lado izquierdo del abdomen.
Pero aún así, como si no le doliese, Nadine siguió peleando, Nadine siguió luchando por su vida. Es más, derribó al tipo.

Pero cuando Nadine iba a darle el golpe de gracia, el sujeto le dio una patada en la herida haciendo que cayese de espaldas.
Nadine ahí fue consciente del dolor... Y el sujeto, sin nada más, se fue por donde había venido.

Nadine se queda en el suelo, con un dolor insoportable que es visible en su carita. A Justin se le hace añicos el corazón al verla
arrastrarse hasta el teléfono.

—¿Crees que podremos verle el rostro al atacante? —preguntó Justin recuperado la compostura. La verdad es que el vídeo lo
había dejado hecho polvo.
—Lo intentaré.
—Necesito aire, avísame cuando lo tengas.

Adrien asintió dándole una palmada en el hombro para darle apoyo. Justin se levantó y salió de la casa. Adrien tenía razón, esta
casa es agobiante y más cuando has visto tremendas imágenes.

Después de un rato de estar pensando en Melina sintió su teléfono vibrar. Sin duda era Adrien para que volviese a entrar. Con
todas las ganas del mundo de verle la cara a ese hijo de puta, subió las escaleras y volvió a entrar en casa de Nadine.

Adrien estaba pálido cuando Justin entró. Justin perdió la respiración acercándose precipitadamente al monitor.

De pronto, su cara se deformó mientras se echaba las manos a la cabeza. Unas ganas enormes de llorar lo invadieron mientras que
trataba de buscarle lógica.

—Ni puede ser —jadeó—. Simplemente no.

Adrien parecía también bastante afectado. Ambos se miraron a los ojos tratando de buscar una explicación razonable... Pero no la
había...
—Adrien —dijo Justin como si alguien lo estuviera agarrando de la garganta—. Yo lo maté. Te lo juro que yo lo vi a los ojos y le
disparé en la frente... El... El padre de Melina no puede estar vivo.

Los días habían pasado. Melina echaba de menos a Justin... Tanto que empezaba a soñar solamente con él. Justin, por su parte, se
dedicó a buscar lo que sea de Norman Petrov, el padre de Melina.

Las cintas estaban clarísimas... No hizo ni falta exhumar el cadaver, probablemente la envenenaron en la habitación y acabaron
con su vida. Pero... ¿Qué hacía vivo un hombre que había matado él mismo? Literal, había tomado el arma, lo había mirado a los
ojos después de asesinar a toda su familia... Le dijo un par de cosas

Y apretó el gatillo.

Lo vio desangrarse y como se apagó automáticamente. Lo había matado. Después, repasó la mesa mirando a la pequeña Mel en su
silla, aterrorizada.

No supo por qué... Pero ese recuerdo le causó una leve sonrisa. Probablemente porque ver a Melina viva... Fue el mejor regalo de
la vida. Entre el caos, fue el mejor regalo de Navidad de la historia. Es más, la apuntó y estuvo a punto de acabar con su dulce y
pequeña existencia... Desde el cañón miró esos preciosos y adorables ojos que hicieron que su corazón se acelerara.

Su corazón latió tan deprisa... Que se desconcentró. Y no disparó. Bajo el arma y le sonrió preguntando si quería un helado.

Después de eso, la levantó en brazos y la colocó en el suelo. Se arrodilló y le dijo lentamente:

—Mel, corre hacia la vecina y dile lo que ha pasado. Con todos los detalles y no salgas de ahí, pequeña. ¿Entendido?

Melina, con lágrimas y sangre ajena, salió corriendo. A Justin le alegró tanto eso... Verla salir de ese caos viva e ilesa. Era
maravilloso.

Melina era maravillosa.

Con una sonrisa, empezó a recoger sus cosas para marcharse. Tenía tantas ganas de verla y que por fin hoy puedan verse... Era
simplemente maravilloso.

—¿Te vas, Justin? —preguntó Adrien restregando sus ojos después del ordenador.
—Sí —sonrió.
—¿A casa?
—Efectivamente —Justin terminó de recoger sus cosas para sonreírle a Adrien—. Hasta mañana.

Adrien suspiró y se levantó colocándose enfrente de él, bastante rápido.

—Espera, Justin. ¿Te apetece ir a cenar? —preguntó muy rápido.


—Lo siento, Adrien. Otro día será... No tengo hambre y además tengo muchas ganas de ir a dormir.
—¿Quieres que te acompañe?

Justin frunció el ceño y suspiró.

—Estoy muy cansado —dijo más serio—. Nos vemos mañana.

Y sin mediar más palabra con él, se marchó para ir a ver a su tierna Melina.

Melina cruzó el arroyo y salió corriendo como posesa para cruzar el muro y ahí ver el coche. Sonrió a pesar de no ver a nadie en
el inferior... Y de pronto, Justin salió del coche.

¡Estaba más guapo que hace unos días! ¡Esto es tan injusto!

Melina salió corriendo a su encuentro. Se lanzó a sus brazos y fue directamente a sus labios. Justin la sostuvo contra él para que
no se separara. Sus manos descendieron traviesamente a su trastero para mantenerla más firme.

Melina se alejó un poco con una sonrisa para mirarlo.

—Te eché de menos —susurró Justin con la voz ronca.

Mel sonrió volviendo a besarlo en los labios. Justin suspiró en el beso, que pasó de ser dulce a más intenso. Su respiración se agitó
cuando las manos de Melina se colocaron en su pecho, quemándolo.
Con mucho cuidado, se dirigió al coche otra vez para colocarla con suavidad en el asiento de atrás. Melina gimió cuando Justin
introdujo una mano dentro de su camiseta. Tenía las manos frías, esas preciosas manos...

Melina se arqueó hacia él cuando Justin se alejó levemente para cerrar la puerta del coche. Justin sonrió al verla así, como una
gatita pidiendo cariño.

Es extremadamente preciosa, se dijo a sí mismo, ¿cómo es posible que tesoros así se mantengan escondidos?

Justin volvió a besarla en los labios mientras que Melina le quitaba la camiseta con prisas. Vale, Mel, con calma...

Como si fueran por dos direcciones completamente distintas, Melina se quitó la ropa inmediatamente.

—Mel, cielo —le dijo Justin juntando su frente con la de ella mientras que Melina le desabrochaba el pantalón—. Hay tiempo,
bichito.

Pero Melina iba cada vez más rápido.

—Te necesito —gimió Melina suplicante.

Eso encendió a Justin. Fue como una llama que se extendió desde su columna, hasta sus manos, por todo su cuerpo. Justin fue
hacia ella besándola con demasiada intensidad. La sentía respirar debajo de él, como sus pulmones se hinchaban y su carita lo
miraba.

Dios, estaba enamorado... Hasta la médula.

Justin se alejó levemente para mirarla. Necesitaba mirarla. Tenía las piernas abiertas, la mirada suplicante, las mejillas rosas y los
labios rojos, lista para el amor.

Justin se deslizó otra vez encima de ella para besarla en los labios otra vez. Con una mano libre, le abrió un poco más las piernas
para que él se acomodara mejor. Melina gimió levemente cuando sintió su erección rozarla en el vientre. Justin continuó
besándola y con esa misma mano libre, tomó su miembro dirigiéndola hacia ella.

Justin se separó de sus labios para mirarla. Melina estaba con los cerrados mientras respiraba con fuerza esperándolo. Justin se
mordió el labio inferior sin apartar la mirada de Mel. Y entonces, por fin entró en ella. Melina se arqueó levemente gimiendo.

Justin estaba ensimismado observando a Melina... Que él provocara eso, era extremadamente increíble. La besó levemente en la
mandíbula, y empezó a moverse. Melina se arqueó tensándose mientras que Justin la observaba y la tomaba por la cintura para
que no se moviese tanto.

—Te quiero, Mel —murmuró Justin haciendo que Mel sonriera y lo abrazara.

Justin se ocultó en su cuello mientras que Mel gemía suavemente haciéndolo a él también gemir.

Cuando ambos estaban cansados, pero deseosos de más, con los cristales empañados, la piel sensible e hirviente, el corazón
latiente y los sentidos encendidos, Justin recordó algo que había dicho Mel sobre él.

Sacudiendo la cabeza para centrarse, se incorporó mirando a Melina y saliendo de su cuerpo, haciéndola sentir vacía y a él un frío
sobrecogedor. Justin miró a Melina pensándose mil veces si iba a hacerlo o no.

Mel frunció el ceño cuando lo miró quitarse el único anillo que adornaba su mano zurda. Eso la puso muy nerviosa, al punto de
tratar de incorporarse.

—Melina —dijo Justin—. ¿Dijiste que te gustaban mis manos?

Eso definitivamente la puso más nerviosa.

—Abre la boca —dijo Justin llevando dos de sus potentes dedos hacia ella. Melina, aturdida, lo hizo. Con ambas manos, tomó la
muñeca de Justin mientras lamía suavemente los dedos de Justin.

A Justin le tembló el labio inferior mientras admiraba esa escena. Con los ojos oscuros y la voz ronca, apartó esos dedos de los
labios de Melina para llevarlos directamente a su sitio más sensible y lastimado.

—No —gimió Melina cuando sintió que los dedos de Justin se apoderaban de ella.

Melina gimió arqueándose hacia él mientras que Justin gruñía tomándola con los dedos. Melina estaba suplicante, una lucha entre
el querer y no querer.
Justin también empezó a respirar con fuerza. Probablemente el perjuicio que tenía había acabado... Creía que Melina no podría ser
normal, incluso que su vagina no sería normal... Pero se equivocaba... Se había equivocado. Melina era como cualquier otra
persona y también la cirugía había hecho un trabajo increíble.

Melina gimió fuertemente casi dando patadas, ahí estaba. Ahí venía. Justin podía sentirlo mientras la tomaba con los dedos. Tan
fuerte, tan firme, tan rápido.

Entonces, como si lo hubiera tomado por sorpresa, Melina se arqueó hacia él sin emitir ningún sonido, con los ojos cerrados y
apretando las piernas con fuerza, contra su mano.

Había sido tan hermoso que Justin fue incapaz de contenerse también, y de corrió sin tocarse siquiera. Fue como que sus sentidos
se apagaron haciéndolo gemir... Fue la sensación más placentera pero igualmente más dolorosa de su vida.

Con la mano derecha tuvo que tomar su pene para asegurarse de que no se había hecho daño. Pero efectivamente, había alcanzado
el orgasmo solamente mirando a Melina. Cuando por fin sus sentidos volvieron, Justin parpadeó buscando la mirada de Mel, pero
ella seguía con los ojos cerrados, las piernas cerradas contra su mano y la respiración agitada.

—Mel —dijo Justin—. ¿Estás bien? —murmuró.

Pero apenas preguntó eso, Mel se echó a llorar.

—Bichito —susurró Justin con la voz ronca mientras se acostaba a su lado y la abrazaba de la manera más fuerte posible—. Lo sé,
lo sé. ¿Estás bien?

Mel asintió en sus brazos y suspiró intentando secar sus lágrimas.

—No pasa nada, pequeña. ¿Te hice daño?

Mel negó con la cabeza.

—Justin —dijo Mel mirándolo a los ojos—. Ha sido increíble, gracias.

Justin sonrió besándola en la frente y acomodándola en sus brazos. Mel se calmó después de unos momentos que Justin estuvo
acariciando su cabeza y ella su espalda.

¿Acaso alguien era consciente de lo mucho que se amaban y lo mucho que deseaban estar juntos ya? No, nunca, nadie.

Iba a ser duro, pensó Justin, pero valía la pena. Había caído por Mel, y se había estrellado contra el suelo rompiéndose todos los
huesos, estaba tan enamorado que podría recibir diez mil balas por ella...

Estaba tan enamorado que ya se había imaginado toda su vida con ella.

Entonces, en esa calma y silencio idílico después del amor... Ambos se quedaron petrificados al oír un ruido bastante fuerte.

A Mel le costó, pero para Justin fue inmediato.

—Disparos —murmuró tomándola de los hombros y mirándola levemente—. Vístete, rápido.

Mel asintió un poco nerviosa mientras que más disparos eran efectuados en dirección al orfanato. Melina se vistió junto a Justin lo
más rápido que pudieron.

Entonces, fueron tres o cinco minutos los que tardaron en vestirse y se iban oyendo más y más disparos.

—Mel, ponte detrás de mí, iré a ver qué pasa.


—¿¡Estás loco!? —jadeó Mel—. Ni de broma. Vayámonos Justin, por favor.

Pero Justin ya había tirado de su brazo y había salido del coche para acercarse al arroyo y ver qué cojones estaba pasando.

—Mel, dame tu teléfono —murmuró Justin. A medida que se acercaban, se oían gritos de niños y mujeres...

Mel se lo dio y Justin marcó al 911 tan rápido como pudo.

—Diles que están disparando varias veces, has contado unas trece veces. Parece ser contra los miembros del orfanato. Corre, Mel.

Mel asintió hablando con la operadora mientras que Justin intentaba ver qué estaba pasando o quienes eran.

Entonces, después de efectuar unos cuantos disparos más, salieron. Eran cinco hombres, al menos fue lo que pudo ver Justin.
Todos con armas extremadamente peligrosas, vestidos como militares.
—¿Qué cojones...? —murmuró—. Mel, escóndete detrás de mí.

Mel lo hizo mientras los tipos se marchaban en dos camionetas blindadas. Y se hizo el silencio. Un silencio extremadamente
horrible. Mel y Justin se miraron.

—Mel, no puedo ir a socorrer... Tampoco puedo quedarme, va a pensar que he sido yo.
—Llévame contigo —murmuró Melina—. No me dejes aquí sola.

Dios, vio eso otra vez en los ojos de Mel. Ese miedo y pánico que tuvo cuando era solamente una niña de 10 años.

—Justin, no me quiero quedar sola aquí.


—Tienes razón, Mel —dijo Justin—. Dame tu teléfono, tengo un plan.

—Adrien, necesito que reinicies mi pulsera —dijo Justin suavemente—. Sí, sí. Es un programa que desarrolló Nadine. Nos
permite poder salir de la ciudad y borrar todo rastro. Necesito que pongas que estoy en el internado de Melina... Que acabo de
llegar ahora. ¿Puedes? Sí, estamos bien. Es muy importante que lo hagas.

Después de un rato hablando, Justin por fin pudo colgar para acercarse a Mel. Ella estaba en el coche, bastante asustada. Después
de media hora, la policía llegó al sitio.

Era de noche, así que Melina y Justin se acercaron en silencio. Después del interrogatorio, les informaron que no había quedado
nadie con vida dentro... Pero que tenían que ver algo.

Pues, en la habitación de Melina, con la sangre de la pequeña que dormía al lado de ella hace unos días, estaba puesto en la pared.

"Tú eres la siguiente, Melina Petrov".


Problema 21.
Traumas ocultos.

—Nuestros coches estarán aquí todo el día —dijo el policía.

Melina está sentada fuera de una ambulancia mientras mira a la nada. Había tenido un ataque de ansiedad al ver las
pintadas en las paredes.

Justin estaba hablando con la policía en calidad de investigador. Adrien estaba de camino y la ciudad ya se estaba
despertando con la terrible noticia.

Genial, si querían asustar a Melina, enhorabuena, lo habían conseguido con creces. Justin de vez en cuanto echaba un
vistazo a Mel en la ambulancia para ver si estaba bien.

—Adrien ya viene en camino —dijo Justin a un policía—. ¿Puedo entrar a la casa?


—Está al policía científica trabajando, no tendríamos que interrumpir.
—No voy a interrumpir, solamente quería echar un vistazo... ¡Adrien!

Adrien estaba pálido mientras salía del coche buscando con la mirada a Melina.

—¿Mel? ¿Estáis todos bien?


—Mel está bien —le dijo—. Ven, voy a explicarte una cosa.

Justin acompañó a Adrien hasta la ambulancia mientras que Melina no subía la mirada.

—Bichito, te voy a meter en un coche de policía para que estés más segura.

Mel subió la mirada levemente y asintió bajándose de la ambulancia mientras que Justin le pasaba el brazo por encima
de los hombros.

—Quiero irme a casa —murmuró mientras que Justin le abría la puerta.

Justin y Adrien se miraron levemente mientras que Justin suspiraba y dejaba que Mel entrase.

—Nos iremos a casa, te lo prometo. Aquí estarás protegida y calentita. Si quieres dormir, estás en todo tu derecho.

Justin miró a ambos lados para asegurarse de que nadie estaba mirando, después sonrió y se acercó rápidamente a
besarla levemente en los labios.

—Todo va a estar bien, pequeña —susurró Justin acariciando una de sus mejillas.

Justin se giró al ver que Adrien estaba con los ojos muy abiertos y la boca abierta también por la sorpresa.

—Justin... —murmuró.
—Eso es lo que voy a contarte. Andando.

Justin ahora le pasó el brazo por los hombros a Adrien mientras que él no salía de su asombro.

—¿Qué acaba de pasar? —preguntó Adrien mientras que entraban en la casa.


—Pues que han asesinado a todos y cada uno de los integrantes del orfanato cuando Mel era el objetivo.
—¡No hablo de eso! —lo empujó Adrien—. ¿Qué te traes con Melina?
—Ah... Eso...

Justin suspiró mirando sus manos.

—Verás... Melina y yo tenemos algo, no sé decirte exactamente qué, pero tenemos algo. He estado viniendo a verla a
menudo... Estábamos juntos cuando escuchamos los disparos.
—Espera... Es demasiado para procesar.
Adrien se alejó levemente.

—Entonces... Aquel día, el que te la quitaron, ¿fue de acuerdo mutuo el sexo?


—Pues claro, lo que pasa es que Mel tiene un trauma... Y no reaccionó bien. ¿Qué creías? ¿Que la iba a violar? ¿Me
ves cara de violador?
—Prefiero no contestar a eso último...

Justin le dio un leve golpe en el brazo.

—Pero Justin... ¿Qué le va a ver de atractivo un hombre de cuarenta a una niña de diecisiete años?

Entonces Justin perdió todo sentido del humor. Pero tampoco se enfadó, fue una sensación de que lo había dejado
hecho polvo la pregunta.

—Todo —solo pudo contestar—. Ya sabes lo que dicen, para el amor no hay edad...
—¡No te jode! ¡Se refiere a que a cualquier edad el amor se siente de la misma manera! ¡No que te vayas a follar a una
bebé! ¡Melina es una bebé todavía!
—Adrien... —advirtió Justin.
—Te puedes meter en un problema... ¡Eres su maldito tutor! —jadeó.
—Adrien, las cosas surgieron. Simplemente me enamoré profundamente de Melina...

Wow... Decirlo en voz alta y a alguien más... Era ya otro nivel. Hasta Justin parpadeó asustado por la simple idea de
haberse enamorado por primera vez en su vida.

—Intento no ser malo...Pero es que Justin... ¡Es una niña! —exclamó—. ¡Yo la veo y pienso en pañales, muñecas y
todas esas cosas!

Justin suspiró mirando al techo.

—Adrien... No lo entiendes hasta que no pasa. Yo quería ser como un padre para ella, pero entonces... Mel empezó a
mostrarse tal y como era, y... Es maravillosa.
—Sigo sin entender qué le ves de atractivo...

Justin suspiró y se rindió completamente.

—Su fragilidad, su belleza, su inocencia, su preciosa y pura existencia, sus ojos, su cabello, su mente... Es
simplemente maravillosa. Está hecha para mi.
—Justin... Eso puede ser un problema. Te recuerdo que están buscando a Melina para asesinarla. Es algo personal,
porque asesinaron a todos con tal de asustarla.
—Lo sé perfectamente. Nadie mejor que yo para protegerla.
—¿Ah, sí? ¿Y con qué la protegerás? ¿Qué harás cuando te apunten con un arma de calibre más grande que toda tu
cara?

Justin se quedó callado un momento mientras se mordía el labio inferior. Negó con la cabeza.

—Por eso te digo que yo soy el más indicado para protegerla... Evitaré que lleguemos a esa situación.
—Ay Justin. Estamos hablando de verdaderos crimínales... Del padre de Melina...
—¿Y nosotros qué somos? Adrien, nosotros somos también los malos. Pero... Somos los malos que jugamos con una
ventaja...

Justin sonrió acercándose a Adrien para guiñarle un ojo:

—Estamos dentro del lado de los buenos. Podemos sacarle provecho y evitar que a Melina le pase algo.
—¿Y si no hubieras venido a verla? —jadeó Adrien dejando pálido a Justin—. ¿Y si te hubieras ido a cenar conmigo?

Justin se quedó callado mordiéndose el labio inferior.

—Adrien...
—¿Sabes lo que significa? Significa que donde estés con Melina, vas a estar en peligro. Incluso aquí y ahora...

Justin guardó silencio mirando a Adrien.

—Lo sé, Adrien. Pero estoy dispuesto a correr el riesgo. No voy a dejar nunca a Melina. Ni ahora, ni nunca. Y te
recuerdo que soy un sicario, conozco esto mejor que nadie.
—¿Eres? —preguntó Adrien.
—He dedicado toda mi vida a matar... No se me ha olvidado. Y si hace falta volver a hacerlo por Melina, lo haré.
Meteré tantas balas como sea posible si es por ella, y nada más por ella.
—Justin... ¿Tienes idea de lo que estás diciendo? Tienes tanta suerte por tener la condicional... Deberías estar
pudriéndote en la cárcel por el resto de tus días y sin embargo, estamos aquí, estás aquí. No lo arruines... Y si te vas a
la cárcel, ahí si que no podrás salvar a Melina.

Justin negó con la cabeza.

—Haré lo que tenga que hacer. Si estás de mi lado, bienvenido... Pero si no, no sé qué sigues haciendo aquí.
—Sigo aquí porque me importas, y me importa Melina, y me importa Nadine. Me importáis todos, y no quiero que
todo acabe mal...

Entonces Justin señaló a su alrededor como internado abarcar la grandeza de lo que ha pasado.

—¡Mira a tu alrededor! —jadeó Justin—. Las cosas ya van mal... Y se van a poner muy feas a partir de ahora. O estás
conmigo, o en mi contra.
—Justin... —susurró Adrien.

Justin arqueó las cejas esperando la respuesta cuando Adrien se rindió completamente con las manos en el rostro.

—Estoy contigo.

Justin sonrió ampliamente pasándole el brazo por el hombro.

—¡Lo sabía! Vayamos afuera, tenemos que buscar un lugar para dormir.

Al llegar a afuera, Justin perdió toda sonrisa al no ver la silueta de Melina en el coche de policía. Primero se quedó
quieto pensando qué había podido ser de ella, entonces el pánico lo invadió.

Salió corriendo y seguía sin ver a Melina dentro del coche.

—¡Mel! —bramó haciendo que los policías se pusieran nerviosos.

Entonces Justin abrió la puerta con una fuerza brutal solamente para ver a Melina adormilada en el asiento trasero.

Justin suspiró de alivio haciendo que todos los policías se calmaran.

—Nena —murmuró Justin—. Vaya susto me has dado.

Mel se restregó los ojos y se incorporó sin entender muy bien. Probablemente Justin estaba psicótico... Trataba de
disimularlo pero era demasiado complicado ocultar que a la persona que más amas, puede ser herida o incluso,
asesinada.

—¿Nos podemos ir a casa? —murmuró Melina cubriéndose con las mantas.

Justin se las apartó de la cara para poder verla, tomándola de la barbilla, le sonrió para calmarla.

—Nos iremos a casa, pequeña. Ya verás, espera un momento, tengo cosas que hacer por aquí.

El sol ya estaba saliendo dejando más luz a la catástrofe. Las noticias se hicieron eco y los primeros periodistas
pisaban la zona. Esto podría ser tremendamente perjudicial. Si alguna cámara llegaba a enfocar a Justin y/o Melina...
Podrían estar en serio peligro.

Así que Justin se metió al coche de policía.

—Adrien, entra por el otro lado.

Adrien trotó hasta el otro lado para subirse y dejar a Mel protegida entre los dos.

—¿Y ahora qué? —preguntó Adrien.


—Tenemos que ser discretos. Nadie puede vernos. Creo que es hora de irnos.
Mel asintió apoyando la cabeza en el hombro de Justin mirándolo. Dios... Cualquiera desde ese ángulo se vería
horrible... Pero Justin se veía precioso. Mel extendió una mano tomando la de Justin, entrelazándola con la suya.

—Parad —murmuró Adrien—. Cualquiera podría mirar.

Justin se estiró hacia los controles del asiento de adelante y empezó a hacer parpadear las luces para que un policía se
acercara.

Un policía se acercó y Justin le dijo:

—Tenemos que salir sin que Melina sea vista, ¿es posible?
—Podemos salir por detrás de la casa. Es un poco más tardado pero perfectamente podemos salir por ahí.
—Genial, ¿puedo conducir yo? —preguntó Justin.

El policía negó inmediatamente con la cabeza.

—Usted lleva una pulsera de control, no tiene permiso de conducir un coche policial.
—¿Me puede traer mi coche... O el de Adrien?

Apenas Justin dijo eso, el coche que estaba inocentemente aparcado ahí, el coche de Nadine... Ese coche que amaba
con toda su vida, explotó ante los ojos de todos.

Primero, fue un estruendo extremadamente fuerte, que hizo que todos saltaran de pánico. Después, vino lo peor, la
onda expansiva. El policía fue impulsado agresivamente contra el coche mientras que Justin cayó encima de Melina,
quien a su vez cayó encima de Adrien, quien rompió el cristal de la ventanilla con su cabeza.

Habían rociado gasolina por el suelo así que todo se empezó a prender en llamas en un microsegundo.

Justin se incorporó un poco perdido, pues su oído pitaba, su vista dolía, y sentía que se había quemado absolutamente
toda la piel, cuando el fuego ni lo había tocado.

Entonces miró a todos lados. Melina también se incorporó... Le hablaba, pero era tan lejano... Mel empezó a moverlo
con fuerza como si quisiera despertarlo.

Y entonces, de un segundo para otro, todos sus sentidos volvieron a la normalidad. Melina estaba diciéndole que
tenían que irse, tenían que irse.

Adrien estaba inconsciente. Melina estaba desesperada intentando abrir la puerta pero con Adrien ahí, le era
prácticamente imposible. Pero Justin estaba en shock. Él debería estar acostumbrado a este tipo de situaciones, y la
verdad es que sí lo estaba, pero fue como que múltiples emociones se agruparon en su cabeza llevándolo al borde del
colapso.

Pero ese pequeño porcentaje del asesino despiadado que solía ser, se despertó. Así que Justin apartó a Melina para
meterse en el asiento de adelante. Y menos mal que lo hizo, porque al ver que aquellos que creía compañeros, los
policías, sacaban del maletero armas gigantes... Justin aceleró.

—¡Agáchate! —gritó Justin al ver que les apuntaban.

Menos mal que Justin emprendió la marcha tan rápido como podía. Los disparos no llegaron ni a tocar el coche, pues
Justin los había sorteado con éxito. Melina no pudo agarrarse bien así que fue expulsada con brutalidad hacia Adrien.

Justin miró en el espejo retrovisor al policía con el que antes habían hablado... Era asesinado. Su vista se dirigió
rápidamente a Melina que se levantaba para intentar ver hacia atrás.

—¡No! No veas Mel... No veas hacia atrás.

Justin entonces pensó que la salida de ahí atrás no era falsa, puede policía era real, no era de los asesinos. Eso fue un
alivio, si iban para una trampa... Estaban perdidos.

—Melina, necesito que pongas a Adrien en un lugar seguro —dijo Justin mirando al bosque por todos lados, como si
estuviese pensando miles de cosas—. Necesito que lo ates con el cinturón y que tú te lo pongas urgentemente.
Melina, milagrosamente, no se quedó en shock. En una situación extrema, se hubiese quedado completamente
paralizada, sin embargo... Mel asintió entendiendo la gravedad de la situación.

Melina, con mucho esfuerzo, apartó a Adrien de la ventanilla para acostarlo en el asiento de atrás. No se le ocurrió
nada más que atar una muesca de su pantalón al coche.

Así no se movería.

—Excelente, peque —dijo Justin, ya empezaba a sudar y a estar en una tensión impropia—. Ahora póntelo tú. Nos
están siguiendo.

Mel asintió mientras que se acomodaba en el asiento e intentaba ocultarse por si alguna bala perdida iba hacia ellos.

Justin iba tan rápido, maniobrando entre escombros, árboles y lodo, hasta que después de unos angustiosos minutos,
miró una calle al fondo. Estaba vacía, y eso también fue un alivio.

Esto lo había hecho mil trillones de veces con Nadine... Pero a diferencia de antes, ahora traía a Melina en el coche
con él. Justin miró por el espejo retrovisor a Melina, estaba tratando de calmarse mientras miraba de manera psicótica
a todos lados.

Justin maldijo al ver que lo perseguían otros dos coches. Tenía que encontrar una manera de escaparse YA. Al fondo
escuchaba los coches circular por la autopista por la mañana, así que tenía que acelerar. Como si el coche pudiese dar
más de sí, avanzó a toda velocidad.

—Enciende las luces —murmuró Melina.

¡Las luces! Así tendrían el paso asegurado en la autopista. Justin las encendió y como por arte de magia, la gente
empezaba a apartarse.

Pero no por mucho tiempo, pues todavía los perseguían. Justin suspiró y miró a su lado, por alguna extraña razón, se
imaginó ahí a Nadine.

—Enséñales quién manda —sonreía Nadine presa de la adrenalina y la emoción.

Justin asintió sabiendo a qué se refería. Era una maniobra terriblemente peligrosa. Consistía bajar la velocidad hasta el
punto de que casi los alcanzaran, acelerar a la máxima potencia y dar un volantazo que lo llevara al otro lado de la
autopista.

Así los perderían de vista. Tenía que ser extremadamente ágil y tenía una lista interminable de cosas que podían salir
mal... Pero tenía que intentarlo.

—Melina, necesito que te agarres bien de dónde sea y por favor escóndete —ordenó Justin apagando las luces para
mirar a los coches alrededor. Tenía que ser ahora o nunca, si un coche se cruzaba... Podían morir los tres.

Así que Justin disminuyó la velocidad. Justin miró por el retrovisor y se topó con los ojos preciosos de Melina
aterrada al ver que él iba cada vez más lento y los demás.

—Justin... —murmuró ansiosa.


—Confía en mí, bichito.
—Pe...
—Vamos a estar bien. Agárrate bien, esto se va a poner feo.

Melina lo hizo echando un vistazo y notando que cada vez venían más y mas cerca. Melina suspiró mientras que
Justin no apartaba la vista del retrovisor.

Un segundo más... Solamente necesitaba que estuviesen un poquito más. Fue suficiente cuando vio que uno salía de la
ventanilla con un arma enorme.

Así que Justin aceleró ferozmente. El coche rechinó debajo de ellos y fueron impulsados hacia atrás al acelerar. Los
demás coches se quedaban atontados al verlos traspasar la autopista a esa velocidad.
Justin miró a un lado.

Una...

Dos...

¡No, mierda! No podía porque había demasiados coches, necesitaba un momentito para cruzarse.

De pronto, vio un sitio libre. Miró el retrovisor una vez más y dando un fuerte volantazo, fueron a parar en el sentido
de la otra autopista perfectamente acoplados.

—¡Sí, joder! —exclamó Justin dando un golpe al volante al ver que le había salido todo bien.

Con una sonrisa de jubilo miró a Melina por el retrovisor. Estaba pálida mientras se recomponía. Entonces Justin
dirigió su mirada hacia más atrás. Los coches al frenar habían provocado múltiples accidentes. Justin con una sonrisa
de júbilo se dispuso a ir a la ciudad.

Por alguna razón, tuvo una idea maravillosa llegando a la ciudad. Con mucho cuidado y discreción, se metió a un
aparcamiento público donde procedió a bajarse.

—Baja —le dijo a Mel.

Mel lo hizo, todavía le temblaban las piernas.

—Ayúdame a quitar todas las pegatinas del coche.

El coche iba a salir de aquí como un coche blanco común. Así que ambos se encargaron de quitar todas las pegatinas,
Justin cambió la matricula con otro coche, quitaron las luces, el gps, la radio, todo lo que pudiera decir dónde estaban.

—Dame tu teléfono, bicho —dijo Justin.

Mel sacó el teléfono para que Justin revisara algo en el interior y después estrellarlo contra el suelo. Incluso se
encargó de pisarlo. Justin tomó el suyo e hizo lo propio.

Fue hacia Adrien y también lo hizo... Si tenía información importante, ya la podría volver a robar. Abrió el maletero
para ver que estaba repleto de armas.

Mel retrocedió un poco asustada. Las armas daban mucho miedo... Y no entendía cómo es que alguien podía...

—¡Joder! ¡Mira esta preciosidad!

Justin sacó un arma más grande que Melina. Ella tembló alejándose mientras que Justin las inspeccionaba todas.

—Nadine se hubiese vuelto loca —susurró hablando en voz alta.

Parecía un niño pequeño mirando todos los dulces de halloween. Su rostro estaba iluminado por toda esa chatarra.

—Déjalas aquí —susurró Mel.

Justin se giró levemente para mirarla. Ahí tenía a los dos Amores de su vida. La pequeña Mel y su vida anterior. Estiró
una mano hasta su nuca para acercarla y darle un beso en la frente.

Le dio un fuerte abrazo estrechándola contra él.

—Bichito —susurró súper bajo—. Somos fugitivos ahora. Ya vistes a esos tipos... Son los malos y nosotros tenemos
que defendernos como sea.
—¿No podemos ir a la policía? —susurró Mel subiendo la mirada hacia él. Esa maldita mirada a la que no le podía
decir que no.
—No cielo, ya has visto lo que ha hecho al policía. Estaremos bien, yo me he pasado la vida como fugitivo.

Entonces Mel se alejó un poco para mirarlo.

—Vayámonos ya —dijo un poco nerviosa—. ¿Qué crees que quieran de nosotros?

Justin bajó la mirada al suelo y después a Melina.

—No lo sé, pequeña Mel.

Unos hombres vestidos de militar entraban a una habitación extremadamente enorme.

Entraban como si fuesen la escolta presidencial, en tremendo silencio y con mucha paciencia. Abrieron las enormes
puertas para ver a un hombre sentado en una enorme silla como si fuese el dueño del mundo.

Miró a los militares con los ojos entrecerrados.

—¿Y Melina?
—Escapó, señor. Con Justin Bieber —respondió el más grande de todos ellos.

El hombre se relamió los labios y se levantó de la silla para hacer sonar sus enormes dedos. Era un hombre
extremadamente enorme.

Entonces, caminó levemente hasta una de sus estanterías, plagada de libros que probablemente no había tocado en su
vida. Así que moviendo una lámpara, una pequeña habitación se abrió.

Estaba bastante oscura, pero se podía ver que perfectamente ahí adentro estaba Nadine.

Estaba atada de manos y pies en una silla. La ropa ensangrentada y la cara llena de sangre por los golpes.

—¿Has oído eso, pequeña Nadine? —murmuró el hombre dándole un golpe en la cara con el puño cerrado.

Nadine jadeó echándose a llorar.

—¡Yo no sé nada! —gritó.

El hombre la agarró del rostro.

—Claro que lo sabes. Tarde o temprano cantarás. Nadie resiste a la tortura, Nadine —dijo el hombre buscando unas
tenazas y una cuerda—. Verás...

Se acercó con las tenazas hacia ella mientras que Nadine jadeaba aterrada.

—Melina no es una niña buena —sonrió—. Melina ha sido muy mala en el pasado. Así que a Norman Petrov, es decir,
a mí, el gobierno me ofreció una buena cantidad de dinero por Melina, para que experimenten con ella. Mel es un
experimento del gobierno. Entonces, supuestamente Justin Bieber me asesinó, lo cual, como ves, es falso, esa es otra
historia. Entonces yo tenía que empezar de cero y al darme cuenta que mi hija estaba viva... Sin pensar un segundo
más, la vendí —dijo con una sonrisa de triunfo—. Todo hubiese acabado bien si tú y el imbécil aquel no hubieseis
metido las narices donde no os llaman.

Con las tenazas, le agarró un dedo a nadie y empezó a intentar cortarlo mientras que ella gritaba del pánico y del dolor.

—Melina es bastante delicada ya que el experimento acabó muy mal. Y en cualquier momento puede que su cerebro
recurra a la maldad de su niñez.
—¡Eso es falso! ¡Melina siempre ha sido buena con Justin!
—Tú misma lo has dicho, cielo —sonrió mientras apretaba más—. Solamente con Justin. No sabias a qué se dedicaba
en su tiempo libre... Como a matar pajaritos, quemar gatos, destripar gallinas e incluso intentar matar a su hermano.
La verdad es que no la culpo, Mel ha crecido en un ambiente difícil.
—¡Eres un mentiroso!
—Dime en dónde están Justin y Melina. Y tú podrás irte por donde te traje.
—¡No! ¡Sobre mi cadáver!
—Melina es muy peligrosa. Tiene que ser eliminada.

Melina es un experimento del gobierno, repetía Nadine en su cabeza. Cerró los ojos fuertemente al pensar en la terapia
del Renacimiento. Probablemente era eso.
Nadine había sido apuñalada y drogada. Le habían inyectado una droga que la hacía parecer muerta.

No recuerda absolutamente nada, más que un día se despertó en esta habitación, sin un hijo, una herida y unas
malditas cadenas alrededor de sus muñecas.

Desde entonces la habían golpeado, torturado para que hablase pero estaba decidida en no hacerlo. Nadie sabía que
ella estaba ahí, todos creían que estaba muerta y probablemente así acabe.

—¡Melina no es peligrosa! —jadeó.


—¿Vas a hacer que tu mejor amigo y el padre de tu difunto hijo corra el riesgo? —preguntó en tono de burla tomando
la cuerda y envolviéndola alrededor del cuello de Nadine.
—¡No corre ningún riesgo! —jadeó Nadine mientras que apretaban la cuerda.
—Oh, Nadine. Voy a buscarlos en todos los rincones de la ciudad, voy a recorrer las alcantarillas, los edificios, los
trenes, el país entero si hace falta... Y cuando los encuentre, te traeré a Justin y te obligaré a que le dispares en la
cabeza tú misma. Te lo juro, Nadine. Así que habla.

Pero entonces Nadine dijo algo que le heló la sangre a Norman Petrov.

—Pues reúne a tus hombres, están tardando en empezar la búsqueda.

Melina iba un poco escondida en el asiento de atrás. Era como que le daba miedo asomarse por la ventana. Justin iba
demasiado tranquilo para ser verdad.

—Bichito, ¿estás bien?

Mel quería decirle que no. Mel quería decirle que por favor buscaran ayuda, pero para no preocuparlo, asintió con la
cabeza y se ocultó un poquito más en el asiento de atrás.

—Vamos a estar bien —sonrió Justin por el retrovisor—. Te lo juro Mel.


—Justin no me jures nada que no puedas cumplir —dijo Mel súper rápido.

Hubo un leve silencio. Justin suspiró deteniendo el coche en un semáforo en rojo para mirarla de una manera tan
intensa que sintió Mel que se desmayaba o se quedaba hipnotizada por esos preciosos ojos mieles.

—Te juro que daré mi vida por ti si es necesario, Mel. Voy a protegerte por encima de todo, eso tienes que tenerlo
claro. Y haré lo que tenga que hacer para que estés bien.

Melina se mordió el labio inferior y suspiró estirando su mano. Justin la tomó y la besó para acunar esa mano en su
rostro. Con mucha dulzura, Justin sonrió y se tuvo que girar antes de que cambiase a luz verde.

Avanzaron pero Mel estaba muy preocupada. Con el corazón latiendo con fuerza y un mal cuerpo terrible, miró un
poco a la ventanilla para dar el grito de su vida.

Justin se giró aterrado por su le pasaba algo.

—¿¡Qué cojones hago aquí!? —gritó Adrien más perdido que una tortuga en un gimnasio.
—¡Joder, Adrien! —jadeó Justin también asustado—. ¡Mira lo que le hizo tu cabezota al cristal!
—¡Yo estoy bien! Puedo ver, respirar y siento las piernas, gracias por preguntar.
—De nada, tío. Pero lo que me preocupa es el cristal.
Goals.

—¿¡Y qué hago atado aquí!?

Tenía el pantalón atado al cinturón de seguridad. Pero antes de que Melina intentara responder, Adrien tiró
fuertemente rompiendo el pantalón.

Justin miró por el retrovisor un momento pero entonces, empezó con a reírse a carcajadas. Una risa preciosa y
contagiosa que hizo a Mel reírse un poco a escondidas.

—Mi pantalón... —musitó.

Justin se rió aún más mientras seguían avanzando por la ciudad.

—Se... ¡Se me va a enfriar el culo! ¡No es gracioso! ¿Qué cojones ha pasado?


—¿Quieres que te caliente ese culito, mi amor? —sonrió Justin mandándole un beso por el retrovisor.
—¡No es gracioso! —jadeó como un niño pequeño.

Melina suspiró arrecostándose en el asiento de atrás mientras veía un poquito por la ventanilla, solamente se ponían
ver sus ojitos desde afuera.

—Ya te contaremos —dijo Justin suspirando por la risa—. Joder tío, estoy llorando de la risa.
—Que no da risa. Recuerdo estar en el coche y después nada que estaba atado y secuestrado.
—Ya te contaré.

Justin le quitó importancia para que Melina no se preocupara. Pero Justin no podía dejar de pensar en la magnitud de
lo que había pasado.

Un ejército de hombres extremadamente grandes, fuertes y armados, iban detrás de ellos, dirigidos por un hombre
extremadamente poderoso porque si podían infiltrarse en la policía, es que atrás había mucho poder.

Justin no quería pensar en el padre de Melina por ahora. Y que habían puesto una bomba en su coche, quién sabe
cuándo, para que coincidiera con su salida al trabajo.

Lo que no sabían, era que Mel y él se han estado viendo y eso les salvó la vida. Si de casualidad Melina se hubiese ido
pronto, o no se hubiesen visto... Ambos estarían muertísimos.

Justin se tensó de repente ante sus pensamientos, pero no podía dejar que su ángel lo viese así, pues podría ser peor
preocuparla y hacerla pasar por todas estas cosas.

No quería preocuparla, con lo que Melina ha sufrido... No podía hacerle pasar por más. No podía. No estaba permitido
hacer sufrir a una pequeña cosita así.

Adrien lo miró por el retrovisor y entendió perfectamente que no era bueno lo que estaba pasando. Justin le devolvió
la mirada y negó con la cabeza levemente.

Adrien asintió entendiendo que no debían hablar del tema con Melina enfrente.

Así que todo el viaje hacia su escondite, lo pasaron en silencio, un absoluto silencio que ojalá acabase pronto.
Problema 22.
El encierro.

Demonios no son aquellos que se te aparecen y te asustan.


Son aquellos que sabes que están ahí atormentándote paulatinamente.

Después de dar múltiples vueltas por la cuidad para evitar ser perseguidos por cualquier coche, moto o sensor, bien
entrada la noche, Justin decidió que era hora de ir a uno de sus sitios favoritos pero el más triste de todos.

La biblioteca de la ciudad era el único sitio sin cámaras. Pues era un edificio que se habrá construido antes de la
independencia canadiense, las paredes eran viejas y frágiles. Aguantaban perfectamente para lo que se requería pero
para instalaciones modernas como son las cámaras y demás, poca cosa se podía hacer.

Además digamos que la modernización del edificio está tan próximo que van a preferir derrumbarlo antes que
renovarlo.

Así que ese era el sitio favorito de Justin, pues abajo, en los fosos de la biblioteca, al parecer fue un refugio durante la
independencia así que estaba perfectamente condicionado para ambos.

Justin con ayuda de Nadine consiguieron robar las llaves. Como no eran ladrones, fue el peor robo de la historia, casi
los pillan y fue un desastre. Pero al fin y al cabo, las consiguieron.

Así que en caso de emergencia, las ocultaron donde nadie se esperaría, en la propia biblioteca. Ante la falta de
cámaras, Nadine y Justin hicieron de sus anchas en la biblioteca. Así que con un montón de falsos fondos,
consiguieron hacer suya la biblioteca para poder ocultarse en ella cuando era necesario.

Justin dejó el coche blanco en el parking repleto de gasolina robada que Adrien había hábilmente conseguido. Y
emprendieron marcha a la biblioteca.

Entraron por un lateral, donde había un falso fondo. Ahí se adentraron entre pasillos y pasillos de manuscritos y libros
en desuso. Para después descender por esos pasillos y por fin llegar a las puertas del paraíso, según Justin.

Aquí pasó de los mejores momentos con Nadine. De esos que te quedas hablando hasta que el sol vuelve a salir.
Conversaciones que fluyen preciosamente, como un río.

Sonrió con dulzura tomando las llaves que había escondido en un manual de geografía que llevaba sin usarse un
tiempo.

Así que Justin abrió suavemente la puerta. Hay que tener en cuenta que esto no se habría desde hace 8 o 9 años, así
que el polvo y la humedad invadieron sus narices.

Justin invitó a entrar a Melina mientras encendía la luz que milagrosamente funcionaba todavía.

Melina miró a su alrededor. Era una habitación con dos camas, había una puerta que sin duda era el baño, y nada más.

—Melina —le dijo Justin con una sonrisa mirando alrededor como si fuese el mejor sitio del universo—. Tú dormirás
conmigo y a Adrien le dejaremos la cama grande para que no se queje.
—¿Cuándo me he quejado yo?
—¿Ahora mismo?
—¡Claro que me estoy quejando de que tú te quejes de que me queje!

Melina sonrió levemente mirando el suelo mientras se sentaba en la cama. A Justin esa imagen le rompió el corazón.
Fue como que él quería profundamente que Melina tuviese la mejor de las vidas posibles y no había sido capaz de
dárselas, es más, la había cagado tanto que ahora eran fugitivos.

Fue hacia Melina para arrodillarse en el suelo y mirarla a los ojos.

—Todo va a ir a mejor, mi pequeño bicho. Te lo prometo.

Melina le sonrió levemente mientras asentía creyendo en sus palabras. Justin estiró una mano para acariciarle
levemente la mejilla y sonreírle pero se sintió tan jodidamente culpable...
Pues no sabía cómo parar todo esto. No sabía qué querían y no sabía a quién acudir.

Podría acudir a su jefe, pero él solamente archivaría el caso y tal vez llegaría a actuar cuando ya estuviesen muertos.

No podía arriesgarse a eso, además había involucrado a Adrien y menos mal que lo había hecho...

Pues algo le decía que iban uno por uno, y la primera fue Nadine.

Nadine estaba en el suelo mientras que Norman Petrov la violaba brutalmente. Nadine simplemente pensaba en
Melina y que si una niña de 10 años, contra todo pronóstico, aguantó, ella también podía aguantar.

Nadine cerró los ojos echándose a llorar cuando la tomó del cabello con fuerza y tiró de ella como si fuese un objeto.

Estaba más que decidida a no revelar en dónde podrían descifrar la pulsera de Justin para ubicarlos.

Nadine lloriqueó cuando por fin acabó. Se quedó quieta en el suelo mientras que sentía que su cuerpo estaba
destrozado. Suspiró apoyando con fuerza sus manos atadas en un pequeño intento de incorporarse.

Pero... Ojalá no hubiese hecho eso, pues no hubiese visto que la puerta se abría y dejaba paso a todo el ejército o la
mayoría de los hombres de Norman Petrov.

Nadine musitó muy bajito mientras rogaba para que la mataran ya. Era una mujer que podía aguantar perfectamente la
tortura...

Pero ya estaba siendo demasiado y no sabía si iba a poder aguantar más.

Melina estaba en la cama mientras que Justin se acomodaba.

—La edad ya empieza a notarse —dijo Justin—. Me duele la espalda.


—Te aseguro yo que hasta al más niño le dolería la espalda si pasa dos días sin dormir y sentado en un puto coche —
dijo Adrien acomodándose en su cama.
—¿Te duele la cabeza? —preguntó Justin mirando a Adrien.
—Sí, un poco.
—Bueno... Pues asegúrate de despertarte y no morirte mientras duermes.
—Gracias, ahora tendré dulces sueños, Justin.
—También asegúrate que esos sueños sean con modelos o robando o robando modelos porque si te mueres, que sea de
la mejor manera.

Adrien se rió mientras que suspiraba mirando hacia arriba. Había una pequeña lámpara led que servía sin electricidad.
Estaba en uno de los escritorios de la biblioteca, así que la tomaron para ellos.

—Ay, Justin —murmuró Adrien después del silencio—. ¿Cómo vamos a hacer?

Sintió la mirada de Melina sobre él y se sintió tan culpable y tan jodidamente mal que no pudo mirarla.

—Todo va a estar bien.


—Ya... Pero nosotros no comemos ni vivimos de palabras. No tenemos nada, nuestros apartamentos tienen que estar
siendo registrados y destruidos... Ni desodorante tienes y ya empiezas a apestar.

Justin se rió levantándose de un salto de la cama para ir corriendo hacia la esquina de la habitación. Melina y Adrien
no apartaron sus ojos de él.

—Vale, Adrien. No tenemos desodorante, pero si tenemos dinero para comprar desodorante.

De una pequeña baldosa, Justin sacó un cubo repleto de dinero. Estaba súper plastificado para que no se dañase.
Melina abrió mucho los labios.

—Nos turnaremos para comprar las cosas básicas. La comida la podremos comprar por ahí. Con Nadine intentábamos
no comer tanta comida chatarra, sino que ir a restaurantes, y poner la comida para llevar.
—Justin...
—¿Qué? Tú quéjate, pero aquí me he comido los mejores tacos del mundo.

Justin volvió a dejar el cubo lleno de dinero escondido y volvió a la cama con Melina. Respiró profundamente por el
dolor de la espalda y suspiró.

—Tenemos que tomarnos con calma esta situación —dijo—. Esa es la clave.
—Claro, es tan sencillo estar tranquilos mientras quieren...
—Shhh —Justin lo silenció antes de que lo dijese ya que podía asustar a su pequeña—. Ellos pueden llevarse lo que
les de la gana, al fin y al cabo, seguimos respirando. Así que si nos alteramos, probablemente dejemos de hacerlo.

Melina suspiró encogiéndose a un ladito de la cama. Justin sonrió dulcemente acostándose a su lado mientras que la
miraba. Mel en cambio, estaba mirando el tatuaje del centro del pecho de Justin. Era una cruz, Melina estiró los dedos
y la tocó.

Justin sonrió siguiendo con la vista su tacto. Se acercó levemente para besarla en la frente y acurrucarse a su lado.

—¿Estás cansada? —preguntó. Mel asintió.

Las mantas olían mal por todo el tiempo que pasaron aquí, las camas olían mal, no habían ventanas... No había nada.
No tenían nada.

No es la vida que le había prometido, ni siquiera estaba cerca. Eso le destrozó el corazón. Su pequeña Mel iba a tener
frío esta noche... Y él se había prometido que ella nunca pasaría frío, ni hambre, ni nunca volvería a estar así de rota
como solía estar...

Pero, ¿A quién iba a mentirle? Todo iba de mal en peor. Con el corazón roto, miró a Mel y se dijo que las cosas no
podían quedarse así.

Así que ante la mirada incrédula de Adrien, Justin empezó a vestirse otra vez. Utilizando la chaqueta de Adrien, que
tenía capucha, los miró a los dos.

Se inclinó para tomar un arma de pequeño calibre y se la enseñó a Adrien.

—¿Sabes usarla?

Adrien asintió un poco desubicado.

—Pues si algo pasa, ya sabes qué hacer.

Le tiró el arma y Adrien la pilló en el aire. Con el corazón latiendo con fuerza, Melina se sentó a una esquinita,
abrazando sus piernas.

Justin fue a la baldosa y ahí tomó un buen puñado de dinero y se lo metió a los bolsillos.

—Si no vuelvo en cuarenta minutos, iros de aquí y escondeos. Mel, te quiero. Adrien, quita esa cara de imbécil.
—Pero Justin...

Justin ya se había ido. Adrien suspiró exasperado dejando el arma lejos. La verdad es que él no era de armas blancas o
armas de fuego. Era más bien bastante pacífico, ya que las armas daban mucho miedo.

Melina miró a su alrededor buscando algo que hacer, pero lo había nada en ese cuarto...

—Tengo una idea —dijo Adrien—. ¿Te gusta leer, Melina?

La verdad es que sí. Además de hacer dibujos en el ordenador, entrar a foros y pasar horas en la Wikipedia, Mel leía
muchísimo.

—Estamos justo debajo de una biblioteca. No quiero dejarte sola, ¿vienes conmigo a traer libros?

Mel asintió un tanto emocionada.

—Genial.
Adrien se vistió y Melina también. Así que con la ropa sucia pero el corazón feliz, ambos fueron a buscar los libros.

La entrada a la biblioteca fue relativamente sencilla, así que la tenían a su plena disposición. Melina fue directamente
a los estantes y empezó a sacar libros, uno detrás de otro. Juzgaba por portada, por sinopsis, por autor.
Libros y libros, más libros.

A Adrien le tocó cargarlos todos, pero lo hizo con gusto al ver a Melina tan feliz. Al volver otra vez, Adrien consiguió
robarse una lámpara que estaba mal puesta por ahí, así que la bajó para que Mel pudiese leer.

Justin estaba en el supermercado pagando todo lo que había comprado para Mel y Adrien, cuando en las noticias
dieron lo del suceso.

No dieron muchos detalles, pues se decía que las autoridades seguían investigando, y que por ahora había muchos
desaparecidos.

Y ahí estaba lo que Justin se temía. Fotos de su cara, de Adrien y de Melina cuando estaba más pequeña. Justin
maldijo cuando el cajero le daba el cambio y lo miró a la cara.

El cajero miró a la televisión, después a Justin, después la televisión y cuando quiso ver a Justin, éste salió corriendo.

—¡Eh! —dijo el cajero corriendo detrás de él con el teléfono en la mano para llamar a la policía.

Estaba jodido, pues si decía a la policía dónde estuvo, fácilmente iban a ubicarlo con todas las cámaras y seguirlo
hasta la biblioteca, no podía arriesgar a su Mel de esa manera.

Así que deteniéndose, se tragó el orgullo y volvió sobre sus pasos hacia el cajero.

—Cuelga —ordenó bastante serio, haciendo que el cajero se quedase pasmado y obedeciera ciegamente.
—¿No que estas desaparecido?
—Lo estoy, tengo que estarlo. ¿Quieres saber qué pasa? Tratan de matarnos, no somos criminales, no hemos hecho
nada malo, pero tenemos que estar ocultos por nuestra seguridad. ¿Puedes guardarme el secreto?
—¿Estás seguro que no eres un criminal?
—No, no lo soy. Y si lo fuese, ¿qué haría con un par de almohadas, un peluche y una bolsa de melocotones? Tío,
solamente quiero sobrevivir. Dame un voto de confianza, ¿cómo te llamas?
—Me llamo Daniel.
—Daniel, ¿naciste aquí?

Daniel negó con la cabeza.

—Soy de Panamá —Justin ya se hacía la idea por su acento.


—Pareces un buen chico, toma —Justin se sacó unos cuantos billetes de 100 dólares para dárselos—. Soy modelo a
tiempo parcial, puedes googlearlo, no te estoy mintiendo. Y tú lo vas a necesitar. Necesito que por favor me guardes el
secreto, Daniel. Por favor.

El chico veía ensimismado los billetes. Asintió varias veces mientras se los guardaba para evitar robos. Aunque esto
era Canadá, también te podían robar en la calle.

—Muchas gracias —dijo Justin dándole una palmada en la espalda—. Te debo una. Nos veremos pronto.

Así que Justin con prisas para no ser visto, se marchó de ahí atándose bien la chaqueta, solamente dejando ver la
mitad de su cara.

Justin volvió un rato después para ver a Melina dentro leyendo en silencio. Adrien también estaba leyendo.

—¡Volví familia! —dijo sonriendo—. Os he traído cosas a todos.

Justin dejó las bolsas en el suelo y abrió una de ellas para tirarle a Adrien el desodorante en la cara. Adrien se removió
inmediatamente y se quejó.

—¡Joder, Justin! ¡Acabo de lastimarme contra un cristal! ¡Si tengo una fisura en el cráneo, tú me la jodiste más! —se
quejó.
—Llorica. He traído jabón, cepillos de dientes, pasta de dientes, un shampoo y acondicionador para mi princesa.
—Oh, gracias —dijo Adrien quitándole el acondicionador de la mano.
—¡Dame eso, imbécil! —Justin se lo quito echándole una mirada asesina para después ver a Mel y sonreírle.

Mel estaba con los ojos muy abiertos mientras esperaba que por favor se hubiese acordado de que ella era una chica y
cada vez al mes...

—Te he traído todo esto para tus días —dijo Justin sacando un montón de paquetes—. No sabía cuál era el mejor así
que los compré todos.

Melina se puso colorada mirando que Justin dejaba todos los paquetes en el suelo.

—He traído rastrillos, calcetines para los tres, un par de almohadas, un peluche para mi princesa.
—Ya dejé esa etapa —dijo Adrien volviendo a quitarle el peluche a Justin.
—Como vuelvas a tocar otra cosa, te corto los dedos.

Adrien le devolvió el peluche y retrocedió.

—Sábanas limpias, y como las mantas eran demasiado grandes, hice la jugada más inteligente que he hecho en mi
vida.
—¿Te moriste? —se burló Adrien.
—Já já. Fui a la sección de mascotas, y conseguí esto. Son pequeñas pero con hilo y aguja las podemos juntar hasta
hacer una más grande.

Adrien tomó una manta y Melina otra tímidamente. La verdad es que eran bastante suavecitas. Mel se cubrió los
hombros con esta y miró a Justin.

—Oye —dijo Adrien—. Pues no ha sido mala idea. ¿La vas a patentar?
—Sí, espérate que voy a una institución privada para que me trinquen y me violen en la cárcel. En fin, también traje
ropa interior para los tres, y mañana Adrien se encargará de comprar la ropa.

Adrien se rió mientras decía:

—Claro, "comprar" —hizo comillas con los dedos y se siguió riendo.


—Lo que sea. Pero necesitamos aunque sea siete camisetas, cuatro pantalones y zapatillas, cada uno. Tendremos que
organizar las tareas, todas alrededor de Melina. Ella pasa a ser nuestro centro del universo desde... —Justin sacó un
peluche de una mariquita y se lo acercó a Mel—, ahora.

Melina sonrió tomando el peluche y le sonrió a Justin. Él se acercó y la besó en la frente.

—A todo esto —dijo Justin frunciendo el ceño y mirando a todos lados—. ¿Me habéis traído un libro a mi?

Adrien asintió tomando uno y tirándoselo desde la lejanía.

—¿Cincuenta sombras de Grey? ¿Qué es esto?

Adrien se rió mientras que Justin lo abría por la mitad, y sus ojos salieron de las órbitas al leer las líneas.

—Vale... No volveré a preguntar —se lo tiró a Adrien de vuelta—. Aleja eso de mi Melina, quémalo si hace falta. Está
todavía demasiado pequeña para leer eso.

Le dio un fuerte abrazo y un beso en la cabeza. Estaban de bromas pero Adrien perdió toda sonrisa al oír eso.

No podía ser muy sano. Trataba a Melina como si fuese su hija en vez de su pareja...

Los vio acomodarse en la cama entre tiernas y suaves mantas de gatitos y de cachorro, por fin encontraron una cierta
paz. Melina se acomodó a abrazando a Justin mientras que él le acariciaba suavemente la cabeza enlazando sus dedos
entre su cabello.

Entonces, en ese silencio, Justin empezó a tararear suavemente "sweet child of mine", Melina sonrió levemente,
acurrucándose más cerca de él. Melina suspiró y se fue quedando dormida.
Adrien entendió también que era momento de dormir. Así que apagó las luces y suspiró cerrando los ojos. No fue por
mucho tiempo, ya que mientras su cuerpo estaba en total relajación, un sollozo lo hizo volver a la racionalidad más
absoluta.

—¿Justin? —murmuró Adrien buscando el origen de los sollozos. Justin tuvo que aguantarse las ganas de llorar al
darse cuenta que Adrien estaba despierto—. Eh, tío, ¿qué ocurre?

Justin negó con la cabeza mirando a Melina que estaba dormida ya.

—Esto no es nada de lo que le prometí —confesó Justin sollozando.

Adrien suspiró sentándose en la cama para mirarlo fijamente.

—Son las circunstancias, Justin...


—Pero es mi culpa.
—¿Cómo que tú culpa? Tú le salvaste la vida. Nos salvaste la vida, incluyéndote.
—Pero, Adrien... Si yo desde un principio no hubiese aparecido en la vida de Melina, nada de esto estuviera pasando...

Adrien parpadeó alejando la cabeza hacia atrás como si no comprendiera:

—No puedes seguir viviendo en la culpa, Justin. Lo importante es que Melina está bien, está sana y salva. Y está
contenta cuando está contigo. Obviamente tiene miedo, los tres tenemos miedo... Pero son las circunstancias. Es esto...
O la muerte.

Justin suspiró llevando una mano hacia Melina. Le acarició suavemente el rostro y el cabello mientras la veía dormir
más tranquila.

—Mel ha sufrido tanto por mi culpa que no quiero que pase más.
—No va a pasar más, Justin. Vamos a pelear para que todo vuelva a la normalidad.

Justin se acercó levemente a darle un beso en la mejilla a Melina, después se secó las lágrimas y se acomodó en la
cama y suspiró.

—Ya, Justin. Mejora tu actitud, nos va a ir bien. Al menos tenemos un sitio donde dormir y dinero con el cual comer.
Anímate, nos va a ir bien.
—Gracias, Adrien —murmuró.
—De nada, hombre. Ya sabes, o contigo...
—O sin mí —dijo Adrien al mismo tiempo que Justin.

Adrien sonrió y dijo:

—Y yo estoy contigo. Echaba de menos las andadas.

Justin se rió.

—Y las que nos esperan...


—¿Qué quieres decir? —se incorporó Adrien.
—Pues que los crimínales comenten delitos, y nos vamos a meter en unos cuantos problemas.
—No sé qué estas planeando pero por favor, no me metas —dijo dándose la vuelta—. Buenas noches, Bieber.

Justin se acostó estirando la mano para apagar la lámpara. Se acomodó al lado de Melina y suspiró mirando el techo.

No pudo dormir. A pesar de que Adrien y Mel estaban profundamente dormidos, él no pudo hacerlo. Sus pensamientos
lo estaban atormentando.

Quería seguir llorando, quería que todo esto acabara... Quería a su Mel feliz y sin tener que estarse escondiendo en un
sitio como este.

De pronto, bien entrada la noche, Justin dirigió su mirada hacia Melina. Estaba estirándose y lo miró con una sonrisa.

—Hey —sonrió Justin—. ¿Estás bien? ¿Has tenido una pesadilla?

Mel negó con la cabeza abrazándolo por el abdomen.


—¿No puedes dormir? —murmuró Mel mirándolo.
—No... No puedo —susurró Justin como si le diese vergüenza.

Entonces, Melina, dulcemente, se alejó, estiró los brazos hacia él, como si le quisiera dar un abrazo, Justin lo entendió
enseguida.

Melina estiró los brazos y Justin se lanzó sobre ellos. Cayó encima de ella y se acomodó ahí. Entonces... Mel empezó
a hacer una de las cosas favoritas de Justin: acariciar suavemente su espalda.

Una y otra vez.

Suavemente. Desde su cabello hasta su espalda baja. Justin suspiró dejando todo su peso sobre Melina, como si fuese
un niño pequeño.

En esa tranquilidad, con su pequeña, por fin consiguió la calma.

Nadine apenas podía respirar mientras uno de esos hombres la tomaba del cuello y la obligaba a ver lo que le estaban
haciendo.

La estaban destrozando como si fuese un juguete. Sin embargo... Mientras más hombres pasaban por su cuerpo, más
fuerte se hacía. Sentía que aguantaba más, sentía que podían llevarla al límite y ella permanecer impasible. Norman se
dio cuenta de esto después de un rato. Así que salió en busca de más de sus hombres para darles una única orden:

—Traedme a Justin Bieber.


—Pero señor, no sabemos dónde está.
—Pues hay que atraerlo a la trampa.
—¿Y cómo lo haremos?

Normal suspiró con fastidio.

—Pues, con mi hija, claramente.

Justin fue el primer en levantarse para ir a comprar el desayuno. Así que se encontraban los tres comiendo en silencio.
Adrien leía mientras lo hacía y Melina miraba a la nada sin duda pensando en lo que había pasado.

Justin notó eso inmediatamente, así que se acercó para darle un abrazo.

—¿Necesitas algo?

Mel negó con la cabeza mientras se limpiaba las manos y se acostaba en la cama como si quería pasar toda su vida ahí.

—Mel, ¿todo bien?

Mel entonces lo miró fijamente. Y negó con la cabeza. La cara de preocupación de Justin fue evidente, Adrien dejó el
libro mientras veía a Justin, que parecía que iba a desmayarse.

—¿Qué ocurre? —susurró.


—Justin, ¿te acuerdas que papá nunca salía de casa?

Adrien y Justin se miraron.

—Sí, es por eso que me infiltré en vuestra casa...


—¿Lo has visto alguna vez afuera?

Su mente fue hacia Nadine en aquella grabación.

—No... ¿Por qué, Mel?

Melina suspiró con muchísimo miedo y con la voz bajita dijo lentamente:
—Papá solía contratar dobles para evitar intentos de asesinato —dijo con los ojos muy abiertos, aterrada—. Y contrató
a dos antes de que llegases a casa... Tú no mataste a mi padre, tú mataste a su doble.

Justin abrió los labios para hablar, pero entonces, los cerró de golpe sin saber qué decir.

—¿Y toda tu familia, Mel?


—Toda era real, pero papá nos obligó a no decir absolutamente nada... Y que lo tratásemos como si fuese nuestro
padre.

Justin y Adrien se miraron.

—Melina, ¿podrías ir al baño un momento? Necesito hablar con Adrien.


—¿Dije algo malo?
—No, cielo. Al contrario, nos diste luz —le dijo Justin con una sonrisa para calmarla.

Mel se levantó y se encerró en el baño.

—¿Has oído lo mismo que yo? —jadeó Justin.


—Justin... Entonces asesinaste a su doble, ¿y el otro vuelve ocho años después para asesinar a Nadine?
—Para asustarnos. No sé lo que quieren, pero sí sé que tal vez quieren asustarnos.
—¿Con qué propósito? —jadeó Adrien.
—No lo sé. Temo por Melina, es su padre después de todo, si aparece y la trata bien... Probablemente Melina caiga.
Tiene demasiados problemas paternales y sin duda necesita el amor de una figura paterna.

Adrien suspiró sin entender muy bien porqué Justin no se daba cuenta que ahora él era esa figura paterna.

—Pues evitemos por todos los medios que se vean —dijo Adrien.
—¡Mel, cielo! ¡Ya puedes salir!

Como la niña tan buena y obediente que era, salió suavemente del baño mirándolos a los dos.

Justin extendió sus brazos y la hizo sentarse en su regazo.

—Yo me voy a preparar para ir a comprar la ropa —dijo Adrien—. ¿Tienes papel de plata?
—¿Para qué?
—Para comprar la ropa. Con el papel de plata no suena la alarma y es las fácil.
—Eh... No... No tengo papel de plata. Puedes pasar por el supermercado comprando.
—Joder, también necesitaría papel de plata para robar papel de plata.
—¡Adrien, cuesta un dólar! —dijo Justin al verlo entrar en el baño.
—Un dólar que te ahorras —sonrió Adrien guiñándole un ojo a Justin.

Cerró la puerta del baño mientras que Justin se reía. Miró a Mel y la besó suavemente en los labios.

—Mel, ¿necesitas algo? —murmuró Justin.


—Sí —dijo Mel.
—¿Y qué es?

Mel se acercó a sus labios y lo besó suavemente. Justin sonrió en el beso. No había nada que lo hiciese más feliz que
Melina.

—Oye, ¿habéis visto mi...? —dijo Adrien saliendo del baño—. Oh, perdón. Lo siento por interrumpir.

Melina y Justin se rieron mientras que Justin abría mucho los ojos.

—¡No jodas! —se rió Justin—. Pero si tienes músculos bajo la camiseta.
—Pues claro, ¿creías que eras el único? Deberías ponerte a hacer ejercicio, ya se te notan las hamburguesas.

Adrien después de tomar una camiseta, se metió otra vez al baño.

—No le hagas caso —dijo Mel—. No se te nota nada.


—Uh, Mel, ¿te has fijado?
Mel se sonrojó a tal punto que sus mejillas se tornaron rosas y su labio rojo por morderlo. Su pequeño melocotón
estaba de vuelta. Justin sonrió volviendo a besarla. Ambos con la esperanza de que las cosas mejorasen sin perderse el
uno al otro.

Problema 23.
Las máscaras.

Y los días fueron pasando. Melina, Justin y Adrien convirtieron el refugio en una especie de hogar. Se encargaron de
organizarse de tal manera de que no les faltase nada.

Sin poder creerlo, estaban a una sola noche del cumpleaños de Melina. Justin recuerda que Melina amaba sus
cumpleaños, era como que ese pequeño atisbo de inocencia y niñez se apoderaba de ella y la hacía salir de su burbuja.

Esa burbuja de tanto dolor y sufrimiento durante todo el año. Entonces, cuando cayó la noche, Justin volvió al
escondite después de ir a arreglar unas cosas en la biblioteca, la encontró leyendo mientras que Adrien estaba jugando
con una PSP... Robada.

—Ya volví —dijo sonriendo Justin.

Melina levantó la mirada demasiado contenta mientras iba hacia él.

—¡Justin! —dijo con emoción, como si el tiempo no hubiese pasado.


—Eh, pequeña —dijo sonriendo Justin dándole un abrazo—. ¿Qué tal te encuentras?
—Estoy muy bien —dijo Mel son soltarlo, como si fuese una niña pequeña.
—¿Ya has cenado?

Mel negó con la cabeza aún sin soltarlo, Adrien se rió mientras subía la mirada.

—Nadie quiere tus mierda de burrito, Justin —dijo Adrien sonriendo.


—Pues Mel está de suerte —dijo Justin—. Te tengo una sorpresa.

Mel se alejó un poco para mirarlo. Justin le estiró una bolsa de alguna tienda que Mel no conocía. Mel frunció el ceño
mientras que Justin se dirigía a Adrien.

—Adrien, te he comprado entradas para el cine.


—No, gracias. Estoy muy cómodo aquí.
—Adrien —repitió Justin—. Te he comprado entradas para el cine.

Adrien suspiró levantándose de la cama para ponerse enfrente de Justin.

—Pórtate bien —dijo sonriendo Adrien.


—Tú también —le dijo Justin. Adrien tomó una camiseta limpia y se metió al baño mientras que Justin de daba la
vuelta y veía a Mel—. Te veré en la biblioteca, bichito —le dijo sonriéndole.

Melina asintió un poco confundida. Miró como se iba y ella se quedaba ahí. Se sentó en la cama con la bolsa mientras
miraba a todos lados como si fuese un secreto.

La abrió lentamente y jadeó al ver que era un vestido. Lo sacó rápidamente ante la emoción de verlo completo, por el
suelo volaron un montón de envases de maquillaje. Melina jadeó e hizo una mueca al ver las sombras rotas en el
suelo. Oh, no...

Melina se arrodilló rápidamente para recogerlas y dejarlas en la cama. Era un montón de maquillaje que ella no sabía
usar, frunció el ceño pensando que no quería hacerse un destrozo en la cara.

Así que tuvo una idea...

Cuando Adrien salió del baño, Mel se dio la vuelta sonriendo.


—Eh, Adrien —lo llamó—. ¿Podrías ayudarme?
—Sí, claro —dijo poniéndose una chaqueta enorme y subiendo el cierre—. Dime.
—¿Sabes algo de maquillaje? —dijo sonriendo dejando que Adrien mirase todo lo que estaba encima de la cama.

Adrien se rió, pero entonces lo dijo:

—Estás de suerte, mi mamá era estilista y pues me usaba a mi de experimento.

Mel abrió mucho los ojos mientras tomaba una paleta de sombras como si fuese suya de toda la vida.

—No le digas nada a Justin, ¿vale? Siéntate aquí —le apuntó un sitio de la cama—. Aquí te da bien la luz.

Justin primero le pasó los dedos por el rostro para comprar que no estuviese reseca. Entonces sonrió.

—Mel, eres preciosa, no necesitas nada de esto —dijo levantándose a buscar una crema hidratante de Justin—. Pero
ya que es una noche especial... Te voy a dejar muchísimo mejor.

Bueno, pues Melina esperaba que le hiciese lo típico que le hacen a las niñas pequeñas. Un poquito de sombra con
brillitos por aquí, rubor y un gloss que se vea de aquí a la luna.

Pero no, Adrien había hecho magia con ella. Y lo que más le enfadaba a Melina, es que mientras la maquillaba, no
perdía lo masculino. Mel suspiró cuando Adrien se alejó para verla, había pasado unos veinte minutos o menos.

—Creo que ya está —dijo tomando un espejo para pasárselo a Mel.

Por un momento pensó que la dejaría de payasito, pero cuando Mel se miró, casi se desmaya.

—Ay... —fue lo único que dijo mientras se miraba.

Y le dieron ganas de llorar. Nunca se había visto así, se sentía por primera vez normal, como cualquier otra persona
que le gusta maquillarse... Se sintió bonita, sintió que podía con todo.

—No, Mel, no llores. Con lo que me ha costado...

Eso la vio reír y evitó que siguiese llorando. Apoyó su carita en una mano mientras se miraba en el espejo.

—Estás preciosa —le dijo Adrien—. Yo me tengo que ir, mi sesión empieza dentro de poco. Que te lo pases bien.
—Adrien... Muchas gracias —le dijo Mel mirándolo a los ojos.
—No hay de qué, para eso estamos. Nos vemos mañana—le dijo sonriendo Adrien despidiéndose con la mano.

Melina sonrió volviendo a mirarse en el espejo. Y ahí fue cuando cayó en cuenta que Justin estaba esperando. Así que
con toda la prisa del mundo, se metió dentro del vestido.

Era un poco torpe y aveces no le encontraba ni principio ni fin. Era color melocotón, eso la hizo reír, pues a Justin le
gustaban los melocotones. Ella juraba que no se veía bien. Se puso por primera vez en su vida tacones... Hoy sin duda
era el día de las primeras veces y se miró en el espejo del baño.

No parecía ella... Parecía otra persona que había vivido una vida paralela a la de ella. Se acomodó un tirante y suspiró.

El vestido tenía delicados tirantes que recorrían su espalda... Eran bastante bonitos pero lo que no era bonito era su
piel. Se veían las cicatrices horribles y las manchas que le había quedado... Los hombros también se le veían las
cicatrices.

Y se siguió mirando atentamente. En el pecho también tenía algunas marcas y sus brazos... Ya ni se diga. Un montón
de cortes de manera aleatoria... Incluso alguno en su cuello.

Entonces Mel retrocedió casi agresivamente. Se echó hacia atrás... No pudo. Tomó una toalla amarilla que estaba
colgando por ahí y se la pasó por encima del cuerpo para no tener que verse. Y sus maldigas piernas... Lastimadas,
heridas y cicatrizadas. Inclusos sus pies tenían secuelas.

¿Cómo iba a salir así?


Una ansiedad que no le entraba desde hace muchísimo tiempo, la golpeó fuertemente en el estomago. Se dejó caer al
suelo mientras no podía retener las ganas de llorar arruinando el maquillaje de ojos.

Respiró lentamente tratando de calmarse pero esto iba a peor. La habitación se le empezaba a hacer enorme y oscura,
su cabeza empezaba a retumbar y su sentido del oído se hacía cada vez más distorsionando y borroso. Un lejano
sonido era lo único que oía.

Y todo le vino de golpe rompiéndola en miles de pedazos. En todos y cada uno de los sitios que habían sido
destrozados, le estaban doliendo como el infierno. Como si le estuviesen haciendo todo otra vez al mismo tiempo. Mel
chilló cayéndose al suelo de golpe.

Y entonces un silencio inquietante se adueñó del baño. Como si Justin hubiese sentido eso, se levantó de donde
esperaba.

Gimió levemente pensando que tal vez a Mel no le había gustado el vestido o algo así. Como si su corazón sintiese
todo lo que Melina estaba sintiendo, echó a correr como poseso.

Cruzó la biblioteca completa hasta empujar la puerta. Entró al baño con una prisa inusual. Como si fuese una maldita
premonición de aquel maldito lunes, la encontró en el suelo.

Se le detuvo el alma, el tiempo se paró, el tiempo se detuvo haciendo que su corazón y su maldita respiración no
existiera. Incluso el ruido se ralentizó.

—Mel —pudo decir.

Mel estaba en el suelo, con una cara de pánico inimaginable. Miraba a la nada, estaba cubierta con una toalla y había
llorado ya que el rímel se había corrido por su rostro.

—Melina, ¿estás bien?

Justin se arrodilló al punto de quedar enfrente de ella. La intentó levantar por los hombros casi a la fuerza.

—Mel, ¿qué ocurrió?

Entonces, Melina subió su preciosa mirada Esmeralda hacia Justin... Y se derrumbó.

Se echó a llorar como casi nunca la había visto. Justin, sin saber muy bien qué hacer... La acunó entre sus brazos como
si fuese su bebé, la abrazó fuertemente mientras Melina lloraba entre sus brazos.

A todo esto, Justin se había tomado el tiempo de comprar un traje para esta ocasión. Había organizado una cena en la
biblioteca y de verdad que esperaba de todo, menos este final.

Como siempre, él tratando de unir todos aquellos pedazos destrozados, tratando de unirlos con un pegamento que, por
más que intentara, no conseguía que sirviese.

—Bichito, ¿he hecho algo mal?

Más culpa, Mel empezó a llorar el doble. Ahora se sentía el doble de mal por hacer sentir culpable a Justin. Como
pudo, negó con la cabeza pero es que no podía ni hablar, tenía un nudo en la garganta y lo más que podía hacer era
quedarse callada. Así que Justin la mantuvo entre sus brazos meciéndola suavemente hasta que por fin se quedó
callada y quieta.

Más calmada y callada, Justin la alejó un poco para mirarla.

—Mel... —empezó—. ¿Qué ocurre, peque?

Mel se alejó levemente sin poder mirarlo. Sentía que no podía ni hablar...

—Es... —suspiró—, son... Son mis cicatrices.

Mel suspiró echándose a llorar. Intentó retenerlo, pero entonces Justin dijo:

—No, no, no, Mel. No lo retengas, conmigo puedes llorar lo que sea necesario. ¿Y es por tus cicatrices?
Justin estiró la mano secando sus lágrimas con una suavidad y dulzura que cualquiera no tenía, y más alguien como
Justin. Aveces las manos más grandes, tienen el tacto más dulce y suave.

—Mi amor —dijo mirándola a los ojos—. Amo tus cicatrices. Y tú también deberías amarlas. Sé que duele... Sé que te
duelen —Justin le quitó la toalla de los hombros—, sé lo mucho que te duelen, pequeña. Pero deberías dejar de sentir
vergüenza o miedo o dolor por tus cicatrices, deberías presumirlas orgullosamente, porque son la prueba de lo
luchadora que eres, mi niña. Eres la persona más fuerte que he conocido, Mel. Y no tienes qué avergonzarte, ni
esconderte.

Justin tomó las manos de Melina y se levantó. La levantó a ella consigo y le dio la vuelta para que se miraran en el
espejo.

—Mira —le dijo mirándola a través del espejo—. Mira lo fuerte y hermosa que eres —le dijo haciendo que Mel
sollozara—. Mira lo hermosa que te ves viva, Mel.

A Justin se le salieron las lagrimas mientras trataba de seguir hablando. Pero tampoco pudo. Así que la abrazó por
atrás y lo único y lo último que se dijo fue:

—Ojalá pudieses ver lo que yo veo.

—Un escalón más —le indicó Justin a Mel mientras mantenía sus manos sobre sus ojos recién desmaquillados—.
Ahora sigue caminando recto.

Melina confiaba tanto en Justin que siguió caminando casi sin miedo ninguno.

—Detente —le dijo Justin—. Mantén cerrado los ojos.

Justin quitó sus manos del rostro de Mel y se alejó levemente. Se aseguró que todo estuviese en orden, repasó con la
mirada rápidamente todos aquellos sitios que se le pudieron quedar. Maldijo cuando miró la bolsa de la comida que
compró.

Salió corriendo para agarrarla y arrugarla.

—¿Justin? —murmuró Mel.


—¡Estoy aquí! —jadeó mientras buscaba un sitio donde meter la bolsa sin poder encontrarlo.
—¿Puedo abrir los ojos?
—Un segundo, Mel. Solo un segundo.

Sin saber muy bien qué hacer, miró al techo. A la madera. Si conseguía tirar la bolsa hacia ahí, nadie la vería, así que
con un ágil movimiento de muñeca, la lanzo tan fuerte que la bolsa de quedó ahí.

Justamente cuando Melina no aguantaba la impaciencia y abría los ojos.

Jadeó mirando alrededor.

—Cielo santo —murmuró.

Justin se había encargado de arreglar absolutamente todo por y para Melina. Ella jadeó sorprendida mientras que
Justin extendía su mano hacia ella.

—Mesa para dos —dijo Justin tomando a Melina de la mano para acompañarla a sentarse.
—Esto es precioso —murmuró, esos preciosos ojos iluminados por la luz de la vela.
—Solo para ti, así que disfrútalo.
—Muchas gracias, Justin —dijo dulcemente.
—Lo que sea, para mi princesa.

Adrien estaba afuera del cine mientras comía las palomitas que le había sobrado de la primera sesión. Era deadpool, y
la verdad es que me había gustado bastante.
Ahora le tocaba Sully, no parecía tan buena pero ya qué. Estaba yendo al cine gratis.

Pasó comprando golosinas y más palomitas. Justamente cuando volvía a la sala, iba caminando tranquilamente cuando
de pronto, fue empujado con tremenda bestialidad hacia una de las paredes. Se golpeó tan fuerte la cabeza que su
sentido de la audición y de la vista quedaron afectados.

Al darse la vuelta, vio que eran dos hombres vestidos de militares. Oh, no... Justamente cuando creía que iba a morir y
hasta aquí había llegado, los hombres descargaron sus armas, y sacaron una bala en específico.

Se la tiraron al pecho a Adrien y sin mediar palabra, se marcharon.

A Adrien le costó recomponerse de eso. Se levantó y jadeó mirando a todos lados para asegurarse de que no había
nadie más. Tomó la bala y respiró fuertemente:

—"Bieber, la firma".

Adrien frunció el ceño no entendiendo nada, pero algo le dijo que Justin y Mel podrían estar en peligro.

Así que volvió tan rápido y súper aterrado creyendo que alguien lo estaba siguiendo.

Al acabar de cenar, Melina y Justin volvieron a la habitación. Justin besaba a Melina mientras la empujaba
suavemente a la cama. Sus manos recorrían su espalda, su cintura, sus brazos mientras que cada vez la besaba con
cada vez más fuerte.

Entonces tocaron la puerta múltiples veces casi desesperadamente. Justin frunció el ceño bastante preocupado
mientras abría la puerta y veía a Adrien entrando en un estado de pánico total.

Justin retrocedió mientras Adrien dijo:

—Saben dónde estamos —murmuró—. Y quieren esto.

Le tiro la bala en el pecho. Justin apenas pudo tomarla en el aire y jadeó al leerlo. Melina retrocedió un poco asustada.

—Bieber, la firma —repitió Justin aterrado.


—¿Qué coño significa eso? —jadeó Adrien.

Entonces, entre puro desastre... Justin supo qué es lo que querían. Abrió mucho los ojos y se quedó callado... Miró a
Melina horrorizado.

—Todo va a estar bien —le dijo a pesar de estar más aterrado que otra cosa—. Ya lo voy a resolver yo solito.

Justin no consiguió dormir absolutamente nada. Se la pasó dando vueltas en la cama y cuando el reloj marcó las 4 de
la madrugada, se fue.

Melina se despertó horas después, desorientada y buscando a Justin sin éxito.

Adrien se despertó después de ella y fue el primero en felicitarla por su cumpleaños.

—Feliz cumpleaños, Mel —le dijo sacando un regalo de debajo de la cama para dárselo.
—Gracias, Adrien —dijo muy preocupada, trató de disimularlo pero fue en vano.

Mel lo abrió y era una sudadera... ¡Con el ticket!

Mel se rió al ver que la había comprado. La sacó del completo abriendo muchísimo los ojos.

—¿"daddy's babygirl"? —se rió Mel—. Muchas gracias, Adrien.

Mel se levantó para darle un abrazo. Adrien también se preguntó internamente que donde podía estar Justin.


Bien entrada la mañana, Justin estaba psicótico. Iba por la calle con los ojos bien abiertos, miraba de un lado a otro
para confirmar que no lo estaban siguiendo.

Llegó al escondite y después de suspirar, entró. Melina y Adrien dirigieron sus miradas hacia él.

Mel iba a ir a saludarlo de la manera más alegre posible pero la cara de Justin le dijo que nada estaba bien. Entonces,
Justin fue hacia Adrien y con una cara de psicópata le dijo:

—Adrien, vete de aquí.

Adrien frunció el ceño y los hombros en signo de negación. Pero entonces, Justin lo dijo más agresivo:

—Adrien, vete de aquí —repitió más lento.


—Justin, ¿qué ha pasado? —preguntó Adrien poniéndose a su altura—. No te ves bien, ¿te han hecho algo?
—¡Vete de aquí! —bramó Justin tomándolo de los hombros y sacándolo a la fuerza.

Melina retrocedió sin apartar la vista de Justin y de su inexplicable agresividad.

—¡Justin! —golpeó la puerta desde afuera Adrien. Mel tembló.

Entonces Justin se dio la vuelta. Miró a Melina fijamente mientras se acercaba a ella. Mel parpadeó un poco asustada
mientras se alejaba levemente.

—Melina, necesito que me hagas un favor.

En su espalda, Justin tenía dos cosas. Una de ellas, era una carpeta amarilla.

—Ven, cielo. Siéntate aquí conmigo.

¿por qué esto daba tanto miedo?

Entonces Justin se sentó en la mesa, le acomodó una silla a Melina. Con mucho cuidado, Mel se sentó mientras que
Justin ponía el folder entre los dos.

Mel respiraba regularmente, algo de esto no le gustaba. Miró a Justin durante un largo rato pero no sirvió de nada,
pues Justin la miró y le dijo:

—Necesito que firmes esto —le dijo abriendo la carpeta revelando los papeles.

Mel inmediatamente frunció el ceño intentando leerlo pero Justin trató de evitarlo. Melina lo miró mal mientras se lo
quitaba otra vez para intentar leerlo.

—¿Qué es todo esto, Justin? —jadeó Mel—. ¿Toda la herencia a manos del estado?

Mel retrocedió levantándose.

—No voy a firmar eso —dijo bastante indignada.


—¿Y por qué no?
—Justin, yo no tengo futuro. Esa es la única manera que tengo de salir adelante.
—¿Y yo?

Mel sacudió la cabeza. Vale, estaba traumatizada pero no era tonta.

—Justin... Yo quiero ser tuya pero no para que me mantengas.

Eso le partió el alma a Justin. Pero tenía que seguir adelante.

—Melina, siéntate, vas a firmar.


—No me voy a sentar.

Entonces, la segunda cosa que tenía Justin en su espalda, era un arma.

Así que sacó el arma y le apuntó a Melina directamente a la cara.


El primer impulso de Melina fue echarse para atrás, pero se quedó inmóvil cuando ese movimiento provocó que Justin
se levantara sin apartar el arma.

—Siéntate —le ordenó.


—No, Justin. Tú no puedes hacerme esto —musitó Melina sentándose y Justin haciendo lo mismo.
—Firma —le ordenó pasándole el bolígrafo—. O me veré obligado a asesinarte, Melina. Firma por el bien de los tres.
—No... —jadeó.

Entonces Justin llevó el arma directamente al rostro de Melina, pegando el cañón en su mandíbula. Eso hizo que
Melina se echara a llorar.

—No, Justin —dijo en negación—. Estás de broma, ¿verdad?

Justin con los ojos llorosos apretó más el arma en su cuello.

—Tu eres mi héroe, no me puedes hacer esto. No debe de estar ni cargada —dijo Mel todavía en negación.

Entonces Justin ágilmente apartó el arma y disparó al techo dejando ver que estaba más que cargada. Melina chilló de
pánico mientras se echaba a llorar definitivamente. Justin volvió a colocar el arma en la mandíbula de Melina, estaba
ardiendo el cañón. Melina ya estaba llorando irremediablemente.

—Justin —musitó en forma de ruego—. Por favor.

Justin al verla así, también se había echado a llorar. Estaba con los ojos rojos mientras la miraba.

—Firma y acabemos con esto.


—Por favor... —musitó Melina.
—Firma, Melina —le ordenó mientras que con la mano libre le secaba las lágrimas. Mel estaba inmóvil.

Entonces, Melina se cubrió el rostro, sin que Justin quitase el arma. Y sin esperar más, queriendo acabar con esto,
firmó.

Además de ceder sus bienes, ahí había cedido su amor y admiración a Justin Bieber.

Justin quitó el arma y suspirando de alivio como si de verdad lo iba a hacer si fuese necesario. Melina se derrumbó en
lágrimas, Melina acabó destrozada después de eso...

Justin se levantó intentando no mirarla mientras que se secaba las lágrimas.

—Has hecho bien, Melina. Nuestra vida estaba en peligro.

¡Qué sin vergüenza! Pensó Melina escandalizada. Acababa de amenazarla con un arma poniendo en riesgo su vida.
Esto... Esto había sido el colmo, había sido la gota que colmaba el vaso.

Entonces Justin se relamió los labios y se acercó a la puerta. Melina lo miró levemente con el rostro inundado en
lágrimas.

—Melina, mi mundo gira sobre ti, necesito que lo tengas presente.

Melina negó con la cabeza dándose la vuelta sin mirarlo. Entonces Justin se fue.

Y ahí dejó a Melina, como aquel viernes en el que fue secuestrada, aterrada y de rodillas ante un hombre que su único
objetivo era herirla.
Problema 24.
Las verdaderas identidades.

Cuando Adrien pudo volver a entrar, estaba horrorizado y pálido. Escuchó el disparo desde afuera y lo volvió loco...

Y al ver salir a Justin, pensó lo peor. Pensó que Mel había muerto de verdad. Sin embargo, Melina estaba en el suelo,
pegada a la pared mientras lloraba desconsoladamente.

Tal vez haya sido por los golpes en la cabeza, pero el oído empezó a pitarle mientras que Mel se escuchaba muy
lejana. Fue hacia ella corriendo como poseso, cayó de rodillas enfrente de ella para asegurarse de que no estaba herida.

No veía sangre ni nada, así que pudo suspirar mientras que tomaba a Melina de los hombros y la atraía hacia su pecho,
dándole el abrazo que necesitaba al sentir que Mel estaba bien.

Justin por su parte, aprendiendo de Adrien, consiguió robarse una gorra y unas gafas. Las manos le temblaban todavía,
el pulso lo tenía súper acelerado mientras que se adentraba por la ciudad con un sigilo propio de un criminal.

No estaba tranquilo, estaba a un grado de psicopatía extremo. Sentía que estaba siendo perseguido todo el tiempo, y
probablemente así era.

¿qué había pasado en el tiempo que había estado fuera del escondite? Pues bien, había ido corriendo a su apartamento.
No había entrado desde hace tiempo y la verdad es que parecía que lo habían registrado, no le quiso dar mucha
importancia, así que se puso a buscar el papel que cedía los bienes de Melina.

No tuvo que buscar mucho, pues los documentos estaban a la vista. Cuando iba a irse, empezó a guardar cosas para su
pequeña Mel. Pero entonces, escuchó un zumbido.

Frunció el ceño y llevó su vista hacia arriba. Era un dron. Había un puto dron en su casa. En el momento, lo
desconcertó un poco mientras lo miraba con el ceño fruncido, no se le había ocurrido que efectivamente, lo estaban
vigilando de cerca.

Y peor aún, que alguien más estaba en su casa. Para cuando se quiso dar cuenta, le habían dejado inconsciente con una
pistola eléctrica.

Como es lógico, no recuerda nada. Al despertarse, estaba en su cama, con un dolor terrible a un costado... El dron
estaba sobre su mesita de noche, y había una simple nota que ponía:

"mira tu televisor, si el papel no está firmado hoy mismo, ya sabes qué va a pasar", y por la parte trasera tenía una
dirección.

Entonces, Justin, cojeando, fue al televisor para que su expresión cambiara al horror absoluto. Eran tres planos juntos
en una especie de recuadros:

1. La cama de Adrien.
2. La cama de Melina y de él.
3. Las dos bombas por toda la biblioteca.

Justin se volvió loco. Le pasaba algo a Adrien o a Mel... Y se moría del dolor. Así que cuando iba a salir, notó que
enfrente del televisor estaban los papeles y un arma. Ambas se las llevó mientras que en su cabeza solamente sonaba
el tik tak de la bomba.

Ahora se dirigía a la dirección de la parte trasera de la nota. Estaba histérico, tendría que haberle dicho algo a Adrien
pero ellos lo sabrían al instante. Los tenían más que vigilados y tenían que salir corriendo de ahí apenas Justin
volviese de entregar el papel.

Caminó con las piernas temblorosas. El cuerpo no aceptaba ese estado de tensión, así que lo estaba haciendo sufrir el
doble. Sentía su cabeza reventar, incluso le dolía la cara y tenía un maldito tic molesto en el ojo. Sentía la garganta
taponada, el pecho adolorido, los costados calcinados por la pistola eléctrica, y las piernas entumecidas.
Para aportar más a ese dolor de huevos, literal, parece que tenía fiebre, entonces tenía un frío inimaginable... Y era tal
el shock emocional con Melina, que su cabeza en proceso de proteger su salud mental, se ponía a pensar estupideces
como "necesito unos nuevos zapatos", "debería volver al gimnasio".

Entonces, al llegar a la dirección, su instinto le dijo NO ENTRES AHÍ. Pero entonces, sus pensamientos fueron hacia
Melina, y se dijo que si a Melina le pasaba algo... Lo último que vio de ella fue un puñado de lagrimas y de dolor en la
mirada.

Así que agarrando todo el valor del mundo, fue por esa calle. A pesar de ser de día, y bastante soleado para ser
noviembre, la calle estaba extremadamente silenciosa y daba mucho miedo. Estaba justamente al lado de los desechos
de metal... Así que Justin iba más tenso que nunca, pendiente de su propia sombra y de todos y cada uno de los
sonidos que había en ese sitio.

Entonces, ahí estaba.

Era un buzón de Correos. Era gris y bastante feo... Pero parecía seguir funcionando. A los pies el buzón había un papel
de periódico con la noticia de los asesinatos en el orfanato. Justin sintió tremenda repulsión, así que metió el papel
rápidamente y se largó de ahí corriendo.

Necesitaba ver a Melina y explicarle todo lo que había pasado. Incluso Adrien se merecía una explicación.

Así que Justin, tomando un fuerte respiro, se dispuso a entrar al escondite... Que ya no era tan escondite, pues los
tenían vigilados.

Abrió la puerta con el corazón latiendo intensamente.

Al ver a Melina todavía en el suelo, su corazón se detuvo, y las malditas lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.

—Mel —empezó—. ¿Podemos hablar?

Melina suspiró mientras que Adrien se levantaba al mismo tiempo que Melina al ver su reacción corporal. Era pura
agresividad e ira.

—Ah, ¿¡ahora quieres hablar, Justin Bieber!? —escupió Melina clavando mil dagas en el corazón de Justin—.
¿¡Ahora quieres hablar cuando antes podías hacerlo pero no lo hiciste!? —Melina se acercó agresivamente para
empezar a empujarlo como si quisiera sacarlo de aquí—. ¡Sabes perfectamente que yo haría absolutamente todo por ti!
—gritó mientras que Adrien la tomaba de la cintura para alejarla de Justin—. ¡Sabes que me mataría si me lo pidieras
pero preferiste apuntarme con tu maldita pistola antes que hablar conmigo!
—Mel... —jadeó Justin con la mirada bajaba y lágrimas incontrolables—. Estábamos en peligro.
—¿¡Y no lo estábamos cuando me pudiste un arma cargada en la cara!? —grito Mel soltando toda esa rabia y esa ira.

Adrien trataba de mantenerlos alejados. Melina quería golpear a Justin, por lo tanto, se podría hacer daño ella misma.
Y Justin no se alejaba...

—Eh, chicos —les dijo Adrien—. Parad ya. No tiene sentido que nos peleemos.

Melina respiraba profundamente como si tuviese algo en los pulmones que no la dejase respirar correctamente. Justin
al verla así, sintió que su alma se destruyó por completo. ¿Cómo es posible que algo tan pequeño causara algo tan
grande dentro de él?

—Mel... No ibas a firmar.


—¡Claro que no iba a firmar si vienes como loco sacando a la fuerza a Adrien y manteniéndolo todo en secreto! —
Mel estaba demasiado alterada, ya se le había ido todo de las manos.
—Mi amor, tienes que entender que yo no conozco otra manera de persuadir a la gente... Yo... —Justin sollozó.
—Bueno, pues a mí no tienes que persuadirme —dijo Mel mirándolo fijamente—. Yo haría absolutamente todo por ti,
si me hablas y me explicas, yo soy tuya. Pero ibas a matarme si...
—No iba a matarte...
—¡Ibas a matarme! —jadeó Melina subiendo el tono de voz—. Incluso suspiraste de alivio cuando firmé... Iba a
hacerlo —sollozó Melina rompiéndose—, y eso me ha hecho pensar en qué significo para ti.

Silencio...
Adrien tomó a Melina por los hombros y la mantuvo sujeta dándole todo su apoyo. Justin ya tenía lágrimas por toda
su mejilla, el temblaban las manos y un nudo enorme se había formado en su garganta evitando que pudiese hablar.

—Mel... Te lo he dicho miles de veces —suspiró Justin intentando organizar bien las palabras—, eres mi mundo
entero... Yo... Yo no soy nada sin ti. Yo estaba muerto y tú... Tú eres mi única razón para seguir respirando. Melina...
—impulsivamente fue hacia ella haciendo que Adrien se interpusiese—, perdóname, por favor...

Adrien los miró a los dos y dijo:

—Justin... Lo has hecho fatal, no tendrías que haber jugado con eso. Nosotros somos un equipo, y siento que nos has
traicionado. ¿Tienes idea de la angustia que sentí al oír que un arma había sido disparada aquí dentro? ¿Tienes idea del
miedo que Melina tenía?

Justin aspiró fuertemente mientras se secaba las lágrimas que no dejaban de salir de sus ojos.

—Lo sé, pero tenía miedo... —confesó—, las únicas veces que he tenido miedo, es cuando han dañado a gente que
adoro... Mi madre y Melina. No tenía opción... Fui a mi apartamento y nos tenían vigilados, nos tienen vigilados... Y
me asusté, estaba... Estaba paranoico y... Y Mel...

Melina suspiró con los brazos cruzados como si tuviese frío. Justin fue hacia ella para arrodillarse y abrazarle las
piernas.

—Bichito, necesito que me perdones, por favor... Yo...


—Justin —Mel intentó alejarlo a pesar de lo mucho que le dolió verlo así.
—Melina —dijo Justin mirándola hacia arriba—. Dime que me perdonas.
—Justin, no la fuerces —murmuró Adrien tomándolo de los hombros para tratar de levantarlo pero fue inútil.

Justin sí se alejó de Melina, pero para caer al suelo y echarse a llorar como nunca había llorado.

—Eh, Justin —dijo Adrien yendo hacia él para tratar de calmarlo—. No peleemos más.

Adrien le hizo una seña a Melina para que hiciera algo. No podía dejarlo ahí.. Así...

—No sabía cómo actuar —murmuró Justin sin poder calmarse.


—Lo hecho, hecho está, Justin. Dame un abrazo, ven.

Justin de verdad necesitaba ese abrazo, así que se derrumbó en los brazos de Adrien. A Melina se le rompió el corazón.
Tal vez no debería de así de dura, por lo que ella también se arrodilló y le colocó una mano en el hombro.

Justin al sentirla, desvió un momento la mirada hacia Mel, y la abrazó uniéndose en un abrazo enorme entre los tres.

Por fin Justin pudo calmarse, sentía a Mel a su lado y sus tímidos dedos alrededor de su cuello, acariciando su tatuaje.

Justin se alejó y miró a Melina. Ella le secó las lágrimas y le dio un abrazo bastante fuerte, Mel apoyando su cabeza
sobre el hombro de Justin y en silencio.

Sentía que Justin seguía sollozando a pesar de ya estar tranquilo. Entonces, Justin se apartó un poco para mirarla y le
dijo en voz baja:

—Bichito, nunca me dejes —susurró—. No sé qué haría sin ti.

Mel volvió a abrazarlo mientras que Adrien suspiraba y se levantaba.

—Vale —dijo Adrien—. Mucho amor pero... ¿Ahora qué haremos?

Justin se seguía secando las lágrimas cuando dirigió su vista hacia él.

—Pues... Estamos siendo vigilados. Tenemos que irnos de aquí.

Adrien desvió la mirada al sentir que todo se estaba derrumbando:

—Pero no entiendo cómo nos han pillado —dijo Justin—. A mi pulsera solamente tenía acceso Nadine y yo... Así que
es imposible que la puedan rastrear. ¿Y la tuya, Adrien?
—A la mía solamente tenía acceso el gobierno.
—¿Sabes qué? —se levantó Justin ahora con una rabia inmensa por dentro—. Vamos a acabar con esto de una vez.

Se subió arriba de la cama de Melina y sacando el arma, dándole un golpe a la diminuta cámara que estaba instalada
arriba, probablemente le hicieron perder la visión a quién sea que estuviese viéndolos.

Lo hizo con las dos cámaras. Así que Justin tomando a Melina de la mano, dijo más firme y más bravo que nunca:

—Vamos a hacer las cosas bien. Iremos a decirle al jefe lo que está pasando y que detenga esto.

Melina fue la primera en saltar del coche. Miró el enorme edificio, con que... Aquí trabajaba Justin y Adrien, pensó
Melina mientras sonreía mirando el edificio.

—Vamos, cielo —le dijo Justin tomándola de la cintura y la llevó hacia el interior. Al verlos, los reconocieron
inmediatamente y los dejaron entrar.

Iban caminando por el enorme pasillo hacia la oficina del jefe. Melina iba en el centro mientras que Justin y Adrien
cada uno a sus lados.

Entonces, Melina se detuvo rápidamente. Se quedó paralizada en su sitio mientras veía a través de los cristales al
hombre más grande del mundo. Se veía súper musculoso, súper alto y súper violento.

—Mel —dijo Justin tomando a Mel de la cintura mientras la miraba fijamente súper preocupado—. Melina, ¿qué
ocurre?
—Justin, ¿qué hacemos aquí? —jadeó Melina echándose para atrás. El jefe aún no los había visto...
—Venimos a ver al jefe, es ese —apuntó Justin al hombre enorme.

Entonces hubo un silencio enorme... Y Melina dijo a punto de ponerse a llorar:

—Ese no es tu jefe, Justin... Ese es mi padre. Es Norman Petrov.

Justin primero sintió que se iba a desmayar. Estaban en la boca del lobo y si Melina no llega a decir nada... Podrían
morir. Entonces, Justin apretó el brazo de Melina y la hizo retroceder. Los tres se echaron hacia atrás y empezaron a
correr con la tranquilidad de que no habían sido vistos.

Melina estaba aterrada mientras que Justin estaba todavía en shock. Todo este tiempo... Todo este maldito tiempo
estuvo con su peor enemigo... Todo este tiempo. Sintió nauseas, sintió asco, sintió incluso miedo.

Justin ya empezaba a correr escaleras abajo y justamente cuando iban llegando al parking, saltó la alarma...

Iban a quedar atrapados en el edificio si no se daban prisa.

—Justin —jadeó Adrien—. No vamos a llegar. Tenemos cincuenta segundos antes de que el edificio se bloquee...
—¡No iremos en coche! —bramó Justin tomando a Melina de la mano—. Saldremos por nuestro propio pie.

Entonces atravesando todo el parking, consiguieron salir del edificio y empezaron a correr por la calle hasta ocultarse
en el edificio de enfrente, que era un teatro.

Justin solía ir ahí a comer ya que casi no había nadie, y pues era el sitio idóneo.

—Joder —masculló Justin oyendo las sirenas de la policía.


—Ahora sí somos fugitivos —dijo Adrien.
—Tenemos que quitarte la pulsera —dijo Justin caminando rápidamente hacia el vestuario.

Justin vestía una camiseta blanca que empezaba a tener manchas de suciedad pero como era blanca, servía de
referencia para Melina y poder seguirlo perfectamente.

—Nena —le dijo Justin con la curiosidad—. Mi amor, ¿estás segura?


—¡Claro que está segura! —le dijo Adrien—. ¡Por eso nos cerraron el edificio!

Justin le pasó el brazo por encima hasta cruzar todas las butacas y llegar al escenario y pasar por los vestuarios. Una
maldita tijera no iba a servir, pero al menos podría desactivarla para que no les dijese su ubicación.
Justin buscó y rebuscó en los cajones hasta que encontró unas tijeras súper finas. Justin sonrió mientras que Melina se
sentaba por ahí.

—Oye —le dijo Adrien—. No me cortes.


—No te voy a decir lo que quiero cortarte porque estamos en horario infantil —apuntó a Melina mientras se
arrodillaba ante Adrien.
—Uh, señor Bieber, ¿nos volvemos a ver de esta manera? —se burló Adrien.
—Eres imbécil —se rió Justin empujándolo para que se sentara.

Le subió el pantalón y ahí estaba la pesadilla de la pulsera. Justin empezó a quitar tornillos hasta por fin quitarle la
batería y apagarla del todo. No es que fuese la cosa más fácil del mundo, en realidad, le tomó bastante tiempo y tenía
bastante experiencia, pues con Nadine, había practicado quitar la pulsera y desactivarla.

—Ya está —dijo Justin limpiando sus manos como si se hubiese manchado.
—¿Y ahora qué? —suspiró Adrien.

Justin sonrió levantando la mirada hacia Adrien. A Mel se le cortó el aliento... Le pareció la imagen más bella del
mundo... Esa media sonrisa, sus preciosos ojos mieles brillando y esa cara... Y ese pelo...

—Tengo un plan —dijo sonriendo desactivando su propia pulsera.


—¿Y cuál es ese plan?
—Norman Petrov ha estado jugando conmigo desde hace 10 años. Así que me apetece jugar un poco con él.

Justin se relamió el labio inferior mientras que Melina perdía aún más el aliente.

—¿Y cómo vas a jugar con él? —se rió Adrien.


—Pues... —sonrió Justin—, tú serás mi estrella protagonista.

Adrien frunció el ceño mientras que Justin se levantaba. Melina no le quitaba ojo...

—En los documentos que firmó Melina, le puse una pegatina con un chip de GPS —Adrien abrió mucho los ojos
mientras se sacaba un pequeño teléfono—. Y tenemos la dirección.

Adrien le quitó el teléfono memorizando la dirección mientras que Justin sonreía e iba hacia Melina y se sentaba a su
lado.

—¿Y qué haremos?

Justin sonrió mirando a Melina y mordiendo su labio inferior como si volver a las andadas fuese la cosa más feliz del
mundo.

—Pues... Entraremos ahí, y les robaremos los documentos y todo el material. Así que tú serás mi estrella esta noche.
—¿Qué coño estás diciendo? —se quejó Adrien.
—Pues lo que has oído. Entraremos ahí y robaremos.
—Oh, claro. Espérate que me meto a la guarida de tíos enormes armados hasta las trancas y les intento robar...
Espérate —se volvió a quejar Adrien.

Justin se encogió de hombros.

—No tienen que darse cuenta —dijo Justin sonriendo.


—¿Y esta noche?
—Esta misma noche. Claro que el papel está truncado. Los bienes no van al nombre del estado, el estado es Norman
Petrov. Y antes de que se le de validez... Tendremos que actuar.

Melina se mordió el labio inferior mientras que la mano de Justin estaba acariciando suavemente su muslo.

—Joder, Justin. Un robo así lleva mucho trabajo... Dame hasta mañana por lo menos, y lo haré. Te lo juro.

Justin sonrió ampliamente asintiendo.

—Sabía que no ibas a decepcionarme, Adrien. Eres el mejor.


—Lo sé —le dijo Adrien haciendo los ojos en blanco.
Melina se rió pasando las piernas por encima de Justin. Lo abrazó mientras que Justin pillaba todas las señales. Justin
llevó sus manos hacia el muslo de Melina y le sonrió.

—Pues tendremos que buscar un sitio... Dormiremos y mañana ya tenemos que ponernos manos a la obra.

Entonces, Justin se acercó a Melina y la besó suavemente en los labios mientras que Mel se alejaba suavemente por
vergüenza a Adrien. Entonces Melina miró a Justin a los ojos bastante sonrojada.

—Mel —le dijo Justin—. ¿Te encuentras bien? ¿En qué estás pensando?

Mel negó con la cabeza apartando la atención de Justin.

—Oye, ¿nos ponemos a trabajar o hacemos un trío?

Justin suspiró levantándose mientras le decía a Adrien:

—Retira lo que has dicho o te corto la mano, Adrien.


—Joder, que soy el tercero... ¿Y qué hago? ¿Una paja y a dormir?

Melina jadeó horrorizada al oír eso. Justin le dio un golpe a Adrien y lo empujo para que saliera de los vestuarios.

—Eres asqueroso —se quejó Justin.


—¿Me la harás tú? —se rió Adrien.
—Oh, hermano —le pegó en la espalda y lo sacó del todo del vestuario.

Entonces Melina se levantó para seguirlos a los dos. Justin le pasó el brazo por los hombros y sonrió mientras que le
besaba la cabeza a Melina.

—Mel, esto no te va a gustar —le dijo Justin—. Pero vamos a salir de esta, te lo prometo.

Mel miró sus ojos y sonrió abrazándolo con fuerza. Aunque una pequeña duda estaba en su cabeza: ¿si fuiste capaz de
ponerme una pistola en mi cumpleaños... De qué más eres capaz?
Problema 25
Dolor emocional.

Esos días parecían eternos... Y como si empezaran de cero, acabaron en uno de los apartamentos de Adrien.

Ese lo tuvo a penas cumplió 18 años, vivió ahí un par de años pero mientras más dinero ganaba o robaba... Se mudaba
a sitios más grandes. Pero como no quería venderlo ni nada por el enorme significado que tenía para él, se lo quedó y
lo mantuvo vacío.

Entraron otra vez sin absolutamente nada. Empezando de cero, solamente que con unos cuantos billetes más en él
bolsillo. Suficiente para que Adrien pudiese comprar lo que hiciese falta para el robo.

Era ya de noche cuando por fin Adrien se marchó para comprar y encontrar planos. Justin había hábilmente cortado
algunos vestuarios del teatro para usarlos como mantas y sabanas para dormir esta noche.

—Aquí dormirás —le dijo Justin cubriendo el frío colchón con seda que solía ser un vestido rosa—. Solo será por esta
noche mientras Adrien y yo estemos fuera.

Justin se inclinó hacia Melina y la besó en la frente mientras que se daba la vuelta para buscar más tela.

—¿Crees que vas a poder?

Justin se encogió de hombros.

—Sí —dijo tranquilamente mientras que se sentaba a su lado—. Confío en Adrien. Solamente tomaremos el papel y
saldremos corriendo de ahí. Nadie se dará cuenta que estuvimos ahí.

A Mel le pareció contradictorio e ilógico. Pues casi los mataban por ese papel... Es lógico que iban a darse cuenta que
estuvieron ahí...

—¿Puedo? —dijo Mel mirando la cama mientras que Justin plegaba unos abrigos enormes a manera de mantas.
—¿La cama? Claro, es solo para ti.

Melina se acostó en la cama sin apartar la mirada de Justin. Justin la miró con una media sonrisa que le salía de pura
inconsciencia... Mel estaba preciosa, tenía las mejillas sonrojadas, probablemente porque Adrien antes de irse había
dejado la calefacción muy fuerte.

Justin sonrió sentándose sin dejar de mirarla. Mel le sonrió y estiró los brazos como si fuese una niña pequeña. Justin
se lanzó a esos brazos para estrecharla entre los suyos.

Como si se tratase de una bebé, la tomo de la espalda y la levantó un poco de la cama para abrazarla y estrecharla
contra él.

—Mi niña —murmuró Justin besándola en la mejilla sin dejar de abrazarla.

Se alejó levemente para mirarla y sí, se dijo, estaba más que enamorado de esa cosita tan pequeña. Se llevaban dos
décadas y dos años, pero es que...

Es que... ¿Cómo alguien que siente no se va a enamorar de algo tan pasional como Melina? Todo de Melina era
extremadamente precioso, digno de ser amado. Mel era como que algo universal, un símbolo enormemente perfecto, y
él era los miles de experimentos que se hacían para llegar a esa perfección, para llegar a amar a esa perfección.

No podía ni permitirse pensar en la maldita culpabilidad porque... Porque no le hacía falta. Era como que cuando veía
esos preciosos ojos verdes, esas mejillas y esos labios... No cabía las inseguridades o los remordimientos.

¿Remordimientos? Claro que tenía, desde que la conoció. Se encariñó con ella enormemente, pasó a ser la niña de sus
ojos los años que estuvo infiltrado en la supuesta casa de Norman Petrov. La llevaba a todos lados encima, era
extremadamente carismática y extremadamente cariñosa con él.

La quería, admitió. Era como la hija que nunca tuvo. Pero entonces... Ocurrió la catástrofe. La habían arrancado de su
lado y al verla tirada en el suelo... Es que su corazón no pudo más... Hasta explotar en llanto.
Y ahora... Ahora quién sabe qué clase de bruja era porque lo tenía en la palma de la mano. Nunca se había enamorado,
nunca se había sentido tan débil, nunca había sentido ese sentimiento tan fuerte que lo impulsa a pasar por todo
solamente por ella.

Justin no se lo esperaba, pues estaba a punto de descubrir que Melina podía enamorarlo más de lo que estaba. De la
manera más tímida del mundo, Mel lo miró a los ojos, y prosiguió a decir:

—Hmm... Justin...

Estaba sonrojada y ya no era por por la calefacción.

—Dime, cariño —le dijo de manera adorable Justin.


—Yo... —murmuró—. Bueno...

Ahora estaba temblando. Justin frunció el ceño pero le dio la sensación de que no era nada malo lo que iba a decir.

—Eh... ¿Podemos...?

Y hubo un silencio mientras que los labios de Justin se estiraban en una de las sonrisas más preciosas que Mel había
visto en su vida. Mel a estas alturas estaba como un tomate.

—¿Me estás pidiendo que te haga el amor?

Mel se cubrió el rostro con las manos muerta de la vergüenza, pero entonces, Justin le quitó las manos del rostro y la
besó fuertemente en los labios.

Normalmente nunca estaban solos. Eran pocos los minutos que podían permanecer a solas cuando estaban en la
biblioteca. Así que hace unas cuantas semanas que no se permitían el placer de estar juntos.

Justin jadeó al sentir el tacto de la piel de Melina combinado con las "sábanas" de seda. Era extremadamente
placentero. Un rosa fucsia, tan brillante como esos preciosos ojos y tan encendido con esas mejillas.

¡Esto era intolerable! Se dijo Justin, ¿cómo es posible que sus ojos y mejillas se viesen tan hermosos pero sus labios
todavía no? ¡Tenían que verse igual de brillantes y rojos. Pero eso se arregla. Con el mejor beso del mundo, Melina
por fin podrá estar más que armoniosa.

Así que Justin la besó y la besó sin descanso mientras que se deshacía de la tímida ropa que cubría aquello que ella no
quería enseñar pero él amaba y mimaba más que a nada en el mundo: sus cicatrices.

De todos los tamaños y formas. Melina estaba muy marcada. Como un trillón de tatuajes que recorrían toda su piel y
cuerpo. A Justin le gustaba pensar diferente sobre esas cicatrices:

Le gustaba pensar que un gran Dios había tomado todo el firmamento, lleno de estrellas, meteoritos y estrellas
fugaces; y como si se tratase de una manta enorme, la había extendido sobre su Bichito. Creando todo tipo de formas y
calcando todas y cada una de las marcas en su piel. Le gustaba pensar que Melina era azul firmamento, le gustaba
pensar que era estrellas y cosas bonitas... Le gustaba pensar que era todo su universo.

A estas alturas, los labios ya estaban igual de rojos que sus mejillas, y brillantes como sus ojos. Jadeaba pidiendo más,
jadeaba completamente fuera de si.

Entonces Justin tomó con una de sus potentes manos, una de las piernas de Melina dejándola a su merced. Y con un
leve empuje, por fin entró en ella.

Tuvo que aceptar que fue un poco bestia, pero es que no se controlaba. Hizo que Melina gimiera un poco alto, y eso
que Mel se privaba de gemir. Era más de pequeños jadeos y suspiros que volvían loco a Justin.

—¿Te hice daño? —preguntó Justin agitado sintiendo cómo su miembro palpitaba dentro de Melina.

Mel negó con la cabeza, Justin la besó en los labios otra vez mientras que empezaba a moverse suavemente. Una y
otra vez, despacio... Pues por ahora no tenían prisa.

Pero esa parsimonia se acabó tan rápido como empezó. Justin la besaba en la mejilla y no le quitaba ojo mientras que
aumentaba la intensidad. Una parte de él quería verla llorar, quería verla rogar, quería verla al borde del abismo. Pero
otra parte bastante sabia en él, le decía que se calmara. Así estaban bien y Mel parecía complacida, así que siguió
adelante.

El contraste de Melina sobre la seda, era simplemente maravilloso. Melina parecía una princesa, su princesa. Las
manos de Melina estaban en su cuello evitando que pudiese alejarse o siquiera moverse.

Justin se alejó levemente haciendo que las manos de Melina se soltaran, pero es que necesitaba verla con perspectiva,
necesitaba guardar esa imagen en su cabeza el resto de sus días.

Mel se arqueó levemente haciendo a Justin sonreír. Que él provocara eso, no se cansaba de decir que era
extremadamente irresistible y extremadamente satisfactorio.

—Eso es, nena —murmuró Justin con la voz ronca.

Mel jadeó mientras que Justin la tomaba más fuerte.

Comenzó a ir tan fuerte que Melina sintió que moriría de un infarto. Se quejó levemente haciendo que Justin sonriera.
Mel iba a reventar en cualquier momento, levantó la mirada hacia Justin suplicante mientras que Justin se mordía el
labio inferior y entrecerraba los ojos.

Mel llevó las manos al rostro de Justin y lo acarició levemente para levantarse y besarlo en los labios. Justin sintió que
en ese beso podía morir, sintió que en ese beso... Estaba su vida entera.

Daba igual lo que pasaría esa noche, daba igual si moría porque podría morir tranquilo sabiendo que por fin, después
de tantos años, es amado tal y como se merece.

Melina estaba recostada en improvisadas almohadas de peluches y algodón. Justin yacía a su lado, le acariciaba el
rostro y el cabello mientras que Mel iba cerrando h cerrando sus ojitos como si no pudiese aguantar más tiempo
despierta.

A penar terminaron con las relaciones amorosas, Justin cubrió a Melina con las mantas de seda y otras de algodón. Era
como si le diese vergüenza ver lo que había hecho con Mel, ver cómo había profanado y manchado su cuerpo. La
mantuvo cubierta hasta el mentón y empezó a hablarle suavemente.

—Siento tanto lo de tu cumpleaños —murmuró—. Todavía te debo un regalo y una enorme disculpa.

Melina sonrió apoyando su rostro en la mano de Justin.

—No me debes nada —dijo Mel con los ojos cerrados.


—¿Cuál ha sido tu mejor cumpleaños?

Mel abrió los ojos y parpadeó. Justin creía firmemente que Mel iba a contestar alguno de los cumpleaños cuando era
pequeña. Pero entonces, para su enorme sorpresa, dijo con la voz suave y el corazón latiendo:

—El quince —dijo con una sonrisa.

Mel ya estaba con él para cuando cumplió 15. Intentó recordar si había hecho algo especial pero... Resulta que no.

—Tu y Nadine me trajeron una tarta de chocolate con fresas. Es la mejor tarta que he probado —murmuró Melina—.
Y a pesar de que yo no hablaba, os habéis sentado conmigo y me contasteis historias.
—Oh, pequeña —sonrió Justin besándola en la mejilla.

Mel sonrió cerrando los ojos. Pero ambos los abrieron al escuchar la puerta principal.

—¡Ya volví, familia! —dijo Adrien gritando.

Justin se incorporó rápidamente para vestirse.

—¿Qué tal están mis dos tórtolos?

Justin corrió a tiempo para darle una patada a la puerta y así Adrien no pudiese entrar.
—¡No entres! —jadeó Justin.
—Huy —se rió Adrien desde afuera—. Creo que alguien estuvo retozando mientras yo estaba afuera.

Melina se rió vistiéndose también mientras que Justin le guiñaba el ojo. Justin fue el primero en salir.

—Eh, tío... —jadeó sorprendido Justin al ver que en la mesa del comedor había un montón de cosas compradas, unos
planos, armas y todo tipo de utensilios.
—Tenía la mayoría de mis cosas en un almacén.
—Déjame adivinar —dijo Justin—. ¿Robado?
—No, imbécil. Lo he pagado por cinco años.

Melina salió de la habitación para sentarse en el sofá mientras los miraba. Ambos parecían embobados con sus
juguetes y sus cosas.

—Te pondrás esto —le dijo Adrien a Justin pasándole ropa doblaba que era imposible de descubrir qué era.
—Joder, si me acabo de vestir —dijo Justin quejándose.
—Si quieres te desvisto —le dijo Adrien guiñándole un ojo.
—Idiota —se rió Justin yéndose a vestir.

Al rato salieron los dos completamente vestidos. Llevaban unas botas negras militares, unos pantalones de manera
militar, pero grises, una camiseta negra que por alguna extraña razón se ajustaba demasiado a los atributos de ambos.

Llevaban un chaleco antibalas, un arnés donde guardaban el arma, atado a la pierna. Guantes negros que dejaban salir
solo sus dedos, y un pasamontañas negro.

—Míranos —le dijo Justin—. Pero, ¿y los tatuajes?

Adrien no tenía muchos tatuajes como Justin, sino que tenía dos tatuajes en ambos hombros que apenas se veían al
finalizar la camiseta.

—¿Qué quieres decir?


—Nos van a diferenciar por los tatuajes —dijo como si fuese la cosa más obvia del mundo.
—Obviamente nos van a diferenciar —dijo Adrien dándole un golpe en la cabeza a Justin—. ¡Avívate, Justin! ¿Quién
más, además de nosotros va a querer esos papeles?
—Tienes razón. Pero mira mis brazos, se ven geniales.
—¡Los míos se ven mejores! —Adrien empezó a sacar músculo.
—¡Y una mierda! Mira, mira.
—A ver, Mel. ¿Quién se ve mejor? —dijo Adrien.
—Mel, yo no me veo mejor, ni te lo pienses.
—Adrien —dijo Mel para molestar a Justin.
—¡Oh! ¡Has visto! —se rió Adrien en la cara de Justin—. Perdedor.

Justin suspiró tomando un arma pequeña, pero que parecía de alguna película de espías. Mientras se preparaban,
Adrien se puso a explicarle todo el plan con los planos y demás.

—Están vigilando toda la noche —dijo—. Así que la alarma solo se va a activar si tocamos esos puntos débiles y
solamente si ellos se dan cuenta. Así que procura ser sigiloso.
—Puff —se rió Justin—. Mi segundo nombre es sigiloso —dijo eso dándole una vuelta en el aire al arma que cayó en
el suelo e hizo muchísimo ruido.

Adrien arqueó una ceja mientras negaba con la cabeza y se daba la vuelta para marcharse.

—Andando, vaquero. Nos esperan esos papeles.


—Mel —dijo Justin—. Cuídate mucho, por favor. Ya sabes qué hacer. Si escuchas a alguien dentro de la casa, ya sabes
dónde esconderte.

Melina asintió dándole un abrazo.

—Volved sanos y salvos —murmuró Melina—. Y de una sola pieza, por favor.
—Te lo prometo —sonrió Adrien dándole un abrazo.

Y por fin se marcharon... Pero a Mel le quedó una duda... ¿Y si...?


—Es aquí —dijo Adrien mientras se detenían.


—¿Estás seguro? Parece terrorífico.
—Lo es, piensa que hay miles de ojos observándonos. Vamos, Justin. Tiene que ser rápido.

Adrien y Justin se colocaron los pasamontañas mientras que Adrien colocaba el cronómetro en su reloj de muñeca.

—¿Estás listo? —preguntó Adrien.


—La verdad es que no... —dijo Justin—, hace mucho que no me meto en problemas. No sé cuán oxidado estaré...
—Eso es pura paja mental —dijo Adrien—. Pura paja mental que no nos lleva a ningún sitio. Vamos a estar bien,
seremos sombras, dame un abrazo.

Justin y Adrien se abrazaron en el interior del coche. Dejaron las llaves puestas por si había que salir corriendo. Justin
suspiró mirando sus brazos, ahí, aunque Melina no lo supiera, entre el desastre y cosas sin sentido para el resto...
Había una pequeña mariquita... Era un tatuaje que se había hecho en honor a Melina.

Tocó el tatuaje y asintió decidido. Adrien volvió a mirar el cronómetro y ambos se prepararon para salir.

3...
2...
1...
¡Ya!

Como si fuese atletismo, ambos salieron corriendo para de un salto, agarrar el final de la valla, saltarla con astucia y
estar dentro.

Caminaron con extremo sigilo, entre pasillo y pasillo del enorme edificio. Justin no se quitaba el arma de enfrente
mientras que andaba en tremenda tensión.

Había uno de los guardias nocturnos por ahí. No había ni escuchado a Justin cuando él le pasó el brazo por el cuello
hasta asfixiarlo y dejarlo completamente inconsciente en el suelo. Hacia tanto que no hacía eso... Uff, no supo cómo
sentirse al respecto.

—Vete por la derecha —le dijo Adrien, Justin asintió quitándole las balas al arma del guardia por si al caso se
despertara...

Ambos tomaron el pasillo de la derecha. Ahí estaba el ascensor de los planes. Estaba en el piso subterráneo, así que
Justin le dio una palmada a Adrien. Eso era significado de que no tendrían que ser visto por las cámaras.

—Voy por las escaleras —le dijo Justin con el arma por delante.
—Te veo arriba.

Adrien abrió brutalmente las puertas del ascensor, a la fuerza. Y sin esperar más, saltó al vacío. Cayó firmemente
sobre la caja que estaba en el piso de abajo... Espero a que Justin lo llamase en el piso de arriba.

Así podrían causar un corto circuito haciendo que el ascensor suba hasta la última planta.

Justin por su parte, estaba cubriendo los sensores de movimiento con mucha cautela. Subió hasta la planta dos. Ahí
llamó al ascensor. El requisito básico para hacerlo subir hasta la última planta, era que estuviese en movimiento. Así
que mientras que Justin llamaba al ascensor, Adrien provocaba el corto circuito.

Antes de tiempo, Justin abrió las puertas a la fuerza y también saltó a escasos segundos de no llegar a hacerlo.

El ascensor no paró y siguió hacia arriba.

—Genial —dijo Justin—. ¿Estás seguro de que se detendrá? ¿O nos estrellaremos contra el techo?

Adrien se rió mientras decía:

—Lo segundo.

Justin hizo un ruidito mientras que miraba con angustia hacia arriba.
—Necesito que dispares eso contra la última puerta —dijo pasándole un chip atado a una cuerda a su ves atado a un
arma—. Tú tienes buena puntería. Date prisa.

Justin se posicionó y la verdad es que era complicado. Pues estaba en movimiento constante y él se tambaleaba y el
objetivo cambiaba de lugar.

Pero sin más, disparó y le dio perfectamente, haciendo que Adrien diese a un botón en un teléfono y la puerta se
abriera.

—¡Pero esto va a hacer ruido provocando un accidente! —se quejó Justin poniendo su cuerpo en tensión para saltar.
—Así que mejor date prisa.

Melina estaba dibujando a Justin junto con Adrien. La verdad es que a Adrien le había pillado mucho cariño. Y juntos
eran un equipo de diez. Así que con una sonrisa tierna, acabó de definir los ojos azules de Adrien, y los ojos mieles de
Justin.

Justin y Adrien saltaron de la caja para irse a dar un golpe contra la pared en el pasillo. Adrien se quejó mientras que
Justin se levantaba rápidamente y emprendía marcha a apagar los sensores, tapar las cámaras y avanzar al despacho.

Milagrosamente, el ascensor no se había estrellado. Sino que se detuvo hasta el final del techo, pero no se estrelló. Eso
al menos los alivió.

Y por fin estaban en el enorme despacho donde el gps indicaba que estarían los documentos.

Y efectivamente... Ahí estaban.

Justin sonrió ampliamente con una linterna en la mano sin dejar de ver los documentos como si no pudiese creer que
los había encontrado.

Nadine, en la misma habitación que los chicos, escuchó los pasos y abrió los ojos. En él suelo, congelada, con la ropa
rasgada y atada, se abrazó a sí misma mientras que creía que podían ser los militares buscándola.

—Nos quedan 120 segundos para salir de aquí —murmuró Adrien—. Vamos.

Justin asintió mientras que, sin dejar ver los papeles, empezó a caminar. Escuchó ruido en esa habitación y sus
sentidos le decían que tenía que investigar.

Sin embargo solo se dio la vuelta y se fue.

Melina acababa de arruinar el dibujo mientras que le sangraba la nariz sin control. Ahora la cara de Justin estaba llena
de sangre.

Descendiendo otra vez hasta llegar al punto de salida... Echaron a correr para que nadie se diese cuenta.

—Vete por la izquierda —le dijo Justin a Adrien para evitar que los guardias los vieran a los dos.

Entonces, se encontraron en el pasillo de adelante. Quién sabe porqué, pero Adrien, que solía ser el más cuidadoso, se
estrelló contra unas cajas apiladas haciéndolas caer estrepitosamente.

—¿¡Qué!? —se quejó Adrien al ver la mirada de Justin a través del pasamontañas.

Y entonces, empezó a sonar una fuerte alarma.


Ambos echaron a correr como si no hubiese mañana. Ya escuchaban a los guardias correr y la puerta estaba ahí a
escasos metros.

Pero el destino así lo quiso... Y algún guardia disparó, y esa bala fue a la parar a la pierna de Justin.

Lo hizo caer de frente mientras que se quejaba. Esto no pintaba bien. Adrien fue hacia él intentando levantarlo.

La valla estaba tan cerca de ellos que sería de imbéciles dejarlo aquí. Así que Justin tomó la decisión más sabia:

—No, no me ayudes —le dijo. Le dio el papel y lo miró a los ojos—. No voy a poder saltar, corre... Cuida de Melina.
Yo voy a estar bien. Antes de salir, me tragué una pegatina con gps para que sepas dónde estoy.
—No voy a dejarte —le dijo Adrien sintiendo unas ganas de llorar escalofriantes.
—Adrien, por favor. Voy a estar bien. Cuida de mi Mel, y dile que la amo.

Así que Adrien tomó el papel, a pesar de que no quería dejar a Justin, por otros motivos, saltó la valla, y se marchó
acelerando en el coche.

—¡Arriba las manos! —le gritaron a Justin.

Él lo hizo mientras que sentía el verdadero dolor de la bala. Gimió mientras lo ataban y escuchó que uno dijo:

—Es Justin Bieber. Mantenedlo con vida porque al jefe le va a gustar tener un cara a cara con él.

A Melina le seguía sangrando la nariz para cuando Adrien llegó desesperadamente al apartamento.

Melina fue hacia él pero no tuvo ni tiempo de preguntar cuando vio a Adrien con el ordenador...

—Tienen a Justin —musitó—. Le dispararon.

Melina jadeó mientras que trataba de asimilar la información. En principio no lloró... Simplemente se dio la vuelta y
con parsimonia, se fue a la cama.

Ahí se acostó y se quedó mirando a la nada. Abrazó las sabanas intentando encontrar el calor de Justin...

Más solamente había un frío inquietante y un silencio que solamente fue interrumpido cuando Melina rompió a llorar
en miles de millones de pedazos.

Era ya de día. Adrien no había dormido nada buscando un plan de rescate. El sol entraba por los cristales del enorme
edificio, dejando a Justin prácticamente ciego.

No había perdido mucha sangre, pues le habían dado atención sanitaria. Al parecer sí lo querían vivo.

Estaba en el suelo junto a un montón de guardias cuando entraron otro montón para llevárselo de ahí.

Como si fuese un animal, lo empujaron con enorme fuerza hacia el edificio. Lo llevaron deshidratado, atado y con
bastante dolor físico por la herida.

Al llegar a la oficina donde había estado antes, fue empujado con brutalidad a la silla. No podía defenderse, aunque se
atrevería a decir que pudiera matar a todos y cada uno de los guardias al mismo tiempo.

Solamente necesitaba un arma cargada y un poco de suerte. Entonces, sus pensamientos silenciaron, pues ahí estaba
Norman Petrov... O más bien cómo solía llamarle Justin... Jefe.

—Justin Bieber —dijo colocándose al otro lado de la oficina. El sol ya le daba a Justin en la cara, así que lo veía con
dificultad—. Te ves horrible. Traedle agua, y analgésicos.

Dos soldados rápidamente obedecieron las órdenes del jefe. Justin se relamió los labios mientras lo miraba fijamente.
—¿Por qué no me has mandado a matar? —preguntó directamente Justin.
—Porque sería un imbécil si lo hiciera —le dijo con una sonrisa irónica—. Tú eres el único nexo que me queda entre
mi hija y yo.
—¿Y para qué quieres a Melina?
—Eso es confidencial. Necesito que me digas dónde está.

Entonces Justin se acercó levemente como si se lo fuese a contar, pero entonces dijo:

—Ya puedes decirle a tus hombres que me torturen y acaben conmigo. Yo no voy a hablar ni ahora ni nunca.

Entonces el jefe sonrió y dijo lentamente:

—Sabía que dirías eso, Bieber. Eres un hombre bastante capacitado para aguantar torturas bastante pesadas... Pero yo
tengo un haz bajo la manga.

Justin frunció el ceño mientras le colocaban una pastilla y una botella de agua que obviamente no iba a tomarse.

—Yo de ti, me la tomaría. La vas a necesitar.


—Soy muy tolerante al dolor físico —presumió Justin.

Entonces el jefe se levantó, fue hacia los estantes y le sonrió:

—¿Y al dolor emocional, Bieber?

Y sin más, la puerta se abrió.


Problema 26.
Héroes rotos.

Demonios que no querían irse de su cabeza, estaban acabando con ella paulatinamente. Pensamientos e hipótesis que
iban a acabar por matarla lentamente si su héroe no aparecía.

Melina está llorando tirada en la cama mientras que Adrien está repasando por enésima vez un plan que tenía un
montón de fallos pero es que no sabía qué hacer.

Tenía que confiar en que Justin no estaba atado, y por lo tanto, podría pelear con él. Cada pocos segundos revisaba el
gps para asegurarse de que no lo movieran. El sol ya empezaba a calentar a la ciudad que entraba en invierno.

No sabía si iba a salir bien... Pero no podía dejar a Justin ahí. O lo salvaba, o morían los dos en el intento.

Un goteo interminable le está agujereando la cabeza. No tiene ni idea de que porqué sus sentidos se agudizaron al
punto de no oír absolutamente nada y solamente un lejano goteo.

Todo se ha detenido a su alrededor, nada existe, nada se mueve. Instintivamente se levantó de la silla mientras que su
vista solamente se centraba en ella.

Ella todavía no le había visto. Estaba en una silla, maniatada, con la cabeza gacha y la respiración débil.

Justin se levantó con mucha fuerza mientras tragaba. Por alguna extraña razón en la que no quería pensar ahora
mismo, su corazón empezó a latir desbocado. Su respiración también se alborotó... Y al ver que nadie se lo impedía...
Empezó a caminar.

Torpes pasos en los que se tropezaba con todo porque no veía el suelo, solamente la veía a ella. Solo a ella y nada más
que a ella.

Entra a la habitación tan oscura donde por fin ella levanta la mirada. Ella jadea mientras que Justin no puede ni
pronunciar su nombre sin echarse a llorar. Pero igualmente lo hace porque necesita confirmar que es ella, que está ahí.

—Nadine —murmura sin aire.

Nadine lo mira horrorizada y niega con la cabeza una y otra vez como si se tratara de algo malo.

—Nadine —vuelve a decir para hacerse la idea.


—Justin —le contesta ella.

Y es ella, es su voz. No es un simple espejismo. Eso rompe a Justin en pedazos y lo hace llorar, lo hace sollozar casi
en silencio y cae de rodillas abruptamente hacia ella.

—Nadine —vuelve a susurrar para confirmarlo completamente.


—Justin, tienes que salir de aquí —murmura Nadine aterrada.

Ellos, para estas situaciones de peligro extremo, habían aprendido una lengua africana de una tribu muy estudiada
pero que obviamente la lengua era poco conocida a nivel común.

Así que podían hablar libremente al menos lo básico.

—Nadine —vuelve a decir Justin mirándola al rostro.

Entonces levanta las manos y la agarra del rostro para por fin tocarla y saber que es ella. Y ahí es cuando es consciente
de todas las heridas y magulladuras de Nadine. Con los ojos llorosos, niega con la cabeza sintiendo una ira
extremadamente inmensurable.

—Tienes que irte de aquí, Justin. Van a matarte y quieren matar a Mel también...
—No voy a dejarte —jadea decidido Justin mientras que sigue repasando cada herida intentando averiguar en mini
segundos cómo se la hicieron.
—Estoy hablando en serio, déjame aquí.
Entonces Justin, se toma la libertad de desatarla de las manos para verla completamente lastimada. Incluso parece que
le querían arrancar dedos dejándole profundas heridas en las manos.

Sin más, se quita la chaqueta y se la pone rápidamente a Nadine. No puede ver esto, quiere matar a todos los que le
hayan hecho esto a Nadine. Quiere que todos sufran y si ahora mismo entra Adrien por la puerta, estaba dispuesto a
matarlos a todos.

—No voy a dejarte —dice firmemente en inglés mientras mira a Norman Petrov—. Déjala libre —dice Justin—. Y
tómame a mi.
—No, Justin —dice Nadine.
—Déjala libre, por favor —ruega.

Entonces Justin vuelve a mirarla. No sabe porqué, cada vez que la mira... Nota más heridas y más miedo me da
investigar qué cómo se las hicieron.

—Tráeme a Melina, y podrás irte con Nadine.

O una o la otra... Pero estaba claro que a las mujeres de su vida no las vendería ni por todo el dinero del mundo.

—Por favor, Norman. Un hombre solamente ruega cuando sabe que va a morir y cobardemente busca piedad. Si te
estoy rogando es que Nadine ha sido mi compañera por más años de los que tú llevas en este negocio. Déjala ir, esto
es entre tú y yo.
—Justin —vuelve a decir Nadine estirando inocentemente una mano a su pantalón. Tomando un poco de tela, tiró de
él para llamar su atención—. He estado todo este tiempo viva porque me necesitaban para ser chantaje... Ahora no
sirvo para nada, Justin. Si no te vas, nos van a matar.

Norman exasperado por no entender lo que Nadine estaba diciendo. Suspira y la ignora completamente, pero entonces
mira a Justin.

—Norman... Has ganado esta guerra, ¿contento? Ya tienes tus bienes y tienes el imperio. Nosotros somos unos
fugitivos y estamos en la más grande de las miserias. Has ganado, no somos un peligro para ti. Deja que Nadine se
vaya, por favor.
—Ya sabes mis condiciones —dijo Norman—. Melina a cambio de vuestra vida.

Nadine vuelve a tirar débilmente del pantalón:

—Justin, quieren matarla. No le des tu palabra.

Entonces Justin se da la vuelta dulcemente y la mira. Se arrodilla le besa las manos lastimadas y atrofiadas.

—Ya viene el ladrón en camino.

Le dijo el ladrón para no tener que decir su nombre. Justin vuelve a besarla en las manos y le dice por fin:

—No sé cómo sentirme con el hecho de que estuvieras viva todo este tiempo. Solamente sé que soy inmensamente
feliz, Nadine. Te necesito en mi vida.

Nadine le sonríe levemente.

—Te perdí una vez, Nadine. No voy a correr ese riesgo otra vez.

Entonces cambia el idioma.

—Tengo un cuchillo escondido. Está en mi bota derecha. Ya sabes dónde me gusta tenerlos a mi. Tómalo y estate lista.

Entonces Justin extiende sus brazos y Nadine cae en ellos. Justin puede sentir lo débil que está ya que parece que va a
desfallecer en sus brazos. Entonces con sumo silencio y la agilidad propia de una pantera, Nadine consigue sacar el
cuchillo.

Se lo guarda en la manga y se separa de Justin. Para su sorpresa, Justin tiene los ojos llenos de lágrimas y la está
mirando a ella.

—Hemos salido de peores —le dice Justin.


Ahora Justin rogaba que de alguna manera Adrien apareciera en el momento indicado... Es decir, ahora.

Y efectivamente, Adrien estaba afuera del sitio. Es más, estaba repasando el plan de mierda que había hecho en tiempo
récord. Estaba dudando entre entrar o no hacerlo ya que podían salir muy perjudicados.

Justin sonrió ampliamente a Nadine para calmarla. Se acercó a besarla en la mejilla lastimada y le dijo lentamente:

—Te eché muchísimo de menos, no tienes ni idea de cómo te lloré.

Nadine le devolvió la sonrisa apoyando su cabeza en el hombro de Justin mientras suspiraba intentando no ponerse a
llorar recordando todo lo que le hicieron.

Entonces, de pronto se activó una alarma. Justin y Nadine se miraron y asintieron. Norman al principio pareció
perdido pero entonces cuando le dijeron por un pinganillo que efectivamente había un intruso, se levantó rápidamente
de la silla.

Justin se levantó yendo detrás de uno de los guardias para quitarle un arma bastante pesada que Justin controló como
profesional. El hombre se dio la vuelta y se quedó en blanco. Lo último que vio, fue una sonrisa maliciosa de Justin
antes de que le metieran un tiro en el centro del pecho.

Las balas de las películas suelen ser heridas circulares y diminutas, cuando en realidad las heridas de bala suelen dejar
agujeros enormes, casi incurables y más a quemar ropa.

Nadine salió detrás de Justin y a pesar de estar herida, se subió detrás de otro de los guardias distraídos y le cortó la
garganta sin mediar palabra. Justin comenzó a disparar a diestro y siniestro mientras que buscaba con la mirada a
Norman Petrov y advertir que se había largado por un pasadizo.

Cuando no quedaba ningún guardia, Nadine cerró la puerta y la bloqueó con un mueble. Entonces ambos se miraron...

—Voy a seguir a Norman —dijo Justin decidido pero entonces se detuvo en seco al oír ruido en el techo.

Justin subió el arma y se puso enfrente de Nadine para protegerla con su cuerpo. Esperaron ambos en silencio cuando
la lámina de un conducto de ventilación, caía enfrente de ellos.

—Menos mal que ya hiciste el trabajo sucio por mi —dijo Adrien sacando la cabeza adorablemente—. Te creía
cadáver Justin Bieber.
—Joder Adrien —Justin bajó el arma con una sonrisa—. Nunca pensé que diría esto pero, me alegro de verte.

Justin se apartó yendo hacia el escritorio dejando a Nadine al descubierto. Adrien casi se cae al verla y abrió
muchísimo los ojos.

—¿¡Nadine!? —jadeó Adrien parpadeando para asegurarse de que no era una ilusión.
—Hola, Adrien —dijo Nadine apoyándose en la pared como si le doliera algo.
—¿Cómo es que...?
—Ya te lo explicaremos todo cuando lleguemos —dijo Justin sacando todos los documentos y robándose el disco duro
del ordenador—. ¿Tienes un mechero?

Adrien palpó sus bolsillos y le lanzó uno.

—Dime que por favor también tienes alcohol.


—Eso siempre —le dijo riéndose Adrien—. Unas manos limpias te aseguran un buen trabajo.
—Pero estás usando guantes, imbécil.
—¡Pues unos guantes limpios te aseguran un buen trabajo!

Justin se rió tomando el alcohol en gel y regándolo por todos los documentos, incluso el ordenador. Ahí les prendió
fuego. Tomó una silla y después de revisarla por abajo por su tenía algo, la acercaron al conducto.

—Justin, no creo que pueda —jadeó Nadine.


—Oh, nena. Claro que puedes. Ahora que te tengo, no voy a dejarte ni un segundo. Sube tú primero, yo te voy a
seguir.

Nadine asintió yendo hacia la silla cojeando. Justin y Adrien la ayudaron a subir después de que Adrien maniobrara y
se pusiera a la cabeza.
Justin fue el último en subir después de asegurarse de que todo quedara en llamas. Y ahí empezaron a arrastrarse.
Aveces a Nadine no le quedaban fuerzas y lo que hacía era tomarse de los pies de Adrien y que Adrien tirara de ella
mientras que Justin también la ayudaba a empujar.

Habían estado más veces de las que les gustaría en conductos de ventilación. Era el escape más bueno y barato. Sin
embargo, podía ser bastante agobiante y un laberinto si no se armaba un plan.

—Esto se conecta con todos los edificios aledaños. El coche lo tengo en el tercer edificio, ¿seréis capaces de aguantar?
—Sí —dijo Nadine que ya sabía que la pregunta iba por ella.

Entonces siguieron arrastrándose mientras oían las sirenas de los bomberos acercarse cada vez más. Solían cerrar los
conductos para que el humo no pasara a otros edificios así que si no se daban prisa, los atraparían.

—No nos va a dar tiempo —dijo Justin mirando por una rejilla cómo desalojaban el edificio de al lado.
—Tengo una idea —dijo Adrien mirando el plano en su reloj—. Seguidme.

Por suerte, en esa planta estaba el armario de los conserjes. Así que cuando llegaron allí, simplemente bajaron y
empezaron a buscar ropa para cambiarse.

Menos mal que era amplia ya que Justin y Adrien no eran para nada bajos, y Nadine era bastante alta comparada con
la ropa que había ahí. Cuando estaban disfrazados de conserjes, salieron del edificio tranquilamente.

Llegaron a la calle, sorteando a los soldados ocultos en ropa normal, llegaron al parking del tercer edificio y sin más,
subieron al coche y se largaron.

El viaje fue más largo para Melina... Ella estaba en casa removiéndose de un sitio a otro. No había dormido nada por
la noche y sentía una angustia terrible en el pecho, como si de verdad estuviera pasando algo extremadamente terrible.

Esperó y esperó mirando a la ventana. Sé que se lo habían prohibido pero es que... Tenía que verlo. Al fondo de la
calle, vio el coche acercándose y empezó a correr como loca hacia abajo.

Salió disparada para ver a su Justin. Empujo la puerta con fuerza y ahí los tenía.

Podía ver a Justin y a Adrien, así que abrió la puerta inmediatamente. Justin volvió a verla y le sonrió.

—Hola, Mel —le dijo con una sonrisa tranquilizadora.

Mel quiso ponerse a llorar, pues llevaba tal tensión encima que el cuerpo no podría soportarla más, y tenía que
liberarla de alguna manera.

Entonces Justin salió y dejo completamente visible a Nadine.

—¡¿¡Nadine!? —jadeó Melina al igual que Adrien.

Nadine le sonrió débilmente y le dijo:

—Me alegro mucho de verte, Melina.

Justin la tomó de la espalda para ayudarla a levantarse y una vez que salió del coche, Justin la cargó en brazos para
llevarla hacia dentro.

—Mel —dijo Adrien—. Voy a aparcar, ¿me esperas aquí?

Mel asintió dándole la llave a Justin y veía a su príncipe irse con otra reina en brazos.

Mel esperó obedientemente a Adrien hasta que volvió trotando.

—Gracias —murmuró Melina.

Adrien le pasó un brazo por los hombros y la dirigió lentamente hacia el interior del edificio con las llaves tintineando
a cada paso.

—¿Por qué? —preguntó empujando la puerta con el pie para que los dos pudieran entrar al mismo tiempo.
—Por traerlo de vuelta —le dijo mirándolo.
—Oh, Mel. La verdad es que él hizo todo el trabajo... Yo solamente los saqué de ahí. Y pues bueno, Nadine fue una
sorpresa agradable.

Mel asintió mientras que entraban al apartamento. Mel fue caminando hasta una habitación donde Justin estaba
desvistiendo a Nadine para valorar las heridas.

—Nadine, ¿sabes qué tienes las costillas rotas? —murmuró Justin haciendo que Nadine se quejara cuando Justin tocó
levemente—. Tienes varios dedos rotos también y un montón de golpes. Necesitas atención médica... No podemos
dejarte así.
—¿Podrías llamar a George?

Justin arqueó las cejas y suspiró:

—Claro —le dijo Justin suspirando.

George era bastante querido en el mundo criminal. Ya que era conocido como "el médico de los delincuente". Daba
igual de qué bando eras, no era para nada algo personal, sino que George procuraba curarte... ¿Para seguir
delinquiendo?

A Justin nunca le gustó. No haya ninguna lógica en lo que hacía y además nunca aceptaba dinero, ¿entonces? En fin.
Solamente porque Nadine lo pedía...

—Pero antes, me apetece ducharme y ponerme algo limpio, ¿puedo? —miró dulcemente a Justin.
—Claro, Nadine.

Melina iba a irse para poner a calentar agua en la bañera, pero se detuvo al escuchar a Justin decir algo muy doloroso.

—Na... Nadine... —carraspeó seleccionando las palabras adecuadas—. Tienes la ropa interior manchada de sangre...

Melina se dio la vuelta horrorizada mientras Nadine le devolvía la mirada.

—No es nada —dijo tratando de levantarse.


—Nadine —dijo Adrien también horrorizado—. No te levantes.

Nadine, avergonzada, tomó una manta que solía ser una capa del teatro y se cubrió incapaz de mirar a Justin y a
Adrien... Solamente a Melina que era la única que podía entender lo que le estaba pasando en la cabeza en ese
momento.

—Nadine —suspiró Justin sintiendo que estaba pasando por lo mismo de hace ocho años—. ¿Qué te hicieron?

Todo se quedó paralizado. Nadine clavó su vista en el suelo mientras que Melina se cubría los labios echándose a
llorar en silencio, fuera de la vista de Justin y Adrien.

—Nada —dijo Nadine mintiendo—. Es el periodo...


—He vivido —la interrumpió abruptamente Justin—, he vivido toda mi vida con mujeres, no puedes engañarme,
Nadine. Quién ha sido.
—No me pasó nada —murmuró Nadine—. Ya verás cómo me curo de pies a cabeza... Se me van a curar todas las
heridas.

Entonces Mel, sin poder contenerse, dijo:

—¿Y las emocionales?

Todos dirigieron su mirada a Melina. Justin tuvo que parpadear varias veces para mantenerse consciente. Adrien le
puso la mano en un hombro.

—¿Puedo hablar con Nadine?


—No, Mel —dijo Nadine no queriendo llorar enfrente de todos—, no es necesario. Estoy bien. Solamente necesito
una ducha.
—¿Me dejáis a solas con Nadine, por favor? —insistió Mel.

Justin y Adrien se miraron pero terminaron por asentir. ¿Qué más iban a hacer?
—Claro, Mel —le dijo Justin. Adrien pasó a su lado dándole unas palmaditas en la espalda y Justin la besó en la frente
para después susurrarle:—, trátala con cuidado.

Cuando por fin se fueron, Nadine estaba completamente cubierta con esas mantas, recordándole a Mel lo mal que te
sientes y cómo no quieres ni verte a ti misma.

—No es necesario que hables —dijo Melina arrodillándose enfrente de ella para mirarla desde abajo—, solamente
quería que supieras que entiendo lo que te está pasando y lo mejor que puedes hacer es contarlo... Es aceptarlo... Es
vivir con ello un momento y superarlo.
—Es que a mí no me ha pasado nada —murmuró Nadine a punto de echarse a llorar.
—No mientas para hacerte la fuerte —dijo Mel—. ¿Quieres contarme qué pasó?

Entonces Nadine se rompió. Empezó a llorar casi sin parar. Justin y Adrien inquietos escuchaban los sollozos de
Nadine... Solamente se miraban intentando aguantarse las ganas de entrar ahí.

—Estoy bien —volvió a decir.


—No, Nadine. No lo estás. Si no quieres contarme nada, al menos dime si tienes alguna herida física que podamos
curar...
—Solamente los huesos rotos...
—¿Y tu corazón, Nadine? No tienes que sentir vergüenza o sentir que es tu culpa... Nadine, mírame. Somos una
familia, y la familia no se abandona y nosotros no vamos a juzgarte ni tratarte diferente...

Nadine suspiró. Melina le tendió las manos y ella las tomó. Que una niña le diese una lección, estaba siendo duro pero
a la vez reconfortante.

—Primero fue uno —sollozó Nadine—. Luego otro, y luego otro y luego otro y luego otro y luego varios a la vez.

Nadine levantó la mirada y suspiró.

—Justin, Adrien —los llamó.

Justin y Adrien con cierto miedo en el cuerpo, fueron a la habitación. Abrieron la puerta y entraron con todo el silencio
y respeto del mundo.

—Perdí el conocimiento un montón de veces, pero aún así seguían y seguían. Se turnaban, me grababan, se reían, me
escupían y... —se echó a llorar mientras que Melina se levantaba para darle un abrazo.

Justin se acercó con mucho cuidado. Melina se separó para mirar a Nadine y a Justin. Justin estaba con los ojos
inyectados en sangre, y brillantes por las lágrimas.

—No sé cómo te estarás sintiendo —dijo Justin mordiendo su labio inferior para evitar ponerse a llorar—. Solamente
sé lo afortunado que soy de tener a mi lado a las dos mujeres más fuertes de la historia. Sois mis heroínas.

Entonces Justin también las abraza a las dos. Los tres lloran. Justin se aleja para mirar a Adrien quieto en su sitio.

—Ven aquí —le dice Justin.


—Joder, vais a hacer que llore yo también.

Eso provoca suaves risitas que se mezclan con el llanto. Los cuatro se abrazan. Ahora solamente se tenían a ellos y
solamente ellos.

El asesino, la mercenaria, el ladrón... Y Melina.

George ya se había pasado para enyesar, vendar y desinfectar a Nadine. Adrien le había ido a comprar algo de ropa, y
Justin le había hecho la cena. Nadine había caído dormida cuando le dieron las pastillas para el dolor.

Justin daba un repaso a la casa mientras se aseguraba de que todo estuviera en orden. Pasó por la habitación de Nadine
y Adrien. Vio a Nadine dormir tan plácidamente. Extendió su mano hacia ella, donde le acarició levemente las mejillas
sintiendo su calor, que estaba viva... No como aquellos oscuros recuerdos del hospital.
Después su mirada fue hacia el héroe del día, Adrien. Estaba dormido de la peor forma posible. Con los brazos
extendidos sobre su cabeza y las piernas tiradas a todos lados. Justin bufó riéndose en silencio para marcharse de ahí e
ir buscando la cama también.

Abrió la puerta de su habitación y ahí estaba su princesa. Estaba despierta, lo estaba esperando.

Entonces cuando él cierra la puerta, Melina se levanta disparada y corre hacia él para abrazarlo con una fuerza
sobrecogedora.

—Eh, bichito —sonríe Justin devolviéndole el abrazo, pero retrocede por la fuerza de Melina—, suave, Mel. No me
voy de aquí.

Entonces Mel se aleja para mirarlo sin apartar sus brazos de él.

—¿Me lo prometes? —dijo mirándolo a los ojos.

Justin lleva sus manos al rostro de Melina. La acaricia levemente, las mejillas con mucha delicadeza.

—Te lo juro —le dijo acercándose para besarla en los labios.

No le había dicho a Nadine absolutamente nada de ellos dos. Y sí, se sentía jodidamente culpable ahora. No sabía
cómo iba a decirle a Nadine todo esto...

Se aleja para mirarla con una sonrisa.

—¿No estás cansada?


—Un poco —suspira abrazando a Justin y colocando su rostro en el pecho de él, oyendo su corazón.
—Ven aquí.

Justin la levanta en brazos. A pesar de que Mel no pesaba nada, la pierna herida se le resiente. No le había dicho nada
a Mel sobre la herida porque quería preocuparla lo mínimo posible.

La lleva suavemente a la cama y la deja suavemente entre la seda fucsia y una parte del telón.

Justin se quita la camiseta y se acuesta a su lado.

—Date la vuelta —le susurra Justin.

Mel se resiente. Todavía no sabe si está lista para dejar que Justin la abrace por detrás. Mel suspira mirándolo y niega
con la cabeza.

—Confía en mí, bichito —le susurra tomando sus hombros y girándola levemente.

Melina se deja pero su corazón se acelera y su respiración también. Entonces Justin la abraza por atrás con fuerza,
mientras que ella respira con más fuerza aún.

—Te amo, Mel —murmura en su oído.

Melina sonríe levemente y eso tiene un efecto de calmante. La hace rendirse en sus brazos e incluso acomodarse
cómodamente entre sus brazos. Mel esperó a que Justin se durmiera para poder contestar un:

—Yo a ti, Justin.

Solamente que Justin no se había dormido y lo había escuchado perfectamente.

Por la mañana, Melina fue la primera en despertarse. Justin seguía dormido y se había alejado levemente. Mel se
acercó y lo abrazó con fuerza. Sonriendo levemente, acomodó el rostro en su pecho y cerró los ojos.

—Mel —murmuró Justin—. Mel, ¿puedes moverte un poco?

Mel lo hizo. Pues Justin se había despertado porque Mel le había hecho daño en la piernas.
—¿Te molesto? —se alejó Mel.
—No, no, cielo. Ven, mira.

Entonces Justin empezó a bajarse los pantalones haciendo que Mel abriese mucho los ojos. Apartó la mirada
levemente haciendo que Justin se riera.

—Mira —volvió a decir.

Mel miró y vio su pierna vendada.

—Oh, Justin. Lo siento mucho —le dijo Mel apartándose para no hacerle daño—.¿ese fue el disparo?
—Sip. No fue la gran cosa. Me han disparado más veces pero estoy bien.

Mel apoyó el rostro en el hombro de Justin y lo rodeó con sus brazos.

—No te vuelvas a ir, por favor.


—Nunca me voy a ir, Mel —le dijo Justin besándola en la mejilla—. No te vas a librar tan fácilmente de mi, bichito.

Melina le sonrió pero no por mucho tiempo porque Justin dijo:

—No le he dicho absolutamente nada a Nadine sobre nosotros.

Mel abrió mucho los ojos y lo miró con los ojos verdes brillantes.

—¿Cuándo se lo dirás? —preguntó Mel.


—No lo sé, esperaba que tú me lo dijeras.
—¡Eh, familia! —dijo Adrien entrando abruptamente—. ¿No estáis en pelotas ni nada por el estilo? Ah, vale, genial.
Solamente venía a deciros que salí temprano para comprar el desayuno. Cuando queráis...

Justin le tiró una almohada en la cara cubriéndose con las sabanas.

—Déjanos en paz —se burló Justin.


—¡Eh! ¡Me preocupo por vuestra alimentación! —se burló Adrien—. Nadine ya está comiendo, deberíamos ir.
—Ya iremos. Vete Adrien —le dijo Justin.
—¿¡Qué me vaya!?

Entonces Adrien se lanzó a la cama cayendo encima de los dos. Justin se quejó mientras se reía y lo apartaba. Melina
también se reía ampliamente.

—¡Joder, Adrien! —jadeó Justin.


—Ay, mis tórtolos.

Adrien les pasó un brazo por los hombros de Mel y otro por los de Justin.

—Qué genial es que estamos los cuatro juntos. Como la canción, felices los cuatro. Solamente que nosotros no lo
hacemos todo el rato.

Justin se rió dándole un golpe en el brazo para levantarse e irse a comer con Nadine.

Entonces Adrien suspiró mirando a Melina.

—¿Cuándo se lo dirás? —preguntó Mel.


—No lo sé —murmuró Adrien restregando sus ojos.
—Adrien... Tienes que decírselo o me veré obligada a hacerlo.
—Vale, se lo diré. Solamente dame un momento. Necesito... Necesito tiempo.
—Ya...

Melina miró al techo suspirando. Ojalá que Adrien le dijese la verdad a Justin pronto porque podría explotar por otro
lado... Y ya no serían felices los cuatro.
Problema 27.
70%
Se supone que tenían que estar tristes al perderlo todo, pero por alguna razón, una chispa de esperanza al ver que
podían seguir adelante... Fue suficiente para que intentaran hacer vida normal.

Melina estaba en la habitación hablando con Nadine cuando Justin se acercó con un delantal y les sonrió a ambas.

—Ya casi va a estar la comida, ¿estáis muy hambrientas?

Melina y Nadine negaron con la cabeza como si les hubiese molestado un poco que Justin las hubiese interrumpido
pero eso se les había olvidado al verlo con ese delantal.

—Estoy haciendo mi especialidad... ¡Pasta!

Mel bufó para después reírse sonoramente. Nadine también aunque no podía reírse mucho por la costilla rota.

—Oye —dijo Justin poniéndose serio—. Mel, ven aquí. Tenemos que decírselo.

Mel se levantó con los ojos muy abiertos mientras que Nadine decía:

—¿Decirme qué?

Pero la pareja no la escuchaba. Sino que discutían:

—¿Ya? —decía Mel.


—Sí, ya. Es un buen momento...
—No lo sé, Justin. ¿Y si esperamos?
—¡No voy a esperar más! —dijo Justin jugando con el delantal por los nervios.
—¿Quién empieza?
—Tú.
—¿Yo? —jadeó Mel—. Era una pregunta retórica. Tenías que empezar tu.
—Vas a empezar tú, eres mujer y te entiendes más con ella.
—¡Qué no me entiendo con nadie! ¡A mí no me pongas esas responsabilidades!
—Por fa, Mel. Empieza tú...

Nadine se levantó y suspiró.

—¿Qué queréis decirme? —sonrió por el comportamiento de ambos—. ¿Que estáis juntos?

Melina y Justin la volvieron a ver con las mandíbulas desencajadas y los ojos desorbitados. Nadine se rió dulcemente
diciendo:

—¿Ya lo sabías? —jadeó Justin.


—Sip, Adrien me lo dijo.

Entonces la perplejidad se convirtió en fastidio.

—¡Este pequeño cabrón...! —maldijo Justin—. ¡Adrien! ¡Ven aquí!

Adrien asomó la cabeza masticando una albóndiga mientras se acercaba a los tres.

—¿Qué ocurre, familia?

Entonces Justin le dio un golpe en la cabeza.

—¡Eh! ¿A qué viene eso? ¿Qué hice ahora? ¡No me he robado nada, lo juro!
—¿Le has dicho a Nadine que Mel es mi novia?

Novia... A pesar de lo absurdo de la situación, eso hizo que Mel sonriera tontamente.

—Sí, ¿y?
Justin volvió a darle otro golpe en la cabeza.

—¡Que teníamos que hacerlo nosotros!


—A ver, Justin. ¿Cómo putas vas a decirle a Nadine que Mel es tu novia si estás más concentrado en otras cosas,
como retozar con Melina hasta que tengáis gemelos impares? ¿Eres tonto? —Adrien le devolvió el golpe.
—¡No estábamos retozando! ¡Estaba buscando el momento indicado!
—Ah, ¿y es este el momento indicado? ¿Con ese delantal de mierda y tu cara de gilipollas?
—Vale, ya, chicos —se rió Nadine—. Parecéis un matrimonio.
—¿¡Qué!? —exclamaron ambos al mismo tiempo—. ¡Ni hablar!

Mel y Nadine se rieron mientras que pasaban entre los dos yendo a la cocina.

—Tenemos hambre —dijo Mel—. ¿Podemos ir a probar las albóndigas?


—Puedes probar las mías, Mel —dijo Adrien guiñándole un ojo.

Justin jadeó ofendido y le dio un golpe en el pecho.

—Qué asqueroso eres. Por eso estás soltero —dijo siguiendo a las chicas.
—Por eso estás soltero —lo imitó con voz ridícula—. Me apuesto a que le gusto a más chicas que tú.
—Me da igual a cuántas chicas le guste, yo sólo necesito a una que me mire con esos ojos —dijo acariciando
suavemente la mejilla de Melina.
—Awww —dijo Nadine—. Love is in the air —cantó torpemente sirviendo los espaguetis en platos.
—¡Mejor felices los cuatro! —insistió Adrien.

Justin se rió.

—¿Qué te ha dado a ti por el reggaeton? —dijo Justin.


—Es lo que ponen en la radio todo el tiempo. Te las acabas aprendiendo. ¿Conoces despacito?
—No... —dijo Justin—. No me suena, no.
—¡Pues dice que vamos a morir de hambre si Nadine sirve tan des-pa-ci-to!
—¡Eh! ¡No te metas con mis habilidades de emplatado!

Mel se rió tomando la mano de Justin y besándolo en el bícep, que es lo que estaba a su altura. Apoyó el rostro en ese
brazo y cerró los ojos.

—Bichito —le dijo Justin—. ¿Quieres ir al cine más tarde conmigo?

Mel abrió los ojos y con esos ojos verdes tan brillantes, dijo suavemente:

—¿Y es seguro?
—Claro que lo es —le guiñó un ojo—. Nadie sabe dónde estamos.
—Yo quiero ir —dijo Adrien—. La última vez se me chafó. Justin, si puedes comprar entradas para cine porno...
Mejor.
—Estás desesperado —le dijo Justin sacando los platos para servirlos en una vieja mesa de cristal.
—Obviamente. ¿Tú no lo estarías? Tienes que verme. No se encuentran tíos así por la calle... Y no tengo a nadie, estoy
solísimo.
—El físico no lo es todo —dijo Nadine poniendo los cubiertos.
—¡Gracias! —dijo Justin.
—No en tu caso, Justin. Tú eras modelo y tu físico lo era todo —atacó Adrien.
—Ya, pero mirad lo que conseguí y no me hizo falta el físico —dijo dándole un beso a Melina.
—Awwww —dijo Nadine con una sonrisa sentándose en la mesa con cuidado por sus heridas.

Mel sonrió poniéndose roja.

—Bueno, te aseguro que si fueses un viejo de cuarenta años, gordo y peludo... Melina ya hubiese huido —dijo Adrien.
—Eso es mentira, ¿verdad, Mel?
—Hmmm...
—¡Se lo está pensando! —exclamó Adrien riéndose mientras se sentaba en la mesa.
—Melina, por dios —dijo Justin haciéndose el ofendido para después reírse y darle un beso en la mejilla—. ¡Pues
claro que le gusto así! Es parte de mi arrollador encanto. Además, Adrien. Observa esta cara, estos ojos, son los del
billón de dólares.
—¡Eres un creído! —exclamó Adrien.
—Oh, vaya, noticias —dijo sarcásticamente Nadine riéndose.
—¡Pues claro que lo soy! Todos deberíamos presumir de lo que tenemos. Adrien, tío. No me lo tomes a mal, pero estás
buenísimo, no tanto como yo, pero estás buenísimo.
–—¿Gracias?
—¡Y tú, Nadine! ¡Eres mi negra favorita! —dijo Justin—. Mira tu cabello, tus ojos, tu cara, tus labios, y tú maldito
cuerpo que ya les gustaría a un montón de jovencitas allá afuera tenerlo.
—Ohhh —dijo enternecida Nadine.
—Es verdad, es preciosa —dijo Adrien.

Entonces sus ojos fueron a Melina, y fue como que la cara se le iluminó:

—Y aquí tenemos a la creación más perfecta de la naturaleza. Y no voy a decir mucho más porque me voy a poner a
llorar y no quiero que Adrien me vea llorar.

Mel le sonrió acercándose para darle un beso en la mejilla y darle un abrazo.

Entonces se hizo el silencio. Todos empezaron a comer mientras que Melina le hacía muecas a Adrien de que "es el
momento".

Eso hizo que Adrien perdiera todo sentido del humor y empezara a sentirse mal. Su pecho subía y bajaba pues el
miedo no era ni normal.

Entonces empezó a hablar lentamente:

—Oye Justin...

Justin levantó su mirada del plato para encontrarlo, su expresión era de espectador.

—Tenemos... Tengo que decirte algo —dijo suspirando como si le costara hablar.
—Claro, te escucho.

Adrien no se atrevía a mirar a Justin. Menos mal que ya estaban acabando pues los platos podían volar en cualquier
momento.

—Justin, no sé cómo decirte esto sin que me metas un tiro, así que voy a soltarlo directamente.
—Me estás poniendo nervioso —dijo Justin ya un poco incómodo, olvidando la comida. Mel estaba clavada en su
sitio con el tenedor en la mano apretado súper fuerte. Nadine simplemente estaba expectante al igual que Justin.

Adrien no hablaba, era como que estaba buscando las palabras adecuadas para por fin soltarle su gran secreto.

—Justin... Verás...
—¡Habla de una vez! —insistió Justin.
—Justin, no puedo hablar si me presionas tanto.
—¿¡Cómo no quieres que te presione!? Me tienes súper nervioso. Qué tienes que decir.

Entonces Adrien tomó aire mirando a Melina para pillar fuerzas, y dijo:

—Justin... Yo trabajaba para Norman Petrov, y tenía como misión pasar información y después mataros a los tres...
Yo...

Melina se tensó al ver que Justin apretaba los cubiertos también y su expresión cambiaba drásticamente. Nadine abrió
mucho los ojos mientras negaba con la cabeza.

—Oh, no —murmuró Nadine al ver la cara de Justin.


—Repite —dijo con un tono que hizo temblar a la quieta Melina.
—Los he traicionado, Justin. Cuando Nadine murió, algo no iba bien... Entonces me mantuve dentro pero cuando pasó
lo del orfanato... Fue suficiente... Justin... Yo...
—¿Cómo te atreves a seguir aquí después de eso?

Entonces Justin se levantó con una agresividad impropia de él. Mel se levantó también y Nadine igual para evitar una
posible pelea.

—¡Adrien! —levantó la voz Justin haciendo que a Melina le diesen ganas de llorar—. ¡Adrien, joder! ¡Te confié mi
vida, te confié mis secretos, te confié a Nadine y te confié a lo más importante que tengo! ¡Te confié a Melina! ¡Puse
en tus manos mi mundo completo! ¿¡Y ahora me sales con que trabajas para el hombre que quiere asesinar a su propia
hija!?
—No, Justin. No estás entendiendo...
—¡Lo estoy viendo todo muy claro ahora mismo! ¡Eres un maldito traidor! ¡Un maldito mentiroso! Claro, eres un vil
ladrón, ¿qué podía esperar de ti?

Melina se interpuso cuando Justin fue hacia Adrien.

—No, Justin —dijo Melina con los ojos muy abiertos—. Yo le creo.
—¿¡Tú lo sabías!?
—Sí, lo sabía. Él me lo dijo antes de irte a rescatar ayer por si ninguno de los dos volvía, quería dejar su conciencia
tranquila. Y yo le creo, Justin. Ha arriesgado su vida por ti... Por los tres.
—¿¡Y si eso es lo que quiere que creamos!?
—Justin —dijo Nadine—. Escucha por lo menos lo que tiene que decir.
—¿Tú lo sabías?
—Norman me lo dijo —explicó Nadine—. Y Norman lo llamó traidor. Adrien dice la verdad.

Adrien se levantó y le dijo:

—Soy un traidor desde el principio. Norman Petrov asesinó a mi padre y al tuyo también, Justin. Tenemos eso en
común. Así que deserté de sus soldados y me uní a vosotros. Le pasaba información falsa a Norman para que no
supiese dónde estabais...
—¿¡Y si hubiese tomado ese coche, Adrien!? —jadeó Justin recordándole el coche que explotó.
—¡Por eso te dije que fueses a cenar conmigo! ¡No iba a dejar que explotaras por los aires!
—¡Igualmente no insististe y me dejaste ir!
—¡Iba a ir a tu casa por la mañana!
—¡Parad! —jadeó Melina—. ¡Dejad de gritar!
—Melina, no te incumbe.

Tanto Melina como Nadine abrieron los labios y al mismo tiempo dijeron un:

—¿Perdona?
—Mira, si no quieres creerme, es tu problema. Yo estoy intentando hacer las cosas bien, y si eres incapaz de verlo,
pues no te causo más problemas. Me voy.

Melina fue directamente hacia Adrien.

—No, Adrien. Deja que hable con Justin...

Pero entonces Justin tomó a Melina del brazo tirando de ella, para decir suavemente:

—Roma no paga a traidores.

Entonces a Adrien le tembló el labio pero igualmente se levantó y simplemente se fue. Nadine, adolorida, negó con la
cabeza y siguió a Adrien.

—Justin —dijo Melina negando con la cabeza—. No es lo correcto. Te ha salvado la vida...


—¿Y si Norman le ordenó que nos salvara?
—Justin, tienes que hablar con él. Estaba muy angustiado y yo le creo. Confía en mí por favor.

Eso le rompió el corazón a Justin. Y lo que iba a decir Melina, le iba a destrozar el alma:

—No hay nadie más desconfiada que yo. Y yo quiero a Adrien... Lo conozco y sé de todo corazón que dice la verdad...
Justin... Lo necesitamos.

Justin suspiró cubriendo su rostro con sus manos bastante sobrepasado con la situación. En cambio, afuera, Nadine
seguía a Adrien.

—Adrien, por favor espera. Estoy herida y no puedo ir a tu ritmo.

Eso bastó para que Adrien se detuviera. No la miró... Pero a medida de que Nadine bajaba las escaleras con cuidado y
parsimonia, notó que los hombros de Adrien se sacudían en un llanto pueril que rompió el corazón de Nadine.
—Adrien —murmuró Nadine caminando hasta quedar enfrente de él—. Te creo... Somos mayoría y ya verás que
Justin te va a creer. No te vayas, por favor.

Adrien se mordió el labio inferior para intentar aguantar las ganas de llorar. Suspiró y negó con la cabeza levemente al
no poder hablar.

—Adrien, no te vayas —dijo Nadine extendiendo los brazos y dándole un abrazo. Adrien se derrumbó mientras decía:
—Lo siento, lo siento mucho... Yo no quería... Yo no quería haceros daño, yo solamente quería... Solamente...
—Ya, Adrien. Lo hablaremos con calma, pero no te vayas. Si uno de nosotros falla, nos caemos todos...

—¡Justin! —dijo Mel siguiendo a Justin por toda la casa—. ¡Justin!


—Melina no voy a oírte.
—¡Claro, nunca lo haces!
—Lo que digas... —Justin le cerró la puerta en la cara.

Mel enfureció. Y la verdad es que cualquiera que la hubiera visto, hubiera dicho que se veía bastante adorable
enfadada.

—Terco cascarrabias —masculló Melina yéndose de la puerta para ir a buscar a Adrien.

Salió del apartamento para ver que en las escaleras, iban subiendo pasó a paso Nadine al lado de Adrien.

—Adrien —dijo Mel llamando su atención—. ¿Estás bien?

Adrien asintió, pero Mel se fijó en sus ojos rojos y que en sus mejillas aún habían rastros de lágrimas.

Melina estaba apretando los puños. Pues siempre se le hacía difícil hacer esto a hombres que no eran Justin. Así que
tomando aire con fuerza fue hacia Adrien y le dio un abrazo fuerte.

—Eh, peque —sonrió Adrien también devolviéndole el abrazo.


—Te creo —dijo rápidamente Mel sin soltarlo, casi era ridículo, que se veía extremadamente adorable.
—Gracias, Mel. Estoy diciendo la verdad. Ya no tengo relación con ellos... Y quiero que sepáis que estoy dispuesto a
dar mi vida por vosotros.
—Creo que todos necesitamos hablar... Hay mucho que soltar y no podemos tener secretos así entre nosotros —dijo
Nadine.
—Voy a intentar convencer a Justin —dijo Mel dulcemente poniéndose de puntillas y dándole un beso en la mejilla a
Adrien.

Se fue corriendo a la habitación mientras que Adrien y Nadine la veían irse.

—Es un ángel —murmuró Adrien—. Justin es muy afortunado.

Entonces Nadine recordó todo aquello que Norman le había dicho. Se aclaró la garganta y dijo:

—Melina es un ángel que ha tenido la mala suerte de toparse con demonios.

Melina entró en la habitación para encontrar a Justin sentado en la cama. Tenía la cabeza entre las manos y respiraba
profundamente.

—Cualquier cosa que tengas que decir, no quiero oírla —dijo Justin.
—¿Y si te doy un beso? No tendrás que oírme...

Justin levantó la cabeza mirándola. Mel, como una niña pequeña, se sentó en su regazo. Justin la sostuvo contra él sin
apartar la vista de ella.

—Mel, agradezco que quieras arreglarlo... Pero...


—Justin... Perdona que te interrumpa, pero es necesario que hablemos tranquilamente, los cuatro. Que nos sentemos y
con paciencia digamos todo aquello que tenemos oculto y puede ser perjudicial para nosotros, ¿no crees, pequeño?
—¿Me acabas de decir pequeño? ¿Has visto el tamaño que tengo comparado contigo?
Mel se rió besándolo suavemente en los labios.

—Eres muy grande físicamente pero mentalmente... Sigues en la primaria.

Justin jadeó haciéndose el ofendido y apartó el rostro.

—Pues no te voy a hablar.

Mel sonrió besándolo en la mandíbula, después en la mejilla y por último, en sus labios. Lo besó con fuerza mientras
que las manos de Justin la sostenían y la apretaban contra él.

—Necesitas ser más paciente —dijo Mel—. Vamos a hablar, te están esperando.
—Joder, Mel...
—¡Eres un cascarrabias! La edad ya se nota.
—¿Perdona? Vale, iré a hablar con Adrien.

Mel se levantó dando aplausitos de júbilo y lo tomó de la mano para llegar al salón donde seguían los platos.

Los cuatro tomaron su sitio. Se hizo el silencio. Nadine se mordía el labio nerviosa mientras que Adrien movía la
pierna de un lado a otro impaciente. Justin no subía la mirada y Melina observaba los tatuajes de Justin en ambos
brazos.

—Vale, voy a empezar a hablar yo —dijo Adrien, Justin hizo cara de fastidio haciendo que Mel le diese una patadita
por debajo de la mesa—. Mi padre fue asesinado. Yo no vivía ya en casa, pues me fui bastante joven. Vivía bien
cometiendo hurtos... Pero... Pero era mi padre, joder. Y me lo arrebataron por mi culpa. Parece que le robé a la
mismísima Sylvia Petrov, la madre de Melina... Y fue el peor error de mi vida...

Adrien tomó aire mientras que Mel se quedaba paralizada al oír el nombre de su madre.

—Le robé un colgante, era de Esmeralda. Parece que significaba mucho y Norman descubrió que había sido yo y
mandó a matar a mi padre. Devolví el colgante y yo estaba destrozado... Así que tenía que vengarme. Los primeros
años, lo dejé pasar, pues una cosa era robarte un cuadro... Pero otra cosa muy distinta era pasar a asesinar... En el
fondo yo no era un asesino, no hacía daño físico a nadie... Pero mi odio fue creciendo con los años... Y un día decidí
presentarme enfrente de Norman Petrov y pedirle que me dejara ser parte de sus hombres.

Justin por fin ya miraba a Adrien.

—Le dije que mi padre era un maltratador y que me alegraba de que lo hubiese matado... Muy a mi pesar, tuve que
decírselo. Se lo creyó y empecé a trabajar con él. Me iba muy bien, ganaba un montón de dinero que no necesitaba y
robaba otro montón para Norman... Quería buscar el momento perfecto para asesinarlo pero no llegó. Estaba
concentrado en otras cosas, tiempo después me di cuenta que tú estabas también dentro de los hombres de Norman,
Justin. Y después te llamaban el traidor.
Empezamos a trabajar desde las sombras hasta que años después me pidiese que te siguiera y te matara. Tuve la
oportunidad de hacerlo cuando te robé la moto... Pero no pude. Tuve mil millones de oportunidades, Justin... Pero...
Pero a pesar de que no me conocías, me hiciste sentir en familia. Una familia rara, pero familia. No sentía la frialdad
de Petrov, sino que sentía... Sentía puro amor por parte de los tres. Me di cuenta que tenía que dejar a Norman y
advertiros que era "el jefe". Pero todo se torció con la muerte de Nadine.

Nadine levantó la cabeza y suspiró mirando a Adrien.

—Ver tu dolor, Justin, me hizo reaccionar. Así que el día del orfanato, en el coche, cuando me desperté, no me rompí
el pantalón a propósito. Estaba intentando romper la etiqueta trasera donde tenía los GPS. Y creo que lo conseguí...
Justin, espero que me perdones, pero yo os he tomado mucho cariño... Y sí, tío, te quiero. Te quiero, Justin, y... Sé que
suena bastante gay, pero ya no me imagino una vida sin ti, sin Mel, sin Nadine.

Nadine asintió haciéndole saber que lo había hecho genial. Mel le sonrió levemente y volvió a ver a Justin.

—¿Le pasaste información?


—Te aseguro que toda era falsa. Te lo juro.

Justin suspiró mientras que los miraba a los tres.

—Tengo que pensarlo, Adrien... Pero ya que nos estamos confesando... Yo quiero confesar algo también.
A Mel le dio un vuelco en el estómago mientras que Nadine se ponía a pensar en todas aquellas cosas comprometidas
que podía contar.

—Mel... Esta va para ti... Yo... Bueno... Ya que Nadine está viva, me gustaría aclararte algo.

Mel asintió obteniendo toda su atención.

—Nadine, ¿te parece bien?

Nadine entendió perfectamente a qué se refiere.

—Adelante —dijo Nadine.


—Verás, Mel. Mucho antes de que surgiera lo nuestro... Yo... Yo me acosté con Nadine.

Melina se quedó pálida, clavada en su sitio. No apartó ni un segundo la mirada de Justin y parecía que empezaba a
temblar agresivamente.

—Y ella estaba embarazada —dijo Justin—. Yo he estado con tres mujeres en mi vida, y pues dos de ellas, están aquí.
Y solamente me he enamorado de una, y esa eres tú, Mel —dijo Justin tomando su mano.
—¿Ibas a tener un hijo con Nadine? —la cara de Mel era un poema.
—Ninguno de los dos lo sabía —dijo Nadine—. Yo lo supe el mismo día en el que Norman me apuñaló... Ahí perdí al
bebé.

Mel tomó aire y se apoyó en la silla.

—Melina... No sabemos cómo ocurrió. Simplemente pasó, solamente quería que lo supieras.
—Necesito pensarlo —murmuró Mel cubriendo su rostro con las manos.
—Mel, lo siento... Pero está también va para ti —dijo Nadine.

A Mel se le rompió la mirada. No sabía si iba a aguantar una confesión de esas.

—Vale, esta va para todos. Norman me explicó porqué quiere atrapar a Melina.

Todos centraron su atención en Nadine.

—Quiero decir que yo no me creo nada de lo que dice Norman, ¿vale? —todos asintieron—. Mirad, me dijo que
cuando Justin había asesinado a la familia entera, él tenía que tener una fuente de ingresos en efectivo para poder huir
de la cuidad. Y él tenía una oferta, era vender a su hija para un experimento.

A Justin le faltaba el aire también...

—Cuando se enteró que Mel había sobrevivido, dio el visto bueno para que la secuestraran y se la llevaran con ellos
para no volver jamás. Por lo que me contó, Mel era una niña problemática. ¿Es eso verdad?

Justin negó con la cabeza inmediatamente... Pero Mel... Mel se quedó mirando a un sitio durante muchísimo tiempo.

—¿Mel? —preguntó Adrien.


—Dice la verdad —dijo Mel con los ojos a punto de estallar en miles de lágrimas—. Dice la verdad... No es que fuese
rebelde... Es que... Es que crecí en una casa llena de armas y sangre y violencia... Así que yo admiraba a mi padre, yo
quería ser como mi padre... Entonces sí, mataba a pajaritos, a gatos, a perros...

Mel sacudió sus hombros y se echó a llorar. Destrozada y Justin en shock por la información, le tomó la mano.

—Mis padres se dieron cuenta —siguió Mel—. Pero yo no podía parar... Yo seguía y seguía y seguía...
—Mel, es el pasado —dijo Nadine—. Es precioso que llores y que estés arrepentida, eso dice mucho de ti.
—Melina —dijo Justin—. Pero conmigo no eras así...
—No era así con nadie... Solamente cuando estaba sola —dijo Mel.
—Pues Mel, todo esto te lo hizo tu padre —dijo Nadine—. Te iban a someter a la terapia del Renacimiento. Era una
terapia en proceso e investigación, no se podía aplicar a humanos... Pero necesitaban humanos para experimentar... Así
que te eligieron a ti. Es por eso que te torturaron, te sometieron a tus mayores miedos, te cubrieron con mantas para
supuestamente recordar al vientre materno, pero en ti... No funcionó. Y yo sé porqué.
A mi parecer, tú no eras una niña problemática. Se equivocaron contigo. Eras una niña dulce, una niña buena, una niña
educada... Mira cómo eras con Justin. Entonces dijeron que lo tuyo era un fracaso... El trabajo del último hombre era
mutilarte para que pareciera el trabajo de una secta... Y después asesinarte, Mel. Y ahora que estás viva, dicen que esos
instintos problemáticos se puedes despertar... Y quieren atraparte para poder cobrar la suma completa.
—Entonces —murmuró Justin—. Significa que Mel es simplemente dinero para Norman.
—Sí... —dijo Nadine—. Yo no creo nada de esos instintos ni comportamientos. Mel siempre ha sido buena, y yo voy a
mantener eso hasta que me muera.
—Yo también —dijo Adrien—. ¿Sabes las sumas exactas?
—Al parecer eran millones —dijo Nadine—. Cuando salvamos a Mel, Norman solo cobró un 30% por lo menos.

Justin estaba paralizado en su sitio y al decir esto, dejó a todo el mundo más frío y quieto.

—Pues estamos en problemas... Estamos intentando evitar el asesinato más caro de la historia —dijo Justin con el
corazón a punto de detenerse.
—¿Y si tratamos de conseguir ese 70% que falta, se lo pagamos y que nos deje en paz? —dijo Adrien.
—Norman es muy ambicioso. Si lo hacemos y lo conseguimos, probablemente nos asesine para poder cobrar el otro
70% —concluyó Justin.

Melina se quedó con las manos en el pecho mirando a la mesa fijamente. Subió la mirada levemente hacia Justin y él
la estaba mirando como si fuese un monstruo. Otra vez al principio, a ser juzgada. A ser vista y tratada como si fuese
distinta cuando quería verse como el resto.

—Es todo mi culpa —dijo Mel muy bajito.


—No —dijo Justin irguiéndose en la silla—. No te sientas culpable, Mel. Vamos a salir de ésta. Te lo prometo.
Primero tenemos que buscar al que dirige y paga esto...
—Tienes razón —dijo Adrien.
—Pero... ¿Cómo vamos a actuar si ni sabemos bien qué pasó aquella noche?

Todas las miradas fueron hacia Melina. Ella respiraba lentamente sin mirarlos a la cara.

—Mel, ¿puedes contarnos qué ocurrió?

Mel suspiró tragando pesadamente con un nudo en la garganta inescrutable. Y entonces, con una fuerza y seguridad
muy impropia de ella, dijo:

—Pues mejor tenéis que ir al baño porque esto no es apto para sensibles.
Problema 28.
El secuestro de Melina.

Jueves 25 de diciembre del 2008.

—Despierten, por favor.

Mel corre entre los cadáveres de sus familiares mientras los sacude. Pero solo consigue mancharse de sangre y de
quién sabe qué.

—Por favor, hoy es navidad. Tengo que abrir mis regalos... Héctor —murmura mirando a su hermano—. ¡Héctor!

Mel da un saltito por encima del perro, y casi puede sentir que su cola se mueve. Melina se da vuelta y lo mira en el
suelo.

Era el cachorro de su hermano... Pero obviamente Melina le tiene mucho cariño. Mel se queda quieta, mirando la
sangre que cae de quién sabe dónde, pero está vivo todavía.

El perrito mueve la colita blanca al ver que Mel se arrodilla a su lado. Está sin ninguna expresión en su rostro. Está
tiesa, está quieta mientras mira algo tan terroríficos.

Acerca tu mano lentamente hacia la cabecita del perro y lo acaricia suavemente. El perro cierra los ojos y se mueve
inquieto queriendo levantarse para ir hacia Mel y lamerle las lágrimas, pero no puede. Tiene una enorme herida en el
abdomen que no lo va a dejar levantarse nunca más.

Entonces Mel se levantó, le quitó a su madre muerta una bufanda negra, volvió hacia el cachorro y mientras lágrimas
amargas y bastante duras se deslizaban por sus mejillas, se volvió a arrodillar ante el cachorro.

Su pequeño corazón no va a resistir mucho. Justin Bieber había estado dejando el equipo en el coche y no había visto
lo que Melina estaba haciendo...

—Vámonos de aquí —murmuró Mel llorando, entre lagrimones que caían hasta el suelo.

Entonces, envuelve al perrito con la bufanda y en un tonto intento de levantarlo, obviamente el perro llora. Justin mira
hacia la casa en tensión al oír eso.

Mel llora más que el perro pero se las arregla para levantarlo, aún así dejando pedazos de carne en el suelo. Lo abraza
contra ella y lo mete en su abrigo para darle calor. Mel está destrozada mientras que camina con cuidado hacia la
salida.

No puede dejar de llorar mientras que camina intentando buscar ayuda. Se imaginaba que el cachorro iba a vivir para
siempre e iba a ser lo único que le quedaría de su familia. Camina unos leves pasos hacia la puerta manteniendo al
cachorro entre sus brazos, con tal amor y tal dedicación que siente que el cachorro tiene ganas de vivir.

Llega hasta la puerta, que estaba abierta, pero detiene bruscamente al encontrarse con unas pesadas botas militares. Se
queda quieta sin apartar la vista de los cordones negros...

Pero entonces, sube la mirada por sus piernas, su cinturón, su camiseta, su chaleco antibalas, sus tatuajes... Y ahí
estaba Justin Bieber mirándola.

—¿Qué llevas ahí? —murmuró Justin.

Mel ocultó el cachorro pero este lloró haciendo que Justin mordiera su labio inferior.

—Mel —dijo Justin—. Vamos a verle las heridas, a ver qué puedo hacer.

Mel negó con la cabeza. Él le había hecho esto a Hércules. Le habían llamado Hércules porque lo trajeron mientras
estaban mirando la película. Y parece que le había agradado. Dijeron que iba a ser un perro enorme, un perro grande y
fuerte como Hércules. Pero no era más que un cachorrito pequeñito, adorable y blanco.

—Melina —insistió Justin hincando la rodilla para quedar a su altura. Sus preciosos ojos mieles de fijaron en los
verdes cristalino de Melina—. No le voy a hacer nada malo. ¿Quieres que deje de sufrir?
Mel, inocentemente asintió con la cabeza.

—Ven conmigo, entonces.

Justin se levantó yendo a la entrada. Melina lo siguió con cautela mientras sentía que Hércules se removía nervioso en
su pecho.

—Ponlo aquí.

Justin había bajado la parte de atrás para tener completa visibilidad del maletero. Estaba lleno de armas y de quién
sabe qué cosas.

—No le dispararás, ¿verdad?

Justin se quedó paralizado en su sitio. Miró a Melina, ella lo estaba mirando también.

—No, Mel. Te lo prometo.

Mel asintió, con mucho cuidado dejó al cachorro en la parte trasera. Ahí volvió a mover la cola pero ya lloraba de
dolor. Melina estaba empapada en sangre y hasta ya empezaba a temblar.

Justin, no tuvo que tocarlo para concluir que era insalvable. Así que se arrodilló otra vez a la altura de Melina.

—Bichito —dijo suavemente, probablemente esa fue la primera vez que le dijo bichito, que ella recuerde—. No
podemos hacer nada.

Melina se echó a llorar. Cubrió sus ojitos con sus manos manchadas de sangre. Siguió llorando y llorando hasta que
Justin la rodeó con sus brazos y la abrazó fuertemente.

—Está sufriendo mucho —dijo Justin mirando al cachorro—. Vamos a dormirlo para siempre, ¿vale?

Mel se echó a llorar aún más. Probablemente era lo correcto, pero ella no quería abandonar así a su perro. Le parecía
tan cruel y tan triste. Siguió llorando y llorando mientras que Justin buscaba en uno de sus maletines una inyección
letal, que podía ser cuando no quería disparar, ni dejar sangre en el sitio.

—Voy a ponerle esto —dijo Justin.


—¿Le va a doler?
—No, Mel. Te lo juro. Se quedará dormidito y ya no despertará...
—¿Se irá al cielo de los perros?

Justin sonrió levemente ante la inocencia y la pureza de Mel. Asintió pasándole una mano por el cabello y besándola
en la mejilla.

—Allá vamos.

Mel fue hacia el cachorro y le acarició la cabeza mientras decía suavemente:

—Has sido un perro increíble —murmuró Mel—. Te quiero mucho, Hércules. Y yo también iré a verte al cielo de los
perros, te lo juro. Vas a ser muy feliz ahí, conocerás a mi hámster y... Y...

Mel se distrajo al ver que el líquido pasaba por la jeringa y acababa en el perro.

—Te quiero muchísimo, Hércules. No me olvides, por favor. Porque yo nunca lo haré...

Hércules seguía moviendo la cola mientras cerraba los ojos negros ante las caricias de su dueña. Justin se quedó al
lado de Melina, de rodillas.

Entonces... Los ojos se le cerraron mientras se colocaba como si fuese a dormirse, las orejas seguían en tensión
mientras que ya de la garganta no emitía ningún sonido... Entonces, levemente, su colita dejó de moverse... Las orejas
se relajaron...

Y Hércules dejó de moverse.


Melina se echó a llorar mientras que Justin le daba palmaditas en la espalda para consolarla.

—¿Quieres que lo entierre? —murmuró Justin.

Mel asintió sin dejar de tocarle la cabecita. Justin asintió, lo envolvió con la bufanda, y lo cargó entre sus brazos para
llevarlo con lentitud hacia el jardín. Mel lo siguió en un mar de lagrimas.

—Melina, deberías irte —murmuró Justin.

Mel negó con la cabeza.

—Te prometo que voy a enterrarlo, y es más, dejaré una marca para que no lo olvides nunca. ¿Te parece? Pero ya no
puedes ver esto. Suficiente dolor para alguien tan pequeño.

Creía que se refería al cachorro, pero en realidad se refería a Melina.

—Déjame que me quede... Por favor.

Justin la miró y asintió mientras que en un sitio alejando del jardín, empezaba a escarbar con las manos. Mel se le unió
pero no avanzaron mucho hasta que Justin trajo una pala. Con esa pala, empezó a cavar hasta conseguir cierta
profundidad.

—Despídete —murmuró Justin con el cachorro entre sus brazos.

Mel se acercó y le dio un beso en la cabeza mientras que le volvía a decir lo mucho que lo quería y que nunca lo iba a
olvidar.

Entonces Justin lo colocó en la fosa... Y volvió a echarle tierra. Melina estaba destrozada mientras que no paraba de
llorar. Fue corriendo a cortar de las rosas de mamá, cortándose los dedos con las espinas, pero aun así, le trajo una rosa
blanca, una roja y una toda solamente para Hércules.

Se las colocó en la tumba improvisada y ambos se quedaron mirándolas. Justin la tomó de la mano con fuerza y se
quedaron quietos hasta que Justin concluyó que había tardado más de lo normal.

Se arrodilló ante Mel y la miró a los ojos. Ahora llenos de sangre alrededor.

—Mel, ve corriendo a la casa de la vecina. Dile qué pasó y que llame a la policía.
—¿Le digo lo de Hércules?
—Sí, dile lo que quieras, pero siempre la verdad.

Mel asintió.

—Cuídate mucho, Mel.

Mel no entendió porqué lo dijo pero aun así, después de darle un último vistazo a Hércules, se echó a correr. Corrió
como posesa pasando por enfrente de la casa y topándose con la casa de la vecina.

Minutos después, Mel, por la ventana miró las luces del coche de Justin creyendo que nunca volvería a verlo...

Viernes 26 de diciembre del 2008.

Era ya por la tarde cuando Melina estaba acostada en la cama. No quería salir y no quería ni moverse.

Los vecinos se habían ofrecido amablemente a cuidarla el tiempo que hiciese falta, mientras le buscaban un orfanato y
todo eso. Pero Mel no dejaba de pensar en su cachorro... Sentía que le dolía todo el cuerpo y que se había quedado sin
lágrimas para llorar.

Escuchó la puerta abrirse, era la vecina.

—Melina, ¿quieres algo para cenar?

Mel se giró levemente y negó con la cabeza, pues tenía muchas náuseas al recordar lo de anoche. Se cubrió del todo
con las mantas y siguió llorando en silencio.
—Mel, si necesitas algo, estaremos abajo.

La vecina por fin la dejó en paz. Esta sería la última vez de Mel durmiendo sola. Ni siquiera sabe si eso se podría
definir como dormir ya que fueron minutos dormitando, con un dolor en la cabeza tan grande y los ojitos hinchados
por él llanto.

Entonces, primero un ruido. Parece un plato rompiéndose... Y después un silencio extremadamente escalofriante. Mel
parpadea levantándose levemente pero no se preocupa mucho, vuelve a acostarse y cierra los ojos bastante cansada.

Y empieza a oír pasos por los pasillos. Mel parpadea otra vez para despejarse y no supo porqué, su cabeza fue hacia
ayer por la noche. Todas eran risas hasta que Justin irrumpió.

Mel puede oír su corazón latiendo... Va subiendo y subiendo... Hasta el punto de latir tan rápido y fuerte que la sangre
iba como un río caudaloso por sus jóvenes venas. Eso se llamaba adrenalina, y la hizo correr y levantarse.

Todavía traía puesta la ropa de ayer. Llena de sangre de Hércules y de sus familiares. No quiere quitársela porque sabe
que se va a separar del todo de su cachorro y ella no quería.

Mel corre y se esconde en la cesta de la ropa sucia. Era alta, blanca y grande. Por lo tanto, ella cabía perfectamente.
Era de mimbre así que entre los huecos podía distinguir formas...

Y ahí estaba... Abrieron la puerta de una patada. Era un hombre bastante grande que daba miedo. Mel empezó a
temblar. Fue directamente hacia la cama... Tocó las sábanas sintiendo que estaban cálidas, por lo tanto, alguien ha
estado ahí.

Y esa era Mel. Como si la hubiese descubierto casi instantáneamente, la tortura comenzó. Le dio una fuerte patada al
cesto haciendo que todo se cayera, con ella dentro.

Mel gateó rápidamente tratando de ponerse de pie, pero el hombre colocó una de sus botas en la espalda de Mel,
aplastándola como una cucaracha... Y dijo levemente:

—Hola, pequeña Mel. Es un placer conocerte.

Como si fuese basura, la tomó agresivamente del pelo y la arrastró por toda la casa. Mel gritaba pidiendo ayuda... Pero
fui inútil. Para cuando cruzó el salón, advirtió que todos estaban muertos en el suelo. Mel gritaba desesperadamente
cuando se la llevaban.

Pataleó, golpeó e incluso aveces consiguió escaparse al morder al hombre pero fue inútil.

La tomó del vestido y la tiró fuertemente contra el maletero del coche.

Mel recuerda que pudo mal la mano, y el hombre cerró la cajuela con una fuerza sobrenatural. Le partió dos dedos,
pero Mel no se preocupaba de su mano lastimada... Sino que se preocupaba de su cabello.

Cuando te encuentras en estas situaciones de pánico extremo, tu cerebro te lleva a pensar en las cuestiones más
estúpidas y absurdas con el propósito de mantenerte en equilibrio y no caer en un estado de shock que permita que
puedas hasta morir.

Así que Mel empezó a pensar en su cabello. Su madre, Sylvia, se dedicaba a cuidar del cabello de Mel. Decía que era
una de las cosas más bonitas que le había heredado. Siempre andaba cuidando el cabello de Melina, la peinaba durante
largas tardes y vigilaba que todos los días Mel también mantuviera perfecto su cabello.

Melina empezó a pensar que su madre, –para entonces, muerta-, iba a estar muy decepcionada de ella. Iba a estar triste
por no cuidar lo más bonito que le heredó.

Así que con sus dedos rotos, temblando, y con lagrimas cayendo de sus ojos... Empezó a peinarse con los dedos.
Alisando su cabello donde aquel hombre la había tomado. La frustración fue más grande cuando empezó a ver qué se
caían mechones enteros de donde había jalado ese hombre tan grande.

Mel empezó a llorar más fuerte porque todo se le juntó: dolor, miedo y frustración.

Estaba viviendo su pesadilla, estaba cayendo en el infierno. Se encogió sobre sí misma al notar el frío de invierno. Mel
abrazo sus piernas esperando que pasara algo.
Los nervios de su cuerpo estaban reaccionando mal haciéndola temblar agresivamente. Entonces recordó al tío
Justin...

Tío Justin la acompañaba a comer helados y después al parque. Era verano, y un día Mel estaba jugando, Justin se
distrajo un momento al estar hablando por teléfono y escuchó un grito, seguido de un ladrido.

Corrió como poseso para encontrar que Mel estaba huyendo de un perro más grande que ella. El dueño tampoco hacía
nada mientras que Mel horrorizada corría del perro que parecía que iba a morderla.

Así que a Justin se le ocurrió la magnífica y horripilante idea de dispararle al perro... Pero cuando iba a sacar el arma...
Se detuvo. Era un parque lleno de niños y gente, ¿y si se liaba ahí y salían perjudicados?

Así que echó a correr con toda su fuerza hasta alcanzar a Melina y levantarla de un solo golpe. La cargó en sus brazos
y la apartó del perro que saltaba para morderla. El perro mordió a Justin en el pantalón pero sin mediar palabra, Justin
le dio una patada que lo hizo chillar y lo puso más furioso.

—¡O controlas a tu perro, o me lo cargo! —bramó Justin haciendo que el dueño de diese prisa para agarrarlo del
collar.

Melina extendió la mano hacia la vista de Justin para notar que la tenía mordida por el perro. Justin suspiró lleno de
ira y miró al dueño.

—Desaparece de mi vista antes de que sacrifique al perro y a ti también —masculló Justin.

Podría darle unas cuentas hostias al hombre ese, pero estaba más preocupado por la pequeña Mel. Estaba temblando
agresivamente y casi parecía que se iba a ahogar.

Justin la apartó de ahí para llevarla a un banco. Ahí la sentó y él se arrodilló en el suelo para poder mirarla a la misma
altura. Le tomó la mano con cuidado, estaba llena de baba y se veía perfectamente algunos huecos con sangre por los
dientes del perro. Mel seguía temblando.

—Eh, Mel, hagamos un juego —le dijo Justin con una sonrisa—. Toma aire por cuatro segundo, voy a contar. Uno...
Dos... Tres... Cuatro. Muy bien, retenlo, y ahora expúlsalo también en cuatro segundos. Uno... Dos... Tres... Cuatro...
¿Ves? ¿Te sientes mejor, pequeña?

Mel asintió.

—Eso se llama respiración de francotirador. Te ayuda a relajarte. Otra vez —le dijo Justin esta vez haciéndolo con ella
—. Mucho mejor, ¿verdad?

Mel asintió mientras que Justin le quitaba las lágrimas y la besaba en la mejilla.

—¿Puedes contarme qué ocurrió?

Mel asintió.

—Él me dijo que si quería ver a su perro... —dijo Mel haciendo que Justin se tensara—. Me llevó a su coche, entonces
empecé a tocar al perro mientras me ponía el cinturón —Justin se ponía pálido—. Pero entonces el perro me mordió la
mano y empezó a seguirme.
—Melina —masculló Justin poniéndose nervioso y mirando a todos lados—. Vámonos de aquí, tengo que avisarle a
tu padre.

Melina recordó eso, por lo de la respiración. Así que lo hizo suavemente metida en ese maletero. Hacia un frío
infernal, y frío más dolor, eran incompatibles. De pronto, después de varios minutos, los más largos del mundo,
conduciendo, se detuvieron.

Pasaron por un terreno bastante irregular hasta que por fin pararon. Mel se quedó en silencio oyendo ruidos y voces
afuera.

De pronto, abrieron la cajuela y Mel se vio ciega porque la estaban alumbrando con una linterna. Melina se cubrió el
rostro con la mano buena y pudo distinguir a 7 hombres ahí. Entonces uno de ello le puso una bolsa de tela en la
cabeza, negra, para que no pudiese ver nada y la sacaron atada como si fuese un pollo muerto.
Melina estaba aterrada. No sabía qué hacer ni qué estaban haciendo con ella. Quien sabe por dónde la llevaron, pero la
hicieron acostarse en un sitio, estaba frío, era de metal y la hizo empezar a temblar agresivamente.

—Esa sangre no es de ella, ¿verdad? —preguntó un hombre.


—No —dijo otro.
—¿Qué le ocurrió en los dedos? —dijo el primer hombre.
—Puso la mano cuando cerré la cajuela —dijo el secuestrador.
—Genial, pues vamos a empezar —dijo uno de ellos.

Mel se retorció cuando empezaban a quitarle la ropa con prisas. Mel pataleaba y rogaba que no hicieran nada. Ni
llevaba sujetador todavía, y llevaba unas braguitas de cachorritos, o gatitos. No recuerda, pues es bastante confuso ese
recuerdo. La ropa interior claro que era importante pero ahora era lo de menos describir si tenía gatitos o perritos.

Entonces, le bajaron también la ropa interior. Atada, fría y llorando estaba ahí. Le quitaron la bolsa de la cabeza. Se
volvió a quedar ciega. Veía a un hombre poniendo la ropa a un lado.

—¿Has terminado? —dijo ese hombre que vestía una bata blanca. Le recordaba a un doctor, con las gafas y todo.
—Sí —dijo un tipo que daba mucho miedo. Era enorme y fuerte, parecía un motero.

El motero le pasó una botella de cristal, de cerveza al doctor. Mamá siempre le había dicho que no tocara las botellas
de papá, pues se podía cortar. ¿La iban a cortar?

Ojalá, pues hubiese sido mejor a lo que venía ahora.

Entre dos, tomaron cada uno las piernas de Melina para abrirla completamente. Melina gritó en negación, se retorció
pero estaba inevitablemente abierta ante esos hombres.

Empezó a llorar. Entonces el doctor tomando la botella, la dirigió hacia su vagina haciendo que Melina empezara a
retorcerse. Gritó pero entonces le dieron un golpe en la cara que le hizo sangre en la nariz, fue el secuestrador.

Entonces Mel, temblando, sintió cómo le metieron la botella a la fuerza. Empezó a gritar y a llorar de dolor mientras
que insistían hasta meterla por completo.

—No te muevas —le dijo uno de ellos—. La botella se te va a romper por dentro y no vamos a poder sacártela.

Mel palideció al oír eso e inmediatamente se quedó quieta. Había oído mil millones de veces que los cristales podían
cortarte muy feo. Silvia lo repetía una y otra vez, constantemente. Es más, parecía que el trabajo de Silvia era
inculcarles todas aquellas cosas que les podía hacer daño a ella y a su hermano.

Mel se quedó quieta mirando hacia arriba, hacia los hombres.

—Se le está saliendo —dijo uno de los hombres al ver que la botella se movía por y deslizaba por la sangre de Mel.

Entonces el doctor fue hacia ella y de un golpe con la palma de la mano, la introdujo por completo. Melina se tensó y
empezó a llorar casi sin moverse por el miedo. Ahí ya no se podía salir.

Mel los miró suplicante, no entendía muy bien qué ocurría pero igualmente, la tomaron del cabello y le dieron la
vuelta en ese sitio. Quedó de espaldas sin dejar de llorar.

—Vamos a empezar desde ahora —dijo el médico—. ¿Quién quiere ser el primero?
—Yo —dijo uno acercándose con un ruido parecido al de unas tijeras abriéndose y cerrándose.

La tomó fuertemente del cabello mientras que con la mano libre, empezaba a cortar los mechones de pelo. Mel gritaba
horrorizada al ver su cabello miel caer enfrente de ella. Todos se reían, todos la estaban humillando.

Entonces, una luz la cegó. Mel cerró los ojos pero la tomaron del rostro para que mirara algo... ¿Eso era una cámara?
¿El lente de una cámara? ¿La estaban grabando?

Entonces, Mel gritó fuertemente cuando el filo de las tijeras tocó la piel de su espalda. Primero fue un corte tímido,
pero después, el sujeto tomó con ira un hombro de Melina para tener apoyo y con la otra mano, enterró las tijeras en
su piel y la dejó ir con fuerza por toda la espalda.

Mel se tensó, gritó y siguió llorando. ¿Por qué hacían esto? ¿Por qué? Con las mismas tijeras, tomó un pedazo de la
carne del trasero del Mel, y con un pellizco, la cortó dejándole una herida bastante grande y abierta.
Empezaron a reírse mientras que Mel se retorcía y lloraba sin parar.

—Mami —murmuró—. Quiero a mi mami.

Pero no tenían compasión por ella. Mel seguía llorando horrorizada por las heridas cuando uno de los que estaba
fumando, apagó un cigarro en su cuerpo provocando una quemadura y un espasmo de Mel al querer apartarse... Pero
no pudo.

Entre la botella, las cortadas y la quemadura... Ya no sabía qué hacer.

—Deberías darle con la pistola eléctrica —propuso uno.

Entonces otro sonrió acercándose con una pistola eléctrica hacia Mel.

—No, no, no, por favor. Haré lo que queráis pero no sigáis por favor, parad.

De nada sirvieron sus súplicas. Pues su cuerpo fue electrificado unas cuantas veces haciéndola retorcerse hasta el
punto de casi morirse del dolor.

Con un creciente dolor en el cráneo... Continuaron torturándola e hiriendo su pequeño cuerpo. Parece que fueron
horas... Ahora con más cortadas, más quemaduras, marca de pistolas eléctricas y sangre que caía de su entrepierna, por
fin la dejaron descansar.

Fue solo unos minutos cuando algunos se fueron y otros se quedaron a ver lo que había quedado de ella y de vez en
cuando infligir otra herida más.

Uno de los golpes en la cabeza le había causado una hemorragia en el ojo izquierdo. Lo tenía inyectado en sangre. Su
cuerpo palpitaba por el dolor, todo ardía. Incluso la maldita botella era mil veces menos dolorosa que todo esto.

Uno de ellos se acercó para darle un poco de agua en una botella. Mel, bebió como si llevara años sin probar una sola
gota de agua, fue el elixir de su día. Agradeció con la mirada mientras que los hombres se iban uno por uno y la
dejaban sola.

Con la luz apagada, con las heridas expuestas, un dolor incesante y una maldita migraña por el llanto tan subliminales
que cualquiera se plantearía como es que una niña tan pequeña haya aguantado esto y lo que venía.

Porque esto, era solo el principio.

Sábado 27 de diciembre del 2008.

La pesadilla parecía ser eterna. Mel estaba congelada en esa mesa de metal. Atada y rota, veía al techo esperando que
pasara algo.

Recordó a Hércules y a Justin... Deseaba que en cualquier momento aparecieran por la puerta y fueran juntos al parque
a comer helado y jugar con otros perros más grandes.

Pero cuando la puerta sonó, se acercaron los hombres en masa para rodearla.

—Melina —dijo el de la bata de doctor—. ¿Cómo te encuentras?


—Quiero irme a casa —murmuró Mel.

Y como si se tratara de un examen suspenso, el doctor les dijo a los chicos:

—Todavía no es suficiente, adelante.

Y los demás hombres se acercaron en actitudes agresivas para golpearla, cortarla, electrocutarla y romperla en
millones de pedazos.

Mel estaba semiinconsciente cuando el doctor dio el visto bueno y la sacaron de ahí.
La dislocaron un hueso de la cadera, le rompieron una costilla, terminaron de romperle los dedos de la mano, el rostro
de Melina en comparación con su cuerpo, era lo que más se salvaba. Tenía cortes en el cráneo, un ojo amoratado y
rojo, le sangraban las encías, la nariz parecía dislocada, tenía incluso el labio partido.

Todos ahí sabían que Melina iba a morir, todos lo sabían... Pero nadie le decía nada.

Entonces tomaron su cuerpo desnudo, y lo tiraron con fuerza al suelo. Mel no recuerda esto porque perdió la
consciencia, pero yo os lo cuento:

Al caer al suelo, la botella se rompió. Así que tuvieron que sacarla con mucha brutalidad, le destrozaron la vagina y
aún así volvieron a meter una más grande. El dolor era tan inmenso que cuando Mel volvió en sí, no sabía qué le dolía
más o en qué grado dolía.

Melina seguía en el suelo cuando el doctor se acercó con unas mantas bastante pesadas y se las pudo encima como si
quisiera ahogarla.

Y empezó con más.

Y con más.

Y más.

Más.

Mel sentía que sus rotos y débiles brazos, ya no podían sostenerla, sentía que se le caía del peso, no podía.

Y entonces no recuerda nada más que desmayarse, mientras unas voces gritaban eufóricamente:

—¡Revive! ¡Revive! ¡Tienes que renacer!

Domingo 28 de diciembre del 2008

La tortura siguió. Mel se despertó el día siguiente. Tenía las mantas cubriendo del cuello para abajo. Cuando por fin se
despertó, el doctor acomodó sus gafas, clickeó el bolígrafo y la miró.

—¿Quieres ver a tu padre?

Entonces Mel negó con la cabeza acordándose del doble con el cráneo partido por la mitad por la fuerza de la bala de
Justin.

—Muy bien —dijo el doctor suspirando para tomar las mantas y cubrirla completamente.

Mel empezó a llorar encerrada ahí. Ya parecía que no ejercían torturas físicas y sonará una locura pero Mel prefería
mil veces estar en la camilla que estar encerrada.

Melina pasó horas encerrada hasta que el doctor dijo:

—Vale, vamos a intentarlo una vez más pero si mañana no hay resultados, la daremos por fallida.

Lunes 29 de diciembre del 2008.

—Es fallida, no funciona con ella —concluyó el doctor mientras que Mel estaba encerrada entre montañas y montañas
de mantas. Era como si se hubiese acostumbrado y eso es lo que no querían. Mel pasó del pánico absoluto a poder
aguantar y aguantar el agobio.

Entonces, por fin la sacaron. Mel pudo respirar. Estaba sudando a chorros e incluso tenía todavía heridas sangrantes.
Estaba muy adolorida.

Fue un gran alivio cuando le quitaron la botella. Por fin pudo cerrar las piernas, por fin pudo respirar de alivio aunque
el dolor permanecía incansable.
Entonces el doctor dio un tachón en la hoja y dijo:

—Llevadla a la cabaña. Ya no nos sirve para nada —el doctor parecía muy frustrado—. Es todo por ahora chicos.
—¿Y después qué haremos?
—Le disparas en el centro de la cabeza y la dejas en la cabaña.
—¿Habéis oído qué está pasando? Han movilizado a los pueblos aledaños, y el país entero se ha volcado para buscar a
Melina.
—Pues la van a encontrar esta noche.

Ya por la noche, Melina fue arrojada a la cabaña. Ella no sabía dónde estaba porque efectivamente, la habían vendado.
Al menos la habían vestido.

Una niña pequeña no está lista para saber que va a morir, así que Mel simplemente esperaba que acabara y que
después iba a volver a casa, con su familia. Todavía no veía la magnitud de la que sería consciente en el futuro.

Le quitaron la venda y Mel notó que solamente la luz de la luna era la única compañera que iluminaba ahí. Miró a
todos lados, con los ojos hinchados, los labios rotos y lleno de pieles duras, la boca seca, y las heridas horriblemente
dolorosas.

Miró al frente, al tipo que se acercaba lentamente a ella. Estaba fumando. Mel estiró una mano en el suelo y susurró
suavemente:

—Por favor...

El tipo emitió algo parecido a una risa. Mel cerró los ojos y se quedo quieta en el suelo. Pero ese silencio se vio
perturbado cuando el cigarro cayó justo enfrente de ella. El tipo lo pisó, sonrió mirando a Melina y se puso de rodillas.

—Pequeña Mel, ¿estás lista?

Primero la tomó del cabello. La hizo levantarse a la fuerza. Una fuerza brutal que hizo que Mel se quejara a pesar de
no tener fuerzas.

Después, tomando una de las mantas, la cubrió. Como si fuese un fantasma. Una sábana blanca y gruesa. La rodeó
completamente asfixiándola. Con un cordón de zapatos, le rodeó el cuello haciendo imposible que se quitara la
sabana.

Empezó a llorar al sentir que se ahogaba. Era la peor sensación del mundo. Era terriblemente agobiante para ella.
Entonces el hombre la tiró en el suelo. Las braguitas estaban impresionantemente limpias, a pesar de que Mel estuvo
sangrando y sangrando.

El tipo le dio la vuelta haciendo que Mel se asfixiara aún más. Entonces le subió el vestido y le apartó las bragas. Mel
seguía llorando pero se había dado cuenta que mientras más gritos y más llantos, más asfixia. Así que intentó
calmarse.

Pero entonces sintió unas enormes manos tomándola de la cadera y la levantaron. Mel se mantuvo expectante hasta
que no pudo evitar gritar de dolor al sentir como algo se introducía en ella.

¿Una botella? No lo sabía. Mel empezó a llorar del dolor mientras aquel hombre la destrozada. Y como si la estuviera
sodomizando con un bate de béisbol, Mel se quedó quieta e inmóvil. Eran golpes duros contra ella, destrozándola aún
más. Casi matándola.

No supo qué ocurrió pero entonces empezó a escuchar insultos. Insultos por parte de ese hombre. Entonces una
enorme mano se colocó delante de ella. Mel no entendió muy bien lo que dijo:

—Disfruta ahora de esto, porque voy a ser el último que va a hacértelo.

Entonces esos dedos enormes para Mel, empezaron a tocarla adelante. Mel gritó, gritó y lloró pero aún así el hombre
siguió y siguió.

—Te gusta, ¿eh?

Mel gritó y él siguió haciéndolo.


—Mirate, estás a punto de correrte. Cerda.

Continuó haciéndolo cada vez más fuerte, Mel no podía más. Y no entendía muy bien qué le estaba diciendo pero...
Pero en el futuro lo entendería perfectamente.

Entonces, Mel siguió llorando y de pronto, se quedó callada. Era una sensación extraña. Fue como que todo su cuerpo
se quedó en tensión, y no, no le había gustado pero le hicieron creer todo lo contrario:

—Maldita puta —le dijo dándole una patada levantándose y dejándola ahí en el suelo—. ¿Has visto? Te has corrido, te
has corrido en mi polla. Maldita cerda.

Entonces le dio una patada otra vez en el vientre. Y por fin le quitó las sabanas, en el cuello le quedaron las marcas
amoratadas y rojas de la soga. Mel abrió levemente los ojos y lo vio acercarse. Entre respirar y mirarlo, prefirió
respirar. Así que cerró los ojos para tomar fuertemente aire e inflar sus pulmones.

Escuchó un sonido metálico que la hizo abrir los ojos. Parpadeó varias veces intentando enfocar bien la imagen.

La luz de la luna iluminó la hoja plata del cuchillo. Me abrió los ojos asustada pero ya era demasiado tarde. El hombre
se le había sentado encima, en las piernas, abriéndola completamente. Con esfuerzo quitó las bragas y le sonrió de
lado.

—Te dije que iba a ser el último.

Entonces llevó el cuchillo hacia la vagina de Mel. Ella se retorció y se removió como pez fuera del agua pero fue
imposible cuando la hoja de la cuchilla la atravesó. Mel gritó mientras que los pedazos de carne empezaban a colgar...
Mel se quedó sin voz, Mel... Mel...

Entonces el tipo se detuvo mirando hacia la puerta. Gruñó y sin más, salió corriendo, dejándola ahí.

Escuchó un golpe pero ya era lejano... Mel cerró los ojos muriéndose en el dolor. Escuchó unos pasos apresurados
creyendo que era el hombre pero cuando entreabrió los ojos... Vio a contra luz a la chica más preciosa que había visto
en su vida.

Mel quiso hablar pero no lo hizo... Se quedó callada y apenas, al fondo vio una figura que reconocería donde sea. Era
Justin. Tenía las manos en la cabeza mientras que la chica se quitaba la chaqueta y la rompía para evitar la hemorragia.

Esa chica que Justin había llamado Nadine, tiró las bragas que Justin tomó entre sus dedos... Y entonces, Justin la
cargó con mucho cuidado. Mel, lo miró, había estado llorando... Entonces con el alma destrozada, por fin se dejó
vencer.

De alguna u otra manera, la habían salvado. Todo había acabado.

O eso es lo que creía Melina.


Problema 29.
Reina.
Va de un lado a otro en la cama, no puede quedarse quieto por sus atormentantes pensamientos. Casi apocalípticos.

Sin embargo, Mel estaba a su lado. Se habían movido de casa por seguridad, así que estaban en uno de los dominios
de Nadine. Ser mercenaria, tenía sus ventajas.

Melina seguía durmiendo mientras que Justin se acercaba a su mejilla y la besaba con mucha suavidad. La cubrió
hasta la barbilla con las mantas y le acarició el rostro para sentir su calor.

Le salió una sonrisa tonta y se alejó con cuidado para no despertarla. La verdad es que después de la confesión, de lo
que le había pasado a Mel, todos estaban bastante afectados no se encontraban bien...

Especialmente Justin. Justin no había parado de llorar a escondidas durante días. No quería pensar que todo eso le
había pasado a la niña que tenía al lado. Ni de broma, no quería ni pensarlo. Parecía que había sido sacado de un libro
de ficción porque es que la mira y le parecen personas distintas.

Justin salió cerrando la puerta con mucho cuidado. Caminó con parsimonia hacia la puerta y miró a Nadine y a Adrien
en la mesa, estaban con un gran cartel extendido, y ahí estaban apuntados un montón de datos de los que hablaban y
analizaban.

—Hey —dijo Nadine—. ¿Qué tal está Mel?


—Estaba muy cansada, ha sido un día bastante largo. Está dormida.
—Nosotros también queríamos descansar un poco —dijo Nadine—. Pero queríamos apuntarlo todo para repasarlo
mañana.

La verdad es que las cosas con Adrien estaban raras. Tal y como Justin había dicho, le había puesto en las manos su
mundo entero –Melina–, siendo él parte del enemigo. Justin tenía clara una cosa, solamente le confiaba a la gente que
amaba, a otra gente que amaba... Y Adrien había destrozado esa confianza. Y sí, no podía negarlo, una parte de él le
creía, pero su demonio al lado izquierdo le decía que no tenía que confiar en él. No podía dejarse llevar por su
corazón, pues es el mismo corazón quién está en peligro. Y ese corazón se llama Melina.

Nadine decía "crisis de pareja", pero Justin lo veía como mucho más que eso. Era una rotura, como el engranaje de un
precioso reloj japonés, al que una pequeña tuerca ha fallado y ya nada funciona. Todo se paraliza... Así estaba él.
Desde las confesiones estaba atemporal.

Dirigió una suave mirada a Adrien, él se la devolvió y la apartó al momento como si le diese vergüenza mirarlo.
Nadine lo notó, probablemente Nadine era más lista que estos dos juntos, es más, parecía entender todo el problema
sin ni una palabra dicha.

—Esperadme —dijo Nadine viendo una oportunidad para la dulce reconciliación—. Voy al baño un segundo,

Todavía cojeando un poco por sus heridas, se largó de ahí. Justin se quedó inmóvil en su sitio, miraba el papel como si
fuese más interesante que cualquier otra cosa.

—Justin, ¿me ayudas con esto? —dijo Adrien amablemente extendiéndole un marcador.
—¿Qué es? —preguntó apresando su labio entre sus dientes.

Adrien ladeó la cabeza mirando el papel fijamente como si le fuese duro decir esto:

—Son todos los socios de Norman Petrov —dijo mirando levemente a Justin para notar su reacción, inexistente—.
Son los que recuerdo y aunque el ejército ahora es inmenso, estamos buscando los que tenían relación con él y lo que
nos ha contado Melina...
—¿Tenéis algo?

La verdad es que antes Justin estaba obsesionado con su caso. Estaba loco perdido por saber qué había ocurrido por el
simple hecho de que se sentía jodidamente culpable, pero ahora que Mel lo había contado todo, fue un alivio enorme.
Claro que quería venganza, pero por ahora salvar a Mel, era su prioridad. Así que si no tenían nada, no le importaba.

—Sí, tenemos algo. Mira a estos dos sujetos —dijo enseñándoselos a Justin—. Estuvieron con Norman Petrov como
soldados. Pero después del secuestro de Mel, cobraron cantidades exorbitantes y no se volvieron a relacionar con
Norman.
—¿Crees que sea alguno de ellos? —preguntó Justin.
—Habría que enseñárselos a Mel...
—¿Pero crees que esté lista?

Hubo mucho silencio.

—Tuvo la valentía de contar todo lo que le había pasado, ahora es el momento de la purgación —dijo Adrien—. Vas a
ver que está más que lista.
—No quiero herirla —dijo suavemente Justin.

Adrien sonrió dulcemente yendo hacia él. Le colocó una mano en el hombro en símbolo de apoyo y dijo con lentitud:

—Es muy noble de tu parte, Justin. Pero no has hecho más que amarla, no significa que vayas a hacerle daño, Justin.
Pregúntale si quiere verlos y ayudarnos a meterles una bala en el culo a esos hijos de puta. Porque Justin, me da igual
qué estés pensando de mí en este momento... Quiero venganza para Melina, quiero hacerle pagar a todos y cada uno, y
que lo último que vean sean nuestros ojos mientras suplican por piedad, piedad que ellos no tuvieron con Melina. No
va a quedar impune.

Entonces Justin con una sonrisa le dijo:

—Demasiado odio para venir de alguien tan estúpido.

Adrien se alejó levemente y sonrió ampliamente yendo a abrazarlo.

—Nunca me había alegrado tanto de que me insultaran.


—Adrien, tío, te adoro. Así que no lo arruines.
—No, señor —dijo haciendo un saludo militar.
—Genial —dijo Justin revolviéndole el pelo.

Entonces Nadine volvió con una sonrisa. Parecía una tontería, pero cada día se iba recuperando cada vez más y más,
por lo tanto, estaba cada día más preciosa. Vino con una sonrisa preciosa y se sentó rápidamente como si le dolieran
las costillas intensamente.

—He ido a ver a Mel —dijo Nadine—. Es una bebé.


—Y es mi bebé —dijo Justin también sonriendo encantado por lo que había dicho Nadine.
—Aquí todos somos bebés, así que mejor nos ponemos a trabajar.

Melina estaba en un columpio. Se mecía de arriba a abajo. Casi podía tocar el sol con los dedos de lo alto que estaba.
Y quería seguir meciéndose más y más y más y más.

Pero de pronto, se detuvo. Empezó a disminuir la altura y cada vez se quedaba más quieta, los dedos los tenía clavados
en la cadena.

Melina miró al frente. Ahí estaba Justin. Se acercaba pero de la mano iba con una Melina más pequeña. Melina de 10
años. Entonces mientras que jugaban en él jardín, Melina los observaba sin ninguna expresión, clavada en el
columpio.

Como si supiese lo que venía ahora.

Entonces, todo empezaba a ponerse oscuro. El columpio se oxidó, el cielo se oscureció, llovió, e incluso la casa se
abandonó. Melina grande se levantó para ver a la Mel pequeña en el suelo llorando mientras que Justin la miraba
inmóvil.

Y aquí venía la peor parte:

—¿Por qué no me mataste? —dijo la Mel pequeña llorando desconsolada—. Me has arruinado la vida, me has
atrapado para siempre en el cuerpo de una niña.
—Melina, tú te escondiste... —se justificó Justin, en la mano tenía un arma y las manos llenas de sangre.
—Me hiciste lo peor. Nunca sabré qué es ser mujer. No he sentido el amor, la regla, el sexo, no tengo senos, no veré
mi cuerpo cambiar... Me has condenado a estar en este cuerpo para siempre mientras que mi mente avanza. Veo como
todo avanza y yo me quedo intemporal. Me quedo quieta, me quedo sola... Me quedo...
Entonces Justin levantó el arma hasta apuntar a la Mel pequeña.

—No, pequeña Mel —dijo Justin con la voz cambiada—. Tú no eres la del problema, la del problema... —apuntó a
Mel grande con una mirada que daba pavor—,... Es ella.

Y cuando la bala la echó hacia atrás, ese nanosegundo donde todo en ella se apagaba, la hizo despertarse.

Jadeó mientras que veía a todos lados. Se tocó la cabeza mientras trataba de calmarse. Oía un golpeteo constante en su
pecho, el corazón parecía que iba a salir estrepitosamente.

Se volvió a acostar abrazando la almohada. Escuchó voces al fondo. Se levantó temblando pero con cuidado. Le
temblaban las piernas y le daban escalofríos mientras caminaba para asegurarse de que todos estaban bien. El suelo de
madera estaba congelado. Era como si subía ese frío desde sus pies hasta su cabeza, haciéndola temblar y tener
espasmos.

Llegó al salón y los miró. Estaban todos sentados mientras charlaban animadamente, con cervezas mientras
trabajaban. Mel pisó suavemente el suelo y los miró.

El primero en incorporarse fue Adrien:

—Mel, ¿estás bien?

Justin como si fuese mamá leona, fue inmediatamente hacia ella.

—Nena, ¿qué ocurre? Parece que has visto un fantasma.


—Estoy bien —dijo Mel temblando—. Solo fue una pesadilla.
—Vale, pequeña —dijo Justin dándole un abrazo—. ¿Quieres volver a la cama? Deberías cubrirte un poco más, hace
mucho frío y no quiero que te me resfríes.
—Estoy bien —murmuró Mel sentándose por ahí mirándolos a todos.
—¿Quieres algo para tomar? —preguntó Nadine yendo para la cocina.
—No, gracias. Solo no quiero estar sola.

Adrien y Justin se miraron y suspiraron al mismo tiempo. Así que Justin fue el primero en ir hacia ella y sentarse a su
lado en el sofá viejo. Adrien al otro lado de Mel.

Mel se apoyó suavemente en el hombro de Justin.

—Eh, pequeña —dijo Justin al verla así—. ¿Estás segura que todo está bien?
—Mel, ¿quieres un redbull? Anoche me robé unos cuantos —dijo adorablemente Adrien.
—Adrien... —le advirtió Justin.
—También me robé una botella de vodka. Si quieres animarte, soy tu hombre.

Nadine se rió sin dejar de escribir en la cartulina.

—¿Hay algo que no te robes? —preguntó Nadine.


—Sip, el corazón de Justin.

Nadine se rió... Pero entonces la cara le cambió brutalmente mientras miraba la pantalla.

—Oye —dijo Nadine—. ¿También puedes robarte información clasificada?


—¿De internet? Claramente —dijo Adrien levantándose.
—Es que creo que he tenido una idea —dijo Nadine yendo al ordenador... Robado...
—¿Y qué es esa idea? —preguntó Justin.
—¿Puedes robarte el expediente médico de Melina?

Justin parpadeó:

—¿Para qué?
—No creo que Mel quiera oír esto... —dijo Nadine.
—Dilo —insistió Mel.
—Bueno... Va a sonar muy duro... Pero a Melina se le rompió una botella dentro —dijo Nadine haciendo que Justin
temblara—. Creo recordar que en la cirugía tuvieron que sacar muchos restos de cristal y un pedazo bastante grande.
—¿Y adónde quieres llegar con eso?
—Que después Mel fue violada. Y probablemente el canalla ese, se hizo daño en el pene.
Justin parpadeó mirándolo todo.

—Solamente tenemos que buscar la lista de pacientes que llegaron por cortes en el pene durante esas fechas, ¿no? —
dijo Justin, Nadine asintió—. Eres un genio.

Los tres fueron como imanes al ordenador.

—Eh, dadme quince minutos —dijo Adrien haciendo sonar sus dedos. Justin lo miró mal—. Vale, una hora.

Justin le dio una palmada en el hombro. Se dio la vuelta para ver a Mel. Extendió la mano hacia ella y le dijo:

—Mientras este par trabaja, ¿te apetece ir a comer algo?


—No hace falta —dijo Adrien palideciendo—. Parece que los canadienses no tienen muchos problemas con el pene.

Justin fue directamente al ordenador quedándose pálido al ver que la lista era diminuta. Era extremadamente pequeña
y la de 2008, aún más.

Eran solamente dos nombres, Adrien presionó a uno que mostró una foto, un nombre y todos los datos. Justin
enrojeció de la furia al darle nombre y cara.

—Es el de los bocetos —dijo Justin.


—Mel —dijo Nadine tomándola de los brazos para que tuviera algún apoyo—. Cielo, ¿es él?

Mel asintió sin apartar su mirada de la pantalla.

—Carlos Moreno. Colombiano —empezó Adrien—. Actualmente tendría 31 años.


—¿Es más joven que nosotros? —Justin estaba a nada de estallar.
—Sip —dijo Adrien—. Lleva en Canadá 17 años, no hay mucha información. Lo que veo es que tiene buena salud, y
un patrimonio de persona común, tirando a clase baja —Adrien tecleó—. Oh, he encontrado su Facebook.

Justin parpadeó indignado. Ellos huyendo como criminales y el verdadero criminal cON FACEBOOK. Uff, Justin
bufó tratando de calmarse mientras oía a Adrien. Por su parte, Adrien silbó de sorpresa.

—Vaya, parece tener buena vida. Vive en Canadá todavía, y según su estatus, está casado.
—¿Y vive tranquilamente? —Nadine estaba indignadísima.
—No cuadra. Mira los sitios donde este tío ha estado. Bora Bora, Hawaii, Roma, París... Y no como turista, sino que
parece que se da la buena vida. Pero Hacienda dice que sus ingresos son bajos...
—¡Pues claro! —exclamó Justin enfurecido—, ¡Vive con lo que cobró de Melina! —jadeó exasperado—. Mirad, no
voy a hacerme esto, Adrien tiene razón, voy a guardar mis fuerzas para después.
—¡Yo no he dicho eso! —se quejó Adrien.
—¡Lo harás! ¡Porque como yo pille fuerzas, es tu cabeza lo que tengo más cerca! Así que tengo una cosa que hacer.
Adrien, consigue su dirección y toda la información que puedas. Yo volveré dentro de poco.
—¿A dónde vas? —preguntó Mel.
—A recoger unas cosas que tengo guardadas.

Mel asintió dedicándole una leve sonrisa para que Justin se diera cuenta que no estaba conforme con la respuesta pero
la respetaba. Justin se acercó y le dio un beso en la frente y después un abrazo.

—Todo va a estar bien, bichito. Te voy a sacar de esta, te lo juro. Volveré, ¿vale?

Mel asintió. Justin sin decir más, se alejó por el pasillo, tomó una gorra que era de Adrien, una chaqueta de Adrien
también, verde olivo, militar. Y guiñándole un ojo a Mel, se fue definitivamente.

Justin condujo hasta la tumba de sus padres. Los enterró a ambos juntos ya que en su cabeza reinaba la idea romántica
de que se amaban incluso después de la vida.

Se quedó de pie mirando la lápida donde yacían los nombres de sus padres. Se agachó suavemente, dio un beso a sus
dedos y esos dedos los llevó a las piedras.

Y es que sí, su padre era un cabrón, un asesino, un corruptor de menores, un demente, un hijo de puta... Pero era su
padre. Justin le quitó las hojas de encima y sonrió levemente mirando el nombre de su madre.
—Mami, me dijiste que cuidara a las chicas como reinas, porque eso es lo que son. Ojalá pudieras verme con Melina,
y así pudieras comprobar que te estoy haciendo caso.

Justin apartó unas flores secas y empezó a desenterrar suavemente un poco de la lápida. Sacó una llave que había
enterrado hace exactamente ocho años ahí.

Se levantó sin dejar de mirar el nombre de su madre:

—Y para cuidar a mi reina, espero que entiendas lo que estoy apunto de hacer... Te quiero, mami.

Justin se dio la vuelta y con el paso firme se dirigió al coche. Condujo hasta el puerto, aquel donde Nadine lo había
encontrado borracho, borracho hasta las trancas. Caminó suavemente hasta los contenedores, se introdujo en pasillos y
pasillos de contenedores hasta que encontró el azul 5.783.

Suspiró mirando el contenedor desde afuera. Parecía extremadamente enorme. Se sintió diminuto. Y ahí mismo, de pie
hace 8 años. Lo prometió. Prometió que no volvería a hacerlo. Prometió que...

Suspiró tomando la llave, abriendo el candado, y con un poco de fuerza... Se abrió.

Se quedó otra vez de pie, tal vez planteándose lo que estaba haciendo. Pero ya no había vuelta atrás. Caminó dentro
del contenedor y ahí estaba...

Era un armamento digno de un ejército. Son armas manchadas de sangre, armas manejadas por sus manos, armas que
habían asesinado a todas sus victimas.

Cuando decidió entregarse, lo primero que hizo fue guardar todas sus armas, sus chalecos antibalas, sus juguetes
asesinos, su dinero en metálico, todo, en este contenedor.

Fue una clase de purgación de su alma, y se prometió no volver a abrirlo. Se prometió no volver a esa vida. Por eso
puso la llave en la tumba de sus padres, pues al pecar de inocencia, creyó que tal vez si algún día le picaban los dedos
por abrir el contenedor maldito, ver la tumba de sus padres lo acongojaría, reflexionaría y dejaría la llave.

Pero, cielo, quería meterle una bala en el culo a ese hijo de puta con unos de sus juguetes. Se acomodó la gorra y
empezó a recoger, como poseso. Todo metido en bolsos listos. Todo.

Hasta dejarlo vacío. Sin dinero, sin armas, pero con mucha sangre.

Suspiró y salió de ahí cargando todo hasta el coche. Las dejó en el maletero, cerró con un poco de fuerza ya que
necesitaba liberar algo de tensión, y después aceleró.

La llave se quedó dentro del candado en señal de que nunca va a volver.

Melina estaba en el coche. Habían decidido llevarla ya que no se atrevían a dejarla sola a casa. Fue muy confuso...
Estaban enfrente de la casa de Moreno. Mel observaba de un lado a otro.

Pasó de un silencio absoluto a un ruido estremecedor.

Mel jadeó viendo a ese hombre... Ese maldito hombre. Fue como que el tiempo se ralentizó. Lo vio correr por enfrente
de la casa con el pantalón gris ensangrentado, cojeaba...

Le habían disparando. Mel todavía estaba en shock. El sujeto huía a pesar de tener la puerta indispuesta. Mel apretó
los puños al verlo tan cerca, quería levantarse y... Y...

Entonces su retina enfocó a alguien más importante. Era Justin. Parecía terminator avanzando impasible hacia él.

Moreno le disparaba una y otra vez, pero no conseguía darle mientras que Justin en línea recta y con paso firme,
avanzaba hacia él.

—Justin —murmuró Melina al ver que estaba demasiado cerca...


Entonces Justin retrocedió levemente por una bala que le daba en el centro del pecho. Fue evitada por el chaleco
antibalas pero como si despertara a una bestia, enfureció profundamente yendo hacia Moreno que había caído al suelo
ya.

Pero entonces, Moreno le disparó una segunda vez. Justin se quedó quieto levantando el arma para apuntarle. Tuvo
que bajarla cuando Adrien y Nadine lo adelantaban persiguiendo a Moreno que se había levantado ya.

Mel se quedó paralizada ya que ella fue la única que vio que Justin caía de rodillas. Intentaba levantarse, pero no
pudo. Volvió a levantarse pero volvió a caerse, esta vez estrepitosamente.

Melina ardió en pánico. Sin importarle las advertencias y las balas perdidas, corrió como posesa gritando el nombre de
Justin.

—¡Justin! —dijo.

Justin intentó una vez más levantarse apoyando las manos en el suelo e impulsándose pero volvió a caerse.

—¡Justin! —dijo Mel cayendo de rodillas a su lado—. Justin...

Entonces Adrien y Nadine volvía.

—No dejéis que se escape —dijo Justin.

Nadine fue corriendo a darle la vuelta. Y ahí estaba. La bala le había dado justamente en el sitio en el que el chaleco se
divide. Arriba del hueso de la cadera, en su lado derecho.

—Dios mío —jadeó Nadine aterrada y poniendo su mano en la herida para que dejara de sangrar.

Justin gruñó del dolor mientras que ya empezaba a sudar del mismo dolor extremo.

—Que no se escape —volvió a decir Justin. La calle cada vez le daba más vueltas.
—No te hagas el duro —lo regañó Nadine—. Me han disparando antes y sé lo que duele.
—¿Crees que podamos hacer algo? —preguntó Adrien.

Nadine apartó la mano para apartarle el chaleco y ver la profundidad de la herida. Había traspasado a Justin.

—Mel, ponle las dos manos —dijo Nadine mientras que tomaba su teléfono.

Justin empezaba a sudar en frío. Tiritaba y es que Nadine lo había viso antes... Y nadie sobrevivía.

—Hay que llamar a una ambulancia —dijo Nadine—. No tenemos otra opción.

Nadine llamó al 911. Adrien se quitó la chaqueta y la dobló en forma de almohada para que Justin pudiese poner la
cabeza.

—¿Habéis matado a Moreno? —preguntó Justin bastante débil.

Nadine y Adrien se miraron.

—Tenemos que prepararnos, puede entrar en parada cardiaca en cualquier momento —dijo Nadine diciendo en voz
alta lo que le decían en la línea.

Melina estaba aguantando colapsar pero eso la asustó al punto de hacerla temblar y titubear con lo de presionar la
herida.

—No, Mel. No necesitamos lágrimas ahora.

Mel asintió mirando a Adrien y respiró profundamente para calmarse.

Justin en unos segundos había perdido todo color. Estaba verde literalmente, sudaba en frío y tiritaba agresivamente.

—Se nos está yendo —dijo desesperadamente Nadine sin colgar el teléfono.

Melina sollozó angustiada pero no apartó las manos de Justin. Ya oían a la ambulancia.
—Mel, irás tú en la ambulancia. Nosotros iremos detrás, ¿vale? —dijo Nadine.

Mel asintió mientras que veía a Justin parpadear levemente. La miró...

Y pensó que en la vida había visto algo tan hermoso.

Se estaba muriendo y en lo único que podía pensar era en ella.


Problema 30.
La vitalidad.

A Melina le está dando un ataque. Iban en la ambulancia a toda velocidad. Entre las luces, las sirenas, los gritos de los
paramédicos y la velocidad... Mel sentía que se iba a morir.

Iba paralizada mirando a Justin. Podía ver que parpadeaba muy levemente, era solamente un atisbo de movimiento
entre sus largas pestañas. Pero ya había perdido todo color.

Estaba pálido y verde de pies a cabezas, estaba bañado en sudor y sangre, y su respiración era débil. Muy débil, casi
podía ver cómo le temblaba toda la piel ante cada débil latido ya que su respiración era inexistente.

—¿Eres familiar? —preguntó un paramédico sin dejar de trabajar con Justin y su herida de bala que lo traspasaba.

Mel asintió levemente poniéndose el cabello detrás de la oreja, llenando de sangre su cara y su pelo. No había llorado.
Estaba aguantándose porque sabía que si lloraba, colapsaba completamente.

—Vamos a necesitar sangre, ¿puedes ir a recepción a dar sus datos para que nos pasen su expediente? —preguntó el
paramédico demasiado tranquilo mientras que seguía con Justin.

Le habían destrozado la ropa, pues estorbaba. Y era peor de lo que parecía. Tenía una herida enorme, del tamaño de un
puño. Las venas estaban reventadas por lo que se veían moradas y muy resaltadas, como si la herida hubiese
provocado miles de pequeños rayos morados y verdes extendiéndolos por su piel. En el centro del pecho tenía una
marca roja y amoratada, el disparo que evitó el chaleco antibalas.

Mel no podía apartar la vista, pero es que...

Es que si Justin se le iba, no quería perderse ni un segundo de él, vivo.

Llegaron al hospital. Ya los estaban esperando en la entrada. Primero bajaron ellos sin dejar de inyectarle cosas a
Justin y tener listos los aparatos por si entraba en shock o en parada cardiaca.

Mel salió disparada detrás. Más paramédicos y doctores en la entrada. Vio hacia atrás a Adrien y Nadine siguiéndolos.
Mel corrió sin dejar a Justin solo ni un momento. Pero ya no parpadeaba... Ya había cerrado los ojos. Mel sollozó ante
la idea de no volverlo a ver con los ojos abiertos.

Los doctores empezaron a gritar y ordenar cosas que Mel no entendía. Lo único que pudo comprender fue
"QUIRÓFANO".

—Señorita, quédese —dijo una enfermera—. No puede pasar.


—Pero... —reclamó Mel dando las primeras señales de llanto.
—Señorita —insistió la mujer—. No puede pasar. Estará en buenas manos.
—Justin —murmuró Melina echándose las manos a la cabeza mientras se echaba a llorar desconsoladamente.

Fue peor que antes de entrar al quirófano escuchó: "lo perdemos", "se nos va, se nos va".

Mel hizo ademán de salir corriendo horrorizada, con el rostro desencajado, pero Adrien la detuvo.

—Eh, Mel —la detuvo Adrien.


—¡Tengo que ir! ¡Tengo que ir! ¡No, Adrien! ¡Tengo que ir!

Adrien la sostuvo firmemente mientras Mel forcejaba inútilmente ante la fuerza de Adrien. Hasta que se dejó caer al
suelo llorando por darse por vencida. Melina abrazaba el brazo de Adrien. Nadine estaba en recepción dando
información sobre Justin ya que necesitarían su tipo de sangre y su historial médico.

Apenas tuvieron el informe, una enfermera corrió hacia el quirófano sorteando a Melina y Adrien que seguían en el
suelo mientras que Mel no dejaba de llorar.

—Es Justin —murmuró Adrien intentando calmarla—. Es tan cabezota que se va a negar a irse. Al menos no se irá sin
despedirse, bichito.

Nadine se arrodilló en el suelo también mirando a Mel. Por lo que pudo ver, ella también había estado llorando.
—Va a estar bien, Mel —le dijo Nadine, aunque ella tampoco estaba segura.

Si Justin moría... Mel también se moriría. Y la idea era terrorífica y escalofriante para los dos, así que muy en el fondo
Adrien y Nadine... Sabían que Justin tenía un muy alto porcentaje de no conseguirlo... Y si lo perdían a él, no querían
perder a Melina también.

Melina, después de un rato llorando en el pecho de Adrien, los dos todavía en el suelo, con Nadine también al lado,
Mel se calmó. Le dolía mucho la cabeza así que dejó de llorar por un momento. Sollozaba levemente casi sin moverse.

Adrien le acariciaba el pelo y la espalda para calmarla y había surgido efecto. Entonces, las puertas del quirófano se
abrieron.

Salieron un montón de enfermeros, y Nadine se cubrió los labios echándose a llorar deduciendo que no habían podido
hacer nada y se habían rendido. Entonces el cirujano principal, caminaba hacia ellos quitándose los guantes y con una
expresión de incredulidad en el rostro.

Mel se levantó de inmediato aterrada y antes de que el hombre pudiera hablar:

—¿Cómo está Justin? —preguntó urgente.

El doctor arqueó las cejas y suspiró:

—Estamos intentando estabilizarlo... No les voy a mentir, está grave. Y más ahora que tuvo un fallo renal.
—¿Un fallo renal?
—Sí, para que nos entendamos, sus riñones no aguantaron la anestesia aplicada en la ambulancia.
—¿Y qué hace falta?
—Necesitamos un riñón.

Mel sin pensarlo, se ofreció voluntaria.

—Tomad el mío —dijo más decida que nunca.


—Mel —dijo Adrien—. No, doctor. Puedo donarle el mío.
—O el mío —dijo Nadine.
—Es bueno ver que hay varios donantes, pero tiene que ser el mismo tipo de sangre. Él es A+.
—¡Cómo yo! —dijo Mel—. Yo se lo daré —dijo Mel echándose a llorar—, y le daré lo que haga falta, si le hace falta
mi corazón, mi sangre o mis pulmones... Tomadlo porque él merece vivir más que cualquiera...

Adrien y Nadine le dieron un abrazo ante acto tan noble. Mel estaba temblando agresivamente.

—Pongámonos en marcha —dijo el cirujano—. Vamos a buscar tu expediente médico y te prepararemos para la
operación. Con ese riñón, le salvarás la vida. Y probablemente, si sacamos metralla del hígado, tendrás que darnos un
poco.
—¿Qué?
—Verás, el hígado es un órgano asombroso. Se puede regenerar por completo, pero si el de Justin está muy dañado,
tendremos que ponerle otro. ¿Estás dispuesta o buscamos otro donante?
—Lo que haga falta —murmuró Melina.
—Ese hombre ha tenido mucha suerte —dijo el cirujano para calmarla—. Andando.

Mel asintió. Nadine se secó las lágrimas y fue corriendo a recepción. Adrien se mordió el labio respirando
profundamente aguantando las ganas de llorar.

—Eres maravillosa, Mel —dijo Adrien dándole un fuerte abrazo.


—Vamos —dijo el cirujano tomándola del brazo.
—¡Melina, te quiero un montón! —exclamó Nadine desde la recepción.

Melina esbozó una leve sonrisa y se la llevaron de ahí para prepararla. Una enfermera se les unió rápidamente con
unos papeles. El cirujano los inspeccionó levemente, se tomó más tiempo en ver que fuese mayor de edad que en ver
que estuviese sana.

—Genial. Tienes el mismo tipo de sangre y estás sana. Eres una donante ideal. No vas a sentir nada y la recuperación
con tu edad será rápida. Estás en buenas manos.
Mel asintió y la metieron en una habitación. Ahí la desvistieron, la ducharon rápidamente, la metieron en una bata y
pudo notar cómo se miraban entre ellos al ver sus múltiples cicatrices. Pero eso era lo de menos. La metieron en una
camilla, y la volvieron a llevar por el pasillo mientras conectaban cosas a ella y quién sabe qué más hacían.

Al verla volver, Adrien y Nadine fueron hacia ella. Estaban asustados. Pero como si fueran dos padres orgullosos, la
acompañaron hasta la puerta.

—Vas a estar genial —le dijo Nadine.


—Como Justin no te pida matrimonio después de esto, yo mismo lo vuelvo a mandar al quirófano —dijo Adrien.
—Eres maravillosa —dijo Nadine—. Eres lo más puro que pudo caer en nuestras vidas, Mel.
—¡Y si no te casas con Justin, cásate conmigo Melina! —exclamaba Adrien.

Melina les lanzó una mirada de cariño pero ya no pudieron seguir a su lado. Así que cuando se abrieron las puertas del
quirófano, la vista de Mel fue directamente a Justin.

Lo estaban operando con mucha intensidad. Habían tres asistentes y otro cirujano mientras habían más personas en la
sala controlando máquinas y la vitalidad de Justin.

La colocaron al lado. Y ahí a Mel se le rompió el corazón. Seguía estando pálido... Parecía que estaba muerto... Si no
fuese por ese leve respiro, es que perfectamente parecía un cuerpo en la morgue. Le pusieron una mascarilla a Mel,
esto la iba a dormir. Ella empezó a respirar sin dejar de verlo.

—No te mueras, por fi —murmuró sin dejar de mirarlo. Entonces los ojos empezaron a cerrarse...

Le hablaban los paramédicos pero ella no veía nada más que a Justin. El pecho de Mel subía y bajaba ya cada vez con
menos intensidad. Fue cerrando levemente los ojos... Y se prometió, se juró que la próxima vez que lo mirara,
solamente vería color en su piel, en sus ojos y en sus labios. Se tatuó esa promesa en el corazón.

Doce horas después en la sala de espera, Nadine se había quedado dormida. Adrien le puso la chaqueta encima para
que no pasará mucho frío. Se levantó a dar una vuelta por el hospital. Nadine había hablado antes con sus contactos
para bloquear sus datos ante la policía o el hospital. Así que por ahora estaban en un sitio seguro.

La verdad, es que Adrien ya se había rendido. Aunque el paso de las horas le dio un alivio enorme pues eso quiere
decir que no se había rendido. Pero nada estaba asegurado, es más, posiblemente Justin no aguantara y muriera de un
momento a otro.

La sola imagen de Justin pálido, sin color, casi inconsciente e inmóvil, era destrozadora. Justin se hacía querer y no
querían perderlo, sería arrollador para todos, especialmente para la valiente Melina.

Adrien se topó con una máquina de cafés, así que sacó uno y se lo tomó con calma.

Entonces, de la nada, escuchó a Nadine corriendo por el pasillo, mientras desesperada se lanzaba a él y lo tomaba del
brazo:

—¡Algo va mal! —dijo Nadine aterrada—. ¡Vamos!


—¿Cómo que algo va mal? —jadeó Adrien trotando al lado de Nadine.
—¡Sí! —dijo con los ojos llorosos—. Han salido todos corriendo y había mucho ruido... Algo va mal...
—Nadine, cálmate. Probablemente no sea sobre Justin.
—Lo sabía —murmuró Nadine—. Nadie sobrevive a eso. Qué estúpida fui al ilusionarme y tener la esperanza de que
Justin era indestructible...
—Te estás precipitando —dijo Adrien cuando llegaron a la sala de espera y cruzaron para llegar al quirófano.

Una enfermera los detuvo.

—No pueden estar aquí.


—¿Y Justin? ¿y Mel? ¿Están bien? —dijo Adrien que era el más tranquilo.
—Esa información no me está permitida...
—¡Tengo derecho a saberlo! —jadeó Nadine.
—Señorita, cálmese.
—¿Qué ocurre?
—Le aseguro que están todos bien ahí adentro.
Nadine estaba a punto de estallar.

—¿¡Qué pasa ahí adentro!?


—Que el paciente se nos ha ido por un segundo —dijo el cirujano saliendo, se quitó los guantes y suspiró. Parecía
agotado—. Tranquila, ya me ocupo yo —le dijo a la enfermera.
—¿Justin?
—No, la chica.
—¿¡Mel!? —jadeó Adrien.
—Hicimos cambio de turno para yo poder estirar las piernas y que le de un poco el aire... Justin sigue siendo operado,
y con Melina acabamos hace un par de horas. El transplante fue exitoso, traspasamos un riñón, parte del hígado y
litros de sangre. Fue un éxito total pero no está todo asegurado. Nos queda reconstruir parte del intestino de Justin y
serán unas cuantas horas más. Melina estaba bien pero al cambiar de turno el nuevo cirujano sin tener en condición la
edad de Melina, triplicó el suero como se hacía en una persona adulta... Se nos fue durante un momento pero la
recuperamos.

Adrien y Nadine suspiraron de alivio. Nadine le dio un abrazo a Adrien, muy fuerte. Sollozó suavemente.

—Vamos a sacarla dentro de poco. Estará en cuidados intensivos pero podrán verla y estar con ella. Se va a poner
bien.
—¿Y Justin? —preguntó Adrien.
—Estamos ganando batallas. Los órganos de Melina le salvaron la vida, pero todavía nos queda ganar la guerra. Y el
pronóstico es favorable. Creemos que Justin pueda salir adelante de esta.
—Gracias, doctor —murmuró Nadine sin soltar a Adrien y echándose a llorar.
—Les recomendaría que se fuesen a descansar. Les llamaremos si hay noticias de Justin y además quedan unas
cuántas horas más.
—Gracias, pero queremos estar con Melina.
—Lo entiendo. Ha sido muy valiente.

Adrien conmovido, suspiró asintiendo:

—Somos muy afortunados —dijo Adrien.


—Los dejo solos, dentro de un rato les avisaremos la habitación de Melina.
—Muchas gracias doctor.

Nadine volvió a echarse a llorar en brazos de Adrien. Él miraba a la puerta cerrada del quirófano deseando que no
cometieran ningún error más... Ojalá que la fortuna esté de su parte y así ambos salir perfectamente de ahí.

Mel estaba en el suelo. Había caído estrepitosamente. Le dolían las piernas y sentía un frío abrumador. Miró a su
alrededor, era un sitio bastante oscuro, parecía un túnel.

Como si de un foco se tratase, al otro lado del túnel se encendió una luz. Mel de tuvo que cubrir los ojos ante lo fuerte
que era. Pero pudo distinguir que no era la única en ese sitio. Ahí estaba una silueta que podía reconocer en cualquier
sitio.

Era Justin. Estaba de rodillas, pero cuando Mel gritó su nombre, él empezó a caminar hacia la luz, despacio. Mel se
levantó a pesar de que las piernas le dolían, se levantó arrastrando los pies y lo siguió.

Ambos caminaban hacia la luz.

Solo que Mel... Nunca pudo alcanzarlo.

La primera en despertar es Melina. Parpadea varias veces para adaptarse a la luz. Se queja ante el dolor que se
extiende por todo su cuerpo. No puede ni ver perfectamente cuando busca a Justin con la mirada.

—Justin —murmura, pero no lo mira. Lo busca con la mirada y se toma con un hombre que le da un susto de muerte.
—Melina —dice.
—¿Adrien? —pregunta Mel extrañada.

Adrien iba vestido distinto, incluso con una peluca que sobresalía de su gorra.
—Meli —le dijo de cariño dándole un beso en la frente—. ¿Qué tal te encuentras?
—¿Y Justin?
—Está bien, cielo. Nadine está con él. La verdad es que ha sido un milagro, Justin estaba destinado a no sobrevivir.

Mel suspira de alivio y se intenta estirar para despertar sus miembros adormilados.

—La operación duró 23 horas.

Mel parpadeó confundida mirando a la ventana para buscar la luz. Todavía estaba adormilada.

—La tuya duró muy poco. Pero la de Justin fueron 23 horas. No se rindieron Mel, no se rindieron hasta que lo
consiguieron. Si no hubiese sido por ti... Quién sabe qué hubiera pasado.
—¿Y por qué estás vestido así?
—Nadine ha conseguido identificaciones falsas para los cuatro, para no alertar a Norman. Voy a llamar a la enfermera,
pequeña Mel. Has sido muy valiente y quiero que sepas que me has conmovido y nunca voy a olvidar esto.

Adrien volvió a acercarse suavemente a su rostro y la besó en la frente. Mel estaba todavía como perdida, se centraba
en las cosas más superfluas mientras trataba de ubicarse. Probablemente era la anestesia pero se quedaba mirando el
techo intentando deducir cómo lo construyeron y después lo subieron hasta ahí si debe de pesar...

Entonces Mel miró a la puerta y ahí venía la enfermera. Mel suspiró mientras le miraban las constantes. Cuando la
enfermera se hubo ido, Mel miró a Adrien:

—Quiero ver a Justin —dijo.


—Eso no es posible ahora, Mel. No puedes levantarte.
—¿Cómo que no?

Mel hizo ademán de levantarse pero Adrien la detuvo inmediatamente.

—Ya sé porqué razón te gusta Justin, sois tal para cual.

Mel apoyó la cabeza en la almohada y cerró los ojos muy agotada.

—¿Cuánto he dormido?
—Unas 50 horas, Mel. Es un nuevo récord —dijo Adrien sonriendo.
—¿En serio? —dijo Mel—. Creía que había pasado un año y más con esas pintas que llevas.
—La anestesia no te sienta bien, pequeña —se rió Adrien—. Y eso que no has visto a Nadine.
—¿Cómo que Nadine?
—Ay, Mel. Me reiría contigo pero me arriesgo a que Justin me reviente esta cara tan preciosa que tengo.
—Justin —murmuró embobada Melina.

Adrien suspiró sonriendo. Se sentó cerca de la cama de hospital para mirarla. Mel cerró los ojos lentamente como si
estuviera muy agotada y quisiese seguir durmiendo.

—Mel —dijo Adrien—. ¿Eres consciente de que has hecho la cosa más bonita del mundo?

Mel negó con la cabeza. Abrió los ojos encontrándose que Adrien estaba muy cerca. Parpadeó confundida dándose
cuenta de cosas que antes no había visto. Como que tenía destellos verdes y mieles en sus ojos azules. Hasta podía ver
sus pestañas.

—¿Quieres algo para tomar?

Mel asintió sin apartar la mirada de Adrien.

—Ya volveré. No te muevas y mantente alejada del peligro, ¿vale?

Mel asintió otra vez cerrando los ojos y sonriendo levemente. Adrien sonrió levantándose y saliendo de la habitación.
Al salir, se puso el intercomunicador para hablar con Nadine sin tener que entrar en la habitación necesariamente.

—¿Nadine? —preguntó caminando por el pasillo.


—Estoy aquí —dijo Nadine.
—Mel ya se despertó. Está bien, un poco adormilada.
—Menos mal, Justin no se ha despertado.
—Voy a buscar algo de beber, ¿te apetece algo?
—Estoy bien, gracias.
—Te hablo luego.

Adrien llegó a la máquina expendedora. Se sacó un gatorade y para Mel un zumo de naranja. Cuando volví a la
habitación, pasó por recepción de la planta pero se quedó quieto al ver a un doctor decir:

—¿En qué habitación está Melina Petrov?


—En la 16897.
—Gracias.

Justin dejó las bebidas en él mostrador, a una esquina y caminó con sigilo detrás del doctor. No lo había visto todos
estos días, y es que Nadine y él estaban psicóticos con lo de estar tan expuestos.

—Nadine —murmuró Adrien—. Tenemos un problema.

Cuando el doctor entró, dejó la puerta entreabierta permitiéndole a Adrien entrar perfectamente sacando el arma que
mantenía escondida en su pantalón.

Vio que el médico sacaba una inyección y se la iba a poner en el conducto del suero cuando ningún doctor hacer eso.

—Baje eso —dijo Adrien apuntándole en la nuca con el arma—. Bájelo.

Le dio un golpe con el arma. Melina se levantó sobresaltada y al verlo, fue víctima de un ataque de pánico.

—Mel, ¿conoces a este hombre?

Mel asintió petrificada y horrorizada.

—Es... Es el médico...
—Vamos a encargarnos de él —dijo Adrien—. Nadine, tenemos un problema x2.
—Lo he oído todo, ¿es el médico?
—Sí, ¿qué hacemos? Voy a tirar a este imbécil por la ventana.
—Adrien, no puedes hacer eso...
—Claro que puedo —dijo Adrien empujándolo hasta el ventanal—. Y lo voy a hacer. Estamos en un decimosexto
piso. Este cabrón está viviendo sus últimos minutos de vida.
—Adrien, ¿y después qué haremos? Tenemos dos heridos, y dudo que puedan huir con nosotros o los dejen huir...
¡Espera!

Nadine miró a la enfermera que entraba para chequear que todo estuviera en orden con Justin.

—Tengo una idea —dijo Nadine sonriendo.


Problema 31.
La razón.

—Ser muy afortunado no está en la lista de muchos pacientes —dijo amablemente la enfermera revisando las
constantes vitales de Justin—. Esto es increíble. Este hombre es de acero. Está muy bien, por la anestesia
implementada calculo que estará despierto mañana. O si no, antes.
—¿Está bien? —preguntó Nadine sin creérselo.
—Sí, normalmente a dos días de la operación, suelen tener problemitas aquí y allá. Pero parece que Justin ha aceptado
bien los órganos donados y su cuerpo hace lo máximo para recuperarse lo antes posible. Deduzco que estará
completamente activo dentro de un mes. Aunque entre nosotras, lo ideal serían dos meses, pero parece un chico fuerte,
y bastante guapo, ¿es su pareja?

Nadine escuchó a Adrien reírse al otro lado de la línea del intercomunicador.

—Somos familia —dijo Nadine sonriendo aunque... Probablemente la enfermera estaba pensando en las maravillas de
los genes o en que alguno de los dos era adoptado...
—Oh, ¿parentesco?
—Somos... Hermanos —dijo Nadine sonriendo mientras seguía escuchando a Adrien reírse—. Él es el adoptado. Mis
padres lo encontraron en un contenedor. No paraba y no paraba de llorar —dijo Nadine sonriendo estúpida.
—Oh, genial —dijo amablemente la enfermera—. Cualquier cosa, ya sabe dónde estoy.
—En realidad hay algo que puede hacer por mí —dijo Nadine acercándose a la puerta y cerrándola—. Perdóneme por
lo que voy a hacer pero si quiere que este hombre tan guapo siga vivo... Voy a tener que hacer esto.

Nadine fue estrepitosamente hasta la enfermera y le dio una descarga con una pistola eléctrica. Lo suficiente para
tirarla al suelo. Nadine le cubrió los labios para que no gritara contribuyendo a la asfixia. Por lo que en pocos
segundos, la mujer ya había caído inconsciente.

—Date prisa, ¿Cuál es el plan? —dijo Adrien atando de manos y pies al doctor.
—No hay plan —dijo Nadine—. Ese es nuestro plan.
—Si este hombre está viviendo sus últimos minutos en vida... Yo estoy viviendo los míos en libertad. Joder Nadine,
¿qué piensas hacer?
—Por eso no me gustan los Ladrones —dijo desvistiendo a la mujer—. Demasiado analíticos con todo. Aveces hay
que echarle imaginación. Vamos a hacer esto: voy a vestirme de enfermera —empezó—. Tú te pondrás la bata y la
identificación de ese doctor. Sacaré a Justin en la camilla, y cuando vaya pasando por vuestra habitación, Melina se
subirá encima de Justin, obviamente la cubriremos con las sabanas para que nadie la vea. Y antes de eso, haz lo que te
de la gana con ese cabrón. Los subiremos a una ambulancia, la conduzco yo, nos sigues tú con el coche... Y cuando
lleguemos a un sitio neutro, dejamos la ambulancia y nos vamos los cuatro en el coche.
—Muy buen plan, ¿pero y si los chicos tienen que estar conectados?
—Justin más que Melina. Por eso llevamos a Justin en la camilla... Mel podrá estar sin suero unas cuantas horas.
—Joder Nadine, siento que alguien va a morir.
—Si no te das prisa, vas a ser tu —dijo Nadine terminándose de vestir—. Estoy lista.

Adrien se quitó la gorra, la peluca y le quitó la bata a ese hombre. Incluso le robó las gafas para ponérselas él aunque
no viese nada. Las dejó un momento colgadas del cuello de su camisa.

—Espera —dijo Adrien.

Se dio la vuelta para decirle a Melina lo que tenía que hacer pero ella estaba ya de pie, apoyada a la cama, adolorida.
Adrien sonrió acercándose a ella.

—Tenías otro intercomunicador —dijo Mel sonriendo—. Te lo robé. Hola Nadine.


—Oh, la pequeña ladrona le roba al ladrón. Esa es mi chica. ¿Puedes mantenerte así? —Adrien empezó a quitar el
suero y los conductos para no desconectar del todo a Melina.
—Creo que sí.
—Nadine —dijo Adrien—. Estamos listos.
—Un gusto oírte Mel —dijo Nadine—. Estoy desconectando a Justin.
—¡No aguantará! —dijo el médico desde el suelo—. Si lo desconectas, se muere.

Adrien fue con el rostro desencajado y le propinó un golpe en la nariz. Empezó a registrarlo y se encontró con su
cartera, al abrirla... Vio que tenía una foto de una niña pequeña.
—Oh, ¡fíjate! —dijo Adrien sonriendo—. Es tan mona, tiene sus ojos, señor —leyó el nombre—, Víctor Sartre,
¿francés? Tenemos un ruso, un colombiano y un francés, bueno... Al menos por diversidad no será. ¿Es su niña
pequeña? —sonrió Adrien—. Tal vez alguien le haga una visita. Una visita como la que usted le hizo a Melina, ¿no le
parece?
—Hijo de puta —masculló.
—Llámeme lo que quiera. No fui yo el que torturó y mutiló a una niña de 10 años —Adrien se levantó e iba hacia
Melina.
—¡Ni yo lo hice! ¡Solo seguía normas!
—¿Ah, sí? —Adrien volvió a arrodillarse—. ¿De quién?

Entonces hubo silencio:

—¿De quién?
—Están más cerca de lo que crees —dijo sonriendo.

Empezó a reírse como poseso. Adrien le dio otro puñetazo en la cara para que se callara, pero no hubo manera.
Escupió sangre y aún así continuó riéndose.

—Son intocables —dijo el doctor—. Son tan intocables que cuando se mencione su nombre... Moriréis todos.
Absolutamente todos. Prefiero tragar cianuro antes de decir su nombre.

Adrien lo miró horrorizado.

—Nadine, ¿cómo vas? Acabemos con esto.


—Voy a salir en 3... 2...
—Mel, prepárate —dijo Adrien, Mel asintió dando suaves y dolorosos pasitos hasta la entrada.
—No hay nadie en el pasillo —dijo Nadine.
—Genial. Voy a inhibir la señal de las cámaras unos segundos. Cuando diga ya, empieza a caminar —Adrien la buscó
en el teléfono—. Ya.

Nadine echó a andar cuando Adrien correteó hasta el médico.

—Le haré una visita a tu mujer y a tu pequeña hija —murmuró Adrien para que Mel no lo oyera—. Y van a saber todo
lo que hiciste, hijo de la gran puta.

Y sin más, lo levantó con una agilidad digna de un soldado, lo llevó hasta el ventanal y sin esperar a más, lo empujó
por la ventana haciéndolo caer 16 pisos.

—Voy a pasar por vuestra puerta —dijo Nadine urgente.

Melina estaba con los ojos muy abiertos mirando a la ventana. Adrien fue hacia ella abriendo la puerta. Adrien empujó
a Mel, tomó la mochila con el suero y todo lo que Mel tenía conectado. Nadine traía el uniforme más una mascarilla
que solo dejaba ver sus ojos. Abrió las mantas y ahí estaba Justin. Mel abrió los labios queriendo decir algo...

Pero Adrien ya la había empujado. Así que Mel se acostó junto con Justin en la camilla. Nadine la cubrió
completamente y así creerían que solamente Justin iba ahí. Mel era tan pequeña que prácticamente si no sabias que
estaba ahí, no la veías.

En cambio, Mel estaba paralizada. No quería hacerle daño a Justin. Así que empezó a verlo, a sentirlo. Todo iba en
cámara lenta.

Estaba calentito. Ay, dios. Estaba asquerosamente calentito. Eso la hizo sonreír. La hizo olvidarse de todo. Subió con
cuidado una mano por su pecho. Estaba caliente, y latía. Podía sentir la sangre y su corazón bombeándola. Quería
ponerse a gritar de la felicidad porque después de ver a Justin en aquel estado... Esto era extremadamente maravilloso.
A pesar de no poder ver su rostro, Mel empezó a besar su piel, su brazo, su precioso brazo.

Entrelazó suavemente sus dedos con los de Justin y entonces tuvo ganas de llorar. Suspiró levemente mientras sentía
que se mentían en el ascensor.

—Mel —dijo Nadine—. ¿Vas bien?

Quitó las sabanas de encima dejando ver a Mel con los ojos rojos. Mel se incorporó para mirar a Justin. Dios mío,
tenía las mejillas sonrojadas y parecía que simplemente estaba echándose una siesta y no que había pasado horas en un
quirófano.
—Ay Dios —murmuró Mel a punto de echarse a llorar.
—No, Mel. No llores ahora, ¿vale? Primero tenemos que salir de aquí —le dijo Adrien dándole un beso en la frente—.
Ay, mi niña. Más dulce y te me derrites.

Nadine sonrió mirando a Mel:

—Todo va a estar bien, Mel. Ya verás que Justin vuelve a la carga pronto.

Mel asintió mientras que Nadine veía la planta:

—Mel, ya vamos a llegar.

Mel asintió volviéndose a acostar a un costado de Justin, lo ultimo que vio, fue a Adrien sonriendo cuando Nadine la
cubrió con las sabanas.

Se abrieron las puertas y Nadine salió de prisa empujando con la ayuda de Adrien. No entendía Mel qué decían, pues
volvía a estar hipnotizada por Justin. Mel recuerda una vez que tuvieron que salir disparados de casa, Mel nunca
entendió porqué pero pasaron un tiempo en Rusia. Para variar, le habían prometido a Mel que su cachorro, Hércules,
se había quedado con la vecina.

Y efectivamente, se había quedado la vecina. Solamente que a la semana de ellos estar fuera de Canadá, la vecina
murió por causas naturales. Los familiares creyendo que el cachorro era un chucho de la calle, lo abandonaron en la
calle. Pero Hércules era más bueno y más listo que esos humanos que lo abandonaron, y no se movió de los
alrededores.

Cuando por fin volvieron, el perro había perdido más de la mitad de su peso, estaba triste y muy débil. Héctor, el
hermano de Mel, se había vuelto loco. Y lo que más recuerda Mel, es abrazar al cachorro y que no le diese calor.

Para ella era la peor sensación del mundo. La frialdad. Antes el perro le daba calor cuando lo abrazaba o lo tenía
mucho tiempo encima... Pero cuando perdió todo el peso... Estaba... Estaba como muerto. Mel pasaba horas
abrazándolo y durmiendo con él pero el perro no transmitía calor.

Y fue prácticamente lo que sintió con Justin cuando se estaba muriendo. Sintió ese frío por mucho que Mel deseara el
calor...

El calor que ahora estaba sintiendo. Dios, la hacía sentir tan aliviada y tan... Puf, imposible de describir con palabras.

—Agárrate —murmuró Nadine.

Mel lo hizo a las barras de metal cuando sintió que la subieron a la ambulancia.

—Mierda —masculló Adrien—. Se dieron cuenta lo del doctor, larguémonos de aquí.

Se empezaron a oír gritos de pánico y paramédicos corriendo como posesos. Cuando se den cuenta que estaba
maniatado... Ya van a saber que no fue un simple accidente.

—Voy en el coche —dijo Adrien—. Nadine, nos hablamos.

Nadine cerró las puertas y por fin Mel pudo asomarse y ver a Justin. Seguía tan apacible y tan sereno como si el caos
que había a su alrededor no existiera.

Mel se acercó y le dio un suave beso en la mejilla... Y tal vez otro... Y otro más... Y bueno, uno más no hacía daño a
nadie.

—Mel, iremos a las afueras y ahí haremos el intercambio —dijo Nadine—. ¿Oído, Adrien?
—Oído —dijo Adrien conduciendo detrás de ambos—. Ay mi madre, Nadine, espera...
—¿¡Qué!? —se quejó Nadine—. Adrien, dentro de unos minutos estaremos en busca y captura si no te das prisa...
—Por eso no me gustan las mercenarias, demasiado mandonas. Dame un segundo.
—¡Adrien! —chilló Nadine—. ¿y qué coño hago? ¿Dejo de conducir? ¿Me muero o qué?

Adrien se bajó corriendo del coche hacia unos arbustos enfrente de una edificio. Nadine lo miró horrorizada y jadeó:

—Maldito ladrón, te voy a cortar los huevos como no...


Se detuvo al ver los ojos de Melina en el retrovisor horrorizada.

—Adrien, ¿qué haces? —jadeó Nadine.


—Ya voy.

Salió Adrien de los arbustos con un gato en las manos. Melina se echó a reír mientras lo veía meterse en el coche otra
vez.

—¿¡Sólo para eso!? ¡Va a darme un infarto!


—Bueno cariño, al menos ya estás en la ambulancia —dijo Adrien sonriendo—. He ido a poner los inhibidores de
frecuencia. Cualquier ambulancia o coche que pase por ahí morirá a partir de... Ahora.
—Tío —dijo Nadine volviendo a conducir—. Aveces siento que te amo pero la mayor parte del día, te odio.
—Soy un encanto —dijo Adrien—. Y ahora tenemos nuevo amigo... Uh, bueno, amiga.

Mel volvió a reír mientras se levantaba.

—No vamos a llevarnos un gato.


—¡Gata! —la corrigió Adrien.
—¡No nos vamos a llevar ese bicho!
—¿Qué? ¿Te da miedo?
—Ay, Adrien. No podemos ni cargar con las bragas, ¿vamos a cargar con un gato?
—Cargamos con Justin que está medio muerto. Te aseguro que esta preciosura se mueve más que él. Anda, Nadine.
Nos viene bien un poquito de amor.
—Eres idiota —dijo Nadine riéndose—. Voy saliendo.
—Te sigo.

Melina dirigió su mirada tierna hacia Justin. Deseaba verlo con los ojos abiertos, Mel respiró suavemente inclinándose
para darle un beso en la mejilla. Apoyó el rostro en la misma almohada que él.

—Mel, llegaremos pronto, ¿vale? ¿Qué tal vas? ¿Te duele algo?
—Me empieza a doler un poco.
—Vale, Mel. Aguanta, es llegar a las afueras y nos iremos a una casa que tengo con un aliado en el campo, ¿vale,
pequeña?
—Está bien. Pero me preocupa más Justin... No sabemos si le puede pasar algo.
—Toda la razón, Mel. Pero la enfermera me dijo que Justin es un toro... Con calma. Voy a hacer unas llamadas.
—¡Eh! —reclamó Adrien—. No llames mientras conduces.
—¡Vale, Adrien, déjame en paz!

Adrien se rió mientras que la gata se subía a su regazo y se quedaba ahí. Salieron del centro hasta adentrarse en la
periferia. Y cuando llegaron a una zona inhóspita, fue cuando por fin Nadine detuvo la ambulancia a un lado del
camino de tierra.

—Ya estoy lista —dijo Nadine.

Se bajó corriendo para ir a la parte de atrás. Mel estaba sentada como podía por la herida del transplante. Miró a
Nadine y ella vio inmediatamente que tal vez Mel no estaba bien. Pues había perdido un poco el color. Nadine le
extendió la mano para ayudarla a bajar con extremo cuidado. Adrien, al detenerse fue corriendo hacia Mel.

—Eh, Mel. ¿Todo bien?


—Me... Me está doliendo cada vez más —dijo un poco tensa.
—Nadine, ocúpate de Justin, voy a meter a Mel en el coche.

Adrien la tomó firmemente y la guió hacia el coche. Al llegar, la puso en el asiento de atrás. Mel suspiró cerrando los
ojos por el dolor. Entonces escuchó un sonido que la hizo buscar en todo el coche.

Meow.

Y entonces ahí estaba.

—Ay Dios, hola —dijo muy emocionada.

La gata recorrió desde la parte de adelante hasta la de atrás y se subió sobre el regazo de Melina. Mel le acarició
suavemente la cabeza hasta que empezó a ronronear.
—Qué bonita que eres —murmuró Mel acariciando su cabeza y casi perdiéndose en sus ojos verdes, como de cristal.

Miró a la ambulancia. Traían a Justin en la camilla. ¿Cómo cojones iban a meterlo aquí? Parece que Adrien y Nadine
se hacían la misma pregunta.

Así que abrieron la puerta del coche, acercaron la camilla lo más que pudieron y con sumo cuidado, lo levantaron y lo
metieron en el asiento trasero.

Adrien sostenía firmemente la parte del tórax para que no se moviera no nada. Mel recibió la cabeza de Justin y la
puso sobre su regazo apartando a la gata que volvía al asiento de adelante.

—Mel, ¿bien? —preguntó Adrien acomodando las piernas de Justin.

Mel asintió acariciando el pelo de Justin. Nadine estaba vaciando la ambulancia. Se llevó absolutamente todo y lo dejó
en el maletero. Y cuando por fin estuvieron listos, dejaron la ambulancia abandonada y se marcharon lo más lejos
posible.

Nadine estuvo conduciendo durante varias horas. Con dos personas moribundas atrás. Hizo un par de llamadas, habló
con George, que los iba a ver al día siguiente, y contrató a dos enfermeras inmediatamente para que los atendieran
nada más llegar.

Mel se iba quedando dormida cuando sintió que Justin se movía. Parpadeó varias veces para quitarse el sueño. Miró a
Adrien y Nadine, estaban discutiendo como siempre... Pero Mel había centrado todos sus sentidos y su atención en
Justin.

—¿Justin? —murmuró haciendo que los dos enmudecieran.


—Que no escape —murmuró. Nadine y Adrien se miraron levemente.
—Justin —volvió a decir Mel acariciando suavemente su cabello.
—¿Mel?

Mel asintió mientras que Justin intentaba levantarse.

—No, no —murmuró Mel.


—¿Me morí?

Mel sonrió.

—Creo estar viendo un ángel.

Nadine y Adrien hicieron un "Awwwww".

—Gracias, Justin. Tú también pareces un ángel —dijo Adrien.


—Eh... Tío —dijo Justin—. ¿Qué tal estás?
—Estoy bien —dijo Adrien sonriendo—. ¿Tú qué tal te encuentras?
—No lo sé, ¿qué hacemos aquí? —murmuró—. ¿De qué me perdí? Lo último que recuerdo es estar... Estar en una
ambulancia, ¿fue un sueño?

Mel negó con la cabeza acercándose para besarlo en la frente.

—Justin —dijo Adrien—. Te dispararon con un gran calibre. Casi te nos mueres, imbécil.
—¿En serio?
—Sí. Si no hubiese sido por Mel... —dijo Nadine.
—¿Qué hizo Mel? No estoy entendiendo nada...

Mel se mordió el labio mientras que Justin parpadeaba varias veces.

—Mel, ¿qué hiciste? —le pregunto a ella.


—Te dio un riñón —dijo Adrien—. Y el hígado... Y mucha sangre... Muchísima sangre.

Justin parpadeó varias veces:


—No, no lo ha hecho.
—Síp, lo hizo —insistió Adrien.
—Te lo digo yo que no lo hizo —insistió aún más Justin—, Mel es una niña, sus órganos están en desarrollo todavía y
vosotros dos no le hubierais permitido hacerlo, ¿verdad?

Oh, oh...

—¿Verdad? —Justin estaba tenso ante el silencio—. Mel, no lo has hecho, ¿verdad?

Mel guardó silencio, Justin volvió a intentar levantarse.

—Mel —suspiró—. ¡Mel! ¡No tenías que hacerlo!


—Ibas a morir —dijo Nadine tomando un camino fuera de la carretera—. Ibas a morirte si no hacíamos nada.
—¡Pues me hubieras dejado morir! —Justin estaba histérico, se levantó hasta sentarse mientras jadeaba de dolor
también—. Mel, no tendrías que haberlo hecho.
—Pues lo hice —dijo Mel—. Y lo volvería a hacer miles de millones de veces si hiciese falta.

Justin sollozó al punto del llanto.

—¿De verdad hiciste todo eso por mí? —todavía no lo asimilaba—. Mel, pero todavía eres una niña, estás muy
pequeña... Me voy a sentir culpable por haberte echo pasar por esto, por tener órganos que son tuyos. Ay, Melina, ¿qué
hiciste?

Justin se echó a llorar desconsoladamente. Mel lo abrazó con mucho cuidado.

—¿No puedo devolvértelos?

Mel suspiró:

—Fue mi decisión. No iba a dejar que te fueses, Justin. Y lo haría mil y una vez. Es más... Di el permiso para que me
quitaran lo que hiciera falta, porque yo sé que tú harías lo mismo por mí.
—Claro que lo haría por ti, Mel. Pero yo, yo soy adulto, yo tengo que cuidar de ti, no al revés. No al revés. Mel, te
devolveré tu hígado, tú riñón y todo eso porque tú tienes que estar completa, yo no.
—Melina, si no le sacas el riñón, se lo saco yo —dijo Adrien con una sonrisa irónica en el rostro.
—¡Cállate! —le dijo Nadine—. No te metas, Adrien.
—¡Me meto porque es mi relación también! Mi salud mental está en juego con estos dos. Óyeme, Justin. Después de
lo que Mel ha hecho por ti, si la hubieras visto, no tendrías otra opción que casarte con ella. Pero parece que te encanta
llevarme la contraria y se te ocurre decirle que le vas a devolver todo lo que ella te dio desinteresadamente.
—No hables bobadas —dijo Justin.
—Tú tampoco hables bobadas, porque como sigas yo mismo te voy a robar a Melina porque no se merece un
desagradecido como tú.
—¡Zas! —dijo Nadine riéndose—. Aveces necesitamos que nos digan lo que estamos haciendo mal.
—Si estás vivo es única y exclusivamente por Melina. Ninguno de nosotros dos somos compatibles con tu sangre y
Mel se ofreció voluntaria desde el primer momento. Olvidando todos su miedos y traumas y vienes tú con tu papel de
"soy tan autosuficiente que le quitaré el riñón a una vaca y me lo pondré por mis santos huevos", simplemente
agradece lo que Mel hizo, ámala como nunca has amado porque te aseguro que nadie, escúchame bien, NADIE, hizo o
hará lo que Mel hizo por ti.

Se hizo el silencio.

—Y ya sabes, Mel. Si te sientes poco valorada, yo soy tu hombre.

Nadine le dio un golpe en el brazo para que se callara.

—¿¡Qué!? —jadeó Adrien—. ¿me mandas a callar porque crees que estoy insinuando que Justin no valora lo que
tiene? Pues no, no lo estoy insinuando. Lo estoy diciendo fuerte y claro: Justin, no valoras lo que Mel hizo por ti.
—Te mando a callar porque tenemos que recordar que aquí tenemos un sicario profesional.
—Me parece muy bien, pero también tenemos un ladrón. Y si él me quita la vida, yo le arrebato la suya —dijo
mirando a Mel por el espejo retrovisor—. Así que te me pones las pilas o después no vuelvas llorando.

Después de un largo silencio, Justin suspiró:

—Tienes razón, Adrien.


Nadine casi dio un frenazo.

—Madre de dios solo te oído decir eso una vez en tu puta vida.
—He dicho que tiene razón, no se me guste lo que ha pasado —aclaró Justin.
—Bueno, es un principio —dijo Adrien.
—Por cierto, ¿a dónde vamos?

Nadine lo miró por el espejo retrovisor, suavemente dijo:

—Vamos a casa de mi madre —confesó Nadine—. Es enfermera y nos quedaremos ahí hasta que os recuperéis del
todo. Algo me dice que se nos aproxima una guerra enorme encima.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Cariño mío, mejor que tengamos asistencia médica de inmediato porque puede que te desmayes después de esto.
Problema 32.
Familia.

La casa de la madre de Nadine, era de ensueño. El padre de Nadine y el padre de Justin eran íntimos amigos, por eso
ambos se conocían desde muy temprana edad.

Nadine había comprado esta casa a su madre de la manera más legal posible para que ella no estuviera preocupada.
Quedaba a orillas del lago, unas vistas impresionantes y un verde que se respiraba bien después de estar horas y horas
en un coche.

Parecía que el tiempo se había detenido. Justin y Mel después de días a cuidados de la encantadora mujer, estaban
afuera tomando el aire.

Mel se estaba recuperando a pasos agigantados, decía Adrien que era por la edad. En cambio a Justin le estaba
costando un poco a pesar de que Sophie, la mamá de Nadine, aseguraba que su recuperación estaba siendo muy
rápida.

Estaban los dos en la terraza sentados como dos ancianos mientras que veían al lago, los árboles y el paisaje en
general.

—¿Sabes? —murmuró Justin—. Ya viene Navidad, Mel.

Para cualquiera Navidad era la época más bonita del año. Sin embargo, para Mel era asquerosamente horrible. Le
recordaba a aquella Navidad del 2008 donde su vida cambió para siempre.

—No quiero pensar en ello —murmuró.


—Ya...

Hubo un eterno silencio hasta que Justin habló:

—Mel, quería darte las gracias.

Mel dirigió sus ojos hacia él parpadeando confundida.

—Sé que no he hablado de lo que dijo Adrien... Pero no he dejado de pensar en ello. Lo que has hecho por mí... ¡No
tengo palabras para describirlo! Si no fuese por ti, estaría muerto ahora mismo y no podría asegurarte que eres lo más
bonito que he visto en mi vida.

Mel sonrió dulcemente cerrando los ojos.

—No te iba a dejar solo, Justin —dijo Mel—. Nunca.


—Ya no te quedarán más órganos para donar, así que procuraré mantenerme de una pieza —dijo Justin.
—Más te vale porque esto duele un montón —dijo Mel acomodándose en la silla con una expresión de molestia y
dolor.
—Tienes razón. Me han disparado antes, pero no en puntos vitales. Creo que esta es la segunda vez que estoy tan
grave.
—¿La segunda?

Justin asintió mordiéndose el labio sin dejar de mirarla.

—La primera fue cuando alguien me quiso robar...


—¿Adrien? ¿La moto?

Justin se rió:

—No —dijo riéndose, con cuidado—. En realidad me robaron. Me robaron el corazón y el cerebro. Así que estoy
enamorado y atontado.

Mel se rió levemente apoyando suavemente la cabeza en el hombro de Justin.

—Gracias Mel —dijo después de un largo silencio.


Mel levantó el rostro otra vez, miró a Justin frunciendo el ceño como si no entendiera muy bien porqué tenía esa cara
de tristeza de repente.

Entonces Mel hizo un puchero cuando vio que a Justin se le cristalizaban los ojos al punto de casi desbordarse.

—¿Justin?

Justin sorbió por la nariz y le dijo:

—Me salvaste la vida —murmuró—. Y estoy tan triste porqué no sé si tendré la oportunidad de pagártelo.

Mel le besó suavemente la mejilla y le acarició el cabello:

—Tu me salvaste la vida a mi —murmuró Mel—. Estamos a mano.

Justin se rió levemente acercándose a ella y dándole un beso en la frente, otro en la mejilla y uno en los labios. Mel le
sonrió y se volvió a apoyar en su hombro.

—Te amo, Melina. Debería ser sorpresa, pero te juro que si salimos de esta y las cosas mejoran... Haré todo lo posible
para cambiar tu apellido a Bieber.

Mel parpadeó confundida mirando a Justin.

—¿Va... Vas a adoptarme?

Justin se rió adorablemente.

—Hmm... Algo así. Es una adopción mutua —dijo Justin besándola en los labios.

Se levantó con mucho cuidado y la miró de frente. Mel se quedó sin aliento, pues en su vida lo había visto tan guapo.
Ni siquiera en aquella sesión de fotos. Es que... Vale, sí, se veía genial en trajes, pero ese no era su Justin. Este sí era
su Justin, con el cabello perfecto incluso sin intentarlo, la ropa descuidada, el rostro amable y los ojos brillantes. Ese
era su Justin.

—Tengo hambre, ¿vienes?

Mel asintió tomando la mano de Justin para levantarse con cuidado. Aunque Mel podía hacerlo más rápido que él.

—Creo que voy a tener una crisis de edad... Mírame a mí, y mírate a ti.
—Bueno... No he sido yo la que he pasado 23 horas en un quirófano.
—Ahí tienes razón, bichito.

Al abrir la puerta hacia la cocina, oyeron que en el salón había música. Mel y Justin fruncieron el ceño. Escuchaban
risas de Nadine y aplausos. Fueron despacio pero con las ganas de ver qué estaba ocurriendo.

Estaba la madre de Nadine bailando con Adrien. Justin se echó a reír mientras que miraba a todos lados:

—Tengo que grabar esto, ¿dónde hay un teléfono cuando se necesita?


—¿Para qué vas a grabarlo? —se rió Mel yendo hacia Nadine—. Es mejor bailarín que tú.

Justin se llevó la mano al pecho y jadeó indignado.

—Mira, nada más porque tengo una herida abierta porque si no, te perreaba aquí mismo.

Nadine le sacó la lengua:

—Envidioso.

La canción acabó así que Mel y Nadine explotaron en aplausos mientras que Adrien se reía y le daba un abrazo a
Sophie.

—Y ya sabes lo que dicen —dijo Nadine sonriendo—. Buen bailarín... Bueno en...
—¡Nadine! —la regañó su madre.
—Perdón, mami —dijo abrazándola.
—Este jovencito es maravilloso —dijo Sophie mirando a Adrien—. ¿Estás seguro que no tienes novia?

Adrien se rió negando con la cabeza.

—No es lo que estoy buscando ahora —dijo yendo hacia Melina—. Eh, Mel, ¿qué tal te encuentras?
—Mejor, gracias. ¿Y tú?
—Estupendamente. Sophie hace una comida excelente, estamos en un ambiente agradable. He salido a correr esta
mañana, y el sitio es precioso. Ojalá pudiera quedarme aquí para siempre —dijo Adrien con cariño mirando a Sophie
mientras le pasaba un brazo por encima a Mel.
—¿Debería ponerme celoso? —murmuró Justin.
—Ya estaba perdiendo mi masa muscular —dijo enseñando el brazo.
—Debería ponerme celoso. Mel, aléjate de él.

Adrien lo miró fijamente.

—¿Por qué? ¿Quieres un poco de amor?

Adrien fue precipitadamente hacia Justin, y tomándolo fuertemente del rostro, le dio un beso en los labios.

Nadine, Sophie y Mel se echaron a reír. Adrien le pasó el brazo por encima del hombro y sonrió. Justin frunció el
ceño, se cruzó de brazos e hizo un puchero. Pero al rato acabó riéndose.

—Oye —dijo Justin—. ¿Sabías que te puedo denunciar por acoso?


—¿Yo? ¿Acosándote? ¿Dónde?
—¡Adrien, la mano!
—¿Qué mano? ¿Ésta? —le apretó el trasero a Justin haciéndolo saltar.
—¿Debería estar celosa? —murmuró Mel.

Justin asintió así que Mel se aproximó a salvarlo.

—Suficiente —dijo poniéndose al lado de Justin—. Solamente yo puedo tocar.


—Mis tórtolos —dijo dándoles un abrazo a los dos—. Recordadme que cuando sea la boda, yo también me casaré con
vosotros dos. Os amo —dijo dándole un beso a cada uno en la mejilla.
—Vale, Adrien, pero aquí hay gente que tiene heridas —dijo Justin.
—Perdón —se alejó Adrien.
—Jovencito —dijo Sophie—. Ya sabes que si buscas novia, mi hija es...
—¡Mamá! —se quejó Nadine, sus mejillas de volvieron rosas.
—Solamente digo que haríais buena pareja —dijo la mamá caminando hacia la cocina—. Voy a empezar a servir.

Adrien le guiñó un ojo a Nadine poniéndola más roja aún. Mel sonrió mirando a Justin. Tal vez se creaba una nueva
pareja... Quién sabe.

Adrien estaba todo el tiempo de broma... Pero es que solía ser muy sincero, y tenía que admitir que lo que dijo aquel
día a Justin, era cien por ciento verdad...

Sí, Nadine era preciosa, independiente, mucho carácter y tenía un valor sublime pero es que...

Puf, admitirlo parecía más difícil de lo que creía... Pero le gustaba Mel. Sip, él mismo había juzgado a Justin
diciéndole que era solo una niña. Y efectivamente, sigue siendo una niña... Pero una niña que enamora profundamente.
Una niña que... Suspiró yendo hacia Nadine intentando quitarse esa estúpida idea de la cabeza.

—¿Vamos? —le dijo con una sonrisa triste a Nadine.

Nadine le tomó la mano y asintió. Al llegar a la cocina, Mel estaba ayudando a Justin a sentarse. Y es que con esa idea
en la cabeza, la miró y no pudo evitar sonreír y hasta sintió cómo se ponía rojo.

—¿Necesitáis ayuda? —dijo Adrien.


—Sí —dijo Mel al mismo tiempo que Justin decía que no—. Sí, Adrien. Justin es muy cascarrabias.
—Yo puedo cuidar de mí mismo —dijo Justin cruzando los brazos.
—¿No quieres que cuide de ti? —preguntó Mel poniéndose enfrente de su rostro. Le dio un suave beso en los labios,
se alejó sin dejarlo de ver y le sonrió adorablemente.
—Si me cuidas así, estaré enfermo hasta que me muera.
Mel le revolvió el pelo. Adrien estaba esperando para ayudarla a sentarse. Así que ella se apoyó en su brazo y se sentó
con mucho cuidado. Adrien le pasó una mano por el cabello y le sonrió para irse a sentar justamente enfrente de
Justin.

—Dentro de un mes, estaréis perfectamente. Eso sí, nada de piruetas porque se os abren las heridas.

Nadine se rió porque Justin era experto en romperse la madre. Literal, le gustaba casi matarse. En su larga lista estaba
saltar de edificios, placar a personas mientras las persigue, saltar desde altas alturas, subir balcones... Así que Justin
refunfuñó.

—Le quitas la diversión a todo —dijo Justin quejándose cuando Sophie se acercó a la mesa para servir los platos.
—Prefiero quitarle la diversión a quitarte la vida, Justin. Deberías retirarte y hacer algo más... Algo más normal.
—¿Cómo por ejemplo?
—No sé, algo tranquilo. Leer, por ejemplo.
—Admito que me gusta leer, pero me gusta más saltar de edificios —dijo riéndose.
—Eres un temerario —dijo Adrien empezando a comer.
—Un poco, sí.
—Y además de que comes como animal.
—Te aseguro que eso no es lo único que hago como animal.

Mel abrió mucho los ojos mirándolo fijamente.

—Hablando de animales —dijo Nadine viendo entrar a la preciosa gata que entraba por la cocina.
—Oh —Mel suspiró enternecida por el bicho.
—Me encantan los animales —dijo Justin llamando a la pequeña gata que fue corriendo hacia él para restregarse en su
pierna.

Justin la levantó y la cargó en el aire para darle un besito en la cabeza. A Melina se le iluminaron los ojos mirándolos.
Suspiró levemente mientras que veía que Sophie estaba muy inquieta mirando a la ventana.

—Nadine —dijo Sophie—. Viene alguien.

Nadine se levantó poniéndose alerta mientras que Adrien también, miraron los dos por la ventana. Justin fue hacia
Melina sin soltar a la gata y le dijo que se levantara.

—¿Ves algo? —preguntó Justin empujando a Mel para llevarla a salvo.


—Ay Dios mío —murmuró Nadine, primero miró a Adrien y después a Justin—. Es Bennet —dijo incrédula.

Corrió como posesa a la puerta, la abrió de un golpe, justamente cuando salía del coche y se quitaba las gafas.

—¿Quién es Bennet? —preguntó Adrien.

Justin parecía estar alucinando también. Se dirigió con paso lento hacia la puerta y miró a Nadine correr hacia Bennet
y la lanzarse a sus brazos.

—Bennet es... Bennet es mi primo, ¿qué cojones está haciendo aquí?

Adrien y Melina se miraron.

—Tuvo algo con Nadine, muy leve. Ni llegó al mes ya que nos vimos obligados a huir y para cuando volvimos,
Bennet ya tenía otra chica.
—¿Y qué hace aquí? —preguntó Mel mirando que Nadine y él se acercaban.
—¡Eh! –jadeó Bennet—. Justin, tío, no has cambiado nada, ¿qué tal estás?
—Pues ya ves —dijo dándole un abrazo—. ¿Qué haces aquí Bennet? ¿qué tal está mi tía?
—Estamos bien... Solamente que sois noticia nacional. Así que me tomé la libertad de buscar qué estaba pasando en
realidad, y la Navidad se ha adelantado para vosotros. Seguidme.

Ni siquiera miró a Mel y a Adrien así que ambos se quedaron.

—No me cae bien —dijo Adrien inmediatamente—. Nadie aparece de la nada así porque así. No me da confianza.

Justin y Nadine volvieron a salir, miraron que Bennet abría el maletero mientras sonreía diciendo:

—Ha llegado la caballería.


Adrien refunfuña pasando una mano por los hombros de Melina y apoyándose en ella.

—No me cae bien —dijo.


—Se parece mucho físicamente —confiesa Mel.
—¿Qué me dices? Si Justin es mil veces mejor que ese. No tanto como yo, pero si hubiera una jerarquía, estaría
Bennet al final, después Justin, y obviamente yo al principio.

Mel lo miró mal durante largo rato haciendo sonreír a Adrien.

—Vale, vale, pues tú estarías en la cabeza.

Justin y Nadine se miraron levemente cuando vieron que el maletín estaba lleno de armas, chalecos, y mil cosas más
que Justin no podía procesar para enumerar.

—¿A qué viene esto? —Justin estaba alucinando.


—Justin —dijo suspirando—. Norman Petrov asesinó a mi tío... Encárgate tú de meterle una bala en el culo.

Justin sacó una de las armas y la probó dando un disparo hacia el lago. Dentro de la casa, Mel dio un saltito del susto.
Obviamente no le gustaban las balas.

—Éste hombre no aprende —murmuró Mel.


—Tienes que domarlo Mel, te hace falta más autoridad.

Mel se rió alejándose de Adrien para sentarse en el comedor fuera de la vista de Justin. Adrien la siguió sentándose en
la mesa quedando mucho más alto que ella.

Mientras que Mel y Adrien hablaban, oyeron que Sophia jadeaba. A ella tampoco le daba confianza Bennet y no se
apartó de la ventana ni un momento.

Adrien fue inmediatamente para ver qué estaba ocurriendo. Adrien maldijo cuando vio que Bennet tenía encañonados
a Justin y a Nadine. Estaban ambos de espalda y él con dos armas, una en cada mano, les apuntaba. Mel jadeó al ir al
lado de Adrien.

—Te lo dije —masculló Adrien de una carrera yendo al salón, evitando la entrada, tomando dos armas y
disponiéndose a salir por la parte de atrás—. Sophia, váyase con Melina a una de las habitaciones con seguro,
escóndase ahí, cierre bien la puerta y aléjase de esta, no se ponga nunca enfrente, ¿vale?
—Yo voy contigo —dijo Mel firme.
—No inventes, estás herida —dijo Adrien mirándola de pies a cabeza hasta toparse con sus ojos. Se acercó lentamente
a ella.
—Dame eso —le quitó el arma.
—No sabes ni cómo se usa, Mel, no me hagas esto más difícil —murmuró Adrien—. Mel... Tú estás llena de dulzura,
de pureza y amor... No te conviertas en uno de nosotros.
—Vamos, Mel —dijo Sophie tirando de ella.
—Adrien —suspiró—. Adrien, por favor.
—Mel, vamos a estar bien. No se espera que yo esté aquí.

Mel asintió y se marchó con la madre de Nadine. Suspirando, evitaron la entrada, subieron hasta la planta alta y ahí se
escondieron en uno de los baños y se metieron en la bañera.

—Mi... Mi gata...
—Melina —dijo Sophie.

Pero Mel ya había salido de vuelta mientras llamaba a la gata. Eso le dio tiempo de asomarse por la ventana de arriba
y ver todo lo que estaba pasando.

Justin y Nadine no podían ni mirarse. Corrían el riesgo de que si Nadine atacaba, Justin no podría y le dispararían...
Otra vez... Mel podía ver a Adrien desde arriba a paso sigiloso con el arma levantada, dirigiéndose hacia la escena.

—¿Cuántas personas hay dentro de la casa? —exigió Bennet empujando a Justin con el cañón del arma.
—Nadine, mi novia y yo.
—¿Y dónde está tu novia?
—Tiene 18 años y está herida, es inofensiva.
Justin estaba diciendo eso porque tal vez no se hubiese fijado en Adrien pero si percibiría que había mucha gente.
Bennet no brillaba exactamente por sus luces... Solía ser un poco tonto y muy poco analítico. Nadine y Justin sabían
esto perfectamente.

—¿Tu novia tiene 18 años? Qué maravilla. Vamos, entremos, voy a buscar a esa supuesta novia tuya.
—¿Y por qué me dejáis fuera a mi?

Adrien colocó el arma en el cuello de Bennet por detrás.

—Un solo movimiento muscular —murmuró Adrien peligrosamente—, un solo movimiento y estás muerto.
—Yo de ti le haría caso —dijo Justin. Nadine asintió—. Es el mejor francotirador de Canadá y del mundo.
—¿Y? Soy yo quién tiene las dos armas —dijo Bennet pero se notaba cierto pánico en su voz.
—Eso te va a servir de poco —dijo Justin—. Te está apuntando a lo que se llama "puntos letales", si te dispara ahí, no
hay movimiento, no hay espasmos, te apagas como si fuese un interruptor. Son puntos muy diminutos pero para un
tirador del calibre de él, son como balones de playa.

Adrien volvió a empujar con el arma. Bennet parece que se asustó mucho y literalmente soltó las armas y se echó al
suelo.

Justin y Nadine tomaron las armas mientras que Nadine iba a por grilletes en el maletero y lo ataba de manos y pies.

—¿Puntos letales? —se rió Adrien.


—Fue lo que se me ocurrió —dijo Justin—. Mantened a este imbécil vigilado, ¿dónde está Mel?
—Arriba, con Sophie —dijo Adrien.

Justin asintió y con dificultad fue hacia el piso de arriba. Encontró a Mel bajando las escaleras y apenas lo miró, se
echó a sus brazos.

—Mel, Mel, suave... Estamos ambos heridos.

Mel se alejó besándole el rostro múltiples veces para después besarlo en los labios y volver a abrazarlo.

—¿Estáis bien? —preguntó Justin, Mel asintió mientras que Justin también asentía. Volvió a besarla en los labios—.
Necesito que te quedes arriba. No bajes hasta que yo suba, ¿sí, princesa?

Mel frunció el ceño y asintió absteniéndose a lo que él decía.

—Te amo, Mel.

Mel le murmuró que ella también lo amaba y le dio un abrazo. Justin le dio una suave nalgada para incentivarla a
subir, ella lo hizo pero se quedó desde el enorme ventanal donde había visto todo.

Justin tenía muy mal carácter cuando se le cruzaban los cables. Y esta estaba siendo una de esas veces. Apenas se alejó
de Melina, el semblante le cambió. Justin siempre mantenía una postura recta pero entonces, se irguió un poco más
haciéndolo parecer enorme, enorme y peligroso. Bajó las escaleras con una cara de pocos amigos y fue hacia Bennet.

—¿Te envía Norman? —estaba preguntándole Nadine. Nadine la verdad es que parecía muy dolida. Quería mucho a
Bennet y tenía muchos buenos recuerdos con él... Y ahora ver que se había vendido al bando contrario.
—No voy a hablar.
—Bien —vino Justin yendo directamente al maletero hasta encontrar una soga—, pues no hables. No hablarás nunca,
se acabaron tus días. Adrien —dijo Justin con una sonrisa de lado—, creo que me estás leyendo la mente.
—A sus órdenes, jefe —dijo sonriendo y haciendo el saludo militar.

Adrien trotó por el jardín. Probablemente ambos compartían el mismo nivel de sadismo. Nadine era la que más
apartada se mantenía.

—¿Quién te envía? —dijo Justin ajustando la cuerda hasta cortarle la circulación de las piernas.
—No... No puedo decirlo —susurró como si le faltara el aire.
—¿Es Norman Petrov?
—Es más que Norman Petrov —confirmó—, son los que mandaron a hacer el experimento de la novia esa tuya. Y os
tienen vigilados, saben dónde estáis en cada momento. La huida de Norman parece un juego de niños comparado con
lo que estos son capaces de hacer. Están más cerca de lo que te imaginas.

Justin gruñó de ira mientras que presionaba más la cuerda.


—¿Has sido capaz de tremenda traición a tu sangre con tal de ganar un poco de dinero?

Adrien volvió con un bloque de cemento que parecía muy pesado mientras que Bennet sonreía levemente y decía, con
mucha suavidad:

—¿Traición?

Y esa fue la última palabra en vida de Bennet Bieber.

Melina veía horrorizada lo que estaban a punto de hacer. Fue todo muy rápido. Ataron un extremo de la cuerda en el
enorme bloque de cemento... Lo llevaron hasta el muelle, la parte más profunda del lago...

Y Mel no quiso ver más.

Cuando volvieron a casa, Mel estaba horrorizada. Bennet era sangre de Justin, ¿cómo es que pudo hacer eso?

Cuando Justin subió, Mel estaba mareada apoyada a la pared. Ni lo miró...

—Mel, ¿qué te ocurre?

Justin insistió tanto que recibió una respuesta que no se esperaba, una respuesta muy dolorosa:

—¿Qué te hace creer que eres mejor que los que me hicieron esto?

En medio del caos, Nadine estaba teniendo un ataque de ansiedad, pues Adrien le había recordado inocentemente que
sabían dónde vivía su madre. Temió profundamente por ella y se echó a llorar.

Después de unas horas en las que Mel no hablaba, Justin tampoco hablaba, Adrien se había quedado todo el rato con
Nadine... Y después de un silencio de horas...

Nadine los reunió a todos:

—Chicos —empezó, no pudo porque sus ojos se llenaron de lágrimas—, es aquí donde nuestros caminos se separan.
—¿Qué quieres decir?
—Yo no puedo dejar a mi mami sola —dijo echándose a llorar.
—Lo entiendo, Nadine —dijo Justin yendo hacia ella para darle un abrazo—. Lo entiendo, pequeña. No llores, no te
sientas mal. Nos iremos para que estéis más seguras. Yo sé que vas a cuidar bien a Sophie, y te mereces descansar,
Nadine.

Nadine lloraba en el pecho de Justin, con mucho cuidado de acercarse a las heridas. Adrien miró a Mel que no decía
palabra y se acercó a ella.

—¿Te encuentras bien? —preguntó.

Mel ni lo miró. Solamente se dedicó a observar el suelo mientras que recordaba la imagen de Adrien empujando al
doctor y después al tipo ese.

—Mel —dijo Adrien intentando llamar su atención—. Probablemente nos viste hacerlo... No somos los malos, Mel.
—Pero habéis asesinado al hijo de alguien —dijo Mel rápidamente en un susurro terrorífico. Los ojos se le
cristalizaron a punto de desbordarse en lágrimas.
—No lo veas así, Mel —le dijo Adrien levantándose—. Míralo como lo mucho que te ama Justin que es capaz de ir
por encima de cualquiera, incluso su familia, con tal de mantenerte sana y salva.

Adrien fue hacia ella y le dio un beso en la cabeza. Le dio un leve abrazo y fue hacia Nadine para abrazarla mientras
que ésta caía a sus brazos en un mar de llantos y lágrimas.

Mel cruzó la mirada con Justin, él ya la estaba viendo desde antes. Le sonrió levemente, pero Mel bajó la mirada
inmediatamente destrozado el corazón de Justin. A Justin le empezó a doler el pecho mientras veía que Mel seguía
mirando el suelo. "Mírame, mírame, mírame, mírame, por favor, mírame", rogó y rogó al cosmos entero...

Pero para cuando Mel lo miró, era demasiado tarde y Justin se había rendido.


Melina escucha de lejos un golpeteo. Respira hondo mientras que se estira con suavidad en la cama. Abre los ojos
levemente y nota que no hay luz, no hay sol... Es de madrugada y el golpeteo es constante y se escucha muy cerca.

Mira a su lado, a Justin. Está sentado con la espalda pegada al respaldar de la cama. Está mirando al frente. Mel frunce
el ceño tratando de ubicarse.

—¿También te despertaron? Bienvenida al club.

Mel niega con la cabeza no entendiendo nada.

—Es Adrien y Nadine... Llevan así horas... No entiendo cómo es que te has despertado hasta ahora.

Mel abrió los labios sorprendida al escuchar a Nadine gemir y el golpeteo era incesante.

—Oh Dios mío, sabía que había tensión... Pero no tanta —dijo Mel sorprendida—. ¿Y Sophie?
—Su habitación queda al otro extremo de la casa, dudo que los escuche. Lo que pasa es que la cama de la habitación
de al lado está pegada a nuestra habitación... Por eso los oímos en full hd.

Llegó un momento en el que los cuadros que había arriba de la cama, temblaron. Justin suspiró un poco fastidiado
mientras que veía los cuadros tambalearse como si fuese un terremoto.

—Llevan horas... La verdad es que al principio creía que era una película de estas y que se habían dejado la televisión
encendida a todo volumen. Pero créeme que en esas películas no dicen "oh, Adrien", "oh, Adrien".

Mel suspiró acostándose en la cama en un ladito mientras que concluía que hasta que estos no acabaran... No iba a
poder volverse a dormir.

—¿Y si les decimos algo? —dijo Mel.


—Lo pensé... Pero probablemente ellos no se vuelvan a ver en la vida... Así que disfruten de su momento y no que
recuerden que los interrumpimos.
—Tienes razón —susurró Mel—. Yo no veía que se gustaran mutuamente.
—Ni yo —dijo Justin encogiendo los hombros—. El amor se encuentra en los lugares más inesperados, ¿verdad, Mel?
—Supongo —suspiró Mel—. ¿y si se están matando mutuamente y nos están haciendo creer que están... Haciendo
cosas de adultos?
—También los pensé. Pero Adrien ya va por el quinto round y no se cansa. A mí como hombre, me deja en muy mal
lugar.

Mel se rió suavemente.

—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? El ladrón ese es un puto semental. Si supieras las veces que he contado que Nadine ha
llegado... Pufff, estoy muy mal, mi autoestima ha bajado estrepitosamente.
—¿Has contado las veces que Nadine... Qué?
—Sí, y aquí viene el decimonoveno —dijo Justin quedándose en silencio hasta oír a Nadine gemir y casi llorar—, sip,
el decimonoveno.
—No irán a seguir, ¿verdad? —dijo Mel al oír que se callaban.
—¡Victoria! ¡A dormir!

Justin se acomodó apresuradamente y Melina también. Se acurrucaron entre las mantas y cerraron los ojos.

No por mucho tiempo ya que veían que los cuadros volvían a moverse... El polvo caer del techo, e interrumpir a los
grillos con gritos de puro amor.
Problema 33.
Entregarse.
—Muerte o fornicar como Adrien y Nadine, escoge.
—Muerte —murmuró Mel.

A la mañana siguiente, Mel fue la primera en despertarse. Estaba agotada y adolorida por no haber descansado
apropiadamente.

Melina se da la vuelta para encontrarse con Justin. No puede evitar sonreír. Al rato Justin se despierta igualmente de
cansado. Suspira mirando el techo y le dice:

—Pues no prefieras la muerte —murmura Justin—. Algún día yo te daré 23 orgasmos.


—¿Y para qué quiero yo tantos?

Justin se ríe abrazando a Mel con cuidado y le responde:

—Pregúntale a Nadine qué se siente. A ver si te apetece.


—Ya, tendrías que aguantar tú mis 23 orgasmos.

Justin tiembla asintiendo:

—Estoy jodido.

Mel sonríe apoyando el rostro en su brazo y cerrando los ojos muerta de sueño. Pero entonces, la puerta se abre de un
estruendo asustando a Mel y a Justin. Era Adrien, parecía descansado a pesar de la maratón de récord de anoche.

—¡Eh, familia! ¿¡qué tal estáis?


—Joder, estaría mejor sI NO ME GRITARAS AL OÍDO —respondió Justin de muy mal humor.
—Eh, ¿qué te hice yo?
—La pregunta es, qué no hiciste, imbécil. No hemos dormido nada por tu culpa y la culpa de tu pene —lo regañó
Justin.
—¿Lo habéis oído?
—Pues claro que SÍ —Justin se levantó de muy mal humor—. Así que vete con tu pene ultrasónico y, ¡déjame en paz!

Adrien como todo se lo toma a broma...

—¿Estás celoso, Biebs? —le sonrió coquetamente.


—¡Deja de hablar tonterías!
—Estás celoso, pero no te preocupes, hay mucho Adrien para todas —dijo tocándole el pene a Justin.
—¡Huy! ¡No me tocaste el pene!
—Lo hice.
—¡No me tocaste el pene!
—Lo-hi-ce.

Justin con toda su fuerza retrocedió hasta ensartar su puño en la cara de Adrien. Fue muy mala idea porque Justin
jadeó de dolor por las heridas. Con la fuerza se le había abierto una brecha bastante pequeña pero demasiado dolorosa.
Adrien retrocedió pero entonces Nadine corrió a interrumpirlos.

—¡Eh! ¡eh! —Nadine miró a Adrien con una expresión de ira en el rostro—. Ya vale.
—Justin —murmuró Mel ayudándolo a levantarse—. Es que de verdad, sois como críos. Nadine, ¿crees que Sophie
podrá curarle eso?

La camiseta blanca empezaba a mancharse de sangre mientras que se quejaba.

—Claro —dijo Nadine—. Hay que llevarlos al salón.


—A mí no me tienes que llevar a ninguna parte —se quejó Adrien.
—Te me callas, suficiente has hecho por hoy.
Al rato estaban los dos en el salón. Uno sentado al lado del otro. A Adrien se le había teñido el ojo de morado y el
pómulo lo tenía en una brecha con sangre. Justin en cambio, sin camiseta, Sophie le cocía y le vendaba la herida.

—Tenéis que dejar de pegaros —dijo regañándolos Nadine.


—Las cosas no se resuelven con la fuerza bruta —dijo Mel.
—¿Ves? —sonrió orgulloso Adrien como si tuviera la razón.
—Ni con las bromas —continuó Mel.
—¿Ves? —lo imitó ridículamente Justin.
—Me encanta la relación que tenéis pero os vais a los extremos y esto es lo que pasa —dijo Nadine.
—Justin, tienes que aprender a ser más tolerante. Si Adrien hizo lo que hizo durante tantas horas, ¡pues bien por él! A
ti nadie te decía nada cuando cantabas en la ducha —le dijo Mel. Adrien se rió.
—Adrien, tienes que aprender a ser menos infantil. Si sabes que Justin se pone mal cuando no duerme bien, ¡pues no
lo molestes! A ti nadie te decía nada cuando te ponías de malas cuando te cobraban algo que no podías robarte —le
dijo Nadine. Ahora era Justin el que se reía.

Nadine y Mel se miraron haciendo los ojos en blanco.

—Vale, genial. No aprendéis por las buenas, pues será por las malas. A mí me da igual lo que hagáis, a mí me da
completamente igual, yo ya no voy a estar con vosotros... Pero Mel sí —la cara les cambió la radicalmente—, ¿vais a
permitir que aguante vuestras absurdas peleas? Porque ésta vez me interpuse yo entre los dos, y a mí podéis pegarme y
todo lo que queráis porque os la devuelvo... Pero, ¿seríais capaces de permitir que Mel se meta entre vosotros cuando
os estéis soltando puñetazos de cavernícolas?

Justin y Adrien se miraron avergonzados.

—Es todo lo que tengo que decir —sentenció Nadine—. Vamos, Mel. Voy a hacerte el desayuno.

Nadine y Mel abandonaron la sala dejándolos a los dos solos. Justin fue el primero en hablar:

—Nadine tiene razón, lo siento, tío.


—Yo también lo siento, me dejé llevar por el momento.
—¿Por el momento? —se rió Justin—. Por las horas, querrás decir.
—Soy culpable —dijo riéndose—. Te juro que fui a darle las buenas noches...
—Ya, claro —Justin le dio un golpe en el hombro—. Te confieso que mi autoestima está por los suelos —se rió.
—Y yo confieso que no sabía que podía durar tanto.
—Tranquilo fiera —se rió Justin—, no me presumas tus victorias.

Justin se levantó con mucho cuidado y fue hacia la cocina para encontrar a Mel sentada en la encimera mientras que
Nadine cortaba fruta.

Justin fue hacia ella arrastrando los pies para no hacerse daño. Mel le sonrió mientras que Justin se colocaba entre sus
dos piernas y le decía suavemente:

—Mel, lo siento —le dijo mirándola a los ojos.

Mel asintió dándole su aprobación para que Justin la abrazara con mucho cuidado. Adrien entró a la cocina yendo
directamente a la nevera para sacar hielo.

—Justin, tengo un cuerpo precioso, del cual, gran parte está cubierto de ropa 24/7, ¿y a ti se te ocurre darme en la
cara?
—Te lo buscaste —le dijo Nadine suspirando—. Justin es un hombre paciente cuando le conviene, pero tú sabes sacar
de sus casillas a cualquiera.
—En eso te doy la razón —dijo Adrien sentándose encima de la mesa .
—Pues bien, con las cosas arregladas, ahora es mi turno de hablar —dijo Justin—. Saldremos a medio día, iremos a
ocultarnos en la parte rural del norte. Estaremos ahí al menos hasta que Mel y yo estemos completamente recuperados.
Y mientras tanto, estaremos buscando quién nos persigue y qué tenemos que hacer para encontrarlo.

Mel y Adrien asintieron. Mel un poco cabizbaja, pues se sentía responsable de todo está situación. Si tan solo no
hubiera sobrevivido...

—Eh, Mel —llamó su atención Justin—. ¿Podemos hablar? Ya sabes, a solas.

Mel asintió. Justin la ayudó a bajarse con mucho cuidado. La llevó hasta el salón otra vez. Justin ahí se sentó ya que le
dolía un poco la herida. Miró a Mel con ojos soñadores y brillantemente parpadeantes.
—Dime Mel —empezó—, ¿Qué te ocurre?

Mel frunció el ceño ladeando la cabeza inocentemente. Justin sonrió pensando que era lo más adorable del mundo.

—No finjas conmigo, conozco esa mirada, Melina. La conozco perfectamente, sé que algo no está bien, ya sabes que a
mí puedes contarme lo que quieras y lo que sea. Siempre voy a estar aquí para ti.

Mel se mordió el labio y bajó la mirada un poco triste.

—Es que... Siento que todo este desastre es mi culpa —murmuró y Justin pudo ver que se asomaron las lágrimas a sus
ojos, así que se levantó e inmediatamente se propuso la misión de evitar que una sola lágrima cayera de esos preciosos
ojos.
—Ni lo pienses —dijo poniendo las manos en los hombros de Mel—, quítate esa idea de la cabeza, Mel. Tu eres la
víctima, nunca va a ser tu culpa.

Mel sorbió por la nariz apartando la mirada de Justin.

—Eh, bichito. No llores —rogó suavemente inclinándose hacia ella, tomando su rostro entre sus dos manos, como si
fuese un tesoro recién descubierto—, si hay algo que odio en el mundo, es verte llorar. No es tu culpa, Mel. Ni lo
pienses. La culpa es de esos locos que no nos dejan vivir en paz... Y yo te prometí que te iba a sacar de esta, ¿verdad?

Mel asintió levemente sin poder moverse mucho por las manos de Justin.

—Y sabes perfectamente que yo nunca te haría una promesa que no podré cumplir. Mel, no sé porqué te cuesta
entenderlo, pero necesito que te grabes en la cabeza y en el corazón que yo soy tu volante, quiero ser tus cimientos,
quiero ser tu hogar, quiero serlo todo para ti, Mel. Y si ahora mismo hace falta ser tu héroe, te salvaré las veces que
haga falta. Pero todo depende de ti, yo soy tuyo, Mel. Complemente tuyo... Y a veces me da la sensación de que no
entiendes eso...

Mel parpadeó para acabar cerrando los ojos por si había algunas lágrimas que disipar. Justin miró su rostro y lo repasó
con mucho esmero intentando encontrar alguna respuesta.

—Mel, te amo —susurró Justin cerrando los ojos—. Te amo —repitió más bajito juntando su frente con la de Mel.

Quién le diría a Justin que algo tan pequeño, lo hiciera sentir algo tan grande.

—Eh, familia —dijo Adrien acercándose con mucho miedo—. No quería interrumpir, pero tenéis que ver esto.
—¿Qué ocurre Adrien? ¿Todo bien? —lo preguntaba para asegurarse de que Mel podía oír o ver a lo que Adrien se
refería.
—Sí, Justin... Más o menos.

Volvieron a la cocina para encontrarse con Nadine muy pensativa.

—Mi mami ha encontrado esto de camino al lago —dijo dándole un papel a Justin—. Creo que Bennet lo dejó caer...

Justin tomó el papel desplegándolo para leer qué ponía. Con mucho cuidado lo hizo y su cara cambió radicalmente al
leerlo:

"27681 Cem, St. Thomas, 465E".

—Oh, Dios mío —murmuró Justin sin aliento.


—¿Qué ocurre? —preguntó Mel poniéndose de puntillas para leerlo.
—Es la dirección de la tumba de mis padres —jadeó Justin mordiendo su labio.
—¿Escondiste algo valioso ahí? —preguntó Adrien.
—No... Nada... —dijo intentando hacer memoria.
—Está claro que... Está claro que buscan algo ahí. O buscaban... —murmuró Adrien—. ¿Joyas o cosas que brillen...?
—Los anillos de boda de mis padres. No se me ocurre nada más...
—¿Y si es para asustarnos? —preguntó Nadine.
—Lo estoy pensando. Pero creo que es más un "sé dónde estáis" —dijo Adrien mordiendo su labio inferior.
—Vale, estoy teniendo una idea descabellada —dijo Justin—, mi padre era un hijo de puta, pero era muy astuto y
prevenido... Creo que pudo haber enterrado a mamá con algo...
—Y para averiguarlo tenemos que volver a Vancouver —terminó Adrien.
—Sí... —dijo Justin—. Podemos ir primero a mi ciudad natal, después a Vancouver.
—Pero chicos, ¿no es muy arriesgado? —murmuró Nadine—. Estamos siendo buscados por el estado, Norman Petrov
y quién sabe quiénes.

Justin iba a hablar pero entonces fue Melina la que dejó a todo el mundo callado:

—Seremos cuidadosos pero no tendremos piedad.

Hubo un silencio bastante prolongado mientras que todos la miraban pero no decían nada. No se esperaba que Mel
dijese tremendas cosas.

—Me estoy cansando de todo esto —dijo.


—Yo también —dijo Justin—. O acabamos con esto pronto...
—O moriremos en el intento —acabó Adrien.

Era de noche cuando Justin decidió entrar otra vez en el bosque para descansar. Hace unos diez minutos que habían
dejado la gasolinera y habían comido un poco. Adrien estaba completamente dormido en el asiento de al lado, Mel
estaba dibujando ya que Sophie les había regalado cuadernos, lápices, libros, ropa, mucha ropa para que no pasaran
frío, comida congelada, comida enlatada, de todo. Así que con un montón de dinero en el maletero, armas como para
empezar una guerra y un amor indiscutible por la vida de Melina, se disponían a enfrentarse a lo que hiciera falta.

—Sophie dijo que no condujeras —dijo Mel sin apartar la vista del cuaderno.
—Es necesario que alguien lo haga. Adrien llevaba conduciendo la mayor parte del trayecto.
—¿Qué te parece?

Mel le pasó el cuaderno a Justin hasta la parte delantera. Justin sonrió ampliamente al ver que era Sophie y Nadine
juntas.

—Es precioso, Mel, como todo lo que haces.


—Pensaba enviarlo en forma de agradecimiento.
—Es una gran idea —le sonrió—. Ven aquí.

Mel se acercó y Justin le dio un suave beso en los labios. Parecía todo bastante tranquilo... Es más, solamente se
escuchaban algunos grillos.

—Mel, puedes dormir si quieres, me quedaré cuidando yo.

Mel frunció el ceño al ver que Meg, su gata, se levantaba de repente. Le había puesto Meg en honor a Megara. Ya que
su cachorro era Hércules, pues era ideal que su gata se llamara Meg.

Vino desde el regazo de Adrien hasta el de ella. Maulló ahí y se acomodó. Intercambió miradas con Justin. Pero lo
dejaron pasar. Mel se puso una manta encima de los hombros y se acurrucó en el asiento trasero.

—Descansa, princesa.

Mel le sonrió levemente y ella se acomodó hasta el punto de casi dormirse. No supo porqué, pero temió por la vida de
Mel de pronto... Porque, vamos a ser sinceros, no quieren a Justin, no quieren a Adrien, no quieren a Nadine... No
quieren a nadie que no sea Melina.

Entonces, mirándola por el espejo retrovisor... Tuvo una idea descabellada. Una idea que solamente un loco de
psiquiatra podía tener... Pero probablemente era la única solución.

03 de febrero del 2017.

Dos meses después de la operación, Mel y Justin estaban en su mejor estado. Las heridas se habían cerrado y parecía
que todo iba en orden alrededor de ellos. Podían moverse como antes y se sentían como nuevos.

Pasada una mala racha: Navidad. Pues a pesar de que las casas de toda Canadá estaban muy decoradas y adornadas
con luces y mucha alegría... Mel tuvo una etapa pésima. Había dejado de comer, de hablar y hasta parecía que quería
dejar de vivir.
Él había vivido más navidades con ella... Pero nunca en la vida habían sido tan malas como esa. Estando en una
posición muy complicada, intentó ser paciente y bueno con ella. Ya que, antes, la abandonaba completamente. Se iba
con sus colegas de la comisaría a comer, a beber y se la pasaba fuera con Nadine. Entonces no tenía tiempo de ver qué
le ocurría a Mel durante la época más amarga de su vida.

Por suerte, Adrien estuvo todo el tiempo junto a ella vigilando que no hiciera o intentara alguna locura. Y si más suerte
cabe aún, cuando entró Enero, hubo una reforma entera en Melina. Ese era su renacimiento y ahora en febrero, estaba
completamente bien. Tan dulce y cariñosa como siempre.

Mel se despertó confundida ese día. No estaban ni Justin y Adrien. Por cuestiones de espacio, se habían visto
obligados a dormir los tres en una misma cama. Así que normalmente cuando Mel se despertaba, Adrien estaba, y
cuando no, estaba Justin.

Caminó en silencio hasta la pequeña sala y ahí los escuchó hablar. Es de niñas malas escuchar conversaciones ajenas,
pero no pudo evitarlo.

—Ya lo llamé —dijo Justin—. Voy a entregarme a Norman Petrov a ver si podemos negociar.
—Justin, es muy arriesgado —le advirtió Adrien.
—Por eso, si no salgo vivo. Tendrás todo grabado —le dijo Justin muy seguro de sí mismo.

Y es que había estado planeando esto todo este tiempo. Iba a ver si podía pagar a Norman lo que todavía no había
cobrado a cambio de que los dejaran en paz. Parecía poco factible pero era lo único a lo que podía apoyarse.

Mel jadeó corriendo como posesa, mirando horrorizada a Justin.

—Oh, oh —dijo Adrien levantándose.


—¿¡Te has vuelto loco!?
—Mel, no grites, por favor —dijo Justin levantándose.
—¿¡Vas a entregarte a Norman!? —Mel estaba tan horrorizada que iba a ponerse a llorar.
—Mel...

Entonces Mel sollozó dejando que las primeras lágrimas aparecieran.

—¿¡Y qué hay de mi!? —jadeó casi sin voz por el llanto. Justin frunció el ceño.
—No... No te sigo...
—¿¡Y qué pasa conmigo cuando te vas a la ligera!?
—Mel, voy a estar bien —dijo quitándole hierro al asunto.
—¡Vale! ¡Ya lo entendí! ¡Vas a estar bien, vas a estar perfectamente! ¿Pero qué hay de mi? —sollozó—. Oh, dios, no
puedes ir, no puedes ir, no tienes que ir, tienes que quedarte por mi —dijo rápida y atropelladamente.
—Mel, cálmate.
—¡O nunca voy a ser capaz de perdonarte!

Un silencio enorme se hizo en la sala.

—¿Por morir? —jadeó Justin.


—¡No! ¡Por hacer que te ame!
—Mel...
—No vayas —rogó—. No vayas, por favor. No vayas...

Mel se abrazó a su pecho y parecía que no iba a soltarlo por nada del mundo. Justin murmuró algo que Mel no pudo
oír pero qué más daba.

—Justin, te va a matar —murmuró.


—No lo va a hacer —dijo Justin muy relajado.
—Es una trampa Justin... Va a matarte.
—No va a matarme, Mel. Te lo juro.
—Pero es que no depende de ti... Depende de él. Y yo lo sé que va a hacerlo... Por favor, Justin, por favor. No vayas,
quédate conmigo, quédate conmigo.
—Melina, necesitas calmarte. La decisión está tomada.

Mel jadeó retrocediendo pero para echarse a llorar. Un llanto tan profundo y tan... A Justin le partió el alma en noventa
mil pedazos.
—Mel, no...

Pero cuando la intentó tocar. Mel salió corriendo despavorida de ahí. Se encerró en la habitación y también tomó una
decisión.

En las páginas amarillas tuvo que buscar un poco pero no demasiado. Descolgó el teléfono y para su suerte, lo
tomaron.

—Padre —dijo Mel aguantando las ganas de llorar—. No le hagas caso a Justin. Tú me quieres a mi. ¿Dónde puedo ir
a verte?
Problema 34.
El experimento.

Para Mel estaba siendo muy duro dormir esa noche.

Tenía a dos hombres maravillosos en su cama, uno en cada lado y era incapaz de dormir creyendo en que estaba más
insegura que nunca. Normalmente era Adrien quien le daba la espalda y Justin la abrazaba... Pero esta vez, era al
revés. Justin le dio la espalda y Adrien estaba durmiendo enfrente de ella.

Después de un rato acariciando la desnuda espalda de Justin, Mel se dio la vuelta para encontrarse con Adrien. Estaba
con la mitad de la cara hundida en la almohada, así que sólo podía ver la otra mitad.

Mel suspiró mirando el rostro de Adrien. Se acercó un poco más para no perderse detalle. ¿Cómo es posible que
durmiendo alguien se viese así de perfecto? se preguntó. Vale, sí, Justin también se veía perfecto durmiendo, pero es
que Justin era un desastre bastante adorable. Con una pierna tirada por ahí y un brazo alrededor de su cabeza, medio
cuerpo en la cama, y el otro en el suelo. En fin. En cambio Adrien... Adrien era como que meticulosamente perfecto
mientras dormía. Parecía que estaba posando para ser esculpido.

Mel volvió a mirar al techo y suspiró. Así que estirando una mano hacia Adrien, tomó la mano de Adrien y con la otra,
la mano de Justin obligándolo a darse la vuelta.

Ahí, se quedó quieta. Y sin esperar más, su rostro empezó a llenarse de lágrimas. Una tras otra. Derramándose
estrepitosamente. Y es que Justin había quedado de verse con norman en un sitio neutro...

Y mañana eso no va a pasar... Pues Melina iba a verse con su padre. Mañana acabaría todo. Mañana, muy
probablemente, iba a morir. Morir a brazos de su propia sangre por cobrar. Y todo para que dejaran en paz a Justin y a
Adrien.

Estaba con mucho miedo... Pero el miedo de perder a Justin a manos de su padre, era mucho peor. Así que con mucho
dolor, tomó esas manos muy fuerte y aunque sin palabras... Pidió al destino, a la fortuna, al universo entero que no les
pasara nada a ellos dos. Han sufrido mucho, han vivido muchos años en el sufrimiento y necesitaban un descanso para
sus almas, que norman los dejara en paz y pudiesen vivir todo lo que les queda de vida.

Y no, Mel claro que estaba dispuesta a sacrificarse. Pues había meditado muchas veces con esto: sentía que su vida no
era tan valiosa como la de Justin.
Pues ella solamente tenía 18 años, no había vivido casi nada y todo lo que había vivido pasaba a extremos: o era
extremadamente hermoso, o extremadamente terrible. Así que no necesitaba probar más. En cambio, si Justin llegó a
los 40, 41 en menos de un mes... Es que está empeñado en vivir. Tiene toda una trayectoria por detrás que no merece
ser arrebatada por nada del mundo.

Así que Mel, justificó porqué iba a entregarse a Norman. Para empezar, Adrien es ajeno a todo esto. A pesar de que era
socio de Norman, ni la conoció a ella cuando era pequeña. Y por un destino bastante encontrado, toparon sus caminos
y la verdad es que ahora es ajeno todo este asunto y está metido en esto por puro amor.

Y Justin... Solamente con decir lo mucho que amaba a Justin, con eso bastaba para justificar porqué lo hacía.

Entre tanta lágrima, tanto dolor de cabeza y tantos pensamientos... Mel fue adormilándose muy entrada la madrugada,
casi amaneciendo. Cayó en brazos de Justin... Pero sin soltar la mano de Adrien en ningún momento.

Al fin y al cabo, eran su familia, muy rota y muy destruida, pero familia, ¿verdad? Y lo más bonito es que ella los
había elegido... Y esperaba que aunque ella ya no estuviese... Justin y Adrien prometieran amistad infinita, por siempre
y para siempre.

Adrien fue el primero en despertarse. Mel estaba rodeando su brazo como un koala. Sonrió mirando a Mel y se intentó
incorporar. Vio que Justin estaba tirado en la cama de mala manera. Como si no hubiesen posiciones más cómodas
para dormir.

Apartó a Mel suavemente y se levantó y fue directamente hacia Justin para empujarlo hacia Mel. Fue directamente a
abrazarla y así Adrien dijo, aún sabiendo que nunca lo iban a saber:
—Ya que la tienes, disfruta de ella, imbécil.

Adrien salió de la habitación directamente a la ducha. Justin al sentir a Mel, que casi la estaba aplastando, abrió los
ojos. Suspiró apartándose para no seguirla aplastando y la miró.

Sonrió levemente al verla tan sonrojada, sin duda por el calor de la cama. Pegó completamente el rostro a la cama para
tenerla de frente por completo. Se acercó suavemente a su rostro y la besó en la punta de la nariz.

Se dio la vuelta al escuchar que Adrien entraba y se chasqueó la lengua con mal humor al ver a Adrien entrar
completamente desnudo.

—¡Eh! —se quejó—. ¡Joder, Adrien! ¿Y si la niña se despierta? —se levantó.


—¡Se me olvidó la toalla! —jadeó Adrien—. ¿Qué querías que hiciera? ¿Me seco con tus calzoncillos?
—¡Pues mejor que venir así!

Justin empezó a empujarlo para que salga de la habitación.

—¡Eh! ¡Eh! —se quejaba Adrien pero Justin le dio un empujón y lo metió al baño. Suspiró volviendo a la habitación
en silencio para no despertar a Melina.

Le sonrió levemente y la besó suavemente en la frente para empezar a vestirse adecuadamente.

No sabía porqué se sentía tan positivo, pero algo le decía que hoy no iba a morir. Tal vez Norman tendría piedad con él
y lo deja vivir pero algo le decía que hoy no era un buen día para morir.

La hora cada vez se acercaba más. A las 6 iba a verse con Norman Petrov y la verdad es que era un poco imponente.
Mel no había hablado en todo el día, es más, había permanecido distante y no le había dirigido la palabra. Tal vez en
un leve intento de convencerlo de que se quede pero era completamente nulo para él, pues estaba más que decidido.

Llegaba la hora y Justin de pronto, se levantó del sofá haciendo que a Mel se le fuese la respiración.

—Es la hora —dijo Justin yendo hacia la puerta sin siquiera despedirse.

Pero es que... Justin no se despedía porque estaba 100% seguro de que iba a volver. En cambio, Mel sabía que Justin
iba a volver, ¿pero y ella?

Con los ojos como un cachorrito, se levantó y dirigió su mirada a Justin pero él ni la miró. Parecía que su reloj era más
importante ahora.

Como aquella vez, en Navidad del 2008... Justin no se despedía de ella sin saber que probablemente Mel no volviera a
verlo.

—Sabes lo que pienso de esto —dijo Adrien.


—Ya, pero tu opinión no me interesa ahora mismo —dijo cortante Justin más que enfadado por la actitud de Melina.
—Pues tú mismo verás —dijo Adrien abriéndole la puerta.

Justin caminó hacia la salida y cuando iba a bajar las escaleras, Adrien lo detuvo.

—Eh, Justin —dijo Adrien—, me vale que no te importe mi opinión. Pero quería asegurarme que recordaras que Mel
no te salvó la vida para que hicieras esto.

Y sin más, le cerró la puerta. Adrien se apoyó en la puerta maldiciendo en voz baja y mascullando todo tipo de
insultos sinónimo de "testarudo".

Cuando levantó la mirada, Mel estaba mirando hacia su dirección, destrozada. Ni se había despedido. Así que Mel, se
secó las lágrimas, se dio la vuelta y se fue a la habitación.

Rogó y rogó en sus pensamientos que por favor Justin no se fuera... Pero para cuando escuchó el coche marcharse,
supo que no había vuelta atrás.

Ahí, después de un rato amargo ahogada en sus propias lágrimas, llamó a Adrien.
—¿Puedes hacerme un favor? —murmuró Mel.
—Claro, Mel. Lo que sea.
—¿Puedes traerme compresas, por fi? Se me han acabado y me ha venido la regla...
—Claro, Mel. Seguro. ¿De cuales quieres?
—Me es indiferente.
—Genial —dijo esbozando una leve sonrisa y acercándose para darle un abrazo—. ¡Ay, mi niña!

Mel, se echó a llorar en sus brazos. ¿Y si era la última vez que abrazaba a Adrien?

—Hey —llamó su atención—. ¿Todo bien?

¡Pues claro que no! Mel asintió dolorosamente echándose a correr al baño.

—Voy a ducharme —dijo antes de cerrar la puerta.


—Vale, Mel. No tardaré mucho. ¿Quieres algo para cenar?
—Sí, sí. Gracias...

Apenas oyó la puerta, Mel salió corriendo para vestirse y salir corriendo de casa. Un coche blindado negro, la estaba
esperando.

Mel se subió y un hombre enorme, vestido de militar, aceleró. Mel miró por última vez su casa dándose por vencida y
sabiendo que probablemente no volvería.

Justin llevaba un buen rato esperando cuando se dio por vencido. Se volvió a meter al coche y suspiró viendo que
tenía un montón de llamadas perdidas de Adrien. Suspiró haciendo los ojos en blanco esperando que Adrien tendría
algún problema como: ¿Qué son mejores, rayas o cuadros?

Devolvió la llamada suspirando todavía enfadado por el carácter de Melina y porque Norman Petrov no aparecía.

Entonces, al tercer pitido, Adrien contestó:

—¡Justin! ¡Justin! —dijo del otro lado de la línea aterrorizado.


—¡Eh! ¡Cálmate! ¿Qué ocurre?
—E... Es Mel —dijo como si no pudiese respirar—. No está en casa.
—¿Qué? ¿Qué ha pasado? —dijo encendiendo el coche y ya sintiendo su corazón latir más rápido.
—Me ha dicho que vaya a comprarle algo... Y... Y no he tardado mucho, lo prometo. Y ahora no está aquí, y yo no sé
qué hacer, Justin —dijo echándose las manos a la cabeza.
—¡Joder! —masculló Justin—. ¿Y no tienes ni la mínima idea de dónde pudo haber ido?
—No tengo ni idea —dijo Adrien sollozando como si se iba a poner a llorar.
—Vale, vale, voy para allá. Norman no se ha presentado...
—No puede ser coincidencia —murmuró Adrien.
—¿Crees que se la llevaron a la fuerza?

Entonces hubo un silencio enorme.

—¿Adrien?

Adrien se había quedado paralizado con los ojos embargados de lágrimas a punto de estallar. Tenía entre los dedos un
dibujo de Adrien y Justin. Estaba lleno de sangre, probablemente sangre de nariz.

—¡Adrien, contesta!

Se dio la vuelta suavemente y su corazón se detuvo momentáneamente.

—Ha... Ha dejado un dibujo —murmuró Adrien tragando pesadamente como si le costara.


—¿Un dibujo? Coño, Adrien, ¿¡quieres hacer frases completas!?
—Un dibujo de nosotros dos y por la parte de atrás pone "lo siento, no os preocupéis por mi... Estoy simplemente
buscando la calma para nuestros demonios".
—¿¡Qué!? ¿¡Qué!? —masculló Justin desesperado—. Oh, Mel, ¿¡qué coño has hecho!?

Adrien bajó el teléfono un momento para echarse a llorar al ver el dibujo... Escuchaba que Justin estaba hablando... O
gritando... De fondo. Se volvió a subir el teléfono escuchando que Justin estaba desquiciado.
—¿¡Y ahora dónde la buscamos!? Es mi puta culpa, es mi culpa. Y ni me despedí de ella y encima la... Encima lA
VIEJA ESTA SE ME CRUZA EN EL CAMINO. ¡EH, SEÑORA, MUÉVASE!
—Tienes que calmarte —sentenció Adrien con el semblante cambiado—. Tenemos que encontrar a Norman Petrov.
—Gracias, Adrien... NO SE ME HABÍA OCURRIDO —dijo irónicamente.

Adrien no estaba para sus sarcasmos de niño de infantil. Así que le colgó. Se dirigió a la mesa y masculló mientras que
se ponía a revisar todos los teléfonos hasta encontrar el número que solo Mel había podido encontrar... El de la
comisaría de Vancouver.

Melina bajó del coche atemorizada. Estaban en las afueras, aunque muy lejos de la cabaña, era como si fuesen una
muy parecida. Mel suspiró mientras que el hombre le colocaba una mano en el hombro y la dirigía a la cabaña. Mel
tragó sintiendo cuchillas en la garganta y abrió la puerta suavemente.

Se les unieron más hombres enormes mientras que caminaba. Subió unas escaleras y la metieron en una habitación.
Parecía un despacho. Cerraron la puerta dejándola sola...

Pero entonces, la silla de escritorio, se dio la vuelta haciéndola dar un brinco del susto. Y ahí estaba su padre. Era
enorme en comparación con ella... Y es que no parecían familia si no fuese por el apellido.

—Melina —dijo Norman con una sonrisa—. Veo que eres una niña de palabra, como tu padre. Ven, siéntate, siéntate.

Mel asintió yendo a sentarse enfrente de él.

—Vaya, ¡mira qué hermosa te has vuelto! —sonrió—. Te pareces mucho a tu madre.

Melina miró sus dedos y abrió un montón los ojos cuando su padre dijo:

—Tu madre era una mujer preciosa... Una pena que haya sido arrebatada.

Mel subió la mirada aterrada:

—No sé qué le ves al hombre que te arrebató tu familia, pero debe ser muy importante si has sido capaz de
intercambiarte por él.
—Lo es —fue lo único que dijo Mel.
—Ya veo, ya.

Hubo un silencio breve hasta que Norman habló.

—Verás, Melina. Tenemos un problema entre manos. Has sido catalogada como defectuosa en el experimento.

Pufff, defectuosa... Como si fuese una lavadora...

—Y tenías que ser eliminada para que yo pudiese sacar el beneficio. Estamos hablando de un pastizal importante, Mel.
Recuperar mi imperio.
—Haz lo que tengas que hacer —murmuró.
—Déjame acabar, insolente. Tenemos una solución entre las manos.

Mel subió la mirada...

—Melina, puedes vivir. Pero tendrías que pasar por el experimento otra vez y dar un resultado exitoso.

Mel se quedó sin aliento. Incluso sentía un tic en el ojo derecho. Volvió a tragar sintiendo cuchillas en la garganta y
parpadeó intento no ponerse a llorar.

—¿Y si no doy resultado exitoso?


—Pues tendrás que ser eliminada —dijo Norman—. Si das un buen resultado, yo me libro de tu vida, y de la vida de
Nadine, Adrien y Justin. Para siempre. No volverás a saber de mí nunca en la vida.
—¿Y si me matas?
—Yo no te voy a matar...

Desgraciado...
—Pero igualmente, te prometo que los dejaré en paz para siempre.
—Pues lo haré —dijo más decidida que nunca.
—Te has vuelto muy valiente —le dijo cínicamente mientras que Mel aguantaba las ganas de ahorcarlo.
—No me queda otra opción.
—Pues bien, vamos, los chicos están esperando.

Justin entró precipitadamente a la casa. La misma sensación de aquella vez en el cuerpo... Solamente que mucho peor,
pues ésta vez Mel se había dejado... Y algo le decía que no la encontrarían...

Fue directamente al salón para ver a Adrien con el teléfono de prepago.

—Llamó a la comisaría —murmuró Adrien soltando el teléfono y dándose por vencido.


—¿Para hablar con Norman? ¿Cuándo?
—Ayer... Cuando le dijiste que ibas tú a negociar con él.

La cara de Justin cambió radicalmente al horror, sintió que lo único que se movía en él, era el corazón. Latía con
mucha fuerza a punto de reventarse.

—Entonces... Entonces es mi culpa...


—No digas eso —lo calmó Adrien.
—Siempre ha sido mi culpa —susurró.
—Justin, ya hemos hablado sobre esto, en vez de estarte culpando, intentemos localizar a Norman Petrov.
—¿¡Y cómo haremos eso!? Ya lo hemos intentado antes... Y nunca da resultado. No la vamos a encontrar, Adrien —
murmuró—. No la vamos a encontrar.

Entonces por fin su cuerpo reaccionó y fue consciente de la enorme situación que se les venía encima. Sin poder
evitarlo, se puso a llorar. Un llanto terriblemente aterrador. Como si se hubiese despertado de golpe y darse cuenta que
todo lo que tenía, se había desvanecido en sus dedos.

—¿Qué vamos a hacer, Adrien? —dijo con la cabeza entre las manos.

Entonces Adrien le puso una mano en el hombro y le dijo con una sonrisa de lado:

—Nadine me enseñó que las mujeres siempre saben qué hacer... Vamos a convertirnos en mujeres.

Norman Petrov estaba en su oficina muy sonriente cuando escuchó que se activaba una de las alarmas haciendo a la
gente volverse loca. Acababa de llegar y ya habían problemas, maldijo en voz baja. Se levantó yendo hacia la puerta
pero se detuvo al ver que por los conductos de ventilación estaba saliendo un gas extraño. Cerró la puerta de un golpe
y miró sus posibilidades de huir.

Mierda. La gente empezó a caer a los pocos segundos. Y cuando ya quedaban pocas, aparecieron. Iban con mascarillas
y vestidos como si fuesen a una guerra.

Justin y Adrien avanzaron entre la multitud de personas desmayadas dirigiéndose a la oficina con armas de gran
envergadura.

Justin a penas al llegar a la puerta, dio un golpe con la culata del arma para partir la cerradura.

Adrien fue el primero en entrar, después Justin que se encargó de cerrar la puerta para que ambos pudiesen quitarse las
máscaras.

—Yo de ti, ni lo intentaría —dijo Adrien cuando vio que Norman hacía ademán de buscar su arma.
—Esta visita es breve —dijo Justin yendo hacia él—. ¿Dónde está Melina?
—No sé de qué me estás hablando.

Justin sonrió irónicamente para subirse encima del escritorio y quedar más alto que él para apuntarle con el arma justo
en el centro de la frente.

—¿Dónde está Melina? —repitió.


—¿La perdiste, Bieber? —lo retó—. Probablemente la cerda esa se largó con otro...

No pudo continuar porque Justin bajó el arma disparándole en la muñeca derecha. Norman se quejó pegándose contra
la pared y viendo la sangre salir a chorros.

—No estoy para tus provocaciones —sentenció Justin—. Dime dónde está Melina.
—¡Eres un puto animal! —dijo sin apartar la mirada de su muñeca.

Justin hizo los ojos en blanco apuntando ahora a su otra muñeca. Pero esta vez, le dio de lleno en la palma de la mano.

—Melina —repitió Justin—. Dónde está.


—No la vas a encontrar nunca. Nunca. Jamás. Porque esa mocosa va a dar fallida. Y la van a matar —dijo con rabia
Norman.

Justin dirigió un momento la mirada hacia Adrien comprendiendo algo.

—¿Están haciendo el experimento con Melina? —preguntó Adrien estupefacto porque Justin se había quedado en
blanco.
—¡La pobre cree que va a sobrevivir! —dijo Norman—. No tiene ni una posibilidad... Y después cuando ella muera,
voy a ir a por todos y cada uno de vosotros, vais a morir, vais a morir... ¡Yo mismo me encargaré de...!

Norman Petrov no pudo seguir hablando por Justin le había disparado en el centro de la frente acabando con su vida
para siempre.

—No tienes ni idea de las ganas que tenía que hicieras eso —dijo Adrien corriendo hacia el ordenador para bajarse
todos los documentos en una memoria masiva.
—Se lo merecía. Tenemos que encontrar a Mel, Adrien —dijo Justin rompiendo los cristales con el arma para ver
hacia el suelo—. Mierda, empiezan a subir. ¿Cuánto vas a tardar?
—Dame unos segundos —dijo Adrien.

Justin miró hacia el cielo y la cara se le iluminó.

—Extracción en 60 segundos —escuchó por el pinganillo.


—¡Nadine! —dijo Justin emocionado al ver a Nadine en el helicóptero.
—¿Qué? ¿Te sorprende? ¿Creías que os dejaría solos?
—Ya estoy —dijo Adrien—. La llamé yo —dijo Adrien asomándose por la ventana y sonriendo a Nadine.
—Vale, chicos. Tenéis que subir a la azotea. Ahí tengo que sacaros de aquí.
—Nos vemos arriba —dijo Justin, que por si al caso, acribilló a balas a Norman Petrov.

Con las máscaras puestas, salieron inmediatamente de ahí por las escaleras de incendio hasta llegar a la terraza. Había
unos cuantos policías inútiles que fueron derribados por ambos con éxito.

Justin corrió cual temerario y se lanzó sobre el helicóptero. Adrien le siguió, Nadine giró el rostro y les sonrió:

—¿Listos? ¡Nos vamos!

Nadine emprendió el vuelo hacia el este. Apenas Justin y Adrien se incorporaron, Justin le dijo a Nadine:

—Norman ha dicho que Mel está sometiéndose al experimento pero que no va a sobrevivir —dijo Justin.
—¿Has traído lo que te dije? —preguntó Adrien a Nadine.
—Está en la mochila. ¿Hacia dónde nos dirigimos?
—Sigue hacia el este —dijo Justin.

Adrien sacó de la mochila un portátil donde inmediatamente conectó la memoria y empezó a revisar todos los
documentos.

—Dios mío, Justin —masculló Adrien.


—¿Qué? ¿Qué ocurre?
—Que Norman cobró el famoso 70% del experimento. Estamos hablando de casi tres millones.

Nadie lo estaba diciendo pero probablemente Mel podría estar muerta ahora.

—Sé dónde están —dijo Justin—. Nadine, da la vuelta. Vamos a la cabaña.


Problema 35.
El regreso del trauma.

Los nervios están a flor de piel, las tensiones pueden cortarse con un hilo. Casi no respiran. Habían dejado el
helicóptero en un claro y se preparaban para entrar en la cabaña. Todavía no oscurecía, así que en parte daba pánico
tener que verlos.

Si estaban ahí, entrarían abriendo fuego y si Mel estaba en medio... No sabrían cómo evitar tremenda tragedia. Ante el
silencio, de pronto, Justin se rió. Nadine y Adrien lo volvieron a ver extrañados.

—¿Qué te ocurre, Justin?


—Es muy divertido todo este tiempo he intentado evitar que se repita la historia... Y sin embargo... Aquí estamos otra
vez. Y todo por mi culpa, y nada más que mi maldita y desgraciada culpa.

Hubo un silencio enorme. Nadine le puso una mano en el hombro y le dijo con lentitud.

—Cielo —le sonrió—. ¿Sabías que eres el hombre más hombre que conozco?
—¡Hey! —masculló Adrien—. ¡No hagáis como que no estoy aquí, par de zopencos!
—¿Y qué te hace ser un hombre? —murmuró—. Porque si ser un hombre es matar, herir y romper... Yo no quiero ser
uno.

Hubo un silencio enorme.

—Pero tú no haces nada de eso —murmuró Adrien.

Justin frunció el ceño y como si fuese lo más lógico del mundo, le enseñó el arma de gran calibre que portaba. Y que
justamente no iba a hacer algo bueno, probablemente una masacre.

—Andando —ordenó de muy mal humor.

La verdad es que estar unas cuantas horas sin Mel ahora, era extremadamente doloroso. No podía ni centrarse por
estar pensando en esa pequeña criatura tan... Tan suya.

Sonrió levemente al recordar y querer estar con ella ahora mismo. En una cama mientras ella duerme en sus brazos y
él cuida sus sueños. Quería sentirla encima de él, quería verla, quería tocar su cabello y sus mejillas rosas. La quería.
La amaba. Estaba tan enamorado que a pesar de su edad y su tamaño, se sentía diminuto, a merced de ella.

—¿Qué haremos? —preguntó Nadine.


—Vosotros no tenéis nada que ver —dijo Justin—. Entraré yo solo. Os quedaréis afuera vigilando que no entre ni
salga nadie. Y si no salgo yo... Buscad a Melina.
—¿Estás loco? Ese puto plan es suicida —se quejó Adrien dándole un leve empujón a Justin como para que
reaccionara.
—No te vamos a dejar solo, Justin —dijo Nadine adelantándolo para entrar a la cabaña—. Nos metimos en esto, y
saldremos de esto. Siempre juntos.
—Estoy con Nadine —dijo Adrien yendo hacia ella mientras que se quedaban en la puerta—. ¿Vienes o qué?

Justin sonrió levemente y se adentró con ellos en la cabaña. Tantos recuerdos le inundaron la cabeza... Parpadeó
levemente mirando el sitio donde Mel estaba tirada... Se quedó un momento observando ese sitio... Y fue como que el
tiempo no hubiese pasado. Ahí estaba la pequeña Melina, de 10 años, devolviéndole la mirada mientras que murmura
suavemente:

"Mátame, mátame, mátame..."

—Justin —lo despertó Adrien de sus pensamientos—. Nadine cree que encontró el sitio.

Justin asintió mirando el suelo. Adrien frunció el ceño y parpadeó varias veces para asegurarse de que lo que estaba
viendo era real.

—¿Estás bien?
—Sí, vamos.
Adrien se encogió de hombros y fue caminando. Justin le seguía solamente que dio un leve vistazo al mismo sitio. Ahí
seguía la pequeña Melina desangrándose mientras que murmuraba que la matara.

—Hay pisadas —dijo Nadine—. Y desaparecen aquí —dijo mirando la pared.

Nadine y Justin miraron a Adrien. Ya que prácticamente era el experto en dimensiones, pasadizos secretos y demás
cosas de películas...

—Vale, novatos. Mirad y aprended.

Adrien caminó hasta el sitio donde estaba la última pisada. Dio un fuerte salto. Después fue hacia el sitio donde no
habían pisadas y dio otro salto que hizo un ruido distinto al primero.

—Está hueco —murmuró Justin mirando hacia todos lados para buscar el sitio donde se pueda abrir.
—Solo tenemos que romper la tabla para que... —Adrien empezó a dar saltos para que todo su peso hiciera ceder a la
leve tabla—, para que se rompa y...

Al dar un último salto, se partió. Con las manos, empezó a romper el resto solo para ver qué había unas escaleras
abajo, como si fuese un sótano. Al partirlo, entró bastante emocionado.

—¡Vamos! —los llamó susurrando al oír ruidos.


—Ya vamos —dijo Nadine bajando. Justin le siguió.

Al estar los tres abajo, miraron a todos lados. Justin encendió una linterna y empezaron a caminar hacia el sitio donde
venía el ruido. Era una especie de sótano vacío. No había nada más que una especie de alcantarilla. De ahí venía el
ruido.

—Están ahí —dijo palideciendo Justin.


—¿Crees que Mel esté con ellos?

Entonces, apenas Adrien hacía la pregunta, escucharon un grito. Un grito desgarrador que hizo a Justin poner una cara
de horror e ir impulsivamente a abrir la tapa.

—No, no —dijo Nadine tomándolo del chaleco—. Podrían matarte y no harías nada.

Justin estaba muy inquieto y la cara de horror no se le quitaba. Nadine se mordió el labio y dijo:

—Vale, tengo una idea —dijo Nadine no muy segura.


—¿Qué idea? —preguntó Adrien ya que Justin estaba demasiado pálido como para hablar.

Adrien se dio cuenta que la mano derecha de Justin estaba temblando agresivamente. Así que Adrien la tomó para
intentar calmarlo.

—Voy a necesitar un espejo —dijo mirando el sitio.


—Un espejo... Un espejo —dijo pensando Justin—. Ya sé, esperadme un segundo.

Justin se alejó de ellos siendo consciente de que no podría hacer nada si no se calmaba. Volvió a subir a la cabaña
hasta llegar al baño.

Ahí seguía el espejo que él había roto con su propio puño. Suspiró tomando un pedazo considerable y desprendiéndolo
del pegamento que lo mantenía unido a la base. Volvió al sitio y se lo pasó a Nadine.

Nadine estaba cortando un pedazo de cordón de las botas de Adrien. Rompió el espejo a su gusto y sonrió orgullosa de
su creación.

—Vais a retirarla con mucho cuidado —dijo Nadine—. Mucho, mucho cuidado.

Adrien y Justin asintieron poniéndose uno a cada extremo. Levantaron la tapa con mucho cuidado sin hacer casi ruido.
Entonces Nadine bajó el espejo suavemente.

—Hay un montón de hombres —murmuró. Eso hizo rabiar a Justin—. La veo. Mel está viva pero...
—¿Pero qué?
—Está muy herida —susurró—. Está rodeada de dos hombres que podrían matarla si entramos, hay que atraerlos, sea
como sea, que se alejen de Melina.
Levantó el espejo. Justin estaba más que pálido pero Adrien muy pensativo. Entonces sonrió.

—Justin, no me mates —murmuró Adrien.

De su bolsillo sacó el teléfono de Norman Petrov.

—Se lo robé y...

Nadine y Justin estaban con los labios y ojos muy abiertos. Pero entonces Justin se mordió el labio, esbozó una
sonrisa.

—¡Es que te comía a besos! —dijo Justin muy contento acercándose a Adrien y dándole un beso en la mejilla.
—Sé que soy irresistible, pero no para tanto.
—Vamos, saquemos a Mel de ahí.

Un teléfono sonó haciendo que toda la sala callase. Se detuvieron haciendo que Mel los mirara y pudiera respirar.

—Es Norman —dijo el nuevo doctor, un asiático.

Al contestar, la cara le cambió. Agradeció y al colgar, los miró a todos.

—Alguien ha hablado y la policía viene de inmediato. Empezad a salir, yo acabaré con la chica.

Nadine, que estaba viendo por el espejo, asintió al ver que se alejaban de Melina, menos el médico, que se acercaba a
ella. Nadine asintió dando el visto bueno a Justin y a Adrien que estaban preparados para entrar altamente armados.

Justin se acarició el tatuaje que se había hecho en honor a Melina y saltó directamente hasta la sala.

—Un placer, caballeros.

Y el factor sorpresa hizo efecto. Justin empezó a dar ráfagas de balas nunca dirigidas hacia dónde estaba Melina. No la
podía ver y rezaba para que no le pasara nada.

Al haber varios hombres muertos y moribundos, se los dejó a Adrien para correr hacia el doctor que apuntaba a Mel
con una pistola, pero Justin le metió dos balas desde la espalda.

El doctor cayó encima de Melina haciéndola gritar de dolor. Nadine bajó también para correr hacia Mel. Justin le
apartó el doctor de encima para darse cuenta que la bala que había matado al doctor, había traspasado una de las
piernas de Melina.

Jadeó de horror al darse cuenta que otra bala perdida había entrado por su brazo, traspasando sus costillas, y
probablemente perforando algún pulmón.

—Oh, Dios mío —murmuró Nadine corriendo como loca, rompiéndose la ropa para hacerle un torniquete en la pierna.
—Lo siento, Meli —susurró Justin, así que la apretó en el sitio donde la había disparado.

Mel jadeó de dolor y Justin cerró los ojos sintiéndolo más él que ella.

—Lo sé, lo sé, amor —murmuró—. Te vas a poner bien, te vas a poner bien, mi amor.

Justin se acercó para besarla en la frente, después en la nariz y por ultimo en los labios.

—Vamos a sacarte de aquí.


—Déjame —dijo Nadine indicando a Justin que se apartara para vendarla.
—Eh, Justin. Ven aquí un momento —dijo Adrien.
—Ya vuelvo, bichito —susurró acariciando su cabeza.

Trotó hacia Adrien. Con una bala en hombro. Estaba inmóvil uno que se la tenía jurada.

—Ah, mira a quién te has encontrado —dijo irónicamente—. A una sabandija.


Carlos Moreno.

—Vas a ver, hijo de puta —masculló Justin—. Adrien, sostenlo.

Justin se sacó una navaja del pantalón. Nadine previendo lo que iba a pasar, tomó a Mel de la cabeza y le dio un
abrazo cubriendo su visión con su cuerpo.

Justin fue hacia él, mientras que se retorcía en el suelo intentado evitarlo. Justin le quitó el cinturón, le bajó los
pantalones.

—Vas a ver lo que se siente, cabrón.

Carlos empezó a gritar haciendo que Mel se asustara. Nadine la sostuvo más fuerte contra ella.

Justin, como si fuese carnicero de toda la vida, le tomó los genitales y con la navaja, empezó a cortarlo.

Los gritos de Carlos eran estremecedores, Melina respiraba pesadamente pero eso hizo que Nadine se quedase
tranquila, pues Mel respiraba bien, así que probablemente sus pulmones estaban bien. En un tierno intento de
mantener intacta su pureza, le cubrió levemente los oídos sabiendo que eso iba a ser imposible de no ser escuchado.

—¿A qué no sienta tan bien cuando estás del otro lado?

Adrien no miraba la escena, veía a Justin desquiciado, ensañándose contra los genitales de Carlos. Entonces Justin se
levantó. En la mano tenía el pene cortado de Carlos.

—Hijo de puta —dijo tomándolo del rostro y tratando de metérselos en la boca.


—Eh, Justin —murmuró Adrien—. Suficiente.
—¿Suficiente? ¿¡Quieres saber lo que es suficiente!?
—Justin, te entiendo —dijo Adrien soltando a Carlos—. Pero Mel está aquí.

Justin gruñó sabiendo que tenía razón. Así que respirando pesadamente, tomó su arma y le disparó muchas veces en
sitios no vitales.

—Vas a morirte lentamente, hijo de puta —le dijo Justin para ir hacia Mel y verla llorar desconsoladamente en brazos
de Nadine.
—Tenemos que sacarla —dijo Nadine—. Adrien, sal, Justin y yo te la vamos a pasar.

Adrien asintió subiendo la escalera.

—Ten cuidado con el brazo —murmuró Nadine—. Te has pasado, Justin —lo regañó Nadine.
—Se lo merecía...
—Pero no es el momento —le dijo con mucha rabia contenida—. Camina.

Justin paso cubriendo la vista a Melina para que no viese nada.

—¿Adrien, estás listo? —preguntó Nadine desde abajo.


—Sí —dijo.
—Vale, Justin. Tienes que levantarla tomándola de aquí —dijo indicando su abdomen, la parte no herida—. Después
la empujas por el trasero y por último por las piernas.
—Vale...

Justin hizo todo lo que Nadine le había dicho, ella estaba en la escalera para dirigirla o sostenerla por si se les caía.
Adrien la tomó desde arriba y consiguió sacarla de ahí a pulso.

Al tenerla en sus brazos, tan vulnerable, tan herida... Se le partió el corazón. Sostenía su cabeza con las manos y
cuando Mel le devolvió la mirada, no pudo evitar sonreírle para calmarla.

—Necesito que lo sepas —murmuró Adrien—. Eres lo más maravilloso que hay en este mundo, Melina.

Adrien, aprovechando que no estaba ni Justin y Nadine, se acercó suavemente hacia ella y la besó en la mejilla. Un
beso suave y tendido. Le sonrió suavemente. Nadine fue la primera que sacó la cabeza.

—Vamos, Justin —dijo Nadine apenas sacaba todo el cuerpo.


—Dame un segundo.
—¡Mel no puede esperar!
—Id andando vosotros, yo os alcanzo.

Nadine hizo los ojos en blanco y se dio la vuelta para ver que Adrien ya la estaba intentando sacar de ahí. Nadine fue a
ayudarle. La verdad es que Adrien cargaba a Mel con una delicadeza digna de admiración. Como si fuese algo de
cristal y se rompería en cualquier momento.

Nadine fue la primera en salir y tomar a Mel en la parte de arriba. Parecía agotada, estaba pálida y su respiración era
bastante débil.

Adrien al salir, se quitó la chaqueta e inmediatamente se la puso a Mel, que la agradeció enormemente.

Y echaron a andar. Justin no apareció hasta que llegaron al helicóptero. Traía las manos llenas de sangre y es que ni
Nadine ni Adrien quisieron saber qué andaba haciendo.

—¿Me dejas cargarla? —preguntó Justin.


—Ni de broma, traes las manos llenas de sangre y ya está bastante bien conmigo.

Contundente pero con toda la razón. Justin suspiró subiéndose al helicóptero y se conformó con ir tomando las piernas
de Melina.

Nadine estaba llamando al 911 para decirles la situación. Probablemente los iban a detener ahí en el hospital, así que
tendrían que trazar un plan pero Mel tiene que ser intervenida ya.

—Nadine —dijo Justin palideciendo—. Se ha quedado inconsciente.


—Vale, estad listos... Puede que entre en parada cardiaca. Justin, mantente pendiente de sus constantes vitales.
—Vale —murmuró Justin tomando a Mel de la cabeza y poniendo la mano en su pulso.
—Ya vamos a llegar —dijo Nadine—. Preparaos. Probablemente nos detengan.

Menos mal que al llegar, habían muchísimos paramédicos esperándolos. Así que mientras se la llevaban, ellos tres
pudieron irse para hacerse pasar por los padres de Melina.

Se cambiaron de ropa, Nadine consiguió identidades falsas.

—¿Y yo quién soy? —se quejó Adrien.


—El hermano retrasado de Melina —le dijo Justin—. Mantente en silencio.

Al llegar al mostrador, cambiaron las expresiones completamente hasta fingir casi un ataque. Mientras Justin hablaba
con la enfermera... Nadine jadeó...

En el mostrador había un periódico, que en portada ponía:

"Encontrados 13 hombres en el sótano de una cabaña, acribillados y con los he iguales mutilados".

Adrien también miró el titular abriendo mucho los ojos. Desde atrás, se quedaron mirando a Justin como si no lo
conocieran.

Como si...

Como si el hombre sano, dulce, y bueno... Había sido purgado y asesinado por este Justin, el Justin de los traumas.
Problema 36.
Falsa estabilidad.

Implicados con al policía y encima en un periodico, Nadine lo tiró a la basura disimuladamente. Después de pasar por
la recepción, los tres se dirigieron a la habitación indicada. Por el camino, se les acercó un doctor, se les unió para ver
el estado de Melina.

Justin fue el primero en entrar a la habitación. Melina estaba mirando al techo sin ninguna expresión, ni siquiera se
molestó en mirarlos.

—Lleva así todo el día —confesó el doctor—. Hemos conseguido estabilizarla. Hemos retirado las balas con éxito,
pero hay más... Presentaba múltiples lesiones en todo el cuerpo, y hemos descubierto algo inquietante... Y es que, si
vienen por aquí —los llevó a una mesa—. Tenía hematomas en el cráneo, y haciéndole una radiografía hemos
descubierto quistes en la amígdala —dijo el doctor.
—¿Qué significa?
—Pues significa que Melina había sido conectada a algo con lo que estaban manipulando su cerebro, y puede que le
hayan inyectado algo para estudiar con su cerebro. No me malinterpreten pero creo que están experimentando con
humanos y Melina ha sido una de ellos. El diagnóstico principal es favorable... Pero tenemos un problema, y es que
Melina estuvo expuesta a radiación.
—¿Radiación?
—Sí —dijo el doctor—. Al uranio. Va a tener secuelas futuras. Pero si está tratada correctamente, no hay nada que
temer.

Justin y Nadine se miraron muy extrañados. Si ya era raro lo del cerebro... La radiación lo era aún más.

—Ya hemos pasado el caso al departamento de jurisdicción —dijo el doctor después de ver las constantes vitales de
Mel—. Así que los dejo solos, tal vez con ustedes se atreva a hablar un poco más.
—Muchas gracias, doctor —dijo Justin estrechándole la mano.
—Puede que venga la policía, pues Melina hace cosa de un mes y medio le donó órganos a un fugitivo.

Mierda.

—Qué tengan un buen día —sonrió el doctor.


—Gracias —dijeron al unísono.

Justin por fin pudo acercarse a Melina. Ella estaba mirando al techo todo el tiempo, pero cuando Justin le tomó la
mano, ella lo volvió a ver.

—Mel —sonrió dulcemente besando su mano—. ¿Qué tal te encuentras? —le sonrió.

Entonces, Mel se rompió en miles de pedazos y se echó a llorar. Justin se agachó a su altura y la miró.

—¿Por qué me habéis salvado? —jadeó.


—Mel, creo que es lógico —dijo Justin.
—¡Nos hemos condenado los cuatro!
—Cielo, Norman está muerto.
—¡Norman es el menor de nuestros problemas!
—Mel, cálmate por favor. Intenta que yo lo entienda —dijo Justin tranquilamente—. ¿Quieres que hablemos solos?

Justin miró a Nadine y Adrien, ambos asintieron y se marcharon de la habitación en fila. Mel sollozó pesadamente,
como si le costara respirar.

Entonces, Justin miró a todos lados para asegurarse de que nada ni nadie lo estaba viendo, así que se acercó a Mel y la
besó en los labios. Muy fuerte.

—Dios mío, Mel. Eres una irresponsable, ¿cómo has podido hacerme esto? —continuó besándola—. ¿Tienes idea de
lo loco que me volví pensando en que no volvería a verte ni hablar contigo?
—Pues lo hice exactamente por eso, para que tú siguieras viendo y hablando.
—No te entiendo, Mel. Iba a hacer un acuerdo con Norman...

Entonces Mel cerró los ojos negando con la cabeza.


—Los planes de mi padre eran asesinarte. Después llevarme a la fuerza a mí. Me contó que no iba a mediar ni una
palabra contigo, que desde el coche iba a dispararte. Para salvarte, tenía que entregarme yo o...
—No digas eso, Mel. ¿Lo hiciste por mí, de verdad? ¿Hasta cuándo vas a seguir haciendo cosas por mí que no voy a
poder pagarte?
—No te estoy cobrando —respondió ingeniosamente Mel—. Si alguien merece vivir, eres tú, Justin.

Justin negó con la cabeza un montón de veces.

—No, mi amor —le acarició el rostro—. Eres tú. Eres una superviviente. Solamente mírate, estás en jodida en una
camilla y dentro de unos días te pondrás en pie, porque eres mi pequeña luchadora. Eres mi todo, Mel —juntó su
frente con la de ella—. No vuelvas a poner tu vida en riesgo por mi, Mel. Nunca.
—¿Y si te pasa algo? —jadeó Mel horrorizándose ante la idea—. No puedo vivir sin ti...
—Si me pasa algo, tú tienes que salir adelante —le sonrió Justin alejándose un poco—. Mírame, bichito. Si algo me
llega a pasar, si mañana no estoy aquí contigo... Por mí, vive tu vida como si fuese el último día. Llórame, te lo
permito, pero no te estanques, Mel. Me gustaría verte feliz, me gustaría verte segura... Me gustaría verte siendo tú,
Mel. Solo te pido una cosa...

Mel abrió mucho los ojos expectante:

—No te líes con Adrien —Mel se echó a reír—. No te rías, te lo digo en serio. Es buen tío, pero probablemente te
lleve a cenar comida robada, y tú mereces que alguien te pague una cena en Hollywood, no un tacaño como Adrien.

Mel se rió suavemente incorporándose un poco para darle un abrazo a Justin. Ambos permanecieron abrazados
durante un momento. Justin acunando el rostro de Mel en su pecho, en silencio, mientras que ella continuaba llorando.

—Si te he donado mis órganos y mi sangre, espero que te duren hasta el final de nuestros días —dijo Mel.
—Te lo juro, me van a durar —sonrió Justin, después de un silencio, dijo: —, yo tampoco puedo vivir sin ti, Mel. Eres
mi princesa y siempre vas a reinar.
—¿Y si me pasa algo a mi? —se alejó un poco Mel para mirarlo.
—De eso nada, señorita —le dijo Justin—. Ya te ha pasado esto y te juro, te juro que en la vida te van a volver a tocar.
Es que ni una mosca porque la reviento en dos.
—Bueno, si eres tú, te aseguro que la mosca no estará completamente en desacuerdo que la partas en dos.

A Justin se le arqueó la ceja derecha y le sonrió de lado a Mel:

—¿Qué quieres decir, pequeña Mel? ¿Acaso...?


—Olvídalo —se rió Mel—. Quiero irme a casa.

Bueno, no tenemos casa.

—Yo también —sonrió Justin apartándole el pelo de la cara. Ahí se fijó...

No era como la otra vez pero es que cada pequeña herida la sentía él más que ella. Le dolía, lo quemaba... En el
pómulo, debajo del ojo derecho, tenía un leve corte. Casi nada pero es que le encendió la sangre de ira a Justin.
Después el labio inferior estaba partido, en proceso de curación. En el cuello, tenía marcas como si alguien la hubiera
tomado de ahí y la hubiera intentado estrangular.

Después, no podía ver más por la bata, pero la mano izquierda la tenía destrozada. Estaba vendada completamente, así
que Justin la tomó y le preguntó:

—¿Qué te hicieron? —le besó la mano buena.


—Me... Uno de ellos me intentó quemar en la espalda —dijo girándose levemente, con mucho dolor, tenía un buen
vendaje entre lo de la bala y la quemadura, Justin arrugó la cara de dolor y le dieron ganas de llorar—, y me asusté, así
que le pegué con ésta mano... Dudo que le haya hecho daño pero para enseñarme que no le tenía que pegar a ninguno
de ellos, me rompieron un par de dedos. Es la misma mano que me rompieron hace 8 años, así que mis huesos ya se
resienten. Me dijeron que podré usarla al 80% pero quedará afectada...
—Dios, Mel. Estoy a punto de llorar y tú te lo tomas tan positivamente...
—No me queda de otra —murmuró mirando el vendaje—, pudieron haberme cortado la mano.

Justin asintió considerando la posibilidad.

—¿Qué más te hicieron, Mel? ¿Me lo puedes contar?


Mel asintió tragando pesadamente:

—Me ataron de manos y piernas —se levantó la mano dejando ver marcas de soga que probablemente se quiten con el
tiempo—. Me inyectaron algo, me dormí y no recuerdo mucho cuando me desperté. Lo siguiente que recuerdo es un
dolor de cabeza muy intenso. Y pues el doctor esta vez era un poco más apacible... Cuando se pasaban con las
torturas... Lo detenía...
—Mel —dijo Justin tomando fuertemente la mano buena—. Lo siento, lo siento mucho. Te prometí que no te iba a
volver a pasar lo mismo... Pero...
—La verdad es que me lo esperaba peor —murmuró Mel—. He pasado toda mi vida imaginándome, recreando y
atormentándome en las torturas que creo... Creo que me volví insensible y pequeños detallitos como que no usaran
botellas... Los agradecía profundamente... Sé que suena muy mal —murmuró apoyando la cabeza en el hombro de
Justin—, pero es que no me queda de otra. Tú me dijiste que no puedo ponerme a llorar y a lamentarme por algo que
yo me busqué.

Justin negó varias veces con la cabeza acercándose a Mel.

—Estás equivocada. Tú buscabas salvarme, no que te torturaran. Nadie merece lo que te hicieron, bichito.

Justin volvió a acercarse suavemente a su rostro y la besó suavemente en los labios. Después, le dio un fuerte abrazo.

—¿No me lo merecía? —susurró.


—¿Y te lo cuestionas? —se indignó Justin—. Pues claro que no, Mel. Eres un ángel y...
—¿Y si de verdad tengo problemas? —murmuró con los ojos cristalizados—. ¿Y si de verdad estoy "fallida"?
—No, Mel. Sea lo que sea que te hayan dicho, es mentira. No les creas. Eres lo más puro, sano y precioso que he visto
en mi vida. Soy muy afortunado al tenerte —la besó en la mano.

Mel le sonrió dulcemente cerrando los ojos sintiendo una paz que... Que no duraría mucho.

—Tórtolos —dijo Adrien entrando urgente—. No es por... No es por interrumpir pero es que la policía viene en
camino.
—¿Qué? —jadeó Justin levantándose.
—Mel, hazte la dormida —le dijo Nadine.
—Vienen por el pasillo —dijo Adrien buscando qué hacer o cómo ocultarse.

Nadine corrió a ponerse una de las batas de enfermera que había en el baño cuando tenían que duchar a los pacientes.

—Mel, mejor levanta —dijo Nadine—. Vamos al baño...

Mel lo hizo lo más rápido que pudo y apenas ellas dos cerraron la puerta del baño, escucharon que tocaban dos veces.

Entonces Justin y Adrien, al verse atrapados...

—No me mates —dijo Adrien.

Pero fue directamente a la cara de Justin para besarlo. Justamente cuando dos agentes de policía entraban.

—Oh, perdón —dijo uno de ellos entrando—. Ustedes sigan, ¿Melina, dónde está?

Sin separarse, Justin apuntó a la puerta del baño. El policía suspiró yendo a tocar la puerta.

—¿Quién? —preguntó Nadine.


—Somos de la policía.
—Un segundo —dijo—. Pueden pasar.

Justin pudo ver por encima del hombro de Adrien que Mel estaba semidesnuda. Eso lo hizo hervir. ¡Nadie, ni siquiera
él, tenía derecho a verla!

—Lo sentimos si la interrumpimos, ¿podemos hablar? —dijo el policía.


—Si les importa esperar afuera... —dijo Nadine—. Estamos un poco indispuestas ahora mismo.
—Vale, vístala y nos vemos afuera. Ya vemos que están todos muy ocupados.

Cuando el policía iba caminando, notó que Justin tenía los puños apretados y que no tocaba a Adrien a pesar de estarse
dando el lote en medio de la habitación.
El policía se detuvo, probablemente fijándose en los rasgos de ambos, probablemente reconociendo que podrían ser
los fugitivos. Pero entonces, Justin suavizó esas manos y tomó el trasero de Adrien fuertemente haciendo que el
policía se sintiera incómodo y apartara la mirada definitivamente.

Al salir de la habitación, pudieron oír perfectamente:

—Putos maricones.

Adrien y Justin se separaron.

—Ha sido surrealista —murmuró Adrien.


—Y lo peor es que se lo han creído.
—¿Y ahora qué haremos? —salió Nadine—. ¿Cómo sacamos a Mel de aquí? Van a darse cuenta que nos hemos hecho
pasar por sus padres y que es hija de Norman Petrov. Es cuestión de tiempo que unan cabos sueltos y que se den
cuenta de que... De que está relacionado con los tipos mutilados.
—¿Qué tipos mutilados? —preguntó Mel saliendo de la ducha en bata, con las puntas del pelo remojadas. A Justin le
recordó la vez en las que se metieron al arroyo.
—Sí, Justin —dijo Adrien cruzándose de brazos—. ¿De qué tipos mutilados estamos hablando?
—No me toques las pelotas porque me vas a encontrar, Adrien. No me provoques...
—¡No os pongáis a pelear ahora!
—¿O sí no, qué?

Nadine y Melina suspiraron.

—Mientras vosotros perdéis el tiempo, hay dos policías afuera esperando a hablar con Melina. Y es que sin duda a
alguien se le iluminó la cabeza y van a saber que no somos familiares y que somos los fugitivos.
—Él empezó —dijo Adrien. Justin chasqueó la lengua y le dio un golpe en la cabeza para que se callase.
—Vale, manos a la obra —dijo Justin—. ¿Crees que podrás sacar a Melina? —le preguntó a Nadine.
—Si están en la puerta, ¿cómo lo haremos?
—Ahí es donde entro yo —dijo yéndose a la ventana y abriéndola. Miró a todos lados hasta encontrar que una planta
por debajo, había una ventana abierta de par en par.

Justin sonrió volviendo a mirar a Adrien.

—¡Ni de broma! —dijo Adrien alejándose.


—No me seas imbécil. Eres el experto en esto.
—¡Pero no tenemos equipo, ni nada! ¡Si me caigo, me mato! —fue hacia la ventana muy alterado.
—Tú sólo sígueme —dijo Justin subiéndose al borde de la ventana.
—Joder, Bieber. Me acabas de besar y ahora me quieres tirar por la ventana, qué amante tan cruel eres.
—Dímelo a mí —murmuró Melina.

A Justin ya solo se le veía la cabeza, así que la levantó frunciendo el ceño. Miró a Mel y la apuntó con el dedo:

—Después hablamos.

Melina y Nadine se quedaron viendo cómo saltaban de la ventana quién sabe a dónde.

—Sabes que el beso era innecesario, ¿verdad? —dijo Nadine.


—Sip —asintió Melina sin dejar de ver la ventana.
—A ver qué se inventan para sacar a los policías.
—Tengo la sensación de que nada bueno...

Apenas entraron en una de las habitación, empezaron a actuar como niños pequeños celebrando de que ninguno de los
dos se había matado.

—¿Ves? Te lo dije, todo controlado —dijo Justin suspirando de alivio.


—Bueno vale, tenías razón, ¿ahora qué?
—Ya tengo un plan, Adrien. Observa y aprende.

Justin tomó parte de su chaqueta y la rompió. Correteó hasta alguno de los armarios de esa especie de laboratorio o
quién sabe qué era. Ahí buscó todo lo que ponía "inflamable" y se lo puso encima.
—¿Y cómo vas a prenderle fuego? —dijo Adrien.
—Pues no lo sé —dijo Justin buscando más cosas que pusieran inflamable.
—¿El experto no tiene ni idea de cómo prender fuego a las cosas? —se burló Adrien.
—Eh, soy asesino, no Houdini.
—Estás de suerte, porque yo sí —sonrió Adrien yendo hacia él.

Le puso un mechero y una cartera en la cara.

—Esto es del médico.


—¿Le robaste a un hombre que ha dedicado toda su existencia a salvar vidas, incluyendo la de mi preciosa Melina?

Adrien desvió la mirada un momento pero acabó asintiendo.

—Me caes bien —dijo Justin arrebatándole el mechero—. ¿Me acompañas a hacer los honores?
—A sus ordenes, príncipe —dijo inclinándose.
—Ahora resulta que somos pirómanos. ¿Algo más que añadir al currículum? —se rió Justin.
—Putos maricones —dijo Adrien haciendo que ambos se rieran.

Sacó la llama del mechero y eso empezó a arder y cuando el humo empezó a salir...

—¿Es esa la alarma de incendios? —preguntó Nadine—. Es la alarma de incendios —confirmó tomando a Mel de la
mano.

Abrieron la puerta levemente para ver qué los policías corrían por el pasillo. Nadine sonrió sacando en silla de ruedas
a Melina ya que por la pierna caminaba muy lento y cojeaba, así que para ir más rápido, la llevaba por el pasillo.

—¿Y dónde veremos a los chicos? —preguntó Mel.


—Los encontraremos...

—Corre, tenemos que encontrar a las chicas.

Justin y Adrien llevaban puestas batas del laboratorio. Salieron de la habitación y echaron a correr a la planta de arriba
para encontrarse con Melina y Nadine.

—La que se ha organizado —murmuró sorprendido Adrien al ver a la gente correr y volverse loca. Para acompañar a
la paranoia colectiva, se escuchó un "no es un simulacro". Y ahí es cuando ya la gente se volvió loca.

Adrien y Justin se miraron mientras que buscaban a las chicas.

—¡Eh! ¡En el ascensor! —se le ocurrió a Justin ya que Mel no podía caminar.

En caso de incendio, el ascensor no se podía tomar pero como era un fuego que habían provocado ellos,
probablemente sabían que sí lo usarían.

Adrien presionó el botón miles de veces y cuando dentro miró a Mel y a Nadine, se metió inmediatamente. Justin lo
imitó.

—Hola, señoritas —sonrió Justin—. ¿A qué planta las llevamos?


—Sois un caso aparte —dijo suspirando Nadine.
—Vale, planta baja, allá vamos.

Nadine y Melina hicieron los ojos en blanco mientras que las puertas del ascensor se cerraban llevándolos lejos del
caos.

Con Norman Petrov muerto, Vancouver volvía a ser seguro para ellos. Vale, sí. Eran buscados por la policía, pero al
menos no tendrían que estar como ratas.
Nadine volvió a casa de ah madre unos días para acompañarla y pues convivían en la casa que solía ser de Justin.
Cuando se dio la orden de arresto, habían embaucado todos sus bienes, así que la casa estaba cerrada pero con la
habilidad de Adrien, consiguieron afincarse exitosamente.

La cama donde tantas cosas habían pasado entre ellos dos, parecía tan cómoda después de tanto tiempo... Melina
estaba descansando, pues George, el doctor de los criminales, le había recomendado reposo.

Justin se levantó de la cama con una inquietud que tenía que saciar ya. Caminó por la habitación, cruzó el pasillo y fue
hacia la habitación donde Adrien se estaba quedando.

Tocó la puerta pero al no recibir respuesta, entró. Pues Adrien estaba con unos audífonos que solían ser de Justin,
escuchando música a todo volumen, en un iPod que solía ser de Justin. Estaba haciendo abdominales en el suelo, uno
detrás de otro. Estaba muy sudado como si hubiese estado horas ejercitando.

Adrien miró a Justin y se detuvo quitándose los auriculares y mirándolo:

—Tío, tienes un gusto pésimo —se quejó Adrien—. ¿Qué querías?

Se levantó quitándose la camiseta empapada en sudor y dejando ver un cuerpo demasiado marcado. Justin parpadeó
sabiendo que tal vez se había descuidado un poco... Ya que lo de ser modelo era imposible, pues había dejado de
ejercitar y de comer sano. Obviamente no iba a engordar 100 kilos, pues su complexión no lo permitía... Pero... Pero
se sentía Chubstin.

—Adrien, necesito un consejo —murmuró Justin.


—Claro, ¿sobre qué?

Justin cerró la puerta ante la paranoia que alguien oyera.

—Verás... Hmm... Me da mucha vergüenza decirlo —Adrien frunció el ceño—. Pero es que... Es que... ¿Te acuerdas
de lo que hiciste con Nadine?
—¿A qué te refieres? ¿Qué hice con Nadine?
—Ya sabes... Eso...
—¿Eso? ¿Echar gasolina? ¿Qué quieres decir?
—Que te acostaste con ella —dijo muy rápido y muy bajito como un niño pequeño.

Adrien se rió:

—¿Y qué quieres? No te voy a pasar el sextape.


—No, no... Espera, ¿os habéis grabado?
—No te incumbe, al grano, Justin.
—Vale, sé que no debería decirte nada de la vida sexual de mi chica pero... Pero quiero hacer eso con ella.
—Ah, ya entiendo... Quieres, quieres hacerla sentir bien, ¿no?

Justin asintió. Adrien se estaba riendo al verlo sonrojado como un adolescente.

—Pues para empezar, no te puedes descuidar. Ellas hacen mucho para estar preciosas para que nos fijemos. Y encima
de que no nos fijamos, nos descuidamos. Así que desde ya, a ejercitar.
—¿Es necesario? —dijo Justin.
—No tanto, pero, ¿sabes cuál es tu resistencia?

Justin asintió entendiendo el quid de la cuestión.

—¿Con cuántas mujeres has estado?


—¿Tengo que contestar a eso?
—Justin, es sexo. Debería darte más vergüenza hablar de cómo le quitas la vida a alguien que hablar de algo tan
plenamente natural.
—Vale... Pues tres.

A Adrien se le escapó una risotada.

—¡Eh! —se quejó.


—Tío, eres penoso. Entiendo que dos de ellas son Nadine y Melina —Justin asintió—, al menos dime que con la
primera lo hiciste varias veces —Justin negó con la cabeza—, ¿sólo una vez? mi más sentido pésame.
—Me siento fatal ahora mismo —confesó Justin.
—Lo siento, Justin. Necesitaba saber tu grado de experiencia. Veo que es nulo.
—Adrien —se quejó haciendo un puchero.
—Que es broma, Justin —dijo pasándole el brazo por los hombros dándole un abrazo. Parecía un cachorrito enfadado
—. Ya vas a ver que me lo vas a agradecer luego. Vamos a prepararte, "operación: luna de miel".
—Pero no me estoy casando...
—Pero no me estoy casando —lo imitó con voz ridícula—. ¿Y a qué esperas? Tienes a una mujer que literal, estaba
dispuesta a dar su vida por ti, de ser torturada, asesinada y olvidada, ¿y tú tienes la cara de decir que no te estás
casando? Estás tardando, y yo ya te dije que si tú no te das prisa, te la bajo yo. Y como te la baje yo, me la llevaré lejos
de ti, y ahí es donde vas a arrepentirte día tras día mientras te consumes física y mentalmente, no haberte casado con
Melina ahora mismo.

Justin parpadeó varias veces y dijo:

—Adrien, no me lo tomes a mal. Pero parece que tienes cierto fetiche con Melina y conmigo juntos, ¿o me equivoco?
—Tienes razón, Justin. Yo cuando te veo, se me para... ¡El corazón! ¡No me mires así! ¡Es una canción!
—Ya, claro...
—Manos a la obra —dijo Adrien pasando un brazo por encima de los hombros de Justin.
Problema 37.
Plantar cabeza.

No había pasado tanto tiempo pero Mel estaba recuperándose a pasos agigantados. Mientras que Melina se reponía de
sus heridas de mano de Nadine y con ayuda de Sophie, Justin y Adrien entrenaban para el "proyecto luna de miel".

Adrien que era más fancy, le decía "honeymoon's proyect". Pero a Justin le parecía una tontería. Ahora, con el cuerpo
de modelo sacado a flote, afeitado y duchándose todos los días, que es muy importante, estaba preparado.

Aunque probablemente Mel no tenía ni idea, y al final se asustara, le diese una hostia y se fuera a dormir, Justin tenía
que intentarlo.

Mel estaba en la cama dibujando. En una posición muy incomoda pero le estaba saliendo un retrato precioso de la
madre de Nadine. Quería dárselo como agradecimiento. Así que mientras dibujaba en silencio, Justin entró en la
habitación.

Mel levantó la cara y se lo encontró. Se le iluminó la cara con una enorme sonrisa...

Si tan solo Justin supiera lo precioso que se ve...


Si tan solo Melina supiera lo precisa que se ve...

Justin se acercó a ella lentamente.

—¿Qué haces, bichito?

Mel enrojeció. Levantó el cuaderno y se lo enseñó:

—Madre mía, es perfecto —dijo sonriendo—. Eres perfecta, Mel.

Adrien estaba detrás de la puerta dando saltitos demasiados ruidosos. Justin se dio la vuelta para ver qué Adrien estaba
más emocionado que Justin.

—¡Os quiero mucho, tórtolos!

Adrien se acercó y se lanzó a la cama encima de los dos. Mel estalló en carcajadas pues la peor parte le había tocado a
Justin.

—¿Puedo quedarme con vosotros? —dijo Adrien dándole un beso a Mel en la mejilla y otro a Justin—. Sé que ya pasó
san Valentín pero necesito ver esto, dejadme ver esto. ¡Y dentro de una semana es el cumpleaños de Justin!
—Bueno, pues regálame que te vayas, imbécil —le dio un empujón.
—Ay, Justin. No seas así. Yo te quiero —dijo dándole un abrazo.
—Eres insoportable, eres como un grano en el culo —dijo Justin riéndose.
—Pero aun así me quieres —dijo cerrando los ojos apoyando la cara junto a la de Justin.
—¡Te quiero fuera de aquí! —se rió Justin.
—¡Eh! ¡No os mováis! ¡Ya vengo!

Mel se levantó y salió disparada a la habitación de Nadine y tomó su teléfono móvil. Volvió como loca y se puso de
pie en la cama.

—Sois la cosa más mona del mundo —dijo Mel sonriendo mientras los enfocaba con la cámara—. Os comía a besos.

La mejor foto fue con Justin haciendo los ojos en blanco y Adrien dándole un abrazo de koala a Justin, con los ojos
cerrados y una sonrisa boba. A Mel se me derritió el corazón saltando ella encima de los dos.

—Sois mis personas favoritas en el mundo, ¿lo sabéis?


—¡Pues entonces hagamos un trío! —dijo Adrien empezando a quitarse la ropa desesperadamente.

Melina y Justin lo miraban estupefactos

—¿Qué, trio no? —murmuró.


—Saca tu culo asqueroso de mi cama —amenazó Justin.
—Vale, papi Justin.
Adrien salió con toda la ropa en la mano, solamente el bóxer y los calcetines puestos. Mel se rió.

—Por cierto, voy a cine, ¿os queréis venir con...?


—¡Vete de una puta vez! —masculló Justin lanzándole una almohada que lo hizo salir corriendo.

Justin suspiró dejándose caer en la cama y cubriéndose la cara con las manos. ¡A la mierda el plan, literalmente! En
fin. Miró que Mel lo estaba mirando con una dulzura que lo hizo sonreír.

—¿Qué ves?

Mel le sonrió y negó con la cabeza acercándose a sus labios y besándolo con mucha ternura. Se alejó y le dio un
abrazo apoyándose en su pecho.

—Justin, eres demasiado guapo, ¿has pensado ser modelo?


—Ya fui modelo.
—Pero MI modelo, no —le dije sonriendo.
—Ah, ¿quieres que sea tu modelo?

Mel sonrió asintiendo varias veces.

—¿Y cómo quieres que pose para tus retratos? ¿Desnudo? —se acercó más ella, invadiendo su espacio
completamente.
—¡No, Justin! —jadeó Mel cuando Justin empezó a hacerle cosquillas—. No más o me voy. ¡Me voy a ir! ¡Para!

Justin le dio un beso en la mejilla y se mantuvo en la cama con Mel en sus brazos.

—Cuando me pregunten qué es felicidad... Responderé que esto —murmuró Mel.


—¿Eres feliz, Melina?
—Lo soy —susurró cerrando los ojos—. Solo te necesito a ti. Podemos estar hambrientos, sin casa, sin camas... Pero
si te tengo, todo vale.
—¿Todo vale? —sonrió Justin.
—Todo.
—¿Incluso un trio con Adrien? Me lo estoy pensando seriamente...
—Si me lo pides de buena manera, tal vez...
—¡Melina! —la regañó Justin.
—¿Qué? ¿Has visto a Adrien?

Justin se incorporó levemente bastante celoso.

—¿¡Alguien dijo mi nombre!? —dijo entrando otra vez en la habitación.


—¡Vete de una puta vez! —chilló Justin tirándole un zapato.
—Vale, vale. Ya me voy, ¿cómo me veo?
—Bien, como siempre —dijo Melina.
—¡Joder! ¡Pues si quieres te vas con él! —murmuró Justin de mala gana.
—Gracias, Meli, siempre eres un amor —dijo Adrien—. ¿Quieres venirte al cine conmigo? Ya sabes, sala muy sola, a
oscuras. Lleva falda.
—¿Por qué, si hace frío?
—¡Suficiente! —dijo Justin levantándose la cama.

Melina se rió tomando a Justin de la camiseta para que no se fuera.

—¡Ay no madre! ¡Mírate! —dijo Melina tocando su abdomen.


—¡No, no me mires! —dijo haciendo un puchero y cruzándose de brazos de mala gana. Parecía un pollito enfadado.
—Me voy, gente. Portaos bien.
—¿Y Nadine? —preguntó Mel.
—Se viene conmigo —dijo Adrien sonriendo, guiñó un ojo y se marchó.
—Me voy yo también —dijo Justin levantándose pero Mel lo tenía todavía agarrado de la camiseta.
—No te vayas —dijo Mel haciendo un puchero.

Justin tenía que admitir que no se podía resistir pero es que Melina lo tenía... Lo tenía como loco. Justin juraba que no
era celoso, hasta que vio la mínima posibilidad de perder al amor de su vida.
Pero es que no es solo celoso de Adrien, es celoso del aire que ella respira y la mantiene viva, de las sabanas que la
tocaban, de todos esos ojos que la veían por primera vez porque él deseaba poder verla por primera vez otra vez. Y
que todo fuese distinto. Ojalá la hubiese conocido años más tarde, ojalá su historia trágica fuese distinta, ojalá...

Entonces se giró levemente al verla sentada en la cama y tirando de él. No pudo evitar sonreír lentamente tomando a
Mel del rostro y ella apoyando las manos en sus poderosos brazos.

—Mel... —dijo Justin conmovido—. Tengo que decirte algo, espérame.

Mel asintió dejando que Justin se aléjase y fuese hacia una chaqueta.

—Ven conmigo —dijo Justin buscando en la chaqueta todavía y extendiendo la mano libre.
—¿Qué ocurre? —preguntó Mel.
—Ponte unos pantalones, no puedes salir a la calle con esas braguitas de ositos, bichito —dijo Justin sonriendo
buscando en la chaqueta.
—¿Vamos a la calle? —Mel se levantó buscando un pantalón para ponérselo.

Justin desde ahí pudo ver cómo le costaba ponérselo. Pues la mano afectada si le estaba pasando factura. A Justin se le
encogió el corazón y se tuvo que morder el labio y respirar profundamente varias veces para no llorar al ver que toda
su vida estaba herida por su culpa.

Parpadeó varias veces evitando que siquiera salieran lágrimas pero si alguien lo veía, podía ver lo afectado que estaba.

—Mel, cielo, ¿necesitas ayuda? —preguntó bastante roto, intentó parecer normal pero en realidad tenía la voz
rotísima.

Mel lo miró y negó con la cabeza sonriendo, como si le diese igual. Como si no viera lo que él estaba viendo. Es más,
ahora sí le dieron ganas de llorar al notar la inocencia intocable de Melina, que no ve lo que causa o lo que hace desde
el exterior. Es maravillosa, pensó. La necesito en mi vida para siempre, concluyó.

—Ya estoy —dijo Mel sonriendo.


—Abrígate un poquito —Justin le tiró una bufanda y una chaqueta de él. Mel al tomarla, la olió y suspiró sonriendo.
Al ponérselo, Justin ya estaba esperando.

Justin también se puso la chaqueta y estiró la mano y Mel se la dio. Ambos salieron juntos tomados de la mano.

—Esto no es exactamente la calle —murmuró Melina cuando en vez de bajar escaleras empezaron a subirlas.
—Pero hace frío, bichito.

Cuando llegaron a la terraza, Justin se detuvo antes de abrir la puerta:

—Melina —dijo Justin—. Sé que todavía hay luz del sol, pero es que esto se suponía que era después de hacer el
amor contigo pero me pude tan celoso que me quiero matar ahora mismo por idiota que soy así que perdóname por fi
—dijo muy nervioso.

Melina parpadeó varias veces asintiendo pero no estaba muy segura al no saber a qué estaba asintiendo.

—Pues allá vamos.

Justin abrió la puerta opaca dejando a Mel entrar. Abrió mucho los ojos al ver que la azotea estaba adornada con varios
árboles, muchas luces y flores. Mel sonrió ampliamente sin podérselo creer. A pesar de que no era de noche, era
completamente encantador.

Mel caminó impresionada hasta el centro, Justin tomó un fuerte respiro.

—Justin, es maravilloso, ¿cuándo has...?

Mel se dio la vuelta y cuando lo hizo, Justin estaba arrodillado ante ella. Mel parpadeó varias veces ladeando la
cabeza.

—¿Te has hecho daño? —preguntó Mel.

Justin se rió sacando de su chaqueta una cajita negra haciendo que a Mel le cambiara la cara completamente.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Mel con el corazón a mil por hora.
—Melina, estoy lo suficientemente nervioso como para desmayarme pero necesito que me escuches. Joder Melina no
me mires así que me voy a mear encima. Estoy muy nervioso y la verdad es que lo he ensayado miles de veces como
si se lo pidiera a Adrien pero... Pero no me sale nada.

Justin suspiró sabiendo que ponerse nervioso no iba a servir de nada. Miró a su ángel, a la mujer de sus sueños. Y a
ella.

—Melina —dijo—. Bichito, eres todo lo que he querido, eres todo lo que he necesito y yo no lo sabía. Es lo bonito,
que te encontré sin saber que te estaba buscando y me siento tan completo contigo... Y solamente puedo decirte que...
Que cuando un hombre ama a una mujer, desde que la ve, lo sabe. Y sonará un poco turbio pero desde que te vi, te
calaste en mi corazón, hasta el fondo. Salvaste a este pájaro herido —Justin ya estaba llorando—. Y no puedo pagarte
de otra manera que envejeciendo contigo, a tu lado. Aunque yo ya esté más viejo que tú. Y aunque siga pareciendo
raro, me encanta que seas mi pequeña porque así puedo cuidar de ti, porque dicen que cada persona ha nacido para
algo, y yo nací para estar contigo. Sé muy dentro de mí que te voy a amar por el resto de mis días. Por todas estas
razones y mil millones más, Melina Petrov, ¿quieres casarte conmigo?
—¡No me jodas! —masculló Melina envuelta en lágrimas—. ¡No puedes decir cosas así!
—Bueno, Mel. Ya sabes que estoy algo viejo, los huesos empiezan a dolerme, ¿qué dices?
—¡Pues claro que sí! —dijo Melina chillando yendo hacia él y cayendo en sus brazos.

Justin se levantó con Mel en brazos y la levantó dándole vueltas por los aires. Justin la besó en la mejilla y después en
los labios.

—Eres maravillosa —susurró Justin en su oído—. No sé qué hice para merecerte. Vamos a hacer las cosas bien —dijo
Justin sonriendo dejándola en el suelo.

Ahí abrió la cajita, entonces había un anillo precioso de oro blanco y un diamante que reflejaba arcoiris ante la luz.

—Este anillo era de mi mami. Es lo único que me queda de ella en esta vida. Se lo dio mi padre cuando la pidió en
matrimonio y yo quiero que lo tengas tú.

A Mel eso le rompió el corazón y se puso a llorar mientras que Justin se lo ponía.

—Las dos mujeres de mi vida unidas para siempre. Te amo, Mel. Te amo y no te haces ni una mínima idea de lo
mucho que lo hago.
—Yo a ti —susurró Mel dándole un abrazo—. ¿Me podré cambiar el apellido al tuyo como en las películas?
—Solo si quieres —dijo Justin sonriendo.
—Pues claro que quiero —dijo Mel cayendo otra vez en sus brazos—. Melina Bieber. Melina Bieber. Me-li-na Bie-
ber. Madre mía, van a pensar que soy tu hermana o tu hija.
—¿Y qué más da? —dijo Justin riéndose—. Meli, algo que he aprendido, es que para el amor no hay edad. No quiero
decir que mañana vaya a casarme con una niña de dos años. Sino que da igual la edad que tengas tu o que tenga yo, si
nuestra mente se complementa perfectamente, y ambos queremos estar juntos conscientemente de lo que implica ser
una pareja, ¿por qué no? Así que me da igual, a como digan que soy tu abuelo, me da completamente igual porque tú y
yo sabemos lo que pasa y es el secreto más precioso que he tenido en mi vida.

Mel sonrió dándole un abrazo a Justin:

—Hace un poco de frío aquí —murmuró Justin alejándose de ella para mirarla a los ojos—. Vámonos a casa.
—¿Vamos a comer?

Justin empujó a Mel y se la llevó fuera de la terraza.

—Eh... Sí... Algo así.

Literal, se la estaba comiendo. Después de besar con esmero las cicatrices que le salvaron la vida a él, siguió bajando
hasta encontrarse con su parte más lastimada pero que le daba un morbo increíble a Justin.

—¡No! —masculló Melina.

Era un poco violento, pues Mel estaba completamente vulnerable, desnuda, expuesta ante él. Y a Justin no le había ni
dado tiempo de quitarse la ropa. Estaba completamente vestido mientras que la devoraba con sus labios.
Cuando Adrien le dijo que lo hiciera, él no estaba convencido, pues no quería asustar a su prometida... ¡Pero de lo que
se estaba perdiendo! Nunca lo había hecho y ahora estaba siendo... No lo sabría explicar con palabras. Verla tan
descontrolada por su culpa, verla casi teniendo violentas convulsiones... Verla.

Verla tan rosa que parecía un melocotón, un dulce y delicioso melocotón. Sus mejillas tan encendidas y esos labios tan
rojos por sus beso. ¡Ah, esa es otra! Le dio el beso de su vida. Pues Adrien se lo había recomendado.

Un poco turbio estar pensando en Adrien en este momento pero es que todo lo que había dicho, había acertado, y Mel
estaba teniendo la reacción que él había descrito. Pues bueno, tomando sus labios, incluso sintió que Mel se
desmayaría. Había sido un beso lento, mientras que la tocaba por encima de la ropa, nunca nada sexual, sino que esas
zonas erógenas, alrededor de los muslos, en la espalda baja, incluso apretando su cintura para pegarla contra él. Todo
había sido perfecto. Después, se había ensañado con su cuello. Adrien le había dado un golpe por no centrarse tanto en
el cuello de Melina, pues probablemente la haría sentir más que bien.

Y efectivamente, a penas empezó a besar, a lamer, a chupar su cuello, le robó unos cuantos gemidos que se guardaría
como trofeo. ¡Pues Melina no gemía nunca! ¡Jamás! Se los guardaba, sollozaba, gemía muy bajito de vez en cuando...
Y ahora se los estaba arrancando uno a uno. Todos para él.

Melina bajó la mirada agitada, con marcas de besos en todos lados, casi sin poder respirar. Y entonces, Justin levantó
la mirada. Justin probablemente no lo sabía, pero Mel dejó de sentir cuando Justin la miró. Esos ojos mieles... Como si
fuese un león. Dios mío. Pasó de no sentir nada, a sentirlo todo, y se arqueó gimiendo, no por la lengua de Justin, sino
que por sus ojos. Esa mirada... Él.

Justin se levantó poniéndose de rodillas en la cama, más grande que ella, mirándola desde arriba. Mel cerró las
piernas, y la verdad es que eso a Justin le dio mucha ternura. Después de haberla tomado con la boca, le daba
vergüenza... Es que por algo era SU pequeña. Quiso arrancarle la ropa, pero es que cuando llegó a las bragas de ositos,
se arrepintió, pues le gustaban y quería verla con ellas puestas más veces. Así que se contuvo de destrozarlas con sus
dedos aunque fuese lo que más deseaba en el mundo.

Mel suspiró cerrando los ojos tratando de recomponerse. Desde arriba, Justin se mordió el labio inferior en una sonrisa
mientras que se quitaba el cinturón.

Mel perdió el aliento, pasaba la mirada del cierre del pantalón, pasando por su abdomen cubierto por la camiseta, a su
cara. Y así, una y otra vez. Dios, si tan solo Justin supiera que vestido tenía un morbo increíblemente potente, se
vestiría hasta para bañarse. Es increíble cómo una camiseta pueda volverla loca. Ver cómo se marca y querer ver más
allá de lo que se marca.

Mel no lo pudo evitar, se lo pedía el cuerpo, así que hizo algo que en la vida había hecho... Llevó sus dulces manos a
un sitio mucho más dulce. Empezó a tocarse con Justin enfrente.

Justin se detuvo de abrirse el cierre del pantalón al ver que ella estaba haciendo eso por él. No supo definir qué estaba
sintiendo, pero definitivamente estaba sintiendo algo. Algo terriblemente abrumador que lo dejó petrificado.

Lo hacía tan tímidamente, tan inexpertamente que le dieron ganas de dar un grito de frustración al saber que tenía al
amor enfrente y que era tan... Tan perfecta que le frustraba.

Justin se quitó la camiseta haciendo que ella jadeara sin apartar su vista de él. ¡Se supone que él tendría que estarse
pajeando mirándola! ¡No intercambies los papeles Melina! Se mordió el labio haciendo que Justin gruñera bajándose
el cierre del pantalón.

—Sigue —murmuró ella. Justin iba a desmayarse. El pene le palpitaba queriendo salir de los pantalones.

Así que no lo hizo esperar más, después de quitarse el pantalón, se quedó en ropa interior dejando a Mel sin
respiración, haciendo que aumentara el ritmo volviendo a Justin como loco. No podía ver casi nada porque Mel se
cubría con la mano entera pero eso era mil veces mejor. Era extremadamente erótico y quería... ¡No va a mentir!
¡Quería partirla en dos!

Se arre costó encima de ella para besarla suavemente en los labios. Mel gimió en el beso, y las manos que estaban
encima de ella, ahora pasaron a estar encima de Justin. Él gruñó mordiendo el labio inferior de Melina. Se alejó para
mirarla, con las manos en su pene, es que no iba a poder más. Melina mordiéndose el labio le bajó por fin la molesta
ropa interior.

Ella sonrió levemente arqueándose hacia él. Justin ahora también sonreía.
—No, así no, nena.

Justin la tomó de las caderas inesperadamente y le dio la vuelta. Mel gimió levemente viéndose atrapada y manipulada
por Justin. Intentó incorporarse pero Justin la detuvo empujando con sus manos el trasero de Mel.

¿Era consciente Melina que tenía el trasero más privilegiado y más hermoso que Justin había visto en su vida. Lo
apretó con la mano derecha y es se la mano se le quedó marcada. Tomándola ahora con las dos manos, la acercó a él.

—No —masculló Mel. Pero Justin sabía que no se lo estaba prohibiendo.

Tomando a Mel suavemente de las caderas, empezó a entrar en ella. Mel dio un gemido que hizo a Justin gruñir. La
empujó de tal manera que su cara quedase en la almohada mientras que él la tomaba con una fuerza inusual en ambos.
Mel no podía parar de gemir y de pedir por más haciendo que Justin no tuviese otra opción más que dárselo.

—Nena —murmura Justin—. ¿Estás bien?

Mel levanta la cabeza solamente para asentir sin mirarlo. Vuelve a pegarse a la almohada con los ojos cerrados y
apretando las sabanas y la almohada. Justin continuó más y más fuerte hasta que Mel llegó. No era necesario hacerla
llegar tan deprisa pero es que no iba a parar.

Y llegó otro, y otro y otro y otro. Al quinto, fue como un botón de apagado para Mel. El cuerpo no le permitió seguir
así que cayó en la cama y de ahí no se movió durante un buen rato.

Justin cayó a su lado y la miró agitada pero tan feliz... Mel sonrió dándole un abrazo de koala mientras que Justin
también le daba un beso en los labios.

—No puedo más —murmuró Melina.


—Pues yo puedo un poco —dijo mirando su pene—. Si te apetece un poco más.

Melina sonrió dulcemente acercándose a los labios de Justin para darle un suave beso. Justin, creyendo que esas eran
las buenas noches, la estrechó entre sus brazos. Pero entonces Mel, se alejó para besarlo en la mandíbula, bajando por
el cuello, topándose con sus cicatrices, las que le salvaron la vida, y continuó bajando.

Esa noche, no durmieron más.

Por la mañana, Melina estaba haciendo café para Justin. La verdad es que estaba siendo un poco raro, pues la mano no
tenía la misma fuerza y flexibilidad que solía tener. Imagínate no poder ni agarrar una taza porque no puedes cerrar
bien el agarre y se te caía al suelo. Así que tenía que apoyarse en su otra mano.

Justin estaba sentado en el sofá mirando las noticias. Parecían un matrimonio viejo y anticuado. Mel se acercó a Justin
y le dio un beso en la mejilla para después dejarle la taza de café en la mesa.

—Gracias, amor —sonrió Justin.

Mel le sonrió dulcemente. Había tanta paz y tranquilidad que cuando se vio interrumpida, fue como un golpe de
realidad.

—¡Eh, familia, ya vine! —dijo Adrien gritando.


—Hola, Mel —dijo Nadine dulcemente pasando por la cocina—. Eh, Justin. ¿Qué tal estás?
—Bien —dijo sin darle importancia al hecho de que se iban a casar—. Estaría mejor si Adrien no gritara ni correteara
tanto. Parece un perro.
—Soy tu perro fiel —dijo Adrien sonriendo—. Bueno, bueno, bueno, gente. ¿Qué tenéis que contarme?
—¿Qué? —dijo Justin tomando el café que le había hecho Mel.
—¡Melina! ¡Ven aquí!

Mel salió con una bandeja mal agarrada con tazas de café para todos. Mel con una sonrisa, empezó a repartirlas entre
los presentes.

—Ay dios —dijo Adrien—. Enseña el anillo, mujer.

Mel sonrió dándole la mano a Adrien.


—Es precioso —murmuró Nadine sorprendida por el anillo.
—Lo elegí yo, claro que es precioso —dijo Adrien.
—Mel, que no te engañe. Era de mi mami.
—¡Entre todas las opciones yo lo elegí! —se quejó Adrien—. Yo te hubiera robado el anillo de la reina, pero Justin
quería eso por algo de un sentimiento o no sé qué.

Mel se rió sorbiendo por la nariz. Miró a Justin y Adrien sonrió inmediatamente.

—¿Y cuándo es la boda? —se rió Adrien.


—No estamos para esas, Adrien —dijo Justin haciendo los ojos en blanco.
—Vale, vale. Siempre hay sitio para el amor —dijo riéndose Nadine, se levantó y se fue a la habitación. Ahí Adrien
aprovechó.
—Ay, mis tórtolos. A mí no me engañáis, aquí hubo tema, y viendo que Melina está casi congestionada, es por dos
razones: o has pasado mucho tiempo sin ropa o has probado a los hijos de Justin.
—¡Adrien! —le pegó Justin en la cabeza.
—¿¡Qué!? ¡Solamente digo la verdad! Personas que tienen las defensas muy bajas y prueban el semen por primera
vez, el sistema inmunológico se ve con la necesidad de eliminarlo y pues intenta defenderse creando congestión. ¡Es
algo que pasa muy a menudo y la gente no se da cuenta!
—Adrien, por favor, es nuestra vida íntima y...
—¡Vida íntima que te ayudé a tener yo! ¡Yo te enseñé todo lo que sabes! ¿Y me lo pagas así? Malagradecido.

Adrien se fue haciendo un puchero mientras que Justin negaba con la cabeza suspirando de fastidio. Mel se sentó en
su regazo y le dio un abrazo mientras que cerraba los ojos.

—Tengo sueño —murmuró.


—Claro, es lógico —dijo sonriendo.
—Justin —se quejó Mel.
—Perdón —dijo Justin cargándola y levantándola hacia la habitación—. Duerme un poco, yo tengo que hacer algunas
cosas.

Mel sonrió cubriéndose con las sábanas. A Justin le dio mucha ternura.

—Mel, te amo —susurró Justin besándola en la frente.


—Yo a ti —susurró Mel—. Mantente alejado del peligro, ¿vale?
—A sus ordenes, mi princesa —Justin volvió a besarla en la frente.

Justin salió de la habitación dejando a Mel descansar. Fue directamente hacia Adrien para decirle tan estrepitosamente
que sintió que se ahogaba con sus propias palabras:

—Me prometí a Melina y me ha hecho replantearme mi vida, así que quiero hacer las cosas bien, no vivir como
fugitivos... Esto se acaba ahora mismo.
—Vale, Justin, cálmate, ¿qué estás pensando?
—Estoy pensando en que la amo y que no quiero que sufra por mi culpa. Mel será objeto de los daños colaterales, y
no quiero que sufra más. Ya ha tenido la vida más dura del universo y quiero que pare ya. Así que lo voy a hacer.
—¿Hacer qué?
—Me voy a entregar a la policía.

Nadine, oyendo eso, salió como posesa mirando a Justin con los ojos muy abiertos.

—¡Ya me hiciste pasar por esto una vez...! —advirtió.


—Lo sé, pero esta vez no tiene que ver con vosotros. Yo voy a hacerme cargo de toda la culpa...
—Pero Justin... —Nadine estaba con la cara desencajada—. Lo que le hiciste a esos hombres... Es cadena perpetua.
¿Cuándo piensas volver con Melina? —jadeó.
—Llegaré a un acuerdo. A ver si hay posibilidad de libertad condicional, prisión domiciliar o cárcel unos meses o años
y después trabajos comunitarios hasta que me muera.
—Justin... Te salvaste una vez. Te funcionó. Lo tenías todo. Un trabajo genial para el gobierno, y ahora que lo has
perdido y estás aquí, estamos aquí, no tientes a la suerte.
—Te recuerdo que el jefe era Norman Petrov. Quien hizo un espectáculo enorme a base nuestra. Diré la verdad, diré
que Norman lo planeó todo y nosotros solo actuamos en defensa.
—Dios mío, Justin —murmuró Nadine con las manos en la cabeza—. ¿Y si te meten a cadena perpetua?
—Será lo que me merezco —dijo Justin.
—¿Y Mel se lo merece? Ella no puede separarse de tu lado. Ella no puede siquiera vivir sin ti, ¡no hay manera de que
ella se imagine otra vida sin ti! Si te vas, perdemos a Melina.
—Pero Nadine... A Mel le corresponde la fortuna de Norman y puede apañárselas sin mi. Quiero que viva como una
reina, como se lo merece. Y todo fuera de peligro.
—Háblalo con Mel a ver qué opina. Pero ten por seguro que no deberías hacer esto, Justin. No deberías.

A veces no estamos en las mejores posiciones para tomar las mejores decisiones.
Problema 38.
Superhombres.
Están hablando tan apresuradamente que nadie se preguntó si Melina estaba oyendo. Literal. Mel estaba oyéndolo
todo, absolutamente todo.

Tenía que aceptar que Justin tenía razón. No podían pasarse el resto de sus días huyendo como ratas de alcantarilla, es
más, podría ser peor porque podrían ubicarlos, hacer una emboscada y resultar muy mal parados los dos.

Melina volvió a la cama cuando Nadine se iba enfurecida por las cosas que decía Justin. Adrien le apoyaba, pues ya se
sentían un tanto mayores y no querían seguir huyendo de todos lados. Así que Adrien se ofreció a entregarse junto con
Justin.

Mel se metió en la cama temblando de pánico. Pues probablemente no fuese muy inteligente porque no sabía bastantes
cosas del mundo, pero eso sí, era bastante lista y con una agilidad mental que cualquiera envidiaría y aunque esa
agilidad mental se resumiera en chorradas como la que le había dicho a Justin ayer cuando se arrodilló, a veces daba
buenos resultados. Así que decidió entregarse por Justin.

Sip, lo mismo que con Norman, solo que por más tiempo. Se culparía de absolutamente todo alegando que eran
hombres que estaban experimentando con ella. También se culparía por la muerte de Norman, de su propio padre.
Probablemente le dieran perpetua pero es que...

¿Cómo iba a ver a Justin ante las rejas? A veces era fan injusta la vida porque bien podrían estar ambos juntos para
siempre. Pero eso no era posible. Tenían una enorme red detrás que podría hundirlos en cualquier momento.

Es tan duro no poder vivir con el amor de tu vida una historia de amor, era tan duro no poder siquiera...

En fin, Melina suspiró cubriéndose completamente con las mantas cuando escuchó que alguien entraba. Se quedó en
silencio esperando pero se volvió a ir.

Mel levantó la cabeza y no vio a nadie, así que se quedó un rato ahí. Se levantó al rato para encontrar a Adrien en la
cocina, Nadine estaba hablando con Justin y por su expresión corporal, parece que lo estaba regañando. Al verla, los
tres callaron inmediatamente.

—No puedo dormir —murmuró Melina de la manera más sincera posible.


—¿Quieres que me quede contigo, amor? —preguntó Justin levantándose inmediatamente, viendo una preciosa
oportunidad de evitar la bronca de Nadine y pasar tiempo con su bicha.
—Por favor —dijo Mel.

Justin se acercó a ella levantándola en sus brazos como si fuese una bebé y la llevó hasta la cama. Al dejarla ahí, él
también se acostó al lado de Melina, abrazándola y acurrucándola entre sus brazos.

—Pase lo que pase —dijo Justin besándola en la punta de la nariz—, siempre te voy a amar, ¿vale?

Mel abrió los ojos encontrándose con los mieles de Justin. Si tan solo Mel supiera que tiene los ojos más bonitos del
universo...

—¿Por qué dices eso? —preguntó Mel esperando esa horrible respuesta.
—Porque quiero que lo tengas presente siempre. Que te amo, te amo, te amo, te amo y te voy a amar toda la vida.
¿Sabes? Yo nunca he amado a nadie... Jamás. Entonces tuve una confusión un tiempo con Nadine, ya que medio me
gustaba pero no estaba convencido porque... Porque empecé a sentir cosas por ti. Que cuando me mirabas, se me
paraba todo, incluyendo el amigo —Mel sonrió levemente—, y entonces, me dolía más que a ti verte sufrir. Y te
quería siempre a mi lado, no podía pasar un día sin verte, sin estar contigo. Te buscaba en todas partes y los días eran
eternos sin ti, Mel. Entonces Adrien entró a mi vida y también me enamoré de él.

Melina se rió suavemente.

—Yo también me enamoré de él —sonrió Mel.


—Pero no me lo quites ahora, eh. Que tú con una miradita enamoras a cualquiera —le dijo sonriendo.
—Eso es que no te has visto a ti.
—¿Ah, sí? ¿Crees que con una mirada enamoro?
Mel se rió y asintió.

—¿Y si te miro... Así? —le lanzó una mirada que dejó a Mel sin aliento—. ¿Y así? —se hizo el bizco. Mel se rió.
—Enamoras de todas las maneras.
—Bueno, bueno, que me interrumpes. A lo que iba... Que Mel, nunca he amado a nadie... Y eres mi primer amor y el
amor de mi vida —dijo con una sonrisa—. Me acuerdo que cuando mi mami fue asesinada... Papá estaba destrozado.
Y entonces, yo era bastante joven, y me prometí que nunca me metería con ninguna mujer para no pasar por lo que
estaba pasado mi padre y para no reemplazar a mamá. Además, quise meterme en el negocio de papá y eso me
mantenía ocupado siempre, literalmente, no tenía tiempo para estar con alguna chica. ¿Sabes? Mi padre solía ser
militar, entonces a mí me dio esa formación. Me despertaba a las 4 am todos los días, y me dormía a las 10. Tenía una
rutina tan estricta que eso me pasó factura. Un día que tenía un encargo, a la 1 me andaba muriendo de sueño, y
encima era con el francotirador. Le di de pura suerte porque... Porque madre mía el sueño que tenía. En fin, entonces
ya conocía a Nadine pero ella estaba con mi primo Bennet, y entonces lo más cercano que tuve a una mujer, fue mi
prima. Sé que es un poco turbio pero se dio la oportunidad y pues... Para qué mentirte, me dejé. Y desde entonces no
paré con mi ritmo de vida, impidiéndome estar con mujeres, además solía ser muy solitario, me escondía en la
biblioteca a solas y que nadie me molestara porque le reventaba la cabeza. Ahora... Ahora es que lo tengo todo. A
mamá Nadine, al imbécil de Adrien que es como mi hermano y a mí bichita, mi nena.
—¿Te refieres a la gata? —se rió Melina. La gata la dejaron en casa de Sophie, la mamá de Nadine, pues ahí iba a
estar muy bien cuidada y con mucho terreno para explorar sin el peligro de depredadores o coches que le puedan hacer
daño.

Justin se rió asintiendo.

—Mi gatita tiene los ojos verdes, el pelo miel. Se parece al mío, probablemente la confundan con mi hija, pero es
que... Es que es mi niña consentida. La niña de mis ojos.
—Eh, tórtolos —dijo Adrien dando un golpe a la puerta—. ¿Os queréis puto callar? Estoy entre ver el partido o
escuchar vuestra conversación. No puedo hacer las dos cosas a la vez, si eso, hablad después cuando pueda oíros y
enterarme de todo, ¿vale? Gracias.
—Adrien —advirtió Justin—. ¿Tu vida se resume en arruinar momentos bonitos?
—No, mi ciela, mi vida consiste en hacerlos mejores —dijo sonriendo y acercándose a ambos—. ¿Estáis bien los dos?
—Sip —dijo Justin—. Aunque Mel está un poco cansada —dijo Justin con mucha ternura—. Pero eso se soluciona
con unas cuantas horas de sueño, y más que es la bella durmiente… Mañana va a estar como nueva. Como siempre.
—Me alegro. Yo también estoy un poco cansado —aceptó Adrien—. Nadine y yo nos hicimos un tour nocturno por el
muelle y después por el bosque. Estuvo bien, pero no paramos de caminar toda la noche después de ir al cine.
—¿Qué habéis ido a ver? —preguntó Justin.
—Cincuenta sombras de Grey —dijo, Nadine que pasaba por ahí para ir a la habitación dijo:
—¡Vaya mierda de película me llevaste a ver! —se quejó Nadine.
—¿¡qué!? Nadine que tú seas una insensible, no es mi culpa. No es mi culpa que no tengas la sensibilidad que se
necesita para entender que es un tipo de amor distinto.
—¡Basura! —volvió a decir metiéndose en la habitación.
—Te hacen falta unas cuantas nalgadas para que se te pase la tontería. En fin, el deber y el látigo llaman, descansad,
chicos.
—Gracias —dijo Mel.

Cuando Adrien se fue, Melina miró a Justin, entonces, después de acurrucarse en sus brazos y cerrar los ojos, dijo:

—Pase lo que pase... No te separes de mí, nunca, ¿Vale?

Nunca obtuvo respuesta.

Norman Petrov no era el mayor de sus problemas, pues muerto... Muerto a nadie le importaba. Si su imperio cayó con
su muerte, ¿qué se le va a hacer? Ahora la heredera es Melina, pero probablemente hay personas que quieren evitarlo.

Y esas personas eran más poderosas que Norman Petrov, trabajando desde las sombras, decidieron que iban a acabar
con todo esto de una vez por todas.

O por las buenas,

O por las malas.


Adrien no podía dormir. Se levantó arrastrando los pies hasta el ordenador. Se puso a ver las noticias, a pasar un
montón de cosas y hasta se googleo a él mismo para ver qué decían.

Pues claro, los crimínales prófugos encargados del asesinato de Norman Petrov. Pero ahí había también un posible
escape, pues más que su muerte... Se recriminaba al gobierno cómo es posible que en una oficina gubernamental
estuviera como jefe y nadie se haya dado cuenta.

Eso podía ser una ventaja si se entregaban. Ellos actuaban en defensa propia y en la de Melina. Es lógico que él nunca
ha estado en la cárcel, probablemente se escapase con una cuchara porque no aguantaría estar en una celda de máxima
seguridad.

En Canadá no solía pasar nada interesante. Incluso ellos, siendo criminales hechos y derechos, eran más amable que
cualquier psicópata que te puedes encontrar en Estados Unidos. ¡Es la verdad! Entonces el país no solía darle tanto
bombo a estas noticias para que nadie se alarmara y siguieran manteniendo el estatus del país más amable y bueno de
todo el continente americano.

Por alguna extraña razón, esta noticia estaba teniendo mucha repercusión. Sobre todo la vida pasada de Nadine y
Justin. Inventándose que eran la pareja asesina cuando nada más alejado de la realidad: a Justin le daban encargos,
Nadine reclutaba los hombres y los efectuaban sin miramientos.

Así que Adrien se puso a averiguar la financiación de Norman. No sin antes ver un artículo que decía que eran los
criminales más guapos del mundo... ¡Obviamente! Bueno, después de ese alarde de ego descubrió cosas bastante
interesantes. No pudo acceder más por la entidad bancaria pero era un número perfectamente válido que se podía
rastrear.

Es lo que haría...

¡Después de leer más artículos que alaben su belleza y la de sus compañeros!

—¡Esto ha sido un auténtico fracaso! —dijo un hombre dando un golpe en la mesa.


—No lo es —dijo la mujer intentando calmarlo.
—¿¡Es que no lo veis!? ¡No, no podemos crear lo que no existe! —masculló el hombre muy frustrado.
—Cálmate —dijo otro hombre al fondo de la sala—. Todavía estamos a tiempo de ver más resultados del
experimento.
—¡El experimento ha sido un completo fracaso! —dijo exasperado el hombre.
—No lo ha sido —dijo otra mujer acercándose a él.
—¿¡Estáis todos ciegos!? ¡Su comportamiento no ha cambiado! —volvió a bramar el hombre.

Entonces la mujer que se acercaba a él, sonrió levemente dejando un periódico enfrente de él:

—¿Estás seguro?

Melina fue la primera en despertarse. Estaba absolutamente cansada. Justin estaba dormido a su lado. Ella suspiró
mirando su rostro.

Se levantó buscando a más gente para encontrarse con Adrien en el salón.

—Eh, Mel —le dijo Adrien haciéndole sitio en el sofá—. Ven aquí, bicha.

Mel lo hizo después de restregarse el ojo izquierdo con el motivo de despertarse completamente.

—¿Has dormido algo? —Mel asintió apoyando la cabeza en el hombro de Adrien muy adormilada—. Ahora que serás
la mujer de Bieber, vas a dormir menos que nunca... Pues cuidar de Justin es un trabajo de veinticuatro horas.

Mel sonrió tosiendo para cerrar los ojos como si fuese a dormirse ahí.

—Mel, quiero preguntarte algo.


Mel asintió abriendo los ojos intentando despertarse mirándolo a los ojos:

—¿Te... Te dijeron cuál era el propósito del experimento?

Mel parpadeó negando con la cabeza y entonces dijo:

—No... Pero supe que yo no era el objetivo del experimento.

Adrien parpadeó varias veces frunciendo el ceño.

—¿Ah, no?
—No... Parece que era alguien más —dijo Melina estirándose.
—Dios mío, Mel —murmuró Adrien dándose cuenta de todo, de golpe.

Entonces se metió en el ordenador rápidamente buscando esa confirmación que le hacía estremecer.

En el ingreso de los tres millones, el motivo era "El superhombre". Adrien pensó que era posiblemente una metáfora o
algún motivo acordado entre norman petrov y los que hicieron el ingreso. Pero entonces lo entendió todo de pronto.
TODO.

Y ahí le dio el vértigo. Miró el abismo y sintió que el estómago se le removía. Dejó el ordenador y salió corriendo
hacia la habitación para abrirle la puerta a Justin y despertarlo.

—Justin —le dijo moviéndolo. Justin se despertó rápidamente en tensión.

Eso aterró a Adrien. Mel apareció a su lado confundida y los miró a los dos.

—¿Qué pasa, Adrien? —dijo Mel aterrada por la actitud de los dos.
—Que he descubierto de qué va el experimento.

Justin se sentó en la cama y lo miró esperando respuesta:

—Va a sonar muy duro —dijo Adrien—. Pero Melina fue solamente una herramienta. Jamás quisieron ver su
comportamiento. Jamás quisieron ver los efectos. Jamás quisieron matarla. El objeto del experimento, eras tú, Justin.
Todo este tiempo has sido tú.

Justin parpadeó levantándose negando con la cabeza.

—¿Te has vuelto loco? —jadeó Justin.


—¡En mi vida había estado más cuerdo! Justin, desde un inicio, estaban viendo tu comportamiento. ¿Sabes lo que
hicieron? Buscaron a lo que tuvieras más afecto en el mundo, lo destrozaron y todo para ver qué hacías tú.
—¿¡Y cómo es que tú sabes todo esto!? —masculló Justin.
—¡Porque yo una vez oí de este experimento por parte de mi padre! Déjame acabar. Verás, después te hicieron entrar
en una oficina gubernamental mientras que Norman solamente recibía órdenes de los que llevaban el experimento,
¿sabes para qué? ¡Para que te aprendieras todas las leyes! ¡Justin! ¡Están intentado convertirte en un superhombre!

Justin miró a Melina negando con la cabeza sin creerse las tonterías de Adrien.

—Justin, sé que no me crees. Pero probablemente nos enfrentemos a una próxima guerra mundial. Y a escondidas se
están creando ejércitos y tú eres el hombre perfecto porque estas adiestrado en armas y en leyes. Solamente hacía falta
algo... ¡El factor emocional! Quieren arrancarte las emociones pero lo que sientes por Melina... Lo que sientes por
Melina es bastante fuerte.
—Adrien, estás hablando payasadas.
—¡Qué no! Hombre, escúchame. Mi padre era un militar, como el tuyo. Y entonces le llegaban rumores de que
estaban formando a los superhombres. Era una práctica ilegal, que se confirmó y salió en todos los periódicos. Ahora
lo siguen haciendo y mira... Tú eres uno de los elegidos.
—Adrien, es una puta locura. Suena a conspiración —dijo Justin—. No me creo nada.
—Pues deberías. Viste lo que le hiciste a unos cadáveres y cómo te acabas de levantar ahora mismo. Parecías
terminator. Y si yo hago esto —Adrien levantó la mano rápidamente como si le fuera a dar en la cara pero Justin la
detuvo tan rápido que Mel tuvo que procesar lo que había pasado—. ¡No me rompas los dedos, animal! —se quejó
Adrien.
—Dios mío, Adrien. Son mis reflejos, los he tenido siempre.
—Ya, pero ahora son más potentes que nunca —dijo Adrien—. Y estás en tensión más que nunca. Perdonadme que lo
diga, que lo que aguaste follando ayer, siendo un inexperto, Justin... ¡Eso no lo hace cualquiera!
—Eres asqueroso —masculló Justin empezando a caminar.
—¡En serio! Vale, sólo repetiré esto una vez: mírate y mírame. Tú cada vez pareces más joven y más fuerte mientras
que a mí ya me salen canas. Eso no es normal a menos que tengas una genética privilegiada. Y yo he visto fotos de tu
padre que con 30 años ya tenía canas.
—Es genética, Adrien. Todo tiene una explicación.
—¡No! ¡Justin! ¡Eres el hombre más terco del mundo!
—Gracias —dijo sonriendo.

Justin caminó hacia el salón mientras que Adrien lo adelantaba y se ponía a googlear "superhombre". Le salían un
montón de cosas de superhéroes y de Nietzsche. Pero entonces encontró la teoría de los superhombres.

—Mira —dijo enseñándole la pantalla—. Justin, no me lo tomes a mal pero quiero ser tu.
—¿Por qué te lo tomaría a mal? Si soy genial —dijo mirando la pantalla—. Adrien, no quiere decir que yo sea uno de
ellos. Es Melina a la que le hicieron daño, no a mi...
—Le hicieron daño físico para que tú lo tengas emocionalmente. Si lo piensas, con la segunda tortura actuaste más
calculador que la primera. Incluso vengativo. Y...
—Justin —dijo Mel—. Yo le creo.
—¡Tiene que ser una broma! Tú no, bichita. No me hagas esto.
—¡Justin! ¡Sólo tenemos que encontrar a quienes dirigen esto para poder...!
—Para —lo detuvo en seco Justin—. No. No vamos a buscar a nadie. Porque nadie está controlando esto. Es más,
para de una puta vez porque no me está haciendo gracia que le quites el protagonismo a Melina. Ella fue la que sufrió
todo esto, ella es la que sobrevivió a las mayores atrocidades hechas y por hacer a una persona. Escúchame bien,
Adrien. Te estoy amenazando. Me parece muy bien que tú creas tus teorías estúpidas, ¡pero con mi mujer, no!

Entonces Justin se metió a la habitación dando un portazo.

—¿Y si no estoy equivocado? —preguntó desde afuera Adrien—. Soy el primero que no se cree estas patrañas pero
Justin... Esto es real. Yo... Bueno, vale.

Abrió la puerta. Justin se quejó intentando sacarlo pero entonces Adrien se puso de rodillas en el suelo para quedar
más bajo que Justin, que estaba sentado en la cama.

—Yo... Yo hice las pruebas —dijo Adrien moviéndose un poco el pelo de detrás de la oreja para notar que tenía una
serie de números incrustados bajo la piel—. Yo siempre he querido ser un superhéroe y cuando mi padre me dijo que
esto estaba pasando... Lo intenté. Lo ocultaban como una prueba militar pero me jodieron la vida en esa sala.
Obviamente no la superé —suspiró—. Pues lo mío es estar en las sombras. No quería confesarlo porque me daba
mucha vergüenza qué pensarías de mi. Y si, tú eres uno de ellos, y están tratando de potenciarte... O te unes a ellos, o
los encontramos antes de que...
—Suficiente, Adrien —le dijo Justin—. Te digo yo que no soy uno de los supuestos elegidos. ¡Además esto es
ridículo! ¡No hay superhombres! ¡Eso solo pasa en los cómics!
—Mira que eres terco. ¿Sabes lo del experimento MK-Ultra? ¡Pues empezó como teoría y fue verdad! Y yo te aseguro
que esto es verdad. No quiere decir que seas Flash, pero... Pero te están convirtiendo en el mejor. El más fuerte, el más
rápido, el más ágil, el más implacable.
—Pareces un anuncio de detergente —se rió Justin pasándole un brazo por los hombros—. Mira, Adrien. Mi
comportamiento, mi fuerza, mi rapidez, mi agilidad siempre ha sido consecuente con lo que he hecho a lo largo de los
años. Desde que era un crío deseaba hacer lo que hacía mi padre. Así que desde entonces no paró mi entrenamiento.
Es todo la consecuencia de trabajo duro, no de que supuestamente me estén haciendo.
—No le quito mérito a tu trabajo, por eso se fijaron en ti. Además, todo está en el cerebro. Los reflejos, la fuerza y el
dolor están en el cerebro. Y yo me quiero casar contigo ahora mismo, ¿me lo prestas, Mel, por fi?
—Justin, ¿y si hay algo de cierto? —murmuró Mel—. Tal vez... Tal vez yo no sea el centro y todo este tiempo lo has
sido tú.
—Melina, no me digas eso, por favor...
—¿Puedo hablar contigo a solas? —dijo Mel mirando a Adrien refiriéndose a Justin.
—¿Qué me vaya? No, mi ciela. Yo me entero de todo o no vivo.
—Fuera —le dijo Justin—. Ahora.
—¡Joder! ¡En esta casa me tienen como un puto perro maltratado! ¡Ni eso! ¡Cómo una cucaracha! ¡Os odio!

Justin hizo los ojos en blanco y le sonrió a Melina acercándose para besarla en los labios.

—Justin —dijo Mel alejándose—. ¿Y si lo hemos planteado mal todo este tiempo? ¿Y si no era mi comportamiento el
que estaban viendo y era el tuyo?
—Entonces todo lo que te hicieron a ti, me lo hubieran hecho a mi, pequeña —dijo quitándole el pelo.
—Pero es que mi experimento es absurdo, porque nadie ha estado vigilándome, es decir, sentía que nos vigilaban pero
nunca a mi directamente. Es muy extraño de explicar pero... Pero la ultima vez me dejaron muy claro que yo no era el
objeto, pues una vez el nuevo doctor dijo que iban a hacerme lo justo y necesario para que fuese muy visible.
—¿Y entonces porqué te expusieron a radiación o te inyectaron algo para que te afecte el cerebro?
—Porque estaba destinado a que nunca lo supieras. Creían que iban a soltarme, yo volvería a casa y me curarías aquí.
Nunca pisaríamos un hospital... Y si no lo hubiésemos sabido... Los efectos se iban a hacer presentes. Dijeron que los
quistes iban a reventarme en la cabeza dejándome muy dañada, incluso muerta. Y los efectos de la radiación iban a ser
letales conmigo, es mas, a pesar de estar tratándome con pastillas e inyecciones, siento náuseas todo el tiempo y
mareos vertiginosos. Justin... Sí, vale, todo esto me daña a mi. Pero te está dañando más a ti. Tal vez no tenga que ver
con los superhombres de Adrien pero... ¿Y si tiene que ver contigo?

Justin suspiró quitándole el pelo de la cara y acariciando su suave mejilla.

—Yo no puedo cargar con eso, Mel —susurró.


—Justin, ¿tú me amas? —preguntó de pronto Melina dejándolo pasmado.
—Pues claro que lo hago, qué clase de pregunta es esa —masculló Justin tomando el anillo de Melina y acariciándolo
con el pulgar.
—¿Me amas tanto como me amabas antes?

Justin parpadeó.

—Pues claro que sí, Mel.


—Piénsalo bien, Justin. ¿Me amas tanto como me solías amar cuando me escapaba del orfanato?
—Melina, no me preguntes cosas ridículas. Claro que te amo, te amo más que nunca.
—Justin, si es verdad todo lo que decís Adrien, probablemente tus sentimientos cambien. Y no podrás hacer nada para
evitarlo.
—¡Eh, me estoy cansando de oír por la puerta! —gritó Adrien desde afuera.
—Bichito —murmuró Justin tomando su rostro entre sus manos—. Todo este tiempo me he culpado por lo que te
pasó... Y si es verdad lo que dijo Adrien, sería mi culpa al mil por ciento... Y yo... Y yo no podía cargar con eso porque
cada vez que te miraría... Me sentiría en la obligación de hacerme lo mismo a mi.
—No sería así —susurró Mel—. Eso nos liberaría de la culpa a ambos. Para siempre. Pero hazle caso a Adrien, por
favor. Aunque sea investiga y mira si todo esto es verdad.

Justin suspiró alejándose de Mel para mirarla a los ojos. Con el dedo índice le tocó suavemente la nariz y le sonrió
dulcemente.

—Eres la criatura más insistente del mundo. Es imposible negarme a lo que me pides.

Mel sonrió dándole un abrazo. Y es que es verdad. De un tiempo para acá ha empezado a sentir a Justin más fuerte.
Incluso no había pasado por el entrenamiento con Adrien y no era músculo, sino que tenia muchísima fuerza.

—Adrien, entra —le dijo Justin.

Adrien entró inmediatamente emocionado al ver a Justin erguirse.

—Pues vamos a ver de qué va todo esto —dijo Justin suspirando. Adrien daba saltitos de la emoción.
—¿Por dónde empezamos?
—¿no habías dicho que era un secreto militar? Conozco el sitio idóneo.

Era ya por la noche cuando la puerta del bar militar en los bajos de Vancouver se abrió de golpe. Dos hombres
enormes estaban en el umbral. Todos los volvieron a ver.

Justin avanzó unos pasos entre olor a cigarro, humo y cerveza.

—Buenas noches, caballeros —dijo Adrien—. No se alarmen, intentaremos que esto sea leve.
—Experimentos de los superhombres, ¿quién sabe algo de eso?

Primero hubo un silencio enorme que hizo que todos se miraran entre sí, para después mirar a un militar en particular.
Un hombre joven pero probablemente más enorme que Justin.

Justin ladeó la cabeza acercándose a él.


—Oye, a mí ni te me acerques —advirtió el hombre levantándose con el vaso de alcohol en la mano—, porque te
estampo el vaso contra esa cara de mierda que tienes...

No pudo ni acabar de amenazar a Justin cuando él le había tomado la mano donde agarraba el vaso, y la había
apretado fuertemente haciendo que el vaso se reventara en su mano. Y de ahí, no soltó.

El hombre bramó de dolor cuando Justin apretó la mano contra los cristales rotos.

—Superhombres —volvió a decir—. ¿Qué sabes de ellos?


—¡Nada, nada, no sé nada! —Justin apretó más fuerte haciendo que el hombre gritara—. ¡Vale, vale! He oído algo, he
oído algo. Nos... Nos han dicho que podemos presentarnos a las pruebas del SPH. Lo único que sabemos por los que
se han presentado es que son muy duras y nadie... Nadie las supera.
—¿Quién las hace? —apretó más.
—¡Ah, vale tío, no aprietes más! Las... Las hacen unos hombres. No preguntes quienes son, pero no van metidos en
uniforme, sino que en traje y esas cosas... Ti... Tienen un coche gubernamental. Es todo lo que sé, lo juro, lo juro.

Justin por fin lo soltó haciendo que el hombre cayese al suelo lloriqueando por su mano. Adrien suspiró mientras que
Justin se daba la vuelta y lo veía.

Pues acaban de confirmar que probablemente era cierto...

Probablemente existían los superhombres.

Y probablemente desde la distancia estaban convirtiendo a Justin en uno de ellos.


Problema 39.
Fuego.

A Justin se le encontró en medio del bar, rodeado de militares y todos ellos mirando lo que había hecho con ese
hombre.

—¿Alguien más sabe algo? —preguntó—, ¿o hace falta que rompa algunos huesos?
—No tío, no sabemos nada —murmuró uno mirándolos fijamente con horror.
—¿Estáis seguros?
—Yo sé algo —dijo un hombre al fondo del todo. Todos los militares se abrieron paso para encontrarse con un señor
con el pelo blanco que tomaba un poco de ron mirando a la nada.

Justin se dirigió hacia él mientras que Adrien veía al tío con la mano reventada por los cristales.

—Eh, tío. No es nada personal —dijo Adrien—. Tómatelo con humor.


—Puede que pierda un dedo —dijo un militar que le estaba viendo la mano.
—Vaya chiste malo —murmuró Adrien yendo hacia Justin.
—Los superhombres sí existen —dijo el hombre—. Yo era uno de ellos hasta que los prohibieron. Pero se siguen
haciendo las pruebas fuera de la ley.
—¿Quién las hace? —preguntó Justin.
—Veo mucho interés en ti, ¿puedo saber porqué?
—Estamos empezando a sospechar que a mí me están convirtiendo en uno de ellos.
—Vaya... —susurró—. Pues debes de gustarle mucho, porque hacerlo desde la distancia es el doble de tiempo y de
recursos. Déjame adivinar, ¿tienes novia? —Justin asintió—, ¿y la torturaron y le hicieron de todo?

Justin y Adrien parpadearon varias veces.

—Sí —dijo Adrien.


—Es uno de los métodos, sí. Normalmente asesinan a tus padres, a tus hermanos, torturan a tus mascotas, casi matan a
tu novia y todo para hacerte implacable ante cualquier situación.
—¿Y usted cómo sabe eso?
—A mi esposa también la torturaron. Me dijeron que había pasado unas pruebas horribles... Y creía que nos iba a ir
bien económicamente. Estábamos alcanzando cierta plenitud... Pero entonces la secuestraron, la torturaron y después
la tiraron a la calle. Parecía que todo había acabado pero entonces alguien la recogió de la calle diciéndole que la iba a
ayudar pero resultó ser un violador que acabó con mi mujer... Un mal golpe en la cabeza y la dejaron paralizada para
el resto de su vida. Obviamente todo lo atribuí a gente enferma... No al gobierno... Pero con los años comprendí que
esa experiencia me hizo perder la fe en la humanidad. Y con un afán ciego de justicia por mi propia mano, mataba y
quemaba todo lo que se me cruzaba... Fue una época bastante mala de mi vida, no quiero volver a ella.
—¿Y qué se supone que hacemos nosotros? —preguntó Justin.
—Tomarnos la justicia por nuestra mano. Casi no distinguimos el bien del mal. Tú ya no crees en el sistema, así que lo
haces todo por tu propia mano. A mí recuerda a las Águilas que ponen en la cosecha para controlar la plaga de ratas.

Justin parpadeó mirando al señor.

—¿Y eso lo permite el gobierno de Canadá?


—Y todos los del mundo. Hay superhombres en todos lados... Y por lo que has hecho con ese hombre ahí, es que ya
estás en el buen camino. El propósito es que utilicemos el 100% de nuestro cerebro, ¿sabes? Yo tengo 85 años y
parezco de 60 como mucho. Tú pareces de 30 y me apuesto que tienes uno más. Al usar el 100% de nuestro cerebro,
las células madre se regeneran por más tiempo que los humanos normales, llevándonos a ser jóvenes para siempre,
más listos que el resto y con unos reflejos y una fuerza increíbles.
—¿ves? —lo regañó Adrien—. Te lo dije. ¿Ha visto usted el periódico últimamente?
—Claro, no se deja de hablar de los múltiples cadaveres de hombres mutilados... —se quedó callado mirando a Justin,
después a Adrien y después a Justin—. ¿Has sido tú? —jadeó.
—Esos hijos de puta mutilaron e hirieron a mi novia, era lo mínimo que se merecían.

El hombre se inclinó hacia atrás sin dejar de ver a Justin y asintió varias veces en silencio.

—Me lo temía —murmuró—. Uste ya casi es uno de ellos.


—Yo no quiero ser uno de ellos —murmuró Justin. El hombre desvío un rato la mirada al sujeto que estaba en el suelo
con la mano destrozada.
—Eso no depende de usted —dijo.
—¿Y qué puedo hacer?
—Búsquelos —concluyó—. Y pare esto.
—¿Dónde?

El hombre se encendió un cigarrillo suspiró soltando todo el humo por la nariz.

—Vladek —dijo—. Ruso. Hace las pruebas aquí en Canadá.


—Espera —dijo Adrien—. Norman era ruso.
—¿Hablan de Norman Petrov? —Justin asintió—. Menos mal que alguien le metió una bala en el culo. Ese hijo de
puta era escoria para la sociedad.
—Pues fue Justin el que lo hizo —dijo Adrien haciendo que Justin suspirara.
—Pues menos mal. Vladek es una rata al igual que Norman. También se merece una bala en el culo. Él ordenó el
secuestro de mi mujer.

Hubo un enorme silencio mientras que Justin parpadeaba múltiples veces. Entonces, ¿ese hombre era el culpable de lo
que le pasó a Melina?

—Nos ha sido de mucha ayuda —dijo Justin—. ¿Dónde puedo encontrarle? —susurró Justin.
—Siempre estoy por aquí —dijo—. Jovencito, puede parecer un infierno, pero probablemente usted consiga cosas que
nadie consiguió. Yo lo veo muy capaz de luchar contra el crimen. Piénsese bien si quiere detener todo esto.

Justin asintió pero ya no estaba escuchando.

Adrien se dio la vuelta para marcharse y Justin le siguió muy de cerca. Tomando un fuerte respiro, Justin se marchó
siguiendo a Adrien. Todo el bar los veía y todos estaban muy cabreados por lo que Justin había hecho. Justamente
cuando unos militares se levantaban para cobrarles, el militar mayor con el que habían hablado dijo:

—Ni se atrevan, caballeros. Ese hombre les rompería el cráneo ante de que alguno de ustedes dijese o pensase algo.
Así que déjenlos marchar en paz o absténganse a las consecuencias.

Justin y Adrien dejaron el bar tranquilos. Cuando Adrien se sentó en el asiento del copiloto, suspiró:

—Justin... ¿Te das cuenta de lo que puedes hacer? —murmuró Adrien—. Tío, podrías ser el próximo Iron Man cuando
éste se jubile.
—No existe Iron Man —dijo Justin encendiendo el motor—. Mira, yo no quiero esto, ¿vale? Quiero estar junto a mi
Melina, tranquilos, los dos. Nada más. Cuando has tenido una vida como la mía, la máxima felicidad es cuando ya por
fin te encuentras con que tienes estabilidad y tranquilidad.
—Ya... Pero, ¿no te apetece luchar contra el crimen como dijo ese señor? Es decir, podrías evitar que a más niñas le
pase lo que le pasó a Melina...
—¿Y cómo voy a evitarlo si es el mismo gobierno que ordena que se hagan las torturas con el propósito de
trastocarme mentalmente?
—Ya, por eso. Puedes luchar contra el gobierno. Es decir, que un superhombre luche contra los superhombres.
—Eso no me toca a mí, Adrien. Solamente quiero partirle los huesos a quien le haya hecho esto a mi Mel. Y voy a ir
hasta el fondo.
—Eso haría un superhombre —Justin suspiró exasperado—. Vale, Justin. Mira. Es que... Yo estoy enamorado de ti,
¿vale? Eres todo lo que yo he querido ser y al menos deberías aprovecharlo un poco y no tirarlo todo por la borda.
Entiendo tu posición, entiendo lo de Melina. Lo entiendo profundamente pero lo que no entiendo es que renuncies a
una oportunidad de oro. Eres como un superhéroe sin capa.

Justin suspiró mirando a un lado.

—¿Crees que si me voy a su ejército nos dejarían a Mel y a mí tranquilos? —murmuró.


—Tal vez —dijo Adrien—. Y es que tienes que verte conducir. Eres el mejor conductor del mundo, ¿lo ves?
—Qué coño dices, Adrien...
—Pues mira, la verdad. Te estoy diciendo que probablemente eres el mejor en todo.
—No sé Adrien... —murmuró Justin—. Voy a hablar todo esto con Melina a ver qué opina. Tú sabes que si la niña de
mis ojos me dice que lo deje, yo lo dejo todo.

Adrien hizo los ojos en blanco.

—Eres insoportable —dijo Adrien riéndose—. Si así eres cuando estás enamorado, no quiero saber cómo te pones
cuando te la estás...
—Cuidado con lo que dices Adrien. Este puño puede quedar tatuado en tu cara por el resto de tus días.
—De pronto se me olvidó lo que iba a decirte...
—Ya... Ya...

Melina yacía al lado de Justin. Apenas había llegado, Mel no se había separado de su lado colgándose de su brazo y
diciendo que no se iba a dormir si él no estaba ahí.

Así que Justin la miraba dormida y suspiró levantándose con mucho cuidado y tomar el ordenador de Adrien.

Ahí buscó al tal Vladek y no se detuvo hasta que encontró una dirección. Darse una vuelta por la cuidad a esta hora de
la madrugada podría traerle el beneficio de pasar desapercibido y oculto.

Así de que se preparó y se marchó. Fue directamente a la dirección que le apareció en una antigua guía telefónica en
internet.

Viviendo en una residencia de clase media-alta, Justin se tomó el lujo de entrar a una casa que no era la suya y se puso
a investigar. El tío este tenía una alarma de última generación que Justin, al haber trabajado con la policía, conocía
trucos para desactivarla. Así que no fue mayor problema.

Lo que sí fue un problema moral para Justin... Fue lo enorme que era esta casa. Y lo lujosa. Y lo innecesaria que era.
Justin caminó por toda la casa buscando algo que le dijera quién es Vladek y qué hace para pagarse esa preciosa casa.

Se adentró entre los pasillos de su casa y empezó a buscar sitios donde podía guardar documentos. Su óptima sorpresa
fue al encontrarse con un estante enorme en su despacho con material "clasificado".

Así que como si estuviera en Google, se buscó a él mismo. Pero se detuvo al ver que sobresalía una carpeta del resto
del archivador.

P.

Petrov, Melina.

Su corazón dio un vuelco al abrir la carpeta y por fin tener la respuestas en sus manos. Sentía una opresión en el
pecho, como si de pronto le costara respirar.

Pues bien, por lo que veía, habían planeado todo. Claro que contaban con que Justin matase a Norman Petrov, desde
hace más de 10 años que están creando a un superhombre. Pero no contaban con que iba a matar a toda la familia de
Melina. Por lo que relatan, celebraron al ver que por cartas del destino, Mel fue la única superviviente. Eso le repugnó
profundamente a Justin. Detallaban el secuestro, cómo lo quisieron hacer pasar por sacrificios de una secta haciéndole
lo mismo a dos niñas hijas de actuales superhombres...

Pensaban matar a Melina pero por otra carta del destino, Nadine tuvo el suficiente ingenio de colarse en las
transmisiones de radio de la policía y enterarse de la llamada al 911. Esa llamada se hizo solo para encontraran el
cuerpo sin vida de Mel, y Justin fuese afectado duramente.

Otra jugada del destino: Marcos calculó muy mal el tiempo para violar y matar a Mel dando oportunidad a que Justin
y Nadine llegaran antes que la policía.v

Pero aquí dicen otra vez que celebran con júbilo al ver que eso fue lo mejor que pudo pasar. Pues... Habían jugado con
los traumas de Mel para afectarlo aún más. Volviéndolo inmune. Incluso dicen con ironía que menos mal que Mel
tiene más vidas que un gato.

—Hijos de puta —masculló.

También relata cómo le dieron el visto bueno a Norman Petrov para que los atacara y ellos creyeran que era por la
herencia cuando querían empujarlos a que empezaran el camino hacia el infierno.

Así que Justin dejando de leer, buscó su nombre y lo encontró. Si la carpeta de Mel era considerablemente pesada... La
de Justin era mastodontica. Era enorme y obviamente no le iba a dar tiempo de leer todo lo que tenía por ofrecerle.

Así que fue hojeando: tenían una biografía completa y detallada de su vida, psicoanalizando la relación con sus
padres, con Nadine, con Adrien y con Melina.

Al llegar a la parte de Melina, pone muy en grande "DADDY ISSUES", dos puntos:
"El candidato presenta la patología denominada popularmente como "DADDY ISSUES". Teniendo una carencia
paterna, el subconsciente se ve obligado a ejercer una versión sofisticada de esa figura paterna". Y sigue con ironía:
"No, Melina Petrov no es su pareja, es sólo la hija especial que se deja tocar por su padre".

Justin cerró la carpeta con asco por todo lo que estaba leyendo. Para empezar, no tenía nada de malo salir con Melina,
incluso casarse con ella, porque no se enamoró de la edad ni de la juventud de Mel. Se enamoró de su dulzura y su
mente. Y sí, probablemente se confunda con amor paterno, pero no tiene nada que ver con que Melina sea su hija, sino
que es el simple hecho de que Mel es diminuta.
Tenga 18, 20, 37 40 o 90 años, Mel es y seguirá siendo diminuta y por alguna razón, cuando combinas esa dulzura,
con esos ojos y esa pequeñez, tienes a un ser profundamente adorable al que te da ganas de cuidar. ¡Y no tiene nada
que ver con que sea su padre!

Y es más, Mel aveces se le sale lo materno con él, cuando se preocupa, le dice que se mantenga fuera del peligro, lo
regaña... Y Mel no se cree su madre. ¡Es todo puramente inocente!

Además, si fuese verdad eso de las Daddy issues, ¿Y qué?

Así de claro: ¿Y qué? ¿Qué importa? ¿a quién le importa? No le estamos haciendo daño a nadie. Ni a nosotros
mismos. Porque todo es consentido, nos queremos y nos respetamos lo suficiente como para saber llevar una relación.
Una relación en circunstancias extremas pero al fin y al cabo, una relación. Compromiso, confianza, sinceridad, y
muchas ganas de una cierta estabilidad. Y ya está, no necesitan nada más.

No necesitamos a nadie más... Sólo a nosotros, pensó, ah, y a Adrien... Todo el mundo necesita a Adrien en su vida.

Después de estar leyendo durante un rato, un coche demasiado lujoso se aparcó afuera. Justin vio que todavía
quedaban horas por amanecer así que se levantó dejando todo eso en el suelo dispuesto a llevar una venganza contra el
hombre que vive como rey a costa de arruinarle la vida a los demás.

Pero eso iba a cambiar ahora mismo.

Vladek al darse cuenta que su alarma estaba apagada, se asustó un poco intentando hacer memoria a ver si la había
dejado conectada o no. Le dio cierta ansiedad.

Empezó a buscar con la mirada si le faltaba algo pero no. Así que sacó un cuchillo de la cocina y repasó toda su casa
por si al caso.

Todo iba bien hasta que al llegar a su despacho, notó que habían papeles en el suelo y eso ya fue motivo suficiente
como para ponerse muy nervioso. De pronto, un ruido lo hizo volverse rápidamente. Fue como algo cayéndose y eso
lo alteró profundamente.

—¡Voy a llamar a la policía! —dijo Vladek corriendo hacia el teléfono para darse cuenta que los cables estaban rotos.
Sacó su teléfono móvil y estando en una de las zonas residenciales más caras de Vancouver era extremadamente
extraño que eso pasara.

Le empezaron a sudar las manos y fue corriendo a su habitación para tomar un arma.

—¡Te... Tengo un arma! —tartamudeó—. Espero que estés listo...

Entonces Justin sonrió de lado esperando:

—¿Y tú, Vladek, estás listo?

Adrien veía las búsquedas en el ordenador maldiciendo en voz baja sabiendo que si Justin se vengaba de ese hombre...
Lo perderían para siempre.


Vladek andaba con mucho cuidado por toda su casa, con la pistola de frente todo el tiempo. Su error fue bajar al
sótano solamente para asegurarse de que no hubiera nadie escondido... Pero... Olía como a...

No pudo ni reaccionar cuando Justin apareció enfrente de él con una sonrisa que le quitaría el sueño a cualquiera.
Jadeó apretando el gatillo apuntando directamente al pecho de Justin: pero nada borraba su sonrisa.

—Error de principiante —dijo quitándole la pistola y tirándola por ahí—. No está cargada.

Justin estampó la cara de Vladek contra la pared para después tomarlo de los hombros y tirarlo al suelo. Ahí lo ató con
unos cordones de zapatos del mismo Vladek.

—Eh, eh, ¿qué quieres? —jadeó Vladek cuando Justin, con unas esposas que él tenía de exposición en una vidriera, lo
terminó de atar a uno de los tubos de la caldera.

Esas esposas se subastaron es USA cuando detuvieron a Charles Manson alegando que eran con las que se le había
esposado de primeras. Entonces Justin retrocedió mirándolo de pie. Tomando la carpeta de Melina que ocultaba bajo
el brazo, se la tiró a los pies a Vladek.

—¡Venga, hombre! ¡No creerás que tuve que ver con eso, ¿verdad?!
—Dímelo tú —dijo Justin yendo al fondo el sótano.
—¡Yo solo cumplía órdenes! ¿¡Acaso no lo harías si te pagaran tres cifras mensuales!? ¡Venga! Esto es por lo de los
superhombres, ¿verdad?
—Tus superhombres me la traen floja —espetó Justin—. A mí puedes hacerme lo que te de la gana, o mejor dicho,
puedes ordenar que me hagan lo que les de la gana. Pero con mi Melina, con mi Melina no —sentenció.
—Pero sí a Melina le gustó. Incluso tuvo un orgasmo y...

Cuando le vio la cara a Justin, supo que no tendría que haber dicho eso. A Justin le cambió la cara radicalmente a una
expresión casi inexistente llamada "PELIGRO". Y ese peligro intensificó el pavor cuando a Justin le fue cambiando la
cara paulatinamente con una sonrisa. Una sonrisa maligna que hizo a Vladek replantearse si iba a salir de aquí con
vida.

—Pues entonces, a ti de gustará esto también.

Justin fue otra vez al fondo del sótano, a la caja de herramientas. Ahí tomó una sierra eléctrica automática. Funcionaba
sin electricidad, solo con pilas. Entonces fue hacia Vladek y se la tiró muy cerca.

—¿Por qué me das esto? ¿Qué vas a hacer?

Justin empezó a salir del sótano quedándose en la escalera de madera. De ahí, con Vladek atado a una muerte segura,
lo miró.

—Más te vale empezar a cortar. Y no se te ocurra cortar las esposas porque ya te digo yo que no vas a poder.

Encendió una cerilla, el fuego le iluminó la cara e hizo que los ojos mieles se viesen naranja, casi rojos como él mismo
diablo. Y entonces, la dejó caer.

Anteriormente había rociado el suelo de gasolina, por eso ese olor tan intenso. El fuego se propagó demasiado rápido
para su gusto. Empezó a salir y se quedó en la puerta del sótano mirando las llamas arder y esperando que Vladek
saliera con la mano cortada.

Pero no salió.

Nadie salió.

Solamente Justin siendo alguien completamente distinto del que entró.

Melina se despertó con un jadeo mientras que veía a todos lados. Adrien estaba cerca cuando escuchó a Mel. La
encontró levantándose rápidamente mientras que buscaba a Justin.

—¿Dónde está Justin? —jadeó—. ¿¡Dónde está Justin!? —volvió a gritar.


—Eh, Mel, tranquila por favor. Ha ido a la farmacia a comprarme unos analgésicos. ¿Qué te pasa?
—No lo sé. No lo sé. No lo sé. Algo está pasando —dijo rápidamente mientras que se agarraba la cabeza con las
manos—. Me... Me desperté pensando en Justin y que le estaba pasando algo malo. ¿Podemos ir a buscarlo, por favor?
—Mel...

No hizo falta porque la puerta se abría. Melina y Adrien se miraron durante un momento y Mel echó a correr como
loca hasta encontrarlo. Literalmente se le lanzó encima y lo abrazó tan fuerte que Justin tuvo que retroceder pegándose
a la puerta para no perder el equilibrio.

—¡Justin! —jadeó Melina—. ¿Estás bien?


—Sí, cielo, ¿qué te ocurre?
—Eh, Justin —dijo Adrien—. ¿Y mis analgésicos?

Justin frunció el ceño un momento pero después de ver la cara de Adrien, miró a Mel suavemente y le dijo:

—No habían, Adrien. Solo dosis muy suaves...


—Gracias por nada, ni comprar sabes —se quejó Adrien.
—Me asusté —murmuró Mel con los ojos cristalizados—. No vuelvas a salir por la noche, por favor.
—Vale, Mel. No llores, por favor. No volveré a salir por la noche a menos que tú me lo exijas.

Mel le dio un abrazo fuerte escondiendo su cara en su pecho. Pero se alejó paulatinamente.

—Eh, Justin, hueles a... Hueles a quemado, ¿dónde estabas? —murmuró Mel.
—Debe ser de la calle.

A Adrien eso le dio un vuelco en el corazón. Miró a Justin horrorizado... Porque, vamos a ser sinceros, por la
"interesante" vida que ambos tenían, solían tender al sadismo sin plantearse si era bueno o no. Pero una cosa es
mutilar cadáveres, gente muerta que ya no va a vivir para contarlo... Y otra es quemar a algo vivo.

—Vamos a la cama, Mel —dijo Justin llevándosela.


—Justin —dijo Mel mirando que en la camiseta, en la parte de atrás tenía hollín negro. Como si hubiera estado cerca
del fuego—. ¿Qué estuviste haciendo?
—Nada Mel, he ido a comprarle eso a Adrien...
—¿Me estáis mintiendo? —los miró a los dos—. Porque si es así, no me lo estoy creyendo.
—Mel, vamos a la cama por favor. Estoy agotado. A Adrien le dolía mucho la cabeza y yo le hice un favor.
—No te creo —se cruzó de brazos Mel.
—Vale, lo único que tienes que saber... Es que por fin he liberado a mis demonios. Los demonios que me tenían atado
al pasado.
—¿Qué quieres decir, Justin?
—Quiero decir que por fin te estoy vengando, Mel, por fin. Y no voy a parar hasta que todos y cada uno de ellos
pague por lo que te hicieron. Todos y cada uno.

—Estoy preocupada —murmuró Melina mirando a Adrien.

Justin se había ido a la cama, pero Mel no pudo. Estaban saliendo los primeros rayos del sol. Adrien encendió la
televisión poniendo las noticias.

—Yo también —murmuró Adrien.


—¿Crees que se haya metido en algo grande?
—Sí —dijo Adrien sinceramente—. Tengo un poco de miedo —susurró por lo bajo.
—Y yo —murmuró.
—¿Crees que hice mal al sacar a flote lo del superhombre?

Pero Mel no contestó porque estaba viendo las noticias petrificada.

Una vivienda se había incendiado desde el sótano dejando un muerto y múltiples heridos porque al incendiarse el
sótano, la caldera explotó llevando el fuego en el gas a muchas casas de los alrededores.

—Oh dios —murmuró Adrien—. Es un puto terrorista...


—Pues tenemos un problema —dijo Mel sin quitar la vista de las noticias—. Que yo solo estoy viva por ese terrorista.


INFORME.

B. Bieber, Justin.

Proceso: SUPERHOMBRE.
Fecha de nacimiento: 1/03/1977
Color de ojos: Castaño.
Color de cabello: Castaño.
Altura: 1,90.
Peso: 80,8
Marcas: \

Día de la extracción:

27 de febrero del 2017, 06:43 am.

El sujeto ha sido inmovilizado. Dos acompañantes fueron neutralizados.

Hostil ha sido llevado a la tercera la planta.

Se le dará el alta hasta que sea convertido en un superhombre de verdad.


Capítulo final.
Problema 40.
Bichito.

Salvo que le hayan dado algo, Adrien no entiende cómo es que los han separado tan rápido.

Fue todo tan deprisa que no se explica qué ha ocurrido. Estaban en casa, Melina sin poder dormir, Justin dormido,
Nadine durmiendo... Todo tranquilo, cuando entonces irrumpieron las fuerzas armadas a casa.

Fue terrorífico porque las fuerzas armadas al menos no dan tanto pavor como estos. Fueron dos ganemos hacia Adrien
y lo inmovilizó. No opuso resistencia pero cuando vio que iban hacia Melina y la tiraban hacia el suelo y la
inmovilizaban como si una cosa tan pequeñita fuese una amenaza para alguien... Fue suficiente para hacer que Adrien
empezara a removerse.

Melina gritó cuando uno de los hombres la tomó del brazo echándolo con fuerza hacia atrás, casi rompiéndolo. Adrien
se removió y logró librarse de uno para estamparle el puño en la cara e ir hacia Melina, pero fue en vano porque tenía
a otros cinco hombres encima.

De pronto, mientras forcejaba, vio que por el pasillo los guardias retrocedían ante la llegada de Justin. No era una
llegada tranquila, iba derribando todo lo que se les cruzaba.

Cuando se cruzó en el camino de un mastodonte que iba hacia él para aplacarlo, Justin lo derribó en cuestión de
segundos. Gruñó al ver a los hombres encima de Melina...

Iba a ir hacia ellos pero fue inútil porque ahora tenía como a diez hombres inmovilizándolo.

Adrien no supo qué ocurrió porque lo dejaron caer al suelo estrellándole la cabeza contra el piso, haciéndolo caer
inconsciente. La última imagen que tiene es Justin intentando liberarse pero cada vez era más difícil, pues se lo
llevaban lejos.

No sabe qué ocurre.

Está besando a Melina en los labios. La está tomando también. Se mueve, la acaricia y la besa.

Ella está disfrutando, tiene esa sonrisa con los ojos cerrados que lo vuelve loco. Se retuerce en la cama mientras que él
la observa. La mira. La adora. La ama.

Melina gime levemente cuando él va más fuerte. Le gusta, le gusta. No puede parar. Desvía un momento la mirada de
Melina pero cuando la vuelve a centrar...

Los gemidos se han convertido en sollozos... Ahora esa sonrisa se había convertido en vergüenza, ahora Melina era
una cría. Diez años. Y no lo está disfrutando.

Le toma un minuto darse cuenta que la está violando. Está violando a una niña.

—Mel —murmura, pero cuando la toma entre sus brazos, se desintegra, como cenizas. Se escabulle en sus dedos.

Cuando toda Mel se ha desintegrado, él se pone de rodillas y se da cuenta que está vestido. Una luz se enciende
apuntando a una puerta. Se dirige con lentitud reconociendo una canción.

Camina con parsimonia y abre la puerta con un chirrido. Nadie se da cuenta que él entra...

Hay una cena de Navidad. Toda la familia está en casa, y están felices. Están contentos, se ríen, comen y charlan
animadamente. Y ahí está la pequeña Melina... Sonriente, junto a su hermano. Es tan mona y tan diminuta que podría
guardarla en un frasco y llevarla con él para siempre.

Sabe lo que viene.


La puerta se vuelve a abrir con un estruendo provocando un silencio sepulcral entre los presentes. Todos callan.
Algunos, como los abuelos, se miran angustiados.

Hay un individuo que acaba de irrumpir en la cena de Navidad con una automática que al apretar el gatillo disparaba
ocho balas por segundo. Era como que todo iba en cámara lenta cuando empezó a disparar.

Rápidamente dirigió su mirada al sitio de la pequeña. Solo para encontrar que ella ya se había escondido pero en
cambio, su hermano había sido acribillado. Mira otra vez al individuo de negro y no se reconoce. No se mira.
Tomando un respiro, va hacia él principal de la mesa y le mete un tiro en el centro de la cabeza.

Todo se queda en silencio. Por alguna razón, el individuo vestido de negro miró al sitio donde estaba escondida la
pequeña. Va hacia ahí casi en cámara lenta mientras que bajaba el arma y reinaba el silencio en la mesa. Un silencio
sangriento.

Y la mira. Está aterrada. Llena de sangre y con lágrimas que no emiten ningún ruido.

—No lo hagas —dice Justin al ver a un Justin igual a él, vestido de negro levantar el arma ante la pequeña—. No lo
hagas.

Pero cuando vio que tensaba los músculos de la espalda, era demasiado tarde. Le había disparado a la pequeña
acabando con su vida. Fue todo en cámara lenta. La vio retroceder agresivamente contra la silla, con una fuerza bestial
como el proyectil fuese un propulsor que la tiraba al suelo. Cayó con la silla para después caerse al suelo.

Así es como le ahorraría años de sufrimiento innecesario.

Justin corre como loco hacia ella para levantarla pero cuando ya la tiene entre sus brazos, él se mira la ropa y ve que
trae la ropa negra, un chaleco antibalas y una semiautomática a su lado. Ahora lo que sostiene entre sus dedos no es a
la pequeña Melina, ni están dentro de la casa, ahora tiene al perrito que era de Melina y a su lado está la misma
Melina. Solo que ahora tiene un agujero en la frente provocando por la bala. Le sigue sangrando.

Justin deja suavemente al cachorro en una fosa improvisada. Melina de un salto se mete a la fosa y espera a que él la
entierre.

Y justamente cuando va a levantarse para echar toda la tierra posible, el escenario cambia. Ahora viste un traje. Negro
completamente. Es bastante joven todavía. En vez de dar sepultura él mismo, dos hombres empiezan a enterrar un
ataúd mientras que él lo mira con inmensa tristeza.

Al lado de la fosa hay otro ataúd, más viejo y maltratado por el tiempo. Suspira queriendo abrirlo pero evitándolo
porque probablemente se encuentre con algo que no quiere ver.

Pero es raro porque no puede recordar qué le había pasado a su padre y a su madre. No sabía de qué habían muerto. Se
sorprendió a él mismo mirando a todos lados en el entierro para ver si había alguien que podía decirle qué les había
pasado.

No obtuvo respuesta de nadie. Porque no había nadie. Sólo él.

Justin se despertó con un espasmo mirando a todos lados. La luz lo dejó ciego un momento pero se adaptó
rápidamente para ver a su alrededor. Estaba dentro de una sala en blanco completamente. No hay nada, ni una puerta.
Busca desesperadamente una salida pero no la hay. Tiene el pelo mojado por alguna razón, y la camiseta lo empezaba
a agobiar porque sentía que le quemaba.

Caminó a pasos torpes hasta una de las paredes y dio golpes en las paredes sin tener ninguna respuesta. Algo muy
extraño es que sentía lagunas mentales. No se acordaba de nada. Ni de cómo había llegado hasta aquí ni qué estaba
haciendo hace dos años.

Solamente recordaba a su padre. Su padre. Su padre. Su padre. Pero nada más. Nada más.

Se exaltó cuando del techo se abrió una bóveda que en principio no parecía estar ahí y salió un pequeño aparato
parecido a una cámara. El cerebro y el corazón le iban a mil.

Pero no era una cámara. Era un proyector. Justin se quedó quieto al ver que proyectaba una noticia.

"El asesinato de Jeremy Bieber ya no es un misterio".


¿Ese era su padre?

"ha sido asesinado por una estudiante de Vancouver. Melina Petrov, de 18 años, irrumpió en el hogar de los Bieber y
acribilló al cabecilla de la banda criminal más grande de Canadá desde los Petrov".

Melina Petrov. ¿De qué le sonaba ese nombre?

"el móvil del homicidio no ha sido clarificado ya que Melina Petrov está en busca y captura pero se cree que pudo
haber sido venganza ante las diferencias entre el clan Petrov y el clan Bieber".

Pusieron una foto de Melina en la noticia. Era una chica muy bonita, aceptó Justin, se parecía a él mismo. Aunque
tenía unos ojos verdes encantadores. Tenía el cabello largo y una cara angelical. Ese rostro se le quedó grabado en la
retina.

"Jeremy Bieber deja a un hijo único, Justin Bieber que está también en busca y capturas".

¿ese soy yo? Se preguntó. Ese soy yo... Confirmó cuando pusieron una foto de él mismos

—Ay mi madre ese soy yo —dijo en voz alta.

La pantalla se apagó y la bóveda de abrió metiendo el aparatoso de vuelta. A Justin le entró el pánico queriendo salir
de ahí. Pero no había manera... No había manera.

Melina estaba siendo llevada a la fuerza a la misma sala que Justin. Se retorcía y chillaba pero no podía hacer nada
más porque tenía la boca cubierta, las manos atadas y los tobillos también.

Su corazón iba a mil cuando abrieron una puerta, estaba todo lleno de humo y ahí en el suelo estaba Justin. La tiraron
como si fuese una bolsa de basura pero a Mel no le importó y se arrastró hasta llegar donde Justin.

Intentó hablar pero no podía, solo hacía ruidos mientras lo empujaba con su cuerpo. Incluso la desesperación en su
mirada, la hizo echarse a llorar pero no por mucho tiempo porque también se quedaría dormida.

Justin está en una universidad. Ve a su padre esperando a alguien en su coche. Él no puede hacer nada, solo mira y
espera. Solo mira y espera. Solo mira y espera.

Su padre sonríe al ver a una pequeña chica de pelo largo, cara angelical y ojos esmeralda. Ella corre y le da un beso en
los labios. Le agobia un montón. Le da mucho asco y aparta la mirada. Esa chica podría ser la hija de Jeremy...

Entonces se van en el Porsche de Jeremy. Como si todo diera vueltas, Justin cierra los ojos y aparece en la casa de
Jeremy.

No hay ningún sonido además del del robot de la piscina y el de unos gemidos en la parte de arriba. Mira el reloj, son
las 5. Sube pero no llega ni a la habitación cuando se escucha un disparo y después sale la chica de la universidad
como posesa del cuarto. Justin la ve bajar rápidamente por las escaleras, y se larga de ahí. Acaba de matar a Jeremy.
Acaba de asesinarle... Acaba de dejarlo huérfano.

Justin entra a la habitación y lo único que ve es mucha sangre en la pared y en la cama. No quiere ver a su padre con
los sesos destrozados. Así que se intenta ir de ahí para seguir a la que lo había matado.

Melina Petrov, masculla con ira.

Camina entre las oscuras calles de Vancouver y hace rato que la había perdido de vista. Pero le daba igual. Va a ser
que esto dure.

Encontrar a Melina va a ser su principal objetivo y cuando la tenga enfrente. La va a matar... Sin piedad alguna.


Adrien se despierta aterrado mientras que mira a todos lados. Está en un coche. Se asusta al ver que Justin está en el
asiento de piloto pero está mirando hacia el frente, con una posición demasiado incomoda, casi perfecta mientras que
encendía el coche.

—Ya te has despertado —murmuró.

Adrien miró a la calle y después a Justin otra vez. No entendía nada. Justin encendió el motor como si fuese un robot
y empezó a andar.

—Me dijeron que tú serías mi guía.


—¿Justin? —pregunta Adrien—. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
—No sé tu nombre. Sólo me ordenaron que esperara a que despertaras y después tú me guiarías.
—¿Cómo que no sabes mi nombre?

Adrien tuvo que tragar al ver que Justin en el cuello tenía un moretón bastante feo. Era como si tuviera un agujero
pequeño y de ahí se había formado un moretón bastante pronunciado.

—¿Qué dices, Justin?


—No tengo acceso a esa información —dijo defendiéndose en un semáforo.
—¿Qué nos hicieron, Justin?
—No tengo acceso a esa información.
—¿Y a qué información tienes acceso? —Adrien empezaba a ponerse nervioso.
—A que tú eres mi guía y tienes que llevarme a mi destino.
—¿Te has golpeado la cabeza? ¿Cómo es que no te acuerdas de mí?
—¿Debería acordarme? —puso en marcha otra vez el coche.
—¡Sí! ¡Deberías! —jadeó—. Soy Adrien, tú mejor amigo, casi tu novio.

Justin ni siquiera hizo alguna expresión. Siguió conduciendo hasta que Adrien empezó a indicarle el camino a casa.

No sabía qué había pasado, no se acordaba qué había pasado y le daba miedo averiguarlo. Tomando un respiro y
notándose extrañamente fatigado, echó un vistazo a Justin. El moretón era lo más llamativo, por lo demás... Parecía
todo normal.

Aunque había algo que no le gustaba... Y es que Justin parecía distinto. Era como que su mirada había cambiado.

—¿Quieres saber qué ha pasado? Te lo voy a contar.

Llegando a casa, Adrien abrió la puerta un poco desorientado. Ni sabía dónde estaba Melina, ni sabia donde estaba
Nadine, ni siquiera supo dónde estuvo él. Hay una enorme laguna de horas e incluso digas que no podía rellenar con
absolutamente nada.

Lo primero que vio, fue que Melina se levantaba corriendo del sofá y gritando el nombre de su prometido, iba a darle
el abrazo de la vida aliviada por volverlo a ver.

Pero no.

Melina no llegó a tocarlo porque Justin la había tomado de los hombros y con un empujón, la clavó en la pared.
Melina jadeó horrorizada cuando Justin levantó el puño con una ira impropia de él.

Melina trató cubrirse con sus brazos, y si Adrien no hubiese tenido los reflejos, no hubiese estado lo suficientemente
cerca, o por un segundo más... Le hubiera roto el cráneo a Melina porque él lo empujó y una parte del puño de Justin
dio con la pared rompiendo las primeras capas de pintura y cemento.

Melina se alejó rápidamente horrorizada. Con el empujón, Justin se había estrellado contra la pared que ahora usaba
de impulso para lanzarse contra Adrien.

Adrien cayó al suelo y Justin encima empezó a darle puñetazos en toda la cara. Nadine entró en pánico así que no se le
ocurrió otra cosa que utilizar la pistola eléctrica que había usado con la enfermera aquella vez que le robó el uniforme.

Por la corriente, Adrien también recibió la descarga y ambos cayeron inconscientes. Melina jadeó apoyándose en la
pared mientras que Nadine empujaba a Justin para que no aplastara a Adrien.
—Dios mío —murmuró Melina—. ¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué nos ha atacado?
—No lo sé —jadeó Nadine buscando algo entre los bolsillos de Justin—. Pero Justin no se fue con esta ropa. Ni con
ese corte de pelo. Lo han estado cuidando por alguna razón.
—Nadine —jadeó Melina cuando se apartó el cuello del suéter enseñando donde Justin la había empujado. Era como
si sus dedos se hubiesen quedado marcados en dlla...
—No me gusta nada de esto —murmuró Nadine sacando una cartera que no habían visto en su vida. Un teléfono
móvil. Un block de notas—. Parece que está todo en orden. Si ambos han venido juntos... Es que estaban juntos ahí
adentro.

Melina se despertó en un vertedero de basura. Salió de ahí con ayuda de un par de basureros. La llevaron a una
comisaría cercana y ahí contactaron a Nadine... Que raramente ya no era una criminal fichada y en busca y captura.

Al llegar a casa comprobaron que todos los antecedentes de los tres, habían desaparecido, pero no habían visto los de
Melina, los que guardaban el mayor secreto.

—Mira esto, Mel —dijo Nadine dándole el block de notas mientras que Nadine levantaba a Justin como podía y lo
arrastraba hasta una de las sillas del comedor para atarlo e inmovilizarlo.

Melina abrió la libreta y al momento reconoció que no era la letra de Justin. Jadeó leyendo horrorizada mientras que
Nadine volvía a verla interrogándola.

"memento: única e irrefutable misión, asesinar a Melina Petrov".

Nadine se acercó para leerlo y negó con la cabeza.

—Mel... —dijo Nadine—. Esto explicaría porqué te ha atacado.


—¿Pero porqué quiere matarme? —jadeó Mel con los ojos cristalizados—. ¿Qué he hecho?

Mel volvió a sentirse como aquel 25 de diciembre, pero ahora muchísimo peor, como si supiera lo que Justin iba a
hacer y tenía que evitarlo. Tenía que huir de él.

—No, Mel —dijo Nadine volviendo a atar a Justin con eficiencia—. Tengo una idea. Vamos a san Google. Levanta a
Adrien.

Mel fue con las manos temblorosas lo intentó levantar aunque Adrien pesaba mucho. Lo arrastró por los tobillos hacia
el sofá y lo levantó como pudo, con mucho esfuerzo.

—Mel, tienes antecedentes —jadeó Nadine. Melina correteó hacia ella—. Dice que has matado a Jeremy Bieber.
—¿Qué?
—Es lo que pone aquí. Dice que lo mataste con 18 años —dijo Nadine riéndose inevitablemente—. Eso es ridículo.
Cuando Jeremy murió, tú tendrías unos 6 años. Qué puta mierda es esta...
—Dios... ¿Y si Justin se lo cree?
—Sería demasiado estúpido.
—¿Tú crees?

Mel y Nadine se dieron la vuelta para ver que Justin ya había despertado y tenía una mirada muy rara en el rostro.

—Justin —murmuró Melina mirándolo pero no atreviéndose a acercarse.


—Melina Petrov —murmura con una sonrisa irónica que hizo temblar a Melina—. No sabía que iba a encontrarte tan
pronto.
—¿Cómo que no me ibas a encontrar pronto? Si me has visto...
—Mel —le dijo Nadine—. Creo que no se acuerda de ti.
—¿Cómo que no te acuerdas de mi?

Mel jadeó yendo hacia él agresivamente pero Nadine la retuvo para su seguridad.

—¡Soy tu novia! ¡Tu prometida! —chilló Mel dejando un poco confundido a Justin—. Justin —Mel le dio un empujón
por los hombros.
—Vuelves a tocarme y vamos a tener un problema —advirtió Justin.
—¿Me estás amenazando? —jadeó Melina—. ¡Soy tu novia, pedazo de imbécil!
—¿Tú? —se burló—. ¿Mi novia?
—¿Eres imbécil? —le gritó Mel—. ¡Si es una broma, no es gracioso! —Mel ya casi estaba perdiendo los nervios.
—Mel, suficiente —le dijo Nadine.
—¿Cómo que suficiente, qué te pasa, Justin? ¿Qué te hicieron?
—Qué me hiciste tú, querrás decir.
—¿Yo? ¿Qué te he hecho yo? –se ofendió Melina.
—Eh, Mel —dijo Nadine tirando de ella mientras que apuntaba a Adrien.

Adrien suspiró tocando su cabeza como si le dolía.

—Adrien —dijo Mel sentándose en el sofá—. ¿Qué le has hecho a Justin?


—¿Yo? —se incorporó levemente—. Díselo a lo de los superhombres. Creo que ha pedido la memoria o le han lavado
el cerebro. Yo que sé.
—Ay dios —murmuró Mel mirando a Justin—. ¿Sabes cuál es su objetivo? —murmuró—. Matarme. A mí —dijo muy
ofendida.
—¿Qué? —Adrien miró que Nadine se le acercó con la libreta—. Ay mi madre... La que ha liado el pollito...
—Tenemos que hacer algo —murmuró Nadine.
—Vale, tengo una idea —dijo Adrien levantándose y tomando a las dos chicas de los brazos y llevándoselas del salón.
—No tardes, bichito —dijo Justin.

Mel se dio la vuelta inmediatamente pero Adrien ya se la llevaba de ahí.

—Mel, vamos a irnos —dijo Adrien—. Por tu seguridad.

Mel jadeó suavemente negando con la cabeza mientras se ponía a llorar.

—No, Adrien. No quiero irme —murmuró.


—Tenemos que irnos. Ya sabes cuál es su objetivo. Mel, va a matarte y no va a parar hasta... —Adrien le tomó las
manos y Mel sintió un papel que Adrien le estaba dando.
—Mel, tenemos que irnos.

Mel abrió el papel con suavidad y decía: "no han podido borrarme la memoria, les estamos haciendo creer que sí
porque así nos dejan en paz. Estamos siendo vigilados... " Mel no pudo terminar de leer porque Adrien le dio un fuerte
abrazo mientras que Mel jadeaba y empezaba a llorar.

De pronto se escuchó un golpe como si algo se hubiera caído. Nadine empezó a correr y Mel con Adrien por detrás.

Cuando llegaron al salón, la ventana estaba abierta de par en par. Y Justin ya no estaba.

Mel se echó hacia atrás y por fin pudo terminar de leer el papel.

"Te amo, y siempre te amaré, bichito".

Mel apretó el papel contra su pecho mientras que veía a la ventana y sus ojos se llenaban de lagrimas. Tomó aire y
cerró los ojos mientras se imaginaba esas palabras viniendo desde Justin.

La ciudad parecía tan grande, Justin tan escurridizo y ella tan pequeña.
Epílogo.

Para empezar, diré que es el final.

Adrien se había comprado una casa. Una casa bonita como la que yo he querido para Mel. Ambos vivían juntos. Él le
hacía compañía física pero yo la cuidaba desde la distancia.

Adrien fue contratado otra vez en comisaría. Así que tiene un trabajo estable y se le da genial. Mejor que ninguno.

Yo sé que Mel piensa en mí, lo veo por las noches cuando me cuelo por la ventana que Adrien deja abierta para mí.
Antes no podía y fue la temporada más larga de mi vida porque tenía un GPS y mi Melina seguía creciendo y viviendo
y yo no podía verlo.

Conseguí, con ayuda de Nadine, despistar el GPS y que dijera que estoy en un sitio cuando en realidad paso tiempo
mirando a Melina por la noche.

¿Yo? Pues yo me dedico a efectuar lo que me enseñaron, para lo que me entrenaron. Básicamente combatir el crimen
desde el anonimato. He vuelto a caer en las armas... Otra vez.

Hubo un trimestre entero que me fui a Estados Unidos para intenta resolver un crimen con una banda canadiense.
Todos asesinados y me ordenaron que fuese a aclarar las cosas o matar a los culpables.

Cuando volví, lo primero que hice fue buscar a mi Melina. Me colé por la ventana, vi que Adrien estaba durmiendo al
lado de Mel... Pero ni se tocaban y me alivió saber que mantenía el anillo.

Entonces, en algún momento de la noche, Mel se dio la vuelta hacia mi, y mi corazón se detuvo al ver que eso no eran
sabanas...

Mi pequeña Mel estaba embarazada.

Retrocedí de tal manera que casi me caigo mientras empezaba a sentirme muy mal. Muy mal. Fatal. Sentí como que
todo mi mundo se me había caído encima y yo era atlas y tenía que aguantar su peso.

Con días de diferencia, me hace gracia pensar en que se veía muy rara pero igualmente de preciosa. Mientras me
comía un Sandwich arriba de una terraza mirando la ajetreada ciudad en el centro, un viernes por la noche, me
acordaba de Mel. Del bebé. Parecía mentira. Parecía irreal. Y que ella tuviera que lidiar con esto ella sola.

Adrien me contó por escrito que primero fueron los mareos, después los vomitos, después un malestar general en Mel,
en su humor, en sus expresiones, en su peso... Pero a nadie se le había pasado por la cabeza que Mel estaba
embarazada.

Un día, Nadine fue de visita, ya que se había conseguido un novio extranjero y estaba más centrada en él que en los
chicos, y entonces al instante se dio cuenta que Mel había aumentado un poco de peso.

La tomó de las manos, se la llevó al baño y le dijo directamente:

—Mel, creo que estás embarazada.


—Yo también —dijo Mel para echarse a llorar junto con Nadine. Se lo contaron a Adrien diciendo que quería un mini
Justin para intentar remediar lo que no pudieron remediar conmigo. Él siempre tan gracioso...

El día de la primera ecografía, fue con Adrien. Mel estaba muy asustada y peor fue cuando la enfermera, inoportuna,
preguntó si Adrien era el padre...

Adrien me cuenta que la cara de Mel lo destrozó en pedazos, entonces, de la manera más natural posible, Adrien
sonrió, asintió y después miró dulcemente a Mel.

Aunque ambos tuviesen claro que yo era el padre, Mel entendió que tenía un compañero con quién contar. Y en
momentos así, ella lo agradeció muchísimo. Adrien y ella volvieron a casa y hablaron sobre mi. Adrien me cuenta que
Mel le dijo lo mucho que me seguía queriendo y lo mucho que me echaba de menos...

Y dijo una frase que siempre llevaré en mi corazón:


—Ojalá supiera lo que está pasando... Ojalá supiera que lo sigo amando y esperando —dijo muy triste. Entonces
Adrien le dijo:
—Lo sabe, Mel. Créeme que lo sabe.

Un pequeño rayo de esperanza en un mundo tan horrible.

En cambio, a mí me han dado miles de veces la ubicación exacta de Melina pero yo lo desmiento u oculto las pruebas.
Hago como que eso no es mi prioridad cuando está en mi cabeza siempre.

Melina. Su nombre es dulce. Dulce como la miel, o los melocotones. Me gustan los melocotones. Me recuerdan a ella.
El aroma, su dulzura y que sean tan bonitos.

Por muchos años que cumpla, siempre será mi melocotón. Mi ángel. Mi bichito. Yo sé que algún día encontraremos la
manera de estar juntos... Con nuestro hijo o hija. Da igual. Incluso con Coco

La pequeña gatita que se había quedado en casa de madre de Nadine, estuvo de traviesa unos días y como resultado,
hubo una camada de gatitos. Así que Mel y Adrien adoptaron uno.

Adrien me dice que se parece a mí. Tiene los ojos mieles y grande y dice Adrien que es muy pesado. Me río leyendo la
carta una y otra vez una y otra vez y otra y otra vez. La repito hasta aprendérmela de memoria.

Se despide diciendo que Mel está muy contenta con lo del bebé. A pesar de ser muy joven... Se lo está tomando con
mucha madurez. Con mucho amor... ¿Y qué puedo decir? Es Melina. Es puro corazón. Es puro amor.

Y yo no puedo quedarme más tiempo así.

Con un impulso muy grande, me bajo del edificio y voy en dirección de la casa de Mel. Es de madrugada así que dudo
que esté despierta.

Me meto por la ventana y la miro. Está con la cabeza apoyada en el hombro de Adrien. Me pongo celoso, lo acepto,
pero sé que Adrien es mi colega y no haría nada que me lastimara.

Saco de mi mochila el peluche de mariquita que le regalé en la biblioteca, estaba un poco sucio por el tiempo pero se
conservaba bien, así que después de querer tocar a Melina pero evitándolo, me alejo y lo pongo en el suelo.

Cuando iba saliendo, mi bota dio con el marco de la ventana y cuando oí y leve jadeo de susto, supe que había
despertado a Mel. Me subí al tejado tan rápido como pude y esperé en silencio.

Saqué un espejo y miré por el reflejo al interior de la casa.

Melina corrió como loca hacia el peluche y lo tomó entre sus dedos para después ver la ventana abierta y correr hacia
la ventana.

Y ahí la vi.

La luz de luna le hacía tener los ojos esmeralda más bonitos que he visto en mi vida. Y entonces, después de buscarme
sin resultado, miró a la luna.

Yo también lo hice, ambos mirando la misma luna y en el mismo lugar. Mel abrazó el peluche contra su pecho y yo sé
que tenía prohibido llorar, supuestamente lo habían borrado de mis necesidades naturales pero no pude evitarlo. La
tenía tan cerca y no podía hacer nada más que mirarla.

Después de un rato, Mel se dio la vuelta y volvió a la cama. Intenté controlar mis sentimientos pero no podía. El amor
que siento por Mel, era más fuerte que cualquier tortura, más fuerte que cualquier trauma, me cambió el alma para
siempre. Es mi ángel redentor y yo siempre voy a estarle agradecido.

Aunque mi cuerpo use las armas, mi alma se ha salvado gracias a ella. Mi corazón se ha salvado gracias a ella. Mi
mente se ha salvado gracias a ella.

Ahora tengo que planear una manera de estar juntos. Porque, a quien le quede duda, lo voy a hacer.

Le escribo una nota, más breve que nunca, pero necesito que le llegue, necesito que reconozca mi letra, necesito que
sienta que no me he ido y sigo haciendo lo imposible por y para ella.
Y es la máxima que nos rige a los dos, es la máxima que gobierna entre nosotros dos. La vuelvo a colar en su ventana
esta vez. Entrar es muy arriesgado.

Me quedé hasta la mañana... Cuando Mel se levantó, se veía tan bonita embarazada, suena estupido, pero es verdad.
Se ve preciosa embarazada. Toma el papel entre sus dedos y lo lee:

"siempre tuyo, bichito".

Después, lo que pasa es música para mis oídos. Escucho risas, Mel gritando emocionada, da saltos de la alegría y va
hacia Adrien y se lo cuenta con una emoción que ojalá pudiera ver yo por mi mismo.

Me voy de la casa para adentrarme en el cuartel. Hoy teníamos prueba rutinaria. Comprueban tus picos emotivos y
demás porquería.

Me están haciendo preguntas muy indeseables y yo doy respuestas aún más indeseables. Pero mi cara cambia cuando
me pregunta:

—676—es mi número de serie—. Usted tuvo traumas anteriores. Para comprobar su memoria, ¿me puede definir y
describir qué son Daddy issues?

Entonces, solamente sonrió.

YA CHAMITAS ME VOY DE LA VIDA. Muchas gracias por haber permanecido conmigo, estoy eternamente
agradecida y aunque ha sido una mierda de final, yo estoy eternamente agradecida por el amor y el apoyo que he
sentido. Estoy rota, no voy a mentir, amo esta historia y aunque no vuelva a ser lo mismo, siempre que vuelva me voy
a poner a llorar leyendo sus comentarios PORQUE USTEDES HICIERON ESTO. Ustedes me hicieron a mí y a
Daddy Justin, a Melina, Adrien, Nadine y a todos.

Las quiero un montón, no tienen ni idea (estoy llorando maldita sea), gracias por ocupar un lugar tan grande en mi
corazón y yo siempre voy a estar aquí para ustedes. Son mi mundo.

Con todo mi corazón,


Bommie.

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