Está en la página 1de 166

Sin Reservas

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Prologo

- Brooom Brooom ... Mami, si yo soy un lobo, como papá, ¿por qué no puedo convertirme en
uno? Lena Winston levantó la vista del tazón y sonrió a su único hijo. Chay sostenía un coche de
juguete en cada mano, con los negros ojos mirándola de manera ansiosa.

- Es debido a que no has alcanzado la pubertad, Chay. - Volvió a revolver la mezcla de pastel
de chocolate.

- Brooom brooom - Chay volvió a hacer ruido de nuevo y los coches de juguete chocaron
contra el suelo. - Mamá, ¿qué es pooberta?

- ¡Uy! tal vez debería haberlo dicho de otra manera. - Lena se volvió, sonriendo por su error.
Chayton era el niño más curioso que jamás había conocido. Por supuesto que le preguntaría eso. -
Umm, significa cuando se es mayor. Un adolescente.

Su frente se arrugo un poco. Con sus cuatro años de edad, se sentó en silencio durante
varios segundos y después ladeó la oscura cabeza. - Mamá, ¿cuándo voy a ser un adolescente?
Puso la masa mezclada en el mostrador y removió en una olla de debajo de ella. - En unos
once años, cuando tengas quince años o algo así.

- Pero, trece y catorce años vienen antes de los quince. ¿No seré un adolescente cuando
tenga trece y catorce años?

Lena sacudió la cabeza y vertió la mezcla de pastel en la sartén. - Chay, eres demasiado
inteligente para tu propio bien. Sí, serás entonces un adolescente. - Le tendió la taza y cuchara -
¿Quieres lamer el tazón?

- Sí, sí, sí. – Chay tiró sus coches, se puso de pie y brincó sobre sus pies. - Sí, tengo que
lamer el plato, tengo que lamer el plato. – Bailó en el lugar.

- Siéntate en el piso y te lo daré.

El niño se sentó tan rápido que prácticamente rebotó cuando golpeó el linóleo. Su perro
Roscoe entró en la cocina, lamió al niño en la mejilla y se tumbó junto a él.

Lena colocó el tazón entre las piernas extendidas y le entregó la cuchara. – Trata de no hacer
un lío. Voy a hacer la cena, mientras el pastel está en el horno. Chay tomó la cuchara grande de
plástico y la metió hasta el fondo de su pequeña boca. La mezcla de pastel escurría por las
comisuras de los labios y se extendía a la nariz y las mejillas.

Resignada a que mantenerlo limpio era una causa perdida, puso el pastel en el horno y se
dirigió a la despensa. Llevó las papas al fregadero y comenzó a lavarlas cuando escuchó como
lamía… ¿o sorbía ruidosamente? Sin siquiera darse vuelta, Lena sabía lo que estaba pasando. –
Chayton Montgomery Winston. ¿Qué te he dicho acerca de compartir tu comida con el perro?
2

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Pero, mamá, a Roscoe también le gusta lamer el plato..

- Chay...

Suspiró. - Oh, muy bien. No más, Roscoe, mamá dice que no puedo.

Lena escuchó el chasquido de las uñas del perro sobre el linóleo cuando se marchó. Sacudió
la cabeza. El niño no pensó nada al dejar al perro lamer la cuchara y ponerla de nuevo en su
propia boca. Qué asco.

- ¿Mami?

Lena cerró la llave del agua y rebuscó en la gaveta hasta hallar su pelador de papas. – ¿Si,
Chay?

- ¿Cómo sabías que papá era tu compañero si tú no eres un lobo? Papá dice que los lobos
conocen a sus compañeros cuando ellos los encuentran.

- Bueno, yo no lo sabía, pero tu padre sí. - Comenzó a pelar las papas. - Como sabes, Chay,
como tu abuelo Mateo es un lobo, crecí alrededor de lobos. Los lobos no escogen a sus
compañeros, cariño. Dios los escoge. Pero cuando un lobo se encuentra con su compañera él lo
sabe. Así que, cuando tu papá me dijo que yo era su compañera, yo sabía que él decía la verdad.
Era mi destino estar con él. - Lena sonrió, pensando en su esposo Joseph.

- Mamá, mi compañero tendrá el pelo como el sol y los ojos como el cielo. Será como un
príncipe.

- Ella. Es una princesa, cariño, no un príncipe. - Corrigió Lena automáticamente. Recordó lo


que dijo sobre el pelo y los ojos y se sintió hundir. Como si le asestaran un golpe. Suspiró y se
recordó que solo era un niño y no conocía nada mejor. – No Chay. Tu compañera será de nuestra
gente, no una mujer blanca. Tendrá un bello pelo, largo y negro, ojos marrones y una hermosa piel
bronceada. Podría no ser Apache, como yo, - soy Lakota - pero será una de nosotros.

La cuchara raspó los costados del tazón unas cuantas veces más. – Pero dijiste que no
escogemos a nuestros compañeros, Dios lo hace. ¿Cómo sabes que mi compañero no tendrá el
pelo como la luz del sol y ojos como el cielo? – Lena rodó los ojos y soltó un suspiro. – Porque
Dios no nos haría eso Chay. – Terminó con la última patata, se volvió hacia el refrigerador y se
detuvo en seco. – Chayton Montgomery Winston. ¿Qué dije sobre compartir con los animales?

Los ojos de Chay brillaron. Miró al gato de la familia que tenía pastel en los bigotes y regresó
la mirada a su madre. – Dijiste que no le diera a Roscoe. Nunca mencionaste nada sobre Fluffy.

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Uno
- ¿Doctor Wilson?

Chay terminó la puntada sobre Bitsy, el gato de la Sra. Preston. Sólo entonces miró a su
recepcionista. – ¿Sí, Cheryl?

- El guardabosque está aquí. Trajo un lobo en y quiere hablarle. Dice que es urgente.

- ¿Qué es lo que quiere Frank Red Hawk? Normalmente dejaría al animal herido y se
marcharía. Está bien, lo atenderé. – Le sonrió a Tina, su veterinaria asistente. – ¿Puedes terminar
esto?

Los ojos negros de Tina brillaron sobre la máscara quirúrgica. – Seguro, jefe.

Chay se rió en silencio de su exuberancia y se apartó. A Tina le gustaba su trabajo. Ella habría
hecho la cirugía entera sola si él le hubiera dejado.

Se lavó y fue al área de recepción.

El guardabosque permanecía al otro lado del mostrador, mordiendo su labio inferior. – Mierda.
Algo debe de estar realmente mal. – Chay rodeo el mostrador.

Frank prácticamente corrió hacia él. Sujetó los hombros de Chay y se inclinó, susurrando tan
bajo para que sólo Chay pudiera escucharle. - Chay, te he traído un lobo. Uno de mis ayudantes lo
puso en una habitación. Pero necesito hablar contigo. - Levantó su ceja significativamente y miró
alrededor. Cuando su mirada cayó sobre Cheryl, se aclaró la garganta.- ¿Podemos hablar en tu
oficina?

- Claro. Por aquí. – Chay condujo al hombre más viejo a su oficina y cerró la puerta. Rodeó su
mesa, apoyando su trasero contra el frente de la superficie de caoba. – ¿Qué sucede, Frank?

- El lobo es uno de nosotros, Chay. Yo estaba investigando esta mañana sobre una llamada
acerca de unos cazadores furtivos. He encontrado varios casquillos de bala antes de escuchar un
gemido. Había un lobo tirado en el barranco a poca profundidad, justo al norte del territorio
marcado por los lobos. Regresé por mi pistola tranquilizante. Disparé antes de darme cuenta que
era un hombre lobo. Pero la cosa es, Chay, el lobo no es de nuestra manada. Es un lobo blanco.
Me refiero a la piel... tiene piel blanca y es muy pequeño... tal vez un adolescente.

Chay pellizcó el labio inferior con su el pulgar y el dedo índice. - ¿Por qué los cazadores
furtivos no tomaron el cuerpo?

Frank se encogió de hombros. - No lo sé. Probablemente se asustaron.

- ¿En qué condición esta el lobo ahora?

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Es una herida en la cabeza, pero no parece demasiado grave. No he visto una bala. Parece
un rasguño. Ya Sabes lo mal que sangran, pero no parece haber sido muy profundo. Estoy
bastante seguro de que no penetró en el cráneo, pero sospecho que hay pérdida de sangre
suficiente como para hacer difícil el cambiar de forma.

Chay asintió. Eso tenía sentido. Aunque también podría ser debido a la desorientación. El
cambio a la forma humana podría curar las heridas, pero un golpe en la cabeza podría causar
confusión y una incapacidad para cambiar.

Frank se apoyó en el sillón de cuero negro delante de la mesa de Chay, sujetó la tapicería con
tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. - Iré directamente a la policía. Después iré a
informarle a John Carter.

Chay asintió. John Carter era el líder de la manada. Tenía que ser informados de estas cosas.
- Sí, hazlo. No me gusta cómo suena todo esto. No necesitamos cazadores furtivos en nuestras
tierras. El hecho de que la noche pasada fue luna llena hace que sea aún más preocupante.

- Sí, esa también fue mi reacción.

- Bien. Será mejor ir a revisar a mi nuevo paciente. - Chay se apartó de su escritorio y le tendió
la mano al guardabosque.

Frank la estrechó. – Muchas gracias, Doc. Avíseme del costo de la consulta.

- Lo hare, Frank. – Chay abrió la puerta, mostrándole la salida al hombre. Se detuvo en el


mostrador de la recepción. – ¿Cheryl, dónde está el lobo que trajeron?

- En la sala de exanimación cuatro, Doctor Winston. Tommy le ha puesto un bozal, pero esta
inconsciente, así que dudo que lo necesitara.

- Bueno. Voy a comprobarlo.

- ¿Doctor Winston?

Chay se giró – ¿Sí?

- Bob McIntyre llamó y quiere que valla a la reserva y revise a su nueva yegua. Dice que
cree que podría estar embarazada.

Él asintió y miró su reloj. Era casi el mediodía. Había sido un día corto así que podría salir a
las doce treinta. Echó un vistazo a la recepción vacía y después a Cheryl. – ¿Tenemos alguna
cita?

Ella miró el libro abierto delante de ella. – No. Ya hemos terminado, a menos que alguien más
llegue.

- Bien. Cuando termines cierras y llama a Bob. Dile que iré a su casa.

- Sí, señor. – Chay salió de la recepción. Había un lobo que revisar.

Cuando daba la vuelta Tina salía de la sala de cirugías.- ¡Eh! Chay, Bitsy está descansando.

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay chocó sus manos. – Buen trabajo, Tina. Puedes tomarte el resto del día. Pero antes,
¿puedes llamar a la sra. Preston y decirle que Bitsy está bien y que puede recogerla mañana por la
mañana?

Tina le guiñó el ojo y corrió hacia fuera de la zona de recepción. – Dalo por hecho, Chay. Nos
vemos mañana.

- Oh, espera, Tina.

Ella se dio la vuelta tan rápido que la cola de caballo se movió ante sus ojos. Parpadeó y
apartó el pelo hacia atrás. – ¿Sí?

- No olvides que tienes hasta las cinco de la tarde y el turno de noche para revisar a los
animales.

- Vale. ¿Regresarás esta noche?

- Sí, estaré de vuelta a las tres treinta y ocho, ya que tenemos tres cirugías hoy, pero
Tommy se va a quedar aquí toda la noche.

- Genial. Hasta al rato, Chay.

- Hasta al rato, Tina. - Él sonrió reiniciando su camino y continuó por el pasillo a la habitación
de exanimación cuatro.

Sus dientes picaron sus encías y sus caninos se extendieron. ¿Qué diablos? Cuanto más se
acercaba la habitación su cuerpo reaccionaba extraño. Experimentó una sensación de euforia,
como mariposas en el estómago, pero no exactamente. Esto no eran nervios. Su polla se
endureció dentro de sus pantalones y sus ojos se volvieron borrosos cuando alcanzó la perilla.
Parpadeó, viendo en blanco y negro, en su visión de lobo. Permaneció de pie unos momentos,
haciendo caso omiso del sentimiento de ansiedad moviéndose en sus entrañas. Contempló las
reacciones extrañas. No había perdido el control de sus instintos de lobo desde que era un
cachorro.

Lo comprendió. Mi pareja está al otro lado de esta puerta.

¿Cómo era posible? Nunca había oído hablar de un hombre lobo hembra. Esto era un rasgo
genético inherente a los hombres. Las mujeres podían llevar y transmitir el gen hombre lobo, pero
no convertirse en lobos. ¿Podría su pareja haberse convertido como resultado de un ataque? ¿Era
eso posible? Los hombres lobos rara vez atacaban. Nunca había oído hablar de una mujer que
pudiera cambiar, pero sólo porque él no sabía nada, no lo hacía imposible.

Cerró los ojos, apoyó la cabeza contra la fría madera de la puerta. Su corazón latía más
rápido. Con sus treinta años, estaba más que listo para esto. Averiguaría cómo era posible que ella
pudiera cambiar preguntándole directamente a ella. En este momento, la emoción burbujeaba en
su interior. Finalmente había encontrado a su pareja.

Respiró profundo varias veces, mantendría a su cuerpo bajo control. No es que esto molestara
a su compañera si estuviera despierta, pero si alguno de sus empleados llegara a entrar los
aterrorizaría jodidamente. Después de unos segundos de una profunda concentración, sus dientes
retrocedieron. Cuando abrió los ojos, eran otra vez normales. Su polla, sin embargo, seguía
totalmente dura. Chay ajustó su parte inferior, tratando de hacer su erección menos obvia, sin
mucha suerte. Dispuesto a no esperar más, abrió la puerta.

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
El pequeño lobo blanco estaba envuelto en una manta de color azul oscuro, tumbado en la
mesa de examen, con la espalda hacia la puerta. La sangre coagulada resaltaba obscenamente
sobre la piel pálida. El pelo no manchado de sangre tenía un profundo toque de oro y Chay podía
apostar a que la piel pálida se convertiría en una cabellera rubia platino en su forma humana. De
alguna manera, él siempre había sabido que su pareja no sería un Nativo Americano, como su
madre aseguraba que sería. Siempre había sido débil ante el cabello rubio, a pesar de que su
madre no creía en la mezcla de razas. Su madre seguramente se volvería loca cuando conociera a
su compañera. Chay sonrió. Oh bueno. Ella no tiene absolutamente nada que decir en esto. Un
lobo no escoge a su compañera, ellas nacen. Es el destino o la voluntad de Dios, o lo que sea.
Afortunadamente, su padre no era un hombre de prejuicios.

Las correas del oscuro bozal destacaban sobre la pálida piel, capturando la atención de Chay.
Gimió indignado y se acercó a la mesa de examen. Rápidamente desató el artefacto y lo arrojó al
suelo. Palpó la arteria carótida con sus dedos, en busca del pulso. Era más rápido de lo que sería
en forma humana y más lento que un lobo en alerta, pero no lo suficientemente lento como para
preocuparse.

Pasó las manos por la pálida piel, disfrutando de la suavidad mientras buscaba la herida en la
cabeza. Frank tenía razón, no parecía ser tan malo, pero Chay necesitaría limpiar para asegurarse.
Se volvió hacia el gabinete detrás de él y sacó las gasas y el antiséptico para tratar la herida.
Después de asegurarse que sólo era un rasguño la vendó.

No tenía necesidad de preocuparse por un antibiótico y la vacuna antitetánica. Los Hombres


lobo no contraían infecciones o virus. Su clase tenía un sistema inmunológico muy eficiente. Luego
de cambiar de nuevo a la forma humana la herida en la cabeza se curaría completamente. En
casos normales, ya la habría curado, pero la pérdida de sangre de su compañera retrasó la
respuesta inmunológica.

Chay se inclinó hacia adelante y hundió la nariz en el cuello de su compañera durante unos
segundos.

El aroma era picante y… ¿excitante? Una especie almizclada. Era extraño, la mayoría de las
mujeres tienen un olor dulce y floral en ellas. El extraño olor era realmente agradable, embriagador.
Su polla tembló, haciéndolo gemir. Se puso de pie y se obligo a comportarse. Tenía que terminar
de curar a su compañera. Tendría tiempo suficiente para la exploración más tarde.

Dio un paso atrás, sonriendo como un idiota. - Está bien, Pequeña, vamos a deshacernos de
esto.

Chay agarró el borde de la manta y comenzó a retirarla suavemente. - Tengo que asegurarme
que no hay más lesiones. - Chay finalmente desenredó la manta y la arrojó fuera del cuerpo
inmóvil.

Estudió la forma de su pareja a partir de la cabeza. Sonriendo ante la piel platino, miró más
abajo en la delgada estructura. – Apuesto a que tienes los ojos… - Se quedó sin aliento y
retrocedió torpemente. Se llevó la mano a la boca. No, eso no puede ser cierto. Estaba viendo
cosas... cosas que no deberían estar allí. Chay parpadeó y miró de nuevo. No, estaban allí. Tenía
que ser alguna especie de error. Su cuerpo, sus sentidos, tenían que estar confundidos. No era su
pareja. No podía ser cierto...

Chay, cerró los ojos y respiró profundo. No podía ser, pero lo era. No podía negar lo que
sentía. Era su pareja, pero ¿cómo? No tenía sentido. Al parecer, había tenido razón desde el
principio. Las mujeres no eran lobos y su pareja no era una hembra.

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Su cerebro estalló.

Chay había pasado por todos los escenarios posibles que se le ocurrieron para encontrar una
excusa válida para la reacción de su cuerpo ante la presencia del lobo blanco. Ninguno de ellos
tenía tanto sentido como la hipótesis de que era su pareja. Aún lo más desconcertante de su
respuesta, fue el hecho de que no estaba tan perturbado como debería estarlo. Había algo muy
atractivo sobre el pequeño lobo. Esto más que nada apoyó la sensación de que era realmente su
pareja. Nunca había encontrado antes a los hombres atractivos. Había mirado a otros hombres, sí,
pero todos lo hicieron alguna vez. ¿No? Una persona bella era una persona bella... ¿Cierto? Claro,
él y su compañero de la universidad habían tonteado un par de veces, pero eso fue sólo diversión
inocente, ¿no? El punto era que esta vez la tenía difícil. Su polla se había puesto lo suficiente dura
como para cortar cristal desde que había olido la esencia del lobo blanco.

Después de que todos se marcharon cerró el negocio, cambió su ropa, e incluso calentó su
camioneta. El día era un poco frío para ser principios de otoño y no quería que el otro hombre
tuviera frío. Aún después de hacer todo eso, mantenía una erección. Oh bueno. Los vaqueros la
ocultaban un poco y el abrigo le llegaba a la mitad del muslo.

Chay arreglo su maleta para ir a la reserva de Bob McIntyre y acomodó a su compañero en el


asiento trasero de su auto. Colocó la manta alrededor del pequeño cuerpo y aseguró el cinturón de
seguridad sobre él. Dando a la pálida piel una última caricia suave, cerró la puerta y tomó el
volante. Una vez que se puso en camino, tomó su celular para llamar a su viejo.

Joe Winston contestó al segundo timbrazo.- ¡Eh!, Hijo Mío. ¿Qué haces?

- Desearía que no hicieras eso. Es escalofriante.

- ¿Qué? – La voz de su padre sonaba divertida.

- Ya sabes qué.

Joe se rió. – Para esto sirve el identificador de llamadas. Así sé quién está llamando antes de
contestar.

Chay rió. Habían tenido esta conversación una docena de veces. - Sí, pero todavía es raro.
¿Qué estás haciendo?

- Miraba televisión. ¿Dónde estás?

- Yendo al hogar de Bob McIntyre. Él cree que su nueva yegua está preñada.

- Ah. ¿Vendrás el miércoles por la noche para cenar?

- Sí, probablemente. - La pregunta era, ¿sería sólo él o llevaría a su compañero a la cena


también? - Chay se estremeció ante la idea.

- Tu madre se sentirá decepcionado si no vienes. – El tono de su padre dejó en claro que no


tenía alternativa.

Chay sonrió. Era agradable ser amado, pero a veces ser hijo único acarreaba mucha presión
sobre él. Ajustó el retrovisor y comprobó a su... lobo. - Oye, papá, tengo una pregunta seria para ti.

- Está bien, dispara.

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- ¿Cómo sabes cuando has encontrado a tu pareja?

- ¿Por qué?

- Vamos, papá, sólo responde a la pregunta.

Joe suspiró. – Chay, encontrarás a tu pareja. No eres tan viejo. Yo conocí a tu madre hasta
que tenía treinta y dos.

Gracias a Dios su padre no indagó más en la pregunta. No estaba listo para decirles a sus
padres, aún no. Tristemente, sospechó que cuando sus padres se enteraran que su compañero
era blanco sería la menor de sus preocupaciones.

- Cuando encuentres a tu pareja, hijo, lo sentirás.

Sí, ya había experimentado eso. – Pero ¿cómo se siente?

- Es como un intenso deseo. Como una especie de adrenalina. Tu cuerpo responderá antes de
que te des cuenta de que es tu pareja. Realmente no sé cómo describirlo, hijo. Sólo… lo sabrás

Chay suspiró. Eso era lo que pensaba. Y su padre tenía razón, él lo sabía. Es sólo que... –
Papá, ¿alguna vez alguien se ha confundido? ¿Pensar que encontró a su pareja, pero realmente
no lo era?

- Nadie con el que esté familiarizado. No es algo con lo que puedes confundirte o cometer
un error o cualquier otra cosa. Es una especie de reacción instintiva.

Le dio una rápida mirada al espejo, descubriendo la pálida piel en el asiento trasero. – Sólo
quería asegurarme de que no es algo en lo que pueda equivocarme por accidente.

- Lo sabrás hijo.

- Cierto. Gracias, papá. - Chay respiró hondo, deseando poder relajarse. No podía hacer nada
si a nadie le gustaba la idea. No es como que él hubiera escogido a su pareja. Era una cosa
buena, no mala. Pero, ¿por qué sentía como si fuera un obstáculo tan grande?

- Tienes que ser el único hombre vivo que ha querido una pareja desde que tenía cuatro años.
Hijo, la encontrarás, te lo prometo.

Él, no ella, Chay corrigió mentalmente. Apretó el teléfono entre el hombro y el oído y se
pellizcó el puente de la nariz. Señor, ¿por qué esto tiene que ser difícil? Había demasiadas
variables. ¿Qué sucedería si su compañero despertaba y no quería saber nada de él? ¿O qué si
era un adolescente, como Frank había pensado? Chay no lo creía, pero su compañero era
terriblemente pequeño. ¿Cómo reaccionarían sus padres? - Oye, papá, estoy por llegar al lugar de
McIntyre. Hablaré contigo más tarde.

- Muy bien, hijo. Buena suerte y déjanos saber sobre el miércoles.

- Sí, haré eso. Adiós, papá. - Chay colgó mientras conducía su auto hacia el lugar de Bob.
Empezó a apagar el camión, pero no sabía cuánto tiempo estaría fuera. ¿Haría demasiado frío?
Chay puso los ojos en blanco por su propia idiotez. ¿Qué frío podría conseguir entrar en la piel? No
mucho. Apagó el encendido, se desabrochó el cinturón de seguridad y giró, apoyando el brazo
sobre el asiento de atrás y la barbilla en su brazo. Con la otra mano, acarició el hombro del lobo. -
¿Qué voy a hacer contigo, Pequeño?

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Su compañero aún estaba inconsciente. El lobo no se había movido de donde lo había puesto
Chay. Se veía muy dulce y pacífico... inocente. Era un hermoso lobo. En realidad, era más bonito
que guapo. No es que fuera exactamente femenino, pero su tamaño no era en absoluto masculino.
En la forma humana, probablemente su cabeza sólo le llegaría a la barbilla a Chay. Chay pasó los
dedos por el hocico y sobre los ojos cerrados. Podría apostar a que los ojos serían de un azul
cielo.

El pene de Chay se endureció aún más con ese pensamiento. Gimió y apartó la mano para
mantenerlo en sus pantalones. Podría haber llamado a Frank para que recogiera al pequeño y
remediar todo y fingir que nada había sucedido. Aún así, tenía que permitirle al hombre continuar
su camino cuando despertara. Pero Chay sabía que no podía. No tenía ni remota idea de qué
hacer con un compañero masculino, pero eso no le impedía querer quedarse con él.

Un golpe en la ventana sacó a Chay de sus pensamientos. Chay abrió la puerta y agarró el
bolso del tablero delantero. - Hey, Bob.

- Veo que estás llevándote trabajo a casa. - Bob señaló con un movimiento de cabeza hacia
el asiento trasero.

Chay miró a su pareja y sonrió. - Sí, vendrá a casa conmigo. Lo vendé justo antes de salir
para acá. Con suerte, despertará en algún momento de la noche. - Dio unas palmadas en el
hombro de Bob y comenzó a caminar lejos de la camioneta. - Vamos a ver a esa bella dama y
averiguar si va a ser mamá.

10

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Dos

Su cabeza iba a explotar. ¿Qué diablos había hecho? Se sentía como si estuviera en
movimiento, pero sabía perfectamente que estaba totalmente inmóvil. Nunca había sido un gran
bebedor, por lo que sabía que no había tomado nada la noche anterior. Pero su cabeza se sentía
como si lo hubiera hecho. Había mariposas en su estómago y su polla estaba tan dura que dolía. Y
¿por qué estaba todavía en forma de lobo? Espera un minuto. Realmente se estaba moviendo... en
algún tipo de vehículo. Oh-oh.

Keaton parpadeó al abrir los ojos. Se quedó en el asiento trasero del coche... no, era más
grande que un automóvil. Una camioneta. Trató de sentarse. Ouch. Su cabeza dolía ferozmente...
Oh Si. Había recibido un disparo.

- Estás despierto. Espera unos minutos más, Pequeño, te llevaré adentro para que puedas
cambiar.

La cabeza de Keaton se espabiló – ouch – ante la profunda voz sexy. ¿Pequeño? ¿Qué
diablos...?

El hombre tenía un hermoso cabello negro, pómulos altos y una tez bronceada. Era evidente
que era un Nativo Americano y bastante joven, eso era todo lo que Keaton podía ver desde su
posición. Levantó el hocico y olfateó, tratando de ver si el olor del hombre parecía familiar, y vaya,
su polla no paró de palpitar. Dios Todopoderoso, que maravilloso aroma. Las mariposas
empeoraron. Aun así, notó que el hombre era un lobo, y que definitivamente no lo conocía.

Dejó caer relajado la cabeza hacia atrás sobre el asiento. Al parecer, no estaba en peligro.
Este hombre debe haberlo rescatado.

Esta fue primera luna llena de Keaton en su nuevo hogar y ni siquiera había conocido aún a la
manada local.

Tal vez debería haber hecho un mayor esfuerzo y cazado en un área protegida. Sabía las
reglas. No se había metido en el territorio marcado por la manada. Al menos alguien había sido
capaz de recatarlo.

El camión se detuvo. El hombre apago el motor y se volvió hacia él. Si Keaton hubiera estado
en su forma humana habría jadeado, pero como lobo sonó más como un gemido.

El hombre era magnífico. Grandes ojos – (probablemente negros) –sensuales labios, altos
pómulos y su sonrisa... Keaton parpadeó. ¡Dios mío, había sido rescatado por un sueño húmedo
andando! Siempre había tenido una inclinación por los hombres altos, morenos y apuestos.

- Sabía que tenías los ojos azules. –

11

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
El hombre dejó de sonreír, su rostro se ensombreció. – Llegamos. ¿Estás listo para entrar? –
Sin esperar una respuesta salió de la camioneta. Estuvo ausente por cerca de un minuto, después
volvió y abrió la puerta trasera. - Bueno, así es como vamos a hacer esto. Permanecerás tranquilo
y yo trataré de ser cuidadoso y no lastimarte. – Desabrochó el cinturón de seguridad y metió la
mano por el costado de Keaton. Tirando de él con suavidad, el hombre recogió a Keaton y pateó
la puerta para cerrarla. Gracias a Dios, la cabeza y los pies le dolían tanto que ni siquiera quería
intentar caminar. El hombre llevaba a Keaton a una pequeña y bonita casa estilo rancho. La puerta
estaba abierta, por lo que Keaton suponía que es a donde el hombre había desaparecido después
de salir de la camioneta. Caminó derecho y puso a Keaton, todavía envuelto en la manta, en el
suelo, luego cerró la puerta.

Keaton permaneció allí por un minuto observando todo, o por lo menos intentándolo, no
lograba mantener la mirada fuera del hombre. Alto y anchos hombros... y un buen culo. La polla de
Keaton tembló. El cabello del hombre era un poco largo, le llegaba a los hombros. Probablemente
luciría demasiado afeminado en otro hombre, pero con sus obvios rasgos americanos nativos era
imposible que sucediera. Era condenadamente sexy
.
El hombre giró, sorprendiendo a Keaton mirándolo fijamente, y sonrió. - Sí, un poco extraño,
¿eh? Lo sientes también ¿cierto?

- ¿Qué? - Keaton ladeo la cabeza de forma automática, y deseo no haberlo hecho. Tenía un
maldito dolor de cabeza. Pero, ¿cómo sabía el hombre cómo se sentía Keaton? Espera, si lo
pensaba bien, entonces no era sólo el trauma de ser tiroteado. ¿Qué significaba eso? Keaton miró
el cuerpo del hombre. Oh, él también tenía una erección. El corazón de Keaton empezó a latir
visiblemente.

- ¿Por qué no continuas y cambias para que podamos hablar?

La mirada de Keaton regresó a su rostro. Asintió con la cabeza, sintiendo un poco de


vergüenza al ser descubierto por el hombre. Sí, cambiar... buena idea. Probablemente su cabeza
dejaría de doler. Pero ¿cómo diablos iba a ocultar su erección de este magnífico hombre?
Keaton cambió, logrando mantener su mitad inferior cubierta por la manta. Totalmente humano
de nuevo, se sentó, con la polla dura como una roca, el estómago hecho nudos y el corazón
latiendo con fuerza. Miró hacia el hombre y de repente la verdad lo golpeó. - Oh, Dios mío. Tú eres
mi compañero.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

¡Dios mío, tenía razón. Pequeño era absolutamente el hombre más bonito que Chay alguna
vez había visto. Aunque llamarle un hombre podría haber sido forzado un poco. Lo miró
directamente, pero sólo un poco. Y no era sólo su delgada constitución lo que daba la impresión de
juventud. Sus rasgos eran preciosos. Su nariz era estrecha y recta, ligeramente curvada en la
punta. Chay nunca había entendido el significado de tez de melocotones y nata, hasta ahora.
Pequeño tenía la piel perfecta. Sus cabellos platino, no manchados de sangre, caían en ondas
cortas.

Chay se agachó al lado de su compañero y retiró la gasa de los cabellos del color del sol,
retirando un mechón que oscurecería los enormes ojos azul cielo. La herida había sanado por
completo, no había ni siquiera una cicatriz en la blanca piel.

12

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Miró a Chay con asombro y retiró sus cabellos con una mano delgada y elegante. - ¿Cuál es tu
nombre?

Chay sonrió ante el marcado acento del sur. - Chay... Chayton Winston. ¿Cuál es el tuyo,
Pequeño?

Arqueó una ceja marrón claro. - Te aseguro que no es Pequeño.

Oh no. Pequeño tenía dientes.

Chay arqueó una de sus cejas.

Pequeño se sonrojó y se aclaró la garganta. – Lo siento. Solamente estoy cansado de los


comentarios sobre mi edad y tamaño. Creo que soy un poco sensible al respecto. Mi nombre es
Keaton. – Le tendió la mano. Cuando Chay la estrechó, añadió, - Dr. Keaton Reynolds.

La boca de Chay se abrió sorpresivamente.- ¿Qué edad tienes?

Keaton suspiró. - Veinticinco. Y antes de preguntar, tengo un doctorado en historia.

Wow. Muy impresionante. Al parecer, su compañero era un hombre inteligente y mucho más
de lo que parecía. Chay sonrió y se sentó en el suelo. - Obviamente no eres de aquí. ¿Qué te trae
a Nuevo México?

- Trabajo. Enseño Civilización Antigua en la Universidad del Estado de Nuevo México.


Keaton sonrió y se deslizó en el piso de madera para estar más cerca. - ¿Y tú? ¿Qué haces?

- Soy veterinario.

- ¿Sí? Gracias por rescatarme Dr. Winston.

- Yo no lo hice. El guardabosque lo hizo. Te disparo con un dardo tranquilizante y te trajo a


mi clínica. Yo sólo limpié tu herida.

Keaton se movió, prácticamente se escabulló al regazo de Chay. – Gracias – Susurró.

Chay se quedó mirándolo, hipnotizado por el puñado de pecas que acababa de descubrir en el
puente de la nariz de Pequeño. – De nada.
El aliento de Keaton golpeaba su cara, pero Chay no retrocedió. ¿Quién hubiera pensado que
las pecas podría ser sexys?

El joven parpadeó. Tenía pestañas por las que una mujer mataría, largas y rizadas en las
puntas. De cerca, su belleza se hizo más evidente. Keaton se inclinó, presionando sus labios
contra los de Chay.

Chay respondió el beso sin pensar.

Los labios de Pequeño estaban realmente calientes. Su lengua jugueteó con los labios de
Chay, buscando la entrada. Besarlo no se sentía diferente de besar a una mujer. Chay retrocedió. -
Uh, yo no soy gay.

13

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton parecía haber sido abofeteado. Parpadeó varias veces y retrocedió, hasta hundirse en
sus talones. - Lo siento. Pensé... No importa. – Anudó la manta alrededor de su cintura, como pudo
se puso de pie. – ¿Tienes algo de ropa que pueda pedir prestada? ¿Y un teléfono? llamaré a
alguien para que venga a recogerme. Saldré para calmarme. – Lucía inseguro, avergonzado.

Chay se sentía como un verdadero asno – Yo soy el que lo siente. No tienes que marcharte,
voy a buscar algo que puedas usar, ¿de acuerdo? – Se levantó y se dirigió a su habitación.

Keaton lo siguió. – Escucha, Chay. Creo que es mejor que me vaya. Puedo llamar a un taxi
para que venga a buscarme.

Chay tomó un par de pantalones de chándal negro de una percha y sacó una camiseta.
Cuando se volvió, Keaton estaba de pie en el centro de la habitación con la manta aferrada a sus
caderas, luciendo como un perro apaleado. Chay sentía que sería más alto como por dos
pulgadas. Suspiró, se acercó a Pequeño y le dio la ropa. – Aquí tienes. El baño está justo detrás de
ti. Sigue adelante y toma una ducha, después hablaremos. Hay toallas en el gabinete sobre el
inodoro.

Keaton tomó la ropa y se dirigió hacia el baño sin dirigirle la mirada.

Chay se apoyó contra la pared. ¿Qué iba a hacer? Sólo tenía que dejar ir Keaton y entonces
podrían seguir adelante con sus vidas. Esto podría ser una buena cosa. Podía escoger su propia
pareja y Keaton también podría escoger a su pareja.
El pánico lo dominó. Sentía una opresión en el pecho ante la idea de no volver a ver a Keaton.
No, tendría que pensar en algo. Dejar ir Pequeño no se sentía bien. Chay había quería una
compañera desde que podía recordar, ¿sería condenado por el hecho de que su compañero no
era una mujer como para que le que le impidiera reclamarlo como su pareja? Llamó a la puerta. -
¿Eh? ¿Tienes hambre?

- No. - La respuesta fue cortante y directa, ahogada por el sonido del agua cayendo
nuevamente.

Chay, cerró los ojos. Pequeño tenía que tener hambre. Había pasado toda la noche en el
barranco. Chay se alejo de la pared y se dirigió a la cocina. No sabía qué le gustaría a Pequeño.
Maldición, era un lobo, probablemente comería cualquier tipo de carne. Reunió todo lo necesario
para hacer dos sándwiches de mortadela y dos refrescos.
Cuando Pequeño apareció en la puerta de la cocina, Chay había terminado de abrir una bolsa
de papas fritas. Pequeño se detuvo en la puerta, con el pelo húmedo y el ceño fruncido en su
rostro.

- Dije que no tenía hambre. Tengo que marcharme.

Chay sonrió. Sus ropas eran demasiado grandes. Hacían parecer aún más joven a Keaton.
El gesto arrogante en aquellos carnosos labios no estaba ayudando de cualquier modo. -
Vamos, Keaton, dame un respiro. Lamento haber herido tus sentimientos. Tenemos que resolver
esto. Ven, siéntate y come. Sabes muy bien que tienes hambre.

Pequeño permaneció allí durante varios segundos antes de relajar sus hombros. - Muy bien.
No estoy seguro de lo que crees que resolveremos, pero estoy escuchando. – Se sentó en la
pequeña mesa redonda pequeña frente a Chay y le dio un mordisco al sándwich. – Umm. Gracias.
Tienes razón. Me muero de hambre. Me dispararon antes de que pudiera cazar y después no fui
capaz de concentrarme.

14

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
La opresión en el pecho Chay se relajó un poco al ver comer a Pequeño. Comió algo de su propio
sándwich y le dio un buen trago a su refresco. – ¿Así que eres gay?

- Sí, ¿tienes un problema con eso? – Keaton dejo su sándwich y se levantó. – Mira esto es
estúpido y una pérdida evidente de tiempo. Gracias por cuidarme. Te enviaré la ropa mañana. –
Dio media vuelta y salió de la cocina.

Chay permaneció en silencio hasta que oyó atónito la puerta al ser abierta y cerrada. – Mierda.
– ¿Qué demonios había dicho esta vez? Sólo había preguntado si era gay. Maldición, Pequeño
era sensible.
Chay corrió a la sala y abrió la puerta. Keaton estaba en el patio frontal con una mano en la
barbilla y el labio inferior entre los dientes. Miró a izquierda y derecha. Cuando vio a Chay se agitó
y comenzó a caminar por la calle.

Buen señor, el hombre era terco. Era evidente que Keaton no tenía idea de dónde estaba. Y
para colmo no tenía zapatos. Chay suspiró y corrió a la casa a buscar las llaves. En el momento en
que llegó en su camioneta y alcanzó al hombre ya había llegado a la final de la calle. Chay
conducía junto a él. - Entra y te llevo a donde quieras ir.
- No, gracias.

Chay, apretó los dientes para no gritar, sin ningún éxito. - Sube a la maldita camioneta.
Pequeño le miró, las cejas arqueadas sobre sus ojos, apretó los dientes y dio la vuelta. - No. -
Giró la cabeza hacia adelante y siguió caminando.

- Keaton, súbete a la camioneta... por favor. Tenemos que hablar.

Pequeño levantó las manos y las dejó caer. Se acercó a la camioneta de Chay y se apoyó en
la ventana. – Soy gay. Tú no. ¿Qué diablos hay más que decir? ¿No tienes una vida agradable?
Vaya, ¿culpas al destino? – Interesante, su acento sureño se hizo más intenso debido a la ira. Que
atractivo.

- Por favor, entra a la camioneta. ¿Tienes alguna idea de dónde estás o dónde vas?

Pequeño suspiró, abrió la puerta y entró. - No, sólo he estado aquí un mes. Vivo cerca del
Wal-Mart Supercenter, ¿sabes dónde está?

- Sí. Sé dónde está. ¿De dónde eres, de todos modos?

- ¿Quieres decir que no es obvio? Soy de Georgia.

Chay asintió. - Sabía que estaba en algún lugar en el Sur, pero no sabía exactamente dónde.
Viajaron en silencio durante varios minutos, luego Chay decidió que debía llegar a la cuestión
importante antes de que Pequeño se cabreara de nuevo. – Somos compañeros.

La frente de Keaton se arrugó y cruzó los brazos sobre el pecho. – Mira, no tengo nada que
ver con ello. No es mi culpa, ¿de acuerdo?

Chay parpadeó. ¿Qué? De todo lo que Keaton podría haber dicho eso era algo que él no
había esperado. – Lo sé. Provengo de una larga línea de lobos. Sé todo acerca de cómo funciona
todo lo de las parejas. Simplemente no preví tener una pareja masculina. ¿Sabes?

- Que te jodan. Tú tampoco eres lo que esperaba exactamente.

15

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay abrió la boca. Whoa, alguien tenía muy mal genio. Chay cerró la boca nuevamente. – No
dije que estaba enojado ni nada de eso, yo sólo... rayos, me sorprendió.

- Sí, creo que tienes tus sentimientos sobre el tema muy claros. Y para que conste, no tengo
ningún tipo de enfermedades transmisibles. Besarme no te dará rabia. – El sarcasmo surgió con un
profundo acento sureño.

Así que todo eso se debía al beso.... – Hey, pensé que deberías de saber, ¿de acuerdo? No
quise decir nada por eso. Fue un beso agradable, sólo eso.

- Sí, mira, lo siento. Estoy siendo un idiota. - Señaló a la izquierda. - Gira aquí. Mi complejo
de apartamentos es el siguiente a la izquierda. Es el segundo edificio.

Chay giró y redujo la marcha de la camioneta. - ¿Aquí?

- Sí, está bien. Tendré que buscar al gerente para que me deje entrar. Estoy ahí arriba. Oye,
si quieres esperar entraré y me cambiaré rápidamente para darte tu ropa. El gerente del
apartamento vive justo enfrente del mío. O puedo lavarla y llevártela mañana después de que
salga del trabajo. Depende de ti.

Chay sonrió. No es tan fácil alejarse de mí, Pequeño.


Keaton se bajó de la camioneta y cerró la puerta. - Bueno, ¿quieres esperar o prefieres que te
la lleve mañana?

- ¿A qué hora sales de trabajar mañana?

- Mi última clase es a las tres.

- ¿A qué hora sueles llegar a casa?

- Alrededor de las cuatro y cuarto. ¿Por qué?

- Los conseguiré para mañana, cuando venga para la cena a las seis. ¿tienes una preferencia
de ingredientes de pizza?

Keaton frunció el ceño. - Mira, creo que es mejor que separemos nuestros caminos aquí y
ahora. Tú no me quieres, y seré maldición si…

- Bien, entonces será Pepperoni. Hasta mañana, Pequeño. - Chay arrancó con una sonrisa de
satisfacción y miró por el espejo retrovisor a un asombrado Keaton. El hombre tarde o temprano
entendería que Chay era tan obstinado como él.

16

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Tres
Keaton acomodó sus gafas en la nariz, miró el libro y leyó la misma frase por tercera vez.
¿Quizás estaba bromeando? Cerró el libro de golpe y se quitó las gafas, poniéndolas sobre el libro
cerrado. El reloj en el horno de microondas marcaba las cinco cuarenta y cinco de la tarde. No le
preocupaba si Chay no se presentaba. A Chay no le gustaba alguien como él.

Keaton gimió y se levantó de la mesa de la cocina. Maldito Chay. No sólo era un hombre
hetero, era precisamente el tipo de Keaton. Era apuesto, inteligente, y, obviamente amable. Keaton
rodó los ojos.
Chay prácticamente había huido ayer cuando Keaton lo había besado, pero eso no le impidió
alimentar el pequeño trasero de Keaton y asegurarse de que llegara a su casa seguro. Para
empeorar las cosas, aún después de ser rechazado duramente, esto no le había impedido
imaginar anoche a Chay mientras se hacia una paja. El deseaba a ese hombre. Prácticamente
había sentido el musculoso cuerpo moviéndose sobre él….

Un hombre heterosexual. No podía pasar por eso otra vez, no después de Jonathon... y
Jonathon ni siquiera fue su pareja. Esto era mucho peor. Keaton gimió caminando alrededor de la
cocina. Era una jodida situación. Tenía que detener todo antes de que empeorara. Sería lo mejor
así, para Chay y definitivamente para él.

Olió a Chay antes de escuchar el golpe en la puerta. Keaton rodó sus ojos. Incluso el olor de
Chay lo atraía. Su polla saltó ante la presencia de Chay. Estúpido sentido del olfato. Malditas
feromonas. Keaton suspiró y caminó decidido hasta la puerta. Abrió la puerta y lo fulminó con la
mirada.
Chay sonrió – Maldición - y le tendió una caja de pizza y un six-pack de cerveza.
- No bebo.

Chay rió. - Hola, Pequeño. También me agrada verte nuevamente. ¡Caramba!, gracias, me
gustaría entrar.

Keaton gruñó y se apartó, dejando que Chay entrara. – Mi nombre no es Pequeño. -


La caja de pizza apareció ante él nuevamente, sin darle más opción que tomarla esta vez.

Chay colocó las cervezas en el mostrador de la cocina y empezó a caminar por las
habitaciones.

Los labios de Keaton temblaron. El hombre tenía bolas. – ¿Por qué estás aquí, Chay?

- Porque eres mío. No he averiguado todavía qué demonios voy a hacer contigo, pero eso no
cambia el hecho de que eres mi compañero.

- Por qué no te marchas y finges que nunca nos conocimos. Buscas una bonita chica con la
cual casarte y tener hijos. Nadie además de ti y de mí sabrá jamás que no es tu pareja.

Chay regresó de inspeccionar el de dormitorio de Keaton y miró fijamente a Keaton. – No. –


Sus ojos cambiaron, desapareciendo casi totalmente lo blanco de ellos.

17

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Una gran emoción atravesó a Keaton. Sus propios ojos comenzaron a cambiar, pero trató de
mantenerse bajo control. Miró hacia abajo y notó la tienda de campaña en los pantalones de Chay.
Al menos el cuerpo de Chay y sus instintos de lobo respondían a él, aunque su mente no.
Keaton no estaba seguro de sentirse feliz o molesto por eso.

Era una situación sin salida. Cuanto más tiempo Chay perdía humeando alrededor, Keaton lo
tenía para admirar al hombre. No contaba con la gran atracción física. Chay era magnifico, no
había nadie como él, maldita sea, el hombre era muy agradable.

Keaton no había estado con muchas personas antes. No era como que él fuera del tipo
musculoso y grande como para intimidar, pero era un hombre lobo muy poderoso. El hecho era
que había podido mantener a los lobos alejados de él cuando lo quería. Pero no con Chay. El
hombre no estaba en lo más mínimo intimidado. De algún modo dudaba poder disuadir a Chay.
Keaton podría enamorarse de Chay si se lo permitiera. Pero, ¿para qué? ¿Para ser su mejor
amigo? ¿Su amigo? La idea no le agradaba, porque de alguna manera sabía que sus sentimientos
por Chay serían mucho más profundos si se daba la oportunidad. ¿Y cuáles eran las
probabilidades de que los sentimientos de Chay progresarán hasta ese punto?

- Vamos, Pequeño, comamos, tengo hambre. Traje pepperoni extra. - Chay pasó junto a él,
cogiendo la caja de las manos de Keaton dirigiéndose a la cocina. Puso la caja en el mostrador y
comenzó a buscar en la alacena.

Genial. Keaton entró en la cocina y sacó un par de platos, que le entregó a Chay. Tenía
hambre. Tal vez después de comer podría explicarle por qué esto era una mala idea.

- ¿Quieres sentarte en la mesa? ¿O en el sofá? Parece que tienes trabajo sobre la mesa.

- Sofá. ¿Quieres un vaso para la cerveza?

- No. Estoy bien. - Chay se acomodó en el sofá y la comida en la mesa del café, llenó el
plato con la pizza. Abrió la lata de cerveza y le dio un trago largo. Tenía un fuerte y agradable
cuello. Un cuello que quería lamer y hundir sus dientes en él.

- ¿No comes, Pequeño? ¿O te quedarás ahí mirándome con el vaso en la mano?

Keaton cerró los ojos, cabreado consigo mismo por mirar fijamente a Chay y sus comentarios
arrogantes. Llenó el vaso con té helado y se sentó junto a Chay en el sofá.

Comieron en silencio. En cuanto terminaron, Keaton llevó los platos y la caja de pizza vacía a
la cocina. Cuando regresó a la sala, Chay estaba estirado en el sofá con los brazos en la espalda y
los pies extendidos frente a él. El hombre tenía largas piernas. Debía de ser, por lo menos, seis
pulgadas más alto que Keaton. A Keaton siempre le habían gustado los hombres altos.

Keaton se sentó en el extremo opuesto del sofá. Se suponía que debía de sacar a Chay de
aquí y no admirar su cuerpo. - Escucha, Chay. Agradezco que intentes arreglar las cosas. Pero no
funciona. Sería mejor si no nos vemos más.

Chay se inclinó hacia adelante y tomó la barbilla de Keaton en su mano.

Keaton estaba tan impresionado que sólo pudo quedarse allí sentado.

Chay estaba lo suficiente cerca de Keaton como para sentir su aliento sobre su piel. – Todo
esto es por el beso, ¿cierto? Lo siento. Solo me tomó por sorpresa. Nunca antes había besado a
un hombre.

18

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Asintió con la cabeza, su barbilla aún estaba en las manos de Chay. - Sí, pero eso no es–

Chay lo besó. Posó su boca sobre la de Keaton.

No podía estar haciendo esto. Tenía que detenerlo, pero su cuerpo se negó a escuchar. Lo
siguiente que supo fue como la lengua de Chay bordeaba sus labios. Keaton gimió y se abrió para
él, deslizando su lengua fuera permitiéndole jugar. Sintió los caninos de Chay con su lengua, y
luego el pinchazo en sus encías al alargarse sus propios colmillos.

Chay se alejó un poco, mordiendo el labio inferior de Keaton. Sus ojos eran otra vez los de un
lobo. – No está mal. Nada mal.

Keaton parpadeó, su visión se volvió monocromática. Gimió, inclinándose hacia delante,


prácticamente suplicando. ¿Qué tan patético era eso?

- Eso es Pequeño. No te resistas. – Chay sonrió y nuevamente beso a Keaton de manera


salvaje.

Dios, él no lo quería, lo necesitaba, pero... Quizás Chay podría desarrollar sentimientos por él.
Keaton retrocedió y se apartó de Chay. – Está bien, escucha. Quieres ser mi amigo,
conocernos mejor. Bien. Está en contra de mi buen juicio, pero está bien.

Chay sonrió y se deslizó más cerca a él.

Keaton extendió su mano. - Pero no hay más besos. Nada de toques, nada físico…

- ¿Por qué?

Si, ¿por qué? su polla quería saber. – Porque no nos estamos involucrando. Somos sólo
amigos.

La expresión de Chay decía, ―¿Quieres apostar?‖, pero asintió con la cabeza. – Está bien,
Pequeño. Si es lo que deseas.

La polla de Keaton intervino, diciendo que se callara la boca. La ignoró y frunció el ceño ante
Chay. – Mi nombre no es Pequeño.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Chay se acomodó en el sofá y su aspecto indicaba que no tenía intención de marcharse


pronto. Keaton no podía decidir si irritarse o sentirse aliviado de que Chay tratará de conocerlo
mejor.

Curiosamente tenían mucho en común. A ambos les gustaba la música country, pero a Chay
le gustaba más el have metal y Keaton no podía soportarlo. A Keaton le gustaban lo música clásica
y Chay no la toleraba. A ambos les gustaba el fútbol, pero tenían equipos favoritos distintos, le
gustaban los Jaguares y Chay era un fanático de los Cowboys. Muchos de sus alimentos favoritos
eran los mismos. Ambos cumplían años en el verano y les gustaba leer. A Chay le gustaban los
misterios y el romance erótico, Keaton prefería una buena biografía histórica. Incluso les gustaba el
mismo tipo de películas, comedias y acción, aunque Chay admitió el gusto ocasional por las
películas cursis. En general, la noche había sido una experiencia de aprendizaje.

19

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Después de tres horas de charla ociosa y conocer más el uno al otro, Chay miró su reloj. Se
levantó y se estiró. – Lamento marcharme, pero tengo a las diez el cambio de turno para cuidar a
los animales.

- ¿cuidar de los animales? - Keaton sabía que Chay era veterinario...

- Sip. tengo que ir a la clínica y asegurarme de que todo esté en orden. Tuve una cirugía esta
mañana y me entregaron algunos cachorros. Son tan lindos. El propietario está fuera de la ciudad,
por lo que todavía están allí. ¿Quieres verlos?

Oh, le gustaban los cachorros – (los gatitos en realidad) - pero no debería tentar a su suerte.
Había sido una buena noche a pesar de sus esfuerzos por arruinarla antes de comenzar. Sacudió
la cabeza. Chay rió disimuladamente, lo cogió de la mano y lo levantó. – No, no, Pequeño. Vi esa
mirada en tu cara cuando te hablé de los cachorros. Te vienes conmigo

- Chay, en realidad, no puedo. Tengo una clase mañana temprano. Y deja de llamarme
Pequeño.

Chay se limitó a sonreír. Maldición. Keaton se dijo que era mejor acostumbrarse al apodo.

- Está bien, te acompañaré a tu oficina, pero después tengo que volver a casa e ir a la cama.

Una de las oscuras cejas de Chay se levantó y apareció una sonrisa en sus labios.

Keaton sonrió. Buen Señor, este hombre será mi muerte.- Solo.

- No he dicho nada. – Chay se echó a reír y arrastró a Keaton a la puerta.

- Espera. Necesito mis llaves.

- Puedes pasar la noche en mi casa si no consigues entrar en la tuya.

- Ja, ja. ¿Quieres dejar de coquetear conmigo? – Keaton cogió sus llaves y siguió a Chay
hacia la puerta.

- ¿Es otra de tus reglas, Pequeño? ¿No tocar, no besar, ni flirtear?

- Te olvidas la de no llamarme Pequeño.

- Síp, no me gusta esa. Creo que no me gusta tampoco la de flirtear. - Chay abrió su
camioneta, pulsando el botón para abrirle el lado del pasajero.

Oh hermano. Si Chay iba a ignorar las normas que no le gustaban, Keaton estaba en grandes
problemas. Se deslizó en la camioneta y se colocó el cinturón de seguridad cuando Chay arrancó.
– ¿Cómo funciona eso? ¿Ignoras las reglas que no te gustan?

Los sensuales labios se arquearon. – Bueno… si. Quiero decir, hasta ahora ha funcionado.
Molesta jodidamente a mi madre...

Keaton sonrió. El hombre era mucho más. Su buen humor y actitud despreocupada eran
contagiosos.

- Hablando de mi madre…

20

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
¡Oh-oh!

- ¿Qué harás mañana por la noche?

Está podría ser la oportunidad de abrir la boca y meter la pata, pero no quería mentirle a
Chay. Si iban a tener alguna especie de relación, ésta tendría que ser basada en la honestidad. Y
en este punto necesitaba realmente ser honesto. - Lo mismo que hago cada noche. Terminar los
proyectos para mi clase, revisar los exámenes y luego leer o ver televisión. Así que básicamente
nada. ¿Por qué? ¿Puedo preguntar?

- Cenaré mañana en la noche con mis padres. Quiero que vengas conmigo. Para que
conozcas a mis padres.

Puso los ojos en blanco. Sabía que sería eso. - ¿Realmente crees que es una buena idea?

Chay asintió. - Creo que es una gran idea.

Keaton suspiró. - Sí. Oye mamá, papá. Este es Keaton. Sé que soy heterosexual, pero él es mi
compañero. Aún no sé qué diablos haré al respecto, pero lo manejaré lo mejor que pueda.

- Tendremos que trabajar en tu actitud pesimista, Pequeño. Eres de la clase que ve el ―vaso
medio vacío. – Chay se rió. – Te presentaré como mi amigo.

- Bueno... está bien, supongo. – Pues sí, había definitivamente metido la pata. ¿A qué
diablos había accedido?

21

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo cuatro
Cuando Pequeño bajó las escaleras de su apartamento la siguiente noche y se dirigió al
camión de Chay, la primera cosa que le vino a la cabeza a Chay fue mío. La segunda fue
maldición el hombre luce realmente bien. En algún momento de ayer, que Pequeño fuera un chico
dejó de ser un problema para él. Después de pasar la noche con Keaton y conocerlo mejor, y ver
sus ―ooh‖ y sus ―ahh‖ por los cachorros... de ninguna maldita manera Chay lo dejaría ir. Pequeño
era suyo y el hombre más joven iba a tener que lidiar con ello.

Aparte de tener pene, Pequeño era todo lo que había buscado en una pareja. A Chay
realmente le gustó el joven, se sentía intrigado por él. Si bien, tenía que admitir que la atracción
física instintiva de su compañero aún estaba presente, pero esa no era la principal razón para
querer quedarse con él.
Chay sonrió cuando Pequeño entró en la camioneta y cerró la puerta tras él.

Keaton llevaba un par de pantalones color caqui y un jersey azul, y olía endemoniadamente
bien. La polla de Chay se endureció dolorosamente. En realidad, su polla se había puesto dura
solo con la idea de ver a Keaton nuevamente. Quizás debería sentirse avergonzado sabiendo que
Keaton podía oler su excitación, pero no era así. Fue el destino. Por alguna razón, le habían dado
una pareja masculina e iba a disfrutar de ella. ¿Quién era él para cuestionar los poderes
supremos?
Tuvo suerte, algunos lobos nunca conocen a sus parejas.

- Hey, Pequeño. ¿Cómo estuvo tu día?

Keaton se echó a reír y sacudió la cabeza. - Puedo ver que voy a tener que encontrar un
apodo igual de molesto para ti, ¿no?

- ¿Por qué dices eso?

- Porque insistes en llamarme Pequeño. Y mi día fue bueno, gracias. ¿Cómo fue estuvo el
tuyo? – Keaton miró Chay de arriba a abajo, y luego tomó su cinturón de seguridad y se lo puso.

Chay miró hacia abajo y vio bulto en los pantalones de Pequeño. De alguna manera, se sintió
mejor sabiendo que no era el único afectado. El hecho de que, por una vez, Pequeño no le gruñó,
lo hizo sentir jodidamente bien. – Fue muy bueno. Estás de buen humor.

Keaton se encogió de hombros. – Supongo que es por comer comida hecha en casera.

- Hmm, ¿la idea de la ensalada de patatas de mi madre te excita?

Los ojos de Pequeño se abrieron cómicamente, sus labios se abrieron ligeramente y luego se
echó a reír. Y el chico, con esos brillantes ojos azul cielo ligeramente cerrados y de buen humor
era un maravilloso espectáculo.

22

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Bueno, no soy el único. - Pequeño miró hacia abajo, al regazo de Chay. - Aparentemente, es
una ensalada de patatas condenadamente buena.

Chay rió. Eso fue divertido. Pequeño era muy agradable cuando no estaba quejándose por
involucrarse con un ―hombre heterosexual‖.

- Oh, Dios. Espero como el infierno que no la cenemos esta noche. No creo que pueda
mantener la cara seria, si lo hacemos.

Pequeño asintió con la cabeza, todavía riendo. – También yo. Creo que no quiero explicárselo
a alguno de tus padres. - Se secó las lágrimas de sus ojos. - Hola, Sr. y Sra. Winston, gusto en
conocerlos. No es la comida algo gracioso... Chay quiere joder la ensalada de patatas.

- No es a la ensalada de patatas, Pequeño.

Pequeño parpadeó, con los ojos muy abiertos, y sus carcajadas se hicieron más intensas. -No
quiero explicar eso tampoco,

Sí, él tampoco. La sola idea de decirles quién era Keaton - para él - era una pesadilla. ¿Por
qué se reía tan duro?

Se detuvieron lo suficiente para que Chay echara a andar la camioneta en la carretera. -


Sabes, Pequeño, puede no ser una mala manera de romper con ellos. El menor de dos males, por
así decirlo. Quiero decir ¿qué es peor, que tu pareja sea un hombre, o la idea de tener una
erección por los alimentos?

- Buen punto. - Keaton guardo silencio durante un minuto. - No está pensando decirles,
¿verdad? – Su voz tembló ligeramente.

Chay lo miró. Pequeño se movió incómodo. - No, no todavía. Relájate. Te dije que lo haría
lentamente y lo haré. Tienes mi palabra. No voy a decir nada hasta que decidas qué está bien.

El ambiente tenso pareció disminuir un poco. - No estoy tratando de ser obstinado, Chay.
Sólo... es... no te gustan los chicos de esta manera y ahora, ¿dices que me quieres? Es un poco
difícil de creer. No tengo confianza, ¿sabes? No digo que estás mintiendo, pero...

Chay entendía. Había tenido un momento difícil averiguándolo por sí mismo. Sin embargo, una
de las cosas que tenía en claro, era la idea de estar con Keaton, de hacer el amor con él. Todo lo
contrario a la realidad. – No sé cómo explicarlo. Eres mi compañero y eso es todo lo que importa,
podemos afrontar el resto. – Pensándolo ahora bien, el sexo gay nunca le había disgustado,
simplemente había preferido a las mujeres. Pero, ¿qué le sucedía con Keaton?

Keaton tenía lo que había buscado en una pareja. De hecho mucho más en realidad... un trozo
adicional para ser exacto. Chay frunció los labios, pero logró controlarse rápidamente. De alguna
manera, dadas las circunstancias, no creía que Keaton compartiría su diversión. – Cuando era
pequeño solía soñar contigo.

- ¿Conmigo? – Pequeño chilló.

Chay asintió. – Sabía que mi pareja tendría los ojos azules y cabello rubio. – Sonrió con
cariño. – Mi madre solía decirme que de ninguna manera conseguiría una pareja blanca. Insistió en
que mi compañera sería una de nosotros, Apache o tal vez Lakota como ella. Pero yo sabía. No
me sorprendió cuando entré en esa habitación y vi la pálida piel blanca.

23

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Eres un perfecto mentiroso. – Pequeño río entre dientes.

- No, no lo soy. Solía soñar con mi pareja. Pelo como el sol, ojos como el cielo... es lo que
solía decirle a mi madre.

- No, no es eso. Creo que yo puedo decir que no he soñado contigo, pero siempre he tenido
una preferencia por los hombres que se parecen a ti. Me refería a mentir acerca de
no haberte sorprendido. Apuesto a que te asusté. Quiero decir que sé condenadamente bien que
me hubiera asustado de saber que a quien rescaté es mi pareja, una mujer convertida en lobo.

Chay sonrió. – Sí, Ok, estaba un poco sorprendido, y traté de averiguar cómo es que había
lobos hembras. Nunca había oído hablar de ninguna. Pero no me sorprendió tu pelo rubio.

- Yo hubiera huido. – Pequeño susurró.

- ¿Huh?

- Quiero decir, si mi pareja fuera una mujer, me habría marchado. Bueno, quizás no la
hubiera dejado, me habría asegurado que estaba bien, pero nunca le diría que yo era su
compañero.

Chay arqueó una ceja. Él lo había considerado brevemente, pero sabía que nunca podría
haberse alejado. Y no creía que Keaton pudiera hacerlo, la atracción era demasiado fuerte. –
¿Estás seguro de eso?

Pequeño asintió. – Sí, lo estoy.

Chay sonrió. – ¿Esta es tu manera de decirme que si yo fuera una chica me arrojarías a la
calle, Pequeño?

Keaton sacudió la cabeza, sonriendo. - ¿No me crees? Eres un hombre y estoy tratando de
botarte a la calle.

- Touché. Pero ¿adivina qué? No lo lograrás. No lo permitiré

Pequeño se comportó tranquilo después de eso, no lo refutó en lo absoluto. Chay lo tomó


como una buena señal y esperaba que Pequeño tarde o temprano se diera cuenta de que esto era
realmente verdadero.

Mientras se dirigían a la Reserva, Keaton comenzó a hacer preguntas. El hombre tenía un


interés real en la historia de la tribu, no era del todo sorprendente ya que tenía un doctorado en
historia.

- ¿Tienes los incisivos en forma de pala?

- ¿Huh? - Chay parpadeó. – ¿Cómo habían pasado de la historia de su tribu a los dientes?

- Tus dientes. Recorre con tu lengua la parte posterior de tus incisivos y ve si tienen una
curva, como una pala.

- Sé lo que son los incisivos. Quise decir ¿por qué?

- Es un rasgo de los pueblos indígenas.

24

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Se pasó la lengua por los dientes. ¿Bueno, no todo el mundo tiene incisivos? – Sí, los tienen.
- Genial. Keaton prácticamente rebotó.

A Chay le gustó ver lo emocionado que Pequeño se puso. Lo archivo en su memoria. Keaton +
historia = un eufórico y emocionado Keaton.

Después de eso, Pequeño soltó todo tipo de preguntas. ¿Hablaba Chay la lengua Apache?
¿Alguna vez participó en alguna de las danzas tribales y ceremonias? Y así sucesivamente. En el
momento en que llegaron a casa de los padres de Chay, éste temía ser disecado y puesto bajo el
microscopio.
Aparcaron frente a la casa de sus padres y Pequeño guardo silencio nuevamente. Chay Apagó
la camioneta y guardó las llaves. – ¿Qué sucede, Pequeño?

- ¿Y si me odian?

- No lo harán. Vamos. – Dios, esperaba no equivocarse. Su madre podía ser una verdadera
arpía a veces. Tenía un gran prejuicio contra los blancos. Abrió la puerta y salió. Por costumbre se
dio la vuelta y tomó la manija de la puerta de Pequeño.

Pequeño le frunció el ceño y abrió la puerta. – Puedo abrir mi propia puerta, Chay.

Chay se rió entre dientes, esperando un poco para decirle a Keaton que esto no era una cita y
que él no era una chica. Pero Keaton sólo movió la cabeza y caminó por el pasillo delante de él. Su
atención se concentró en ese culito balanceándose delante de él. Pequeño tenía un culo bonito.
Mierda. Su polla estaba dura nuevamente.

Pequeño se detuvo en el porche y giró la cabeza hacia él. - ¿Chay? ¿Vienes?

No aún, te burlas de mí, pero, puedes apostar a que seremos aún más cercanos. – Si. – Dio
un último vistazo al culo de Pequeño y trotó sobre el piso. Respiró profundamente, dispuestos a
relajarse, y abrió la puerta.

- Chay. – Joe Winston se levantó del sillón y cogió a su hijo en un fuerte abrazo, golpeándolo
en la espalda.

Chay jadeó dentro del aplastante abrazo, pero devolvió el gesto. - Papá, él es Keaton
Reynolds.
Dio un paso atrás y señaló Keaton. - Pequeño, este es mi papá.

Pequeño lo miró fugazmente y se volvió hacia el padre de Chay. Le ofreció la mano, bajó los
ojos y e inclinó la cabeza, mostrando su cuello como señal de respeto. – Gusto en conocerlo Mr.
Winston.

Los ojos de Joe abrieron como platos. – Hijo, por lo que mis sentidos me dicen, debería
mostrarte mi garganta. Eres un lobo muy fuerte, pero también es un placer conocerte. Por favor,
llámame Joe. Tú debes de ser el lobo que Chay mencionó el otro día.

Chay frunció el ceño. ¿Por qué su padre creía que Pequeño era un lobo fuerte? Su padre era
el beta de su manada. Él era muy fuerte.
Un momento. Él no le había dicho a su padre sobre Keaton, ¿cierto? – ¿Cómo te enteraste de
eso?

La frente de su padre se arrugó ligeramente. – Frank Red Hawk me lo contó. – Volvió a mirar a
Keaton y sonrió. – Así que, Keaton, ¿de dónde es eres?

25

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- De Georgia, sir.

- ¿Planeas quedarte aquí?

- Uh, tal vez. Quiero decir, por el momento. Mi trabajo está aquí.

- Joe le dio unas palmaditas en la espalda a Keaton y lo llevó al sofá. Lo empujó hacia abajo y
se sentó frente a él. – Háblame de ti, hijo. ¿Cómo está tu cabeza? ¿El disparo no fue demasiado
profundo? – Miró Chay.

Chay negó con la cabeza. ¿Qué demonios estaba haciendo su padre? El hombre siempre era
amable, pero nunca había tenido este tipo de interés por los amigos de Chay.

- Bien, bien. ¿No eres un adolecente?

Keaton parpadeó. Al parecer, Pequeño estaba tan confuso como Chay. – No, señor. Tengo
veinte y cinco años.

- Eres sólo un poco más joven que Chay. – ¿A qué te dedicas Keaton? Y por favor llámame
Joe. Somos familia después de todo.

- ¿Qué? – Chay no estaba seguro de quién chilló más fuerte, si él o Pequeño.

Chay se aclaró la garganta y preguntó nuevamente. – ¿Qué?

Keaton sólo miraba con los ojos muy abiertos.

Su padre lo miró con una gran sonrisa en su rostro. – Va a integrarse a la manada ¿no?
Quiero decir, él dijo que no iría a ninguna parte. Volvió a mirar a Keaton. – ¿Cierto?

Pequeño asintió, relajado un poco. – Si, señ… Joe.

Sip. El viejo estaba tramando algo, pero Rayos si Chay sabía lo que era. De ninguna manera
podría su padre saber que Keaton era su pareja. Chay se sentó junto a Keaton, viendo fijamente a
su padre.

Se sentaron allí durante varios minutos, Pequeño respondiendo preguntas sobre él, hasta que
su madre se asomó fuera de la cocina. – ¿Chay? ¿Dónde está tu nuevo ami—Oh. – Miró a Keaton
y caminó hacia Chay.

Chay evitó soltar un suspiro. Vamos, mamá, no digas ninguna mierda... por favor.

Keaton, se puso de pie, extendiendo su mano. – Sra. Winston, un placer conocerla. Soy
Keaton, un amigo de Chay.

Lena se sobresaltó, pero estrechó la mano de Pequeño. – Mucho gusto, Keaton. Admito que
no eras lo que yo esperaba.

- ¿Alguien un poco más alto? - Preguntó Keaton sonriendo.

- Alguien un poco más oscuro.

- Mamá. – Chay se puso de pie.

26

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Lena. – Joe hizo lo mismo.

- La cena está lista. – Lena dio media vuelta y volvió a la cocina.

Chay colocó una mano sobre el hombro de Pequeño. – Lo lamento. Ella es un poco, bueno,
ella no...

Joe dio unas palmaditas en los hombros Chay y Pequeño. – Lo que Chay trata de decir, es
que mi esposa es un poco prejuiciosa. Pero no te preocupes, hijo. Eres bienvenido en nuestra
casa. Ahora... vamos a comer. – Se dirigió lentamente a la cocina, dejando a Chay a solas con
Pequeño.

Pequeño arqueó una ceja de color marrón claro. – Podrías haberme advertido.

- Lo siento. No sabía que ella sería tan evidente. Después de todo, tolera mi amigo Remi.

- ¿Es blanco?

- Algo. Bueno... eso probablemente no cuenta ya que luce como Apache.

- Vamos, muchachos. La carne se enfría. – El gritó de Joe resonó por toda la casa.

Pequeño sonrió. – Me agrada tu padre.

Chay asintió. – A mi también. Vamos antes de que se coma toda la comida.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Incluso con la actitud distante de su madre, la noche había sido buena. Keaton pareció
relajarse y disfrutarla. El hombre podía ser realmente encantador cuando quería. Chay se
sorprendió mirándolo más de una vez durante la cena. No podía evitarlo. Keaton lo atraía como la
polilla a la llama. No podía esperar para enredar sus manos en los rizos rubios. Quería saber si ese
pelo era tan suave en la forma humana como lo era en la de lobo. Y esos ojos, maldita sea, tenía
bonitos ojos. Realmente brillaban cuando Pequeño reía. Y hoyuelos. Pequeño tenía hoyuelos.
Chay no los había visto antes. Por supuesto, podía ser debido a que no había visto muy seguido la
sonrisa de Pequeño.

- Me agrada tu familia, Chay.

Miró hacia el lado del pasajero de la camioneta, la mirada fija en ese rostro angelical. – Bien.
Creo que también les agradaste. Por lo menos a mi padre. Mamá... lo hará con el tiempo. – Eso
espero.

- ¿Lo crees? De hecho, no creo que me ayudara el hecho de reírme en su cara cuando me
preguntó si quería ensalada de patatas.

Ambos soltaron una carcajada. – Puede que tengas razón. Pero eventualmente, aceptará el
hecho de que eres un desafío a la melatonina.

Keaton se rió. – Sí, tal vez, pero algo me dice que cuando se entere que somos compañeros,
tendrá un problema más grande con mi pene que el que tiene por mi pigmento.

27

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay sospecha que Pequeño tenía razón. Entró en el estacionamiento del apartamento de
Pequeño y rodearon el edificio de Keaton. Se estacionó a un costado del auto de Keaton.

- Gracias, Chay. Disfruté la cena.

- Yo también, Pequeño. Yo también.

Cuando Pequeño tomó la manija de la puerta, Chay sujetó su brazo y lo jaló hacia él. Antes de
que Pequeño pudiera protestar, Chay hizo lo que había estado muriendo para hacer toda la noche.
Tomó la cabeza de Pequeño en sus manos, enredó sus dedos en los mechones pálidos e inclinó
su boca sobre la de Pequeño. Si, el cabello de Pequeño se sentía tan suave en su forma humana.

Pequeño dudó medio segundo antes de relajarse y permitirle continuar a Chay.

Tomó completa ventaja. Empujo su lengua en la boca de Keaton, tocando, probando,


devorando. Eso es bueno. El sabor embriagador de Keaton y, por Dios, cómo besaba ese hombre.

Cuando terminó, Chay se enderezó en el asiento, sintiéndose tan bien por lo obtenido, incluso
había chupado el labio inferior de Keaton.

La polla de Chay se endureció como una jodida roca. No podía recordar ponerse duro tan
rápido antes. Tal vez en su adolescencia, pero no recientemente. Si no lo detenía ahora, no lo
haría. No es que fuera malo, pero se lo había prometido. Retrocedió jadeando por la falta de aire.

Pequeño lo imitó, poniendo su cabeza sobre el hombro de Chay, respirando con dificultad.
Chay cedió una última vez y enredó los dedos en el cabello Pequeño. – Lo siento, Pequeño. Perdí
la cabeza.

Keaton asintió. – Sí, es-es-esto... es lo que se supone que no debemos hacer.

Chay sonrió. Un Pequeño tartamudo era muy lindo. Chay quería continuar y ver si podía hacer
que Pequeño tartamudeara un poco más, pero estaba bastante seguro de que Keaton no le
permitiría besarlo nuevamente. Chay se conformó con una caricia en esa pálida mejilla.

Pequeño disfrutó la caricia por un segundo, después abrió la puerta y salió.

Chay bajó la ventanilla. – Mañana por la noche, partida de póquer.

Keaton se detuvo a medio camino y giró. - ¿Huh?

Chay sonrió, poniendo el camión en reversa. - Nos vemos mañana alrededor de las seis. Voy
a llevarte a cenar y después juagarás una partida de póker conmigo.

Pequeño sacudió la cabeza cuando Chay comenzó a subir la ventanilla. De ninguna manera
iba a permitir que el hombre le dijera que no. - Seis de la tarde. Prepárate bebé… - Sacó su trasero
del estacionamiento con una gran sonrisa en el rostro. Tarde o temprano Keaton se daría cuenta
de sus trucos, pero, sería jodidamente divertido mientras durara.

28

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo cinco
Cuando tocaron a su puerta, Keaton sonrió, y se arrepintió de hacerlo. Se había dicho que no
iba a emocionarse cada vez que Chay viniera. Pero no podía evitarlo, cada vez que Chay se
presentaba lo sentía como una pequeña victoria, por no mencionar el hecho de que Chay había
cumplido con su palabra y realmente llegó a la hora acordada. Jonathon nunca lo hizo. Chay ya
había demostrado ser mejor que Jonathan. Le había dicho a Chay que le daría una oportunidad, y
por Dios que lo haría, y eso incluía no compararlo con el ex – bastardo – novio.

Llamaron a la puerta de nuevo. – Pequeño. Sé que estás ahí.

- Vamos. - Keaton intentó controlar un poco su emoción y fue directo a la puerta. Realmente
le gustaba que Chay fuera difícil de disuadir. Le daba una pequeña esperanza. Tal vez Chay
podría quedarse a su lado. Keaton negó con la cabeza. No volvería a equivocarse, no nuevamente.
Había un largo camino por recorrer, y él lo sabía. A Chay le gustaba ahora. Eso no significaba que
el hombre se quedaría una vez que sus amigos y familia comenzaran a ejercer presión sobre él.
Abrió la puerta y Chay casi cayó sobre él.

- Hey, Pequeño. - Chay sonrió y lo sujetó de la nuca para acercarlo a él y besarlo.

Keaton se derritió enredando su lengua con la Chay, hasta que su cerebro lo pateó.
Desafortunadamente, también lo hizo su polla. El beso, el aroma de Chay, todo estaba en su
contra. Su polla se endureció en un segundo.
Retrocedió jadeando sin aire. Cuando miró hacia arriba, los ojos de Chay habían cambiado a
los de lobo.- Chay.

- ¿Huh? - Su mano acariciaba la mejilla de Keaton, pero su mirada no se despegaba de sus


labios. – Tienes unos preciosos labios, Pequeño.

La polla de Keaton vibró. Maldito. ¿Cómo podía ser indiferente a eso? El hombre no podía
fingir el cambio en sus ojos o una erección, Chay lo quería. Y el cuerpo sobre-hormonal de Keaton
reaccionó. Con los ojos nublados, Chay intentó besarlo nuevamente. Retrocedió con un gemido y
parpadeó varias veces, tratando de recuperar el control. Nunca había sentido una atracción física
tan grande por alguien. - Chay, pensé que iríamos por algo para comer.

Chay parpadeó y se echó atrás, el aturdimiento se reflejaba en su rostro. - Oh, sí. Si. Tenemos
que comer. En los juegos de póker por lo general solo se bebe. Así que es mejor tener algo en el
estómago antes de ir. – Se hizo a un lado y permitirle salir a Keaton, se aseguró de cerrar la puerta
con llave.

- No bebo, ¿recuerdas?

- ¿Ni un poco?

Keaton sacudió la cabeza. – No. Hago cosas estúpidas cuando bebo.

29

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay sonrió y abrió la puerta del lado del pasajero de su camioneta para Keaton. - ¿Como
qué?

Keaton rodó los ojos ante la puerta abierta, pero no dijo nada. Se sentía ridículo por que le
abriera la puerta, pero también era agradable, por lo que optó por callarse y no decirle nada. – Me
rio tontamente. ¿Sabes que el beber da una sensación de mareo? Bueno, yo me siento aterrado
por caerme, por lo que me arrastro.

- ¿Te arrastras? - Chay cerró su puerta y se apresuró a abrir la del lado de Keaton. ¿En el
suelo, a gatas?

- Sí. ¿Hay alguna otra forma de arrastrarse, además de andar sobre tus rodillas?

- Uh, no, pero la visión de ti arrastrándote por el suelo con ese bonito culo tuyo en el aire,
debe ser muy buena…

Keaton se atragantó. ¿Chay pensaba que tenía un bonito culo? Infiernos, se preguntaba que
haría Chay si se lo ofreciera. No. Mal. Se suponía que debía tomar las cosas con calma. - Uh,
¿Chay?

- ¿Sí?

- Déjalo.

- Sí, buena idea, lo siento. Supongo que necesito calmarme, no creo que los chicos aprecien
que llegue a la noche de póker con una erección.

Sí, eso es a lo que Keaton le temía, y él también estaba jodidamente duro. Dios, ¿en qué se
había metido? Noche de Póker con un grupo de hombres heterosexuales. Oh Buen Dios. - Esto es
una mala idea.

- No, no lo es. Conocerás a mis amigos gradualmente.

- Chay, soy un antisocial. No me llevo bien con los demás.

- Lo hiciste bien con mis padres.

- Sí, pero son mayores. Y no fue exactamente bueno con tu madre. De todos modos, siempre
me he llevado bien con las personas mayores. Pero con la gente de mi edad... soy un nerd.
Prefiero estar en casa leyendo o viendo un documental sobre las tácticas de campañas militares de
la Guerra Civil. Incómodo a la gente.

Chay rió. - ¿Estás tratando de decirme que te estás perdiendo un programa sobre la Guerra
Civil?

- No. Lo deje grabándolo.

- Estarás bien, Pequeño. Y para dejarlo en calor, a mi no me incomodas.

Keaton resopló. - Sí, pero tú eres extraño. Incluso eres un lobo y no te intimido.

- ¿Qué quieres decir? - Chay lo miró con las cejas fruncidas.

- Chay, la mayoría de los lobos se alejan de mí. ¿No viste la reacción de tu papá?

30

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Se encogió de hombros. - Dijo que eras fuerte.

Es cierto, pero él lo había mencionado. La mayoría de los lobos sentían la fuerza de Keaton y
lo evitaban. Chay fue una excepción. - ¿Tus amigos son miembros de la manada?

- No. Sólo uno de ellos, Bobby. El resto no tienen ni idea de que existen los hombres lobo.

Keaton suspiró. No estaba seguro de si eso era bueno o malo. Al menos lobos no lo
molestarían.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Después de la cena pasaron por la tienda a comprar un six de cervezas y un poco de agua
para Keaton, y luego se dirigieron la casa de un amigo de Chay. Luego de una serie de
presentaciones rápidas se sentaron a jugar póquer. Había sólo tres amigos de Chay. Bobby, el
único lobo además de ellos, Simón, el dueño de la casa y Remi.

Remi era, bueno, era otra cosa. Lucia como Apache, su largo cabello negro le llegaba al
hombro, pómulos salientes y hermosa piel bronceada, pero poseía los ojos más verdes que Keaton
jamás había visto. Le recordaron a los Olivos. Y su cuerpo... era de la misma estatura y
constitución a la de Chay. Yum. De hecho, el hombre podría ser el clon de Chay visto de espalda.
Era simplemente magnifico. Desafortunadamente, era uno de los más grandes bastardos que
Keaton había conocido.

Estaban jugando Texas Holdem y hablando de deportes cuando Remi puso sus fichas sobre sus
cartas, saliendo así de la redonda, y se recostó en la silla. Su atención se centró en Keaton. – Así
que, Keaton, ¿alguna vez saliste con alguna de las chicas de la universidad en la que enseñas?

Sabía que esto sucedería, no eso específicamente, pero si una pregunta sobre su sexualidad
o algo similar con la cual obtener de manera indirecta una respuesta. Remi había estado
observándolo toda la noche, haciendo comentarios maliciosos aquí y allá. Keaton miró Chay.

Chay se encogió de hombros y regresó la vista a sus cartas.

- No, no lo he hecho. No es ético que un profesor salga con sus alumnos. Pueden
despedirme por eso.

Remi bufó. - Vamos. Está bien, ¿pero no lo has pensado? Quiero decir ¿Cómo puedes no
hacerlo?

Keaton rodó sus ojos. – Nunca. Me gusta mi trabajo.

- Lo sabía. Eres un marica.

- Remi.- Chay, Bobby y Simon le gritaron a la vez.

31

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton sonrió. Sabía desde el momento en que accedió a venir con Chay que esto podría
suceder. No era que se comportara como una reina o algo así, pero su tamaño y apariencia juvenil
siempre hacían pensar a los heteros machistas ―gay‖. Que él lo era, pero... bueno, sí que lo era,
por lo tanto era un punto discutible. Tenía toda la intención de responder en forma afirmativa, pero
antes de hacerlo la mesa tembló ligeramente.

Remi se levantó de un salto, mirando furioso a Chay. – ¿Por qué mierda hiciste eso?

Chay se puso en pie, mirándolo de igual manera. – Deja de ser un idiota. Te has comportado
como una mierda con Keaton desde que llegamos aquí. Primero lo llamas cobarde por no beber,
ahora... deja de ser un imbécil.

Simon arrojó sus cartas sobre la mesa y miró a los dos hombres. – Déjalo Chay, siempre ha
sido un gjilipollas desde la escuela primaria. – Miró a Keaton. – Lo siento, hombre. Simplemente
ignóralo. No lo tomes demasiado personal. Remi es un idiota con todos.

Bobby le dio a Keaton una mirada de disculpa y se aclaró la garganta. – Uh, ¿Chay? ¿Remi?

- ¿Qué? – Ambos respondieron. Ninguno de ellos se movió una sola pulgada. Sopesando la
idea de golpear el uno al otro.

- ¿Jugaremos o no? – Bobby preguntó.

Chay suspiró y se sentó. – Sí.

- Hey, yo solo jugaba. Chay es el que ha saltado sobre mí. – Remi tomó asiento. Le dio una
última mirada a Keaton y tomó un trago de su cerveza

Las cosas se calmaron durante unas tres rondas más, después de eso Remi comenzó de
nuevo. Subió la apuesta un dólar y miró de Chay a Keaton. – ¿Dónde conociste a Chay?

Keaton miró a Chay, y de nuevo a Remi. – En su clínica. Le lleve un herido, un perro.

Bobby se movió un poco en su asiento. - Tú eres el lob-perro... Me refiero a que ¿tú eres quién
llevó al perro? Mi hermano lo mencionó la otra noche. Escucho del guardabosque que alguien
disparó a un perro y Chay lo atendió. Me alegra que lo hiciera. Las autoridades tienen que tener
eso en cuenta, no podemos tener gente a nuestro alrededor que le dispara a los perros.

Keaton asintió. Primero, Joe Winston, y ahora Bobby. Al parecer, a la manada de Chay le
gustaba cuchichear. – Ese fui yo.

- ¿Ya conociste a Jasmine? – Remi preguntó con una sonrisa.

- ¿Jasmine? – Keaton arqueó una ceja.

Chay se aclaró la garganta y abrió la boca para hablar, pero Remi le interrumpió. – La novia de
Chay.

¿Qué? Keaton trató de no reaccionar, pero no estaba seguro de que tanto lo consiguió, sintió un
puñetazo en el estómago. El aire no llegaba a sus pulmones. ¿Puede una persona perder el
conocimiento a causa del dolor? No miró Chay. No podía. Sacudió la cabeza y le sonrió a Remi.

32

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- No, no lo hecho. Tal vez Chay me la presente después, podríamos tener una cita doble en
algún momento. – Está bien, fue mezquino, pero no estaba contento con Chay en el momento. Él
podría haberle dicho a Keaton sobre su novia.

- No, no podemos, porque Jasmine no es mi novia. Salimos exactamente un par de veces.


Eso no constituye una relación.

- Pero te la cogiste. – Remi sonrió tan grande que sus blancos dientes brillaron, y alternó la
mirada entre Chay y Keaton.

Oh, Dios. Keaton se sentía mal del estómago. Lógicamente, él sabía que Chay no era virgen.
Incluso sabía que había estado con mujeres, pero ¿por qué le dolió tanto oír al respecto? Él no
tenía ningún derecho sobre Chay... no realmente.

¿Chay había estado yendo en serio con esta mujer antes de que Keaton apareciera en la
mesa de operaciones?

Chay se recostó en la silla y tomó un trago de su cerveza, actuando ante todos como si la
conversación no fuera importante. Aunque Keaton podía oler el aroma de inquietud emanado de él.

Es irritante. – ¿Está prácticamente comprometido con todo el que jode?

Remi se encogió de hombros. – Ok, buen punto. – Recogió sus cartas y los miró de nuevo, sus
ojos brillaban sobre ellas, y Keaton podía sentir su mirada sobre él.

No tenía idea de cuál era el problema de Remi, pero el hombre realmente lo tenía en contra de
él. Esto no molesto a Keaton, hasta que Remi y Chay comenzaron a recordar – (por insistencia de
Remi, por supuesto) – dejando en claro que los dos habían sido amigos durante mucho tiempo.

En el momento en que se marcharon, Keaton se sentía francamente desanimado y para


empeorar las cosas, el regreso a casa lo hicieron en completo silencio. No es bueno.
Keaton sabía que Remi lo había molestado a propósito, y maldita sea, lo había hecho muy
bien. El hombre había sacado a la luz lo que ya sabía desde el principio. Él no pertenecía al mundo
de Chay.

De algún modo, después de la reunión con los padres de Chay, el había estado imaginando
sobre la idea de que todo sería más relajado después de que Chay asumiera ―la cuestión gay‖. Lo
cual era una estupidez por varias razones. Número uno, a él realmente le importaba Chay. Chay
era una buena persona, de ninguna manera estaba dispuesto a ver como la vida del hombre se va
a la mierda por su culpa. Número dos, Chay sería miserable siendo un paria de sus amigos y
familiares. A diferencia de Keaton, el hombre era un ser social, que le gustaba la gente. Número
tres, al infierno, la número tres en realidad no importaba, porque la número uno y dos hicieron a
Keaton cambiar de opinión.

- Pequeño, lo siento. No sé qué se le metió a Remi esta noche. Por lo general no es tan
desagradable....

Keaton suspiró. Maldita sea, le había pedido a Chay que dejara de llamarlo Pequeño. ¿Qué
mierda era eso? – No te preocupes, Chay.

La camioneta se detuvo junto al coche de Keaton. – ¿Y si mañana conseguimos algo para


comer aquí y vemos el documental que grabaste?

33

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Cerró los ojos y presionó su frente contra la ventana. Sería fácil aceptar y no estar en casa
mañana, cuando Chay llegara hasta aquí, pero él no era un cobarde. – No. No creo que sea una
buena idea. – Miró a Chay. – Esto no está funcionando, Chay. Tenemos que seguir adelante.

- ¿Qué? No jodas, Pequeño. No me alejarás solo porque mi amigo fue una mierda contigo.

¿Por qué no podía ser esto fácil? Keaton debería haber sabido que quien estuviera destinado
a ser su compañero sería igual de obstinado que él. Por otra parte, habría pensado que su
compañero sería gay también. – Chay, no voy a discutir contigo sobre esto. No quiero volver a
verte. Adiós. – Salió de la camioneta y no regresó. Hizo todo el camino a su apartamento y se
apoyó contra la puerta antes de comenzar a cuestionar su decisión.

Esperaba como el infierno estar haciendo lo correcto para que su corazón no doliera. Apenas
conocía a Chay, pero la idea de no volver a verlo lo destrozaba como un cuchillo.
Keaton se deslizó por la puerta y abrazó sus rodillas, con la cabeza apoyada en ellas. ¿Por
qué todo en su jodida vida tiene que ser complicado? ¿Por qué Chay no puede ser gay? ¿Por qué
tenia que querer a ese hombre en tan poco tiempo? Dios, su pecho dolía... mal. Su nariz estaba
tapada por lo que respiraba dificultosamente y sus estúpidos ojos estaban borrosos.
Joder. Estaba llorando.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Chay se quedó sentado, aturdido, durante unos cinco minutos, antes de que la ira se hiciera
presente. No iba a hacer esto cada vez que Pequeño se molestara por algo. Pronto Pequeño
entendería que esto era lo mejor. Chay salió de su camioneta y subió las escaleras hasta el
apartamento de Keaton. Ni siquiera se molestó llamar. Sabía que Pequeño podía oírlo, olerlo. –
Keaton, abre la maldita puerta.

La cerradura giró y la puerta se abrió. El ceño fruncido de Pequeño apareció por la rendija de
la puerta. – ¿Por qué sigues aquí?

¿Los ojos de Pequeño estaban rojos? ¿Olía lágrimas? Chay lo empujó y entró en el
apartamento. – Porque mi compañero está haciendo una rabieta.

- ¿Qué? – Pequeño cerró la puerta, se dio la vuelta y se apoyó en ella. – No estoy haciendo
una rabieta. ¡Maldita sea, Chay! No lo puedes asimilar con esa cabeza dura tuya... Tú no me
quieres.

¿Qué? – No tienes ninguna idea de lo que yo quiero. Puedes ser un maldito genio, Dr.
Reynolds, pero no lo sabes todo. ¿Por qué no lo entiendes? – Tomó dos puñados de esos
gloriosos rizos platino y acercó la cara de Pequeño a la suya. Fue más brusco de lo que debería
ser, pero se consideraba con derecho. Estaba molesto. Inclinó su boca sobre la de Pequeño. Su
lengua se hundió apoderándose de la boca de Keaton, ahogando sus protestas. – Entiéndelo
Pequeño.

Sorprendentemente, Pequeño le devolvió el beso. Sujetó los antebrazos Chay e hizo un dulce
gemido que fue directamente a la polla de Chay. Maldición, que dulce sonido.

34

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Rompió el beso con la mirada fija en su compañero. Keaton había estado llorando. Había
lágrimas en su rostro. Chay relajado su agarre sobre el pelo de Keaton. ¿Qué más podía decirle al
hombre para llegar hasta él? Finalmente se decidió por la verdad. – Siempre te he querido. He
deseado a un compañero desde que tenía cuatro años. Y siempre has sido tú. Yo no lo sabía al
principio, pero lo hago ahora. – Pasó la mano por ese rostro angelical sintiendo la mejilla de
Pequeño. – Yo soñaba contigo. Con este rostro. – Se inclinó y besó la mejilla de Pequeño, donde
había acariciado. – Con estas pecas. – Sus labios rozaron el puente de la nariz de Keaton. – Estos
impresionantes ojos azules. Este pelo tan rubio. Eras tú. ¡Dios mío, eres precioso!

Keaton gimió de nuevo y deslizó sus brazos alrededor del cuello de Chay.

Chay gimió. Joder, estaba tan duro. Su polla se sentía tensa contra sus pantalones, lo que le
molestaba como el infierno. Antes de sellar sus labios, Chay mordió el labio inferior de Pequeño.
Esta vez el beso fue sensual, destinado a explorar y saborear, no a castigar. Trazó cada
centímetro de la boca de Pequeño antes de buscar la lengua. Él tomó y Keaton dio. Era dulce y
excitante.

Chay olía lágrimas nuevamente y retrocedió, mirando hacia abajo a Pequeño. Los ojos de
Pequeño se llenaron de lágrimas. Chay parpadeó, dándose cuenta de que todo apareció en blanco
y negro, sus ojos habían cambiado.

- Tú no me quieres. – Pequeño sacudió la cabeza. - Y yo no te quiero. Vete a casa Chay. –


Pequeño intentaba alejarlo, pero sus palabras sonaban opacas.

Maldita sea, el hombre era terco. Su cuerpo y el corazón, decían una cosa y su mente otra.
Era demasiado analítico para su propio bien.

Chay sonrió. Pequeño era perfecto. Abso – (jodidamente) - lutamente perfecto. Terco,
hermoso, divertido, inteligente... él era todo lo que siempre había querido Chay. – Si no me
quieres, ¿por qué estás tan jodidamente duro? – Chay sujetó el duro pene a través de los vaqueros
de Keaton, probando su punto. No estaba seguro de quién de los dos gemía más fuerte. Keaton
estaba duro y, maldita sea, Pequeño, no era pequeño allí. Chay lo sujeto y comenzó frotar.

Pequeño cerró los ojos y se empujó en la caricia. – Debido a tus feromonas, estúpido. Odio tus
feromonas.

Chay se echó a reír y se apoyó en el joven, apretando su pequeño cuerpo contra la puerta. –
Mis feromonas te odian también. – Acarició el cuello de Pequeño, mordisqueando y lamiendo.

Pequeño le hacía lo mismo, y ahí estaba ese dulce sonido nuevamente. Sacó la polla de
Keaton, hurgando en los pantalones de Pequeño. Se sentía duro como una barra de acero.
Desabrochó los vaqueros y los deslizó hacia abajo de las caderas de Pequeño.

Keaton jadeó, retrocedió y parpadeó mirando a Chay.

Retrocedió también, mirando la polla gruesa que había revelado. Gimió sin poder evitarlo.

Keaton era tan grande como él, y Chay no era un hombre pequeño según los estándares de
nadie. No podía decidir si era una cosa buena o no. Sin embargo, era estéticamente agradable.
Nunca había considerado a las pollas bonitas, pero la de Pequeño lo era. Larga, gruesa, con un
tinte rojizo atractivo en la misma y curvada hacia el vientre ligeramente. Su pubis era del mismo
color platino hermoso como en la cabeza.

35

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay envolvió su mano alrededor de la bonita polla, deslizándola hacia arriba y abajo,
ligeramente, antes de sujetarla firmemente. Su propia polla dio un pinchazo dentro de sus
ajustados vaqueros. Había hecho esto antes, a su compañero de la universidad, pero no había
sido tan excitante.

La polla de Pequeño latía en su mano, comenzando a escurrir el pre semen de él. Saber qué
Pequeño estaba duro por él era un poderoso afrodisíaco. Demonios, Keaton había dado un giro
inesperado. Todo en el hombre atraía a Chay. Keaton lo hacia querer cosas que nunca había
admitido, ni siquiera sí mismo.

Pequeño se retorcía, los ojos muy abiertos, lo blanco engullido por el azul, su visión de lobo. –
¿Chay?

Chay continuaba acariciando. Lento y suave al principio, luego más rápido cuando las caderas
de pequeño se inclinaron hacia delante, jodiendo su mano. Capturó la boca de Keaton, la lengua
empujando profundo, sumergiéndola dentro y fuera al mismo ritmo de su la mano. Sus dientes
picaron sus encías cuando sus caninos se alargaron.

Necesitaba un alivio, pero no iba a dejar ir a Pequeño para conseguirlo.

Tenía a Keaton justo donde quería, se retorcía jadeando y gimiendo. Fue la cosa más atractiva
que Chay había presenciado jamás. No podía recordar estar tan caliente por nadie más... nunca.
Nunca había perdido el control de su estado de lobo con nadie más de Pequeño. Ninguna mujer
había hecho que sus dientes y ojos cambiaran. Se apretó contra Keaton, moliendo su polla contra
la cadera de Keaton, mientras seguía bombeando la polla de Pequeño.

Pequeño estaba por terminar. Sus movimientos eran erráticos, su corazón se había acelerado
y sus gemidos subieron de tono. Por último, Pequeño se retiró. Sus ojos miraban a los de Chay. Su
espalda se arqueó contra la puerta y un gemido gutural surgió de su pecho cuando terminó.

El intenso olor de semen llenó el aire cuando Pequeño terminó en la mano de Chay. Pequeño
se deslizó por la puerta, sentado, jadeando.

Chay mordió su labio inferior, sus bolas estaban increíblemente apretadas ante la vista de
Keaton tendido a sus pies, con los jeans abiertos, la polla fuera, y las gotas de esperma todavía se
aferraban a él... a los vaqueros y la parte inferior de la camisa también. Joder, el hombre es sexy.
Chay apoyó la cabeza contra la puerta. Estaba demasiado cerca y no quería conducir a casa con
los pantalones pegajosos. Respiró profundó y cerró los ojos, concentrándose en la fría puerta
debajo de su cabeza.

No estaba seguro de cuánto tiempo se quedó allí, pero un rumor sonaba por debajo de él y
luego los dedos de Pequeño comenzaron a abrir la bragueta de sus pantalones. – Pequeño, ¿qué–

Keaton tiró de los pantalones y bóxers hasta sus rodillas en un solo movimiento. Inmediatamente
su polla estaba envuelta en un calor húmedo. - Oh, mierda.

Pequeño agarró su culo, instándolo a moverse. Pequeño deslizó la mitad en su boca y


retrocedió tomando más de la polla de Chay. Se sentía condenadamente bien. Esta iba a ser la
más corta mamada de la historia.

36

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Miró hacia abajo sólo para encontrar ese rostro angelical que apareció ante él, las mejillas
suaves abultadas de Pequeño por estar chupando. Aquellos grandes ojos azules cielo sostuvieron
su mirada. Entonces, Pequeño hizo lo más sorprendente, tomó cada centímetro de la polla de
Chay en la boca y tragó. La visión de la nariz pecosa enterrada en los rizos oscuros por encima de
su polla fue la gota que colmó el vaso. Chay estaba perdido. Sus pelotas se apretaron, sacudió su
polla en la boca de Pequeño y se vino. - ¡Keeeeaton!

Pequeño tragó hasta la última gota. No soltó la polla de Chay hasta que estuvo completamente
limpia. Chay decidió en ese momento que el hombre era un Dios.
Se deslizó hasta el suelo y terminó tumbado junto a Pequeño. Lo sujetó de los brazos tirando
de él, sosteniéndolo con fuerza, y besó la parte de atrás de su cuello.

- ¿Supongo que esto significa que no te irás? – Pequeño se acurrucó junto a Chay.

- No. Es mejor que te acostumbres a mí en tu vida. Estoy aquí para quedarme.

- No va a ser fácil. Probablemente terminaras odiándome.

- Nada de lo que vale la pena es fácil. - Chay besó la nuca de su compañero de nuevo y lo
apretó a un más. - Nunca podría odiarte, Pequeño. Mis feromonas, por otra parte, no pueden
resistirse a tu culo.

37

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Seis
Keaton, finalmente cedió al insistente tirón en la pierna de su pantalón y cerró su libro. Chay
estaría aquí pronto de todos modos. Se acomodó las gafas en la nariz y se apartó de la mesa para
mirar hacia abajo su reciente regalo. Le sonrió a los grandes ojos dorados que lo observaban.
Chay había le había traído el día de ayer un pequeño cachorro Golden Retriever1 después de
haber salido del trabajo.

Después de su episodio – como Chay lo llamó – Chay comenzó a traer regalos. Keaton le
había dicho que se detuviera, pero como de costumbre Chay no escuchó. El primer día trajo un
libro sobre la historia y cultura Apache. Al día siguiente fue un libro sobre la historia y cultura Sioux.
Anoche Chay le dio un cachorro. Keaton, a su vez se había aficionado por hacer cosas para Chay.
Él había comprado el nuevo libro de misterio de una serie que había leído y una bata de laboratorio
nueva, porque él era suyo, bueno ―puack‖, sólo Dios sabía qué lo era.

La noche del ―episodio‖, había aceptado a regañadientes olvidar la posibilidad de que su


relación no funcionaba. A su vez, Chay, había declarado un hecho, eran una pareja. Así que ahora
Chay lo volvió a cortejar – lo que era una tontería teniendo en cuenta que el mismo Chay había
dicho que esto no era una relación de prueba, que era real – y él a su vez cortejaba a Chay. Chay
pensó que ayudaría a llegar a conocerse y hacer a Keaton menos ―nervioso‖. Era casi como un
verdadero comienzo de una relación, como una cita real, sólo ellos lo sabían, o eso es lo que
esperaba de cualquier manera.

Keaton todavía tenía sus dudas, pero estaba tratando con ellas. Él amaba verdaderamente
estar alrededor de Chay y él realmente le gustaba. Ok, quizás algo más que gustar. Cosa que le
molestaba, porque Chay podría fácilmente convertirse en todo para él. Infierno, ya estaba a mitad
de ese camino, pero Keaton trataba de no pensar en ello. Estaba siguiendo el ejemplo de Chay al
ir con él. No dudaba de la sinceridad de Chay tanto como de los factores externos. Una de las
cosas que había aprendido sobre Chay es que era honesto hasta la exageración, incluso cuando
se trataba de decirle que sus zapatos eran feos, - lo que hizo el otro día - si el hombre decía que se
mantendría su alrededor, Keaton estaba seguro que realmente quería decir eso.

El cachorro le dio otro tirón al momento que llamaron a la puerta. – Esta abierto, Chay.

La puerta se abrió y la cabeza oscura de Chay asomó por ella mirando a su alrededor. Keaton
supuso que tratando de encontrar al cachorro.

1
El Golden Retriever es una raza de perro relativamente moderna y popular, sobre todo en Estados Unidos y
Europa. Con sus características de perros cobradores como, sabuesos, bloodhound y spaniel de agua, es un
hábil perro de caza con habilidades para rastreo.

38

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Está por aquí. – Señaló al perro que tiraba de sus vaqueros.

Chay sonrió y salió por la puerta. – Hola, Pequeño.

El cachorro se soltó de los pantalones de Keaton y corrió hacia Chay, agarrando


inmediatamente la pierna de su pantalón, gruñendo y sacudiendo la cabeza como un demonio.

Chay se echó a reír y se dirigió, - con gran dificultad, debido a la sensación de tirantez,
gruñendo en sus pies – a Keaton. – ¿Ya tiene nombre? – Le dio a Keaton un rápido beso en los
labios.

Keaton sonrió y le devolvió el beso. Todavía le sorprendía lo cómodo que Chay se sentía con
él. La mayoría de los hombres tendrían una crisis de identidad importante en la misma situación,
pero no Chay. Chay era feliz como un cerdo en la mierda. El hombre parecía tan cómodo en su
propia piel que era casi repugnante. – Pita.

Chay parpadeó. – Peta, como en el ¿pueblo étnico para el tratamiento de los animales?

- Nop. Pita, como en ―Dolor en el culo‖.2

Chay se echó a reír y miró hacia abajo a Pita, sacudiendo la pierna un poco, jugando a tira y
afloja. – Le queda perfecto. – Chay sacó una silla y se sentó. – ¿Lo mantuviste toda la noche?

- Lo Habría hecho, pero es inteligentes y se subió en la cama conmigo.

- Es muy valiente. ¿No se orinó en la cama?

- No, tuvimos una larga y agradable charla sobre lo que les sucede a los cachorros que se
hacen dentro de la casa.

Chay sonrió y agachó la cabeza bajo la mesa. El rugido se había detenido. – ¿Qué es ese
olor…? ¿Estás seguro de que habla inglés? Porque acaba de hacer en la casa.

- Oh, maldición. – Había estado sacando al patio a Pita cada hora. Keaton miró el reloj.
Mierda, había estado envuelto en la lectura del libro Apache que Chay le había dado y se había
olvidado de sacar a la plaga al exterior. Miró a Pita y señaló. – Perro malo. – Agarró el cachorro por
el cuello, le mostró el charco y le aplastó el trasero en él y lo llevó afuera. Pita había hecho todos
sus negocios dentro, porque una vez que Keaton lo dejó fuera la plaga se abalanzó sobre un
saltamontes. Keaton sacudió la cabeza.

Olió a Chay, antes de oír cerrarse la puerta. Dos manos se posaron en sus hombros y
comenzaron a masajear. – Limpié el charco.

- Gracias.

- De nada. Tenemos que ir con John, el líder de mi manada, en aproximadamente una hora.
– Chay se inclinó y besó su nuca, antes de enderezarse.

Eso estuvo bien. Keaton se estremeció ante la sensación. Y vaya si su polla no se elevó hacia
arriba. Bueno, no hacia arriba, hacia el lado. Tuvo el impulso de tomarla y aliviarse. Se movió un
poco, de un lado a lado. No sirvió de nada.

2
En el original es “Pain in the ass” (PITA) cuya traducción sería dolor en el culo.
39

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay rió. – ¿Qué estás haciendo? – Deposito un beso en el cuello de Keaton.

- Basta ya.

- ¿Por qué? – Las palabras de Chay golpearon a través de la piel desnuda sobre el cuello de
su camisa.

No es justo. Keaton se estremeció de nuevo. – Me estás provocando una erección.

Chay apretó sus hombros con sus pulgares. – ¿Eso es malo?

Oh, realmente, no es justo. Dejó caer la cabeza hacia adelante, relajada con el masaje

- Lo es cuando tenemos una cita a la que acudir.

- No te he tocado desde la otra noche.

¿Eso fue un puchero? La polla de Keaton se contrajo. Maldita sea, Chay era otra cosa. El
hombre parecía decepcionado. Sonrió recordando ―la otra noche‖. – ¿Desde el ―episodio‖?

- Exactamente. Y deja de reír por mi terminología. – Los dedos Chay se hundieron más en
él, amonestándolo

- No lo hago. – Inclinó la cabeza hacia un lado, y luego levantó la mirada para comprobar a
Pita.

- Sí, lo haces. Puedo escucharlo en tu voz. – Besó el cuello de Keaton. – Lo había llamado
un berrinche, pero te opusiste a eso.

Keaton resopló. – Yo no estaba haciendo un berrinche.

- Lo que tú digas, Pequeño.

Se volvió hacia Chay, riendo, haciendo a sus gafas deslizarse hacia abajo. – Eso es cierto, no
lo olvides. Lo que yo digo se hace, y nos llevaremos muy bien.

Chay sonrió con sus ojos brillantes. Retiró las gafas de Keaton de su nariz, antes de deslizar
las manos en las caderas de Keaton. – Te ves sexy con gafas.

- Me veo como el nerd que soy.

- No, te ves inteligente. Son sexis. – Corrió el dorso de los dedos por la mejilla de Keaton.
¿Sólo las necesitas para leer?

- Uh-huh. Tengo miopía. – Keaton se inclinó ante el toque de Chay.

Chay acariciaba su cuello, mirando a los labios de Keaton. – ¿Tienes problemas para ver en tu
forma de lobo?

Keaton negó con la cabeza. Maldita sea, el olor de la excitación emanaba fuerte de Chay.
Sabía que si miraba hacia abajo, Chay estaría tan duro como él. Hacía que su cabeza diera vuelta.
Le encantaba la forma en la que Chay siempre lo tocaba.

40

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
¿Qué había preguntado Chay? Oh, sí. – No, Dr. Winston, tengo una visión perfecta en forma
de lobo.

- Sí, eso tiene sentido. Los ojos caninos y los humanos son diferentes. Chay bajó la cabeza
hacia él, los ojos negros todavía concentrados en los labios.

Keaton se levantó en las puntas de sus pies, en espera de los sensuales labios. Una bocina
sonó sacándolo de su aturdimiento. Estaban en el exterior de la casa de Keaton. Geez. Este
hombre le hizo perder la cabeza. A Chay podría no importarle lo que la gente pensaba de él, pero
Keaton sí. No quería que Chay terminara siendo un paria. Dio un paso atrás.

Chay parpadeó y lo miró. – Pasa el fin de semana en mi casa.

Whoa. Tenía que rechazarlo, sabía que debería, pero no quería. Se mordió el labio inferior.

- Lo deseas. Lo veo en tus ojos. Geez, Pequeño eres tan duro como yo, puedo verlo, olerlo.
Sólo acepta. – Pasó el pulgar sobre el labio inferior de Keaton, liberándolo de sus dientes.

Chay juró que sabía en lo que se estaba metiendo. – Yo quiero. Pero...

- ¿Pero qué? Aún no estas seguro sobre la cosa de ser o no ser gay, ¿cierto?

No tanto, pero temía condenar a Chay al aislamiento por amarlo. Bueno, en el fondo de su
mente existía el temor de que Chay se despertará un día y decidiera que no quería saber nunca
más de él.

- Salí con este tipo en la universidad. Era hetero, o al menos lo era. Dijo que sólo era yo, o
algo sobre mí. - Se encogió de hombros. – No lo sé. Era un lobo también. Aunque yo no sentía
nada, traté de convencerme de que era mi compañero y por eso estaba tan atraído por mí.
Después de conocerte a ti, sé que fue una idea estúpida. Cuando sus amigos se enteraron que
estaba saliendo conmigo trató de negar que yo fuera su novio. Más tarde me enteré que nunca
había
terminado con su novia. Yo era una especie de experimento o algún tipo de exploración sexual
para él. Me cansé de él.

Chay lo besó allí en público, delante de su apartamento en el que cualquiera los podía ver.
Fue un beso suave, tierno.

Keaton suspiro en la boca abierta de Chay. Él debía retirarse... por el bien de Chay, pero era
demasiado agradable. Su polla palpitaba, cada vez más incómoda. Rápidamente decidió
retroceder por su propio bien.

Chay se lo permitió. – Yo no soy así, Pequeño. Lamento que te lastimaran, pero estaré aquí
por un largo tiempo. Estás atado a mí. Esto no es una especie de crisis de identidad sexual para
mí. Tú eres mi compañero. Mío. Tú me perteneces. Y, francamente, incluso si no lo dices, creo que
me quieres.

Whoa. Keaton sintió como la tierra se movió bajo de él. Se quedó sin palabras, pero era un
silencio agradable. Sabía que Chay decía la verdad. Aún era difícil de creer, pero él lo creía.
Keaton hizo una mueca.

Chay le devolvió la sonrisa. – ¿Eso significa que pasarás el fin de semana conmigo?

41

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Él asintió con la cabeza. – Sí, lo haré. Déjame ir por algo de ropa y las cosas de Pita y el
alimento para perros. Iremos a conocer al líder de tu manada, y seré todo tuyo hasta la noche del
domingo.

- Me gusta cómo suena eso. Pero no necesitas llevar nada para Pita. Le compré cosas para
él en mi casa también. – Oh, chico. Eso olía a compromiso.

Keaton se lanzó sobre Chay, obligando al hombre a atraparlo. Besó a Chay sin aliento. Ni
siquiera se dio cuenta que Chay lo sostuvo en el aire hasta que Chay lo puso sobre el piso.

Chay se echó a reír y miró a sus pies.

Keaton escuchó un gruñido y vio el balanceo leve de Chay y miró hacia abajo.
Pita había estaba sujeta de los pantalones Chay nuevamente, gruñendo y sacudiendo la
cabeza. La cola del cachorro se movía de un lado a otro.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Cuando se dirigían a la casa de John Carter, el lugar estaba rodeado de coches. Parecía una
reunión de la manada. Eso fue extraño. Chay se rebanó los sesos tratando de recordar una razón
para que toda la manada estuviera aquí, pero no recordaba ninguna.

- ¿Hey, no es ese tu papá? – Pequeño saludó a alguien.

Efectivamente, era su padre, de pie en el patio, acompañado de un par de miembros de la


manada. Su padre los saludo. – Sí. – Chay le devolvió el saludo y estacionó su camioneta a varios
metros de la casa del líder de la manada.

- Uh, ¿Chay?

- ¿Huh?

- ¿Por qué hay tanta gente aquí?

- No tengo ni idea. Pensé que sólo seriamos nosotros y John. Normalmente así es como
funcionan las cosas. Cumples las órdenes del Alpha, y corres con la manada por un par de lunas
llenas y luego se decide si formas parte o no de la manada.

- Sí, así es como funciona en mi manada también.

- Bueno, sea lo que sea, no es malo. Mi padre nos hubiera advertido. ¿Estás listo?

Pequeño asintió con la cabeza y tomó a Pita en sus brazos. – Sí, vamos.

Se bajaron de la camioneta y su padre se reunió con ellos. – Hey, chicos. ¿Qué tienes ahí,
Keaton?

Pequeño sonrió y mostró al cachorro. – Se llama Pita.


.
Joe rascó la cabeza del cachorro. – ¡Eh, amigo!

42

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Puedo ver de dónde sacó Chay su amor por los animales. – Pequeño le guiñó un ojo a
Chay.

¡Oh hombre! Pequeño estaba coqueteando con él. Chay sonrió, e ignoró el aleteo en su
estómago y golpeó a su padre en el hombro. – ¿Qué está pasando? ¿Por qué todo el mundo aquí?

Joe levantó la vista sin dejar de acariciar a Pita. – Bueno, para dar la bienvenida a Keaton a la
manada, por supuesto.

¿Qué? – Pero, papá, Keaton ni siquiera ha conocido a John. – Chay miró a Pequeño.

Pequeño se encogió de hombros y pareció tan sorprendido como Chay.

Joe tomó a Pita de los brazos de Pequeño y sonrió. – John los está esperando a ambos en la
cocina. Cuidaré de Pita. Iré nuevamente por una hamburguesa. Los veré a ambos cuando hayan
terminado. – Dio media vuelta y se marchó. Inmediatamente varios pequeños que habían
acompañado a sus padres a la reunión, se lanzaron sobre él para acariciar al Golden Retriever.

Bueno, algo extraño estaba pasando. ¿Por qué John admitiría a Keaton en la manada sin
conocerlo primero? Chay sabía que su padre era el beta de la manada, pero John nunca había
permitido que alguien se les uniera sin conocerlo primero. Chay frunció el ceño. A menos que...
¿Sabían que Keaton era su pareja?

- ¿Qué? Te ves como si algo te molestara. – Pequeño lo tocó en el brazo.

Chay lo miró y negó con la cabeza. – Nada. Vamos, vamos ver a John y luego podemos
comer. Huele a que están asando hamburguesas.

Pequeño arqueó una ceja, pero no preguntó más.

Encontraron a John y a su esposa Mary en la cocina, recogiendo los condimentos, utensilios


de plástico y platos de papel. John fue ante ellos tan pronto como entraron, sus ojos marrones se
arrugaban en las esquinas mientras sonreía. – Chayton.

- John.

Los ojos del Alpha de la manda se abrieron cuando miraron a Keaton.

Keaton inmediatamente volvió la cabeza, mostrando su garganta en una muestra de respeto.


John frunció el ceño y ladeó la cabeza, un mechón de su pelo corto cayó sobre sus ojos. – ¿Por
qué no eres el líder de tu propia manada?

Pequeño levantó la cabeza y sostuvo la mirada de John. – No tengo ningún deseo hacerlo. En
realidad soy el próximo en línea para el dirigir a mi manada de nacimiento, pero no tengo ninguna
intención de tomar el trabajo.

¿Dirigir? Chay frunció el ceño. ¿De qué se había perdido?

John asintió con la cabeza y extendió la mano a Pequeño. – John Carter.

Pequeño lo saludó con un apretón de manos. – Keaton Reynolds. Mucho gusto, señor.

43

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Es un gusto también conocerte Keaton. Joe no ha dicho más que cosas agradables sobre ti.
Él dijo que eras poderoso, pero... – Dio un silbido. – ¿Realmente no deseas dirigir a tu propia
manada? No creo jamás haber conocido a un lobo que tiene tres formas de cambiar que no quiera
dirigir a una manada.

¿Tres formas? ¿Pequeño tenía tres formas? Chay miró a Pequeño como nunca lo había visto
antes. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Es extremadamente raro encontrar a un lobo que
tenga tres formas. Todos los lobos pueden pasar de humano a lobo, pero algunas raras veces
también pueden cambiar a mitad lobo, mitad hombre.

John se rió. – Pareces sorprendido, Chayton. ¿No lo sabías? ¿No puedes sentir la energía
emanando de él?

Chay, negó con la cabeza. Estaba demasiado ocupado tratando de controlar su polla cuando
Keaton estaba a su alrededor. La única energía que sentía era debido al vínculo de su compañero.

- Ah, interesante. Tus sentidos se confunden, debido a lo que él es para ti.

Pequeño lo miró sorprendido.

¿Qué significa eso? ¿Cómo sabía John que Keaton era su pareja? Antes de que pudiera
preguntar, John le dio unas palmaditas en el hombro de Pequeño y sonrió.

- Tengo que admitir que estoy un poco recelosa de tu poder, pero eso ya lo sabes, puedes
sentirlo, ¿cierto?

Keaton asintió. – Sí, señor. Estoy acostumbrado a ello.

John sonrió, las arrugas en las comisuras de sus ojos cada vez más pronunciadas. – Apuesto
a que haces. Debido a Chay, haré algo inusual. – Extendió su mano hacia Keaton de nuevo. –
Bienvenido a la manada, Keaton.

Keaton estrechó la mano de John de nuevo. – Gracias.

- Ven, te presentaré a mi esposa Mary, y luego podrás salir a conocer a la manada. De esa
manera, todos podemos comer. Está agradable afuera, decidimos colocar mesas en la parte de
atrás. Pensé que este puede ser el último buen día de otoño para pasar. ¿No estás de acuerdo,
Chay?

- Sí, señor. Es bonito.

John llevó Keaton junto a Mary, mientras que Chay se quedó allí, profundamente sorprendido.
¿Cómo es que John sabía acerca de ellos? ¿Su padre de alguna manera lo había adivinado? ¿Y
cómo diablos no había notado lo poderoso que era Pequeño? Chay nunca antes había conocido
un lobo con las tres formas, pero estaba seguro de que lo reconocería si lo hiciera. Podría decir
cuando un lobo era un alfa o no, y no se había dado cuenta de que Pequeño era dominante.
Estaba claro que no era un lobo omega, pero Chay no había pensado que Pequeño era un alpha,
más poderoso que él y su padre.

- ¿Chay? ¿Te importaría ayudarme a llevar a estas cosas?

Chay miró a Mary y parpadeó. ¿Cuando habían salido de la habitación Keaton y John? -
Claro, Mary. - Cogió el trozo de hielo que le indicó y abrió la puerta, permitiéndole pasar con los
platos y una cesta de picnic llena de condimentos.

44

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Me gusta tu amigo, Chay. Él es muy amable. Aunque se ve muy joven. Un muchacho tan
apuesto.

Chay sonrió. Sí, Pequeño era apuesto. El hombre más apuesto que había visto, con la tez muy
pálida, lisa y los grandes ojos azules... Maldición, su polla se estremeció. – Sí, lo es. – No estaba
seguro de a que pregunta había respondido, pero Mary no preguntó más, y él no se molestó en
aclarar.

Después de ayudar a Mary, Chay fue bombardeado por preguntas sobre Keaton por los
miembros de la manada. Todo el mundo quería saber de dónde era y por qué no era un líder de
manada. Y la pregunta más frecuente fue acerca de su edad. Chay decidió no decirle a Pequeño
sobre eso, sabiendo que no sería divertido.

- Chay.

Chay se volvió para encontrar a su padre, John Carter y Frank Red Hawk detrás de él. – ¿Sí?

John le hizo una seña. – Chay. Hablé con Keaton sobre los disparos de la otra noche y parece
estar de acuerdo con Frank que fueron cazadores furtivos. ¿Qué opinas tú?

- Bueno, no hemos tenido cazadores furtivos en tierras de la manada o en la reserva en años,


pero no veo ninguna evidencia que indique que no son cazadores furtivos.

Su padre asintió. - Eso es lo que he dicho.

John bajó la cabeza. - Dado que Keaton es nuevo aquí y nadie tiene una razón para querer
matarlo, creo también que es la conclusión más lógica. Sin embargo, Tenemos que estar alertas
por si acaso. Chay, nos informarás si encuentras algún otro animal con heridas de bala.

- Sí, señor. Lo haré.

- Y, Frank, ¿nos mantendrás informados sobre lo que pueda ocurrir?

- Seguro.

- Bien, bien. Iré a buscar a mi compañera. – John saludó y se fue, dejándolo con su padre y
Frank.

Frank sonrió. – Parece que nuestro pequeño lobo blanco es un adulto después de todo. Un
profesor universitario, ¿eh? Un tipo agradable. Cuando John nos presentó, me disculpe con él.

Chay sonrió. Sí, su compañero era un tipo agradable cuando lo conocías. Que otros también
podían ver eso hacía sentir bien a Chay. – Sí, él enseña Civilizaciones Antiguas. Tenga cuidado.
Tiene bastante interés en el Apache. Es implacable con sus preguntas.

Frank se rió. – Lo sé. John le dijo que mi hermano era jefe de la tribu cuando nos presentó.
Bobby vino a mi rescate. Dijo que se reunieron la otra noche en un juego de póquer. El estomago
de Frank gruñó haciéndole reír. – Creo que es mi señal. Voy a ir a buscar una hamburguesa.
Hablaremos más tarde.

- Hasta luego, Frank.

- Chay. – Su padre lo llamó.

45

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay se agitó.

Su padre sonrió. – Keaton parece encajar muy bien. John y yo le presentamos a todo el
mundo.

Chay asintió. – ¿Dónde está?

- La última vez que lo vi, estaba comiendo una hamburguesa y hablando con Bobby.

- Papá, ¿qué está pasando? ¿Por qué John permitió que Keaton se uniera a la manada tan
rápidamente? No me estoy quejando, pero –

- Joe. – Un par de amigos de su padre se acercaron y comenzaron a hablar con él. La


presencia de Chay pronto fue olvidada.

Chay suspiró y sacudió la cabeza. Oh, bueno, lo descubriría más tarde. No era como que no
sabía por dónde llegar a su padre. Se fue en busca de alimentos y de Pequeño. Estaba caminando
alrededor, comiendo una hamburguesa y bebiendo una Coca-Cola, cuando se encontró con su
compañero desaparecido. Escuchó a Pita antes de ver a Pequeño.

Pequeño rodó en el césped jugando con Pita y cuatro niños pequeños. Fue la cosa más linda.
Los niños, Pequeño y el cachorro eran una multitud, riendo y haciéndose cosquillas entre sí.

Dios, el hombre era dulce. Se preguntó si Pequeño tenía idea de lo atractivo que era cuando
reía. Chay tenía ganas de ir a unirse a la diversión, pero imaginó que la gente podría no apreciar
verlo rodando por el suelo besando a Pequeño con niños presentes.

Sabía que Pequeño no se sentía cómodo entre la gente de su edad. Él debería haber sabido
que Pequeño se llevaba bien con los niños.

Pita vio a Chay primero. El cachorro brincó y mordió los pantalones de Chay, gruñendo y
tirando.

Chay rió, se agachó y acarició a la plaga.

Sonriendo, Pequeño miró a Chay con los ojos brillantes. – Hey. – Se empujó a sí mismo y fue
corriendo hacia Chay, dejando a los niños jugando juntos detrás de él. – Ellos me rescataron.

- ¿Te Rescataron?

Pequeño se inclinó y le susurró: - Sí, mira a tu izquierda.

Chay miró y vio a tres de las hijas adolescentes de algunos miembros de la manada, riendo y
mirando a Keaton. Chay echó atrás la cabeza y se rió. Al parecer, Pequeño tampoco se sentía
cómoda alrededor de las mujeres.

46

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo siete

Fue una noche extraña. Pero agradable.

Keaton ajustó la temperatura del agua en la ducha y comenzó a desvestirse. Olía como un
perro justo después de revolcarse en el pasto. Había olvidado lo divertido que era jugar con los
pequeños. En su manada siempre se había llevado mejor con los cachorros que con los adultos.
Ahora, él era un miembro de la manada de Chay. A diferencia de su manada de nacimiento, todo el
mundo había sido amistoso. En realidad me sentía bienvenido. La gran pregunta era ¿si se sentiría
de esa manera después de que su nueva manada se enterara de su orientación sexual?
Curiosamente, a juzgar por esta noche, pensó que tal vez sí.

Sospechaba que John Carter sabía que él era el compañero de Chay. El hombre nunca llegó a
decir nada, pero hizo alusión a ello. Keaton se había mantenido tranquilo, no iba a soltar la sopa.
Correspondía a Chay decidir, cuándo, dónde y con quién, hablar de su relación. Aunque, si él no
estaba equivocado Joe Winston sabía demasiado, pero nuevamente eso no era positivo.

- Hey, Pequeño –

Una respiración fuerte y el aroma de la excitación llenaron el cuarto de baño. Suprimió la


necesidad de sonreír y terminó quitándose la ropa interior antes de darse la vuelta – ¿Sí?

Chay se encontraba allí mirando fijamente, su boca entreabierta. – Maldición, sólo... maldición.

El calor en la mirada de Chay hizo sentir a Keaton un poco tímido, rápidamente se hizo a un
lado tratando de ver a Chay. Estaba sin camisa y descalzo, cubierto sólo con sus pantalones
azules. El pecho del hombre era una obra de arte. Músculos bien definidos sin llegar a ser
voluminosos. No había un pelo a la vista sobre aquel pecho maravillosamente bronceado o esos
abdominales tonificados. Oh Chico. La erección impresionante fue evidente en los pantalones
sueltos. Wow. Eso era para él. Tenía que ser. La propia polla de Keaton comenzó a temblar.

Chay todavía estaba en la puerta, mirándolo con grandes ojos, apareció en la esquina de su
boca una sonrisa seductora.

Keaton se atragantó. ¿Cómo podría este hermoso hombre estar allí mirándolo a él como si
fuera una especie de Adonis o algo así? No lo entendía. ¿Qué podría Chay ver en él? Era... bueno,
flaco era la mejor palabra. Él no tenía el cuerpo cincelado que Chay tenía. Era pequeño de
estatura, delgado y...

- Basta. Puedo ver lo que estás pensando y no es cierto. Eres un hombre bien parecido,
Pequeño.

- Chay dio unos cuantos pasos y cogió la cintura de Keaton atrayéndola hacia la propia,
ahogando la protesta de Keaton.

47

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
A cambio gimió, abriendo la boca y dejó que la lengua de Chay entrara. Sintió el pecho
caliente y firme contra él. Acopló las palmas de sus manos contra el pecho de Chay, sintiendo el
latido del corazón acelerado y la respiración entrecortada. Maldita sea, Chay lo dejó fuera de
balance. Si no se calmaba, estaría pidiéndole al hombre que lo jodiera. Dio un paso atrás y miró a
los ojos de color ámbar de lobo. – ¿Q-q-querías algo?

La sonrisa de Chay fue francamente salvaje. – ¿Es una pregunta capciosa?

- ¿Huh?

- Nada. En realidad vine a ver si podía tomar una ducha contigo. – Chay no espero una
respuesta. Presionó su erección oculta por el algodón contra Keaton, moviendo sus caderas de un
lado a lado.

Eso era agradable. Keaton cerró los ojos y arqueó la espalda. Labios calientes se cerraron
sobre su hombro, seguidos de una mordida. Le encantaba la parte dominante de Chay. El hombre
podría no tener experiencia con parejas del mismo sexo, pero carajo era un torbellino en todas las
cosas sexuales. Sin duda sabía cómo estimular a su pareja. Los músculos del estomago de Keaton
se contrajeron y cada pelo que cubría su cuerpo, desde la cabeza a los pies, se erizó. Ooh. ¿Eso
fue una lamida? Inclinó su cuello hacia un lado, dando un mejor acceso a Chay. Chay
mordisqueaba su cuello, y luego se retiró. Un dedo se arrastró por su nariz.

¿Qué..?. ¿Por qué se detuvo? Parpadeó con los ojos abiertos solo para encontrar a Chay
estudiando su rostro con una pequeña sonrisa serena en los labios. – Tan hermoso. – El dedo
trazó el puente de la nariz de nuevo y Chay lo siguió con la mirada. – Me encantan estas pecas.

Keaton sacudió la cabeza. – No soy hermoso.

- Sí, lo eres. Mi hermoso Pequeño. – Chay lo besó en la nariz.

Giró sus ojos. Buen Señor. – Te das cuenta que no soy una mujer, ¿cierto?

Chay rió. – Oh, sí. – Sujetó el pene de Keaton. – Es obvio.

Keaton contuvo el aliento.

- Obvio de un modo muy grande. – Se inclinó hacia fuera, mirando la polla de Keaton. La
apretó y acarició, sus ojos pegados a la acción.

El calor y el entusiasmo que irradia Chay hicieron que los dedos de sus pies se erizaron. – Oh.
– Joder, era sexy cuando quería. Su polla tembló en la mano de Chay.

- Mmm. ¿Te gusta Pequeño? – El aliento caliente sopló en la mejilla de Keaton.

Keaton se estremeció y asintió. ¿Cómo podía no gustarle? Gustar era una palabra corta para
lo que sentía. Se estremeció en la mano de Chay, tratando de mostrar lo mucho que le gustaba.
Chay lo soltó bruscamente y retrocedió. Le sonrió a Keaton y logró desatar sus ropas.

Keaton gimió por la pérdida, pero se recuperó rápidamente, cuando Chay se quitó los bóxers
se quedó sin palabras. Había visto la polla de Chay la otra noche, incluso la probó. Pero ahora
tenía un aspecto realmente bueno. Era muy bonita y gruesa, aproximadamente del tamaño de la
suya, pero más obscura, más roja. No tenía pelo, apenas un puñado sobre ella.

48

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Incluso las piernas tenían muy poco pelo. Y, hombre, eran unas muy buenas piernas. El
hombre parecía simplemente hermoso.

Chay lo cogió de la mano y tiró de él hacia la ducha. – Vamos, Bebé. Entremos en la ducha. –
Abrió la puerta de vidrio y tiró de Keaton con él.

Maldita sea, el hombre tenía un culo genial, con firmes múscul…– ¿Qué? ¿Bebé?

Chay cerró la puerta y lo empujó contra la pared de azulejos. – Sí, Pequeño, bebé. Mi precioso
bebé.

Antes de que Keaton pudiera corregirlo o quejarse de los azulejos fríos, Chay agarró su culo
con ambas manos y tiró de él.

Keaton lo sujetó de los hombros.

Chay tomó su boca en un beso hambriento.

La mente de Keaton se desconecto. Le importaba un bledo que Chay lo llamara precioso,


Pequeño o Bebé. Su cuerpo entero se sentía vivo. Su espalda se presionaba contra los azulejos
fríos, su frente apretada contra Chay, el agua caliente caía sobre ellos y la boca de Chay
devorando la suya.

La dura polla de Chay resbalaba al costado de sus caderas.

Keaton retrocedió frotando su polla contra la de Chay. Su polla estaba tan dura que todas las
pequeñas sensaciones se incrementaban. Se quedó sin aliento en la boca de Chay, su polla
palpitaba por el placer.

Chay rompió el beso, él retiró el agua de sus ojos. – Joder, Pequeño. Esto se siente bien. –
cogió su polla y la de Keaton en una mano. Chay empujó sus caderas contra las de Keaton.

Keaton jadeó y afirmó su agarre sobre el cuello de Chay, tratando de apoyar un poco su peso.
Movió sus caderas ayudando lo mejor que podía.

Chay mordió el labio inferior de Pequeño, los dientes caninos más largos de lo usual, mientras
miraba fijamente a Keaton. Los ojos de Chay eran de color ámbar, el iris más grande de lo normal.
Oscuras y largas hebras de cabello se pegaban al lado de su delgada cara y altos pómulos.

Keaton se quedó mirando, asombrado por la belleza de su rostro, por las cejas arqueadas de
Chay y el cuello tenso. El orgasmo de Keaton estaba tan cerca que casi no podía concentrarse en
sus movimientos. Los dedos de sus manos y pies se tensaron, y su espada se puso rígida. Su
coordinación se esfumó. Estaba demasiado encendido, su capacidad de razonar se había ido de
excursión. Lo único que sabía era la necesidad de terminar.

Afortunadamente, Chay parecía no tener el mismo problema. Chay los mantenía unidos, las
caderas y la mano en movimientos más rápidos. – Oh sí, bebé, eso es todo. Termina conmigo. –
Chay arqueó la espalda y gimió, cerrando fuertemente los ojos. Su cuerpo se apretó y el calor
surgió a través de la polla de Keaton y el estómago.

El olor del semen y la suplica de Chay lo llevaron directamente al borde. Sus bolas se
tensaron y la sensación eléctrica del orgasmo recorriendo por su columna vertebral, lo puso rígido.
– ¡Chay!

49

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Terminó con tanta fuerza que le tomó varios minutos a su mente comenzar a trabajar
nuevamente.

Chay se inclinó sobre él, presionándolo entre su grande cuerpo y la pared, continuo
bombeando lentamente sus pollas hasta que ambos estaban sólo semi-erectos.

Chay sonrió en su cuello, y subió y acarició su mejilla. Después de depositar un beso en su


cuello, Chay se enderezó, todavía aferrándose a él. – ¿Puedes levantarte?

Keaton sonrió estúpidamente. Él sabía que parecía un tonto, pero no podía evitarlo. Chay
había drenado su energía. Se preguntaba, si era una pregunta capciosa, pero no estaba seguro de
recordar cómo hablar, así que sólo asintió con la cabeza.

Chay se alejó el tiempo suficiente para coger el gel de ducha y la esponja de malla, y luego
regresó, para lavarlo.

Keaton suspiró y cerró los ojos, relajándose con ayuda de Chay. Tal vez debería protestar,
pero no tenía ganas. Chay podía hacer lo que el jodidamente quisiera, y a él no le importaba. Se
sentía demasiado bien. Demasiado relajado.

Fue lavado y enjuagado, y luego estaban los dedos en su cabello masajeando su cuero
cabelludo con el champú. - Ah... – Eso era agradable

Chay enjabonó su cabello y besó la frente de Keaton.

El inclinó la cabeza hacia arriba, ofreciendo sus labios.

Chay rió de nuevo, le dio un beso casto en la boca y lo movió en contra de las baldosas. –
Frío.

- ¿Crees que puedes permanecer aquí sin caerte, mientras me lavo?

Keaton se apoyó en la pared y asintió.

Un par de labios se apretaron contra su frente. – Precioso bebé.

Abrió los ojos examinando los de Chay. Los ojos de Chay ojos eran nuevamente negros,
humanos. Chay sonrió y elevó una ceja. Idiota.

Keaton se encogió de hombros y cerró los ojos otra vez. La vida era buena. Acababa de tener
un orgasmo capaz de adormecer la mente. Su compañero se sentía físicamente atraído por él, a
pesar de que era un hombre. Tenía una manada nueva y un cachorro. Sip, la vida era buena. Chay
podría llamarlo todo lo que quisiera.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Chay peinaba ociosamente el cabello de Keaton. – ¿Keaton?

El masaje en su cuero cabelludo se sintió tan bien que estaba casi dormido, pero Chay debía
tener algo en mente si le llamaba Keaton en lugar de Pequeño. – ¿Uhm? – Keaton levantó la
cabeza del pecho de Chay y lo miró. – ¿Qué pasa?

50

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- ¿Cómo es que yo no sabía que tienes tres formas?

¡Oh-oh! ¿Chay estaría molesto por eso? – Lo siento. No pensé que era la gran cosa. No es
que yo realmente use mi tercera forma.

- ¿Perdón? ¿Por qué te disculpas?

- ¿Estás molesto?

- ¿Qué? No, no estoy molesto, sólo confundido. No puedo creer que no me di cuenta de lo
poderoso que eres. No actúas exactamente como un líder importante a mí alrededor. ¿Por qué
restarle importancia? Lo minimizas tan condenadamente bien que ni siquiera me di cuenta.

Keaton hizo una mueca. – No me gusta pelear. Y no soy un líder.

Chay sonrió y movió la cabeza. – Eres un amante no un luchador, ¿eh?

Oh, sí, especialmente cuando se trataba de Chay. Se echó a reír. – Algo así.

Mencionaste que eres el siguiente en la línea para ser el líder de tu manada de nacimiento.
¿Cómo acabaste siendo el próximo en la línea de todos modos? ¿No tienes que luchar por la
posición?

Keaton se movió al lado de Chay, descansando su cabeza sobre su regazo, para ver la cara
de Chay más fácilmente. – Una especie de lucha, de una manera indirecta. Cuando salí3, mi
hermano mayor y sus amigos se ofendieron por tener a alguien ―raro‖ en la manada. Me cayeron
encima en una reunión de la manada, en uno de mis descansos de la universidad.

Los ojos de Chay se abrieron como platos. Se volvió a su lado frente a Keaton, con la cabeza
apoyada en su brazo también. – Maldición, ¿Tu propio hermano?

- Si. – Eso realmente había dolido en ese entonces. Hacía largo tiempo que había perdido a su
familia.

- ¿Cuántos años tenías?

- Dieciséis.

- ¿Cuántos fueron los que te atacaron?

- Cinco, incluyendo a mi hermano.

- Mierda santa, Keaton. ¿Los venciste a todos ellos?

Él asintió con la cabeza. – Sip, derribé a todos ellos. Después de eso... – Se encogió de
hombros. – Nadie se metía conmigo. La manada se dio cuenta de que yo era más fuerte que mi
hermano y asumieron que yo sería el próximo Alfa de la manada después de mi papá.

- ¿Tu hermano no tiene tres formas?

Keaton negó con la cabeza. – Sin embargo, mi papá si las tiene.

3
Se refiere a “Salir del armario”. A admitir su condición sexual.
51

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Entonces, ¿por qué te fuiste? Suena como algo que no harías. Obviamente te ganaste el
respeto de tu manada.

Él había pensado lo mismo en el momento. Incluso había pensado que su padre estaría
orgulloso de él. – Mis padres pensaron que me estaba rebelando cuando les dije que era
homosexual. Me gradué de secundaria a los quince años e iba en mi primer año de universidad.
Supongo que pensaron que lo superaría con el tiempo. Yo no. Cometí el error de traer a casa a mi
novio de la universidad, estaba estudiando para mi doctorado. Mis padres se asustaron. Casi me
repudiaron, o lo habrían hecho se me hubiera quedado. Mi padre trató de lanzar mi fondo fiduciario
en mi cara. Sujeté el fajo de papeles con la cuenta del fondo fiduciario que se balanceaba sobre mí
y lo arrojé sobre su rostro. Dejé mi coche allí y mi novio y yo utilizamos el dinero que llevábamos
encima para conseguir un autobús de vuelta a la escuela. Conseguí un trabajo cuando llegué allí y
obtuve un préstamo de estudiante y eso fue todo. Demostré que no necesitaba de mis padres o de
su dinero. La parte realmente triste es que terminé con mi novio tres días después.

- Oh, bebé. – Chay lo abrazó, apretándolo contra él.

Maldita sea, era agradable. Los recuerdos no lo lastimaban más, pero la preocupación obvia
de Chay por sus sentimientos lo hizo. Sólo por eso decidió que no golpearía a Chay por llamarlo
bebé. Hundió el rostro en el cuello de Chay, abrazándolo. Besó la barbilla de Chay y se encontró
con su mirada. – Está bien. Terminé con eso.

- No importa. Eres mío ahora y no te devolveré. Es su pérdida.

Infiernos. Chay iba a ir a su cabeza si seguía hablando de eso. ¿Qué había hecho él en el
mundo para merecer a este hombre? ¿Y cómo diablos había considerado renunciar a él?

Un fuerte gimoteo lloroso surcó el aire. Y se escuchó el sonido de unas uñas corriendo una
carrera frenética por la habitación.

Chay rió. – Tu cachorro está despierto.

- Me di cuenta. – Keaton se inclinó sobre el borde de la cama. Pita se levantó sobre sus patas
traseras, con sus patas delanteras en el lado del colchón, saltando arriba y abajo, intentando saltar
sobre la cama.

Tan pronto como lo vio Pita los gemidos se volvieron ladridos. Chay retiró las cubiertas y se
levantó. Agarró un par de calzoncillos y se dirigió a la puerta, silbando. – Vamos, costal de plagas.
Si estás considerando dormir en mi cama, primero estarás fuera.

El cachorro dejó de ladrar y brincó sobre Chay.

Keaton no podía dejar de sonreír cuando Chay levantó a Pita, recibiendo besos del cachorro
en la barbilla, y abandonó la habitación, riendo. Que hombre. Keaton no podía pensar en ningún
otro hombre que se levantara de la cama para tomar un cachorro, que no era suyo, y llevarlo fuera.
Por supuesto, tampoco conocía a ningún otro veterinario. Dios, sólo tenía que amar a un hombre
que amaba a los animales.

Ambos regresaron en poco tiempo. Chay dejó a Pita sobre las sabanas y se arrastró debajo de
ellas. Arrastró a Keaton a su lado, besando la parte superior de su cabeza. – ¿Pequeño?

- ¿Sí?

- Múdate conmigo.

52

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Debería decir que no. Era demasiado pronto. Chay iba a tener que explicar su relación con su
familia y amigos si se mudaba con él. Era una idea realmente mala. – Ok.

Chay le besó la frente nuevamente. – Gracias por no discutir.

- Debería.

- No, no debes. ¿Cuándo vas a aprender que te conozco mejor?

Keaton resopló. – Cuando entiendas que mi nombre no es Pequeño, Bebé o Precioso Bebé, o
cualquiera de las otras cosas ridículas que me llamas.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Chay despertó más duro que una roca. Que no era tan inusual. Había tenido una erección
cada mañana desde que tenía catorce años. Lo que era inusual era el cuerpo cálido y agradable
acurrucado junto él.

Pequeño estaba a su lado frente a él. Tenía una pierna sobre Chay y sus brazos envueltos
alrededor de uno de los brazos de Chay. Su rostro estaba enterrado en el hombro de Chay. Los
rizos rubios parecían pálidos contra la piel oscura de Chay. Chay giró a su lado y pasó los dedos
sobre los suaves mechones.

Keaton suspiró entre sueños, apoyándose en el toque. Maldición, era lindo. Su dulce y
pequeña nariz se arrugó ligeramente y sus pestañas se agitaron, pero no se despertó. Chay no
podía recordar despertarse con un compañero de cama tan atractivo. Pequeño podía negarlo, pero
era bonito, más bonito que cualquier mujer con la que Chay había salido. Tenía un aspecto
angelical. No era exactamente femenino, pero no era precisamente el chico del anuncio de la
masculinidad, o bien, Chay nunca le diría eso.

Besó las pecas en el puente de la nariz de Pequeño y metió la mano por debajo de las
mantas. Acarició los costados de Pequeño y las caderas y luego deslizó su mano alrededor
buscando... Oh, sí, allí estaba, bonito y duro.

Pequeño giró sobre su espalda, estirando las piernas, aún dormido.

Chay sonrió y aprovechó la oportunidad. Sacó las mantas y explorando, tomándose su tiempo
para realmente mirar a su compañero.

Los músculos del brazo de Pequeño eran firmes, pero no distintos. Era delgado, con un toque
de definición en sus pectorales y un poco más en sus abdominales. Como Chay, Keaton no tenía
ningún exceso de vello corporal. Su piel era fascinante, diferente del color de la piel de Chay.
Estaba muy pálido. Si tuviera un bronceado, Chay no podía verlo. Incluso podía ver débiles trazos
de venas azules en algunos lugares.

Los hombros de Pequeño eran ligeramente más anchos que sus caderas estrechas. Y sus
huesos de la cadera eran muy prominentes. Realmente era sexy. Diablos, todo sobre Keaton le
gustaba. Chay estaba completamente fascinado por él. Era extraño realmente. Chay había
tonteado un poco con su compañero de la universidad y siempre había pensado que Jason tenía
un cuerpo bonito. Jason tenía una constitución similar a la suya. Siempre había admirado a los
hombres con un físico musculoso.

53

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Y las mujeres... a él le gustaban las mujeres voluptuosas. Lo delgado nunca había sido lo
suyo, pero dada la elección ahora, él tomaría a Pequeño sobre cualquiera.

El único lugar donde Pequeño no era delgado y pequeño en tamaño era su polla. Era una cosa
de belleza, gruesa y dura. Chay todavía no estaba seguro de si eso era bueno o malo. Jason no
había sido tan bien dotado, pero nunca había hecho nada más que usar sus manos sobre Jason.
Quería hacer mucho más con Keaton. Lo deseaba de una fuerte manera, se trata más de una
compulsión. Necesitaba saber cómo probar a Pequeño, ¿cómo se sentiría Pequeño en su boca...
en su culo? Y chico, quería sentir el agujero de Keaton alrededor de su polla.

El vientre de Chay se contrajo ante el pensamiento. No podía esperar para follar a Pequeño.
Pequeño era sensible. Tendría un aspecto precioso montando la polla de Chay. Se estremeció
ante la idea. Sólo viendo al hombre correrse fue una delicia. Siempre le había gustado el sexo
anal. Que no podría ser distinto con un hombre y una mujer... ¿cierto? Bueno, a no ser por las
partes adicionales con las que había que tener cuidado y no aplastar. Mmmm... Su polla palpitaba
ante la imagen de Keaton retorciéndose de placer debajo de él.

Recorrió con la mano desde la rodilla de Keaton hasta el interior del muslo, sintiendo la piel
suave de bebé ligeramente peluda, por los platinados pelos. Pequeño abrió más sus piernas dando
a Chay una excelente vista de sus bolas. Chay trazó el mismo camino de vuelta y acarició con los
nudillos los testículos de Pequeño. Se endurecieron aún más ente el toque y Pequeño se retorció
un poco.

Chay lo hizo otra vez, y otra vez. Keaton intentó moverse fuera de alcance. Chay sonrió. Había
encontrado un punto delicado. Fue divertido. Le gustaba ser capaz de explorar sin Pequeño
discutiendo con él, diciéndole que era heterosexual y no quería hacer eso. Chay se preguntó qué
diría Pequeño si le hablara sobre Jason. Había que hacerlo más tarde, sólo para ver a Pequeño
despotricar y todo consternado. Era lindo cuando se ponía nervioso.

Chay se escurrió con prisa hacia abajo, empujando más las piernas de Pequeño con sus
hombros. Siempre se había preguntado cómo se sentía chupar una polla. Se encogió de
hombros, sólo había una manera de averiguarlo. Se inclinó hacia adelante y pasó la lengua sobre
las bolas de Pequeño.

Keaton continuó inquieto, pero no mucho. Interesante.

Lo hizo de nuevo y cerró la boca sobre ellos, aspirando ligero, porque siempre le había
gustado cuando se lo hacían a él.

Pequeño gruñó en su sueño.

Chay lamió a lo largo de la polla de Pequeño y chasqueó la lengua alrededor de la cabeza. Era
suave y caliente. Se sentía agradable en sus labios. Se tomó su tiempo, corrió los labios de arriba
abajo, lamiendo, probando, explorando. Finalmente, envolvió el pene de Pequeño en una la mano
y la llevó a su boca. Envolvió sus labios alrededor de la cabeza y luego la deslizó hasta su boca.
Ahora realmente sentía el sabor puro en la lengua. Sabía que se sentía condenadamente bien
cuando se lo hacían.

- Puta mierda. ¿Qué estás haciendo?

Miró hacia arriba a los sorprendidos ojos azules y se rió entre dientes, los labios aún envueltos
alrededor de la cabeza de la polla de Pequeño.

54

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton gimió y dejó caer la cabeza hacia atrás en la cama. – Oh Dios.

Chay humedeció los labios y su boca se deslizó más abajo, chupando en el camino. Los
muslos de Pequeño se tensaron, por lo que lo hizo de nuevo. Todo el tiempo observaba a su
compañero.

Las manos de pequeño sujetaban las sabanas, con todo su cuerpo rígido. Si Chay no lo
conociera, habría pensado que el pequeño hombre sentía dolor.

- Chay, no tienes que hace… –

Chay bajaba cada vez más, hasta recorrer casi todo el camino. Podría haberlo hecho todo,
pero sus reflejos se hicieron presentes y sintió arcadas, por lo que retrocedió.

- ¡Oh, mi Dios! Haz eso nuevamente.

Se aguantó las ganas de reír y lo hizo otra vez y otra vez y otra vez. No estaba seguro de qué
hacer, así que hizo lo que le gustaba que le hicieran a él. Cuando Pequeño se sintió suave y
agradable con su saliva, comenzó a usar su mano demasiado, trabajando de arriba a abajo,
apretando un poco. Esto era mucho más fácil que hacerlo con una mujer. No había, ―Justo ahí. No,
no importa.‖ Todo era tan claro y ayudaba que él sabía lo que se sentía bien.

La cabeza de Pequeño comenzó a golpear hacia adelante y atrás en el colchón. Sus nudillos
estaban blancos por sujetar las sabanas. Se retorció y gimió, haciendo sentir a Chay como un rey.

Podía sentir cada gemido que Keaton hizo. Escuchaba los latidos cardíacos de Pequeño, su
respiración rápida. Chay se excitaba cada vez más y minuto a minuto. Su polla se filtró en la cama
y movió sus caderas tratando de obtener alivio.

- Chay, yo... yo... me voy a venir. Yo... yo... – La cabeza de Keaton salió de la cama una vez
más, sus ojos suplicando.

Chay no cedió, chupaba más duro. Quería que Pequeño se viniera. Necesitaba saber lo que le
gustaba a su compañero.

No pasó mucho tiempo. Keaton arqueó la espalda y un gemido irregular escapó de sus labios
mientras derramaba su esencia en la garganta de Chay.

El sabor salado se apoderó de la lengua de Chay, sorprendiéndolo. Pero no se detuvo. Él


continuó trabajando el pene de Pequeño, obteniendo todo lo que Pequeño tenía. No se detuvo
hasta que Pequeño se relajó sobre la cama. Para entonces, ya estaba condenadamente
necesitado, soltó el todavía semi-erecto pene de su boca y se arrastró hasta el cuerpo de
Pequeño, a ambos lados de sus caderas. Cogió su propia polla y bombeo. Por alguna extraña
razón tenía esta necesidad insaciable de terminar en Pequeño, de marcarlo como el suyo. No tenía
idea de donde provenía tal pensamiento primitivo, pero lo hacía sentir aún más caliente.

Los ojos de Keaton se abrieron, gimió y se acercó a Chay.

Chay estaba perdido. Su espalda se arqueó. Se las arregló para acariciarse a sí mismo una
vez más y logró venirse. Miró a los ojos de Pequeño. Había semen salpicado sobre la mano de
Chay y el estómago de Pequeño. Chay suprimido la necesidad de frotar esto y se dejo caer hacia
adelante, una mano todavía envuelta alrededor de su polla, la otra apoyada al lado de la cabeza de
Pequeño. Respiró hondo y cerró los ojos. Joder. Despertarse con este hombre en su cama todos
los días iba a matarlo.

55

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Pero qué manera de terminar.

Su respiración finalmente se calmó. Keaton tiró de él, haciéndolo acostarse, la mitad en la


parte superior de Pequeño, y la otra mitad en la cama.

Pequeño besó su mandíbula.

No estaba seguro, pero le pareció oír, - Gracias, Chay. – Estaba a punto de decirle que era un
placer a Pequeño cuando...

- Uh, Pequeño.

- Sí.

- Tu perro está masticando mi dedo gordo del pie.

56

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Ocho

Keaton terminaba de hacer la cama, apagó la luz y salió de la habitación. No le importaba la


limpieza, nunca había sido su actividad favorita, pero si eso mantiene feliz a Chay... Chay resultó
ser una especie de maniático del orden.

Keaton fue particular acerca de su servicio de lavandería, así como la cocina, la organización de su
vida había estado bastante bien.

Él se había mudado una semana después de que Chay se lo había pedido. No había sido la
gran cosa, porque sólo había firmado un contrato de tres meses y todo el mobiliario había sido
alquilado con el apartamento. No había desembolsado nada de dinero – (a excepción de los dos
meses de alquiler del apartamento) – y el movimiento había sido bastante simple.

La mala noticia era que ni a él y ni a Chay les gustaba cocinar. Lo que no era bueno, porque
terminarían esperando hasta que ambos murieran de hambre, antes de que cualquiera de ellos
hiciera algo para la cena. Hasta ahora, la cena consistía en carnes frías, ordenar pizza o pizza
sobrante de la noche anterior.

Estaba intentando convencer a Chay para tomar una clase de cocina, pero hasta ahora Chay se
negaba. El hombre había puesto el número de la pizzería en los números rápidos en respuesta a la
sugerencia de Keaton. ¿Se preguntaba qué tan difícil sería enseñar al perro a cocinar? El cachorro
era inteligente, y ya estaba domesticado. Si sólo pudieran conseguir que la bestia durmiera en su
cama en lugar de la de ellos...

Oooh cama. Le gustaba ir a dormir. Ellos en realidad aún no habían tenido sexo. Conseguían
distraerse y terminar demasiado excitados para llegar a ese punto, pero seguro que sí se habían
restregado el uno al otro y masturbado.

Keaton se estremeció y se inclinó para tomar una cucharada de detergente para la ropa.

Pensar en Chay y sexo lo puso duro. Depositó la taza de detergente en la lavadora y cerró la
tapa. Sonrió, preguntándose dónde estaría Chay y cuánto tiempo tenían antes de que se
marcharan. Esta era la primera luna llena que pasarían juntos. Keaton no podía esperar para ir a
cazar con su compañero.

Unos cálidos labios besaron la parte posterior de su cuello y un par de brazos lo envolvió. Un brazo
lo sujetó aún de espalda, tirando de él contra un pecho musculoso, la otra mano envolvió sus
bolas.

Oh, había encontrado a Chay. ¿O Chay lo había encontrado a él? No importaba cuál era la
respuesta. – Me preguntaba dónde estabas. – Programó la lavadora y se apoyó en su compañero.

- Umph. – Chay había mordido el hombro de Keaton.

57

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
La piel de sus brazos se erizo, como la piel de gallina. – ¿Terminaste la de poner la puerta para
perros?

- Ummm... – La mano en su pecho se deslizó bajo la camisa y le pellizcó los pezones.

Keaton chilló. Fue bastante vergonzoso, pero no podía evitarlo. Sus pezones eran sensibles.
Chay lo había encontrado por accidente la otra noche y había estado jugando con ellos desde
entonces.

La mano que acariciaba sus bolas se deslizó hasta frotar su erección a través de sus vaqueros,
presionándolo más cerca de su amante. Su polla se endureció aún más.

La polla de Chay se presionaba contra la parte baja de su la espalda. Dios, amaba saber que
Chay se ponía duro por él.

El pelo de Chay cayó sobre el hombro de Keaton al enterrar la cara en el hueco del cuello de
Keaton, lamiendo y mordisqueando. Le hacía cosquillas, pero también se sentía agradable. Keaton
trató de girar y envolver sus manos alrededor del cuello de Chay, pero se le adelantó girándolo
hasta tener su rostro frente a él.

Chay agarró su culo y jaló a Keaton contra él. Sí, alguien estaba realmente caliente. Keaton
sintió como sus pies abandonaron el suelo cuando Chay lo subió a sus caderas.

Keaton se estremeció y llevó sus manos hacia atrás, en la lavadora

- Me vuelves loco, bebé. Vine aquí para preguntarte si querías comer antes de ir a cazar y veo
tu apretado culito inclinado buscando el jabón. Joder, eres sexy. – La voz de Chay sonaba
profunda y sensual cuando empujó sus caderas contra Keaton.

Quizás los dos eran ese alguien que estaba caliente. Esa voz suave y sexy provocó un tirón en
la polla de Keaton y que sus bolas se endurecieran. Movió las caderas contra Chay, mirando a los
grandes ojos negros. Joder, el hombre era un sueño húmedo andante.

- Quítate la camisa. Los ojos de Chay ojos se cerraron. Cuando los abrió de nuevo, brillaban
de un color ámbar.

- ¿Qué?

- Quítate la camisa. – gruñó.

- No puedo, me caeré.

- No, no lo harás, yo te sostengo. Suelta la lavadora y sujeta mi cuello.

Hizo lo que le indicaron, apoderándose del hombro de Chay con una mano y sujetó su camisa
con la otra.

Chay bajó la cabeza y atrapó el pezón de Keaton entre los dientes, al tiempo que movía sus
penes juntos a través de sus pantalones.

Todo el cuerpo de Keaton se sacudió y contuvo el aliento al sentir la succión de los dientes en su
pezón. Su polla latía dentro de sus vaqueros y su cuerpo se estremecía.

58

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay, se trasladó a otro pezón, luego levantó la cabeza. Sus dientes se alargaron. El control de
Chay se desvaneció con la aparición de la luna llena.

Keaton sabía que era mejor hacer algo antes de terminar masturbando a un lobo en el suelo de la
sala de la lavandería. Por triste que sonara, estaba tan condenadamente caliente que iba a hacer
precisamente eso. Se inclinó hacia adelante, hundió sus dientes en el hombro de Chay y bajó sus
caderas con más fuerza contra Chay. – Más rápido, Chay. . – Chay tuvo que acercarse más, ya
que Keaton estaba a punto de perder su maldita mente. Sintió la mirada borrosa a medida que
cambiaba, y cerró los ojos.

Finalmente Chay gritó contra él, sus caderas moviéndose de forma errática cuando se vino.

Keaton llegó al clímax casi de inmediato. Su cuerpo se tensó contra el de su compañero. Sus
pelotas se apretaron y se vacío en los pantalones. – ¡Oh, Joder. Chayton!

Chay colocó los pies de Keaton en el suelo antes de que sus cuerpos dejaran de temblar por el
clímax.

Las rodillas de Keaton cedieron y se deslizó hasta el suelo.

Chay lo siguió. A Keaton le tomó varios segundos darse cuenta que Chay estaba cambiando. Se
quedó allí y vio como Chay terminó convirtiéndose en un gran lobo negro y fuerte. Maldición, el
hombre era incluso hermoso como lobo.

Keaton sonrió y sacó la camisa de Chay fuera de él.

Chay salió de sus vaqueros y Keaton lo despojó de los bóxers. La piel en el vientre de Chay y
los costados estaban húmedos.

Keaton se rió. – Tendrás semen seco pegado a la piel.

Chay gruñó y luego le lamió la cara.

- Ok, ok, te limpiaré. Tan pronto como mis piernas funcionen nuevamente.

Chay se recostó junto a él ociosamente, lamiéndole el mentón, los labios, el cuello.

Rascó detrás de las orejas de Chay y hundió el rostro en el pelo negro y espeso, mientras se
relajaba, haciendo a sus ojos cambiar. Uno de ellos necesitaría pulgares. – Supongo que esto
significa que seré yo quien nos lleve a la reserva.

Keaton permaneció allí varios minutos, se acurrucó contra el tibio cuerpo peludo de Chay. Ambos
estaban casi dormidos cuando escuchó el sonido de uñas contra el suelo de linóleo de la sala de la
lavandería. Oyó el jadeo y olfateó el apestoso olor – (había estado afuera jugando) – del cachorro.

Entonces Chay aulló.

El aullido fue seguido de un pequeño gruñido feroz poco inmaduro.

Chay aulló de nuevo y saltó.

Keaton abrió los ojos a tiempo para ver a Pita rodar por el suelo, terminando con la espalda
contra la secadora. Volvió a mirar a Chay.

59

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton se echó a reír.

Chay lo miró.

El cachorro, sin embargo, se levantó y se lanzó nuevamente sobre Chay, su cola moviéndose.
Al parecer, Chay en su forma de lobo no se preocupaba de la plaga en absoluto. Quería jugar. Esta
vez consiguió morder la piel del pecho de Chay, gruñendo y sacudiendo la cabeza. Keaton se
sentó. No podía parar de reír. Se preguntó si Pita se daba cuenta que era Chay y luego decidió que
eso era lo más probable, porque el olor de Chay era el mismo. Probablemente eso fue lo que hizo
que el cachorro creyera que era tiempo de jugar. Chay permanecía en el piso jugando con él.

Chay gruñó y sujetó al cachorro con el hocico por la piel de su cuello, y se lo llevó a Keaton.
Dejó a Pita en el regazo de Keaton y mordisqueó la barbilla Keaton.

- Ok, Ok, Lo siento, no fue... Demonios, sí que fue divertido. Lo siento... – Comenzó a reír
de nuevo.

Cuando finalmente consiguió poner su alegría bajo control, se levantó. Terminó encerrando a
Pita en el cuarto de lavado porque no dejaba de saltar sobre chay. Primero, fueron las orejas de
Chay, después la cola. Chay se puso muy nervioso, por lo que Keaton había tenido piedad de él.

Se limpió a sí mismo y a Chay, se cambió de ropa y le consiguió algo de ropa a Chay para
mañana. Keaton condujo a la tierra de la manada en su Impala y se estacionó en un grupo de
árboles junto al coche de Joe Winston. Chay le había dicho sobre el lugar el otro día. Era aislado y
nadie se metía con sus vehículos aquí. – Bueno, aquí estamos. ¿Se supone que alguien vendrá
por nosotros?

Chay, sacudió la cabeza.

- ¿Estamos por nuestra cuenta?

Chay asintió.

- Ok, entonces en marcha. – Salió y se dirigió hacia el lado del pasajero. Abrió la puerta para
Chay y arrojó las llaves y la cartera debajo del asiento del pasajero. Cuando salió Chay, Keaton se
sentó en el asiento del pasajero y comenzó a quitarse los zapatos y los calcetines. Miró hacia
arriba y se dio cuenta que Chay lo estaba mirando. Sonrió, extendiendo la mano y acariciando la
cabeza de su compañero. – Escucha, Chay, hay algo que olvidé decirte.

Chay inclinó la cabeza hacia un lado.

Keaton respiró hondo y se sacó la camisa. Tendría que haberle dicho esto antes. Esperaba
como el infierno que Chay no se asustara. – En forma de lobo y en la de hombre/ lobo, puedo
comunicarme telepáticamente.

Los ojos de Chay se agrandaron.

- Sí, lo siento. Supongo que tendría que haberlo dicho antes. Es sólo que es un poco raro.
Sé que muchas personas no pueden hacerlo, y bueno... si te asusta de alguna manera, no hablaré
contigo de esa forma.

Chay se adelantó, poniendo sus patas delanteras en el coche y levantó la cabeza para lamer
la mejilla de Keaton.

60

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Suspiró con alivio y abrazó el cuello de su compañero. Después de un momento se levantó y
terminó de desnudarse. Cerró la puerta del auto y cambió rápidamente. Cambiado completamente,
miró hacia arriba y vio a Chay mirándolo.

Inclinó la cabeza y luego se dio cuenta que Chay estaba esperando por él para ―hablar‖ con él. Si
hubiera podido, habría sonrió. Movió la cola y se acercó a Chay, se colocó a su lado, con la cabeza
bajo la barbilla del lobo más alto. – Bueno... ¿A dónde? Tú conoces esta zona mejor que yo. – Le
habló telepáticamente a Chay. Contuvo la respiración, esperando la reacción de Chay. Esto no era
algo que la mayoría de los lobos podían hacer. Su padre y él podía comunicarse entre ellos, pero
los lobos, sin el poder sólo podían escucharlo. Su hermano siempre lo había odiado por hablarle de
esta manera.

Chay le lamió el hocico, y luego le dio un codazo en el hombro y se echó a correr.

- Hey, espera

Jugaron y exploraron durante varias horas hasta que finalmente atraparon un conejo para
compartir. Varias veces durante la noche, sentía como si alguien los seguía, pero no había ningún
olor. Quien quiera que fuera permanecía a favor del viento. Preguntó a Chay al respecto, pero
Chay no podía oler a nadie. Probablemente eran algunos de los jóvenes lobos jugando con ellos.
Por último, alrededor de las dos o tres de la mañana, Chay, lo llevó a una pequeña cueva donde se
acurrucaron juntos y se quedó dormido.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Chay despertó tan caliente que prácticamente sus caderas se restregaban en el aire.
Lentamente se dio cuenta del calor en su espalda. El olor de su compañero bullía en su nariz,
haciendo dolorosa su necesidad. Se puso de pie, mirando al pequeño lobo blanco.

Pequeño estaba sobre su estómago, su cabeza descansaba entre sus patas delanteras, las patas
traseras acurrucadas bajo él y la cola hacia fuera.

Chay, antes de darse cuenta lo que estaba haciendo, estaba de pie sobre el cuerpo pálido, su boca
se pegó a la parte posterior del cuello de Pequeño.

Las orejas se Keaton se levantaron, pero no se movió. El acento sureño arrastró lentamente
las palabras en su cabeza. – ¿Uh, Chay? Odio ser aguafiestas, pero no tenemos pulgares, ni
labios para hablar, y nada de lubricante. ¿Te importa si terminamos esto en casa?

Chay parpadeó y soltó el cuello de Pequeño.

Pequeño se dio la vuelta, sus grandes ojos azules de lobo miraron hacia arriba, a Chay.

¡Joder! ¿Qué estaba pensando? No podían hacer eso en esa forma. Bueno, sí, probablemente
podrían, pero no aquí, no ahora y definitivamente no para su primera vez. Podrían cambiar y... No,
no desfilaría con el culo desnudo al aire todo el camino de regreso al auto. Se arrastró fuera de
Pequeño y le dio un codazo en la nariz para ponerlo en movimiento.

Aparentemente, Keaton captó el mensaje. Se levantó sobre sus patas y lamió el hocico de
Chay. – Muéstrame el camino.

61

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
No perdió tiempo. Salió de la cueva y corrió hacia el coche, sabiendo Keaton le seguía, por su
olor. De hecho, eso era todo en lo que podía concentrarse. El aroma lo enloquecía y apostaría a
que Pequeño estaba tan caliente como él.

- Sabes, realmente tienes una linda cola.

Sí, Pequeño estaba caliente como él. Habría reído si hubiera podido, en cambio, apresuró el
paso.

Cuando llegaron al coche, varios miembros de la manada estaban allí, incluyendo a su padre.
Por lo menos ellos pensarían que su excitación se debía a su edad y al hecho de que acababa de
despertar. No es como si importara, ellos lo ignorarían. Era una mala forma de reconocer la
emoción de otros. Sólo esperaba que ninguno de ellos decidiera entablar una conversación.
Realmente quería llegar a casa.

Pequeño cambió antes que él y abrió la puerta del coche, obteniendo su ropa. No iba a ver el
bonito, redondo y pequeño culo de Pequeño. No, no lo haría. Oh, mierda, ese no fue su gemido
¿cierto?

- Buenos días, chicos. ¿Los dos pasaron una buena noche? – Joe gritó por encima del capó
de su coche.

Pequeño saludó y se puso los calzoncillos, cubriendo ese tentador trasero... gracias Dios. – Hola,
Joe. Tuvimos una caza agradable. ¿Y tú? La próxima vez tendremos que ir todos juntos.

Su padre se acercó cuando Chay ya había cambiado. Mentalmente gimió, pero no podía ser
grosero y salir corriendo. Llamaría la atención y la especulación. No es que le importaba que todo
el mundo se enterara, pero no tenía ganas de explicarlo ahora. Quería llevar a casa a Pequeño y
desnudarlo otra vez.

Llegó al lado de Pequeño, cogió sus calzoncillos y vaqueros del asiento y rápidamente se los
puso. – Hola, papá.

- Buenos días, hijo. ¿Quieren ir a desayunar?

Diablos, no. No, a menos que Pequeño esté en el menú. – Uh...

Pequeño se puso la camisa y le entregó a Chay la suya. – ¿Podemos verificar el control de la


lluvia? Tenemos que llegar a casa y dejar que el cachorro salga. Lo encerramos la noche anterior.

Sí. Gracias, Pequeño. Chay tiró de su camisa por encima de su cabeza y asintió. - Sí, Pita
probablemente esté cruzando las piernas.

Joe rió. - O la casa esta inundada.

Pequeño se rió. – Espero que no. Creo que lo tenemos entrenado.

- Me voy a desayunar. Chicos, si cambian de opinión, llámenme. – Dio media vuelta y regresó
a su automóvil y se detuvo. – Por cierto, los espero para la cena de la próxima semana. Hablaré
con tu madre y sabrás qué noche. – Saludó y se metió en su coche.

Pequeño levantó la vista de sus zapatillas de deporte y arqueó una ceja.

62

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Maldición, Pequeño tenía sexis cejas. Chay gimió. Sexy cejas. Buen señor. Al parecer, una
importante cantidad de sangre que usualmente bombea a su cabeza se había desviado a su
polla... eso o había perdido la maldita cabeza. La única cosa buena era que su polla estaba
haciendo todo el trabajo de pensar. Chay se encogió de hombros y se puso los zapatos y los
calcetines. - Siempre tengo una cena con ellos una vez a por semana. En las últimas dos semanas
no las soporté.

- ¿Estás listo?

- Infiernos, Sí. – En un tono de voz más tranquilo añadió, en beneficio de los otros que
podrían estar escuchando. – Debemos apresurarnos. Pita, probablemente, estará hambrienta.

Pequeño le guiñó un ojo, subió en el asiento del conductor y arrancó el coche. - Chay, saca mi
cartera de debajo de tu asiento.

Chay entró, cerró la puerta y buscó debajo de su asiento. – ¿Por qué? ¿Tienes un condón en ella?

Keaton resopló. – De ningún modo. – Los lobos no atrapan o transmiten enfermedades.

- Sí, pero lo hiciste y estás pre-lubricado…

Los ojos de Pequeño se abrieron grandemente mientras conducía a la carretera. – ¿Significa


esto que vamos…–

- ¿Joder? Diablos sí. Quiero decir, si estás de acuerdo, por supuesto.

El auto aceleró. – Estoy de acuerdo. He estado esperando por ti.

Chay lo miró, notando el bulto en los jeans de Pequeño y no pudo evitarlo. Extendió la mano y lo
cogió. Sí, Keaton estaba duro. Chay ya sabido que era, pero... Maldición. Le encantaba la
sensación de la verga palpitante en su mano. – Joder, Pequeño, date prisa.

Llegaron a casa en un tiempo récord y apenas cerraron la puerta, Pequeño, prácticamente estaba
sobre su cuerpo.

Cogió las nalgas de ese dulce culo y tiró de él al sentir como la boca de Pequeño se pegó a
su cuello. Los delgados brazos lo envolvieron. Sus muslos apretaron la cintura. Movió a Pequeño
de arriba a abajo, frotando sus pollas juntas, su polla ya goteando. Ellos iban a llegar al final. No
había manera de que no lo haría dentro de ese pequeño cuerpo apretado antes de estallar, como
el Cuatro de Julio.

Empezó por el pasillo hacia el dormitorio. – Realmente no dejaste cerrada la puerta del perro,
¿cierto?

- Mumph. – Pequeño mordisqueó su piel y se apartó, mirando a su cuello. Sacudió la cabeza y se


zambulló de nuevo, chupando con su boca.

Chay se estremeció, su Pequeño lo estaba marcando. Llegó a la habitación y lo dejó caer


lentamente en la cama. Se quitó la camisa cuando Pequeño se apoyó en los codos, observando.
Arrojó sus zapatos y se despojó de sus vaqueros, quedando en ropa interior.

63

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Pequeño le miró, con una mano tocando a través de su pantalón. Lucía jodidamente
comestible. – Jesús, Pequeño, desnúdate. – Ni siquiera le dio tiempo al hombre para responder,
sujeto los zapatos de Keaton y los quitó, y luego atacó a los calcetines y los pantalones. Tiró ellos y
los sacó fuera de Keaton junto con sus calzoncillos. La bonita polla saltó libre.

Keaton tiró de la camisa hasta las axilas, inmediatamente cayendo sobre su espalda y
acariciándose a sí mismo.

Joder, si eso era la cosa más sexy. Chay gimió y se subió a la cama entre las piernas abiertas
de Pequeño, permaneciendo en las rodillas. Agarró su polla y tiró al mismo tiempo con la mano de
Pequeño.

Pequeño sujetó su labio inferior entre sus dientes y gimió. Realmente gimió, y los azules ojos
lo miraron. Su mano bombeaba más rápido, ahora con los ojos pegados a la polla de Chay. – Dios
te ves bien. – La cabeza del pene de Pequeño brilló con pre-semen.

Chay gimió, su propia polla, más dura que un tubo de acero, palpitó en la mano. Con la otra
mano sujetó las pelotas de Pequeño, apretando ligeramente. – Termina para mí, Precioso Bebé.
Termina para mí para que pueda joderte.

Pequeño gimió fuertemente, con sus caderas elevándose sobre de la cama. Su cuerpo se
tensó y disparó en la mano y su estómago.

La mirada vidriosa en ese bello rostro y el olor de esperma empujaron a Chay al límite. Empujó
dentro de su mano dos veces y sintió un tirón más fuerte en sus bolas. Se inclinó sobre Keaton y
observó la salpicadura del espeso líquido blanco en ese vientre pálido. – Oh. Oh. ¡Pequeeeño!

Pequeño pasó los dedos por el esperma sobre su vientre y los llevó a la boca, los lamió dejándolos
limpios. - Mmm...

Maldición. Sus caderas rotaron hacia adelante. Geez. Se sentó sobre sus talones, mirando a
su compañero.

La polla de Keaton estaba sólo media dura cuando se sentó y jaló su camiseta sobre su
cabeza, tirándola al suelo.

Su polla nunca perdió el interés.

- ¿Quieres entrar en mi, Chay? ¿Estás bien con eso?

- Diablos, Si. He estado esperando para joderte durante semanas.

- ¿Por qué no lo hiciste?

- Tú querías tomar las cosas con calma.

Keaton gimió y sujetó la polla Chay.

Siseó, empujándose hacia arriba en la mano de Pequeño.

- Nunca escuche nada de eso, pero tu escuchaste lo que dije…- Pequeño gimoteó, y se inclinó
hacia adelante, llevándoselo a la boca.

64

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Todo el cuerpo de Chay temblaba. Ya estaba muy sensible. Esa boca húmeda y caliente era el
cielo. Pasó los dedos por los rubios rizos, observando la bonita boca tomar su polla. Maldita sea,
Pequeño podía chupar su polla. El hombre tenía un talento natural. Tenía la mejor garganta
profunda que Chay había conocido. – Maldita sea, Pequeño. Esto es agradable, pero... – Se apartó
de Keaton y abrió el cajón de mesita de noche. Dios, esperaba tener algún lubricante allí.

Bingo. Lubricantes y condones. No necesitaban los condones, los había tenido como un
anticonceptivo. Los lobos podrían lograr embarazar a las mujeres.

- ¿Cómo me quieres?

Chay balbuceó. Sujetó a Pequeño y lo llevó hasta la cama, oprimiéndolo contra el colchón en un
beso. – ¿Cómo me quieres?

- Yo... yo... como tú quieras. Depende de ti. – Pequeño miró alrededor antes de posarse sobre
él.

El mordió los labios de su compañero. – No, no depende de mí. ¿Cómo quieres que sea?

Pequeño se atoró con su saliva. – En mi espalda si no te molesta.

Chay parpadeó. – ¿Molestarme? Por supuesto que no, no me molesta, ¿por qué debería?

Pequeño se encogió de hombros.

- Oh, no. No salgas con eso. – Cogió su polla y golpeó la pierna de Pequeño con ella. – No creo
que esto vaya a alguna parte. Tengo tiempo.

Keaton gimió y giró los ojos. – No importa.

Chay se sentó y sacudió la cabeza. Algo estaba molestando a su compañero y él iba a


averiguar lo que era. Sólo esperaba como el infierno que no decidiera clavarlo en los talones y ser
el bastardo testarudo que Chay sabía que podía ser, porque realmente quería coger pronto el
pequeño culo de Pequeño.

Keaton suspiró. – Es difícil pretender que no soy un hombre si…–

- ¿Qué?

Pequeño hizo una mueca de dolor.

¿De dónde diablos había salido eso? Había pensado que habían logrado superar sobre lo
gay/heterosexual. Dejó caer el lubricante, sujetando las piernas de Pequeño y tirando hacia arriba,
haciéndole doblar las rodillas. Se agachó y recorrió con la lengua los testículos de Keaton antes de
succionarlos. Chay empujó las piernas de Pequeño más cerca al pecho de Pequeño,
prácticamente doblándolo por la mitad, y trazó su lengua hacia abajo. Pasó la lengua por el pliegue
de Pequeño y jugueteó con su ano.

- ¡Oh Dios mío! ¡Oh, Dios mío! ¡Chay! – Keaton se agitó y retorció. Actuó como si no pudiera
decidir si quería parar o continuar.

65

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
No importaba, Chay no le dio la oportunidad de hacer cualquiera de las dos cosas. Continuó
trazando el estrecho agujero con la lengua, y regresó nuevamente a las pelotas de Keaton. En
algún momento durante su ―beso negro‖, la polla de Keaton se había despertado de nuevo. Chay
tomó la polla de Pequeño en su boca y la chupó.

- ¡Oh!

Dio un paso atrás y atrapó la mirada sorprendida de Keaton. – ¿Crees que trato de pretender que
eres una mujer?

La mandíbula de Pequeño cayó. Sacudió la cabeza lentamente de un lado a otro.

Chay sonrió. – Bien. No quiero oír eso de nuevo.

Pequeño asintió con la cabeza, con los ojos vidriosos.

Chay le soltó las piernas y recuperó el lubricante. Deslizándolo sobre su polla. El gemido de
Keaton fue más largo, excitando a su pareja. Maldita sea, también se sentía bastante bien. Él
podía simplemente... El pequeño culo apretado de Pequeño. Concéntrate, Chay. Soltó su polla y
exprimió un poco más de lubricante en sus dedos.

Pequeño agarró sus piernas y los detuvo, miró a Chay con sus ojos.

- Shhh... Relájate, bebé. Sé condenadamente bien que eres tú. Nunca he fingido que eres
alguien más. No voy a empezar ahora. – Agarró el pie de Pequeño con su mano libre y besó el
arco. – Además, nadie consigue ponerme tan caliente como tú. – Chupó el dedo pulgar con su
boca mientras sus dedos se deslizaron sobre el anillo de músculos.

Keaton gimoteó.

Chay empujó un dedo y ambos gimieron.

Maldición, era tan estrecho. Su polla vibró con anticipación. Metió otro dedo, observando el
rostro de su compañero en busca de cualquier signo de molestia.

No había ninguno. La polla de Pequeño nuevamente se sentía dura contra su estómago. Cerró
los ojos con una ligera sonrisa en los labios. Joder. Pequeño era un atractivo hombre. – ¿Listo
para otro dedo, Precioso Bebé?

- Listo para tu polla.

- ¿Estás seguro?

- Uh-huh.

Chay deslizó un tercer dedo, observando cuidadosamente el rostro de Pequeño.

Pequeño suspiró.

Sacó los dedos fuera y alineó la cabeza de su pene con el agujero listo. Se empujó en él y el
cuerpo de Keaton lo tragó. – Oh, maldición, te sientes tan bien. – Siguió adelante lentamente,
ignorando las ansias de su cuerpo, instándolo a ir más aprisa. Tomando su tiempo, saboreando la
sensación del cuerpo de su compañero apretándolo estrechamente.

66

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Pequeño gimió. – Muévete. Por favor, muévete.

Lo hizo, empujando suavemente al principio. Ya había hecho esto antes con mujeres, pero
ahora era diferente, mejor. Era Pequeño, su compañero.

Pequeño soltaba dulces sonidos, jadeos y suspiros. Chay lo sentía cerca. Olía las gotas del
pre-semen escurrir de la polla de Keaton. Sujetó las piernas de Keaton por debajo de las rodillas y
tiró de él para satisfacer sus impulsos, moviéndose más rápido.

Pequeño gimió, con los ojos abiertos como platos.

Chay lo hizo otra vez.

Todo el cuerpo de Keaton se tensó, apretando su culo.

Chay gimió también. Aumentó la velocidad de sus movimientos y observó el placer en el rostro
de Keaton. Sonrió y tomó nota mental de ello. Había olvidado todo fuera de lo que sentía. Ni
siquiera había considerado que debía sentirse bien cuando se estimula la próstata. – ¿Te gusta
eso, bebé?

- ¡Dios, sí! Más rápido, Chay, Más duro

Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Chay. Maldita sea, si eso no es estar caliente,
entonces, no sabía lo que era. Comenzó a golpear su cadera más rápido. – Tócate tu mismo.
Joder hazlo para mí, Pequeño.

Pequeño agarró su pene, tirando al mismo tiempo que los embates de Chay. Era lo más
erótico que Chay había visto.

Los dientes de Keaton se hundieron en su labio inferior cuando bombeó su polla. En cuestión
de segundos se apretó alrededor de Chay, balbuceando.

Chay no sabía lo que estaba diciendo, no entendía una palabra, pero sabía lo que Keaton
pedía. Folló a Pequeño rápido y duro. El cuerpo de Pequeño tembló por segundos, sus gemidos
cada vez más fuertes. Sus músculos se apretaron alrededor de Chay y el olor de esperma llenó el
aire.

Keaton siempre fue hermoso, pero había algo en la expresión de su rostro cuando terminó que
derritió a Chay.

Chay se vino con un gemido errático, derramándose sobre el cuerpo de su compañero. Se


desplomó sobre Keaton, respirando con dificultad.

Los brazos de Pequeño lo envolvieron y acarició su cara contra la de Chay. Besándolo cuando
encontró los labios de Chay.

Gimió en la boca de Pequeño, devolviendo el beso. Dios, amaba a este hombre.

Chay prácticamente estaba flotando, cuando el jadeo de asombro provino de la puerta. – ¡Hijo
de puta!

67

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Nueve
Remi estaba en la puerta, sosteniendo a Pita en sus brazos. Miró Keaton y bajó al perro. El
cachorro de inmediato corrió a la cama y empezó a ladrar y saltar de arriba y abajo.

Remi abrió la boca y la cerró varias veces antes de señalar con el dedo a Keaton. – Tú. Esto
es tú culpa. Le has lavado el cerebro.

- ¡Fuera! – Chay tomó las sabanas, cubriendo a Keaton y a él, y se deslizó hacia un lado del
cuerpo de Keaton.

Keaton jadeaba debido al placer, y sólo entonces cerró la boca.

Sorprendentemente, Remi se dio la vuelta y salió de la habitación.

Chay se sentó y se pasó las manos por el pelo. – Joder.

- Lo siento.

- ¿Por qué? – Chay frunció el ceño.

- Bueno… Remi lo ha descubierto.

Sacudió la cabeza. – No. No tienes nada que lamentar. Es culpa de Remi. Él siempre entra sin
llamar, el hijo de puta no ha descubierto la manera de tocar una maldita puerta. No importa, lo he
estado postergando. Esta es una cosa buena. – Chay se inclinó para besarlo, y le golpeó la
cadera. – Levántate y vístete. – Salió de la cama y sujetó Pita en una mano y lo sostuvo frente a su
rostro. – Y tú. Por el amor de Dios, cállate.

Keaton suspiró y caminó al baño a lavarse. Cuando regresó Chay estaba completamente vestido,
sentado en el borde de la cama esperándolo. Keaton no quería hacer esto. Llámalo un
presentimiento, pero esto iba a ser bastante feo.

- Pequeño...

Él sonrió. – ¿Sí? – Nunca admitiría que le gustaba como lo llamaba Chay.

Chay se puso de pie, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de Keaton, y le besó la
frente. – Gracias. – Trazó el puente de la nariz de Keaton con el pulgar. – Dios, me encantan estas
pecas.

Keaton rodó sus ojos. – Estás loco, ¿sabes?

Chay le pellizco la barbilla. – Es parte de mi encanto. Vamos. Tenemos que hablar con Remi.
Es una patada en el culo, pero fue mi mejor amigo durante los últimos veinte años.

- ¿Fue?

68

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay arqueó una ceja y sonrió, y lo tomó de la mano y lo llevó a la sala de estar.

Remi estaba sentado el sofá. Levantó la vista cuando entraron tomados de la mano y fulminó
con la mirada a Keaton. – ¿Qué hiciste con él?

Chay levantó una mano. – Remi, no comiences. Esto no tiene nada que ver con Keaton.

- ¿Qué? Sí, sí lo tiene. – Remi gritó.

Keaton asintió con la cabeza, se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Dios ¿realmente estaba de
acuerdo con Remi?

- Escucha, Remi, este no te concierne. Pero eres mi amigo y te lo explicaré, por esta vez. – Chay
soltó la mano de Keaton y se sentó en el sofá, girando ligeramente hacia Remi.

Pita se lanzó sobre y comenzó a tirar de la pierna del pantalón de Chay, gruñendo. Keaton
sonrió, tomó el cachorro y se sentó en la silla al final del sofá.

Remi se pasó las manos por la cara. El hombre era realmente hermoso, lástima que era un
desgraciado. Se inclinó hacia delante y apoyó las manos sobre las rodillas. – ¿Por qué, Chay? ¿Es
esto una especie de rebelión o algo contra tu madre? ¿No era ya bastante malo que trajeras a
casa a un amigo medio blanco, ahora tienes que traer a casa a un amante blanco? Un hombre, por
el amor de Dios. Ni siquiera eres gay.

Chay suspiró. – No tiene nada que ver con mi madre. Y ¿podemos parar con toda esa cosa de
ser gay o no ser gay? Es irrelevante. Keaton es mi amante, y solo me he reservado la información,
eso es todo.

- ¿Qué? ¿De pronto decidiste que no te gustaban más las mujeres?

- Me gustan las mujeres. Simplemente me gusta más Peq–Keaton.

Remi miró a Keaton y luego miró nuevamente a Chay. – Esto es – (jodidamente) – increíble.
¿Qué es lo que él tiene sobre ti? ¿Algún chantaje o algo así?

Chay cerró los ojos y se pellizcó el puente de la nariz. Keaton tuvo el repentino impulso de
tomarlo en sus brazos y decirle que todo iba a estar bien, pero sabía que no lo haría. Remi era
sólo el primero. Lena Winston iba a reaccionar diez veces peor.

Chay dejó caer la mano y miró a su amigo. – Remi –

- Bueno, diablos, Chay, ¿que se supone que debo pensar? Nunca antes te han gustado los
hombres.

- Voy a decirlo sólo una vez. Puedes tratar con ello, o puedes irte, tú lo decides. Amo a
Keaton y él se queda...

Keaton se quedó sin aliento, sus ojos se agrandaron cuando miró a Chay. Pobre Remi,
parecía, que alguien le había dado un puñetazo. Espera, no. – No es ―pobre Remi", el hombre es
un bastardo.

Chay siguió hablando, ignorando sus reacciones. –...Aquí. Esta es su casa. Él no irá a ningún
lado... nunca. Si no puedes ser amable con él, entonces ya no eres bienvenido aquí.

69

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Entonces, ¿soy yo o él?

- No, si puedes comportarte y dejar de insultarlo. Hemos sido amigos durante mucho tiempo,
pero no permitiré que hables mal de él y lo atormentes.

Remi se puso de pie, indignado. – Puedes olvidar nuestra amistad por... por – señaló a
Keaton. – ese… ese pequeño marica.

Chay se levantó de un salto, la ira irradia de él. – ¡Eso es todo! ¡Lárgate! ¡Lárgate y no vuelvas
hasta que puedas comportarte!

Remi miró por última vez a Keaton y salió, azotando la puerta tras él.

Keaton cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás en la silla. Joder. Estaba jodido.

Pita se levantó, poniendo sus patas delanteras en su pecho, y comenzó a lamerle la barbilla.
Keaton lo puso en el suelo y miró a su alrededor buscando a Chay. Permanecía de pie en la
ventana trasera, mirando hacia fuera. Keaton no sabía qué decir. ¿Debería buscar y tratar de
confortar a Chay? Lo más extraño fue que tenía el impulso de justificar realmente a Remi. El
hombre tenía que estar en shock.

- Siento todo esto, Pequeño. Sé que no es excusa para su comportamiento, pero su padre es
un verdadero idiota. No fue fácil su infancia. – Chay se giró lentamente de la ventana.

- No tienes que disculparte conmigo. Sabes que esto es sólo el principio, ¿cierto? Se pondrá
peor.

Chay asintió.

- ¿Realmente quieres ser un paria? ¿Rechazado por tus amigos, tu familia?

Chay ladeó la cabeza. – ¿Es eso lo que te sucedió Pequeño? ¿Tus amigos te abandonaron
cuando les confesaste que eras gay?

- No. Yo no tenía ningún amigo.

- Todo el mundo tiene amigos.

Keaton sacudió la cabeza. – No.

- ¿Por qué?

- En primer lugar, yo era muy rico, mi familia era demasiado frívola Después era demasiado
inteligente y hacía sentir a la gente incómoda. Después de eso, fui muy poderoso como un hombre
lobo y hacía sentir a todos intranquilos. A eso le siguió mi sexualidad. – Se encogió de hombros. –
Simplemente no soy una persona que inspira a las relaciones íntimas, supongo.

- ¿Qué hay acerca de tus novios?

- Fue sólo el uno. Y nunca fuimos cercanos.

Chay arqueó una ceja. – ¿Porque él no estaba fuera?

70

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Sí, él insistía en que no era gay. Casi todo el mundo que me ha importaba se aleja de mí, de
una forma u otra.

Chay se acercó a él y le tendió una mano.

Keaton la miró, y sus ojos siguieron hasta el rostro de Chay. Cuando él la tomó, Chay, lo sacó de la
silla, se sentó y colocó a Keaton en su regazo.

Chay besó su nariz y se recostó en la silla, sosteniendo cerca. – Yo no voy a ninguna parte,
Pequeño. No puedes esperar que me aleje porque eso no sucederá.

Keaton deseaba creerle con todo corazón. Él creía que en algún lugar, aún quedaban algunas
dudas en el fondo de su mente. – No puedo evitarlo. Siento que estoy destruyendo tu vida. Ya has
perdido un amigo. Sólo Dios sabe como tus sus padres van a reaccionar.

Chay puso una mano a un lado de la cabeza de Keaton, sosteniéndola contra su pecho, y lo besó
nuevamente. – Es el destino, Pequeño. Si mis amigos y mi familia me abandonan, no me
importaría mucho en primer lugar. No me importa si eres un hombre en lugar de una mujer. Para
ser sincero, no creo que me importara si eras un lobo... quiero decir, como un lobo ordinario, que
no puede cambiar a una y otra forma. Y no es sólo sexo.

Keaton miró Chay, retrocediendo un poco hacia atrás para ver su rostro. – ¿Estás tratando de
decir que me amas? – Fue vergonzoso, pero no podía evitarlo. Keaton quería escuchar de nuevo
lo que había gritado sobre él en la discusión con Remi.

Chay sonrió. – Sí, Pequeño, lo hago. Pero eso no es lo que estoy tratando de decir.

- ¿Huh?

Chay suspiró. – Estoy tratando de decirte que no voy a terminar contigo. No te apartaré solo
porque a mi familia y amigos no les gusta. Significas más para mí que todos ellos. Sé que no va a
ser fácil. Pero es algo por que estoy dispuesto a luchar.

Wow. Él sabía lo que Chay decía. Nunca había sentido con nadie más la conexión que tenía con
Chay. Sabía que era, lógicamente, debido a sus genes, pero no podía dejar de pensar que se
sentiría así, aún sin ser compañeros. Sin embargo, no quería ser la razón de que la vida de Chay
se fuera por el inodoro. Besó a Chay y sonrió. – Ok. Estoy aquí por ti, pero te advierto que no será
fácil.

Chay rió y lo apretó con fuerza, aplastando su aliento. – Lo sé, lo sé. Todo el mundo va a odiarme
y no querrán tener nada que ver conmigo. Lo entiendo. Suenas como un disco rayado.

Keaton resopló. – No he dicho que todo el mundo te odiará.

- ¿Qué hay de ti Pequeño? ¿Me odiarás? – Chay preguntó con un brillo en sus ojos y una
sonrisa de suficiencia en los labios.

Keaton hizo una mueca. El hombre era un arrogante. – ¿Es ésta tu manera de tratar de
obtener una confesión de amor eterno de mí?

Chay abrió grandemente los ojos. Trató de mirarlo ofendido, pero sabía que no lo estaba
lográndolo por el brillo de sus ojos. – ¿Crees que haría una cosa tan baja?

71

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton se rió. – Harías cualquier cosa para salirse con la tuya. No tengo absolutamente ninguna
duda sobre eso.

Chay dejó de sonreír, sus ojos repentinamente se volvieron serios. – Te amo, Pequeño. Realmente
lo hago.

Whoa. Keaton no podía respirar. Su corazón estaba a punto de salirse de su pecho. Chay lo
había dicho sin que Keaton tuviera que preguntar. Sabía que Chay esperaba que él le dijera lo
mismo, pero... ¿podía confiar su vulnerabilidad a Chay?

- No tienes que decir nada, Keaton. Sólo pensé que deberías saberlo.

Asintió con la cabeza. Iba a matarlo si Chay nunca le decía que lo quería. Decirle al hombre
como se sentía no iba a cambiar eso, porque lo sentía. – También te amo Chay.

La sonrisa de Chay se volvió radiante. – Proviniendo de ti, significa mucho para mí. Jodido
obstinado.

La mandíbula Keaton casi golpeó el suelo. – Aún odio a tus malditas feromonas.

Chay se rió, con los ojos brillando con humor. Cogió la cabeza de Keaton con ambas manos y lo
besó.

El último pensamiento coherente de Keaton fue que la vida con Chay nunca sería aburrida.

72

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Diez
- ¿Sabías que hay pingüinos gay?

- ¿Qué? – Keaton levantó la vista de su libro. – ¿Perdón?

Chay estaba frente a él, leyendo. Asintió con la cabeza y puso la revista - que tenía algo que ver
con animales y veterinarios y esas cosas - en su estómago. - Sí, existen, realmente. Hay todo tipo
de relaciones homosexuales en las especies animales.

Keaton parpadeó y subió las gafas por su nariz.

- Hay monos y ovejas – (carneros en realidad) – y vacas y hasta delfines. Incluso hay – ¿qué?
¿Por qué te ríes?

- No tenía idea que eras tan nerd.

- ¿Qué?

Keaton hizo una mueca. ¡Oh Señor! ¿Cómo hizo un nerd para saber sobre animales gays? Por
supuesto, podría ser del conocimiento ordinario de un veterinario, pero lo dudaba. Era más que
probable que se debía a que Chay había visto demasiado Discovery Channel. O tal vez fue sólo la
revista que estaba leyendo. – ¿Lo leíste ahí?

- No. Estaba leyendo un artículo sobre las nuevas incubadoras de huevos y me hizo pensar en los
pingüinos. Realmente intentaron eclosionar rocas.
.
Keaton sonrió. Esto era demasiado bueno. El Sr. Popularidad era un nerd disfrazado. – ¿Chay,
quien inventó la imprenta?

- ¿Huh?

- Sólo responde la pregunta.

- Uh… ¿Johann Gutenberg?

Reprimió una risita. – ¿Quién inventó el vagón del tren para dormir?

- George Pullman.

Maldita sea, esto se ponía cada vez mejor. Keaton sonrió tan grande que lastimó su rostro –
¿Qué hay de la desmotadora de algodón?

- Eli Whitney. ¿Por qué me haces esas preguntas estúpidas?

- ¿Cuántos huesos hay en el cuerpo humano?

73

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Doscientos seis. Hay aproximadamente trescientas veinte en un canino. Cerca de doscientos
cincuenta en felinos y ciento setenta y cinco en equinos.

¡Eso fue genial! No es de extrañar que se llevaran tan bien. – Tú, Dr. Winston, eres un nerd.

Chay puso los ojos en blanco, tomó su revista y comenzó a leer de nuevo. "Toma uno para
conocer a otro‖ – murmuró entre dientes.

Keaton puso el separador en su libro de historia de Apache y lo colocó en la mesa de al lado.


Sonrió como un idiota, pero no podía evitarlo. Chay se esforzó por ocultar el hecho de que era
inteligente. Keaton sabia que era un hombre inteligente, que tendría que haberla adquirido al entrar
en la escuela de veterinaria, pero nunca mostró lo inteligente que era.

Keaton sonrió. – Nunca dije que no. ¡Diablos, yo soy el rey de los nerds! Si usara camisas con
bolsillos, tendría un protector de bolsillo.

Chay gimió y puso la revista en su rostro. – Un protector de bolsillo no te hace un nerd. Ni la cinta
en los cristales.

- Tienes un protector de bolsillo, ¿verdad?

- En mi bata de laboratorio.

Keaton se quitó los lentes, los puso en la parte superior de su libro y se escabulló al sofá.
Quitó la revista de la cara de Chay, que estaba sentado a su lado.

Chay tiró de él y le besó la nariz. – Muy bien, Ricitos de Oro. ¿Por qué es divertido el hecho de
que no soy un atleta sin cerebro?

Keaton parpadeó, abrió la boca y la cerró. Él no iba a responder a ese apodo. No lo haría. Chay lo
llamó por esos apodos ridículos para obtener una reacción de él. Si ignoraba el nombre, se iría.
Los únicos que se quedaron fueron de los que se quejó. Pero maldita sea, ese era malo.

- ¿Y bien, Ricitos?

- ¡No! Absolutamente no. De ninguna manera. No puedes llamarme así.

- ¿O? – Chay tenía un brillo perverso en sus ojos.

- O te patearé el culo. - Keaton lo miró, tratando de parecer feroz.

Chay rió. ¡Maldito!

Quizás si empezaba a pensar apodos igual de desagradables para llamar a Chay, ¿tal vez los
olvidaría? No, probablemente no, el hombre tenía un perverso sentido del humor, que
probablemente le gustaría. Keaton suspiró.

Chay enterró los dedos en las costillas de Keaton, haciéndole cosquillas.

Keaton chilló y sin ganas se defendía. Cayeron al suelo en una maraña de brazos y piernas. Trató
de hacerle cosquillas también a Chay, pero Chay tenía un mayor alcance y lo superaba por
cincuenta o sesenta libras. Terminó en su espalda con Chay sentado encima de él. Ambos rieron.
No pasó mucho tiempo antes de Pita se colara en la acción. Corrió en círculos ladrando sobre su
cabeza, lamía la cara de Keaton cada vez que corría alrededor de él.

74

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton sujetó una de las manos de Chay y Pita le mordió en la nariz. – ¡Oww! – Dejó de luchar
contra Chay el tiempo suficiente para golpear a Pita.

El cachorro dejó caer su pecho al suelo, dejando su culo en el aire, moviendo la cola, y le gruñó.

Chay se echó a reír. – Supongo que esto significa que no se nos permite jugar sin él.

- Creo que no. La pequeña mierda me mordió la nariz. Esos dientes de cachorro duelen.

Chay dejó de hacerles cosquillas y le besó en la nariz. – Dímelo a mí. El pequeño mocoso
mordió mi oído la otra noche, ¿recuerdas?

Keaton se rió. – Síp, lo recuerdo.

- No fue divertido.

- Sí, lo fue. El lobo feroz derribado por un pequeño cachorro. Fue divertido. – Sonrió.

- Muy bien, Ricitos de Oro-

Keaton se quejó. – Haré un trato. Tú no me llames Ricitos de Oro nunca más y yo no le diré a
la manada entera que fuiste derrotado por un cachorro de siete semanas de edad.

Chay suspiró. – Ok, añade un beso y es un trato.

- Oh, vaya, no lo sé. – Keaton fingió pensarlo seriamente

Chay reforzó sus manos por encima de Keaton. Gruñó y mordió el labio inferior de Keaton. –
Sé bueno y bésame, Pequeño. – Su lengua rozó los labios de Keaton.

Abrió la boca con un suspiro, permitiéndole a Chay entra El beso fue suave al principio, con largos
roces de lengua y unas pocas mordidas. No pasó mucho tiempo antes de oler la excitación de
Chay. Incitando a la propia excitación.

Chay gimió, su dura polla presionando el muslo de Keaton, y rápidamente se convirtió en un


caliente beso. Chay rodó sobre Keaton permaneciendo arriba. Jaló la camisa de Keaton sobre su
cabeza y la tiró en el sofá. Su boca se cerró sobre el hombro de Keaton y sus manos se movieron
por todas partes, la espalda de Keaton, su culo, su cabello.

Keaton se arqueó en las manos de Chay, disfrutando de las caricias. Su polla rogaba por
atención. Se movió hacia abajo, sacando los dientes de Chay de su hombro, y empujó su polla
contra la de Chay.

Chay jadeó y rodó de nuevo. Se bajó de Keaton y comenzó a trazar un camino de besos por el
pecho de Keaton. Se sentó junto a Keaton, inclinado sobre su cuerpo. Chay llegó a la cinturilla de
pantalones cortos de Keaton, los retiró fuera de Keaton.

Después de que Chay liberara la polla de Keaton de la banda elástica, la envolvió con su boca.

Keaton soltó el aire contenido y luchó por mantener sus caderas quietas cuando Chay lo
succionaba. – Dios. Chay ven aquí. – Se inclinó y sujetó uno de los descalzos pies de Chay y tiró,
dejándole saber a Chay lo que quería.

Chay abrió sus piernas y se deslizó al lado de Keaton, dándole un mejor acceso.

75

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton se volvió a su lado, igualando los movimientos de Chay, y tiró del cordón hasta
deshacer el nudo. Empujó fuera los pantalones de pijama de Chay y la polla gruesa dio un rebote.
Keaton la sujetó y se la llevó la boca.

La lengua de Chay se arrastraba por sus pelotas. Keaton gimió con la caliente polla en la boca
cuando Chay succionaba ligeramente y subía por los testículos.

Keaton succionaba la polla de Chay entre los labios, tratando de concentrarse en el placer de su
compañero en lugar del suyo. La longitud caliente y suave de la polla de Chay se deslizó dentro y
fuera de la boca con la misma facilidad que Chay lamia su eje. Sus caderas se impulsaron antes
de que pudiera detenerse. Quería la boca de Chay alrededor de su polla.
Chay no lo defraudó. Él chupaba a Keaton abajo, tomando la mitad de su polla en la mano y
apretando la base.

Keaton se quejó y se movió más rápido sobre la cabeza de la polla de Chay. Estaba realmente en
ello, sus caderas realizaban golpes cortos, cuando Chay retrocedió su cabeza hacia atrás, dejando
que toda la longitud de la polla de Keaton saliera. Keaton siguió chupando a su compañero.

- Uh, Pequeño.

- Uh. - Contestó con la polla de Chay en la boca.

- El perro me esta mirando.

Keaton casi se atragantó. Dejó que la polla se deslizarse fuera de su boca y miró a su
compañero.

Chay frunció el ceño, mirando de pasada la cadera Keaton.

- ¿Y qué? Chúpame.

- No, el cachorro está observando.

Keaton suspiró y se levantó. No veía el problema siempre y cuando Pita no decidiera


unírseles, pero Chay, evidentemente, no iba a continuar con su audiencia. – Dormitorio. – Le
ofreció a Chay una mano y caminaron por el pasillo.

Una vez que llegaron a la cama, recuperaron sus antiguas posiciones rápidamente.

La boca de Chay se envolvió alrededor de la polla de Keaton, provocándole un jadeo.


Rápidamente le devolvió el favor y se tragó la polla de Chay. Después de algunos segundos
ambos estaban gimiendo, las caderas moviéndose con la polla del otro en la boca.

Una de las manos de Chay agarró el culo, instándole a moverse, la otra jugueteó con su pliegue.

Joder, el hombre era algo. Quizás no podía chupar la larga polla, pero era malditamente bueno
en eso. No tenía una profunda garganta como Keaton, pero lo compensaba con el entusiasmo y la
inventiva.

Chay empujó un dedo en su boca, al lado de la polla de Keaton, mientras seguía chupando. Las
bolas de Keaton se endurecieron cuando se dio cuenta de la intención de Chay. Chay hizo
exactamente lo que pensó. Se sacó el dedo de la boca y empezó a meterlo en el agujero de
Keaton.

76

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Un escalofrío corrió por su columna vertebral cuando el dedo presionó dentro de él. Deslizó
fuera de su boca la polla de Chay. – Joder, si.

Chay movido su dedo al mismo tiempo que su boca, jodiendo y succionando todo lo que
había.

Keaton miró su cuerpo, observando su polla deslizarse dentro y fuera de la boca de Chay.
Estaba tan caliente como el infierno, viendo a su compañero tomar su polla. Lo empujó sobre él.
Keaton se puso rígido, sus caderas avanzando aún más en la boca de Chay y vaciando sus
pelotas en la garganta de Chay.

Chay sacó su dedo y apoyó la cabeza en la cama, jadeando por aire.

A Keaton le tomó unos segundos recuperar el aliento y que su cuerpo dejara de temblar.

- ¿Estás bien? – No le dio una respuesta a Chay, en su lugar agarró la polla de Chay, notando
las gotas de semen sobre la punta, y se lo tragó, llevándoselo hasta el fondo.

Las caderas de Chay se agitaron y se quedó sin aliento. – Joder, si. Soy yo ahora. – En
cuestión de segundos Chay terminó, llenando su boca con líquido caliente y salado.

Se quedó allí chupando suavemente hasta que la polla se volvió flácida. Estaba casi dormido
cuando Chay se agachó y lo arrastró hasta arriba.

De alguna manera se las arregló para entrar en la cama de la manera correcta, con Chay pegado a
su espalda. Chay besó su cuello y se arrimó aún más, haciéndole sentirse amado y apreciado.

Esto es vida. ¡Qué gran manera de pasar una tarde de sábado

Casi estaba dormido cuando la voz de Chay lo sacó del placido adormecimiento

- Pequeño. El perro me esta mirando nuevamente.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Su estómago se estaba comiendo así mismo, tenía tanta hambre. Chay gimió y se levantó de
la cama con cuidado de no despertar a Pequeño. Que terrible manera de arruinar un perfecto día.
Odiaba la cocina y si no recordaba mal, había utilizado todos los ingredientes para un sándwich en
el desayuno. Había tenido que usar los ingredientes de un sándwich en el desayuno porque
Pequeño había agotado la última de las Pop Tarts y Eggos en la cena de anoche. Iba a tener que
cocinar, si quería comer. Maldición. ¿Tal vez debería contratar a un cocinero? Demonios, él se
conformaría con un Cocinero de Comida Rápida en este momento.

Chay fue a la sala para recoger su ropa. Se puso los pantalones y arrastró los pies todo el
camino a la cocina. Revisó la despensa y se decidió por macarrones y queso. Ahora, si pudiera
encontrar algún tipo de carne, terminaría su búsqueda.

Estaba de pie delante de la nevera mirando cuando oyó algo fuera. Probablemente, el gato del
vecino. Oh, bueno, debería revisarlo, permaneciendo de pie delante de la nevera no habría comida
hecha por arte de magia. Cerró la puerta y se dirigió a la sala de estar.

Pita salió de la sala. El cachorro lo vio y movió la cola.

77

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Hey, cachorro. ¿También tienes hambre?

Pita brincó sobre la espinilla de Chay y ofreció su cabeza, pidiendo ser acariciado.

Sonrió y rascó detrás de las orejas de Pita.

Un fuerte ruido metálico había hecho a ambos saltar y se dirigieron a la puerta de entrada.
¿Qué había hecho ese gato ahora?

Chay abrió la puerta.

Un hombre corrió por el camino de entrada. ¿Qué...? – ¡Hey!

El hombre miró hacia atrás, y hecho a correr más rápido.

Pita gruñó y saltó fuera de la puerta.

- ¡Mierda! ¡Pita! – Chay corrió tras del cachorro. Él lo agarró a mitad de camino. El hombre, sin
embargo, fue bueno para escapar. Chay olfateó el aire. El hombre era un lobo, pero el olor no era
familiar. Pensó en perseguirlo, pero ¿para qué? Una rápida mirada alrededor no mostró ningún
daño. Nunca antes había tenido problemas con ladrones o vándalos. Vivía en un barrio
relativamente tranquilo. Era antiguo, pero estaba aún en gran forma.

El viento hizo volar las hojas, arremolinándose alrededor de sus pies. Se estremeció.
Maldición, hacía frío. El otoño definitivamente había llegado. Colocó a Pita bajo el brazo y caminó
alrededor de la casa, en una inspección más a fondo. Aún no veía nada. Nada parecía fuera de
lugar. Debió haber espantado al hombre antes de que pudiera robar algo. ¿El hombre era un lobo
visitante? O ¿tal vez era un hombre sin hogar tratando de entrar en calor? No es como si él no
hubiera visto personas sin hogar en su vecindario antes. El hecho de que el hombre era un lobo,
no significaba que no fuera un criminal también.

Sólo para asegurarse revisó su camioneta y el auto de Pequeño Todo parecía en orden. Se
encogió de hombros y regresó a la casa, rascando la cabeza del cachorro a su paso. – Ibas tras él,
¿no es así, chico?

- ¿Qué diablos haces en la calle, descalzo, y sin camisa con este tiempo? – Keaton estaba
en la puerta en un par de pantalones de chándal y una camiseta.

Él se frotaba los brazos y su cabello sobresalía por todas partes. Dios, era lindo.

- Hey, Pequeño. – Besó la frente de Keaton al entrar en la casa y le entregó el cachorro.

Bit cerró la puerta con llave. – ¿Qué estabas haciendo afuera?

- He oído algo y fui a revisarlo. Vi a un hombre corriendo. Pita salió corriendo detrás de él.

Los ojos de Keaton se abrieron sorprendidos. – ¿De veras? ¿Lo atrapaste?

Sacudió la cabeza. – No. Pero Pita lo intentó.

Pita se retorcía en los brazos de Pequeño y Pequeño lo puso en el suelo. Corrió hacia la parte
trasera de la casa. Se oyó la puerta del perro abrir y cerrar.

- ¿Es seguro para él estar ahí fuera?

78

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay se encogió de hombros. – Sí, espantamos al tipo. No he podido encontrar ninguna
prueba de que robó algo

- Hmm... – Pequeño pasó junto a él, todavía frotándose los brazos. – ¿Conseguiste olerlo?
¿Era alguien que conoces?

Siguió a Pequeño en la cocina.

Pequeño estaba en la puerta de la nevera, apoyándose en ella, mirando hacia adentro.

- Sí, tengo su aroma, el hombre era un lobo, pero no lo reconocí.

Pequeño removió algunas cosas de la nevera y volvió a levantarse, una vez más, con la
mirada fija en el refrigerador abierto. – ¿Crees que deberíamos llamar a la manada? ¿O tal vez la
policía?

Chay se preguntó cuánto tiempo le tomaría Keaton a darse cuenta de que necesitaban ir de
compras. – ¿Y decirles qué? No reconocí el olor, no es de nuestra manada y no desapareció nada.
Además, no creo que volverá, sabiendo que lo vi.

- ¿Cómo luce? – Pequeño comenzó a frotar sus brazos nuevamente.

- No logré verlo bien, pero sé que era de unos cincuenta y ocho años con una constitución
delgada. Llevaba una chaqueta de color verde oscuro, una gorra roja y jeans negros.

- Hmm. ¿Crees que sólo era alguien husmeando?

- Eso creo. Probablemente estaba revisando las cosas, para ver si hay algo fácil de robar.
Llamaré a John Carter mañana y ver si algún lobo visitante se ha comunicado con él.

- Sí, eso una buena idea. ¿Por qué no encerramos a Pita en la noche, por si acaso?

Justo en ese momento Pita entró saltando en la cocina.

- Estoy de acuerdo. Es mejor prevenir que lamentar. – Chay se apoyó en el gabinete y observó
al cachorro ir a la nevera, poner las patas delanteras en el borde y echar un vistazo.

Pequeño lo espantó. Después de un minuto, cerró la puerta y se volvió hacia Chay. – No tenemos
una mierda que comer.

79

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Once
Keaton se despertó con un ruido de un lloriqueo insistente. ¿Qué diablos? El gemido vino de
nuevo, seguido por un ruido constante. Él parpadeó con los ojos abiertos y miró el reloj. Ocho a.m.
Keaton gruñó y murmuró. – Joder.

Tanteó con las manos, buscando a Chay y no lo encontró. El lado de la cama de Chay estaba
frío. Lo que explicaría el ruido. El hombre estaba loco por salir a ejercitarse a las ocho de la
mañana de un domingo. Y ¿Cómo podía escuchar esa mierda de música?

Pita empezó a lloriquear de nuevo.

- Maldita sea. – Keaton se sentó y se pasó las manos por la cara. Jesucristo, iba a tener que
trabajar más duro para agotar al hombre por la noche. La idea de que Chay podía levantarse en
esta hora del día después del ejercicio intenso de la noche anterior fue un verdadero golpe para el
ego.

Al parecer, el cachorro también había despertado por la partida de Chay. Keaton echó las piernas
por el lado de la cama y caminó desnudo por el pasillo para permitir salir al cachorro.

Abrió la puerta del perro para Pita y el aire fresco silbó enfriando su cálida mañana. ¡Maldita sea!
¡Qué frío hacía fuera! Debería conseguir algo de ropa, pero su estómago gruñó un poco. Ya estaba
cerca de la cocina. Qué dilema. Se encogió de hombros y se dirigió a la cocina. Tomaría un poco
de pizza fría de la noche anterior y regresaría a la cama para comer. Vería algo en la televisión.
Sólo porque Chay era un demente y salió a ejercitarse, no significaba que tenía que levantarse aún
de la cama.

Se metió en la cocina y encontró la caja de pizza a medio abrir y vacía sobre la mesa. –
Maldita sea. – Chay podría haber dejado al menos una pieza. Mierda. Él no era un madrugador en
el mejor de los tiempos. – Despertar sin nadie acurrucado junto a ti, un lloriqueo de perro, música
de mierda, un jodido frio congelante y sin nada para comer. – Gruñó.

Pita llegó desde el exterior cuando Keaton salió de la cocina. Fueron juntos a la habitación que
Chay utilizaba como sala de entrenamiento.

Abrió la puerta y la música ensordecedora de ―Gray Mummy‖ o ―White Zombie‖4 o cualquiera que
sea el maldito nombre de la banda asaltó sus oídos. Fuera lo que fuese Pita también pensó que
era una mierda. Salió de la habitación. Keaton rodó sus ojos.

Chay estaba sentado en un banco enfundado en un par de pantalones cortos negros y zapatillas
de ejercicio, haciendo flexiones de bíceps.

Keaton parpadeó ante la flexión de los músculos sudorosos. Ooh, ese era un espectáculo
agradable. Su polla lo confirmó también. Su estómago, sin embargo, no podría importarle menos,
le exigió alimentos. Se acercó a la música y la apagó.

4
White Zombie fue una banda de rock estadounidense formada en 1985 por el vocalista Rob Zombie. Se
desintegró en 1998, tras la presentación de un álbum solista de Rob Zombie titulado "Hellbilly Deluxe".
80

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
.
Chay lo miró y sonrió. – Buen día, Pequeño. ¿No te desperté, cierto?

- No. Pita lo hizo.

- ¡Oh, mierda, bebé! Tenía la esperanza de terminar de ejercitarme y luego ir a buscar


algunas rosquillas. Me comí toda la pizza.

Wow. ¿Qué descaro fue eso? Bueno, quizás no estrangularía a Chay por lo de la pizza. Aún
tenía un problema con despertar en la cama solo y con música de mierda... bueno y el clima
también, pero supuso que no era culpa de Chay, por lo que lo dejaría pasar una vez.

Chay soltó las pesas y caminó hacia él. Se inclinó y rozó sus labios sobre los de Keaton.

Keaton consideró no responder por un segundo, entonces, decidió no ser tan infantil, y no
mencionar el deje de rencor en su rostro. Abrió su boca y le regresó el beso a Chay. Yum, pizza.
Su estomago gruño nuevamente.

Chay retrocedió, sonriendo. – ¿Quieres que me vista y vaya a buscar algunas rosquillas?

Dios, amaba a este hombre. Decidió que lo de la música de mierda también estaba
perdonado. – Nah. Voy a vestirme y conseguir algo. Incluso te traeré algo también, si me prometes
comer en la cama conmigo.

Chay agarró el semi-erecto pene de Keaton y lo apretó. – ¿Me perdonas por no despertarte
apropiadamente?

Keaton se estremeció, su polla tomando interés. Parecía que iba a tener que perdonar eso
también. Él se agitó en la mano de su compañero, endureciéndose completamente.

El brillo en los ojos de Chay fue positivamente malvado cuando tiró de la polla de Keaton. - Si
yo como rosquillas en la cama contigo, ¿jugaremos Ring Toss? 5

Resopló. - No con mis rosquillas, me muero de hambre. Tú puedes hacer lo que quieras con
las tuyas. Pero te lo advierto. Tú me salpicas el culo y yo me mudó a la habitación de invitados.

Chay se echó a reír y bombeó la polla de Keaton más rápido.

Keaton cerró los ojos y se dejo ir. Chay tenía una buena manera de conseguir ser perdonado
por cosas que ni siquiera había hecho aún. Maldita sea, se sentía bien.

Los dientes mordisqueaban su mandíbula y el puño alrededor de su pene se movían con


fuerza, más rápido. Estaba tan cerca que sentía como las rodillas se le doblaban. Se empujó dos
veces más en la mano de Chay antes de sentir la falta de aire y soltar su esencia por todo el lugar.

Chay lo besó una vez más y lo soltó. Keaton se tambaleó un poco y se sostuvo en el marco de
la puerta. Infiernos. Se sentía como si hubiera sido golpeado por un camión.

Chay volvió con una toalla y limpió Keaton, el suelo y la mano de Chay. Se tiró la toalla al
hombro. – Ya sabes, hablando de la habitación de invitados, he estado pensando en eso. Desde
que uso esa habitación como mi cuarto de ejercicios, ¿por qué no tomas la otra habitación extra y
haces algo con ella? Puedes convertirla en una oficina o tal vez una biblioteca.

5
Juego que consiste en ensartar aros en el pene. Variación erótica del juego de “la herradura”, que consiste
en lanzar la herradura o el anillo y conseguir que entre en la base a unos 10 pies de distancia.
81

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton parpadeó. ¿Eh? ¿De qué demonios estaba hablando Chay? Es obvio que no tenían
invitados. Keaton, finalmente comprendió lo Chay había dicho y se encogió de hombros. Sólo fue
un pensamiento. Quizás podría... después de todo eran compañeros. – LO voy a pensar. – Miró
hacia abajo y descubrió la tienda de campaña en los pantalones cortos de Chay. – ¿Quieres que
me encargue de eso por ti? – El vientre de Keaton gruñó.

- Nah, estoy bien. Se mantendrá hasta que regreses. Ve a buscar algo para comer.

Comenzó a discutir, pero sus entrañas hambrientas decidieron protestar. – Está bien. Me has
convencido. Me muero de hambre. – Besó a Chay en la barbilla y salió.

Chay pellizco su trasero cuando se marchó.

Wow. ¡Qué mañana! Y pensar que él había pensado que iba a ser un asco.

Keaton buscó las llaves del coche antes de ir vestirse. Una de las cosas que le habían
vendido, un Chevy Impala plateado 2004, con un arranque automático. Él podría encenderlo con el
control remoto y sería todo agradable y cálido en el momento en que entrara en él. Tecnología... la
amaba. Bueno, no era la única razón. Era un coche bastante bonito y rápido también.
Encontró sus llaves en la mesa de la sala de la entrada, encendió el coche y se dirigió por el pasillo
a vestirse.

Se puso unos pantalones y los zapatos, tomó su cartera y salió corriendo hacia el coche.
Maldita sea, hacía frío. Odiaba el invierno. Bueno, técnicamente era otoño, pero... hacía mucho
frío. Afortunadamente, el interior de su auto era cálido y agradable. El viaje a la tienda de rosquillas
fue bastante tranquilo. Toda la gente cuerda se encontraba todavía en cama. Que es donde estaría
si supiera cocinar. Iba a tener que considerar aprender a cocinar si no lograba convencer a Chay
sobre las clases de cocina.

Había muchas otras cosas que podría hacer si no tenía siempre que conseguir comida. Era
una triste situación, cuando todos en el local de las hamburguesas lo conocían de vista. Y en la
pizzería sabían su nombre.

Se estacionó en la tienda de rosquillas y notó que sus frenos estaban un poco flojos. Hmmm,
eso no era bueno, necesitaba que alguien los revisara. El pedal no debería bajar tanto. Se encogió
de hombros, ¿quizás era aire en la línea de freno? Dejó el coche en marcha y lo cerró con el
control remoto. Pidió una docena de donas cubiertas de chocolate, una docena glaseada y dos
docenas normales. Imaginó que tenía suficiente para mañana por la mañana, o conociendo a
Chay, sólo durarían hasta el almuerzo. Chay podría comer su peso en rosquillas. El hombre tenía
un diente dulce que pondría a la madre de Keaton en vergüenza.

En el camino de vuelta, Keaton comió algunas rosquillas y cambió los canales de radio. ¿Por
qué todos los comerciales salían al mismo tiempo? En la carretera había un niño en una bicicleta
roja, montado en la acera. Keaton no estaba seguro de por qué, pero tenía la sensación que el
chico iba a lanzarse frente de él. Pisó los frenos para reducir, en caso de que su intuición fuera
correcta. No pasó nada. ¿Qué...? Bombeó el pedal. El coche disminuyó la velocidad, pero no
suficiente. ¡Mierda! Sus frenos estaban rotos. Alcanzó el freno de emergencia y puso su pie sobre
él al mismo tiempo que el niño montaba su bicicleta en la calle.

Keaton no tenía tiempo suficiente para detenerse, por lo que se desvió a la izquierda. Un
enorme roble detuvo su avance.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

82

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- ¿Es usted Chayton Winston?

Chay, levantó la vista para encontrar una pequeña mujer americana nativa enfundada en un par de
pantalones verde oscuro de pie frente a él. Asintió y se levantó. – Sí, señora.

- Ven por aquí, ha estado preguntando por ti. – Pulsó un botón en la pared y lo condujo a
través de un conjunto de puertas dobles. – El médico va a querer hablar contigo antes de ponerlo
en libertad. Te dará una lista de instrucciones. Oh, y el sheriff está esperando, pero pensé en
llevarte a ver a Keaton en primer lugar. – Se detuvo ante una puerta abierta y se volvió hacia él. –
Está un poco atontado y sin mucho sentido. Eso es debido a la conmoción cerebral. El médico
ordenó una tomografía cuando lo trajeron y se veía bien. En un par de horas debería estar
recuperado.

Chay asintió. Él sólo quería ver a su compañero. Tan pronto como entró en la habitación,
Pequeño sonrió.

- Hola, Chay. Tú no estás herido, ¿verdad? – Keaton tenía una venda en la frente y parecía
un poco más pálido de lo normal, o ¿solo era la iluminación? Parecía muy pequeño tendido allí,
miró a Chay con sus grandes ojos azules parpadeando adormilado.

- ¿Qué? – Chay se acercó a la cama y le sujetó la mano, depositó un beso en la frente, en la


parte sana. – Estoy bien, Pequeño.

- Ok. Me preocupaba que estuvieras herido también.

- Yo no estaba contigo, bebé. Estabas solo. Fuiste a buscar rosquillas.

La sonrisa de Pequeño se desvaneció. Su rostro parecía un poco verde, colocó su mano sobre
su estómago. – Sí, creo que no quiero comer rosquillas ahora. Tú puedes hacerlo si quieres.

Pequeño realmente estaba fuera sí. Chay se preguntó si sabía siquiera lo que pasó. Él sonrió
para tranquilizarlo y besó a su compañero nuevamente. – Las rosquillas se han ido, Pequeño. No
te preocupes por ellas. Simplemente descansa. Nos marcharemos a casa tan pronto como nos lo
digan.

- Ok – ¡Hola, Joe! – La mano libre de Pequeño se levantó en el aire y comenzó a agitarse.

Chay pensó que Pequeño estaba alucinando hasta que oyó la voz de su padre.

- Hola, hijo. ¿Cómo estás? – Joe caminó al otro lado de Keaton y le acarició la mano, una
vez que la bajo.

Pequeño giró la cabeza hacia Joe y bostezó. – Mi auto está muerto, pero el de Chay está
bien. Creo que comí demasiadas rosquillas.

Su padre le dio a Chay una sorprendida mirada.

Sí, conocía el sentimiento. No le gustaba ver a Keaton de esta manera tampoco, pero al
menos se dio cuenta de por qué estaba actuando Pequeño tan tonto. – Estará bien. Está un poco
fuera de sí. Por lo que he podido averiguar en realidad perdió el conocimiento en el impacto. Según
la enfermera, le hicieron una tomografía cuando lo trajeron y no encontraron ninguna hemorragia.
¿Qué haces aquí, papá?

Joe frunció el ceño. – El Compañero de mi hijo tuvo un accidente de auto.

83

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay jadeó.

Keaton se rió. – Oh, eso es genial. Él lo sabe. – Tiró de la mano de Chay. Cuando Chay miró a
Keaton, sonrió. – No tienes que decirle ahora, él ya lo sabe. Creo que tampoco está enfadado. No
suena enfadado. – Keaton bostezó y volvió la cabeza hacia Joe. – ¿Estás enfadado?

- No, Keaton, no estoy enfadado. – Suavemente despeinó a pequeño, y miró nuevamente a Chay.
– Aún no le he dicho a tu madre. Lo admito, soy un cobarde. Ya sabes cómo es.

Pequeño comenzó a roncar suavemente.

Chay apartó un mechón de pelo de la frente de Pequeño. – Sí, lo sé. No lo va a tomar muy bien.

Joe sacudió la cabeza. – No, no lo hará. Pero ella no lo puede cambiar por lo que tendrá que
superarlo y tratar con ello. No elegimos a nuestros compañeros. ¿Cómo estás? ¿Estás bien con
él? Pareces estarlo, pero...

- Sí. Estoy bien con eso. Me asusté un poco al principio, pero ahora... – Inclinó la cabeza. –
Ahora no importa. Es mío, ¿sabes? – Con los ojos le suplicó a su padre comprenderlo.

Su padre sonrió. – Sí, hijo, lo sé. Me alegro por ti. Sé lo mucho que siempre has querido a un
compañero. Y admito que estoy un poco decepcionado porque no tendré nietos que malcriar. Pero
me gusta Keaton. Será agradable tener otro hijo. Además, ese cachorro es condenadamente lindo.
Se supone que será un cachorro genial. – Guiñó un ojo.

Chay parpadeó conteniendo las lágrimas. Odiaba a admitirlo, incluso a sí mismo, pero había
sentido miedo a que su padre le diera la espalda.

Joe caminó alrededor de la cama y tiró de él en un abrazo. – Podrías habérmelo dicho.

Él asintió con la cabeza y abrazó a su padre con el brazo libre. – Me daba miedo, supongo. Remi lo
sabe. Él... ya no somos amigos más.

Joe se echó hacia atrás y suspiró. – Dale un poco de tiempo. Has conocido Remi mucho
tiempo. Ya sabes cómo es. Deje que lo asimile. Regresará.

Chay se encogió de hombros. – No importa. No sacrificaré a Keaton. No por la amistad de


Remi, no por la salud mental de mamá, por ninguna razón.

- Así es como debe ser, el Hijo.

- ¿Cómo lo sabes?

Joe sonrió con cariño. – Porque lo sé, Hijo. Lo supe cuando me llamaste después de que te
llevaron a Keaton. Me di cuenta por el tono de tu voz.

- Se lo dijiste a John Carter. – No era una pregunta pero Joe respondió de todas formas.

- Sí.

De repente, Keaton gritó, abrió los ojos. – ¡Oh, Dios! – Tiró de la mano de Chay. – ¿Dónde
está Pita?

Frotó la parte superior de la mano de Pequeño. – Está en casa, Pequeño.

84

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Oh, bien. Estaba preocupado. – Miró a su alrededor, y luego parpadeó en Chay. – ¿Dónde
estamos, Chay?

- Hospital, Pequeño.

- ¿Por qué?

- Chocaste tu auto.

- ¿Lo hice?

- Sí, lo hiciste.

Joe se aclaró la garganta. – ¿Chay, es esto normal? Parecía asustado.

Chay, levantó la vista, al ver la preocupación en los ojos de su padre, y trató de tranquilizarlo. – Sí,
papá, tiene una conmoción de tercer grado-

- Hola, Joe.

Los ojos de su padre se abrieron, y luego miró hacia abajo a Pequeño. – Hola, Keaton.

Chay se inclinó y beso la frente de Pequeño nuevamente. – Shhh... Estás asustando a papá.

Keaton bostezó. – Lo siento.

- ¿Sr. Winston? – El sheriff se acercó y los miró.

- ¿Sí? – Joe contestó.

Chay se aclaró la garganta. – Papá, creo que él se refiere a mí. – Tendió la mano al sheriff. -
Chay Winston.

Su padre frunció el ceño y murmuró entre dientes, - dijo el Sr. Winston. – Chay, no pudo contener
una sonrisa. Refiriéndose a él como Sr. En lugar de Dr. fue siempre un punto sensible para su
padre. Su padre estaba orgulloso de él y le gustaba que todos supieran que su hijo era un doctor,
no un mero señor.

- Sheriff Benson. ¿La enfermera le dijo que podía permanecer con el Sr. Reynolds?

- Dr. Reynolds, - Joe lo corrigió.

Chay sonrió y le dio un codazo en las costillas a su padre. – Sí, señor. Keaton es... mi pareja.

El sheriff miró sorprendido a Joe y después a Chay antes de reponerse rápidamente. –


¿Quiere salir un momento conmigo? Me gustaría hablar con usted.

- Claro. – Volvió a mirar a Pequeño y notó que estaba dormido nuevo. – Papá, ¿vienes con
nosotros o te quedarás con Pequeño?

Joe extendió su mano hacia el sheriff. – Soy el padre de Chay, Joe Winston.

El sheriff asintió. – El Sr. Winston, lo ha invitamos a venir también.

85

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Está bien. Dejaré a Chay hablar con usted. Yo me quedo aquí, en el caso de que mi otro
chico necesite algo.

Chay parpadeó y bajó la cabeza a su padre. – Ya vuelvo. No dejes que ―freak‖6 te ahuyente. Si
se despierta de nuevo, tranquilízalo. – Avísame si el médico viene, ¿de acuerdo?

- Lo tengo. – Joe colocó una silla al lado de la cama de Pequeño y se sentó.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Chay volvió a entrar en la pequeña habitación de la sala de urgencias aturdido. Su pecho


realmente dolía. Quería correr junto a Pequeño y abrazarlo y nunca dejarlo ir.

- Hijo, ¿qué pasa? Parece que has visto un fantasma. – Joe se levantó y cruzó la habitación
hasta él.

- Alguien cortó los frenos de su coche. No fue un accidente.

Joe soltó una exclamación y se dejó caer en la silla.

Chay se dirigió la derecha de su padre y hacia el lado de Keaton. Se quedó mirando el maltrecho y
golpeado rostro y sintió revolvérsele el estómago. Apenas había encontrado a su compañero y
ahora alguien estaba tratando de llevárselo. Alguien intenta matar a Pequeño.

6
Rareza, extraño, anormal…. Hace referencia al comportamiento inusual de Keaton.
86

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo doce
Varias horas después de ser dado de alta del hospital y una serie de siestas después, Keaton
descansaban en el sofá. Chay utilizaba el brazo del sofá para detenerse, y Keaton usaba a Chay
como un respaldo. Chay había estado alrededor de él todo el tiempo desde que abandonaron el
hospital. No es que se quejara. – Vamos, Pequeño, piensa.

Keaton se cubrió la cara con las manos y gimió. Apoyó la parte posterior de su cabeza sobre el
pecho de Chay. Estaba mareado. – Estoy pensando. Y no tengo idea. No puedo imaginar que
alguien me quiera matar. No soy lo suficientemente importante como para matarme.

Los brazos alrededor de su cintura se apretaron y la barbilla de Chay se posó en el hombro.-


Vamos, bebé. ¿Cómo puedes no saber si tienes enemigos? ¿Qué hay de los estudiantes? ¿Has
reprobado a alguien recientemente?

Sacudió la cabeza y deseó no haberlo hecho cuando la habitación empezó a girar. – No.

- Está bien, veámoslo de otra forma. ¿Crees que está relacionado con el disparo que te
dieron? si ese es el caso, tiene que ser alguien que sabe que eres un lobo.

- No lo creo, Chay. Quiero decir, ¿cómo podría estar relacionado con eso? No he vivido aquí el
tiempo suficiente. Fuiste la primera persona que conocí que se dio cuenta que era un lobo. Bueno,
y el guardabosque, pero en realidad no lo conocí hasta después de conocerte a ti.

Chay se quedó en silencio y sin moverse durante varios minutos, pero no se relajó. Sus labios
juguetearon con la oreja de Keaton y luego se alejó. – Está bien la otra noche, la noche de la luna
llena, alguien nos seguía….

- ¿Si?

- Si, y consiguió dispararte y ahora alguien cortó tus frenos. ¿No crees que realmente sean
coincidencias?

- En realidad, si. Creo que el disparo fue de cazadores furtivos. Creo que probablemente fue
otro lobo que nos siguió, tal vez tu papá, manteniendo un ojo sobre nosotros. Y el auto... bien la
línea de freno... Eso apesta, pero aún podría ser un accidente, ¿no podría? – Hombre, se estaba
durmiendo nuevamente. Bostezó y se acomodó sobre Chay, haciéndose más confortable.

- El sheriff no parecen pensar así. Y ¿cómo explicas al tipo que sorprendí la otra anoche?

- Bueno, digamos que fue cortado. No tengo ninguna idea de quién lo hizo. Aquí el único que
no me puede ver es Remi, y no creo que no le agrade lo suficiente como para matarme. Puede ser
un cabrón, pero no es estúpido. Él no quiere ir a la cárcel por gente como yo.

87

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Estoy de acuerdo Remi no lo hizo. Pero no estoy de acuerdo en que estos incidentes no
están relacionados. Los cazadores furtivos no suelen dejar su presa. Y no era mi padre, quién nos
siguió la noche de la luna llena, le pregunté en el hospital. Así que piensa. – Chay alisó el pelo de
la frente de Keaton.

Saltó cuando Chay rozó el corte. – Oww. Estoy pensando.

Chay besó su oído. – Lo siento. Y no estás pensando mucho. Esta mierda es grave, Keaton. –
Suspiró. - Está bien, si estoy en lo correcto y estas cosas están relacionadas, entonces es alguien
que sabe que eres un lobo. Y ya mencionaste que aquí nadie sabía, hasta después del disparo.
Eso significa que es alguien de Georgia. El hombre que la expulsé era un lobo. ¿Hay algún
miembro de tu ex-manada que quiera verte muerto? ¿Qué hay de tu hermano?

Keaton pensó por un minuto. Su hermano era un idiota y no hay duda de que no le gustaba
Keaton. Sacudió la cabeza, luego bostezó. – No, no miembros de la manada. Y mi hermano no
tiene ningún motivo. No soy nada para él. Soy un repudiado. Ahora tiene todo lo que quería, sin
tener la necesidad de matarme. Mi hermano comparte mi ADN después de todo. Es igual que
Remi, es un idiota, pero no es estúpido. Tal vez algo más, pero no estúpido.

Chay gruñó y se pasó las manos por el pelo. Se estaba irritando, pero Keaton estaba teniendo
dificultades para mantenerse despierto, y mucho menos tratando de averiguar por qué alguien le
cortó los frenos. Agarró los brazos de Chay y los envolvió nuevamente sobre su cuerpo. La acción
significó tanto para Chay, como para sí mismo.

- Necesitamos limpiar el garaje, así pueden caber nuestros vehículos allí.

- ¿Qué auto? El mío se tostó, ¿recuerdas?

- Sí, lo recuerdo. – Chay inclinó la cara de Keaton hacia atrás y de lo besó. Chay apoyó su
frente sobre la de Keaton. – Tenemos que resolver esto. No es cómo que podemos llamar al
sheriff y decirle, ―Oh sí, existen estas otras curiosas coincidencias también, Pequeño sólo era un
lobo cuando sucedió. – Chay se inclinó hacia atrás.

Una risa se escapó. – Sí, eso sería bueno. Probablemente te detendrían por decir eso. –
Keaton volvió a bostezar. – Mira el lado bueno. Soy un lobo, no soy tan fácil de matar como a un
ser humano normal.

- Sí, eso no es muy tranquilizador. Justo acababa de asumir que no te lastimaron.

- Yo también. Tengo sueño.

Después debe haberse dormido, Pequeño lo siguiente que supo fue que las manos de Chay
frotaban de arriba a abajo su pecho y los brazos. Podía escuchar el televisor al fondo. Chay debe
haber sentido que estaba despierto, porque empezó a depositar mordisqueantes besos en el cuello
de Keaton.

- Eso está bien. ¿Cuánto tiempo dormí? – Inclinó la cabeza hacia un lado, dándole mayor
acceso a Chay.

- Sólo unos veinte minutos. – Su boca se prendido al cuello de Keaton, succionando.

- Mmm ...– La polla de Keaton comenzó a reaccionar.

Chay soltó su cuello. – ¿Cómo te sientes?

88

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Tomó la mano de Chay y la puso sobre su polla cada vez más grande.

Chay rió y apretó. – Eso no es exactamente a lo que me refería, pero supongo que esto
significa que te estás sintiendo mejor.

- Uh-huh. – Keaton giró su cabeza, buscando la boca de su compañero. Estaba cómodo y


abrigado y más alerta de lo que había estado en varias horas. Keaton no quiso pensar en los
frenos y en la gente que lo perseguía. Necesitaba a su compañero.

La mano de Chay se trasladó fuera de la polla de Keaton y se deslizó debajo de su cintura,


sosteniéndolo sin nada entre ellos, inclinó su boca sobre Keaton. La lengua de Chay de acarició,
lento y fácil, siguiendo el ritmo de su mano.

Keaton suspiro en su boca y levantó las caderas, impulsando las acciones de Chay. Se relajó
y dejó a su compañero explorar su cuerpo y su boca. ¿Por qué era que la mano de Chay en su
polla se sentía mejor que su propia mano?

- Oh... – Un fuerte ruido metálico procedió de la puerta principal y Pita empezó a ladrar, las
uñas de sus patas rasguñando en el suelo de madera.

La boca de Chay lo soltó y su cabeza giró hacia la conmoción.

Keaton parpadeó, tratando de encontrar la punta de la situación. Tal vez estaba todavía un
poco mareado, porque no había escuchado la puerta abrirse. ¿O tal vez sólo era Chay que lo
desbarataba? Siguió la mirada de Chay hasta encontrar a Lena Winston de pie en la puerta
principal abierta, las llaves en el suelo y la boca abierta. Uh-oh.

- Mamá, cierra la puerta antes de que el cachorro se escape. – Chay extrajo la mano de los
pantalones de Keaton. No importaba. La polla de Keaton se había desinflado rápidamente de todos
modos.

Lena tomó sus llaves y se volvió. Por un breve instante, Keaton pensó que iba a salir. Pero
cerró la puerta y se volvió hacia ellos. – ¿Cómo pudiste? Tu padre me dice cuando llegue a casa
después de las compras que Keaton se lastimó. Vengo aquí a ver si alguno de ustedes necesita
algo y ¿este es el agradecimiento que recibo?

Chay exhalado detrás de él y Keaton se dio cuenta que Pita seguía corriendo y ladrando. Dejó
caer la mano al lado del sofá y chasqueó los dedos.

Pita se acercó corriendo a él, Keaton lo recogió y lo colocó en su regazo.

Keaton olía la agitación Chay. Tenía un olor subyacente de miedo. Su corazón fue a su
compañero. Chay le había dicho antes que Joe había llegado al hospital para ver cómo estaba.
Mientras estaba allí le dijo a Chay que sabía de ellos y estaba feliz por ellos. Keaton recordaba
vagamente haber visto a Joe.

Sabía que Lena sería el problema. En el fondo, sospechaba que Chay también. Le dio una
palmadita en la pierna a Chay a modo de apoyo.

- Chayton Montgomery Winston. Respóndeme ahora. Explícate.

Chay tomó la mano y la apretó. Salió de detrás de Keaton y lo miró. – ¿Estás bien?

Él asintió con la cabeza. Se preguntó que molestaba a Lena más, su sexo o su tono de piel.

89

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay se volvió hacia su madre. – Mamá. Nosotros no vamos a permanecer aquí y tener una
pelea a gritos. Si quieres sentarse a hablar estará bien, pero no voy a gritar.

Lena se estremeció.

Keaton se sintió mal por ella. Ella no sabía qué hacer. Definitivamente, estaba mal, pero
también resultó herida. Después de un momento largo y tenso, Lena cruzó los brazos sobre el
pecho. – ¿Tu padre sabe de esto?

- Sí, mamá. Él sabe que Keaton es mi compañero.

Oh, mierda. Keaton suprimido la necesidad de quejarse. Ahora Joe iba a estar muy puteado. A
él le agradaba Joe. Odiaba ser la causa de no solo del dolor de Chay, ahora también del de Joe.
Rayos, no podía preocuparse demasiado por Lena, pero tampoco le gustaba lastimarla. Era
evidente que amaba a su hijo. Ella solo era... intolerante.

- ¿Qué? – Lena apuntó con un dedo en la dirección de Keaton. – Él no es tu pareja. Eso es


una abominación. Estás haciendo esto para lastimarme.

- Chay suspiró. Parecía triste, agotado. – Mamá, ¿por qué querría lastimarte?

- Siempre has querido más a tu padre. – Las lágrimas bajaban por sus mejillas y su voz se
quebró.

- Ah, mamá, eso no es cierto. ¿Cómo puedes decir eso? – Chay se acercó a ella,
manteniendo los brazos alrededor de ella.

Se apartó. – ¡No me toques! No me toques hasta que puedas actuar correctamente. Esto está
mal, Chay, mal. Necesitas echarlo fuera –

Chay, sacudió la cabeza, sin dejar de hablar con calma. Su voz era casi un susurro. – No,
mamá. No sucederá. Tendrás que acostumbrarse a él. Él no irá a ninguna parte. Él es mi
compañero y yo lo quiero.

Lena miró a Keaton. – Espero que estés feliz. – Volvió a mirar a Chay y habló tan calmada como
Chay. – No puedo hacer eso. No puedo verte tirar tu vida. – Sin otra palabra, se dio la vuelta y se
marchó.

Chay se quedó allí durante más tiempo, mirando la puerta cerrada.

Eso casi rompió el corazón de Keaton. Puso a Pita en el suelo y poco a poco se puso de pie.
Aún estaba un poco mareado, pero su compañero lo necesitaba. Abrazó a Chay por detrás,
apoyando su mejilla contra la espalda de Chay.

Chay se giró en sus brazos y lo abrazó a él también. – ¿Qué estás haciendo, Pequeño? No
debes estar moviéndote. – Parpadeó alejando las lágrimas y empujo a Keaton hacia el sofá.

Keaton no iba a dejarlo ir. Él sabía cuanto dolía. Captó la fuerte y curtida mandíbula en la
mano y tiró a Chay abajo para darle un beso. – Lo siento, Chay.

Apoyado en la mano de Pequeño, Chay, cerró los ojos y dejó que las lágrimas fluyeran por sus
mejillas.

90

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Los labios de Pequeño rozaron suavemente la barbilla, la mandíbula y la mejilla. Tocándolo
todo el tiempo, Pequeño le frotó los brazos y el pecho, haciéndole saber que era amado. Keaton
secó las lágrimas de Chay y se levantó. Agarrando la mano de Chay y tirando ligeramente, Keaton
lo condujo al dormitorio.

Keaton se tambaleó un poco cuando se metió en la cama.

Cogiéndolo con ambas manos Chay lo estabilizó. Él no iba a dejar caer a Pequeño y
lastimarse de nuevo. Ayudó a Keaton a sentarse en el borde de la cama, Chay se puso de rodillas
delante de él. Enterró el rostro en el vientre de Keaton y se abrazó a él.

Keaton le devolvió el abrazo, Keaton pasó los dedos por el cabello de Chay. Dejó caer besos
en la parte superior de la cabeza de Chay, pero no la soltó. Sostuvo a Chay durante más tiempo,
antes de inclinarla hacia atrás. – Levántate Chay.

Chay no preguntó. Se puso de pie y permitió a Keaton desnudarlo. Necesitaba esta cercanía,
necesitaba de Pequeño. Pensaría en el abandono de su madre más tarde. La visión de Keaton,
mientras trabajaba en la ropa de Chay tenía la atención de Chay. La sangre llenando su pene. Su
corazón se disparó con sólo mirar a este hombre. Keaton tuvo un mal día y aquí estaba tratando de
hacer a Chay sentirse mejor. Funcionó muy bien. Nada era más importante para Chay que su
Pequeño.

Una vez que Pequeño se desnudó, besó el pecho de Chay. Keaton dio un beso en la punta de
la erección creciente de Chay y volvió su camino hacia arriba. Pellizcó la mandíbula de Chay y
retrocedió. Keaton se desnudó a sí mismo mientras observaba a Chay. El hombre era bello,
esbelto y pequeño. La vista de ese cuerpo pálido hizo acelerar el corazón de Chay y su
respiración.

Cuando Pequeño estuvo desnudo, tomó la mano de Chay y tiró de él en la cama.

Siguió el pequeño culo de Pequeño cuando avanzó lentamente en la cama. Keaton empujó y
tiró de Chay hasta que Chay quedó sentado con la espalda contra la cabecera, después, se sentó
a horcajadas sobre los muslos de Chay. La polla de Pequeño rebotó contra el vientre de Chay
cuando se acomodó en el regazo de Chay.

Chay no pudo evitarlo. Agarró la gruesa polla.

Pequeño gimió y dejó caer la cabeza hacia adelante, apoyada contra la suya. Permaneció allí
durante varios segundos, lo que permitió a Chay tocar y jugar, antes de detener la mano de Chay.
Sacudió la cabeza. – No, esto es para ti. Sólo relájate.

Chay abrió la boca para discutir y Keaton lo aprovechó. Selló la boca con la de Chay, Pequeño
introdujo su lengua. Trazó los dientes de Chay, sus labios, la lengua. Tomando su tiempo, Keaton
le hizo el amor a la boca de Chay con la suya. Fue muy agradable, por lo que Chay abandonó
completamente dichoso la búsqueda de la caliente polla que se restregaba contra su vientre. En su
lugar, regreso las caricias de Pequeño, succionando suavemente sobre el labio inferior.

Pequeño se inclinó hacia el lado, buscando a tientas con algo en la mesita de noche, pero no
rompió el beso.

Chay acarició su espalda, sintiendo las protuberancias en su columna vertebral, los músculos
delgados y la piel suave.

91

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Cuando Pequeño retrocedió para untar el lubricante en la polla Chay, observó los ojos de
Pequeño, había cambiado a los de un lobo. Chay sintió su propio cambio. Ellos cambiaron tan
rápido que perdió la visión y tuvo que abrir y cerrar varias veces para recuperarla. No podía
recordar haber visto los ojos de Pequeño cambiar antes y fue un gran afrodisíaco. Normalmente
Keaton tenía un gran control sobre su mitad lobo. Fue la conmoción cerebral, o ¿estaba tan
desesperado por Chay? A Chay le gustaba pensar que era lo último.

Pequeño se deslizó fuera de él, acariciando su engullida polla durante varios segundos. La
Polla de Chay goteaba en la punta, de dolor por su precioso bebé. Cuando Keaton aminoró el
ritmo, Chay alzó las caderas de la cama y gimió cuando Keaton lo soltó por completo.

- Shhh... – Keaton movió la lengua en la boca de Chay. Lanzó un chorro del líquido en sus
dedos y tiró la botella a un lado. Se inclinó sobre las rodillas y llegó detrás de él.

Chay gimió. Él sabía lo que Keaton estaba haciendo, pero, oh hombre, quería ver. Inclinó la
cabeza y miró por encima del hombro de Pequeño.

O más bien lo intentó. Quería ver a esos dedos largos y pálidos desaparecer en aquel
pequeño agujero. Sus pelotas se tensaron ante la imagen en su cabeza.

Keaton suspiró en su boca mientras empujaba de nuevo con sus propios dedos.

Chay sentía como los dedos de Pequeño desaparecieron en su culo. Gimió e insertó un dedo
al lado del de Keaton.

Pequeño jadeó y levantó más alto. – No, Chay. – Cuando llegó a abajo, Keaton sujetó la polla
de Chay y se sentó en ella.

Chay miró la dicha en el rostro de Pequeño y tiró de su polla. – Oh mierda, bebé. – Quería
empujarse hacia arriba en ese agujero ajustado, pero se contuvo. Dejaría a Pequeño hacerlo a su
manera, que marcara el ritmo. Cerró los ojos, Chay trató de relajarse y pensar en otra cosa que no
fuera el calor apretado que tragaba su polla.

Por último, el culo de Pequeño se apoyó en su ingle. Abrió los ojos y miró en los azules ojos
de Keaton. Estaba viendo en blanco y negro, pero no importaba, porque el color del cielo azul
estaba grabado en su cerebro. Sostuvo la mirada cuando Keaton se levantó y se hundió poco a
poco hacia abajo. El calor de la erección de Pequeño el quemaba el vientre, dejando un rastro
húmedo a su paso.

Miró hacia abajo y vio la bonita polla de Keaton repetir la acción. Una gota blanca nacarada
resbaló hasta la hendidura. Chay arrastró su pulgar, cogiendo el pre-semen, y se lo llevó a la boca.
El sabor salado bulló en sus encías. Sus caninos se alargaron.

Keaton gimió y selló su boca sobre la de Chay. No pasó mucho tiempo antes, antes de que los
dientes alargados de Keaton se hundieran en sus labios.

Pequeño se sentó. Colocó las manos sobre los muslos de Chay y se inclinó hacia atrás.
Apretó los músculos y se levantado. El aliento Chay brotando de su pecho. Se sentía increíble.

Sujetó la polla de Keaton y la apretó. – Ven aquí, precioso bebé. Siéntate y monta mi polla.
Bésame.

92

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Pequeño gimió e hizo lo que pidió. Sus manos cayeron sobre los hombros de Chay,
impulsándose hacia arriba y abajo, estableciendo un ritmo constante. Mordió el labio de Chay y lo
rozó con la lengua. Se besaron, utilizando únicamente la lengua, manteniendo la boca aparte para
que no magullar sus labios con los dientes.

Chay sacudió la polla de Keaton, igualando el ritmo de las caderas de Keaton. Retrocedió,
estudiando a su compañero.

Keaton estaba enrojecido y sudoroso, las puntas de los dientes asomando por debajo de su
labio superior. Parecía un príncipe de cuento de hadas, o un ser etéreo, un duende... no, un ángel.
Un ángel con dientes. Continuó jodiendose con la polla de Chay, exprimiéndola con su culo
apretando.

Chay quedó atrapado en la mirada y sentimientos de pequeño. Se olvidó de la polla de


Keaton. Cuando se dio cuenta reanudó sus movimientos.

Los ojos de Pequeño se abrieron grandemente, mirándolo fijamente.

Con la otra mano, se agachó y ejerció presión sobre las bolas de pequeño.

Keaton arqueó la arqueada y dejó escapar un gemido gutural. Su culo se apretó alrededor de
la polla de Chay y disparó en la mano de Chay, en su estómago. Fue hermoso. Impulsando a Chay
a terminar. Sus pelotas se prepararon y dispararon su carga profundamente en el cuerpo de su
compañero. Llegó tan fuerte que juró que vio estrellas.

93

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Trece

- Hey, al menos mi papá es genial, ¿cierto?

Pasó los dedos por el cabello oscuro de Chay, Keaton sonrió. Sí, pero seguro que está
masticando su vida por el culo justo ahora. – Tu papá es un tipo con buena pinta. ¿Estás bien,
Chay?

Chay miró hacia él. – Yo debería estar preguntando eso. ¿Cómo te sientes, Pequeño? ¿Te
duele la cabeza?

- No. Estoy bien. Todavía un poco mareado, pero no demasiado.

Chay se alzó sobre el codo, mirando hacia él. – ¿Todavía tienes hambre?

Keaton sacudió la cabeza. Si, tenía un poco, pero no quería levantarse. Le gustaba estar en la
cama con su hombre.

Chay inclinó la cabeza y lo besó. – Gracias, Pequeño. Te sientes como una mierda y estás
consolándome. Eso no es correcto.

Keaton también se alzó sobre su codo, frente a su compañero. Pasó un dedo por los labios de
Chay, tratando de aliviar el ceño fruncido. – Eso es lo que hacen los compañeros. – Se encogió de
hombros. – A Mis padres quizás no les gustaba, pero se amaban. Yo, al menos, tuve un buen
ejemplo de cómo tratar con un compañero.

Chay trazó la mejilla de Keaton con un dedo. – No sé cómo a alguien no puedes gustarle. Hay
algo seriamente mal con tu familia, Remi y mi madre.

Sonrió, el completamente elogiado. Ya no dudaba de la sinceridad de Chay en el deseo de


quedarse con él. – Creo que eres un poco parcial.

- Tal vez un poco. Pero siempre tengo la razón, así que... hay algo mal con ellos.

- Ese es un razonamiento retorcido. – Se rió, y luego ocurrió algo y él se puso serio. – En


serio, Chay, hay algo mal con ellos, no contigo. Si no pueden aceptarlo, entonces –

Chay se inclinó hacia delante y lo besó, y se recostó sobre su espalda, tirando de Keaton en la
parte superior de él. – Sé eso, Pequeño. O bien se acercarán o no lo harán. No es mi problema, es
el suyo. Lógicamente, lo sé, pero todavía me duele.

Keaton se empujó sobre su compañero.

Chay le dio una sonrisa tranquilizadora, pero sabía cómo se sentía Chay.

94

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- No ayuda saber eso, ¿cierto?

- No, no lo hace. Pero voy a superarlo. Te tengo a ti.

- ¿Es eso suficiente?

- Diablos, si. – Chay tiró de él hacia abajo y lo besó, su lengua nadó dentro. Devoró la boca
de Keaton, poniendo mucho sentimiento en él y dejándole a Keaton, sin duda, que lo que decía era
verdad.

Keaton puso las manos sobre el pecho de Chay y elevó. Su polla recuperó el interés.
Chay le sonrió y le sujetó el culo con ambas manos. Keaton se arrastró hasta su pecho.

- ¿Qué estás haciendo? – Dio un paso atrás, manteniendo alejado a Chay.

- ¿Qué crees que estoy haciendo? – Chay tiró más fuerte. – ¿Podrías dejar eso y venir
aquí? – Chay lo soltó y se escabulló hacia abajo. Consiguió su almohada y la de Keaton y las puso
bajo su cabeza, agarró los antebrazos de Keaton y lo llevó más cerca. Chay lo besó.

Suspiró en la boca de Chay y empujó hacia abajo, frotando su polla a lo largo de estómago de
Chay. Sí, eso era agradable. Se frotó un poco más, presionando más duro.

Chay se rió entre dientes y se rompió el beso. Capturó el culo de Keaton en sus manos
nuevamente y lo movió hacia delante. – Ven aquí, pequeño hornball7. Pon tus manos en la
cabecera e inclínate hacia adelante.

¿Hornball? Keaton rodó sus ojos. La afición del hombre por los apodos iba a llevarlo a la
locura uno de estos días. Permitió a Chay moverlo e hizo lo que le dijeron. La posición colocó la
punta de su polla en la boca Chay. Sus ojos se agrandaron. Dios, sí.

- ¡Ah, finalmente te diste cuenta, - Chay bromeó. Soltó la nalga de Keaton con una mano y
agarró la polla de Keaton. Abrió la boca e impulsó a Keaton, capturando la cabeza y succionando
ligeramente.

Keaton se inclinó más, cambiando el ángulo, asegurándose que Chay tomara más.

Él lo hizo. Tragó la polla de Keaton, la mitad del eje y repitió el movimiento hacia abajo. Lo hizo
varias veces, consiguiendo que la polla se volviera lisa y suave con la saliva, y entonces comenzó
a usar su mano también.

Keaton miró el deslizamiento de su polla, brillantes de saliva. No podía ayudarse, tenía que
moverse, tenía que joder esa boca caliente.

A Chay parecía no importarle. Maniobró la mano aún en el culo de Keaton debajo de él y


empezó a tirar suavemente de las bolas de Keaton.

- Oh. Oh, Chay. Maldita sea, no tenía idea que me gustaría esto tanto.

Chay se detuvo y se saco de la boca la polla de Keaton con un chasquido.

Keaton se quejó. Miró hacia abajo a un par de confundidos ojos negros. – ¿Por qué te
detienes? – ¿De que se quejaba ahora?

7
Hornball es un argot y se refiere a una persona que solo piensa en el sexo.
95

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- ¿Te refieres a esto, como esta posición? O ¿esto como este momento?

- ¡Oh por el amor de Dios, ¿a quién le importa? – Sujetó su polla, posicionándose en los
labios de Chay.

Chay besó la punta de su polla y retrocedió. Maldición – ¿Pequeño, me estás diciendo que soy
el único que te ha dado una mamada?

- Uhh... – Si su polla no estuviera palpitando tan duramente y sus bolas no estuvieran tan
malditamente apretadas, se sentiría avergonzado. – Chay, por favor. ¿Podemos discutirlo más
tarde? – Keaton se acariciaba con una mano y con la otra se sujetaba contra la cabecera. Su mano
se deslizó fácilmente sobre la piel por la saliva. Si Chay no lo hacía acabar, él lo haría por si
mismo.

Chay le agarró el culo y lo apretó, y luego botó su mano fuera del camino. Sujetó la polla de
Keaton, moviéndola de nuevo a la boca, y comenzó a tironear de ella

Keaton lo miró por unos segundos, observando los labios moverse completamente arriba y
abajo de su polla, antes de correrse en boca de Chay. Sólo tardó unos segundos antes de sentir un
hormigueo correr por su columna vertebral. Sus bolas se contrajeron en su cuerpo.

Chay, asintió con la cabeza, gimiendo, animándole. Tiró de los testículos de Keaton.

Keaton terminó, fuertemente. Intentó desesperadamente no ahogar como el infierno a Chay,


pero no tenía idea de si lo lograba o no. Su espalda arqueada, vaciando sus bolas en la boca de su
compañero.

A Chay parecía no importarle. Él tragó, tanto como podía. Cuando dejó a Keaton deslizarse
fuera de sus labios, los lamió, recogiendo el poco semen que escapó.

Keaton se desplomó al lado de Chay, respirando con fuerza. Cerró los ojos y escuchó a Chay
hurgar alrededor. Tenía que levantarse y cuidar de su pareja. Chay no había terminado.

Una cálida mano se apoderó de su muslo y unos dedos húmedos se deslizaron arriba y abajo
de su pliegue. Sonrió y jaló sus rodillas para arriba, abriéndose para Chay.

Un dedo de Chay trazó círculos en el agujero Keaton y lo empujó dentro. – ¿Está bien?

Keaton asintió. – Bien.

Jodió a Keaton con el dedo por un largo tiempo. Se sentía realmente bien. Habría estado
calmado si Chay no estuviera deliberadamente tratando de rozar su próstata de vez en cuando,
cada vez que se hundía profundo. Chay añadió otro dedo y Keaton estaba tan relajado que apenas
lo notó.

Chay presionó más profundo, golpeando su próstata con más frecuencia. La polla de Keaton
decidió despertar, volviendo a la vida. Aún no había urgencia por su parte, pero maldición,
realmente se sentía bien. Abrió los ojos.

Chay sonrió, sus ojos brillaban. – Mi precioso Pequeño.

Se hubiera reído o rodar los ojos o algo, pero Chay escogió ese preciso momento para
reemplazar sus dedos con su polla. La cabeza se deslizó lentamente dentro de él. Eso lo molesto
un poco, pero se impulsó y la molestia desapareció por completo. La polla de Chay se deslizó en
el, hasta que las caderas de Chay chocaron con su culo.

96

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay, lo jodió lento y tranquilo. Iba hasta el fondo y tiraba de regreso. Sostuvo la mirada de
Keaton todo el tiempo. – Dime, bebé, ¿cuánta experiencia tienes?

- Yo... yo... uh. ¿Qué quieres decir?

- Quiero decir, ¿qué otra cosa no has hecho?

Keaton parpadeó. No podía creer que estaban teniendo esta conversación ahora. – Yo no he...
Nunca he... nunca he estado arriba.

Los ojos Chay se abrieron grandemente. – ¿Nunca?

Sacudió la cabeza. Maldita sea, su cara estaba caliente, sonrojaba, sabía que era eso.

- Creo que tu ex era un bastardo egoísta.

Keaton nunca había pensado en ello. Le gustaba chupar pollas y ser jodido. Eso es lo que
quería hacer, así que eso es lo que habían hecho. Nunca le había molestado que Jonathon no le
hubiese devuelto el favor. Nunca lo había pedido y Jonathon nunca lo había ofrecido. Keaton se
encogió de hombros y se estremeció cuando Chay se inclinó hacia delante, cambiando el ángulo. –
Él era heterosexual.

Chay resopló. – Sí, cierto. – Movió los labios de Keaton con su lengua.

Keaton no iba a discutir. No quiero pensar en Jonathon. Levantó la cabeza, y besó a Chay.
Chupó el labio inferior de Chay en su boca mientras Chay seguía moviéndose.

Chay abrió la boca para decir algo más – probablemente sobre Jonathon, o la falta de
experiencia de Keaton – y Keaton endurecido sus músculos. Cerrando la boca de Chay. Keaton se
echó a reír y rozó su lengua por los labios de su compañero.

- Eso es trampa.

- Todo se vale en el amor y la guerra.

- Estoy tratando de decirte algo.

- Dime después. Ahora, sólo cállate y jodeme. – Apretó sus músculos nuevamente. Chay gimió
y lo mordió en la barbilla. – Mocoso. – Se sentó sobre sus talones y puso los brazos bajo las
piernas de Keaton.

- Espera.

Chay arqueó una ceja.

- Quiero girarme.

- Maldición, eres difícil de complacer a día de hoy. No hables. Gira sobre mí... – Se rió, soltó
las piernas de Keaton y salió de él.

Wow se sentía bien. Keaton gruñó. – No quiero.

97

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay lo tiró sobre él tan rápido que no supo qué lo había golpeado. Lo siguiente que supo es
que estaba sobre su estómago con Chay encima de él, presionando lentamente tras él. Hizo girar
su cabeza,
.
Keaton agarró una almohada y se la dio a Chay. – Espera.

Chay le mordió un hombro y se echó a reír. Cambió su peso, llevando a Keaton con él, y puso
la almohada bajo de las caderas de Keaton. – ¿Algo más princesa?

Pellizcó el muslo de Chay, haciéndolos reír a ambos más duro. ¿Quién hubiera pensado
alguna vez que sexo pudiera ser tan divertido? – Nop. Puedes continuar.

- ¿Estás seguro? ¿La temperatura de la habitación está bien para ti? ¿Necesitas algo de
beber?

- Chay...

Chay cayó hacia adelante en sus manos, apoyándose sobre Keaton. Bajó, besó la parte
posterior del cuello de Keaton y el empujó en él. – ¿Esto es lo que quieres, Pequeño?

Dios, sí. – Uh-huh. – La almohada añadió fricción suficiente sobre su polla. – Más.

- Un poco exigente, ¿no? – Voz de Chay era áspera, puro sexo. Como burla era bastante
ineficaz, pero malditamente Chay sonaba sexy. Obviando la pasada broma, bombeó dentro de
Keaton rápido, apretando los dientes en el cuello de Keaton.

Keaton se movía hacia atrás y delante de Chay sobre la almohada. Era agradable, el arrastre
suave de la tela contra su polla, la polla Chay en su culo. No pasó mucho tiempo antes de que el
sonido de las caderas de Chay golpeando contra su culo y el chirrido de la cama, fueran las únicas
cosas que podía escuchar a través de su respiración entrecortada, suaves gemidos y gruñidos.
Podía oler su sudor mezclado, el olor almizclado de sexo.

Obtuvo la sensación de cosquilleo que siempre predecía su orgasmo. Entonces, Chay inclinó
sus caderas perfectamente, clavando su próstata y que fue todo lo que soportó. Se enterró en la
almohada, arqueando su espalda. Lanzó un grito ronco, sintiendo el clímax hasta la punta de sus
pies.

Chay apretó los dientes en el dorso de su cuello. Los caninos alargados mordisqueándolo, y
entonces Chay se puso rígido. Gimió alrededor de la carne en su boca, agarró de la cadera de
Keaton y rodó a un lado. Keaton amó eso de él, era muy consciente del tamaño de Keaton en
comparación con el suyo, siempre cuidaba no aplastarlo.

Chay envolvió con sus brazos el cuerpo de Keaton, apretándose contra él. Jadeando contra el
cuello de Keaton, se dejo ir. Finalmente lamió y besó el lugar que había mordido.

Permanecieron en silencio durante varios minutos, Chay sosteniendo en sus brazos,


apretándolo. - Te amo, Pequeño.

- Yo también te amo, Chay.

- Tendrás mucho cuidado, ¿verdad?

Asintió con la cabeza.

98

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay besó su hombro. – No quiero perderte.

Las lágrimas ardían en los ojos de Keaton. Él tampoco quería perder a Chay. Estaba
realmente feliz por primera vez en mucho tiempo. Estaba en casa, tenía una familia y un lugar al
que pertenecía. – No iré a ninguna parte. – Arrastró el brazo de Chay que tenía a su alrededor para
besar la mano de Chay.

- Bien.

El silencio volvió. La polla flácida de Chay se deslizó fuera de él. Provocándole cosquillas.
Sonrió. Debería conseguir un trapo para limpiarlos, pero estaba demasiado condenadamente feliz
y no quería salir de los brazos de Chay.

- ¡Pequeña mierda! Esa era mi almohada, ¿no es así?

Keaton rió y se levantó. Pensándolo bien, tal vez era hora de ir a limpiar.

99

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Catorce

Chay estaba teniendo una mierda de día. Cuando había entrado en el trabajo esta mañana,
había tenido tres pacientes esperando por él y había tenido un flujo constante desde entonces.
Estaba preocupado por Keaton. La recepcionista siguió dándole miradas sucias. Tina, su asistente,
se mantenía siguiéndolo de una habitación a otra cuando la perdió. Sorprendió a Tommy, su otro
asistente, estudiándolo de una vez.

Después del almuerzo, cuando finalmente todo estaba más calmado, fue a su oficina y llamó a
Pequeño. Había convencido a pequeño de llamarlo si se sentía enfermo, pero maldita sea, todavía
estaba en casa solo y alguien andaba por allí tratando de matarlo. Chay pulsó el botón anterior.
Sonó cuatro tonos antes de que Keaton contestara.

- ¿Hola? – Pequeño jadeaba.

Chay frunció el ceño. – ¿Por qué estás sin aliento? ¿Qué haces? Se supone que debes estar
descansando, no jugando con el perro o limpiando la maldita casa o lo que jodidamente estés
haciendo.

El silencio era total en el otro extremo de la línea.

- ¿Y bien?

- Estoy tratando de decidir si colgarte o preguntar qué te tiene en tal humor. Ahora mismo me
estoy inclinando por colgar.

- Uh-huh. Tú eres el culpable. ¿Qué estás haciendo?

Pequeño se rió. – Si comienzas a putearme, te colgaré. Estoy limpiando el garaje.

Suspiró y se pellizcó el puente de la nariz. Maldita sea, le dolía la cabeza. Aspiró profundó y
soltó el aire retenido. No hizo absolutamente nada por su humor, por lo que intentó de nuevo.

- ¿Qué estás haciendo tú?

- Tratando de decidir si colgarte sobre mí, o tranquilizarme y preguntarte cómo se sientes.

Pequeño se echó a reír de nuevo. – Bueno, ¿quieres que cuelgue o quieres saber que me
siento muy bien?

- ¿Por qué limpias el garaje?

- Tú mismo has dicho que necesitamos limpiar el garaje, por lo que lo estoy haciendo.

Chay sentía la necesidad de golpearse la cabeza contra el escritorio. – ―Necesitamos‖' me incluye


a mí también, Pequeño. ―Necesitamos‖ es más que una sola persona.

100

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Pita está ayudando. Eso es más de una persona.

Chay sonrió. Su Pequeño sonaba como que se sentía bien. De hecho, sonaba a que Keaton
estaba de muy buen humor. Deseó estar allí con Pequeño en lugar de en la oficina, siendo
estudiado por sus empleados y pacientes. Bueno, no por sus pacientes reales, los animales
parecen no tener problema, pero sus dueños. – Pita es un perro. Él no es una persona.

Keaton resopló. – Dile eso a él. Ha sido realmente de mucha ayuda. Le doy algo lo
suficientemente grande para que él lo pueda cargar y lo lleva afuera al cubo de la basura.

Parpadeó. – ¿Tienes al cachorro lanzando cosas a cubo de la basura?

- No, él no puede realmente llegar al cubo de la basura. Está amontonándolas al lado del cubo.

- Estás bromeando.

- Nop.

Chay rió. – Estoy impresionado.

- Tengo que luchar para quitarle todo lo que le doy antes de que él lo suelte y ponerlo en la
basura.

Chay se rió de la imagen y se relajó. Se sintió mejor de lo que había estado en todo el día.
Pequeño lo animaba. – ¿Cómo te sientes, bebé?

- Estoy bien. Con un poco de dolor de cabeza cuando me desperté, pero me tomé algo para
eso y ahora estoy bien. Sólo aburrido.
Estoy limpiando el garaje, de esa manera puedo aparcar mi auto nuevo aquí. Hablando de eso.
Después de que me recojas del trabajo mañana –

Chay gimió. Diablos. Eso significaba que Pequeño regresaría a trabajar mañana. – ¿No
tomarás otro día libre?

- Nop. No necesito otro día libre. No es que mi trabajo sea extenuante, ni nada de eso. Como
sea, ¿me llevarás a comprar un auto?

- Sí, te llevo a comprar un auto. ¿Sabes que quieres?

- Ni idea. Si eres bueno conmigo, te dejaré ayudarme a elegir.

Sonrió. Casi podía imaginar el aleteo de las pestañas de color marrón claro, tratando de lucir
todo dulce e inocente. – Estás siendo cuidadoso, ¿verdad? ¿Estás prestando atención a las
cosas? Tienes la puerta del garaje abierta, ¿cierto?

- Sip. Lo hago. Y sí, estoy prestando atención. Mi nariz, ojos y oídos están en alerta máxima.

- Bien. No te mates tratando de limpiar.

- No lo haré. Espero ayuda en cualquier momento.

- ¿Ayuda?

- Sí. Tu papá viene para acá.

101

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
El pecho de Chay se hinchó de orgullo. – ¿Él?

- Sip. Está de vacaciones esta semana. Se ofreció a acompañarme a comprar un auto, pero
quería que tú me lleves. De este modo podemos elegir juntos.

Chay, cerró los ojos. Maldición, él amaba a este hombre.

Tina asomó la cabeza en torno al marco de la puerta, miró a la izquierda y luego a la derecha.
Captó su mirada, y su cabeza salió.

Chay gimió. Estaba cansado de esto. Iba a aclarar las cosas con su personal una vez por
todas. – Ok, bebé, tengo que irme. Ten cuidado y te veré esta noche.

- Okie-Dokie. Hasta más tarde, Chay.

Chay colgó el teléfono y se recostó en la silla. Puso los pies en su escritorio. – Tina. Tommy.
Cheryl. Vengan aquí por favor.

Tina llegó primero. Ella sonrió y levantó la cabeza.

- Toma asiento. - Chay señaló una silla vacía.

Tommy fue el siguiente. Su pelo rojo apareció antes que él. Parecía... nervioso.

Chay señaló el asiento junto a Tina. – Siéntate.

Cheryl entró por la puerta abierta y lo miró. – ¿Sí?

Chay miró alrededor de su oficina, mirando a los tres. – ¿Tenemos algún problema? Los tres
han estado actuando extraño toda la mañana.

Cheryl puso una mano sobre su cadera. – Usted dígame, Dr. Winston. ¿Tenemos un
problema? Hay todo tipo de rumores circulando –

Chay arqueó una ceja frente a ella. ¿Rumores?

- Sí. Ellos están diciendo que es gay. – Ella frunció el ceño.

- ¿Por qué es de tu incumbencia?

- ¿Estás diciendo que es verdad?

- Sí.

Cheryl tosió y farfulló. A juzgar por su reacción, ella había esperado que negara la acusación.
– Renuncio. Me niego a trabajar para un –

Chay sonrió. – Puedes irte a joder afuera. No quiero oír alguna otra cosa que tengas que decir.

Cheryl resopló, dio la vuelta y se marchó fuera de la oficina. Después de golpear algunas
cosas durante varios minutos, guardando sus cosas, salió de la clínica, cerrando la puerta detrás
de ella.

102

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Parpadeando, Tina tenía los ojos como platos. – ¡Santa Vaca! Sabía que era una perra, pero...
– Se encogió de hombros. – Ella sólo esta molesta porque ahora no tiene ninguna posibilidad de
atraparte.

Chay frunció el ceño. Tina no parecía molesta por su anuncio. Así que ¿por qué había estado
actuando extraño? - ¿Qué tienes que decir? ¿Qué hay con mirar de una habitación a otra?

Los ojos de Tina se ampliaron y puso una mano en su pecho. – ¿Yo?

- Sí, tú.

Ella agachó la cabeza y se sonrojó. – ¿Pensaste que era por ti? Quiero decir, bueno, tenía
curiosidad, pero no fue... estaba buscando a Pita. ¿Dónde está?

Chay sonrió. – ¿Quieres decir que todo este tiempo ha estado tratando de encontrar Pita?

Tina asintió. – Quiero decir, estoy sorprendida. Siempre pensé que te gustaban las mujeres.
Pero el infierno, Chay, mi hermano mayor es gay. No me importa menos si lo eres o no. ¿Sabes?

Chay parpadeó. – ¿Jake es gay? – Había conocido a Jake por años. Jake era un miembro de
la manada. Era un poco mayor que Chay y nunca habían sido los mejores amigos, pero eran
amigos.

- Sí. Lo ha sido más tiempo de lo que puedo recordar.

- Hmm.

Tommy sonrió.

Chay frunció el ceño. – ¿Qué?

- Tengo el repentino impulso de saltar y bailar alrededor de la clínica y cantar, ―ding-dong la


bruja ha muerto ". Hombre, me alegro de que despidieras a Cheryl.

- Ella renunció.

Tommy se encogió de hombros. – A quién le importa, se ha ido. – Alzando la mano, le dio a


Tina ―cinco‖.8

Wow, Chay, no había pensado que Cheryl fuera tan mala. Y, aparentemente, Tommy estaba
bien con su preferencia sexual también.

Tommy lo miró y sonrió, notando, la obvia confusión en el rostro de Chay. – Estoy


impresionado, Chay. Pero me importa un bledo. Tu vida privada es sólo tuya. – Sacudió la cabeza.
– Hombre, conseguías pollitas todo el tiempo... No importa. Es tu vida. Si eres feliz, soy feliz.

Después de eso su día fue cada vez mejor. Estaba a punto de llamar a Keaton de nuevo para
saber de él cuando Tina regresó en su oficina. – Y... ¿Pita volverá mañana?

- Probablemente.

- Genial, me he acostumbrado a la bola de pelos. ¿Cuando conoceremos a Keaton?


Las cejas Chay tiraron desde su nacimiento. – ¿Quieren conocer a Keaton?

8
Ya saben, cuando chocas las palmas de las manos. “Dame esos cinco”.
103

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Tommy asomó la cabeza por la esquina. – Claro que sí. Tengo que ver si es lo suficientemente
bueno para ti, Doc.

Tina se rió. – Sí, eso también. Pero pensé que ya que estoy enamorada del perro del hombre, por
lo menos quiero conocerlo.

Chay se quedó atónito. Sacudió la cabeza y se echó a reír. Miró a Tommy.

Tommy sonrió. – Estaba pensando, vamos a necesitar una nueva recepcionista. Mi hermana
necesita un trabajo.

- Sí, está bien. Llamada y ve si está interesada.

- Gracias, Doc.

- De nada.

Tommy y Tina desaparecieron después de eso. Chay sonrió. Parece que no todo el mundo iba
a abandonarlo como Pequeño había predicho. De alguna manera lo hacía sentirse un poco mejor.
No era su mamá, pero bueno... quizás ella regresaría.

104

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Quince
Tenía ganas de silbar. Es realmente repugnante. Un hombre adulto no debería de ir por ahí
tan feliz. Especialmente teniendo en cuenta toda la basura en su vida recientemente, pero de
alguna manera con Chay, a su lado, parecía manejable. Asustado, pero no era el fin del mundo.

Keaton lanzó una manzana en el aire y lo atrapó cuando colocó su mochila más arriba del
brazo. Uno de estos días iba a tener que conseguir un maletín, pero rayos, luciría como... un nerd.
Sí que era un nerd, pero no tenía que anunciarlo. Por supuesto, vestido como estaba y una
mochila, por lo general lograba pasar como un estudiante. No estaba seguro de lo que era peor,
nerd o adolescente.

Chay estaba estacionado por el edificio de administración. Cuando Keaton se acercó, Chay
sonrió y se quitó las gafas de sol con el dedo.

Keaton abrió la puerta, tiró su mochila en el asiento de atrás y se deslizó en el lado de Chay.

- ¿Por qué estás sonriendo? – Chay se inclinó y le besó.

- Mmm. – Regresó el beso, mordiendo el labio inferior de su compañero. – Estoy pensando lo


bien que luciría en un coche deportivo rojo.

Chay se ajustó las gafas nuevamente y se sentó. – ¿Ah, sí? ¿Quieres un auto deportivo?

- Sólo fue una idea. Vamos. – Cerró la puerta y se puso el cinturón de seguridad.

- Sí, señor. – Chay salió del estacionamiento.

Keaton dio un mordisco a la manzana y le ofreció a Chay.

Sacudió la cabeza. – No, gracias. Tina, Tommy y yo tuvimos un gran almuerzo. La hermana de
Tommy comenzó a trabajar hoy y nos trajo a todos tamales.

- Ahh... – Keaton sonrió ante la mención de Tina y miró a su alrededor. Chay todavía estaba
en marcha, pero Pita estaba a la vista. Él olfateó. No. Pita no estaba en la camioneta. Pita había
vuelto a trabajar con Chay hoy. Chay había dicho que Tina amenazó con golpearlo si no traía el
cachorro.

- ¿Fuiste a casa antes de venir a buscarme?

- No, vengo directamente de la oficina, ¿por qué?

- ¿Dónde está el perro?

Chay rió. – Tina está de niñera de cachorros. Iré por él en el camino a casa.

105

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton dio otro mordisco de manzana. – Uh. Bien. – Tal vez él finalmente conocería a Tina.
Cualquier persona que adoraba a su perro tanto como Tina tenía que ser buena
.
Keaton terminó su manzana cuando Chay estacionado la camioneta en el estacionamiento de
la concesionaria.

Chay sonrió. – Vamos, buscaremos un auto nuevo para ti.

Keaton sonrió y se bajó del auto. Tomando el corazón de manzana con él, lo tiró en un
basurero del edificio. Chay sujetó su mano todo el tiempo que iban de un coche a otro. Se sentía
como la cosa más natural del mundo caminar de la mano de su compañero, pero después de unos
diez minutos de paseo, se le ocurrió a Keaton que la gente podía estar sorprendida frente a ellos.

- ¿Chay? La gente está mirando. – Keaton miró alrededor del lote de autos notando como la
gente desviaba la mirada cuando el los miró.

- ¿Y? – Chay tiró de su mano y se inclinó hacia adelante, mirando por la ventana de un coche
azul.

- ¿Qué piensas de éste, Pequeño?

Keaton volvió a mirar a sus manos entrelazadas.

- ¿Qué? – Chay lo miró.

- ¿Eso no te molesta?

- No. ¿Te molesta a ti?

¿Lo hacia? Lo pensó por un minuto. Jonathon no lo tocaba, ni siquiera un pequeño roce en
público. A él realmente le gustaba la mano de Chay. Apretó la mano de Chay y se encogió de
hombros. Si a la gente no le gustaba, era su problema. – No realmente.

Chay sonrió y cerró los ojos. Tiró de la mano de Keaton. – Entonces, dejar de joderme y mira
este auto.

Keaton miró. No estaba impresionado. Encontrar el coche perfecto estaba resultando más
difícil de lo que pensaba, parecía que iba a tomar más de un día de compras. Tenían gustos
similares. Sin embargo, todos los autos que él escogió no tenían espacio suficiente para las
piernas de Chay y Chay parecía encontrar los más malditamente altos en todo el lote. Keaton, se
sentía como una niña de doce años, robando el auto de su padre para un paseo. Los autos
deportivos eran demasiado bajos para Chay. No podía soportar sentirse como si estuviera sentado
en el suelo. Cuando Keaton se quejó de que los autos de lujo eran demasiado "ama de casa‖ para
él, Chay rió tan fuerte que espantó al vendedor.

Estaba a punto de decirle a Chay que no le gustaba tampoco este auto, cuando un "Ejem"
salió de detrás de ellos.

Keaton se volvió y soltó la mano de Chay.

Un hombre en un traje sonreía frente a ellos. – ¿Puedo ayudarles, caballeros?

- Estoy buscando un auto nuevo. Algo que no sea demasiado grande y no muy pequeño. Algo
deportivo y estadounidense.
.

106

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Bien. Déjame ver si puedo ayudar con eso. – El hombre extendió su mano. – Brad Blanca.

- Keaton Reynolds. – Estrechó la mano del hombre.

El hombre evaluó a Chay, extendiendo su mano.

Chay la estrechó. – Chayton Winston.

Brad asintió con la cabeza y miró nuevamente a Keaton. – ¿Es su primer auto?

Keaton apenas suprimido la necesidad de rodar los ojos.

Chay, el demonio, comenzó a jactarse. – Con razón la gente nos mira divertido, Pequeño.
Piensan que soy un pervertido asalta cunas.

Keaton suspiró y sacudió la cabeza. Sonrió a un muy sorprendido Brad. – Simplemente


ignórelo. Tiene un retorcido sentido del humor. No, este no es mi primer auto.

Brad le dio una sonrisa temblorosa y una rápida mirada a Chay. – Ok. ¿Quiere algo deportivo,
americano, no demasiado grande?

- Correcto. Debe tener espacio para las piernas de él y no hacerme ver como un niño que se
robó el auto de su padre.

Brad se rió entre dientes y los llevó al otro lado del lote.

Keaton terminó con un 2006, rojo Dodge Charger. Había sido una lucha entre el plata y el rojo,
pero el punto de venta final había sido decidido cuando vio a Chay tras el volante del auto rojo.
Firmó todos los papeles y ahora esperaba por ellos para llevarse el auto. Chay acababa de salir de
recoger a Pita y algo de comida. Ellos iban a reunirse de nuevo en la casa.

Por otra parte, tal vez omitiría la cena e ir a la cama. No se sentía demasiado bien. Su
estómago se encogía.

El hombre llegó con su auto y se subió al volante. Dio las gracias al hombre y dejó el lote.
Maldita sea, sus ojos estaban borrosos. Parpadeó, tratando de enfocar. Afortunadamente, no
estaba demasiado lejos de casa. Maldición. ¿Sus ojos podrían estar cambiando? Parpadeó de
nuevo, todo estaba aún en color. Qué extraño. A mitad de camino a casa, los calambres en el
estómago se volvieron más intensos. Se sentía tan terrible que ni siquiera tienen la oportunidad de
disfrutar de su nuevo auto.

En el momento en que entró en el garaje y se bajó, estaba tan mareado que tuvo que
apoyarse en el auto antes de cerrar la puerta del garaje.

El olor de la comida lo asaltó cuando abrió la puerta de la cocina. Pita salió corriendo hacia él.
Chay tenía una lucha con el paquete de hamburguesas. Sin levantar la vista, preguntó, - ¿Qué tal
el auto? – Se volvió, sosteniendo un plato con hamburguesas, patatas fritas y salsa de tomate.
Frunció el ceño. – Bebé, te ves terrible. ¿Qué pasa?

Keaton alcanzó a Chay, pero se perdió debido a la falta de claridad. Se habría caído si Chay
no lo habría sujeto.

Sujetó su estómago cuando otro calambre más violento lo golpeó. – Baño ahora – logró
pronunciar.

107

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
. Chay puso la comida en el mostrador, con pequeño enredado en sus brazos y corrió para el
cuarto de baño. Llegaron justo a tiempo.

Chay pasó la mano por el pelo de Pequeño cuando el teléfono comenzó a sonar. No le gustó
esto. Nada, en absoluto. Había tratado de curar a su compañero de inmediato cortando su dedo y
haciendo a Pequeño beber la sangre. Es un hecho conocido que la sangre de un hombre lobo
puede ayudar a sanar a su compañero, pero Keaton había vomitado esto también.

- ¿Hola?

Chay reconoció la voz del Doctor. Había olvidado que lo estaba llamando. – Doc Baker. Soy
Chayton Winston.

- Hola, Chay. ¿Cómo estás?

Keaton vomitó de nuevo. Nada ocurrió. Pobre bebé.

Chay le acarició la espalda. – No bien, doc. Creo que mi compañero ha sido envenenado.

- ¿El agradable joven que tu padre y John nos presentaron? ¿Cuáles son sus síntomas?

- Esta vomitando. Dice que su visión es borrosa y parece como si le costara respirar.
.
- ¿Le diste de tu sangre? – Un Crujido sonaba en el fondo.

- Lo hice y él no pudo asimilarla.

- Hmmm... – Hubo un golpe y el rugido de un motor de automóvil. – Estoy en camino. Trata de


darle más sangre. Estaré allí en un minuto.

- Gracias, doctor. – Colgó el teléfono y lo puso sobre el tocador de baño. – ¿Pequeño?

- ¿Uh? – Keaton resopló.

- Joder, bebé. Espera. Intentaremos con más sangre.

- No funcionará.

- ¿Por qué no? Si podemos conseguirlo bajar por tu garganta, es posible.

Pequeño empezó a toser.

Con la esperanza de conseguir más aire en sus pulmones y eliminar los jadeos, Chay lo puso
de pie. Estaba ardiendo. – Mierda. – Chay corrió a la sala donde había dejado su maletín de
médico. Lo trajo y se sentó detrás de Keaton. – Aguanta, bebé. Funcionará.

- No va a funcionar. No soy humano. – Tosió secamente.

Tomando un bisturí, Chay se cortó la mano. La colocó delante de la cara de Keaton. – Aquí,
date prisa antes de que se cierre.
.
Pequeño sacudió la cabeza, pero hizo lo que le dijeron, chupó la sangre de la mano de Chay.
Temblando, se recostó en Chay. Dejó de succionar. – Maldición, hace frío aquí.

Chay sacudió la mano delante de la boca de su compañero. – Succiona.

108

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- El corte ya está cerrado. – Pequeño susurró – Esta cicatrizado.

Tirando su mano hacia atrás, Chay frotó los brazos de Keaton, tratando de darle calor.

Keaton descansaba contra él varios minutos hasta que sonó el timbre.

- Tienes que levantarte, bebé. Tengo que dejar que el doctor entre. ¿Estarás bien por un
minuto?

Asintiendo con la cabeza, Keaton se inclinó hacia delante.

Cuando Chay abrió la puerta, oyó vomitar a Keaton nuevamente. Maldición, maldición,
maldición. Sujetando su brazo, Chay, cerró la puerta y arrastró el Dr. Baker para el baño. –
Deprisa, Doc. La sangre que le di recientemente la acaba de vomitar.

- Tenía miedo de esto. No sabía si funcionaría o no, Chay. Normalmente nuestros compañeros
son humanos. No estoy seguro que dar sangre a otro hombre lobo hará algo. Él ya es un lobo y ya
tiene la capacidad de curación única que el resto de nosotros tenemos.

Chay suspiró. – Sí, esa era la teoría de Keaton también. – Y, maldita sea, tenía sentido. ¿Y
ahora qué?

Keaton estaba en el suelo, con un brazo sobre el pecho y el otro al lado del suelo, estaba
inconsciente.

El aire abandonó los pulmones de Chay cuando corrió hacia adelante. – Oh Dios, no. – Tomó
a Keaton y lo recostó en su regazo. Todo parecía ir más despacio. Apenas notó cuando el Doc.
Baker corrió hacia adelante. Verificó el pulso de Keaton. Era débil, pero existente. Chay tenía que
hacer algo. Esto de pronto era más grave que simplemente dejar que el veneno desapareciera. Lo
que fuera estaba matando a Pequeño.

Las lágrimas bajaban por la cara de Chay cuando acunaba a Pequeño contra él. Presionaba a
su cerebro a trabajar. ¿Qué antídotos tenía? ¿Había alguno que contrarreste el veneno al instante?
¿Qué clase de jodido veneno era? ¿Tendrían tiempo para llevar a Pequeño a la sala de
emergencias?

- Chay, vamos a intentar administrarle tu sangre por vía intravenosa.

- ¿Huh?

- Tengo una sonda que se utiliza para transfusiones en las personas.

El Doc. Baker buscó en su maletín. Sacó algunos tubos con agujas en los extremos. – No
estoy seguro de que funcionará, pero no tenemos nada que perder. – Enganchó el brazo Chay y lo
empató frente una banda elástica que obtuvo de su bolsa. – Puño.

Chay acató la orden y el Doctor e colocó la sonda.

- Levántate, permanece de pie, por encima de él, así la gravedad puede hacer su trabajo. – El
Doctor enganchó a Keaton con la otra aguja.

Chay, de mala gana retiró a Keaton de su regazo y se puso pie, dándose cuenta de lo que el
doctor estaba pensando. Se desató el elástico de su brazo y miró a su compañero. ¿Keaton
respiraba mejor? Sólo habían sido unos treinta segundos y parecía estar funcionando.

109

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
El Doctor encontró su estetoscopio y escuchaba el pecho Keaton. Sonrió y asintió con la
cabeza a Chay.

El nudo en el estómago Chay lentamente se disolvió. Lo habían conseguido.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Sacudió los rizos rubios de la frente sudorosa de Pequeño y lo miró fijamente. Sus ojos
recorrían los rasgos finos, la pequeña cara angelical redonda, las cejas arqueadas, las pecas que
tanto amaba. Chay suspiró y se obligó a relajarse. Pequeño lo haría. Había estado muy cerca, pero
la sangre de Chay lo había salvado. Él despertó antes, el tiempo suficiente para enjuagarse la boca
y dejarse desnudarse por Chay y llevarlo a la cama, pero rápidamente había sucumbido ante el
sueño nuevamente.

Ahora, Chay estaba sentado en la cama con la cabeza de Pequeño en su regazo. Trató de
relajarse y ser feliz, Pequeño estaba vivo. Estaba feliz – extremadamente – pero también estaba
asustado. Más asustado de lo que había estado alguna vez. Alguien trató de matar a Pequeño
nuevamente y esta vez jodidamente estuvo cerca de lograrlo.

¿Cómo iba a luchar contra una fuerza desconocida? Tenía que averiguar dónde Pequeño
había conseguido la manzana – había sido la última cosa que Keaton había comido. – El médico le
había dicho que el único veneno que actúa en los hombres lobo era el fluoroacetato de sodio. La
confirmación de que el autor era un lobo. Es cierto que una dosis lo suficientemente alta podría
matar a cualquier especie, incluidos a los humanos, pero toma una cantidad minúscula matar a un
lobo. Eso lo sabía de la escuela de veterinaria. Una vez lo utiliza para el control de los
depredadores. Lo que no se había dado cuenta es que las propiedades regenerativas de un
hombre lobo no podían sanar de una dosis de ella. Según el doctor Baker, era la misma toxina que
sus cuerpos no pueden sacar. Y no contenía olor, por lo que incluso su sentido del olfato no pudo
captarlo.

Chay exhaló y dejó caer la cabeza contra la cabecera con un ruido sordo. Esta era una mierda
realmente aterradora con la que estaban tratando. No sabía qué hacer. No podía mantener a
Pequeño bajo llave y sin moverse. Quienquiera que fuese los seguiría. Estaba seguro de ello. De
hecho, era seguro que había seguido a Pequeño hasta Nuevo México. Iba a tener que preguntarle
a Pequeño nuevamente cuando despertara. Necesitaba saber todo sobre el pasado de Keaton y
las personas que lo rodearon que pudieran tener un motivo para matarlo.

Los ojos de Pequeño parpadearon abiertos. El aroma de la excitación abrumó a Chay casi de
inmediato. Pequeño parpadeó de nuevo y sus ojos cambiaron a los de un lobo. Abrió la boca,
probablemente para decir algo, y sus caninos se alargaron, lo que dejó sin aliento no solo a Chay,
sino también a sí mismo. Sentado, Pequeño se volvió hacia Chay, con una mirada interrogante en
su rostro. Miró a los labios de Chay sólo por un segundo, después tomó la cara de Chay y selló su
boca con la de Chay. Se arrastró fuera de las sabanas y se sentó a horcajadas sobre las caderas
de Chay, su polla presionando insistentemente contra el vientre de Chay.

Chay intentó dar marcha atrás, pero Pequeño no se lo permitió. Gruñó – realmente gruñó – en
Chay. Chay finalmente consiguió hacerse con la cabeza de Pequeño y darle un empujón. No es
que le importara el ataque, pero maldita sea, por lo menos quisiera saber si Keaton estaba bien. –
Gezz, Pequeño.

Keaton jadeó y agarro su cabeza. Las orejas aparecieron en la parte superior de su cabeza y
su cara comenzó a alargarse.

110

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay miró, fijamente.

Pequeño sacó las manos y vio como las garras presionaban desde hace mucho lo extremos
de los dedos. Eso fue raro. Deberían haberse convertido en las patas.

La mandíbula Chay se quedó boquiabierta. Keaton acababa, por primera vez delante de Chay,
en convertirse en su tercera forma, mitad-lobo/mitad-hombre. Su rostro era el de un lobo, al igual
que la cola que Chay podía ver ondeando detrás de él. Había una fina capa de piel platino por
todas partes, y en algunos lugares, como en la cabeza y la espalda, el pelo más largo. Su torso era
todavía claramente humano, pero sus manos y piernas eran algo intermedio. Su polla... sigue
siendo muy humana y aún muy dura.

- ¿Qué sucedió? – Pequeño preguntó con una voz que no era la suya. Era ronca, baja, gruñía,
con un ceceo en ella.

- Te envenenaron. Te dimos sangre. ¿No recuerdas?

El lobo pálido sacudió la cabeza adelante y atrás. Keaton llegó de nuevo hasta él, atrayendo a
Chay a sus rodillas y apretándolo contra el cuerpo peludo. – Lo necesito, Chay. No puedo
controlarlo. Toma las riendas. No quiero hacerte daño. Es demasiado fuerte.

Esto era extraño. Todavía era Pequeño, su compañero, pero, era extraño. Era humano y no
era Keaton del todo. Keaton era realmente más grande de esta forma, la misma estatura de Chay.

Las caderas de Keaton subieron contra él y gimoteaba. – Lo necesito.

Chay asintió. Su compañero lo necesitaba. Agarró la polla de Pequeño. Se sentía igual.


También tenía exactamente la misma. Él podía hacer esto. Jaló el eje sólido de Pequeño,
masturbándolo. La cabeza de Keaton cayó sobre su hombro, su hocico ubicado en el cuello de
Chay. Chay se estremeció cuando la nariz fría, húmeda, se apretó contra él, pero no dejó de
acariciar.

Pequeño soltó un gruñido. No era uno feroz o enojado, más como un ronroneo de un sonido,
el equivalente de un gemido en esta forma. No pasó mucho tiempo antes de que las caderas de
pequeño se agitaran en su mano.

Chay miró hacia abajo, mirando las caderas girar hacia delante y atrás, la dura polla gruesa,
pulsando en su mano. Su propia polla vibró y lo sorprendió. Había estado muy ocupado tratando
de complacer a su compañero como para preocuparse de sí mismo. No había comenzado como
sexo, pero, ahora, sin duda era sobre el sexo.

Apretó un poco más y lo dejó ir. El gruñido de este Pequeño sonaba feroz. Chay sonrió y
envolvió el puño alrededor de su polla también. Envolvió ambas pollas con su mano y las acarició
juntas. No pasó mucho tiempo antes de que ambos estuvieran moviendo sus caderas.

Los antebrazos de Pequeño descansaban sobre los hombros de Chay y su nariz fría
cosquilleaba en el lado izquierdo del cuello de Chay. Deslizó su lengua, lamiendo. Chay inclinó su
cabeza hacia atrás. Cerró los ojos y se concentró en el tacto de sus manos deslizándose sobre su
polla, masajeando y frotando el eje de pequeño contra él. El calor de la polla palpitante de pequeño
se sentía bien contra él.

La respiración de Keaton se aceleró al mismo tiempo que el empuje de sus caderas. Mordió
en el hombro de Chay con fuerza.

111

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
La sangre de Chay goteaba en el pecho y la espalda y terminó. Gritó, en realidad fue un jodido
gritó, y disparó tan fuerte que sintió desmayarse. El semen salpicó su brazo, el vientre, los muslos,
en todas partes. Había demasiado para ser solo suyo.

Keaton se soltó de su cuello y aulló, sus caderas golpearon contra las de Chay. El medio
aullido cambió de nuevo, y el sonido se convirtió en un grito ronco antes de que Keaton se
desplomara en la cama en su espalda.

Chay lo siguió, aterrizando junto a él. Ambos jadeaban, cubiertos de semen.

Después de varios minutos el cerebro de Chay despertó. ¿Qué demonios fue eso? Tenía que
ser alguna cosa de feromonas o algo así. Nunca había estado tan duro en su vida. Maldijo hasta
olvidar su propio nombre. No estaba seguro de si eso era algo que quería volver a intentar o
marcar en su lista de: Mantener-el-infierno-lejos-permanentemente. Mierda, no estaba ni siquiera
seguro de si Pequeño sobrevivió. Giró la cabeza para verlo.

La expresión en el rostro de Keaton casi hizo reír a Chay. Los ojos de Pequeño, eran tan
grandes que parecían que iban a salir de su cabeza. Se quedó mirando el techo, parpadeando
periódicamente. Su boca se abrió y la volvió a cerrar, como si quisiera decir algo, pero no podía
formar las palabras. Se quedó sin aliento, como un pez tratando de obtener aire.

Finalmente Chay decidió ayudarlo. – ¿Estás bien?

- Creo que sí. – Sujetó la mano de Chay, entrelazándola con la suya. – Dios mío.

Chay asintió. – Puedes decir eso otra vez.

- ¿Tu hombro está bien?

Chay lo miró. Ya estaba curado, la herida se cerraba, la sangre comienza a secarse. – Sí.

- ¿Qué diablos fue eso?

- Un efecto secundario de darte mi sangre.

- Sí, probablemente. ¡No hagas eso nunca más! No me no tener control sobre mi. Lo perdí.
Jodido loco. No puedo creer que hice esto. Eso da miedo.

Se estiró con la otra mano y acarició suavemente la mejilla amada. – No es tan espantoso
como casi perderte.

112

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Diez y seis

Keaton miró hacia abajo a su teléfono, luego miró el reloj detrás de él. Esto se hacía ridículo.
Chay lo llamaba cada quince minutos. Levantó un dedo a su clase y sacó el teléfono de su
cinturón. – Perdón. Tengo que tomar esto. – Apretó el botón de llamada y se puso de espaldas a la
tribuna. – Chay, ahora no. Todavía estoy vivo. Estoy justo en medio de una conferencia. Te llamo
de vuelta. – Susurró en el teléfono.

- Ok, sólo verificaba. Te amo.

- También te amo. – Murmuró, y al final colgó. Se volvió a su clase y sonrió. – Lo siento. ¿Hay
alguna pregunta?

Nadie levantó la mano.

- Ok, la clase terminó. Nos veremos el próximo martes. Tengan un buen fin de semana. –
Salieron cuando Keaton recogió sus cosas. No prestó demasiada atención hasta que olía a otro
lobo. No había tenido un lobo en su clase antes. Miró hacia arriba, cuando el último estudiante
salió de la habitación y vio a un hombre parado al lado de la puerta.

Alto con extremadamente amplios hombros, hizo parecer a Chay pequeño. Era un nativo
americano, en sus treinta y tantos años más o menos, y tenía el pelo corto y negro. No era el
clásico tipo guapo, pero era atractivo, en un tipo áspero, masculino. Parecía peligroso y era más
definitivamente un lobo.

Keaton se aclaró la garganta. No iba a encogerse de miedo, pero estaba un poco preocupado.
Era más fuerte que el lobo, pero odiaba a luchar. La súbita necesidad de llamar de nuevo Chay lo
abrumó.

- Dr. Reynolds? - El lobo entró en la habitación.

- ¿Sí? – Keaton se irguió. No podía sentir ninguna malicia, pero suponía que si el tipo era lo
suficientemente psicópata como para querer matarlo, él no lo haría.

El hombre extendió su mano y mostró su garganta. – Soy Jacob Romero. John Carter me
envió.

¿John Carter? – ¿El Alfa de la manada de Ch – su nueva manada? Keaton miró la mano del
hombre y un dio un paso atrás. – No lo entiendo.

Jacob le dio una tímida sonrisa y dejó caer la mano. – Él me pidió mantener un ojo sobre
usted. Su Beta, Joe Winston, estaba muy preocupado por usted y le pidió que se le asignara un
guardaespaldas.

113

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Wow. ¿Joe le consiguió un guardaespaldas? – Ya veo. - Sacó el teléfono de su cinturón. - Si
me disculpa un momento.

Jacob asintió. – Por supuesto. ¿Necesita el número del Alfa o está llamando a Joe?

- Joe. – Keaton dio marcha atrás, manteniendo sus ojos en el otro lobo. Sentía que el hombre
estaba diciendo la verdad, pero no iba a correr ningún riesgo. Se lo había prometido a Chay.
Encontró el número de la casa de Winston, y casi lo pulsó. Luego se lo pensó mejor. Lena
probablemente estaría en casa. Encontró rápidamente el número de celular de Joe y lo marcó.

- Hey, Keaton, ¿Qué pasa? ¿Todo bien?

Keaton casi sonrió. Chay odiaba cuando Joe leía el identificador de llamadas y se dirigía de
inmediato a quien llamaba. – Sí, Joe, todo está bien. Oye, ¿conoces a un Jacob Romero?

- Papá. – Joe lo corrigió.

- ¿Qué? – Keaton frunció el ceño.

Jacob arqueó una ceja.

Joe se rió. – Se supone que me debes de llamar Papá y sí conozco a Jake. Supongo que esto
significa que no recibiste el mensaje que te dejé en tu buzón de voz.

No se había revisado sus mensajes de hoy, porque supuso que todos eran de Chay,
preocupado por él. Keaton sonrió. – No, no lo hice. Y lo siento, se me olvidó... Papá. Dice que está
aquí como mi guardaespaldas.

- Es él. John y yo lo hablamos anoche después de que se enteró que fuiste envenenado.

Keaton asintió. – Ok, sólo confirmaba.

- No hay problema, hijo. Si necesitas cualquier otra cosa llámame. Hablaría contigo más
tiempo, pero tengo que correr. Lena me tiene en el techo fijando la antena.

- Ten cuidado. Te hablaré más tarde.

- Hasta luego, Hijo.

Keaton pulsó "colgar" y devolvió el teléfono en la cintura. – Bueno, Jacob –

- Jake por favor.

- Muy bien, Jake. ¿Ya has almorzado?

Jake sacudió la cabeza. – No, he estado tratando de mantenerme a favor del viento toda la
mañana.

Keaton se rió. – Haz hecho un maldito bueno trabajo. No tenía idea que estabas aquí hasta
que entraste. ¿Qué te hizo decidir a presentarte? – Se colgó la mochila al hombro y le indicó a
Jake que lo siguiera a la puerta.

Jake salió y se volvió hacia él. – Mi curiosidad fue grande.


.

114

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Sí, ¿cómo?

- Mi hermana ha estado presumiendo sobre usted durante semanas. Bueno, no sobre usted
exactamente... su perro. Tenía que conocer al hombre que posee "la personificación absoluta de
un cachorro" – Jake sonrió. – Mi hermana menor, Tina, trabaja para Chay.

Keaton se rió en voz baja. Tenía que conocer a Tina. Al parecer, la mujer tenía una fascinación
por su perro.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Estaban sentados en el comedor del campus cuando el teléfono de Keaton sonó. Sonrió y sacudió
su cabeza.

Jake se rió entre dientes. – ¿Chay?

- Cada quince minutos. – Pulsó el botón de llamada y puso el teléfono en su oído. – Aún con
vida.

La risa rica de Chay hizo eco a través del teléfono. – Me alegra oírlo. ¿Qué estás haciendo?

- Estoy almorzando.

- No me regresaste la llamada.

- Me distraje. En cierto modo me encontré con mi guardaespaldas.

- ¿Tu qué?

Keaton se estremeció. Al parecer Chay tampoco lo sabía. – Parece que tu papá y John decidieron
que necesitaba a otro lobo para mantener un ojo sobre mí.

- Maldición, eso es impresionante. Y una gran idea. Mi papá es un maldito genio. ¿Quién es tu
guardaespaldas?

Keaton miró a Jake y sonrió. – Digámoslo de esta manera. Es mejor que le digas a su hermana
que estoy sobre ella. Y no conseguirá a mi perro.

- ¿Huh?

Keaton guiño un ojo a Jake, sabiendo que podía escuchar todo lo que Chay decía. – Jake Romero.

- Oh, hey, el hermano de Tina. Bueno, estás en buenas manos. Jake es un gran tipo, lo
conozco desde que era un niño. Salúdalo por mí. Y no creas nada de lo que dice de mí. No hice
nada de eso, lo juro. – Podía oír la sonrisa en la voz de Chay.

Keaton compartió una mirada con Jake y arqueó una ceja.

- Te diré todo después de colgar.

Keaton se echó a reír un poco más. – Ok. Quiero todos los detalles sangrientos.

115

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
¨- Hey, escuché eso. – Chay se quejó de buen humor. – Pórtate bien.

- Sí, querida.

Chay gimió. – Bueno, supongo que ya que tienes un guardaespaldas, te dejaré solo para que
puedas comer. Quiero detalles cuando llegues a casa.
Quiero saber con qué frecuencia Jake estará contigo. Dile a Jake que le pagaré por cualquier
trabajo que realice sin fallar, sin argumentos. Dile que le estoy agradecido.

- ¿Algo más? – Keaton sonrió. Chay era demasiado lindo cuando se preocupaba.

- Uh, no, nada que pueda recordar. No comas nada que dejen en tu escritorio. Oh, y has que
Jake verifique tu auto antes de que lo conduzcas.

- Sí, querida. – Como si fuera a comer alguna otra manzana abandonada en su escritorio.
¿Qué creía Chay? ¿No podía verificar su propio auto? ¿Qué estaba indefenso? Keaton rodó sus
ojos.

Jake se rió y le tendió la mano.

Keaton le entregó el teléfono.

- ¿Chay? – Los ojos de Jake brillaron a través de la mesa.

Keaton oyó la voz de Chay más lejana pero aún comprensible. – Hey, Hola, Jake.

- Lo tengo cubierto. No voy a dejar que nada le suceda. Te lo prometo.

- Gracias, Jake.

- No hay de qué. - Le pasó el teléfono a Keaton.

- Muy bien, estoy de vuelta. ¿Algo más? – Keaton espero la cantaleta de ―se cuidadoso‖ y
―presta atención" y todo eso. No llegaba. Chay parecía haberse relajado con la promesa de Jake.

- No. Todo bien. Te veré alrededor de las cinco.

- Muy bien. Nos vemos en casa. Te quiero.

Un suspiro suave y feliz vagó por el teléfono. – Yo también te quiero, Pequeño.

Keaton sonrió y colgó.

Después de eso, Jake y él comieron su almuerzo y hablaron. Jake le habló sobre Chay cuando
era un lobo joven y todos los problemas en los que se metió. Habló sobre lo amistoso que son
todos en su manada y su trabajo como detective privado. Jake era muy centrado, tolerante y sin
prejuicios. Era un infierno de un buen chico y él mejoró el día de Keaton. Su compañía fue una
distracción bienvenida. Keaton decidió que había encontrado a un nuevo amigo.

Jake pasó el resto de su puesto como guardaespaldas con Keaton siendo plenamente
consciente de su presencia. Incluso se sentó dentro de las aulas con Keaton. Keaton no veía
ninguna razón para que el hombre estuviera alrededor de la puerta, aunque Jake revisaba
periódicamente los pasillos.

116

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Abandonaron la clase juntos y Jake lo acompañó hasta su auto. Después de que Jake lo
revisó, le entregó una tarjeta a Keaton. – Toma esto. Tiene mi número de celular, el número de mi
oficina y mi número de casa. Siempre me puedes llamar a uno de estos números. Llama si me
necesitas. Te seguiré a casa y después estaré fuera de servicio hasta el lunes. De hecho, si
quieres, te puedo recoger y llevar al trabajar. – Le tendió la mano y Keaton se la estrechó.

- Gracias, Jake. ¿Yo... puedo llevarte? Tengo un auto nuevo y...

Jake se rió entre dientes. – Y quieres conducirlo. Bueno, te digo qué haremos. Me reuniré
contigo en tu casa el lunes y nos llevarás a trabajar. ¿Trato?

- Hecho – De repente, un pensamiento asaltó a Keaton. Este hombre no tenía ningún


problema con él y su relación con Chay. – Hey, Jake. ¿Qué harás mañana por la noche? ¿Quieres
traer a tu hermana y venir a cenar a casa con Chay y conmigo? He estado queriendo conocer a
Tina.

Jake sonrió, verdaderamente encantado. – Me agradaría. Déjame ver qué está haciendo Tina
y le llamaré. ¿A qué hora?

Keaton se encogió de hombros. Más vale que sea un poco tarde, teniendo en cuenta sus
habilidades culinarias y las de Chay... o la falta de ellas. – ¿Siete y media?

Jake asintió con la cabeza. – Ok, por mi está bien. ¿Necesitas que Tina o yo llevemos algo?

- Nah. Sólo a ustedes. Si Chay quema la cena, pediremos una pizza.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Pita corría en círculos ladrando. Era lindo, pero molesto como el infierno. Chay no era un chef
decente en el mejor de los casos y el cachorro no le estaba ayudando a concentrarse en la lectura
de la receta con todo lo que ladraba.

Keaton había llamado antes para informarle que había invitado a Jake y Tina a cenar mañana
por la noche. Chay estaba encantado que Pequeño hiciera amigos. Se sintió aliviado al saber que
Jake estaba actuando como guardaespaldas de Pequeño, había hecho que la tensión que había
estado sintiendo disminuyera un poco. Pero no había forma en el infierno que él cocinara para los
invitados. Lo justo era justo. Iba a jugar la carta de Pero-yo-cociné-anoche e iba a jugar hasta la
última consecuencia.

Había corrido a la cocina y sacó el recetario hablando aún por teléfono con Pequeño. Quince
minutos más tarde, colgó el teléfono y no había hecho ningún progreso. Cada vez que se decidió
por una receta y sacó los ingredientes, se dio cuenta que le faltaba un elemento clave que
componía el plato. Sacudió la cabeza, recogió todos los ingredientes de la última no-cena, pasó
por encima de Pita y los colocó nuevamente. Tenían que ir de compras. Al parecer carecían de
todo.

Chay agarró el libro de cocina y se dirigió hacia la despensa para un último chequeó.

Pita lo sujetó de los pantalones y comenzó a tirar.

117

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Tal vez podría sacarlos, tirar los envases y fingir que lo había hecho. Era una idea. Chay
sacudió su pierna y extendió la otra. – Dale un descanso, cachorro. – La cuestión era, ¿podría
lograrlo sin tener que mentir a Pequeño? No, probablemente no. Chay suspiró y hojeó el libro
nuevamente.

Parecía que tenía todo para la receta de la segunda página. No podía pronunciarla, pero
parecía comestible. Cogió la harina cuando el sonido de un auto lo detuvo. – Mierda. – Tiempo
fuera. Chay sonrió, deseoso de ver a su compañero. El cachorro gruñó cuando lo quitó de su pie y
fue al garaje para abrir la puerta a Pequeño. Debería de comprar un control automático para la
puerta del garaje. Definitivamente un viaje a Sears.

Levantó la puerta abierta con una mano y... no era Pequeño. Podría haber jurado que escuchó
un auto. Al mirar a la acera frente a la casa, vio a John y Mary Carter salir de su coche.

- Hola, Chay. – Mary agitó la mano y echó a andar.

John la siguió. – Hey, Chayton.

- Hey, chicos. – Chay les indicó que se acercarán a través del garaje. - Pensé que eras
Keaton. ¿Qué los trae hasta acá?

Mary lo abrazó. – Hemos traído algunas cosas ti y Keaton – Dijo ella, acariciando la cabeza de
Pita. Golpeando a Chay a muerte con su cola, el cachorro se comió la atención por completo.

La ceja de Chay se elevó hacia arriba mientras cerraba la puerta del garaje. – ¿Qué tipo de cosas?

Ellos iban detrás de él a la cocina, casi tropezando con el cachorro excitado.

Mary sonrió y le dio unas palmaditas en el brazo. – Queríamos hacer algo agradable. Recién tienes
un compañero y todo eso.

John dejó la caja sobre la mesa de la cocina.

Chay sonrió. Al parecer, él no iba a tener que decir a nadie acerca de él y Pequeño.
Aparentemente, su padre se había encargado de hacerlo.

Mary rebuscó en la caja, sacó una caja más pequeña y blanca y la puso sobre la mesa. – Les
he traído un pastel, algunas toallas y una canasta de fruta.

John negó con la cabeza, sonriendo, cuando Mary siguió sacando cosas de la caja. – Entendimos
que no era probable una boda. Pero, todas las nuevas parejas se merecen regalos, así que
trajimos un par de cosas. Traté de eliminar la canasta de fruta.

Mary soltó un bufido. – Sí, lo hizo. Él me dijo que debería conseguir una bandeja de carne.

Oh, wow. ¿Qué fue eso? Chay rió entre dientes. – Mary somos lobos. – Bromeó. – Gracias. No
puedo creer que hayan hecho esto.

John le dio una palmada en el hombro. – Tu padre es uno de mis más viejos amigos y mi Beta. No
pensaste que pasaría por alto el hecho de que por fin encontraste a tu pareja, ¿verdad?

Chay se encogió de hombros. – Considerándolo... Sí, supuse que sería inadvertido o no


reconocido de todos modos.

118

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Tonterías. – Besando su mejilla, Mary continúo. – Todos los que te conocen saben que
siempre has deseado un compañero. Y tal vez, tu pareja no es exactamente lo que todos
esperábamos. Pero, él parece un joven agradable y tú eres evidentemente feliz, así que nosotros
también lo estamos.

Hombre. Abrazó a María y sonrió. – Gracias.

- No tienes que agradecer nada. – Ellos corearon.

John se apoyó en la mesa, súbitamente serio. – Lamento que tu madre no lo esté tomando
bien. Ten la seguridad que la manada no te dará la espalda. Esto no tiene precedentes. Sé de
otros dos casos similares. Un amigo mío en Texas está emparejado a otro lobo. En realidad él es
casado y él, su compañero y su esposa están muy felices juntos. Tienen cuatro hijos entre ellos y
cuando hablé con Emilio la vez pasada, él y Michael tenían dos nietos y otro en camino.

Chay se aclaró la garganta. – Sí, bueno, dudo seriamente que Pequeño, er, Keaton me dejará
tener una esposa. – Se echó a reír nerviosamente. – Espero que no esperen niños ni nada. Quiero
decir… –

John se echó a reír. – No, no, en absoluto. Yo sólo señalé que hay otros lobos con
compañeros masculinos. Eso sólo les resultó a Emilio y Michael. Han estado juntos por más de
cuarenta y tantos años. Desde que eran niños. Sarah ha estado con ellos desde hace más de
treinta años. También sé de otra pareja, aunque a ellos no los conozco. Sólo son ellos dos. Devlin
es el Alfa de la manada, y Laine es en realidad su Omega.

Chay asintió, sintiéndose mejor. Era bueno saber que ellos no esperaban que él persiguiera
mujeres aún cuando estaba emparejado. Porque eso no sucedería. No compartiría a Pequeño y
sabia bien, cómo el maldito infierno, cómo se sentiría Pequeño al compartirlo, especialmente con
una mujer. Incluso si Pequeño fuera atraído por mujeres, nunca había conseguido superar la etapa
de "las niñas tienen piojos.‖ – ¿Les gustaría algo de beber?

Mary hizo un movimiento silbante con las manos. – Oh, no, nos quedaremos mucho tiempo.
Estamos en camino a una cena. Sólo queríamos felicitarlos y darles nuestro apoyo.

Chay sonrió. – Significa mucho para mí, gracias.

John cogió la mano de Mary y la atrajo a su lado. – Hazme saber si descubres algo más
acerca de quién está tratando de hacer daño a Keaton. Tengo a Jake Romero vigilando a Keaton
mientras que él está en el trabajo.

- Te lo agradezco. Keaton conoció a Jake hoy. Lo invitó a cenar mañana por la noche, hablaré
algunas cosas con él y ver si entre ambos podemos averiguar algo con Keaton. Él tiene que saber
quién está haciendo esto. Apuesto a que es alguien de su anterior manada.

John asintió con la cabeza. – Creo que tienes razón. ¿Está bien? El Doc. Baker nos llamó
anoche para hacernos saber lo que estaba pasando. Ya había decidido asignar a Jake como su
guardaespaldas cuando tu padre llamó y me pidió hacer los arreglos.

- Te lo agradezco, John.

- Nos cuidamos entres nosotros, Chay. Tú lo sabes. Mantenme informado y si necesitas algo,
no dudes en pedirlo. – Le tendió la mano y Chay se la estrechó.

119

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Sí, señor. Gracias de nuevo. Por todo.

Los acompañó hasta la puerta. John lo detuvo de nuevo, esperando a que Mary entrará al
auto, tomo un sobre del bolsillo y lo puso en la mano de Chay. – Lamento lo de las toallas para
chicas y esas cosas. Aquí está un bono de regalo para el centro comercial. Ustedes, muchachos,
busquen lo que quieran, algo divertido. – Le guiño un ojo y entró al auto.

Hijo de su madre. ¿No abatió con todo eso? Chay se quedó pasmado cuando John y Mary se
marcharon. Chay sonrió y cerró la puerta.

Miró el reloj en su camino hacia el teléfono. ¿Dónde estaba Pequeño? No era demasiado
tarde, pero Chay ya estaba paranoico con los recientes intentos de asesinato. Había impulsado a
Keaton hasta la pared con sus llamadas telefónicas de hoy, pero era necesario. No iba a dejar de
preocuparse, hasta descubrir quién quería matar a Pequeño. Cogió el teléfono y empezó a marcar
el número de celular de Keaton cuando alguien llamó a la puerta.

Chay frunció el ceño y olfateó el aire cuando se dirigía a la puerta. Quienquiera que fuese, era
un lobo y no era un olor familiar.

Pita atravesó la puerta para perros y ladró cuando tocaron la puerta al frente. De inmediato
comenzó a gruñir.

Chay parpadeó. Pita gruñía mucho, pero por lo general se escuchaba el gruñido de Hey-juega-
conmigo-soy-lindo. Este gruñido era feroz, lindo–porque Pita era demasiado pequeño para ser
malvado, pero era feroz. Chay lo levantó y se asomó por la mirilla. – Shh. Deja de gruñir, peste.

Chay no reconoció al hombre, pero parecía bastante inofensivo. Se parecía... Chay abrió la puerta.
- ¿Hola?

- Hola, ¿Keaton esta aquí?

120

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Diez y Siete

- ¡Vilma, estoy en casa! – Keaton se rió mientras dejaba las bolsas de comida en el mostrador.
Ha. Chay no había conseguido la cena. Lo que significaba que mañana era el turno de Chay. Sí.
Keaton sonrió. ¿Por qué Chay y Pita no lo recibieron en la puerta, como solían hacer?
Seguramente había oído su coche al llegar y el abrir y cerrar de la puerta del garaje.

Oh, ¿qué es eso? Había una caja sobre la mesa. Aspiró el olor ¿Un pastel? Se acercó y
comenzó a examinar la caja marrón, dentro había una más pequeña, de color blanco – sin duda
una caja con un pastel – inhalando de nuevo. Chocolate. Y algunas toallas y frutas y... ¿Chay
había ido de compras?

- Pequeño, tenemos compañía.

Keaton se volvió cuando Chay entró en la cocina con Pita. Tenía el ceño fruncido. Uh-oh.
Keaton se acercó, se levantó de puntillas y lo besó en la barbilla. Rascó la cabeza de Pita y
consiguió besos de cachorro en la mano. – ¿Quién es? – Olió.

Sus ojos se agrandaron. ¿Qué demonios hacía él aquí?

Chay envolvió un brazo alrededor de él y lo abrazó, soltando un rápido beso en los labios. –
Pondré la comida en el microondas para que se mantenga caliente.

- Sí. Iré a ver... – Keaton se frotó las palmas de las manos sudorosas en sus pantalones. –
¿Qué quiere?

- Dice que vino a verte.

¿Por qué? En un movimiento rápido, Keaton entró en la sala de estar. Se detuvo en el umbral.
Aubrey se paseaban por la sala de estar, de espaldas a Keaton. Lucia un poco más amplio de los
hombros y su dorado pelo más largo que la última vez que Keaton lo había visto. Aubrey giró,
percibiendo su presencia. Uno de los lados de su boca se levantó en una media sonrisa. – Hola,
hermanito. Parece que lo has hecho bien por ti mismo. Tengo que admitir que, cuando arrugaste tu
fondo fiduciario y lo lanzaste al rostro de papá, realmente imaginé que vendrías corriendo en
cuestión de semanas. Pero parece que me equivoqué.

- ¿Cómo te enteraste de mí y qué demonios quieres?

Los ojos azules de Aubrey se abrieron un poco, luego sonrió, mostrando la perfecta hilera de
blancos dientes. – ¿Es esa la manera de saludar a tu hermano mayor?

121

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Keaton suprimió las ganas de gritar y tirar de su cabello. No iba a permitir que Aubrey lo
sacara de quicio. Hacía casi dos años desde que Keaton había abandonado Georgia para bien y
en ese tiempo nadie en su familia había hecho un esfuerzo para contactar con él. Desde luego, no
les había dicho exactamente a dónde iba. – Me parece recordar que decías que estaba muerto
para ti. Por lo tanto no tengo ningún hermano. ¿Qué desea, Sr. Reynolds? – Sí, parecía infantil,
pero ¿qué demonios? Tenía que hacer esto rápido y no dulce y sin dejar lugar a duda en la mente
de Aubrey de que no quería tener nada que ver con él.

Aubrey se rió. – Veo que aún tienes un problema de actitud. – Volvió al sofá y se sentó. –
Bueno, al parecer no te encuentras de humor para perdonar, así que iré directo al punto. Mamá y
papá quieren que vuelvas a casa.

- ¿Perdón? – Keaton Levantó una ceja, luciendo la mirada ―superior" que siempre odió Aubrey.

Aubrey lanzó una mirada por encima de su hombro cuando Chay se paró detrás de Keaton.

La mano de Chay se enganchó en la parte baja de la espalda de Keaton. Pita gruñó. Keaton
mantuvo su atención en su hermano, pero tomó consuelo en la sólida presencia de su compañero.
– ¿Por qué papá y mamá quieren que vuelva a casa? Ellos me repudiaron.

Aubrey apretó los dientes y rodó los ojos. – No exactamente.

Interesante. – ¿No exactamente?

- Contrataron a un detective privado para encontrarte. Ellos quieren que vuelvas a casa. Es
una historia larga, pero nadie esperaba que te marcharás y –

- No iré a casa. Si quieren verme tan desesperadamente, pueden venir aquí.

Chay se frotó entre los omóplatos y se apoyó en la puerta. Pita lamió la oreja de Keaton.

Keaton suspiró y dio un paso fuera del alcance de la lengua del cachorro. Sí, él sabía que
estaba siendo un idiota, pero esto era demasiado malo. Maldita sea, consiguió un dolor de cabeza.
Keaton se pellizcó el puente de la nariz. – ¿Es eso todo lo que quieras, Aubrey?

- Vine a ofrecerme para llevarte de regreso.

- ¡Ah, qué dulce...! Pero no, gracias. Si decido volver, será en mis propios términos. Ahora, si
eso es todo lo que querías… vete a la mierda.

Evidentemente, Aubrey se puso en pie. – Sabes que debes seguir el ejemplo de tu novio. Él es
mucho más cortés que tú.

Keaton se acercó a la puerta y la abrió. – Sí, bueno no todos podemos ser perfectos. Pero es
mi compañero y lo quiero de cualquier modo.

Aubrey resopló y se marchó. Volviendo hacia atrás, miró de Keaton a Chay. – Fue agradable
conoce –

Keaton azotó la puerta, se acercó a Chay y tomó a Pita. – Vamos, cachorro. Te he traído
algunas papas a la francesa. – La comida se enfriaba. Discutir con Aubrey no valía la pena para
comer hamburguesas frías.

122

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay se mordió el labio inferior para no reírse. ¡Santo cielo! Había olvidado lo frío que
Pequeño podría ser. Maldición, su compañero tenía un genio.

Se había sorprendido de ver cuánto se parecía Aubrey a Keaton. Tenía los mismos rizos
platinos, los mismos bonitos ojos azules. Su rostro tenía la misma forma, pero tenía una nariz
diferente, no tan bonita como la de Pequeño.

Entró en la cocina para encontrar a Pequeño en la mesa con una hamburguesa en una mano,
con la otra le daba papas a Pita.

Pequeño sostuvo la hamburguesa. – Lo siento. Yo sólo... perdón, debí esperarte para comer.
Te serviré un poco de té.

Chay se sentó frente a Pequeño y tomó un sorbo de su té. – No hay problema. Gracias por
recoger la comida. Todo lo que traté de cocinar, no lo teníamos. Vamos a tener que ir a la tienda
de comestibles mañana. Señaló a su compañero y lo miró. – Hablando de eso, hiciste trampa.
Trajiste comida, así que tendré que cocinar mañana.

Keaton sonrió, sus ojos brillaron, y comió otro bocado de su hamburguesa.

Chay rió entre dientes y desenvolvió su hamburguesa. Agarró la salsa de tomate y puso un
poco en sus papas fritas. Él también había tratado de engañarlo y hacer la cena, pero no diría eso.
– Te propongo trato. ¿Qué tal si ambos cocinamos mañana?

- Podríamos cenar fuera.

Chay se encogió de hombros. – Sí, supongo que podríamos. Pero un día de estos vamos a
tener que empezar a cocinar.

- Nah, sólo tenemos que contratar a un cocinero y terminamos con eso.

¿No sería eso vida? Chay bebió un poco de té y vio a Pequeño mirar con el ceño frunció a su
hamburguesa.

Pita ladró, pidiendo otra fritura.

Chay rodó los ojos cuando Pequeño arrojó varias a Pita. Era un argumento constante. Le dijo
a Pequeño una y otra vez no alimentar a Pita de la mesa. El perro iba a pensar que estaba bien
mendigar cuando estuvieran comiendo. Pero valoraba su vida demasiado para corregir a Pequeño
esta noche.

- ¿Qué quieren, Chay?

Lamentó no saberlo. – No lo sé, Pequeño. ¿Por qué no los llamas y lo averiguas?

Keaton sacudió la cabeza. – No lo entiendo. Me refiero a ¿qué los hace pensar que
simplemente pueden aparecer de nuevo en mi vida después de darme la espalda?

- Tal vez lamentan la manera en la que te trataron. Quizás se han dado cuenta que fue un gran
error el que cometieron. ¿Qué pasa si quieren hacer las paces?

Pequeño buscó su mirada, sus ojos azules mostraban el conflicto de Keaton. – ¿Crees que
debería perdonarlos?

123

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- No lo sé, Pequeño. No depende de mí. No estoy seguro de lo que haría en tu posición. Me
gustaría pensar que yo al menos llamaría y vería lo que quieren, pero no juzgo lo que hiciste. Sé
que todavía estoy esperando a que mi mamá diga que lo siente, pero ella exactamente no me
abandonó. Sólo se cabreó y gritó. En realidad nunca me repudió, ni nada de eso.

Keaton asintió con la cabeza. – Sí, tienes razón. Al menos debo llamar y ver lo que quieren. Pero
no ahora. Creo que necesito ir a correr. ¿Quieres cambiarte y venir conmigo, después de comer?

- Claro, podemos conducir a la reserva. Será bueno para escapar durante unas horas. – No había
nada mejor para despejar la cabeza, como correr en forma de lobo.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Al regresar de su recorrido relajante, de una hora de duración, se detuvieron en la unidad. Los


faros de la camioneta de Chay iluminaron la motocicleta de Remi estacionada cerca de la puerta
del garaje. Keaton miró a su alrededor pero no vio a Remi cerca. – Ok, ¿dónde está? Esa es la
moto de Remi, ¿cierto?

Chay frunció el ceño. – Sí. – Estacionó la camioneta. – Él tiene la llave de la puerta de atrás – (me
olvidé de pedírsela) – tal vez esté dentro.

Keaton resopló e hizo una nota mental para comprar un candado y una nueva cerradura para
la puerta trasera. – ¿Qué quiere?

Chay se encogió de hombros. – Sólo hay una forma de averiguarlo. Vamos.

Tan pronto como Chay abrió la puerta el olor cobrizo de la sangre los golpeó. Los ojos de
Chay se abrieron como platos. – Mierda.

Eso describió la situación perfectamente. Keaton esperó no descubrir que era la sangre de
Remi. No le agradaba el sujeto, pero no quería verlo muerto. Si la sangre le pertenecía, sería un
milagro encontrarlo vivo. Keaton podría decir por la fuerza del olor que se trataba de una gran
cantidad de sangre. Alargó la mano hacia su propia puerta pero la mano de Chay lo detuvo. Se
volvió, mirando a esos ojos oscuro. Chay no dijo nada. No tenía que hacerlo. La mirada de Chay lo
dijo todo. Estoy asustado. Te amo. Ten cuidado.

Eran el reflejo, prácticamente, de lo que Keaton sentía. Se inclinó hacia delante, rozando sus
labios con los de Chay, y se bajó de la camioneta. Cerró la puerta en silencio, miró a su alrededor y
respiró profundo. El escalofrío que corrió a través de él no se debió al aire del otoño. Las sombras
del porche reflejadas en el patio y la tranquilidad lo hizo mucho más siniestro. Olía a un lobo en
algún lugar cerca de la casa. También hubo un persistente aroma de al menos otro lobo, tal vez
más. Era difícil de decir, el olor de la sangre había dominado todo lo demás. Keaton metió las
manos en los bolsillos de su chaqueta y se estremeció de nuevo.

Keaton se dio cuenta que olor más fuerte de lobo pertenecía a Jake, el hombre los llamó a
ellos – Keaton. Chay. Vengan aquí. ¡Rápido!

124

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Corrieron a la cerca trasera. Keaton titubeó un breve instante, preguntándose si de alguna
manera Jake era quién había estado tratando de matarlo todo este tiempo, luego dejó la ridícula
idea de lado.

Chay empujó la puerta de madera de seis pies de altura – ¿Qué está pasando?

Estaba oscuro, pero Keaton no tenía ningún problema para ver a Jake. Estaba en el patio
trasero, desnudo, cubierto de sangre, con Remi acunado en sus brazos. – ¡Vamos! No hay tiempo.
Tenemos que entrar. Se está muriendo.

Los paso de Chay trastabillaron cuando vio a Remi.

La ropa y chaqueta de cuero de Remi fueron desgarradas, estaba sangrando mucho. También
lucia inconsciente y muy pálido. Había sido, obviamente, atacado por un hombre lobo… Keaton
respiró hondo, olfateando el aire, cuando Chay abrió con las llaves la puerta trasera. Él gimió. El
olor de la sangre hacía difícil oler nada más. Ni siquiera sabía con exactitud si había más de un
lobo.

Chay empujó la puerta abierta para su amigo y trató de tomarlo de Jake. – ¿Qué?

Keaton olfateó otra vez. - Creo que huelo a Aubrey. – ¿Su hermano trataba de matarlo?

Jake tiró a Remi fuera del alcance de Chay y gruñó, sorprendiendo a Chay y Keaton. ¿Qué
Mierda?

125

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Diez y Ocho

Keaton agarró el brazo de Chay y tiró de él fuera del camino. Levantó una mano en un gesto
de No-soy-una-amenaza a Jake.

Jake lo miró y por primera vez Keaton se dio cuenta que los dientes y los ojos de Jake se
habían convertido en su equivalente lupino.

Chay jadeó.

Jake en pie, soportó el peso de Remi fácilmente. – Date prisa – gruñó Jake mientras llevaba el
cuerpo inerte de Remi junto a ellos.

Chay salió al final del pasillo, encendiendo las luces a su paso.

Los ojos lupinos de Jake parecían afligidos, cuando depositó su carga sobre el sofá. - ¿Quién
es él?

- Un amigo de Chay. Su nombre es Remi.

Jake asintió con la cabeza, rozando un mechón de pelo de la cara oscura de Remi.
Chay regresó corriendo a la habitación con su maletín de médico. – Jake, vas a tener que dejarme
entrar aquí.

Jake dudó un segundo y luego se hizo a un lado.

- Jake, llame al doctor Baker. Pequeño, ven aquí y ayúdame. – Chay se inclinó hacia abajo
sobre Remi, con el estetoscopio sobre él. – Busca algo para apoyar sus pies, Pequeño.

Keaton reunió todas las almohadas que pudo encontrar y los metió debajo de los pies de
Remi. Pita ladró desde la lavandería, donde lo habían dejado.

Chay sacudió la cabeza. Levantó la vista hacia Keaton, con lágrimas en los ojos.

Keaton cerró sus ojos y respiró hondo. No le agradaba Remi, pero tampoco quería que el
hombre muriera. El dolor gravado en el rostro de Chay por el destino de su amigo trajo lágrimas a
los ojos de Keaton también. – ¿Podemos convertirlo? – Estaba dispuesto a hacer lo que fuera
necesario para eliminar el daño que su hermano habían causado.

- Es la única forma en que lo logrará. Está apenas a flote. Quiero, pero se supone que no
cambiamos a alguien contra su voluntad.

126

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- ¡Al diablo con eso! – Jake empujó a Chay fuera del camino, golpeándolo en el culo. Mordió
su propio brazo, rasgando la piel abierta. La sangre brotó. Debe haber dolido como el infierno, pero
Jake nunca hizo gesto alguno. Se inclinó sobre Remi, chorreando sangre en sus heridas abiertas.

Keaton y Chay parpadearon el uno al otro. Keaton se levantó de un salto. – Ya has oído al
hombre. – Llegó alrededor de muslo desnudo de Jake y trabajó sus dedos en la laceración más
grande sobre el pecho de Remi. Destrozó el corte, permitiendo a Jake conseguir más sangre. El
olor de la sangre de Chay le hizo cosquillas en la nariz, haciendo cambiar a sus ojos.

El brazo sangrante de Chay dio la vuelta al otro lado de Jake, posándose sobre la otra herida
en el pecho de Remi.

Keaton se apresuró a extender esa herida también. No estaba seguro de si funcionaría o no. la
sangre de hombre lobo lo convertiría, a su vez, en un hombre lobo, pero Remi estaba al borde la
muerte. La sangre de un hombre lobo podría curar a su compañera humana sin convertirla en un
lobo. Keaton se pregunta.... No importaba, no tenían tiempo para arriesgarlo.

La fuerza combinada de Jake y la sangre de Chay aceleraban el proceso. Las heridas de Remi
estaban cicatrizando ante sus ojos, así que debía estar funcionando.

El desgarre en el brazo de Jake se curó y Jake lo sostuvo en su boca, tratando de abrirlo


nuevamente
.
Chay le sujetó el brazo. – No. Está funcionando, no hay necesidad.

Jake gruñó, tirando su brazo del agarre de Chay, y se preparó para atacar.

Keaton se tensó, sus manos cambiaron a garras. Se movía entre Chay y Jake, instintivamente
protegiendo a su compañero. Gruñó y sintió sus dientes picar su encías.

Colocó a Keaton tras él, alejándose de Jake.

Jake parpadeó, estremeciéndose como si alguien le diera una palmada. Levantó las manos. –
Lo siento.

Keaton se relajó, dejando que sus manos regresaran a la normalidad. Sus dientes
retrocedieron con el olor de la sangre de Chay ya no tan fresco. Sus ojos cambiaron. – Yo también
lo siento. ¿Estás bien?

Jake respiró hondo. – Sí. – Él corrió las manos ensangrentadas por la cara. Miró hacia arriba.
Aún tenía los ojos caninos, pero sus dientes volvían a ser humanos.

Chay se aclaró la garganta. – ¿Por qué no tomas una ducha, Jake? Buscaré algunas de mis
ropas de ejercicio.

- Yo... – Jake miró a Remi, luego a su propio cuerpo desnudo manchado de sangre. – Sí, Ok.
Voy a ducharme, después les contaré lo que sucedió. ¿Crees que va a estar bien?

Chay asintió con la cabeza. – Creo que sí. Keaton y yo lo limpiaremos mientras estás en la
ducha. Cuando despierte tendremos que dar algunas explicaciones.

Keaton soltó un bufido. – No me digas. De alguna manera nunca me imaginé que iba a
explicar la existencia de hombres lobo a Remi.

127

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay condujo a Jake al cuarto de baño mientras Keaton recogía la ropa destrozada, con
sangre del cuerpo de Remi. Era una pena que el hombre tuviera un defecto de personalidad,
porque era magnífico. Estaba condenadamente cerca de ser tan guapo como Chay.

La lluvia comenzó y Chay volvió con algo de ropa. – Ok, Pequeño, conseguí un cubo de agua
con jabón y una toallita. ¿Cómo van sus cicatrizaciones?

- Bien. Están cerradas. Algo rojo y un poco hinchado porque está empezando a hacer costras.
Maldición, trabaja rápido.

Chay dejó el cubo y tiró a Keaton en sus brazos, besándolo profundamente. –Sí. Realmente
nunca he visto a nadie cambiar. No tenía idea de que funcionaría tan rápidamente. ¿En cuánto
tiempo crees que terminará?

- No lo sé. Esta también es la primera vez para mí. Lo siento mucho, Chay. – Keaton acarició
la mejilla de su compañero. – Fue mi hermano. Estoy seguro de ello. Es demasiado grande para
ser una coincidencia.

Chay asintió con la cabeza. – Yo también lo creo. – Abrazó a Keaton, sosteniéndolo durante varios
segundos. – Tenemos que limpiar a Remi.

- Sí. – Se separaron y comenzaron a trabajar. Habría tiempo de sobra para hablar después.
Necesitaban saber lo que Jake les contaría y lo que Remi recordaba después de despertar.

Chay giró a Remi a su lado. – Coge el trapo y lava su espalda.

Sujetó el trapo, lo retorció y se inclinó sobre el hombre inconsciente.

- ¿Hay cicatrices ahí? – Preguntó Chay.

- Jesús Cristo. – La espalda de Remi estaba llena de cicatrices, que la surcaban de arriba
abajo, al parecer había sido azotado.

- Supongo que no sanó, ¿eh?

Keaton miró Chay mientras pasaba el paño sobre la espalda de Remi y sacudió la cabeza. – No.

- No creía que se fueran, pero nunca conocí a nadie que se convirtió, así que... - Chay se
encogió de hombros.

- ¿Qué diablos pasó? - Keaton enjuago el trapo de nuevo, sacando la sangre. Lavó las nalgas
y los muslos de Remi, notando cicatrices similares, pero no tantas como en la espalda.

- Sucedió el verano que cumplí los dieciséis años. Él y nuestro amigo Billy volvían del cine y
algunos tipos los asaltaron. Remi terminó en la sala de urgencias del hospital. Billy murió.

Keaton jadeó, tomado por sorpresa. Eso no le parecía correcto. Las cicatrices eran
compatibles con un látigo o un cinturón. ¿Por qué alguien ... – ¿Conocían a los asaltantes?

Chay recostó a Remi cuidadosamente, encontrando la mirada fija de Keaton. – No. Remi no
logró identificarlos.

128

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Chay estos fueron hechos por un cinturón. – Cogió la camisa que Chay había traído y la
deslizó con cuidado sobre la cabeza de Remi. Colocó los brazos alrededor de Remi y tiró de la
camisa hacia abajo.

- Sí. Simon, Bobby y yo siempre imaginamos que era el padre de Remi, pero nunca
conseguimos que Remi lo dijera. Y el padre de Remi no tenía una razón para matar a Billy. No era
un gran secreto que el padre de Remi era un abusivo. Todos lo sabían. Mi papá incluso trató de
alejar a Remi de su papá, pero Remi nunca cooperó cuando le preguntaron CPS 9. No quería dejar
a su mamá y a Sterling. – Chay arrojó a Keaton los bóxers que había usado Remi.

- ¿Sterling? – Ayudó a Chay a levantar a Remi para colocarle los calzoncillos.

- El hermano menor de Remi. Era un bebé cuando Remi casi muere. Ahora tendrá
aproximadamente trece años. Es un gran chico.

Keaton sacudió la cabeza. Nunca pensó que Remi era del tipo que se sacrifica por otra
persona, cuando es obvio que tenía a su hermano menor. Estaba a punto de preguntar dónde
estaba ahora Sterling cuando Jake entró en la sala de estar.

Jake llevaba un par de deportivos de Chay y una camiseta. Maldita sea, Jake era un hombre
grande. La ropa de Chay se apretaba contra él. Jake se sentó en una silla al otro lado del sofá, con
los ojos normales. – Se ve mejor.

Keaton miró a Remi, ahora vestido. Lucía mejor. Su piel bronceada aún no era normal, pero
estaba bastante cerca. Su respiración era regular.

Chay asintió con la cabeza. – Sí. Tengo que llamar al doctor Baker y tirar esta agua afuera. –
Tomó el cubo de agua a la cocina.

- ¿Quieres tomar algo? – Preguntó Keaton.

Jake miró a Remi durante varios segundos y luego sonrió con tristeza. – Él es mi compañero.

Mierda, mierda, mierda. Keaton se pasó la mano por la cara. – Tenía miedo de eso.

Después de terminar su llamada telefónica, Chay tomó tres cervezas y se instaló en la sala de
estar con Keaton y Jake. Los tres se sentaron en silencio bebiendo sus cervezas y viendo a Remi.

Chay olfateó. – Huele como un lobo ahora.

La mano de Keaton se posó en su hombro. – Sí, me di cuenta de eso también.

Jake también afirmó con la cabeza. – No me sorprende. Nunca he oído hablar de un caso
donde dieran sangre a un hombre y no cambiara.

- ¿Qué pasó, Jake? – Preguntó Chay.

- Cuando seguí a Keaton a casa, vi un coche aparcado junto a la acera. Me pareció


sospechoso, así que esperé.

Keaton suspiró. – Mi hermano.

9
Child Protective Services, “Servicio de Protección Infantil”
129

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Jake asintió con la cabeza, absorbiendo esa información. – Después se fue de aquí, lo seguí
a la zona boscosa poco a pocos kilómetros de distancia, la que respalda a su subdivisión. Se
escapó y cambió. Aparqué lejos de nosotros, permaneciendo a favor del viento. Calculé que debí
cambiar y seguirlo. Cuando lo alcancé él ya estaba aquí. Vi la moto y olía la sangre. Cuando salté
la valla, estaba de pie junto a Remi. Cuando me vio huyó. Desde la distancia a la que estaba,
pensé que... Remi, eras tú Chay. Hasta que me acerqué a él.

Keaton apretó el hombro de Chay. – Lo que explica mucho. Puedo ver cómo alguien
confundiría a Remi con Chay. Se parecen a la distancia.

Chay ladeó la cabeza. – Pero Aubrey es un lobo. Atacó incluso en forma de lobo. ¿Cómo no
iba oler la diferencia? Él acababa de conocerme.

Keaton suspiró. – Mi hermano es un idiota. Nunca aprendió a confiar en sus sentidos.


Probablemente ni siquiera trató de diferenciar olores.

Jake dejó su cerveza sobre la mesa al lado de él y rascó la cabeza de la Pita, que permanecía
sin hacer nada. – Creo que esto nos da un buen lugar para comenzar a buscar a su atacante. ¿Por
qué querría su hermano matarle? – Chay giró su cabeza para mirar a Pequeño.

Keaton se encogió de hombros. – De eso se trata. No tengo ni idea. No tiene ningún motivo,
en lo absoluto. Estoy fuera de su vida.

Chay frunció el ceño. – ¿Y tus padres?

Keaton sacudió su cabeza, desconcertado. – Yo… Yo no lo sé. No lo creo. Lo mismo se


aplica, no hay una razón.

Chay acarició la pierna de Pequeño. – ¿Jake, puedes investigarlo?

- Claro. Keaton, si usted puede darme nombres y direcciones y ese tipo cosas, esto irá más
rápido. ¿Qué exactamente hizo su hermano –

Remi gimió y se retorció.

Pita, notándolo por primera vez, ladró, haciendo saltar a todos.

Los ojos verdes de Remi parpadearon abiertos y su mano voló a la cabeza. – Mierda, me
duele la cabeza. –

Se centró en Chay. – ¿Qué diablos pasó? He venido aquí para decirte que lo siento y este
perro–(o en realidad se parecía más a un lobo)– me atacó. No me digas que me desmayé como
una jodida nena.

Keaton jadeó. – ¿Viniste a disculparte?

Remi se sentó, haciendo una mueca. – Sí. Yo... eh, sí. Lo siento. Chay ha sido mi amigo
durante mucho tiempo y si él te elige a ti, pues entonces… – Las cejas de Remi se juntaron,
entrecerrando los ojos. – ¿Quién eres?

Jake estaba, depositando a Pita en el regazo de Keaton en su camino hacia el sofá. – Jake
Romero. Soy el guardaespaldas de Keaton. – Le tendió la mano a Remi.

130

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
El suave aroma del miedo impregnó el aire. Remi retrocedió en el sofá un poco, mirando a la
mano de Jake. Miró a Jake de pies a cabeza y el olor de la lujuria llenó la habitación. Su cuerpo
probablemente reaccionó al olor de la sangre en el aire, pero a Chay no le gustó decirle a Remi
que era.

Remi cambió de lado a lado, tratando de ocultar su erección cada vez mayor, señaló a sus
rodillas. Finalmente, levantó la mano y sacudió la de Jake. - Remington Lassiter. Encantado de
conocerte.

Bajó la cabeza, Jake sonrió y soltó la mano de Remi. – De igual manera.

Remi torció la nariz y frunció el ceño. – Me siento desnun… – Miro hacia abajo y sus ojos se
agrandaron. Agarró una almohada, colocándola en su regazo. – ¿Qué pasó con mi ropa? – Su
ceño fruncido. – ¿Chay?

Keaton dio un codazo al hombro de Chay y Jake se aclaró la garganta. Genial. Por supuesto
que iban a darle la noticia.

Chay se levantó y fue a sentarse en el sofá junto a Remi cuando Jake se sentó en otro lado de
Remi.

Remi miró expectante a Chay. – Perdí el conocimiento y oriné mis pantalones o algo así,
¿verdad?

Chay sonrió. - Er, no. Quiero decir, no te orinaste.

- Bien, gracias a Dios por eso. Ya es bastante malo que me desmayara. – Remi rodo los ojos.

- Escucha, Remi. Lo que tengo que decirte será un poco chocante. Yo... nosotros... Infierno. El
lobo que atacó casi te mató y la única forma de poder salvarte era convertirte en un hombre lobo.

Remi parpadeó tres veces y luego después de varios segundos permaneció en silencio, echó
la cabeza hacia atrás y rió.

Pequeño sacudió la cabeza. – ¡Oh por Dios!, Chay.

Jake miró a Chay como si le hubieran crecido dos cabezas, con la boca abierta.

Chay se encogió de hombros. – ¿Qué? No hay una forma sencilla de decirle a alguien.
Además, no vi a ninguno de los ofrecerse a dar explicaciones.

Ambos suspiraron.
.
Finalmente, las carcajadas de Remi se convirtieron en risa. Después de unos segundos más,
se detuvo, se limpió las lágrimas de las esquinas de sus ojos y sonrió. – Muy bien, me lo merezco
por ser un asno. Lo siento, por haber sido un imbécil con Keaton. En realidad me enteré de los
frenos cortados por Bobby y vine a asegurarme que todo está bien. Así que, ¿realmente qué le
pasó a mi ropa?

Chay sabía que no iba a ser fácil, pero… ¡Diablos! ¿Qué se suponía que debía hacer?

- Ok, no cambiaré. Ya piensa que soy una abominación. Permitirle odiar a uno de ustedes por
ser un hombre lobo. Me quedo con ser odiado por ser gay. Alguien más va a tener que mostrarle. –
Pequeño metió los pies debajo de él y se enderezó. Maldito sea, casi parecía divertido.

131

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay lo miró mal.

Pequeño sólo sonrió. – ¿Qué? Sólo estoy diciendo...

- Sí, lo que sea. – Rodó sus ojos. – ¿Jake?

Remi inclinó la cabeza hacia un lado. – La broma ha ido lo suficientemente lejos, Chay. Dije
que lo sentía, ¿De acuerdo?

Jake se levantó y empezó a despojarse de sus ropas.

Remi lo miró y se echó hacia atrás. Sus manos se acercaron. - ¡Whoa, hey!

Jake no le hizo caso y continuó sacándose la ropa. Cuando estuvo desnudo, retrocedió. –
¿Listo? – le preguntó Chay.

Él asintió con la cabeza.

Remi hizo ademán de levantarse. – Ok, esto es ir demasiado lejos, me refiero a…–

Chay lo sujetó del brazo para impedirle caer.

Miró a Chay luego se volvió hacia Jake. Los ojos de Remi estaban abiertos completamente.
Toda la sangre huyó de su cara y dejó escapar una exclamación ahogada.

Chay siguió su mirada al lobo negro grande cuando Keaton señaló Remi y gritó: - Chay.

Chay giró justo a tiempo para ver como Remi se desmayó.

132

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Diez y Nueve


Keaton suspiró, sentándose duro en el borde de su cama y de Chay. Maldita sea, Remi siendo
compañero de Jake estaba jodido. Jake era un buen tipo, se merecía algo mejor.

- ¿Qué fue eso? ¿Tú sabías que Jake y Remi son compañero? – Chay salió del cuarto de
baño con sólo una toalla alrededor de su cintura. El hombre estaba muy bueno, toda esa piel tan
suave y marcados músculos. Esto era suficiente para distraer a un hombre de sus reflexiones
fatales y obscuras.

- Sí. Remi aún está inconsciente. Jake lo llevó a la habitación de invitados. Él va a dormir en el
suelo en caso de que Remi despierte. ¿Qué era qué?

- Suspiraste. Ha sido un día jodido, ¿eh? – Chay se sentó a su lado, pasando la mano por el
cabello de Keaton.

- Me encanta tu cabello.

Keaton sonrió y enredó sus dedos en el pelo de Chay, tirando de él hacia delante. Apoyó la
frente contra su compañero. – Sí, muy, muy jodido. Mi padre puede o no estar preparando mi
muerte. Mi hermano definitivamente lo hace. Remi fue atacado y se transforma en un lobo y Jake
me dijo anteriormente que Remi es su compañero.

- Mierda. – Los ojos de Chay se agrandaron y su boca se abrió. – Supongo que eso explica la
metedura de pata, ¿uh?

Keaton asintió con la cabeza. – Hábleme de ello. Pobre tipo. No se supone que cuentes cosas
de ese estilo.

- ¿Cómo no iba a hacerlo? Era bastante obvio. Pensé que era debido a la lujuria de la sangre.
– Chay se encogió de hombros y le besó la nariz a Keaton. – No lo divulgues aún. Remi ahora
también es un lobo, probablemente las mismas feromonas que gritan en Jake comenzará a gritar
en él también.

Estas malditas feromonas. – Sí, como he dicho, pobre Jake. No sé lo que es peor. Tener un
compañero que es un idiota homofóbico y no quiere tener nada que ver contigo o con un
compañero que es un idiota homofóbico y no puede mantener sus manos fuera de ti. ¿Cómo
diablos funciona eso? ¿Él te odia por joderlo? – Dios, eso estaba un poco más allá del ridículo.
¿Voló fuera de su boca? Keaton se echó a reír y volvió a caer sobre la cama. – Estoy perdiendo mi
jodida mente. Eso ni siquiera es gracioso.

Chay se dejó caer en la cama junto a él y frunció el ceño. – ¿Estás bien?

Keaton sacudió la cabeza. – Nop. ¿Cómo te sientes acerca de Hawaii? Sin duda necesitan
veterinarios y profesores en Hawai.

- Nunca he estado en Hawai, pero no nos mudaremos. Vamos a resolver esto y hacer una vida
para nosotros aquí.

133

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton soltó un bufido.

- Por lo menos tenemos una idea de dónde buscar ahora. Tenemos una pista de dónde viene
la amenaza. – Los dedos de Chay torcieron los suyos, apretándolos.

Lo recostó sobre su espalda. – Sí. ¿Por qué eso no me hace sentir mejor?

Chay se sentó y sacó su toalla, dejando al descubierto su cuerpo perfecto. – Tal vez esto
ayude. – Se sentó a horcajadas sobre las caderas Keaton y se inclinó para besarlo. Comenzó
como una suave presión en los labios, pero sólo un instante. La lengua de Chay presionó. Chay
cubrió a las muñecas de Keaton, manteniéndolas sobre su cabeza. Su dura polla dura se
restregaba en el vientre de Keaton por encima del pijama de franela que tenía puesta.

La polla de Keaton se llenó al instante y estaba bastante seguro de que estaba gimiendo.
Movió sus caderas, tratando de obtener más presión sobre su pene.

Chay sonrió contra su boca. – Te quiero.

Él asintió con la cabeza. Yo también te quiero.

Chay salió de él, aún sujetando sus muñecas. Maniobró a Keaton a una posición sentada y
encima de la cama. Cuando Keaton estuvo de pie, Chay se dejó caer de rodillas y deslizó los
pantalones del pijama de Keaton bajo la cadera, besando la expuesta piel desnuda. – Amo tu
cuerpo. – Besó el hueso de la cadera, y después el otro. – Amo esta piel de marfil. – Deslizó el
pijama, sacó la polla de Keaton y depositó un beso en la punta.

Keaton gimió, enredando los dedos en el pelo negro y grueso de su amante. – ¡Estás loco!
Soy flaco y pálido. Tú eres el que tiene un cuerpo hermoso y un color precioso.

Los pantalones se deslizaron por los muslos de Keaton, Chay pasó la mano por el interior de
ellos. Su lengua pronto la siguió. – Mmm, entonces creo que tengo algo por los flacos y pálidos. –
Empujó los pantalones de Keaton el resto del camino y los quitó. – Cama, precioso bebé. – Besó la
nariz Keaton y fue a apagar la luz del techo. Chay se sentó en el borde de la cama y encendió la
lámpara de noche cuando Keaton se metió en la cama.

Keaton se arrastró debajo de las mantas y Chay las retiró.

- Quiero verte, Pequeño. – Se apoyó en un codo y colocó la otra mano en el estómago de


Keaton. – Mira cuán diferentes.

Keaton miró la mano oscura sobre su abdomen. Chay era tan oscuro como él tan claro. El
contraste fu sorprendentemente sexy. Nunca había pensado en ello antes. Había amado siempre a
hombres oscuros, pero la vista de la obscura mano sobre su propia piel clara lo encendió. Mientras
miraba, la mano de Chay siguió hacia abajo y agarró la polla de Keaton. Pareció que todo el
cuerpo de Keaton se contrajo cuando Chay lo acarició.

Se empujó en la mano de Chay. – Chay...

- Hmm... – Chay movía la mano, arrastrándola hacia arriba y abajo de su eje.

Los dedos de los pies de Keaton se comprimieron. Estaba gimiendo, pero no le importaba.
Mientras más ruido hacia, encendida más a Chay. Era una situación de ganar-ganar. Rodó a su
lado y alcanzó a su compañero. Besó la mandíbula de Chay, mordisqueando a su paso, y tiró de
Chay sobre él.

134

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay se sentó a horcajadas sobre él sin dejar de acariciar la polla de Keaton. – Me sorprende
cómo un lobo dominante puede ser un hombre sumiso. ¿Sabes lo jodidamente sexy que es,
Pequeño?

Keaton sacudió la cabeza. – Yo... yo... no... No soy sumiso. – Quizás siempre asumió el rol
inferior con Jonathon, pero nunca le permitió a Jonathon, en realidad, ningún control sobre él. La
preocupación de Jonathon por el dinero de su familia había permitido a Keaton manipular al
hombre con facilidad.

- Eso es lo que hace que sea tan condenadamente caliente. No eres así con nadie más
excepto conmigo. No eras así con tu ex, ¿cierto?

- No. Sólo tú. – Keaton no confió en nadie lo suficiente como para renunciar al control... nadie más
que Chay. Con Chay lo anhelaba. Chay lo trataba cuidadosamente y él lo dejaba. El instinto de
Chay parecía saber lo que necesitaba. Keaton no tenía que fingir con Chay y poner barreras para
protegerse. Por otra parte, Chay no se lo permitió. Lo hacía sentirse amado y especial.

Chay sonrió, le dio un beso y lo puso sobre él. – Tú me joderás esta noche, bebé.

- Pero...

Chay sacudió la cabeza y llevó un dedo a los labios de Keaton. – Quiero esto, Pequeño.

- Nunca lo he hecho.

- Yo tampoco. Será la primera vez para ambos. Además, he iniciado a bastantes vírgenes, sé
lo que estoy haciendo. – Chay movió las cejas.

De alguna manera Keaton no lo dudó. El hombre era tan encantador cuando lo conocían,
probablemente podía hablar con una monja no sólo de sexo, sino también de sexo anal y tal vez,
incluso de una mamada. – Odié mi primera vez.

Chay arqueó una ceja.

Se encogió de hombros. – Bueno, no lo odié. El odio puede ser demasiado fuerte para una
palabra. Pero dolió y fue incómodo y seguía sintiendo que tenía que ir al baño. Estaba aterrorizado
de ser descubierto por mi compañero de cuarto. Ni siquiera podía conseguir una erección.

Chay buscó entre ellos, apretó sus pollas juntas y le guiñó un ojo. – Ya tengo una.

- No va a durar.

- ¿Quieres apostar?

Keaton se rió entre dientes. Dios, amaba a este hombre. – Ok, tú ganas.

- Siempre lo hago, Pequeño.

Gimiendo, Keaton se incorporó. Se inclinó y buscó a través de la mesa de noche hasta que dar
con el lubricante. Dejó la botella en el estómago de Chay, haciéndole chillar.

- Jesús, la botella esta fría.

135

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton se rió. – ¿Significa te quejarás si primero no caliento el lubricante en mis manos? Odio
llenar de lubricante por todas mis manos, es pegajoso.

- Nunca has dicho nada sobre el esperma, pero, ¿Te quejas por un poco de un lubricante?

- Es diferente. – Retiró la botella del estómago de Chay, Keaton se deslizó de Chay a su lado.
Chay giró con él, mezclando sus cuerpos a la perfección. Frotaban las erecciones uno contra el
otro, besando y gimiendo.

Chay colocó una mano entre ellos, envolviendo sus pollas juntas y acarició.

La polla de Keaton ya estaba resbaladiza con pre-semen y olía el de Chay también. Apartó la
mirada del cuerpo de su compañero, librándose del abrazo de Chay. Empujó suavemente a Chay
sobre su espalda y se colocó entre los muslos de Chay.

Chay, bendito sea, se abrió de inmediato, extendiendo las piernas cada vez más amplio.
Incluso entregó a Keaton el lubricante.

Aplicando lubricante en sus dedos, Keaton se colocó de rodillas y se inclinó sobre Chay. Dio
una larga lamida al de eje de Chay mientras su dedo realizaba círculos en el agujero de Chay.

Chay se tensó por una fracción de segundo, luego se relajó.

Keaton siguió tanteando con el dedo sin decidirse a entrar, y puso su boca en uso. Le
encantaba el olor almizclado de Chay, amaba la sensación de la polla contra su mejilla. Arrastró su
cara bajo la polla de Chay y frotó sus bolas. Al mirar el cuerpo de Chay, hundió la nariz en el saco
suave y caliente e inhaló profundamente. Un cosquilleo tiró a través de él. Las feromonas de su
compañero eran tan fuertes aquí. Su polla brincó bruscamente, goteando. Pasó la lengua y chupó,
tomó uno de los testículos en la boca.

La cabeza de Chay cabeza saltó de la cama, mirándolo. Su rostro enrojeció de lujuria. - Mmm,
mi, Pequeño.

Keaton tomó el otro testículo en la boca, chupando ligeramente. Utilizó su mano desocupada
para levantarlos y lamió debajo de ellos, todo el camino a la abertura de Chay.

Chay se restregó contra él, extendiendo más las piernas. – Más, bebé.

Keaton cerró los ojos y empujó su dedo dentro. Llegó a la segunda articulación antes de que
Chay gimiera.

- ¡Oh Dios! – Chay dejó caer la cabeza hacia atrás en la cama.

Oh, Dios tenía razón. Era tan jodidamente apretado. – ¡Oh mi Dios! ¿Está bien? Oh mi Dios.

- Diferente. Pica un poco. Como un par de quemaduras. – Chay gimió y Keaton deslizó el
dedo más profundo.

Chay gimió.

Sonó como un gemido de asombro bueno, así que Keaton introdujo su dedo y apretó dentro
de él. Obteniendo otro suspiro a cambio. Sujetó la polla de Chay y la llevó a sus labios, lamiendo
un lado y hacia abajo antes de tomarlo en la boca.

136

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay gemía, sacudiendo su polla en la boca de Keaton.

Keaton lo tomó como una buena señal y decidió añadir otro dedo.

Chay se inquietó un poco, pero aparte de eso no parecía importarle. Estaba demasiado
ocupado alternando la cara de Keaton y empujándose hacia abajo en los dedos.

El ángulo de los dedos cambió buscando...

- ¡Mierda Santa! Haz eso otra vez.

¡Lo encontré! Keaton sonrió alrededor polla de Chay.

Chay comenzó a hacer gemidos entrecortados. Eran sexy como el infierno. Keaton agregó otro
dedo y tomó profundo a Chay, al mismo tiempo.

- Oh, Ah. ¡Oh, Dios! Ah. Ah. Ooh...

Se detuvo, manteniendo los dedos completamente inmóviles, mirando a Chay. Estaba tratando
de decidir si ese ―Ah‖ era un Ohmi-Dios-detente-loco-intentas-matarme o un Dame-un-minuto-para-
acoplarme, cuando Chay se empujó hacia sus dedos.

Encogió nuevamente los dedos, golpeando el punto ideal, y se tragó toda la polla de Chay.

- ¡Alto!

Keaton se congeló. No quería, su polla palpitaba feroz. Se moría de ganas de obtener el


espectáculo en el camino, pero prefería cortarse el brazo antes de lastimar a Chay.

La cabeza de Chay apareció, se agachó y sujetó la mejilla de Keaton. – Si sigues haciendo


eso, me voy a correr. Sube acá.

Asintió con la cabeza y saco la polla de Chay de su boca. – Deberías darte la vuelta. Será más
fácil.

- No. De esta manera. Quiero verte Pequeño.

- ¿Estás seguro?

- Seguro. – Chay sonrió con sus ojos brillantes.

Keaton gimió por la confianza y el amor que leyó en el rostro de Chay. Cogió el lubricante y se
untó un poco y a Chay también. Era un poco paranoico con eso, pero demasiado era mejor que
insuficiente. Puso la botella en la mesita de noche y colocó su polla contra su compañero.

Chay elevó las piernas, sosteniéndolas por detrás de sus rodillas. La apertura rosada rogaba
por atención.

Keaton presionó un dedo dentro.

Chay gimió y se movió hacia él.

137

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
No perdió más tiempo. Su polla no era mucho más ancha que tres de sus dedos juntos. Alineó
su polla hasta ese pequeño agujero apretado y empujó de forma constante, observando el rostro
de Chay todo el tiempo.

Chay soltó un suspiro, con el rostro tenso, pero comenzó a sacudir la cabeza. – No te
detengas.

Dios, como si pudiera. Nunca había sentido algo tan intenso. Este sentimiento era mejor que
cualquier cosa que podía imaginar. Mierda. El canal estrecho le apretó, sosteniéndolo como nunca
antes. Apretó los dientes en un intento de ir más lento. El sudor perlaba su frente y goteaba por las
sienes. De repente, Keaton sintió como Chay presionó hacia afuera. Keaton enfocó el rostro de
Chay cuando se relajó en una expresión atontada, feliz. Y esta también era una grandiosa
expresión. Esto significaba que no sólo no tenía qué detenerse, sino que Chay no estaba sintiendo
ningún dolor.

Cuando el culo de Chay finalmente descansó en los muslos de Keaton, Chay sujetó la cabeza
de Keaton besándolo profundamente. Metiendo su lengua con velocidad. – Pequeño, deberías ver
tu rostro. – Su voz era más ronca y profunda de lo habitual.

Keaton se rió, pero le salió más bien como un chillido, y cerró los ojos. Él no tenía que ver su
cara. Podía imaginarla. La sentía tensa, contraída. Estaba tan cerca de reventar, sentía como sus
bolas estaban prácticamente en su garganta. Tomando una respiración profunda, se relajó y miró a
Chay. – ¿Estás bien?

- Estoy bien, bebé precioso. Se siente extraño. Lleno, un poco incómodo, pero no está mal.

Keaton retrocedió, deslizando su polla casi hasta sacarla.

- Ahh...

Oh sí, ellos estaban relacionados. Era un concurso en cuanto lo que se sentía mejor, fuera o
dentro. Personalmente le gustaba salir, pero bueno, sí, era un concurso. Cambió el ángulo de las
caderas Chay y retrocedió. Maldita sea, eso fue... ¡Maldición! Sincronizó la mirada con la de su
compañero y comenzó a joderlo lentamente.

Después de, aproximadamente el tercer embate, los ojos negro de Chay se ampliaron. Mierda, si.

Keaton temblaba esforzándose por no terminar. Desenredó la mano de Chay de la sabana y la


llevó a su polla dura.

Chay la cogió, sin apartar los ojos de Keaton, y bombeó.

Keaton aceleró el paso, igualando el movimiento de la mano de Chay. Durante todo el tiempo
se quedó mirando los ojos del otro. Ambos estaban sudando. Chay le susurró ánimos, eran
sandeces, pero esto sólo aumentó su excitación. Sus dedos se clavaron en las caderas de Chay y
lo embistió más duro. – Chay, date prisa.

Chay asintió con la cabeza, bombeando su polla. – Sí, sí, Pequeño, ahora.

Keaton llegó. Simplemente dejándose ir. Era casi doloroso de contener, así que lo dejó ir,
llenando el interior de su compañero. Un escalofrió recorrió su columna vertebral arqueada,
lanzando un grito ronco de su garganta.

138

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay llegó segundos más tarde, los ojos muy abiertos, aún viendo a Keaton. Semen goteaba
de la mano, en el pecho, incluso en el estómago de Keaton.

Todo el cuerpo de Keaton protestó. Sus músculos gritaron: ―Mierda‖ y se derrumbó sobre él.
Su mejilla aterrizó en el pecho de Chay con un ruido sordo. Era probablemente lo más torpe, y
poco romántico que nunca antes había hecho. Se rió

Chay rió entre dientes. – ¿Son los músculos, no?

- Sí. Eso fue... wow. ¿Por qué nadie me dijo que se siente así?

Chay envolvió sus brazos y piernas alrededor de Keaton y apretó. – Hice algo mejor. Te lo mostré.

- Te amo Chay.

- Yo también te amo, Pequeño.

Finalmente, logró conseguir que su cuerpo cooperara, Keaton sacó lentamente su polla de su
compañero y rodó al lado de Chay. O más bien lo intento. Chay lo detuvo, manteniendo a Keaton
en su pecho, sosteniendo cerca. Levantó, su polla todavía dura contra el vientre de Keaton.

¡Dios mío! ¿Cómo podría Chay estar aún duro? Más concretamente, ¿por qué Chay estaba
aún despierto? ¿Por qué era él?

Uñas se paseaban por su columna vertebral, provocando cosquillas. - Psst... Pequeño no he


perdido mi erección.

Keaton medio-rió, medio-gimió, esperando como el infierno que Chay no esperara que él
hiciera algo al respecto, y luego cayó en un sueño tranquilo, sobre su compañero.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Chay se dejó caer en el sofá mirando a Pequeño, que caminaba hacia delante y atrás de la
mesa del café, marcando el teléfono portátil. Él y Keaton habían decidido que al despertar
Pequeño debía llamar a sus padres. Sin excusa alguna, para ver si estaban en casa y tener una
idea de su ubicación, si no lo estaban. Pequeño actuó como si no fuera la gran cosa, pero Chay
sabía que lo era. Podía sentir la tensión a pesar de que Pequeño se esforzó por ocultarla.

Jake debe haberlo percibido también, porque se fue después a conseguir rosquillas, café y
una muda de ropa. No quería dejar a Remi – o a Keaton –por mucho tiempo. El hombre tomó el
trabajo en serio, y anoche decidió que la descripción de su trabajo implicaba vigilancia veinticuatro
horas del día. A Chay eso lo molestó un poco, Jake pensó que necesitaba ayuda para proteger a
su compañero, pero él no estaba a punto de rechazar la oferta. Era muchas cosas, pero no era
estúpido. En su opinión, era mejor pecar por exceso de sobreprotección cuando se trataba de la
seguridad de su compañero. Incluso insistió en pagar a Jake por el tiempo extra.

Pequeño dejó de caminar junto a él. – ¿Marta? Soy Keaton.

Un sonido de un agudo chillido surgió del teléfono, provocando que Pequeño hiciera una
mueca de dolor y alejara el teléfono de su oreja.

Chay sujetó la mano de Pequeño y tiró de él entre sus piernas.

139

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
El chirrido se disolvió en balbuceos femeninos.

- Sí, realmente soy yo. Estoy bien. – Pequeño tenía una sonrisa tonta en la cara.

Tiró a Pequeño frente a su rostro, Chay lo atraía a su regazo.

- Yo también te extraño, Marta.

Chay le sujetó una nalga y apretó, acercando un poco más a Pequeño.

Pequeño lo besó en la nariz, escuchando a Martha en el otro extremo del teléfono.

Chay se echó hacia atrás, concentrándose en la conversación de Pequeño. Lo bueno de ser


un lobo era que fácilmente podía escuchar una conversación telefónica y sin un altavoz. Martha
continuaba diciendo lo orgullosa que estaba de que Keaton había terminado su doctorado. La
mujer parecía realmente feliz de hablar con Keaton. Chay decidió que le agradaba después de
escuchar el afecto en la voz de la mujer. Oyó un ruido y miró sobre el hombro de Pequeño.

Remi llegó bostezando en la sala de estar, llevando a Pita. Su pelo sobresalía en ángulos
distintos y las marcas de la sabana marcadas en la mejilla. Apareció medio dormido, pero no
desgastado. Sus ojos se encontraron con Chay, luciendo un poco inseguro y nervioso.

Ayer por la noche después de que el Doc. Baker le aplicara a Remi un sedante, le habían
explicado las cosas. Todavía quedaba mucho por recorrer, pero Remi se había calmado
paulatinamente y los escuchó. Parecía que finalmente lo aceptaba. Bueno, lo mejor que pudo
hacerlo, de todos modos. Tenía que ser una sensación surrealista, de repente descubrir que algo
que pensabas ficción era real.

Ellos aún no le hablaron acerca de Jake como su pareja. Decidieron dejar que el pobre
hombre asimilara lo de los hombres lobos.

Remi puso a Pita en el suelo y con cuidado se sentó en el extremo del sofá. Remi miró a
Pequeño, con sus ojos puestos en las manos de Chay todavía en el culo de Pequeño, y se
ruborizó.

Chay ignorado el malestar de su amigo. Si Remi iba a aceptarlo, entonces tenía que aceptar a
todos ellos.

Levantó una ceja ante él. – ¿Estás bien? –Preguntó en voz baja.

Remi asintió con la cabeza y le susurró: – Un poco asustado. ¿Cuánto tiempo has sido un...
un...

- ¿Un lobo? Toda mi vida.

- ¿Por qué nunca me lo dijiste? – Remi parecía un poco herido y sin poder creerlo mucho.

- ¿Lo hubieras creído?

Remi soltó un bufido. – Bueno, sí, si me lo hubieras mostrado. Es difícil no creerlo cuando lo tienes
frente a los ojos. – Miró a su alrededor. ¿Dónde está…?

- ¿Jake?

140

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Sí. ¿No es peligroso?

Chay sonrió. – No para nosotros, pero es un hombre con el cual no me gustaría pelear. Fue a
buscar café y donas.

Estamos escasos d todo y cierto ―alguien‖ se niega a cocinar para mí.

Pequeño lo pellizcó en el hombro y continuó su conversación.

Los labios de Remi se arquearon cuando negó con la cabeza. – Él es tan jodidamente bonito
que podía ser una mujer.

La mano de Pequeño se alzó mostrándole a Remi su dedo corazón


.
Sí, y demasiado fino también. Chay suspiró y sujetó la mano de Pequeño, bajándola.

Remi se rió. – Es uno también, ¿cierto?

- Sí. Es mi compañero.

Las cejas de Remi se fruncieron, ladeando la cabeza hacia un lado un poco.

- Te lo explicaré más adelante.

Remi parecía querer insistir, pero finalmente asintió. – ¿Con quién está hablando?

- Se supone que debe estar hablando con sus padres. – Le dio una palmadita al culo de
Pequeño para llamar su atención. Pequeño, ¿con quién estás hablando?

- Ama de llaves.

Las cejas de Chay se arquearon. – ¿Ama de llaves? – Su mirada voló a Remi.

La boca de Remi estaba abierta. – ¿Su familia tiene un puta ama de llaves?

Chay se encogió de hombros. – Al parecer. – Geez, Dedujo que Pequeño tenía dinero, pero
¿un ama de llaves?

Pequeño se echó a reír, con lo que Chay y Remi se enfocaron nuevamente en él.
Distraídamente, pasó la mano por el pecho de Chay. – Gracias, Martha.

Hubo una breve pausa después y Chay escuchó la voz de un hombre. – ¿Keaton?

Pequeño sonrió, sus ojos brillaron, lo que lo hizo lucir más joven. – ¡Hola, Thompson!

¿Thompson? ¿Con quién diablos estaba hablando ahora?

Keaton tuvo que haber leído su mente. Cubrió el teléfono y le susurró: - Es como una especie
de mayordomo. Es esposo de Martha.

Tanto Chay como Remi parpadearon con los ojos muy abiertos. ¿Un ama de llaves y un
mayordomo? Qué tan ricos eran los padres de Keaton? Dios mío, ellos podían contratar a un
asesino a sueldo para matar a Pequeño ¿Por qué se molestarían en enviar a su hijo mayor y
manchar sus manos con la tarea?

141

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Después de una breve conversación, una voz femenina nueva sustituyó a Thompson. –
¿Keaton? Hijo, ¿eres tú?

Pequeño tembló. – Sí, mamá, soy yo.

- Oh, Dios mío. Howard. ¡Es él! Es Keaton.

- ¿Hijo? – Un hombre que no era Thompson, preguntó. Deben de haber cogido líneas
separadas.

- Sí, papá. - Keaton frunció el ceño, dirigiendo una mirada inquisitiva a Chay.

Chay sabía exactamente lo que estaba pensando. No sonaban como dos personas
conspirando la desaparición de su hijo.

- Oh, cariño. Hemos estado buscándote. Lo sentimos. – Dijo la mamá de Pequeño.

- Contratamos a un detective para buscarte, pero desde el informe que Aubrey consiguió la
semana pasada no había noticias. ¿Dónde estás, hijo? – Howard, el papá de pequeño, preguntó.

- En Nuevo México. ¿Quieres decir que no sabían nada? Aubrey estuvo aquí. Fue él quien me
dijo que me estaban buscando.

- ¿Qué? – Preguntaron ambos padres.

- ¿Aubrey está allí? – El padre de Keaton preguntó.

- Está aquí, en Nuevo México. Vino a mi casa anoche.

- ¿Tú casa? ¿Tienes una casa, cariño? – Su madre se sorprendió, pero parecía...
¿orgullosa?

- Hijo, no me gusta esto. Aubrey nos llamó la semana pasada y nos dijo que los detectives aún
no avanzaban con la investigación. ¿Por qué haría eso? – Su padre parecía preocupado y
confundido a la vez.

- ¿Chay? – Keaton parecía no saber qué hacer. Comenzó a temblar.

Chay tomó el teléfono y tiró de Pequeño hacia su pecho, su cabeza descansó en el hombro de
Chay. ¿Sr. Y Sra. Reynolds?

- ¿Quién es? - Preguntó Howard.

- Chayton Winston, señor. Soy el compañero de Peq… Keaton.

La madre de Pequeño se quedó sin aliento.

- Bueno. Yo... Uh, hola, Sr. Winston. Soy Howard Reynolds, el padre de Keaton.

- Hola, Mr. Reynolds. Escuche, estamos teniendo algunos problemas aquí. Se han producido
tres atentados contra la vida de Keaton.

- ¿Qué? – la voz de Howard tronó.

142

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- ¡Dios mío! ¿Está bien Keaton? – La voz de la madre de Keaton temblaba.

Chay frunció el ceño. Honestamente no sonaban como dos personas que querían asesinar a
su hijo. Pero habían pateado a Keaton de sus vidas por ser gay. ¿Qué mierda? - Keaton está bien.
Escuchen, Sr. y Sra. Reynolds. La razón por la que se llama... bueno... – Mierda. ¿Cómo se metió
en esto? – Creí que echaron a Keaton. Creí que lo repudiaron.

- No. – Gritó la señora Reynolds.

- Keaton fue el que se marchó. – El padre de Keaton sonaba ofendido. - Tuvimos un pequeño
malentendido, pero nunca lo repudié.

Admito, que no estuvimos contentos con algunas de las decisiones que tomó, pero Keaton es
el que desapareció de nuestras vidas. Pensamos que necesitaba tiempo para pensar, por lo que lo
permitimos. Cuando se marchó y desapareció después de la graduación, fue cuando
comprendimos que era algo más que un enfermo. Se lo aseguro, Sr. Winston.

Keaton rodó sus ojos, son los hombros caídos.

- Whoa. No diga más. Conozco a Peq... er, Keaton bastante bien. Keaton tiene un
temperamento fuerte. Lo entiendo. – O por lo menos pensaba que lo hizo. No estaba seguro de
por qué los padres de Pequeño no había ido tras él, después de varios meses de no contactar con
ellos, pero sí sabía cuán testarudo Keaton podría ser. – Y por favor llámeme Chay.

Chay habló con los padres de Pequeño por varios minutos más, después Keaton habló con
ellos un poco más. En el momento en que la conversación terminó, Chay se sentía bastante
seguro de que Aubrey había actuado sin el consentimiento de sus padres. Pero tenía que contar
con la ayuda de otro lobo, el que cortó la línea de los frenos de Keaton.

Keaton se despidió de sus padres y colgó el teléfono. Sentado atrás con un suspiro, miró Chay
directamente a los ojos. – Parece que vamos a Georgia.

143

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo Veinte
Keaton empacaba su equipaje en la habitación. La conversación telefónica con Chay sus
padres seguía rondando una y otra vez en su cabeza.

Sus padres habían insistido en que volviera a casa para poder llegar al fondo de las cosas.
Después de explicarles toda la situación, incluso las sospechas sobre Aubrey. Keaton estaba
simplemente aturdido. Había pasado de haber sido repudiado a adulado y castigados por
desaparecer. Y malditamente sus padres y Chay volvieron el incidente en una lección,
amonestando a Keaton por su temperamento y su manera de ser "demasiado independiente".

Empujó a Pita fuera del camino por enésima vez, Keaton cerró la tapa de la maleta.

Chay entró con Remi pisando sus talones. – ¡Jodidamente seguro que vienes con nosotros! –
Chay arrojó una bolsa más pequeña vacía para artículos de tocador, en el colchón.

- ¿Por qué? – Remi se sentó en la cama. Inmediatamente, Pita se abalanzó hacia él.

Rebuscando en el cajón de la mesa de noche, Chay exhaló un suspiro de Ya-discutimos-


demasiado-esto. – Porque aún no tienes el control suficiente para manejar tu vida. ¿Qué pasa si te
fastidia alguien y te conviertes en un lobo?

Remi parpadeó, mirándolo asustado. – ¿En serio?

Keaton asintió con la cabeza. – En serio. Ya has cambiado tus ojos dos veces durante el
desayuno. ¿Qué pasa si no estábamos allí para hablarlo?

- ¿Habría seguido cambiando? – Distraídamente, Remi acarició a Pita.

Abriendo la caja de artículos de tocador, Chay empacó cuatro botellas de lubricante. –


Exactamente. – Se escabulló al cuarto de baño contiguo.

Keaton frunció el ceño y sacó tres botellas de lubricante, antes de volver a ponerlas en el cajón
de noche. Se dirigió a la cómoda para ropa interior y calcetines de Chay. – No estamos tratando de
ser una mierda y controlar tu vida. Simplemente no queremos que te pongas en una mala
situación. Todos los lobos nuevos tienen que aprender a controlarlo. La mayoría de nosotros
aprendemos antes de ser capaces de cambiar. Pero ya que fuiste convertido de esta manera en
lugar de nacer, ahora tienes que aprender. Colocó los bóxers de Chay y los calcetines en la
maleta, Keaton fue al armario de Chay.

Remi suspiró y se dejó caer sobre la cama. – Ni siquiera he cambiado aún. ¿No puedes
cambiarme para que pueda ver cómo es? ¿No es que me van a ayudar a aprender más rápido?

144

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Sí y no. – Keaton dobló y empacó los pantalones de Chay. – Conseguirás cambiar antes de
irnos. – Recogió varias camisas, Keaton regresó a la cama. – Pero no queremos que cambies por
falta de control. Queremos que aprendas a hacerlo, y cambiar porque estás tratando cambiar, no
por casualidad. El cambio de forma accidental se caracteriza por entrar en pánico y será
contraproducente.

Pita se limitaba a tirar de un par de jeans de Chay. Evitando que el cachorro se acerque,
Keaton empacó nuevamente los jeans. – Ya basta, plaga.

Chay llegó con lo más esencial dejando todo en la bolsa pequeña. Frunció el ceño y se volvió
hacia la mesita de noche. – Además, podríamos usar tu ayuda. – Puso algo más en la bolsa y se
fue.

Pita lo atrapó, Keaton rescató la ropa de nuevamente.

Remi sujetó a Pita. – Bueno, ¿por qué no sólo dijiste que necesitabas mi ayuda, en primer
lugar? – Gritó después de Chay.

Keaton miró a la bolsa de aseo para asegurarse que Chay había empacado sus gafas y
entornó sus ojos.

Chay había colocado nuevamente las tres botellas extra de lubricante que Keaton había
puesto en la mesita de noche. Comprimió la maleta de Chay, y miró a Remi. – Tu ayuda sería
apreciada. Pero, tienes que prometer que trabajarás tu control. Tal vez cuando regresemos ya
decidiremos si has aprendido lo suficiente para volver al trabajo y a tu vida sin necesitar
supervisión.

Chay trajo más cosas para la bolsa de aseo.

Colocando a Pita en el suelo, Remi dejó escapar un suspiro de frustración. – Ok.

Keaton sonrió. – Bien. Entonces ¿es un trato?

- Sí, es un trato. Llamaré al trabajó y podemos ir a mi casa y empacar.

Mirando en la bolsa, Chay gruñó y se colocó las manos en las caderas.

Keaton fue a buscar una bolsa para los zapatos. – Chay, no te olvides las gafas y ve a buscar
una bolsa y el par de libros para leer en el camino. Quiero los dos que me compraste, el Apache y
la historia de la cultura Sioux. Ah, y ve a buscar mi portátil. – Consiguió sus zapatos de vestir,
pensando que usaría sus tenis y sus jeans en el avión. O tal vez... – ¿Quieres las botas?

Obtuvo gruñidos en respuesta, Chay comenzó a buscar en la mesita de noche nuevamente.

- Mis gafas están en la sala. ¿Quieres tus botas o no? – Keaton esperó la respuesta de Chay

Chay lanzó las tres botellas de lubricante en la bolsa. – No, mis tenis están bien.

Remi arrugó la frente – ¿Qué mierda estás planeando hacer para necesitar cuatro botellas de
lubricante?

Chay se encogió de hombros. – Me gusta estar preparado.

- ¿Para qué? ¿Una orgía desenfrenada? – preguntó Remi.

145

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Keaton se echó a reír. Se había estado preguntando lo mismo.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Tenían una hora y media antes de estar en el aeropuerto. Jake yacía en el piso jugando con
Pita. Remi se sentó en el sofá con el ceño fruncido a Jake y tratando que sus ojos cambiaran a la
normalidad. Y Keaton molestaba cada vez más a Remi por no escuchar sus instrucciones sobre
cómo cambiar. Mirando todo el proceso, Chay trató de ocultar su sonrisa. Se preguntó cuánto
tiempo le tomaría Pequeño a perder los estribos por completo y empezar a azotar a Remi.

Keaton gruñó, pisoteó sobre los pies un par de veces y gritó: - ¡Presta atención!

Sus dientes descendieron, Remi suspiró y miró arriba hacia a Keaton.

Jake se rió entre dientes y le sonrió a Chay. – ¿Cuánto tiempo les das hasta antes que
comienzan a golpearse?

Chay se echó a reír. – No mucho. Pequeño tiene un infierno de un genio. Sería bueno para
Remi darse cuenta que Keaton puede patearle el culo.

Jake arqueó una ceja. – ¿Estás seguro de eso?

- Sip. A menos que Keaton se niegue a usar sus habilidades de lobo y no lo dudo.

Apretando sus ojos cerrados, Remi los frotó con las palmas de sus manos.

Keaton lanzó sus brazos de forma dramática y pisó fuerte hacia la cocina. Una puerta del
gabinete se cerró de golpe y el grifo de agua se cerró y abrió.

Uh-oh. Algo le dijo a Chay que la lucha estaba por comenzar. Se puso de pie y esperó.
Efectivamente, Pequeño regresó a la sala de estar con un vaso de agua.

Chay se lanzó sobre él tal como él arrojó el agua a la cara de Remi. Chay envolvió con sus
brazos alrededor de Pequeño cuando Remi comenzó a echar chispas.

Tuvo que darle crédito a Pequeño, el agua fría regresó a la normalidad los ojos de Remi... por
un segundo en cualquier caso, hasta que el choque se disipó.

Los ojos y dientes de Remi cambiaron y se lanzó sobre Pequeño.

El rostro y las manos de Pequeño cambiaron al instante y cogió a Remi por la garganta,
sosteniéndolo sobre la cabeza de Pequeño.

Jake se levantó de un salto.

Soltando a Pequeño, Chay sujetó a Jake y se esforzó por mantener al tipo grande atrás. –
¡Keaton! Maldita sea. Detente.

Remi gimió y se transformó en un lobo negro cuando Pequeño lo dejó caer al suelo.

146

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Jake dejó de luchar para acercarse a Remi y se quedó mirándolo, pero Chay no lo soltó por
completo.

Remi se giró, protegiendo su garganta y estómago de Keaton.

Keaton se detuvo sobre Remi durante varios segundos antes de que su rostro y manos
volvieran a la normalidad. – No quería hacer esto, pero forzaste la situación. – Se agachó y
levantó la barbilla canina de Remi para mirarlo. – Soy más fuerte que tú. Yo sé más que tú y te
puedo enseñar. Si sólo escucharás. ¿Entiendes?

Remi asintió con la cabeza, todavía en una maraña de ropa.

- ¡Santa Mierda! – Jake susurró.

Chay aceptó, que fue un espectáculo bastante impresionante de poder. Nunca había visto a
nadie tan rápido cambiar, y Pequeño solo había cambiado algunas partes de su cuerpo. Y eso sin
mencionar que Keaton sostuvo a Remi con un brazo, por encima de su cabeza, dejando los pies
del hombre más grande colgando bajo él. Chay seguro esperaba que Pequeño nunca se moleste
con él.

Keaton se sentó en el suelo delante de Remi con las piernas cruzadas.

Pita se escabulló otra vez, sin saber muy bien lo que estaba pasando, y rodó a su espalda,
dejando al descubierto su parte inferior para Pequeño.

Keaton se echó a reír, le frotó el vientre y lo levantó, colocando en su regazo antes de volver
su atención de nuevo a Remi. – Cierra los ojos y respira profundamente. Voy a retirar esta ropa
fuera de ti, e intentaré hacer que cambies. – Dejó a un lado a Pita y despojó de su ropa a Remi.
Cuando Remi estuvo sin ropa Pequeño recargó la espalda en el sofá, una vez más, tirando de Pita
en su regazo.

Pequeño es genial, la conducta calmada después de tal despliegue de poder era caliente.
Maldita sea, si la polla Chay no se levantó y se puso a tono.

Keaton olfateó el aire, con la cabeza vuelta a Chay. Levantando una ceja, sonrió.

Chay elevó una ceja también. Pequeño podía oler su excitación. Bueno todavía tenían una
hora y media. Él movió las cejas, instando a Keaton a terminar de ayudar a Remi, y se dio cuenta
que todo el mundo lo miraba fijamente.

Jake lo empujó lejos y fue a sentarse junto a Remi.

Keaton se echó a reír y dio unas palmaditas en el sofá.

Ruborizado, Chay se dirigió al sofá y se sentó junto a Pequeño.

Le tomó varios minutos a Keaton hablar con Remi de nuevo en forma humana. Durante ese
tiempo, polla Chay decidió comportarse y volver a dormir. Lo cual era probablemente lo mejor. No
tenían tiempo para lo que tenía en mente. Chay estaba asombrado de lo buen entrenador que era
Keaton. Una vez superado Pequeño de su despliegue de genio, en realidad era muy paciente.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

147

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Remi se vestía, un poco receloso de Pequeño pero sin resentimientos, cuando alguien llamó a
la puerta principal.

Chay olfateó. ¿Sus padres? ¿Qué estaban haciendo aquí?

Jake abrió la puerta y bastante seguro que no sólo estaba Joe, Lena Winston también.

- ¿Papá? ¿Mamá? – Chay frunció el ceño,

- Hey, hijo, Keaton, Remi, Jake. – Joe llevaba una maleta.

- Hey, papá. ¿Qué sucede? – Keaton saltó a saludar al padre de Chay, dándole una palmada
en la espalda. – ¿Vas a alguna parte? – Él le tendió la mano a Lena. – Hola, señora Winston.

Para sorpresa de Chay, su madre tomó la mano de Pequeño y vacilante tomó a Keaton en un
abrazo.

Keaton dudó un segundo pero regreso el abrazo.

Ella se echó hacia atrás y sonrió, lucia insegura. – Por favor, perdóname, Keaton. Ahora eres
parte de nuestra familia y me temo que te he dado una recepción horrible. Me gustaría mucho
volver a empezar. No es nada de lo que esperaba para mi hijo, pero obviamente te ama y eso es lo
único que importa. Cuando John me lo hizo notar, no se les da una elección de pareja.

Keaton asintió y se inclinó hacia Lena. – Ni importa, Lena. Chay se quedó con el crudo final de
la transacción. Hecho como un bandido.

Lena se rió y abrazó a Pequeño nuevamente. – Oh, Keaton, lo pensé también, pero ahora no
estoy tan segura de que ustedes dos no llegarán a un buen acuerdo.

Chay había esperado que ella viniera, pero ella lo había sorprendido. No tenía idea de que
sería tan pronto. Estaba sonriendo como un idiota, pero no le importaba.

Su padre le llamó con la mirada y le guiñó un ojo, y luego puso su maleta en el suelo.

Chay le guiñó un ojo también, tan feliz que sentía que explotaría.

Lena soltó Keaton y abrazó a Chay. – Lo siento, hijo. ¿Por favor, me perdonas?

Chay asintió con la cabeza, conteniendo las lágrimas mientras abrazaba a su madre. – No hay
nada que perdonar, mamá. Sólo fue un arranque de furia. Estás aquí ahora.

Sonriendo, se apartó, con lágrimas en los ojos y le acarició la mejilla. – Eres un buen chico,
Chayton. Te amo.

- Yo también te quiero, mamá. – Chay la sentó en el sofá y se sentó a un lado.

Joe dio una palmada en la espalda de Keaton. – No pensabas que iba a dejar que mis chicos
fueran a luchar contra un lobo peligroso por su cuenta, ¿verdad? Iré con ustedes.

Chay estaba asombrado. ¿Cómo sabía su padre que se marcharían?

Keaton sonrió. – Genial. ¿Y tú, Lena, vendrás con nosotros?

148

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Ella negó con la cabeza. – No, Keaton. Joseph tendría miedo por mi seguridad. Además,
alguien va a tener que cuidar al cachorro, ¿no?

- Sí, señora. Iré por el alimento de Pita, sus cosas y la cama. – Pequeño salió de la habitación,
con una sonrisa en su rostro.

Pita lo siguió, las uñas de sus patas se deslizaron sobre el piso de madera.

Chay los vio salir y se volvió hacia su padre. – ¿Qué están haciendo aquí los dos?

El Doc. Baker me llamó para contarme sobre Remi…- Él miró a Remi. – ¿Cómo estás, Remi?

- He estado mejor, Joe. Estoy un poco asustado, pero creo que ser un… – ¿hombre lobo? Es
mejor que la otra alternativa. Chay me salvó.

Jake se aclaró la garganta, con lo que la atención de Remi se trasladó a él.

Remi miró a Jake, parpadeando con rapidez, Chay supuso que estaba tratando de evitar que
sus ojos cambiaran. – Chay, Jake y...

Keaton volvió a la habitación, con los tazones en una mano y una bolsa de comida bajo el
brazo, Pita brincaba tras él.

Los ojos de Remi brillaron. –... Y Pequeño me salvaron.

Keaton golpeó la cabeza de Remi en su camino y desapareció por el pasillo.

Chay se echó a reír. ¡Oh Dios!. Se supone que al menos Remi no estaba aterrorizado de
Pequeño... lo que era una buena cosa, ¿cierto? Cosa que lo divertía. Pequeño era minúsculo en
comparación. Bueno, sí, Keaton era el lobo más poderoso, pero a alguien sin sentidos de hombre
lobo... – Papá, ¿cómo sabías que nos vamos?

- No estés tan aturdido, Chay. Keaton y yo hablamos con bastante frecuencia, nos hemos
convertido en amigos. – Su padre miró por encima de su hombro. – ¿Cierto, hijo?

- Sí, papá. – Keaton volvió con la cama del cachorro, cuencos y los alimentos. Depositó las
cosas en el suelo, y le guiñó el ojo a Chay. – Lo llamé cuando estabas en la ducha esta mañana.

149

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo veinte y uno


- ¡Keaton!

Keaton levantó la vista cuando su madre corrió hacia él, con los brazos extendidos. Él la cogió,
se tambaleó hacia atrás y casi se cayó en el carrusel de equipaje. Afortunadamente, Chay detuvo
su impulso. – Uh, Hola, mamá.

Ella comenzó a besarle la mandíbula, las mejillas, la frente. Finalmente, se apartó, sujetándole
el brazo extendido, mirando sobre él, sus ojos azul pálido examinando todo. Sus rubios cabellos
dorados tenían un mechón más gris, pero aparte de eso, ella era el mismo pequeño torbellino que
siempre era. – Oh, querido, mírate. Tan apuesto. – Ella tiró de su cabello. – Tu cabello es más
largo de lo que fue en la graduación.

¿Qué? ¿Cómo lo sabía? – Mamá, tú no me viste en la graduación.

Ella frunció el ceño. – Por supuesto que sí. No pensabas que nos perderíamos el momento de
obtener tu doctorado, ¿verdad?

- No te vi.

- No, no lo hiciste. Tu padre insistió en no enfadarte más y estar a favor del viento. Sin
embargo, tengo montones de fotos. Estamos muy orgullosos de ti.

- Joanna, por el amor de Dios, deja que el niño recibe su equipaje. – Su padre se acercó,
elevándose sobre Keaton y su madre, tiró a Keaton de su madre y le dio un abrazo.

- Hola, papá.

- Hey, hijo mío. Me alegro de que estés en casa. – Sus grandes ojos castaños miraron por
encima del hombro a Chay, que todavía tenía la mano en la mitad de la espalda de Keaton.

Él sonrió, sacudiendo la cabeza gris, y extendió su mano. – Tú debes ser Chayton.

- Chay, por favor. Encantado de conocerlo, sr. Reynolds. – Chay le estrechó la mano e inclinó
ligeramente la cabeza, mostrando su respeto, pero no haciéndolo obvio porque estaban en público.
Entonces se dio la vuelta, indicando al resto de su séquito. – Este es mi padre, Joseph Winston. Y
estos son nuestros amigos, Remington Lassiter y Jacob Romero.

- Howard Reynolds – El padre de Keaton dijo mientras estrechaba la mano a todos. – Ella es
mi esposa Joanna.

- Hola. – Los saludó Joanna.

150

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Consiguieron su equipaje y salieron de la terminal. De alguna manera Keaton terminó sin nada
que llevar. Trató de llevar una bolsa de Chay, pero Chay no se lo permitió. – No. Visitas a tus
padres, ponte al día con ellos, yo llevó esto.

Keaton asintió con la cabeza con poco entusiasmo y escuchó a su madre lejos charlar sobre
cuánto lo había echado de menos.

Su padre y el de Chay mantenían una conversación entre ellos y Remi se quedó atrás con Jake.

Cuando llegaron a la acera y vio la limusina, Keaton pensó que los ojos de Chay iban a salir de
su cabeza.

Keaton le dio unas palmaditas en el brazo. – Está bien. No siempre paseamos en limosina.
Supongo que querían asegurarse que cabríamos todos.

Chay resopló y le entregó su equipaje al chofer.

Keaton sonrió y tomó la mano de Chay, tirando de él a su lado.

El padre de Keaton miró las manos entrelazadas, pero no dijo nada. Después de que todos se
instalaran en el auto y en camino a ―Reynolds Hall‖, Howard se aclaró la garganta, obteniendo la
atención. – Así que, Chay, ¿qué haces para ganarte la vida?

Chay miró Keaton, y después a Howard, con una agradable sonrisa en su rostro. - Soy un
veterinario, sr.

- ¿De qué rama? ¿Ejército, marina...?10

Keaton se rió entre dientes. – No, papá, él es un médico. Un médico de animales.

- Oh. – Joanna prácticamente canturreó. – Wow, un médico. Eso es maravilloso. Ahora, si sólo
fuera una mujer sería perfecto. – Ahogó un grito y se cubrió la boca con la mano. – ¡Mi error! Lo
siento, se deslizó hacia fuera.

Keaton frunció el ceño.

Joe, Remi, Jake y Chay rieron entre dientes.

- No te preocupes por ella, Chay. Tenemos el placer de conocerte. Nos hubiera gustado que
fueras una mujer, pero... tú eres el compañero de Keaton... En realidad para ser honesto, estoy
bastante contento de ver que eres un hombre. Tiene más sentido para mí ahora. Me sorprendió
bastante cuando Keaton nos dijo que él era gay.

Keaton rodó sus ojos. Abrió la boca para decirle a su padre lo que tenía en mente cuando
Chay apretó su mano, dándole una mirada de advertencia. Mantuvo la boca cerrada.

Joanna aplaudió. – Me agradas Chay. No creo haber visto jamás a nadie ser capaz de
silenciarlo una vez que llega una abeja a su sombrero.

Keaton también la fulminó con la mirada.

10
En el texto original Chay se refiere a su profesión como “Vet”, Cuyo sentido también se aplica a
“Veterano”, además de “Veterinario”, por ello la confusión del padre de Keaton.

151

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay le apretó la mano nuevamente. Maldición. Ahora, todos pensaran que fue domesticado o
algo así.

Chay sonrió. – Bueno, el sr. y sra. Reynolds, ya que estamos siendo abiertos y honestos, yo
también estaba muy sorprendido al descubrir que mi compañero era otro hombre. Pero amo a su
hijo y no iré a ninguna parte, así que supongo que todos tendremos que acostumbrarnos a la idea.

Howard sonrió y se inclinó hacia delante, palmeando el brazo de Chay. – Bienvenido a nuestra
familia, Chay.

- Gracias, señor. Y en caso de lo que les pasó por la cabeza... Me niego a tener un cambio de
sexo.

El coche entero estalló en risas.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

- ¿Puedes dejar eso? – Chay sujetó la mano de pequeño y la sacó de su polla por tercera vez
en los últimos dos minutos. No había forma de que tuviera sexo en la casa de los padres de
Keaton. Ya era demasiado malo que vivieran en una mansión colonial de mierda enorme bordeada
de robles, grandes columnas de mármol blanco y un nombre –la jodida casa tenía un nombre, para
gemir en voz alta– pero los padres de pequeño estaban al final del pasillo. Infiernos, para el caso,
su propio padre estaba en el dormitorio de al lado derecho. Geez, se sentía fuera de su elemento.

Pequeño gimió y se arrastró hacia él, a ambos lados de sus caderas. – Tú eres el que insistió
en llevar todo ese lubricante. – Frunció el ceño, pero sus ojos brillaron de alegría.

- Shh... Pensé que nos quedaríamos en un hotel.

Pequeño sujetó su polla nuevamente.

Chay bateó su mano. – Podrías haberme dicho que eres el heredero de una maldita fortuna y
de una de las más antiguas familias adineradas de toda la jodida Georgia.

Pequeño se inclinó, besando la barbilla de Chay. – Técnicamente, soy el de repuesto y Aubrey


es el heredero. Y de todos modos, me repudiaron.

- No, no lo hicieron. Dejaste que ese carácter extra grande tuyo te dominara y huiste. Tu ego y
tú, lo juro por Dios... Y además de eso, Aubrey es un psicópata que está tratando de matarte, dudo
de alguna manera que tus padres van a dejarlo todo.

Pequeño le mordió la barbilla. – Tu ego es tan grande como el mío. Y no precisamente huí.
Fue tanto su culpa, como mía. Fue un malentendido. ¿Tenemos que hablar de esto? Estoy
realmente cansado de hablar de esto. – Se posicionó entre ambos, sujetando a Chay nuevamente.

Chay suspiró. Su estúpida polla no parecía importarle que estuvieran en la casa con otros
hombres lobo que podían escucharlos tener sexo, estaba duro. De hecho, la cosa estúpida estaba
más dura cada vez que Pequeño lo tocaba. – Pequeño ¿qué pasa si alguien escucha?

- Van a ser buenos hombres lobo y fingir que no lo hicieron.

152

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Eso no es tranquilizador. – Chay se animó en la mano de Pequeño, silbando cuando esta
resbaló en su pene.

Pequeño lamió los labios de Chay. – Seremos silenciosos.

- ¿Tú, silencioso?

Pequeño retrocedió frunciendo el ceño. – Yo siempre soy silencioso.

Chay lo abrazó, acariciando con su rostro el de Pequeño. – Nunca eres silencioso. – Chay
deslizó una mano sobre ese culo delicioso y la otra hacia abajo, a la gruesa polla apretada contra
su vientre.

Keaton creció en su mano, soltando un pequeño gemido.

La cama rechinó.

Chay se congeló.

- Unh. – Keaton se estremeció y tiró de la polla de Chay. Una vez más provocando el rechinar
de la cama.

- Shh...

- No he dicho nada.

Chay se movió, experimentando, produciendo el chillido de la cama. No iba a funcionar.


Mierda, la cabecera probablemente comenzaría a golpear contra el muro en el momento en que lo
hicieran. Tiró las cubiertas y acarició el culo de Pequeño. – Vamos.

Keaton se sentó con la cabeza ladeada. – ¿A dónde?

- Silla. Ve a buscar la bolsa con el lubricante y reunirte conmigo allí. Y baja la voz.

Pequeño dejó escapar un largo suspiro sufrido, pero hizo lo indicado. Volvió y buscó en la
bolsa a los pies de Chay.

Chay miró hacia la silla. Era grande y fuerte. La madera oscura con un amplio asiento tapizado
y respaldo.

Keaton enarcó una ceja, pero se sentó, se extendió en realidad. Todo estaba en el extremo del
asiento, con fácil acceso. Y chico, esa polla seguía estando dura.

Chay se sentó en sus talones entre las piernas abiertas de Keaton para alcanzar la bolsa. Su
boca se cerró sobre las bolas de Pequeño cuando sus dedos encontraron la botella de lubricante.

- Dios sí. - Pequeño sujetó el rostro de Chay con ambas manos.

Jesús, fue fuerte. Chay retrocedió. – Shh...

- Sí, sí. – Pequeño desestimó la protesta y tiró de él de nuevo, prácticamente triturando su


rostro en los testículos de Keaton.

153

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay lamió una línea, en la zona de atrás, bajo las bolas. Dios amaba cómo olía Pequeño,
todo bonito, almizclado y viril. Dio la vuelta al agujero de pequeño con la lengua.

- ¡Oh!

- Shh...

Alejó las manos de su rostro y empujó las piernas de Keaton más separadas. Respiró hondo y
se sentó de nuevo. Ummm... ¿Quién hubiera pensado que sería un olor excitante?

Levantó la botella de lubricante abierta y embadurnó sus dedos.

Pequeño se abrió para él, mostrando sus bolas tensas y el rosado agujero. Chay presionó dos
dedos resbaladizos el culo de Pequeño.

Pequeño jadeó y se retorció, su polla balanceándose adelante y atrás. Cerró los ojos y se
relajó con un suspiro.

Chay se acercó de rodillas, sujetando la polla con la mano libre y la llevó a su boca. Cuando
tomó la punta Pequeño se estremeció, gimiendo alto.

- Shh... - Chay hundió profundamente los dedos en el cuerpo de Pequeño, buscando el punto
ideal. Usó su otra mano para sostener y apretar la polla de Pequeño, mientras chupaba y lamía.

Pequeño se volvió loco. Los vocales suaves ruiditos acompañaron al temblor en los muslos de
Keaton. Sus ojos se abrieron de golpe, buscando a los ojos de Chay.

Chay folló constantemente a Keaton con sus dedos, golpeando la glándula de Pequeño cada
vez que empujó dentro de él. No pasó mucho tiempo antes de que Keaton se moviera, tratando de
empujar los dedos de Chay más profundo y de adentrar más su polla en la boca de Chay. Chay
jodió a Keaton más duró, tomando la polla más profundo. Su garganta no era tan profunda como la
de Pequeño, pero lo compensaba con la mano, bombeando duro, usando la saliva en su beneficio.
Pasó los dedos sobre las bolas de Pequeño en cada bajada.

Keaton se tensó, apretando los dedos de Chay en su agujero, su polla se sacudió en la boca
Chay.

Chay se movió rápido, con ganas de estar dentro de su compañero cuándo terminará. Dejó
caer la polla de Pequeño, quitó los dedos y colocó a Keaton sobre él, todo en un movimiento
suave. Se sentó en la silla y a Keaton a horcajas sobre él, con la polla presionando el caliente y
dulce agujero de Keaton.

Pequeño se dejó caer sobre la polla de Chay y soltó un gemido. Su espalda arqueada, con los
músculos contraídos alrededor de Chay. Sus ojos se fijaron en Chay y terminó. El semen salió
disparado en todas partes, sobre el vientre de Chay y el pecho, incluso en la barbilla.

La vista de la polla gruesa pulsátil escupiendo para él casi había hecho terminar a Chay.
Mierda. Ni siquiera había tenido que tocar la polla de Pequeño. Le dio a su compañero unos
minutos para reponerse y tiró de las caderas de Keaton. – Mírame – Le susurró.

Keaton tenía los ojos vidriosos. Él comenzó a moverse, a elevarse hacia arriba y hacia abajo
en Chay. Su polla ni siquiera se suavizó. Pasó los dedos por el semen en el vientre de Chay y los
llevó a los labios de Chay.

154

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Abrió la boca y chupó los dedos, sintiendo el sabor salado.

Pequeño reunió más de la esencia lechosa con los dedos y los pegó en su propia boca.

- Joder, estás caliente. Te quiero, Pequeño.

Keaton le sonrió, con un brillo perverso en los ojos y apretó los músculos.

Chay lo sintió todo, hasta en los dedos de sus pies. Se quedó sin aliento, sus piernas en
tensión. El hormigueo familiar corrió por su columna vertebral.

Agarrando su propia polla, Pequeño la acarició, con sus músculos contraídos en torno a la
polla de Chay.

El cuerpo entero de Chay en espasmos. Terminó, disparando en el culo de su compañero,


mirando a los ojos azul cielo. Sujetó una mano sobre su boca para no gritar.

Keaton terminó sólo un segundo detrás de él, terminando nuevamente, derramándose sobre el
estómago de Chay. Se dejó caer hacia delante, acariciando el cuello de Chay, y susurró: - También
te quiero.

Después de unos minutos, Pequeño se levantó, dejando resbalar la polla de Chay fuera de él.
Chay estaba casi dormido, pero la acción se las arregló para hacerlo temblar.

Lo siguiente que supo, Pequeño lo estaba limpiando con un trapo húmedo y tibio. Luego se
arrastró de vuelta al regazo de Chay, acurrucándose al final.

Cuando Chay despertó unos minutos después Pequeño roncaba en su oído, tenía un
calambre en el cuello. Movió a Keaton. – Pequeño, despierta. Aún estamos en la silla, vamos a la
cama.

Keaton sólo respondió con un gruñido.

Chay lo levantó y comenzó a caminar por la habitación. Pateó el trapo de aseo que Pequeño
dejó en el suelo y tropezó. – Umph. – Afortunadamente, estaba lo suficientemente cerca de la
cama como para arrojar a Pequeño en ella, a fin de mantener a los dos sin heridas.

El suelo se acercó rápidamente. Chay lo recibió con sus manos y rodillas con un gran golpe.
Dolían un poco, pero aparte de eso no había realmente daño.

Un fuerte golpe sonó al otro lado de la cama seguido de un ataque de risa ahogada.

Chay inclinó la cabeza para mirar por debajo de la cama.

Keaton estaba en el otro lado, sobre su espalda, las manos sobre su rostro, riendo como un
poseído.

- ¿Qué haces en el suelo?

Pequeño giró la cabeza, mirando a Chay. – Le pegué a la cama y seguí rodando. No pude
parar. – Fue tan lindo, con la cara toda roja de la risa.

Chay sonrió. – ¿Estás bien?

155

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Pequeño asintió con la cabeza, todavía riendo. – ¿Y tú?

- S.. –

Se oyó un golpe en la pared, seguido por la voz divertida de Joe. – Ustedes, muchachos se
irán a dormir y dejarán de gritar ruidosamente.

Oh Dios. El calor bañó la cara de Chay. Nunca sería capaz de afrontar a su padre
nuevamente.

Pequeño, el idiota, se echó a reír con tanta fuerza que comenzó a jadear.

156

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Capítulo veintidós
- Grrr... Pequeño. – Chay levantó las manos en el aire, dejando a la corbata caer por sus
hombros y se alejó del espejo. Colocó las manos en las caderas de Keaton y lo miró. Incluso
irritado, lucía bastante bien en un esmoquin. – No puedo creer que tenemos que llevar esmóquines
para atrapar a tu hermano.

Keaton se limpió el último rastro de la crema de afeitar de la cara y se acercó a su compañero.


Extendió la mano y agarró la corbata de Chay. – Estamos llevando esmoquin para la fiesta, no
para beneficio de Aubrey. Y estuviste de acuerdo en que una fiesta para celebrar nuestra unión
sería una buena idea. – Ató la corbata, besó la barbilla de Chay y fue a buscar sus gemelos.

- Sí, pero no pensé que iba a ser esta fiesta enorme.

- Esto no es enorme, confía en mí. No ha visto las grandes. Esto es muy pequeño, minúsculo,
diminuto para mi madre. Esa mujer nació para hacer fiestas, cenas y eso, en sus palabras es,
―Bajarle los humos a alguien‖. Todo lo que mi padre pudo hacer fue reducir a su lista de invitados a
unos treinta. Es básicamente sólo la manada y amigos de la manada.

- Pero, ¿el esmoquin? ¿Era necesario llevar esmoquin?

Keaton se rió entre dientes, buscando a través de otro cajón. ¿Dónde había puesto los
gemelos para la camisa del esmoquin? – No conoces a mi madre. Fiesta y ropa formal son
sinónimas.

- No puedo creer que me hizo comprar este esmoquin y ni siquiera me dejó una corbata con
clip. – Chay se quejó cuando se dejó caer sobre la cama.

- Siéntate. Arrugarás la ropa y mi madre tendrá un ataque.

Chay dejó escapar un suspiro y se sentó, alisando sus pantalones.

Keaton enlazó un gemelo a través de un ojal. – Compramos el esmoquin, para llevarse bien
con mis padres, es probable que lo necesitarás y no usarás una corbata con clip. Confía en mí
cuando te digo, mi madre te examinará y sabrá que usas una corbata de esas. – Keaton terminó de
abotonarse la camisa y la metió dentro de sus pantalones.

- Ok, ok. Dios, tu familia es extraña.

Keaton arqueó una ceja y sonrió mientras se ajustaba el fajín. – ¿Piensas eso?

- Nah, fue evidente cuando bajamos del avión.

Él se rió entre dientes. – Debería haber sido obvio cuando mi hermano atacó a tu amigo.

157

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Bueno, sí, eso también. Dime este plan nuevamente. Tal vez tendrá más sentido para mí
esta vez.

Keaton agarró su chaqueta de la percha y se la puso. – Se supone que debemos abandonar la


fiesta e ir a la terraza en el jardín formal. Jake, tu papá, mi papá y el Beta de mi papá nos van a
seguir, esconderse y esperar.

- Todavía es un plan estúpido. Tu hermano no te va a atacar con una fiesta en casa


celebrándose.

Keaton anudó su corbata y se dirigió a la cama, posicionándose entre las piernas de Chay.
Levantó a su compañero hasta ponerlo de pie. – Mi hermano no es la más brillante bombilla del
montón. Piensa en ello, atacó a Remi en nuestra propiedad. Tenía que haber sabido que íbamos a
averiguar quién lo hizo. Él no ha sido precisamente astuto. – Se levantó sobre sus pies, besando a
Chay en los labios.

- Mmm. Te ves bien, Pequeño. – Chay mordió el labio inferior de Keaton. – Mi bebé hermoso.

Keaton envolvió con sus brazos alrededor de Chay, inclinando su rostro para un mejor acceso.

Chay le dio un beso, realmente le dio un beso. Su lengua se deslizó por la comisura de los
labios de Keaton.

Suspiró y la abrió, sus ojos se cerraron automáticamente. Su lengua se reunió con la de Chay,
frotándose perezosamente.

- Hey, chicos... – La puerta se abrió y cerró, Remi se aclaró la garganta.

Ellos no le hicieron caso durante unos segundos más. Finalmente, Chay mordisqueó su labio
inferior y se retiró sin dejar ir a Keaton.

Keaton se acurrucó en él, apoyando la cabeza contra el pecho de su compañero, y volvió la


cabeza para enfrentarse a su intruso.

Remi se veía bien en su esmoquin. Keaton le dio un bueno una vez y notó que sus ojos eran
lupinos. La cara estaba pálida como cuando él estaba combatiendo. O tal vez era sólo su malestar
al encontrar a Keaton y Chay besándose. Keaton no estaba seguro de que. Él y Chay no había
hecho ningún esfuerzo por ocultar su afecto delante de Remi, pero Remi parecía aceptar relación
de Chay y Keaton desde la noche en que fue atacado.

Chay frotó la espalda de Keaton, distraídamente. – ¿Estás bien?

Remi sacudió la cabeza. – No, no estoy bien. – Señaló en su propia cara. – Mírame a los ojos.

- ¿Estás haciendo lo que te dije que hacer? – Preguntó Keaton.

- Sí. Respirar hondo, concentrarse en ver el color. No está ayudando. – Remi echó las manos
en alto y los dejó caer.

- ¿Qué estabas haciendo cuando cambiaste? – Chay dejó ir a Keaton y se sentó en el borde
de la cama, frente a su amigo.

- Jake y yo estábamos explorando el terreno, en busca de los mejores lugares para


esconderse y permanecer fuera de la vista de la terraza.

158

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay miró a Keaton.

Keaton cerró los ojos por un segundo y respiró hondo. Él y Chay estaban pensando lo
mismo... Jake. La proximidad de Jake hacía más difícil a Remi aprender a controlarse. ¿Cómo
demonios se supone que deben decirle al homofóbico Remi que Jake era su pareja? Keaton abrió
los ojos. – Remi, ven siéntate y haz lo que te dije. Respira profundo, concéntrate en el color.
Concentrado. Quiero que me diga de qué color es la colcha.

Remi cruzó la habitación y se sentó junto a Chay. – Estoy tratando de hacer cambiar a mis
ojos, pero –

Keaton sacudió la cabeza. – No, no quiero que te concentres en tratar de controlar el cambio.
Restríngelo, hazlo simple. Concéntrate en el color. Tus ojos no ven el color en forma de lobo, al
concentrarse en el color los estás obligando a cambiar de nuevo. Es demasiado complicado pensar
en él como cambiar de un lado a otro.

Remi respiró profundo y volvió la cabeza para mirar hacia abajo en el edredón de la cama. –
Es azul. – Se dio la vuelta y sus ojos verdes eran sus verdes eran humanos. – Lo que no entiendo
es lo que está haciendo que cambien en primer lugar. No estaba enojado, o asustado. Tú has
dicho que eso es lo que les provoca el cambio.

- O la excitación. – Murmuró Chay.

Keaton lo fulminó con la mirada.

Remi giró la cabeza hacia Chay. – ¿Cómo lo sab –

Se oyó un golpe en la puerta, y Joe asomó la cabeza dentro. – Hey.

Keaton se rió entre dientes. Salvados por la campana, o más bien por el golpe. – Hey.

Joe entró, cerrando la puerta detrás de él. El hombre era muy guapo. Era fácil ver dónde Chay
consiguió su buena apariencia. Joe sonrió. – Ustedes tres se ven bien.

- Tú también. – Dijo Keaton.

Joe sonrió aún más brillante. – Escuchen, vine a contarles que aún no hay señal de Aubrey,
pero Joanna los quiere abajo, los invitados comienzan a llegar.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Pequeño dio una larga lamida a la garganta de Chay, haciéndolo temblar.

- Pequeño, estás demasiado en esto. Se supone que debemos prestar atención a nuestro
entorno. – Chay le susurró al oído de Pequeño.

- Lo estoy. Pero, no hay razón no divertirme al mismo tiempo. – Mordisqueó el lóbulo de la


oreja de Chay.

- Trata de recordar que tenemos una audiencia.

159

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Mmmm... En realidad no sé lo que hacen. No los huelo. – La lengua de pequeño empujó en
su oído.

- No se supone que lo hagas. Ese es el punto. – Chay suspiró y se relajó. Bueno, todo lo que
pudo, sabiendo que en cualquier momento Audrey podía surgir de la nada y poner en peligro a su
Pequeño.

Keaton se apoderó de la polla de Chay y saltó sobre su piel. Se concentraba en el área


alrededor de la terraza. Tomó aire y se dio cuenta que su pene estaba duro. Chay podría no estar
prestando atención a Pequeño, pero al parecer su cuerpo lo hacía como el infierno. Se deleitaba
en la apariencia de su compañero durante unos segundos. Enterró su rostro en el cuello de
Pequeño y se empujó hacia arriba en la mano. Sólo unos segundos, eso es todo lo que tenía.
Alguien tenía que prestar atención y Pequeño, a pesar de lo que dijo, no lo hacía.

La cabeza de Keaton tiró hacia arriba, los ojos muy abiertos, asustado. Su mano soltó la polla
de Chay.

Chay olió, captando un olor desconocido. No, no desconocido exactamente. Era el olor que
olió la noche que persiguió al desconocido fuera de su casa. La noche que los frenos de Keaton
fueron cortados.

- Veo que no te tomó mucho tiempo sustituirme. – Un hombre alto y rubio entró en el claro, con
una pistola. No era Aubrey.

Keaton sacudió la cabeza. – ¿Jonathan?

¿Jonathon? ¿El ex de Keaton? Chay se colocó frente a Keaton. La pistola no haría mucho
daño a menos que las balas fueran de plata, pero no quería que su compañero recibiera un
disparo.

Jonathan sonrió con una sonrisa desagradable. - Oh, ahora te acuerdas de mí.

- Jonathon ¿qué estás haciendo aquí? – Keaton empujado a Chay atrás, colocándose al
frente.

- Arruinaste mi vida. – Jonathon apunto el arma en Keaton para dar énfasis.

Chay tiró a Pequeño hacia atrás otra vez, protegiéndolo con su cuerpo. – Sea lo que sea que
pienses que Keaton ha hecho, estoy seguro de que no es tan malo. Tal vez si nos lo dices,
podemos ayudar a solucionarlo. – Sí, fue poco convincente, pero no quería que este idiota les
disparara cualquiera de ellos. Y ganar tiempo para que la caballería llegara. Ellos estaban allí
escondidos, ¿cierto?

- Tú, cállate. No estaba hablando contigo. – Jonathon lo fulminó con la mirada.

- Mira, Jonathan, no sé lo que piensas que hice, pero–

Jonathan se burló. – Me dejaste.

Keaton se burló a su vez. Tenías una novia, idiota.

Chay gimió. Él y Pequeño iban a tener que tener una charla sobre enemistarse con hombres
locos con armas de fuego. El hombre era un lobo, tenía que saber que un arma no era una gran
una amenaza para otros lobos.

160

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
- Y tú pudiste haber tenido un novio. No me importaba. Lo habría pasado por alto. Podríamos
haber llevado la manada juntos. Todo ello podría haber sido nuestro. Todo esto... – Hizo un
movimiento con la pistola señalando Reynolds Hall. – Podríamos haber sido feliz, habría sido fácil
para tu padre superarlo y asumir el control, pero tenias que salir corriendo. Y huiste a la primera
oportunidad a Nuevo México. Traté de asustarte disparándote para que regresaras a casa. Pero
entonces me sustituiste. – Miró furioso a Chay. – Con este... este… indio... Realmente, Keaton, tu
gusto es deplorable.

Keaton gruñó. Todo su cuerpo se tensó, preparándose para el ataque. Sus manos cambiaron.

Chay se puso delante de él así justo cuando cambió.

Jonathon apretó el gatillo.

Keaton gritó.

Ouch. Chay se tambaleó hacia atrás. Ese bastardo le disparó.

Una mancha de piel blanca rayada proveniente de la terraza, se lanzó sobre Jonathon cuando
Keaton sujetó en sus brazos a Chay. La pistola salió volando. Jonathon trató de cambiar, sus ojos
y dientes cambiaron al instante, pero el lobo no le dio la oportunidad.

Keaton se volvió hacia Chay, con los ojos muy abiertos. – ¿Dónde te disparó?

Chay miró a su costado

Los ojos de Keaton lo siguieron. Pequeño arrancó la chaqueta y la camisa.

- Maldita sea, Pequeño. Los acabo de comprar.

Las manos de Keaton se transformaron en garras. – Respira profundo. Tengo que sacarla. Si
es de plata puede matarte. – Cortó con las uñas en el costado de Chay, hundiéndolas en la piel.

Esta vez fue Chay quien gritó. Mierda, estaba mareado. Eso duele, mucho. Chay parpadeó las
lágrimas y trató de concentrarse en otra cosa que no fuera lo que Pequeño estaba haciendo.

El lobo cortó el cuello de Jonathan, la sangre volando por todas partes, cubriendo la piel
pálida. Sacudió la cabeza adelante y atrás, arrancando la piel del hombre.

Jake, Joe, Remi, Howard y su Beta, todos aún en forma humana, entraron corriendo en el
jardín, venían del interior de la casa, la misma dirección en la que el lobo blanco había venido.

- Lo tengo. – Pequeño jadeo y de pronto el dolor del costado de Chay pasó a un dolor sordo.

Los ojos de Chay enfocaron a los de su padre. Joe parecía preocupado.

El cerebro de Chay estaba al borde de la inconsciencia. Supuso que debido al dolor. Sus ojos
cambiaron y Pequeño empujó su muñeca en la boca de Chay. Chay se tambaleó y sus rodillas
chocaron con el suelo.

Keaton se plantó sobre él. – Bebe.

Chay bebió.

161

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
La herida cerró y Keaton la abrió de nuevo, presionando nuevamente sobre la boca de Chay.
Antes de la tercera vez, Chay se sintió mucho mejor. Podía pensar de nuevo. El dolor en el
costado había desaparecido por completo. Apartó la muñeca de Pequeño y miró hacia abajo, a su
costado. Estaba cerrado.

Oh, mierda.

Estaba tan aturdido que había olvidado a Jonathon. Chay vio la pistola tendido sobre la hierba.
Corrió escaleras bajo la terraza y agarró la pistola. Miró a su alrededor, encontrando al lobo blanco
y Jonathon.

Jonathon yacía inerte y pálido en un enorme charco de sangre. El lobo grande todavía gruñía y
sacudió la carne destrozada denegándole una oportunidad de sanar.

Howard se acercó al lobo, colocando una mano sobre su hombro. – Aubrey, déjalo ir. Está
muerto.

El lobo salpicado de sangre liberó el cuello de Jonathon, se volvió hacia la casa y se fue.

Wow. ¿Aubrey no había sido responsable de los accidentes de Keaton? Hombre. Chay se
sentía como un... bueno, se sentía como un asno. Un ignorante, un asno un poco confundido.

Todos se quedaron mirando el cuerpo sin vida durante más tiempo.

- ¿Chayton? ¿Estás bien? – Preguntó Joe.

Chay frunció el ceño. – ¿Dónde diablos estaban todos ustedes? Pequeño podría haber
recibido un disparo. Ustedes son una mierda como una cuadrilla de rescate. Están despedidos.

Pequeño tomó la pistola, abrió el revólver y vertió las balas en su mano. – Plata. Me alegro de
haberla extraído. – Pequeño tocó el brazo de Chay. – ¿Cómo te sientes?

- Estoy bien. Creo que le debemos una disculpa y un gracias a Aubrey.

Joe asintió con la cabeza. – De hecho hazlo. Aubrey habló con todos nosotros antes de venir
aquí. – Lanzó una mirada tímida hacia el cuerpo sin vida de Jonathan. – Por eso llegamos tarde.
Al parecer, Aubrey fue a buscar a Keaton como una sorpresa para sus padres.

- La noche que Remi fue atacado, Aubrey fue quien controló a Jonathon. – Jake le tendió la
mano a Keaton, en silencio pidiendo el arma y las balas. – Dijo que iba a correr, volvió por su casa
y escuchó gritar a Remi. Persiguió a Jonathon todo el camino hasta la reserva. Reconoció el aroma
de Jonathon. Aubrey pensó que Remi ya estaba muerto, por lo que se mantuvo persiguiendo a
Jonathon.

Keaton le entregó la pistola y las balas. – Pero ¿por qué no volvió y contarnos lo que estaba
pasando?

Howard se encogió de hombros. – Lo intentó. No tenía un número de teléfono. Siguió a


Jonathon todo el camino de regreso a su hotel y lo vio, entonces todos ustedes ya estaban en un
avión que se dirigía aquí.

- ¿Pero por qué el cambio de corazón? Aubrey me odia. – Dijo Keaton.

162

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Howard sacudió la cabeza. – No, no lo hace, Hijo. Todos cometemos errores cuando somos
jóvenes. Ha crecido bastante desde que saliste de casa. Dale una oportunidad. Sólo tiene un
hermano.

Remi gruñó, sujetando su rostro con ambas manos. – ¡Maldita sea! Estoy enfermo de mierda y
cansado de mi cambio de ojos. – Dejó caer las manos y señaló al cuerpo de Jonathon. – Y eso es
asqueroso. ¿Por qué quiero comer? – Salió con dirección a la casa.

Chay miró a Jonathan. Sí, fue muy grave. Pero Chay no sentía el más mínimo remordimiento.
Ese hijo de puta trató de matar a su Pequeño. Chay levantó la vista para ver a todo el mundo
mirándolo, desconcertado, después de que Remi se marchó.

Keaton miró Chay, los ojos muy abiertos. – ¿Estás seguro de que está bien? – Extendió la
mano y palpó la frente de Chay con el dorso de la mano. – No tienes fiebre. Si tuvieras la
intoxicación con plata, tendrías fiebre, ¿cierto?

- Si estuviera envenenado con plata no se habría curado. – Howard dijo.

Chay sacudió la cabeza. No podía creer que todo el mundo hiciera tanto alboroto por él.
Pequeño era el que pudo haber sido asesinado. – Ni siquiera comiences, Pequeño. – Chay lo
señaló. – Ya estás en problemas.

- ¿Yo? – Chilló Pequeño.

- Sí, tú. ¿Qué diablos estabas pensando al enfrentarte a un loco con una pistola?

Keaton chisporroteó durante varios segundos.

Chay gruñó y empujó a Pequeño hacia la casa, siguiendo a los otros. – Tú pequeño psicótico
de Georgia. – Puso su mano sobre el hombro de Keaton, sentía la necesidad de tocar a su
compañero. – Geez, Pequeño, tú sí que sabes elegirlos.

Keaton se detuvo frente a él, girando. Miró a Chay de arriba y abajo lentamente, con una
pequeña sonrisa serena en su rostro. Se levantó en puntillas y besó la barbilla de Chay, sus brazos
lo rodearon. – Sí, lo hago.

163

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas

Epilogo

Sonriendo como un idiota, Chay se sentó en el sofá viendo a su compañero despedir a su


clase de cachorros de hombre lobo. Pequeño había hecho una vida para sí mismo en Nuevo
México. Para un hombre que se autoproclamó un ser antisocial había llegado a ser absolutamente
social. Aún no podía cocinar nada, pero él se había aficionado a sus juegos de póquer e invitando
a más personas para iniciar. El hombre tenía el toque de su madre para las fiestas.

Chay estaba tan orgulloso de Pequeño que podía estallar. Keaton también había sido
nombrado profesor de la manada. Keaton estaba haciendo un buen trabajo en la enseñanza de
control de Remi que John Carter le había rogado que tomara la posición. Keaton era ahora
responsable de la enseñanza de los lobos pre-púberes a cómo controlarse a sí mismos y la unidad
de la historia, – una especie de, "Cómo ser un hombre lobo 101" – antes de que ellos cambiaran
por primera vez. Enseñaba a sus alumnos hombre lobo en su casa, por lo que Chay ayudaba en
alguna ocasión.

- Bye. Tengan una Navidad agradable. – Pequeño agitó el último de su clase fuera, todos
excepto uno, por lo menos. El sonido del mismo, Remi fue asaltar su refrigerador.

Remi salió de la cocina con refresco y papás fritas en la mano y se sentó en el sofá junto a él.
Su amigo progresaba bastante bien en ocultar sus instintos de hombre lobo, pero Keaton siguió
trabajando con él. Remi se adaptó bien, pero él todavía no tenía idea de que Jake era su pareja.
Jake, afortunadamente, parecía estar tomando las cosas con calma, lo que permitía a Remi
acostumbrarse primero a ser un lobo.

Remi volteó su cabeza hacia arriba en señal de saludo.

Chay asintió con la cabeza.

- ¿Terminaste de pintar los libreros?

- Sip. Parece que lo hice en un buen momento también. – Miró a Pequeño, que acababa de
cerrar la puerta. Chay estaba haciendo el dormitorio adicional en una oficina para Pequeño ahora
que Pequeño renunció a la farsa de que sea su dormitorio.

Keaton se detuvo en medio del suelo de la sala, con los brazos en sus caderas, mirando a
Remi. – ¿Quién dijo que podías comer? No has hecho tu lección.

Remi gemía en torno a un bocado de papas fritas y le dio a Chay una mirada suplicante.

Chay levantó las manos en un: Es-tu-problema-amigo. De ninguna manera quería involucrarse.

164

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Remi y Keaton en realidad se llevaban bastante bien hoy en día, pero eso no impidió que pelearan
el uno con el otro.

Remi tragó sus papas fritas con un poco de soda. – ¿Por qué dejaste ir a todos los demás?

- Ellos lo hicieron durante todo el día. Pero tú no. – Prácticamente se podía escuchar el ―duh‖11
al final de la explicación de Pequeño.
.
Remi rodó los ojos. – No sé por qué tengo que seguir trabajando. Soy más viejo que ellos. –
Reventó una papa en la boca y miró para a Pequeño. – ¿Por qué tengo que venir a clase con un
montón de niños pequeños?

- Porque no hay adultos que necesiten instrucción. Los ataques en Hombre Lobo son muy
raros. – Keaton se acomodó en el regazo de Chay y le besó la barbilla. – Hey. ¿Terminaste la
estantería? – Preguntó Pequeño, casi botando.

Chay sonrió y le besó la nariz. – Sí, lo hice. ¿Quieres verlo?

- Uh-huh. – Sonrió Pequeño.

- Hey. Pensé que tenía más que aprender hoy. – Protestó Remi.

Keaton lo señaló. – No empieces conmigo. Yo voté por dejarte morir. Pero noooo... Chay y
Jake no lo permitieron.

Chay se mordió los labios para no reírse.

La boca de Remi se abrió, y luego se cerró. – Eres un cabrón, Keaton.

Keaton parpadeó. – Es profesor Cabrón para ti. Ahora, ¡Desnúdate!

- ¿Perdón? – Los ojos de Remi se agrandaron.


.
- Desnúdate. Quiero ver lo rápido que puedes cambiar. Si alguien te reta, lo rápido que puedes
cambiar de forma puede hacer la diferencia en la vida o la muerte. Ahora tira. – Keaton se dirigió a
Chay. – Gracias por hacerme una estantería. Será mucho mejor sólo porque tú lo hiciste para mí.
Ahora, si quieres aprendieras a cocinar…

Chay sonrió y jaló a su Pequeño para acurrucarse. – De nada. Y eso va en ambos sentidos, tú
también podrías aprender a cocinar.

Remi seguía murmurando en el fondo, tirando la ropa por todo el lugar. Keaton se inclinó,
sellando los labios de Chay, su lengua tanteó.

Ah sí. Chay abrió, dejando que entrara. Era vagamente consciente de Remi cambiando en un
lobo y de nuevo a humano. Oyó uñas en el suelo de madera, seguido de un gruñido profundo. La
puerta de perro silbó abierta, y luego cerrada. Durante todo el tiempo la lengua de Chay enredada
con la de Pequeño, perezosamente, disfrutando de su compañero.

- ¡Maldita sea, Pita! Regrésame mi ropa interior.

11
No hay una traducción al español que se acerque a la descripción del “DUH”. Es una frase que sirve para
denotar la estupidez de un comentario o una pregunta por lo obvia que es. Algo que en México suele
usarse, es la frase de: ¡Obvioooo!, ¡No me digas! ¡Claro! Todas ellas con un marcado acento irónico.
165

Sin Reservas J.L. Langley


Sin Reservas
Chay y Keaton estallaron en risas, girando las cabezas alrededor.

Remi estaba en medio de la sala, desnudo, mirando a la puerta trasera.


Keaton comenzó a reírse. – Clase se pueden ir.

166

Sin Reservas J.L. Langley

También podría gustarte