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PECADOR COMO YO

Brooklyn Sinners 03.5


Avril Ashton

Syren Rua finalmente tiene lo que siempre quiso. Se instaló en una vida con su
marshal y la hija que crían como pareja. Todo por lo que ha pasado, todo el
dolor y los recuerdos oscuros, llevaron a Syren hasta aquí, y está en un espacio
maravilloso. Feliz y amado Por eso nunca ve el peligro inminente hasta que es
demasiado tarde.

Kane conoce a su amante lo suficientemente bien como para saber que algo
anda mal. No está preparado para las respuestas a sus preguntas, pero nada
le impedirá luchar junto a Syren mientras se unen para proteger a su familia.
Capítulo uno

Quince minutos tarde. Miró el reloj en su muñeca y luego el reloj en la pared


del bar del hotel. Sip. Quince minutos tarde. Daría a su cita otras diez antes de
salir y nunca mirar hacia atrás. No hizo el rechazo. Maldita sea, no se puso de
pie. Pero debería haberlo esperado, ¿no? A última hora, siempre las horas de
trabajo. ¿Y dónde lo dejó eso? Esperando en un bar del hotel con poca luz en
su aniversario.

Miró las botellas que cubrían la pared detrás del voluminoso cantinero. En
tiempos como estos, deseaba ser un amante del alcohol. Estaría ahogando sus
penas en algo oscuro y costoso garantizado para arder y hacerle olvidar. Al
menos por unos pocos.

Con un profundo suspiro, sacó su teléfono celular del bolsillo de su chaqueta y


lo comprobó. No hay llamadas perdidas. No hay textos sin marcar. No
sorpresa. Una sombra cayó sobre su mesa y miró a la camarera. Una
minúscula camiseta negra se estiraba sobre sus tetas, apenas llegando a su
ombligo perforado.

Sus jeans parecían pintados en sus generosas caderas y muslos gruesos.

Pensé que esta era una articulación respetable.

La mujer golpeó sus pestañas postizas y colocó el vaso en su bandeja frente a


él.

–Felicitaciones del hombre de allá–. Ella movió un pulgar y él la siguió adonde


ella señalaba.

Un hombre se sentó al otro lado de la habitación, de espaldas a la pared en


una cabina solo. No pudo distinguir la cara del extraño, envuelto como estaba
en la sombra, pero sacudió la cabeza y miró a la camarera.
–No, gracias. No bebo. Su mirada se posó en el vaso de líquido transparente
que había estado bebiendo. –Eso es agua. No bebo, pero puedes transmitir mi
agradecimiento. Él la despidió bajando la mirada hacia su teléfono. Esperó
hasta que ella se alejó y luego levantó la vista. El hombre misterioso se había
ido.

No podía recordar la última vez que había sido golpeado. Tal vez esta noche
emitió el ambiente enojado y desesperado. Fue su propia culpa
realmente. Sabía en lo que se estaba metiendo al enamorarse de alguien que
trabajaba tan duro, que lo daba todo al trabajo.

Mierda. Vació el agua que quedaba en su vaso y se puso de pie, avanzando


hacia la barra con grandes zancadas. –Agua–, le dijo al cantinero. –En una
botella, por favor–. Se sentó en el taburete más cercano e intentó no sentirse
tan decepcionado como se sentía. Tan decepcionado Lo intentó, claro, pero a
la mierda, falló. Tristemente. No fue la primera vez. No fue el segundo. Tenía
que tomar decisiones, ahora.

¿Permitió que continuara o detuvo todo?

Algo sobre lo que pensar.

–Parece que alguien pateó a tu cachorro–.

Se congeló ante la voz baja y ronca y luego lanzó una mirada a su derecha. Un
hombre estaba a su lado. Inclinado, más como. Se apoyó contra la barra, su
mirada pesada. El hombre misterioso de antes. No había visto la cara del
hombre, pero de alguna manera lo sabía.

Él no estaba en el modo de charlar, por lo que ignoró al hombre.

–No pareces pertenecer a un lugar como este–.

Muy bien, el hombre misterioso no estaba captando la indirecta y


definitivamente no iba a desaparecer. Él frunció el ceño al chico. –¿Qué
deseas?–
El humor brillaba en los ojos oscuros del hombre cuando se encogió de
hombros. –Solo trato de hacer un nuevo amigo–.

Él rodó los ojos. –No estoy interesado en hacer amigos. Vete. Se llevó la
botella de agua a los labios y tragó. La mirada del hombre misterioso cayó a
su garganta y no se movió.

Qué grosero.

–¿En la ciudad por negocios?– La ceja oscura de Mystery Man se levantó.

–¿Qué es para ti?– ¿Y por qué estaba entablando conversación con este
extraño grosero?

Mystery Man volvió a encogerse de hombros, sus anchos hombros se movían


debajo de la camisa y la chaqueta negras que llevaba combinadas con jeans y
zapatos negros. Su cuerpo se veía bien, bueno, realmente en forma y
apretado, pero en realidad no se veía.

–Te ves perdido–, dijo Mystery Man, –pero me encanta la forma en que ese
traje te queda–.

Jodidas pastillas cursis. –No estoy perdido–.

Mystery Man se acercó, hasta que el calor de su cuerpo fue ... inconfundible.

–¿Siempre insistes en quedarte donde no te quieren?– Intentó alejarse del


calor del Hombre Misterioso, pero el bastardo se acercó.

–¿Siempre insistes en ser tan grosero?–

–¿Soy grosero?– Se giró y miró a los ojos risueños de Mystery Man. –Que te
den por culo.–

Se lamió los labios y no se perdió la forma en que la mirada del Hombre


Misterioso se volvió completamente hambrienta.

Bueno. No. Saltó del taburete, se alejó y Mystery Man bloqueó su camino. –
Tienes dos segundos para alejarte de mí. No preguntaré por segunda vez.
Los lados de la boca del extraño se arquearon. –Te ves enojado. ¿Necesitas
desahogarse? Si es así, soy tu hombre. Él le guiñó un ojo.

Él se burló. –No estoy interesado–. Dio un paso alrededor del hombre que
agarró sus muñecas. Bajó la mirada y miró los dedos ásperos que lo
rodeaban. Oh hombre. Un poco de toque. Su corazón se aceleró, como si
estuviera sin aliento. –No me toques–. Pero ni siquiera trató de sacudirse al
hombre. O alejarse. Y sonaba sin aliento. ¿Qué? Mystery Man simplemente lo
miró, su mirada penetrante, haciéndolo retorcerse. Se aferró a su expresión
estoica con esfuerzo, haciendo todo lo posible para no revelar cuánto le
afectaba ese toque.

–Tu pulso está acelerado–.

Pues joder. Tomó un respiro profundo. Esta noche estaba resultando ser muy
interesante, ¿no?

–No me digas que no estás afectado–, dijo Mystery Man. –Puedo verlo en tus
ojos, la forma en que tiemblas cuando yo ...– Cerró la corta distancia entre
ellos y besó al hombre. Para callarlo. Si. Pero muy pronto estaba gimiendo
cuando Mystery Man lo sostuvo fuertemente contra su pecho y hundió su
lengua en su boca. Oh hombre. Sí. Ahora podía enfrentarse al temblor. Y la
polla dura entre sus piernas. Y amando la forma en que el hombre que lo
besaba olía, decadente y ardiente.

Mystery Man rompió el beso y continuó hablando: –Sabes tan jodidamente


bien–.

Jesús. No podía creer que estaba haciendo esto. Sintió los ojos en él y miró a
su alrededor.

La gente definitivamente estaba mirando. –¿Quieres hablar o tienes algo más


en mente?–

Los ojos del hombre misterioso brillaron. Caliente. Hmm –Tengo una
habitación arriba–.
Solo apuesto a que lo haces. No se permitía pensar más allá ahora, lamentar el
movimiento que estaba a punto de hacer. Simplemente se dio permiso para
dejarse arrastrar por el momento, en el calor y el sabor de un completo
desconocido. –Llévame allí.–

En el segundo en que la puerta de la habitación del hotel se cerró detrás de


ellos, Mystery Man lo golpeó contra la puerta, besándolo con fuerza y
profundidad. Y mojado. Se retorció contra el hombre, frotándose contra él con
ruidos necesitados retumbando en el fondo de su garganta. Enterró los dedos
en el cabello corto del otro hombre, tirando, tirando cuando el extraño se
mordió el labio inferior con fuerza y luego chupó el dolor.

–Dime tu nombre,– Mystery Man susurró contra su mandíbula.

–No hay nombres–. Presionó su erección en el centro del extraño mientras


ellos buscaban.

Se quitó la chaqueta del extraño, la arrojó por la habitación y luego se


desgarró la camisa.

–Mierda.–

Botones reventados y dispersos.

Los dientes del Hombre Misterioso rozaron su garganta, le mordieron la


clavícula y echó la cabeza hacia atrás, golpeándola contra la puerta. Siseó
cuando los dedos lo ahuecaron a través de sus pantalones, acariciándolo y
apretándolo. El extraño lo giró hasta que se enfrentó a la puerta cerrada,
besando su nuca y lamiéndose el lóbulo de la oreja.

–¿Tienes a alguien esperándote en casa?– Mystery Man lo acarició a través de


sus pantalones, de raíz a punta.

Soltó un suspiro. –No esta noche, no lo hago–. Se empujó al tacto, rogando


sin palabras. Lo quería duro y rápido, cualquier cosa para borrar las dudas en
la parte posterior de su cabeza. Las palabras rogándole que sea
cauteloso. Estiró el brazo y se aferró al cuello del Hombre Misterioso,
apretando la dura polla que le metía el culo.

Su chaqueta había sido descartada por mucho tiempo, no podía recordar


cuándo. Ahora Mystery Man se quitó la camisa y lamió su columna
vertebral. Se retorció, arqueándose en esos suaves labios, temblando cuando
su trasero fue palmeado, apretado.

Un jodido toque. Le encantó. Los dedos se sumergieron debajo de su cintura,


rasparon contra la carne suave y sensible de su cabeza húmeda y gimió.

–Joder–. Se balanceó hacia adelante, en el toque, luego de vuelta sobre la


polla acurrucada entre sus nalgas. –Fóllame–, rogó. –Hazlo duro.–

Mystery Man cayó de rodillas, tirando de sus pantalones, y demasiado tarde el


acto se registró.

El hombre se congeló.

–Bragas–. La palabra era un murmullo. –Bien–. Hundió los dientes en las


mejillas de su trasero y lo mordió a través de las bragas. –Sexy.–

–Entonces fóllame, no me hagas esperar–.

Mystery Man tiró del encaje negro hacia abajo, pero no del todo. Los dejó
agrupados alrededor de sus bolas doloridas y lo giró hasta que su polla se
balanceó en la cara del extraño.

–Hazlo–, instó. –Chúpame–.

Mystery Man inclinó la cabeza y se lo tragó, su garganta caliente lo succionó


más y más.

–Mierda–. Agarró la cabeza del hombre y se ancló. Luego se fue a trabajar, las
caderas se adelantaron, hundiéndose en la convulsa garganta del hombre con
temblorosos gemidos. –Dios. Dios. Esta mierda ... La boca del hombre era
mágica y le encantaba. A su compañero le encantaba chupar la polla, los
gemidos entusiastas lo delataron. Así que le dio lo que quería, se jodió la
boca, se jodió la garganta hasta que el otro hombre se atragantó, hasta que
los dedos se clavaron en las caderas lo suficientemente profundo como para
dejar marcas más tarde.

Los dedos levantaron sus bolas, las giraron y sus piernas se doblaron. Las
puntas húmedas de sus dedos trazaron su grieta, rodearon su agujero y sus
piernas colapsaron. Mierda. Iba a venir, se iba a perder a sí mismo.

–Por favor. ¡Oh, Dios!– Lo habían convertido en un mendigo, y lo hizo muy


hábilmente. –Por favor.–

El extraño se quitó la polla y lo levantó sin decir una palabra. Envolvió sus
piernas alrededor de la cintura del hombre y tomó su boca, chupando la
lengua apuñalando su garganta. Él tarareó la polla allí, burlándose de su
trasero. Jesús. Ni siquiera sabía cuándo se habían quitado los pantalones y las
bragas, pero se habían ido, y la longitud de la polla caliente en su culo lo puso
en un frenesí.

Él se resistió y Mystery Man separó las mejillas de su trasero, provocando su


agujero con esa cabeza de polla húmeda.

–Fóllame–. Echó la cabeza hacia atrás cuando comenzaron a moverse,


rebotando en los brazos del hombre, intentando y sin poder llevar esa polla
donde la quería. Los dedos le pellizcaron los pezones y los retorcieron. Gritó y
el extraño se tragó el sonido antes de arrojarlo sobre el colchón.

Él rebotó.

–Manos y rodillas–.

Tembló ante las gruñidas palabras e hizo lo que se le ordenó. Sobre sus
manos y rodillas, enterró su rostro en las almohadas, tirando de su erección
cuando dos dedos lo empujaron, resbaladizo, frío, y se centró en su nudo en
un abrir y cerrar de ojos. El fuego lo atravesó a la velocidad del rayo. Él onduló
y volvió a golpear esos dígitos. Dos se convirtieron en tres y él gimió ante la
presión, mordiendo las almohadas, balanceándose hacia atrás, con las rodillas
separadas, el culo en el aire mientras lo tomaba.
La palma del hombre misterioso cayó sobre su trasero en un golpe abrasador.

–¡Maldita sea!– Gritó y se aferró a la base de su polla, deteniendo el orgasmo


en su camino. –Mierda.–

–No puedo apartar mis ojos de ese trasero–. El hombre misterioso se lamió la
oreja y se mordió el lóbulo. –Me encanta la forma en que rebota para mí–.

Para él. Si. Todo para él. No había nadie más, no entonces, no cuando estaba
rodeado de todo caliente, sexy y correcto.

El extraño lo cubrió, de adelante hacia atrás cuando llevó su polla resbaladiza


a su entrada y presionó. La quemadura secó su boca y humedeció sus
ojos. Inhaló y empujó, tomándolo, porque joder si no lo quería. Todo ello. Lo
entendió, y estaba tan perdido en todas las sensaciones que lo inundaban que
olvidó tener miedo de la posición en la que se encontraban, de que lo
tomaran como si lo tomaran.

Un gemido prolongado se abrió paso entre sus labios hinchados. Suaves


palabras llegaron a él a través de la niebla de lujuria y dolor, aliento y promesa
carnal. Escuchó y pronto pesadas bolas golpearon contra su trasero. Estaba
lleno, completamente lleno. Apretó la idea y el extraño gruñó, apretando su
agarre.

–Dime cuando.–

Tragó saliva y agarró las sábanas. –Cuando.–

Stranger se retiró y luego se estrelló, llevándolo más alto. Él gritó. La cama se


meció. Él empujó hacia atrás la polla monstruosa en su culo. Bajando la
cabeza, levantó más el culo y, hijo de puta, esa polla se hundió aún más.

Mystery Man lo jodió a un ritmo punzante, con una mano en el pelo y la otra
con las caderas en la mano, manteniéndolo abierto para poder soportarlo
todo. Lo tomó, tomó esa polla mientras lo sacaba, lo rompió en pedazos. No
había forma de experimentar el placer sin el dolor, no había forma de
encender el fuego sin la quemadura. Él sudaba a través de él, cada empuje
enviaba su rostro golpeando la cabecera acolchada. Su pene estaba duro más
allá de lo creíble, goteaba pre-cum por todo el colchón, y se frotó por todo el
punto húmedo y pegajoso.

Gritó todo el camino a través de los fuertes dolores de garganta. Se sentía


borracho y fuera de sí. No quería detenerse, no quería que terminara. Y el
extraño pareció leerlo, su estado de ánimo, su necesidad, porque atravesó su
canal como un ariete, haciendo que sus músculos internos ardieran y se
convulsionaran.

Se lo perdió, siendo manejado así. Áspero y salvaje. Echó de menos gritar su


entusiasmo hasta que le dolió la garganta.

Desconocido cambió de posición, se golpeó la próstata y gritó, arañando el


colchón, tratando de alejarse de los golpes. Dedos ásperos sostuvieron sus
caderas, lo empujaron hacia atrás y se congeló, el cuerpo se detuvo mientras
tomaba ese castigo.

–¡Oh Dios, no puedo!– No podía soportar más. Desconocido le acarició la


polla, la uña roma raspando su corona. Su cuerpo se volvió loco,
temblando. Sus palabras hipo. –D-no.

V- Va a vendrá.

–Entonces hazlo–. Mystery Man giró su muñeca y lo sacudió. –Ven por mí–. Le
besó el cuello y lo mordió.

Lo soltó y lanzó hacia adelante, yendo y viniendo con un grito. Mystery Man lo
jodió a través del orgasmo, siguió empujando, y siguió viniendo, empapando
las sábanas con su semilla.

–Sintiendo que vienes.– La voz del hombre misterioso sonó tensa. –Esa es la
mierda–.

Él se contrajo ante esas palabras y eso fue todo lo que ella escribió.

–¡Oh, mierda!– Extraño sonaba sorprendido. Llegó, el calor que se extendía de


su semen hizo jadear.
Se derrumbaron sobre la cama, Mystery Man medio dentro, mitad fuera de su
espalda. Los dedos tocaron los suyos, se deslizaron entre ellos y lo
sostuvieron. Soltó su agarre sobre las sábanas y apretó esos dedos. Hombre,
amaba esos dedos.

Un cálido aliento besó su oreja. –Feliz aniversario.–

Hmm Él sonrió y giró la cabeza, besando esos labios. También amaba esos
labios. –De vuelta a ti, marshal–.

La risa suave provocó su oído. –Te metiste totalmente en ese papel, ¿no?–

Syren se echó a reír. –Demonios, sí–. Mordió el hombro de Kane. –No hago
nada a medias, ya lo sabes–.

–Pero acordamos que usaríamos nombres–. Kane hizo un puchero.

–Cambié de idea. Hacía más calor así. Deslizó una mano por la espalda de
Kane y ahuecó su trasero. –Eras un extraño, así que me refería a ti como
Mystery Man en mi cabeza–.

Kane se meció en él, suavizando la polla aún dentro de Syren. –Joder, lo fue–.
Raspó las uñas sobre el flanco de Syren. –Deberíamos hacer esto más
seguido.–

Syren suspiró y rodó, el eje de Kane se deslizó de él. Fue difícil dejar ir como lo
hicieron con una hija pequeña en la casa. Había sentido la frustración de Kane,
por eso había sugerido que hicieran esta cosa de fantasía en primer lugar.

Sonó el teléfono de Kane y salió de la cama para cogerlo. Revisó la pantalla y


luego sonrió a Syren.

Syren sacudió la cabeza. –Es ella, ¿no?–

Kane no respondió, simplemente puso el teléfono en el altavoz y se sentó


junto a Syren. –Càtia–.

–Papi, no puedo encontrar a Amy–. Su hija sonaba como si estuviera cerca de


las lágrimas.
Kane levantó una ceja hacia Syren.

–El oso de peluche que Gabe la compró–.

–Ah–. Kane se volvió hacia el teléfono. –Càtia, haz que la tía Nina te ayude a
buscar a Amy, ¿de acuerdo?–

¿Pueden venir tú y papá a ayudarnos a mirar?

Syren tomó el teléfono. –Càtia, tu papá y yo te veremos mañana,


¿recuerdas? Haz que la tía Nina busque a Amy en el cofre con los juguetes de
OG.

Càtia olisqueó. –Sí, papá–.

–Es hora de tu hora de dormir, ¿no es así, pequeña?–, Preguntó Kane.

–Sí papi.–

–Así que ve a buscar a Amy, y tu papá y yo veremos cuando vengas a


desayunar–.

Ella no hablo.

–¿Càtia?– Llamó Syren suavemente.

–¿Sí, papá?–

–Te amamos, ¿de acuerdo?–

–También te amo.–

–Ve a la cama–, dijo Kane.

–Bueno. Adiós. Ella colgó.

Kane miró a Syren. –Ella nos extraña–.

Syren asintió con la cabeza. Él lo sabía. Él también la echaba de menos. Ahora


se había acostumbrado a tenerlo en casa todo el tiempo, y esta era la primera
vez que se había ido de la noche a la mañana desde que habían convertido a
Kane en parte de su familia. Todavía no han encontrado un buen equilibrio
entre ser padres de Càtia y su relación. Había sido un trabajo duro, pero Syren
no cambiaría ni un día. No se resolvieron todos sus problemas, pero sí los más
importantes.

Kane lo amaba a él y a Càtia. Càtia consideraba a Kane su papi. Syren


sonrió. Había llorado la mañana en que ella había llamado a Kane –Papi–
sobre la mesa del desayuno. Kane se había quedado en silencio durante
mucho tiempo. Càtia había desvanecido su capacidad de hablar por un tiempo
allí.

–¿Crees que es hora de pensar en darle lo que ella pidió?–

–Hm? ¿Qué?–

Kane se llevó los dedos entrelazados a la boca y lo besó. –Ella quiere un


hermanito. ¿No crees que deberíamos trabajar para darle uno?
Capitulo dos

Kane sonrió cuando la mandíbula de Syren se aflojó y sus ojos se salieron de


su cabeza.

–¿Qué?–

–Quise decir las palabras que pronuncié en nuestros votos, ya sabes–. Ahuecó
la cara de Syren y juntó sus frentes. –Quiero tener hijos contigo.–

Syren parpadeó. –Sí, pero eso es, solo ha pasado un año–.

En realidad, parecía asustado y Kane frunció el ceño. –¿Hay un período de


tiempo establecido que debamos esperar antes de intentarlo?–

–No. Yo ... Syren se lamió los labios y sacudió la cabeza lentamente. –Estoy un
poco sorprendido–.

¿Por qué estaría él? –¿Por qué estás conmocionado?–, Preguntó Kane. –Sabes
que quiero más hijos–.

–Sí, pero yo ...– Syren se apartó de él y rodó fuera de la cama. Se paseó por el
suelo, su polla impresionante incluso en su estado flácido. –Pensé que
teníamos más tiempo–.

Kane lo miró en silencio. Hoy marcó su primer aniversario como una pareja
casada.

Se habían enganchado en Connecticut, su estado natal, dos meses después


del día que había ido a Syren en Costa Rica. Su vida juntos era completamente
diferente a todo lo que Kane había experimentado, eso era seguro. Tenían una
hija Eso implicaba reuniones de la PTA y visitas al médico, y cuentos antes de
dormir con la niña más maravillosa. Amaba a Càtia. Ella era suya, en todos los
sentidos. Pero ella les había pedido un hermano pequeño no hace
mucho. Syren y Kane estaban demasiado aturdidos para decir algo más que –
uh huh–, pero Kane quería más hijos. Tenían el dinero, los recursos, y lo más
importante, tenían el amor para dar.

No entendía por qué Syren dudaba.

–¿Necesitas más tiempo?–, Le preguntó Kane a su esposo. Le daría a Syren lo


que necesitara, incluso si eso significaba más tiempo.

Syren se detuvo a mitad de camino, sus dedos tirando de su cabello rubio-


blanco. Sus ojos, de un púrpura espectacularmente vibrante, eran suaves, de
ensueño. –¿Sabes que a veces me despierto en medio de la noche y te miro?–

–¿Tú lo haces?–

Syren asintió, sus ojos brillaban. –Porque en mis sueños no estás aquí, en mis
sueños sigues siendo el inalcanzable Kane Ashby–.

Kane fue hacia él, atrapando la cara de Syren con ambas manos. –Pero estoy
aquí contigo. Porque te amo.–

Syren lo miró con lágrimas en los ojos. A Kane le dolía la garganta.

–¿Por qué?– Syren susurró. –¿Por qué estás aquí? ¿Por qué me amas?–

No era una pregunta egoísta. Kane conocía muy bien a su esposo. Algo estaba
pasando con él. Sus viejas dudas habían regresado y era el trabajo de Kane
deshacerse de ellas. Tomó a Syren en sus brazos, sosteniendo la suya contra
él, la piel desnuda sobre la cálida y suave piel desnuda. Inhaló el aroma de
Syren, y con una mano en la nuca de Syren y otra ahuecando su mandíbula,
Kane habló.

–Estoy aquí porque aquí es donde estás–, dijo en voz baja. –Estoy aquí porque
aquí es donde quiero estar. Donde quiera que vayas, estaré a tu lado, porque
eres mío. Besó la nariz de Syren.

–Eres increíble, tu fuerza, tu capacidad de amar, de soportar. Joder, para


sobrevivir y prosperar.

Tu corazón es tan grande, cariño.


–No tenía uno–, dijo Syren entrecortadamente. –No tenía corazón, hasta que
te vi, hasta que me tocaste y me devolviste la vida–.

–Lo hiciste, tenías un corazón. Tenías a Càtia, Henri e Isa. Kane pasó el pulgar
sobre el labio inferior tembloroso de Syren. –Yo era el que no vivía, solo
existía, y tú llegaste a mi vida y destrozaste todo. Tú con tu jodida actitud de
lucha y tus hermosos ojos tristes y tus bragas sexys.

Syren sonrió cuando una lágrima rodó por su mejilla. Kane se lo limpió.

–Soy tuyo–, dijo Kane. –Siempre–. Levantó la mano izquierda y mostró la


banda de platino en su dedo anular. –Te aseguraste de eso–.

–Tuve que encerrarte–. Syren se encogió de hombros.

Kane se rio entre dientes. Metió la cara de Syren en su pecho y le habló al


oído. –Lo hiciste, y eso es justo lo que quería, porque también tengo que
encerrarte. Tengo que hacerte mío.

Syren se estremeció. –He sido tuyo por siempre–.

–Y ahora estamos juntos–. Kane tiró del cabello de Syren hasta que sus ojos se
encontraron. –No dejes que los sueños te alejen de la realidad, porque lo
prometo–, raspó las uñas sobre el cuero cabelludo de Syren, observó cómo se
dilataban sus pupilas, –la realidad es mucho mejor–.

Syren lo tocó, dedos suaves deslizándose sobre su mandíbula. –Nunca


imaginé esto, ya sabes. Cuando cerré los ojos y nos imaginé juntos, nunca
llegué tan lejos como esto –.

–¿Matrimonio e hijos?–

–Te vi pararte junto a tu hermano cuando él y Angel se casaron–

–¿Estabas allí?– Kane no recordaba haber visto a Syren allí. Habría recordado a
alguien que se parecía a Syren. Y la boda fue un asunto muy pequeño, muy
íntimo y breve en Boston.

–Me escondí detrás de plantas en macetas y puertas y mierda–.


–¿Por qué?–

La sonrisa de Syren fue autocrítica cuando dijo: –No creo que estuviera listo
para estar cara a cara contigo–.

Kane lo besó, despacio y profundo. Syren lo apretó con fuerza, presionando


más cerca. –Me alegra que nos hayamos conocido, porque no puedo imaginar
mi vida sin ti. No puedo imaginar la vida sin nuestra hija. Cada vez que
llamaba a Càtia su hija, se le cortaba la respiración y se le cerraba la
garganta. Nunca pensó que lo tendría, la familia que había deseado por tanto
tiempo. Me diste esto, ya sabes. Una familia. Una hija. La capacidad de decir
que esa hermosa niña es mía. Me lo diste.

–Ella es nuestra–. Syren besó su garganta y lo olisqueó allí.

Kane envolvió sus brazos alrededor del cuerpo más pequeño de Syren y solo
lo sostuvo, la cara de Syren presionada contra su cuello, sus manos enterradas
en el cabello de Syren. Las palabras no siempre fueron necesarias. No cuando
tenían esto. Sostuvo a Syren y se meció lentamente, de lado a lado, bailando
sin mover los pies. Un sonido salió de la garganta de Syren y reverberó en el
pecho de Kane, mientras su esposo se movía con él.

Bailaron con la música imaginaria, en una habitación de hotel silenciosa en la


ciudad de Nueva York. Su primer aniversario como pareja casada. Fue un año
que Kane no cambiaría por nada. Conociendo a su esposo, aprendiendo aún
más sobre él. Estar allí para Càtia. Compartiendo la crianza de esa pequeña
niña. Su vida estuvo llena de momentos preciosos, algunos grandes, pero la
mayoría pequeños. Amaba su vida, amaba los momentos tranquilos que ahora
eran tan pocos y distantes.

–La primera vez que te vi supe que cambiarías mi vida–, murmuró.

Syren se balanceó con él. –Y quería que cambiaras el mío–.

–Entonces obtuvimos lo que queríamos, ¿no?–


–Todavía no, no lo has hecho–. Syren se detuvo y dio un paso atrás. –Quieres
un hijo–. Cuando Kane abrió la boca, Syren agitó la mano. –No uses a nuestra
hija. Dime.–

Kane asintió con la cabeza. –Si.–

Syren sonrió. –¿Crees que puedes tratar con otro niño en la casa, además de
OG?–

–Por supuesto.–

–Y te das cuenta de que esto significa que nuestra vida sexual será jodida, y no
en el buen sentido, ¿verdad?–

Kane entrecerró los ojos. –Mejor no lo sea–. Se acercó. –¿Es un sí?–

¿Creías que diría que no?

¿Él hizo? –No. Sé cuánto te encanta ser padre–. Syren era una persona
completamente diferente cuando estaba con Càtia.

–Así que tendrás a tu hijo–. Syren lo miró a través de sus pestañas. –Dos es
suficiente, ¿verdad? Porque tengo que decirte que no vamos a tener un jodido
equipo de fútbol –.

Kane se rio. –Dos es bueno. Un niño y una niña, perfectos para nosotros.

Syren lo abrazó con fuerza. –¿Uno de cada uno?–

–Sí–. Kane apretó el pelo de Syren y echó la cabeza hacia atrás. –¿Sabes
cuánto te amo? ¿Cuánto moriría por ti? La mirada de Syren estaba fija en su
rostro, sus ojos brillantes. –Sí, porque siento lo mismo–.

–Entonces estamos en la misma página–. Kane miró la cama arrugada, el


colchón levantado de lado. –Traje las esposas–.

Syren se estremeció. –Mierda.–

–En efecto.–
Capítulo tres

–¿Cuándo volverás, papi?– Càtia miró a Kane con ojos tristes desde el otro
lado de la mesa del desayuno, jarabe de las galletas en la barbilla.

Syren sabía cómo se sentía ella, pero a diferencia de Càtia, él guardaba las
palabras para sí mismo. Kane había sido llamado a testificar en un tribunal de
Brooklyn sobre un caso que había trabajado antes de retirarse. En lugar de
hacer el viaje de regreso a Connecticut y volver a Nueva York todos los días
hasta que terminara de testificar, había optado por conseguir un hotel en
Brooklyn. Se iría por un par de días al menos, y Càtia estaba triste.

Syren también lo estaba. Esta sería la primera vez que pasarían una noche
separados desde ese día que Kane vino a él a Costa Rica.

–Regresaré en unos días, pequeña–. Kane le dio a su hija una amplia y brillante
sonrisa. –Mientras tanto, tú y papá pueden llamarme o enviar mensajes de
texto, incluso podemos chatear por video. ¿Te gustaría eso? Ella asintió
lentamente. –Si.–

–Bien–. Kane lamió su pulgar y se inclinó sobre la mesa para limpiar el jarabe
en la barbilla de Càtia. Se la chupó con ruidos fuertes. –Mm. Sabes muy dulce,
niña. Como el jarabe.

–Papi–. Ella se rió. –Ese no soy yo, ese es el jarabe de mi gofre–.

Kane le guiñó un ojo. –Así que tú dices.–

Syren vació el último jugo de naranja en su vaso. –Termina de comer,


Càtia. Tía Nina estará aquí pronto para llevarte a la escuela.

Nina los había seguido para vivir en Connecticut para ser su niñera. Syren
nunca la dejaría sola, y Kane no tuvo problemas cuando Syren mencionó
comprarle a Nina un condominio cerca de su casa. Ella no estaba con ellos
veinticuatro siete. Solo en los días en que Syren y Kane tenían asuntos que
atender, como hoy. Normalmente, Syren sería la que llevaría a Càtia los veinte
minutos en coche hacia y desde la escuela privada a la que asistía.

Esta mañana conduciría a Kane a la ciudad y se reuniría con un cliente


potencial interesado en contratar a su compañía de seguridad. Tomó sus
recursos y la experiencia de Billy, y creó una empresa de seguridad en línea,
brindando seguridad a las empresas que hacen la mayor parte de sus
negocios en línea. Le había preocupado que su cara hubiera sido reconocible,
que la gente supiera que solía ser Faro. Hasta ahora no había tenido ningún
incidente y el negocio estaba funcionando sin problemas.

Sin embargo, Billy hizo la mayor parte del trabajo pesado. Syren era solo la
cara enviada para atraer clientes potenciales. No le importaba. Lo mantenía
trabajando desde casa donde podía estar con Càtia y Kane. Su marido era un
hombre de ocio por el momento y un inversor silencioso en el negocio de
Syren. Durante el día, Kane trabajó en su patio trasero. Algo que Syren pensó
en silencio que Kane debería dejar que manejara un profesional, pero bueno,
su hombre quería hacer las cosas por sí mismo. Entonces, incluso cuando Kane
se equivocó y rompió las tuberías debajo del suelo en el patio trasero
destinado a la nueva piscina, o cuando cortó accidentalmente los árboles que
pretendían usar para construir una casa en el árbol para Càtia, Syren lo animó.

Ninguno de los dos necesitaba trabajar. Dios sabía que tenían más dinero que
el que tenía las nalgas rojas, pero Kane quería mantenerse ocupado y Syren,
bueno, él nunca era uno para mentir comiendo bombones y viendo jabones.

Él vistió a Càtia y le cepilló el cabello castaño oscuro con algo parecido a una
cola de caballo cuando Nina entró con la llave que Kane le había
hecho. Armada con su mochila Hello Kitty y su bolsa de almuerzo a juego,
vestida con su uniforme, Càtia se paró en la puerta y miró a Kane mientras él
se arrodillaba frente a ella y le tomaba la barbilla.

–No estés triste, ¿de acuerdo?– Él besó su nariz. –Seguro que te llamaré antes
de acostarte, y puedes enviarme un mensaje de texto cuando llegues a casa
de la escuela–.
Sus grandes ojos marrones se llenaron de lágrimas y su pequeña barbilla
tembló, pero asintió. Syren se tragó el nudo en la garganta y se inclinó,
besando la parte superior de su cabeza.

–Papá estará en casa antes de que te des cuenta–, prometió. –Y estaré aquí
cuando vengas a casa de la escuela–. Esperó hasta que Kane la abrazó y luego
hizo lo mismo. –Vamos, Nina está esperando–.

Ella fue, caminando lentamente de la mano con Nina. Kane y Syren se pararon
uno al lado del otro en la puerta, saludando a Càtia, que miró por encima del
hombro e hizo lo mismo. Cuando se marcharon, Kane maldijo.

–Maldición, no esperaba que eso doliera tanto–. Se frotó el pecho. –Ya la


extraño–.

Syren sonrió con tristeza. –Lo sé. Lo hice durante siete años. Cerró la puerta y
se quedó allí.

–No creo que ella esté acostumbrada, yo estoy aquí todo el tiempo. Todavía
espera que nos hayamos ido cuando se despierte por las mañanas. Le dolía
saber que era su culpa. Sabiendo que él era la razón por la que su hija tenía
tanto miedo de despedirse, pero esperaba que se fuera en cualquier
momento. –La jodí de por vida, ¿no?–

–Hey, vamos–. Kane sacudió la cabeza. –Hiciste lo que tenías que hacer.–

–No.– Los labios de Syren se torcieron. –Hice lo que quería hacer, y mi hija
pagó el precio–.

Se dio la vuelta, entró en la cocina y se quedó mirando los platos que todavía
estaban sobre la mesa. Brazos cálidos lo rodearon por detrás. Kane besó su
nuca y Syren se recostó contra ese sólido pecho, suspirando. –Me arrepiento
mucho–, confesó suavemente. –Y todos los días me acuerdo de cuánto y hasta
qué punto las consecuencias de mis acciones repercutieron–.

–Ella estará bien. Càtia estará bien. Kane lo giró y ahuecó la mandíbula, con los
ojos azules serios mirando fijamente el alma de Syren. –Ella estará bien porque
nos tiene ahora. Y nunca nos vamos. Nunca. Cuando tenga la edad suficiente
para entender, le diremos por qué sus primeros años fueron como eran. Las
comisuras de sus labios se levantaron. –Ella es tu hija, así que sé que
entenderá por qué tenías que hacer algo–.

Syren se rio entre dientes. –¿Eso crees?– Dios. El deseó. El esperó.

–Lo sé.–

Permitió que Kane lo abrazara durante unos segundos más antes de tomar
aliento, guardar sus emociones temperamentales y retroceder. –
Bueno. Suficiente mano, marshal. Tienes una cita con un juez, y tengo un
cliente con quien charlar.

Kane lo arrastró hacia atrás con un movimiento de cejas. –Si ayudo a cargar
los platos en el lavavajillas que nos deberían dar, ¿qué? ¿Cinco minutos extra?

–¿Para qué?– Syren colocó ambas manos sobre el hombro de Kane y frunció
el ceño. –¿Tienes que hacer una parada?–

–UH Huh. Al dormitorio. Dejó ir a Syren y se dio una palmada en el culo. –Vas
a salir de esta túnica–, agarró la túnica corta de seda púrpura de Syren, –y
entrarás a la ducha, donde me reuniré contigo después de poner los platos en
orden–.

Bien. –No has dicho nada más que una palabra, marshal–. Syren se alejó de la
ardiente lectura de Kane y corrió hacia las escaleras. –Nada más que una
palabra–.

–Llego tarde–. Kane gimió cuando Syren se detuvo cerca del juzgado.

–Es tu culpa–. Syren sonrió. –No necesitábamos usar el-–

–Pero estaba jodidamente caliente–. Kane lo besó, un fuerte golpe en los


labios. –Sin atajos cuando se trata de hacerte gritar–.

Un sonrojo calentó la cara de Syren. –No grito,– gruñó. No lo hizo.

–Sí, tengo tu voz en la grabadora demostrando lo contrario–.


Syren lo miró fijamente. –¿Nos grabaste teniendo sexo?– Se lanzó contra
Kane, pero el bastardo abrió la puerta del auto y salió corriendo. –Te voy a
matar–.

–Oh, mira, es hora de que me vaya–. Kane se inclinó y lo miró por la ventana
abierta del lado del conductor. –Te llamaré cuando pueda–.

–No olvides llamar a Càtia para darle las buenas noches–.

Kane sonrió pacientemente. –No lo olvidaré–.

–¿Quieres decir que olvidaste besarme adiós justo ahora?– Syren levantó una
ceja, riéndose para sí mismo cuando Kane se quejó y se arrojó dentro del auto,
con la mitad de su cuerpo acostado sobre Syren. Cogió a Kane por el cuello y
lo abrazó con fuerza mientras su esposo se follaba la boca a las 10:03 am en
una concurrida calle de Brooklyn.

–Hm, me tengo que ir–. Pero Kane no se movió de donde estaba, con los
labios presionados contra los de Syren.

Syren sonrió. –Deberías irte, marshal–. Pasó los dedos por el cabello corto de
Kane, revolviéndolo. Se echó hacia atrás, atrapando la cara de Kane con
ambas manos. –Te ves realmente jodido en ese traje, ¿te dije eso?–

Le había presentado a Kane a su sastre y ahora su marido lucía la misma


apariencia bien hecha. Hoy Kane llevaba una oscura, camisa blanca y corbata
negra. Parecía un maldito modelo con los llamativos ojos azules y dos días de
sal y pimienta en la barbilla.

–Me lo dijiste–, murmuró Kane, –pero nunca me cansaré de escucharlo–. Miró


a Syren, con una expresión tan cálida y abierta. Todo ese amor Me llevó un
tiempo acostumbrarme a todo ese amor dirigido a él.

–Te amo–. Un último beso y él se apartó, soltando a Kane. Ve antes de que te


manden marshals por tu trasero. Hoy no estoy vestido para luchar contra
hombres fornidos.– Los trajes de Tom Ford no estaban hechos para eso.
Kane se echó hacia atrás, deslizando un dedo por la mejilla de Syren. –Te
amo. Sé bueno.–

–Aw hombre–. Syren hizo un puchero. –¿A qué mierda te refieres con ser
bueno?–

–Lo digo en serio–. Kane se levantó y movió un dedo hacia él. –Sé
bueno. Toda esa mierda mala me pertenece. Él hizo un saludo y se volvió,
cruzando la calle corriendo, tejiendo y esquivando los cuatro carriles de
tráfico.

Syren lo miró irse, comiéndose el culo cubierto con Hugo Boss, y se retorció
en su asiento. Maldición. Y era todo suyo.

El restaurante Chester estaba ubicado dentro del hotel Gansevoort en el


distrito Meatpacking, y estaba vacío a excepción del personal cuando Syren
entró a las 10:45. No es el lugar que habría elegido conocer, pero el cliente
eligió el lugar. Siguió al camarero hasta su asiento y examinó el característico
menú Breaky del restaurante mientras esperaba que llegara la fecha del
almuerzo.

El movimiento a su izquierda le llamó la atención. Se volvió de esa manera. Un


hombre corpulento vestido de negro estaba parado junto a su silla, con las
manos detrás de la espalda y un bulto en la cintura. Syren se tensó. El
movimiento a su derecha hizo que su mirada fuera así. Mismo trato Hombre
corpulento. Todo negro. El mismo bulto.

Bueno, esto no es bueno.

–Hola, Faro–.

El nombre y la voz familiares lo hicieron sacudirse y se puso de pie de un salto


cuando Mónica Delatorre se deslizó en el asiento frente a él. Dos manos en los
lados opuestos de su hombro lo empujaron hacia la silla.

Conmoción no era la palabra para el frío que lo asaltaba, pero miró a la mujer
y se encogió de hombros.
–Mónica–. Él la miró y reconoció. –No pareces un Alberta Clemente–.

Ella se encogió de hombros. –Mi alias. No podría haber reservado tiempo


contigo como la viuda de tu antiguo jefe, ¿ahora podría?

Había algo en sus ojos, una mirada feroz y oscura, no muy diferente a la de su
hijo.

Thiago Había un nombre que deseaba poder olvidar. –¿Por qué no pudiste?–,
Preguntó con calma, a pesar de que su corazón latía fuera de control. A pesar
del sudor frío que humedecía su cabello.

Algo estaba fuera de lugar. Él lo sabía. Él lo sintió. Y la mujer frente a él que


olía a hedor costoso, vestida de Carolina Herrera y empapada en recuerdos
fue la causa.

¿Te hubieras reunido conmigo? Ella le sonrió, las pestañas se hundieron y


luego se levantaron en lo que probablemente debía ser seductor. Bromeada a
menos de una pulgada de su vida, su cabello era una nube negra e hinchada
alrededor de su cabeza, y los anillos en sus dedos brillaban cuando ella
tomaba su vaso de jugo de naranja y sorbía.

–¿Qué quieres, Monica?–

–Mi dinero–. Ella dejó el vaso y lo miró a los ojos. –El dinero que desapareció
al mismo tiempo que tú. Al mismo tiempo que mi esposo murió y mi hijo se
volvió loco–.

Syren se recostó y la miró. Una mujer hermosa. Espectacularmente hermosa,


pero sería para ser vista en el brazo de Delatorre. Ella no parecía una madre
de tres hijos de cuarenta y nueve años. Su figura todavía estaba
apretada. Tetas turgentes, labios carnosos. Treinta años con ese monstruo no
aparecieron en su impecable piel verde oliva y cabello negro. Sus labios
estaban pintados con algo desnudo, sus pómulos perfectos con algo para dar
la ilusión de un sonrojo. Estaba vestida como corresponde a una mujer de su
puesto, si su esposo aún estuviera vivo. Tal como estaban las cosas, Mónica
Delatorre debería estar sin hogar, así que ¿por qué estaba allí, luciendo como
si hubiera ganado la lotería brasileña?

–¿Qué dinero?–, Preguntó Syren. –Me parece que lo estás haciendo bien. ¿Te
conseguiste un nuevo papito azucarero?

Sus ojos provocaron fuego, pero su voz era fría y controlada cuando habló. –
Se me acercó para retomar donde lo dejó mi esposo en su negocio–.

No. No. Syren dejó caer las manos sobre su regazo y agarró los costados de
su silla hasta que le dolieron los nudillos.

–Sus asociados hicieron una oferta muy convincente. No podía negarme. Sus
labios se torcieron cuando su mirada se alzó hacia los hombres que
flanqueaban a Syren y luego se dejó caer sobre él. –Esperaba que estuvieras
entre los primeros en estar allí, pidiéndome que tome el manto. ¿Dónde
estabas, me pregunto?

Se inclinó hacia delante, pero ella no había terminado.

–Te encuentro un hombre diferente, Faro–. Ella chasqueó los dedos y el


hombre a su derecha le entregó una carpeta. Lo abrió y sacó lo que parecían
imágenes. Las tripas de Syren se apretaron y el miedo le apretó el
estómago. Te encuentro un hombre casado. Un padre. Con un nuevo nombre
y muchos secretos, sin duda.

Su mente quedó en blanco. Ella sabía de su familia. Oh eso, eso fue


inaceptable.

–Me gusta especialmente esta–. Mónica empujó una foto hacia adelante. –
Puedo ver cuánto los amas–.

Miró hacia abajo y tragó el jadeo. Él, Kane y Càtia en un parque cerca de su
casa. Kane la estaba empujando en los columpios, y Syren estaba delante,
fingiendo atraparla. Mónica la había estado mirando. Habían estado bajo
vigilancia y él no había notado nada. Nada.

Él apretó los puños.


–Los amas–, dijo Mónica suavemente mientras ponía los codos sobre la mesa
y se inclinaba hacia él. –Por lo tanto, te estoy dando la oportunidad de
salvarlos. Quiero el dinero, todo el dinero que le robaste a mi esposo. De mi
parte. Dámelo y tu familia seguirá siendo la misma. Una mirada fría y dura
endureció su mirada. –Es más de lo que hiciste por mí–.

Se recostó en silencio y la miró fijamente, a la expresión engreída de su


rostro. No fue una sorpresa que ella se pareciera a su marido. No fue una
exageración haber criado a un violador para un hijo. Respiró hondo, permitió
que la ira y el pánico disminuyesen.

–No sabes nada de mí, pero sabía quién eras mucho antes de que supieras mi
nombre, Elizabeta Silva–.

Ella parpadeó cuando él usó su nombre real. Syren no sonrió, todavía no.

–No sorprende a nadie que una rata callejera que creció prostituyéndose en
las favelas estaría una vez más aquí, rogando por dinero–. Se inclinó. –No
quieres hacerme tu enemigo, Elizabeta–. Sonriendo, él dijo: –Tu familia, los
monstruos que pretendes preocuparte, es tu debilidad. Mi familia es mi
fortaleza. Se puso de pie de un salto y dio unos pasos antes de mirar hacia
atrás. –Fóllame y te humillaré, como la perra rabiosa y usada que eres–.
Capítulo cuatro

–No hay más preguntas para este testigo, Su Señoría–.

Kane se recostó en la caja de testigos, con las manos cruzadas sobre su


regazo mientras el juez se volvía hacia la mesa de la defensa.

–Señor. Banner, ¿alguna cruz para el señor Ashby?

El abogado principal de la defensa sacudió la cabeza cuando se puso de pie. –


No en este momento, Su Señoría, pero nos reservamos el derecho de volver a
llamar–.

–Muy bien–. El juez miró a Kane. –Señor. Ashby, puedes renunciar.

Kane asintió en agradecimiento y rápidamente salió de la sala con un pequeño


suspiro. Siempre odiaba cuando tenía que testificar, pero esta vez era
relativamente indoloro. Errol Painter había matado a uno de sus colegas en
una tienda de conveniencia un año antes y luego huyó. La oficina de Kane
había ayudado a la oficina de Brooklyn a encontrar al fugitivo. El pintor los
había enfrentado durante horas en un enfrentamiento, disparando a los
oficiales y recibiendo una bala en el torso por sus problemas. Luego acusó a
los oficiales de abuso, y como uno de los primeros marshals en la escena,
Kane había sido llamado por el fiscal para testificar las palabras y acciones del
pintor durante toda la prueba.

Su testimonio duró la mejor parte del día y tenía hambre y sus ojos estaban
arenosos.

Quería dejarse caer en un lugar blando y dormir. Todavía no podía irse de


Nueva York, ya que la defensa aún podía llamarlo nuevamente al estrado,
pero extrañaba a su familia. Maldición. Los extrañé como un dolor físico.
Fuera de la sala, volvió a encender su teléfono celular y su teléfono se apagó
de inmediato, emitiendo un pitido para indicar llamadas perdidas y mensajes
de texto. Todo de Syren. Él frunció el ceño. Antes de que pudiera distinguir los
mensajes de texto, sonó su teléfono.

–¿Hola?–

–Hola papá.–

Él sonrió y se dejó caer en un banco colocado a lo largo de la pared. –Hey


niña. ¿Cómo era la escuela?–

–Tuve que irme temprano. Papá lo dijo.

–Uh. Está bien. No se había dado cuenta de que Càtia había salido
temprano. –¿Entonces que estás haciendo ahora?–

–Viendo películas. Papá dice que puedo hacer palomitas de maíz si termino
toda mi tarea –.

–Eso es genial. Catia, déjame hablar con papá.

–Bueno. Adiós, papi.

Syren entró en la línea. –Marshal.–

–¿Qué pasa?–

'N-Nada está mal –.

Kane entrecerró los ojos a pesar de que Syren no podía ver. –Has estado
explotando mi teléfono. ¿Por qué?–

–Solo quería asegurarme de que estás bien–. Syren sonaba ... raro. Más que de
costumbre.

–Estoy bien. ¿Por qué no lo estaría? Kane miró a su alrededor y luego bajó la
voz. –¿Por qué suenas tan extraño?–

–No sueno extraño–.


–Si tú puedes. ¿Qué pasa?

Después de un largo silencio prolongado, Syren finalmente suspiró. –Solo


quería escuchar tu voz. Estaba ... deprimido por un segundo y quería escuchar
tu voz. Y quería decirte que te extraño, y me debes mucho por tener que
dormir sola en nuestra gran cama esta noche.

–No lo hagas–. Kane se pasó una mano por la cara. –No te desvíes. Te hice
una pregunta. Espero una respuesta. ¿Qué pasa?

–No por teléfono–, dijo Syren suavemente. –Podemos hablar cuando llegues a
casa. Y te espero en casa, marshal. Siempre. ¿Lo entiendes?' Kane asintió con
la cabeza. –Sí–. No sabía qué demonios estaba pasando, pero seguramente lo
descubriría.

–Está bien–. Syren olisqueó y luego dijo: –Tengo que irme, tu hija está
quemando las palomitas de maíz–.

Kane se rio entre dientes. –Adiós.–

–Te amo, marshal–.

Syren colgó y Kane se quedó mirando el teléfono que tenía en la


mano. Enamorarse y casarse con un hombre tan complejo y complicado como
Syren tuvo sus momentos aventureros y divertidos, pero también hubo esos
momentos en los que Kane deseaba saber lo que estaba sucediendo dentro
de la cabeza de su esposo. Hacer que Syren hablara con él no fue tan difícil
como lo fue cuando se reunieron por primera vez, pero aun así no fue tan fácil
como debería ser. Syren estaba acostumbrado a manejar sus cosas solo,
estaba acostumbrado a mantener la mierda cerca del chaleco, y aún no había
salido de ese ciclo. Kane aprendió que empujar a Syren a la defensiva e
ignorarlo no era una opción. Había decidido seducir a la mayoría de las cosas
de Syren. Fue agradable para ambos y muy efectivo.

Tendría que hacer lo mismo esta vez, ya lo sabía. Marcó un número de


teléfono de París y esperó. Ni siquiera sabía qué hora era allí, pero no le
importaba.
–Hola, Kane–.

Él sonrió. –Isa, ¿cómo está mi cuñada favorita?–

Isa bufó. –Es demasiado tarde para el soborno, Kane. Soy tu única cuñada.

–Sí, pero sigues siendo mi favorito–. Él se rió entre dientes cuando ella resopló,
muy poco femenina por su parte. –Necesito tu ayuda. Estoy en Nueva York y
necesito saber dónde comprar Syren algunas golosinas. Delicias de encaje.

–¿Te equivocaste?–

Él rodó los ojos. –No, no me equivoqué. Ahora dime.–

–Agente Provocador–. Ella le dio una dirección de Madison


Avenue. Pregúntales por las waspies. Hizo una pausa. –¿Conoces su tamaño?–

El calor le cubrió la cara cuando se sonrojó. –Um. No.–

Ella se rio. –Cosas importantes. Debes saber esto si planeas untarlo con
golosinas de encaje.

Ella tenía razón, por supuesto. No solía comprar las bragas de Syren. Solía
dejar que Isa hiciera eso. Ella le dio el tamaño de Syren, y luego Kane le
preguntó: –¿Has hablado con él? ¿Sabes por qué está actuando tan raro?

–¿Extraño? ¿No es algo cotidiano con tu marido?

–Más raro de lo habitual, Isa. Él se apaga de alguna manera.

–No–, dijo lentamente. –No hemos hablado hoy. Llamé, pero él no respondió.

Entonces algo definitivamente estaba pasando. Agradeció a Isa por su ayuda y


colgó.

Alguien le tocó el hombro. –Oye.–

Levantó la vista y sonrió. –Vince–. Se puso de pie y tiró de Vince en un abrazo


suelto.
–¿Hey tío qué pasa?–

Vince se encogió de hombros. –Mismo que usted. Me llamaron para testificar.


Miró a Kane de arriba abajo. –Te ves bien.–

Kane volvió a sentarse y le indicó a Vince que se uniera a él. –Me siento bien,
hombre. ¿Cómo están las cosas en el trabajo? ¿Todos bien? Vince asintió. –
Son lo mismo. Sin embargo, te extrañamos allí. Miró hacia otro lado y luego
volvió a mirar a Kane, la manzana de Adam se movía. –Te echo de menos.–

–También los extraño, chicos, no puedo mentir sobre eso–. Dio una palmada a
Vince en la espalda. –¿Cómo has estado?– Sabía que lastimaba a Vince, lo cual
nunca fue su intención, pero habían sido amigos y socios durante años. No
quería perder esa amistad. Vince era un gran tipo. Y se veía bien, aunque un
poco más pequeño.

–He estado ocupado–, dijo Vince. –El trabajo es agitado, pero me he tomado
un tiempo libre–. Se pasó una mano por la cabeza. –Realmente necesito algo
de tiempo de inactividad–.

Parecía harapiento, ahora que Kane miraba más de cerca. Nuevas líneas
entrecerraron los ojos y la boca de Vince. –¿Qué harás?–

–Duerme una semana sin parar–. Vince se rió. –Solo descansa,


hombre. Necesito recargarme.

–Escuché eso–. Se sentaron en un silencio espeso, su pasado no hablado, pero


aún allí, flotando entre ellos.

–Escuché que te casaste–. Vince pronunció las palabras tan bajo que Kane
tuvo que acercarse para comprenderlas completamente.

–Sí. Un año la semana pasada–. No quería jactarse o lastimar a Vince más de


lo que ya lo había hecho, así que lo mantuvo breve.

Vince se sentó con las palmas de las manos sobre los muslos, las rodillas
separadas, mirando a todos lados menos a Kane cuando le preguntó: –¿Eres
feliz?–
–Vince, mírame–. Kane esperó hasta que Vince encontró su mirada antes de
decir: –Siento haberte hecho daño. No debería haber comenzado algo contigo
sabiendo que nunca funcionaría. No debería haberte apoyado en ti, haberte
hecho pensar que éramos más de lo que éramos. Lo siento por eso.–

La piel de Vince se puso pálida, pero asintió.

–Estaba enamorado de otra persona y te usé como un sustituto de quién y


qué quería realmente. Fue un movimiento de imbécil, y uno que no merecías.

Vince se mordió el labio inferior y desvió la mirada. –Estaba dispuesto a tomar


lo que estuvieras dispuesto a dar–.

Mierda. Kane se sintió tan mal por el otro hombre. Tocó el brazo de Vince. –
Nunca debería ser así. Nunca debería tener que conformarse con menos de lo
que quiere y mereces–.

–¿No crees que sé eso?– Vince sacudió la cabeza –No estoy orgulloso de eso,
pero te quería y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa ...– Eso fue todo tipo
de jodido, ¿no? Vince, escúchame. Te mereces a alguien que pueda sentir por
ti lo que sientes por él–, dijo con dureza. –No te vendas en corto. No te
conformes, por favor. No lo hagas. Apretó el brazo de Vince. –Si lo quieres
todo, entonces eso es lo que deberías tener y si algún hombre no puede darte
eso, sigues adelante–.

Vince sonrió, una curva temblorosa de su boca. –Eres diferente.–

Kane entrecerró los ojos. –¿Diferente cómo?–

–Viva. De puntillas y en el momento.

–Ser el padre de un niño de tercer grado te hará eso–. Su sonrisa se


desvaneció cuando los ojos de Vince se abrieron de par en par. –Lo siento.–

–¿Tienes un niño?–

El asintió. –Si. Nosotros ... tenemos una hija.


Vince frunció los labios y cerró los ojos. –Estoy… apuesto a que eres genial con
ella. Serías genial–. Las palabras sonaban como si fueran difíciles de hablar.

–Vince–.

Vice se puso de pie. Con las manos metidas en los bolsillos, paseó por el
pequeño espacio frente a Kane. De ida y vuelta. De ida y vuelta. Hasta que se
detuvo y miró a Kane a los ojos.

–Sigo enamorado de ti.–

Las palabras bruscas sacudieron a Kane y también parecieron sorprender a


Vince porque el otro hombre maldijo cruelmente.

–Mierda. Juré que no te diría eso.

–Vince–. No sabía qué decir. ¿Cómo respondió él sin lastimar a Vince aún
más?

–Lo sé. Necesito superarlo y lo haré. Vince apretó los puños. –Lo haré–. Él le
sonrió a Kane, con el corazón roto en cada ángulo de la cara. –Tu marido, es el
hombre más afortunado–.

Se dio la vuelta y le dio la espalda a Kane. Luego giró de nuevo. –Si te rompe
el corazón ...– Kane se levantó y lo abrazó. –Sé feliz, Vince–.

Vince se sacudió en sus brazos y se aferró a él. Permanecieron encerrados en


ese abrazo, hasta que Vince levantó la cabeza y presionó sus labios contra los
de Kane.

Kane se apartó y miró a su alrededor. –¿En público?– Él sonrió. –Te estás


volviendo más valiente–.

Sabía que Vince nunca había salido realmente del armario.

–Definitivamente me estoy volviendo más valiente–. Vince sonrió. –Los chicos


en el trabajo lo saben–.
–¿Les dijiste? Eso es genial–. Kane sabía el gran paso que debió haber sido
para Vince. –Estoy tan orgulloso de ti.–

Vince se encogió de hombros. –Pequeños pero necesarios pasos–.

–Buenos pasos–. Kane ahuecó la mandíbula. –No te conformes, Vince. Toma


solo la felicidad. Él acarició la mejilla de Vince y se alejó.

La defensa descansó su caso esa noche sin llamarlo al estrado, así que hizo
algunas compras y tomó el tren lleno de horas pico de regreso a
Connecticut. Llegó a casa a tiempo para ayudar a Càtia en el baño y le leyó un
cuento antes de que se durmiera. Estaba completamente exhausto,
pero cuando entró en su habitación después de la ducha y vio a Syren de pie
en medio de la habitación, estaba completamente despierto. Y energizado.

Llevaba su bata morada con una barra de kimono que a Kane realmente le
gustaba. Y él solo se quedó allí, con el pelo revuelto alrededor de la cabeza y
los ojos encapuchados. La bolsa de compras que Kane había traído con él
estaba en el piso al lado de los pies de Syren, de lado, vacía.

–Recibí tu regalo–, dijo Syren suavemente.

–¿Lo hiciste?– Kane lamió sus labios. –¿Dónde está?–

Syren se dio la vuelta, dándole la espalda a Kane, y desabrochó la faja que


mantenía cerrado el kimono.

El material se deslizó por su espalda y fuera de su cuerpo, hasta el suelo.

–Maldita mierda–.

Había seguido el consejo de Isa y compró la cosa waspies con tanga a


juego. No sabía qué era, o cómo la chatarra de material incluso le quedaría a
Syren. Ahora lo hizo. Eran de seda negra, la tanga baja con tirantes de satén y
detalles entrecruzados en el centro de la espalda.

–Me encanta tu trasero–, susurró en reverencia.


–Debieras. Es tuyo. Syren lo miró y Kane hizo un sonido como un gemido. La
waspies era una especie de corsé, solo que más pequeña con las mismas
correas de satén y detalles entrecruzados que se ajustaban a la cintura de
Syren.

¿Te gusta lo que ves, marshal?

Kane se aclaró la garganta. –Mierda. Ni siquiera sé qué decir en este


momento. Se quitó la toalla de la cintura y dio un paso adelante. Syren se
apresuró a sus brazos.

Kane le apretó el pelo y lo besó, metiendo la lengua en la boca de Syren. Su


esposo gimió y se aferró a su lengua, chupándola, el tirón hizo eco en sus
bolas. Se frotaron uno contra el otro. Tan bueno. El calor garantizaba volar la
parte superior de su cabeza. Kane descubrió su garganta cuando Syren
rompió el beso y lo mordió allí antes de inclinar su cabeza para mover su
lengua contra los pezones de Kane.

Sostuvo la cabeza de Syren, tiró de su cabello mientras Syren besaba su


cuerpo, su lengua recorría sus abdominales y se hundía en su ombligo antes
de que Syren cayera de rodillas. Ahuecó las bolas de Kane y las hizo rodar en
su palma mientras lo tragaba.

–Ugh–. Kane se resistió, su polla rozando los dientes de Syren. –Joder, bebé–.

Syren gimió a su alrededor y chupó con fuerza, balanceándose arriba y


abajo. Kane usó el cabello de Syren como correa, usándolo para jalarlo y
empujarlo sobre su eje. Sus gruñidos llenaron la habitación y trató de
sofocarlos, pero no pudo, no con la boca y la garganta húmedas de Syren
trabajando sobre él.

Syren tarareó y Kane gruñó una maldición. –Esa maldita boca. Quiero
quedarme así –.

Echó la cabeza hacia atrás. –Follando tu boca, mirándote de rodillas–.


Syren lo miró con las fosas nasales dilatadas, los ojos morados muy abiertos y
brumosos, la boca llena de polla.

–Me encanta verte así–, susurró. Las pestañas de Syren se agitaron y Kane
continuó. –Me encanta tu boca, me encanta saber que nadie ha jodido esa
garganta más que yo–. Él agarró el cabello de Syren, lo sostuvo quieto y entró
y salió lentamente. –Me encantan esos sonidos que haces cuando mi polla
está cavando tu garganta–.

Syren gimió, su garganta se contrajo y Kane siseó.

–Mierda–. Ya le dolía la pelota. –Te voy a usar, bebé. Lo haré duro, porque te
gusta, ¿no? Quieres que te abra camino por la garganta hasta que tengas
náuseas, hasta que duela tan jodidamente bien. Él embistió sin esperar una
respuesta, hasta el final.

Syren amordazó. Sus uñas se hundieron en la parte superior de los muslos de


Kane y luego se rastrillaron. Kane se resistió, empujándose más
profundo. Syren hizo un sonido húmedo. Kane lo empujó hacia abajo y hacia
abajo, hasta que Syren apretó la nariz contra él, y luego lo sostuvo allí. Todo el
tiempo mantuvieron contacto visual. Vio cuán dilatados estaban los ojos de
Syren, cuán enrojecida estaba su piel.

Kane lo quitó. Syren jadeó por aire y luego regresó a Kane, llevándolo a su
boca nuevamente, succionándolo profundamente otra vez. Como si estuviera
muerto de hambre por eso, como si lo necesitara para vivir. Kane se lo
dio. Syren fue áspera la segunda vez y muy pronto, las rodillas de Kane eran
fideos, que se doblaron bajo el intenso placer. Syren no parecía querer
liberarlo y Kane tuvo que arrancarlo.

–Joder, estás tratando de matarme–. Levantó a Syren y lo arrojó sobre la


cama. –Dame ese trasero. Quiero ver ese trasero –.

Syren se puso de rodillas y Kane le dio una palmada en la mejilla. Lo vi rebotar


y ondular. Lamió a Syren de los hoyuelos sobre su trasero, bajó por su grieta y
rodeó su agujero.
Se chupó la tira de tanga en la boca mientras le pegaba el culo a Syren.

–Joder–. Syren empujó su rostro hacia atrás, separando sus nalgas.

Kane apartó la mano y lo mordió en el culo.

Gritó Syren.

Kane lo extendió, lamió su agujero, se sumergió en el interior mientras Syren


rodó sus caderas en cámara lenta. A Kane le encantó eso. Su hombre se movía
como una criatura sensual, todo astuto y sexy. Se comió el trasero de Syren,
usando un dedo para tirar de la correa a un lado mientras follaba ese agujero
arrugado, lo mojó y lo abrió para él. Los gritos de Syren fueron amortiguados,
pero él extendió la mano y empujó la cara de Kane hacia él mientras
tarareaba.

–Jesús, Kane. No te detengas, joder.

Como alguna vez pudo. Kane tarareó y metió los dedos resbaladizos de saliva
en Syren, se hundió profundamente.

Syren tembló debajo de él, con el cuerpo balanceándose. Kane torció los
dedos, gruñendo cuando los músculos de Syren se contrajeron a su alrededor.

–Jodidamente apretado, bebé–. Se lamió los dedos. –Hmm. Que me jodan la


cara. Se apartó y se tumbó boca arriba, tirando de Syren hacia atrás hasta que
se cernió sobre Kane, con las bolas en la cara. –Siéntate en mi cara.–

Syren lo hizo, tirando de sus bolas, levantando la lengua rígida de Kane. Kane
lo mantuvo firme, con una mejilla en cada mano y lo bajó con fuerza. Syren
tenía un puño en la boca y la polla en la otra, apretando la cara de Kane
mientras su polla goteaba pre-cum en la frente y la nariz de Kane. Kane podría
venir solo de esto solo, pero quería prolongarlo, quería esperar.

–Kane. Kane–, gritó Syren. –Oh Dios.–


–Lubricante. Consigue el lubricante–, ladró Kane. Estaba fuera de control, no
podía sentir sus extremidades y necesitaba sentir a Syren. Quería sentirlo por
todas partes. –Ahora.–

Syren retrocedió y deslizó a Kane con el lubricante que aún no había


visto. Syren arrojó el lubricante y golpeó a Kane con las bragas a un lado.

–Oh joder! ¡Oh, joder! No pudo recuperar el aliento, la quemadura y el dolor


se lo llevaron.

Pero Syren no parecía sentirlo, estaba demasiado ocupado golpeando la polla


de Kane. Su cabello cubría sus ojos mientras rebotaba. Su trasero era un
horno, quemándole a Kane hasta quebrarse. Estaba haciendo demasiado
ruido, lo sabía, pero maldición.

Agarró a Syren por el cabello, tiró de él hacia abajo y tomó su boca mientras
empujaba hacia arriba.

Syren lo encontró, lo emparejó, sus movimientos feroces, fuera de


control. Con los dientes apretados, Kane probó la sangre. Las uñas de Syren le
rasparon el pecho, sobre los pezones.

–Jesucristo–. ¿Qué demonios? Kane se retorció.

–Más difícil–. Solo una palabra, todo respirante y dolorido.

Kane clavó los talones en el colchón y se estrelló. Syren gimió, larga y


exhausta.

Sus músculos apretaron a Kane y el semen brotó de Syren, goteando sobre el


vientre de Kane. Syren echó la cabeza hacia atrás y sus caderas se
aceleraron. Kane se mordió la lengua y vino. El orgasmo fue una explosión en
sus bolas y llenó a Syren, sin detenerse hasta que Syren se derrumbó sobre su
pecho.

Se despertó con una habitación oscura y una cama vacía. Kane comprobó la
hora en su teléfono. 1:41 am Se levantó de la cama y se puso un par de
calzoncillos antes de ir a buscar a Syren. Lo encontró en la habitación de Càtia,
sentado con las piernas cruzadas en el sillón mullido del rincón, mirando a su
hija dormida.

–Hola–. Kane entró de puntillas y se arrodilló frente a Syren. –¿Que está


pasando?–

Syren no habló por un momento y luego susurró: –¿Sabes que ella hace esto
donde se ríe mientras duerme?– Él sonrió. –La risa profunda del vientre–. Se
frotó el pecho. –Creo que es mi nuevo sonido favorito–.

–Ella está teniendo sueños felices–.

Syren apretó los labios y asintió. –Felices sueños.–

Kane levantó a Syren en sus brazos. –Vamos a dejarla dormir–. Trajo a Syren a
su habitación. Colocó a Syren en la cama y se sentó a su lado. –¿Quieres
decirme qué pasa contigo?–

Con los ojos tristes, Syren dijo: –Mi vida anterior. No va a desaparecer, ¿sabes?

Kane sacudió la cabeza. –¿Qué quieres decir?–

–¿Qué pasa si llega el momento en que tengo que volver a ser Faro?–,
Preguntó Syren. –¿Cómo te sentirías al respecto?–

–¿Qué quieres decir? Siempre eres faro. Siempre eres Marcos Siempre eres tú.

Él ahuecó la barbilla de Syren. –Esos hombres son ustedes, y ustedes son esos
hombres. Siempre.–

Syren miró hacia otro lado.

–Me estás ocultando algo–. 'No era una pregunta, pero Syren asintió.

–Si.–

–¿Qué es?–

–No quiero decírtelo. No quiero que esto cambie. No quiero perdernos. La voz
de Syren se quebró. –Te lo diré pronto, lo prometo–.
Kane quería obligar a Syren a confiar en él, pero no pudo. Syren tuvo que
abrirse a él solo. Mientras tanto. –Bueno. Quería hablar contigo sobre algo, de
todos modos.

–Bueno.–

Él entrelazó sus dedos. –Quiero que me hagas el amor–.

Syren frunció el ceño. –¿Qué quieres decir?–

–Quiero decir, quiero que me lleves. Hasta arriba.–

El horror vino y se fue en la cara de Syren. –No.– Alejó su mano. –No.–

Whoa –¿Qué? ¿Porque no?–

–No estoy interesado en hacer eso. Jamás.–

Kane lo miró fijamente, al obstinado conjunto de la mandíbula de Syren. –Una


vez más, pregunto ¿por qué no?–

–¿Por qué cambiar las cosas?–, Preguntó Syren. –Me gustan las cosas como
son–.

–Bueno, yo no–.

Syren se quedó boquiabierto. –¿Qué?–

–Te quiero–, dijo Kane suavemente. –Quiero sentirte, quiero que compartamos
eso. Nunca he hecho eso con nadie, y quiero darte eso –.

Syren parpadeó. –¿Nunca? Ni siquiera con ...

–Ni siquiera con Bailey–. Tomó la mano de Syren de nuevo. Te he presentado


mi reclamo. En todos los sentidos, pero he estado esperando que hagas lo
mismo. He estado esperando que te hagas cargo, tomes la iniciativa y me
reclames.–

–Pero yo ...– Syren solo lo miró con miedo y renuencia en los ojos. –¿Por qué
no dijiste algo?–
–No debería tener que decirte que te quiero–, dijo Kane. –No debería tener
que rogarle a mi esposo que me reclame. No debería tener que esperar para
ver si me amas a todos, como yo a ti.

Los labios inferiores de Syren temblaron. Sacudió la cabeza. –No puedo–.

–Quiero darte algo que nunca he compartido con nadie más–. La voz de Kane
se volvió ronca. –Quiero que tengamos eso–.

Syren se lamió los labios. –Lo siento. No puedo Yo ... Su rostro se puso en
blanco y su voz se endureció. –No estoy interesado, y no quiero volver a
discutirlo–.

Kane no tenía palabras. Él simplemente se sentó allí, con la boca abierta. Esa
reacción no fue nada de lo que había anticipado. En absoluto. La vehemencia
en la voz de Syren cuando cerró la puerta con un gesto que Kane acababa de
hacer no era lo que esperaba.

Syren tomó una almohada de la cama y caminó hacia la puerta. –Estaré abajo–
.

–Al infierno lo harás–. Kane se levantó de un salto. –Métete en la puta


cama. Ahora.–

Syren se dio la vuelta. –¿Perdóneme?–

–No tartamudeé–. Kane lo fulminó con la mirada. –¿Crees que puedes dejar
caer mi jodido gesto y luego escabullirte como si fueras el agraviado?– Señaló
la cama. –Métete en la cama.

Estamos durmiendo juntos y te estaré abrazando toda la noche.

–Kane–.

–Ninguno de nosotros duerme bien a menos que el otro esté allí, así que no–,
dijo Kane bruscamente. –Te quedarás en la cama. Conmigo. Se quedó de pie
con los brazos cruzados cuando Syren resopló y regresó a la cama. Kane
apagó las luces y subió detrás de él, acercó a Syren y enterró la cara en la
nuca de su marido.

Syren suspiró y se acurrucó más cerca.

La discusión no había terminado. Ni por asomo. Las cosas no estaban


sincronizadas y Kane se aseguraría de averiguar por qué y arreglarlo.

Capítulo cinco

Una puerta que se cerró de golpe despertó a Syren. Al menos lo despertó del
sueño profundo que había estado disfrutando. Los pasos en el dormitorio le
hicieron levantar las pestañas. Una luz cegadora asaltó sus ojos y gimió y rodó
sobre su estómago, enterrando su rostro en una almohada que olía a Kane.

–Tu desayuno se está enfriando–. Labios cálidos rozaron su oreja y Syren se


estremeció –Vete–, murmuró en la almohada. –Necesito dormir más.–

–No.– Kane golpeó su trasero cubierto de mantas. –Lo que necesitas es venir a
comer antes de que OG te quite el tocino del plato–.

Syren se levantó de golpe. –¡Ese maldito perro!–

Kane se rió de él, de pie allí, en pijama, con el pecho completamente desnudo
y glorioso.

Syren se apartó el pelo de la cara. –Estaré abajo en un segundo–. Rodó fuera


de la cama, también desnudo, y se dirigió al baño. –Mantenga a su perro
alejado de mi comida–, dijo sobre su hombro.

Ignoró las risas de Kane y se lavó los dientes y se lavó la cara. Iba a contarle a
Kane todo sobre Mónica. Necesitaba saberlo y tenían que idear algún tipo de
plan para mantener a Càtia segura mientras Syren descubría la mejor y más
rápida forma de deshacerse de esa odiosa perra. Amenazar a su familia era un
comportamiento inaceptable, y Mónica tenía que saber eso. Syren trataría con
ella, pero primero tenía que decírselo a Kane. Había estado tan asustado
después de reunirse con Mónica que había regresado directamente a
Connecticut y sacó a Càtia de la escuela.

Qué bueno que fue el fin de semana. Tenían un par de días para pensar
algo. Pero Càtia tenía que ser protegida. Ella era prioridad.

Se peinó con el dedo lejos de su cara. Había querido contarle todo a Kane
anoche, pero las palabras se le quedaron en la garganta. No quería recordarle
a Kane quién solía ser.

Y sabía que, si Kane se enteraba de Mónica, le gustaría ayudar. Syren nunca


permitiría que Kane estuviera en peligro. Este era su problema, tenía que lidiar
con eso él mismo. Hablando de que. Volvió corriendo a la habitación y envió
un mensaje grupal a algunos de sus amigos.

Él tenía amigos. Y tenía a Kane, que necesitaba una explicación. Y quien


aparentemente quiere que Syren lo folle. Habla sobre un shock. Nunca había
visto venir esa solicitud en particular. Le dolía el corazón, pero decir que no
era lo correcto. No pudo. No podía hacer lo que Kane quería. Esperaba que
Kane lo entendiera y dejara caer el tema.

El esperó.

Después de ponerse una de las camisetas de Kane que le llegaba casi hasta las
rodillas, bajó las escaleras y frunció el ceño ante la tranquilidad. En la sala pisó
una de las muñecas de Càtia y casi perdió el equilibrio.

–Càtia, por favor, recoge tus juguetes–. Entró en la sala y miró a su alrededor.

Kane se sentó a la mesa, pero no Càtia. ¿Dónde está Càtia? Dejó su muñeca en
el suelo de la sala de estar.

Cogió el vaso de zumo de naranja de Kane y bebió.

–Hice que Nina la recogiera y la llevara al parque–.


El vaso de jugo se deslizó de los dedos de Syren y se hizo añicos en el suelo,
salpicando líquido por todas partes. –¿Qué?– Su cuerpo se sentía encerrado
en hielo, y no podía escuchar nada más que el rugido en sus oídos.

Kane lo agarró del brazo. –Ella está con Nina. ¿Cuál es el problema?–

–¡No! Llama a Nina. Syren agarró el hombro de Kane. –Llama a Nina. Dile que
traiga a Càtia de vuelta ahora. Se dio la vuelta, resbalando y deslizándose
sobre el suelo resbaladizo mientras salía corriendo de la habitación.

–¡Syren!– Kane lo estaba siguiendo, pero Syren no podía frenar.

–Llama a Nina–, rugió Syren. –Oh Dios–. No pudo encontrar su teléfono. –


Càtia está en peligro–.

Subió corriendo las escaleras y entró en el dormitorio principal. Su teléfono


estaba en la cama y él contestó.

Sus dedos temblaban tanto que no podía hacer que deslizara la pantalla. Su
visión se volvió borrosa. Càtia y Nina estaban afuera, sin
protección. Finalmente consiguió que el teléfono funcionara, marcó, pero
siguió sonando y sonando y sonando.

–Responde, Nina–. Se desplomó sobre la cama. –Oh Dios mío.–

Kane entró en la habitación, con el teléfono en la oreja, su rostro una máscara


de furia, ira y miedo. –Nina. Nina, ¿dónde están ...? Su rostro se puso en
blanco, entonces era terror, todo en sus ojos, todo en su rostro. Terror.

Syren cayó al suelo de rodillas.

–Quién es— Sí. Estoy escuchando. La voz de Kane era un tono monótono. Se
quitó el teléfono de la oreja y lo puso en el altavoz. –Ambos estamos
escuchando–.

–Hola de nuevo, Faro–.

Syren cerró los ojos. –Mónica–.


–Si. Deberías haberme escuchado, todo esto podría haberse evitado.

–Por favor–. Syren juntó las manos. –No les hagas daño. No les hagas daño –.

–Me temo que es demasiado tarde para eso–.

–No.– La angustia desgarró a Syren. No podía mirar a Kane. –Mónica–

–Tienes veinticuatro horas para entregar el dinero que me robaste–. Sonaba


tan tranquila, tan segura de sí misma. –Los cincuenta millones, en moneda
estadounidense. Te devolveré la llamada con más instrucciones.

–¿Dónde están nuestra hija y Nina, perra?– El rugido de Kane puso la piel de
gallina en la piel de Syren.

–Tsk. Tsk. Mire lo que me dice, señor Ashby —dijo Mónica. –De lo contrario,
tendré que decirle a tu esposo que ayer estabas en los brazos de otro hombre,
besándolo, tocándolo–.

Kane se tensó. Syren jadeó.

–Tu hija está bien y seguirá así, siempre que obtenga mi dinero–. Hizo una
pausa.

–La niñera está un poco golpeada, pero vivirá. Por ahora. Terminó la llamada.

Kane arrojó el teléfono. Aterrizó en la cama.

–¿Esto es lo que no querías decirme?– Kane se paró sobre Syren, con los
puños cerrados. –¿Esto, es por eso que has estado actuando extraño?–

–Sí–. Syren se puso de pie. Extendió la mano hacia Kane, pero su esposo se
apartó de él.

–¿Quién era ese?–

–Mónica Delatorre. Quiere el dinero que tomé de Delatorre.


–Ella tiene a nuestra hija–. La voz de Kane era un hilo de sonido roto. Él solo
miró a Syren. –Ella tiene a nuestra hija–. Se dejó caer contra la pared y se
deslizó hacia abajo, cubriéndose los ojos.

Syren solo se quedó allí, con los tés corriendo por su cara, y asintió. –Si.–

–¿Por qué?– Kane lo miró con los ojos rojos. –¿Por qué no me dijiste
esto? ¿Por qué no me dijiste que nuestra familia estaba siendo amenazada?

–No te quería involucrado–.

–¿Estás jodidamente drogado?– Kane se puso de pie. –Estoy involucrado–,


gritó. –Estamos casados. Estoy involucrado.–

–Kane, por favor–. Syren lo alcanzó una y otra vez Kane se alejó de su toque.

–No quería que ella se acercara a ti. Sabía que querrías protegerme y no
puedo permitir que eso suceda–, susurró.

–Mi elección.– Kane golpeó su pecho. –No tienes voz en si te protejo o no.

Ya sea que ponga mi vida por ti o por Càtia. Es mi elección–, gritó. –No es
tuyo. ¡Necesitaba saberlo!

–No quería que te lastimaras–.

–¿De Verdad? Entonces decidiste que me harías daño en su lugar. Él sacudió la


cabeza. –Eres un hijo de puta tan egoísta–.

–Yo-– Syren se atragantó. –Lo siento–. Se cubrió el rostro con ambas manos. –
Lo siento.–

–Ni siquiera puedo ... no puedo mirarte–. Kane se dio la vuelta y Syren lo
agarró del brazo y lo sostuvo.

–No te vayas. Por favor. Se dejó caer de rodillas y envolvió sus brazos
alrededor de la cintura de Kane. Debería haberte dicho. Pensé que podía tratar
con ella solo, pero estaba equivocado.
Por favor. Marshal, no te vayas.

–Estoy tan enojado contigo–. Kane lo miró fijamente. –Estoy tan enojado
contigo y no puedo, me siento tan impotente–.

Syren conocía ese sentimiento, y también sabía que, si cedía al miedo, tal vez
nunca se recuperaría. Entonces abrazó la ira, eso fue un motivador
garantizado. Mónica sería tratada de manera adecuada, pero tenía que
asegurarse de que su relación resistiría la tormenta que se avecinaba.

Tendré que decirle a tu esposo que ayer estabas en los brazos de otro hombre
...

Él ignoró las palabras. No eran importantes, no en este momento. Una crisis a


la vez.

Sonó el teléfono de Kane y él se apartó de Syren. Una mirada al identificador


de llamadas y volvió a mirar a Syren.

–Esta podría ser ella otra vez–. Le entregó el teléfono a Syren.

–¿Hola?– Lo puso en el altavoz y se sentó en la cama.

–No suenas demasiado bien allí, Faro–.

Estás jugando un juego peligroso, Monica. Uno que está garantizado que
perderás.

Ella se rio en su oído. –No sé sobre ti, pero mi equipo se ve muy bien.

Muy bien. Ella recitó una dirección. Estaré allí mañana por la tarde a las seis
con mi dinero. No tengo que decirte cómo irán las cosas si te desvías de los
planes que he establecido. Sé que tu esposo es un agente de la ley retirado,
pero estoy seguro de que sabes que los policías nunca deberían estar
involucrados.

–Quiero hablar con Nina. Ahora. Oyó algunos gritos y un grito ahogado, luego
la voz de Nina llegó a la línea, temblando.
–¿Syren?–

–Nina, oh Dios–. Le dolía la garganta. –Lo siento mucho. ¿Cómo estás, cómo
está Càtia?

–Está bien, no sabe lo que está pasando–. Nina hizo una pausa. –Le dije que
íbamos a una aventura con uno de los amigos de papá–.

Un sollozo salió de la garganta de Syren y él se dobló. Fuertes manos lo


atraparon, lo sostuvieron.

–Nina, ¿qué hay de ti?–, Preguntó Kane. –¿Estás bien?–

–Lo estaré–. Sonaba demasiado vaga para Syren.

Syren apretó sus manos. Esa perra Mónica estaba muerta. –Va a estar bien–,
prometió Syren. –Lo prometo. Los llevaré a casa a dos a salvo.

Escuchó la sonrisa en la voz de Nina cuando dijo: –Nunca dudé por un


segundo–.

–Suficiente–. Mónica volvió a la línea. –El tiempo se está perdiendo,


Faro. Marque mi dinero.

–El tiempo seguirá perdiéndose a menos que hablemos con nuestra hija–, dijo
Kane.

–¿Papi?–

Syren enterró su rostro en el pecho de Kane, sofocando los sonidos de sus


sollozos. Se sacudió tanto que pudo oír sus dientes parlotear.

–Hola, niña–. Kane mantuvo su voz suave y baja, pero sus palabras temblaron.

–¿Cómo estás?–

–Estoy bien, tía Nina y yo estamos en una aventura con el amigo de papá–.
Hizo una pausa. –Su cabello es realmente grande–.
–Eso suena bien–. La voz de Kane se quebró y se aclaró la garganta. –Papá
quiere saludar–.

–¡Hola papá!–

Syren tragó saliva. Parecía tan despreocupada, tan ruidosa y alegre. Entonces
Càtia. –Hola bebé.–

–Papá, tú y papá suenan muy graciosos–.

–Eso es porque te extrañamos y no podemos esperar para verte–.

Podía imaginarla con la cabeza ladeada a un lado, muy parecida a Kane. –


Bueno. Pero aún no, porque es una aventura, así que tenemos que hacerlo
bien –.

–Lo sé. Se bueno, ¿vale? te quiero. Papi y yo te queremos mucho y nos


veremos pronto.

–Yo también los amo a ti y a papá. Tengo que ir.–

Solo así su hija se había ido. Su cuerpo quedó flácido y si no fuera por Kane,
se habría caído al suelo. Syren se aferró a él, se aferró con fuerza a través del
sonido de su corazón desgarrado.

–Tienes el tiempo y el lugar–, dijo Mónica. –Recibo mi dinero, recuperas a tu


familia–. El teléfono se apagó.

Kane soltó a Syren y se puso de pie. –¡Hijo de puta!– Pateó la mesita de noche,
enviando la lámpara al suelo.

Syren se acurrucó en posición fetal cuando Kane se volvió loco, pateando y


golpeando la pared. Todo el ruido y los sonidos desgarrados y desgarradores
que hizo Kane mientras lloraba, y Syren no pudo hacer nada más que
presenciarlo todo. Era todo culpa suya, después de todo. No podía culpar a
Kane por estar tan enojado con él, por querer estar en cualquier lugar menos
cerca de él. No tenía palabras para calmar a Kane. No hay una explicación real
para mantener a Kane en la oscuridad. Debería haber confiado en Kane para
respaldarlo, pero no lo había hecho. Ese era el problema, ¿no? No confiaba en
que su esposo lo respaldaría. Junto a él su teléfono sonó, un mensaje de texto
entrante.

Él lo recogió. Dos fotos, de lado a lado. Kane y Vince. La mano de Kane en la


cara de Vince en una, y la siguiente, estaban en los brazos del otro.

Besos

Estaba bastante seguro de que, si hubiera estado de pie, se habría tambaleado


bajo ese golpe.

–¿Qué pasa?– Preguntó Kane.

Salió de la pantalla. –Nada importante–. Entonces no fue así.

Kane se acercó y se arrodilló junto a la cama. –No me importa lo que tengas


que hacer, a quién tienes que chantajear o sobornar, vamos a recuperar a
nuestra hija–. Su mirada era feroz mientras el sudor le caía por la cara. –¿Me
entiende? Quiero que regresen nuestra hija y Nina.

Syren asintió con la cabeza. –Si.–

–Sé quién necesitas ser, haz lo que sea necesario. Estaré allí contigo. No
importa qué.–

Miró el teléfono en su regazo. –Mónica va a tener que morir–.

Kane se encogió de hombros y se puso de pie. –Perra lo pidió–.

–Tengo que hacer algunas llamadas–. Cuando Kane se giró para salir de la
habitación, Syren le agarró la mano. –Gracias por perdonarme–.

Kane sacudió la cabeza y salió del agarre de Syren. Haré cualquier cosa para
recuperar a Càtia y Nina, pero no te he perdonado. Todo lo demás queda en
segundo plano ante toda esta mierda, pero confía en mí, nuestra relación será
lo primero que debatiremos una vez que recuperemos a Càtia y Nina –.
Syren pasó horas al teléfono, pidiendo favores y chantajeando a cualquiera
que dudara. No tuvo tiempo para la delicadeza. Ahora tenía que hacer una
última llamada telefónica.

–¿Qué pasa, hombre?–

–Billy, necesito que hackees el teléfono de Kane–.

–¿Qué?– Billy balbuceó. –¿Por qué?–

–Mónica Delatorre secuestró a Càtia–.

–Mierda–.

–Sí, nos llamó por teléfono de Kane y necesito saber desde dónde llamó.

Tal vez ella todavía está allí.

–Jesucristo, lo siento mucho–.

–Guarda eso, lo siento por Monica, esa perra está en una misión
suicida. Trabaja en el teléfono de Kane. Avísame en el momento en que
obtengas algo, y no tengo que decirte que mantengas esta convo entre tú y
yo, ¿verdad?

–Sí hombre, te tengo. Labios con cremallera.

–Gracias, Billy–. Colgó cuando sonó el timbre. Salió de la habitación y estaba a


mitad de la escalera cuando sonó una fuerte voz.

–¿Alguien pidió respaldo?–

Tuvo que sonreír cuando Mateo Oliveros entró en la casa, su esposo Tommy
justo detrás de él. La gorra yanqui encaramada sobre su cabeza, las sombras
oscuras cubrían sus ojos, Mateo estaba vestido de negro, camiseta y chaqueta
de cuero, jeans con cinturón todavía hundidos, los dobladillos de sus jeans
atascados en Timberland tostado.

–Teo–.
Mateo rodeó a Kane y miró a Syren. –Amigo, te ves como una mierda–.

–Sabes cómo halagarme–. Se acercó y abrazó a Tommy. El delgado cabello


oscuro de Tommy estaba afeitado a un lado y llevaba una simple camiseta
blanca con las palabras –Bottom's Up– en jeans ajustados negros y negros. –
Gracias por venir.–

Mierda, sabes que haríamos cualquier cosa por la señorita Càtia. ¿Quién más
me va a llamar tío Matty? Mateo miró a Kane de arriba abajo. –Alimentados.–

–Teo–. Kane asintió con la cabeza.

–Eso es Mateo para ti, Fed–. Mateo abrazó a Kane, le dio una palmada en la
espalda y luego se alejó.

–Quítate ese ceño, la caballería está aquí–.


Capítulo seis

Kane no podía quedarse quieto. Siguió paseando, primero un extremo de la


sala de estar donde Syren, Mateo y Tommy estaban acurrucados en un
teléfono, y luego el otro lado. Había llamado a Gabe y a Angel, y estaban
esperando que el avión de Syren aterrizara. Mientras tanto, no tenían más que
tiempo mientras esperaban a que Billy o Tommy identificaran la ubicación de
Monica Delatorre. O al menos el lugar donde había estado cuando llamó
antes.

La situación era difícil de entender, comprender completamente. Su hija se


había ido, arrebatándoles. Nina tomada también. Cosas que podrían haberse
evitado si Syren solo le hubiera contado qué demonios estaba pasando. ¿Por
qué fue tan difícil para su esposo hacer eso? ¿Por qué fue tan difícil para Syren
entender que Kane querría saber algo así?

Salió de la habitación y salió al patio trasero donde dejaron salir a OG.

El perro saltó hacia él y se lamió los dedos con un gemido.

–Lo sé–. Era como si OG pudiera decir que la mierda no estaba bien. Que
estaban locos por el dolor y la preocupación y ... No quería contemplar qué
haría esa chica Mónica con Nina y Càtia. Sabía que, si un cabello en su cabeza
estuviera fuera de lugar, él mismo estaría cortando a esa perra.

Después de la última llamada telefónica, Syren se había aclarado, explicando


que Mónica se había hecho pasar por un cliente potencial para reunirse con
él. La reunión donde había compartido las fotos de vigilancia tomadas de
ellos, su familia.

Kane se hundió en uno de los bancos de hierro forjado que habían colocado
alrededor del gran patio trasero.
Debería haberle dicho. No podía entender esa mierda. Necesitaba saber de
inmediato. Y junto con la angustia de que le robaran a su hijo, tuvo que lidiar
con el hecho de que Mónica había tenido un encuentro inocente con Vince y
lo había convertido en algo que Syren nunca podría superar.

Se quedó mirando sus pies descalzos sobre la hierba, OG sentado a su lado,


con la larga lengua rosa colgando mientras miraba a Kane con una expresión
burlona. Sus vidas se voltearon en un abrir y cerrar de ojos y él, apretó los
puños y los apoyó sobre sus muslos, no podía hacer nada. No podía ir a las
autoridades, no podía llamar a ninguno de sus amigos porque eso podía
lastimar a las chicas. Sin mencionar el hecho de que cada jodido cuerpo
dentro de su casa era un criminal en algún tipo de capacidad.

No es que le importara eso. Si alguien pudiera recuperar a Càtia y Nina, lo


harían los hombres dentro de esa casa.

La puerta de la pantalla trasera se abrió y levantó la vista cuando Mateo


salió. Se conocieron por primera vez cuando Syren regresó con Kane de Costa
Rica para planear la boda. Kane no había pensado que Syren tuviera muchos
amigos. O cualquiera para el caso, al lado de Angel. Se había sorprendido
cuando sonó el timbre una noche y Mateo Oliveros estaba allí, un hombre
más joven que resultó ser Tommy a su lado. Habían cenado, conversado, y
antes de que Kane se diera cuenta, esos dos eran un elemento fijo en su
casa. Mateo era un loco duro, y le costó acostumbrarse, pero Tommy
compensó la actitud temeraria y áspera de Mateo. Había crecido en Kane con
seguridad. Lo suficiente para que Mateo y Tommy sean parte de su boda de
una manera muy sorprendente.

Càtia incluso los había llamado tío Matty, que Mateo odiaba, y tío Tommy.

–Parece que perdiste a tu mejor amigo, hijo–. Mateo se sentó a su lado,


inclinándose para rascar el vientre de OG. –¿Qué pasa?–

–¿Qué quieres decir con lo que pasa?– Kane lo miró incrédulo. –Mi hija se fue,
hombre. Ido. Nina se fue y yo estoy aquí, indefenso.

–Usted lo culpa–.
–¿Qué?–

–Tu hombre nos contó todo–. Mateo miró hacia la casa. –Tengo que decir
que, si Tommy hiciera lo mismo, si él me ocultara algo así, estaría allí con la ira
y la culpa–. Se volvió hacia Kane. –Pero este no es el momento para eso. Tu
hombre está allí, apenas sosteniéndose, y tú estás aquí y apenas puedes
pararte. Quiero saber por qué estás aquí y él está allí. ¿Por qué no estás allí
sosteniéndolo para que pueda hacer lo mismo por ti?

El dolor hizo que las entrañas de Kane se apretaran. –No puedo—– Sacudió la
cabeza. –Joder, hombre. Yo solo-–

–¿Entonces vas a dejarlo?–

–¿Qué?– Kane se quedó boquiabierto. –¿Quién dijo algo sobre irse?–

Mateo se encogió de hombros. –Él cree que te ha perdido, que es algo por lo
que nunca podrás perdonarlo–. Mateo respiró hondo. –Está bien, escucha. No
sé una mierda sobre las relaciones, excepto lo que funciona para mí, ¿sí? Ese
hombre con el que te casaste es realmente sorprendente para arreglar las
cosas, hacer las cosas, pero no es tan bueno para dejarse cuidar. ¿Estoy en lo
cierto?– Clavado en uno. Kane asintió con la cabeza. –Sí.–

–No es bueno para sentarse y hacer que alguien más lo haga por él, es un tipo
de hombre que se hace cargo–.

Excepto en el dormitorio, pero ese era otro tema que tenía que pasar a un
segundo plano.

–No puedes estar enojado con él por hacer lo que siempre ha hecho–, dijo
Mateo suavemente. –Él siempre ha sido el único en lidiar con sus
problemas. No puedes estar enojado con él por eso. Es a lo que está
acostumbrado.

–Puedo y estaré enojado–. Miró a Mateo. –No soy solo un polvo al azar. Soy
su esposo, soy el padre de su hija.
Mateo sonrió y levantó la mano con la palma entregada. –Aight, pero puedes
estar enojado y aún estar ahí para él, deja que él esté allí para ti, ¿sí?–
Su sonrisa se desvaneció. –Realmente cree que te ha llevado demasiado lejos
y lo está matando, hombre–.

Kane se puso de pie. –Me encanta. El hecho de que esté enojado no significa
que me vaya a alejar de mi familia –.

Mateo se encogió de hombros. –No me digas, tonto. Dile. Cuida esa mierda
para que podamos ir a trabajar. La promesa de violencia tiene mi polla en 'H'.–
Se retorció en el banco con un guiño.

Kane resopló y sacudió la barbilla en silencio gracias antes de caminar hacia la


casa cuando Tommy salió por la puerta.

–Hola–. Tommy le sonrió. –¿Estás bien?–

–Todavía no, pero lo estaré–. Dentro de la puerta miró por encima del hombro
a tiempo para ver a Tommy deslizarse sobre el regazo de Mateo. Mateo
abrazó a su esposo con los brazos alrededor de la cintura, mientras Tommy se
recostaba en su pecho.

Kane tragó saliva y se dirigió a la sala de estar. La voz de Syren lo alcanzó


antes de que él entrara en la habitación.

–No me jodas, holandés. No se le permite vivir, ¿entiendes? No después de


que se llevó a mi hija y a Nina. Jamás. Esa perra es tostada y si sientes que
necesitas detenerme, inténtalo.

Me gustas, pero no tanto. Mi familia es lo primero y si eres una amenaza estás


muerto. Es así de simple. Terminó la llamada y maldijo cruelmente.

Kane se quedó allí con los brazos cruzados y lo recogió. Se había vestido antes
de que Mateo y Tommy vinieran. Una camisa blanca metida en la cintura de
los pantalones oscuros, con las mangas enrolladas hasta los codos. Sin
embargo, sus pies estaban desnudos, y Kane sonrió ante el esmalte de uñas
púrpura que él y Càtia habían puesto en los dedos de los pies de Syren días
antes. El cabello de Syren era un desastre, pero a Kane le gustaba.

Se aclaró la garganta y Syren se dio la vuelta, con los ojos muy abiertos, su
rostro tan pálido que era casi translúcido.

–Kane. ¿Cuánto tiempo llevas allí parado?

–El tiempo suficiente–. Kane se acercó. –Siéntate, parece que te vas a caer en
cualquier momento–. Señaló la silla de Bailey. Syren había insistido en que lo
mantuvieran donde estaba. –Siéntate–, insistió cuando Syren dudó.

Syren se sentó y Kane cayó de rodillas ante él. No le gustaba el miedo


cauteloso en los ojos morados de Syren.

–¿Recuerdas cuando hicimos el amor aquí, en esta silla?–

–No lo llamaría hacer el amor–. Parte de la tensión en la cara y los hombros de


Syren se derritió cuando las comisuras de sus labios se curvaron. –Era-–

–Fui yo, haciéndote el amor–. Frotó sus palmas sobre los muslos de Syren. –Te
amaba tanto, no pude encontrar las palabras para describirlo
adecuadamente–. Ahuecó la cara de Syren. –Era una cosa ardiente y feroz
dentro de mí, que me devoraba, me consumía. Llevarte aquí, en esta silla, fue
la primera vez que te dije que te amaba. Solo que no usé palabras.

Los labios de Syren se separaron. Sus muslos temblaron bajo el toque de


Kane.

–Eso fue antes–, dijo Kane.

Syren cerró los ojos. –¿Antes de qué?– Susurró. ¿Antes de guardar


secretos? ¿Antes de poner a nuestra familia en peligro? La humedad brillaba
en sus pestañas. –¿Antes de perderte?–

Aunque Syren no podía verlo, Kane sacudió la cabeza con una sonrisa. –Antes
de que me perdonaras por acusarte del peor tipo de traición. Antes de caer de
rodillas en esa playa con un anillo.
Los ojos de Syren se abrieron, húmedos y conmocionados.

–Antes de que estuvieras conmigo en nuestro patio trasero y dijeras 'Sí,


quiero'. Antes de que me dieras una hija. Kane hizo una pausa y se aclaró la
garganta. –Nunca me perderás. Usted va a molestarme y enfadarme,
que se me empuje, ¿pero me perder?– Se inclinó hacia arriba, labios se cierne
sobre Syren.

–Nunca eso. Nunca eso.

La cara de Syren se arrugó, poco a poco. Se atrapó el labio inferior con los
dientes y miró a Kane, su cuerpo temblando. –Marshal.–

–Pensé que estaba enamorado de ti antes–, dijo Kane, –Pero ahora, cada día,
te amo más. Cada vez que Càtia me llama papi, te quiero más. Cada vez que
te beso y haces esos jodidos gemidos, te quiero más –.

Syren rodeó su cuello, lo atrajo hacia sí y Kane fue a los brazos de su esposo,
besando el cuello de Syren.

–Estoy enamorado de ti–, continuó contra el cuello de Syren. –Más ahora que
nunca. Puedes enojarme, pero nunca puedes lograr que te deje, que deje a
esta familia. Mi corazón está aquí, contigo y Càtia, así que donde sea que
estés, ahí es donde estaré.

–No quise lastimarte–, respondió Syren. –Solo quiero que estés a salvo. Sólo te
quiero aquí.–

–Estás acostumbrado a hacer las cosas solo–. Kane se echó hacia atrás y se
encontró con los ojos de Syren. –Pero ahora eres un hombre casado. Ese anillo
en tu dedo significa que nunca más volverás a estar solo. Y si compartes cosas
conmigo, si eres abierto conmigo, nunca me lastimarás–.

Syren asintió lentamente, con la nariz roja.

–No tengo miedo de quién solías ser, bebé. Eres bueno en esa mierda, y me
casé contigo sabiendo todo eso. Nunca estaré enojado contigo si tus
enemigos atacan a nuestra familia, siempre que yo sepa al respecto. Mientras
estemos preparados para lidiar con eso. Juntos.–

El labio inferior de Syren se estremeció. –Sabía que serías perfecto para mí la


primera vez que vi tu foto. La realidad es mucho mejor, mariscal. Mucho
mejor.–

–Por supuesto que es. Te lo mereces y quiero dártelo. Todo el tiempo. Kane lo
besó. Un rápido besito luego regresó por más, más lento esta vez, la lengua se
deslizó cuando Syren abrió para él. Un baile familiar, pero besar a
Syren nunca fue lo mismo todo el tiempo. Siempre había algo nuevo que
aprender, descubrir sobre el hombre en sus brazos.

–¡Ay, mis ojos!–

Kane se enderezó cuando su hermano y Rafe entraron en la habitación.

–Gabe–. Se puso de pie y tiró de Syren. Abrazó a su hermano, lo abrazó con


fuerza cuando Gabe no lo dejó ir.

Rafe y Syren se abrazaron también. Cuando Gabe finalmente lo liberó, Kane


estrechó la mano de Rafe.

–Gracias por venir.–

–Mierda. ¿Dónde más estaríamos? Gabe miró a Syren de arriba abajo. –¿Estás
colgando allí, Tiny?–

–Estaré bien–. La negativa de Syren a morder el anzuelo era reveladora. Kane


abrazó a su esposo.

–Trajimos dos armas más a la fiesta–. Rafe sacudió la cabeza hacia la puerta.

Juan Pablo Castillo y su esposo, el agente de la DEA Shane Ruskin-Castillo,


estaban parados allí. Kane no había terminado ese maldito beso entre Syren y
Castillo, pero había aprendido a lidiar. Saludó a los hombres y les agradeció
por venir.
Rafe y Castillo tenían cierta lealtad hacia Syren, y Kane estaba muy agradecido
por ello. Querría a esos dos hombres de su lado en lugar de contra él
cualquier día de la semana. Mateo y Tommy volvieron a entrar y Kane ordenó
pizza, colgando justo cuando sonó el teléfono de Syren.

Todos se tensaron.

–Es Billy–. Syren respondió por el altavoz. –Billy, estás en el altavoz. Ir.–

Billy respiró hondo. –Bueno. Llamó desde un vehículo en movimiento, la señal


sonó en al menos tres torres celulares diferentes, pero puedo decirle la ruta
que tomó. Tampoco apagó el teléfono, así que puedo decirte dónde está
ahora.

–Dámelo a mí–.

–Un hotel dos ciudades más–.

–Está bien, gracias Billy–. Syren terminó la llamada y se enfrentó a la


habitación. –Voy para allá. Ahora.

Tommy, te necesito en la computadora. Encuentra un camino hacia la fuente


de seguridad de ese hotel. Necesitamos cubrir nuestras huellas,
muchachos. Shane, tú y Gabe quédate con él. Por favor. Por si acaso.–

Kane ya estaba saliendo por la puerta cuando Syren dijo: –


Mierda. Espere. Sostener.–

Kane se giró ante el pánico en la voz de Syren. –¿Qué?–

–¿Cómo sabía quién era yo?– Syren miró a su alrededor. –Solo ustedes saben
que soy Syren, todos me conocen como Faro. Ella conocía nuestro negocio, mi
familia, nuestra dirección, dónde va Catia a la escuela, donde vive Nina. Se
dejó caer en el sofá. –Ella sabe cada jodida cosa.

¿Como es eso?–

Castillo dio un paso adelante. –¿Crees que uno de nosotros te abandonó?– No


parecía enojado, solo curioso.
Syren rechazó las palabras de Castillo. –En realidad no. Confío en ustedes con
mi vida, más importante aún con la vida de Kane y Càtia, así que no –.

–Entonces, ¿qué estás pensando?–, Preguntó Kane.

Syren levantó un dedo mientras tocaba volver a marcar en su teléfono. Billy,


dame todo sobre Monica. Con quién se ha estado reuniendo y toda su
información de viaje de la segunda noticia que Delatorre murió. Cuando
colgó, Syren miró hacia arriba y alrededor de la habitación. –Esto no es una
coincidencia, no un maldito plan nocturno. Ella sabía demasiado. Y ella sabía
dónde golpear.

Kane frunció el ceño. –¿Ella está trabajando con alguien?–

Syren asintió, su cabello cayó sobre sus ojos. –Y supongo que ella no es la
mente maestra–.

–Mierda–, maldijo Rafe. –¿Tienes alguna idea?–

Syren se echó a reír, pero no era un sonido divertido. –Los enemigos de Faro
son numerosos. Demasiados para nombrar.

–Lo descubriremos–, dijo Kane con vehemencia. –Lo descubriremos, pero


ahora vamos a movernos–.

–¿Tenemos un plan o vamos a disparar con las armas?–, Preguntó Mateo. –


Estoy bien de cualquier manera–.

–Cálmate–. Pablo miró a Mateo que se encogió de hombros.

–¿Qué? Estoy en una.–

–Quiero respuestas primero. Y Mónica es mía, todo lo demás es juego limpio.


Syren se puso de pie. –Tenemos que averiguar dónde guarda a Càtia y Nina,
porque dudo que las tenga en una habitación de hotel–.

Cargaron el todoterreno de Mateo, Kane conducía con Syren montando una


escopeta. Su esposo tenía lentes oscuros, su rostro sin emociones. Los otros
hombres se amontonaron en la parte de atrás. Con una mano en el volante,
Kane usó la otra para buscar la de Syren. Entrelazó sus dedos, apretó los de
Syren y rezó. Él jodidamente oró.

Entrar en el hotel fue bastante fácil. Todos entraron como se suponía que
debían estar allí. Su objetivo estaba en el piso doce, pero necesitaban tarjetas
para que las puertas del ascensor funcionaran. Tampoco podían usar las
escaleras ya que todas las puertas se abrieron solo con esas malditas tarjetas
de acceso. Al final, Syren reservó una habitación mientras los hombres se
desplegaban, manteniendo los ojos bien abiertos.

Kane estaba de pie junto a Syren con el corazón latiendo en su pecho. La


ansiedad goteaba sudor frío por su espalda. La inactividad mientras
atravesaba el proceso de reservar la habitación le irritaba cada jodido nervio,
pero finalmente terminaron.

Todos entraron al elevador una vez que Syren usó la tarjeta llave, nadie
habló. Syren agarró la mano de Kane nuevamente, y Kane lo apretó. Muy
pronto llegaron a su destino.

El pasillo estaba vacío, pero lleno de cámaras de seguridad.

Mateo llamó a la puerta. –Limpieza interna. Tengo algunas toallas limpias para
el baño.

Castillo gruñó. –¿De Verdad?–

–Hola, estoy improvisando aquí–, susurró Mateo.

Kane simplemente se balanceó sobre las puntas de sus pies y esperó. Pasos
arrastrados por dentro.

–No pedimos toallas–, gritó alguien desde el otro lado de la puerta.

–Oye, me dijeron que lo fuera, así que lo traje–, dijo Mateo. –¿Lo quieres o
no?–

El pomo giró, la puerta se abrió y Castillo agarró al hombre que se asomaba


por el cuello.
–Hola.–

Kane abrió la puerta de un puntapié y todos entraron rápidamente cuando


Castillo hizo retroceder al hombre. Otros dos estaban en la habitación y se
pusieron de pie de un salto, pero solo uno sacó su arma a tiempo. Kane se
lanzó hacia el que tenía el arma, sosteniéndolo en una llave de cabeza
mientras Rafe agarró el otro –Déjalo–. Kane sacó su arma de la cintura y la
presionó contra la sien del hombre.

–¿Dónde está Monica?–

–No conocemos a ninguna Mónica–.

Syren le quitó el arma y se la entregó a Mateo. –Entonces me ocuparé de ti–.


Atornilló el silenciador de su arma. –Ese teléfono en la mesa, ¿a quién
pertenece?–

Nadie habló Castillo apretó su agarre en la garganta del otro hombre y


gorgoteó. Rafe no tenía una pistola, pero tenía una espada malvada en la
mano que presionó contra la garganta de su cautivo.

–Creo que es mejor que empiecen a hablar–, dijo Rafe. –Solo empeorará si no
lo haces–.

Los tres hombres obviamente no eran estadounidenses, hablaban con un


fuerte acento brasileño.

El más bajo de ellos, el que Castillo sostenía, se encogió de hombros.

–Es mi teléfono–.

Syren apretó el gatillo y disparó al hombre que Kane sostenía en la rodilla. Se


derrumbó con un grito de dolor. –No tengo tiempo para hacerte sufrir, pero
tengo el tiempo suficiente para matarte–, dijo Syren con calma.

Kane nunca lo había visto con esta luz antes y maldita sea, le gustaba.

Dinos de dónde sacaste el teléfono. Castillo golpeó al tipo que sostenía contra
la pared.
–No. No lo hagas, Rico. El hombre en el suelo a los pies de Kane se retorció,
agarrando su rodilla sangrante. –No les digas nada, hombre–.

Syren le disparó. En la garganta.

–Bien–, murmuró Mateo.

La polla de Kane se endureció.

Syren se enfrentó a Rico cuando el que estaba en el piso se desangró. –


Mónica se llevó a mi hija. Mataré a cada uno de ustedes para
recuperarla. Entonces, te pregunto por última vez, ¿de dónde sacaste el
teléfono?

–M-Monica nos lo dio–. Los ojos oscuros de Rico estaban muy abiertos por el
miedo, su rostro iba de rojo a púrpura mientras luchaba por respirar contra el
agarre de Castillo.

–¿Y dónde está Mónica?–, Preguntó Kane. ¿Sabes dónde tiene a nuestra hija?

La confusión brilló en los ojos de Rico.

–Sí, nuestra hija–. Kane hizo un gesto entre él y Syren. –Estamos casados.–

–Pero ... eres Faro–. Rico miró boquiabierto a Syren

Syren sonrió abiertamente. –Soy. Cuál debería haber sido tu primera pista para
no joder con lo que es mío. ¿Dónde está Mónica?

–Se fue hace horas. E-ella no dijo a dónde.

–Pero sabes dónde está sosteniendo a Càtia y Nina, ¿verdad?–, Le preguntó


Syren.

–Estábamos allí–. Rico asintió. –Los tomamos–.

Kane respiró por la boca en un esfuerzo por calmar su sed de sangre. –


Bien. Vas a tener que pagar por eso. ¿Dónde están?–
–Una casa abandonada en Hartford–. La voz de Rico tembló cuando dio la
dirección.

–Mónica dijo que le robaste a ella, a Delatorre–, le dijo a Syren. –Por eso
ayudamos–.

–Y es por eso que mueres–. Kane no lo pensó dos veces antes de apretar el
gatillo. La cabeza de Rico se inclinó hacia un lado, un punto rojo en el centro
de su frente. Castillo lo soltó y el cuerpo de Rico cayó al suelo.

–Vamos a buscar a mi sobrina–, dijo Rafe. Bajó la mirada hacia el hombre que
aún sostenía a punta de cuchillo, una mano sobre su boca. –Oh, mi mal–. Un
movimiento rápido de la hoja y el hombre se lanzó hacia adelante, con la
garganta cortada de oreja a oreja.

Sonó el teléfono de Syren. –Dutch. Sí. Duodécimo piso, sala 12C. Necesitarás
bolsas para tres.

El pauso. –No. Mi chico está cuidando las cámaras. Adiós. Colgó y luego se
volvió hacia Kane y el resto. –La tripulación de Dutch está en camino para
limpiar–. Le tendió una mano a Kane.

Kane lo agarró y se lo llevó a la boca, besando los nudillos de Syren. –Vamos a


buscar a nuestra hija–.

Mateo hizo un puchero cuando entraron en el ascensor. –Tengo dibs en la


próxima matanza, ¿has oído?–
Capítulo siete

Optaron por esperar hasta el anochecer. Lo más difícil que hizo


Syren. Espere. Pero se les ocurrió un buen plan. Ahora solo tenía que esperar
esa hora cero. Su cuerpo era un desastre vibrante de energía nerviosa con la
que no sabía qué hacer.

El paseaba. Demonios, incluso había salido a jugar con un OG muy


descuidado. Sin embargo, la distracción no funcionó. Siguió reproduciendo
todo lo que sucedió en la habitación del hotel. Siempre había tratado de
mantenerse alejado de la violencia, prefiriendo el método menos desordenado
de dinero y chantaje, pero maldición si no sentía una sensación de corrección
cuando apretó el gatillo hoy.

Sacar ese tipo de furia no fue tan difícil como debería haber sido con su
esposo allí mismo, observando cada uno de sus movimientos. Kane lo
sorprendió, matando a ese tipo Rico. Y Syren vio lo que había estado tratando
de evitar, haciendo que Kane siguiera ese camino. Syren no tuvo problemas
para hacer lo que había que hacer, ensangrentarse las manos, pero no quería
lo mismo para Kane. Sin embargo, era divertido, había estado tan jodidamente
excitado cuando Kane apretó el gatillo. Fue todo lo que pudo hacer para no
atacar al hombre allí mismo, no caer de rodillas y golpearlo mientras Kane
tiraba de su cabello.

Maldito. Se retorció en el sofá. Él amaba cuando Kane tiraba de su cabello.

Atención. Atención.

Todavía estaban esperando a Billy, que estaba trabajando para descubrir quién
le dio a Monica la información que tenía sobre Syren. No creía que el culpable
fuera alguien que él conociera. Su círculo interno era pequeño y apretado por
alguna razón. Las personas con las que se rodeaba eran demasiado leales para
eso.

Nunca pensó que se volverían contra él. Su dinero estaba en alguien del
pasado de Faro. Alguien con quien había hecho negocios, tal vez.

Esa lista sería muy larga para revisar, y mientras tanto tenía que sentarse sobre
sus pulgares y esperar. Esperar nunca fue una palabra en su repertorio.

Se frotó el estómago revuelto. Kane lo había obligado a comer una porción de


pizza fría, pero Syren apenas podía contenerla. ¿Cómo se suponía que iba a
comer cuando su hija estaba sola con una maldita loca y Dios sabía quién
más? Al menos estaban a solo un par de semanas de las vacaciones de
verano. Habían estado pensando en pasar el verano en Costa Rica.

Jesús.

Se frotó la frente. Podría ser fuerte, tenía que serlo. Simplemente ... fue
difícil. Lo más difícil por lo que había pasado, y había pasado por algo de
mierda.

Sonó el teléfono de la casa. Tommy miró a Syren y luego a él, ya que estaba a
su lado.

Syren asintió mientras se inclinaba hacia adelante. –Responder.–

Tommy lo hizo, pasando su cabello sobre su hombro. –¿Hola?– Hizo una


pausa y luego asintió.

–Sí, este es el número correcto. Espera. Puso una mano sobre el receptor y
luego miró a su alrededor.

¿Dónde está Kane? Es para él –.

–¿Quién es?–

Kane entró en la habitación cuando Tommy preguntó: –¿Quién llama?–


Levantó la cabeza. –Es Vince–.
El paso de Kane vaciló. Miró a Syren y Syren miró hacia atrás y sostuvo la
mirada de su marido.

–No es lo que piensas.–

Syren sonrió ante el pánico en la cara de Kane. –¿Que pienso?–

Kane miró a Tommy. –Dile a Vince que estoy ocupado–. Se acercó a Syren y se
sentó a su lado. –Ese beso no se parecía en nada a lo que estás pensando–.

–Whoa–. Gabe se paró sobre ellos, con furia en los ojos. Furia dirigida a su
hermano. ¿Besaste a alguien más? ¿Besaste a Vince?–. Las palabras eran
fuertes bombas lanzadas al silencio y todos se volvieron y las miraron.

Gabe, relájate. No es gran cosa. Kane se volvió hacia Syren, su expresión de


disculpa, pero su hermano no lo estaba teniendo.

–¿Qué quieres decir? ¿Cómo besas a otro hombre cuando estás casado? Gabe
se quedó allí con las manos en las caderas, mirando a Kane.

–Gabe, vamos.– Rafe tiró de su brazo, trató de alejar a Gabe, pero no lo estaba
teniendo.

–¿Como pudiste?–

–Gabe—– Kane se puso de pie, le tendió una mano a su hermano, pero Gabe
la apartó.

–Maldición.–

–Gabe, no es asunto tuyo–. Rafe tiró del brazo de su esposo. Gabe se encogió
de hombros y avanzó hacia Kane.

–No, quiero saber–, dijo Gabe. –¿Cómo haces eso? Besa a alguien más cuando
tengas a Syren, cuando tengas una familia.

–No sabes nada–, comenzó Kane.

–Entonces hazme entender–, gritó Gabe.


–Suficiente–, rugió Syren.

Todos callaron.

Se levantó. –Gabe, gracias por intentar defenderme, pero soy un niño


grande. Trataré con tu hermano cuando esté listo. No es tu trabajo
defenderme. Él sonrió a pesar del dolor en su pecho. –Estaré arriba–. Salió de
la habitación, todos los ojos puestos en él, y subió las escaleras.

En el dormitorio se subió a la cama, zapatos y todo, y enterró la cara en las


almohadas.

No quería morar. Acababa de terminar un tiempo para pensar. Estar solo.

El sonido de las patas en el suelo lo alertó de la presencia de OG. Rodó sobre


su costado con una sonrisa. OG se sentó al lado de la cama, mirándolo. –No
puedes subir, así que ni siquiera me des esa mirada–. Kane le había prohibido
a OG estar en la cama.

OG se acercó y le lamió la cara.

–Muy bien, maldita sea. Ven aquí. Abrió el brazo y OG saltó, lamiéndose la
cara. –Ugh–. Cerró los ojos. –¿Has oído hablar de mentas para el aliento,
chico?– Abrazó a OG cerca, rindiéndose al deslizamiento húmedo y áspero de
la lengua de OG sobre su nariz. –Maldita sea, perro. No hagas esa mierda.
Pero él lo permitió de todos modos.

–Sal de la cama, OG– Kane entró en la habitación. –Se supone que no debe
estar en la cama–.

–No se supone que sucedan muchas cosas–, dijo Syren con calma. –No
significa que no lo hagan de todos modos–. Aun así, sacó a OG de la cama y
salió de la habitación. Kane cerró la puerta del dormitorio con un suspiro y se
metió en la cama con él. –Ven aquí–. Tiró de Syren sobre su pecho. –No
estaba besando a Vince. Me picoteó los labios, un beso de despedida.
Nos conocimos allí en el juzgado, y me disculpé por usarlo cuando supe que
estaba enamorado de ti. Le dije que merecía que alguien lo amara por
completo y que no debía conformarse con menos–.

Syren sacudió la cabeza. –No pensé que lo estabas besando o teniendo una
aventura o lo que sea con él, pero ¿por qué no lo supe?–

Kane se encogió de hombros. –Porque realmente no lo vi como otra cosa que


decir perdón y adiós–.

Syren sacó su teléfono del bolsillo y le mostró a Kane la foto.

–¡Cristo! ¿De dónde sacaste eso?–

–Creo que Mónica me lo envió. Nos ha tenido bajo vigilancia, ¿recuerdas?


Syren tocó dos veces la pantalla y se acercó a la cara de Vince. –No pensaste
que era un gran problema, pero claramente lo vio como algo más–.

Kane maldijo. –Claramente.–

El corazón de Vince estaba en sus ojos, tan claro como el maldito día. –Él
todavía está enamorado de usted, marshal–, susurró Syren.

–Sí, él ...– La mirada de Kane se alejó. –Me dijo que sí–.

Syren digirió esa noticia. –Obviamente no hiciste un trabajo lo suficientemente


completo como para hacerle saber que no estabas interesado–. Se apartó de
Kane y se sentó. –Ahora está llamando a nuestro hogar–.

Kane se sentó a su lado. –Lo sé y lo siento. No hice nada para guiarlo, para
hacerle pensar que había una posibilidad. Lo juro.–

Syren se encogió de hombros. –Fuiste amable con él. Porque eres un buen
tipo y no querías herir sus sentimientos. Kane lo miró con curiosidad y Syren
sonrió. –Te conozco, esposo–.

Kane besó su hombro. –Tú lo haces.–


–Sí–. Syren se inclinó hacia él. –Te conozco, y sé que querrás tratar con Vince
como si fuera personal antes de llegar a él–. Bajó la voz. –No queremos que
llegue a él–.

Porque acababa de dispararle al hijo de puta en las piedras. –No le importa el


anillo en tu dedo ni a nuestra familia. Él te quiere.–

–Me encargaré de eso cuando esto termine. Te lo prometo.–

Y así como así, Syren estaba bien, porque su esposo cumplió sus promesas.

Kane deslizó un brazo alrededor de su cintura. –¿Viste cómo te defendió


Gabe?–, Susurró. –Pienso que le gustas.–

Syren golpeó su hombro con el suyo. –De ninguna manera–. Miró a Kane a
través de sus pestañas.

–¿Crees?–

Kane sonrió. –Oh sí, él está totalmente de tu lado ahora–.

–Sabía que eventualmente lo desgastaría–. Tomó la mano de Kane entre las


suyas y trazó el anillo en su dedo. –Mataste a un chico hoy–.

–UH Huh. Tú también.

–Me tienes duro. La forma en que apretaste ese gatillo. Quería devorarte
jodidamente allí mismo. Él jadeó. Recordando.

Kane lo miró con expresión incrédula. Párpados bajos. Apretó el pelo de Syren
y los acercó, nariz con nariz. –Cuando le disparaste a ese tipo en la garganta,
casi vine.

Quería masturbarte en la cara.

Syren lo subió, se sentó sobre su miembro, ya duro. –Somos tan jodidamente


raros–. Besó el cuello de Kane, lamió el pulso mientras corría.
–Claro que sí–. Las caderas de Kane rodaron, la polla empujando contra el
trasero de Syren. –Totalmente extraño–. Sus labios se encontraron, besos
húmedos, descuidados y desagradables cuando Syren lo tarareó.

Respiraciones jadeantes, suspiros pesados. Tiras de pelo y esa polla en su culo,


como granito cubierto de carne. Muy difícil. Y Syren estaba goteando,
mojando sus bragas rosadas. Su sangre cantaba, una melodía increíble
mientras amaba a su esposo. Un momento de familiaridad desapareció
cuando sonó su teléfono.

Él gimió y rodó fuera de Kane. Fue Billy. Respondió rápidamente por el


altavoz. –Billy, ¿qué tienes?–

–Bueno. Creo que tenemos un ganador. Billy parecía cansado, agotado. Syren
tendría que compensar por monopolizar su tiempo. Tal vez una semana en el
Caribe para Billy y su esposo cuando todo esto hubiera terminado.

–Mónica ha recibido muchas visitas y visitas desde que murió su esposo, pero
solo una la ha estado visitando constantemente, y solo esa persona la hizo
quedarse con él en su villa en Suiza–.

Oh joder

–¿Quién?– Ladró Kane.

–Casimir Zaretsky–.

Dulce hijo de puta Jesús. Syren se desplomó contra Kane. Malo. Esto estuvo
mal.

–¿Qué? ¿Quién es él?–

–Mafioso ruso–, explicó Billy. –El mayor rival de Delatorre en el comercio de


armas. Ahora es el mejor perro en esa arena –.

Y no debía ser jodido. Como Faro, Syren había tenido que tratar con él, pero
tuvo un costo. Siempre a un costo. Jesús. Todo comenzaba a juntarse,
pintando un cuadro que Syren quería apagar con gasolina y fuego ligero.
–Gracias, Billy–. Terminó la llamada cuando Kane lo agarró de la barbilla. Sus
miradas se encontraron.

–¿Quién es él, este tipo Zaretsky?–

Syren se lamió los labios. –Él es quien Billy dijo que es, y más. Mucho más.–

Los ojos de Kane se entrecerraron. –¿Tienes-le tienes miedo?–

Sabía que le temblaban los labios, pero no pudo evitarlo. –Si.–

–¿Por qué? ¿Qué hizo él?–

Kane lo tocó, le tocó la mejilla y Syren comenzó a temblar. Batidos de cuerpo


completo. Mantuvo los ojos abiertos, mantuvo la mirada en la cara de Kane, la
cara de su marido cuando dijo suavemente, con voz quebrada: –Él me poseía–
.

Kane sacudió la cabeza. –¿Q-Qué significa eso?–

–Fue el primer hombre al que me vendieron cuando tenía diez años. Él me


poseía, como Marcos–. El pánico era fresco, los recuerdos de una película de
mierda que se desarrollaba frente a sus ojos en 3D. Quería huir.

El horror palideció la cara de Kane. –¡Oh, Dios mío!– Él arrastró a Syren


cerca. –¿Por qué sigue vivo?–

Syren enterró su rostro en la camisa de Kane. –No sabía quién era él. Él era el
único que no pude identificar. Era tan joven entonces, todavía tan asustado,
que no estaba prestando atención a los nombres y marcadores para
identificarlos. Luego empecé a trabajar con Delatorre. Empujó a Kane y se
recostó. –Él era el rival, pero no lo supe hasta que me ordenaron que me
reuniera con él para negociar una especie de trato–. Respiró. –Había algo en
sus ojos, no podía entender por qué me daba escalofríos. Pero luego habló. El
recuerdo recordado inundó e hipo.

–Su voz. Lo recordaba claramente. No podía hacer nada sin revelar quién era
yo, y luego se me acercó –.
Llegó a ser la frase más suave para lo que Casimir había hecho. Había
abordado a Syren una y otra vez, lo atrapó en una habitación de hotel e
intentó meterse en sus pantalones. Había follado a alguien sobre su escritorio
mientras Syren estaba sentada al otro lado, tratando de hacer negocios. Su
intento de demostrar que podía hacer cualquier cosa, que era intocable y que
podía tener a Syren en cualquier momento.

–¿Sabe quién eres realmente?–

Sacudió la cabeza. –No. Delatorre me desvió y le di toda mi energía para tratar


con él–. Pero nunca se olvidó.

–Entonces, ¿qué quiere?– Kane miró y sonó confundido.

–Yo–. Inhaló, dejándolo salir lentamente. –Él me quiere. En su cama.

–Eso nunca va a suceder–.

Él suspiró. –Quería lo que nunca daría. Intenté seducirme más de una vez. Y la
última vez que me ensangrentó la cara y trató de llevarme sin mi
consentimiento, le corté la cara. Era un buen recuerdo, la sorpresa en la cara
de Casimir. Su expresión como sangre corría por su mejilla. Syren lo había
pillado desprevenido, había dejado su marca. –Me gustaría pensar que no se
trata solo de meterme en la cama o hacerme pagar por rechazarlo, sino que
es de ese tipo–.

Casimir era vengativo y un jodido pervertido. De ninguna manera ese hijo de


puta se estaba acercando a él.

¿Estás seguro de que él no sabe que eres ese chico? Tal vez esa es la razón
por la que ha estado persiguiéndote tanto.

Syren se encogió de hombros. No lo sabía con certeza, nunca lo habría sabido


con seguridad a menos y hasta que él y Casimir se encontraran cara a cara. El
asco rodó por su espalda ante la idea. –Si él quisiera encontrarme, podría
hacerlo. Su dinero llega a lugares largos y oscuros.
Kane descansó su frente sobre la de Syren. –Lo que sea que haga. Lo
trataremos juntos. Sacudió ligeramente a Syren y se besó la nariz. –Estoy
contigo todo el camino–.

Syren asintió con la cabeza. Tendría que tratar con Casimir. Tendría que seguir
ese camino cuando juró que nunca lo volvería a hacer. Tendría que hacerlo
todo para proteger a su familia.

Llamaron a la puerta del dormitorio. –Oye, sal de esa 'D' y movámonos–,


habló Mateo desde el otro lado.

Syren levantó la vista y miró por la ventana. Si. Estaba oscuro afuera. Kane se
levantó de la cama y tomó su mano.

–¿Estás listo?–

Oh sí. Estaba tan listo. –Lo estoy–. Kane lo abrazó, lo besó y salieron de la
habitación. Juntos.

La casa abandonada no parecía en absoluto abandonada, pero al menos no


había vecinos cercanos para escuchar los disparos. Kane estacionó el SUV
debajo de un nicho de árboles y todos salieron. Pablo y Rafe fueron primero,
cubrieron el lugar y corrieron hacia atrás.

Mateo se quedó cerca del SUV, en realidad estaba encima del SUV, acostado
boca abajo, con su rifle todo listo y listo para funcionar. Había una luz
encendida en una habitación del primer piso y otra en el segundo.

Alguien se acercó a la ventana iluminada del primer piso.

El teléfono de Syren sonó. –Ir.–

–Dos en el segundo piso–, susurró Rafe. –Están viendo la televisión–. Hizo una
pausa y luego dijo: –La chica Mónica está aquí, arriba con las chicas–.

El corazón de Syren dio un vuelco. –¿Tienes ojos en Càtia y Nina?–

–Pablo tiene ojos en ellos, sí. ¿Cómo quieres jugar esto?


Syren miró a Kane que también estaba escuchando.

–Ustedes dos aseguran el piso de arriba, mantienen viva a Mónica–, dijo


Kane. –Vamos a bajar–.

–Hecho–. Rafe firmó –Vamos a movernos–. Syren miró a Mateo. –¿Tienes un


visual?–

Mateo no movió un músculo. Demonios, Syren ni siquiera pensó que la boca


del hombre se movió cuando dijo: –Sí. Tengo uno parado junto a la ventana.

–Puedes tenerlo en mi señal–. Syren se movió con Kane, un paso adelante. –


Cuando llamamos a la puerta–.

Corrieron hacia la casa. Kane tenía su arma. Syren tenía su arma. Y su corazón
en la garganta.

Maldito infierno. Nunca quiso volver a hacer esta mierda. Subieron


sigilosamente los escalones delanteros con pies silenciosos.

Justo cuando extendió la mano para llamar, su teléfono sonó.

–Ir.–

–Arriba seguro–.

Se guardó el teléfono en el bolsillo y llamó. Un segundo después sonó un ping


y la ventana a su araña izquierda palmeó. Algo golpeó el suelo y Kane derribó
la puerta. Un cuerpo yacía allí.

Sonó un disparo, el otro chico, saltando sobre el sofá y corriendo hacia


ellos. Kane disparó y se perdió por un jodido aliento. Pero luego el tipo se
sacudió una vez y se desmoronó con una mirada de sorpresa en su rostro.

Mateo

Syren no esperó a que el cuerpo cayera al suelo, corrió escaleras arriba con
Kane pisándole los talones.
Unos ruidos de pelea lo llevaron a la habitación con la puerta abierta y entró.

–Oh Dios.–

–¡Papá! ¡Papi! Càtia corrió hacia ellos y Syren cayó de rodillas. Kane también
estaba allí, los tres abrazándose y él tratando de no llorar, sino Dios. Nunca
había tenido tantas ganas de derrumbarse. Enterró su rostro en el cabello de
Càtia.

Todavía olía a champú de coco con el que le lavó el pelo. Todavía se sentía tan
cálida, pequeña e impotente en sus brazos. Todavía se sentía como su hija y él
la tenía de vuelta. Él levantó la cabeza y se la entregó a Kane.

Los ojos de su marido estaban húmedos y rojos, y abrazó a Càtia con tanta
fuerza que Syren no creía que pudiera respirar. Alisó su cabello y tocó la cara
de Kane, luego se volvió hacia la habitación.

Nina estaba sentada con las piernas cruzadas en el suelo, con la cara negra y
azul, los labios hinchados y cortados.

–Nina–. Se apresuró hacia ella, abrazándola. –Lo siento mucho.–

Ella sacudió la cabeza y se echó hacia atrás. –No te disculpes–. Su rostro se


endureció mientras miraba por encima del hombro a Mónica, donde estaba
sentada, flanqueada por Pablo y Rafe. –Le prometí que estaba cometiendo un
error, pero no me creyó–.

–Chicos, por favor bajen a Càtia abajo. Nina también. Él asintió cuando Rafe
levantó una ceja.

–Papá, no me gustó mucho esta aventura–, dijo Càtia detrás de él. –No hice
nada excepto sentarme y mirar televisión–. Ella hizo un mohín. –Lo siento.–

Syren sonrió. –No te arrepientas. Tendrás una aventura aún mejor pronto, lo
prometo. Él le tomó la mano y se la dio a Rafe. –Ve con el tío Angel. El tío
Matty está abajo.

Sus ojos se iluminaron. –¿De Verdad?–


Kane se rio entre dientes. –Sí, niña. De Verdad.–

Càtia tiró de la mano de Rafe. –Vamos, tío Angel. Tengo que contarle al tío
Matty sobre mi aventura. Él sabe todo sobre aventuras. Rafe puso los ojos en
blanco, pero siguió adelante. Syren ayudó a Nina a ponerse de pie y observó
cómo se apoyaba pesadamente en Pablo cuando salían de la habitación.

Cuando solo quedaron él y Kane, Syren se volvió hacia una Mónica aún
sentada. Se sentó a su lado mientras Kane la rodeaba y se paraba a su
espalda.

–Escuché decir que has estado tratando con Casimir Zaretsky–.

Ella no habló, todo ese desafío en sus ojos. No estaba vestida como había
estado cuando se conocieron en Nueva York. Hoy vestía jeans y una blusa
blanca, su cabello recogido en una coleta. Todavía muy hermosa. La fachada
sigue siendo tan perfecta.

–Apuesto a que pensaste que ibas a obtener todo lo que prometió–. Se rió
entre dientes. Su teléfono sonó y respondió cuando vio el nombre de Dutch
en el identificador de llamadas. –Holandés–, respondió el orador.

–¿Estás listo para la limpieza?–

–Necesitaré cinco minutos más antes de que te precipites–. Syren se encontró


con la mirada de Kane. –Debería haber suficiente tiempo, ¿verdad?–

Kane asintió con la cabeza. –Sólo lo suficiente.–

–Necesitarás tres bolsas para cadáveres–. Colgó y volvió a enfocarse en


Mónica, en su rostro pálido y sus ojos salvajes. –Monica, tienes esa mirada en
tus ojos. Es la misma mirada que vi en los ojos de Thiago cuando lo apuñalé
en la yugular y lo vi desangrarse.

–¡Mataste a mi hijo! ¡Mataste a mi hijo! Ella se lanzó hacia él, pero Syren
estaba preparado. La agarró por el cuello y la mantuvo al margen.
–Sí, maté a tu hijo. Incluso lo cortó en pedazos pequeños y lo arrojó al Océano
Pacífico. Ladeó la cabeza hacia un lado. –¿Dónde crees que dejaré caer las
partes de tu cuerpo?–

–Casimir te está esperando–, escupió. –Él tiene planes, grandes planes para ti–.

Él le apretó el cuello, observó cómo le miraban los ojos y se deleitó. –¿Sí? ¿Los
mismos planes que tenía para ti? ¿Compartirlo con sus diez socios más
cercanos, humillarlo y hacerle sentir menos que una mierda?

Sus ojos brillaron. Ella no tuvo que decir una palabra. Sabía cómo operaba
Casimir.

–Deberías haberlo sabido mejor, Monica, pero ni siquiera sé por qué espero
más de alguien como tú–. Él la miró de arriba abajo con desdén. –Casimir
nunca podría tenerme, así que te demandó para que me encontraras, y aquí
estás, pensando que alguna vez podrías joderme–.

Miró a Kane. –Tomarla.–

Kane dio un paso adelante y la agarró, abrazándola cuando Syren la soltó. Se


puso de pie y miró a su alrededor. Un rollo de cuerda ensangrentada vio
tirado en un rincón y él lo recogió y lo trajo.

–A mi esposo y a mí nos gustaría transmitir cómo nos sentimos acerca de que


nos hayas robado a nuestra hija–. Él los rodeó, se paró detrás de ella y
envolvió la soga alrededor de su cuello.

Kane la abrazó cuando ella se sacudió, y Syren tiró, apretando la cuerda en un


lazo.

–Vas a morir esta noche, Mónica–, le susurró al oído, –y morirás sabiendo que
aniquilé a toda tu familia–.

Ella luchó, pero el agarre de Kane no cedió.

–No tenía carne contigo, hasta que la trajiste a mi puerta–. Envolvió los
extremos de la cuerda alrededor de su mano y tiró. Su cabeza cayó hacia
atrás. Los sonidos que hizo, jadeando, ahogándose. Se bajó en eso. –
Permíteme terminar lo que empezaste–.

Kane se levantó lentamente, quitando las manos del cuello de Mónica, y Syren
pateó la silla hacia adelante con ella mientras tiraba de la cuerda hacia
atrás. Una grieta baja y ella había terminado.

No lo soltó hasta que Kane lo tocó y le quitó la cuerda de las manos


sangrantes. –Hey, está bien. Todos hemos terminado aquí.

Miró a Kane, no vio más que amor y aceptación y asintió. Estaban todos
hechos. –Vamos–. Uno menos. Uno más para ir.
Capítulo ocho

Cuando volvieron a casa, ya era más de medianoche. Syren y Kane habían


decidido enviar a Càtia y Nina a Costa Rica con una escolta de cinco hombres
por cortesía de Dutch. Confió en Dutch con las mujeres de su vida, y se
quedarían allí hasta que se abordara la amenaza para su familia. Isa también
se dirigía a Costa Rica. Dijo que aprovechó la oportunidad para pasar tiempo
con su sobrina, pero Syren sabía que quería estar cerca de Nina. ¿Por qué Isa
no se aclararía con sus sentimientos por Nina que él nunca conocería, pero
oye, quién era él para juzgar?

Todos los hombres se unieron a ellos en la pista de aterrizaje privada para


despedirse de Càtia y Nina. Ella había estado triste. Càtia no entendía por qué
tuvieron que irse de inmediato, pero, por supuesto, no pudo explicarlo. Nunca
habría una explicación suficientemente buena. Y una vez más estaría sin su
hija, pero al menos ella estaba a salvo, y ella permanecería así mientras le
quedara el aliento en el cuerpo.

El agotamiento lo golpeó, al igual que la tristeza que vino al despedirse de su


hija, y él se apoyó en el hombro de Kane en el viaje de regreso a la
casa. Todos estaban en silencio, con el ánimo pesado. Tuvo suerte, lo
sabía. Tenía gente en su vida que dejaría todo y correría hacia él si alguna vez
los necesitara. Durante mucho tiempo fueron solo Isa y Henry en su vida y
ahora, su familia se había expandido más allá de lo que jamás había
imaginado.

Crecería más. Le prometió a Kane un hijo. Un hijo. Solo esas palabras lo


hicieron sonreír.

Tenía un futuro que construir y cuidar, y Casimir Zaretsky no tenía permitido


joderlo. Ya estaba formulando su plan de ataque, pero necesitaría dormir
antes de poder hacer rodar la pelota como debería. No tenía prisa. Casimir no
iría a ninguna parte, y él y Dutch habían decidido mantener la merecida
desaparición de Mónica en secreto hasta el momento adecuado.

Suficiente tiempo y energía gastados en otras personas. Había cosas más


importantes para ocupar su mente esta noche. Tomó la mano de Kane y salió
de la camioneta antes de seguir a los hombres dentro de la casa.

OG saltó hacia ellos, moviendo la cola. –Ponlo afuera–, le dijo Syren a Kane. –
Voy a ducharme–. Arriba, se frotó de la cabeza a los pies bajo el relajante
chorro de agua. Maldición, pero necesitaba eso. Y ahora que su ritmo se había
ralentizado, la energía zumbó por sus venas.

La fatiga se desvaneció como nunca antes. Eso estuvo bien, porque tenía
planes.

Limpio y renovado, se puso una de las camisas blancas crujientes de Kane y un


par de bragas rojas de bikini antes de bajar las escaleras, su cabello aún
húmedo. Al pie de la escalera se detuvo.

Los gemidos se dirigieron a él desde la sala de estar y él frunció el ceño y


luego echó un vistazo. Tommy estaba acostado de espaldas, mitad del sofá y
Mateo estaba entre sus piernas, chupándolo.

–Sé que no estás jodiendo en mi sofá–.

Mateo le arrojó el pájaro, pero no paró lo que estaba haciendo. Syren sonrió y
dejó a los dos solos. En la cocina encontró a Angel y Gabe. Angel tenía a Gabe
presionada contra la isla, de espaldas al frente de Angel. Las manos de Gabe
estaban alrededor del cuello de Angel, los dedos enterrados en su cabello
mientras se besaban y se mecían.

A Syren siempre le había gustado ver a esos dos hacer el amor. Realmente no
parecía importarles mucho ser observados. Se quedó allí, con el labio inferior
atrapado entre los dientes cuando la mano de Angel desapareció por la parte
delantera de los jeans de Gabe.
Tenían calor como se movían juntos. Los ojos de Gabe estaban cerrados, pero
los de Angel no, sus pestañas bajas, la cabeza doblada mientras mordía el
cuello de Gabe.

Gabe se sacudió. –Joder–. Se dio la vuelta en los brazos de Angel, un borrón, y


se estaban besando, el culo de Gabe contra el mostrador, sus piernas
alrededor de la cintura de Angel.

–Estoy seguro de que no tengo que decirles a los niños que limpien cuando
terminen–. No esperaba una respuesta, pero Angel gruñó en su dirección, así
que la tomó, lamiéndose los labios mientras se alejaba. Abrió la puerta trasera
esperando ver a Kane y OG en el patio trasero, pero en cambio vio a Pablo y
Shane.

Ahora esa fue una sorpresa. Juan Pablo estaba en el regazo de Shane mientras
se sentaban en uno de los bancos de hierro forjado, con el pecho desnudo y
los jeans apilados en el suelo. Los jeans de Shane estaban alrededor de sus
tobillos y Pablo lo estaba montando, golpeando arriba y abajo la polla de
Shane.

Mierda. Se dio la vuelta y regresó a las escaleras.

–Dios. Joder, T. Jódeme más fuerte. La voz de Mateo era baja, pero
definitivamente no lo suficientemente baja.

¿Y todos eran un interruptor excepto él?

Regresó a la habitación y se quedó de pie junto a la ventana que daba al patio


trasero, mirando a Pablo follar. Syren no pudo escuchar sus gritos, pero los
vio. Los focos estaban encendidos y la luna llena ayudó a iluminar las caras de
los dos hombres. Su propia ingle palpitaba. Le gustaba mirar, y esta noche fue
una revelación.

Dando la espalda a la ventana, se sentó con las piernas cruzadas en el medio


de la cama. Unos pasos sonaron en las estrellas y luego, dos segundos
después, Kane estaba allí.
–¿Sabías que cada maldito cuerpo está jodidamente abajo?– Sacudió la
cabeza y pateó la puerta para cerrarla. –Es como una orgía romana allá abajo–
.

Syren sonrió y se levantó. Se acercó a Kane, presionándose contra la espalda


de Kane cuando se giró para quitarse las botas.

–Me gusta.–

Kane se rio entre dientes. –Apuesto que lo haces.–

Syren lo besó, en la mitad de la espalda, lamiendo las crestas de su columna a


través de su camiseta. Kane tembló por él. Syren envolvió sus brazos alrededor
de la cintura de Kane y apoyó su cabeza allí, sobre su espalda. Y Kane
permaneció allí con él, de pie, quieto para que Syren pudiera disfrutar de la
sensación y el olor de su esposo, la textura de su piel y el almizcle de su sudor.

Kane tocó sus manos donde se conectaban en su sección media. –¿Quieres


algo?–

Oh, la inocencia fingida en esa pregunta, todo falso despreocupación, como si


no supiera cuánto lo necesitaba Syren. Como si las líneas tensas de su propio
cuerpo no transmitieran su propio deseo.

Syren no habló, solo se quedó allí, y Kane lo agarró de la muñeca y lo arrojó


hasta que Syren fue arrojado a la puerta, primero de vuelta. Se quedó allí, con
los ojos fijos en los de Kane, en la concentración en su rostro y el hambre
absoluta en su mirada azul. Y cuando Kane se acercó, Syren apretó su mano
en la camiseta de Kane y lo jaló más cerca, hasta que sus cofres chocaron.

–Quiero que me folles–. Lamió un rastro húmedo desde el hombro de Kane


hasta el lóbulo de la oreja, lo mordisqueó. –Que sea desagradable–, susurró.

La boca de Kane se alzó. –Puedo hacerlo desagradable–.

Syren dejó caer los párpados y miró a Kane a través de sus pestañas. –
¿Sí? ¿Crees que sí? Deslizó su mano por el pecho de Kane, sobre esos
abdominales donde los músculos se contrajeron para él y ahuecó la erección
de Kane. –Quiero esto dentro de mí de la peor manera. Quiero sentirte
desenterrándome, separándome.

Kane rasgó la camisa que llevaba Syren, con los botones cayendo a sus pies. Él
aplastó sus bocas juntas, la lengua apuñaló por dentro. Syren se rindió a él
con un gemido, una pierna que se enganchaba alrededor de la cintura de
Kane. Kane presionó su medio juntos, frotándose contra él con un fuerte
empuje de sus caderas. Syren se aferró a su hombro, su cintura. Quería tocarlo
por todas partes.

–Amo cuando te vuelves codicioso–. Kane se mordió el labio inferior, lo


mordió lo suficiente como para que doliera como un hijo de puta, pero Syren
lo agarró por el culo y lo atrajo hacia él.

Dedos callosos atraparon sus pezones, los pellizcaron cuando una mano se
deslizó por su entrepierna y lo palmeó a través de sus bragas. Él gimió y
gimió, golpeando la cabeza contra la puerta.

El toque de Kane en su piel era como la gasolina en una hoguera. Sin rima ni
razón, pero era bueno, demasiado bueno para dejarlo pasar, para perder.

Se inclinó hacia delante, mordisqueando el pecho de Kane a través de su


camiseta. Las manos sobre él se retiraron. Kane se alejó.

–Joder, no–. Él agarró a Kane, pero su esposo salió de su alcance, se acercó y


se paró al lado de la cama.

–Ven acá.–

Se fue, con la mirada clavada en el fuego en los ojos de Kane, en la adoración


en su rostro y la hinchazón húmeda de sus labios.

–Bragas. Los quiero.–

Syren salió del Vickie rosa y se los entregó cuando Kane extendió una mano.

Kane los agarró y se los llevó a la nariz. Inhaló lo suficientemente fuerte para
que Syren lo oyera, para que su cuerpo se apretara.
–Rodillas–.

Syren se arrodilló, echó la cabeza hacia atrás para mirar a Kane. El otro
hombre dejó caer las bragas sobre la cama, se quitó la camiseta y se quitó los
jeans, manteniendo sus calzoncillos azul oscuro.

Kane solo lo miró y Syren supo el siguiente comando. Enterró la cara en la


ingle de Kane, metiendo las bolas en la ropa interior, con los pulmones
temblando al inhalar el aroma de Kane.

Como una maldita droga, cómo ese olor se disparó directamente a su cerebro
y lo llevó a su lugar feliz. Chupó a Kane a través del algodón de su ropa
interior, usó sus dientes, pero a Kane le encantaba eso, unos pellizcos cortos y
afilados que tenían a Kane empujando sus caderas hacia adelante, con los
dedos hundiéndose y apretándose el cabello de Syren.

Él gimió ante todas las sensaciones, empujando en el aire, pre-cum goteo,


goteo, goteo. Bajó la pretina elástica de los calzoncillos de Kane y la enganchó
alrededor de sus bolas.

Kane lo detuvo antes de que pudiera bajar la cabeza. Él levantó la vista. La


feroz necesidad en el rostro de Kane lo dejó sin aliento.

–Quiero tu boca abierta–. Kane guió su polla hacia la boca de Syren,


golpeándola contra sus labios. –Quieres joderlo, mira cómo me tragas hasta
que tus ojos se llenan de lágrimas y te atragantan–.

Syren abrió. Como si hiciera algo más. Kane empujó, sin delicadeza, sin una
mierda suave, una embestida en la garganta de Syren que inmediatamente
jodió con su reflejo nauseoso. Su cabeza se echó hacia atrás cuando Kane
entró y salió, rápido y duro. Usándolo, rodeándolo. Sostuvo la mirada de Kane,
ahuecó las mejillas y dejó que su marido fuera a la ciudad.

Con un capricho de sus labios, Kane se atascó y se quedó. La punta de su


polla se sentía como si estuviera alojada al menos a la mitad de la tráquea de
Syren. Su visión nadó, su cuero cabelludo ardió donde Kane tiró de su cabello
y le dolieron las bolas. Todo ese dolor que crees que él quería que aliviara. No.
Le dio las uñas a Kane, las metió por la parte superior de sus muslos, las clavó
y Kane se movió entonces con un grito.

La fuerza de su empuje sacudió los dientes de Syren. Él sonrió en su


mente. Tragó saliva cuando Kane se apartó un poco, sus pestañas
revolotearon ante el dulce y salado pre-cum de Kane. Le encantaba y quería
más, pero Kane se apartó por completo.

Él gruñó su frustración.

–Tan codicioso–. Kane deslizó un pulgar sobre el labio inferior de Syren. Metió
dos dedos en su boca, empujándolos dentro y fuera si eran su polla. Syren se
prendió, chupándolos con fuertes sonidos húmedos, gimiendo a su alrededor
mientras Kane se sacudía. Syren extendió la mano entre sus piernas para
acariciar sus bolas.

–No te toques a ti mismo–. Kane movió los dedos y Syren lo agarró por la
muñeca, lo sostuvo firme y balanceó los tres dedos en su boca, babeando
sobre ellos. Su saliva goteó en la palma de Kane. Kane le sonrió, todos dientes
blancos, expresión depredadora. –Te amo así. Las inhibiciones se hacen a un
lado, sucias como quieres ser. Él sacó a Syren de sus dedos. –Sube a la cama–.

Syren no podía soportarlo, lo intentó dos veces, pero sus piernas no


cooperaron. Kane lo ayudó, lo levantó con un beso en la nariz y lo depositó
sobre la cama.

–De espaldas–. Kane se acarició, su polla de color rojo púrpura, brillante con
pre-cum y la saliva de Syren. –Quiero mirar tus ojos. Quiero perderme en tus
hermosos ojos –.

Syren lamió sus labios volteados sobre su espalda, caminando con cangrejo
hasta que estuvo en el medio de su cama, su cabeza sobre las almohadas.

Kane le arrojó la botella de lubricante sobre la mesita de noche. –Dos


dedos. Prepárate mientras miro.
–Ah, joder–. No podía pensar con claridad mientras deslizaba sus
dedos. Apoyó los pies sobre el colchón, separó las rodillas y se agachó. La
mirada de Kane estaba en sus dedos cuando Syren los introdujo en su
agujero. Uno. Se hundió hasta el último nudillo, con el aliento tartamudeando
en su pecho.

La mandíbula de Kane se tensó. Sus labios se separaron y gimió cuando Syren


gimió, la polla goteaba un flujo constante de pre-cum.

Él emparejó los dedos. Empujado en el número dos, retorcido. –Dios–. Su polla


se sacudió sobre su estómago, mojando su ombligo con la pegajosa y dulce
mierda.

–Te amo–, susurró Kane. Su mirada estaba embrujada mientras miraba desde
Syren a los dedos en su trasero y hacia atrás. –Me encanta la mierda de tu
trasero–.

–M-Marshal–. No podía hacer que su lengua funcionara bien. –También te


amo–. Se jodió con los dos dedos, empujándolos hacia adentro y hacia afuera,
rozando su próstata y retirándose rápidamente antes de perder la razón.

–Me encantan tus asperezas, todas las cicatrices, todas las cosas que te hacen
a ti–. Kane se movió entre sus piernas, sacó los dedos de Syren y selló sus
labios sobre el agujero de Syren.

Él gritó. Honesto con Dios, se dio cuenta cuando sus caderas se levantaron de
la cama. Kane mantuvo las rodillas separadas, con la lengua rodeándolo,
empujando hacia adentro y hacia adentro.

–Ungh–. Syren agarró el cabello de Kane, sosteniendo su cabeza donde quería


mientras levantaba su mitad inferior de la cama. Él rodó las caderas, la cabeza
cayó hacia atrás cuando la lengua húmeda de Kane lo abrió. –
Mierda. Mierda. Maldita sea, me encanta cuando me comes.

Kane se rió entre dientes y las vibraciones lo sacudieron, lo rompieron.


–Maldita sea–, balbuceó Syren. –Sí. Justo allí. Lengua y dedos, los de Kane,
estirándolo más y más. –Mierda–, siseó. –La lengua de mierda es un
monstruo–.

Kane se alejó y Syren miró hacia abajo. Su esposo respiraba con dificultad, su
pecho subía y bajaba, su rostro rojo y húmedo, sus ojos salvajes. Levantó la
pierna izquierda de Syren, la enganchó alrededor de su cintura y se dirigió a
su casa.

Syren lo miraba, quería hacerlo, tenía que hacerlo, pero con cada pulgada que
Kane lo alimentaba, su cabeza caía un poco más. Y cuando las bolas de Kane
golpearon su espalda, Syren estaba mirando hacia el techo, con los ojos
húmedos por la quemadura, sin aliento.

–¿Así?– Kane salió y se estrelló.

–¡Joder!– Syren saltó verticalmente y luego retrocedió. –Si. Fóllame más fuerte.
Puso ambas piernas sobre el hombro de Kane, levantó el culo y recibió los
golpes cuando Kane comenzó a golpearlo con fuerza.

–¿Vas a gritar por mí, bebé?– Los dedos se clavaron en las caderas de Syren
mientras Kane lo sostenía y lo montaba como un jodido campeón jinete. Cada
empuje sacudió a Syren hasta su núcleo.

–Sí–. No tenía sentido negar que su marshal lo había convertido en un


gritón. –Hazme gritar.–

Kane cambió su temperatura, su sudor goteaba sobre el estómago de


Syren. Syren juró que escuchó cada gota chisporrotear cuando aterrizaron
sobre él.

–Más profundo–. Tiró de Kane hacia abajo, lo agarró por el culo y lo empujó
más profundo. –Oh Dios, Marshal, necesito sentirte. En mi jodida
garganta. Más adentro.–

–Entonces lo harás.– Kane lo mordió, en su pecho izquierdo, pellizcó un


pezón.
Syren se apretó alrededor de él y Kane maldijo.

–Jodido amor, cómo me aprietas–. Lamió la mejilla de Syren, su nariz. –Me


duelen las bolas–.

Syren lo hizo de nuevo. –Te amo–. Enterró los dedos en el cabello de Kane. –
Desde la punta de los dedos de los pies hasta la parte superior de mi cabeza,
y todo lo demás–, jadeó. –Te amo.–

–Será mejor que lo hagas. Me has preparado para ti. Los dientes de Kane
brillaron. –Me hizo matar por ti–. Giró las caderas, arrastrando la cabeza de
gallo sobre la próstata de Syren.

–Ungh–. Su cuerpo se contrajo. Arañó las sábanas. –Te encantó–. Se retorció,


la polla deslizándose contra el vientre de Kane, dejando un rastro pegajoso
detrás. –Te encantó apretar el gatillo por mí–.

La polla de Kane se sacudió dentro de él. –Joder sí–, gruñó. –Lo hice–. Besó a
Syren, con el aliento caliente. Lo besó con movimientos descuidados y
apresurados de la lengua. –Eres una mala influencia. Voy a tener que sacarte
eso de encima.

Syren cerró los tobillos sobre el trasero de Kane. –Puedes intentarlo–. Se


encontró con Kane, golpe por golpe.

–Profundo y duro, como si me gustara–.

Los gemidos de Kane se hicieron más fuertes, los dedos en las caderas de
Syren se volvieron dolorosos. –Maldición.–

–Sí. Sí. Mordió el hombro de Kane, lo mordió con fuerza. Hasta que su hombre
gritó. Hasta que sus embestidas se volvieron desesperadas. –Así. Justo como ...
¡joder! Ungh. Sus palabras se convirtieron en una estúpida charla sin sentido. –
Sentirte. Te siento, abriéndome. Oh Dios.–

Kane golpeó su próstata de golpe. Maltratadas, hasta que saltaron chispas


detrás de los ojos de Syren y todo lo que pudo hacer fue aguantar y gritar a
través del infierno.
–Oh Dios. Oh Dios. Pre-cum, todo sobre su estómago. Se estremeció cuando
el orgasmo lo hizo volar. Y escuchó su voz mientras se elevaba en la
habitación. Parecía perdido, a la deriva. Pero el toque de la mano áspera en su
mejilla y él estaba jodidamente anclado. El estaba en casa. Seguro. Y vacío
porque Kane se retiró de él, haciéndolo estremecerse y balbucear. –
Mierda. No. No, por favor.

Pero Kane lo trepó como un gato de la jungla, con las extremidades


temblando donde tocaron a Syren. Se sentó en el pecho de Syren, con las
manos borrosas mientras se acariciaba.

–Jodidamente sí–. Syren palmeó su trasero y lo abrazó. –Hazlo. En mi cara,


píntame la cara–.

Y Kane lo hizo, llegando con un fuerte retumbar en el pecho, salpicando el


rostro y el cuello de Syren. Se retorció bajo el espeso calor y Kane estaba allí,
estirado sobre él, lamiéndolo, empujando su lengua dentro de la boca de
Syren para que Syren pudiera saborearlo, saborearlo, y volver a perder su
maldita mente de nuevo. Sostuvo a Kane, tirando de su cabello cuando Kane
se habría movido, atrapándolo con sus muslos, mientras chupaba la lengua de
Kane como si hubiera hecho su polla.

Kane se meció sobre él, suavizando la polla presionada contra la de Syren. Y se


besaron. Solo beso Porque Syren lo amaba, amaba besar a su esposo, amaba
cómo los brazos de Kane temblaban a su alrededor, amaba cómo suspiraba
por Syren.

Rompió el beso para pasar un dedo por el semen que sabía que todavía
estaba en su frente y pasarlo por los labios de Kane. Kane se lamió. Syren lo
hizo de nuevo. Y otra vez.

–Desagradable–. Kane besó su dedo, se lo chupó en la boca.

–Lo que amas–.

–Porque es desagradable–. Kane se puso seria. –Eres increíble, ¿lo sabes? Estoy
muy orgulloso de llamarte mío. Mi esposo. Mi compañero.–
Los ojos de Syren se empañaron. –Alguien está buscando una ronda dos–.
Kane solo le sonrió y Syren acunó su rostro. Somos dos hijos de puta muy
afortunados, marshal. Te amo, me amas, y eso es todo lo que necesitamos –.

–Junto con nuestra hija–. Kane sonrió, su barbilla en el pecho de Syren, con la
mirada bailando. –Y los hombres follando como conejos por toda nuestra
casa–.

–Y mucho sexo desagradable–.

–Mierda–. Kane se endureció contra el muslo de Syren. –Voy a necesitar una


ronda dos–.
Capítulo Nueve

Una vez que Kane se durmió, Syren bajó las escaleras para tomar una bebida
fría. Se detuvo en la sala de estar. Mateo y Tommy estaban acurrucados el uno
con el otro, con la cabeza de Mateo sobre el pecho de Tommy mientras el
hombre más joven sostenía a su esposo con fuerza.

Las pestañas de Tommy revolotearon y se levantaron. –Hey–. Él sonrió y Syren


le sonrió.

–¿Estás bien?– Él apartó un mechón de cabello de los ojos de Tommy. Él y


Tommy se habían acercado mucho desde la boda y a Syren realmente le
gustaba el joven más amable. Tommy era exactamente lo que Mateo
necesitaba en su vida. –¿Necesitas otra manta o algo?–

Tommy sacudió la cabeza. –Gracias, pero estamos bien–.

–Ya veo eso–. Syren le guiñó un ojo. Tommy se sonrojó y Syren se alejó
riendo. No vio a Angel y Gabe, pero entró en la cocina y encontró a Pablo
parado frente a la nevera abierta, vestido solo con jeans y botas, jeans que no
hicieron nada para ocultar la grieta de su trasero.

Syren se tomó un momento para admirar todas las buenas cosas que el físico
de Pablo tenía para ofrecer, antes de aclararse la garganta. Pablo se dio la
vuelta, con una botella de agua en la mano.

Le sonrió a Syren y luego dio un silbido. –Lookie. No te identificó como un


gritón.

Sacudió la cabeza mientras sus ojos se reían. –Aprenda algo nuevo cada día.–

El calor inundó su rostro, pero Syren se mantuvo firme y disparó hacia atrás. –
No te pegué como un fondo–.

Pablo se acercó a él encogiéndose de hombros. –¿Por qué lo harías? La única


persona que me vincula es mi esposo –.
Syren puso los ojos en blanco. Tomó la botella de agua de Pablo y tomó un
sorbo. Pablo se sentó en un taburete en la isla y lo miró fijamente.

–¿Qué?–

–Tienes un poco de algo–. Pablo se lamió el pulgar y extendió la mano, pero


Syren rápidamente dio un paso atrás.

–¿Qué demonios?–

–Tu marido dejó a un lil algo más y más atrás–. La mirada de Pablo se dirigió a
la frente de Syren, sus labios curvados. –Ustedes son solo dos monstruos
extraños a puerta cerrada, ¿no es así?– Extendió la mano para limpiar la frente
de Syren de nuevo, pero Syren lo rechazó.

Déjalo. Quería el semen de Kane sobre él. Lo había rogado. Le rogó a Kane
que lo marcara. Un reclamo tangible. Solo cuando Kane había pedido lo
mismo, Syren lo había cerrado. Se apoyó contra el mostrador y se encontró
con la mirada de Pablo. –¿Puedo preguntarte algo y hacer que se quede entre
nosotros dos?–

–Si vas a pedir verme a mí ya Shane nuevamente, tendré que pasar. No es un


fanático de tus ojos sobre nosotros. Pablo parecía sinceramente
disculpándose.

Syren se echó a reír. –No, no eso–. Se puso serio rápidamente. –¿Siempre has
sido un interruptor?–

–¿Qué te hace pensar que cambio?–

Él frunció el ceño. –¿No lo haces?– No había esperado eso.

–Sí, pero no deberías estar asumiendo una mierda–. Pablo tomó el agua de
Syren y tragó un bocado. –Realmente no había tomado la posición de captura,
no hasta Shane. Hasta entonces lo había hecho una vez, pero no era nada
sobre lo que escribir poemas–.
–¿Y esta vez?– Syren se cruzó de brazos y esperó, pero la suave mirada en el
rostro de Pablo lo dijo todo.

–Solo me sometí a Shane la noche antes de enviarlo lejos–. Miró a Syren. –


Recuerdas esa vez. Quería darle algo de mí, algo que nunca le había dado a
nadie. Quería que me reclamara.

Reclamame. –¿Y?–

–Y lo hizo–. Pablo se inclinó hacia delante, buscando con la mirada. –¿Por qué
todas las preguntas?–

Syren tragó saliva. –Kane me pidió que encabezara–.

Pablo parecía perdido. –¿Bueno y?–

Syren miró hacia abajo. –Dije que no. Le dije que no estaba interesado.
Silencio saludó sus palabras y levantó la vista. Pablo seguía mirando. –¿Qué?–

–¿Era esa la verdad?–

Mierda. Realmente no había examinado las palabras o las razones por las
cuales había negado la solicitud de Kane. Pero tendría que hacerlo ahora,
especialmente ahora con Casimir de vuelta en su vida. –No sé si es la
verdad. Solo sé que no estaba preparado para esa solicitud y lo apagué.

–¿Cuál es la razón por la que tienes miedo de hacerle el amor?–

Pablo sonaba demasiado encogido para la tranquilidad de Syren. –¿Qué te


hace pensar que tengo miedo?–

–Tus ojos.–

Syren se burló de eso, pero Pablo siguió hablando. –Escucha, es genial si no


eres de ese tipo.

Algunos hombres solo atrapan, algunos solo lanzan. Es genial si esa es la


razón por la que dijiste que no. Hizo una pausa. –Pero no creo que seas tú. Al
menos no creo que sea toda la verdad.
Syren guardó silencio.

–Hacer el amor con mi esposo, hacer que sea recíproco, no hay nada mejor
que eso–, dijo Pablo. –Me encanta la conexión y la intimidad, y para mí, creo
que, si la hubiéramos mantenido unilateral, sentiríamos que faltaba algo. Para
mí. Puedo atacar a Shane y reclamarlo, lo cual hago, pero no hay nada como
que me maneje. Me guiñó un ojo. –Me encanta que me manipulen–. Él
palmeó el hombro de Syren. –Sé honesto, con Kane y contigo mismo–.

Syren asintió con la cabeza. Él entendió lo que dijo su amigo. Simplemente


tenía que dejar que su cerebro alcanzara su cuerpo y tenía que decirle a Kane
por qué, explicarle la razón por la que había dicho que no. –Gracias–. Le
sonrió a Pablo. –No eres tan malo con todo este consejo–.

Pablo sonrió. –He estado trabajando en eso. No puedo ser todo solemne y
cerrado cuando soy padre.

–Eso es correcto. ¿Cómo está Heather?– Pablo y Shane estaban usando a la


cuñada de Shane como su sustituto.

–Está empezando a mostrarse–. Se encendió una luz en los ojos de Pablo,


como si alguien hubiera encendido un interruptor de luz. –Se supone que
debemos traerle pepinillos y crema agria cuando regresemos–. Hizo una
mueca. –No entiendo los antojos extraños, pero lo que sea–. Él se encogió de
hombros.

Syren sonrió abiertamente. –¿Tienes miedo de ser responsable de una nueva


vida?–

–Mierda–. Pablo sacudió la cabeza. –Pero también estoy emocionado–. Se


rió. –Shane no había dormido desde que descubrimos que Heather estaba
embarazada. Va a estar más preocupado.

Syren solo lo miró con una sonrisa. Recordó la primera vez que conoció a Juan
Pablo Castillo, recordó todas las cosas por las que el otro hombre había
pasado. Lo recordaba todo y al ver dónde estaba Pablo ahora, el lugar donde
había terminado, Syren no podía creerlo.
–Estás mirando–.

–Estoy feliz por ti y Shane–, dijo Syren suavemente. –Feliz de que estés
obteniendo lo que quieres. Feliz de verte feliz y contento. Es lo que quiero
para todos mis amigos. Para mi familia.–

Pablo asintió con la cabeza. –Algunos de nosotros lo tenemos más fácil que
otros–.

A saber, Angel y Gabe. El destino realmente estaba pateando los corazones de


esos chicos como una pelota de fútbol. Justo antes de venir a Connecticut,
Gabe había llamado para decir que habían perdido otro embarazo. La mirada
derrotista en sus ojos era difícil de ver y Syren deseaba poder hacerlo, hacer
una llamada y hacer las cosas bien para ellos.

–Oye.–

Ellos miraron hacia arriba. Shane estaba en la puerta.

–¿Vienes a la cama?–

–Sí–. Pablo se levantó y abrazó a Syren. –Habla con Kane–.

Él asintió y no echó de menos la forma en que Shane apretó la mandíbula


cuando Syren abrazó a Pablo.

Cuando Pablo se apartó y caminó hacia Shane, Syren llamó.

–Shane–.

Shane sostuvo su mirada, silencioso y vigilante.

–Nunca lo dije y debería haberlo dicho–, dijo Syren. –Lo siento. Para
entonces. Por ser estúpido e insensible, y por hacerte dudar de mí incluso
ahora. No miró a Pablo, pero sintió la sorpresa del hombre. –Eres lo mejor que
le pudo haber pasado, y estoy agradecido de llamarlos a ambos familia–.

El shock de Shane se registró en su rostro. Agarró la mano de Pablo y asintió


con la cabeza a Syren.
–Perdonado.–

Los dos hombres se alejaron y Syren se desplomó contra la encimera. Tenía


muchas cosas en que pensar. Y un bastardo pervertido a neutro.

Casimir estaba en Brasil. Probablemente esperando el regreso de Mónica. El


lugar perfecto para atraparlo desprevenido. Lástima que Mónica no
apareciera. Syren conocía todos los movimientos de Casimir cada vez que
visitaba Brasil. Había hecho su tarea la primera vez, una vez que había
descubierto quién era Casimir Zaretsky. Y Casimir era un hombre de
costumbre. El patrimonio familiar de su esposa, sí, se había casado con una
exmodelo brasileña, el burdel, el restaurante familiar. Y no olvidemos el
departamento que había preparado para su amante.

Era un hombre que se extendió delgado. Tenía que tenerlo todo, y no le


importaba nada más que sus propias necesidades.

Syren se sentó afuera de la casa de prostitutas en una camioneta, todos los


chicos se apilaron con él mientras esperaban.

Era un hombre de negocios y, como tal, había cultivado un dossier


desbordante sobre personas que le serían útiles. Ahora mismo esperaba la
llegada de Maritza, la propietaria de la casa de citas que frecuentaba
Casimir. Maritza había sido una de las empleadas de Delatorre, pero como la
mayoría de ellas, había odiado al hombre. Syren había visto ese odio arder en
sus ojos un día cuando Delatorre presionó un arma contra la cabeza de su
madre para obtener más dinero de ella a cambio de dejarla operar en su
territorio. Syren había intervenido y enfriado las cosas, y cultivado una especie
de relación con la mujer. Las palabras bonitas y una sonrisa fueron mucho más
fáciles que las amenazas y un arma.

También había salvado a su hijo de quedar atrapado en una redada de


drogas.

Se lo debía. Tiempo que recogió.


La puerta de la furgoneta se abrió y entró Maritza, con los ojos muy abiertos
cuando lo vio.

–Faro–. Ella lo jaló en un fuerte abrazo, presionando su rostro contra su pecho


grande y sudoroso, y el rápido portugués cayó de sus labios. –¿Dónde has
estado? Dijeron que estabas muerto.

–Maritza–. Él la empujó. –Déjame respirar.–

Los hombres se rieron y le lanzó una mirada fulminante a su esposo. Ella lo


soltó y él se enderezó la corbata. –Me temo que estoy muy vivo, lo que estoy
seguro decepcionará a un gran número de personas–. Él besó su mano. –
Maritza, luciendo jodida como siempre–. Él le guiñó un ojo y ella se sonrojó.

Maritza empujaba sesenta con un cuerpo regordete y esas notorias tetas. Su


cabello hasta la cintura era una mezcla rizada de negro y plata y sus ojos eran
una intrigante mezcla de verde y avellana.

Un look, especialmente con un conjunto de labios carnosos y pómulos


altísimos. Ella había intentado sus encantos con él una o dos veces, y él tuvo
que decepcionarla suavemente. Ella no lo había tomado personalmente.

–Mari, me gustaría presentarte a alguien–. Tomó la mano de Kane y la


sostuvo. –Este es mi esposo.–

Ella jadeó. –¡No! ¿En serio? Ella chilló y se lanzó hacia Kane. –Es bonito–.
Pellizcó la mejilla de Kane y su marido se puso tan rojo como un tomate. –
Ooh–. Ella le pellizcó el antebrazo.

–Grande y fuerte, también–.

–Y mis amigos–. Él le presentó al resto de la pandilla y luego procedió a la


verdadera razón por la que estaban allí. –Casimir Zaretsky–.

Ella se recostó en el asiento. –Está de camino aquí–. Parecía preocupada. –


¿Estás trayendo problemas?–
–¿No lo hago siempre?– Él le dio unas palmaditas en la mano. –Estoy aquí por
él, sí, pero no hay problema para ti.

Tranquilo.–

Ella miró hacia el espacio. –Le gusta Paulo–, dijo en voz baja. –Tiene veinte
años, pero parece un bebé–.

El tipo de Casimir.

–Paulo no quiere tener nada que ver con él, pero está asustado y no puedo
permitirme ir contra Casimir. Se dice que se hará cargo de los negocios de
Delatorre.

–No escuches la palabra en la calle–. Syren asintió con la cabeza a Tommy. Él


va a entrar contigo. Me avisará cuando llegue Casimir. Hizo un gesto al resto
de los hombres. –Pasaremos por la parte de atrás–. Levantó una ceja. –
¿Supongo que todavía no has arreglado ese pequeño escondite?– Ella se
encogió de hombros. –Es útil de vez en cuando–. Entonces ella agarró su
mano.

¿Y el después? No puedo tener mala publicidad.

–Nos encargaremos de eso–, habló Kane.

Tendrían que resolver eso. Syren no había consultado a Dutch en este


trabajo. No quería pedirle al agente del FBI más de lo que podía permitirse, y
no quería que Dutch exagerara su mano. Nadie podía saber sobre las
actividades extracurriculares de Dutch, o que el hombre ejercía más poder y
autoridad de lo que debería.

Maritza asintió con la cabeza. –Bueno. Vamos. Besó a Syren en los labios. –Por
suerte, ¿eh?– Ella le dio unas palmaditas en la mejilla y salió. Tommy la siguió
hasta que Mateo lo llamó.

–T.–

Tommy asomó la cabeza. –¿Sí?–


–Mírate a ti mismo, de lo contrario voy a tener que golpear ese trasero–.
Cuando Tommy se puso rojo, Mateo lo agarró por el pelo y le plantó un beso
fuerte. –Ir.–

Tommy lo hizo.

–Aww–. Todos hicieron ruidos de besos a Mateo mientras jugaba con un


cuchillo.

–Tendré que apuñalar a alguien si follas no lo cierres–.

Se quedaron en silencio. La furgoneta estaba estacionada en el callejón detrás


del burdel. No había salida, ni puertas, así que nadie debería venir por
allí. Ahora solo tenían que esperar hasta que Tommy les hiciera saber que
Casimir estaba en el edificio.

El teléfono celular de Kane se apagó y todos lo miraron. Lo miró y luego juró.

–¿Qué?–, Preguntó Syren.

–Texto de Vince. Se irá de vacaciones la próxima semana y quiere tomar unas


copas antes de que lo haga –.

–Me encantaría tomar bebidas. Dile que sí.

Kane se aclaró la garganta. –Estoy bastante seguro de que solo se refiere a


mí. Además, no bebes.

Syren levantó la cabeza de donde había estado acostado sobre el hombro de


Kane y se encontró con la mirada de su marido. –Me encantaría tomar
bebidas. Ahora, envíale un mensaje de respuesta con un sí.– Ya era hora de
que le mostraran a Vince su lugar. Lo siguiente que debe marcar en su lista de
tareas pendientes. Este desastre ha estado sucediendo el tiempo suficiente.

El teléfono de Syren sonó después. Él está aquí. Dos pistolas.

Como pensó Syren. Casimir no desperdiciaría sus buenas armas en un


prostíbulo, uno que había estado frecuentando durante años. Especialmente
cuando había asegurado que todos le tendrían miedo. Respiró hondo y metió
el teléfono en el bolsillo. –Muy bien hombres, estamos arriba–.

Todos, excepto él, se pusieron los pasamontañas. Con las armas listas,
archivaron la limusina y Syren separó el trozo de madera contrachapada de
unos siete pies de altura que sirvió para bloquear el trozo de pared que había
desaparecido durante años. Dios bendiga a Maritza por nunca arreglarlo.

Las desvencijadas escaleras que conducían al segundo piso estaban a su


derecha inmediata, asegurando que nadie en el piso principal los
viera. Casimir, hombre de costumbre que era, siempre usaba la única
habitación que daba a la calle. Para ver quién vendría por él, si alguien lo
hacía. Le mostró su arrogancia que no pensaba mirar en el callejón sin salida
de atrás.

Apesta ser él.

En lo alto de las escaleras, Pablo, que estaba delante, se detuvo. Luego les
hizo señas para que avanzaran. Syren vio a los hombres de Casimir, o al
hombre. Solo uno estaba afuera de la puerta, haciendo guardia. ¿Dónde
estaba el otro?

No tuvieron tiempo de averiguarlo.

Pablo corrió hacia él, atrapando al hombre de espaldas a ellos. Lo golpeó en la


parte posterior de la cabeza con la culata del arma. El hombre se dobló y
Pablo los miró.

–Necesitamos mantenerlo fuera de la vista–.

Gabe abrió una puerta cercana y asomó la cabeza. –Aquí–. Los dos arrastraron
el cuerpo dentro de la habitación vacía y lo metieron en el pequeño armario.

Syren llamó a la puerta de la habitación en la que estaba Casimir.

–¿Qué?–
Se congeló ante la voz. Mierda. Alguien lo tocó y él sacudió la oscura manta
de recuerdos que lo cubría. No hay tiempo para eso. No iba a volver
allí. Siempre. Dio un paso atrás, Mateo pateó la puerta y entraron.

Casimir y alguien que parecía ser su otro guardia estaba haciendo doble
equipo con un niño delgado en la cama. Esa no era una mueca de placer en la
cara del joven, no con dos pollas metidas en su culo y el estrangulador que
Casimir tenía sobre él.

Mateo esperó un segundo a que el guardia intentara alcanzar el arma en el


piso al lado de la cama y luego apretó el gatillo. Sangre rociada. La joven puta
gritó ... hasta que Shane se tapó la boca con la mano.

Casimir convirtió su expresión temblorosa en algo que no estaba


completamente en blanco mientras miraba a Syren desde la cama. –Faro,
viniste a mí–.

Pensaría eso, ¿no?

–Sal de aquí–, le dijo al joven suavemente. –Ve a Maritza, ella cuidará de ti–.

El joven desnudo apenas se mantenía de pie mientras miraba desde el cuerpo


en el suelo a Casimir y luego a Syren. –Paulo, ¿verdad?–

Paulo asintió con la cabeza.

–Paulo, confía en mí. Está fuera de tu vida–, dijo con firmeza. –A partir de
ahora, estás libre de él.

Ahora vete. Paulo se fue corriendo por la puerta. Se volvió hacia Casimir. –
Levántate.–

Casimir lo hizo, lentamente. –Ahora, Faro. Si me querías, todo lo que tenías


que hacer era decirlo. Miró al guardia. –No hay necesidad de matar por mí–.

Kane hizo un sonido, pero Syren sacudió la cabeza. Tengo esto. Con el arma
apuntando a él, guió a Casimir a la mesa equipada con dos sillas en la esquina
de la pequeña habitación caliente. Empujó a Casimir con el arma hasta que se
sentó y luego Syren hizo lo mismo frente a él.

El ruso había recuperado el equilibrio y se recostó con una sonrisa perezosa


en su rostro mientras miraba a Syren. –Mortal. Eso es lo más sexy.– Su voz,
retumbó sobre Syren como un terremoto, desenterrando tantos recuerdos
que habían estado enterrados por mucho tiempo. –Siempre hubo más para ti,
lo sabía. Siempre algo que se me escapó, algo que no pude identificar.

–Yo. Era lo que no podías señalar. Syren se inclinó hacia adelante, con el codo
sobre la mesa polvorienta. –No podías tocarme, mi cuerpo, así que fuiste por
mi corazón. ¿No es así?

Casimir fue por confundido. –¿Qué? ¿No sé a qué te refieres?

–Hiciste esto para llegar a mí, ¿verdad? Poniendo a Monica Delatorre en mi


camino, haciéndola robar a mi hija y traerla de vuelta aquí, a tus pisadas. De
esta manera iré corriendo, te pediré que hagas que Monica la devuelva y, a su
vez, ¿qué pasa? ¿Te debo?–

Casimir juntó los dedos, los ojos marrones calmados mientras miraba a
Syren. –Si. No fue difícil encontrarte, no con mi mejor investigador del caso. Y
mi dinero me da conexiones dentro del FBI –.

Esas palabras fueron una sorpresa, una que Syren no permitió mostrar en su
rostro. Dutch tendría que hacer un poco de limpieza lo antes posible.

–Así que vengo corriendo hacia ti, ¿salvas el día y te lo debo?–

–Por supuesto.– Casimir chasqueó la lengua. –Nada es gratis. Quiero lo que


siempre he querido. Tú. Tu cuerpo. Él sonrió. –Así que ahora esperamos que
Mónica me traiga noticias sobre tu hija–.

Syren se echó a reír. Los hombres a su alrededor se rieron entre dientes. –Oh,
¿enterré el plomo aquí?–
Sacó dos fotos de su bolsillo lateral izquierdo, las extendió sobre la mesa y las
empujó hacia Casimir. –Mónica Delatorre. Se dice que ella misma se ahorcó. Él
sacudió la cabeza tristemente.

–Creo que debe ser demasiado, la idea de estar sin hogar. Sin dinero. Cosas
tristes.

La sonrisa de Casimir se fue.

–El problema con un jodido como tú, Cas, es que nunca haces el trabajo sucio
tú mismo.

Igual que Delatorre. No hay fortaleza para la sangre y las tripas. ¿Quieres que
describa lo que se siente al ahogar la vida de Mónica?

Las fosas nasales de Casimir se dilataron y Syren sonrió.

–No hay pelotas–. Levantó la mano. Tomó la mano de Kane. –¿Te han
presentado a mi esposo?–

Kane se quitó la máscara y Syren se levantó. Kane tomó asiento y Syren se


sentó en su regazo.

–Cometiste un error al pensar que no iría al infierno y regresaría por mi familia,


por nuestra hija–, dijo Syren. –Tu error es mi victoria. Vas a morir. En un burdel
indescriptible en el medio de Río, vas a morir, y cuando estés muerto, te
arrojaremos al vertedero. Nadie sabrá que estás muerto, nadie te extrañará–,
susurró. –A nadie le importará–.

Casimir ignoró a Syren y miró a Kane. –No eres lo suficientemente bueno para
él. Necesita un hombre de verdad.

Kane sonrió, con la cabeza ladeada a un lado. –Eso crees, ¿eh?–

–Él debería ser mío–. Casimir se tambaleó hacia adelante y Kane le dio un
puñetazo en la cara. Hueso crujió. La sangre goteó desde la nariz de Casimir
hasta su boca y goteó de su barbilla.
–Sigue hablando–, dijo Kane con calma, –y seguiré golpeando. Funciona para
mí.–

Syren tocó el brazo de Kane. –Te vas a quitar la vida–. Los ojos de Casimir se
abrieron y Syren se rió entre dientes. –¿Crees que lo haré, te lo pondré fácil?–
Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, el lado derecho y sacó las fotos. –
Tú haces tú tarea, y yo hago la mía.

Soy muy minucioso. Los colocó del lado derecho.

La madre, el padre, la esposa y la hija de Casimir están en un internado en


Francia.

Era la primera vez que veía a Casimir parpadear.

Le tengo. –Estás bien, pero estoy mejor–, dijo Syren. –Desearía poder pasar
tiempo contigo, hacer que duela como amas, pero mi hija me está
esperando. Si no aprietas el gatillo, te haré mirar mientras mato a cada una de
estas personas. Él asintió. –Todos. Hacerte mirar y sentir un centelleo de lo que
sentí cuando me quitaron a mi hija. Eliminaré tu jodido linaje y cuando
termine, haré que mi marido te corte el cuello y me folle encima de tu cuerpo
moribundo.

Casimir se atragantó.

Syren se encogió de hombros. –Recientemente descubrimos que verlo matar


me pone caliente–.

–Somos raros–, dijo Kane. –Sabemos.–

–Y correré sobre tu cadáver–. Syren le guiñó un ojo. –Entonces, ¿qué será,


Cas? ¿Tú o tu familia?

Había debatido si el avión entero se habría levantado si debía hacerle saber a


Casimir quién era.
Cómo se conocieron originalmente. Syren estaba listo para hacerlo, pero
ahora, no lo haría. Esa parte de él nunca se curaría por completo, pero la
herida se había cicatrizado, apretarla no ayudaría en nada.

Estaba seguro de que no estaba dispuesto a darle a Casimir municiones sobre


él.

Kane puso su arma en la toma, en el medio.

–Podría tomar esta arma–, dijo Casimir, –y dispararte. Podría morir, pero me
llevaré al menos uno de ustedes conmigo.

–Podrías intentarlo–. Syren se levantó del regazo de Kane. –Si esta es tu


respuesta final, me temo que tendremos que pasar a la segunda ronda. La
primera parada es Rusia –.

Casimir agarró el arma. Detrás de él, Angel se acercó y presionó su arma


contra la parte posterior de la cabeza de Casimir.

–¿Qué va a ser, Cas?–

Casimir le sonrió, la delgada cicatriz que Syren le había dado estirando hacía
mucho tiempo. –Eres aún más sexy de lo que imaginaba. Me gusta esto. Si
hubiera visto este lado tuyo antes, habría luchado contra el mismo diablo por
ti.

–Se ha llevado–. Kane se levantó y se inclinó, enfrentándose a la cara de


Casimir. –Y si no aprietas el gatillo en dos segundos, lo haré–.

Los dientes de Casimir brillaron. –Nos vemos en el otro lado, Marcos Ignacio
de Melo–. El arma se disparó cuando Syren jadeó. Líquido tibio salpicó su
mejilla y salpicó su traje oscuro.

Se le doblaron las rodillas y los brazos fuertes lo agarraron. –Él sabía. Sabía
quién era yo. Se dio la vuelta, enterrando la cara en el pecho de Kane. Kane se
frotó la espalda.

–Sh. Él se fue. Se ha ido y estamos libres. Kane besó su sien.


Syren asintió con la cabeza. Él era libre. Eran libres. Se secó los ojos y miró a la
habitación.

–Limpien, muchachos. Le prometimos a Maritza.

De hecho, arrojaron a Casimir en el vertedero local. Los cuerpos de sus dos


guardias le hacían compañía. Syren había estado en silencio todo el
tiempo. Ahora estaban en un avión de regreso a Nueva York antes de partir
para recoger a Nina y Càtia en Costa Rica.

Kane hizo todo lo posible para asegurarse de que Syren estuviera allí en caso
de que necesitara hablar. Su esposo pasó la mayor parte del vuelo por
teléfono con Dutch, haciéndole saber sobre el topo que tenía dentro de su
organización. A pesar de todo, Kane estaba allí. Estaba listo para un tiempo de
inactividad, listo para el tiempo en familia.

Su teléfono se apagó. Verificó el identificador de llamadas. Maldita sea Vince


realmente lo estaba presionando.

Acurrucado junto a él, Syren se movió. –¿Supongo que ese no es tu admirador


tan secreto?–

–Es Vince, sí–. Kane no podía pensar en nada de lo que había dicho o hecho
para hacerle pensar que tenía alguna esperanza. Había tratado de asegurarse
de que Vince supiera que estaba enamorado y amaba a su esposo, pero Vince
estaba ignorando el mensaje a propósito. Después de la mierda por la que
habían pasado, Kane no estaba dispuesta a lidiar con esta basura. –¿Quieres
que me ocupe de esto cuando aterricemos?–

Syren se encogió de hombros. Depende de usted, marshal. Te sigo a donde


conduces.

Kane resopló. Sí claro. –Entonces haremos esto–. Le envió un mensaje de texto


a Vince diciéndole que estaría en Nueva York dentro de una hora. Vince le
envió un mensaje de texto con su hotel y número de habitación.

Sí. Es hora de poner esto en la cama.


El resto de los chicos siguieron a Mateo y Tommy a su casa, y Kane decidió
que él y Syren tendrían una habitación de hotel para pasar la noche. Estaba
demasiado cansado para que pudieran llegar a Connecticut.

Por la mañana se iban a casa, buscaban ropa y otras cosas y luego recogían a
los muchachos antes de irse a Costa Rica.

Ahora, veía pasar los pisos mientras subían en el ascensor hasta la habitación
de Vince. Había llamado a su antiguo compañero una vez que habían
aterrizado. Eran casi las diez de la noche, pero Vince había estado
entusiasmado, alentando a Kane a venir.

El ascensor se detuvo y se bajaron. Sostuvo la mano de Syren mientras se


paraban frente a la puerta.

–Sin violencia–, advirtió. –Si es necesario, lo manejaré–. Porque fue su culpa. Él


llamó a la puerta.

La puerta se abrió de golpe y él parpadeó. Vince estaba sin camisa, con la piel
húmeda como si acabara de salir de la ducha. Llevaba jeans, pero a pesar de
que tenían cremallera, no estaban abotonados. Kane tragó saliva.

–Bueno, esto es incómodo–. Syren sonaba demasiado tranquilo.

Vince jadeó, horror y vergüenza en sus ojos mientras miraba de Kane a Syren
y viceversa.

Syren usó el pesado silencio para abrir la puerta y entrar.

Kane lo siguió.

Luces tenues. Champaña en un balde.

Syren se giró para enfrentarlos, una ceja levantada dirigida a Vince. –Alguien
se sentía afortunado–.

La boca de Vince se abrió y cerró. Estaba pálido y Kane quería sentir lástima
por él.
El realmente lo hizo.

–Oh, perdóname. Nunca nos han presentado adecuadamente. Syren dio un


paso adelante y extendió su mano, su mano izquierda, donde su anillo de
bodas brillaba a la luz. –Syren Rua-Ashby–. Señaló con el pulgar hacia Kane. –
La vieja bola y cadena–.
Capítulo diez

–¿Lo trajiste?– Vince cerró la puerta de un puntapié y se volvió hacia Kane, con
la ira en guerra con vergüenza en su rostro. –Pensé-–

–¿Pensaste qué?– Kane lo miró de arriba abajo. –Él es mi esposo, él va a


donde yo voy–.

Algo apareció y Kane miró por encima del hombro. Syren había abierto la
botella de champán y miraba lentamente por la habitación. –Estoy seguro de
que Kane te dijo que no bebo alcohol, así que esto debe ser para ti y para él–.
Sus labios se torcieron. –¿Dónde están las gafas? ¿O se suponía que debía
beberlo de tu pecho?

Los ojos de Syren pidieron sangre. Kane sacudió la cabeza ligeramente. No


quería que Syren tuviera que pelear esta batalla, no cuando Kane estaba allí y
era capaz de hacerlo él mismo. Syren se sentó en una de las sillas de la
habitación y Kane se volvió hacia Vince. Su amigo, antiguo amigo ahora, y su
compañero se quedaron allí.

Digamos que no había traído a Syren conmigo, Vince. Digamos que vendría
aquí solo.

¿Qué crees que habría caído? Él ladeó la cabeza. ¿Crees que habría sucumbido
a tu bien planificada seducción? ¿Crees que habría puesto en peligro a mi
familia por ti?

La cara de Vince se puso más roja. Miró a Syren y luego a Kane, con una
expresión tan herida. –Yo solo ... solo necesitábamos algo de tiempo juntos–.
Las palabras estaban teñidas de desesperación, cosas como las que Kane
nunca había escuchado de Vince.

Syren hizo un sonido.


–Eres jodidamente irrespetuoso–, ladró Kane. –Falta de respeto hacia mí. No
sabes nada de mí si crees que engañaría a alguien con quien estoy
comprometido. Le faltaste el respeto a mi relación.

No sabes nada de nosotros si crees que alguna vez dejaría los brazos de mi
marido.

Vince se adelantó, extendió una mano, y Kane lo echó a un lado con un


gruñido de disgusto.

Lo había intentado bien. Había tratado de asegurarse de mantener la amistad


que él y Vince habían desarrollado a lo largo de los años trabajando juntos,
pero a Vince no le importaba nada de eso. Ahora mismo

A Kane no le importaba herir sentimientos, ni quemar puentes.

–Cometí un gran error–, dijo. –Volviéndome hacia ti cuando quería a alguien


más. Te lo dije, me disculpé en el juzgado. ¿Cuánto más claro podría haberlo
hecho, Vince? ¿Cómo debería haberlo deletreado para que sepas que no
tuviste una jodida oportunidad antes de que Syren entrara en mi vida, y en el
instante en que lo hizo, fue una envoltura?

Vince palideció. –Estuve allí primero. Esperé a que terminaras de llorar a


Bailey. Esperé a que me vieras. Él golpeó su pecho. –No estoy dispuesto a
dejar que un criminal bien vestido me empuje fuera del camino–.

–¿Crees que estoy bien vestido?–, Preguntó Syren. –Gracias. Eso significa
mucho–. Las palabras no eran amenazantes, pero el tono decía de manera
diferente.

–No soy tu jodido premio para ganar–, le dijo Kane a Vince. –E incluso si lo
fuera, hubieras perdido. Y continuarás perdiendo, una y otra vez. No te quiero,
Vince. Nunca lo hice. Te usé para tratar de olvidar a Syren. Te usé porque él no
estaba allí. Te usé, ¿no puedes ver eso?
Vince se quedó allí, desafiante en la mandíbula y en los ojos. No estaba
escuchando nada de lo que Kane decía. No estaba recibiendo el mensaje. La
frustración hirvió en las entrañas de Kane.

–Hay una razón por la que nunca me acosté contigo, Vince. No te quería de
esa manera. Hay una razón por la que estoy donde estoy, con mi familia. Es
donde quiero estar, donde está mi corazón. No estoy dispuesto a dejar que
nadie, especialmente alguien a quien nunca me haya interesado remotamente,
joder con mi felicidad, amenace a mi familia. Él cerró los puños. –Te dejaré
donde estés parado–.

La compostura de Vince se derrumbó poco a poco, el color se le quitó de la


piel. –Te amo–, dijo simplemente. –¿Es tan difícil de entender? ¿Me hace una
mala persona por amarte?

–No si te hubieras guardado esa mierda para ti–, respondió Syren


rápidamente. –Pero dado que decidiste ser todo acosador y un dolor en el
trasero, entonces sí, eres una mala persona–.

–Bebé, tengo esto–. Kane miró a Syren. Su esposo le guiñó un ojo.

–Oh mi error. G'head entonces. Syren lo saludó con la mano.

Kane sonrió. Sabía que esta no sería la ruta que Syren tomaría para tratar con
Vince.

La violencia no estaba fuera de la mesa, pero Kane tenía dudas sobre eso. Se
dejó caer en una silla y observó a Vince. Ya no reconocía al hombre. ¿Cómo
pasó Vince de estar en el armario a esto, intentando descarrilar la relación de
Kane?

–Me besaste–, dijo Vince. –Me besaste.–

–¿Y ese beso te dio permiso para hacer todo esto?– Kane agitó la mano hacia
la habitación. –Hace mucho tiempo, pero sí, nos besamos. Eso fue todo. Nada
más. Seguí adelante, Vince, y confía en mí cuando te digo que hago más que
besar a mi esposo. No lo ves actuando como tú.
–Para ser justos, actuaría mucho peor–. Kane le lanzó una mirada y Syren se
encogió de hombros. –Revelación completa, marshal–.

Vince se arrodilló frente a Kane y agarró su mano. Kane se apartó


bruscamente. En su visión periférica, vio a Syren moverse.

Maldición.

El destello delató el cuchillo que Syren tenía en la garganta de Vince. –Te


advertí sobre tocar lo que no te pertenece, ¿no?–

–Syren–.

Su esposo lo ignoró. –Ahora, mi marshal es un buen tipo, ¿me sientes? Quiere


creer que tu trasero no es tan genial para las bocanadas de coco como
pareces, pero tú y yo sabemos algo diferente, ¿no es así, Vince? Se inclinó y le
habló la última palabra al oído. –Puede que no quiera derramar tu sangre,
pero no estoy sufriendo esa aflicción en particular. Destriparé tu culo
irrespetuoso en un minuto de Nueva York.

–Syren–. Maldición, esta era la batalla de Kane para luchar, pero Vince estaba
empeñado en ignorar cualquier cosa que dijera. –Guarda el cuchillo, bebé–.

–No eres el adecuado para él–. Vince se detuvo mientras se dirigía a Syren. –Él
no es tu igual. Tienes suerte de que te tenga a ti.

Syren farfulló. –Tengo suerte, amigo, ¿me has visto? Mi marshal ganó el
maldito premio gordo conmigo.

Kane tuvo que sonreír. –Soy un bastardo con suerte. Tengo un esposo
maravilloso, Vince, uno que nunca, nunca dejaré. Tengo una hija que mataré
para proteger. Tengo una familia que desafiaría a cualquiera a tratar de
separarse. Empujó a Vince y se puso de pie. Vince permaneció de rodillas. –
Pensé que podría mantener nuestra amistad, nunca quise que te fueras
completamente de mi vida. Has decidido que no tienes lugar cerca de mí. No
se puede confiar en ti y no tienes idea de lo difícil que es para mí no hacer que
mi esposo haga lo que quiera contigo–.
–Me gustaría que algunos de mis muchachos te hicieran una visita–, dijo
Syren. –Darte una buena paliza–.

Un brillo apareció en sus ojos. –No te habrían tocado la cara, porque a pesar
de que necesitas una estadística de chaqueta recta, eres bonito–. Su tono bajó
unas octavas mientras miraba a Vince. Me refiero a los ojos y los labios ...
agradable. Puede que tengan que romperte las rodillas, porque estoy
pensando que sería un crimen estropear esa losa de ladrillo que tienes por un
pecho. Hm , hm. Un jodido crimen.

Kane chasqueó los dedos. –Mantente en el punto, bebé–.

–Oh. Ejem. Sí. Vencer. Piernas rotas. Buenos tiempos. Syren se aclaró la
garganta. –Kane nunca quiso lastimarte, Vince. No puedo decir lo mismo, y si
incluso nos buscas en la guía telefónica, tendré que terminar contigo. Él
sacudió la cabeza. –No será bonito–.

–Vince, nunca encontrarás lo que estás buscando conmigo–. Kane agarró la


mano de Syren. –Estoy enamorado de mi esposo, y el hecho de que lo
supieras y no dejes que te desanime, prueba que no eres el hombre que
pensé que eras. Parece que pensaba más en ti que tú en ti. Nunca me
contactes, mi familia o mis amigos. Si te acercas a nosotros, no lo pensaré dos
veces antes de patearte el culo.

–Solo quiero ser feliz otra vez–. Vince bajó la cabeza. –Lo perdí y tú–, levantó
la cabeza, –me hiciste sentir. Lo trajiste de vuelta. Sus ojos estaban llenos de
tristeza.

–No estoy donde encuentras la felicidad–, dijo Kane suavemente. Algo estaba
mal con Vince, lo vio ahora. Algo estaba mal en su cabeza y el corazón de
Kane le dolía. –Toma esas vacaciones de las que me estabas
hablando. Descansar un poco. Relajarse.–

Vince presionó la palma de su mano contra sus ojos. –Estoy tan cansado–,
susurró. –De pelear.

De esconderse. De mentir.
Kane frunció el ceño. –¿Sobre qué mientes?–

–Estar cerca de ti lo hizo mejor–. Los ojos de Vince le suplicaron. –Por favor.–

Los dedos de Syren se apretaron alrededor de los de Kane. –Necesitas ayuda–,


dijo Syren suavemente. –Tienes que conseguir ayuda, Vince. No dejes que lo
que está sucediendo te derrote –.

Las fosas nasales de Vince se dilataron. Se puso de pie de un salto y avanzó


hacia Syren.

–Whoa–. Kane puso una mano sobre el pecho de Vince, deteniendo sus
movimientos. –Ni siquiera lo pienses–.

–He sido tan bueno y te lo pierdo–, Vince se enfureció con Syren. –Tú con tus
jodidos trajes y esos ojos raros. Eres como todos los demás delincuentes
comunes, y con todos tus pecados, ¿puedes tenerlo y yo no?

Kane sacudió la cabeza. Vince necesitaba más de lo que podían dar. Las
palabras no estaban funcionando.

–Vince. No puedes perder lo que nunca tuviste –.

Syren miró a Vince. –Vince, confía en mí, nunca has conocido a un pecador
como yo. Nunca lo harás. Él le guiñó un ojo. –Único en su clase–. Tiró de su
traje. –Ahora, mi esposo y yo tenemos un desfase horario, así que nos iremos–
. Su tono se suavizó. –Espero que obtengas ayuda, porque creo que realmente
la necesitas. Pero no te confundas, nunca olvidaré lo que intentaste hacer aquí
esta noche. Y si fuera tú, dormiría con un ojo abierto.

Se alejó, se acercó a la puerta y se quedó esperando.

–Necesitas algo de tiempo a solas para resolver tu vida–, le dijo Kane a


Vince. –También necesitas hablar con alguien. Un psiquiatra o cualquiera que
pueda ayudarlo a encontrar respuestas. No me quieres, Vince.

Quizás me veas como seguro, pero no me quieres. Amor es lo que veo


cuando miro a los ojos de mi esposo. El amor es lo que siento cuando mi hija
me abraza. Amor es lo que tengo ahora, y es lo que nunca abandonaré. No
por nada ni por nadie.

Le dio la espalda a las lágrimas que caían de los ojos de Vince y salió de la
habitación del hotel, de la mano de su esposo.
Capítulo once

Cuando llegaron a su hotel y la habitación que habían reservado, Kane estaba


derrotado. Muerto de cansancio. Syren permaneció a su lado, en silencio
desde que habían dejado a Vince. Kane no sabía lo que debía decir. No había
esperado esa mierda que Vince sacó. Estaba enojado por jodidamente seguro,
pero Vince necesitaba algún tipo de ayuda. Y por eso Kane sintió pena por él.

No quería que Vince se convirtiera en un espectro sobre sus vidas, como


Bailey había sido al comienzo de su relación con Syren. Diferentes situaciones,
claro, pero no quería que su esposo volviera a dudar de sí mismo y de ellos.

Dentro de la suite de su hotel, mantuvo el silencio mientras Syren se alejaba


de él y se sentaba en una silla y se quitaba los zapatos. Kane se arrodilló frente
a él y le quitó la chaqueta de Syren de los hombros. Su esposo solo encontró
su mirada una vez que Kane comenzó a desabotonar la camisa de Syren.

–¿Cansado?–, Preguntó.

Syren asintió con la cabeza. Se inclinó hacia delante y presionó su frente


contra el hombro de Kane. Kane dio unos golpecitos en su nuca, dibujando
pequeños círculos.

–¿Qué tal un baño? Puedo encargarme de eso mientras terminas de


desnudarte.

Syren se echó hacia atrás un poco. –¿Estás tratando de aprovecharte de mí,


marshal?–

–¿Estás diciendo que no estás seguro?– Kane levantó una ceja con fingida
sorpresa.

–Nunca–. Syren le guiñó un ojo, los dedos yendo a la camisa de Kane,


correspondiendo al desabotonarlo. –Nunca estoy seguro. Tendrás que
ponerte a trabajar.
Kane sonrió. Dios. Le sorprendió cómo unas pocas palabras simples de Syren
podían hacerlo sonreír incluso en las circunstancias más tensas. Las muchas
facetas de su esposo nunca dejaron de sorprenderlo. Cuando Syren terminó
de desabotonarse la camisa, Kane se puso de pie.

Se acerca un baño. No te duermas sobre mí. Pasó los dedos por el cabello de
Syren, las uñas raspando su cuero cabelludo.

Syren se estremeció, un pequeño gemido cayó de sus labios. –Sabes


jodidamente bien que no tendrás sueño cuando me hagas esa mierda–.

–¿Qué mierda?– Kane se alejó riéndose mientras Syren lo maldecía. En el baño


llenó la bañera tipo jacuzzi con agua tibia y vertió el jabón de baño de
burbujas con aroma a salvia y hierba de limón. Se quitó los zapatos y luego
regresó por Syren. Su esposo permaneció sentado. Se había quitado los
pantalones, la camisa estaba abierta y sus bragas estaban a la vista. Un par de
rayas rosa, adornado con encaje negro. Kane había sido quien dio el visto
bueno a ese cuando Syren los había comprado en línea. La descripción los
había llamado Cheekies, hechos para mantener la hinchazón de las mejillas
expuestas. Kane podría estar detrás de eso todo el camino.

–¿Vas a mirarme o bañarme?– Los ojos de Syren estaban cerrados, pero una
sonrisa secreta jugó en sus labios de todos modos.

–Pensando en solo mirarte, en realidad–. Kane no se movió de donde estaba


parado a unos pies de distancia. –Levántate. Camina hacia mí.

El ojo izquierdo de Syren se abrió. –¿Me estás ordenando, marshal?– Pero él


se movió y se puso de pie. Las dos mitades de su camisa cayeron hacia atrás,
exponiéndolo. Su pecho, su cuerpo delgado y pálido. Se pavoneó hacia Kane,
todo sexy y tímido. Cuando se paró frente a Kane, dijo con voz gutural: –¿Has
llamado?–

Kane ignoró el tirón y el tirón familiar en sus entrañas, las agitaciones en su


ingle, y señaló el baño. –Vamos, déjame ver tu trasero moverse en esos
cajones–.
Las pestañas de Syren cayeron y luego se levantaron, sus ojos púrpuras
destellaron mientras giraba un mechón de cabello rubio-blanco alrededor de
su dedo. –Solo porque lo preguntaste tan amablemente–. Luego se alejó, con
el culo pálido mirando a Kane debajo de la cola de la camisa. En la puerta del
baño, Syren se detuvo, de nuevo con Kane, y se quitó la camisa. El material
blanco flotaba en el suelo, exponiendo la vista más bella, a pesar de las
cicatrices en la espalda de Syren.

–No te muevas–. Kane lo alcanzó en cuatro zancadas. Con la espalda desnuda


de Syren presionada contra su frente, Kane deslizó una palma por su nuca y
agarró un puñado de cabello. Syren inhaló bruscamente. Hizo un gesto como
para volverse, mirar a Kane, pero Kane lo mantuvo quieto, manteniéndolo
mirando hacia adelante mientras hundía los dientes en el hombro derecho de
Syren.

–¡Oh, joder!– El cuerpo de Syren se hundió como si sus rodillas se estuvieran


rindiendo. Kane apretó su agarre sobre su cabello. Los brazos le rodearon la
cintura y Syren se aferró a él torpemente en esa posición.

–Eres sexy como la mierda, ¿lo sabes?– Kane olfateó la nuca de Syren,
inhalando el calor de su piel, sonriendo cuando Syren lo empujó hacia atrás,
empujando su trasero contra la dura polla de Kane.

–Muévete–, dijo Kane con voz ronca. –Muévete conmigo. Haz lo que quieras.–

Syren lo hizo, las caderas girando lentamente. Insoportable mientras se


frotaba y se retorcía sobre Kane. Los movimientos hicieron que el material
áspero de sus jeans raspara su polla ya que no llevaba ropa interior y apretó
los dientes. Besó y mordisqueó la nuca de Syren, su hombro, tiró de su oreja
mientras Syren se ondulaba contra él, con las mejillas abiertas para alojar la
polla cubierta de jean de Kane en el medio.

–Joder–. Kane gruñó. –Me encanta verte. La forma en que te mueves.–

Syren gimió. Su cabeza cayó sobre el hombro de Kane. –Me amas–. Sonaba
jodidamente sin aliento.
–Te amo.–

Y Syren se deslizó por su cuerpo, de vuelta a Kane, en un movimiento


suave. Se dejó caer sobre sus piernas entre las piernas de Kane y luego se
movió hacia adelante, hasta que estuvo a cuatro patas. Culo cubierto de
bragas en el aire. Kane lo golpeó allí, en su mejilla derecha. Inmediatamente la
piel enrojecida.

Syren inhaló. Su cuerpo se sacudió y su cabeza se inclinó hacia el suelo


mientras su trasero se elevaba más. Kane lo golpeó nuevamente, la siguiente
mejilla, y continuó golpeándolo, golpes fuertes, alternando hasta que ambas
mejillas se pusieron rojas, hasta que vio su palma impresa allí. Hasta que las
uñas de Syren rasparon el suelo de baldosas, suaves gritos cayeron de él, la
piel levantada y enrojecida por la piel de gallina.

Hasta que un brillo de sudor hizo brillar su cuerpo.

Hasta que le dolieron las manos a Kane. Luego se detuvo y se puso las bragas,
dándole a Syren una cuña. El material suave se alojó entre las mejillas de
Syren, y Kane tiró, asegurándose de que raspara su agujero.

–Marshal. Maldición.–

Kane se alejó. Su polla palpitaba ferozmente, pero podía esperar. Él sonrió


cuando Syren lo fulminó con la mirada. Antes de hablar, Kane lo levantó y lo
arrojó al baño. El agua salpicaba el suelo. Syren farfulló.

–Mierda–. Él entrecerró la mirada hacia Kane. –Eso no fue algo muy agradable
de hacer–. Extendió la mano hacia Kane, quien se adelantó.

–No sabía que eras fanático de lo agradable–. Kane se quitó los jeans, sin
perderse la forma en que Syren se lamió los labios mientras su mirada bajaba
a la entrepierna de Kane. –Solo voy a darte un baño–.

–¿Y eso es todo?–, Chilló Syren. Sus ojos prometían asesinato.

Kane se encogió de hombros, fingiendo despreocupación. –Te ves


cansado. Necesitas descansar.–
Syren lo sacudió con un dedo cubierto de burbujas. –Jódete. Nunca estoy
cansado Nunca demasiado cansado.

–Eso dices–. Kane se arrodilló junto a la bañera y cogió un trapo. –Aquí,


déjame lavarte la espalda–.

Syren se apartó bruscamente. –Si me tocas de otra forma que no sea follarme,
te prenderé fuego. Con gasolina Y un partido. Tenía esa mirada determinada
en sus ojos.

Kane dejó caer el trapo y levantó ambas manos en señal de rendición. –Eres
violento en este momento. Violento.–

Syren resopló cuando se llevó la espuma al pecho. –Me estoy volviendo


loco. Este soy yo, todo suave y mierda. Él asintió con la cabeza ante sus
propias palabras.

–¿En serio?– Kane levantó una ceja mientras metía una mano en el agua y
deslizaba la palma de la mano sobre el muslo de Syren. –Suave, ¿eh?– Se
quitó las bragas y las arrojó a un lado.

–¿Tu niño Vince está flotando boca arriba en un charco de su propia sangre,
una bala entre los ojos y las manos cortadas en los codos? No. Syren sacudió
la cabeza. –Como dije, suave–.

–Ese es un escenario extrañamente específico para un hombre que dice ser


suave–. Kane deslizó un dedo entre los dedos de los pies de Syren. Su esposo
se sacudió, las fosas nasales se dilataron.

–He soñado con eso una o cinco veces–. Syren se encogió de hombros.

Se quedaron en silencio hasta que Kane se aclaró la garganta y encontró las


palabras para decir: –Lo siento–.

Syren lo miró. –¿Para qué?–

–Vince. Por esta noche. Por no ver que necesitaba ayuda antes de ahora.
–Oh, marshal–. Syren dejó caer la cabeza hacia el borde de la bañera, una
rodilla se levantó del agua cuando dobló la pierna. –No puedo culparlo por
amarte. Eres fácil de amar. Él suspiró. –Desearía que se hubiera quedado
donde sea que estuvo durante el año pasado y algo más. Desearía no tener
que recordar ese momento en nuestras vidas –.

Kane entendió eso. Él deseaba lo mismo. –Es por mi culpa que todo esto
sucedió y lo siento mucho–. Tocó la mejilla de Syren con un dedo mojado. –
Desearía poder recuperarlo todo. Esos meses perdidos que pasamos
separados –.

Syren tragó saliva, Kane observó cómo su manzana de Adán se sacudía, pero
no habló.

–Bebé–. Cuando Syren aún no hablaba, Kane dijo: –Nunca quiero que nos
preguntes. Nunca quiero que dudes de mi amor. Porque te quiero mucho.
Encontró la mano de Syren bajo el agua y unió sus dedos. Te he visto
la semana pasada. Te he observado y solo ... hay mucho para ti. Siempre hay
algo nuevo por descubrir. Tu fuerza y tu impulso, tu feroz protección de los
que amas –.

Syren cerró los ojos, pero sus dedos se apretaron alrededor de los de Kane. –
Yo protejo lo que es mío. Es tan simple como eso –. Hizo una pausa y luego
dijo:– Nunca descarté tener que matar una vez que comencé en el camino que
elegí, pero en el pasado siempre lo he mantenido simple. Dinero. Eso y el
chantaje siempre fueron más suaves que la idea de quitarse la vida. Pero mi
familia no había sido amenazada antes.

Mi hija no había sido secuestrada antes. Lo mismo de siempre no se aplicaba.

Kane se metió en la bañera, deslizándose detrás de Syren para que su esposo


se sentara en su regazo, su espalda contra él. –No me importa eso. Nunca lo
hice. Toda esa mierda se fue por la ventana en el instante en que se llevaron a
Càtia y Nina–, dijo Kane con vehemencia. Me encantó verte, por si no lo
sabías. Me encantó ese lado despiadado de ti. Me encanta que nadie más
pueda ver los diferentes sabores de ti. El hombre de negocios, el amante, el
asesino. El hombre que viste un poco de encaje, a quien le encanta que le
arranquen el cabello y le peguen el trasero es el mismo hombre que ejerce el
poder como ninguna otra cosa. Es el mismo hombre que se codeó con los
criminales más notorios, que luchó y venció el miedo y el peor tipo de infancia
–.

Kane frotó su nariz contra la nuca húmeda de Syren, y algunos mechones de


cabello húmedo de Syren gotearon agua sobre su nariz. –Vince se equivocó
tanto–, dijo suavemente. –Yo soy el afortunado. Ganar tu amor –, su voz se
espesó con emoción,– haciendo que me ames después de todas las traiciones
que has visto y experimentado. Después de toda la mierda por la que has
pasado, aún te quedaba amar. Para amarme. Es un regalo. Lo sé y es algo que
atesoro.

Nunca lo daría por sentado. Nunca. Sostuvo a Syren cerca a pesar de que sus
cuerpos estaban resbaladizos con el agua jabonosa.

–Durante mucho tiempo solo tuve Càtia y eso fue suficiente–, dijo Syren. Frotó
su palma sobre el dorso de la mano de Kane. –Claro, tuve a Isa y Henri, pero
también fue un amor más familiar. Eran familia. No pensé que mereciera ser
amado de ninguna otra manera. Tampoco pensé que me faltaba nada. Nunca
lo tuve, así que no sabía lo que realmente significaba. Hasta que te vi. Él se
retorció ligeramente hasta que sus miradas se encontraron. –Entonces te vi,
marshal, y supe que nadie me amaría más que tú. No estaba destinado a ser
amado por nadie más. Entonces me dejo preguntar. Él sonrió, una sonrisa
triste. –La primera vez que me permití soñar con más. Soñar contigo. Si no me
amaras, nadie más lo haría. Él se encogió de hombros. –Era como lo quería,
porque no quería a nadie más que a ti–.

El corazón de Kane se derritió de nuevo. Tocó la barbilla de Syren, lo mantuvo


firme y lo besó. Lo besó profundamente, buscando, sus lenguas retorciéndose
en un baile muy familiar. Amaba ese baile. Saboreó a Syren, siempre un sorbo
decadente, mientras enterraba las manos en el cabello de su esposo.

Syren se apartó lentamente, permitiendo que sus labios se unieran entre sí. –
Me tomó un tiempo creer que podía tenerlo. Que podía amar y ser amado,
pero las primeras semillas de esperanza se plantaron con nuestro primer beso
–. Su aliento calentó la cara de Kane cuando susurró:– Fue una experiencia
fuera del cuerpo, Marshal, saboreando mi futuro en tus labios –.

–Siempre–, susurró Kane, –siempre seré tu futuro–.

–Lo sé–. Syren le dedicó una sonrisa arrogante. –Yo sé eso.–

–Bien–. Recogió el trapo y exprimió agua sobre el pecho de Syren.

–Nunca te dije por qué dije que no–, dijo Syren de repente.

–Hm? ¿No sobre qué?

–Esa solicitud que hiciste–. La voz de Syren era tan baja que Kane tuvo que
acercarse. –Haciendo el amor contigo.–

Kane se congeló. Con todo lo que estaba pasando, había permitido que eso se
desenfocara. Ahora, recordó el despido inusualmente duro de Syren. –¿Estás
en tu papel?–, Preguntó lentamente. –¿Es así? ¿Prefieres que esté a cargo todo
el tiempo?–

No odiaba la idea, pero quería y quería sentir a Syren, experimentar a Syren


haciéndole el amor. También quería darle a Syren ese regalo, de tener una
parte de Kane que nadie más tenía.

Syren se apartó de sus brazos y se giró hasta que se enfrentaron. Sus ojos
estaban tristes, expresión seria, mientras las puntas de su cabello goteaban. –
No sé con certeza si estoy en mi rol. Yo solo ... Él sacudió la cabeza. –Estoy
asustado.–

–¿Qué?– Kane agarró su mano con el ceño fruncido. –¿Por qué miedo?–

–No quiero decepcionarte. ¿Qué pasa si chupo?– Sus dientes aparecieron. –De
una manera realmente mala, quiero decir–.

Kane se encogió de hombros. –No lo he hecho antes desde ese extremo, así
que no lo sabría, pero dudo que lo hagas–.
–¿Por qué no lo has hecho antes? Tú y Bailey estuvieron juntos durante siglos.

–Bailey era un fondo, y lo sabía antes de que incluso dormimos juntos esa
primera vez–.

Kane suspiró. –No lo necesitaba ni nada, porque ya reconocí que estaba fuera
de la mesa–.

Los ojos de Syren se entrecerraron. –¿Por qué no crees que está fuera de la
mesa con nosotros?–

–No sé–. Kane lo miró fijamente. –¿Está fuera de la mesa?–

Syren se acercó y le tocó la mejilla con una mano cubierta de espuma.

–Marshal–. Cerró los ojos brevemente y luego los abrió. –La segunda persona
que me compró fue una mujer–.

El corazón de Kane dio un vuelco. No le gustó la forma en que Syren


pronunció esas palabras, tan grave, como si hubiera más de donde
vinieron. Se mantuvo quieto, trató de mantener cualquier expresión fuera de
su rostro mientras esperaba que Syren continuara.

–Ella me compró para su esposo. Quería ser superado por alguien como yo. Y
ella quería mirar. Syren miró hacia otro lado y luego volvió a mirar a Kane. Sus
labios se torcieron. –Sabes, no me jode la cabeza tanto como solía hacerlo,
los recuerdos. Es como mirar fotos mentales de la vida de otra persona. Se
tocó el pecho. –No duele tanto como solía hacerlo. Es un dolor, pero aburrido.

–Me alegro–. Kane lo arrastró cerca y besó su nariz, el agua chapoteando a los
lados de la bañera con el movimiento. –Estoy tan feliz.–

–De todos modos, volviendo a la razón por la que te niego–. Syren respiró
profundamente. –Me compraron para superar al marido. Quiero decir que era
un jodido niño y de ninguna manera podría hacer algo sustancial, pero a ellos
no parecía importarles. Estaba ... no bien. No podría tocarlo sin temblar,
vomitar, gritar. Él se rió sin humor. –Recibí muchas palizas, pasé muchos días
sin comida, antes de que finalmente me vendieran. Estuvieron seis meses allí,
pero me prometí a mí mismo que nunca haría eso. No pude ver el jodido
atractivo.

Kane había estado acariciando el hombro de Syren mientras hablaba y cuando


su esposo hizo una pausa, preguntó. –¿Qué les pasó, la pareja?–

Los ojos de Syren se iluminaron. –Cuando llegué a tratar con ellos, el esposo
había muerto de cáncer de pulmón. Una muerte dolorosa y prolongada me
dijeron. La esposa, fue divertido ver el miedo en sus ojos cuando me presenté
en el hogar de ancianos donde la habían llevado cuando murió su esposo. Le
di una opción y ella eligió la puerta número dos, saltando del techo del hogar
de ancianos –.

Él se encogió de hombros. –Fue un largo camino hacia abajo–.

–¿Por qué no me dijiste eso antes ahora?–

–No pensé que sería un problema. No me pareces del tipo que quiere
renunciar a un control así, y estoy seguro de que no estaba dispuesto a
sugerirlo.

Kane ahuecó la barbilla de Syren, asegurándose de que sus miradas se


mantuvieran firmes cuando dijo: –Te quiero. Quiero sentir que me
llevas. Quiero que lo experimentemos juntos. Quiero que sepas cuánto te
amo.

–Sé cuánto me amas–. Syren sacudió la cabeza. –No necesito tu trasero para
saber eso–.

–Pero lo necesito. Lo quiero. Para darte algo que nunca le he dado a nadie
más. Su cuerpo se endureció mientras hablaba y se frotó contra la pierna de
Syren bajo el agua. –Quiero que sepas cómo se siente, perderte dentro del
hombre que amas, verlo perder la razón por ti. Verlo desmoronarse bajo tu
toque. Quiero tu semen dentro de mí, inundándome.

Marcándome Quiero tus jodidas marcas en mí.


Syren lo miró fijamente, las pupilas dilatadas, los labios separados, todos
rosados y húmedos. Kane se inclinó, frotando su barba contra la suave mejilla
de Syren. –Lo harás como haces todo lo demás, hermosamente. Pero quiero
que te pongas las bragas mientras me llevas como quieras. Rápido o
lento. Duro o suave.

Lo quiero. El pulso de Syren se aceleró bajo su toque y Kane se deleitó con la


captura en la respiración de su marido. –En la cama o en el piso, donde
sea. Fóllame como si fuera tuyo. Porque lo haces –.
Capítulo Doce

Todavía no podía obligarse a hablar. Syren frotó la toalla sobre su cabello


todavía húmedo y miró a su alrededor. Kane estaba en el baño cepillándose
los dientes. Después de decir su artículo, ayudó a Syren a salir de la bañera y
se secó la piel. Había dicho lo que tenía que hacer, y fue el movimiento de
Syren.

¿Quería hacer ese movimiento?

Había visto la ferviente necesidad en los ojos de su esposo. Kane quería lo que
había pedido. No le desanimó la historia que Syren compartió. Su estómago
todavía se revolvió con nervios mientras se sentaba en el borde de la
cama. Quería darle a Kane lo que necesitaba, pero no podía tratarse de que lo
hiciera solo por Kane.

¿Lo quería? ¿Quería experimentar hacer el amor con su esposo y compartir


algo especial como eso? Sabía cómo se sentía cuando Kane le hizo el amor,
cuando Kane se sentó tan profundamente en su cuerpo que Syren se
atragantó con él. Sabía lo que era romperse en un millón de piezas
simplemente con el toque de Kane. El sentimiento era indescriptible.

Quería que Kane lo sintiera.

Syren entrelazó sus dedos en su regazo mientras el agua corría en el lavabo


del baño. Se había puesto su último par de ropa interior limpia metida en la
bolsa de lona que habían traído con ellos a Brasil. Los abrazadores de cadera
de color púrpura brillante se ajustaban perfectamente, cubriéndolo por
completo en la espalda, luciendo un lazo en un tono más pálido en el frente,
los mismos puntos de color pálido por todas partes y una capa de encaje en
ambos lados. Prestó atención a los detalles en sus bragas.
El grifo se cerró en el baño. Cruzó los tobillos y se mordió el labio. Realmente
no se podía negar la ansiedad mezclada liberalmente con la emoción en sus
entrañas. Nunca pensó que volvería a hacerlo, tocar a alguien de esa manera,
pero Kane no era una persona cualquiera. Su esposo no pidió mucho para que
Syren le diera, dárselos, esto.

Respiró cuando la puerta del baño se abrió y luego se cerró detrás de Kane
cuando entró completamente en la habitación. Solo miró a Kane cuando su
esposo se paró directamente frente a él, lo suficientemente cerca como para
tocarlo, pero todavía le daba espacio a Syren si quería. Kane usaba solo un par
de calzoncillos negros, sus muslos tonificados en exhibición, al igual que el
cofre que a Syren le encantaba acariciar, todo bronceado y musculoso con
solo un mechón de cabello. Amaba el cuerpo de Kane, amaba su piel.

Levantó su mirada más alto, encontrando la mirada de Kane. Kane solo lo miró
con expresión abierta, sin expectativas. Sus manos colgaban sin apretar a sus
costados y solo se miraban. Syren se puso de pie y dio un paso que los llevó
pecho a pecho.

Además de oscurecer su mirada, la expresión de Kane no cambió, por lo que


Syren le sonrió. Una sonrisa vacilante y torcida. –¿Qué hacemos ahora?– Sentía
que estaba haciendo todo por primera vez. Todo. En ese momento, Kane se
sintió como un extraño también. Sin embargo, no está mal. Como alguien
familiar, una persona que quería conocer, aprender, descubrir.

–¿Qué quieres hacer?– Murmuró Kane.

–Bésame–. Miró a Kane por debajo de sus pestañas. –Quiero besarte.–

Escuchó la fuerte inhalación de Kane, vio el ligero temblor en su mandíbula. –


Yo también quiero eso.–

Entonces Syren se inclinó y presionó sus labios contra el pecho de Kane, el


lado izquierdo, por encima de su corazón. Kane emitió un sonido, como una
explosión de aire sorprendida entre sus labios. Syren rodeó su cintura y lo
besó nuevamente, esta vez en el lado derecho, antes de pasar la lengua por la
clavícula. Kane se estremeció, y Syren se dio cuenta de que su esposo quería
agarrarlo, pero él se contuvo, permitiendo que Syren marcara el ritmo.

Él dio un paso atrás. Kane tenía los puños a los costados y los nudillos
blancos. Su polla estaba perfilada contra el negro de su ropa interior, tan
fuerte que Syren juró que vio las gruesas venas mientras pulsaban para él. Él
respondió a eso, su cuerpo, como un faro. Sus bragas se sentían apretadas
mientras su polla estiraba el material. Se lamió los labios.

El pulso en la garganta de Kane se aceleró.

–Sube a la cama–, dijo en voz baja. Tuvo que aclararse la garganta, aclarar las
telarañas antes de continuar, –boca abajo–. Se sintió extraño hacerse
cargo. Sí. Extraño. Pero la jodida felicidad en la cara de Kane, la forma en que
dio un salto y aterrizó en el colchón, con la cara enterrada en las almohadas.

Eso fue todo. Cada. Maldito. Cosa.

Se quedó allí parado por un momento, mirando al hombre en la cama. El


hombre en su vida. El hombre que era su vida. Este fue uno de esos
momentos de pellizcarse. Pellizcarse, asegúrese de no estar soñando. Pero no
lo fue. Esto no era un sueño, el dolor en sus jodidas bolas, el golpe de su
corazón contra sus costillas, las mariposas en su estómago. Oh, eso lo hizo
real. Tan real.

Finalmente apartando la mirada, buscó en la bolsa de lona hasta que encontró


la botella de lubricante. Durante mucho tiempo habían aprendido a nunca salir
de la casa sin lubricante, y él era un campista feliz.

Se volvió hacia la cama. Kane seguía acostado boca abajo, pero su pierna
derecha se frotaba inquieta contra las sábanas. Las mismas sábanas las
mantenía apretadas con ambos puños. No hizo nada excepto esperar
pacientemente a que Syren hiciera su movimiento.

Se subió a la cama. Kane se tensó ligeramente y luego su columna vertebral se


relajó. Syren colocó el lubricante junto a ellos en la cama y se colocó sobre
Kane, cubriéndose la espalda con el frente, de pies a cabeza.
Kane se movió, en cámara lenta, frotando su piel desnuda y caliente contra la
de Syren.

Syren gimió. Contacto. Bendita, sexy, jodidamente contacto con la piel. Kane
gimió, levantando el culo, empujando hacia atrás en la ingle de Syren. Besó a
Kane en la nuca y luego hacia abajo, lamiendo su columna vertebral, sin
romper la línea recta que conducía a las muescas gemelas sobre el trasero de
Kane. Sabía a piel limpia y salada, inhalando el aroma que podría identificar en
medio de un basurero apestoso, con los ojos vendados. El almizcle natural de
su esposo.

En la base de la columna de Kane, Syren enganchó dos dedos en la cintura de


los calzoncillos de Kane y tiró de ellos hacia abajo, colocando besos en la piel
que expuso. Mordisqueó y hundió los dientes en una tensa mejilla mientras
alisaba su palma sobre la otra. La respiración pesada de Kane sonó muy fuerte
en la habitación, al igual que los gruñidos bajos que hizo. Syren bajó los
calzoncillos hasta el fondo y se los quitó, luego se sentó.

–Culo arriba–. Él se deslizó hacia atrás cuando Kane lo hizo, sus rodillas se
abrieron cuando su espalda se arqueó y su trasero se elevó más alto. –
Hm. Maldición, marshal. Él se estremeció. –Ni siquiera sabes lo que me haces,
lo que me estás haciendo en este momento–. Alisó una mano sobre el
costado de Kane.

–Podría tener una idea–. Kane sonaba amortiguado por las almohadas.

Syren sonrió. Él podría. Volvió a su posición y trazó la grieta de Kane con un


dedo. Fue el turno de Kane para estremecerse. Syren separó las mejillas de su
trasero y sacó la lengua, moviéndola sobre ese agujero oscuro y arrugado.

–¡Joder!– El cuerpo de Kane tembló bajo las manos de Syren. –Oh hombre.–

Syren lo lamió de nuevo. Y otra vez. Y con cada golpe de su lengua, Kane se
hizo más fuerte, sus gemidos se hicieron más profundos mientras empujaba a
Syren, buscando más. Syren le dio más, enterrando su rostro en el culo de
Kane. Lo besó allí, probándolo, mojándolo. Se burló de ese agujero sin piedad
hasta que se aflojó para él, hasta que se relajó lo suficiente como para poder
meter la lengua.

–Dios–. La voz y el aroma de Kane lo rodearon.

Syren se balanceó con fuerza sobre el colchón, empujando su dolorida ingle


hacia la superficie firme.

Ficción. Él lo necesitaba. Se folló a la cama mientras se comía el culo de


Kane. Escuchó los descuidados y húmedos sonidos que hizo, escuchó sus
gemidos hambrientos y hambrientos, y los gritos de éxtasis de Kane, y no
quería que terminara. Quería quedarse donde estaba, de rodillas, con los
dedos agarrando las nalgas de Kane, manteniéndolos separados, mientras se
comía a su marido, con la lengua entrando y saliendo de ese agujero intacto.

–Tan jodidamente bueno–. Kane tarareó la cara. –Tan bueno.–

El calor bajó la columna de Syren. Todo lo que quería era complacer a


Kane. Eso era todo lo que quería. Agarró el lubricante y roció un poco de la
mancha en la grieta de Kane, observando cómo caminaba lentamente hacia su
agujero. Luego arrojó la botella a un lado y metió un dedo. Lentamente. Los
músculos guardianes se cerraron sobre él instantáneamente, sujetándolo con
fuerza.

Hizo una pausa, pero Kane hizo un sonido. –Hazlo–, dijo con dureza. –Solo
hazlo–.

Muy impaciente –Estás superando desde el fondo, Marshal–.

–Te mostraré rematando desde abajo si no consigues esos malditos dígitos


dentro de mí–.

Su trasero se contrajo con las palabras, apretando el dedo de Syren.

–Mierda–. Empujó, se hundió más. El intenso calor dentro de Kane era


irreal. Sus músculos se ondularon, tirando del dedo de Syren hasta que estuvo
todo adentro. Último nudillo. Él torció el dedo.
Kane gritó y allí fueron esas malditas ondas. Syren meneó el dedo, empujó
hacia adentro y hacia afuera, y pronto Kane se meció con él, las caderas
rodando con él.

–Más–. Kane levantó su cadera más alto, una mano bajo su cuerpo para tirar
de su eje. –Quiero más.–

Syren deslizó otro dedo y el sonido gorgoteó en la garganta de Kane.

–Oh Dios. Sí. La cabeza de Kane se sacudió de un lado a otro sobre la


almohada. –Joder, sí. Muévelos. Syren lo hizo, empujando dentro y fuera. –
Como eso. Demonios sí. Justo como ... ungh.

Syren lo jodió con el labio inferior atrapado entre los dientes, golpeando el
colchón mientras el calor le quemaba la columna. No sabía cómo logró
aferrarse a su control, yendo lentamente cuando ansiaba simplemente hundir
su polla en Kane y llevarlo al día siguiente. Él podría querer eso, Kane podría
quererlo, pero las cosas debían mantenerse a un ritmo lento. Esta era la
primera vez de Kane y Syren quería asegurarse de que todo fuera perfecto.

Insertó otro dedo y agregó más lubricante. Tres dedos que solía estirar a Kane,
retorciéndolos, entrando y saliendo cuando los músculos cedieron por él. Con
cada apretón del culo de Kane alrededor de sus dedos, Syren se acercaba
cada vez más a perder la cabeza y volverse loco. Golpeó la próstata de Kane
con la punta de un dedo.

Kane se sacudió. –¡Mierda!– Sus caderas se sacudieron mientras se


acariciaba. –Bebé ... Oh Dios–.

–¿Te gustó eso?– Syren sonrió. –¿Qué tal ahora?– Lo hizo de nuevo. Más
fuerte.

Gritó Kane. –¡Mierda! ¡Joder! Sus pantalones reverberaron a través de su


cuerpo mientras miraba por encima de su hombro a Syren, con fuego en los
ojos y sudando en la frente. –No juegues. Te deseo.–

–Me tienes.–
–No dentro de mí, no lo hago–.

–¿Sí?– Syren se inclinó hacia delante y hundió los dientes en la mejilla de


Kane. Los músculos alrededor de sus dedos se volvieron locos,
contrayéndose. –¿Me quieres dentro de ti?–

Algo oscuro y peligroso brilló en los ojos de Kane. –Tres segundos–, gruñó, –
de lo contrario, voy a tomarlo–.

Syren sacó los dedos, empujó las bragas hacia abajo hasta que el elástico se
enganchó debajo de las bolas y le lubricaba la polla. –Oh, vas a hacerlo bien–.
Guiñó un ojo cuando Kane volvió a gruñir. –De espaldas, marshal–. Él acarició
su polla sin prisa, el eje saltó cuando Kane bajó la mirada y se lamió los
labios. –Te quiero en tu espalda–.

Kane se volvió en un abrir y cerrar de ojos, con los brazos y las piernas
abiertos como si fuera un ángel de nieve. Syren sacudió la cabeza.

–Mírate–, dijo con voz ronca. –Parece un colmo en el que quiero


estar. Haciéndome querer treparte como un maldito árbol. Apretó el pene de
Kane, pasó el pulgar por la cabeza y Kane echó la cabeza hacia atrás,
ondulando.

–Hazlo–. Kane se sacudió cuando Syren apretó su erección. –Difícil, porque lo


necesito así.

Profundo, porque lo quiero así.

Syren lo tocó, tocó su agujero, empujó un dedo lubricado y giró, luego lo sacó
y se alineó. Se quedó allí, frotándose sobre el agujero de Kane, su cabeza
flameada brillante con lubricante y pre-cum, deslizándose hacia arriba y hacia
abajo por la grieta de Kane.

Kane se meció, con una rodilla doblada, agarrando las sábanas. –Syren–.

–¿Sí, marshal?– Se quitó el cabello de los ojos y se encontró con la mirada de


su marido.
–Recuérdame que te mate cuando hayamos terminado aquí–.

En respuesta, Syren se presionó contra él. Oh la maldita tortura. Las venas se


hincharon en el cuello de Kane.

Sus ojos permanecieron abiertos y Syren vio la expresión dolorosa lavarse


sobre su rostro. Se congeló.

–Marshal.–

Kane tragó saliva en el aire. –Maldito infierno. La mierda es una locura.


Sostuvo la mirada de Syren. –Dame más.–

Syren lo hizo, hundiéndose pulgada por pulgada lenta y caliente. Kane se


cerró a su alrededor, y la mente de Syren quedó en blanco ante el crudo
placer. Se sumergió más profundamente, buscando la fuente de esa sensación
de entumecimiento mental.

El pecho de Kane se levantó y cayó en rápidos latidos. Syren se echó hacia


atrás, sintiendo que esos músculos se aferraban a él, obstaculizando su
retirada. Empujó hacia adelante y el cuerpo de Kane se inclinó, saliendo de la
cama.

–Jesús. Sí. Kane siseó. –Jodido haz eso otra vez–.

Syren lo hizo, empujando con fuerza. La erecta polla de Kane se dejó caer de
un lado a otro sobre su duro estómago mientras se sacudía y rebotaba,
jodiéndose de nuevo. Cada movimiento envolvía el eje de Syren en deliciosas
ondas, subiendo por la parte posterior de su pierna y columna vertebral. Se
movió, entrando y saliendo, perdiéndose en todo ese calor acogedor.

–Ung. Esa es la mierda. Kane se arqueó. –Háblame–, dijo. –Dame tus palabras–
.

Un sonido roto salió de la garganta de Syren. –Joder, marshal. No tengo


palabras. Fue todo lo que pudo para evitar despegar y dejar a Kane sin
cumplir. Todo lo que podía hacer para mantenerse en pie cuando quería
hundirse en todas las cosas de Kane y perder la razón. Le dolía la espalda, las
rodillas apretadas y las bolas protestaron por su liberación prolongada.

–Sí, lo haces–. Kane extendió la mano y le tocó la cara. Syren se volvió y


presionó un beso en su palma. –Me encanta escucharte hablar, así que
habla. Dímelo. Levantó las piernas y las envolvió alrededor de la cintura de
Syren mientras empujaba hacia atrás.

Syren se dejó caer sobre el pecho de Kane, inhalando bruscamente cuando su


piel húmeda hizo contacto. Tomó la boca de Kane, jodiendo su lengua
profundamente sin esperar, tomando su boca como si tomara su trasero. Kane
lo encontró movimiento por movimiento, empuje por empuje, en todos los
sentidos. Su igual en todo.

–Estoy enamorado de ti–. Las palabras salieron de él.

Kane correspondió con una risa dolorida. –Dime algo que no sé–.

Syren enterró su rostro en el cuello de Kane, disminuyendo el ritmo,


rechinando contra Kane mientras su marido se resistía. Los brazos de Kane lo
rodearon, lo mantuvieron apretado, encerrándolo, mientras cerraba los
tobillos sobre el trasero de Syren.

–No puedo describir cómo te sientes–, le susurró Syren al oído. –No puedo
describir la forma en que me haces doler–.

Los dedos de Kane atravesaron su cabello, enganchando y tirando fuerte,


como a Syren le gustaba.

Su pulso dio un salto y se estrelló hacia adelante, enterrándose en las


profundidades calientes de Kane.

–Me haces doler–. Kane mordisqueó la oreja. –Tú–. Deslizó ambas manos
hacia abajo para tomar el culo cubierto de bragas de Syren, amasándolo,
apretando con fuerza. Luego empujó a Syren hacia él, lo sostuvo allí y se
sumergió de arriba a abajo sobre su polla.
Syren echó la cabeza hacia atrás y gritó, clavando las uñas en el hombro de
Kane. –Si. Si.–

Se presionó más cerca, frotando contra la polla de Kane atrapada entre sus
vientres. –Dios, marshal–.

Kane bajó la cabeza con una mano en el pelo de Syren. Sus labios se
encontraron en algún lugar en el medio, golpes de dientes, lenguas
azotándose entre sí. Kane tiró de su cabello, le dio ese dulce dolor que amaba
y Syren se estrelló contra él.

Kane gruñó y lo besó más profundamente.

Syren se estrelló contra él de nuevo, lamentándose cuando esos músculos lo


masajearon a la perfección.

Kane rompió el beso lo suficiente como para ladrar, –¡Joder!– Luego se


besaron de nuevo, y Syren golpeó su trasero otra vez, hundiéndose,
apretando las caderas y luego saliendo para hacer esa mierda desagradable
de nuevo.

Joder estaba en lo cierto. Estuvo bien. Rompió el beso. –Está bien–, jadeó
contra los labios de Kane. –Tan bueno.–

–Sí–. Kane le mordió el hombro, lo mordió con fuerza. –Jodidamente bien–.

El dolor de la mordedura rebotó en Syren y se unió en sus bolas. Golpeó a


Kane, empujones incontrolables.

–Justo allí–. Kane se arqueó debajo de él, su pre-cum los unió. –Gah ... sí, allí
mismo–. Sus dedos tiraron del cabello de Syren. –Difícil.–

Syren era un hombre poseído mientras retrocedía y golpeaba, un golpe de


castigo que sabía que a su esposo le encantaría. Kane se volvió loco debajo de
él, levantándose, con la cabeza echada hacia atrás y los gemidos cada vez más
altos. Allí también perdió la cabeza, dejó toda esa mierda en el camino
mientras se entregaba a la sensación de amar a su esposo, mientras Kane
amaba a él.
Kane se sacudió a su alrededor. Territorio virgen. Todo su. Mierda. Ese
pensamiento lo hizo querer jodidamente saquear y saquear. Agarró la cara de
Kane con ambas manos, lo mantuvo quieto hasta que la niebla de lujuria
sobre los ojos de Kane se aclaró un poco.

–Esto es mío–. El suyo. Se retiró, hasta que la cabeza de su miembro apenas


estaba adentro y luego se estrelló profundamente. Los ojos de Kane se
cerraron ante un grito. –Voy a joderlo de forma regular, plantar una bandera
allí para que todos sepan que lo he reclamado–.

La boca de Kane se abrió y cerró. Tocó la cadera de Syren, lo arañó, y Syren se


retiró y volvió a golpearse. Su vista se acortó, sus bolas se agitaron, pesadas
por la necesidad de liberarse, pero quería ver a Kane romperse
primero. Inclinó las caderas, empujando con golpes cortos y afilados.

Las uñas de Kane le rasparon la espalda. –No lo hagas. Mierda. No puedo ...

–Puedes–. Syren pasó una mano sobre su pecho, atrapó uno de los pezones
de Kane y lo raspó con una uña. –Quiero verlo, mirarte fragmentarte por mí–.
Giró las caderas.

–Por mi culpa–. Se inclinó y lamió la boca de Kane, se lamió el labio inferior y


luego la atrapó entre los dientes. –Te amo, marshal. ¿Quieres dormirte en tu
trasero y despertar follando?

Kane hizo un sonido, mitad risa, mitad sollozo. –Mierda. Hablas demasiado.–

–Amas cuando hablo–. Syren susurró: –Ven por mí. Déjame verte. Él se apartó
un poco cuando el interior de Kane comenzó a temblar. Se sumergió en un
ángulo calculado para clavar su próstata. Lo hizo porque los ojos de Kane se
abrieron increíblemente y su cabeza cayó hacia atrás mientras saltaba de la
cama.

–Hijo de puta–. Kane agarró las sábanas como corridas, cremosas y gruesas,
tres chorros en el pecho y el torso. Su culo se contrajo, doloroso. Una maldita
prensa de terciopelo, calentada por el placer de Syren, garantizada para
despojarlo de sus sentidos.
Lo soltó, cayendo tras Kane, el orgasmo le arrancó los dedos de los
pies. Escuchó sus gritos desde muy lejos, sin darse cuenta de nada más que el
chasquido de sus caderas mientras enterraba su polla dentro de su esposo,
vaciando sus bolas, llenándolo.

Kane siguió contrayéndose a su alrededor, ordeñando cada cucharada, con el


culo hambriento mientras lo chupaba hasta secarlo. La espalda de Syren
protestó por la posición en la que se encontraba, sus muslos temblaron y se
desplomó sobre el pecho de Kane, el semen de Kane actuando como
pegamento, manteniéndolos bloqueados en su lugar.

Kane lo agarró, siempre con el agarre, ese, y lo besó. Syren gimió por él,
devolviéndole el beso con lentos giros de lengua. Kane jadeó cuando se
separaron. Presionó su frente contra la de Syren, con la mano en la barbilla, y
se inspiraron mutuamente. El aroma de su sexo golpeó el aire y Syren inhaló
profundamente, llevándolo a sus pulmones.

–Desearía tener palabras bonitas en este momento–, dijo Kane con voz ronca.

Syren sonrió abiertamente. –Realmente no me importan las palabras bonitas–.

–¿No?– Kane levantó una ceja. Me encantó la mirada en tus ojos cuando
entraste en mí. Fuiste jodidamente posesivo y a cargo, y jodiste la forma en
que matas ... mercurial. ¿Cómo es eso de palabras bonitas?

Syren se estremeció, el calor cubriéndole la cara con un sonrojo. –


Maldición. Bien. Él maulló. –Me encantan las palabras bonitas–.

Kane acarició la mejilla de Syren con un dedo y le guiñó un ojo. –


Definitivamente lo estamos haciendo de nuevo–.

–¿Asesinato?–

La boca de Kane se arqueó. Sacudió la cabeza y pasó un pulgar sobre el labio


inferior de Syren. –El otro.–
Capítulo trece

Syren cumplió su promesa. Él dormía en eso. Desperté en ella. Y el posterior


viaje en avión a Costa Rica fue muy incómodo para Kane. Pero el dolor era
uno que nunca había experimentado y lo agradeció. Tampoco se perdió la
sonrisa de mierda que su marido le enviaba cada vez que Kane se retorcía en
su asiento. Ese fue todo tipo de engreimiento después.

Tenía todos los derechos para ser.

Kane disfrutó cada minuto. Y sí, volvería por más. Eso sería un elemento básico
en el menú de su habitación a partir de ahora. Muchas cosas que esperar.

Horas después estaban en la casa de la playa, rodeados con su familia. Porque


eso era lo que eran los hombres a su alrededor. Familia. Es posible que no los
haya elegido si le hubieran dado la opción en los primeros días. Estaba
contento de no haberle dado la opción. Syren, Càtia, e incluso él, se habrían
perdido a algunas personas realmente geniales. Eran ruidosos, especialmente
Mateo, hablando mierda. Acariciándose unos a otros. Càtia estaba en el
regazo de Angel, un dedo trazando los tatuajes en sus bíceps que se
asomaban por debajo de la manga de su camiseta.

Definitivamente había algo que estaba pasando con Isa y Nina. Syren se lo
había señalado, pero lo había descartado. Ahora, veía la forma en que se
miraban, la lectura de Isa audaz y oscura. Nina es mucho más tenue,
vacilante. Tímido incluso. Pero Kane sonrió. Amaba a las dos mujeres por
muchas razones diferentes. Cada uno había pasado por sus propias versiones
del infierno. Verlos encontrarse el uno al otro fue genial.

Salió a la veranda. El aire se estaba enfriando ahora que el sol se estaba


poniendo. Desde su posición en la cima de una colina, el sol poniente era
visible, envuelto en una hermosa variedad de fucsia, morados y naranja
sanguina. La playa de abajo estaba casi desierta, y las voces de los pocos
rezagados continuaban con la suave brisa. A él le encantó aquí. La
satisfacción Se alegró de haber convencido a Syren de quedarse con la casa
cuando propuso la idea de vender.

Alguien le tocó el hombro. –Oye.–

Miró a su hermano mientras Gabe estaba de pie junto a él, mirando la puesta
de sol. –¿Qué pasa?–

–¿Ya arreglaste lo que sea que hayas hecho para lastimar a tu esposo?– La
mandíbula de Gabe se contrajo, pero no miró a Kane.

Kane suspiró. –Syren y yo estamos bien. Las cosas no eran lo que parecían ser.

–¿Quiere decir qué?– Gabe lo enfrentó esta vez, y Kane vio la decepción en los
ojos de su hermano. Kane frunció el ceño.

–Gabe, ¿en serio crees que engañaría a Syren? Que había puesto a mi familia
en ¿peligro?–

–No lo habría pensado–. Gabe se encogió de hombros. –Pero luego escuché


que besaste a alguien más, y tuve que considerarlo–.

–No, no lo haces–. Kane le explicó toda la situación de Vince a Gabe en un


tono recortado.

Gabe resopló con incredulidad cuando terminó.

–¿Y Syren no lo jodió?–

–No fue su pelea. Eso fue mío, y lo solucioné. Él sacudió la cabeza. –Todavía
no puedo creer esa mierda. Lo ha perdido por completo –.

–Obviamente hay algo más en juego aquí–. Gabe le dio una palmada en la
espalda. Me alegra que te hayas ocupado de él. No hubiera querido ver cómo
lo habría manejado Syren. Aunque, –gruñó,– si alguien se tomara ese tipo de
libertad con Angel, las cosas no habrían ido tan bien –.

Kane se rio entre dientes. –Has estado con Angel demasiado tiempo–.
Gabe se encogió de hombros. Cruzó su brazo sobre su pecho. –Un año
después–, dijo con aire de suficiencia.

–¿Cómo te gusta la vida de casado, hermano mayor?–

–Amándolo. No me arrepiento. Pero entonces supo lo correcto, lo sintió en


sus huesos el día que habían pronunciado sus votos.

Gabe sonrió, sus ojos grises brillaron. –No pensé que tuvieras ninguno. Eres
bueno para él, y tú, él es bueno para ti. Veo que, de nuevo, no el hombre lleno
de dolor y culpa.– Él apartó la mirada. –Es realmente bueno tener a todo mi
hermano de regreso–.

Kane dio un paso adelante y abrazó a su hermano pequeño. –Es bueno estar
de regreso–. Dio unas palmaditas en la espalda de Gabe, con los ojos
apretados. –Muy bien–. Presionó un beso en la sien de Gabe y luego
retrocedió. Sosteniendo la parte posterior de la cabeza de Gabe, miró a los
ojos enrojecidos de su hermano.

–¿Cómo estás?–

Gabe se encogió y se alejó. No se necesitaban otras palabras para aclarar el


significado de la pregunta de Kane. Kane no podía imaginar el costo que
significaba la pérdida de otro embarazo para Gabe y Angel.

–Gabe–. Puso una mano sobre el hombro de su hermano cuando Gabe no


habló. –Lo siento mucho.–

Gabe asintió con la cabeza. Su rostro era inexpresivo, pero sus ojos. Joder,
mataron a Kane. –Yo también–. Su barbilla tembló. –Yo también lo siento.–

–Sucederá–. No sabía qué demonios iba a hacer, pero tenía que hacerlo
realidad. –Gabe, mírame–. Cuando su molestia encontró su mirada, con los
ojos llenos de tristeza, Kane escuchó su propio corazón romperse. –Pasará. Lo
prometo.–

–¿Cuándo?– Exigió Gabe. ¿Cuándo, Kane? Porque estoy cansado de este


sentimiento vacío dentro de mí. Estoy cansado de la culpa y la culpa que mi
esposo se atribuye a sí mismo. Estoy cansado de sentirme tan jodidamente
indefenso. Puños se cerraron, sus hombros se desplomaron en evidente
derrota. –Duele–, susurró.

–Y no sé si el dolor desaparecerá–.

Dios. Todo lo que Kane pudo hacer fue reunirlo en sus brazos nuevamente.

Gabe tembló contra él, y Kane simplemente lo abrazó. –Lo siento–. No sabía
qué más hacer, qué más decir para quitarle la angustia a los ojos de su
hermano. En su voz. –No hay explicaciones–, murmuró Gabe contra su
cuello. –Hemos sido probados un millón de veces. Todos han sido
probados. No pasa nada y, sin embargo, todas las jodidas cosas están mal –.

Sacudió la cabeza y luego se alejó. –No sé cuánto más puedo


soportar. Seriamente. No puedo hacerlo más. No estoy seguro si algo de esto
vale la pena–.

–No digas eso–. Nunca había visto a Gabe así y no le gustó. –¿Qué dice
Angel?–

–No dice mucho de nada. Cuando aborda el tema, es con culpa. Él piensa que
todo es culpa suya. Se da una paliza y yo ... Gabe se volvió para mirar la playa
con un suspiro, pasándose los dedos impacientes por el pelo. –Llegar a él en
esos momentos es imposible–.

A Kane no le gustó cómo sonaba su hermano. –Gabe, ¿están ustedes? ¿Están


bien? ¿Ustedes dos?–

Gabe guardó silencio durante tanto tiempo que Kane comenzó a entrar en
pánico.

–Angel es mi primera prioridad. Mi única prioridad. Gabe golpeó con los


puños los rieles de la veranda. –No tenemos un hijo, quizás nunca tengamos
uno–. Su voz se quebró solo un poco, pero continuó. –Tengo a mi esposo y
siempre lo tendré. No puedo olvidar eso. No lo haré Estaremos bien. Cuadró
los hombros y miró a Kane. La sonrisa en su rostro no era la más grande ni la
más brillante, pero él sonrió. –Me aseguraré de eso–.

–Maldita sea, lo harás–. Kane ahuecó la cara de su hermano con ambas


manos. –Estoy tan orgulloso de ti.–

Gabe sonrió. –Yo también.–

Se rieron entre dientes y Kane le dio unas palmaditas en la mejilla cuando


alguien se aclaró la garganta. Miró hacia la puerta. Nina y Syren se quedaron
allí, revoloteando.

–Oye.–

Syren sonrió. –No queríamos interrumpir–. Sus ojos decían que habían
escuchado la conversación.

–No lo eres–. Gabe se apartó. –Vamos–. Les indicó que se acercaran y se


apartó de Kane. –Voy a buscar a Angel–.

–Càtia lo tiene en su habitación, cepillándose el pelo–. Syren se rió por lo


bajo. –Pobre tipo.–

Nina tocó la mano de Gabe mientras él caminaba junto a ella. –Gabe,


¿puedo—– Lanzó una mirada nerviosa a Kane y Syren. –¿Puedo decirte algo?–

–Por supuesto–. Parecía confundido, pero Gabe le sonrió de todos modos. –


¿Qué pasa?–

Ella se mordió el labio. Kane frunció el ceño ante los nervios en su postura y en
su expresión.

–Yo ... um. Te escuché a ti y a Kane hablar y quería decir ... Ella respiró
hondo. –Me gustaría darte algo. Si estuvieras de acuerdo. Me gustaría ser tu
sustituto.

Syren jadeó. La respiración de Kane se cortó. Gabe palideció y se tambaleó


hacia atrás.
–¿Q-qué?–

Nina se retorció las manos. –Me gustaría darte un bebé. Si usted y su esposo
están de acuerdo.

Firmaré lo que quieras que haga.

Gabe se preparó con una mano contra la pared. Parecía desconcertado y más
que un poco perdido. Sacudió la cabeza y Nina palideció.

–Lo-lo siento–, tartamudeó, –no debería haber ...–

–Ángel–. Gabe parecía perdido. –Necesito a Angel–.

–Lo atraparé–. Syren corrió hacia la casa.

–No quise molestarte–, dijo Nina suavemente. –Simplemente, ustedes son


buenos hombres y quiero darle esto. Quiero darte un hijo. Nunca me ha
interesado tener uno propio, pero me gustaría tener la oportunidad de hacer
realidad sus sueños.

Gabe hizo un sonido. Demonios, parecía que estaba sufriendo. Kane fue hacia
él.

–Gabe, háblame–.

Pero Gabe solo sacudió la cabeza, los ojos cerrados, los labios moviéndose sin
sonido.

–¿Que está pasando?' Angel salió a la terraza, Syren pisándole los talones.

–Gabe?–

Gabe extendió una mano, y Angel la tomó de inmediato y se paró al lado de


su esposo.

–¿Qué pasa?–
–Nina-– Gabe miró a Angel y Kane tuvo que apartar la vista de la emoción
desnuda en los ojos de su hermano. –Nina tiene algo que quiere
preguntarnos–.

Angel frunció el ceño mientras miraba de Gabe a una Nina muy nerviosa. –
¿Nina?–

–Escuché a Gabe hablar de que perdiste otro embarazo–, dijo. –Me ofrecí a ser
tu sustituto–.

Angel parpadeó. Su boca se abrió y se cerró. Los dedos se deslizaron en la


palma de Kane y se retorcieron alrededor de la suya. Apretó a Syren,
agradeciéndole en silencio por el apoyo que ni siquiera sabía que necesitaba
mientras miraba a Angel y Gabe. Sintió como si estuvieran entrometiéndose
en algo personal, algo intensamente privado. Especialmente viendo la
esperanza florecer en los ojos de Angel y luego desvanecerse rápidamente.

–Nina–. Angel se aclaró la garganta. –No sé qué decir en este momento–.

Ella asintió lentamente.

–Esta es una decisión monumental que tomar de improviso–. Angel mantuvo


su rostro inexpresivo cuando dijo: –También es un proceso muy
complicado. Uno por el que hemos pasado demasiadas veces para contarlo.
Hizo una pausa. –No estoy seguro de querer hacernos pasar de nuevo–.

Gabe se hundió en la sólida forma de Angel.

–Entiendo–, dijo Nina.

–Gabe–. Angel miró a Gabe con tanto amor en sus ojos, esa mierda era
cegadora. –Nuestro matrimonio es mucho más importante–. Ahuecó la cara
de Gabe. Te lo juro, policía.

Es mucho más importante que cualquier otra cosa. Nos tenemos a nosotros–,
dijo ferozmente. –Te tengo.–

La cabeza de Gabe se sacudió. –Lo sé.–


Los ojos de Angel brillaron. Kane podía decirles a los dos hombres que nada
más existía. Ángel ahuecó la cara de Gabe, se inclinó para presionar sus
narices juntas.

–Tú eliges–, susurró Angel, pero Kane estaba lo suficientemente cerca como
para escuchar. –Lo que decidas, estaré detrás de ti cien por ciento. Lo
prometo. No hay respuestas incorrectas. Ve con tu corazón. Él se agachó y
unió sus dedos. –Elige por nosotros–.

Gabe envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Angel. No rompió la


mirada que tenía con su esposo cuando habló con Nina. –Nina, gracias–. Su
voz tembló, demonios Kane vio temblar todo su cuerpo cuando dijo: –Nos
honraría tenerte como nuestro sustituto–.

Cogida. Kane dejó escapar un suspiro, parpadeando sus ojos húmedos. Syren
se inclinó hacia él. Nina estaba radiante. Y Gabe, Gabe estaba en los brazos de
su esposo, los dedos enterrados en el cabello de Angel, besando a su hombre.
Capítulo Catorce

Ser anfitrión de un grupo de hombres ruidosos no fue tan difícil como debería
haber sido. Syren simplemente retrocedió y les dio a todos la libertad de la
casa. Eso funcionó mejor. Vio a Angel, Gabe y Nina desaparecer en su
habitación para hacer una llamada de Skype con su médico especialista en
fertilidad.

Todavía estaba conmocionado por la generosidad de Nina. Su desinterés. No


esperaba nada de eso.

Había pasado el viaje en avión a Costa Rica, destrozándose el cerebro para


recordar si tenía algún contacto, cualquiera a quien pudiera llamar, para darle
a Gabe y Angel lo que tan desesperadamente querían. Quizás Nina sería la
respuesta a sus oraciones. Uno solo podía esperar.

Mantendría los dedos cruzados de que ese era su milagro, pero en caso de
que tuviera el nombre y la información de contacto de una agencia de
adopción rumana. Podría ayudarlos a adoptar con seguridad, pero sabía que
querían un hijo biológico más que nada.

Càtia había convencido a su papá para que la llevara a caminar por la playa,
por lo que esos dos desaparecieron en acción. Pablo e Isa habían preparado
una fiesta para un ejército y todos estaban descansando después de comer
hasta saciarse. Habían pospuesto hablar con Isa, él y Kane. Había mencionado
su intención por teléfono antes, pero tenían que encontrar el tiempo para
sentarse y discutir completamente lo que necesitaban de ella.

Su respiración se hizo superficial por un segundo allí. Planear un futuro no era


poca cosa.
No después de la vida que había llevado. Bebés. Un marido. Él tuvo que
sonreír.

–Parece que tienes un secreto–. Mateo se acercó a él, Tommy a su lado.

–¿Qué te tiene sonriendo?–

Syren se encogió de hombros. –Solo estoy pensando en mi vida–. Él los


miró. –¿Chicos, bien?–

Tommy asintió y un mechón de cabello cayó hacia adelante, cubriendo su ojo


derecho. –¿Es verdad que Nina será la sustituta de Angel y Gabe?–

–Ella se ofreció, pero por supuesto todavía hay muchas cosas por hacer antes
de que lleguen a ese punto–. Levantó una ceja. –¿Por qué? ¿Pensando en
incubar algunos pequeños Mateos?

Tommy se puso rojo brillante, pero Mateo miró a Syren.

–Cuida tu boca, más pequeño, no quieres que atrape un cuerpo aquí–. Abrazó
a Tommy con fuerza. –T y yo no estamos listos para los niños–.

Tommy se acurrucó al lado de Mateo, deslizando su mano izquierda sobre el


pecho de Mateo en un gesto relajante.

–Soo ...– Syren miró de un lado a otro entre ellos. –¿Sin niños? ¿Siempre?–

Tommy se encogió de hombros. –Tal vez algún día. No estamos diciendo


nunca. Simplemente, no hay tiempo pronto.

–Sin embargo, nos gusta ser tíos, así que puedes seguir adelante con los
planes para un hijo–. Mateo se rió entre dientes cuando Syren parpadeó. –
Kane nos dijo que le estás dando un hijo–. Su mirada se deslizó por el cuerpo
de Syren, con una sonrisa en sus labios. –No me pareces noqueado–.

Se apartó el pelo de la frente y le guiñó un ojo. –No por falta de intentar.–

Tommy se sonrojó, los ojos muy abiertos.


Syren se echó a reír. –Amigo, ¿estás casado con este y todavía puedes
sonrojarte?– Se volvió hacia Mateo. –Pensé que ya lo habrías azotado por
eso–.

Tommy hizo un sonido de vergüenza cuando Mateo miró a Syren. –Estás tan
cerca de mí pateándote el trasero, el más pequeño–, gruñó.

Syren se rió suavemente y luego extendió la mano y sacudió el cabello de


Tommy. –Tommy sabe que lo amo. Sólo bromeo. Un poco. Cuando Tommy le
sonrió, Syren preguntó. –Entonces, ¿qué hicieron ustedes locos niños por su
aniversario?–

Tommy parecía querer derretirse en el piso y Mateo, bueno, ese tenía un brillo
muy salvaje en los ojos y una sonrisa de satisfacción en su rostro.

–Nos quedamos adentro–. Había una gran cantidad de significado detrás de


esas palabras, pero la expresión de Mateo desafió a Syren a decir algo más. El
no lo hizo. Sabía cuándo callarse.

–Uh-huh–. Syren miró a Tommy. El hombre más joven tenía el labio inferior
entre los dientes, la mirada recorría toda la habitación. ¿Algo que quieras
compartir, Tommy?

–Gracias–. Tommy encontró su mirada directamente. –Por compartir tu día


con nosotros. No tenías que hacerlo.

–No tenía que hacerlo, pero quería hacerlo. Estaba feliz de hacerlo. Metió un
mechón de pelo errante detrás de la oreja de Tommy. –Tomé la decisión
cuando está aquí–, señaló con el pulgar hacia Mateo, –cayó de rodillas con esa
enorme roca. Me honra que hayamos podido compartirlo, todo –.

La mirada y el tono de Mateo se suavizaron considerablemente cuando dijo: –


Por supuesto, tuvimos que celebrar una segunda ceremonia para apaciguar a
mis madres. Todavía lo menciona cuando quiere que haga algo –.

Syren se rio entre dientes. Había conocido a la madre de Mateo solo una vez,
pero al igual que su hijo, había causado una gran impresión. Pablo llamó a
Mateo desde el otro lado de la habitación, y después de asentir en dirección a
Syren, los dos hombres se alejaron, tomados del brazo. Los vio irse, con una
sonrisa nostálgica en su rostro hasta que percibió movimiento en el rabillo del
ojo. Echó un vistazo para ver a Shane salir, con las manos metidas en los
bolsillos.

Nunca había tenido la oportunidad de sentarse y hablar con Shane como lo


había hecho con cualquiera de los otros hombres. Sin embargo, fue culpa
suya. Porque mirar a Shane siempre había puesto de relieve lo que había
hecho, ese beso egoísta que había compartido con Pablo. Sabía que había
lastimado a Shane con ese acto, y no había querido verlo en los ojos del
agente de la DEA. Pero Shane había aceptado sus disculpas, y Syren realmente
quería saber cómo él y Pablo estaban lidiando con la inminente posibilidad de
tener un bebé.

Se apresuró a seguir a Shane y lo encontró de pie en el rincón más alejado de


la galería, bajo las luces montadas, mirando hacia el cielo oscuro.

–Oye.–

Shane miró por encima del hombro y volvió a mirar al cielo. –Hey–. No parecía
desanimado o vacilante, pero tampoco era acogedor.

–¿Cómo están Heather y el bebé?– Había escuchado a Shane y Pablo hablar


por teléfono antes, para ver cómo estaban Heather y su bebé.

–Están bien–. Los hombros de Shane se alzaron. –Tiene los pies hinchados y
las papilas gustativas jodidas, pero están bien–.

–Debes estar emocionado–. Syren se apoyó contra la galería, observando la


figura quieta de Shane.

El otro hombre asintió.

–Estoy feliz, sí–.

Pero no lo sonó. Syren solo miró a su espalda, sin decir nada hasta que Shane
lanzó un suspiro y finalmente se volvió para mirarlo.
–Estoy feliz, pero también estoy asustado y preguntándome qué coño –. Se
pasó los dedos por el pelo, un acto agresivo. –¿Qué pasa si nos
equivocamos?–

Syren sonrió.

–¿Qué?– Shane frunció el ceño.

–No creo haberte visto tan agotado antes–. Bajó las pestañas. –Un poco sexy
para ti–.

Shane lo miró con la boca abierta. –¿Vienes a mí?–

Syren se echó a reír. –Tú deseas. ¿Le contaste a tu hombre todo esto, lo que
sientes?

Los hombros de Shane cayeron. Él gruñó. –No puedo. Está tan jodidamente
feliz que es increíble. Volvió a mirar al cielo. –No quiero humedecer esto para
él–.

–No creo que puedas humedecerlo, pero sí creo que debes decirle qué es lo
que estás sintiendo–. Dio un paso adelante y tocó el brazo de
Shane. Hm. Músculo duro bajo las yemas de sus dedos.

Ese chico fue construido, ¿no? –Deberían estar juntos en esto. Lo que sientes
es lo que sientes, pero creo que compartirlo con tu esposo puede ayudar a
eliminar la culpa. Él se rió secamente.

–Estoy hablando por experiencia, por cierto–.

Shane lo miró con expresión indescifrable. –Sabes, no te pareces a lo que


imaginé que fueras la primera vez que nos conocimos–.

El asintió. –Lo sé.–

–Él te ama.–

Syren parpadeó. –Uh ... ¿Quién?–


–JP–

–Uhm ...– Syren se congeló. ¿Qué debería decir él?

–Es por eso que estamos aquí–, dijo Shane suavemente. No sonaba enojado o
triste. Su tono fue controlado. Incluso. –Es por eso que siempre estaremos
aquí cuando nos necesites. Porque él te ama.

–Lo siento–. Jesús, ¿qué hizo en una situación como esta?

–No. Quiero decir, lo entiendo. Las comisuras de la boca de Shane se


curvaron. –Veo por qué Angel te ama, por qué JP te ama, por qué Mateo te
ama–. Cruzó los brazos sobre el pecho. –Hay algo en ti que atrae a la gente, y
honestamente no creo que sepas ni entiendas qué es eso–.

–YO-–

–Pareces indefenso, con esa hermosa cara. Eres todo pequeño y como una
muñeca.

Syren no podía decir si eso era un cumplido o un insulto a su pequeña


estatura, pero no dijo nada. Simplemente observó a Shane mientras hablaba.

–Tus ojos revelan tu fuerza, pero para que alguien vea esa fuerza necesitan
acercarse lo suficiente a ti–. Shane se rió entre dientes. –Ese es el problema, sin
embargo. Porque no dejas que las personas se acerquen, y si alguna vez lo
haces, no viven lo suficiente como para ver lo que está oculto en las
profundidades de tus ojos muy bonitos –.

Syren ladeó la cabeza. –¿Eso es una lectura, agente?–

Sacudiendo la cabeza, Shane dijo: –Solo llamándolos como los veo–.

–¿No te gusta que tu marido me quiera?–, Preguntó Syren


intencionadamente. ¿Que viene corriendo cuando llamo?

–En realidad, no me importa que él te quiera. Ese amor no me amenaza


porque es un amor fraternal, un vínculo familiar. Yo sé eso. Él te es leal.
–Como soy leal a él–.

–Exactamente. Venimos porque lo necesitas, y porque sé que si alguna vez te


necesitamos, vendrás igual de rápido –.

–Siempre–. Syren dio un paso adelante. –Amo a esos hombres igual de


bien. Agradezco su presencia en mi vida. Chicos, ustedes son mi familia. La
gente que elegí para estar cerca de mí, mi hija. Eres familia, Shane, y lucharé y
moriré por la familia.

Después de una pausa embarazada, Shane asintió.

–Sé que tuve que trabajar para obtener tu confianza después de lo que hice
...–

–Realmente no hiciste nada. JP tenía que ganarse mi confianza, me debía algo,


no a ti. Shane sacudió la cabeza. Estaba receloso de ti, porque no te conocía
como te conozco ahora. Sabía de Faro. No Syren Tenía que conocerte, pero
siempre ha habido esa mierda mortal que acecha en tus ojos, esperando
explotar.

–Soy un desastre complicado–, reconoció Syren. –Lo sé.–

Shane resopló. –No eres tan complicado. Eres un hombre de familia, eres un
marido y tienes un poco de sangre sedienta. Él se encogió de hombros. –Pero
entonces también lo estamos todos nosotros, de verdad–.

¿Qué podía decir él? Shane lo consiguió, lo resumió en pocas palabras.

–Siempre pensé que Pablo era un hombre afortunado. Me alegro de tener


razón. Estuve preocupado por él durante mucho tiempo–, dijo.

–Lo haces feliz y lo dejas ser él. Gracias por eso.–

–Resulta que amo a JP cuando él es todo JP– Los dientes de Shane brillaron. –
Nada más sexy–.

–¿Correcto?– Todos esos tatuajes y la piel desnuda y el ... Syren tarareó y


Shane lo miró. –Oh, ya sabes, cosas totalmente inocentes–.
–Lo estás imaginando desnudo, ¿no?–

–Joder, sí–. Se rieron juntos y, cuando finalmente se pusieron sobrios, Syren


dijo: –Creo que serán unos padres geniales–. Su bebé será amado y apreciado
–. Los ojos de Shane brillaron. –Escuché que pronto estarás en esta posición–.
–Sí, Marshal quiere un hijo. Y lo que mi esposo quiere, me aseguro de que lo
consiga–.

Capítulo quince

Kane dividió su atención entre Syren e Isa mientras caminaban hacia él en la


playa, y Càtia mientras ella se sentaba en un banco en el lugar de surf
propiedad de dos conocidos de Syren. Realmente no le importaban Derrick y
Casper y las cosas que Syren compartía con ellos, pero eran hombres
geniales. Entonces los toleró.

Càtia bebió agua de coco de la fuente con una pajita, saludando a Isa y Syren
cuando se acercaban. –¡Papá! Atrapamos un cangrejo.– Su rostro cayó a pesar
de la emoción en su voz.

–Papi me hizo liberarlo–.

La playa ya estaba vacía y tranquila, salvo por el suave barrido de las tranquilas
olas hacia la orilla y la brisa de la brisa que atravesaba el árbol. Ya era de
noche, el sol se había puesto hace un rato, pero las luces de arriba y las de la
tienda de surf iluminaban la pequeña área donde estaban.

Syren e Isa se sentaron a su lado en un banco a las afueras de la tienda de


surf.

–¿Un cangrejo?– Isa siempre parecía unida e impecable, ya sea que usara un
vestido de alta costura o jeans, una camiseta ajustada y Keds, el cabello en una
cola de caballo desordenada, como ahora. Ella levantó una ceja hacia él.
Kane se encogió de hombros. –No me mires. Esas cosas me dan miedo, pero
ella no tiene ese problema–. Càtia era una niña aventurera, cariñosa y valiente,
muy parecida a su papá. Kane miró a Syren, empujándolo con un hombro. –
¿Estás bien?–

Syren le concedió una sonrisa irónica. –Sí. Supuse que esta sería la única vez
que podríamos hablar con Isa desde que volvamos a casa mañana –.

Kane unió los dedos con Syren y luego se volvió hacia Isa. –¿Qué
piensas? ¿Listo para ser nuestra bebé mamá?

Ella sonrió. –He estado listo, solo esperando que ustedes dos decidan el
horario–. Ella agarró su mano. –Serán increíbles, los dos, y estoy muy contento
de ser parte de eso–.

Un peso se levantó de los hombros de Kane y se relajó en su pecho, haciendo


que la respiración fuera mucho más fácil. –Gracias–. Besó los nudillos de Isa. –
Muchas gracias–. Ella había sido la que se ofreció en los primeros días cuando
acababan de volver a estar juntos, y estaban contemplando su futuro. Ella
había sido la que sugirió que la usaran para expandir su familia, y ahora
estaban un paso más cerca de hacerlo realidad.

–No hay de qué. Es mi regalo de bodas para ti.

Eso no era cierto, había sido más que generosa en la boda, pero Kane no la
llamó por eso.

–Tú y Nina ...– dijo Syren.

–Estará bien–, dijo Isa. –Vamos a intentar una relación, sí. Pero le dije por
adelantado lo que había planeado hacer, y ella está haciendo lo mismo,
dándole a Gabe y a Angel el mismo regalo. Su mirada se suavizó. –Queremos
ser tías, no mamás. Entonces, estaremos bien–.

Kane besó su frente. –Serás una tía increíble y tonta–.

Isa frunció el ceño.


–También elegante–, agregó Syren rápidamente.

Ella sonrió radiante. –Por supuesto.–

Kane se rio entre dientes. –Bueno, no hace falta decirlo.–

Ella lo fulminó con la mirada. –Realmente no. Deberías decirlo.

–Sí, señora–. Soltó la mano de Syren y le tocó la cara. –Serás una tonta, sexy y
la mejor tía vestida de la historia–.

Ella rió. –Mucho mejor–. Se puso de pie, sacudiéndose los jeans. Hablaremos
de las cosas pesadas más tarde. Vendré con ustedes a Estados Unidos
mañana, así que lo tomaremos desde allí. Ella miró a Kane y Syren. –¿Bueno?–

–Mejor que bien, Isa–. Syren parecía querer llorar, así que Kane lo abrazó con
fuerza.

Isa sonrió. –Bueno. Regresaré a la casa.– Ella les saludó con la mano y Càtia
aún sentada a un lado y se alejó.

–¿Estás bien?– Kane inclinó la barbilla de Syren hasta que sus miradas se
encontraron. –Te ves triste.–

Syren sacudió la cabeza. –No triste. Feliz ... simplemente feliz.

–Oh, cariño–. Kane rozó sus labios sobre los de Syren. –Yo también. Muy feliz.
Los labios de Syren se separaron para él y se hundió lentamente,
profundizando el beso con un gemido, saboreando el gemido que surgió de
la garganta de Syren.

Syren lo agarró y se subió a su regazo. Kane gruñó cuando Syren se frotó


contra su erección, y con la misma rapidez rompió el beso con una
maldición. Él levantó la cabeza. –Càtia–.

Su hija permaneció sentada en el banco, con las piernas balanceándose


mientras las miraba, con una expresión curiosa en su rostro.

–Ella nos está mirando–, le susurró a Syren que resopló.


–No es la primera vez, Marshal–. Miró a Càtia. –Ven aquí, bebé–. Se bajó de
Kane y se alisó la ropa, antes de hacer espacio para que Càtia pudiera sentarse
entre ellos.

Luego se volvió hacia Kane. –Papi, ¿puedo tener un cachorro?–

Él frunció el ceño. –¿Por qué? Ya tenemos OG –

Ella sacudió su cabeza. –Pero él no es un cachorro. Quiero un bebé –.

Kane miró a Syren que luego miró a Càtia. –¿Qué quieres decir con un bebé?–

–Vas a tener un bebé, así que yo también quiero uno–.

Pues mierda. –¿Quién te dijo que íbamos a tener un bebé?–, Preguntó Kane. Él
y Syren habían acordado que no le dirían nada hasta que Isa estuviera
realmente embarazada y lo suficientemente lejos. Miró a su esposo que se
encogió de hombros.

Càtia se mordió el labio. –Escuché al tío Matty hablar con el tío Tommy al
respecto–. Sus ojos se llenaron de lágrimas. –Ya no seré tu bebé–. Lágrimas
gordas rodaron por sus mejillas mientras sollozaba.

–Aw, bebé. Eso no es cierto. Kane ignoró la sensación de impotencia en su


pecho, la misma expresión de impotencia ahora en el rostro de Syren. Había
pedido un hermano, pero ahora que la idea podría ser una realidad, Càtia no
parecía estar feliz por eso. La tomó en sus brazos. Era demasiado pronto para
hablar de esto, pero parecía que ya no tenían tiempo para prepararla. –Eres
nuestro bebé, siempre serás nuestro bebé–.

Syren le frotó la espalda y le besó la cabeza. –Está bien, Càtia. Escucha a papi.

–Pero no soy un bebé–, dijo con esa inclinación desafiante de la barbilla. –Soy
una chica grande–.

–Sí–. Syren asintió. –Pero eres nuestro bebé. No importa la edad que tengas o
la altura que tengas. Su sonrisa tembló. –Serás nuestro bebé para siempre–.
Ella olisqueó, los ojos marrones brillando con lágrimas. –¿Incluso cuando
tengo diez años?–

Kane supone que para un niño de ocho años, diez debe parecer antiguo.

–Sí–, dijo Syren suavemente. –Incluso cuando tienes diez años–.

Ella miró a Kane. –¿Lo prometes, papi? ¿Seré tu bebé incluso cuando tenga
diez años?

Aw hombre. El corazón de Kane no podía estar más lleno. Él besó su pequeña


nariz. –Lo prometo–. Mantuvo su voz baja, grave. –Prometo que serás mi bebé
sin importar la edad que tengas–.

Hizo una pausa, pareciendo considerar sus palabras. –¿Por qué necesitas otro
bebé?–

Syren respondió antes de que Kane pudiera. –Porque tenemos mucho amor
en nuestros corazones, en nuestra familia, para dar. Queremos amar a otro
niño tal como te amamos a ti–.

–Y porque queremos darte un hermano–, dijo Kane. –O una hermana–. Él le


sonrió. –¿No te gustaría eso?–

–Karina tiene cinco hermanas–. Arrugó la nariz. –Son ruidosos y pelean


mucho–.

Kane recordaba vagamente a Karina como uno de los niños de su clase. –Los
hermanos hacen eso–.

–Pero el tío Gabe es tu hermano y no peleas–.

–No ahora, pero cuando éramos más jóvenes lo hicimos–. La colocó entre él y
Syren.

–Los hermanos pelean y se ponen ruidosos, pero también se aman


ferozmente. Llegan a ser mejores amigos y comparten cosas que nadie más
puede –.
–Tendrás tiempo para acostumbrarte a la idea de un hermano–, dijo Syren. –
No va a suceder por un tiempo–.

–¿Prometes pensar en lo que significaría tener un hermano?– Kane preguntó.

La cara de Catia estaba seria cuando asintió. –Sí papi.–

–Gracias–. Él la besó en la mejilla. –¿Por qué no vamos a casa, te damos un


baño y te leeré un cuento antes de dormir?– Syren tiró suavemente de sus
coletas. –Y papá te cepillará el pelo hasta que te duermas–.

Ella sonrió. –¿Y puedo tomar leche tibia?–

Kane levantó una ceja a Syren, quien se rió entre dientes. –Si.–

¿Y un cachorro?

Kane escondió su sonrisa en su cabello. –Hablaremos de eso más tarde–.

–Está bien–. Càtia envolvió sus brazos alrededor del cuello de Kane. –Vamos a
casa.–

Syren dejó a un lado su tableta cuando Kane entró en la habitación. –¿Está


dormida?–

El asintió. –Sí. Finalmente. Se quitó la camisa y se subió a la cama. Cuando


estaba al lado de Syren, se recostó sobre sus ancas. –Um. Puede que me haya
derrumbado.

Syren hizo una pausa en el proceso de inclinarse para poner el iPad en la


mesa de noche. –Derrumbado cómo?–

Kane sabía que no debía mirar a los ojos a su marido cuando dijo: –Le dije a
Càtia que podía tener un cachorro–. Miró las piernas de Syren, encogiéndose
internamente mientras esperaba la explosión.

No tuvo que esperar mucho.

–¿Hiciste qué?–
Suspiró y finalmente miró a los ojos entrecerrados de Syren. –Me estaba
mirando con esos grandes ojos marrones, y sabes que no puedo decirle que
no cuando me mira con tristeza–.

Syren se recostó contra la cabecera, con los brazos cruzados sobre lo que
parecía una de las camisas de Kane. –¿Dejas que tu hija te engañe para que
consigas otro cachorro?–

–Oh, hija mía, ¿verdad?– Kane se sentó a horcajadas sobre las piernas de
Syren, con las palmas de las manos sobre los muslos expuestos de Syren. –
Sabes que ella obtiene esa racha tortuosa de ti–.

Syren puso los ojos en blanco, pero su expresión se suavizó. Algo. –No
intentes esas malditas palabras bonitas conmigo–.

–¿Por qué no?' Deslizó una mano debajo de la camisa que llevaba Syren y
tocó el encaje. –Te encantan esas palabras bonitas–. Pasó una uña por el
hueso de la cadera de Syren, observando cómo se dilataban las fosas nasales
de su marido.

–Dijimos que hablaríamos más sobre el tema de los cachorros, Kane–. Syren lo
intentó en serio, Kane se dio cuenta, pero no consiguió un buen trabajo. No
por la forma en que se lamió los labios y el leve temblor en su voz.

–Lo sé y lo siento–. Intentó una cara triste. –Estaba tan triste por el nuevo
bebé, solo quería verla sonreír de nuevo–.

Syren lo miró fijamente durante tanto tiempo que Kane comenzó a pensar que
realmente había intervenido.

–Ugh. Sabes que no puedo enojarme contigo cuando me miras. Syren lo


fulminó con la mirada.

–¿Qué mirada?– Pero él sabía cuál era y lo volvió a hacer, miró a Syren con las
pestañas bajadas. –¿Esta mirada?– Él hizo un puchero.

–Maldita sea–. Syren lo golpeó en la cara con una almohada. –Si, ese. No me
mires así –.
Kane sonrió. –¿Por qué no?–

Syren dejó de moverse debajo de él, mirada seria. –Sabes por qué–, dijo en
voz baja.

–Dime de todos modos–. Quería escucharlo. Y no estaba por encima de una


pequeña jugada encubierta.

Se inclinó hacia delante y desabrochó la camisa de Syren. Sopló contra la


clavícula de Syren y luego se apartó para mirar su obra.

Los ojos de Syren eran somnolientos, rosados, y sus labios se separaron. Los
extremos de la camisa se subieron lo suficiente como para exponer sus bragas
negras.

–Dime–, Kane volvió a preguntar.

La lengua de Syren se sacudió, humedeciendo su labio inferior. –Porque ...


Sabes cuando me das esa mirada que mis bragas se irán–.

Kane sonrió. –¿Y qué vas a hacer?–

Las pestañas de Syren se levantaron. Toda la fuerza de esos hermosos ojos


morados fue entrenada en él.

Kane ahuecó a Syren, apretó su polla ya dura y levantó una ceja.

–¿Qué estarás haciendo?–

–Bajando.–

Kane se retorció, tratando de aliviar la presión de su cremallera contra su polla


dura. Trazó la palpitante longitud de Syren con la punta de un dedo,
sintiéndole latir. –¿Bajar a quién?–

–Mi esposo.–

–Jodidamente a la derecha–. Kane empujó los muslos de Syren y agitó una


mano. –Manos y rodillas, agarra la cabecera–.
Syren se dio la vuelta y se puso en posición. A pesar de estar desabrochado,
su camisa permaneció puesta, cubriéndole la espalda, pero su trasero estaba
expuesto. Las bragas negras que usaba se habían amontonado en su grieta,
exponiendo la parte inferior de las mejillas gemelas redondeadas. Kane amaba
esa vista.

El salivaba. Se inclinó y le dio un mordisco a ese trasero. No demasiado duro,


pero tampoco gentil.

Syren siseó y se resistió.

–Marshal.–

Kane levantó la vista y se encontró con la mirada de Syren cuando su esposo


lo miró por encima del hombro.

–Me encanta–, dijo Kane. –El sonido de ti. Jadeante. Me encanta.–

La mirada de Syren era tierna, la mirada en sus ojos lo suficientemente caliente


como para derretirse. –Y me encanta que me dejes sin aliento. Con un toque,
una palabra, una mirada.

Kane lamió el área que había mordido, sintiendo las muescas de sus dientes
en esa piel suave.

–Porque te amo.–

Dientes blancos destellan. Qué alivio, mariscal. Yo también te amo.

Kane se enderezó de rodillas, con la palma de la mano sobre el trasero de


Syren. –Quiero comerte hasta que grites–. Amaba esos gritos y no le
importaba si la casa llena de gente los escuchaba.

La habitación de Catia estaba lo suficientemente lejos.

Los ojos de Syren brillaron. –No grito–.

Kane sacó su teléfono de sus jeans y sacó la aplicación de grabación de voz y


luego presionó reproducir.
–Oh joder. Marshal, más duro. Si, oh Dios! ¡Oh Dios!–

La mandíbula de Syren se cayó cuando escuchó su voz.

–Te dije que te tenía grabado–. Kane sonrió. –Si no me equivoco, eres tú,
esposo, gritando mientras te follo–.

–Estás tan jodidamente muerto–.

–¿Lo estoy?– Kane dejó caer su teléfono sobre la cama y besó a Syren, con
fuerza, empujando su lengua profundamente antes de que Syren pudiera
reaccionar. Cuando se orientó, Syren lo agarró del cuello y le devolvió el beso
con fuertes gemidos. Syren lo cubrió con sus jeans y Kane rodó las caderas
con un gruñido y un estremecimiento.

–¿Quieres mi trasero, marshal?–

Persiguió la boca de Syren, lamiendo su barbilla, mordiéndolo. –


Mierda. Si. Siempre.–

–Eliminar la cinta–.

Kane se tensó. Miró a Syren, con la mirada entrecerrada ante la mirada


calculadora en los ojos de su marido. Siempre una mirada a tener en cuenta. –
¿Estás tratando de sobornarme, bebé?– Syren se frotó contra él.

Kane tragó un gemido. Maldición si Syren no se sentía bien. Y también sabía


cómo afectó a Kane también. –No puedo ser comprado–.

–¿No?– Ahora Syren era la que sonreía. –Eres difícil para mí. También mojado
para mí, apuesto.

Su tono era jodido con el control de Kane. Esa voz baja y ronca se arrastró
sobre su piel, bajando por su columna vertebral e hizo que sus bolas se
apretaran. –Elimina la cinta y podrás follarme–.

Kane frunció el ceño. –De todos modos te voy a follar–.


Syren se rio entre dientes. –Sí, pero si lo eliminas, también me deslizaré dentro
de ti–.

Kane agarró el teléfono y presionó borrar. Por ahora. Siempre podía grabar a
Syren de nuevo.

Levantó la vista cuando Syren sonrió.

–Bésame, marshal, y te dejaré entrar en mis bragas–.

De todos modos, se pondría las bragas de Syren, pero Kane lo hizo de todos
modos. Besó a Syren, largo y profundo. Se chupó la lengua, deteniéndose
brevemente para tragar aire. –Buen trato que hiciste allí, esposo.–

Syren sonrió contra su boca, los dedos yendo hacia la cremallera de Kane. –
Soy un hombre de negocios y soy tu debilidad–. –Ambos ganamos–.

Fin

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