Está en la página 1de 6

THE PROPOSAL

CAM
El delicado anillo de compromiso de apariencia de princesa
era cálido en mi palma. No pesaba nada, pero mi mano
temblaba. Demonios, mi mano temblaba tan fuerte, que sol-
té una carcajada que rugió como un relámpago mientras
permanecía en el cuarto de baño de mi infancia. Nunca ha-
bía estado tan nervioso antes. Jesus. Debería haber dejado
sin stock a la marca de desodorante que usaba. Era una lo-
cura. Todo este tema era una locura. Hace un año no me ha-
bría imaginado que estaría a minutos de ponerme sobre una
rodilla como esos tipos en esos anuncios de joyerías tan cursis.

Nunca pensé que sería yo, pero el nudo en mi garganta del


tamaño de una pelota de fútbol y la energía nerviosa era en
parte excitación, en parte temor porque ella siempre podía
decir no. Y eso sería como los siete círculos del infierno de in-
cómodo con mi familia al completo abajo. ¿Cuántos círculos
tenía el infierno? Espera. Maldita sea. ¿Por qué estaba pen-
sando en eso ahora?

Llevando mi mirada al espejo que había encima del lavabo,


parecía estar a segundos de saltar por un precipicio. ¿Pensa-
ría ella que era demasiado pronto? Sabía que ella me quería.
No tenía ninguna duda. Y no había mujer en este mundo que
yo quisiera más que a ella. Ahí. Lo sentía. El salto de mi cora-
zón. La sacudida en mis entrañas. Lo sentía muy dentro en
cuanto a lo que se refería a ella. Siempre había sido así. Y
nunca iba a cambiar. Ella era y siempre sería mi TODO. Esto
era lo correcto. Sólo deseaba poder darle mucho más a ella.

Una cena romántica. A lo mejor uno de esos flash mobs. Aun-


que, realmente ella probablemente se escondería debajo de
una mesa si hubiera un flash mob. Estaba poniendo el anillo
en su cajita de terciopelo, pero pensándolo mejor, dije ¿Qué
demonios? y dejé la caja a un lado, deslizando el anillo en el
bolsillo de mis vaqueros. Después me intenté poner presenta-
ble. Me lavé la cara, los dientes y me pasé los dedos por el
pelo. Fui a coger el hilo dental y me di cuenta de que estaba
posponiéndolo como un hijo de p...Le había dicho que esta-
ría fuera unos minutos. Ya habían pasado quince. Bueno. Más
bien veinte. Era como caer en un agujero negro.

Necesitaba bajar antes de que alguien mandara a una parti-


da de búsqueda. Eso era lo último que necesitaba.

Tenía los nervios de punta. Mi corazón latía con fuerta, más


alto que el sonido de las pisadas de mis botas mientras baja-
ba por el pasillo. Parándome en la parte superior de las esca-
leras, cerré los ojos. Cálmate. Esa iba a ser la única gran pre-
gunta que haría en mi vida a alguien. Sí, ese pensamiento
tampoco ayudaba. Sólo necesitaba dejar de pensar. Tam-
bién necesitaba bajar aquellos escalones. Una tarta tampo-
co estaría mal en ese momento. Tal vez una galleta. Bueno.
También necesitaba dejar de pensar en comida.

Esos escalones fueron los más cortos que había andado en


mi vida. En segundos, estaba en el recibidor, de pie como un
idiota con la mano apretando el bolsillo de mis vaqueros. Te-
nía la boca seca. Podía estar teniendo un ataque al corazón.
Todo estaba bien.

Una risa flotó desde la sala de estar. Alguien gritó algo sobre
pelotas. ¿Mi padre? Probablemente. Qué apropiado, necesi-
taba encontrar las mías. No era como si mi familia y mi mejor
amigo no supieran que tenía planeado esto. Sólo que no te-
nían ni idea de que pasaría esa noche. En Navidad. Lo cual
había que admitir que era un poco cursi. Eso es lo que el
amor conseguía. Convertirme en una bola cursi.

Si empezaba a llorar probablemente me acabaría golpean-


do a mí mismo en la garganta. Era hora de poner los pies en
movimiento. Ahora o nunca. Hacerlo o morir. Blah, blah. Mis
pies se movían como si estuvieran enterrados profundamente
en arena mojada. Las luces brillantes del enorme Árbol de
Navidad me guiaron. Mis padres se volvían un poco locos
con la Navidad. Era como si la Navidad hubiera vomitado en
la casa. Tal vez debería vomitar. Eso sería muy romántico.
Muy sexy.

Me paré justo debajo del umbral de la sala de estar, mis ojos


encontrándola inmediatamente y ahí estaba de nuevo. El
golpe en el pecho. La debilidad en las malditas rodillas. No di-
je una palabra, pero ella se dio la vuelta desde donde esta-
ba sentada al lado de mi hermana, como si estuviéramos co-
nectados y ella supiera que yo estaba ahí.

Nuestras miradas se encontraron. Y en ese momento, cuando


sus labios se curvaron en las comisuras, no oía nada. Sólo la
veía a ella. Y era la cosa más bonita que había visto jamás.
Sería el hijo de puta más afortunado si pudiera pasar el resto
de mi vida con ella. Sólo ella.

"¿Estás sujetando la puerta, hijo?" dijo mi padre. Qué manera


de matar el ambiente. Pero yo...Yo no podía quitarle los ojos
de encima. Mi madre se levantó del brazo de la silla de mi
padre.

"¿Estás bien, cielo?"

"Si..." respondí, mi voz ronca. "Nunca he estado mejor"

Y esa era la maldita verdad. Con los ojos enfocados en ella,


caminé sobre las largas piernas de mi amigo. Él dijo algo. No
tengo ni idea de qué. Probablemente algo que me haría
querer pegarle después, porque escuché reír a mi hermana.
Pero mi atención estaba en ella, en esos ojos hermosos. Su
sonrisa se ensanchó, arrugando su nariz. Sabía exactamente
cuántas pecas tenía en el puente de su nariz. Ocho y media.
Y tenía algunas más en lugares muy interesantes. Lugares en
los que no debería pensar en ese momento.

Respirando profundamente, lo hice. Maldita sea, lo hice.

Hinqué la rodilla delante de ella. Como un campeón. Y mien-


tras miraba esos cálidos ojos marrones, mi hermana chilló al-
go y se levantó de un salto del sofá como si tuviera muelles
en el momento en que se dio cuenta de lo que estaba ha-
ciendo, antes de que buscara en mi bolsillo, estaría conmigo
el resto de mi vida.

Ella se echó hacia atrás con los ojos muy abiertos, poniéndo-
se cristalinos. Sus labios se movieron, diciendo silenciosamen-
te mi nombre. Y eso - ese movimiento de sus labios, me atra-
pó. Me había convertido en una tarjeta de Hallmark, pero no
me arrepentía.

El silencio cayó en la habitación. Incluso mi padre estaba ca-


llado. Por una vez. Y el nudo de mi garganta se expandió, así
que cuando hablé, mi voz sonó áspera.

"Tenía planeado hacer esto hace unos meses" le dije, sintien-


do cómo corazón quería salirse del pecho "Pasaron ciertas
cosas y pensé que debería planear algo grande, pero no
puedo esperar más. No quiero hacerlo" Tuve que aclararme
la garganta "No tengo un gran discurso, pero tú sabes que te
quiero, ¿verdad? Sabes que estoy enamorado de ti" Ella puso
las yemas de sus dedos sobre sus labios, mientras asentía y
pestañeaba rápidamente. Sí, lo sabía "Y siempre voy a estar
enamorado de ti" me quedé sin voz "El día en que me atrope-
llaste en aquél pasillo fue el día más afortunado de mi vida"

"Oh Dios" susurró.

"Por lo que espero que hoy conviertas éste en el segundo día


más afortunado de mi vida, diciendo que sí"

"Joder" murmuró mi padre, y escuché cómo mi madre le


mandaba callar.

"Papá" lloriqueó mi hermana "¿En serio?"

Riéndome, busqué en mi bolsillo, encontrando el anillo y sa-


cándolo. Cogí su mano izquierda y la separé de su boca. Be-
sé primero su mano y después alcé la mirada, encontrando
la suya una vez más. Su mano temblaba tanto como la mía y
tenía los ojos llenos de lágrimas. No pude moverme ni hablar
por un momento. Congelado en el momento. Y después en-
contré mi voz "Avery Morgansten, ¿Me harías el hombre más
afortunado al convertirte en mi esposa?" No hubo duda. Ni
por un sólo segundo.

"Sí" dijo, asintiendo y antes de que pudiera ponerle el anillo en


el dedo, saltó hacia delante, enredando sus brazos en mi
cuello y caí hacia atrás, abrazándola, perdí el equilibrio y
acabé cayendo sobre mi trasero con ella colgando de mí. La
parte superior de su cabeza roja estaba enterrada en mi pe-
cho. Alguien en la habitación gritó y aplaudió. Pude escu-
char a mi madre llorando. Busqué a nuestro lado, alzando su
mejilla "Pastelillo..." mi voz temblaba y no me importó.

"¿Vas a dejar que te ponga el anillo?"

Avery mitad se rió, mitad hipó mientras se echaba hacia


atrás, limpiándose las mejillas con la palma de su mano.

"Sí. Lo siento" Extendió su brazo izquierdo, empujando su ma-


no hacia mí y me reí. Sí, mi vista se estaba nublando. Le puse
el anillo. Le quedaba perfecto. Ella puso sus manos sobre mis
mejillas y se echó hacia delante, posando su frente sobre la
mía "Te quiero, Cam. Te quiero muchísimo"
Mis ojos se cerraron y la sostuve con fuerza. Tan fuerte que
pude sentir su corazón latiendo tan rápido como el mío.

Esperar a Avery fue la mejor cosa que he hecho y ahora vivi-


ríamos el resto de nuestras vidas juntos.

También podría gustarte