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Contenido
SINOPSIS ____________________________ 4 20 __________________________________ 148

1 _______________________________________ 6 21 __________________________________ 156

2 _____________________________________ 13 22 __________________________________163

3 ____________________________________ 20 23 __________________________________ 170 3


4 ____________________________________ 29 24 __________________________________ 177

5 _____________________________________37 25 __________________________________183

6 ____________________________________ 44 26 __________________________________ 191

7 _____________________________________ 51 27 _________________________________ 198

8 ____________________________________ 58 28 _________________________________ 205

9 ____________________________________ 66 29 __________________________________ 213

10 ___________________________________ 75 30 _________________________________ 220

1 1 ____________________________________ 83 31 __________________________________ 227

12 ____________________________________ 91 32 _________________________________ 234

13 ___________________________________ 98 33 _________________________________ 242

14 __________________________________ 106 34 _________________________________ 249

15 ___________________________________ 112 35 _________________________________ 256

16 __________________________________ 120 36 _________________________________ 263

17 __________________________________ 126 PRÓXIMO LIBRO _________________ 268

18 ___________________________________134 SOBRE LA AUTORA _____________ 269

19 ___________________________________ 142 CRÉDITOS ________________________ 270


Sinopsis

Lorelei es mitad elfa en un reino donde ese linaje es sinónimo de


«esclavitud». El Rey Umbra mantiene cautivos a todos con su mascota dragón que
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no conoce piedad. Se esconde en las sombras y roba para mantenerse con vida,
hasta que un grupo rebelde le hace una oferta que no puede rechazar.
El rey busca novia. Si puede acercarse lo suficiente, podría clavar
una daga en el corazón de ese hombre malvado. Pero los juegos nupciales son más
difíciles que la mayoría. Lorelei debe demostrar que no solo es hermosa, sino
también talentosa, equilibrada y letal como el rey. Sin embargo, cuanto más se
acerca a salvar su reino, más se da cuenta de que un problema singular se interpone
en su camino.
El dragón.

El guardaespaldas del rey es más que una bestia untuosa. Es un hombre. Y


cuanto más tiempo está cerca de él, más se da cuenta de que quizás el rey no es la
persona más peligrosa del reino. Quizás tenía que proteger no solo su cuerpo, sino
también su corazón. Porque un dragón se aparea de por vida, y son reacios a
renunciar a sus tesoros.
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1

La silueta del dragón ocultó la luna. El cabello de Lorelei se agitó con la 11


brisa de sus alas.
Dio otra calada pesada a la pipa que tenía en la mano y observó desde los
tejados. Si salía el sol, podría temer que la bestia la viera. Al dragón le importaba
poco a quién mataba. Inocente o no, la bestia encontraría a cualquiera que pudiera
con su aliento de fuego.
Pero la luz de la luna dificultaba la visión de la criatura. Volvería a la deriva
hacia el Castillo de Umbra, sobre los techos innumerables de tejas donde la gente
se acurrucaba en la seguridad de sus camas. Los niños susurrarían ante la sombra
pasando por sus ventanas y rezarían para que la criatura no visitara sus pesadillas.
Si se portaban bien, en realidad nunca conocerían al dragón.
Un último golpe de viento empujó sus hombros, enredando sus cabellos
pálidos en las puntas afiladas de sus orejas. Lore se estiró para asegurarse de que
su secreto permaneciera oculto. Incluso en medio de la noche, había ojos que veían
cada detalle. Lo último que necesitaba era acabar como su madre.
Sus calzas de cuero se les pegaban a las piernas después de un duro día de
trabajo. La ondulante camisa blanca de campesina la ayudaba a refrescarse, aunque
pronto haría demasiado frío. Golpeando las tejas de arcilla con sus botas, Lore vio
cómo un fragmento pequeño se soltó y cayó a la calle. El sonido demoledor era el
único a esta hora de la noche. Ninguna persona en su sano juicio se arriesgaba a
salir de noche.
—Estás loca, ¿lo sabías? —La voz coqueteaba con las sombras, emergiendo
de una ventana al otro lado de la calle.
Lore soltó algunos aros de humo al enano, que se escondía en el ático de la
casa frente a ella. Apenas podía ver sus rasgos tan lejos, sin luz para iluminar su
expresión. No es que necesitara la ayuda.
Cuando llegó por primera vez a esta ciudad horrible, él había sido la primera
persona en recibirla. Un enano de la altura de su cintura, con una pizca de rojo a
lo largo de su barba y cabello salvaje que se enredaba en sus cejas. Era una bola
de pelo ambulante, como ella lo llamaba cariñosamente. Y si eso no llamaba lo
suficiente la atención sobre su presencia, entonces la gente siempre miraba
fijamente al hombre que prefería la ropa de colores brillantes.
Goliath, el nombre acertadamente humorístico, había seguido sus pasos
durante semanas. Siempre era la misma pregunta. Y ella siempre daba la misma
respuesta.
11
—No sé por qué no puedo estar de noche en mi propio techo —respondió.
Lore sopló otro aro de humo que flotó dentro del otro—. Al dragón no le importa
si quiero absorber un poco de luz de luna.
—Pero sí a los Caballeros Umbra. —Se estremeció al pensar en esas
criaturas terribles a la entera disposición del rey.
La Ciudad de Tenebrous estaba lejos del Castillo de Umbra. Los caballeros
personales del rey mantenían a todos aquí bajo el control del rey, aunque no fueran
personas reales. No eran más que soldaditos de plomo sin nada en su interior más
que una masa pululante de sombras que seguían los caprichos del rey.
Lore conocía el toque helado de esos caballeros. Por experiencia de primera
mano, y todo eso.
De repente, su hierba élfica ya no golpeó de la manera correcta.
Decepcionada, dejó la pipa sobre las tejas y se apoyó en las manos.
—Bueno, si así es como me voy, entonces así es como me voy.
—Sabes, podrías unirte a yo y los demás.
—Los demás y yo —lo corrigió. Su entrenamiento susurró en su mente que
estaba revelando demasiado. Debería ser como los demás en Tenebrous. Sin
educación, sin aprender de libros para hablar, pero talentosa cuando se trataba de
mantenerse con vida en las calles.
—Cierto. —Goliath se asomó por la ventana de modo que ella pudiera verle
la cara—. Sabes, tenemos una mejor manera de irnos. Queremos ver muerto al rey,
pero no queremos perder a nadie más en el proceso.
Nosotros. Siempre era un nosotros con él.
—Estás hablando de una guerra.
—Estamos hablando de una rebelión. Un levantamiento contra el tirano y
recuperar nuestro reino. —Golpeó el puño contra el marco de la ventana—.
Considerando todo lo que tu madre renunció, pensé que estarías más interesada en
ayudar.
La ira estalló brillante y caliente en su pecho.
—No hables de mi madre.
—¿Y tu padre?
Suponía que, seguía trabajando con la rebelión. O tal vez había regresado al
país del que procedían. Esas tierras élficas donde tantos habían dado sus vidas solo
para poder mantener al Rey Umbra alejado de sus fronteras. 11
Demasiadas personas habían renunciado a todo lo que apreciaban para que
sus descendientes pudieran aferrarse a la normalidad. Tantas muertes. Y aquí
estaba ella, en la ciudad más pobre, intentando llegar a fin de mes cultivando y
vendiendo hierba élfica en su sótano.
Obviamente, habían dado sus vidas por toda una campeona. Solo mírenla.
Escondiendo sus orejas como si estuviera avergonzada de ser un elfo. Vistiendo
ropa de lana áspera porque la niebla en Tenebrous nunca despejaba para mostrar el
sol.
Lore negó con la cabeza.
—Goliath, no tengo ningún interés en cometer los mismos errores que mi
familia. Conozco mi lugar.
—¿Y eso es estar en lo más bajo de la cadena alimenticia, mendigando
sobras? —espetó, la bola de saliva precipitándose hacia la calle cuatro pisos debajo
de ellos—. Eres un elfo. ¿Tienes toda la magia de la luna al alcance de tu mano y
quieres que crea que los humanos son más fuertes que nosotros? Me niego.
—No se trata de poder o fuerza, se trata de números. —Y había demasiados
de ellos. Una vez, todos esos años atrás, había pensado que su madre tenía razón.
Había pensado que la rebelión en realidad podría hacer algo con esta vida horrible
que todos llevaban. Una vez.
Entonces, Lorelei creció. Había visto el mundo por sí misma y se dio cuenta
de que, si bien su madre tenía corazón, no era más que una soñadora. Los sueños
no ponían comida en la mesa, y seguro que no criaban a una hija después de la
muerte.
Goliath suspiró.
—¿No quieres ni siquiera escuchar lo que tengo que decir?
—En realidad, no. —Ya sabía lo que él iba a decir.
La rebelión siempre clamaba las mismas cosas. El rey no era inmortal, y ni
siquiera era mágico. Si se unían, juntaban su magia, entonces tenían una
oportunidad.
Lo que olvidaban era que había un ejército lleno de soldados que el rey
podía crear infinitamente. Un ejército de criaturas que no eran humanas debajo de
todo ese acero y hierro. Sin mencionar que había un dragón gigante que volaba
sobre la ciudad todos los días, recordándoles a todos quién controlaba el reino.
Ella podría ser un elfo. Y sí, podría quedar un poco de magia lunar dentro
de ella. Pero eso no significaba que estuviera equipada para luchar contra un
maldito dragón. Había una razón por la que esas criaturas solían tener su propio 11
reino.
—Tu madre no querría que te quedaras al margen —dijo Goliath. El viento
balanceó los mechones rojos enredados de su cabello—. Querría que pelearas, tal
como ella lo hizo. Querría que demostraras que eres la hija que crio.
—Querría que diera mi vida por una causa que me ve como un peón, no
como una persona. Eso es lo que ella querría. —Sin embargo, a Lore no le gustaba
pensar en su madre.
Agarró la hierba élfica frenéticamente, e inhaló el humo que debería
despejar su mente de los recuerdos que amenazaban con tragarla. Pero no fue lo
suficientemente rápida. Nunca era lo suficientemente rápida para luchar contra el
recuerdo de la muerte de su madre.
Recordó la pira que habían construido los Caballeros Umbra. Más grandes
que un edificio, ataron a todos los líderes rebeldes infractores a grandes troncos y
los colocaron alrededor de la hoguera como si no fueran más que leña. Recordó
los ojos de su madre, muy abiertos por el miedo, mientras le gritaba a Lorelei que
corriera.
Un caballero sujetó el hombro de Lore con un agarre del que no pudo
zafarse. El acero mordió sus hombros hasta que sintió que la sangre le corría por
el pecho. Había llorado, pero por supuesto que lo había hecho. Solo había tenido
ocho años.
Y luego el dragón. Recordó a la maldita bestia que rugía y hacía temblar el
aire con su hambre.
El dragón había aterrizado en el suelo con tanta fuerza que juró que hizo
temblar la tierra con su peso. Era más grande que tres edificios, demasiado grande
para que su mente pequeña lo pudiera comprender. Él la había mirado, su ojo casi
tan grande como un caballo. Nunca olvidaría la membrana que se deslizó sobre el
orbe amarillo de su ojo antes de que volviera su atención hacia su madre.
El calor resplandeció literalmente a través del cañón del pecho del dragón.
Se había echado hacia atrás y Lore vio cómo el fuego ardió por su garganta hasta
su boca. Le atravesó el cuello y el dragón lo liberó todo en una erupción masiva.
Las llamas habían devorado a su madre demasiado rápido. En un momento,
la elfa hermosa había mirado desafiante a la criatura que fue su perdición. Y al
siguiente, su madre no era más que ceniza. Su cuerpo se había mezclado con el de
la hoguera y la madera detrás de ella. No quedó nada para que Lore recogiera.
Un recuerdo como ese no podía desaparecer flotando en el humo de la
hierba élfica. 11
Dejó que el humo se deslizara desde sus labios hasta sus fosas nasales. Tal
vez los recuerdos atormentados se reflejaron en su expresión, o tal vez Goliath
pudo ver los pensamientos en sus ojos. De cualquier manera, cuando volvió a mirar
al enano, toda su ira se había desvanecido. Una grieta en su armadura.
—Lore —dijo, esta vez en voz baja. Tan silencioso que apenas pudo
escuchar sus palabras—. No puedes rendirte así.
—No me estoy rindiendo. Estoy viviendo mi vida. —Pero, rellenó sus
pulmones con el smog de la ciudad en lugar de la hierba élfica—. Goliath, no
quiero morir como ella. Y si eso significa que tengo que mantener la cabeza baja y
fingir que el pasado no existe, entonces eso es exactamente lo que voy a hacer.
—Todo lo que pido es una tarde de tu tiempo. —Apoyó el antebrazo en el
alféizar de la ventana y su barba se partió por la mitad para revelar una sonrisa
brillante—. Habrá comida y bebida gratis para ti si vienes.
No. No se sentiría tentada por una barriga llena, sin importar lo mucho que
todo su cuerpo se contrajera ante la idea. ¿Cuándo fue la última vez que se llenó?
Demasiado tiempo. La comida había escaseado en Tenebrous durante un
buen año, considerando que la mayoría de los granjeros fuera de la ciudad estaban
atrincherados en el pantano. No era como si Lore tuviera mucho dinero. Hacía lo
que podía por las personas que estaban dispuestas a pagar por hechizos prohibidos.
La mayor parte del tiempo, su dinero procedía de trabajos ocasionales aquí y allá.
Pero una barriga llena…
—Ah —dijo Goliath, señalándola con un dedo rechoncho—. ¡Estás
pensándolo! Puedo decirlo.
—No me reuniré con tu gente y gritaré «Que salga el sol». —Suspiró,
recordando las palabras que habían llenado su cabecita de tantos sueños felices. Su
madre le había prometido que la frase traería consigo una era nueva. Que Lore
vería un sol nuevo en el horizonte y ese sería el día en que sabría que las criaturas
mágicas eran libres.
Sacudió su cabeza. Ese era el peor tipo de regalo que su madre le hubiera
dado. Esperanza. Esperanza de un tiempo que nunca llegaría a pasar.
Goliath se encogió de hombros.
—No me importa si lo gritas. Solo me importa que lo creas. Lore, ven a
vernos. Te echamos de menos.
La palabra «no» presionó contra sus dientes, pero justo en ese momento, el
dragón dio la vuelta. Vio sus alas cambiar y moverse. Se deslizaba por el aire, tan 11
lejos que sus movimientos eran silenciosos. Pero aparentemente la bestia quería
que toda la ciudad de Tenebrous recordara que regresaría por la mañana.
Un largo rugido prolongado retumbó como un trueno en la distancia. Rodó
por el aire, cerrando las ventanas y golpeando a Lore con tal fuerza que el sonido
apagó el débil resplandor al final de su pipa.
Ese sonido. Atormentaba sus sueños y cada momento de vigilia. La bestia
sabía que los tenía a todos bajo sus garras, pero aun así los perseguía.
Un niño comenzó a llorar en algún lugar de la calle. Lore escuchó a la madre
silenciando a la pobre cosita, esforzándose tanto para que los Caballeros Umbra
no pensaran que estaban perturbando la paz. Un niño así no debería temer a un
monstruo que sobrevolaba su ciudad todas las noches. Los niños temían monstruos
imaginarios debajo de la cama con los que sus padres podrían luchar. No bestias
reales que podrían matarlos.
O había matado a algunos de sus familiares mientras los niños miraban.
Otro golpeteo vino desde el otro lado de la calle. Goliath señaló hacia el
sonido cuando ella lo miró.
—¿No vendrás a reunirte con nosotros solo con la esperanza de que
podamos deshacernos de esa cosa?
Lore buscó una cerilla en su bolsillo.
—Tú y la rebelión de verdad han perdido la cabeza si creen que pueden
matar a un dragón.
—Tal vez lo hemos hecho. —Goliath asintió y luego sonrió alegremente en
las sombras—. Pero aun así, quieres escuchar lo que tenemos que decir.
Encendió la cerilla, y la llama iluminó su escondite pequeño en el techo.
Lore se tomó su tiempo para encender la hierba élfica una vez más, incluso
fumando la pipa hasta que el humo la rodeó como una nube.
—Tal vez —respondió—. La venganza prometedora contra el bastardo
escamoso ciertamente tiene su atractivo.
—Entonces, ¿nos vemos mañana por la noche?
—No te hagas ilusiones. —Sopló un aro de humo de su pantalla de nube
blanca. El aro bailó en el aire y golpeó a Goliath de lleno en la cara—. Duerme
bien, hombrecito.
—Buenas noches, Lorelei.
Cerró la ventana con un ruido sordo, y fue entonces cuando Lore vio la 11
pintura. Un sol amarillo brillante saliendo a través de un banco de nubes, la puesta
del sol roja como la sangre.
Resopló. Más le valía al enano salir corriendo si dejaba ese cuadro en la
ventana. Los Caballeros Umbra le echarían un vistazo y saquearían todo el lugar,
pensando que habían encontrado un líder de la rebelión.
Sin embargo, Goliath era inteligente. No había sobrevivido tanto tiempo sin
tener algunos trucos bajo la manga. Corría hacia las sombras y les daba a los
caballeros algo que hacer mientras él y su gente conspiraban.
Tramaban.
Sopló otro aro de humo en el aire. Pero por primera vez en mucho tiempo,
no pudo quitarse la imagen del sol de la cabeza.
—Que salga el sol —murmuró.
2

El carruaje se balanceó de un lado a otro hasta que casi se sintió como si 11


estuviera en el mar. Odiaba estar en el mar.
Con la mirada inclinada hacia la derecha, intentó concentrarse en las
montañas moviéndose más allá del carruaje, pero eso no ayudó. No podía
concentrarse en otra cosa que no fuera el movimiento de su estómago. ¿Su
desayuno estaba presionando contra la parte posterior de su garganta? ¿Había
comido algo venenoso, y solo ahora salía a la luz?
—¿Abraxas?
Sí, ese era su nombre, pero en este momento no tenía la energía para
escuchar a nadie. ¿Qué había hecho anoche? No podía recordar bien, y tal vez eso
era el alcohol. Se había emborrachado más de lo que pensaba que podría. Eso
definitivamente era ahora parte del problema.
—¡Abraxas! —La voz azotó el aire, rompiendo contra su cráneo hasta que
gimió.
—¿Qué? —preguntó—. ¿Ahora qué pasa?
—Se supone que debes estar escuchándome. ¿Eres incapaz de hacer hoy tu
trabajo, o vas a prestar atención a tu rey?
Cierto. El rey. El deber. Todas esas tonterías ridículas en las que se había
ahogado durante años.
Abraxas rodó la cabeza sobre el cojín lujoso y se concentró en el interior
del carruaje. Todo el interior estaba empapado en oro, al igual que el exterior. Sabía
a ciencia cierta que el carruaje en sí no estaba sumergido en metal, ni estaba hecho
del mineral precioso. Había roto uno y vio el marco de madera dentro. Pero los
aldeanos afuera pensarían que su rey pasaba cabalgando en un carruaje de oro
macizo. Y su opinión sobre la riqueza del rey era lo que importaba.
Los cojines de colores brillantes hacían que le doliera la cabeza. De verdad,
el color era demasiado. ¿Y el candelabro minúsculo colgando justo encima de sus
cabezas? Si Abraxas se enderezara en su asiento, recibiría un golpe en el ojo con
uno de los cristales pequeños cada vez que el carruaje se moviera.
Como actualmente se balanceaba en sintonía con los latidos de su corazón,
y que lo haría vomitar sobre el rey si no tenía cuidado.
—Estoy escuchando —se quejó—. Pero bien podrías decirlo todo de nuevo.
Solo para asegurarme de que escuché bien.
El rey frunció los labios y miró cada centímetro del noble decepcionado.
Bien. A Abraxas no le importaba.
Después de todo, tenían una relación extraña. El rey no lo mataría a corto
plazo, y él haría lo que el rey quería a corto plazo. Ambos tendrían que sufrir en 11
esta batalla extraña por un tiempo más.
Pero no era justo que el rey se viera tan saludable esta mañana. Anoche
habían bebido juntos, y Abraxas estaba seguro de que el hombre había engullido
la misma cantidad de alcohol.
El Rey Umbra, conocido por sus amigos más cercanos como Zander, nunca
tenía ni un solo cabello fuera de lugar. Sus rasgos atractivos eran quizás demasiado
simétricos, pero llamativos. Su mandíbula afilada y su nariz ligeramente
respingona desarmaban a la mayoría de las mujeres. Y toda la especie femenina
pensaba que los mechones grises en cada sien eran dignos de desmayo. Caían con
frecuencia frente al rey, con la esperanza de captar su atención.
Lo hacían. Cualquiera que quisiera una noche con el rey tendría una, y por
lo general el mismo Abraxas las llevaba a las habitaciones privadas del rey. Pero
ninguna mujer debería asumir que sería la única mujer en la cama del rey esa
noche.
Hoy, Zander usaba su traje rojo más brillante con adornos dorados. ¿Por
qué? Abraxas no podía recordar.
—Vamos a Tenebrous. Al parecer, el consejo allí ha encontrado más
información de la rebelión, y ambos debemos estar a la altura. —Zander enderezó
los hombros e hizo una mueca—. ¿Parezco como si estuviera apropiadamente
decepcionado con las personas que deberían proteger mi reino?
Los ojos entrecerrados y los labios fruncidos parecían más como si Zander
estuviera intentando cortejar a una mujer. ¿O tal vez como si estuviera estreñido?
Abraxas arrugó la frente y respiró hondo para estabilizarse.
—No estoy seguro de lo que quieres que diga.
—¡Bueno, maldita sea, eres mi guardia personal! ¡La única persona que se
interpone en todo momento entre una muerte segura y yo! —Zander lanzó sus
manos al aire—. Hombre, ¿parezco intimidante o no?
—No. —Abraxas normalmente habría educado por lo menos su tono, pero
no se sentía bien.
Odiaba viajar en carruajes. Necesitaba estar afuera al aire libre, de lo
contrario siempre se enfermaba así y solo podía culpar al rey por ponerlo en esta
situación.
Porque, sí, era la mano derecha del rey. Abraxas era la sombra del rey que
muchos olvidaban que existía, pero era él quien protegía a su líder. Y sería él el
hombre que saltara frente a cualquier espada, comiera cualquier veneno y matara 11
a cualquier hombre que intentara tocar al gobernante de Umbra.
Y, sin embargo, había sido derribado por el balanceo de un carruaje.
Gimiendo, volvió a apoyar la frente en el cristal frío de la ventana.
—Si quieres ser intimidante, al menos deja de darme esa mirada de fóllame.
—No te estaba mirando con esos ojos. —Zander hizo una pausa, el silencio
entre ellos alargándose hasta que agregó—: Al menos, no lo creía. ¿Sentiste algo?
—Nunca lo he hecho y nunca lo haré. Zander, no estoy interesado en ti de
esa manera. Deja de preguntar. —Aunque Abraxas debería sentirse halagado, el
comentario nunca dejaba de provocar un escalofrío en su espalda.
—Al menos podrías admitir que sería una noche salvaje si te unieras a las
damas y a mí por una noche. —El murmullo suave de la tela sugería que el rey se
había reclinado en su asiento acolchado y cruzado los brazos sobre el pecho. Como
un niño malcriado.
Zander era infantil la mayor parte del tiempo. Abraxas se había
acostumbrado a las rabietas y los intentos divertidos de ser más varonil de lo que
era de verdad. Zander había sido criado como un niño rey que luego se convirtió
en un hombre. Y ese hombre nunca había tenido una sola persona que le negara
nada.
Como tal, el rey había terminado consentido. Malcriado. Mimado.
Pero a veces aún hacía sonreír a Abraxas. Claro, la mayor parte del tiempo
se estaba riendo del rey en lugar de con él, pero eso tenía que contar para algo. No
era como si Abraxas pudiera salirse de este contrato vinculante a corto plazo.
El vidrio frío ya había hecho algo de su magia en su estómago revuelto. Al
menos con los ojos cerrados, no tenía que pensar en lo rápido que se movía la tierra
al otro lado de la puerta.
—De todos modos, ¿por qué quieres ser intimidante? Las únicas personas
con las que hablarás son los Caballeros Umbra y las conversaciones con ellos no
son precisamente estimulantes.
Cuando Zander no respondió, miró al rey, quien estaba tomando una
cantidad de tiempo increíble para enderezar sus mangas.
Aún nada. ¿Qué estaba haciendo el hombre?
Abraxas suspiró y volvió a apoyar la cabeza en la ventana. Tal vez la
conversación había terminado y podía tener algo de paz mientras intentaba
mantener el desayuno en su estómago. 11
—Creo que es interesante que no te agraden los caballeros.
Allí estaba. Como le habían dicho al rey que su trabajo no era lo
suficientemente bueno, Zander quería saber qué pensaba Abraxas de sus preciosos
caballeros.
—Poner a todo un batallón de soldados hechos de humo a cargo de una
ciudad no es la mejor idea. —Abraxas tragó pesado, y luego abrió los ojos—. Claro
está, esa es mi opinión. La Ciudad de Tenebrous siempre ha sido inestable.
Demasiadas personas aquí no son aficionadas a tu gobierno, ni tampoco a tu padre.
Requieren mano firme, pero no una incapaz de razonar.
—El mago que los hizo confirmó que los caballeros eran más que capaces
de razonar. —Zander sorbió con fuerza y agitó una mano enjoyada hacia la
puerta—. Si solo vas a insultarme, entonces ¿por qué no te unes a nosotros en la
ciudad? Puedes ir por tu propia cuenta.
Abraxas no quería eso. Él era el único que mantenía a raya al rey en sus
mejores días, y si no estaba en el carruaje con Zander, entonces el rey
probablemente se detendría y aterrorizaría a alguna familia pobre en el camino. No
quería que sucediera eso.
A pesar de todo lo que hacía para el rey corrupto, aún le quedaba un poco
de alma. Zander era horrible si lo dejaban solo. No era como si el conductor del
carruaje le dijera que no al rey.
—Zander —lo regañó, manteniendo su voz y tono bajos—. No deberías
tener que hacer el viaje por tu cuenta. Entiendo que he estado de un humor terrible,
y esa no es la compañía con la que querías viajar. Pero te prometo que superaré
cualquier problema estomacal que me esté afectando y trabajaremos en tu rostro
intimidante.
Zander se iluminó, como el niño que era.
—¿Lo dices en serio?
—Lo hago.
—Bueno, entonces ¿por qué no me muestras tu cara intimidante? Puedo
practicar reflejándote.
Eso no era justo. Abraxas era todo lo que Zander no era.
Mientras que el rey era atractivo por naturaleza, Abraxas era aterrador. Sus
mechones negros caían constantemente frente a su rostro, el cual era demasiado
agresivo. La palabra «afilado» se había utilizado con frecuencia para describir su 11
aspecto. Angular. Dentado.
Su rostro era demasiado largo, su nariz demasiado rota, su frente demasiado
fuerte. Y no ayudaba que midiera más de un metro ochenta y cinco de alto, con
hombros anchos que se estrechaban en caderas demasiado esbeltas. No parecía que
perteneciera a la corte, y tal vez eso era porque no lo hacía. Los nobles eran cosas
delicadas, como plumas. Él era un arma.
Aun así, si el rey quería que hiciera una expresión intimidante, entonces no
tenía excusas para no hacerlo. No podía negarle al rey algo tan simple.
Mostró los dientes en un gruñido, las cejas fruncidas y los ojos ardiendo con
un poder interior que el rey nunca podría tener. Sin importar cuántos magos
contratara, el rey siempre sería nada más que un hombre humano.
—Tsk —chasqueó el rey, agitando su mano de nuevo hacia la ventana—.
Bájate. Hoy no tengo paciencia para tus payasadas.
Ah, bueno, al menos lo intentó.
Abraxas abrió la puerta y se arrojó fuera del carruaje. El cambio onduló a
través de su cuerpo casi de inmediato. La magia atrapó los bordes de su cuerpo,
desgarrando la carne del hueso mientras dejaba espacio para las escamas y las alas
coriáceas. Algunas personas habían descrito su transformación como una
explosión. El sonido crujió a través del campo a medida que el carruaje pasaba, y
luego un dragón pisó el suelo como si hubiera tenido la intención de saltar del
carruaje.
Se irguió y extendió sus alas, sintiendo desaparecer el último efecto
persistente de las náuseas. Con un gran tirón, echó la cabeza hacia atrás y dejó
escapar un rugido que retumbó en el aire.
Libre.
Así, siempre era libre.
El viento se deslizó a lo largo de sus alas como si el mismo elemento lo
hubiera extrañado. Había echado de menos sentirlo tocar las membranas coriáceas.
Levantando un brazo, miró su ala para asegurarse de que todo estaba en su lugar.
Sus manos excesivamente grandes se convirtieron en garras que sostenían sus alas
delanteras, y sus patas traseras se estiraban como si hubiera estado acalambrado
por mucho tiempo.
Odiaba estar en esa forma mortal. Esa forma limitante. Todos querían que
se viera así, particularmente el rey, pero él quería ser libre.
Abraxas estaba destinado a volar por el aire y conquistar reinos con el más
mínimo aliento. Estaba destinado a ser temido por todos los que lo vieran, y los 11
mortales deberían arrodillarse en adoración.
Por supuesto, eso no sucedería. Ningún mortal volvería a caer de rodillas,
ni siquiera por el último dragón.
Con grandes batidos de sus alas, lanzó su peso importante al aire. Se elevó
a través del cielo y hacia las nubes de arriba. Claro, aún tenía que vigilar al rey y
la caravana que viajaba hacia Tenebrous. Pero ahora podía ver los páramos a
kilómetros de distancia. Los pinos susurrantes que daban paso a las colinas
empapadas, luego a las tierras pantanosas rodeando la ciudad. Se daría cuenta si
alguien se acercaba al carruaje del rey. Ahora lo veía todo.
Algunos pensaban que un dragón no podía ver cuando estaban tan alto en
el cielo, pero no era cierto. Sus ojos en esta forma eran como los de un águila.
Abraxas notaba cada pequeño detalle en la tierra de abajo.
Vio al granjero y a su esposa, quienes corrieron a refugiarse al momento en
que su sombra oscureció su tierra. Vio al ciervo que corrió hacia los árboles,
escuchó sus corazones latir más rápido cuando se dieron cuenta de que un
depredador cazaba por encima de ellos. Baba brotó de su boca y bajó por los
dientes grandes que le abrían la boca. Esta noche no iría a cazar, al menos aún no,
pero no le importaría un ciervo fresco muy pronto.
Aun así, por ahora tenía que concentrarse en mantener al rey a salvo, y eso
significaba que no tenía tiempo para comer a escondidas. A pesar de que quería.
El viento silbó sobre sus escamas y la Ciudad de Tenebrous floreció ante
sus ojos. Primero, fue la vista de los pantanos. Piscinas verde esmeralda y aguas
grises llenas de fuegos fatuos danzantes. El olor a descomposición siempre venía
después. Luego la ciudad misma, todos esos cientos de casas rotas, ensambladas
en capas sobre capas de madera podrida con la esperanza de que los edificios no
se derrumbaran.
Demasiada gente. Demasiados olores. Tenebrous siempre era demasiado y,
sin embargo, nunca suficiente para aquellos que luchaban por vivir allí.
Abraxas lanzó su cuerpo bajo, volando sobre los techos de los edificios
mientras vigilaba el suelo. Las calles estaban llenas de Caballeros Umbra, listos
para proteger a su rey si alguien cometía la tontería de atacar la caravana. Abraxas
solo estaba allí para intimidar si era necesario. Aunque rara vez era necesario.
Todos ya sabían que estaba aquí.
Por un instante, creyó ver a alguien en un tejado. Una figura pálida que
yacía sobre las tejas de carbón, con una rodilla inclinada y un brazo sobre la cabeza.
Pero luego parpadeó, y la visión desapareció. Como si lo hubiera imaginado. 11
Extraño. Nunca había sido de los que alucinaban a las mujeres y, sin
embargo…
Una conmoción en la calle llamó su atención. Abraxas se dio la vuelta,
mirando a dos niños peleando entre sí por un pedazo de pan fresco que el rey había
arrojado por la ventana de su carruaje.
Suspirando, batió sus alas hasta que se elevó más alto en el aire. Aterrizaría
en las afueras de la ciudad y se uniría al rey en su forma humana. Tenebrous era
demasiado abarrotado para su gusto.
Un dragón no tenía lugar en una ciudad como esta.
3

Lore se paró afuera de la taberna y se dijo que podía hacer esto. Podía entrar 11
en un establecimiento, y no significaba nada. No tenía que unirse a la rebelión si
estaba en la misma habitación que ellos. ¿Verdad?
El problema radicaba en el hecho de que el dragón había volado sobre
Tenebrous esta mañana temprano.
Otra vez.
Dos días seguidos, había estado tan cerca de la ciudad que ella podría haber
arrojado una piedra y golpearlo. Esa no era una buena señal. Solo podía suponer
que eso significaba que el rey estaba aquí, probablemente visitando sus horribles
creaciones, y de alguna manera eso hacía que esta situación fuera aún más
aterradora.
Si los Caballeros Umbra los encontraban, entonces todas las personas
dentro de esta taberna estarían muertas. Serían arrastrados hasta la plaza del pueblo
y decapitados. Sin importar si alguien presenciaba magia o una criatura. Todos en
Tenebrous sabían lo que pasaba si te atrapaban.
Lore se aferró un poco más los bordes de la chaqueta y miró hacia la calle.
Podía irse a casa si quisiera. Podía caminar de regreso por donde había venido y
zambullirse de cabeza en un montón de hierba élfica fresca. Todos sus
pensamientos escaparían de su cabeza. Nadie sabría nunca que había estado fuera
de la taberna.
La puerta se abrió, y salió una pareja. Ambos estaban en camino a
emborracharse, y el hombre tenía su brazo sobre los hombros de la joven.
—Te amo —seguía murmurando.
—También te amo —respondió ella—. Tanto mi hombre dulce, mi luz, mi
musa.
Qué asco.
Pero si los dos habían estado en la taberna, entonces la rebelión en realidad
estaba siendo por una vez astuta. Miró a la luna y suspiró.
—Bien —murmuró ella—. Bien, hagamos esto.
Abrió la puerta de un empujón e ignoró la campanilla que tintineó sobre su
cabeza. Los sentidos de Lore fueron asaltados por demasiado de todo. La
habitación olía mucho a olor corporal y cerveza. Sus pies se pegaron al suelo. De
alguna manera, el aire estaba pegajoso y húmedo. Demasiadas personas hablaban
a la vez hasta que no pudo saber quién decía qué.
Carteles descascarados cubrían las paredes. La mayoría de ellos eran una
especie de anuncio de una solución para las dolencias mortales. Se fijó en el de
agua de hadas que tenía una pequeña mujer verde con alas de colores brillantes. 11
Alguien había escrito «Anuncio falso» sobre su rostro con pintura roja brillante.
No era de extrañar. El agua de hadas era más adictiva que útil. Había visto a
personas perder toda su vida por recibir otra gota de esa cosa.
Se abrió paso suspirando entre la multitud de personas que deberían
esconderse mejor. Al rey no le gustaba que las criaturas mágicas fueran
abiertamente fáciles de ver. Odiaba saber que había seres por ahí que eran más
poderosos que él.
Los Caballeros Umbra buscaban esas diferencias cuando caminaban por las
calles. Aunque también estuvieran hechos de magia, podían sentir cuando alguien
era diferente. Orejas. Cuernos. Ojos extraños. Todo eso era una señal de
advertencia para esas bestias de que necesitaban llevar a alguien para interrogarlo.
Lore se frotó un punto justo sobre su cadera donde una cicatriz pequeña en
forma de estrella aún le dolía. Los caballeros hacían cualquier cosa que quisieran
cuando atrapaban a una criatura mágica de Tenebrous. Esa era la parte peligrosa.
Sus pies la llevaron a la esquina trasera de la taberna donde estaba más
tranquilo. Menos personas se congregaban en las sombras de este lugar, pero
debería haber sabido que aquí era donde se escondería la rebelión. Después de
todo, prosperaban en las sombras.
El grupo era más pequeño de lo que recordaba de los días con su madre.
Goliath estaba de pie con una jarra del tamaño de su cabeza en sus manos. La
levantó en su dirección, la sonrisa en su rostro demasiado alegre. Demasiado
emocionado de que ella estuviera aquí. Un par de sátiros estaban a su lado, con
pañuelos elaborados cubriendo los cuernos sobre sus cabezas.
Una mujer ciervo estaba sentada sin botas. Lore no había visto a una mujer
con cascos tan descarados en tanto tiempo que casi la dejó sin aliento.
Qué hermoso era ver a una criatura mágica así de libre. Habían pasado
siglos desde el momento en que fue seguro mostrar cascos con un cuerpo mortal.
Y, sin embargo, así estaba haciendo alarde de lo que la hacía diferente. La sonrisa
feroz en su rostro desafiaba a cualquiera a decirle que se pusiera sus zapatos falsos.
El corazón de Lore se hinchó de orgullo al mismo tiempo que su estómago
se revolvió de miedo. Se obligó a mirar de vuelta a Goliath, lista para borrar la
sonrisa de su rostro de una vez por todas.
—¿Y bien? ¿Vas a conseguirme un trago?
—De hecho, no pensé que vendrías.
11
—Bueno, diste un buen argumento. Y supongo que está bien si solo
escucho.
Otra voz los interrumpió, atravesando las sombras como si una sirena
llamara su atención.
—Mi vida, mi tesoro, no vas a limitarte a escuchar. Una hija de Silverfell
no puede evitarlo.
Lore se congeló. Conocía esa voz. Había oído esa voz mil veces en sus
primeros años, pero no había pensado en volver a oírla. Después de todo, ¿cuántos
líderes rebeldes vivían más de un par de años?
—Margaret —murmuró—. Me sorprende que aún estés viva.
—No me arriesgo como los demás. —Las sombras se abrieron y revelaron
a una elfo sentada en la única mesa en el rincón oscuro—. Sabes cómo suelen
terminar los riesgos como ese.
Demasiado bien.
Lorelei dejó que sus ojos se deleitaran con la visión de otro elfo. Margaret
era una mujer intimidante antes de unirse a la rebelión, pero ahora mostraba signos
de una guerra silenciosa. Su traje de cuero estaba pegado a ella desde la parte
superior de sus hombros hasta la planta de sus pies. Más correas de cuero negro
rodeaban sus muslos y brazos, sosteniendo cuchillos en cada parte de su cuerpo.
Treinta de ellos, cada uno más afilado que el anterior.
Pero fue su rostro lo que hizo que el corazón de Lore se encogiera en su
pecho. Margaret tenía su cabello blanco recogido en un moño en la parte superior
de la cabeza, zarcillos diminutos de rizos enmarcando sus largas orejas
puntiagudas. Su piel estaba oscurecida por el sol, oscura y profunda. Sus ojos
claros eran casi tan blancos como su cabello y lo veían todo.
Ella sabía. Por supuesto, Margaret sabía cómo afectaría a Lore ver a otro
elfo.
Los de su clase ya casi se habían ido. Todos fueron luchadores en los
primeros días. Nadie pudo convencer a un elfo de no sacar su arco para proteger a
un ser querido. Los elfos eran conocidos por su destreza en el campo de batalla y
por eso lucharon hasta que el último de ellos tomó un último aliento.
Incluso Lore era solo medio elfo. Solo la mitad de lo que podría haber sido
si su madre hubiera podido encontrar otra como ella.
Suspiró.
11
—No soy mi madre.
—Nadie te está pidiendo que seas ella. —Margaret señaló la única otra silla
en la mesa—. Silverfell, toma asiento. Hay mucho que necesito decirte.
Nadie era tan tonto como para discutir con Margaret cuando quería algo.
Sin embargo, Lore se sintió un poco frustrada cuando esos malditos rizos de
sombras tocaron sus piernas.
—No me arrastres a la penumbra, Darkveil.
La oreja derecha de Margaret se crispó.
—Entonces, recuerdas las viejas costumbres. Estoy sorprendida. Estaba
pensando que habías asumido la personalidad de una humana tan bien que habías
borrado todo recuerdo de nosotros de tu mente.
—Es difícil de olvidar —murmuró.
Lore pasó junto a una sátira, con las manos aún vacías. Quería
desesperadamente que sus manos hicieran algo. Ya fuera levantando una jarra de
cerveza o llevándose hierba élfica a la boca. No importaba. No sabía qué hacer con
las manos descansando inertes a sus costados.
Se sentó con fuerza y observó cómo Margaret subía los pies a la mesa. El
barro se adhería a los bordes de sus botas de cuero y llovió sobre los platos vacíos.
¿Dónde había estado la líder de la rebelión?
—¿Te diste cuenta de que el rey estuvo hoy aquí? —preguntó Margaret.
—Podría haberlo adivinado. Los Caballeros Umbra salieron con toda su
fuerza, y nadie pasó por alto la sombra del dragón. —Un escalofrío recorrió su
espalda—. Nadie pasa por alto al dragón.
—Bueno, un pajarito me dijo que ha habido un desarrollo interesante.
Iba a hacerle preguntar. A Margaret le gustaba hacer pensar a la gente que
sus planes eran en realidad sus planes. Cuanto más los involucraba, más podía
guiar sus pensamientos en la dirección que ella quería.
Lore odiaba ese tipo de manipulación.
Si iba a tomar su propia decisión sobre todo el plan, entonces no quería que
alguien le metiera ideas en la cabeza. Mordiéndose el labio, miró las botas de
Margaret una vez más.
—Obviamente estuviste involucrada de alguna manera en ese desarrollo
interesante.
—Sorprendentemente, no fue así. Estaba mirando desde las vigas. Esto es 11
demasiado grande para que no lo vea por mí misma, y me preocupaba que mi
informante no me dijera toda la verdad. —Margaret deslizó los pies fuera de la
mesa y se inclinó hacia adelante.
El movimiento ocurrió tan rápido que Lore no tuvo tiempo de retroceder.
La elfo loca se metió en su cara antes de que tuviera tiempo de reaccionar.
—Estás emocionada —murmuró Lore—. Margaret, ¿qué es lo que te tiene
tan alterada?
—El rey está buscando novia —susurró—. Va a tener mujeres de todo
Tenebrous acudiendo a su castillo con la esperanza de poder captar su atención. Ni
siquiera está mirando las otras ciudades.
¿Y?
A Lore no le importaba si el rey quería una esposa. En algún momento,
necesitaría una. Ningún rey quería pasar la corona a alguien que no fuera su propio
hijo, y uno legítimo. Y su rey no se había esforzado mucho últimamente.
Tal vez había esperado demasiado. Se estaba haciendo un poco mayor con
lo que su corte probablemente se sentiría cómoda. No le sorprendería saber que lo
habían instado a tener esta exhibición de novias de modo que pudieran revisar todo
el ganado reproductor.
—¿Por qué le importaría a la rebelión? —preguntó.
—Porque esta es la oportunidad perfecta para hacer lo único que todos
hemos deseado durante años. Nos han hecho desaparecer desde que esta línea de
reyes llegó al poder. Una y otra vez. —Los ojos de Margaret ardieron y sus mejillas
se oscurecieron con un rubor enojado—. Este es el peor de todos. Quiere borrarnos
de este reino para siempre. Él y sus Caballeros Umbra han gobernado este lugar
durante demasiado tiempo, y ahora tenemos la oportunidad de acabar con todo eso.
—¿La tenemos? —Lore no estaba comprendiendo—. Tienes que ser muy
clara con tus palabras.
—Vamos a poner una novia en la competencia. Una novia a la que
simplemente no pueda resistirse. Y luego, cuando sea el momento adecuado, ella
clavará una daga en su corazón negro. —Margaret se reclinó en su silla, poniendo
uno de sus pies sobre la mesa.
Lore intentó darle sentido al plan. Obviamente, Margaret pensaba que era
su mejor idea hasta ahora, considerando la sonrisa maliciosa en su rostro. Pero
había demasiadas cosas que podían salir mal.
—Vas a enviar a una joven a la muerte —dijo—. No sé por qué alguna vez 11
pensaste que esto funcionaría, pero debes saber que el rey olfateará cualquier
criatura mágica en su corte. La encontrará y luego la matará frente a todo el reino.
Todo lo que vas a hacer es asesinar a una persona inocente y despertar las
esperanzas de todos.
—Ah… —Margaret levantó un solo dedo. Todas las demás criaturas que
los rodeaban se quedaron en silencio—. Pero no enviaremos a alguien a quien
pueda oler. Ni siquiera un mago puede decir si alguien es medio elfo.
Ah.
Ah.
—No —respondió Lore, poniéndose de pie tan rápido que su silla chirrió
por el suelo de piedra—. Si crees que voy a caer en el mismo trato que recibió mi
madre, entonces no me conoces en absoluto. No daré mi vida por una causa en la
que ni siquiera creo.
—¿No crees? ¡Eres una elfo! Has visto lo que este rey nos ha hecho a todos.
Si no somos nosotros los que lo detenemos, ¿quién lo hará?
Todos la estaban mirando. Podía sentir el peso de sus miradas como un
toque físico en su espalda. Ni una sola persona en esta taberna pensaba que se
negaría a la solicitud de Margaret. Pero no eran ellos a los que se les pedía que
arriesgaran el cuello por una causa que era ridícula. Necia. El rey vería a través de
ella. Y ella moriría intentando estar a la altura de sus esperanzas y sueños.
Sacudió su cabeza otra vez.
—No. Margaret, este rey es más poderoso. Cada generación que pasa
observa cómo nuestro pueblo se debilita y esta línea de reyes se fortalece. ¡Tiene
al último dragón de su lado! ¿De verdad crees que podemos vencer eso?
—Sí.
Maldición. La mujer se había vuelto loca en su vejez.
—Yo no —respondió Lore—. Sé que piensas que este es el único plan que
funcionará. Mi madre habría luchado a tu lado, y probablemente me instaría a
cumplir con mi deber como elfo. No estoy tan ciega como para no reconocer eso.
Pero también sé cuándo es el momento equivocado.
Goliath intervino en la conversación. Dejó su jarra de cerveza sobre la mesa.
Y fue así cómo Lore supo que iba en serio. Nunca dejaba su bebida.
11
El enano enderezó los hombros, tragó pesado y dijo:
—Lorelei Silverfell, te necesitamos. Sé que tienes miedo de lo que pueda
pasar y creo que todos compartimos ese mismo miedo. El rey se distraerá con todas
las mujeres intentando ganar su corazón. El dragón tendrá su atención dividida con
todas las oportunidades de que cada una de esas mujeres mate al rey. Los
Caballeros Umbra no estarán involucrados porque aterrorizarían a la potencial
reina nueva. Todo está exactamente donde tiene que estar. Solo tienes que confiar
en nosotros.
Lore se atragantó.
—¿Confiar en ustedes? ¿Confiar en las personas que mataron a mi madre?
Lo había dicho demasiado alto. Ahora todo el mundo en toda la taberna
estaba en silencio y mirándola fijamente.
Demasiados ojos. No le iba bien con tantos ojos en ella, su piel
hormigueaba. Lore se rascó los brazos, deseando tener algo de esa hierba élfica en
el bolsillo. La necesitaba.
Margaret la observó con una mirada demasiado cómplice.
—Lore, tu madre querría que hicieras esto. Ella sabía lo importante que era
salvar este reino y nuestra gente. Podrías enorgullecer su memoria.
—No —respondió ella.
—Entonces no nos dejas otra opción —dijo Margaret con un suspiro
profundo—. Llamaremos a los Caballeros Umbra. Les diremos tu nombre, lo que
has estado vendiendo, usando y destruyendo tu cuerpo. Les diremos que eres
medio elfo, pero en realidad, eso no les importa. Te colgarán para que todos lo
vean.
—No lo harías —siseó.
—Lo haría. El futuro del reino pende de tus hombros, pequeña. Haré lo que
sea necesario para asegurarme de que hagas tu trabajo.
¿Su trabajo? Lorelei no tenía nada que ver con nada de esto. No quería matar
al rey. No quería involucrarse en absoluto en nada de esto.
—Claro —murmuró—. Bueno, haz todo eso y déjame saber cómo funciona
para ti. Me arriesgaré con los Caballeros Umbra.
En realidad, estaba delatando la mentira de Margaret. La elfo peligrosa
había sido la mejor amiga de la madre de Lore. No mataría a la única hija de una 11
amiga querida, ¿verdad?
Lore comenzó a alejarse de las sombras y pensó por un segundo que estaba
libre. Margaret no haría nada. Los demás la miraban irse, con los ojos muy abiertos
por la sorpresa. Pero no estaban intentando detenerla.
Bien. Deberían ver a alguien irse con la cabeza sobre los hombros, como
mínimo.
La puerta de la taberna se abrió y entraron dos Caballeros Umbra. Uno de
ellos tenía la armadura abollada y salpicaduras brillantes de sangre en la placa del
pecho. El otro estaba tan prístino como el día en que fue creado, pero los agujeros
oscuros en su casco se arremolinaban con un humo que la miraba con rabia. Su
sangre se volvió fría.
—Nos alertaron de que había un medio elfo en esta taberna —anunció el
caballero limpio—. Todos deténganse donde están, e inspeccionaremos a todos y
cada uno de ustedes.
Las sombras alcanzaron de nuevo sus tobillos, acariciando su piel y
engatusándola para que retrocediera.
—Aún puedo salvarte. —La voz de Margaret le acarició la oreja—. Todo lo
que tienes que hacer es aceptar mis términos.
El corazón de Lorelei se aceleró. ¿Se arriesgaría? Los Caballeros Umbra no
podían probar que ella era mitad elfo, ¿verdad? Las orejas puntiagudas no eran una
prueba definitiva. Y si pudieran, ¿en serio el rey estaba matando gente por ser
medio criaturas mágicas? Aún tenía sangre mortal en ella.
Al mirar esos ojos oscuros, supo que este caballero la mataría en el acto.
Quería hacerlo. La niebla oscura dentro de esa armadura quería destrozar algo
mágico, como si estuviera castigando a la criatura que la había creado.
Margaret la había atrapado. Lore no tenía en absoluto opción.
Nunca debió haber ido.
—Bien —gruñó—. Haré lo que quieras.
Las sombras envolvieron su cuerpo y la atrajeron de nuevo a los brazos
expectantes de Margaret Darkveil.

11
4

Abraxas regresó a su guarida no sin cierto disgusto. Aterrizó con fuerza 11


fuera de la cueva que conectaba con el castillo, más arriba en el pico de la montaña.
La cueva era su único santuario, el único lugar que el rey le había permitido
construir para poder seguir siendo él mismo.
Incluso el rey sabía lo mucho que odiaba Abraxas ser mortal. Y con buena
razón.
Pero ahora el rey quería tomar una novia.
¿Por qué Zander no le había hablado de este plan? Por lo general, el rey no
mantendría la boca cerrada sobre las mujeres o su juguete más nuevo. Siempre
intentaba invitar a Abraxas a unirse a la diversión, pero eso nunca sucedía. Además,
el rey se comparaba constantemente con los demás. No necesitaba compararse con
un dragón en forma humana.
Abrazando los largos zarcillos de vegetación que escondían su cueva,
Abraxas plegó sus alas contra su cuerpo y avanzó a través de la mampostería.
Alguien, tiempo atrás, había tallado dragones de piedra a los lados de la entrada.
Siguió sus largos cuerpos serpenteantes hasta su tesoro codiciado.
O, supuso, el tesoro del rey. Teniendo en cuenta que Zander era dueño de
Abraxas, probablemente poseía todo el oro y la riqueza que Abraxas había
acumulado a lo largo de los años.
Incluso el padre de Zander había venido aquí y disfrutado de la vista de la
riqueza. Después de todo, ¿qué humano alcanzaba a ver una montaña de monedas
de oro?
Abraxas se abrió camino sobre el montículo, enroscando su cuerpo carmesí
lentamente alrededor de las monedas que se agitaron en una lluvia tintineante a
medida que se acomodaba. Solo entonces abrió sus alas y las dejó descansar sobre
montículos gemelos que tenía a ambos lados.
Monedas de oro. Piedras preciosas. Coronas, collares y joyas. Mil artículos
reunidos, todos sacrificados al dragón con la esperanza de que les perdonara la
vida. A veces funcionó. Como en los viejos tiempos, cuando se le permitió rienda
suelta para hacer lo que quisiera. Antes, cuando había otros dragones para
mantener ocupados a los gobernantes mortales.
Pero ahora, solo era él. La riqueza de oro y el poder reluciente habían
comenzado a desvanecerse. No estaba seguro si era el rey quien le robaba, o si el
movimiento de su cuerpo gigante había causado que algunas monedas se filtraran
de la cueva a las manos de los mortales. Tal vez nunca lo sabría.
Abraxas suspiró y apoyó su enorme cabeza sobre el oro. Volar era 11
maravilloso y la mejor parte de ser un dragón, pero a veces era jodidamente
agotador.
Quería dormir. Quería pensar en la pobre mujer que estaría atada al rey por
el resto de su vida.
Algunas personas del pueblo del rey decían que era malvado. Decían que
su alma estaba marcada por todos los muertos que habían caído en las guerras de
su padre. Una guerra que el hijo había terminado. Tal vez esa era la verdad, Abraxas
no lo sabía. No veía a la misma persona que veían los aldeanos y residentes del
reino Umbra.
Zander era un niño. Sería un mal marido, y tal vez un rey aún peor cuando
viera realmente las elecciones del niño, pero ¿qué inmortal no pensaba que un
humano era joven? El rey aprendería o moriría.
La mayoría lo hacía.
Pasos resonaron por el hueco de la escalera que conducía al castillo, y
Abraxas levantó la cabeza perezosamente. ¿El rey le habría enviado un sirviente?
No quería comida, pero estaba más que listo para asar a alguien por interrumpir su
sueño.
Sin embargo, no fue un sirviente el que salió de la escalera. El propio rey
bailó sobre el acantilado pequeño que dominaba el tesoro de Abraxas como si cada
moneda de oro hubiera sido colocada allí por sus propias manos.
—¡Abraxas! —llamó Zander—. Quiero saber qué piensas después de la
reunión. Creo que los líderes de Tenebrous parecieron bastante emocionados,
¿verdad?
No lo habían hecho. Los hombres tuvieron expresiones tensas de
incredulidad, ira y luego tristeza. Probablemente todos pensando en las muchas
mujeres jóvenes que iban a sacrificar a los caprichos de este rey. Y probablemente
preguntándose si alguna de esas mujeres volvería con ellos.
Aun así, no podía contarle al rey nada de eso o enviaría a sus caballeros a
derribar a todos los líderes que lo habían mirado con una expresión enfadada.
—Alteza, todos estaban muy ocupados intentando descubrir cómo
encontrar a las mejores mujeres en sus provincias. —Hablar en esta forma a veces
era un poco incómodo para los humanos, pero afortunadamente Zander estaba muy
acostumbrado.
Abraxas ni siquiera estaba seguro de cómo hablaba. La voz se formaba en
su pecho como si alguien más estuviera hablando a través de su garganta. O tal vez 11
esa era simplemente su forma mortal. De cualquier manera, todo lo que tenía que
hacer era abrir la boca, y la voz salía. Aunque a veces sonaba más como un siseo
que como una voz. Él mismo no se había acostumbrado del todo a la sensación,
incluso después de todos estos años.
Su voz profunda retumbó por toda la caverna, pero el sonido no perturbó ni
un poco a Zander.
—Pero, ¿crees que encontrarán las más bonitas? —Zander extendió su
mano como si estuviera alcanzando a una mujer joven—. Después de todo, eso es
lo más importante. Quiero asegurarme de que mis hijos sean los miembros de la
realeza más hermosos que esta familia haya visto.
—¿Más hermosa que tú? —preguntó irónicamente.
—Por supuesto que no. —El rey apoyó las manos en las caderas con una
floritura y miró al dragón—. Quería asegurarme de que tú y yo estábamos en
sintonía. Necesito una novia, y necesito que sea una reina impresionante o ninguno
de ellos me tomará en serio.
—Sí, señor. Eres muy inteligente.
Ah, fue demasiado sarcástico con esa frase. Zander se daría cuenta, y el rey
absolutamente lo hizo.
La pretensión de niño tonto cayó de los hombros de Zander y la mirada
furiosa en su rostro advirtió que Abraxas había ido demasiado lejos.
—¿Te das cuenta de que tienes que apoyarme en esto?
—¿Tengo que hacerlo? —A Abraxas no le gustó el tono del chico. Él era el
dragón en la habitación, no el rey. Y aunque su vida estaba ligada al padre del
chico, eso no significaba que respetara a este niño rey en lo más mínimo—.
Muchacho, quieres una novia, y te veré casarte. Me aseguraré de que ninguna de
ellas intente matarte. Nada de eso significa que tenga que estar de acuerdo con tu
plan para que Tenebrous vuelva a estar bajo tu control.
Los ojos de Zander se abrieron más con cada palabra. Si fuera un hombre
más inteligente, habría tomado la amenaza por lo que era y lo habría dejado pasar.
Un simple mortal no podía conquistar a un dragón.
El rey no era muy inteligente.
Entrecerró los ojos y un músculo de su cuello saltó con su pulso demasiado
rápido.
—¿Quieres desafiarme en esto? ¿Crees que no debería casarme?
11
—Creo que deberías dejar en paz a las pobres chicas por un tiempo. Zander,
ellas también están intentando vivir sus vidas. No es necesario que las arranques
de sus hogares mientras decides si una de ellas se adapta a tu gusto.
Había ido demasiado lejos. Abraxas sabía que había ido demasiado lejos y,
sin embargo, las palabras no dejaban de salir de su boca.
Este rey tomaba tanto de su pueblo. Abraxas había visto suficiente de la
codicia de Zander para saber que estas mujeres no serían recibidas con los brazos
abiertos. Jugaría con ellas. Las engatusaría. Les haría pensar que eran la única
persona en la vida del rey, cuando en realidad estaban accediendo a una vida de
amantes y miseria.
Algunos días, la culpa de trabajar para el rey amenazaba con abrumarlo.
Hoy era uno de esos días.
Zander lo observó con una mirada calculadora en su rostro.
—Pareces tenerlo todo bajo control, ¿verdad? El gran dragón de antaño. El
último de tu especie. Y sin embargo, aquí estás, trabajando para mí.
—Para tu padre —corrigió—. Fue tu padre quien me atrapó.
—Y dada la oportunidad, no dejarías este lugar. ¿Eso es lo que quieres que
crea? —Zander se rio, pero el sonido estaba lleno de intenciones oscuras—. Solo
estás aquí por una razón. Ambos lo sabemos.
Por supuesto que así era. Abraxas era el último dragón. ¿Por qué alguna vez
se sometería a la servidumbre si no tuviera que hacerlo?
Un gruñido retumbó a través de su pecho y supo que la base de su garganta
resplandeció con llamas que querían brotar de su boca y vomitar sobre este niño
que se había acercado demasiado al dragón.
—Ah, ah, ah. —Zander agitó un dedo en el aire—. Abraxas, no me pongas
a prueba. Creo que te has vuelto demasiado confiado. ¡Cada movimiento que crees
está orquestado por ti mismo! O tal vez crees que soy un rey inferior a mi padre.
¿Es eso?
Sí.
Pensó que Zander era mucho menos que su padre. El rey anterior había
puesto de rodillas a innumerables criaturas mágicas. Había atrapado a un dragón y
luego había arrasado Umbra hasta convertirla en cenizas y polvo solo porque había
comenzado un levantamiento. Ese era un hombre al que temer. 11
Zander hizo un gesto con los dedos, dos desplegados y el pulgar abierto, y
un cofre se elevó del oro. La gran caja de metal era el único tesoro que Abraxas no
controlaba. No podía convocarlo desde las profundidades, sin importar cuántas
veces lo hubiera intentado.
Cada músculo de su cuerpo se tensó. Se quedó mirando las joyas incrustadas
en el costado. Rubí, esmeralda y zafiro. Tres colores que hicieron que su alma
entera gritara de dolor.
El rey lo observó con una mirada fanática.
—Ahí está. El miedo que quería ver de ti. Sabes exactamente qué es esta
caja, ¿no?
—Por supuesto que sí.
—Sabes, solo lo he visto dos veces. Mi padre siempre habló de eso y se
aseguró de que supiera cómo invocarlo en caso de que alguna vez te pasaras de la
raya. —Pasó las manos por encima, acariciando dulcemente el cofre como si
significara todo para él—. Solo un vistazo. ¿Lo hacemos?
No. Abraxas no quería que este hombre tonto mirara dentro de esa caja. No
quería que Zander viera lo que estaba escondido dentro, lo único que le importaba
a Abraxas.
El rey era la única persona que podía abrir el cofre. El hechizo había sido
tejido por un mago muerto hacía mucho tiempo, y solo el rey podía abrir esos dos
pestillos y revelar el contenido dentro. El tesoro que atormentaba a Abraxas todas
las mañanas y todas las noches.
Zander abrió la tapa y suspiró.
—Mira eso. En serio, son más hermosos de lo que mi padre había descrito.
Ahora veo por qué significan tanto para ti.
Abraxas no tenía que mirar. Sabía lo que estaba a salvo dentro de ese cofre.
Tres huevos perfectos, cada uno cristalizado como las gemas en el exterior del
cofre. Tres símbolos perfectos de esperanza de que algún día ya no estaría solo.
Eran los últimos huevos de dragón del reino. Mucho antes de que el rey lo
atrapara, había buscado su existencia. La última hermana de su especie había
fallecido en las montañas del lejano oeste. Sus últimas palabras fueron la última
esperanza de la que le había hablado otra dragona.
Por desgracia, el rey humano llegó a ellos antes que Abraxas. Y luego había
puesto una maldición en el cofre para que solo un rey de Umbra pudiera abrir la
caja. Todos los demás serían asesinados, la magia atacándolos y desgarrando su 11
propio ser si intentaran abrirlo.
Abraxas aún tenía las cicatrices de cuando intentó abrirlo él mismo.
—Es bastante triste —murmuró Zander—. Estas son tu única esperanza de
ver alguna vez a otra criatura como tú. ¿No? La última oportunidad para que
alguien vea otro dragón después de que te hayas ido.
—Ten cuidado con ellos —gruñó.
—Ah. ¿Con esto? —El rey metió la mano en la caja y recogió el huevo rubí.
Brilló a la luz de las antorchas.
Abraxas apenas podía pensar. El rey estaba tocando el huevo, y nadie
debería poder hacer eso. Pero también era tan hermoso. El huevo eclosionaría para
convertirse en el mismo tipo de dragón que él era. Los rubíes eran raros, y siempre
fueron feroces. Sus llamas ardían más que cualquier otra, pero su lealtad era algo
digno de admiración.
—No toques lo que no es tuyo, pequeño rey.
—¿O qué? —Zander palmeó el huevo y cerró el cofre—. ¿Me quemarás
hasta convertirme en una papa frita? Abraxas, necesito que me escuches ahora
mismo porque lo que voy a decir es muy importante. Y me voy a quedar con este
huevo para que me tomes muy en serio. ¿Me escuchas?
Apretó los dientes, rechinándoselos al rey.
—Estoy escuchando.
—Soy el rey más poderoso que jamás hayas visto. El rey más poderoso que
Umbra haya tenido jamás. Y si tú no lo crees, entonces nadie más lo hará. —Los
ojos de Zander se abrieron del todo como si las palabras lo aterrorizaran—. Eres
el gran dragón de Umbra. La sombra del rey. Tienes que creerlo. ¿Lo entiendes?
Abraxas mintió.
—Lo hago. Eres más poderoso y más grande que tu padre o cualquier rey
anterior. Yo lo sabría, porque estaba allí.
—Bien. —Zander asintió, extendiendo una mano detrás de él y rascándose
la espalda—. Está bien. Me alegro de que entiendas. Ojalá no tuviera que llegar a
esto. Sabes que no disfruto amenazándote.
—Eso es porque también eres un rey justo. —Tragó pesado, deseando nada
más que gritarle al rey que dejara el huevo.
Zander no dejó el huevo. En cambio, lo levantó hacia la luz y se pudo ver 11
el contorno tenue de un cuerpo de dragón a través de la capa transparente de la
gema.
—Desearía creerte. Pero algún día pronto, verás que soy todo aquello sobre
lo que mentiste.
Con un movimiento rápido, Zander sacó un cuchillo de detrás de su espalda
y lo clavó en el huevo.
Un chillido resonó a través de la caverna, tan fuerte y penetrante que
Abraxas abrió la boca en un rugido silencioso. Era el alma de un dragón. El alma
de un inocente que nunca había visto la luz del día. Y no pudo hacer nada para
evitar que este monstruo horrible quitara esa vida.
El sonido se apagó. Finalmente abrió los ojos, mirando a través del dolor
punzante en su cabeza. El dragón diminuto en el huevo se retorció, su cola
agitándose por última vez, y luego toda la luz se extinguió.
—Una vergüenza —dijo Zander. Dejó caer el huevo y el cuchillo al suelo,
liberando el hechizo para que el cofre se hundiera de nuevo en el oro—. No quería
hacer eso, amigo mío. Verás, necesito que te comportes lo mejor posible cuando
lleguen todas estas novias y sus padres. Necesito que recuerdes quién soy en
realidad.
Cuando el rey se fue, Abraxas supo exactamente quién era Zander en
realidad.
Un monstruo.
Debería haberlo sabido. Debería haber predicho que este niño tomaría lo
que no era suyo. Pero, mientras se enroscaba alrededor del huevo desinflándose
para llorar su pérdida, recordó una cosa.
Aún quedaban dos huevos más.

11
5

—Entonces, ya ves, él es la mejor persona para el trabajo. —Goliath la 11


agarró del brazo y tiró de ella para que se detuviera frente a una casa que era
demasiado, demasiado bonita.
Lore ni siquiera sabía que existían casas como esta en Tenebrous. Estaba
acostumbrada a las casas desvencijadas. A las que se caían por los bordes y
necesitaban desesperadamente que alguien pusiera otra tabla sobre el agujero del
techo. No… esto.
El mármol blanco de la casa aún resplandecía a la luz del sol. Las paredes
se habían construido para ser robustas y tenían diez columnas que sostenían un
gigantesco techo. Hiedra se enredaba alrededor de las columnas plateadas y se
esparcía por un patio que podría tener hierba debajo de la hiedra, pero no podía
estar segura. Las olas de vegetación eran difíciles de ver debajo.
Frunció el ceño ante la puerta de color rojo brillante y miró a su alrededor
a todas las otras casas que estaban en completa y absoluta ruina.
—¿Construyó un portal o algo así? Es imposible que este hombre viva aquí.
¿Cierto?
—Ah, lo hace. —Goliath le dio unas palmaditas en la espalda y la empujó
hacia adelante—. Aunque no puedo entrar contigo. Es muy reservado.
—Entonces, ¿por qué me querría en su casa? Podríamos habernos reunido
en la mía. —Lorelei miró por encima del hombro al enano retirándose—. ¿Por qué
parece que estás huyendo?
—Porque lo hace.
Ella suspiró, preparándose para lo que fuera que estaba detrás de ella.
Teniendo en cuenta la mirada en el rostro de Goliath, solo podía asumir que la
criatura que se suponía que la haría irresistible para el rey también era alguien a
quien temer.
Lore se giró y miró al hombre que estaba parado frente a la puerta roja. Su
silueta se veía extrañamente estirada, como si fuera una sombra al final del día.
Dio un paso hacia la luz del sol, revelando un castaño cabello lacio que
colgaba sobre su rostro. Sobre sus hombros y su pecho ancho crecía musgo, y una
mariposa asoleaba sus alas sobre su hombro derecho. Sus dedos estaban
envejecidos con corteza, y en su dedo meñique crecía una pequeña planta de dos
hojas. Ojos oscuros le devolvieron la mirada sin nada de blanco para domar la
naturaleza salvaje de su alma.
—Leshi —susurró, intentando no quedarse mirándolo a los ojos—. Pensé
que los de tu clase se habían ido hace mucho tiempo. 11
—Podría decir lo mismo de ti, elfa. —Su voz sonó entrecortada, como
piedras golpeando entre sí—. Y sin embargo, aquí estás. Aún en pie a pesar de que
el rey ha hecho todo lo posible para eliminar de la luz a los de tu especie.
Sintió algo centellear en su alma. Un cambio de plata y luz de luna que
relumbró en la superficie de su piel.
—Prefiero la oscuridad.
—Ah, una Silverfell. Qué raro. —Sacudió la cabeza—. Debería estar
sorprendido, pero tu tribu siempre tuvo talento para los problemas. Entra, niña.
Estás aquí por una razón y no es para oscurecer mi puerta. Los vecinos hablarán.
Y luego regresó a su casa como si los vecinos no estuvieran hablando del
hombre hecho de árboles y la elfa resplandeciente en su jardín.
Originalmente, tenía razón. Todo este plan iba a hacer que los mataran a
todos, y ahora tendría la muerte de un leshi sobre sus hombros. Probablemente el
último de su especie, aunque sabía muy poco de ellos.
Aun así, lo menos que podía hacer era ser respetuosa.
Lore lo siguió a su casa, tropezando con el umbral de una habitación que
parecía las profundidades del bosque. Un musgo espeso cubría el suelo y terminó
aplastado bajo sus pies. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas y el techo
abierto, atrapando pequeñas motas de polvo dorado bailando ante sus ojos. Las
paredes habían sido pintadas a mano de forma tan realista que casi podía sentir los
árboles centenarios de antaño. Un solo árbol real crecía en medio de su casa.
Mariposas de todos los colores se balanceaban alrededor de las ramas.
Un hilo de calor se deslizó por su mejilla. Confundida, tocó el líquido con
un dedo, solo para darse cuenta de que había comenzado a llorar.
—No parezcas tan sorprendida —gruñó el leshi—. Puede que te hayas
olvidado del bosque, pero tu alma no. Este es nuestro hogar, pequeña elfa. O lo
era. Antes de los incendios.
Luces rojas intermitentes bailaban bajo sus ojos cada vez que parpadeaba.
Como si recordara ese fuego, aunque no lo hubiera vivido.
—Yo no… es decir, no creo… —¿Lo recordaba?
—Sigue luchando así, y te harás daño. —Se rio entre dientes, y luego se
golpeó el pecho con una mano nudosa—. Mi nombre es Borovoi. Margaret dijo
que tenía un plan y te envió a entregar el mensaje.
11
—¿Ni siquiera te lo dijo ella misma? —Por supuesto que no. Si Lore era
quien le decía a esta criatura, entonces sonaría como si todo fuera idea suya—.
Quiere enviarme a los juegos nupciales del rey. En su opinión, si soy lo
suficientemente tentadora, podré acercarme lo suficiente como para matar al
hombre.
—Ah. —Él asintió, luego dirigió su atención al árbol—. ¿Y estás tan loca
que aceptaste este plan?
—No es cierto. Me amenazó con entregarme a los Caballeros Umbra… —
No, no iba a admitir nada más. Cuantas menos personas supieran sobre su pequeño
negocio secundario, mejor—. No importa. Me amenazó, y eso fue suficiente.
—Tiene mucho carácter. —Borovoi se quitó la mariposa del hombro y la
acercó a las ramas del árbol. La cosita diminuta no volaba, o aparentemente no
podía. Se arrastró hasta la rama más cercana y volvió a agitar las alas—. Deberás
tener mucho cuidado si vas a tentar a un rey.
—No puedo parecer una criatura mágica, eso es seguro. —Lore se tocó las
orejas, asegurándose de que estuvieran ocultas—. Si capta incluso una pizca de
magia, entonces estoy acabada.
—¿Estás tan segura de eso?
—Sí. Todo el mundo dice que el rey odia a los de nuestra especie. Creo que
lo ha demostrado, considerando que somos cazados como animales. —Aún no
quería saber qué harían los Caballeros Umbra si la encontraban a ella o al leshi.
¿El hecho de que este hombre se pavoneara como lo hacía alrededor y vivía así?
Era peligroso.
—El rey no odia a los de nuestra especie. Nos envidia. Quiere volverse
como nosotros, y por eso ha matado a tantos. Es frustración, pequeña elfa. No odio.
—Borovoi volvió a centrar su atención en ella y esos ojos negros vieron
demasiado—. ¿Quieres llamar su atención? Insinúa lo que podrías ser. Deja
pequeñas pistas pero nunca des ninguna admisión. Deja que asuma lo que eres.
—¿Me estás pidiendo que me arriesgue a delatarme? —Sacudió su
cabeza—. Ahora sé que estás loco.
—No loco. Conozco al rey mejor que la mayoría. —Un rayo de luz del sol
atrapó su cabello. Orugas diminutas estiraban sus cuerpos en cada hebra, dándole
una apariencia levemente esponjosa—. Viene a visitarme cuando quiere ver magia.
Magia domada, por supuesto, no salvaje como antes.
Su corazón se apretó en su pecho. ¿Magia domada? ¿Qué significaba eso? 11
—Significa que quiere vernos como menos que él. Magia que puede
controlar o aconsejar a dónde va. Eso es lo que quiere. Una mascota.
Entretenimiento. Pero nunca algo peligroso. —Borovoi le hizo un gesto para que
lo siguiera—. Ven aquí. Déjame mostrarte algo.
Se arrastró detrás del árbol, pero ella estaba cansada de todo esto. Él podría
ser una de las criaturas más antiguas que jamás hubiera conocido, pero eso no
significaba que pudiera hacerle perder el tiempo.
—Mira, Margaret dijo que me prepararías para el rey. Lo que sea que eso
signifique. Si no eres capaz de hacer eso, entonces puedo encontrar a alguien más
para ayudar. —Al menos, eso esperaba. No era como si tuviera a alguien más
guiándola sobre lo que el rey podría querer.
—Y deberías estar un poco más agradecida con la única persona que está
dispuesta a ayudarte. Elfa, ven aquí.
—Lorelei —se quejó a medida que caminaba tras él—. Mi nombre es
Lorelei.
El otro lado del árbol era muy parecido al resto de la habitación. La única
diferencia era una mesa pequeña que había instalado con todo tipo de objetos
mágicos. Calaveras, cristales, huesos y fragmentos de vidrio decoraban la parte
superior.
Borovoi parecía bastante complacido consigo mismo. Señaló un cráneo de
venado sobre la mesa y dijo:
—Bueno, entonces, Lorelei, ¿qué crees que es?
—Un cráneo.
—Por supuesto. ¿Y de dónde crees que vino?
—Probablemente afuera en alguna parte. O un bosque. —Se encogió de
hombros—. No hay muchos ciervos por aquí. No les gusta que el dragón los visite
con tanta frecuencia como lo hace.
Una calavera era una calavera. ¿Por qué quería que ella la viera?
—Recógela —dijo—. Entonces dime si crees lo mismo.
Ella suspiró, pero hizo lo que le dijo.
—Borovoi, no tengo tiempo para estos juegos ridículos. Ni siquiera sé
cuándo tendrá el rey su primera… como sea que lo llame. Pero si me pierdo eso,
entonces el plan en realidad no funciona.
Al momento en que tocó el cráneo, visiones destellaron frente a sus ojos. 11
Vio a una mujer tirada en el suelo. Siete flechas atravesaban su pecho, y sus ojos
miraban fijamente al cielo. Sangre empapaba el suelo a su alrededor. Se podía
escuchar un sonido de lamento, como voces gemelas llamando a su madre solo
para ser silenciadas con un tajo rápido a través del viento.
Un ciervo se acercó a la mujer, y se inclinó sobre sus patas delanteras. Yació
a su lado y una brisa leve le revolvió el cabello. Una orejas puntiagudas quedaron
reveladas al sol poniente. La luz moribunda estallando en llamas hasta que se dio
cuenta de que no era en absoluto el cielo.
Fuego consumió la tierra. Rodando hacia la mujer y el ciervo como una ola
que no se podía evitar. Se derramó por el suelo, la lava enroscándose hacia ellos
hasta que devoró a la elfa y al ciervo.
Lore se estremeció, levantando su brazo sobre sus ojos y medio esperando
sentir el calor en su propio cuerpo. Pero la luz se apagó y cuando volvió a mirar,
todo lo que quedó fue una calavera en sus manos.
—¿Qué fue eso? —siseó.
—Una pequeña parte de tu historia, pequeña. Esos recuerdos viven dentro
de ti. ¿Por qué crees que lloraste cuando entraste aquí? —Borovoi señaló el árbol
detrás de ellos—. Ese es el último gran ser de una época en la que tú y yo habríamos
vivido libres. Una época que tu alma recuerda, incluso si tu mente se niega a creer
que sucedió.
Volvió a tocarse las mejillas empapadas con los dedos.
—¿Por qué me estás mostrando esto?
—Porque Margaret dijo que no estabas del todo convencida de que esto
fuera necesario. No te importa que el rey quiera destruir más, o que quiera desatar
nuevamente esa bestia infernal sobre nosotros. —Borovoi avanzó con tanta rapidez
que no lo vio moverse.
Su mano extendida agarró su cráneo, apretando su frente con demasiada
fuerza. Y entonces ella lo vio.
Recuerdos. Visiones. Como quiera que alguien quisiera llamarlos. Destellos
del pasado que no había recordado.
Vio a una dríada con un vestido negro, abrazando sus propios brazos a
medida que sus cuernos se incendiaban. Una hada se reía y bailaba en las llamas
mientras sus alas se desintegraban en brasas brillantes. Un enano pasó
tambaleándose junto a ella, agarrando un manojo de brasas en sus brazos. 11
—Suficiente —sollozó ella, soltándose de su agarre—. Suficiente. No
quiero verlo.
—Tienes que verlo. —Borovoi se lanzó hacia adelante. Intentó atraparla
incluso cuando ella se alejó de él—. Tienes que ver todo lo que han hecho para que
puedas entender lo importante que es esto. Lorelei, tienes que hacer esto. Por el
bien de todos.
—Tengo miedo —se atragantó. El sonido de su propio temor la hizo
congelarse.
Se había prometido que nunca sentiría tanto miedo. Su madre le había
demostrado lo poco que ayudaba esa emoción. Con manos temblorosas, Lore las
presionó contra sus mejillas y exhaló. Largo, bajo, contando hasta diez mientras se
recomponía.
Una vez que su armadura estuvo en su lugar, se encontró de frente con la
mirada oscura de Borovoi.
—Haré esto porque moriré si no lo hago. No hay otra razón. No puedes
hacerme cambiar de opinión.
Sus ojos atormentados se oscurecieron, y juró que vio humo en esos orbes.
—Cuando has visto lo que Margaret y yo hemos visto, es difícil sostener
esa armadura por más tiempo. Silverfell, estamos al descubierto por nuestros
recuerdos. Espero que puedas mantener esa protección el mayor tiempo posible.
Cada respiración que tomó se sintió irregular y brusca en sus pulmones.
Luchó con cada onza de su alma para no llorar.
¿Qué había sido ese manojo de brasas?
—Solo estoy haciendo esto para salvarme —murmuró. Pero ya no podía
mirarlo a los ojos—. ¿Cualquier cosa que ocurriera en el pasado? Lo siento por
eso. Pero esos no son mis recuerdos y odio que hayas pasado por eso. Lo mejor
que puedo ofrecer es que el rey morirá por mi mano si puedo acercarme lo
suficiente. Creo que ahí es donde entras tú.
—Ah, sí. Así es. Estoy en el Consejo de Tenebrous y ya estamos hablando
de cómo conseguirle las chicas más bonitas. Te lo advierto, al rey no le importan
en absoluto las mujeres inteligentes. —Borovoi se acarició la barbilla, mirándola
de arriba abajo—. Supongo que tienes suficiente belleza para tentarlo. Pero hay
chicas más hermosas en todo este reino. Lo que necesitas es un milagro.
—Gracias por eso —se quejó Lore. Puede que no sea la más hermosa, pero
al menos ser una elfa tenía que llevarla a alguna parte. ¿No?
11
—Voy a ayudarte. Prepararé el baile por él. Cualquier rey estaría
complacido con una fiesta que organice. Y luego nos pondremos a trabajar para
hacer todo esto… —Agitó una mano de arriba abajo por su cuerpo—. Más
presentable.
—¿Eso es todo? ¿Esa es tu ayuda?
—Y te enseñaré todo lo que sé del rey. —Borovoi asintió con firmeza—.
Solo a cambio de que dejes caer esa armadura un poco más, Silverfell.
—No hay trato. Lo resolveré por mi cuenta. —Lore se dispuso a irse, ya
habiendo terminado con estas reglas ridículas.
—¡Bien! —gritó Borovoi—. Bien. Te prepararé y nada más. ¿Eso es lo que
querías?
Lo era. Se endureció, rechinando los dientes y viendo las mariposas flotar
sobre sus cabezas.
—Borovoi, solo enséñame cómo tentar al rey. Ya sé cómo matar a un
hombre.
6

—Abraxas, ¿estás listo para la fiesta? —Zander entró en la caverna con toda 11
la confianza de un hombre que nunca tuvo que preocuparse por nada en su vida.
Su ropa estaba prensada en puntas, la tela amatista real pegada a su cuerpo
débilmente musculoso. Su cabello estaba peinado hacia atrás y dispuesto para
asegurar que sus mechones grises estuvieran a la vista. Joyas colgaban de todas las
extremidades que había, y llevaba cuatro collares alrededor del cuello.
Por el contrario, a Abraxas le habían dicho que tuviera más cuidado con la
forma en que vestía. Nadie quería mirar al dragón por mucho tiempo. Sobre todo,
no más tiempo que al rey.
Zander había enviado a sus sirvientes para asegurarse de que Abraxas
estuviera listo. De modo que, no estaba seguro de por qué el rey perdería el tiempo
preguntando si su dragón se había preparado para la fiesta. Por supuesto que lo
había hecho. El sencillo traje negro estaba demasiado almidonado y le llegaba
hasta la barbilla, casi como si lo estuviera estrangulando.
O tal vez ese era el recuerdo del rey hundiendo ese cuchillo en su futuro.
Como había sido desde que heredó el trono de su padre.
De cualquier manera, en realidad no sabía cómo responderle al rey.
—Supongo que lo estoy.
—¡Vamos, viejo amigo! Al menos deberías estar un poco entusiasmado con
este esfuerzo. A las damas les encanta verte cuando llevas este atuendo. —Zander
agitó una mano de arriba hacia abajo, señalando su forma—. Aunque, para ser
sincero, no sé qué ven en ti.
El rey rara vez entendía que las mujeres estuvieran interesadas en alguien
que no fuera él, así que Abraxas no estaba tan sorprendido. Al rey no le gustaba
especialmente cuando una mujer estaba interesada en Abraxas. Una vez había
dicho que, no era natural que una mortal hermosa se encontrara en los brazos de
un dragón. Esa era la única razón. La única. Por supuesto.
Abraxas no estaba muy seguro de que esa fuera la verdad. Zander odiaba
cualquier cosa mágica, y definitivamente no quería que un dragón consiguiera nada
que el propio rey no pudiera tener. ¿Y una mujer que solo tuviera ojos para el
dragón?
Eso nunca sucedería.
Suspirando, Abraxas metió un dedo debajo del cuello de su traje y sacudió
la cabeza.
—Zander, no entiendo el punto de esto. Tú mismo has dicho, muchas veces
debo agregar, que no quieres tener nada que ver con nada mágico. Y, sin embargo,
aquí estamos, yendo a una fiesta organizada por una de las criaturas más antiguas 11
del libro.
—Borovoi no es viejo —lo corrigió Zander—. Es un macho joven con la
esperanza de entrar algún día en la nobleza. ¡No sé por qué pensarías siquiera en
llamarlo mágico!
¿El leshi había lanzado un hechizo sobre el rey para que pensara que la
criatura era mortal? No, el rey estaba protegido por algo más que los Caballeros
Umbra. Abraxas pensaba que era más probable que el rey estuviera ignorando el
hecho de que el leshi era una de las criaturas que quería matar. Y eso era porque
Borovoi hacía las fiestas más intrincadas y hermosas que había. A la nobleza le
encantaba, por lo tanto, la criatura era útil.
¿Cuántos mortales podían llenar el aire con estrellas centelleando a su
alcance y mariposas posándose en las manos de las doncellas que el rey deseaba
cortejar? Nadie. Ni una sola persona podía hacer todo eso.
Ahora, se preguntó qué tendría el leshi bajo la manga para esta noche. La
fiesta parecía un poco… extraña. Se había anunciado de la nada, y aunque Zander
estaba seguro de que era porque Tenebrous quería asegurarse de ofrecer a sus
novias en el escenario más glorioso posible, Abraxas había visto sus rostros.
Nadie quería entregar su hija al rey. Temía que esta noche pudiera volverse
sangrienta.
Zander vislumbró su expresión y puso los ojos en blanco.
—¿Vas a estar tan malhumorado toda la noche? Si ese es tu plan, entonces
deberías alejarte de mí. Asustarás a todas las damas encantadoras de Tenebrous y
luego ¿dónde estaríamos?
—Exactamente donde estamos ahora. —Abraxas parpadeó ante su rey—.
No hay damas encantadoras en Tenebrous, ¿o lo has olvidado? Es a donde
enviamos a todos los que no merecen vivir en el Castillo de Umbra o las áreas
circundantes.
—Ah, es cierto —el rey agitó una mano—. Bueno, ha pasado mucho tiempo
desde que algunos de ellos han estado allí. Seguramente han hecho algunas
bellezas. Pero mencionas un muy buen punto, mi dragón. Debo informar a todos
los demás nobles que sus hijas deben sumarse a todo este asunto. ¡No importa si
he probado antes a mi esposa!
Abraxas quería golpearlo. Quería convertirse en dragón y devorar entero al
rey, pero entonces, ¿dónde estaría? Sus huevos estarían encerrados para siempre
en esa maldita caja, y él estaría solo por el resto de su vida.
11
Mejor esperar hasta que el rey tuviera un hijo. Entonces podría matar a este,
criar al niño o niña por su cuenta en algún lugar de la naturaleza. Eso le daría
tiempo suficiente para convencerlos de que abrieran la caja y liberaran a los dos
últimos dragones al mundo.
Solo quedaban tres dragones. Tan pocas opciones para el crecimiento de su
especie. Tal vez traería a esos bebés a un mundo donde sufrirían en algún momento
el mismo destino contra el que él luchaba. Podrían convertirse en los últimos de su
especie, sabiendo que sus hijos solo harían aún más pequeño el pozo de su magia.
Pero tenía que intentarlo. Si había tres de ellos, tres mentes buscando a
otros, entonces era más probable que encontrara dragones que aún estuvieran por
ahí. O, al menos, más nidos olvidados que se hubieran solidificado en piedra. Tal
vez, ¿sepultados bajo el agua? Alguien tenía que haber escondido a sus hijos con
la esperanza de que algún día otro los encontrara.
—¡Abraxas! —gritó el rey.
Su nombre resonó por toda la cámara. Rebotando hacia él como si hubiera
sido convocado por un dios.
Y a los ojos del último dragón, este rey por desgracia era exactamente eso.
Se concentró en el hombrecito que tenía delante y obligó a sus labios a
formar algo que pareció una sonrisa.
—¿Sí, mi rey?
—¿Qué te pasa hoy? —Zander levantó las manos en el aire, y las joyas
colgando de sus muñecas resonaron—. ¿Todo esto sigue siendo por el huevo?
Amigo, eso fue hace una semana. Deja que el pasado se quede en el pasado.
Es fácil para el rey decirlo. No había tenido a nadie que matara a sus hijos
delante de él, ni tampoco tenía que trabajar con el asesino y mantenerlo con vida
para una noche de borrachera.
Abraxas sabía que estaba dejando que todo esto le afectara un poco más de
lo que debería. Nunca antes había tenido este problema. Siempre había sido capaz
de separar al hombre del monstruo cuando trabajó para el padre de Zander. El rey
anterior no había sido menos tortuoso o cruel. Y, sin embargo, había algo en este
rey que se agitaba bajo su guardia sin importar cuántas veces intentara calmar sus
emociones.
Tal vez simplemente se había cansado de estar bajo los pulgares reales.
Zander observó cada expresión de su rostro antes de poner los ojos en
blanco y salir de la caverna. 11
—¿Así es cómo será esta noche? Abraxas, eres peor que una esposa. Solo
tengo unos pocos meses más de libertad antes de tener que mirar a alguien con esa
misma expresión por el resto de mi vida. ¿Podrías al menos darme un pequeño
respiro?
No. No lo haría.
Con la espalda del rey vuelta, dejó que un gruñido cruzara su rostro. Si
hubiera estado en su verdadera forma, entonces el rey habría temblado de miedo.
Pero esta forma mortal solo le permitía una pequeña cantidad de intimidación,
aunque aun así era impresionante, o eso le habían dicho.
Con su cabello oscuro balanceándose frente a su rostro, subió las escaleras
detrás del rey. Con cada paso, se recordó todas las cosas terribles que podía hacerle
a un hombre así. Podría devorarlo entero, por supuesto. Pero podía quemarlo hasta
la muerte como el rey le había pedido que hiciera con muchos otros. Podía
arrancarle todas las extremidades, una por una, obligándolo a permanecer despierto
quemando los muñones ensangrentados para que no se desangrara demasiado
rápido y muriera.
Mil maneras de matar a un hombre descansaban todas en su mente antigua,
y no podía hacer ninguna de ellas con este niño mortal que al parecer pensaba que
era divertido atormentar a un dragón.
Algún día.
Algún día.
Salieron del castillo, probablemente una pareja extraña. Incluso el hombre
del carruaje miró a Abraxas como si el dragón estuviera a punto de revelarse en
cualquier momento.
Zander subió al carruaje, se agarró a la puerta y se inclinó hacia atrás para
sonreírle a Abraxas.
—Ah, lo olvidé. Escucha, después de todo el episodio de saltar del carruaje
y luego convertirte en dragón, los sirvientes preferirían que no asustaras a los
caballos de esa manera.
—De todos modos, habíamos planeado que siguiera siendo humano —se
quejó.
—Sí, pero… —Zander se encogió de hombros—. Los sirvientes también te
tienen miedo, mi dragón. Preferirían que te mantuvieras a una distancia segura
mientras viajamos. Ya sabes cómo es.
—¿Entonces quieres que llegue como un dragón a la fiesta donde estarán
tus posibles nuevas novias? —Cruzó los brazos sobre el pecho—. Eso suena como 11
una forma fantástica de asustarlos a todos. Sus padres no van a enviarlas contigo
si creen que sus hijas terminarán conmigo. Recuerdas las viejas leyendas.
Parte de la razón por la que todos temían a los dragones era que solían robar
«novias». En realidad, por supuesto no se casarían con las mujeres, pero hubo un
tiempo en que los dragones se preguntaban si podrían mezclar su propio linaje con
el de los mortales. Por desgracia, nunca funcionó como lo habían planeado y las
mujeres finalmente fueron liberadas en una aldea donde pudieron vivir sus propias
vidas.
Los dragones nunca habían tratado mal a sus cautivas, pero explicarle eso a
un padre que extrañaba a su hija fue difícil. Sobre todo, cuando esa hija no quería
volver a casa porque vivir sola en un reino de dragones era más fácil que volver a
los reinos de los mortales.
Zander hizo una mueca, pero luego agitó su mano en el aire.
—Sí, sí. Entiendo tu argumento. Viajar contigo se vuelve cada vez más
difícil, ¿lo sabías? Solo aterriza en el bosque fuera del área en algún lugar y camina,
¿de acuerdo?
Y con eso, cerró la puerta del carruaje. Se escucharon unos golpes débiles
en el interior y el cochero hizo una mueca antes de soltar las riendas de los caballos.
Por supuesto. Abraxas tendría que encontrar su propio camino a la fiesta de
Borovoi y luego asegurarse de que nadie lo viera llegar. Después de todo, sería
bastante sospechoso ver a un dragón volar sobre el bosque, desaparecer y luego
ver salir a un hombre.
El primer rey fue el que le pidió a Abraxas que permaneciera en secreto.
Separado de su forma de dragón. Y el rey había sido inteligente por eso.
Ahora, todos los miembros de la realeza de ese linaje tenían dos hombres
trabajando para ellos. Un guardia personal con poderes más fuertes que el hombre
promedio. Y un dragón que quemaba a cualquiera que se interpusiera en el camino
del rey.
Suspiró y caminó hacia el patio central, donde se le permitió convertirse en
dragón.
Un niño pequeño pasó junto a él, un lacayo en entrenamiento si el uniforme
revelaba algo sobre el trabajo del niño. Se tambaleó hasta detenerse frente a
Abraxas con la boca abierta, luego olvidó moverse cuando el dragón caminó
directamente hacia él.
—¡Lo siento, señor! —El niño tropezó, casi cayendo sobre su trasero—. No
era mi intención interponerme en su camino, ¿sabe? Solo… bueno… pensé en ver 11
antes al rey, y luego me di cuenta de que iba a llegar tarde y… —Sus ojos se
abrieron con miedo—. Por favor, no me coma.
Todos hacían esto cuando eran jóvenes. Había visto a tantos sirvientes ir y
venir cuando sus vidas terminaban o comenzaban. En este punto, apenas recordaba
sus rostros, y mucho menos sus nombres. Algunos de ellos fueron amables. Otros
estuvieron francamente asustados. Pero ninguno de ellos se había tomado el tiempo
de hablar con él.
Por supuesto, siempre estaban los bichos raros. Los niños al azar que no
tenían miedo de hablar con un monstruo del que se rumoreaba que se comía a los
mortales de un bocado. Y siempre eran los niños los que estaban dispuestos a darle
una oportunidad.
En este momento no tenía en él ser el monstruo aterrador. Abraxas podría
sentirse un poco sentimental considerando la pérdida de su propio hijo. Pero se
tomó su tiempo para arrodillarse frente al niño y apoyar un antebrazo en su pierna.
—No como niños. Eres todo huesos y poca carne.
Los ojos del chico se abrieron aún más.
—Entonces, ¿qué pasará cuando sea crecido?
—Cuando seas grande —corrigió—. Y todo eso depende de lo bueno que
seas. Si no haces enojar al rey, o no te metes en problemas, entonces probablemente
no voy a mirarte.
—Mi padre dice que todos los dragones comen humanos como bocadillos,
y que el rey te alimenta en esa caverna con personas que no le agradan. —Un
temblor sacudió los hombros del niño—. Dije que eso parecía terriblemente
aterrador, pero no lo sé. No parece que la gente sepa muy bien.
—Y son bastante pequeños —agregó Abraxas—. Prefiero mucho más las
vacas o los ciervos.
—Entonces, ¿no comes gente? —La esperanza en la voz del chico fue
contagiosa. Odiaba reventar la burbuja del niño cuando ya estaba tan emocionado
de que el dragón pudiera ser un héroe en la historia.
Los dragones nunca eran héroes.
—He comido mi parte justa de personas. Algunos de ellos son leyendas en
tus historias que llegaron a mi casa para matar a mi familia. Algunos de ellos fueron
vagabundos en un camino que no conocían. —Dio una palmadita en el hombro del
niño y luego se puso de pie—. Niño, soy honesto con mis fallas. He matado a más
personas de las que has conocido en tu vida, pero tienes menos que temer de mí
que de tu rey. 11
La frente del chico se arrugó al pensar en lo que dijo el dragón. Semillas de
duda echaron raíces en su mente sobre el rey que su padre afirmaba que era
perfecto.
Quizás el niño se convertiría en un mártir. Quizás se uniría a la rebelión
contra el rey y trataría de derrocar este reino de tormento y terror. A Abraxas no le
importaba. Una parte de él esperaba que los mortales finalmente vieran a sus
gobernantes por lo que eran de verdad.
Por ahora, tenía una fiesta a la que asistir.
En el futuro, esperaba que fuera una pira con una corona encima.
7

—Sé que estás nerviosa, pero no deberías estarlo —dijo Borovoi. Dio un 11
paso atrás con un alfiler en la boca, mirándola como si fuera su obra de arte más
reciente en lugar de una persona parada frente a él—. Después de todo, solo te
reunirás con el rey.
—Eso no me hace sentir mejor —se quejó.
Lore sabía que no se veía como siempre. Podía sentirlo. El vestido que el
leshi había elegido cubría tan poco de su piel que le dieron ganas de arrancarlo.
Toda esta gasa y seda de araña se desperdiciaba en una persona como ella.
Había pasado la mayor parte de las cuatro horas prendiendo flores de cerezo
y dalias rosadas al vestido, comenzando en su hombro derecho y bajando por su
pecho, su estómago, todo el camino hasta sus caderas donde apenas cubrían su
piel. El resto era una tela de gasa que se vería mejor en una ventana que en una
persona. Y las mariposas. Tantas mariposas de color rosa pálido que abrían y
cerraban sus alas, cubriendo las partes de ella que nadie debería ver sin permiso.
Aun así, el rey estaba llegando. Y al rey le tentaba demasiado esas partes
ocultas de las mujeres.
No podía estar menos sorprendida.
Siempre había tenido un don con las mujeres, al menos según los rumores
que circulaban por Tenebrous. Lore había captado el final de algunas
conversaciones en las que las mujeres afirmaban haber pasado una noche en la
cama del rey. Siempre se jactaban de ello, pero nunca les había oído decir que en
realidad disfrutaran de sus momentos acalorados con el rey. De hecho, las
conversaciones siempre fueron que se habían acostado con alguien de la realeza.
Y eso era todo.
—¿Crees que el rey es horrible en la cama? —preguntó.
Borovoi farfulló, todos los alfileres cayendo de su boca mientras tosía.
—¿Disculpa?
—He escuchado antes a mujeres hablar de él. No es como si no hubiera
tenido oportunidad. Pero nunca dicen que la pasaron bien con él. —Levantó una
ceja—. Así que te pregunto, porque pareces conocer al rey más que la mayoría en
esta ciudad. Y quiero saber si es horrible en la cama.
—No creo que tengas una razón para averiguarlo.
—Si acostarme con él es lo que se necesita para poner a ese hombre en una
posición comprometedora, entonces eso es exactamente lo que haré. No me
importa lo que haga falta para matarlo. —Había matado antes a un hombre. De
hecho, a un par. Siempre lloraban y gritaban cuando comprendían que su muerte
llegaba a manos de un elfo. 11
Se preguntó si el rey lloraría. Le gustaría ver algunas lágrimas antes de
clavarle un cuchillo en el corazón, por todas las cosas que le había hecho a su
gente.
Hablando de eso…
—¿Vas a poner un cuchillo aquí en alguna parte?
—¿Un cuchillo? —repitió como si estuviera hablando en lenguas muertas.
—Sí, un cuchillo. Se supone que debo matar al rey. ¿Cómo voy a hacer eso
sin un arma de algún tipo? —Señaló la mesa—. Allí hay algunos artículos que
servirían. Siempre podría atar uno a mi muslo. Una daga es mejor, pero si quieres
darme un fragmento de hueso, servirá.
La miró como si ella hubiera sugerido que quemaran el árbol en medio de
su casa.
—¿Por qué haríamos eso?
—De modo que pueda matar al rey y terminar con esto. Si va a haber tanta
gente allí, debería ser bastante fácil atraparlo solo. Todos estarán distraídos. —
Agitó la pierna, el músculo del muslo sacudiendo—. Vamos. Sabes que quieres
agregar un arma aquí. Y eres un leshi, así que deberías tener algunas armas mágicas
que causen un impacto de verdad.
—No vas a matar a nadie esta noche —espetó.
—¿Ese no es el punto de todo esto? —Lore no iba a deambular por todo el
reino esperando el momento perfecto cuando el rey estuviera solo. ¡Tenía un
dragón para cuidarlo! Nunca iba a tener un momento perfecto, y este era tan bueno
como cualquier otro.
—Sí, ese es el punto, pero si lo matas ahora, entonces todos pensarán que
fui yo quien hizo que todo esto sucediera. Los Caballeros Umbra estarán en mi
puerta en cuestión de minutos, y luego seré yo quien cargue con la culpa de todo
esto. —Borovoi la golpeó en la nariz con una flor. Explotó, lloviendo pétalos por
sus hombros y haciéndola estornudar—. Niña tonta. No se te permite hacer todo
esto sin pensarlo. Si quieres matar a un rey, entonces tienes que ser medianamente
inteligente.
—En mi experiencia, la inteligencia no tiene nada que ver con matar gente.
La fuerza bruta te lleva más allá de pensar en el plan correcto. —Al menos, así
había sido siempre en Tenebrous. La gente quería pensar que podía asesinar a
alguien con veneno, pero eso nunca funcionaba. Siempre terminaba siendo un 11
hombre de cejas pobladas con un mazo en un callejón.
—No en este mundo. —Borovoi la golpeó de nuevo con el extremo de la
flor, y luego sacudió la cabeza, decepcionado—. Niña, tienes que pensar más en
dónde estás ahora. No estás en un burdel o taberna donde es más probable que la
gente pelee. Estás entrando en un mundo donde las palabras pueden doler mucho
más que una espada.
—No creo que el rey vaya a morir porque lo insulté con palabras elegantes.
Le colocó una última flor en el hombro, y luego dio un paso atrás para
revisar su trabajo.
—No, probablemente no morirá por eso. Pero podrías destronarlo con el
rumor correcto o al atraparlo en el lugar equivocado. El rey lo sabe. Todo el mundo
sabe esto en la nobleza. Lorelei, juega bien tus cartas.
¿Por qué sonaba como si él la estuviera advirtiendo? ¿Como si supiera algo
sobre todo este proceso que no estaba compartiendo?
—Borovoi —preguntó ella—. ¿Me estás ocultando algún detalle muy
importante sobre esta noche?
Su respuesta fue un parpadeo sencillo que no calmó ninguno de los nervios
en su estómago, y luego un movimiento de su mano. El árbol giró en un círculo
pequeño, sus raíces desprendiéndose del suelo y un gemido enorme llenó el aire.
Todas las mariposas echaron a volar, y entonces el tronco del gran roble se abrió.
La corteza se separó. Hojas llovieron sobre sus cabezas y, de repente, se dio
cuenta de que se había abierto una puerta. Una puerta a través del bosque, a través
del propio árbol. Luz relumbrando desde adentro.
Miró a Borovoi, que vestía un atuendo digno de un rey. Encaje salpicaba de
sus muñecas y alrededor de su garganta. El traje color crema estaba
cuidadosamente adornado con perlas diminutas. Su cabello oscuro estaba retirado
de su rostro, revelando una estructura ósea que ella no se había dado cuenta que
estaba allí.
Se veía… apuesto. Incluso, elegante. Y quizás un poco pasable como
mortal.
—Ahora entiendo por qué al rey le gusta tenerte cerca —murmuró—. Eres
tan bonito como el resto de ellos.
—Ah, ¿lo soy? —Le guiñó un ojo—. ¿O simplemente sé cómo lucir el
papel? Señorita medio elfa, también estás deslumbrante. Ahora, no dejes que nadie
sepa lo que eres y podrían pensar que eres una belleza natural. 11
Borovoi atravesó el árbol y no esperó a que ella lo siguiera. Al parecer, había
terminado con ella. Con un solo consejo a medias, uno que era difícil de digerir, y
estaba otra vez sola.
—Nada útil —gruñó.
Pero no había otra opción. Tenía que seguirlo y continuar con esta artimaña
de que incluso estaba interesada en acabar con la realeza de Umbra. Porque si
trabajaba para alguien, entonces trabajaba para ella misma. Y Lore no quería morir.
Tampoco quería pasar el resto de su vida huyendo de los hombres del rey porque
era una mestiza conocida que se ganaba la vida vendiendo hierba ilegal.
Atravesó el árbol refunfuñando a medida que se preparaba para sentir la
magia. Odiaba la sensación resbaladiza del poder contra su piel. Siempre se sentía
tan poco natural. Lo cual, podía admitir, era un poco hipócrita.
La magia de Borovoi se sintió como si hubiera atravesado una cascada. Fría.
Mojada. Definitivamente no algo que quisiera volver a sentir pronto. Sin embargo,
apretó los dientes y lo atravesó. Y entonces entró en una fiesta que no se parecía a
nada que pudiera haber imaginado.
No bromeaba cuando dijo que sus fiestas eran las mejores. Todo el paisaje
del campo frente a ella había cambiado. Incluso la hierba, normalmente amarillenta
en esta zona o al menos empapada por el agua de los pantanos, era de un azul
brillante. Las estrellas estaban mucho más cerca, o lo parecían. Los orbes brillantes
en el cielo centelleaban como si Borovoi hubiera convocado a los cielos para
diversión del rey. Se instaló una gran tienda blanca, llena hasta el borde con más
comida de la que podía nombrar.
Y la gente. No podía respirar con tanta gente a su alrededor. Parecía que
todos los jugadores clave en el liderazgo de Tenebrous estaban aquí con sus
familias enteras. Mujeres, niños, jóvenes, todos vagaban por el campo con redes
en las manos.
¿Redes?
Borovoi volvió a su lado y le entregó una pequeña red blanca.
—Pronto se liberarán mariposas. Cada una te otorgará un poder especial por
el resto de la noche. Ya sabes, solo unas pocas horas de magia.
—¿Eso es inteligente? —Tomó la red ofrecida—. ¿Estás dando a los
mortales un vistazo de cómo sería ser nosotros?
—Les encanta la magia. Les encanta usarla y ver lo que podemos hacer, 11
pero ninguno de ellos quiere admitir que nos temen por tenerla. —Guiñó un ojo—
. No les voy a dar nada demasiado poderoso. No se convertirán en dragones.
Lore aún pensaba que era una tontería. Observó al leshi alejarse y se
preguntó cómo sería saber que él estaba a favor del rey y no tenía que preocuparse
por lo que dirían los demás si él era su yo mágico. Observó a una mujer joven
correr a su lado, aplaudir y luego chillar de alegría cuando él le sacó una mariposa
viva de detrás de la oreja.
Podía hacer lo que quisiera y nadie llamaría lo denunciaría a los Caballeros
Umbra. Se reían, sonreían y vitoreaban con regocijo cuando él pasaba.
Ahora, ¿qué pasaría si ella mencionaba que era mitad elfa a alguien aquí?
Gritarían aterrorizados, la señalarían directamente a los caballeros, y después les
dirían a sus amigos que tenían mucho miedo.
¿Cuál era la diferencia entre ella y Borovoi? Aparte del hecho de que el rey
afirmaba que él no era peligroso, ¿pero ella sí lo era?
Tal vez Margaret tenía razón. Este rey tenía que irse, y ¿por qué no iba a ser
esa asesina la joven medio elfa que había perdido a su madre por su crueldad?
—Hola. —Una mujer joven se detuvo junto a ella, mirando las grandes
estrellas—. Nunca te había visto aquí.
La recién llegada era una visión preciosa en verde brillante. Las telas de su
falda estaban superpuestas para que pareciera que caminaba sobre las olas. Y con
ese hermoso cabello dorado y esos ojos del color del corazón de la tierra, era toda
una visión. Lorelei no tenía idea de quién era esta joven, pero era obvio que su
familia tenía dinero. Una de las pocas en Tenebrous.
—No suelo salir muy a menudo —respondió ella. Lorelei agarró la red en
sus manos con demasiada fuerza, pero en realidad no sabía qué hacer con ellas.
Ahora que estaba en esta sociedad de gente hermosa, sus manos parecían
una carga. No sabía cómo sostenerlas, dónde ponerlas o si alguien vería los callos
en sus nudillos. Lo único que podía hacer era apretar la red con los puños y esperar
que nadie se diera cuenta de que no pertenecía a esa sociedad.
—Me parece mejor sostener tus faldas —dijo la joven con una sonrisa
suave—. Recuerdo mi primera fiesta. Es terriblemente aterrador, pero lo superarás.
Y cada una después de esa se vuelve un poco más fácil. Solo mantente fuera del
camino del rey, y estarás bien.
¿La joven había dicho lo último con un tono endurecido? Estaba segura de
que había una advertencia en esas palabras. 11
¿La mujer estaba intentando apartarla del rey? Ah, eso no funcionaría. La
competencia aún no había comenzado, y estas chicas ya estaban intentando
eliminar a los débiles.
Odiaba a las mujeres.
Cuanto más miró a su alrededor, más vio miradas de muerte lanzadas de
izquierda a derecha. Todas las mujeres aquí estaban al tanto de que la competencia
ya había comenzado. Todas estaban esperando al rey. Por la oportunidad de causar
una buena impresión y, si no lo hacían, sabían cómo se vería en sus familias.
Por fortuna, Lore no tenía familia. No importaba lo que otras personas
pensaran de ella, o cómo llamaba la atención del rey.
Lo que significaba que necesitaba un plan.
Estas jóvenes no solo eran hermosas, estaban hambrientas. Querían que el
rey las mirara a ellas y solo a ellas. Lorelei no era tan buena actriz. El rey vería lo
poco que quería estar cerca de él, y lo sabría desde una legua de distancia.
Tenía que pensar. Necesitaba un respiro lejos de todas estas hermosas flores
perfumadas y sus espinas venenosas.
Abriéndose paso entre la multitud, pasó junto a la tienda y se adentró en el
bosque que se extendía más allá. Solo unos pocos pasos. Solo lo suficiente para
salir de la burbuja de la magia de Borovoi y poder respirar otra vez más tranquila.
La red se sacudió de repente, como si la estuviera tirando de vuelta a la multitud.
Tal vez así era. Borovoi no permitiría que una de sus ovejas se perdiera en el
bosque cuando se suponía que iban a ver al rey.
Una ovación leve se elevó detrás de ella, y Lore supo que se había perdido
la entrada del rey. Él se daría cuenta de eso.
Respirando con dificultad, se lanzó más lejos de la magia de Borovoi y llenó
sus pulmones con el fresco aire limpio del bosque. Todos los sonidos de la fiesta
quedaron amortiguados aquí. Claro, aún podía escucharlos a todos. El sonido débil
de la risa y la felicidad que sabía era falso.
Pero al menos por el momento, podía respirar hondo y estar sola. Demasiada
gente. Demasiado riesgo de que ellos vieran sus orejas, a pesar de que había puesto
su cabello cuidadosamente sobre las puntas diminutas.
Tenía que volver allí. Tenía que…
No. Lorelei tenía que pensar en cómo captar la atención del rey, y su mejor
oportunidad ahora era llegar tarde a la fiesta. Tal vez un poco ebria. 11
Miró hacia la red.
—Magia por la noche —murmuró.
Borovoi había dicho que no les había dado nada demasiado fuerte.
Entonces, ¿había pensado en tomar el poder particular de los Silverfell? No la
había usado en mucho tiempo, pero seguramente causaría una escena.
Una ramita se partió a su derecha. Lore se congeló, con los ojos aún al
frente, pero sus oídos escucharon el siguiente movimiento. Al parecer, esta noche
no era la única en el bosque.
8

«Camina por el bosque», había dicho el rey. Será fácil encontrar la fiesta. 11
Por supuesto lo sería. Excepto que Borovoi odiaba a Abraxas, y eso
significaba que el maldito leshi había hecho casi imposible encontrar la ubicación
de su maldita fiesta. Gruñó y golpeó otra rama fuera de su camino. Parecía que
incluso el bosque trabajaba en su contra esta noche.
El rey era completamente incapaz de protegerse a sí mismo. El leshi lo
sabía. Y todo esto solo hacía que Abraxas pensara aún más que todo este concurso
de novias era una forma de llegar al rey.
La rebelión era así de inteligente. Parecía un plan que habrían inventado,
aunque aún le costaba creer que Borovoi estuviera involucrado. Gran parte de las
arcas del rey había ido a parar a los bolsillos de esa criatura retorcida.
Y sin embargo, aquí estaba. Perdido en el bosque y con la esperanza de
tropezar con la fiesta que había visto desde el aire pero que claramente no podía
encontrar a pie. Por eso odiaba estar en un cuerpo mortal. No tenía forma de saber
dónde estaba ni adónde iba.
—Maldita sea —se quejó, golpeando un árbol con demasiada fuerza.
A este ritmo, toda la reunión habría terminado para cuando encontrara las
tiendas ocultas. Abraxas entró en un claro más pequeño en el bosque, aun
maldiciendo al leshi por todo lo que había hecho. Excepto que, se detuvo en seco
casi de inmediato.
Una figura se paraba en el claro, una brisa sutil jugaba con los mechones de
su cabello. Y por alguna razón extraña, su respiración quedó atrapada en su
garganta.
Ella no lo miraba de frente, pero podía ver su perfil perfectamente. El borde
recto de su nariz. Las pálidas ondas de su cabello rubio. El leve olor del agua de
lluvia y las secuelas de los relámpagos aferrados en el aire. Lo cautivó, zumbando
directamente a través de su pecho.
Abraxas sintió cómo si estuviera en el ojo de una tormenta. Y desde luego
no podía ser así. No necesitaba la compañía de las mujeres, ni buscaba su atención.
Las mujeres eran un medio para un fin, a menos que tuvieran sangre de dragón, y
entonces suponía que debía centrarse un poco más en ellas.
¿Qué había en esta mujer extraña que había tocado tal nervio?
—Mis disculpas —dijo con voz áspera, y luego se aclaró la garganta—. No
fue mi intención asustarte.
—No lo hiciste. —Siguió sin mirarlo—. Te escuché venir.
¿Había sido tan ruidoso? Abraxas por lo general era más consciente de su 11
entorno. Ser ruidoso en cualquier bosque de Umbra estaba destinado a atraer
criaturas con las que la mayoría de la gente no quería luchar.
Se rascó la nuca y trató de no sonar avergonzado.
—Temo que últimamente tengo muchas cosas en la cabeza. Aunque, me
alegro de que me hayas oído. Odiaría haber asustado a alguien como… tú.
Ah, eso sonó horrible. ¿Estaba intentando coquetear con ella? No. Era el
dragón del rey y no había lugar para las mujeres en su vida. Solo las arrastraría a
las profundidades de la desesperación con él.
Ella resopló.
—Creo que hay mucho de eso dando vueltas esta noche.
Y entonces se volvió para mirarlo, y él sintió como si hubiera capturado una
estrella. Las flores de su vestido brillaban a la luz de la luna desde las gotas de
rocío diminutas colgando de los bordes de cada pétalo. Algunas mariposas se
posaban en su pecho y caderas. Y esos ojos. Esos grandes ojos preciosos que eran
tan vívidos y radiantes como el mar en un día claro.
El mar que tanto extrañaba.
Una mirada a esos ojos le recordó cuando volaba sobre las olas. Había
pensado que ese color de zafiro no podía existir en ningún otro lugar y, sin
embargo… aquí estaba ella. Una mujer hecha de los elementos e igual de
desgarradora.
¿Quién era? Obviamente, no era una de las aldeanas, o lo habría reconocido.
O tal vez era de Tenebrous, pero no era nadie de importancia.
Sin embargo, eso tenía poco sentido. Si no era de ninguna importancia, ¿por
qué estaría aquí?
Abraxas sabía que estaba destinada al rey. Mírala. Su vestido estaba hecho
con el mayor cuidado y belleza, sin mencionar que su cabello claramente estaba
hecho con magia. Esos rizos no se hacían solos, y él no se engañaría pensando que
se vestía a menudo así.
Los días de encontrarse con doncellas élficas en el bosque habían quedado
atrás, aunque habría preferido que regresaran. Siempre había amado a los elfos. Su
belleza. Su ingenio. Y la manera mortal en la que destripaban a todos sus
oponentes.
Ella tragó pesado, mirándolo con evidente desconfianza.
—¿Vas a hablar? ¿O planeabas quedarte ahí en silencio mirándome? 11
¿No había dicho nada desde la última vez que ella habló? Era un idiota. Y
sabía que no estaba bien arrinconar a una pobre mujer en el bosque y luego mirarla
como si nunca hubiera visto a una mujer.
Suspirando, Abraxas hizo una reverencia profunda.
—Mis disculpas, señora de las Estrellas. No esperaba encontrar a alguien
en el bosque mientras buscaba la fiesta de Borovoi. Temo que la sorpresa me ha
robado la lengua y me ha convertido en el tonto que ves ahora ante ti. Debo rogar
que me perdones y tal vez que olvides lo que te he dicho.
No dijo nada en respuesta a eso, y su estómago se revolvió en el silencio.
¿Había vuelto a hacer algo malo? Las mujeres eran el fuerte de Zander, no el suyo.
Y además, las únicas mujeres que había intentado cortejar en su vida habían sido
las hembras dragones hace mucho tiempo.
Eran fáciles de convencer, teniendo en cuenta el tamaño de su forma de
dragón y lo calientes que ardían sus llamas. Las mujeres humanas estaban mucho
menos interesadas en ese lado de él.
Levantó la vista de su reverencia profunda y vio que ella aún lo observaba
con una expresión calculadora.
—¿He dicho demasiado otra vez? —preguntó.
—Estoy intentando entenderte —respondió ella—. Saliste del bosque como
si fueras un cazador que se cruzó en mi camino. Pero dices buscar la fiesta de
Borovoi. Lo que significa que ciertamente eres alguien de mayor estatus que un
simple cazador.
—Soy más que un cazador —coincidió. ¿De verdad parecía un campesino?
—Entonces, ¿por qué estás caminando por el bosque en medio de la noche
en lugar de estar ya en la fiesta? —Apuntó un pulgar sobre su espalda y la mariposa
en su hombro tomó vuelo—. Allí es donde el resto de los tuyos está esperando. El
rey ya ha llegado, así que me temo que llegas un poco tarde.
—Como tú. —Se enderezó, metiendo sus manos detrás de su espalda por si
acaso. Pero no pudo evitar mirar el pequeño trozo de piel que la mariposa había
revelado—. Si estás aquí, supongo que también deberías estar en esa misma fiesta.
—Necesitaba un poco de aire.
—Ah. —Él asintió—. Son bastante intimidantes, lo sé con certeza. No
pareces el tipo de mujer que esperaba encontrar aquí.
Al parecer, eso no fue lo correcto para decir. Sus cejas se levantaron con
evidente ira y resopló un suspiro impropio de una dama. 11
—¿Y qué esperabas encontrar?
Ah, no lo atraparía así. Abraxas había vivido mucho tiempo, y no caía en
los esquemas de las artimañas femeninas tan fácilmente. Después de todo, sabía
cuándo una mujer quería un cumplido y cuándo quería una batalla.
Esta mujer quería una batalla y algo más.
Dio un paso adelante, demasiado rápido para que sus ojos lo siguieran, y
aun así estaba casi seguro de que ella lo vio. Él levantó una mano a su mejilla.
Imposiblemente, ella atrapó su muñeca con manos fuertes, sus miembros se
congelaron de repente entre ellos como si estuvieran a punto de iniciar una
intrincada danza.
Sus dedos se calentaron contra su piel. Las llamas dentro de él subieron a la
superficie. La parte de él que seguía siendo un dragón quería sacar la lengua y
saborear el aire en busca de su olor.
Ella lo había visto moverse. Había rastreado cada momento de velocidad
que era demasiado rápido para que los ojos mortales los vieran y, sin embargo, ella
lo había hecho.
—¿Quién eres tú? —susurró.
—Soy una mujer que vino aquí para ver si el rey tiene algún interés en mí.
Nada más, y nada menos. —Pero sus palabras temblaron como si estuviera
sorprendida al darse cuenta de que él había notado que ella era diferente.
Tendría que hacer algo mejor que eso si quería esconderse de los ojos del
Rey Umbra y sus caballeros. Y esta noche habría muchos caballeros en la fiesta.
El rey no iría a ninguna parte sin su protección.
Incluso ahora, esos caballeros podrían estar escondidos en el bosque,
esperando que ella diera un paso en falso.
Temía causar ese paso en falso.
Porque no creía ni por un segundo que ella fuera mortal. No ahora que
estaba mirando hacia las profundidades de esos ojos marinos y podía ver lo mucho
que estaba dispuesta a mentir.
Inclinándose tan cerca que podía sentir su aliento en la cara, murmuró:
—No creo que seas completamente humana, ¿verdad?
Ella giró su muñeca alrededor de la de él, el movimiento brusco tan
repentino que él no tuvo tiempo de detenerla. En un momento, sus manos estaban
levantadas, al siguiente, él se había abofeteado con sus propias manos. 11
Tambaleándose, se apartó de ella con una risa sorprendida.
—No me agrada que nadie diga que soy algo que no soy —gruñó. Pero el
salvajismo en su mirada ya la había delatado—. Tienes mucho valor para caminar
por el bosque por tu cuenta y luego abordar a una mujer que está destinada al rey.
—Estás destinada a algo mucho más grande que eso —la corrigió. Le dolía
la mejilla. Ella en realidad había hecho que él se abofeteara tan fuerte que temía
que pudiera haber una huella de mano en su rostro cuando llegara a la fiesta.
Esta mujer… ¿quién era?
Con la boca entreabierta, no pudo evitar mirarla con no poca sorpresa.
Abraxas no había conocido a una mujer así en años. Y si no lo supiera mejor, o no
le hubieran advertido que no sugiriera que ella era algo tan peligroso, juraría que
era una elfa.
Los de su especie siempre eran fogosos. Hubo días en la historia de ambos
en los que los elfos y los dragones habían vivido juntos. Algunos de ellos incluso
habían optado por montar bestias como él, aunque esa época había sido hace
mucho tiempo. El rey se aseguraría de matar a cualquiera que se atreviera a hacer
eso. Incluso él no había montado el último dragón poderoso.
Aun así. Si era una elfa, tuvo de repente un sentido de protegerla a toda
costa.
Se aclaró la garganta, riendo de nuevo, y luego se frotó la mejilla dolorida.
—He sido advertido, señora de las Estrellas.
—Deja de llamarme así —gruñó.
Por primera vez, notó que ella sostenía una red en la otra mano. La había
metido contra la tela de gasa de su falda, tan cerca de la tela que él no la había
notado antes.
—¿Por qué tienes un cazamariposas? —preguntó, luego señaló el objeto
pequeño en sus manos—. He estado en muchas fiestas de Borovoi, pero no puedo
decir que haya visto a alguien caminando con un arma en la mano.
Miró el objeto como si se hubiera olvidado por completo de que lo sostenía.
—Ah. Se supone que debemos atrapar mariposas por la noche y nos darán
a todos un poder especial. Se supone que la magia solo dura un par de horas, sabes.
Borovoi pensó que les daría a todos algo de qué hablar.
Una elección peligrosa, pero el leshi sabía cómo jugar con el rey lo
suficientemente bien. 11
—Ah, por supuesto, tenía un truco bajo la manga. No sería una fiesta
Borovoi si la gente no terminara en peligro. —Miró a la red, y luego a ella.
Si esta mujer quería seguir afirmando que no era en parte una criatura, o
completamente una criatura mágica, entonces temía tener que desafiarla. Después
de todo, ¿qué era una fiesta sin un poco de drama?
Abraxas se dijo que solo estaba causando travesuras, pero al final, quería
que ella se fuera. Quería que ella huyera de este lugar y renunciara a la idea de
estar con un rey. Era demasiado hermosa. Demasiado intrigante.
Zander se la comería viva.
Dio otro paso hacia ella, riéndose cuando ella volvió a levantar la mano.
—Mi señora, debo pedirle que no vuelva a abofetearme.
—No lo hice —respondió con un brillo en los ojos—. Señor, se abofeteó a
sí mismo.
Supuso que tenía razón. Nadie podía argumentar que él había sido el autor
de las bofetadas y que la marca en su rostro era del tamaño de la mano de un
hombre.
—Lo entiendo. Aunque, llego bastante tarde a la fiesta y no conseguí una
red.
Con un movimiento en picado, le arrebató la red de las manos y la sostuvo
detrás de su espalda.
—Pero, aún necesito capturarme una mariposa —tartamudeó ella.
—Yo también. —Hizo un gesto hacia su vestido, incluso atreviéndose a
tocar una de las mariposas sobre su corazón. Su dedo rozó brevemente la suave
piel aterciopelada—. Y parece que tienes muchas de ellas para ti sola, señora de
las Estrellas. Tendrás que perdonarme mientras aprovecho esta oportunidad para
parecer que no llegué tan tarde como lo hice.
—¡Oye! —chilló ella, pero fue demasiado tarde para detenerlo.
Abraxas salió corriendo del claro, solo deteniéndose al borde de la magia
del leshi. Por supuesto que ella lo había seguido. La mujer era una luchadora, como
él.
Se paró en el mismo borde del bosque, mariposas flotando a su alrededor
en el aire. Su cabello resplandecía a la luz de la luna, y lo único que arruinaba la
imagen de una diosa que había salido de los árboles era la expresión de enojo en 11
su rostro.
Él sonrió.
—Si te lo estás preguntando, mi nombre es Abraxas.
—No lo hacía.
—Señora, me gustaría tener su nombre. Aunque solo sea para pensar en él
por la noche mientras sueño. —Agitó la red en el aire—. Esta noche planeo
capturarme un poder y luego planear nuestra boda.
—Como si alguna vez fuera a enamorarme de un hombre como tú. —Cruzó
los brazos sobre el pecho, y su mandíbula saltó—. Mi nombre es Lorelei.
Se aferró el pecho como si una flecha le hubiera atravesado el corazón.
—Un nombre hermoso. Uno que seguramente nunca olvidaré.
—Sería difícil olvidar el nombre de la mujer que te arruinó para todas las
demás. —Aunque sus palabras fueron sarcásticas, pudo ver que ella se había
relajado con sus payasadas. Quizás también vio algo en él. Una parte de ella que
se sentía atraída hacia él como una polilla hacia una llama—. Señor, será mejor
que corra a la fiesta y capture su poder. De lo contrario, el rey seguramente te
eclipsará.
—¿Él? —Se encogió de hombros—. Nunca.
Abraxas se sumergió a través de la magia de Borovoi y en el claro más allá.
Se sentía más ligero de lo que se había sentido en años. Como si de alguna manera
le hubiera dado un regalo. Podría ser el último dragón y podría estar en un contrato
con un rey horrible que quería destruir el reino en el que todos vivían.
Pero una mujer así aún existía. Podía sentir el poder de su alma llamándolo.
Había asuntos pendientes entre ellos.
Solo podía esperar volver a verla.

11
9

¿Quién era ese hombre? 11


Lore lo vio desaparecer en la fiesta, pero su corazón se negó a dejar de latir
con fuerza en su pecho. Nunca había sentido una atracción tan instantánea por
nadie en su vida. Y había visto hombres atractivos en Tenebrous, aunque siempre
sucios y cubiertos de mugre. Tal vez esa fuera la diferencia. Nunca había visto a
un hombre tan limpio y vestido tan bien.
Fuera lo que fuera, no importaba. No podía ir a la fiesta a buscarlo. Tenía
que encontrar al rey e impresionarlo, pero ahora no tendría un poder como el resto
de la gente allí. O al menos, un poder falso.
¿Se vería raro? Estaba bastante segura de que así sería. A pesar de que todos
se habían convertido en la versión mágica de sí mismos, ella no podía entrar a esa
fiesta como la única persona sin poder. Entonces sería la extraña y al rey no le
gustaría eso.
Se había esforzado mucho para asegurarse de que la fiesta de Borovoi fuera
diferente. Obviamente, él quería que todos se pusieran en línea y se vieran bien, o
diferentes a ellos, supuso.
Pero no tenía una mariposa.
De todos modos, la magia leshi probablemente sería inútil para cambiar sus
poderes. No había visto mucha magia que pudiera darle más a una criatura mágica,
y tal vez ese era el plan del rey. Si alguien en la audiencia era mágico, entonces
podría verlo en la persona que no estaba afectada.
Comprendió que, todo era una gran trampa. Una trampa que eliminaría a
cualquiera en la rebelión si no fuera capaz de mostrar su poder de una manera
simplista. Como Borovoi había querido que sucediera.
Echó la cabeza hacia atrás, y miró a la luna.
—¿Por qué? —le preguntó a la madre de todos los elfos Silverfell—. ¿Por
qué tenía que ser así?
La luna no respondió, pero ¿cuándo lo hacía?
Lore había pasado mucho tiempo recolectando su poder de la luna. Era
lento. Tal vez por eso rara vez se consideraba a los elfos Silverfell como criaturas
poderosas. Eran letales en la batalla, pero solo porque no confiaban en su magia.
Confiaban en su propio conocimiento de cómo pelear.
Al parecer, esta noche tendría que usar todo el poder que había acumulado
durante meses.
Lore suspiró y dejó que su magia se filtrara en su piel. Hacía tiempo que no
usaba la magia de la luna. Tomó algún tiempo para que todo ese poder saliera a la
superficie. Pero, cuando terminó de liberarlo, su piel resplandecía como si miles 11
de estrellas la cubrieran de pies a cabeza.
¿El hombre que la había visto sabría lo que era? Ya había aludido a que ella
no era humana. ¡Cómo se atrevía! Pero obviamente ahora se había convertido en
lo que él la había llamado.
Señora de las Estrellas.
Sonaba bien, incluso si las palabras pudieran hacer que la mataran.
Lore levantó el brazo y miró todas las estrellas incrustadas en su piel. Era
hermoso, sobre todo de cerca. Los elfos Silverfell siempre se habían visto como
dioses y diosas cuando corrían por el bosque de esta manera. Recordaba las
ceremonias en las que muchos de ellos habían adorado a la luna, y luego corrían a
través de arboledas de abedules con ciervos blancos a los costados.
Esos fueron los buenos días. Los días antes del rey.
No debería alinearse con la rebelión tan fácilmente. Ellos querían lo que
otras personas no querían. Libertad. Una vida donde las criaturas mágicas
volvieran a estar al mando.
El gobierno del rey convenía a los mortales, no a las criaturas mágicas. Otra
guerra estaba en el horizonte y si no elegía un bando, sería arrastrada por las mareas
del cambio.
Lore lo sabía.
Entró en la fiesta con estos pensamientos sobre sus hombros. Sabiendo sin
lugar a duda que solo tenía unos pocos días más antes de tener que lanzarse de
lleno a este intento de asesinato. De elegir un bando.
Y ya sabía qué bando elegiría. Incluso antes de ver al rey.
Se paraba al frente de una gran multitud, gesticulando con las manos como
si fuera un mago. Un grupo masivo de mujeres jóvenes se paraba frente a él. Todas
se balanceaban con los movimientos de sus manos, como si como si formaran parte
de la música que él creía tocar.
Ya todas habían caído bajo su hechizo. Claramente. Cada una de ellas lo
observaba con atención embelesada y ojos hambrientos. Querían ser reinas.
Querían el poder que solo él podía darles, aunque tenían que saber que la autoridad
era mínima y débil.
Se quedó en la parte de atrás de la multitud, sin saber qué hacer a
continuación. ¿Ya había llamado a todas las damas elegibles al frente? ¿Era ahí
donde se paraban todas las candidatas a novia? 11
En realidad, no debería haber llegado tarde. Su propia necesidad de
enderezar sus pensamientos podría costarle la totalidad de esta misión. Bien podría
caminar hacia los brazos de uno de los Caballeros Umbra y entregarse ahora.
Si Margaret no la mataba primero.
Maldita sea, ya había estropeado este trabajo. ¿Cómo había hecho eso tan
rápido?
Mientras reflexionaba sobre una forma nueva de llamar la atención del rey,
no notó el silencio silencioso que cayó sobre la multitud. Sin embargo, se dio
cuenta una vez que todos cayeron en un silencio absoluto. Lorelei alzó la vista y
se encontró con los ojos del rey.
Había dejado de moverse. Congelado, por así decirlo, frente a todas esas
mujeres hermosas que se disputaban un ápice de su atención. Y sin embargo, aquí
estaba él. Mirándola fijamente.
Lore tragó pesado, separando los labios en una respiración profunda a
medida que se calmaba esperando el momento en que él recordara lo que era ella.
El rey seguramente no había olvidado el poder de los elfos. Había leyendas que
hablaban de los Silverfell y cómo toda su gente había resplandecido con la luz de
las estrellas. Él debía recordar. En cualquier momento, enviaría a los Caballeros
Umbra para que hicieran de ella un ejemplo para su grupo.
En cambio, levantó la mano y la extendió hacia ella.
—Mi señora —dijo, su voz rompiendo el silencio—. ¿De dónde vienes?
Ay, no.
A Lore no le gustaban tantos ojos sobre ella, y su lengua dejó de moverse
de repente. Sus labios permanecieron entreabiertos, como si fuera a hablar en
cualquier momento, pero nunca lo hizo.
Esta era la primera vez que había visto al rey. En su mente, había conjurado
la imagen de un hombre hecho de pesadillas y sombras. Un individuo repugnante
con una cara horrible que era demasiado grande para pasar por las puertas. Un
monstruo que devoraba todo a su paso. Eso había encajado con sus pensamientos
sobre él.
Pero el hombre al frente de la multitud era atractivo. Tenía un rostro
agradable con facciones angulosas y una simetría perfecta. Los mechones de
cabello gris en su sien lo hacían parecer más accesible, y ciertamente aumentaban
su atractivo. Sin embargo, había algo en sus ojos. Tal vez, una oscuridad o un
hambre que nunca había satisfecho. 11
Una sonrisa se dibujó en su rostro, calentando los bordes fríos de acero que
formaban su mandíbula y sus pómulos.
—¿Eso es parte de la magia? ¡Borovoi, te superaste con esta! ¿Belleza y
silencio? Has creado una mujer misteriosa de la que, debo admitir, no puedo
apartar la mirada.
Lore miró al leshi, que presionó un dedo en sus labios. De modo que, se
quedaría en silencio. Eso probablemente era lo mejor.
Entonces, se fijó en el hombre del bosque. Estaba justo detrás del rey, fácil
de perder entre las sombras. Sus ojos ardieron cuando encontró su mirada, su
mandíbula apretada con tanta fuerza que ella podía ver el contorno de sus músculos
temblando. Y mientras el rey la miraba, el otro hombre cerró los puños.
Borovoi se acercó junto al rey y proclamó:
—Mi rey, esta es Lorelei. Temo que, su belleza supera con creces cualquier
magia que pueda conjurar. Sea cual sea el hechizo que te haya lanzado, no es obra
mía.
—Palabras peligrosas —respondió el rey—. Y, sin embargo, estoy
intrigado. Ven aquí, mi espléndida.
¿Espléndida? Puaj. El título le dejó un mal sabor de boca. Era como si él ya
pensara que la poseía, y como rey de este reino, tenía que asumir que sí.
Sus pies se arrastraron por el suelo. No quería verse elegante, porque eso
solo tentaría aún más al rey. Por la mirada en sus ojos, el hambre que ardió con
cada uno de sus movimientos, Lore supo que había fallado.
Él la observaba como un depredador veía a su presa, y el peso de sus ojos
hizo que su piel hormigueara.
Las otras mujeres en la multitud estaban disgustadas. Incluso la chica que
había intentado advertirla que se alejara la miraba con fuego en los ojos. No les
gustaba que alguien más les hubiera robado su momento con el rey. Algunas de
ellas probablemente ya habían hablado con el rey. Pensaron que habían tenido
ventaja sobre todas las otras mujeres, y entonces ella entró.
Una mujer con estrellas por piel. El poder no era tan impresionante como
algunos de los otros. El cabello de una chica se movía solo. Otra tenía alas de
mariposa en lugar de pestañas. Otra tenía ropa que se había convertido en agua y
ahora todo estaba a la vista.
Ninguna de ellas había convencido al rey para que las llamara públicamente. 11
En cambio, era ella. Lorelei.
La elfa.
Tragando pesado, se detuvo frente al rey y cayó de rodillas. Quería que
pareciera torpe y olvidadiza, como si no supiera cómo hacer una reverencia. Sin
embargo, el vestido mágico de Borovoi tenía otras ideas.
La tela ondeó a su alrededor, cayendo con tanta gracia que pareció una flor
descansando a los pies del rey. Maldito sea el leshi y su magia. Solo había hecho
todo esto más difícil para ella.
El rey se estiró y colocó un dedo debajo de su barbilla. Inclinó su cara
lentamente hacia arriba hasta que pudo verla por completo.
—¿Dónde te has estado escondiendo? —preguntó, con no poca cantidad de
asombro—. Nunca te había visto en Tenebrous.
Debía mentir. Debía mantener la boca cerrada.
Lorelei debía inventar una gran historia sobre cómo había caído en
desgracia, o que era la hija de un anciano que había sido olvidada en un armario
en algún lugar. Cualquier cosa menos la verdad.
Y, sin embargo, no tenía ningún interés en recordar una mentira. Si iba a
matar al rey, quería que él supiera exactamente quién lo había hecho.
—Mi rey, no tengo familia. —Las palabras chirriaron, y tuvo dificultad para
ocultar una mueca—. Ni padre. Ni casa. He venido con la esperanza de que veas a
una mujer pobre como yo, y encuentres algún uso en mi belleza.
—Así que, después de todo, puedes hablar. —Él inclinó su cabeza con un
movimiento fácil de su muñeca—. ¿Quieres decir que no tienes hogar?
—No exactamente. Hay hogares para personas como yo, y para aquellos
que están dispuestos a hacer lo que sea necesario para sobrevivir. —Ahí, eso
debería disgustarlo. Casi había aludido a ser una dama de la noche.
En cambio, sus ojos relumbraron con aún más interés. Sus mejillas se
pusieron de un rojo brillante, y ella supo que no era por vergüenza.
—Vaya, vaya. No pensé encontrar una mujer como tú entre la multitud de
las mejores mujeres de Tenebrous y, sin embargo, aquí estás. Al parecer, la mujer
que he estado buscando toda mi vida.
No.
No, por favor, no era esa mujer. Quería vivir en las sombras, no encontrar
el favor del rey. Lorelei dejó que sus ojos se cerraran para que él no viera el horror
irradiando por todo su cuerpo. 11
Al parecer, al rey no le importó. Apartó el dedo de su rostro y proclamó:
—¡Únete a las demás! Esta noche es de jolgorio y baile. Pronto elegiré a las
mujeres que llevaré conmigo al castillo, y verán la gloria de su rey.
A pesar de toda la atención que había atraído sobre ella, la descartó con
bastante facilidad.
Lorelei se escabulló entre la multitud de mujeres, aunque notó que todas se
distanciaron de ella. Ni una sola chica quería ser vista con la mujer brillando como
la luz de las estrellas. Tal vez temían que su propia belleza se atenuara a raíz de
alguien que se veía como ella.
Tal vez tenían una razón para temer.
—Bravo —murmuró una voz en su oído—. Si querías llamar su atención,
esa era la manera perfecta de hacerlo. Por cierto, ¿cómo estás lanzando este
hechizo?
—¿Qué hechizo? —Ni siquiera miró al hombre que estaba detrás de ella.
—El que te hizo como te nombré —dijo Abraxas. Estaba demasiado cerca
y veía demasiado—. Señora de las Estrellas.
Entonces se dio la vuelta, segura de que él estaba a punto de delatarla.
—Es la mariposa que atrapé. Puedes agradecer a Borovoi y a la suerte por
lo que sea que veas ante ti.
Le dirigió una mirada de complicidad.
—De alguna manera lo dudo.
Lore tragó pesado. ¿Esto era todo? ¿Había visto a través de cada pizca de
su escondite y sabía que ella era una criatura mágica? Si lo hiciera la delataría. Los
Caballeros Umbra descenderían sobre ella y la echarían de la fiesta.
Pero sus ojos decían que no lo haría. La sonrisa en su rostro era amable y
pensativa. No era la expresión de un hombre que sabía que iba a hacerle daño a
alguien. De alguna manera, se preguntó si él tenía la capacidad de lastimar a
alguien de la forma en que ella esperaba que lo hiciera.
Era un completo y absoluto misterio. ¿Quién era este hombre?
—Nunca dijiste de dónde eras —murmuró ella—. Me cuesta creer que seas
uno de Tenebrous, considerando tu ropa y la forma en que te comportas.
—¿En serio? —Sonrió con una media sonrisa que fue tan seductora—. ¿Qué
te hace decir eso? 11
—No te comportas como si lo hubieras querido toda tu vida.
—¿Querer qué?
¿Se acercó a ella? Como si pensara que se refería a que él la había deseado,
pero no era así como quería que fuera esta conversación. Y, sin embargo, ahora
estaba en su espacio personal y podía sentir el calor irradiando de él como si
albergara un horno en su pecho.
—Comida —susurró—. Agua limpia. Ropa que no ha sido arrancada del
cuerpo de un muerto. Incontables sueños y deseos que otras personas parecen tener
pero que Tenebrous nunca tiene.
—Ah. —Se humedeció los labios, el movimiento tan distractor que ella casi
no escuchó su respuesta—. He tenido mi parte justa de querer. Quizás no en los
años más recientes. Pero he querido, Señora de las Estrellas. He tenido sed y he
deseado mucho en mi vida.
—¿Y cuánto de eso no obtuviste?
Era la pregunta correcta para hacer. Claramente, él no tenía una respuesta
para ella. Miró hacia otro lado, hacia el rey, que ahora gritaba nombres.
A Lorelei no le importó. Que el rey olvidara que ella existía mientras este
hombre estuviera frente a ella. Este hombre de misterio y sombras con su cabello
oscuro y ojos amarillos. Nunca había pensado en conocer a alguien como él en
toda su vida.
Hacía que miles de preguntas cobraran vida en su pecho. Preguntas que
sabía que probablemente nunca tendrían respuesta.
—Te llamó por tu nombre —dijo Abraxas. Retrocedió pesadamente de
ella—. Deberías ir al rey. Después de todo, es lo que querías.
—No quiero al rey —lo corrigió. Pero se volvió hacia el villano que ahora
sería dueño de su cuerpo y alma—. No quiero nada de esto. Y aun así, aquí estoy.
Una ráfaga de calor golpeó su espalda y, por un momento, creyó sentir el
deslizamiento de una mano sobre su estómago. Sus músculos se tensaron,
poniéndose rígida cuando él susurró una sola frase en su oído.
—Arce Damnatorum.
Ciudad de los Perdidos.
Y luego se fue.
Desapareciendo como si nunca hubiera estado en esa multitud con ella. Lo 11
buscó, pero él había desaparecido de verdad.
¿Lo había soñado todo? ¿Conjuró a un hombre en su mente que la ayudaría
a superar esta situación horrible con el rey? Seguramente no había perdido ya la
cabeza.
—¡Lorelei! —Su nombre retumbó entre la multitud, dicho con un fastidio
impresionante—. Mujer, ¿dónde estás? ¡Y aquí estaba pensando que la dama más
hermosa sería la última en mi lista, y desaparece una vez más en la noche!
La multitud se rio, y ella supo que tenía poco tiempo. El rey la llamó, y ella
tenía que matar al rey.
—¡Aquí! —gritó, aun resplandeciendo con la luz de las estrellas un poco
demasiado brillante.
A medida que las demás la miraban conmocionadas, dejó que la luz de la
luna cayera de su piel y fingió estar sorprendida cuando desapareció. Al menos
algunos de ellos creerían su farsa de que la magia se había desvanecido antes que
las demás.
—Ah —agregó—. Pensé que duraría más que eso.
El rey tenía poca paciencia con sus payasadas.
—¡Bueno, entonces vamos! Todos tenemos que ponernos en marcha y ahora
nos estás retrasando a todos.
Y eso que era su favorita.
Lorelei se puso en fila con las otras mujeres y se dio cuenta de que ya se
estaban yendo de Tenebrous. El resto de las mujeres hizo que familiares trajeran
sus bolsos, prometiéndoles que el resto de su ropa les sería enviada en baúles más
adelante. Los hombres del rey recogieron esas bolsas grandes y las llevaron a una
caravana de carruajes que apareció del bosque.
No tendría tiempo de ir a buscar sus cosas o recoger sus armas. Esto no
funcionaría. Había demasiado en juego para que ella no tuviera ni una sola arma
propia.
—Querida, aquí estás. —Borovoi apareció a su lado, sosteniendo una bolsa
que parecía ligera como una pluma—. Estoy seguro de que, tiene todo lo que
necesitarás.
Ella tomó la bolsa. Obviamente, encantada. Pesaba como si no hubiera nada
dentro.
—¿Todas mis cosas? ¿O tuyas? 11
—Tu amigo enano encontró todo en tu apartamento y lo recogió por ti. Dijo
que te dijera que sí, que revisó tus cosas. —Borovoi guiñó un ojo—. Y podría haber
puesto algunos conjuntos entre el resto, de modo que no seas la mujer peor vestida
del castillo. Quién sabe lo que hay ahí.
—Supongo que, se suma a la aventura. —Se la echó al hombro y esbozó
una sonrisa débil—. A los carruajes.
—Lorelei, buena suerte. —Borovoi hizo una reverencia profunda antes de
murmurar—: Creo que vas a necesitarla.
10

Los carruajes que el rey había enviado eran hermosos. Lorelei se metió en 11
el que le señaló el Caballero Umbra, y ni siquiera golpeó su cabeza contra el techo.
Ya era una rareza, considerando que no era de ninguna manera una mujer baja.
Otras tres chicas ya la esperaban. Y se refería a las niñas.
Ninguna de ellas parecía tener más de veinte años, y cada centímetro de su
ser temblaba de nervios. Supuso que era natural, considerando que se dirigían al
castillo por primera vez en su vida. Y la mayoría de ellas probablemente tenían
miedo de lo que el rey había planeado para ellas. Después de todo, era un rey con
un dragón.
Se sentó junto a la ventana, cruzó las manos sobre el regazo y esperó a que
alguien dijera algo. Las dos chicas frente a ella parecían hermanas. De verdad,
querubines perfectos. Su cabello oscuro estaba pulcramente atado en la cabeza en
moños, mientras que sus vestidos tenían exactamente el mismo corte. Solo uno era
rosa y el otro era verde. Agacharon sus cabezas juntas y comenzaron a susurrar.
Señalando por la ventana cosas que Lore no podía ver.
No habría forma de hablar con niñas pequeñas así. No tenía ningún interés
en aprender de su nuevo amor platónico o lo que fuera de lo que hablaran las niñas
en estos días. Lo que significaba que el único aliado potencial que podría tener era
la chica sentada a su lado.
Se volvió y miró a su compañera de asiento. Era guapa de manera saludable.
Y Lore lo pensaba con el mayor de los respetos. Solo que la chica estaba más
rellenita que las demás, y aunque eso no la hacía menos bella, significaba que había
tenido una vida más fácil que las demás.
¿Tal vez, la hija de un noble?
Su compañera de asiento encontró su mirada y sonrió. La sonrisa iluminó
todo su rostro y la hizo brillar de felicidad.
—Hola. Mi nombre es Beauty. ¿Cuál es el tuyo?
—¿Beauty? —preguntó Lore—. Qué nombre tan extraño. Nunca lo había
escuchado.
Beauty se colocó un mechón de cabello castaño detrás de la oreja y se
encogió de hombros.
—Mi padre pensó que sería la chica más bella de Tenebrous cuando era
pequeña. Él fue quien me nombró.
¿Qué padre no quería que su hija fuera eso? Sin embargo, Lorelei estaba
segura de que él no había tenido la intención de enviar a esta niña a la boca de león 11
del rey.
—Mi nombre es Lorelei —respondió ella—. ¿Estás emocionada por ir al
castillo?
—¡Ah, muchísimo! He oído que es el edificio más hermoso de todo el país.
—Se tapó la boca con la mano—. Lo siento. Últimamente, sigo diciendo esa
palabra una y otra vez. No sé cómo hablar con gente como él.
—¿El rey? —Lore se recostó en los cojines lujosos y resopló—. Si somos
honestas, no creo que esté muy interesado en lo que las mujeres tienen que decir.
Beauty jadeó.
—¡No puedes decir cosas así! ¡Un caballero te escuchará!
—Mm, tal vez. —Aunque, lo dudaba. Todos los caballeros se habían ido
con el rey, y si siquiera estaban pensando en los carruajes con las mujeres en ellos,
entonces lo más probable era que estuvieran vigilando los exteriores y no
escuchando lo que decían las mujeres.
El rey era vanidoso, y ya había demostrado ser controlador. Ninguna de esas
cualidades se traducía en un hombre que se preocupaba por las opiniones de las
mujeres. Probablemente pensaba que todas eran tontas cabezas huecas que podía
controlarlas con un movimiento de su mano.
Supuso que podría. Después de todo, era el rey.
Las otras dos mujeres del carruaje aún no habían levantado la vista. Solo
tenían ojos para la otra, y se preguntó qué tan jóvenes serían. Debían tener al menos
dieciocho años, aunque parecían más jóvenes que eso.
—¿Cuántos años tienes? —le preguntó a Beauty—. Parece haber bastante
diferencia de edad entre todas las mujeres que fueron llevadas ante el rey.
—Dieciocho —espetó rápidamente. Muy rápido.
Lore levantó una ceja y miró a la chica. Incluso ella parecía más joven de
lo que decía ser. Aunque eso fácilmente podría ser la redondez suave de sus
mejillas.
—En serio, ¿qué edad tienes?
Al menos había esperado un poco de pelea por parte de la niña. Más
mentiras o argumentos que retorcieran sus palabras. Pero al parecer, Beauty no era
mentirosa.
Las mejillas de la niña se pusieron rojas, y suspiró. 11
—Técnicamente, diecisiete. Pero en un mes cumpliré dieciocho, así que mi
padre dijo que debía mentir. ¿Cuántas oportunidades tiene una chica para casarse
con un rey?
Lorelei supuso que muy pocas de ellas en su vida, pero no creía que Beauty
terminaría siendo la reina. Era demasiado amable. Demasiado delicada. Y el rey
era un hombre duro que quería a su lado a alguien que fuera igual de cruel.
Ya lo había visto en sus ojos.
Beauty se retorció, mirando a Lorelei de espaldas a la ventana.
—¿Cuántos años tienes?
Trescientos. Lorelei casi le dice la verdad. Su atención estaba en la batalla
que tenía por delante, donde tenía que convencer al rey de que ella era más digna
de su atención que estas jóvenes que estaban en la flor de la vida.
—Tres… —se aclaró la garganta—. Treinta.
—¡Vaya! —Los ojos de Beauty se abrieron del todo—. ¿Y aún no estás
casada?
Cierto, porque a esa edad ya debería estar casada y con tres hijos a cuestas.
Lorelei controló el giro de sus ojos y miró por la ventana.
—Eh, no. Nunca he estado muy interesada en estar casada.
Al parecer, esa fue la señal para llamar la atención de las chicas sentadas
frente a ellas. Las gemelas dejaron de hablar y la miraron con un odio nada
desdeñable.
—Entonces ¿por qué estás aquí haciendo perder el tiempo al rey?
Lore no había esperado que fueran tan agresivas al respecto. Las chicas la
miraban con odio como si tuvieran alguna conexión personal con el hombre que
había arruinado gran parte de este país. Lore casi quiso decirles exactamente lo
que este rey les había hecho a ella y a su gente, pero tenía que controlarse a sí
misma.
A estas niñas no les importaba la difícil situación de las criaturas mágicas.
No les importaba el futuro de Umbra o cuánto cambiaría su mundo si personas
como Lore fueran erradicadas de este reino.
Todo lo que les importaba era una corona, un trono y un futuro que fuera
más fácil que vivir en Tenebrous. Lore no podía culparlas por querer salir del pozo
negro en el que todos vivían.
Forzó una sonrisa y sacudió la cabeza. 11
—Supongo que no debí decirlo así. Nunca me ha interesado nadie que haya
conocido en Tenebrous, y no me casaré con nadie con quien no quiera casarme.
Las chicas se relajaron y volvieron a susurrar entre ellas. Al parecer, eso fue
lo correcto para decir.
Lore volvió a mirar a Beauty, quien aún tenía el ceño fruncido. La chica
estaba pensando, y eso era bueno. No debería dejar de tener sus propias opiniones.
Cuanto más miraba a esta chica, más le agradó.
Beauty abrió la boca, la cerró y luego soltó:
—No eres como nadie que haya conocido.
Le dio a la niña una media sonrisa. Tal vez no había una cantidad pequeña
de secretos en esa mirada, porque Lorelei escondía más de lo que Beauty podría
imaginar.
—Querida niña, tomo eso como un cumplido.
—Lo dije como un cumplido. Tenebrous está lleno de todo lo que he llegado
a esperar de la gente. Todos deambulan por la vida como si cada día fuera a ser
exactamente igual al anterior. —Se lamió los labios—. No quiero que todos los
días sean iguales. Quiero vivir mi vida con aventuras y emoción. Por eso quiero
casarme con el rey. No creo que valga la pena vivir una vida aburrida.
Ah, fácilmente podría adorar a esta niña. Esas palabras salieron
directamente del corazón de Lore.
Se inclinó hacia delante y acunó la mandíbula de Bella.
—Beauty, eres una flor rara en un páramo desértico. Tu padre tenía razón
cuando dijo que serías más hermosa que cualquier chica en Tenebrous. Tu alma
brilla con mil soles.
Los ojos de Beauty se agrandaron con cada palabra. Asimiló lo que dijo
Lore y lo absorbió como si en realidad fuera una flor. De alguna manera, pensó
Lore, nadie le había dicho nunca a Beauty que estaba a la altura de su nombre.
Las chicas frente a ellas se rieron.
—Bueno, si pudiera perder algunos kilos, entonces tal vez de verdad estaría
a la altura de su nombre —murmuró la de rosa.
Lore vio cómo toda la felicidad desapareció de Beauty. Era como si toda la
energía que había traído a sí misma de las palabras amables simplemente… hubiera
muerto. Lore había sentido antes eso. Sabía lo que era que alguien creyera que era 11
inferior por su apariencia. Esa sensación horrible nunca debería ser sentida por una
criatura tan rara y amable como Beauty.
—Escucha, pequeña —gruñó, volviéndose hacia la niña de rosa y lista para
darle el latigazo verbal de su vida.
Pero no tuvo la oportunidad.
Un silbido perforó el aire, luego la ventana de vidrio del carruaje se hizo
añicos. Los fragmentos estallaron en sus rostros y todas las chicas gritaron. Lore
no se movió. Observó la flecha volar a través de la ventana, y se incrustó en la
garganta de la chica vestida de rosa. Silenciándola de inmediato.
Todos los sonidos se detuvieron. La niña dejó escapar un gorgoteo horrible,
presionando sus manos en la flecha en su cuello que había salido por el otro lado.
Lore había escuchado antes ese sonido, hace mucho tiempo, cuando la guerra
significaba que su gente aún estaba luchando.
—¡Sálvala! —gritó la chica de verde—. ¡Que alguien la salve!
Lore inclinó la cabeza hacia un lado, inexpresiva y vacía.
—Temo que eso no es posible. Tu hermana se va a ahogar en su propia
sangre.
—¿Qué? ¡No! Tienes que hacer algo.
Una pequeña pizca de lástima se filtró a través de la conmoción. Lore tenía
que sacarlas del carruaje. Alguien les había atacado y eso no era bueno. Ella tenía
que salvarse.
—Bien —gruñó. Lore se abalanzó y arrancó la flecha de la garganta de la
chica—. Ahora morirá más rápido.
No perdió el tiempo con la hermana afligida. Plantando su mano firmemente
en la espalda de Beauty, empujó a la niña fuera del carruaje y aterrizó agachada
afuera. Los Caballeros Umbra ya estaban formando una barrera protectora
alrededor de los carruajes que estaban todos reunidos en el camino. Otras ventanas
estaban rotas, y considerando que podía escuchar a otras chicas gritando, tuvo que
asumir que había más muertas.
Ninguno de los árboles se sacudió. No vio nada en los arbustos. Con una
mirada rápida, notó que las pocas flechas que no habían encontrado ventanas
apuntaban ligeramente hacia abajo. Lo que significa que les habían disparado
desde arriba.
11
Inteligente. Sus atacantes estaban en lo alto de los árboles en alguna parte.
Más difícil de encontrar para los Caballeros Umbra que usaban sus espadas en
lugar de arcos. Nunca los había visto tocar las ballestas en sus espaldas.
Más silbidos. Agarró a Bella y golpeó la espalda de la chica contra la puerta
abierta del carruaje, sosteniéndola frente a ellas mientras tres golpes sacudían el
marco.
—Estás cubierta de sangre —jadeó Beauty—. Tu vestido.
¿A quién le importaba?
Lore bajó la mirada hacia su frente para ver una cantidad pequeña de
salpicaduras. Por supuesto, el vestido estaba arruinado, pero no estaba cubierta.
—Quédate aquí —murmuró.
Las flechas no eran de la rebelión. Eso lo sabía. Estaban hechas toscamente
con madera torcida. Por eso no volaron correctamente. Aficionados.
Si Beauty se movía, entonces ya no era culpa suya. Lore había preparado a
la niña lo mejor que pudo, pero ahora no podían correr. Mantener la puerta frente
a ella ayudaría un poco. Al menos estaba agachada en el suelo con madera maciza
entre las flechas voladoras y ella. Sin embargo, no podía quedarse allí para
siempre.
Los Caballeros Umbra no estaban haciendo nada. Solo se quedaban allí
como los soldados cabezas huecas que eran, con las espadas desenvainadas, listos
para que su enemigo los atacara. Pero su enemigo estaba en el aire.
Alguien tenía que hacer algo, o todos iban a morir.
Gruñendo por lo bajo, Lore rasgó las faldas a cada lado de sus piernas para
que al menos pudiera correr libremente. Dio la vuelta a la puerta y agarró las
flechas que aún estaban pegadas a la madera. Por fortuna, no habían ido demasiado
profundo, de modo que pudo liberarlas con relativa facilidad.
Le preocupaba la siguiente parte. Corrió hacia un Caballero Umbra,
agitando los brazos con solo tres flechas en la mano. Lore saltó en el aire, agarró
el arco del caballero más cercano, y rodó sobre su espalda. Aterrizó con fuerza
sobre sus pies, pero se movió rápidamente para que él no pudiera atraparla.
Solo entonces giró sobre sus talones, colocó su flecha y la dejó volar hacia
las hojas más allá.
Su objetivo cayó de los árboles con un grito fuerte, luego aterrizó en silencio
en el suelo. Uno menos. Ahora tenía dos flechas más y cualquier otra que pudiera 11
sacar de los carruajes.
Todos los Caballeros Umbra se volvieron hacia ella como si fuera la persona
que atacaba a las novias.
Maldición. Estaba intentando ayudarlos, y nadie podía controlar a los
soldados de sombra una vez que ponían sus ojos en alguien. Uno de los caballeros
más cercanos desenvainó su espada y el artilugio de metal que formaba su cuerpo
tronó hacia ella. Paso a paso implacable.
Ella no tenía una espada. Tenía un arco, y las flechas no harían nada contra
el humo dentro de esa armadura.
Alguna fuerza la golpeó en la espalda. Y entonces, un sonido horrible
atravesó su cuerpo. Cayó de rodillas con las manos sobre los oídos a medida que
el grito de un dragón rasgaba sobre sus cabezas. La fuerza había sido el viento,
comprendió.
El dragón había llegado.
Un ala gigante aterrizó junto a ella. Lore miró horrorizada la garra que era
tan larga como ella alta. Escamas de color rojo oscuro cubrían la carne, mientras
que las membranas de sus alas se extendían hacia atrás con profundas venas azules.
Flexionó su garra, y dejó surcos profundos en el suelo. A través de la delgada
membrana, pudo ver el contorno oscuro de los Caballeros Umbra que se habían
congelado en su lugar. Mirándola a través de la barrera endeble.
Con la respiración agitada, y los ojos del todo abiertos, miró hacia el enorme
ojo del dragón. Su hocico alargado creaba una estructura estrecha para su rostro
que conducía a dos cuernos gemelos a cada lado de su cabeza. Colmillos grandes
enmarcaban su boca, mientras que aún más púas bajaban por su cuello musculoso.
La miró fijamente con la cabeza inclinada, como si estuviera intentando
averiguar qué era ella. Una especie de bicho pequeño que de alguna manera se
había quedado atascado entre sus garras. Pero entonces una flecha volvió a cortar
el aire y rebotó en una de sus escamas.
Con un gruñido ondulante, se volvió hacia los árboles y soltó una bocanada
de fuego que arrojó por todo el bosque.
—No —susurró ella, dejando caer las manos en su regazo. Débil.
Pudo oírlos gritar. Esos antiguos árboles hermosos. Gritaron de dolor
cuando la savia dentro de ellos hirvió y los hombres en sus ramas cayeron,
desgarrados y destrozados hasta que tocaron el suelo.
Toda la arboleda murió mientras ella escuchaba sus gritos.
11
Y cuando el dragón terminó, salió volando por los aires sin mirar dos veces
a la mujer que estaba arrodillada en el suelo entre las marcas de sus garras. Unas
manos la agarraron de los hombros y la empujaron hacia el carruaje. Pero a ella no
le importó. Todo lo que podía oír era el sonido de la muerte en sus oídos.
11

Para cuando los carruajes llegaron de regreso al castillo, Lore podría haber 11
jurado que la mayoría de las jóvenes se habían olvidado de todo lo que había
pasado. Salió de su transporte, esperando ver lágrimas y gritos mientras las
potenciales novias caían de rodillas asustadas.
Lo que terminó encontrando en el patio del castillo fue un puñado de niñas
estoicas y temerosas, mientras que el resto miraba con asombro las torres
puntiagudas.
Lore podía admitir que el castillo era intimidante. Con sus grandes torres
retorcidas construidas con mármol blanco, el edificio gótico era impresionante.
Captó la atención de inmediato, ya que ningún otro edificio en Umbra se parecía
a… bueno… esto. ¿Pero ese no era el punto?
El reino de Umbra era uno de sombras y oscuridad. La mayoría de sus
habitantes solo conocían penurias y dificultades. Sin embargo, el castillo era
impecable y prístino como el día en que se construyó por primera vez. Muchas de
las mujeres jóvenes que habían llegado aquí en los carruajes nunca habían visto un
edificio como este.
A Lore no le gustó. La exhibición extravagante de riqueza era impulsada
claramente por un hombre que se preocupaba poco por el resto de su reino. Incluso
el patio estaba perfectamente barrido, como si nunca hubiera caballos o carruajes
sobre las piedras cuadradas de mármol.
Beauty se detuvo a su lado, con las manos aun temblando.
—¿Qué opinas? —susurró.
—¿De qué?
Observó a las jóvenes que estaban al frente de la multitud. Esas eran las
damas de las que más tenía que preocuparse. La exhibición flagrante de muerte no
las había desconcertado en lo más mínimo. Todas estaban paradas con dobladillos
ensangrentados, algunas incluso tenían sangre en sus manos, pero sus ojos
hambrientos estaban vueltos hacia el castillo.
Les importaba poco la pérdida de vidas. Apenas les importaba que alguien
hubiera muerto frente a ellas. Todo lo que importaba era que su futuro estaba a su
alcance. El castillo estaba justo aquí. El rey estaba más allá de esas puertas
esperándolas, y eso era todo lo que querían.
Lore no cuestionó en lo más mínimo que el rey se hubiera adelantado a la
caravana. Si hubiera sido atacado, los Caballeros Umbra habrían mostrado mucha
más agresión. En cambio, simplemente se habían quedado de pie, preguntándose
qué hacer consigo mismos mientras las novias morían.
Con un sonido suave, Beauty se acercó a Lorelei. 11
—¿De las otras novias? Algunas ni siquiera parecen… bueno…
—No les importa que otras hayan muerto —le dijo a la niña—. Creo que
tenemos algo de competencia aquí, querida niña. Y eso significa que estas mujeres
no se detendrán ante nada para conseguir al rey.
Quería advertir a Beauty que se mantuviera alerta. La única forma en que
cualquiera de ellas saliera viva de esto era cuidando la espalda de la otra. Pero,
¿podría confiar en la joven? En realidad, no sabía si podía confiar en alguien aquí.
Las puertas del castillo se abrieron y una mujer de rostro demacrado salió
al patio. Su cabello blanco estaba peinado hacia atrás sobre su cabeza, tan apretado
que tiraba hacia atrás de las comisuras de sus ojos. Algo bueno, considerando las
arrugas que se acumulaban alrededor de los ojos y labios de la mujer. Arrugas
permanentes en el ceño surcaban su frente, y Lore supo que esta era la persona que
dirigía de verdad el castillo.
—¡Damas! —llamó la mujer, aplaudiendo, pidiendo silencio—. Pueden
llamarme Agatha. Soy el ama de llaves principal del castillo. Cualquier cosa que
deseen o necesiten deben ser enviadas a través de mí primero, y luego le daré su
petición al rey. Mientras tanto, deben asearse, lavarse y vestirse antes de la cena.
¿Está claro?
Todas las demás jóvenes asintieron.
—Bien. —Los ojos de Agatha encontraron a Lore.
Sabía lo que veía la otra mujer. Una novia mayor que cualquiera de las otras,
sosteniéndose fuerte y orgullosa, como si estuviera por encima de todo esto. Lore
no se comportaría como una niña, ni intentaría ocultar su propia confianza. Y, sin
embargo, su ropa estaba rasgada, estaba cubierta de sangre y el borde duro de sus
ojos probablemente la delataba como algo diferente.
Agatha sorbió y luego caminó de regreso al castillo, descartando claramente
la vista de una criatura tan horrible.
—Guau —susurró Beauty—. No creo que le agrades.
—No, imagino que no le agradaré. Nunca. —Teniendo en cuenta que Lore
sería la espina más grande en su costado—. ¿Las seguimos?
—No creo que tengamos muchas opciones, ¿verdad? —Beauty le tendió el
brazo a Lore para que lo tomara—. Milady.
Lorelei resopló, pero enlazó su brazo con el de Beauty.
—¿Milady? No creo que me hayan llamado antes así. 11
—Bueno, alguien debería. Me salvaste la vida allá atrás, ¿sabes? No tengo
ninguna duda al respecto. Creo que, tal vez, nos salvaste la vida a todas con esa
flecha que soltaste. Matar a ese hombre les dio a todos los demás una pausa y al
dragón tiempo suficiente para llegar. —Beauty se estremeció a medida que subían
los escalones hacia las gigantescas puertas de madera—. No quiero pensar en lo
que hubiera pasado si no hubieras hecho eso. Nos habrían matado a todas.
Probablemente. Lore sabía que los atacantes solo tenían un objetivo en
mente. Querían asegurarse de que el rey nunca continuara su linaje. Querían que
el linaje del Rey Umbra terminara aquí y luego dejar que el reino se desvaneciera
en el caos mientras todos intentaban descubrir quién merecía más el trono.
Ese era el trabajo de la rebelión, pero no creía que Margaret enviara a esos
hombres. Habían sido demasiado torpes. Demasiado inexpertos. Margaret no era
tan tonta como para enviar a hombres que claramente no eran guerreros para hacer
un trabajo como ese.
¿Cierto?
Lorelei negó con la cabeza y trató de concentrarse en el asunto en cuestión.
Necesitaba infiltrarse en el castillo, y la forma más fácil de hacerlo era haciéndose
amiga de los sirvientes. Ellos eran los que conocían las idas y venidas reales de un
edificio como este.
Ahora la pregunta era cómo encontrarlos. Se agachaban en las sombras,
escondiéndose detrás de los Caballeros Umbra, como si ni siquiera estuvieran aquí.
Aparte de Agatha, por supuesto, y esa mujer no la ayudaría.
Un tirón ligero en su brazo devolvió su atención a la chica colgando de ella.
—Mira —señaló Beauty delante de ellas—. ¿Alguna vez has visto algo
como eso?
Lorelei no quería saber. Sin embargo, miró y deseó no haberlo hecho. El rey
había llenado el gran vestíbulo con pinturas y trofeos de la época de su padre.
Desde el momento en que los mortales vieron criaturas como Lorelei y decidieron
destrozar lo que vieron.
Gradas pequeñas albergaban los trofeos. Algunos de ellos eran cráneos de
bestias que el padre del rey había matado. Otros eran artículos de su reino como
espadas hechas por manos de elfos, varitas hechas de la rama favorita de un ent.
Pero lo que más le llamó la atención fueron todos los frascos que colgaban del
techo y arrojaban luces centelleantes sobre toda la habitación. Como prismas
golpeados por el sol.
11
Se le atascó el aliento en la garganta. Soltó a Beauty y la empujó hacia las
otras chicas.
Su voz sonó un poco espesa cuando dijo:
—Ve, adelante. No me gusta estar entre multitudes, pero creo que deberías
hacer algunas amigas.
—Pensé que éramos amigas —respondió Beauty.
Oyó el dolor en la voz de la chica. Lore no podía olvidar que las únicas otras
novias con las que Beauty había hablado solo comentaron sobre su peso.
Siendo ferozmente protectora, mostró una sonrisa feroz a la joven perfecta
que tenía delante.
—Mi niña, no tienes nada que temer. Las únicas personas que se atreverían
a decirte algo malo ya recibieron su merecido. Un ahogamiento en sangre y una
gran pérdida. Ahora ve a esa multitud con la frente en alto porque eres tan
aterradora como el dragón que nos salvó. Recuérdalo.
Beauty levantó la barbilla y se abrió paso entre el grupo de mujeres jóvenes.
En serio era hermosa. Independientemente de su silueta, esa joven se convertiría
en una fuerza a tener en cuenta. Lorelei lo sabía.
Esperó hasta que las novias casi abandonaron el gran salón antes de volverse
hacia el tarro colgante más cercano. Su corazón se apretó en su pecho y las
lágrimas se acumularon en sus ojos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó cuando desenganchaba el frasco
suavemente del lazo en el techo.
Una mujer diminuta presionó sus manos contra el interior del frasco. Sus
alas resplandecían de color amarillo brillante, tan intensamente que casi resultaba
doloroso mirarlas. Toda su forma era liviana en este momento, pero Lorelei
recordó cuando los duendecillos se habían sentado a su lado en hojas grandes, al
menos diez de ellos por hoja, mientras observaban el festival de la luna.
Ella había sido una niña en ese entonces. Pero los duendecillos siempre
habían sido sus favoritos. Eran tan difíciles de encontrar en otras partes que no
fuera en el festival, cuando estaban felices de dejar que todos vieran su brillo
resplandeciente.
El duendecillo golpeó una mano contra el cristal y dejó escapar un chillido
pequeño.
—Lo siento —susurró Lore de nuevo—. No sé lo que estás intentando decir. 11
Pero voy a dejarte salir.
—No haría eso si fuera tú. —Su voz cálida fue inesperada, aunque debería
haber adivinado que estaría aquí. Abraxas siempre parecía aparecer cuando menos
lo esperaba.
Lorelei se giró y se llevó el frasco a la espalda.
—¿Hacer qué?
—Dejar que ese duendecillo salga del frasco —respondió con un resoplido
suave—. ¿O crees que no me di cuenta de que lo sacaste del gancho?
Tenía que encontrar una manera de distraerlo de modo que no se diera
cuenta de que estaba girando la tapa del frasco.
—Señor, creo que es extraño que me estés siguiendo. A menos que en
realidad trabajes para el rey. En cuyo caso, debo decir, tengo una opinión menor
de ti de la que ya tenía.
—Imagino que sería difícil para mí rebajar más tu opinión y, sin embargo,
debo hacerlo. —Se inclinó en una reverencia baja, aunque observó cada
movimiento de ella—. Soy parte de la guardia personal del rey. De hecho, el jefe.
—No es cierto. —Solo un giro lento más y el duendecillo sería liberado—.
Qué trabajo tan horrible para un hombre tan apuesto.
—¿Apuesto? —La miró fijamente, con la boca ligeramente entreabierta.
Pareció luchar por un momento para encontrar las palabras. El tiempo suspendido
entre ellos hasta que él se enderezó con una carcajada—. Ahora sé que estás
escondiendo algo. Nunca me llamarías así a menos que estuvieras tramando algo.
—No sabría ni la primera cosa. ¿Exactamente de qué me acusas, Jefe de la
Guardia del Rey?
Allí estaba. La tapa del frasco saltó de su mano y el duendecillo se aferró a
su espalda. Podía sentir las garras de la criatura diminuta desgarrando la tela de su
columna vertebral. Un par de rasgones más y podría deslizarse dentro de su vestido
y esconderse. Cosita inteligente.
—Lorelei —gruñó—. Dije que no dejes que el duendecillo salga del frasco.
Sacó los brazos de detrás de la espalda, el frasco en una mano y la tapa en
la otra.
—Ah, ¿este frasco? Temo que no me lo dijiste lo suficientemente rápido. Si
hubiera sabido que contenía una criatura tan peligrosa, nunca habría puesto a todos
en riesgo. 11
El sarcasmo se aferró a cada palabra.
—Maldita sea, mujer —gruñó—. ¿Sabes cuánto tiempo les tomó a los
sirvientes del rey capturarlos? Reunir duendecillos es un asunto arriesgado, y se
dará cuenta de que falta uno. Entonces, tendré que inventar una mentira sobre por
qué se ha ido uno.
—¿Por qué tendrías que inventar una mentira? —El duendecillo se enterró
en la parte baja de su espalda. Se metió en el hueco de su columna, presionando
contra las dos montañas de músculos—. Siempre puedes decirle al rey que me viste
hacerlo. Me enviaría de vuelta a mi aburrida vida en Tenebrous y nadie se daría
cuenta.
—Te mataría por tocar cualquier cosa que fuera suya. —Sus ojos fulguraron
con ira y, por un momento, casi pareció como si se hubieran vuelto de un naranja
aún más brillante. Pero entonces sacudió la cabeza y se alejó un paso de ella—.
No, no planeo decirle que fuiste tú.
—¿Por qué no? —preguntó ella.
—¡No te diré por qué, ¡sólo no dejes salir más! Su siseo resonó en la
habitación. Rebotó en el techo y la golpeó de nuevo.
Se negó a sentirse culpable por hacer lo que era necesario. El duendecillo
no merecía vivir sus días en un frasco. No le importaba lo que el rey quisiera con
ellos.
Lorelei cuadró los hombros y soportó su ira. Pero no se elevaría a la misma
locura.
—Morirán en frascos como ese. Tienen que estar en la naturaleza. Sentir el
sol en su piel. De lo contrario, toda su luz se apagará y luego se apretarán contra
el cristal, rogando que alguien los ayude. Pero ninguno de ustedes puede escuchar
sus llamadas. Rogarán una y otra vez hasta encogerse y convertirse en pequeñas
cáscaras de esqueletos de duendecillos. Solos.
Él se estremeció con cada palabra, alejándose de ella y sacudiendo la
cabeza.
—Es curioso cómo crees que no puedo escuchar sus gritos.
Solo las criaturas mágicas podían.
Ella entrecerró los ojos.
—Abraxas, ¿cómo podrías escucharlos? 11
—Hay más en este lugar de lo que crees. —Asintió hacia ella, descartando
la conversación con demasiada facilidad.
Abraxas metió sus manos detrás de su espalda y de repente, pareció un
guardia real. Esa columna recta. Esa expresión vacía mientras miraba por encima
de su hombro, sin querer involucrarse en nada que su rey desaprobaría.
—Se te pide que estés con las otras novias en todo momento. Si no te vas
ahora, Agatha te reportará con el rey.
—¿Por qué? ¿Merodear? —Hizo un gesto hacia la habitación—. De todos
modos, se supone que algún día este lugar será mío. ¿Por qué no puedo explorarlo?
—Lorelei, conmigo puedes probar tus límites. Pero no puedo prometer que
Agatha te dará tanto margen de maniobra. —Sus cejas se fruncieron y su mirada
se endureció una vez más—. Ahora ve a buscar a las otras novias antes de que
alguien se dé cuenta de que no estás.
—Sí, señor. —Chocó los talones y se llevó una mano a la frente a modo de
saludo. Solo por si acaso, Lorelei dejó caer el frasco al suelo y tuvo el momento
satisfactorio de verlo estremecerse ante el sonido del vidrio roto.
Que intente darle órdenes. Que intente convencerla de que otros en este
castillo eran más peligrosos que él. Cualquiera que sea su razonamiento, este
guardia parecía tener un corazón blando. No la delataría.
—¡Y haz algo con esa criatura en tu vestido! Si alguien te ve con ella, tu
cabeza rodará mañana por la mañana —gritó cuando ya salía de la habitación.
Entonces, quizás tenía sus límites.
Tragando pesado, Lorelei aceleró por el pasillo donde había visto la cola de
un vestido elegante doblando una esquina.

11
12

Tenía que admitir que la mujer curiosa lo tenía envuelto alrededor de su 11


dedo. A cualquier otro, lo habría enviado a las mazmorras por tocar a una de las
criaturas mágicas capturadas por el rey. Y sin embargo… no podía. No con ella.
La idea de ella en esas mazmorras húmedas envió un escalofrío por su
espalda. O tal vez fue una ráfaga de ira al rojo vivo lo que le hizo querer golpear
algo. Abraxas odiaba estar bajo su hechizo.
Había sostenido el frasco con manos tan cuidadosas. La luz dorada del
cuerpo del duendecillo se había derramado sobre sus facciones, resaltando
delicadamente el arco encantador de sus labios. Pero no fue su belleza lo que lo
detuvo. No fue la imagen impresionante que ella pintó lo que tiró de su corazón.
Fue la forma en que acarició el frasco y cómo su corazón se había acelerado
cuando miró al duendecillo. Se había preocupado por la criatura. Y esa amabilidad
no coincidía con la mujer que había visto en el ataque.
Su flecha había volado recta y certera. Incluso con la madera torcida y las
puntas mal emplumadas, había enviado esa arma torpemente hecha directamente
al corazón del hombre que la había disparado.
Nunca había visto a una mujer hacer eso. Ni siquiera había pensado que una
mujer mortal pudiera ser tan letal. Ella ni siquiera había dudado.
La batalla no la asustaba. Ni siquiera le importaba la ropa que había
desgarrado para moverse más fácilmente. Como lo haría un verdadero guerrero.
Este no era el tipo de mujer que esperaba que viniera a los juegos nupciales.
Los Caballeros Umbra le contarían al rey lo que había sucedido. Estaba seguro de
eso. El rey entonces querría conocerla. Esta mujer estrella que luchaba como un
hombre.
Y ahora liberaba a sus duendecillos.
Abraxas estaría muy ocupado manteniendo viva a esta mujer.
Sacudiendo la cabeza, avanzó por los pasillos hacia los aposentos privados
del rey. Mientras caminaba, se preguntó qué pensarían las posibles novias de este
castillo y todos sus lujos. Luces mágicas de duendecillos colgaban de todos los
rincones a los que alguien podía atar una cuerda. Las paredes estaban cubiertas con
el mejor empapelado, cada pasillo tenía un color o patrón diferente, de modo que
los sirvientes supieran a dónde se dirigían. Y los pisos cálidos de roble habían sido
cuidadosamente elaborados hace cien años a partir de árboles que ya no existían.
Debería llorar esas pérdidas. Había visto esos árboles cuando habían crecido
tanto, incluso los dragones habían volado alrededor del bosque para no volar
demasiado alto y perder el aliento en las nubes.
Sin embargo, hacía tanto tiempo que estaba al servicio del rey que había 11
olvidado lo que significaba ser nostálgico. Esos recuerdos empañados en
comparación con cien años de tormento y sufrimiento.
Abraxas presionó su mano contra una flor azul gigante en la pared, el
símbolo del rey, y se abrió la entrada secreta. No miró para ver si alguien lo estaba
observando. Abraxas lo sabría. Los vellos de sus brazos se erizarían, a menos que
la persona fuera una criatura mágica. Y si lo fueran, bueno… casi esperaba que
encontraran esta entrada secreta y los salvaran a todos.
Las habitaciones más allá eran un ala entera del castillo que rezumaba
demasiada belleza. El simple hecho de entrar en estas habitaciones siempre le hacía
arder los ojos.
El rey prefería el dorado. Su padre había preferido el carmesí. Juntos, habían
creado una serie de habitaciones doradas con papel tapiz que parecía como si
estuviera goteando sangre en el suelo. Odiaba cada segundo de este lugar. El rey
pensaba que lo hacía un hombre más fuerte vivir como si siempre estuviera en una
guerra. Sin importar que Zander nunca hubiera visto una guerra, ni una batalla.
Un grupo de doncellas estaba de pie alrededor del rey. Al parecer, Zander
se había olvidado de su camisa, o tal vez pensaba que era apropiado estar medio
desnudo con un grupo de mujeres rodeándolo. Cada mujer tenía las manos llenas
de diferentes telas y materiales.
El rey se enfrentaba a un espejo del piso al techo con los bordes envueltos
en láminas de oro, su reflejo el de un hombre apuesto que estaba ridículamente
orgulloso de sí mismo. Zander se llevó una mano al pecho de vez en cuando,
acariciando cariñosamente las suaves superficies de su pecho. Como si el cuerpo
que veía era el más perfecto que alguien pudiera pedir.
Chasqueó los dedos y una criada levantó la tela en sus manos.
Ah. Era una prueba de vestuario.
Abraxas agarró una silla dorada de la esquina y la arrastró por el suelo. El
ruido aulló a través de la habitación y algunas de las criadas se estremecieron.
Zander, a su favor, apenas reaccionó más que para mirar al dragón.
—¿Es necesario? —gruñó el rey—. Estoy intentando lucir lo mejor posible
para las novias.
—Posibles novias —corrigió Abraxas. Dejó de arrastrar la silla una vez que
llegó al centro de la habitación, luego se sentó en el duro cojín rojo—. De todos
modos, ¿qué estás haciendo? Tu atuendo de antes estaba bien.
—Pero ahora será el más magnífico que jamás hayan visto. Abraxas, ¿no
sabes nada de mujeres? Quieren ser cortejadas con lujo, colores y cosas bonitas.
—Hizo un gesto con la mano, y la siguiente criada levantó el jubón que sostenía 11
para que él pudiera verlo en el espejo—. No les importa el castillo ni la comida.
Les importa lo que puedo darles.
Parecía una relación horrible con la que establecerse, pero ¿qué sabía
Abraxas de las mujeres mortales? Asintió sabiamente, como si el rey hubiera dicho
solo la verdad.
—Entonces espero con ansias la cena.
—Abraxas, ¿por qué estás aquí? —gruñó Zander.
—Soy el jefe de tu guardia personal. Se supone que debo estar aquí en todo
momento para asegurarme de que nadie intente arrancarte la cabeza. —No es que
le importara mucho. Pero estaba atado a esos huevos y a su gente. Tenía que hacer
lo que quisiera el rey.
—Dudo muchísimo que alguna de mis doncellas vaya a hacer eso. De todos
modos, ni una sola de ellas es lo suficientemente fuerte para hacerlo. —Zander
volvió a chasquear los dedos.
Pero Abraxas observó las expresiones de las mujeres a espaldas del rey. Una
de ellas no podía ocultar el ensanchamiento de sus ojos, y otra no podía ocultar el
rubor que manchaba sus mejillas. Eran mujeres trabajadoras. Sus brazos eran
fuertes, sus espaldas aún más. Habían cogido la vida por los cuernos y se habían
atrevido a trabajar para el rey.
Las criadas no eran pequeñas criaturas débiles a las cuales el rey podía
abrumar fácilmente. Abraxas apostaría por cualquiera de las sirvientas si estallara
una pelea en esta habitación.
Le guiñó un ojo a la chica de mejillas rojas brillantes.
—Si te parece bien, creo que me quedaré. Mi rey, sin ofender tu habilidad
de lucha, pero estas doncellas se ven realmente aterradoras.
Algunas de las mujeres se rieron. Al menos se las había ganado. En su
opinión, era más importante ser amigo de los sirvientes que de los nobles. Al menos
así obtendría una galleta extra en la cena.
Zander suspiró.
—¿Dejarías de coquetear con la ayuda? ¡Eres un dragón! Ten un poco de
dignidad.
—Hace mucho tiempo que la perdí. —Acomodó su tobillo en la rodilla
opuesta, reclinándose en la silla sin preocuparse por nada—. Pero ¿puedes darte
prisa? Me está dando hambre.
11
—Esperarás hasta que esté listo. Y ponte algo mejor que eso, ¿quieres? Las
mujeres pensarán que eres un vagabundo que entró de la calle. —El rey resopló y
volvió su atención a la ropa.
Abraxas se instaló para una noche larga. Sabía que el estado de ánimo del
rey podía cambiar como la brisa, y lo último que necesitaba era ofender a Zander
antes de la cena. Pero no se cambiaría. No había nada malo con la ropa que usaba
actualmente, incluso si Zander pensaba que su atuendo era desastroso.
Todo el proceso de vestir al rey tomó más tiempo de lo que Abraxas hubiera
anticipado. El sol ya se estaba poniendo en el horizonte cuando Zander finalmente
se vistió y le gustó lo que vio en el espejo.
—¿Y bien? —preguntó Zander, parándose frente a Abraxas y pasando una
vez más su mano por su manga.
El rey había elegido un traje morado brillante para la cena. El collar era
demasiado alto alrededor de su cuello. Piedras preciosas habían sido cosidas
cuidadosamente en los hombros y los brazos, tal vez para crear una línea que
siguieran los ojos. Pero el rey no tenía los hombros para ese adorno. Y los
pantalones… los pantalones estaban tachonados con trozos de amatista que
Abraxas no podía creer que fueran cómodos para sentarse.
Sin embargo, volvió a mirar a los ojos del rey y sonrió.
—Mi rey, aturdirás a las damas con esta elección de moda.
—Y los aterrorizarás con los tuyos. —Zander agitó una mano en el aire—.
Me compadezco del tonto que intente enseñarte cómo vestirte. Ciertamente no seré
yo.
Abraxas también se compadecía de quienquiera que intentara enseñarle eso
al dragón. No sería una reunión fructífera, ni escucharía los consejos de los
mortales que ponían piedras preciosas en la ropa en lugar de un tesoro.
Puso una sonrisa brillante en su rostro y se inclinó.
—Zander, puede que algún día tengas la satisfacción de ver a una persona
intentarlo. Pero por ahora, creo que tus damas nos están esperando.
—Ciertamente. Como deberían hacer. —El rey se enderezó la manga de su
chaqueta por última vez, antes de abrir el camino a través del castillo hacia el gran
comedor.
Abraxas siempre había pensado que el comedor era demasiado ridículo para
que alguien lo tomara en serio. El candelabro en el techo goteaba con diamantes,
lanzando arcoíris por todas las paredes y el piso. La mesa en sí tenía las patas de 11
un león y albergaba a casi cien personas. Cada silla fue fabricada por los
carpinteros más talentosos de Umbra. Algunas de ellas tenían flores trepando hacia
arriba y sobre el respaldo. Otra estaban talladas con alas, pájaros, incluso otras
criaturas extrañas que Abraxas no podía nombrar.
Esas sillas ya estaban llenas con todas las damas que algún día podrían
convertirse en reinas. Observaron al rey con ojos hambrientos. Todas vestidas con
los mejores vestidos que habían traído consigo. Era abrumador incluso mirar a
algunas de ellas cubiertas con tanta joyería que Abraxas no sabía cómo alguien
podía ver más allá de las piedras brillantes.
El rey no dejó que sus ojos se detuvieran en nadie en particular. Se dirigió
a la cabecera de la mesa, se sentó en su silla y luego abrió los brazos.
—¡Bienvenidas a la fiesta, damas de mi corazón! Esta noche no habrá
pruebas. No se hablará de matrimonio. Solo quiero que disfruten de su primera
noche aquí. Y quizás que algunos de nosotros hablemos.
Los susurros recorrieron la habitación, tan repentinamente que Abraxas casi
pudo sentir una brisa ligera en su aliento. Las damas obviamente no estaban
contentas con lo que Zander había dicho. Cuando Abraxas se colocó detrás del rey,
leyó los labios de cada dama que había comenzado a hablar.
Una de azul brillante se inclinó hacia la chica de amarillo y susurró:
—Solo quiero terminar con esto. ¿Por qué no podemos seguir con todo esto?
No entiendo por qué quiere esperar.
La chica de amarillo se cubrió la boca con la mano durante parte de lo que
dijo, pero entonces murmuro:
—… con todas las muertes, no puedo imaginar que él no les dé a algunas
de las mujeres tiempo para llorar.
Ah, sí. Las muertes. Incluso Abraxas había olvidado que habían perdido a
muchas mujeres en el camino al castillo. El rey al parecer también lo había
olvidado. Dudaba que Zander fuera tan amable de permitirles a estas jóvenes el
tiempo para sanar. El rey no quería jugar ningún juego esta noche. Quizás estaba
cansado, o quizás estaba hambriento.
Fuera lo que fuera, no hizo nada más que mirar a las mujeres, sonreír y tener
algunas conversaciones bromistas con las damas que estaban sentadas a su lado.
Teniendo en cuenta que eran las que tenían más joyas en el cuerpo, estaba seguro
de que el ama de llave tuvo algo que ver con eso. A Agatha siempre le gustaba
entrometerse.
11
Estaba seguro de que no había peligros para el rey en este momento, aparte
de las jóvenes damas que estaban seguras de que le robarían el corazón con sus
pestañas batientes. Abraxas dejó que sus ojos vagaran, mirando por la mesa como
si tuviera que encontrarla. Espontáneamente, miró a la joven que no tenía derecho
a ser tan bonita con un vestido tan sencillo.
Lorelei se sentaba entre dos abominaciones horriblemente coloridas. Una
chica vestía un azul neón tan brillante que dolía mirarla, la otra un verde putrefacto.
Aunque, tal vez eso era una bendición, porque hacía que su vestido negro se viera
un poco mejor, aunque no lo era.
Tampoco tenía joyas. Nadie le había arreglado el cabello para lucir
deslumbrante, como las otras chicas. Lo llevaba en un moño bajo en la parte
posterior de su cabeza, claramente hecho por su propia mano.
Solo podía asumir que ella había venido aquí sola. Muchas de las otras
mujeres tenían a sus hermanas con ellas.
Sus ojos no se perdían de nada. Observaba a las otras mujeres con una
mirada calculadora que veía demasiado. Abraxas no pudo evitar preguntarse cuál
era su pasado. Su historia. No reaccionaba a ninguna situación como una mujer
normal.
Lorelei se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en la mesa, solo para
retroceder cuando notó que ninguna de las otras mujeres estaba haciendo eso.
Las otras mujeres aquí habían venido del mismo lugar. Todas habían visto
la pobreza de Tenebrous, pero ninguna estaba tan incómoda como ella. Permaneció
en silencio a través de la comida, mirando alrededor para ver cuál era el tenedor o
el cuchillo correcto.
En realidad, no tenía idea de lo que estaba haciendo.
Abraxas permaneció inmóvil como piedra a medida que la observaba. Si a
alguien le hubiera importado mirar detrás del rey, al frente de su guardia personal,
se habrían preguntado por qué estaba tan interesado en esta mujer soltera y
corriente.
Pero no tenía una respuesta para eso. No sabía si podía poner en palabras
por qué quería ver cada movimiento de ella y entender cada una de sus elecciones.
Ella era tan diferente, tan inesperada, y tal vez esa era la verdadera razón por la
que sentía tanta curiosidad.
Las otras eran predecibles. Se movían de la misma manera que las demás.
Hablaban como él pensaba que lo harían, y algunas incluso se vestían como él
suponía que lo harían. Y, sin embargo, ella desafiaba todo lo que él sabía de las 11
mujeres mortales.
Y eso era curioso.
Quería entenderla. No había querido hacer eso en mucho tiempo.
Lorelei aguantó la mayor parte de la cena antes de mirar de soslayo y luego
levantarse lentamente. Nadie más se dio cuenta. Todas hablaban entre ellas y luego,
extrañamente, las dos mujeres entre las que se había sentado hablaron entre sí
como si ella nunca se hubiera sentado en esa silla.
No pudo evitarlo.
Tenía que seguirla.
13

Quería patearse por no haber logrado siquiera aguantar la primera cena. 11


Lorelei lo sabía mejor. Si quería captar la atención del rey, entonces tenía que estar
presente en la habitación para que él la mirara. Su mejor apuesta con un hombre
como él era su apariencia, no es que tuviera mucha apariencia en comparación con
las otras mujeres.
Pero las chicas a su lado habían comenzado a hablar del rey. Y eso,
naturalmente, había llevado a una conversación sobre criaturas mágicas.
Habían hecho una lista de las que habían visto en sus vidas, obviamente
agregando duendecillos a esa lista ahora que habían visto las luces inquietas.
Lorelei se había perdido por un segundo, preguntándose sobre el duendecillo que
había dejado en su habitación. La mujercita había prometido que no se alejaría,
pero era un duendecillo. No eran precisamente los más fiables.
Luego escuchó las palabras que convirtieron toda la cena en una pesadilla
despierta.
—¿Alguna vez has visto un elfo? —había preguntado una de ellas.
—No, pero escuché que son bestias horribles. Todas las leyendas afirman
que son tan hermosos, pero mi padre decía que eran monstruos repugnantes. Dijo
que todos los que los miraban recordaban por qué odiaban a las criaturas mágicas.
—La chica del vestido azul neón se llevó un caracol a los labios y chupó la carne
del caparazón—. De todos modos, ¿para qué servían? Todo lo que querían hacer
era vagar por el bosque. Paganos.
Entonces, por supuesto, la conversación derivó en más especulaciones sobre
su especie y por qué los elfos no duraron. Por supuesto, todas estaban equivocadas.
Ninguno de los elfos había renunciado a su lugar en este reino. Habían sido
luchadores increíbles, guerreros hasta la médula. Nada de lo que dijeron las chicas
fue cierto y, sin embargo… las palabras aun así dolieron.
Lorelei no pudo soportarlo más. No podía sentarse en esa mesa con toda
esta gente que quería reírse a costa de su pueblo. Mujeres que sabían qué tenedor
y cuchillo usar en un escenario como este, pero que tampoco podían ver más allá
de sus propias transgresiones.
Si hubiera podido abofetear la expresión de suficiencia de cada uno de sus
rostros, lo habría hecho. Las habría golpeado tan fuerte que podrían haber sentido
algo más que desdén por los de su especie.
Pero no podía. Y eso significaba que necesitaba salir de ahí.
Lorelei se puso de pie en silencio y caminó por la mesa. Tal vez era el
vestido negro que había elegido usar, o tal vez estaba usando magia sin saberlo,
pero nadie la miró. Nadie se dio cuenta de que había dejado su asiento y salió al
pasillo. 11
Sin embargo, la puerta que abrió no la llevó a un pasillo. La condujo a lo
que parecía ser la escalera de servicio. Al menos le daría un poco de privacidad
para lo que estaba avergonzada de estar a punto de hacer.
Lorelei dejó que todo su miedo y preocupación se acumularan en su pecho.
Una ola de frío cayó sobre su cabeza, aunque inmediatamente comenzó a sudar
incluso cuando se le puso la piel de gallina en los brazos. Y su corazón se aceleró
con las lágrimas acumulándose en sus ojos. Un ataque de pánico era lo peor que
podía pasar en este momento pero… pero…
Estaba tan cansada.
Tan jodidamente cansada.
Todo lo que quería hacer era retirarse a su habitación, donde podría
acurrucarse bajo las sábanas y fingir que no estaba allí. Lorelei no estaba
acostumbrada a tanta gente deambulando, tantos ojos sobre ella en todo momento.
Pero sobre todo, odiaba que todos la juzgaran. Por lo que era. Lo que podría
ser. Y finalmente, lo que pensaban que era imposible que fuera.
¿Qué harían si descubrieran que ella era una elfa? No tenía idea. Las
mujeres aquí no tenían poder, eso era seguro, pero ¿y si el rey se enteraba?
Obviamente, todos estaban de acuerdo en que las mujeres o criaturas como ella no
deberían existir.
Un golpe resonó en el pasillo pequeño y Lorelei se acurrucó sobre sí misma.
No estaba orgullosa del movimiento. Había sobrevivido a algo peor que un sonido
sobresaltado en su vida y, sin embargo, se encogió como una mujer bajo ataque.
—Mis disculpas. —Su voz profunda descendió por su espalda como un
toque suave—. No pensé que te sorprenderías. No estoy seguro de haberte visto
sobresaltada alguna vez.
—Abraxas —dijo con un suspiro largo—. No esperaba que nadie me
encontrara aquí.
Mucho menos él. ¿Por qué este guardia no la dejaba en paz? No estaba
segura qué tenía, pero siempre parecía estar cerca cuando ella no quería que
estuviera cerca.
Lorelei se pasó las manos por debajo de los ojos y esperó que no fuera tan
obvio que había estado llorando. Girando lentamente, puso una cara valiente e hizo
todo lo posible para parecerse a ella misma.
—¿Puedo ayudarte? 11
—Es gracioso, estaba pensando en hacerte la misma pregunta. —Dio otro
paso en la habitación, cerrando suavemente la puerta detrás de él—. Espero que
sepas que tu ausencia será notada en algún momento.
—No estoy segura de que nadie en esa habitación haya notado ni una vez
que me levanté y me fui —respondió ella.
Eso no debería doler. Si no se dieron cuenta de que se había marchado,
entonces significaba que sería mucho más fácil convertirse en la asesina que se
suponía que era. Y, sin embargo, la hacía sentir completamente indeseada.
Ya habían dejado muy claro que pensaban que su gente era menor que nada.
Tal vez por eso le dolía tanto. Incluso sin saber que era una elfa, aún la trataban
como si no valiera la pena su tiempo o esfuerzo.
Lorelei necesitaba algo de espacio para respirar, y no tendría esa
oportunidad mientras este hombre tomara aún más aire.
Él la observó un poco demasiado cerca, como si pudiera leer su mente a
medida que sus pensamientos se mezclaban en su cabeza.
—Señorita Lorelei, no estoy seguro de lo que estás pensando, pero creo que
es bastante obvio que no estás disfrutando de tu primera cena en la Corte de Umbra.
Negó con la cabeza, sin palabras.
—¿Hay algo que pueda hacer para que esta noche sea más fácil para ti?
Que lindas palabras sin sentido. Volvió a negar con la cabeza e hizo un gran
esfuerzo por no mirarlo. No quería saber qué haría él para que la noche fuera más
fácil. ¿Una noche en su cama? Apenas valía la pena. ¿Una mirada desde adentro a
la vida del rey? Lo último que necesitaba eran más opiniones dando vueltas en su
mente.
Supuso que él podría matar al rey por ella, pero eso tampoco terminaría
bien. ¡Era un guardia personal del hombre que había sido contratada para matar!
Si él averiguaba por qué estaba aquí, o qué planeaba hacer, probablemente le
serviría su cabeza en bandeja al hombre que le pagaba.
Lorelei estaba sola. Y había pensado que sería más fácil de lo que era en
realidad.
Los ojos de Abraxas se oscurecieron y, una vez más, juró que hubo un toque
dorado en ellos, o tal vez fuego ardiendo ligeramente.
—Eres una mujer muy sombría para alguien que quiere casarse con el rey.
11
—No quiero casarme con el rey, y me doy cuenta de que no debería decírtelo
—respondió—. Estoy aquí para cumplir con mi deber, y eso es todo. Siento como
si los ojos de todos estuvieran puestos en mí todo el tiempo, y no estoy
acostumbrada a eso.
Sus manos se flexionaron a los costados, apretándose en ese movimiento
confuso. Un músculo en su mandíbula saltó. Miró más allá de ella por unos
momentos, todo su cuerpo rígido como si estuviera esperando una pelea.
Luego exhaló un suspiro largo, obligándose obviamente a relajarse.
—Señora de las Estrellas, eso es algo con lo que puedo ayudarte. Estoy muy
acostumbrado a tener los ojos en mí.
A ella le costaba creer eso. Había estado detrás del rey y ni una sola novia
potencial lo había mencionado. Todas habían estado mirando al hombre de un
llamativo color púrpura brillante, como si nada más existiera aparte de él. Pero
Lorelei había visto a Abraxas.
Había notado que él no había quitado los ojos de ella durante la mayor parte
de la cena. Había visto la intensidad en su mirada a medida que analizaba cada uno
de sus movimientos. Extrañamente, saber que él estaba mirando la había ayudado
a intentar encajar con las demás.
Por supuesto, sus intentos habían fallado. Las otras jóvenes no querían tener
nada que ver con ella, aparte de Beauty, e incluso esa pequeña había comenzado a
hacer sus propias amigas aquí.
Lorelei cerró las manos en puños y las apoyó en las caderas.
—¿Cómo vas a ayudarme con eso? En caso de que no te hayas dado cuenta,
eres la sombra del rey. No la mano derecha del rey.
—Ah, pero hay cosas que no sabes y cosas que quizás no quieras saber de
mi vida. —Le sonrió—. Independientemente, creo que es importante que sepas
cómo manejar los ojos de cientos sobre ti. Después de todo, estás aquí para casarte
con el rey. Si tienes éxito…
Su ceja levantada obviamente sugería que él pensaba que ella podría. Pero
eso no funcionaría. Nadie debería siquiera recordar que ella estuvo alguna vez
aquí.
Lore se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja y miró por encima
del hombro de él hacia la puerta que conducía al comedor.
—Entonces, ¿cuál es tu truco?
—Recuerdo que no soy como los demás. En tu caso, no eres una mujer
joven que entró en un castillo y espera conseguirse un rey. Eres mucho más que 11
eso. —Bajó la cabeza, mirándola con significado en su mirada—. Arrancaste
flechas de un carruaje, atacaste a un soldado Umbra y luego mataste a un hombre
en tu primer día aquí. Esas otras mujeres no podrían compararse contigo, o lo que
eres capaz de hacer.
Sus palabras la hicieron congelarse.
—Bonitas palabras —murmuró ella—. Y aún más interesante que
recordaras lo que hice. Teniendo en cuenta que no estuviste allí.
Sabía que él no había estado allí. No pudo haberlo estado. Si era la guardia
personal del rey, entonces habría estado con el rey en el carruaje que había ido
delante de todas sus novias.
Abraxas se congeló, y supo que lo había atrapado en una mentira. De alguna
manera, se había enterado de lo que ella había hecho. O tal vez había estado allí, y
ella simplemente no lo había visto. Pero cualquiera que fuera la razón, quería saber
cómo sabía él de sus acciones en el ataque.
—Abraxas —dijo de nuevo—. ¿Cómo supiste algo de eso?
No la miraría a los ojos, y eso fue suficiente respuesta. Estaba buscando
algo en su cabeza, una explicación, una mentira, una distracción para poder salir
de esta situación sin que ella lo incordiara más.
Lo dejaría intentar resolverlo. Lorelei se apoyó contra la pared detrás de
ella, cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró fijamente mientras él pensaba. Al
parecer, eso lo hizo mucho más difícil. Se aclaró la garganta, se llevó las manos a
la espalda y miró a cualquier parte menos a ella.
Tal vez pensaba que podía incordiarla. Que si él no decía nada durante el
tiempo suficiente, al menos intentaría llenar el silencio.
No lo haría.
Lorelei esperó hasta que se rompió.
Abraxas gruñó un sonido largo que fue inquietantemente animal.
—Tenía curiosidad por saber si alguien sabía algo de ti, considerando
nuestra conversación en el gran salón. Otro guardia estaba en tu caravana y vio lo
que pasó.
—Los únicos guardias en nuestra caravana eran los Caballeros Umbra. Y si
vas a decirme que esos botes de hojalata pueden sostener una conversación real,
entonces definitivamente asumiré que estás mintiendo. 11
Sus ojos se deslizaron nuevamente hacia un lado.
—Eres mucho más astuta de lo que creía, Lorelei de Tenebrous.
El título la golpeó más fuerte que si le clavara un cuchillo entre las costillas.
¿Lorelei de Tenebrous? Nadie la había llamado nunca así, pero ¿ser reducida a un
legado de pantano y ceniza? Nunca había sido tan insultada en su vida.
Sabía que él no tenía forma de saber su título correcto. No había forma de
que entendiera por qué sus palabras la habían hecho enderezar la espalda y apretar
los dientes. No era justo estar enojada con él por algo que no tenía ni idea de que
era tan insultante.
Pero lo estaba.
Estaba tan enfadada que ni siquiera podía ver con claridad. Con los labios
apretados en una línea fina, gruñó:
—Abraxas, esto será todo. Vuelve a pararte detrás de tu rey como el buen
perrito guardián que eres.
Él cometió un error. Pasó junto a él y la agarró del brazo como si tuviera
derecho a tocarla.
—No sé lo que dije…
No llegó a terminar esas palabras.
Lorelei se dio la vuelta. Agarró sus dedos y tiró de ellos en la dirección
opuesta, empujándolos hacia su muñeca hasta que dejó escapar un sonido bajo de
dolor y cayó sobre una rodilla. La miró con sorpresa en esos extraños ojos
amarillos, pero ella se negó a sentir ningún tipo de lástima por él.
—No me gusta que me toquen —gruñó—. Particularmente por alguien que
piensa que puede agarrarme cuando quiera. Hazlo de nuevo, y arrancaré estos
dedos para mí. ¿Entendido?
Debería haber tenido miedo. En cambio, sonrió, y la expresión fue una de
placer salvaje.
—Lección aprendida.
Ella arrojó su mano y salió del pasillo de los sirvientes. Lorelei miró la mesa
con todas esas idiotas peleándose, su estómago hundiéndose. No podía sentarse
junto a esas niñas tontas que no entendían lo que significaba tener corazón.
Así que, en cambio, encontró a la única alma en la mesa que le había dado
la más mínima amabilidad. Beauty. Se sentaba entre dos grupos de mujeres que
apenas tocaban su comida. De hecho, la mayoría de las mujeres aquí no estaban 11
comiendo.
Bien. Entonces no les importaría tener un cambio de aires.
Caminó por la línea de la mesa y ni una sola persona la miró. Tal vez todos
pensaban que era una de las sirvientas. Ciertamente podría haberlo sido con su
ropa oscura y su habilidad para permanecer fuera de la vista.
Eran tontas por no mirarla, pero supuso que a la larga ayudaría. Se inclinó
y murmuró al oído de la chica con la que se había sentado:
—Tienes que moverte un puesto.
—¿Disculpa? —La chica parpadeó hacia ella—. No puedo. Hay alguien
sentado a mi lado.
—No lo hay. —Lorelei señaló el asiento vacío—. Estás en el asiento
equivocado.
La niña miró el lugar vacante de Lorelei con una mirada de sorpresa.
—Ah. Pensé que alguien estaba sentado antes allí. Debo haberme
equivocado.
—Supongo que lo sí.
Luego movió su atención a la siguiente persona. Y la siguiente. Hasta que
llegó al lugar junto a Beauty, lo dejó vacío, y se sentó con una sonrisa de
satisfacción.
—¿Qué tal tu cena?
Beauty dejó el tenedor y se aclaró la garganta.
—¿Cómo hiciste eso?
—¿Hacer qué, querida? —Lorelei alzó las cejas cómicamente.
Y por eso le gustaba tanto la chica. Beauty no cuestionaba el por qué o cómo
había logrado que cada persona se moviera. En cambio, se echó a reír. Los bufidos
mezclados con risas le recordaron a Lorelei por qué estaba haciendo esto. Asumir
todo este estrés y el peligro de matar al rey.
Por personas como Beauty. Por los amantes de buen corazón de Tenebrous,
que merecían un mejor líder que este hombre horrible que solo quería lo mejor
para él. Beauty merecía vivir en un mundo donde hubiera más para ella. Donde
pudiera crecer y ayudar a su familia, o iniciar su propio negocio e impactar al
mundo entero en general.
Lorelei tomó su nuevo tenedor y cuchillo, luego miró la comida en el plato 11
frente a ella.
—¿Qué estaba comiendo ese palo ambulante? Esto parece comida para
conejos.
—¿De verdad vas a comer eso? —preguntó Beauty—. No pude obligarme
a ponerlo en mi boca. Los sirvientes me trajeron sopa en su lugar. Dije que estaba
enferma.
Suspiró e hizo todo lo posible para imitar los ojos de un cachorrito.
—Si digo que también estoy enferma, ¿crees que se apiadarán de mí?
Beauty volvió a reír, y el sonido fue música.
—Tal vez, si eres lo suficientemente buena para mentir.
Por fortuna, Lore era muy buena en eso.
14

Lorelei caminó del brazo con Beauty de regreso al pasillo largo de las 11
habitaciones donde estaban aisladas las novias. Cada puerta había sido pintada de
un color diferente, y solo podía suponer que era para que Agatha pudiera saber
quién era quién. ¿Por qué se aprendería sus nombres cuando solo podía recordar
los colores?
Beauty se detuvo frente a su puerta que estaba pintada de un hermoso tono
ciruela púrpura.
—Bueno, aquí me quedo. Espero que tengas una noche agradable.
Como si estuvieran en una cita.
Lorelei no pudo evitarlo. Hizo una reverencia baja y abrió los brazos.
—Fue un honor pasar la noche contigo.
—Lorelei —la regañó Beauty—. ¡Vuelve a tu habitación antes de que
alguien te vea!
Como si a alguno de los Caballeros Umbra le importaría. Se alineaban en
los pasillos como sombras, escondidos detrás de las cortinas de las ventanas entre
cada habitación. Como si no fueran más que decoraciones o estatuas.
Lore no borró la sonrisa de su rostro a medida que se alejaba bailando de su
nueva amiga. Beauty había hecho soportable la velada, y eso que había estado
pensando que eso no sería posible en lo más mínimo.
¿Quién lo hubiera pensado? Una elfa podía hacerse amiga de una mujer
mortal. Quizás los tiempos estaban cambiando.
Se colocó un mechón de cabello rubio oscuro detrás de la oreja y caminó
hacia el malva magullado bastante repugnante que indicaba su habitación. ¿Acaso
Agatha había elegido este color porque estaba a un tono del color vómito? La ama
de llaves tenía algo en contra de Lorelei. Cada vez que pasó junto a la vieja bruja,
la mujer la miró furibunda como si deseara que su mirada pudiera prender fuego a
una persona.
Lorelei entró en la habitación y cerró la puerta firmemente detrás de ella. El
rey les había dado lujo, eso era seguro. Estaba tan acostumbrada a su habitación
minúscula en el ático de una persona que probablemente no tenía idea de que había
una elfa viviendo sobre sus cabezas. Sin embargo, esta habitación, la hizo
reconsiderar lo cómoda que había estado en el polvo y las telarañas.
La cama con dosel se extendía hasta el techo. Lirios blancos reales
enredados en un dosel sobre su cabeza, claramente encantados para que nunca se
marchitaran. El techo estaba pintado con nubes blancas esponjosas, tan reales que
parecía que podía tocarlas. Un armario gigante al final estaba listo para ser llenado
con todos sus vestidos preciosos, si es que tuviera alguno. Y las ventanas del piso 11
al techo al final se abrían a un balcón encantador de mármol blanco. Probablemente
el rey pensaba que podía cabalgar hasta el castillo y saludar a todos sus premios
mientras se asomaban por las ventanas para observarlo.
Tendría suerte si alguna de las tontas no se caía del balcón con la esperanza
de alcanzarlo. Pero tal vez ese era un pensamiento bastante morboso.
Lorelei se adentró más en la habitación, en caso de que alguien estuviera
escuchando, antes de gritar:
—¿Duendecillo? ¿Sigues aquí?
No le sorprendería que la cosita se hubiera deslizado por debajo de las
puertas del balcón y se hubiera dirigido a casa. Si había un hogar al que ella pudiera
regresar. Lorelei sabía que la mayoría de sus tierras natales habían sido destruidas
cuando los mortales construyeron sus hogares en la región de Solis Occasum.
La falda de la cama onduló y una dama diminuta asomó la cabeza.
—Ah —dijo ella con una sonrisa suave—. Ahí estás.
El duendecillo salió de debajo de la cama con una nube de polvo en la
cabeza. Claramente no estaba contenta por seguir en el castillo, pero la
determinación cabalgaba sobre sus hombros. El duendecillo puso las manos en las
caderas y señaló el armario.
—¿Qué? —preguntó Lorelei—. Sé que no traje nada que se adaptara a una
mujer intentando casarse con un rey.
El duendecillo negó con la cabeza y luego fue hacia el armario. Sus alas
revolotearon como si estuviera intentando volar, pero no logró levantarse en el aire.
En todo caso, pareció una mujer diminuta normal corriendo por el suelo.
Lorelei frunció el ceño. Claramente, algo había sucedido en su habitación
mientras ella no estaba, aunque no tenía la menor idea de qué podía haber
molestado tanto al duendecillo.
Caminó hacia el armario y lo abrió. Si alguien se escondía en su armario,
entonces tendría una batalla lista para recibirlo. Pero en cambio, todo lo que vio
fue una cantidad infinita de vestidos que eran tan hermosos que le dolieron los
ojos.
Estos no solo eran vestidos. Estas eran las creaciones de Borovoi. Solo un
leshi podía hacer veinte vestidos que parecieran cosidos por los dioses.
El duendecillo hizo un sonido chirriante y la miró fijamente como diciendo
que tenía algunas explicaciones que hacer.
—Supongo que debería decirte lo que está pasando. ¿Eso es lo que quieres? 11
El duendecillo asintió con firmeza.
—De acuerdo. Bueno. —Lorelei supuso que el duendecillo era la única
persona a la que podía confiarle la verdad. Esta criatura pequeña tenía todas las
razones para querer muerto al rey. Después de todo, el hombre la había capturado
a ella y a toda su familia para colocarlos en pequeños frascos de vidrio.
Específicamente para iluminar su castillo porque las bombillas normales no
servirían.
Se inclinó, levantó al duendecillo en sus manos, y luego llevó a la otra
criatura a la cama con ella. La depositó suavemente sobre el cobertor de plumas de
ganso.
—No quiero casarme con el rey —comenzó.
Y entonces, le contó todo al duendecillo.
Cada minúsculo detalle del plan de la rebelión y cómo temía que no
funcionara. No retuvo nada y purgó todas las mentiras y medias verdades de su
alma. Al menos ahora podía sentirse mejor consigo misma. Podía suponer que sus
deudas se borraron porque alguien más lo sabía.
Aunque, si Lore tuviera algo que ver con eso, el duendecillo aún no estaría
aquí cuando finalmente matara al rey. Quería al duendecillo en su tierra natal con
el resto de su familia. Era lo menos que podía hacer Lorelei.
Cuando terminó de purgar su alma de todas las cosas que sabía que tenía
que hacer, se detuvo y miró al duendecillo a los ojos. La criatura había vuelto a
cruzar los brazos con firmeza sobre el pecho.
Lorelei no sabía si eso era buena o mala señal.
—¿Y bien? —preguntó—. ¿Qué opinas?
El duendecillo se encogió de hombros.
—Esa no es exactamente una respuesta. Has vivido aquí durante mucho
tiempo, ¿no deberías conocer el funcionamiento del castillo? —Tener a alguien de
su lado que supiera cómo atravesar los corredores ocultos sin duda facilitaría las
cosas. La pregunta era si el duendecillo la ayudaría.
Teniendo en cuenta la mirada furiosa en el rostro de la criatura pequeña,
Lore no estaba tan segura de conseguir una aliada tan fácilmente. El duendecillo
tenía sus razones, estaba segura, pero a Lore le encantaría no estar sola.
El duendecillo asintió al final.
—¿Ayudarás? —aclaró Lore. 11
Y el duendecillo asintió una vez más.
—Bien. Sobre todo, quiero saber dónde pasa el rey su tiempo a solas.
Entiendo que pedir eso es probablemente más difícil de lo que parece, pero creo
que si supiera dónde pasa sus tardes, podría darme la oportunidad de encontrar el
momento perfecto para matarlo. Ahora, sé que quizás quieras saber cómo planeo
matarlo. Esa es la parte que aún no he descubierto.
El duendecillo agitó sus alas, diciéndole a Lore obviamente que dejara de
hablar.
—¿Qué es?
Tuvo que inclinarse hasta la cama para escuchar lo que el duendecillo estaba
intentando decir. Sus voces eran notoriamente agudas, y algunas de las criaturas
mágicas no podían oírlas en absoluto. Los elfos tenían buen oído, mejor que la
mayoría de las criaturas mágicas. Lore apenas pudo entender lo que estaba
diciendo.
El duendecillo chillaba como un ratón intentando hablar.
—Los Caballeros Umbra están siempre con él. Algunos de ellos fuera de su
armadura. Matarlo mientras duerme no sería fácil de hacer.
Maldita sea, debería haber adivinado que él involucraría a los Caballeros
Umbra.
—Esa fue la única opción que se me ocurrió. Siempre está rodeado de gente.
No es como si pudiera envenenar su comida.
—Tendrás que ponerlo en una posición más comprometedora. —El
duendecillo hizo un gesto vulgar con los dedos.
Lorelei se negaba a hacer eso. Aunque Borovoi había sugerido lo mismo, se
negaba a seducir al rey de modo que pudiera tener la oportunidad perfecta de
matarlo.
Negó con la cabeza, inclinándose hacia atrás.
—No. No voy a hacer eso. Tiene que haber otra manera.
El duendecillo salió disparado por el aire, sus alas funcionando bien de
repente, y aterrizó en su hombro. Agarró la oreja de Lore con ambas manos y gritó:
—¡Esto no se trata de ti!
No, por supuesto que no lo era. Se trataba de todas las otras criaturas que el
rey había matado. Aquellas que había esclavizado en este castillo de locura
simplemente porque pensaba que eran bonitas. O útil, como el duendecillo. 11
—¿Pero tengo que seducirlo? —susurró, mirando al balcón como si pudiera
haber algo al otro lado que pudiera ayudarla—. No soportaré tenerlo en mi cama.
Después de todo lo que ha hecho.
El suspiro suave en su oído sugirió que el duendecillo entendía. Sabía que
el duendecillo tuvo que hacer cosas en su vida que ella no quería hacer. ¿Qué mujer
no lo había hecho? Pero esta era la mayor de las traiciones. Permitir que un hombre
como ese la mire, la manosee, quizás incluso esté dentro de ella…
Lorelei se puso de pie abruptamente. El duendecillo se aferró a su cabello
desesperadamente, y luego la acompañó mientras Lorelei corría hacia el balcón y
abría las puertas.
Si algo podía ayudar, era el aire fresco. Respiró hondo el aire de la montaña
que se arremolinaba a su alrededor. Una tormenta se cernía en el horizonte. Nubes
oscuras se reunían en cabezas de tormenta que les darían a todos un gran
espectáculo esta noche.
Tal vez las otras mujeres se buscarían entre sí. Las tormentas eran
aterradoras. Pero Lorelei se negaba a ser como ellas. No podía soportar ser una de
esas niñas acobardadas esperando que el rey la mirara.
Se quedó en silencio, observando la tormenta acercarse y luego llegar.
Fragmentos helados de lluvia le golpearon su cara, le desgarraron la piel y
amenazaron con arrojarla de vuelta a la habitación. Un relámpago iluminó el patio
y el estruendo de un trueno se estrelló detrás de él.
Aun así, ella permaneció de pie con la cara hacia el cielo. La tormenta podía
amenazarla todo lo que quisiera, pero no la asustaría. No volvería a su habitación
como una niña buena. Empaparía su energía en su piel y reuniría el poder de la
tormenta para ayudarla a superar la batalla más dura de su vida. La batalla que no
quería pelear.
El duendecillo chilló en su oído, pero Lorelei no quiso mirar.
Solo quería quedarse allí y dejar que la tormenta la llenara de algo que no
fuera pavor o miedo. Sus faldas pegadas a sus piernas, la tela succionada a su piel.
Su cabello alisado hacia atrás de su rostro, aunque algunos mechones húmedos aún
se aferraban a sus mejillas. Se estremeció con el viento fuerte, pero se sintió bien
estar viva. Y eso fue exactamente lo que fue este momento.
Un recordatorio de que aún estaba viva. Que podía sobrevivir a esto sin
importar el costo.
Una vez más, el duendecillo chilló y tiró de su cabello.
11
Lorelei abrió los ojos y contempló la longitud larga de la torre. Una reunión
de sombras se había detenido en medio del patio de mármol. Parpadeó, y un
relámpago reveló al hombre que observaba cada uno de sus movimientos.
—¿Quién es? —preguntó, aunque ya sabía el nombre del hombre.
Abraxas.
El duendecillo chilló nuevamente, pero no pudo entender lo que la cosita
pequeña intentaba decirle. En cambio, todo lo que pudo hacer fue mirar al hombre
a su vez, que estaba empapado hasta los huesos. Tal como ella.
Otro relámpago reveló una imagen de cabello oscuro y húmedo que se
aferraba a su rostro. Se había desabotonado la camisa de la cena, y la parte del
pecho que se revelaba tenía una pizca de vello oscuro. Pero fueron sus ojos los que
la perseguirían. Esas rendijas amarillas de oro en los riscos de sus rasgos dentados.
—¿No le teme a la tormenta? —Su voz se onduló con el poder que había
reunido de los nubarrones—. Debería temerlo. Todos los mortales temen lo que no
pueden explicar.
Otro estruendo de trueno rompió su conexión, y el frío se instaló aún más
profundamente en su carne. Lorelei salió del balcón para buscar el calor del
castillo, aunque mantuvo las puertas abiertas.
Se quitó las capas mojadas, pero no se secó a medida que trepaba a la cama
demasiado blanda. Pero por mucho que intentara dormir, no podía.
Miró por las puertas abiertas del balcón y se preguntó por qué un hombre
mortal habría estado de esa manera bajo la lluvia.
15

—Quiero que se sepa que creo que esta es una idea terrible —gruñó 11
Abraxas.
El rey, obviamente, ya no lo escuchaba. Y si lo hizo, entonces Zander estaba
haciendo un buen trabajo fingiendo que se había quedado sordo de repente.
El rey vagaba por el jardín como en un sueño. Los faldones largos de su
traje blanco y dorado se engancharon en algunos de los rosales, pero solo rasgó la
tela costosa. Incluso el traje de lino se negaba a correr el riesgo de enojar a Zander.
—Abraxas —contestó el rey—. ¿Tienes alguna idea de cómo cortejar a una
mujer?
—Pensé que sí, pero al parecer vas a enseñarme —se quejó.
—Una mujer quiere pensar que está a cargo. No quiere ser mimada.
Tampoco quiere que la trate como a una niña. Quiere ser vista como una igual. —
Zander abrió los brazos y giró en círculos.
El día era hermoso después de ese enorme frente de tormenta que sacudió
las ventanas del castillo durante tres días seguidos. Abraxas aún no podía quitarse
de la cabeza la imagen de una mujer con un vestido negro saludando a la tormenta
como si fuera una vieja amiga.
Un escalofrío lo recorrió. Apretó los dientes, intentando mantener su mente
en el momento. Pero ella había sido tan de otro mundo, allí de pie. Una criatura de
sus recuerdos de un tiempo lejano.
Cierto, se suponía que debía estar prestando atención al rey.
—Ese consejo es exactamente lo contrario de lo que dijiste cuando trajiste
a las novias aquí en un principio —respondió Abraxas—. Mi rey, tu opinión sobre
lo que quiere una mujer cambia tan rápido como el clima.
—Ah, ¿pero esa no es la naturaleza de una mujer? Son criaturas volubles
con intenciones confusas, y mentes aún más extrañas. Comprenderlas es
comprender los caminos de la luna, las estrellas y todos los planetas del cielo. ¿Ves
lo loco que sería ese intento? Es mejor no entenderlas en absoluto. —Inclinó la
cabeza hacia atrás con una carcajada—. Seguro que lo sabes. Un dragón debería
ver otras criaturas mágicas y saber lo que están pensando.
—Las mujeres no son inherentemente mágicas.
—Ah, ¿no? —El rey levantó una ceja—. Mi querido Abraxas, creo que
tienes mucho que aprender.
Supuso que había algo de verdad en eso. Las mujeres eran bastante difíciles
de entender, y parecían tener conexiones con el mundo con las que los hombres
solo podían soñar. Sin embargo, eso no significaba que fueran mágicas, como un 11
dragón.
Zander se adelantó demasiado a él. El rey ya había alcanzado las rosas rojas
mientras que Abraxas aún estaba atrapado en las blancas.
—¡Zander! —gritó a medida que lo alcanzaba—. Aún no creo que esta sea
una idea inteligente. Pareces pensar que al menos una de ellas intentará salvarte de
este loco intento de asesinato, pero ¿y si ninguna de ellas lo hace? No son
exactamente guerreras.
Excepto una. Una de ellas estaba más que calificada para salvar al rey, pero
Abraxas aun así esperaba que no lo hiciera.
—Una de ellas se entregará por mí. Así es cómo dicen que funciona todos
los románticos. Se arrojará a la línea de la flecha, y entonces la cuidaré hasta que
recupere la salud. —Zander puso los ojos en blanco—. Abraxas, honestamente, es
como si nunca hubieras escuchado ninguna de las baladas famosas. Hay formas
muy específicas de cortejar a una mujer. Obviamente, la otra forma en que lo
intenté no tuvo éxito.
Si esto en realidad funcionaba, Abraxas se tragaría su propia lengua.
—Tomaré todo esto como si quisieras que fuera en forma de dragón. En
caso de que una de tus novias potenciales se arroje frente a la flecha, ¿pero no es
tan rápida como crees que son los mortales?
—Precisamente. Si la flecha se acerca demasiado a mí, te encargarás de eso.
Siempre supe que lo harías.
El rey caminó hacia el gran pabellón en medio de su jardín sin ninguna
preocupación por su cabeza. Y qué hermosa vida debe ser nunca cuestionar que, a
pesar de que había tendido una trampa a un hombre disparándole una flecha, dicha
arma nunca tocaría su piel.
Si tan solo Abraxas tuviera tanta suerte. Ahora tenía que asegurarse de evitar
que la flecha matara de verdad a alguien, y eso no era tan fácil como pensaba el
rey.
Suspirando, cruzó los brazos sobre el pecho y vio al rey acercarse a una
pagoda de pilares blancos. Las columnas grandes estaban enmarcadas al azar por
mujeres de mármol que fueron esculpidas con grandes urnas en sus manos.
Durante el apogeo del verano, esas urnas vertían agua en abrevaderos que llevaban
el líquido por todo el jardín. El sistema de riego era tan notable como costoso de
crear.
Las novias que ya habían buscado la sombra llamaron al rey 11
inmediatamente. Zander se pavoneó hacia ellas con un salto en su paso y una
sonrisa en su rostro mientras todos vitoreaban su entrada.
Este era el entorno en el que prosperaba el rey. Amaba la atención que estas
mujeres le brindaban, pero también amaba sentirse como si fuera más importante
que todos los demás. Y lo era todo el tiempo, considerando que era el rey. Pero
Zander luchó por dejar que eso se hundiera en su mente.
Necesitaba aprobación constante. Seguridad constante de que él era la
persona más importante de la corte y que nadie lo superaría jamás.
Tal vez por eso mantenía tan cerca a Abraxas.
—Tu dedicación al rey no muestra piedad en absoluto, ¿verdad? —Su voz
inundó sus sentidos como un bálsamo para el fuego que se gestaba en su pecho.
Abraxas miró a su lado para ver que la mujer extraña se había acercado a él
sigilosamente. Lorelei estaba deslumbrante hoy con un vestido que parecía espuma
de mar. Burbujeaba alrededor de su cuerpo, incluso formando burbujas pequeñas
que salían de sus hombros.
¿Hoy olía a lavanda? ¿O era parte del vestido burbujeante? Se inclinó antes
de darse cuenta de lo que estaba haciendo, todo para captar un olorcillo de su
cabello.
Abraxas se enderezó con un tirón brusco. Tenía que poner espacio entre
ellos. De alguna manera.
—Pensé que era yo quien te sorprendía en esta relación.
—¿Relación? —Arqueó la ceja—. Eres el jefe de su guardia personal, y se
supone que seré su esposa. Esa sería una relación bastante extraña, ¿no crees?
Ah, eso se clavaría debajo de la piel de Zander como una astilla que nunca
sacaría. Abraxas podría robar a la novia más hermosa de debajo de las narices del
rey, y podrían volar juntos hacia la puesta de sol.
Por supuesto, no lo haría. Los dos huevos restantes de su especie soportarían
el destino horrible de sus elecciones, y nunca volvería a ver a otro dragón.
—Es un sueño encantador —dijo, asegurándose de que ella leyera sus
palabras entre líneas—. Y uno que puedo evocar durante mis noches de aquí en
adelante.
¿Se imaginó la forma en que su rostro se suavizó? ¿Cómo las arrugas en los
bordes de sus ojos se profundizaron en decepción por unos segundos?
Puede que Abraxas no supiera mucho de las mujeres mortales, pero sabía
una cosa que hacía que todas se sintieran mejor. Alcanzó una de las rosas rojas a 11
su lado, una que estaba florecida completamente y olía divino. Con un chasquido
rápido, la sacó del arbusto y la hizo girar en sus manos.
Las espinas tiraron de su carne, pero incluso en esta forma, no pudieron
atravesar su piel de dragón. Se tomó su tiempo para quitar todas las espinas del
tallo.
Ella no dijo ni una palabra. Lorelei lo observó con gran atención, sus ojos
nunca dejando la rosa en sus manos.
Y cuando terminó de quitarle todo lo que pudiera hacerle daño, le tendió la
rosa para que la tomara.
—¿Puedo? —preguntó.
—No sé lo que estás pidiendo hacer —respondió ella.
—¿Confías en mí?
Lorelei lo miró con sombras en los ojos. Sombras que sabía que él no había
causado, pero que de todos modos le rompieron el corazón.
—Si soy honesta, no creo que lo haga. No tengo idea de quién eres, y no
pareces muy interesado en responder mis preguntas.
Él suspiró.
—En este momento, estoy intentando ser amable.
—Ah. —Tragó pesado—. Entonces, supongo que confío lo suficiente en ti
para eso.
Mujer quisquillosa. Tal vez debería haber dejado las espinas. Le podrían
haber gustado además de una cosa hermosa como la rosa.
Abraxas pasó el tallo de la rosa por su cabello, justo detrás de su oreja.
Acomodó la flor regordeta y la soltó con cuidado, asegurándose de que no se
cayera porque ya no aguantaba su peso.
—Listo —murmuró—. Ahora hay algo en este jardín que podría rivalizar
con tu belleza.
—¿Me comparaste con una rosa? —preguntó, con los ojos muy abiertos.
—Ah, ninguna rosa podría compararse contigo. Porque una rosa es
hermosa, Señora de las Estrellas, pero no tiene secretos que encubrir. No tiene
misterios que revelar. Eres mil preguntas y un millón de verdades fuera de mi
alcance. 11
El rey espetó su nombre desde el otro lado del jardín, y se dio cuenta de que
se le había acabado el tiempo. Tenía un trabajo que hacer. Proteger al rey de la
flecha errante que iba a volar por los aires muy pronto. No podía hacer eso mientras
estuviera en esta forma y, por alguna razón, no quería que ella lo viera cambiar.
Aún no. No quería asustarla haciéndola darse cuenta demasiado pronto de
que no era un hombre mortal. Que era un dragón.
¿Era tan vergonzoso quererla para él solo por un tiempo más?
Abraxas se inclinó en una reverencia profunda.
—Lorelei de Tenebrous, espero verte de nuevo.
¿Se estremeció cuando él dijo esas palabras?
Lorelei forzó una sonrisa en su rostro.
—Por favor, solo Lorelei. Y estoy segura de que lo harás, Abraxas. Ahora
ambos vivimos en el mismo edificio.
Tenía un coraje de acero para atreverse a llamar al Castillo de Umbra un
edificio. Pero había llegado a esperar eso de ella. Era atrevida, y un poco salvaje.
Supuso que, después de todo, eso no era algo malo. Abraxas se inclinó por última
vez y luego salió corriendo del jardín a un lugar privado donde podría convertirse
en un dragón. Aparentemente, era hora de montar un espectáculo, y el rey estaba
tan seguro de que era una buena idea.
Lejos del jardín, pasó junto al joven que se había alistado para disparar la
flecha al rey. Sus manos temblaban a medida que tiraba de las cuerdas de su arco,
probándolas para asegurarse de que no le fallarían.
—No te preocupes, muchacho —gruñó Abraxas cuando se cruzaron—. La
flecha no tocará al rey.
—Dragón, ¿puedes estar seguro de eso?
Sí. Aunque no sintió la necesidad de explicar cómo o por qué a este niño
que había aceptado un trabajo que temía.
Abraxas resopló.
—Estoy seguro.
Al menos su confianza pareció transferirse al joven. El arquero cuadró los
hombros y enderezó la espalda, asintiendo al dragón antes de que desapareciera
entre los setos. Si el plan salía exactamente como esperaban, nadie vería al
atacante. Con suerte, nadie lo haría, considerando que el arquero aún vestía su 11
uniforme Umbra.
Si una novia lo veía, Abraxas temía que el rey lo mataría, solo para que no
descubrieran que todo el intento de asesinato fue orquestado para el espectáculo.
Odiaba esto.
Con una oleada rápida de magia, el dragón salió de su piel. La explosión de
magia aplastó algunas de las plantas de tomate cerca de él, pero nada que pudiera
enojar al rey. Batiendo sus grandes alas coriáceas, se elevó lentamente en el aire.
Cuidado, se recordó. Nadie puede saber.
Una vez que estuvo alto en las nubes, lo suficientemente alto como para
poder ver la reunión en los jardines, se dejó llevar hacia el claro. El rey había
elegido este espacio gigante para poder aterrizar justo al lado de su propio maestro.
¿Qué tan impresionadas estarían las damas al ver que su rey controlaba a
una criatura como él? Un hombre con un dragón era una cosa. Un hombre que
podía controlar a un dragón era completamente diferente.
Abraxas aterrizó detrás de Zander e ignoró todos los gritos de miedo. Las
mujeres se dispersaron ante él como hojas en una tormenta de otoño. Excepto una.
Una única mujer que lo miraba fijamente con una expresión curiosa en su rostro.
Lorelei lo recordaba. ¿Cómo podía olvidar el momento en que él había
aterrizado sobre ella? Se había asegurado de que ni una sola flecha hubiera dado
en la novia que no podía tener. Y que ningún Caballero Umbra le arrancara la
cabeza de los hombros.
Tal vez no debería haber hecho eso.
El rey levantó los brazos y gritó:
—¡No teman, mis florecitas! Este dragón está completamente bajo mi
control. Quería que todas lo vieran, que supieran que podían confiar en él. Si el
dragón está alguna vez cerca de ustedes, desde ahora hasta el final de sus días,
sabrán que están a salvo.
Eso era una mentira.
Si el rey alguna vez quisiera matar a alguna de estas mujeres, entonces sería
Abraxas quien empuñaría la llama o el colmillo. Todas las mujeres aquí tenían una
posición demasiado alta para que nadie más que el dragón las matara. Algunas lo
sabían. Se reunieron lo más lejos posible de sus alas. Susurraron en su grupo
pequeño de brazos y extremidades, rezando para que el dragón nunca volviera a
acercarse a ellas.
No lo haría, si tenían suerte. Abraxas oró junto con ellas para que nunca 11
vieran su sombra oscurecer su puerta.
—¡Mi padre fue el primero en capturar esta gran bestia! —Zander juntó las
manos como si llevara una espada—. A través de la fuerza y el poder, puso de
rodillas a la bestia.
También una mentira. Nadie había puesto de rodillas a Abraxas. Su padre
se coló en la última guardería de dragones y masacró todos los huevos. Luego hizo
que sus ejércitos degollaran a sus hermanos mientras dormían. Se había despertado
con una masacre de sangre y gritos de pesadilla a medida que las almas de los
dragones desaparecían en la nada. Todos esos seres antiguos. Perdidos.
¿Qué más se suponía que debía hacer? Había sido el más grande. Un dragón
carmesí cuyo único uso era proteger. No tenía adónde ir, y el rey tenía los últimos
tres huevos.
—Y una vez que el dragón se sometiera a mi padre, el hombre que conocía
conduciría este reino a una era nueva… —Zander se irguió alto y fuerte—. Le dio
a mi linaje el nombre de Rey Dragón.
Ese era el detonante. El arquero agitó los arbustos y sacó la flecha de ellos.
La luz del sol golpeó la punta perfectamente, cegando a algunas de las mujeres
más cercanas. Y entonces la flecha se liberó.
Voló por el jardín y cortó el lazo en el cabello de una novia. Nadie intentó
detenerlo. Nadie más que Abraxas, quien preparó su ala para otra lesión.
Excepto que, la flecha nunca alcanzó al rey.
Lorelei, su mujer misteriosa, estaba de pie con el brazo extendido. Tenía
una daga en la mano, aunque no tenía idea de dónde la había sacado, y la flecha
yacía a sus pies en dos pedazos.
Ella la había cortado por la mitad.
En medio del aire.

11
16

¿Qué había hecho? 11


Lorelei miró los pedazos de flecha partidos por la mitad a sus pies. Ni
siquiera debería tener una daga en su persona. Y mucho menos usarla para salvar
al rey. Este podría haber sido su momento para verlo morir frente a ella sin tener
que mover un dedo.
Pero el dragón. Sabía que el dragón no dejaría que la flecha tocara al rey.
Entonces, ¿por qué había intentado detenerlo?
Había visto el brillo en los arbustos y reconoció la forma del arma. Una
punta de flecha. Siempre sabía cómo era. Como si el tiempo se hubiera ralentizado,
miró hacia el rey y la joven que se había movido frente a él.
Beauty.
Esa niña tonta no tenía idea de lo que había hecho. Se había puesto frente
al rey, lista para dejar que la flecha atravesara su corazón porque eso era lo
correcto. Su corazón era demasiado grande para un castillo como este y para las
sombras que persistían, esperando para destrozarla.
Lorelei no podía dejar que la flecha la alcanzara. No sabía si el rey incluso
salvaría a la chica que simplemente era demasiado amable para este lugar.
Al hacerlo, se había entregado a sí misma. ¿Qué clase de mujer llevaba una
daga con ella? Ni siquiera una por la cena, sino claramente una hoja malvada con
metal negro y mango curvo, de modo que pudiera usarla con un movimiento de
revés.
Una hoja élfica que fue forjada con el acero de sus ancestros. Había estado
allí cuando lo había hecho el herrero que había bebido todo el poder de la luna.
Había imbuido esta arma con cada gramo de su devoción por el oficio. Y ahora el
rey sabía que existía.
Pero no podía haber dejado morir a Beauty.
Incluso el dragón la miró, sorprendido. La bestia no debería haber sido
capaz de tener ese tipo de emoción en su rostro, pero ahí estaba. Ojos muy abiertos.
Costados agitados. Boca ligeramente abierta para revelar todos esos dientes
malvados.
Finalmente, Lore miró al rey. Estaba ahí de pie con los brazos fláccidos a
los costados, claramente sorprendido de que alguien hubiera intentado detener la
flecha. Y mucho menos ella. Ni siquiera se dio cuenta de que Beauty estaba de pie
frente a él, lista para proteger a su rey. La arrojó a un lado cuando avanzó hacia
Lore, aplaudiendo.
—Bravo. No sabía que había una guerrera entre nosotros —llamó el rey.
—No soy una guerrera —respondió—. Mi rey, simplemente tu sirviente. 11
—Obviamente, eres la única aquí que podría protegerme. —Esa expresión
en su rostro era una de inteligencia astuta—. Fuiste la única que lo intentó.
Dejó caer los brazos, aunque señaló a Beauty con el cuchillo en la mano.
—Creo que descubrirás que hubo otra. Detuve la flecha. Pero ella habría
dejado que le atravesara el corazón para que no te golpeara a ti.
Echó un vistazo a Beauty con una mirada desdeñosa. Conocía esa mirada.
El rey no se sentía atraído por la mujer delicada que vio a su lado y, por lo tanto,
ignoró el hecho de que ella podría haber muerto.
Al menos dejó escapar un gruñido bajo y le hizo un gesto a Beauty.
—Sí, bueno. Gracias, querida doncella. Si te complace me gustaría reunirme
contigo más tarde esta noche.
Las mejillas de Beauty se pusieron de un rojo brillante. Se sumergió en una
reverencia temblorosa y asintió. Al parecer, la niña estaba sin palabras.
Lore no la había salvado para que la niña pudiera ser arrojada al foso de los
leones. Quería gritarle a la niña que corriera, que se alejara de este castillo que la
desgarraría. Pero no podía hacer eso con todos mirándola.
Y de repente se dio cuenta de que todos la miraban. Todos veían con
expresiones coincidentes de sorpresa. Por supuesto, nunca habían visto a nadie
hacer lo que ella había hecho. Ninguna de estas damas era guerrera. No habían
crecido peleando por cada trozo de comida que comían.
Con la ira cabalgando sobre sus hombros, se encontró con la mirada del rey
una vez más.
—Puede que tenga algo de entrenamiento.
—Usar la palabra «algo» parece ser una mentira bastante extravagante, ¿no
estás de acuerdo? —El rey se detuvo frente a ella y cruzó los brazos sobre el
pecho—. Tienes más que un poco de entrenamiento. ¿Cuál es tu nombre?
—Lorelei de Tenebrous. —Las palabras dolieron, pero sufriría el insulto si
eso significaba que saldría viva de esto.
—Lorelei de Tenebrous —repitió las palabras y la rodeó—. Conozco a muy
pocas mujeres que puedan hacer lo que acabas de hacer.
—Conozco bastantes que pueden —lo corrigió ella—. Mi rey, Tenebrous
está lleno de mujeres con talentos sorprendentes.
—Pero tan pocas mujeres como tú. He pasado por mi reino, aunque podrías 11
pensar que no. Tenebrous es un lugar hermoso hecho de pantanos y gente que es
mejor olvidada. —Se detuvo frente a ella nuevamente, mirándola de arriba abajo—
. Creo que nunca te he visto allí. De hecho, solo la noche del recibimiento nupcial.
¿De dónde dijiste que eras?
Necesitaba inventar una mentira excelente, o él se la iba a dar de comer al
dragón.
—Mi rey, no creo que me hubieras visto. No pertenezco a la nobleza de
Tenebrous, ni frecuento esos círculos.
—¡Una ladrona! —exclamó—. O supongo que, algo similar.
Todas las otras novias potenciales comenzaron a susurrar. Ya tenía un largo
camino por escalar, y ahora la odiaban aún más. Al menos Beauty no la miraba
como si se hubiera quitado la piel y se revelara a sí misma como un dragón como
la bestia con costados agitados.
—No soy una ladrona —susurró—. Nunca tomé nada que alguien no
pudiera dar.
—Pero sí robaste —la corrigió. El rey reaccionó explosivamente. En un
momento se paraba frente a ella, listo para escuchar lo que tenía que decir. Y al
siguiente, se había alejado de ella como si fuera una leprosa—. ¡Una ladrona! ¿En
mi castillo?
—Solo soy una mujer que fue elegida para competir por tu mano. —Lore
se esforzó mucho por no gruñir las palabras.
—Hay muy pocos ladrones en Tenebrous, pero la mayoría de ellos
pertenecen a un grupo que he oído llamar la rebelión. —Todo su rostro cambió.
Un momento, era atractivo. Y al siguiente, sus rasgos se contrajeron en una mueca
que fue francamente fea—. ¿Alguna vez has oído hablar de ellos?
Ah, no. Esto era malo Esto era muy, muy malo, y no había forma de que
ella saliera de esta situación.
Lorelei necesitaba mentir mejor que nunca en su vida. Se enderezó y se puso
erguida, volvió a guardarse el cuchillo en los bolsillos y fingió una sonrisa.
—Mi rey, me temo que nunca he oído hablar de ellos. Entiendo que tal
grupo sería muy peligroso para tu reputación, y la mera idea de su existencia es
horrible.
—¿Lo es? —Su expresión horrible nunca cambió—. Querida, creo que
necesito un poco de tiempo contigo. Solo para ver con cuánto de estas prácticas no
estás de acuerdo. 11
Manos de metal se cerraron sobre sus hombros. Ella se estremeció ante el
toque amargo y frío, y la preocupación se instaló en lo profundo de su estómago.
La ansiedad se agitó a través de ella, destrozando cualquier pensamiento racional.
Buscó a Beauty y vio que la joven estaba junto a otros dos que la sujetaban.
Al menos aún tenían su ingenio sobre ellas. Si corría en ayuda de Lorelei,
terminaría dondequiera que llevaran a Lore. Y eso no era justo.
Lore asintió bruscamente e ignoró todos los susurros que florecieron.
¿Quién era esta mujer que ninguna de las otras conocía? ¿Lorelei trabajaba para la
rebelión? Ciertamente tendría sentido. Nunca había encajado con las demás, ni lo
había intentado nunca.
El dragón se tambaleó ligeramente hacia adelante, y luego permaneció junto
al rey. Juró que sus músculos estaban temblando. Tal vez ya había sentido su
próxima comida en Lorelei, y el pensamiento le envió escalofríos por la espalda.
No moriría en una pira como su madre. Si tenía que matar a cien guardias para
evitar que el rey hiciera que el dragón la comiera, entonces buscaría ese destino
con placer.
Los Caballeros Umbra la sacaron a rastras del jardín y rodearon la parte
trasera del castillo. Ni siquiera cruzaron las puertas regulares. En lugar de eso, la
llevaron a la entrada de servicio que patearon para abrir. Algunas sirvientas
chillaron desde el interior de la cocina, dispersándose tan pronto como los
caballeros sombríos pasaron junto a ellas.
—¿A dónde me llevan? —gruñó, aunque sabía que no responderían a su
pregunta. Nunca hablaban con los culpables.
Pataleó, intentando atrapar el borde de una losa con los tacones para al
menos poder luchar contra ellos. Pero la arrastraron siempre hacia adelante, sin
importar cuánto luchara contra ellos.
La llevaron a un juego de puertas dobles, manchadas de negro por la edad.
Los remaches plateados a ambos lados estaban perfectamente pulidos para reflejar
a la mujer luchando por no acercarse a ellas. Lore había oído hablar de estas
puertas.
La entrada negra a la mazmorra de la Fortaleza Umbra. Las únicas puertas
que conducían a las mazmorras de las que nadie salía.
—No —gritó, luchando cada vez más para salir de los brazos del Caballero
Umbra—. ¡No me bajen allí! Salvé al rey, ¿no? No intenté matarlo.
No les importó en absoluto. Por supuesto que no lo hicieron. A los soldados 11
de plomo no les importaba nada más que los caprichos de su amo.
Uno de los caballeros empujó la puerta para abrirla. Luego la llevaron,
pateando y gritando, a la oscuridad. La arrastraron por el pasillo largo enmarcado
por muchas celdas. Continuó luchando contra ellos, pero sus movimientos se
debilitaron a medida que se alejaron de esas puertas oscuras por las que la
arrastraron.
Captó destellos de los otros prisioneros. Algunos eran hombres que
probablemente habían intentado matar al rey. Pero la mayoría eran criaturas como
ella. Hombres con cuernos rizados en la cabeza. Mujeres con rabo que le daban la
espalda. Incluso un niño con ojos demasiado grandes para su cabeza.
Estas eran criaturas mágicas. Cada uno de ellos. Y los había encerrado
porque no veía el valor de las personas que eran diferentes.
Debería haber dejado volar la flecha. Tal vez habría atravesado a Beauty y
lo habría golpeado en su negro corazón malvado.
Los Caballeros Umbra la arrojaron a una celda abierta. Voló por el aire y
golpeó el suelo con fuerza sobre sus manos y rodillas. El vestido precioso que
había confeccionado Borovoi no era rival para la suciedad del suelo. Se desgarró
en las rodillas. Le dolieron las manos donde las piedras diminutas se habían
clavado en su carne y le habían hecho sangrar. Haciendo una mueca, se recostó de
cuclillas, sosteniendo sus manos hacia la luz tenue para ver el daño.
La puerta se cerró detrás de ella. El eco brusco resonando en su cabeza.
Atrapada.
—Incluso ahora, no reaccionas como lo haría una mujer normal. —La voz
del rey salió de la oscuridad como si estuviera en una pesadilla—. La mayoría
lloraría, o tal vez rogaría por su libertad. ¿Pero tú? Primero evalúas el daño.
Su espalda se sintió como una barra de acero desde la parte superior de su
cabeza hasta sus caderas. No se inclinaría ni se doblegaría ante un hombre como
este.
—Creo que descubrirás que paso muy poco tiempo de rodillas.
—Ah. Y así hemos dejado de fingir.
—No me disculpo por lo que soy. —Lo miró y agregó—: Pero no soy parte
de esta rebelión de la que hablas. No sé de qué estás hablando, ni deseo ir en contra
de mi rey de esa manera. Trabajar contra ti sería firmar mi propia sentencia de
muerte. 11
—Sí, lo sería —respondió. El rey se apoyó contra los barrotes de su celda,
mirándose las uñas.
¿No le importaba haberla encerrado? Por lo que él sabía, ella era una mujer
inocente a la que aterrorizaba sin razón alguna.
—No sé lo que quieres de mí —murmuró, permaneciendo de cuclillas—.
Sé que piensas que detener una flecha es una prueba de que soy alguien diferente
de lo que pretendo ser. Pero solo soy una mujer, como todas las demás aquí.
—Creo que eres mucho más que eso. —El rey se apartó de los barrotes—.
Pero veremos qué tan sincera eres. Para la mayoría es difícil mentirle a la única
persona que puede aterrorizarlos para que digan la verdad.
No tenía idea de quién estaba hablando.
—¿Quién?
El rey se alejó, silbando por el pasillo. La melodía alegre resonó, creando
una melodía inquietante que se burló de su miedo repentino.
17

Abraxas no pudo hacer nada cuando el rey se llevó a Lorelei. Y aunque su 11


corazón le gritaba que hiciera algo, cualquier cosa, sabía que eso solo terminaría
en tristeza para él. Tenía que tomar la decisión correcta para su gente, sin importar
el costo.
Pero él podía hacer algo por ella. Podía ser quien la interrogue, aunque sabía
que no debía ser más que una mujer normal que se había metido en problemas.
Había muchas mujeres entre las novias potenciales que no querían casarse con el
rey. Ya habían sido enviadas a casa por fallarle en el intento de asesinato. Algunas
de ellas fueron las que no atrajeron al rey, pero muchas simplemente no habían
intentado captar la atención de Zander.
Tan pronto como vio a las otras mujeres en sus carruajes, Abraxas alcanzó
al rey mientras regresaba a sus aposentos.
—Mi rey —gritó Abraxas—. Una palabra.
—Abraxas, ¿qué pasa? —Incluso la voz de Zander fue un poco más baja de
lo normal—. Estoy agotado. Este ha sido un día muy largo y difícil. El drama, ya
sabes.
—Por supuesto. Esto no tomará mucho tiempo. ¿Pensé que tal vez podría
interrogar a la mujer? —Contuvo la respiración, esperando que el rey no escuchara
la desesperación en su voz.
Zander parpadeó con una expresión en blanco en su rostro.
—¿Qué mujer?
Ah, esto sería más fácil de lo que Abraxas pensó originalmente.
—¿La joven en tu mazmorra? La que pusiste ahí porque pensaste que era
parte de la rebelión.
—¡Cierto! Esa. —El rey sonrió y sacudió la cabeza—. He estado tan
ocupado enviando a todas esas mujeres a casa. Y es tan triste verlas partir, ¿no
crees? Olvidé por completo la que está en mi mazmorra.
Abraxas a veces lo odiaba más de lo normal. El rey se negaba a concentrarse
en algo serio y, en cambio, lamentaba la pérdida de las mujeres que lo adoraban y
vitoreaban cuando entraba a los jardines.
Abraxas no encontró nada triste despedirse de ninguna de esas jóvenes. Le
entristecía que Lorelei estuviera sentada con criminales y ladrones, preguntándose
si el rey la mataría por salvarle la vida.
—Ya que soy el jefe de tu guardia personal, pensé que querrías que me
encargara de la situación. —Abraxas tuvo que poner cada gramo de su
concentración en no gruñir las palabras como un animal—. Si alguien puede 11
sacarle la verdad, entonces puedes estar seguro de que lo haré.
Como si hubiera encendido un fuego en el rey, los ojos de Zander fulguraron
con sed de sangre.
—Sí, por supuesto. Eres el único que puede asustarla para que diga la
verdad. Solo asegúrate de contarme todos los detalles sangrientos cuando hayas
terminado, ¿quieres?
—Quieres que la mujer viva al final, ¿no? —Abraxas esperó una respuesta,
pero el rey nunca respondió.
Zander deambuló por el pasillo, sin equilibrio por el vino que había bebido.
Nunca le dio una respuesta a su dragón.
Uno de estos días, alguien le clavaría de verdad una flecha en la garganta a
ese hombre. El rey era un mocoso mimado sin una comprensión real de las
consecuencias, y Abraxas no podía esperar hasta el día en que estuviera libre de
las garras de este linaje. Incluso si eso significaba pasar a otra dinastía de reyes,
nadie podría ser peor que este hombre o su padre.
Caminó por los pasillos, pasó junto a todos los Caballeros Umbra que
giraron la cabeza como uno solo para verlo pasar. Ninguno de ellos confiaba en él,
pero esa era la magia dentro de ellos. El padre de Zander los maldijo para que
protegieran al rey a toda costa. Sin importar quién fuera la persona que lo atacara.
Al fin y al cabo, así había muerto la madre de Zander. Se había cansado del
abuso, la ira, las mentiras. Solo había pensado en abofetear al padre de Zander,
pero los caballeros no lo habían visto así. Un ataque directo seguía siendo un
ataque.
Abraxas se detuvo frente a las puertas negras de la mazmorra. Exhaló un
largo suspiro estabilizante y se encontró con la mirada del caballero más cercano.
—El rey ha declarado que interrogaré al nuevo prisionero.
El caballero asintió a otros dos, quienes se cuadraron de inmediato, listos
para entrar al calabozo con él.
—Iré solo. La mujer estará más asustada si soy solo yo.
Los soldados de metal estuvieron claramente confundidos. Se miraron el
uno al otro, y luego al que originalmente les había llamado la atención. Abraxas se
preguntaba a veces si había pensamientos reales detrás de algunos de ellos. El
humo dentro de sus cuerpos tenía ahora una intención, y esa intención no confiaba
en Abraxas ni por un segundo.
11
Aun así, el caballero cedió.
El dragón nunca le había dado a nadie razones para pensar que pondría al
rey en peligro. De hecho, todos eran conscientes del control que su rey tenía sobre
él. Sabían de los huevos. Sabían de la locura que se cernía sobre Abraxas cada vez
que se movía. Si ponía uno de sus pies con garras fuera de lugar, todo lo que
valoraba en esta vida se perdería.
Asintiendo a los caballeros brevemente, avanzó hacia la oscuridad de la
mazmorra y sintió como si una soga se hubiera apretado alrededor de su cuello.
No había pensado tan lejos en su plan. Quería ser él quien hablara con ella, en parte
por su propia curiosidad y en parte porque sabía que alguien más inventaría una
historia que terminaría con él comiéndosela.
A los habitantes del castillo les encantaba ver al dragón dándose un festín.
Algunos de los prisioneros se pararon cuando se acercó, solo para
esconderse inmediatamente cuando reconocieron quién era. Todos lo habían visto
en su forma de dragón. Ninguno de ellos quería poner a prueba a la bestia que
había matado a tantos de su especie.
Ella lo esperaba en una de las celdas más lejanas, tirada en el suelo como si
alguien hubiera tirado una flor al piso. Su cabello rubio enrollado alrededor de sus
hombros, hoy suelto de sus ataduras. Y su vestido, ese hermoso vestido
burbujeante, se había roto y manchado.
—No te trataron bien —gruñó—. Como si fueras una criminal de verdad.
Levantó la vista al escuchar su voz, obviamente sorprendida de encontrarlo
aquí. ¿Y se le atascó el aliento en la garganta? ¿Se inclinó hacia delante como si
quisiera ir a él?
No, todo eso estaba en su cabeza. No se conocían, y ella tenía todas las
razones para no confiar en él.
Lorelei se humedeció sus labios agrietados y preguntó:
—Abraxas, ¿qué estás haciendo en las mazmorras?
—Interrogándote.
Buscó la silla que sabía que debería estar por aquí en alguna parte. El rey
visitaba las mazmorras para entretenerse cuando alguien estaba siendo torturado
para obtener información. Pero Zander se negaba a estar de pie por mucho tiempo,
y siempre había taburetes por aquí.
El artículo acolchado que encontró estaba bastante fuera de lugar. En una
habitación tan oscura y húmeda, no debería haber algo tan lujoso como un 11
almohadón de seda lleno de plumas de ganso y, sin embargo, aquí estaba.
Esperando a que alguien se sintiera cómodo mientras el resto de los moradores
sufría.
Se hundió en él con no poca cantidad de ira.
Lorelei lo vio moverse con una mirada de disgusto puro en su rostro. Supuso
que, se lo merecía. Trabajaba para el hombre que la había encerrado y no había
hecho nada para evitar que sucediera. No es que probablemente pensara que él
estuvo allí durante toda la… situación.
Se había ido, ¿no? No lo culparía por una situación en la que había estado
desaparecido.
Maldita sea, ahora tenía que volver a mentir. ¿Cómo iba a hacer que
pareciera que él no había estado allí, pero que había visto todo con todo detalle?
Afortunadamente, Lorelei lo salvó. Su voz llenó el silencio como un trago
de agua fresca después de una cacería larga.
—Mi madre solía decirme cuando era pequeña que lo único que debía temer
era a aquellos que fueran más poderosos que yo. A veces decía que, marcar la
diferencia depende de personas como tú y yo cuando los que tienen poder se niegan
a hacerlo.
—Tu madre suena como una mujer sabia.
—Lo era. —Pero no sonrió, y él ya sabía que esta historia no terminaría
bien—. Dio su vida por esa creencia. Creyó hasta el final que todos debían tener
la oportunidad de vivir, sin importar de dónde vinieran o quiénes fueran.
El prisionero en la celda de al lado se movió. El hombre había visto días
mejores. Su cabeza con cuernos estaba cubierta de musgo y la carne de su cuerpo
se había hundido con la edad y la desnutrición. Pero levantó la cabeza y dirigió su
atención a la joven hablando en su jaula. Como si las palabras de Lorelei fueran
importantes.
Abraxas asintió.
—Lo que tu madre quería era honorable, pero no creo que jamás veas una
vida así con un rey como este.
Lorelei asintió con expresión feroz.
—Ese es exactamente el problema, ¿no?
—No puedes confesarme que eres parte de la rebelión —le suplicó. Un 11
sudor frío recorrió todo su cuerpo, y supo que este momento cambiaría su vida
para siempre—. Tendré que decírselo al rey y él hará que te maten frente a todas
las demás novias.
—¿Y si no le dijeras? —Ella lo miró a los ojos con la ferocidad de una
guerrera que había visto muchas batallas. Una guerrera de antaño—. ¿Y si escuchas
lo que tengo que decir? ¿Y si escuchas el otro lado? ¿De las criaturas mágicas que
doblaron la rodilla y dieron la espalda mientras esperaban que la gente los dejara
en paz?
El prisionero cubierto de musgo se arrastró más cerca de su celda. Abraxas
observó con no poca mezcla de horror mientras el hombre se estiraba a través de
los barrotes, la mano inerte en el suelo con la palma hacia arriba. Sus uñas eran
gruesas, como las raíces de un árbol.
—¿Por qué me dices esto? —preguntó, su voz llena de emoción—. Debes
saber que esto es un riesgo.
Ella encontró su mirada de frente.
—Abraxas, ya no puedo estar sola. Me he dado cuenta de que esta tarea que
se me ha encomendado será imposible a menos que tenga a alguien que me ayude.
Y creo que no eres tan frío como todos parecen pensar.
No lo era.
Ardía. Toda su alma estaba en llamas porque ella lo veía como una persona
en lugar de una pesadilla o un arma. Se había tomado el tiempo para conocer al
hombre debajo de las escamas, y de repente recordaba cómo era vivir y no solo
servir.
—Me estás pidiendo que vaya en contra de todo lo que he conocido. —Era
una mentira. Solo arriesgaría todo su linaje, pero ella no lo sabía. Aún no.
—Abraxas, no te estoy pidiendo que hagas nada más que dejarme salir. Te
estoy pidiendo que veas que hay fuerzas en efecto que son más grandes que tú o
yo. —Sonrió suavemente y se estiró detrás de ella.
De alguna manera, a través de todas sus luchas contra los Caballeros Umbra,
la rosa que él le había dado sobrevivió. Lo hizo girar entre sus dedos y un solo
pétalo cayó en su regazo. La gota roja sangre estaba demasiado cerca de su realidad
si él no la escuchaba. Si él no mentía por ella.
—No había planeado dejar que él te matara —susurró.
—Entonces, escúchame. No juzgues lo que voy a decir, y escucha mis
palabras. —Lorelei observó cada uno de sus movimientos, calculando como 11
siempre—. ¿Puedes hacer eso?
Él asintió.
Abrió la boca, la cerró, se humedeció los labios y, obviamente, luchó contra
sí misma. No quería decirle lo que tenía en la cabeza, pero sabía que tenía que
hacerlo. Si hubiera podido tomar esta batalla por ella, entonces lo habría hecho.
Pero una parte de su alma gritó que necesitaba permanecer en silencio. Que
necesitaba escuchar por el bien de todos.
—No soy Lorelei de Tenebrous —comenzó—. Mi verdadero nombre es
Lorelei de Silverfell. Soy medio elfa.
Las palabras lo golpearon hasta el centro. Recordaba a los elfos de
Silverfell. Los había visto bailar a la luz de la luna cuando era un niño, nada más
que un dragonizo con escamas suaves y una cabeza que luchaba por mantener
erguida. Pero nunca había olvidado sus cuerpos ágiles corriendo a través de los
rayos de luz plateada a medida que amasaban su magia de la luna y las estrellas.
—Mi madre estaba en la rebelión. Perdió la vida en un intento de crear una
era nueva en la que las criaturas mágicas y los mortales pudieran vivir juntos. No
estamos pidiendo que el rey se alinee, ni deseamos esclavizar a los humanos. La
rebelión quiere vivir junto a ellos. Como iguales. —Sacudió su cabeza—. Suena
como si yo también fuera parte de eso, pero no lo era. Me chantajearon para que
viniera aquí y matara al rey.
—¿Matar al rey? —repitió. Las palabras resonaron a través de la mazmorra
a medida que cada prisionero repetía el sonido. Más de ellos se pusieron de pie y
alcanzaron los barrotes, ahora escuchando la conversación atentamente.
—Sí. —Ella enderezó la columna y, de repente, vio a una heroína frente a
él. Una mujer que llegaría a ser inmortal, pues se contarían historias sobre ella a lo
largo de los siglos—. La única forma de liberar a Umbra de esta tiranía es empezar
de nuevo. No soy una asesina. Pero tengo la intención de matarlo. Y si quieres
evitar que eso suceda, entonces ahora deberías entregarme a él.
Debería.
No tenía elección.
Abraxas no podía amenazar el sustento de toda su especie por un plan a
medio pensar con una mujer que nunca había asesinado a nadie en su vida. Tenía
que decirle al rey, comerse viva a esta mujer y luego seguir con su vida.
Pero otra parte de él susurró que esta podría ser la oportunidad que estaba
esperando. Esta mujer frente a él resplandecía con la magia de la luna bajo su piel. 11
Era más que una mujer. Más que una criatura de luz y sombra que había aparecido
de la nada para despertar al hombre que llevaba dentro.
Ella tenía un propósito. Y si tenía éxito, él se libraría del rey. Se libraría de
este linaje que esclavizaba y conquistaba.
Sin embargo, ¿los huevos permanecerían encerrados en esa caja por la
eternidad?
Era un riesgo. De hecho, demasiado riesgo, y ni siquiera debería
considerarlo. Pero lo hizo.
Lo consideró largo y tendido mientras observaba cómo cambiaba su
expresión. Ella conocía los pensamientos en su cabeza, y debió haber entendido su
vacilación porque tuvo las mismas vacilaciones cuando la chantajearon para que
hiciera esto.
Lorelei se movió hacia adelante. Apoyó su mano en la del hombre cubierto
de musgo, y luego sostuvo la rosa para que Abraxas la tomara.
—Abraxas, tenemos que intentarlo. Si nos sentamos y no hacemos nada, el
cambio nunca llegará. Seremos golpeados. Rotos. Usados hasta que no quede
magia en este mundo. Y no quiero vivir en un mundo sin magia.
Tragó pesado. La rosa se estremeció en el aire frente a él, y luego su mirada
se deslizó hacia el prisionero cuya mano sostenía.
El hombre levantó la cabeza y le sonrió a Lorelei. Su expresión fue
temblorosa en el mejor de los casos, pero fue de felicidad.
—Te pareces a tu madre —le dijo con voz grave—. Ella habría estado muy
orgullosa. Una elfa Silverfell en el castillo. Esto es lo más cerca que hemos estado.
Lorelei apretó su mano, y sus ojos brillaron con lágrimas. Las gotas
relumbraron como si contuvieran las mismas estrellas en el cielo.
—Que salga el sol, amigo mío —susurró.
Luego miró a Abraxas, y todos los prisioneros en sus celdas parecieron
contener la respiración.
Estaban esperando su decisión. Todos esperaban saber cuál sería su
verdadero destino, y ella no tenía idea de que le estaba pidiendo a un dragón que
la ayudara.
No debería. Abraxas podía escuchar las palabras reproduciéndose una y otra
vez en su cabeza. Tenía más de qué preocuparse que esta mujer de rodillas. Su
gente gritaba desde sus tumbas para que haga lo que fuera necesario para preservar
los últimos linajes de los dragones. 11
Pero su corazón… ah, su corazón quería ser otra vez libre. Su corazón quería
volar a través de las nubes sin una cadena alrededor de su cuello y un rey tirando
del extremo.
Abraxas cerró los ojos y dejó que los recuerdos enterrados durante mucho
tiempo se reprodujeran detrás de ellos. De una época en que los dragones habían
llenado los cielos con cientos de colores y rugidos que sonaban como truenos. Una
era en la que los hombres no habían llenado el aire con flechas y lanzas atravesando
sus alas.
—Que salga el sol —se escuchó a sí mismo decir, espontáneamente.
Como uno solo, en un susurro para que nadie fuera de estos muros pudiera
escuchar, todos los prisioneros en la mazmorra repitieron las palabras.
—Que salga el sol.
Y cuando abrió los ojos, Lorelei le sonrió.
—Bienvenido a la rebelión —dijo—. Es bueno ver que, después de todo,
tienes alma.
18

Un Caballero Umbra liberó a Lorelei de su celda al día siguiente. La criatura 11


no habló ni le dijo por qué. Tampoco le permitió despedirse de las innumerables
criaturas mágicas que estaban en sus celdas, viéndola irse con esperanza en sus
ojos.
Se esforzó mucho por no llorar cuando la sacaron a rastras de la mazmorra.
No por alivio, sino porque sabía que algunos de esos prisioneros no lograrían verse
liberados de ese lugar. Pasarían el resto de sus días restantes en la oscuridad,
esperando que ella tuviera éxito.
Lorelei tenía más razones que nunca para matar al rey.
Margaret no tenía derecho a enviarla a este lugar sin decirle qué esperar. No
había pensado en encontrar criaturas como ella, o personas que significaran tanto
para ella en tan poco tiempo. De repente, no solo era la esperanza de sobrevivir a
los Caballeros Umbra. Ahora, Lorelei tenía que liberar a otros. Tenía que proteger
a la única amiga que había hecho aquí. Y peor aún, ahora tenía al guardia personal
del rey trabajando con ella.
Su madre habría estado tan orgullosa. Pero Lorelei nunca había querido
enorgullecer a su madre.
El Caballero Umbra la acechó todo el camino hasta su puerta color vómito.
Se detuvo frente a ella, con los brazos cruzados sobre el pecho. El casco en su
cabeza aseguraba cero emoción.
Ella señaló algunas puertas al final del pasillo.
—¿Por qué algunas puertas han sido pintadas de blanco?
Como era de esperar, el Caballero Umbra no respondió. Pero envió un
escalofrío por la espalda de Lorelei que algunas de las puertas no fueran iguales.
Solo había estado en la mazmorra durante unos días.
Entró en su habitación, esperando que esto no fuera una ocurrencia tardía
para colocarla en la misma habitación. O peor aún, que las otras mujeres hubieran
sufrido simplemente porque la habían defendido.
Lorelei resopló cuando cerró la puerta detrás de ella. Nadie iba a defenderla.
No les agradaba a las otras mujeres.
Se dio la vuelta, ya tirando de su vestido desagradable y esperando quitarse
un poco de la suciedad de su cuerpo. No habían enviado un baño, de modo que
solo podía esperar que el agua en un recipiente en su tocador fuera suficiente para
limpiarse.
—¿Duendecillo? —llamó—. ¿Sigues aquí?
La criatura pequeña no respondió, y esperaba que eso significara que había
regresado con su familia. O encontró otro lugar para esconderse mientras los 11
Caballeros Umbra decidían qué hacer con ella.
Un sonido débil provino bajo en su armario. Casi como si alguien hubiera
estornudado, o la tela de un vestido se hubiera movido por sí sola. Lorelei se
congeló, con las manos detrás de la espalda, aun agarrando los lazos de su vestido.
El duendecillo no era lo suficientemente grande para hacer ese ruido. Y solo
eso podía significar que había una persona en su armario.
Se acercó con cuidado a la mesita de noche junto a su cama y abrió el cajón.
Nadie había revisado sus cosas. El cuchillo que había colocado dentro del cajón
aún estaba allí, y eso hizo que todo fuera mucho más fácil. Lo sacó y se dirigió al
armario.
Uno, dos, tres. Abrió la puerta de un tirón y blandió el cuchillo sobre su
cabeza.
—¡Espera! ¡Espera, soy yo! —Beauty se acurrucó contra la pared trasera de
su armario.
Lorelei dejó caer su cuchillo rápidamente con un suspiro.
—¿Qué haces escondiéndote en mi armario?
Al momento en que pasó el peligro, Beauty dejó caer los brazos.
—No quería que los caballeros me vieran. No permiten que ninguna de las
novias se vea en absoluto. Es algo horrible, pero todas lo estamos manejando lo
mejor que podemos. Por lo general, podemos colarnos en las habitaciones de las
demás y ayudar.
—¿Ayudar con qué? —Lorelei pasó junto a Beauty y agarró una bata de
seda.
Borovoi había hecho incluso eso un poco demasiado bonito para ponerlo en
su piel sucia. El interior de la bata había sido pintado a mano con dibujos de sol
brillante. Qué encantador, y apropiado para las conversaciones que acababa de
tener con Abraxas y los demás.
—Bueno, ayudarte a volver a instalarte. Al menos en este caso. Nadie quería
venir más que yo, pero los caballeros nos hicieron saber que regresabas. —Beauty
maniobró para salir del armario, y se las arregló de alguna manera para no derribar
nada—. Parece que podrías usar la ayuda, así que sospecho que mis instintos sobre
ti fueron correctos.
Sus instintos sobre Lorelei estaban completamente equivocados. Ella no era 11
una persona de buen corazón que ayudaría a las otras novias como lo estaba
haciendo ahora Beauty. Lore planeaba matar al hombre con el que todas querían
casarse.
Lore necesitaba aclarar sus pensamientos o Beauty vería lo que estaba
pensando. Y lo último que necesitaba era que otra persona conociera su plan.
¿Cuándo se había vuelto tan parlanchina?
—Entonces, ayúdame a quitarme este vestido —dijo con una inhalación
fuerte—. Mataría por un baño, pero no creo que eso suceda pronto. ¿Cuándo nos
proporcionarán una tina?
—Um. —Beauty hizo todo lo posible por no sonreír, pero no logró ocultar
su sonrisa—. ¿Sabes qué? Quítate el vestido y haré realidad todos tus deseos. ¿Qué
tal eso?
Lore no tenía idea de lo que quería decir la chica. ¿Los deseos se vuelven
realidad? ¿Había perdido la cabeza?
No importaba, Beauty no era su sirvienta. Se había puesto este vestido y
supuso que podría quitárselo por sí misma. Lore miró la tela preciosa y se
estremeció.
—Lo siento —murmuró antes de rasgarlo por la mitad.
Si Borovoi hubiera estado aquí, probablemente habría gritado. De todos
modos, la tela solo estaba sujeta por un hilo, y no creía que fuera correcto dejar
que siguiera arruinada. Bien podría arruinarlo aún más.
—¡No toques esa bata! —chilló Beauty, aunque su voz sonó apagada—.
Estás demasiado sucia y arruinarás la seda. Sé que no te importa eso, pero creo que
quien haya diseñado el vestido ciertamente lo haría.
¿La chica estaba trabajando con Borovoi para asegurarse de que Lore no
destruyera más de sus creaciones?
—¿Dónde estás? —murmuró, girándose y dándose cuenta de que la chica
había abierto de alguna manera una puerta que Lore no sabía que existía. Ahora
había una abertura, entre su armario y la pared, que conducía a un baño enorme.
¿De dónde ha venido eso?
Lore avanzó hacia la habitación y se quedó mirando con asombro el suelo
de baldosas hecho a mano completamente de virutas de ópalo. Se movía y
cambiaba de color cuando lo veía desde ángulos diferentes. Las paredes estaban
pintadas de blanco y no había ventanas, considerando que la habitación estaba en
la parte central de su ala. Pero flores blancas resplandecientes colgaban del techo,
un encantamiento evidente, y arrojaban un resplandor encantador sobre la tina 11
humeante instalada en el suelo. La bañera era tan grande que fácilmente cabían
cinco personas.
Beauty estaba de pie junto a ella, con botellas de vidrio en la mano y el ceño
fruncido.
—¿Ahora eres más una persona de rosas o tal vez de hierba de limón?
—Ninguna —respondió—. No necesito un aroma.
—Todo el mundo necesita un aroma. Y después de todo lo que has pasado,
creo que te has ganado un baño de burbujas. —Beauty las puso a ambas a un lado
y tomó otra botella con un líquido verde brillante—. Creo que la menta es más tu
estilo. ¿Qué opinas?
A ella en realidad no podría importarle menos.
—Lo dejaré a tu opinión experta.
Lorelei se hundió en el agua tibia que llenaba la tina con un suspiro. Apoyó
la cabeza en el borde e inhaló el vapor que llenó sus pulmones con una sensación
de calidez que no había tenido en días.
¿Qué tenía un baño que relajaba inmediatamente a una persona? Era como
si finalmente pudiera dejar ir todo el estrés de su cuerpo.
El sonido débil del perfume llenando el agua le hizo saber que Beauty se
había decidido por la menta. Nadie podía pensar que era otra cosa. Pero el aroma
vívido ayudó a despejar su mente.
—¿Fue terrible? —preguntó Beauty.
Lorelei abrió los ojos y vio cómo su nueva amiga se subía la falda y hundía
los pies en el agua tibia de la bañera. Beauty se sentó en el borde de la tina,
claramente sin tener la intención de apurar en absoluto a Lore.
¿Cuándo fue la última vez que alguien se preocupó lo suficiente como para
querer que ella se sintiera cómoda después de un día estresante? Lore se dijo que
no debía llorar, pero era jodidamente difícil cuando alguien demostraba que no era
un monstruo como tantas otras personas aquí.
—No fue tan malo —susurró—. He estado en situaciones peores que las
mazmorras de un castillo.
—¿En serio? —Todo el color desapareció del rostro de Beauty—. No sé si
podría sobrevivir. Sin saber qué iba a hacer el rey contigo. Estando en la celda con
todas esas aterradoras criaturas mágicas. 11
—No son tan aterradoras. —Lore no quería que Beauty pensara que los de
su especie eran peligrosos, pero también sabía que muchos mortales consideraban
que la magia era la peor sustancia del mundo—. ¿A cuántos de ellos has conocido
en tu vida?
—¿Cuántos qué?
—Criaturas mágicas —se rio Lore—. Afirmas que son aterradoras, pero
¿cómo lo sabes si no conoces a ninguna de ellas?
Los pensamientos bailaron detrás de los ojos de Beauty y cruzaron su rostro
como un libro abierto. Tal vez nunca lo había pensado así, pero muy pocos
humanos lo habían hecho. Crecieron diciéndoles que había que temer a las
criaturas mágicas y, por lo tanto, eso significaba que eran peligrosas. La mayoría
de ellos nunca había conceptualizado que alguien, en algún momento, había
decidido que las criaturas como Lore eran malas. Pero que nunca habían decidido
temer ellos mismos.
—Bueno, supongo que nunca he conocido a una sola. —Beauty se encogió
de hombros—. A menos que, por supuesto, estuvieran escondidas y no supiera lo
que eran.
—Como alguien que ha conocido a muchas criaturas mágicas y ha pasado
gran parte de su vida entre ellas, puedo decirte con total certeza que no son
aterradoras. —Levantó el brazo y alcanzó la botella de jabón que Beauty había
colocado a su lado—. La mayoría de ellos solo quieren que los dejen en paz a su
propia suerte. Por desgracia, a medida que los mortales crecen en número, eso
significa que pierden muchas de sus tierras.
—Vaya. Eso es bastante triste.
—Lo es. —Sumergió la cabeza bajo el agua antes de que Beauty pudiera
ver su expresión. Lore estaba demasiado cansada en este momento para ocultar sus
verdaderos sentimientos. No quería que la joven viera lo impactada que estaba por
su conversación.
Pero, cuando salió a tomar aire y se apartó el cabello de la cara, notó que
los ojos de Beauty se habían agrandado y su boca se había abierto.
Lore nunca había bajado la guardia tan fácilmente. Tal vez fue el par de días
en la mazmorra lo que la había vuelto tan relajada. O tal vez Beauty le agradaba
tanto que se había olvidado de esconderse. Fuera lo que fuera, se había quitado el
cabello de las orejas y eso fue todo. La actuación había terminado.
Beauty extendió una mano temblorosa y tocó la punta de la oreja de Lorelei.
—Entonces, es por eso que sientes por ellos más que por los demás. 11
Nunca había estado tan aterrorizada en toda su vida. Esta joven, esta mortal
joven, ahora tenía su vida en sus manos. Todo lo que Beauty tenía que hacer era
decírselo a un solo Caballero Umbra y todo se derrumbaría sobre los hombros de
Lorelei.
—No puedo dejar que nadie lo sepa —susurró—. Ni siquiera soy una elfa
completa.
—No creo que a nadie le importe. —Beauty hizo una pausa y luego
suspiró—. Supongo que eso es mentira, ¿no? Les importaría, y lo usarían para su
beneficio. Ahora tienes la atención del rey. Incluso cuando se reunió conmigo, todo
lo que habló fue de la mujer que lo había salvado. Pero, ni creo que recordara que
te puso en la mazmorra.
Eso sonaba como el rey. Lore no se sorprendería si él hubiera cambiado la
historia en su cabeza de modo que ella le hubiera salvado la vida porque lo amaba,
y él la hubiera puesto en una habitación llena de rosas en lugar de en un calabozo
sucio.
—Beauty, en serio, no puedo permitir que nadie lo sepa. Me dará de comer
al dragón y luego todo habrá terminado. —No podía decirle a la otra mujer sobre
la razón asesina por la que estaba aquí. Aunque había comenzado a confiar en
Beauty, era demasiado para ella saberlo. Era demasiado joven para manejar ese
tipo de conocimiento.
Además, ya se lo había dicho a una persona. Eso era suficiente.
—Bueno —Beauty inclinó la cabeza hacia un lado y se rio entre dientes—.
Al menos sabes que hay una persona aquí que no va a delatar automáticamente a
ninguna criatura mágica que encuentre.
Para sorpresa de Lore, Beauty metió la mano en su bolsillo y sacó al
diminuto duendecillo resplandeciente. La pequeña gorjeó de felicidad, luego se
sentó en el borde de la bañera y colgó las piernas por el borde. Aunque no llegó al
agua.
—¿Sabías del duendecillo? —preguntó con asombro.
—No, no sabía. Pero cuando llegué a tu habitación por primera vez después
de que los Caballeros Umbra te arrastraran, esta salió de debajo de la cama antes
de darse cuenta de quién era yo. —Beauty le sonrió al duendecillo pequeño, y ese
fue el momento en que Lore se dio cuenta.
Esta mujer tenía el corazón más amable de todos. No estaba fingiendo ni
mintiendo. Había tanta bondad en su ser que a veces se desbordaba y abrumaba.
Pero era real. 11
¿Cuántas personas había conocido Lore que eran auténticos de verdad?
—Eres demasiado amable para este lugar —murmuró, y luego se hundió
hasta que el agua le tocó la barbilla—. Van a comerte viva.
—Quizás. Pero entonces nunca te habría conocido. —Beauty cruzó las
manos sobre el regazo y se mordió el labio—. ¿Sabes quién era antes de todo esto?
Mi padre solo era modista. Trabajaba en telas y atuendos, pero no ganaba mucho
dinero. Estaba destinada a convertirme en una doncella de otras damas y nunca
tener una familia propia. Lo que me sentaba bastante bien porque… bueno… los
hombres… —Se aclaró la garganta—. Esta es mi oportunidad de ser algo. O
alguien. O… conocer a alguien importante.
—Eres importante por tu cuenta.
—Ah, no intentes hacerme sentir mejor por todo esto. Sé que el rey no me
elegirá, y no sé por qué me paré frente a la flecha. No fue por llamar la atención ni
nada por el estilo. Honestamente, no creo que me guste lo suficiente como para
sacrificarme por él, o por cualquier otro hombre. —Beauty se encogió de
hombros—. Era lo correcto por hacer. Independientemente de la persona. Pero aun
así, no va a elegirme con este aspecto. Sin embargo, tú, creo que podrías convertirte
en la nueva reina de Umbra.
—Entonces, ¿es por eso que eres mi amiga? —preguntó Lorelei, sus labios
temblando divertidos.
—Cállate. —Beauty se inclinó y echó agua en su cara—. Soy tu amiga
porque te debo la vida. Me salvaste, ¿recuerdas? Ahora un par de veces.
—Ah, por supuesto. Esa es la única razón. —Lorelei negó con la cabeza y
trató de liberarse de la tensión restante en su pecho—. Entonces, ¿vas a quedarte a
pasar la noche?
—Pensé que las tres podríamos tener una fiesta de pijamas. Y después de
todo lo que has pasado, pensé que tal vez no quisieras estar sola esta noche.
No lo quería. Porque mañana sería aún más difícil. Pero esta noche estaría
envuelta en la risa de sus nuevas amigas.
Mañana, se dedicaría a hacer un plan para matar al rey.

11
19

Era una elfa. 11


Abraxas no podía dejar de pensar en eso. Era una maldita elfa, y él ni
siquiera lo había notado.
Por supuesto que lo era. No había pensado en revisar sus orejas cuando
Zander la había elegido para ser una de sus novias, pero eso no era algo en lo que
ninguno de ellos hubiera pensado. Ninguna criatura mágica sería tan valiente como
para entrar al castillo sin al menos intentar ocultar lo que era.
Supuso que, lo había hecho. Había mantenido el cabello sobre sus orejas y
nadie había sido más sabio.
¿Cómo lo había pasado por alto?
Retorció su cuerpo serpentino alrededor de la pila de oro que había reunido
a su alrededor y reflexionó sobre qué hacer a continuación. Sabía que estaba
intentando matar al rey. Le había dicho eso. Y era parte de la rebelión, un grupo
del que no había oído hablar hasta hace poco y del que ahora quería saber más.
¿Cuánto tiempo habían estado trabajando para matar al rey? ¿Más tiempo del que
había estado protegiendo a Zander? Eso parecía poco probable.
Pero tal vez todo esto había estado sucediendo bajo sus narices. Tal vez el
gran Abraxas, el dragón carmesí, se había perdido detalles clave del grupo de
personas que estaba intentando matar al hombre que protegía.
No la dejaría matar al rey hasta que supiera cómo quitarle esos huevos a
Zander. Su discurso en las mazmorras había serpenteado debajo de su piel y, sí,
había caído en él. Pero en los días que pasaron, supo que no podía dejarla hacer
nada hasta que el reino de Umbra tuviera al menos un heredero.
Ahora, había muchas mujeres alrededor para engendrar un heredero. Sin
embargo, las mujeres mortales eran frágiles y una mujer embarazada no significaba
que ella o el niño sobrevivirían. Sin embargo, si el rey moría sin esposa, entonces
el trono probablemente iría a su primer hijo bastardo. Los Caballeros Umbra
estaban ligados a un linaje, no al trono. Ayudarían al niño a hacerse cargo del reino
si nadie los detenía.
Lo cual era lógico que todo lo que necesitaba era convencer a Zander de
llevar a la cama a una de las mujeres, quizás a varias, para asegurarse de que
realmente naciera un niño. Después, tenía que convencer a Lorelei y a la rebelión
de que esperaran al menos nueve meses, y entonces los huevos estarían a salvo.
Podría tomarlos y desaparecer para reconstruir el reino que una vez controlaron
los dragones.
Era un plan inestable en el mejor de los casos. Sabía eso.
—¿Me estás escuchando? —espetó Zander—. Abraxas, es como si tu 11
cabeza estuviera en otra parte y realmente necesito que te concentres.
No quería centrarse en un rey que divagaba de nada. Aun así, movió su
cuello largo para poder mirar fijamente al hombre mortal paseándose de un lado a
otro por el acantilado.
—Zander, ¿otro plan? El último no funcionó muy bien.
—El último funcionó perfectamente. Sabemos quién es la joven que es más
probable que me salve en caso de un ataque. Y si me permites decirlo, esa mujer
es bastante hermosa. —Zander pateó una pila de monedas de oro a su lado—. El
problema es que era demasiado buena peleando. Sus reflejos rivalizan con los de
los Caballeros Umbra, y quiero saber cómo.
—Ya te dije. Entrenó con su padre, que solía ser caballero en el ejército de
tu padre. Era un guerrero de renombre que no tenía hijos. Tuvo una crianza inusual,
eso es seguro, pero no trabaja para la rebelión.
Abraxas estaba bastante complacido con la mentira que había inventado.
Después de todo, era la historia más creíble que había logrado hasta ahora. Una
mujer joven, con mala suerte. Un padre que había servido al rey anterior con más
dedicación y suerte que ningún otro. La historia desgarraría los corazones de la
mayoría, pero al rey le importaban poco los demás.
—Sí, sí —murmuró Zander—. Es cierto. Dijiste que había entrenado con
los mejores. ¿Y estás seguro de que le has sacado la verdad?
Abrió la boca de modo que sus dientes brillantes se mostraran contundentes,
para mayor efecto. El humo se enroscó en su pecho y brotó de sus fosas nasales y
entre sus dientes.
—Sí, estoy seguro.
—Ah, suficiente con eso. —Zander agitó una mano delante de su cara como
si el humo oliera—. Si estás tan seguro de que se puede confiar en ella, entonces
supongo que no hay razón para suponer que no es así. Entonces, la única otra
opción es continuar con el plan como he sugerido.
—No veo cómo una cacería probará algo sobre cualquier mujer en ella. —
De todos modos, Abraxas odiaba cuando Zander cazaba. Siempre había tanta
fanfarria que nadie atrapaba nada. Hacían demasiado ruido, y Abraxas odiaba cazar
sin capturar a su presa.
—Abraxas, porque necesito saber que mi novia no será aburrida. ¿Quién
quiere estar casado con una mujer que se sienta y borda todo el día? ¡Quiero
llevarla a aventuras! ¡Quiero una mujer que pueda cazar a mi lado! —Agitó los
puños en el aire como si luchara contra un enemigo invisible—. ¿No estás de
acuerdo? 11
—Señor, no sé qué tipo de novia quiere.
Zander suspiró.
—Sí, eres terriblemente aburrido. ¿Podrías simplemente estar de acuerdo
con lo que estoy diciendo? A las damas les va a encantar. Permaneceré sano y salvo
bajo tu atenta mirada, y el resto de nosotros haremos todo lo posible para no ser
corneado por un jabalí. ¿Qué tal suena eso?
—Bastante apropiado.
—Bien. —Zander negó con la cabeza, luego puso los ojos en blanco por si
acaso—. ¡Abraxas, tienes que hacer que todo sea tan difícil! ¿No puedes
simplemente disfrutar de la diversión que vamos a tener todos? Todo tiene que ser
una tarea tan pesada para ti.
Observó cómo el rey se marchó con no poco disgusto ardiendo en su boca.
Abraxas no quería cazar. Quería hablar con cierta joven que había consumido sus
pensamientos.
¿Por qué no podía hacer ambas cosas?
Se deslizó sobre el oro, ignorando el sonido del metal tintineando, y
permitió que los poderes dentro de él regresaran a una forma mortal. Agachándose
con las manos en el oro, vio cómo las últimas escamas que quedaban
desaparecieron de la suave piel de su mano.
Nunca se acostumbraría a eso. Sin importar cuántas veces cambiara de
dragón a hombre, siempre sentía como si estuviera perdiendo una parte de sí
mismo. Como si tuviera que renunciar a algo para volver a ser mortal.
Enderezándose, salió de la caverna del dragón y esperó que Zander no
tuviera más que decirle. Al menos el rey había dejado la escalera de la caverna y
no se demoraba en las sombras para espiar a su mejor mascota.
Los corredores estaban extrañamente silenciosos. Ninguna mujer llenaba
los pasillos, riéndose a medida que pasaba junto a ellas. Ni siquiera sirvientes.
¿El rey había olvidado decirle que todos iban a reunirse? ¿O estaba pasando
algo a lo que no había sido invitado?
Abraxas intentó controlar la ira que burbujeó en su pecho. Sí, entendía que
Zander podría querer divertirse sin que su guardia personal se cerniera sobre él.
Pero el objetivo de tener una guardia personal era que él estuviera allí para proteger
al rey. En todo momento.
Risitas flotaron por el pasillo y escuchó la voz de Zander gritando: 11
—¡Voy a encontrarlas, mis florecitas!
¿Qué demonios estaba pasando hoy en este castillo?
Un dedo le dio un golpecito en el hombro, y se volvió con una ceja arqueada.
Quien lo tocó fue atrevido. Pero el relámpago que chisporroteó por su espalda ya
le advirtió quién era.
Lorelei estaba detrás de él, su vestido una masa de flores pálidas de color
ópalo que caían en cascada sobre sus hombros y caderas. Se veía tan encantadora,
como una elfa que había salido del bosque en un sueño.
Abrió la boca, luego se congeló cuando ella se llevó el dedo a los labios.
Se deslizó por el pasillo opuesto y él la siguió como si fuera una sirena y él
un marinero. No podía negarle nada en este momento cuando el olor a menta y
mora flotaba en el aire detrás de ella. Era una ninfa encantadora en un bosque de
criaturas aburridas que nunca había despertado su interés.
Hasta ella. Hasta que esta criatura maravillosa había entrado en su vida y
hoy se negaba a perderla de vista.
Abraxas esperó hasta que estuvieron en la salida de los sirvientes antes de
susurrar:
—¿Por qué estamos tan callados?
—El rey quería jugar al escondite —susurró, su mano en la puerta—. Todas
las novias potenciales se están escondiendo. No quería que otra novia nos
encontrara, o peor, que el rey nos atrapara y pensara que estábamos juntos…
teniendo un momento.
¿No lo hacían? Tener un momento, claro está.
No creía que ella se refiriera a una cita en las sombras, pero por la mirada
traviesa en sus ojos, tal vez se refería precisamente a eso. El rey se pondría verde
de envidia si atrapaba a Abraxas y a la posible novia más bonita de todas.
Salió por la puerta con una risa burbujeante tras ella. Abraxas salió
corriendo del castillo con un solo pensamiento en mente.
Nunca había oído a alguien sonar tan feliz.
Nunca había sido tan feliz.
Juntos, se escabulleron de los juegos del rey y de las otras mujeres contra
las que ella estaba compitiendo. En cambio, pasaron la tarde juntos. Una tarde en
la que no tuvo que preocuparse por los planes estúpidos u opiniones de Zander. 11
Lorelei lo condujo hasta un bosque pequeño de abedules en el borde mismo
de los jardines. Pensó que era muy probable que los jardineros simplemente
hubieran olvidado que existían. Eran un recuerdo persistente del gran bosque que
solía estar aquí para que todos pudieran cazar y pescar. Hasta que llegó el rey y
decidió que aquí era donde quería construir su castillo gigante.
Tarareó por lo bajo cuando ella envolvió sus brazos alrededor de uno de los
árboles, respirando con dificultad por su escape.
—¿Adónde crees que vas? El rey te encontrará si intentas huir.
—Ah, no tengo la intención de huir. Sabes que tengo trabajo que hacer aquí.
—Sonrió y la maraña salvaje de su cabello cayó sobre su rostro.
No pudo evitarlo. No pudo detenerse. Abraxas se inclinó hacia adelante y
colocó los mechones de cabello detrás de sus orejas. El movimiento reveló sus
puntas delicadas, una señal clara de lo que era. Una señal que luchaba por ocultar
todos los días de su vida.
—Ahí estás —murmuró—. Anoche apenas dormí preguntándome si tenías
orejas puntiagudas y nunca las había notado.
—Muy pocos lo hacen. Me he vuelto bastante buena escondiéndolas. —
Obviamente estaba incómoda con su mirada fija en dichas orejas, pero no podía
parar. No ahora que la había visto por lo que era de verdad.
—Una elfa —dijo Abraxas con una risa—. Nunca pensé que alguien sería
tan valiente como para entrar al castillo como una criatura mágica. ¿Sabías que
estuve toda la noche consumido con miedo por ti?
—Nadie sabe lo que soy excepto tú. Me puse el cabello sobre las orejas. —
Lo miró fijamente con esos gigantes ojos marinos, y no supo qué lo abrumó.
Por primera vez en su vida, alguien lo veía. Solo a él. Esta mujer no quería
saber lo que quería el dragón. No quería usar su fuerza bruta. A pesar de que había
sido enviada al castillo con intenciones asesinas, nunca le pidió ayuda más que su
silencio.
El honor que requería… el coraje…
En un momento, sintió esta sensación abrumadora de felicidad. Y al
siguiente, se abalanzó y presionó sus labios contra los de ella.
Se sintió suave. Más suave que cualquier cosa que hubiera sentido en su
vida. Lorelei se congeló debajo de él por un momento antes de que de repente se
convirtiera en una chispa que saltó de una llama. Ella se lanzó a sus brazos y su 11
beso amenazó con marcar su propia alma.
Abraxas pasó un brazo alrededor de su cintura y el otro alrededor de su
espalda. La atrajo contra su pecho, su alma debilitándose cuando se derritió contra
él. No había esperado esto. No había pensado en besarla o distraerla de su
propósito.
Pero ella había estado ahí en ese bosque de abedules como los elfos que
recordaba. Era algo así como un recuerdo que se le presentó, o un fantasma de una
época que extrañaba desesperadamente.
Abraxas arrancó sus labios de los de ella, respirando con dificultad y
sacudiendo la cabeza en negación.
—Se suponía que no debía… me has distraído tanto. También hay cosas que
tengo que hacer. Deberes. Responsabilidades.
Presionó la mano contra su boca y negó con la cabeza.
—Abraxas, hoy no. Hoy, seamos dos personas que se encontraron en el
bosque. Escondámonos de los pensamientos que acechan en el fondo de nuestra
mente. Eso es todo lo que te pido, por una tarde.
Y así pasó la tarde con ella. Besándose, ciertamente, pero también riendo.
Ella le contó historias que los elfos solían contarles a los niños, y ella se deleitó
con el sonido de su alegría.
Fue una fachada. Una tarde de felicidad y esperanza ficticias. Pero lo
disfrutó mientras pudo.
20

No debí haberlo besado. Eso complicaba las cosas. 11


Pero cuando Lore apretó las ataduras de cuero sobre su pecho, supo que era
lo correcto. La guardia personal del rey era un riesgo. Solo había accedido a
ayudarla en circunstancias tenues, y reconocía a un hombre reacio cuando lo veía.
Lo último que necesitaba era que un mortal idiota cambiara de opinión y
decidiera que el rey le daba más de lo que la rebelión podía ofrecer. La mejor
manera de controlar a un hombre era a través del poder del deseo. Si ella podía
mantener su atención el tiempo suficiente, él mantendría la boca cerrada y el rey
moriría al final de todo esto.
Se miró en el espejo y se encontró con su propia mirada. El ondulante
vestido blanco tenía aberturas hasta los muslos a ambos lados de las piernas. Se
suponía que le permitirían moverse mientras cazaba, pero por supuesto, eso era
una tontería. Un vestido era algo estúpido para usar durante la caza. La placa de
cuero del pecho se sujetaba a su cuerpo con solo unos cuantos lazos, y si un jabalí
la atacaba, atravesaría la placa del pecho. Fácilmente.
Sin embargo, al rey no le importaba si estaban a salvo. Lo único que le
importaba era que se vieran bonitas. Y ella lo hacía. Parecía una mujer guerrera
sacada de un libro de cuentos. Una figura decorativa de un cuento de hadas que
llevaba a su pueblo a la batalla.
—Y luego muere trágicamente —murmuró antes de salir de su habitación
y caminar por el pasillo.
Como era de esperar, ella fue la primera en estar lista y pasó mucho tiempo
esperando en el pasillo con los Caballeros Umbra observándola. Le dio a Lore
demasiado tiempo para pensar en el pobre hombre, quien ahora pensaba que
probablemente estaba loca por él.
La cosa era que, a ella le gustaba Abraxas. Era divertido, alegre y
sorprendentemente atento para alguien que trabajaba en el castillo. Hacía que ella
quisiera saber más de él, y no había anticipado eso. Tampoco esperaba encontrarse
con Beauty, así que todo esto se estaba volviendo terriblemente complicado para
alguien que había sido enviado en una misión de asesinato.
Por desgracia, no podía cambiar nada de eso. Tenía que tener a los hombres
de este castillo bajo su control de una forma u otra, y la única manera que sabía
cómo hacerlo era a través de su propia debilidad.
Maldición, aún no podía controlar la culpa que enrojecía sus mejillas.
Beauty salió a trompicones de su puerta rosa pálido, luchando con las
correas de su pecho. No encajaban del todo.
Lore planeó matar a esa horrible ama de llaves la próxima vez que la viera. 11
—Agatha obviamente tuvo algo que ver con esto —gruñó a medida que se
acercaba a su nueva amiga.
—Dijo que no había muchos vestidos de mi talla, y mucho menos
armaduras de cuero. —Beauty se encogió de hombros, pero las lágrimas en sus
ojos delataron su valentía falsa—. Dijo que si quería estar a salvo en la caza,
entonces probablemente debería averiguar cómo ponerme la armadura.
Echándole un vistazo, Lore encontró algunos centímetros que podrían ceder
en algunas de las correas. No era mucho, pero era suficiente. Tiró, jaló y movió,
sacudiendo a la chica de un lado a otro antes de colocar las hebillas en su lugar.
—Admito que, no es lo mejor. Pero, debería mantenerte con vida.
—Al menos ahora puedo respirar. —Beauty inhaló una profunda bocanada
de aire larga, y luego la dejó escapar entre dientes—. Me preocupaba desmayarme
sobre el caballo y ser pisoteada por el resto de ellos.
Una belleza deslumbrante pasó junto a ellas, su brillante cabello oscuro
cuidadosamente trenzado en dos cuerdas gemelas. Era la chica que originalmente
había advertido a Lore que se alejara del rey, en la primera reunión del bosque.
—Y te pisotearíamos solo para asegurarnos de que el rey nunca elija una
novia tan fea.
Lore se lanzó hacia delante sin pensarlo. Esa pequeña mocosa no tenía idea
de lo que se sentía ser feo, pero eso podía remediarse fácilmente. Sabía lo mucho
que dolía una nariz rota, y lo horrible que era arreglarla.
No llegó muy lejos.
Beauty agarró su brazo y la atrajo de vuelta, sorprendentemente fuerte para
alguien tan bajo.
—Lore, no vale la pena. Todas se burlan entre sí de esa manera. No lo dijo
en serio.
Aun así, Lore miró furiosa a la otra mujer, quien claramente pensaba que su
rostro la llevaría más lejos que cualquier otra persona en esta competencia.
—Beauty, creo que quiso decir todo eso. Creo que quiere lastimar a
cualquiera que pueda.
—Quizás. Nos pisotearía a las demás si eso significara que el rey la mirara.
Por desgracia, nunca llamó su atención, sin importar lo bonita que sea. —Beauty
cuadró los hombros y sonrió—. Pero yo sí. Y eso debe hacer que se sienta horrible
consigo misma cuando cada éxito en toda su vida se ha basado en lo bonita que es. 11
Lore quiso recordarle a Beauty que el rey en realidad no se había fijado en
ella. Después de todo, había sido la que le señaló a Beauty al hombre. Nadie
debería estar orgulloso de llamar su atención, sobre todo considerando lo horrible
que era.
Pero no quería arruinar el momento. Beauty se había defendido a sí misma,
y eso era un éxito.
Lore pasó un brazo alrededor de los hombros de Beauty y las hizo avanzar
a la cabeza de la manada.
—Exactamente, querida. Ahora, ¿alguna vez has estado de cacería?
—Nunca.
—Entonces, quédate cerca de mí. Me aseguraré de que no te atrape un
jabalí. O peor aún, un ciervo enojado por ser cazado.
Los ojos de Beauty se abrieron como platos mientras todas seguían al
Caballero Umbra por el pasillo.
—¿No pensé que los ciervos fueran tan malos?
—¡Tienen cuerpos más grandes, reflejos más rápidos y todos tienen cuernos
más grandes que tú o yo de alto! Por supuesto que tienes que preocuparte por los
ciervos. —Le guiñó un ojo—. Además, son, con mucho, las criaturas más
hermosas del bosque, y cazarlos es un privilegio. Ellos lo saben.
Recordó una época en la que solo los elfos podían cazar ciervos. El padre
del rey había puesto fin a todo eso con sus propias partidas de caza. Casi había
matado a toda su especie, como también quería hacer con las criaturas mágicas.
Sin embargo, nadie podría borrar el recuerdo de los ciervos plateados y sus pelajes
relucientes. Cómo habían corrido a través de los robles con la luz de la luna
reflejada en las puntas de sus astas y centelleando en la distancia.
Lore había sido demasiado joven para cazarlos en ese entonces. No había
sido debidamente entrenada, y cuando lo fue, nadie más que los hombres del rey
podían cazar ciervos. No sin arriesgar sus vidas.
El grupo de posibles novias se reunió en el patio. Los sirvientes ya habían
preparado caballos para que montaran en la cacería, cada gran bestia cargada con
cascabeles y tela plateada. Lore no tenía idea de por qué estaban vestidos así. Otra
parte confusa más del entretenimiento del rey.
Beauty tiró de su brazo y señaló un gran caballo de tiro con un pelaje
moteado en blanco y gris. 11
—¿Crees que podría montar ese si lo pidiera? Es tan hermoso.
—Creo que podremos montar cualquier criatura que queramos. Pero no
quieres estar en un caballo de tiro. —Señaló a una criatura más esbelta, mestiza
con patas cortas y una estructura robusta—. Esos son los verdaderos caballos de
caza. Corren por el bosque más rápido de lo que te imaginas.
Las bestias indómitas fueron las que la llamaron. Nunca había querido
montar en algo que solo fuera útil por su apariencia.
Lore ya podía sentir que le rugía la sangre. La caza la llamaba, como
siempre hacía con los elfos. Cabalgaría con el mejor de sus cazadores, azotaría las
riendas y dejaría que la luz de la luna cayera de su piel a su corcel. El caballo
sentiría el bosque llamándolo, y como uno solo, completarían la cacería con la
mejor presa del día.
La gran entrada del rey interrumpió sus pensamientos. Llevaba un traje
blanco igualmente escandaloso con una armadura moldeada para que pareciera que
tenía músculos. Ni una sola vez el líder del reino de Umbra parecía tener un cabello
fuera de lugar. Se preguntó si el viento de la caza podría liberar al menos un
mechón de su cabeza engrasada.
Abraxas avanzó detrás de él. Con cuidado, siempre unos pasos detrás del
rey incluso cuando su líder disminuyó la velocidad. Era la forma de andar
practicada de un hombre que había trabajado durante mucho tiempo para
asegurarse de que nunca se pasara de la raya.
Deseaba que sus circunstancias fueran diferentes. Ojalá pudiera encontrar
el tiempo para estar con él sin temer que pudiera decirle al rey lo que era. Por qué
estaba aquí.
Necesitaba que él la ayudara. Eso era cierto. Pero cuando él captó su mirada
desde el otro lado del patio y la parte superior de sus pómulos se pusieron de color
rojo brillante, Lore deseó poder convencerse de que el sentimiento era sincero.
Honorable. Que ella en realidad lo había hecho sentir como si fuera importante
para él.
No que lo hubiera engañado haciéndole creer que sus sentimientos eran
apasionados y sinceros. La mentira dolía en su pecho, quemando todo el camino
hasta su corazón hasta que supo sin lugar a dudas que se arrepentiría de ayer.
Por supuesto que lo haría. Abraxas era un hombre bueno. Un hombre
atractivo. Él había cautivado su alma, y ella había mentido.
Eres una asesina, se dijo. No fuiste enviada aquí para hacer amigos o para
caer bajo el hechizo de un tonto mortal. 11
Lore enderezó la espalda y dejó que sus labios se curvaran en una pequeña
media sonrisa. Cualquier cosa que le hiciera pensar que ella también estaba un
poco avergonzada de verlo. Al menos entonces él creería que sintió algo. Que su
tarde en los jardines, escondidos del resto del mundo, fue más que una herramienta
para que ella terminara esto.
Estaba tan involucrada ahora que no podía parar. Detenerse solo la metería
en más problemas de los que ya tenía.
El rey se detuvo junto a un caballo oscuro como la medianoche que sacudió
la cabeza tan pronto como lo tocó.
—¡Mis florecitas! Cada una de ustedes está más encantadora de lo que
jamás las he visto. Gracias por acompañarme en la cacería.
Muchas de las jóvenes se pavonearon a su alrededor. Todas estaban vestidas
exactamente con la misma ropa. Lore se negaba a creer que pensaran que alguna
de ellas se veía mejor que las demás. Eran un mar de la misma mujer y, sin
embargo, todas parecían pensar que estaba hablando de ellas como individuos.
El rey miró a algunas de las mujeres que estaban más cerca de él, luego les
sonrió tan radiantemente que las mujeres se abanicaron.
—Como saben, hoy vamos a ir de cacería. Tengo muchos planes para mi
futura novia, y uno de ellos es que vivamos una vida de aventuras.
Una de las chicas a su lado se inclinó hacia su amiga.
—Eso suena mucho mejor que casarse con el carnicero local.
—¿Aventura? —siseó la otra—. Lily, no tenemos idea de lo que él considera
aventura. ¿Y si eso significa que estaremos cabalgando hacia su próxima guerra?
Es mejor mantener la cabeza baja con este.
El rey no iba a comenzar otra guerra a corto plazo, quiso corregirlas. No
podía permitirse el lujo de perder más miembros de su ejército y los Caballeros
Umbra no eran muy buenos en un entorno bélico. Si se liberaban de su armadura,
el humo desaparecía para siempre.
Aun así, estaba contenta de que al menos algunas de las mujeres aquí
tuvieran algo de sensatez.
—¡Pero! No dejen que eso atemorice sus corazones, mis florecitas. —El rey
se golpeó el pecho con fuerza—. Porque estoy aquí para protegerlas. Es mi deseo
que algunas de las mujeres más… prominentes viajen a mi lado. Aunque todas 11
ustedes son deslumbrantes a su manera, debo admitir que algunas de ustedes me
han llamado la atención más que las demás.
Allí estaba.
Lore se habría sorprendido si no hubiera elegido ya sus favoritas. Si hubiera
tenido más tiempo para concentrarse en las otras novias, podría haber previsto a
las favoritas. Pero siendo realistas, había estado luchando por tener algún tiempo
a solas con el rey. Había estado más interesado en ponerla en su mazmorra que en
tenerla en sus habitaciones para tomar vino y queso.
El rey gritó los nombres de algunas mujeres. Sorprendentemente, una de
ellas era la morena que había insultado a Beauty. En realidad, no había pensado
que la mujer sería elegida, pero allí estaba. Justo en la parte superior de su lista.
Incluso Beauty fue llamada, y Lore tuvo el momento satisfactorio de ver los ojos
de la mujer desagradable entrecerrarse con disgusto. Bien por su amiga, aunque
aún esperaba que Beauty terminara al final con un hombre más amable. Alguien
que la amara de verdad.
—¡Y Lorelei de Tenebrous! —gritó el rey—. Eso será todo, queridas. Les
prometo que pronto tendrán su tiempo conmigo.
¿Había dicho su nombre?
Ah, bueno. Eso estaba bien, pero no se había preparado para esto. El rey
pensaba que era parte de la rebelión y la última vez que lo había visto, él había
revelado su lado más oscuro.
Se tomó su tiempo para caminar hacia el frente con todas las demás mujeres.
Un sirviente le entregó las riendas a un caballo de aspecto manso con profundos
ojos castaños y una cruz que decía que preferiría estar en un prado que en una
cacería.
El rey se detuvo a su lado y dijo en voz baja:
—Lady de Tenebrous, no soy de los que se disculpan. Sin embargo, me
equivoqué contigo y eso fue inexcusable. Si me permites compensarte en esta
cacería, te agradecería unos momentos a solas.
Perfecto.
Puso una sonrisa falsa en su rostro y trató de obligarse a sonrojarse.
—Mi rey, no me gustaría nada más.
Se alejó de ella, pero notó que Abraxas también se detuvo a su lado. La
sombra del rey ya fruncía el ceño con preocupación, y ella sabía que era por su 11
culpa. Sabía lo que ella estaba pensando.
Ahora era el momento. No podía hacerla cambiar de opinión.
Al momento en que el rey y su guardia se fueron, el sirviente a su lado ató
un arco y un juego de flechas a su silla. No era mucho, y prefería un cuchillo, pero
era un comienzo. Una flecha aún podría atravesar el corazón de un hombre si usaba
la fuerza suficiente para alojarla en su caja torácica. Después tendría que correr.
Lore palmeó los flancos del caballo.
—Tú y yo vamos a vivir hoy una aventura —susurró—. Espero que estés
preparado para ello.
El rey montó su corcel oscuro y todas las novias siguieron su ejemplo. En
este momento, tenía el ejército más fuerte del mundo a su entera disposición, y
Lore no pudo evitar mirar hacia el mar de al menos treinta mujeres. Quedaban
tantas y, sin embargo, ya había elegido sus favoritas.
Hoy sería el día en que el rey muriera. Le clavaría una flecha en el corazón,
y otra en la garganta por si acaso. El reino caería en la confusión, pero ella
escaparía.
El rey volvió a levantar la voz y gritó:
—¡Mis florecitas, solo me repetiré una vez! Una cacería es peligrosa, pero
no tienen por qué temer. ¡Porque tenemos a la criatura más formidable de nuestro
lado! ¡Un dragón!
Abraxas se puso rígido, pero las novias soltaron gritos de asombro. Estaban
listas para volver a ver a la bestia de cerca.
Su estómago se revolvió. No quería ver a la bestia monstruosa que había
matado a su madre, aunque sabía que no tenía más remedio que soportarlo.
Sin embargo, la bestia no voló sobre sus cabezas.
Como si viviera en un sueño, vio al rey fruncir el ceño y mirar a Abraxas.
Sus labios se movieron, y ella juró que dijo:
—¿Y bien? Ponte en marcha.
Abraxas la miró por encima del hombro a modo de disculpa y una ráfaga de
aire la golpeó en la cara. Las mujeres a su lado jadearon, levantando los brazos
para cubrirse la cara. Pero ella no lo hizo. Observó horrorizada cómo el hombre
que tenía delante se convertía en el dragón al que odiaba con cada gramo de su
alma.
11
21

Sabía que este era el plan. Abraxas estaba destinado a convertirse en un 11


dragón ante todas las novias potenciales, de modo que pudieran ver que él era el
monstruo. Zander había escuchado el rumor de que algunas de las novias
consideraban que su guardia personal era bastante atractivo, y ese fue el final de
todo eso.
Nadie podía ser más atractivo que su rey, y si pensaban que lo era, entonces
eso tenía que cambiar.
Sin embargo, no quería que Lorelei lo viera así. No había esperado que su
tarde lo afectara tan profundamente y sin embargo; lo hizo. Ella había causado una
impresión duradera, y él había planeado decirle la verdad más temprano que tarde.
Sin embargo, el rey se había apresurado en eso.
El cambio rodó sobre él, arrojando polvo fuera del patio y en pequeños
derviches que aterrorizaron a los caballos. Observó a Lorelei todo el tiempo. Era
la única mujer en todo el grupo que ni una sola vez se cubrió los ojos o desvió la
mirada.
Ella lo miró atentamente con una emoción que bordeó el odio.
No había esperado eso.
Abraxas había visto muchas reacciones a su cambio de forma. Miedo.
Horror. Tristeza. Pero nadie lo había odiado tanto como esta mujer.
¿Qué había hecho? Solo había sido él mismo, y la idea de que ella no
pudiera aceptarlo lo enfureció. Más enojado de lo que nunca había estado en su
vida. Ella era una elfa, y él lo había aceptado sin mirarla como si fuera un
monstruo. Aun así, ahí estaba ella, dándole una mirada furiosa muy diferente que
lo hizo sentir como si estuviera equivocado por ser lo que era.
Había pensado que ella estaba en contra de todo eso. Al parecer, se había
equivocado.
Zander levantó los brazos y rio con alegría.
—¿Ven, mis florecitas? ¡Nunca deben tener miedo en este castillo cuando
mi bestia las protege!
Bestia. Incluso ahora, el rey tenía que lanzar insultos solo para sentirse más
grande que el dragón que estaba entre ellos. Abraxas sacudió su cabeza pesada,
acostumbrándose a este cuerpo a medida que su mente se estiraba para llenar la
cavidad de escamas. Sin embargo… esos ojos siguieron cada uno de sus
movimientos.
Lorelei no iba a dejarlo escapar de esto. Ya podía decir que estaba
demasiado enojada para hablar. Sus manos apretaban las riendas y su espalda 11
estaba tan rígida que, temió que se desgarrara un músculo. Y lo observaba con una
mirada demasiado intensa.
—¡Mis florecitas, hoy vamos a cazar jabalíes! ¡La primera en derribar a la
bestia ganará una cena privada conmigo! —Zander espoleó a su montura en los
costados, con fuerza, y salieron corriendo del patio.
Los otros caballos persiguieron al corcel negro, que había liderado la
manada dado que todos eran muy jóvenes. Las novias no tendrían ninguna
posibilidad de matar un jabalí antes que Zander. Estaría al frente todo el tiempo, y
Abraxas volaría por encima. Cualquier jabalí en el bosque terminaría corriendo
directamente hacia los caballos para alejarse del dragón.
Esperó a que todos los caballos estuvieran lejos del patio antes de batir las
alas. Los apéndices coriáceos se azotaron en el viento, crujiendo con fuerza varias
veces antes de que finalmente despegara en el aire.
Hoy el viento podría ser demasiado fuerte. Tuvo que luchar con cada fuerte
batir de ala para obtener la velocidad suficiente de modo que pudiera seguir el
ritmo de los caballos más pequeños, a pesar de que corrían por el bosque. El rey
había creado un camino hace mucho tiempo a través del bosque, ninguno de los
corceles perdería el equilibrio.
Los siguió durante lo que parecieron horas. Volando por el cielo y
esquivando las nubes para que aún pudiera ver a todo el grupo de mujeres y su rey.
Se movieron rápidamente, el rey gritando continuamente una dirección. Algunas
de las mujeres se quedaron atrás, luego más de ellas. Pronto, solo había seis
caballos a la altura de Zander. Las mismas mujeres que había elegido como sus
favoritas, con Lorelei a la cabeza.
Abraxas conocía a su caballo. Esa criatura había permanecido en el pasto
durante la mayor parte de su vida y disfrutaba poco de correr o incluso de estar
fuera de su redil. Abraxas pensó que era un amor, pero obviamente no era el tipo
de caballo que nadie quisiera montar. Era una mascota, no una bestia dócil.
Sin embargo, Lorelei de alguna manera había logrado que la criatura se
mantuviera a la altura del caballo del rey, que había sido el más rápido de la manada
durante años. Y parecía que el caballito que montaba Lorelei se estaba divirtiendo.
¿Cómo había hecho eso? ¿Qué hechizo mágico había lanzado que no haría
que el rey viera lo que había hecho?
Mujer tonta.
Observó un rato más, pero no pasó mucho tiempo hasta que solo quedaron
el rey y dos mujeres. Lorelei y una mujer preciosa que claramente provenía de la 11
familia más rica de Tenebrous. No es que su riqueza pudiera hacer frente a
cualquier otra ciudad en Umbra. Pero el rey apartó a su caballo del camino y las
dos mujeres lo siguieron hasta llegar a un claro.
Abraxas ya sabía lo que Zander había planeado. Le robaría algo de tiempo
a las dos mujeres a solas, y Lorelei aprovecharía esta oportunidad para matarlo.
Lo que ella no sabía era que los Caballeros Umbra rodeaban ese claro.
Estaban listos para proteger a su rey, porque Zander no era tonto. Quería asegurarse
de estar protegido, sobre todo considerando que su dragón tardaría algún tiempo
en aterrizar.
No podía permitir que intentara matar al rey cuando tantos ojos la
observaban. Incluso si tenía éxito, nunca saldría viva del claro.
Abraxas hizo algo que no había hecho en siglos. Cambió en el aire de nuevo
a un mortal, sobre una parte del bosque que ya habían atravesado. Su forma mortal
apenas se había apoderado del dragón cuando golpeó los árboles, y aterrizó con
fuerza en el suelo. Rodó, protegiéndose la cabeza y el cuello, antes de finalmente
detenerse en un montón en la base de un árbol.
Tendría moretones por la mañana, pero valdría la pena si la salvaba.
Abraxas corrió por el sendero más rápido de lo que cualquier hombre mortal
podría haberlo hecho. El miedo y la ansiedad lo alimentaron, empujándolo cada
vez más rápido y más lejos de lo que había corrido. Y, sin embargo, incluso a esa
velocidad, llegó al claro justo a tiempo para ver al rey y a la otra mujer alejarse de
Lorelei.
Se paraba ahí con su caballo, claramente preparándose para lo que tenía que
hacer. Abraxas había asumido que esperaría hasta tener su propio tiempo a solas
con el rey.
Estaba equivocado.
Lorelei sacó su arco y dos flechas del carcaj. Las enganchó a ambas al
mismo tiempo, una encima de la otra. Y no sabía qué pensaba hacer ella con eso.
Nunca había visto a un elfo golpear dos objetivos al mismo tiempo, pero sabía que
no podía darle la oportunidad de llevar a cabo su plan. Era demasiado peligroso.
Y era el momento equivocado.
Saliendo del bosque, envolvió un brazo alrededor de su cintura y la giró al
último segundo. Dos flechas gemelas salieron disparadas de su arco hacia el
bosque y, con suerte, no alcanzaron a ninguno de los Caballeros Umbra. No es que 11
importara. De todos modos, volverían con otro traje.
Usó su cuerpo para forzarla a salir del claro y regresar al bosque. Lorelei se
retorció y le dio puñetazos en los brazos, pero no emitió ningún sonido.
Chica inteligente. Al menos no alertaría al rey de que algo andaba mal.
Abraxas se aseguró de poner tanto espacio como pudo entre él y el claro.
Pero cuando llegaron a un riachuelo pequeño que atravesaba el bosque, no pudo
contenerla más. Lorelei escapó de sus brazos, cayó al suelo y luego volvió a
ponerse de pie con toda la gracia de sus antepasados.
Se dio la vuelta, su cabello volando sobre su rostro.
—¿Qué estás haciendo, bastardo escamoso? ¡Era mi oportunidad!
—¿Tu oportunidad de qué? ¿De que te maten? —Hizo un gesto a su
alrededor—. Lorelei, hay Caballeros Umbra por todas partes. ¿De verdad crees
que el rey estaría a solas con alguna de ustedes tan pronto? Es un villano, no un
tonto.
—No me importa si me ven dispararle. Tiene que hacerse y un elfo muerto
no cambiará demasiado. —Caminó hacia él, claramente con la intención de
empujarlo y regresar al bosque—. Abraxas, quítate de mi camino. Voy a matarlo.
—No, no lo harás. —Puso una mano en su pecho y la empujó hacia atrás—
. Vas a quedarte aquí hasta que termine la cacería, y entonces encontraremos una
manera de dejarte a solas con el rey. Pero no vas a arriesgarte en el proceso.
—Todo lo que hago aquí es un riesgo —gruñó—. Abraxas, soy la mujer
intentando matar al rey. Perderé la cabeza de una forma u otra, pero no fallaré.
—No estás pensando con claridad.
—Ningún dragón me dirá qué hacer. —Sus ojos fulguraron con la misma
emoción. Ese odio de antes ardiendo demasiado profundo para que él lo entendiera.
Y lo mató. Odiaba que ella hubiera decidido que él era una criatura horrible
porque su otra forma tenía escamas y alas. Las náuseas aumentaron rápidamente.
¿Pensaba que había criaturas más dignas de la libertad que otras? ¿Era un monstruo
tan cruel como Zander?
—Me odias —murmuró—. ¿Cierto?
—Antes no sabía lo que eras, pero ahora sí. —Sus ojos fulguraron
nuevamente, esta vez con emoción evidente—. Quítame la mano de encima.
¿No había movido su mano de su pecho? Maldita sea, ahora se dio cuenta 11
de eso. Podía sentir su respiración agitada debajo de su palma donde tocaba sus
costillas.
Abraxas retiró su mano de mala gana, pero no quería hacerlo. Incluso
enojado con ella, incluso sabiendo que quería arrancarle la cabeza, quería tocarla.
—¿Por qué? —preguntó—. No voy a dejarte ir hasta que me expliques esto.
Ayer todo estaba bien.
—Ayer no sabía que eras el dragón. —Dio un paso atrás, sus pies
chapoteando a través del arroyo hasta que estuvo hundida hasta los tobillos en el
agua helada—. Ni siquiera había imaginado que el dragón podría ser un
cambiaformas, pero debí haberlo sabido.
—¿Y qué importa si soy un dragón? No te miré como si fueras menos
cuando me dijiste que eras una elfa. —Y tenía más motivos para hacerlo, aunque
no añadió eso.
Las palabras no dichas flotaron entre ellos. Muchas criaturas despreciaban
a los elfos. Incluso antes de que el rey anterior los obligara a todos a doblar una
rodilla, no habían sido los favoritos de las criaturas mágicas. Los elfos eran
hermosos. Su magia era entretenida de ver. Pero ambas cosas los hicieron
demasiado populares entre los humanos. Si alguna de las criaturas podía haber
caminado entre los mortales, eran los elfos.
Se apartó el cabello de la cara y lo miró fijamente.
—Abraxas, no me importa lo que eres. Me importa que seas el dragón que
mató a mi madre. Eres el dragón que ha obligado a toda mi gente y a Tenebrous a
ser esclavos de un rey que nunca nos verá a ninguno de nosotros como personas.
Abraxas, eres la razón por la que todos estamos luchando tan duro. Sin ti, el rey ya
estaría muerto.
Eso era cierto. Todo era cierto, pero una cosa lo golpeó más fuerte que el
resto.
—¿Tu madre? —repitió—. ¿Maté a tu madre?
—Fue parte de la rebelión original, cuando la realeza se entregó al joven
hijo. —Le escupió cada palabra como un dardo venenoso—. Se alzó con los elfos
y luchó contra este rey hasta que fueron capturados. El rey quiso hacer de ellos un
ejemplo, de modo que te los entregó.
No recordaba ese momento. Fue hace mucho tiempo. Su madre podría haber
sido una de las muchas que habían sido asesinadas al principio por el dragón, pero
él quería recordar el rostro de la mujer. Deseó desesperadamente que los rostros de 11
los muertos no se hubieran desdibujado cuando cientos habían caído.
—¿Murió por fuego? —preguntó, de repente necesitando saber la respuesta
a su propio miedo—. ¿O dientes?
—¿Qué importa?
—Importa. —Ah, solo le importaba a su alma, pero importaba. Más de lo
que quería admitir.
Lorelei lo fulminó con la mirada cada vez más intensa, pero cuadró los
hombros y enfrentó los horrores de su pasado.
—Me paraba entre la multitud y los vi atar a mi madre a una pira. Bajaste
del cielo como una especie de demonio salido de las pesadillas mortales. Miraste
a mi madre a los ojos y ella no se inmutó cuando le arrojaste fuego. No me quedó
nada que reclamar. Ni huesos. Ni joyas. Ni siquiera un trozo de ropa. Te aseguraste
de que no quedara nada de ella más que cenizas y polvo.
Las palabras rodaron sobre él y llegaron con una sensación de alivio. Un
fresca sensación de paz alivió a través de su alma, y la ansiedad se desvaneció
como si sus palabras fueran la grieta en la urna de su cuerpo.
—Bien —respondió con un suspiro profundo—. Bien. Entonces, tuvo una
muerte honorable.
No había mayor insulto que un dragón se comiera a alguien. Significaba que
solo valían como alimento, y lo había hecho por el rey unas cuantas veces. Cada
una de esas muertes lo atormentaban mucho más que las demás.
Si él había matado a su madre con llamas, entonces su alma descansaba en
paz. Se había ganado esa muerte y habría recordado las viejas costumbres.
Esperaba.
Su rostro se volvió blanco como el hueso.
—¿Bien? ¿Crees que es bueno que hayas matado a mi madre?
Sacudió la cabeza, intentando encontrar las palabras que lo explicaran.
—¡No! No, Lorelei, escúchame. Los dragones tienen una forma diferente
de lidiar con los traidores. Si me hubiera comido a tu madre, eso significaría que
su alma habría vagado. Ser purificado en fuego implica depurar todos sus pecados.
Se fue a su otra vida como una heroína.
—¿Una heroína? ¿A quién le importa si murió como una heroína? ¡Aún está 11
muerta! —Lorelei levantó las manos, con las palmas hacia afuera y temblando—.
Abraxas, no quiero escuchar más de esto. No puedo. Tus excusas me suenan
vacías, y no significan nada.
Se alejó de él. Avanzando a través del bosque y lejos de su vista. No podía
dejarla ir. No podía matar así al rey, cometería un error.
Abraxas salió corriendo tras ella.
—¡Lorelei, no puedes!
—¡Abraxas, no voy a hacer nada estúpido! —gritó por encima del
hombro—. De todos modos, ahora no es un buen momento. ¡Déjame en paz!
No podía seguir el ritmo de un elfo en el bosque. Aunque, lo intentó.
Abraxas corrió entre los árboles hasta que perdió de vista el cuerpo ágil que
resplandecía con la luz de la luna debajo de su piel.
22

Lore no podía pensar a través de la ira que corría por sus venas. ¿Se atrevió 11
a decir que fue una buena muerte? ¿Que a su madre se le había dado un final
honorable cuando no necesitaba morir en absoluto?
Ahora entendía el problema con los dragones. Solo veían el mundo en
blanco y negro. Sus acciones no podrían haber estado mal, porque él era el dragón
todopoderoso ante el que todos deberían inclinarse y apreciar que les hubiera dado
un segundo de su tiempo.
Apartó una rama de su camino y continuó marchando por el bosque. Ni
siquiera sabía a dónde iba. El castillo quedó detrás de ella, y tendría que regresar
en algún momento. El rey pensaría que había escapado, y entonces los Caballeros
Umbra irían tras ella, independientemente de su razonamiento.
Si tan solo hubiera soltado esa flecha en su espalda mientras él se alejaba
de ella, y todo esto hubiera terminado. Ella podría estar muerta. Los caballeros no
la habrían dejado escapar tan fácilmente. Pero habría terminado.
Y estaba lista para que todo esto terminara.
Comprendió en algún momento que los árboles la habían hecho dar la
vuelta. Los árboles tenían al menos algunas diferencias en ellos. Pero estos árboles
eran exactamente iguales a los de hace unos momentos, hasta sus raíces nudosas.
Redujo la velocidad, y luego se detuvo. Lore se giró en un círculo mientras
recopilaba toda la información sobre los árboles rodeándola. Eran los mismos de
hace diez minutos. Estaba segura de ello.
Lo que significaba que alguien la había hechizado para que no pudiera
seguir moviéndose.
¿El rey? Quizás. No le sorprendería saber que él había puesto un
encantamiento en el castillo para que ninguna de las novias pudiera irse. Pero esta
magia tenía un sabor familiar que no podía quitarse de encima. La magia se aferró
a ella como sombras, y el bosque se dobló con demasiada facilidad para que esto
fuera otra cosa que una criatura que ya hubiera conocido.
—¡Borovoi! —gritó—. Reconocería tu magia en cualquier parte, leshi. Sal
y háblame en lugar de atraparme.
—Entonces, deja de intentar correr —respondió Borovoi. Sus palabras
resonaron a través de los mismos árboles—. He estado evitando que dejes atrás tus
deberes, pero eres bastante agotadora de ver, pequeña niña.
—Creo que he sobrevivido lo suficiente como para no ser llamada así nunca
más —gruñó.
Los árboles se juntaron a su derecha. Giró a tiempo para verlos formar un
solo tronco retorcido. Se enroscaron uno alrededor del otro como una serpiente 11
antes de abrirse por el centro, tal como lo había hecho el árbol para escupirla en la
fiesta del rey.
Dos figuras salieron de las sombras de la brecha. Un hombre pálido con
largos mechones enredados y una mujer vestida completamente de cuero.
Lore podía con el leshi. Borovoi podría ser un anciano entrometido, pero
era lógico. Entendía que el rey era muy peligroso y sería muy difícil de matar, sin
importar lo mucho que lo intentara. Lore también tenía experiencia, pero eso no
significaría nada para la mujer que estaba junto a Borovoi.
Margaret cruzó los brazos sobre el pecho y luego miró a Lore de arriba
abajo.
—¿Qué crees que estás haciendo?
Lore se negó a ceder, con el pecho agitado.
—Escaparme del dragón, quien aparentemente es el mismo hombre al que
he estado intentando involucrar en todo este plan. ¿Por qué no me dijiste que el
dragón podía cambiar de forma? Margaret, es mortal, y camina con el rey.
—Pensé que todos sabían que el dragón era el guardia personal del rey.
—¡Nadie sabe que es un hombre! —Lore arrojó las manos al aire,
exasperada de que esta mujer dijera tal cosa—. Margaret, tienes que estar
bromeando. El dragón puede cambiar a una forma humana. Es el que sigue cada
paso del rey. Me enviaste a la batalla contra los más fuertes de nuestra especie sin
previo aviso.
—Dijiste que estabas trabajando con él —corrigió Margaret—. Si tienes al
dragón bajo tu pulgar, entonces estamos más cerca de matar al rey de lo que quieres
admitir.
La mandíbula de Lore se abrió. Ni siquiera quería considerar trabajar otra
vez con Abraxas. Había besado al hombre que había matado a su madre. Había
pensado que ese hombre era divertido, inteligente, y pensó que en realidad podría
gustarle.
De todas las personas, había pensado que Margaret lo entendería. Su madre
y Margaret habían sido amigas hace mucho tiempo. Habían corrido juntas por los
bosques antes de que el rey de los hombres mortales arruinara este mundo. Su
muerte debería haber golpeado duramente a Margaret.
Obviamente, no lo había hecho. Margaret no se detendría ante nada para 11
completar esta misión. Incluso ofrecer a la hija de su mejor amiga al asesino que
había arruinado a la familia de la que una vez había sido parte.
—No puedo hacer esto —murmuró Lore—. No puedo mirarlo a los ojos o
trabajar con él cuando sé lo que ha hecho. Mi alma me grita que vengue a la madre
que debería haber vivido. Por las miles de almas que han encontrado su fin
prematuro solo porque sigue como un perro las órdenes del rey.
Margaret disparó su mano en el aire, silenciando las palabras de Lore.
—Cállate, mocosa malcriada. ¡Cómo te atreves a cuestionar esta misión
simplemente porque te sientes incómoda!
Al ver su oportunidad de interponerse entre las dos elfas rabiosas, Borovoi
entró en la línea de visión de ambas.
—Lore, ¿y si el dragón tampoco quiere trabajar con el rey? Me cuesta creer
que uno de los nuestros ayude a alguien como ese chico. El dragón es viejo. Ha
visto innumerables reinos comenzar y caer. No es una mascota. Es antiguo.
—Y, sin embargo, permite que el rey lo trate como un animal bien entrenado
—gruñó.
—Entonces, ¿con qué lo controla el rey? —Borovoi agitó la mano en el aire,
y una imagen apareció como niebla sobre sus dedos abiertos. Una imagen de un
vientre escamado pasando sobre las copas de los árboles—. En los viejos tiempos
no nos cazaban. Solía haber cientos de dragones por todo Umbra. ¿Adónde se
fueron todos?
—No me importa.
Claro, eso podría haber despertado cierta cantidad de curiosidad en ella. Los
dragones no abundaban como para que la gente hiciera preguntas, y era extraño
que él trabajara con el rey. Este niño horrible que los mantenía a todos cautivos
debía tener algo para convencer al dragón de ser dócil.
Pero no. No quería perder el tiempo intentando averiguar qué era ese algo.
Podría pasar el resto de su vida intentando averiguarlo, o justificando la lealtad de
Abraxas. Al final, no cambiaría nada. El dragón aún había hecho actos horribles
en nombre del rey. Aún había matado a su madre.
Borovoi vio estos pensamientos pasar por su rostro. Sonrió y la señaló.
—Elfa, quieres saber tanto como yo.
—No quiero saber nada. Quiero terminar con todo esto, y el dragón me
detuvo hoy. La cacería era la excusa perfecta para atrapar al rey por su cuenta y 11
podría haberle achacado la herida a un jabalí que no maté mientras intentaba salvar
su vida. Todo era exactamente como lo necesitaba. Él es un riesgo para la misión.
Lore sabía que no debería haber dicho nada en absoluto. Conocía esa
expresión en el rostro de Margaret, y era una que significaba que sería infeliz por
un tiempo. Margaret estaba a punto de arrojarla a los lobos y esperar que su nuevo
y loco plan funcionara.
—No —interrumpió Lore los pensamientos de la mujer—. Sea lo que sea
que acabas de cocinar en tu cabeza, no lo haré.
—Lore, no tienes elección. Vas a terminar esto, porque tienes que hacerlo.
No has recorrido todo este camino para detenerte ahora, ¿verdad? —Margaret
levantó una ceja desafiante.
—Margaret, no me pongas en más peligro. Matar al rey es una tarea bastante
difícil. Ahora vas a pedirme que haga otra cosa, y no lo aprecio. —Lorelei hizo
todo lo posible por sonar como una mujer sabia. Quería que la asesina frente a ella
la tomara en serio.
Pero también sabía que si Margaret cambiaba la misión, entonces, haría lo
que la elfa mayor quisiera que hiciera. Porque ya había hecho todo lo posible y no
había funcionado. Necesitaba ayuda.
Y si en realidad miraba dentro de su propio corazón, quería matar al tirano
asesino que había arruinado este reino. Quería que todo esto terminara para poder
liberar a esas criaturas en las mazmorras. De modo que ella pudiera darles toda la
vida que se merecían.
Margaret supo cuándo cedió, mucho antes de que Lore supiera que lo haría.
—Esa es mi chica —murmuró—. Escúchame. Este dragón podría ser más
útil de lo que cualquiera de nosotros imaginaba. Borovoi tiene razón, solo está
siguiendo al rey porque ese hombre diabólico tiene algo en su contra. Si nos
llevamos al dragón, lo dejaremos más vulnerable. Eres la primera persona que
podría ser capaz de hacer eso.
—Pensé que querías que matara al rey.
—Quiero que hagas ambas cosas —espetó Margaret—. Quítale la vida, y
luego tráeme ese dragón. ¿Crees que el rey caerá y que todas las demás piezas
estarán listas para alinearse en el puesto vacante? Todo el reino se derrumbará al
momento en que atravieses el cuello de ese villano con una flecha. Lo que significa
que, vamos a necesitar toda la ayuda que podamos conseguir en los próximos
meses.
11
A Lore no se le escapó que Margaret estaba absolutamente segura de que
tendría éxito. Comprenderlo no debería haberla enorgullecido, pero lo hizo. La
opinión de la otra elfa importaba mucho, y al menos ella sabía que no había
defraudado de momento a Margaret.
Pero este plan… era una locura.
Lore tragó pesado.
—Ya corté los lazos con el dragón. Sabe que mató a mi madre, y que no
quiero tener nada que ver con él.
—La gente cambia. Estabas comprensiblemente enojada, y él no puede
reprochártelo. Pero volverás con él, Lorelei. Convéncelo de que aún lo necesitas,
y que fuiste cruel sin motivo. —Margaret agitó una mano. Hojas cayeron de los
robles detrás de ella y aterrizaron sobre sus hombros en una lluvia de colores
brillantes de color verde—. Dragón o no, los hombres son fáciles. Lore, no son
bestias confusas. Lo sabes tan bien como yo.
Borovoi pareció erizarse por el tono, pero incluso él se encogió de hombros.
Cerró los ojos con fuerza, y respiró lenta y uniformemente.
—¿Quieres que seduzca a un rey y un dragón?
—Niña, harás lo que sea necesario. Agarra este reino por el cuello y haz que
se arrodille ante tu voluntad. —Margaret la miró con una mirada penetrante—.
¿Puedes hacer eso?
No.
Solo era Lorelei de Silverfell. Una elfa joven que apenas había visto los
viejos tiempos antes de que todo terminara. No sabía cómo comportarse con las
personas y, hasta el momento, solo había tenido una oportunidad de matar a un rey
y la había desperdiciado.
No estaba más cerca de su objetivo de lo que había estado al comienzo de
todo este lío. Las únicas personas que tenía de su lado eran una chica mortal, un
duendecillo que aún se escondía y, potencialmente, un dragón que pensaba que lo
odiaba.
Esto no era una misión. Era un suicidio.
Abrió la boca para decirle eso a Margaret, pero la elfa aplaudió. El sonido
envió una onda de choque a través del bosque y todo quedó en silencio. Como si
incluso los árboles estuvieran conteniendo la respiración y esperando lo que diría.
—Bien. Entonces, Lorelei, harás todo esto por mí. Completarás tu misión y
luego te nombraré heroína. 11
—No quiero ser una heroína —susurró a medida que ambos caminaban de
regreso a la brecha en el árbol—. Solo quiero ser yo.
Margaret desapareció, pero Borovoi se detuvo para mirarla por última vez.
—Señorita Lorelei, ¿alguna vez has considerado que tal vez esas dos
personas son una y la misma? La mujer que quieres ser, y la heroína que no.
Él también abandonó el claro, y Lore descubrió que había olvidado respirar.
Su cabeza pulsó pesada con sus palabras resonando una y otra vez en su mente.
Tal vez esas dos personas eran iguales.
¿Era la heroína? No quería serlo. Los héroes nunca terminaban felices en
ninguna historia. Pero las personas que terminaban felices eran las que no estaban
en absoluto involucradas. Eran los personajes secundarios en el fondo. El
agricultor cuyo campo fue destruido originalmente, pero luego mejorado. La sirena
que ahogó a los marineros, pero terminó sola cuando nadie pudo encontrar su gruta
submarina.
Eso es lo que Lore quería ser. El personaje olvidado que quedó en un
segundo plano por toda la eternidad.
Los árboles se estremecieron sobre su cabeza. Las hojas cayeron por el aire,
pero estas no fueron en absoluto verdes. Fueron amarillas y en forma de huevo,
puntiagudas y con bordes dentados.
Hojas de abedul. Justo como aquellos con los que había crecido y jugado
mientras su madre observaba con una sonrisa en su rostro. Hojas de abedul que
siempre le habían recordado de dónde venía y quién era.
Lore colocó una sola hoja amarillenta detrás de su oreja y asintió con
firmeza.
Que así sea. Si el destino quería que fuera una heroína, entonces sería una
heroína.

11
23

—¿Qué quieres decir con que escapó? —gritó Zander. Su grito resonó por 11
toda la caverna del dragón.
Abraxas aún no había vuelto a su forma de dragón. En cambio, se paraba en
el último saliente de piedra antes de la cueva que se abría a un pozo de monedas
de oro y joyas.
—Ella quería atravesar el bosque y regresar al castillo por su cuenta —
murmuró a medida que contaba cada pieza de oro frente a él—. Dijo que el viaje
no sería muy largo, pero que había disfrutado de la cacería. Ya te dije cómo se
disculpó.
—Sabes que eso no tiene mucho sentido. Ni siquiera tú podrías inventar una
mentira tan pobre. —Zander caminó detrás de él y empujó su hombro—. Abraxas,
dime exactamente lo que pasó. Y esta vez, sin mentiras.
Ya sabía lo que temía el rey. Zander pensaba que Abraxas había encontrado
a una de las novias entretenida y quería tomar una como propia. Por supuesto, tenía
razón. Abraxas preferiría morir antes que verla en manos de este rey horrible.
Pero tampoco podía dejar que Zander lo supiera. El destino de Lorelei
descansaba ahora sobre sus hombros. Junto con el destino de toda la especie
dragón.
No se había sentido así en mucho tiempo. Unas fauces abrumadoras de
ansiedad y miedo esperaban a sus pies para que se lanzara a la oscuridad que lo
tragaría durante los meses venideros. Sería tan fácil retirarse. Zambullirse de
cabeza en ese lugar oscuro que se negaba a permitirle irse.
De alguna manera extraña, fue reconfortante dejar que la ansiedad tomara
el control de su vida. Después de todo, lo que le faltaba era control, y al menos si
estaba hibernando en su caverna, nada malo podría volver a suceder.
Zander empujó su hombro por segunda vez.
—¿Estás siquiera escuchándome? ¿Qué es este hábito en el que sigues
cayendo? ¡Soy tu rey! Tienes que escuchar cada palabra que digo, y sabes las
consecuencias si no lo haces.
Lo perdería todo. Sí, lo entendía.
Y vivía con la montaña de culpabilidad que venía de trabajar con Zander.
La culpa de su propia especie extinta. La culpa del alma de una mujer inocente que
solo quería salvar este reino de un niño llevando una corona en la cabeza. ¿Cuánto
más podría soportar?
—Entiendo —murmuró, su voz en un tono bajo y su corazón acelerado en
su pecho—. Sé con qué me amenazas, Rey Umbra.
11
—Bien, entonces entiendes la gravedad de la situación.
—Ciertamente, mi rey. Si no sigo todos tus caprichos, realmente seré el
último de los dragones. —Y ese pensamiento lo aterrorizó más que cualquier otra
cosa.
Abraxas se había aferrado a la esperanza de que algún día vería otro dragón.
Anhelaba el destello de escamas en el cielo, como la luz de las estrellas, pero
mucho más brillante. Soñaba con un rugido destrozando las nubes como un trueno.
Incluso ahora, la idea de ver a alguien que era exactamente como él hacía que se
le llenaran los ojos de lágrimas.
Quería eso más que nada. Y no se detendría ante nada para conseguirlo.
—El último de tu especie —repitió el rey—. Eso debe pesarte. El resto del
reino cree que en realidad eres eso, pero tú y yo somos los únicos que sabemos
cuán atado estás a mí. Sin mí, todas tus esperanzas y sueños se desmoronan. ¿No?
Se humedeció los dientes, sintiendo que los caninos se alargaron a medida
que no deseó nada más que volver a convertirse en el dragón y aplastar los huesos
del rey entre sus dientes.
—Zander, no veo por qué sacas esto a colación.
—Tal vez quiero que otros vean lo que sé. Tal vez sería mejor si todo el
reino supiera por qué estabas a mi entera disposición. —Una luz fanática aumentó
dentro del rey.
Abraxas pensaba que era una idea estúpida. Había muchas almas generosas
en Umbra que se enterarían de su difícil situación y querrían ayudarlo. Pero el rey
claramente no lo veía de esa manera. Pensaba que si el reino supiera que tenía al
dragón bajo su pulgar por una buena razón, y la totalidad de la especie dragón,
entonces lo considerarían aún más poderoso.
Zander nunca había sido muy inteligente. Siempre había pensado que el
mundo giraba en torno a él y sus decisiones. Sería su mayor error dar a conocer
esta información al mundo.
El dragón no lo detendría.
Abraxas se dio la vuelta, elevándose sobre el rey mientras exhalaba un
gruñido bajo.
—Zander, no veo a qué juego crees que estás jugando.
—Creo que temes a los demás, sabiendo que estás tan atado a mí. No quieres
que nadie sepa que tu mayor error es caer bajo el control de los hombres mortales. 11
—Zander sonrió, como si hubiera descubierto un secreto que se suponía que no
debía saber—. Dragón, ¿es vergonzoso ser mi esclavo?
—¿Vergonzoso? —La palabra esclavo ardió en su mente. No por ninguna
razón que Zander pudiera pensar, sino porque era un insulto que llamaran así a un
dragón.
No era un esclavo.
Se quedó por su honor y su deber para con los de su especie. En cualquier
momento, podría alejarse de este castillo horrible y de este rey infantil. Abraxas
podía elegir ser el último dragón y vivir su larga vida en las montañas donde nadie
lo encontraría.
Pero en esencia, era un buen hombre. Por eso se quedó. Por eso permitió
que el rey hablara y no lo mataba.
Con una sonrisa de dientes afilados, dejó que un gruñido largo brotara de
entre sus dientes.
—Zander, no sabes nada de mí. No creas que eres capaz de comprender a
una criatura que ha vivido diez de tus vidas.
—Creo que te entiendo muy bien. —Zander levantó la mano y las monedas
de oro a su lado se movieron.
Las monedas circulares tintinearon entre sí cuando la montaña de riqueza
rodó, se movió y reveló la caja que contenía los huevos. La caja encantada que
cambió el mundo entero para Abraxas.
Ni siquiera podía acercarse a ella. Eso era parte del problema. Daría su brazo
derecho si pudiera sostener uno de los huevos. Incluso solo para tocarlos y
asegurarse de que la magia de su gente aún permaneciera debajo de la corteza fría
del caparazón. Algo. Cualquier cosa para aliviar el temor de que los huevos
hubieran muerto, no que estuvieran inactivos.
Zander se acercó a la caja y la abrió. Los huevos gemelos que yacían dentro
eran tan impresionantes. Podrían haber comprado un reino si alguna vez se hubiera
atrevido a separarse de ellos.
La ira por la muerte del otro dragón volvió a la vida. Abraxas lo había
enterrado profundamente, con la esperanza de poder olvidar el evento traumático
de modo que pudiera salvar a los otros dos. Pero el dragón en su pecho quería
destruir a este rey por lo que había hecho.
—Míralos —dijo Zander en voz baja—. Recuerdo la primera vez que mi
padre me mostró estos huevos. ¿Te acuerdas? 11
—Por supuesto. —¿Cómo podría olvidar? El chico había sido poco más que
un niño entonces, y había mirado los huevos como si fueran juguetes que le habían
dado como regalo.
—Pensé que eran las cosas más hermosas que jamás hubiera visto. No sabía
lo mucho que adoraría la forma femenina cuando fuera mayor —se rio Zander—.
Pero estos huevos aún tienen cierto encanto. Una esperanza que persiste debajo de
la cubierta de piedras preciosas. ¿No estarías de acuerdo?
—Lo hago.
—Abraxas, ¿qué es esa esperanza? Incluso yo la siento cuando los miro. —
Zander tocó con un dedo el huevo de zafiro, y luego acarició el de esmeralda—.
Me hacen sentir fuerte cada vez que están a la vista. Y no creo que sea porque ellos
son la razón por la que te controlo.
—Esa esperanza proviene de la comprensión de que tienes en tus manos el
poder de destruir o comenzar una especie de criaturas que una vez gobernaron este
reino. —Sus palabras se convirtieron en un gruñido profundo lleno de fuerza y
orgullo—. Es una esperanza que arde en todos nosotros de las vidas que vivimos
antes. Nuestras almas recuerdan cómo se veía cuando los dragones volaban a
través de las nubes. Cuando podíamos mirar al cielo y ver una bandada de dragones
mientras migraban a sus terrenos de caza de invierno. Y esas almas anhelan que
vuelva ese tiempo.
Sus palabras resonaron a través de la caverna como un presagio. Incluso el
rey podría haber sentido la maravilla trágica de lo que solía ser su historia.
El tiempo de los dragones había terminado hace siglos. Los reinos mortales
habían surgido y caído desde que Abraxas había visto por última vez a todos los
dragones en una bandada. Su número disminuyó por una plaga. Luego se
fracturaron entre ellos. Hasta que solo quedó su clan. Entonces, había llegado el
rey mortal, y ahora, solo estaban los huevos y él.
¿Cuánto tiempo había estado solo? ¿Cuánto tiempo había sufrido,
esperando y rezando para tener la oportunidad de despertar esos huevos de modo
que pudiera ver una vez más una cara con escamas?
Ahora era demasiado viejo. Demasiado viejo para hacer lo que tenía que
hacer y demasiado débil para matar a este rey. Demasiado débil para encontrar a
alguien que pudiera romper el encantamiento de esa caja sin la interferencia del
rey.
Zander suspiró.
—Ah, ¿eso es lo que es? ¿La esperanza de que algún día liberaré a estas 11
criaturas sobre el mundo? Tal vez si pudiera entrenarlos para ser como tú. Abraxas,
¿qué piensas de eso? ¿Podré tener tres dragones en una correa?
Si lo intentaba, entonces Abraxas los mataría. Prefería ver morir a esos
pequeños dragones en los huevos que verlos soportar la misma vida que él había
sufrido.
Los ojos del rey vieron a través de sus pensamientos con demasiada
facilidad. Zander se rio entre dientes y negó con la cabeza.
—No, no lo creo. Puedo ver esa ira en tus ojos, ¿sabes? Es como mirar a un
dragón en lugar de a un hombre, incluso en esta forma.
Abraxas gruñó en respuesta.
—Justo así —respondió el rey—. Así es exactamente como pensé que
responderías.
Quería dejar este lugar. Se imaginó convirtiéndose en un dragón y obligando
a Zander a salir de su cueva. Pero no podía, y esa frustración lo estaba comiendo
vivo lentamente. Si tan solo…
Si tan solo. Ahí era donde terminaba el pensamiento cada vez que intentaba
pensar en ello. Abraxas podría atormentarse con lo que podría ser su futuro, o
podría comprender que vivía aquí. Ahora. Y nunca cambiaría, sin importar lo
mucho que lo intentara.
Zander cerró la tapa de la caja encantada lentamente y luego palmeó la parte
superior.
—Envié a un gran grupo de novias a casa. No fueron divertidas durante la
cacería, y continuaron rezagándose. Claramente no son las mujeres que busco en
una pareja. Pero he decidido que ahora también deseo tener una esposa valiente.
Una esposa que se sentiría cómoda sosteniendo un dragón en la palma de su mano.
El cambio de tema rápido casi le dio a Abraxas un latigazo. Luchó por
mantenerse al día con la intención del rey en esta conversación.
—Supongo que una esposa valiente es algo que todos los hombres desean.
—Pero no soy todos los hombres. Soy un rey y ella tendrá que sufrir más
que vagar por esta vida como una princesa o una reina. La vida ya es bastante
difícil tal como es. —Zander se rio—. Y pensar que, había pensado que sería fácil
elegir entre un conjunto de mujeres hermosas.
—Solo has visto a las mujeres de Tenebrous —le recordó al rey—. Nunca
pensaste en buscar novia en las Tierras Altas o las Tierras Bajas.
11
—Eso es porque no quiero una mujer que no aprecie que la sacaré de la
pobreza y le daré una vida como esta. —Zander abrió los brazos—. Pero mi
próximo plan asegurará que solo queden las mejores mujeres. Solo las pocas que
merecen estar aquí.
Un agujero se abrió en el estómago de Abraxas. Había escuchado esto antes
del rey, y ahora solo iban a quedar unas pocas mujeres.
¿Enviaría a Lorelei a casa? Nadie sabía adónde había ido la elfa. Incluso
Agatha envió a sus doncellas por todo el castillo, pero no pudieron encontrar ni
rastro de la joven.
—¿Qué hay de la chica? —preguntó, arriesgándose a compartir lo mucho
que lo intrigaba la elfa—. ¿La que se adentró al bosque?
Zander agitó una mano en el aire.
—No importa. Ha demostrado ser una joven bastante impresionante,
aunque odio admitirlo ante nadie. Puede quedarse.
El alivio lo inundó. Le zumbaron los oídos, tan fuerte que casi no escuchó
lo que dijo el rey a continuación.
—Quiero que te roben un huevo —continuó Zander—. Creo que ese sería
el desafío más entretenido de ver hasta ahora. Aunque, por supuesto, nadie lo
logrará. Pero habrá que ver quién se acerca lo suficiente. Por supuesto, harás todo
lo posible para detenerlos.
Abraxas seguramente no había escuchado bien al rey. Nadie podía tocar la
caja excepto el rey. Si una de esas mujeres lo intentaba, la magia en ella las mataría.
Casi lo había matado, y era cien veces más grande.
Sacudió la cabeza y dio un paso alejándose de la caja.
—Sabes lo que sucederá si haces eso. Zander, podrías matar a una de ellas.
—Si mueren, mueren. —Zander se encogió de hombros—. De todos modos,
hay muchas. Pero quiero ver si alguna puede llegar a la caja. Es una buena prueba
para ver qué tan capaces son. Además, si pueden engañarte, entonces son alguien
a quien vigilar. Abraxas, será divertido, no arruines todo esto con tu preocupación.
No estaba intentando arruinarlo. Temía por la vida de estas jóvenes
inocentes que al rey simplemente no le importaba en lo más mínimo. Zander tenía
poca misericordia cuando se trataba de aquellos que pensaba que podían
proporcionarle un poco de diversión.
Eso enfermaba a Abraxas.
11
—Bien —murmuró—. Si esto es lo que quieres, entonces esto es lo que
haremos.
—Es lo que quiero. Y sé que lo vamos a hacer. Ya mandé noticias a las
damas. —Zander se pavoneó de felicidad—. Ahora, voy a dejar la caja aquí para
que las damas la encuentren, pero entrarán por la boca de la cueva al pie de los
acantilados. ¿Qué opinas?
—Creo que les estás pidiendo que hagan lo imposible.
—Sí, lo sé. —Zander aplaudió, pero luego abrió la caja una vez más. Sonrió
a los huevos, luego dejó que se cerrara demasiado rápido. Demasiado duro—.
Después de todo, los rumores son la mejor manera de hacer que la gente empiece
a hablar, ¿sabes? La primera que se dé cuenta de que aquí hay huevos de dragón
se lo dirá a todo el mundo. Abraxas, tienes una hora a solas con ellos. Entonces,
espero que estés listo para evitar que mis novias roben lo que es tuyo. Eres capaz
de hacer eso, ¿no?
El rey no esperó su respuesta. En cambio, Zander salió de la cueva con
demasiada confianza. Demasiada bravuconería.
Abraxas se puso de rodillas frente a los huevos.
—Lo siento —susurró—. Lo siento mucho, hijos míos.
24

—El dragón tiene una cosa en su tesoro que quiero que traigan más que 11
cualquier otra cosa —gritó el rey a sus novias—. Es lo único que mi corazón desea,
pero quiero ver con qué eligen volver. Hay muchas riquezas en su tesoro. Pero
debo advertirles que, no se lo pondrá fácil a ninguna de ustedes. El dragón hará
todo lo posible para evitar que tomen una sola cosa de la cueva.
Los susurros ya comenzaron. Algunas mujeres se agruparon en montones.
Cada una de ellas ya tenía personas de confianza con las que se ayudarían
mutuamente. Ahora solo quedaban quince de ellas. Estaban obligadas a formar
amistades.
Lore enderezó los hombros y juntó las manos detrás de la espalda. Si el rey
quería que ella le robara al dragón, entonces lo haría. De todos modos, le daría la
oportunidad de conversar con el tonto.
Ni siquiera debería considerar esto. El dragón se convertiría en hombre y se
centraría en ella mientras todas estas otras mujeres le robaban. Y recordaba las
historias sobre los dragones que perdieron partes de su tesoro.
Beauty se inclinó hacia ella y susurró por un lado de su boca:
—¿Acaso los dragones no matan a las personas por robarles?
—Se podría asumir que esta es una circunstancia diferente —respondió
Lore, aunque no estaba muy segura de sus palabras—. Supongo que le ha advertido
al dragón que vamos a su cueva y trataremos de robarle.
—¿Y si no ha advertido a la criatura?
Lore no sabía qué decir. El dragón podría matarlas a todas si quisiera. Sería
tan fácil para él arrojar fuego sobre todas las novias que entraran en su caverna, y
luego todo esto terminaría en llamas.
El rey se encogería de hombros. No le importaba si todas morían en este
loco intento para entretenerse. Encontraría más mujeres jóvenes de otros pueblos
hasta que alguien captara su atención por más de unos segundos.
Cómo Lore misma permanecía aquí era un milagro. No había regresado
hasta medianoche y Agatha había enviado un mensaje al rey explicando la
situación. Obviamente, Lore había coqueteado con un joven o con alguien que no
era el rey.
Lore no sabía cuál fue la respuesta del rey, pero había hecho que el rostro
de Agatha se contrajera aún más. No había pensado que eso fuera posible.
—¡Mis florecitas, tienen algunas horas para prepararse! —gritó el rey.
De todos modos, ¿por qué estaba gritando? Todos estaban en la misma
habitación. De hecho, una sala de estar pequeña, sin motivo para que gritara. 11
Podían escucharlo muy bien, pero en cambio, se comportaba como un gran
presentador, gesticulando salvajemente con los brazos y gritando para que todos lo
escucharan.
No le agradaba este hombre. Hacía todo lo posible para ser un gran imbécil.
Pero tenían algo de tiempo, y eso significaba que podría usar su propia ropa.
Ropa que la dejaría sumirse en las sombras y encontrar un camino que las demás
no verían. La tensión en sus hombros se alivió con la idea de ponerse su propia
armadura, su propia ropa que había usado durante mucho tiempo. Sería algo así
como volver en sí misma después de una aventura larga.
Beauty aferró el brazo de Lorelei cuando intentó alejarse.
—No tengo idea de cómo robarle a un dragón —murmuró la joven—. Ni
siquiera sé cómo escalar un acantilado.
Maldición.
Lore no podía dejar sola a esta cosita o el dragón se la comería. Y por mucho
que a Lore no le importara quién cayera en esta experiencia… no quería que
Beauty muriera.
—Vamos —dijo con un suspiro largo. Lore colocó a Beauty debajo de su
brazo y la guio hacia la habitación pintada de rosa—. Entonces, vamos a
prepararnos juntas. Quédate cerca de mí, y me aseguraré de que encuentres un
tesoro para llevárselo al rey.
—Gracias a los dioses. Creo que podría morir si no me ayudas con esto.
Como en todos los otros desafíos, pero a Lore no le importaba. Le agradaba
Beauty. Mucho.
—Está bien. Lo primero que debes saber sobre robarle a cualquier criatura
mágica es que no quieres que te vean —comenzó tan pronto como la puerta se
cerró detrás de ellas—. ¿Qué tienes?
Beauty parpadeó hacia ella.
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué ropa tienes que te dará alguna forma de esconderte del dragón si te
mira?
—Um… —Beauty se mordió el labio, miró el armario y luego volvió a
mirar a Lore—. Puede que necesite un poco más de tiempo que tú. ¿Qué tal si vas
a prepararte, y luego nos reunimos aquí?
Supuso que ambas tenían que darse prisa, y tenía sentido que Lore se alistara 11
al mismo tiempo que Beauty.
—Está bien, ¡pero será mejor que estés lista para cuando regrese! Recuerda,
la idea es esconderte.
Como si eso fuera a ser fácil. El dragón veía todo. Eso era parte de lo que
hacía que los dragones fueran tan difíciles de combatir. Sus ojos eran como los de
un águila o un halcón. Esconderse de una criatura como esa era casi imposible.
Afortunadamente, Lore se había preparado para esto. O al menos para tener
que esconderse.
Sabía el atuendo exacto que quería usar, y sabía que Goliath lo empacaría
porque era su atuendo favorito para ella. Las mallas de cuero oscuro se deslizaron
sobre sus miembros como una segunda piel. Incontables hebillas y correas bajaban
por sus piernas, listas para que cuchillos, dardos y flechas se deslizaran en sus
soportes. El corsé de cuero le permitiría moverse con rapidez, y las largas mangas
oscuras debajo mantendrían sus brazos móviles.
Lore se trenzó el cabello en la parte superior de su cabeza, los mechones
rubios casi al ras de su cráneo. La mejor parte de este atuendo era que procedía de
su madre. Los elfos de Silverfell sabían cómo desaparecer entre las sombras
cuando lo necesitaban. Y sabían cuándo brillar como la luz de la luna para atraer a
sus enemigos más cerca. Pero este atuendo élfico la mantendría a salvo. Estaba
segura de eso.
Por fortuna, muy pocas personas recordaban cómo era un elfo real.
Lore se miró en el espejo y suspiró. Sus orejas eran demasiado visibles. No
podía mantener su cabello así. Así que pasó demasiado tiempo intentando
descubrir la mejor manera de mantener el cabello fuera de su cara, pero también
sujetando las puntas puntiagudas de sus orejas.
Finalmente, se decidió por una trenza mucho más baja en la base de su
cuello. Aunque se interpondría en el camino si tuviera que mirar hacia arriba
durante un período largo. Era lo mejor que podía hacer.
Con una última mirada en el espejo para asegurarse de que todo estaba en
su lugar, Lore asintió con firmeza. Esto serviría. Podía robarle al dragón y
encontrar el camino a través de cualquier tesoro que él hubiera reunido en este
lugar.
Si la miraba, o si decidía que necesitaban otra conversación sobre ella y su
madre, Lore se ocuparía de ello. No era ninguna joven desfalleciente que no podía
enfrentar la tragedia de su propio pasado. Incluso si eso significaba mirar al asesino 11
de su madre a los ojos y no intentar hacer lo mismo con él.
—Tienes un trabajo que hacer —le dijo a su reflejo—. Vas a matar al rey, y
con él, liberarás al dragón bajo el control de la rebelión. El reino será mejor por
ello.
El viaje de culpabilidad no ayudó. Una parte de su mente aún quería huir de
todo esto y desaparecer. Lástima que definitivamente estaba fuera de la mesa.
Era hora de saquear el tesoro de un dragón. Nunca pensó que haría esto.
Lore asomó la cabeza fuera de la habitación, observando por un momento
cuando los Caballeros Umbra miraran en otra dirección de modo que pudiera
cruzar el pasillo y bajar a la habitación de color rosa pálido. No llamó ni dudó.
Abrió la puerta de Beauty y entró, cerrándola detrás de ella para que ni siquiera se
escuchara el clic de un pestillo.
—Eso —suspiró—. Beauty, ¿estás lista?
Lore no esperaba darse la vuelta y encontrar una moneda horriblemente
cegadora detrás de ella. O no una moneda, aunque el vestido hacía a Beauty aún
más redonda de lo que ya era.
La tela metálica era ridículamente dolorosa de ver. Un solo rayo de luz solar
podría cegar a alguien si no tuviera cuidado. La falda amplia tenía un aro
incorporado que sobresalía del corpiño, justo debajo de sus senos. Hacía todo el
vestido… bueno. Redondo. Beauty se veía miserable de pie en medio de la
habitación con los brazos extendidos a los costados.
—¿Qué diablos estás usando? —preguntó Lore, intentando no reírse.
—¡Dijiste algo en lo que pudiera esconderme fácilmente! El dragón debe
tener una tonelada de monedas de oro, así que pensé que si estaba en el medio y
me agachaba así, no me vería. —Beauty se hundió en la falda.
Literalmente.
Se agachó y la falda se la tragó. Se elevó hasta sus hombros, más allá de su
cuello, hasta que solo se pudo ver su cabeza sobre la parte superior de esa horrible
tela espantosa.
Lore no pudo evitarlo. Se echó a reír tan fuerte que le dolió el estómago.
Apretó una mano a sus costados y se hundió sobre sus propias rodillas.
—¿Qué… qué… dónde conseguiste un vestido como ese? —jadeó.
—Mi padre —respondió Beauty. La pobre lucía miserable y parecía un poco 11
enferma—. Dijo que combinaría con mi tez, ¡pero solo me hizo ver más gorda!
Ah, eso era horrible. No era… de hecho, sí. La hacía parecer tan redonda
como una pelota.
Lore luchó por ponerse de pie y luego se tambaleó hacia la joven.
—Déjame ayudarte a levantarte. Este vestido es horrible, y espero que
puedas usarlo como camuflaje de modo que nunca tengas que volver a ponértelo.
Tal vez el dragón lo queme por ti.
—Sería muy amable si lo hiciera. —Beauty dejó que Lore la ayudara a
levantarse—. Eres bastante fuerte para ser mujer, ¿sabes?
—Beauty, en realidad no soy mucho más fuerte que la persona promedio.
—Lo dejaría así, pero sabía lo que la joven estaba insinuando.
Alguien, en algún momento de su vida, le había dicho que pesaba
demasiado para levantarla. Beauty implicaba que una elfa debía ser más fuerte que
el mortal promedio si Lore podía ayudar a su amiga a ponerse de pie.
Pero no era más fuerte. Y cualquiera que afirmara que Beauty era difícil de
levantar claramente necesitaba aclarar sus ideas. O tal vez necesitaban alejarse de
sus escritorios y recoger objetos más pesados que un bolígrafo.
Pasos atronadores resonaron por el pasillo, anunciando la llegada de los
Caballeros Umbra que se preparaban para llevar a las novias a su próximo juicio.
Ella asintió a Beauty.
—Estás lista para esto, lo sabes. Te lo prometo. Solo quédate cerca de mí,
encuentra lo que creas que le pueda gustar al rey, y luego sal de la guarida.
¿Entendido?
—Cualquier cosa que el rey quiera estará enterrado en lo más profundo del
tesoro del dragón —respondió Beauty. Su expresión se volvió feroz y preparada—
. Estoy lista para hacer lo que sea necesario para encontrar lo que dijo que quería
por encima de todo. Entiendo que será peligroso.
Lore gimió.
—¡No sé qué tiene ese hombre que te hace tan decidida! Beauty, no tiene
nada que quiera en el tesoro del dragón. Todo esto es un juego para ver qué nos
encontramos. Inventará alguna mentira sobre cómo una de nosotras encontró lo
que buscaba, pero no hubo indicios, ni pistas. A él no le importa lo que consigamos,
solo que jugamos su estúpido jueguecito.
La puerta se abrió de golpe y el Caballero Umbra al otro lado extendió su
mano cubierta de metal. Si notó que había dos novias en la habitación, entonces 11
no pareció sorprendido. Si es que había una manera de saber si un Caballero Umbra
estaba sorprendido.
—Es hora de irse —dijo Lore. Extendió su mano hacia la de Beauty—.
Recuerda lo que dije. Solo puedo cuidarte por cierto tiempo.
—¿Por qué parece que vas a dejarme por mi cuenta? —preguntó Beauty,
entrecerrando los ojos—. También estás planeando algo.
—No lo hago. —Lore marchó tras el Caballero Umbra y arrastró a la joven
con ella. Pero, cuando se unieron a las demás, ella se inclinó y le susurró al oído—
: Tengo más curiosidad por el dragón mismo. Te haré saber lo que encuentre.
—No deberías entrometerte con criaturas más poderosas que tú —la regañó
Beauty.
—Tal vez no. Pero necesito hablar con la bestia, y creo que será muy
importante que escuche lo que tiene que decir. —Claro, eso sonaba probable. Al
menos ahora parecía que Lore tenía la intención de encontrarse con el dragón, no
es que ya conociera a la bestia.
Tenía que hablar con Abraxas en algún momento, y lo necesitaba de su lado.
Margaret tenía razón en una cosa. Perder la consideración del dragón fácilmente
podría significar que le devolvía su lealtad al rey y le diría al hombre lo que ella
era.
Lore no podía permitirse que eso sucediera. Tenía que hacer lo que fuera
necesario para entrar en la guarida del dragón, y traer de vuelta a Abraxas bajo su
hechizo.
25

Abraxas siguió el plan del rey solo porque tenía que hacerlo. Se paró frente 11
a esos huevos durante innumerables horas, a pesar de que el rey solo le había dado
una. Pero estaban tan cerca que aún podía sentir sus almas de dragón moviéndose
debajo de los cristales.
Inocentes. Dormían y permanecían inactivos hasta que el mundo estuviera
listo para ellos, y es que así era cómo funcionaba con los dragones. Los huevos no
eclosionarían hasta que un dragón anciano les dijera que estaban listos.
El huevo de zafiro era hembra. Podía sentir su corazón en lo profundo del
huevo. Esa mente hermosa ya irradiaba bondad y una ferocidad que destruiría esta
ciudad una vez que naciera. El huevo esmeralda era macho. Tenía un sentido del
honor que rivalizaba con Abraxas, y una determinación preciosa de crecer y
aprender. Serían una pareja temible una vez que eclosionaran, aunque aún no sabía
si podrían salvar a los dragones.
Sus hijos serían los últimos, potencialmente. Pero al menos el mundo
tendría la oportunidad de ver dragones por última vez. Y tres generaciones era
mucho tiempo para encontrar a otros. Tendría tiempo de encontrar más huevos que
pudieran eclosionar y prepararlos para una segunda venida.
Sonó una campana, y supo que era la última oportunidad para que él se
convirtiera de nuevo en un dragón. Abraxas suspiró. Podría haber pasado un siglo
mirando a los pequeños mientras se retorcían delicadamente dentro de sus huevos.
Podía verlos a través de la madera, su resplandor tan brillante que le quemaba los
ojos. Pero tenía que cumplir con sus deberes o nunca saldrían del cascarón.
Con una explosión de magia que sacudió la cueva, extendió sus alas y dejó
escapar un rugido tan fuerte que una montaña de monedas se derrumbó y cayó.
Que vengan las novias. Pensaban que podían robarle fácilmente, y el rey
quería una historia para esta noche. Abraxas le daría horas de gritos.
Comenzaron a llegar por la parte inferior de la cueva, tal como el rey afirmó
que lo harían. Las primeras fueron valientes, pero esa bravata no las llevaría a
ninguna parte. Las escuchó a kilómetros de distancia y se enroscó alrededor de una
pila más grande. La primera chica, una mujer joven de cabello oscuro que aún tenía
sus mejillas de bebé, recogió una sola moneda. Sus movimientos fueron vacilantes,
como debería ser.
Debería temer lo que haría el dragón. Porque no planeaba ser amable.
Su cola se deslizó a través de los montículos detrás de la joven y luego se
estrelló contra la montaña detrás de ella. Ella gritó y trató de huir de las monedas
cayendo, pero la alcanzaron. Fue arrastrada fuera de la cueva y hacia las aguas
debajo antes de que tuviera la oportunidad de ver qué causó la avalancha.
Otra novia potencial levantó un casco en su mano. Lo había obtenido hace 11
mucho tiempo de un guerrero que pensó que podía robar a Abraxas. Obviamente,
el hombre había terminado aquí. La última vez que lo había mirado, el casco aún
tenía el cráneo del hombre dentro.
Lo recordó al mismo tiempo la joven descubrió que efectivamente había
una calavera mortal dentro del metal. Miró por los agujeros donde alguna vez
estuvieron los ojos, gritó y dejó caer el casco. Supuso que esa correría muy pronto.
Abraxas movió su cuello largo y sacó su cabeza de las sombras, cerniéndose
sobre ella. Todo lo que necesitó fue una sola gota de saliva cayendo sobre las
monedas frente a ella. La joven ni siquiera levantó la vista. Soltó otro grito y salió
corriendo de la caverna.
Y así fue. Muchas de las jóvenes tuvieron miedo de ver su sombra. Huyeron
de su guarida sin siquiera intentar encontrar algo para robar. Algunas de ellas
fueron un poco más valientes. Particularmente la joven morena que había captado
la atención del rey desde el principio. Después de todo, lo había conquistado en el
bosque, pero él aún no creía que estuviera a la altura de la belleza de Lorelei.
Sin embargo, era más astuta que las demás. Le tomó un tiempo rastrearla,
ya que había usado la conmoción de otra joven para pasar junto a él. Era difícil
encontrar todas las ratas cuando tenía que sacar otra de una trampa.
La morena le había ganado, limpiamente. Sintió curiosidad por lo que ella
encontraría en su tesoro y pensaría que el rey quería. No era como si los huevos
estuvieran tan escondidos. Estaban en el punto más alto de las monedas, tan alto
que solo un loco se atrevería a subir.
La morena ya sabía lo que quería. La encontró rebuscando entre las
monedas y las joyas, arrojando montones a un lado hasta que levantó una corona
que estaba tan incrustada con piedras preciosas que parecía ridícula. Pero, al
parecer, ese fue su plan todo el tiempo. Dejó escapar un «Sí» siseado, antes de
dejarse caer sobre su trasero y deslizarse por la montaña de monedas.
Supuso que eso era lo suficientemente bueno para ella. Una corona. El rey
tenía cien coronas que podía cambiar cuando quisiera. ¿Por qué querría otra? Sobre
todo, del tesoro de un dragón del que podía tomar lo que quisiera cuando quisiera.
Pero si eso era lo que pensaba la joven…
Tonta. Abraxas se recordó a sí mismo. Muchas de ellas eran ridículamente
jóvenes y tontas, y no veían nada malo en vivir tan superficialmente.
Volvió su atención a una de las últimas mujeres jóvenes que aún quedaban
en la caverna. La pequeña Beauty, con su corazón de oro y una risa que iluminaba
una habitación. La había notado al momento en que entró en la cueva,
resplandeciendo como una moneda para agregar a su colección. El vestido era 11
espantoso, pero fue muy divertido verla arrastrar los pies unos pasos y luego
encorvarse hasta que todo el vestido envolvió su cuerpo. Si este en realidad hubiera
sido su tesoro, podría haberla dejado vivir simplemente porque era un placer
mirarla.
Abraxas se deslizó por su montaña de monedas y usó su ala para bloquear
su paso. Igual que antes, se agachó como una rana toro y se congeló.
—Puedo verte —dijo. Su voz profunda retumbó a través de la caverna—.
Beauty, el vestido no te esconde en absoluto.
Ella suspiró y salió de su pose de rana.
—En serio pensé que funcionaría. ¡Me mezclo con las monedas!
—De hecho, lo haces. Y también brillas como una. —Apoyó la cabeza en
la pila de oro junto a ella y parpadeó—. ¿No me tienes miedo?
Beauty pasó las manos por las faldas de colores brillantes y sacudió la
cabeza.
—En realidad, no. He conocido a mucha gente en mi tiempo aquí, y no
puedo imaginar que seas tan aterrador como todos dicen. El rey nos envió aquí
para recoger algo de tu tesoro, y pensé… bueno, si alguien sabe lo que le gustaría
al rey, entonces eres tú.
¿Lo hacía? En realidad, no. Zander era tan confuso para Abraxas como lo
era para todos los demás. Pero él quería ayudar a esta niña que se negaba a mostrar
miedo, incluso en presencia del dragón.
—Hmm —tarareó el sonido largo y bajo—. El rey no es un hombre muy
complicado. Le gusta la riqueza y las demostraciones de su propio poder.
—Pero debe gustarle algo más que eso. Todos tienen algo que disfrutan que
está fuera de la norma. El rey es exactamente quien esperaba que fuera, pero si lo
conoces desde que era un niño, ¿qué le gustaba en ese entonces? —Parpadeó hacia
él con esos ojos gigantescos y se dio cuenta que, de todas las novias, esta era la
que debería haber preocupado a todas las chicas.
Era una pensadora. Beauty podía deslizarse bajo la piel de Zander sin que
él se diera cuenta.
—Cuando era niño, le gustaban los juguetes de rompecabezas —respondió
con una mirada entrecerrada—. Puede haber algunos por aquí. Estarían un poco
abollados por el uso.
—Pero podría conseguirlo para él y preguntarle si le importaría arreglarlo.
Según mi experiencia, a las personas a las que les gustan ese tipo de juguetes 11
también les gusta saber cómo funcionan. —Beauty enderezó los hombros y
asintió—. ¿Puedo tener permiso para encontrar tal cosa?
—¿Permiso? —Estaba tan sorprendido que echó la cabeza hacia atrás,
olvidando que tal movimiento podría asustarla—. El rey te envió aquí para
robarme, pequeña mortal.
—Sé eso. Pero robar es extremadamente grosero y creo que lo correcto es
preguntar. —Metió la mano en las faldas voluminosas y se encogió de hombros—
. Así que, si no te importa, ¿puedo tomar un juguete roto de tu tesoro?
Abraxas parpadeó, pero luego asintió lentamente.
—Puedes, Beauty de Tenebrous. Eres más que bienvenida a lo que
encuentres en mi tesoro. Incluso puedes tomar algo para ti si así lo deseas.
—No necesito riquezas ni cosas bonitas. —Sonrió—. Pero, gracias.
Más y más curioso. No quería riquezas, ni poder, ni joyas, ni dinero.
Abraxas entrecerró los ojos en la joven, que de repente parecía bastante
sospechosa.
—Entonces, ¿por qué estás aquí, Beauty? No le tienes miedo a un dragón,
no te interesan las monedas ni las joyas. Tiene que haber una razón por la que estás
aquí y, de repente, no creo que sea por el rey.
Lo miró a los ojos sin pestañear.
—Creo que probablemente deberías preocuparte más por la mujer
escalando la montaña de monedas detrás de ti, en lugar de mantener tu atención en
la hija de un modista con el nombre equivocado.
¿En quién debería estar enfocado?
Abraxas giró su cabeza enorme, solo para descubrir que mientras estaba tan
concentrado en Beauty, Lorelei había llegado a la mitad de la pila de monedas más
grande. Iba directamente a por los huevos, la maldita mujer. Sus ojos lo veían todo,
y supo sin lugar a duda que intentaría robarle uno de ellos.
Su corazón se detuvo. Su estómago cayó de su cuerpo y todo el aire en sus
pulmones dejó de existir. Ella podría morir. Podría morir haciendo eso y entonces
toda la luz se apagaría.
¿Cómo se atrevía a correr ese riesgo?
—Disculpa —gruñó.
—¡Buena suerte! —gritó Beauty a medida que se dejaba caer sobre sus 11
manos y rodillas, tragada por la tela mientras buscaba su propio tesoro.
Batió sus alas, impulsando su cuerpo de reptil a través de la caverna para
poder llegar más rápido a Lorelei. Claro, derribó algunas de las montañas de
monedas mientras tanto, pero las reuniría todas más tarde. Su ridícula elfa había
decidido tomar su propia vida en sus manos. Él no podía derribar esa montaña
ahora sin matarla debajo de una avalancha de oro, así que lo mejor que podía hacer
era flotar detrás de ella como una especie de pollo demasiado grande.
—¿Qué estás haciendo? —le gruñó. Su voz era mucho más fuerte en esta
forma, y esperaba que la asustara. En cambio, hundió aún más sus pies en las
monedas y continuó levantándose centímetro a centímetro.
—Estoy llegando a la caja —se quejó—. ¿Ese no es el punto de todo esto?
—Tú y yo sabemos que el rey no tiene intención de dar un premio a nadie.
Esta era una prueba para ver qué llevaría la gente. —Arqueó el cuello, intentando
ver si podía inclinarse hacia adelante y agarrarla por la espalda con sus dientes.
Pero si hacía eso, temía morderle todo el cuerpo, y entonces estaría muerta y él
sería la razón por la que muriera.
No podía agarrarla como quería. Y estas malditas alas no eran buenas
manos.
—Lo sé —espetó ella en respuesta. Lorelei soltó su agarre con una mano y
se inclinó hacia atrás para mirarlo—. Pero dejó la caja ahí arriba por una razón,
¿no? Estás aquí pensando que puedes proteger cualquier cosa, pero luego te pusiste
como un cachorrito con Beauty y me diste la oportunidad que necesitaba.
—¿Estaban trabajando juntas? —Estaba en peligro si lo estaban.
—No, claro que no. Ella simplemente es adorable y tú eres un blandengue.
—Resopló por el cabello que caía frente a su rostro—. Ahora, ¿podrías dejar de
distraerme? Tengo que subir aquí para poder saltar a esa cornisa.
—No harás tal cosa. Caerás a tu muerte y no veré que eso suceda.
Ya podía verlo. Caería, el grito interrumpido por un ruido sordo cuando
aterrizara sobre el metal y los fragmentos de tierra.
Lorelei puso los ojos en blanco y continuó su ascenso.
—Claro. Entonces, estás bien viendo morir a mi madre, ¿pero yo? Esa es
una historia completamente diferente. No podrías ver morir a otro elfo.
Allí estaba. Debería haber sabido que esto surgiría, incluso si no hubiera
estado muy seguro de que ella regresaría después de huir al bosque. 11
Abraxas sabía que necesitaba manejar esta situación con cuidado y
determinación. No podía permitirse que ella pensara que él era el monstruo, porque
ella significaba algo para él. Se encontraba cautivado por su ingenio y
determinación. Cómo renunció a tanto para salvar a otros. Esta era una mujer de la
que quería saber más. Quería profundizar en su mente y… bueno. Le gustaba.
A Abraxas no le había gustado nadie durante mucho tiempo.
Hizo todo lo posible, aclarándose la garganta.
—Tu madre fue una situación completamente única. Hay circunstancias
desconocidas para ti que me han llevado a este punto. Entiendo tu enfado conmigo,
y ese enfado está justificado. Pero esperaba que…
No llegó a terminar su discurso.
Lorelei llegó a la cima de la montaña y movió su cuerpo con gracia y sin
esfuerzo. Reunió todo su poder en sus muslos, lanzándose del oro y alcanzando la
piedra. Él balanceó su ala debajo de ella en un último intento por salvarla, aunque
sabía que rebotaría en la membrana.
Pero sus dedos conectaron con el borde irregular de la piedra. Gruñó,
balanceándose demasiado, pero luego controló su impulso.
Abraxas contuvo la respiración todo el tiempo, seguro de que ella estaba a
punto de morir. Pero Lorelei era demasiado impresionante para eso. Morir nunca
fue una opción para ella, no cuando quería llegar a la cima de esta montaña y
descubrir qué había dentro de la caja.
Maldición, era impresionante.
Lorelei trepó hasta la cima del acantilado y luego se sentó en el borde. Con
las piernas colgando al aire libre, apoyó los codos en las rodillas y lo miró.
—Te prefiero como hombre.
—Muchos lo hacen.
Ella asintió.
—Solo para que quede claro. No me gustas como el dragón.
—Entiendo.
—Bien. Ahora necesito que me escuches. Lamento cómo actué cuando
descubrí lo que eras. Eso fue cruel e insensible de mi parte. Lo sé muy bien. —Se
aclaró la garganta, obviamente luchando por encontrar las palabras adecuadas—.
Necesito que sepas que no quiero lastimarte. O a nadie más. Y que te agradecería 11
si siguieras siendo mi amigo.
—¿Tu… amigo? —repitió, con el aliento atrapado en la garganta. ¿Por qué
dolieron esas palabras? Él no… él no quería ser su amigo.
—Pensé que éramos amigos. —Sus ojos se abrieron un poco demasiado—.
¿No lo somos?
Abraxas pensó que su corazón podría romperse. Pero si eso era lo que ella
quería, un amigo, él lo aceptaría.
—Eh, sí. Sí, Lorelei. Somos amigos.
Ella sonrió, pero no llegó a sus ojos.
—¿Incluso aunque estaba… equivocada?
—No estabas equivocada —respondió, bajando la voz para que fuera
suave—. Lorelei, maté a tu madre. Deberías odiarme.
Miró fijamente sus ojos de dragón y sacudió la cabeza.
—No te odio.
Y dioses, eso fue todo lo que necesitó oír. Abraxas sintió que su pecho se
hinchó, con la esperanza de que aún pudiera ver algo más que esta bestia escamosa.
—Bien. Me lastimaría mucho si me odiaras, y ese es un sentimiento nuevo
para mí.
—¿Alguna razón por la que te lastimaría tanto?
Estaba indagando. Y supuso de una manera extraña, que él también lo hacía.
Abraxas no sabía lo que pensaba ahora de él, pero aún recordaba su tarde y el sabor
de ella en su lengua. Aún no sacaría ese pensamiento de su mente por un tiempo.
Ah, bueno, si quería que él lo dijera, entonces lo haría.
—Lorelei de Silverfell, me gustas. Pienso que, tienes una gran capacidad
para ser una persona buena, y me gustaría saber cómo lo haces.
—¿Ser una persona buena?
—Sí.
—No lo soy. —Se levantó, con los pies peligrosamente cerca del borde, y
se encogió de hombros—. Abraxas, todo es cuestión de perspectiva. Crees que soy
una persona buena, pero solo estoy sobreviviendo. 11
—Lo haces bien —respondió.
Excepto que, entonces siguió adelante e hizo todo lo que no debía. Lorelei
se volvió, corrió hacia la caja y la agarró con ambas manos.
Su rugido de indignación y miedo sacudió las estalactitas del techo.
26

Lore había echado un vistazo a la caja y supo que el rey estaba escondiendo 11
algo. No porque estuviera justo en la cima de la montaña. Ya había notado las
escaleras escondidas en la piedra. Astuto, pero el rey obviamente bajaba a la
caverna cuando quería.
Y no era la caja en sí. Los rasguños leves en el costado de la madera
significaban que habrían pasado muchos años de personas abriendo y cerrando esa
caja. Lore siempre apreció la historia unida a un objeto como ese.
Pero no, sabía que la caja era importante por la magia que irradiaba. Alguien
le había puesto un hechizo muy poderoso para asegurarse de que sus secretos se
mantuvieran en secreto y fueran imposibles de descubrir. Tenía la intención de
averiguar lo que escondía el rey, y por qué había enviado a tantas de sus novias
potenciales a este lugar. Arriesgó sus vidas robándole a un dragón. ¿Por qué?
Abraxas intentaría detenerla. Se suponía que él debía hacer eso, asumió,
pero también la magia rodeando la caja era increíblemente fuerte. No había sentido
un hechizo como ese en mucho tiempo, de modo que probablemente era de la
época del padre del rey. No del rey actual. Quedaban pocos magos que fueran tan
poderosos, e incluso entonces, era poco probable que pudieran conjurar un hechizo
como ese.
Corrió hacia la caja, agitando los brazos en el aire, y luego saltó hacia ella.
Si Abraxas pensaba que podía derribarla con un ala, entonces también tendría que
golpear la caja. Y ella no creía que él quisiera hacer eso.
Sus manos golpearon ambos lados de la caja y el rugido del dragón atravesó
su cráneo. Su ira chisporroteó en el aire como un relámpago, pero ahora no podía
detenerse. Ya había hecho lo que él no quería que hiciera.
La curiosidad hizo que sus pulgares se movieran y levantaran la tapa
suavemente.
La magia la golpeó en el pecho como si hubiera sido golpeada con cinco
flechas al mismo tiempo. La golpearon tan fuerte que salió volando hacia atrás.
Sus hombros y columna tocaron el suelo antes que sus piernas. El polvo se disparó
a su alrededor como una nube y trató de inhalar, pero no pudo en absoluto.
La magia se aferró a ella, arañando su piel. Se clavó en su hombro y atravesó
sus costillas hasta su cadera como si empuñara un cuchillo. Dejó escapar un
resoplido suave con el último aire en sus pulmones, pero su mente no estaba en el
dolor.
Esa caja había contenido dos huevos.
Dos huevos de dragón perfectamente conservados resplandeciendo incluso
en la luz tenue de la cueva. Un huevo de zafiro cubierto de escamas en forma de
diamante. Y un huevo esmeralda con escamas redondeadas que parecía tan real 11
que se preguntó si en realidad era piedra.
Arqueó la espalda cuando la magia cortó aún más profundamente en su piel.
Lore clavó los talones en el suelo y se arrepintió de cada momento en el que pensó
que podía tocar esa caja. Sabía lo que hacían los magos con su magia. Sabía lo
peligrosos que eran.
Pero no podía arrepentirse de ver los huevos. Eran la última esperanza
persistente de que algún día, las criaturas mágicas regresarían a la vida que habían
perdido. Aún había dragones por ahí. Aún la posibilidad de que algún día ella viera
más que el que los había atormentado durante años.
Miró hacia el techo cuando otro movimiento mágico tajante atravesó su
cuerpo. Su forma física se sacudió nuevamente, pero su mente estaba en otra parte.
Al menos esto hizo que el dolor fuera más fácil de soportar. La magia se
desvaneció, y Lore pensó que tal vez podría sobrevivir a esto. Quizás no moriría.
Piedras resbalaron al otro lado de ella, pedazos diminutos del suelo
levantándose cuando alguien se deslizó sobre sus rodillas a su lado. La persona
levantó todo su peso con bastante facilidad, colocándola en su regazo de modo que
finalmente pudiera ver los ángulos duros del rostro observándola. Su cabello cubría
un lado de sus pómulos afilados, colgando sobre ella como una cortina de noche.
—Respira —dijo Abraxas—. Lorelei, tienes que respirar.
Como si sus palabras fueran una orden, aspiró aire en sus pulmones.
Finalmente. Incluso el aire cálido y húmedo de la cueva fue una bendición cuando
inhaló de nuevo. Pero con ese aliento vino una oleada de sensaciones. El dolor de
la herida desde el hombro hasta la cadera. El sufrimiento donde su espalda había
golpeado el suelo, y su cráneo también se sentía un poco sacudido.
Abraxas suspiró y tocó su hombro con una mano. Una vez que sus dedos
estuvieron otra vez a la vista, pudo ver que estaban resbaladizos con sangre de
color rojo oscuro. Sus ojos se abrieron del todo y, su mano tembló por un momento.
¿Estaba asustado? A un dragón no debería importarle ver sangre. Había
visto innumerables heridas y muertes en su vida.
Pero al parecer, verla en su regazo, casi partida por la mitad por la magia,
fue suficiente para que le temblaran las manos.
—Voy a hacer algo que no le puedes contar a nadie —murmuró—. Pero
dolerá.
—¿Me ayudará a vivir? —preguntó ella.
—Sí. 11
—Entonces, adelante y hazlo. —No era ajena al dolor. Si eso significaba
que vería otro día, entonces él podría hacer lo que quisiera con ella.
Abraxas presionó su palma contra su hombro y ella sintió su piel calentarse.
Como si tuviera fuego dentro de él, o lo esgrimiera en su palma. Su piel chamuscó,
y luego ardió a medida que él detenía la hemorragia al abrasar su carne.
Lore se mordió el labio, arqueando la espalda una vez más por el dolor. Pero
esta vez, al menos, sabía que no terminaría con su muerte.
—Lo siento —dijo, haciendo una mueca mientras le quitaba la ropa de
cuero para poder ver más de su carne y detener el sangrado—. No sabía que te
haría esto. Pensé… bueno, la última vez que toqué la caja, no me hizo sangrar.
—¿La última vez? —Ella lo miró con esperanza en sus ojos—. Por favor,
distráeme,
Él asintió.
—La caja fue encantada hace mucho tiempo. Estoy seguro de que lo sabes.
Pero cuando intenté tocarla, el dolor fue interno. Me tomó casi una semana
recuperarme, y aún tengo cicatrices en mis alas por haber estado tanto tiempo sobre
el oro que algunas de las monedas se habían incrustado en las membranas.
¿Magia lo suficientemente fuerte como para acabar con un dragón? No
debería existir. Solo había oído hablar de eso una vez antes, e incluso entonces, el
mago había sido enviado a su muerte mucho antes de que este rey mortal viviera.
—¿Por qué? —jadeó ella.
Pero ya lo sabía.
Se quedó inmóvil, su palma enfriándose por un momento antes de reanudar
su trabajo.
—Ahora ya lo sabes —gruñó—. Ahora entiendes por qué he hecho lo que
he hecho durante cien años.
—¿Los huevos? —Tenía que saber. Tenía que saber si eran reales o si los
había imaginado—. ¿De verdad están ahí?
—Cuando su padre los encontró en un principio, eran cuatro. —Sus labios
se torcieron con una pena que hizo que su alma entera gritara—. Ahora solo hay
dos.
Dos huevos.
Dos seres que se convertirían en la esperanza de todo el reino si tenían éxito 11
en su plan.
No sabía lo que había puesto el destino en su regazo, pero esta era otra capa
demostrando que tenía que deshacerse de este rey de una vez por todas. ¿Qué
persona era tan cruel que atraparía a dos almas inocentes de esa manera? ¿Dos
almas de dragón que podrían haber cambiado todo el tejido del mundo si
eclosionaran?
Lore tosió, aun doliéndole los pulmones por la caída y agarrotándose cada
vez que él movía las manos.
—¿Cómo?
—Su padre los encontró antes que yo. —Abraxas se encogió de hombros.
El calor de su palma bajó hasta sus costillas, y cuando ella hizo una mueca, acunó
su torso con la mano libre. Como si quisiera consolarla, aunque ella lo había creído
incapaz de eso—. Ambos estábamos buscando los huevos, en ese momento puros
rumores. Pero él los encontró y fue más rápido en encantar la caja que yo en
encontrarlo a él.
—¿Por qué no puedes matarlo? —Eso es lo que ella habría hecho. Remover
a la persona que le había hecho tanto daño.
Abraxas resopló.
—El rey es el único que puede abrir la caja. Has visto lo que sucede cuando
tú o yo intentamos abrirla. Si el rey muere, la caja permanecerá cerrada por toda la
eternidad.
—¿Fuego de dragón?
—Lo he intentado. Lo he probado con otros magos, e incluso la he enterrado
en oro fundido. Nada cambia la magia encantando esa caja. Sin importar lo que
haga, lo mucho que lo intente o a quién involucre, solo el rey puede conseguirme
esos huevos. —Sus manos se convirtieron en garras contra su piel antes de regresar
a las manos mortales que sanaban sus heridas lentamente—. No se detendrá ante
nada para controlarme. Justo antes de que llegaran las novias, había matado uno
de los otros huevos. Un dragón que se hubiera vuelto justo como yo. Un dragón
carmesí que podría haber protegido a los otros dos.
Ella no sabía nada de dragones. No se había dado cuenta de que su
coloración significaba algo en absoluto.
Su mano alcanzó su cadera y, aunque aún tenía mucho dolor, sabía que esto
era algo de lo que podía curarse. Tardaría días, tal vez meses, pero al día siguiente
se levantaría de la cama y fingiría que estaba bien. 11
Abraxas dejó que la magia emanara de su mano, y luego la levantó hacia su
rostro. Sus dedos aún estaban calientes. Casi demasiado caliente para su
comodidad, pero no le importó cuando él le acarició la mejilla, siguiendo las líneas
de su rostro hasta la mandíbula.
—Nunca debiste haber venido aquí —murmuró—. Eres tan diferente a las
demás. Si pudiera te comería viva.
—Lástima que es difícil hacer eso. Ni siquiera un dragón pudo evitar que
robara. —Volvió a toser cuando sus pulmones volvieron a agarrotarse—. ¿Un
dragón carmesí? ¿Eso es lo que eres?
Sus labios se torcieron en una sonrisa incómoda.
—Sí. Hay muchos colores, cada uno con rasgos específicos que vienen con
ellos. Los dragones carmesí son los guardianes del reino de los dragones.
Protegemos a los que nos importan.
—Ah. Entonces, ¿es por eso que el rey te hizo su perro guardián?
—No. —Tocó su nariz con la punta de un dedo—. El rey no me importa. Su
linaje no me importa ni nadie a quien me haya pedido que proteja. No hasta que
llegaste tú.
Las palabras resonaron en sus oídos, aunque en la caverna no quedaba nada
más que silencio. ¿Ella le importaba? ¿Cómo?
No había sido nada más que horrible con él. Aunque, supuso que, había
mentido y engañado para ponerlo de su lado. A pesar de que él había matado a su
madre, ella también lo quería bastante.
Eran los momentos de tranquilidad como este los que la hacían darse cuenta
de lo amable que era. Él no quería lastimarla. No quería lastimar a nadie.
Los huevos eran los últimos de su gente. ¿Qué habría hecho si el último de
los elfos hubiera dependido de ella? Cualquier cosa. A pesar de que no era cercana
a ninguno de los de su clase, ni tenía ningún interés en hablar con ellos, la idea de
ser la última la devoraba viva.
Como debe haberlo devorado vivo durante siglos.
—Fue un error de mi parte no entender que debe haber algo que te
controlaba —susurró. Las palabras duelen de decir. Odiaba admitir que estaba
equivocada. Pero esto era importante—. Me disculpo por eso. No debí haberte
juzgado tan rápido sin siquiera intentar saber cuál era la verdad del asunto.
Él se inclinó, sus ojos oscuros buscando en los de ella algo que no podía ni 11
adivinar.
—Y no puedo decirte lo mucho que lamento que tu madre haya quedado
atrapada en medio de todo esto. Si hubiera podido salvarla, lo habría hecho.
Lo dudaba, de alguna manera. Pero ya no importaba. Su madre se había ido,
y el dragón lo había hecho. Podían avanzar juntos, o ella podía asesinar a Abraxas
por lo que él no había querido hacer.
Lore deseó ser un poco más como la mujer que había sido antes de todo
esto. Quería ignorar todo esto. Dejar que la ira y la rabia de perder a un padre la
abrumen.
Pero no pudo. No cuando sabía que él había estado protegiendo algo tan
precioso. No cuando sabía que el rey tenía una cadena alrededor de su cuello y un
látigo en sus manos.
—¿Él mató a los otros dragones? —le preguntó. Incluso decir las palabras
duele.
—Sí, los otros dos huevos. Vi a su padre abrir uno y darse un festín con la
yema. Pero ahora están completamente formados dentro de esos huevos. Están
esperando a que salgan del cascarón, y ver a este rey clavar una daga en el corazón
de… —Su voz vaciló—. He luchado. Hay muy pocas opciones para alguien como
yo, y lo admito, he hecho cosas terribles con la esperanza de no ser el último.
No podía culparlo por eso. En realidad, no. No cuando el resto de ellos
temían terminar en el mismo lugar que él.
¿Acaso todas las criaturas mágicas no temían ser también las últimas de su
especie? ¿Que él era el principal ejemplo de lo que les sucedía a las criaturas
mágicas cuando caían bajo la mirada del rey?
Lore pasó un brazo alrededor de su cuello y lo atrajo hacia ella. Lo abrazó
con fuerza, intentando apretarlo con tanta firmeza que su tristeza y dolor
desaparecieran.
—Siento mucho lo que te hicieron —susurró ella contra su pulso—. Lo
siento mucho.
—Eres mi primera esperanza de que alguien pueda detenerlo —respondió—
. Por favor, dime que aún no te has rendido.
—No lo he hecho. —Y ahora, no podía.
11
27

—… entonces, me entristece admitir que, solo quedarán tres de ustedes 11


cuando todo esté dicho y hecho. —La voz del rey resonó por todo el Gran Salón
donde las quince novias se habían reunido con sus objetos robados del tesoro del
dragón.
Abraxas se paró detrás de Zander y buscó entre la multitud de mujeres
jóvenes a la única persona que importaba. Lorelei había dejado su cueva en
pésimas condiciones. Dijo que los elfos se curaban rápidamente, pero… bueno,
ella no era un elfo, ¿verdad? Su parte mortal podría no sanar tan bien, y si ese era
el caso, entonces tendría un dolor considerable.
Estaba de pie en la parte de atrás, su vestido ocultando la mayoría de sus
heridas. El vestido rojo sangre se desplegaba sobre su hombro como un líquido,
abrazando cada parte de su cuerpo pero cubriéndola desde los hombros hasta los
dedos de los pies. El otro hombro quedaba expuesto, pero era el ileso, por lo que
nadie sabría lo que pasó.
Aunque, ahora que la miraba, esa hermosa piel pálida era tentadora. Quería
presionar sus labios en su pulso allí, solo para ver qué haría. Si ella supiera como
gotas de rocío frías en hojas de primavera.
Lo había abrazado. Él le había contado el detalle más vergonzoso de su vida,
y la razón por la cual un hombre mortal lo había esclavizado, y ella lo había
abrazado. Nadie nunca se había preocupado tanto por él en toda su vida, incluidos
los dragones, y no sabía qué hacer con eso.
Era antiguo, incluso comparado con ella. Había vivido innumerables vidas
mortales y, sin embargo… nadie lo había hecho sentir como ella. Con ella, no era
un dragón ni una leyenda ni siquiera la figura mítica de una historia. Solo era
Abraxas, el hombre que había matado a su madre pero estaba intentando enmendar
desesperadamente ese horrible acto.
Las mujeres del grupo que tenían delante gimieron. Cada una de ellas
comenzó a hablar y hacer preguntas al rey. Algunas incluso suplicaron,
probablemente la reacción exacta que buscaba Zander. Querían quedarse con él.
¿Cómo podía dejarlas ir cuando ahora estaban tan cerca de él? Seguramente no las
enviaría lejos con sus familias cuando les encantaba estar aquí. Ellas lo amaban.
¿Él no sentía lo mismo?
Zander levantó una mano y rio entre dientes a medida que todas se quedaban
en silencio.
—Mis queridas flores. Las semanas que han estado aquí son las mejores
semanas de mi vida. Siempre las recordaré así como a ustedes. Pero solo una mujer
puede convertirse en mi esposa.
Algunas mujeres jóvenes lanzaron miradas asesinas a las demás. Esas eran 11
las chicas de las que todas debían cuidarse, y él se negaba a quitarles los ojos de
encima. Eran las que lastimarían a las demás si se les permitía. Y se negaba a
permitir que Lorelei sufriera más daño mientras él estuviera de guardia.
Zander aplaudió.
—¡Bueno! Entiendo que todas estén decepcionadas, así que sigamos con
esto. ¿Qué me trajeron, mis florecitas?
La morena agresiva dio un paso adelante primero. Incluso apartó a algunas
de las otras mujeres para poder llegar al frente de la fila. Con una cadera ladeada
y una sonrisa demasiado confiada, le entregó a Zander la corona con incrustaciones
de gemas.
El rey asintió, dándole la vuelta en sus manos y sonriendo.
—Mi florecita, ¿por qué me trajiste una corona?
—Porque de todos los reyes de este reino, no solo te mereces la corona más
hermosa. Te mereces una corona que alguna vez estuvo en manos de un dragón.
Una corona con historia y poder para que todos sepan que eres el rey más poderoso
que hemos tenido. Y alguna vez tendremos. —Se arrodilló frente a él, su corpiño
empujando sus senos tan alto que casi tocan su barbilla—. Sería un honor para mí
quedarme. No solo para verte y estar en tu presencia por un poco más de tiempo,
sino para adorarte como solo se debe adorar al más poderoso de todos los reyes.
Las palabras fueron bonitas, y Abraxas no creyó que Zander caería por ellas.
Pero estaba equivocado.
Zander se pavoneó bajo sus palabras y cuidado. Obviamente se había
interesado demasiado en la morena porque no dudó ni un segundo.
El rey se inclinó hacia adelante, puso un dedo debajo de su barbilla y volvió
su rostro hacia él.
—Sabías que iba a elegirte mucho antes de que encontraras esta corona.
—No podría haberlo sabido, pero tenía la esperanza de que vieras mi valor.
—Era audaz. La mujer tomó su mano, le dio la vuelta y presionó un beso en los
dedos de Zander. Permaneciendo un poco demasiado tiempo. ¿Eso fue su lengua
moviéndose?
Obviamente, esta joven estaba aquí para jugar con la mayor confianza
posible. El único problema era que Abraxas ni siquiera estaba seguro de quién era
ella. Sí, era hermosa y se había dado a conocer. ¿Pero quién era ella?
Mientras la mujer se alejaba, él se inclinó y susurró:
11
—¿Cómo se llama esa?
—No tengo ni idea. —Zander sonrió, con los ojos en el trasero de la joven—
. Pero tengo la intención de averiguarlo. Recuerda preguntarle a Agatha por mí,
¿quieres? Cuando tenga mi tiempo privado con ella, quiero asegurarme de que
sea… bueno, dócil.
Y eso era lo más repugnante que hubiera escuchado en todo el día.
Abraxas asintió y luego se alejó del rey. Lo más lejos posible.
Las otras mujeres se acercaron, pero la mayoría de ellas no se había
acercado a los verdaderos tesoros. Muchas tenían monedas. Algunas tenían piedras
preciosas o cristales individuales que pensaron que eran hermosos. La mayoría de
ellas inventaron una historia sobre lo valientes que fueron, pero el dragón sabía lo
fuertes que fueron y las atacó primero.
Necesitó cada fibra de su fuerza para no poner los ojos en blanco cuando
contaron historias como esa. Como si alguna vez se preocuparía por las acciones
de una mujer mortal.
Lorelei caminó hacia el rey y todas las conversaciones en la sala se
silenciaron. Era como si todas supieran que ella lo había logrado. Que había
llegado a ese alto pico donde el rey había dejado algo importante, y todas querían
saber qué era.
Incluso Zander se inclinó hacia adelante con anticipación.
—Bueno, si no es la más sorprendente de mis florecitas. Tú, querida,
siempre pareces hacer todo lo que no esperaría que hiciera una mujer. ¿Qué
encontraste en el tesoro de mi dragón?
No me mires, pensó. Si me miras, él lo sabrá. Sabrá todo.
No lo hizo. Y agradeció a todos los dioses en los que pudo pensar en alivio
de que ella no mirara a Abraxas. En cambio, hizo una mueca cuando se arrodilló
ante el rey y mantuvo los ojos en el suelo.
Zander se movió hacia adelante. Casi como si supiera que ella había visto
los huevos. ¿Por qué si no se movería como si acabara de regresar de la batalla?
Zander no era tonto. Quería verla sacar un huevo de dragón detrás de ella y luego
escuchar los gritos de asombro.
Lorelei metió la mano en su corpiño y sacó una sola moneda de oro. Brilló
a la luz, más limpia que el resto, pero seguía siendo solo una moneda.
El rey se dejó caer en su trono y agitó una mano decepcionado.
11
—¿Una moneda? ¿En serio? Todas las demás me trajeron lo mismo, y se
supone que tú eres la que me sorprende. ¿Cortaste una flecha en el aire pero no
pudiste encontrar ni una sola cosa interesante en el tesoro del dragón?
—Es una moneda de cuando tu padre era rey —resonó su voz—. Esta
moneda es más antigua que tú y yo juntos, y fue la única moneda en el tesoro que
pude encontrar que aún tenía la imagen de tu padre.
Ahora, bueno… eso era raro.
Zander hizo que Abraxas derritiera toda la pila de oro y todas las monedas
cuando su padre finalmente murió. No quería que nadie recordara al rey anterior,
porque estaba tan seguro de que pensarían que era menor en comparación con su
padre. Por supuesto, lo era. Pero nadie le diría eso cuando no quedaba nada del rey
anterior para recordar.
Incluso él no creía que una moneda como esa aún existiera.
Zander alcanzó su ofrenda con una mano temblorosa, y la sostuvo entre sus
dedos. Le dio la vuelta y miró fijamente a los ojos de su padre.
—No pensé que volvería a ver una moneda como esta.
—Yo tampoco. —Se paró demasiado despacio para el gusto de Abraxas—.
Pero quiero que sepas que estaba allí. Y que si alguien pudiera encontrar algo tan
preciado como eso, sería yo. ¿Quieres una esposa aventurera y capaz? Entonces,
encontraste a alguien que no podrías encontrar en ningún otro lugar. Si quieres
recordar la historia, entonces la mujer que tienes delante es una que no olvida.
Abraxas sabía que se había excedido, pero Zander pareció intrigarse aún
más con ella a medida que cada palabra salió de sus labios.
Asintió frenéticamente con las palabras hasta que se aclaró la garganta y
respondió:
—Sí. Lorelei, creo que serás una buena segunda opción. Lo admito, has sido
una espina en mi costado desde que llegaste. Pero cada vez que entras en la
habitación, sé que algo interesante está por suceder.
—Es un honor saber que me describirías así —murmuró, retrocediendo.
Una menos. Maldita sea, Abraxas debería sentirse aliviado de que esto casi
hubiera terminado, pero no podía evitar el sentimiento de enojo en sus entrañas de
que el rey se atrevería a elegir a Lorelei. Sí, entendía que necesitaban que el rey la
eligiera. Tenía que estar físicamente cerca de él para hacer lo que fuera necesario
para obligar al rey a doblar una rodilla.
Pero no quería que Zander la tocara. Jamás. No cuando el mismo Abraxas 11
quería descubrir qué era este sentimiento en su pecho. Quería descubrir cómo se
sentiría estar cerca de ella sin mil preguntas e intenciones sospechosas. No podía
hacer eso si ella aún estaba en la lista para casarse con el rey.
Sin embargo, Zander era un muerto viviente. Necesitaba recordar eso.
Algunas otras mujeres caminaron hasta el trono, pero la expresión aburrida
en el rostro de Zander nunca cambió. Ni una sola vez, hasta que Beauty se acercó
a él.
No se arrodilló como las demás. En cambio, se quedó parada sosteniendo
algo entre sus manos, con un rubor extendiéndose por sus facciones.
—¿Qué tienes para mí? —preguntó Zander, con la mejilla apoyada en la
mano. Estaba aburrido.
—Pensé en encontrarte algo grandioso y magnífico del tesoro del dragón,
pero vi esto y pensé… bueno, pensé que si alguien podría disfrutarlo, entonces
serías tú. —Abrió las manos y reveló un pequeño pájaro de juguete con las alas
rotas. Las piezas mecánicas del juguete alguna vez habían sido una maravilla.
Ahora, estaban aplastadas por el peso de los años—. Vi este juguete y pensé que
eras la única persona lo suficientemente inteligente como para arreglarlo. Y que tal
vez quieras dejar que otro niño juegue con algo tan delicado. Algo en lo que
seguramente un artista dedicó tiempo y energía. Tal vez tu propio hijo.
Abraxas observó a Zander con ojos curiosos. Recordó al niño que se lo
pasaba en grande construyendo esas cosas cuando el rey anterior lo había ignorado.
La luz en sus ojos, la que siempre revelaba que estaba interesado, se encendió.
Tomó el pájaro de juguete de Beauty con manos reverentes.
—Puedo arreglar esto. Estoy seguro de ello. Pero, ¿cómo supiste que podía?
Beauty se inclinó más cerca de él, casi hasta que sus cabezas se tocaron a
medida que miraban el juguete roto.
—Las grandes mentes se reconocen entre sí, ¿no crees? Un juguete tan
pequeño puede hacer que otros piensen que está roto, pero creo que solo está
esperando a que lo arreglen.
La escena fue casi conmovedora. Beauty probablemente podría arreglar al
rey si él la dejara. Abraxas sabía cómo un toque gentil podía calmar una mente
fragmentada como la de Zander. Pero nunca sabría si ella ablandó al villano.
Las puertas del Gran Salón se abrieron de golpe, y un sirviente entró
tambaleándose. El hombre se había estado preparando para ser uno de los pocos
guardias que no era un Caballero Umbra, a juzgar por su vestimenta. Sin embargo, 11
la flecha en su garganta, no formaba parte de su uniforme. Se detuvo
tambaleándose, tocó el eje de madera con una mano y luego cayó de rodillas.
Sangre se derramó de la herida y las mujeres más cercanas al hombre
gritaron. Abraxas odió ese sonido. Caminó hacia el hombre al mismo tiempo que
Lorelei se dirigía hacia la puerta.
Quiso gritarle que si intentaba correr detrás del asesino, solo parecería que
estaba trabajando con esa persona. En cambio, golpeó con todo su peso la entrada
del Gran Salón y cerró la puerta con un chasquido rápido que resonó en la
habitación.
Abraxas la observó, notando sus ojos del todo abiertos y su expresión
horrorizada. Ella no tenía la intención de que esto sucediera. No sabía que el Gran
Salón o alguien más estaba siendo atacado.
Lo que significaba que esto no era de la rebelión. ¿Esto no era… planeado?
Se arrodilló junto al moribundo y le arrancó la flecha de la garganta. Había
el trozo más pequeño de pergamino envuelto alrededor del eje de la flecha.
Quitándoselo, maldijo por lo bajo.
Por supuesto, fue la rebelión. ¿Quién más podría ser?
Abraxas ahora enfrentaba un dilema que no esperaba. Por desgracia, tuvo
que leer la carta porque el rey lo había visto desenredarla. No podía fingir que
alguien más los estaba atacando. Ningún otro grupo era tan tonto como para enviar
una advertencia a un edificio lleno de Caballeros Umbra.
—¿Y bien? —llamó Zander—. Abraxas, ¿qué dice la nota?
Se encontró con la mirada de Lorelei y esperó que ella viera la disculpa en
sus ojos.
—Que salga el sol.
Como si estuvieran esperando sus palabras, la rebelión hizo llover el fuego
del infierno sobre el castillo. Lanzaron cientos de flechas que silbaron en el aire y
gritaron mientras cayeron a través del techo abierto y las ventanas. Una novia cayó
con una flecha en el pecho, y el rey ni siquiera se movió. Se sentó allí en su maldito
trono, con una expresión estupefacta ya que obviamente estaba seguro de que no
podía salir lastimado. Nadie intentaría matarlo. ¿Por qué lo harían?
Abraxas no tuvo elección. Prefería morir él mismo que ver a más de estas
inocentes masacradas por culpa de un rey idiota que se negaba a moverse.
Soltó el poder del dragón y dejó que su forma cambiara. La forma del 11
dragón era demasiado grande para esta habitación, y ocupó la mayor parte del
espacio. Pero sus alas se extendieron sobre todos. Su cuello y espalda podrían
resistir el ataque de cientos de flechas que llovieron sobre ellos como granizo.
—¡Caballeros! —gritó el rey—. ¡Conmigo!
A Abraxas no le importó si Zander llamaba a sus soldados de plomo. Hoy
todo lo que le importaba era salvar una sola vida. Una sola vida de una sola elfa
que lo había cambiado todo.
28

Todo se disolvió en el caos. Extrañamente, Lorelei recordó esto. Recordó 11


haber luchado para controlar su propio miedo y deseo de correr, a pesar de que ella
misma no había estado en una batalla durante muchos años. ¿O alguna vez lo había
hecho? Las almas de sus ancestros llenaron su pecho y susurraron qué hacer, cómo
correr, cómo esconderse.
Pero no pudo. No cuando el dragón extendió sus alas aún más cuando más
flechas atravesaron las ventanas y rompieron el techo de cristal sobre ellos.
Otra novia gritó. Lorelei pasó corriendo junto a una mujer que sangraba por
un fragmento de vidrio en forma de triángulo que se le había clavado directamente
en el cráneo. La mujer se tambaleó hacia un lado, dejó escapar un gorgoteo de
muerte horrible, y luego cayó sobre sus manos y rodillas.
Esta sería una noche que el reino entero nunca olvidaría.
Deja que salga el sol.
¿Por qué no le habían dicho que estaban atacando al rey? ¿Por qué no la
habían dejado prepararse?
Lore se agachó detrás de una estatua a medida que llovieron más flechas.
Esta vez menos. Quizás los Caballeros Umbra ya se habían acercado a las fuerzas
de los arqueros que habían pensado que podrían tener una oportunidad.
Independientemente, ¿había tardado demasiado? No sabía nada de los planes de
Margaret ni de lo rápido que había planeado moverse la rebelión. Solo podía
suponer que todo esto estaba destinado a ser parte de ello.
Tal vez pensaron en conducir a todas las novias y al rey a una sola
habitación. Tal vez le estaban dando la oportunidad de matarlo de cerca, pero… no
se sentía así. Esto se sentía descuidado. Incompleto. Más bien como una banda de
personas que se habían ramificado sin el permiso de Margaret.
—Beauty —jadeó. ¿Dónde estaba su amiga?
Se inclinó alrededor de la estatua, pero no pudo encontrar la figura
encantadora que había mejorado un poco todo este suplicio. Con suerte, Beauty
había aprendido el talento de huir de situaciones peligrosas, en lugar de intentar
involucrarse tanto como lo había hecho antes.
Los ojos de Lore se clavaron en el rey. Se paraba bajo las alas del dragón,
gritando a los Caballeros Umbra que hicieran algo. Pero había algo en su postura
que hizo que sus puños se cerraran con ira.
No estaba intentando esconderse. No había ni una pizca de miedo en su
cuerpo o en la postura de sus hombros. El rey se paraba con confianza entre una
lluvia de flechas como si supiera que ni una sola lo tocaría. No le importaba que
hubiera mujeres muertas a su alrededor, ni le importaba mucho que el dragón 11
estuviera herido.
Todo lo que le importaba era que este ataque había arruinado su diversión.
Su momento. Su gran logro donde finalmente elegía a las últimas tres de sus
novias. Quería que esto fuera un espectáculo y ahora, lo era por una razón que no
era él.
Lore deseó tener sus manos en un arco. Le habría atravesado la garganta
con una flecha y esperaría que eso finalmente le enseñara una lección.
Diez Caballeros Umbra entraron en el gran salón, y el rey se volvió contra
el dragón.
—¡Se supone que debes hacer algo! —gritó, y luego pateó a Abraxas en la
cara—. ¡En cambio, solo estás ahí acostado sobre todo como una maldita manta!
Escuchó el crujido antes de que su mente recordara lo que era. En cualquier
batalla mortal, la bola habría estado empapada en aceite y alquitrán. Una pesadilla
en llamas enviada por el aire para destruir todo lo que pudiera. Pero estas armas
estaban hechas por criaturas mágicas. La bola estaba empapada en veneno y se
prendió fuego con magia élfica. Magia vieja.
Quiso gritar de rabia. La rebelión sabía lo que estaban haciendo con un arma
como esa. No lastimaría a la mayoría de las personas en la habitación porque no
las tocaría.
Era un arma dirigida a un dragón.
La bola de veneno golpeó a Abraxas en medio de su espalda, justo entre sus
alas. Por un segundo, se volvió a mirarla como si estuviera confundido por el dolor.
Había sentido poco dolor en su vida. Los dragones eran notoriamente fuertes y…
y…
Lore se llevó las manos a la boca cuando él se hundió. Abraxas volvió a
apoyar la cabeza en el suelo, sus alas estremeciéndose a medida que luchaba por
mantenerlas levantadas para proteger la habitación y a los que aún estaban vivos
dentro de ella.
—¡Levántate! —gritó el rey—. ¡Eres un dragón, maldita sea! ¡No deberías
ser tan débil!
Las puertas se abrieron de golpe y un muro de Caballeros Umbra entró
corriendo. Algunos de ellos levantaron escudos sobre sus cabezas y crearon una
barrera para que el rey pasara por debajo. El diabólico hombre horrible y
desagradable solo envió una última mirada a su dragón antes de suspirar
decepcionado. Luego salió de la habitación. Y solo se fue.
Las novias también fueron conducidas fuera de la habitación con los 11
Caballeros Umbra, pero ella no. Lore aún estaba escondida detrás de la estatua y
nadie sabía que ella se había quedado atrás. Abrieron las puertas, salieron del gran
salón, y todo lo que quedó fue un silencio espantoso.
Cuando no cayeron más flechas atravesando el cielo, Abraxas dejó caer sus
alas. Colgaron torpemente de las paredes, como un murciélago caído del cielo y
aterrizado con fuerza en el suelo. Dejó que sus ojos gigantescos se cerraran y el
suspiro largo que recorrió sus costados fue de dolor. Mucho dolor.
Lore se deslizó por el suelo, aún medio preocupada de que hubiera otra
lluvia de flechas puntiagudas buscando su corazón. Pero no llegaron más ataques.
Estaba a salvo. Lo habían logrado.
Pero no sin algunas pérdidas.
Hace mucho tiempo, la idea de estar junto al dragón que mató a su madre
le habría hecho revolcarse. Habría estado buscando la forma correcta de matarlo.
Una forma de hundir una daga o una espada en ese ojo que era casi tan grande
como ella.
Qué extraño era darse cuenta de que las cosas habían cambiado. Ella había
cambiado.
Lore cayó de rodillas junto a su cabeza gigante y puso su mano en su mejilla
escamosa.
—¿Abraxas? Por favor, dime que aún estás vivo. Abre los ojos, cariño. Sé
cómo arreglar esto.
La magia de los elfos solo podía ser deshecha por otros elfos, aunque nunca
había intentado hacerlo. Probablemente sería difícil, y podría requerir todo el poder
que había obtenido de la luna, pero… él valía la pena.
¿Cuándo sucedió eso? ¿Cuándo lo había mirado y decidido que valía la pena
salvarlo, no odiarlo?
Abraxas abrió el ojo, y ella miró fijamente el orbe dorado sesgado. No
parecía convencido de que ella pudiera hacer algo.
Casi discutió con él, pero luego vio que su ala se estremeció. Centímetro a
centímetro agonizante, arrastró la membrana coriácea por el suelo hasta que la
protegió desde arriba. Por si acaso. Porque él siempre estaba intentando asegurarse
de que alguien no la estuviera matando, incluso cuando sabía poco de ella.
Lore volvió a deslizar su mano en un arco amplio sobre su mejilla.
—Abraxas, vale la pena salvarte. Pero no puedo curarte así. Eres demasiado
grande. Sé que será peor cuando vuelvas a cambiar. Sé que el dolor empeorará,
pero déjame curarte como tú me curaste. 11
Todo su cuerpo tembló y la magia que lo transformó de dragón a hombre
fue débil. Se había acostumbrado a la explosión de poder que debería haberla
empujado por el suelo. En cambio, esta fue una brisa suave que sopló su cabello
solo levemente antes de que un hombre yaciera en el frío piso de piedra frente a
ella.
—Ahí estás —susurró ella.
Se veía mejor. Desnudo como el día en que nació, debería haber estado
deleitando sus ojos con las amplias franjas de músculos que se extendían ante ella.
Pero todo lo que vio fueron las marcas en sus brazos, los moretones cubriendo su
pecho y espalda, y las piernas largas que se enroscaban sobre sí cuando el veneno
empeoró todo diez veces en esta forma.
Lore trabajó rápidamente. No podía arrastrarlo. Abraxas era un hombre
demasiado grande para eso. Pero ella podía acomodar su cabeza en su regazo.
Sus dedos se arrastraron a través de la larga longitud oscura de su cabello,
desenredando nudos a medida que avanzaba. La magia burbujeó debajo de su piel.
Brilló como un diamante, como la noche en que se conocieron por primera vez en
el bosque. La noche en que se había permitido ser verdaderamente una elfa por
primera vez en siglos.
Abraxas giró la cabeza en su regazo, mirándola con esos ojos dorados.
—Ah, te extrañé, Señora de las Estrellas.
No pudo evitar la sonrisa que apareció en sus labios.
—No deberías llamarme así.
—Así es como llamábamos a los elfos de Silverfell hace mucho tiempo —
hizo una mueca. Los músculos de su pecho ondularon cuando el dolor debió haber
bailado desde la parte superior de su cabeza hasta la punta de los dedos de sus
pies—. Lorelei, es un término honorable.
Ella pasó sus dedos por sus labios, dejando que la magia se derramara de
sus dedos a su lengua.
—Mis amigos me llaman Lore.
—Lore —repitió, susurrando la palabra contra la punta de sus dedos—.
Lore, eso te queda mucho mejor.
Estaba herido. Sufriendo. Debería concentrarse en sanarlo, pero la magia de
la luna escapaba de su cuerpo espontáneamente, como si ya supiera qué hacer. Y
en lugar de concentrarse en eso, estaba mirando sus labios. En esos labios carnosos 11
y encantadores que ya había besado, pero nunca porque en realidad quisiera
hacerlo.
Hasta ahora.
Debe haber sentido ese mismo tirón eléctrico. Incluso con tanto dolor como
estaba, Abraxas aún tenía una expresión sombría que hizo que todo su cuerpo se
tensara. Levantó una mano ensangrentada y la presionó a un lado de su cara.
—Ya está mejor.
—¿Lo está?
—Mhm. —La atrajo hacia abajo, solo un poco más cerca. No mucho, pero
lo suficiente como para que si ella quisiera besarlo… pudiera hacerlo.
Podía inclinarse más hacia abajo. Su cabello ya caía como una cortina
alrededor de ellos. No podía ver las flechas ni los cadáveres en el suelo. Todo lo
que podía ver era a él y los ángulos afilados de su rostro. La nariz demasiado larga
que de alguna manera lo hacía aún más atractivo. Tenía una cicatriz leve sobre la
ceja derecha, y sus ojos no eran del todo amarillos. Había las más diminutas pecas
de oscuridad entre la luz.
—Intentaste salvarnos a todos —susurró—. ¿Por qué harías eso?
—Porque no había nadie más para hacerlo.
—No pensé que vendría a este castillo y encontraría a un hombre bueno
debajo de todas esas escamas. —Arrastró sus dedos por su barbilla, inclinando su
cabeza hacia atrás en su regazo—. Pensé que serías una malvada bestia ruin que
disfrutaría lastimando a la gente.
—No lo soy.
—No, no lo eres. —Lore odiaba que fuera diferente de lo que esperaba. En
este punto, casi quería que fuera una persona horrible porque eso sería mucho más
fácil que admitirse a sí misma que él era… amable. Dulce. Interesante en una forma
en que ningún otro hombre la había interesado jamás—. ¿Por qué tenías que ser
tan dulce? —preguntó, sus labios a un suspiro de distancia de los de él.
Su aliento era metálico y el aire a su alrededor sabía a veneno.
—Lore, no lo soy. Te lo prometo, no lo soy.
Tal vez no lo era. Tal vez era la criatura de pesadilla que acechaba su casa
en la noche y hacía llorar a los niños mientras dormían. Tal vez debería temerle a
él y a todo lo que había hecho. Debería salir corriendo, gritando de esta habitación,
y esconderse debajo de las sábanas de su cama. 11
De alguna manera, no creía que esa fuera la verdad.
Cerró el espacio entre ellos y lo besó. Al principio, suave. No quería
lastimarlo más de lo que ya estaba lastimando. Pero entonces Abraxas cobró vida
en su agarre. Envolvió su mano alrededor de la nuca de ella y la atrajo hacia él
hasta que no pudo respirar. No pudo pensar. No pudo hacer nada más que besarlo
y esperar que esto nunca terminara.
Eran dos almas perdidas en este castillo, y no podía creer que se había
encontrado en él. Y sin embargo, aquí estaba. El hombre imposible que había
atormentado sus sueños.
Debería odiarlo. Debería despreciarlo por todo lo que había hecho y más.
Pero no lo hacía.
No podía.
Cuando finalmente retrocedieron para respirar, él le apretó el cuello
ligeramente, como si no quisiera que ella se apartara de él.
—Eres impresionante —susurró Abraxas—. Y lamento si alguien alguna
vez hizo que pareciera que no lo eras.
—Creo que, tú y yo hemos sufrido la misma vida. —Le pasó el pulgar por
la mejilla—. ¿Cómo te sientes?
—Casi completamente mejor. —Abraxas rio entre dientes—. Creo que
ahora puedo sentarme.
—Ah, cierto.
Le dio espacio para respirar. Volver a sentarse y arreglarse de la forma que
le resultara más cómoda. Aunque, ahora que lo pensaba…
—Por lo general, pareces volver a cambiar a tu forma mortal con la ropa
puesta. —Lo observó con una mirada un poco impresionada—. ¿Qué cambió?
Abraxas se rascó la nuca, un poco tímidamente.
—Solo puedo imaginar que fue el dolor. El cambio es un poco más mágico
de lo que la mayoría de la gente reconoce, y solo… bueno. Pensé que lo estaba
haciendo bien en ese momento, pero supongo que no.
—Bien —susurró ella—. Quiero decir, no está bien. Aunque supongo que
está bien que ahora estés mejor. Solo… bueno. Estás…
Ahora que lo estaba mirando, no sabía qué decir. No había pensado que él 11
sería tan… tan… todo. Su cuerpo excesivamente grande se traducía en hombros
anchos, pectorales impresionantes y una musculosa forma de V que atraía los ojos
de ella hacia donde no debía mirar pero quería mirar.
Podría pasar horas en ese cuerpo. Horas disfrutando cada centímetro de su
piel acaramelada y conociendo todos los lugares que le gustaba que tocara. Eso
debería haberla asustado mucho más que el beso, pero no fue así. Ni remotamente.
—Lore… —Sus ojos se habían oscurecido otra vez. Las pupilas estaban
casi totalmente infladas mientras observaba cada uno de sus movimientos.
—Abraxas.
Él se rio de su tono.
—Si hubiera sabido que una media elfa entraría en mi vida y pondría todo
patas arriba, nunca habría salido de mi caverna.
Otra voz los interrumpió, resonando a través de la cámara.
—¿Elfa?
Lorelei se quedó helada. Levantó la vista hacia la puerta, solo para ver a la
morena que el rey había elegido primero. Los ojos de la mujer se abrieron de par
en par, luego se entrecerraron con alegría.
—¡Caballeros! —gritó—. ¡Hay una elfa en el castillo!
Eso fue todo lo que tomó.
Todo lo que se necesitó para que el sonido atronador de las botas de metal
golpeara el suelo y corriera hacia ella. Ahora en cualquier momento, la levantarían
por los brazos y la arrojarían de vuelta a la mazmorra que ya había visto.
Abraxas gruñó. Ahora sentía su poder rodando en él tan fácilmente. Como
una ráfaga de calor que le advirtió que estaba a punto de volver a su forma de
dragón.
—No —dijo ella, agarrándolo del brazo—. Abraxas, no puedes.
—No te pondrán ni un solo dedo encima. —Le espetó las palabras, y ella
ya vio que sus dedos se convertían en garras.
Pero eso no funcionaría. No podía soportar más dolor, más tormento,
simplemente porque alguien los había escuchado. Aunque Lore sabía que estaba
renunciando a todo, era la única opción aquí.
—Uno de nosotros tiene que quedarse —susurró—. Uno de nosotros tiene
que estar aquí. Envíale un mensaje a la rebelión, a alguien. ¿De acuerdo? Mantente
vivo por mí. 11
Él extendió la mano hacia ella, atrayéndola con fuerza contra su costado y
presionando su boca contra su cabello. Su mano presionó contra su caja torácica
como si estuviera intentando sentir su aliento. Su latido. Y ella se quedó sin aliento
ante el tamaño de sus manos, tan grandes. Tan reconfortante.
—Lore, no puedo sacarte de esto —susurró—. Lo mejor que puedo hacer
es sacarnos a los dos de este lugar. Aquí mismo. En este momento.
—¿Y de qué serviría eso? —Sonrió contra su hombro—. Sabía que este
podría ser mi destino. Pero también sé que aún estás aquí. Abraxas, puedes
terminar esto.
Presionó un último beso en su cabeza antes de que ella sintiera manos de
metal tirando de ella fuera de sus brazos. Y supo, ah, cuán horriblemente supo, que
este sería el final de ellos.
El último dragón se paró en medio del Gran Salón, con las manos apretadas
a los costados, y la vio alejarse de él.
29

No pudo hacer nada. Sus manos estaban atadas. Pero mientras observaba a 11
los Caballeros Umbra arrastrar a Lorelei, Abraxas se dio cuenta de dos cosas muy
importantes.
Primero, el rey tenía que morir. Sí, eso significaba que Abraxas perdería los
huevos de dragón, y tendría que pasar el resto de su vida buscando un mago o brujo
que fuera lo suficientemente fuerte como para romper el encantamiento. Eso podría
nunca suceder en absoluto. Pero no podía seguir eligiéndose egoístamente y a los
de su especie por encima del resto de las criaturas de este reino.
En segundo lugar, perder a esa mujer por el trato horrible de los guardias
fue como perder una parte de sí mismo. Ella se había convertido en una extensión
de su propio cuerpo. Un miembro amputado que sentía siempre había estado allí.
Unida a él de alguna manera, aunque no la hubiera encontrado hasta hacía poco.
Si no se curaba más rápido, la perdería. Para siempre.
Abraxas había mentido cuando dijo que se sentía mejor. Podía valerse por
sí mismo y funcionar, pero aún había algo mal con su dragón. Le dolía la espalda
donde lo había golpeado el veneno, y reconoció la magia de los viejos tiempos.
Necesitaba tiempo en su oro. Necesitaba la oportunidad de sumergirse en el
fuego y el calor hasta que sus escamas se recuperaran de las heridas que le
atravesaban la piel y la espalda.
Si no podía volar, entonces no podría llevarlos a donde tenían que ir. Y tenía
la intención de salvarla.
Las llamas de su pecho volvieron a arder más, relumbrando a través de su
piel mortal como una luz dentro de él. Aplastaría bajo sus garras a cualquier
soldado de plomo que la tocara. Esa perra intrigante de la novia crujiría entre sus
dientes mientras masticara sus huesos. Saboreando cada bocado. Y por último, se
aseguraría de que el rey muriera de la forma más deshonrosa posible.
Ni siquiera lo mataría como un dragón. Le daría al hombre una muerte lenta
e innegable con una espada y cuchillos. Y si Lore quisiese su parte, él sujetaría al
villano mientras ella le quitaría su propia libra de carne al rey.
Era lo menos que podía hacer por la mujer que lo había sacado de la
oscuridad y de regreso a la luz.
Salió del Gran Salón y bajó al corredor que lo llevaría a su caverna. Si
alguien lo vio marchar desnudo por los pasillos, entonces no se dio cuenta. En
cambio, tronó todo el camino hasta su único lugar seguro en el castillo y se lanzó
a su forma de dragón. La magia fue débil. Más débil que nunca en su vida, pero
cambió y se arrastró hasta el montículo de oro más cercano. 11
Abrió la boca y dejó salir fuego. Maldita sea, incluso eso fue casi demasiado
débil para derretir el oro. Necesitaba más. Más calor, más oro, más todo para poder
sacarla de ese calabozo.
Las monedas finalmente cedieron. Se licuaron ante sus ojos, la imagen del
rey en sus dorsos se derritió. No podía esperar hasta que esa fuera la realidad, y el
rey hubiera desaparecido de verdad en la nada.
Abraxas se hundió aún más profundo en el oro fundido, dejando que
cubriera la herida de su espalda y los agujeros de sus alas. Eso podría ayudar.
Podría curarse en unas pocas horas si se quedaba así, casi manteniéndose unido
por el extremo de un hilo. Necesitaba dormir. La hibernación curaba mucho más
que el oro para los dragones, pero eso vendría cuando se fueran. Cuando Lore
pudiera cuidarlo mientras dormía.
El sonido de pasos de metal por el pasillo hacia la caverna resonó, y supo
que esto no terminaría bien. No descansaría ni dormiría, ni siquiera permanecería
mucho tiempo en su piscina de oro.
—¡Dragón! —gritó Zander—. ¡Me has estado mintiendo!
Reconoció el grito de un niño que tenía un juguete roto con el que aún quería
jugar. Y Abraxas solo podía adivinar lo que le habría dicho la joven morena sin
nombre.
Los había encontrado en el Gran Salón, abrazados a medida que Abraxas
había estado completamente desnudo. Parecía como si se conocieran, como si
tuvieran momentos regularmente en los que estaban acurrucados así, susurrando
secretos mientras todos los demás no estaban alrededor. La imagen conjurada en
su mente apestó a traición.
Porque esa era la verdad. Había traicionado al rey. Y lo había hecho con una
mujer que era el flagelo de la tierra, al menos en la mente de Zander. No solo había
ido en contra del deseo del rey de que el dragón permaneciera solo como uno de
los juguetes de Zander. Lo había hecho con una elfa.
Zander pisoteó hacia él, apenas reconociendo que Abraxas tenía un charco
de oro a su alrededor y sobre sus alas.
—¿Esa pequeña bruja era una elfa? ¿Y la conoces?
—No sé de lo que estás hablando —respondió. Pero ni siquiera intentó
ocultar el sarcasmo en su voz o la forma en que todo su cuerpo se estremeció de
rabia—. Mi rey, no hay brujas en el castillo.
—Ah. Ah, ¿tu rey? —Zander se rio, aunque el sonido fue completamente
sin alegría—. Ambos sabemos que eso es mentira, viejo amigo. Rechazaste 11
cualquier lealtad al momento en que ese sueño húmedo andante entró en el castillo.
Y no puedo culparte. Tiene piernas más largas que la mayoría de los caballos que
he visto, y labios que suplican estar envueltos alrededor de una polla. Pero nunca
te han interesado las mujeres, así que tengo que imaginar que todo esto se trata de
mí.
¿Cómo se atreve?
El nombre de Lore era demasiado bueno para estar siquiera en su lengua, y
mucho menos mezclado con esas asquerosas palabras repugnantes. Abraxas se alzó
sobre el oro, las motas cayendo de sus alas extendidas y tintineando en la piedra a
medida que se endurecían en el aire.
—Rey, cuida la lengua, o te la arrancaré de la boca.
Zander dio un gran paso atrás, más cerca de su muro de soldados de metal
que al menos podrían proporcionar una barrera. Pero respondió con sarcasmo y
desaprobación, llevándose una mano al pecho y murmurando:
—Así es ¿cómo será? ¿Crees que estás enamorado de la chica, ¿es eso?
¿Crees que porque una criatura mágica entró en este castillo y decidió que eras lo
suficientemente bueno para que le metieras la lengua, de repente manifestaste
sentimientos?
Movió el cuello como una serpiente, deslizándose sobre la piedra hasta que
se cernió sobre el rey.
—Zander, una última advertencia. No recomendaría volver a hablar mal de
ella.
—¿O qué? —Zander levantó la mano e hizo el mismo movimiento de
siempre. El movimiento que disparó la caja de huevos fuera del oro hasta que
quedó justo al lado del rey—. ¿O pierdes todas tus esperanzas para el futuro? Sabes
bien lo que haré con estos. Me gusta la idea de tener más de un dragón a mi entera
disposición, pero en realidad, no me importa de ninguna manera.
—Matas los huevos, y entonces destruyes cualquier posibilidad de
controlarme. —Abraxas enseñó los dientes y sintió que la baba hambrienta de la
caza se deslizó por su barbilla—. Zander, tengo hambre. No he cazado en siglos
después de estar dedicado tanto a ti como a tu padre. Destruye los huevos, y me
liberarás sobre tu reino. Me daré un festín. Me atiborraré de tu gente hasta que no
quede nada.
Nunca se había defendido. Nunca hizo lo necesario para que Zander viera
que estaba controlando a una criatura muy peligrosa que podía matarlo tan 11
fácilmente.
Sus dientes flotaron lo suficientemente cerca como para chasquearlos.
Podía comerse al rey ahora, acabar con todo esto y destruir todo lo que el padre de
Zander había luchado tanto por construir. Pero los huevos. Ah, cómo lo llamaban.
Incluso cuando el rey abrió la caja, supo que esa diminuta niña de zafiro era más
preciosa que todas las estrellas en el cielo.
Su alma se desgarró por la mitad. Una mitad de él esperando, deseando,
soñando que pudiera tener una hija a la que llamar mientras se elevaban a través
de las nubes. Sus bramidos llenarían todo el reino con la esperanza de una era
nueva.
Pero la otra mitad de su alma susurró que la mujer de sus sueños languidecía
en una celda en alguna parte. Que tal vez el rey ya la había torturado. Le desolló
la piel de la columna de modo que pudiera verla doblar una rodilla. Como todas
las criaturas mágicas deben hacer ante esta pesadilla de rey.
Su vacilación fue su perdición.
El rey le arrojó algo. Tal vez, una cuerda. Una cadena. No importaba lo que
fuera, porque la banda se cerró alrededor de su cuello y se apretó hasta que no pudo
respirar. Se retorció hacia atrás, cayendo en el charco de oro a medida que luchaba
por liberarse.
Zander se acercó al borde del acantilado y lo miró con apatía en su mirada.
—Mi padre me lo dio antes de morir. Dijo que siempre tenía que estar atento
a los engaños de un dragón. Y que si alguna vez te pasabas de la raya, el mismo
mago que hizo esa caja le proporcionó esto. Abraxas, espero que te duela.
Lo hacía.
Cegadoramente. Jadeó, aspirando la mínima cantidad de aire, solo lo
suficiente para mantenerse con vida, pero nunca lo suficiente para aliviar la asfixia.
Zander chasqueó la lengua.
—Abraxas, podrías haber trabajado conmigo. Podríamos haber tomado
todo este mundo por asalto y no habrías tenido que temer nada. Serías el dragón
que todos creían que gobernaba el reino. No me importa. Lo que quisieras sería
tuyo. En cambio, me demostraste que estaba equivocado. Que los dragones no son
dignos de confianza, justo como decía mi padre. Ahora, voy a lidiar con esa
pequeña elfa de la que estás tan encaprichado. ¿Me pregunto si a los elfos les
crecen las uñas más rápido que a los humanos?
Observó al rey irse, intentando arrojarse desesperadamente de nuevo al 11
acantilado para agarrar al humano que pensaba que tenía todo bajo control. Por
desgracia, Zander lo hacía. Abraxas no podía moverse en absoluto, no sin que todo
el aire de sus pulmones desapareciera. Lo mejor que podía hacer era yacer en el
oro y seguir con vida.
El débil grito agudo que soltó fue uno que solo un dragón hacía para su
pareja. Un grito que decía que alguien había muerto. Que un dragón estaba de luto.
No supo cuánto tiempo permaneció allí. Solo, hirviendo en oro que se
enfriaba lentamente. El metal se solidificaría pronto alrededor de su cuerpo. Lo
atraparía en su propio tesoro, y tal vez eso era lo mejor.
Lore ya estaba muerta. Su cola azotó detrás de él, pero incluso ese
movimiento fue débil. Tenía que concentrarse en respirar. En mantenerse con vida.
Y no lo estaba haciendo bien.
Unas manos tocaron su nariz, acariciando sus fosas nasales como si
estuvieran intentando ver si aún respiraba.
Abraxas entreabrió un ojo y no pudo haber estado más sorprendido de ver
a Beauty parada frente a él. Pero… no. No era Beauty y, aun así, tenía que serlo.
Se había retirado el cabello de la cara en un moño apretado y vestía ropa de
cuero que se parecía sospechosamente a una armadura. ¿Llevaba incluso
pantalones de cuero? Como una guerrera, no como el pequeño pastel de crema que
lo había hecho reír por lo amable que era.
—Ah bien, aún estás vivo. —Le volvió a dar unas palmaditas en la nariz,
totalmente seria, a medida que miraba alrededor de su cabeza—. ¿Qué te hizo?
La cadena alrededor de su garganta estaba tan apretada que apenas podía
hablar. Pero hizo todo lo posible y susurró:
—Encantado… collar… igual que… caja.
Ella frunció el ceño y avanzó por el oro enfriado hasta su cuello. ¿Qué creía
que estaba haciendo? Beauty solo era una niña de Tenebrous. Nunca había visto
magia como esta. Al menos, no podía imaginarlo.
Pero mientras caminaba, empezó a hablar. Y todo encajó.
—Sé que esto podría ser difícil de creer, pero no soy quien dije que era. —
Le dio unas palmaditas en el cuello a medida que caminaba por su cuerpo,
haciéndole saber activamente dónde estaba—. Mira, la rebelión no es estúpida.
Sabían que Lore lo pasaría mal en este lugar sola, y solo estaba aquí como… un
ojo vigilante. Algo así. Alguien que fuera un plan de respaldo en caso de que algo 11
saliera mal. Como tú.
¿Como él?
Resolló profundamente, pero luego se congeló cuando ella tocó la banda
mágica alrededor de su cuello.
—Ah. Bueno, este no es un hechizo tan complicado como él pensaba. Solo
déjame… intervenir.
¿Intervenir? Absolutamente no. Nadie iba a manipular la magia
impidiéndole respirar. Intentó mover el cuello, pero estaba atrapado en el oro. Y
entonces, ella sacó lo que pareció una varita mágica de su bolsillo y la tensión
alrededor de su garganta se alivió.
No desapareció, pero se relajó lo suficiente como para que él tomara una
bocanada de aire y gruñera:
—¿También trabajas para la rebelión?
—Por supuesto que trabajo para la rebelión —respondió ella—. Lo he hecho
desde que era una niña. Mi padre fue uno de los primeros mortales en involucrarse,
porque vio el lugar que les correspondía a las criaturas mágicas. No te muevas ni
por un segundo.
La varita lo golpeó como si hubiera sido golpeado por un rayo. Gruñendo,
se tensó de nuevo cuando la banda se apretó, y luego se aflojó. Casi como si una
serpiente se envolviera alrededor de su garganta y luchara contra ella.
—Lo siento —murmuró—. No es tan fácil como pensé.
¡Por supuesto que no lo era! Si el mago que había hecho esa caja había
encantado esta cuerda, entonces no sería tan sencillo como agitar su muñeca y
murmurar algunas palabras mágicas.
Beauty continuó como si él no tuviera ningún dolor.
—Mira, lo siento, tuve que mentirles a todos. Era mejor que nadie lo
supiera. En caso de que el rey atrapara a alguien o… bueno. En caso de lo que en
realidad sucedió. En serio arruinaste las cosas, ¿lo sabías?
—Lo sé —se quejó.
—Pero le gustas. De verdad le gustas si esas miradas robadas fueran un
indicio. —Beauty agitó la varita por última vez y dejó escapar un fuerte—: ¡Ajá!
La banda cayó de su cuello como si ella la hubiera desbloqueado. La 11
pequeña humana recogió la banda, la metió también en su bolsillo y luego marchó
frente a él.
—Ahora mismo no puedes atacar al rey.
—Me gustaría verte intentar detenerme.
—En realidad, no. Hay cosas en marcha que no sabes, y que no puedo
decirte por razones que me niego a explicar. —Levantó una mano cuando él intentó
discutir—. Abraxas, no. No te diré ni una sola palabra más. Aunque, quiero que
encuentres a Lorelei. Dale la esperanza de seguir con vida. Todas esas cosas
románticas, o lo que sea que quieras decir. La necesitamos viva, no muerta. Si eso
significa que tienes que colarte en esa mazmorra con ella y seguir curándola,
entonces hazlo. Ella es parte integral del plan.
—¿Por qué? —gruñó, el fuego en su garganta ya calentando el oro a su
alrededor.
—Ya verás. —Le guiñó un ojo, saltó de la montaña dorada, y corrió hacia
la entrada de su caverna—. ¡Tú también eres parte del plan!
Maldita rebelión. Nunca debería haberse involucrado.
Pero, a medida que Abraxas calentaba el oro a su alrededor y sacudía su
cuerpo enorme para liberarlo, sintió una sensación renovada de esperanza. Si esto
funcionaba, tal vez podría recuperarla.
Si aún estaba viva.
30

Había sido descuidada. Lore sabía que esto podría suceder. Pero había 11
pasado tanto tiempo asegurándose de que cada movimiento que hiciera fuera
perfecto, que nunca pensó que el error sería… bueno. Un accidente.
Por lo menos, había pensado que la atraparían cuando intentara el asesinato
real. No porque estuviera besando al dragón del rey.
El Caballero Umbra sosteniendo su hombro apretó su mano hasta que sintió
que le rompería los huesos. Intentó liberarse de su agarre, haciendo una mueca,
pero fue en vano. Bien. Si eso es lo que quería, entonces dos podrían jugar ese
juego.
Doblaron una esquina de un pasillo y eso le dio suficiente oportunidad. Lore
pateó su pie, empujando todo su peso contra el Caballero Umbra a medida que
corría por la pared. El impulso la hizo girar detrás de él y rompió la mano de metal
de su armadura. Salió humo, dejando el marco de hojalata vacío de lo que lo había
hecho correr. Por supuesto, aún quedaban los otros nueve Caballeros Umbra con
los que lidiar.
Cada uno de sus cascos se giró para mirarla, luego se miraron entre sí. Casi
como si no pudieran creer lo que acababan de ver.
Cuando su atención volvió a la elfa, que debería haber estado en sus manos,
ella se encogió de hombros.
—Lo siento, chicos. Supongo que soy un poco más de lo que están
acostumbrado a lidiar.
Al menos no hicieron lo que ella esperaba. Que sería correr hacia ella uno
por uno. En cambio, se pararon hombro con hombro y la empujaron por el pasillo.
Habían creado una pared de metal y humo que debería haber sido imposible de
sortear. Pero no era una joven normal, y los elfos eran engañosos.
Lore miró hacia una pequeña viga de madera que sostenía las banderas del
castillo. Lo suficientemente bueno. Corrió hacia adelante, plantó su pie en el pecho
de un caballero, y se lanzó al aire. Sus dedos agarraron la madera afilada, las
astillas clavándose en las palmas de sus manos. Solo lo suficiente para colgar
precariamente sobre sus cabezas a medida que los caballeros intentaban alcanzarla.
Sin embargo, no podían saltar, y eso le dio ventaja.
Balanceó sus piernas hacia arriba y sobre ellos, luego aterrizó en cuclillas
detrás de los soldados idiotas. En serio, solo eran buenos por la fuerza bruta o para
las personas que no habían pasado toda su vida evadiéndolos.
Lore no perdió el tiempo mirando hacia atrás. Correrían tras ella una vez
que comenzara a moverse y solo daría unos cuantos pasos por delante de ellos.
Corrió por el pasillo, sus brazos bombeando. ¿A dónde? No sabía. Tal vez 11
en dirección a la caverna del dragón, pero eso tampoco la llevaría muy lejos. Lore
tenía que terminar esto. Tenía que encontrar al rey y… y…
Se estrelló contra un pecho duro, rebotando y golpeando la pared, primero
su espalda. El aliento escapó de sus pulmones. Miró al rey que al parecer se dirigía
a verla.
—Ah —dijo con una sonrisa salvaje—. Justo a quien estaba buscando.
—¿Quién? ¿Yo? —Se señaló a medida que se erguía y sacudía los brazos—
. No creo que debas estar emocionado de verme.
—Supongo que, eres una asesina enviada por la rebelión. —El rey extendió
los brazos a los lados, sus dedos bien abiertos—. Lorelei, deberíamos habernos
conocido antes así. Temo que te juzgué mal. Pero ya no más.
—Me viste cortar una flecha del cielo y aún pensaste que era una mujer
mortal normal —gruñó—. Creo que toda la culpa es tuya por no ver lo que estaba
justo frente a ti.
La sonrisa del rey nunca flaqueó, aunque dio un paso a la derecha,
bloqueando su camino.
—Claro, podrías decir eso. Debí haber visto a través de tu pequeña artimaña
antes de lo que lo hice. Pero se suponía que estabas aquí para casarte conmigo y
eres bastante hermosa. No puedes culpar a un hombre por caer bajo las miradas
seductoras de una elfa.
—Definitivamente puedo. —Los ojos de Lore se movieron de izquierda a
derecha, intentando encontrar cualquier tipo de arma que pudiera usar—. Rey
Umbra, tienes mucho por lo que responder.
—Ah, por favor. Ya hemos pasado eso. —Pretendió avanzar hacia ella,
riéndose cuando ella retrocedió—. Llámame Zander.
No supo cuál de ellos se movió primero. Pero ella se agachó debajo de su
puño volando y estampó el suyo debajo de sus costillas. Dejó escapar un fuerte
ruido ahogado cuando el aire terminó expulsado a la fuerza de sus pulmones. Ella
giró, agachándose debajo de su brazo y arrastrando su bíceps con ella, bloqueando
su brazo detrás de su espalda.
—No necesito un arma para matarte. —Lore tiró con fuerza de su brazo, su
espalda contra la de él. El tendón hizo un chasquido horrible a medida que se
esforzaba por mantener el brazo en su lugar.
—Ah, ¿no? —Sonó un poco sin aliento, pero eso podría haber sido por el
dolor—. Estás tan segura de que tus habilidades como elfo te ayudarán aquí, pero 11
olvidas que las guerras siempre terminan con la victoria de los hombres mortales.
¿Sabes por qué?
Clavó los talones en el suelo y tiró con fuerza.
—¿Por qué?
—Pesamos más.
Él levantó su brazo y la envió volando con el movimiento. Lorelei se tragó
el grito de ira y miedo cuando su espalda golpeó la pared nuevamente. Cayó al
suelo, sus manos golpeando la piedra y su visión tambaleándose.
Una bota salió de la nada y conectó con su cara. Sintió que su nariz se
rompió bajo el golpe, luego sus dientes chasquearon cuando él la pateó de nuevo.
Estrellas estallaron en su visión hasta que no pudo verlo, no pudo decir en qué
dirección era arriba y en qué dirección era abajo.
El rey agarró su vestido rojo y tiró de ella hacia arriba, sujetándola con dos
puños a cada lado de su pecho.
—Criaturas asquerosas, siempre tienen este ridículo sentido de valía. Como
si a alguien le importara que te fueras.
La arrojó una vez más. Lore apenas tuvo tiempo de prepararse antes de que
la gravedad la devolviera al suelo duro. Su espalda gritó de dolor, pero esta vez se
arrastró unos metros antes de que él la agarrara por la nuca.
Con el cabello en puñados en sus manos carnosas, el rey la levantó para que
pudiera mirarlo a los ojos.
—Un solo elfo en el castillo real. ¿Ese era su plan? ¿Creías que nunca había
entrenado? ¿Que mi padre no era un guerrero como tú?
—No —graznó ella antes de que le estrellara la cabeza contra el suelo.
Lore no se levantó cuando él soltó su cabello. Su cabeza gritaba de dolor y
le dolían los dientes por haber sido golpeada. Sintió la sangre brotar de su boca.
Necesitaba luchar y no dejar que todo terminara así, pero… sus extremidades se
negaban a funcionar incluso aunque su mente le gritaba que se levantara para la
batalla.
Presionó su bota en su espalda, reteniéndola contra el suelo con una risa
leve.
—Mírame, elfa.
No podía. No lo haría.
—Dije, mírame. —El rey presionó más fuerte hasta que sus costillas 11
gritaron y su corazón martilló con fuerza advirtiéndole que iba a aplastarla. Como
el insecto que él pensaba que era su especie.
Así que, inclinó la cabeza y lo miró con los ojos ya hinchados.
Zander, el Rey Umbra, la observaba con la cabeza inclinada hacia un lado.
Ya había sacado un pañuelo blanco de su bolsillo y se había limpiado las manos de
su sangre. Las manchas florecieron como rosas bajo su toque.
—Cuando tomé el trono por primera vez, pensé que tal vez podría hablar
con tu gente. Escuchar sus preocupaciones. Y cuando lo hice, comprendí que todos
sus problemas eran insignificantes y absurdos. Sus tierras se habían ido. Nadie
escuchaba sus opiniones. Ustedes estuvieron primero aquí.
Alzó una mano de la tela blanca y apretó los dedos como el pico de un pato,
pronunciando palabras en un gesto burlón.
—Queremos recuperar nuestras tierras ancestrales. No puedes construir allí.
Las hadas creen que ese sitio es sagrado. Bla, bla, bla. Su visión es tan limitada
que detendrían el progreso simplemente porque quieren preservar la historia
cuando la historia aún se está escribiendo.
Una pared de Caballeros Umbra apareció detrás de él. Más que los diez
originales que habían sido enviados para arrastrarla a la mazmorra.
El rey aplastó su pie contra su espalda una vez más antes de quitar su peso
de encima. Lore inhaló una bocanada de aire, luchando por mantenerse consciente.
—De todos modos —continuó, como si no le hubiera dado una paliza hasta
casi matarla—. Justo en ese momento comprendí que mi padre tenía razón sobre
ustedes. Todo lo que quieren es quedarse en el mismo lugar para siempre, y yo
quiero seguir adelante. Están interponiéndose en mi camino.
Los Caballeros Umbra la levantaron por los hombros, obligándola a pararse
frente al rey.
Incluso flácida como estaba, Lore aún escupió una bocanada de sangre a sus
pies.
—La historia nos hace quienes somos. Si olvidas el pasado, entonces te
conviertes en el pasado.
—Bonitas palabras para una mujer muerta. —Hizo un gesto con la mano y
los Caballeros Umbra la arrastraron por el pasillo. Hacía la mazmorra.
Hacía su condena.
Esta vez Lorelei no arrastró los pies. Había hecho todo lo posible por
escapar, como haría cualquier guerrero honorable, y había fallado. Principalmente 11
porque, había subestimado a su oponente y estaba sorprendida.
Se suponía que el rey era una figura decorativa del lujo y la pereza. No le
había dado a ninguno de los rebeldes la impresión de que también supiera cómo
pelear, o que hubiera ni una sola gota de fuerza en el hombre.
Todos se habían equivocado. Todos habían sido engañados al pensar que
sus trabajos serían fáciles al matar a este hombre.
Quizás Margaret lo había sabido. La guerrera elfa no podía no haber visto
el borde duro en los ojos del rey. El borde que Lorelei había tomado como un
hombre malcriado y desagradable, pero no como un hombre que sabía cómo
luchar. Margaret debería haberlo sabido. Había visto más guerreros y batallas que
cualquier otro elfo que Lore conociera.
Y si Margaret había sabido que el rey sabía luchar, entonces había enviado
a Lore a la batalla sin las herramientas adecuadas. Sin el conocimiento que
necesitaba para mantenerse a salvo y con vida.
El rey la había vencido tan fácilmente. Los Caballeros Umbra la llevaron a
esas puertas oscuras, pero apenas se dio cuenta de que habían llegado. En cambio,
se demoró en los rincones oscuros de su propia mente. Le habían dado una paliza.
Sus pies se arrastraron por el suelo de piedra a medida que la empujaban
hacia la misma celda en la que la habían colocado antes. Se dio cuenta tardíamente
de que alguien había ocupado la celda desde que ella estuvo allí. Sangre manchaba
el piso en la esquina y nadie había intentado limpiarlo.
Los Caballeros Umbra la arrojaron a la celda y cerraron la puerta
rápidamente, como si incluso la magia dentro de ellos estuviera aterrorizada de que
intentara otro escape.
Si no tuviera tanto dolor, podría haberles advertido que había terminado con
sus intentos de fuga. También terminó con su teatro.
Lore sabía cuándo había perdido. Sabía cuándo no tenía nada más que hacer
que sentarse y esperar.
Los elfos eran buenos en eso. Su madre la había entrenado hacía mucho
tiempo para que se sentara en medio de un prado y observara cómo se desplegaba
una flor hasta el final de la noche. Como si la espera fuera parte de ellos.
Lore nunca entendió lo que estaba esperando, pero a medida que envejeció,
más pensó que no era que estaba esperando que sucediera algo o que viniera
alguien. Simplemente estaba esperando que pasara el siguiente latido. En esencia,
se estaba esperando a sí misma.
Plegó su cuerpo en medio de la celda, metiendo las rodillas hasta el pecho 11
y apoyando la barbilla en las partes huesudas de ellas. Nadie vendría por ella.
Nadie había venido por los demás, entonces ¿por qué pensaría que era diferente?
Una mano nudosa se deslizó entre los barrotes. Sus uñas habían crecido
desde la última vez que ella había estado en esta mazmorra. Pero la sonrisa delicada
en su rostro, aquella que decía que aún creía en ella, no se había movido.
—Está bien —murmuró, su voz profunda resonando a través de la
mazmorra—. Muchacha, no eres la primera en intentarlo.
—Soy la primera en ser enviada por la rebelión —respondió ella—. Soy la
primera en estar tan cerca y fallar tan espectacularmente, todo porque una chica
estúpida escuchó algo que no debía. Todo por un descuido. Fui tan descuidada, y
estuve tan cerca.
—No se trata de terminar con el trabajo, sino del mensaje que envió. Tu
historia viajará por Umbra. Desde los confines de Lux Brumalis hasta la costa sur
de Solis Occasum. El intento heroico de una sola elfa de matar al rey se elevará
sobre los Picos Estigios y se hundirá en los Campos Sombríos. Hiciste lo que nadie
más ha intentado durante años.
Algunos otros prisioneros se arrastraron hasta el frente de sus jaulas.
Agarraron los barrotes con sus dedos y ella vio un hambre en sus ojos que no había
estado antes allí. Querían ser liberados. Querían pelear, y no habían querido eso en
mucho tiempo.
Se encontró con sus miradas, una por una.
—Pero nada de esa historia saldrá de este lugar. Nadie sabrá nunca lo que
hice porque el rey no hablará nunca ni una palabra de ello. Matará a cualquiera que
lo intente.
El prisionero directamente frente a ella salió de las sombras. Una vez había
sido un leshi como Borovoi, uno de los últimos de su especie. Había pensado que
se habían ido todos, pero aparentemente, se había equivocado en muchas cosas.
El espectro pálido estiró su puño hacia adelante y, en lo que podría ser lo
último de su magia, desenroscó los dedos en una floritura. Una sola polilla abrió y
cerró sus alas. Palabras decoraban los pálidos apéndices aterciopelados. Lore vio
su propio nombre escrito en ellos antes de que despegara. Observó cómo flotó
hacia el techo, se aferró a una grieta en la piedra y se liberó.
—Que salga el sol —dijo el leshi, y luego desapareció una vez más en la
oscuridad.
Lore deseó sentir el poder de la frase. Deseó poder creer en el mensaje que
contenía. 11
Pero aun así miró fijamente a las sombras y susurró:
—Que salga el sol.
31

Abraxas nunca había intentado escabullirse por el castillo. La realización lo 11


desconcertó, considerando lo poco que confiaba en el rey y en todas las personas
que lo servían. Pero Abraxas nunca había estado en una situación en la que fuera
peligroso que lo vieran.
Era el dragón del rey. ¿Quién se atrevería a atacarlo?
Ahora, no quería averiguarlo. Los Caballeros Umbra eran una extensión del
rey. El poder que los animaba probablemente le informaría a Zander que el dragón
ya no estaba en su cueva. Y aunque era un ser poderoso y muy grande, habían
demasiados Caballeros Umbra. Sabían cómo atacar a un dragón; estaba seguro de
eso. Después de todo, habían sido creados para mantener a salvo a su rey.
El padre de Zander no había sido tonto. Había visto venir que Abraxas
podría decidir en algún momento que este viaje no valía la pena el dolor y el
sufrimiento. El rey podía morir. Abraxas moriría con él, pero no inmediatamente.
Así que, presionó su espalda contra las sombras de los corredores y vio
pasar a los Caballeros Umbra. Hizo todo lo posible para no captar su atención y, lo
logró, sorprendentemente.
Un zumbido silencioso en su pecho lo instó a contarle a Lorelei cómo había
aprendido de ella. Ella era más adecuada para este tipo de trabajo. Escabulléndose
por todo el castillo y escondiéndose en cada rincón y grieta. El cuerpo de Abraxas
fue construido para cosas más pesadas. Mientras ella era una daga en la noche, él
era un martillo desafilado listo para destrozar cráneos.
Al parecer, le había enseñado cómo ser más que eso. Y se notaba.
La mazmorra estaba tan cerca que podía oler el aire viciado ondeando por
la puerta. A medida que observaba desde su escondite, el rey salió por las puertas
negras. Zander se limpió las manos con un trapo ensangrentado y murmuró algo a
un Caballero Umbra que lo seguía.
Las puertas aún estaban abiertas. Las bisagras chirriantes lo delatarían si
intentaba abrirla, así que ahora era su única oportunidad. Sin embargo, tenía que
distraer a los caballeros custodiándola, o las puertas se cerrarían y su plan se
complicaría muy rápidamente.
Miró a su alrededor, pero el único objeto que tenía a mano era un candelabro
que una doncella debía haber dejado en el alféizar de la ventana. Pero, cuando lo
alcanzó, su mano se detuvo. Una luz brillante resplandeció al otro lado de la
ventana. Una diminuta mujer centellante que golpeaba el cristal para llamar su
atención.
Frunció el ceño, entrecerrando los ojos y tratando de entender lo que estaba 11
mirando. ¿Era un duendecillo? Se suponía que debían estar lejos del castillo, o el
rey los pondría en una botella minúscula.
Entonces comprendió que hace mucho tiempo, Lore había dejado salir a uno
de esos duendecillos. Y al parecer, la pequeña criatura había permanecido
alrededor.
Abraxas abrió el pestillo de la ventana y la abrió lo suficiente para que el
duendecillo entrara en el lugar. Aterrizó en su mano, su cuerpo entero aun ardiendo
con luz. Nunca había visto a alguien tan delicado. Sus alas tenían el más mínimo
indicio de venas donde la luz se oscurecía en los bordes.
La mujer señaló a los caballeros frenéticamente y luego a sí misma.
—Pequeña, ¿vas a ayudarme? —Miró a la criatura valiente en su mano—.
Necesito llegar a ella, incluso si está en las mazmorras.
El duendecillo señaló a los caballeros una vez más.
—Distráelos, y me colaré en las mazmorras. —Abraxas asintió
rápidamente, pero luego sostuvo su mano opuesta sobre su cabeza para evitar que
saliera volando—. Pero aún no he pensado en cómo salir de la mazmorra. ¿Alguna
suposición?
Si vio a través del resplandor correctamente, ella le dirigió una mirada que
decía lo poco impresionada que estaba. Lanzándose alrededor de su mano, el
duendecillo se dirigió hacia los caballeros.
No tomó mucho. Vieron un duendecillo volando libre en el castillo y
supieron qué hacer. Los dos caballeros frente a la mazmorra salieron tras ella, sus
armaduras resonando ruidosamente mientras hacían todo lo posible para cerrar sus
guantes de metal alrededor de ella como una jaula.
Salió de las sombras y trató de correr hacia la mazmorra. En silencio, se
recordó. Pero era un hombre grande y el sigilo no era su especialidad. Tuvo suerte
de que el duendecillo hubiera aparecido cuando ella lo hizo, o nunca se habría
metido en la mazmorra sin ser atrapado.
Abraxas bajó por la escalera de caracol, con la mano en la pared, el corazón
retumbando en su pecho. ¿Qué encontraría aquí en la oscuridad? Obviamente
muchos de los otros prisioneros, pero esperaba que ella aún estuviera viva. Que no
fuera demasiado tarde.
Su alma gritó ante la mera idea de que pudiera encontrarla muerta en el
suelo de piedra sucia. Ya era demasiado preciosa para él. Abraxas no estaba muy
seguro de que sobreviviría encontrándola así.
Los otros prisioneros se agitaron, algunos de ellos mirándolo con odio en 11
sus ojos. No podía culparlos. Él había sido quien puso a muchas de estas criaturas
en esas celdas, y ninguna mendicidad o palabra amable haría que lo perdonaran.
Sin embargo, Abraxas no buscaba su perdón. Solo estaba aquí por una
razón, y solo una.
La última celda contenía a la elfa que hizo que su corazón diera un vuelco
y luego reanudara sus latidos irregulares. Estaba sentada con las piernas cruzadas
en medio de la celda, con la cara ya hinchada y amoratada, pero viva. Estaba viva.
Se detuvo frente a su celda, total y absolutamente deshecho. ¿Verla así?
Quiso destruir todo este castillo. Lo destrozaría piedra por piedra si eso era
lo que tenía que hacer para encontrar al bastardo que se había atrevido a ponerle
un dedo encima. A tocarla. El fuego ya ardía en su pecho y sus uñas se alargaron
en garras malvadas. Quería estallar en su forma de dragón y arrasar todo este
edificio hasta los cimientos.
Pero primero… primero, tenía que asegurarse de que ella estaba bien.
—¿Lore? —susurró, envolviendo sus dedos alrededor de los barrotes de su
celda—. Lore, por favor, dime que estás viva.
Abrió un único párpado hinchado. El otro se había pegado con sangre seca.
El blanco de sus ojos estaba rojo e inyectado en sangre. Sus uñas estaban sucias
con tierra y lo que sospechó era sangre de otra persona. Pero aun así sonrió cuando
lo vio, y eso casi lo hizo caer de rodillas.
—Abraxas. ¿No te dije que no te metieras en todo esto? El rey también te
matará si te ve aquí.
—A la mierda el rey —gruñó—. ¿Te hizo esto?
La risa que escapó de sus labios fue oscura y horrible.
—En cierto modo. Sí, él fue quien me puso las manos encima, pero fue la
rebelión la que me envió aquí. Fue toda una vida de odio de los mortales lo que me
encerró en esta celda. Fue una década de dolor y soledad lo que para empezar me
puso en la lista de Margaret. Abraxas, ¿cuántas personas me lastimaron? ¿Un
centenar? ¿Mil? Tantos mortales que nos odian, y quieren vernos muertos.
Se deslizó hacia abajo, sentándose en el suelo fuera de su celda con la cara
presionada contra los barrotes.
—No puedes pensar así.
—¿Por qué no?
—Tus decisiones no te trajeron a este lugar. Incontables inocentes no te 11
enviaron a tu perdición. Todo esto proviene de las maquinaciones de un hombre
diabólico que transmitió ese odio venenoso a su hijo. —Abraxas en serio creía eso.
No podía permitirse pensar ni por un momento que la gente de este reino era el
verdadero problema. Eran honestos y auténticos. Lo había visto antes.
O al menos, pensó que lo había hecho. Hace mucho tiempo, cuando los
dragones aún volaban por los cielos.
—Abraxas, nunca has vivido en la ciudad. Nunca has visto lo que yo he
visto. —Se movió, trabajando duro para sacar las piernas de la posición cruzada
en que las tenía, aunque tuvo que liberarlas con las manos—. Escúchame. La
rebelión ya no es lo que fue una vez. ¿Por qué más me enviarían aquí? ¿Sola? Y
luego atacarían el castillo mientras aún estaba en él…
—Hay más aquí de lo que cualquiera de nosotros sabe. —Pasó el brazo por
entre los barrotes, manteniendo la mano extendida para que ella la tomara—.
Desearía poder contarte todo, y tal vez tú podrías ayudarme a reconstruirlo. Ojalá
hubieras visto lo que vi. Pero Lore… Lore, por favor. Solo quédate conmigo.
Pensó por un segundo que ella se daría por vencida. Su expresión perdida
era una que había visto antes en los rostros de los prisioneros que permanecían en
este lugar. Era el rostro de una mujer que había olvidado por qué había venido aquí.
Ya no le importaba el significado. Todo lo que sentía era el dolor.
Abraxas hizo un gesto con la mano, esperando que ella confiara en él.
—Lore. Estás dejando que se meta en tu cabeza. Esto es exactamente lo que
quiere. Él quiere que te sientas débil y pienses que nadie más en este mundo te va
a querer o escuchar. Pero te lo digo ahora, Señora de las Estrellas, eso no es cierto.
El rey era un maestro con sus palabras rebuscadas para que la gente creyera
todo lo que decía. ¿Eso era lo que había sucedido en esta celda? Aunque ella aún
estaba viva, su estómago se retorció con el temor de que pudiera ser demasiado
tarde.
Pero Lore suspiró y se arrastró por el suelo. Centímetro a centímetro, hasta
que metió sus dedos diminutos contra la amplia fuerza de su palma.
—Dragón, eres igual de bueno para meterte en mi cabeza.
—Bien —respondió. El alivio tiñó sus palabras con demasiada emoción,
pero no le importó—. Bien, creo que ambos necesitamos eso.
Ella lo miró con esos ojos azules mar y su corazón se rompió en un millón
de pedazos. Lore lo miraba como si él tuviera las respuestas, y pudiera arreglar
todas las cosas rotas de su vida, pero él no sabía cómo. No sabía cómo ser ese 11
héroe que la sacaría de esta celda y la llevaría a una tierra lejana. A un lugar donde
nadie la cazaría ni a ella ni a su gente.
Ese lugar ya no existía.
—No sé dónde están las llaves —susurró.
—El rey las mantiene en su persona, justo al lado de su corazón. —Negó
con la cabeza, pero él vio las lágrimas en sus ojos—. Dijo que no confiaba en nadie.
Ni siquiera un Caballero Umbra.
—¿Y su plan para ti? —Abraxas tenía una conjetura enfermiza de lo que el
rey quería hacer. Pero tenía que oírla decir las palabras. Necesitaba saber que el
hombre al que había servido en realidad había caído tan bajo.
La garganta de Lore se agitó al tragar pesadamente.
—Planea sacrificarme en la boda. Va a anunciar a su nueva esposa, y luego
le va a mostrar a todo el reino lo que sucede cuando una criatura intenta alzarse
contra él. No está dispuesto a aceptar la idea de un mártir en su reino, de modo que
quiere asegurarse de que el mensaje se transmita de verdad. Afirma que el mensaje
será muy claro cuando mi cabeza toque el suelo.
Se le cayó el estómago. Por supuesto, ese era el plan de Zander. El chico no
sabía cómo terminar cualquier pelea que no fuera con ira y dolor. El padre de
Zander siempre había querido lastimar a la gente y, por lo tanto, el niño se había
convertido en la viva imagen de ese hombre malvado.
Buscó las palabras que enmendarían esto. Hizo todo lo posible por pensar
en algo que aliviara su tormento y miedo. Pero no pudo. Solo sabía que ella
temblaba como una hoja, su mano aferrando la de él como si fuera su salvavidas.
Abraxas puso su hombro contra el de ella a través de los barrotes,
sosteniéndola con las manos entrelazadas entre ellos.
—¿Alguien te ha hablado alguna vez sobre el Castillo de los Perdidos?
La pregunta fue tan extraña, tan inusual e inesperada, que la sacó del miedo.
Lore se movió, sus cejas se juntaron en un ceño fruncido profundo.
—¿Vas a contarme un cuento para niños?
—Entonces has oído hablar de eso. —Abraxas sintió que su pecho se apretó
con un placer profundo—. No es un cuento para niños. Hace años fue el hogar de
los dragones, mucho antes de que nacieras. Solo lo he visto una vez, pero era el
gran nido donde nacían todos los dragones. Hace mucho, mucho tiempo.
No sabía si esto ayudaría a distraerla, pero tenía que hacer algo. 11
Abraxas la miró, vio la expresión perdida en su rostro y sintió como si de
alguna manera hubiera fallado. Como si nunca fuera a ser el mismo si no pudiera
volver a poner las piezas rotas que ella necesitaba desesperadamente reparar.
Extendió su mano libre y colocó un mechón enmarañado de su cabello
detrás de su oreja. Los dedos se deslizaron fugazmente sobre un corte en su
pómulo.
—Recuerdo que era verde. Un oasis había creado todo alrededor de los
terrenos de anidación. Un pozo profundo de agua que se derramaba como
esmeraldas salpicadas de flores de zafiro. Las dragonas hembra vendrían de todo
Umbra y pondrían huevos que parecían piedras preciosas. Cada uno era más
hermoso que el anterior. Y el sol… —Le pasó los dedos por la frente, bajando sus
ojos hasta que se cerraron de forma natural—. Siempre podías sentir el sol en tu
cara.
Ella tomó una profunda respiración tranquilizadora. Sus ojos se agitaron
debajo de sus párpados cerrados, como si pudiera ver de lo que hablaba.
Él podía hacer esto. Podía pintar un cuadro que la transportara de una
mazmorra a un reino antiguo.
—Recuerdo la sensación del viento en mi cara de sus alas a medida que
enfriaban los huevos. El sonido de su tarareo en lo profundo de sus gargantas de
dragón mientras les cantaban a sus bebés. Y el sentimiento de esperanza que venía
con cada momento que los veía en sus nidos.
—Recuerdo el toque fresco de la luna —susurró, con una sola lágrima
cayendo por su mejilla—. Corriendo por el bosque junto a mi madre. Nuestras
piernas se sentían más largas en esos momentos en que la luna enviaba sus rayos
para darnos fuerzas. Para enfriar el calor del sol.
Abraxas tomó su mandíbula y giró su cabeza hacia la de él. Apoyó su frente
en la de ella muy suavemente. Sus emociones se amotinaron, peleando por querer
matar al rey por todo este daño y tristeza que ella alguna vez hubiera sufrido.
Se estiró entre los barrotes y lo imitó. Su mano agarró su mandíbula, sus
dedos aun temblando y tan delgados. Tan delicados. Sus lágrimas se derramaron
entonces, cayendo sobre sus mejillas hasta que pudo saborear la sal en su lengua.
Y su corazón se estrujó. No quería verla lastimada. Nunca más.
Respiró hondo, su pecho hinchándose con alguna emoción sin nombre que
se sintió tan importante. Transcendental. Como si no decía las palabras que
presionaban contra su lengua, entonces nada volvería a ser igual. 11
O tal vez era que temía que su vida siguiera igual.
—Ah, bien —la voz de Beauty cortó su momento de tranquilidad—. Ambos
están aquí.
32

Quería besarlo. 11
Maldita sea, Lore quería besar al dragón que había matado a su madre, y no
sentía ni una pizca de culpa por eso.
Había querido que Abraxas viniera todo el tiempo que estuvo sentada en la
oscuridad, escuchando las conversaciones tranquilas de los otros prisioneros.
Quería verlo por última vez después de que el rey describiera en detalle lo que
sentiría al morir. Quería ver la estúpida cara de Abraxas y regañarlo de nuevo por
no ver el mundo como ella lo hacía.
Sobre todo, solo quería estar cerca de él. La paz que provenía de él de pie
junto a ella calmaba su mente. Tanto es así que Lore ni siquiera sabía cómo llamar
a esto.
Era mitad elfa. Olvidada por ambos lados de la moneda y no querida por
ninguno. Pero él la hacía sentir como si alguien la quisiera.
Cuando llegó, fue como si su corazón hubiera comenzado a latir
nuevamente. Claro, pronto iba a morir. Y sí, solo se conocían desde hacía poco
tiempo. Pero nada de eso importaba.
Él estaba aquí.
Podía aferrarse a su mandíbula estúpidamente afilada y mirar sus ojos
amarillos y desear, esperar y rezar para que sus vidas fueran diferentes.
Él le contó de su tierra natal y Lore estuvo justo en la punta de la lengua
ubicarlos en esa escena. Quería pararse en esa hierba esmeralda y sonreírle. Quería
soñar con él en un claro de luna a medida que la luz plateada bailaba sobre los
músculos de sus brazos y hombros.
—Ah, bien. Ambos están aquí.
Las palabras la golpearon en el cráneo como si alguien la hubiera atacado.
Los pensamientos en su cabeza, los de él y ella y un futuro sin mortales, eran
tontos. Eran los sueños de un niño que aún no había visto lo que era la vida real.
Y no podía deambular por ese camino. Al menos, no fácilmente. No sin
perder su corazón en el proceso.
Lore se soltó del agarre de Abraxas y miró en estado de shock por el pasillo
de la mazmorra. Beauty estaba allí, aunque no la Beauty que conocía tan bien. La
joven estaba vestida como si fuera a la guerra. Ese atuendo era exactamente el que
Lore había estado buscando cuando fueron a robar del tesoro del dragón, pero…
esa no podía ser Beauty.
Desenredó sus dedos de los del dragón y se puso en pie lentamente. El
proceso fue largo y arduo, pero Lore se negaba a sentarse mientras tenía esta 11
conversación con la joven frente a ella.
—No te pareces a ti misma —gruñó Lore—. ¿Por qué?
Al menos Beauty hizo una mueca. Sabía en cuántos problemas estaba
metida.
—Lorelei, por favor no te enojes conmigo. No es como si quisiera
engañarte.
Todo se derrumbó sobre sus hombros.
Margaret. La rebelión. Beauty no estando en el Gran Salón cuando cayeron
las flechas.
—Trabajas para ella —murmuró—. Trabajas para ellos.
—Sí, lo hago. Siempre lo he hecho. Pero tienes que escucharme. Todo esto
fue para mantenerte con vida. Margaret no quería enviarte al castillo por tu cuenta,
pero si atrapaban a una de nosotras, entonces no podíamos saber… —Beauty se
pasó los dedos por el cabello y soltó un suspiro—. No podías saber que existía. De
lo contrario, todo podría haberse derrumbado. Tu misión era mucho más peligrosa
que la mía, y podían descubrirte más fácilmente.
Lore respondió como si su lengua se hubiera hinchado en su boca.
—Margaret sabía que fracasaría.
—No lo sabía. Esperaba que esto no sucediera, pero Lore, no eres la
primera. No podrías haber imaginado que serías la primera que enviarían a matar
al rey. Conoce los trucos, y todas las viejas costumbres. —Beauty dio un paso
adelante, extendiendo las manos como si quisiera tocar a Lore, pero luego las dejó
caer a los costados—. Nadie quería verte fracasar.
—Pero todos me sacrificarían si lo hacía. —La verdad dolió más de lo que
pensó. Por supuesto, sabía que la rebelión no se detendría si la atrapaban. Ese fue
todo el plan todo el tiempo.
Pero había pensado…
Había esperado…
Lore enderezó la columna y los hombros. Con un asentimiento rápido, se
empujó de regreso al presente. Tenía que dejar ir todo eso. Nadie nunca había
estado allí para ella, ni un solo momento de su vida. También podía superar esto.
Excepto que, una mano se deslizó a través de los barrotes una vez más, y
unos dedos anchos se entrelazaron con los de ella. Miró sorprendida a Abraxas
para ver que se había puesto rígido con ella. Cada centímetro del dragón vibraba,
como si estuviera listo para matar a cualquiera que ella le señalara. Cualquiera que 11
se atreviera a lastimarla.
—Tal vez no todos —susurró ella, aun mirando esos ojos ardientes.
—No todos —repitió él.
Esto era problemático. Más de lo que había esperado cuando accedió a
vender su alma a Margaret, pero suponía… bueno. Si tuviera más tiempo para
pensar en este desarrollo, no le importaría. Al menos, no tanto.
Beauty suspiró.
—Lorelei, puedo entender por qué te sientes así, pero conoces a Margaret
incluso mejor que yo. ¿Crees que ella no tendría un plan en caso de que te
atraparan?
—Por supuesto que sí. Pero tienes razón, la conozco muy bien. Demasiado
bien. —Lore apartó la mirada de Abraxas para poder mirar a Beauty directamente
a los ojos—. Y la conozco lo suficientemente bien como para entender que
esperaba que todo saliera de esta manera. Quería que fracasara.
—Te dio todo el tiempo que pudo.
—Si quieres, cree eso. Pero ambas sabemos que es mentira. —Sin embargo,
Lore asintió, al menos cediendo de modo que Beauty pudiera continuar—.
Entonces, ¿qué será? ¿Qué idea mágica se le ocurrió que evitaría que mi cabeza
golpeara el suelo sin mi cuerpo pegado a ella?
Beauty vaciló, y ese fue el momento en que Lore supo que no le gustaría
este plan más que el original. Aún la pondría en mucho más peligro del que quería
estar. Aún podría morir.
Pero supuso que era mejor que esperar su muerte en la mazmorra.
—Escúpelo —dijo Lore cuando Beauty aún no habló—. No puede ser tan
malo.
—No es malo, es solo que… —Beauty vaciló de nuevo.
—¿Es una locura? —suministró—. Todos los planes de Margaret terminan
así. Es imposible para ella pensar en una situación sin empeorarla. Supongo que,
esa es la manera de los elfos. Planes complicados que deben ser soportados por
todos aquellos que son absorbidos por sus redes.
El bolsillo de cuero de Beauty se agitó, y el duendecillo asomó la cabeza.
Con un chillido leve, la mujercita iluminó los bordes grises de la mazmorra. Giró
en el aire tan rápido que iluminó a todos los prisioneros, como si la luz del día
hubiera entrado en la habitación. 11
Y Lorelei se quedó mirando a los prisioneros, que alzaron los brazos ante el
brillo repentino. Todos estaban demacrados, rotos y magullados. Ninguno de ellos
podría luchar por sí mismo.
Ella sabía lo que el duendecillo estaba intentando decir. Sabía lo importante
que era que al menos intentara ayudarlos, aunque sentía que se estaba
desmoronando al hacerlo.
Beauty se aclaró la garganta, sus ojos moviéndose entre las figuras mientras
claramente hacía todo lo posible por no mirarlas fijamente.
—Margaret piensa que entre los tres, podríamos tomar al rey con la guardia
baja. Aún me considera una de sus novias, por qué nunca lo entenderé. Pero él no
me elegirá. Me acercaré lo suficiente para robar las llaves, y luego puedo dárselas
a Abraxas.
El hombre en cuestión se sobresaltó, como si no hubiera estado preparado
para ser parte de esto.
—Dejarás salir a Lore —continuó Beauty, señalando la celda—. Ella se
escabullirá entre los Caballeros Umbra y luego regresarás al campo donde él
anunciará a su novia y la muerte de Lore. Abraxas, eres la distracción. Necesitamos
que crees algún tipo de escena que mantenga ocupado al rey el tiempo suficiente
para que Lore se ponga en posición.
—Puedo hacer eso. —Su voz profunda envió un escalofrío por la columna
vertebral de Lore—. Pero no puedo hacerlo por mucho tiempo. Los caballeros
tienen armas que pueden atravesar mis escamas blindadas.
—Entonces, Lore tendrás que ser rápida —respondió Beauty—. Depende
de ti matarlo. Si esa es una tarea que puedes terminar.
Nada le gustaría más que derramar su sangre. Quería ver la fuente del río
rojo de su cuello empapando el suelo de esta tierra. Era casi como si Lore pudiera
sentir que Umbra deseaba devorar el alma del rey. La propia tierra quería sentir
cómo se drenaba su fuerza vital.
—Puedo hacerlo —respondió ella.
—¿En ese estado? —Beauty la miró de arriba abajo, luego miró a
Abraxas—. Se suponía que la curarías.
Gruñó, el sonido profundo retumbando en su pecho.
—Niña, soy un dragón, no un sanador. Si sangrara, podría detenerlo. Pero 11
no puedo hacerla mejor por arte de magia.
—Si tuviera acceso a la luna, podría hacerlo yo misma —interrumpió Lore.
Ambos la miraron con expresiones de asombro a juego. Aunque Abraxas se
recuperó primero.
—Es cierto —murmuró—. Los elfos de Silverfell eran diferentes.
—No diferente. —Puso los ojos en blanco y miró hacia el techo—.
Utilizamos lo que nos dieron.
Podía sentirlo mirándola fijamente. Como si Abraxas estuviera intentando
hacerle un agujero en la cabeza si ella no lo miraba. ¿Qué creía el dragón que
estaba haciendo? Sabía que era una elfa de Silverfell. Al parecer, una rareza,
aunque no sabía por qué.
Finalmente, se rindió y lo miró. El calor en sus ojos, la forma en que un
músculo latía en su mandíbula, fue demasiado.
—¿Qué? —espetó—. ¿Por qué me miras así?
Como si quisiera romper a cualquiera que se atreviera a tocarla. No
necesitaba eso. Sabía cómo romper a un hombre con sus puños y cómo acabar con
una vida con una espada. Abraxas no tenía que ayudar a protegerla, ni necesitaba
involucrarse.
Aunque era agradable. La idea de que alguien quisiera ayudarla.
—¿La luna puede ayudar a curarte? —preguntó, su voz profunda.
—Sí.
Entonces miró más allá de ella, al muro de piedra que se abría paso por
debajo del castillo. O eso pensó ella.
Abraxas asintió, como si eso lo resolviera, y luego volvió su atención a
Beauty, quien lo observaba con una expresión bastante atónita en su rostro. Incluso
el duendecillo no sabía lo que acababa de pasar. Su luz resplandeciente se atenuó
cuando su atención se centró en cuál era el plan del dragón.
Cuando nadie habló, Abraxas asintió de nuevo.
—Entonces, me aseguraré de que sane. Y no necesito la llave.
—Pero… —Beauty negó con la cabeza—. Dragón, ¿de qué estás hablando?
—Me pediste que la curara, y te dije que lo haría. Así que, lo haré. —Apretó
los dedos de Lore suavemente—. Me aseguraré de que esté lista para el momento 11
en que la necesites. Ella matará a Zander.
Su confianza en ella ardió a través de cualquier incomodidad o miedo
restante. Pensaba que ella podía hacer esto, y Lore sabía sin lugar a duda que podía.
Caminaría a través de cualquier fuego que quedara frente a ella. Y entonces
terminaría con esto.
Todo ello.
Beauty observó las expresiones reflejarse en su rostro antes de dejar escapar
un suspiro largo. Al parecer, lo había estado conteniendo a medida que esperaba
escuchar lo que diría Lore.
—Bien, bien. Eso hace que todo sea mucho más fácil. Después de que
Abraxas los distraiga, ve al estrado. Te daremos el camino de menor resistencia,
pero… Lore, esta es nuestra única oportunidad.
—Está bien. Aquí termina. —Podía hacer esto.
—Bien, Margaret dijo que vas a querer esto. —Beauty alcanzó detrás de
ella y aparentemente había una bolsa de armas unida a ese corsé de cuero suyo
porque sacó un cuchillo negro diabólico.
El metal ondulado había sido martillado en golpes texturizados, de modo
que cuando se hundía en la carne, rasgaba y arrancaba. Una vez sacada de cualquier
herida, esa cuchilla destrozaría músculo, grasa e incluso hueso. Era un arma hecha
para nada más que la muerte.
—¿Una daga siniestra? —Sacudió la cabeza y soltó la mano de Abraxas.
Lore se alejó un paso de ese cuchillo horrible—. No aceptaré eso.
—Margaret dijo que sabrías qué hacer con él. —Beauty pareció entender
que era peligroso tocar ese cuchillo. Lo puso en el suelo y lo pateó hacia el borde
de la celda—. También dijo que sabrías lo que significaba.
Lore volvió a negar con la cabeza.
—No quiero eso. Dame otro cuchillo. Cualquier otro cuchillo.
—¿Qué es una daga siniestra? —preguntó Abraxas.
Lore no quería decirlo. No quería que supieran las cosas horribles que
podían hacer los elfos, como esa daga terrible yaciendo en el suelo.
Pero tenía que hacerlo. Tenían que entender.
Tragó pesado.
11
—Hubo otros elfos, algunos que ya no viven. Un grupo pequeño de ellos en
las profundidades de la tierra. Se llamaban a sí mismos el Abismo de Ceniza y
fabricaban esas cuchillas. Las dagas siniestras son armas mágicas. Matar con eso
implica atar un alma a la daga por toda la eternidad. —Se llevó una mano
temblorosa a la boca—. Es una tortura. Para siempre.
Abraxas se arrodilló y recogió la daga. Ella no sabía qué pensamientos
podrían pasar por su cabeza, pero él no dudó. Extendió la hoja de modo que ella la
tomara. Sin palabras.
—¿No tienes miedo de lo que puede hacer ese cuchillo? —susurró, las
palabras irregulares y ásperas.
—Solo temo lo que está en mi propia cabeza —respondió. ¿Las líneas
alrededor de su boca se tensaron con lástima?—. Lore, tienes que hacer esto. Sería
un honor destrozarlo miembro a miembro por ti. Por lo que ha hecho. Pero te has
ganado el derecho de terminar con esto. Todo ello.
¿Y no era tan encantador que su dragón feroz quisiera darle un regalo de
sangre y dolor? Porque Abraxas debe saber lo que le ofrecía. Una oportunidad de
dejar de temer a la noche y las sombras. De terminar con el sufrimiento en sus
recuerdos de un rey dándole una paliza hasta casi matarla.
No quería tocar esa arma maldita, pero también sabía que ahora era la única
oportunidad que tendría. De lo contrario, Zander la atormentaría a cada paso.
Sus manos se extendieron, sus dedos temblorosos, y cerró los dedos sobre
la empuñadura de la hoja.
Recuerdos se reprodujeron a través de sus pensamientos. De un elfo de piel
oscura inclinado sobre un yunque, sus manos pesadas sosteniendo un martillo que
zurcía una maldición en el metal con cada golpe. Vio los rostros de todas las
personas que este cuchillo había matado, mortales, hombres, mujeres, incluso
niños. Tanta gente.
El peso de esa responsabilidad pesó sobre sus hombros. Y cuando volvió a
abrir los ojos, Beauty se había ido. Todo lo que quedaba era un dragón frente a ella,
esperando que volviera a abrir los ojos.
Abraxas alcanzó a través de los barrotes una vez más y envolvió su mano
alrededor de la de ella. Alrededor de la hoja.
—Lorelei de Silverfell, necesito que vivas.
Su verdadero nombre bailó a través de ella. Le siguió una ráfaga de poder,
como si él usando el término le diera energía como la luna.
11
—¿Por qué? —preguntó.
—Señora de las Estrellas —murmuró, y luego se acercó tanto que ella pudo
contar las motas doradas en sus ojos—. Mi Corazón de Fuego. Vive para mí, y
pondré un reino a tus pies.
Desapareció antes de que pudiera decir algo más. Corriendo desde la
mazmorra sin una segunda mirada.
¿Un reino? Ella no quería un reino.
Pero a medida que veía la daga en su mano temblorosa, se preguntó si eso
era por lo que estaba luchando.
33

Todo su cuerpo se siente… mal. Abraxas se miró las manos a medida que 11
se sentaba en el borde de su acantilado. El oro fundido esperaba muy por debajo
de él. Ya sabía qué hacer. Cavó un túnel hasta la celda de Lore y atravesó la pared.
Escaparía por ese camino cuando tuviera que hacerlo y, con suerte, se habría
curado lo suficiente como para escalar ese túnel precario.
Ahora tenía que esperar.
El rey anunciaría a su novia. Lore mataría al rey. Todo estaría bien.
Excepto que… no lo estaba.
Quedaba un problema evidente en la base de su montaña de oro derretido.
Un problema que ahora podía ver asomando por los bordes de la esquina más
alejada. La caja de madera conteniendo los huevos permanecería allí durante
mucho tiempo. No sabía cuándo ni cómo encontraría a alguien que la abriera.
Suspirando, Abraxas se deslizó en su forma de dragón y navegó por el aire.
Le tomó solo unos segundos aterrizar junto a la caja, y casi pudo sentir la tristeza
de los huevos dentro.
Como si de alguna manera supieran, que él no los dejaría salir del cascarón
a corto plazo. Quizás lo hacían. Los dragones eran criaturas así conocedoras.
Abrió la boca y dejó escapar una fuente de fuego que derritió el oro que
quedaba adherido a la caja. Y luego estuvieron solos. Otra vez. Solo los dos bebés
que ya deberían haber nacido y él. Quién debería haber tenido en él poder hablar
con ellos, escuchar sus opiniones y sopesar sus elecciones con las suyas.
Abraxas apoyó la cabeza junto a la caja, suspirando tristemente mientras
intentaba ver directamente a través de los bordes de madera.
—Lo siento. Siempre he tomado decisiones pensando en ustedes, pero no
es justo si… si los abandono a todos así.
Al principio, sus palabras cayeron en silencio, pero luego juró que pudo ver
su contorno a través de la caja. Como si los huevos estuvieran relumbrando con
los poderes de los dragones dentro de ellos.
—Los dragones siempre fueron primero protectores. Siempre buscábamos
a las otras criaturas mágicas e hicimos lo que pudimos para mantenerlas con vida.
Estuvimos allí para ellos en los viejos tiempos. No sé cuándo se detuvo eso. —
Pero el impulso nunca se había ido. Al menos no para él.
Abraxas quería envolverse alrededor de estas almas sufrientes de modo que
nadie pudiera lastimarlas nunca más. Claro, había ignorado ese deseo durante
mucho tiempo. Había pensado que era un capricho pasajero cada vez que llevó una 11
criatura a la mazmorra y se dijo a sí mismo que no le importaba.
Lore había cambiado todo eso.
Ella era la llave que había abierto su alma y, de repente, recordó. Recordó
las risas de los enanos contando sus chistes obscenos. Recordó sonreír a los
centauros mientras corrían por los campos. Extrañó la era de la magia y odió esta
era nueva del hombre.
—No dejaré de intentar sacarlos del cascarón —murmuró—. Juro por mi
vida y por todo el poder de mi cuerpo que encontraré la manera de que se unan a
mí en el aire. Tendremos nuestros días en el sol, ustedes y yo. Volando a través de
las nubes y compartiendo recuerdos de un tiempo pasado. Denme tiempo para
resolver este misterio, para corregir estos errores.
Los huevos brillaron aún más. Sabía en el fondo de su alma que estos niños
dragón recordaban sus vidas anteriores. Sabían lo que tenía que hacer y
comprendían su elección, incluso si eso significaba que tenían que esperar aún
más.
Solo podía esperar que esa fuera la verdad. El viaje que tendría que
emprender para encontrar otro hechicero o mago sería largo y arduo.
Pero tal vez si una joven elfa iba con él, por su vista aguda, por supuesto,
entonces tal vez el viaje no sería tan malo.
Suspirando, empujó la caja con la nariz y soportó el zumbido de la magia
que le cortó el hocico.
—Aunque, en serio lo siento —susurró—. Si pudiera tenerlos a ambos
ahora mismo, lo haría. Pero… esto es lo correcto.
Aun así, no quería hacerlo. Una parte de él odiaba darse por vencido tan
fácilmente con estas almas inocentes. Como si no hubiera luchado toda su vida
para mantenerlos a salvo, para traerlos de vuelta. Sin embargo, ahora que había
visto tanto del otro lado, entendía por qué las otras criaturas mágicas lo habían
odiado.
Golpeó la caja una vez más con la nariz, la punzada de dolor recordándole
que sin importar el camino que eligiera, siempre iba a doler. Nunca saldría de esto
sin que le doliera, y eso le abrasaba el alma.
Abraxas extendió sus alas y dejó que su cuello alcanzara el techo de la
cueva. El rugido profundo que brotó de su garganta fue perseguido por el fuego
que llovió sobre él y la caja. La cerradura de metal se volvió de color rojo brillante
con el calor, pero nunca se derritió. Nada podría derretirlo.
11
La llamada fue de rabia y ruina. Dejó que toda su ira, tristeza y odio por este
lugar y su gente se derramaran en el sonido. Que lo escuche el pueblo reunido para
el anuncio del rey. Que temblaran de miedo al darse cuenta de que el dragón venía
por todos ellos.
La distracción que necesitaba la rebelión tenía que ser una que nadie pudiera
ignorar. Querían ver lo que en realidad podía hacer un dragón, y estaba feliz de
proporcionarles eso. Después de todo, había pasado mucho tiempo desde que se
soltó.
Abraxas batió sus alas contra el aire y se elevó. La salida a la cueva era lo
suficientemente grande como para que él pudiera volar, y cortó la cascada como
un cuchillo atravesando una cortina. Sus alas de alguna manera se sentían más
fuertes. Casi como si la idea de finalmente aterrorizar a este rey mortal le hubiera
dado a su alma el poder que necesitaba para superar lo que sucedería a
continuación.
Las últimas palabras de Beauty resonaron en sus oídos, las que había dicho
cuando lo esperaba en el pasillo.
—Si ella falla, tienes que quemarlo todo. Mata al rey y a todos los que estén
allí.
Él había estado de acuerdo, pero solo porque no había otras palabras que
pudiera decirle. Por supuesto, estuvo de acuerdo, sabiendo que nunca podría matar
a la elfa que le había robado el corazón. Ya sentía el latido del vínculo de
compañeros en su pecho. Uno que no ignoraría.
No podía matar a Lore, por mucho que la rebelión quisiera que lo hiciera.
Si ella estaba en el patio y fallaba, él haría lo que fuera necesario para sacarla de
allí con vida. Si eso significaba que el rey sobrevivía, entonces… lo haría.
Abraxas casi esperaba que así fuera el plan. Los huevos seguirían vivos,
Lore no moriría, él huiría con ella y volverían más fuertes. Juntos.
Si tan solo pudiera cambiar el plan a eso. Ojalá su propio resultado deseado
cayera en su lugar, y entonces la rebelión no creería que los había traicionado.
El viento azotó su garganta y las heridas aún en proceso de cicatrización en
su espalda. Los agujeros en sus alas apenas estaban cerrados, y admitiría que estaba
un poco tembloroso mientras volaba. Pero no creía que el rey quisiera atacarlo
primero. Al menos, aún no. Había un espectáculo con un dragón que se había
pasado de la raya. Todo esto se convertiría en otra muestra de poder. Otro punto en
la vida de Zander en el que podía pretender que él después de todo era el bueno.
Voló alrededor de la parte trasera del castillo y escuchó atentamente. El rey
ya estaba gritando a la audiencia, que escuchaba cada una de sus palabras con gran 11
atención.
—¡En mis intentos de encontrar una novia, encontré aún más engaños! Mis
amigos. Mi familia. ¡Hay una impostora entre las novias que fue enviada al castillo
y quiero que todos lo sepan, una elfa pensó que podría matarme! —Zander se rio
y el sonido fue terriblemente cruel—. ¡Pensó que podría colarse en mi casa, en
secreto, y cortarme la garganta en mi cama!
La multitud se quedó sin aliento, como deberían con una historia como esa.
—¡Pero la encontramos! ¡Luché con ella yo mismo y quiero que sepan que
las criaturas mágicas son débiles! No son nada comparados con nuestro poder.
Caerán debajo de mi talón tal como lo hicieron con el de mi padre.
Excepto que, no lo harían. Su sombra cayó sobre la multitud, larga y ancha.
Todos vitorearon cuando reconocieron la forma oscura, porque el dragón siempre
había trabajado con el rey. Pensaban que el dragón lucharía contra las criaturas
mágicas con ellos. Seguramente, destruiría a sus oponentes con facilidad.
Y, sin embargo, cuando aterrizó en la parte trasera del patio, miró furioso al
rey. No se acomodó junto a su líder, ni pareció proteger a Zander en absoluto. En
cambio, vieron a un dragón cuyo estómago ya estaba hinchado por el fuego y la
ira.
Zander se paraba en un podio con esa morena sin nombre que ya había
retrocedido. Supuso que, ella debería temer al dragón más que la mayoría. Después
de todo, era la razón por la que Lore estaba en esa celda.
Habían decorado el podio con arcos blancos en lo alto y glicinias cayendo
en espirales violetas alrededor de sus cabezas. Era hermoso, un escenario que
habría hecho caer de felicidad a cualquier mujer. Una boda.
La multitud de personas frente al rey estaba vestida con sus mejores galas.
Sin embargo, el sol caía sobre sus cabezas, y gotas de sudor ya resbalaban por
algunas sienes. Pronto sabrían cómo se sentía el calor de verdad.
Su plan era asustar a todos aquí. Quería que clamaran por misericordia, y
no solo porque estaba cerca de ellos. Nadie excepto el rey lo había oído hablar
jamás. Abraxas sabía que revelar eso enojaría a Zander, pero había más en esto de
lo que el rey anticiparía.
—Rey mortal —rugió, sus palabras resonaron en el patio y silenciaron a
todos los humanos que lo habían vitoreado—. No pondrás un dedo en la cabeza de
ese elfa.
El silencio que siguió a sus palabras fue ensordecedor. Ojos del todo
abiertos lo miraron primero a él, luego de vuelta a su rey, quien había puesto su 11
mano sobre su espada. Como si eso pudiera salvarlo. Protegerlo. Darle algún
escudo o seguridad de la ira de un dragón.
Zander no era tonto. Sabía que este momento lo definiría para el resto de su
legado, ya sea que viviera o muriera. Necesitaba que la gente lo viera fuerte y
capaz. Como el rey que se enfrentó sin miedo a un dragón.
Pero Abraxas olió el hedor de su miedo.
—Así es —se quejó Abraxas, el fuego ardiendo cada vez más caliente en su
pecho—. Témeme, Zander. Sabes por qué estoy aquí.
—Lo hago. —El rey no lo defraudó. Su voz se elevó a medida que llamaba
a la multitud de personas que los observaban—. La mayor traición es una que
nunca vi venir. Dragón, se suponía que me protegerías. Se suponía que eras la única
persona en la que podía confiar y luego caíste en los caprichos del placer y la
llamada de una mujer bonita.
Iba a usar este momento para condenar aún más a Lore. El rey la haría pasar
por una ramera que había seducido a un dragón.
Abraxas no toleraría eso.
—Ella no me sedujo, como quieres que todos crean. Quieres difundir tus
mentiras y tu odio para poder justificar el asesinato de una niña inocente.
—¿Inocente? ¡Quería matarme!
—Quería liberar a su gente de tus garras. Quería liberar a las criaturas
mágicas de este reino de modo que no fueran perseguidas y arrojadas a un calabozo
para que se pudrieran. —Abraxas rugió las últimas palabras—. Me usaste como
arma durante demasiado tiempo, rey mortal. No me quedaré quieto por más tiempo
y veré morir a mi gente.
Los ojos de Zander se entrecerraron y Abraxas supo que había dicho
demasiado. Le había dado al rey algo que podía usar, y eso era…
No.
Maldita sea, debería haber mantenido la boca cerrada.
—¿Tu gente? —repitió Zander, ladeando la cabeza hacia un lado como si
las mismas palabras lo confundieran—. Dragón, tu gente está muerta. Murieron
hace mucho tiempo, cayendo ante la hoja, la espada y la magia que los derribó del
cielo. Aparte de los dos huevos de dragón que tengo en mi poder, ¿o lo has
olvidado? Te permitiré decir lo que piensas. No soy tan cruel como para no
permitirte decir tu parte. Pero… Abraxas. Si sigues así, ya sabes lo que pasará. 11
El destello de un dragón moribundo apareció frente a su visión. Recordó ese
grito horrible y el llanto de una pequeña bestia que nunca había tenido la
oportunidad de extender sus alas y volar.
No flaquearía. No podía.
Lore lo necesitaba para mantener distraído al rey y si Zander quería jugar
todas sus cartas así, lo haría. Le tomaría un tiempo al rey convocar esos huevos.
Tendrían que recorrer un camino largo antes de que la caja llegara a sus manos.
Ahora, rezaba para que Lore fuera rápida. Porque Zander ya había levantado
las manos y hacía el movimiento giratorio que invocaba la caja del mago.
Abraxas retrocedió y extendió sus alas. Querían una escena, dijo la rebelión.
Querían que la gente huyera gritando de la bestia.
Estaba feliz de complacerlos.
Abriendo la boca de par en par, rugió el fuego extendiéndose desde sus
mandíbulas. La gente gritó. Sabía que lo harían tan pronto como vieran el poder
que contenía. Pero el rey no se movió. Permaneció justo en ese podio, con la mano
aún en su espada.
¿En serio el chico pensaba que podía luchar contra un dragón?
Cuando Abraxas terminó, permaneció erguido con sus alas extendidas a su
alrededor. Sabía qué cuadro pintaba. Alas coriáceas y colmillos que goteaban baba.
Cada palmada húmeda contra el suelo chisporroteaba y hervía con el calor de su
pecho.
Zander lo miró con tanto odio que Abraxas se preguntó cómo no lo había
visto antes. Una emoción tan potente como esa no era por la pequeña cantidad de
rebelión que Abraxas había mostrado hasta ahora. No. Ese odio había crecido
durante años, y el dragón había ignorado que se gestaba en el pecho de este niño.
—¿Vas a pelear conmigo por una mujer? —gruñó Zander.
—Siempre quisiste que encontrara una —respondió—. ¿Eso no fue lo que
dijiste? Ven y únete a ti. Quédate en el dormitorio con otro cuerpo suave. Zander,
nunca dejaste de hablar de ellas.
—Quería que encontraras a alguien para ti. Por un coqueteo pasajero para
que no fueras un maldito idiota todo el tiempo. —Zander levantó la mano de su
espada y señaló al Caballero Umbra más cercano—. Mátalo —gruñó—. Quiero la
cabeza de ese dragón en el suelo frente a mí. Puedo hacer otro. 11
No podía, pero Abraxas no le diría eso. En cambio, se preparó para las
flechas y las armas mágicas que los Caballeros Umbra usarían contra él.
Lore, date prisa, pensó. Me queda poco tiempo.
34

La luz de la luna la había llenado con más magia de la que jamás había 11
reunido. Lore no sabía si la doncella en el cielo sabía que necesitaba toda la ayuda
que pudiera conseguir, o si había alguien en la mazmorra ayudándola. De cualquier
manera, se sentía casi hinchada de poder.
Abraxas le había aconsejado que dejara la celda cerrada. Al menos así no
dejaría que los Caballeros Umbra supieran demasiado pronto que había escapado.
Así que, esperó hasta que el sol se asomó por el horizonte antes de meterse en el
hoyo que él había cavado.
¿Cómo había hecho un dragón algo así? No podía imaginar que hubiera sido
fácil sin manos. Pero de alguna manera había hecho un túnel profundo en la tierra,
lo suficiente como para que la luz de la luna pudiera llenar su celda con rayos de
bienvenida.
El agujero era empinado. Hundió las manos en la tierra húmeda y se agarró
a las raíces de las plantas para levantarse y salir del agujero extraño en el suelo. El
barro se adhirió a su piel, salpicó su cabello y su rostro con escombros, pero no
importaba.
Después de todo, no se requería buena apariencia para asesinar.
Sus manos alcanzaron la parte superior del agujero y fue entonces cuando
sintió el cuchillo. Latía contra su columna donde lo había metido en la parte trasera
de su vestido rasgado. El poder casi la hizo perder el control y caer de nuevo en la
maldita mazmorra. La hoja sentía que la muerte estaba cerca, y quería que ella
supiera lo emocionada que estaba al hundirse en la carne de otra persona. De
devorar otra alma más que la alimentaría durante siglos.
Lore se estremeció. Se le puso la piel de gallina en los brazos y las piernas
a medida que miraba a su alrededor para asegurarse de que nadie la viera salir del
enorme túnel del dragón. No había nadie alrededor del castillo, pero ella esperaba
eso. Después de todo, se estaban preparando para una fiesta y una boda real. Había
mucho por hacer.
Esas pobres doncellas probablemente estaban corriendo como pollos con la
cabeza cortada. Agatha las volvería locas, eso es seguro. Y, por supuesto, los
Caballeros Umbra se agruparían alrededor de su rey. Preparándose de la mejor
manera que podían para asegurarse de que nadie se acercara lo suficiente para un
intento de asesinato.
Aunque, ya los había visto fallar al evitar que una flecha golpeara a su rey.
Frunciendo el ceño, Lore rodó hasta la pared del castillo y presionó su
espalda contra la piedra. ¿Ese intento de asesinato fue pura farsa? Si Beauty
trabajaba para la rebelión, habría sabido si había alguien atacando. Y Beauty se
había parado frente a esa flecha. 11
Tenía poco sentido. Nada de esto funcionaba de la forma en que le hacía
pensar que todo esto era la rebelión. Parte de eso fue pura suerte.
Miró hacia las murallas y vio que algunos de los Caballeros Umbra ya se
habían apostado en la parte superior. Primero tendría que eliminar a esos
caballeros, y luego podría conseguir un mejor punto de vista en la boda.
Ugh, incluso la palabra hizo que su estómago se revolviera. Boda. Iba a
casarse con esa perra morena, y luego convocaría a los caballeros como si matar a
una mujer el día de tu boda fuera honorable. Como si ese fuera un buen espectáculo
para que la gente lo viera mientras bendecía una unión santa.
Odiaba al hombre. Lo odiaba con cada fibra de su alma, y ese odio fluyó
hacia la maldita hoja en su espalda. La daga siniestra se empapó de sus emociones
y su poder aumentó. Tenía tantas ganas de sentir la sangre en su hoja que, casi
podía escuchar su voz en su cabeza.
—Toma lo que quieras —susurró en su mente con una voz como un fuego
crepitante—. Toma el dolor y la ira, y vuélvelos hacia otra persona. Caerán bajo
nuestra hoja y saborearán tu dolor mientras caen. Déjame hacer esto por ti.
Sabía por qué el clan de los elfos había muerto fabricando estas armas. La
magia que imbuyeron en lo que hicieron era malvada. Esta magia había surgido de
tantos años de dolor y angustia. Lo habían hecho sabiendo que los elfos iban a
morir.
Ese miedo había convertido sus poderes en algo letal, pero eso se volvería
en su contra en cada oportunidad que pudiera. A la daga siniestra no le importaba
a quién mataba o quién se interponía en su camino.
No podía escuchar esa arma de pesadilla. Si lo hacía, entonces tal vez
mataría a más que solo al rey. Caminaría entre la multitud de personas en su boda,
aquellos que la habrían visto morir sin una pizca de piedad, y les cortaría la
garganta. Como una especie de ser vengador queriendo que vieran lo que se sentía
al sentir dolor de verdad.
—Sí —susurró la daga siniestra en su mente—. Muchacha, alimenta tu odio.
Deja que fluya a través de ti hasta que veas que la realidad de nuestro mundo es
amarga y cruel.
Pero, no lo era. No todo. Recordó a Goliath con su sonrisa radiante y cómo
siempre compraba jarras de cerveza para cualquier mortal que lo viera. Ninguno
de ellos lo había informado a los Caballeros Umbra. Siempre sonrieron, y luego se
llevaron un dedo a la boca. Su secreto estaba a salvo. Estaba a salvo porque la luz
de su alma se extendía por la posada y sabían que podían confiar en él. 11
Toda su vida había creído que los mortales eran capaces de ser algo más que
arruinadores de vidas. Que tenían un propósito aquí, al igual que ella. Por eso
nunca se había unido a la rebelión.
No podía dejar que eso cambiara. Como dijo Abraxas, era más fuerte que
este odio.
Tragando pesado, dirigió la atención de la hoja a las criaturas sobre sus
cabezas.
—¿Los Caballeros Umbra tienen almas?
La pregunta pareció confundir al arma que tenía a la espalda. Se detuvo,
buscando el olor de un alma sobre sus cabezas. Esa voz horrible rechinó en su
mente una vez más.
—En realidad, no. Algo así como un alma, pero hecha a través de la magia
y no tan sabrosa.
—¿Aún podrías comerla?
Meditó a fondo su pregunta antes de contestar.
—Sí.
—Entonces quiero darte un festín, daga siniestra. No devores a más
mortales que el rey, pero quiero que devores las almas de esas creaciones
monstruosas. Libéralos o date un festín con ellos, no me importa. No son personas
de verdad.
Al menos, esperaba que no lo fueran. Los Caballeros Umbra siempre le
habían parecido otros. No eran capaces de pensar o soñar. Ni siquiera reaccionaban
cuando eran expulsados de su armadura, como si simplemente fuera una sorpresa
para ellos, pero una que sufrían porque tenían que hacerlo. Nunca había visto una
pizca de emoción en sus acciones o reacciones.
Estas fueron las cosas que se dijo mientras subía al castillo. El exterior había
visto días mejores, y aparentemente el rey actual no creía que fuera importante
reparar las hendiduras pequeñas o grietas que permitían a una persona trepar por
los lados de las paredes de piedra. Era otro defecto más que él era incapaz de
entender. ¿Alguien tenía que haberle dicho que necesitaba arreglar esto?
Lore hundió los dedos en las grietas e ignoró la ineptitud de su rey. Todo
esto era parte de su plan. Ella seguiría adelante con esto, sin importar los costos.
Después sentiría la decepción. Sentiría la culpa de tomar una vida cuando
había tiempo para eso. Hasta que estuviera sola y pudiera gritar en una almohada. 11
Claro está, si sobrevivía.
Sus dedos se cerraron sobre la parte superior de la primera muralla y se
quedó inmóvil. No fue difícil averiguar dónde estaban los Caballeros Umbra. Su
armadura siempre se movía y resonaba, sus pasos duros contra el suelo de piedra.
Lore esperó hasta que uno estuvo cerca de ella, luego se lanzó sobre el borde
de la muralla. Le tomó tres segundos. Aterrizó agachada a los pies de la criatura, y
luego su mano se envolvió alrededor de la daga siniestra.
La daga sabía adónde quería ir. Giró su brazo alrededor, hundiendo la hoja
en el punto débil en la parte posterior de la rodilla del caballero. Se clavó
profundamente a través de la armadura hasta que la magia de la hoja tocó el humo
dentro del metal.
Lore pensó que vio por primera vez sorpresa en un Caballero Umbra.
Inclinó el casco hacia abajo para mirarla, y luego solo fue una armadura vacía.
Congelada en su lugar porque nada en su interior ayudaba a animar el traje.
Ella también se congeló. Lore miró lo que había hecho y se dio cuenta de
que no sabía cómo sentir remordimiento por una criatura como esta. ¿Debería
mirar este artilugio de metal vacío y preguntarse sobre el humo negro que estaba…
qué? ¿Dándole vida? No estaba vivo.
Ninguno de los caballeros estaba vivo de verdad. Obedecían órdenes, y
ahora ella los había liberado de eso.
No tenía tiempo para esta pena. Más pasos resonaron detrás de ella.
Girando, barrió su pierna a medida que permanecía agachada. El caballero
no esperaba que hubiera alguien en las murallas, y tropezó con su pierna y cayó
justo frente a ella.
La daga siniestra centelleó a la luz y atravesó el ojo del casco del caballero.
Hundiéndose profundamente donde habría estado un ojo, la daga bebió
profundamente del humo oscuro hasta que este traje se detuvo.
Lore ya estaba de pie con la daga en frente de ella. Habría más. Lucharía
hasta el último aliento para llegar a la boda del rey, pero sería una batalla muy dura.
Excepto que…
No había más caballeros a su alrededor.
—¿Dos? —susurró—. ¿Por qué solo hay dos?
¿Por qué no había más?
El rugido de un dragón sacudió el aire, y entonces comprendió que Abraxas
había creado más distracción de la que creía. Había hecho tal escena que todos los 11
Caballeros Umbra habían salido corriendo de sus puestos para ayudar al rey. Y eso
solo podía significar que pensaban que Zander estaba en grave peligro de morir.
¿No había dicho Abraxas que tenían armas que podían matar a un dragón?
La preocupación hizo un puño en su estómago y corrió por las murallas, bajó el
primer tramo de escaleras y todo el camino hasta el final que bordeaba el patio.
Vio sus alas antes de que pudiera ver el patio. Se extendían hasta lo alto,
casi tan grandes como el propio castillo. Era tan grande, pero eso solo lo convertía
en un objetivo más fácil para los Caballeros Umbra que apuntaban con ballestas
gigantes a su corazón.
No podía dejar que las dispararan. Lore se puso en movimiento, moviendo
sus brazos y piernas más rápido que nunca. La daga siniestra en su mano cantó con
júbilo cuando alcanzó al primer caballero. Apenas había terminado de beber
cuando ella giró sobre el siguiente, el que hacía girar la rueda que lanzaría la
primera flecha en el costado de Abraxas.
Otra flecha se disparó desde arriba de su cabeza y atrapó al último caballero
en este puesto. Alzó la vista para ver a Beauty asomada precariamente por una
ventana con una ballesta en su propia mano.
Beauty le hizo un gesto salvaje a Lore para que siguiera moviéndose, pero…
no podía. Sus ojos encontraron a Abraxas y no pudo pensar en nada más que en los
agujeros en sus alas que goteaban sangre roja brillante. Echó la cabeza hacia atrás
otra vez, rugiendo con tanta rabia y enojo que su pecho se sacudió con la fuerza de
eso.
Ella quería ayudarlo. No podía dejarlo morir aquí mientras intentaba matar
al rey. Claro, era importante, pero ¿acaso él no era más importante que todo eso?
¿No valía la pena salvarlo?
Una mano golpeó su hombro y la arrojó hacia adelante. Lore se agarró al
borde del muro de piedra antes de que esa misma mano la hiciera girar.
Margaret siseó:
—Niña, tienes la daga siniestra. Muévete o todo esto será en vano.
Luego, la otra elfa se dio la vuelta y atrapó a un caballero entre las dos dagas
en sus manos. Margaret agitó las hojas de un lado a otro, atravesando el casco del
caballero hasta que saltó y todo el humo salió de la armadura.
Su tiempo se había acabado. La rebelión estaba aquí, y la llevarían ante el
rey aunque fuera lo último que hicieran. Pero al hacerlo, temía perder a la única
persona que le había devuelto el alma.
Cerrando por un momento los ojos con fuerza, Lore detuvo los latidos 11
rápidos de su corazón. Ella tomó largas respiraciones profundas. Su mente
necesitaba estar clara sobre lo que sucedió a continuación. Necesitaba estar
concentrada y tranquila, tal como su madre la había entrenado para estarlo todos
esos años atrás.
Con un pie delante del otro, se apartó de la vista del dragón herido gritando.
Impulsó su cuerpo hacia el podio donde solo el rey podía estar. Y cuando lo vio,
dejó salir toda la rabia.
La daga siniestra cantó en su mano. El sonido oscuro era un canto fúnebre
de un rey a quien nadie echaría de menos. Un rey cuya alma sabría a ceniza y
polvo.
Corrió hacia el borde de los muros del castillo. Corrió como nunca, porque
el grito de dolor de un dragón resonó en su mente.
Lore llegó al final de la torre. Sus pies descalzos y ensangrentados
golpearon el borde y saltó en el aire. Levantó la daga sobre su cabeza, el sol
reflejándose en el borde y enviando un destello de luz sobre el rey.
La mujer la vio primero. La morena se arrojó al suelo antes de que el rey se
diera cuenta de que el acercamiento de Lore era inevitable. Levantó la cabeza para
verla al último segundo, y fue como si el tiempo se hubiera detenido. Sus ojos se
encontraron. Los de él se ensancharon y los de ella se estrecharon con
determinación.
Lore apuntó el cuchillo a su garganta con un balanceo salvaje de su brazo,
luego aterrizó en el suelo justo fuera de su alcance. Él con los brazos extendidos,
ella la hoja en mano, era un blanco fácil si él sobrevivía a su ataque.
Pero volvió la cabeza para mirar y vio una línea brillante justo debajo de su
mandíbula. Fue un corte limpio, como si llevara una cinta roja alrededor de la
garganta. Hasta que la sangre se derramó.
El rey se aferró la herida e hizo un sonido horrible de gorgoteo. Los
Caballeros Umbra lo rodearon de inmediato. Sacaron a su rey del podio, pero no
se retiraron al castillo. No, se juntaron a su alrededor como un enjambre de
langostas y huyeron del castillo con Zander en sus brazos.
La rebelión no corrió tras él. Se pararon en las murallas y observaron en
completo silencio. Fue tan rápido. Todo había sucedido tan veloz, y Lore aún
estaba agachada en el estrado intentando recuperar el aliento.
El ala de un dragón se extendió frente a ella, protegiéndola de los ojos de la
multitud y la rebelión de arriba. Miró hacia el gigante ojo amarillo y las primeras 11
lágrimas de culpabilidad cayeron por sus mejillas.
35

Lo había hecho. Abraxas no podía creer que ella de verdad lo hubiera hecho. 11
En realidad, podía. Lo había impresionado todos los días que la había
conocido, pero de alguna manera, verla saltar por el aire con una daga sobre su
cabeza había superado todo lo que había imaginado.
Lore era más que una simple asesina. Era una mujer que se desmoronaba
lentamente frente a él mientras soltaba la daga siniestra de sus manos. Y por
primera vez en su vida, Abraxas no sintió que era mejor estar en su forma de
dragón. Nunca había elegido ser un mortal porque pudiera solucionar un problema.
Pero en este momento, reduciría el castillo a escombros si eso significaba
que pudiera sostenerla en sus brazos. Si pudiera arrastrarla contra su pecho y
prometerle que no le volvería a pasar nada malo. Que él cuidaría de ella. Lo juró
por su vida y la de los huevos aún enterrados en el oro debajo del castillo.
Un estruendo profundo sacudió su garganta, no de ira o rabia, sino de
preocupación cuando se inclinó sobre ella. Abraxas comprobó para asegurarse de
que su ala aún la ocultaba de los cientos de ojos que miraban. La multitud aún no
había llegado a la salida del patio, y muchos de ellos se quedaron para ver qué
pasaría a continuación. Todos habían visto a la elfa que había rebanado la garganta
del rey. Sabían que su mundo estaba a punto de desmoronarse ante ellos.
No podía importarle menos su mundo. Su reino. Su gente.
—Lorelei —murmuró, intentando mantener la voz baja para que nadie
pudiera escucharlos hablar—. ¿Estás bien?
Ella sorbió con fuerza, ocultando el dolor que se derramaba por su cuerpo
antes de que lo mirara. Y casi se rompió con la vista.
Anillos rojos rodeaban sus ojos, mientras que profundos surcos morados
surcaban debajo por la falta de sueño y por sobrevivir en la mazmorra. Moretones
y suciedad cubrían su rostro hermoso y él… no podía soportar verla así. No cuando
sabía lo vibrante que solía ser. Lore era un pilar de fortaleza, no esta mujer rota
que había soportado tanto.
La membrana de su ala onduló cuando una mujer se deslizó debajo. La elfa
alta le recordó a los elfos que había conocido hace mucho tiempo. Había
innumerables como ella. Sin embargo, el número de sus guerreros había sido
mayor en el pasado. Esta elfa se movía como si hubiera salido de la historia y no
hubiera vivido ni un solo día de su vida en Tenebrous.
—Lorelei, recobra la compostura —siseó—. La gente va a verte y tendrás
que ser más que esto.
—Tranquila, elfa —gruñó—. Dale tiempo.
—¿Tiempo para qué? ¿Para hundirse bajo las olas de la culpa y convencerse 11
de que era una asesina solo porque la señalé en la dirección correcta? Nunca. —
La elfa lo miró de arriba abajo, claramente poco impresionada con el dragón que
encontró frente a ella—. Ahora tiene que ser una figura decorativa de la rebelión.
Es más que solo Lorelei de Tenebrous o Silverfell. Todas las criaturas mágicas
querrán verla. Saber que es fuerte. Y los humanos tendrán que temerla, o pensarán
que un ejército puede atacarnos.
—Le estás pidiendo demasiado a una mujer que acaba de matar a su rey. —
Abraxas quería arrojar fuego sobre el pequeño mosquito frente a él y terminar de
una vez.
Lorelei vendría con él, ya lo había decidido. Irían a los bosques antiguos,
más allá de los Piscos Estigios y hacia los pinos susurrantes. Se pararía bajo la luna
todas las noches hasta que se sintiera más como ella misma. Hasta que fuera lo
suficientemente fuerte para enfrentar los recuerdos de frente mientras él la guiaba
a través del bosque.
Sanarían juntos.
Comenzarían juntos un viaje nuevo donde encontrarían a un mago que
pudiera hundir su magia en esa caja. Y luego se enfocarían en traer una era nueva
de elfos y dragones.
Al parecer, ese no era el plan que la rebelión tenía para ella.
La elfa alta apretó los labios y agarró a Lorelei con fuerza por los hombros.
Incluso ignoró el gruñido bajo de Abraxas cuando le advirtió que no tocara lo que
no era suyo.
—Lorelei —dijo, sacudiendo los hombros de Lore—. Cálmate. Ahora.
Lore soltó un hipo más antes de asentir con firmeza.
—Lo estoy. Estoy calmada.
—No lo estás. No soportaré más de esto, y tu madre tampoco. Eres un elfo
de Silverfell. No lloras por la pérdida de un alma villana. El momento de la victoria
es ahora, no de luto. —La elfa alta la sacudió una última vez antes de soltarla—.
Están esperando que digas algo.
—No puedo.
—Puedes y lo harás. Tu deber es darles una razón para creer que habrá más.
Un solo elfo no mató al rey. Nuestro odio hacia él, nuestro dolor, angustia y
sufrimiento, eso fue lo que condujo a la muerte del rey. Ahora es el momento de
darles una chispa para encender los fuegos.
11
Así que, ese era el plan de la rebelión. Después de todo esto, querían que
alguien liderara la carga para que más se unieran a sus filas.
Abraxas sabía que Lore había llegado a la misma conclusión que él. Ella lo
miró a los ojos y él vio la tristeza allí. La vio sufrir y la forma en que quería dejar
este lugar. Pero también el saber que no podía. Aún no.
Lore alargó una mano y tocó su cálida escama más cercana.
—Abraxas, deja que me vean.
—¿Está segura? —Inclinó la cabeza para poder observar cada movimiento.
Cada temblor de sus ojos y cada aliento tembloroso que inhaló—. No tenemos que
hacer esto.
—¿Porque me llevarás volando hacia la puesta de sol? —Una sonrisa suave
apareció en su rostro antes de suspirar—. Abraxas, nuestra vida no puede ser eso.
Sabes que no hay escapatoria del camino al que nos han empujado.
—Eres Lorelei de Silverfell, y yo soy un dragón. —Inclinó la cabeza y la
empujó suavemente con la punta de la nariz—. Nada ni nadie nos dice qué hacer.
Y si la mirada en sus ojos no le arrancó el corazón del pecho, no sabía lo
que hizo. Ella le sonrió con toda la confianza de una mujer que sabía que él
destruiría el mundo entero por verla sonreír. Esa era la primera vez que ella le daba
esa mirada, y ahora Abraxas sabía que no se detendría ante nada para volver a
verla.
—Mueve tu ala. Es hora de que le haga saber al mundo que las criaturas
mágicas no están muertas. Y que no nos vamos a ningún lado. —Su palma se
deslizó sobre su nariz mientras decía las palabras.
Dudó por un momento breve, pero luego movió su ala.
Salió de la sombra del dragón y se paró frente a todos los nobles mortales
que temblaban ante ella. El sol delineaba su silueta, reflejándose en el dorado
reluciente de su cabello. Sus brillantes ojos azules, aún llenos de lágrimas,
observaron a los mortales a medida que se acercaban lentamente a ella. Estaba
cubierta de suciedad y mugre. Su vestido estaba rasgado en el hombro y caído
sobre su pecho, mientras que el resto se había convertido en un trapo apolillado
colgando de su forma musculosa.
Se mantuvo firme ante ellos. Los hombros hacia atrás, la mandíbula
apretada, los ojos fijos en las colinas ondulantes de Umbra al otro lado del castillo.
Esta no era una mujer débil que había soportado toda una vida de penurias.
Esta era una reina. 11
Lore se lamió los labios, parándose frente a estos mortales como una mujer
que había pasado por el infierno y había regresado.
—El rey tenía razón —comenzó, sus palabras demasiado fuertes en el
silencio—. Soy una elfa. Y quizás vine aquí esperando matarlo. Pero tienen que
entender, hemos estado muriendo durante tanto tiempo.
Uno de los hombres de la multitud levantó el puño y gritó:
—¡Por una buena razón! ¡Asesinaste a nuestro rey!
Algunos otros murmuraron su acuerdo, aunque en su mayoría miraron a
Abraxas con miedo. El dragón cerniéndose sobre la joven elfa se aseguraría de que
nadie le hiciera daño. Incluso si fueran lo suficientemente tontos como para
intentarlo.
—No espero que lo entiendas —respondió Lore—. No has visto a tus hijos
y te has preguntado si sobrevivirán al invierno. No has ocultado tus rasgos toda tu
vida, de modo que nadie intentara hacerte daño. No has vivido el momento en que
alguien notó que eras diferente y luego tuviste que contener la respiración,
preguntándote si iban a llamar a los Caballeros Umbra. Cada noche que pones tu
cabeza en tu almohada, no duermes con pesadillas de armaduras que resuenan y
un dolor repentino y punzante en tu corazón.
Sorprendentemente, nadie en la multitud dijo nada después de eso. La
escucharon, y tal vez esa era la imagen de esta mujer rota que aún estaba frente a
ellos. Sus ojos hinchados y los cortes en su mandíbula eran fáciles de ver. Y, sin
embargo, estaba viva.
—Durante años, hemos estado ocultados de su vista. Obligados a vivir en
las sombras y escondidos, con la esperanza de que nadie nos encontrara. Pero aún
estamos aquí. —Susurró las últimas palabras, como si aún tuviera miedo de
decirlas—. Nunca nos fuimos.
Margaret se acercó a Lore y le puso la mano en el hombro. Con ese
movimiento, todos los demás en la rebelión se acercaron al borde de las murallas
como uno solo. Miraron a todos los mortales que los observaron con miedo en los
ojos. Como solían hacerlo en los viejos tiempos.
—No queríamos pelear —dijo Lore, esta vez con más poder que antes—.
No queríamos batallar o matar a su rey. Pero pasamos una generación rogándoles
que nos vieran y nos ayudaran. Nadie lo hizo. Nos dejaron ahogarnos y ahora están
enojado porque sobrevivimos.
Los ojos se abrieron del todo. Manos tocaron corazones en la multitud.
Abraxas pudo oler su miedo y el hedor caliente de su culpa. 11
La morena, de la que honestamente se había olvidado, tropezó frente a la
multitud. Levantó las manos, suplicando a los demás mortales.
—¡Escúchenme! Ella está mintiendo. Siempre ha mentido. Matar al rey fue
su plan desde el principio, y los atrapé. Yo fui quien los encontró a ella y al dragón
enredados en los brazos del otro, ¡y el rey iba a casarse conmigo! Los guiaré a
todos en la dirección correcta…
La elfa alta chasqueó los dedos y dos de los arqueros rebeldes descendieron
por las paredes. Agarraron a la joven por debajo de los brazos y se la llevaron a
rastras. Aunque pataleó y gritó todo el tiempo.
Lore observó a la joven pelear con ojos oscuros y tormentosos.
Aparentemente, habría palabras entre esas dos. Pronto, pero aún no.
—Las batallas apenas comienzan —continuó Lore. Sus palabras sonaron
cansadas, ya agotadas por los combates en los que se vería obligada a participar—
. Necesito que todos regresen a sus hogares, a todos los rincones de Umbra, y
cuenten esta historia. Les contarán a todos de la elfa que mató al rey. Susurrarán
en las sombras de modo que las criaturas mágicas vendrán aquí. A mí. A la rebelión.
Aquí estarán a salvo.
—¿A salvo? —gritó una mujer desde lo más profundo de la multitud—.
¡Este es nuestro castillo! El sucesor del rey ocupará su lugar.
Y solo así, la agudeza volvió a las palabras de Lore. Entrecerró los ojos y
su grito atravesó la multitud como una flecha.
—Ya no. Este ahora es nuestro castillo. El hogar de las criaturas mágicas
que vivieron aquí durante siglos antes de que pensaran que podían caminar sobre
nuestras tumbas. Que se sepa, mortal. El Castillo de Umbra es nuestro.
Una ovación estalló desde las murallas. Todos los miembros de la rebelión
lanzaron sus manos al aire, golpeando el cielo con sus armas mientras gritaban su
aprobación.
Los mortales temblaron ante su media elfa y Abraxas nunca había estado
más orgulloso que en este momento.
A su pequeño corazón de fuego le habían crecido alas.
Una vez que la alegría se calmó, Lore asintió a los miembros de la rebelión,
que estaban junto a las puertas. Abrieron el patio lentamente para que todos los
mortales pudieran salir, pero no sin una última palabra de la elfa que había matado
al rey.
—Prepárense —gritó a los nobles en retirada—. Las criaturas mágicas de
este reino se están preparando para cortar el veneno. Si son parte de ese veneno, 11
los cortaremos del cuerpo de nuestra tierra. ¡Dejaremos que salga el sol!
La rebelión repitió sus palabras, cantando:
—¡Que salga el sol!
Solo podía imaginar el miedo que sintieron esos mortales cuando huyeron
del castillo. Irían a casa y contarían su historia. Entonces, probablemente
regresarían aquí con ejércitos para luchar por el derecho a su amado castillo.
Lore tenía razón. Las batallas apenas habían comenzado y empeorarían
infinitamente antes de mejorar. Pero por ahora, todos podían relajarse. Podían
regocijarse de que se hubiera obtenido la primera victoria, y posiblemente la más
difícil.
Cuando el último mortal desapareció, dejó que su poder se disipara.
Volviendo a la forma mortal que una vez había odiado para finalmente poder
tomarla entre sus brazos.
Cuando volvió a ser un hombre, Abraxas encontró a Margaret enfrascada
en una conversación susurrada con Lore.
—Escúchame —siseó la mujer—. Esa no fue una muerte limpia. No hay
forma de saber con certeza que hemos terminado con esto. Te quedarás dentro del
castillo conmigo hasta que descubra a dónde vamos desde aquí.
—No tengo ningún interés en quedarme aquí —respondió Lore—. Quiero
volver a mi pequeño apartamento y volver a la vida que dejé.
—¿Quieres volver a robar? ¿Quieres volver a esa choza asquerosa y vivir
en la pobreza? —Margaret se rio, pero el sonido fue cruel—. Sabes que no te dejaré
hacer eso.
Abraxas podía sentir la lucha en Lore mucho antes de que levantara los
puños. Si dejaba que estas dos elfas siguieran discutiendo, nunca tendría unos
momentos a solas con la joven que tanto había captado su atención.
Y descubrió que estaba cansado de pelear. Ya habían hecho mucho de eso.
Interponiéndose entre ellas, se aclaró la garganta.
—¿Puedo ofrecer otra opción?
Margaret parpadeó hacia él.
—¿Disculpa? Dragón, ¿qué estás haciendo aquí?
Él ignoró su pregunta y se volvió hacia Lore.
—Lore, si quisieras quedarte aquí por un tiempo, hay muchas cosas que me 11
gustaría discutir contigo. Tengo… preguntas.
—¿Preguntas? —dijo ella, sus ojos un poco demasiado grandes—. ¿Qué
tipo de preguntas?
—Unas que necesitan respuestas. —Debería mantener sus manos quietas,
pero no podía. Abraxas extendió la mano y tomó su mandíbula, sintiendo los
bordes ásperos de sus heridas contra sus manos encallecidas—. Creo que eres la
única que puede responderlas.
Ah, si seguía mirándolo así, nunca sería capaz de dejar este lugar. Caería de
rodillas frente a ella y colocaría besos en cada herida, cada moretón, cada punto en
su cuerpo que necesitara su atención.
Y luego empezaría todo de nuevo.
Ella se aclaró la garganta, sus mejillas sonrojándose de un bonito color rojo.
—Tal vez pueda quedarme un rato. Supongo que ya no sé adónde ir.
—Bien —susurró. Abraxas se inclinó ligeramente, lo suficiente para inhalar
su olor—. Esperaba que accedieras.
Margaret suspiró, y el sonido interrumpió su momento.
—Dragón, solo límpiala. Hay mucho que tenemos que hacer y no tenemos
tiempo para que ella se cuestione todo esto. Mañana. Hablaremos mañana.
Respondió con nada más que un gruñido. ¿Cómo se suponía que iba a
apartar la mirada de esta encantadora joven que había capturado su corazón?
36

Lore siguió a Abraxas fuera del patio con la promesa de que pronto la traería 11
de regreso al castillo. Pero primero, quería asegurarse de que ella estuviera en una
sola pieza y no, Margaret no podía enviar a nadie con ella. Era un dragón, y si
alguien los atacaba, se los comería.
Margaret discutió ferozmente. Pero con el tiempo, incluso la líder de la
rebelión supo que había encontrado a su igual. Abraxas no se doblegaría. No se
rendiría, y ella tendría que dejarlos ir.
Por fortuna, Lore no tuvo que decir una palabra. Y temía lo que hubiera
pasado si decía algo, porque tenía la sensación de que simplemente podría haber
gritado.
Un pie en frente del otro. Eso es todo lo que tenía que hacer.
Estaban a unos diez minutos a pie del castillo cuando Abraxas se volvió
hacia ella. Extendió las manos a los costados, estirándolas hacia ella como si fuera
a tocarle la cara, pero luego las dejó caer nuevamente a los costados.
Luchaba contra algo. Ella podía decir eso. Abrió la boca, la cerró y luego
movió los pies un paso más cerca de ella.
—¿Qué? —preguntó Lore, su voz llena de cansancio—. ¿Qué es?
Él dejó escapar un gemido largo antes de gruñir:
—Espero que me perdones por esto.
Se lanzó hacia adelante, casi demasiado rápido para que ella lo viera, y la
tomó en sus brazos. Abraxas hundió la cara a un lado de su cuello, sujetándola con
un apretón tembloroso. Sus labios presionaron su pulso. No en un beso, sino como
si quisiera sentir con su boca que ella estaba viva.
Ah, este hombre. Este dulce dragón amable que había sido usado por las
peores personas.
Había renunciado a tanto para ayudarla. Más de lo que nunca tuvo derecho
a pedir.
Lore envolvió sus brazos alrededor de su cuello y dejó que él sostuviera
todo su peso.
—Lo siento —le susurró al oído—. Siento mucho lo que tuviste que hacer.
—No deberías haber empuñado la cuchilla. Debería haber sido yo —dijo él
al mismo tiempo.
La culpa rebotó entre ambos, convirtiéndose en una ansiedad que le oprimió
el cuello. No pudo respirar a través de ello. A través de la comprensión de que ella 11
había matado una vez más, y que el cuchillo estaba torturando al rey en este
momento. Que había obligado a este dragón a renunciar a sus posibilidades de
tener otros dragones en el mundo solo para poder deshacerse de un gobernante
corrupto.
Ahora nunca volvería a haber dragones en este reino.
Un sollozo ahogado quedó atrapado en su boca. Hizo todo lo posible para
que no supiera que estaba llorando, pero…
—Ah, Lore —susurró.
Sus manos se deslizaron por su espalda, y palmeó la parte posterior de sus
muslos. Abraxas la guio de modo que envolviera sus piernas alrededor de su
cintura y luego marchó hacia el bosque. Pasos lentos y medidos los llevaron a lo
más profundo del corazón del bosque. Hasta que ella no pudo escuchar nada más
que el canto delicado de los pájaros y el sonido de su respiración.
La luz del sol convirtió el bosque en oro y esmeralda. Afloramientos
cubiertos de musgo crecían entre los árboles circundantes, y entonces Abraxas se
hundió de rodillas en el musgo.
Él solo la abrazó. Sus corazones ralentizaron, latiendo juntos hasta que la
culpa se alivió en su alma. Se apartó de su abrazo, aún sentada sobre sus muslos a
medida que sus brazos la sujetaban firmemente alrededor de su espalda.
—Lo siento —repitió ella—. No deberías haber tenido que tomar esa
decisión por mí. Pensé… pensé que no lo harías…
Abraxas limpió una lágrima que corría por su mejilla, siguiéndola desde su
ojo hasta su mandíbula.
—¿Pensaste que no te salvaría?
—Tenías una buena razón para no hacerlo.
—Lore… —Su nombre en su lengua fue como un himno susurrado—. Has
grabado tu nombre en mi alma. ¿Qué clase de mundo sería este si no estuvieras en
él? Señora de las estrellas. Mi Corazón de Fuego.
—¿Qué significa eso? —le preguntó.
—¿Corazón de Fuego? Es la forma en que un dragón nombra a una persona
que nació con la piel equivocada. —Metió un mechón de cabello detrás de su oreja,
sus dedos demorándose en los enredos—. Eres medio elfa, pero con alma de
dragón. Lo supe al primer momento en que te vi.
—¿La primera vez que nos vimos? —Lore sonrió ante el recuerdo—. No te 11
agradé en el bosque.
—Sí, lo hiciste. Me gustaste demasiado. —Frunció el ceño, arrugas
diminutas apareciendo entre sus ojos—. Casi me asfixias con un hambre
enloquecedora. Lore, el mero hecho de verte me arruinó. No sabía cómo ser ni
cómo vivir, y eso no es algo a lo que esté acostumbrado.
¿Cómo se suponía que iba a responder a eso? ¿Cómo se honraba así a un
dragón?
—Yo… —Lore tragó pesado, deseando saber cómo decir palabras bonitas.
Cómo explicar que él hacía que su corazón se sintiera como si fuera a estallar solo
con mirarlo—. Yo…
Abraxas sonrió, y la expresión fue cegadora.
—Lore, estás resplandeciendo.
Ella jadeó y se miró los brazos. De hecho, estaba resplandeciente. Su piel
se iluminaba como si mil estrellas hubieran estallado en sus venas.
Le sonrió, vacilante.
—Sí, lo hago.
—¿Por mí? —preguntó, pero ya debería haber sabido la respuesta a eso.
Ah, no quería que él pensara lo contrario. Sin embargo, Lore no era una
mujer de palabras. Nunca había sido capaz de explicar cómo se sentía o por qué se
sentía así.
Deslizó sus manos en su cabello en la parte posterior de su cuello. Con un
sonido suave, Lore presionó sus labios contra los de él. Sus manos se flexionaron
en su cintura, metiéndolas en la hendidura donde sus costillas se unían con las
caderas. Y esto fue… más. Más que cualquier beso que hubieran compartido antes.
Podía decir el instante en que todo cambió. Sus manos la agarraron un poco
demasiado fuerte. El tirón en su aliento cuando su pecho se hinchó. Donde ella
había sido la primera en besarlo, ahora todo cambió. Él calentó debajo de las
palmas de sus manos hasta que fue casi incómodo tocarlo.
Su gran mano subió por su caja torácica, trazando el contorno de su cuerpo,
demorándose suavemente sobre los moretones que se aliviaron bajo sus dedos.
La besó como un hombre hambriento. Uno que había rezado en la oscuridad
por una última comida y ella era lo que más deseaba.
Con los dientes mordiendo su labio inferior, le rogó que se abriera a él. Dejar
que la devorara como solo un dragón podría hacerlo. Debería tener miedo. Debería 11
temer que él desentrañara todas las partes oscuras de su alma, pero… no lo hizo.
En cambio, lo mordió en respuesta. Lore atrapó su labio entre los dientes,
mordiéndolo un poco demasiado fuerte. Él hizo un sonido gutural desde lo
profundo de su garganta, sus manos contra sus costados.
Esto.
Esto era lo que ella había estado esperando.
Retrocedió para tomar aliento, pero luego no pudo dejar de mirarlo. Su
dragón.
Puede que no sea el hombre más atractivo del mundo. Tenía cicatrices y una
historia que nunca podría ser perdonada. Pero era real, y se preocupaba por ella.
Eso era aterrador. Y encantador. Y horrible. Y maravilloso. Todo al mismo
tiempo.
—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Por qué me miras así?
—Simplemente… no sé lo que significa esto. Para nosotros. Para… —Lore
luchó por encontrar lo correcto para decir—. Abraxas, ¿qué quieres de mí?
—Espero lo mismo que tú quieres. Lore, para un dragón…
Deseó saber con qué iba a terminar esa frase. Ramas detrás de ellos se
rompieron y crujieron, y luego Beauty irrumpió en el valle cubierta de musgo.
Respirando con dificultad, sus ojos salvajes.
Se quedó inmóvil al momento en que los vio enredados en los brazos del
otro. Con las mejillas rojas, se dio la vuelta hasta que les dio la espalda y miró
hacia el cielo.
—Lo siento. Siento mucho interrumpir. Sé que ambos se han ganado unos
momentos para ustedes. Dios sabe que a todos nos vendría bien unos momentos
con los que amamos.
¿Amor?
No, eso no estaba bien. Eso no era lo que era, o Lore definitivamente lo
habría sabido. Era demasiado pronto para decir una palabra como esa.
Pero los ojos de Abraxas ardieron cada vez más. Como si Beauty hubiera
dicho lo que quería decir, y ahora que las palabras eran libres, hizo que sus
sentimientos fueran aún más fuertes. Ella lo miró a los ojos y tragó pesado. ¿Esto
era…?
¿Qué había estado a punto de decir?
11
Beauty continuó, como si no se diera cuenta de que las dos personas detrás
de ella respiraban con dificultad por una razón muy diferente.
—El rey está vivo. Margaret envió un cuervo tras los Caballeros Umbra y
lograron mantenerlo con vida. De alguna manera. ¿Tal vez, magia negra? No
estamos seguros.
Las palabras quemaron cualquier sentimiento que tuviera por Abraxas. El
aliento de Lore quedó atrapado en su garganta y repitió las palabras lentamente.
Como si no pudieran ser reales.
—¿El rey está vivo?
Próximo
libro
11

Lorelei hizo lo que se suponía que debía


hacer. Corta la garganta del rey, liberar un reino y
luego desvanecerse en la oscuridad una vez más.
Pero esta vez, no puede irse. La rebelión quiere
usarla como figura decorativa en su loco plan para
robar un reino de un linaje, y Lore tiene otros
asuntos más urgentes entre manos.
El rey sobrevivió, y dentro de sus garras
están los últimos huevos de dragón en toda Umbra.
Su lealtad al dragón la obliga a emprender otra aventura y devolver los huevos a
su futuro padre. Todo con un propósito y un solo propósito. Lore desea ver florecer
el reino bajo las manos de criaturas mágicas. Anhela ver que el tiempo del hombre
llegue a su fin.
Los humanos habían gobernado durante un tiempo y habían fracasado.
Ahora, tenía que arreglar lo que habían roto.
Pero demasiadas personas se interponen entre ella y este plan nuevo. Una
rebelión y su elfa líder que no teme a la sangre. Una amiga que mintió durante
meses. Muchas otras criaturas se interponen en su camino, con la esperanza de
acercarse a la media elfa que salvó a Umbra. Y por último, el dragón que la vuelve
del revés con una sola mirada. El mismo dragón que mató a su madre.
Sobre la
autora
11

es una chica de un pequeño pueblo en un campo de


arándanos en Maine. Escribe historias que le recuerdan su hogar, los cuentos de
hadas, los mitos y leyendas que hacen que su mente divague.
Se la puede encontrar junto a la chimenea con una taza de té y sus dos gatos
Maine Coon sumergiendo sus patas en el agua sin que ella lo sepa.
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www.emmahamm.com

The Dragon of Umbra:

1. Fire Heart
2. Bright Heart
3. Brave Heart
4. Torn Heart
5. Taloned Heart
CRÉDITOS
Moderación

LizC

Traducción 11

LizC

Corrección, recopilación y revisión

FloorCita e Imma Marques

DISEÑO

Bruja_Luna_
11

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