Está en la página 1de 5

TEMA: LOS FIELES LAICOS

– VOCACION Y MISION EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO-

Elegir un tema del Concilio Vaticano II para exponer, era realmente complicado para mí, por el
solo hecho de, por principio de cuentas, no tener el tiempo suficiente para estudiarlo,
comprenderlo, y sobre todo explicarlo! .. Aun considerando, que la “pincelada” que escuchamos
en clase era bastante sustanciosa, pero, atrás de ella, un mundo de información que asimilar!

Escoger cualquier tema era de suma importancia, sin embargo, retumbaba en mi mente uno en
particular, porque me atañe directamente… y algo muy personal, muy mío en verdad, lo
comparto:

El día de mi rito de pertenencia, el 20 de Nov del 2021, después de pensar y pensar los días
anteriores que tema realizar, menciona el Padre Roberto durante la misa, que era un día muy
especial porque precisamente festejábamos el día del laico! Lo cual representó para mí una
respuesta definitiva a mi pregunta: Señor... De que hablo...?

Realmente la función del laico en la Iglesia es muy importante, y si aparte, eres un “Adorador”… no
te quiero decir! La conjugación de ambos implica mayor responsabilidad a un nivel importante en
las funciones que tenemos destinadas a desempeñar.

Esto determinó en mí, un sentimiento de inmensa responsabilidad en esa área, -del trabajo como
laico-, que si bien realizamos normalmente en algún cargo, o función, tenemos que tener la
conciencia plena de para quién estamos trabajando: nada más y nada menos que para nuestro
Señor Jesucristo!

La invitación es, pues, precisamente, asumir esa responsabilidad con todo el entendimiento y el
amor de saber para quien va dirigido nuestro trabajo. No importando si el mundo nos observa,
eso es lo de menos, a ellos, debemos mostrar el testimonio de que estamos siguiendo a Cristo, y
a Cristo, entregarle nuestra vida, nuestro servicio y el fruto de nuestras obras.

Dios nos bendiga a todos!


Como ya sabemos, los laicos somos todos aquéllos fieles cristianos bautizados que no
pertenecemos a un orden sagrado como el sacerdocio o religiosos.

A los laicos nos pertenece como propia vocación buscar el Reino de Dios, tratando y ordenando
–según Dios- los asuntos temporales.

“Viven en el mundo, pero no son del mundo”. Y ahí estamos llamados por Dios a cumplir con
nuestra propia vida guiándonos por el espíritu evangélico, de modo que igual la levadura,
contribuyamos a la santificación del mundo y descubramos a Cristo a los demás, brillando!
Ante todo, con nuestro testimonio de vida, fe, esperanza y caridad.

Cristo es la cabeza, y cada uno de nosotros, somos una extensión de El, y nuestro trabajo en la
tierra es precisamente ése, ser, como tal, una “extensión” en la cual se refleje el servicio y el amor
al prójimo, todo mediante los sacramentos, especialmente por la sagrada eucaristía, ya que ahí es
donde se comunica y se nutre aquél amor hacia Dios y hacia los hombres, que es el alma de todo
apostolado.

Estamos llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y condiciones , donde no
puede ser sal de la tierra, si no es a través de nosotros, los laicos, siendo testigos e instrumentos
vivos de Dios, incluso, llegando hasta los lugares más recónditos donde ni el sacerdote ni el Obispo
pueden llegar…

Aquí es donde se ejerce el papel del laico.

Tenemos que aprender a distinguir entre los derechos y obligaciones que nos corresponden por
nuestra pertenencia a la Iglesia, y los que nos competen como miembros de la sociedad humana y,
sobre todo, saber aceptarlos sabiendo que cualquier otro asunto o actividad temporal debe
guiarse por nuestra conciencia cristiana.

“Nada puede sustraerse al imperio de Dios”.

Todos, en conjunto, y cada quien en lo particular, debemos alimentar al mundo con frutos
espirituales e infundirles aquél espíritu del que están animados aquellos pobres, mansos y
pacíficos, a quienes el Señor, en el evangelio, proclamó Bienaventurados.

En una palabra: “ Lo que es el alma en el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo.”

-Santificarse en el mundo- Todo cuanto hagáis de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre
del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre.

Y esto lo tenemos que llevar a cabo en todos los ámbitos en nuestra vida: la familia, el
matrimonio, el trabajo, los hijos, en la iglesia misma, la sociedad, los amigos, etc… Ser testimonio
vivo de Dios.
Y esto, como lo hacemos..? En la práctica del servicio.

Para entender un poco esto, veamos el siguiente contexto:

Los laicos pertenecen, dice el Christifideles laici, al pueblo de Dios representado en los obreros
de la viña: “El reino de los cielos es semejante a un propietario, que salió a primera hora de la
mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros por un denario al
dia, los envió a su viña “

Los laicos, es decir, los obreros de la viña, son todos los hombres y mujeres del mundo llamados
por Dios para trabajar para El.

La viña es el mundo entero que debe ser transformado.

“Id también vosotros” La viña no se refiere solo a los pastores, sacerdotes o religiosos, sino que es
un llamado universal, pues Dios desea la salvación de todos sus hijos.

“Fijaos en vuestro modo de vivir queridísimos hermanos y comprobad si ya sois obreros del Señor.
Examine cada uno lo que hace y considere si trabaja en la viña del Señor.

Dice la parábola: “ Todavía salió a eso de las 5 de la tarde, vio que otros estaban allí, y les dijo:
porque estáis aquí todo el día parados? - Es que nadie nos ha contratado- y él les dijo: “Id
también vosotros a mi viña”

Y es que no hay lugar para el ocio! Tanto es el trabajo del Señor que a todos espera en la viña.
Por tanto debemos subir nuestras mangas y poner manos a la obra..

Cabe recalcar algo muy importante en este texto, y es que no sólo somos los trabajadores de la
viña… somos como decía al principio de éste ensayo, una extensión de Cristo mismo! Somos
también parte de la viña: “Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos”

Cristo es la verdadera vid que comunica vida y fecundidad a los sarmientos, que somos nosotros, y
que permanecemos en El por medio de la Iglesia, y sin El, nada podemos hacer.

Asi pues, como dice San Agustín: Alegrémonos y demos gracias: Hemos sido hechos no
solamente cristianos, hemos sido hechos Cristo!

Donde podemos servir.. ?

Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia, y donde no haya ministros, las labores son muchas, y
pueden ayudar a suplir en las diferentes funciones: Ejercitar el ministerio de la palabra, presidir
oraciones litúrgicas, dar la sagrada comunión, lectorado y acolitado, trabajar con los más
necesitados, misioneros por el mundo o en las mismas comunidades , practicar la caridad,
trabajar con los dones y carismas que nuestro mismo Señor nos regala para el mejor desempeño
de cada actividad.
Los fieles laicos debemos estar cada vez más convencidos del particular significado que asume
nuestro compromiso apostólico en la parroquia y trabajar en unión con nuestros sacerdotes, sobre
todo a exponer las problemática propias y las del mundo y analizar los temas que se refieren a la
salvación de los hombres, para que sean examinados con la colaboración de todos. Por otro lado,
desde que Dios nos hace el llamado, la invitación no es solamente a trabajar, que ya de por si, es
una misión importante, sin embargo, otro aspecto fundamental de la vida y la misión de los laicos,
es la constante formación integral y permanente que determinará el resultado de los frutos
esperados por Dios.

El llamado es a crecer, a madurar continuamente, a dar siempre más fruto.

Por lo tanto, la formación de los fieles laicos se ha de colocar entre las prioridades de las diócesis
y se ha de incluir en los programas de pastoral, de modo que todos los esfuerzos de la comunidad
es decir, sacerdotes, laicos y religiosos, tiendan al mismo fin.

Debemos tener por entendido que no solo se trata de hacer lo que Dios quiere de nosotros, es
necesario hacer lo que Dios quiere.

Tal y cual nos lo recuerdan las palabras de María en las bodas de Canná: “Haced lo que El os
diga” Y para actuar con fidelidad y sin error a la voluntad de Dios, hay que ser capaz y hacerse
cada vez más capaz

Conclusión: permítanme concluir con unas palabras de San Pablo:

Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de
doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error, sino que hablando
la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquél que es la cabeza, es decir, Cristo, de
quien todo el cuerpo estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen,
de acuerdo al funcionamiento de cada miembro, produce el crecimiento para su propia
edificación en amor.

El Beato Papa Juan XXIII en la solemnidad del Pentecostés de 1960, dijo que éstas palabras
“misteriosas” de San Pablo merecían figurar en la entrada del Concilio Ecuménico. Estas sus
palabras: “Verdad y Caridad. Cristo en la cumbre y cabeza del cuerpo místico que su Iglesia,
cuerpo compacto y conexo por todos sus ligamentos, cada uno en su lugar, todo para edificación y
crecimiento de caridad fraterna, de santa y bendita paz”

Que el Señor nos conceda a todos nosotros comprender cada vez más el misterio de la Iglesia y
contribuir como laicos, cada uno según sus dones y carismas recibidos por el Espíritu para que el
mundo crea en el amor de Dios, y creyendo en El, encuentre verdadera vida.

Y yo pregunto: hablando de ser miembros del cuerpo de Cristo, que parte desean ser?

También podría gustarte