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Créditos
Coordinador del proyecto
Grupo TH
Traductora
NanRebelle
Correctora
Isolde
Portada y edición
Roskyy

¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no podríamos disfrutar


de tan preciosas historias!

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Serie Atrévete
Atrévete a probar#1

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ÍNDICE

Dedicatoria

Sinopsis

1. Kieran

2. Bash

3. Kieran

4. Kieran

5. Bash

6. Kieran

7. Bash

8. Kieran

9. Bash

10. Kieran

11. Bash

12. Kieran

13. Kieran

14. Bash

15. Kieran

16. Bash 4
17. Kieran

18. Kieran

19. Bash

20. Kieran

21. Bash

22. Kieran

23. Bash

24. Kieran

25. Bash

26. Kieran

27. Bash

28. Kieran

29. Kieran

30. Bash

31. Kieran

32. Bash

33. Kieran

34. Bash

5
Dedicatoria

Para cada uno de vosotros que ha estado esperando pacientemente


a Bash. Tuvo que besar algunas ranas antes de encontrar a su
príncipe, y espero que su historia haya valido la pena la espera.

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SINOPSIS

De la serie Prime Time de Ella Frank y la serie South Haven


de Brooke Blaine llega un explosivo spin-off de ambos
mundos.

Sebastian ‘Bash’ Vogel, el magnético director general


travestido de AnaVoge, ha sido durante mucho tiempo una isla
solitaria en lo que respecta a su vida personal. Seguro de sí mismo
y juguetón, nunca le faltan pretendientes, pero Bash no busca algo
permanente. Está más que satisfecho con su empresa y sus amigos
más cercanos, y nadie va a cambiar el status quo.

Hasta que uno de los mejores policías de Chicago se lo echa


al hombro y lo saca de un edificio en llamas.

Kieran Bailey, un teniente sexy y trabajador de la estación


73, ha estado cosechando los frutos de haber sido coronado como
el bombero más sexy de la ciudad, algo que su equipo nunca le
permite olvidar. Tantas damas, tan poco tiempo. Así que cuando
rescata a la última damisela en apuros, nadie se sorprende más
que él al darse cuenta de que ha hecho de príncipe azul de otro...
príncipe.

Pero Bash no se parece a nadie que Kieran haya conocido, y


pronto su mundo se pone patas arriba a medida que se siente más
intrigado por el enigmático hombre del que no puede alejarse.

Son de dos mundos diferentes. Esto nunca podría funcionar.


Pero ¿y si... se atrevieran a intentarlo?

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*Atrévete a probar es el primer libro de la trilogía Atrévete, que
debe leerse en orden. No se requiere una lectura previa, pero
siempre es una idea fantástica para disfrutar al máximo.

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KIERAN

ACABABA DE LOGRAR cerrar los ojos después de una larga noche


de llamadas cuando sonó la alarma a todo volumen en toda la
estación de bomberos.

—Ambulancia treinta y nueve, máquina diecisiete, máquina


veinticuatro, camión noventa y uno, camión cincuenta y seis,
camión sesenta y tres, batallón ochenta y dos, incendio en un
hotel, Avenida Wabash 380.

Mierda, era uno grande. Salí disparado de la cama y corrí


directamente hacia el piso de la estación -o la bahía de aparatos,
donde estaban los camiones y los equipos de protección- mientras
el resto de mi equipo me seguía los pasos. Con nuestro equipo de
protección ya colocado en el suelo, tardamos menos de dos
minutos en ponernos el traje, y luego subimos a la cabina del
camión y nos pusimos en camino. Era una rutina que podía hacer
mientras dormía, lo cual era bueno, ya que apenas estaba
despierto.

Eso pronto cambió cuando el camión atravesó a toda


velocidad el centro de Chicago. El sonido de los bocinazos y el
ulular de la sirena no hacían más que subir la adrenalina, y para
cuando llegamos al Hotel Royale, ya estaba totalmente despierto.

El jefe Parker ya estaba en el lugar de los hechos cuando nos


detuvimos y bajamos del camión. El camión que venía detrás fue
seguido de cerca por la ambulancia, y cuando mis botas tocaron el
pavimento, Olsen -mi compañero de habitación y de equipo- se
puso a mi lado y echó la cabeza hacia atrás para ver el alto edificio
que se cernía sobre mí.

—¿Quieres apostar a que está en el último piso? 9


—¿Quieres cerrar la boca?

Olsen se rio mientras los dos nos dirigíamos al jefe. —Sabes


que tengo razón. Es temprano en la mañana y estamos muy
cansados, crees que va a ser algo tan fácil como ¡oigan,
muchachos, está en el primer piso!

—Creo que estás poniendo la mala suerte en el universo y


deberías saberlo.

—Ajá. Aun así, ¿quieres apostar?

No, no lo hice. Lo último que quería hacer era subir dios sabía
cuántas escaleras, pero cuando nos acercamos al jefe, vi que el
agotado hombre de traje gris y etiqueta con su nombre, se giraba
y señalaba la parte superior del edificio.

Hijo de puta.

Olsen chocó su hombro con el mío. —¿Qué te dije, KB?


Espero que te hayas comido tus cereales esta mañana.

Lo miré de reojo y negué con la cabeza. Odiaba que tuviera


razón.

—El incendio comenzó en el piso 24 —le dijo el hombre al


jefe—. Hay una fiesta privada que se celebra en el veinticinco. No
estoy seguro de cuántos invitados había, pero la capacidad es de
cincuenta como máximo. Se les dijo que evacuaran a todos y las
alarmas de incendio saltaron, pero no estoy seguro de que todos
hayan salido.

Maldita sea. Esto iba de mal en peor.

—¿Y los invitados? —preguntó el jefe Parker, con la mano en


su radio, listo para dar nuestras órdenes.

—Estamos al setenta por ciento de la capacidad, pero por lo


que sé, todos los que están por debajo del piso veinticuatro han
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sido contabilizados.
El jefe asintió con un movimiento de cabeza y se giró hacia
donde nos habíamos detenido detrás de él. Su rostro curtido estaba
tenso, su expresión era sombría, mientras empezaba a gritar
órdenes por su radio.

—Bien, todo el mundo, presten atención. Motor diecisiete,


van a alimentar el sistema de rociadores; motor veinticuatro,
ataque al fuego, pongan dos líneas en ese incendio. Camiones,
búsqueda y rescate. Camión cincuenta y seis, piso del incendio.
Camión noventa y uno, piso de arriba. Camión sesenta y tres, de
arriba a abajo. Asegurémonos de que todos salgan sanos y salvos.

Me puse en marcha, con mis órdenes claras en la cabeza, y


mi equipo me siguió de cerca. Teníamos que subir veinticinco pisos
y no nos sobraba ni un minuto. El fuego había comenzado en el
lado oeste del edificio, así que nos dirigimos a la escalera este.

La gente se precipitó junto a nosotros, corriendo hacia las


salidas más cercanas, algunos llorando, otros gritando y otros con
sus malditos teléfonos grabando vídeos para su próxima subida a
las redes sociales mientras todos corrían hacia un lugar seguro y
nosotros hacia el hueco de la escalera.

Una vez dentro, eché un vistazo a los cientos de escaleras


que teníamos por delante y me coloqué bien la visera del casco.
Luego me volví hacia Olsen. —Esto es culpa tuya, recuérdalo,
imbécil.

—Sí, sí.

Respiré hondo y empecé a subir, moviéndome tan rápido


como podía incluso con mi pesado equipo haciendo lo posible por
agobiarme. Como era el líder del grupo, marqué el ritmo rápido, y
mis chicos siguieron el ritmo mientras subíamos las escaleras en
un esfuerzo por vencer al fuego hasta la cima. Ignorando el ardor
de mis muslos, abrí de golpe la puerta del piso veinticinco para ver
las llamas que se extendían por el extremo del pasillo.
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Joder. Este fuego no estaba esperando a nadie. Ya había
saltado un piso. El humo era espeso y dificultaba la visibilidad.
Teníamos que acelerar la búsqueda y el rescate antes de que todo
el maldito asunto explotara.

—Brumm, Lee, tomen la izquierda. Davis y Sanderson, la


derecha. Olsen, tú vienes conmigo. —Mientras los chicos
empezaban a llamar a los invitados que quedaban y abrían las
puertas a patadas, yo corrí al extremo del pasillo hacia la entrada
de la suite. Las anchas puertas dobles permanecían cerradas, pero
sin llave, y cuando caminé hacia el interior, el humo se hizo más
denso y pude oír el crepitar de las llamas acercándose.

—Bomberos, griten —grité, escudriñando la habitación con


urgencia en busca de cualquier señal de vida.

—Estoy… —La voz se interrumpió cuando la persona empezó


a toser, y me apresuré a recorrer el pasillo para ver a un hombre
que se acercaba a trompicones.

Llamé a Olsen a gritos y me acerqué al hombre, ayudándolo


a bajar por el pasillo. —¿Hay alguien más? —Cuando asintió, se lo
pasé a Olsen—. ¿Cuántos?

—Sólo uno, creo. Estaban tratando de ayudar...

Estaba en el pasillo antes de que pudiera terminar la frase.


—Bomberos, griten. —Sin nadie en la primera habitación, pasé a
la siguiente.

—KB, está a punto de prenderse —gritó Olsen, y miré por


encima de mi hombro para ver que las llamas empezaban a lamer
la pared de la habitación principal.

Mierda. Teníamos que salir de aquí, y rápido. Con suerte,


quienquiera que siguiera aquí atrás no estaría inmovilizado o
herido, porque no teníamos mucho tiempo.

Antes de que pudiera volver a gritar, una figura salió del 12


dormitorio trasero, con una mano enguantada cubriendo su cara
en un esfuerzo por bloquear el humo. La idea de que debía de ser
alguna fiesta, a juzgar por el vestido rojo de lentejuelas que
llevaba, revoloteó por mi mente mientras me acercaba a ella.

—¿Alguien más?

Ella negó con la cabeza mientras yo la acorralaba en un


rincón y me arrancaba el casco y la máscara.

—Respira hondo —le indiqué mientras le ponía la máscara


sobre la nariz y la boca, y mientras ella lo hacía, miré a mi
alrededor buscando la mejor salida.

El humo no era una broma a estas alturas. Mi visibilidad se


había ido a la mierda, y después de varias inhalaciones profundas,
le quité la máscara y me la volví a poner rápidamente.

—Bien, tenemos que irnos. —La rodeé con mi brazo para


apresurarnos a salir antes de que las cosas empeoraran. Pero
cuando entramos en la sala principal, el fuego se extendió
rápidamente, dirigiéndose hacia nuestra salida.

La mujer que estaba a mi lado se quedó paralizada, como un


ciervo bajo los focos, y fue una reacción familiar. La mayoría de la
gente entraba en pánico cuando se enfrentaba a un incendio de
esta magnitud.

—Vamos, tenemos que seguir avanzando —dije, tirando de


ella, pero era más fuerte de lo que esperaba y se mantuvo firme.
Maldije cuando el sonido de mi equipo irrumpiendo me hizo mirar
por encima del hombro.

—¿Otros? —preguntó Brumm.

—Estamos libres.

—Entonces vámonos.

Me volví hacia la mujer mientras el humo se hacía más


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espeso, y cuando empezó a toser, me di cuenta de que sólo había
una forma de salir de aquí. Sin dudarlo ni un segundo, me agaché
y levanté a la mujer por encima de mi hombro. Ella jadeó, pero no
se resistió mientras salíamos de la habitación, y además fue en el
momento justo, porque en cuanto cruzamos la entrada, las puertas
se incendiaron.

Mierda, eso estuvo cerca. Demasiado cerca.

Una vez que llegamos al hueco de la escalera, la dejé en el


suelo, y ella se deshizo rápidamente de sus tacones para correr
con nosotros. Bajar fue mucho más rápido que subir, y pronto
estuvimos en el hall, atravesando la salida y quitándonos las
máscaras para tomar bocanadas de aire.

—Médico —grité. Stevie se precipitó hacia donde yo conducía


a la señorita Razzle Dazzle1 hacia la ambulancia, y cuando se le
cayó uno de sus zapatos de tacón, me detuve a recogerlo.

Elegante, negro y de un kilómetro de altura, el tacón de


aguja era muy sexy y, según la etiqueta de Manolo Blahnik, más
caro que todo mi vestuario junto.

—¿Señorita? —demandé cuando Stevie rodeó con un brazo


su delgada cintura—. Creo que se le ha caído esto.

Ella me miró por encima del hombro, e incluso a través del


humo, la suciedad y el hollín que distorsionaban mi visión, los
ángulos agudos de su piel de alabastro me detuvieron. Ella era
impresionante, y cuando cogió el zapato que le tendí, me encontré
dando un paso más hacia delante para verla mejor.

—Gracias, guapo. —El bajo tenor de su voz hizo que mis pies
vacilaran mientras parpadeaba y trataba de entender lo que
acababa de oír. Entonces ella me quitó el zapato y añadió: —Por
salvarme a mí y a mi zapato. Tendré que pensar en algo muy
especial para recompensarte. Estos Manolos son únicos.

14
1
Demasiado jodidamente bonita.
Abrí la boca con el discurso automático de no tienes que
agradecerme ni hacer nada en la lengua, pero no me salían las
palabras. Mi cerebro estaba demasiado ocupado tratando de hacer
coincidir la voz con la cara y viceversa, porque algo no cuadraba.
Pero antes de que pudiera averiguar qué era exactamente, Stevie
la estaba llevando de vuelta a la ambulancia, y los sonidos lascivos
de mi equipo me hicieron girar.

—¿Señorita? ¿Señorita? Creo que se le ha caído esto. —


Olsen me imitó mientras caminaba hacia donde los imbéciles
estaban cogiendo botellas de agua y riéndose entre ellos.

Negué con la cabeza, me quité el casco y me eché un poco


de agua por la cabeza. —Imbéciles. No me extraña que no puedan
conseguir una mujer. No hay caballerosidad. ¿Qué crees que
debería haber hecho? ¿Conservar su zapato como recuerdo?

Davis resopló. —Sí, por el tiempo que fuiste demasiado


estúpido para darte cuenta de que estabas jugando al príncipe azul
con otro príncipe.

Espera, ¿otro qué? Era imposible que ese hubiera sido un...
un... príncipe, como había dicho Davis. Ella —él— había sido Razzle
Dazzle.

15
2
BASH

—¿ÉL TE TIRÓ sobre su hombro? —Los magníficos ojos azules de


Jackson Davenport -uno oscuro, otro claro, una bonita combinación
de ensueño- se ensancharon, y luego negó con la cabeza—. No lo
sé, Bash. ¿Estás seguro de que esto no es otra de tus fantasías de
bombero caliente?

Me llevé el dorso de la mano a la frente y fingí exasperación


ante mi amigo y mano derecha sentado al otro lado de nuestro
videochat. No es que pudiera culpar a la incredulidad de Jackson,
porque, aunque haya sucedido, sí que sonaba como algo que
hubiera soñado. El hecho de que siguiera sintiéndome como si
estuviera tosiendo ceniza -por no hablar de que ahora me alojaba
en un hotel completamente diferente- era lo único que convertía la
fantasía en realidad.

—A veces la realidad es mejor que la fantasía —dije,


encogiendo un hombro.

—¿Acaso viste la cara del tipo?

—Bueno... le vi los ojos, más o menos.

Un resoplido poco elegante sonó detrás de Jackson, en algún


lugar fuera de la cámara, y entonces oí a su novio, y uno de mis
mejores amigos, Lucas Sullivan decir: —¿Así que estás babeando
por un tipo con máscara? Hombre, las cosas se han vuelto
realmente desesperadas allí en Chicago.

—Deberías saber que no debes incluir las palabras


'desesperado' y 'babear' en la misma frase cuando se trata de mí.

—Cierto. Quise decir desesperado y salivando. —Antes de


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que pudiera responder a eso, Lucas arrastró una silla junto a
Jackson y se sentó—. Por cierto, no me he enterado de cómo has
incendiado el local.

Me quedé con la boca abierta. —No he hecho tal cosa.

Los ojos oscuros de Lucas brillaron con picardía. —Olvidas


que sabemos todo sobre tus infames fiestas. Toda esa fricción
sexual estaba destinada a poner las cosas calientes y pesadas...

—Tiene razón, Bash —dijo Jackson—. Es sorprendente que


sea la primera vez que se llama a los bomberos.

—Espera el teléfono, por favor. Esta no era una de esas


fiestas. Las reservo para mis amigos especiales, que solíais ser
vosotros, pero ahora me lo estoy replanteando. —Resoplé y
extendí la mano para inspeccionar mis uñas. La pintura azul oscura
estaba empezando a resquebrajarse, sin duda como consecuencia
de los traumáticos acontecimientos de los dos últimos días. Sin
duda había que hacerse la manicura. Levanté los ojos y los
estreché hacia Jackson—. Y se supone que estás de mi lado. No
me hagas despedirte.

—¿Despedirle, o prenderle fuego? —Lucas sonrió y luego se


metió una uva en la boca.

Uf. Tal vez, con un poco de suerte, se atragantaría con ella.

—¿Hola? —Chasqueé los dedos—. ¿Estamos olvidando que


casi me muero? Muchas gracias a los dos por su empatía, por
cierto.

—Sí, pareces terriblemente traumatizado por tener que


pasar de una suite del ático a otra —dijo Lucas secamente.

Arrugué la nariz y le dirigí a Jackson una mirada punzante.


—¿No tiene un trabajo en el que pueda ir a hacer de plasta?

—¿No lo tiene? —Lucas sonrió.


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—Sí. Esta es una conversación privada de trabajo, Lucas.
Lárgate.

Se rio. —Claro que lo es. —Se inclinó y le dio un rápido beso


a Jackson antes de ponerse en pie—. Llámame cuando vuelvas,
Basherton. Intenta no quemar Chicago.

—No. No puedo. Ni hablar. —Esperé hasta oír el clic de la


puerta antes de decir: —¿No te alegras de que te robe en unos
días? Siéntete libre de quedarte más tiempo, ya que obviamente
necesitas una escapada.

—No, tengo la reunión de Techrone al día siguiente,


¿recuerdas? Además, puedo manejar a Lucas.

—Y bendito sea tu corazón por eso. —Cogí mi teléfono y abrí


la agenda de trabajo conjunta que compartía con Jackson—.
¿Cómo va todo en la oficina?

—Oh, ya sabes. Se está desmoronando. Parece que nadie


puede arreglárselas sin ti.

—¿Qué?

Cuando levanté la vista, Jackson sonrió. —Estoy bromeando.


Tienes una máquina bien engrasada en tus manos, así que céntrate
en montar la nueva oficina de Chicago, y luego podrás preocuparte
de cómo repartir tu tiempo entre las dos.

—Bueno, sí mis entrevistas van bien, espero que sólo tenga


que pasarme una vez al mes. Seguro que hay alguien capaz de
dirigir AnaVoge en esta ciudad.

Jackson se aclaró la garganta. —Sabes que si no encuentras


a alguien con quien te sientas cómodo para poner las cosas en
marcha allí...

—No.
18
—Bash…
—Fuera de la mesa.

—¿Me dejarías terminar..?

—Absolutamente no. Me costó una eternidad encontrar a la


Charlotte de mi Samantha, el Robin de mi Batman, la Shirley de
mi Laverne2, y ahora te tengo a ti, y aun así tuve que robarte de
la empresa de tu padre. Así que la respuesta es: nunca te moverás,
no sobre mi cuerpo muerto, pero todavía impecablemente vestido
y bien conservado.

Jackson se mordió el labio y bajó la mirada, tratando


claramente de ocultar una sonrisa. —Entendido. No te muevas.

—Bien. —Mis hombros se relajaron. Necesitaba añadir un


masaje a la manicura.

—Espera un momento. ¿Por qué soy Charlotte?

Debería haber sabido que eso iba a pasar. —Oh mi dulce,


dulce Jax. Es porque eres el más puro de corazón. Bueno, del resto
de nosotros, al menos. —De nuestro grupo de amigos, Jackson era
el que había sido votado menos escandaloso, lo cual no era decir
mucho, considerando la compañía que tenía. Yo, su antiguo novio
playboy, Lucas, así como Shaw, artista del tatuaje extraordinario,
con más secretos ocultos de los que yo jamás sabría, y su hombre,
Trent, que -no es gran cosa- resultaba ser la estrella del rock del
maldito mundo. Así que, sí, Jackson era la Charlotte. El hombre
llevaba pantalones caqui cuando lo conocimos, por el amor de Dios.
Ya está dicho.

—Bueno, ¿qué tal si encuentras a alguien rápido para poder


volver a South Haven, ¿sí? El desayuno del domingo no es lo mismo
sin ti.

—Tal vez no, pero estoy seguro de que están ahorrando en


el pedido de champán este mes. —Le lancé un guiño y me puse a
revisar mis notas—. Bien, tengo el discurso de la exposición
19
2
Hace referencia a duos de series o peliculas.
tecnológica en un par de días. ¿Te importa si te lo paso para que
puedas añadir alguna nota?

—Lo que tú digas, Laverne.

Sonreí. —Además, asegúrate de que tu asistente haya


reservado tu habitación en el nuevo hotel. Se llama Regent. El
conductor que te recogerá en el aeropuerto ya ha sido avisado. Ah,
y en la reunión con Techrone, va a intentar rebajar la oferta, pero
asegúrate de que consigamos al menos 4’2 millones o no habrá
trato. No le gustará, pero lo aceptará.

—Dicho y hecho.

Tiré el teléfono a un lado y junté las manos. —Ahora las cosas


importantes.

—Déjame adivinar. ¿Qué hacer con el bombero caliente?

Jadeé. —¿Ves? Michele a mi Romy. Estamos tan


sincronizados.

—Da miedo, ¿verdad? ¿Has pensado en una donación al


parque de bomberos?

—Sí, pero la cuestión es ver realmente quién me arrastra a


sus brazos tan... sin esfuerzo. —Puede que en ese momento dejara
escapar un suspiro de ensueño, que probablemente era exagerado,
pero no podía dejar de pensar en el hombre que me había salvado
la vida.

—¿Y si consigues uno de esos cheques enormes, ya sabes,


como cuando alguien gana la lotería? Podrías ir a por todas y
entregar el cheque sin más ropa que un tanga y unos tacones.
Todas tus partes traviesas estarán escondidas detrás del cheque.
Es perfecto.

Le señalé con el dedo. —Ahora estás pensando. ¿Ves? Por


eso somos amigos. 20
—Claro. O si eso es demasiado...

—¿Demasiado? —Ni siquiera entendí esas dos palabras.

—Sí. ¿Qué es algo que todos los chicos aprecian?

—Un tanga, tacones y un cheque me parece bien.

—Sí, ¿pero aparte de eso?

Me golpeé los labios brillantes. —Estoy perdido aquí.

—La comida. Estos chicos están haciendo un trabajo


increíblemente duro, ¿verdad? Llevando gente sobre sus hombros,
subiendo todas esas escaleras. Se les abre el apetito, así que...

—¿Conseguir que un restaurante de cinco estrellas se


encargue de una cena?

Jackson se rio en voz baja. —Me encanta que pienses a lo


grande, de verdad, lo hago, pero ya que siempre están fuera y
corriendo a una emergencia, tal vez algo que no tengan que
programar. Como... tal vez una cesta de regalo o algo así.

—Ajá. De acuerdo. Además del conjunto de corista, ¿no?

—O tal vez sólo llevar unos pantalones vaqueros. Eso es


casual, y ellos también estarán vestidos de manera informal.

—Jackson, ¿me has visto alguna vez en vaqueros? Creo que


ni siquiera tengo un par.

—Entonces te da una excusa para ir de compras.

—Te olvidas de que ayer tuve que comprar todo un vestuario


nuevo debido a los daños causados por el humo.

—Entonces añadir un par de vaqueros no será un problema.

—¿Vaqueros? —La perspectiva era totalmente horripilante.


¿Cómo se suponía que iba a llamar la atención de un chico en 21
vaqueros?—. Me gusta más tu otra idea.
—Y te queda bien, pero quizá lo dejes para otra ocasión.

—Ah, sí —dije, asintiendo—. Una segunda visita una vez que


haya conocido a todos. Podría hacerlo.

—Ahí lo tienes. Y ya que puedo ver tu agenda y no tienes


nada en ella para hoy, ¿por qué no me envías tu discurso para que
lo repase mientras encuentras algo que ponerte que deje a todos
sin aliento?

—Eres un genio. Verdaderamente el Goose de mi Maverick.


¿Qué haría yo sin ti?

—Aparecer desnudo en los parques de bomberos, supongo.


—Se encogió de hombros—. Por suerte para ti, nunca tendrás que
averiguarlo.

—Buena respuesta. Ahora vete. Si voy a ponerme algo


informal, me va a llevar todo el día encontrarlo.

Y el Señor sabía que tenía que estar prácticamente perfecta


para mi Príncipe Azul.

22
3
KIERAN

—OH, ASÍ QUE estás vivo. Es bueno saberlo. Iba a enviar un grupo
de búsqueda después de que no llegaste a casa anoche. —La boca
de Olsen, que hablaba como una mierda, se movía como de
costumbre mientras yo caminaba hacia la cocina, en busca de una
taza de café caliente.

Era el comienzo de mis veinticuatro horas libres después de


cuarenta y ocho, y no me avergonzaba admitir que había pasado
una buena parte de ese tiempo desconectando de la mejor manera
posible. En la cama de otra persona.

—Auch, ¿me has esperado despierto? —Agarré la cafetera y


miré a Olsen, que se estaba llenando la boca con un bocado de
huevos revueltos—. Eso es muy dulce.

Olsen me hizo un gesto de desprecio y cogió su zumo. —Más


bien me alegré cuando me di cuenta de que no tendría que esperar
una hora para usar la ducha esta mañana.

Cogí la leche del refrigerador, la olfateé para asegurarme de


que estaba bien, y luego vertí un poco en mi taza. —Oye, hace
falta tiempo para estar así de bien.

—Oh, por el amor de Dios —dijo Brumm mientras entraba en


la cocina y se dirigía a por café—. El tipo gana un concurso y se
cree una puta estrella de cine.

—No —dije, y me apoyé en la encimera de acero inoxidable—


. Sólo soy el bombero más sexy de Chicago.

Brumm hizo un sonido de náuseas mientras tomaba un sorbo


de mi café. —Me alegro de que esa mierda no se te haya subido a
la cabeza, KB. 23
—Oye, no fui yo quien ideó el ridículo evento benéfico. Pero
la ciudad de Chicago habló. Sólo estaba allí cumpliendo con mi
deber cívico.

—Deber cívico mi trasero. —Olsen cogió la revista que había


en la mesa a su lado—. Hiciste ejercicio como un loco durante dos
semanas seguidas antes de ese estúpido evento porque todo el
mundo sabe que al ganador le corresponde el botín. Y por botín me
refiero a Kaitlyn, Lucinda, Fiona y ¿cómo se llamaba la de anoche?

—Summer. —Sonreí—. Y, hombre, estaba muy buena.

Brumm hizo una mueca. —Oh Dios, ¿puede alguien


encontrarme un cubo?

—Seguro que tu madre tiene uno. ¿Sigues viviendo allí? ¿O


has encontrado un nuevo lugar?

—No hables de mi madre. No sé qué hiciste con esa boca


anoche.

Me aparté de la isla y me dirigí hacia el pasillo que llevaba al


despacho del jefe. —Puedo darte el número de Summer; ella estará
más que feliz de decírtelo.

El sonido de sus burlas me siguió por la puerta mientras me


dirigía al despacho del jefe, donde llamé y esperé a que me dieran
permiso para entrar.

—Pase.

Con mi café en la mano, abrí la puerta y encontré al jefe


Parker sentado detrás de su ordenador. Con poco más de cincuenta
años, el jefe era un tipo alto y fornido, con el cabello corto y oscuro.
Tenía una actitud muy seria y tres décadas de experiencia en la
lucha contra los incendios, y utilizaba esos conocimientos para
moldear y formar a algunos de los mejores bomberos de la
compañía.
24
Dirigía una unidad muy unida que le era leal al cien por cien,
y cualquiera que tuviera la suerte de estar en el parque de
bomberos 63 pronto aprendía que era un privilegio trabajar para
él. Un privilegio que todos y cada uno de nosotros entendíamos y
respetábamos cada vez que poníamos un pie en su estación.

Levantó la vista y se sentó en su silla. —KB, ¿cómo estás


esta mañana?

—Bien, jefe. Bien. Descansado y listo para salir.

El jefe sonrió, y estaba claro que la charla de Olsen había


comenzado mucho antes de que yo llegara esta mañana, si es que
no se había extendido ya por los pasillos. —Eso es lo que me gusta
oír.

—¿Algo que deba saber?

—No. Todo fue bien en el último turno, nada que informar.


Tengo una reunión al otro lado de la ciudad esta tarde, así que si
no te importa echar un ojo a las cosas...

—Entendido. ¿Algo más?

—Eso es todo.

—Entonces te dejaré volver a ello.

—Te lo agradezco.

Asentí y salí por la puerta, dando otro sorbo a mi café. Era


hora de empezar el día. Volví a la cocina y vi que todo el mundo
había llegado a su turno y estaba terminando de desayunar o de
tomar una taza de café. Así que enjuagué mi taza y la metí en el
lavavajillas.

Era la hora de la comprobación del equipo, y si alguien no


encendía un fuego bajo los culos de estos tipos, estarían
arrastrándose hasta que llegara un fuego real que les quemara el
25
culo.
Salí de la zona de la cocina y me dirigí a las puertas que
conducían a la bahía de aplicaciones. —Bien, es hora de dejar de
sentarse a cotillear como un grupo de viejecitas...

—¿Viejas? No me digas que me he equivocado de parque de


bomberos. —Me giré al oír una voz desconocida para ver a un
hombre de pie detrás de mí con uno de los trajes más
extravagantes que había visto en mi vida.

Con unos vaqueros acampanados de color azul oscuro, tan


ajustados que me sorprendió que pudiera subirse la cremallera, el
hombre tenía las piernas largas y medía más o menos lo mismo
que yo. Los había combinado con una chaqueta azul ajustada y una
blusa con volantes de color crema con dibujos azules por todas
partes, y en el cuello tenía un enorme lazo.

Me distraía muchísimo y hacía todo lo posible por no mirar,


pero vamos, cuando un hombre está delante de ti con un lazo
gigantesco atado al cuello como si fuera un regalo de cumpleaños,
es difícil apartar la mirada.

Sus ojos oscuros, nos echaron una mirada apreciativa a cada


uno de nosotros, y luego sonrió. —No, creo que este es el correcto.
O tal vez puedas ponerte de nuevo esa chaqueta tan sexy para que
pueda estar seguro.

—Eh. —Volví a mirar a los chicos para ver que sus


mandíbulas estaban prácticamente en el suelo, y por una vez en
sus malditas vidas, estaban en silencio. Entonces me volví hacia
nuestro... invitado—. ¿Puedo ayudarte?

—Oh, ya lo hiciste. O uno de vosotros lo hizo. Estuve en el


incendio del Royale hace un par de noches, y habría tenido una
muerte prematura si no fuera por alguien de aquí. —Levantó la
gran cesta de regalo en sus manos—. Sólo quería mostrar mi
agradecimiento.

Cuando nadie hizo ademán de quitarle la cesta de las manos 26


-el shock hace de las suyas- el hombre dejó la cesta en la mesa
más cercana y se pasó las manos por los pantalones acampanados.
No tanto como un gesto nervioso, sino más bien como si se
asegurara de que seguía estando perfectamente arreglado.

—¿Estuviste en el Royale? —por lo general, tenía bastante


buena memoria, pero por alguna razón no lograba ubicarlo.

El hombre ladeó la cabeza, y entonces una luz parpadeó


detrás de sus ojos. —Oh, puede que no me reconozcas. Llevaba el
más fabuloso vestido de lentejuelas rojas de Valentino esa noche,
pero no uso los vestidos de diseñor durante el día. Es un poco
exagerado, ¿no crees?

Oí una burla por detrás y me giré para ver la boca de Davis


articular: Es tu príncipe, y fue entonces cuando caí en la cuenta:
¿Miss Razzle Dazzle? Mierda. Está bien. Hice todo lo posible por
fulminar a Davis con la mirada antes de volver a dirigirme al
hombre que creía que esa atrevida elección de ropa de hoy era de
algún modo inferior a la que había llevado la otra noche.

—Entonces —el hombre escaneó la habitación, con una ceja


alzada— ¿a quién tengo el placer de agradecer su caballerosidad?

Estaba de pie, boquiabierto, tratando de asimilar todo lo que


acababa de decir, cuando Olsen se acercó a mí y me pasó un brazo
por los hombros.

—Ese sería este tipo de aquí. El teniente Kieran Bailey.


Tienes suerte; es uno de nuestros bomberos más... solicitados.
Acaba de decirnos esta mañana que servir a Chicago es su deber
cívico número uno. ¿No es así, KB?

Iba a matarlo. No sería tan malo vivir solo de nuevo,


¿verdad?

El hombre dio un paso adelante y extendió su mano. —


Bueno, teniente Kieran Bailey, estoy en deuda con usted.
Sebastian Vogel.
27
Le tendí la mano, sin ánimo de ser descortés, y me di cuenta
de que tenía las uñas perfectamente pulidas y de un brillante tono
azul a juego con su traje. —No hay ninguna deuda que pagar. Todo
forma parte del trabajo.

—Bueno, te lo agradezco igualmente. —Sus ojos recorrieron


mi rostro, y cuando miró nuestras manos, me di cuenta de que aún
sostenía la suya.

La solté y me reí. —Lo siento. —No tenía ni idea de por qué


me disculpaba, pero cuando una sonrisa se extendió lentamente
por sus labios, tuve la clara impresión de que sí.

—¿Por qué, guapo?

Sí, no necesitaba responder a eso, así que, en su lugar, me


giré y señalé hacia los demás. —Ese de ahí es Davis, Olsen,
Brumm, Sanderson y nuestro aspirante, Lee. Formaban parte del
equipo que te ayudó.

La mano de Sebastian cubrió su corazón. —Dios mío. Tantos


hombres musculosos en un edificio. ¿Cómo conseguís hacer algo
de trabajo?

El silencio llenó la sala, ya que nadie parecía tener una


respuesta para el coqueto comentario de Sebastian. No era
frecuente recibir visitas, y nunca como el hombre que estaba frente
a nosotros con más confianza y descaro en su dedo meñique que
la mayoría de la gente en todo su cuerpo.

Después de todo, nos había dejado a todos boquiabiertos,


¿no?

Me aclaré la garganta cuando fue evidente que todos los


demás se habían tragado la lengua. —Gracias por la cesta de
regalo. Es muy amable de tu parte.

—Oh, no es nada. —Me hizo un gesto de abandono con la


mano, pero la sonrisa que llevaba decía que apreciaba el 28
reconocimiento—. Me imaginé que con la forma en que subiste
todas esas escaleras te vendrían bien los carbohidratos.

Detrás de mí, Olsen se rio y dijo: —No te equivocas.

—Déjame darte mi tarjeta, y si quieres más, o si hay algo,


cualquier otra cosa que necesites, no dudes en llamar. —Sebastián
deslizó su delgada mano dentro de su americana y sacó una
pequeña tarjeta de visita rectangular. Se la cogí y no me atreví a
apartar la mirada. Miró a mi alrededor y al de Olsen para saludar
a los chicos que estaban detrás de nosotros—. Que tengan un buen
día, chicos.

Sólo podía imaginar las miradas de estupefacción en sus


rostros, teniendo en cuenta que no hubo ninguna respuesta. Pero
Sebastian Vogel parecía no inmutarse por la reacción -o la falta de
ella- y volvió a centrar su atención en mí.

—Espero no haberos robado demasiado tiempo.

Negué con la cabeza. —Por supuesto que no. Nos alegramos


de que estés a salvo, ¿verdad, chicos?

Un gruñido de afirmación se produjo a mi alrededor, y


Sebastián sonrió con complicidad. —Como yo. Gracias de nuevo,
teniente Kieran Bailey.

Incliné la cabeza cuando se dio la vuelta y salió por donde


había entrado. Con los hombros erguidos y la cabeza alta, salió del
parque de bomberos como si estuviera caminando por una
pasarela, y no pude evitar recordar los tacones de aguja
kilométricos que había rescatado para él la noche del incendio. Me
pregunté si caminaba con la misma seguridad con ellos.

Espera, ¿qué?

—Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en llamar. —Me giré


para ver que Olsen bateando sus pestañas y lo golpeé en el brazo,
con fuerza. 29
—Eres un imbécil.

—Pero guapo, estoy taaaan agradecido —dijo, haciendo su


mejor imitación del señor Vogel -que era la peor de todas. Los
chicos rompieron a reír.

—Sí, sí, ríete. Hazlo mientras haces la revisión del equipo.

Davis echó un vistazo a la cesta de regalo que estaba llena


de galletas, magdalenas y todo tipo de productos horneados. —¿Te
importa si me llevo una magdalena?

—Coge tres.

—Una será suficiente, pero tengo que decir que por un


momento pensé que las cosas iban a tomar un giro en otra
dirección.

—Déjalo. Sólo estaba siendo amable.

—Mmmm, muy, muy amable.

Antes de que pudiera refutar eso, Davis lanzó una de las


magdalenas al aire y caminó hacia la bahía de aplicaciones,
dejándome seguir. Pero antes de hacerlo, me metí la tarjeta del
señor Vogel en el bolsillo y negué con la cabeza. Esta mañana había
tenido un comienzo inesperado. Sólo podía esperar que el resto del
turno fuera un poco menos emocionante.

30
4
KIERAN

—HOY HACE UN CALOR de mil demonios —dijo Sanderson, tan


elocuente como siempre, me lanzó una botella de agua mientras
se acomodaba en la parte trasera del motor y daba un trago a la
suya. Hoy se celebraba una gran exposición tecnológica en el
Soldier Field3, y nuestro parque de bomberos era uno de los
afortunados a los que se les había encomendado la tarea de
divulgación.

Estábamos estacionados en la entrada oeste del estadio para


aumentar la visibilidad de nuestro parque, por no hablar de la
vigilancia de los miles de personas que entraban en un día lleno de
los últimos y mejores artilugios -básicamente, era una convención
para frikis y nerds de la tecnología. Dos días llenos de lo mejor de
lo mejor en tecnología de última generación, mostrando sus
productos en un recinto de pruebas donde podían relacionarse con
personas de ideas afines y mostrarse a su adorado público.

Para nosotros, era un largo día de estar sentados al sol y


esperar que estos chicos fueran lo suficientemente inteligentes
como para llevar un sombrero y protección solar e hidratarse, entre
sus alardes sobre el último gadget sobre el que finalmente harían
cola durante la noche para tener en sus manos.

Nunca entendí esa mentalidad. Diablos, yo todavía utilizaba


un teléfono que tenía, ¿cuánto, cinco años? Oye, tardé tres años
en pagarlo y el aparato seguía funcionando. ¿Por qué tendría que
cambiarlo?

—Hoy es un día jodidamente miserable. —Brumm se quitó la


gorra y se secó el sudor de la frente—. ¿Qué hemos hecho para
merecer este tipo de castigo, de todos modos?
31
3
Es un estadio multiusos localizado dentro del Burnham Park en Chicago, Illinois, Estados Unidos.
—No hemos hecho nada. Era nuestro turno. —Bebí un poco
de agua y miré hacia donde estaba sentado Brumm—. Me imaginé
que disfrutarías de un día fuera de la estación.

—Tal vez si estuviéramos trabajando en, no sé, una


convención de cómics. Al menos habría algo que mirar. Princesas
guerreras, mujeres gato, viudas negras con trajes de cuero
ajustados...

—Sí, está bien, ya me lo imagino. Pero nunca se sabe. Tal


vez el amor de tu vida está esperando dentro ahora mismo.
Deberías ampliar tus horizontes, Brumm. Piensa fuera de la caja.

Olsen se burló mientras se acercaba a mí y me entregaba un


sobre de manila. —Sí, eso no va a suceder. Has utilizado la única
palabra a la que es alérgico: 'pensar'.

Brumm se desentendió de Olsen mientras yo abría el sobre


y sacaba los pases para el almuerzo. Cada uno de nosotros había
recibido una comida gratis para el día, y había estado esperando a
que los organizadores los trajeran.

Con los tickets dorados en la mano, llamé por radio a las


otras unidades que estaban en la entrada y les dije que íbamos a
comer. Me dieron el visto bueno y, mientras repartía los pases, me
rugió el estómago. Al parecer, haber estado sentado toda la
mañana me había abierto el apetito. O eso, o mi cuerpo había
estado tan aburrido que se excitaba con la idea de hacer algo tan
simple como comer.

Nos dirigimos a la entrada, donde el personal de seguridad


comprobó los cordones con nuestros pases que colgaban de
nuestros cuellos, y en cuanto se abrieron las puertas, una ráfaga
de aire fresco nos envolvió y soltamos un suspiro colectivo.

—Está bien, lo retiro —dijo Brumm—. Estoy más que feliz de


aceptar mi castigo si eso significa que tengo que estar aquí durante
los próximos treinta minutos. 32
Puse los ojos en blanco. —No es un castigo. Estás ayudando
a tu comunidad.

—Bien, boy scout. ¿Te importa si voy a ayudar repostando?


No seré útil para nadie si me desmayo de hambre.

—¿No te has zampado cuatro donuts esta mañana? —dijo


Olsen, mientras Brumm y Sanderson empezaban a dirigirse a los
vendedores de comida.

—Eso fue hace horas.

—Como tres.

—Soy un chico en crecimiento, ¿qué puedo decir?

Mientras esos tipos se dirigían a buscar comida, Olsen se


volvió hacia mí. —¿Vienes?

—En un rato. Pensé en hacer un rápido recorrido. No está de


más echar un vistazo, asegurarme de que todo parece lo
suficientemente seguro en la zona.

—El boy scout tiene algo de razón.

—Tal vez sea así. Pero ya me conoces, siempre me gusta


estar preparado.

—De acuerdo, bueno, ven a buscarnos cuando hayas hecho


tu caminata.

—Lo haré.

Olsen corrió tras el resto de los chicos mientras me daba la


vuelta y me dirigía en dirección contraria. Los vendedores de
comida estaban en un lado del estadio, y las salas de exposición
donde se realizaban las pruebas, las demostraciones, las charlas
sobre productos y las presentaciones estaban en el otro.

Mientras me abría paso entre la multitud, noté que varias 33


personas miraban hacia mí. Con mis botas, mis pantalones de
protección y mi camiseta azul de CFD4, llamé automáticamente la
atención, ya que destacaba entre los asistentes vestidos de manera
informal de la exposición de hoy. Si a eso le añadimos que la gente
parecía fascinada por los bomberos en general, no me sorprendió
en absoluto la atención que recibí.

Recorrí varias filas de mesas y stands en los que las pantallas


de televisión y los monitores de ordenador mostraban los nombres
de los productos y las demostraciones, y la gente se reunía en
torno a ellos para conocer el último dispositivo que, de alguna
manera, haría su vida cotidiana mucho más fácil.

No sé, llámenme de la vieja escuela, pero ¿esta gente no


estaba preocupada por la posibilidad de que algo como Skynet5
ocurriera realmente? A mí sí.

Acababa de llegar al final de la primera fila, donde se había


montado un enorme escenario para el cabeza de cartel de la
exposición, y cuando levanté la vista hacia la pantalla gigante que
había sobre el escenario, mis pies se detuvieron en seco. Allí, en la
enorme pantalla que miraba al público, estaba nada menos que
Sebastian Vogel. Bueno, su cara, al menos... y no había forma de
confundir esa cara.

Su cabello negro azabache resaltaba su tono de piel de


porcelana, e incluso sin una pizca de maquillaje, sus rasgos eran
tan delicados que me recordaron inmediatamente la primera vez
que lo había visto, y por qué lo había identificado erróneamente.

El tipo era bonito. De manera alarmante. Y con el fondo


morado del anuncio, era difícil apartar la mirada. La palabra
AnaVoge estaba escrita en negrita junto a él, y debajo aparecía
Sebastian Vogel, director general y propietario.

4
Departamento de Bomberos de Chicago, The Chicago Fire Department.
5
Skynet es el nombre que recibe la inteligencia artificial que lidera al ejército de las máquinas en la saga de
películas Terminator y el principal antagonista de ésta. En la saga, Skynet es una Inteligencia artificial capaz de
controlar el arsenal militar de los Estados Unidos con independencia de los humanos. 34
AnaVoge… ¿Qué demonios era eso? Evidentemente, algo
tecnológico que todos los presentes conocerían, ya que era uno de
los titulares. Decidí arriesgarme, me incliné hacia el tipo que estaba
a mi lado y le pregunté: —Hola, hombre, ¿cómo te va?

El tipo parecía tener unos treinta años y llevaba unos


pantalones beige holgados con una camisa metida por la cintura.
Llevaba unas gafas y un cuaderno y un bolígrafo en la mano, y era
claramente un asistente. —Estoy bien. ¿Y tú?

—Yo también estoy bien —asentí, tratando de pensar en una


transición a la conversación que quería tener—. Sólo estoy
tomando un descanso para refrescarme y almorzar, pensé en echar
un vistazo.

—Pues estás de suerte. AnaVoge sale en quince minutos.

—Bien. AnaVoge... —Volví a mirar la pantalla gigante, donde


la cara de Sebastián miraba a la multitud que empezaba a reunirse
alrededor del escenario—. ¿Y qué es exactamente AnaVoge?

—Más bien quién es AnaVoge. Sebastian Vogel es uno de los


líderes más influyentes de la industria tecnológica en este
momento. Se encarga de la analítica de un montón de empresas
de primera línea que conocerás, y una de las razones es él. Ha
cambiado la forma en que las empresas se conectan y hacen crecer
su audiencia. Desde las redes sociales hasta el tráfico del sitio web,
AnaVoge les ayuda a reestructurar su plataforma y su presencia
para conseguir más tracción. Él es el mejor del juego, tiene un
software diferente a cualquier otro, y viene con los mejores planes
de estrategia alrededor. Es...

Aparentemente el héroe de este tipo. Mientras seguía


hablando de todas las cualidades de Sebastian, utilizando palabras
como “algoritmos” y “metadatos” y un montón de otras cosas de
las que no sabía nada, naturalmente me desconecté.

Mi vista se fijó en algo brillante y luminoso a un lado del 35


escenario, donde varias personas se reunían en torno a una figura
alta y distinguida con un traje negro a medida. Hablaba
animadamente con los que le rodeaban, y mientras lo hacía me fijé
en varios anillos de distintos tamaños que adornaban su mano, y
eso fue lo que captó la luz.

Me fijé en el cabello negro y en la forma casi regia en que el


hombre estaba de pie, y sin siquiera ver su rostro, supe que estaba
viendo a Sebastian Vogel.

Sin querer alertarle de mi presencia todavía, me acerqué


lentamente, queriendo ver a este tipo en acción. Era un
rompecabezas que se volvía más complejo cada vez que me topaba
con él. La Srta. Razzle Dazzle de noche y el Sr. Sebastian Vogel,
gigante de la tecnología, de día. Si eso no era un rompecabezas
mental, no sabía qué lo era.

Rodeé el grupo de gente hasta situarme al fondo de la


multitud y observé con curiosidad cómo Sebastian continuaba su
conversación con los de traje y corbata. Le preguntaban cosas que
estaban muy por encima de mis conocimientos para encender un
ordenador y realizar una rápida búsqueda en Google, y mientras
respondía a todas y cada una de ellas, sus ojos escudriñaban al
grupo.

Pasó por encima de mí y siguió adelante hasta que, sí, ahí


estaba, el parpadeo de reconocimiento en esos ojos oscuros, y se
centró en mí como un rayo láser.

—Vaya, vaya, vaya, si es mi bombero favorito el que cuida


nuestro pequeño evento de hoy.

Pequeño mi trasero. No había nada pequeño en el evento de


hoy, y a juzgar por la sonrisa de Sebastian mientras se abría paso
entre el grupo de gente hacia mí, lo sabía.

—Permítanme presentarles a todos. —Sebastian se detuvo a


mi lado y me puso una mano en el brazo, y cuando se volvió hacia
la multitud, me di cuenta de que sus uñas seguían siendo de ese 36
azul metálico oscuro del día anterior—. Este es el teniente Bailey,
del Departamento de Bomberos de Chicago. También es el hombre
que ha hecho posible que yo esté hoy aquí. Me salvó de un terrible
incendio la otra noche.

Los ojos se abrieron de par en par mientras miraban de


Sebastian a mí, y justo cuando estaba a punto de seguir
explicando, alargó la mano y estrechó la del hombre que estaba
directamente frente a él.

—Gracias por venir hoy. —Sonrió a los demás que seguían


pendientes de cada una de sus palabras—. Si no he respondido a
su pregunta, asegúrese de quedarse hasta el final de la
presentación. Habrá una sesión de preguntas y respuestas.

Le dieron las gracias y se dirigieron al escenario, donde la


pantalla gigante volvía a anunciar a AnaVoge y a su enigmático
director general.

—Entonces —me metí las manos en los bolsillos— eres muy


importante por aquí, ¿eh?

—Soy muy importante en cualquier lugar, cariño.

—Y tienes una pantalla gigante para demostrarlo.

Su sonrisa socarrona era casi lobuna. —Entre otras cosas.

—Bueno, ciertamente lo piensan.

Miró por encima de mi hombro y asintió. —Sí, creo que sí. ¿Y


qué hay de ti?

—¿De mí?

—Sí. —Una de sus cejas perfectamente formadas se


arqueó—. ¿Qué piensa de mí, teniente?

No pensaba nada en absoluto. Al menos no lo había hecho


hasta que caminé por la fila de stands hoy y vi su cara en una
pantalla de dos metros por tres. Entonces me puse a pensar en el 37
escandaloso hombre que se había presentado en la comisaría con
una blusa que me recordaba a la decoración de una fiesta, y que
había llevado un vestido de diseño y unos tacones mejor que la
mayoría de las mujeres…

—¿Teniente?

—Lo siento. —Parpadeé para enfocar su llamativo rostro y


me di una patada en el culo. Deja de actuar como un maldito bicho
raro—. Estaba pensando que no entiendo nada de ti.

Cuando sus dos cejas se alzaron, me di cuenta de cómo debía


sonar y me apresuré a continuar.

—Tu trabajo, quiero decir. No lo entiendo. En absoluto.


Alguien trató de explicármelo, pero... —Hice un gesto con la mano
plana sobre mi cabeza—. Estaba muy por encima de mi cabeza.

—Ya veo. Entonces estamos en paz, porque yo tampoco sé


mucho de tu trabajo, salvo que te enfrentas a los incendios cuando
los demás se esfuman. —Los ojos de Sebastian bajaron hasta mis
pantalones de protección—. Bueno, eso y que de alguna manera te
las arreglas para que esos horribles pantalones parezcan algo en
lo que no me importaría meterme.

—Créeme, no querrías estar en ellos hoy. Estoy muy


caliente.

—De eso se trata, guapo. —Sebastian me guiñó un ojo, y


mientras mi cerebro trataba de ponerse al día con el intercambio
que acabábamos de tener, señaló el escenario—. Tengo que irme.
¿Te vas a quedar a ver mi actuación?

—No, tengo que volver con los chicos. Estamos aquí hasta
que se cierren las puertas y luego iremos a Mulligan's.

—¿Mulligan’s?

—Sí, es el pub local.


38
—Oh, Señor. Lo que no haría por un trago fuerte ahora
mismo.

Miré a la multitud cada vez mayor y luego, antes de darme


cuenta, me oí decir: —Oye, ¿sabes qué? Deberías venir con
nosotros.

Una profunda V se formó entre las cejas de Sebastián. —¿A


un pub?

El disgusto en su cara me hizo reír, y por alguna razón ahora


estaba más decidido que nunca a que aceptara. —Claro, ¿por qué
no? A menos que tengas algo más planeado.

—No lo tengo, pero...

—Genial, porque dijiste que si necesitaba algo podía llamar,


y, bueno, voy a necesitar un trago esta noche.

Los ojos de Sebastian se entrecerraron, y estaba seguro de


que esa mirada era intimidante para algunos, pero como acababa
de señalar, me ganaba la vida corriendo entre edificios en llamas.

—Oh, vamos. Puedes encontrarnos allí. Es bastante fácil de


encontrar. Es el único Mulligan’s en Chicago. Sorprendente, lo sé.

—De nuevo, sólo para que quede claro. ¿Quieres que vaya a
un... pub?

La expresión de su cara me recordó a la de Xander -el


prometido de mi hermano Sean- siempre que estaba de un humor
especialmente snob, y me hizo sonreír. —Sí, ya sabes,
normalmente hay un bar, una mesa de billar, música, alcohol...

Un ritmo fuerte y retumbante empezó a sonar en los


enormes altavoces que rodeaban el escenario, y Sebastian negó
con la cabeza. —Debo estar loco, pero estoy en deuda contigo y
tus hombres.
39
—Mulligan’s —sonreí—. Búscalo.
Caminó junto a mí hacia el escenario, y mientras avanzaba,
un aroma embriagador llegó a mi nariz. Me recordó al crepúsculo
y a las tormentas, a las sábanas de seda y a la sofisticación, y no
fue hasta que la radio enganchada a mi camisa crepitó, y Olsen
preguntó dónde estaba, que me di cuenta de que seguía de pie
mirando al desconcertante CEO.

40
5
BASH

SI LUCAS y los demás pudieran verme ahora...

¿En qué demonios estaba pensando cuando acepté unirme a


Kieran y su equipo en un pub? Un pub. Yo no era exactamente el
tipo de pub, lo que tenía que ser más que obvio, pero una invitación
era una invitación, y yo no era de la mente para rechazarlo.
Tampoco tenía intención de comprar otro par de vaqueros para el
evento, así que decidí que el negro era el tema de esta noche.

Me di una última pasada de brillo de labios -neutral esta


noche, ya que me había pasado con el kohl- y luego me alejé del
espejo de cuerpo entero para comprobar el producto final. Unos
pantalones negros ajustados y una camisa abotonada a juego con
líneas transparentes en las mangas.

Elegante, sexy y completamente irresistible. Y eso era


exactamente lo que necesitaba que Kieran Bailey pensara también.
Sí, el tipo era heterosexual, eso no era ninguna sorpresa, y aunque
no solía perder el tiempo con tipos así, no estaría de más pasar
unas horas con un caramelo para los ojos.

Y quién sabe, tal vez me encontrara... intrigante y demasiado


tentador para negarlo.

Aquí no hay nada.

El conductor al que había llamado con antelación ya estaba


aparcado en la acera cuando salí del hotel, y desde allí fue un paseo
rápido hasta el pub. Kieran no había mencionado a qué hora
estarían todos allí, pero como me había tomado mi tiempo para
prepararme, no dudaba de que ya llevarían unas cuantas copas.
41
Una vez que llegamos a Mulligan's y el coche se detuvo, el
conductor se dispuso a salir, pero lo detuve rápidamente.

—No serás necesario esta noche, pero gracias. —Lo último


que necesitaba en un lugar como este era que alguien me abriera
la puerta—. Te llamaré cuando quiera partir.

—Que tenga una buena noche, señor.

—Gracias.

En cuanto abrí la puerta del pub, unos sonidos estridentes


asaltaron mis oídos. El olor a cerveza era espeso en el aire, y el
lugar estaba lleno de gente.

Así que aquí es donde los habitantes de Chicago


desaparecen.

Provocaba más de una doble mirada mientras me abría paso


entre la multitud, buscando una cara conocida, pero la atención
nunca me había molestado antes y definitivamente no lo hacía
ahora. Tenía un aspecto diabólicamente sexy, y lo sabía.

Mis ojos no tardaron en fijarse en el equipo de bomberos que


estaban instalados alrededor de una mesa de billar en la parte
trasera del pub. Un par de ellos estaban jugando, mientras Kieran
y otro de los chicos se sentaban en una mesa alta.

Los chicos eran del tipo grande y musculoso, justo lo que me


gusta, pero Kieran, a mis ojos estaba en una liga propia. Maldita
sea. Llevaba un par de vaqueros desgastados y se había puesto
una camiseta oscura, pero fue la forma en que la ropa abrazaba su
cuerpo musculoso lo que me hizo pensar en el comentario anterior
de Lucas sobre las babas. Sí, mirando a Kieran, podía ver
totalmente que eso ocurría.

Cuando caminé hacia el grupo y por fin me vieron, sus ojos


se abrieron de par en par, y no me importó en absoluto esa
reacción. 42
Kieran tragó y luego bajó su cerveza de los labios. —Hola,
has venido.

Sonreí. —Por supuesto. Sería muy grosero por mi parte


rechazar una invitación, especialmente cuando hay alcohol de por
medio.

—Bueno, vamos a conseguirte un trago. —Kieran le hizo


señas a una de las camareras, y no me pasó desapercibido el modo
en que sus ojos se desviaron brevemente hacia sus suntuosos
pechos. Supuse que eran impresionantes, si eso era lo suyo—.
Vamos a tomar otra ronda, y una para Sebastián.

—Bash —dije, lanzando un guiño a Kieran, y luego dirigí mi


atención a la camarera, entregándole mi tarjeta de crédito—.
Quiero un spritzer6 de vino blanco para empezar, por favor, y
puedes poner sus pedidos en mi cuenta.

—No, no necesitas hacer eso… —comenzó Kieran.

—Tonterías. Es lo menos que puedo hacer por lo mejor de


Chicago.

Eso le hizo esbozar una sonrisa. —¿Escucharon eso, chicos?


Lo mejor de Chicago está aquí.

—Dios mío. —El alto pelirrojo que sostenía un taco se frotó


la cara—. Si no dejas de hablar de esa mierda de bombero más
caliente, voy a vomitar mis tripas por toda esta mesa.

—Cálmate, Brumm, estaba hablando de todos nosotros.

Brumm hizo una pausa. —Oh. Bueno, no está jodidamente


equivocado, ¿verdad?

Kieran negó con la cabeza y tomó un trago de su cerveza. —


Bueno, gracias por eso, pero realmente no tienes que hacerlo.

43
6
Coctel de vino blanco con agua mineral con gas.
—Es un placer. —Estaba más que dispuesto a hacer otras
cosas para mostrar mi generosidad, pero esa oferta probablemente
pasaría por encima de su consideración.

Me miró y luego asintió lentamente. —Te lo agradezco. Y la


comida también, aunque Olsen, por allí, se apoderó de la mayor
parte.

—Oye, si te quedas dormido, pierdes —dijo el tipo, que


obviamente estaba escuchando, aunque su atención se centraba
en la bola a rayas que estaba alineando.

Kieran señaló la mesa. —¿Juegas?

—¿Con palos largos y bolas? Cariño, esa es mi idea de un


buen viernes por la noche.

Se atragantó con su cerveza, tosió y luego se pasó el dorso


de la mano por la boca.

—Lo siento —dije, no sintiéndolo en absoluto—. Supongo que


no tengo mucho filtro, pero... tú preguntaste.

—Sí, lo hice. —Se rio, negando con la cabeza, y sentí esa


profunda vibración dispararse directamente a mi polla—. Toma un
taco y haremos equipos.

Brumm levantó la vista de su disparo y miró fijamente a


Kieran. —No hemos terminado.

—Por eso venimos a ayudarte.

—No necesito tu ayuda.

—Me parece que te está costando meter las bolas en la


tronera correcta. ¿Qué opinas, Seba-Bash? ¿Puedes ayudar a un
tipo?

Cogí la tiza azul y empecé a pasarla sugestivamente por la


punta de mi taco. —Puede ser un trabajo duro e ingrato, pero 44
alguien tiene que hacerlo.
Con los ojos de Brumm y Olsen pegados a mi mano -y sus
bocas boquiabiertas- tuve que ocultar una risita.

En serio, ¿qué hacía yo en un pub con chicos heterosexuales?

—Me uno a Olsen, y Bash, Brumm es todo tuyo. —Kieran me


guiñó un ojo, y fue tan caliente e inesperado, que apenas me di
cuenta cuando Brumm armó un escándalo.

—Espera un puto minuto. —La cara de Brumm se volvió de


varios tonos de rojo a juego con su cabello.

Me acerqué a él, le di una larga mirada que le hizo cambiar


de pie, y ronroneé. —Nunca he tenido un pelirrojo.

Los ojos de Brumm se abrieron de par en par y una sonora


carcajada llegó desde el otro lado de la mesa.

—No te preocupes. —Olsen le dio una palmada en el hombro


a Kieran—. Este tipo ha tenido todos los colores del arcoíris. Estoy
seguro de que estará más que feliz de ayudar.

Kieran apartó a su amigo de un empujón. —Cállate.

—¿Suzie no era pelirroja? O era...

—Lara —dijo Davis desde una de las mesas altas que había
detrás de nosotros, donde se sentaba con un tipo que parecía estar
chupando un limón, uno realmente agrio.

—Se llamaba Heather —dijo Kieran, recuperando mi


atención—. Para que quede claro. Ella era más castaña que
pelirroja como Brumm. Así que todos podéis besarme el culo.

Es decir, si él se ofrecía, yo estaría más que feliz de dar un


paso al frente, aunque parecía que el sándwich Suzie-Lara-Heather
lo tenía más que ocupado.

Al ver el triangulo, lo cogí y se lo tendí a Brumm, bateando


las pestañas. —Guapo, ¿crees que podrías colocar las bolas para 45
mí?
Mientras su cara se ponía roja de nuevo, las risas estallaron
detrás de nosotros, y yo sonreí. Molestar a este pobre hombre toda
la noche sería divertido, a menos que decidiera usar esos gruesos
músculos para una reacción más violenta.

No dijo ni pío mientras empezaba a colocar las bolas en el


triangulo, pero no era yo el único que quería burlarse esta noche.

—Ooh, sí, colócalas bien. —Olsen apoyó su culo en el lado de


la mesa y se mordió el labio sugestivamente ante Brumm—. Sí,
así. Espera... más fuerte. Ahueca las bolas...

—Fóllame. —Al sonar una risa explosiva, Brumm dejó caer la


cabeza entre las manos.

—Uf, por muy tentadora que sea esa oferta —dije, mientras
me inclinaba sobre la mesa hacia Brumm— me temo que no eres
mi tipo.

—Maldita sea. Ni siquiera el maricón te quiere.

Las risas en nuestro rincón de la sala cesaron


repentinamente cuando todas las miradas se volvieron en dirección
al amargado que estaba sentado en la silla alta tomando un trago.

—¿Qué coño, hombre? —dijo Kieran.

—¿Qué? Quiero decir, cuando ni siquiera los gais te quieren,


eso es condenadamente lamentable.

Me tensé, esa sensación familiar de ir a la batalla afilando mi


lengua. Pero no tuve que decir ni una palabra, porque Olsen saltó
antes que yo.

—Bueno, nadie te quiere, Sanderson, así que ¿cuál es tu


maldita excusa?

Una serie de “oohs” estalló, rompiendo la tensión que se


había creado tan repentinamente. No esperaba que ninguno de los
46
chicos dijera una palabra en mi defensa, pero tampoco esperaba
tener que lidiar con divagaciones ignorantes esta noche.

Pero como todos los gilipollas homófobos, el tal Sanderson


no podía dejarlo pasar, no podía soportar no tener la última
palabra.

—No se necesitan excusas por aquí. Prefiero estar solo a que


me toque un marica con vestido.

—Sanderson. —Kieran golpeó su palo de billar sobre la mesa,


y si ese sonido desgarrador no había sido suficiente para enderezar
mi columna vertebral, la asquerosa boca de ese imbécil
ciertamente lo habría sido.

No estaba dispuesto a pasar la noche defendiéndome de un


perdedor con el síndrome de la polla pequeña, así que le entregué
mi palo de billar a Brumm, que tuvo la decencia de parecer
avergonzado en nombre de su estúpido amigo.

—Siento pulir mi palo y salir corriendo, pero he llegado a la


decisión de que prefiero jugar solo esta noche que con alguien de
aquí.

Miré a Kieran y a Olsen e incliné la cabeza. —Gracias por la


invitación, pero creo que voy a dar las buenas noches.

Sin esperar a que saliera otra asquerosa perorata de la boca


de este imbécil, me cuadré de hombros y me dirigí entre la multitud
de curiosos que habían dejado de hacer lo que estaban haciendo
para ver el espectáculo, y luego me dirigí a la barra para recoger
mi tarjeta.

Qué decepción. Por un momento pensé que estaba


prejuzgando a los bomberos y a la gente de los pubs, que de alguna
manera había conseguido tropezar con el proverbial grupo de
hombres ultra-alfa que no eran unos imbéciles gigantes, pero no,
había tenido razón. Debería haber confiado en mi instinto todo el
tiempo. 47
Salí a la cálida noche de Chicago y llamé a mi conductor. La
puerta del pub se abrió detrás de mí y oí mi nombre. Sin querer
parecer descortés, me giré para mirar al magnífico hombre al que
había venido a ver esta noche y me di una bofetada mental por ser
tan débil, pero al parecer no estaba solo en ese terreno. El teniente
Kieran Bailey tenía un rostro apuesto, grandes músculos y una
sonrisa que derretía todas las bragas de Chicago, según sus
compañeros, así que ¿por qué no la mía?

—Oye, mira —dijo Kieran mientras metía las manos en los


bolsillos de sus vaqueros— siento lo que ha pasado ahí dentro.

—No tienes nada de qué disculparte. No fue tu culpa.

—Sí, pero igualmente, me siento responsable. Te pedí que


vinieras.

—Y he venido. —La puerta del pub se abrió, el sonido de la


multitud se derramó—. Deberías volver. Tus amigos te están
esperando.

—Bueno... Espera, ¿necesitas que te ayude a conseguir un


taxi o algo así? ¿Te alojas cerca?

Aunque aprecié el sentimiento de Kieran al tratar de calmar


la herida, no necesitaba la ayuda de nadie.

Justo a tiempo, el elegante Jaguar XJ negro se acercó a la


acera, y asentí hacia él. —Mi conductor sabe cómo volver al
Regent, pero gracias. —Abrí la puerta y entré, pero en el último
momento me giré para echar una última mirada al apuesto
bombero por el que había cometido el error de salir esta noche. Le
dediqué una tensa sonrisa e incliné la cabeza—. Nos vemos,
teniente Bailey.

48
6
KIERAN

LA MÚSICA SONÓ en el nuevo equipo de música que acababa de


instalar en mi Pontiac Firebird de 1970, de color naranja sangre,
cuando giré hacia la calle de mi hermano Bailey y me dirigí al final
de la calle sin salida.

Era sábado por la tarde, y mis hermanos y yo solíamos


reunirnos en la casa de nuestra infancia para hacer una barbacoa
si estábamos libres. Este fin de semana parecía que los hados se
habían alineado y todos estábamos disponibles, a juzgar por la
camioneta de mi hermano mayor, Sean, que ya estaba aparcada
en la entrada.

Me estacioné detrás de él y apagué el motor, luego me senté


durante un minuto y me quedé mirando la casa en la que había
crecido. Había tantos recuerdos dentro de esas paredes. Algunos
buenos, otros no tan buenos. Pero desde que Bailey y su novio
Henri se habían mudado a la casa y la habían hecho suya, de allí
sólo habían salido buenos recuerdos.

Abrí la puerta del coche de un empujón y cogí el paquete


doble de cerveza que había en el asiento de al lado, luego salí y
empujé la puerta para cerrarla con el culo. Hoy era otro día
caluroso, y cuanto antes me alejara del calor, mejor.

Cuando llegué a la puerta principal, se oyeron unas risas


apagadas en la terraza de atrás y, tras varios golpes, mi hermano
abrió la puerta.

—Bueno, ya era hora de que llegaras. —Bailey esbozó su


sonrisa despreocupada y cogió uno de los paquetes de seis latas
que yo tenía en la mano, luego me abrazó y me dio una palmada
en la espalda—. Sean se ha bebido la mitad de la cerveza que trajo, 49
y Dios sabe que no quería aguantar sus quejas.
—Debe ser su bocaza la que escuché allá atrás. —Cerré la
puerta de una patada y seguí a Bailey a la cocina, donde Xander,
nuestro viejo amigo de la familia -aunque últimamente un poco
más amistoso con mi hermano mayor- estaba sazonando las
hamburguesas que había colocado meticulosamente en una
bandeja.

Me miró por encima del hombro, sin un cabello negro o


plateado fuera de lugar, y sonrió. —Vaya, mira quién ha decidido
honrarnos con su presencia hoy. —Con las manos llenas, extendió
el codo y lo golpeé con el mío en señal de saludo.

Dejé la caja de cerveza sobre la barra y cogí un puñado de


las patatas fritas ya dispuestas en un cuenco. —Han sido unas
semanas muy ocupadas. Ya sabes, salvando la ciudad, un edificio
en llamas de vez en cuando.

—Y tan modesto, además —dijo Xander secamente.

Bailey me dio una palmada en la espalda. —No se puede


correr hacia los incendios sin ser un poco engreído.

Xander nos miró y levantó una ceja. —¿Chulería? ¿O


desquiciado? Nunca lo sé con vosotros, hermanos Bailey.

—Lo dice el hombre que informa en directo de guerras,


huracanes, redadas de drogas...

—Por no hablar de la convivencia con el mayor grano en el


culo de Chicago —remató Bailey.

Xander sonrió. —¿De verdad quieres ir allí?

Bailey parpadeó, y entonces se dio cuenta de lo que había


dicho. —No. Diablos, no. Guardad todo eso para vosotros y en el
dormitorio, gracias.

—No puedo prometer que lo mantengamos en el dormitorio…


50
—Oh Dios, ¿podemos no hacerlo? No necesito saber lo que
pasa en el dormitorio de ninguno de los dos. —Me metí todo el
puñado de patatas fritas en la boca y fui a coger más, pero Xander
me apartó la mano de un manotazo.

—Mmm. ¿Es esta necesidad de mantenernos callados sobre


nuestras relaciones una forma de evitar que preguntemos sobre lo
que pasa en la tuya?

Me encogí de hombros y me lamí el vinagre salado de los


dedos. —En la mía no pasa nada.

—¿No? —Xander intercambió una mirada con Bailey, y tuve


la sensación de que estaban a punto de formar equipo—. ¿No has
salvado a ninguna damisela en apuros últimamente?

No sé por qué mi mente se dirigió a la imagen de Sebastian


Vogel con su ajustado vestido rojo, porque por lo que había
aprendido del tipo hasta ahora, era lo más alejado de alguien que
necesitara ser rescatado.

—No. No. Nada de damiselas en mi cama -mi vida.

Xander entrecerró los ojos hacia mí. —Eh ajá. —Luego me


entregó la bandeja de hamburguesas crudas—. ¿Por qué no te las
llevas fuera para que Bailey y yo podamos cotillear lo que significó
esa rápida negación?

Seguramente no era una punzada de culpabilidad lo que


sentía, porque no había estado mintiendo. No había necesidad de
decir nada sobre Bash. Era sólo una de las muchas personas que
había rescatado en las últimas semanas. No era gran cosa.

—Bueno, se parece a Kieran, pero no creo que lo haya visto


pensar tanto antes.

Al salir, me sacudí de la cabeza todos los pensamientos del


desconcertante director general de AnaVoge, sólo para ver a Henri,
la otra mitad de Bailey, raspando la parrilla. Incluso con la actual 51
ola de calor, el hombre no llevaba nada más que negro de la cabeza
a los pies, y la luz del sol golpeando las joyas de plata que cubrían
sus nudillos -y en su nariz- lo hacía parecer aún más fuera de lugar
para una barbacoa familiar. No tenía ni idea de cómo mi tranquilo
hermano explorador se había enamorado de ese tipo, pero sabía
hacer una buena hamburguesa, así que para mí estaba bien.

La risa de Sean me hizo mirar hacia él para verlo tumbado


en una de las sillas Adirondack, con una cerveza casi vacía en una
mano y otra llena y sin abrir en la otra. Estaba muy animado, sobre
todo con esa sonrisa perezosa en su jeta, por no mencionar el
hecho de que estaba aquí riéndose con Henri, un hombre al que
solía odiar.

Hombre, habíamos recorrido un largo camino.

Dejé la bandeja al lado de Henri para que pudiera empezar


con las hamburguesas, y luego me crucé de brazos y miré
fijamente a Sean. Ya no parecía un bastardo tan desaliñado;
habían desaparecido las camisas viejas y los vaqueros arrugados
que solía llevar, y en su lugar había alguien ligeramente más
arreglado. Ropa nueva que parecía haber visto una plancha, y supe
a quién debíamos agradecer todos los cambios de nuestro
desaliñado hermano.

—Bonita camisa —dije—. ¿De qué color es? ¿Azul Xander-


escogido-para-ti?

Sean se miró a sí mismo, y cuando se dio cuenta de que aún


tenía dos botellas en la mano, se bebió rápidamente la casi vacía
antes de destapar la otra. —'Me veo bien' es como se llama.
¿Celoso?

—Sí, me muero de ganas de que Xander venga a arreglar mi


armario.

—Ten cuidado —dijo Henri—. Xander tiene una manera


especial de hacer que la gente salga de los armarios.
52
—¡Ja! —Sean se rio y levantó su cerveza—. ¡Salí del armario!
Ya lo he pillado. Por fin los chistes de gais tienen sentido ahora.

—Oh, Dios mío, eres un maldito idiota. —Tomé el asiento al


lado de Sean.

—Oye, Xander estaría orgulloso.

—¿Porque finalmente no pareces un salmonete aturdido cada


vez que cuenta un chiste lleno de insinuaciones? Amigo, Bailey
salió en el instituto. ¿De verdad has tardado tanto en ponerte al
día con los chistes?

—Tanto tiempo y el hombre adecuado para, ya sabes,


enseñarme.

Está bien, estos tipos eran peores que mi equipo en el parque


de bomberos. Sexo en el cerebro las veinticuatro horas del día.
Pero mientras todos estábamos sentados bromeando sobre ello con
buen humor, los chicos de anoche -o al menos uno de ellos- había
tenido que ir y actuar como un completo idiota. Todavía no podía
creer la mierda que Sanderson le había dicho a Bash. No me había
sentado bien anoche y seguía sin hacerlo hoy, porque si hubiera
sido cualquiera de mis hermanos, le habría arrancado los dientes
a ese cabrón.

—¿Kieran?

—¿Eh? —Miré hacia Henri y me di cuenta de que debía


haberme perdido algo.

—Pregunté cómo estaba el trabajo. Vi ese gran incendio en


el Royale la otra noche. ¿Te llamaron para eso?

—¿Viste eso? —No podría decir por qué, pero mi pulso


empezó a acelerarse un poco, y mi mente saltó inmediatamente la
imagen que habría hecho entregando un zapato a la señorita Razzle
Dazzle.
53
—Sí. Salió en las noticias, pero no pude ver el número del
camión para saber si eras tú o no.

Un sentimiento inmediato de alivio me invadió, lo cual era


ridículo. Miré estúpidamente a Henri, que me miraba con el ceño
fruncido.

—¿Te sientes bien, Kieran? ¿Te has desmayado de hambre o


algo así?

La molesta voz de Sean me sacó de mi aturdimiento, y me


giré para mirarle. —Estoy bien, pero tal vez quieras dejar de beber.

—Me estoy relajando. Estás actuando raro. Entonces, ¿qué


pasa?

—No pasa nada. Sólo estoy cansado. — Volví a mirar a Henri,


bloqueando a Sean—. Y sí, estuve en el Royale. Fue una subida de
pesadilla. Veinticinco putos pisos.

Henri hizo una mueca. —Eso sí que parece una pesadilla.


¿Todos salieron a salvo?

—Síp.

Henri se volvió hacia la parrilla, y cuando volví a mirar a


Sean, me dedicó esa sonrisa de comemierda por la que era más
despreciado. —Estás ocultando algo.

Me burlé y negué con la cabeza. —Estás borracho.

—Estoy relajado, ¿cuántas veces tengo que decirlo? Lo que


me hace preguntarme por qué no tienes una cerveza en la mano
si estás tan cansado y estresado.

—Bien, detective, cálmese. Sólo estoy tratando de poner


algo de comida en mí antes de tratar de competir contigo.

—O estás tratando de mantener la cabeza despejada y


guardar tu secreto. 54
—No tengo ningún secreto.

—De acuerdo.

Dios, odiaba cuando Sean decía eso. De acuerdo, como si


realmente te creyera. Cuando en el fondo sabías que pensaba que
estabas lleno de mierda. Nadie, y me refiero a nadie, podía meterse
en tu piel como mi hermano mayor, lo que le convertía en un
detective de policía extremadamente eficaz, pero en la peor
persona a la que tratar de ocultar una mierda. Si Sean llegaba a
oler algo que pudiera usar para burlarse de mí, estaría acabado.

—Creo que voy a ir a buscar esa cerveza.

—¡Oh!, así que ahora tienes sed. Te tengo.

Le di la espalda a mi hermano y estaba a punto de ponerme


en pie y escapar cuando Bailey y Xander salieron armados con
cerveza extra y patatas fritas.

—Siéntate —dijo Bailey mientras me daba una cerveza fría.


Luego se dirigió a Henri y le rodeó la cintura con un brazo.

Xander ocupó un lugar en el regazo de Sean y señaló el bol


de patatas fritas. —¿Tal vez deberías comer algunas de estas?

Sean se rio y se acurrucó en el cuello de Xander. —¿Intentas


acabar con mi borrachera?

—No, sólo intento bajarlo a fuego lento.

—Buena suerte con eso. — Volví a inclinar mi cerveza y tomé


un trago mientras los dos me miraban, y Sean se acercó a la oreja
de Xander con un beso.

—Kieran está actuando raro.

—¿Lo está ahora? —Dijo Xander, y yo puse los ojos en


blanco.
55
Genial, esto era simplemente genial -ahora todos se estaban
confabulando contra mí. —Por enésima vez, no estoy actuando
raro. Estoy cansado.

Bailey frunció el ceño. —No sé. No tienes el teléfono en la


mano. Estás de mal humor. Tal vez la popularidad de esa victoria
en el calendario está empezando a desaparecer por fin.

—Que te den por culo.

—Ooh, y está peleando —dijo Xander—. ¿Qué pasó con


nuestro relajado Kieran? ¿Necesitas algo más fuerte que la
cerveza? ¿Un par de tragos, tal vez? ¿O tal vez algo que no sea
alcohol?

Negué con la cabeza, sin querer siquiera pensar en la


alternativa ahora mismo. Aunque... Mierda, tal vez ese era el
problema. Había estado tan ocupado en la rotación los últimos días
que no había tenido tiempo ni energía para pensar siquiera en ligar.
Una llamada a cualquiera de las chicas que me habían enviado
mensajes últimamente solucionaría ese problema, pero de alguna
manera eso no despertaba mi interés en este momento.

En cambio, sentí la misma punzada de culpabilidad que había


sentido la noche anterior cuando vi la vulnerabilidad que acechaba
en los ojos de Bash fuera del pub. Sí, parecía un tipo excéntrico, y
sí, tal vez no encajaba -sea lo que sea lo que signifique- en el pub,
pero seguía siendo un ser humano, uno decente, y no podía evitar
sentirme responsable de lo que había pasado anoche.

Cuando miré a mi familia en el patio, supe exactamente por


qué la culpa se había apoderado de mí. Estaba rodeado de todo
este amor y aceptación, y había hecho un trabajo pésimo al
defender a alguien que podría haber estado aquí con nosotros,
devolviendo todo lo que los demás le habían lanzado.

Mierda. Ni siquiera me había dado cuenta de que había


actuado de forma extraña hasta que llegué y todos me llamaron la 56
atención. Uf. Odiaba cuando tenían razón.
Me bebí la mitad de la cerveza fría de un tirón, esperando
que el alcohol me ayudara a relajarme un poco. Ya me preocuparía
de mi brújula moral más tarde.

—Muy bien, cabrones —dije, robando el bol de patatas fritas


de las manos codiciosas de Sean—. ¿Qué tal si dejáis de
preocuparos por mí y empezais a preocuparos por lo que va a pasar
si no me metéis unas cuantas hamburguesas en el estómago
pronto?

57
7
BASH

LA VISTA DE LA TERRAZA DEL ÁTICO DEL REGENT’S era lo mejor


de mi cambio forzado de lugar, y mientras me estiraba en el
cómodo sofá, dejé escapar un largo suspiro. Mientras que el Royale
tenía vistas al bullicio del centro de la ciudad, todo lo que podía ver
ahora era la extensa y oscura profundidad del lago Michigan. Me
recordaba mucho a mi propia casa en la isla de South Haven y a
estar sentado en mi patio a última hora de la noche viendo cómo
la luz de la luna golpeaba el agua.

Tranquilo. Tranquilo.

Di un largo sorbo a mi champán, dejando que el estrés del


día se desvaneciera. Por mucho que disfrutara de la escena social,
tenía que admitir que a veces necesitaba el silencio para reajustar,
especialmente después de las entrevistas que había tenido antes.
Todos los candidatos eran perfectamente capaces para el puesto,
pero ninguno destacaba por tener lo necesario para ser un líder en
AnaVoge.

Pero en el fondo, sabía que no me preocupaba tanto


encontrar a alguien como seguir pensando en lo de anoche, lo cual
era extraño. Nunca dejé que las opiniones de los demás me
afectaran. Sabía lo que valía y aceptaba lo que otros consideraban
excentricidades, y mantener una mentalidad positiva me había
llevado lejos en la vida. Entonces, ¿por qué había dejado que los
comentarios ignorantes de un desconocido se me metieran en la
cabeza?

Terminé el champán y cerré los ojos mientras la cálida brisa


me rozaba la piel desnuda donde mi nuevo kimono de seda se
había abierto.
58
Era algo parecido a... la vergüenza. Ese era el problema, y
la razón por la que me había sentido mal todo el día. No era un
sentimiento con el que estuviera demasiado familiarizado, pero por
alguna razón, el hecho de que me hubieran atacado delante de
Kieran me había molestado más de lo que estaba dispuesto a
admitir. Era ridículo, ya que probablemente no volvería a ver al
chico, pero saber que su última visión de mí era caminando como
si me avergonzara, me irritaba por dentro.

Me llevé la copa a los labios y gemí cuando me di cuenta de


que estaba vacía. Sí, eso no serviría, no esta noche.

Mientras me dirigía al interior para coger la cubitera que


enfriaba la botella de Dom Perignon, sonó el teléfono del hotel.

—¿Sr. Vogel? —dijo una seria voz masculina cuando


contesté—. Pido disculpas por la interrupción de su velada, señor,
pero tiene una visita abajo con el nombre de Kieran Bailey. ¿Tengo
su permiso para hacerlo subir?

¿Kieran? ¿Kieran estaba aquí? ¿Por qué?

Aturdido, no respondí de inmediato, hasta que el hombre


comenzó a hablar de nuevo, y finalmente lo interrumpí.

—Sí, está bien —dije—. Que suba.

Volví a dejar el teléfono en el auricular y fruncí el ceño; no


era la reacción que hubiera esperado al recibir al caliente bombero
a solas en mi ático, pero sabía sin duda que no era una visita
romántica, así que no había que hacerse ilusiones.

Kieran Bailey estaba aquí porque tenía mala conciencia.

Aunque sabía que él no se daría cuenta ni apreciaría mi


aspecto, no pude evitar mirarme en el espejo de todos modos. Mi
cabello negro todavía estaba peinado hacia atrás de mi cara por mi
larga jornada de trabajo, y aunque me había lavado la cara de
cualquier maquillaje, mis pestañas oscuras todavía hacían que 59
pareciera que tenía rímel. Los pantalones de seda con estampado
de cachemira de color lavanda me quedaban bajos en mis delgadas
caderas, y la bata abierta dejaba al descubierto mi pecho y mi
estómago. Consideré brevemente la posibilidad de cerrarla, pero
Kieran estaba entrando en mi territorio, no al revés. Si tenía algún
problema, podía marcharse.

En cuanto ese pensamiento se me pasó por la cabeza,


maldije. Lo estaba metiendo en la categoría que dominaba su
amigo Sanderson, y aunque eso no era justo, también sabía que
uno es la gente de la que se rodea.

Antes de que pudiera servirme otra copa de champán, Kieran


llamó a la puerta y cuadré los hombros antes de contestar.

Al parecer, en algún momento de las últimas veinticuatro


horas, había olvidado lo guapo que era ese hombre.

Ni siquiera tenía que vestirse para impresionar, lo cual era


totalmente injusto. Unos sencillos pantalones negros, una camiseta
blanca con unos cuantos botones desabrochados en la parte
superior, y esos ojos azules brillantes mirándole fijamente... Era
suficiente para que se me cayera la bata, pero no quería asustarle
todavía.

Puse la mano en el marco de la puerta y ladeé la cabeza. —


No sabía que había otro incendio, teniente.

Los labios de Kieran se levantaron de un lado, y maldita sea


si esa media sonrisa no lo hacía aún más sexy. La barba oscura
enfatizaba su línea de mandíbula masculina, y la sombra que cubría
sus mejillas hacía que esos labios parecieran más deliciosos de lo
que tenían derecho a ser.

—No hay fuego. Pero después de conocerte, no descarto la


posibilidad de que empiece uno.

Sabía que lo decía de forma totalmente no coqueto, pero eso


no impidió que mi caprichosa polla se interesara. Abajo, cariño, no
está aquí por ti. 60
—Mmmm —fruncí los labios, no estaba dispuesto a renunciar
a la oportunidad de coquetear descaradamente con alguien que
tuviera tan buen aspecto como Kieran. Además, tenía una
reputación que revivir y mantener. No iba a salir de Chicago
sintiéndome otra cosa que el fabuloso ser humano que sabía que
era—. Estoy tratando de decidir si eso es un insulto o un cumplido.
¿Crees que estoy bueno o crees que soy problemático?

Para mi sorpresa, Kieran se rio. —Creo que ya te he sacado


de un edificio en llamas una vez, y no quiero volver a hacerlo. Este
tiene aún más pisos.

Sexy y divertido. Dios estaba intentando ponerme a prueba


-o volverme loco-, pero de repente no me importaba que Kieran
Bailey estuviera aquí. De hecho, la idea de que rogara por mi
perdón parecía mucho más aceptable ahora que tenía una clara
visión de cómo se vería mientras lo hacía.

—Bueno, entonces, ¿te gustaría entrar? Puedes comprobar


que mis alarmas contra incendios están en orden por si decido
incendiar el edificio.

Bajé el brazo y me aparté, y he aquí que el teniente caminó


hacia el interior. Mientras entraba en el ático, cerré lentamente la
puerta y, no me avergüenza admitirlo, me quedé mirándolo como
el pedazo de hombre al rojo vivo que era.

Había algo tan sumamente atractivo en un hombre que podía


caminar en una habitación y dominarla, y vaya que Kieran podía
caminar en una habitación. Tenía una especie de... pavoneo. Era
fresco, casual, y lleno de tanta confianza que sabías que este tipo
era verdadero. No había necesidad de hablar de sí mismo, ni de
demostrar su valía; sabía lo que tenía y cómo utilizarlo, y yo lo
apreciaba -lo estaba apreciando- cuando se detuvo en medio de la
sala.

Entonces soltó un largo silbido y me miró por encima del


hombro. —Menuda habitación. 61
—Suite.

—¿Eh?

Se paró junto a la puerta, caminé a paso de tortuga por el


piso y señalé las otras habitaciones de la planta. —Es la suite del
ático. Tiene varias habitaciones.

—Error mío. —Kieran se rio—. Olvidé que estaba hablando


con un director general. Esto está un poco por encima de mi nivel
salarial.

—Lo cual es un crimen, dado lo que haces. —Señalé el


champán—. ¿Quieres una copa? Estaba a punto de tomar otra
cuando llegaste.

Kieran miró mi copa vacía y la botella de Dom al lado, y luego


volvió a mirarme. —¿Así es como sueles pasar un sábado por la
noche? ¿Sentado en un ático bebiendo champán?

Localicé una segunda copa y cogí la botella. —A veces, y si


tengo suerte, me acompaña alguien sexy para ayudarme a
terminarla.

Le tendí la copa, pero, cuando Kieran la alcanzó, mantuvo un


fuerte agarre sobre la copa. —¿Por qué está aquí, teniente?

Se lamió el labio inferior, y ésa fue la primera señal de que


no se sentía cómodo con el lugar en el que estaba y el motivo. —
He venido a disculparme por lo que pasó anoche.

Normalmente me encantaba tener razón, pero en este caso,


me hubiera gustado equivocarme. Lo último que quería hacer con
este hombre era revivir una noche que prefería olvidar. Pero como
mi idea de un buen momento estaba probablemente en una
estratosfera diferente a la suya, tal vez esta era la opción más
segura.

—Ya te he dicho —alcancé mi propia copa y tomé un sorbo— 62


que no tienes nada de qué disculparte.
—No estoy de acuerdo.

Dejé escapar un suspiro, sintiendo que no había forma de


salir de esto hasta que él hubiera dicho su parte, así que me
acerqué al sofá y aparté mi bata para poder sentarme sin
aplastarla.

Oí una carcajada, y cuando miré hacia donde Kieran había


apoyado su trasero contra uno de los burós, nunca había estado
más celosa de un mueble en mi vida.

—¿Te divierte algo?

—No, es que... me recuerdas a alguien.

Lo dudaba mucho. No podía imaginar a ninguno de los


amigos de Kieran ni siquiera remotamente parecido a mí. Pero no
iba a decirle eso.

—Oh, ¿y quién podría ser ese tipo tan guapo?

—Mi futuro cuñado.

—¿En serio? —Entrecerré los ojos—. Casi me da miedo


preguntar.

—No deberías tenerlo. Él es una de las razones por las que


estoy aquí esta noche. Verás, lo que Sanderson hizo anoche fue
totalmente inaceptable.

—Estoy de acuerdo. Fue un...

—Imbécil.

Levanté mi copa y tomé otro sorbo. —Esa es una palabra


para definirlo.

—Créeme, podría venir con toda una lista de palabras para


él, pero prefiero no desperdiciar mi aliento.
63
Kieran se apartó del buró y caminó hacia el sofá. Su pecho
musculoso y sus anchos hombros hacían que mi visión de él desde
este ángulo fuera tan espectacular como cuando estaba de pie.

—Debería haber dicho más anoche cuando Sanderson fue a


por ti.

Su tono sincero hizo que la confusión se arremolinara en mi


cabeza. Intenté averiguar por qué se sentía tan responsable. —
Hiciste más que suficiente. Tú...

—No, no lo hice. —Kieran tomó asiento a mi lado, con los


antebrazos apoyados en los muslos mientras miraba la copa de
champán medio vacía que colgaba entre sus dedos—. Verás, el tipo
al que me recuerdas, está comprometido con mi hermano. En
realidad, mis dos hermanos son homosexuales, y por eso me siento
como una mierda por no haber dicho más anoche.

64
8
KIERAN

SI TUVIERA que adivinar, Bash Vogel no era el tipo de hombre que


se asusta fácilmente. Pero, a juzgar por los labios entreabiertos y
el silencio del hombre, que solía ser muy rápido, supuse que había
hecho un buen trabajo. Probablemente era lo último que esperaba
que saliera de mi boca y, a decir verdad, había sido un poco
extraño acostumbrarse a decir hermanos después del pequeño
cambio de Sean.

—¿Acabas de decir...?

—¿Mis hermanos son gais? —Cuando los ojos de Bash se


estrecerraron, asentí—. Sí, lo he dicho.

Abrió la boca, la cerró y ladeó la cabeza. —¿Y cuántos


hermanos tienes?

—Dos.

—¿Y uno está comprometido? —Asentí mientras Bash


cruzaba una de sus piernas sobre la otra y luego se inclinaba hacia
mí—. ¿Qué tal el otro? ¿Se parece en algo a ti, guapo?

No pude evitar reírme, porque este tipo era lo más opuesto


a Henri que se podía encontrar. Le hice un gesto con la mano, aun
riendo. —Lo siento, me estoy imaginando al novio de Bailey
amando ese comentario

—¿Oh? —Bash pareció animarse ante eso—. ¿Poly?

¿Poly? ¿Quién demonios es eso? —No, su nombre es Henri.

—Me refiero a si son poliamorosos. ¿Abiertos a otras parejas?


65
—¡Oh! eh, no lo creo. —De hecho, era más probable que
Henri le disparara a la cabeza a cualquiera que mirara a Bailey,
pero no iba a entrar en eso.

Bash se acomodó en el sofá y se encogió de hombros. —Valió


la pena intentarlo. —Dio un sorbo a su champán y se limpió la
comisura de la boca con el pulgar aún pintado—. Así que estás aquí
para disculparte porque tienes hermanos homosexuales y te he
hecho pensar en las consecuencias de que alguien hable mal de
uno de ellos.

Maldita sea. Lo superé. —Algo así. Pareces un buen tipo, y


no uno que merezca estar en el extremo de la mierda de los
desplantes de Sanderson.

—Estoy de acuerdo con eso. Aunque agradable no suele ser


la palabra que asociaría conmigo.

—¿Entonces, qué es?

Extendió el brazo a lo largo del respaldo del sofá. —Fabuloso,


por supuesto. Y si los demás no pueden verlo, no es mi problema.

Sonreí, la confianza en sí mismo de Bash era más que


contagiosa. —Esa es una buena actitud para tener.

—Es la única actitud que hay que tener. ¿Crees que podría
sacar adelante mi vestuario si dudara de mí mismo lo más mínimo?

—No muchos chicos podrían llevar un vestido rojo elegante


como tú —coincidí, echándome un poco hacia atrás y poniendo el
tobillo sobre la rodilla contraria—. Hablando de eso... ¿Qué clase
de fiesta fue la que se llevó el fuego esa noche?

—Oh, sólo una pequeña reunión de nuevos amigos. Tenía


que hacer algo para entrar en la sociedad gay de Chicago, aunque
me atrevo a decir que escapar de un edificio en llamas no era
exactamente lo que tenía en mente. Y puede que mi pobre
Valentino nunca se recupere de los daños causados por el humo. 66
—Me miró por encima del borde de su copa—. Supongo que al
menos nadie podrá decir que soy inolvidable después de eso.

Jesús, si eso no era un eufemismo. Quiero decir, el tipo


estaba sentado aquí usando lo que parecía un pijama de seda
púrpura. No estaba exactamente permaneciendo bajo el radar de
nadie, pero ese parecía ser el punto.

—¿Significa eso que te vas a mudar aquí? —pregunté.

—Cariño, no. —Bash arrugó la nariz—. Sin ánimo de ofender,


por supuesto, es toda una ciudad, pero prefiero mucho más la vida
en la isla. Hace tiempo que me resisto a tener otra base de
operaciones, y sería una idea inteligente aterrizar en Chicago, así
que estoy aquí para resolver todos esos detalles.

—¿Isla? —Ahora había despertado mi interés—. ¿Dónde


vives?

—En South Haven, frente a la costa de Georgia. ¿Has oído


hablar de ella? —Cuando negué con la cabeza, dijo: —Entonces
debes venir a visitarla. Playas paradisíacas, nuestro pintoresco
centro, y la vida nocturna es divina. Seguro que te apetecen unas
vacaciones después de todo el trabajo duro y sudoroso que haces.

—¿Estás diciendo que soy un desastre?

Bash me dio una mirada que en cualquier otra circunstancia


me habría hecho sentir incómodo. Pero el champán había hecho su
trabajo para relajarme, y Bash estaba tan seguro de quién era que
ni siquiera se cuestionaba lo que estaba diciendo.

—Oh, eres sexy. Pero eso ya lo sabes, ¿no, cariño?

Me reí y me encogí de hombros. —Por supuesto. Soy


fabuloso.

Bash soltó una risa centelleante que me hizo pensar en la


música por alguna razón, y luego me guiñó un ojo y empujó sus 67
dedos contra mi bíceps. —Y musculoso también, no lo olvides.
Apuesto a que podrías levantarme en banco fácilmente. ¿Qué te
parece?

No tenía ni puta idea, y cuando eso quedó claro por mi falta


de respuesta, Bash se acercó al borde del sofá y se puso en pie.

—¿Quieres otra copa?

Miré mi vaso vacío y luego el suyo, y pensé que estaba lo


suficientemente relajado por el momento y negué con la cabeza.
—No, estoy bien. Me tomé unas cervezas antes de venir aquí esta
noche.

—Oh, ¿has salido? —Bash caminó hacia el bar de la suite y


abrió el frigorífico para sacar una segunda botella de champán.

—No salí. Sólo a la barbacoa familiar. Las hacemos todos los


sábados, a menos que estemos trabajando.

Bash descorchó como si lo hubiera hecho un millón de veces,


se sirvió otra copa y volvió a acercarse. Su bata fluía detrás de él
como una especie de capa -pero ya sabes, más elegante- y cuando
se sentó de nuevo, metió una de sus piernas bajo su trasero.

—Trabajando el fin de semana. Eso es algo horrible. ¿A qué


se dedican? ¿También son bomberos?

—No, en realidad. Soy el único bombero de la familia. Mis


otros hermanos están en las fuerzas del orden. O algo así.

—¿Bomberos y policías? ¿Y gais? Bueno, tú no, pero ¿sabes


cuántas fantasías acabas de iniciar en mi cabeza? Esposas;
bastones de bomberos; desnudeme, oficial. Podría seguir y seguir.

Estaba seguro de que podría -y lo haría- si no me apresuraba


a decir algo más. —Eh, no te dejes llevar demasiado por eso.
Técnicamente uno es ahora un investigador privado y Sean es un
detective. Pero él no cuenta.
68
Bash ladeó la cabeza. —¿No cuenta?
—Sí. Sean no es la fantasía de ningún gay, créeme. Pero se
cambió a tu equipo hace poco.

—¿Mi equipo? ¿Ahora elegimos jugadores? —Bash tomó un


sorbo y luego batió las pestañas—. Si es así, ¿quieres jugar en mi
equipo también?

Me reí de buena gana. Tenía que darle puntos al tipo por su


persistencia. —Siento decepcionar, pero Sean es el Bailey que se
cambió de bando. Yo...

—¿Feliz entrando y saliendo de la cama de todas las mujeres


de Chicago?

—A veces me abro paso en la mía.

Bash se rio. —Me gusta usted, teniente. Eres inesperado, y


me gusta lo inesperado.

¿Soy inesperado? Comparado con este tipo, me resultaba


difícil de creer. —Bueno, estoy feliz de complacer.

—Apuesto a que le dices eso a todas las chicas.

Le guiñé un ojo, decidiendo devolverle un poco de su propia


medicina. —Sólo a las guapas. —Bash era un coqueto, y si había
algo que yo sabía manejar, era a una descarada burlona—. ¿Cuánto
tiempo vas a estar en la ciudad?

—Mmm, el tiempo que sea necesario. Al menos una o dos


semanas más.

¿Quedarse en un lugar como este? Joder, eso sería la paga


de todo un año, fácil.

Se confundió con mi mirada, porque se llevó el dorso de la


mano a la frente y dijo: —Lo sé. ¿Qué voy a hacer conmigo mismo?

Miré alrededor de la amplia habitación -perdón, suite- y


negué con la cabeza. —Parece que tienes un sitio bastante bueno 69
aquí. Champán infinito, un enorme balcón. ¿También hay una
piscina escondida en alguna parte?

—Ojalá, pero supongo que el jacuzzi lo compensa con creces.

—Déjame adivinar. ¿Eso también está en el balcón?

Asintió con los ojos brillantes. —Lo está... y también en mi


baño privado. ¿Te gustaría hacer un tour uno a uno?

Me reí. Aunque sabía que me iba a seducir en cuanto


mostrara algún interés, me sentía sorprendentemente poco
amenazado aquí sentado, incluso con todos los comentarios
provocativos que me lanzaba. Tenía la sensación de que era así
incluso con sus amigos más cercanos, por lo que me sentía seguro
devolviéndoselo. —No, pero te agradezco que hayas sacado tiempo
de tu apretada agenda para acompañarme por el palacio. Qué
generoso de tu parte.

—Oh, no tienes ni idea. —Mientras se frotaba la nuca, su


túnica se separó un poco más, y aunque no había querido mirar,
no pude evitar sorprenderme de lo suave y moldeado que era su
cuerpo. Estaba rodeado de una estación de tipos con más vello en
el pecho que él, y me pregunté si simplemente había nacido así o
si había hecho algo para quitárselo. No es que fuera de mi
incumbencia. No me importaba su aspecto debajo de sus
extravagantes trajes.

Bash miró hacia donde se habían desviado mis ojos y levantó


un hombro. —Y ahora te preguntas cómo es que vivo en una isla y
sigo siendo tan gloriosamente pálido. Culpo a mis padres por ello.
A estas alturas, reflejo el sol.

Oh. Sí, eso es exactamente lo que quería decir. Sí, eso era
exactamente lo que había estado pensando.

Me llevé la copa a los labios, pero tardíamente me di cuenta


de que estaba vacía. Esa fue mi señal para volver a casa.
70
Bash cogió la copa. —Yo me encargo de eso.
—No, está bien —dije, poniéndome en pie—. Se está
haciendo tarde, y debería salir.

—Oh. ¿Otro paseo por el pub en la agenda?

—Más bien arrastrarme a mi cama. Ha sido una semana muy


larga.

—Ah, de acuerdo entonces. —Bash hizo que moverse del sofá


pareciera elegante, y antes de que me diera cuenta, estaba a mi
lado, quitando mi copa de mis dedos y poniendo las dos copas en
la mesita auxiliar—. Te agradezco que te hayas pasado por aquí.
Si cambias de opinión sobre el jacuzzi, no dudes en volver a venir.

Sonriendo, asentí. —Como he dicho, eres muy generoso.


Gracias por no guardar rencor.

—No es mi estilo. Hay muchas cosas mejores que guardar


que el rencor.

Me froté la cara y reprimí una carcajada. ¿Cómo podía


alguien seguir el ritmo de este tipo? —Nos vemos, Bash. Intenta
comportarte.

—Nunca.

Se puso delante de mí para agarrar el pomo de la puerta


antes de que yo pudiera hacerlo, y mientras la abría y yo me
deslizaba por ella, dijo: —¿Qué haces el martes por la noche?

Me detuve y me giré lentamente. —¿El martes por la noche?

—Sí. —Bash se apoyó despreocupadamente en el marco de


la puerta—. Todavía soy nuevo en la ciudad, y el servicio de
habitaciones se está haciendo aburrido. ¿Te gustaría cenar esa
noche si estás libre?

Hizo la pregunta tan despreocupadamente que no pude


evitar preguntarme si de alguna manera le había dado una señal
71
de que estaría abierto a una cita. Porque eso era un no rotundo.
Cuando fruncí el ceño, Bash levantó la mano. —Como
amigos, por supuesto. No podría aparecer solo, y tú no estás tan
mal.

—¿No estoy tan mal? —Me reí y me rasqué el vello de la


cara—. Vaya, si lo pones así, ¿por qué no iba a aceptar la oferta?
—Negue con la cabeza—. ¿Tienes algún sitio en mente?

—¿Qué tal si se te ocurre el dónde? Quizá algo menos


parecido a un pub y más a algo que creas que me gustaría. ¿Qué
te parece un reto?

Un lugar que Bash disfrutara... Está bien, el lugar no era un


sitio del que yo supiera nada, pero conocía a alguien que sí.

—Muy bien —dije, asintiendo—. Reto aceptado. Nos vemos


el martes.

72
9
BASH

—ME GUSTA el flujo de este. Agradable, espacio abierto.


Restaurantes y transporte público cerca. Sin duda, un aspirante. —
Jackson se detuvo en el centro del edificio vacío y miró hacia arriba
para inspeccionar los altos techos—. No está mal. ¿Qué te parece?

Cuando no respondí de inmediato, Jackson se giró para


mirarme. —¿Hola? Tierra a Bash.

—¿Eh? —Parpadeé, volviendo a centrarme en el asunto que


tenía entre manos—. Oh, sí. Este funcionará, creo.

Jackson frunció el ceño y entrecerró los ojos. —¿Tú crees?

—Tenemos algunos otros que me gustaría que


inspeccionaras, así que no estoy listo para hacer una oferta en este
momento.

—Eh no. —Jackson tarareó, metiendo las manos en los


bolsillos de sus pantalones azul marino.

¿Qué significaba eso? —¿Crees que estoy mintiendo?

—No, creo que estás distraído y te mueres por decirme por


qué.

Era ridículo la forma en que podía leerme, y por el momento,


tenía que decir que no era un fan. Estaba demasiado ocupado
queriendo golpear mi cabeza contra las paredes beige por la forma
en que había estado tan fuera de juego con Kieran el sábado por
la noche.

Me aclaré la garganta y me dirigí hacia la salida. —¿Por qué


no vamos a la siguiente parada? Está al final de la calle y unos 73
cuantos pisos más arriba de ésta.
—Y ahora llegamos a la parte de desviación de nuestro
programa. —Los labios de Jackson se torcieron y no hizo ningún
movimiento para irse—. Suéltalo, Basherton.

—Sabes, si hubiera sabido que ibas a ser una espina en mi


costado, Davenport, te habría dejado en el aeropuerto esta
mañana.

—Habría encontrado la manera de encontrarte. Sólo tienes


que seguir el humo.

Puse los ojos en blanco. —Ya veo lo que has hecho. Me alegro
de que pienses que eres gracioso.

—No, hilarante es decirme que fuiste a la estación de


bomberos en tanga y tacones después de todo. Por favor, dime que
no lo hiciste de verdad.

—Te haré saber que estuve cubierto por completo en mi


visita. Fue horrible.

—La visita o la...

—Los vaqueros, Jackson. Me pasé todo el día buscando un


par decente, y apenas creo que los que acabé me sirvieran para
mis ángulos a la perfección. Nadie se desmayó ni me pidió que me
los quitara.

Jackson se rio. —Ahí tienes. Me preguntaba a dónde habías


ido.

—Y el sábado por la noche, cuando Kieran estaba en mi suite,


yo...

—Espera, espera, espera. —Los ojos de Jackson se abrieron


de par en par—. ¿Kieran? ¿Quién es?

—El bombero que me salvó…


74
—Espera, para ahí. ¿Estás tratando de decirme que el
bombero que te lanzó por encima del hombro estuvo en tu
habitación el sábado por la noche?

—Bueno, cuando lo dices así, suena un poco más delicioso


de lo que realmente fue.

Jackson se frotó la frente. —Está bien, voy a necesitar que


empieces por el principio, pero primero tendrás que darme de
comer.

Sabiendo que no había que arrastrar a un Jackson


hambriento, nos detuvimos en la cafetería de al lado, cogiendo un
café para mí y un wrap para él, y luego nos acomodamos junto a
la ventana mientras le contaba cómo había acabado Kieran en mi
hotel.

Bueno... casi todo.

—Eso no tiene sentido, Bash —dijo Jackson entre bocados—


. ¿Qué no me estás contando?

—¿Qué estás insinuando?

—Dices que el tipo es heterosexual, ¿pero luego se pasa por


tu hotel al azar para... pasar el rato? Sí, claro. ¿Qué estás
omitiendo?

Oh. Eso. Debería haber sabido que no podía excluir los


detalles no tan buenos y salirme con la mía.

Hice girar mi taza en círculos sobre la mesa, sin querer que


mi amigo viera que me molestaba lo que aún no había dicho.

—Bien. —Tomé un sorbo de la infusión caliente y luego volví


a hacerla girar—. Uno de los chicos con los que trabaja Kieran
decidió mostrar su micropolla en el pub, y ya me conoces, soy
mejor que esa basura, así que me fui.
75
Jackson se quedó callado, pero pude sentir la intensidad de
su mirada. Levanté la vista para ver cómo las llamas parpadeaban
detrás de esos preciosos ojos tan dispares, y de repente me alegré
de que no hubiera estado allí esa noche. A decir verdad, me alegré
de que ninguno de mis amigos hubiera estado allí, porque tenía la
sensación de que ni siquiera los bomberos habrían estado a la
altura de mis amigos cuando se dejaban llevar por el combustible
del odio.

—¿Qué ha dicho? —preguntó Jackson, con la voz más baja


de lo habitual.

Hice un gesto despreocupado con la mano. —Ni siquiera valía


la pena recordarlo. Probablemente Kieran no tenía ni idea de que
tenía un amigo homófobo y se sentía mal por ello, pero ahí lo
tienes. Ha venido a disculparse y todo está solucionado, así que ya
puedes soltar tus gallumbos de hombre.

Jackson apartó la mirada, con la mandíbula apretada, y pasó


mucho tiempo antes de que volviera a hablar. —No tienes que
pasar por eso solo, sabes.

—Yo no...

—Lo digo en serio, Bash —dijo—. No soy estúpido. Lucas, y


Shaw, y Trent... no son estúpidos. Sabemos que ocultas más de lo
que compartes, y luego te desentiendes como si no fuera gran
cosa, pero vamos. Tiene que doler cuando la gente dice cosas. No
te mereces eso.

Suspiré y recogí una pelusa de mis pantalones. —Sé lo que


valgo, cariño, al igual que mis seres queridos. Los demás
simplemente no importan. —Jackson seguía pareciendo tan afligido
que me acerqué a la mesa y le apreté la mano—. La próxima vez
dejaré que Lucas golpee a esa perra con una botella, ¿qué te
parece?

—Podría manejarlo. 76
—Podrías, pero prefiero que sigas siendo tu puro y dulce ser.
Todos sabemos que Lucas es el demonio de mierda de este grupo.

—Demonio de mierda recuperado —dijo Jackson, con una


sonrisa que finalmente se abrió paso.

—Ah, sí, todo eso del amor le ha cambiado. Tal vez Shaw
podría pisar al tipo y luego Trent podría golpearlo con su guitarra,
¿qué te parece?

Su sonrisa creció, Jackson asintió. —Lo aprobaría.

—Bien. Ahora bien, tengo una situación más desesperada


que necesita ser atendida. Me temo que algo en esta ciudad me
tiene terriblemente fuera de juego, por así decirlo, y podría
haberme metido en un lío.

—Asumo que lo de “enredo” no es un eufemismo aquí.

—Desgraciadamente no.

—¿Esto es sobre Kaiden? ¿Kamden? ¿Cómo se llama?

—Kieran, pero si lo vieras probablemente te referirías a él


como HFILTF -bombero fornido al que me gustaría foll…

—Lo tengo —cortó Jackson—. Y de alguna manera dudo que


llame a alguien así, pero entiendo tu punto.

—Sólo lo dices porque no lo has visto, pero divago. —Me


desplacé hacia delante, me acerqué a la mesa y bajé la voz a un
susurro: —Sabes que no soy de los que persiguen, bueno, a nadie,
y nunca a alguien que no esté acostumbrado a doblarme sobre un
mostrador y dármelo todo…

—También sé eso —dijo Jackson apresuradamente, mirando


a nuestro alrededor mientras su cara empezaba a sonrojarse de un
ligero tono rosado.

—¿Qué? Estoy susurrando. 77


—Gracias a Dios, pero quizás un poco menos de detalles y
un poco más de ir al grano.

—Claro. Pero hay algo en este tipo que me deja un poco...


atónito.

—¿Qué quieres decir, exactamente?

—Bueno, puede que le haya invitado a salir. —Me oculté


detrás de mis manos.

—¿Qué?

—Lo sé, lo sé. Invité a salir a un chico heterosexual. ¿En qué


demonios estaba pensando?

—Creo que el punto aquí es que no estabas pensando.

—Oh... claro. Sí, bueno, si hubieras visto su cara...

—Eso es lo que dices.

—…también le habrías preguntado. —Era más que consciente


de que sonaba un poco patético a estas alturas, pero realmente,
Kieran con esos pantalones negros y esa camiseta blanca ajustada
con todos esos músculos abultados había hecho que mi cerebro se
derritiera y escapara por las orejas.

Jackson se recostó en su asiento y se limpió la comisura de


los labios. —A ver si lo entiendo...

—Por favor, deja de decir esa palabra.

—Tú empezaste.

Puse los ojos en blanco y le hice un gesto con la mano para


que continuara.

—Te sentías ligeramente... diremos vulnerable, después de


tu noche de acoso por parte de la micropolla, y cuando tu caballero 78
de brillante armadura apareció por segunda vez para salvarte, te
lanzaste a sus pies.

—No hice tal cosa.

—Bien, ¿en su espada?

—Ya me gustaría. —Sonreí y me encogí de hombros—. Me


han flaqueado un poco las rodillas. Así que demándame. En
realidad, no lo hagas: me gusta demasiado mi dinero. Pero pensé
que lo menos que podía hacer era invitarlo para agradecerle.

—Ajá, ¿y sabe él que lo llevas a una cita?

—Oh, Jackson. —Le di un ligero aleteo de pestañas—. No es


una cita... hasta donde él sabe.

79
10
KIERAN

EL CAMIÓN SE DESACELERÓ cuando Olsen entró en la entrada de


la estación y maniobró el gran camión en su lugar designado. Era
casi la hora de comer, pero después de la llamada de la que
acabábamos de regresar, dudaba que alguien tuviera prisa por
llenar el estómago.

Qué manera de empezar la semana. Un accidente en la


fábrica había dejado a uno de los trabajadores con el brazo
enterrado hasta el codo en la maquinaria, y liberarlo no había sido
nada agradable.

Abrí la puerta de un empujón, salí del camión, me despojé


de mi equipo, lo dejé listo para la siguiente llamada y me dirigí
hacia las puertas del parque de bomberos junto con el resto de mi
equipo.

—Eso de hoy ha sido una mierda muy dura. —Olsen negó


con la cabeza mientras se dirigía al refrigerador y cogía dos botellas
de agua—. Sé que se suponía que íbamos a comer hamburguesas
hoy, pero no creo que pueda mirar la carne picada en estos
momentos sin volver a pensar en mi desayuno.

Cogí la botella que me lanzó y giré el tapón. —Gracias por la


visión.

—Sabes que lo estás pensando. No entiendo cómo ese tipo


seguía lúcido.

Brumm sacó una silla y se dejó caer en ella. —Lo sé. Estaba
deseando que el pobre bastardo se desmayara. Incluso con la
morfina a tope, lo estaba sintiendo.
80
Hice una mueca, recordando los agónicos gritos de dolor
mientras desmontábamos los engranajes de la máquina que lo
había masticado. —Sí, lo escucharé en mis sueños esta noche.

—Yo también. —Brumm se estremeció y cogió la revista que


tenía delante—. Al menos pudimos enviarlo al hospital con la pieza
todavía en su sitio. Sanderson dijo que lo dejaron inconsciente
entonces. Fue entonces cuando él y Davis se la quitaron por fin.

—Gracias a Dios por las pequeñas misericordias —murmuré.

—Me lo estás diciendo. Ahora está en el quirófano.


Sanderson y Davis están de vuelta.

Terminé mi agua y asentí cortantemente, luego me dirigí a


la zona de la cocina y bajé a los dormitorios donde se encontraba
mi oficina. Como teniente, tenía la suerte de tener una cama y un
escritorio en una habitación privada. Me dirigí al interior y cerré la
puerta tras de mí.

Encendí el ordenador, a punto de redactar el informe de


incidentes de esta mañana, y mientras esperaba a que arrancara,
intenté apartar mi irritación por la mención del nombre de
Sanderson.

Sabía que en algún momento tendría que superar lo ocurrido


la semana pasada, pero aparentemente hoy no. No sabía si eso se
debía a que había pasado el fin de semana con mis hermanos o a
la conversación extrañamente agradable que había tenido con
Bash. Pero la mera mención del nombre de Sanderson me ponía
los nervios de punta ahora mismo, y parecía que no podía
superarlo.

Sin embargo, eso no serviría, no cuando se me había


encomendado la tarea de vigilar al tipo y mantenerlo a salvo, y
tarde o temprano iba a tener que dejarlo pasar y seguir adelante.

Dejé escapar un suspiro y crují el cuello de lado a lado. Por


fin había conseguido dormir bien el domingo, y me sentía más yo 81
mismo que en días. Así que lo último que iba a hacer era sentarme
aquí y estresarme de nuevo.

En realidad, ahora era un momento tan bueno como


cualquier otro para llamar a Xander y preguntarle sobre el pequeño
reto que Bash me había propuesto para mañana por la noche. No
tenía ni idea de a qué tipo de lugar querría ir a cenar alguien como
él. Pero Alexander Thorne seguro que sí, y mientras tenía un
minuto libre, cogí el móvil.

—Hola, Kieran. ¿Qué pasa? —me saludó Xander, mientras


me recostaba en mi asiento y miraba por la pequeña ventana de
mi habitación.

—Hola a ti, y no mucho. Me preguntaba si tenías un segundo.

Pude oír el clac, clac, clac de un teclado y supuse que estaba


preparando su emisión para esta noche. Pero aún era lo
suficientemente temprano como para que no estuviera preparando
toda la programación. Al menos, eso esperaba.

—Sí, tengo un par de minutos. —El tintineo del teclado se


detuvo—. ¿Está todo bien? ¿Está Sean...?

—Todo está bien —le corté, no queriendo que se


preocupara—. No sólo llamo cuando tengo malas noticias.

—Cierto. Nunca llamas —señaló Xander—. Al menos a mí no.

—Eso no es... Está bien, puede que sea cierto, pero...


necesito tu ayuda.

Hubo una pausa. —¿Necesitas mi ayuda? Bueno, píntame


todo intrigado.

—No es nada, no realmente. Sólo necesito algunos consejos


sobre restaurantes en la ciudad.

—¿Restaurantes?
82
—Sí, ya sabes, de los elegantes a los que te gusta ir.
—¿Elegantes? ¿Me estás llamando snob?

—No. —Al menos no en su cara. Pero había conocido a


Xander la mayor parte de mi vida, y si alguien podía ser un poco
snob, era él. Quiero decir, solía vivir en una mansión entre las
malditas nubes antes de mudarse con Sean. En realidad, su casa
había sido muy parecida a la suite en la que se alojaba Bash.

Xander tenía una inclinación por las cosas finas de la vida,


que era exactamente la razón por la que todavía estaba tratando
de entender cómo se había enamorado de Sean. —Es que tienes
gustos más refinados que mis hermanos o cualquiera de los chicos
de aquí, eso es todo.

—Mmm —podía sentir que su radar de periodista se centraba


en mí—. ¿Y por qué necesitas mis gustos refinados? ¿Estás
buscando... impresionar a alguien?

Eh, definitivamente no. Pero siempre me ha gustado un buen


reto. Especialmente si ganaba, y tenía la sensación de que Bash
esperaba que fracasara en esto. Así que quería demostrar que
estaba equivocado.

—No, es... —¿Cómo describir a Bash? No iba a decirle a


Xander que era alguien a quien había sacado de un edificio en
llamas, porque entonces nunca oiría el final del asunto—. Un
amigo. Están en la ciudad por un tiempo y quería una noche lejos
del servicio de habitaciones.

Xander se rio. —Ah, bueno. Así que, en otras palabras,


quieres llevarlo a un lugar que no sea el pub local.

Abrí la boca, a punto de corregir a Xander en su suposición,


pero luego pensé, ¿para qué molestarse? No es que importe. —Sí,
eso lo resume todo. Entonces, ¿puedes ayudarme?

—Por supuesto. Pero realmente depende del tipo de cocina


que le guste a tu amigo. Está Spiaggia, si le gusta la italiana.
Oriole, si le gusta un poco de todo; sirven una cocina más global. 83
O JULIEN, si le gusta la francesa. Pero si realmente quieres sacar
la artillería pesada y mostrarle lo que Chicago tiene que ofrecer, te
sugiero Gravitas. Tienen tres niveles diferentes de cena. El Menú
Galería es una experiencia de dieciséis a dieciocho platos.

Mierda. ¿Dieciséis platos?

—Piensa en una cocina deconstruida que deleitará tus papilas


gustativas y te llevará a través de un ingenioso viaje gastronómico.

¿Deconstruir qué? ¿Un viaje ingenioso? ¿De qué demonios


estaba hablando?

—Luego está el Menú Salón. Sólo tiene diez platos y se


comercializa como más accesible, pero no por ello es menos
innovador. Ah, y, por último, está la nueva experiencia Kitchen
Table. Se promociona como una de las experiencias gastronómicas
más inmersivas e íntimas que jamás hayas tenido.

—Eh... Está bien. —Me froté la nuca, más confundido que


nunca—. Bueno, eso último suena a procedimiento médico.

Xander dejó escapar una sonora carcajada. —Supongo que


sí. Pero se supone que es tentador. Entonces, ¿qué te parece?

Creo que debería haberle preguntado a Bash qué tipo de


comida le gustaba. Eso seguro que habría facilitado las cosas. Pero
había estado demasiado preocupado asegurándome de que supiera
que esta cena era entre amigos.

Tal vez este lugar Gravitas era el camino a seguir. El reto


había sido elegir algo que le gustara a Bash, y a juzgar por el ático,
el champán y los pijamas de seda, estaba pensando que una
comida que le proporcionara un viaje gastro que fuera diferente a
cualquier otro que hubiera experimentado sería lo suyo.

—De acuerdo, esto ha sido súper útil y.… revelador.

—¿Vas a ir a Gravitas? 84
—Sabes, creo que podría hacerlo.

—Es una gran elección.

Sí. Probablemente también una opción cara, si tuviera que


adivinar. Pero bueno, no había precio demasiado alto cuando se
trataba de ganar un desafío, por no hablar de aliviar la culpa de
uno.

—Oye —me rasqué la barba incipiente en la mejilla— una


última pregunta.

—¿Sí?

—Este es un lugar del tipo vestido-bonito, ¿verdad?

Xander se rio.

—¿Qué?

—Hablas como Sean. Si te refieres a si necesitas llevar algo


más que tus vaqueros habituales, entonces sí. Yo lo recomendaría.
Además, ¿no quieres verte bien para tu cita?

—No es una cita. —Pero tenía que darle puntos por intentar
convertirla en una en su cabeza.

—Lo que tú digas.

—Exactamente, y no es una cita.

—Está bien, está bien. Bueno, pásalo bien. Tengo que admitir
que estoy un poco celoso. ¿Seguro que no te importaría tener
compañía? Podría persuadir a Sean para que se ponga una corbata
por la noche.

Oh, dulce Jesús. La idea de Sean en cualquier lugar en la


misma vecindad que Bash hizo que mi cabeza quisiera explotar. —
Tal vez en otro momento.
85
—Eh no.
Puse los ojos en blanco, sabiendo ya lo que estaba pensando.
—Cállate, Xander.

—No he dicho nada.

No, pero lo había insinuado, varias veces. Estaba a punto de


inventar alguna excusa para terminar la llamada cuando mi trabajo
vino al rescate por mí.

—Ambulancia treinta y nueve, motor diecisiete, camión


noventa y uno, incendio residencial en South y Main.

—Ese soy yo —dije.

—Sí, lo he oído. Ve. ¿Y Kieran?

—¿Sí?

—Ten cuidado ahí fuera.

86
11
BASH

BUENO, BUENO, BUENO. Si había pensado que Kieran se echaría


atrás ante un reto, me alegraba decir que ahora me estaba
comiendo mis palabras.

Hubiera bastado con que mi conductor se detuviera frente a


un elegante letrero que decía Gravitas, porque, después de todo,
ése era el desafío, pero no fue la vista de un exclusivo restaurante
lo que me hizo mirar por la ventanilla tintada con la boca abierta.

Kieran estaba de pie en la acera, justo en la entrada, con una


mano en el bolsillo y la otra sosteniendo su teléfono. Dios, si
pensaba que Kieran en vaqueros o con su atuendo de bombero era
la perfección, la imagen que tenía vestido de traje me dejó sin
aliento. No me cabía duda de que el color del material azul
empolvado resaltaría sus ojos a la perfección, y de repente no
estaba seguro de poder sentarme frente a él toda la noche con las
manos en la mesa.

Oh, Bash, bastardo descerebrado. ¿Por qué no pediste ir a


un lugar donde se le exigiera cubrirse la cara?

—Yo me encargo a partir de aquí —le dije a mi chófer, que


parecía ser mi petición habitual aquí en Chicago, o al menos en lo
que respecta a Kieran. Por alguna razón, no quería que viera que
me atendían de pies a cabeza. No era tan pretencioso... Aunque
quizás esta elección de restaurante le hiciera pensar lo contrario.

Salí del coche y subí a la acera, abrochándome la chaqueta


del traje antes de que Kieran tuviera la oportunidad de levantar la
vista. Había ido con pantalones negros y botas de cuero Saint
Laurent de tacón, pero con una camisa de vestir blanca de corte
elegante bajo una gloriosa chaqueta negra con apliques de flores 87
doradas en las mangas. La había encontrado en mi último viaje a
Japón.

Sexy. Fabuloso. Listo para la maldita tortura.

Kieran levantó la vista de su teléfono, lo guardó en el bolsillo


y sonrió. —Hola, Bash. Bonita chaqueta.

—¿Esta cosa vieja? —Me bajé las mangas y le devolví la


sonrisa, que no habría podido evitar, aunque hubiera querido.
Señalé su traje, que había combinado con una sencilla camisa
blanca—. Estoy impresionado.

—¿Esta cosa vieja? —bromeó—. En realidad tuve que


desempolvarla, pero oye, todavía me queda bien.

—Oh, cariño, te queda más que bien. Muestra todos tus


mejores... atributos.

Esos deliciosos labios sonrieron, haciendo imposible no


imaginarlos bajo los míos. Pero el hecho de que se riera y no se
asustara por mi pequeño coqueteo me hizo pensar que esta noche
podría ir mejor de lo que había previsto.

—No sé cómo podrías decir eso. Esta chaqueta cubre mí —


miró por encima de su hombro y luego volvió a mirarme— mi mejor
atributo.

—Tengo una buena imaginación. Sin embargo, si quieres


caminar delante de mí, no me voy a quejar.

Kieran se rio, se dirigió a la puerta del restaurante y me la


abrió. Al pasar junto a él, el aroma de su colonia me llegó a la
nariz. Era amaderado y acuático a la vez, y tan increíblemente
embriagador que fue todo lo que pude hacer para no rogarle que
me dijera qué llevaba. Así podría ir a comprar un poco y rociarlo
sobre mis malditas sábanas y revolcarme desnudo en ellas.

—¿Pasa algo? 88
La pregunta de Kieran me sacó de mi sensual fantasía entre
las sábanas y me devolvió al presente, donde me di cuenta de que
me había detenido en la puerta. Sin embargo, como no quería
revelar todos mis secretos, me reí y mostré mi sonrisa más
ganadora.

—¿Cuál sería el problema? —Aparte del hecho de que me


estaba enamorando ridículamente de alguien que nunca podría
tener.

Vamos, Bash, sabes que es mejor que esto. Es heterosexual,


tan heterosexual como una maldita regla.

—Nada, espero. —Kieran y yo entramos en el restaurante


poco iluminado, y cuando la puerta se cerró tras nosotros, él se
acercó un poco más a mi lado. Tuve que cerrar los puños en un
esfuerzo por no tocar alguna parte de él—. Un amigo mío me dijo
que este podría ser un lugar que te gustaría. Si no lo es, podemos
ir a otro sitio.

Auch, míralo todo preocupado por impresionarme. Ves, este


era el problema. Seguía siendo amable. atento y.… sexy. De
acuerdo, lo último no podía evitarlo, y las dos primeras cosas las
apreciaba, pero me resultaba muy difícil no esperar que, por algún
milagro del destino, me encontrara totalmente irresistible. Cosas
más extrañas habían sucedido, ¿verdad?

—Esto es perfecto. En realidad, estaba pensando en lo


impresionado que estaba cuando llegué.

—¿Qué, esperabas una hamburguesería?

—No sé lo que esperaba. —Eché un vistazo al elegante


comedor con relucientes suelos de mármol, mesas negras con sillas
de color crema y cubiertos a juego, y hermosas lámparas de araña
de latón modernas. Era elegante y sofisticado, y lo más alejado
posible de una hamburguesería—. Pero esto es toda una sorpresa.
89
Kieran se inclinó hacia mí. Tan cerca que su brazo rozó el
mío. —Te ves perfecto para este lugar, como si pertenecieras a
este sitio.

Fue una observación interesante. Giré la cabeza para tratar


de calibrar exactamente lo que quería decir, y me sorprendió más
de la cuenta que no se apartara inmediatamente. —¿Qué quieres
decir?

—Tu chaqueta. —Kieran bajó la mirada hacia mi pecho y mis


hombros, y tuve que recordarme que no me estaba examinando;
sólo estaba haciendo una observación—. Tiene los mismos colores.

Dios mío, tenía que controlarme. Estaba pensando que él


creía que mi aspecto era tan bueno que pertenecía a un restaurante
de clase alta, y lo que realmente estaba pensando era que yo podía
mezclarme con la decoración.

Necesitaba un trago, preferiblemente uno fuerte, ya que


parecía que era la única acción fuerte que tendría esta noche.

—Buenas noches —dijo una joven desde detrás de nosotros,


y casi la abracé en señal de agradecimiento. Necesitaba
desesperadamente una distracción del magnífico hombre que
estaba a mi lado—. ¿Tienen una reserva con nosotros esta noche?

—La tenemos. —Kieran se acercó al puesto de la anfitriona,


y no se me pasó por alto el hecho de que ella echó una larga mirada
al teniente antes de lamerse los labios y mirar su ordenador.

Oh, sí, querida, se te hace la boca agua, ¿verdad?

—Está reservada para Bailey. Una mesa para dos.

Cuando sus ojos se desviaron hacia mí, le dirigí una sonrisa


de gato-que-me-se-comió-el-canario, porque lo que ella no sabía
no le iba a hacer daño, y me haría sentir maravilloso.

—Eh, claro. Lo veo aquí. —Ella asintió a su pantalla. 90


Así es, querida, mantén tus ojos en un premio diferente.

—Genial. —Kieran se volvió hacia mí, completamente ajeno


al intercambio que acababa de producirse—. ¿Estás listo?

—Listo y dispuesto. —Le guiñé un ojo, y Kieran sonrió.

—Entonces voy a contar contigo para que me lleves de la


mano durante todo esto.

¿Escuchó siquiera lo que estaba diciendo? ¿Sostener su


mano? Oh, maldición. Qué dificultad.

—Por lo que he oído, este lugar tiene un menú muy raro,


pero me imaginé que lo apreciarías.

—Ah, ya veo. ¿Así que esa es la palabra que te viene a la


mente cuando piensas en mí? ¿'Raro'?

Los ojos de Kieran se abrieron de par en par. —No, eso no


es lo que...

Me reí mientras la anfitriona nos indicaba que la siguiéramos.


—Relájate, cariño. Estoy bromeando. Este lugar es exquisito. —
Que era exactamente lo que prefería que pensara cuando se
trataba de mí.

Esta vez dejé que Kieran me siguiera mientras recorríamos


la zona del comedor. No era un espacio excesivamente grande,
pero todas las mesas estaban llenas, y un simple vistazo a los
platos dispuestos para su consumo me indicó lo artística que sería
esta experiencia gastronómica.

Esto debería ser divertido.

Nos sentamos uno frente al otro, lo que no puede decirse


que me moleste, porque me daba una visión completa de su cara.
Una vez que nuestra anfitriona se demoró lo suficiente y volvió al
frente, coloqué el paño de lino sobre mi regazo y Kieran hizo lo
91
mismo.
El menú que teníamos delante ya estaba abierto, mostrando
los doce platos que recibiríamos esta noche, e incluso con mi
afición por las cosas más sabrosas de la vida, seguía sin saber qué
eran más de la mitad de los ingredientes.

—Espero que no te importe que no haya escogido el menú


más caro —dijo Kieran, inclinándose sobre la mesa— pero era de
más de mil dólares por cabeza. Sin embargo, creo que todavía
tenemos una tonelada de cosas.

—Dos páginas. —Levanté el menú y le dirigí una sonrisa—.


Yo diría que lo has hecho bien. Pero, por favor, no te preocupes
por el coste. Va por mi cuenta.

—De ninguna manera. No puedo dejar que lo hagas.

—¿No puedes o no quieres? —Llamé la atención del camarero


que se dirigía hacia nosotros y rápidamente cerré el tema—.
Podemos discutirlo más tarde.

—Buenas noches, bienvenidos a Gravitas. Soy Emmanuel y


me encargaré de atenderles esta noche, caballeros. ¿Es su primera
vez con nosotros?

—Lo es —dije, mientras Kieran asentía.

—Entonces le espera un placer. Han elegido la experiencia


del Menú Salón, que consiste en diez platos, con maridaje de vinos.
¿Desean una bebida adicional para empezar?

Pedimos nuestras bebidas y, cuando el camarero se fue, nos


pusimos a mirar el menú.

—¿Cuál es el plato que más te gusta? —pregunté.

—Mm. —El ceño de Kieran se arrugó al ojear la lista de


platos—. ¿Tal vez el cangrejo real de Alaska? No estoy seguro de
lo que es un mantou, pero algo bueno, estoy seguro.
92
La forma en que se mordió el labio inferior mientras
analizaba los platos casi me hizo reír, pero no quería que pensara
que me estaba riendo de él. Sólo sabía lo que era un mantou por
mis viajes a Asia Oriental, pero tenía la sensación de que le
gustaría.

—Ah, sí. ¿Algo más? —Dije.

Hubo una larga pausa, y entonces Kieran me miró, tratando


de contener una sonrisa. —¿Es malo que no tenga ni idea de qué
es algo más? La única otra palabra que reconozco aquí es 'carne'.

Me reí, y fue entonces cuando la risa de Kieran se soltó.


Aunque estaba fuera de su elemento, seguía teniendo un buen
sentido del humor, y yo apreciaba más que nada lo que había
hecho para conseguir esta reserva. No debió ser fácil en el último
momento.

—Bueno, sí te hace sentir mejor, voy a aprender lo que es


una nuez de kukui junto contigo, entre otras cosas.

Kieran se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó su


móvil. —¿Es de mala educación si empiezo a buscar cosas en
Google?

—En absoluto. Por favor, infórmanos sobre el origen del


kukui, ya que soy bastante particular sobre qué tipo de nuez pasa
por mis labios.

Menos mal que Kieran no había bebido nada, porque la risa


ahogada que le salió hizo que varios otros comensales miraran
hacia nosotros.

—Lo siento —dijo Kieran, todavía negando con la cabeza


divertido, y luego escribió algo en su teléfono—. Bien, nuez de
kukui... también es una nuez de vela... hawaiana... sabe a nueces
brasileñas... también se usa en jabones, velas y… —Se detuvo,
arrugó la nariz y me miró con horror.
93
—¿Y?
—Eh. Dice que también puede usarse para estimular los
folículos del cabello y como un maldito laxante. Oh, Jesús.

—Bueno, es un pequeño fruto seco bastante versátil.

—¿Es algo que deberíamos comer? ¿O nos dan Imodium al


final de la cena en lugar de una menta?

Me tocó reír, y tuve que subir la servilleta para taparme la


boca. —¿Sabes qué? Creo que has hecho una excelente elección al
elegir este lugar, Kieran. Realmente quiero perder dos kilos.

—Por favor. No necesitas perder peso.

El cumplido que ni siquiera se dio cuenta de que acababa de


hacer me hizo sentarme mas ergido y acicalarme un poco. Gracias
por eso. Dejé el menú y miré a mi alrededor en busca de nuestro
camarero. —Puede que no sepa qué hacer con la comida que
vamos a comer, pero por Dios que sé sobre el vino. Vamos a entrar
en la primera ronda, ¿de acuerdo?

94
12
KIERAN

NO SABÍA en qué había pensado Xander cuando sugirió este lugar,


pero esa era la última vez que iba a pedirle consejo. Este
restaurante era algo diferente. No sólo había que buscar en Google
qué demonios había en cada plato, sino que, a medida que llegaba
cada plato y lo ponían delante de nosotros, empezaba a entender
por qué había diez platos. Cada plato era del tamaño de la mitad
de mi mano, si acaso.

Pequeños bocados deliciosos, los había llamado Bash. Pero


si me preguntan a mí, son más bien billetes de cien dólares del
tamaño de un bocado. ¿Cómo es posible que cobren tanto cuando
lo único que se obtiene es un bocado de comida? Estaba
desconcertado. ¿Era esto lo que hacía la gente rica? ¿Tirar
alegremente su dinero en cosas que duraban diez segundos?

Bueno, sin incluir esa cosa de nueces de kukui, que quién


sabía cuándo volvería a aparecer.

De alguna manera nos las arreglamos para pasar los


primeros platos sin problemas, pero si alguien me hubiera
preguntado qué había comido, no habría podido decírselo. Diablos,
ni siquiera podía pronunciar la mitad de ellos, pero Bash parecía
estar disfrutando, y ese era el objetivo de esta noche, ¿no? Para
compensar el haberle sometido a Sanderson y a su bocaza.

Llevaba unas cuatro copas de vino -oh sí, sí había una


ventaja en la noche, era el hecho de que cada una de estas locas
comidas venía acompañada de una copa de vino- y lo estaba
sintiendo. Mis brazos tenían un agradable letargo, y los músculos
que habían estado protestando durante los últimos días después
de mi subida de veinticinco pisos se sentían bien y relajados.
95
Bash, sin embargo, lo estaba disfrutando por razones
diferentes. Me había estado informando de los diferentes aromas y
sabores de cada vino, y de si era dulce o seco, y tenía que admitir
que había dado en el clavo. El tipo sí que sabía de vinos. También
era muy entretenido y de agradable conversación; de alguna
manera habíamos charlado una hora entera mientras pasábamos
por cada plato.

Cuando anunciaron que estábamos a punto de recibir el


siguiente plato, mis oídos se agudizaron inmediatamente, porque
éste era el único otro del menú que había estado esperando.

—Espero que estén preparados para el siguiente plato. Esta


es nuestra versión del siempre popular surf and turf.

Me froté las manos. —Ooh, este es el plato de carne y ostras.


De hecho, conozco a esos dos, así que adelante.

Cuando pusieron los platos delante de nosotros, junto con el


vino de acompañamiento, entrecerré los ojos y me incliné para
inspeccionar los pequeños trozos de comida del plato, ninguno de
los cuales se parecía a la parte de surf del menú.

—De acuerdo, veo la carne, pero ¿dónde están las ostras?


Eso es lo que decía, ¿no? —Volví a mirar el menú y fruncí el ceño—
. Dice seta de ostra, hoja de ostra, ostra de ternera. ¿No son esos
los platos de ostras reales? —Volví a sacar el móvil y empecé a
buscar los términos mientras Bash probaba el vino.

—Mmm, un perfecto Tempranillo —dijo.

—Tienes que estar bromeando.

Bash lamió una gota de vino de su labio inferior. —¿Ya está


el veredicto?

—Sí. Y no vas a creer esto. Ninguna de esas cosas es una


puta ostra. Mira esto. —Le di la vuelta a la pantalla—. Seta de
ostra: sólo una seta. Y esta hoja de ostra es una maldita hoja. Una 96
adivinanza de lo que es la ostra de ternera.
—Me quedo con la carne de vacuno por quinientos, Alex.

—Ding, ding, ding —dije, golpeando la mesa—. Tenemos un


ganador. La palabra ostra está en esta descripción, ¿cuántas, cinco
veces? Y no hay malditas ostras.

—¿Supongo que eres un fanático de ellas?

—Claro que no, pero eso no es lo importante. —Fruncí el


ceño—. Pensé que sabía lo que era este, o al menos algo de él.

—Ya está, ya está. —Bash extendió la mano a través de la


mesa, y cuando me dio una palmadita, noté que la suya era suave
y cálida al tacto. Me recordó a su pijama de seda, o al menos a lo
que yo imaginaba que se sentiría.

No es que me lo estuviera imaginando.

Está bien, claramente había bebido demasiado.

—Al menos hay carne en esta comida. No puedo imaginarme


que a un hombre robusto como tú no le guste la carne.

Al igual que todos los comentarios de Bash, había un claro


trasfondo de coquetería en sus palabras, pero con su mano en la
mía y el vino corriendo por mi sistema, me encontré con un poco
de calor en el cuello.

—Bueno, yo no diría que no a un filete ahora mismo.

Los ojos oscuros de Bash brillaron junto con su risa mientras


retiraba su mano y se acomodaba en su asiento. Mientras el
camarero colocaba nuestros platos delante de nosotros, Bash
inspeccionaba su plato como si estuviera catalogando todo para
poder contarlo después. Pero esta vez me encontré más interesado
en el hombre que tenía enfrente que en la comida que tenía en el
plato.

¿Quién era realmente Sebastian “Bash” Vogel? Parecía una


97
paradoja. En un momento estaba corriendo en tacones de
kilómetro y medio y al siguiente estaba en el centro del escenario
en una de las mayores exposiciones tecnológicas del país.

Nunca había conocido a nadie como él. Tenía una confianza


en sí mismo admirable y claramente bien merecida -y, si tuviera
que adivinar, y duramente ganada- y cuanto más hablaba, más me
encontraba deseando saber más.

Había crecido en un hogar en el que me enseñaron la


aceptación y la apertura de miras, pero, aun así, mi hermano no
se había distinguido precisamente de la multitud. No como lo haría
este tipo.

Cuando el camarero nos dejó y Bash me miró, cogí el cuchillo


y el tenedor y sonreí.

—Así que, ¿quién te ha enseñado todo sobre el vino y las


comidas elegantes? —Corté lo que parecía un aro de cebolla, pero
no iba a apostar por ello—. ¿Tus padres?

Bash negó con la cabeza mientras terminaba su bocado. —


No, por desgracia, los perdí cuando era joven.

Mi mano se congeló con el tenedor a medio camino de la


boca, porque eso era lo último que esperaba oír. Conocía ese dolor,
la pérdida de los padres. —Lo siento mucho. No quería sacar a
relucir nada doloroso.

—No pasa nada. —Ofreció una media sonrisa, una sonrisa


triste. Una que conocía bien. Era la sonrisa de alguien que recuerda
la felicidad, pero también todo el dolor—. No lo sabías, y ya hace
mucho tiempo.

—¿Has dicho los? ¿Perdiste a los dos al mismo tiempo? —No


pretendía entrometerme, pero ¿cuáles eran las probabilidades de
que estuvieras sentado en una comida con alguien que apenas
conocías, sólo para descubrir que tenías más en común con él de
lo que podrías haber sabido?
98
—Sí, todo fue bastante repentino, en realidad. Mamá tuvo
cáncer y falleció cuando yo tenía diecinueve años, y varios meses
después le diagnosticaron a mi padre una forma aún más agresiva
de la misma enfermedad.

Bajé la mano a la mesa, puse el tenedor en el plato y cubrí


su mano con la mía. —Lo siento. Tuvo que ser duro en la
adolescencia.

Bash sonrió. —Lo fue, pero lo superé. Tengo grandes amigos,


y mis padres me inculcaron una buena base, por lo que resulté tan
alucinantemente perfecto como soy hoy.

Eso me hizo reír. —Sin duda, y entiendo perfectamente lo de


que los amigos se conviertan en familia. Perdí a mis padres hace
unos años. Nuestros amigos se unieron a mí y a mis hermanos.

Bash movió su mano libre sobre la mía, por lo que ahora


estaba intercalada entre las suyas. —Siento oír eso, pero me alegro
de que tuvieras a tus seres queridos a tu alrededor. Realmente
marca la diferencia.

—Lo hace. —Puse mi mano libre sobre la suya—. Y siento no


ser el mejor compañero de comida y vino frou-frou, pero eres un
buen maestro.

Bash miró nuestras manos, apiladas una encima de la otra,


y se rio. Luego, soltó una y la puso encima de la mía de nuevo. —
Eres un excelente compañero de cena, pero siento que no hayas
conseguido tus ostras.

Me reí y tiré de mis manos para poder terminar el vino del


último maridaje. Ni siquiera me gustaban esas cosas normalmente,
pero algunas eran bastante buenas. Y diablos, después de unos
cuantos tragos, ¿importaba realmente a qué sabía?

—Entonces, ¿cómo califica esto en su escala de comidas


hasta ahora? —Puse mi copa vacía sobre la mesa y tamborileé con
los dedos junto a él. 99
—Teniendo en cuenta que sólo estamos a mitad de camino,
yo le daría un sólido ocho hasta ahora. Pero el vino y la compañía
son un irresistible diez. Quizá más.

—Ajá. Ahora estás siendo amable.

—Siempre soy amable.

—Oh, vamos —dije, apoyando los codos en la mesa—. Tiene


que haber momentos en los que pierdes tu mierda. Cuando
realmente lo dejas salir todo.

—¿Yo? ¿Perder la compostura? —Bash se burló, pero fue un


sonido sarcástico que me dijo que tenía razón.

—Todo el mundo lo hace.

—Tal vez yo no.

—O tal vez no quieres que sepa que tienes un lado secreto.


¿Qué es lo que haces? ¿Practicas judo? ¿Te conviertes en Hulk?
¿Romperle el cuello a alguien cuando está mirando para otro lado?

Bash levantó una ceja. —¿Parezco el tipo de persona que


necesita usar sus manos para derribar a alguien?

—Ooh —dije, retirándome y sentándome bien para que


nuestros platos pudieran ser retirados justo a tiempo para que
llegara el nuevo—. Guerra psicológica. Eso puede ser aún más
mortal.

—Creo que nunca he oído a alguien usar mi nombre en la


misma frase que la palabra 'mortal'.

—Tal vez no en tu cara. Pero eres un director general, ¿no?


¿No tienes que llegar a esa posición aplastando a todos los
pequeños?

—Y a algunos grandes, también. —Bash se encogió de


hombros, pero sus labios se movieron. 100
—Su plato, señores. —Ni siquiera había visto que Emmanuel
se dirigía hacia nosotros, pero cuando puso el plato de lo que fuera
delante de mí, deseé haberlo visto venir para evitarlo.

—Jesús —dije en voz baja—. Este puede ser el peor de todos.


¿Se ha derramado tinta en la cocina?

Bash recogió lo que parecía una roca de lava y la levantó


para inspeccionarla. —Podría haber ocurrido después de que
excavaran esto del suelo.

—Oh, Dios mío. —Hice un gesto hacia la coliflor invertida que


estaba sola—. Así que tenemos una roca sumergida en un charco
de tinta con un árbol blanco en la parte superior. Esto se pone cada
vez mejor.

Bash tomó un sorbo del vino del maridaje y me indicó con la


cabeza que probara el mío. —Este te gustará. No es tan terroso
como parece la comida.

No iba a dejar que un bocado de comida se desperdiciara


esta noche, y algunas de las cosas de antes habían tenido mejor
sabor de lo que parecían. Tal vez esto sería otro. Esperé a ver cómo
Bash recogía el brebaje y seguí su ejemplo. Esto no sería tan malo:
sólo eran uno o dos bocados, como mucho.

Oh, joder. No sabía qué era esa mierda negra, aparte de algo
que sabía como si hubiera estado en el fondo de una bolsa de
basura durante una semana. Conseguí tragarlo todo, apenas, e
hice una nota mental para matar a Xander la próxima vez que lo
viera. Lo había hecho a propósito, sin ninguna duda.

—Bebe —dijo Bash, y no dudé en vaciar todo el maldito vaso.


Incluso entonces, todavía podía saborear las secuelas.

Me acercó su copa de vino, y aunque normalmente la hubiera


rechazado, esta vez no. Ni hablar. Después de haberme llenado, el
regusto casi había desaparecido, y suspiré aliviado.
101
—Gracias.
—Un poco picante, estoy de acuerdo.

—¿Un poco? —Negué con la cabeza—. ¿Existe algún tipo de


programa cuando te haces rico en el que te raspan todas las papilas
gustativas para que te gusten las cosas así? ¿Es eso una
costumbre? Sólo por curiosidad.

—Sólo cuando llegas a un millón.

Me limpié la boca con la servilleta. —Hombre, eso sabía a


culo.

—Mmm... yo no diría eso. De hecho, lo encuentro bastante


agradable.

Espera, ¿qué? Le gustaba esa tinta negra...

Al levantar la vista, vi el brillo de la picardía en los ojos


oscuros de Bash y me di cuenta. Ooh. Si no hubiera estado medio
borracho, podría haber captado eso un poco más rápido.

El zumbido no hizo más que aumentar a medida que


terminábamos los platos restantes, sin encontrar ningún puto
vertido de basura negra. El postre era un brebaje pintado en dos
láminas de plástico colocadas frente a nosotros, y no tenía ni idea
de cómo comerlo hasta que Bash lo mezcló y lo recogió con su
cuchara.

Era oficial: esta noche pasaría a ser una de las experiencias


gastronómicas más extrañas de mi vida, por no mencionar una de
las más costosas. Me imaginé que te emborrachaban para que,
cuando por fin te dieran la cuenta, estuvieras demasiado borracho
como para que te importara, y por suerte, yo entraba en esa
categoría. Bash se ofreció, pero de ninguna manera iba a dejar que
pagara por mí. Así que después de un rápido intercambio de
opiniones, decidimos ir a lo holandés.

Ya está, ahora nadie le debía nada a nadie. No es que lo haya


pensado así. De hecho, a los cinco minutos de empezar la velada 102
me había olvidado por completo de cómo habíamos llegado hasta
aquí y me sentía feliz de haberlo hecho. Nunca hubiera esperado
divertirme en un lugar como este, pero Bash había hecho que la
experiencia fuera agradable.

—Así que... —sostuve la puerta mientras Bash salía a la


cálida noche de Chicago— esto a sido toda una experiencia.

Bash echó la cabeza hacia atrás y se rio, y no pude evitar


unirme a él. —Esa es una forma de decirlo.

—Es la forma más educada de decirlo.

—Oh, ¿y tú tratas de ser educado?

Me encogí de hombros, sintiéndome un poco tonto, pero sí.


Bash no era como los chicos del parque de bomberos. Puede que
se me fuera la lengua después de que aquel plato prácticamente
aniquilara mis papilas gustativas, pero no iba a maldecir delante
de él. Parecía demasiado... refinado para eso.

—Claro, y hablando de cortesía, ¿vendrán por ti para ir a


casa?

Bash sonrió y asintió, mostrando su teléfono. —Llamé antes


de levantarnos de la mesa. —Miró por encima de mi hombro y me
giré para ver un elegante Jaguar negro que se acercaba a la acera—
. En realidad, es él que llega en este momento.

No estaba seguro de por qué, pero una sensación de


decepción se instaló ante la idea de que la noche estaba
terminando, y estaba tan ocupado tratando de averiguar por qué
me sentía así que ni siquiera me di cuenta de que había dado un
paso hacia mí.

—¿Podemos dejarte en algún sitio?

—Eh, no, estoy en la dirección completamente opuesta. Voy


a coger un Uber.
103
—¿Estás seguro? —Bash inclinó la cabeza un poco, y cuando
la luz del restaurante captó su piel clara, me encontré deseando
ver si era tan suave como parecía—. ¿Kieran?

—Oh, lo siento. Sí, estoy seguro.

—De acuerdo. —Una sonrisa curvó lentamente los labios de


Bash—. ¿Te importaría mucho que te diera un beso, aquí? —
preguntó dándome un golpecito en la mejilla, y la sonrisa se hizo
aún más amplia—. ¿Para darte las gracias?

Mi reacción instintiva fue decir que no, pero mientras miraba


su rostro impecable y el vino seguía zumbando en mi cerebro,
pensé, ¿qué daño podría hacer? Había pasado una buena noche, y
él también, así que ¿por qué no terminarla con un beso amistoso
en la mejilla?

—Eh, claro. Por qué no.

Bash se adelantó, y me costó todo lo que había dentro de mí


para quedarme quieto cuando colocó una mano en la solapa de mi
chaqueta y acercó suavemente sus labios a mi mejilla sin barba.
Ante el suave y cálido contacto, cerré los ojos, pensando que sería
la mejor manera de bloquear mi deseo de sacudirme. Pero en lugar
de sentir la necesidad de terminar el momento, me encontré con
que tenía que controlar el impulso de hacerlo durar un poco más.

Cuando finalmente se apartó y abrí los ojos, Bash me miraba


fijamente con una mirada de asombro, antes de parpadear y
desaparecer.

—Nos vemos, teniente Bailey.

104
13
KIERAN

CUANDO LLEGUÉ a casa ya era tarde, pero el apartamento estaba


vacío. Probablemente Olsen estaba de fiesta y no volvería hasta
dentro de unas horas.

Maldita sea. ¿Realmente habíamos estado en ese restaurante


durante más de tres horas? Parecía mucho tiempo para un puñado
de comida de conejo, pero pasar la noche con Bash no había sido
una dificultad en absoluto.

Bueno, no pasar la noche pasando la noche, sólo…

Oh, olvídalo.

Dejé la chaqueta sobre la mesa de la cocina y me dirigí


directamente al refrigerador, ya que necesitaba algo más para
saciar el estómago, sobre todo con todo el vino que había
consumido. Después de coger un plato sobrante de la barbacoa
familiar del otro día, quité el papel de aluminio y metí las
hamburguesas en el microondas. Mierda, tal vez así era como Bash
se mantenía tan malditamente delgado. Comía comidas de un solo
bocado. Seguramente estaba bromeando sobre la necesidad de
perder peso, porque en todo caso, podría soportar ganar un poco.

Y ¿por qué estoy aquí pensando en el maldito peso de otro


tipo, por el amor de Dios? Como si me importara.

Molesto por haberme dado cuenta, saqué un plato del


armario y deje caer en él un par de panes de hamburguesa. Un
poco de ketchup y mayonesa fueron suficientes, y para cuando el
microondas se apagó, mi estómago empezaba a rugir de nuevo.

De hambre, no de esos malditos frutos secos laxantes. Eso


esperaba. 105
Me zampé las hamburguesas en menos tiempo del que
tardaron en cocinarse y consideré la posibilidad de acompañarlas
con una cerveza, pero beberla después de todo el vino que había
tomado me pareció una mala idea.

Después de limpiar mi desastre, me cambié de ropa y me


puse unos pantalones deportivos, dispuesto a relajarme ahora que
estaba bien y por fin lleno. El sofá en forma de L que había
comprado cuando me mudé era el lugar perfecto para relajarme,
mi sitio favorito de la casa, y encendí la televisión para ver la ESPN.
E inmediatamente después resoplé.

No podía imaginar nada más opuesto a lo que probablemente


estaba haciendo Bash que estar sentado aquí poniéndose al día con
los deportes. Probablemente llevaría puesto otro pijama de seda,
porque la gente rica no se pone dos veces lo mismo, ¿verdad? Tal
vez sentado en ese maravilloso balcón o, diablos, sentado en esa
bañera de hidromasaje.

Uf, un jacuzzi sonaba jodidamente impresionante. No había


forma de meter mis largas piernas en la bañera aquí, pero
¿relajarse en un jacuzzi después de una larga noche de trabajo o
de haber tomado cenas con derrames de petróleo? Sí, eso era justo
lo que buscaba. También tenía que ser el de Bash.

Curioso, busqué mi teléfono para preguntarle si se lo estaba


aprovechando, y luego me detuve porque... ¿por qué iba a hacerlo?
¿Qué me importaba si se estaba relajando o viendo deportes o
incluso durmiendo? Ya había pasado tres horas con el tipo; lo que
decidiera hacer ahora no era asunto mío.

Tiré el teléfono sobre la mesa de café y me estiré contra los


mullidos cojines, pero fruncí el ceño. Sí, me había divertido esta
noche, pero ¿cuánto había aprendido realmente sobre el tipo en
todo ese tiempo? Era un tipo salvaje, vivía en una isla, había
perdido a sus padres y era director general de algo. Ah, y
coqueteaba con todo lo que se movía, incluido yo, por lo que sabía
que ese beso en la mejilla era completamente inofensivo. 106
¿No es así?

¿Y por qué demonios seguía pensando en él? Jesús... Tal vez


era porque en realidad no sabía nada, no realmente.

Miré mi portátil. Mmm. Se puede encontrar casi cualquier


cosa en Internet, ¿no?

Antes de que pudiera disuadirme, introduje mi contraseña y


busqué en Google. Lo primero que apareció fue la página web de
AnaVoge y, sin saber aún a qué se dedicaba, hice clic en ella.

Minimalista y profesional eran las palabras que utilizaría para


describir el sitio, y eché un vistazo a la sección: Acerca de nosotros,
sin entender nada de la palabrería técnica. Era más o menos lo
mismo que me había dicho el tipo del evento tecnológico, así que
salí de allí y encontré la página de: Fundador.

Y allí estaba, vestido con un traje elegante, su cara sin


maquillaje, pero esos ojos oscuros siempre parecían llevar algo de
todos modos. Sonreía a la cámara con una confianza que te hacía
creer que, fuera quien fuera este tipo, era inflexible en su trabajo.
Y por la lista de premios y menciones notables al final de su
biografía, parecía que era una suposición correcta.

Pero, de nuevo, no me decía mucho sobre él. ¿Qué edad


tenía? ¿Dónde estudió? ¿Cuál era su nacionalidad? Porque tenía
que ser una interesante mezcla de culturas para salir con unos
rasgos tan llamativos. El tipo tenía una cara que no podías dejar
de mirar, y eso tenía que ser cortesía de unos genes exóticos. Pero
no había información sobre eso en ninguna parte.

Era un misterio. Uno que estaba decidido a descifrar, y como


no había nada aquí en cuanto a información personal, decidí hacer
lo siguiente mejor: acosarlo en las redes sociales.

Quiero decir, ¿podrías culparme? El tipo era un


multimillonario. Al menos, supuse que lo era por la forma en que
vivía. Por no mencionar que apenas había parpadeado cuando le 107
dieron la cuenta esta noche. ¿Yo, por otro lado? Casi me había
desmayado por la cantidad que aparecía al final.

Hice clic en la primera página web e introduje su nombre en


la barra de búsqueda y, como no podía ser de otra manera, ahí
estaba. Sebastian -Bash- Vogel, South Haven. Hice clic en su
nombre y, mientras el sitio me redirigía a su página, me pregunté
cuánto tiempo más estaría en la ciudad. Había dicho que estaba
buscando propiedades para su negocio, pero no había dado una
fecha real en la que se iba. Pero cuando nos separamos esta noche,
dijo “nos vemos” no “adiós”.

No tenía ni idea de por qué se me quedó grabado, pero me


dio la sensación de que no había visto lo último de él.

Cuando por fin se cargó su página, su foto de perfil era


exactamente la misma de su sitio web, me invadió una extraña
sensación de decepción. Me desplacé un poco más abajo en la
página, preguntándome si había alguna información personal en su
biografía, pero de nuevo, toda la información que había allí, ya la
conocía.

Uf. Exhalé un suspiro, sintiéndome cada vez más frustrado.


¿Era mucho pedir unas cuantas fotos más allá de los logotipos de
su trabajo? ¿Cómo eran sus amigos? ¿Y su ciudad natal?

Molesto, cerré el portátil y lo dejé en el sofá a mi lado. No


tenía ni idea de por qué estaba tan enfadado por esto, pero lo
estaba. Había pasado las últimas tres horas con un tipo del que no
sabía casi nada y, sin embargo, me lo había pasado mejor que en
meses. Eso era raro, ¿verdad? O tal vez sólo lo estaba haciendo
raro en mi cabeza. Porque dudaba que pensara en algo si supiera
que era heterosexual. Sólo serían dos tipos pasando el rato y
tirando la mierda.

Pero en lugar de eso, estaba sentado en mi sofá buscando


en Google al tipo y preguntándome si había heredado sus pómulos
altos de su madre o de su padre. 108
Sí, de acuerdo, era raro.

Bash probablemente estaba acurrucado durmiendo en su


suite de la torre de marfil sin preocupaciones en el mundo, y yo
estaba buscando información sobre él.

Me tumbé en el sofá y cerré los ojos, intentando que mi


mente se desconectara, tratando de apartar este deseo
aparentemente insaciable que tenía de aprender todo lo que
pudiera sobre el enigma que había sacado del fuego del Royale.
Pero, por mucho que lo intentara, no conseguía relajarme, no podía
deshacerme de esa inquietud que me invadía. Mi mente estaba
ocupada repasando cada uno de los encuentros que había tenido
con Bash, desde el incendio y la comisaría, hasta el pub y la suite
del hotel, y cuando tuve en cuenta esta noche, me di cuenta de
que había pasado más tiempo con Bash en los últimos días que con
cualquier otra persona, es decir, fuera de mi trabajo.

¿Qué tan loco es eso? Normalmente pasaba mi tiempo libre


persiguiendo a la última cosa bonita que me había llamado la
atención. Es decir, técnicamente había estado haciendo eso,
porque Bash era definitivamente bonito a su manera. Pero aquí no
había ningún tipo de recompensa. Al menos no sexualmente. Es
decir, mírame ahora: me había arreglado, había salido, había
cenado con alguien durante tres horas, ¿y qué obtuve a cambio de
mis esfuerzos? ¿Un beso en la mejilla? No es de extrañar que
estuviera frustrado.

Pero no era ese tipo de frustración. Pero cuando me llevé los


dedos a la mejilla y toqué el lugar en el que Bash había presionado
sus labios, recordé lo suaves y cálidos que se habían sentido, como
la seda, y una agitación familiar comenzó en mi vientre.

Me lamí los labios, con los ojos aún cerrados, y decidí que
qué demonios. Entonces me pasé la mano por el cuello y el pecho,
por los abdominales, hasta donde había empezado el calor. Me
acomodé un poco más en los cojines y amplié mi postura.
109
Así, ahora, me sentía mejor. Tal vez todo lo que necesitaba
era un poco de liberación. Un poco de... amor propio antes de
meterme en la cama. Entonces tal vez mi mente se apagaría.

Pasé mis dedos por el sendero de mi tesoro hasta donde mis


pantalones deportivos se sentaban en mis caderas, y cuando llegué
a la cintura, me deslicé dentro. Mi polla estaba definitivamente
interesada en lo que estaba haciendo, y mientras me envolvía con
la mano, la imagen que me vino a la cabeza fue la de Bash con su
mano sobre la mía en la mesa. Su piel clara, ese cabello negro
azabache y sus labios suaves y cálidos...

Mierda. En el momento en que la imagen apareció, saqué la


mano de mis pantalones y mis ojos se abrieron de golpe al darme
cuenta de lo que había estado a punto de hacer. ¿Qué demonios?
Me llevé la palma de la mano a mi pobre y aparentemente
descuidada polla, y luego negué con la cabeza. Si alguna vez hubo
una señal de que tenía que conseguir algo, era esta.

Me puse en pie, decidiendo que lo mejor que podía hacer era


ir a la cama y dormir este extraño estado de ánimo. Me dirigí a mi
habitación, eché las sábanas hacia atrás y me llevé la mano al
cordón de la cintura, pero en el último momento decidí que lo mejor
sería dejar los malditos pantalones puestos.

110
14
BASH

PODÍA CONTAR la noche anterior entre una de las mejores noches


de sueño que había tenido.

Después de dejar a Kieran, me había dado un baño en el


jacuzzi de la terraza y había contemplado las estrellas hasta que
mis músculos estaban tan calientes y flexibles que apenas pude
llegar a la cama.

Una magnífica noche de comida, vino y un hombre hermoso,


¿qué más podía pedir? Bueno, además de lo obvio, porque el
jacuzzi y la cama habrían mejorado con otro cuerpo caliente, pero
sabía que no debía forzar las cosas. Ya había ido demasiado lejos
antes cuando pedí besar a Kieran, lo cual no podía achacarse al
alcohol, porque habría querido tocarlo en cualquier parte incluso
sin el vino corriendo por mis venas. Y aunque no me arrepentía de
haber rozado con mis labios su mejilla, esperaba no haberlo
incomodado. O, peor aún, que le hubiera hecho arrepentirse por
completo de la velada.

No, no, no. No se había enfadado cuando le dejé, lo que


significaba que se había tomado el gesto como algo amistoso. Bien.
Así fue como lo quise decir.

Más o menos.

Mientras me estiraba sobre las sábanas, sonó mi móvil y miré


para ver la cara de Jackson en la pantalla.

—Un poco temprano para ti, ¿no? —Dije cuando contesté—.


¿Has tenido un buen vuelo a casa?

—Turbulento pero soportable. Pasamos por una gran


111
tormenta. ¿Cómo te fue anoche?
Sonriendo para mí, levanté el brazo por encima de la cabeza
en un gran estiramiento y suspiré feliz. —Glorioso. Deberías haber
visto a Kieran probando el plato de cuajada. Esperaba que se fuera
caminando después de eso. Pero no, tragó como un profesional.

Jackson se rio. —¿Ya le estás enseñando los movimientos?

—Lamentablemente, no, pero fue una buena noche.


¿Supongo que me llamas por los presupuestos?

—Hice los números, y mientras pasé la inspección, el edificio


número uno es tuyo.

—Excelente —dije, sentándome y mullendo la almohada


detrás de mí antes de recostarme—. Puedo firmar los papeles hoy
mismo. —Entonces se me ocurrió una idea. O una excusa, más
bien, para volver a ver a Kieran—. En realidad, déjame consultar
con uno de nuestros locales para conocer su opinión, y mientras
eso sea un visto bueno, haré el trato.

—Y por locales, asumo que es tu manera de volver a ver al


bombero buenorro.

Sonreí. —Jackson, querido, a veces me alegro de que me


conozcas tan bien.

HABÍA ESPERADO HASTA una hora más razonable para llamar a


Kieran y pedirle que se reuniera conmigo en el edificio y, para mi
sorpresa, no tuve que retorcerle el brazo para que fuera. Esperaba
que se negara y que tuviera otros planes, pero cuando dijo que
podía pasar por allí, me aseguré de parecer más atractivo.

Un par de horas más tarde, me dirigí al primer piso vacío y,


después de que mi agente inmobiliario saliera, oí la voz de Kieran
detrás de mí. 112
—No es una mala pieza de bienes raíces. ¿Compras?

Me giré y admiré la camiseta de la estación setenta y tres


que había combinado con unos vaqueros y lo que parecían unas
botas de trabajo. No parecía importar si estaba vestido de forma
elegante o informal -o, probablemente, en absoluto- este robusto
hombre era la perfección absoluta.

—Pensando en ello. Esperaba obtener primero un punto de


vista local.

—¿Oh? ¿No tienes un montón de amigos nuevos a los que


podrías preguntar en esa fiesta tuya? Espera, sé que los tienes. Los
vi corriendo por sus vidas.

La sonrisa en su cara me hizo querer besarla de inmediato.


Disfruté bastante cuando su listillo interior salió a jugar.

—Pero entonces, ¿quién revisaría los detectores de humo?


No puedo arriesgarme a tener que hacer otra llamada a los mejores
de Chicago, por mucho que me guste el rescate.

—Ah. —Kieran asintió mientras se metía las manos en los


bolsillos—. Así que me has llamado para que compruebe los
detectores de humo. Entendido.

—Pensé que preguntarle a Sanderson no me llevaría muy


lejos.

Resopló. —Probablemente no. —Cuando empezó a caminar


por el espacio abierto, mirando al techo, no pude evitar notar que
sus ojos estaban un poco enrojecidos.

—¿Te sientes bien?

—Sí, ¿por qué?

—Pareces un poco... callado. Sólo espero que la nuez de


kukui no haya decidido hacer una reaparición.
113
—Dios, no. Gracias a la mierda. —Se frotó los ojos y crujió
el cuello—. Sólo un poco cansado. No pude dormir una mierda.

—Oh no. —Me acerqué a él, y de cerca me di cuenta de que


sus ojos rojos tenían también un filo de cansancio—. Espero que
no haya sido nada que hayas comido.

Kieran frunció el ceño, negó con la cabeza y desvió la mirada


para ver una de las puertas de salida. La empujó y asomó la cabeza
al exterior, y mientras inspeccionaba el hueco de la escalera y el
acceso a la calle, intenté discernir qué podría haberle mantenido
despierto anoche si no era la comida.

¿Tal vez el vino había sido demasiado? Parecía estar bien


cuando me fui, pero si no se sentía bien ahora, no quería retenerlo.

Volvió a entrar y la puerta se cerró tras él. —El acceso a la


calle se ve bien. Veo algunos cubos dejados por un equipo de
construcción o renovación, así que asegúrate de mantener siempre
las escaleras libres. Pero probablemente ya lo sabes.

—Nunca está de más que me lo recuerden.

Kieran asintió y dio un paso a mi alrededor, y esta vez tuvo


cuidado de no hacer contacto visual mientras se abría paso por el
espacio abierto e inspeccionaba los aspersores y las alarmas de
humo, como le había pedido.

La falta de sueño le había hecho mucho menos amable que


anoche, eso era seguro, porque el Kieran divertido y simpático con
el que había cenado no aparecía ahora. Y todo lo que podía pensar
era que realmente no se sentía bien, pero no había querido parecer
grosero al rechazar mi llamada de auxilio.

—Kieran, si no te sientes bien, no quiero retenerte.


Especialmente en tu día libre.

Miró por encima de su hombro, y algo en la forma en que me


miró me aceleró el pulso, pero eso no podía ser correcto. No 114
debería haber ningún pulso acelerado aquí. Éramos amigos, él era
heterosexual, y yo era más que consciente de ello, por mucho que
deseara que no fuera así. No era como si pudiera convencerlo de
que me encontrara irresistible. Pero definitivamente había algo
diferente en esa mirada.

—Me siento bien. Sólo estaba inquieto anoche. Eso es todo.

Decidí provocar al oso, porque por qué no, y le mostré una


sonrisa diabólica. —¿Ocupado soñando conmigo, cariño?

Esperaba algún tipo de negación rápida. Un movimiento de


cabeza. Pero cuando Kieran se rio, pensé que tal vez lo había
imaginado todo.

—Te gustaría, ¿verdad?

—Desde luego, no me opondría a ello. Nada acaricia más el


ego que saber que has mantenido a alguien... despierto toda la
noche.

Kieran negó con la cabeza y comenzó su inspección una vez


más, charlando mientras avanzaba. —Me di cuenta de que estaba
tan ocupado tratando de averiguar qué demonios estábamos
comiendo anoche que apenas tuve tiempo de preguntar algo sobre
ti.

—Un tema del que siempre estoy encantado de hablar. ¿Qué


te gustaría saber? Soy un libro abierto. —Eso era en realidad una
pequeña mentira, porque si algo me había enseñado el trabajo en
la industria tecnológica era a mantener fuera de línea lo que no
querías que los demás supieran. Había muy poco sobre mí en la
red mundial, y lo que había era información que yo había redactado
y examinado cuidadosamente y que había decidido entregar para
el consumo público. Todo lo demás era mío.

Podía contárselo a quien quisiera, cuando quisiera, y así me


gustaba.

—Bueno, ¿en qué año te graduaste? 115


Mis labios se movieron ante su intento no tan sutil de
averiguar mi edad. —¿Intentas engañarme para que revele mi
edad? Porque, cariño, una dama nunca lo dice.

—No estaba... Está bien, estaba intentando averiguarlo. —


Kieran metió las manos en los bolsillos—. Pero vamos, eres difícil
de resolver.

—¿Difícil? No sé si debería sentirme ofendido o halagado por


esa descripción.

—Mierda, lo he dicho mal. Quiero decir, sea cual sea tu


herencia, tienes como cero arrugas. Tu piel es, como, no sé,
perfecta. Pareces tener poco más de veinte años, pero está claro
que tienes y diriges un negocio, así que estoy intentando averiguar
cuál es tu edad.

Sus divagaciones eran adorables mientras trataba de pasar


de puntillas sobre sí mismo. Pero lo más importante era que se
había dado cuenta de lo impecable que era mi piel, y eso me hizo
preguntarme si había tenido razón en lo que le había hecho
trasnochar anoche. Porque, ¿qué bombero atractivo admitiría eso?
¿Incluso si fuera de una manera reticente como si estuviera
tratando de hablar para salir del agujero que acabo de cavar?

—En primer lugar, permíteme dar las gracias por esa


deliciosa descripción. No te puedes imaginar la cantidad de dinero
que me gasto en el cuidado de la piel, así que saber que ha dado
sus frutos me alegra el corazón. En cuanto a mi piel tan radiante,
me encantaría atribuirme todo el mérito, pero creo que la mayor
parte corresponde a mis padres. Una combinación de la herencia
malaya de mi padre y las raíces nórdicas de mi madre.

—Lo sabía. —Sonrió.

—¿Sabías qué?

—Que tenías que tener algún tipo de historia de fondo


superinteresante. Eres tan... 116
—Elija bien sus palabras, teniente.

Kieran se rio. —…Único. ¿Puedo decir eso?

—Me quedo con único.

—Y complejo. Te juro que eres como un rompecabezas que


no puedo resolver.

Mi ceja se alzó. —¿Lo estás intentando?

—¿Eh?

—¿Descubrirme?

Kieran se encogió de hombros. —Ya sabes lo que quiero


decir. Tienes que admitir que no eres precisamente aburrido.

—Y gracias a Dios por eso. No se me ocurre una cosa peor


que me llamen, y créeme, me han llamado muchas cosas.

Kieran frunció el ceño como si eso le molestara. Pero en lugar


de preguntar más, ladeó la cabeza y me miró. —No creas que
puedes cambiar de tema. Todavía no me has dicho cuántos años
tienes.

—Y no pienso hacerlo. Tenemos que conocernos mucho


mejor antes de revelar ese secreto. Por ahora, convengamos los
dos en que soy fabulosa para cualquier edad.

—Pensé que habías dicho que eras un libro abierto.

—Sólo hasta cierta página, querido.

—No sé si me lo creo. Apenas hay nada sobre ti en Internet.


—En cuanto las palabras salieron de su boca, su rostro palideció.

Oh, estás tan atrapado, hermoso y entrometido hombre. ¿Así


que se fue a casa después de pasar unas horas conmigo y luego
me buscó? ¿Y no pudo dormir después? ¿No fue todo eso una 117
revelación interesante y chocante? Una que parecía estar
horrorizado de que se le escapara, a juzgar por la expresión de su
cara.

—¿Has encontrado algo interesante en lo poco que has


encontrado? —le pregunté.

—No. —La negación salió demasiado rápido, y tuve que


morder una sonrisa para no mostrar lo contento que estaba.

—Me disculpo por no tener suficiente disponibilidad para


mantenerte entretenido, pero disfruto bastante de mi vida privada.
Parece extraño, estoy seguro, ser alguien en el mundo de la
tecnología sin mucha presencia en línea.

Kieran asintió lentamente. —La verdad es que estaba


pensando eso. ¿Puedo preguntar por qué?

—¿Por qué la privacidad? Bueno, parece que cuanto más


exitoso eres, más siente el resto del mundo que es su lugar invadir
tu vida privada, y la mía, como habrás adivinado, es un poco...
única, ¿dijiste? Algunos dirán que es excéntrica. No estarían
equivocados. Simplemente prefiero mantenerme a mí mismo y a
mis seres queridos separados de mi vida profesional.

—Tiene sentido. Hay muchas cosas que debo publicar con


cuidado debido a mi trabajo, así que me mantengo al margen de
todo.

—Exactamente. Me parece que es más agradable conocer a


alguien en persona que por las fotos filtradas que han decidido que
les representan mejor.

—Bueno, anoche hice un trabajo terrible para conocerte. Lo


siento.

—¿Por qué dices eso? Sabes qué vino me gustó más.

—¿El del surf and turf, o como recuerdo, el que no tiene


ostras? 118
—Ese sería el único.

—Sí, ese tampoco me gustó.

—¿Ves? Prestaste atención, que es más de lo que hacen la


mayoría de mis citas... —Me detuve antes de que Kieran pudiera
enloquecer—. No es que fuera una cita. —Aclarando mi garganta,
señalé las escaleras a lo largo de un lado de la pared—. ¿Por qué
no subimos y te aseguras de que no hay ningún peligro de incendio
que deba conocer?

119
15
KIERAN

NO SABÍA por qué demonios se me había subido tanto a la cabeza.


En el momento en que Bash me llamó la atención por actuar de
forma extraña e hizo una broma al respecto, me relajé de nuevo
en el cómodo ida y vuelta que disfrutaba cuando estaba con él. No
se tomaba a sí mismo demasiado en serio, y sin duda era una de
las personas más interesantes que había conocido en mi vida.
Entonces, ¿por qué me había asustado? Oh, es cierto. Mi estúpida
polla se había confundido por la falta de acción últimamente, pero
ahora veía las cosas más claras durante el día.

Éramos amigos. Yo lo sabía, Bash lo sabía, -acaba de decir


que anoche no era una cita- así que tenía que relajar mi mierda.
Ah, y tal vez dejar de admitir cosas como que lo había buscado en
Google anoche. Al menos no se había hecho una idea equivocada.

—Hombre, con todo el espacio aquí arriba, este lugar es


mucho más grande de lo que pensaba —dije cuando llegamos al
segundo piso, que daba al primero—. Debes estar haciéndolo bien
para necesitar todo esto.

—¿Quieres decir que no has buscado en mis últimos


negocios? Estoy sorprendido.

—Ni siquiera sabía que ese tipo de cosas fueran públicas. —


Y ahora me moría por saber de cuánto dinero estábamos hablando.
Este espacio estaba bien en siete cifras, así que hice una nota
mental para añadir “ofertas de AnaVoge” a mi búsqueda más tarde.

Eso no era demasiado invasivo, ¿verdad? Era de dominio


público, y sería grosero preguntar de plano. Si Bash no hablaba de
su edad, no iba a hablar de su dinero. No es que me importara
cuánto tenía o no tenía. La curiosidad ganaba, eso era todo. 120
—Todo parece estar bien por lo que veo —dije después de
recorrer el espacio—. Tendrás que conseguir un inspector de
verdad para asegurarte de que todo está bien, pero no veo ninguna
razón para no seguir adelante con tu oferta.

—Vaya, qué alivio. —Bash sonrió y se alejó de mí. Y sí,


utilizaría la palabra “paseó” porque no había otra forma de describir
su forma de caminar. Me habría encantado ver a Olsen o a uno de
los chicos probar eso. De alguna manera, no creía que pudieran
lograrlo como Bash.

—Pensándolo bien, podría haber un área de preocupación.

—¿Oh?

—Tú. —Cuando sonreí, una de las cejas de Bash se levantó—


. Eres el único peligro potencial que veo en este lugar, así que tal
vez quieras tener cuidado al jugar con fuego.

—¿Dónde está la diversión en eso? Además, eres uno de los


que habla. Siempre corriendo hacia un edificio en llamas en lugar
de alejarse de él. ¿Es la emoción? ¿Un subidón de adrenalina? ¿O
simplemente disfrutas tirando a la gente por encima del hombro?

Me reí y me froté la mandíbula. —Todo lo anterior, tal vez.

—Mmm. —Bash se acercó aún más, sus ojos oscuros


evaluando—. Un hombre atraído por el peligro y de alguna manera
sin miedo.

—No, tengo miedo —dije—. He estado a punto de sufrir


algunos accidentes en los que preferiría no pensar, pero estoy
entrenado para hacer lo que hago.

—Pero sigues poniendo tu vida en riesgo. ¿Por qué?

Nunca me había parado a pensar en ello. —Mi padre era


policía y crecí en ese mundo. Mis hermanos entraron en el cuerpo,
pero no era algo que yo quisiera hacer. Perseguir a los malos, 121
empuñar un arma... no gracias. Dame un fuego cualquier día.
—Porque eso es mucho menos peligroso. —Bash negó con la
cabeza.

—Tal vez tengo algo de temerario en mí después de todo.

—O te falta un tornillo.

Me reí, pero entendí esa forma de pensar. —Lo entiendo: la


mayoría de la gente se pregunta por qué alguien quiere ir a trabajar
cada día sabiendo que podría ser el último. Pero yo no lo veo así.
Estoy entrenado para ayudar a la gente, rescatarla, y cuando llego
al lugar de los hechos, eso es lo único que tengo en mente. Entrar,
encontrar a alguien en peligro y ponerlo a salvo.

—Como yo.

Asentí. —Exactamente. No es un trabajo fácil, y algunos días


puede ser jodidamente horrible. Pero cuando consigues sacar a
todos, sanos y salvos, es un maldito buen día y hace que todos los
días de mierda merezcan la pena.

La expresión de Bash se suavizó. —Personalmente, nunca


podría hacer lo que tú haces, pero estoy muy agradecido de que
estuvieras allí ese día que te necesitaba.

—Sólo hacía mi trabajo.

—Sí, bueno, tu trabajo salvó mi par favorito de Manolos, así


que, por eso, tienes mi gratitud infinita.

—Tú y tus zapatos. —Miré sus botines marrones y con


tachuelas plateadas, y luego volví a mirarlo a él—. Déjame
adivinar, ¿tienes un armario entero sólo para ellos?

—Por supuesto. ¿Y te imaginas cómo hubiera desbaratado la


estética si ese hubiera ardido?

Sonreí. —Horror y terror.

—Exactamente. —Bash frunció los labios—. Aunque habría 122


sido la excusa perfecta para comprar el diseño de esta temporada.
—¿De verdad necesitas una excusa? Si los quieres y te los
puedes permitir, cómpralos.

Los ojos de Bash prácticamente se iluminaron. —Ves, sabía


que me gustabas.

—¿Porque creo que deberías comprarte un par de zapatos?

—Porque está claro que no eres de los que se echan atrás


ante un poco de autocomplacencia.

Sonreí mientras nos dirigíamos a la parte trasera del segundo


piso. Había echado un vistazo rápido desde donde estábamos, pero
me encontré con que me quedaba con ganas de hablar un poco
más.

—Oye, si pudiera comprar el Corvette Stingray de 1969 al


que le he echado el ojo durante los últimos dos años, lo compraría.
No se necesita ninguna razón.

—Te imagino al volante de un clásico. ¿De qué color es esa


belleza?

—Azul Le Mans.

—Ah, sí. Te verías perfecto en eso.

—¿Tú crees?

—¿Con esos azul bebé que tienes? Cariño, las mujeres harían
cola para probar el asiento trasero.

—No necesito un Corvette para eso. —Le guiñé un ojo y Bash


se rio.

—Touché. Así que... ¿Hay alguien especial en tu vida? ¿O te


estás abriendo camino en Chicago de mujer en mujer?

Era gracioso, pero por muchas veces que hubiera escuchado


palabras similares de mis hermanos y amigos, Bash era el que 123
sonaba menos sentencioso. Casi como si pensara lo mismo que los
hombres de South Haven. ¿Y por qué no iba a serlo? Con su
aspecto, su confianza y su personalidad, imaginé que a Bash le
resultaba bastante fácil conseguir una cita. Era tan fácil estar con
él, que cualquiera que lo conociera estaría ansioso por volver a por
más... quiero decir, si esa era la forma en que se movían.

—Sólo estoy comprobando lo que está disponible. Para ser


honesto, este trabajo hace que sea difícil establecerse, y no estoy
seguro de que alguien quiera asumir la molestia.

Bash me dedicó una mirada que dejó un cálido rastro a su


paso. —Estoy casi seguro de que las mujeres pagarían copiosas
cantidades de dinero por las molestias.

No estaba seguro, pero eso casi sonaba como... —¿Estás


coqueteando conmigo?

Bash suspiró. —Aparentemente no muy bien, si tienes que


preguntar.

Me reí de su tono de desprecio. —No es tu habilidad lo que


falta; es que nunca he tenido un hombre que coquetee conmigo
antes de ti.

Bash se burló. —Lo siento. Es imposible que sea el primer


hombre que se te insinúa, guapo. —Me dio una palmadita en el
bíceps y negó con la cabeza—. Es que no estabas prestando
atención.

Fruncí el ceño, tratando de pensar en una ocasión en la que


podría haber estado en una situación en la que eso podría haber
sucedido y me lo perdí.

—¿No dijiste que tus hermanos eran gays? ¿Y sus amigos?

—Sí, eh, no son como... —me corté, sin querer insultar o


herir los sentimientos de Bash.

—¿No son como qué? ¿Cómo yo? 124


Abrí la boca para asentir, pero cambié de opinión. No quería
que pensara que lo estaba juzgando. Pero la verdad del asunto era
que Bailey y Sean estaban tan lejos de Bash como el aceite y el
agua.

—Está bien. —Bash sonrió—. No me ofenderé. Ya sé que me


encuentras... único.

—En el buen sentido —señalé.

—Sí, en el buen sentido. Entonces, ¿qué es lo que decías de


tus hermanos?

—Son tan —…me imaginé a Bay y Sean bebiendo cervezas


conmigo en el sofá y viendo los partidos del sábado…— lo contrario
a ti.

Bash comenzó a reírse, un sonido centelleante que era como


una canción. —¿Qué? ¿Quieres decir que no huyen de los edificios
en llamas con vestidos de Valentino y tacones de más de doce
centímetros? Estoy muy decepcionado.

La sola imagen que conjuró en mi mente me hizo reír junto


con él. —Dios no, y para responder a tu pregunta, todos crecimos
con los mismos amigos. Los niños de la puerta de al lado y de
nuestra calle.

—Bueno, eso no es...

—Si dices aburrido, quiero que sepas que me sentiré


profundamente ofendido. —Sobre todo después de que anoche me
dijera que prefería morir a que lo llamaran aburrido.

—Iba a decir todo americano. La vida suburbana en su


máxima expresión. Donde todos viven en una callecita pintoresca
y crecen andando en bicicleta con los niños de al lado.

—Sean normalmente los empujaba de sus bicicletas, pero sí,


eso lo resume bastante bien. 125
—Interesante.

No estaba seguro de si eso era un cumplido o no, pero me


dio la impresión de que estaba haciendo algún tipo de suposición
de quién era yo basándose en lo que acababa de decirle.

—¿Así que no hay hombres demasiado coquetos en tu vida?

—Eh, eso sería un no.

Bash me miró con atención. —¿Prefieres que deje de


hacerlo?

—¿Coquetear conmigo? ¿Es eso posible para ti?

—No voy a mentir, sería difícil, especialmente con alguien


tan delicioso como tú. Pero sé que a veces puedo ser muy exigente
y que a veces me dejo llevar un poco.

—¿Un poco?

—Está bien, quizá mucho, pero al menos soy consciente de


ello.

Mis labios se crisparon ante su audacia. —Entiendes que sólo


somos amigos, ¿verdad?

—Por supuesto.

—Entonces no me importa. Eres divertido. Me gusta


divertirme. Sé tú mismo. Me parece bien. —En realidad lo
disfrutaba. Bash era único, eso era obvio, y no iba a pedirle que
cambiara por mí.

—Bien. Entonces, antes de que te vayas, déjame preguntarte


esto. ¿Estás libre esta noche?

—En realidad, tuve que cambiar un turno.

—Oh. —Bash frunció el ceño y, por primera vez desde que lo 126
conocí, parecía decepcionado. Un sentimiento que descubrí que
compartía en ese momento—. Está bien, entonces. Ya te he robado
bastante tiempo hoy...

—¿Qué tal si te llamo cuando este libre? ¿Seguirás en la


ciudad?

El ceño fruncido abandonó instantáneamente su rostro, la V


entre sus cejas se suavizó una vez más en sus impecables rasgos.
—Creo que sí.

—Entonces, te llamaré.

—Lo estaré esperando, teniente.

Sonreí y asentí mientras nos dirigíamos hacia las escaleras


para que pudiera salir a trabajar. Después de despedirnos y subir
a mi auto, me di cuenta de que yo también lo estaba deseando.

127
16
BASH

IMAGINA MI EXCITACIÓN cuando Kieran cumplió su palabra y me


llamó un par de días después para preguntarme si estaba libre para
salir. Supuse que esta vez se refería a una cena de su elección,
pero estaba muy equivocado.

No, no había ninguna hamburguesería en mi futuro, sino algo


mucho más apetecible.

Un espectáculo de burlesque.

A Olsen le habían dado un par de entradas, pero no pudo


usarlas, así que se las pasó a Kieran, que le dijo, y cito:
“probablemente no sea de tu agrado, pero si quieres ir, tengo las
bebidas”.

¿No es de mi gusto? ¿Me conocía aunque solo fuera un poco?

Así que, sí, me dirigía a un espectáculo de burlesque esta


noche con Kieran, y me preguntaba si él sabía siquiera en qué se
estaba metiendo. ¿Había estado alguna vez en uno? Oh, esto iba a
ser divertido.

Menos mal que había ido a comprar una variedad de


conjuntos, ya que esta noche requería un traje simplemente
espectacular. Tenía justo lo que necesitaba.

A las diez menos cuarto, salí del asiento trasero del Jaguar y
me dirigí a la alfombra roja que salía de la entrada del teatro. Me
sentí más alta de lo normal con mis zapatos Louboutin de quince
centímetros, pero por suerte tenía práctica en caminar con estos
zapatos y no pensaba necesitar que un bombero sexy me
rescatara.
128
Pensándolo bien...
Un silbido sonó detrás de mí y me giré para ver a Kieran
saliendo de la parte trasera de un Uber.

Estaba absolutamente impresionante vestido de negro, con


las mangas largas arremangadas para mostrar sus fuertes
antebrazos. Kieran Bailey estaba hecho del material de los sueños.

—Maldita sea, Bash —dijo mientras caminaba hacia mí,


observando el ajuste del corsé negro y plateado que llevaba sobre
una camisa de vestir negra y unos pantalones ajustados. Cuando
alargó la mano para tocar mi corbata plateada de espejo, ésta
proyectó reflejos de luz sobre su apuesto rostro, y se apartó—.
Estoy un poco celoso. Debería haber dejado que me vistieras esta
noche.

—No me digas eso. Sólo puedo imaginar lo que haría con mi


propio muñeco Ken personal. Especialmente uno que se parece a
ti.

—¿Sí? ¿Recibiría tantas miradas como tú?

Dejé que mis ojos lo recorrieran, de arriba a abajo, y tuve


que impedirme lamerme los labios. —No creo que nadie pueda
quitarte los ojos de encima —dije mientras avanzábamos para
unirnos a la fila, me incliné y susurré: —Incluso ahora.

Una sonrisa casi tímida cruzó los labios de Kieran cuando nos
dirigimos al teatro y nos detuvimos frente al mostrador de venta
de entradas. Sacó las entradas de su bolsillo, e instantes después
estaban envolviendo nuestras muñecas con cintas de papel de
color verde lima.

—Ya sé lo que vas a decir —dijo Kieran mientras nos


dirigíamos a buscar nuestros asientos—. No hace juego con tu
traje.

Fruncí el ceño ante el accesorio hortera y me encogí de


hombros. —Si puedo hacer que un sombrero de vaquero funcione
129
con un mono de Siriano7 durante nuestra semana de convivencia
laboral, puedo manejar esto.

Kieran se rio y señaló la mesa redonda del frente y a la


izquierda. —Creo que somos nosotros.

—Muy bonito. Creo que Olsen quería que estuvieras cerca.

—Tienes que cuidar a tus amigos, ¿verdad? —Kieran me


lanzó un guiño mientras tomábamos asiento.

—Bien. ¿Una pregunta para ti?

—Mmm. —Kieran miró a su alrededor, sin duda buscando al


camarero.

—¿Has estado alguna vez en un espectáculo de burlesque?

Hizo un gesto con la mano, claramente divisando a alguien,


y luego se volvió para mirarme. —No. ¿Por qué lo preguntas?

—Oh, por nada. Sólo me preguntaba si sería la primera vez


para ti o...

—Sí. Estoy ampliando mis horizontes.

Eso fue el eufemismo del siglo. Me pregunté si Kieran había


investigado todo esto. Si lo hubiera hecho, se habría dado cuenta
de que los bailarines de esta noche eran tanto femeninos como
masculinos. Pero bueno, si quería ampliar sus horizontes, yo no iba
a impedírselo.

—Lo cual aprecio más de lo que sabes. Tengo que confesar


que este es el último lugar que esperaba que me sugirieras cuando
me llamaste.

—Me dijiste que estabas interesado en conocer la ciudad,


¿verdad?

130
7
Diseñador de moda.
—Definitivamente. Y tengo la sensación de que vamos a ver
mucho más de la vida nocturna de la ciudad de lo que incluso tú
esperas esta noche.

Kieran frunció el ceño. —¿Qué es lo que...?

—Buenas noches, caballeros. —Nuestra camarera se detuvo


junto a la mesa.

—Buenas noches. —Kieran le dedicó una sonrisa y ella dirigió


toda su atención hacia él. No podía culparla; el hombre estaba muy
bien.

—¿Qué puedo ofrecerte para beber esta noche?

Como si fuera completamente ajeno al efecto que causaba


en ella, ignoró sus ojos y sus amplios pechos y miró hacia mí. —
¿Qué vas a beber?

—Mmm. —Me di un golpecito en los labios, noté que los ojos


de Kieran bajaban hacia ellos y me pregunté qué pensaba del brillo
de manzana venenosa que había elegido para la pequeña velada
de esta noche—. Desde que te hice beber copiosas cantidades de
vino la otra noche…

Cuando la camarera arqueó una ceja, lo único que pude


hacer para no decirle: Así es, pastelito, esta es nuestra segunda
cita, porque no lo era, en realidad. Pero no iba a anunciarlo. No
cuando Kieran actuaba como si yo fuera el único en su radar en
este momento. Iba a disfrutar al máximo, y lo que hice fue
preguntar: —¿Qué tal si haces el pedido por nosotros?

Kieran se rio, y el bajo estruendo envió un escalofrío de


electricidad por mi espina dorsal. —Puedo hacerlo. —Se volvió
hacia la camarera—. ¿Qué tal dos escoceses, solos… sin hielo?

Uf, pensándolo bien, quizá debería haber pedido yo mismo.


¿Escocés solo? Fue todo lo que pude hacer para no rechazar la idea.
Pero decidí ser una buena persona y mantuve la boca cerrada. Si 131
podía aguantar tres horas de comidas impronunciables que, la
mayoría de las veces, sabían cómo el interior de un cubo de basura
para complacerme, podía tragar un poco de whisky. No es que no
haya tragado cosas peores.

La camarera desapareció entre la multitud, y ahora que


Kieran y yo estábamos solos, apoyé un codo en la mesa, apoyé la
barbilla en la mano y le dirigí mi sonrisa más hechizante.

—¿Qué tal el último turno de trabajo, cariño? ¿Rescataste


algún gatito de los árboles?

—Sabes, en realidad no respondemos a las llamadas de


gatos en los árboles.

—¿En serio?

Kieran negó con la cabeza. —De verdad. Sin embargo, una


vez nos llamaron por una mujer que se subió a un árbol para
escapar de un gato doméstico.

—Espera, ¿en serio? ¿Ella se subió al árbol y luego no pudo


volver a bajar?

Kieran sonrió, y quise inclinarme y trazar la curva de sus


labios con la punta de mi dedo. —Oh, probablemente podía. Pero
una vez que subió al árbol, se dio cuenta de que tenía un miedo
mortal a las alturas y se paralizó de miedo. Por lo que recuerdo,
perdió su almuerzo más o menos a la mitad del tronco, y por la
espalda de Sanderson.

Mis oídos se agudizaron. —Sanderson como…

—Sí, como el imbécil del pub. —La camarera llegó y colocó


dos vasos de whisky en la mesa entre nosotros—. Nuestro
candidato se llevó el gato a casa. Todavía lo tiene.

—Bien, ¿todavía tienes la dirección de esta mujer? Puede que


tenga que enviarle una cesta de regalo.
132
Kieran se rio mientras recogía su vaso. —Puede que la tenga.
Las luces del techo parpadearon y, cuando todo el teatro
quedó a oscuras, sonaron gritos y vítores. Unos segundos más
tarde, un foco iluminó a una mujer rubia tumbada de lado, de
espaldas a nosotros, para mostrar que sólo llevaba un tanga. Ella
tenía una figura exquisita, incluso yo podía apreciarlo, y mientras
la música de jazz empezaba a sonar, se levantó lentamente,
moviendo las caderas. El público no dijo ni pío, totalmente
fascinado por la sensualidad de sus movimientos y al borde de su
asiento, esperando que se diera la vuelta. Cuando se burló lo
suficiente y por fin se puso de frente a nosotros con sólo unas
estrellas de lentejuelas cubriendo sus pezones, miré por el rabillo
del ojo para ver los ojos de Kieran abiertos de par en par.

Supongo que no se lo esperaba, pero sabía que no se


quejaría.

Sonreí y tomé un sorbo de whisky, intentando no hacer una


mueca mientras lo tragaba. Aquello era suficiente para que te
creciera pelo en el pecho, y a mí me gustaba el mío impecable tal
y como estaba, gracias.

El número no tardó en llegar a su fin, y cuando comenzaron


los aplausos, Kieran se inclinó hacia mí. —Eh, no me di cuenta de
que estarían, como... desnudos.

Dejé escapar una risa baja.

—Lo siento, sé que no es lo tuyo… —empezó a decir Kieran,


pero negué con la cabeza.

—Tonterías. Estoy disfrutando junto a ti.

—¿Estás seguro? Podemos ir…

—¿Y librarte de invitarme a copas toda la noche? Por


supuesto que no. —Me obligué a beber otro trago de whisky, y los
labios de Kieran se torcieron.

—¿Otra ronda? 133


El ardor de esta cosa era otro nivel, pero no iba a mostrar
debilidad, maldita sea. Hice girar el dedo en el aire para indicarle
que siguiera con otra mientras el siguiente acto aparecía através
de las cortinas. Las mujeres podrían haber sido gemelas, ambas
morenas y de la misma altura, sus tacones de aguja dorados
brillaban mientras el resto de sus cuerpos estaban cubiertos por
batas de baño. Guiñaron un ojo al público y se dirigieron al fondo
del escenario, donde se alzaban dos enormes copas de martini.

Ya había visto este acto antes. Dita Von Teese lo hacía bien.

Con una pierna en el último peldaño de una escalera colocada


en un lado de la copa, cada una de las chicas dejó caer sus batas,
revelando... Bueno, parecía que estaban desnudas y cubiertas de
chispas. Se subieron a las copas y, mientras comenzaban una serie
de giros, volví a echar un vistazo a Kieran. No pude leer la
expresión de su cara. ¿Le gustaba? ¿Deseando estar en una de
esas copas con ellas?

La camarera puso otra ronda de bebidas delante de nosotros,


y Kieran y yo alcanzamos nuestros primeros vasos para
terminarlos al mismo tiempo. Puede que pensara que me sentiría
incómodo en un espectáculo así, pero la verdad era que era más
difícil no verlo en un espectáculo así. Quería ver cómo era cuando
estaba excitado, y yo no estaba en el mejor ángulo para conseguir
mi mirada.

A mitad del número, un hombre fornido vestido de blanco de


pies a cabeza salió del fondo del escenario entre las dos copas.
Parecía que alguien o algo sostenía un trozo de tela que le salía de
la espalda, y cuando el tempo cambió y él empezó a girar por el
escenario, su traje se deshizo, dejando un tanga brillante... y sólo
el tanga.

Tenía que ver la reacción de Kieran ante esto.

Miré para ver su boca entreabierta, sus ojos pasando del


hombre a la copa de Martini, y viceversa. 134
—Lo siento —susurré, luego sonreí y repetí lo que me había
dicho antes: —Sé que no es lo tuyo...

Kieran apartó los ojos del escenario y negó con la cabeza


riendo. —Sabías que iba a venir, ¿no?

—Cariño, no va a venir, o esto sería un espectáculo


totalmente diferente.

Casi escupió su bebida y se llevó la mano a la boca mientras


tosía. —En ese caso, ¿qué te parece hacer chupitos?

—Me parece bien cualquier cosa que cubra el sabor de este


whisky.

—¿Qué? ¿Por qué no dijiste que no te gustaba?

—Porque te gusta.

—¿Y?

—Así que te bebiste un par de botellas de vino la otra noche,


por no hablar de que te tragaste frutos secos laxantes, bendito sea,
así que lo menos que puedo hacer es tomarme uno —…miré el vaso
que tenía en la mano…—o quizá dos de estos.

Una sonrisa de satisfacción cruzó el rostro de Kieran.

—¿Qué? Puedo llegar a un acuerdo.

—Entonces, ¿qué tal si nos comprometemos con los


chupitos?

Cogí la carta de bebidas y eché un vistazo a lo que ofrecían.


—¿Qué te parece bien?

—¿Qué te parece éste? El chupito del Panty Man8. Parece


apropiado, ¿no crees? —Hizo un gesto para que la camarera
volviera a acercarse. Cuando le dijo el pedido, se rio, y unos
135
8
Hombre con bragas.
minutos después trajo cuatro chupitos rojos. El hombre seguía
girando entre las chicas de las copas de Martini, y cuando Kieran
me empujó dos chupitos, se rio.

Luego levantó uno mientras yo hacía lo mismo. —Por el


hombre de las bragas —dijo.

136
17
KIERAN

TRES HORAS Y varios tragos después, y había dos cosas de las que
estaba seguro:

1. Había visto más gente desnuda en el escenario esta


noche que durante mis más salvajes veinte años, y

2. Estaba borracho.

Ni siquiera estaba seguro de cómo se mantenía Bash en pie,


ya que pesaba la mitad que yo y me había igualado en todas las
copas. Así las cosas, prácticamente nos llevábamos el uno al otro
fuera del teatro mientras él cantaba una interpretación desafinada
de Don't Cha de las Pussycat Dolls a la que se unían los demás al
pasar. Había algo en Bash que hacía que todo el mundo se fijara
en él, y en una noche como la de hoy y con este tipo de público,
era en el buen sentido, lo que me alegraba, porque dudaba que
pudiera dar un puñetazo viendo doble.

—Kieeeraaaaan —canturreó Bash mientras avanzábamos a


trompicones por la acera hasta donde había estacionado su chófer.
De repente, se detuvo, lo que hizo que me tambaleara hacia un
lado, pero me detuve justo a tiempo. Los ojos de Bash brillaban
mientras tiraba de mi brazo—. ¿Sabes lo que necesitamos? Un
jacuzzi.

—¿Un jacuzzi? —Me reí, pero en mi estado, me pareció una


idea divertida. Antes de que pudiera responder, Bash se puso en
marcha de nuevo, arrastrándome con él.

—Siiii, tuuub caliente. Está sucediendo. Vamoosss.

No protesté cuando entramos en el coche y nos dirigimos a


la suite de Bash. Esta noche ya había sido una para los libros, y no 137
podía ver una razón para ir a casa y desmayarse todavía. Además,
no sabía si confiaba en que Bash pudiera llegar al ascensor con
esos tacones si no me tenía a mí para apoyarse, y no quería ser
responsable de otro rescate.

Un corto viaje en coche más tarde, nos dirigimos al vestíbulo


del Regent y Bash se detuvo de repente. —Oh, necesitamos
cócteles para llevar con nosotros…

—Creo que estamos bien —dije, riendo mientras lo


arrastraba.

—Pero sólo tengo vino y champán arriba, y tú no quieres eso.

—Pensaba que íbamos a hacer un baño caliente.

—Siiii, y necesitamos bebidas para eso. Obvio.

Síp, el alcohol se le había subido definitivamente a la cabeza


a Bash, así que era seguro decir que ambos probablemente
necesitábamos parar. ¿Pero dónde estaba la diversión en eso?

—Tienes razón, ¿en qué estaba pensando?

—Exaaactamente. —Bash me dirigió hacia el bar y se dirigió


directamente a la barra, y cuando el joven camarero lo vio, una
sonrisa iluminó su rostro.

—Sr. Vogel. ¿Cómo está usted esta noche?

Bash se inclinó sobre la barra e hizo con la punta de los dedos


un camino por la manga blanca del hombre. —Estoy fantástico,
querido. Absolutamente de maravilla. Dime, ¿crees que puedes
prepararme un par de Mai-Tais y enviarlos a mi suite?

El hombre me miró donde yo estaba a un lado de Bash por


si se caía. Luego bajó la mirada hacia mí y sonrió. —Subirán
enseguida, y no dude en llamarme si me necesita para cualquier
otra cosa.
138
Bash dejó escapar una risa lírica y le dio una palmada en la
mano al hombre. —Oh, chico travieso.

El camarero le guiñó un ojo. —No sabes ni la mitad.

Espera, ¿estaba ofreciendo lo que yo creía que estaba


ofreciendo?

—Seguro que no. —Bash se enderezó y se balanceó un poco,


y yo di un paso adelante para agarrarle del brazo. Se giró para
mirarme y empecé a notar el calor del alcohol; al menos, pensé
que era el alcohol. Entonces miró a su admirador y se encogió de
hombros—. Pero, por desgracia, tú tienes que trabajar y yo, por el
contrario, estoy... comprometido.

—Por no hablar de estar borracho —murmuré.

Bash me acarició el pecho. —Agradablemente borracho,


muchas gracias. Y la única razón por la que estás más firme en tus
pies que yo es porque no llevas tacones de quince centímetros.

Gracias a la mierda por eso. Dudaba que pudiera caminar


dos pasos con ellos sobrio sin caerme de bruces. Así que el hecho
de que todavía fuera capaz de pavonearse con sólo un ligero
balanceo extra era una hazaña bastante impresionante.

—Bien, ¿qué tal si te llevamos arriba antes de que seas


incapaz de caminar? No creo que pueda cargarte esta noche.

Bash enarcó las cejas y alisó su mano hasta mi hombro, y


luego bajó hasta mi bíceps. —¿Quieres probar la teoría?

—Ni de coña. No cuando hay un ascensor funcionando


perfectamente.

—Biiien. Guíe el camino, teniente.

De alguna manera nos las arreglamos para ir del bar al


ascensor y subir a su suite sin caernos de culo, y para cuando
139
entramos, nunca me había alegrado tanto de ver un sofá en mi
vida.

Me dejé caer en él, imaginando que Bash haría lo mismo,


pero antes de que pudiera, llamaron a la puerta.

—Nuestras bebidas. —Dio una palmada—. Ese chico no se


andaba con chiquitas cuando dijo que subirían enseguida.

Estaba a punto de levantarme para responder, pero Bash me


hizo un gesto para que no lo hiciera y se dirigió a la puerta. La
bandeja de bebidas fue colocada en uno de los escritorios y, una
vez que volvimos a estar solos, Bash cogió un vaso y me lo entregó.

Miré el trozo de piña en el borde del vaso y la cereza, y luego


volví a mirarlo a él. —¿Qué es esto?

—Algo un poco dulce para redondear la noche.

Olfateé el brebaje afrutado mientras Bash abría las cortinas


con una pequeña floritura. —Jesús, me voy a arrepentir de esto
por la mañana, ¿no?

—¿De qué estás hablando? Los Mai-Tais son mis favoritos.

—Esta es como la tercera -o es la cuarta- bebida que


mezclamos. Mi estómago me va a odiar.

—Sí, pero no hasta mañana.

—Bueno, eso hace que esté bien, entonces.

—Por supuesto. Los arrepentimientos están hechos para la


mañana, no para la noche. Por la noche puedes hacer y ser quien
quieras. —Bash quitó el pestillo de las puertas del balcón y las abrió
de un empujón, y luego se volvió para mirarme.

Con el cielo nocturno como telón de fondo y ese atuendo todo


negro con esa corbata de espejos plateados y esa cosa de corsé,
me quedé sin palabras. Era como si se hubiera con la noche, y yo 140
estaba absolutamente fascinado por la imagen que tenía delante.
—Me encantan las horas nocturnas. ¿A ti no? —Cerró los ojos
y respiró profundamente, y me di cuenta de lo alto que era. En
zapatos planos éramos de la misma altura, ojo a ojo, pero con esos
tacones de infarto, me superaba fácilmente por esos cinco
centímetros de más. Era una locura; tenía las piernas de una
supermodelo, hasta las malditas orejas.

—¿Kieran?

—¿Eh? —Jesús, no lo había dicho en voz alta, ¿verdad? Bebe


algo, Kieran. Come la maldita piña. Pero no hables. No cuando tu
cerebro no está disparando en todos los cilindros.

Bash sonrió, y eso no disminuyó en nada el ambiente que


teniamos; en todo caso, lo mejoró. Su sonrisa, era lenta y sensual,
y hacía juego con los ojos oscuros y encapuchados que me
miraban.

—Te he preguntado si te gustan las horas nocturnas. —


Mientras volvía a su bebida, cogí mi piña y le di un mordisco.
Estaba dulce y ácida al mismo tiempo.

—No me molestan en mis días libres. Pero no tanto cuando


estoy trabajando. —Tomé un sorbo de mi bebida, y fue
sorprendentemente agradable—. Todo lo malo ocurre por la noche.

—Si tienes suerte. —Bash me guiñó un ojo mientras recogía


su bebida y luego buscaba lo que parecía un mando a distancia—.
Así que dime, ¿qué te pareció realmente el pequeño espectáculo
de esta noche?

—¿No es obvio?

—Ah, ¿las damas del Martini? ¿O quizás el contorsionista? —


Pulsó un botón del mando a distancia, y los sonidos graves de
You're Making Me High se filtraron por la habitación—. Supongo
que ella era impresionante, pero yo puedo dar una buena patada
alta.
141
—¿Ah sí?
—Pareces dudar de mis habilidades, Kieran Bailey. Me siento
insultado.

—Y tengo curiosidad por saber cómo mantendrás el equilibrio


si intentas algún movimiento con esos zapatos.

—Eso suena como otro desafío. No me gusta perder.

Me encogí de hombros y aparté la pajita para dar un mayor


trago al Mai-Tai. —Entonces ve a por ello. Pero intenta no romper
nada. Ni a ti ni a los muebles.

—Qué fe —dijo, dejando la bebida en el suelo mientras


empezaba a mover las caderas al ritmo de la música—. Ahora, no
tengo el glorioso pelo que tenían las mujeres en el escenario, al
menos no esta noche, así que voy a necesitar que te lo imagines.
¿Lo haces?

—¿Imaginarlo? —Me reí mientras fingía que se echaba el


cabello por encima del hombro—. Claro que sí.

—Y finge que sigo llevando el pintalabios rojo que llevaba


antes. Eso hace que sea una imagen más caliente.

Lo que no sabía era que su maquillaje no se había movido en


toda la noche. Incluso estando delirantemente borracho, sus ojos
seguían brillando con la purpurina plateada que se había puesto, y
aunque el carmín rojo se había desvanecido un poco, sus labios
seguían teñidos de un color que él aprobaría.

Bash se apartó con sorprendente equilibrio, de cara al


balcón, y mientras miraba lentamente por encima del hombro
hacia mí, las cortinas que lo rodeaban se hincharon con la brisa. —
Ves, este es el momento perfecto de Beyoncé con el viento en mi
cabello, pero sólo bebe un poco más y verás que soy una visión
magnífica.

—Oh, por favor, eres tan guapo como cualquiera de los que
estaban en el escenario esta noche. 142
Cuando Bash se quedó quieto, me di cuenta de lo que había
dicho, pero daba igual, era verdad, y él sabía lo que quería decir.
Para ser un hombre, Bash definitivamente no era poco atractivo.
Él lo sabía. Diablos, incluso el camarero de abajo había hecho saber
que no le importaría subir a tomar una copa.

Tragué más del cóctel afrutado, mi cuerpo estaba tan


relajado que pensé que podría fundirme en el sofá. No sabía cómo
Bash podía moverse como lo hacía, moviendo las caderas y
echando la cabeza hacia atrás mientras se pasaba las manos por
el cuerpo.

Una sonrisa de gato que se comió al canario cruzó sus labios


mientras se movía por la habitación. —¿Qué te parece? ¿Podría
hacer mi propio espectáculo?

—Creo que ya lo estás haciendo.

—Mmm. ¿Uno por el que pagarías?

—Oh, ¿ahora tengo que pagar? Pensé que esto era un regalo.

La sonrisa de Bash se volvió positivamente perversa. —Es lo


que tú quieras que sea.

—¿Qué? —Me estiré, apoyando los brazos en el respaldo del


sofá—. En ese caso, ¿qué tal esa patada alta que prometiste?

—Una cosa sobre mi es que siempre cumplo mis promesas.


—Acercándose aún más para situarse casi entre mis muslos
abiertos, Bash se lamió los labios y luego dio una patada alta y
rápida con el talón que se detuvo en la parte superior del sofá junto
a mi cabeza.

Así de cerca, podía ver los detalles que Bash probablemente


apreciaba, como la forma en que la suela del zapato era roja a
juego con sus labios. —Impresionante. Más aún que sigas erguido.

—Oh, ¿ese pequeño truco? Eso no es nada. Pero este tuve 143
que practicarlo una y otra vez hasta que lo hice bien.
Deslizó la punta de su zapato a lo largo de mi bíceps hasta
llegar a mi hombro, donde de alguna manera -con un puto pie- se
mantuvo erguido mientras me inmovilizaba con el tacón de su
Louboutin.

—Te tengo. —Me guiñó un ojo, y fue como si se activara


algún tipo de interruptor, porque en ese segundo el aire pasó de
ser fresco y templado a ser abrasador. Un rubor se deslizó por mi
cuello y por mi pecho hasta que pareció concentrarse en el lugar
donde estaba su pie, y mi corazón empezó a latir con más fuerza.

Paralizado por la vista y por lo que estaba haciendo, me


quedé quieto como una maldita estatua mientras Bash me miraba
fijamente. La sonrisa malvada de hace unos segundos había
desaparecido, sus labios estaban ligeramente separados y un rubor
rojo coloreaba sus llamativos pómulos.

Parecía... excitado. Pero no en el sentido de “oye, mírame


bailar para ti”. Más bien en el sentido de que “te voy a poner la
polla dura” y para mi sorpresa, estaba funcionando.

Podía sentir una palpitación constante -una palpitación


constante y familiar- entre mis muslos mientras miraba sus ojos
encapuchados, y aunque todo en mi cerebro me decía que lo dejara
ya, el alcohol parecía haber provocado algún tipo de parada del
sistema, porque no me salían las palabras de la boca. Entonces
hizo una pequeña sonrisa y empezó a moverse.

Deslizó ese maldito zapato lentamente por mi pecho, sobre


mis abdominales, y luego lo plantó junto a mi cadera en el sofá.
Podía sentir que mi respiración se aceleraba con cada movimiento
que hacía, y entonces me sacudió la mierda moviéndose hacia
arriba en el sofá para que su otro pie pudiera plantarse en el lado
opuesto de mi cintura.

Sanntooo Dios. Inmediatamente miré hacia arriba porque,


hola, ¿a qué otra cosa iba a mirar teniendo en cuenta lo que había
ahora en mi línea de visión? Cuando mi mirada se dirigió hacia 144
arriba, me di cuenta de lo jodidamente largas que eran sus piernas.
Bash se había quedado en silencio. Sus habituales
comentarios ingeniosos se habían desvanecido junto con todas mis
palabras, mientras se llevaba la mano al cierre superior de su corsé
y lo abría.

Mi polla se agitó mientras mi mente decía: ¡Atención!


¡Advertencia! Y aunque sabía que debía levantarme y salir
corriendo, estaba demasiado hipnotizado para moverme.

Uno, dos, tres botones, cuatro... Me sentí como si estuviera


en un viaje psicodélico que no sólo me estaba jodiendo la mente,
sino que también me hacía sentir muy bien. Mi pulso se aceleraba
y mi polla latía con fuerza, y cuando bajé los brazos del respaldo
del sofá, mis manos se dirigieron automáticamente a la parte
posterior de las pantorrillas de Bash.

Sus ojos se entrecerraron y dije lo primero que se me


ocurrió: —No quiero que te caigas...

Bash sonrió y luego se deslizó sensualmente hacia abajo


hasta que estuvo casi en mi regazo. —Entonces, ¿quizá debería
sentarme?

Sabía que la respuesta debía ser no. Pero mientras miraba


fijamente ese bonito rostro, no salía nada. Ni un no, ni
definitivamente un sí, pero cuando Bash se puso de rodillas y su
cuerpo rozó la erección que yo tenía, gemí.

Mis manos se dirigieron a su cintura, para empujarlo o para


que se quedara quieto, no estaba seguro. Cuando mis dedos
tocaron el sedoso material de su corsé, fue como si lo hubiera
pasado sobre mi excitada polla. Mis caderas se agitaron cuando
Bash puso sus manos en mi pecho y, en lugar de empujarlo, lo
acerqué.

Deslicé mis manos alrededor de los ajustados pantalones


negros en los que Bash se había metido de alguna manera esta
noche, y cuando mis dedos se engancharon en el lazo del corsé en 145
la parte trasera, los enganché a través de él, para liberarlo.
Bash deslizó sus manos por mis hombros y por detrás de mí
cuello, y cuando se inclinó y su erección se frotó contra la mía, mis
manos se detuvieron. ¿Qué coño estaba haciendo? Y lo que es más
importante, ¿con quién coño lo estaba haciendo?

Inmediatamente solté los lazos y casi pegué mi columna


vertebral al respaldo del sofá, con las manos en alto, y no tuve que
decir nada para que Bash se diera cuenta. Soltó su agarre y se
sentó de nuevo sobre mis muslos. Por un momento, pensé que se
enfadaría o incluso que se molestaría. Pero estaba aprendiendo a
esperar siempre lo inesperado con él.

—Aunque aprecio la participación del público, guapo, esto es


más bien un acto en solitario. —Antes de que pudiera responder,
se acercó a mi vaso y vació el resto de mi Mai-Tai. Luego me guiñó
un ojo y se puso en pie—. Eres más que bienvenido a quedarte
para el segundo acto y requisar el sofá o la habitación de invitados,
o si lo prefieres, mi chófer puede llevarte a casa.

—Sí... probablemente debería irme antes de que Olsen envíe


un grupo de búsqueda. —Bah, como si a Olsen le importara un
carajo dónde estaba, con quién o por qué—. Pero no te preocupes
por el viaje. Puedo coger un Uber o tomar el Metro...

Bash me miró, horrorizado. —¿Quieres que te envíe a un


lugar donde un extraño pueda aprovecharse de ti en tu estado?

—Puedo arreglármelas solo. —Claro que puedo, igual que me


he manejado todo tan bien ahora.

—Demasiado tarde. —Bash sacó su teléfono de la nada y ya


estaba escribiendo en él—. Tengo tu transporte, y estará aquí en
cinco minutos.

Bien, tal vez podría bajar al bar y tomar un maldito whisky


antes de salir. La cabeza ya me daba vueltas, pero no creía que
fuera culpa del alcohol... al menos, no del todo.
146
Me pasé las manos por la parte delantera de los muslos,
tirando del material lo suficiente como para dar a mi polla un poco
de espacio para respirar ahora que por fin se estaba relajando. Al
ponerme en pie, me sentí agradecido -y sorprendido- al comprobar
que estaba más firme de lo que esperaba. Lo último que quería era
que pareciera que había salido de aquí tambaleándome.

Cuando me dirigí hacia la puerta, Bash me siguió. —Me


alegro de haber asistido a tu primer burlesco. Espero que no sea el
último.

—No estoy seguro de que nadie más lo aprecie como tú.

Bash abrió la puerta antes de que yo pudiera, salí al pasillo


y le miré. Nunca lo había visto tan desarreglado como en ese
momento, con el corsé abierto hasta la mitad y el cabello un poco
alborotado de tanto bailar. Sin duda, no dejaba que muchos le
vieran así, sin pulir, pero tan atractivo como siempre, si no más.
Cuando mis ojos se dirigieron a los zapatos de tacón de aguja que
todavía llevaba -no tenía ni idea de cómo, después de tantas horas
y bebidas- sonreí y dije: —Bonitos zapatos, por cierto.

Bash me lanzó un guiño. —Me di cuenta de que te gustaban.

Mierda, sí, esa era mi señal para irme. —Gracias por el paseo
y el... entretenimiento. Nos vemos.

Bash tragó y asintió, forzando una sonrisa. —Nos vemos,


teniente.

147
18
KIERAN

GRACIAS A DIOS que hoy tenía el día libre, porque ¿en qué
demonios había estado pensando al mezclar tantas copas anoche?
Tenía el estómago revuelto, sentía la cabeza como si alguien la
golpeara entre una puerta, y aunque no hacía calor, de alguna
manera estaba sudando.

Maldito sea el Mai-Tai. ¿O era el hombre en bragas? No pudo


ser el whisky. Sí... definitivamente el hombre en bragas.

Gemí y dejé caer la cabeza sobre la mesa de la cocina, la


madera fría contra mi piel, y cerré los ojos, pero en cuanto lo hice,
todo lo que pude ver fue a Bash detrás de mis párpados. De pie
sobre mí, antes de hacer ese movimiento con sus caderas mientras
se dejaba caer sobre mi regazo.

Dios mío. Levanté la cabeza y me froté los ojos, intentando


dejar de pensar en ello, porque era lo único que había hecho
durante horas antes de dormirme.

¿En qué había estado pensando? Y tenía aún más curiosidad


por saber qué pensaba Bash después de todo aquello. ¿Que estaba
interesado? ¿Sólo que estaba borracho? ¿Acaso se acordaba? Si yo
me sentía así de mal esta mañana, no podía imaginar lo mal que
se sentía él.

La puerta principal se cerró de golpe y, unos segundos


después, sonaron pasos en el suelo de la cocina. Olsen dijo: —
Maldita sea, KB. Estás hecho una mierda.

Con la cabeza todavía entre las manos, levanté el dedo


corazón como respuesta, y Olsen se rio.
148
—¿Qué has hecho, tomar un trago de cada una de las
bailarinas de burlesque?

Cuando gemí al pensar en un chupito, le oí abrir la puerta


del refrigerador. —Así que supongo que no quieres almorzar un
perrito esta mañana, ¿eh? ¿Qué tal un poco de beacon?

—¿Qué tal si cierras tu puta boca?

—¿Ese es el agradecimiento que recibo por darte mis


entradas?

Abrí los ojos para mirarlo fijamente. —Tienes suerte de que


eso sea todo lo que recibas.

—Sí, parece que podrías patearme el culo ahora mismo.


¿Puedes siquiera ponerte de pie, o te desmayaste anoche? —
Cuando no respondí, Olsen entrecerró los ojos—. Espera, no acabas
de llegar a casa, ¿verdad? Maldita sea, bien por ti. ¿Te enrollaste
con una de las bailarinas?

Casi me había enrollado con una bailarina, sólo que no con


las que habíamos visto. Mierda, esa realización era más que un
poco desalentadora. En serio, ¿en qué demonios había estado
pensando? Ni siquiera podía culpar a Bash por haber empezado,
porque fui yo el que se había agarrado a él primero.

Deja de pensar en ello. En realidad, no hiciste nada. Fue sólo


el alcohol.

Maldito hombre en bragas.

—Entonces, ¿esa no respuesta significa que no te fuiste a


casa con una? Espera, ¿con quién te fuiste anoche?

—Eres un chismoso de mierda, ¿lo sabías?

—Oye, ayer tuve que ir a reparar el puto porche de mis


padres con un calor de mil grados; podrías dejarme vivir
149
indirectamente a través de ti. —Echó un par de cubitos de hielo en
un vaso, añadió agua y lo puso frente a mí—. Oh, mierda, te fuiste
con Summer, ¿no?

—¿Quién? —Mi cerebro tardó un segundo en encenderse, y


entonces negué con la cabeza—. Oh, esa Summer. No, no.

—¿Qué quieres decir con 'quién'? Pensé que ella era una
mierda caliente.

—Ella era... es. —Me obligué a beber un poco de agua,


aunque era lo último que quería hacer.

—Hombre. ¿Por qué estás siendo tan reservado?

—No lo estoy. Es que no lleve a nadie como cita.

Olsen parpadeó, formando un surco entre sus cejas. —¿Qué


demonios significa eso?

Maldije y me senté. —Invite a ese tipo, Bash.

—¿El que salvaste? ¿El del pub?

—Sí.

—Eh... ¿por qué hiciste eso?

Porque es un tipo divertido y quería hacerlo. —Porque


Sanderson es un capullo y me sentí mal por cómo fueron las cosas
en Mulligan's. El tipo es nuevo en Chicago, y su presentación es un
maldito incendio en un hotel y la boca de Sanderson... Eso es un
desastre. Me quedé pensando, ¿y si hubiera sido Bay?

Asintiendo, Olsen se frotó la nuca. —Sí, eso tiene sentido. Lo


entiendo.

Exactamente. ¿Ves? Tiene todo el sentido. No hay nada raro


en ello.

150
—Sí. Acabamos de mezclar unos tragos y ahora quiero ir a
desmayarme por el resto del día. —Me aparté de la mesa y me
puse en pie, ignorando cómo se me revolvía el estómago.

—Si vomitas, hazlo en tu propio baño —gritó Olsen detrás de


mí, y volví a levantar el dedo corazón antes de desaparecer en mi
habitación.

Me dirigí a mi cama y me dejé caer en ella boca abajo.


Anoche se me ocurrió cerrar las cortinas de oscurecimiento y, por
lo que a mí respecta, podían seguir así el resto del día. Si tuviera
un cartel de “No molestar”, lo habría colgado en la puerta. Esto era
lo último que quería hacer en mi día libre, pasar una resaca. Pero
sabía que, si quería estar en forma para mi siguiente turno, tenía
que pasar desapercibido.

Me puse de espaldas, coloqué la mano detrás de la almohada


y miré el ventilador que giraba lentamente sobre mi cabeza, y
cuando eso hizo que mi estómago volviera a retorcerse sobre sí
mismo, cerré los ojos.

Dios mío. Si no volvía a ver otra bebida, sería feliz. No


recordaba la última vez que había tenido tanta resaca, pero cuando
pensaba en lo bien que me lo había pasado en el espectáculo -y
después, si era sincero- no lo cambiaría.

Esperaba que Bash lo supiera. Sabía que me había


desvanecido muy rápido cuando las cosas se complicaron. Pero
esperaba no haber dicho nada estúpido u ofensivo. Lo último que
quería era ser comparado de alguna manera con Sanderson en la
mente de Bash. Pero pensé que era bueno. Quiero decir, recordaría
si hice algo así, ¿verdad?

Sí.

Aunque no estaría de más volver a comprobarlo. Me puse de


lado y cogí el teléfono, y cuando la pantalla se encendió, me
estremecí. Ahora tenía un dolor sordo detrás de los ojos y busqué 151
el número de Bash, abrí un hilo de texto y escribí rápidamente:
Más vale que te sientas la mitad de mal que yo, o quiero que
me devuelvas el dinero.

Salí de la pantalla y arrojé el teléfono a mi lado, pero antes


de que pudiera cerrar los ojos, la pantalla se iluminó de nuevo. Hijo
de puta. Está bien, ¿dónde estaba el ajuste de la intensidad?

Una vez que la pantalla era más soportable, abrí su mensaje


y sonreí.

La culpa es del whisky.

¿No te refieres a esos chupitos del hombre en bragas?

Las bragas de hombres nunca me hacen sentir mal,


guapo. No sé si a ti.

Pude escuchar perfectamente la inflexión en su tono en esa


frase, y me hizo reír. De cualquier manera, ¿es malo que me
alegre de que seas tan miserable como yo?

Quizás un poco mal, pero si te sintieras bien querría


apuñalarte en el ojo con un atizador caliente. Así que ahí
queda eso.

Dejé escapar un suspiro, y cuando una sensación más ligera


me invadió, me di cuenta de que era un alivio. Bash no estaría
bromeando conmigo -ni siquiera contestando a los mensajes- si
hubiera dicho o hecho algo ofensivo la noche anterior, ¿verdad?

Era extraño; podía recordar partes de la noche con claridad


cristalina, como su pie en el sofá, su tacón sujetándome y la forma
sensual en que se deslizó hasta mi regazo. Pero después de eso,
todo se volvió una especie de borrón. Me había llevado, eso lo
sabía, porque estaba de vuelta en casa. Pero no podía recordar
ningún tipo de intercambio que hubiéramos tenido desde el sofá
hasta que salí de su suite.

¿Oye? tecleé, y pensé en la mejor manera de preguntar lo 152


que más quería saber.
¿Sí, teniente?

El uso familiar de mi título hizo que una sonrisa se dibujara


en mis labios, porque de nuevo, era tan Bash. Estamos bien,
¿verdad?

¿Bien?

Sí, como que todo está bien entre nosotros.

Tres puntos aparecieron, desaparecieron y volvieron a


aparecer, y empecé a preocuparme hasta que llegó su mensaje.

Muy bien, por lo que recuerdo.

Debí de leer esas palabras cinco veces, tratando de decidir si


había un significado oculto allí, y cuando casi me había vuelto loco,
decidí que mi mejor opción era seguir adelante y preguntar lo que
realmente tenía en mente. Lo que quiero decir es que anoche
no hice ni dije nada estúpido, ¿verdad?

¿Estúpido?

Me iba a hacer deletrear esta mierda, ¿no? Ofensivo. Sé


que estuve bebiendo y, bueno, sólo quiero asegurarme de
que no hice ni dije nada que no debiera.

Hubo una pausa en los mensajes de texto, más larga de lo


que esperaba. Mierda, ¿había hecho algo jodidamente ofensivo? Si
ese era el caso, me daría una patada en el culo.

Después de varios minutos de agonía, apareció un mensaje


y me senté en la cama.

Lo único ofensivo que hiciste anoche es irte. ¿Por qué?


¿Te estás arrepintiendo por la mañana?

Podía hacerme el ignorante. Podía actuar como si estuviera


hablando del hecho de que no había querido quedarme en su ático.
Pero ¿qué sentido tenía? Él vería a través de mí. La mejor manera 153
de jugar esto era ser franco.
No me arrepiento de nada de lo de anoche, excepto
quizás de haber mezclado las bebidas.

¿De verdad?

De verdad. ¿Pero Bash?

¿Sí, teniente?

Respiré hondo y tecleé rápidamente: No quiero que te


hagas una idea equivocada. No me gusta... ya sabes, ESO.

El corazón me latía con fuerza, y podía oír la sangre corriendo


alrededor de mi cabeza mientras esperaba la respuesta de Bash.
Era demasiado inteligente para no saber de qué estaba hablando,
y justo cuando ese pensamiento entró en mi mente, su respuesta
apareció en mi pantalla.

Anoche parecías muy entusiasmado en el asunto. Pero


lo comprendo; un buen par de Panty Man te hará eso.

A pesar de la seriedad de la conversación, tuvo la capacidad


de arrancarme una sonrisa y, sabiendo que no iba a echarme en
cara mis acciones, me volví a tumbar en la cama y le escribí: —
Puede que tengas razón. Bueno, creo que voy a ir a curar
esta resaca que tengo. ¿Te envío la factura?

Hazlo. Sven acaba de llegar para mi masaje...

Lo maldije en el silencio de mi habitación. Apestas.

Sí, lo hago, y muy bien. Pero no te gusta eso. Que


duerma bien, teniente.

La pantalla se oscureció y, mientras deslizaba el teléfono


sobre la mesilla de noche y cerraba los ojos, mi mente vagó hacía
unos Louboutins de suela roja y unos labios del mismo color que
susurraban: Duerma bien, teniente.
154
19
BASH

—MUCHAS GRACIAS por tomarse el tiempo de estar con nosotros


esta noche. Sé que hablo en nombre de la ciudad de Chicago
cuando digo que estamos deseando darle la bienvenida a usted y
a AnaVoge a nuestra ciudad. —Alexander Thorne, presentador
principal de noticias de ENN, se sentó frente a mí bajo las pesadas
luces del estudio y sonrió.

—Gracias por recibirme.

Había estado en muchos sets de noticias, había hecho más


entrevistas de las que podía contar, pero ver a Alexander Thorne y
el estudio de ENN en persona era surrealista incluso para mí. No
veía las noticias de la noche a menudo, pero cuando lo hacía,
sintonizaba a Alexander, y no sólo porque era increíblemente
atractivo. Había algo en su presencia que te hacía confiar en él, y
por eso era el presentador número uno de las noticias nocturnas
del país. Cuando la cadena llamó solicitando una entrevista sobre
mis recientes adquisiciones y la presencia de AnaVoge en Chicago,
no iba a rechazar la publicidad gratuita.

Cuando los miembros del equipo se acercaron para


desenganchar los micrófonos, Alexander se quitó la corbata azul,
del mismo color que sus brillantes ojos. —¿Has encontrado ya un
edificio para AnaVoge?

—Creo que sí. Hoy haremos una oferta por un espacio.

—¿También piensas encontrar algo residencial?

—Por ahora no, pero tal vez en el futuro. South Haven es mi


hogar y nuestro cuartel general, pero quizá se me pueda convencer
más adelante. 155
Alexander asintió y, mientras se ponía en pie, metió la mano
en la chaqueta del traje y sacó una tarjeta de visita. —Bueno, si
alguna vez necesitas alguna recomendación, házmelo saber y te
enviaré mis contactos.

Miré la tarjeta, una con su número personal, y la metí en el


bolsillo. —Te lo agradezco. Todavía no estoy muy familiarizado con
la ciudad, pero me gusta lo que he visto de ella hasta ahora. —
Menos la visión cercana y personal de un edificio en llamas, por
supuesto.

Alexander se quitó la chaqueta del traje y la colgó en el


respaldo de la silla antes de sentarse despreocupadamente en el
borde del escritorio. —¿Has tenido la oportunidad de explorar?

—No tanto como me gustaría.

—¿Ni siquiera el Bean9?

Me reí y negué con la cabeza. —He estado un poco ocupado,


pero no dudes en sugerirme alguna visita obligada.

—Bueno, tenemos algunos museos realmente estupendos


que tendrás que visitar, y la gastronomía de aquí últimamente es
de otro mundo. Dime que al menos te has aventurado a salir a
comer.

Me vino a la cabeza la imagen de Kieran encogiéndose ante


el restaurante de lujo que había elegido, y me reí. —En realidad,
sí, aunque a mi compañero de cena no le gustó mucho el lugar.
Fue una noche interesante.

—¿Oh? ¿Dónde?

—Creo que se llamaba Gravitas.

156
9
Alexander se enderezó y se cruzó de brazos. —De verdad.
He estado hablando de ese lugar.

—¿Has estado allí? —Cuando Alexander asintió, dije: —Lo


aprecié por lo que era, pero no creo que Kieran vuelva a visitarlo.
No le gustó el plato de cuajada, entre otros entrantes.

—¿Kieran?

—Sí, fue su sugerencia, bueno, lo sugirió porque pensó que


lo disfrutaría, pero no creo que se diera cuenta de lo que le
esperaba.

—Eh. —Los ojos de Alexander se entrecerraron un poco—.


No estarás hablando de Kieran Bailey, ¿verdad?

—Oh... ¿Lo conoces?

—Se podría decir que sí. Soy el prometido de su hermano.

Parpadeé, con la cabeza a punto de estallar. —Lo siento,


¿qué?

—Soy el que le dijo a Kieran que probara Gravitas. Quería un


lugar que impresionara, y supuse que lo pedía porque tenía una
cita.

Bueno, bueno, bueno. Kieran quería impresionarme, ¿eh?


Esa fue una buena información, aunque Alexander tenía los
detalles equivocados. No del todo, al menos desde mi punto de
vista, porque, aunque Kieran no había considerado nuestra cena
como una cita, sí lo había sido en el fondo de mi mente. Muy, muy
en el fondo.

La mirada de Alexander se había intensificado, esa mirada


de reportero en su cara como si estuviera tratando de llegar al
fondo de una historia.

157
Mierda. Era obvio que Kieran no le había hablado a su familia
de mí, lo que significaba que Alexander no tenía ni idea del
incendio, del rescate, de nada de eso.

—No tenía ni idea de que os conocíais —continuó Alexander—


. ¿Cómo sucedió eso?

—Eh... Bueno. Una historia divertida, en realidad... Él me


rescató.

Las cejas de Alexander se dispararon. —¿De un incendio?

—Sí, qué suerte la mía. Estaba alojado en el Royale,


celebrando una velada de presentación, y el edificio se incendió.

—En el piso veinticinco...

—¿Perdón?

—¿Kieran te rescató del piso veinticinco?

—¿Cómo lo sabes? —¿Me había mencionado después de


todo? ¿Cuáles eran las probabilidades de que Alexander Thorne y
Kieran Bailey no sólo se conocieran, sino que fueran prácticamente
familia?—. ¿Eres tú el que está comprometido con el detective o
con el investigador privado?

Los labios de Alexander se transformaron en una amplia


sonrisa. —El detective. Sean. Kieran te ha contado bastante,
¿verdad?

Espera... ¿no era Sean el que era heterosexual? No se


imaginaba que alguien tan encantador como Alexander Thorne
sería el que haría voltear a un tipo.

Tal vez debería pedirle consejos.

Algo en la línea de preguntas de Alexander me pareció un


poco... indagador, y por alguna razón sentí la necesidad de cubrir
a Kieran. —No mucho. Sólo en una conversación amistosa. 158
—¿Así que te rescató y fuisteis a cenar?

Me encogí de hombros como si no fuera gran cosa. —Me


pareció una buena forma de recompensarle. Por tener que subir
todas esas escaleras, claro.

—Eh, sí. —Alexander dejó caer las manos para apoyarlas a


su lado en el escritorio—. En cuanto a compañeros de cena, no es
uno malo de ver.

—Supongo que hay que serlo para ser nombrado el bombero


más sexy de Chicago. Al menos, eso es lo que me dijo su equipo.

—Oh. ¿Así que has conocido a su equipo?

Mierda otra vez. Pensé que había estado bromeando,


despistándolo, pero seguía cayendo en lo mismo. Normalmente era
mucho más elocuente y sutil, pero Alexander sabía exactamente
qué preguntar para hacerme tropezar.

Kieran iba a matarme.

Por otra parte, ¿por qué me sentía obligado a ocultar algo si


sólo éramos amigos?

Tal vez porque la última vez que lo vi no me pareció


estrictamente platónico.

—Es curioso que sigamos encontrándonos —dije.

—Lo es, ¿verdad? Sobre todo, en una ciudad de casi tres


millones de habitantes. Una asombrosa coincidencia.

O no. —Mmmm. Es un buen tipo. Imagino que tienes suerte


de casarte con la familia si sus hermanos son parecidos.

—No se parecen en absoluto. —Alexander chasqueó los


dedos y se levantó del escritorio—. De hecho, deberías conocerlos
y verlo por ti mismo. Tenemos una barbacoa familiar todos los fines
de semana, y Kieran no trabaja este fin de semana, así que estará 159
allí. Deberías venir.
—Oh, no creo...

—Tonterías. Hablaré con Kieran para que te dé los detalles.

Abortar misión, abortar misión. Las banderas rojas ondeaban


por todas partes. No había forma de que me presentara a una cosa
familiar con Kieran, y tenía la sensación de que Alexander lo sabía.

—Eres muy amable al invitarme, de verdad, pero me temo


que tengo trabajo que atender todo el fin de semana, sobre todo
si la oferta del edificio sale adelante hoy.

Si Alexander vio a través de esa explicación, se mordió la


lengua, porque asintió. —Es una pena. Nos habría encantado
conocerte mejor.

O utilizarme para torturar a Kieran. Tenía la sensación de


que lo harían con o sin mí, y tomé nota mentalmente de llamarlo
y avisarle antes de que tuvieran la oportunidad de tenderle una
emboscada.

—Gracias de nuevo por la entrevista, y si las cosas cambian


en el frente de la casa, me aseguraré de llamarte con respecto a
los bienes raíces.

—No dudes en llamarme en cualquier momento si tienes


preguntas sobre cualquier cosa. —Alexander sonrió un poco más
de la cuenta y le tendió la mano—. Ha sido un placer conocerte,
Sebastian.

Mientras le estrechaba la mano, le dije: —Puedes llamarme


Bash.

—Y tú puedes llamarme Xander.

Asentí, le solté la mano y busqué mi maletín en el suelo. —


Ha sido un placer conocerte, Xander. Cuídate.

Sentí que me observaba mientras salía del estudio y me


160
pregunté qué estaría pensando después de ese intercambio. Antes
de llegar al estacionamiento, llamé a Kieran. Cuando saltó el buzón
de voz, maldije y envié un mensaje de texto.

Llámame cuando recibas esto.

Si no, tenía la sensación de que Xander se abalanzaría sobre


Kieran en cuanto lo viera.

Diablos, sabía que lo haría.

161
20
KIERAN

MIENTRAS ATRAVESABA las puertas del parque de bomberos, me


preguntaba a quién le tocaba hacernos la comida. Esperaba que no
fuera Brumm, porque tenía hambre, y sus habilidades culinarias se
limitaban a dos cosas: salchichas de Viena enlatadas y judías con
tostadas. Pero si lo era, al menos no me quedaría durmiendo cerca
de esos tipos después de las judías, ya que el final del turno estaba
a la vista.

Doblé la esquina de la cocina y me sorprendió ver a Xander


de pie junto a una de las grandes mesas donde varios de los chicos
estaban tomando asiento. Podía contar con una mano el número
de veces que el ilustre Alexander Thorne había aparecido en la
estación, y la mayoría de esas veces había ocurrido porque
acompañaba a Sean.

Sin embargo, ese no parecía ser el caso hoy, porque Sean


no estaba a la vista. En su lugar, Xander estaba de pie charlando
con el jefe Parker y señalando las bolsas de plástico y las bandejas
de bebidas en el centro de la mesa.

—Ahí está. —El jefe me miró y Xander hizo lo mismo.

—Así es, es él.

Confundido, miré hacia las bolsas de -oh, gracias a Jesús-


sándwiches y paquetes de patatas fritas. Cogí una bolsa de patatas
fritas con sal y vinagre, las abrí y me metí una en la boca antes de
mirar a mi futuro cuñado.

—¿No hay noticias hoy o algo así?

—Yo no diría eso. De hecho, hoy ha sido muy... informativo.


162
De acuerdo, sea lo que sea que signifique eso. Xander estaba
siendo raro, pero, de nuevo, que él estuviera aquí era raro en
general, así que eso iba de la mano.

—¿Hay algo en marcha? ¿Estás haciendo algún tipo de


artículo sobre lo mejor de Chicago?

Xander miró a mi equipo alrededor de la mesa y mostró su


famosa sonrisa. —Hoy no, pero si lo hago y cuando lo haga, esta
es la estación a la que vendré primero. De hecho, quería hablar
contigo si tienes un par de minutos libres. Y ya que me he colado
en tu hora de comer, he pensado que qué mejor manera de
devolver a la comunidad que dar de comer a algunos de nuestros
héroes locales.

—Por lo que le damos las gracias —dijo Davis, cogiendo una


de las bolsas de plástico y mirando dentro—. Hoy es el día de
Brumm en la cocina, y no creo que pueda soportar ningún tipo de
versión de sus salchichas.

Xander se rio. —¿Acaso quiero saberlo?

—Definitivamente no, —respondí—. Pero te prometo que


acabas de convertirte en nuestro presentador de noticias favorito
por aquí.

—¿Quieres decir que antes no lo era? —Xander arqueó una


ceja—. Creo que me siento ofendido.

—No, no lo estés —dijo Olsen mientras cogía un rollo de


toallas de papel y se dirigía a la mesa—. Es que lo último que
queremos ver cuando estamos aquí es toda la mierda mala que
está pasando ahí fuera. Pero si hay una emisora a la que acudimos,
es ENN.

Xander se rio de buena gana. —Bueno, eso es todo lo que


puedo pedir.
163
—De acuerdo, chicos —dijo el jefe—. Dejad que KB y
Alexander se vayan para que puedan hablar antes de que entre
otra llamada.

Cogí uno de los sándwich submarino, sabiendo bien que no


quedaría nada si caminaba y lo dejaba al alcance con estos
desechos humanos. Luego conduje a Xander a través de los
dormitorios principales hasta mi oficina privada y mi hogar lejos de
casa.

No tenía ni idea de qué había venido a hablar, pero como no


había sacado el tema en la zona principal, supuse que un poco de
intimidad no vendría mal.

Era extraño, pero me sentía como si hubiera visto y hablado


con Xander más en las últimas dos semanas que en meses. Era
como si estuviera en una especie de curso de colisión con él, similar
al que tenía con Bash. Bueno, no similar, pero sí coincidente con
mis enfrentamientos con Bash. Era casi... extraño.

Arrojé el submarino envuelto sobre mi escritorio. —Perdona


si has esperado mucho —dije—. Estábamos en una llamada.
Incendio residencial.

—Espero que todos hayan salido bien.

—Lo hicieron. El perro de la familia, también.

—Bueno, ahora siento que todos ustedes se merecen algo


más que sándwiches.

—Créeme, nos has alegrado el día trayendo esto. Lo que me


lleva de nuevo a la razón por la que te pasas por aquí. ¿Está todo
bien?

Xander se rio mientras se desabrochaba la chaqueta del traje


negro y se sentaba en el extremo del colchón. —¿Ves? No soy el
único que piensa automáticamente en “desastre” cuando
aparecemos en la vida del otro. 164
Tenía razón, pero... —Es raro que eso siga ocurriendo,
¿verdad?

—Oh, no lo sé. —Xander cruzó las piernas y me miró con


atención—. A veces las coincidencias son... inevitables.

Está bien, eso fue algo extraño para decir, pero da igual.

—Hablando de coincidencias, hoy he conocido a alguien que


tú conoces.

—¿Lo hiciste? —Saqué mi silla, me senté y me metí otra


patata frita en la boca.

—Sí, lo hice. Fue para una entrevista que hice esta mañana
para la emisión de esta noche.

Fruncí el ceño, preguntándome a quién diablos podría


conocer que fuera tan importante como para ser entrevistado por
el principal presentador de ENN. Luego gemí y puse los ojos en
blanco. —No era Sean, ¿verdad? ¿Sobre el trabajo en las calles de
Chicago? Porque, a pesar de lo que piensas, el resto de Estados
Unidos estará totalmente dormido al final de ese segmento.

Xander negó con la cabeza. —No, en realidad, fue Sebastian


Vogel de AnaVoge.

Todo dentro de mi cuerpo pareció bloquearse y congelarse.


Xander me miraba fijamente, esperando algún tipo de reacción.

Joder. Piensa Kieran, piensa.

Hice un rápido rebobinado en mi mente, intentando recordar


cualquier mención a Bash en las últimas veces que había visto o
hablado con Xander, y cuando no encontré nada, mi mente empezó
a dar vueltas. ¿Cómo sabía Xander que yo conocía a Bash?

—¿Kieran?

—¿Eh? 165
—¿Sebastian Vogel? Nunca mencionaste que era la persona
que rescataste del incendio en el Royale aquel día.

Uh, no, no lo había hecho, y con buena razón. Todavía estaba


tratando de entender quién era Bash y qué había pasado en el pub.
Lo que me llevó a pensar en cómo Xander había descubierto...
Espera un segundo. Dijo que había entrevistado a Bash hoy, esta
mañana. Mierda, ¿eso significaba que habían hablado de la noche
del incendio durante el reportaje? ¿Bash le había dicho a todo el
mundo que yo era el que lo había salvado? ¿Qué más había dicho?
¿Qué lo llevé a cenar?

Jesús, esto era lo último que necesitaba, que me salpicara


todo Chicago.

—¿Holaaaa? —Xander agitó la mano en el aire—. ¿El Royale?

—Sí, eh, simplemente no vi el punto. No es que ninguno de


vosotros supiera quién era.

Los ojos de Xander se entrecerraron, y algo en la forma en


que me miraba me hizo retorcerme en mi asiento. —Cierto.
Supongo que eso es cierto.

—Lo es —solté, un poco más fuerte de lo que pretendía—.


Como si a Sean o a Henri les fuera a importar el nombre de alguien
que saqué de un edificio.

—Tienes razón. —Xander asintió y luego se frotó los dedos


sobre la ligera sombra que le cubría las mejillas y la barbilla—. Pero
quizá les interese saber que lo llevaste a uno de los restaurantes
más caros de Chicago un par de noches después.

Madre. Cabrón. Podía sentir cómo un rubor empezaba a subir


desde el pecho hasta el cuello, y al enfrentarme a un hombre que
conocía de casi toda la vida, rechiné los dientes.

¿En qué demonios había pensado Bash al dar toda esa


información personal a alguien como Xander? Un reportero, por el 166
amor de Dios. ¿No me había dicho Bash lo mucho que valoraba su
vida privada? ¿Que no le gustaba poner sus relaciones a la vista de
todo el mundo? Sí, demasiado para ese maldito discurso.

—No fue nada. Sólo quería dar las gracias, eso es todo.

—Nada, ¿eh?

—Así es.

—¿Así que por eso mentiste diciendo que ibas a llevar a un


amigo a cenar?

—¿Qué es esto? ¿La Inquisición Española? —Podía sentir


cómo se me erizaba el vello, y mis palabras se ponían cada vez
más a la defensiva mientras Xander seguía con lo suyo—. La última
vez que lo comprobé, no tenía que comprobar contigo con quién
voy o no a cenar.

—Kieran...

—Si eso es todo lo que has venido a hablar entonces hemos


terminado de hablar. —Me puse de pie, deseando poder contener
de alguna manera la ira que me recorría, porque sabía que no
estaba ayudando a mi causa. En todo caso, sólo estaba echando
más leña al maldito fuego que Bash había iniciado, y maldito sea
por ello.

—Vamos, no te pongas así.

—No me estoy poniendo de ninguna manera. Tú eres el que


intenta hacer algo de la nada.

—Bien, bien. —Xander levantó las manos y se dirigió a la


puerta de mi despacho. Mientras alcanzaba el picaporte, me pasé
una mano por el pelo corto y le deseé que se marchara sin más,
pero en el último segundo se detuvo y volvió a mirarme con el ceño
fruncido—. Sólo te lo pido porque me importa.

—Que te importe menos.


167
—Me parece justo. Pero ¿Kieran?
Cuando mi única respuesta fue fulminarlo con la mirada,
Xander tomó eso como su señal para continuar.

—Si tienes preguntas o necesitas a alguien con quien hablar


sobre... alguien —…mi mirada se volvió infinitamente más intensa…
— estoy aquí. Y a pesar de lo que puedas pensar, puedo guardar
un secreto.

No dije nada, y él caminó, dejándome de pie en mi oficina


con nada más que el sonido de mi creciente rabia golpeando en mi
cabeza como el ritmo de un tambor enojado.

168
21
BASH

NO TUVE NOTICIAS de Kieran hasta esa noche, cuando recibí un


mensaje de texto que decía: ¿Estás en el Regent? Estoy en
camino.

Eso era un buen presagio, ¿no?

Después de llamar a la planta baja para avisarles de que


hicieran subir a Kieran cuando llegara, abrí una botella de Dom
Perignon, me serví una copa y salí a la terraza. La brisa de la altura
hacía tolerable la cálida noche, pero, para ser sincero, echaba de
menos el olor a sal en el aire.

Nuestra oferta por el edificio había sido aceptada, lo que


suponía un gran esfuerzo para tachar de mi lista, pero aún me
quedaban algunas entrevistas antes de poder volver a casa.

Bebí un sorbo de champán y dejé que mi mente pasara de


los negocios al placer. Kieran había sido un punto brillante en mi
estancia en Chicago, pero no me hacía ilusiones. De pasar tiempo
juntos no saldría nada más que una amistad, y tenía la sensación
de que probablemente Alexander Thorne se había metido con él y
le había dicho algo para ponerlo a la defensiva.

Llámalo intuición. Llámalo poder leer a la gente y ver el brillo


curioso en los ojos de Alexander. Una cosa sabía con certeza:
Kieran no venía aquí simplemente para deleitarse con mi
presencia.

Unos minutos después, oí que llamaba a la puerta y me tomé


mi tiempo para abrirla, con mi copa en la mano.

169
Su cabello aún estaba húmedo, como si acabara de salir de
la ducha, e incluso con la mirada dura en su rostro, lo guapo que
era me dejó sin aliento.

—Pasa —dije, haciéndome a un lado. Sin saludo, sin sonrisa


tímida. A veces odiaba cuando tenía razón.

Kieran entró en el salón y se detuvo frente al sofá, pero en


lugar de sentarse, se paseó, con las manos bajas sobre las caderas.

Haciéndose el desentendido, señalé una de las sillas. —Toma


asiento. Te traeré un poco de champán...

—No quiero champán. No me voy a quedar.

—Oh. —Puse la botella de nuevo en la cubitera y me apoyé


en la mesa—. ¿Por qué no, cariño?

—No me llames así.

Suspiré y me terminé la copa antes de dejarla a un lado y


apoyarme en las manos. —¿Quieres decirme por qué estás aquí?

Kieran se pasó una mano por la cara mientras se paseaba de


un lado a otro. —¿Quizás te gustaría decirme por qué has decidido
derramar tus entrañas a Xander hoy?

¿Hablar de más? Puf. —¿Perdón?

—No te hagas el tonto, Bash, sé que eres más inteligente


que eso. Y también privado, o eso creía.

—De acuerdo. —Crucé los brazos sobre el pecho—. Entiendo


que hay algo que te tiene molesto, así que tal vez quieras
explicarme de qué se trata en lugar de lanzarme insultos.

—Xander dice que hoy tuviste una entrevista con él.

—La tuve.
170
—¿Así que pensaste en lanzar mi nombre en público sin
siquiera preguntarme si estaba bien?

Fruncí el ceño. —¿Que hice qué?

—La entrevista. ¿Qué has hecho, decirle a todo el mundo que


te he rescatado para llamar más la atención sobre tu empresa?
Noticiero: tal vez necesites ese tipo de publicidad, pero yo estoy
seguro de que no, y no me gusta que cotorrees que salimos con
todo el mundo en Chicago.

Hice una pausa, pero sólo por un momento, porque si había


algo que no me gustaba era que me llamaran mentiroso o que me
acusaran de algo tan jodidamente ridículo.

Me levanté de la mesa y me enderecé, cuadrando los


hombros mientras caminaba hacia Kieran. Sus ojos azules ardían,
y no se echó atrás.

—Aclaremos una cosa, ¿de acuerdo? —Dije—. Mi posición es


tal que no necesito cotilleos, reportajes escandalosos o historias
escandalosas para llamar la atención de nadie. No se mencionó ni
una palabra en antena sobre el incendio, ni sobre ti, ni sobre un
rescate de ningún tipo, así que no dudes en disculparte una vez
que haya dicho mi parte. Realmente deberías informarte bien antes
de acusar a alguien, pero no importa eso, porque número dos, no
soy alguien que se esconde en las sombras como el pequeño y
sucio secreto de nadie. Si tu futuro cuñado, un brillante reportero
y presentador de noticias, cuya identidad desconocía, sumó dos y
dos, entonces esa culpa recae directamente sobre tus hombros,
querido Kieran, y no sobre los míos.

Kieran se echó hacia atrás, con la boca abierta. No me


enfadaba a menudo, pero cuando ocurría, no me echaba atrás, ni
siquiera ante alguien con quien había disfrutado.

—Así que, espera, ¿intentas decirme que Xander descubrió


el fuego por casualidad cuando nunca le dije tu nombre? ¿O que 171
fuimos a una maldita cena? Supongo que ahora es psíquico, ¿no?
—Me preguntó fuera de cámara si había disfrutado de algún
restaurante en la ciudad, y mencioné que había ido a Gravitas. —
Cuando Kieran maldijo, asentí—. Al parecer, Gravitas también
había salido en la conversación cuando le preguntaste dónde
llevarme. Como dije, un periodista que suma dos y dos.

—Genial, esto es jodidamente genial. —Kieran se alejó de mí


y comenzó a caminar de nuevo, la agitación clara en su postura
rígida, mientras que hacia su mejor esfuerzo para hacer un agujero
en el suelo de mármol—. Puede que sea un puto reportero brillante,
pero todo lo que tenías que hacer era decirle que estaba
equivocado y lo habría dejado ir. ¿Era eso tan difícil? ¿No fuiste tú
quien me dijo que valorabas tu privacidad?

—La valoro, sí. Pero no miento para conseguirlo. ¿Qué es lo


que te tiene tan irritado, Kieran? —Ladeé la cabeza y le dirigí una
mirada llena de desprecio—. ¿Te avergüenza que Xander sepa que
salimos a cenar? Creía que éramos amigos.

—Somos amigos —gritó mientras me miraba de forma muy


poco amistosa—. Pero eso es todo lo que somos, y ahora parece
que somos mucho más.

—Ah, ya veo.

—No, no lo ves. —Kieran se abalanzó sobre mí, y si creía que


me iba a echar atrás porque podía -con toda probabilidad-
presionarme en el banquillo, se iba a llevar un duro despertar—.
Verás, vengo de una familia de malditos chismosos. Xander se lo
va a contar a Sean, que se lo va a contar a Henri, y entonces Bay
se enterará, y todos se sentarán a hablar de cómo Kieran estaba
saliendo con un chico gay para...

Kieran cerró la boca con tanta fuerza que juré que oí el


crujido de sus muelas, y así de cerca pude ver la confusión que se
arremolinaba en sus ojos incluso mientras me lanzaba dagas.

—Oh, por favor, no te detengas ahí. —No estaba seguro de 172


qué me poseía para dar un paso más cerca de él cuando vibraba
de vergüenza y rabia, pero no pude resistirme—. ¿Saliste con un
chico gay a cenar? ¿Por qué es eso diferente a salir con un chico
heterosexual? Lo siento, pero la última vez que lo comprobé, la
única manera de que haya una diferencia es si al final de la noche
el tipo te besa... Oh, es cierto, lo hice.

No solía instigar discusiones, pero ahora estábamos metidos


de lleno en ella, y era hora de que Kieran se diera cuenta de la
verdadera razón por la que estaba tan exaltado por todo esto,
porque que me aspen si pensaba que era porque yo había salido a
hablar.

La tensión en la habitación podría haberse cortado con un


cuchillo. Su mandíbula empezó a crisparse y me pregunté si tal vez
le había presionado demasiado. Pero antes de que pudiera decir
otra palabra, caminó hacia adelante, cerrando la brecha entre
nosotros.

Cuando estaba claro que no iba a detenerse, retrocedí, y


cuando mi trasero golpeó la puerta al mismo tiempo que sus
palmas, respiré con dificultad.

Jesús, estaba hecho. Ya había pasado mucho tiempo


memorizando cada músculo que podía ver cada vez que estábamos
juntos. Pero de cerca y de forma tan personal, me di cuenta de
que, aunque tuviéramos la misma altura, la presencia de Kieran
era abrumadora.

Pero ahora no me echaría atrás. De ninguna manera. Ya


había estado en posiciones difíciles, y de ninguna manera iba a
dejar que Kieran pensara que huiría asustado. Levanté la barbilla,
listo para aguantar lo que fuera que estuviera a punto de repartir.
—Adelante, te reto.

Los ojos de Kieran parpadearon, y una llama maligna


consumió la confusión que había hace unos segundos. Lo siguiente
que recuerdo es que una de sus manos estaba en mi barbilla.
173
—¿Te atreves? —gruñó con una voz que, con la ayuda de
Dios, hizo que mi polla se pusiera rígida.

Entrecerré los ojos y asentí lo mejor que pude. —Ya me has


oído.

Me preparé, pero lo siguiente que supe fue que Kieran me


besó con fuerza. Era duro y áspero y estaba alimentado por la furia
que lo había traído aquí en primer lugar. Llevé las manos a su
pecho, sin saber si debía apartarlo o acercarlo. Pero cuando la
presión del beso disminuyó un poco y la punta de su lengua tocó
mi labio inferior, apreté los dedos en su camisa y me despreocupé.

Separé los labios, esperando que captara la señal, y cuando


cerró los ojos de golpe e introdujo su lengua en mi boca, le agarré
la camisa y lo atraje contra mí. Kieran era un músculo sólido de la
cabeza a los pies. Se acercó todo lo que pudo y finalmente me
soltó.

Gimió cuando aflojó su agarre en mi barbilla, luego deslizó


sus dedos a lo largo de mi mandíbula y los clavó en la parte
posterior de mi cabello. Los enroscó alrededor de mis mechones y,
justo cuando estaba a punto de profundizar el beso, apartó su boca
y me miró fijamente a los ojos.

Su respiración se aceleró mientras su mirada recorría todo


mi rostro, luego se lamió el labio inferior y lo único que pude pensar
fue en dar gracias a Dios por la puerta que me sostenía.

—Esto no es lo que he venido a buscar.

No estaba seguro de si me lo decía a mí o a sí mismo. —¿No


lo es?

—Sabes que no lo es.

Puede que lo supiera cuando llegó, pero ahora no estaba tan


seguro. —Si eso es cierto, entonces ¿por qué no me has dejado ir
todavía? —Kieran tragó, y pude ver la guerra que se desarrollaba 174
detrás de sus ojos mientras deslizaba lentamente mis manos por
su pecho—. ¿No te sientes bien con esto?

Su pecho subía y bajaba mientras seguía mirándome


profundamente a los ojos, pero permanecía en silencio.

—¿Kieran?

—Deja de hablar. —Su voz era áspera, casi torturada, y me


echó la cabeza hacia atrás y se inclinó para rozar suavemente sus
labios sobre los míos.

Dios mío, había soñado con este momento desde que Kieran
me sacó de aquel infierno ardiente, pero nada me había preparado
para la realidad. Mientras que el primer beso había sido provocado
por la ira, éste parecía más una exploración. Aumentó la presión
sobre mis labios, luego soltó mi cabello y pasó sus dedos por mi
mandíbula.

Acunó mi mejilla con la palma de la mano y volvió a deslizar


su lengua entre mis labios, y yo me burlé y enredé mi lengua con
la suya, esperando algún tipo de respuesta. Cuando bajó la mano
de la puerta para agarrarme por la cintura, me eché en sus brazos.

Kieran gimió cuando le rodeé el cuello con los brazos, y luego


apretó su mano y dio un paso atrás de la puerta. Ahora estábamos
completamente abrazados, sin nada entre nosotros más que el
material de nuestras ropas. La mitad inferior de su cuerpo entró
finalmente en contacto con la mía, y la dura longitud dentro de sus
vaqueros me hizo gemir.

Kieran levantó la cabeza y me pasó el pulgar por los labios


hinchados por el beso. Lo mordí, él parpadeó y todo lo que había
venido a discutir pareció volver a su sitio.

Me soltó y dio un paso atrás, luego respiró profundamente y


sacudió la cabeza.

—Esto... estoy... —Se pasó una mano por la cabeza, la 175


confusión volvía a ser diez veces mayor ahora que por fin había
cedido a las preguntas que probablemente le habían estado
atormentando durante días—. No sé por qué he hecho eso. No soy
gay.

176
22
KIERAN

¿QUÉ DEMONIOS me ha pasado? ¿Había venido a confrontar a


Bash y de alguna manera había terminado besándolo? La confusión
no era suficiente. Retrocedí otro paso, luchando por comprender lo
que había hecho.

Pero en cuanto me alejé de él, la cara de Bash cayó. Fue sólo


un momento, pero lo suficiente para que yo lo viera, antes de que
su expresión se convirtiera en una que yo no podía leer. Luego
retrocedió hasta estar de nuevo contra la puerta, dejando más
espacio entre nosotros, e inclinó la cabeza hacia arriba. Cerró los
ojos, suspiró y dijo: —Lo sé.

Dos palabras nunca habían sonado tan resignadas,


golpeándome en las entrañas de una manera que no entendía.
Bash no dijo nada más, y yo, de alguna manera, me quedé sin
lengua, pero si pensaba que la discusión entre nosotros había sido
tensa, el silencio fue aún peor. No se me ocurría una buena excusa
para explicar por qué había dado el primer paso, pero estaba claro
que lo había jodido todo.

Mi cabeza incluía.

—Necesito que me des un minuto —dijo Bash, con la voz


tensa y los ojos aún cerrados. Antes de que pudiera preguntar por
qué, arrastró la mano por sus caderas para cubrir su erección -la
que había sentido rozar la mía- y me estremecí. Había sido una
sensación extraña, pero no desagradable... en absoluto. Lo cual
era otra razón por la que ahora estaba jodido de la cabeza,
especialmente cuando Bash empezó a acariciarse por encima de
sus finos pantalones de pijama de raso y me encontré mirando en
lugar de caminar. Era como si mis ojos y mis pies estuvieran
pegados a él, porque no podía moverme ni apartar la vista, aunque 177
quisiera.
¿Lo quería?

La bata de Bash estaba atada cuando llegué, pero ahora se


había abierto ligeramente, y el cinturón se aflojaba cada vez más.
Dejó escapar un suave gemido mientras se cubría la polla con el
talón de la palma de la mano, como si estuviera deseando que se
calmara de una maldita vez, y yo conocía la sensación. Yo también
deseaba que la mía recibiera el mensaje de vete a la mierda.

Bash abrió los ojos de repente, descubriendo que le miraba


después de haberme dicho que le diera un minuto.

Mierda. Mi corazón empezó a latir con tanta fuerza que creí


que me iba a reventar el pecho, y no había manera de que mi cara
no se sonrojara por haberme pillado.

Otra vez. La culpa era mía. ¿Por qué no me había ido?

La curiosidad parpadeó en los ojos de Bash cuando estudió


mi cara y luego recorrió mi cuerpo con la mirada. Ese deseo
acalorado y oscuro se disparó, y arqueó ligeramente las caderas
hacia delante y se masajeó la erección. Incluso haciendo eso por
encima de sus pantalones, pude ver lo larga y gruesa que era, y
una punzada de lujuria se disparó hacia mi propia polla,
sobresaltándome.

Tragué con fuerza mientras Bash repetía el movimiento,


observando cómo lo miraba.

Mira hacia otro lado. No te gusta esto.

Decirme eso una y otra vez seguramente lo haría realidad.

Como si me hubiera leído la mente, Bash dejó de tocarse, su


mano se alejó de su polla, y por alguna razón, sentí una punzada
de decepción...

Hasta que se quitó la bata y el material de satén se


desprendió de sus hombros y cayó al suelo junto a sus pies. 178
Pero no me moví.

Con los pantalones bajando por sus caderas, el resto de su


cuerpo estaba completamente expuesto, toda esa piel perfecta
saliendo a la luz por primera vez, y la única palabra que se le
ocurrió a mi cerebro fue hermoso.

Nunca había utilizado esa palabra para referirme a un


hombre. Los ángulos agudos de su cara continuaban por su cuerpo,
su esbelta estructura seguía llevando contornos de músculos por
los brazos y los abdominales, y no había ni un cabello en ninguna
parte.

Algo en mi expresión debió de gustarle, porque esbozó una


pequeña sonrisa y se acarició el estómago con una mano,
atrayendo mi atención hacia allí. Sus dedos bajaron más, pasando
por debajo de la cintura y enroscándose de nuevo alrededor de su
polla. Su jadeo me hizo tragar saliva y, cuando empezó a
acariciarse lentamente, me pregunté como se sentiría en mis
manos. ¿Sería tan suave y largo como el resto de su cuerpo, o se
sentiría como el mío? ¿Venoso y grueso?

Oh, Dios. Me pasé una mano por el cabello y luego tiré del
cuello de la camisa, un sofoco me invadió.

—Puedes quitártela si quieres —dijo Bash, su mano se movía


ahora un poco más rápido.

Joder. No, eso era lo último que tenía que pasar aquí. Ni
siquiera debería estar mirando, pero no podía apartar los ojos.

—O si prefieres tocarme... —Con su mano libre, Bash empujó


hacia abajo un lado de sus pantalones y luego el otro, dándome
una visión completa de lo que estaba haciendo exactamente.

Maldita sea... Había tenido razón. Suave, larga, y creciendo


aún más en su mano mientras acariciaba su pulgar sobre la punta
y luego la deslizaba hacia abajo. Mi polla se sacudió en mis
179
pantalones, otra reacción inesperada que añadir a la larga lista de
esta noche.

Se mordió el labio inferior. —Esa es una opción también...

—No, yo... —Negué con la cabeza, aunque mi cuerpo no


estuviera de acuerdo—. No puedo.

Hipocresía. No quiero. Estoy perdiendo la puta cabeza -elige


lo que quieras.

—Está bien —dijo, lamiéndose los labios, con la respiración


entrecortada—. No me importa que mires.

Menos mal, porque no parecía que pudiera parar.

Apreté las manos a los lados en un esfuerzo por mantenerlas


para mí, y Bash comenzó a mover de nuevo su mano arriba y abajo
de su longitud. Mi mente daba vueltas, o tal vez era la maldita
habitación, mientras intentaba conciliar lo que mi cerebro me decía
que hiciera y lo que realmente estaba haciendo.

La verdad es que debería haber apartado a Bash y


marcharme antes de que esto fuera más allá de lo que ya había
permitido. Pero en lugar de eso, estaba de pie en su suite del ático
viéndole follarse con su puño y tratando de convencerme a mí
mismo de que no estaba excitado.

Sin embargo, era difícil hacerlo cuando mi propia polla


palpitaba como una hija de puta detrás de mis vaqueros. Nunca
había querido tocarme más, ni menos, que ahora mismo. Pero
cuando Bash cerró los ojos, deslizó su otra mano hasta la base del
cuello y arqueó la cabeza hacia atrás contra la puerta, mi destino
quedó sellado.

Me toqué y enrosqué los dedos alrededor de la tela vaquera.


No recordaba la última vez que había estado tan jodidamente duro,
y no me sorprendería que mi polla tuviera la huella de la cremallera
con la forma en que se esforzaba por liberarse. 180
Mis ojos se mantuvieron fijos en su cara para asegurarme de
que sus ojos seguían cerrados, y entonces me di un par de tirones.
Lo que no veía no podía hacer daño... ¿verdad? Pero con la fricción
añadida de los vaqueros y los calzoncillos contra mi ya sensible
eje, gemí de satisfacción antes de poder ocultarlo.

Los ojos de Bash se abrieron de golpe e inmediatamente se


fijaron en lo que estaba haciendo, y antes de que pudiera intentar
fingir que estaba haciendo otra cosa, dijo: —Sueltatelos, teniente.

Mierda. ¿Realmente estaba a punto de hacer esto? Pero algo


en su uso de mi título de esa manera tan familiar me hizo alcanzar
el botón y la cremallera. Bash empujó sus caderas hacia delante y
gimió.

Está bien, si me toco a mí, pero no a él, entonces no es tan


malo. No cruzaría la línea hasta el punto de excitar a un tipo. Me
estaba excitando a mí mismo, y lo había hecho cientos de veces
antes. Así que no vi ningún problema con eso.

Pero cuando Bash se mordió el labio y miró mi dura polla,


me di cuenta de lo jodidamente mentiroso que era. Podía decirme
todo el día que me estaba excitando a mí mismo, y sólo a mí. Pero
todo se reducía a por qué me estaba excitando, -y la respuesta a
eso era el impresionante hombre semidesnudo que se estaba
excitando a pocos centímetros de mí.

Di un paso adelante, encontrando finalmente mi equilibrio


mientras me acercaba a toda esa piel suave. El corazón me
retumbaba y la poca sangre que me quedaba en la cabeza me
zumbaba en los oídos mientras me acercaba aún más.

¿Sería su piel tan suave como parecía? ¿Sería cálida o fría al


tacto? Tenía tantas preguntas, ninguna de las cuales giraba en
torno a por qué demonios seguía aquí.

Bash se acercó a mí. Me rodeó la muñeca con la mano y me


atrajo hacia él hasta que mi palma se apoyó en su pecho. 181
Suave. Cálido. Firme.

Mi corazón latía al ritmo de mi polla mientras lo miraba


fijamente a los ojos. Entonces Bash se lamió los labios y susurró:
—Tóqueme, teniente. Te desafío.

182
23
BASH

DE TODAS las formas en que pensé que iría esta noche,


encontrarme semidesnudo entre la puerta de mi ático y un Kieran
Bailey muy excitado habría sido la última de la lista.

No es que me quejara. El hombre era espectacular a la vista,


y no me refería sólo a la gruesa polla que por fin había liberado de
sus vaqueros. Su rostro estaba enrojecido, sus ojos oscuros de
lujuria, y la intensidad que desprendía era como un amplificador
de mí ya desbocado deseo.

Mi corazón tronaba bajo su palma mientras lo miraba


fijamente a los ojos, desafiándole a dar el siguiente paso. Tenía
que creer que, si quería detenerse e irse, ya habría salido por la
puerta. Pero en lugar de eso, estaba de pie aquí tan excitado como
yo... y, por supuesto, yo estaba muy excitado.

Había estado dispuesto a dejarlo todo. Era difícil de creer.


Había enviado a Kieran al otro lado de la habitación con la intención
de calmarme. Pero en algún momento, entre pensar en el último
episodio de New Girl y tratar de aplastar físicamente mi deseo con
la mano, había sentido que me estaban observando, y si había algo
en lo que sabía que era bueno, era en montar un espectáculo.
Nunca había esperado que él decidiera participar. Pero yo era muy
adaptable, y si Kieran quería participar en este acto, no se lo
impediría.

La cuestión era: ¿hasta dónde estaba dispuesto a llegar?

Kieran se lamió el labio como si estuviera contemplando su


próximo movimiento, y la visión de su lengua hizo que mi polla se
sacudiera.
183
—Tócame —volví a decir, y esta vez insté a su mano a bajar
por el centro de mi pecho—. Sabes que quieres hacerlo.

Los ojos de Kieran se dirigieron a nuestras manos, y contuve


la respiración, esperando a ver qué haría a continuación. Muy
despacio, empezó a recorrer con sus dedos el centro de mi cuerpo,
y luego llegó a mi ombligo y dibujó un lento círculo alrededor de
él. Dejé escapar la respiración de forma precipitada.

Kieran se congeló y sus ojos se dirigieron a los míos.

—No pares. —Intenté sonreír, pero en ese momento mi polla


palpitaba con tanta fuerza que era todo lo que podía hacer para
sacar esas dos palabras.

—¿Seguro?

Apreté una mano alrededor de la base de mi pene y asentí.


—¿Seguro que quiero que me sigas tocando? No hay nada que
desee más ahora mismo, guapo.

Los labios de Kieran se torcieron en una media sonrisa que


casi me hizo caer de rodillas. —¿Nada?

Dios mío, ¿se estaba burlando de mí ahora mismo?


¿Coqueteando conmigo? Kieran repitió el movimiento, pasando la
punta del dedo por mi ombligo, y mis caderas se movieron hacia
delante.

Oh, cariño, acabas de cambiar las reglas de este pequeño


juego. —Quiero volver a besarte.

Los ojos de Kieran se desviaron hacia mi boca. —¿Sí?

—Mmmm. Pero esta vez más despacio. No he probado lo


suficiente.

—Joder. —Kieran cerró los ojos por un segundo y respiró


profundamente—. ¿Por qué no puedo caminar lejos de ti?
184
Deslicé la mano por mi polla y dejé escapar un suave jadeo.
—Porque no quieres.

—Jesús. —Los dedos de Kieran se movieron hacia mi rastro


del tesoro perfectamente recortado y rozaron el vello corto—. Creo
que tienes razón, joder.

—Entonces, si no quieres caminar... ¿qué quieres?

Movió con cautela esos curiosos dedos hacia abajo hasta que
finalmente tocaron los míos donde se enredaban alrededor de mi
polla. —No lo sé.

—Sí, lo sabes. —Arqueé mis caderas hacia arriba, empujando


su mano—. Tómala. Haz lo que quieras.

No sé si darle permiso le hizo estallar o si la tensión sexual


había llegado a ser demasiado, pero Kieran se acercó aún más,
moviendo sus manos hacia la puerta para enjaularme, y entonces
su boca estaba sobre la mía.

Lo respiré, robando el aire de sus pulmones mientras su


lengua se sumergía en el interior para enredarse con la mía. No
había timidez en este beso, sólo un hambre que ansiaba saciar,
pero necesitaba aún más de él, lo necesitaba más cerca.

Cuando se desabrochó los pantalones y se los bajó sobre las


caderas, me encontré con la piel desnuda y me acerqué a su cintura
para tirar de él. Su piel era abrasadora al tacto, como si fuera
fuego, y podía sentir cómo sus músculos se tensaban por
contenerse. Dios, ¿qué sentiría cuando se derrumbara? Tenía que
averiguarlo.

Deslizando mis manos hacia su culo desnudo, lo apreté y lo


atraje contra mí de manera que nuestros cuerpos quedaran al ras,
desde los labios hasta las pollas. Kieran liberó su boca, dejando
escapar un gemido de satisfacción, y yo moví mis labios hacia su
cuello, besando mi camino hacia abajo mientras su cabeza caía
hacia atrás. Empujó sus caderas contra las mías, forzando nuestras 185
erecciones el uno contra el otro, y mantuve mis manos en su culo,
manteniéndolo cerca.

Maldijo, me besó los labios de nuevo y puso sus manos a


cada lado de mi cabeza, sujetándome justo donde quería conseguir
un llenado más profundo.

Dios, mis sentidos estaban desbordados, todo lo relacionado


con Kieran me atraía más de lo que jamás había creído. Quería
olerlo en mí mañana para que esto no pareciera un sueño, y no
quería que dejara de besarme.

El roce de nuestras pollas me estaba llevando al límite, y por


la forma en que Kieran soltó una serie de obscenidades cuando su
boca se alejó brevemente de la mía para tomar aire, supuse que él
también estaba llegando a ese punto.

—Te sientes muy bien —dije—. Sigue adelante. Ya casi he


llegado.

—Mierda. —Kieran me empujó con fuerza contra la puerta,


sus caderas me inmovilizaron mientras se desprendía de sus
inhibiciones y se lanzaba sobre mí como un hombre desesperado
por conseguir más. Podía sentir la forma en que nuestro precum
se cubría mutuamente en cada deslizamiento perverso, y se sentía
tan jodidamente bien que no quería que terminara, pero no había
manera de que pudiera contenerme con Kieran.

Mis pantalones evidentemente sentían lo mismo, porque se


deslizaban por mis piernas con cada empuje hasta que cayeron al
suelo. Levanté la pierna y la envolví alrededor de la cintura de
Kieran.

Él no disminuyó el ritmo, sólo se estiró para sujetar mi


pierna, su gran mano se flexionó y me agarró con fuerza. El ángulo
sólo intensificó todo, y mi cabeza cayó hacia atrás contra la puerta.

—Dios, sí —exhalé, memorizando lo que sentía para poder


recordarlo una y otra vez. 186
La boca de Kieran estaba en mi cuello, y me agarré a su
nuca, manteniéndolo pegado a mí mientras me cubría con sus
besos, su boca urgente, exactamente como se movían nuestros
cuerpos. Una leve presión me indicó que había chupado la fina piel
cercana a mi clavícula, y me mordí el labio, encantado de poder
tener una marca allí más tarde para recordarlo.

Con nuestras caderas moviéndose a un ritmo frenético, pude


sentir cómo aumentaba la presión, y supe que sólo tenía unos
segundos antes de que todo terminara.

—Joder. Me voy a correr. —Las palabras desgarradas de


Kieran eran música para mis oídos, y cuando su mano cayó entre
nosotros como si fuera a acabar consigo mismo, aparté su brazo y
lo apreté más contra mí.

—Entonces hazlo. Todo sobre mí.

—¿Sí? ¿Te atreves? —Gruñó y luego rozó sus labios sobre los
míos, pero su orgasmo lo golpeó fuerte y rápido, y dejó caer su
cabeza en el pliegue de mi cuello mientras se corría. Sabía que
nunca olvidaría los sensuales sonidos que emitió, y en cuanto el
resbaladizo semen explotó entre nosotros, mi propio orgasmo llegó
a su punto álgido, llevándome al límite y al olvido.

187
24
KIERAN

DULCE MADRE DE DIOS. ¿Qué demonios acababa de hacer? Pero


mientras el tentador aroma de la colonia de Bash y nuestra
excitación llenaban el aire, no había duda de lo que acababa de
ocurrir. No importaba el hecho de que mi cara estuviera enterrada
en el pliegue de su cuello y mis dedos siguieran clavándose en su
muslo. O la prueba más condenatoria de todas: el pegajoso semen
que ahora nos unía por las caderas.

Cerré los ojos por un segundo y traté de calmar mi errática


respiración, y luego sentí que unos suaves dedos se deslizaban por
mi nuca. Me estremecí, sin tener ningún problema con la persona
contra la que estaba presionada y que ahora me acariciaba como
su animal favorito.

Realmente había ido a Bash como un maldito animal, ¿no?

Mierda.

Levanté la cabeza, queriendo asegurarme de que estaba bien


antes de... ¿qué? ¿Correr hacia las malditas colinas? No, no iba a
hacer eso. Yo no era esa persona, y por muy revuelto que estuviera
mi cerebro en ese momento, una cosa que no iba a hacer era
desquitarse con él. Después de todo, mira a dónde me había
llevado mi ira equivocada la primera vez.

La cabeza de Bash estaba apoyada en la puerta y sus dedos


se soltaron de mi cabello. Dejó que su brazo cayera a su lado como
una especie de movimiento de baile elegante, y me tomé un
segundo para mirarlo.

Esos ojos cómplices estaban cerrados y sus labios estaban


hinchados y rojos. Noté una mancha roja justo encima de su 188
clavícula.
Joder, ¿se lo había hecho yo? La respuesta era bastante
obvia, pero el hecho de ver un testimonio visual de lo
descontrolado que me había vuelto hizo que todo fuera más duro.

Di un paso atrás, la realidad de todo lo que me bombardeaba,


y fue entonces cuando me di cuenta de que Bash estaba
completamente desnudo. No sin camisa, ni siquiera cubierto por su
bata. No, estaba cien por cien desnudo.

Santo y seña. Mierda.

Parpadeé una, dos veces, y luego bajé rápidamente los ojos,


sintiéndome de alguna manera como si estuviera
entrometiéndome en la intimidad de Bash... ¿y qué estúpido era
eso? Acababa de correrme encima del tipo, por el amor de Dios, y
viceversa. Estaba bastante seguro de que era consciente de que
estaba desnudo.

—¿Está bien ahí, teniente?

El hecho de que me estuviera llamando la atención sin ni


siquiera abrir los ojos demostraba lo intuitivo que era. También,
aparentemente, lo jodidamente predecible que era yo.

—Sí, estoy...

Los ojos de Bash se abrieron lentamente. —¿Sin palabras


ante todo mi esplendor desnudo?

Llevó una mano por encima de su cabeza hacia el marco de


la puerta, revelando aún más de sí mismo, y casi me tragué la
lengua. Una cosa que se podía decir del tipo: sabía lo que tenía y
no tenía miedo de usarlo.

Me aclaré la garganta. —Esa es, eh… una forma de decirlo.

Bash se apartó de la puerta y se pavoneó hacia mí, sin


ningún hueso tímido en su cuerpo. Bajó sus ojos hasta donde mi
polla estaba todavía en plena exhibición, y me costó todo lo que 189
tenía para no bajar la mano y cubrirme.
—Bueno, no te preocupes, guapo, tengo suficientes palabras
para los dos. Y eso fue muy sexy, Sr. Bombero.

Mis labios se movieron a pesar de mí.

—De hecho —…Bash hizo un camino con dos dedos por el


brazo…— me atrevería a decir que definitivamente eres el mejor
bombero de Chicago.

Sonreí. —Eso crees, ¿eh?

—Quiero decir, ciertamente sabes cómo manejar tu —miró


hacia mi ingle— manguera.

Y ahora me estaba riendo. ¿Cómo diablos era posible? —Eres


ridículo.

Bash me mostró una sonrisa lobuna. —Y desnudo. No olvides


lo muy desnudo que estoy.

—Como si eso fuera posible.

—Me alegro de que estés de acuerdo. —Bash me rodeó y,


tan despreocupado como era, cruzó el suelo de mármol de la suite
hasta la zona de estar. Aprovechando la oportunidad para
cubrirme, volví a meter mi polla satisfecha en los vaqueros e hice
una mueca de dolor ante la suciedad pegajosa.

Sí, eso nunca fue agradable.

—Estaba a punto de ofrecerte una toallita, pagano.

Me giré para ver a Bash de pie junto a una de las puertas. —


Está bien, estoy...

—¿Incómodo como el infierno ahora?

—No todo el mundo es tan libre con su... cuerpo como tú.

—Eso es una pena, especialmente con un cuerpo como el 190


tuyo. Pero ya que pareces querer preservar tu modestia, ¿qué tal
una ducha? Podría mandar a limpiar esa ropa, y una vez entregada,
puedes irte a casa con tu dignidad intacta.

No estaba seguro de lo que era -tal vez el elevado sarcasmo


que provenía de un hombre tan a gusto en su propia desnudez que
podría haber estado en una maldita pasarela- pero todo lo que
quería era besarlo hasta el infierno.

Bash no se parecía a nadie que yo conociera, y su sentido de


sí mismo era increíble.

—Me vendría bien una ducha.

—Me lo imaginaba. Vamos. —Inclinó la cabeza para que le


siguiera, y cuando entré en el dormitorio, estaba
sorprendentemente vacío. No se veía ninguna de las maletas de
Bash, ni nada en las mesitas de noche ni en el escritorio bajo el
enorme televisor.

—¿Dónde están todas sus cosas? Creía que habían podido


salvar algunas cosas del incendio.

—Lo hicieron, pero los daños causados por el humo me


hicieron ir de compras. —Bash se dio la vuelta para dirigirse al baño
adjunto, pero cuando no le seguí inmediatamente, miró por encima
del hombro—. Oh. Crees que ésta es mi habitación.

—¿No lo es?

Una amplia sonrisa de satisfacción cruzó sus labios. —Podría


serlo si así lo quieres. Pensé que te vendría bien tener tu propio
espacio para la noche.

—¿La noche? No voy a pasar la noche.

—¿No estás agotado después de trabajar tanto durante un


turno de veinticuatro horas? Por no hablar de lo mucho que me has
hecho trabajar. —Señaló hacia la cama—. Hay un colchón de cinco
estrellas esperando a que lo aproveches, y créeme, estarías loco si 191
no aceptas la oferta. Por no mencionar que tu ropa no estará lista
hasta la mañana, así que a menos que quieras tomar prestado uno
de mis fabulosos conjuntos...

—Lo de la cama suena muy bien —dije rápidamente, sin


atreverme a imaginarme metido en cualquier pantalón de culo
estrecho. Eso no sólo aterrorizaría a Chicago: me aterrorizaría a
mí—. Gracias.

—Bien. Las toallas están aquí, y si me necesitas, mi


habitación está al lado. Sólo deja tu ropa en el suelo y me encargo
de todo.

Dejar mi ropa, ¿eh? Supongo que Bash no tuvo la visión


completa de mí que yo había tenido de él, pero justo cuando ese
pensamiento cruzó mi mente, me guiñó un ojo y se dirigió hacia la
puerta.

—¿No te vas a duchar? —pregunté.

—Por supuesto que sí.

Oh, vaya. Está bien, lo había leído mal. Había asumido que
esta era la única ducha, pero esta era la suite del ático, así que por
supuesto habría más de una. —Claro, sí. —Lo sabía.

Se detuvo en la puerta y levantó una ceja. —¿A menos que


quieras que me una...?

¿Quería que se uniera? Ni siquiera lo sabía, tal vez porque


mi cerebro había detonado en el pasillo y todavía estaba tratando
de recomponer las piezas.

—Tómate tu tiempo —dijo, y luego cerró la puerta tras de sí.


Sin su gran personalidad llenando la habitación, ésta parecía un
poco vacía, pero Bash pareció entender que necesitaba un minuto
para mí.

Me quité los zapatos y me despojé de la ropa, dejándola


amontonada en el suelo, y entré en el cuarto de baño... sí es que 192
se le puede llamar así. Era más grande que mi habitación en
nuestro apartamento, con una ducha en la que cabían al menos
diez cuerpos y una bañera en la que podía nadar. Maldita sea, así
es como vive el uno por ciento, ¿eh?

Quería darme una ducha rápida, pero en cuanto los chorros


de agua me golpearon -y había tres- sentí que cada gramo de
tensión empezaba a abandonar mi cuerpo. No sé cuánto tiempo
estuve allí antes de limpiarme, pero Bash había dicho que me
tomara mi tiempo, y así lo hice.

Después de secarme, me envolví la toalla alrededor de la


cintura y salí del baño para ver que la pila de ropa sucia había
desaparecido y que había un albornoz blanco sobre la cama.

Casi me reí por el hecho de que no fuera de satén o seda ni


estuviera decorado con algún tipo de diseño atrevido, pero
entonces, sólo Bash podía conseguirlo. Me lo puse y colgué la toalla
en el cuarto de baño antes de aventurarme a averiguar qué color
llevaba Bash esta noche.

El rojo intenso era la respuesta, un rojo brillante cubierto de


flores blancas, pero Bash sólo llevaba los pantalones esta noche
mientras caminaba por el salón apagando las luces.

—¿Cuántos pares diferentes de pijamas tienes?

Bash se dio la vuelta y sonrió, y me sorprendió de nuevo lo


atractivo que era. —Me incriminaría respondiendo a esa pregunta,
pero ¿cuántos juegos de pijamas tengo aquí en Chicago? Sólo
siete.

—¿Siete? —Silbé, sacudiendo la cabeza mientras empujaba


la puerta hacia la sala de estar—. No podrías soportar tener que
llevar una de estas simples batas de hotel ni siquiera una noche,
¿verdad?

—Kieran. ¿Crees que soy un snob? —Cuando su expresión se


convirtió en una de indignación, estuve a punto de echarme atrás,
pero entonces rompió a reír—. Bien. Quizá lo sea, pero prefiero 193
pensar que tengo un gusto exquisito. —Apagó otra lámpara,
dejando la habitación casi en penumbra—. ¿Tuviste una buena
ducha?

—Quizá la mejor que he tenido en mi vida. Podría vivir ahí.

—¿Es eso cierto? Bueno, eres libre de usarla cuando quieras


mientras yo esté aquí. Puedes quedarte... cuando quieras. —Se
acercó, con su cabello oscuro mojado y peinado hacia atrás, lejos
de su cara. Quise alargar la mano y envolver mis dedos en las
hebras húmedas. En lugar de eso, me quedé en silencio y lo miré
fijamente, reconciliándome con el hecho de que había estado
encima de este hombre hace un rato.

—Creo que voy a desmayarme. Tenías razón, ha sido un día


largo.

—Bien. Me alegro de que te quedes.

—Sí... —Mis ojos bajaron a sus labios, todavía un poco rojos


e hinchados, al igual que la marca sobre su clavícula—. Mierda, lo
siento por eso.

—¿Por qué? Yo no.

—Supongo que me dejé llevar un poco.

Bash agarró las solapas de mi albornoz y pasó sus manos


por ellas. —Créeme. Me gustó.

Sin sus tacones ni sus botas, estábamos más o menos a la


misma altura, así que cuando inclinó la cabeza y esperó a que me
encontrara con él, encajamos perfectamente.

Rocé mis labios suavemente sobre los suyos, probando su


tacto ahora que la urgencia había pasado. Me dejó que me
entretuviera, pasando su lengua por mi labio inferior. Era extraño
que besarlo no me pareciera tan extraño como mi mente me decía
que debía ser. 194
Sus labios eran flexibles, como si hubiéramos hecho esto
cientos de veces antes. Me rodeó la nuca con las manos y yo le
rodeé la cintura con un brazo y lo abracé.

Gimió suavemente, entrando en mi boca con su suspiro.


Cuando se separó, su expresión era de asombro. Con todas las
luces apagadas, excepto la que estaba a nuestro lado, me quedé
atónito ante su belleza. Sebastian Vogel era impresionante. Sin una
pizca de maquillaje y sin brillo a la vista, sus rasgos bastaban para
que te detuvieras a mirar.

Acaricié su mejilla y pasé el pulgar por la curva. Pero antes


de que esto se me fuera de las manos por segunda vez esta noche,
di un paso atrás y lo solté.

Sin decir nada, me dirigí al dormitorio. Me di la vuelta y lo vi


de pie exactamente donde lo había dejado.

—A mí también me ha gustado —dije, dándole un último


repaso para que me acompañara antes de cerrar los ojos.

195
25
BASH

A LA MAÑANA SIGUIENTE, me desperté sonriendo, estirado en la


cama como un gatito contento. Me pregunté si alguna vez había
habido una mañana más gloriosa.

No podía creer que hubiera podido quedarme dormido tan


fácilmente sabiendo que Kieran estaba en la habitación de al lado,
pero quizá con tenerlo cerca era suficiente.

Espera, ¿aún estaba aquí? Apenas se me pasó por la cabeza


esa idea, se oyó un ligero golpe en la puerta y Kieran asomó la
cabeza.

—Oh, qué bien. Estás despierto —dijo, empujando la puerta.


Todavía con el albornoz blanco -aunque dudaba de que hubiera
dormido con el- se sentó en el borde de la cama, con un aspecto
demasiado despierto.

Me senté, manteniendo las sábanas sobre mi cintura, pero


sólo porque no creía que hubiera venido aquí para eso. —Eres una
persona madrugadora, ¿no?

—Supongo que sí. ¿No están todos los directores generales


obligados a levantarse antes del amanecer?

—Sólo cuando es necesario. —Ahogué un bostezo y retiré las


sábanas a mi lado—. ¿Quieres unirte?

—En realidad, estaba pensando... Si no estás ocupado hoy,


estoy fuera de servicio.

Me gustaba a dónde iba esto. —¿Oh? ¿Qué tenías pensado?

—Dijiste que querías ver más de Chicago, ¿verdad? Tal vez 196
podríamos... pasar el rato. Puedo ser tu guía turístico o algo así.
¿Kieran Bailey me estaba pidiendo que pasáramos el día
juntos? ¿Y de alguna manera no estaba enloqueciendo por lo de
anoche? Llámame loco, pero había asumido que estaría en el
primer Uber de vuelta a su casa esta mañana, así que qué
agradable sorpresa.

—Mmm. —Me di un golpecito en los labios, fingiendo que lo


pensaba—. Supongo que puedo apuntarle para el día, teniente.

—Bien. Ahora vístete. —Se levantó de un salto y se dirigió a


la puerta, pero se detuvo—. Por cierto, ¿dónde está mi ropa?

—SI ESO ES LO QUE desayunan los habitantes de Chicago todas


las mañanas, no sé si podré mantener mi figura —dije mientras
Kieran y yo salíamos de la cafetería cercana a mi hotel.

—¿Qué quieres decir? Tuve que acabar con tus crepes de


baklava.

—No es mi culpa que estuviera demasiado lleno de mi Bloody


Mary -que estaba perfectamente picante, por cierto. Este será un
buen lugar de almuerzo para cuando esté en la ciudad.

—Me alegro de que te haya gustado.

Caminamos por la acera, la ciudad empezando a cobrar vida


ahora que todo el mundo se estaba despertando. Todavía no hacía
demasiado calor, así que Kieran sugirió que hiciéramos turismo a
pie, lo que significaba llevar un par de zapatos con tacón sensato...
bueno, botas para mí.

—¿Adónde vamos ahora, teniente?

—Está a la vuelta de la esquina. Es una especie de rito de 197


paso para cualquiera que visite Chicago.
—Esto no es un bautismo en el puerto, ¿verdad?

Kieran sonrió. —No en tu primera visita. Además,


probablemente acabaría teniendo que rescatarte, y hoy no me
apetece mojarme.

—No puedo decir que me oponga a verte salir del agua todo
empapado, con la ropa pegada... —Saboreé la imagen en mi mente
hasta que Kieran me golpeó en el costado, y me reí—. Tal vez
podamos volver a considerar esa idea más tarde, cuando haga
demasiado calor para mantener la ropa puesta.

—Chicago suele desaprobar la desnudez en lugares públicos,


y, además, creía que el objetivo era que mi ropa estuviera pegada
a mí.

—Soy flexible. Te miraría con gusto de cualquier manera. —


Le guiñé un ojo, y él se rio y apartó la mirada.

—Así que aquí estamos —dijo unos minutos después—. Este


es el Parque del Milenio.

Me di la vuelta lentamente, observando los edificios que


rodeaban el espacio abierto y luego anclé mi mirada en una gran
estructura plateada que tenía una pequeña multitud rodeándola y
tomándose selfis.

—¿Qué es eso?

—Eso es lo que todo el mundo viene a ver aquí. Es el Bean.

—¿El... Bean?

—Técnicamente se llama Puerta de las Nubes, pero todo el


mundo dice simplemente La Alubia.

—Ah. ¿Y qué hace?

Kieran se encogió de hombros y se metió las manos en los


bolsillos. —Nada. Simplemente se queda ahí y la gente hace fotos 198
de sus reflejos.
Por un momento pensé que estaba bromeando, pero lo cierto
es que todos los que se agolpaban alrededor de la escultura
parecían estar haciéndose fotos a sí mismos.

—De acuerdo, bueno, saca tu cámara —dije, enlazando mi


brazo con el de Kieran y prácticamente saltando hacia la cosa de
la Puerta de los Frijoles y las Nubes. Hoy iba a abrazar la idea de
ser un turista, así que dondequiera que Kieran quisiera llevarme,
lo disfrutaría al máximo.

Nos detuvimos en la base de la escultura, mucho más grande


de cerca de lo que había pensado en un principio, y miramos
nuestras imágenes distorsionadas reflejadas en la superficie.

—No estoy seguro de que me guste lo que esto le hace a mi


cabello. —Me pasé una mano por el cabello perfectamente peinado
y miré el reflejo de Kieran. Se veía mucho más delgado en la
superficie plateada, todos sus músculos estirados y distorsionados,
y tenía que admitir que no veía el atractivo de esta cosa en
absoluto.

—Parezco una judía en esta cosa. —Kieran alargó la mano y


la puso sobre la superficie, y eso hizo que la imagen pareciera aún
más extraña, como si de alguna manera estuviera saliendo de la
gigantesca mancha de plata.

—O como uno de esos Terminator surgiendo del acero


fundido. —Me estremecí. Esa película siempre me dio escalofríos.

—Es curioso que digas eso.

—¿Oh? ¿Por qué?

—El día que estaba mirando ese evento tecnológico, pensaba


en cómo me recordaba a la gente que construyó Skynet y cómo un
día nos superará a todos.

Una carcajada me abandonó antes de que pudiera


contenerla. —¿Así que no eres una cabeza tecnológica, deduzco? 199
—Eso sería un no. En todo caso, soy un reto técnico.

Sonreí y me acerqué a él. —En ese caso, dame esa cámara.


Quiero asegurarme de que captas mi mejor ángulo. —Volví a mirar
el reflejo y me encogí de hombros—. El mejor ángulo que podamos,
teniendo en cuenta todo esto.

Kieran me entregó su teléfono, y lo cierto es que tenía unas


cinco generaciones de retraso. Me acerqué a su lado y sostuve el
teléfono frente a nosotros para que ambos estuviéramos en la
toma. Hice un par de fotos y, una vez que nos pusimos de acuerdo
sobre cuál era la que mejor nos mostraba -en realidad, más bien
yo decidí cuál era en la que mejor estabamos- le devolví el teléfono
a Kieran.

—¿Me la envías en un mensaje de texto? —Kieran asintió, y


no pude evitar sonreír—. O si eso es demasiado complicado,
puedes hacer que te impriman una copia en papel y me la envíen.

Kieran arqueó una ceja. —¿Te estás burlando de mí?

—Quizá sólo un poco.

—Mmm. Pensaba que te comportarías un poco mejor, ya que


hoy estás a mi merced.

Oh, Kieran, ¿no sabes nada de mí a estas alturas? —Cariño,


si estoy a tu merced, lo único que voy a querer hacer es portarme
mal.

Se rio mientras volvía a meter el teléfono en el bolsillo. —


Eres un ligón.

—¿Y esto es una novedad?

—No. Sólo me pregunto si es algo cotidiano para ti o si...

Kieran se cortó y negó con la cabeza, pero de ninguna


manera iba a dejar que se detuviera allí. Especialmente cuando
200
tenía la sensación de que iba a ir a algún sitio un poco más
personal. —¿O si qué?

Se encogió de hombros. —Nada. No es nada. Es que te


sientes tan cómodo lanzando esos piropos y esas cosas que es casi
como si fuera algo natural.

—Lo es. Sin embargo, contigo lo digo en serio. —Como


Kieran no respondió, me acerqué un poco más—. ¿Te incomodan?

—No. —Kieran señaló hacia la calle principal—. En cierto


modo me gusta.

Seguí el ritmo a su lado mientras sus largas piernas se


comían el suelo. —¿Un poco?

Kieran me miró y luego sonrió. —De acuerdo, me gusta.


¿Contento?

—Extasiado. —Iba a dejarlo así, pero entonces el diablo de


mi hombro me pinchó con su horquilla—. Es la segunda cosa que
admites que te gusta conmigo en las últimas veinticuatro horas.
Creo que esto es motivo de celebración.

—¿La segunda? —Lo pensó y luego sus ojos se posaron en


mis labios—. ¡Oh!

—Sí, por lo que recuerdo, terminó con una bonita y gran ‘O’
—para los dos.

Kieran no dijo nada, pero no lo tomé como algo malo. No


cuando se lamió el labio como si recordara dónde había empezado
y terminado gloriosamente la noche anterior. Estaba reviviendo
nuestros besos tan vívidamente como yo. Si no dejaba de hacerlo
mientras me miraba la boca, podría estar tentado de arrastrarlo al
suelo y ver si era cierto lo que había dicho de que Chicago fruncía
el ceño ante la desnudez.

201
Para dejar de pensar en él y volver a un terreno más seguro,
decidí que lo mejor era averiguar a dónde me llevaría después,
pero no iba a entregar la mercancía tan fácilmente.

—Es una sorpresa. Tomaremos la L.

—¿El tren? Nunca he tomado el tren antes.

—¿Nunca? ¿En cualquier lugar?

—No. Esta será mi primera vez. —Eso parecía justo, ¿no?


Experimentar las primeras veces juntos.

—Te compraremos sólo un billete, ya que tengo la sensación


de que no lo usarás mucho como transporte.

—Oye, nunca se sabe.

Kieran resopló. —No puedo ver que te desplaces a diario con


el resto de nosotros.

—Me estás llamando snob otra vez. Puede que tenga que
hacerte pagar por eso.

—Me parece justo, pero te aconsejo que lo hagas. —Sonrió


con picardía—. Quizá quieras esperar a ver qué tengo en la manga
antes de decidir qué pago exigir.

Eso no sonaba bien. —¿Debería preocuparme?

—Por supuesto. —Mi mandíbula casi cae al suelo cuando


Kieran me pasó el brazo por los hombros—. Tendrás a un
profesional en espera para rescatarte si algo sale mal.

—¿Salir mal? ¿Qué demonios significa eso?

—Significa que tienes que confiar en mí.

Kieran se inclinó hasta que su boca estuvo junto a mi oreja,


y no me habría sorprendido si hubiera caido a sus pies en un 202
desmayo. No sólo me estaba tocando y susurrando al oído, sino
que lo estaba haciendo todo voluntariamente.

—Te reto.

203
26
KIERAN

—NO CREAS que he olvidado que me debes una gran cantidad de


dinero esta noche, teniente. Todavía no puedo creer que me hayas
hecho caminar por la ventana del piso ciento tres de ese maldito
edificio.

Me reí ante el tono de desprecio de Bash mientras nos


dirigíamos por la acera hacia la última parada de nuestro recorrido
por Chicago. Desde el momento en que nos detuvimos en la
entrada de la Torre Willis, hasta el momento en que le dije que
íbamos a ir a disfrutar de Chicago desde el Skydeck, Bash había
estado soñando con formas de vengarse.

—No has caminado por una ventana. Era una puerta que
daba a un balcón perfectamente seguro.

—¿Perfectamente seguro? ¿Estás loco? ¿Esa cosa estaba


hecha de vidrio? Todo de vidrio. Paredes de vidrio, un suelo de
vidrio...

—Claro, para poder tener la mejor vista de Chicago.

—No entiendo qué tenía de malo la vista desde el interior del


edificio. Las ventanas eran de pared a techo. ¿Qué diferencia había
entre estar ahí dentro y salir al balcón del infierno? Oh, espera, ya
recuerdo, ciento dos pisos de sólido hormigón y acero entre el suelo
y yo. Ni un trozo de cristal.

Me mordí una risa cuando nos detuvimos en la esquina de la


bulliciosa calle y miré el cartel que colgaba en lo alto: The Popped
Cherry10.

204
10
La cereza reventada.
No me avergüenza admitir que había hecho todo lo posible
para que Bash entrara en la Torre Willis, subiera en el ascensor y
saliera al “balcón del infierno” y parte de esa coacción había sido
la promesa de cantidades abundantes de alcohol en el bar que él
eligiera.

Así que no fue una sorpresa que acabáramos en un lugar con


un nombre tan sugerente. Mi única esperanza era que vendieran
algo más que bebidas afrutadas como ese Mai-Tai que me había
hecho beber la otra noche.

—Estuviste a salvo todo el tiempo. Estuve ahí contigo. —Abrí


la puerta de un tirón.

Bash se detuvo y frunció los labios al mirarme. —De mucho


me habría servido si se hubiera roto el fondo de esa cosa.

Tuve unas ganas locas de agarrarlo y besarlo por su actitud.

Eso había sucedido mucho hoy. El deseo de estar más cerca


de él, de tocarlo y besarlo. Cada vez era menos extraño y más
deseable. Me encontré acercándome a él antes de pensarlo dos
veces, y Bash simplemente se dejó llevar, lo que hizo que todo
pareciera tan cómodo, tan natural, que casi había olvidado por qué
debería sentirse de otra manera en primer lugar.

—Entra, ¿quieres?

Bash entró, y cuando la puerta se cerró detrás de mí, pude


ver por primera vez el lugar.

Bajamos a la planta principal de la zona del bar y nos


encontramos con la multitud de gente que se arremolinaba. No me
sorprendió mucho ver que el local estaba repleto de clientes. Era
pleno verano y, por lo visto, este lugar tenía una buena reputación.

Había mesas altas repartidas por el local donde la gente


estaba de pie o sentada, charlando y riendo entre sí, y antes de
que Bash intentara abrirse paso, miró en mi dirección. —¿Tienes 205
alguna preferencia sobre dónde sentarnos? He visto algunas
cabinas en esa sección de allí.

Miré por encima de mi hombro hacia el otro lado de la barra


y localicé la zona de la que hablaba. —Vamos a la barra —dije,
señalando los taburetes vacíos. Sin pensarlo, le tendí la mano por
detrás para que no nos perdiéramos entre la multitud, y cuando
sentí que sus dedos rodeaban los míos, el corazón me dio un vuelco
y casi perdí el equilibrio. Me las arreglé para abrirme paso hasta la
barra sin que nadie nos quitara los asientos, una parte de mí no
quería soltar la mano de Bash y la otra se preguntaba si conocía a
alguien en este bar que pudiera vernos.

¿A quién coño le importa? ¿Verdad? Estábamos pasando un


gran día, disfrutando de la compañía del otro, y no necesitaba
pensar en nadie más ni en sus opiniones.

Cuando Bash ocupó uno de los asientos, su mano se apartó


de la mía, y odié la forma en que eché de menos tocarlo al instante.
No es que quisiera agarrarlo y hacer lo que quisiera con él aquí
mismo, pero quería algún tipo de conexión.

Me senté, medio de cara a Bash para poder mover mi pierna


junto a la suya en el reposapiés de su taburete. Una sonrisa pícara
se dibujó en sus labios y dejó caer la barbilla sobre sus manos
cruzadas. —¿Estoy demasiado lejos? Podría hacer un buen baile
erótico.

Los recuerdos de la noche en que había hecho más o menos


eso pasaron por mi mente, y estuve tentado de decir que sí. Tal
vez más tarde. —Me acuerdo.

—¿Ah, eso? Eso no fue nada.

—No como lo recuerdo.

La sonrisa de Bash creció. —Me siento halagado.


206
—Hola, chicos, bienvenidos a The Popped Cherry. —Uno de
los camareros se detuvo frente a nosotros y dejó un par de
posavasos—. ¿Qué puedo ofrecerles?

No me cabe duda de que, si no hubiera estado sentado con


mi pierna contra la suya, Bash probablemente habría dicho algo
como: Uno de ustedes, guapo. El camarero tenía esa piel
aceitunada y ese cabello oscuro y rizado que era el tipo de Bash,
aunque no tenía ni idea de cómo lo sabía. Definitivamente no me
había sentado a pensar en lo guapo que era otro chico, pero había
oído lo suficiente de Bailey y Xander para saber lo que
consideraban guapo.

Miré su placa de identificación. Tate. Bash debió mirar


también, porque sonrió dulcemente al tipo y señaló una bebida en
el menú.

—Bueno, Tate, no puedo decidirme entre un Popped Cherry


o un Feisty Hooker martini11. ¿Qué me recomiendas?

—Depende —dijo Tate, sacando una toalla blanca de donde


estaba metida en el bolsillo trasero de sus pantalones y limpiando
una mancha húmeda en la barra—. ¿Prefieres chocolate o fruta?

Resoplé y dije: —Ambos. Tomará uno de cada, y yo tomaré


lo que tengas de barril.

—Espera, necesita algo más —dijo Bash, y señaló uno de los


chupitos—. Mira, este tiene tu nombre.

—Eh, no creo...

—Tendrá un Blow Job12 para acompañarlo. Gracias.

Tate sonrió y se guardó la toalla en el bolsillo. —Uno de mis


favoritos. Ya viene.

11
207
Martini de prostituta Feisty.
12
Mamada.
—Personalmente, me gusta tragarlas, pero eso es sólo yo. —
Un tipo con gafas de montura negra le dio un golpe en el culo a
Tate, y Bash se rio.

—Tú y yo, cariño.

El tipo le dedicó a Bash una sonrisa francamente perversa


antes de dirigirse al otro extremo de la barra para ayudar a los
nuevos clientes.

—Ignóralo —dijo Tate, pero estaba mirando al tipo con


cariño—. No es más que un problema.

Cuando se fue a por nuestras bebidas, me volví hacia Bash,


que me miraba a mí y no, para mi sorpresa, a ninguno de los tipos
que estaban detrás de la barra.

—Trágatelos, ¿eh? —dije—. Ves, te dije que no podrías


contener la lengua, aunque quisieras.

—Tal vez no quería. Tal vez era mi manera de hacértelo


saber. —Un destello travieso brilló en los ojos oscuros de Bash,
diciéndome que era algo que ya se le había pasado por la cabeza
una o dos veces.

Joder. Ahora era lo único en lo que podría pensar el resto de


la noche. Quizá debería haber empezado con algo más fuerte que
la cerveza y el Bailey.

—Atención, atención, todos. —Un tipo alto con una camiseta


negra ajustada y pantalones de cuero se subió al extremo de la
barra con un brillante micrófono púrpura en la mano—. Es hora de
que comience el Trivial de las cerezas reventadas, así que, si aún
no lo han hecho, asegúrense de apuntarse con su camarero o
camarera. Tenéis cinco minutos, bestias sexys.

Espera, ¿noche de Trivial? Me giré hacia Bash para ver una


brillante sonrisa. —Déjame adivinar, ¿te encanta la noche de
Trivial? 208
—No sólo me encanta, sino que soy el actual campeón de
South Haven. Arrastro a mis amigos siempre que tengo la
oportunidad.

—O ellos te dejan.

—No pido permiso. Sólo les digo que lo hacemos.

—¿Es eso cierto?

—Claro que lo es. Y me lo debes, ya que me hiciste arriesgar


mi vida hoy. Hay mucha gente ahí fuera que me echaría de menos
si me fuera.

Asentí. —Te creo.

La boca de Bash se abrió como si tuviera preparada una


refutación, pero entonces pareció darse cuenta de lo que había
dicho y un precioso tono de rojo floreció en sus mejillas. No por
vergüenza, sino por placer, si tuviera que adivinar. Pero como no
iba a dejarme tener la última palabra, añadió un encogimiento de
hombros descarado y me guiñó un ojo. —Me alegro de que te des
cuenta.

Tate apareció con nuestras bebidas, deslizándolas por la


barra y tomando la tarjeta que le ofrecí. Cuando Bash fue a
protestar, negué con la cabeza. —Te lo debo, ¿recuerdas?

Bash se rio mientras cogía el Martini y tomaba un sorbo,


mirándome por encima del borde. —Cuidado, no estoy por encima
de usar eso en mi beneficio.

En algún lugar de mi cabeza lo sabía, y si el calor que me


subía por el cuello me decía algo, era que la idea me gustaba un
poco más de lo que esperaba. Estaba tratando de pensar en algo
que decir que no me delatara totalmente cuando el tipo que
acababa de anunciar la noche de Trivial se detuvo frente a
nosotros.
209
De cerca, me di cuenta de que tenía un material brillante de
color púrpura alrededor de los ojos que hacía juego con el
micrófono que había utilizado, y en su ajustada camisa negra, con
purpurina, aparecían las palabras TRIVIA MASTER. Estaba claro
que tenía un tema con el que estaba trabajando.

—Bueno, hola, amigos. ¿Nos acompañarán esta noche en un


pequeño Trivial?

Ni siquiera tuve la oportunidad de responder antes de que


Bash alcanzara el tablero que sostenía el tipo. Se lo entregó a Bash
y luego le ofreció su -sí, lo has adivinado- brillante bolígrafo
morado.

—Si pudieras escribir el nombre de tu equipo, sería


fantástico.

¿Nombre del equipo? Eh...

Miré a Bash, cuyos labios se habían torcido en una sonrisa


que estaba empezando a asociar con problemas mientras
garabateaba algo. Luego se lo devolvió a nuestro maestro de
ceremonias. —La dama y el campeón.

Mi mandíbula chocó contra la barra y me alegré de no haber


bebido, ya que el tipo me miró de arriba abajo y luego se volvió
hacia Bash.

—Veamos, ¿de acuerdo? —El tipo se llevó el portapapeles al


pecho y luego se alejó por la barra, hablando con otras parejas, y
no pude evitar preguntarme si habíamos tropezado con una...

—Es oficial. Me encanta este sitio.

Ladeé la cabeza y me incliné hacia él. —¿Esto es...? —Hice


una pausa, tratando de pensar en una manera de preguntar esto
sin ser grosero de ninguna manera—. ¿Escogiste un bar gay para
nosotros esta noche?
210
Bash echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar una
carcajada. —No. —Se rio un poco más—. —No decía nada de eso
en Yelp. Sin embargo, estoy más que contento por lo... abierto que
parece ser todo el mundo aquí.

Quiero decir, mierda, yo también lo estaba, teniendo en


cuenta por dónde se había desviado mi cerebro. Eso era una
especie de coincidencia. Pero no una inoportuna. Por alguna razón,
de repente sentí que podía respirar un poco más fácil.

—Bien, mis triviadores, es ese momento. Voy con fuerza y


rapidez, así que intenten seguir el ritmo. —El tipo de negro y
púrpura estaba de nuevo ante el micrófono, con un montón de
tarjetas en la mano—. Muy bien, primera pregunta, y viene de la
categoría de entretenimiento. En la película Matrix, ¿Neo toma la
píldora azul o la roja?

Claro que sí, esa sí que me la sabía. Miré hacia abajo para
ver a Bash escribiendo la palabra roja antes de mirar hacia arriba
para confirmarlo. Cuando asentí, el presentador ya estaba
empezando con la segunda pregunta.

—Y para la pregunta dos, tenemos la categoría de deportes.


—Gimió—. No es mi favorito, a menos que sea ver a hombres con
pantalones ajustados. La pregunta es: ¿volcar, flotar y limpiar son
términos utilizados en qué deporte de grupo?

Bash arrugó la nariz, con el bolígrafo sobre el papel. —Uf. No


es uno de los que vería o en el que participaría.

Ahogué una carcajada y le quité el bolígrafo, escribiendo


voleibol. La única razón por la que sabía eso era porque nuestra
estación organizaba una competición de un día de duración cada
verano contra los otros parques de bomberos de la ciudad, y
algunos de esos tipos eran despiadados.

—Impresionante —dijo Bash, batiendo sus pestañas hacia


mí—. Guapo, valiente, inteligente... Creo que tenemos una 211
combinación ganadora aquí.
—Eres bueno acariciando mi ego.

Bash se inclinó, moviendo su pierna entre las mías mientras


prácticamente ronroneaba en mi oído. —Oh, soy bueno acariciando
muchas cosas.

—Joder.

—¿Por qué no bebes de esa mamada ahora? Me gustaría ver.

El tipo fue despiadado, y me moví en mi asiento, pero la


pierna de Bash estaba justo ahí, su rodilla presionando contra mi
interesada polla. Cuando fui a levantar el chupito, arrancó la cereza
de la parte superior y la chupó entre sus labios, y entonces oí: —
Sin manos.

Tate tenía los brazos extendidos sobre la barra, la diversión


iluminando sus ojos. —Lo siento, pero las reglas de la casa. No
puedes usar las manos con una mamada.

Sí, esa nunca había sido mi experiencia... Mierda, ¿era


diferente con los chicos? De repente me sentí un poco fuera de
lugar, hasta que Bash pasó su mano por mi pierna y me dio un
apretón.

—¿Prefieres que lo haga yo primero? ¿Y que veas cómo lo


hago...? —Sólo Bash podía tranquilizarme y al mismo tiempo
excitar mi polla.

Bash se puso de pie, prácticamente a horcajadas sobre mi


pierna, y luego bajó su boca sobre el vaso. Echó la cabeza hacia
atrás, vaciando el líquido de una sola vez, y luego se sacó el vaso
de la boca. —Mmm. Ese Bailey. Sabe muy bien.

Mierda. Mi deseo sexual era bastante alto en cualquier día de


la semana. Pero Bash me hacía sentir como un jodido adolescente
cachondo y con ganas de marcha a partir de nada más que varias
palabras sugerentes y una bebida muy sugerente.
212
Pero si iba a ir por ahí soltando comentarios así, tenía que
aclarar una cosa. Le cogí de la mano y le empujé de nuevo a su
asiento. —Sé siempre específico en cuanto a qué hermano Bailey
te refieres. No me gustaría tener que golpear al mediano. Es el más
dulce.

Bash sonrió. —¿Por qué iba a ser el del medio?

—Porque le llamamos Bailey.

—Tomo nota. Entonces, ¿qué tal si me quedo con 'teniente'?

Ni a mí ni a mi polla nos pareció mal, y algo en mi expresión


debió de delatarme, porque Bash se relamió y se acomodó en su
silla.

—Oh, sí, creo que eso estará bien.

Nada de lo que estaba pensando era agradable. Todo era


sucio, caliente y duro, pero no iba a decírselo a Bash. Tenía la
sensación de que usaría ese conocimiento en mi contra.

Varias preguntas y bebidas más tarde, estaba bastante


seguro de que teníamos una oportunidad de ganar esta cosa. No
habíamos fallado ni una sola pregunta y, entre los dos, habíamos
conseguido dar respuestas que parecían tener sentido.

—Muy bien, mis sexy trasviertes. Estamos llegando a la


última pregunta de la noche, y luego vamos a contar los ganadores.
Así que prepárense.

Miré a Bash, que tenía una mirada de profunda concentración


en su rostro mientras mantenía su mano sobre el papel, y tuve el
pensamiento de que así debía ser su aspecto en el trabajo. Serio.
Concentrado. Y decidido.

—¿Cuál es el animal más ruidoso de la Tierra? —El maestro


de ceremonias resopló, y luego echó una mirada descarada a la
sala—. Y ni se os ocurra poner vuestro propio nombre. 213
¿El animal más ruidoso? Por Dios. ¿Tal vez un elefante? ¿Un
mono?

—Es un cachalote. —La voz de Bash cortó mis cavilaciones,


clara y segura.

Acaba de decir un... —¿Qué?

—Un cachalote. No me pidas que entre en detalles sobre


cómo lo sé, aparte del hecho de que no estábamos hablando de
ballenas cuando llegué a poseer esa valiosa información.

No dudé de él ni por un segundo, y mientras lo escribía,


nuestro maestro de ceremonias declaró: —¡Se acabó el tiempo!

Cuando entregamos las respuestas y terminamos nuestras


bebidas, no pude evitar pensar en el día increíble que había tenido.
Había vivido en Chicago toda mi vida y pensé que la gira sería
divertida para Bash, pero resultó que también lo fue para mí. Todo
se trataba de la compañía, y estaba comenzando a descubrir que
disfrutaba cada vez más de la compañía de este hombre.

—Está bien, todos, si puedo tener su atención... —Como si


alguien pudiera mirar hacia cualquier otro lado cuando el maestro
de ceremonias estaba allí pavoneándose a lo largo de la barra,
dominando el espacio y amándolo—. Tenemos a nuestros
ganadores.

Se detuvo directamente frente a Bash y yo y nos miró con


una sonrisa.

—¡La dama y el campeón!

214
27
BASH

—PARECE QUE TENDREMOS que hacer otra aparición en The


Popped Cherry para poder gastar este chico malo —dije, golpeando
la tarjeta de regalo contra mi mano mientras salíamos del ascensor
del Regent y nos dirigíamos al piso del ático.

—Eso y que tenemos que defender nuestro título.

—Exactamente. Ves, te dije que La dama y el campeón era


el nombre perfecto para el equipo. Manifestar nuestra victoria
funcionó. —Cuando nos detuvimos frente a mi puerta, busqué la
llave en mi bolsillo y Kieran se aclaró la garganta.

—Yo, eh, probablemente debería ir a casa. Descansar un


poco antes del siguiente turno.

Me di la vuelta y me apoyé en la puerta, sus palabras me


pillaron por sorpresa. —Oh.

—No es que quiera hacerlo.

—Eh, sí. —Di un paso adelante y enganché mi dedo en una


de las trabillas de su cinturón—. Así que lo que realmente estás
diciendo es que quieres quedarte, pero no crees que te deje dormir.

Los labios de Kieran esbozaron un principio de sonrisa. —Tal


vez.

—Anoche te dejé.

—Lo hiciste.

—¿Pero de alguna manera esta noche sería diferente? —


Levanté una ceja, y Kieran se mordió el labio y bajó la mirada—.
215
Supongo que deberías darme un beso de buenas noches y seguir
tu camino, entonces.

—Exiges mucho.

—Por supuesto. ¿Cómo esperas conseguir lo que quieres si


no lo pides?

Kieran dio un paso hacia mí y buscó mi cara. Luego la inclinó


un poco hacia arriba y dejó que su mirada me recorriera. —¿Y
quieres que te bese?

Mi corazón retumbó al recordar la forma en que su boca se


había sentido contra la mía la noche anterior. —Sólo todo el día.

Kieran bajó la cabeza y capté una ligera curva en sus labios


antes de que se encontraran con los míos. Me fundí con él,
rodeando su cuello con los brazos y separando los labios,
invitándole a tomar lo que quisiera, y cuando pasó su lengua por
mi labio inferior, gemí.

La noche anterior fue todo curiosidad y exploración, pero


este beso fue todo atracción. Había sentido el cambio entre los dos
a medida que avanzaba el día, y con cada hora que Kieran se sentía
más cómodo, yo me excitaba más. Se había relajado en lo que
sentía, estaba menos en guardia, y nadie se había sorprendido más
que yo cuando sugirió que nuestro día continuara hasta la noche,
en lo que yo clasificaría definitivamente como una cita.

Kieran me llevó la mano a la cintura y me acercó, luego me


mordió el labio inferior y apoyó su frente en la mía. —Esto es una
locura.

—¿El qué?

—Las ganas que tengo de entrar en la suite del hotel contigo.

Me aparté un poco y le miré a los ojos. —Entonces entra...


216
Kieran me soltó y se pasó una mano sobre su corto cabello.
—Así de fácil, ¿eh?

—¿Por qué no? —Aunque yo ya sabía la respuesta a eso. Si


vino esa noche, fue porque quiso. No porque estuviera aquí para
disculparse por su amigo idiota, no porque estuviera aquí para
discutir, sino porque quería, porque me quería a mí—. ¿Qué te
parece esto? Voy a entrar y dejaré la puerta abierta. De esta
manera, puedes quedarte o irte.

Kieran abrió la boca para decir algo, pero extendí la mano y


le puse un dedo en los labios.

—No, no digas nada. Si decides irte, ese beso ha sido la


despedida perfecta, y he pasado un día precioso explorando tu
ciudad, teniente.

La mandíbula de Kieran se tensó como si le costara quedarse


callado, pero, tal y como le pedí, no dijo nada mientras me daba la
vuelta y me dejaba entrar. Lo último que quería era que el día se
arruinara de alguna manera, así que si aquí era donde terminaba
mi recorrido, había sido un día que no olvidaría pronto.

Puse el pestillo de la puerta para que quedara entreabierta


en caso de que Kieran quisiera aceptar mi oferta, y me dirigí al
interior para empezar a encender las lámparas del salón. Estaba a
mitad de camino cuando sentí que una mano me cogía de la
muñeca y me daba la vuelta.

Kieran estaba dentro de mi suite con la puerta cerrada y una


mirada de deseo reprimido en su rostro. —Puede que hayas tenido
un bonito día explorando la ciudad, pero eso no es nada comparado
con explorar la noche. —Entonces tiró de mí hacia delante, su boca
se posó en la mía con la misma intensidad de la noche anterior, y
me perdí.

Kieran gimió, y el sonido resonó en la suite, por lo demás


silenciosa, mientras tomaba mi cara entre sus manos y 217
profundizaba el contacto. Enrosqué los dedos en su camisa y,
cuando empezó a movernos por la habitación, me dejé llevar por
él.

Me mantuvo en su sitio mientras seguía devorándome, y la


forma salvaje en la que se zambulló en el beso hizo que mi cabeza
diera vueltas. Cualquier vacilación que pudiera haber sentido la
había dejado claramente en el pasillo, porque ahora no había ni un
ápice de reticencia en él.

Mientras seguíamos moviéndonos, afortunadamente hacia


algún lugar horizontal, mi trasero chocó con algo duro y
puntiagudo, y no de la manera que me gustaba. Liberé mi boca y
maldije mientras miraba detrás de mí a la mesa auxiliar ofensiva.
Kieran se rio.

—¿Te estás riendo de mi sufrimiento? —Me froté la nalga,


que ahora me dolía. Genial, ahora iba a tener un gran y feo
moratón estropeando mi piel, por lo demás impecable. Justo lo que
necesitaba cuando esperaba desnudarme con este hermoso
hombre.

Kieran tuvo la delicadeza de parecer disgustado mientras


contenía una risa y negaba con la cabeza. —No. No me estaba
riendo.

Entrecerré los ojos. —Yo creo que sí. Riéndote de mi pobre y


maltratado derrière.

—Auch. —Kieran se acercó más y deslizó sus manos


alrededor de mi cintura hasta mi trasero—. ¿Así te sientes mejor?

Hice un mohín, haciéndome ver lo más besable posible. —Mi


culo no se siente mejor, pero otras partes de mí definitivamente se
sienten mejor porque me tocaste.

—¿Es eso lo que estoy haciendo? —Kieran empujó sus


caderas hacia delante, y cuando su gruesa erección rozó la mía,
ronroneé.
218
—Bueno... tus manos me están tocando, y yo estoy
levantado, así que, sí. Definitivamente me estás tocando.

Kieran me mordisqueó el labio inferior, luego me agarró del


culo y me levantó en sus brazos. —¿Tu habitación o la de invitados?

¿Estaba bromeando? Apenas podía recordar mi propio


nombre mientras me aferraba a todos sus músculos, pero de
alguna manera logré decir: —Mi dormitorio.

Kieran me llevó a mi habitación como si yo no pesara casi


nada, luego me bajó a la cama y se enderezó hasta alcanzar su
máxima altura. Por un segundo casi me decepcionó que no se
hubiera unido a mí en el colchón, pero cuando bajó la mano y
presionó la palma sobre la evidente erección que tenía debajo de
sus vaqueros, me estiré felizmente y disfruté de la visión.

De hecho, estaba más que excitado por ello. Anoche me


había negado la oportunidad de mirarlo, y me moría de ganas de
ver lo que se escondía bajo su ropa.

Su mirada viajó por mis piernas hasta el bulto que había


detrás de mí cremallera. Me aseguré de quedarme lo más quieto
posible para no asustarlo. Lo último que quería era que saliera
corriendo.

—Así que, eh, esto es un poco... diferente a lo que estoy


acostumbrado.

—¿Por qué? —Haciendo mi mejor esfuerzo para mantener las


cosas ligeras, saqué mi camisa de la cintura de mis pantalones y
comencé a desabrocharla—. ¿Nunca habías tenido a alguien tan
fabuloso en tu cama?

Kieran miró mis manos y asintió. —Sí, eso es. No tiene nada
que ver con el hecho de que tengas una polla tan dura como la
mía.

Separé los extremos de la camisa y arqueé las caderas un 219


poco. —Me alegro de que te hayas dado cuenta.
—Es un poco difícil no hacerlo.

—Esa es la palabra elegida.

—Dulce Jesús. —Kieran se frotó la nuca y tragó una profunda


bocanada de aire, y mientras se acostumbraba a uno de mis
mayores activos, terminé de desabrocharme la camisa y me encogí
de hombros.

—¿Kieran? ¿Te gustaría...?

—No. —Sus ojos volaron hacia los míos—. Sólo estoy


tratando de asimilar todo esto.

—Bien, ¿por qué no empezamos con algo sencillo?

—¿Cómo por ejemplo?

—¿Confías en mí?

—No lo sé. ¿Debería hacerlo? Has estado tramando tu


venganza contra mí desde la Torre Willis.

Sonreí y me moví más hacia la cama, encendiendo la


lámpara de la cabecera. Luego me recosté contra las suaves
almohadas y le di una mirada abrasadora. —Es cierto, pero nunca
exigiría un pago por eso en el dormitorio.

—Es bueno saberlo.

—Me lo imaginaba. Ahora volvamos a mi pequeño y sencillo


plan. Haz lo que yo hago. Haz el reflejo.

—¿Espejo de ti?

—Mmmm. Así que ya sabes lo que significa... —Puse mis


manos detrás de mi cabeza como si fuera la Reina de Saba y dejé
caer mis ojos hacia su camisa—. Quítate la camisa.

220
28
KIERAN

BASH era la imagen más bella que se podía ver en la cama de


matrimonio. Ni en un millón de años habría imaginado que estaría
aquí ahora mismo, no sólo atraído por un hombre, sino deseando
nada más que tocarlo. Ni siquiera podía precisar qué era
exactamente lo que tenía Bash que me volvía loco, aparte de todo
lo que tenía.

El hecho de que estuviera allí tumbado, mirándome y


esperándome con esos ojos que me atraen, lamiéndose los labios,
hizo que mi polla reaccionara de una manera muy loca. No lo
entendía, pero ahora mismo no me importaba.

Me levanté la camisa por encima de la cabeza y la tiré al


suelo junto a la de Bash. Su mirada se acentuó cuando me observó,
y luego se sentó un poco más erguido como si quisiera una vista
aún mejor. Me di cuenta de que era la primera vez que veía mi
cuerpo. Diablos, me rompí el culo para conseguirlo, tanto en el
trabajo como fuera de él, y tener esa mirada apreciativa en los ojos
de Bash, tenía que decir que todo había valido la pena.

Bash soltó un silbido bajo. —Maldita sea, teniente. Es una


pena que lleves ropa. —Bajó la mano y se desabrochó los
pantalones, y esperó a que yo hiciera lo mismo antes de deslizar
la cremallera hacia abajo—. Creo que me gusta este juego.

Se bajó los pantalones, bajándolos por las piernas antes de


quitárselos de un tirón. La otra noche no llevaba nada debajo, pero
esta noche llevaba un par de calzoncillos negros con una banda
dorada, y de nuevo me sorprendió lo perfecto e impoluto que era
su cuerpo. Como una estatua...

—Su turno, teniente. ¿Necesita ayuda? Estaré más que feliz 221
de hacerlo.
El constante coqueteo de Bash me ayudó mucho a sentirme
cómodo en lo que habría considerado situaciones seriamente
incómodas, pero ahora mismo, no me sentía incómodo, en
absoluto.

Con los vaqueros desabrochados, me los quité lentamente


de las caderas y los bajé por las piernas, y después de apartarlos,
vi cómo los ojos de Bash se dirigían directamente al tatuaje de la
parte superior de mi muslo.

—Me gusta —dijo, poniéndose de rodillas—. ¿Es el único que


tienes?

Me di la vuelta para que viera el gran tatuaje de mi espalda.


Miré por encima de mi hombro para ver su reacción, y la sonrisa
en su cara me dijo todo lo que necesitaba saber.

—No tienes derecho a ser tan malditamente sexy —dijo


cuando me volví a poner frente a él. Entonces se puso a cuatro
patas y se arrastró hacia el extremo de la cama, moviéndose con
la gracia de una pantera, o quizá del león tatuado en mi muslo.

Extendió la mano, enganchó un dedo en la cintura de mis


calzoncillos y me atrajo hacia él. —Necesito verlo más de cerca. No
te importa, ¿verdad? —Mirándome por debajo de sus largas
pestañas, tenía una expresión de absoluta lujuria y adoración.
Asentí antes de que me salieran las palabras.

Con una sonrisa llena de pecado, Bash se tumbó en la cama


para quedar a la altura de mi muslo y luego me subió una pernera
de mis calzoncillos para dejar al descubierto el tatuaje. Debería
haber sabido que no quería pensar que sólo quería mirar, porque
no era el tipo de persona que utilizaba sólo un sentido cuando podía
utilizar dos. Se inclinó y pasó su lengua por mi tinta, subiendo por
mi muslo hasta que su nariz rozó mi erección.

Oh, Dios. Bajé la mano para enhebrar los dedos en su


cabello, incapaz de mantener las manos alejadas, especialmente 222
con él tan cerca.
Inclinó la cabeza hacia atrás para mirarme y, manteniendo
sus ojos en los míos, se levantó lentamente para que sus labios
rozaran mi polla cubierta. No respiré, aunque mi polla se sacudió
contra su contacto, teniendo una mente propia. Cuando Bash
repitió el movimiento, apreté los dedos en su cabello, sin querer
que se detuviera, pero necesitando más.

Pero pronto se fue, apoyándose en la cama para ponerse de


pie.

—Haz lo que yo hago —susurró, pasando sus labios por los


míos mientras sus manos bajaban por mi pecho hasta mi
estómago, y luego enganchó sus pulgares en mis calzoncillos. Mi
estómago se revolvió cuando bajó al suelo, quitándome la última
prenda y liberando mi erección. Cuando se levantó, tragué saliva.
Esto era jodidamente intenso. Y a punto de cruzar una línea de la
que no había vuelta atrás. ¿Estaba preparado para esto?

No es para tanto, me dije, obligándome a respirar. Te sientes


atraído por Bash, él se siente atraído por ti, y sabes que se sentirá
jodidamente bien. Así que, en realidad, ¿por qué estaba dudando?

Tomé los labios de Bash con los míos, cerrando los ojos y
dejando que mis manos se apoyaran en su pecho. Me encantaba
sentir cómo su corazón latía tan rápido y fuerte contra mi palma,
pero él parecía tan paciente por fuera. Se moría porque lo tocara,
por desearlo como su cuerpo me decía que me deseaba, y eso era
todo. Había dejado de resistirme.

Nuestro beso se profundizó mientras pasaba mis manos por


su pecho, haciendo exactamente lo que me había hecho y
enganchando mis pulgares en sus calzoncillos. No lo dudé esta vez.
Liberé mi boca y tiré de sus calzoncillos hasta el suelo, esperando
hasta que se los quitara antes de tirarlos a un lado. Luego me
enderecé lentamente, pasando mis manos a lo largo de sus
piernas, subiendo por sus caderas, donde tuve una vista cercana y
personal de su polla, y luego volví a subir a su pecho.
223
—No tenía ni idea de que fueras tan bueno siguiendo
instrucciones —dijo.

—Bueno, para ser justos, tuve un buen profesor.

Bash dirigió mis manos hacia él. Con sus ojos aún clavados
en los míos, presionó un poco más las puntas de mis dedos para
que se hundieran en las curvas y ángulos de su cuerpo. Mi pulso
se aceleraba y me dolía la polla, y me costó todo lo que tenía
recordar cómo respirar mientras él movía mis manos aún más
abajo, hasta la clara V de su cuerpo.

Bash me lamió el labio superior mientras avanzaba hasta la


punta de los dedos de los pies, y luego guio nuestros dedos por la
línea de su ingle. Cuando nuestras manos estuvieron en la raíz de
su polla, aspiré una respiración seriamente temblorosa, entonces
él envolvió nuestros puños alrededor de él.

—No se olvide de respirar, teniente. —Bash me mordisqueó


el labio inferior—. Lo último que quiero es que te desmayes ahora.

Mi aliento, entonces, salió de golpe, y mi mano se flexionó


cuando Bash dejó caer su cabeza hacia atrás y gimió.

Mierda. No recordaba que un sonido fuera tan jodidamente


sexy. Su placer fue tan excitante que lo hice de nuevo. Bash me
soltó, sintiendo que tenía todo bajo control, y fue un golpe para mi
ego cuando tuvo que agarrarse a mis bíceps para mantenerse
erguido.

Como me encantaba tener la capacidad de erizarle las


plumas cuando normalmente parecía tan imperturbable, arrastré
lentamente mi mano por su longitud para ver qué era lo que hacía
saltar el interruptor de Bash. Besé la línea de su mandíbula y subí
hasta su oreja, y cuando arrastré mi puño hacia abajo, Bash volvió
a gemir.

—No te olvides de respirar, Bash...


224
Bash se estremeció y giró la cabeza. —Si me desmayo, sabes
cómo hacer el boca a boca, ¿verdad?

—Mmmm. —Volví a subir la mano—. Pero prefiero que


participes cuando tenga mi boca sobre ti.

Antes de que pudiera pronunciar una palabra, tiré toda la


precaución al viento y aplasté mis labios contra los suyos. No había
instrucciones necesarias ahora, no para esto. Me había hecho
superar los nervios y llegar a ese lugar en el que lo único que quería
era hacer que mi pareja se sintiera bien. Y ya no parecía importar
que mi pareja fuera un hombre; sólo quería volver loco a Bash.

Le metí la lengua entre los labios y Bash me rodeó el cuello


con las manos y empezó a mover las caderas dentro de mí. Su
polla se deslizó dentro y fuera de mi mano, y cuando su cálido y
pegajoso precum cubrió mis dedos y mi puño, aceleré el ritmo.

Mi erección palpitaba al frotar un camino pegajoso sobre el


muslo de Bash, y sólo esa pequeña cantidad de fricción se sentía
jodidamente increíble. Sin embargo, necesitaba más presión... algo
más, y aunque sabía que podía pedirlo, no estaba muy seguro de
cómo hacerlo.

Sin embargo, Bash me quitó rápidamente la decisión de las


manos, liberando su boca y acelerando su respiración.

—Sabes... —Me dirigió una mirada codiciosa mientras


dibujaba con la punta de su dedo por el centro de mi esternón—.
Pediste una mamada esta noche, pero nunca llegaste a tener una,
ya que te la robé...

Oh, mierda.

—Así que... —Bash se arrodilló lentamente frente a mí,


hundiendo sus dedos en mi ombligo mientras se lamía los labios—
. Me parece justo que te dé una. ¿No estás de acuerdo?

Mi polla se sacudió en respuesta, dejando clara su respuesta, 225


pero Bash seguía esperándome.
—¿Teniente?

Quería las palabras. Quería oírme decir que esto estaba bien
y era lo que quería.

Bajé mis manos y pasé las manos por los mechones más
largos de su cabello. —Creo que eso suena bien. —Lo que
realmente quería decir era que sí, joder, sí, pero no quería parecer
desesperado por su boca en mí, aunque lo estaba. Era perfecto,
especialmente de rodillas.

Bash rodeó con una mano la base de mi polla mientras


llevaba la punta hacia delante, rozando sus labios.

Oh, Dios. Iba a burlarse de mí y torturarme, y me merecería


cada segundo.

Succionó la cabeza de mi polla entre sus labios. En cuanto


entré en su cálida boca, se me cortó la respiración. No se detuvo
ahí, y se tragó cada centímetro de mí mientras yo buscaba algo a
lo que agarrarme. No había nada, ninguna pared, ninguna cama al
alcance, nada más que la cabeza de Bash, así que allí fueron mis
manos, aferrándose a él para estar de pie mientras me chupaba
profundamente.

—Joder —dije, prácticamente jadeando cuando retiró su boca


para rodear la punta de mi polla con su lengua.

Era bueno en esto. A los cinco segundos ya estaba listo para


explotar en su bonita cara y en su garganta, ¿y no sería eso una
visión caliente?

Mis caderas se dispararon hacia adelante cuando llegó a un


punto extrasensible, y él zumbó, la vibración me hizo perder la
maldita cabeza. Por supuesto, levantó la vista mientras me tragaba
profundamente y me guiñó un ojo, sabiendo exactamente lo que
me estaba haciendo.

Nunca sabré cómo se las ha arreglado este hombre para 226


infiltrarse en todos mis momentos de vigilia desde que lo saqué del
hotel. Su sonrisa, su risa, esa forma de ser tan descarada. Diablos,
el tipo me guiñó un ojo mientras me hacía una garganta profunda;
no era exactamente el tipo de persona que se puede olvidar. Y con
ese pensamiento en mente, quería asegurarme de que él tampoco
me olvidara.

Sabía que podía acabar así en cinco segundos, y eso era


probablemente lo que Bash esperaba, pero no podía ser ese tipo.
El tipo que se corrió y dejó a su compañero con ganas.

No, carajo.

Solté mi fuerte agarre del cabello de Bash, arrastré mis


dedos por su mandíbula y empecé a alejarme de la boca de Bash.
Un destello de preocupación parpadeó en sus ojos, pero se fue
rápidamente cuando lo guie hasta sus pies y lo caminé de vuelta a
la cama.

—Súbete a la cama.

Bash arqueó una ceja, pero, tal y como había sospechado,


hizo lo que se le dijo, desplazándose hacia atrás en el colchón hasta
quedar exactamente igual que antes, tumbado en la enorme cama.
Esta vez, sin embargo, no me quedaría allí jugando al voyeur.

Puse una rodilla en el extremo de la cama y me arrastré por


el suave edredón. Los ojos de Bash se volvieron pesados al ver mi
aproximación, y luego bajó una mano para rodear su larga y dura
polla.

Esta imagen le gustaba tanto como yo había pensado que le


gustaría. Siempre hablaba de todos mis músculos y se aseguraba
de palparlos en cada oportunidad. Así que no me pareció justo que
se perdiera la oportunidad de sentirlos a su alrededor mientras yo
lo inmovilizaba en esta nube de gran tamaño.

Subí desde los tobillos hasta las rodillas, hasta que mi cara
estuvo a la altura de su polla, y aunque aún no estaba preparado
227
para metérmela en la boca, me sentí lo suficientemente valiente
como para torturarlo un poco.

Pasé la lengua por la base de su pene. Las caderas de Bash


se arquearon. Estaba sosteniéndose sobre los codos, claramente
para no perderse nada. Sus labios se separaron y sus ojos se
concentraron en mí. Fue entonces cuando decidí darle a probar su
propia medicina.

Le guiñé un ojo.

—Oh, diablos —murmuró, y se dejó caer de nuevo en las


almohadas. Luego se tapó los ojos con el antebrazo y movió la
cabeza de derecha a izquierda—. No puedo soportar lo
increíblemente sexy que eres. ¿Cómo es que sigues soltero?

Me reí y le di un beso en el estómago, luego arrastré mi


lengua a lo largo de sus costillas y planté mis manos a cada lado
de su cabeza.

—¿Estoy soltero?

Bash se quedó congelado por un segundo, con la boca


abierta, y cuando me reí, me empujó en el pecho. —Eso fue
malvado.

—Mmm. —Bajé hasta que mi boca estuvo junto a su oreja y


chupé su lóbulo—. Tal vez. Veamos si puedo compensarlo.

Tomé su boca en un beso salvaje, mi excitación me montaba


duro ahora mientras Bash empujaba su lengua entre mis labios y
me besaba sin ninguna restricción. Me acercó, rodeó mis muslos
con sus largas piernas y se arqueó en mi cuerpo.

Estaba claro que había sido un acierto, porque la sensación


del cuerpo ágil de Bash rozando el mío era como una fantasía hecha
realidad. Cuando su polla entró en contacto íntimo con la mía, gruñí
y liberé mi boca.
228
—Todos estos músculos... —dijo Bash mientras pasaba sus
manos por mi espalda hasta llegar a mi culo—. No te importa que
me corra en ellos, ¿verdad?

Mis pelotas se tensaron. —Sólo si prometes dejarme usar tu


ducha después.

—Cariño, puedes usar todo lo que quieras en esta suite,


incluido a mí.

—En ese caso...—Balanceé mi cuerpo sobre el suyo—. Haz lo


que quieras.

Bash me dedicó una sonrisa que rivalizaría con la del diablo,


y luego comenzó a mover sus caderas. Me apoyé en un antebrazo
y arrastré los dedos a lo largo de su muslo hasta su rodilla, la
enganché más arriba sobre mi culo, y presioné un poco más hacia
abajo en él.

A Bash pareció encantarle, echando la cabeza hacia atrás en


la almohada mientras me usaba como ancla y empezaba a
excitarse. Empezó a golpear y a apretar su polla contra la mía, y
el pegajoso lío entre nosotros hizo que todo se sintiera mucho
mejor. Era caliente y desordenado, y más sexy que cualquier otra
cosa de la que pudiera recordar haber formado parte.

Bajó una mano entre nosotros para agarrar nuestras pollas,


y una maldición salió de mis labios.

—¿Esto está bien, teniente?

—Si sigues haciendo eso, te vas a enterar de lo bien que me


parece.

—Espero que eso no sea un impedimento.

—¿Disuadir...?

—¿Mmm?
229
—Cállate y bésame.
Bash aplastó su boca contra la mía en un beso tan ardiente,
tan lleno de las emociones que se arremolinaban en torno a
nosotros, que fue un milagro que la cama no ardiera en llamas.
Parecía casi imposible que hubiera pasado toda mi vida sin sentir
esa clase de calor, esa clase de urgencia. Pero cuando empecé a
empujar el puño de Bash y él gimió en mi boca, supe que nunca
había sentido algo así. Todo mi ser vibraba con mi necesidad de
correrme, con mi necesidad de que Bash se corriera conmigo.

Puse ambas manos junto a su cabeza y me agarré a las


sábanas mientras empezaba a acelerar el ritmo, luego me levanté
un poco para mirar hacia abajo entre nuestros cuerpos.

—Mmm, es sexy, ¿verdad? —La voz de Bash estaba tensa


ahora mientras su mano se flexionaba alrededor de nosotros.

—Tan jodidamente sexy.

Sus piernas se apretaron en torno a mis muslos y, a medida


que entraba y salía del agujero que nos había hecho, pude sentir
cómo se acumulaba mi orgasmo. Esto no se parecía a nada que
pudiera haber imaginado, y se sentía un millón de veces mejor,
mientras mis pelotas empezaban a apretarse.

—Bash...—Dije mientras miraba fijamente su magnífico


rostro.

—Lo sé. Hazlo. Quiero verte.

Mis brazos temblaron mientras mis caderas se movían más


rápido, y mientras mi polla lubricada palpitaba en su mano, Bash
se lamió los labios, y me llegó la imagen de ellos envolviéndome
antes. Eso fue todo. Había terminado.

Grité una maldición cuando un chorro caliente de semen nos


cubrió a los dos, y como si mi visión lo hubiera excitado, Bash echó
la cabeza hacia atrás y se corrió sobre mí en su propia y explosiva
descarga.
230
¡Diablos! ¡Maldición!
Eso había sido increíble. Tanto que apenas podía recordar mi
propio nombre. Pero un par de minutos más tarde, cuando Bash
me dio una palmada en el culo y me dijo al oído: —Una carrera
hasta la ducha, teniente —pensé que respondería con gusto a que
me llamara así durante todo el tiempo que quisiera.

231
29
KIERAN

LLAMÉ A LA puerta de la oficina del jefe Parker, y cuando me indicó


que entrara, pasé.

—Todo al día con los informes de incidentes —dije,


entregándolos, y luego me di la vuelta para salir, pero me detuve
cuando dijo mi nombre.

—¿Cómo te va con el candidato? —preguntó.

—Mejor de lo esperado. Es un chico valiente, toma bien laa


ordenes. No hay problemas hasta ahora.

—Es bueno saberlo. —Movió los informes de incidentes a un


lado y volvió a lo que había estado trabajando cuando lo
interrumpí—. Puedes retirarte.

Cerré la puerta tras de mí y me dirigí al gimnasio, donde el


resto de mi equipo estaba haciendo sus ejercicios del día.

—Ya era hora de que te unieras a nosotros —dijo Olsen


mientras trabajaba sus bíceps—. Todo ese papeleo te va a hacer
engordar.

Brumm resopló mientras subía al Stairmaster a paso de


tortuga. —Es que estás celoso de no poder estar sentado todo el
día y tener tan buen aspecto.

—Si puedes lanzar insultos y aun así recuperar el aliento, no


estás trabajando lo suficiente —dije. Mi móvil vibró en el bolsillo,
así que lo saqué para ver el nombre de Bash en un mensaje de
texto, y sonreí al abrir el mensaje.

232
Había una foto de una sala de juntas junto con: Estoy
pensando en incendiar el lugar, estoy muy aburrido. Echo
de menos tu cara.

No hace falta prender fuego a nada para verme. Miré a


mi alrededor para asegurarme de que los chicos estaban ocupados
y luego tomé una foto rápida de mi cara antes de enviarla.

Eso es. Estoy a punto de frotar dos palos. Nos vemos


en un rato.

Frotando palos, ¿eh? Creía que ya lo habíamos hecho.


Me reí mientras pulsaba enviar y tomaba asiento en uno de los
bancos de entrenamiento vacíos.

Me está matando, teniente. ¿Quieres repetirlo?

Joder. Sí.

—Uh oh, conozco esa mirada —dijo Olsen mientras dejaba


caer sus pesas de nuevo en el estante. Se limpió la cara con la
toalla que llevaba al cuello y me dedicó una sonrisa de
comemierda—. ¿Con quién estás hablando?

—No es asunto tuyo.

—Tan a la defensiva. ¿Las cosas van en serio con Summer?


—Cuando no contesté, Olsen soltó una carcajada—. Oh, mierda.
Comprobadlo, chicos. El teniente o se ha echado una novia o algún
enamoramiento secreto que no conocemos.

Mi cabeza se levantó. —¿Qué? No, no la tengo.

—¿Te importa explicar por qué tienes la sonrisa más cursi


que he visto nunca en tu cara?

Rehíce mi expresión y puse los ojos en blanco. —No sé de


qué estás hablando.
233
—Bah. —Olsen llenó un vaso de papel con agua de la jarra
dispensadora y se lo bebió todo—. Sabes, no te he visto por aquí
el último par de noches. ¿Dónde te has quedado?

—¿Ahora me espias?

Se encogió de hombros. —Sólo digo. No has estado en casa,


ahora tienes esa mirada cursi en la cara... todo cuadra.

Brumm dejó escapar un silbido bajo. —Así se hace, teniente.


Summer está caliente. O quienquiera que sea ella.

—Estáis alucinando —dije.

—Entonces déjalo —dijo Olsen—. ¿Cómo se llama?

—Sra. Olsen —dije, sin saltarme ningún detalle—. Tu madre


te manda saludos.

—Oh, a la mierda. Uf. Deja la visual, bastardo enfermo.

Llegó otro mensaje: Ven después de tu turno. Puede que


incluso te deje dormir una o dos horas.

Aunque estaba cansado, no podía decir que no a esa petición.


No era propio de mí pasar todo mi tiempo libre con alguien,
especialmente con alguien que acababa de conocer. Diablos,
especialmente con otro chico.

Pero Bash era esa persona que te hacía revivir cada vez que
estabas a su lado, y a mí me gustaba esa versión de mí. No
entendía cómo la atracción había sido tan fuerte y rápida, pero
ahora mismo no quería darle demasiadas vueltas... o pensar
realmente en ello. Podíamos pasar el rato, explorarnos
mutuamente y no tener que definirlo, ¿no?

Estaré allí, envié de vuelta, justo cuando Sanderson se


movió detrás de mí, mirando por encima de mi hombro.

En el momento en que sentí que había alguien allí, volteé mi 234


teléfono, ocultando mi pantalla.
Sanderson se burló. —A mí no me parece nada.
Normalmente estás aquí presumiendo de tu última conquista. Pero
si no hablas, tiene que haber una razón.

Desde esa noche en el pub, Sanderson y yo habíamos estado


en términos más rocosos que de costumbre. Nuestras
conversaciones habían sido escasas y distantes, pero me las había
arreglado, en su mayor parte, para dejarlo atrás. Sin embargo, eso
no significaba que fuera a empezar a desahogarme con él en
cualquier momento.

—Sólo estás celoso porque no tienes nada de lo que


presumir. —Lo miré por encima del hombro—. Quieres moverte
para que pueda hacer mis repeticiones.

—Culpa mía, creí que seguías ocupado con el sexting.

Quiero decir, lo estaba hasta que él empezó a rondar. —Si


has terminado aquí, ¿por qué no dejas de mover la boca y vas a
hacer algo útil revisando el equipo?

—Sí, sí —refunfuñó, pero se fue, dejándome volver a mí—


sexting.

Así que estás en una reunión, ¿eh? De repente me


imaginé a Bash con un traje de diseño, todo elegante y maquillado,
sentado en una elaborada mesa de conferencias con sus largas
piernas primorosamente cruzadas, y esos perversos tacones
negros, los de suela roja que había usado para inmovilizarme.

Lo estoy, y es terriblemente aburrido.

Me lo imaginaba, pero como tenía un momento libre, pensé


que no había nada malo en proporcionarle un poco de distracción.
Y si alguien apreciaría un pequeño mensaje de texto coqueto, era
Bash. ¿Qué llevas puesto?

Cuando aparecieron esos tres puntitos que indicaban que


estaba respondiendo, me encontré conteniendo la respiración, 235
esperando su respuesta.
¿Está coqueteando conmigo, teniente?

Lo estoy haciendo. Y me lo estoy pasando muy bien


haciéndolo.

Hombre travieso. Estoy en medio de una reunión de


negocios.

Eso es terriblemente aburrido, según tú.

Es cierto.

Entonces dime qué llevas puesto para que pueda


describir con detalle cómo te lo quitaría.

—En serio, si sonríes más fuerte, se te va a resbalar de la


puta cara.

Mis ojos se desviaron hacia donde Brumm estaba pisando la


cinta de correr.

—La verdad es que me está asustando.

Le hice un gesto mientras metía su botella de agua en el


soporte y colgaba la toalla sobre una de las asas. —Tal vez estoy
feliz de estar aquí haciendo ejercicio con vosotros, idiotas.

—Y tal vez estás lleno de mierda. Dudo mucho que estés


emocionado por estar sudando en una habitación llena de chicos.

Eh, bueno, no estos tipos. Pero tal vez me guarde ese


pequeño detalle para mí. —Oh, no lo sé. Trabajas con un sudor tan
brillante en todos tus músculos, que haces que me excite.

Volví a mirar mi teléfono para ver que todavía no había


respuesta de Bash y empecé a pensar que tal vez había ido
demasiado lejos con ese último mensaje. Entonces una toalla me
golpeó en un lado de la cabeza.

—¿Qué tal si dejas de hablar de mis músculos como si 236


quisieras lamerlos, ¿sí? Quiero decir, sé que mis armas son más
grandes que las tuyas, pero mantén el culto al héroe en un nivel
platónico, ¿de acuerdo?

Las palabras de Brumm eran divertidas. Pero no sabía que


acababa de provocar un recuerdo particularmente caliente de
cierto alguien lamiendo mi muslo. Justo cuando esa imagen
apareció en mi cabeza, mi teléfono vibró. Bajé la vista para ver qué
había escrito Bash de vuelta, si es que había algo, y en mi pantalla
había un impresionante selfie del hombre.

Joder.

La pequeña imagen que había imaginado no estaba tan lejos,


aunque no podía ver sus zapatos. Pero lo que pude ver de él fue
suficiente para que me levantara del banco de trabajo y me
dirigiera a la puerta del gimnasio como un hombre en trance.

—Diaaablos, KB. Ella debe haberte enviado algo bueno. —


Olsen se rio—. Ni siquiera has hecho una serie y ya estás en la
puerta. Déjame adivinar, vas a trabajar la mano y el antebrazo de
otra manera.

Volví a mirar a Olsen y le guiñé un ojo. —¿Qué, quieres venir


a ayudar?

Olsen se burló. —Vuelve a mandar un mensaje a tu chica.


Nadie de aquí te quiere.

Me pareció bien, porque la que yo quería estaba al otro lado


de la ciudad, en una sala de conferencias -o lo que parecía una
oficina más pequeña en esta foto- esperando mi respuesta. Me
dirigí a mi despacho, cerré la puerta tras de mí y, para asegurarme
de la privacidad de mi equipo, bajé las persianas.

Volví a subir la imagen y eché un vistazo más largo. Bash


llevaba unos pantalones negros que le quedaban perfectos y que
tenían dos botones en la cintura, lo que los convertía en algo
especial. También llevaba una camisa ajustada y abotonada de
color negro, pero con una tira de encaje negro de unos diez 237
centímetros de ancho en el lado izquierdo. Era sutil y elegante, tal
y como me había imaginado, y con su cabello negro azabache y
sus ojos ligeramente delineados, la imagen que me produjo tenía
la polla dura y lista para funcionar.

Eso sí que es visual. Se acerca a lo que había


imaginado.

¿De verdad? ¿Soy tan predecible?

Me reí de eso, porque una palabra que nunca usaría para


describir a Bash era predecible. No lo eres.

Entonces, si estuviste cerca, ¿qué te hizo tropezar?

Oh, no es eso. Es que no puedo verlos en esta foto. Tus


zapatos.

Ahhh, ya veo. Bueno, era mi cara o mis pies.

Y estaba muy agradecido por la foto que había conseguido.


En realidad, si lo agradecía más, podría cerrar la puerta y sacar la
mano como había sugerido Olsen. Especialmente si Bash seguía
enviándome mensajes como el siguiente.

Si hubiera sabido que te gustaban tanto mis zapatos,


los habría incluido, teniente. Debemos hablar de nuestros
fetiches la próxima vez que nos veamos para asegurarme
de complacerte.

Mierda. Me removí en el asiento y me agaché para ajustar la


erección que aumentaba con cada palabra que aparecía en mi
pantalla. ¿Tenía un fetiche con los zapatos? No lo creía; nunca lo
había hecho. Pero algo de lo que había visto en esos tacones tan
perversos se había quedado firmemente implantado en mi cerebro.
Y ahora no podía evitar preguntarme cuáles eran los de Bash.

Recuérdamelo cuando llegue.


238
Cuenta con ello. Ahora, si no recuerdo mal, ibas a
decirme con detalle cómo me quitaría la ropa.

Sonreí, más que dispuesto a hacerlo, cuando sonó el


estruendo de la alarma de la estación. Mi polla se desinfló en un
instante mientras mi cerebro de trabajo se ponía en marcha.

Joder, qué oportuno.

—Batallón ochenta y dos, locomotora diecisiete, camión


noventa y uno, ambulancia treinta y nueve, alarma de alambique
y caja, 1752 Whiskey y Turner.

Mis dedos volaron por el teclado antes de salir por la puerta


de mi oficina. Fuego. Me tengo que ir. Envíe el texto
rápidamente.

239
30
BASH

MIENTRAS ESPERABA a que los chicos se unieran a nuestra


llamada de Zoom, abrí el hilo de texto con Kieran y me desplacé
hacia arriba hasta encontrar la foto que había enviado antes y la
guardé. Había enviado un selfie de su cara y, aunque no podía ver
el resto de su cuerpo en toda su gloria de bombero, tenía una
buena idea de lo que llevaba en su tiempo libre en la estación.

Maldita sea, el hombre casi dolía al mirarlo. Tenía una sonrisa


de oreja a oreja, y pude ver algunos aparatos de gimnasia detrás
de él, lo que significaba que estaba a punto de sudar. No de la
forma más placentera, no de la forma que yo preferiría, pero no
me importaría ver cómo lo hacía mientras yo me sentaba con un
Martini en la mano.

—Se te ve demasiado feliz allí. Se supone que nos echas de


menos —dijo Shaw mientras se unía a la llamada. Me obligué a
apartar los ojos de Kieran y tiré el móvil en el sofá antes de
centrarme en la pantalla, donde Shaw estaba sentado en la mesa
de su cocina con Trent a su lado.

—Te echo de menos. Terriblemente.

—No lo parece —dijo Shaw, y Trent asintió, añadiendo: —


Parece que alguien más podría tener tu atención. ¿Quién está al
teléfono?

—Ahora mismo, vosotros tenéis toda mi atención, promesa


del meñique.

Unos segundos después, Jackson y Lucas aparecieron en la


pantalla, ambos sentados juntos en un columpio del patio trasero.
240
—Esta no es una llamada para decirnos que no vas a volver,
¿verdad? —Dijo Lucas—. Porque voy a colgar.

Puse los ojos en blanco. —Voy a volver.

—¿En este siglo?

—Esta década, si tienes suerte.

—No sé, chicos —dijo Shaw—. ¿No le han visto sonreír a su


teléfono hace un momento?

—Eh oh, Bash. ¿Ves algo que te gusta? ¿O a alguien? —


Lucas se inclinó hacia delante—. Sea quien sea, mejor que no te
retenga allí.

—Cariño, suenas desesperado por tenerme de vuelta. Las


cosas realmente se están desmoronando en la isla sin mí. Ves, esta
es la razón por la que debería haber invertido en esa tecnología de
clones. No hay suficiente de mí para todos.

Jackson gimió, sacudiendo la cabeza. —El mundo apenas


puede soportar a uno como tu. Dos serían una exageración.

—Lo cual estoy seguro de que quieres decir en el mejor


sentido.

Se encogió de hombros y se llevó la bebida a los labios, sin


decir nada.

Me quedé con la boca abierta. —Y yo que pensaba que todos


me echabais de menos, que prácticamente me rogaríais que
volviera a casa, ¿y ahora soy demasiado? Grosero.

—No, grosero es guardar secretos —dijo Trent—. Deberías


soltarlo, chico.

—No tengo ningún secreto. Ya te conté lo del bombero


caliente...
241
—Que te rescató y te echó al hombro, bla, bla, bla —
interrumpió Lucas—. Jackson nos dijo que lo invitaste a salir. Tu. Y
a un tipo hetero. —Se rio—. Mentira.

—Bueno...

Cuando me interrumpí y miré hacia otro lado, Shaw se puso


con voz severa y exigente, lo que yo llamaba su modo serio.

—Bash, dinos que estás de broma.

Suspiré. —No puedo confirmar ni negar...

—Sí, sí, puedes confirmar o negar.

—Bien. Si quieres saberlo, ha habido un desarrollo en los


últimos días, y no me refiero sólo a nuestro nuevo edificio.

—Oh Dios. —Lucas dejó caer la cabeza entre las manos—.


Esto no lleva a ningún sitio bueno. Jesús, toma el mando.

—No voy a besar y contar. Sólo diré que me ha gustado pasar


tiempo con el teniente, y que va bien.

Los gemidos llegaron a mis oídos, luego alguien dijo: —


¿Desde cuándo no besas y cuentas? —y otro añadió: —¿El
teniente?

—Ahora sé que se está inventando esta mierda. —Lucas se


sentó y empujó con el pie para que el columpio subiera más.

—Esto es diferente —protesté.

—Eh, sí, porque es heterosexual —dijo Shaw, pero Lucas


negó con la cabeza.

—Porque no existe. Esto es un Bash que se aburre y se


inventa historias para que Chicago suene más interesante de lo
que es.
242
—Ya veo —dije—. Y aprecio tu perspectiva, Lucas, ahora ten
la amabilidad de irte a la mierda.

—Te refieres a lo que no lo estás haciendo. —Cuando empezó


a reírse, Jackson le tapó la boca a Lucas con una mano.

—Después de todo lo que me has contado, ¿realmente crees


que es una buena idea involucrarse con Kurt? —preguntó Jackson.

—Se llama Kieran, Jackson. Contrólate.

Lucas gruñó y se soltó del agarre de Jackson. —Así que este


Kirby...

—Kieran.

—Lo que sea. ¿Te deja deslizarte por su palo recto?

—Jesús, Jackson, ¿puedes encerrarlo o al menos sacar la


cinta adhesiva para cerrarle la boca? —Dijo Shaw.

—Es una pregunta seria. —Lucas lanzó una mirada a la


cámara que supuse que iba dirigida a Shaw. Luego sonrió con
dulzura—. Así que vamos, cachondo. Por su polla. ¿Se curva hacia
la izquierda o hacia la derecha?

—Una vez estuve con un tipo que se curvaba hacia atrás —


dijo Trent, y luego levantó las manos—. No me preguntes cómo
funcionaba.

Hice un ademán de mirar mi reloj. —Bueno, ¿podrías ver la


hora? Soy un hombre muy ocupado y me temo que hoy he llegado
al límite de las preguntas absurdas. Debería ir a prepararme para
mi cita...

—Que no existe —terminó Lucas.

—Que se morirá por verme cuando termine su turno. Los


quiero a todos y nos vemos en una semana. —Los soplé un beso y
salí de la llamada, y luego me dejé caer de nuevo en el sofá y 243
suspiré.
Comprendía la incredulidad y la vacilación, y si estuviera en
el lugar de alguno de ellos, estaría pensando lo mismo. Nunca me
había metido con un chico heterosexual, y no podía entender qué
era lo que tenía Kieran que me hacía tirar todas mis reglas por la
ventana.

Desde luego, no me parecía que estuviera perdiendo el


tiempo con él, pero tampoco me había parado a pensar realmente
en lo que estaba haciendo aquí. Me iría en una semana, y después
sólo haría visitas cada mes. Y Kieran tenía una vida muy ocupada
aquí, pero no había manera de que pensara a largo plazo, ni
conmigo ni con nadie.

Pero definitivamente no conmigo.

La forma en que se asustó cuando Xander mencionó mi


nombre me dijo que no iba a hablar de mí a la gente de su vida, y
yo no estaba dispuesto a seguir siendo un secreto.

Así que mis amigos tenían un punto, sólo que no era uno que
quisiera escuchar ahora. Podía disfrutar de él durante otra semana,
y no había nada malo en ello. Entonces podría archivarlo en mi
mente bajo un caluroso verano en Chicago.

Ves, podía ser maduro en esto. No tenía ninguna expectativa


loca, y tal vez cuando finalmente volviera a casa recordaría con los
chicos y les mostraría una foto de mi bombero de fantasía.

Me puse en pie y me dirigí a la barra para coger la botella de


champán a medio terminar, y vi la tarjeta de regalo de The Popped
Cherry sobre la barra. Sentí una punzada de arrepentimiento por
el hecho de que probablemente me iría antes de tener la
oportunidad de gastarla.

Tal vez debería dársela a Kieran y decirle que se llevara a


quien viniera detrás de mí. No me gustó la idea. No, no iba a darle
nuestras ganancias, ganadas con tanto esfuerzo, para que las
gastara en una mujer. No me parecía bien que yo no fuera su 244
última opción.
Cogí una copa de champán y la botella y me dirigí al balcón,
y tras servirme una copa de burbujas, me dirigí a la barandilla de
cristal y contemplé el lugar que Kieran había jurado proteger día
tras día. Había un trabajo que exigía respeto, un hombre que exigía
respeto.

Los chicos me habían preguntado cómo había dejado que


esto sucediera, y la respuesta era fácil, realmente: Kieran Bailey
era un hombre al que admiraba, alguien a quien había querido
conocer mejor desde el momento en que se presentó en la puerta
de mi hotel para disculparse por algo que consideraba incorrecto,
aunque no era él quien tenía que disculparse. Estaba claro que
amaba a su familia y que arriesgaba su vida por unos
desconocidos, por el amor de Dios.

Está bien, así que Lucas tenía razón: Kieran parecía


demasiado bueno para ser real, pero lo era, y en una semana iba
a tener que despedirme de él.

Eché la cabeza hacia atrás y me bebí el contenido de la copa


de un solo trago. No pienses en eso. Se quedará a salvo en el
incendio al que le hayan llamado, y luego vendrá aquí después del
turno y lo pasaréis genial. Con ese pensamiento, miré el jacuzzi y
sonreí.

Esa era una línea de pensamiento mejor. Podría intentar


convencer a mi teniente de que remojara sus cansados músculos
conmigo. Me parecía una forma mucho mejor de pasar el tiempo
que regodearme en cosas sobre las que no tenía control. Y si Kieran
tenía suerte, podría sacar esos tacones que tanto le gustaban.

245
31
KIERAN

LAS SIRENAS SONABAN y las luces parpadean. Olsen pisó el


acelerador y condujo el camión por las estrechas calles de la
ciudad. La tensión en el interior del gran camión era palpable
mientras todos nos asegurábamos de que nuestro equipo estaba
en orden.

—¿Brumm? —Miré por encima de mi hombro—. Asegúrate


de tener la bolsa de la cuerda contigo cuando lleguemos. Tengo la
sensación de que la vamos a necesitar.

—Entendido, teniente. Esta dirección, ¿es residencial o


comercial?

—Comercial. Almacenes. Lo último que supe es que la


mayoría estaban abandonados. Pero tiene que estar ardiendo
mucho para que hayan llamado varias personas.

Las luces del motor diecisiete parpadearon a nuestra derecha


mientras el jefe y la ambulancia se adelantaban a nosotros, y todos
nos dirigimos hacia el destino. El olor a humo era espeso en el aire
a cinco manzanas de distancia. Mientras Olsen esquivaba varios
coches y pasaba a toda velocidad por entre los semáforos, vi varias
columnas de humo que serpenteaban hacia el cielo nocturno.

—Jesús —murmuró Davis mientras miraba por la ventana—.


Mira ese monstruo.

El monstruo tenía razón. Del tipo grande, que escupe fuego.


Olsen detuvo el camión detrás del vehículo del jefe Parker y todos
salimos. El motor diecisiete se detuvo en la calle opuesta, junto a
la boca de riego, y mientras los chicos se afanaban en coger el
equipo, me apresuré a acercarme al jefe. 246
Los dos almacenes tenían tres pisos, y el nivel superior ardía
en llamas mientras varias personas corrían en nuestra dirección,
gritando frenéticamente al vernos.

—¡Ayuda!

—¡Hay más gente dentro!

—¡No puedo respirar!

Pero antes de que pudiera pronunciar una palabra, un BOOM


estremecedor rebotó en el cielo nocturno. Todos nos protegimos la
cara cuando una de las ventanas superiores explotó, rociando
vidrio, madera y brasas al suelo.

Mi corazón latía con fuerza, con la adrenalina mientras


esperaba mis órdenes.

—Oiga, señor —gritó el jefe a un hombre que pasaba


corriendo junto a nosotros. Tenía la cara llena de mugre por la
ceniza, y su ropa estaba rasgada. Pero cuando se acercó, me di
cuenta de que su ropa no había sido dañada por el fuego. No
llevaba zapatos y su cabello estaba enmarañado; era uno de los
miles de indigentes que viven en las calles de Chicago.

Joder, tenía un mal presentimiento.

—¿Cuántos hay dentro? —preguntó el jefe. Miré más de


cerca a la gente que ahora huía de la escena, y quedó claro que
estábamos tratando con mucho más que almacenes abandonados.

—¿Treinta? ¿Cuarenta? Cambia todo el tiempo. Algunos se


quedan una noche, otros más.

Un estallido de llamas procedente del tejado hizo saltar


chispas en el aire, y el sonido de más compañías entró en escena.
La mayoría de las estaciones de la ciudad habrían sido llamadas
para este caso, y tenía la sensación de que iba a ser una larga
noche. 247
El jefe asintió con un movimiento de cabeza y le indicó a uno
de los paramédicos que viniera a ver al hombre antes de tomar su
radio y enviar una serie de órdenes.

—Batallón ochenta y dos a central, alarma dos-ocho y un


plan dos de EMS. Diecisiete, metan dos líneas dentro; mantengan
el fuego hasta que evacuemos. Treinta y cuatro, toma el hidrante
en Whiskey y alimenta al diecisiete. Ambo treinta y nueve es el
triaje. —Me miró y señaló el tercer piso y el techo—. El fuego está
en extendiéndose. Tenemos que movernos rápido como un rayo.
Salvar a todos los que podamos. ¿KB?

—¿Sí?

—Toma el punto para la búsqueda primaria.

—Entendido, jefe. —Me volví hacia mis chicos, que


esperaban mis instrucciones—. Brumm, Davis, Sanderson, Olsen,
estáis conmigo, dentro para la búsqueda primaria.

—¡Entendido, teniente! —gritaron de vuelta, y todos nos


enmascaramos, listos para entrar.

Corrimos hacia la puerta lateral, donde podíamos oír gritos


procedentes del interior. Fui a abrirla, pero la maldita no cedía.

—Está atascada. —Las llamas naranjas iluminaron a la gente


que golpeaba la puerta mientras Davis me entregaba la barra de
Halligan—. ¡Aguanten! ¡Vamos a sacarlos!

Introduje el extremo en el estrecho hueco entre la puerta y


el marco y empujé y tiré con todas mis fuerzas, utilizando todo lo
que tenía para conseguir que la cosa cediera. Gruñí cuando los
pernos empezaron a ceder, y luego, con todo mi peso, di un último
empujón.

La puerta se abrió de par en par, y una horda de gente se


amontonó en la calle, algunos cayendo y otros pisoteando por
encima de ellos mientras luchaban por liberarse. 248
—Jesús, más despacio —gritó Brumm—. La puerta está
abierta; no se atropellen entre ustedes. Los tenemos.

—Por aquí —dijo Sanderson, guiando a algunos hacia la


ambulancia—. Diríjanse hacia allí para que los revisen.

Eché un vistazo al interior, donde un denso humo llenaba el


estrecho pasillo, las llamas brillaban y ardían en algún lugar más
allá, iluminando el camino hacia el vientre de la bestia. —Bien,
¡vamos!

Nos dirigimos al interior, asegurándonos de mantenernos


cerca mientras cada uno de nosotros empezaba a gritar: —
¡Bomberos! ¡Llame a cabo! —La visibilidad era una mierda, y el
interior del lugar era como una maldita conejera. Hice lo que pude
para ver más allá de la niebla.

El almacén era un peligro de incendio en ciernes. Suelos y


vigas de madera viejas, basura y escombros por doquier, colchones
viejos tirados por el suelo y fuegos improvisados para cocinar Dios
sabía qué. Era lamentable que la ciudad hubiera dejado que se
llegara a esta situación, y habría muchas preguntas y respuestas
tras semejante desastre.

Al doblar una esquina, una puerta a la derecha explotó y una


ráfaga de llamas se extendió por el pasillo, lanzándome hacia
Olsen, dejándome sin aliento.

Me agarró del brazo para estabilizarme a mí y a él. —¿Estás


bien?

Asentí y levanté el pulgar. —Estoy bien. ¿Y tú?

—Todo bien.

Volví a mirar el pasillo y noté que se desviaba en dos


direcciones diferentes. Mientras continuábamos, se escuchó el
sonido de una tos a la izquierda.
249
—¡Bomberos! ¡Griten! —Llevé a mis hombres más adentro,
y cuanto más avanzábamos, más difícil era orientarnos. Fue
entonces cuando vi a un joven acurrucado en una esquina. Tenía
las piernas recogidas alrededor del pecho y los brazos envueltos
en las rodillas raspadas. Llevaba unos calcetines con los dedos de
los pies muy gastados y unos pantalones cortos y una camisa que
habían visto días mejores.

—¡Noventa y uno! Tenemos una víctima aquí.

Davis se precipitó hacia delante. —Lo tengo. —Se arrodilló,


tomó el brazo del joven y lo puso de pie—. Me llamo Davis. Te
tengo. Salgamos de aquí.

Asentí a Davis mientras conducía al hombre fuera del edificio,


luego me volví hacia Brumm y señalé una tubería de acero que
podía ver que subía entre los tres pisos. —Brumm, coge la línea de
búsqueda y ánclala.

—Lo tengo.

—Entonces nos dirigiremos más abajo a la izquierda. Todos


mateneros al alcance de los demás. No quiero que nadie se pierda
aquí. Tengo la sensación de que va a haber más puertas y pasillos
que una maldita casa de muñecas.

—¡Entendido, teniente!

Una vez que todos estábamos enganchados a la línea,


empezamos a abrirnos paso con cuidado a través del implacable
humo. La situación era uno de los peores escenarios posibles. No
teníamos ni idea de cuántas personas estaban en paradero
desconocido y no teníamos constancia de quiénes eran o dónde
estaban en el edificio. Íbamos realmente a ciegas, y trabajábamos
en base a quiénes podían responder y a quiénes podíamos ver.

—¡Bomberos! Grita a los bomberos. —Entrecerré los ojos a


través de las nubes de humo, buscando alguna señal de vida,
250
cualquier cosa, mientras el sonido de mi propia respiración
empezaba a molestarme.

Vamos, tiene que haber alguien. Alguien...

—¡Bomberos! Griten. —Volví a gritar, sacándonos de un


pasillo y llevándonos a un espacio grande y abierto que parecía una
especie de sección comunal del edificio. Aquí no había colchones,
pero sí mostradores improvisados hechos con carros de la compra
y, sí, tablones de madera gruesa. Este lugar estaba lleno de
maldita madera.

—Aquí arriba...

El débil grito provenía de algún lugar más adelante, y a


medida que nos adentrábamos en el espacio, divisé unas escaleras
que subían por una de las paredes hasta el segundo piso.

—Hay gente ahí arriba —le dije a Olsen, y señalé con mi


hacha el piso superior. Asintió, y justo cuando estaba a punto de
subir, un grito más allá del humo llamó mi atención.

—¡Ayuda! —Giré el cabeza justo a tiempo para ver a una


mujer que corría hacia nosotros con una velocidad sorprendente.
Cuando llegó hasta mí, me echó los brazos al cuello—. Tienes que
ayudarme.

Su agarre se hizo más fuerte, hasta que casi se colgó de mí,


y el peso añadido de ella más todo mi equipo hizo que mis pies se
detuvieran.

—Señora. Señora —dije, tratando de calmarla y liberando


una de sus manos—. Soy Kieran, y estamos aquí para ayudarla,
pero necesito que me suelte un segundo.

Ella temblaba incontrolablemente, pero el hecho de que


estuviera de pie y fuera capaz de hablar coherentemente me decía
que sería más que capaz de seguir a Sanderson hasta un lugar
seguro. Cuando se soltó de mala gana, ella empezó a toser y llamé 251
a Sanderson. Apareció en un instante.
—Este es Sanderson —le dije a la mujer, cuyo rostro estaba
cubierto de hollín y que parecía no pesar más que una manta
mojada—. Va a guiarte al exterior. Agárrate a él y no lo sueltes,
¿de acuerdo?

Ella parpadeó, con los ojos muy abiertos y húmedos por las
lágrimas producto del susto y el ardor de la ceniza y el humo.

—Salir directamente; llévala a los paramédicos. Está


respirando bien ahora, pero necesitará ser revisada.

—Recibido, teniente.

Sanderson guio a la dama de vuelta por la línea, y luego los


dos comenzaron a salir del edificio, siguiendo la guía que habíamos
anclado en el lugar. Miré a Olsen y a Brumm, y luego señalé las
escaleras.

Las paredes se estaban calentando ahora, el fuego sin duda


dentro de ellas, y sabía que no teníamos mucho tiempo para tratar
de sacar la mayor cantidad de gente de arriba.

—¿Estáis listos?

Ambos asintieron. Probé la primera escalera con la culata de


mi hierro. La madera parecía resistir por ahora. Comenzamos a
subir con cuidado, y observé que al otro lado del espacio
empezaban a descender zarcillos de llamas desde el piso superior.

Esta cosa no estaba esperando a nadie. Maldije a los


imbéciles que habían permitido a esta gente habitar este lugar
cuando era una trampa mortal a punto de colapsar.

—¡Rápido! No puedo respirar —gritó alguien—. El fuego se


está acercando.

Justo cuando llegué a la tercera escalera desde arriba, un


fuerte crujido astilló el aire.
252
Olsen me gritó, pero ya era demasiado tarde: la tabla del
suelo bajo mis pies cedió al instante y, antes de que pudiera saltar,
me estrellé contra ella sin tiempo para pensar, sólo para
reaccionar.

Me agarré a la escalera que había encima, esperando que no


estuviera podrida como ésta, y maldije cuando me estalló algo en
el hombro. La quemadura era como si alguien me hubiera hundido
un atizador caliente pero no tuve tiempo de pensar en eso. La
madera empezó a ceder. Bajé otros centímetros y miré a mi
alrededor en busca de algo más, pero no había nada.

—¡KB! —Olsen gritó mientras yo colgaba precariamente,


esperando como la mierda que esto aguantara hasta que él
consiguiera una línea alrededor de mí—. Aguanta.

Pude ver el fuego al otro lado de la habitación rugiendo más


arriba en la pared, luego miré por encima de mí y vi un tubo similar
al que habíamos atado cuando entramos. Si de alguna manera
pudiera rodearlo con una cuerda, podría subir el último par de
escaleras.

—¡Brumm! —dije—. ¿Ves esa tubería?

Miraron por encima de mí hacia el segundo piso y supieron


exactamente lo que estaba pensando.

—En ello, teniente. —Brumm cogió una cuerda de su bolsa,


añadió un ancla al extremo y se colocó en una posición mejor para
apuntar a su objetivo. Lo hizo girar, tomando impulso, y luego
lanzó la cosa al estilo lazo, de modo que se enganchó alrededor de
la tubería y luego colgó de nuevo sobre el escalón superior.

Pero el sonido de los oídos fue música para mis oídos,


mientras me levantaba para agarrar el extremo más cercano a mí.
Un dolor agudo me atravesó el hombro, pero no tuve tiempo de
pensar en ello mientras me enrollaba la cuerda alrededor de la
muñeca con fuerza. 253
Miré a los dos hombres y les dije: —A la cuenta de tres, tiráis
—y ambos asintieron.

Me quedé mirando el rellano de arriba, esperando como un


demonio poder llegar con las manos antes de que la maldita tubería
decidiera soltarse. Cuando el trozo de madera al que me aferraba
a duras penas se sacudió y bajó otro centímetro, se acabó el tiempo
de esperar.

—Uno. Dos. ¡Tres!

Olsen y Brumm soltaron un fuerte gruñido mientras tiraban


de la cuerda, y yo utilicé todo lo que tenía para arrastrarme hacia
los dos últimos escalones. Una vez que llegué al rellano, me
arrastré hasta la zona de descenso.

El corazón me latía con fuerza, la adrenalina recorriendo mi


sistema y, sin pensarlo dos veces, me puse en pie y corrí hacia el
hombre que nos había llamado. Cuando llegué a él, me di cuenta
de que su respiración era ahora débil. Me agaché y me desprendí
de la máscara.

—Señor. —Le puse el oxígeno durante un segundo, y cuando


inhaló y tosió, asentí—. Respire, bien y despacio. Respire un par
de veces más.

Mientras lo hacía, miré a mi alrededor para ver si había otra


forma de bajar, pero no la había, así que parecía que íbamos a salir
por donde habíamos entrado. Al menos la tubería se mantenía
firme; podría aprovechar el tipo y podríamos bajar las escaleras de
esa manera.

Cuando parecía un poco más coherente, lo intenté de nuevo.


—Señor, me llamo Kieran y vamos a sacarle de aquí, ¿de acuerdo?

Asintió. —De acuerdo.

—¿Cree que puede estar de pie?


254
Cuando volvió a asentir, me coloqué la máscara y el casco y
me puse de pie. Luego le ofrecí una mano. Mientras se ponía en
pie, le rodeé con el brazo y me estreché en silencio cuando el dolor
punzante de mi brazo me recordó que había estado a punto de
caer. Luego le dirigí al borde del rellano.

—El arnés —le dije a Olsen, que me lo lanzó, y luego los dos
bajaron corriendo las escaleras, sabiendo exactamente lo que
estaba planeando.

Una vez que nos aseguré a los dos, empecé a bajar


lentamente hasta el primer piso. Esto era lo peor que podía hacer
con un hombro jodido, pero no había otra opción si queríamos salir
vivos de esta cosa.

En cuanto mis pies tocaron el suelo, Brumm ayudó al hombre


a liberarse. Cuando empezó a sacarlo, Olsen me rodeó la cintura
con un brazo.

—Está bien, yo...

—He visto cómo te has caído. Tienes suerte de no haberte


arrancado el brazo.

Por la forma en que palpitaba, sentí que lo había hecho.

—Agárrate a mí y salgamos de aquí.

Asentí, sin ánimo de discutir, y dejé que Olsen me sacara del


edificio.

Cuando abrió la puerta lateral, el humo salió a la calle


iluminada por las luces intermitentes de los camiones de
bomberos, las ambulancias y la policía, y las cámaras de los
equipos de noticias que llegaban. Era un caos absoluto, mientras
los bomberos seguían apagando las llamas e intentando poner a
salvo a las víctimas.

Había hombres y mujeres que eran sacados por el techo y 255


de las ventanas. Olsen me llevó a una de las ambulancias, pero no
pude evitar el deseo de volver a entrar y ayudar. No es que fuera
a ser muy útil ahora -tenía una lesión que me convertiría más en
una carga que en un recurso- así que dejé que me guiara.

—¡Cuidado, treinta y nueve!

Stevie, uno de los paramédicos que trabajaba junto a


nosotros, levantó la vista para ver a Olsen guiándome. Se quitó el
casco y la máscara y cogió una botella de agua.

—El teniente decidió quedarse por aquí y dejarnos hacer todo


el trabajo dentro. Estoy seguro de que se fracturó el hombro.

Quédate por aquí mi culo...

Me quité los tanques de la espalda y me arranqué el casco y


la máscara, lo que me hizo hacer una mueca de dolor.

—¿Ves? ¿Qué te dije? —Olsen me dio una botella de agua


mientras empezaba a desabrocharme la chaqueta—. Hombro
fracturado.

—¿Qué tal si dejas de contarles su trabajo y vuelves al tuyo?

—¿Seguro que estás bien?

—Voy a estar bien. Pero el jefe va a necesitar todas las


manos en la cubierta.

Olsen miró a Stevie. —Cuidarás de nuestro chico, ¿verdad?

—Por supuesto. De hecho, ¿puedes subirte a la camilla y


dejar de moverte?

Olsen se rio. —Buena suerte manteniéndolo a raya.

Me subí a la camilla. —Vuelve al trabajo, quieres, y ¿Olsen?

—¿Sí?

—Vuelve a casa sano y salvo. 256


—Lo tienes, KB.

Mientras corría hacia el jefe Parker, esperando sus próximas


órdenes, agradecí que hasta ahora sólo habíamos sacado
supervivientes del incendio. Esperaba que la situación siguiera
igual por la mañana, pero pasarían horas antes de que lo
supiéramos con seguridad.

Levanté la vista hacia el fuego que ardía sin control e intenté


ignorar el dolor punzante en mi hombro... así como el pensamiento
de lo mucho peor que podría haber sido.

Estaba vivo, y con esperanza, todos saldrían de esto de la


misma manera.

Eso era lo único que importaba.

257
32
BASH

MÁS TARDE ESA NOCHE, estaba metido hasta las rodillas en los
correos electrónicos del trabajo, intentando hacer todo lo posible
para no sentirme culpable por haberme tomado un descanso
cuando llegara Kieran. Tener un negocio propio siempre es un acto
de malabarismo entre la vida personal y la profesional, y creo que
lo he hecho bastante bien, teniendo en cuenta todo esto.

El zumbido de la televisión de fondo me proporcionaba el


ruido blanco que necesitaba para mantenerme concentrado
mientras hacía números y revisaba algunas de las propuestas que
Jackson me había enviado. Había conseguido que las cosas
funcionaran bien durante mi ausencia, aunque no esperaba menos.

Envié el último correo electrónico y cogí mi bebida, bebiendo


de un trago el agua que había cambiado hacia un rato. El filete que
había pedido para cenar estaba prácticamente intacto a mi lado,
ya frío y poco apetecible. No tenía hambre.

Cuando dejé el vaso en la mesa, miré a la televisión y vi a


Alexander Thorne en su mesa de noticias, y fruncí el ceño. O bien
el tiempo se me había escapado o bien había llegado más tarde de
lo habitual. Miré el reloj y vi que, efectivamente, era mucho más
tarde de lo que normalmente daba las noticias de la noche. Cogí el
mando a distancia y subí el volumen.

—Un enorme incendio en dos almacenes abandonados en el


centro de Chicago sigue causando estragos esta noche, con
estaciones de bomberos de toda la ciudad en la escena. Se dice
que los almacenes son un lugar de pernocta para muchos de los
indigentes de la ciudad, y las fuentes nos dicen que todavía hay
muchas personas atrapadas dentro del edificio. Vamos con Casey
McCagle ahora para escuchar lo último. 258
Oh no. Por favor, dime que Kieran no está en ese incendio.

La transmisión mostró a una mujer en la escena con un


edificio de tres pisos iluminado por las llamas detrás de ella. Ella
empezó a hablar, teniendo que gritar por encima del estruendo del
fuego, pero no consiguió decir más que un par de palabras antes
de que alguien la empujara de repente hacia delante.

—¡Muévanse, muévanse, muévanse! —gritó alguien, y


mientras la gente de la pantalla retrocedía aún más del edificio, de
repente una explosión estalló desde lo alto, seguida de otra.
Grandes bolas de fuego iluminaron el cielo nocturno, enviando
lluvias de chispas por el aire.

Se me hizo un nudo en el estómago. Observé con horror


cómo los bomberos volvían a entrar para luchar contra un fuego
que parecía insuperable. Mierda, este era el trabajo de Kieran. Esto
era lo que hacía a diario. Corriendo hacia edificios en llamas,
poniéndose en situaciones de locura. Aunque lo sabía, aunque yo
mismo había sido rescatado de una, ver el peligro y el caos en la
pantalla sólo hacía que los riesgos que corría cada día fueran más
reales.

Alexander volvió a aparecer en la pantalla, con una mirada


de preocupación. —Casey, ¿estás ahí?

Unos segundos después, la cámara se enderezó y ella volvió


a aparecer. —Como puedes ver, las cosas han tomado un giro aún
más peligroso aquí abajo. No se sabe cuántas personas siguen
atrapadas en el interior, aunque los bomberos han rescatado a lo
que nos dicen que es al menos una docena de personas sin hogar
de nuestra ciudad. Todavía no estamos seguros de cómo se inició
el fuego, pero por ahora, es una carrera contra el tiempo para
poner a todos a salvo.

Mantuve los ojos pegados a la pantalla, buscando cualquier


señal de que Kieran estuviera allí. Ojalá hubiera pensado en
preguntar cuál era el número de su camión, porque podía verlos 259
alineados en el fondo, junto con varias ambulancias y coches de
policía.

—Sólo un recordatorio de que este incendio está en la


intersección de Whiskey y Turner, y el tráfico ha sido desviado, así
que, por favor, si están en el centro, eviten esta zona. —Casey hizo
una pausa, tapándose el auricular como si estuviera escuchando—
. Bien, estamos recibiendo informes de que varios bomberos han
sufrido lesiones durante el rescate. No estamos seguros de que
esté relacionado con las explosiones que acabamos de ver, pero
podemos ver a un equipo poniéndolos a salvo ahora.

La cámara se desplazó por el edificio hasta una de las puertas


de salida más lejanas, donde el humo era tan denso que no se
podía ver lo que estaba pasando. Podía oír gritos y ver cómo los
paramédicos y los médicos se apresuraban a salir del edificio.
Cuando el humo empezó a despejarse un poco, pude ver a varios
bomberos acurrucados. Parecían estar ayudando a uno de los
suyos... No, espera. A dos de ellos. El primero que vi parecía estar
malherido, ya que prácticamente lo arrastraban, mientras que el
segundo podía moverse con la ayuda de alguien a su lado.

Dulce madre de Dios. ¿Cómo se las arreglaba Kieran con


esto? Me estaba volviendo loco sólo de verlo. Me levanté de un
salto del sofá, necesitando moverme o hacer algo que no fuera
estar sentado.

Mientras caminaba, me mordí la uña del pulgar y esperé a


ver dónde estaba Kieran, para asegurarme de que estaba a salvo.
Porque estaba a salvo. O lo estaría. No había ningún otro resultado
que pudiera imaginar para un hombre tan valiente y perfecto en
todos los sentidos.

La cámara volvió al edificio y me encontré gritando a la


pantalla.

—Vuelvan, bastardos. Muestren sus rostros o dígannos quién


resultó herido. —Me froté las manos en la cara mientras seguía 260
haciendo un agujero en el suelo.
Ahora estaba claro que así tenía que ser la vida de cualquiera
que tuviera una relación o estuviera unido a alguien que formara
parte de un equipo de rescate de emergencia. La espera y la
esperanza de que volvieran a casa vivos y de una pieza al final del
día. Hacía sólo unos días que conocía a Kieran y ya me daban ganas
de vomitar al pensar que estaba en el lugar de los hechos; no podía
imaginarme enviando a mi ser querido al peligro todos los días de
esta manera.

Cuando la cámara se alejó para ver la forma en que el fuego


lamía hacia el cielo, pude ver por fin cómo cargaban las
ambulancias con los bomberos heridos. No pude saber quién era el
primero, pero mi corazón se detuvo cuando vi al segundo.

Ese no es él. No puede ser él.

—Muévete —murmuré, como si la gente de la pantalla


pudiera oírme. El tipo tenía el cabello corto y oscuro, pero no pude
verle la cara donde estaba tendido en una camilla, con el casco y
la chaqueta ya quitados.

Pero entonces... ahí estaba. Tenía la cara sucia de hollín y


parecía estar despierto y ser capaz de asentir a lo que fuera que
dijera el paramédico, pero sin duda era Kieran al que estaban
cargando en la segunda ambulancia.

Dejé de moverme cuando una punzada de dolor que nunca


había experimentado me atravesó, casi haciéndome caer de
rodillas.

Está vivo...

Pero ¿está bien?

¿Qué ha pasado?

¿Qué tan mal está herido?

¿Adónde lo llevan? 261


¿Qué tan rápido puedo llegar?

Oh Dios, por favor, que no esté gravemente herido o tenga


algún tipo de lesión interna.

Mierda. Mierda, mierda, mierda.

Era obvio que iba a un hospital, pero en una ciudad tan


grande como Chicago, tenía que haber varios. ¿Cómo saber cuál?

Cuando la noticia pasó del reportero a Alexander, recordé la


tarjeta de visita que me había dado después de nuestra entrevista.
Prácticamente era de la familia de Kieran; tal vez supiera dónde lo
llevarían.

Corrí hacia mi maletín, donde había guardado la tarjeta. La


saqué para poner su número en el móvil y noté que me temblaban
las manos. Envié un mensaje de texto, esperando que tuviera su
móvil cerca para comprobarlo entre las pausas publicitarias.

Hola Alexander, soy Sebastian Vogel. Estoy viendo tu


reportaje sobre el incendio y he visto que Kieran está
herido. ¿Adónde lo llevarán?

Los minutos se alargaron mientras alternaba la mirada a mi


teléfono y a la televisión, hasta que finalmente vi los puntos que
aparecían en mi teléfono.

Me han dicho que está de camino al Hospital


Universitario, pero que las lesiones no ponen en peligro su
vida.

Exhalé un suspiro de alivio, pero como iba al hospital en


primer lugar significaba, que no estaba precisamente en buena
forma, tenía que ir en esa dirección.

Gracias.

De nada. Aparecieron más puntos de mensaje,


262
desaparecieron y volvieron a aparecer, como si estuviera
debatiendo qué más quería decir. En estas situaciones, es
mejor dejar que el hospital se ocupe de él hasta que se
ponga en contacto. Se pondrá bien.

Leí el mensaje dos veces y me metí el móvil en el bolsillo.


Tal vez Alexander estaba acostumbrado a lidiar con las
emergencias y podía mantener la calma al respecto, pero no había
manera de que me quedara sentado sin hacer nada si Kieran me
necesitaba. O necesitaba cualquier cosa, ni siquiera a mí
específicamente.

Ya había enviado a mi conductor a casa por la noche, y


tardaría demasiado en llamarlo de nuevo, así que rápidamente
saqué la aplicación de Uber y programé un viaje.

El conductor ya estaba aparcado junto a la acera y esperando


cuando salí, y agradecí que a) no fuera hablador y b) fuera rápido.

La escena fuera del Hospital Universitario era un manicomio,


con ambulancias alineadas alrededor de la manzana, el
estacionamiento lleno y más gente de la que esperaba ver a esa
hora tardía entrando y saliendo de la entrada principal. ¿Había
ocurrido algo importante en la ciudad? Las personas que se
encontraban en el incendio del almacén no tenían hogar, y no podía
imaginar que muchos de sus seres queridos supieran siquiera que
habían estado dentro o tuvieran contacto con ellos en primer lugar.

—Puedes dejarme aquí —dije, sin ánimo de quedarme en el


tráfico cuando podía caminar y llegar más rápido.

Sin esperar a que el conductor se detuviera, abrí la puerta


de golpe y empecé a correr por el terreno. Mi adrenalina estaba a
flor de piel, la necesidad de ver a Kieran en carne y hueso y con
mis propios ojos me impulsaba a moverme más rápido. Pasé por
delante de la pequeña multitud de personas reunidas en la entrada,
pero una vez dentro, me di cuenta de que habían bloqueado el
vestíbulo y que ésta era la cola.
263
Mierda. Esto iba a ser eterno.
No estaban dejando pasar a mucha gente, rechazando a la
mayoría, y ni siquiera se me ocurrió por qué hasta que fui el
siguiente.

—¿Puedo ayudarle? —El guardia de seguridad del hospital


me miró.

—Sí, me han dicho que aquí es donde la ambulancia llevaba


a Kieran Bailey. Es bombero y estaba herido.

—¿Es usted un familiar directo?

—No, mi nombre es Sebastian Vogel, y yo...

—Sólo los familiares directos pueden entrar en este


momento.

—Pero...

—Sólo la familia —dijo de nuevo, y luego miró más allá de


mí a la siguiente persona en la fila, despidiéndome efectivamente.

Guau. Está bien, no esperaba que me rechazaran. ¿Estaba


alguno de los hermanos de Kieran aquí, entonces? No quería
pensar en que estuviera solo y herido.

Espera, ¿tal vez tenía su teléfono móvil con él? ¿Se le


permitía llevarlos en sus salidas?

Solo había una forma de averiguarlo. Volví a salir,


alejándome de la multitud mientras buscaba el número de Kieran.
Pulsé llamar y esperé, dejando que sonara y sonara y sonara hasta
que saltó el buzón de voz.

—Kieran, soy Bash —dije—. He visto el incendio en las


noticias, y sé que te ha pasado algo, y yo... —Me pasé una nerviosa
mano o por el cabello—. Sólo quiero asegurarme de que estás bien.
Avísame cuando puedas.
264
Después de colgar, programé otro Uber, y mientras
esperaba, decidí enviar a Kieran un texto en caso de que no pudiera
revisar sus mensajes de inmediato.

Espero que estés bien. Por favor, avísame cuando


recibas esto.

Mi coche se detuvo y me deslicé en el asiento trasero, dejé


caer la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Dios, esto había sido
tan inesperado. Y lo peor era saber que había pasado algo y no
poder ponerme en contacto con él, saber que estaba bien y
escuchar su voz.

Está bien, está donde tiene que estar, y no hay nada que
puedas hacer de todos modos.

Eso era lo que me decía a mí mismo.

Iba a ser una larga noche.

265
33
KIERAN

—¡Mierda, está vivo! —Una ronda de aplausos y gritos me recibió


cuando salí del coche de policía aparcado frente a la comisaría, y
si no hubiera tenido un brazo en cabestrillo y el otro sujetando mi
equipo, les habría hecho un dedo de elección a todos.

—Maldita sea, hombre, te dije que te lo habías roto —dijo


Olsen mientras él y los demás me rodeaban. El sol empezaba a
asomar por el horizonte y todos parecían agotados, como si
hubieran estado toda la noche—. ¿Está roto?

—No, sólo dislocado. Lo han vuelto a colocar en su sitio, pero


tardará unas semanas en curarse.

Brumm hizo una cara. —Lo que significa trabajo de


escritorio, ¿eh?

—Desgraciadamente. Podría haber sido peor. —A decir


verdad, estaba bastante cabreado por estar en el banquillo durante
un tiempo. Odiaba que alguien tuviera que cargar con mi trabajo.

—Bueno, me alegro de tenerte de vuelta. —Fue a darme una


palmada en la espalda, pero se lo pensó mejor y dejó caer su
mano—. Esa llamada fue una locura. Acabamos de volver hace
unos treinta minutos.

—Mierda, un puto monstruo. ¿Todos estáis bien?

—Lewis de diecisiete está en mal estado, pero todos los de


aquí están bien. Excepto tú.

Puse los ojos en blanco. —Yo estoy bien. ¿Cuál fue el


recuento final?
266
—Veintidós lograron salir —dijo Olsen, frotando su incipiente
barba—. Perdimos seis.

Maldije y negué con la cabeza. Si no me hubiera lesionado,


probablemente podría haber llegado a esos seis, o al menos a más.
Maldita sea. Seis vidas perdidas, ¿y para qué?

—¿Alguna idea cómo empezó?

—Todavía no.

—Supongo que será mejor que empiece con el papeleo.

—El jefe llamó a desayunar, así que, si quieres algo, deberías


cogerlo antes de que Brumm se coma el resto.

Brumm lanzó una mirada a Olsen. —¿Por qué demonios


siempre me llamas así?

—¿Cómo el basurero humano que eres? No puedo imaginar


por qué.

Dejé que se pelearan y me dirigí a la cocina para coger un


plato. Sorprendentemente, la comida seguía apilada en un lugar
relativamente alto para un grupo de tipos hambrientos, pero
supongo que aún no habían entrado. Dejé mi equipo sobre una de
las mesas, repentinamente hambriento como el infierno. No se me
había ocurrido hasta ahora cuántas horas habían pasado desde que
nos fuimos, pero como el sol ya estaba haciendo su aparición, mi
tiempo en el turno ya había pasado.

Preparar un plato con una sola mano era un nuevo reto -


serían unos días divertidos- y mientras dejaba la comida, busqué
mi móvil en el bolsillo, sólo para darme cuenta de que aún estaba
en mi oficina. No sacamos los teléfonos en las llamadas, así que no
tuve la oportunidad de devolverle el mensaje a Bash, pero de todos
modos era demasiado pronto para ponerse en contacto. Me
esperaba después del turno, pero obviamente las cosas no habían
salido como habíamos planeado. Pero esperaba que hubiera 267
dormido un poco, porque no voy a dejar que un hombro dislocado
me frene. Bailey ya había llamado al hospital para ver cómo estaba,
así que no necesité llamar a mis hermanos para informarles de lo
que pasaba. Diablos, todos habíamos pasado por cosas peores, así
que un hombro golpeado no era nada.

Cogí mi plato y me dirigí a mi despacho, quería un momento


para mí después de todo lo que había pasado. Anoche fue una de
las peores llamadas que habíamos tenido en mucho tiempo. Entrar
en una situación en la que no tenías ningún indicio de quién estaba
dentro nunca era lo ideal, y si además el lugar estaba
prácticamente lleno de leña, nos habíamos enfrentado a una bestia
infernal. Una que finalmente había sido abatida, pero no antes de
cobrarse unas cuantas víctimas.

Entré en mi despacho y dejé mi plato sobre el escritorio,


luego cogí mi móvil de donde lo había dejado sobre mi cama.
Cuando le di la vuelta, vi varios mensajes de Bash en la pantalla y
fruncí el ceño. ¿Eh? Qué raro. Sabía que le enviaría un mensaje
cuando volviera a la estación, así que sentí curiosidad por saber
qué pasaba.

Al abrir el primero, me fijé en la hora -anoche- y luego vi


varios mensajes seguidos preguntando por el incendio, diciendo
que lo había visto en las noticias, que me había visto a mí en las
noticias, y el último decía: Espero que estés bien. Por favor,
avísame cuando recibas esto.

Joder. Eso había sido hacía horas, y si algo sabía de las


nuevas parejas o cónyuges de los bomberos, era que a la primera
gran situación que se enteraban, entraban en pánico.

Mierda, ¿qué significaba eso? ¿Qué ahora pensaba en él


como mi pareja? No, sólo estábamos pasando tiempo juntos,
disfrutando el uno del otro mientras él estaba aquí, ¿no? Entonces,
¿por qué se me retorcían las tripas al pensar en lo preocupado que
debía estar anoche? Especialmente cuando no pudo comunicarse
conmigo.
268
Olvidando la comida que me esperaba, estaba a punto de
devolverle el mensaje a Bash y decirle que todo estaba bien cuando
llamaron a la puerta de mi despacho y Olsen metió la cabeza
dentro.

Levanté la vista para ver una sonrisa tonta en su cara, y


estaba a punto de decirle que se fuera cuando hizo un gesto por
encima del hombro. —Parece que tu pequeño truco ha llegado a
las noticias o algo así. Tienes una visita fuera, que quiere
asegurarse de que sigues vivo.

Bash... Me puse de pie y tiré el teléfono a un lado. No había


necesidad de enviar mensajes de texto ahora que él estaba
esperando fuera. Seguí a Olsen a través de los dormitorios y la
cocina, donde todo el mundo estaba sentado y atiborrándose de
comida. Señaló el hangar de aplicaciones con esa estúpida sonrisa
y me dirigí hacia allí.

Empujé la puerta con mi brazo bueno y barrí la mirada sobre


el garaje. Al no verle de inmediato, me dirigí hacia las puertas
abiertas, pensando que podría estar esperando en la entrada,
disfrutando de la fresca mañana de Chicago. Pero cuando rodeé la
camioneta y vi a Summer sentada en el extremo, me invadió una
ola de decepción.

Maldita sea, debería haber preguntado a Olsen quién era


antes de venir corriendo. Summer estaba buena, y sí, lo habíamos
pasado bien aquella noche que pasamos juntos, pero eso había
sido hace semanas. No la había llamado ni mandado mensajes
desde entonces. Había estado demasiado ocupado pasando todo
mi tiempo libre con otra persona. Alguien que no estaba aquí y a
quien debería contestar.

Suspirando, me pasé la mano por la cabeza y pensé que


cuanto más rápido me ocupara de Summer, más rápido podría
volver a entrar y llamar a Bash.

En cuanto Summer me vio, se puso en pie. —Oh, Kieran... 269


—Sus ojos se abrieron de par en par, y todo lo que pude pensar
fue: Por favor, Dios, no dejes que empiece a llorar. Lo último que
necesitaba hoy era que alguien se pusiera histérico cuando no era
necesario—. Me alegro mucho de que estés bien. Cuando te vi en
las noticias anoche, estaba tan preocupada.

Las noticias, bien, así que ahí fue donde Bash debió verme
también. Sin duda me metieron en la parte trasera de una
ambulancia y me llevaron al Hospital Universitario con las sirenas
sonando. Hablando de un montón de ruido por un hombro roto.

—Estoy bien, de verdad. Sólo me he hecho un pellizco en el


hombro, eso es todo.

Ella dio un paso hacia mí, y por extraño que fuera, lo primero
que me vino a la mente fue que incluso con los tacones de aspecto
letal que llevaba, Summer era más baja que yo, mientras que Bash
era un buen par de centímetros más alto que yo, sus tacones se
sumaban a sus largas piernas y accionaban un interruptor para mí
que todavía estaba tratando de envolver mi cabeza.

—¿Kieran?

—¿Eh? —Parpadeé, volviendo a enfocar su cabello rubio y


sus labios rosados, incluso cuando la cara de Bash intentaba robar
el espectáculo.

—He preguntado qué ha pasado. —Ella señaló el cabestrillo


que sujetaba mi brazo.

—Las escaleras se me han caído encima. Nada demasiado


grave.

—¿No es tan grave? —Ella extendió la mano para tocar el


cabestrillo—. Eso es horrible. ¿Te asustaste mucho?

Me había dado una sacudida, pero me había encontrado en


situaciones peores. —No, nos entrenamos para este tipo de cosas.
Olsen y Brumm estaban allí, y lo controlamos bastante rápido. Se
acabó antes de que nos diéramos cuenta. 270
Ella me dio una palmadita en el brazo y se acercó un poco
más, y me costó todo lo que pude para no dar un paso atrás. —
Estaba tan preocupada.

¿Ella lo estaba? Daba miedo saber que estabas enviando a


un ser querido a una situación potencialmente peligrosa cada vez
que salía por la puerta, y aún más cuando veías que había sido
herido en las noticias, pero yo no era su ser querido. Nos habíamos
enrollado... una vez. Así que era el momento de agradecerle que
pensara en mí y mandarla a paseo. No quería darle largas, y había
alguien más a quien quería ir a llamar.

—Lo siento por eso. Pero de verdad, estoy bien. ¿Ves? —


Extendí mi brazo bueno hacia mi lado—. Gracias por venir a ver
cómo estaba, pero tengo que volver a entrar con los chicos. Hay
mucho papeleo que hacer esta mañana.

—Por supuesto, por supuesto. —Ella asintió y tomó mi mano


entre las suyas—. Me alegro mucho de que estés bien.

—Gracias. —Le sonreí, esperando que eso fuera todo.

—¿Tal vez cuando salgas podrías pasar por mi casa y te


puedo atender mejor?

Intenté no hacer una mueca de dolor ante la oferta,


pensando que el único lugar al que quería ir después del turno era
a ver a Bash. Pero dije: —Tengo que volver.

—Tienes razón, lo siento. Mándame un mensaje cuando


estés libre, es una orden. —Ella me dio un beso de despedida en la
mejilla.

271
34
BASH

ANOCHE NO PUDE pegar ojo. Saber que Kieran estaba en el


hospital y no poder hablar con él y saber con seguridad lo que
estaba pasando me hizo imaginar los peores escenarios. Luego
imaginé lo que estaría haciendo si no lo hubiera visto en las
noticias. Estaría durmiendo como un bebé, sin saber que estaba
herido.

No podía decidir qué escenario era peor.

Pero estar aquí tumbado no hacía más que volverme loco,


así que en cuanto el sol empezó a asomar por las cortinas, me
harté.

Me puse lo primero que vi en el armario y me pasé la mano


por el cabello, sin importarme el aspecto que tenía esta mañana,
lo cual era una novedad. Después de llamar a mi chófer, me
preparé un café rápido mientras esperaba. En cuanto me envió un
mensaje de texto para decirme que había llegado, prácticamente
bajé corriendo.

Por supuesto, no fue hasta que nos dirigimos a la estación


de bomberos que empecé a preguntarme si era una buena idea
que yo apareciera. Kieran había sido claro al decir que no quería
que nadie supiera que habíamos estado pasando tiempo juntos,
pero si tenía que esperar más tiempo para verlo, iba a perder la
cabeza.

De acuerdo... Así que tal vez tener una excusa para pasar
por aquí sería una mejor manera de hacerlo.

—¿Podrías parar en la cafetería más cercana, por favor? —


Dije. La cafeína nunca era una mala idea, sobre todo después de 272
la noche que habían tenido esos tipos, y sería una forma de ver a
Kieran sin hacer que todo girara en torno a él delante de su equipo.

Una parada en el Starbucks y varios portadores de café


cargados en el maletero, y nos pusimos en marcha de nuevo. Miré
mi teléfono, por costumbre a estas alturas, y cuando seguí sin ver
un mensaje de Kieran, suspiré. Probablemente ni siquiera estaba
en el parque de bomberos, lo que significaba que no recibiría
ninguna respuesta pronto.

Oh, bueno, pensé. Ya no podía quedarme quieto.

—¿Señor? —El conductor me miró por el espejo retrovisor, y


me di cuenta de que había estado tan perdido en mis pensamientos
que no me había dado cuenta de que ya habíamos llegado—.
¿Quiere que le ayude con el café?

—Sí, gracias. —Abrí la puerta de golpe antes de que pudiera


dar la vuelta y me reuní con él en el maletero. Cogimos cada uno
dos recipientes, junto con las fundas de las tazas, las tapas y los
azúcares, y luego nos dirigimos hacia las puertas abiertas del
garaje. Por lo que pude ver, parecía que los camiones estaban
todos contabilizados, incluida una ambulancia aparcada en la parte
de atrás, y esperaba como el demonio que eso significara que
Kieran también había regresado sano y salvo.

Pude oír un par de voces en algún lugar del garaje, y cuando


rodeé uno de los camiones para preguntarles dónde debía dejar los
cafés, se me cayó el corazón a los pies.

Kieran estaba allí, sonriendo a una mujer de cabello rubio


que estaba demasiado cerca de él para mi gusto. Pero no fue hasta
que ella se puso de puntillas y se inclinó para besarlo que un grito
estrangulado salió de mi garganta.

Aparté la mirada antes de que ella hiciera contacto, pero todo


mi cuerpo optó por entumecerse en ese momento, haciendo que
fuera una lucha mantener los contenedores en mis brazos. 273
—¿Bash?

Oí a Kieran decir mi nombre, pero no podía mirarlo, no


cuando pensaba que había una posibilidad de que pudiera ver la
devastación escrita en mi cara. En su lugar, mantuve la cabeza
baja, concentrándome en dejar los contenedores a mis pies. Si no
lo hacía, acabaría cubierto de café hirviendo, y lo último que
necesitaba ahora era otro rescate.

—Hola. —Por el rabillo del ojo, vi a Kieran arrodillarse y


alcanzar a uno de los contenedores, pero cuando no lo miré, dejó
de moverse y volvió a decir mi nombre.

En el fondo de mis ojos se grabó la imagen perfecta de él con


quienquiera que fuera la mujer rubia. Era justo que alguien como
ella fuera quien lo besara y lo consolara después de una noche
como la que había tenido. Al fin y al cabo, así era Kieran. El
magnífico chico heterosexual que salía con magníficas mujeres
heterosexuales y tenía magníficos bebés y vivía en una magnífica
casa vallada.

Las náuseas me invadieron cuando me obligué a mirar a


Kieran. Había venido aquí para asegurarme de que estaba bien, y
necesitaba ver por mí mismo que lo estaba.

Levanté la barbilla, encontrándome con sus ojos, y lo


primero que noté fue lo cansado que parecía. Todavía tenía
manchas de hollín en la cara, pero no había vendas ni nada que
pareciera fuera de lugar. No fue hasta que miré hacia abajo que vi
su brazo en un cabestrillo, y automáticamente estiré la mano para
tocarlo antes de detenerme y retroceder.

—¿Qué ha pasado? —Dije en voz baja, todavía escudriñando


el resto de él en busca de más heridas—. Te vi...

Mierda, podía oír cómo se me quebraba la voz, y eso era lo


último que quería ahora mismo.
274
—Noqueé a Sanderson con un malvado gancho de izquierda
—dijo, una pequeña sonrisa inclinando sus labios, y era tan
contagiosa que casi le devolví la sonrisa, hasta que la mujer detrás
de él habló.

—Se cayó por las escaleras durante un incendio anoche.


¿Puedes creerlo? —La chica caminó hacia donde aún estábamos
arrodillados, y yo me levanté rápidamente, Kieran la siguió. Ella le
puso una mano suave en el brazo bueno y lo miró con una mezcla
de admiración, preocupación y algo más a lo que no quise ponerle
nombre—. Sólo es un hombro dislocado, gracias a Dios, pero
necesitará muchos cuidados, ¿no?

—Estoy bien...—empezó Kieran, pero ella le hizo un gesto


para que se callara.

—Por supuesto que va a decir que está bien, pero es bueno


que esté libre durante el verano para poder cuidarte y conseguirte
cualquier cosa que necesites. —Ella volvió a sonreírle y enlazó su
brazo con el de él—. Cualquier cosa.

Iba a vomitar.

—Eh, eso no es realmente necesario —dijo Kieran mientras


miraba entre los dos—. El cabestrillo se quita en unos días, y luego
tendré que tomarmelo con calma y estar relegado a las tareas
administrativas durante unas semanas. Estoy bien, de verdad. No
hace falta hacer de niñera.

—Qué tipo tan duro, pero no me lo creo —dijo ella, y luego


volvió a ponerse de puntillas para besarle en la mejilla—. Llámame.

Ella me hizo un gesto con los dedos a mí y a mi chófer, que


había olvidado por completo que seguía detrás de mí. Mientras
caminaba fuera del garaje, un bombero que no reconocí dobló la
esquina y Kieran le hizo un gesto para que se acercara.

275
—Oye, novato, coge estos contenedores y ponlos en el salón.
—Kieran hizo un gesto para que mi chófer lo siguiera, y cuando nos
quedamos solos, se produjo un incómodo silencio entre nosotros.

Ahora que estaba de pie, pude ver que sólo su hombro


parecía estar herido, y eso fue un alivio. Al menos por el hecho de
que estaba vivo y bien, porque el resto de mí quería salir corriendo
de allí y fingir que no acababa de ver a esa chica encima de él.

Habíamos bromeado sobre el hecho de que no había salido a


preguntar si estaba soltero, y él había dicho que sí, ¿no? ¿Estaba
recordando eso correctamente? Eh. Ahora que lo pensaba, tal vez
no había respondido en absoluto, lo que significaba que no sólo
había decidido dejar que un chico heterosexual mantuviera mi
interés, sino que había dejado que un chico heterosexual en una
relación me volviera así de loco.

Nunca había sido tan estúpido, no en toda mi vida.

Kieran dijo: —Eso fue sólo...

—No necesitas explicar nada. —No necesitaba saber su


nombre ni nada sobre ella, especialmente cuando iba a tener que
vivir con la visión de que ella cuidaba de él para siempre. Cuadré
los hombros, sin sentir mi habitual confianza, pero por Dios, no iba
a dejar que él ni nadie más lo supiera.

Kieran dio un paso hacia mí y miró a su alrededor antes de


bajar la voz. —Lo siento, no he tenido el teléfono encima en toda
la noche. No lo llevo en las salidas, así que acabo de ver tus
mensajes hace unos minutos…

Levanté la mano. —Tampoco hace falta que me expliques


eso. Las noticias mostraron el incendio y te vi entrar en una
ambulancia, así que quise asegurarme de que estabas bien. Veo
que lo estás, así que... bien. Eso es bueno.

—Sí, fue una noche difícil, pero es lo normal por aquí.


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—Bien.
Ese maldito silencio descendió de nuevo, y no pude pensar
en nada más que decir. ¿Cómo iba a hacerlo si estaba demasiado
ocupado pateándome a mí mismo por ser tan iluso?

Sí, eso terminó ahora.

Me aclaré la garganta y señalé con la cabeza la puerta por la


que salía mi chófer. —Hay café para todos, y si necesitas algún
aperitivo o algo, puedo hacer que te lo envíen.

—No, el café está muy bien. Ya has hecho bastante, de


verdad.

Sí, lo había hecho, ¿no?

Dándole una sonrisa apretada, giré sobre mis talones, sólo


para oírle decir en voz baja: —Bash.

Me di la vuelta, volviendo a poner la sonrisa falsa en mi cara.


—Tengo algunas reuniones esta mañana, así que debería irme.
Seguro que tienes mucho trabajo antes de poder irte.

Su ceño se frunció, pero asintió. —Sí, así es.

—Disfruta del café. Nos vemos, teniente.

Esta vez no me giré, pero sentí sus ojos clavados en mí hasta


que desaparecí en el coche. Me había contenido bien, pero en
cuanto mi cabeza cayó sobre el asiento, pude sentir el ardor detrás
de mis ojos, y el nudo en mi estómago se hizo más fuerte.

Había venido a Chicago por trabajo y me había dejado


distraer por el camino.

Era hora de volver a la realidad.

Era hora de volver a casa.

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Continuara…
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