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Las bicicletas son para el verano, del actor y escritor Fernando Fernán-Gómez, ganaron el Premio Lope de Vega en

1977, se estrenó en abril de 1982, y Jaime Chávarri la llevó al cine en 1984 con igual éxito de público. Se considera una
muestra de teatro de estilo tradicional, con la temática de la Guerra Civil, prohibida por la censura en el franquismo y
que se cultivará mucho durante los primeros años de la democracia, como en la célebre ¡Ay, Carmela! (1987), de José
Sanchis Sinisterra.

A pesar de su arraigo en la tradición, se percibe su modernidad en la estructura, casi cinematográfica: un prólogo, dos
partes divididas en cuadros, con técnicas de guion de cine, y un epílogo. La obra adopta una estructura circular, que
comienza y concluye en la misma locación, la Ciudad Universitaria. La primera parte se desarrolla en el año 1936,
presentando a la mayoría de los personajes, sus aspiraciones y las primeras repercusiones de la guerra en sus vidas. La
segunda parte abarca el período entre enero de 1937 y abril de 1939, durante el cual los personajes sienten con mayor
intensidad el impacto de la guerra. Al frío inicial se suman otros problemas como la escasez, el hambre, la muerte, la
prostitución, la intensificación de los bombardeos, y la desilusión evidente de los "derrotados", contrastando con las
perspectivas de futuro de los "vencedores".

La recurrencia de ciertos temas importantes en ambas partes de la obra resalta su contraste estructural. Por ejemplo, el
hambre, que apenas es mencionado en la primera parte a través de la recolección de víveres, se convierte en un
elemento central en la segunda parte, culminando en el dramático episodio de las lentejas en el cuadro XIII. La burla
inicial de la familia hacia las pretensiones amorosas de Julio finaliza en un matrimonio, en cierta medida convenido, con
Manolita. Los primeros cuadros muestran el coqueteo al aire libre de Luisito, quien necesita una bicicleta; en contraste,
se encuentra el espacio cerrado del sótano, donde se refugia de los bombardeos y comparte poemas con Malul

Es un drama que mezcla elementos cómicos y dramáticos. Aunque no se define como tragedia, a pesar de las
frustraciones, miedos y muertes presentes, también hay proyectos, amistades y ganas de vivir. La crítica ha discutido
sobre su clasificación en géneros teatrales, pero Fernán Gómez la describe como "una comedia de costumbres". No
busca destacar a héroes, sino retratar a personajes sencillos, como los que conoció en su juventud. Las vidas de las
personas y las familias también son protagonistas. Esta cercanía puede ser clave en su éxito, pues aborda la Guerra Civil
con emoción, humor, ternura, ironía y una profunda reflexión sobre la humanidad.

La obra combina historia e intrahistoria, alternando entre lo cotidiano y los eventos históricos, aunque siempre pone
énfasis en lo doméstico. Ofrece una perspectiva humanitaria que iguala a los dos bandos enfrentados, sin tomar una
postura neutral sobre la Guerra Civil. Personajes como don Luis o Anselmo expresan claramente una ideología y el
deseo de que la guerra hubiera terminado de otra manera.

A pesar de situarse en la Guerra Civil española, este drama ofrece un estudio universal sobre la naturaleza humana y su
comportamiento en situaciones adversas. Por todo esto, "Las bicicletas son para el verano" representa bien la literatura
contemporánea surgida después de la muerte de Franco, y las nuevas tendencias teatrales que trajo consigo la
instauración de la democracia.
A lo largo del siglo XX, el continente americano experimentó recurrentes dictaduras militares, revoluciones y un proceso
gradual de globalización. Estos acontecimientos dejaron huella en las distintas corrientes, autores y obras de esa época.

Tras las vanguardias, la poesía siguió diversos caminos: una rehumanización a través del compromiso político, como en
el caso del argentino Raúl González Tuñón (La muerte en Madrid); la poesía negra o afroantillana, destacando en las
islas del Caribe con poetas como el cubano Nicolás Guillén (Motivos del son); un estilo barroco, influenciado por el
neogongorismo de la poesía española de finales de los años veinte, representado por el cubano José Lezama Lima
(Muerte de Narciso); y la poesía irónica, antirretórica y prosaica de Nicanor Parra.

Un capítulo aparte merece el mexicano Octavio Paz, cuyas obras se consideran un resumen de la poesía del siglo XX.
Desde un tono posmodernista hasta influencias de poetas mexicanos y de la generación del 27, pasando por un
compromiso político y llegando a poemas surrealistas y existencialistas. Una de sus obras destacadas es Libertad bajo
palabra.

En cuanto a la novela, la regionalista, también conocida como de la tierra o telúrica, ocupa un lugar importante. Estas
novelas suelen abordar el intento del ser humano por dominar la naturaleza americana. Esta lucha desigual a veces
adquiere dimensiones épicas y suele terminar con la derrota de los hombres. Tres novelas relevantes en este ámbito
son: La vorágine, de José Eustasio Rivera; Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes; y Doña Bárbara, de Rómulo
Gallegos.

Desde la década de 1960, la narrativa hispanoamericana se expande internacionalmente, marcando lo que se conoce
como el boom de la novela hispanoamericana, aunque la renovación ya había comenzado décadas atrás, con autores
como Jorge Luis Borges (con cuentos como El Aleph), Juan Carlos Onetti (El pozo), Alejo Carpentier (El reino de este
mundo), Julio Cortázar (Rayuela) o Juan Rulfo (Pedro Páramo). Estos nuevos escritores son herederos de la tradición
narrativa hispanoamericana previa, y algunas de sus obras se consideran la cúspide del realismo mágico, un movimiento
que rompe con el realismo tradicional al introducir elementos legendarios, mágicos y fantásticos, aunque manteniendo
una trama verosímil.

El autor más aclamado internacionalmente, especialmente por Cien años de soledad, es el colombiano Gabriel García
Márquez. Periodista de formación, en sus obras fusiona mito, historia y aspectos de su Colombia natal. La mayoría de
sus obras están ambientadas en Macondo, una localidad imaginaria que combina lo mítico y lo histórico: además de la
ya mencionada, también se incluyen La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba. Otra obra destacada es Crónica
de una muerte anunciada.

El mexicano Carlos Fuentes publicó La muerte de Artemio Cruz en 1962, un hito en la renovación narrativa:
caracterizado por la pluralidad de puntos de vista, la dislocación temporal y varios juegos narrativos.

El peruano Mario Vargas Llosa, aún activo, alcanzó el éxito literario tempranamente con Los jefes y La ciudad y los
perros, novela emblemática del boom. Sus obras se distinguen por su virtuosismo narrativo, la profusión de elementos
autobiográficos y un realismo mordaz y crítico, como en La casa verde,. Después del boom, y a lo largo del siglo XX hasta
el presente, numerosos narradores han dejado su huella en la literatura hispanoamericana. Entre ellos destacan Cristina
Peri Rossi, Isabel Allende (La casa de los espíritus), Mariana Enríquez, Roberto Bolaño, cuya obra más celebrada es Los
detectives salvajes, y Leonardo Padura

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