Está en la página 1de 34

TONO, POSTURA,

VERTICALIZACIÓN Y
Par Benoit LESAGE
TONO, POSTURA, VERTICALIZACIÓN Y
ESTRUCTURACIÓN DEL SUJETO

Par Benoit LESAGE


En concordancia con la propuesta de Suzanne Robert-Ouvray, en primer lugar me
referiré nuevamente al concepto de tono. Pienso que este concepto es muy
importante, dado que el sistema muscular está dotado de una capacidad
fundamental de tensión/relajación que subyace a toda manifestación de vida, de
presencia en el mundo. En el caso de cualquier célula viva, cualquier órgano o
cualquier individuo, existe un límite definido que organiza los pasajes hacia
adentro/afuera. Esta necesidad biológica se manifiesta también en un nivel físico,
y en este aspecto pueden referirse, entre otras publicaciones, a las
comunicaciones de Geneviève Haas o Didier Anzieu sobre las envolturas y el
proceso de reunificación. A partir del momento en que existe el límite, este límite
contiene y retiene, lo que genera una polarización tensional; es decir, el
nacimiento de un tono. El tono podría concebirse como la presión que ejerzo sobre
el exterior; una forma de asumirme como yo presente. Mediante este tono que
establezco y que se sirve de medio fundamental de comunicación adquiero una
conciencia de mí mismo.
El tono muscular (me refiero a los músculos estriados) se establece mediante una
corrección refleja en una relación armónica con el tono visceral y los procesos
metabólicos que lo sustentan, especialmente la motilidad vascular. El tono
muscular está sujeto al control de una estructura neurológica presente en la
médula espinal y sobre todo el tronco cerebral (y en consecuencia muy arcaica
desde una perspectiva filogenética) denominada formación reticular. Esta
estructura también representa el sitio principal de regulación de la vigilancia. Por lo
tanto, el nivel tónico también consiste en un “preparado para...” que remite al
sentido de sí mismo y define una forma de ver, oír, sentir y tocar, un lugar que es
el sí mismo y desde el cual se puede identificar lo que es oportuno, amenazante,
tranquilizador... La modulación tónica es el mecanismo subyacente de numerosas

1
fluctuaciones del estado de vigilancia que cuando encierran al sujeto en una
mono-tonía pueden caracterizar estados patológicos, tales como la hipervigilancia
que se convierte en ansiedad y excitación o la hipovigilancia secundaria a
alteraciones del sentido del sí mismo, como ocurre en ciertas depresiones. Entre
estos extremos se encuentra el espectro de fluctuaciones cotidianas y de matices
personales.
Sobre el tono basal se construye un tono postural que corresponde a una
distribución preferencial del tono en ciertos grupos musculares. La postura, la cual
según la expresión de Wallon sostiene el gesto en potencia, representa un estado
de vigilancia en relación con ciertos aspectos específicos del medio ambiente y
particularmente con factores espaciales (atrás, adelante, de frente...). Cada uno a
su manera, Schilder, Hecaen y Ajurriaguera se refieren al hábito postural; es decir,
los esquemas tónicos preferenciales que caracterizan un individuo.
En lo que respecta la organización locomotora, en la actualidad se considera un
enfoque clásico hablar de las cadenas de tensión miofascial, las cuales no solo
comprenden los músculos sino también las membranas que los recubren y los
conectan entre sí y se consideran un componente esencial de la coordinación. G.
Struyf describe tipologías que traducen el equilibrio tónico construido por cada
individuo y que ella relaciona con una biomecánica específica y a lo que ella
denomina tendencias psicoconductuales (psicocomportamentales). Las tipologías
que G. Struyf describe muy precisamente desde una perspectiva anatómica
representan según la autora, el compromiso que cada uno negocia con la fuerza
de gravedad y que determina una cierta forma de plantar el cuerpo y, en
consecuencia, de organizar el gesto.1 Esta memoria de nuestra verticalización nos
remite a los conceptos de Suzanne Robert-Ouvray.
Es importante recordar que el neonato presenta una hipotonía axial y una
hipertonía periférica que predomina en los músculos flexores. En una fase inicial,
la columna vertebral del neonato constituye una cifosis masiva. Esta fase
corresponde a la época del enrollamiento o la simbiosis, en la cual predominan los
intercambios sensoriales localizados en el tacto, la cinestesia y el olfato. En el

2
curso de algunos meses el bebé atraviesa los planos tónicos y construye una
estenicidad central al mismo tiempo que relaja la periferia. El niño separa los
hombros y las caderas y accede a la verticalidad a lo largo de un proceso que
transforma su relación y determina su definición en tanto que sujeto.
Me gustaría insistir sobre el proceso de verticalización, dado que es un estadio
fundador del sujeto en el cual se construye un eje. G. Haag insiste sobre la
carencia de axialidad que observó en numerosos autistas, quienes conservan un
cuerpo fragmentado y no ensamblado. Tomando como punto de partida su
experiencia clínica y datos mencionados por G. Struyf, Marie De Fran describe la
verticalización, como la generación sucesiva de funciones psicomotrices
sustentadas por las cadenas musculares. Lo que nos importa aquí es la vivencia
que una estructura sustenta; es decir, nosotros abordamos los datos anatómicos y
biomecánicos desde una perspectiva fenomenológica.

ENROLLAMIENTO Y EXTENSIÓN
La importancia del esquema de enrollamiento en el diálogo entre la postura y la
motricidad fue destacada por numerosos autores. Piret y Beziers resaltan la
importancia de este factor y Suzanne Robert-Ouvray insiste sobre el ensamblaje
de sí mismo resultante. Para G. Struyf, en el proceso de desarrollo, la estructura
que sustenta el enrollamiento reviste una importancia fundamental, garantiza la
relación sensorial y la disponibilidad tónica y precede a las exploraciones futuras.
Cuando una madre acuna al niño en sus brazos, ambos individuos adquieren
espontáneamente una posición de enrollamiento. El bebé que rechaza la relación
se arquea del mismo modo que debe arquearse para franquear el estrecho inferior
de la pelvis materna en la fase final del parto, en el momento de la separación. La
disponibilidad tónica y sensorial está relacionada con la relajación y el peso
asumido. El bebé se abre a la relación y prepara exploraciones motrices futuras
desde un lugar seguro.
En efecto, al colocar su centro de gravedad en la pelvis materna y al jugar con su
peso, las caídas y las torpezas no le causarán daño, dado que el niño sabe caer
flexionando las rodillas para apoyarse con las nalgas.

3
Inversamente, los niños que experimentan una inducción demasiado temprana en
los esquemas de extensión no saben caer, se hacen daño y se crispan aún más,
salvo que aprendan a censurar el dolor mediante la hipertonía y se conviertan en
niños topadoras; pierdan sensibilidad, tanto del dolor como de sus propios cuerpos
y pierdan la capacidad de introyectar la relación en sus vivencias corporales
(sobre todo propioceptivas).

Cuando la inducción es demasiado temprana, el esquema de extensión afecta la


calidad relacional y emocional y el correcto desarrollo psicomotor. La
psicomotricista Laurence Vaivre-Douret describe un estudio de bebés que dormían
habitualmente en decúbito ventral y presentaron el esquema de extensión en un
estadio demasiado temprano.2 Las consecuencias tónicoposturales se
corresponden exactamente con la hipertonía de la cadena posteromediana
descrita por G.- Struyf: acortamiento de los músculos posteriores, sobre todo los
músculos de la nuca, que podría interpretarse erróneamente como un control
precoz de la cabeza pero que en realidad interfiere con él y reemplaza el
verdadero control armónico y funcional por un soporte rígido que recuerda un
blindaje. En este contexto, M. De Fran observa que la cintura escapular se
encuentra bloqueada y extendida hacia atrás (postura en “candelabro”) e impide
que el niño pueda llevar la mano hacia la boca. 3 La triangulación ojo-mano-boca,
cuya importancia ha sido señalada, entre otros, por S. Robert Ouvray, está
ausente, y el bebé abandona esta modalidad de introyección y exploración para
refugiarse en lo visual. En estos casos el niño intenta alcanzar objetos que se
encuentran fuera de su cinesfera y se abalanza hacia ellos en una búsqueda
incoordinada pero sumamente voluntarista. Estos niños intentan reptar mucho
antes de que los hombros o las caderas se hayan separado. El bloqueo escapular
también impide que el niño pueda girar el cuerpo para darse vuelta. En
consecuencia, los esquemas motores que están ausentes y cuya importancia fue
resaltada por G. Haag son dos: el acto de rodar sobre sí mismo, que define un
primer eje, y los gestos de autorreunificación mediante los cuales el niño lleva las
2
3

4
manos hacia la línea media.4 Por otra parte, Bullinger demostró hasta qué punto el
dominio de la reunificación de las manos en el plano medio, en concierto con la
coordinación de la mirada, representa un estadio crucial en la construcción del eje
y la unificación de los dos hemiespacios (derecho e izquierdo).5 Estos niños llevan
a cabo la construcción psicomotriz en el contexto de una motricidad desordenada;
es decir, incoherente y sin reunificación, en un estado de hipertonicidad que
“saltea” la sensorialidad. Los objetos aferrados no son manipulados y percibidos
(ni en forma táctil o cinestésica ni mediante el acto de llevarlos hacia la boca),
dado que, por un lado, el niño privilegia lo visual y, por otro lado, las tensiones
escapulares limitan los movimientos de pronosupinacion que permiten la
exploración fina. En general, estos niños se limitan a sacudir el objeto para luego
arrojarlo y dedicarse rápidamente y en forma igualmente desordenada a la
conquista de otros objetos. L. Vaivre observó que estos niños padecen una
hiperexcitabilidad emocional y resaltó sobre todo las dificultades que experimentan
los padres para calmarlos y consolarlos. L. Vaivre propone encarar esta situación
haciendo hincapié en una relación envolvente y sensorial basada en el contacto
sensorial acompañado de masajes, lo que implica la necesidad de un aprendizaje
por parte de la madre, quien debe recurrir a gestos de holding que contengan y
tranquilicen al niño. Por último, cabe señalar que estos niños tienden a adoptar la
postura vertical en una fase muy temprana y comienzan a caminar antes de los 9
meses, lo que en general enorgullece a sus familiares y estos a su vez estimulan
la curiosidad y la excitación del niño, lo que refuerza su tendencia a la ex-
centricidad. Antes de adoptar la postura vertical, el niño debe actualizar esquemas
motores (coordinaciones homólogas, homolaterales y contralaterales, manejo del
peso y los movimientos de rechazo...).6 Estos esquemas se manifiestan y se
experimentan sobre todo en los movimientos de rodar por el suelo, reptar, gatear y
todas las exploraciones motrices en las que el bebé juega con su peso y su masa
y que le permiten encontrar el equilibrio vertical que preserva su disponibilidad
tónica y, en consecuencia, motriz. No es sorprendente que L. Vaivre señale la
presencia de anomalías ortopédicas en estos niños, tales como la tendencia al
4
5

5
valgo y la abducción y la rotación externa de los miembros inferiores que se
superponen a una deficiencia de la modulación tónica.
Mi objetivo por cierto no consiste en rechazar los esquemas de extensión que
sustentan una función crucial de separación, de enfrentamiento y de dominio y
que, por lo tanto, son más “paternales.” Estos esquemas forman parte de nuestro
repertorio específico, pero deben desarrollarse a su debido tiempo. En las frases
identificatorias,7 la extensión sustentada por la cadena posteromediana no debe
fijar una posición que rápidamente se convertirá en ansiógena si el niño no tiene
la posibilidad de regresar a las otras posiciones.
En consecuencia, el enrollamiento aparece como el esquema dominante desde los
primeros meses que prolonga la postura fetal, ligada al peso, a la relación con el
suelo y a la madre y a la sensorialidad y la disponibilidad tónica que permite un
diálogo provechoso. Desde una perspectiva biomecánica, el enrollamiento está
sustentado por la cadena anteromediana, la cual permite que el niño aferrar el pie
hacia el sexto mes, un estadio crucial en el proceso de autorreunificación: el bebé
finalmente llegó al extremo de sí mismo. Al aferrar su pie, el niño accede al goce
de globalidad estructurada en asa cerrada. Por lo tanto, la estructura
anteromediana está ligada a la definición de un adentro-afuera al unir dos
extremidades y también está íntimamente ligada al llenado y a lo digestivo. En
efecto, esta cadena comprende los músculos de la succión, los músculos de la
deglución y el perineo. El trabajo físico de los límites y las envolturas, el cual ya
está corporalmente sustentado en la piel y sus funciones, 8 se refleja en el nivel
postural y motor y comprende una espacialización del cuerpo. La estructura del
enrollamiento sustenta entonces una vivencia narcisista anclada en la relación
íntima y sensorial que establece los cimientos de una motricidad acompañada de
una sensación de seguridad.
EL JUEGO DEL PESO Y LOS ESPIRALES

Sobre la base del anclaje del cuerpo en la relación consigo mismo y con la madre,
el niño comienza a desarrollar la segunda estructura, dominada por los esquemas
del rechazo y el movimiento en espiral. El suelo, pero también la madre de

6
sustento envolvente, se convierte en el pedestal sobre el cual puede nacer una
verticalidad, la respuesta al suelo y la fuerza de gravedad (gravidez de la tierra
madre) en lugar de la lucha encarnizada que niega el peso en la hipertonía y se
yergue hacia arriba, como sucede cuando predomina el esquema de extensión. La
verticalización no se define de golpe mediante un enderezamiento masivo y
unidireccional sino mediante un proceso tridimensional del cual participan
desequilibrios y recuperaciones del equilibrio. L. Vaivre observa que los giros
sobre sí mismo y el pasar a la posición sentada en un movimiento helicoidal son
precisamente los movimientos que están ausentes cuando predomina la hipertonía
posterior. El movimiento espiralado y los movimientos de rechazo son
característicos de una estructura designada por G. Struyf como mediana y, más
precisamente, anteroposterior, dado que zigzaguea entre los planos anterior y
posterior y confiere dinamismo a la columna vertebral. En efecto, esta estructura
es la que durante el enderezamiento determina la aparición de las “anticurvaturas”
representadas por las lordosis cervical y lumbar, Contrariamente a lo que sucede
con las estructuras anteromediana y posteromediana, en estas zonas no existen
músculos potentes sino más bien “centinelas” del eje y músculos que coordinan
los esquemas de abertura (rotación externa/abducción y rotación
interna/aducción).9 Para G. Struyf, si la estructura anterior está ligada a lo
maternal con sus envolturas y su sensorialidad, y si la estructura posterior remite
al padre en sus funciones separadoras, la estructura mediana, la cual media entre
ambos, “representa” el niño que organiza el paso de una a otra en una cadencia
compuesta por ritmo y movimientos espiralados.
Podemos formular el problema de otra forma avanzando la hipótesis que postula
que la estructura anteromediana permite introyectar la madre y definir un
continente de los propios límites; la estructura posterior sustenta una vivencia de
separación que proyecta al niño hacia una función relacionada con el padre (en el
sentido lacaniano); en cuanto a la estructura mediana, concilia los contrarios,
armoniza cifosis y lordosis y permite el juego explorador de torsiones y espirales.
Para G. Struyf, de este juego en el cual las aperturas se coordinan con la acción
de dirigirse hacia los cierres y regresar a sí mismo (lo que también sustenta una

7
relación con el objeto), nace otra estructura mediana, más posterior, que define la
extensión axial verdadera.10 Esta estructura garantiza una verticalidad disponible y
óptima que los fundadores de las técnicas llamadas de conciencia del cuerpo
(eutonía, Feldenkrais, M. Alexander, Ehrenfried...) tratan de despertar en forma
explícita. Mediante la extensión axial verdadera el sujeto se manifiesta en su eje.
Bullinger y G. Haag, mencionados antes, correlacionan la axialidad y la
subjetividad, y también podemos remitirnos a enfoques espirituales, tales como la
práctica del zen, la meditación o el yoga, en los que el despertar se busca
mediante una postura en extensión axial verdadera en la que la respiración se
libera libre a través de una activación de esta estructura.
Los esquemas de extensión encuentran luego su lugar preciso y conducen al
individuo constituido, autónomo y vigilante hacia los campos de la acción y el
dominio que lo alejan transitoriamente de su centro. Esta secuencia de creación
de estructuras psicomotrices constituye lo que G. Struyf denomina el esquema de
la ola, y M. De Fran agrega que el desarrollo armónico constituye una serie de
mini-olas.
EL DIÁLOGO TÓNICO Y POSTUROMOTOR

El diálogo se establece a partir de estos parámetros diversos. En primer lugar el


diálogo tónico; es decir, el ajuste del tono basal ligado, vale la pena repetirlo, a la
vigilancia. a calidad del diálogo tónico puede ser afectada por fijaciones que
restringen el registro y la disponibilidad. Un tono demasiado elevado crea una
barrera, un blindaje que interfiere con la sensorialidad y la adaptación postural con
respecto a los otros. Por otra parte, un tono demasiado bajo, suprime la posibilidad
de filtrar, transforma al sujeto en una especie de cera blanda que “deglute” toda
acción externa pero no reacciona necesariamente a ella. Por lo tanto, en lo que
respecta el encuentro con otros, las emociones y las imágenes que actúan sobre
el sujeto, el tono es un mediador que actualiza la respuesta. El tono es un órgano
sensorial que a la vez es receptor, metabolizador y efector de una acción, la cual
en este caso es necesariamente una interacción.

8
El diálogo tónico sustenta el diálogo postural y motor. Mediante las modificaciones
de la consistencia del cuerpo optimizo mi disponibilidad a ciertos atributos del
prójimo. En el enrollamiento yo puedo ser receptivo al envolvimiento, al
intercambio sensorial que caracteriza una relación íntima, o fusional. En el arqueo
del cuerpo, el cual tiene lugar sobre todo en el plano sagital, induzco y soy
receptivo a atributos mucho más duros, lo que se reflejará en gestos más secos y
entrecortados. A la paraexcitación tónica se agrega entonces un modo de defensa
en el que prevalece el dominio y la acción, o el enfrentamiento. Escindido de mi
sensación me concentro en el “fuera de mí.” En cuanto a la estructura mediana,
esta estructura sustenta una actitud sumamente móvil, un juego mediador que
construye la estenicidad centra y da origen al eje.
Desde esta perspectiva psicomotriz, el tono y las formas tónicas que representan
las tipologías, las cuales remiten a la actualización más o menos impuesta de las
familias musculares funcionales, aparecen como mediadores del apuntalamiento
psíquico. Los “errores durante el camino” inevitablemente serán resaltados y
leídos en los niveles mecánico (ortopédico, postural, gestual), relacional,
emocional e imaginario. Es mediante esta interresonancia de niveles de
organización que los “trabajadores del cuerpo,” ya sea bailarines, osteópatas,
deportistas, etc., pueden dialogar con ustedes, los psicomotricistas, y obtener a la
vez placer y materia de reflexión.
SÍNTESIS: ¿QUÉ CUERPO?

En lo que a mí respecta voy a retomar ciertos elementos que fueron comentados a


lo largo de estos encuentros a propósito del cuerpo. Varios participantes intentaron
describir con precisión las bases del acto terapéutico en psicomotricidad en
relación con las del acto terapéutico en el psicoanálisis. Si bien es indudable que
la teoría psicoanalítica representa un cimiento importante, ya se señaló
repetidamente que la herramienta utilizada es diferente. Cabe mencionar
particularmente esta implicación generosa del psicomotricista que se reencuentra
con los “pacientes” en sesiones y comparte una experiencia con la noción
fundamental de que no se trata de restaurar una vivencia que en realidad nunca

9
existió sino de suscitar una experiencia creadora. Al decir creadora me refiero para
ambas partes, dado que el sujeto es emergente y allí se manifiesta. Todo esto es
posible por la participación del cuerpo mediador, una implicación motriz y carnal
portadora del juego, la palabra y, evidentemente, el sentido.
Existen dudas acerca de este cuerpo que entra en juego. En una de sus primeras
intervenciones J. M. Gauthier afirmaba repetidamente que “era necesario pensar
el cuerpo”... Yo agregaría que es cierto, hay que pensar el cuerpo, pero también (y
tal vez sobre todo) hay que sentirlo, domesticarlo, hacerlo trabajar, hacer que el
sujeto trabaje con el cuerpo, al igual que el niño nace del trabajo de parto.
Suzanne Robert-Ouvray nos recuerda que esta implicación corporal del
psicomotricista que despliega el “cuerpo intermediario” (véase Moyano) está
anclada en lo biológico y que es necesario pensar un proceso de apuntalamiento
que ella concibe en forma más amplia que el apuntalamiento pulsional freudiano.
Existen por lo tanto fundamentos fisiológicos funcionales. La materia y las
estructuras del cuerpo, las cuales ya son la imagen del cuerpo en la medida que la
estructura, entre otros factores, es un investimiento imaginario portador de deseo
(véase JA 96), nos invitan a pensar también en los aspectos técnicos del acto
terapéutico (en este contexto, técnico se utiliza en el sentido heideggeriano de lo
que lleva a la existencia, a la manifestación). Uno de estos aspectos técnicos es el
diálogo corporal, sobre todo el tónico, el cual puede nutrir esta identificación
primaria, o el arcaico del que habla Berger.
¿Qué modelo del cuerpo emergería de todas estas consideraciones? Este
interrogante es una pregunta epistemológica de fundamental importancia que
merece nuestra atención, dado que nosotros debemos clarificar los presupuestos
teóricos de nuestra práctica. En este contexto, modelo significa “una
representación simplificada y simplificadora de una realidad” y es un concepto que
posee un valor operativo.
El modelo del cuerpo que nos preocupó durante todos estos encuentros no reduce
el cuerpo a lo biológico ni a lo funcional sino que lo asume y lo integra plenamente
sin desvalorizarlo ni reprimirlo. Este modelo coloca al cuerpo en el papel de
palabra emergente y no solamente de lo no dicho. Por lo tanto, no se trata

10
únicamente del cuerpo como signo de lo físico que actúa como pantalla; es decir,
sirve como superficie que proyecta o, más grave aún, oculta, sino del cuerpo que
engendra sentido, sobre todo mediante el gesto. Recordemos el triple sentido de
este vocablo: significa motor, pero también gestación y por último gesta, epopeya,
lo dicho. Comparando la sesión de psicomotricidad con una canción de gesta, nos
reencontramos con la metáfora del trovador evocada el jueves. Este cuerpo
portador y mediador de investimientos imaginarios y cargados de deseo del sujeto,
en lugar de cuerpo-pantalla, (“corps-écran”) también es un cuerpo-escrito (“corps-
écrit”) en su estructura y por lo tanto nos hace vivirlo como cuerpo-estuche
(“corps-écrin”)

NOTAS AL PIE DE PÁGINA:

*
(p. 138): Benoît Lesage, doctor en letras y ciencias humanas, doctor en medicina,
danzoterapeuta.
Maestro de conferencias en la Universidad de Reims.
1
(p. 139): Struyf.Denys, G.: L'organisation fonctionelle des muscles en chaînes et
leur incidence psychomotrice. Kinésithérapy (trabajos de la SSBK), 1980, pp. 7,
34, 18-26.
Striuyf, G.: Considératons sur le geste source, Inforchaînes Nº 3, 1997.
2
(p. 140): Vaivre-Dourt, L. (1994): Influence de l'experience posturale chez le
nourrisson (décubitus ventral) sur l'organisation et le developpement de la
motricité. Journal de Pédiatrie et de puériculture 1, 1994, pp. 34-43.
3
(p. 140): De Fran, M. (1996): Tonus, postures et mouvement dans le processus
de construction du bébé. IN Actes du colloques “Comment le bébé se construit-il?”
CAMSP/CHU, Angers, pp. 9-12.
4
(p. 140): Haag, G.: La mère et le bébé dans les deux moitiés du corps;
Neuropsychiatrie de l'enfance, 1985, pp. 33, 2-13, 107-114.
5
(p. 140): Bullinger, A. (1991): Vusion, posture et mouvement chez le bébé,
approche développementale et clinique.IN Jouen, F. y Henocq, A.: Le nouveau-né,
aris, PUF, pp. 47-61.

11
6
(p. 141): Bainbridge-Cohen, B.: Sensing, feeling, and acting, Northampton, USA.
Contact Editions, 1993.
7
(p. 141): Lesage, B. (1997): L'instauration des structures, étapes d'un parcours
psychocorporel. Les Lieux du Corps, Nº5, 97-122.
8
(p. 141): Lesage, B. (1995): Eatayage et structure corporelle: corps à corps et
corps-accord. Thérapie Psychomotrice et recherche Nº 104, 1995, pp. 20-31.
9
(p. 142): Acerca de la biomecáqnica de las cadenas. Véase Champignon, P.
(1996): Respir-actions, difusión por ICTGDS, Bruselas, Bélgica.
10
(p. 142): La cadena PA (posteroanterior).

FASCÍCULO Nº 2:

APUNTALAMIENTO Y ESTRUCTURA CORPORAL: CUERPO A CUERPO Y


CUERPO-ACUERDO

Par Benoit LESAGE

Si alimentamos un diálogo corporal con las personas que tienen dificultades y a


quienes deseamos brindar apoyo, sobre todo si son niños, es sin duda porque la
compleja relación psicosomática es para nosotros una realidad que funciona en
dos direcciones. El cuerpo no se limita a ser un signo de lo físico, aunque la clínica
nos demuestre que es posible considerarlo así, sino que este fenómeno refleja un
proceso secundario (no primario), como en el caso de la histeria. 1
Por arriba del superinvestimiento imaginario que puede dar lugar al síntoma
jeroglífico, el dar-a-leer, se impone otro modelo en el cual el cuerpo funciona como

12
matriz dinámica. El cuerpo informa la psiquis y la presenta. En efecto, si el cuerpo
está en cierta medida sujeto al mandato de la psiquis, esta última se nos aparece
desde una perspectiva filogenética como una propiedad emergente de lo viviente y
hecha posible por su estructura. Aquí nos encontramos frente a lo que podría
calificarse como cuerpo-estuche, un modelo que tiende a la comprensión
fenomenológica de la vía psicosomática. También es necesario tener presente el
texto corporal propiamente dicho; es decir, la inscripción estructural de sus
componentes y su dinámica funcional que se expresa, sobre todo, en sus ritmos
musculares y orgánicos. A este cuerpo-inscripción pertenecen las formas
temporoespaciales del movimiento, pero también de la respiración, la digestión, la
circulación de los humores, las corrientes nerviosas y hormonales, etc. 2
Interrogamos a la anatomofisiología en la medida que ella sostiene las
experiencias estructurantes que nutren la psiquis en el sentido más amplio del
término. Esta relación ha sido señalada por diversos autores. Reich, Wallon y
Ajurriaguerra, entre otros, mostraron como lo afectivo y lo emocional se actualizan
en el juego muscular. Sami-Ali insiste en destacar el papel de matriz proyectiva del
cuerpo que sustenta el imaginario, y Piaget describió la forma en la que las
operaciones cognitivas emergen progresivamente de una inteligencia
sensitivomotora anclada en las formas dinámicas del cuerpo... Este fenómeno se
refleja en la abundancia de vocablos que expresan el proceso del pensamiento en
términos de trayectos temporoespaciales (reflexionar; pensar, vocablo derivado de
la palabra latina pesare, un pensamiento que nace, camina, se apoya, profundiza,
entra en colisión...) y en la descripción del aparato psíquico en términos
temporoespaciales (sobre todo en los tópicos freudianos). Estas formas corporales
también estructuran la relación. La mirada de los otros se posa sobre un cuerpo
que posee una forma y ritmos determinados que sustentan su deseo y le sirven de
puntos de reparo. Este concepto es válido sobre todo en el caso de la articulación
entre los ritmos orgánicos propios del bebé y los ritmos externos, tanto sociales
como maternos. Sabemos también que más allá de la comunicación simbólica
tiene lugar un intercambio constante de tipo identificatorio en el cual lo cinestésico
ocupa un lugar fundamental (einfülhung).

13
LAS ESTRUCTURAS DEL CUERPO

Al convocar el texto propio del cuerpo nos inscribimos en un enfoque


fenomenológico que interroga las estructuras acerca del sentido de las
experiencias que sustentan. No es insignificante el hecho de que seamos
mamíferos con una piel sensible que nos sirve de límite y rige una parte
importante de nuestros intercambios, que el bolo alimentario nos atraviese de un
extremo al otro o que estemos sujetos a una geometría corporal precisa. El hecho
de que tengamos un centro de gravedad, un eje y una simetría bilateral modela las
formas del pensamiento, del imaginario y de las relaciones humanas, aunque
estas observaciones no justifican en ningún caso un enfoque panpsiquista ni
conferir a cada órgano o sistema una coloración afectiva o, dicho de otro modo,
una cierta connotación espiritual. Es sin duda el investimiento imaginario, y sobre
todo libidinal, (particularmente su implicación en el juego del deseo, las
identificaciones/proyecciones y la economía global del sujeto) que nos contiene.
Sin embargo, esta imaginación del cuerpo no es azarosa sino que se sostiene
precisamente en una estructura que la determina. En consecuencia, no debe
pensarse que el aparato psíquico se separa de la fisiología (lo que Dejours llama
subversión libidinal),3 sino que la forma anatomofisiológica alimenta las formas
psíquicas.
La Teoría general de los sistemas presenta lo viviente como un factor
autoorganizativo capaz de integrar ruidos para complejizar su estructura y sus
intercambios.4 La evolución del homo sapiens comprende tanto la evolución de
sus sistema nervioso y su compleja estructura psíquica y sociocultural como la de
su edificio corporal que se rehace en forma incesante. Lo que a primera vista
puede parecer un detalle corolario constituye en realidad la piedra fundamental de
nuestra humanidad (por ejemplo, la pérdida de la oposición del dedo gordo del pie
o la horizontalización del agujero occipital que comanda la verticalización).
Por lo tanto, la complejidad estructural es multifactorial. Aun cuando sea posible
identificar los escalones evolutivos (sobre todo en el nivel filogenético), cada nivel
apuntala los otros niveles y cada elemento se integra de este modo en los niveles

14
sucesivos. Las epidermis de un mamífero inferior, de un chimpancé o de un ser
humano pueden tener una estructura histológica común. pero difieren por su
integración en las estructura global, su investimiento imaginario. Es posible
entonces centrarse en los componentes de nuestra estructura en la medida que
son portadores de nuestra humanidad, aun cuando parezcan provenir de tiempos
inmemoriales.
Un enfoque de este tipo tiene por objetivo el sentido del cuerpo y nos lleva a la
pregunta crucial: ¿qué es un cuerpo construido? Piret y Beziers intentaron
responder esta pregunta sobre la base de la estructura locomotriz.5 Otros dos
autores influyeron sobre mis investigaciones en este terreno al proponer
experiencias y una grilla de reflexión.
El primero de estos autores es, Godelieve Denys-Struyf, quien tomó como punto
de partida un trabajo clínico que realizó como kinesioterapeuta para establecer
correlaciones sintéticas de las experiencias del cuerpo vivenciado en los terrenos
de la danza africana, el dibujo y las técnicas de conciencia corporal. Su enfoque
sistemático de las cadenas musculares se basa por lo tanto en un nivel muscular
“biológico,” pero también en los niveles neurovegetativo y visceral, con la finalidad
de relacionarse en forma convergente con el nivel simbólico (en el sentido no
analítico del término). Este enfoque reviste interés para el psicomotricista en lo
que respecta la comprensión original de los esquemas posturomotores que
posibilita (véase, Las cadenas musculares: movimiento, imagen y relación). 6
El otro autor que en mi opinión confiere un nuevo impulso a esta investigación es
Bonnie Bainbridge-Cohen, una bailarina estadounidense formada en la escuela de
Bobath que lleva a cabo su propia investigación y la enriquece con aportes
diversos, tales como el tai-chi-chuan, el yoga, la técnica Alexander, la eutonía, el
trabajo vocal... El campo de investigación abarcado por Bainbridge-Cohen es
demasiado amplio para poder resumirlo en pocas palabras. Esta investigadora
formula incesantemente la pregunta esencial: ¿qué experiencias permiten
vivenciar un sistema o una estructura dados?7 Como en el caso de G. Struyf, esta
pregunta se relaciona con los esquemas posturomotores (rodar, reptar, gatear,
movimientos de rechazo...), o lo que podríamos llamar la estructura dinámica del

15
cuerpo, que determinan formas temporoespaciales. Esto se relaciona también con
un enfoque original de lo que podría designarse como la estructura basal del
cuerpo; es decir, los sistemas orgánicos. La atención que se le presta al órgano y
a su integración en una vivencia induce una cierta relación consigo mismo y con
los otros que se traduce en una modulación general, neurovegetativa, tónica,
emocional, imaginaria y relacional.
Revisemos algunos de estos sistemas para explorar su significado y evaluar
algunas propuestas intervensionistas. En este caso me referiré esencialmente a mi
experiencia con niños polidiscapacitados, quienes nos demuestran, a menudo en
forma caricaturesca, cuáles pueden ser las consecuencias de una no integración
de estas estructuras,8 aunque los mismos conceptos pueden ser válidos para un
diálogo con niños autistas o psicóticos o incluso para un trabajo corporal general
(p. ej., la danza), para mencionar exclusivamente los terrenos en los que me
aventuré personalmente.
En cuanto a las proposiciones de trabajo, en mi caso ellas se sitúan en mi terreno
específico, el cual no es la psicomotricidad sino la danza y las técnicas
psicocorporales, además de la terapia manual. Por lo tanto, por definición a veces
estoy obligado de establecer un contacto íntimo con las personas con las que
trabajo. Por otra parte, el contacto frecuente con osteópatas, fascioterapeutas,
eutonistas y personas que utilizan la técnica Alexander y la práctica de la danza-
contacto me enseñaron que existen distintas formas de tocar el cuerpo... 9 El factor
de mayor importancia invariablemente es la distancia que se establece y respeta,
la cual dependen en gran medida de nuestra propia corporalidad. En todo contacto
nosotros somos responsables de por lo menos un cincuenta por ciento de la
experiencia, dado que tocamos (y, en general, nos presentamos) a través de
nuestro propio cuerpo. Esto exige una gran precisión de parte nuestra. Es
importante saber cuál es nuestro objetivo y qué sistema en particular queremos
alcanzar y aprender a percibir y efectuar una elección entre las sensaciones para
limitar nuestras proyecciones. La cuestión de “tocar” a menudo genera una
desconfianza que me perece totalmente justificada. No obstante ello y como
veremos más adelante, un contacto físico no posee necesariamente una

16
connotación erótica, aunque este concepto es difícil de concebir para aquellas
personas que no están implicadas en un trabajo corporal profundo. Es necesario
aprender a tocar y manejar el espacio resultante. Este es uno de los aspectos
prioritarios de toda acción de formación en este tipo de enfoque, en paralelo con
un trabajo sobre la propia estructura en el nivel de lo vivido y sobre todo de sus
significados. Por último debo aclarar que los polidiscapacitados con los que
desempeño mis tareas a menudo no nos permiten seleccionar las herramientas de
trabajo...

EL SISTEMA OSTEOFIBROSO

La piel y el sistema osteofibroso apuntalan una problemática fundamental de


identidad. La piel define los límites y el sistema osteofibroso garantiza la
coherencia interna. Sabemos hasta qué punto la piel puede ser sobrevalorada en
tanto que lugar de frontalidad y, por lo tanto, de actualización de conflictos. Es por
este motivo que rara vez la abordo en primer lugar y prefiero dedicarme al
armazón osteofibroso, el cual representa una zona “neutra.”
El hueso es sobre todo espacio cristalino, vector privilegiado de las vibraciones a
través de todo el cuerpo y, en consecuencia, garantiza la coherencia de los
espacios internos. El hueso es la estructura que “canta” en el cuerpo y apuntala la
sensación de unidad sobre la base de la experiencia vibratoria. El hueso también
representa la solidez propiamente dicha sobre la cual es posible apoyarse y que
determina la forma global del cuerpo, lo que de todos modos no le impide ser
sumamente maleable y adaptarse constantemente a las restricciones impuestas
por la carga. Por otra parte, el hueso es un tejido con un metabolismo muy activo
que cumple funciones de desintoxicación (sobre todo en el caso de los metales
pesados). Además, los huesos albergan la médula ósea responsable de la
fabricación de los elementos figurados de la sangre (hematíes, leucocitos,
plaquetas...). Por estos motivos, el hueso representa un estuche vital, noción que
vale la pena resaltar debido a nuestras representaciones occidentales que asocian
el esqueleto con lo mórbido. Esta connotación por otra parte es muy relativa, dado

17
que en hindi la palabra atman significa a la vez “hueso” y “sí mismo.” La
declinación “mi hueso, tu hueso, su hueso...” significa también “yo mismo, tu
mismo, el mismo o ella misma...”10
En consecuencia, el esqueleto osteofibroso, el cual comprende los huesos, las
cápsulas articulares, los ligamentos y una parte de las fascias, es nuestra
estructura portadora, nuestro armazón que confiere una configuración básica y
define los ejes y la longitud de los segmentos corporales. Este sistema es también
es que puede determinar las líneas de movimiento, dado que los huesos son los
puntos de apoyo de la palanca para definir el espacio.
La integración del sistema osteofibroso consiste en adquirir una coherencia
interna, un punto de apoyo firme y un espacio vibratorio que permitan acciones
orientadas en el espacio y definan los proyectos de movimiento, los cuales a su
vez son proyecciones de la matriz-cuerpo. La articulación de los segmentos
corporales que señalan las direcciones anticipa la intención y la articulación de las
ideas; la analogía de vocabulario remite a una analogía de función.
Podemos avanzar entonces el concepto de yo-hueso, el cual responde a la
integración física de los atributos subyacentes a este sistema (y que en este
contexto yo analizo desde una perspectiva fenomenológica y no analítica, dado
que no estoy familiarizado con los métodos y los conceptos relacionados con este
último enfoque).11 Si la noción de envoltura y la definición propuesta por Anzieu
del yo-piel sigue siendo fundamental para comprender la entidad psicocorporal,
me parece razonable interesarse igualmente por el interior y sus atributos
intrínsecos. Se trata de un concepto operativo que permite encarar criterios de
lectura y modalidades de diálogo. La carencia integradora del esqueleto lleva al
sujeto a construirse un seudoesqueleto, el cual puede ser cutáneo, muscular u
orgánico; la piel-caparazón, el músculo-coraza, los espasmos digestivos o la
neumatización evocada por Bullinger12 en niños que no logran construir sus ejes
pueden ser ejemplos representativos (lo que no significan que siempre lo sean).
Me parece entonces razonable orientar nuestras interacciones hacia la vivencia
del sistema osteofibroso y sus atributos.

18
Para ello pueden adoptarse varios enfoques, pero sobre todo teniendo una
sensación inequívoca del sistema blanco y sin olvidar nunca que todo abordaje de
este tipo es una interaccion, una intersubjetividad inscripta en un encuentro que
moviliza el lenguaje.
La forma más simple de instalar esta sensación consiste en tocar el hueso; es
decir, pasar la mano sobre la superficie y las prominencias óseas. Esta forma de
tocar específica se diferencia claramente de una forma de tocar que tenga por
objetivo lo cutáneo y es raro que los niños la rechacen, aun aquellos con
antecedentes de dificultades para establecer contacto. Me sorprendió mucho el
hecho de haber logrado entrar en contacto de esta manera con autistas que, en
principio, solo aceptaban el contacto con personas muy familiares. Evidentemente,
lo óseo representa una zona de no conflicto. Estas simples presiones pueden dar
lugar a vibraciones y percusiones, las cuales requieren un soporte suficiente. Cabe
señalar que este tipo de procedimiento, en apariencia relativamente anodino,
exige por parte del operador una conciencia clara de su propio esqueleto. También
es posible generar vibraciones del sistema osteofibroso mediante instrumentos
diversos, tales como un diapasón, una pandereta, etc. La voz permite expandir la
experiencia al dominio sonoro, generar vibraciones del entorno corporal y de ese
modo crear una envoltura acústica.
A algunos niños les ofrezco la posibilidad de manipular huesos verdaderos, lo que
les permite construir una representación más precisa, y sobre todo más
valorizadora, del interior del cuerpo, tópico que a menudo es doloroso. Nos
sucedió de proponer este tipo de tarea a un adolescente con disminución dela
vista y la audición que presentaba graves trastornos de conducta. Este
adolescente tenía una postura sumamente rígida, se formulaba continuamente
preguntas acerca de la muerte y se paseaba con pedazos de muñecas en los
bolsillos. Cuando en un momento dado nos preguntó si podía tocar un esqueleto
que entrevió en una sala, nosotros le propusimos reproducir los movimientos que
yo le imponía al esqueleto. Más allá de las preocupaciones del médico psiquiatra
atemorizado por la idea de confrontación con un hueso, observamos que este
adolescente modificó su postura, aceptó el suelo y luego las envolturas y dejó de

19
formularse incesantemente las preguntas mórbidas, lo que generó la posibilidad
de un diálogo verdadero.
Tomando como punto de partida esta problemática-hueso es posible extrapolar
sobre la construcción proyectiva del espacio, por ejemplo, proponiendo que
algunas personas materialicen los ejes de los segmentos corporales
prolongándolos con varas en una interacción grupal.
Personalmente pienso que la dinámica relacional inherente a la integración del
sistema osteofibroso es un factor esencial. En efecto, de esta manera ingresamos
en una relación hueso a hueso, duro a duro: aquello que es central y sólido en uno
encuentra, y por lo tanto subraya, lo que es central y sólido en el otro. Se produce
así la apertura de un espacio relacional que difiere radicalmente de las envolturas
y que tiene por finalidad densificar el cuerpo del sujeto.
La señora G. Haag, con quien evocamos este tipo de trabajo, nos hizo notar que a
menudo se observa una fase en la que los niños autistas intentan tocar los huesos
de sus interlocutores como si quisieran asegurarse de la existencia de una
estructura. Recuerdo un niño autista de 4 años de edad, muy agitado y, como
ocurría a menudo, “imposible de tocar,” que después de algunos segundos de
percusión se sacó la remera para poder sentir mejor y luego se puso a llorar
desconsoladamente sin interrumpir el contacto. Esa misma noche, este niño tuvo
una regresión encoprésica, lo que muestra hasta qué unto esta maniobra sencilla
lo había convulsionado. Naturalmente, la relación verbal sigue siendo muy
importante y de ninguna manera se trata de abolirla sino, por el contrario, de
enmarcarla en otro contexto.

LA PIEL

En el caso de la piel (sería recomendable hablar de sistema mucocutáneo)


transitamos un terreno bien explorado, sobre todo por los trabajos de investigación
de Didier Anzieu.13 Con este sistema ingresamos de inmediato en una
problemática a la vez relacional e identificatoria. La piel es el lugar que representa
nuestro primer límite y establece la primera definición de un adentro y un afuera.

20
Este “yo de superficie” actúa como envoltura, interfase y zona principal de
intercambio. La piel también significa protección, no solo física sino también
relacional e imaginaria, debido a sus funciones de paraexcitación y eliminación.
Finalmente, como una pizarra mágica que repite en la profundidad los signos que
recibe, la piel instaura la memoria, tanto de la forma como de sí mismo, en su
carácter de lugar principal de despliegue inmunitario. La inmunidad determina lo
que es propio en relación con lo que no lo es, y esta función define una memoria a
construir. Desde una perspectiva fisiológica, el origen embriológico común de la
piel y el sistema nervioso permite comprender los numerosos actos reflejos que se
desencadenan en la piel. François Dagognet resalta la importancia de esta
aventura filogenética que conduce a los seres vivientes a invertir ciertas
estructuras: las caparazones, las conchas y las escamas, los cuales conferían tan
solo protección y limitación, dejaron lugar a un tegumento blando, sensible y frágil
y el elemento sólido se invaginó para constituir un eje que pronto devino
esqueleto.14 Nuestra capacidad de intercambio tiene origen en esa transformación,
la cual a su vez está relacionada con nuestra vulnerabilidad, y los trabajos
realizados por los etólogos y los analistas sobre el apego y las relaciones
precoces nos muestran hasta qué punto la invención de este sistema alteró
nuestra subjetividad al abrir horizontes insospechados.
En consecuencia, la piel sustenta la integración de la distinción propio/extraño. En
una relación dialéctica con la profundidad, y en particular el esqueleto, la piel
apuntala la definición de una entidad estable en el tiempo y el espacio, una id-
entidad. Su función de envoltura se inscribe dentro de este proceso. En el terreno
de la biología es conocida la tendencia universal de todo ser viviente que debe
afirmarse en un medio ambiente a crear un límite, una envoltura. En su variante
más simple este límite adopta la forma de una membrana y, según las especies y
los niveles evolutivos, adquiere características cada vez más complejas y la
capacidad de articular signos, ya sea en la forma de sustancias químicas (p. ej.,
las feromonas) o campos eléctricos, luminosos, sonoros, etc. Estas distintas
envolturas solo adquieren sentido y existencia a partir de la noción de una piel que
cumple todas las funciones mencionadas antes. Ligada desde su mismo origen a

21
la supervivencia y la identidad. puede apreciarse que la piel está eminentemente
erotizada, observación que los analistas se encargaron de formular repetidamente.
El trabajo de la piel se orienta hacia esta identificación en la relación. Este trabajo
yo lo encaro en forma personal e invariablemente con suma prudencia
comenzando en general por juegos. Por ejemplo, el juego del rastro, el cual
consiste en modelar una parte del cuerpo de otra persona sin apoyo. Esta última
persona se separa y aleja suavemente para luego recomenzar el procedimiento
invirtiendo los roles. Pienso que también es muy importante que los niños tengan
una experiencia directa de las propiedades físicas de la piel, sobre todo la
elasticidad y la resistencia. De este abordaje directo del órgano piel derivan las
proposiciones sobre su proyección; es decir, las diversas envolturas. Pueden
utilizarse almohadones o frazadas, pero invariablemente debe utilizarse el
lenguaje. Como en el caso de los huesos, estas proposiciones tienen por finalidad
tanto un trabajo dual como una interacción grupal. El hecho de solicitar a los
participantes de desplazarse sintiendo la acción del viento sobre la piel o
circunscribiendo una zona definida alrededor de los otros permite actualizar ciertas
funciones de la piel al retomarlas en un nivel simbólico.
Otro trabajo ligado a la integración de la piel consiste en la posibilidad de
establecer bucles, a los cuales Geneviève Haag confiere suma importancia. 15 En
estos bucles puede apreciarse la construcción de otros adentro/afuera a partir de
la diferenciación básica apuntalada sobre a piel con la particularidad de que este
nuevo adentro/afuera tiene todos los rasgos de un área de transición en la medida
que es a la vez sí mismo y no-sí mismo (por ejemplo, el espacio situado entre
ambos brazos cuando se entrelazan las manos). Es posible jugar con los niños
con estas construcciones que dan lugar a intercambios importantes. En un trabajo
dual yo me esfuerzo a menudo de conferir sentido a posturas en las que se
producen uniones entre, por ejemplo, la mano y la mano, el pie y el pie, la mano y
el pie , la mirada y el pie, etc.

EL SISTEMA MUSCULAR

22
Con los músculos puede establecerse un nivel de tensión y por lo tanto
manifestarse una actitud hacia el medio ambiente. Es por este motivo que los
músculos se relacionan con la emoción y el afecto, como lo señalan las teorías de
Wallon o Reich. Evidentemente, el tono muscular actualiza los estados
emocionales; para comprobarlo basta con practicar la relajación o cualquier otra
técnica de conciencia corporal.
Esta noción de “tensión hacia” define al músculo. En términos fenomenológicos,
es la totalidad de la presencia del sujeto la que está en juego. Esta afirmación es
válida tanto para la emoción como para la conciencia: nos emocionamos hacia
algo, y este algo no es un exterior hacia el cual se dirige un fenómeno físico sino
que forma parte integral del fenómeno emotivo. En consecuencia, la emoción
define la naturaleza de una relación, de un investimiento imaginario. Esta noción
puede encontrarse igualmente en los distintos intentos de definición propuestos.
Los neurofisiólogos insisten acerca de la facilidad de los sistemas de control que
caracterizan la emoción.16 En su enfoque fenomenológico del cuerpo, Chirpaz
caracteriza a la emoción como la experiencia de la vulnerabilidad de la presencia,
la cual es corporal. “Es por este motivo, afirma Chirpaz, que en mayor medida
más que cualquier otra experiencia, la emoción nos revela la fragilidad de la
presencia y hasta qué punto es precario este equilibrio pacientemente elaborado
entre el sí mismo, su cuerpo y el mundo.”17 Desde otra perspectiva, Mallarme
también resalta la relación: “Toda emoción surge de uno mismo, expande un
entorno o a uno mismo se funde y lo incorpora.” 18 Si se define un yo-músculo, este
concepto remite en primer lugar a la experiencia de un poder de investimiento. Es
el “yo puedo” por excelencia inscripto en el curso de las cosas y sensible a sus
improntas. Experimentar los propios niveles de tensión muscular y aprender a
regularlos implica revisar la propia posición en el mundo; es decir, la postura.
No se trata exclusivamente de actitud en el sentido psicológico del término sino
también de lo imaginario. En este sentido son particularmente clarificadores los
trabajos de Gilbert Durand. En efecto, Durand propone una clasificación por
convergencia de los grandes productos de la imaginación humana, tales como
mitos, cuentos, leyendas, obras de arte, material onírico, etc., que el autor

23
reagrupa en tres amplias categorías. Ahora bien, en su introducción Durand aclara
explícitamente que estas constelaciones de imágenes pueden relacionarse con
tres esquemas posturomotores: el enderezamiento (que gobierna sobre todo los
arquetipos y símbolos del jefe, la búsqueda o la distinción), el descenso y la huída
(con sus imágenes de renovación, miniaturización y germinación) y los esquemas
rítmicos (ligados, entre otras cosas, a imágenes relacionadas con el fuego, la
sexualidad y el surgimiento en general). 19 Desde una perspectiva kinesiológica,
estos tres esquemas nos remiten a la estructura del aparato locomotor. En la
evocación de los tres esquemas posturomotores de Durand nos encontramos
nuevamente con las tres cadenas que según G. Struyf organizan nuestra
verticalidad: la cadena posterior que rige el enderezamiento , la cadena anterior
para el enrollamiento sobre sí mismo y el descenso y la cadena mediana que es
esencialmente rítmica.20 En concordancia con los estudios de Durand, G. Struyf
estableció hace mucho tiempo una relación entre estas estructuras e imaginarios
específicos y situaciones emocionales. Lo que deseo destacar es que nuestra
estructura muscular nos permite vivir formas que son esquemas posturomotores,
arquetipos que surgen de nuestro imaginario. El imaginario no consiste solamente
en un flujo sociocultural, sino que las imágenes se inscriben en nosotros y, como
señala Bachelard, se enraízan en la tierra representada por nuestros estados
musculares.21 Yo vivo mediante mis posturas experiencias emocionales e
imaginarias, y estas emociones e imágenes me son accesibles por la estructura de
mi cuerpo, mi juego postural.
De estas reflexiones deriva la importancia de un trabajo sobre este sistema en el
cual las crispaciones implican una restricción emocional e imaginaria. Toda
intervención en el nivel corporal (aquellos que enseñan una técnica corporal,
terapeutas manuales, psicomotricistas) entra en colisión incesantemente con estas
fijaciones que algunos intentan descifrar en la forma de palabra ausente o
extraviada. Las técnicas que tienen por objetivo final el sistema muscular son
numerosas. Todos los métodos de relajación y los enfoques psicocorporales
(eutonía , técnicas de Feldenkrais, Ehrenfried o M. Alexander) tienen por finalidad
restaurar una plasticidad tónica que se considera la piedra fundamental de una

24
libertad imaginaria y emocional. Todas estas técnicas consisten en un llamado a la
conciencia (la representación), lo impone los límites en cuanto a las poblaciones a
las que nos dirigimos.
El diálogo con el músculo es perfectamente posible más acá del verbo. En este
caso también es posible recurrir a formas de tocar específicas, tales como, por
ejemplo, los masajes por presión o las técnicas reflejas. Boris Dolto insiste sobre
el hecho de que los músculos posturales escapan con mucha frecuencia al control
voluntario consciente, pero responden sin cesar a las demandas del medio
ambiente (presión, calor, vibraciones, empujones y, sobre todo, la fuerza de la
gravedad).22 Todas estas observaciones son indicios de trabajo. Al igual para el
abordaje de la piel, en este caso es importante mantenerse muy alertas para evitar
que el interlocutor se ahogue en un flujo emocional, aun cuando este flujo no esté
representado. Por este motivo, yo tiendo a abordar este sistema esencialmente a
través del movimiento y con participación frecuente de la voz, la cual permite un
drenaje en el sentido homeopático del término. Es dentro de este contexto que
recurrimos a la danza-contacto, la cual consiste en un movimiento realizado entre
varias personas en la que participan en forma incesante las respuestas reflejas de
coordinación. Este enfoque es un trabajo sobre los límites, dado que el centro de
gravedad de la pareja (o el grupo) interactuante se modifica en forma constante.
La única actitud posible en la danza-contacto es la escucha y la disponibilidad,
dado que siempre se trata de improvisaciones y por lo tanto de imprevistos. La
experimentación de esta técnica permite que entren en movimiento niños hasta
entonces fijados en esquemas muy rígidos, como es el caso de los niños con una
polidiscapacitación severa. Lo que intentamos despertar en forma prioritaria es el
acuerdo tónico, el cual es una piedra fundamental de nuestra relación. Ayudar a
integrar lo muscular es permitir la expansión del espectro de estados tónicos para
participar de un juego relacional que movilice lo emocional y el imaginario.

LO VISCERAL

25
El yo-víscera sustenta la integración de una vitalidad orgánica, sitio de anclaje de
lo pulsional por excelencia. Los órganos confieren al conjunto tronco-cabeza la
mayor parte de su volumen y su peso. Los órganos representan la máquina oculta
incontrolable pero educable, sobre todo en lo que respecta sus ritmos. La mayoría
de los órganos inscriben el ritmo en el cuerpo del niño según dos modalidades
esenciales: la alternancia llenado/vaciamiento (estómago, vejiga, vesícula biliar,
corazón, pulmones) y los ritmos funcionales de tipo peristáltico que propulsan un
contenido (intestinos, esófago, bronquios, uréteres, así como la laringe y la
faringe). En cuando a las vísceras llenas (hígado, riñón, páncreas, bazo, cerebro),
estos órganos están marcados por las actividades de elaboración y transformación
y la secreción de humores corporales (bilis, orina, etc.). La experiencia de lo lleno
y lo vacío, inscripta desde un comienzo en una relación vital, estructura la vida
afectiva, como lo atestiguan las numerosas metáforas asociadas a esta dialéctica
(lleno de vida, depresión, sentirse lleno, sentirse vacío, etc.)
En consecuencia, este sistema está marcado por una dinámica rítmica que
permite recibir diversas cosas provenientes del mundo exterior (alimentos y
oxígeno, pero también información, estímulos, afecto), asimilarlas mediante la
degradación y luego distribuirlas a todo el organismo para incluirlas en diversos
procesos de síntesis. Sobre las sístoles y diástoles orgánicas se articulan las de la
relación. Estos movimientos inducen una dialéctica de llamados/respuestas que se
engendran mutuamente y estructuran nuestros intercambios con el mundo. Los
sistemas nervioso y hormonal, los cuales se diferencian de lo orgánico y lo
regulan, acentúan este ordenamiento rítmico de nuestros intercambios, sobre todo
en lo que respecta los ciclos de vigilancia. En un nivel superior se organizan los
ritmos del yo, el cual se caracteriza por una oscilación entre fases de
diferenciación e indiferenciación. Ehrenzweig analiza la articulación de estos
ritmos en el curso del proceso creador: “Si miramos de cerca veremos que las
tres fases de la creatividad, las cuales comprenden la proyección, la
fragmentación, la desdiferenciación, la integración y la reintroyección, se asocian
con el motivo fundamental de la captura y la liberación.” 23 Observemos que en
este caso se trata de la descripción de procesos característicos del funcionamiento

26
orgánico (ingestión, digestión y llenado/vaciamiento, sin olvidar las excreciones,
las cuales desempeñan un papel en el marcaje del territorio y la imagen del
cuerpo).
La integración de este sistema no es sencilla, como lo indican las dificultades que
surgen después del destete y la adquisición de la limpieza, fases en las que se
corren riesgos considerables, como lo explica F. Dolto cuando las relaciona con el
proceso de castración simbolígena.24 La naturaleza de la relación entre el sujeto y
su funcionamiento orgánico varía entre la voluntad ansiosa de dominio de este
signo del ello que tiende a escaparse y la negligencia completa que puede
conducir a un cortocircuito (imaginario), a veces con el deterioro de ciertos
órganos que se expresa por una disfunción. En estos casos, las somatizaciones
no remiten necesariamente a un retorno de lo reprimido de tipo histérico sino que
están más bien marcadas por una carencia elaborativa y se inscriben en lo que
Sami-Ali describe como la patología de lo banal.25 El sentido principal de esta
sintomatología es la ausencia de sentido de un sistema que no encuentra su lugar
en la economía psíquica del sujeto.
En consecuencia, en estos casos nuestras intervenciones tendrán por finalidad
desenquistar los cuerpos extraños orgánicos. Para ello también podemos recurrir
a una forma de tocar específica que comprenda sobre todo la presión, los
masajes-reflejos y las sacudidas (ébranlements). En el caso de los niños, los
juegos relacionados con el volumen, el peso y el llamado a la representación
adquieren todo su significado en este contexto. En el caso de alumnos o el
entrenamiento del personal, el recurso a la iconografía, la respiración y la voz
permiten llegar más lejos.
Los polidiscapacitados a menudo presentan una sintomatología caracterizada por
la retención. Este era el caso de una mujer joven cuya historia se caracterizó por
abandonos sucesivos, tanto familiares como institucionales. En el momento en
que nos conocimos, además de presentar una postura en rotación interna como
para preservarse y retener las cosas, esta mujer también padecía retenciones
orgánicas: estreñimiento tenaz crónico (retención de materias), asma (retención de
aire) y edema (retención de líquido). Cuando la mujer estaba de pie, su

27
hiperlordosis acentuaba singularmente la impresión de pesadez inerte de todo su
abdomen. Después de un primer trabajo en el nivel del sistema óseo que nos
permitió entrar en contacto, me centré en su sistema digestivo mediante diversas
maniobras que condujeron a un juego de aperturas y cierres globales del cuerpo a
los cuales ella se prestaba con placer. Uno de los resultados notables de este
trabajo fue la reaparición de las heces en el curso de dos días. En mi opinión, este
logro indica la instauración de un intercambio posibilitado por el establecimiento de
una relación entre los síntomas y una problemática ontológica global, reconocida y
nombrada por todo el equipo.

CONCLUSIÓN: SENTIDO Y PRESENCIA

Esta breve revisión que solo pretende sentar algunas bases para el diálogo con
otros practicantes tiene por finalidad aprehender las relaciones entre los distintos
niveles de organización, en las que cada uno de estos niveles solo adquiere un
sentido completo cuando se lo incluye en un sistema global. Este sentido se
construye sobre la base de la historia intersubjetiva de cada individuo y, n
consecuencia depende parcialmente de ella. Las experiencias inducidas por la
estructura del cuerpo también son los elementos que estructuran el cuerpo y lo
insertan en una trama de significantes individuales y socioculturales. Las etapas
de esta elaboración jalonan la historia psicomotriz del sujeto y lo llevan a
desplegar su habitación corporal, la cual es a la vez la habitación del cuerpo, el
investimiento imaginario de su estructura a través de los espacios que ella crea y
la habitación por parte del cuerpo.
Por lo tanto, nos reencontramos con la problemática ya evocada del cuerpo sin
sentido (o despojado de sentido) que nos presentan nuestro pacientes. Las
reflexiones sobre las estructuras que desarrollamos aquí tienen por finalidad nutrir
un diálogo corporal estructurante. La cuestión del sentido evidentemente nos
incluye y nos obliga a definir lo que buscamos y a insertarlo dentro de una
perspectiva global para evitar proponer formas vacías. Solicitar el armazón óseo
de un sistema orgánico independientemente de las relaciones entre la estructura-

28
materia y los niveles imaginario y relacional nos reubica dentro de los límites de
una intervención kinesioterapéutica, la cual ocupa sin lugar a dudas el lado
funcional de la balanza.
En su obra principal, Schilder ubica el problema de la imagen del cuerpo del lado
de la imaginación y cita Shakespeare: “Estamos hechos de la sustancia con la que
se tejen los sueños, y nuestras vidas cotidianas están inmersa en una
ensoñación.” Más adelante Schilder afirma: “un cuerpo siempre es la expresión de
un yo y de una personalidad y se sitúa en el mundo. No es posible responder , ni
siquiera en forma tentativa, a las preguntas que formula el cuerpo sin abordar
simultáneamente los problemas relacionados con la personalidad y el mundo
circundante.26 Es imposible de comprender el hecho corporal sin remitirse al ser
del hombre, y es imposible comprender al hombre sin remitirse a su corporalidad.
No hablamos del cuerpo sino del cuerpo humano, habitado y habitante de un
tiempo-espacio en cuyo seno se teje una expresión, una comunicación.
Estas observaciones nos llevan a definir con precisión la naturaleza de nuestras
interacciones con aquellos a quienes nos dirigimos. Comunicar es intercambiar un
poco de sustancia y captar la sustancia del otro. Comunicar consiste en jugar
alrededor de los límites, y estos tienen sentido, sensorialidad, sensibilidad,
sensación: el ser vivo es un ser indefinido cuya identidad depende de jugarla
repetidamente, como en una apuesta. Esta metáfora del jugador que da con la
esperanza de recibir y solo recibe para volver a arriesgar lo que ganó nos
introduce a la ambigüedad del sujeto presente/ausente cuyas fluctuaciones fueron
descritas por Bachelard: “En la superficie del ser, en esta región en la cual el ser
desea manifestarse y quiere ocultarse, los movimientos de apertura y cierre son
tan numerosos, tan a menudo invertidos, tan cargados de duda que podríamos
llegar a la conclusión de que el hombre es el ser entreabierto.”27 Estas reflexiones
bosquejan la posibilidad de un espacio relacional del cual yo intenté definir
algunos fundamentos y algunas modalidades prácticas.
Para terminar, todo lo anterior me conduce al desarrollo actual d técnicas de
estimulación sensorial que proliferan en las instituciones que albergan
polidiscapacitados (método basal, de Snoezelen, etc.). Este fenómeno en sí

29
mismo es una excelente noticia siempre que no se deje de lado la cuestión del
sentido. El familiar, el amigo o el terapeuta no son proveedores de sensaciones
sino que son creadores de sentido en todos los sentidos del término: conferir
sentido a una corporalidad despojada de él y revelar un sentido de las formas del
mundo que el niño pueda integrar progresivamente mediante sus experiencias; en
resumen, hacer que el mundo exista por el compromiso que pueda crearse con él.
En este contexto, lo sensorial deviene trayecto hacia, proyecto. De este modo se
elabora el sujeto que adquiere la capacidad de enunciarse a sí mismo: siento
luego existo, pero también: te siento luego existes.
Fuera de esta formación (in-formación) por lo sensible nada tiene sentido. No hace
falta mucho para deshacer la existencia; por ejemplo, es suficiente entrar en una
cámara de aislamiento sensorial para que surja inmediatamente una sensación de
extrañeza preocupante. La indiferenciación de las sensaciones conduce
rápidamente a la disolución de la imagen del cuerpo. El tiempo se altera y el
propio cuerpo se escamotea. La conciencia percibe en una fase inicial distorsiones
de tipo psicóticas, tales como una pierna que se extiende en forma desmesurada,
un brazo que parece despegarse del cuerpo, la sensación de ser una larva informe
que espera..., y luego se enturbia el pensamiento mismo. Esta experiencia es
sumamente instructiva y debería ser ofrecida a toda persona que esté en contacto
con niños con restricciones sensoriales (autistas o polidiscapacitados).
Estamos en un punto que se sitúa más allá de un método o una técnica, aunque
sea necesario aplicar una técnica de bases sólidas para despertar una circulación
en latencia desde hace mucho tiempo, a veces varios años. La pericia
instrumental no es más que una introducción más allá de sí mismo y debe ser
literalmente trascendente, dado que en caso contrario agravará la situación al abrir
una puerta hacia el vacío. Hace algunos años fui testigo de una sesión inspirada
en el método basal. Antes del trabajo propiamente dicho, las dos animadoras
dejaban a los niños a oscuras durante unos instantes, luego encendían una vela y
se dirigían hacia cada uno de ellos para recibirlos cantando sus nombres. La luz
que se encendía en las miradas de estos niños me recordó ciertos rituales
primitivos en los que se evocan los espíritus. En estas prácticas, una vez que el

30
espíritu se manifiesta es posible dialogar con él, pero también es necesario
cuidarlo y alimentarlo para guardar el contacto y darle ganas de permanecer entre
nosotros.
Este ejemplo tal vez permita hacerse una idea cabal de lo que podría ser el trabajo
corporal con colegas, pacientes o alumnos: convocar una idea y alimentarla.

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS

*
(p. 21): Benoît Lesage, doctor en letras y ciencias humanas, doctor en medicina,
danzoterapeuta.
Maestro de conferencias en la Universidad de Reims.

1
Que Sami-Ali inscribe en el marco de la tríada psicopatológica freudiana
“represión, fracaso de la represión y retorno de lo reprimido. Véase Sami-Ali
(1988): Penser le somatique, imaginaire et pathologie. Paris, Dunod.

2
Véase Lesage, B.: Le corps en présence, une approche plurielle du corps
dansant, Thèse de Doctorat Nouveau Régime en lettres et sciences humaines
(specialité esthétique). Université Reims-Champagne-Ardennes, NovoSeven de
1992. Véase sobre todo pp. 183-228 y 336-355.

3
Dejours, C. (1989): Recherches Psychanalitiques sur le corps. Paris, Payot
(Sciences de l'homme). Véase sobre todo la 3ª parte.

4
Atlan, H. (1979): Entre le cristal et la fumée. Paris, Seuil (Points S51).
Véase también Morin, E. (1973): Le paradigme perdu: la nature humaine. Paris,
Seuil (Points 109).
5
Piret, S. y Beziers, M. (1971): La coordination motrice. Paris, Masson.
Véase también el trabajo reciente de S. Robert-Ouvray (1993): Intégration motrice
et devéloppement psychique. Paris, Ed Epi (Hommes et perspectives). La autora
se basa, entre otras publicaciones, en los trabajos de Piret y Beziers.

31
6
Struyf-Denys, G. (1980): Les chaînes musculaires et articulaires, Charleroi,
S.B.O.R.T.M. (121 p.).
Véase también Struyf-Denys, G.: L'organisation fonctionelle des muscles en
chaînes et leur incidence psychomotrice, kinésithérapy (trabajo de la SSBK), 1980,
pp. 7, 34, 18-26.
7
Bainbridge-Cohen, B.: Sensing, feeling, and acting, Northampton, USA. Contact
Editions, 1993.
8
Lesage, B.: Dialogue corporel avec la personne handicapée et danse-thérapie,
Pédagogie Spécialisée (Journal de la Soc. Suisse de Pédag. Curative), pp,. 1, 95,
6-13.
9
En lo que respecta las técnicas de conciencia corporal, véase Lesage, B. (1993),
obra citada.
Lesage, B. (1992-b): Sensation, analyse et intuition: les techniques de conscience
du corps; en Le corps enjeu, dir M. Arguel. Paris, P.U.F., pp. 226-242.
Rouquet, O. (1985): Les techniques d'analyse du mouvement et le danseur. Paris,
difundido por la Federation Française de Danse.
10
De Souzenelle, A. (1984): Le symbolisme du corps humain. Paris, Dangles.
11
Sobre el enfoque fenomenológico:
Levinas, E. (1982): En découvrant l'existence avec Husserl et Heidegger, Paris.
Vrin (Bibliothèque d'histoire de la philosophie, 273 p.).
Lyotard, J.F. (1954): La phénomémologie. Paris, P.U.F. (Que sais je?, p. 625, 10ª
ed., 1986, 124 p.).
Merleau-Ponty, M. (1945): Phénomémologie de la perception. Paris, Gallimard (Tel
4, 1976, 531 p.), p. 89.
12
Bullinger, A. (1993): Emotion et représentation, Enfance, pp. 47, 1, 27-32.
13
Anzieu, D. (1985): Le moi-peau. Paris, Dunod.
14
Dagognet, F.: La peau découverte, Synthélabo (departamento de comunicación),
92350. Le Plessis-Robinson, colección “Les empêcheurs de penser en rond.”
15
Haag, G.: La mère et le bébé dans les deux moitiés du corps; Neuropsychiatrie
de l'enfance, 1985, pp. 33, 2-13, 107-114.

32
Haag, G. (1988): La représentation des différentes parties du corps chez l'enfant
psychotique et son utilisation en thérapie. Les rencontres de Mont Riant, segunda
jornada de paidopsiquiatría del distrito 14 de Marseille.
16
Meulders, M. y Boisacq-Scheppens, N. (1979): Neuro-psycho.physiologie, tomo
2, comportements. Paris, Masson (2ª ed., 168 p.).
17
Chirpaz, F. (1963): Le corps. Paris, P.U.F. (le philosophe, 5ª ed., 1977, 122 p.),
p. 4. Las citaciones mencionadas se encuentran en las páginas 7, 22 y 43.
18
Mallarme, S. (1945): Crayonné au theatre. Paris, Pléiade (p. 309).h
19
Durand, G. (1969): Structures anthropologiques de l'imaginaire. Paris, Dunod,
1984, pp. 16-42.
Durand, G. (1989): L'imagination symbolique. Paris, PUF ( cuadriga Nº 51, 1984,
133 p.).
20
Véase el artículo de M. J. Hutois-Moreels: chaînes musculaires G.D.S. et
psychomotricité. Formación postural.
21
Bachelard, G. (1957): La poétique de l'espace. Paris, P.U.F. (cuadriga 24, 4ª
ed.), 1989.
22
Dolto, B. (1976): Le corps entre les mains. Paris, Hermann, 1988.
23
Ehrenzweig, A. (1967): L'ordre caché de l'art. Paris, Gallimard (TEL 62, 1982).
24
Dolto, F. (1984): L'image inconsciente du corps. Paris, Seuil (376 p.).
25
Sami-Ali (1988): obra citada.
26
Schilder, P. (1984): L'image du corps, Paris, Gallimard (Tel 53).
27
Bachelard, G. (1989): obra citada, p. 199.

33

También podría gustarte