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Deseada por el
Highlander
Donna Fletcher

#2 Hermanas Macardle, Trilogía Coraje

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BOOK LOVERS
AMOR POR EL MUNDO LITERARIO

Este libro ha sido traducido por amantes de la novela romántica histórica,


grupo del cual formamos parte.
Este libro se encuentra en su idioma original y no se encuentra aún en la versión
al español o la traducción no es exacta, y puede que contenga errores. Esperamos
que igual lo disfruten.
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lectoras como tú, es decir, no cobramos nada por ello, más que la satisfacción de
leerlo y disfrutarlo. No pretendemos plagiar la obra.
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Esperamos que disfruten de este trabajo que con mucho cariño compartimos
con todos ustedes.

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Deseada por el Highlander
#2 Hermanas Macardle, Trilogía Coraje
Portada: Paula R
Traducción: Maytesue
Corrección: Paula R
Lectura final: winter23

¿Alguna vez él le dirá la verdad? ¿Y ella alguna vez le creerá?


Willow es la hermana responsable y sensata y, gracias a la tutela de su madre,
se ha convertido en una excelente sanadora. Ella está de camino a casa después
de visitar a su hermana Sorrell cuando la pequeña tropa que la escolta es
atacada. La toman prisionera y la bajan a un agujero en el suelo donde se
mantiene a un prisionero masculino. No tiene idea de lo que le espera y todo el
razonamiento del mundo no la va a ayudar.
Slatter es un sinvergüenza y un bueno para nada. Es un mentiroso, lejos de
ser confiable, no tiene sentido común y es el responsable de un incendio que se
inició en la tierra de Macardle. Es un hombre de rasgos finos y muchas mujeres
han perdido su corazón por él. ¿O hay más en las historias sobre Slatter de lo
que nadie sabe?
Unidos y obligados a casarse en extrañas circunstancias, Slatter y Willow
aprovechan al máximo su situación hasta que las cosas pueden arreglarse. Y por
primera vez en su vida, Willow descubre que no es nada sensata y Slatter se
encuentra deseando más de lo que nunca pensó posible.
El peligro amenaza la vida de ambos junto con un viejo secreto que espera ser
revelado y, en lugar de seguir su firme sentido común, Willow se permite seguir
a su corazón y hace algo contra lo que otros le advierten... ella confía en Slatter.
¿Slatter la decepcionará o el amor lo conquistará todo?

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Capítulo 1

Willow se escondió entre los arbustos, las hojas espinosas le pinchaban la


piel a través de sus prendas de lana y le tiraban del pelo rojo oscuro. Mantenía
la mano sujeta a la boca por miedo a jadear del susto y tenía los ojos tan abiertos
desde que empezó el ataque que temía no volver a cerrarlos. El corazón le latía
despiadadamente en el pecho y el miedo le hacía temblar el cuerpo. Quería
apartarse, no ver la brutal batalla, pero no podía. No era prudente. Tenía que
mirar, tenía que ver lo que pasaba... tenía que correr si era necesario.
Lord Ruddock del Clan Northwick, el marido de su hermana Sorrell, había
enviado una tropa de veinte de sus guerreros para escoltarla a casa. Sólo les
faltaba un día para llegar al Clan Macardle. Había sido difícil despedirse de su
hermana Sorrell hasta que pudiera volver a visitarla, pero estaba feliz con su
marido y su nuevo hogar y eso había hecho que la despedida de Willow fuera
un poco más fácil. Además, su hermana Snow la necesitaba, ya que un accidente
la había dejado ciega hacía tiempo. Ahora podía ver las sombras, pero no más, y
Willow se preguntó si era aún más aterrador tener constantemente sombras a
tu alrededor y no saber quiénes eran que vivir en completa oscuridad. Aunque
había dejado a su hermana en buenas y capaces manos, su medio hermano,
James, iba a cuidar de ella, así como una nueva sirvienta, Eleanor. Sin embargo,
estaba ansiosa por volver a casa con Snow y atender sus necesidades.
Se estremeció cuando el ruido de choque de metales se hizo más fuerte y los
hombres cayeron al suelo heridos. El miedo le erizó la piel tanto como las hojas
espinosas de los arbustos que la ocultaban. La respiración se le atascó en la
garganta al ver cómo William, el guerrero que había insistido en que corriera y
se escondiera hasta que él viniera por ella, caía al suelo, con la sangre corriendo
desde su cabeza hasta el lado de su cara.
No vendría por ella.
Los guerreros de Ruddock lucharon con valentía, pero los superaban en
número. Al principio no lo parecía, se habían divisado menos de una docena de
hombres dirigiéndose hacia ellos, pero William había sido precavido y ella se
alegraba de que lo hubiera sido. Más de dos docenas de hombres habían
descendido sobre la tropa después de que comenzara la lucha.

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Era obvio que los hombres que les atacaron eran mercenarios, hombres
pagados. No había ningún color que los uniera como clan y eran guerreros
feroces. Sólo sus rugidos de batalla podrían hacer temblar al mismísimo diablo.
Willow no pudo evitar preguntarse por qué habían atacado. Los mercenarios
nunca hacían nada sin que hubiera algún tipo de recompensa de por medio.
Ruddock había tenido problemas cuando él y Sorrell habían regresado a su casa
por primera vez, pero se habían solucionado. Así que no parecía razonable
pensar que este ataque pudiera tener que ver con Ruddock. Ella y los guerreros
no llevaban ninguna moneda, nada de valor. ¿Qué podrían querer entonces?
Willow se quitó la mano de la boca y observó cómo los últimos guerreros de
Ruddock eran desarmados y arrojados al suelo. Se sintió aliviada al ver que la
mayoría de los guerreros, aunque heridos, estaban vivos, aunque William aún
no se había movido.
Un hombre, de buena estatura y tamaño, con las cejas rojas tan pobladas
como su barba roja y brillante, y que vestía una camisa oscura y una tela
escocesa oscura, se puso delante de los guerreros arrodillados.
—¿Dónde está ella? — preguntó el hombre.
Las cejas de Willow se levantaron. ¿Estaba preguntando por ella?
Ninguno de los guerreros respondió.
—Más miedo de lo que Lord Ruddock les haría que a cualquiera de nosotros
si la entregas. — dijo el hombre y soltó una dura carcajada, a la que se unieron
los demás mercenarios. — No puedo decir que te culpe. El hombre es un
bárbaro. — Se soltó con otra carcajada.
El pelirrojo se volvió hacia sus compañeros.
—No obtendremos nada de ellos. — Volvió a mirar a los guerreros y luego
escrutó la zona más allá de ellos. — No puede haber ido muy lejos. — Se rascó
la barba. — Estoy demasiado cansado para darle caza. — Se giró para mirar de
nuevo a sus hombres y todos asintieron con asentimientos y ayes 1, llamándole
por su nombre.
—¡Sí, Beck!
Willow pensó en correr, pero no sería prudente. Además, dudaba que
pudiera desenredarse del arbusto espinoso. Se quedó quieta y escuchó,
temiendo que esto no terminara bien para ella.
Beck alzó la voz al gritar:

1
Aye: expresión que significa afirmación, sí

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—Escúchame bien, muchacha, muéstrate o mataré a estos guerreros uno por
uno hasta que lo hagas.
Willow no dudaba que él haría lo que decía y, de todas formas, ¿qué opción
le quedaba a ella? Ella nunca dejaría morir a otro si era capaz de salvarlo.
Beck hizo un gesto con la cabeza a uno de sus hombres y levantó su espada y
se acercó al primer guerrero de la fila.
—Estoy aquí. No le hagas daño. Estoy atrapada en los arbustos. — gritó
Willow.
Beck rugió de risa y señaló a dos hombres.
—Atrápenla.
Willow hizo lo posible por liberarse antes de que los dos hombres la
alcanzaran, pero era difícil. Cada vez que se movía, una hoja espinosa la
pinchaba, desgarrando su ropa y su piel.
Los dos hombres no prestaron atención a su situación. Le metieron la mano
y la sacaron de un tirón, y ella se estremeció al sentir el dolor de su piel
desgarrada. Los dos la arrastraron hasta Beck, dándole un empujón cuando se
acercaron a él.
Willow tropezó, pero consiguió mantenerse en pie.
—¿Qué quiere de mí?
—Ya lo descubrirás. — dijo Beck y señaló con la cabeza a uno de los
hombres. — Átale las muñecas.
Willow miró a William y vio un ligero movimiento.
—Por favor, déjame ver primero al guerrero caído, luego iré contigo y no te
daré problemas.
—No me importa él y en cuanto a que me des problemas, una buena paliza
te hará obedecer.
—Si me das una paliza, ¿cómo voy a atender a tus hombres heridos? —
preguntó con calma, aunque se estremeció por dentro.
—Que se ocupen ellos mismos, como siempre. — refunfuñó Beck y se dio la
vuelta.
—¿Y qué hay de ti?
Beck se volvió y la miró fijamente.
—Esa vieja herida en el dorso de la mano no se está curando. Si no la atiendes
bien, se infectará, te dará fiebre y morirás.

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Una pequeña chispa de miedo se encendió en sus ojos.
—Tú me atenderás. — Señaló con la cabeza a William. — No perderás el
tiempo con él. No durará la noche.
—Deja que al menos le ofrezca algo de consuelo y oración. — suplicó ella.
Beck estuvo a punto de negárselo, y luego ordenó:
—Date prisa.
Willow se apresuró a acercarse a William y cuando él intentó hablar, ella le
apretó los dedos en los labios.
—Calla y deja que piense que rezo por ti. — William permaneció en silencio
y ella arrancó rápidamente un trozo de tela del dobladillo de su camisa bajo la
túnica. Lo envolvió alrededor de su cabeza y mantuvo la voz baja y la cabeza
inclinada como si estuviera rezando. — No vas a morir, William, aunque te
dejará aquí pensando que lo harás. No es más que un corte. Quédate quieto,
como si estuvieras al borde de la muerte, y una vez que nos vayamos y recuperes
las fuerzas ve al torreón de Macardle a pedir ayuda. Es lo más cercano. — Ella
puso su mano en la parte superior de su cabeza cuando él parecía estar a punto
de asentir. — No te muevas.
—Basta. — bramó Beck.
—Mi destino está en tus manos. — susurró ella y él parpadeó rápidamente
hacia ella.
Willow se puso de pie y se acercó a Beck.
—Tiene razón. No durará.
Iba a indagar sobre el destino de los otros guerreros, pero vio por sí misma lo
que ocurría. Los hombres de Beck estaban atando a cada uno de ellos a un árbol
y a los que no habían sufrido ninguna herida les cortaban el brazo o la pierna.
Los dejaban para que los animales del bosque se dieran un festín.
Eso la hizo darse cuenta aún más de la gravedad de su situación. Beck era un
hombre sin moral ni honor y eso era peligroso, pues no se sabía lo que haría. Se
recordó a sí misma que William era joven y fuerte. Se pondría en pie poco
después de su partida. Liberaría a los demás y conseguirían ayuda, y ella sería
rescatada. Era un pensamiento razonable y plausible. Todo lo que tenía que
hacer era sobrevivir hasta entonces.
—Nos vamos. Puedes atender mi mano en el campamento. — dijo Beck y
gritó a sus hombres que se apresuraran a terminar.

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A Willow le hicieron caminar junto a algunos de los hombres mientras otros
cabalgaban. Era un ritmo rápido que Beck les impuso, reprendiendo a
cualquiera que no pudiera seguir el ritmo. Las piernas de Willow ardían de
dolor cuando llegaron al campamento horas después. Se dejó caer al suelo,
pensando que nunca más podría estar de pie.
—No te pongas cómoda, muchacha. — dijo Beck, acercándose a ella. — Nos
iremos en cuanto termines de atender mi mano.
Willow quería llorar. No sabía cómo iba a dar un paso más hoy.
—Atiende bien mi mano y te dejaré montar el resto del camino. — ofreció
Beck con una sonrisa.
Willow habría saltado y abrazado al hombre si sus doloridas piernas se lo
hubieran permitido, aunque no habría sido lo más prudente.
—Acabemos con esto, muchacha. — exigió Beck. — Quiero llegar a casa esta
noche.
Aunque ella no quería ceder, necesitaba agua no sólo para atender su mano,
sino para calmar la sequedad de su boca, que sin duda empeoraría con cada paso
lento y agónico que diera. El pequeño arroyo junto al que habían acampado le
serviría. Sólo tenía que llegar a él.
Beck se rió al darse cuenta de su dilema, la tiró del brazo y la impulsó hacia
el arroyo, depositándola en la orilla para que se sentara.
—Apaga esa sed que tienes y luego te ocuparas de mi mano. — le ordenó.
No tuvo que decírselo dos veces. Ella ni siquiera se molestó en coger el agua
con las manos. Agarró su trenza que había caído en desorden y la sujetó
mientras se inclinaba y bebió hasta que no pudo más.
Después se ocupó de la mano masculina, con cien preguntas acudiendo a su
lengua, pero guardando silencio. Aprendería más observando y escuchando y,
aunque era difícil, lo hizo.
Trabajó con la mayor delicadeza posible, siendo la zona roja la que más le
preocupaba. No parecía que se hubiera infectado todavía, pero no siempre se
podía saber. Cuando terminó de limpiarla, le aplicó un poco de miel de la
pequeña bolsa que le había dado Sage, la nueva curandera de Ruddock, por si la
necesitaba en su viaje a casa. Nunca pensó que la usaría en un hombre que la
había tomado cautiva.
—Tú contienes tu lengua. Esa es una buena cualidad en una mujer. — dijo
Beck.

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—¿Qué hay que decir? No me dirás nada hasta que estés preparado para
hacerlo.
—Tienes buenas cualidades. Tendrás un buen precio. — dijo Beck con una
sonrisa.
—¿Pretendes venderme? — preguntó ella, la idea la llenó de miedo. Por favor.
Por favor, William, date prisa y busca ayuda.
Él se rió.
—Ya veremos. Tal vez. Tal vez no.
Le estaba tomando el pelo o le estaba diciendo la verdad y no quería que lo
supiera todavía.
—Ya que tengo poco que decir al respecto, ¿qué importa?.
—Nunca se sabe. Podría importar. — dijo él.
No hablaron más. Ella se arrancó otro trozo de tela, aunque esta vez de la
manga. Estaba más limpio que su dobladillo después de haber caminado tantas
horas. Le envolvió la mano.
—Bien, podemos seguir nuestro camino. — dijo.
Ella miró a su alrededor, arrugando el ceño. Habían encendido dos hogueras
y dos hombres entraron en el campamento con cuatro conejos, desollados y
listos para cocinar. ¿Cómo podían irse cuando los hombres se estaban
instalando?
Willow lo descubrió pronto. Ella y Beck eran los únicos que se iban. Le
ataron las muñecas y la colocaron delante de Beck en su caballo.
—Sujétate, cabalgaremos rápido. — advirtió Beck.
El aire era frío, más aún cuando le golpeaba la cara mientras cabalgaban a
través del campo. Su capa de lana mantenía el frío a raya, aunque podía ser que
fuera el calor del cuerpo de Beck el que lo hiciera. El viaje parecía interminable
y sus pensamientos derivaban hacia lo difícil que había sido la vida en los
últimos años. La mente de su padre le había traicionado y había tomado
decisiones imprudentes con respecto al clan. Si su madre no hubiera mandado
llamar a James, el hijo bastardo de su padre, no sabría qué hubiera pasado. Su
madre la había animado a ella y a sus hermanas a confiar en James, que era un
buen hombre. Había tenido razón. Willow sólo deseaba que su madre estuviera
allí para verlo. Murió a causa de los problemas sufridos por un incendio en el
torreón, el mismo que había cegado a Snow.

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Todo parecía ir bien con el matrimonio de Sorrell con Ruddock, el Clan
Northwick era un clan poderoso. Significaba que el Clan Macardle ya no tenía
que preocuparse por la protección o la comida para el invierno, ni por los
problemas que se habían estado gestando con el vecino Clan MacLoon, ni por
estar pendiente de Tarass del Clan MacFiere, también conocido como el Señor
del Fuego, un guerrero intimidante.
Ella y Snow tampoco tuvieron que preocuparse más por un matrimonio
concertado. Ruddock las había liberado para que eligieran por sí mismas. Eso
la había complacido a ella y a Snow. Ahora, sin embargo, nada de eso importaba,
no a menos que William consiguiera ayuda. De lo contrario, su vida, que
recientemente había dado un cambio para mejor, había vuelto a caer en la
oscuridad.
Estaba a punto de anochecer cuando entraron en lo que parecía una pequeña
aldea. Una casa larga se encontraba en medio de varias estructuras parecidas a
cabañas, y rostros sonrientes gritaban saludos a Beck.
Unos seis hombres se acercaron a ellos cuando Beck detuvo su caballo.
—La has atrapado. — dijo uno de ellos sorprendido.
—¿Dudabas de que lo hiciera, Rob? — replicó Beck.
—No, lo que me preocupa son las consecuencias de las que hablamos.
—Como debería preocuparnos a todos. — dijo otro hombre.
Un tercer hombre se sumó.
—Lord Ruddock no es alguien que quieras como enemigo.
—No te preocupes, todo saldrá como está previsto. Tómala, Geary. — dijo
Beck.
Geary levantó la mano y la agarró por la cintura para bajarla del caballo y
depositarla en el suelo.
—¿Dónde la quieres?
—En el agujero con el otro. — ordenó Beck.
—¿Vas a meterla ahí con él? — Preguntó Rob sobresaltado.
—¿No es eso lo que te acabo de ordenar? — dijo Beck, enviando a Rob una
mirada desagradable.
Willow escuchó, su miedo crecía con cada palabra.
—Ayúdale, Geary. — ordenó Beck. — Coyle, ven conmigo. Tenemos cosas
que discutir.

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Llevaron a Willow a un lugar al lado de la casa larga. La noche caía
rápidamente, pero pudo distinguir tres rejillas de madera colocadas en el suelo
a pocos metros una de otra.
Al verlas, supo lo que Beck pretendía. La colocarían en uno de los agujeros y,
por lo que habían dicho, no estaría sola. Estaría con un hombre. El miedo se
apoderó de su estómago, revolviéndoselo, y la idea la dejó sin sentido.
Estaba familiarizada con esos castigos o con mantener a un prisionero
confinado de esa manera, ya que lo había visto una vez cuando había ido con su
padre a un clan vecino. Se cavaba un agujero sólo lo suficientemente profundo
y ancho para que una persona pudiera estar de pie en él.
Una persona.
Cómo cabría ella con otra persona allí, no lo sabía, y prefería no averiguarlo.
Rob apartó la rejilla de madera.
—Tienes una visita. — gritó dentro del oscuro agujero.
No se oyó ninguna respuesta.
—Es una mujer. — dijo Rob y le hizo un gesto a Geary para que trajera a
Willow al agujero.
—Será mejor que la agarres de las piernas cuando baje o podría incomodaros
a los dos. — advirtió Geary.
Willow quería gritar y rogarles que no la metieran en el oscuro agujero con
un hombre extraño. Pero si lo hacía, mostraría su miedo y su debilidad al
hombre del agujero. El hombre con el que estaría atrapada durante quién sabía
cuánto tiempo. Tenía que tragarse el miedo, reprimirlo, no dejar que nadie
supiera que estaba más asustada que nunca en su vida. Y por primera vez en su
vida, no podía encontrar sentido, razón, a lo que estaba a punto de suceder. La
razón siempre la había ayudado a lidiar con las cosas, pero cuando la razón se
perdía, ¿qué hacía uno?
Rob la agarró por debajo de un brazo y Geary por el otro, luego la sujetaron
por encima del agujero y empezaron a bajarla al oscuro pozo.

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Capítulo 2

Willow cerró los ojos. No sabía por qué, probablemente por instinto. Se
tensó cuando las manos la atraparon por los tobillos y creyó que iba a gritar
cuando se deslizaron lentamente por debajo de sus ropas a lo largo de sus
piernas desnudas, casi como si la mano las acariciara. Cerró los ojos con más
fuerza cuando las manos de él se dirigieron a su trasero desnudo, recorriendo
sus mejillas para asentar un apretón en ellas antes de mantenerla allí en su sitio.
—Suéltenla. — dijo la fuerte voz a los dos hombres.
Así lo hicieron, y él la sujetó con firmeza mientras ella se deslizaba
lentamente hacia sus brazos, con el vestido y la túnica recogidos en la cintura,
mientras él la ponía de pie para que descansara contra él.
Cuando sintió la presión de su virilidad contra ella, se dio cuenta de que
estaba desnudo. Bajó rápidamente los brazos para ajustarse la ropa, pero
cayeron sobre los hombros desnudos de él y se confirmaron sus peores temores.
Estaba completamente desnudo.
—No hay espacio para girar ni hacer nada más que quedarnos como estamos.
— dijo él, con un poco de mordacidad en su tono. — Si te quedas quieta, te
ajustaré las prendas.
Willow no sabía de dónde venía su enfado, pero entonces ella le había robado
el poco espacio que tenía. Dejó caer los brazos a los lados.
—Puedo hacerlo. — Jadeó cuando sintió que él le apretaba el trasero.
—No, no puedes.
Ella fue a alejarse de él y él la jaló contra él.
—Hay poco espacio para moverse. Retrocede demasiado rápido y
desprenderás el muro de tierra, y posiblemente lo harás caer a nuestro
alrededor.
El instinto hizo que se apretara contra él como si no pudiera acercarse lo
suficiente. Dios mío, ¿podrían las cosas empeorar?.
Sintió que algo se agitaba entre sus piernas, y tardó un momento en darse
cuenta de lo que era.

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—No soy un eunuco y he estado demasiado tiempo sin una mujer. No tengo
ninguna duda de que Beck lo hizo a propósito. Cuál es ese propósito, estoy
seguro de que lo averiguaremos. Así que, muchacha, vamos a cubrirte y haré
todo lo posible por ignorar tu tentador aroma y lo bien que encajas en mis
brazos.
La apartó un poco de él y se esforzó por bajarle la ropa, murmurando algunos
juramentos mientras lo hacía.
Casi suspiró de alivio cuando su ropa rozó sus espinillas y cayó hasta los
tobillos. Cuando sus manos se apartaron de ella, fue a ponerse de pie, aunque
sólo fuera para mantenerse a un pelo de él, pero sus piernas estaban tan flácidas
de tanto caminar, cabalgar y por el miedo, que cedieron sobre ella.
Su brazo se enganchó alrededor de su cintura en un instante.
—Maldita sea. Eres débil.
—No estoy débil. Estoy fatigada de caminar y cabalgar a un ritmo ridículo, y
temerosa de estar atrapada en un agujero oscuro con un hombre enloquecido
que ha pasado demasiado tiempo sin fornicar con una mujer. — argumentó ella,
cansada de todo lo que había sufrido y en un solo día. — Y si crees que no voy a
pelear contigo si te atreves a intentar aprovecharte, te equivocas.
—¿Así que prefieres que las paredes se derrumben a nuestro alrededor a que
yo te toque? Es una pena, ya que a una mujer sí que le doy unos buenos empujes.
La razón sana huyó de ella, y respondió sin pensar.
—No tengo forma de juzgar qué tan buenos son tus empujes, ya que no he
probado nunca ninguno.
—Por Dios, mujer, eso no es algo que debas decirme. — la regañó.
Willow se mordió la lengua, sin tener una buena respuesta. ¿Qué le pasaba?
Sabía que no debía ofrecer una información tan personal que la dejara aún más
vulnerable. Aunque no había excusa para ello, lo achacó a que su día había sido
más difícil de lo habitual. Sus fuerzas habían disminuido. Apenas podía
mantenerse en pie. El día la había alcanzado y también el frío de la noche.
Temblaba y se tambaleaba en sus brazos.
—Maldita sea, estás agotada. Descansa contra mí. — le ordenó.
—¿Y la posibilidad de que te tomes libertades? Creo que no. — dijo ella con
todo el valor que pudo reunir, que no era mucho.
—Te doy mi palabra de que no te tocaré. — dijo él. — Descansa contra mí y
duerme.

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—¿Cómo sé que tu palabra vale?
—Tendrás que confiar en mí en eso. — dijo él y la apretó contra él.
Ella no tenía elección. Estaba demasiado cansada para luchar y no tenía ni
una pizca de fuerza para hacerlo. Se dejó caer contra él, apoyando la cabeza en
su hombro, mientras dejaba los brazos a los lados. El pecho de él era musculoso,
pero cómodo, o bien ella estaba demasiado fatigada para pensar en otra cosa.
En poco tiempo, estaba profundamente dormida.

La mantuvo acurrucada contra él, su cuerpo vestido le daba un calor que no


había tenido en un par de días. El calor se sentía bien, al igual que ella, aunque
no debería estar aquí. Beck no debería haberla enviado aquí con él. Lo hizo para
jugar con él y, una vez libre, pretendía que el hombre sufriera un destino similar.
Primero, sin embargo, necesitaba sobrevivir a su tiempo en el agujero con ella
y eso no iba a ser fácil. El pelo de ella le hacía cosquillas en la nariz, el aroma a
pino no sólo era tentador, sino que le hacía saber que ella había estado en el
bosque al menos unos días. Luego estaban sus piernas delgadas, suaves y
sedosas al tacto, y su longitud le hacía saber que era de buena estatura, y el
hecho de que su cabeza llegara justo por encima de su hombro lo confirmaba.
Sus nalgas eran redondas y firmes y podía sentir sus pechos llenos presionados
contra su pecho a través de la ropa. Pero era su olor a mujer lo que realmente le
ponía las cosas difíciles. Probablemente no lo habría detectado si la fuente del
mismo no hubiera pasado tan cerca de su cara cuando la bajaron. No podía sacar
la tentadora fragancia de sus fosas nasales.
Maldito sea Beck. Sabía lo mucho que le gustaba un buen revolcón con una
mujer y era algo que se le había negado durante meses. Había tenido asuntos
más importantes de los que ocuparse y justo cuando creía haber resuelto su
problema... todo se había ido al infierno.
La mujer emitió un suave gemido y acercó su cara al pecho de él, metiendo la
cabeza en el hueco de su cuello, con su suave aliento abanicando su piel.
Definitivamente, esto no iba a ser fácil.
Miró hacia arriba, a través de la rejilla de madera, el cielo nocturno y las
estrellas. Eran brillantes, sin nubes que las ocultaran, un alivio, ya que la lluvia
o la nieve no eran amigas de uno cuando estaba atrapado en un agujero en el
suelo.

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La mujer volvió a moverse y él la sujetó con más fuerza. No podía arriesgarse
a que se moviera y perturbara la tierra. Se había enfadado tanto cuando le
habían arrojado aquí abajo desnudo que había golpeado el muro de tierra y se
había maldecido a sí mismo cuando vio que empezaba a caer sobre él.
Rápidamente lo había vuelto a embalar y desde entonces había tenido cuidado.
Esperaba que Beck entrara en razón y retirara a la mujer, pero el hombre
podía ser un tonto ignorante a veces, en realidad la mayoría de las veces. Se
preguntó quién era la mujer y qué hacía Beck con ella y sus intenciones. Una
cosa era segura, no podía ir por ahí dejando que nadie supiera que era virgen.
Beck podría conseguir una pequeña fortuna por ella si se enteraba, a menos que
ya lo supiera.
Mañana averiguaría más y por fin la vería, y haría lo que pudiera para
protegerla. No podía esperar a que esto terminara. Ya estaba harto de este
agujero y de que Beck causara más problemas de los que valía.
Cerró los ojos, pensando que el sueño lo eludiría como lo había estado
haciendo. No lo hizo. El calor del cuerpo de la mujer, la forma en que descansaba
cómodamente entre sus brazos y el agradable aroma de su pelo le hicieron
dormir.

Willow se agitó y gimió, los dolores asaltaban todo su cuerpo y le recordaban


sus terribles circunstancias. Mantenía los ojos cerrados... casi. Sus párpados se
agitaron ligeramente y pudo ver el pecho sobre el que descansaba su cabeza. Un
extraño con el que compartía este espantoso agujero, aunque después de su
breve conversación de la noche anterior no era un completo extraño. No es que
ella necesitara saber que había estado demasiado tiempo sin una mujer. Sin
embargo, se sintió agradecida y aliviada de que él le hubiera quitado las manos
de encima. ¿Pero por cuánto tiempo?
Al menos, al ser de día, podría verlo. Un rostro podía decir mucho sobre una
persona. Ella podría medir mejor su carácter al poder verlo cuando hablaran.
Se movió ligeramente, necesitando aliviar algunos de los dolores rígidos de
su cuerpo, pero se calmó cuando sintió que él se excitaba contra ella.
—Mis disculpas, a menudo se agita, a veces incluso antes de que me despierte
por la mañana, y aún más cuando se le seduce.
—No era mi intención...

- 15 -
—Sé que no fue intencional, pero seamos conscientes de la cercanía que
compartimos.
—Por supuesto. — dijo Willow y decidió que lo mejor era presentarse para
que él hiciera lo mismo. Levantó la cabeza lentamente. — Soy...
—¿Willow?
—¿Slatter?
Ambos se miraron fijamente.
Willow no podía creer lo que veían sus ojos. Era Slatter, el hombre que había
prendido fuego a un par de cobertizos la misma noche en que su padre había
provocado accidentalmente un incendio en el torreón que provocó la muerte de
su madre y había sido el responsable de que su hermana se quedara ciega. James
había vuelto a casa con él después de ir a ver a Lord Cree del Clan Carrick. Lord
Cree había capturado a Slatter y se lo había entregado a James para que
recibiera el castigo por su crimen. Sin una celda para retenerlo, James lo había
entregado a Tarass, el Señor del Fuego para que lo encarcelara allí y determinara
su destino.
Ella había curado una herida que había recibido cuando había intentado
escapar sin éxito. Le habían advertido sobre él antes de permitirle entrar en la
celda para atenderlo.
“Hipnotiza a las mujeres con su lengua diabólica y sus rasgos excepcionalmente finos, y
luego ellas cumplen sus órdenes sin rechistar. Así que ten cuidado, muchacha, o te tendrá bajo
su malvado hechizo en poco tiempo”, le había advertido el guardia. “Así fue como casi
escapó. Una mujer le ayudó.”
Willow había sido escéptica, pero se dio cuenta de la verdad de las palabras
del guardia al ver por primera vez a Slatter. Tenía los rasgos más impresionantes
para ser un hombre, por lo que era difícil, si no imposible, no mirarlo fijamente
o perderse en su buen aspecto. Sin embargo, eran sus ojos oscuros los que
realmente cautivaban la atención. Había una pasión en ellos que parecía
alcanzarte y acariciarte sin siquiera ponerte una mano encima. Era una de las
veces que había agradecido su carácter práctico. Y al estar tan cerca de él, se
recordó a sí misma que tenía que mantenerse en la sana razón o, como otros, se
rendiría al diablo.
Ambos preguntaron al mismo tiempo.
—¿Qué haces aquí?
—Tú primero, leannan. — ofreció Slatter.

- 16 -
Y ahí estaba, su encantadora lengua, llamándola cariño. Willow lo ignoró
rápidamente.
—Volvía de visitar a mi hermana Sorrell y a su nuevo marido cuando la tropa
que me escoltaba a casa fue atacada. Los hombres de Beck superaban en número
a los guerreros de Northwick, aunque lucharon con valentía.
—¿Beck atacó a una tropa de Northwick? — Slatter sacudió la cabeza. — Es
más que un tonto. Ruddock lo verá sufrir y morir por esto.
Willow había captado un destello de conmoción en sus ojos oscuros ante la
noticia.
—¿Conoces a Ruddock?
—Sé lo poderoso que es. — dijo Slatter y negó con la cabeza. — ¿Se casó con
tu hermana Sorrell por su propia voluntad?
—¿Por qué no lo haría? — espetó Willow, captando un brillo humorístico en
sus ojos.
—Ruddock es un hombre grande, Sorrell no tanto. También es un hombre de
pocas palabras, Sorrell definitivamente no tanto.
Su risa sonó fuerte en el reducido espacio y ella sintió el estruendo de su
cuerpo resonando contra el suyo.
—¿Cómo lo sabes?
—Las lenguas se mueven incluso en una mazmorra.
—O quizás tu encantadora lengua hace que se muevan. — sugirió Willow.
—¿Celosa? — preguntó él, aflorando una sonrisa malvada.
Su acusación la molestó, pero su sonrisa hizo que su estómago se agitara con
locura. Incluso con la suciedad en sus rasgos, era demasiado guapo.
—¿Por qué iba a estar celosa? — preguntó con calma mientras los aleteos
seguían atormentándola.
—Eres una mujer práctica y fiable, Willow. La gente acude a ti por necesidad
y para que la guíes, pero ¿cuándo más? ¿Y cuándo fue la última vez que alguien
te dijo que eras hermosa, leannan?
Mamá.
Ese pensamiento fue como un puñetazo en el estómago, que ahuyentó los
temblores. Su madre había sido la única que se lo había dicho.
Hipnotiza a las mujeres con su lengua diabólica.

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La advertencia del guardia resonó en su cabeza.
—Me conociste una vez y por poco tiempo. No me conoces en absoluto. —
dijo ella, molesta de que lo supusiera.
—Una vez fue todo lo que necesité. Tu atención se centró en mi herida, nada
más. Las pocas preguntas que hiciste se referían sólo a mi herida. No sólo el
guardia de la puerta preguntó por algo que le había dolido, sino que varios otros
guardias también se detuvieron para preguntarte por sus dolencias, pero
ninguno te ofreció un saludo agradable ni preguntó por ti. Y no prestaste
atención cuando te hice alguna pregunta relacionada contigo. Era como si no
me hubieras oído.
—¿No pensaste que eso podría haber sido a propósito?
—Lo consideré brevemente, pero con la facilidad con que encandilo a las
mujeres lo descarté rápidamente. La conclusión era obvia. Piensas en las
necesidades y deseos de los demás y nunca en los tuyos... nunca. Estás tan
acostumbrada a ello que ignoras hasta la frase más amistosa, leannan. — dijo, sus
ojos oscuros conteniendo una pizca de desafío.
—¿Realmente crees que es apropiado que te refieras a mí como cariño
mientras estamos en esta situación?
—¿Debo esperar a que salgamos de aquí para ser dulce y amable contigo?
Una vez más, ella sintió su pequeña carcajada, sus cuerpos estaban
demasiado cerca para no hacerlo.
—Espero que seas práctico y honorable. — advirtió ella.
—Lo práctico no está en mi naturaleza. ¿Honorable? — Su sonrisa se
desvaneció. — Eso depende de lo que consideres honorable.
—Un hombre honorable no incendiaría dos estructuras de mi clan.
Antes de que pudiera responder, una voz risueña gritó:
—¡Arriba y fuera!
Slatter odiaba frustrar sus esperanzas de que la dejaran salir, pero mejor que
lo supiera.
—Me han dejado salir por la mañana para comer y hacer mis necesidades, y
luego otra vez antes del anochecer.
Willow no pudo ocultar su decepción. Ayer sólo había tenido que pasar la
noche aquí abajo y la mayor parte de ella la pasó durmiendo de cansancio.
¿Cómo iba a ser capaz de aguantar un día entero?

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La rejilla de madera se apartó de la parte superior y Geary llamó:
—Hazla subir, Slatter.
—No dejes que se caiga, Geary. — gritó Slatter.
—Sujétala bien y con fuerza hasta que consigamos agarrarla. — le gritó Rob.
—Necesito agarrar bien sus piernas y su trasero para subirla.
Ella tenía miedo de preguntar, pero se apresuró a decir las palabras.
—¿Qué significa?
—Necesito meter las manos bajo tus prendas de nuevo.
—¿Por qué debajo de ellas? — preguntó ella, aunque sabía bien por qué y él
dijo lo que ella misma había pensado.
—Si intento levantarte con las manos por encima de tus prendas, podrías
resbalar más fácilmente de mi agarre y eso podría resultar desastroso para los
dos.
—Vamos, Slatter, o los dos podéis quedaros ahí abajo hasta más tarde. —
gritó Rob por lo bajo.
—Date prisa y acabemos con esto. — dijo Willow ansiosa por salir del
agujero, aunque fuera un rato.
Slatter no esperó ni un minuto más. Quería que se hiciera tan rápido como
ella. Le arremangó la ropa y apoyó las manos en su trasero desnudo. Recordó lo
redondo y firme que era al tacto y apartó ese pensamiento de su mente. Al
menos lo intentó.
—Pon tus manos en mis hombros y mientras te levanto, date un empujón y
luego estira los brazos hacia arriba. — le indicó.
Willow asintió, tratando desesperadamente de ignorar la fuerza de sus
manos en su espalda desnuda.
—Ahora. — dijo él.
Ella empujó mientras él se levantaba y estiró los brazos hacia arriba como si
estuviera alcanzando el cielo. Las manos de él se deslizaron hasta sus muslos y
continuaron empujándola hacia arriba. Unas manos la agarraron por los brazos,
tirando de ellos, y ella se estremeció y nunca se sintió tan aliviada como cuando
se encontró depositada en el suelo. Tomó grandes bocanadas de aire frío y se
sentó, con las piernas doloridas de estar tanto tiempo de pie.
Cuando vio que bajaban una escalera hacia Slatter, se molestó. Entonces se
dio cuenta de que no había espacio suficiente para una escalera con los dos allí

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dentro, y desde luego ella no habría sido capaz de levantar a Slatter. Tenía que
ser ella a quien subiera primero.
Se sentía bien el poder sentarse, no estar de pie, y tenía la intención de hacerlo
hasta que se viera obligada a pararse. Vio cómo Slatter se levantaba del agujero
y se apresuró a girar la cabeza justo antes de que toda su desnudez quedara al
descubierto. Entonces oyó aplausos y gritos y se volvió para ver a Slatter
inclinándose galantemente ante un grupo de mujeres a unos metros de
distancia.
—Están encantadoras como siempre, mis queridas damas. — dijo Slatter y
les lanzó un beso.
Viejas y jóvenes por igual sonrieron, algunas se sonrojaron, otras expresaron
su opinión sobre lo finamente y bien dotado que estaba.
—Ya basta con vosotras, márchense, y avergüéncense todas. — gritó Rob.
—Desnuda a la mujer y tú estarías haciendo lo mismo. — gritó una mujer y
las demás asintieron con gritos.
Willow se ciñó más la capa y rezó para que los dos hombres no les hicieran
caso.
—Ahora, muchachas, ¿de qué serviría eso si no es una mujer tan buena para
mirar como todas ustedes? — dijo Slatter, con un tono de voz que las
engatusaba.
Willow se preguntó si lo había dicho para salvarla de tal indignidad o si lo
decía en serio. Era consciente de que no era ni de lejos tan hermosa como sus
dos hermanas, sus rasgos eran demasiado simples y su pelo rojo oscuro con
ondas rebeldes. Pero, ¿qué importaban ahora sus rasgos? Tenía asuntos más
urgentes de los que preocuparse.
—Que se vayan, les digo. — ordenó de nuevo Rob, y luego se volvió hacia
Slatter, entregándole un trozo de un plaid. — Y tú cúbrete y deja de exhibirte.
—¿Cómo no voy a alegrar el día a las encantadoras muchachas? — preguntó
Slatter con una risita mientras se ajustaba la tela a su alrededor.
Willow casi se rió de su audaz comportamiento y tuvo que admitir que, por
lo que vio (la espalda), tenía un buen cuerpo. Hombros anchos, músculos
definidos, cintura estrecha, nalgas apretadas y piernas musculosas, aunque no
demasiado. Realmente estaba bien proporcionado.
“Basta, Willow, no tienes que pensar en él de esa manera” se reprendió en silencio.

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—Los dos harán sus necesidades, comerán algo y luego volverán al agujero
hasta más tarde. — le indicó Rob.
No tardaron mucho en ver las cosas hechas y cuando le entregaron un tazón
de gachas que parecía de hacía días, quiso llorar. Tenía mucha hambre.
—Come. — Le animó Slatter. — La otra comida puede ser peor.
Ella hizo una mueca con el primer sabor, pero sabía que él tenía razón. Si
quería sobrevivir, hasta que la rescataran, tenía que comer.
Había un fuerte viento frío en el aire y las nubes grises flotaban a lo largo del
cielo gris y ella trató de no pensar en lo que podría pasar si llovía.
—¿De dónde has sacado esos arañazos en la cara y los desgarros en la ropa?
— preguntó Slatter.
—Me escondí en unos arbustos espinosos durante la batalla y me quedé
atrapada allí. Los hombres de Beck no fueron gentiles cuando me sacaron.
—Algunos arañazos de tu cara necesitan ser limpiadas, se hinchan de rojo.
Willow miró hacia Rob y Geary que hablaban entre ellos a unos metros de
distancia. A ellos no les importaban sus heridas. Tendría que hacer lo mejor que
pudiera ella misma. Se arrancó un trocito de su blusa y lo empapó con la cerveza
rancia que le habían dado a beber, para limpiar los arañazos.
—Permíteme. — se ofreció Slatter, tomando el trozo de tela de su mano antes
de que pudiera protestar.
Él limpió los arañazos con una mano suave. Era una mujer valiente. Estaba
seguro de que ella había entrado en pánico cuando la bajaron al agujero con él,
en ese momento, un completo desconocido y lo encontró desnudo. Podría haber
empezado a gritar como una banshee2, pero entonces estaba agotada, no le
quedaban muchas fuerzas. Aun así, se había manejado bien, había mantenido la
calma, no había perdido la cabeza, algo fácil de hacer cuando se está atrapado
en un lugar tan reducido y bajo tierra.
Terminó de limpiarle los arañazos y pensó en algo que ella había dicho antes
y que no llegó a responder.
—Yo no prendí fuego a tus cobertizos.
—¿Debo creer en tu palabra? ¿La palabra de un hombre cuyas mentiras salen
de sus labios con más facilidad que la verdad? Sorrell me contó cómo una

2
Alma en pena. En la leyenda irlandesa: un espíritu femenino cuyo lamento advierte de una muerte
inminente en una casa

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mentira que ayudaste a difundir causó un gran dolor y pena a la familia de
Ruddock.
La mano de Slatter se detuvo.
—¿Cuándo fue esto?
—Hace unos días, cuando la visité.
Sacudió ligeramente la cabeza.
—No, no cuando ella te lo dijo. ¿Cuándo difundí esta mentira y dónde?
—¿Mientes tanto que no te acuerdas? — preguntó ella, y lo habría
encontrado divertido si no fuera tan revelador de su naturaleza de mala
reputación.
Una chispa de ira se encendió en sus ojos, pero se detuvo antes de encenderse
del todo por una sonrisa que apareció de repente.
—Las mentiras y las verdades suelen confundirse. — dijo.
—Una solución fácil para eso sería no mentir. — sugirió Willow, para ella lo
más sensato.
—¿Qué te parece mi regalo para ti? — retumbó una voz.
Ambos se giraron para ver a Beck dirigiéndose hacia ellos.
Willow se apresuró a ponerse en pie con la ayuda de Slatter, cuya mano se
extendió para agarrarle el brazo.
—¿Entonces es mía? — preguntó Slatter, sin dejar de agarrarla después de
que ambos estuvieran de pie.
Beck echó la cabeza hacia atrás y se rió.
—No soy tan generoso.
—No lo creía. ¿Qué piensas hacer con ella?.
Beck volvió a reírse.
—¿Crees que te lo voy a decir? Dale una buena follada mientras puedas. —
Se rió más fuerte. — Si puedes. Son unos cuartos muy estrechos los que
comparten. — Su cuerpo se estremeció con más risas.
—Subestimas mi habilidad, Beck. — dijo Slatter con una risa propia.
La risa de Beck se detuvo.
—No hay espacio en ese agujero para follarla.
—Lo hay si eres hábil para follar con una mujer.

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Willow deseaba tener el talento de Sorrell con las palabras y su intrepidez
para decir lo que quisiera. Ya habría amenazado a los dos hombres y les habría
despotricado tanto que probablemente ninguno de ellos querría tener nada que
ver con ella. Pero ese no era la manera de Willow, aunque ser sensata
ciertamente no la ayudaba en esta situación sin sentido.
Beck se frotó la tupida y rojiza barba.
—Te diré qué. La follas en ese agujero y es tuya. Puedes tenerla una vez que
te vengan rescatar.
—¿Me das tu palabra? — Preguntó Slatter.
—Mi palabra. Si la follas en el agujero, te pertenece. — dijo Beck asintiendo
con firmeza.
Willow no pudo contener la lengua por más tiempo.
—¿Y si no quiero que folles conmigo?.
Slatter giró la cabeza y le sonrió, aunque sus ojos parecían enviarle una
advertencia.
—Confía en mí, leannan, sí quieres.
Beck volvió a reírse.
—Pelea con él si quieres. — luego miró a Geary y a Rob. — Que se metan en
el agujero y veamos qué tan talentoso es.

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Capítulo 3

Una vez en el agujero, Slatter la abrazó y le susurró al oído.


—No voy a follar contigo. Nunca forzaría a una mujer.
¿Cómo podía confiar en un mentiroso?
—Hazlo. — gritó Beck, mirando hacia abajo en el agujero junto con Geary y
Rob.
Slatter levantó la vista.
—Por eso no complaces a las mujeres, Beck. No te tomas tu tiempo con ellas,
no haces que te deseen, que te ansíen, que giman y griten tu nombre de placer.
—Te he oído gruñir y gemir con muchas mujeres, pero nunca he oído a una
mujer gemir o gritar tu nombre. — le dijo Geary a Beck y recibió un puñetazo
en la cara por ello.
Slatter volvió a prestar atención a Willow. Le puso la mano en la nuca y
acercó su boca a la de ella. Los hombres que miraban hacia abajo suponían que
la estaba besando.
—Voy a hacer que parezca que te estoy follando. Te haré saber cómo
responder. Serás liberada conmigo y me encargaré de que vuelvas a casa sana y
salva con tu familia.
—Espero que no estés mintiendo. — susurró ella cerca de sus labios.
—Confía en mí. — dijo él de nuevo y comenzó a subirle la ropa.
¿Qué opción tenía ella? Al menos, si la liberaban con él, tendría la
oportunidad de escapar si era necesario. En cambio, no tenía ni idea de cuál
sería su destino con Beck, aunque se temía que no sería muy agradable.
Él estaba desnudo de nuevo y cuando la apretó contra él, sintió su flácida
hombría apoyada contra ella, y luego comenzó a moverse contra ella. Su boca se
dirigió a su cuello, cerca de la oreja, y mientras parecía que la besaba, hablaba
en susurros, su cálido aliento le hacía cosquillas en la piel.
—No te muevas todavía. — murmuró él y siguió frotándose contra ella.

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Ella sintió que se excitaba, pero supuso que no podía evitarlo. Él le había
dicho que llevaba demasiado tiempo sin una mujer. Y ella no ignoraba el acto de
acoplamiento, su madre se lo había explicado con detalle a sus tres hijas.
Simplemente tenía que seguir recordándose a sí misma que esto era sólo una
pretensión. También era el coste de la libertad y del regreso a casa.
—Gime suavemente. — susurró él.
Ella no tuvo ningún problema en hacerlo, ya que su aliento le producía un
placentero cosquilleo en el cuello.
—Bien, ahora muévete contra mí, lentamente. — murmuró él, y ella lo hizo.
Willow cerró los ojos e ignoró las sensaciones que empezaban a crecer y a
extenderse en ella. Era una reacción natural que podía controlar, ya que no tenía
ningún deseo de emparejarse con Slatter. Sin embargo, se había preguntado qué
sentiría al conocer a un hombre.
Él presionó más fuerte contra ella y cuando su hombría se frotó en un punto
en particular, ella fue tan sorprendida que gimió fuertemente sin que se lo
dijera. Y, que el Señor la ayudara, cuando él siguió frotándose contra ella,
acelerando sus movimientos. La sensación fue celestial y se encontró
acompañando sus movimientos y gimiendo sin pensar.
—Grita cuando te lo diga. — susurró él.
Todo pareció desvanecerse a su alrededor cuando una poderosa sensación se
apoderó de ella y comenzó a crecer, haciéndose más fuerte, buscando algo,
estirándose, necesitándolo, deseándolo...
—¡Slatter! — gritó cuando la poderosa sensación sacudió su cuerpo y explotó
con tal intensidad que le hizo doblar las piernas, y se alegró de que el brazo de
Slatter se apretara alrededor de su cintura mientras dejaba escapar un rugido.
—Maldita sea, lo hizo. — gritó Rob y recibió una bofetada de Beck.
—Ahora es tuya para siempre. — gritó Beck y la rejilla se movió sobre el
agujero.
La cabeza de Willow se apoyó en el hombro de Slatter mientras intentaba
recuperar sus sentidos. Una tarea imposible, ya que pequeños escalofríos de
delicioso placer seguían recorriéndola.
Cuando se encontró capaz de hablar, dijo:
—Lo has hecho a propósito.

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—Era la única manera. — dijo él. — Tenían que creer que nos acoplábamos
y tú nunca habrías podido fingir un buen clímax, ya que nunca has tenido uno...
hasta ahora.
Ella iba a preguntarle por su rugido, ¿lo había fingido? Pero al sentirlo todavía
duro contra ella, obtuvo su respuesta.
Se sintió un poco avergonzada por haberse permitido perder el control
mientras fingía y frente a los demás y mantuvo la cabeza sobre su hombro, sin
querer mirarlo.
—Willow. — dijo él en voz baja. Cuando ella no respondió ni levantó la
cabeza para mirarlo, él continuó: — Créeme cuando te digo que lo siento de
verdad, pero no me arrepiento de lo que hice. No querrás quedarte con Beck.
Cuando vi la oportunidad de ayudarte, la aproveché. Sólo lamento que haya
tenido que ser así. Me aseguraré de que vuelvas a casa a salvo con tu familia.
—Mis prendas. — dijo ella y Slatter se las bajó rápidamente, cubriéndola.
No quería seguir hablando de ello. Quería olvidar lo sucedido, olvidar cómo
le había respondido con tanta facilidad. Olvidarse de los tres que la observaban
desde arriba, aunque se alegraba de que estuvieran en el agujero y los hombres
no pudieran verlos con demasiada claridad, sobre todo con el cielo cada vez más
oscuro.
Se había recordado a sí misma que era una reacción natural que tenía, pero
debería haber sido capaz de contenerla, de no dejarla ir tan lejos como lo hizo,
de no haberle respondido tan fácilmente.
—¿Han pedido un rescate por ti? — preguntó para alejarse de sus
inquietantes pensamientos.
—Sí, lo han hecho.
—¿Qué importancia tienes para que Beck pida un rescate?
—No tengo ninguna importancia. Tenemos una disputa constante.
—¿Él gana esta vez desde que te rescato? — Preguntó Willow.
—En realidad, con o sin rescate, yo gano ya que él te perdió.
Ella volvió a callar y, aunque Slatter no se sentía demasiado orgulloso de lo
que le había hecho, había sido necesario. Willow podría haber tenido un
destino mucho, mucho peor si la hubieran dejado con Beck.
Slatter no dudaba de que, fueran cuales fueran las intenciones de Beck con
Willow, se trataba de obtener la mayor cantidad de dinero posible por ella, ya
fuera mediante un rescate o, más probablemente, mediante la venta al mejor

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postor. No podía permitir que eso le sucediera a ella. No se merecía un destino
tan terrible.
Levantó la cabeza para mirarlo y captó una suave preocupación en los
oscuros ojos masculinos que no había visto antes.
—¿Crees que te rescatarán pronto? — preguntó.
—Sólo se puede esperar.
Quería intentar mantener un poco de distancia entre ellos si podía, pero
hacía frío y apoyarse en él la mantenía caliente. Imaginó que a él le pasaba lo
mismo. ¿Así que no sólo se privaba de calor a sí misma, sino también a él?
Era demasiado práctica para ignorar la respuesta obvia y cuando sintió que
él se estremecía, hizo lo que era mejor para ambos. Se apoyó en él.
—Por el calor que ambos necesitamos. — dijo, sin querer que él
malinterpretara sus intenciones.
Slatter la rodeó con sus brazos y la estrechó contra él.
—Tu calidez y consideración son muy apreciadas.
Había momentos en los que sonaba más amable que encantador y era en esos
momentos en los que ella se sentía más inclinada a creerle. Sólo esperaba no
estar equivocada.
—La última vez que te vi, estabas prisionero en el calabozo del Señor del
Fuego. ¿Cómo es que estás aquí, prisionero en este horrible agujero? —
preguntó ella.
—Pura suerte. — dijo él con una risa. — El Señor del Fuego decidió que un
castigo apropiado para mí era entregarme a una tribu de bárbaros con la que
estaba familiarizado durante un tiempo indeterminado. Lo que no sabían ni el
Señor del Fuego ni los bárbaros es que soy excepcionalmente hábil para escapar
de casi cualquier lugar o de cualquiera. Escapé de los bárbaros en mi segunda
noche con ellos, sólo para encontrarme capturado por Beck. Naturalmente, no
estaba dispuesto a entregarme sin ser recompensado por su afortunada suerte
al encontrarme. Así que aquí me siento y espero, un agujero en el suelo del que
no es fácil escapar.
—¿Cuánto tiempo estuviste aquí antes de que yo llegara?
—Dos días. — dijo, su mirada se dirigió al único rasguño en su cara. — Ese
rasguño parece haber empeorado.
—La cerveza hizo eso, pero también ayudará a curarlo. — dijo ella, viendo la
preocupación por la forma en que su ceja se estrechó mientras miraba la herida.

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Ni siquiera un ceño fruncido podía estropear u ocultar sus finas facciones.
Parecía que no importaba la expresión que llevara el hombre; su buen aspecto
no sufría por ello.
—No sólo eres hermosa. Eres una buena sanadora.
—Esa lengua tuya miente fácilmente. — acusó ella.
—Mi lengua es talentosa y hace muchas cosas con facilidad, pero no miente...
esta vez.
—¿No lo hace? — preguntó ella inclinando la cabeza. — Entonces, ¿por qué
dijiste que no era tan hermosa como las mujeres que te miraban y te saludaban
cuando salías del agujero esta mañana?
—Eres demasiado inteligente para no saber qué les estaba diciendo a las
mujeres: lo que querían oír, ya que sin duda no lo oyen de sus maridos. Además,
ser amable con ellas me ha hecho ganar comida extra. Me la dejan caer de vez
en cuando. Y todas las mujeres son hermosas a su manera.
—No puedo estar segura de si estás siendo sincero o no.
—Supongo que tendrás que conocerme mejor para averiguarlo. — dijo él, y
levantó la mano para palpar suavemente la zona alrededor del arañazo
enrojecido.
Ella hizo una mueca y él se encogió, lo que la hizo sonreír.
—¿Sufres conmigo?.
—Por supuesto, ahora me perteneces. Es mi deber verte segura y cuidada.
—No te pertenezco de verdad. — discrepó ella, aunque una parte de ella
pensó que sería bonito pertenecer por fin a un hombre y que él le perteneciera
a ella. Pero esto no era nada de eso. — No le pertenezco a nadie.
—Hasta que te cases, entonces le pertenecerás a tu marido.
—Y él me pertenecerá a mí. — dijo ella.
—Y, por supuesto, te asegurarás de que haya reglas que seguir. — bromeó él
con una sonrisa.
—Habrá amor para compartir. — corrigió ella.
Sus ojos oscuros adquirieron una suave tristeza.
—El amor no es fácil de encontrar.
—Merece la pena buscarlo. — Ella sonrió suavemente. — Y yo soy paciente.
—¿No se arreglará un matrimonio para ti?

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—Por suerte, no. James ha jurado lealtad a Ruddock y ve que el Clan
Macardle está protegido y no tiene miedo a morir de hambre, lo que no deja
ninguna razón para un matrimonio concertado. Ruddock ha afirmado que
Snow y yo somos libres de casarnos por decisión propia… ¿Y tú? — preguntó
por curiosidad, no es que le importara.
—El matrimonio no es para mí. — dijo él y le dirigió una sonrisa
perversamente desarmante. — Aunque tengo mucho que ofrecer a una mujer.
Soy encantador, tengo unos rasgos mucho mejores que los de la mayoría de los
hombres, un buen cuerpo, y una vez que follo con una mujer, ningún otro
hombre la satisface.
Willow tuvo que reírse.
—Estoy segura de que hay muchas mujeres que encontrarían lo que tienes
que ofrecerles, irresistible.
—¿Y tú? ¿Me encuentras irresistible?.
Sonaba como si estuviera medio en broma y medio en serio y eso le dio a
Willow una pausa para responder.
—Dudaste. — dijo con una mirada de sorpresa.
Ella habló sin rodeos.
—No estoy segura de qué hacer contigo, Slatter.
—Soy un misterio. ¿No te intriga al menos eso?.
—Lo que me intriga es cómo evadirás la captura una vez que el Señor del
Fuego descubra que no estás donde te envió.
El Señor del Fuego podía ser un hombre implacable cuando quería algo. Ella
había visto cómo se había comportado con James cuando había insistido en que
Sorrell aceptara un matrimonio concertado con un hombre de un clan cercano
para ayudar a unir a los clanes de la zona y hacer que le prometieran su lealtad.
Si no hubiera sido por Ruddock, el Clan Macardle estaría en deuda con el Señor
del Fuego.
—No me atraparán de nuevo. — dijo Slatter con confianza.
Entonces Willow se dio cuenta.
—Te atraparán si me ves a salvo en casa.
¿Se merecería eso después de ayudarla? Pero entonces, ¿realmente la vería a
salvo en casa?
—No te preocupes, llegarás a casa y no me atraparán.

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Rápidamente preguntó:
—¿Confiarías en otro para que me lleve a casa?
—Tendría que tener mucha confianza en él para hacerlo y hay pocas personas
en las que confíe tanto. Además, lo que me pertenece lo cuido y protejo mucho.
Ella se estaba acostumbrando a ver esa sonrisa perversamente burlona y a
sonreír junto a él.
—Y tú te encargas de recordarme que te pertenezco.
—Permíteme disfrutar de que una mujer hermosa me pertenezca, aunque sea
por un rato. — No le gustó que la sonrisa de ella flaqueara. — Te entristece que
me pertenezcas, ya que ciertamente no puede ser que dudes de tu belleza.
—No tienes que mentirme. Soy muy consciente de que tengo rasgos
sencillos.
—¿Quién te ha dicho esas tonterías? — preguntó él como si sus palabras le
ofendieran.
—Nadie me lo ha dicho. Tengo ojos para ver por mí misma. Mis dos hermanas
tienen la belleza en la familia, especialmente Snow. — dijo Willow con una
suave sonrisa.
Slatter apoyó su frente en la de ella.
—Eres hermosa, lo creas o no. Tienes los ojos verdes más hermosos que he
visto nunca. El color me recuerda a la primavera, cuando la hierba dormida
estalla en un delicioso color verde. Y tus mejillas se sonrojan de un color rosado
la mayoría de las veces, resaltando tu piel pálida. Y luego están tus labios,
sonrosados y carnosos, que piden ser besados.
Rozó sus labios con los de ella y Willow no se movió. Sólo sus palabras le
habían provocado una oleada de mariposas en el estómago y habían encendido
una pasión que era demasiado nueva para ella como para comprenderla del
todo.
Sus labios volvieron a rozar los de ella y luego susurraron:
—Para mí, Willow, eres la mujer más hermosa que he visto jamás.
Esta vez no rozó sus labios, sino que los apretó contra los suyos, besándola
con una intensidad a la que ella respondió instintivamente. Su mano se dirigió
a la parte posterior de la cabeza de ella para apoyarla mientras la tentaba y la
provocaba para que separara los labios y cuando su lengua se deslizó en su boca,
los aleteos en su estómago se volvieron locos y su pasión se encendió.

- 30 -
—Bien, lo ha vuelto a hacer. Ahora mira y aprende, porque estoy cansado de
tus tanteos.
La voz de la mujer puso fin a su beso, Slatter y Willow levantaron la vista
sorprendidos al ver que la reja había sido retirada. Y aún más sorprendidos de
ver a una mujer y un hombre mirando hacia abajo.
—Que tengas un buen día, Maddie. — dijo Slatter, con una sonrisa que se
extendía por su rostro mientras sus brazos abrazaban a Willow de forma
protectora.
La mujer, bajita, delgada y bonita, con el pelo largo y oscuro, sonrió.
—Un día agradable para ti, Slatter, y ya veo que sí es un día muy agradable
para ti. — Levantó un saco relleno. — Tengo una buena comida para ti, pero
sólo si dejas que mi marido te vea follar a la mujer. Estoy cansada de sus
insatisfactorios golpes y de sus manos torpes.
—Doy unos buenos empujes. — argumentó un hombre de estatura promedio
y cintura fina.
—La mitad de las veces, cuando me tienes de rodillas, ni siquiera encuentras
el lugar adecuado para meter esa vara inútil que tienes. — se quejó ella.
Su marido se apresuró a aclarar.
—Eso sólo ocurre cuando bebo demasiado.
—Sí, sigues poniendo esa excusa. — replicó Maddie.
Slatter llamó a la pareja que discutía.
—Estaré encantado de hablar con tu marido cuando me dejen salir de aquí
más tarde, Maddie, pero no tendré a nadie vigilándome mientras me acoplo con
mi mujer.
—Lo hiciste por Beck. — argumentó ella.
—Sólo para tener a Willow para mí.
Maddie sonrió.
—Así que te gusta ella.
—Me gusta y no volveré a faltarle al respeto haciendo que alguien nos vea
hacer el amor. — dijo Slatter.
Maddie le dio un puñetazo a su marido en el brazo.
—Ya lo has oído. Él no folla a su mujer, hace el amor con ella. Hablarás con él
más tarde, Kevin, o no me follarás, nunca más.

- 31 -
Su marido se frotó el brazo.
—Te quiero, Maddie. Lo hago desde que éramos niños. Si esto te hace feliz,
hablaré con él, pero no puedes ir diciendo a la gente que no te doy un buen
polvo.
—No tendré que hacerlo después de que hables con él y yo también te quiero,
Kevin. — Maddie miró hacia el agujero. — Kevin te estará esperando cuando
salgas de ahí más tarde. Ahora ten cuidado, voy a dejar caer el saco hasta ti. Tú
y tu mujer necesitáis algo de comida decente.
—Mantén la cabeza pegada a mi pecho. — le ordenó a Willow y una vez que
lo hizo, llamó a Maddie. — Bendita seas, Maddie. Eres una mujer hermosa y
amable.
—¿Ves? ¿Ves cómo me dice que soy hermosa? — dijo Maddie y volvió a
golpear a su marido en el brazo. — Quiero que me digas eso como lo hiciste una
vez. A no ser que ya no pienses que soy hermosa.
—Siempre serás hermosa para mí, Maddie. — dijo Kevin, frotando de nuevo
su musculoso brazo.
—Entonces dímelo más a menudo. — casi le ordenó ella, y luego sostuvo el
saco sobre el agujero. — Aquí tienes, Slatter y mὀran taing.
—De nada, Maddie. — dijo Slatter y cogió el saco con la mano.
—Que te vaya bien, Maddie, y ¿qué haces ahí, Kevin? — gritó Rob.
—Impidiendo que mi mujer les dé comida a los prisioneros. — dijo Kevin. —
Ahora ve a casa, mujer.
—Bien, hombre. — dijo Rob.
—Y tendré una charla con Slatter cuando lo saques más tarde y le haré saber
que deje en paz a mi mujer. — dijo Kevin.
—Ya es hora de que un hombre haga obedecer a su mujer. — dijo Rob,
deteniéndose junto al agujero.
Slatter bajó el brazo a su lado para que Rob no viera el saco de comida.
—Tengo algunas noticias para ti, Slatter. — llamó Rob, asomándose por el
agujero. — Tu rescate llega mañana y serás liberado.
—Gracias a Dios. — susurró Willow, levantando la cabeza del pecho de
Slatter.
—Me alegro de oírlo. — dijo Slatter.
Rob se rió.

- 32 -
—Beck tiene un regalo para ti antes de que te vayas.
—Supongo que no me vas a decir qué es. — dijo Slatter.
—Es una sorpresa. — dijo Rob y volvió a deslizar la rejilla de madera sobre
el agujero y se alejó riendo.

- 33 -
Capítulo 4

Ya era tarde y Willow no sólo sentía el frío, sino que también se sentía
ansiosa por demasiadas cosas. Se quedó quieta lo mejor que pudo, sin querer
despertar a Slatter. Él había intentado asegurarle que, fuera cual fuera el regalo
que Beck tenía para él, lo más probable era que no tuviera nada que ver con ella.
Estaba a salvo y pronto volvería a casa.
Willow no estaba tan segura de eso. Cuando los habían sacado del agujero
para cenar, había visto cómo Rob y Geary les lanzaban risitas y susurros. Slatter
había estado demasiado ocupado hablando con Kevin, como le había prometido
a Maddie, para darse cuenta. Algo se estaba gestando y ella no tenía un buen
presentimiento.
Sus preocupaciones la hacían removerse un poco entre sus brazos. Ayer su
calor corporal combinado había ayudado a mantenerlos calientes, pero esta
noche se había vuelto más fría y parecía que el frío se había instalado en el
agujero, envolviéndolos como una manta escalofriante. O quizás estaba tan
preocupada por el mañana que no podía entrar en calor.
¿Cómo podía confiar en que él la llevaría a casa? Quería creer que lo haría,
pero dado que él mentía con facilidad y sin apenas arrepentimiento, ¿cómo
podía confiar en él? Y si eso no era suficiente para preocuparla, estaba el beso.
¿Por qué la había besado? No había ninguna razón para ello. Nadie les estaba
mirando. ¿Era porque hacía demasiado tiempo que no probaba los labios de una
mujer? ¿Era simplemente conveniente? ¿O debería preguntarse por qué lo
disfrutaba? ¿Y qué habría pasado si Maddie y su marido no hubieran aparecido?
¿Habría ido más allá de un beso?
“No seas tonta, Willow. Lo habrías detenido”se reprendió en silencio. “No habrías
dejado que se aprovechara de la situación. Es un mentiroso y un inútil y tú no te involucrarías
con un hombre de tan mala reputación.”
—¿Qué te preocupa, Willow?
Ella se sobresaltó, sorprendida de que él estuviera despierto y de que su voz
estuviera llena de tanta sinceridad.
Slatter rápidamente la abrazó con fuerza, tranquilizándola.

- 34 -
—Cuidado, no queremos perturbar las paredes de nuestra encantadora
morada.
—Me has asustado. Pensé que estabas dormido. — dijo ella, acomodándose
en sus brazos.
—Sentí tu malestar.
—¿Te he despertado? Lo siento. — se disculpó ella, en serio. Era mejor que
durmiera, había menos posibilidades de que la besara de nuevo.
—Está bien, Willow. Cualquier ruido o revuelo me despierta. Duermo ligero.
Ahora dime qué te molesta.
—El frío. — dijo ella rápidamente, con la seguridad de que habia algo de
verdad en sus palabras. — Esta noche hace mucho más frío que anoche y lo
siento en los dos.
Como para probar sus palabras, la nieve comenzó a caer sobre ellos.
—Maldita sea. — murmuró Slatter.
Willow tuvo que estar de acuerdo con él, aunque no juró. Una nevada
temprana siempre resultaba problemática. Podía dejar una ligera capa en el
suelo o arrojar una cantidad considerable. Su preocupación y el frío la
estremecían.
Slatter le pasó las manos por la espalda, tratando de darle calor, pero él
mismo sintió el frío. Eso y los suaves movimientos de ella fueron lo que lo
despertaron.
Willow se apoyó lo más cerca posible de él.
—¿Puedes extender mi capa sobre tus hombros?
Slatter hizo lo que ella sugirió y, con ella apretada contra él, pudo conseguir
que su capa descansara parcialmente sobre sus hombros. Aun así, no sería
suficiente para mantenerlo a él o a ella calientes si la nieve empeoraba.
Y así fue.
La nieve se volvió pesada y Slatter sabía que si continuaba durante toda la
noche podrían tener problemas.
—Tápate los oídos, leannan. — le dijo.
Ella no pensó en preguntar por qué. Hizo lo que le dijo y un escalofrío la
recorrió cuando él soltó un rugido feroz. Sonaba como los que usaban los
guerreros cuando iban a la batalla. No esperó mucho para soltar otro.

- 35 -
Después de que su rugido se calmara, se oyeron los golpes de los pies y la luz
brilló cerca de la parte superior del agujero.
La rejilla se retiró y Rob miró hacia abajo.
—¿Qué estás haciendo?
—Haciendo saber que no se dará ningún rescate si nos encuentras a mí y a
mi mujer muertos por la mañana, idiota.
Los ojos de Rob se abrieron de par en par como si acabara de darse cuenta de
algo, y luego se volvieron más amplios cuando el grito de Beck atravesó la noche.
—¡Sácalos de ese agujero! ¿Y quién era el tonto de guardia esta noche? Tendré
su cabeza por no alertarme de la nieve. No recibiré ninguna moneda por un
hombre muerto.
Willow se estremeció de alivio.
Los brazos de Slatter permanecieron firmes alrededor de ella.
—Pronto entrarás en calor.
En ese momento, no podía estar más agradecida con él, aunque una vocecita
le susurró en la cabeza: “Echaré de menos tus brazos a mi alrededor” La ahuyentó
rápidamente. Echaría de menos sus brazos por el calor y eso era todo, nada más.
A Willow no le importó esta vez que sus manos tocaran su trasero desnudo
y helado mientras la empujaba hacia arriba y fuera del agujero. Estaban
realmente calientes y le produjeron una breve descarga de calor.
Una vez fuera del agujero, Slatter no perdió tiempo en rodearla con su brazo
y arroparla contra él.
—Geary, llévalos a la cabaña que preparó Maddie y haz que dos hombres
hagan guardia frente a la puerta. — ordenó Beck, y luego se volvió hacia Rob.
— Tienes que dar algunas explicaciones.
Willow permaneció en el pliegue del brazo de Slatter, ya que se había
acostumbrado a estar pegada a él, aunque podía ser porque se sentía protegida
en sus brazos.
Geary abrió la puerta de la pequeña cabaña.
—No intentes escapar. Tenemos hombres apostados.
—¿Por qué iba a ser tan tonto de hacer eso cuando me van a rescatar mañana?
— preguntó Slatter, sacudiendo la cabeza, y se apresuró a entrar en la cabaña,
con el brazo aún firme alrededor de Willow.

- 36 -
Slatter se dirigió directamente al pozo de fuego en el centro de la pequeña
habitación y se quedó allí con Willow para dejar que el calor de las llamas los
bañara.
Nunca el calor había sido tan acogedor para Willow. Se dejó hundir contra
el costado de Slatter, rodeando su cintura con los brazos y apoyando la cabeza
en su pecho, mientras ambos entraban en calor.
Al cabo de unos minutos, Slatter echó un vistazo a la habitación y vio lo que
servía de colchón, una esterilla rellena de paja y una manta. De mala gana, apartó
los brazos de Willow.
—Espera aquí un momento.
Ella no lo soltó. No quería hacerlo. Se sentía segura a su lado.
Slatter deslizó sus dedos por debajo de la barbilla de ella y le levantó la cabeza
para poder mirarle a los ojos. No le gustó ver preocupación en ellos.
—Estás a salvo. Voy a coger esa manta acolchada y la estera de allí. — dijo
con un gesto de cabeza hacia ella. — Por fin podremos acostarnos.
Willow asintió, ansiosa por levantarse, ya que le dolían las piernas de estar
tanto tiempo de pie.
Slatter sintió una punzada de vacío cuando los brazos de ella se separaron de
él y se apartó de ella y frunció el ceño. Nunca se había sentido así al alejarse de
una mujer, pero nunca había sido tan protector con una mujer como lo era con
Willow.
Se apresuró a acercar la estera y la manta al fuego y, cuando vio una vasija y
dos jarras cerca de la hoguera, dio las gracias en silencio a Maddie. Llenó ambas
rápidamente y le entregó una a Willow.
Ella suspiró después de tomar un sorbo.
—Sidra caliente. Qué maravilla.
Slatter sintió lo mismo, sorbiendo lentamente el líquido caliente.
—Tenemos que meterte debajo de la manta. — dijo Willow, dándole un
pequeño empujón.
—¿Tan ansiosa estás por acurrucarte conmigo? — se burló, aflorando su
sonrisa perversa.
—Sí, lo estoy. — dijo ella con seriedad. — Necesitamos calentarnos hasta los
huesos si queremos sobrevivir y más para ti ya que estás desnudo.
Slatter se inclinó, acercando su cara a la de ella y susurró:

- 37 -
—Tu belleza me mantiene caliente.
Willow lo miró fijamente un momento y luego dijo:
—¿Esa suave lengua tuya deja alguna vez de hablar con dulzura?
—¿Lo descubrimos, leannan? — murmuró él y acercó sus labios a los de ella.
Willow sintió una chispa a punto de encenderse y se apartó de él.
Slatter se rió.
—¿Tienes miedo de lo que sientes cuando te beso?
—No es apropiado que lo hagas y yo no siento nada cuando me besas. — le
reprendió ella. — Y te pido tu palabra de que no te tomarás más libertades
conmigo.
—¿Estás segura de que eso es lo que quieres, leannan?
—Estoy segura, y dejarás de llamarme cariño. — le ordenó y se sorprendió
cuando sintió una pizca de arrepentimiento.
—Te doy mi palabra de que no me tomaré libertades contigo esta noche. —
Le tendió la mano. — Pero no dejaré de llamarte leannan, ya que realmente tienes
un corazón dulce.
Willow negó con la cabeza.
—Nunca dejas de intentar encantar.
—Y tú siempre rechazas los cumplidos. — dijo él y su mano se disparó para
arrebatar la de ella. — Ahora vamos a hacer algo que se nos ha negado... dormir
en lo que sirve de colchón.
Willow no pudo evitar sonreír. Deslizó su mano fuera de la de Slatter, colocó
su jarra de cerveza cerca del pozo de fuego y se apresuró a quitarse la capa y
colocarla encima de la manta que estaba doblada parcialmente a lo largo de la
estera.
Slatter colocó su jarra junto a la de Willow y la ayudó a tumbarse en la estera,
y luego se unió a ella. Se deslizaron juntos bajo la manta y Slatter se puso de
lado y puso a Willow de costado para poder rodearla.
Ella no protestó cuando el brazo de él le pasó por el pecho, justo por debajo
de sus pechos, y la arropó con fuerza. O cuando pasó su pierna por encima de la
de ella, cerrándola firmemente. Lo quería allí, envuelto contra ella,
compartiendo su calor, sintiendo su fuerza, sintiéndose segura.
Ninguno de los dos habló mientras el calor se asentaba a su alrededor y a
través de ellos y, cuando Willow se quedó dormida, Slatter le susurró al oído:

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—Mentirosa. Mi beso despertó tu pasión y lo disfrutaste.

A la mañana siguiente, Willow se despertó envuelta cómodamente en los


brazos de Slatter. No quería moverse; estaba demasiado cómoda.
—¿Has dormido bien?
Willow levantó la cabeza para mirarlo. Era un regalo para los ojos. Una mujer
nunca se cansaría de mirarlo. Y esos ojos oscuros suyos, Señor, podían seducir
con una sola mirada, atrayendo a una mujer, acariciándola, llevándola a una
locura llena de pasión. Ella sacudió interiormente la cabeza ante sus locos
pensamientos.
—Sí, he dormido bien. — dijo ella, intentando no mirarle a los ojos.
—¿Por qué ignoras lo obvio? — preguntó él, tomando su barbilla y obligando
a sus ojos a encontrarse con los suyos.
—¿Qué quieres decir? — preguntó ella con fingida inocencia.
Slatter sonrió.
—No eres ni mucho menos una mujer ignorante. Sabes exactamente lo que
quiero decir, pero lo diré por ti. ¿Por qué ignoras y te niegas a admitir incluso a
ti misma que te atraigo?
Willow suspiró e hizo lo más razonable, decir la verdad.
—Tienes razón, me atraes, pero ¿qué mujer no lo hace? Tienes los mejores
rasgos que he visto en un hombre y tu lengua encanta a una mujer sin sentido.
También tenías razón cuando me llamaste mentirosa anoche. Disfruté de tu
beso. Y tienes razón en que estoy lejos de ser una mujer ignorante. Tienes
muchas cosas que una mujer desea, pero hay una cosa que quiero en un hombre
que no puedes darme.
Slatter esbozó esa sonrisa perversamente sensual.
—Lo dudo.
—¿De verdad? — preguntó ella con su propia sonrisa malvada. — ¿Y el amor?
¿Puedes jurarme tu amor eterno y prometerme que me amarás a mí y sólo a mí
para siempre?
Slatter se quedó en silencio.

- 39 -
—Eso es lo que pensaba. — dijo Willow sin entender por qué le molestaba.
Slatter fue a hablar, pero una voz llamó desde el exterior de la puerta.
—Entrando.
Maddie entró en la cabaña sonriendo y con un fardo en la mano.
—Buenos días a los dos. He limpiado tus prendas, Slatter, y las he tenido
listas esperando por ti. — Su sonrisa creció. — Kevin y yo estamos en deuda
contigo, Slatter. Ayer tuvimos la mejor noche de nuestras vidas y espero que
haya muchas más.
—Kevin es un buen hombre y te quiere. Me alegro por los dos. — dijo Slatter.
—Tu rescate no está lejos. Traeré un cubo de agua para que se refresquen y
algo de comida para que no salgan de aquí con hambre. — dijo Maddie y asintió
con la cabeza antes de marcharse.
Después de eso, las cosas se pusieron muy ocupadas, dejando poco tiempo
para que Willow y Slatter hablaran. Ambos se refrescaron con el agua que
Maddie les había proporcionado y Willow agradeció el peine que le había
prestado.
Willow se deshizo la trenza y pasó el peine por su largo cabello rojo oscuro.
Caía en sus habituales y obstinadas ondas alrededor de la cara y sobre los
hombros.
—Deberías dejarte el pelo suelto así, te favorece. — dijo Slatter.
—A menudo lo llevo suelto. — dijo ella, no queriendo que él pensara que lo
hacía ahora porque él lo había comentado.
Comieron mucho más sabroso que las gachas que les habían dado ayer y
Willow agradeció la sidra caliente, ya que le calentaba bien las entrañas.
No pudo evitar lanzar una mirada apreciativa a Slatter una vez que se hubo
puesto la ropa. Llevaba bien el plaid, aunque los colores oscuros estaban algo
desteñidos y su camisa color canela un poco deshilachada en los puños. Se había
lavado la cara y se había pasado un poco de agua por el pelo, cuyas ondas se
asentaban justo por encima de los hombros mientras se secaba. Él se calzó las
botas y, por último, se echó la capa de lana con capucha sobre los hombros.
Le arrebató la capa que se había enredado en la manta y se la puso a ella sobre
los hombros, y luego le tendió el brazo.
—¿Vamos a conocer nuestro destino? — preguntó con una sonrisa.
Un ligero escalofrío la recorrió y ella asintió, preocupada por lo que el destino
les deparaba.

- 40 -
Salieron al exterior y vieron que la nieve cubría el suelo, lo suficiente como
para dejar una profunda huella.
Rob estaba fuera de la puerta, con un ojo hinchado y un moratón en la
mandíbula, un castigo de Beck por no haber atendido su tarea la noche anterior.
—No están lejos. — dijo Rob.
—¿Y ese regalo que Beck tiene para mí sigue esperando? — preguntó Slatter.
Rob sonrió e hizo una mueca.
—Sí, así es.
Slatter se aseguró de mantener su brazo alrededor del de Willow. No sabía
qué había planeado Beck, pero de ninguna manera iba a dejar que se llevara a
Willow.
No pasó mucho tiempo antes de que un grupo de seis jinetes y un caballo sin
jinete entraran en la zona. Variaban en tamaño y vestimenta. Algunos vestían
plaids, mientras que otros llevaban envolturas de cuero en las piernas con
túnicas que les llegaban a las rodillas. Todos llevaban capa y armas y ninguno
de ellos sonreía.
Rob acompañó a Slatter y a Willow para que se colocaran detrás de Beck,
que esperaba frente a la casa larga.
Dos de ellos desmontaron mientras los otros permanecían sobre sus caballos.
El más bajo, aunque más ancho, de los dos hombres se acercó a Beck.
—Tenemos tus monedas, pero quiero saber que Slatter está ileso. — dijo el
hombre.
Slatter habló.
—Estoy ileso, Walcott.
—Tus monedas. — dijo Walcott, levantando un pequeño saco. Se lo lanzó a
Beck.
Beck lo cogió, lo abrió y sonrió.
—Es todo tuyo.
Slatter dio un paso alrededor de Beck, manteniendo un fuerte agarre del
brazo de Willow, aunque poco importaba ya que su agarre era fuerte en él. Se
preguntó si a ella le preocupaba que la dejara allí o si Beck le exigiría que se
quedara.
Slatter apenas llegó a Walcott cuando Beck lo llamó.

- 41 -
—No puedes irte sin mi regalo para ti.
Willow se giró con Slatter.
—Me siento responsable de haberos juntado, así que no sería adecuado que
los despidiera de forma impropia. — Beck sonrió, aunque sus ojos se
entrecerraron — Te dije que ella te pertenecía, pero tiene que pertenecerte
adecuadamente si pretendes irte de aquí con ella.
Willow se acercó a Slatter y el brazo de éste la rodeó posesivamente.
—¿A qué juego juegas ahora, Beck? — Preguntó Slatter.
—Una mujer sólo pertenece a un hombre si está casada con él. Así que, si
quieres salir de aquí con ella, te casarás con ella. — ordenó Beck, sin dejar
ninguna duda de lo que decía.
Slatter pensó rápidamente, susurrando a Willow.
—Es una unión de manos lo que quiere y podemos ver eso fácilmente absuelto
una vez que salgamos de aquí.
Tenía razón. La unión de manos o handfasting era común entre los highlanders, a
menos que, por supuesto, un clérigo casara a la pareja. Era más permanente a
los ojos de la iglesia. El handfasting podría hacerse sin dificultad.
Ella asintió.
—Nos casamos. — dijo Slatter.
—Se casan. — gritó Beck y la gente que se había reunido para verlos vitoreó.
Walcott lanzó una mirada dudosa a Slatter.
—Se hará y deshará rápidamente. — le susurró Slatter.
—Yo que tú no me fiaría de Beck. — advirtió Walcott.
El estómago de Willow se revolvió, pensando lo mismo.
—Mi regalo. — gritó Beck y un clérigo salió de la gran casa comunal. —
Ahora puedes casarte como es debido.

- 42 -
Capítulo 5

—¿Dudas, Slatter? Si lo estás, con gusto te quitaré a la mujer de las manos. Sé


lo reacio que eres a tener una esposa. No puedo decir que te culpe con la forma
en que las muchachas te persiguen con tanto afán. ¿Por qué conformarse con
una mujer, cuando puedes tener muchas? Entonces, ¿qué dices? ¿Te casarás con
la mujer? — Beck desafió.
Willow sintió que el miedo la recorría hasta los dedos de los pies. ¿Qué iba a
hacer ahora? ¿Casarse y quedarse con un hombre que no quería tener una
esposa? ¿O se arriesgaba con Beck y esperaba que los guerreros de Ruddock
hubieran logrado llegar a su casa y que James hubiera reunido suficientes
hombres para ir a rescatarla? O se habría enviado la noticia a Ruddock y sus
guerreros estaban en camino para encontrarla ahora. Sin embargo, eso
significaba tiempo y cualquier cosa podía ocurrir antes de que la encontraran.
—Por supuesto, podrías negarte a casarte con él. — dijo Beck, dando a
Willow una opción.
—No es una opción. — dijo Slatter. — Has dado tu palabra.
—Y mantengo mi palabra. Como te dije, la única manera de que una mujer
pertenezca realmente a un hombre es si él la desposa. No deberías haber
copulado con ella si no querías casarte con ella. — Beck se rió con fuerza. —
Creías que me habías engañado, pero te he pillado en esta ocasión, Slatter. —
Chasqueó la mano. — Ahora entrégamela y sigue tu camino.
—Como dije, no es una opción. Nos casamos. — dijo Slatter.
Beck se volvió hacia Willow.
—¿Qué dices tú? ¿Quieres casarte con este pícaro y quedarte con él para
siempre?
Willow quiso preguntar qué otras opciones había, pero Beck no sería sincero
con ella.
—No hay necesidad de preguntarle. — dijo Slatter. — Ella es mía ahora y yo
tomaré la decisión por los dos.
—Eso es, hazte cargo desde el principio, para que ella sepa cuál es su lugar.
— dijo Beck, sin dejar de mirar a Willow.

- 43 -
A Willow le desagradaba enormemente la situación en la que se encontraba,
pero eso no la ayudaba en nada. Si quería volver a casa, tenía que ser práctica en
esto. Se casaría con él y vería qué se podía hacer para disolver su matrimonio.
—Mi lugar estará al lado de mi marido y seré una buena esposa para él. —
dijo Willow. No le preocupaba que Slatter se tomara al pie de la letra lo que
decía, ya que la consideraba una mujer inteligente y haría lo más sensato.
Beck volvió a reírse, aunque no fue una carcajada que hiciera temblar el
vientre.
—¿Y tú, Slatter? ¿Serás un marido fiel y cariñoso?
Slatter no dudó.
—Todos los días de nuestra vida juntos.
Willow sonrió, sus palabras le hicieron saber claramente que él también
tenía la intención de encontrar una forma de disolver el matrimonio. Eso hizo
que el intercambio de votos con él fuera mucho más fácil.
—Benditos sean los dos. — dijo Beck.
A Willow no le importó la sonrisa socarrona de Beck. El hombre siempre
parecía ir un paso por delante, como si se asegurara de que nadie pudiera
superarle. ¿Qué otra cosa tenía planeada su retorcida mente, ya que sin duda
esperaba que su regalo fuera rechazado?
—Terminemos con esto. Quiero seguir mi camino. — dijo Slatter.
—Nunca pensé que tuvieras tantas ganas de casarte. — Beck se rió. — Pero
supongo que los milagros ocurren. — Se volvió hacia el clérigo. — Venga,
clérigo, y case a la enamorada pareja, para que puedan empezar el resto de sus
vidas juntos.
La ceremonia fue breve y nadie les dedicó ni una sola palabra de felicitación.
—Estoy seguro de que volveremos a cruzar nuestros caminos. — dijo Beck
después de que Slatter montara su caballo detrás de Willow.
—Sin duda, Beck, aunque las circunstancias serán muy diferentes. — dijo
Slatter.
—¿Una advertencia? — preguntó Beck, sin parecer molesto por ello.
Slatter miró directamente al hombre.
—Una promesa.

- 44 -
Willow deseó sentirse aliviada, pero no lo hacía. Y cuanto más se adentraban
en el bosque, más temía que en cualquier momento los hombres de Beck
saltaran y la arrastraran y dejaran morir a los hombres.
—Arreglaremos este asunto del matrimonio lo antes posible. — dijo Slatter
mientras los caballos avanzaban por un sendero desgastado.
Willow se alegró de poder pensar en otra cosa, no es que fuera mucho menos
molesto.
—He oído que se han concedido anulaciones a algunos, aunque la
circunstancia debe ser excepcional.
—Yo diría que nuestras circunstancias no sólo eran excepcionales, sino
también forzadas. Ninguno de los dos deseaba casarse con el otro.
—¿No es así la mayoría de los matrimonios concertados? Ninguno de los dos
desea casarse con el otro, pero lo hacen de todos modos. — Preguntó Willow,
y ese pensamiento hizo dudar de la facilidad y rapidez con la que su matrimonio
podría ser absuelto, si es que alguna vez lo fuera.
—Veremos qué se puede hacer. — dijo Slatter.
—Mi hermano James podría ayudarnos. Podemos hablar con él en cuanto
lleguemos a mi casa. ¿Cuánto tiempo crees que falta para que lleguemos?
—No te llevaré directamente a casa. — Su mano se levantó cuando ella se
apresuró a objetar. — Tengo un asunto que no puede esperar. En cuanto
termine con él, me encargaré de llevarte a casa.
—No hace falta que me lleves a casa, simplemente envía a algunos de tus
hombres conmigo. — se ofreció ella, ansiosa por volver a casa con su familia y
dejar atrás toda esta terrible experiencia.
Pero, ¿cómo iba a hacerlo si Slatter era ahora legalmente su marido?
—No me arriesgaré a que vayas con nadie más que conmigo. — dijo él como
si estuviera decidido.
La preocupación hizo que Willow rechazara su plan.
—Espero que cumplas tu palabra, Slatter, y me lleves a casa.
—Y lo haré, pero no inmediatamente y no quiero saber nada más de ello por
ahora. — advirtió.
—El encantador Slatter, se convierte en un marido tirano. — acusó Willow.
—¿Mi leannan se convierte en una esposa exigente? — contraatacó Slatter.
Ambos guardaron silencio.

- 45 -
—Leannan. — dijo Slatter suavemente después de un rato. — Te di mi palabra
de que te llevaría a casa y cumpliré mi promesa. Enviaré un mensaje a tu
hermano de que estás bien e ilesa, y que volverás a casa sana y salva a su debido
tiempo. Puedes incluir tu propio mensaje para que no se preocupen
innecesariamente por ti.
—Por eso te doy las gracias. — dijo ella, dándose cuenta de que discutir con
él no serviría de nada y agradeciendo que al menos notificara a su familia que
estaba a salvo. — No les harás saber que estamos casados. Es mejor que se lo
diga cuando vuelva a casa.
—Como quieras.
Volvieron a quedarse en silencio y los pensamientos de Willow se dirigieron
a lo natural que se sentía estar en sus brazos. ¿El tiempo que había pasado con
él en un espacio tan reducido, en circunstancias extremas, y el hecho de que no
tuviera más remedio que confiar en él, la habían hecho confiar más en él de lo
que lo habría hecho en otras circunstancias? Había demostrado que se podía
confiar en él, pero ¿era una confianza duradera o había nacido de las
circunstancias forzadas?
—Este asunto que necesita tu atención inmediata, tal vez pueda ayudarte
con él. — sugirió, pensando que la ayudaría a llegar a casa más rápido.
—Es un asunto desconcertante, que no tiene fácil solución.
Sus ojos verdes se iluminaron.
—Se me da bien manejar asuntos desconcertantes.
Cuando sus ojos brillaban así y sonreía con deleite, se revelaba su belleza
oculta. Algunos podrían pensar que tenía rasgos sencillos, pero ella tenía una
rara belleza que la mayoría nunca reconocería hasta que les golpeara en la cara.
Entonces les resultaría difícil apartar los ojos de ella, igual que le ocurría a él
ahora.
—Busco a alguien que me ha hecho daño. — dijo, encontrándose confiando
en ella, aunque advirtiéndose a sí mismo que debía tener cuidado de no revelar
demasiado.
—¿En qué te perjudicó? — preguntó ella, moviéndose entre los brazos de él
para no tener que seguir torciendo el cuello para mirarlo, y se acomodó más
cómodamente en el pliegue de su brazo.
—Me ha robado mucho y quiero que se le castigue por ello. — explicó él,
vigilando sus palabras.
—¿Qué se llevó?

- 46 -
—Eso no importa ahora. Lo que importa es que lo encuentre.
Willow continuó preguntando, curiosa ahora.
—¿Cómo se llama?
—Él usa el mío.
—Así que no sabes su verdadero nombre. — dijo ella.
—No, no lo sé.
—¿Y por qué no puedes llevarme a casa de inmediato tiene algo que ver con
él?
—Es que se me ha escapado al tratar de atraparlo las últimas veces y Walcott
descubrió dónde puede estar y no quiero arriesgarme a perderlo de nuevo.
—Es un escurridizo entonces.
—Y una vez que se escapa, es difícil localizarlo de nuevo. Tiene una forma de
manipular, engatusar y convencer. Las mentiras caen fácilmente de sus labios.
Y antes de que lo compares conmigo, debes saber que no quiero hacer daño a
nadie... a diferencia de él.
—Las mentiras pueden hacer daño, ya sea con mala intención o no. —
argumentó Willow.
Él sonrió.
—¿Te refieres a que me hiciste daño cuando mentiste sobre el disfrute de mi
beso?.
—No creo ni por un minuto que te haya hecho daño.
—Ciertamente me hiciste daño, esposa. — dijo con humor. — Fuiste la
primera mujer que negó que mis besos te afectaran, y eso simplemente no podía
ser. — Su humor se desvaneció y se puso serio. — Soy un amante demasiado
hábil para decepcionar a una mujer.
Willow no sabía qué responder hasta que su naturaleza práctica salió a la
luz.
—Tendré que aceptar tu palabra, ya que nunca sabré si dices la verdad.
—Estamos casados. Es apropiado que nos acoplemos y podría hacer que tu
primera vez fuera memorable.
—El acoplamiento sellaría nuestros votos para siempre. No tendríamos
ninguna posibilidad de anulación. — recordó ella.
—Nadie tiene por qué saberlo. Quedaría entre tú y yo.

- 47 -
Inclinó un poco la cabeza y dijo:
—¿Y tal vez el bebé que pueda surgir de nuestra unión?
Slatter se estremeció.
—Niños. No necesito nada de eso.
—Yo sí. — dijo ella. — Espero tener una familia numerosa y que haya muchas
sonrisas y risas compartidas. — Ella pensó un momento y hubo tristeza en sus
palabras cuando dijo. — No queremos las mismas cosas. Es bueno que
busquemos la anulación o seríamos infelices el uno con el otro.
—Entonces al menos déjame enseñarte los placeres de un buen beso, para
que no sufras los malos. — ¿Por qué sus propias palabras le irritaban? No sabría
decirlo ¿O es que la idea de que otra persona la besara después de que él hubiera
sido el primero le molestaba más de lo que le importaba admitir? Algo más que
le irritaba.
—Eso no será necesario. Tengo la intención de casarme por amor y sin
embargo los besos de mi marido, para mí serán... mágicos.
—Una elección extraña siendo tú tan sensible. — De nuevo la irritación le
punzó. Ella le perdonaría al tonto besador por cualquier cosa por amor... qué
tontería.
—¿Y dónde piensas encontrar a ese hombre al que pretendes amar y cuyos
besos serán mágicos? — preguntó con la voz cargada de fastidio.
—El destino me lo presentará. — dijo ella con una sonrisa y con confianza.
El silencio los acompañó una vez más y ella se alegró cuando finalmente
acamparon para pasar la noche. Los hombres habían traído comida. Una comida
ligera de pan y queso, pero suficiente para mantener el estómago lleno.
Se estiró en la manta que Slatter había extendido cerca del fuego y se
sorprendió cuando él se unió a ella, envolviéndola como había hecho la noche
anterior en la cabaña, sólo que esta vez no estaba desnudo.
—No tienes que...
No la dejó terminar.
—Un marido se ocupa del cuidado de su mujer. Soy tu marido y lo seré hasta
que deje de serlo.
Ella estaba demasiado cansada para llevarle la contraria. Se relajó contra él y
se quedó abruptamente dormida.

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A Slatter le resultaba más difícil conciliar el sueño, con pensamientos
contradictorios dando vueltas en su cabeza. Al conocer a Willow desde hacía
poco tiempo, no podía entender qué era lo que la tenía tan metida en sus
pensamientos. Ella estaba allí todo el tiempo y él no podía ahuyentarla. Nunca
había pasado tanto tiempo pensando en una sola mujer. No tenía sentido para
él. Como tampoco lo tenía el pensamiento que se le había precipitado en la
cabeza y casi en la boca cuando ella habló de casarse con otro por amor.
Eres mi mujer y seguirás siendo mi mujer.
No quería una esposa y no quería hijos. Al menos eso es lo que se decía a sí
mismo. Era más fácil que enfrentarse a la verdad.
Willow se revolvió mientras dormía, acurrucándose contra él y deslizando
una pierna entre las suyas antes de apoyar la cabeza en su pecho. La envolvió en
su abrazo y supo en ese momento que no quería dejarla ir. Pero no tenía ni idea
de dónde procedía esa idea tan descabellada.

Entraron en el pueblo a pie, a media mañana del día siguiente. Era día de
mercado y la zona bullía de actividad. La gente había viajado desde otras aldeas
para vender sus mercancías y comprar lo que necesitaban.
Uno de los hombres se quedó con los caballos en el bosque cercano. Slatter
la dejó para que caminara con Walcott mientras él se adelantaba solo para ver
si podía localizar al hombre que buscaba. Ayudó a Walcott con sus compras:
trigo molido, una pequeña vasija de miel y algo de queso. Ella se encargó de
negociar los precios cuando él estuvo a punto de pagar demasiado por una vasija
de miel después de refunfuñar disgustado por el coste.
—¿Su miel es de oro? — había preguntado Willow al vendedor. — Ese precio
no servirá.
Habían regateado una y otra vez hasta que a ella le pareció bien el precio, y
Walcott le había sonreído.
—Te dejaré el regateo a ti. — había dicho después.
Con las monedas que habían ahorrado, Walcott le compró un pastel de miel
y sidra y la dejó sentada en un pequeño barril para que disfrutara de las delicias.

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—Tengo que llevarle estas cosas a Millard para que las empaque en los
caballos antes de que sea hora de partir. — explicó, con los brazos llenos. —No
te muevas de este barril. No quiero tener que ir a buscarte. Volveré enseguida.
—Te estaré esperando. — dijo Willow, deleitándose con el pastel de miel.
Acababa de terminar la última sidra cuando vio a Slatter. Estaba a punto de
llamarlo cuando una mujer se acercó a él. Alargó la mano para acariciarle la cara,
y el brazo de él se enredó en su cintura y la precipitó entre dos puestos de
vendedores y se perdió de vista.
Willow no pensó, el instinto la hizo levantarse y apresurarse a ver qué hacía
su marido. ¿Tenía esta mujer información sobre el hombre que estaba
buscando? ¿O la necesidad de su marido de una mujer estaba a punto de ser
satisfecha?
Se detuvo en la entrada del estrecho pasaje entre dos pequeños edificios y
miró hacia abajo. Willow no podía decir si Slatter estaba susurrando al oído de
la mujer o mordisqueando su cuello. Tuvo que contener las ganas de enfrentarse
a él, ya que no sabía si su comportamiento era necesario en su búsqueda de ese
misterioso hombre que le había hecho daño.
Willow decidió apartarse y preguntarle más tarde sobre el tema, cuando su
cabeza se volvió hacia ella.
La miró fijamente, con asombro o fastidio, ella no lo sabía. Entonces una
sonrisa malvada se extendió lentamente por su rostro, no su habitual sonrisa
burlona, sino una extraña, y la hizo estremecerse.
—¿Willow?
Dio un respingo al oír su nombre y se giró sorprendida al ver a dos de los
guerreros del Señor del Fuego, Owen y Thad, los que habían custodiado a
Slatter cuando estaba prisionero, de pie a unos metros de distancia. Estaba a
punto de apresurarse hacia ellos, no queriendo que vieran a Slatter, cuando
alguien gritó el nombre de su marido.
—¡Slatter! Tú, bueno para nada, putañero.
Owen y Thad se volvieron y también lo hizo Willow.
Su marido estaba en el lado opuesto al que ella se encontraba. Se preguntó
cómo había llegado allí tan rápido, pero supuso que era tan rápido con los pies
como con la boca, ya que se había jactado ante ella de poder escapar de la
mayoría de las situaciones con facilidad.
Slatter no dudó. Dio un sólido puñetazo en la mandíbula del hombre que le
había llamado putañero, haciéndole caer al suelo. Dio un fuerte chasquido de

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cabeza hacia la izquierda, advirtiendo a Willow que se fuera mientras Owen y
Thad se abalanzaban sobre él.
Pensó brevemente que esto podría funcionar a su favor. Una vez en casa, las
cosas podrían arreglarse, pero entonces recordó a Tarass, el Señor del Fuego, y
lo terco e inamovible que era, y supo que nunca funcionaría. Tarass devolvería
a Slatter a su mazmorra, y había una buena posibilidad de que la hiciera viuda.
Su elección era fácil.
Corrió hacia delante para ayudar a su marido y, justo cuando lo hizo, un
brazo la agarró por los pelos y la apartó de un tirón.

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Capítulo 6

Willow luchó por liberarse sólo para que la hicieran girar para enfrentarse al
hombre que la había enganchado. Se amonestó en silencio por no haberse dado
cuenta de que Tarass no enviaría sólo a dos guerreros a buscar a Slatter.
También conocía a este guerrero, Rhodes. Había acudido a ella quejándose de
un sarpullido cuando ella había atendido a Slatter. Sin embargo, no conocía a
los otros tres guerreros que se apresuraron a unirse a la caza de Slatter.
—Te quedarás conmigo hasta que esto se solucione. — le ordenó Rhodes.
Ella no tenía otra opción, ya que su mano se movía para mantener un buen
agarre en su brazo.
El caos reinaba con los guerreros que corrían por el mercado y no tardaron
en darse cuenta de que era como si persiguieran a un fantasma. No se veía a
Slatter. Había desaparecido.
—¡Encuéntrenlo! — gritó Rhodes cuando los guerreros se detuvieron y
miraron a su alrededor confundidos, uno de ellos rascándose la cabeza.
Se escabulleron a la orden de Rhodes, esparciéndose por todo el mercado.
Willow apresuró sus pasos para seguir a Rhodes mientras éste la apresuraba
a pasar por los puestos del mercado hacia el frente de la aldea, lejos de los ojos
curiosos y las lenguas susurrantes.
—¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó Rhodes. — Creía que ibas a visitar
a Sorrell.
Ella le devolvió la pregunta.
—¿Qué te ha traído aquí?
Él respondió como ella esperaba que lo hiciera, ya que la mayoría de la gente
responde a una pregunta sin pensarla.
—Slatter escapó del grupo al que había sido entregado y nos han enviado a
buscarlo.
Willow se dio cuenta de que Rhodes no mencionó que el grupo estaba
formado por bárbaros, pero entonces el Señor del Fuego le parecía a menudo un
hombre misterioso, que se guardaba las cosas para sí mismo.

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—¿Y tú? ¿Dónde está tu escolta? — preguntó Rhodes.
Willow giró la cabeza despreocupadamente de un lado a otro.
—Están en algún lugar por aquí.
—¿Te dejan sola, sin protección? — Rhodes negó con la cabeza. — Eso es
inaceptable. Hablaré con ellos.
Obviamente no sabía que la habían secuestrado. O bien William nunca había
llegado al Clan Macardle o Rhodes y sus hombres se habían ido antes de que
llegara la noticia de su secuestro. El problema ahora era qué hacer.
Rhodes pronto descubriría que no estaba con los guerreros de Ruddock y se
preguntaría qué le había pasado. ¿Decía la verdad? ¿Volvería a casa con los
guerreros de Tarass? ¿Tenía alguna opción?
Ella no le diría a Rhodes sobre Slatter. Por extraño que pareciera, sentía que,
si mencionaba algo sobre él, estaría traicionando a su marido. Además, él la
había ayudado a escapar de Beck y le estaba agradecida por ello. Podía volver a
casa y no decir nada sobre su matrimonio con Slatter. Nadie tendría que saberlo.
Pero ella sí lo sabía, y su lado sensato le advertía, que los secretos no son
secretos para siempre. Cuantas más personas conocieran tu secreto, más
posibilidades tendría de revelarse.
No pasó mucho tiempo antes de que todos los guerreros regresaran, y sin
Slatter.
—No sé cómo se nos escapó. — explicó Owen. — Un minuto estaba allí y al
siguiente ya no estaba. Fue como perseguir a un fantasma.
Los otros guerreros asintieron con la cabeza.
—¿Vieron a alguno de los guerreros de Lord Ruddock? — preguntó Rhodes
a los hombres.
Todos negaron con la cabeza mientras Owen decía:
—Ni uno solo.
Rhodes miró a Willow.
—Como he dicho, te quedarás con nosotros hasta que esto se solucione.
Willow no esperaba sentirse decepcionada. Supuso que era porque esperaba
un final diferente para su situación con Slatter, uno que fuera satisfactorio para
ambos. Si pensara con su habitual sensatez, se habría dado cuenta desde el
principio de que eso nunca sería posible.

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Pero nada le había parecido sensato desde que la habían metido en aquel
agujero con Slatter.
—Te devolveremos a casa para que hables con tu familia y con Lord Tarass.
— dijo Rhodes.
Willow se mantuvo firme.
—No es necesario hacer eso. Los guerreros de Lord Ruddock probablemente
estén persiguiendo a Slatter mientras hablamos. Esperaré su regreso.
—Entonces esperaremos contigo su regreso. — dijo Rhodes.
Willow no tuvo que verle la cara para saber que no la creía, lo oyó en su voz,
y eso la molestó.
Cruzó los brazos sobre el pecho y habló con firme autoridad.
—Como he dicho, no es necesario que hagas eso. No eres responsable de mi
seguridad. Márchate. No necesito tu ayuda.
—No puedo hacer eso. — dijo Rhodes, haciéndole saber que no era
negociable. — Esperaremos a que te entreguen a salvo a los guerreros de
Northwick.
Frustrada, Willow no sabía qué hacer. Miró hacia el bosque donde Walcott
y los otros hombres esperaban. ¿O es que se habían marchado a la primera señal
de problemas? ¿Slatter se había ido con ellos? ¿La había dejado atrás?
¿Qué importancia tenía eso? Se reprendió a sí misma en silencio. Quizá Slatter
pensó que estaría mejor si volvía con su familia. ¿Y no quería ella volver a casa?
Era curioso que se lo cuestionara. Con todo lo que había pasado mientras
visitaba a su hermana, luego el ataque de camino a casa y el tiempo que había
pasado con Slatter en ese horrible agujero, se sentía más viva de lo que había
estado en algún tiempo.
—Estamos acampados por allí. — dijo Rhodes con un movimiento de cabeza
hacia la izquierda.
Willow casi gimió cuando vio el campamento. Tenía que haber doce o más
guerreros de Tarass allí. Se iba a ir a casa, estuviera o no preparada para ello.
—Tenemos bebida y comida. — dijo Rhodes y le tendió el brazo para que lo
precediera.
Willow caminó como si la estuvieran escoltando a la horca y se reprendió a
sí misma por pensar de forma tan dramática. Si fuera Sorrell quien se enfrentara
a este dilema, ya habría elaborado un plan de fuga.

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Aceleró el paso a medida que los demás guerreros pasaban junto a ella,
decidida a encontrar una salida y a arreglar las cosas con su marido antes de
volver a casa.
Uno de los hombres del campamento comenzó a saludar frenéticamente a
Rhodes y a señalar a un hombre, de pie junto a un caballo.
A Willow se le revolvió el estómago. Le horrorizaba la idea, pero le parecía la
más lógica. Se habían recibido noticias sobre su secuestro.
Volvió a acelerar su paso para que Rhodes lo hiciera, y lo hizo, pasando a toda
prisa junto a ella. Con todos los guerreros congregados en un mismo lugar,
Willow se arriesgó, giró hacia el otro lado y echó a correr.
Rezó para que no se dieran cuenta, al menos lo suficiente como para darle
una buena ventaja. Sólo había ganado una corta distancia cuando Rhodes gritó,
ordenándole que se detuviera.
—¡Willow, detente!
Ella no le hizo caso. Si lograba llegar al bosque, podría tener una oportunidad,
o eso trató de convencerse. Tan pronto como escuchó el estruendoso golpe de
los cascos de los caballos golpeando el suelo, supo que no tenía ninguna
posibilidad.
—¡Willow!
Se volvió al reconocer la voz. Era Slatter y su caballo se acercaba a ella. Se
detuvo y se quedó dónde estaba y observó con asombro y conmoción cómo él
se inclinaba sobre el costado del caballo, con el brazo extendido mientras se
acercaba a ella.
Ella levantó los brazos, dándose cuenta de lo que él pretendía, y en el
momento siguiente fue recogida y depositada sobre su estómago para colgar
sobre el caballo boca abajo frente a él.
—Quédate quieta. — dijo él, con la mano apretada contra su espalda, y se
dirigió al bosque.
Una vez allí, la bajó a toda prisa del caballo, depositándola sobre sus pies, y
tirando de ella en un fuerte abrazo que ella agradeció. Fue un alivio sentir sus
brazos alrededor de ella, abrazándola como si no quisiera dejarla ir, y sentir
cómo sus cuerpos se fundían como si temieran volver a separarse.
—Pensé que te había perdido. — susurró él y rozó sus labios con los de ella
antes de apartarla de él cuando lo único que quería era tenerla cerca.

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Sus labios hormigueaban y querían más, pero lo único que pudo hacer fue
quedarse sin palabras. ¿Le había oído bien? ¿Era miedo lo que había en su voz?
¿Realmente le preocupaba que ella se hubiera perdido para él? ¿También había
sido esa su mayor preocupación todo el tiempo... la de no volver a verlo?
—Tenemos poco tiempo. — advirtió. — Irás con Walcott.
No esperó a que ella respondiera. Sus manos se dirigieron a su cintura y con
una rápida elevación, fue depositada detrás de Walcott ya montado en un
caballo.
—Agárrate fuerte y te veré pronto. — le dijo y le dio un apretón en la pierna,
luego miró a Walcott. — Los perderé. Ya sabes dónde llevarla.
Walcott asintió y se marchó antes de que Willow pudiera hablar.
Se aferró con fuerza a Walcott mientras él corría con el caballo a través del
bosque, mientras ella enviaba oraciones silenciosas a los cielos para mantener a
su marido a salvo.
Era el atardecer cuando por fin se detuvieron y él resguardó el caballo detrás
de unos arbustos altos y la metió a toda prisa en una pequeña morada en forma
de cueva.
—No hay fuego. — dijo, manteniendo la voz baja. — No podemos
arriesgarnos a que nos encuentren. Saldremos con las primeras luces y
estaremos en casa mañana al anochecer.
—¿Los demás? — preguntó ella.
—Se fueron en cuanto empezó el caos.
Temiendo preguntar, pero necesitando saber, dijo:
—¿Slatter?
—No te preocupes por él. Perderá a los guerreros y se reunirá con nosotros,
aunque no debería haberse arriesgado tanto. — refunfuñó Walcott, mientras
sonaba seguro de que Slatter no sería atrapado. — Ahora descansa. Mañana
tenemos un largo viaje.

Walcott había tenido razón en cuanto al largo viaje. Había durado todo el
día, con algunas breves paradas, hasta que cerca del anochecer habían entrado
por fin en un pueblo, si es que podía llamarse así. Había tal vez dos cabañas

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habitables y algunas estructuras parecidas a cabañas desgastadas por el tiempo
y la intemperie. No había ninguna estructura principal, ninguna casa comunal,
ningún lugar de liderazgo, y entonces Willow se dio cuenta de que no se trataba
de un clan. Era un grupo de personas reunidas por las circunstancias.
La gente se apresuró a rodear a Walcott en cuanto detuvo el caballo.
—¿Dónde está Slatter?
—¿Está bien?
—No lo atraparon, ¿verdad?
—¿Quién es ella?
—¿Ella trae problemas?
—Willow, aquí, es la esposa de Slatter. — anunció Walcott y todos se
volvieron silenciosos.
Desmontó y ayudó a Willow a bajar del caballo. Ella mantuvo una sonrisa
agradable en su rostro, pero no fue correspondida. Lo único que hicieron fue
mirarla fijamente.
—¿Dónde está Slatter? — preguntó alguien, rompiendo el silencio.
—Llegará pronto. — les aseguró Walcott.
—¿Ella traerá un daño? — gritó otro.
—Es su esposa, y Slatter esperaría que la recibieran y la trataran bien. — dijo
Walcott. — Ahora, traigan algo de comida y bebida y llévenla a la cabaña de su
marido. Está cansada y hambrienta como yo.
La gente comenzó a alejarse y a murmurar entre ellos.
—No tenemos mucho, pero compartimos lo que tenemos. — dijo Walcott y
entregó las riendas de su caballo a un joven. — Sígueme y podrás instalarte en
la cabaña de Slatter.
Willow había estado preocupada por su clan ante la proximidad del invierno,
pero al ver a este pequeño grupo con pocas y sólidas moradas y, lo que parecía
ser sólo un pequeño cobertizo para almacenar comida, no pudo evitar pensar
que nunca sobrevivirían.
También le hizo preguntarse sobre Slatter y el pequeño grupo de personas.
¿Eran gente de mala muerte o mentirosos y ladrones que se habían unido? Si era
así, ¿de dónde habían sacado las monedas para rescatarlo?
—Aquí tienes. — dijo Walcott, entrando en la pequeña cabaña. —
Probablemente no es lo que estás acostumbrada, pero te mantendrá caliente.

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Willow miró a su alrededor, pero se detuvo cuando oyó que la puerta se
cerraba tras ella. No creía que le gustara a Walcott, o tal vez estaba molesto
porque las circunstancias habían obligado a Slatter a casarse con ella. Fuera
cual fuera la razón, parecía que los presentes podían estar de acuerdo con él.
Siguió mirando la habitación. Una cama, del tamaño de dos personas que
tendrían que apretujarse para caber en ella, estaba arrimada a una pared. Una
pequeña mesa, con una jarra y dos copas en el centro y dos sillas debajo, estaba
cerca de la chimenea. Un baúl de buen tamaño estaba apoyado en la pared junto
a la puerta y, más arriba, había unos cuantos percheros, aunque ninguna prenda
colgaba de ellos.
Se quitó la capa y la colgó en uno de los percheros, y luego se acercó a la
chimenea para calentarse las manos. Ahora que estaba aquí, sus pensamientos
se volvieron sensatos. ¿Qué esperaba conseguir quedándose con Slatter? Lo
había visto con otra mujer y lo único que había hecho era sonreírle. Y había oído
que le llamaban putañero. ¿No le advertía eso del tipo de hombre que era? ¿Sus
finos rasgos y su encantadora lengua le habían hecho perder todo pensamiento
racional?
Sin embargo, había sonado tan sincero cuando le había dicho que había
temido perderla. ¿O era una mentira para beneficiar la situación? ¿Tenía otros
planes para ella, en lugar de ayudarla? ¿Tenía la intención de beneficiarse de ella
como Beck había planeado hacer?
La puerta se abrió sin previo aviso y Willow se giró sobresaltada.
Una mujer joven entró y colocó sobre la mesa un cuenco con media barra de
pan y algo de queso y una jarra. Miró descaradamente a Willow, sacudió la
cabeza y salió por la puerta. Evidentemente, le estaba haciendo saber a Willow
que no aprobaba la elección de Slatter como esposa.
Sacó una silla de la mesa y se sentó. Lo único que podía hacer era hablar con
Slatter cuando volviera y ver qué tenía que decir, pero ¿le diría la verdad?
¿Y si lo hubieran atrapado los hombres de Tarass? ¿Qué pasaría entonces?
¿Les diría dónde la habían llevado? ¿O temería lo que pudiera pasarle a la gente
de aquí?
Dejó escapar un suspiro y sacudió la cabeza. Esto era lo que ocurría cuando
se ignoraba la sana razón ¿y para qué... preocuparse por un hombre que apenas
conocía?
Preocuparse por lo que le ocurriría al hombre, no preocuparse por el hombre
mismo, se corrigió rápidamente. ¿O es que le importaba Slatter? ¿Había sido tan

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tonta como todas las demás mujeres a las que él había engatusado y se había
rendido a su encantadora lengua y su buena apariencia?
¡En qué lío se había metido! Sus dos hermanas, si le informaban de que había
mentido a los hombres de Tarass y se había ido con Slatter en lugar de volver a
casa con ellos, nunca lo creerían. Era una mujer demasiado práctica para hacer
algo tan estúpido, y, sin embargo, lo había hecho.
Mordisqueó el pan y el queso y, tras unos sorbos de sidra, no bebió más, pues
era demasiado amarga para su gusto. Varios bostezos y el dolor de sus
extremidades le recordaron lo cansada que estaba y ella siempre había creído
que una buena noche de sueño le daría mejores perspectivas a cualquier
problema que tuviera.
Se puso de pie con un estiramiento, se quitó la túnica para colocarla sobre el
respaldo de la silla y apoyó las botas junto a la chimenea para que estuvieran
calientes la próxima vez que las usara. Se metió en la cama, cuyo colchón estaba
lleno de bultos, aunque era mucho más cómodo que estar de pie en un agujero
en el suelo toda la noche, y se tapó con la manta de lana.
De sus labios salieron oraciones susurradas como todas las noches y, antes
de terminar, se quedó profundamente dormida.

Slatter se paró sobre la cama, mirando a su esposa dormida. Era tarde,


faltaban pocas horas para la mañana. Había cabalgado durante todo el día y la
noche para llegar a casa, para asegurarse de que su mujer estaba a salvo. Había
perdido a los hombres de Tarass con facilidad, pero había querido asegurarse
de que no pudieran seguir su rastro antes de dirigirse a casa.
El corazón le había dado un golpe en el pecho cuando vio a su mujer con los
guerreros de Tarass. Peor aún, no estaba seguro de lo que ella haría. ¿Iría con
ellos? ¿Lo entregaría a ellos? ¿O pensaría tontamente que podrían volver con los
guerreros y que él estaría a salvo porque era su esposa?
Estaba a punto de acercarse al hombre que buscaba cuando vio a Willow con
el guerrero Rhodes. Había sido uno de los guerreros que lo había entregado a
los bárbaros. Entonces el hombre le llamó putañero y se había desatado el
infierno.

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Su mayor temor había sido por su esposa. Todo lo que podía pensar era que
tenía que llegar a ella. Tenía que mantenerla a salvo. Tenía que asegurarse de
que nadie se la quitara.
Cuando vio a los guerreros alejarse de ella, vio su oportunidad y la aprovechó,
y se sintió aliviado cuando vio a Willow correr hacia el bosque, tratando de
escapar de ellos.
También se sintió aliviado de que ella estuviera allí, a salvo, arropada en su
cama y no perdió tiempo en despojarse de sus ropas y unirse a ella. La cama no
era adecuada para dos personas, pero era un ajuste fácil de hacer. Fue a poner a
su mujer de lado para rodearla cuando ella se giró y se acurrucó contra él.
—Slatter. — susurró ella, con un cálido aliento que le abanicó el cuello
mientras su cabeza se apoyaba en su hombro.
—Sí, leannan. — murmuró él y la envolvió en sus brazos, preguntándose si
había perdido la cabeza cuidando de esta mujer, pensando que le pertenecía,
cuando no tenía más remedio que dejarla marchar.

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Capítulo 7

Slatter abandonó la cama tan pronto como se despertó a la mañana siguiente,


sin confiar en permanecer allí hasta que su esposa se despertara. Había estado
con bastantes mujeres, se había divertido con ellas, se había preocupado por
ellas durante el breve tiempo que había pasado con ellas, pero nunca una de
ellas había permanecido en su mente como lo hacía Willow.
Lo extraño era que la había encontrado atractiva cuando la conoció. Desde
entonces se preguntaba por qué. Ella no había mostrado ningún interés por él.
Su única atención había sido su herida. Había intentado utilizar sus trucos con
ella, pensando que tal vez podría conseguir que le ayudara a hacer otra fuga,
esta vez con éxito. Pronto se había dado cuenta de que era una mujer demasiado
sensata y que informaría a los guardias de su acción, lo que le hizo preguntarse
por qué había elegido escapar de los guerreros de Tarass y quedarse con él.
Ella había querido volver a casa, tendría que volver a casa en algún momento,
así que ¿por qué retrasarlo? ¿Por qué no aprovechar la oportunidad que se le
había presentado?
Ella tendría una razón de peso.
Sonrió ante ese pensamiento y cerró la puerta en silencio tras de sí mientras
salía.
Había caído una ligera nevada, espolvoreando la tierra, y el cielo gris
insinuaba que podría caer más. Sería un invierno frío y temía por el pequeño
grupo que se había refugiado. Le molestaba que aún no hubiera resuelto su
problema, pero entonces no había sido tan fácil de resolver como había pensado
en un principio.
Walcott se acercó a él y pudo ver por su expresión agria que algo iba mal.
Aunque, a decir verdad, Walcott llevaba una expresión agria la mayoría de las
veces.
—Dime y termina con esto. — dijo Slatter cuando Walcott se detuvo frente
a él.
—Piensan que tu mujer traerá problemas.
—¿Los hombres o las mujeres?

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—Sobre todo las mujeres. — confesó Walcott.
—¿Y qué hay de ti, Walcott, crees que ella trae problemas?
Walcott se acercó y mantuvo la voz baja.
—Por supuesto que sí, ¿cómo puedes pensar lo contrario después de lo que
pasó en el mercado? Lord Ruddock nos perseguirá cuando se entere de esto y
ahora el Señor del Fuego (Dios nos ayude) estará tras nosotros. Deberías haber
dejado que sus guerreros se la llevaran y acabar con ella.
—Ella es mi esposa, y no me digas que no debería haberme casado con ella.
Sabes tan bien como yo el destino que habría corrido si la hubiera dejado con
Beck. — dijo Slatter.
—No voy a discutir eso, pero deberías haberla dejado ir con los guerreros del
Señor del Fuego.
—¿Y crees que eso habría evitado que vinieran a por mí? Rhodes habría hecho
que la escoltaran a casa mientras él seguía cazándome.
—¿Así que le das más excusas para cazarte? ¿Y tengo que recordarte de nuevo
a Lord Ruddock? ¿y qué hay de su clan? ¿No crees que ellos también te cazarán?
Y puedo ver que ella roba tus pensamientos. Ella traera problemas sobre
nosotros. Déjala ir antes de que sea demasiado tarde.
—O trabaja cualquier problema en tu beneficio. — dijo una voz ronca.
Slatter sonrió y sacudió la cabeza cuando se giró para ver acercarse a su amigo
de toda la vida, Devin. Eran amigos desde siempre y si en alguien confiaba más
era en Devin. Era un escocés grande y corpulento con unos rasgos tan sencillos
que nunca atraparían y robarían el corazón de una mujer, razón por la cual
todos se preguntaban cómo Devin había conseguido a la dulce y diminuta May
como esposa.
Devin tiró de Slatter en un abrazo y le dio una palmada en la espalda, luego
miró a Walcott con una sonrisa que se extendió de oreja a oreja.
—Veo que sigues con tu habitual sonrisa.
Walcott negó con la cabeza.
—Cuando termines de burlarte de mí, por favor hazle entrar en razón. —
Señaló a Slatter.
—Primero, ¿qué estás haciendo aquí? — preguntó Slatter.
—Una visita para ver cómo van las cosas. — dijo Devin.
—No como me gustaría. — admitió Slatter.

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—Tiene una esposa. — anunció Walcott.
A Devin casi se le salen los ojos de la cabeza.
—¿Has dicho esposa?
Walcott asintió.
—Lo he dicho. Se casó con una de las hermanas Macardle.
Devin miró a Slatter.
—Con Sorrell casada con Lord Ruddock, eso deja a Willow o a Snow. No me
digas que te casaste con la ciega.
Walcott respondió con un movimiento de cabeza.
—Willow entonces. — Devin se encogió de hombros. — He oído que se ha
convertido en una buena curandera, siguiendo el camino de su madre, sensible
también. Pero sabes que no puede funcionar. ¿Por qué te casaste con ella en
primer lugar?.
—Era eso o dejar que Beck se quedara con ella. — dijo Walcott y pasó a
explicarle todo el calvario.
—¿Desnudo, dices, en un agujero en el suelo con ella? — preguntó Devin con
una carcajada. — ¿Cómo es que te metes en estas cosas?
—El destino me odia. — dijo Slatter y Devin se rió más. Walcott no esbozó
ninguna sonrisa.
—Entonces mi consejo original se mantiene. Utiliza esta unión imprevista en
tu beneficio. — dijo Devin.
—Ella es una inocente en esto, no la utilizaré. — dijo Slatter con firmeza, sin
dejar lugar a la negociación.
—Entonces, si no te sirve, deshazte de ella, a menos que... — Devin dejó que
su comentario inacabado quedara en el aire.
—¿Qué estás insinuando, Devin? — preguntó Slatter con un toque de
molestia.
No reacio a compartir su opinión, Devin dijo:
—Tal vez tu esposa significa para ti más de lo que quieres admitir.
—Apenas la conozco. — espetó Slatter.
—Estuviste desnudo en un agujero en el suelo con ella. Yo diría que la
conociste lo suficiente. — dijo Devin con una risa.

- 63 -
—Ya he tenido suficiente. — dijo Slatter. — No voy a hablar de Willow con
ninguno de ustedes.
—Esa no es una opción, amigo mío, y lo sabes. — dijo Devin. — Esto tiene
que resolverse, y rápidamente. Tienes que concentrarte en encontrarlo. Este lío
ha durado demasiado tiempo.
—Casi lo tengo. — dijo Slatter y apartó la mirada, sacudiendo la cabeza,
molesto por haber fracasado.
—Discutámoslo y veamos qué se puede hacer. — sugirió Devin.
—Lo hemos hecho todo y todavía me elude. — argumentó Slatter.
La puerta de la cabaña se abrió.
—¿Has probado a poner una trampa?
Los tres hombres miraron a Willow.
—Deberían haber susurrado (aunque no creo que ninguno de vosotros sepa
hacerlo) si no querían que los oyera. — dijo ella.
Una leve sonrisa se asomó a las comisuras de la boca de Slatter ante el
contundente comentario de su mujer y sus ojos permanecieron fijos en ella.
Parecía renovada después de una buena noche de sueño, con las mejillas
sonrosadas, los ojos verdes brillantes y el pelo rojo oscuro suelto con algunos
mechones ondulados que le caían alrededor de la cara. Era hermosa y era suya...
por ahora.
Willow se acercó a su marido aliviada al ver que había llegado sano y salvo.
Cuando se despertó y se encontró sola, temió que le hubiera pasado algo. Fue
cuando percibió su olor en ella cuando se dio cuenta de que había dormido con
ella, envolviéndola, anoche. Se había apresurado a vestirse, ansiosa por verle.
Fue entonces cuando oyó a los hombres hablar y escuchó.
Sonrió cuando Slatter le tendió la mano antes de que ella lo alcanzara. La
cogió y se quedó inmediatamente pegada a él y metida en el hueco de su brazo.
—Willow, éste es Devin, un viejo amigo. — dijo Slatter.
—Es un placer conocerte. — dijo Devin y le hizo un gesto con la cabeza.
—Tenemos que hablar para saber más sobre mi marido. — dijo Willow y a
ninguno de los hombres se le escapó que dejaba claro que era la mujer de Slatter,
su intención.
—Devin ha jurado guardar el secreto. — dijo Slatter y se rió. — A menos que
le des una o dos pintas.

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Willow sonrió y al ver la mirada que intercambiaron los dos hombres, no
dudó de que Devin guardaría los secretos de Slatter. Que Slatter tuviera un
amigo tan leal era algo bueno de saber, ya que le decía que Slatter era igual de
leal a Devin. No es algo que se pueda esperar de un hombre conocido por su
lengua encantadora y sus mentiras.
—¿Has intentado tender una trampa? — repitió Willow, negándose a que su
pregunta fuera ignorada.
—Es difícil tender una trampa a alguien tan escurridizo. — dijo Walcott.
—Entonces uno debe ser tan escurridizo como él. — dijo Willow.
—¿Y cómo se tiende una trampa resbaladiza? — preguntó Devin con
curiosidad.
—Mi esposa no tiene que participar en esto. — dijo Slatter.
—¿Por qué no? — Willow giró la cabeza para mirarle. — Parece que este
problema, por alguna razón, tiene prioridad sobre el problema de nuestro
matrimonio no convencional. Una vez resuelto, podremos dar los pasos
necesarios para ver absuelto nuestro matrimonio y verte recompensado por
salvarme.
Slatter comprendió lo que decía. Una vez hecho esto, podrían poner fin a su
matrimonio y su recompensa sería la liberación del castigo por sus actos
anteriores. ¿Había sido ese su pensamiento cuando intentó escapar de los
guerreros de Tarass?
—Dinos entonces, ¿cómo se atrapa a un escurridizo bueno para nada?—
preguntó Devin.
—Siendo tan escurridizo como él. — dijo Willow.
Walcott se rascó la cabeza.
—¿Qué quieres decir?
—Basta. — dijo Slatter. — No se hablará de otra palabra hasta que pueda
hablar con mi mujer en privado.
—Siempre que tengamos un plan antes de que me vaya dentro de dos días.
— dijo Devin. — Mi mujer, May, me espera en casa para entonces y no puedo
decepcionarla o vendrá a buscarme.
—Creía que ésta era tu casa. — dijo Willow, con cara de extrañeza. —
¿Dónde está tu casa?
Devin parecía un poco nervioso mientras miraba de Slatter a ella, su boca se
abrió para hablar, pero no salió nada.

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Un chillido desgarrador hizo que todos se volvieran para ver a una jovencita
de no más de ocho años que lloraba y se agarraba el brazo mientras otros niños
se reunían a su alrededor. Uno de ellos corrió hacia delante para golpear una de
las puertas de la cabaña.
—¡Erna está herida! — gritó frenéticamente el muchacho.
La puerta se abrió y la mujer que le había llevado la comida a Willow la noche
anterior se precipitó hacia la muchacha, su rostro se volvió blanco al ver la
herida.
Willow no dudó y se apresuró a socorrer a la muchacha.
Slatter la siguió junto con Devin y Walcott.
—Lo siento, mamá, lo siento. — gritó Erna. — No debería haber subido al
árbol.
—Calla, no pasa nada. — la calmó su madre, pero la profunda preocupación
que arrugaba su ceño demostraba lo contrario.
—¿Puedo ayudar? — preguntó Willow cuando llegó a ellos.
—No te acercarás a mi hija. — ordenó la mujer, poniéndose delante de Erna.
—Yo me replantearía esa decisión, Roanna. — dijo Slatter, deteniéndose
detrás de su mujer. — Willow es una sabia sanadora y puede ayudar a Erna.
—Se dice que nos hará daño. — desafió Roanna.
—¿De verdad crees que me casaría con una mujer y la traería entre nosotros
si pensara que nos haría daño? — preguntó.
—Si la amaras, sí, pero te casaste con ésta… — señaló a Willow — para
salvarla. Eso no es un matrimonio. Entonces, ¿cómo podemos confiar en ella?
—Yo confío en ella, Roanna. ¿No es eso suficiente? — preguntó Slatter.
—Mamá, me duele. — gritó Erna e hizo que su madre se volviera hacia ella.
— Voy a morir igual que papá. — Las lágrimas rodaron por la mejilla de la joven
mientras el miedo llenaba sus húmedos ojos marrones.
—No. No, Erna. — dijo Roanna, con sus propias lágrimas.
—Pero lo mismo le pasó a la pierna de papá y murió. — gritó Erna, los
recuerdos hirientes recorriendo un temblor por su pequeño cuerpo.
—Déjame echar un vistazo y veamos qué se puede hacer. — dijo Willow,
acercándose a Erna.
Esta vez Roanna no la detuvo.

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Un hueso agrietado sobresalía ligeramente de su antebrazo. Willow había
visto a su madre curar una herida de este tipo, aunque no había sido fácil, sobre
todo cuando la fiebre había hecho acto de presencia, pero al final el hombre se
había curado y todavía hoy alababa las habilidades curativas de su madre.
Willow sólo esperaba poder hacer lo mismo con la muchacha.
—Creo que se puede curar. — dijo Willow y captó las miradas de duda de
todos los que estaban alrededor observando, Devin y Walcott incluidos. No
sabía qué pensaba su marido, que estaba detrás de ella.
—Te agradecería mucho cualquier ayuda que puedas darle a mi hija. — dijo
Roanna, con sus lágrimas aun cayendo, lo que significaba que tampoco creía a
Willow.
Willow volvió a centrarse en Erna.
—Va a ser doloroso, ya que debo empujar el hueso a su sitio, luego te
envolveré el brazo y no podrás moverlo durante al menos un ciclo de luna llena
o más, pero te haré un cabestrillo para ayudarte con eso.
—¿Y la fiebre? — preguntó Roanna.
—Tiempo suficiente para preocuparse de eso si ocurre. Ahora mismo tengo
que recomponer ese hueso y cubrir la herida, luego Erna necesita descansar. —
dijo Willow.
—Nuestra cabaña. — dijo Roanna, deslizando el brazo alrededor de su hija
con suavidad y guiando el camino.
—¿Puedo hacer algo? — Preguntó Slatter mientras su mujer le seguía.
—No, pero si te necesito, te lo haré saber. — dijo y se apresuró a seguir a
Roanna.
—Me vendría bien un trago y deberíamos hablar. — dijo Devin. — He traído
cerveza y comida. Están en el carro.
—Walcott, lleva a algunos hombres y ocúpate de ello. — ordenó Slatter y
Walcott se apresuró a salir.
Slatter quería quedarse cerca en caso de que Willow lo necesitara, pero el
aire era frío, picando fuertemente en la cara, y esperaba que cayera más nieve
antes de que terminara el día. Su casa no estaba lejos de la de Roanna. Podría
llegar a Willow muy pronto si ella lo necesitaba, pero aún así se resistía a estar
lejos de ella.
—Te preocupas por Willow. — dijo Devin.

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—No seas tonto. — espetó Slatter y se dirigió a su cabaña molesto porque
Devin veía en él lo que los demás no podían.
—Nunca he sabido que te preocupes por ninguna mujer. ¿Por qué ella? —
preguntó Devin, colgando su capa en una percha y yendo a tomar asiento en la
mesa. — Y no te molestes en negarlo. Nunca te he visto reacio a marcharte del
lado de una mujer. Y ha habido muchas que habrían preferido que te quedaras
con ellas. Así que, de nuevo, ¿por qué Willow?
—No lo sé. — dijo Slatter molesto y se unió a su amigo en la mesa. — Me
siento protector con ella y me preocupo por ella cuando no está cerca de mí. —
Sacudió la cabeza. — No puedo explicarlo ni darle sentido.
—Maldita sea, te estás enamorando. — dijo Devin con una sonrisa tan amplia
que parecía que le iba a partir la cara en dos.
—No seas absurdo. Apenas la conozco.
—Eso no significa nada, que te hayas casado con ella significa algo.
—Me casé con ella para salvarla. — recordó Slatter.
Devin se rió.
—Sigue diciéndote eso.
La puerta se abrió y Slatter se apresuró a ponerse de pie, luego se sentó
cuando vio que era Walcott.
—Me imaginé que querrías esto. — dijo Walcott y colocó una jarra sobre la
mesa.
—Buen hombre, Walcott. — dijo Devin y tenía dos jarros llenos de cerveza
antes de que Walcott cerrara la puerta tras de sí.
Slatter dio un buen trago en cuanto tomó la jarra de Devin.
—Aunque la quisiera, no tiene sentido. Nuestro matrimonio debe terminar,
ella para volver a su vida y yo a la mía.
—¿Le vas a confiar todo a ella?
—Esa es una buena pregunta y aún no tengo la respuesta.

—No puedo agradecerlo suficientemente. — dijo Roanna, mirando de


Willow a su hija que dormía plácidamente, con el brazo en cabestrillo.

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—Es muy valiente. Sufrió el dolor con valentía y sin quejarse. — dijo Willow,
impresionada por la fuerza de la joven.
—Es como su padre. Él era fuerte y valiente. — dijo Roanna, con una lágrima
deslizándose por sus ojos. — No morirá, ¿verdad?
Willow hizo lo posible por calmar el miedo de la mujer.
—La fiebre siempre es motivo de preocupación, pero la vigilaremos y nos
aseguraremos de que se cure bien.
—Haré todo lo que digas. — dijo Roanna. — En cuanto la vi, pensé que la
muerte la acechaba igual que a su padre cuando se rompió la pierna. No podía
soportar perder a mi hija como a mi marido. Después de su muerte, no pude
mantener la granja yo sola. El hermano de mi marido vino a ayudar y poco
después encontró una mujer para él y nos echó a mí y a Erna, diciendo que el
lugar era suyo. Si Slatter no nos hubiera encontrado medio muertas de hambre
y nos hubiera traído aquí, no sé qué habríamos hecho. Ha sido tan difícil. Creo
que por eso me enfadé cuando oí que eras la mujer de Slatter. Creo que todos
tememos que nos lo quiten y volvamos a no tener nada, ni protección, ni ayuda,
ni familia. Y aunque no tengamos mucho aquí, al menos es algo.
—Mamá. — llamó Erna en voz baja y Roanna se apresuró a acercarse a ella.
Palpó la cabeza de la muchacha y su suspiro de alivio le hizo saber a Willow
que no había sentido calor.
—Tengo sed. — dijo Erna.
Willow fue a buscar la infusión de manzanilla que había preparado para que
Roanna le diera a su hija y le entregó la jarra a la mujer.
—Llámame si es necesario. — dijo y dejó a mamá e hija solas.
La nieve caía cuando Willow salió de la casa. Debía de llevar un rato cayendo,
ya que un manto de nieve fresca lo cubría casi todo. Miró a su alrededor
mientras se alejaba de la puerta. Vio a un hombre al que le faltaba la mitad
inferior de la pierna izquierda y que utilizaba una robusta rama para
desplazarse. Una mujer cuyo cuello mostraba signos de lo que quedaba de una
grave quemadura corría detrás de dos niños pequeños que reían con alegría. Y
una anciana que apenas podía arrastrar los pies, se aferraba a un joven de unos
doce años que la sostenía del brazo y la ayudaba con una sonrisa.
¿Había proporcionado Slatter un hogar a los que se veían incapaces de
mantenerse a sí mismos? ¿No tenía él también un hogar? ¿Pero qué había de
Devin? Era un viejo amigo de Slatter, lo que significaba que debían haber
alcanzado la madurez juntos, y sin embargo no tenía su hogar aquí.

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—No deberías estar fuera con el frío y la nieve.
Willow dio un respingo y, cuando se giró, se encontró en los brazos de su
marido, un lugar que le gustaba cada vez más.
—Me dirigía a tu casa. — dijo ella. — Todo está bien con Erna hasta ahora
y ruego que siga así.
—Vamos a entrar, tengo una pregunta que hacerte. — Con su brazo firme
alrededor de ella, se dirigió a su cabaña.
—Yo también tengo una. — dijo ella, aunque no esperó a que llegaran a la
cabaña. — ¿Qué hacías escabulléndote con una mujer en el mercado y
besándola?

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Capítulo 8

—¿Me viste besando a alguien? — preguntó Slatter una vez que entraron en
la casa de campo.
Willow casi no vio la clavija en la que iba a colgar su capa.
—No me digas que no recuerdas a la mujer. Desde luego, no parecía una
desconocida para ti. Y me miraste directamente y sonreiste. Casi tuve la
sensación de que no te importaría que me uniera a ustedes. — Arrugó la nariz
al pensar en ello. — Fue poco después cuando un hombre te llamó putañero y
no pude creer lo rápido que llegaste al otro lado del mercado. — Su ceño se
frunció mientras inclinaba la cabeza en señal de pregunta. — ¿Cómo llegaste al
otro lado tan rápido?.
Slatter no contestó, sino que dirigió una pregunta hacia ella.
—¿Por qué no fuiste con los guerreros de Tarass? Ellos te habrían llevado a
dónde quieres ir... a casa.
—¿Por qué volviste por mí? ¿Por qué no me dejas ir y acabas conmigo? —
replicó ella.
—Supongo que no he terminado contigo. — Slatter parecía tan sorprendido
como ella por su respuesta y se apresuró a explicarse. — No puedo dejar que
vuelvas a casa sin averiguar cómo podemos disolver nuestros votos y dejar de
ser marido y mujer.
Su explicación tenía mucho sentido, o eso se dijo a sí mismo. Nunca se había
cuestionado ni había necesitado convencerse de sus decisiones hasta que
conoció a Willow, y ese pensamiento le irritaba.
—¿Qué hay de ti? ¿Qué te trajo de vuelta a mí? — preguntó y la vio
estremecerse. Giró una silla hacia la chimenea, la agarró del brazo y la apresuró
a sentarse. — Necesitas calentarte.
Tus brazos me mantendrán caliente. Ella mantuvo los labios apretados por miedo
a que su pensamiento se expresara. En su lugar, se abrazó a sí misma, frotándose
los brazos y pensando en el impacto que Slatter había tenido en su vida en sólo
unos días. Era una auténtica tontería que tuviera pensamientos tan íntimos
sobre él.

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Cuando llevó la otra silla a su lado y se sentó, supo que buscaría una
respuesta de ella.
No demoró su respuesta.
—Al igual que tú, creía que había cosas que debían resolverse entre nosotros
antes de poder volver a casa con seguridad.
—Por supuesto, sería difícil volver a casa con alguien como yo como marido.
—No sería práctico volver sin saber a qué nos enfrentamos primero. —
corrigió ella. — Y con Rhodes a la caza de ti, yo diría que te enfrentarías a un
regreso a la mazmorra de Tarass, y si no hay forma de salir de nuestro
matrimonio, Tarass puede encontrar más prudente hacerme viuda, eliminando
así el problema. Ahora que eso está resuelto, por favor, responde a mi pregunta
original sobre la mujer que estabas besando.
—No hay una explicación fácil para eso. — dijo Slatter, concentrándose en
las llamas mientras estiraba sus largas piernas hacia ellas.
—No tenemos más que tiempo en este momento. — dijo Willow.
Un golpe los interrumpió y Slatter se dirigió a la puerta y la abrió.
El muchacho que Willow había visto caminando con la anciana estaba allí.
—Perdona que te moleste, Slatter, pero mi seanmhair no se encuentra bien y
he pensado que tu mujer, nuestra curandera, podría ayudarla.
Willow estaba impresionada por el muchacho. No sólo había mostrado
respeto a Slatter al referirse a ella como la esposa de Slatter, sino que también
había expresado su aceptación al referirse a ella como nuestra curandera. Era un
muchacho sabio para su corta edad.
Se reunió con su marido en la puerta.
—Estaré encantada de atender a tu abuela.
—Estaría muy agradecido. — dijo el muchacho con un movimiento de
cabeza.
—¿Sabe Corliss que vas a buscar al sanador para ella, Crofton? — preguntó
Slatter, cruzando los brazos sobre el pecho.
Crofton desvió la mirada hacia Willow.
—Mi seanmhair puede ser terca, pero sé cuándo no se siente bien.
—Claro que lo sabes. — dijo Willow y cogió su capa de la percha. Sonrió
dulcemente y apuró sus palabras cuando Slatter fue a hablar. —Continuaremos
nuestra charla cuando vuelva.

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Slatter cogió también su capa del perchero, haciéndole saber que no se iría
sin él.
Los copos de nieve eran grandes y caían rápidamente, cubriéndolo todo. El
invierno tenía unas semanas antes de llegar oficialmente y esta nieve temprana
advertía de un posible invierno duro. Willow no podía evitar pensar que
algunas de las estructuras de este lugar no sobrevivirían a un clima tan
implacable. Pero ¿qué se podía hacer? Su mente comenzó a trabajar en las
posibilidades.
—Seanmhair, he traído a la curandera. — anunció Crofton cuando entró en la
cabaña.
La anciana se volvió del hogar donde había estado revolviendo algo en una
olla que colgaba sobre las llamas y agitó un dedo torcido hacia Crofton.
—No deberías haber hecho eso. Te he dicho que estoy bien.
—Siéntate, Seanmhair. — dijo Crofton con suavidad, acercándose a su abuela
y ayudándola a sentarse en una silla. — Yo me encargaré de cocinar.
Willow sonrió suavemente.
—El frío hace que te duelan los huesos, ¿verdad?
La anciana sonrió y asintió.
—Una sabia curandera. Hacía demasiado tiempo que no veía a una. — Miró
a Slatter, de pie frente a la puerta cerrada. — Has hecho bien. Será una buena y
amable esposa.
Sí, lo será, pensó, pero no para mí... para otro hombre. La ira le atravesó tan
agudamente como la hoja de una espada y quiso rugir de furia. Se enfadó más
por su reacción. ¿Qué importaba? Ella no significaba nada para él. Ella lo había
atendido gentilmente y con amabilidad una vez y ahora él le devolvía el favor,
manteniéndola a salvo. No era nada más que eso.
Willow se volvió hacia su marido.
—¿Por qué no esperán tú y Crofton fuera mientras yo me ocupo de su abuela?
Crofton sacudía la cabeza, dispuesto a objetar.
—Vamos, muchacho, dejemos a las mujeres solas. — dijo Slatter en un tono
que pretendía ser obedecido, y Crofton obedeció, aunque de mala gana.
Corliss sonrió cuando la puerta se cerró tras Crofton.
—Mi nieto se preocupa por mí. Sé que teme que me muera y rezo para que
pueda durar hasta que sea un hombre adulto y haya encontrado el amor. Mi

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muerte sería menos difícil si tuviera a alguien que lo amara. Ahora sólo nos
tenemos el uno al otro. Su madre, su padre y su hermana murieron a causa de
una enfermedad que se cobró a todos los miembros del clan menos a cinco. Yo
estaba demasiado débil para irme con los otros tres y, aunque insté a Crofton a
que se fuera con ellos, no quiso dejarme. Slatter vino a por nosotros y nos trajo
aquí. Es un buen hombre con el que te casaste.
Willow empezaba a creerlo, pero era difícil reconciliar a este buen hombre
con el que había sido llamado putañero, ladrón y mentiroso.
—¿Has probado una infusión de brezo para tus huesos doloridos? —
Preguntó Willow.
—No, no lo he hecho, aunque recuerdo que mi madre se frotaba “el dolor”
como lo llamaba, de sus miembros con hojas de fresno.
—Una cataplasma de corteza de fresno funcionaría mejor. — dijo Willow.
— Le enseñaré a Crofton a prepararla.
Corliss sacudió la cabeza, con sus ojos arrugados llenos de tristeza.
—Un jovencito no necesita atender a su abuelita.
Willow extendió la mano y la apoyó sobre la de la anciana.
—Deja que lo haga. Le ayudará a preocuparse menos por ti.
Corliss sonrió.
—Eres una curandera sabia. Te enseñaron bien.
—Mi madre. — dijo Willow con orgullo, dándose cuenta por primera vez de
lo mucho que su madre le había enseñado. Recordó que su madre le decía que
no siempre era la enfermedad, la herida o la lesión lo que había que tratar. Y a
veces no era sólo la persona enferma de la familia la que necesitaba atención. —
Te prepararé un brebaje de brezo y espero que te alivie un poco los dolores.
Willow se puso a preparar el brebaje mientras seguía hablando con Corliss.

Crofton se quedó quieto, mirando la puerta de la cabaña.


—Las mujeres se pierden en la charla. — dijo Slatter, al ver la preocupación
en el rostro del muchacho. Se había quedado impresionado con Crofton desde
que lo encontró a él y a su abuela solos en un pueblo asolado por la enfermedad.

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Su abuela había insistido en que Crofton se fuera con él, pero el muchacho se
negaba a dejarla y Slatter no tenía intenciones de dejar a la anciana atrás. El
muchacho cuidó de su abuela sin rechistar. En realidad, Slatter pensó que era la
anciana la que tenía más que quejarse, y no es que lo hiciera, ya que su nieto
siempre le pedía que tuviera cuidado, que no hiciera esto o aquello. Pero ella se
limitó a sonreírle y a asentir a sus cariñosas órdenes y a hacer lo que ella quería.
—No quiero ser desagradecido, Slatter... — dijo Crofton con un poco de
temblor en su voz. — pero dijiste que nos trasladarías a todos a un hogar más
seguro y permanente. ¿Será pronto? Me temo que nuestra pequeña casa de
campo no se adaptará bien a una tormenta de invierno.
—Estoy de acuerdo con el muchacho. — dijo Devin, uniéndose a los dos. —
Es hora de que te vayas de aquí, de que vuelvas a casa, donde es seguro.
La puerta se abrió y Crofton se apresuró a acercarse a Willow, la
preocupación dibujando en su frente profundas líneas para alguien tan joven.
—Tu abuela se encuentra bien y voy a enseñarte a preparar una cataplasma
para aliviar sus dolores. — Después de que Crofton entrara en la cabaña, una
sonrisa de alivio persiguiendo sus líneas de preocupación, Willow miró a su
marido. — No hace falta que esperes. Tardaré un rato. Te veré en la cabaña.
Slatter asintió y se quedó de pie unos instantes después de que se cerrara la
puerta.
—Mi esposa me dice que me vio besando a una mujer en el mercado antes de
que se desatara el caos. — dijo Slatter.
—Se te volvió a escapar de las manos. Es tan bueno para desaparecer como
tú. Esto ha durado demasiado. Has estado a punto de perder tu vida por su
culpa y casi pierdes tu libertad. Y maldito sea Beck por haberte atrapado antes
de que te alcanzáramos. Hay que encontrar a este demonio disfrazado y hacerle
pagar por lo que ha hecho. Esto tiene que terminar.
—Me he dado cuenta de que este enemigo mío desaparece durante largos
periodos de tiempo sólo para salir a la superficie y volver a causar estragos. Me
pregunto si lo hace por voluntad propia o si no tiene opción y debe regresar a
algún lugar. Luego, cuando está ansioso por volver a jugar sus jueguitos, sale a
la superficie.
—Tienes que hacer que tu mujer sea consciente de esto. — aconsejó Devin.
—No tengo muchas opciones después de lo que ella vio.

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—Es mejor que sepa lo que ocurre, mantenerla ignorante podría perjudicarla.
Además, una vez que la devuelvas a casa, ese malhechor podría aparecer en su
puerta y reclamarla como su esposa.

Slatter se quedó mirando las llamas de la chimenea después de que Devin se


fuera. No podía quitarse de la cabeza las palabras de su amigo. Si este hombre,
tan empeñado en hacer parecer a Slatter un malvado canalla, descubría que se
había casado, ¿qué maldad intentaría con Willow? La ira surgió en él ante las
posibilidades y le hizo estar aún más decidido a mantenerla a salvo y a su lado
hasta atrapar al culpable.
La puerta se abrió con un chirrido y se giró para ver a su mujer entrar en la
casa. Hizo lo que parecía natural y le tendió la mano.
Ella respondió como si fuera una costumbre. Se acercó a él y la mano
masculina se cerró posesivamente alrededor de la femenina. Le dio un tirón para
que se posara sobre su muslo, y su brazo rodeó la cintura de ella para
mantenerla firme.
—¿Todo va bien? — preguntó él.
—Así es, y Crofton se ha calmado, sabiendo que hay algo que por fin puede
hacer para ayudar a su seanmhair — dijo ella, sus pensamientos no en sus
palabras sino en la facilidad con que le respondía a él. Ella le frotó las profundas
arrugas que arrugaban su frente. — ¿Algo te preocupa?
Su suave tacto pretendía calmarlo, pero en lugar de eso lo excitó, pero desde
que estaban juntos se había dado cuenta de que se excitaba fácilmente con ella.
La encontraba atractiva, así que ¿por qué no iba a excitarse? Sin embargo, había
algo diferente en ella y no podía razonar lo que era.
No se había dado cuenta de que sus ojos sostenían los de ella y el silencio se
había hecho pesado entre ellos, por no hablar de la pasión que se desataba a su
alrededor. Era fácil de percibir, de ver, aunque difícil de ignorar. Estaría en
problemas si no tenía cuidado. Se sintió aliviado, o tal vez fuera arrepentimiento
lo que sintió, cuando ella se apresuró a bajar de su pierna y fue a colocarse al
final de la chimenea, a la mayor distancia de él.
Willow se esforzó por atemperar sus sentimientos hacia su marido. Le
preocupaba que él hubiera despertado su pasión cuando habían estado juntos
en el agujero del suelo y ahora le costaba controlarla cuando estaba demasiado

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cerca de él. Tenía que acallar sus sentimientos, ya que, si se entregaba a él,
consumando sus votos, estarían juntos para siempre. Y Slatter seguía siendo un
desconocido para ella.
—Nunca me explicaste lo de la mujer a la que estabas besando en el mercado.
— dijo ella, un cambio de tema era la mejor manera de desviar sus pensamientos
enardecedores.
—Deberíamos hablar. Hay cosas que debes saber. — dijo Slatter, contento
por la distracción. Había estado a punto de besarla y, con lo rápido que se había
excitado, temía que no hubiera terminado con un beso y podía ver en sus ojos
llenos de pasión que ella sentía lo mismo.
Señaló la otra silla, sin confiar en acercarse a ella.
Willow se apresuró a sentarse frente a su marido mientras éste giraba su silla
para mirar hacia la mesa y esperaba con ansia, aunque con cierta aprensión, lo
que tenía que decir.
—No era yo a quien viste besando a esa mujer.
Willow sacudió la cabeza, no esperando la negación.
—Mis ojos no me engañaron. Eras tú al que vi.
—Seguro que te lo crees, pero te digo que no era yo. — Slatter levantó la
mano cuando ella fue a protestar de nuevo. — Deja que te lo explique. — Su
silencio le permitió continuar. — Comenzó hace unos dos años, aunque
entonces no era consciente de ello. No fue hasta que un hombre me abordó y me
acusó de fornicar con su mujer. No tenía ni idea de lo que estaba hablando, ya
que me niego a acostarme con mujeres casadas. También me acusaron de robar
y mentir en una situación particular de la que no tenía conocimiento. Me llevó
tiempo, pero descubrí que alguien había reclamado mi nombre y se hacía pasar
por mí.
—¿Hay alguien que crees que se parece a ti? — preguntó sorprendida por la
revelación.
—Tu encuentro con él lo demuestra, ya que, como he dicho, no era yo a quien
viste besando a esa mujer.
El ceño femenino se arrugó.
—Te preguntas si debes creerme.
—Por supuesto que sí, ya que se sabe que mientes con facilidad. — Se mordió
el labio, deseando poder retractarse de su comentario.
—Veo que te das cuenta de que quizás no soy yo quien miente.

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Willow expresó su preocupación.
—¿Cómo puedo saber si es verdad o un invento lo que cuentas? Podría no ser
más que una excusa para reivindicar tus malas acciones.
Ese había sido el problema todo el tiempo. ¿Cómo alguien le creería cuando
la persona que decía ser él mentía con facilidad y aparentemente sin culpa? ¿Por
qué cuando tantos le creían mentiroso, alguien debía creer su historia?
—¿Y cómo es que hay alguien por ahí que se parece a ti con un detalle tan
exacto que lo había confundido contigo?
—No sé quién es ni en qué se parece a mí ni por qué hace lo que hace. —
admitió Slatter. — Es un rompecabezas al que le faltan muchas piezas.
Ella entrecerró los ojos mientras pensaba en su extraña explicación.
—¿Por qué no lo explicaste cuando te atraparon, te acusaron y te
encarcelaron?
—Lo intenté una vez y no me fue bien. Fue entonces cuando me di cuenta de
que, si no atrapaba a ese culpable y daba a conocer mi inocencia, seguiría
sufriendo por sus fechorías. Y la única manera de hacerlo era fingir ser él,
cuando la ocasión lo requería, y averiguar lo que pudiera sobre él, con la
esperanza de que me llevara hasta él.
Podía ver que ella no estaba segura de si debía creerle y eso le preocupaba,
aunque no podía culparla. A sus oídos también le parecía una mala excusa. No
le gustaba que ella dudara de su palabra. Quería su confianza. Había creído que
la tenía cuando habían estado juntos en el agujero, pero ella no había tenido
muchas opciones entonces.
—Podrías haberme dicho algo cuando te curé la herida.
—¿Me habrías creído, después de haber intentado escapar?
—Supongo que si dices la verdad, que eres inocente, pero que te hacen sufrir
el castigo por las fechorías de otro, sería una buena razón para intentar una fuga.
Él quería borrar su duda, devolverle esa pequeña confianza que había tenido
en él, pero sobre todo quiso besarla. Y eso no ayudaría en nada. Ella pensaría
que quería seducirla para que le creyera, cuando lo único que quería era probar
de nuevo sus labios. Eso, en sí mismo, era un pensamiento peligroso, como lo
era prolongar su tiempo con él. ¿Pero qué opción tenía?
Devin tenía razón sobre el peligro que corría ella ahora. Si devolvía a Willow
a casa antes de que se resolviera el problema, ¿cómo podía estar seguro de que

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el culpable no se presentaría en su puerta y la reclamaría cómo esposa? ¿Cuánto
tiempo tardaría ella en darse cuenta de la diferencia? ¿O lo haría?
—Es bueno que entres en razón, — dijo Slatter — ya que no sólo hay que
resolver el problema de nuestro inesperado matrimonio que nos mantiene
unidos. También tenemos que permanecer juntos hasta que capture al culpable
y ponga fin a este problema.
—¿Por qué sería eso? — preguntó ella, preguntándose cómo podría importar.
—¿Y si por alguna razón llegaras a casa antes de que nuestro matrimonio
fuera anulado y yo afirmara que eres mi esposa y que lo seguirías siendo? ¿Y si
no fuera yo, sino el hombre que viste en el mercado? ¿Serías capaz de notar la
diferencia?
—Tienes un buen punto, un punto preocupante. — admitió ella. — Aun así,
¿cómo puedo confiar en que me dices la verdad?
La voz de la anciana sonó en su cabeza. Es un buen hombre con el que te has casado.
Había empezado a creerlo, lo había comprobado por sí misma con la gente
que Slatter había reunido aquí, por la forma en que la había ayudado cuando
podía haberse alejado y dejarla a merced de la codicia de Beck. Luego estaba la
forma en que se sentía en sus brazos, que ella pertenecía allí. O el modo en que
sus labios habían dado vida a los suyos, o el modo en que su cuerpo había
respondido a su tacto suave e íntimo. Sentía algo por ese hombre, quisiera o no
admitirlo.
Y no estaba dispuesta a admitir nada, no con sus recientes e inesperados
pensamientos. Una nueva voz había sonado, una voz diabólica, tentándola a
hacer cosas que nunca habría considerado siquiera pensar. Entonces, ¿cómo
podía entrar en razón en esta situación?
—¿Cuánto tiempo crees que va a durar esto? — le preguntó, preocupada por
la posibilidad de que pasar demasiado tiempo con él pudiera resultar demasiado
desafiante. Si ella respondía tan fácilmente a la mano que él le ofrecía, ¿cómo
respondería si la besaba de nuevo?
—Es difícil de decir.
—Mi familia estará preocupada, más aún cuando les llegue la noticia del
incidente del mercado. Y un mensaje no será suficiente, ya que pensarán que
viene de ti. ¿Y qué hay de Tarass? Seguirá buscándote. Nos perseguirá mientras
cazamos a tu culpable.
—¿Te arrepientes de no haber ido con los guerreros de Tarass cuando tuviste
la oportunidad? — Preguntó Slatter, sonando así para él.

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—No, no me arrepiento.
El hecho de que ella no dudara en su respuesta le hizo sonreír ligeramente.
—Te aseguro de que yo no lo lamento ni me arrepiento de acompañarte en tu
búsqueda para encontrar a ese culpable y limpiarte del daño que te ha hecho. Y
también para asegurarme de que nuestro matrimonio quede absuelto para que
ambos podamos seguir nuestros caminos.
Sus últimas palabras le borraron la sonrisa al rostro masculino. Era inevitable
que se separaran y, sin embargo, la idea lo inquietaba, lo que le preocupaba aún
más. ¿Por qué debería importar? Ella nunca encajaría en su vida, y ella nunca
querría hacerlo.

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Capítulo 9

Willow se desperezó y no se sorprendió al encontrarse sola en la cama. Una


olfateada en el lugar que tenía a su lado, con un atrevido aroma a madera, le
indicó que su marido se había unido a ella en algún momento de la noche. Era
mejor así, la estrecha cama les obligaba a dormir envueltos el uno en el otro,
dejándolos expuestos a la tentación.
Para que fuera menos probable que cayera en la tentación, anoche había
dormido completamente vestida, el frío lo convertía en una excusa fácil para
hacerlo. Pero no había excusa para permanecer en cama por más tiempo. Quería
comprobar cómo estaban Erna y Corliss, aunque imaginaba que si hubiera
algún problema ya la habrían llamado. Esperaba que siguiera siendo así.
La noche había resultado un poco fructífera: ella, Slatter y Devin discutieron
sobre lo que podría hacerse para atrapar al culpable que estaba causando
multitud de problemas a su marido. No se había llegado a ninguna conclusión,
pero las ideas se estaban gestando y ella creía que no tardarían en formar un
plan.
Se alisó la ropa, pero no pudo deshacerse de todas las arrugas, luego liberó su
cabello de la trenza y pasó los dedos por él repetidamente. La trenza había
dejado que su cabello se ondulara más de lo habitual, y se pasó los dedos por él
una última vez, apartándolo de su cara para que cayera por los lados.
Con la capa echada sobre los hombros, se dirigió a la puerta para casi chocar
con Crofton.
—¿Está bien Corliss? — se apresuró a preguntar Willow y la amplia sonrisa
del niño fue respuesta suficiente.
—Hoy está bien, tiene menos dolores y su andar es más seguro. Me aseguro
de que beba el brebaje y le aplicaré otra cataplasma en las rodillas más tarde. —
dijo, orgulloso, y levantó un pequeño saco. — Comida, no mucha, pero Slatter
me dijo que me asegurara de que tuviera algo que comer. Él y Devin se fueron
temprano a cazar. Con suerte, todos nos daremos un festín más tarde. Y con
suerte, nos iremos de aquí pronto. Slatter prometió que nos trasladaría de aquí
a un lugar mucho mejor, un hogar permanente.

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—¿Dónde está ese lugar? — Preguntó Willow, preguntándose, ya que su
marido no le había hecho ninguna mención al respecto.
Crofton se encogió de hombros.
—No lo sé, pero Slatter es un hombre de palabra. Nos llevará allí y estaremos
a salvo. — Le entregó el saco a Willow. — Visita a mi seanmhair hoy y mira lo
bien que lo hace.
—Lo haré. — le aseguró Willow, sabiendo que buscaba la seguridad de que
su abuela realmente lo hacía bien.
Sin hambre, dejó el saco sobre la mesa y, tras volverse de cerrar la puerta, vio
a su marido y a Devin salir corriendo del bosque que rodeaba la pequeña zona,
sin una presa fresca a la vista. Ambos se detuvieron y hablaron con varias
personas que se apresuraron a salir, con una mirada de espanto en sus rostros.
Algo iba mal y cuando vio lo pálido que estaba Crofton después de hablar con
Slatter, supo que algo iba muy mal.
Willow se apresuró hacia su marido y cuando éste la vio, se apresuró a
acercarse a ella.
—Nos vamos de aquí ahora. Rhodes y sus hombres se dirigen hacia aquí.
—¿Están cerca? — preguntó ella, con el corazón palpitando de miedo en el
pecho.
—Un día por lo menos. — Sacudió la cabeza. — No hay tiempo para hablar,
debemos irnos. Recoge las mantas y la ropa que haya en la cabaña, y cualquier
alimento.
—Ni Corliss ni Erna pueden caminar. — recordó ella.
—Devin tiene un carro. Pueden ir en él. Haz lo que debas para que estén
cómodas en él, pero date prisa, no hay tiempo que perder.
—Los guerreros de Tarass están bien entrenados. Seguirán nuestro rastro.
—Sí, lo harán, y por eso tú y yo tomaremos un camino diferente.
No había tiempo para preguntas. Llegarían más tarde y por eso Willow se
apresuró a hacer lo que su marido le pedía.
Roanna estaba molesta ante la perspectiva de trasladar a su hija y Crofton
estaba preocupado por su abuela. Willow hizo lo posible por tranquilizar a
ambos y decirles que Erna y Corliss estarían bien y los dos parecieron
tranquilizarse hasta que supieron que ella no iba a ir con ellas.
—¿Y si la fiebre se apodera de mi hija?

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—¿Y si el dolor de mi abuela empeora?
—Basta de preocupaciones. — dijo Slatter, acercándose a la pareja que se
quejaba. — Willow les ha instruido en el cuidado de Erna y Corliss. Ambas se
pondrán bien y no tardaremos en reunirnos de nuevo con ustedes. Agradezcan
que por fin vayan a un hogar permanente.
Crofton y Roanna se apresuraron a agradecer su generosidad y Willow fue
con ellos a ver que Erna y Corliss estuvieran instaladas, junto con Pell, el
hombre al que le faltaba parte de una pierna, en el carro.
Willow esperó junto al caballo de Slatter cuando todo estuvo hecho. Observó
cómo su marido hablaba con Walcott. El hombre prestó atención a cada una de
sus palabras, asintió con la cabeza y se dirigió al frente del pequeño grupo de
desarrapados y los alejó de los gastados y maltrechos refugios que habían sido
sus hogares.
Devin caminó junto a Slatter, hablando mientras los dos hombres se
acercaban a ella.
—Ya sabéis lo que tenéis que hacer. Te veré pronto. — dijo Slatter cuando se
detuvo cerca de su mujer.
Devin extendió la mano y abrazó a Slatter, dándole una o dos palmadas
firmes en la espalda.
—Vuelve a casa sano y salvo.
—Siempre lo hago. — dijo Slatter con una sonrisa confiada.
—Eso haces. — dijo Devin y dirigió un gesto de asentimiento a Willow. —
Pero ahora tienes una esposa de la que preocuparte, así que recuérdalo. Y no
hagas ninguna tontería.
—No se lo permitiré. — dijo Willow, las palabras se le escaparon y se
preguntó de dónde habían salido. Realmente no tenía nada que decir sobre él,
al igual que él no tenía nada que decir sobre ella.
Devin se rió.
—Nunca he conocido a una mujer que pudiera doblegar la voluntad de éste.
— Esta vez se dirigió a Slatter con un movimiento de cabeza. — Pero tú podrías
ser diferente.
—Son las mujeres las que se someten a mí, no yo a ellas. — presumió Slatter
con una sonrisa. — Ahora vete, los dos tenemos que seguir nuestro camino.
—Te veré pronto y tendré tu palabra. — dijo Devin.
—La tienes. Ahora vete y mantente a salvo.

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En cuanto Devin se dio la vuelta y se apresuró a reunirse con los demás,
Slatter levantó a Willow, la depositó en el caballo y se puso detrás de ella en un
instante. Nunca había visto a nadie tan rápido en sus movimientos ni tan seguro
de sí mismo en todo lo que hacía. Nunca parecía vacilar en sus decisiones o
acciones.
No habían ido muy lejos cuando ella preguntó:
—¿Adónde vamos?
—Lejos de los demás para no causarles daño. — dijo él, con los brazos
alrededor de ella mientras conducía el caballo por el bosque, sin un camino
obvio que seguir.
—Esto retrasará tu búsqueda de ese hombre que te causa dolor. — dijo, sus
ojos oscuros más intensos de lo que ella había visto nunca. Parecían captar lo
que le rodeaba sin cambiar la mirada y que estaba muy alerta, lo que sentía en
su cuerpo tenso contra el que la mantenía acunada.
—No va a ir a ninguna parte y no me cabe duda de que se dará a conocer en
poco tiempo. Ahora mismo, es más importante mantenerte a salvo, así como a
las personas que han llegado a depender de mí.
—¿Cómo surgió eso? — preguntó ella, aprovechando este tiempo a solas para
saber más de él, ya que todavía, en cierto modo, era un desconocido para ella.
—Necesitaban ayuda. — dijo él, sin dejar de mirar a su alrededor. — Como
tú cuando te bajaron al agujero para reunirte conmigo. Necesitabas ayuda.
¿Así que no pensaba en ella de forma diferente a todos los demás en ese
cónclave de necesitados? La rescató como a los demás. ¿Había sido tan tonta
como para esperar algo diferente?
A él no le interesaba el matrimonio, ni tener hijos, ni el amor. Tenía que
recordar eso o podría encontrarse sufriendo el dolor de cuidar al hombre
equivocado.
Se esforzó por mantener la sensatez en sus pensamientos y acciones. Tenía
que pensar bien las cosas, no dejarse llevar por impulsos que sólo complicarían
su situación.
—Espero devolverte toda la ayuda que me has prestado.
—Eso no es necesario, eres mi esposa.
Su respuesta molesta la sorprendió al igual que su recordatorio de que
estaban casados, como si de alguna manera eso cambiara las cosas.

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—Tal vez, pero no me quedaré de brazos cruzados y veré cómo el Señor del
Fuego te encarcela de nuevo o te entrega a los bárbaros.
—No te preocupes, eso no sucederá.
Sonaba demasiado confiado y ella tuvo que preguntar:
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Te lo dije, leannan. — dijo con esa sonrisa de seguridad. — No hay ningún
lugar ni nadie que pueda retenerme, ni ningún lugar ni nadie del que no pueda
escapar.
Incluso el matrimonio conmigo. Willow fue tonta al permitir que ese
pensamiento la hiriera, pero lo hacía. Ella recordaría eso, recordaría que este
matrimonio suyo era temporal, que eventualmente terminaría. Se iría a casa y la
vida volvería a ser como antes.
Un pensamiento la asaltó y preguntó:
—Si puedes escapar de cualquier parte, ¿por qué no escapaste del agujero en
el suelo?
Él dudó y mantuvo la vista en el camino que tenía delante.
Su silencio le hizo darse cuenta de algo.
—Ibas a escapar, ¿verdad? Mi llegada te detuvo.
Sus ojos se encontraron entonces con los de ella y se aseguró de que no viera
su sorpresa. Ella era mucho más observadora de lo que él había pensado.
Definitivamente, tenía que tenerlo en cuenta de cara al futuro.
—No estaba muy seguro del éxito, lo que me hizo retrasar mis planes.
—Ahora mientes. — acusó ella. — No me pareces un hombre que dude de
sus habilidades.
—Cree lo que quieras. No voy a debatir el asunto contigo.
Por su tono severo, ella se dio cuenta de que no obtendría nada más de él
sobre el asunto. No le importaba, ya que había conseguido lo que quería. Él se
había quedado con ella en el horrible agujero a propósito y su galantería le llegó
al corazón.
—¿A dónde vamos? — preguntó ella, buscando una discusión más neutral.
El hecho de que ella no siguiera con el asunto le hizo reflexionar y
preguntarse por qué, ya que ella podía ser tenaz cuando quería. Pero lo dejó
pasar y respondió:

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—Vamos a tomar un camino más largo a casa.
—¿No te preocupa que Rhodes siga nuestro rastro?
—Me aseguraré de que no lo haga.
Su confianza superaba con creces a la de ella, por lo que le recordó:
—Pero él siguió tu rastro desde la última vez.
—Nunca encontró mi rastro. Se dirige en dirección a donde acabamos de
salir, pero eso no significa que vaya a llegar al lugar ahora desierto. Si lo hace,
seguirá el rastro obvio, el que dejó el grupo, y cuando, o si, se encuentra con el
grupo, no darán ninguna indicación de que yo formé parte de ellos.
—¿Y si su rastreador capta nuestro rastro?
—No es posible. Devin se encargará de cubrir nuestras huellas.
—Pero dijiste que recorreríamos un rastro diferente para no perjudicar a
nadie, como si los alejáramos de los demás. — dijo ella, sintiendo que hablaba
en círculos.
—Sí, lo dije. Si nos quedáramos con el grupo y nos atraparan, ¿cuáles serían
las consecuencias?
—Estoy seguro de que Rhodes no les haría daño. Son un grupo inofensivo.
— dijo Willow.
—Eso parece bajo las circunstancias, pero cambia esas circunstancias y ¿qué
pasa? — Continuó, sin esperar respuesta. — Cuando nos vemos forzados a
ciertas situaciones, hacemos lo que debemos para sobrevivir y para proteger a
los que amamos.
Willow pensó en su situación y la de sus hermanas cuando su padre enfermó
y su madre murió. La vida había cambiado rápidamente y ellas habían tenido
que adaptarse. Sorrell tuvo que hacer lo mismo cuando descubrió que su marido
era un hombre muy diferente al que ella creía.
Slatter mantuvo su atención en la carretera mientras hablaba.
—Corliss es vieja y sus huesos protestan con frecuencia, pero nada le impidió
proteger a su nieto cuando un hombre solitario intentó hacerle daño. Le rompió
la cabeza con una piedra y siguió haciéndolo hasta que no le quedó aliento.
Sabía que, si no lo hacía, ambos morirían. Corliss hizo lo que tenía que hacer
para mantenerlos a salvo.
—Nunca hubiera pensado que ella tuviera la fuerza.

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—La fuerza a menudo viene cuando se necesita. Roanna encontró su fuerza
cuando su cuñado le dijo que o ella o su hija calentarían su cama o las echaría
de su propia casa. Sabía que incluso si se sometía a él, acabaría teniendo a su
hija también. Decidió marcharse y enfrentarse a lo desconocido. Se necesita
valor para hacer eso.
—Ella me dijo lo contrario. — dijo Willow, imaginando lo horrible que debía
ser la situación para la mujer.
—Pensó que era mejor guardarse la verdad. Su cuñado es un hombre
respetado y dudaba que alguien la hubiera creído. Y luego estás tú. — dijo,
aflorando una sonrisa burlona. — Tú fuiste la más desafiante para rescatar.
—¿Fui yo la que supuso un reto o la situación? — preguntó Willow
levantando la barbilla.
—Un poco de ambas cosas, creo, pero no soy de los que se rinden fácilmente.
—Y es obvio que eres un hombre de buen corazón.
Su sonrisa se desvaneció en un instante.
—Recuerda que, como con Corliss y Roanna, las cosas rara vez son lo que
parecen. — Un chispazo burlón en sus ojos verdes y una leve sonrisa empujando
las comisuras de su boca, le devolvieron la sonrisa. — ¿Tienes una respuesta
sensata a eso?
La sonrisa femenina se liberó.
—Sólo que mientras Corliss y Roanna tienen secretos, tu lengua
encantadora, aunque a menudo poco honesta, no es un secreto bien guardado.
—Tal vez sea una treta para un secreto mucho más oscuro. — susurró él
como si insinuara lo contrario.
Ella le dirigió una mirada de desconcierto.
—Eso daría sentido a por qué hay dos caras en ti; un hombre con un corazón
amable y un hombre con una lengua engañosa. Ahora estoy intrigada por
resolver este misterio.
Slatter se rió.
—No soy ningún misterio. Quien ves es quien soy.
Lo que Willow vio, aunque sobre todo escuchó, fue que su habitual
desparpajo estaba ausente en su risa. Eso la hizo pensar un momento. ¿Sería
posible? ¿Slatter guardaba un secreto? Y si era así, cuál era ese secreto que
guardaba con la risa para que la gente no pensara en él, lo apartara, lo ignorara.

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—Entonces tendré que mirarte más de cerca. — se burló Willow con una
sonrisa que goteaba dulzura.
—Estoy aquí para que me veas, esposa, mira tan de cerca como quieras. —
dijo él y deseó poder recuperar sus palabras. Su sonrisa y su tono podían parecer
dulces, pero había en ellos una determinación que advertía que no se trataba de
una broma. Ella se había propuesto con su mente pragmática, por cierto, y ahora
lo miraría más de cerca. Pero sólo vería lo que él le dejara ver. ¿O vería lo que
otros no veían?
El silencio siguió a eso, los pensamientos de Willow pesando sobre ella hasta
que encontró que su cabeza se balanceaba con el peso de ellos. Habiéndose
acostumbrado a apoyar la cabeza en el hombro o el pecho de Slatter cuando
dormía, el instinto le hizo bajar la cabeza al pecho de él.
Slatter acomodó a su mujer entre sus brazos mientras su cuerpo se volvía
flácido por el sueño. Era extraño lo fácil que se había acostumbrado a compartir
la cama con ella, hasta el punto de que lo deseaba. Por supuesto, dormir no era
lo único en lo que pensaba cuando se unía a ella en la cama. El hecho de que
quisiera hacer el amor con ella hacía que sus entrañas dolieran más que nunca.
Pero podía ser sabio cuando la sabiduría era necesaria, aunque cada vez era más
difícil seguir siendo sabio cuando su mujer se acurrucaba tan cerca que
despertaba su virilidad durante toda la noche. Y debía olvidarla por la mañana
cuando se despertaba con una necesidad dolorosa de ella que lo hacía salir
corriendo de la cama para no rendirse a ella.
Era su mujer y tenía derecho a acoplarse con ella, pero eso empeoraría una
situación ya de por sí difícil. Por mucho que disfrutara de su compañía,
durmiendo con ella, abrazándola, dándole un beso a escondidas de vez en
cuando, compartir su vida con ella estaba fuera de lugar. Tenía que devolverla a
casa con su familia.
Su barbilla se levantó y sus pensamientos se desvanecieron en un instante al
escuchar un sonido. Volvió a escuchar y se sintió aliviado al comprobar que se
trataba de un animal del bosque. Había aprendido desde muy joven a distinguir
los sonidos. Lander le había enseñado bien. Le había enseñado casi todo lo que
sabía.
Siempre había considerado a Lander como su padre, le llamaba papá desde
que tenía uso de razón, y no es que él y su madre se hubieran casado, aunque
habían sido como un matrimonio y más cariñosos que cualquier otra pareja que
hubiera conocido. Lander había estado perdido cuando Blair, la madre de
Slatter, murió tres años atrás y no fue sino un año después que él también murió.
Había afirmado que su corazón estaba demasiado roto para vivir sin ella. Su

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madre le había dicho que la primera vez que vio a Lander supo que lo amaba y
Lander había dicho lo mismo de Blair. Habían sido inseparables. Slatter los
echaba de menos a ambos y comprendía mejor lo que sentían el uno por el otro
desde que conoció a Willow.
No podía decir que la había amado a primera vista, aunque podía ser que no
quisiera admitirlo ante sí mismo ya que tenía que dejarla ir. Ella le había dicho
que no podía darle lo que ella más quería... amor.
Él no pudo evitar pensar que eso podría ser lo más fácil que podría darle.

Hicieron una parada para descansar y comer poco después del mediodía. El
cielo estaba nublado y el aire más que frío. Willow deseaba tener una infusión
caliente para calentar sus entrañas, pero estaba agradecida por la comida que
tenían.
—Los arañazos de tu cara se curan bien. — dijo Slatter, entregándole a
Willow otro trozo de pan.
—Al igual que los otros desde que le aplico el poco de miel que me queda.
—Me alegro de que se curen bien, no es que la más mínima cicatriz pueda
distraer de tu belleza.
Ella sonrió, sacudiendo la cabeza hacia él.
—Los cumplidos ruedan por tu lengua tan fácilmente.
—La verdad se me escapa de la lengua con facilidad. — dijo él con una sonrisa
propia y una ligera inclinación de la cabeza.
—Yo diría que las mentiras ruedan con más facilidad.
La sonrisa de Slatter aumentó.
—Las mentiras son más difíciles de contar. Deben convencer y guardarse en
la memoria para que uno no se vea atrapado en ella en otro momento. Para ser
un mentiroso exitoso se necesita una habilidad que pocos o ninguno dominan.
—¿Y eres tú un maestro de la mentira?
—Soy un maestro en todo, leannan. — dijo él y se inclinó y la besó
rápidamente en los labios.

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—Respondes sin responder. — dijo ella, su ligero beso enviando revoloteos
a través de su estómago. — Yo diría que también eres hábil para manipular.
—Me estás conociendo bien. — dijo Slatter, tratando de que su sonrisa no
decayera por la mentira que acababa de decir.
Esta vez Willow se inclinó hacia él y rozó suavemente sus labios contra los
de él antes de decir:
—Te estoy conociendo mucho mejor de lo que crees.
Sus palabras lo perturbaron, mientras que su beso no tan inocente lo excitó.
Tuvo la abrumadora sensación de que ella había visto más allá de su mentira.
—Tenemos que ponernos en marcha. — dijo, metiendo la comida restante en
el saco de tela y poniéndose en pie a toda prisa. Enganchó el saco a la silla de
montar y se volvió hacia Willow.
Sus ojos se encendieron de preocupación cuando vio cómo su ceño se había
fruncido y sus ojos oscuros se volvieron hacia ella con una intensidad que le
produjo un escalofrío.
Ella se estaba poniendo en pie cuando él la alcanzó y la tiró del brazo el resto
del camino.
—Te quedarás detrás de mí, no dirás nada ni harás nada que te ponga en
peligro, y en esto me obedecerás, esposa.
Ella apenas tuvo tiempo de asentir cuando él continuó.
Bajó la cabeza y su voz se convirtió en un susurro.
—Hay tres de ellos. Me ocuparé de ellos y de nuevo te callarás y no harás
nada.
—¿Es tuya o podemos compartirla? — gritó un hombre.
Willow se contuvo con valentía, pero dio un paso más cerca de su marido
cuando vio el tamaño del único hombre que caminaba delante de los otros dos
que se acercaban. Era grande, no en altura, sino en circunferencia, pecho de
barril y brazos que parecían poder aplastar fácilmente a un hombre. Los otros
dos eran delgados en comparación con él, aunque los tres parecían llevar una
suciedad similar en sus ropas y en su piel.
—Se los advierto ahora. Márchense o sufran las consecuencias. — dijo Slatter
con esa confianza, tan seguro de sí mismo.
Los tres hombres se rieron.

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—Tres de nosotros y uno de ustedes. — El hombre grande se rió. — No creo
que seamos nosotros los que suframos las consecuencias. Pero no te preocupes,
te dejaremos ver cómo disfrutamos de la mujer antes de matarte.
Willow se estremeció contra su marido mientras los tres reían con ganas.
El brazo de él la rodeó con fuerza mientras susurraba:
—Confía en mí, no dejaré que te hagan daño.
Recordó la última vez que él le había dicho que confiara en él y había
cumplido su palabra, aunque no parecía posible que pudiera cumplir su palabra
esta vez, algo dentro de ella le decía que lo haría.
—Confío en ti. — murmuró y observó cómo el gran hombre se abalanzaba
sobre ellos.

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Capítulo 10

En un minuto Slatter estaba a su lado y al siguiente ya no estaba. Willow se


quedó helada y apenas pudo comprender lo que estaba sucediendo. Ni siquiera
había visto a su marido sacar su daga de una funda guardada en algún lugar que
no había notado en su cintura. Sólo vio la empuñadura que sobresalía de la
garganta del hombre, con los ojos muy abiertos mientras caía al suelo muerto.
El brazo de Slatter enganchó al hombre grande por el cuello mientras agarraba
la daga del tipo enfundada en su cintura y la lanzaba, alojándola en la garganta
del otro hombre delgado. Los ojos masculinos se abrieron de par en par y sus
manos se precipitaron al cuello, pero no llegaron a alcanzarlo. Cayó muerto.
—Ha llegado tu hora. — dijo Slatter.
A Willow le pareció extraño que los ojos del hombre salieran de su cabeza
como si en ese preciso momento reconociera de alguna manera a Slatter.
—Piedad, Sla...
Willow se quedó mirando con incredulidad mientras Slatter rompía el cuello
del hombre grande con facilidad y lo dejaba caer al suelo. Siguió mirándolo
mientras él iba a recuperar su daga de la garganta del hombre y la limpiaba de
la sangre en la ropa del hombre antes de limpiarla de nuevo en la hierba.
También recuperó la otra daga, limpiando la hoja del mismo modo.
Willow se quedó sin palabras cuando se detuvo frente a ella.
Extendió la mano, apoyando el brazo en el pecho de ella mientras su mano se
cerraba suavemente en su garganta, con los dedos acariciando el lateral de su
cuello. Su mano era cálida, su tacto tierno, y ella no podía creer que sólo unos
momentos antes esa misma mano había matado a tres hombres con facilidad.
—Nunca dejaré de protegerte, leannan, nunca. — dijo él y la besó, sellando
sus palabras como si fueran un juramento.
Willow se aferró a su brazo, aceptando su promesa, aceptando que él siempre
estaría allí para ella, y eso calmó su corazón palpitante y puso a descansar sus
temores.
—Es hora de partir. — dijo él en voz baja.

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La subió al caballo y se alejaron un poco antes de que ella se diera cuenta de
que él había mantenido su cuerpo en posición para que los hombres muertos
quedaran bloqueados de su vista después de que el altercado hubiera
terminado.
—Eres un guerrero hábil. — dijo ella, dirigiendo su mirada hacia él.
Él se alegró de que sus palabras tuvieran algo de verdad al responder:
—Se lo debo a mi padre. Me enseñó bien.
Se quedó pensativa durante unos instantes antes de decir:
—Parecía que el hombre grande te había reconocido al final, tu nombre casi
se le escapaba de la lengua. Me pregunto si te habrá confundido con el hombre
que buscas. — Ella negó con la cabeza. — Pero entonces te habría reconocido
enseguida. ¿Cómo iba a saber tu nombre si no te conocía? Y por qué iba a saber
tu nombre de repente.
—Probablemente le escuchaste mal. — dijo Slatter, ofreciendo una
explicación más razonable.
—Supongo que podría haberlo hecho, ya que todo sucedió tan rápido. —
convino ella, aunque algo le decía que no debía descartarlo tan fácilmente.
Había habido tanta bravuconería en el hombre grande hasta que algo sucedió
para cambiarlo todo. Recordó el instante en que su rostro se vio afectado por la
conmoción, pero no fue sólo conmoción lo que vio en él, también hubo miedo.
¿Qué le había hecho temer de repente a Slatter?
Ha llegado tu hora.
Palabras de Slatter. Fue después de eso, que el miedo se había apoderado del
hombre grande, pero ¿por qué?
—Siento que hayas tenido que ver eso. — dijo Slatter.
Su ceño se agudizó con preocupación y Willow se sintió conmovida de que
se preocupara por ella.
—Te agradezco que me hayas salvado de otro horrible destino. Ya son dos
las veces que me has rescatado. — Se rió suavemente. — Ojalá hubieras estado
allí cuando me golpearon en la cabeza y secuestraron a mi hermana.
Su cuerpo se puso rígido, los músculos de sus brazos y su pecho se sintieron
como una roca sólida contra ella.
—¿Quién te hizo eso?
Su tono áspero exigía una respuesta y Willow la dio rápidamente.

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—Lord Ruddock se encargó de que el responsable no volviera a molestar a
nadie.
Slatter no dijo nada más, aunque Willow tuvo la impresión de que quería
hacerlo. Mantuvo la mirada fija hacia adelante y no dijo nada, aunque sólo por
un momento.
—No dejaré que te vuelva a pasar algo así.
—Te agradezco que me mantengas a salvo, al menos hasta que nos
separemos. — dijo ella, necesitando recordarle que no estarían juntos para
siempre. ¿O era ella la que necesitaba recordárselo?
—Para siempre, leannan, para siempre. — dijo él con tanta empatía que Willow
se limitó a asentir.

La noche los encontró acampando junto a un arroyo. Slatter encendió un


buen fuego y se sentaron, con los hombros apretados, mientras comían, el aire
nocturno era frío.
—Nos detendremos mañana, donde tendremos más comida y estaremos a
salvo. — dijo Slatter y le entregó lo que quedaba del pan.
Willow partió el trozo por la mitad y le entregó la otra mitad.
—No tengo tanta hambre.
Parecía que iba a discutir con ella, pero se obligó a no hacerlo dando un
mordisco al pan.
Willow estaba más cansada que otra cosa. Quería dormir o tal vez era que
quería evadirse en el sueño, aunque fuera por un rato. Los preocupantes
acontecimientos del día habían desgastado su mente y su cuerpo, y necesitaba
descansar y refrescar ambos. Siempre pensaba con más claridad, más
razonablemente, después de una buena noche de sueño.
Su bostezo confirmó lo que sentía.
—Estás cansada. — dijo Slatter, rodeándola con el brazo y encontrándola
cómodamente acurrucada en el hueco de su brazo.
—Me duele el cuerpo de la fatiga. — dijo ella con un suspiro.
—Dormiremos y empezaremos temprano.

- 94 -
—¿Cuándo nos reuniremos con Devin y los demás? — preguntó ella,
anhelando el calor de una casa de campo por pequeña que fuera.
—Uno o dos días. — dijo él y fue a alejarse de ella.
—No. — gritó ella en voz baja. — No me dejes. Necesito tu calor.
Entonces se dio cuenta de lo mucho que le había afectado el día. Willow no
sólo era práctica, era valiente. No era sólo el frío lo que la estremecía esta noche;
era que había sido testigo de cómo mataba a tres hombres. Por mucho que
supiera que había que hacerlo para protegerlos a ambos, no era algo que se
olvidara fácilmente.
—Voy a buscar unas ramas de pino y a hacer un jergón para que durmamos,
para que el frío del suelo no se nos meta en los huesos. — dijo él.
Ella lo utilizó para apoyarse mientras, lentamente y con unos suaves gemidos,
comenzaba a ponerse de pie.
—Te ayudaré.
Slatter la ayudó a ponerse en pie mientras él hacía lo mismo. Podría discutir
con ella que no necesitaba su ayuda, pero sería inútil. Todo iría más rápido si la
dejara hacer lo que quisiera, ya que ella lo haría de todos modos.
Terminaron en poco tiempo y Slatter extendió una manta sobre el estrecho
jergón.
—Mantén la espalda pegada al fuego y el pecho pegado al mío y estarás
caliente. — dijo mientras la ayudaba a tumbarse en la cama improvisada.
Ella se puso de lado, de espaldas al fuego, como él le había sugerido, y le
tendió la mano.
—Date prisa, necesitamos el calor del otro.
Slatter extendió otra manta sobre ella, y luego se deslizó bajo ella, rodeándola
con su manto mientras iba a acercaba a él. No tuvo que hacerlo, ella se apretó
tanto contra él que pensó que se deslizaría dentro de él. Su brazo le rodeó la
cintura y su pierna se introdujo entre las dos de él, aunque él no se opuso.
Ambos necesitaban el calor para combatir el frío. Ella metió la cabeza en el
hueco de su cuello, buscando un lugar para mantener su cara caliente.
Él metió la mano por debajo de la capa para acariciar su espalda cuando ella
siguió temblando y se maldijo en silencio. Debería haber dejado que los
guerreros de Tarass la llevaran a casa, donde estaría a salvo y se mantendría
caliente. Pero no, no lo hizo y ¿por qué? Cuando vio que se la llevaban, una furia

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se apoderó de él. Él la devolvería a su casa y nadie más. Después de todo, ella era
su esposa.
Su esposa.
Tenía que dejar de pensar en ella de esa manera. Su matrimonio había nacido
de la necesidad y terminaría de la misma manera. Y no podía permitirse olvidar
eso.
Willow levantó la cabeza para mirarlo.
—Tengo mucho frío.
Él actuó por instinto y acercó sus labios a los de ella, que estaban temblando.
No tardó en ahuyentar el frío y el temblor de sus labios, aunque eso no le
impidió seguir besándola. ¿Por qué iba a dejar de hacerlo si ella respondía con
tanto entusiasmo?.
Había anhelado esto, anhelaba besarla, tenerla cerca, sentir algo más que el
vacío que lo consumía. Ella sabía a dulzura, a bondad y a algo más, algo que él
luchaba por negar, algo que creía que nunca encontraría... amor.
El pensamiento le pinchó. Persistiendo allí, atormentándolo... amor. No era
posible. Al menos no para él. Sin embargo, ella sabía tan bien, cálida y atractiva,
y se apretaba contra él con una pasión que no podía ser ignorada.
Ella lo deseaba tanto como él a ella.
Luchó contra la enloquecedora pasión y separó sus labios de los de ella con
gran dificultad.
—Te tomaré aquí y ahora si no nos detenemos. — dijo con un gruñido salvaje.
Willow cerró los labios con fuerza, el sano raciocinio se apoderó de ella
mientras luchaba por controlar la respuesta que apresuradamente deseaba
espetar:
Tómame; soy tuya.
¿En qué estaba pensando? Esto no podía ser. Nunca podría serlo. ¿No era así?
Hasta que no pudiera dar sentido a las cosas, no tendría respuesta y sin una
respuesta, sin un pensamiento razonable ¿cómo podría confiar en sí misma para
hacer algo?
Dijo lo que sentía.
—Me haces tambalear con demasiada facilidad.
Slatter apoyó su frente en la de ella.

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—Eso no es algo que debas decirme, mo ghaol.
¿Su mente cansada lo escuchó correctamente? ¿Acaba de llamarla mi amor?
Sé sensata, Willow, estás cansada y estás escuchando lo que crees que te gustaría oír, se
advirtió a sí misma. Tu matrimonio es una mentira. Tu marido es un mentiroso. Y lo más
importante, no te quiere.
—Estoy cansada. — dijo ella como si eso lo explicara todo.
—Duerme. — le instó él.
Por favor, duerme o acabaré sellando nuestros votos, sellándonos juntos para el resto de
nuestras vidas.
Un pensamiento que era más atractivo de lo que él hubiera imaginado, pero
que no era posible en absoluto.
Cuando el cuerpo de ella se volvió flácido por el sueño y su respiración se
volvió ligera, él no pudo sentirse más aliviado. Por supuesto, eso no ayudó al
dolor de su ingle ni alivió sus pensamientos de hacer el amor con ella. Deseaba
a su mujer con una pasión que nunca había conocido.
Tenía necesidad de una mujer. Era como un deseo que necesitaba ser
consumado y cuando esa necesidad se presentaba, él iba a buscar una mujer
dispuesta. Esto era diferente. No era un deseo que tenía por Willow, era una
sed que temía que nunca se saciaría. Siempre la querría y no sólo para hacer el
amor, sino para abrazarla, besarla, envolverse en ella y dormir más contento de
lo que lo había hecho en mucho tiempo.
Mo ghaol.
La había llamado mi amor y lo había dicho en serio.
Él estaba en serios problemas.

Willow se despiertó con mucho frío, temblando después de frotarse los ojos
para asegurarse de que era una ligera capa de nieve lo que veía que la cubría a
ella y a Slatter.
Sonrió cuando le oyó murmurar varios juramentos.
—Tenemos que ponernos en camino antes de que esta nieve empeore. — dijo
Slatter y se puso en pie, extendiendo la mano para ayudarla a levantarse.

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Willow se levantó con un escalofrío y su marido se apresuró a rodearla con
sus brazos. Se sintió llorosa, aunque no se le saltaron las lágrimas. Le encantaba
la forma en que él siempre la abrazaba sin preguntar. Era como si supiera lo que
ella necesitaba de él y se lo diera sin dudarlo. Lo echaría de menos cuando se
separasen y el pensamiento hizo que una sola lágrima aflorase a un ojo.
—Tenemos que irnos. — dijo él, soltándola de mala gana. — Esta nieve
podría empeorar.
Ella asintió mientras fingía frotarse el sueño de los ojos para que él no viera
la lágrima que resbalaba por su mejilla, y luego recogió las mantas mientras
Slatter volvía su atención al fuego que se había apagado hacía horas. Pronto
estuvieron sobre el caballo y en camino. La nieve seguía siendo ligera, pero
después de viajar unas tres horas, los copos de nieve parecían consumir el cielo
al caer rápidamente sobre la tierra.
Después de otra hora, Slatter se detuvo y guio el caballo bajo un árbol alto.
No desmontó. Cepilló lo que cubría de nieve a Willow mientras decía:
—Falta una hora más para llegar a nuestro destino, aunque con el
empeoramiento de la nieve probablemente tardaremos más.
—Entonces no deberíamos perder ni un minuto más. — dijo ella, dándose
cuenta de que él le estaba haciendo saber que el resto de su viaje no sería fácil.
—Es una cabaña cálida, buena comida y una cara amable la que nos recibirá.
— le aseguró él.
Ella sonrió.
—Entonces, ¿por qué esperas? Sigamos nuestro camino.
—Mantén tu capa a tu alrededor y yo mantendré mi capa sobre ti también. Y
mantente acurrucada contra mí para entrar en calor.
—¿Y tú? — preguntó ella con preocupación.
Él se inclinó y le dio un beso en los labios.
—Me mantendrás caliente.
Willow lo hizo. Se mantuvo acurrucada contra él y periódicamente frotaba
los brazos y la espalda masculina, fomentando el calor en su carne, mientras
luchaban juntos contra la tormenta de nieve.
Slatter se había visto envuelto en muchas tormentas de nieve, pero nunca en
una tan agradable como ésta. Su mujer se empeñaba en mantenerle caliente y lo
hacía, de más maneras de las que ella se daba cuenta. Tenía un toque cariñoso,
pero lo que más le llegó al corazón fueron sus ojos verdes, llenos de

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preocupación cuando lo miraba mientras sus dedos le quitaban la nieve de la
cara.
Se preocupaba de verdad por él y que Dios la ayudara, porque al final él le
traería dolor.
La nevada dificultaba el viaje. La nieve intensa podía hacer imposible el viaje.
La visibilidad era escasa, el camino desaparecía, las marcas también. Pero él
había aprendido a combatir la nieve y por eso procedía con confianza.
Pasaron casi dos horas cuando reconoció la zona y se sintió aliviado ya que
no habrían podido viajar mucho más lejos.
—Ya falta poco. — dijo, inclinándose para hacérselo saber a Willow.
Poco después, divisó la pequeña cabaña a través de la nieve que caía. Dirigió
el caballo hacia el refugio cerrado que una vez fue el hogar de un caballo, pero
ya no. Una vez cerca, desmontó y ayudó a su mujer a bajar del caballo. Llevó al
animal al interior del refugio y se ocupó de su cuidado, sonriendo cuando su
mujer colocó una de sus mantas sobre el caballo.
Cuando terminó, la tomó de la mano y la condujo a la cabaña, ansioso por ver
a la mujer dentro.
Slatter abrió la puerta, con una sonrisa en el rostro, dispuesto a gritar un
saludo y se detuvo.
El fuego no era más que brasas y en la parte delantera del hogar yacía una
mujer de pelo gris, cuyos mechones se habían soltado de su larga trenza. Slatter
se apresuró a acercarse a ella y cuando la volteó suavemente, fue para ver que la
sangre empapaba la parte delantera de su vestimenta.
Willow se acercó para ver los ojos de la mujer abrirse y ver la preocupación
en su rostro mientras miraba a Slatter y se esforzaba por hablar.
Slatter le sacudió la cabeza.
—No intentes hablar. Ya estoy aquí. Todo irá bien.
Por la mirada de la anciana, Willow no pensó que ella creyera en él.
Slatter miró a Willow.
—Por favor, ayúdala. Es mi abuela.

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Capítulo 11

—No, no la muevas todavía. — dijo Willow, impidiendo que su marido


levantara a su abuela en brazos mientras se apresuraba a ir a su lado.
—El suelo de tierra está frío y ella también. — argumentó Slatter y Willow
le puso la mano en el brazo para evitar que la moviera.
—Si todavía sangra, podría perder más sangre al moverla, lo que no la
ayudará. Si detenemos el flujo de sangre antes de moverla, le servirá. Y mientras
me encargo de eso, puedes encender un fuego y calentar la habitación, lo que
también la beneficiará.
Slatter estaba a punto de discutir cuando asintió.
—Lo que tú digas, esposa, tú eres la sanadora.
—¿Su nombre? — Preguntó Willow en voz baja.
—Sara. — dijo Slatter casi con reverencia.
Willow le dio un suave empujón en el brazo y él se movió y dejó que se
ocupara de su abuela mientras encendía un fuego, aunque mantuvo un ojo
vigilante sobre las dos mujeres que significaban más para él de lo que jamás
admitiría.
—Sara. — dijo Willow, pasando una suave mano por la frente de la mujer
mayor y preocupada por el ligero calor que sentía allí. — Soy Willow y voy a
ayudarte.
Los ojos de Sara revolotearon mientras se esforzaba por abrirlos, pero no lo
consiguió.
Willow le cogió la mano.
—Puedes apretar mi mano para hacerme saber que me escuchas.
Se sintió aliviada al sentir un ligero apretón.
—Tu nieto está aquí. Te tomará la mano en un momento. Está encendiendo
el fuego y pronto estarás caliente y en la cama. Pero primero voy a ver tu herida.
Otro ligero apretón en la mano le dijo a Willow que la mujer había entendido,
una buena señal.

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Por lo que Willow pudo ver, la herida del hombro había dejado de sangrar,
pero la sangre aún goteaba de una herida en el costado. Necesitaba que le
limpiaran las dos antes de poder ver el daño que le había dejado.
Willow miró a su marido.
—Levántala con cuidado y colócala en la cama con la misma delicadeza.
Slatter cogió la mano de su abuela antes de cogerla en brazos.
—Debes ponerte bien, Seanmhair. Quiero que conozcas a Willow, no sólo a la
mujer que te curará, sino a mi esposa.
Los ojos de la anciana revolotearon con locura, tratando de abrirlos
desesperadamente.
—Cúrate, Seanmhair, cúrate, para que puedas conocer a la hermosa mujer con
la que me casé. — dijo y la levantó suavemente en sus brazos.
Una vez en la cama, Willow se puso a trabajar, enviando a Slatter a recoger
nieve en un cubo y derretirla junto al fuego. Cuando regresó y colocó el cubo
lleno de nieve junto a la chimenea, ella le tomó la mano y se acercó a la puerta.
Le habló en un susurro.
—La herida del hombro no es demasiado profunda y ha dejado de sangrar.
Tengo un poco de musgo esfagno, espero que suficiente, para taponar la herida.
Es la herida del costado la que me preocupa, aunque creo que, si se cauteriza,
puede sobrevivir. Tengo algo de fluellen para ayudar a tratar su fiebre, pero me
temo que no será suficiente. ¿Tienes un curandero en tu hogar?
—No, no hay curandero allí, y tampoco mucho de mi hogar. — admitió
Slatter.
—Haré lo que pueda, pero si la llevamos a mi casa, tendrá más posibilidades
de sobrevivir. Por ahora, necesito tu ayuda para quitarle esas prendas
ensangrentadas y cauterizar la herida.
—Lo que necesites de mí. — dijo él, pensando que tal vez no tendría más
remedio que llevarla a casa de Willow y que si su abuela supiera las
consecuencias que tendría para él el que hiciera eso, ella misma le diría que la
dejara morir. Y él no dejaría que eso sucediera.
Willow no podía superar la ternura de su marido hacia su abuela ni cómo
compartía su dolor, su rostro hacía una mueca cada vez que ella se estremecía.
Pero eso no era todo lo que veía en sus ojos oscuros. Vio que la ira bullía allí y
era obvio que llegaría un momento en el que él encontraría al que le hizo esto a
su abuela y no dudó de que mataría al culpable.

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Cuando llegó el momento de cerrar la herida, Slatter se inclinó sobre su
abuela, le besó la mejilla y le susurró al oído:
—Lamento causarte más dolor.
Willow cogió la mano de la anciana y se sorprendió de la fuerza de los dedos
que se cerraron con fuerza alrededor de los suyos.
La anciana soltó un grito y sus ojos se abrieron de par en par y, antes de que
un desmayo se apoderara de ella, sus ojos encontraron a su nieto, y sonrió.
—Voy a matar al bastardo que le hizo esto. — dijo Slatter como si se
comprometiera a un voto que se cumpliría a toda costa.
—Ayúdame a acomodarla cómodamente antes de que se despierte y sufra
más dolor por nuestro traslado. — dijo Willow y Slatter no dudó en ayudar.
Cuando terminaron, Slatter se sentó al lado de su abuela en la cama,
sosteniendo su mano mientras Willow revisaba su bolsa de curación para ver
lo que le quedaba.
—¿Qué pasa? — preguntó Slatter, captando la mirada preocupada de su
mujer.
—Tengo menos de lo que pensaba para ayudar a tu abuela. Le di la mayor
parte de lo que tenía a Roanna para Erna y a Crofton para su abuela. Sara
necesita más de lo que tengo para ayudarla a sanar y su curación va a llevar
tiempo. Necesitará atención y cuidados, y no está segura aquí. ¿Y si el culpable
vuelve?
—Yo también he pensado lo mismo, aunque lo que no puedo entender es por
qué alguien le haría esto. — Sacudió la cabeza.
—Hay algo más que te preocupa. — dijo Willow, viendo la mirada
preocupante en sus ojos oscuros.
Slatter miró a su abuela, que dormía plácidamente, y aunque debería sentirse
aliviado, no lo estaba. Estaba demasiado pálida y más parecía que la muerte la
hubiera reclamado a que tuviera un sueño reparador.
Se volvió hacia su esposa.
—Como puedes comprobar, mi abuela es muy pequeña. No podría
defenderse de un guerrero y mucho menos de uno con un arma. — Se rió. —No
es que no lo intentase. Es una luchadora.
Willow escuchó no sólo el orgullo que sentía por su abuela sino el evidente
amor que sentía por ella.

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—Entonces, ¿por qué dos heridas? ¿Por qué no una herida que acabase con
su vida? A menos que... — él dejó que sus palabras se desviaran y dejó que sus
pensamientos se consumieran a fuego lento antes de volver a hablar. — A menos
que hubiera algo que él quisiera de ella. Las heridas no eran para matar. Estaban
destinadas a hacer que ella se rindiera a lo que fuera que esa persona quería.
¿Pero qué? — Examinó la pequeña habitación. — Nada parece haber sido
tocado y ella no tiene nada de valor.
—Tu abuela te lo puede contar todo en cuanto se despierte.
—¿Se despertará? — Preguntó Slatter.
—Me gustaría poder decirte que estará bien, pero sinceramente no lo sé. Se
ha calentado al tacto desde la primera vez que sentí su frente y no tengo
suficientes hojas para preparar lo que necesita, ni telas limpias para vendar sus
heridas adecuadamente.
—¿Podría sobrevivir a los dos días de viaje hasta tu casa? — preguntó,
dirigiendo la mirada a su abuela. — Yo podría hacer una camilla para que el
caballo tirara de él. Podríamos envolverla en mantas.
—No sería prudente arrastrarla por la nieve. Necesita descansar. Veamos
cómo se encuentra en un día o dos.
Willow se puso a preparar un brebaje con las pocas hojas que tenía,
esperando que fuera suficiente para ayudar hasta que pudieran conseguir más.
Cuando terminó, buscó comida en la pequeña habitación y encontró algunos
tubérculos guardados en una cesta. Serían suficientes para hacer una sopa, que
serviría a la anciana.
De vez en cuando echaba una mirada a Slatter. Él permanecía al lado de su
abuela, tomándole la mano como si compartiera su fuerza con ella. Puede que
haya discutido con ella alguna vez sobre si era amable o no, pero verlo ahora le
confirmaba a Willow que la amabilidad residía en él y el amor también. No es
que él lo admitiera.
Era un hombre que sería un buen marido... sólo si una esposa pudiera confiar
en que no le mentiría.
Fue más de una hora después, cuando Willow estaba inclinada sobre el
hogar, revolviendo la sopa que burbujeaba en la olla sobre las llamas, que su
marido se acercó por detrás de ella y deslizó su brazo alrededor de su cintura
para girarla hacia él.
—Te debo mucho. — dijo, apartando suavemente el largo mechón de pelo
rojo oscuro que caía sobre su ojo para colocarlo detrás de la oreja.

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—No me debes nada. Soy yo...
Le puso un dedo en los labios, impidiéndole hablar.
—Eres una buena mujer, mo ghaol, — Hizo una pausa, dejando que las
palabras que siguieron permanecieran en sus pensamientos… y te mereces un buen
hombre. — Te estaré eternamente agradecido por cuidar de mi abuela.
Willow sonrió suavemente.
—Ahora también es mi abuela.
—Sí, lo es. — dijo Slatter y deseó que así fuera.
Casi sacudió la cabeza al pensarlo. No podía seguir pensando así. No podía
seguir acostumbrándose a tenerla con él. No podía permitirse creer que se
estaba enamorando de ella. Si lo hacía, nunca la dejaría ir.
Willow frotó suavemente el profundo pliegue de su frente.
—No te preocupes tanto. Nosotros cuidaremos bien de ella.
Nosotros.
Ella hacía la curación, pero hablaba como si lo hicieran juntos, una pareja, un
matrimonio. ¿Cómo era que se sentía tan unido a esta mujer? ¿O cómo era que
sentía que ella le pertenecía y que él le pertenecía a ella, y que ningún otro debía
interponerse entre ellos?
Sonoba como Lander cuando hablaba de la madre de Slatter. El hombre había
comentado una y otra vez cómo había perdido todo el sentido común y el
razonamiento sensato cuando había conocido a Blair. Slatter solía reírse y
Lander se reía y decía que esperara a que le pasara a él.
¿Le había pasado a él?
Un gemido de Sara hizo que ambos se apresuraran a su lado y cuando Willow
le palpó la cabeza, la preocupación le retorció el estómago. La fiebre se había
instalado.
—Llena el cubo de nieve. — le ordenó a Slatter y éste no dudó en hacer lo que
ella le decía.
En cuanto volvió, Willow se puso puñados de nieve en la frente y alrededor
del cuello.
—Mi madre hacía esto algunas veces cuando la fiebre era alta. Espero que
esto ayude a alejar la fiebre.
Slatter miró a su abuela, temiendo por ella mientras yacía allí como si
estuviera sin vida. Apoyó una mano firme en el hombro de su esposa y ella se

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volvió para mirarlo con preocupación en sus ojos verdes. No estaba seguro de
por quién se preocupaba, si por su abuela o por él.
—Tengo que irme un rato. — dijo y no le sorprendió que Willow pareciera
esperarlo.
—Vas a ver si el culpable sigue rondando por ahí. He pensado lo mismo. —
La preocupación creció en sus ojos. — Tendrás cuidado.
—¿Es una orden, esposa? — preguntó con una sonrisa burlona.
—Sí, lo es y obedecerás si sabes lo que te conviene. — dijo ella con un brillo
en los ojos que parecía aliviado de compartir un momento de luz con él.
Cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Y cuál es mi recompensa por esta obediencia?
El brillo abandonó sus ojos y fue sustituido por una suavidad cariñosa en la
que temió ahogarse.
—Brazos de bienvenida, un cálido abrazo y un beso. — dijo ella, una
recompensa que ella misma favorecería.
Él se quedó sin palabras por un momento, luego se inclinó para acercar su
cara a la de ella y dijo:
—Por tan buena recompensa lucharía contra el mismísimo diablo. — Rozó
sus labios con los de ella, luego cogió su capa de la silla, se dio la vuelta al llegar
a la puerta y volvió hacia ella, sacando su daga de la funda que llevaba en la
cintura. — Si es el diablo quien atraviesa esa puerta y no yo, usa esto con él.
Willow la cogió, asintió y envió una oración silenciosa al cielo, mientras él
cerraba la puerta tras de sí, para que ella no tuviera que luchar contra el diablo
hoy.
Volvió a prestar atención a Sara y se preguntó por la mujer. ¿Por qué vivía tan
aislada de la familia? ¿Por qué no vivía con su nieto? ¿Podría estar escondiéndose
de algo o de alguien? Si lo hacía, Slatter no habría tenido conocimiento de ello,
ya que se habría ocupado del asunto a toda prisa.
Willow sacudió la cabeza. A veces maldecía el modo en que funcionaba su
mente, siempre buscando la razón, siempre tratando de dar sentido a las cosas.
Desearía poder dejar algunas cosas en paz, no cuestionar ni indagar para
encontrar una razón detrás de ellas, no ser práctica.
Una sonrisa se apresuró a aparecer en su rostro. Ciertamente no había sido
práctica cuando eligió quedarse con Slatter en lugar de ir con los guerreros de

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Tarass, aunque intentó convencerse de lo contrario. A veces se lo cuestionaba,
pero no se arrepentía.
El problema ahora era que cuanto más tiempo pasaba con su marido, más
tiempo quería pasar con él. Un temor la invadía cuando pensaba en la
posibilidad de separarse, de no volver a verlo, y sin embargo, ¿qué otro recurso
les quedaba? ¿Y qué había de la facilidad con la que mentía? ¿Cómo podía pasar
su vida con un hombre cuya lengua era cuestionada constantemente?
Tantos obstáculos para ellos, quizás demasiados.
Con la sonrisa borrada, volvió a trabajar con Sara, aplicando más nieve a
medida que ésta empezaba a derretirse. Se sintió aliviada cuando la nieve
ahuyentó la fiebre. Pero no sabía cuánto tiempo la mantendría a raya.
No pasó mucho tiempo antes de que se paseara por el suelo frente a la
chimenea, preguntándose qué estaría reteniendo a Slatter. ¿Se había encontrado
con el culpable? ¿Podría estar en problemas? ¿O era la preocupación lo que la
hacía pensar que había estado fuera más tiempo del que realmente había estado?
¿Y si le pasaba algo? ¿Qué haría ella? ¿Cómo pondría a Sara a salvo? Sacudió
la cabeza. No tenía sentido preocuparse por algo que aún no había sucedido.
Además, después de haber visto el hábil guerrero que era su marido, no había
razón para que pensara que le podía haber pasado algo malo.
Desgraciadamente, eso no hizo que dejara de preocuparse. Persistía,
pinchando y aguzando el oído como el arbusto espinoso en el que se había
metido mientras se escondía de la batalla que había iniciado esta aventura.
Un gemido llamó su atención y se acercó al lado de Sara y vio que temblaba.
Podría ser por la nieve o la fiebre podría estar haciendo de las suyas. Decidió ver
si podía darle un poco de sopa a la mujer.
Llenó un cuenco de madera con el líquido caliente y, tras coger una cuchara
de madera, se sentó junto a Sara. Tuvo cuidado de dejar que cada cucharada se
enfriara un poco antes de ponérsela suavemente en los labios para que goteara.
Una vez que Sara lo probó, lo lamió con avidez. Una buena señal que hizo
sonreír a Willow.
Estaba limpiando la cara de Sara cuando oyó a alguien en la puerta. Se
apresuró a cambiar el cuenco por la daga que había sobre la mesa mientras
rezaba para que fuera Slatter quien entrara por la puerta.
La puerta se abrió y, por un momento, no estuvo segura de quién estaba allí.
La capucha de la capa oscura estaba demasiado bajada para que pudiera ver la
cara de la persona y la capa estaba cubierta de nieve.

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De repente, la capucha se echó hacia atrás y la mano de Willow se apartó de
la daga con alivio.
—La nevada impide ver mucho y cubre cualquier rastro que pudiera haber.
— dijo Slatter, después de cerrar la puerta y se apresuró a despojarse de la capa
y colgarla en la clavija de la pared. Se dirigió directamente al fuego, estirando
las manos para calentarlas. — ¿Cómo está mi abuela?
Willow quiso correr a sus brazos, hacerle saber lo aliviada que estaba de que
hubiera vuelto sano y salvo, abrazarlo con fuerza, sentir sus brazos
envolviéndola, pero él había buscado el calor del fuego, no el suyo. Y no podía
decir que no se sintiera decepcionada, por muy tonta que se sintiera.
—La nieve le ha bajado la fiebre y aunque todavía no se ha despertado del
todo, he podido darle de comer un poco de sopa, que ha comido con ganas.
—Me alegro de oírlo. — dijo él, frotándose las manos enérgicamente.
—Te traeré un plato de sopa. Te ayudará a entrar en calor.
Se volvió hacia ella.
—No antes de recibir mi recompensa. Saber que la reclamaría a mi regreso,
hizo mucho para mantenerme caliente en el frío. — Extendió sus brazos hacia
ella. — Ven a mí, mo ghaol.
Su corazón parecía revolotear en su pecho y perdía todo el sentido común
cada vez que él la llamaba mi amor. Sonaba tan sincero y era demasiado
embriagador como para ignorarlo. Además, ella le había prometido una
recompensa.
Pobre excusa, Willow, pobre excusa. Sólo quieres estar en sus brazos.
Sus pensamientos admonitorios no podían ser más acertados, y se lanzó a sus
brazos con entusiasmo.
Un escalofrío aún persistía en él, filtrándose en ella en cuanto apretó su
cuerpo contra el de él, pero sus manos eran cálidas cuando se posaron en su
espalda mientras la abrazaba fuertemente contra él.
Ella estaba en casa.
Un pensamiento loco, y, sin embargo, se sentía bien. Estaba en casa en sus
brazos. La abrazaba con fuerza y confianza, y con una actitud posesiva que le
hacía saber que nunca la dejaría ir. Lo cual le parecía bien, ya que estaba justo
donde quería estar.
Sus ojos se mantuvieron brevemente.

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— Tendré ese beso ahora.
—Y te lo daré con gusto. — susurró ella y llevó sus labios a posarse sobre los
de él.
Slatter supuso que había cambiado de opinión cuando sus labios no hicieron
ningún movimiento para besarle. Cuando de repente, como si saliera de un
trance, sus labios le dieron un beso impresionante que le hizo responder
rápidamente.
Era como si algo se hubiera liberado en ella. Que hubiera tirado la cautela al
viento sin pensarlo dos veces. Que lo besara con una pasión nueva para ella. Que
le besara sin dudas ni reservas.
Pasó la mano por la curva de su espalda, anhelando ese pequeño toque de
intimidad, advirtiéndose a sí mismo que no debía ir más lejos, recordándose que
no era el momento ni el lugar. Pero había un dolor en él que no sabía que tenía
y que aumentaba cada vez que tocaba a su mujer. Podía ser la simple forma en
que los dedos de ella envolvían su mano cuando él la tomaba, como si le diera la
bienvenida a casa. O la forma en que ella encajaba perfectamente en sus brazos.
O cómo nunca había probado la pasión hasta que la había besado.
Sí, había un dolor en él. Un dolor por una mujer que nunca podría tener.
Terminó su beso con un tierno tirón del labio inferior de ella, luchando
consigo mismo para soltarla.
—No soy el hombre adecuado para ti, leannan. — susurró.
El beso le había robado el aliento y, aunque ella no quería admitirlo, había
intentado ignorarlo, negarlo, temía que él le hubiera robado el corazón.
—Eso lo decido yo. — se encontró diciendo.
—Créeme cuando te digo que no soy bueno para ti. — se alejó de ella.
—No puedes decirme que no eres un buen hombre, no después de haberte
visto sufrir junto a tu abuela o de haber visto en tus ojos el miedo a perderla.
Él le dirigió un profundo ceño.
—He pedido tu confianza cuando era más importante. Ahora es más
importante que nunca que confíes en mí en esto. Te arrepentirías de seguir
siendo mi esposa.
—¿Por qué? — preguntó ella. — ¿Es que soy demasiado sencilla para ti? ¿no
me encuentras atractiva? O tal vez no soy lo suficientemente fuerte. ¿Es que
quieres una mujer más valiente? ¿O es que soy virgen y no sabría cómo satisfacer
a un hombre tan experimentado en copular como tú?

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Los ojos de Willow se abrieron de par en par y dio un salto. Pero no tuvo
tiempo de moverse, su marido estaba sobre ella tan rápido, con su mano en la
nuca agarrándola firmemente. Y la ira se cocía a fuego lento en sus ojos oscuros
e insondables.
—Escúchame bien, esposa, veo una belleza eterna cada vez que te miro. La
mayoría de las veces no puedo apartar mis ojos de ti ni tener un pensamiento en
mi cabeza que no te incluya. — Se detuvo y un sonido parecido a un gruñido
salió de él antes de continuar. — Y me atraes como ninguna otra mujer y lo has
hecho desde que te vi por primera vez. ¿Fuerte? ¿Valiente? No he conocido a
ninguna mujer que pueda compararse con tu fuerza y tu valor. — Bajó su cara
más cerca de la de ella. — Creo que te dije una vez que no sería un desahogo lo
que te daría. Haríamos el amor y una vez que lo hiciéramos, nunca te dejaría ir.
Su boca descendió sobre la de ella en un beso de castigo, casi como si
intentara asustarla, pero no funcionó, no después de escuchar sus últimas
palabras.
Nunca te dejaría ir.
Su beso se detuvo bruscamente y fue entonces cuando Willow escuchó los
gemidos de Sara.
Su mano la soltó en cuanto se giró y la siguió hasta la cama.
—Le vuelve a subir la fiebre. — dijo Willow, con la mano en la frente de la
anciana.
Slatter llegó al cubo antes de terminar de decir:
—Traeré más nieve.
Fue una noche difícil. Se turnaron para cuidar a su abuela. Durmieron poco,
pero cuando amaneció, su fiebre había desaparecido, dejándolos a ambos muy
aliviados, aunque no completamente libres de preocupaciones. Willow sabía
que la fiebre podía volver a aparecer y aún existía la posibilidad de que sus
heridas volvieran a infectarse. Y aunque no se lo mencionó a Slatter, se dio
cuenta de que él ya lo sabía.
En cuanto vio que la nieve había cesado, le dijo que iría a cazar, con la
esperanza de encontrarles una comida más sustanciosa.
Con Sara durmiendo plácidamente y Slatter cazando, Willow decidió
refrescarse con un rápido lavado. Cogió el cubo de madera vacío, sin molestarse
en la capa, ya que no tardaría en recoger algo de nieve para derretirla junto al
hogar.

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Lanzó una mirada a Sara, comprobando cómo estaba mientras abría la puerta
y mantenía la cabeza girada para asegurarse de que cerraba bien la puerta, no
queriendo que entrara aire frío en la cabaña. Se giró y dio un paso, deteniéndose
bruscamente, cayéndosele el cubo de la mano.
A unos metros de distancia se encontraban no sólo Rhodes y sus guerreros,
sino también los guerreros de Ruddock.

- 110 -
Capítulo 12

—Tú eres una mujer difícil de encontrar, pero ahora que lo he hecho, no
volverás a escaparte de mí. — dijo Rhodes, dando un paso hacia ella y se detuvo
cuando su mano salió disparada frente a ella.
—No te molestes en acercarte a mí, ya que no voy a ninguna parte contigo.
— dijo con la preocupación por su marido llenando cada uno de sus
pensamientos. Si volvía ahora, lo capturarían. ¿Qué pasaría entonces? ¿Y qué
pasaría con Sara? Ella necesitaba cuidados.
—Tenemos órdenes de llevarte a casa sana y salva.
Willow se alegró al ver que era William quien hablaba. Llevaba un vendaje
limpio alrededor de la cabeza y tenía mucho mejor aspecto desde la última vez
que lo había visto.
—¿Estás bien, William? — preguntó.
—Gracias a ti y me gustaría devolverte esa amabilidad y acompañarte a casa
sin ningún problema.
—Eso es muy amable de tu parte, William, pero no estoy lista para ir a casa
todavía. — dijo ella, ocultando su preocupación lo mejor que podía para poder
pensar con más claridad y encontrar una solución apresurada.
—Estés o no preparada, te vas a casa. — le ordenó Rhodes.
Una respuesta rápida y punzante salió de la lengua de Willow.
—Los hombres de Lord Ruddock se encargarán de verme regresar a casa.
Esto no tiene nada que ver contigo.
—Te equivocas. — dijo Rhodes y marchó hacia ella, aunque William le hizo
detenerse bruscamente con un grito seco de su nombre.
—Rhodes, dame un momento para hablar con Willow.
Que William se dirigiera a Rhodes como si el hombre estuviera al mando la
perturbó. ¿Acaso los hombres de Tarass habían recibido instrucciones de dirigir
la misión para rescatarla?

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—¿Qué hay que decir? — preguntó Rhodes con fastidio. — Ella debe venir
con nosotros y tú y tus guerreros están encargados de encontrar a Slatter y
devolverlo a Lord Tarass para que cumpla su castigo.
—¿Quién ha dado tal orden? — Preguntó Willow.
—El Señor del Fuego. — gruñó Rhodes.
—Él no tiene nada que decir sobre mí. — dijo Willow levantando
desafiantemente la barbilla.
Rhodes sonrió.
—James, Jefe del Clan Macardle, le dio al Señor del Fuego autoridad sobre ti
cuando los hombres de Lord Ruddock llegaron al Clan Macardle heridos.
William, — hizo un gesto con la cabeza hacia el guerrero — aceptó de buen
grado nuestra ayuda, ya que dudo que quiera volver a casa y decirle a Lord
Ruddock que una tropa de Northwick no pudo acompañarle a casa sana y salva.
Recibí la noticia de lo que se iba a hacer y William lo confirmó una vez que se
unió a nosotros. A diferencia de William, yo me encargaré de cumplir con mi
deber sin incidentes. — Su sonrisa se había desvanecido hacía tiempo. — Coge
tu capa. Nos vamos ahora.
¿Se podría ir con él para alejarlos de aquí, para que su marido estuviera a
salvo? Pero, ¿qué tan seguro estaría con William y sus hombres buscándolo?
Dejó de lado la razón e hizo algo que nunca había hecho antes. Dejó de lado la
precaución y se mantuvo firme.
—No me importan las órdenes que te hayan dado, no voy a ir contigo. — dijo
Willow, cuadrando los hombros, preparada para una pelea.
—No es tu elección. — dijo Rhodes y se abalanzó sobre ella.
Willow reaccionó, recogiendo el cubo que se le había caído y lanzándolo
contra Rhodes.
Él lo apartó de su camino con el brazo, y la agarró por el brazo, sus dedos se
lo rodearon como un grillete antes de que ella pudiera moverse fuera de su
alcance.
—Mira si alguien se esconde en la cabaña y coge su capa. — ordenó Rhodes
y uno de sus hombres fue a obedecer.
—Hay una anciana herida y con fiebre, dejadla en paz. — exigió Willow,
mientras luchaba por liberarse.
Rhodes asintió hacia la cabaña y el joven guerrero se dirigió a la puerta.

- 112 -
—Hazle cualquier daño y te veré sufrir el fuego del infierno por ello. —
amenazó Willow a Rhodes.
Él la ignoró, como si su amenaza no significara nada, como si fuera inútil, y
eso encendió aún más el temperamento de Willow.
—Suéltame ahora. — exigió, tirando de su brazo con toda la fuerza que pudo
y sin darse cuenta de que la nieve empujaba bajo su camisa y su túnica mientras
Rhodes la arrastraba hacia su caballo, con sus botas clavadas en la nieve para
intentar detenerlo.
La ira de Willow creció. Deseó que su marido estuviera allí, y luego deseó que
no estuviera. Lo atraparían junto con ella y ¿qué pasaría con Sara?
—No puedes dejar sola a la anciana. Tienes que llevarla a mi casa conmigo.
— exigió Willow.
—Ella no es mi problema. — dijo Rhodes.
—Pero es el mío. — argumentó Willow, odiando al hombre por ser tan
despiadado y molesta con ella misma por ser tan indefensa.
¿Qué haría Sorrell?
Con la pregunta silenciosa llegó una respuesta y Willow apretó la mano y la
llevó tan rápido que realmente aturdió a Rhodes cuando conectó con su
mandíbula. Por desgracia, no lo aturdió lo suficiente como para liberarla,
aunque sí lo enfureció.
Rhodes le dio un fuerte tirón del brazo y Willow tropezó casi cayendo de
rodillas, y gritando de dolor cuando él volvió a tirar de su brazo para evitar que
cayera.
—Suelta a mi mujer o te mataré.
Eso aturdió a Rhodes lo suficiente como para aflojar su agarre sobre ella y ella
aprovechó inmediatamente y se soltó de su agarre y corrió hacia su marido, que
estaba de pie en el lado de la casa de campo.
Slatter la atrapó con un brazo, con su espada agarrada en la otra mano.
—¿Estás herida?
Ella negó con la cabeza y, aunque aliviada por tener su brazo firme alrededor
de ella, se preocupó por su seguridad.
William fue el que preguntó:
—¿Willow es tu esposa?

- 113 -
—Lo es y no irá a ninguna parte contigo. — dijo Slatter, la fuerza de su voz
no dejando dudas de que lo decía en serio.
—Esto supone un problema. — dijo William, volviéndose hacia Rhodes.
—¿Qué problema? A mí se me encargó traer a Willow a casa y a ti encontrar
a Slatter y devolverlo al Señor del Fuego. Eso se puede lograr fácilmente. —
argumentó Rhodes.
—Lo que puede lograrse fácilmente es devolver tanto a Willow como a su
marido, Slatter, a James del Clan Macardle y hacer que discuta el asunto con el
Señor del Fuego. La decisión es suya. — explicó William.
Willow se sintió aliviada al escuchar algo de sentido común, pero también le
molestó que se tomara una decisión por ella, entonces recordó.
—No es la decisión de nadie más que la mía. — dijo, llamando la atención de
ambos hombres. — Lord Ruddock afirmó que era libre de elegir un marido de
mi elección y yo elegí a Slatter.
El ceño de Rhodes se arrugó con molestia y miró a William.
—Esto es una tontería. La ha encantado y ahora ella miente por él. Es un
sinvergüenza, un mentiroso y un ladrón, y me niego a creer que estén casados
o, si por alguna extraña razón lo están, que James Macardle apruebe su unión.
—Evidentemente no escuchaste lo que dije. — dijo Willow cáusticamente.
— No es decisión de nadie más que mía con quién me case.
—Si estás casada. — desafió Rhodes.
William tomó la palabra.
—Sólo tenemos una opción, devolverlos a casa y dejar que James Macardle y
Lord Tarass decidan lo que hay que hacer con ellos.
Rhodes no ocultó su creciente ira.
—El Señor del Fuego se encargará de arreglarlo.
Eso era lo que Willow temía, que Tarass se saliera con la suya pasara lo que
pasara, y el pensamiento la hizo temblar.
—No te preocupes, leannan, todo saldrá bien. — le susurró Slatter cerca del
oído.
Sus palabras sólo la preocuparon más, ya que recordó cómo había hablado
con orgullo de cómo podía escapar de cualquiera o de cualquier lugar. ¿Acabaría
escapando y dejándola? Volvió a temblar.
Su brazo se enroscó más en su cintura.

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—Los únicos que arreglaremos esto entre nosotros seremos tú y yo.
Algo en la forma en que dijo tú y yo, como si nadie más importara, sólo ellos
dos y que sólo ellos decidirían su destino, desvaneció parte de su preocupación.
—Reúnanse, nos vamos en breve. Quiero esta misión terminada. — dijo
Rhodes.
—No nos iremos hasta que sea seguro que la anciana viaje. — dijo Willow,
volviéndose hacia Rhodes.
—¿Quién es esta anciana para ti? — Preguntó Rhodes.
Su marido le dio un apretón en el costado y ella comprendió, aunque no había
tenido intención de decirle a Rhodes la verdad, temiendo que pudiera herir a
Sara.
—Era una buena amiga de mi madre. — dijo Willow, ya que ninguno de los
dos hombres sabría si eso era cierto o no.
Rhodes concedió con una queja.
—No podemos esperar mucho o enviarán otra tropa tras nosotros y si vuelve
a nevar y nos quedamos atrapados aquí, no será un buen augurio para los
guerreros míos y de William.
—Te lo haré saber después de ver cómo le va. — dijo Willow y se alejó de su
marido, esperando que la siguiera a la cabaña. Cuando vio que se dirigía hacia
Rhodes, se detuvo, temerosa de lo que pudiera ocurrir.
Rhodes no esperó a que Slatter lo alcanzara, sino que se dirigió directamente
hacia él.
A Willow le preocupaba que aquello acabara mal y, como le había visto hacer
en otras ocasiones, su marido se movió con tal velocidad que Rhodes ni siquiera
vio venir el golpe. Quedó de espaldas, con los ojos abiertos de par en par, el labio
sangrando y ya hinchado.
Sus hombres fueron a por Slatter y éste negó con la cabeza.
—Realmente queréis avergonzarle aún más, acudiendo todos vosotros en su
defensa contra un hombre que debería haber sido capaz de defenderse.
—¡Quietos! — gritó Rhodes, débil como era el grito, todavía tendido de
espaldas en la nieve.
Sus hombres retrocedieron.
—Un recordatorio. — dijo Slatter, de pie sobre el hombre caído. — Vuelve a
ponerle las manos encima a mi mujer y te mataré.

- 115 -
Le dio la espalda a Rhodes, una acción que dejaba claro que no temía al
hombre, y se unió a su mujer en la puerta, pasando por delante de ella para
abrirla y con una suave mano en la espalda entró con ella en la cabaña.
Willow se dirigió inmediatamente a Sara. Afortunadamente, dormía
plácidamente y un tierno toque en su frente le dijo a Willow que la fiebre no
había vuelto. Se volvió hacia su marido, que estaba justo detrás de ella, con la
preocupación en sus ojos oscuros.
—Está bien.
Su preocupación se desvaneció cuando puso las manos en la cintura de ella.
—¿Y tú? ¿Estás bien?.
Su respuesta le sorprendió.
—Cuando estás conmigo, siempre me va bien.
Su sonrisa burlona apareció.
—Parece que siempre te estoy rescatando.
Cuando la había oído gritar mientras regresaba a la cabaña, el miedo le
retorció el corazón y las tripas, sintiendo que se las iban a arrancar. Y cuando
había visto cómo Rhodes tenía agarrada a su mujer, arrastrándola por la nieve,
estaba dispuesto a matar al hombre. Todavía intentaba templar su ira para no
salir a clavarle un puñal.
No le gustó que ella no sonriera en respuesta.
—¿Pero podré rescatarte? — preguntó ella, más a sí misma que a su marido,
y el pensamiento la hizo temblar.
—Tienes frío. Acércate al fuego. — dijo él, acercándola a la chimenea,
moviendo una silla frente a ella, sentándose él y tomándola en su regazo
mientras lo hacía.
Willow apoyó la cabeza en su hombro.
—Sabes lo que significa esto, ¿verdad? — Ella levantó la cabeza para mirarlo.
—Que sigamos siendo marido y mujer o que nos arriesguemos a que el Señor
del Fuego me haga prisionero una vez más. — Él le pasó el dedo por la barbilla.
— No soy bueno para ti, mo ghaol.
Ella no creía que eso fuera cierto, pero se lo guardó para sí misma.
—Tal vez, pero ¿tenemos otra opción? ¿Y qué hay de tu abuela? Le iría mucho
mejor en mi casa que aquí. Podría cabalgar contigo. Tú la mantendrías caliente
y segura.

- 116 -
Pudo ver que él lo estaba pensando, aunque se preguntó si era el bienestar de
su abuela lo que le hacía considerarlo.
—¿Y tú dónde cabalgarías? — preguntó.
Ella no había pensado que él preguntaría eso, pero se apresuró a decir:
—Con William. — Su respuesta pareció apaciguarlo.
—¿Está mi abuela lo suficientemente fuerte como para hacer el viaje de dos
días?
—No puedo decirlo con certeza. Lo que sí sé es que tendré mucho más a mi
disposición para ayudarla a sanar en mi casa que aquí. Tendrá una habitación
cálida, una cama cómoda y suficiente comida para ayudarla a curarse.
—Parece que sería una sabia elección. — dijo, aunque no parecía del todo
convencido.
—¿Hay algo que te preocupa al respecto?
—No, eso no me preocupa. Veo la sabiduría en lo que dices.
—Entonces, ¿hay algo más que te preocupa? — preguntó ella, viendo algo en
sus ojos oscuros, pero sin entender del todo lo que veía allí.
—No soy el hombre que crees que soy. Rhodes lo dijo bien... Soy un canalla
y un mentiroso. Podemos jugar a ser marido y mujer, pero sólo por un tiempo.
Un día te despertarás y yo me habré ido, porque eso es lo que soy.
Un dolor se instaló en el corazón de Willow y formuló la única pregunta que
más le importaba.
—¿No te importo en absoluto?
—Ese es el problema, mo ghaol, me importas demasiado.

- 117 -
Capítulo 13

Willow estaba sentada en silencio frente a William en su caballo desde que


salió de la cabaña de Sara hacía más de una hora. Había revisado las heridas de
Sara y todo parecía estar bien y sin signos de fiebre, se decidió que se irían. La
anciana se había revuelto cuando ella y Slatter la había envuelto en tres mantas.
Slatter le había hablado suavemente, diciéndole que la llevaba a un lugar seguro
donde podría curarse sin preocupaciones ni temores. Sus ojos apenas se
abrieron y asintió.
La madre de Willow le había enseñado que el descanso era lo mejor cuando
una persona necesitaba curarse, pero no era bueno si una persona dormía y no
se removía. Entonces era un sueño demasiado profundo, del que muchos nunca
se despertaban. Así que se sintió aliviada de que Sara respondiera cuando se le
hablaba, aunque sólo fuera un movimiento de cabeza.
El silencio de Willow, sin embargo, no se debía a ninguna preocupación por
Sara. Estaba en el mejor lugar donde podía estar, en los brazos de su nieto. Su
silencio se debía a lo que Slatter le había dicho antes.
Ese es el problema, mo ghaol, me preocupo demasiado por ti.
Ella había estado dispuesta a preguntarle... ¿por qué entonces la dejaría si se
preocupaba por ella? Pero Rhodes entró en la cabaña avisando que había
empezado a caer una ligera nevada. Esa era otra razón por la que habían
apresurado su decisión de irse. No habría sido prudente permanecer allí con
apenas suficiente comida para alimentar a una persona.
Willow estaba más que preocupada por él. Creía que se había enamorado de
él. No tenía sentido y se cuestionaba lo acertado de sus sentimientos por su
marido. Incluso se había inventado excusas para explicar por qué era una
tontería, pero su corazón las ignoraba todas. El sentido común le advertía que
Slatter no sería un buen marido. Y, sin embargo, la advertencia no era
escuchada.
El amor puede cegar. Eso era lo que su madre le había dicho una vez.

- 118 -
Cuando le preguntó cómo no dejarse cegar por el amor, su madre sonrió y le
dijo que era un misterio que dudaba que pudiera resolverse. ¿Estaba dejando
que el amor la cegara a la verdad?
No soy el hombre que crees que soy.
¿Tenía razón Rhodes? ¿Slatter no era más que un canalla y un mentiroso? ¿La
dejaría con el corazón roto?
Willow estaba repentinamente ansiosa por saber lo que William pensaba de
Slatter.
Le dirigió una suave sonrisa.
—¿Qué sabes de Slatter, William?
—Sólo sé que sus mentiras causaron gran dolor y desazón al Clan
Northwick. También tuvo a muchas muchachas cautivadas por él y algunas se
rindieron a su encanto y a su lengua mentirosa.
—¿Estás de acuerdo con Rhodes entonces?
—Lo estoy. Slatter no es más que un canalla y un mentiroso. No se puede
confiar en nada de lo que dice.
¿Por qué cuando todo el mundo le advertía contra Slatter, ella no lo veía por
sí misma? ¿Tanto la había cegado el amor? ¿Se había convertido en una de esas
mujeres que se niegan a ver la inutilidad de su marido?
¿Pero qué ocurría con el otro hombre que se parecía a Slatter? ¿Era verdad o
cuento? Devin había sabido de ese hombre. ¿O mentía para proteger a su amigo?
¿Y por qué? ¿Por qué? ¿Por qué echaba de menos estar en sus brazos?
Volvió a guardar silencio y se sintió aliviada de estar de camino a casa. Estaría
en un entorno familiar con gente que la quería, quizás una vez allí vería las cosas
de otra manera.

Llegaron a casa de Willow pasado el mediodía del segundo día de viaje.


Afortunadamente, sólo una ligera nevada los había seguido en su camino a casa,
aunque se había vuelto más pesada hacía una hora.
Rhodes y William la siguieron a ella y a Slatter, con su abuela acunada en
brazos, al Gran Salón, donde James, Snow y Eleanor esperaban.

- 119 -
—Las explicaciones tendrán que esperar, tengo una anciana enferma que
necesita ser atendida. — anunció Willow al ver a su familia y obtuvo los
resultados que deseaba.
Snow, con la ayuda de Eleanor, se apresuró hacia ella. Thaw, el cachorro de
Snow, ladró mientras la seguía.
Willow no tardó en acercarse a su hermana y abrazarla con fuerza.
—Estoy bien, no te preocupes. Hablaremos más tarde y te lo explicaré todo.
—Me alegro de que estés a salvo en casa. — dijo Snow, con lágrimas en los
ojos.
Ambos se volvieron hacia su hermano mientras éste hablaba.
—Hablaré con Slatter mientras tú atiendes a la mujer, Willow.
Slatter dio su propia orden.
—No hablo con nadie hasta que haya visto a mi abuela instalada.
Willow los sorprendió a todos cuando dijo:
—Y no hablarás con mi marido sin que yo esté presente.
—¿Marido? — Preguntaron James, Snow y Eleanor al unísono.
—Sí. — confirmó Willow. — Eso es y así se quedará.
—¿Dejas que tu mujer te dicte? — dijo Rhodes, sonando como si lanzara un
desafío.
El hombre ansiaba cualquier motivo para pelear con Slatter desde que lo
había abatido de un golpe. Willow esperaba que su marido no lo complaciera.
—Sigue así, Rhodes, y la próxima vez que sientas mi puño, será la última vez
que sientas algo. — advirtió Slatter en un tono tan mortífero que hizo que la
gente volviera los ojos muy abiertos hacia él.
—Esa es una amenaza que no tomaré a la ligera. — dijo Rhodes y dio un
rápido paso hacia adelante.
—Basta. — bramó James, mirando a Rhodes. — Hablaré contigo y con
William en mi solar. — Se volvió hacia Willow, pero Slatter habló antes de que
pudiera hacerlo.
—Me uniré a vosotros en cuanto mi abuela esté instalada en la cama. —
Willow fue a protestar, pero él la detuvo. — Yo me ocuparé de esto y tú te
ocuparás de mi abuela. Ya hablaremos después.

- 120 -
A su manera, le estaba haciendo saber que compartiría con ella lo que se
dijera, pero ¿se lo contaría todo?
No había tiempo para discutir. Sara necesitaba ser atendida.
Eleanor había sido colocada en la alcoba de Sorrell para estar cerca de Snow
si necesitaba ayuda. Willow no tenía más remedio que llevar a Sara a su propia
habitación. Ya encontraría un lugar para que Slatter y ella durmieran más tarde.
Slatter colocó a su abuela en la cama y fue a liberarla de las mantas que la
habían mantenido caliente.
—Déjala con nosotras. — dijo Willow, poniendo la mano en su antebrazo
para detenerlo.
Slatter vio que Snow había entrado en la habitación junto con la otra mujer.
El cachorro también había entrado, aunque esta vez se sentaba en silencio,
apoyado en la pierna de Snow. No era muy grande, aunque el tamaño de sus
patas era prueba suficiente de que sería un perro grande y parecía que sería
protector de Snow.
Slatter apoyó su mano en la mejilla de su esposa, pensando que era un hombre
afortunado por tenerla como esposa, aunque desafortunado por no poder
conservarla.
—Confío en ti.
—Como yo en ti. — susurró ella. — Así que, por favor, no hagas nada que me
haga pensar lo contrario.
Él le dirigió una sonrisa burlona y se agarró el pecho.
—Me hieres, esposa, al pensar que haría tal cosa.
A ella le encantaba su carácter juguetón, pero a veces se preguntaba si
pretendía algo más... distraer o quizás ocultar algo.
Snow se unió a su hermana junto a Eleanor al lado de la cama en cuanto
Slatter salió de la habitación.
—Es tan guapo que sobresalta los ojos. — dijo Eleanor.
—¿Cómo llegaste a ser la esposa del hombre que prendió fuego al cobertizo
que a su vez provocó el incendio en el torreón? — preguntó Snow mientras se
ponía al lado de su hermana.
Willow se alegró de que Snow no acusara, sino que buscara una explicación.
Pero entonces conocía bien a Willow y se sorprendió de que Snow no hubiera
preguntado... ¿a dónde ha ido mi responsable y sensata hermana?

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—Después de ver a Sara. — dijo Willow y la respuesta de Snow fue justo la
que esperaba.
—¿Qué necesitas que haga?
Eleanor se dispuso a recoger las cosas que Willow necesitaba y Snow fue a
buscar una de sus camisolas internas de noche ya que Sara era menuda como
Snow. Una vez que Willow tuvo todo lo necesario para atender a la mujer
adecuadamente, ella, con la ayuda de Snow y Eleanor, se ocupó de atender a
Sara.

Slatter se mostró en el solar de James y estuvo allí sólo unos instantes cuando
Rhodes empezó a hablarle de nuevo.
—Engañó a Willow para que se casara con él para utilizarla y así poder
escapar del castigo y, como a la mayoría de las mujeres, su buena apariencia la
hipnotizó y su lengua engañosa la encantó para que creyera su cuento
inventado de que alguien que se parecía a él era responsable de todos los actos
malvados hechos en su nombre. Qué conveniente para él.
—Sí que parece artificioso. — admitió James y dirigió una pregunta a Slatter.
— ¿Cómo os encontrasteis tú y Willow?
—La rescaté del hombre que se la llevó de la tropa de Northwick. — dijo
Slatter, omitiendo la parte de que él también había sido secuestrado.
James siguió indagando.
—¿Cómo acabaron casados tan rápido y quién los casó?
—Fue un momento que no pudimos resistir y un clérigo estaba cerca para
vernos casados correctamente. — Eso le sonó bien a Slatter y fue lo más cercano
a la verdad que pudo conseguir.
—¿Y Willow lo consintió? — Preguntó James.
—Los dos lo hicimos con ganas. — dijo, recordando cómo ambos querían
seguir su camino y estar lo más lejos posible de Beck.
James negó con la cabeza.
—Willow es la mujer más sensata que conozco. No tiene sentido que se case
con el hombre que causó daños al Clan Macardle.

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—No tuve nada que ver con el incendio. — dijo Slatter, aunque fue un
intento inútil. No le habían creído antes, así que ¿por qué le iban a creer ahora?
—Otra vez ese cuento. — dijo Rhodes con sorna. — Esperas que creamos
que un hombre fantasma que se parece a ti es el verdadero culpable. Un cuento
más adecuado para los cuentistas y juglares.
—Duda todo lo que quieras, Rhodes, es la verdad. — dijo Slatter, aunque
sabía que desperdiciaba su aliento. No le creerían.
—Una declaración probable de un mentiroso. — acusó Rhodes.
—Verdad o cuento, de cualquier manera, presenta un dilema. — dijo James.
—¿Qué dilema? — Preguntó Rhodes. — Repudiar el matrimonio y devolver
a Slatter a Lord Tarass.
—¿Cómo se puede repudiar el matrimonio cuando Willow puede estar
embarazada? — preguntó James y se volvió para mirar a Slatter. — ¿Existe la
posibilidad de que esté embarazada?
—Una gran posibilidad. — confirmó Slatter sin pensar un instante en las
consecuencias. Si el hermano de Willow pensaba de otra manera, su
matrimonio terminaría y él no quería que eso fuera una idea tan tonta como lo
era.
—Es tu decisión, no la de Willow. — argumentó Rhodes, su ira no sólo se
encendió en sus ojos, sino que su tono se encendió también.
—Willow te habrá informado inmediatamente de que Lord Ruddock les
había concedido a ella y a su hermana Snow la elección de un marido. — dijo
James. — ¿Me estás diciendo que ella no te explicó eso?
—Lo hizo. — dijo Rhodes secamente. — Pero ¿quién soy yo para creer en su
palabra?.
—Ahora tienes mi palabra y te sugiero que vayas a informar a Lord Tarass de
lo que ha ocurrido. Avísale también que yo hablaré primero con Willow y que
le avisaré cuando pueda hablar con ella.
Rhodes miró fijamente a James.
—Lord Tarass no sigue los dictados de nadie. — Se dio la vuelta y salió de la
habitación, abriendo la puerta con tanta fuerza que se estrelló contra la pared.
James miró a William, que había permanecido en silencio.
—No tienes nada que decir.

- 123 -
—No hablo en nombre de Lord Ruddock. Mi tarea está cumplida con
Willow a salvo en casa. Mis hombres y yo nos despediremos al día siguiente e
informaremos a Lord Ruddock de lo sucedido. Estoy seguro de que le enviará
una misiva en cuanto reciba la noticia, aunque el tiempo puede retrasarla. Así
que podrían pasar semanas antes de que tengas noticias suyas. — William
asintió y se marchó, cerrando la puerta tras de sí.
—Esto no me gusta nada. — dijo James, con preocupación en su voz. —Algo
no me suena bien en esto, y, sin embargo, Willow no es de las que mienten. Si
afirma que eres su marido y que seguirás siéndolo, no tengo más remedio que
creerla. — Miró a Slatter con una mirada interrogante y negó con la cabeza. —
Aun así, me resulta difícil creer que te haya elegido como marido.
—Puedo entender tus recelos, pero te doy mi palabra... nunca haría daño a
Willow y nunca permitiría que le ocurriera algo malo.
—¿Por qué debería creer en la palabra de un mentiroso? — preguntó James
con aprensión, aunque captó un brillo en los ojos del hombre que no podía
ocultar sus sentimientos por Willow.
—No puedo hacer que lo creas, ni me importa que lo hagas. Sé que es verdad
y eso es lo único que me importa. — Slatter dirigió una mirada desafiante a
James. — Willow dejó claro que soy su marido y seguiré siéndolo.
James miró fijamente a Slatter y sabía por qué, así que Slatter no se
sorprendió con lo que dijo James.
—¿Por qué entonces parece que dudas de las palabras de tu mujer?

—Estás cansada y necesitas descansar. Hablaremos mañana. — dijo Snow y


le dio un abrazo a Willow. — Me alegro mucho de que estés en casa.
—Yo también. — dijo Willow, devolviendo el abrazo y dándose cuenta de la
verdad de sus palabras. Tampoco se había dado cuenta de lo mucho que había
echado de menos a su familia.
—Eleanor ha hecho que la habitación de mamá y papá se prepare para ti.
James aún tiene que hacer uso de ella. — Snow se rió suavemente. — Aunque,
creo que teníamos razón en cuanto a que está prendado de Eleanor. La busca
más de lo necesario.

- 124 -
—¿Crees que ella siente lo mismo? — Preguntó Willow, recordando cómo
ella y Snow habían visto cómo ambos parecían sentirse atraídos el uno por el
otro casi desde el día en que Eleanor había llegado aquí.
—Lo creo. Ella se marea cada vez que su camino se cruza y él encuentra tareas
para ella que la mantengan cerca. — confirmó Snow.
—Me alegro por los dos. Él se merece una buena mujer y Eleanor ha
demostrado serlo. Ha sido de gran ayuda aquí y... — Un bostezo le robó el resto
de sus palabras.
—Necesitas descansar. — dijo Snow, aunque sonó como una orden.
Willow se sorprendió y se alegró de la fuerza que escuchó en Snow. Su
ausencia había sido buena para Snow. Aunque Eleanor había estado aquí para
ayudarla, no era lo mismo que una de sus hermanas de la que había crecido
dependiente.
Eleanor entró en la habitación.
—Tu marido se está bañando. Dice que cuando termine, vendrá a sentarse
con su abuela para que tú puedas bañarte y descansar. Tendré preparado un
nuevo baño para ti tan pronto como él haya terminado. La comida y la bebida
también te esperan en la alcoba de tus padres.
—Te lo agradezco mucho, Eleanor. — dijo Willow, deseando por fin darse
un buen lavado y ponerse ropa limpia.
—Ven, Thaw, es hora de cenar. — llamó Snow y el cachorro se levantó con
un estiramiento de donde dormía junto al hogar, dio un rápido ladrido y se
apresuró a ir al lado de Snow.
Sola, Willow fue y se sentó junto a Sara, con las piernas y los pies demasiado
cansados para permanecer sobre ellos. Sara descansaba cómodamente. Willow
le había vuelto a vendar las heridas con paños limpios y la había lavado y puesto
un camisón de lana suave. Eleanor había ayudado, peinando y trenzando el pelo
de Sara. Había bebido a sorbos una buena porción del brebaje que Willow había
mandado preparar y, afortunadamente, su fiebre no había vuelto a aparecer.
Slatter había tenido razón sobre su abuela. Era una mujer fuerte y obstinada.
Se preguntó sobre la conversación que había tenido lugar en el solar de James.
¿Qué le había dicho James a Slatter y Slatter a él? ¿Y qué tonterías había soltado
Rhodes?
—Slatter.
El suave susurro hizo que Willow pasara de la silla junto a la cama a la propia
cama. Se sentó junto a la anciana y le cogió suavemente la mano. Estaba a punto

- 125 -
de decirle a Sara que su nieto llegaría pronto y que ella era la esposa de Slatter
cuando las palabras salieron a toda prisa de la boca de la anciana.
—No es seguro. — dijo, apretando la mano de Willow. — No a salvo.
—Ahora estás a salvo, Sara. No hay nada que temer. — dijo Willow, tratando
de tranquilizarla y calmarla.
Sara negó con la cabeza y se agitó más.
—No a salvo. No a salvo.
Willow acarició el brazo de Sara.
—Es seguro, no te preocupes. Descansa y fortalécete.
Los inquietos movimientos de Sara se calmaron y una vez más se sumió en
un tranquilo sueño.
Willow volvió a la silla y se sentó. El calor del fuego la tranquilizaba y el
crepitar y crujir de los troncos era como una melodía reconfortante que la
arrullaba, y pronto se encontró con que su cabeza se balanceaba mientras se
adormecía de forma intermitente.
Una suave mano en su hombro hizo que Willow girara la cabeza.
—Tu marido ha terminado y te espera un baño. — dijo Eleanor. — Me
sentaré con Sara hasta que llegue Slatter.
Willow no discutió. Ansiaba que el agua caliente le aliviara los dolores y le
quitara la suciedad del viaje. Le dio las gracias a Eleanor y se apresuró a subir la
escalera curvada hasta el dormitorio de sus padres.
La puerta se abrió cuando la alcanzó y estuvo a punto de caer en los brazos
de su marido, pero se enderezó antes de hacerlo. Su aspecto la dejó sin palabras.
No creía que pudiera estar más guapo de lo que ya estaba, pero lo hacía. Llevaba
un plaid de Macardle, una camisa color canela debajo y su cabello oscuro estaba
húmedo por su reciente lavado, los mechones que le llegaban a los hombros se
rizaban un poco en los bordes.
—Tu turno. — dijo, sacándola de sus cavilaciones, y se hizo a un lado para
que ella entrara.
Había una bañera redonda de madera cerca de la chimenea y Willow casi
corrió hacia ella.
—Volveré después de pasar un tiempo con mi abuela. — dijo Slatter. — ¿Te
parece bien?

- 126 -
—Sí. No le ha vuelto la fiebre y descansa cómodamente. Aunque, ella habló,
diciendo repetidamente, 'no es seguro, no es seguro'. Le aseguré que lo estaba, pero
quizá quieras tranquilizarla tú mismo.
Slatter extendió el brazo para rodear su cintura.
—No hay palabras para hacerte saber lo mucho que aprecio lo que has hecho
por mi abuela. Ella ha sido una fuerza vital en mi vida y sigue siéndolo. No
quiero perderla.
—Lo entiendo y haré todo lo posible para que no la pierdas. — Willow no
pudo evitar el bostezo que se le escapó.
—Necesitas descansar. Ya has hecho bastante. — dijo él, viendo el
agotamiento en sus ojos que parecían luchar por permanecer abiertos. — Te
veré más tarde. — La soltó y pasó junto a ella por la puerta.
Willow sacudió la cabeza, con la fatiga nublada, pero recordando lo que
quería preguntarle.
—¿Qué le has dicho a James?
Slatter se giró, con una sonrisa a flor de piel.
—No es lo que dije, sino lo que me preguntó tu hermano.
—¿Y qué fue eso?
—Me preguntó si había una gran posibilidad de que estuvieras embarazada.
El shock hizo que sus ojos se abrieran de par en par.
—¿Qué has dicho?
Su sonrisa creció.
—Le dije que había una gran posibilidad.
La respuesta de Willow le robó la sonrisa.
—Entonces será mejor que empieces para estarlo.

- 127 -
Capítulo 14

Slatter se quedó de pie, mirando la puerta que su mujer le cerró en la cara, y


murmuró varios juramentos. ¿A qué juego jugaba ella con él? Sacudió la cabeza.
Willow no jugaba.
Es mi marido y seguirá siendo mi marido.
¿Lo decía en serio? ¿O lo había dicho para protegerlo hasta que pudieran
disolver su matrimonio? ¿Qué diferencia había? No podía seguir casado con ella.
¿Podría? Era mejor preguntarse si... ¿podía dejarla ir?
Sacudió la cabeza mientras bajaba las escaleras. Era como si ella se hubiera
convertido en parte de él y no pudiera existir sin ella.
Se detuvo bruscamente en las escaleras.
Maldita sea, ¿acaso era eso posible? ¿Se atrevería a admitirlo? ¿Se había enamorado
realmente de ella?
Sonrió al darse cuenta de lo absurdo y verdadero que era. ¿Qué hacía ahora?
Más valía que se pusiera a trabajar para que así sea.
¿Ella le estaba invitando a sellar sus votos, a unir sus destinos?
Una vez que le hiciera el amor, eso sería todo. Nunca la dejaría ir. ¿Le estaba
diciendo que su deseo era seguir siendo su esposa?
Sin embargo, había mucho que resolver. ¿Cómo podía ofrecerle algún tipo de
vida sin dejar de lado el pasado? ¿Y él podría hacerlo?
Sacudió la cabeza, sintiéndose en guerra consigo mismo. Una parte de él se
decía a sí mismo que la dejara ir, que no era bueno para ella, y la otra parte le
instaba a volver a la alcoba y plantar su semilla en lo más profundo de ella,
sellándolos juntos para siempre.
Siguió hacia su la habitación de su abuela, necesitando tiempo para pensar y
deseando que estuviera lúcida. Su abuela era una mujer sabia, y le había ofrecido
un sinfín de consejos a lo largo de los años, de los que se había beneficiado.
Ahora le vendría bien su sabiduría.

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Eleanor salió poco después de que él entrara en la habitación. Acercó la silla
a la cama y tomó la mano de su abuela entre las suyas. Su mano, aunque
pequeña, siempre había tenido mucha fuerza, pero ahora se sentía frágil y le
hacía preocuparse. Pero confiaba en Willow. Ella sabía de curaciones, aunque
no se consideraba una sanadora. Con el tiempo se daría cuenta de sus
habilidades, ya que su madre probablemente había reconocido su talento
latente y le había enseñado bien.
—Necesito hablar, Seanmhair. — dijo. — Necesito tu sabiduría. — Procedió a
contarle todo y, de vez en cuando, podría haber jurado que ella le había apretado
la mano, aunque podría ser que él quería creer que lo hacía.
Eleanor regresó un par de horas después.
—Ha sido un viaje agotador para ti y para Willow. Vete a dormir. Yo cuidaré
de Sara durante la noche.
Consintió, aunque con culpabilidad. Sentía que debía quedarse con su
abuela, pero quería estar con su esposa. Aunque, tal vez, no fuera prudente
unirse a ella en la cama, especialmente en una cama decente y cómoda, en la que
cabía más de una persona.
Después de agradecerle a Eleanor su ayuda, se apresuró a subir las escaleras
y dirigirse a la alcoba que compartiría con Willow. La encontró dormida en la
cama, tumbada de lado abrazando su almohada.
Se sintió aliviado, o eso se dijo a sí mismo. No quería que la tentación le
pinchara y la tentación verdaderamente le estaba pinchando, aunque más bien
le estaba urgiendo con fuerza. Un pensamiento le trajo a la mente la imagen de
él deslizándose suavemente entre las piernas de su mujer y enterrando su
hombría en lo más profundo de ella y dejándola... embarazada.
¿En qué estaba él pensando? No podía hacer eso. Al menos no todavía. No le
haría eso a ella. No dejaría que se despertara una mañana y lo encontrara
desaparecido.
Se dijo a sí mismo que no se quitara la ropa, que no se metiera en la cama
desnudo, pero no hizo caso a sus propias advertencias. Además, ella llevaba un
camisón, uno que le apetecía quitarle, pero se advirtió a sí mismo que no lo
hiciera. Se acercó a ella, rodeando su cintura con el brazo para atraerla
lentamente hacia él. Estaba calentita y su aroma floral era ridículamente
tentador, hasta el punto de que su virilidad se despertó considerablemente.
Enterró la cara en su pelo ligeramente húmedo y disfrutó de su fresco aroma.
Olía tan bien y se sentía tan bien que podría devorarla, excepto que... ella
roncaba ligeramente.

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Estaba agotada y él no se atrevía a molestarla, aunque su virilidad le instara
a lo contrario.
Se colocó cómodamente a su alrededor, pensando en la facilidad con la que
se había acostumbrado a dormir con ella. Nunca había sentido eso por una
mujer. Una mujer no había significado para él más que una forma de satisfacer
una necesidad y un cuerpo cálido con el que envolverse en una noche fría.
Con Willow, era más que una necesidad. Era una sensación de estar contento
cuando estaba con ella, y de sufrir un dolor vacío cuando se separaba de ella. Y
estar envuelto en su cálido cuerpo se sentía como un abrazo de bienvenida
después de estar lejos de casa.
Maldita sea, la amaba, y no tenía ni idea de lo que iba a hacer al respecto.

Willow se despertó sola, aunque no había dormido sola. Se había despertado


durante la noche para encontrarse acurrucada contra su marido. Nunca se había
sentido tan contenta como en ese momento. Había estado tentada de
despertarlo con un toque íntimo, pero se había preguntado si eso era lo que
quería, aprovecharse de la situación... Había sido una decisión fácil. Quería que
su marido decidiera por sí mismo si deseaba seguir casado con ella. Ella no
quería que la pasión decidiera sus destinos.
Había mucho que hacer hoy y con un largo y fácil estiramiento, se levantó de
la cama. Se puso su ropa, se peinó y trenzó el pelo, se calzó las botas y salió de
la alcoba para ver cómo le había ido a Sara durante la noche y segura de que allí
encontraría a su marido. Después, hablaría con James. Se lo debía y sabía
exactamente dónde estaría a esa hora tan temprana... en su solar. Era una
costumbre suya ir allí por la mañana al levantarse y planificar lo que había que
hacer ese día.
A Willow le sorprendió que su marido no estuviera con su abuela cuando
entró en la alcoba, aunque le sorprendió más encontrar a James allí y ver que él
y Eleanor estaban dormidos. Él había colocado su silla al lado de la de ella y la
cabeza de ella descansaba sobre su hombro, mientras que la de él lo hacía sobre
la de ella. Parecía que James estaba más que enamorado de Eleanor y
obviamente ella sentía lo mismo.
Willow odiaba molestarlos, pero tenía que ver a Sara.
—Eleanor. — dijo suavemente y las cabezas de la joven y de James se alzaron.

- 130 -
James se puso rápidamente en pie y se giró para mirar a Willow.
—Nos hemos quedado dormidos.
—Ha sido generoso por vuestra parte hacer compañía a Eleanor. — dijo
Willow.
Las mejillas de Eleanor se pusieron rojas.
—Estuvimos hablando y nos debimos de cansar.
Willow casi se rió de la forma en que ambos intentaban explicar lo sucedido.
—Debo ocuparme de mis tareas. — dijo Eleanor, pareciendo ansiosa por
marcharse.
—Yo también. — dijo James, mirando hacia la puerta.
—Te agradezco mucho tu ayuda... la de ambos. — dijo Willow.
Eleanor hizo un gesto con la cabeza mientras se apresuraba a salir de la
habitación.
James se detuvo a medio camino de la puerta abierta, lanzando una mirada
apresurada tras Eleanor antes de volver su atención a Willow.
—Cuando termines aquí, una palabra, por favor, en mi solar. — dijo.
—Sí. — dijo ella soltando una sonrisa, observando cómo James se alejaba
cada vez más de la puerta mientras lanzaba otra mirada hacia las escaleras. —
Estaré allí pronto.
—Bien. Bien, nos vemos allí. — dijo él y se apresuró a salir.
Willow había estado tentada de preguntarle a James si había visto a Slatter,
pero como los había encontrado a él y a Eleanor dormidos, dudaba que hubiera
visto a su marido.
Se acercó a la cama y vio que Sara seguía durmiendo. Puso una mano suave
en su frente y se sintió aliviada al encontrarla normal al tacto. Que la anciana no
se removiera la preocupó un poco. Preguntaría a Eleanor y a James cómo le
había ido a Sara durante la noche.
Una joven sirvienta, Carna, apareció en la puerta abierta justo cuando
Willow añadía leños al hogar. Conocía los nombres de todos los sirvientes,
aunque no había muchos que recordar, la mayoría eran dignos de confianza y
fiables. Unos pocos se metían en sus copas con demasiada frecuencia, pero
James se ocupaba de ellos.
—Me han enviado para ayudar con lo que necesites. — dijo Carna,
apresurándose a ayudar a Willow con los troncos.

- 131 -
—Necesito que te sientes con Sara y la vigiles hasta que yo regrese. Necesito
saber si se agita mucho o se queda quieta. — explicó Willow.
Carna asintió y una vez que terminó con el hogar fue a sentarse en la silla
junto a la cama y a vigilar.
Willow se apresuró a bajar las escaleras y dirigirse a la cocina para que la
cocinera preparara el brebaje que Sara necesitaría cuando se despertara o se
removiera. Se sorprendió y se alegró de encontrar a Eleanor ya allí ocupándose
de ello.
Una vez hecho esto, se dirigió al solar de James. Medio esperaba encontrarse
con Snow, su hermana era madrugadora, pero entonces recordó que, desde
antes de ir a ver a Sorrell, Snow había sacado al cachorro por la mañana a pasear,
lo que probablemente era lo que estaba haciendo ahora. La encontraría más
tarde y hablaría con ella en el solar de su madre, un lugar donde ella y sus
hermanas se reunían para hablar, reír y llorar juntas. Era un lugar que les
proporcionaba consuelo y camaradería.
James había dejado la puerta del solar abierta para ella y entró, cerrándola
tras ella.
Él señaló las sillas junto a la chimenea.
—La sidra caliente nos espera en este frío día. La nieve de ayer ha cesado,
aunque creo que volverá a caer antes de que acabe el día.
Se sentaron, ambos estirando las piernas hacia las llamas que lamían los
troncos de la chimenea.
James finalmente habló.
—Dime por qué te casaste con ese canalla.
La respuesta de ella se deslizó sin pensar.
—Le quiero. — Sonrió al escucharse a sí misma admitirlo en voz alta. Se
sentía bien decirlo, dejar que alguien supiera lo que su corazón le decía. — Y no
es el canalla que dice ser.
—Eres la mujer más sensata que conozco, Willow. No puedes decirme que
te crees su rocambolesco cuento de que una persona que se le parece es
responsable de todo lo que se le acusa.
—Entiendo que lo dudes, y si no hubiera visto al hombre con mis propios
ojos, yo misma sería escéptica.
—¿Viste a ese hombre fantasma? — Preguntó James con ansiedad.
—Lo hice y habría jurado, si me preguntaran, que era Slatter a quien vi.

- 132 -
—¿Viste a los dos al mismo tiempo?
—No, pero donde vi al hombre y luego vi a Slatter. — sacudió la cabeza —
No habría podido llegar a ese lugar tan rápido.
—Me gustaría creerte, de verdad, y si los hubieras visto juntos, entonces no
habría que negarlo.
—Le creo. — dijo Willow, defendiendo a su marido.
—Estoy seguro de que sí. Tiene una lengua encantadora, aunque bastante
confabuladora, y puede convencer a casi todo el mundo de cualquier cosa. ¿De
verdad quieres un marido en el que no puedas confiar?
—Confío en mi marido. Me dice la verdad.
—Slatter no sabe decir la verdad. — dijo James frustrado. — Miente para
beneficiarse a sí mismo y utiliza a la gente hasta que no le sirve, y luego se va.
¿Quieres vivir cada día preguntándote si será lo último que verás de él?
—Déjalo estar, James. Slatter es mi marido y seguirá siéndolo. — dijo Willow
con firmeza.
—¿Pero por cuánto tiempo? — preguntó James.
—Por todo el tiempo que desee tenerme.
Willow y James se giraron para ver que Slatter había entrado en la habitación
y había cerrado la puerta tras él.
—No te he oído llamar ni entrar. — dijo James.
—Oí la voz de mi mujer y, como no nos guardamos secretos, supe que no le
importaría que me uniera a vosotros dos. — Slatter se acercó a su mujer y le
puso la mano en el hombro, dándole un apretón.
James miró a Slatter y luego a Willow.
—Si esto es lo que quieres, Willow, no me opondré, aunque debo admitir que
no tiene sentido para mí y me temo que lo lamentarás. Sin embargo, está la
cuestión de sus actos pasados y mi preocupación por la posibilidad de futuros
actos cuestionables.
—Así que lo que estás diciendo es que quieres asegurarte de que me voy a
comportar correctamente. — aclaró Slatter.
—El Clan Macardle se está recuperando de tiempos difíciles. No quiero que
esa recuperación se vea obstaculizada de ninguna manera. — explicó James.
—¿Me estás pidiendo mi palabra de que me comportaré correctamente? —
preguntó Slatter.

- 133 -
—Lo haría si pudiera confiar en tu palabra.
—James. — dijo Willow en tono de regaño. — No permitiré que hables con
tanta falta de respeto a mi marido.
—Tú serías la primera en decirme que los hombres se ganan el respeto. ¿De
verdad crees que tu marido se ha ganado el respeto después de saber los
problemas que sus mentiras han costado a los demás y lo que ha costado al Clan
Macardle? Y, por favor, no me digas que fue alguien que se parecía a él el
responsable de todo. Esa es una pobre excusa a no ser que se pueda demostrar
explícitamente.
—Entonces supongo que habrá que probarlo. — dijo Willow, poniéndose de
pie. — Pero hasta entonces no permitiré que se falte al respeto a mi marido,
especialmente en mi propia casa.
James también se puso de pie.
—Le di a tu padre mi palabra de que cuidaría de sus hijas y por eso cuestiono
este matrimonio. No quiero verte herida ni sufrir ningún remordimiento por
una decisión precipitada.
—¿Cuándo has sabido que tome una decisión que no haya pensado? Créeme
cuando te digo que yo quería este matrimonio.
—Lo creo, Willow. Lo que cuestiono es la razón por la que te casaste con
Slatter.
Un golpe en la puerta interrumpió cualquier respuesta.
—Siento molestar, — dijo el criado tras entrar. — pero el Señor del Fuego se
acerca.
—El diablo ha venido a cobrar su deuda. — dijo Slatter con una carcajada.
Willow lo miró con el ceño fruncido, más por miedo que por fastidio,
preocupada de que Lord Tarass exigiera que le devolvieran a Slatter para
castigarlo.
James lo amonestó abiertamente.
—Esto no es divertido. Lord Tarass es un hombre formidable. Harías bien en
pedirle perdón.
La jovialidad de Slatter se desvaneció en un instante.
—No le pido perdón a nadie y menos al hombre que me encarceló
injustamente.

- 134 -
—Sería mejor que ninguno de ustedes estuviera presente cuando me reúna
con él. — dijo James.
—¡No! — dijeron Slatter y Willow al unísono y Slatter tomó la mano de su
esposa.
—Nos enfrentaremos juntos a Lord Tarass. — dijo Willow y sintió que la
mano de su marido se cerraba con fuerza alrededor de la suya.
Los tres se dirigieron al Gran Salón a esperar a Lord Tarass, James ordenó
que le trajeran la comida y la bebida a la mesa.
—¡Suelta mi brazo, idiota!
Willow se quedó con la boca abierta y James puso los ojos en blanco y negó
con la cabeza. Slatter sonrió al ver que era Snow quien llamaba idiota a Lord
Tarass.
—¿Qué me acabas de decir? — Preguntó Tarass.
—No sólo estás más ciego que yo, sino que también estás sordo. — dijo Snow
y Thaw, acunado en el pliegue de su brazo, asintió con varios ladridos.
—Caminas a ciegas por la aldea y casi te atropellan, ¿y sin embargo soy yo el
que está ciego? — argumentó Tarass.
Snow tiró de su brazo para liberarse del agarre masculino, aunque a decir
verdad la dejó ir, su agarre había sido demasiado firme para liberarse cuando
ella lo había intentado por primera vez.
—Lo eres cuando cabalgas despreocupadamente por una aldea sin pensar en
nadie más que en ti mismo. — acusó ella, agitando un dedo en su sombría
dirección.
Tarass le agarró el dedo.
—No sólo ese molesto cachorro tuyo necesita una correa, sino también tú.
—Una correa sería mejor para ti. — dijo Snow con el ceño fruncido.
Se oyeron jadeos de los presentes en el Gran Salón, todos menos Slatter... él
sonrió.
Tarass la jaló contra él, el pequeño cachorro gruñó y le mostró los dientes.
Tarass no le hizo caso.
—No vuelvas nunca, nunca, a señalarme con el dedo y, en cuanto a la correa,
si fueras mía, te mantendría con una corta.
Snow pudo distinguir la sombra de su rostro y plantó su propia cara cerca de
la suya.

- 135 -
—Entonces agradezco a los cielos que no esté atrapada con un bruto idiota
como tú. — Thaw gruñó de acuerdo.
—¡Snow! — gritó James en tono de reprimenda mientras se acercaba a ella.
Tarass parecía estar a punto de explotar.
—Si no estuvieras ciega...
—¿Qué? ¿Qué me harías? — desafió Snow.
Tarass plantó su nariz contra la de ella.
—Créeme, no querrás averiguarlo. — Le dio un ligero empujón y se alejó de
ella.
Slatter se inclinó y le susurró a su esposa:
—La mujer Macardle sí que tiene valor.
Willow se había preocupado por Snow, temiendo lo que Lord Tarass pudiera
hacerle, pero Slatter tenía razón. Snow había ganado mucho valor en su
ausencia y estaba orgullosa de su hermana. Estaba a punto de apresurarse hacia
ella cuando su marido la detuvo.
—Ella puede llegar hasta nosotros, sólo hazle saber que estás aquí. — dijo
Slatter.
—Snow, a nuestra mesa. — gritó Willow, dándose cuenta de que la
costumbre la habría hecho ir hacia Snow.
Snow se dirigió a Willow, dejando a James para hablar con Lord Tarass.
—Tienes que tratar con más firmeza a las hermanas Macardle. Primero,
permites que Sorrell arruine el acuerdo matrimonial hecho para ella, luego dejas
que Snow, una mujer ciega, se pasee por ahí sin que nadie la cuide o la reprenda
por ser irrespetuosa, y ahora Willow llega a casa con Slatter, mi prisionero,
ahora su marido. Esto no va a funcionar, James. Marido o no, Slatter tiene que
pagar por sus crímenes. Recibí una misiva de Lord Ruddock antes de enterarme
de la fuga de Slatter de mis hombres, haciéndome saber que tuvo parte en la
devastación que sufrió su familia. Slatter tiene que pagar y tengo la intención
de ver que lo haga.
—Mi marido no hizo nada malo. — dijo Willow, Tarass había hablado lo
suficientemente alto como para que todos lo oyeran.
—Eres una tonta si crees sus mentiras de que un hombre que se parece a él
es el responsable de sus ruines actos. — dijo Tarass.

- 136 -
—Pero ¿qué pasa si es verdad y condenas a un hombre inocente? — preguntó
Snow.
Tarass lanzó una mirada a Slatter.
—¿Dejas que las mujeres hablen por ti, Slatter?
Slatter sonrió.
—Las mujeres inteligentes y valientes pueden hablar por mí cuando quieran.
—No me quitarás a mi marido. — dijo Willow con un desafiante movimiento
de cabeza.
—Sufrirá las consecuencias de sus crímenes. — dijo Tarass como si lo
declarara ya hecho.
—Demuestra que ha cometido los crímenes. — desafió Snow.
Willow extendió la mano y la apretó agradecida por el apoyo de su hermana.
—Dejo esto en tus manos por ahora, James. — dijo Tarass. — Averigua la
verdad y si Slatter no es responsable, entonces no me importa, pero si lo es, me
encargaré de castigarlo. Tienes hasta el final del invierno. Si para entonces no
ha cambiado nada, me lo devolverán para que lo castigue… — levantó la mano
cuando James fue a protestar — y no me cabe duda de que lord Ruddock estará
de acuerdo conmigo en esto.
—¿Me das tu palabra? — preguntó James.
—La tienes. — dijo Tarass.
James asintió, mostrando su preocupación a la vista de todos.
La puerta se abrió de golpe.
—¡Lord Tarass! ¡Lord Tarass! Rhodes está muerto, una puñalada en el pecho.

- 137 -
Capítulo 15

Willow agarró con fuerza la mano de su marido mientras ella, James y Tarass
miraban a Rhodes. El guerrero estaba muerto, con el pecho cubierto de sangre
de lo que a Willow le parecían dos puñaladas. Yacía en el interior del bosque,
no muy lejos de donde la tierra del Clan Macardle se encontraba con la del Clan
MacLoon.
El miedo recorrió a Willow. Su marido sería culpado por esto. Demasiados
habían visto la animosidad que se tenían Rhodes y Slatter. Y había quienes
habían oído a Slatter amenazar con matar a Rhodes. Esto no auguraba nada
bueno para su marido y ella hizo lo posible por calmar sus temores y pensar con
sensatez. No era una tarea fácil con el fuego que veía arder en los ojos de Tarass.
Y cuando volvió la vista hacia Slatter, a Willow se le retorció el estómago de
tanto miedo que pensó que le fallarían las piernas.
—¡Slatter lo ha matado! Lo ha matado.
Todos se volvieron para ver a Owen, otro de los guerreros de Tarass y que
cabalgaba con Rhodes, que se precipitaba hacia ellos.
El dolor y la furia se mezclaron en los oscuros ojos del guerrero cuando su
mirada se posó en Rhodes. Dirigió su ira hacia Slatter.
—Slatter lo mató. — dijo Owen, su comentario cortante no dejaba lugar a
dudas. — Rhodes me dijo que Slatter pidió reunirse con él al amanecer, que
había algo de gran importancia que necesitaba contarle a él y sólo a él. Yo quería
ir con él, pero me ordenó que me quedara en el campamento con los hombres.
Tarass dirigió sus ojos acalorados hacia Slatter.
—Te colgarán por esto.
Willow fue a ponerse delante de su marido, pero éste la empujó detrás de él.
—¿Quieres la verdad de lo que le pasó a Rhodes o colgarías a un hombre
inocente y dejarías libre al que le quitó la vida a Rhodes?
—Mientes, cobarde. — gritó Owen. — Has tendido una trampa, lo has
atraído hasta aquí y lo has matado.

- 138 -
—Nunca pedí ver a Rhodes, y mira a quién llamas cobarde. — amenazó
Slatter con un gruñido.
—Mentiroso. — gritó Owen y dio pasos rápidos hacia Slatter.
Slatter no dudó, su mano fue a la empuñadura de su daga.
La mano de Tarass salió disparada impidiendo que Owen diera otro paso
hacia Slatter.
—Mereces morir.
—El que hizo esto merece morir. — corrigió Slatter.
—Diste tu palabra de que tendríamos hasta el final del invierno para
demostrar la inocencia de Slatter. — recordó Willow, pasando por detrás de su
marido y deseando que hubiera estado junto a ella en la cama cuando se
despertó esta mañana. Así nadie podría discutir su inocencia.
—La palabra que te di se refería a sus otros actos, no a matar a uno de mis
guerreros. — argumentó Tarass.
—Esto puede resolverse fácilmente. — dijo James, dando un paso adelante.
— Al amanecer, a la hora del encuentro, encontraría a Slatter en la cama con su
esposa. Willow sólo tiene que confirmarlo.
—Su mujer mentiría por él. — acusó Owen.
—Mi mujer no miente. — dijo Slatter, defendiéndola. — Ella diría la verdad
y te diría que se despertó sola esta mañana.
Su marido tenía razón. Ella no habría mentido por él. No habría ninguna
razón, ya que ella lo creía inocente. Su marido la conocía bien, al igual que ella
a él. Él no lo hizo, pero ¿alguien más que ella le creería?
—¿Dónde estabas al amanecer? — preguntó James.
Willow no respiró esperando la respuesta de su marido.
—Con Snow. — dijo Slatter. — Me la encontré en el Gran Salón después de
haber visto a mi abuela. — Hizo un gesto con la cabeza a James. — Vi que
Eleanor y tú os habíais quedado dormidos en las sillas a su lado y, por eso, me
marché, sin querer molestaros ni a ustedes ni a mi abuela, que dormían
plácidamente.
Willow dejó escapar un suspiro tranquilo, sabiendo la verdad de su
explicación ya que ella se había encontrado con la misma escena con James y
Eleanor.
—Snow estaba sola cuando me la encontré. — dijo Tarass.

- 139 -
—La dejé, sabiendo que mi esposa probablemente se había despertado y
estaría atendiendo a mi abuela. La sirviente que la vigilaba me dijo que Willow
estaba con James en su solar y fui allí. Snow puede confirmártelo.
—¿Te vas a esconder detrás de una mujer ciega? — acusó Owen.
Slatter le dirigió una dura mirada.
—¿Es la verdad lo que quieres o la culpa que buscas por no haber protegido
a tu compañero guerrero?
El brazo de Tarass impidió una vez más que Owen se abalanzara hacia
adelante y nadie dejó de ver la fuerza que necesitó para detenerlo, Owen
retrocedió a trompicones por el impacto.
—Ahora diriges la tropa, Owen. Vuelve con los guerreros y asegúrales que la
muerte de Rhodes será vengada y designa a los hombres para que vengan a
buscar a Rhodes y se encarguen de llevarlo a casa para darle un entierro
adecuado. — ordenó Tarass y Owen obedeció, aunque no sin antes enviar a
Slatter una mirada desagradable.
—Escucharé lo que tiene que decir Snow y decidiré entonces qué hacer. —
dijo Tarass.
—¿Qué hay que hacer sino encontrar al culpable de matar a Rhodes? — dijo
Willow, preocupada de que Tarass se llevara por la fuerza a Slatter y lo viera
ahorcado.
Tarass se dio la vuelta para dirigirse de nuevo a la torre del homenaje,
diciendo mientras se dirigía:
—Puede que tu marido no matara a Rhodes, pero no me cabe duda de que
estuvo involucrado de algún modo en su muerte, y tengo la intención de verle
ahorcado.

Snow confirmó lo que Slatter había dicho y se despidió rápidamente del solar
de James junto con Willow, que protestó enérgicamente hasta que su marido le
ordenó que se fuera, para su sorpresa.
Vete ya, esposa.
Sus palabras aún resonaban en su cabeza mientras estaba sentada con Snow
en el solar de su madre.

- 140 -
—Deja que los hombres hagan lo que quieran. — dijo Snow, acariciando a
Thaw, dormido en su regazo. — Y nosotras haremos lo que queramos, buscar
la verdad por nuestra cuenta.
Willow salió de sus cavilaciones.
—Tienes razón. Sé que el hombre que se parece a Slatter existe. — Willow
se sentó más recta en la silla. — También lo sabe Devin, un viejo amigo de
Slatter, y también Walcott, otro amigo, aunque a menudo pesimista, pero fiel a
Slatter. Luego están todas las personas a las que ha ayudado y que le
defenderían.
—Tienen que estar aquí para ayudarle. Nadie cree que exista otro como
Slatter y, por tanto, no se molestarán en buscarlo. Pero debe estar cerca si
convenció a Rhodes para que se reuniera con él en el bosque.
Willow jadeó.
—Nunca había pensado en eso, pero tienes razón. Ese hombre debe estar
cerca si se reunió con Rhodes bajo el pretexto de ser Slatter.
—Que James envíe una pequeña tropa de hombres para escoltarlos hasta
aquí. Al menos así tendrás algunos que defiendan a Slatter. — explicó Snow.
Willow se rió suavemente.
—Y yo que pensaba que yo era la sensata.
—El amor distrae. — dijo Snow, riendo ella misma. — Y no te molestes en
negar que amas a tu marido. Puedo oírlo en tu voz cuando hablas de él, igual
que puedo oírlo en su voz cuando habla de ti.
—¿Crees que Slatter me quiere? — preguntó Willow.
Snow inclinó la cabeza hacia su hermana.
—¿No es por eso que se casó contigo?
El sentimiento de culpabilidad se apoderó de Willow por no haberle dicho
la verdad a su hermana. Las tres siempre habían confiado la una en la otra,
sabiendo que todo lo que compartieran no lo harían con nadie más.
—Necesito decirte algo. — dijo Willow.
—Me preguntaba cuándo ibas a hacerlo. — Snow bajó la voz, aunque la
puerta de la habitación estaba cerrada. — Dime por qué te casaste de verdad
con Slatter.
Willow no tardó en explicarlo todo y terminar con:
—Nunca sabré cómo me enamoré de él.

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—El destino, supongo. Y la verdad es que cuando hablé con él esta mañana
no pude relacionarlo con el hombre que había incendiado nuestro cobertizo o
que había hecho las muchas cosas que se decían de él. Sé que su lengua puede
encantar, pero no me parece un canalla.
—Le he visto matar sin dudarlo. — dijo Willow, recordando a los hombres
que habían querido hacerles daño y le explicó a Snow.
—Mató para protegerte. Eso es diferente a atraer a un hombre al bosque y
asesinarlo.
Un suave golpe en la puerta y Eleanor diciendo que tenía sidra caliente para
ellas hizo que Willow se apresurara a abrir la puerta.
—Acompáñanos. — ofreció Snow. — Estamos tratando de encontrar una
manera de evitar que Slatter sea colgado por este asesinato. El pensamiento de
otro siempre es útil.
Eleanor pareció dudar.
—La verdad es, Eleanor, que Snow y yo sabemos que tú y James os estáis
enamorando.
Snow soltó una risita.
—Disfruto tanto escuchando que ustedes dos se pasean con ligereza el uno
por el otro, complementándose y encontrando razones para estar con el otro.
No entiendo por qué James no admite que te quiere y acaba con ello.
Las mejillas de Eleanor se sonrojaron.
—Creo que perdí mi corazón por él cuando llegué aquí y me atrapó después
de que casi me derrumbara una vez fuera del caballo. Era tan amable y a la vez
tan fuerte. Nunca un hombre me trató con tanta amabilidad. Pero no es de mí
de quien debemos hablar.
—¿Tienes alguna idea sobre el problema con Slatter? — preguntó Willow
con ansiedad.
Eleanor habló con vacilación y en un susurro.
—Escuché al Señor del Fuego hablando con uno de sus guerreros mientras
caminaba por el Gran Salón.
—Comparte. — instó Snow.
Willow señaló la silla que habitualmente ocupaba su hermana Sorrell para
que Eleanor se sentara, y así lo hizo.
En cuanto Willow vio que Eleanor se preocupaba por sus manos, preguntó:

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—¿Qué pasa?
—¿Qué pasa? ¿Ha pasado algo? — preguntó Snow, inclinándose hacia
delante en la silla y haciendo que Thaw saliera de su sueño para dar un bostezo.
Eleanor habló de mala gana.
—Temo lo que he oído por casualidad.
A Willow se le hizo un nudo en el estómago.
—¿Qué has escuchado?
—Lord Tarass ordenó a su guerrero que enviara un mensaje a un hombre.
Que le pagaría generosamente si podía llegar aquí lo antes posible y ocuparse
de un asunto inquietante.
—¿Conoces a ese hombre que Lord Tarass mando llamar? — Preguntó
Willow, con una creciente aprensión.
—Conozco el nombre. Un hombre se presentó una noche en la abadía
suplicando ayuda. Insistió en que uno de los demonios más fuertes del diablo lo
perseguía y que el único lugar donde estaría a salvo era en tierra sagrada. La
madre abadesa le permitió la entrada, pensando que estaba mal de la cabeza y
que, una vez que se calmara, le mandaría a paseo. Despotricó durante dos días,
rogando a Dios que lo protegiera, que no dejara que el poderoso demonio lo
atrapara. — Se detuvo y se estremeció. — Una noche toda la abadía se despertó
con gritos agónicos que parecían salir de los propios muros de piedra, como si
sufrieran junto con el hombre. La Madre Abadesa nos hizo a mí y a otra
postulante dirigirnos a la habitación del hombre, siguiéndonos ella y sólo otras
dos monjas. Sabía que pretendía sacrificarnos a las dos si era necesario.
Willow escuchó atentamente, con el miedo revolviéndole el estómago.
—Cuando llegamos a la habitación, la Madre Abadesa me ordenó que abriera
la puerta y entrara. Mantenía la puerta cerrada en todo momento, según las
instrucciones del hombre, pero no me dio la llave porque todos habíamos
asumido que alguien ya había entrado. Probé el picaporte y me sorprendió
encontrar la puerta cerrada. ¿Cómo podía alguien entrar en una habitación
cerrada? La mano de la Madre Abadesa temblaba cuando me entregó la llave y
se apresuró a alejarse de la puerta con las demás.
—Me temblaba tanto la mano que tardé varios minutos en abrir la puerta. La
habitación estaba a oscuras, ya que el hombre había insistido en una habitación
sin chimenea. Yacía en el suelo muerto, con el cuerpo deformado por todos los
huesos rotos, los ojos muy abiertos por el miedo y la boca abierta en su último
grito. Todavía podía oír el nombre que gritó una y otra vez. Nunca quise volver

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a oír ese nombre, pero lo hice cuando Lord Tarass dijo: “Manden llamar a
Slayer3”.

3
Slayer significa Asesino

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Capítulo 16

Willow quería salir corriendo de la habitación y advertir a su marido, decirle


que se fuera lo más lejos posible de aquí, pero temía que eso no fuera suficiente
para lo que Eleanor había dicho.
—Tenemos que resolver este problema antes de que este demonio descienda
sobre Slatter. — dijo Snow.
—El hombre tenía razón. Ese Slayer es un demonio. ¿Cómo si no podría entrar
por una puerta cerrada? — dijo Eleanor, con un temblor que la recorría.
—Tienes que traer a los amigos de Slatter, y tal vez su abuela sepa algo que
pueda ayudar. — sugirió Snow.
A Willow no le sorprendió que ella hubiera pensado lo mismo. Los tres,
Sorrell, Snow y ella misma, solían compartir pensamientos idénticos sobre un
asunto, aunque su enfoque siempre había sido el más sensato. No creía que ser
sensata ahora la ayudara, sobre todo si tenía que enfrentarse a un demonio para
salvar a su marido. Aunque ponía en duda la validez de los demonios, el horror
que algunos hombres perpetraban sobre otros le hacía preguntarse si tal vez el
diablo realmente capturaba almas para servirle.
—¿Sara dijo algo anoche? — Preguntó Willow a Eleanor.
—No, estaba inquieta pero callada. Me pregunté si estaba luchando por
despertarse, pero se calmó al tocarla.
—Me preocupa que no se haya despertado del todo. — admitió Willow.
—¿No recuerdas que apenas me desperté después del accidente que me quitó
la vista? Podía oír a mamá y a ti hablando, y a Sorrell cuando vino y se sentó a
hablar conmigo. Pero no quería despertar y hablar con nadie. Me dolía y el
sueño era lo único que lo hacía tolerable — dijo Snow.
La puerta se abrió y Slatter llenó la entrada.
—Necesito hablar unas palabras con mi mujer.
Después de un rápido abrazo de su hermana, Snow salió de la habitación con
Eleanor, Thaw ladrando en sus talones mientras la seguía.
Slatter cerró la puerta y se quedó mirando a su mujer.

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—Sé lo que vas a decir y ni se te ocurra. — advirtió Willow. — No te vas a ir.
Lucharemos juntos contra esto y limpiaremos tu nombre.
—¿Estás segura de que soy inocente? — preguntó.
—Sin duda y si no limpiamos tu nombre Lord Tarass te perseguirá para
siempre. No, debes quedarte y ver que esto se haga. — insistió ella y se acercó a
él. — También tienes que mandar a buscar a Devin y a los demás. Mencionaste
que no tenías mucho a lo que llamar hogar. Pues ahora tienes un hogar y
también tus amigos... aquí con el Clan Macardle.
Su primer pensamiento fue negarla, pero eso no sería justo para los demás.
Les había prometido un hogar y se merecían uno bueno. Lo encontrarían aquí,
con el clan Macardle.
Willow comenzó a caminar de un lado a otro frente a él.
—Lord Ruddock dejó a algunos de sus guerreros aquí para ayudar con las
reparaciones y para protegernos. Nos servirán para esta tarea. El Clan Macardle
tiene algunos guerreros propios. Enviaremos a dos o tres de ellos para que
escolten a tus amigos.
Su esposa habló como si hubieran decidido esto juntos, que trabajaran como
uno solo. Que no estaba solo. Que eran una familia. La idea de que ella luchara
por él le apuñaló el corazón. No merecía su confianza y, sin embargo, le dolía.
Willow dejó de caminar.
—¿De qué se habló en el solar?
—Que confían en mí menos que antes de que mataran a Rhodes y que no
debo ir a ninguna parte. Que no debo aventurarme fuera de los terrenos de la
fortaleza. Que los hombres de Lord Tarass me vigilarán de cerca. Y que, si te
hago algún daño, me colgarán por ello. Lord Tarass dijo que la horca sería la
forma más fácil de disolver nuestro matrimonio.
—Así que no importaba lo que dijera Snow, Lord Tarass y James te creen
culpable y la reunión no consistió más que en advertirte.
—Cada minuto de ella. — confirmó Slatter. — Aunque me preocupaba más
qué otro horror ha planeado este ruin. Creo que quiere que yo sufra la culpa. Si
no sufro ninguna consecuencia por esta matanza, ¿a quién elegirá después para
matar?.
Willow negó con la cabeza al ver cómo sus ojos oscuros se concentraban tan
intensamente en ella.
—No. No. No vendría a por mí.

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—¿No crees que si te encontraran muerta no me culparían a mí y me
colgarían casi inmediatamente?
—Lo encontraremos. — dijo Willow.
Se acercó más a ella.
—¿Cómo?
—Como sugerí al principio, una trampa. — dijo ella. — Pensaremos en algo
y cuando lleguen Devin y Walcott, podrán ayudarnos a ejecutarlo.
—No quiero ver que te pongas en peligro. — dijo él, alargando la mano para
cogerla del brazo y tirar suavemente de ella hacia él.
—Ni yo a ti. — dijo ella en voz baja, apoyando su mano en el pecho de él. —
¿Has oído hablar alguna vez de un hombre llamado Slayer?
Los ojos de él se abrieron de par en par con ira y sus dedos se apretaron
alrededor del brazo de ella.
—¿Dónde has oído ese nombre?
—Eleanor oyó a Lord Tarass decir a su guerrero que mandara llamar a Slayer.
Ella conocía el nombre debido a un incidente en la abadía donde había sido
postulante. Ella cree que Slayer es uno de los demonios del diablo.
—Viene a reclamar las almas de los condenados. — dijo Slatter.
Sus palabras hicieron que un escalofrío recorriera a Willow.
—¿Has oído hablar de él?
—Sí, su nombre en lugares que los hombres buenos no frecuentan, pero
envían hombres a contratar a hombres sin corazón, o desalmados como algunos
creen que es Slayer.
—Debe ser un desalmado por lo que Eleanor dijo que le hizo al hombre de la
abadía, por eso debemos probar tu inocencia antes de que llegue.
—¿No dudas, ni siquiera un poco, de mi inocencia? — preguntó él, soltando
su brazo para deslizar su mano hasta apoyarla en su espalda, empujándola más
cerca de él.
—Ni un ápice de duda. — dijo ella, dejándose llevar por la comodidad de sus
brazos.
—Ten cuidado, esposa, tal como van las cosas, puede que te quedes conmigo
el resto de tus días. — advirtió Slatter con un atisbo de sonrisa.
—Se me ocurre un destino peor.

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—¿Y cuál sería?
—No haberte conocido nunca. — dijo ella en voz baja.
Las palabras le habían fallado, aunque el instinto no lo hizo. La besó, con un
beso suave, tan tierno y sincero como las palabras femeninas. Pero el dolor por
su esposa, que parecía perdurar siempre en sus entrañas, se encendió, exigiendo
más. Su beso prestó atención a la pasión que ardía en él y también exigía más.
Podría haber sido capaz de dominarla y mantenerla a raya si su mujer no hubiera
respondido con su propia pasión.
Sus manos recorrieron la espalda de ella hasta abrazar su trasero y apretarlo
con fuerza, empujándola contra su hombría, que se endurecía por la
impaciencia.
Apartó su boca de la de ella.
—Una vez que te haga el amor, esposa, nuestro destino estará sellado. ¿Es
eso lo que quieres?
—Sensato o no, es lo que me dice mi corazón... Te quiero. — dijo ella
aflorando una suave sonrisa mientras acercaba sus labios a los de él.
Sonó un golpe en la puerta antes de que una voz gritara:
—Sara está despierta y pregunta por su nieto.
Slatter se sintió arrastrado entre las dos mujeres que significaban tanto para
él. ¿Cómo dejaba de lado lo que su esposa acababa de decirle y se dirigía a su
abuela y cómo no se dirigía a su abuela que tenía que estar asustada al despertar
en un lugar extraño?
Willow le agarró la mano.
—Ven, tenemos que ver a Seanmhair. Después podrás decirme lo mucho que
me quieres.
Slatter negó con la cabeza y agarró a su esposa por la cintura con un brazo
para levantarla y besarla rápidamente.
—Maldita sea, esposa. — gruñó juguetonamente. — No me dices que te diga
lo mucho que te quiero. Lo digo por mi propia voluntad.
Willow se rió, sintiéndose bien por haber admitido lo que había en su
corazón. Le cogió la cara con las manos y acercó sus labios a los de él, aunque
no lo besó. En cambio, susurró:
—Entonces demuéstrame por tu propia voluntad cuánto me amas.
Eso le provocó un gruñido retumbante antes de que le mordiera los labios.

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—Es un reto que no puedo rechazar.
La puso de pie, le cogió la mano y se preguntó, con lo mal que parecían las
cosas, cómo podía sentir tanta alegría.
Su mujer.
Ella no sólo le había traído alegría, sino algo mucho más... esperanza. Algo
que no había sentido en años.
Sara sonrió en cuanto vio a su nieto, su único brazo se extendió hacia él con
cierta dificultad.
Slatter se apresuró a llegar a su lado, tomando su frágil mano, y se sentó en el
borde de la cama y se inclinó para besar su pálida mejilla.
—Aquí estás a salvo, Seanmhair. No tienes nada que temer.
Ella negó con la cabeza y su sonrisa se disolvió rápidamente.
—Sí, estás a salvo. — le aseguró Slatter, queriendo ahuyentar el miedo que
veía surgir en sus ojos envejecidos por los años, con líneas que los enmarcaban
y sabiduría enterrada en ellos.
Sara intentó hablar, pero tosió y Willow tomó rápidamente una copa de la
mesita, llena de una infusión de manzanilla, para entregársela a su marido.
Slatter deslizó su mano por debajo de la cabeza de su abuela y le llevó la copa
a los labios para que bebiera. Se sorprendió y se alegró de lo mucho que bebió.
Antes de volver a colocar su cabeza en la almohada, Willow apoyó otra
almohada bajo la cabeza de Sara.
La anciana sonrió para dar las gracias.
Slatter tomó la mano de su esposa.
—Esta es mi esposa, Willow, Seanmhair. Es curandera y te atenderá muy bien.
—Hermosa. — dijo Sara con una sonrisa más expresiva de lo que Slatter o
Willow esperaban.
—Estoy encantada de conocerte y atenderte. Con descanso y algunos
brebajes curativos, te irá bien. Estoy deseando hablar contigo sobre tu nieto.
—Muchas historias que contar. — dijo Sara con una suave risa.
—No es justo, dos contra uno. — se quejó juguetonamente Slatter.
Su abuela deslizó su mano fuera de la de él y levantó dos dedos, luego señaló
con un dedo a Slatter.
—Protegiendo a uno.

- 149 -
Su abuela siempre había estado a su lado, siempre le había escuchado y nunca
le había dado un sermón. Ella le había aconsejado una cosa una y otra vez... presta
atención a tus pensamientos y a tus palabras, ellos te hacen ser quien eres.
—Ahora te protejo, Seanmhair. — dijo.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—No es seguro.
Él estaba a punto de asegurarle que estaba a salvo cuando ella lo señaló.
—No a salvo. — dijo, señalando con el dedo a Slatter.
Slatter le cogió la mano y se inclinó mientras se la llevaba a los labios para
besarla.
—No pasa nada. Lo entiendo. Sientes que soy yo quien no está a salvo.
Ella asintió.
—¿El hombre que te hizo daño vino a buscarme? — preguntó él, tratando de
evitar que su creciente ira se reflejara en su voz.
Sara asintió de nuevo.
—¿Quería saber dónde estaba?
Otro asentimiento le dio la respuesta y su temperamento se encendió aún
más. El hombre que le había robado la identidad le había causado sufrimiento y
no podía esperar a ponerle las manos encima.
Sara apenas se encogió de hombros, sus ojos empezaban a agitarse por el
sueño.
Sabía lo que ella intentaba decirle. Lo que le dijo a los que la dañaron. Ella no
sabía dónde estaba él. La visitaba cuando quería, pero a dónde iba cuando la
dejaba, ella nunca lo sabía, y él lo había mantenido así a propósito. No quería
que ella supiera lo que hacía.
Slatter sintió una mano en su hombro y miró a su mujer, sabiendo lo que ella
diría, y accediendo.
—Necesita descansar.
Slatter puso la mano de su abuela sobre su estómago, luego se inclinó y le
besó la frente.
—Duerme. Volveremos a hablar.
Slatter se bajó de la cama y Willow lo siguió hasta situarse cerca de la
chimenea. Se inclinó para añadir más troncos al fuego.

- 150 -
—No quiero que tenga frío.
A Willow le dolía por su marido, viendo la preocupación y la ira que se
arremolinaban en sus ojos oscuros cuando la miraba.
Él se puso de pie.
—Sufre por mi culpa.
—Sufre por culpa del hombre que te robó la identidad. Es él quien debe ser
encontrado y castigado por lo que le ha hecho a tantos.
Slatter conocía el castigo del hombre... la muerte, por sus manos.
—Ahora mismo Seanmhair está bien y eso es lo que importa. Se curará y se
pondrá fuerte y hará su hogar aquí con nosotros. Y no debemos perder ni un
minuto en ver que eso ocurra. Tenemos que enviar ese mensaje a Devin.
¿Merecía el amor de esta mujer? Ella dejó todo lo demás de lado para
ayudarlo. La mereciera o no. Sabio o no. Finalmente se admitió a sí mismo que
nunca querría dejarla ir. Y tenía la intención de sellar sus votos para que nada
pudiera impedirlo.
—Haré que alguien se siente con ella y la acompañe. — dijo y se dirigió a la
puerta, oyendo un pequeño ladrido y se detuvo, sabiendo que en cualquier
momento aparecerían Snow y Thaw. Y así lo hicieron.
—¿Qué pasa, Thaw? — preguntó Snow y el perro le rozó la pierna, moviendo
la cola, golpeando el dobladillo de su prenda. — Alguien que conocemos está
aquí.
—Está aprendiendo bien. — dijo Willow. — Slatter y yo acabamos de hablar
con Sara y necesito que alguien se siente con ella.
—Justo venía a hacer eso. — dijo Snow. — Ve. Yo le haré compañía a Sara.
Slatter apoyó su mano en el hombro de Snow después de que ella se sentara
en la silla junto a la cama, Thaw se acomodó a sus pies.
—Te agradezco tu ayuda con mi abuela.
—Ella es de la familia. — dijo Snow con una palmadita en su mano.
Slatter siguió a Willow por la puerta de la alcoba y, mientras bajaban las
escaleras, dijo:
—Creo que deberíamos consultar nuestra decisión con James antes de enviar
a alguien a recoger la poca familia que tengo. Él es el jefe del clan.
—El Clan Macardle necesita crecer. Estoy seguro de que estará encantado de
aceptarlos en el clan.

- 151 -
—Asegurémonos de eso antes de enviarlos a buscar. No quiero que lleguen
aquí sólo para ser rechazados. Ya han sufrido bastante.
Cada uno se puso una capa, después de que le dijeran que James estaba
revisando el cobertizo.
Un viento frío los azotó cuando salieron de la torre del homenaje, al igual que
una ligera nevada, y Slatter se apresuró a tomar la mano de su esposa en la suya,
cubriendo la mayor parte de ella para mantenerla caliente.
El gesto masculino de consideración hizo más que calentar su mano, también
calentó su corazón.
No se les pasó por alto que no sólo un par de guerreros de Tarass se quedaban
cerca mientras caminaban, sino que unos cuantos guerreros de Ruddock
también los vigilaban. Se mantenía una buena vigilancia sobre Slatter.
Willow pensó que Slatter podría quejarse, pero no dijo nada. Su mirada,
aunque parecía permanecer firme frente a él, tomaba nota de cada guerrero que
marcaba su camino, al igual que sus ojos habían parecido captar todo lo que los
rodeaba cuando ella había cabalgado con él.
James los saludó con una inclinación de cabeza.
—Gracias a que Lord Ruddock terminó la construcción del cobertizo, perdido
por el incendio, tenemos un robusto cobertizo para la comida.
—Sé que desperdicio mi aliento, pero lo diré de nuevo. Yo no incendié su
cobertizo. ¿Qué razón podría tener para hacerlo? — preguntó Slatter, que se
había cansado mucho de cargar con la culpa de algo que no había hecho.
—La oferta de monedas es una buena razón. — dijo James.
—Sí, y cuando atrapemos al tipo podrá decirnos cuánto le pagaron por su
atroz crimen. — dijo Willow.
Podía ver que dejaba perplejo a James, pero siempre había podido contar con
ella para entrar en razón y hacer lo correcto. Había perdido su carácter fiable y
ella no había pensado en cómo podría haberle molestado. Pero ahora se daba
cuenta de que así era y, aunque sentía un tirón de tristeza, por extraño que
pareciera, también tenía una sensación de libertad.
—A menudo has dicho que deseabas ver crecer al Clan Macardle...
—¿Ya estás embarazada? — preguntó James sin tratar de ocultar su sorpresa.
Slatter sonrió y apoyó su mano en el estómago de Willow.
—Será pronto cuando Willow crezca con un niño.

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—Pero todavía no. — se apresuró a decir Willow, viendo la mirada burlona
en los ojos oscuros de su marido y apartando su mano antes de que alguien lo
viera y desatara las lenguas movedizas que la tendrían con un hijo al anochecer.
— Slatter tiene un pequeño grupo de gente que es como su familia y me gustaría
enviar a buscarlos para que se instalen aquí con el Clan Macardle. He conocido
a algunos y son buena gente.
—¿Son muy parecidos a Slatter? — preguntó James, lanzándole una mirada.
—La vida los ha tratado mal, a algunos más mal que a otros, pero son
honestos, buena gente y demostrarían estar agradecidos por la oportunidad de
tener un buen hogar permanente y formar parte de un buen clan. Hay jóvenes y
viejos entre ellos, y todos harán su parte. — dijo Slatter con orgullo por el
pequeño grupo que había reunido.
—Los aceptaré con gusto en nuestro clan después de que se demuestre tu
inocencia. — dijo James.
Willow dirigió una mirada tan furiosa a James que le hizo echar la cabeza
hacia atrás, sorprendido.
—No puedo creer que nos niegues esto. — dijo Willow.
—Esta gente de la que hablas sin duda debe su lealtad a Slatter. Le
protegerían y posiblemente mentirían por él. Ya se dicen y difunden suficientes
mentiras como para que haya más gente que las atestigüe. — dijo James.
—¿Me estás acusando de mentir? — preguntó Willow.
—Eres una mujer honesta, Willow, pero has cambiado desde que estás con
Slatter y debo hacer lo que es mejor para el clan, y en un tiempo me habrías
aconsejado hacer precisamente eso.
Willow no pudo discutir su lógica. Ella habría hecho lo que él decía, le habría
aconsejado que no lo hiciera. Y habría pensado que la mujer era tonta por creer
a un hombre que se sabía que mentía. Podría rogarle que confiara en ella, pero
de nuevo no tendría ninguna lógica. James tendría razón al rechazarla.
Entonces, ¿qué haría ella?
—Lo entiendo, James. Tu clan cuenta contigo para que los protejas, para que
los mantengas a salvo, al igual que mi gente. — dijo Slatter.
Willow oyó una advertencia en voz baja en la voz de su marido que dudab a
que James reconociera.
—Una vez que se demuestre tu inocencia, con gusto ofreceré a tu gente un
santuario. — dijo James.

- 153 -
Santuario, no un hogar, pensó Willow y por la forma en que su marido se tensó
a su lado, él pensó lo mismo. Lo que significaba que James no esperaba que se
demostrara la inocencia de Slatter. La estaba aplacando, haciéndole creer que
aceptaría su matrimonio con Slatter, cuando estaba de acuerdo con Tarass.
Ambos hombres verían a su marido muerto.
—Ahora si eso es todo, necesito terminar con esta tarea antes de que caiga
fuerte la nieve. — dijo James, despidiéndolos.
Slatter asintió y Willow se giró con él, con las manos unidas, para despedirse.
—Unas palabras en privado, Willow. — dijo James, deteniendo a la pareja.
Slatter besó la mejilla de su esposa.
—Ve a hablar con tu hermano. Estaré en el torreón.
Willow no quería separarse de Slatter. A él no le gustaba lo que había dicho
James y a ella tampoco. James y Tarass pensaban que Slatter era culpable y
tenían la intención de verle castigado. Por eso Tarass había mandado llamar a
Slayer.
Willow volvió a dirigirse a James y no le dio la oportunidad de hablar.
—Me has mentido. Quieres a mi marido muerto.
—Lo que quiero es la verdad y que estés a salvo y no te arrepientas de una
decisión tomada por capricho en un momento de locura. — argumentó James.
—Si crees una cosa que digo, James, cree que mi decisión de casarme con
Slatter no se decidió en un momento de locura, ni me enamoré de él por
capricho. Se ganó mi corazón igual que tú te ganaste el de Eleanor, siendo un
hombre bueno y amable con ella. Y espero que no pierdas tiempo en hacerle
saber que la amas y que la vas a hacer tu esposa. El tiempo con la persona que
amas es demasiado valioso como para perder un momento sin reconocerlo.
James se quedó mirándola, con la boca abierta, pero sin que le salieran
palabras.
—Aunque Snow es ciega, creo que ve con más claridad que cualquiera de
nosotros. Supo desde el principio que Eleanor y tú os sentíais atraídos el uno
por el otro, al igual que pudo darse cuenta de lo mucho que nos queremos
Slatter y yo, al igual que intuye que Slatter es un buen hombre
independientemente de lo que se diga de él. — Sacudió la cabeza. — Lamento
no ser la mujer sensata en la que habías confiado, pero no lamento haberme
permitido por una vez en mi vida no escuchar a la razón, sino seguir lo que me
dice mi corazón. Amo a mi marido y no veré cómo le cuelgan... — se estremeció
al pensarlo — cuando es un hombre inocente. — Fue a girarse y se detuvo. —

- 154 -
Y para que lo sepas. Creo que Eleanor es una mujer maravillosa y sería una
buena esposa.
Se apresuró a marcharse, preocupada por lo que pudiera hacer su marido.

- 155 -
Capítulo 17

Willow había empezado a sospechar de su marido cuando se dio cuenta de


que la evitaba. Cada vez que la veía, sonreía, a veces le guiñaba un ojo, y se volvía
en otra dirección. Se mantenía alejado de ella hasta la noche, cuando el Gran
Salón se llenaba para la cena. Estaba tramando algo y no quería arriesgarse a
que ella lo descubriera.
James pidió hablar con ella en su solar después de la cena, una comida más
jovial de lo que ella había previsto. Su marido hizo reír a todos en la mesa con
las historias que había escuchado en sus viajes y James incluso compartió una o
dos historias propias. Fue un momento agradable, que Willow deseaba que se
repitiera más a menudo.
Cuando Willow fue a seguir a James fuera del Gran Salón, Slatter se levantó
y la tomó en sus brazos. Le besó la mejilla y le susurró al oído:
—Puede que no sea el momento adecuado, pero tengo la necesidad de decirte
que te quiero. Nunca sabré cómo has capturado mi corazón, pero mi corazón te
pertenece ahora y para siempre.
Se alejó entonces de ella, demasiado rápido para que ella pudiera detenerlo,
y mientras sus palabras llenaban su corazón de alegría, una sensación de temor
se apoderó de ella. Puede que le haya dicho que la amaba, pero ella tuvo la clara
sensación de que también se estaba despidiendo.
Willow se apresuró a ir al solar de James, preocupada por estar demasiado
tiempo lejos de su marido, preocupada por no encontrarlo allí cuando volviera.
James se apresuró a hablar con ella.
—He repensado lo que me pediste y creo que sería beneficioso para Slatter
que su gente venga aquí. Tal vez puedan ayudar a arrojar algo de luz sobre la
verdad.
Willow se precipitó hacia James y lo abrazó.
—Ahí está el hermano comprensivo y amable que he llegado a conocer y
amar.
—Mis disculpas, Willow. Volviste cambiada, aunque si fuera sincero
conmigo, volviste más feliz de lo que nunca te había visto y tu confianza y valor

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tan fuertes como siempre. Cuando me aconsejaste que no perdiera el tiempo
cuando se trataba del amor y la facilidad con la que aceptabas a Eleanor... —
Sacudió la cabeza. — Debería haber sabido que nunca habrías hecho caer el
peligro sobre tu familia. Haré todo lo que pueda para ayudar a demostrar la
inocencia de Slatter.
—¿Le crees?
—Te creo a ti y si tú le crees a él, eso es suficiente para mí.
Willow lo abrazó de nuevo.
—Gracias, James, y gracias por ser un hermano maravilloso. — Le dirigió
una suave sonrisa mientras se alejaba de él. — Entonces, ¿cuánto falta para que
le digas a Eleanor lo que sientes por ella?
James se rió.
—No mucho. No mucho tiempo en verdad.

Willow entró a toda prisa en el Gran Salón, donde había dejado a su marido,
con la esperanza de que aún estuviera allí. El salón estaba lleno de una mezcla
de gente, miembros del clan, guerreros de Lord Ruddock y algunos guerreros
de Tarass. Pero aún no había visto a Slatter.
La charla y las risas llenaban la sala. Incluso Snow y Eleanor estaban inmersas
en una conversación y Willow se mantenía alejada de ellas para no dejarse
arrastrar por su cháchara. Tenía que encontrar a su marido.
Finalmente lo vio, hablando y riendo con un par de guerreros de Lord
Ruddock, y luego alejándose de ellos para charlar con algunos miembros del
clan. Observó la facilidad con la que se relacionaba con la gente mientras se
dirigía a un estrecho pasillo que sólo utilizaban los sirvientes y cómo aquellos
con los que hablaba permanecían conversando entre sí, sin darse cuenta cuando
se alejaba.
Si no se hubiera mantenido concentrada en él, habría pasado por alto la
facilidad con la que había desaparecido en las sombras sin previo aviso. Sabía a
dónde conducía el pasillo y antes de apresurarse se detuvo a hablar con Snow.
—Un momento con mi hermana, Eleanor. — dijo Willow cuando llegó hasta
ellas.

- 157 -
Eleanor asintió y las dejó hablando.
—¿Qué pasa? — preguntó Snow. —Puedo oír la preocupación en tu voz.
—No tengo tiempo para explicarlo. Puede que tenga que irme unos días, o
no. No estoy segura, pero si lo hago necesito que te asegures de que Sara esté
cuidada. Ya sabes qué hacer.
—Slatter va contigo. — dijo Snow.
—Eres demasiado observadora, pero él aún no lo sabe.
—Mantente a salvo y no te preocupes por Sara. — dijo Snow y abrazó a su
hermana. — Y asegúrate de volver a casa.
—Tienes mi palabra. — dijo Willow y se apresuró a salir tan llorosa como su
hermana.
Willow cogió la capa que había dejado en un banco más temprano y se dirigió
al pasillo que llevaba a la cocina. Cogió un saco del gancho de la pared y lo llenó
de pan y queso.
Cuando la cocinera la miró con extrañeza, Willow levantó el saco:
—Una cita secreta y nocturna.
La cocinera se rió y asintió.
Una vez fuera, se apresuró a ir a los establos, con sus pies calzados dejando
huellas en la nieve. Se alegró de que la nieve no se hubiera vuelto pesada, aunque
la continua y ligera nevada había dejado lo suficiente en el suelo como para dejar
una huella.
Oyó débiles sonidos procedentes del establo donde se refugiaba el caballo de
su marido y mantuvo sus pasos lo más ligeros posible. La puerta estaba abierta
y ella entró con cautela.
Apenas había dado unos pasos cuando un brazo la agarró por la garganta y
se quedó sin aliento. Se soltó en un instante y se giró, el brazo de su marido la
rodeó para estabilizarla.
—Maldita sea, esposa, ¿qué estás haciendo aquí? — exigió Slatter, y luego
maldijo al ver que su mujer tosía al inhalar aire. — Podría haberte hecho daño.
— Se reprendía a sí mismo, no a ella. — No deberías haberme seguido, ¿y cómo
me has seguido? Nunca oí tus pisadas.
Tomó un par de respiraciones más necesarias antes de hablar.
—Sabía a dónde ibas cuando te vi escabullirte. Tomé una ruta diferente. —
Volvió a toser. — ¿Y realmente creíste que podías decirme que me amabas ahora

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y para siempre, y no pensar que sabría que te estabas despidiendo de mí? — Ella
no le dio la oportunidad de responder. — No te vas a ningún sitio sin mí, aunque
si te vas porque James rechazó el refugio de tu pueblo, entonces tu partida ya
no es necesaria. James se disculpó conmigo por rechazar nuestra petición y
ofreció a tu gente un hogar aquí. — Volvió a toser.
—Deja de hablar y dale a tu garganta la oportunidad de recuperarse. —
ordenó Slatter, molesto por haberle causado molestias. — Y agradezco el
cambio de opinión de James, pero iré yo mismo a escoltar a Devin y a los demás
hasta aquí.
—Una elección tonta. — dijo Willow, tratando de contener la tos. — Tarass
hará que sus hombres te persigan en poco tiempo.
—Volveré antes de que puedan encontrarme. Deja de hablar. — volvió a
ordenar y esta vez continuó, sin darle la oportunidad de hablar. — Además,
necesito ir. Si puedo alejar al culpable de aquí y capturarlo, podré demostrar mi
inocencia.
—Y ponerte en peligro. — Ella negó con la cabeza. — No vas a ir a ninguna
parte sin mí.
Su brazo se separó de ella y él se rió mientras la rodeaba y se dirigía a su
caballo, ajustando la manta antes de volverse hacia ella.
—Te quedas aquí y no pienses en discutir conmigo en esto. No vas a ir y
punto.
Willow arrugó la nariz y se golpeó los labios cerrados un momento,
pensándolo.
—No te saldrás con la tuya en esto, esposa, no importa el razonamiento que
se te ocurra. — advirtió.
Ella dejó de golpear sus labios.
—Así que crees que el culpable irá a por ti cuando se dé cuenta de que te has
ido. Pero ¿y si ve que me quedo aquí, deja que unas cuantas personas le echen
un vistazo rápido y luego me mata, dejando que te culpen a ti? Ese sería un plan
razonable y probablemente exitoso.
Slatter la miró fijamente, con una mirada extraña, y luego se acercó a ella, la
tomó en sus brazos y la besó sin sentido.
—¿Un beso de despedida a tu mujer? — preguntó James, de pie en la puerta
abierta, con los brazos cruzados sobre el pecho.

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Willow tuvo que tomarse un momento para orientarse cuando su marido
terminó el beso y tardó otro momento en darse cuenta de por qué la había
besado. Había oído a alguien acercarse y se apresuró a hacer ver que se habían
escabullido juntos.
—Una cita secreta. — dijo Willow, volviéndose con una sonrisa.
—Tu hermano es más sabio para creer una explicación tan tonta. — dijo
Slatter. — No sabía quién se había acercado y cualquiera que no fuera tu
hermano podría haber creído que estábamos teniendo una cita juguetona.
—¿Y la verdad es? — preguntó James.
—Me estaba despidiendo. Pensé que el culpable me seguiría y que el peligro
para tu clan cesaría. Sin embargo, Willow me señaló un fallo en mi plan.
También tenía la intención de ir a buscar a mi gente y traerla aquí, ya que me
preocupa que este loco no se detenga a la hora de hacer daño a cualquier
persona relacionada conmigo.
—¿Aunque haya ordenado lo contrario? — preguntó James.
—Te respeto, James, pero no acepto bien las órdenes y protejo al pequeño
grupo de personas que han llegado a confiar en mí como tú proteges a tu clan.
Willow me ha dicho que has cambiado de opinión y te lo agradezco, pero tengo
que hacer lo mejor para mi gente.
—Soy un hombre de palabra y no voy a faltar a ella. Tu gente es bienvenida
aquí. Te pido tu palabra, aunque no estoy seguro de cuánto vale, de que te
quedarás aquí hasta que se resuelva este asunto.
Slatter dudó y no pasó por alto la mirada de decepción de su esposa.
—Te pido tu palabra no por mí, sino por Willow. — dijo James. — No sería
un buen augurio para ella si simplemente te vas sin una explicación. No la veré
herida y humillada frente a su clan y frente a Lord Tarass y también cuando
Lord Ruddock se entere.
Willow había estado tan dispuesta a marcharse con su marido que no había
pensado en las consecuencias de sus actos en lo que podría haber hecho a los
demás. Y ese pensamiento la molestó mucho.
—Nunca haría nada para herir intencionadamente a Willow. — dijo Slatter.
—Nunca es lo que hacemos intencionadamente lo que hace daño. Es lo que
no hacemos, pero que deberíamos hacer. No podría importarme menos lo que
te pasara, excepto que, si te pasara algo, sé lo mucho que sufriría mi hermana. Y
mi hermana ya ha sufrido bastante. Así que te pregunto de nuevo, ¿me darás tu
palabra de que te quedarás aquí y verás cómo se resuelve este asunto?

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—Veré este asunto resuelto, en eso tienes mi palabra. En cuanto a quedarme
aquí, no sé si este asunto me llevará a verlo resuelto y, por lo tanto, no puedo
darte mi palabra.
—Al menos me dices la verdad esta vez. — dijo James. — Mañana haré salir
hombres para escoltar a tu gente hasta aquí. Y sabes que ahora no tengo más
remedio que poner guardias adicionales a tu alrededor.
Slatter asintió.
—Deberíamos volver al torreón antes de que alguien busque y no pueda
encontrarte. — dijo James.
Willow no dudó, pasó junto a James y no se detuvo, una preocupación que la
recorría sin poder evitarlo. Su marido y James no tardaron en alcanzarla y
cuando su marido fue a cogerle la mano, ella se apartó de él.
—Tengo que devolver esta comida a la cocina. — dijo sosteniendo el saco,
sin molestarse en mirar a ninguno de los dos hombres.
No había pensado que su marido se marchara y no volviera con ella, pero
escuchar lo que le dijo a James le hizo pensar en ello. Si podía decirle que la
amaba y marcharse sin decir nada, ¿qué le impediría hacerlo alguna vez? ¿Se
despertaría un día, le diría que la amaba y se iría para siempre? ¿Y si ella se
quedaba embarazada y él los dejaba a los dos? ¿Era una tonta por creerle más
honorable de lo que realmente era? ¿Había dejado que el amor la cegara a la
verdad?
Cuando terminó en la cocina, fue al Gran Salón a buscar a su hermana para
avisarle que no se iba y se detuvo cuando vio a Slatter hablando con ella. Le
llamó la atención y se dio cuenta de que estaba allí esperándola a propósito.
Detuvo a Eleanor, que estaba a punto de pasar corriendo por delante de ella
hacia James.
—¿Podrías decirle a Snow que la veré por la mañana? — Y antes de que la
joven pudiera responder, Willow se apresuró a marcharse.
Willow fue a ver cómo estaba Sara.
—¿Se ha despertado, Carna? — Preguntó Willow, tras entrar en la
habitación e ir a posar una suave mano en la frente de la anciana y alegrarse de
no encontrar fiebre.
—Lo ha hecho y se toma el brebaje cada vez. Creo que le va bien.
—Así es y tú haces bien en cuidarla. La veré por la mañana.

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Willow hizo parecer que se retiraba por la noche, pero esa no era su
intención. Quería un tiempo a solas para pensar, algo que temía no haber hecho
lo suficiente últimamente. Se había dejado llevar por su corazón y no sabía si
eso era bueno. Ser sensata siempre le había servido de algo y no lo había sido
desde el día en que la dejaron caer en el agujero con Slatter.
Era el momento de ser práctica sobre sus circunstancias antes de que fuera
demasiado tarde, antes de que cayera tontamente en la cama con él, sellara sus
votos para siempre y posiblemente quedara embarazada. Tenía que aceptar lo
que creía desde que conoció a Slatter o tenía que dejarlo ir.
Fue a la sala de su madre, donde siempre había encontrado la paz. Añadió
más troncos a las llamas bajas para ahuyentar el frío que se había instalado en
la pequeña habitación, se quitó las botas y se acurrucó en una de las sillas para
pensar.
—¿Cuánto tiempo pretendías evitarme?
Willow suspiró, sin mirar la puerta abierta donde estaba su marido.
—Tenía la esperanza de que fuera un poco más de tiempo.
—No me voy a ir. — dijo Slatter.
Willow se volvió y lo miró.
—Pero te ibas a ir sin mí y sin decírmelo. Tuvo que llegar mi hermano para
que me diera cuenta de que podría despertarme cualquier día y encontrarte
fuera, sin ni siquiera despedirte.
Slatter entró en la habitación, sus pasos eran lentos, sus modales relajados.
—Te advertí que no sería un buen marido.
—¿Entonces por qué me dices que me quieres? — Inclinó la cabeza hacia
atrás y la sacudió. — ¿O me lo dijiste porque yo te había dicho que te quería?
Se acercó a ella y se inclinó sobre ella para mirarla a los ojos.
—No te dije que te quería porque tú lo habías dicho. Te he dicho que te
quiero porque sí te quiero. Puede que mienta más que otros hombres, pero no
he mentido cuando he dicho que te quiero.
Ella echó la cabeza hacia delante mientras se levantaba de la silla y se giró
para mirarle.
—¿Cómo puedo creerte cuando admites que mientes?
—¿Cómo me cuestionas ahora cuando nunca te oculté quién era?
Ella volvió a negar con la cabeza, nada tenía sentido para ella.

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—No lo sé. Supongo que creía que podíamos estar bien juntos.
—¿Que yo cambiaría?
Ella lo miró fijamente, sacudiendo la cabeza de nuevo, aunque lentamente.
—No, la gente no cambia fácilmente. Lo aprendí al ver a mi padre enfermar y
cambiar sin que él tuviera la culpa. También he visto a personas cambiar debido
a una tragedia en sus vidas. Siento que cambié después de perder a mis padres.
Me encontré con que me volvía más responsable, sintiendo la necesidad de ser
un padre para mis hermanas. No buscaba que cambiaras. Esperaba que el
hombre que me dejaste vislumbrar acabara revelándose, el que está en algún
lugar profundo dentro de ti y que mantienes oculto, por la razón que sea.
Slatter respiró profundamente, como si se fortaleciera.
—No hay otro hombre dentro de mí.
—Eso no es cierto y lo sabes. Lo siento en la forma en que tomas mi mano tan
suave y cariñosamente en la tuya. Lo siento en tus brazos cada vez que me
envuelven y me hacen sentir como si hubiera llegado a casa. Lo siento en tu beso
que me dice más que las palabras cuánto me ama y lo sentí en la forma en que
te casaste (con una extraña) para salvarme de un destino terrible.
—No sabes lo que dices. — argumentó.
—En realidad, por fin sé que lo que digo es la verdad y sí sé que amo a ese
buen hombre con todo mi corazón y por muy tonto y loco que parezca amaré al
otro hombre que vive las mentiras hasta que se dé cuenta de que no tiene que
mentir más.
Slatter cerró los ojos por un momento, con puños cerrados colgando a los
lados.
—No soy quien crees que soy. No soy un hombre virtuoso.
—No te creo.
Se acercó más a ella.
—Créeme, Willow, cuando digo que no soy un hombre noble.
—Eres un hombre decente y nada puede hacerme creer lo contrario.
Se acercó más a ella, con su brazo rodeando su cintura y atrayéndola hacia sí.
—Te estoy diciendo ahora, de verdad, que no soy un hombre moral y un día
lo aprenderás y será demasiado tarde para que te alejes. Así que te doy la
oportunidad de irte ahora. Si no lo haces, te llevaré a nuestra alcoba y sellaré
nuestro destino. Serás mía, atada a mí hasta el día de tu muerte, atada con las

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mentiras y todo lo que viene con ellas. — Se inclinó y le susurró al oído. —Vete
mientras puedas, mo ghaol. No dejes que el diablo te atrape.

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Capítulo 18

Willow sonrió suavemente y susurró:


—No le tengo miedo al diablo.
—Deberías tenerlo. — dijo Slatter y levantó a su esposa tan rápido que ella
jadeó. — Acabas de sellar tu destino, esposa.
Se equivocaba. El destino de ambos había sido sellado el día en que ella había
sido bajada a ese pozo.
La llevó a la alcoba y, una vez dentro, la puso de pie. Apenas cerró la puerta,
comenzó a desvestirse. Willow, por su parte, se quedó allí, sin moverse, con los
ojos concentrados en cada uno de sus movimientos.
Era un hombre excepcionalmente bien dotado, su cuerpo estaba
perfectamente esculpido con cada músculo y curva definidos. Sin embargo, le
resultaba gracioso que, con un cuerpo tan hermoso, fueran sus manos las que
más le gustaran. Eran largas, delgadas y tenían tanta fuerza, pero a la vez eran
tiernas. Le encantaba cuando su mano se cerraba alrededor de la suya y la
mantenía fuerte, o la forma en que la colocaba para que descansara en la parte
baja de su espalda a veces, y le gustaba especialmente cuando su mano
capturaba su cara y la mantenía quieta para que él la besara.
—¿Necesitas que te desnude? — le preguntó con una ligera burla.
—Sí, lo necesito. — dijo ella, deseando sentir sus manos sobre ella.
El placer creció en ella mientras él caminaba con pasos lentos y ágiles hacia
ella y cuando levantó las manos y tomó su túnica, ella se estremeció.
—¿Es por el frío o por el miedo? — le preguntó en voz baja.
—Anticipación. — susurró ella.
—¿De verdad quieres esto? — preguntó él.
—De verdad te quiero a ti y a ningún otro. — Ella se acercó para besarlo,
pero los labios masculinos llegaron primero a los de ella.

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Sus besos eran siempre mágicos para ella, despertando sus sentidos, su
pasión, haciéndola sentir más viva de lo que nunca se había sentido y esta vez
haciéndola sentir aún más...
Sus labios abandonaron los de ella brevemente para susurrar:
—Te amo, Willow, te amo tanto.
Amada. Era como si él hubiera terminado su pensamiento. La hizo sentir más
amada desde que se lo había dicho en voz alta. Se perdió en el beso y en todo lo
que significaba para ella.
Las manos de él no se apresuraron a quitarle la ropa después de que él
terminara su beso a regañadientes. Se tomó su tiempo para juntar la túnica con
sus manos y levantarla por encima de su cabeza. La besó brevemente, de forma
burlona, antes de que sus manos agarraran su camisa y comenzaran a subirla.
—¿Estás segura de esto? — le preguntó cuándo el dobladillo de la camisa
rozó la parte superior de sus muslos.
—Nunca he estado más segura de algo. — Ella apretó sus dedos contra sus
labios cuando él fue a hablar. — Y no me arrepentiré, nunca. Te quiero y lo que
la vida nos traiga mientras estemos juntos es lo único que me importa.
—Nunca te dejaré ir, Willow. Eres mía ahora y para siempre.
Rápidamente le quitó la camisola interior por la cabeza, la cogió de nuevo en
brazos y la llevó a la cama.
Willow había pensado a veces en cómo sería hacer el amor con su marido
cuando se casara. Su madre había hablado abiertamente con sus hijas sobre los
deberes íntimos de una esposa, no queriendo que ninguna de ellas ignorara a
qué se enfrentarían o qué se esperaba de ellas. Pero nunca imaginó lo mucho
que iba a desear consumar sus votos. Pero entonces Slatter le había dado una
muestra del placer que podían compartir un hombre y una mujer, más aún entre
los dos.
Sus manos empezaron a explorar su cuerpo y ella respondió a cada una de
sus caricias, a cada uno de sus besos, algunos más que otros. No pudo evitar el
gemido que se escapó de sus labios cuando la boca de él se posó en su pecho,
acariciando su pezón con fuerza, y provocando un placentero temblor que la
hizo pensar que llegaría al clímax allí mismo.
Ella le dio un pequeño empujón y él la miró con preocupación.
—Yo también quiero tocar. — dijo ella un poco sin aliento y lo empujó de
espaldas, aunque él cayó de buena gana.

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—Toca todo lo que quieras, mujer. Te pertenezco a ti y sólo a ti.
—Ahora y siempre. — dijo ella con una sonrisa y lo besó mientras sus manos
acariciaban su pecho.
Los labios femeninos pronto siguieron donde sus manos habían tocado y ella
parecía no cansarse de su sabor. Su sabor era cálido, potente y embriagador y
pronto se perdió en su exploración.
Desde que la llevó al clímax en el pozo, Slatter sabía que había una pasión en
su mujer que esperaba ser liberada, pero pensó que tardaría en hacerlo. Se
equivocaba. No había tardado nada.
Reprimió el jadeo que se elevó en su garganta cuando la mano de ella bajó a
lo largo de su sección media acercándose cada vez más a su hombría, que ya
estaba pidiendo a gritos que deslizarse dentro de ella. Y la forma en que ella se
deleitaba con sus pezones no ayudaba, aunque él lo disfrutaba. Lo disfrutó más
que nunca, ya que sabía que era el amor lo que la hacía desearlo y eso marcaba
la diferencia para él.
Casi se levantó de la cama cuando la mano de ella se apoderó de su virilidad
y comenzó a acariciarla. Cerró los ojos y se dejó llevar por su inocente juego
hasta que ella empezó a tirar instintivamente de él.
Sus manos se dirigieron al trasero de ella y la volteó suavemente sobre su
espalda, cubriendo su cuerpo con el suyo.
—Basta, esposa, o esto terminará demasiado pronto.
Ella sonrió.
—Pero entonces podremos hacerlo otra vez, y otra vez, y otra vez.
Él rió suavemente.
—Todas las veces que quieras, mo ghaol.
Ella apoyó la mano en su mejilla.
—Te quiero, marido, siempre.
Todas las caricias íntimas que lo habían conmovido no podían compararse
con la forma en que sus palabras encendían su pasión.
—Ámame. Ámame ahora y sella nuestros votos y únenos para siempre. —
susurró ella y rozó débilmente sus labios sobre los de él.
En ese momento, Slatter sintió lo que era estar perdido en el amor. Lo único
que quería era unirlos para siempre, sellarlos como uno solo para que nadie
pudiera separarlos.

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Quería ser lo más suave posible con ella, no causarle ningún dolor, ya que era
su primera vez, pero ninguno de los dos tenía paciencia. Ella estaba tan ansiosa
como él y entre sus besos y toques íntimos no había forma de ir despacio.
—¡Ahora! ¡Te necesito ahora! — Willow casi gritó.
Slatter sintió lo mismo, demasiado cerca de no poder contenerse más.
Entró en ella lentamente, pero eso no fue suficiente para Willow y ella se
lanzó a su encuentro y eso fue todo. Slatter se introdujo en ella y ambos soltaron
un grito de placer. Pronto se perdieron en la pasión, sin pensar en nada más que
en el placer que los consumía y que crecía incontroladamente en ellos.
—¡Slatter! — Willow gritó cuando su pasión estalló en un clímax cegador.
Slatter se unió a ella, con un rugido incontrolable que brotó de lo más
profundo de su ser, con una liberación tan poderosa que no pudo contenerla.
La pasión corrió como una poderosa ola a través de Willow, fluyendo y
disminuyendo hasta que se asentó en una onda que la hizo temblar sin sentido.
Cerró los ojos, empapándose de cada una de las ondas y escalofríos y
sintiéndose muy feliz de que aquello fuera algo que pudieran disfrutar una y
otra vez.
Los miembros de Slatter nunca se habían vuelto débiles cuando llegaba al
clímax, pero ahora sí. Apenas tenía fuerzas para sostener su peso y no
derrumbarse sobre su mujer. Todavía se tambaleaba por la intensidad de su
liberación y, aunque le hubiera gustado seguir dentro de su mujer un poco más,
temía derrumbarse sobre ella y no quería hacerle daño.
Fue a quitarse de dentro de ella.
—Todavía no. — lloriqueó ella, agarrándose a sus brazos, y se agitó, como si
estuviera inquieta, debajo de él y se estremeció de repente, cerrando los ojos con
fuerza mientras dejaba escapar un pequeño suspiro jadeante.
Él se sorprendió, aunque disfrutó viendo a su mujer llegar al clímax de nuevo
y se dijo a sí mismo que lo recordaría para la próxima vez y se aseguraría de
aumentar su segundo clímax.
Cuando las manos de ella se separaron de sus brazos, él se desprendió de ella
y rodó para acomodarse a su lado, tirando de la manta sobre ellos.
Permanecieron tumbados de espaldas durante unos minutos, recuperando el
aliento y dejando que sus rápidos corazones se calmaran.
Al cabo de unos instantes, Slatter se acercó para arropar a su mujer en el
hueco de su brazo. Ella se acomodó ansiosamente contra él, apoyando la cabeza

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en su pecho y pensando en todas las cosas que quería decir, pero permaneció en
silencio, disfrutando de los latidos de su corazón que aún no se habían calmado.
El sueño reclamó a Willow rápidamente y Slatter se quedó tumbado, con una
abrumadora sensación de satisfacción. Había encontrado algo que creía
imposible... amor. Su esposa lo amaba de verdad y él la amaba tanto que a veces
lo asustaba. No podía soportar perderla. Sería un hombre roto si lo hiciera y sin
ganas de vivir. Ahora tenía un deber como marido y era ese deber del que se
ocuparía, antes que nada. Era ese deber el que cambiaría su vida de más maneras
de las que su esposa jamás sabría.
El sueño finalmente se inmiscuyó en sus pensamientos y sus ojos se cerraron
y se sumió en un sueño contento.

A la mañana siguiente, Slatter se despertó antes que su esposa. Estaba


tumbado de lado rodeándola. El calor de su cuerpo la había mantenido caliente,
los troncos que quedaban en el hogar sólo despedían un pequeño resplandor.
Pronto se levantaría y añadiría más troncos, pero primero quería quedarse con
su mujer, sentir su calor y acariciar su suave piel. Se sentía tan bien y se advirtió
a sí mismo que debía ser bueno, dejarla dormir, no despertarla, pero entonces
su inocente contacto había hecho algo más que despertarlo. Se había excitado
y, si no tenía cuidado, se deslizaría dentro de ella cuando se despertara.
Estaba siendo bueno, manteniendo el control de su creciente necesidad
cuando la oyó gemir suavemente, y sonrió. Estaba a punto de ponerla de
espaldas cuando un repentino golpe sonó en la puerta y él maldijo en silencio a
quienquiera que estuviera allí.
—Despierta, Willow, y tú también, Slatter. — gritó Snow y Slatter anuló
inmediatamente su maldición contra Snow. — Sara está totalmente despierta
y quiere veros a los dos.
Eso hizo que los dos se levantaran en la cama.
—Ahora mismo vamos. — gritó Willow y se giró para darle a su marido un
golpe en el pecho. — Será mejor que te asegures de apagar este fuego que has
provocado en mí más pronto que tarde.
La sonrisa de Slatter se burló.
—La anticipación sólo lo hace mejor, mi amor.

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Recibió otro golpe en el pecho por eso antes de que ella se levantara de la
cama.
—Espera. — dijo Slatter, riendo, y alargó la mano para intentar agarrarla. —
Puedo apagar ese fuego rápidamente para ti.
—Está ardiendo demasiado. — dijo ella, poniendo la mano en su cadera
desnuda mientras se giraba. — Hará falta algo más que un revolcón rápido para
apagar lo que arde en mí.
La sonrisa que le había dejado la risa de Slatter se desvaneció, al contemplar
la seductora pose de su mujer, por no hablar de lo mucho que ardía por él.
Maldita sea, si no se encendió.
Ver la pasión que flameaba en los ojos de su marido la hizo ponerse la ropa
con premura. Si él se burlaba de ella con toques juguetones, estaría perdida, y
como él parecía estar a punto de lanzarse de la cama hacia ella, eso parecía
probable.
—La abuela espera. — le recordó. — Por fin podrás saber qué le pasó.
Eso detuvo a Slatter y atenuó la ardiente pasión de sus ojos oscuros, aunque
no la extinguió.
Slatter se vistió tan apresuradamente como lo había hecho Willow mientras
ella se apresuraba a pasar un peine de hueso por su cabello y lo trenzaba con
dedos rápidos. Terminaron en poco tiempo y con la misma prisa se dirigieron a
Sara.
Slatter se sintió aliviado al ver que la cabeza de su abuela había sido elevada
sobre dos almohadas y su pelo gris había sido peinado y trenzado. Y lo mejor de
todo es que tenía un poco de color en su tez, que de otro modo sería pálida.
—Slatter. — dijo, con los ojos llenos de lágrimas mientras le tendía la mano
a su nieto.
Él se apresuró a acercarse a ella, y su mano cubrió de ternura la frágil mano
de ella mientras se sentaba en el borde de la cama.
—Sabía que vendrías a ayudarme. — dijo ella, con las lágrimas corriendo por
sus mejillas.
—Siempre, Seanmhair, siempre estaré ahí para ti. — dijo él y le besó la mano.
— Ahora estás a salvo y tienes un nuevo hogar aquí conmigo y con mi esposa,
Willow. — Se volvió hacia su esposa, que estaba de pie detrás de él, y Willow
lo rodeó.

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—¿Te sientes bien? — Preguntó Willow y apoyó su mano en la frente de la
anciana, complacida de que no tuviera un calor significativo.
—Algo de dolor y me temo que tengo pocas fuerzas. — dijo su abuela.
—El descanso y la comida te ayudarán a aumentar tus fuerzas y te daré un
brebaje que aliviará un poco el dolor. — le aseguró Willow.
—Me alegro de que mi nieto haya encontrado una mujer tan buena y hábil.
— dijo Sara. — Les deseo a ambos mucha felicidad. Pero no deseo
entrometerme en vuestra vida en común. Cuando esté bien volveré a casa.
—No. — dijo Willow antes de que su marido pudiera hacerlo. — Tu hogar
está aquí con nosotros. Eres de la familia. Además, ¿quién me ayudará con los
pequeños cuando lleguen?
Eso hizo que la anciana sonriera y que otra ronda de lágrimas corriera por sus
mejillas.
Slatter le secó las lágrimas con el pulgar.
—Está decidido, Seanmhair. Aquí estás y aquí te quedarás.
—Eres un buen hombre, Slatter. — dijo su abuela.
Willow miró a su marido y ladeó la cabeza con una sonrisa desafiante,
retándole a negar lo que su abuela había dicho.
Él sonrió con esa sonrisa tan segura de sí mismo.
—Siempre me has conocido mejor que yo mismo, así que no voy a discutir
contigo, Seanmhair.
Su marido realmente sabía encantar, y ella había aprendido un par de cosas
de él.
—Tendrás que contarme todo sobre Slatter cuando era joven. Quiero estar
preparada para cuando tengamos un hijo y resulte ser igual que su padre. —
dijo Willow, mirando a Sara.
La anciana se rió.
—Que el cielo te ayude si lo hace.
—No he sido tan malo. — protestó Slatter juguetonamente.
Sara se rió más fuerte, pero terminó abruptamente con una aguda mueca de
dolor, llevándose la mano al costado.
Slatter miró con premura y preocupación a su mujer.

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—Todavía tienes mucho daño que tiene que curar… — recordó Willow — y
el descanso te ayudará a hacerlo.
—Antes de que me vaya para que puedas descansar y volver a ponerte fuerte,
dime quién te ha hecho daño. — dijo Slatter.
—No sé quiénes eran los dos hombres. Nunca los había visto. Irrumpieron
en la cabaña y exigieron saber dónde estabas. — Se encogió. — El grande sacó
una daga y me amenazó. — Sacudió la cabeza. — ¿Cómo iba a decirle lo que no
sabía? Pensó que una puñalada en el hombro me haría cambiar de opinión.
Las manos de Slatter se apretaron, deseando tener al hombre, a los dos
hombres, frente a él. No se apresuraría a matarlos. Los haría sufrir, que era
exactamente lo que pretendía hacer.
—Le decía que no sabía dónde estabas, no le diría al tonto ignorante dónde
estabas, aunque lo hubiera sabido. ¿No sabe el idiota que una abuela protege a
sus nietos cueste lo que cueste? — Sacudió la cabeza. — Creo que me volvió a
apuñalar por rabia.
—No querría que sufrieras por mí. — reprendió Slatter con ligereza.
—¿Sufrirías por mí? — preguntó ella.
—Eso es diferente. — dijo Slatter, aunque sabía que no lo sería para su
abuela.
—No, viejo o joven, tú proteges a los que quieres. — dijo su abuela y bostezó.
—Necesitas descansar. — dijo Slatter y apoyó la mano de su abuela en su
pecho.
Ella le agarró la mano cuando la apartó de la suya.
—¿Quién te persigue, Slatter, y por qué?
—Puedo decir honestamente que no lo sé. Pero lo averiguaré. — Slatter le
besó la frente. — Descansa y no te preocupes.
Su abuela se rió.
—Eso es como pedirle al brezo que no crezca en las colinas. — Volvió sus
ojos hacia Willow. — ¿Te importaría que hablara con mi nieto a solas un rato?
—En absoluto. — dijo Willow. — Tómate todo el tiempo que quieras. —
Besó la mejilla de su marido y pudo ver cómo brotaba la preocupación en sus
ojos por lo que pudiera estar haciendo a solas.
—Espérame en la bodega. — dijo Slatter, volviéndose para ver a su mujer salir
de la habitación.

- 172 -
Cuando ella levantó la mano y, sin mirar atrás, movió los dedos como si
saludara, él supo que no tenía intención de hacer lo que él decía.
—Te encontraré. — le advirtió.
—No me esconderé. — dijo ella riendo y cerró la puerta tras de sí.
—Es una mujer fuerte. Será buena para ti. — dijo su abuela. — Ahora
cuéntame lo que pasa y no te molestes en dar vueltas a mí alrededor y
convencerme de cualquier tontería. Sé muy bien cuándo esa lengua tuya
encanta y cuándo miente. No me conformaré con nada menos que la verdad.
Slatter no había tenido la intención de cargar a su abuela con su problema,
pero ella había sufrido por su culpa y era justo que supiera lo que estaba
pasando.
—Acomódate cómodamente, Seanmhair, tengo una historia que contarte y
tiene un enigma que quizás puedas ayudarme a resolver.

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Capítulo 19

Willow entró en el Gran Salón y vio a Eleanor hablando con Snow, ambas
mujeres con cara de preocupación. Snow había abandonado el dormitorio de
Sara cuando ella y Slatter habían llegado, dejándolos hablar en privado. Se
preguntó qué podría estar perturbando a las dos mujeres y se dirigió a ellas.
—¿Qué os preocupa a las dos esta gran mañana? — preguntó Willow,
sintiendo como si la alegría que había conocido antes de la muerte de sus padres
hubiera vuelto por fin. Y en gran parte se debía a la noche pasada con Slatter.
Habían sellado sus votos. Seguirían siendo marido y mujer y ella no podía estar
más contenta.
—Eleanor me ha estado contando más cosas sobre el hombre llamado Slayer.
— susurró Snow.
Willow tomó asiento frente a la mesa de su hermana y Eleanor, esta última
llenó una jarra con sidra caliente y se la entregó.
—Cuéntame. — dijo Willow, tomando la jarra mientras un escalofrío la
recorría preocupada por lo que pudiera escuchar.
Eleanor mantuvo la voz baja, aunque había pocos en el Gran Salón para
escucharla.
—Me pareció extraño decir lo que escuché, pero luego pensé que debías
saberlo ya que Lord Tarass ha enviado a Slayer tras tu marido. — explicó
Eleanor.
—Te lo agradezco, Eleanor. Por favor, cuéntame lo que sepas.
Eleanor asintió y se apresuró a decir:
—Recuerdo haber oído a las monjas más ancianas hablar de que Slayer ha
estado presente durante años más allá de lo que un hombre humano podía vivir.
La única monja, la hermana Agnes, vieja como las colinas y ya fallecida, dijo que
cuando ella era joven Slayer había venido a por un hombre de su clan. Todos
sabían que había sido marcado, aunque no sabía a qué se refería, y lo evitaban.
Incluso el laird había mantenido las distancias. Nadie hizo nada para ayudarle.
La hermana Agnes había dicho que después muchos padres advirtieron a sus
hijos que se portaran bien o Slayer los atraparía. — Eleanor se cruzó de brazos.

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— La hermana Agnes creía que Slayer era un demonio que se levantaba de las
profundidades del infierno cuando se le llamaba y hacía lo que le pedía quien le
invocaba.
—¿No dejaría eso a la persona que lo invocó obligada al demonio o al mismo
diablo?— preguntó Snow.
—Los demonios son mandados por el diablo, así que, si invocas a un demonio
para que te ayude, le debes al diablo lo que le corresponde. — dijo Eleanor y se
estremeció.
—Eso significa que Lord Tarass está en deuda con el diablo. — dijo Snow y
se estremeció.
Las Tierras Altas estaban llenas de cuentos populares y creencias, algunas
tenían una base y otras eran puros mitos, no tenían nada de verdad. Eso era lo
que su naturaleza práctica le decía a Willow. El hombre no necesitaba que el
diablo lo hiciera malo. Lo hacía por sí mismo. Sin embargo, su madre le había
advertido que no descartara el folclore a la ligera. Que debía considerarlo y ver
qué propósito tenía el cuento. Que en él había una lección que aprender.
¿Pero qué lección podría aprenderse de Slayer que iba por ahí marcando y
matando gente?
—Cuéntale el resto. — instó Snow.
—No sabía si valía la pena contarlo, ya que no sabía hasta qué punto era
cierto. Había sido algo que la Hermana Agnes había escuchado a través de otros,
aunque aseguraba que era cierto. Slayer no sólo mataba hombres. También
mataba mujeres, o al menos a una mujer. Le rompió el cuello, o eso decía la
hermana Agnes.
Esta vez Willow se estremeció, un profundo escalofrío la recorrió.
—¿Sabes cómo una persona que querría ayuda de Slayer se pondría en
contacto con él? — Preguntó Willow.
—Esa es la parte que me pareció tan extraña. — dijo Eleanor. — La hermana
Agnes dijo que los árboles del bosque entregaban el mensaje. Que las raíces
profundas se lo entregaban al mismo diablo.
—Eleanor.
Willow tuvo que sonreír por la forma en que el rostro de Eleanor se iluminó
de alegría al escuchar la voz de James y sus ojos expresaron aún más alegría
cuando se posaron en él.
—Necesito tu ayuda. — dijo James mientras se acercaba a la mesa.

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—Como quiera, sir. — dijo Eleanor con una sonrisa y se puso de pie.
—Creo que ya es hora de que le llames James, Eleanor. — dijo Snow con una
risita. — También es hora de dejar de ocultar lo mucho que se favorecen el uno
al otro y dejarlo saber, ya que todos en el torreón y la mayoría del clan lo saben
ya.
Eleanor se sonrojó y James sonrió.
—Estoy de acuerdo. — dijo James y le tendió la mano. — Es hora de que
hablemos más seriamente.
—Como quieras... James. — dijo ella, su sonrisa creció cuando él cerró su
mano alrededor de la suya.
—Tomó su mano. — susurró Willow a Snow mientras la pareja se alejaba.
—Ella es perfecta para él. — dijo Snow. — Con suerte, pronto celebraremos
una boda. No hay razón para que esperen si se aman. Me alegro mucho por ellos
y por ti y por Slatter. Pronto el torreón estará lleno de niños que podré mimar.
A Willow siempre le rompía el corazón oír a su hermana hablar de los hijos
de otros. Ya no hablaba de tener sus propios hijos. Era como si aceptara que
sería ciega para siempre. Willow esperaba, más allá de toda esperanza, que eso
no fuera cierto.
—Hoy pareces más feliz. — dijo Snow. — ¿Has pasado una noche agradable?
Willow se rió.
—No sé cómo es que afirmas estar ciega cuando puedes ver con más claridad
que los demás.
—Tengo razón. Tú y Slatter sellasteis vuestros votos. — dijo Snow con
alegría.
Willow se lo había contado todo a su hermana, pero entonces era poco o nada
lo que se ocultaban mutuamente.
—Cuando Sorrell se entere de esto se va a enfadar mucho por habérselo
perdido todo. — dijo Snow. Su sonrisa se desvaneció un poco. — La echo
mucho de menos.
—Yo también, mucho, pero ella es feliz con Ruddock y él la quiere con creces.
Me ha dicho que no tardará en visitarnos, pero me temo que la nieve invernal la
mantendrá alejada hasta la primavera.
—No quiero perderte, Willow. — dijo Snow, extendiendo la mano por
encima de la mesa.

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Willow se apresuró a cogerla y darle un apretón.
—No voy a ir a ninguna parte. Mi hogar está aquí.
—Eso no es lo que me preocupa. — admitió Snow. — Es lo que planeas hacer
lo que me asusta y no intentes negarlo. Te conozco demasiado bien. No quiero
que estés en deuda con el diablo.
—Sí me conoces bien y sabes que haría cualquier cosa para proteger a los que
quiero. — dijo Willow.
—Por eso supe, en cuanto Eleanor dijo que se había dejado un mensaje en los
árboles, que planeabas dejar un mensaje en el bosque para Slayer. — Snow negó
con la cabeza. — No puedes hacer eso. Le deberás al diablo.
—Eso es una tontería igual que lo es que los árboles le pasen el mensaje a
Slayer. Y así es como lo probaré. Iré al bosque, susurraré a los árboles y cuando
no pase nada, al menos demostraré que es falso.
—¿Qué susurrarás? Slayer busca matar. ¿A quién sacrificarás?
—A ninguno. Dejaré un mensaje diciendo que necesito la ayuda de Slayer y
no pasará nada.
—¿Y si pasa? — desafió Snow.
—Entonces le pediré que proteja a mi marido.
—Él no protege. Causa daño.
—No sabemos eso con seguridad. Tal vez Slayer sea más de lo que sabemos.
— argumentó Willow. Dio otro apretón a la mano de su hermana. — No te
preocupes. Sabes que no corro riesgos tontos.
Snow soltó una dura carcajada, aunque bajó la voz al hablar.
—Nunca lo hiciste hasta que te casaste con Slatter.
—En cierto modo, él me abrió los ojos a cosas que nunca me molesté en ver.
—Me alegro de verdad por ti, Willow, pero por favor, ten cuidado y no vayas
sola al bosque. — ordenó Snow.
—Sólo voy al borde del bosque donde los robles parecen abrazarse.
—Donde jugábamos de pequeños mientras mamá recogía plantas. Y no
tardarás mucho. — volvió a ordenar Snow.
—No tardaré, ya que aún no he comido esta mañana y me muero de hambre.
— El estómago de Willow refunfuñó para demostrarlo.
Snow se rió.

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—Yo tampoco he comido aún, así que podemos compartir la comida juntas.
¿Dónde está Slatter?
—Su abuela quería hablar con él en privado. Estoy segura de que terminará
pronto, ya que se estaba cansando cuando yo estaba allí y necesita descansar.
— Se puso de pie. — Lo que significa que tengo poco tiempo para terminar esto
antes de que aparezca mi marido. Volveré en un abrir y cerrar de ojos.
—Ten cuidado. — llamó Snow tras ella y Thaw levantó la cabeza donde
dormía a los pies de Snow y dio un aullido.

A Willow le encantaba el bosque y la forma en que éste se vestía según las


estaciones. Hoy llevaba un ligero manto de nieve, el suelo y las ramas desnudas
de los árboles estaban espolvoreados con ella, excepto los pinos. La nieve se
pegaba a las agujas de los pinos haciendo que parecieran parpadear de luz
contra el cielo gris apagado.
Había pasado mucho tiempo aquí con su madre desenterrando ortigas,
zanahorias silvestres, escofinas silvestres, etc. Su madre le enseñó sobre las
plantas y el propio bosque. Su madre le había dicho que el bosque era un lugar
seguro si la gente era prudente.
Se dirigió a un lugar donde aparecía un grupo de robles agrupados, aunque
había espacio para que una persona o tres muy jóvenes se apretujaran en el
centro.
Sonrió ante los agradables recuerdos que le traían los árboles, las risas que
ella y sus hermanas habían compartido, y las lágrimas, ya que las tres habían ido
allí después de enterrar a su padre. Habían buscado consuelo juntas y los
árboles se lo habían dado. Tuvo que sacudir la cabeza al pensar que algunos
creían que las raíces de los árboles podían llegar al infierno y al mismísimo
diablo. Eran demasiado bonitos y reconfortantes para que el mal los tocara.
Willow tenía poco tiempo, así que no se entretuvo ni se apretujó entre los
árboles. Simplemente apoyó la mano en el tronco de uno de los robles y pidió la
ayuda de Slayer. No suplicó, simplemente pidió ayuda.
Dejó que su mano permaneciera en la áspera corteza, como si sacara fuerzas
de ella, y se encontró ofreciendo una oración silenciosa para mantener a su
marido a salvo. Al terminar, se dio la vuelta para regresar a la torre, recordando
que había asegurado a su hermana que no tardaría, y se detuvo sorprendida al

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ver a su marido de pie a una buena distancia. Fue a sonreírle y a saludarle,
preguntándose cómo había pasado por delante de ella sin que se diera cuenta,
cuando rápidamente se llevó la mano al pecho.
No era su marido quien estaba allí.
Un rápido vistazo y uno pensaría que era Slatter, pero una segunda mirada
advirtió que su vestimenta era diferente a la de su marido, su pelo oscuro
ligeramente más largo, e incluso desde la distancia había una mirada maligna en
sus ojos oscuros, una que ella nunca había visto en los ojos de su marido.
Él sonrió y le tendió la mano.
—Ven a mí, esposa. Por fin tenemos un rato a solas.
—No eres mi marido. — gritó Willow con firmeza, dando lentos pasos hacia
atrás.
Él se rió.
—¿Qué tonterías dices?
—Digo la verdad, no como tú que te haces pasar por mi marido.
Bajó el brazo a su lado, su sonrisa se desvaneció.
—Una mirada hacia ti en el mercado y supe que no habría forma de
convencerte. — Volvió a sonreír. — Sin embargo, a los demás no. Si no me ven
ellos mismos, no te creerán.
—Créelo por tu cuenta y riesgo. — advirtió ella.
Sus rasgos se volvieron ásperos y le recordaron a su marido y su aspecto
cuando se enfadaba. Cómo este desconocido y su marido podían parecerse
tanto la desconcertó.
—Tú eres la que está en peligro y lo aprenderás muy pronto, leannan. — Se
marchó riendo.
El eco de su risa perduró como un fuerte y repugnante olor después de que
hubiera desaparecido hacía tiempo y Willow se estremeció mientras se daba la
vuelta, se alzaba el dobladillo de su vestido y corría hacia el torreón.

Slatter había esperado que su abuela le ayudara a aclarar su problema. Había


pensado que tal vez tenía un gemelo del que su madre nunca le había hablado.

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Pero su abuela había asistido a su nacimiento y le aseguró que era el único hijo
de su madre nacido aquella noche. No sabía nada de su padre y su madre le había
hablado poco de él a Slatter, salvo para decirle que no era importante en sus
vidas.
En este momento, él pensaba de otra manera. Su padre bien podría tener la
clave de su problema.
Entró en el Gran Salón esperando ver a su esposa allí, sólo para encontrar a
Snow sentada en una mesa sola, con una expresión de preocupación
estropeando sus encantadoras facciones.
—¿Dónde está Willow? — preguntó, preocupado porque su esposa se
hubiera ido y hubiera hecho alguna tontería.
Snow no dudó en decirle la verdad, ya que estaba molesta porque Willow
aún no había regresado.
—Se fue al bosque.
—Te preguntaría por qué, pero eso me lo puede decir cuando la encuentre.
¿A qué lugar del bosque se fue? — preguntó con ganas de ir tras ella.
Snow explicó, luego extendió su mano hacia la sombra que era Slatter para
ella y él la tomó.
—Ella dijo que sería rápida y se ha ido más de lo esperado. Por favor, tráela a
casa sana y salva.
—No te preocupes, Snow, pronto te la devolveré.
Dejó volar varios juramentos mientras salía a toda prisa del torreón y se
dirigía en la dirección que le había indicado Snow. No prestó atención a los
guerreros que le pedían que se detuviera y sabía que se arriesgaba a no detenerse
cuando se daban cuenta de que su paso apresurado lo llevaba hacia el bosque.
No le importó. No sufriría ningún retraso para ver a su esposa a salvo.
—¡Alto!
Slatter ignoró el grito y cuando vio a su mujer justo dentro del bosque, con el
rostro pálido y los pies golpeando la tierra mientras corría hacia él, corrió. Tenía
que llegar hasta ella. Tenía que mantenerla a salvo. El corazón le latía con fuerza
en el pecho y el miedo se le retorcía como un cuchillo en las entrañas.
Willow vio a su marido y corrió tan rápido como sus piernas le permitieron.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio que uno de los guerreros de Tarass
estiraba la mano a punto de sujetar el hombro de Slatter.

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Creyó que caerían al suelo en un choque de miembros, pero no fue así. Su
marido agarró el brazo del guerrero y con lo que parecía la fuerza de diez
hombres lo lanzó por encima de su hombro y sobre su espalda, y luego siguió
corriendo hacia ella. Otro guerrero estaba casi encima de él y Willow se
apresuró a levantar el dedo en el aire y por encima, haciéndole saber que había
otro detrás de él.
Incluso en su propia huida del miedo, se aseguró de advertirle, de protegerle,
de mantenerle a salvo como fuera. El amor por su mujer le golpeó en ese
momento como un puñetazo en la cara. Haría cualquier cosa por esta mujer,
cualquier cosa, la quería tanto así.
Aclaró su mente y se concentró en una cosa, llegar a su esposa. Oyó las
pisadas acercarse detrás de él y en el momento justo esquivó al guerrero que
había corrido detrás de él. Su impulso no le permitía detenerse bruscamente y,
al pasar junto a Slatter, le dio un empujón al joven guerrero y lo hizo caer al
suelo en una agitación de miembros.
Slatter no perdió un paso, siguió adelante, aumentando la velocidad,
desesperado por alcanzar a su esposa y saber que estaba a salvo y en sus brazos,
donde debía estar.
Willow estiró los brazos hacia su marido, desesperada por alcanzarlo.
Desde que Slatter era un jovencito, siempre había sido rápido y ágil con los
pies. Nadie podía seguirle el ritmo ni atraparlo, pero por primera vez se sentía
demasiado lento. Necesitaba alcanzar a su mujer, necesitaba rodearla con sus
brazos y abrazarla con fuerza.
Las pisadas se detuvieron detrás de él, los tontos probablemente se dieron
cuenta de que no estaba huyendo, estaba corriendo hacia su esposa que parecía
que el diablo la perseguía. Cuando ella estiró los brazos hacia él, aunque a cierta
distancia, él maldijo por lo bajo y bombeó las piernas con más fuerza.
Willow se lanzó a sus brazos tan pronto como estuvo lo suficientemente
cerca de su marido y él la atrapó, levantándola de sus pies y abrazándola.
Ella se apresuró a rodearle el cuello con los brazos y apoyó su mejilla en la de
él.
—Lo vi. Estaba en el bosque. Al principio pensé que eras tú. Me llamó leannan
igual que tú. — Ella se estremeció.
Cuando los guerreros de Tarass y Ruddock se acercaron por detrás, Willow
les gritó.
—Está en el bosque. Id a buscarlo. — les ordenó.

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Se quedaron mirándola.
—¿No me habéis oído? El culpable de la muerte de Rhodes está en el bosque.
Vayan tras él.
Seguían sin moverse.
—Te oyen bastante bien. — dijo Slatter, volviéndose a mirar a los guerreros,
con su mujer bien arropada contra él. — Sólo que no te creen. — Caminó hacia
ellos y se apresuraron a apartarse y dejarle pasar.
—Tiene planes. No ha terminado contigo. — dijo Willow y se estremeció,
recordando su risa resonante.
—Qué bien, ya que seré yo quien acabe con él. — dijo Slatter sin dudar de
que el hombre fallaría. — ¿Estás bien, esposa? — No vio signos visibles de daño,
pero el daño invisible a veces podía ser peor que el que se podía ver.
—Estoy bien. — le aseguró ella. — Ha mantenido la distancia, aunque no
creo que sea por mucho tiempo.
Aunque Slatter estuvo de acuerdo, permaneció en silencio, pensando en lo
que le haría al hombre cuando lo atrapara. Una cosa era causar estragos en su
vida, pero otra muy distinta que su enemigo se acercara a su mujer.
—Hay que detenerlo antes de que se pierda otra vida. — dijo Willow.
Slatter volvió a estar de acuerdo, pero había algo que le preocupaba.
—¿Qué hacías adentrándote sola en el bosque, esposa?
Willow no vio ninguna razón para ocultarle la verdad.
—Fui a pedirle ayuda a Slayer.
Se detuvo bruscamente.
—¿Qué?
—Deja que te explique. — dijo ella.
—Definitivamente lo harás.
Le contó lo que había aprendido sobre Slayer y cómo la información la había
llevado al bosque.
—Como ves no espero que me responda en absoluto ya que es ridículo pensar
que los árboles le llevan los mensajes o que es una cohorte del diablo. Puede que
sea un hombre de costumbres perversas, pero no es más que eso. Y si Tarass
puede hablar con él, entonces yo también puedo.

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—¿Y qué pasa si es una cohorte del diablo? ¿Qué harás entonces? Tú lo
convocaste, así que te deberás a él.
—Tonterías. Puras tonterías. — dijo Willow con seguridad.
—Sabe esto, esposa. — dijo él y le plantó un rápido beso en los labios. — Iré
al infierno para rescatarte si es necesario.
—De eso no tengo ninguna duda, esposo, aunque me hace bien el corazón
oírtelo decir. — Esta vez lo besó y su corazón se estremeció cuando él esbozó
su perversa y hermosa sonrisa.
—Te llevaría directamente a nuestra alcoba si Snow no estuviera tan
preocupada por ti o si no tuviéramos que informar a James de lo ocurrido.
—Más tarde. — susurró ella.
—Más pronto que tarde. — susurró él como si fuera un secreto y Willow rió
suavemente y volvió a besarlo.

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Capítulo 20

—¿Por qué están solos? ¿Dónde están Devin y los demás? — preguntó Slatter
sorprendido al ver a Walcott cuando entró en el solar de James. — ¿Y por qué
has tardado una semana en llegar si has viajado solo?
—Devin quería estar seguro de tu petición y de llevar al grupo a un lugar
seguro. Además, algunos del grupo necesitan descansar después de su último
viaje antes de emprender otro. Y Devin se niega a partir hasta que todos estén
lo suficientemente bien para viajar, aunque agradece las hierbas que Willow
envió para Erna y los demás.
—Aquí hay refugio, comida y seguridad para su gente. — ofreció James.
—¿Es un hogar permanente? — preguntó Walcott.
—Mi hermana Willow cree que sí, pero es Slatter quien debe decidirlo. —
dijo James, mirando al hombre.
—Hazle saber al grupo que vienen a un hogar permanente. — dijo Slatter. —
Ahora vamos a conseguirles algo de comida y bebida y un lugar para descansar
antes de que deban partir de nuevo.
Slatter caminó con Walcott hacia la puerta.
—Un momento, Slatter. — dijo James.
—Te veré en el Gran Salón. — le dijo a Walcott, y luego se volvió hacia James.
—¿Es este un hogar permanente para ti? — preguntó James.
—Dondequiera que esté Willow... también está mi casa. — dijo Slatter y se
marchó.
Cuando llegó al Gran Salón fue para encontrar a su mujer hablando con
Walcott. Se detuvo y observó a su mujer. Estaba realmente contenta de ver a
Walcott y hablaba con él como si fuera un viejo amigo. Pudo oírla preguntar
por Erna, la joven que se rompió el brazo y por Corliss, la anciana por cuyo nieto
Crofton se preocupaba sin cesar, y por Pell, el viejo guerrero al que le faltaba
una pierna, y por un sinfín de otros cuyos nombres recordaba mejor que él.
Su mujer le parecía más hermosa cada día. Más aún hoy viéndola con
Walcott.

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Luego estaban los recuerdos frescos de haberse despertado temprano esta
mañana y de cómo él y Willow habían hecho el amor lentamente, explorando,
bromeando, riendo y enamorándose más profundamente. Fue después, cuando
ella se había acomodado cómodamente contra él, cuando se dio cuenta.
No quería vivir sin esa mujer, nunca. La quería a su lado todos los días hasta
que no se despertara más. El destino lo había bendecido, la primera vez que lo
hacía, y quería asegurarse de no hacer nada que hiciera que el destino se la
quitara.
Eso significaba ver resuelto su problema. Por desgracia, tenía las manos
atadas al no poder ir a ningún sitio sin que le siguieran, aunque eso no se lo
impediría. Podía irse y volver fácilmente sin que le echaran de menos. Era la
seguridad de su esposa lo que le impedía hacerlo. No la había perdido de vista
por mucho tiempo desde el incidente en el bosque.
El culpable que se parecía a él no había vuelto a aparecer, aunque era cuestión
de tiempo que lo hiciera. No tenía intenciones de que su esposa fuera la segunda
víctima del malvado.
La encantadora sonrisa de Willow obligó a Slatter a devolverla de la misma
manera mientras se acercaba a la mesa, su mano extendida hacia él le hizo
sonreír aún más. Ella nunca dejaba de alcanzarlo, de darle la bienvenida a su
lado, de alegrarse de verlo, y su afán por estar con él siempre le hacía vibrar el
corazón.
—Walcott me hablaba de todos. Es bueno que Devin espere a que todos
estén descansados y bien antes de viajar aquí. Y me alegro de que Walcott
pueda llevar las buenas noticias del hogar al que llegan.
—Estarán encantados. — dijo Walcott.
—Tienes que dormir bien por la noche y partir por la mañana. — dijo. —
Tendré una cabaña preparada para ti.
—Debería irme después de comer. — dijo Walcott.
—Tonterías. — dijo Willow, sacudiendo la cabeza. — Te irá mejor con la
comida y el descanso. La mañana es tiempo suficiente para que te vayas.
Además, el anochecer no está lejos. — Se volvió hacia su marido. — ¿Verdad,
Slatter?
—Mi mujer tiene razón. Un buen sueño te hará más apto para tu viaje.
—Entonces está decidido. Los dejaré para que hablen mientras veo que te
preparan una cabaña. — Willow le dio a su marido un rápido beso en la mejilla.

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—No me gusta que te vayas sola. — dijo Slatter, cogiendo la cintura de su
mujer con el brazo para que no pudiera salir corriendo.
—Snow me espera fuera junto con Thaw, quien prefiere la nieve recién caída.
—Bien, y no tardes mucho. Hace frío ahí fuera. — Le besó los labios y la dejó
marchar de mala gana.
Willow se giró y le hizo un gesto con la mano antes de salir a toda prisa.
La nieve volvía a caer. Había caído periódicamente durante los últimos días.
No había una gran acumulación, pero la mayoría temía que fuera una promesa
de una gran nevada por venir.
Se rió al ver a los pequeños lanzando nieve al aire para que Thaw la atrapara,
el cachorro saltando con deleite y vigor para atrapar los copos que se derretían
tan pronto como lo tocaban. Snow se rió y miró como si los observara, girando
la cabeza hacia los diferentes chillidos de los niños. Pero todo lo que veía eran
sombras y cuando había tantas, a menudo se convertían en algo borroso para
Snow, por lo que le había contado a Willow.
Willow rezaba todos los días para que su hermana recuperara la vista y
esperaba que algún día sus oraciones fueran escuchadas.
—Snow. — gritó y su hermana giró la cabeza. — Necesito ayuda.

—Está aquí. Ha matado a uno de los guerreros del Señor del Fuego. — Dijo
Slatter después de asegurarse de que nadie estaba lo suficientemente cerca
como para escucharlo. — Y me han culpado por ello.
El trozo de carne que Walcott había clavado con su cuchillo y que estaba a
punto de llevarse a la boca se detuvo cerca de sus labios.
—Volverá a atacar y se encargará de que me culpen a mí.
Walcott sacudió la cabeza.
—¿Por qué?
—Me gustaría saberlo y saber cómo evita ser descubierto. No tengo
problemas para localizar a alguien que deseo encontrar, pero él ha eludido todos
mis esfuerzos por encontrarlo y eso me desconcierta.

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—¿Lo has buscado en el bosque? — preguntó Walcott y finalmente se llevó
el trozo de carne a la boca.
—El bosque es un lugar demasiado vasto para buscar. No tendría sentido
intentarlo.
—¿Qué vas a hacer?
—Mantener a mi mujer a salvo y esperar mi momento hasta que vuelvas con
Devin. Entonces le tenderé una trampa y me aseguraré de que no pueda escapar.
—¿Y si se va antes de que puedas poner la trampa?
—No lo hará. — dijo Slatter con confianza. — Es un tonto. Cree que me tiene
atrapado y que acabará conmigo aquí. Eso nunca ocurrirá.
—¿Qué clase de trampa podría capturar a un hombre tan retorcido?
—Una que sea más retorcida que él.

Era una noche tranquila en el Gran Salón, la mayoría de las personas


permanecían instalados en sus cabañas. Walcott había ido a la cabaña que
Willow le había preparado después de comer y se había ido directamente a
dormir, queriendo partir con el amanecer del día siguiente.
—Te dejaré para que hables con tu hermana, mientras yo voy a pasar un rato
con mi abuela. Nos veremos en nuestra alcoba después. — Slatter guiñó un ojo
y plantó un rápido beso en los labios de su esposa, dejándola con Snow.
Sólo se había ido unos instantes cuando una mujer entró en el Gran Salón,
con la capa muy espolvoreada de nieve.
—Teresa, ¿pasa algo? — Preguntó Willow, viendo la mirada preocupada en
su expresión pellizcada.
—Es Brent, se ha cortado la pierna hoy y no me lo ha dicho hasta que le ha
dolido tanto que esta noche por fin me ha enseñado la herida y tiene un aspecto
horrible. ¿Puedes ayudarlo, Willow?. — suplicó.
—Cogeré mis cosas y me reuniré contigo en tu casa.
—Eres una mujer generosa, gracias. — Teresa se giró, sus pasos fueron
rápidos al salir del Gran Salón.

- 187 -
—No me esperes, Snow, ve a dormir. Probablemente Slatter estará en
nuestro dormitorio para cuando yo regrese.
Las dos mujeres se abrazaron y Willow fue a buscar su cesta de curación y
su capa, y salió del torreón.
La noche era inquietantemente silenciosa mientras se dirigía a la casa de
Teresa. Sus pisadas ni siquiera hacían ruido en la suave nieve. Las sombras
nocturnas parecían más grandes de lo habitual, lo que hacía pensar que alguien
estaba realmente al acecho. Willow pensó, demasiado tarde, que tal vez hubiera
sido prudente avisar a Slatter de adónde iba. Normalmente, no pensaría nada
en ser citada en la casa de alguien a última hora, ya que los niños suelen elegir
las horas tardías para llegar. Y nunca había sentido el más mínimo temor de
caminar por el pueblo de noche, pero el incidente en el bosque la hizo pensar
de otra manera. Se apresuró a caminar. La cabaña se encontraba más bien en el
centro del pueblo y se sintió aliviada cuando llegó a ella, y Teresa respondió a
su rápido golpe en la puerta, sintiéndose tonta una vez dentro.
Habían colocado centinelas adicionales para asegurarse de que su marido no
intentara huir mientras deberían estar buscando al verdadero culpable de la
muerte de Rhodes.
Sacudió la cabeza. Estaba a salvo en su pueblo, aunque no podía evitar pensar
que se sentiría más segura si Slatter estuviera con ella. Lo recordaría la próxima
vez que la llamaran tarde.
—Deberías haber acudido a mí de inmediato cuando ocurrió esto. — le
regañó Willow, después de echar un vistazo a la herida de Brent.
Brent no era un hombre alto, pero sí grueso y con buena fuerza.
—Me ocupé de ella igual que hizo tu madre la última vez que me hice un
corte. Le puse miel y la envolví. — argumentó.
—Está bien que lo hayas intentado, pero este corte es más profundo que el
anterior y necesita ser atendido de forma diferente. — explicó Willow, sin
querer desanimarle por ignorar una herida como hacían la mayoría de los
hombres. — Te la limpiaré y la vendaré, y tienes que mantener la pierna sin peso
durante unos días para que empiece a curarse. — Ella levantó la mano cuando
él fue a discutir. — No te molestes en decirme que no puedes. Voy a hablar con
James para que sepa que no vas a trabajar. Además, con esta nieve habrá poco
trabajo.
Brent refunfuñó, pero finalmente accedió.
Willow no tardó en terminar.

- 188 -
—Ya se siente mejor. — dijo Brent con una sonrisa mientras Willow se ponía
la capa. —Tienes el toque curativo igual que tu madre.
Sus palabras le tocaron el corazón al pensar que era tan hábil como lo había
sido su mamá.
—Es muy amable de tu parte, Brent.
—Es la verdad. — dijo Brent asintiendo con firmeza. —Ahora ten cuidado
con la nieve.
Willow salió de la cabaña y se encontró con que la nieve caía con más fuerza
y el viento se había hecho más fuerte, azotándola con fuerza, y se recordó a sí
misma que debía prestar atención a la advertencia de Brent y tener cuidado con
sus pasos. Se estremeció, esforzándose por ver el torreón a través de los
remolinos de nieve y teniendo dificultades para divisarlo.
Se subió la capucha y se alejó de la cabaña, deseosa de volver a la fortaleza y
a su marido. La nieve arremolinada no le permitía un paso apresurado y observó
sus pasos mientras se dirigía al torreón.
—Me has llamado. — dijo la profunda y siniestra voz.
Willow se detuvo y se giró, pero apenas pudo distinguir una sombra junto a
una cabaña cercana.
—¿Quién está ahí? No he llamado a nadie. — dijo Willow.
—Has enviado tu mensaje a través de los árboles. — dijo la profunda voz con
impaciencia.
Willow encerró el grito ahogado que salió disparado de su boca. No podía
ser. No era posible.
—¿Eres Slayer?
—¿Qué quieres de mí? — exigió.
No tuvo que pensar. Sabía lo que quería y no dudó en decirlo.
—Quiero que se atrape al culpable que se hace pasar por mi marido para que
quede libre de las falsas acusaciones que se le hacen, y quiero que se castigue al
responsable.
—Me deberás por esto. — dijo, aunque era más bien una advertencia.
—¿Qué te deberé? — Preguntó Willow.
—Lo que te pida.
—Eso podría ser cualquier cosa. — argumentó ella.

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—Tú me has convocado, por lo tanto, me debes.
—No te debo nada si no estoy de acuerdo, y tus condiciones no son
razonables. — argumentó ella.
—Me convocaste, por lo tanto, me debes. — repitió él como si estuviera
hecho y no pudiera deshacerse.
Frustrada, Willow dio un paso hacia la sombra, queriendo enfrentarse a
quienquiera que se escondiera en las sombras. No había nadie.
—Cobraré mi deuda cuando el acto esté hecho.
La voz premonitoria parecía ser transportada por la nieve que caía a su
alrededor, y ella se estremeció al pensar en lo que podría ser esa deuda. Pero,
¿importaba? Mientras su marido estuviera a salvo, eso era lo único que
importaba. Además, se negaba a creer que acababa de hablar con un demonio.
Había sido un hombre. Un hombre con el que negociaría cuando el acto
estuviera hecho, si es que alguna vez lo estaba.
Se apresuró a salir, aún más ansiosa por hablar con su marido, aunque se
preguntó si era prudente decírselo. Aunque tal vez no fuera prudente no
hacerlo. Tendría que pensarlo.
—No deberías estar aquí sola.
Willow dio un salto y se llevó la mano al pecho.
—Me has asustado, Walcott.
—La tormenta de nieve es demasiado desagradable, la noche demasiado
oscura para que estés aquí fuera sola. — advirtió él. — El peligro acecha en la
oscuridad.
—Agradezco la advertencia, Walcott. Estaré en la seguridad del torreón en
unos pocos pasos. Y tú deberías estar durmiendo. Te vas al amanecer.
—Estoy bien. Date prisa y ponte a salvo. — dijo él.
Ella se apresuró a salir, sintiéndose un poco desconcertada, pensando que era
extraño que Walcott hubiera aparecido de repente. ¿Podría ser Slayer? Justo
cuando ese pensamiento la sorprendió, vio una figura encapotada que corría
hacia el torreón. Estaba encorvado. ¿Disimulaba su verdadera estatura? Se
dirigió por la parte trasera del torreón hacia la cocina.
Willow se apresuró a seguirlo, preguntándose si sería Slayer. Se detuvo
bruscamente al doblar la esquina del torreón y no encontrar a nadie allí. ¿Dónde
había desaparecido la figura tan rápidamente?

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Entró por una puerta cercana a la cocina, colgó su capa en una percha y dejó
su cesta de curación en un cofre para recuperarla más tarde. Dio pasos
cautelosos, mirando con desconfianza cualquier rincón por el que pasaba y
doblando las esquinas con precaución. Si la figura embozada había entrado
aquí, podía estar al acecho en cualquier lugar. ¿O había sido alguien que
simplemente regresaba a la torre del homenaje?
Finalmente entró en el Gran Salón y echó una rápida mirada a su alrededor
para encontrarlo vacío, el único sonido era el crepitar y el estallido del fuego
que ardía con fuerza en la chimenea.
—¿Me buscabas? — dijo una voz susurrante detrás de ella.
Jadeó y se giró con tanta prisa que tropezó y cayó contra su marido.
Él se apresuró a rodearla con sus brazos.
—Estás fría. — dijo, y la ira apareció en sus ojos. — ¿Dónde has estado?
Era cálido, no tenía ni un escalofrío y ella se apretó contra él para robarle un
poco de su calor.
—Había que atender a alguien.
—¿Fuiste sola? ¿Por tu cuenta? ¿En la oscuridad de la noche? ¿No tienes
sentido común, esposa?
Ella se rió.
—Normalmente tengo demasiado.
—Esta vez no. — espetó él. — Te prohíbo que vuelvas a salir sola de noche
de esa manera. Me encontrarás y te acompañaré.
—Esa palabra “prohibir” no me gusta, esposo. — dijo ella y se alejó de él.
—Una esposa sigue las reglas de su marido.
—Esta esposa no. — dijo ella con una sonrisa.
—Y yo que pensaba que eras una mujer razonable. — dijo él, con una leve
sonrisa burlándose de las comisuras de la boca.
—Sí, lo soy, y por eso elegí a un hombre decente para casarme y no a alguien
que desea dictar su ley. Aunque, veo que puede necesitar que se lo recuerden de
vez en cuando. — Jadeó cuando se encontró entre los fuertes brazos de su
marido. Todavía no podía entender cómo podía moverse tan rápido que sus
movimientos apenas se veían.
—No te perderé por tu propia terquedad. — dijo él y la besó cuando ella fue
a discutir con él. — Una cosa que no eres es tonta y hasta que no atrapen a ese

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culpable sería una tontería que salieras sola a altas horas de la noche y con una
nevada que se ha vuelto intensa. Te pido que, si es necesario que lo hagas, me
dejes ir contigo para no preocuparme innecesariamente. — Sonrió. — Y si se te
ocurre rechazar mi sincera petición, que sepas que seré tu sombra día y noche
hasta que considere que es seguro para ti.
Ella no pudo evitar reírse.
—Sigues dictando.
—Te ruego que me sigas la corriente en esto antes de que mi pobre corazón
se rompa de tanto miedo que tengo de perderte.
Ella volvió a reírse suavemente.
—Tu lengua tiene encanto.
Él le cogió la barbilla.
—Mi lengua dice la verdad esta vez. No querría vivir sin ti.
La besó y Willow se alegró de que lo hiciera, ya que sus palabras la dejaron
sin habla. No fue un beso tierno y no dejó ninguna duda de a dónde llevaría y
eso disparó la pasión de Willow.
Slatter apoyó su frente en la de ella después de terminar el beso.
—Tengo una insaciable necesidad de ti, esposa.
—Y yo de ti, marido. — susurró Willow a un pelo de sus labios.
—No tengo paciencia para una noche lenta y perezosa. Te quiero rápido y
duro.
—Entonces, ¿a qué esperas?
La cogió en brazos y estuvieron en la alcoba con rapidez, despojándose
mutuamente de sus prendas antes de caer juntos en la cama, con los labios de él
reclamándola en lugares que elevaron su pasión más allá de lo razonable.
Willow no perdió el tiempo y abrió las piernas, deseosa de que él la penetrara,
de sentir cómo se hinchaba dentro de ella, cómo la llenaba, cómo la amaba.
—Ámame. — dijo ella, sin darse cuenta de que lo hacía hasta que las palabras
se deslizaron dolorosamente de sus labios.
—Siempre. — dijo él y reclamó sus labios en un beso que casi la llevó al límite.
Ella gimió con intenso placer cuando él se deslizó dentro de ella y sus
gemidos aumentaron cuando él hizo lo que dijo que haría... la tomó rápida y
duramente.

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Ella subía y subía en espiral, más y más alto con cada empuje enérgico hasta
que llegó al límite y estalló de pura pasión.
Slatter capturó su boca en un beso, aunque era el clímax femenino lo que
quería sentir cuando los gemidos de ella lo atravesaron, enviándolo al límite
para unirse a ella. Echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un rugido
retumbante que resonó en toda la habitación.
—No te detengas. Por favor, no pares. — suplicó Willow.
Ella suplicaba cada vez, aunque no era necesario. Él se había familiarizado
con sus costumbres y sabía que ella volvería a alcanzar el clímax poco después
del anterior. Le encantaba lo receptiva que era y la facilidad con la que se
encendía su pasión por él... sólo por él.
Se tumbaron el uno al lado del otro, Willow alargó la mano para coger la de
él, solo para descubrir que él alargaba la suya para coger la de ella.
Después de unos minutos, Slatter tiró de la cálida manta de lana sobre ellos
y Willow se acomodó cómodamente contra él, con los ojos cada vez más
pesados. Su marido emitió un ligero ronquido y ella sonrió, satisfecha. Mientras
se quedaba dormida, recordó que no le había hablado de Slayer, ni de haber visto
a Walcott levantado tan tarde, ni de la figura encapotada que creía que había
entrado en el torreón. Mañana le contaría a su marido todo lo que había pasado
y él podría hablar con Walcott y ver si había visto a alguien merodeando por
ahí.

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Capítulo 21

Willow se despertó con un golpeteo, no en su cabeza, sino en la puerta.


Slatter ya estaba fuera de la cama y poniéndose la ropa, la voz en la puerta era
frenética.
—¡Despierta! ¡Despierta!
Willow se apresuró a salir también de la cama y a ponerse la ropa a toda prisa,
el miedo en la voz de Eleanor era demasiado real y un escalofrío la recorrió.
Slatter abrió la puerta de un tirón.
Eleanor estaba tan pálida como la nieve recién caída.
—Es tu amigo Walcott. Alguien le ha hecho mucho daño.
—¿Dónde está?
—En la cabaña en la que se quedó anoche. — dijo Eleanor con lágrimas
amenazando sus ojos.
Slatter se volvió hacia su mujer.
—Recogeré lo que necesito para ayudarle y me reuniré contigo allí. — dijo
Willow, sabiendo sin que su marido dijera lo que quería de ella.
Asintió con la cabeza y pasó corriendo junto a Eleanor.
Willow fue a seguirlo y Eleanor la agarró del brazo.
—Está malherido, tiene muchas puñaladas.
Willow palideció, recordando la noche anterior y cómo Walcott le había
advertido del peligro que acechaba en la oscuridad. Éste lo había encontrado.
—Llama a Snow, dile lo mal que ha sido herido Walcott y que he ido a
atenderlo. Ella sabrá qué reunir para ayudarme. Luego ayúdala a traérmelo. —
ordenó Willow. — Y procura que Carna se quede con Sara.
Eleanor asintió y se marchó y Willow se apresuró a seguir a su marido.
Se detuvo y recuperó su cesta de curación de donde la había dejado la noche
anterior y recogió más hierbas y cualquier otra cosa que pensó que podría

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necesitar de la pequeña habitación junto a la cocina donde secaba y almacenaba
las hierbas y plantas curativas.
La nieve había cesado, dejando un viento amargo que la azotaba y una
cantidad suficiente en el suelo que le llegaba justo por debajo de los tobillos. Se
ciñó la capa para que no se agitara a su alrededor y agachó la cabeza para evitar
que el viento frío le mordiera la cara. Dio un salto cuando un brazo sólido la
rodeó de repente.
—Debería haberte esperado. — dijo Slatter, atrayéndola con fuerza contra
su costado. — No quiero que estés aquí sola, ni de día ni de noche.
Willow se estremeció, no por el frío, sino por lo que su comentario implicaba.
El ataque a Walcott tenía que ser malo para que se fuera del lado del hombre y
viniera tras ella, preocupada por su seguridad. También notó a varios de los
guerreros de Tarass y Ruddock cerca y cómo los seguían de cerca mientras ella
y Slatter continuaban hacia la cabaña.
James estaba en la cabaña cuando entraron y cuando sus ojos se encontraron
con los de ella, sacudió la cabeza.
Willow se apresuró a acercarse a Walcott y vio que su pecho estaba cubierto
de sangre, así como la manta que tenía debajo. Todavía respiraba y no era una
respiración superficial, así que la muerte no estaba cerca todavía.
Se deshizo de su capa, colocó su cesta sobre la mesa y miró de James a su
marido.
—Mi hermana y Eleanor reúnen lo que necesito, por favor ayúdenlas a llegar
hasta aquí y luego déjenme con esto. No me servirá de nada tener a ninguno de
los dos revoloteando sobre mí.
—Me encargaré de que lleguen bien, — dijo Slatter — y luego te esperaré
fuera.
No tenía sentido decirle que esperara en el calor del torreón. Esperaría afuera
no sólo para ver cómo le iba a Walcott, sino para ver que ella se mantuviera a
salvo.
Willow trabajaba con diligencia en Walcott, deseando que se despertara y
soltara sus habituales quejas malhumoradas. Pero temía que nunca se
despertara. Varias marcas de cortes en los brazos indicaban que había
intentado protegerse del cuchillo del atacante. Dos heridas en el pecho no eran
profundas y si no fuera por las otras dos que sí lo eran, Walcott podría muy bien
sobrevivir. Pero dos heridas estaban cerca de zonas que, según le había
explicado su madre, solían ser mortales.

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Sabía que detener la hemorragia era lo más importante y evitar que las
heridas se encontrasen era lo más importante. Temía que fuera una lucha difícil
para Walcott y no sabía si la podría ganar.
Snow le apoyó en todo lo que pudo, ya fuera animando a su hermana o
asegurándose de que el agua se mantuviera caliente en el hogar. Eleanor fue de
gran ayuda, ayudándola a cortar la camisa ensangrentada de Walcott y a
limpiarlo e instalarlo en una cama limpia.
Un tiempo después, su marido se sentó en una silla junto a la cama de
Walcott, mirando fijamente al hombre pálido.
—¿Sabes si sobrevivirá? — preguntó Slatter.
Willow fue sincera con él.
—No tiene buena pinta, pero puede que Walcott sea lo suficientemente
cascarrabias como para desafiar a la muerte.
—¿Te dijo Walcott alguna vez cómo nos conocimos?
—No lo mencionó.
Slatter cruzó sus brazos sobre el pecho mientras sus ojos permanecían
enfocados en Walcott.
—Me encontré con dos hombres que le daban una paliza. Decían que les
había robado. — Sonrió. — Walcott, con los labios y los ojos muy hinchados,
se quejaba de que se negaba a pagar a los dos vagos por una tarea que no habían
realizado. Y no era a él, el mensajero al que debían golpear, sino al hombre que
ordenó la tarea en primer lugar. — La sonrisa de Slatter se desvaneció. — Aquel
día perdió dos dientes, uniéndose a la pelea que inicié, incluso con lo mal que le
habían golpeado.
—¿Se quedó contigo después de eso? — Preguntó Willow.
—Lo hizo, después de quedarse con nuestro pequeño grupo, más pequeño
que el que hay ahora, y de curarse, me dijo que se sentía libre por primera vez
en su vida y que quería seguir siéndolo. Puede que sea gruñón, pero es leal. —
Sacudió la cabeza. — Voy a hacer pagar a quien le hizo esto.
Puede que no sea el momento adecuado, pero su marido tenía que saber lo de
anoche. Le puso la mano en el hombro.
—Debería haber mencionado esto anoche, pero mis pensamientos estaban
en otra parte.
Él la miró.

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—Cuando volvía de la casa de Teresa, Walcott salió de la oscuridad para
advertirme de que estaba sola y de que el peligro acechaba en la oscuridad. Me
pregunté qué hacía él mismo fuera, ya que debía salir esta mañana al amanecer.
Y eso no es todo. Antes de que Walcott se diera a conocer, una voz me llamó
diciendo “Me has convocado” y tardé un momento en darme cuenta de que era
Slayer. Me preguntó qué quería y le dije que quería que estuvieras a salvo y que
el culpable fuera capturado y castigado. Me dijo que se lo debería. Le pregunté
qué le debería y me dijo: “Lo que te pida”.
La ira se encendió en sus ojos oscuros.
—¿Y no se te ocurrió decírmelo anoche?
—Me distrajiste.
—Eso no es excusa y lo sabes. — espetó.
Willow asintió con la cabeza, sabiendo que tenía razón. Debería habérselo
dicho enseguida.
—De nuevo, eso no es todo. — dijo, necesitando contarle todo.
El ceño de Slatter se levantó y no por sorpresa, su ira creciendo.
—Cuando me acerqué a la torre del homenaje divisé una figura embozada
que se dirigía a la esquina de la torre, cerca de la zona de la cocina. Lo perseguí,
pero cuando doblé la esquina había desaparecido.
Slatter se levantó de la silla.
—¿Lo seguiste?
Willow se apartó de su marido, pero él la cogió del brazo y la llevó a toda
prisa a situarse cerca de la chimenea, lejos de Walcott.
—¿Sabes lo tonto que fue seguirle? — Negó con la cabeza. — Por supuesto
que no, porque habías perdido todo el sentido común y te habías lanzado de
cabeza al peligro. Deberías haber acudido a mí de inmediato o a James, o a
cualquiera de los guerreros para que hubieran registrado la zona.
—Tienes razón. Debería haberlo hecho. — dijo Willow. — Fue una tontería,
pero ¿alguien más que tú me habría creído? Nadie me toma en serio cuando les
hablo de ese hombre que lleva tu cara. Creen que lo digo para excusarte. — Su
cabeza se inclinó. — Debería habértelo dicho. Habrías intentado buscar la
figura, lo que habría alertado a los centinelas, lo que muy bien podría haber
asustado a quienquiera que estuviera merodeando por el pueblo, y lo que podría
haber evitado el ataque de Walcott.
Slatter le levantó la barbilla para que le mirara.

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—Fui yo a quien viste entrar a hurtadillas en el torreón, aunque eso no
cambia nada. No deberías haberme seguido, sin saber quién era.
La sorpresa de Willow se reflejó en sus ojos, que se abrieron de par en par.
—Walcott salió por la noche por mi culpa. Habíamos quedado para vernos
en caso de que surgiera algo antes de su partida que hubiera que discutir. Es mi
culpa y bien podría morir por ello.
—No es culpa de nadie. — dijo Willow, apoyando la mano en el pecho de su
marido. — La culpa es de este hombre que se hace pasar por ti. Y me pregunto
si Walcott se encontró con él, pensando que eras tú, la noche oscura y la nieve
que caía dificultaban la visión. ¿Y qué hay de Slayer? ¿Podría haber visto algo?
Slatter tiró de su mujer en sus brazos y la abrazó con fuerza.
—Podrías ser tú la que esté en la cama, a punto de morir. No quiero perderte,
mo ghaol, prométeme que no volverás a hacer esa tontería.
—Lo prometo, pero debes prometerme que serás sincero conmigo. — dijo
ella, dirigiendo a él unos ojos suplicantes.
—Si pudiera. — dijo él y le dolió ver la decepción que llenaba los ojos de su
mujer.
Un gemido hizo que ambos se abalanzaran sobre Walcott.
—Todo está bien. Estás a salvo, Walcott. — dijo Slatter, colocando su mano
sobre la de su amigo, que estaba inerte, haciéndole saber que estaba allí. —
Willow te cuida. Necesitas descansar y ponerte fuerte.
Walcott volvió a gemir, girando la cabeza lentamente de un lado a otro.
—No estás solo. Estoy aquí y me encargaré de mantenerte a salvo, amigo mío.
Walcott se calmó y sus gemidos se desvanecieron.
—El tiempo lo dirá. — dijo Willow.

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Capítulo 22

—¿Qué quieres decir con que algunos creen que Slatter apuñaló a Walcott?
¿Cómo pueden pensar semejante tontería? — Willow levantó las manos
agitándolas y negó con la cabeza a James — Los últimos cuatro días, mi marido
ha estado sentado al lado de su amigo una buena parte del día.
—Una treta dicen algunos. — dijo James.
—Dime, son los guerreros de Tarass los que vomitan esas mentiras, ¿no es
así?
—Creen que atacó a Walcott para hacerles pensar lo contrario. — explicó
James.
—Eso es una tontería y lo saben. ¿Y cómo explican que Slatter haya pasado
entre ellos sin ser detectado? — preguntó Willow.
—Lord Tarass quiere saber lo mismo, pero no obtuvo respuesta. Aunque las
malas lenguas dicen que tu marido se escapa por la noche y se mezcla con las
sombras y las formas de la oscuridad.
—Eso es ridículo. Sus noches las pasa conmigo en nuestra cama. Los
guerreros pierden el tiempo pensando que es Slatter cuando deberían estar
buscando al culpable.
—Se han hecho búsquedas y no se ha encontrado a nadie.
Willow lo fulminó con la mirada.
—¿Cómo que han estado buscando? ¿Por qué no se me ha informado de esto?
— Jadeó. — No me digas que crees que no se me debe confiar una noticia así.
—Es Lord Tarass quien ha insistido en la búsqueda y en que no se le diga a
nadie.
—Particularmente a mí. — dijo Willow.
El silencio de James le confirmó que ella tenía razón.
Willow perdió la voluntad de discutir. No serviría de nada. Nadie la creía.
Ella sentía que James incluso tenía alguna duda. ¿Y cómo podrían ella o Slatter

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demostrar lo contrario cuando él estaba confinado en el torreón y la aldea? Si se
atrevía a acercarse al bosque, los guerreros caían sobre él.
¿Cómo podía demostrar que su marido era inocente?
—Una cosa buena. — dijo James, tratando de animarla un poco. — He
descubierto que Lord Tarass no ha tenido noticias de Slayer. Así que al menos
Slatter no tiene que temer eso.
Willow no tenía intención de decirle a James que Slayer se había puesto en
contacto con ella. Ese sería su secreto y el de Slatter. Ni siquiera se lo había
dicho a Snow, sabiendo que su hermana se preocuparía.
—No hay nada que mi marido deba temer de Slayer. Es inocente de todo lo
que se ha dicho contra él.
—Espero que eso se pueda demostrar, Willow, — dijo James — o me temo
que Lord Tarass se tomará la justicia por su mano, y no habrá nada que podamos
hacer para detenerlo.
La advertencia de James la siguió como una nube gris mientras salía de la
habitación. Se sentía tan impotente. Si su marido fuera libre de ir y venir a su
antojo... Se detuvo de repente, un pensamiento diferente se interpuso a los
demás.
Su marido había conseguido escabullirse del torreón la otra noche sin que
nadie lo viera y sin que ella lo supiera. ¿Lo había hecho otras veces? ¿Tendrían
razón las habladurías? ¿Su marido se había escabullido del torreón por la noche?
Sacudió la cabeza. Ella lo habría sabido. ¿O no? A veces, después de hacer el
amor, se quedaba profundamente dormida y no se despertaba hasta la mañana.
Pero nunca se despertaba sola. Slatter siempre estaba allí rodeándola. O la
despertaba con suaves caricias y hacían el amor. ¿Podría haber vuelto a su cama
en esas ocasiones? Ella tenía que saberlo y se apresuró a buscarlo.
Lo encontró con su abuela. Le iba bien, se levantaba de la cama para sentarse
en una silla junto al fuego un rato cada día. Comía bien, dormía bien y se quejaba
poco. Era obvio que estaba contenta y Willow creía que tenía mucho que ver
con su nieto.
Slatter ayudaba a su abuela a levantarse de la silla, con su brazo fuerte pero
tierno rodeándola, levantándola suavemente para que se pusiera de pie y
sosteniéndola mientras caminaba con ella hasta la cama y la ayudaba a meterse
en ella. La envolvió con la manta y le apartó un mechón de pelo de la cara para
colocárselo detrás de la oreja.

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Fue una escena que perduraría en la memoria de Willow, su marido, tan
fuerte y poderoso, asistiendo a su pequeña y frágil abuela con tanto cuidado y
paciencia.
—Ahora descansarás. Te visitaré más tarde. — dijo y la besó en la frente.
—Debes tener cosas importantes de las que ocuparte. No te preocupes por
mí. — dijo ella, acariciando su brazo.
—Tú eres lo más importante para mí, Seanmhair. — dijo él y volvió a besar su
frente.
—Te quiero tanto. — dijo ella suavemente mientras sus ojos se cerraban.
—Y yo a ti, Seanmhair. — susurró Slatter y se volvió para ver a su mujer de pie
ante la puerta abierta.
Como de costumbre, le llamó la atención la forma en que su sonrisa podía
despertar sus sentidos, ¿o era el cariño con el que había estado con su abuela lo
que le había tocado el corazón?
La sonrisa masculina se volvió traviesa mientras sus brazos la rodeaban por
su cintura.
—Veo una chispa de deseo en tus ojos, mo ghaol.
Willow no lo negó.
—Sí, enciendes una brasa que arde para siempre en mi interior por ti con una
sonrisa o un simple toque.
Apretó a los lados de su cintura.
—Nunca mi toque es simple. Cada vez que mi mano te toca es con un
propósito, ya sea para hacerte saber que estoy ahí para ti, que te amo, que me
duele por ti, o que simplemente quiero sentir el confort de tu mano en la mía. A
propósito, mo ghaol, siempre te toco con propósito. — Su mano se apartó de la
cintura de ella para acariciar su espalda. — Creo que deberíamos llevar esta
conversación a nuestra alcoba, donde puedo demostrarte con todo detalle el
propósito de mis caricias.
Ella casi se rindió, olvidando lo que iba a preguntarle, y se dio la vuelta
cuando él la dirigió, con un leve impulso de su mano en la parte baja de la
espalda, hacia las escaleras. Se lo recordó el silencio con el que subió las
escaleras detrás de ella, casi como si no estuviera allí.
—Tengo una pregunta. — dijo ella después de entrar en su dormitorio.

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—Tendrás que esperar. — dijo él, con los labios ya en su cuello, acariciando
los puntos sensibles que sabía muy bien que la harían responder con suaves
gemidos.
Willow tuvo que apartarlo y sacudir la cabeza para recuperar la cordura.
—No puede esperar.
—Sé rápida, tengo un dolor por ti que no se satisfará rápidamente.
Por un momento pensó en esperar a hablar con él hasta después de hacer el
amor, preocupada porque lo que tenía que preguntarle pudiera afectar la pasión
de ambos. Pero al final dejó que prevaleciera su naturaleza sensata, sobre todo
porque quería acabar con la preocupación antes de que él la llevara a la cama.
—Hablé con James y me dijo...
—Que muchos de los guerreros me creen responsable del ataque a Walcott.
Willow lo miró desconcertada.
—No soy sordo a las lenguas que se mueven a mí alrededor.
—¿Y sabes que muchos creen que te escabulles por la noche y merodeas por
la zona?
—Eso también lo he oído.
—¿Lo haces? — preguntó ella.
Él no respondió y cuando se apartó de ella, sintió una punzada en el corazón.
Slatter se pasó la mano por el pelo y sacudió la cabeza mientras se volvía a
mirar hacia ella.
—Es mejor que no sepas algunas cosas.
—¿Cómo puedes decir eso?. — preguntó ella incrédula.
—Fácilmente, ya que no quiero que te hagan daño de ninguna manera.
Se acercó a él y su mano salió disparada para golpearle en el pecho.
—Me haces daño al mentirme.
—No te he mentido. Simplemente no te lo mencioné.
—Así que me guardas secretos. — Se dio la vuelta. — Es hora de que yo haga
lo mismo.
Slatter la agarró del brazo y la hizo girar hacia él.
—No tendrás secretos para mí, esposa.
—Si tú puedes guardar secretos, yo también. — argumentó ella.

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—Lo hago para protegerte.
—¿O es que no confías en mí? — desafió ella.
—¿Qué me habrías dicho si te hubiera dicho que iba a buscar en el bosque
por la noche para ver si encontraba a ese culpable?
—¿Buscaste en el bosque? — preguntó ella.
—Por la mirada de tus ojos, es algo más que una simple pregunta que me
haces, esposa, y una buena manera de evitar responder a mi pregunta.
—Habría ido contigo, — dijo ella — pero tú lo sabías y trataste de desviarme
de la verdadera razón por la que te escabulliste del torreón por la noche.
—¿Y cuál sería? — preguntó Slatter con cautela, sabiendo que su mujer no
era una persona a la que se pudiera engañar fácilmente.
—Habías quedado con alguien. Alguien en quien confiabas. Alguien que
podía hacer lo que tú no podías, ir a donde quisiera. — Ella jadeó. — Walcott…
No acababa de llegar. Llevaba aquí un tiempo. No es alguien a quien nadie
preste atención. No se le quiere prestar atención debido a su constante
refunfuño. — Se paseó, pensando, y se detuvo de repente. — Por eso me
advirtió del peligro en la oscuridad. Encontró algo en la oscuridad, ¿no? Por eso
le atacaron.
Slatter se acercó a ella y le agarró las muñecas con las manos.
—Escucha bien, esposa. Dejarás esto en paz. No permitiré que sufras el
destino de Walcott.
—Eres mi marido y te quiero. Estamos juntos en esto, te guste o no. —
advirtió Willow. — Te veré a salvo igual que tú lo haces por mí.
Sus ojos ardiendo con ira.
—No te perderé.
—¿Crees que me siento diferente? La idea de no volver a verte, de no sentir
nunca tu tacto, tu beso, me asusta bastante. Tus mentiras también me asustan.
—Miento para proteger a los que me rodean. — dijo.
—¿Por qué no decir simplemente la verdad?
—La verdad no es sencilla de decir. — dijo él y la soltó y se dirigió a sentarse
en la cama.
Willow fue y se sentó a su lado.
—Es simple y estoy escuchando. — Pudo ver la lucha en sus ojos oscuros
sobre si decirle o no, y ella esperó. Era una lucha que sólo él podía resolver.

- 203 -
Su estómago se retorcía nervioso por lo que podría oír cuando él pareció
dispuesto a hablar.
—¡Willow! Willow, ¿estás ahí? — gritó Snow frenéticamente antes de que
sonara un golpe en la puerta.
—Lo estoy y también Slatter. — dijo Willow y ambos se apresuraron hacia
la puerta.
Snow no esperó, abrió la puerta y habló.
—Lord Tarass llega con más guerreros y con un laird o lord desconocido y su
tropa de hombres también. James quiere que te reúnas con él en las escaleras
del torreón.
Willow ayudó a Snow a bajar las escaleras ya que todos tenían prisa, Slatter
encabezando el camino.
—Hablé con James hace poco y no me dijo nada de la llegada de Lord Tarass.
— dijo Willow mientras bajaban las escaleras.
—James no se enteró de la llegada de Lord Tarass ni le dijeron nada del otro
hombre y su tropa. Está tan sorprendido como todos los demás.
—Te quedarás cerca de mí, Willow. — ordenó Slatter bruscamente, como si
le preocupara que ella no estuviera de acuerdo.
—Eso haré. — dijo Willow, temerosa de lo que les esperaba.
—Y tú, Snow, te quedarás a un lado fuera de peligro. — dijo Slatter.
—Mientras protejas a mi hermana, eso es lo único que me importa. Además,
tengo a Thaw para que me proteja. — dijo Snow refiriéndose al cachorro, que
estaba mostrando cierto crecimiento, a su lado y siguiéndola a cada paso.
El Gran Salón estaba vacío cuando entraron en él y tan inquietantemente
silencioso que Willow se estremeció.
—Todo el mundo espera fuera para ver a quién trae Lord Tarass aquí y por
qué. — dijo Snow mientras los tres caminaban por el pesado silencio.
La gente estaba de pie cerca de sus casas viendo la procesión de guerreros
atravesar el pueblo. Lord Tarass encabezaba la marcha montado en su caballo y
un hombre montado en otro caballo lo seguía detrás.
James estaba de pie en el último escalón, con los ojos fijos en los hombres que
se acercaban. Eleanor estaba a su lado, aunque se apresuró a acercarse a Snow
cuando la vio.

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—James dice que me quede contigo y que nos mantengamos al margen. —
dijo Eleanor, enganchando su brazo alrededor del de Snow.
—No prometo nada. — dijo Snow y fue a colocarse a un lado con Eleanor.
Willow estaba orgullosa del valor de su hermana y de que, aunque fuera
ciega, Snow saliera en su defensa pasara lo que pasara.
No pasó mucho tiempo antes de que Lord Tarass se acercara al torreón. Era
difícil ver al hombre que acercaba su caballo a su lado, la capucha de su capa le
cubría parcialmente el rostro. No la echó hacia atrás hasta que ambos se
detuvieron frente al torreón y todos jadearon de asombro.
El hombre podría haber sido el hermano gemelo de Slatter.
Al principio Willow sintió alivio, pensando que Lord Tarass había
encontrado al culpable. Pero pronto se desvaneció cuando se dio cuenta de que
el hombre no era tratado como un prisionero, sino con el respeto propio de un
laird o un lord. Su estómago se anudó dolorosamente temiendo lo que eso
significaba.
—Este es Lord Sterling del Clan MacBlair de la Isla de Wakelin. Tiene una
información que querrás escuchar, James. — dijo Lord Tarass.
Lord Sterling desmontó y se acercó a los escalones, mirando fijamente a
Slatter.
—No lo creería si no lo viera con mis propios ojos. Eres la imagen exacta de
mí.
Slatter sonrió.
—Yo no diría exacto, soy mucho más guapo. — Su sonrisa se transformó en
una mirada. — Wakelin, dices, ¿no es Wakelin esa isla de mierda por la que
nadie da un higo?
Willow apretó la mano de su marido en señal de advertencia. No serviría de
nada enemistarse con el hombre, al menos no todavía.
Él le devolvió el apretón, aunque no apartó los ojos de Sterling.
—Tu falta de modales y civismo demuestran lo canalla que eres sin que yo
diga una palabra. También eres un astuto, que me da esquinazo a cada
momento. — dijo Lord Sterling.
—Esto es mejor discutirlo en privado. — dijo James.
—¿Por qué? Tu clan debería saber que un hombre malvado reside entre ellos.
— dijo Lord Sterling, levantando la voz y sin apartar los ojos de Slatter, como
si lo desafiara a negarlo. — Este hombre ha cometido un sinfín de crímenes,

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algunos inconfesables. No le importa a quién daña ni el daño que deja a su paso.
Es un vulgar ladrón, un matón que hace cualquier cosa por una moneda, un
mentiroso que se escapa de las cosas o se mete en la cama de una mujer, sobre
todo de las casadas, y luego amenaza con contárselo a su marido si no le paga
por su silencio. Y asesina a cualquiera que amenace con revelar su verdadera
naturaleza.
—Afirmas tener muchos detalles sobre mis supuestas hazañas. — dijo
Slatter. — ¿Cómo es eso?
James estuvo de acuerdo.
—Slatter tiene razón. ¿Cómo es que reclama esas acusaciones?
Lord Sterling señaló a Slatter.
—¿No puedes ver por qué con sólo mirarnos? He sufrido mucho por culpa de
este bribón. Se me ha acusado de robar, mentir, acostarme con mujeres casadas
y causar daño por una simple moneda. No puedo viajar lejos de casa sin que
alguien me acuse de un crimen y quiera que sufra por ello. Por fin me harté y
empecé a buscar al responsable de todo esto... Slatter. — Señaló de nuevo a
Slatter. — Ahora es el momento de que sufra. — Miró a James. — Y cuando
sepas que más ha hecho, estarás de acuerdo conmigo. — Se volvió y gritó. —
Traedla a mí.
Willow estaba junto a su marido más asustada por él de lo que nunca había
estado. Quería gritar que Sterling era un mentiroso. Que era él quien había
hecho todas las cosas de las que acusaba a Slatter, pero se contuvo, aunque no
fue fácil.
Su miedo aumentó cuando vio a Maddie prácticamente arrastrada y arrojada
delante de Lord Sterling. Tenía un ojo muy amoratado y la comisura de la boca
hinchada y, por la forma en que se sujetaba el brazo, era evidente que le dolía.
Su marido se tensó junto a ella y Willow temió que se precipitara a ayudar a
la mujer, pero no lo hizo.
—Díselo. Adelante. Diles la verdad. — ordenó Lord Sterling.
Slatter tomó la palabra.
—¿Dónde está tu marido Kevin, Maddie?
—No le harás ninguna pregunta. — ordenó Lord Sterling. — Es mi
prisionera.
Slatter no le hizo caso y volvió a decir:
—¿Dónde está Kevin, Maddie?

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Maddie se apresuró a hablar.
—Está retenido con los demás. Los que sobrevivieron.
Lord Sterling levantó su mano dispuesto a hacerla caer sobre Maddie.
—Golpéala y te prometo que perderás esa mano. — advirtió Slatter en un
tono tan maligno y amenazante que detuvo el golpe de Lord Sterling y envió un
pesado silencio sobre todos.
Maddie se apresuró a decir más.
—Beck está muerto, al igual que la mayoría de sus hombres. Sólo quedamos
unos pocos.
—¿Los has matado? — Preguntó Slatter asintiendo a Lord Sterling.
—Mis guerreros lo hicieron. Eran un grupo variopinto de ladrones y asesinos
y sufrieron un castigo adecuado. — Su labio se levantó en un gruñido. — Pero
entonces conoces bien a los de su clase, ya que eres uno de ellos. Ahora díselo,
mujer. — ordenó Lord Sterling.
Maddie miró a Slatter, con ojos suplicantes.
—Está bien, Maddie. Di lo que debas. — Slatter alentó con suavidad.
Las lágrimas rodaron por sus mejillas.
—Beck pagó a un hombre para que hiciera de clérigo. Tú y Willow no estáis
realmente casados.

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Capítulo 23

—¡Mentiras! La obligaste a mentir. — acusó Willow con un grito. —Al igual


que todas tus otras palabras son mentiras.
—Cuida tu lengua, mujer. — advirtió Sterling.
—No vuelvas a amenazar a mi mujer. — advirtió Slatter con una mirada aún
más mortífera que su tono.
—No es tu mujer. — argumentó Sterling. — Y te he seguido la pista hasta
aquí y tengo la intención de que seas castigado por tus crímenes. Serás colgado
al amanecer.
Las piernas de Willow casi se doblaron y se agarró al brazo de su marido, no
para evitar que se desplomara, sino para evitar que alguien se lo quitara.
James se adelantó.
—Eso no va a ocurrir. No te conocemos y hasta que no se solucione esto no
se tomará ninguna medida contra Slatter.
Willow quiso abrazar a su hermano por defender a Slatter.
Sterling miró a Tarass.
—¿Dejarás vivir al hombre que mató a tu guerrero e intentó matar a uno de
los suyos?— Se volvió hacia James. — ¿Y defenderías a un hombre malvado que
miente por el placer que le produce?
—No pones un pie en nuestras tierras y nos dictas lo que se hará. — ordenó
Tarass, su potente tono no dejaba lugar a debate. — Te he traído aquí para que
opines. El destino de Slatter no es para que lo decidas tú.
—Entonces me quedaré aquí hasta que esté seguro de que Slatter recibe su
merecido. — dijo Sterling.
—Serás mi invitado. — corrigió Lord Tarass con una mirada que le advertía
que no desafiara su mandato.
Sterling parecía dispuesto a discutir, pero se contuvo y se calmó antes de
decir:

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—Al menos encierra al canalla para que no pueda desaparecer y causar más
estragos.
El estómago de Willow se revolvía tan endiabladamente rápido como su
mente, sus pensamientos se concentraban en varias posibilidades, la más
importante... cómo ayudar a su marido a escapar si estaba preso.
James habló esta vez.
—Slatter ya está suficientemente confinado aquí. No necesita más
confinamiento.
—Sin embargo, tienes a uno muerto y a otro a punto de morir. — desafió
Sterling. — ¿Y todavía eres tan tonto como para permitirle la libertad? —
Levantó el brazo y señaló a Willow. — Al menos mantenlo alejado de tu
hermana para que no le llene la cabeza con más mentiras o le llene la barriga con
un niño y la deje en desgracia.
Willow sintió que su marido estaba dispuesto a abalanzarse sobre Sterling y
se apresuró a ponerse delante de él.
—No me creo ni por un momento las mentiras que obligas a otros a vomitar
por ti. Slatter es mi marido y mi marido se quedará. Ni tú, ni nadie de aquí, lo
alejará de mí. Dices que Slatter es un hombre malvado y que miente por el placer
que le produce. Sólo un hombre malvado que miente por el placer que le
produce lo sabría, así que dígame, Lord Sterling, ¿cuánto placer ha obtenido al
utilizar la identidad de mi marido para disfrutar de sus perversas costumbres?
El rostro de Sterling enrojeció de rabia y sus labios se curvaron en un gruñido
cuando fue a dar un paso hacia Willow.
Willow sintió el roce del brazo de su marido cuando se precipitó junto a ella,
pero era demasiado rápido para que pudiera detenerlo. Para cuando su mano se
extendió para intentarlo, Sterling estaba en el suelo, con la sangre brotando de
su boca y los labios ya hinchados.
—Atrévete a acercarte de nuevo a mi mujer y te mataré. — amenazó Slatter,
apretando los puños a los lados, luchando contra el impulso de dejar al hombre
sin sentido.
Sterling miró a Slatter y levantó la mano para apuntarle.
—Exijo que lo encierres por la seguridad de todos.
—¡Suficiente! — Tarass bramó. — Terminaremos este asunto en el torreón.
Slatter se volvió hacia Willow y mantuvo su voz en un susurro.
—Atiende a Maddie y ve lo que puedes averiguar.

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Willow no discutió, consciente de que sería excluida del asunto una vez que
los hombres se retiraran al solar de James. Y su marido tenía razón. Tenía que
averiguar lo que Maddie sabía.
Le dedicó un asentimiento apenas perceptible y, mientras él subía los
escalones, ella bajó hacia Maddie.
—Déjala en paz. — ordenó Sterling cuando Willow llegó a Maddie.
Slatter se dio la vuelta, sus ojos oscuros seguían brillando con una furia
fundida.
Willow se sintió aliviada cuando Tarass habló, temiendo que su marido
volviera a arremeter contra Sterling.
—Willow atenderá a la mujer y tú nos seguirás dentro. — ordenó Tarass, sin
dejar ninguna duda, una vez más, de que su orden debía ser obedecida.
James lideró el camino al interior del torreón, con Tarass siguiéndolos a
todos.
Thaw saltó hacia él y dio un ladrido y un gruñido, mostrando sus dientes de
cachorro mientras saltaba de un lado a otro como si esperara una orden de Snow
para atacar.
—Ese cachorro es inútil. — dijo y cometió el error de agitar un dedo
señalador hacia Thaw.
Thaw no dudó, saltó y se abalanzó sobre el dedo de Tarass, sus afilados
dientes de cachorro atraparon la piel y la desgarraron.
—Oh, mi Dios, Thaw, ¿qué has hecho? — gritó Eleanor, viendo que la sangre
brotaba del dedo de Tarass.
Tarass agarró al cachorro por el cuello, ignorando su herida.
—Por favor, no le hagas daño. — gritó Eleanor.
James y Slatter salieron del torreón justo cuando la mano de Snow salió
disparada y conectó con el pecho de Tarass, y luego bajó por su brazo para
agarrar a Thaw de sus garras.
—¡Snow! — gritó James, con el rostro pálido, temiendo por su hermana.
—Thaw me estaba protegiendo a mí y a él mismo de este tonto. — dijo Snow.
—¡Snow! — Volvió a reprender James. — Discúlpate con Lord Tarass.
—Una disculpa no será suficiente. — dijo Tarass con una calma amenazante.
—Por favor, déjame ver tu herida. — dijo Willow, que se había apresurado a
subir las escaleras cuando Eleanor había gritado, queriendo alejar a Tarass de

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su hermana. Antes de que pudiera responder, Willow se volvió hacia Eleanor.
— Tú y Snow ayuden a Maddie a ir al solar de mi madre. La atenderé allí cuando
termine con Lord Tarass.
—No hemos terminado, Snow. — advirtió Tarass. La barbilla de Snow se
levantó. —Estaré esperando tus disculpas.
James negó con la cabeza y Slatter sonrió.
—Por aquí. — dijo Willow, empujando entre Tarass y Snow y viendo el
temblor en las manos de su hermana. Demostraba fuerza, pero el miedo también
la asaltó.
Una vez en el Gran Salón, llamó a un sirviente para que trajera agua, paños y
su cesta de curación.
—¿Qué ha pasado? — Preguntó Sterling, levantándose de donde estaba
sentado en una mesa, con una jarra de cerveza en la mano.
—Un pequeño percance. — dijo Tarass. — Ve con James y Slatter a su solar.
Me reuniré con vosotros en breve.
James se apresuró a sacar a Sterling de la habitación, el hombre se aferró a su
jarra de cerveza mientras seguía a James.
Slatter se quedó un momento, mirando a Tarass.
—No quiero hacer daño a tu mujer, aunque no puedo decir lo mismo de su
hermana. — dijo Tarass.
Slatter sonrió.
—No es una elección inteligente de palabras cuando mi esposa está a punto
de atenderte. — Se marchó riendo.
Tarass miró a Willow en señal de advertencia.
Willow quería decirle que tampoco quería hacerle daño, a menos que, por
supuesto, le hiciera daño a Snow. Pero no creía que una amenaza de su parte
ayudara a la situación.
—Mi hermana temía por su cachorro, no quería hacerle daño. — dijo
Willow, esperando que entrara en razón.
—Eso lo tendrá que explicar cuando hable con ella más tarde.
Willow se alegró de que le contara sus intenciones. Podía asegurarse de estar
presente cuando él hablara con Snow. Por ahora, ella no diría nada más, dándole
la oportunidad de que el incidente descansara en su mente. Lo condujo a la mesa
donde los sirvientes habían dejado los artículos que ella había pedido. No tardó

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mucho en limpiar y examinar la herida y ver que era un pequeño desgarro que
debería curar bien.
La limpió bien, ya que la hemorragia había cesado y la untó con miel, y luego
la envolvió.
—Manténgalo libre de suciedad. — le dijo, aunque había notado lo limpias
que estaban sus manos y sus uñas. La mayoría de los hombres tenían suciedad
bajo las uñas y manos que necesitaban un buen lavado, no así Tarass. Sus manos
estaban libres de ambas cosas.
—¿Estás dispuesta a pagarle a Slayer lo que le corresponde?
Su pregunta la sorprendió tanto que dio un paso atrás. ¿Cómo podía saber él
que ella habló con Slayer? La sorprendió de nuevo cuando respondió a su
silenciosa pregunta.
—Me empeño en conocer todo lo que hay en los alrededores y que puede o
no interesarme. ¿Te das cuenta de por qué se convoca a Slayer? — No esperó a
que ella respondiera. — No se le llama para proteger a los inocentes. Se le llama
para castigar a los culpables. Los que evadieron el castigo, pero lo merecían.
—Slatter no es culpable de nada. — dijo ella, defendiendo a su marido.
—Eso crees, pero si Slayer descubre lo contrario tu marido morirá. Eleanor te
contó lo que le pasó al hombre de la abadía.
Willow asintió, preguntándose cómo se había enterado de eso, y luego se dio
cuenta de que Eleanor debía habérselo contado a James y éste a él.
—Ese hombre había atacado brutalmente a dos hermanas, una murió, la otra
sobrevivió y quedó con horribles cicatrices y una grave cojera. Era un hombre
importante y nunca se le hizo sufrir por su crimen. La hermana que sobrevivió
convocó a Slayer y él se encargó de que el hombre sufriera una muerte brutal por
lo que había hecho. Slayer también fue convocado por una abuela que sabía que
su hija estaba matando a sus hijos, cada uno de los cuales había muerto antes
de cumplir un año. Nadie quiso creer a la abuela cuando les dijo que lo había
visto con sus propios ojos. Cuando la mujer dio a luz a un cuarto hijo, el marido
le dijo a su mujer que la abuela se llevaría al niño y lo criaría para que se acabaran
las mentiras sobre su mujer. Lo encontraron muerto unos días después. Fue
entonces cuando la abuela convocó a Slayer, no sólo temiendo por la seguridad
del niño sino también por la suya propia. Se dice que Slayer se encontró con la
mujer trastornada justo cuando iba a matar al niño.
—Así que Slayer no es un demonio mandado por el diablo.

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—¿Quién más querría unas almas tan miserables y malvadas, sino el mismo
diablo? — dijo Tarass.
—Mi marido no es un alma miserable y malvada. — argumentó Willow. —
Le dije a Slayer que quería que el responsable de todos los actos malvados
sufriera. Y si Slayer sólo quiere almas malévolas para el diablo, no se llevará el
alma de mi marido.
Tarass se levantó y fue a alejarse, luego se detuvo y miró a Willow.
—Debes amar mucho a tu marido para pagar el precio de Slayer.
—Todavía no ha fijado un precio conmigo.
—Sólo tiene un precio... tu alma.
El estómago de Willow se apretó.
—Estabas dispuesto a dar la tuya.
Tarass se rió.
—No puedo dar lo que no tengo.
Willow lo vio alejarse y se estremeció. A Slayer le esperaba una batalla si creía
que iba a renunciar a su alma. Pero, por si acaso, decidió que era mejor que ella
viera esto resuelto antes de que Slayer lo resolviera.

Slatter se mantenía de espaldas a la pared, observando, mientras James,


Tarass y Sterling hablaban. No podía creer lo mucho que Sterling se parecía a
él. Era como si fueran gemelos o hermanos. Había algunas diferencias sutiles,
pero no las suficientes como para fijarse en él a menos que uno estuviera
mirando. Incluso caminaba con el mismo aire de seguridad que Slatter.
—Me golpeó y espero que se le castigue por ello. — siguió argumentando
Sterling.
—Parecías dispuesto a golpear a su mujer. — dijo James.
El rostro de Sterling se tensó.
—No toleraré la falta de respeto de ninguna mujer.
—Willow no es cualquier mujer, es mi hermana y no veré que se le falte al
respeto en su propia casa. — advirtió James.

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Slatter escuchaba mientras se intercambiaban palabras como si los tres
hombres fueran a decidir su destino. En situaciones anteriores no les habría
prestado atención, su destino lo decidía él mismo, ya que encontraba la forma
de salir de cualquier dificultad en la que se hubiera metido. Ahora, desde
Willow, era más complicado. No quería dejarla, no tenía intención de dejarla,
la quería demasiado. Quería una vida con ella, una vida muy diferente a la que
había estado viviendo.
Así que continuó escuchando para ver qué podía aprender sobre Sterling e
intentar dar sentido a por qué un noble se parecía a él y por qué el hombre
quería destruirlo.

Una vez que Willow llegó al solar de su madre, envió a Eleanor a hacer un
recado que le llevaría tiempo, pero se aseguró de que Snow se quedara con ella.
No quería correr el riesgo de que Tarass se enfrentara a su hermana sola.
Willow le entregó a Maddie una jarra de sidra caliente y un trozo de pan
endulzado con miel y las lágrimas se acumularon en sus ojos cuando tomó
ambas cosas y comió y bebió con premura.
—¿No te da de comer? — preguntó Willow.
—Apenas. — dijo Maddie y aceptó agradecida otro trozo de pan de Willow.
—Cuéntame lo que pasó, Slatter quiere saberlo. — instó Willow.
—Creo que Beck estaba confabulado con Lord Sterling, pero lo traicionó,
algo por lo que Beck era conocido. Beck no se sorprendió cuando llegó aquel
día. Lo que Beck no esperaba eran los guerreros que salieron del bosque y
descendieron sobre nosotros. Se acabó antes de empezar. Desafortunadamente,
no para Beck. Lord Sterling lo torturó. Fue durante esa tortura que reveló que
tú y Slatter no estaban realmente casados.
—¿Entonces es verdad que no estamos casados?— Preguntó Willow, no
preparada para la respuesta.
—No puedo asegurarlo. Beck apenas fue capaz de girar la cabeza, pero lo hizo
y me miró y me dijo que me asegurara de decirle a Slatter que había ganado, que
lo había hecho bien. — Se secó una lágrima. — “Slatter. Dile a Slatter que le he
hecho bien”. Lo repitió varias veces y tuve la sensación de que era un mensaje
para Slatter. Por eso no repetí lo que dijo delante de todos.

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—Me aseguraré de decirle a Slatter lo que dijo Beck. — le aseguró Willow.
— ¿Dónde está tu marido?
—Sterling está acampado en las afueras del torreón de Lord Tarass. Kevin y
los pocos que sobrevivieron están retenidos allí en un corral... como animales.
— Una lágrima se deslizó por sus ojos. — Kevin sufrió una paliza por parte de
Sterling y me preocupa que muera por sus heridas. Sterling tiene dos caras.
Cuando llegó por primera vez era agradable y sonreía mientras hablaba con
Beck, luego fue como si se convirtiera en un hombre diferente, un hombre
malvado que se complace en hacer daño a los demás.
—Haremos lo posible por liberarte a ti y a los demás. — dijo Snow ante la
sorpresa de su hermana.
Sin embargo, Willow estaba de acuerdo con ella. Su marido no dejaría que
Maddie y Kevin sufrieran ni los demás. Haría algo, pero ¿cómo evitaba ella que
él sufriera el mismo destino?
Una vez que Willow terminó de atender las heridas de Maddie, que eran más
de las que podían verse, y se aseguró de que estuviera bien alimentada, las
mujeres volvieron con ella de mala gana al Gran Salón. Willow deseaba que
Maddie no tuviera que ser obligada a ir con Sterling, pero también sabía que
Maddie, temerosa como estaba, quería volver con su marido y tratar de evitarle
más daños.
—Eleanor. — dijo Willow cuando entraron en el Gran Salón y lo vio vacío.
— Llévate a Maddie y haz que la cocinera prepare un pequeño saco de comida
que pueda esconderse debajo de su capa. Y dile que se asegure de que no tenga
olores fuertes para que nadie pueda olerla, y que se dé prisa.
—Bendita seas, Willow. Sabía que eras una buena mujer cuando te vi por
primera vez y sabía que eras la mujer perfecta para Slatter. Es bueno que el
destino los haya unido.
Eleanor y Maddie salieron corriendo al oír la voz de Sterling.
—No sufriré retrasos para ver a Slatter colgado. — Sterling entró en el Gran
Salón seguido por James, Slatter y Tarass.
A Willow no le gustó que Slatter caminara entre su hermano y Lord Tarass
como si fuera un prisionero.
—Y no veré colgado a un inocente. — dijo James con más firmeza de la que
ella le había oído hablar.
Willow se preguntó entonces si tal vez era más por la protección de Slatter
que James lo mantenía entre él y Tarass.

- 215 -
—Y usted, lord Tarass. — dijo Sterling, mirando hacia él. — ¿No quiere ver
colgado al hombre que mató a su guerrero?
Tarass dirigió una lenta sonrisa a Sterling.
—No te equivoques, Sterling, veré sufrir al hombre que mató a Rhodes... lo
veré sufrir mucho.
—Si este asunto no se resuelve pronto, me encargaré yo mismo. — advirtió
Sterling.
—Eso sería muy imprudente. — amenazó Tarass.
—No temo a gente como tú… — dijo Sterling con bravuconería y una mirada
de desagrado en su rostro — un medio bárbaro.
Tarass se acercó al hombre, sin que se viera una señal de ira o desprecio, nada
en absoluto. Se detuvo frente a él.
—Es un error del que te vas a arrepentir.
—Creo que no, aunque sí me arrepiento de haber buscado su ayuda en este
asunto. Asumí que siendo un hombre con título ayudarías a otro hombre con
título sin preguntar. Debería haberme dado cuenta de que un medio bárbaro
nunca entendería el decoro de los nobles.
Tarass se acercó al hombre.
—Cuando esto termine te voy a enseñar el decoro de un bárbaro para con
quienes los insultan. — La mano de Tarass se levantó en la cara de Sterling
cuando éste fue a hablar. — Ni una palabra más o perderás tu ignorante lengua.
Mis hombres te escoltarán a tu campamento y allí permanecerás hasta que yo
diga lo contrario. — Sterling fue a hablar de nuevo y Tarass se apresuró a
advertir. — Disfruto de la lengua preparada en crudo.
Sterling palideció.
Tarass señaló la puerta.
—Mis guerreros esperan para cumplir mis órdenes. No los hagas esperar.
—¿Dónde está Maddie? — gritó Sterling, estirando el cuello para mirar más
allá de Tarass.
—Estoy aquí. — dijo Maddie y salió de las sombras.
—Apura tus pasos, ya he terminado aquí. — ordenó Sterling como si hubiera
tomado la decisión de marcharse.
Tarass se giró mientras el hombre se alejaba y llamó.
—Snow, voy a hablar contigo ahora.

- 216 -
Thaw empezó a ladrar como un loco.
Snow lo levantó y se lo entregó a Eleonor.
—Por favor, mantenlo a salvo.
—Lo haré. — prometió Eleonor.
A Thaw no le gustó que Snow se marchara sin él y se negó a dejar de ladrar y
de forcejear para liberarse de Eleanor.
Willow tomó el brazo de su hermana y caminó con ella hacia Tarass.
—Hablaré con Snow a solas. — ordenó Tarass.
—¿Es realmente necesario? — preguntó James, con la preocupación
profundizando las líneas alrededor de sus ojos.
Fue entonces cuando Thaw se liberó del agarre de Eleanor y corrió con la
fuerza de una flecha disparada con un arco hacia Snow. Pero no era a Snow a
quien perseguía, sino a Tarass.
El cachorro se lanzó contra él y se desató el infierno.

- 217 -
Capítulo 24

—¡No! — gritó Willow cuando vio que Tarass levantaba la mano para
apartar al cachorro de un manotazo.
La mano de Snow salió disparada viendo cómo un pequeño borrón gris
surcaba el aire justo en el momento en que el brazo de Tarass se alzaba para dar
un manotazo al cachorro. La fuerza de su brazo al conectar con el de ella la hizo
caer. Tarass se apresuró a rodearla con sus brazos, y el impulso de su rápida
acción los hizo caer juntos al suelo.
Slatter se movió con tal rapidez que atrapó a Thaw en el aire, mientras el
cachorro seguía gruñendo y chasqueando para intentar liberarse y llegar a
Snow.
Tarass se apresuró a ponerse en pie junto con Snow, sujetando el brazo de
ésta hasta que se estabilizó, aunque ella se lo quitó de un tirón y él tuvo que
volver a agarrarlo, ya que ella aún no se había estabilizado.
—Tú y ese cachorro sois una amenaza para vosotros dos y para todos los
demás. — acusó.
—La amenaza eres tú. — argumentó ella.
Tarass se acercó a ella, con la cara casi pegada a la suya.
—Discúlpate.
—¡Nunca!
—Snow, haz lo que Lord Tarass te ordena. — la reprendió James temiendo
por ella.
—¿Cómo voy a disculparme si no lo digo en serio? — preguntó ella,
entrecerrando los ojos hacia Tarass, deseando poder ver algo más que un rostro
gris y sombrío frente a ella.
—No me importa si no lo sientes, dilo. — exigió Tarass.
Snow se dio cuenta entonces de que a él no le importaba lo que ella sintiera,
sólo le importaba que le obedeciera.

- 218 -
—Snow. — dijo Willow en voz baja, esperando calmar a su hermana y
hacerla entrar en razón.
Fueron los continuos gruñidos de Thaw los que hicieron que Snow se
detuviera a pensar. Ella haría cualquier cosa para mantener a Thaw a salvo.
—Me disculpo. — dijo con un resoplido.
—Recuérdalo y mantén a ese cachorro gruñón e inútil fuera de mi vista. —
ordenó y se dio la vuelta y salió del Gran Salón.
Willow se acercó a Snow y lo mismo hizo Thaw en cuanto Slatter lo colocó
en el suelo.
Snow levantó a Thaw y lo abrazó contra ella, su pequeña y rosada lengua le
prodigaba lametones en la cara.
—Buen cachorro, Thaw, buen cachorro.
—Va a ser tu protector constante. — dijo Slatter, acercándose por detrás de
su esposa, que extendió una mano sobre el brazo de Snow.
—Tienes que tener cuidado con Lord Tarass. Es un hombre al que le importa
poco todo. — advirtió Willow.
—Willow tiene razón. — dijo James, rodeando con su brazo a Eleanor
cuando ésta se acercó a él. — Es mejor que te mantengas fuera de la vista cuando
él esté aquí, y Thaw también.
—Lo siento mucho, Snow. — dijo Eleanor. — No pude retener a Thaw.
Estaba frenético por llegar a ti.
—Está bien, Eleanor. Debería haber hecho que lo llevaras a mi dormitorio. Y
tienes razón, James, es mejor que Thaw y yo evitemos por completo a Lord
Tarass a partir de ahora. Además, simplemente no puedo tolerar a ese bruto.
¿Cómo van las cosas entre tú y ese Lord Sterling? — Preguntó Snow, habiendo
escuchado suficiente sobre Lord Tarass.
—No sé qué pensar de él y no sé cómo podemos parecernos tanto. — dijo
Slatter. — Sin embargo, me alegro de tener por fin una respuesta sobre quién
me ha estado causando tantos problemas.
—¿Crees sinceramente que Lord Sterling, un noble, es el responsable de las
cosas de las que se te acusa? — preguntó James con un movimiento de cabeza
dudoso. — ¿Por qué iba a hacer algo así?
Willow se apresuró a responder a eso.

- 219 -
—Él mismo lo ha dicho... disfruta de los placeres del mal. Y qué mejor manera
de que no le hagan sufrir por ellos ni deshonren su título familiar, que hacerse
pasar por otra persona.
—Ciertamente es posible, pero cómo demostrarlo podría no ser posible. —
dijo James.
—¿Y si no tenemos que demostrarlo? — Dijo Eleanor y todos esperaron a que
se explicara. — Lord Tarass pidió ayuda a Slayer. Sabrá que Lord Sterling es
malvado y se encargará de castigarlo. Lo único que tenemos que hacer es tener
paciencia.
—¿Y si no sabe la diferencia entre Slatter y Sterling?— preguntó Snow.
Eleanor bajó la voz casi con miedo a hablar.
—La cohorte del diablo reconoce el verdadero mal cuando lo ve.
—Pero Lord Tarass aún no ha obtenido una respuesta del hombre. — dijo
James.
—Yo tengo una respuesta. — dijo Willow.
—¿Te pusiste en contacto con Slayer?— preguntó James, sacudiendo la
cabeza con incredulidad.
—Lo hice, para proteger a mi marido, pero no podemos esperar por él con
Lord Sterling tan impaciente y tan inflexible en ver que Slatter pague por los
crímenes que Sterling cometió. — dijo Willow, sus propias palabras hicieron
que su estómago se revolviera de preocupación.
—¿Qué otra opción hay? — preguntó Slatter. — ¿Qué pruebas hay que
apunten a que Sterling es responsable de todo lo que se ha dicho de mí? ¿Y quién
me creería a mí antes que a un noble?
—Hay otro asunto que debe ser considerado. — dijo James de mala gana.
—Nuestro matrimonio. — dijo Slatter y James asintió.
Willow consideró la posibilidad de contarle a su marido lo que Beck le había
dicho a Maddie y que ella creía que era un mensaje para Slatter, pero como
Maddie creía que Beck lo decía sólo para Slatter, decidió esperar a que
estuvieran solos para decírselo.
—Creo que sería prudente mandar llamar a un clérigo y hacer que se repitan
vuestros votos. — dijo James para sorpresa de Willow y Slatter. — Y lo haremos
lo más rápido posible.

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—Te lo agradezco, James. — dijo Willow. — Mi madre tenía razón cuando
nos dijo a mis hermanas y a mí que confiáramos en ti, que eras un buen hombre
como nuestro padre.
—Le di a nuestro padre mi palabra de que cuidaría de vosotras tres y pienso
mantenerla hasta el día de mi muerte. — dijo James.
Eleanor le dirigió una sonrisa llena de orgullo.
El grupo habló un rato más sin llegar a ninguna solución clara del problema.
Eleanor se fue con James, Snow se llevó a Thaw a dar un paseo, y Slatter y
Willow fueron a hablar con su abuela.
Slatter se detuvo en las escaleras, rodeando con su brazo la cintura de su
mujer para girarla y apoyarla contra él.
—Te sacrificas demasiado por mí, esposa, defendiéndome en todo momento
sin pausa ni duda. No serás tú quien deba a Slayer, si nos ayuda, sino yo.
Willow rozó sus labios sobre los de él, deseosa de más, pero en su lugar apoyó
su frente en la de él.
—Te amo sin medida, más allá de lo que creía posible, y me encargaré de
mantenerte a salvo para que tengamos una vida larga y feliz juntos.
Slatter capturó sus labios en un beso hambriento y luego le mordisqueó el
cuello, deseoso de oír los suaves gemidos seductores que aceleraban su propia
pasión. Se detuvo cuando sus pensamientos giraron en torno a la idea de llevarla
a su alcoba, cuando otros asuntos requerían su atención inmediata.
—Más tarde. — susurró y ella se estremeció. Él la besó rápidamente. —Nunca
pensé que encontraría el amor y nunca esperaría que una mujer como tú se
enamorara de mí.
—¿Una mujer como yo? — preguntó ella, pasando su mano suavemente por
su mejilla.
Él giró la cabeza para besar la palma de su mano.
—Sí, una mujer amable, de buen corazón, respetada, admirada, desinteresada
y cariñosa.
Ella sonrió suavemente.
—Te olvidas de la terquedad y el pragmatismo.
—Hay de eso también, — dijo él con una risita. — y amo esas partes de ti
tanto como a las demás.

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—Eres un hombre afortunado por haberme encontrado. — bromeó ella, y
luego su tono se volvió serio. — Y yo soy una mujer afortunada por haberte
encontrado a ti, un hombre cuyo buen corazón supera con creces sus defectos.
—Mantén ese pensamiento fuerte, mo ghaol, puede que lo necesites algún día.
—Todo lo que necesito eres tú. — susurró ella y lo besó como si nunca fuera
a tener la oportunidad de volver a besarlo.
Los dejó a ambos sin aliento y él volvió a susurrar:
—Más tarde.
Entraron en la habitación y encontraron a Sara sentada en la cama, con un
aspecto muy mejorado, aunque había una preocupación en sus ojos alerta.
—¿Qué sucede, Slatter?. — preguntó su abuela con ansiedad y le tendió la
mano. — He oído que ha llegado alguien que se parece a ti. ¿De qué se trata todo
esto?
—Ojalá lo supiera, Seanmhair. — dijo él, tomando su mano y sentándose en la
cama a su lado. — Me has dicho que sabes poco de mi padre, pero necesito que
me digas todo lo que sabes.
Su abuela le obedeció.
—Fue en la reunión de varios clanes donde tu madre conoció a tu padre.
Llegó a casa emocionada y me dijo que estaba enamorada y que se iba con un
hombre. Nunca me dijo su nombre y nunca dijo nada de casarse con él, ni
siquiera una pedida de mano. Se fue y no la vi hasta que regresó contigo, —
sonrió — un pequeño bebé que caminaba demasiado rápido para tener apenas
un año. Apenas podía seguir tu ritmo. Cuando le pregunté qué había pasado,
me dijo que era mejor que no lo supiera. — Sacudió la cabeza lentamente. —
Me pregunté si se había metido con un hombre poderoso, y además casado, y
que le temía.
—¿Alguna vez te mencionó la Isla de Wakelin?
—Me suena. — Su abuela arrugó la frente, buscando en su memoria, sus ojos
se volvieron repentinamente amplios. — Sí lo recuerdo, el recuerdo me ha hecho
reflexionar a lo largo de los años. Aunque no fue tu madre quien mencionó la
Isla de Wakelin, sino un viajero que se detuvo a por agua. Mencionó que se
dirigía allí. Recuerdo a tu madre, apresurándose hacia donde tú intentabas
subir a un árbol, cogiéndote y manteniendo tu cara apretada contra su pecho
mientras se apresuraba a entrar en la cabaña. No salió hasta que le dije que el
hombre se había ido. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que nunca hablara de
la isla, nunca. Después de eso se aseguró de mantenerte alejado de cualquier

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extraño que pasara por allí. Conocía bien a mi hija y sabía que no sólo trataba
de protegerte a ti, sino también a mí. — Suspiró. — Me sentí muy satisfecha y
aliviada cuando tu madre conoció a Lander. Era un buen hombre y sabía que
sería un buen padre.
—Fue un buen padre y me enseñó mucho. — dijo Slatter, pensando en lo
mucho que echaba de menos al hombre y también a su madre.
—Te enseñó a ser un buen hombre. — dijo su abuela.
—Algunos lo discutirían, Seanmhair. — dijo Slatter con una sonrisa.
—Delante de mí no lo harán, o recibirán un buen golpe de lengua.
—Ves, tienes dos mujeres fuertes que creen en ti y te defienden. — dijo
Willow, inclinándose hacia delante en la silla junto a la cama para darle un
golpe a su marido en el brazo.
—Me gusta esta mujer con la que te casaste. — dijo su abuela con una sonrisa
que coincidía con la de Slatter.
Slatter dirigió una sonrisa burlona a su esposa.
—Es un poco testaruda, pero ya aprenderá. — Eso le valió un fuerte golpe
en el brazo por parte de su mujer, y se rió.
—Debe serlo, ya que hace tiempo que no te oigo soltar una carcajada sincera.
— dijo su abuela y miró a Willow. — ¿Te importaría que tuviera unos
momentos a solas con mi nieto?
—En absoluto. — dijo Willow y se puso en pie y no le sorprendió ver a su
marido tenso por la preocupación. No quiso preocuparlo y se apresuró a decir:
— Te esperaré en la puerta. — Y cuando la preocupación en sus ojos se
desvaneció para ser reemplazada por un brillo perverso, ella supo que su lengua
estaba a punto de burlarse o encantar.
—No temas, mo ghaol, no tardaré en volver a tu lado, ya que sé lo mucho que
me echas de menos cuando nos separamos.
Willow juntó las manos bajo la barbilla y suspiró dramáticamente antes de
decir:
—Querido esposo, te ruego que no me dejes mucho tiempo sin ti, ya que mi
corazón corre peligro cada vez que nos separamos y temo morir sin tu atención.
Su abuela estalló en carcajadas.
Slatter aplaudió.
—Eso ha estado muy bien, esposa.

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—Me has enseñado bien, marido. — dijo Willow y se dio la vuelta y salió de
la habitación, levantando la mano por encima de la cabeza para mover los dedos
hacia él en un gesto de despedida.
—Realmente, realmente me gusta. — dijo su abuela.
Slatter se volvió hacia su abuela.
—Realmente, realmente me gusta, de verdad la amo.
Su abuela le apretó la mano.
—Entonces sé sincero con ella antes de que sea demasiado tarde.
—Podría causarle daño como a ti. — argumentó él.
—Ya lo hemos hablado. Ya se lo habrías dicho si los dos hombres estuvieran
interesados en algo más que tu paradero. El juramento ha mantenido el secreto
oculto durante años. Nadie lo traiciona.
—Creo que es por eso que este problema con este hombre que se parece a mí
me preocupa tanto. Podría destruir lo que ha costado tanto tiempo construir.
—Tú no dejarás que eso ocurra, ni tampoco lo harían los demás, y creo que
tu mujer pensaría lo mismo.
Su abuela comprendió la mirada preocupada de sus ojos.
—Piensa en lo que tu madre y Lander tuvieron juntos. Tú también puedes
tener eso. Sé que siempre pensaste que tenías que sacrificar todo. No es así.
Habla con Willow. Puede que te sorprenda.
—Ella siempre lo hace. — Sacudió la cabeza. — Primero tengo que
solucionar este problema de Sterling, luego hablaré con mi mujer.
—No deberías esperar demasiado. — le advirtió su abuela.

La advertencia de su abuela seguía susurrando en su cabeza mientras él y


Willow salían de la fortaleza para ir a ver cómo estaba Walcott. Significaba
mucho para él que su abuela confiara lo suficiente en Willow como para
sugerirle que hablara con su esposa. Siempre había sido buena para juzgar a las
personas, tal vez por eso su madre no había querido que su propia madre
supiera lo del padre de Slatter. Seanmhair se lo habría dicho si pensaba que el
hombre no era bueno. Y el amor podía cegar. Aunque estaba aprendiendo que

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el amor también podía ver más allá de las tonterías y llegar a la verdad. ¿O era la
naturaleza pragmática de su esposa la que podía hacerlo?
Slatter se hizo a un lado mientras su esposa miraba a Walcott y al observar
sus expresiones le hizo pensar que Walcott no estaba bien. Eso no impidió que
su mujer luchara por él. Otro sanador probablemente pensaría que ya no lo
ayudaría y lo dejaría morir, pero no Willow. Ella era tenaz, incluso en la forma
en que había tratado su simple herida cuando era prisionero.
Era como si luchara contra un enemigo, un enemigo que quería derrotarla. Y
luchaba con la misma fuerza, si no más, que la mayoría de los guerreros.
Una vez que terminó de ocuparse de Walcott y de asegurarse de que estaba
cómodamente instalado, se volvió y se dirigió a Slatter.
—Esperamos. No hay nada más que pueda hacer. — Giró la cabeza y miró a
Walcott mientras hablaba. — Mi madre me recordaba una y otra vez que a
menudo el culpable es la herida o el daño causado que no se ve. Las heridas
parecen curarse bien, pero no sé lo que pasa en su interior y eso es lo que me
preocupa al igual que su constante sueño.
—Sólo podemos esperar que la muerte no quiera tener nada que ver con su
carácter cascarrabias.
Willow no pudo evitar sonreír.
La puerta se abrió y Carna se detuvo bruscamente al ver a Willow y a Slatter.
—Sara me envió a sentarme con Walcott. Me dijo que Walcott necesitaba
mis cuidados más que ella.
—¿Cómo sabe mi abuela lo de Walcott? — Preguntó Slatter.
—Se corre la voz rápidamente por el pueblo y el torreón. Además, hablar con
Sara puede ser… — entrecerró los ojos buscando una palabra para explicarlo —
reconfortante, y simplemente lo comentas todo con ella.
Slatter comprendió perfectamente.
—Lo hiciste bien con Sara y agradecería tu ayuda con Walcott. — dijo
Willow. — Deja que te explique lo que hay que hacer y lo que tienes que vigilar.
Slatter salió de la cabaña mientras las dos mujeres hablaban. Era otro día frío,
el cielo estaba gris, pero no había ningún indicio de nieve en el aire. Se alegró de
que el frío le mordiera la cara, pues le ayudaba a despejar un poco la cabeza. Una
vez que lo hizo, le obligó a pensar en lo que más temía de la situación actual.
¿Estaba o no estaba casado con Willow?

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Había conocido el miedo en su vida, pero nada comparado con el puro susto
de que Willow no fuera su esposa. El clérigo no podía llegar lo suficientemente
rápido para él.
Slatter cogió la mano de su mujer en cuanto se acercó a él y su mano se tragó
la suya en un apretón posesivo.
—Sabes que no puedes deshacerte de mí, ¿verdad? — le preguntó ella,
comprendiendo la necesidad masculina de aferrarse a ella, ya que ella sentía lo
mismo. Eran uno solo y separarlos provocaría una agonía a la que ella no creía
poder sobrevivir.
—Ya te dije una vez, esposa, que puedo escapar de todo. — bromeó él con un
guiño.
Ella sonrió y negó con la cabeza.
—Hay una cosa de la que no puedes escapar.
—¿Y qué es?
—El amor.

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Capítulo 25

Slatter agarró a su mujer por la cintura y la besó mientras cerraba la puerta


a patadas tras ellos. No habían tenido tiempo de escabullirse a su dormitorio.
No pudo terminar la cena lo suficientemente rápido y ahora que estaban por fin
en su dormitorio, no quería perder ni un momento.
Los quería a ambos desnudos y en la cama.
Ella estaba tan ansiosa como él, y sus manos se apresuraron a liberarlo de su
plaid.
Él la ayudó a despojarse de sus prendas, sin renunciar a sus labios.
Tantearon y tropezaron despojándose de sus prendas, deshaciéndose de sus
botas, y él apresurando a ambos a la cama para que se dejaran caer sobre ella.
Ella se sentía tan bien, cálida y suave, y un dulce aroma se desprendía de ella,
por no hablar de su olor a mujer que lo volvía loco con el deseo por ella. Acarició
sus pechos, amando el tacto de ellos en su mano, los duros pezones suplicando
ser chupados.
Su boca estaba a punto de cerrarse en uno de ellos cuando ella se levantó
sobre los codos.
—Me olvidé de contarte lo que me dijo Maddie.
—Me lo contaste todo antes. — La idea de que Maddie, Kevin y los demás
estuvieran encerrados en un corral como si fueran animales le hizo sentir un
chorro de ira y amortiguó un poco su pasión. Como no quería que su tiempo
con su esposa se viera perturbado, lo apartó de su mente para revisarlo más
tarde.
—No, eso no. Maddie sintió que Beck le estaba dando un mensaje para que
te lo entregara a ti y sólo a ti… por eso esperé a decírtelo hasta que estuviéramos
solos… antes de que Sterling terminara finalmente con su miseria.
Slatter levantó la cabeza, su boca una vez más había estado a punto de
posarse en su pezón.
—¿Qué mensaje?

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—Maddie dijo que Beck la miró directamente y le dijo que se asegurara de
decirte que él había ganado, que te había atrapado. Que te tenía bien agarrado.
No dejaba de repetir, “Slatter. Díselo a Slatter, lo tengo bien atrapado”.
Slatter se apartó de su mujer para tumbarse de espaldas, mirando al techo.
—Maldita sea.
Willow se puso de lado, apoyándose en el codo para descansar la cabeza
sobre su mano, y colocó la otra mano sobre el pecho de él.
—¿Qué pasa?
—Beck no estaba confabulado con Sterling, sólo le hizo creer que lo estaba.
Teníamos una escaramuza continua. Quién podía vencer al otro y yo siempre
ganaba, ni una sola vez ganó él. Por eso me puso en ese pozo en el suelo. No
creía que pudiera escapar, pero por si acaso te dejó caer allí abajo conmigo.
—Oh, Dios mío. — dijo Willow, sus ojos se abrieron de par en par con una
revelación. — Él sabía que no me dejarías allí. Habrías escapado si no me
hubiera metido en ese pozo contigo.
Slatter levantó la mano de su esposa del pecho y le besó la palma.
—Había planeado escapar a la mañana siguiente.
—¿Te quedaste por mí?
—No podía dejarte con él. Beck te habría vendido a Dios sabe quién y no
podía dejar que eso te pasara. Sin embargo, se volvió codicioso al pensar que me
había vencido y ganado. Así que subió la apuesta, por así decirlo, y me dijo que
podía quedarme contigo si copulaba contigo mientras estabas abajo en el foso
confinado. Perdió y eso no le sentó bien.
—¿Así que fingió un matrimonio entre nosotros para ganar?
Slatter negó con la cabeza.
—Un matrimonio falso me habría dado una salida. Eso no le daría una gran
victoria. No sólo me superó y ganó, sino que me obligó a casarme cuando sabía
que nunca tuve intenciones de hacerlo, mientras hacía creer a Sterling lo
contrario. Un día me dijo que me iba a ganar bien y me hizo saber que al final
eso es exactamente lo que hizo... excepto.
—¿Excepto qué? — preguntó ella con ansiedad.
Slatter se dio la vuelta, colocando a su mujer de espaldas.
—Beck nunca contó con que me enamorara de ti y quisiera pasar el resto de
mi vida voluntariamente contigo.

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Willow sonrió.
—Entonces, ¿piensas quedarte por aquí?
—Para siempre... si me aceptas.
Un tintineo de risa cayó de sus labios.
—Te tuve en cuanto me bajaron a ese pozo contigo.
Slatter sacudió la cabeza y acercó su rostro al de ella.
—No es cierto, mo ghaol. Perdí mi corazón por ti en el momento en que
entraste en mi celda para atender mi herida e ignoraste por completo mis
intentos de encantarte.
Willow le pasó el dedo lentamente por los labios.
—No son palabras encantadoras lo que quiero de tu lengua.
—¿No lo son? — preguntó Slatter, fingiendo sorpresa, aunque su sonrisa
burlona decía lo contrario. — Será mejor que me muestres qué es lo que quieres.
—Primero. — dijo ella, tocando sus labios con el dedo — prométeme que no
te escabullirás más sin hacerme saber a dónde vas y por qué. — Cuando él se
mordió la lengua demasiado tiempo, ella entendió por qué. — No me darás tu
palabra porque piensas ir a rescatar a Maddie, Kevin y los demás.
Cuando de nuevo no contestó, lo empujó de encima de ella, aunque él se
movió sólo un poco y ella se zafó de él. Fue a recoger su ropa del suelo.
Slatter salió corriendo de la cama.
—¿Qué haces?
—Me voy contigo a rescatarlos. — dijo ella y dejó caer la camisola interior
sobre su cabeza.
—Tú no vas a ir conmigo. — Él le agarró los lados de su camisola y tiró de
ella hacia arriba, pero Willow le agarró las manos deteniéndolo.
—O voy contigo o no vas. — le retó.
Él se rió.
—¿Crees que puedes detenerme?
—Puedo y lo haré. — dijo ella, levantando la barbilla.
Él acercó su cara a la de ella.
—Creo que no, esposa. — Y de un fuerte tirón le quitó la camisola y la tiró
al suelo.

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Willow miró a su ropa, dispuesta a cogerla de nuevo.
—Intenta ponértela de nuevo y esta vez te la arrancaré. — le advirtió su
marido.
—No te atreverías. — desafió ella.
—Me atrevería a hacer cualquier cosa para mantenerte a salvo.
—Yo haría lo mismo por ti, y por eso no te dejaré ir solo.
Slatter negó con la cabeza, apartándose un momento y, cuando se volvió de
nuevo, tenía a su mujer en brazos antes de que pudiera protestar y la llevó a la
cama.
Willow se sorprendió tanto al encontrarse entre sus fuertes brazos que ni
siquiera tuvo tiempo de jadear. Y se sorprendió aún más cuando él se sentó en
el borde de la cama y la colocó en su regazo.
—Eres una mujer sensata y no te perderé por una elección tonta. — dijo él.
—No soy sensata cuando se trata de ti. Tengo miedo de perderte y no podría
soportarlo. Podría esperarte en el bosque y ayudarte a poner a todos a salvo y
atender a los que necesitan ayuda.
—Es demasiado peligroso. — argumentó.
—Para ti también.
—Soy hábil para escapar.
—Y yo soy hábil para curar. — dijo ella y apretó su frente contra la de él. —
No soporto pensar que sufras una herida y que yo no esté allí para atenderte.
Necesito saber que estás a salvo tanto como tú necesitas saber que yo estoy a
salvo. — Levantó la cabeza y, con un atisbo de lágrimas en los ojos, se encontró
con los oscuros de él. — Por favor, déjame hacer esto. Sensato o no, es lo
correcto. Maddie, Kevin y los demás no se merecen ser encarcelados. Y quién
sabe qué planes tiene Sterling para ellos.
—¿Harás todo lo que te diga sin cuestionarlo? — preguntó, negando con la
cabeza. — Tengo que ser un tonto para aceptar esto.
—Te prometo que obedeceré cada una de tus palabras. — dijo ella
emocionada. Había echado de menos las desventuras en las que se había metido
Sorrell desde que se fue. Y al visitarla y volver a experimentarlas, luego el ataque,
y el hecho de que la metieran en el pozo con Slatter y todo lo que siguió,
descubrió que no quería ser sensata todo el tiempo. A veces era necesaria una
aventura.
Slatter seguía sacudiendo la cabeza.

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—Te quedarás donde te diga y si no vuelvo a cierta hora, no me buscarás.
Volverás a casa y...
—Informaré a James de lo sucedido para que podamos rescatarte.
—¡No! No admitirás ningún conocimiento del intento de rescate.
—Bien, pero vendré por ti... siempre.
Slatter aún no había dejado de negar con la cabeza.
—Sé que me voy a arrepentir de esto.
Willow tomó su cara entre sus manos.
—Nunca. Nunca habrá arrepentimientos entre nosotros.
Slatter finalmente aquietó la cabeza.
—Un arrepentimiento que nunca tendré es el día en que intercambiamos
votos. Siempre apreciaré ese día porque era lo que quería. Te quería como mi
esposa entonces y siempre. Y quiero que volvamos a hacer nuestros votos para
que todos sepan, sin lugar a dudas, que somos marido y mujer.
Los ojos de Willow se iluminaron de alegría.
—Esta vez tendremos una celebración, un banquete, y una familia con la que
compartirlo.
Slatter sintió la misma alegría y le asustó. Nunca pensó que tendría una mujer
que lo amara o deseara con la tenacidad que lo hacía Willow y temía perderla.
Entonces por qué había accedido a dejarla ir con él en esta misión de rescate lo
preocupaba. Aunque, tal vez, sólo tal vez, era porque podría ayudarla a entender
cuando finalmente descubriera la verdad sobre él.
—¿Cuándo vamos a rescatarlos? — preguntó ella.
—Cuando esté bien entrada la noche y los únicos sonidos que se escuchen
sean los de las criaturas de la noche. Así que hasta entonces… — Slatter se
encontró besando la manta en lugar de a su mujer, ya que ella había saltado de
su regazo tan rápidamente.
—Ahora cuéntame el plan, todos los detalles, para que sepa qué esperar y qué
debo hacer. — dijo ella, paseándose de un lado a otro frente a él desnuda.
Él se sentó y observó cómo sus pasos ansiosos daban paso a un seductor
balanceo de sus caderas y a un suave rebote de sus pechos.
—Cuéntamelo todo, no te dejes nada, y no te olvides de las alternativas por
si algo va mal.

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—Voy a por ellos y los traigo aquí, aunque manteniéndolos ocultos de
Sterling. — dijo Slatter, prestando más atención a cómo seducía con cada paso
que daba que a sus palabras.
Willow se detuvo, su mano fue a descansar en su cadera.
Maldita sea, pero a él le encantaba cuando ella adoptaba esa postura,
especialmente cuando estaba desnuda. Realmente tentaba cuando estaba
desnuda.
—¿Ese es tu plan? — preguntó ella y su mano se levantó y le sacudió un dedo.
—No. No. No. Debes tener un plan. — Volvió a pasearse. — Creo que conozco
la zona en la que están retenidos. Está al oeste del torreón de Tarass, en un
denso bosque no muy lejos de él.
Slatter no escuchó nada de lo que decía. Su mente estaba demasiado ocupada
con los movimientos seductores de su esposa.
—Sin duda Lord Sterling tendrá guardias apostados, — se detuvo y se golpeó
la mejilla con un dedo — aunque podría pensar que los centinelas de Tarass
serían suficientes, otra cosa a considerar... Los centinelas de Tarass.
—Eso es todo. — dijo Slatter, levantándose de la cama y dirigiéndose
directamente hacia su mujer con pasos decididos.
Ante su tenaz andar, Willow fue instintivamente a retroceder, pero se
detuvo, sonrió y se apresuró a acercarse a su marido.
Slatter la atrapó en sus brazos, haciéndola girar hacia arriba y plantándola
firmemente contra él.
—Había pensado en tomarnos nuestro tiempo, ser juguetones, disfrutar el
uno del otro durante un rato... ya no. Me has puesto demasiado nervioso para
eso.
Willow soltó una risita. Le encantaba que pudiera hacer que él la deseara sin
siquiera saber que lo hacía. Era algo que la empoderaba y la divertía.
La dejó caer en la cama y cuando ella fue a ponerse de espaldas, él le dio la
vuelta y la levantó sobre las manos y las rodillas.
—Voy a darte una buena paliza.
Ella movió su trasero desnudo de un lado a otro hacia él.
—Promesas. Promesas.
Él le dio una bofetada juguetona en el trasero.
—Cuidado, esposa, o recibirás más de lo que esperabas.

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¿O acaso eso esperaba? Pensó ella juguetonamente.
Volvió a jadear cuando las manos de él le agarraron el trasero con firmeza y
volvió a jadear cuando él la penetró de una sola vez. Después de eso no hizo más
que gemir y probablemente demasiado fuerte, pero no le importó. Se sentía
demasiado bien como para preocuparse de otra cosa que no fuera la forma en
que su marido la penetraba como había prometido.
—Despertarás a los muertos con esos gemidos. — advirtió él con una
carcajada, encantado de que le estuviera proporcionando tanto placer, por no
hablar de lo mucho que lo estaba disfrutando.
—Es todo culpa tuya, — gritó ella — y no puedo esperar mucho más.
Él sintió lo mismo. Se sorprendió de haber aguantado el poco tiempo que
duró, así de grande había sido su pasión al verla.
Agarró su trasero con más fuerza y se introdujo en ella en rápida sucesión y
eso fue todo... ambos llegaron al clímax juntos. Slatter hizo todo lo posible para
no rugir y hacer caer el techo de la torre, Willow no tanto.
Ella soltó un grito que Slatter estaba seguro de que haría temblar a los
muertos.
Y conociendo a su mujer, no dejó de machacarla hasta que la sintió liberarse
de nuevo y estremecerse con un último gemido.
Se dejó caer en la cama junto a ella y ella rodó para recostarse contra él, su
brazo rodeándola. Permanecieron en silencio, envueltos en el placer y la
satisfacción del momento.
A Willow siempre le sorprendía cómo hacer el amor con su marido era cada
vez más placentero. Y cómo no se cansaba de él.
—Me complaces más allá del placer, esposo. — dijo cuando su respiración se
calmó.
—Y te complaceré así durante el resto de nuestros días.
—Entonces la vida será mucho mejor de lo que jamás imaginé.
—Sí, lo será. — aceptó él, que nunca se había imaginado que la vida pudiera
ser tan buena. — Ahora descansa. Debemos partir en unas horas y regresar
antes del amanecer.
—Pero debemos hacer un plan. No hicimos un plan para atrapar a Sterling y
ahora mira el problema que ha causado.
—Eso fue antes de que supiéramos que era Sterling y teníamos mucho que
hacer con Rhodes persiguiéndonos, y el ataque de mi abuela.

- 233 -
—Más razón aún para formar un plan. — instó Willow.
—He escapado de lugares más difíciles antes.
—Tú, por tu cuenta escapaste. Hay varias personas que necesitan ser
rescatadas, eso hace que el escape sea más difícil.
—Encontraré una manera. — dijo con un bostezo y se quedó dormido en
poco tiempo.
Willow se quedó tumbada sin poder dejar de pensar. Se imaginó la zona en
la que estaba bastante segura de que estaban retenidos los prisioneros y los
alrededores. Sin duda, Sterling colocaría su campamento frente a los
prisioneros acorralados y, con el torreón detrás de ellos, eso dejaba sólo dos
zonas de escape. Una estaba abierta al campo y la otra al bosque, el camino
preferible.
El denso bosque ofrecería una vía de escape más segura, los espesos árboles
y arbustos permitían buenos lugares para esconderse y harían más difícil que
los guerreros de Sterling los siguieran. Pero había otro camino, a través de la
pequeña aldea de MacFiere y hasta una parte del bosque donde había una
cañada. Si los prisioneros podían llegar a la cañada, no serían vistos. Además,
nadie esperaría que fueran por allí.
Planificó la estrategia, pensó en diferentes posibilidades si ocurría algo
inesperado, rezó en silencio por un rescate seguro y victorioso, y sólo entonces
le llegó el sueño.
Se despertó con un sobresalto y no necesitó mirar para ver que el lugar a su
lado y la propia habitación estaban vacíos.
Él le había mentido y se había ido sin ella.

- 234 -
Capítulo 26

Slatter esperó en el bosque. Al final, no podía dejar que Willow fuera con él.
No podía arriesgarse. Se volvería loco de preocupación por si le pasaba algo. Ella
siempre dormía pesadamente después de hacer el amor y con la paliza que le
había dado, probablemente dormiría hasta el amanecer. Así que cuando la miró,
durmiendo profundamente, segura en la cama, dispuesto a despertarla para
acompañarlo, cambió de opinión.
No sabía a qué se enfrentaría cuando volviera, pero no le importaba, ya que
ella estaba allí, bien arropada en la cama.
Un pájaro chilló y él devolvió la llamada. Unos minutos después, Devin salió
de la oscuridad.
—¿Dime otra vez por qué estamos rescatando a gente como la de Beck? —
Preguntó Devin.
—Por lo que dijo Maddie la mayoría del grupo de Beck está muerta, sólo
quedan los inocentes. La gente que le debía a Beck. A los que no liberaría hasta
que pagaran lo que debían con trabajo o con dinero, ninguna de las dos cosas es
probable. — dijo Slatter.
—Era un mentiroso, un ladrón, un delincuente, un bastar...
—Nosotros también. — recordó Slatter.
—No es lo mismo. Somos unos buenos bastardos mentirosos y ladrones. —
dijo Devin con una carcajada.
—Más nos vale a los bastardos terminar esto rápido, ya que le mentí a
propósito a mi esposa y le dije que podía venir conmigo a ayudar a rescatar al
grupo cuando se dio cuenta de lo que iba a hacer.
—Ella tiene una buena cabeza sobre esos robustos hombros. No es una
persona a la que debas mentir y sabes que se va a dar cuenta de las cosas.
¿Entonces qué?
—Lo he dejado de lado por ahora.
—Yo no lo dejaría ahí por mucho tiempo. — dijo Devin.

- 235 -
—Ahora no es el momento de preocuparme por ello. Tenemos una misión
que cumplir.
Devin asintió.
—Hagamos esto.
Se acercaron al costado del bosque lo más que pudieron sin que los oyeran
para mirar por encima del campamento de Lord Sterling. Estaba tranquilo, los
ronquidos provenían de los guerreros que dormían.
Slatter siguió echando un vistazo a la zona. Ni un alma se agitaba ni salía
ningún sonido del corral que estaba envuelto en una pesada oscuridad.
Devin tocó el brazo de Slatter y sacudió la cabeza.
Slatter asintió con la cabeza y ambos retrocedieron hacia el bosque.
—Algo no está bien. — dijo Devin.
—Sentí la misma inquietud. — coincidió Slatter.
—Una trampa. — susurraron ambos hombres.
Slatter tanteó el suelo con el pie en busca de una pequeña roca. La recogió y
la lanzó hacia el corral, pero no para que cayera dentro de él. Varios guerreros
se adelantaron, con las espadas en alto, dispuestos a hacer algo más que
capturarlo.
Devin señaló un punto del campamento para hacer saber en silencio a Slatter
que iba a explorar la zona.
Slatter asintió y señaló otra zona, luego señaló el lugar donde estaban para
que se reunieran aquí. Agitó el dedo, una señal que significaba que ninguno de
los dos iba a tardar demasiado.
Con pasos silenciosos, Slatter se dirigió a la periferia del campamento. Nada
se movía, ni un solo sonido salvo el crepitar de las dos hogueras. Un
campamento nunca era tan silencioso por la noche. Siempre había guerreros
que no podían dormir, o pesadillas que hacían gemir a los hombres. Se oía a los
centinelas recorrer el perímetro del campamento e intercambiar palabras con
otros guardias. Nunca, jamás, un campamento estuvo tan quieto.
Sterling lo esperaba. Sabía que Slatter intentaría rescatar al menos a Maddie
y Kevin. Era la razón por la que los había golpeado a ambos, para enfadar a
Slatter lo suficiente como para que hiciera el esfuerzo y cayera en esta trampa.
Pero por qué pensaba que Slatter se preocuparía por Maddie y Kevin.

- 236 -
Porque, aunque la gente no podía ver ninguna diferencia entre Slatter y
Sterling, había una diferencia. Slatter se preocupaba por los que sufrían,
Sterling no.
Slatter sabía que era hora de salir de allí y se apresuró a encontrar a Devin
esperándolo y, al ver lo ansioso que parecía, se preocupó.
Se adentraron más en el bosque antes de hablar y mantuvieron la voz en un
susurro.
—¿Has visto algo de Sterling? — preguntó Devin.
Slatter negó con la cabeza y sus ojos se abrieron de par en par.
—Willow.

Willow se apresuró a ponerse los guantes, debatiendo qué hacer. ¿Seguía a


su marido? Sacudió la cabeza. Sería una tontería. No sabía cuánto tiempo había
estado fuera, dónde estaba, o si ya había completado la tarea. Su única opción
era esperar su regreso.
Miró hacia el fuego y vio que se había apagado considerablemente, lo que
significaba que su marido llevaba tiempo fuera y ella había dormido varias
horas. Mientras añadía más troncos al fuego para ahuyentar el frío que la
consumía, más por la preocupación que por otra cosa, supuso que él debería
estar en casa pronto. Querría volver antes del amanecer para que nadie supiera
que se había ido. No tenía ni idea de cómo pensaba explicárselo. Aunque
conociendo a su marido, alegaría que había mentido por su seguridad o que tal
vez había cambiado de opinión.
Ella planeó sus respuestas mientras se paseaba frente al fuego y, cuando la
puerta se abrió con un chirrido y lo vio allí de pie, supo una cosa.
No era su marido.

Slatter corrió por los bosques, zigzagueando y agachándose para evitar las
ramas de los árboles que le azotaban mientras Devin le seguía. No le importaba

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si alguien se enteraba de su ausencia o de que se había reunido con Devin y
Walcott en secreto, ya que ambos lo habían buscado cuando no había regresado
cuando se esperaba y lo habían encontrado aquí.
Su necesidad de venganza crecía a medida que avanzaba por el bosque.
Slatter era responsable de lo que le había ocurrido a Walcott y por ello podría
morir, ¿y para qué? ¿Por vigilar que nadie descubriera que Devin y Slatter se
estaban reuniendo? Walcott había sufrido protegiéndolos y su abuela había
sufrido protegiéndolo a él. Su furia creció. ¿Y ahora su mujer estaba en peligro?
El miedo lo desgarró y encendió su ira. Era hora de poner fin a esto ahora que
sabía quién era el responsable... Sterling.
Tenía que llegar a su esposa. Tenía que llegar a ella antes que Sterling. ¿Por
qué no había considerado que podría ser una trampa? ¿Cómo se había permitido
caer en el truco de Sterling? Era más inteligente que eso, siempre consideraba
todos los ángulos antes de precipitarse.
Willow.
Ella había dominado sus pensamientos y toda la razón. Había estado
disfrutando de una vida con ella que sólo había soñado y en el proceso había
bajado la guardia.
Nunca más.
Le preocupaba que Sterling llegara al torreón antes que él y se hiciera pasar
por él. ¿Creería Willow en sus mentiras? ¿Sabría ella la diferencia? ¿O el hombre
se metería en la cama con su mujer y...? Sacudió la cabeza y aceleró el paso.

Sterling extendió los brazos.


—¿No hay un abrazo para tu marido?
No podía hacerle saber que sabía que no era su marido. Levantó la barbilla.
—Me has mentido.
—Pensé que era mejor no contarte mis planes. — dijo él.
Eso confirmó lo que ella ya sabía. No era Slatter, ya que su marido había
admitido que no tenía planes, pero realmente no necesitaba una confirmación.
Por la mirada siniestra de sus ojos oscuros, su sonrisa que distaba mucho de ser

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sincera o agradable, y la forma arrogante en que se mantenía, se dio cuenta de
que pensaba que no podía hacer nada malo.
—Me dijiste que no me ocultarías la verdad.
—Una esposa no necesita saberlo todo. — Le tendió la mano. — Pensé que
daríamos un paseo matutino antes de que todo el mundo se animara por el día.
—Estoy enfadada contigo. — dijo ella a modo de excusa, esperando que
Slatter volviera en cualquier momento.
Él chasqueó la mano como si la ordenara a su lado.
—Hablaremos.
—Podemos hablar aquí. — dijo ella, dejando ver su fastidio.
—Prefiero que demos un paseo. — Él cogió su capa de la percha.
—Después de comer. — dijo ella.
—La comida de la mañana no estará disponible al menos hasta dentro de una
hora, lo que nos da tiempo de sobra para dar un paseo por el pueblo.
Ella fue a protestar.
—Insisto.
Ella sabía que él planeaba secuestrarla, obligando a Slatter a acudir a él. Le
había tendido una trampa a Slatter y ella temía lo que pudiera estar esperándole.
Su marido iba a ponerse furioso cuando se diera cuenta de su error. Sólo
esperaba que no fuera demasiado tarde para ninguno de los dos.
—¿Y si me niego? — dijo ella, mirándole fijamente.
Él le dirigió una sonrisa que era más bien una burla.
—No creí que pudiera engañarte, pero el torreón empieza a despertar y si no
quieres que alguien salga herido… malamente… te sugiero que vengas conmigo.
¿Qué opción tenía ella? Si gritaba y alertaba al torreón de su presencia,
¿cuántos morirían al ir a rescatarla? ¿James? ¿Eleanor? ¿Carna? ¿Snow? Se
estremeció al pensarlo. No querría que ninguno muriera por ella.
—Mi marido vendrá por ti. — advirtió.
—Mi plan exactamente. — Le tiró la capa. — A menos, claro, que haya caído
en mi otra trampa y lo traigan a mí.
Al pensar en eso, un escalofrío de miedo la recorrió mientras giraba la capa
para colocarla sobre sus hombros, y luego se acercó a él con precaución.
—Alerta a alguien y esa persona muere. — advirtió Sterling.

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Y le hizo preguntarse si pretendía mantenerla con vida hasta que Slatter
llegara a ella o si planeaba saludar a su marido con su cadáver.
Atravesaron el torreón sin ningún incidente, pero Willow se tensó cuando se
encontraron con Snow mientras atravesaban el pueblo. Había olvidado que
Snow caminaba con Thaw por el pueblo cada mañana. Era un momento
tranquilo en el que Snow no tenía que preocuparse de maniobrar entre la gente,
que para ella eran meras sombras.
Thaw empezó a ladrar en cuanto el cachorro los vio y no paró.
El corazón de Willow dio un golpe en su pecho. Por supuesto, el cachorro
sabría la diferencia entre Slatter y Sterling.
—Somos Slatter y yo, y creo que a Thaw le preocupa que te detengas a hablar
con nosotros y retrases su desayuno. — se apresuró a decir.
—Nuestro paseo matutino siempre le da hambre. — dijo Snow con una
sonrisa y levantó al cachorro. — Te veré a tu regreso.
—Nos vemos entonces. — dijo Willow, sabiendo que su hermana entendía
que algo andaba mal. Thaw siempre comía antes de su paseo matutino.
—Lo has manejado bien. — elogió Sterling. — Sigue haciéndolo y haré que
tu muerte sea rápida e indolora.
Una vez que llegaron al bosque, Sterling le dio un empujón.
—Sigue caminando.
—Mi hermano se enterará de lo que has hecho. — advirtió ella.
—Ese tonto creerá el cuento que mis guerreros tejerán y yo saldré como el
héroe, habiendo intentado salvarte de tu malvado marido. Desgraciadamente,
morirás en mis brazos, pidiendo perdón por haber estado tan ciega ante sus
malvados caminos. Ahora sigue caminando, mis hombres se asegurarán de
traerme a Slatter. — Se rió. — Los mismos hombres que dieron muerte a su
abuela cuando se negó a decirles dónde estaba. Dunn disfrutará diciéndole
cómo la ensartó lo suficiente para que muriera lentamente.
Willow no se molestó en decirle que la abuela de Slatter vivía. Era mejor que
no lo supiera. Recordó lo que su marido había hecho a los tres hombres que
habían querido hacerle daño. Estaba segura de que los hombres que habían
hecho daño a su abuela correrían una suerte similar.
—Por supuesto, me divertiré contigo delante de tu marido antes de matarlo.
Si sigues cooperando, mantendré a Dunn y a Tyler alejados de ti.

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No le creyó ni por un minuto y no dudó ni por un minuto que su marido la
rescataría o que ella haría todo lo posible por ayudarle.

Slatter irrumpió en el torreón, gritando el nombre de Willow, con Devin


pisándole los talones.
Snow se levantó de un salto de la mesa donde estaba sentada, Thaw dio un
fuerte ladrido a su lado, y luego se calló.
—Sterling la tiene.
Slatter se apresuró a acercarse a ella mientras James entraba en el Gran Salón
con Eleanor.
—Se hizo difícil de creer ya que no podíamos encontrarte. — reprendió
James. — Y no voy a perder el tiempo preguntando dónde has estado. La
seguridad de mi hermana es mi única preocupación en este momento. Tengo
hombres reunidos para empezar a buscarla.
—Sterling fingió que eras tú y que tú y Willow estaban dando un paseo
juntos. — explicó Snow. — Thaw no se callaba. Ladraba y ladraba y yo sabía
que algo iba mal. Cuando Willow mencionó que a Thaw probablemente le
preocupaba que su comida matutina se retrasara si me detenía a hablar con
ellos, supe que algo andaba terriblemente mal, ya que ella sabía que siempre
alimentaba a Thaw antes de nuestro paseo.
Un sirviente entró corriendo en la habitación.
—Lord Tarass se acerca.
Slatter puso su mano suavemente en el brazo de Snow.
—¿Willow no te dio ninguna indicación de adónde la llevaba?
—Ninguna. — dijo Snow, sacudiendo la cabeza. — No creo que lo supiera,
ya que si lo supiera habría encontrado la forma de decírmelo.
Slatter agarró el brazo de James cuando iba a pasar junto a él.
—Yo me encargaré de esto.
—Es mejor que Lord Tarass esté al tanto de la situación. — dijo James.
—Eso no importará. — argumentó Slatter.
—Lord Tarass puede ayudarnos. — dijo James.

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—Lord Tarass se ayuda a sí mismo. — añadió Snow.
Los ojos de Slatter brillaron con furia.
—No me importa lo que Tarass quiera o piense. Sólo me importa mi esposa
y traerla a casa ilesa. Yo me encargaré de esto.
James apenas pudo abrir la boca para hablar cuando Slatter se fue, ya
atravesando la puerta, y con el hombre que había llegado con él, siguiéndolo de
cerca.

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Capítulo 27

Slatter salió furioso por la puerta y bajó los escalones del torreón.
Dos de los hombres de Sterling se apresuraron a avanzar, ambos brutos de
gran tamaño y, sin duda, en los que Sterling más confiaba para cumplir sus
órdenes.
Slatter se detuvo a unos pasos de ellos, con los hombros echados hacia atrás,
las manos empuñadas a los lados y el rostro retorcido por la furia.
—Tengo a Sterling. — dijo.
Lord Tarass habló.
—¿Admites que secuestraste a Lord Sterling de mi tierra?
—Lo admito. — dijo Slatter con una mirada que retó al hombre a desafiarlo.
—Nos ocuparemos de esto y haremos que nuestra señoría regrese sana y
salva. — exigió el hombre al que le faltaba un diente delantero y tenía tiras de
tela entretejidas en las trenzas a ambos lados de la cara.
—Es todo vuestro. No me importa lo que hagan con él. — dijo Tarass, con un
gesto despectivo.
El hombre de las trenzas sonrió, el espacio sin dientes brillando como un
agujero negro en su boca mientras agarraba a Slatter.
—Tócame y te mataré, — advirtió Slatter — y eso es una promesa.
El hombre se detuvo y le hizo un gesto con la cabeza al otro hombre.
—Nos seguirás a Tyler y a mí.
Slatter bajó la voz para que sólo los dos hombres lo oyeran cuando se acercó
a ellos.
—Me llevarás directamente con mi mujer o te mataré lentamente cuando
llegue el momento.
Ambos hombres se sobresaltaron por un momento y luego sonrieron, Tyler,
el que aún no había hablado, mantuvo su voz en un susurro cuando dijo:

- 243 -
—Somos Dunn y yo los que te mataremos lentamente mientras disfrutamos
de tu bonita esposa.
Slatter tuvo que contenerse para no estirar la mano y romper el cuello de
ambos hombres. Esperaría hasta más tarde y los vería a ambos muertos antes de
que terminara el día. No miró atrás mientras se alejaba con los dos hombres.
Devin se escondió una vez fuera para que nadie se fijara en él. Esperaría,
vigilaría, seguiría y estaría allí cuando fuera necesario.
Los dos hombres montaron sus caballos y Slatter caminó delante de ellos
mientras salían de la aldea, el resto de los hombres de Sterling los siguieron. No
pasó mucho tiempo antes de que los dos hombres lo dirigieran hacia el bosque
mientras los otros hombres avanzaban en otra dirección.
Estaba seguro de que, en cuanto salieran de la aldea, James le haría saber a
Tarass lo que estaba ocurriendo. No pudo evitar pensar que Tarass ya sabía que
algo andaba mal. Cuando había planeado el rescate, su única preocupación eran
los centinelas de Tarass. Sus guerreros eran muy hábiles y no era fácil pasar por
encima de ellos. Sin embargo, él y Devin lo habían conseguido. ¿También Tarass
había tendido una trampa?
¿Pero para quién?
Parecía que estaba tardando una eternidad en llegar a su esposa, cuando en
realidad no había pasado tanto tiempo. Pero no conocía los planes de Sterling
para Willow y cuanto más tardaran en llegar a ella, más daño podría sufrir.
Rezaba para que no fuera así, y rezaba aún más para que no fuera demasiado
tarde para salvarla.

Willow intentó mantener una distancia segura con Sterling, pero éste
revoloteaba a su alrededor como un mosquito molesto. La fría piedra sobre la
que estaba sentada le helaba el trasero y le producía un escalofrío de vez en
cuando. Él esperaba con impaciencia a Slatter, pero también lo hacía ella.
Rezaba para que su marido llegara pronto y esto terminara por fin.
Sterling se detuvo de repente y la miró fijamente, luego sonrió.
El golpe fue tan rápido e inesperado que Willow apenas tuvo tiempo de
parpadear. La hizo caer de la piedra, con la cabeza golpeando el suelo y la sangre
brotando del labio que ya sentía hinchado.

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—Algo para enfadarle y hacerle perder el control. — se rió Sterling.
Willow se puso en pie y fue a limpiarse la sangre con el borde de su capa.
—No lo hagas. — le ordenó Sterling. — Se ve mucho peor con la sangre.
Willow permaneció de pie y no perdió de vista a Sterling, preparada para
evitar otro golpe si era necesario. Se preguntó qué habría hecho su hermana
Sorrell en esta situación. Ya habría intentado escapar de él o le habría vuelto
loco con su interminable charla y curiosidad.
Eso le hizo pensar a Willow.
—¿Cómo es qué se parecen tú y Sterling?. — preguntó.
—Esa es una historia que es mejor dejarla para que la escuche Slatter. — dijo
él con una risa.
—Si tuviera que hacer una conjetura, diría que ambos tenéis el mismo padre,
pero diferentes madres, y al ver lo malvado que eres me hace suponer que tu
padre es igual de malvado. La madre de Slatter debió darse cuenta y lo dejó
sabiamente.
—Ella era una puta y su hijo un bastardo. Ninguno de los dos significó nada
para mi padre. — espetó Sterling, y luego le dirigió una mirada furiosa.
—Tal vez, pero ella fue más astuta que él, huyendo, sin duda, para mantener
a su hijo a salvo. — dijo Willow con una ligera risita en su tono.
Su mano salió disparada, pero Willow estaba preparada y tropezó hacia
delante perdiéndola.
—¡Willow!
Se dio la vuelta y corrió al oír la voz de su marido, aunque no lo había visto,
escapando apenas a la mano de Sterling que volvió a estirarse para agarrarla.
—¡Willow!
Su marido continuó llamándola, su voz llenando el bosque circundante y ella
estaba tan emocionada cuando lo vio que no vio que Sterling se había acercado.
La mano de él la rodeó por el cuello y la obligó a detenerse.
Sterling la arrastró hasta el centro del claro donde habían estado esperando,
y ella jadeó para respirar ya que su agarre era fuerte.
—Suéltala, ya tienes lo que querías... a mí. — dijo Slatter, entrando a toda prisa
en el claro. Mantuvo la mirada en su esposa, no sólo viendo el miedo en sus ojos,
sino sintiéndolo, y no era sólo el miedo por ella misma que los dominaba a
ambos, sino por él.

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Sterling apartó a Willow de un empujón y cuando fue a correr hacia su
marido, vio que uno de los dos hombres que lo flanqueaban tenía una espada
apuntando a su espalda, y se detuvo dónde estaba.
—Dunn estaría encantado de ensartar a Slatter como hizo con su abuela. —
dijo Sterling, con una sonrisa de satisfacción.
Dunn se rió y pinchó a Slatter con la punta de la espada, sin sacarle sangre,
sólo lo suficiente para hacerle saber lo que le esperaba.
—La vieja bruja no me dio lo que vine a buscar, así que la dejé para que tuviera
una muerte lenta. Tú también tendrás una muerte lenta mientras nos ves
disfrutar de tu mujer.
Willow notó cómo los músculos de su marido se tensaban en su rostro. Su
ira estaba a punto de explotar.
—Pero antes tengo un cuento que contarte. — dijo Sterling, alegre por su
inminente victoria.
—No te molestes, es obvio. — dijo Slatter. — Eres mi medio hermano.
—Tu madre era la puta de mi padre. — espetó Sterling molesto por habérselo
estropeado.
—Y a tu padre no le gustó que yo naciera más guapo. — dijo Slatter riendo.
—Te quería muerto. — dijo Sterling, con la saliva saliendo de su boca con
cada palabra.
—Por supuesto que sí. ¿Cómo se vería si hubiera un hombre que se pareciera
a su heredero caminando por ahí? ¿Qué diría la gente? ¿Y este hombre trataría
de reclamar su título y las tierras que legítimamente pertenecían a su verdadero
hijo?
—Pero mi madre comprendió que el hombre al que creía amar era un hombre
malvado y pretendía hacerles daño a ella y a su hijo, así que hizo lo que cualquier
madre cariñosa haría... huyó.
—¿Cuándo te diste cuenta de todo esto? — Preguntó Sterling.
—Se hizo evidente después de un tiempo. ¿Qué otra explicación podría
haber? Sin embargo, lo que me da curiosidad es ¿por qué hacerse pasar por mí?
¿Por qué no matarme y acabar con ello? Debió de ser una orden de tu padre que,
una vez que me encontraras, debía morir.
—Esa fue su orden, pero matarte de inmediato no habría sido divertido,
especialmente cuando podía hacer cosas en tu nombre que nunca me fueron
permitidas como heredero del título de mi padre. Disfruté tanto creando

- 246 -
estragos en tu nombre, viendo cómo se destruía a la gente con lo que hacía y sin
sufrir ni una pizca de culpa o repercusión por ello. Pero, por desgracia, mi padre
se cansa de que no te encuentre y de que vea el asunto resuelto. Amenaza con
enviar a otros a por ti y no puedo permitir que se entere de lo que hice. Así que,
desgraciadamente, mi diversión ha llegado a su fin y también es hora de que tú
llegues a tu fin. — Sacudió la cabeza. — Tenía la esperanza de engañar a tu
esposa en la cama, pero ella conoce a su marido demasiado bien. Así que me daré
un rápido revolcón con ella mientras yaces moribundo y antes de matarla.
—Al menos déjame abrazar a mi mujer una última vez. — dijo Slatter.
Sterling se rió, sacudiendo la cabeza.
—Sé lo escurridizo que puedes ser y lo mentiroso que eres. En realidad, no
somos tan diferentes. Pensamos más en nosotros mismos que en los demás.
—Es evidente que no conoces a mi marido. — dijo Willow.
Sterling volvió a reírse.
—Sé lo suficiente como para hacerme pasar por él.
El ceño de Slatter se estrechó.
—No lo sabes todo sobre mí.
—Dime algo que no sepa. — desafió Sterling.
—Voy a asegurarme de que sepas que te estás muriendo y que entiendas de
que no hay nada que puedas hacer al respecto. — dijo Slatter con tal convicción
que los dos hombres que lo flanqueaban se alejaron varios pasos de él.
—Eso tendrá que esperar. — El grito resonó a su alrededor.
Todos volvieron los ojos sorprendidos hacia Tarass y sus guerreros mientras
salían del bosque circundante. Todos menos su marido, que se movía con
rapidez y al ver el miedo en sus ojos mientras se abalanzaba sobre ella, Willow
se giró y levantó el brazo cuando Sterling fue a apuñalarla en el pecho. La hoja
atrapó su antebrazo, cortándolo.
Slatter no dudó. Agarró a su mujer con un brazo mientras ella se tambaleaba
por el golpe y se abalanzó con el otro brazo, su puño alcanzó a Sterling en la
mandíbula y lo hizo caer al suelo.
Devin estaba encima de Sterling después de eso, atando las manos del
hombre a la espalda antes de que se despertara.
Slatter puso la mano sobre la herida de su mujer y casi se encogió cuando la
sangre empezó a filtrarse por sus dedos.

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—Tienes que envolverla. — instruyó Willow, el dolor la recorría, pero
luchaba contra él, necesitando mantener la concentración para que su marido
supiera qué hacer. — Arranca la manga antes de hacerlo y luego envuélvela bien.
Usa mi capa. — Sacudió la cabeza, un mareo se apoderó de ella y le preocupó
que se desmayara.
—Tienes que llevarla de vuelta al torreón. — dijo Tarass, revoloteando
alrededor de ellos.
—¿Has tendido una trampa? — acusó Slatter mientras hacía lo que su esposa
le había indicado.
—Tenía que saber la verdad por mí mismo, ya que quería que el verdadero
culpable fuera capturado y se le hiciera sufrir por sus crímenes. Ahora lleva a tu
mujer al torreón. Yo me encargaré de que Sterling y sus amigos sean devueltos
a la tierra de Macardle por ahora.
Slatter miró a Devin.
—Me aseguraré de ello. — dijo su amigo con un firme asentimiento.
Willow luchó contra el desmayo que se cernía sobre ella. Necesitaba
mantenerse despierta, concentrarse para poder indicarle a Eleanor cómo
atender su herida.
—Te vas a poner bien. Te llevaré a casa pronto. — dijo su marido antes de
que se la entregara a alguien mientras él montaba un caballo, y luego volvió a
estar en sus brazos.
Él estaba preocupado por ella y ella también. No sabía el alcance de la herida,
sólo que sangraba y le dolía. Si era un corte profundo, no se curaría fácilmente
y siempre existía la posibilidad de perder parte del movimiento del brazo.
Apretó los ojos con fuerza, obligándose a no pensar en ello, a pensar sólo en
lo que había que hacer para curarla.
—Te duele. — dijo su marido, que sonaba como si sufriera junto a ella. —
Pronto estaremos en casa.
Ella habría sonreído si no estuviera apretando contra el dolor. Después de
unos momentos, fue demasiado.
Abrió los ojos y dijo:
—Me desmayo.
—¿Qué dijiste? — preguntó Slatter, que no la había oído.
Intentó repetirlo, pero no hubo tiempo. Se desmayó.

- 248 -
El corazón de Slatter golpeó contra su pecho como un poderoso martillo
cuando el cuerpo de su esposa quedó como sin vida en sus brazos.
—¡Willow! ¡Willow! No te me mueras. No puedo perderte. No te perderé.
Ahora eres mi mundo, Willow. ¿Me oyes? Eres todo mi mundo.
Willow se despertó con el sonido de voces preocupadas y sintió que la subían
a toda prisa. Estaba en casa.
—Despierta, esposa, te lo exijo. — dijo Slatter, después de colocarla en la
cama de su alcoba.
Abrió los ojos para ver la cara de su marido plantada frente a la suya.
—No me dejarás. — dijo en un duro susurro.
Sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas y a ella le dolía el corazón por
el dolor que veía allí.
—Nunca. — susurró ella y frunció los labios para besarlo.
Slatter deslizó su mano bajo la cabeza de ella para levantarla un poco
mientras bajaba sus labios para alcanzar los de ella.
Fue un beso breve, que le hizo saber que ella no iba a ninguna parte.
Apoyó su frente en la de ella.
—Eres mi vida, mi mundo, nada existe sin ti a mi lado.
No había encanto en su voz ni llevaba su habitual sonrisa burlona. Era todo
de corazón y Willow sintió que su propio corazón se hinchaba de amor por su
marido.
Fue a levantar el brazo, queriendo tocarle la cara e hizo una mueca de dolor.
Sus palabras cariñosas y su preocupación la hicieron olvidar su herida.
—Tu herida. — dijo él como si también se hubiera olvidado de ella.
Una vez que su marido se apartó de ella, vio que Snow, Eleanor y Carna
estaban esperando, con las caras sorprendidas por la preocupación.
—Ayúdame a sentarme. — dijo Willow, extendiendo su brazo no herido
hacia su marido.
Slatter parecía dispuesto a discutir, pero negó con la cabeza.
—Tú eres la sanadora. — La levantó suavemente y la colocó cómodamente.
— ¿Qué más puedo hacer?
—Esperar en el Gran Salón hasta que te llamen. — dijo ella y levantó el dedo
cuando él pareció dispuesto a pelear con ella. — Necesito concentrarme en mi

- 249 -
herida y contigo presente me será difícil hacerlo. Así que, por favor, ve y hazle
saber a James lo que está pasando y espera a que Tarass y Devin vuelvan con
Sterling y sus hombres.
—Me harás saber...
—En cuanto sepa el alcance de la herida, tú también lo sabrás. — le aseguró
Willow. — ¿Y me harás saber lo de Sterling?
—Tienes mi palabra. — Le dio un rápido beso y se fue.
—¿Qué tan grave es? — preguntó Snow, dando un paso adelante.
—Estamos a punto de averiguarlo. — dijo Willow.

Sin nada que hacer más que esperar, Slatter se sentía perdido. Se paseaba por
el Gran Salón frente a la gran chimenea, alrededor de las mesas, se dirigió a la
puerta, se detuvo, pensando en esperar fuera a que regresaran Tarass y Devin,
pero le preocupaba no saber nada de su esposa.
Maldijo a Tarass una y otra vez. Él y Devin podrían haber manejado
fácilmente a Sterling y sus dos brutos y los tres ya estarían muertos y su esposa
ilesa. Pero, ¿dónde le habría dejado eso? ¿Habría creído alguien la verdad?
Dejó de pasearse. Con Tarass descubriendo la verdad por sí mismo, Slatter
era libre.
La idea abría muchas posibilidades, unas que nunca imaginó que fueran
posibles. Se sentó en una mesa cerca de la chimenea y pensó en el futuro, algo
que nunca había hecho antes.
—¿Le han hecho daño a mi hermana? — preguntó James al irrumpir en el
Gran Salón. — Lideré el grupo que fue a asegurarse de que los hombres de
Sterling no los siguieran para ayudarle.
—Willow sufrió una herida en el brazo. La atiende ahora y me informará de
cómo se encuentra en cuanto acabe. ¿Tarass estaba al tanto del plan de Sterling?
—No del plan en sí. — dijo James, quitándose la capa y uniéndose a Slatter
en la mesa. — Me dijo que no confiaba en el hombre y que ya había tenido
suficientes mentiras y quería la verdad. Tenía a sus rastreadores preparados
para seguirte. Recibió la noticia, no mucho después de tu partida, de que te
habías separado de la tropa y fue a por ti mientras me enviaba a por la tropa.

- 250 -
Están acampados no muy lejos de aquí, esperando el regreso de Lord Sterling.
¿Tarass se enteró de la verdad por sí mismo?
—Lo hizo y devuelve al culpable aquí junto con los dos hombres que dañaron
a mi abuela. — dijo Slatter, con ira en sus palabras.
—A esos hombres ciertamente se les puede hacer pagar por sus crímenes,
pero con Lord Sterling es otro asunto. — dijo James, con ira también en su tono.
La puerta se abrió entonces y los hombres con los que habían estado
discutiendo, excepto Tyler, entraron en la sala, Lord Tarass y Devin, así como
cuatro de los guerreros de Tarass que los escoltaban.
Sterling mantenía la cabeza en alto, con la mandíbula hinchada y un
profundo moratón morado que se extendía. Dunn también estaba algo
magullado y maltrecho, el muy tonto probablemente había intentado escapar
de los hombres de Tarass.
—Exijo que me liberes y alejes a este bruto de mí. — ordenó Sterling,
tratando de liberar su brazo del firme agarre.
—Devin. El nombre es Devin. — dijo, acercando su cara a la de Sterling.
Sterling se apartó de él y le hizo un gesto con la cabeza a Slatter.
—Él tramó y planeó todo esto. Hice lo necesario para protegerme. — Se
volvió hacia Dunn y lanzó una rápida mirada a su alrededor. — ¿Dónde está
Tyler? Estaba con nosotros cuando entramos en el pueblo.
—Dunn me dijo, a cambio de mi palabra de que no lo mataría, que fue Tyler
quien esperó a mi leal guerrero Rhodes y lo mató. Tyler lo maldijo, así que supe
que no era mentira. Lo entregué a mis guerreros. Ahora debería estar cerca de la
muerte ya que les ordené que se aseguraran de que sufriera un poco antes de
morir. — dijo Tarass sin un ápice de emoción y miró a Slatter. —Estoy seguro
de que quieres vengarte por lo que le hicieron a tu abuela, así que dejé a Dunn
para ti.
—Diste tu palabra. — dijo Dunn con todo el color borrado de su rostro.
—Y la cumplí. No te mataré... Slatter lo hará.
Tarass se acercó a la mesa donde se sentaba Slatter, se sirvió una jarra de
cerveza, bebió un buen trago y luego miró a Sterling.
—Eres un idiota. ¿No crees que he observado y escuchado y aprendido la
verdad por mí mismo? ¿Realmente piensas que voy a creer a un tonto como tú?

- 251 -
Slatter mantuvo los ojos fijos en Sterling y vio cómo su frente empezaba a
sudar, su piel a palidecer y sus ojos a recorrer frenéticamente la habitación,
dándose cuenta de que sus mentiras ya no le servirían.
La barbilla de Sterling se levantó de nuevo, aunque con una mueca de dolor.
—Soy Lord Sterling y no puedes tomar la palabra de un vulgar ladrón y
mentiroso contra un noble.
—¿Te refieres a tu medio hermano? — corrigió Tarass, levantando su jarra
como si se alegrara del hecho.
—Es un bastardo y no tiene ningún título ni derecho al Clan MacBlair. —
argumentó Sterling. — Exijo que me liberes. No tienes autoridad para
mantenerme prisionero.
—Estoy de acuerdo. Libéralo. — dijo Willow, entrando en la habitación.
Slatter se preparó para ir con su mujer, pero se quedó dónde estaba cuando
ella siguió entrando en la habitación. Tenía buen aspecto, su cara no estaba tan
pálida como antes y había un ligero color en sus mejillas. Se había cambiado de
ropa y, por el grosor de una de las mangas, pudo comprobar que tenía el brazo
herido vendado. El hecho de que se levantara y tuviera buen aspecto le dio la
esperanza de que todo estuviera bien con ella.
—Una mujer sabia. — dijo Sterling moviendo la cabeza.
—Sí, soy una mujer sabia. Al liberarte, te aseguro que recibirás tu merecido
por todo lo que has hecho. — dijo Willow, deteniéndose no muy lejos de él.
Slatter había comenzado a caminar hacia su esposa cuando vio que se
acercaba a Sterling. No se arriesgaría a que le volviera a pasar algo. Se puso a su
lado, deslizando el brazo alrededor de su cintura y apoyando la mano en su
cadera para darle un ligero apretón.
Sterling se rió.
—Siempre tengo lo que me merezco.
Ella sonrió.
—Es bueno saberlo. Entonces recibirás a Slayer cuando venga a por ti.

- 252 -
Capítulo 28

Más tarde esa noche, Willow yacía en brazos de su marido, apoyando el


brazo herido en su pecho desnudo.
—¿Estás segura de que tu brazo se curará bien? — le preguntó aún
preocupado por ella.
—Nunca puedo estar completamente segura de cómo irá una curación, pero
la herida no era profunda, algo bueno, y si la mantengo con vendas frescas como
mi madre siempre creía que una herida debía ser cuidada, y le doy tiempo a la
carne para que vuelva a unirse, debería sanar bien. Aunque, me temo que
quedará una cicatriz considerable.
—No me importa una cicatriz mientras permanezcas conmigo. — dijo
Slatter y besó su frente. — ¿Te duele mucho?
—He sufrido dolores peores.
—¿Cuándo? — preguntó él sin que le gustara la idea.
—Cuando perdí a cada uno de mis padres. Sé que hay un final para el dolor
que sufro por la herida. Un día desaparecerá y pronto se olvidará. No es así con
el dolor de perder a alguien que amas. Persiste y vuelve cuando menos lo esperas
para volver a doler. No puedo soportar ni siquiera pensar en lo horrible que sería
el dolor si te perdiera. Por eso recurrí a Slayer. Haría cualquier cosa para no
perderte.
—Pero ahora se lo debes.
—No creo que me exija mucho.
—¿Por qué piensas eso de un hombre malvado?— Preguntó Slatter.
—Slayer no es un hombre malvado. Es un hombre honorable. Tarass parece
estar familiarizado con las hazañas de él y me habló de algunas de ellas. A los
que Slayer mató eran gente mala. Gente sin corazón... sin alma. No hubo justicia
para lo que se les hizo a los inocentes y por eso los que quedaron atrás, los que
amaban a los que murieron, acudieron a Slayer en busca de ayuda. Y tal vez envíe
esas almas al diablo, pero el alma de Slayer es buena y el diablo nunca puede
tocarla. — Bostezó. — Lo único que no puedo entender es cómo este Slayer vive

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tanto tiempo como lo ha hecho. Y espero que Slayer se ocupe rápidamente de
Sterling para que desaparezca toda amenaza de él. Aunque...
—¿Aunque? — Preguntó Slatter.
—Me preocupa que tu padre pueda ir a por ti cuando se entere de la muerte
de Sterling.
—No me preocupa eso. No me reconocerá por miedo a que intente reclamar
su título y sus tierras.
—No puedes hacer eso si estás muerto. — argumentó ella, luchando contra
otro bostezo.
—Confía en mí. No querrá saber nada de mí. Ahora es el momento de que
duermas. Necesitas el descanso para que ese brazo se cure bien.
—Como usted diga, marido. — dijo juguetonamente.
—Eso es lo que me gusta... una esposa obediente. — Se rió cuando recibió
un golpe en las costillas. — Ahora sé que definitivamente te estás curando bien.
—De verdad que te amo, marido. — dijo Willow, con los ojos cerrados.
—Y yo a ti, esposa, con todo mi corazón. — dijo Slatter.
Esperó hasta estar seguro de que Willow estaba dormida, y luego abandonó
cuidadosamente la cama, colocando las almohadas para que ella sintiera que
seguía envuelta en él. No le gustaba dejarla, pero no tenía otra opción.
Se dirigió a la habitación de su abuela y entró para encontrarla sentada junto
a la chimenea.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? — le preguntó su abuela,
acercándose a él.
—Tengo que ser yo. — dijo Slatter.
—Y Dunn. — le ordenó su abuela.
—Ya le encargué a Owen la tarea y él aceptó con gusto y se vengó de su amigo
Rhodes, ya que Dunn sin duda esperó cerca mientras Tyler realizaba la tarea.
Además, sabe tan bien como yo que esto debe hacerse.
—Tendrás cuidado. — le recordó su abuela.
—Lo tendré. — Slatter besó la mejilla de su abuela. — Y ya sabes lo que hay
que hacer.
Ella asintió y observó a su nieto salir de la habitación, con el corazón cargado
de preocupación.

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Slatter se apresuró a bajar las escaleras para verlo hecho y mientras lo hacía
una sombra se deslizó desde la oscuridad y lentamente abrió la puerta y entró
en la habitación.
—Ahora tendré la verdad. No más mentiras, Seanmhair.
Seanmhair sonrió y asintió.
—Acompáñame junto a la chimenea, Willow, y te contaré la historia de
Slayer.

Sterling se sentó junto a la hoguera, bebiendo cerveza, con sus guerreros


rodeándolo. No sabía de qué había hablado Willow cuando le había advertido
de Slayer... Nunca había oído hablar de él y no se preocupaba por un hombre.
Podía encargarse de él. Entonces se había dado cuenta de que los hombres
cuchicheaban y no se mantenían cerca de él, casi como si le hubiera caído una
plaga o una maldición y temiera que les afectara.
Finalmente exigió a sus guerreros que le explicaran lo que ocurría. Se
sorprendió al descubrir que Slayer era un asesino que llevaba, según algunos,
cien o más años. Que ayuda a los desafortunados, a los inocentes que no tienen
recurso cuando sufren crímenes indecibles. Algunos creen que el Asesino es la
cohorte del diablo que busca almas para llenar su cofre, mientras que otros lo
creen un guerrero de Dios, que exige justicia para los inocentes.
Luego están las palabras que uno escuchaba antes de que Slayer lo matara.
Ha llegado tu hora.
Sterling se había reído cuando su guerrero le había dicho eso. Quería saber si
la persona había muerto cómo se sabía lo que había dicho Slayer. El guerrero se
había estremecido cuando respondió.
Un susurro resuena en la tierra cuando alguien muere a manos de Slayer.

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—Los cuentos delCazador se remontan a cien o más años atrás, o eso se dice.
Nunca pensé mucho en ello hasta que descubrí que el hombre que mi hija
amaba, Lander, que era un buen padre para mi nieto, era... Slayer.
—Pero está muerto. — dijo Willow confundida.
—Y ahí reside el cuento.

Sterling no creía un cuento tan tonto, pero cuanto más lo evitaban sus
propios guerreros, más se preocupaba. Si sus guerreros creían tan firmemente
en el cuento, no se atreverían a protegerlo contra ese demonio hambriento o
ángel vengador, cualquiera que fuera Slayer.
Si podía volver a casa, los muros de la fortaleza de su padre lo protegerían, al
igual que su padre.
La noche avanzó mucho más y muchos de sus guerreros se durmieron al igual
que él, aunque se despertó, necesitando hacer sus necesidades con urgencia.
Llamó a dos guerreros para que le siguieran y no le quitaran los ojos de encima.
Se quedó de espaldas a los dos guerreros, pensando en las ganas que tenía de
llegar a casa. No sabía qué le diría a su padre, pero se inventaría alguna historia
que le sirviera. Y tal vez incluso contrataría a ese Slayer para que se encargara de
Slatter por él.
—Ha llegado tu hora.

—Slayer nació por necesidad y sigue vivo por la misma razón. — explicó
Seanmhair. — Ayuda a los indefensos, a los que no encuentran justicia, a los
acusados injustamente. Lander vio las habilidades que Slatter tenía para ser un
muchacho joven. Lo rápido que podía correr. Lo silenciosos que eran sus pasos.
Y cómo el bosque se apegó a él casi como si fuera uno de los suyos. Así que lo
entrenó.
—Y Slatter se convirtió en Slayer cuando Lander murió. — dijo Willow.

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Seanmhair negó con la cabeza.
—Hay más en la historia.

El duro susurro hizo que Sterling se girara a mitad de camino y mirara con
los ojos muy abiertos a sus dos guerreros tendidos en el suelo. Sus ojos se
movieron, pero no vieron nada.
—Te pagaré más de lo que te ofreció Willow del Clan Macardle si me dejas
vivir y matas a Slatter. Él es el hombre malvado, no yo. Ella te miente ya que lo
ama tontamente. Traté de salvarla, pero ya estaba bajo su hechizo.
—Mientes. — El susurro fue más duro esta vez.
—No. No. Digo la verdad. Juro que digo la verdad. Soy inocente en todo esto.
Debes creerme y ayudarme. Trae la justicia a los inocentes. Hazme justicia, te
lo ruego.
—¡Mentiroso!
Sterling se giró tan rápido que casi se cae, el susurro venía de detrás de él.
—¡Mentiroso!
Se giró de nuevo. El susurro detrás de él una vez más.
—¡No! Por favor, debe creerme. Digo la verdad.
—Mientes.
Se giró de nuevo y los ojos casi se le salieron de la cabeza cuando vio quién
estaba delante de él.
—¿Devin?
—Slayer, y ha llegado tu hora.
Sterling fue a hablar cuando sintió la hoja atravesar su garganta, y sintió la
sangre caliente correr por su pecho, se escuchó a sí mismo gorgotear, y pensó
en las palabras de Slatter hacia él.
Me aseguraré de que sepas que estás muriendo y no habrá nada que puedas hacer al
respecto.
Sus palabras habían resultado ciertas y también el cuento del Slayer.

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—Hay demasiada gente que necesita ayuda para que Slayer sea sólo un
hombre. El Slayer no es un solo hombre, sino muchos, que han jurado guardar el
secreto, y cuyo nombre sólo se susurra en las peores circunstancias, porque
cuando el Slayer es llamado... la muerte viene con él.
—Slatter va a cumplir mi petición a Slayer. Matará a Sterling, su medio
hermano.
Seanmhair puso su mano en el brazo de Willow.
—Has pedido por el responsable de todo lo que le han hecho a tu marido.
Willow jadeó y sacudió la cabeza.
—¡No! ¡No!
—Aceptó y ahora debe ver cómo se hace. — dijo Seanmhair con una lágrima
en los ojos.
—¡No! ¡Oh Dios, no! — Willow lloró. — Va a matar a su padre.

—¡Fuera! ¡Fuera! Te has vuelto pesada en la cama. Ni siquiera eres capaz de


excitarme. — le gritó Lord Robert del Clan MacBlair a la joven, apresurándose
a coger sus prendas y salir de la habitación. Cuando la puerta se cerró, gritó: —
Que te vaya bien, puta.
—¿Otra puta que no te complace, padre?
Robert se giró.
—Por fin has vuelto. ¿Por qué has tardado tanto? ¿Te has deshecho por fin de
ese bastardo del que debería haberme deshecho cuando crecía en el vientre de
esa puta? — Negó con la cabeza mientras alcanzaba y se ponía una bata. —Eso
es lo que pasa cuando una mujer te complace en la cama. Pierdes los sentidos. Y
maldita sea, todavía no he encontrado a alguien tan bueno en la cama como ella.
Bueno, ¿te ocupaste de ella?
—Lo hice. El inútil mentiroso está muerto.

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—Eso es algo que ambos tienen en común. Mienten. — Robert llenó una
copa de cerveza y bebió un trago.
—Eso es algo que ambos debemos haber sacado de ti.
—Cuida tu boca conmigo, hijo. Aún no soy demasiado viejo para darte las
palizas que te di de niño. — Fue y se sentó en el borde de la cama. — Dime, ¿se
parece tanto a ti que no notaría la diferencia si lo conociera?
—Dígamelo usted, padre. — dijo Slatter y se acercó al hombre.
—¿Qué es lo que...? — Los ojos de Robert brillaron con furia y fue a ponerse
en pie a toda prisa cuando se dio cuenta de lo que quería decir.
Slatter le dio un empujón tan fuerte que cayó de espaldas en la cama, su copa
salió volando de su mano para aterrizar detrás de él en la cama, la cerveza
derramándose y empapando la ropa de cama desordenada.
—¿Dónde está mi hijo? — Preguntó Robert.
—¿Cuál?
Robert se burló.
—Mi único hijo.
—Está donde debe estar... en el infierno.
Robert agitó el puño hacia Slatter.
—Tendré tu cabeza por esto.
—Vas a morir, viejo, por la mano del hijo que nunca quisiste.
—Sterling era un tonto. Tú pareces otra cosa. ¿Por qué no tomar su lugar y
heredar todo? — Se sentó lentamente.
—¿Cómo hizo Sterling conmigo, que hizo que todos pensaran que era yo?
—Necesitaba soltar su lado salvaje antes de asentar la cabeza. — dijo Robert.
—¿Sabías lo que estaba haciendo?— Preguntó Slatter, necesitando oírle
confirmarlo.
—Pequeño daño a gente insignificante. El muy tonto no sabía cuándo parar.
Slatter se apartó de él, teniendo problemas para creer que ese hombre
malvado fuera su padre.
Robert se bajó de la cama, metiendo la mano bajo el colchón.

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—Mi madre tenía razón cuando le pregunté por ti. Me dijo que eras
insignificante para nosotros. Ahora veo lo que quería decir. Ha llegado tu hora,
viejo.
Se rió y sacó la daga de debajo del colchón.
—¿Crees que dejaré que te acerques lo suficiente como para matarme, tonto?
—Ya lo hice. — Slatter señaló con la cabeza el pecho de Robert, cuya sangre
se filtraba a través de su bata.
—Esa muesca tarda un poco en acabar con una vida. Tienes tal vez un minuto
o dos más, luego te unirás a tu hijo en el infierno.
Robert se agarró el pecho, la sangre manchando su mano.
—Tonto. Podrías haberlo tenido todo.
—Ya lo tengo, y tú nunca me habrías dejado heredar. No tu hijo bastardo. Me
habrías matado a la primera oportunidad.
Robert se atragantó con sus palabras.
—Tú eres mi hijo. Me mataste sin pensarlo.
—No, no lo hice. Te maté para proteger a mi familia. Morirás sin dejar
heredero. Tu nombre desaparecerá junto con tu recuerdo y el de tu hijo.
La respiración de Robert se volvió superficial.
—Vivo en ti.
—Nunca. Mis hijos conocerán el recuerdo del hombre que realmente fue un
padre para mí. Tu nombre nunca saldrá de mis labios. Ya no estás.
Robert luchó por hablar, pero no le quedaba aliento y trató de levantar la
daga en un intento inútil de que terminara de otra manera y cayó muerto en la
cama.
Slatter le echó una manta por encima y salió de la habitación.
—Mi padre no desea ser molestado hasta la mañana. — dijo Slatter al primer
sirviente que vio y abandonó la mansión de los MacBlair sin una mirada atrás,
ni con un ápice de arrepentimiento.

- 260 -
Willow se paró junto a la ventana de la alcoba observando la nieve que se
acumulaba contra la ventana, la noche oscura que ocultaba todo lo demás.
Hacía más de una semana que no veía a su marido y cada día que no regresaba
a casa, su preocupación aumentaba.
Había dicho a todo el mundo que su marido tenía un asunto importante que
atender y que volvería pronto a casa. Nadie cuestionó su explicación, pero ella
sabía que muchos no la creían. Todos excepto Snow.
—Llegará pronto a casa. — decía Snow todos los días.
Y cada día que él no regresaba, ella temía que hubiera muerto.
Se llevó la mano al estómago. Rezaba y rezaba para que no fuera así, ya que
tenía algo importante que decirle.
La puerta se abrió lentamente y ella no se volvió para mirar, ya que Seanmhair
tenía la costumbre de pasar por la noche para ver cómo estaba.
—¿Anhelando por mí?
Willow se giró, las lágrimas salieron de sus ojos mientras corría hacia los
brazos abiertos de su marido.
Le echó los brazos al cuello y enterró la cara contra su pecho sollozando.
Slatter la levantó y la llevó a la cama y se sentó acunándola en su regazo. Sus
sollozos desgarraron el corazón masculino.
—Todo está bien. Estoy bien. No llores, mo ghaol. Estoy en casa y en casa es
donde me quedaré.
No podía dejar de sollozar mientras hablaba.
—Yo... pensé... que... te había perdido. Es mi culpa.
—No. No, no es tu culpa, mo ghaol. Había que hacerlo. — Su abuela le habría
explicado todo para que no pensara que la había abandonado y que nunca
volvería. Sabía que, si él le hubiera explicado todo, su mujer habría insistido en
irse con él o le habría seguido y él no quería eso. — Se acabó, se acabó. Somos
libres. Ya no hay pasado que me persiga.
Sus sollozos se calmaron.
—Nunca más te irás así. Nunca podrás ir a ningún sitio sin mí.
Ella quería saber que él ya no sería Slayer. Que había terminado y que eso
estaba bien para él. Había servido como Slayer durante suficientes años. Ahora
quería otra cosa. Quería una buena vida con su esposa.
Besó sus mejillas húmedas.

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—No tengo ningún problema con eso, esposa. — dijo con un brillo en sus
ojos oscuros. — Le debes a Slayer.
Ella no pudo evitar que aflorara una pequeña sonrisa.
—¿Y qué es lo que quiere de mí?
Él rozó sus labios con los de ella y susurró:
—Tu amor siempre y para siempre.
—Eso ya lo tiene, aunque hay algo que puedo darle. — Ella tomó su mano y
la colocó sobre su estómago.
Él la miró con extrañeza y luego sus ojos se abrieron de par en par.
—¿De verdad?
—Sí. — dijo ella.
Apretó su mano de forma protectora sobre su estómago.
—No creo que pueda ser más feliz que en este momento.
Willow sonrió.
—Creo que yo puedo hacerte más feliz.
Slatter se rió y la levantó mientras se ponía de pie.
—Vamos a ver cómo lo intentas.
Se recostaron juntos en la cama y se hicieron mutuamente muy, muy felices.

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Capítulo 29
Tres semanas después

El caos reinaba en el pueblo. La gente de Slatter había llegado y lo que


quedaba de la gente de Beck había llegado hacía dos días, habiéndoseles dado a
elegir entre quedarse con el clan de Tarass o residir con Slatter. Todos habían
elegido quedarse con Slatter.
Los cielos grises y el clima frío prometían una tormenta de invierno. Tenían
que instalarse todos rápidamente. No necesitaban ninguna interrupción, y por
eso Willow se molestó cuando Tarass llegó con una tropa de sus guerreros.
Willow envió a Eleanor a alertar a Snow de la llegada de Tarass, pero Snow
estaba a cierta distancia, Thaw ocupado jugando con unos niños, así que no
creyó que hubiera ningún problema. Al menos ella esperaba que no.
James se acercó a saludar a Tarass.
—Quiero hablar con Slatter y Willow. Tengo una propuesta para ellos. —
dijo después de desmontar.
James les hizo un gesto a Slatter y a Willow para que se acercaran.
Tarass no dio a James la oportunidad de explicarse.
—En agradecimiento por haber visto capturar al asesino de Rhodes y por el
resto de información que me habéis proporcionado, me gustaría ofreceros a ti y
a Willow un torreón propio donde podáis fundar vuestro propio clan con
vuestra gente. Por supuesto, espero que me prometan su lealtad como lo hizo el
viejo laird.
—¿Dónde está ese torreón?— Preguntó Slatter, sabiendo que su esposa no
querría estar lejos de su hermana.
—El torreón de los McHenry...
—A poca distancia de aquí. — dijo Willow, volviéndose hacia su marido con
una sonrisa. — Es un torreón pequeño, pero los campos son fértiles y los
bosques que lo rodean rebosan de hierbas curativas.
—Hoy he traído una tropa para ayudar a trasladar a tu gente allí. Prefiero que
las pocas personas que se quedan allí no estén solas durante el invierno. ¿Qué
dices?

- 263 -
—Depende de mi esposa. — dijo Slatter.
Willow parecía dispuesta a decir que sí, cuando divisó a su hermana.
—Ve a hablar con ella. — dijo Slatter cuando vio que la sonrisa de su esposa
se desvanecía.
Tarass negó con la cabeza.
—Es tu decisión, no la de ella.
Slatter se rió.
—No puedo esperar a que te cases.
—Mi mujer me obedecerá. — dijo Tarass como si no hubiera otra opción.
Slatter se rió más.
—Eso ya lo veremos.
Tarass se volvió hacia James.
—Un momento con Slatter.
James asintió y se marchó.
—Esta oferta es por lo que me diste. — dijo Tarass.
—Yo no te he dado nada. Simplemente te alerté de que la tierra de MacBlair
estaba madura para que alguien la reclamara.
—¿Estás seguro de que no la quieres?
—Cuando te hablé de ella te dejé claro que no quería tener nada que ver. —
confirmó Slatter.
—Dejé a Owen allí para supervisar la transición y establecer una base firme
en la isla.
—Me alegro, ya que estoy seguro de que tratará bien a la gente. — dijo Slatter
y lanzó una mirada a su mujer, esperando que todo fuera bien con ella.

—¡Qué maravilla para ti!. — dijo Snow emocionada y abrazó a Willow. — Y


no estarás para nada lejos de mí.
—Pero no estaré aquí contigo. — dijo Willow, sintiéndose menos
emocionada ante la perspectiva de su propia casa.

- 264 -
—Tonterías, Eleanor está aquí y es de gran ayuda y puedo visitarte y
quedarme durante días si me aceptas.
—Eso sería maravilloso. — dijo Willow, sin haber pensado en eso.
—Necesitas vivir tu vida con tu marido igual que Sorrell. Yo tengo a Thaw y
somos muy felices juntos.
Thaw dio un ladrido, asintiendo.
Snow abrazó fuertemente a su hermana, con una lágrima corriendo por su
mejilla.
—Te echaré mucho de menos, pero quiero esto para ti. Te lo mereces. Te
mereces ser feliz. Sorrell se alegrará por ti y se alegrará de saber que, aunque
habéis vuelto a intercambiar votos, habéis retrasado la celebración hasta que
ella pueda estar aquí.
—Seguramente ya habrá recibido ese mensaje y espero que le haya servido
para calmarse, ya que el mensaje que Ruddock envió después de que sus
hombres volvieran a casa dejaba claro que le estaba costando mucho trabajo
evitar que ella se fuera por su cuenta para volver aquí. — Willow soltó una
risita. — Me pregunto si tuvo que atarla.
Snow se rió.
—Ella habría escapado. Creo que esta vez fue lo suficientemente sabia como
para escuchar a su marido.
Las dos se rieron de eso.
Willow deseaba con todo su corazón que la vista de su hermana volviera y
pudiera enamorarse como lo habían hecho ella y Sorrell y comenzar una vida
propia.
—Ve, estaré bien. — insistió Snow.
—Ven con nosotros y ayúdanos. — dijo Willow.
—No, sólo estorbaré. Iré cuando estéis instalados y pueda aprender a navegar
por el torreón. Además, tú y Slatter os merecéis un tiempo a solas. Ahora vete,
tienes mucho que hacer. Siento que se avecina una tormenta de invierno y tienes
que instalarte antes de que llegue con toda su fuerza. — Dio un pequeño
empujón a su hermana. — Ve y dile a ese cabezón que aceptas.
—Ya lo he oído. — dijo Tarass mientras se acercaba con Slatter.
Thaw empezó a ladrar en cuanto Tarass se acercó a Snow. Ella no esperó, lo
levantó.

- 265 -
—Voy a empezar a recoger tus cosas, Willow. — dijo Snow y se dio la vuelta
para marcharse.
—Discúlpate por llamarme cabezón. — exigió Tarass.
Snow se volvió.
—Como no importa si lo digo en serio, me disculpo. — Snow fue a girarse y
se detuvo. — Y me disculpo por el próximo nombre que te llame y el siguiente,
ya que seguro que te vuelvo a insultar.
Slatter se rió y recibió un golpe en las costillas de su esposa.
—Es una mujer imposiblemente testaruda. — dijo Tarass.
—Gracias por el cumplido. — dijo Snow y siguió caminando.
Tarass sacudió la cabeza mientras se alejaba.
—No hay ningún hombre vivo que se case con ella.
Willow sintió una punzada en el corazón.
—No le hagas caso. — dijo Slatter. — Snow tiene mucho que ofrecer al
hombre adecuado y algún día lo conocerá.
—Quiero creerlo.
Slatter tomó a su mujer en brazos.
—Entonces hazlo. Cree que algún día encontrará un hombre que la ame y al
que ella ame tanto como nosotros.
—Eso sería un milagro. — dijo Willow.
—No, eso sería el destino, igual que lo que nos pasó a ti y a mí. Y tu hermana
tiene razón. Es hora de que empecemos nuestra vida juntos.
—Hay mucho que hacer. — dijo Willow emocionada de nuevo. — Tu abuela
está en condiciones de venir con nosotros, pero Walcott tendrá que quedarse
aquí un tiempo todavía. Mejora día a día, un milagro seguro, y Carna lo cuida
muy bien.
—Me he dado cuenta de que no se queja con ella. Incluso le pillé sonriendo
el otro día, otro milagro. — dijo Slatter con una risita.
Willow cogió la mano de su marido y tiró de él.
—Vamos, hay mucho que hacer para que nuestro clan se instale antes de que
empiece a nevar.

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No fue hasta horas más tarde que Slatter, con su esposa sentada delante de él
en su caballo, se sentó en la cima de una ligera elevación para contemplar el
pequeño torreón y la aldea donde construirían un futuro juntos.
Una sonrisa burlona jugaba en las comisuras de la boca de Slatter.
—Hemos recorrido un largo camino desde aquel conjunto en la tierra que
compartíamos.
—Es un recuerdo que nunca olvidaré y que siempre apreciaré ya que nos
unió. — dijo Willow con su propia sonrisa creciendo.
—Extremadamente juntos. — dijo Slatter juguetonamente.
La sonrisa de Willow se desvaneció.
—Puede que Beck no fuera un buen hombre, pero le agradezco que nos
obligara a casarnos. De lo contrario, puede que no nos hubiéramos vuelto a ver.
La sonrisa de Slatter también se desvaneció.
—Casado o no, no iba a dejarte escapar. Fuiste mía desde que te vi por
primera vez y mía seguirás siendo siempre.
Slatter la besó mientras cabalgaban a través de la ligera nieve que caía, hacia
su nuevo hogar.

Fin.

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