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Roberto M. Paterno
Claudia A. Eusebio
1999
INTRODUCCIÓN:
A pesar de ello, son las dificultades del aprendizaje escolar las que se
jerarquizan, posiblemente por su importancia en el plano individual, social,
cultural y/o práctico. Los demás problemas se tienen en cuenta principalmente
cuando perturban o se cree que perturban las adquisiciones escolares del niño.
Ejemplos de esto son los déficits en la atención, la memoria, la percepción, el
lenguaje, que se consideran como posibles causas de los trastornos en la
lectura, la escritura y/o el cálculo.
Desde el punto de vista histórico, se puede decir que las dificultades del
aprendizaje, que se asocian al concepto de fracaso escolar, se pusieron en
evidencia con la instauración de la escolaridad obligatoria a fines del siglo XIX y
adquirieron un importancia considerable entre las preocupaciones de nuestros
contemporáneos debido al cambio radical de la sociedad (Cordié, 1994). La
obligatoriedad de la enseñanza hizo acceder a ella a una gran cantidad de
niños y se puso así de manifiesto que algunos aprenden bien y otros, no tanto.
Apareció así una categoría de niños “anormales” que en una primera etapa se
identificaron como retrasados mentales.
MARTCO TEÓRICO-HISTÓRICO:
Los trastornos del aprendizaje, como dijimos, constituyen uno de los capítulos
más importantes en la problemática infantil. El porcentaje de niños afectados se
cifra entre el diez y el quince por ciento, aunque estos datos son poco precisos
dada la diversidad y variedad de términos (atipicidad, discapacidad, dificultad,
impedimento, déficit, etcétera) que se utilizan para describir los diferentes
cuadros clínicos que habitualmente se engloban dentro de las dificultades del
aprendizaje y de los cuales el más común es el de la dislexia evolutiva o
específica (Ramos, Manga y Pérez, 1996). Es oportuno subrayar además que
el término evolutiva, en dislexia evolutiva, no quiere decir que desaparezca con
la edad sin necesidad de tratamiento y orientación.
Uno de los problemas constantes ha sido, desde hace más de cien años,
alcanzar una definición consensuada de dislexia. Se ha llegado a establecer un
gran número de ellas, algunas de corte neuropsicológicas, otras psicológicas,
especialmente desde la psicología cognitiva o desde la psicometría y otras de
orden pedagógicas. Nuestro grupo de trabajo cree y acepta como una de las
definiciones más adecuadas la propuesta en 1985 por el Dr. Luís Bravo
Valdivieso quien dice: “la dislexia es un desorden específico en la recepción, en
la comprensión y/o en la expresión de la comunicación escrita, que se
manifiesta en dificultades reiteradas y persistentes para aprender a leer en el
período escolar”. Los niños disléxicos se caracterizan por un logro inferior al
esperado para su edad mental, el nivel socioeconómico y el grado escolar en
los procesos de decodificación inicial o de comprensión lectora posterior.
La década de los años ochenta coincide con una tercera etapa, en la que los
hechos más sobresalientes serían:
Se puede agregar además que las investigaciones, junto con los estudios
acumulados por muchos autores, indican que las dislexias son un problema
que sobrepasa las diferencias socioculturales, las metodologías escolares, las
características lingüísticas de los idiomas y las manifestaciones gráficas de su
escritura; lo que indirectamente refuerza las hipótesis que relacionan con
alteraciones neuropsicológicas.
LA PERSPECTIVA NEUROPSICOLÓGICA:
Esta unidad es la que “recibe las señales del mundo exterior y es responsable
de su análisis y codificación” (Luria, 1969). Comprende una estructura compleja
de neuronas aisladas que tienen como objetivo “dividir la información en
millones de atributos separados y de realizar la síntesis en estructuras
dinámicas”. La modalidad de acción de esta unidad es su alta especialización.
Así, por ejemplo, el lóbulo occipital sólo analiza las señales visuales no las
auditivas y el lóbulo temporal solamente analiza las señales auditivas y no las
visuales ni táctiles.
Las neuronas de esta unidad están divididas en tres áreas: un área primaria
muy específica, que recibe información proveniente de los receptores (ver, oir);
un área secundaria, que analiza la información recibida (reconocer lo visto o
escuchado como tal y es responsable de su codificación y de su síntesis) y un
área terciaria, o “área de asociación”, que relaciona la información de diferentes
modalidades, siendo, por lo tanto, menos específica. La sobreposición de áreas
de asociación provenientes de diferentes áreas específicas es la que permite
establecer -en esta área terciaria- la acción concertada del cerebro en la
producción de esquemas supramodades que constituyen la base de la
actividad cognitiva compleja y la cual se expresa en una conducta propiamente
humana (Luria, 1973).
Según Luria, esta área madura entre el cuarto y quinto año de vida, y su
desarrollo es rápido durante este período decisivo para la adquisición del
control consciente de la conducta. Estudios histológicos muestran que el
crecimiento de la superficie de la zona cerebral frontal, en la cual está
concentrada la acción de este unidad, se desarrolla plenamente entre los
cuatro y los siete años de edad, período coincidente con el que la educación
determina para el aprestamiento y la lectura inicial. El crecimiento de esta zona
cerebral durante el período mencionado es la base para que el niño programe
su aprendizaje lector y regule la entrada de la información sensorial, de manera
que sea mejor analizada e integrada por el sistema nervioso central (Bravo
Valdivieso, 1984).
Desde esta perspectiva, si un área concreta del cerebro sufre un daño, pueden
alterarse distintas capacidades en cuya base sistémica dicha área intervenía
como componente. De aquí deriva la pluripotencialidad de las áreas cerebrales
en relación con las conductas. Por otro lado, también es cierto que más de un
sistema funcional puede ser responsable de cualquier conducta. Decimos que
los eslabones de los sistemas funcionales son móviles, por lo cual pueden
existir sistemas funcionales alternativos cuando un sistema es dañado en algún
componente con sólo intercambiar el componente dañado por otro intacto.
Las áreas que sustentan estos tipos de procesamiento son ante todo las
secundarias y las terciarias, sin que se pueda decir que dichos tipos sean
específicos de alguna modalidad de estímulo o sensorial. Todo tipo de
estímulos es susceptible de ser procesado o bien secuencialmente, o bien
simultáneamente. Sin embargo, algunas operaciones dependientes del cerebro
son más efectivas cuando el procesamiento es de un signo más bien que de
otro. En este sentido, el procesamiento sucesivo se asocia a la audición y el
movimiento, funciones que requieren principalmente procesamiento de orden
serial de la información o de la secuenciación. La apropiada organización
secuencial de la información depende de una capacidad básica para el
aprendizaje escolar, sin olvidar que la organización secuencial es característica
esencial de la cadena del habla.
Recordemos además que, las síntesis simultáneas requeridas por los procesos
simultáneos se llevan a cabo en las regiones parietooccipitales.
BIBLIOGRAFÍA: