El Bandido Artigas de Hugo Chumbita

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El bandido Artigas de Hugo Chumbita

Artigas desertó del sitio de Montevideo en 1814 y fue declarado fuera de la ley por el director
Gervasio Posadas. Se le llamó "bandido" y se ofreció una recompensa por su captura. En 1818,
Pueyrredón publicó un libelo que lo describía como un delincuente y desertor de las filas
españolas. A pesar de los ataques, Artigas no se molestó en desmentirlos y se dice que afirmó
que su gente no sabía leer. También se sabe que él mismo utilizó la propaganda panfletaria.

Condena y revisión

En el "Facundo", Sarmiento describe a Artigas como un caudillo bárbaro, investido como


comandante de campaña para someterlo a la autoridad. Mitre también lo retrata como un
salteador y jefe de bandoleros. López reconoce a los gauchos como un pueblo libre que
introdujo una revolución social en la revolución política de Mayo. Alberdi denuncia la leyenda
creada por el odio de Buenos Aires y reconoce a Artigas como un líder popular en la lucha por
la democracia y la independencia.

Después de las controversias en 1883 sobre la figura de Artigas en Uruguay, la historiografía ha


contribuido a una interpretación más equilibrada de las luchas federales. Se le ha reclamado
como héroe argentino y se ha enfatizado su imagen patricia, negando las leyendas sobre su
pasado bandolero. El tema de las montoneras sigue siendo polémico, y la investigación
académica ha profundizado en el contexto socioeconómico de la época. La publicación del
Archivo Artigas en Montevideo reveló que actuó como contrabandista, justificado por la
irracionalidad de la legislación española y la generalidad del contrabando en la sociedad
colonial.

El problema va más allá de los juicios morales sobre Artigas y la discrepancia entre la ley y las
costumbres criollas. Se plantean interrogantes sobre su etapa de bandolero, su relación con la
clase patricia, su papel en la lucha de clases y su participación en la guerra montonera. Es
necesario examinar su pasado para comprender su papel en la década revolucionaria.

La teoría del bandolerismo

Los estudios sobre el bandolerismo y la resistencia campesina proponen un enfoque alternativo.


Eric J. Hobsbawn describe a los bandidos sociales como protectores de las poblaciones
campesinas, que los apoyaban frente a un poder opresor. La solidaridad con el rebelde, que se
destaca por corregir abusos y robar al rico para ayudar a los pobres, representa una forma
primitiva de protesta en sociedades agrarias precapitalistas. Estos bandidos legendarios, a
menudo contrabandistas o desertores, encarnaban demandas de justicia dentro de la cultura
tradicional. A veces, las autoridades acordaban con ellos o los tomaban a su servicio, y podían
participar en levantamientos rurales o revoluciones como líderes militares, aunque su inserción
en procesos políticos era más complicada.

Anton Blok y otros autores revisaron el modelo de Hobsbawm sobre la solidaridad de clase del
bandido con los campesinos. Observaron que en algunos casos, los bandidos dependían de
aquellos en el poder. También cuestionaron la idea de que el bandolerismo siempre surgiera en
comunidades campesinas tradicionales, ya que también se encontraba en áreas rurales
estratificadas o heterogéneas. Las investigaciones compiladas por Richard W. Slatta sobre el
bandolerismo en América Latina ofrecen una perspectiva interesante y desafían las ideas de
Hobsbawm. Sin embargo, no encuentran al auténtico bandido social, aunque sí a otros similares.
Lamentablemente, Slatta ofrece una visión limitada de la pampa bonaerense en el siglo XIX en
relación a Argentina. En cuanto a las pampas y los llanos venezolanos, Slatta y Miguel Izard
comparan la matriz social de la marginalidad y la insurgencia de los llaneros y gauchos en la
revolución. Slatta postula la categoría de "bandidos guerrilleros" para aquellos marginales que
se beneficiaban de los conflictos y el desorden, más interesados en el botín y el provecho
personal que en la ideología política o el patriotismo.

Entrarían en este rango las montoneras, que Slatta define en términos apenas diferentes que
Sarmiento o López, como “levantamientos populistas” de los gauchos “siguiendo a los caudillos
federales del interior que les prometían el saqueo”. Dejando de lado otras cuestiones
metodológicas y de fondo, nos enfocamos en el caso de Artigas y sus montoneras, relacionando
nuestros dilemas historiográficos con la teoría del bandolerismo.

El joven bandolero

Artigas provenía de una familia ligada al campo, de modesto linaje, que había adquirido cierta
fortuna dentro de la precaria economía rural de aquellos tiempos. El abuelo, José Antonio
Artigas, era un soldado aragonés, iletrado, casado en Buenos Aires con la hermana de un
compañero de armas, que integró en 1724 el contingente enviado a fundar Montevideo, lo cual
le permitió obtener la concesión gratuita de chacras y estancia; El más destacado de sus
vástagos, Martín José, desempeñó funciones similares, dirigió establecimientos de la familia y
participó del gremio de hacendados, aunque fue desplazado de la dirección por el grupo de los
más ricos. Casado con Francisca Pasqual Arnal, otra descendiente de fundadores, el tercero de
sus seis hijos fue José Gervasio, nacido en 1764, según un dudoso registro bautismal donde se
agregó la anotación falsificando la firma del cura. El niño cursó las primeras letras en la escuela
franciscana de Montevideo. Su abuelo materno testó una capellanía para que siguiera la carrera
de sacerdote, pero no recibió más que una instrucción elemental antes de inclinarse por las
tareas rurales, a que se dedicaban sus mayores.

Según Sáinz de Cavia, Artigas tuvo una juventud tumultuosa. Se dice que se alejó de su familia
y se involucró en actividades ilegales en la campaña, liderando grupos de contrabandistas y
cometiendo actos violentos. Esto le dio una reputación negativa en aquellos años.

Vedia refiere que siendo apenas adolecentes, se marchó de su familia para dedicarse al
contrabando y a la venta de ganado en Brasil. Mitre, en su biografía no completada, narra que se
unió a una partida contrabandista a los 18 años y llegó a ejercer un dominio patriarcal en la
región. Se enfrentó a la policía en varias ocasiones, logrando escapar en una de ellas con la
ayuda de sus hombres. Este episodio también fue mencionado en las Memorias del general
Miller.

Otras leyendas describen a Artigas deteniendo a los malvados con "el fuego de su mirada" y
montando "como ninguno", amansando caballos al estilo indio. Se dice que reunió hasta 200
hombres y se alió con contrabandistas. Antiguos testimonios lo asocian con un estanciero
llamado "Chatre" o "Chantre". Documentos confirman sus depredaciones y resistencia a la
justicia. En 1794, una comisión dirigida por el capitán Agustín de la Rosa lo sorprendió
cuereando vacunos en las serranías. Dos detenidos afirmaron que Artigas lideraba una cuadrilla
que atacó un campamento de soldados. Las tropas del Rey evitaban enfrentarse con él según las
leyendas.
Otros documentos revelan que en 1795, el gobernador de Montevideo instruyó interceptar
arreos de animales hacia una estancia fronteriza de Batoví, uno conducido por "Pepe Artigas".
Una partida armada se acercó a él, encabezada por el subteniente Hernández. Tras un
enfrentamiento con charrúas, se sospechaba que los indios colaboraban con Artigas. El
joven Artigas era un bandido perseguido por la justicia por varios delitos, sin embargo, su
motivación no era la pobreza o la ambición de riquezas. Es posible que haya tenido conflictos
con su familia, lo que lo llevó a vivir como un "mozo perdido" entre los gauchos. Este grupo
incluía fugitivos de la justicia, esclavos fugados, desertores y aquellos que rechazaban las
normas de su comunidad. A pesar de las arbitrariedades del sistema legal, Artigas se convirtió
en líder de este grupo durante al menos quince años.

La ley de la frontera

El bandolerismo está relacionado con cambios en la sociedad agraria en áreas periféricas


durante la transición en la región del Plata a fines del siglo XVIII. Montevideo se vuelve
importante por su actividad portuaria y mercantil. Artigas opera en la frontera entre el río
Uruguay y Brasil, donde la autoridad colonial es débil y hay presencia de tribus locales.

Las autoridades intentaban reprimir las vaquerías ilegales y el contrabando con Brasil, que era
impulsado por comerciantes de Rio Grande y estancieros. Esto era una fuente de trabajo y
beneficios para muchas personas, y necesario para abastecer a las poblaciones, especialmente en
el Norte. Otro aspecto importante era la situación de los gauchos y los indios "infieles", grupos
marginales perseguidos por el régimen monopolista colonial. La resistencia indígena y la
rebeldía de los gauchos eran vistas como bandidaje, justificando acciones punitivas. Estas
situaciones son similares al conflicto típico del bandolerismo, donde la ley criminaliza aspectos
culturales y de subsistencia, convirtiendo a grupos sociales en delincuentes.

En el marco de la resistencia a ese proceso, era lógico que se atenuaran las diferencias entre
aborígenes, gauchos y bandidos, lo cual explica las formas de solidaridad entre ellos tanto como
la visión del poder que los engloba en la categoría de bandolerismo. Sin embargo, sería
aventurado reducir los conflictos a un antagonismo de clase entre estancieros y gauchos –como
hace Slatta para el caso de la provincia de Buenos Aires– sin advertir que, especialmente en la
situación periférica de la Banda Oriental y en relación con la administración del monopolio y el
contrabando, existieron otras rivalidades en el seno de los sectores propietarios y también
intereses comunes de algunos de éstos con las poblaciones rurales.

El bandido justiciero

La reputación de Artigas se basó en sus habilidades y virtudes compartidas con los gauchos,
como el juego de naipes, el baile y el canto. Tuvo hijos con Isabel Velázquez y en Las Piedras,
y se relacionó estrechamente con los charrúas. Se sugiere que ayudó a los charrúas en
actividades clandestinas, actuando como un "buen bandido" que corrige abusos y roba para
ayudar a los pobres, ganándose la cooperación de la comunidad.

Las conexiones de Artigas con traficantes y comerciantes podrían haber facilitado sus
actividades de contrabando. Se dice que aplicaba justicia y castigos ejemplares, incluso
actuando como árbitro en disputas locales. Su reputación de rebelde indomable y amigo de los
pobres lo convirtió en un héroe para aquellos que dependían del contrabando y rechazaban la
autoridad colonial. Gauchos, tribus indias, agricultores, criadores y otros grupos compartían este
rechazo y admiraban el estilo de vida libre y valiente personificado por Artigas.
El pacto con el poder

En 1797, el rey perdonó a José Artigas y lo reclutó para formar un Cuerpo de Blandengues en la
provincia oriental. Artigas se acogió al perdón y reclutó a varios gauchos para unirse al servicio.
Se dice que Artigas puso condiciones para su indulto y su admisión en el cuerpo. Su familia
negoció con las autoridades para lograr su perdón.

Sarmiento y Hobsbawn abordan la dinámica de convertir a rebeldes en comandantes de


campaña. Sarmiento destaca cómo el gobierno prefiere confiar en individuos temidos para
mantener el control, mientras que Hobsbawn observa que los Estados débiles a menudo pactan
con poderes locales. Sin embargo, esta conversión puede generar conflictos, como previene
Sarmiento, y el rebelde puede volverse contra su propia gente. Se pregunta cómo Artigas
manejó esta contradicción.

El teniente coronel Curado, un espía portugués en una misión diplomática en el Río de la Plata
en 1799, describió al cuerpo oriental de Blandengues como una tropa compuesta inicialmente
por individuos de dudosa reputación, incluyendo facinerosos, indios y malhechores. Según un
comandante citado en su informe, los asesinatos, robos y deserciones eran frecuentes entre ellos,
lo que aumentaba el trabajo para la tropa veterana.

La escuela del protector

La política virreinal oscilaba entre la posición de los estancieros y militares que clamaban por el
exterminio de "los infieles" y otras opiniones orientadas a mantener la paz. Los conflictos se
agravaron, y en 1798 y 1801 las expediciones comandadas por el capitán Jorge Pacheco
arrasaron a los rebeldes charrúas en la frontera Norte. Artigas no compartía esa política y en
1799 trajo a un indiecito adolescente de las tribus para que fuera criado como cristiano. En
1800, Artigas acompañó a Félix de Azara en una expedición a la frontera para asentar a familias
que venían de España a la Patagonia. Fundaron la población de Batoví, donde Artigas participó
en la asignación de tierras y discutió problemas socioeconómicos de la zona con Azara. Era
necesario poblar, organizar la crianza como alternativa a la ganadería destructiva y regularizar
la propiedad para los pobladores humildes.

Algunos historiadores señalan que las ideas progresistas de Azara no influyeron en Artigas en
cuanto a la distribución de tierras, ya que Azara recomendaba dar preferencias a los más
acomodados. Azara recomendaba dar libertad y posesiones a los indios cristianos, redistribuir
las tierras a favor de los auténticos pobladores y los pobres, regularizar los títulos de dominio,
construir iglesias y escuelas, y legalizar y reglamentar el comercio con Brasil para evitar el
contrabando y asegurar la frontera.

Artigas desempeñó varias comisiones en la frontera, pero luego pidió retirarse debido a
problemas de salud. Aceptó una misión contra los indios rebeldes en 1804, pero tuvo conflictos
con otro oficial. El virrey envió a un teniente coronel para resolver la situación, y Artigas
aprovechó la oportunidad para obtener tierras en Arerunguá en 1805. Artigas intentó retirarse
sin éxito y se casó con su prima para ayudarla económicamente. Su malestar podría deberse a
sus conflictos con la autoridad y su rechazo a las masacres contra los indios. A pesar de
reconocer la necesidad de orden en la campaña, Artigas prefería una política de integración en
lugar de exclusión de gauchos, indios y pobres. En diciembre de 1805, el virrey Sobremonte
reclutó a sesenta y ocho presos para formar un escuadrón de voluntarios en Montevideo.
Algunos fueron indultados a cambio de colaborar en la defensa de la ciudad, pero luego se
revocó la gracia a algunos por la gravedad de sus delitos. Artigas protestó por esta decisión y
ofreció comandarlos durante un año en tareas de vigilancia. Finalmente, se decidió imponerles
diez años de servicio militar, permitiendo a Artigas incorporarlos en su partida.

Después de las Invasiones Inglesas, el gobernador Elío encomendó a Artigas la vigilancia de la


zona al norte del río Negro y le permitió otorgar posesión legítima a ocupantes de terrenos
realengos. Su prestigio creció al imponer autoridad y hacer justicia, pero no fue hasta
septiembre de 1810 que fue ascendido a capitán y enviado a Entre Ríos para reprimir los brotes
juntistas.

El llamado a la revolución

El incidente en Colonia del Sacramento precipitó la deserción de Artigas de las filas realistas,
pero otros antecedentes explican mejor su determinación. La insurrección rural en la Banda
Oriental fue parte de una estrategia del gobierno de Buenos Aires, que incluía atraer a hombres
como Artigas y Rondeau por sus conocimientos en la campaña. Se reclutaban gauchos,
desertores y delincuentes para formar cuerpos avanzados del ejército patriota, con la intención
de deshacerse de ellos una vez consolidado el Estado. La información sobre los personajes de la
campaña se atribuye a la colaboración de Manuel Belgrano, quien había pasado tiempo en su
estancia de Mercedes. Los patriotas contactaron a los capitanes, y Artigas se convirtió en el líder
del levantamiento. En febrero de 1811, Artigas viajó a Buenos Aires para unirse a la Junta y el
primer foco insurgente fue promovido en Mercedes por Benavídez, Pedro Viera y otros
mencionados en el Plan de Operaciones. Artigas reclutó gauchos y derrotó a los españoles en
Las Piedras, pero luego tuvo desacuerdos con el gobierno de Buenos Aires sobre la estrategia de
lucha independentista.

La guerra montonera

La experiencia anterior de Artigas como bandolero y gendarme rural influyó en su liderazgo


durante la guerra montonera. Utilizó la capacidad de lucha de los gauchos y su habilidad con las
armas para formar partidas guerrilleras, imponiendo disciplina con mano dura. Convocó a los
gauchos y a los indios bravos como aliados, permitiéndole controlar la campaña y enfrentar a
los portugueses. A pesar de un tratado de paz, en diciembre de 1811 derrotó a una columna
invasora en Belén. En la guerrilla montonera, Artigas utilizaba astucias baqueanas y bandoleras
junto con técnicas políticas revolucionarias. Durante el sitio de Montevideo en 1812, hostilizó a
Sarratea cortándole los auxilios de Buenos Aires y sustrayéndole caballos y bueyes. Su
liderazgo carismático se basaba en su estilo de vida simple y su conexión con los paisanos. En
1815, estableció un Protectorado con varios gobiernos provinciales, manteniendo su cuartel
general en "La Purificación" en Arerunguá.

Dada la falta de recursos durante las campañas, los gauchos irregulares se dedicaron al
bandolerismo para obtener botín. Hubo protestas contra estas acciones en 1815, lo que llevó al
Protector a exigir mayor control en el comercio de animales y cueros en Montevideo. Los
saqueos comenzaron en 1811 contra los patriotas desafectos al gobierno español y continuaron
durante la invasión portuguesa y las fuerzas de Buenos Aires. El saqueo era común en esa
época, tanto por corsarios como por ejércitos regulares, con numerosos testimonios de rapiñas
en la Banda Oriental y en otras guerras.

Hobsbawn distingue la "forma superior" del robo social, los rebaños, grandes grupos de
ladrones a caballo que en Hungría y los Balcanes formaron centros guerrilleros permanentes,
apoyando a sus comunidades contra la dominación de potencias extranjeras. Algunas bandas de
asaltantes indios y gauchos eran similares en el sentido de que su estatus marginal era fuerte y
conservaban a sus líderes tradicionales. Sin embargo, el caso de los grupos de jinetes criollos
que se reunieron para luchar por la revolución es diferente. Sus acciones adquirieron matices de
lucha social y venganza contra la élite, como lo señalaron Sarmiento y Paz. Pero al estar
organizados y dirigidos por líderes político-militares como Artigas, no se diferenciaban mucho
de las milicias de la época.

Otras figuras de bandoleros

Entre los comandantes de Artigas había gauchos, indios y ex bandidos que desempeñaron roles
destacados, aunque a veces su comportamiento generaba protestas. Andrés Guacurarí Artigas,
un indígena guaraní, fue el brazo armado del caudillo en la zona de Misiones. Los indios
cristianizados constituían un sector marginal de la sociedad criolla. En 1815, las montoneras de
"Andresito" tomaron Candelaria y otras localidades ocupadas por los paraguayos, lo que
provocó la indignación del dictador Francia.

En 1818, Andresito fue enviado por el Protector para sofocar un golpe en Corrientes y restaurar
al gobernador depuesto. A pesar de la intrusión de las tropas aborígenes, su comportamiento no
fue tan bárbaro como se temía. Pedro Campbell, un irlandés que lo acompañó, también fue
clave en la revolución, convirtiéndose en navegante y corsario. Junto a otros aventureros, lideró
la estrategia de guerra fluvial contra porteños, españoles y portugueses. Sus tripulaciones eran
una mezcla de gauchos e indios que atacaban naves rivales, similar a las partidas guerrilleras de
jinetes.

La utopía igualitaria

Artigas se preocupaba constantemente por impartir justicia de manera igualitaria en sus roles de
bandolero, gendarme y revolucionario. Abogaba por mirar por los más desfavorecidos y
rechazaba los privilegios aristocráticos. También defendía los derechos de los pueblos indígenas
y abogaba por la autonomía de los mismos. Adoptó principios liberales y republicanos de la
emancipación, influenciado por las costumbres de las pampas y las tradiciones milenaristas. Su
visión democrática era congruente con el orgullo de los gauchos como hombres libres. Buscaba
fundar el poder político en los derechos de representación de individuos y regiones, todos en
igualdad de condiciones. La política agraria de Artigas se caracterizó por su firmeza y prudencia
al establecer un nuevo orden rural, recuperar la ganadería y distribuir la propiedad de manera
equitativa. Se otorgaban tierras a los más necesitados, como negros libres, zambos, indios y
criollos pobres, mientras se confiscaban las tierras de los europeos y americanos considerados
"malos". Se establecieron medidas para obligar a los hacendados a trabajar las tierras y se
preveía la aprehensión de vagos para enviarlos al servicio militar. Esta política buscaba
regenerar la explotación del campo y garantizar una ocupación regular a los trabajadores
rurales.

La aplicación del Reglamento fue resistida por el Cabildo y afectó una gran extensión territorial.
La independencia generó un alzamiento popular amenazante para los grupos dirigentes.
Pueyrredón permitió la invasión portuguesa en la Banda Oriental para eliminar ese peligro.
Artigas, debilitado, acudió al asilo de Francia, pero su inflexibilidad lo perdió. Tras la muerte de
Artigas en 1840, algunos lo querían como sucesor, a pesar de su avanzada edad. Carlos Antonio
López le brindó una amplia reparación.
En resumen, Artigas fue un bandido en su juventud, pero no un delincuente común, sino un
bandolero social que se solidarizaba con las clases pobres del campo. Se convirtió en un héroe
legendario entre los gauchos e indígenas, manteniendo su liderazgo patriarcal en la campaña.
Durante la revolución, utilizó sus habilidades militares y conocimientos de la vida rural para
liderar la lucha guerrillera y dirigir a su pueblo hacia la fundación del Estado y la integración de
la nueva sociedad emergente.

El movimiento artiguista fue una expresión radical de la revolución, apoyada en la movilización


de las montoneras, que representaban la insumisión de la campaña ante la ciudad en el siglo
XIX. Surgieron de las bandas de gauchos y tenían una dirección política superior al
bandolerismo. Los caudillos gauchos, aunque algunos fueran bandoleros, eran líderes políticos y
militares. Las montoneras fueron formas de rebelión y lucha social, orientadas por sus líderes
hacia la causa federalista. Los alzamientos montoneros son un tema complejo que no se puede
generalizar.

En los estudios recientes sobre la historia latinoamericana, se destaca que las tesis sobre el
bandolerismo reproducen dilemas similares a los de la historiografía rioplatense del siglo XIX.
La visión hobsbawmiana reconoce una racionalidad social en las reacciones violentas de los
sectores populares, mientras que otros las descalifican como pillaje. Este debate también se
refleja en la historiografía de nuestro país, especialmente al tratar el sentido de las guerras
civiles. A pesar de ello, se ha progresado en la interpretación de la participación popular en la
revolución americana, como se ve en el caso de Artigas y las montoneras.

Actividades

1- Identificar los puntos clave sobre la imagen de Artigas que se presenta en el texto
2- Evaluar la credibilidad de Chumbita como autor y la fiabilidad de sus fuentes.
3- - Analizar cómo Chumbita caracteriza a Artigas, incluyendo su liderazgo, sus acciones
y su legado.

4- - ¿Qué aspectos de la figura de Artigas resalta Chumbita en su libro?


5- - ¿En qué medida coincide la imagen de Artigas presentada por Chumbita con otras
interpretaciones históricas?
6- - ¿Qué evidencia utiliza Chumbita para respaldar sus argumentos sobre Artigas?
Desarrollo
1) La imagen que se tenía sobre artigas es q era un bandido, como un caudillo bárbaro,
jefe de bandoleros. Artigas provenía de una familia ligada al campo, de modesto
linaje, que había adquirido cierta fortuna dentro de la precaria economía rural de
aquellos tiempos. Según Sainz de cavia, artigas tuvo una juventud tumultuosa, se
dice que se alejó de su familia y se involucró en actividades ilegales en la campaña,
liderando grupos de contrabandistas y cometiendo actos violentos. Algunas
leyendas describen a Artigas deteniendo a los malvados con “el fuego de su mirada”
y montando “como ninguno”, amansando caballos al estilo indio. La imagen de
artigas se baso en sus habilidades y virtudes compartidas con los gauchos como el
juego de naipes, el baile y el canto. Se lo relacionaba estrechamente con los
charrúas en actividades clandestinas, actuando como un buen bandido que corrige
abusos y roba para ayudar a los pobres, ganándose la cooperación de la comunidad.
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