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MARTIN RIVAS DE ALBERTO BLEST GANA

El realismo fue el estilo dominante en Occidente en la primera mitad del siglo XIX.
Poner al desnudo los males de la vida pública y las contradicciones de la vida privada,
buscando en la raza, el clima, el temperamento o la influencia del medio y la educación
sus causas, fue otro de sus propósitos. Se creía que mediante la creación de tipologías se
podía comprender la realidad del individuo; lo que llevó a la mayoría de los novelistas
al estudio de casos y patologías. El paisaje romántico desapareció para dar importancia
a los ambientes urbanos.

Los realistas latinoamericanos quisieron superar el sentimentalismo y la descripción


de la naturaleza románticas en un intento por entender la «naturaleza humana», más que
el conflicto de clases, que postulaban las ideologías. De allí que la lucha de clases no
fuera vista, ni entendida, en unos mundos donde parecía no existir, o tenía, en definitiva,
otras formas de expresión. Proletariado, burguesía, terratenientes, minifundio son
conceptos que aplicados a nuestros estados de cosas, han confundido más que aclarado,
la comprensión de la historia.

Quizás por ello los novelistas de la segunda mitad del diecinueve eligieron arquetipos
de comportamiento erótico y de ascenso social como hilos argumentales que
reprodujeran y reflejaran el pasado y el presente de sociedades citadinas o provincianas,
unas veces para afirmar su sentido de nacionalidad, y otras para hacer evidente la lucha
entre «la civilización» y la «barbarie».

Aun cuando sus mejores novelas tengan como atractivo hechos históricos, Alberto
Blest Gana (Santiago, 1830-1920) quiso, desde sus primeras obras hacer una suerte de
enciclopedia de caracteres de la sociedad santiaguina, desde los tiempos de las luchas
independentistas hasta finales del siglo. Trabajando a la limón, entre la lectura de las
historias políticas, en especial La historia general de Chile (1884-1866) de Diego
Barros Arana, y la evocación de hechos, gentes, encuentros y separaciones a la manera
de los cronistas de los tiempos coloniales, terminó por hacer, en la totalidad de su obra,
el gran fresco de las gentes de su tiempo. Un mundo sin graves conflictos humanos y
sociales, sin vidas desesperadas, medianamente heroicos, así sean villanos o virtuosos.
Ni locura ni santidad tienen cabida extremas en la vida de esas clases medias y altas
preocupadas apenas por hacer matrimonios que les salven del atroz poder del dinero y
las oligarquías; gentes, en definitiva, que gracias al realismo puede uno encontrar a la
vuelta de la esquina. En las novelas de Blest Gana asistimos a la resurrección de un
museo de historias a través de figuras que hacen gestos y realizan actos que sobreviven
en el presente social.

Con Martín Rivas (1862) dio el paso decisivo hacia un realismo pleno y ambicioso, al
describir los efectos de las costumbres burguesas con mayor eficacia, en frías y
humorísticas escenas, con personajes y lenguajes de época, que animan el ambiente y
trazan un mural amplio y abigarrado de un momento del devenir social.

El fondo histórico de la novela son los acontecimientos políticos de los años 1849-
1850, cuando un grupo de liberales, fascinados por la revolución francesa de 1848,
pretendiendo sustituir la antigua nobleza de la tierra y la sangre por una nueva
aristocracia de negocios y estudio, se opusieron al absorbente poder presidencial de
Manuel Bulnes, bajo cuyo gobierno se había llevado a cabo la expansión territorial
chilena y convertido el país en uno de los principales exportadores de cobre y cereales.
Empresarios de minas, banqueros y negociantes habían emergido del progreso
conservador instaurado por Portales desde la Constitución de 1833, mientras la vieja
aristocracia se resistía a aceptarles y las masas permanecían relegadas al mundo rural.
En 1849 crearon el Club de la Reforma para oponerse a los conservadores y propagar
ideas democráticas. Pronto se convirtió en uno de los primeros grupos en oponerse a la
candidatura de Manuel Montt que era apoyada por Bulnes. Al ser clausurada por este,
sus seis mil miembros, la mayoría artesanos, decidieron derrocar el gobierno con la
ayuda de los militares y el 20 de abril de 1851 se amotinaron en Santiago, siendo
derrotados rápidamente, luego de un ciento de muertos en sus filas.

En la novela graves acontecimientos políticos anuncian la división de la nación en


bandos irreconciliables. Se discute y especula. La clase media rural asedia los
potentados capitalinos sintiendo llegada suya la hora del poder. Martín Rivas parece
simbolizar este nacer de una nueva fuerza social, pero Blest Gana, descartando el tema
directamente político, prefiere dar relieve al conflicto doméstico y sentimental que, a la
postre, se soluciona con la victoria romántica del joven aldeano.

Martín Rivas es un mozo de origen humilde que llega a estudiar a la capital, confiando
en la ayuda que ha de darle Dámaso Encina, rico financista que ha timado a su padre en
el negocio de una mina, base eventual de su gran riqueza. El enérgico e inteligente
Martín, estudiante de leyes enfundado en un terno de paño negro, es burlado por
aquellos que a su vez, él, considera poseedores de falsos valores. El carácter de Martín
ofrece un claro contraste con la mujer de Dámaso, Engracia, cuya principal
preocupación es un perro faldero, y con Agustín, su hijo, frívolo joven impresionado
con el poder del dinero. A medida que la novela avanza, Martín se enamora de Leonor,
la hija de Encina, pero no es capaz de revelar su amor. El mismo sentimiento se apodera
de ella, que por orgullo lo oculta. En este juego de recíproco escondite se da tiempo a
Martín para que resuelva con ingenio no pocas situaciones difíciles en que se
comprometen sus amigos, hasta que resuelve confesar su amor a Leonor, ante la
inminencia del histórico momento del 20 de Abril de 1851.

Las clases sociales llegan a conocerse y respetarse mutuamente a pesar de las


limitaciones, y Leonor, finalmente, ayuda a liberar a Martín de la prisión y sentencia de
muerte causadas por su participación en la rebelión. Se casan, uniendo, provincia y
capital. Otras historias entran y salen de la trama central. Rafael San Luis, amigo de
Martín, ama a Matilde, prima de Leonor, pero seduce a Adelaida, cuya madre esperaba
forzar a Agustín, frecuente visitante de casa, a casar con su hija. Agustín, sin embargo,
es salvado de este fraudulento matrimonio merced a los esfuerzos del eficiente Martín.
Rafael termina participando en La sociedad de la igualdad y es asesinado durante la
revuelta. Edelmira, hermana de Adelaida, enamorada de Martín, al final se sacrifica para
que él pueda escapar a la sentencia de muerte.

Uno de los méritos que han señalado los críticos en la novela, es el contrapunto, entre
el mundo encumbrado de los ricos protectores y la clase media. Pero el verdadero
protagonista de la historia es la sociedad, que el autor ve como una entidad moral
cualitativamente distinta de los individuos que la componen. Los sucesos históricos y
políticos, la lucha entre la provincia y la ciudad, y el poder del dinero en una sociedad
de clase media, son más importantes que las disensiones y complejos asuntos amorosos.
En no pocas ocasiones su tendencia a resaltar las virtudes de la vida campesina, en
contraste con los males de la ciudad, se vuelve enfática.

Hijo de un irlandés y una rica criolla, Best Gana comenzó a escribir muy joven. En
1843 ingresó al Instituto Nacional, pero uno de sus tíos militares logró enviarle con una
beca a continuar estudios de ingeniería en París de donde regresa en 1852. El
entusiasmo por la literatura le indujo a abandonar el ejército. Quería ser el Balzac
chileno. La Universidad revalida sus estudios; enseña en la Escuela Militar geometría,
topografía, aritmética y el gobierno le encomienda colaborar en el trazado de la carta
topográfica de Chile. En 1855 deja de pertenecer al ejército y continua desempeñando
un puesto como oficial civil. En 1864 asume el puesto de Intendente de Colchagua y dos
años después el gobierno le nombra Encargado de Negocios en Washington. No volverá
a publicar novelas hasta 1897. Entre 1866 a 1920 vivió una existencia rica en
apasionantes acontecimientos; fue diplomático en Londres y Paris, testigo de guerras y
revoluciones, defensor de Chile en circunstancias dramáticas que le llevaron a moverse
en el mundo de la banca, el espionaje internacional, los constructores de barcos y
fabricantes de armamentos, etc. En 1887 se jubiló como diplomático luego de 42 años
de servicio. Falleció en París en noviembre de 1920 y su tumba da lustre al Cementerio
del Père-Lachaise.

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