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07 - Magnavacca, S. (2008 ) La universidad medieval. Breve


crónica de un estudiante delsiglo XIII
historiologia (Instituto Superior de Estudios Pedagógicos)

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La universidad medieval
Breve crónica de un estudiante del siglo XAH
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S ILVIA MAGMAVACCA

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Magnavacca, S ilvia R ecrear ai pasado


pata innovar el presente
La universidad medieval: breve crónica de
un estudiante del siglo X III.

1* edición. S an Martín: UNS AM E DITA de


Universidad Nacíaos' üe Gral. S an Martín, 2008.

40 pp.; Hó 15x 21 cm (C ultura institucional)

IS BN 978-987 1435-02-9

1. E ducación S uperior-Historia. I. Título

C DO 378.008

1* edición, mayo de 2C OB

© 2008 UNS AMWIT A de


Urwversdad Nacional de Gerwsrar S an Martín

© S Mo Magnavacca

C ampus Atoffuetete. E dificio Tornavía


Martín de Irwj^on 3100, S an Martín 11650)
Provincia de Buenos Aires, Argentina

unsaineditaOunsam. edu ar
vnww.ünaam.edu.ar

Dseñ o de interior y lapa: Á nget vega


E dición digital: María Laura Alorí

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Tomás López nacióen un suburbio del Gran Buenos Airee. E n pocos


meses más cumplirá dieciocho añ os. No k> acosan dudas sobre su
vocación. S abe que quiere estudiar F ilosofía.

De hecho, todo comenzódurante una de las raras vacaciones que su


familia habla podido permítese. Perplejo ante un paisaje grandioso,
se preguntó qué es lo que hace que las cosas lindas sean efectiva ­
mente tales. Y a había discutido con su padre acerca del significado
de la palabra •J usticia” que. mentalmente, él siempre escribía con
mayúscula. Poco después, el fallecimiento de uno de sus parientes
le procurósu primera cercar ía con la muerte. Y descubrióque la pre­
gunte sobre la muerte era hermana inseparable de aquella otra que ya
había asomado en éf: te pregunte por el sentido de la vkJ a. E l catecis ­
mo formal -por lo demás, ya olvidado- de su infancia no lo ayudaba:
en las letras de su banda favorita resonaba todavía la denuncia de
uno de los iconos del pasado sobre la trivialidad del Dios "que atien­
de detrás del mostrador”.

Ha hecho algunas lecturas, fragmentaras, dispersas. S on demasiado


pocas -siempre serán demasiado pocas- y ellas te permitieron atis-
bar un universo de interrogantes a los que ya no puede ni quiere sus ­
traerse. Pero ¿cómo evitar paralizarse ante el caos de esas preguntas
cruciales? ¿Quién o qué lo guiará para transitar un camino en el que
no estuviera solo al formulárselas? Un camino jalonado de hitos- en
i
los que cada respuesta posible -sólo posible- abriera a su vez otros
I i
interrogantes. Algún tiempo atrás una de sus profesoras en el secun­
dario te había hablado por primera vez de la existencia de una camera
de "F ilosofía”, La navegación por Internet hizo lo demás. Y Tomás
López decide egresar en una Universidad nacional.

Tomás López ignora todavía que esa Universidad es hija de otras


concebidas para contener a jóvenes, semejantes a él en lo esencial.

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hace 800 añ os. Más aún, ignora que esos pasos suyos trazarán un Tampoco hacía mucho que un trovador había p>psaoo por la ciudad
íaberinto no demasiado distinto sustanciaimente del de un tal Teobal- (Paterson). Hablaba de la vida en las cores, de os estragos que los
do. nacido en R eims a mediados del siglo X III. obsecuentes y los aduladores hacían en ellas. _ os /auzeoguíLV fafc
-decía- tienen tenga de colobra. Deseaba para esos falsos e inte-
C orre ei mes de mayo de 1268. leobakJ o acaba de cumplir quince resados asesores que su tengua bifurcada de i verpiente ardiera en
añ os. S u infancia fue inquieta. T anto que se contóentre los díscolos el infierno: Y uocs la tenga vos arda1*. La doblez de esos personajes
alumnos que en la escuela municipal causaron el despido del maes ­ en el canto dei ¿trovador lo había hecho reparar por primera vez en
tro contratado por la comuna: su autoridad era tan escasa que no el poder de óa palabra, creadora, pero también generadora de caos
lograba impedir que los niñ os a su cargo lo tomaran como blanco de y de destrucción (C asagrande-V ecchio). Más alh i de esto, sintióque
los estilos que despiadadamente arreaban contra él (Pemoud). Las su mundo habría de ser un mundo muy diferente de! de su padre un
travesuras de Teobaldo se cobraron poco después un precio dolo mundo de palabras, esto es, de conceptos.
roso: jugando en el taller de vidriería de su padre se había lastimado
irreparablemente un tendón de la mano izquierda. R ecordaba todavía Las reflexiones siempre inconclusas de Teobaldo se vieron interrum­
los cuidados que le habían procurado en la herboristería del tétano pidas durante ese mes por una noticia para é inesperada: ai añ o
monasterio (Argerami). E l monje le aplicaba cortezas de roble y hojas siguiente la familia iba a trasladarse a París. S us i ^quietudes -fiiosófi
de arándano y nogal para acelerar la coagulación y reducir la Aifla- cas, aunque él no lo supiera- cedieron tomporalr >ente ante la angus
mación y el dolor. S in embargo, no consiguióimpedir la paralización tía de abandonar su casa y sus amigos, ante la p srspectiva de no ver
parcial de su mano. más a Híidegarda, la hrja del talabartero, ante la ; ozobra de enfrentar
peligros como los de eventuales bandidos que p odian interceptarlos
E n Teobaldo ose temperamento asumía otros excorzos. También su en el camino. Pero también lo estimulaba la expectativa de conocer
mente era inquieta y se alborotaba ante cuestiones de las que no la mítica ciudad de la que tanto se hablaba.
lograba desprenderse C iertas noches de verano, Asomado a un ven­
tanuco de la casa paterna, contemplaba las estrellas impasibles sin * *
poder acallar preguntas que lo importunaban: ¿y si, al contrario de to
que le habían enseñ ado, al contrano de lo que sus mismos padres Llegado a París, y pasado el primer deslumbrarme nto, Teobaldo mero­
daban por sentado. el mundo hubiera existido desde siempre? No sin dea por la puerta de las tabernas. Había escuchar o mencionar, aun en
sombra de temor advertía oscuramente que esa posibilidad podía po­ términos que no siempre comprendía, los mismos problemas que él se
ner en duda el carácter del Dios creador según el Génesis, tal como había planteado y hasta otros, insospechados S upo, entonces, que su
ios predicadores solían explicarlo. Pero el cuestionamiento, molesto, destino era la Universidad, que París lo había con ¿ocado a ella.
persistía. Y Teobaldo no podía deshacerse de él. aunque muy en el
fondo admitía que tampoco era ése su deseo La Universidad medieval era, ante todo, una corp oración, para decirlo
en términos contemporáneos y más generales, u« i gremio que tuvo su
Pocos meses antes, un grupo de hombres que jugaba a los dados en origen en las schotee, agrupaciones que reuniar a maestros y estu-
el atrio de la iglesia en R eims (Gughelmi), se había enzarzado en una diantes, organizados en una suerte d* fraternidad. E jemplos de ello
refriega. E nseguida se desenvainaron dagas y Teobaldo vio monr a son tas escuelas de Nótre Dame o S arnte Genev éve. S u objetivo era
uno de ellos. S e preguntóentonces qué parte del alma subsistida de el de enseñ ar o aprender, por lo que podía tratan»e de una uníversutas
ese hombre. Pero ¿tiene et alma partes? ¿o hay un alma que anima al magistrorum o bien do una universitas schofanurr,. primeras orjaniza-
cuerpo, otra que siente y otra que piensa? 1

1 Da hoeno, no mocha» pero si completas cues UoneQ c arac twvim HNntthcvrniMU^ ul denoto mo
ftfiA co y laMg uzo dei s dqóo X III L rerc etas es tar ei prjt>« fre de Is « loroidod d*el mundo, prequnca

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clones jurídicas que tuvieron París y Bolo ñ a, respectivamente. P ronto otras dos columnas, la Iglesia y el Imperio: que en la Universidad
terminaban por considerarse en general como unjversitas magistro- se pudiera estudiar Derecho romano y no sólo Derecho canónico,
rum et schoiarium. C omo en el caso de todo gremio, su inicio, esto por ejemplo, era crucial en la lucha que el Imperio sostenía esa el
es, la fecha oe su fundación como Universidad, corresponde a la Papado por la supremacía del poder.
aprobación del E statuto que tal corporación se da a si misma, aun
cuando no se trata de un criterio unánimemente compartido por E l caso parisino se puede asumir -muchas veces se hizo así- co­
los historiadores. Así, queda vinculada primariamente no con un mo paradigma de la universitas medieval, aun en lo que hace a
edificio -que es to último'que la caracteriza- sino con un esquema sus orígenes.
jurídico que regula sus actividades, la elección de su cuerpo de pro­
fesores, la renovación de sus autoridades, los derechos y deberes Hacia el añ o 1200 una riñ a descomunal entro estudiantes y veci­
do sus miembros, etc. E n virtud del hecho de que no fueron tantas nos de París terminó er? una feroz represión que, ordenada por el
las primeras Universidades -aunque se multiplicaron rápidamente- preboste real. arro/d como resultado la mu orto de cinco personas.
cada una se constituyóen un polo de atracción cuyo radio era muy Maestros y estudiantes no sólo presentaron formalmente sus que­
extenso, es decir que reunía a personas de lejanas regiones; de ahí jas al rey F elipe» Augusto sino que exigieron el castigo de los res
que la universitas medieval haya sido también una confederación ponsabies. Pero lo más relevante y decisivo para el futuro de la
de maestros y estudiantes de muy diversas procedencias. embrionaria universitas, fue el haber amenazado con suspender sus
actividades y hasta abandonar París. C on ello no hacían sintjtapelar
Lo que hoy denominaríamos e< ‘•perfil" de una Universidad, duran­ a una de las invenciones originalmente medievales: la huelga. Aho­
te la E dad Media dependió en gran medida de las circunstancias ra bien, una huelga sólo tiene sentido como Instrumento de presión.
que rodeaban su origen. La de Boloñ a, por ejemplo, precisamente ¿Por qué habría de sentirse presionado el poder real ante la amena ­
por su ubicación enclavada entre las rutas principales del comercio za planteada por maestros y estudiantes? La respuesta radica en lo
internacional en Italia, privilegióla dedicación al Derecho. La de Pa­ que ya se ha mencionado: la cabal conciencia del prestigio -y, por
rís, en cambio, heredera de la brillante tradición dialéctica francesa ende, la prosperidad que reportaba al reino- el hecho de que París
del siglo anterior, y próxima a la catedral de Nótre Dame, ponía el se confirmara como meca intelectual de la C ristiandad.
acento en la F ilosofía y tendía a la culminación de los estudios en
la Teología. Al mismo tiempo, esto contribuye también a explicar Pero eí rey quería asegurarse de que esa condición se prolongara
las diferencias de su funcionamiento interno, aun el administrativo: en eí tiempo. Así. para evitar otras contingencias semejantes, otor­
en Boloñ a los estudiantes, futuros gestores de la riqueza de sus ga los privilegios de la inmunidad y el fuero eclesiástico a los es ­
respectivos estados, tenían ur? gran peso en el diseñ o del plan de tudiantes específicamente, puesto que los maestros, al pertenecer
estudios; en cambio, en la organización del sistema universitaríp todos al clero, ya los poseían. Para comprender los términos en los
parisino, era decisiva ía influencia de los maestros, por su condi­ que esto se decretaba, es necesario tener en cuenta que c/erícus
ción de miembros del clero que respondía a las autoridades ecle­ -de donde proviene clero en lengua vulgar- señ alaba no sólo a los
siásticas. E .*¿as determinaban las líneas teológicas ortodoxas. ¿Qué miembros del clero sino también a todo letrado, maestros y estu­
ocurre mientras tanto con las autoridades civiles, con et rey? C omo diantes, mientras que laicus, vinculado con la palabra actual “lago*,
cabeza del estado no tenía ninguna injerencia en la Universidad, indicaba a quien estaba fuera de la jurisdicción eclesiástica:
limitándose a tratar de promover desde fuera su bienestar, ya que
ella era Importante para el prestigio del reino y para la vida de su "S i aconteciere oue alguno ataca a un estudiante. a in»ic¿ que se trate de defensa
ciudad. S e ha señ alado ya la condición corporativa de la univarsj- propia. sobre lodo, si lo hace con armas, palo o pisara, todos los lagos que to vie­
tas medieval; cabe ahora subrayar su autonomía puesto que ella ren. de buena te apresarán al malhecha y lo entregarán a nuestro oficial de justicia
la convirtióen el tercer pilar sobre los que se apoyóla E dad Media (S í un escolar cometeráun delito,] nuestro preboste o nuestros oficiales de justicia
en su madurez, oficiando a veces de fiel de la balanza entre las no alzarán la mano contra é< r> enviarán a nuestra prisión, a no ser que se trato

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de dtfno grave, en cuyo caso to detendrán en el tooar sin Meneé atourtí. salvo de hecho en j os contenidos de la enseñ anza. E »to generóun largo
que so resista, y lo remitirán a la justicia eclesiástica, que dete custodarto para conflicto sobre el que se volverá más tarde. Ba ste decir por ahora
darnos satisfacción a nosotros y a Qiíon haya padectoo la afrenta , "a que ese conflicto tenia por protagonista el añ stotehsmo que se ex­
pandía con gran ímpetu en el mundo intetoctua del siglo X III
Más todavía: si la justicia eclesiástica no podía hacerse cargo de
inmediato ante esa eventualidad, el detéf/rtao debía ser trasladado También el canciller J uan de C andelis había ( ado lugar a senos
a la casa de algún otro estudiante para ser custodiado en ella sin problemas por su obstinación en violar la autor loniia de los maes-
violencia alguna. tros de las scbolae. Pero lo más escandaloso f je la exigencia que
pretendía imponerles para el otorgamiento de la iicentia docendr.
juramento de fidelidad y obediencia a él y hast¿ dinero para acce­
S e ha dicho “embrionaria* Universidad porque, de hecho, estos
documentos de la autonomía J urídica atañ en a la agrupación de der a la docencia. Ninguno de estos requisíte is correspondía, ya
maestros y estudiantes de las escuelas que en ese momento se que el candidato a ocupa/ ¿a cátedra sólo debí i prestar juramento
encontraban en funcionamiento. Pero la universitas parisina no tar­ de fidelidad a tas E statutos de la corporación /, por otra parte, el
daría en quedar constituida. E ntre 1207 y comienzos de 1209. el acceso a la docencia era absolutamente gratui to. Ante las quejas
papa Inocencio III. nombre clave en la fundación de la Universidad, de la corporación, el pontífice responde apoy? ndola y añ ade una
envía a Odón, obispo de París. Instrucciones relativas a los maes disposición de no poca importancia: el candióato a ejercer la en­
tros de Teología. AJ obispo correspondía otorgar licencias para la señ anza debía ser presentado y avalado por s us futuros colegas.
enseñ anza, acto que creaba a los maestros en cuanto tales, los que La función del canciller quedóreducida, entone es. a lo meramente
después podían pasar a ser regentes, es decir, a tener escuela, cá administrativo (F raboschi).
tedra. Notas de ese pontífice, dirigidas al conjunto de tos maestros
de Teotogía. Derecho C anónico y Artes con se? de en París -meca F inalmente, en agosto de 1215 se asiste a la iristitucionalizacicv:
definitiva de la Universidad de París, con la firrfia deJ E statuto que
de reclutamiento “internacional" de intelectuales (V ígnaux}- utilizan
la expresión "uníversis doctoribus". Por una de esas notas se sabe habría de reglamentar su funcionamiento? E í dbcumento. cuya re­
que los maestros eligieron por unanimidad a ocho del conjunto pa­ dacción fue confiada a R oberto de C ourgon. es tádirigido unrvers/s
ra que redactaran un reglamento al que todos habrían de atenerse. magistris ef sctotonbus Paristensibus y concierna a organización
E n otra de las cartas dirigidas por ellos al papa, se mencionan a de cátedras, planes de estudio, modo de trabajo, disciplina y aun
si mismos como communio magistrorum. E l pontífice -con quien vestimenta. Detalles curiosos se leen en pasa.n s como este:
pretenden tratar sin mediación episcopal, es decir, siendo autóno­
mos también respecto del obispo- reconoce la corporación y su •E n las ciases inaugurales y en tas asambleas de tos m K8tro$, y en las disputas
juramento de observancia. u oposetones de tos niñ os o ben de tos jóvenes, no s i realicen banquetes. S in
errtergo pueden ¡ trotar a algunos pocos fanMkares o ce mpatems. Por oba parte,
Durante el lustro que sigue inmediatamente se suceden una se­ aconsejemos que se hagan ofrendas de vestidos o de o ras cosas. como se aco$-
rie de corrffictos protagonizados por la renuencia dtj los obispos a tumora a hacer. pero »rrayrx medite, principalmente a los pobres. Ninguno de
renunciar al poder que habían ambicionado tener sobre la nueva :i C omo s e ha indh;MX > « rtes arrie* no hay unarwridad a la hora d*^a« crtler*>» par* ••tebteoe»
corporación, cuya comisión no es convocada ni integrada por el la lecha d? funiMaór. do una Ikw^r^iited en te E dad M« V *. aunque xBMotee* « que s o acabe de
prelado de París. T ampoco se someten a su juicio las conclusiones rranciona» E n g ewat. s e íe*w *n cuanta ajie o toen te mara cons thi ción dd cuerpo c oleg í da
mae« troe an tes s cibaV r quw a te trote da» E s tatuto u’iwm arto De cons ulcrar at pnmer
de dicha comisión ni cae bajo su J urisdicción la obligatoriedad del crfiado. Parta es te U»w*an*d»d rrte antigua. « Se ataae'w al « ugurtoo. o es Botona agrupaba *
juramento. Pocos añ os después, varios obispos reunidos en C on­ (Tiseadca lócate* y extranferus de ya des de fines d« M aigto X II. L ai opción pcw uno u ofix c olero
enre tás lcrtedoraa no es te ex anta da c ario orgullo paitoóüoo. Otro pfr rc ipic ile div.roón drt
cilio prohíben determinados libros y autores, con lo ct^al interfieren lorio* otxtocce a ib untoklad o puraA had de dtoopinas : s s e lo i oqmx ío. Pan, teniendo
te pernocte pweMu « >* a dlerenre» S ov/te. dedicada aacus lvam >ni* te te as cdacton
ra*M« lMta w MtuthanltMi tw« fk)4 « ¿an-rwwwlM uaftefi Úi&C C J inea

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los maestros que regenteen es cátelas no tefogcas tenga túnica con capucha (...) quieren aparecer súbitamente como poetas (...) V mIuos o no es haber tao a
que no sea redonda, negra y hasta los pies |...] que no use catado recamado, el París, smo haber adpundo en ete un conocimiento virtuoso’ .5
cual jamás se dede adornar con cintas ...M
¿C ómo adquirirlo? La Universidad de París tenía una orgaíwición
Otros aspectos fol E statuto revelan la preocupación por corregir, algo compleja: se dividía en F acultades, cada una de las cuales com­
desde el inicio mrsmo de la núBva institución conformada, algunos prendía un ámbito del saber, con sus maestros, sus cátedras, sus
vicios que se habían revelado en la actividad de las scbtftae: los estudiantes, sus autoridades, grados y formas de promoción. París
estudiantes habían conseguido abreviar en mucho sus estucas pa­ se articulaba en cuatro F acultades: la de Artes, la de Derecho, la de
ra llegar domasodo jóvenes al ejercicio de la docencia, por lo que Medicina y la de Teología. Hay que recordar aquí que la palabra la­
se estableció que, para ensebar cualquier disciplina en París, había tina "arfes ” designaba en la E dad Media, sobre todo, una disciplina,
que tener como mínimo 21 añ os; para ser doctor en Teología, 35. determinada rama del saber o de la actividad humana. Las artes "li­
E n cuanto a tos maestros, debido a algunos escándalos a los que berales* se dividían en las artes o disciplinas del quadrtvtum -en tas
la ciudad había asistido, se resolvió que el E statuto exigiera, ade­ que, es necesario deerto, París no se destraba- constituidas por la
más, que nadie fuera admitido en la audad para dar lecciones si no Aritmética, la Geometría, la Astronomía y la Música; y las del trivium,
fuera de vida y ciencia probadas. E l pasaje recién citado da cuenta, dadas por la Gramática, la R etónca y la Dialéctica. Los estudios co­
por otra parte, de la tenderete a la ostentación e inclusive a ciertas rrespondientes a esta última no sólo abarcaban la Lógica sino que
formas de relajación a las que habían cedido algunos miembros del se extendieron a lo que hoy denominaríamos "F ilosofía".* Quienes
clero. De ahí que, en pnncipio, fueran bien recibidas las órdenes enseñ aban Artes se denominaban justamente "árt/stee”
mendicantes precisamente por su austeridad.
E n la E dad M*d»a, las artes del quaonvidm eran llamadas “reates"
S ea de ello lo que fuere, los conflictos Iniciales parecen haber que­ precisamente porque su propósito era el de reflejar la estructura de la
dado atrás y la recién nacida Universidad comienza a dar sus pri­ realidad, particularmente, el orden que el hombre medieval spponía
meaos pasos. en ella. Así, la Aritmética expresaba la armonía numérica del universo,
la Geometría, el orden espacial; la Astronomía, el sideral: mientras
Ninguna tfe esas lucha? había llegado a oídos del ilusionado Te- oue la Música traducía sensiblemente toda armonía. E n cambio, ias
obaldo- Lo atraían, sin la libertad, eí tipo de vida de los es ­ disciplinas del trivium se denominaban "setmoctnales" -de “sevmoT
tudiantes, la algarabía en las calles, las discusiones que. regadas esto es, "discurso”- ya que versaban sobre el discurso mismo con el
por el vino» se prolongaban en las tabernas sobre los temas que a que se aludía a la realidad.
él lo apasionaban. S in embargo, la vida universitaria tenia también
fuertes exigencias. E l abad F elipe de Harvengt, que llama a París La F acultad de Artes en París tenia carácter propedéutico respecto
“ciudad de las letras", "J érusaién codiciada por muchos en quienes de las ctras tres, las que. por ende, se consideraban superiores, par­
alienta el amor al conocimiento", advierte a un joven que se había ticularmente, la de Teología. Y . en efecto, el discurso teológico ha de
encaminado hacia ella, futuro compañ ero de estudios del imaginario ser. entre otras cosas, internamente coherente, para k> que preparaba
T eobaldo, lo siguiente: ’ el estudio de la Gramática latina; además, buena parte de su mismo* 8

"... sin ssfuer7o y óetoacp estufo no se lega a fe exfclsitud del conocimiento •ntwrfHW.^.53
Por eso. veras también que muchos sw ifoados niitscnminadamenie con e*
8 Para tos a&roUUcbi. ttxkrt las arlen o dvc ipfoM. c uy* lunero es la de producir oferte acabadas
nombre de ’dérígos ’. pero muy pocos se instruyen con un apWHediamiento acor ion hablen operaírros , ai.r cuando « e <!,e<v»ter en <H A mbito da te eepeculaocn. E n es to >anlMr>.
de. Y aun éstos, ante cualquier (ffcultad. o permanecen en su ignoranoa, o tira*. (a conctrucoA n <u» tn Moderno. oor ma’npln, aq una cpe'acion. slotn urtfoi rrwMUonndos. oo
♦nfpus c las ibc ac en. aa dtMfX X ** *,8B manual® *. <>u« dependen del cuerpo. aometkto ai **nw
fcn cambo. ¿e s egjn « U úfema que a hombre « se >tro. por to qj u « x •■ !» r;i» c*-p-wTjan dfreota
4 Owt n. 20. « nenra da « |U M Ihmynr libéralos * fcf., por aj., S Tt 1-9, q 57, a.2 ad

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léxico y sus arguméntaosnos son los de la Dialéctica, por lo que se ak/urro de los bospitia. La elección no ofrecía mayores dificultades,
imponía al futuro teólogo una especial dedicación a ella en ésta, la ya que, en general, los estudiantes -al igual que los profesores- se
etapa preparatoria de sus estudios. La R etórica, particularmente im­ agrupaban según “nación’*, o sea, lugar de procedíencía y. sobre todo,
portante para quienes habr^ dtí optar por la F acultad de Derecho, tradiciones, costumbres y lengua vernácula. Los había normandos,
también se necesitaba en la de Teología, no sólo para la predicación picardos, anglo-alemanes. pero también franceses, junto a italianos y
sino también en los debates públicos. españ oles. Lo entusiasmaba la perspectiva de plantear en voz alta las
Preguntas que hacía tiempo bullían en su corazó1. de discutir ideas,
Teobaldo había comenzado a preguntarse si acaso su camino no ha­ de asistir a sus eventuales compañ eros de ruta y recibir la ayuda de
bría de llevarlo a tomar los háUtos para dedicar sus esfuerzos a la tos mayores, de salir de juerga en grupo por las calles... Teobaldo se
Teología, pero descartaba que su vocación lo Inclinara al Derecho, ♦ prepuso convencer a su padre.
con lo que Boloñ a no figuraba en su horizonte lejano. De hecho, en
universitates como la parisina, los alumnos avanzados usaban ton­ La otra cuestión, el problema académico del mgreso. no amenazaba
sura y hábito, mientras que los maestros estaban sujetos a las res ­ ofrecer tantas resistencias a su empeñ o. Por fortuna, no había caído
tricciones de la vida eclesiástica, como el celibato; en las italianas, sobre él la desgracia de ser hijo legitimo; aderrás. y desde luego,
en cambio, el estudiante no era visto asi ni los profesores formaban estaba bautizado, con to que cumplía los requtsiios mínimos de ad­
parte del clero (Grundmann). misión exigidos por la universítas de la que aspaba a formar parte.
E l pequeñ o defecto de la inmovilidad parcial de bu mano izquierda,
Por el momento, otras decisiones más inmediatas se imponían al jo­ que tanta angustia le había provocado al hablar con Hildegarda, no
ven. Habla que resolver un problema práctico y otro académico. E l le impedía la escritura.8 E l hecho de ser hijo de dn vidriero tampoco
primero concernía nada menos que a si¡alojamiento. No pertenecía constituía obstáculo alguno: en el mundo de la uzVversrfas no alenta ­
a una familia de las más podientes, aquellas que enviaban a sus hijos ba el espíritu feudal; ella acogía a nobles y burgueses, personas emi­
a estudiar a R prís inclusive con un criado ¿4 su servicio. Le habían ad­ nentes o anónimas, sin acepción de privilegios de cuna o de fortuna.
vertido claramente que el patrimonio familiar bastaría para el pago de Únicamente una situación económica muy esíreaha podía constituir
las ciases, pero no para mucho más. Tampoco lo lamentaba, porque un obstáculo s qho para seguir con ¡ os estudios, T eobaldo sabía, no
había perspectivas más interesantes, por ejemplo, la de incorporar­ {tostante, que qun para quienes se encontraban orí ese caso existían
se a un pequeñ o grupo de pares, de los que tomaban en conjunto algunas alternativas, raras, pero posibles. De ellas había hablado en
una propiedad en alquiler arrendada por uno de los burgueses de la R eims con un amigo en quien alguna vez había dé:iscubierto Inquietu-
oudad. casas llamadas "Aasp/trá”. De este modo, podría sustraerse des similares a las suyas y cuya situación familia habia sido menos
a i? mirada siempre vigilante de su severo padre quien sin duda, se­ beneficiada por la suerte
gún temía, iba a insistir en que permaneciera en la casa familiar, ya
que vivían ahora en París. Pero Lutetia, la ciudad-luz, es demasiado Otra ventaja contaba a su favor: en la escuela 4e su ciudad había
mágica para poder resistir a sus tentaciones. Por © so mismo, tam­ aprendido con gusto y sin dificultad el ¡ impido. Aritmético, latín. De
poco lo atraía recurrir a un C olegio, es decir, a una fundación que se esa manera, no habría de dar demasiado trabajo a profesor bajo cuya
ocupaba de procurar cama y comida a los estudiantes: éstos debían tutela tba a estar, es decir que no tendría que frecuentar por demasia­
pagar el servicio velando a los muertos del hospital y asistiendo a do tiempo el paedagogium, el lugar donde se dap3n clases particu­
sus entierros/ No, definitivamente, debía insistir en Iq posibilidad de7 *

7 E xis te yn el C oeg»c da los Occlocho, E t k ImOo a Hna» X lt AJ prorrwdúí el u^o X III. un


pmles oc d* y c apitán dw roy IX . R obad S orbon. m ocupó de luncar otro C oeg»o
C On •* propÓMo da (aditiif U kUObimancu de es hudorues . C ons is to « n una granja y tro* a
las Que, camiguierido donaciones y apodando inc V jto* pereonaie*. p« >veyó de rnus oies
y Ibaos E s e eo el origen de ‘S odxxia* E m. da techo. hn<? hi niis s oialic ado q<»e otras ccA e^oa

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lares a alumnos cuyas lagunas de formación les impedían comenzar E n caso de reprobación, deberádejar transcurrir un añ o pafa presen­
directamente con las lecciones universitarias. Desde luego, se habla tarse nuevamente, pero confia en Negar ai primer intento a su gran
propuesto esforzarse para no tener que llevar nunca la nota asiní. esto aspiración: obtener la fceatte ubique docendí que permite enseñ ar
es. ei bonete de burro con que humillaban, aun sus mismos compa­ en todo el mundo c-ristlano ski ta supervisión de maestro alguno y
ñ eros, al a'umno principiante que se mostraba demasiado indolente aun solicitar el ingreso inmediato en ja corporación de los magistri.
en sus estudios. E sto, para F uíberto. es Inminente. E l próxima paso en su horizonte
será, entonces, la conquista del grado máximo en R osolis, el de ma-
Pero restaba el aspecto b rucia1!, y. más alláde su impetuoso entusias ­ gtster artium, al que únicamente se accede seis meses más tarde, a
mo, Teobaldo tenía conciencia de su importancia. E ra la elección del través de la inceptio o principium, solemne clase inaugural en ¡ a nue
maestro E í E statuto lo establecía claramente. "No haya estudiante tomaría posesión de su cátedra, recibiendo las insignias, un birrete y
en París que no tenga un maestro determinado". S egún la costumbre un libro. Así pues, en poco tiempo más deberá anteponerse el titulo
consagrada, debía pertenecer a su nación, a la natío francesa, pero a su nombre: será magister F ulbertus S egún la costumbre, el padre
¿quién le convendría? de T eobaldo, en cambio, al ser artesano con algunos aprendices a su
cargo en la vidriería, debe posponer el título de "maestro": de hecho,
E n sus merodeos por los sitios que ya sabia que frecuentaban los lo llamaban *Petrus magister*. La admiración del muchacho por su
estudiantes más avanzados, había conocido a F uíberto, un baccalau- oficioso mentor crece sin matices.
reus de la F acultad de Artes. E ste bachiller provenía de Utrecht, des ­
de donde había llegado a París siendo tan joven como él. Después de E n el joven bachiller, por e’ contrano, subsistían sentimientos encon­
haber completado seis añ os de estudios y algunos meses de prueba, trados. La alegría por la buena marcha de su camera aceces quedaba
F uíberto había alcanzado el primer grado universitario, el baccalau- empañ ada a) pensar en sus antiguos compañ eros de ruta, sobre to­
reatus-, había dado ya algunas lectiones, y se disponía a participar de do. en los tres con K j s que había emprendido el camino al baccalau-
una disputatio ordinaria.'Desde luego, asistía siempre a las lecciones reatus. No dejaba de lamentar la deserción de sus amigos, a quienes
y a las disputas con la vestimenta de rigor, la establecida en el E sta­ extrañ aba. Uno de ellos había optado por formar parte de los estu­
tuto, ya bastante ajada. Así lo conocióTeobaldo. diantes vagantes, es decir, los nómades que iban rie ciudad en ciudad
lras los pasos de un maestro famoso. F uíberto estaba convencido
E ntre é‘ y F uíberto hubo una inmediata simpatía. C ontribuyó a ella el de que, en ese caso puntual, el talento y la sabiduría del maestro no
hecho de que el ingenuo deslumbramiento de Teobaldo casó muy estaban a la altura de su fama, la que correspondía más bien a la fas ­
bien con la arrogancia del novel graduado, en busca de sus primeros cinación que su personalidad ejercía sobre Incautos secuaces. Por lo
aplausos. F uíberto intuye en el vivaz recién llegado de R eims cierto demás, encontraba muy difícil sostener la sistematicidad de los estu­
brillo innato, y su misma rebeldía. Nc puede extrañ ar que decidiera dios, progresar en ellos y actualizarlos, abrirse a otras perspectivas,
asumir aJ jovencito bajo su protección, aunque, por sus respectivas
sin la estructura institucional de la universítas. E n los otros dos viejos
diócesis de procedencia, ambos pertenecían a diferentes ratones:
compañ eros, la causa del abandono había sido la dificultad de sol­
Teobaldo, a la francesa; F uíberto. a la plcarda.
ventar los gastos. A los correspondientes a alojamiento y comida ha­
bla que añ adir la adquisición de pergaminos y tinta, velas, vestimenta,
Traza, así, la posible hojáde ruta del futuro scholar sobre la base de la
etc., además de los viajes a casa durante los periodos de receso para
que él mismo ya había recorrido. C onfiesa a Teobaldo su pasión por los muchos estudiantes que carecían de famiha en la ciudad. Ningu­
la enseñ anza Para esto -J e informa- de bachiller debe convertirse en
no de los compañ eros por los que en ese momento lo embargaba
licenciado, esto es, alcanzar la licentia docendí, lo que se hace dando
la nostalgia contaba, por ejemplo, con la asistencia económica de
ciase durante dos añ o* más bajo la guia de un maestro y después
sus padres, mucho menos de un tío obispo. La fortuna no los ha­
de haber respondido a satisfacción del jurado a diversas cuestiones
bla acompañ ado tampoco en la posibilidad de obtener una de las
que se le propondrán durante la prueba final, llamada determinado.
bursae volantes que a veces se daban, es debir, esas becas que,

'6

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I I

Pág. 18
A ntou A ijtor nnónitw. 'E scena en acAtr*’, AVstracxxi s iyiv X )J .
A b« )a: S vnone Martín*, ctefaíW ta *L a Majestad'. Hac ia 1315

P ág . 18
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s»n estar vinculadas con ninguna institución en particular, eran pro­ estaba vedado enseñ ar. S abe, eso si, que ante la eventualidad de
movidas p<x el mecenazgo de miembros del alto clero, a los que tomar los hábitos y pasar a la F acultad de T eología, no vacilaría
se unieron desoués comerciantes prósperos, viudas acaudaladas y en optar por el clero regular: había observado que en dominicos y
aun maestros de fama, la cantidad de cuyos discípulos les habían franciscanos, órdenes dedicadas al estudio, la contracción a él y la
procurado cierto bienestar económico disciplina eran mucho mayores que la^de los seglares.

E n definitiva, de aquel grupito Inicial únicamente F utberto tabla No todo parecía un lecho de rosas. Había algunas cosas que le pre­
alcanzado el grado, y, desde luego, el logro lo hacía feliz, pero lo ocupaban en la Universidad de París. Hacía mucho que la F acultad
esencial era que lo animaba para emprender ios pasos siguien­ de Teología miraba con desconfianza ? la suya, donde había pros ­
tes, más difíciles, por cierto, como .lo probaba el hecho de que perado la admiración por Aristóteles, ¿obre todo, en la cátedra de
sólo uno sobre casi veinte Ingresantes llegaba a convertirse en Dialéctica: Anstóteles entraba en contradicción con las vercades
magistor artíum* de la sabiduría cristiana a las que, apoyados por las auctoritates de
la tradición, se aferraban muchos doctores. Pero no todos. F ulberto
F utoerto tiene la intención de pasar, como algunos mayores que él sabía de duros enfrentamientos, especialmente, entre franciscanos
ya to habían hecho, de la F acultad propedéutica de Artes a la de y dominicos en el seno de la ^acuitad de Teología, y sabía también
Teología. E n ésta, la carrera es mucho más exigente, extendiéndose hacia qué lado se inclinaban decididamente sus simpatías perso­
a catorce artos. E n su transcurso, se hace primero el bachillerato nales. No lo »nquietaban tanto esas luchas que, al fin y al cabo,
senfent/anüs, cuya base es el comentano a las S ententae de Pedro formaban parte de la pasión propia del debate entre tesis opuestas.
Lombardo, de contenido intermedio entre las cuestiones filosóficas y Más lo angustiaban eJ peligro de que volviera a caer la condenación
teológicas; a é! le sigue el bachillerato bibticus, cuya temática espe­ sobre algunas de ellas -y, por tanto, la prohibiciónT áe ensenarlas y
cifica estaba constituida obviamente por estas últimas. Pero el tac- aun de discutirlas-, las acusaciones de herejía que a veces se insi
calaureus bibticus leía la E scritura cursería o titteralíter parcurrendo. nuaban. las presiones del gobierno de ¿a uníversitas...
esto es, feralmente, sin plantear dudas ni suscitar cuestiones; para
esto se preparaba el bachiller formado. Por la gravedad de la ma­ Pensar en este último J o devolvióa la realidad inmediata: ahora de­
teria. sólo después de iá ficenciatura. al convertirse en magister in be ocuparse de su reciente protegido, explicarle e< funcionamiento
sacra pagina, se podía hacer exégesis teológica. C on todo, el grado de ese mundo universitario que éí ya había aprendido a amar, acon­
máximo en T eología era el de doctor, el docena, el que enseñ a. sejarlo acerca del maestro que elegirá.

De esta posibilidad a F ulberto le atrae, ciertamente, la docencia, De la mano de F ulberto, un abrumado T eobaldo recorre, entonces.
pero, sobre todo, la participación en el debate de las ideas en el « I mapa institucional de la Universitas Parísiensis. Ninguno de los
más alto nivel. C laro que -al menos por lo que ve en P arís- esto dos sabe que las lineas fundamentales de ese mapa subsistirán por
Implicarla de hecho tomar los hábitos y no ha descubierto en él vo­ siglos. Pero eso ahora no tiene importancia. T eobaldo aprende asi a
cación por la vida religiosa. No le interesan bs grados universitarios distinguir con claridad lo que antes veía de manera confusa.
como medio para medrar en una carrera eclesiástica. E s más bien
al contrarío. Dadas sus incoaciones, nada podía imaginar, pues, La Universidad de París está dividida en las nationes, o sea, según
más frustrante para éí que la condición de doctor bullatus. es decir, grupos de procedencia geográfica y cultural de todos sus miembros.
aquel que recibía la promoción per bullam sólo para poder ocupar La gestión administrativa de cada una de las cuatro naciones que
un cargo administrativo en su orden, que lo exigía, pero a quien le actuaban en la ciudad estaba en manos de un procurador. A su vez,
cada nación se reagrupaba en las diversas F acultades. E l rector de
9 G hO* J toto »n la iwwwdid de Paro tf bac4>terato c oraba un $¡
rwdo E n Ua toda la uoiversrtas magistrorum et schoJ arium era el canciller cuyo
dmrJ a, des ignaba a qjxrt todavía era escuelante cargo duraba sólo tres meses.

20 2f

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I t 1

Le interesa en particular la articulación interna de cada ¿acuitad y. ba pendiente la elección del magister. F ulborto intenta. entonces.
especialmente, la de agüeite a ía que ingresaría en breve. S u gobier­ que su nuevo amigo cobre conciencia de lo que puede esperar del
no está constituido por los maestros regentes de cátedra, reunidos maestro: además de constituirse en jueces en I is promociones de
en un C onsejo que preside c j Decano, esto es. el de más edad o de grado, los maestros regentes no sólo enseñ an personalmente, sino
mayor antigüedad, primus ínter pares. E l C onsejo debate los asun que también asumen la plena responsabilidad le sus estudiantes
tos comunes a todas las cátedras, las periconas más idóneas para y asistentes, supervisan los ejercicios y el traba 1o de estos últimos
ocuparlas, el lugar y momento precisos en que se reuniría el jurado -discusiones o lecciones-, planean los prograi ñ as de los cursos,
para examinar a un futuro bachiller, etc., resolviendo en todos los se preocupan por los problemas materiales y < bienestar de sus
casos por votación. Un btdeüus recoge los votos. alumnos (G lorieux)...1’

C on buen criterio, F ulberto se extiende más sobre la figura del bidé- S urge el nombre de J uan de Garlande. uno d< : loa más célebres
¡ tus, clave en la vida de la Universidad, porque es el primer contacto artistae de la Universidad. Inglés de nacimientc . en realidad. J uan
que en los hechos un estudíame establece con ella (Plni). La función había adoptado en su juventud la tierra francesa. de la que de­
del bedel general de la Universidad es estratégica, dado que oficia cía que "era su nodriza, arnada más que su mhdre". S u amor a la
de mediador entre la ciudad y los estudiantes forasteros y extranje­ Universidad de París lo hizo volver a ella después de su exilio en
ros. por ejemplo, los pone en contacto con personas confiables que T oulouse, ai que se vio obligado durante los disi urbios parisinos de
alquilan cuartos,, o les recomienda lugares donde cambiar dinero, 1229. Aunque latinista de carrera. J uan era enti siasta de la F iloso­
o ios libros a comprar al stafronarM/s. etc Los steifonani oficiaban fía. y soportó mal las prohibiciones de enseñ ar la perspectiva ans-
de editores y htverus cuya función era proveer a sus clientes de los totélica sobre la naturaleza -en la cual, desde lu ego, no se hablaba
libros inscriptos en el elenco oficial de la Universidad, por lo cual de la C reación- que se habían cernido sobre París. J unto a Hervé
estaban ligados a ella por el juramento del E statuto y gozaban de Lebratón, resolvió unirse a ios maestros de Te iulouse que habían
sus privilegios.’^-Otra lunción del bedel general de la universitus es la enviado a París a un "reclutador", É lie de Grand S elve.’ 2 Más toda-
de hacer públicos todos los datos, hechos y acontecimiento? de te vía, los de Toulouse publicaron en aquel entone es anuncios en los
comunidad universitaria. E l bedel ospecíaf era el bideitus doctorum, que atraían clientes a su nueva Universidad, d ciendo que en ella
esto es, eí que asiste a cada profesor en la F acultad de Teología, De­ se podía estudiar la aristotélica visión natural d H mundo prohibida
recho o Medicina y que. entre otras cosas, acompañ a a los maestros en París (C henu) n J uan se refugió, pues, entre « los. Pera en cuan­
a los actos públicos. E n un gesto de prudencia, F ulberto se abstuvo to cambiaron las cosas en ía C iudad Luz -tam lien por mediación
de relatar a su tutelado que también es deber de los bideftí especiales
hacer deponer su actitud agresiva -hasta físicamente boscosa- a los
11 No es de « npcriancia menor en ai Uteraiura Uooóñ ce el I echo de QM* mquoos fiws -
estudiantes más vwwnefrftes en ios debates que solían suscitarse en
Irot •nc Dc rerde/er a un n»qc c lj*u$ t« ii-.r>leros o te reda zuV- <te apunto» de v iM»
clase, para k> cual apelaban a largas varas. Tampoco le comunicó-ya pura ayudar n k» HU'nno» on s u» MMdioa. por e»eirpto. itera danés n< dOflM uvzcpus inon*
habría tiempo para eso. si alguna vez se hacia necesario- cuál era la deenrinroíla rana J e tna dtarxpÉ nn. A tf, Mxvto Uag no er<ir,w 4 ar/udarna, ’omw
iM A qjriO, la njdé^erf»'. do un d/mh-c M con nociere» ft rt.teh'eríac a de para « Mteitea
función del syndicus: representar a los alumnos en un eventual juicio A fs s friar entre* O (r^roc iuc res éh Miito "porque un p*M)^aA o b t : ■ ni principio, s e bar* yr*odo
que tuviere el estudiante ante un maestro regento y su cátedra. ai ItnaT S * s opona que és e ea el ongen de la « educción de» Uq ente t ' M&erX M de Tomé»

12 No es único C ase de c entalla» en L na UntarradA d que Qtntrw > « atoa, los coate» tavon a
c rvir olrwJ i J n/wcnidades F l más ac ixc s a tente mm « de Oxioq m.yuj propios rm»»t s on ínccrios
Pero 3 Teobafdo íe urge el conocimiento de cosas más inmediatas
(McF voyl lamtNén la (« ación enrv O» hatteantes de te táuttec y los es tudiantes J town and
y definitonas en lo que habría da ser su vida de estudiante. Quéda­ g o« n. ras peclivirrtenief ora hos ti. E n ur« raV tega. dos « tuíu^ias \j¿un rrv*rtó» 0or c« xtoctenna
ano rúens e». Un rtrnaros o qnjpo de sus rrovarteroe. an rcp--Bwíi« su tras ladan, lodo, a
C amteklpi* U C anwtngtecs M puco. una L *r<wW fundada a» rngradone. S óto
lo no « ** tinc l QJ A haya habido do « erre de oor*i i^únlL aJ rncrte pruhtodm y pm
iua rec onoc ía oñ cknraroa en 1318 (Utatem)
•r« 3e, o-a b cara». « xn e¿ nunnlipo otonárrúpa dte s ratcnarva que. P<»c a C c rdt-
cícn, nc « rH nMnctamenr- turcionoñ c d» la IJ rt veradud F f A a ít A j af twyo de bedel, »i ÍX xvs narurates qu> tuwv<l Ptds J m pmhMJ pc iu^uni « le s u kra qw « Uní natura *¡
13 ’ nun

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futuros compañ eros le aplicarán elementos carnavalescos de disfraz


de una delegación universitaria parisina ante el papa Gregorio IX -
como cuernos, colmillos, largas orejas, y todo aquello que contribu­
J uan se apresuróa volver.
ya a conferirte la imagen de una bestia salvaje. De todo eso to des ­
No era tanto el vuelo filosófico to que atraía en J uan sino su capa ­ pojarán luego, lavándolo, y T eobaldo deberádeclarar, un una parodia
de confesión, vicios insólitos M
cidad de maestro, su sentido de la enseñ anza universitaria, su clara
visión aristotélica de la Importancia que tiene en ella la preservación
de la libertad y de la excelencia. Autor de varios d-ccion<inos y de una E sta ceremonia de purgatio quería simbolizar el abandono de una
Mora/e scholarium, J uan se empeñ aba en alertar sobre lo que veía supuesta rusticidad primitiva: para convertirse en un futuro intelec ­
como una decadencia en el estudio de las Artes "E l demonio trabaja tual, el J oven -cualquiera haya sido su status social y cultural de pro­
de día y de noche para arruinar la Universidad de París corrompiendo cedencia- debía dejar atrás la condición de supuesto rústico y entrar
la enseñ anza de las seto Artes liberales, auxiliares de la Teología, y en la civilización urbana (Le Goff). De hecho, con el correr de los
sembrando ceniza en vez de luz*. Predicaba la insoslayable nece­ siglos, el efe local de los estudios había pasado del campo, ámbito
sidad de leer a los autores m<smos huyendo de los manuales, cuya de monasterios y abadías, a la ciudad, sede de las escuelas catedra ­
frecuentación, aunque más fácil, equivalía a beber veneno en forma licias. C on la fundación de las Universidades -hijas de esas escuelas
y, por tanto, también de implantación urbana- el fragor de la vida
de leche (Gtlson)
común de los burgueses había penetrado el círculo, antes cerrado
Impecable, como maestro, su edad avanzada ciertamente no lo in­ en J os claustros, de la vida intelectual. Y , pese a la difícil convivencia
habilitaba para constituirse en la guia de T eobaldo durante sus añ os con los estudiantes, la ciudad capitalizó con orgullo el fenómeno; a
de formación. F ulberto se compromete a concertarle un encuentro fortion lo hizo una ciudad cosmopolita como a la sazón era París.
con el venerable J uan.
Teobaldo sólo espera no sufrir en el beantum la extorsión de dinero
F inalmente, todo llega a feliz término: J uan inscribe el nombre de Te­ por parte de sus compañ eros más avanzados, bajo el pretexto de
obaldo en sus registros -importantes también, es preciso decido, a tener que solventar el “bautismo” de vino y cerveza con ef que se
la hora de cobrar honorarios por las clases- con lo cual se formaliza coronaba la ceremonia y aun kw servíaos de las mererriculae que
ift aceptación del joven. Por fortuna, su padre había reunido el dine­ frecuentaban eufóricamente los mayores. También confía en que to­
ro para la matricula, por lo que, junto a su nombre, no iba a leerse do habría de terminar bien, esto es, sin grescas ni robos.
la inscripción *petMt diiationerrr del que solicitaba prórroga para el
pago, sino la de usoMt totum”. lo cusí indicaba que habla abonado F inalmente, aunque algo maltrecho, supera el trance con razonable*
la inscripción en su totalidad. T eobaldo cumpliócon el juramento de dignidad. No hubo trovadores en la taberna, pero sí goliardos.14 15 A
fidelidad ai E statuto de la Universidad de París. A partir de ese mo­ T eobaldo le encantaba escuchar a los goliardos, esos iconoclastas
mento. pasóa ser parte de la scríoto o famrfa de J uan de Gartande. aue criticaban sin matices a la Iglesia, a los nobles, a los campesinos,
S e la Mamaba también con este último nombre porque matricularse a la sociedad toda (Perugí) También se cantaron otros temas más
en la Universidad no Implica un mere trámite administrativo. C omo
ya sabía por F ulberto, las obligaciones del maestro regente implican 14 E n tos oana/toia». as ta nto s e dc nc c nr^m •vejamen*. na Ibb TM
prxsirforr’ A ¡
xrapéetáo U do E rfurt. por 0amp*o. L ulero as ignará ni rito una ¿J mbjtoQfA moni.
un conocimiento gradual del estudiante, la cercanía cotidiana y has ­
aA rmando que M trata do des pojars e de « tofo* matee
ta la amistad con su discípulo.
15 H trovador ant rtow on a trarwneton do y en la mltexton « Oca. como s o
ha rniB ambc por tonto, cumplía c erta función da modtaoOn o btaagni pedagógica an to
Asi pues, T eobaldo espera con ansiedad su primera clase. Pero, re­ •octodad C n cambio. d goíardo, muchaa vacos oíanlo. os dooddamenlo un •non>nal ato preocu-
pac ón aA guna por tea norma* s ociales . por lo cual, on ocastonee hotos hiemn comtMbdofi
cién ingresado, es apenas un estudiante nominal. completamente en toa míamce modos iráMoraltanoa. C on todo, uno cctección « igráS cativa da poes ías gukardcas ,
inexperimentado, es decir, un beanuy. Por tanto, no podrá evitar pa­ owmtoe compues tas por es tudontos mcdcvaee. fuo encongada en « i mc nMtaro da B onodta
bounu, de ahí el nombre de ’oumne*
sar por el temido óeanrum, el rito de iniciación. Durante este sus

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ligeros. se adecuaban me^or aJ espíritu (estivo y burlón del beanium, de J uan de Garlande le dio de pronto la respuesta a la duda sobre el
bajo cuy-as risotadas había creído percibir, no obstante, un fondo de alma única o múltiple, una de aquellas tempranas preguntas que, a
seriedad. Al fin y al cabo, aunque el rito era decididamente bufones ­ propósito de? jugador muerto en R eims, se había ormulado. E n efec-
co, jse trataba de un momento importante en la vida! to, examinaban cuestiones lexicográficas, cuancjio J uan señ aló que
varias son las funciones del alma. E l solo plural ce' término "funcio­
E s la última semana de septiembre y el otoñ o parisino ha comenzado. nes", unido al singular de "alma", lo puso en el cqmino de la solución
E n realidad, el añ o lectivo ya estaba iniciado, puesto que se extiende al problema que se le había planteado ,a
desde el 14 de septiembre al 29 de junio del arto siguiente, con varias
interrupciones por los días festivos que obligan a la suspensión de Más adelante, avanzado el curso, había percibido que una frase deí
cursos. Por fin llega la fecha de su primera ciase: Teobatoo se con- maestro, sobre otra cuestión, una frase dicha ca¡ si al pasar y como
vtirte en auc^tor, un alumno oyente que asiste a la lectura, explica­ para sí mrsmo. le abría una posibilidad de inteto xión cuyas conse­
ción y comentario de textos. cuencias nunca había imaginado. F ue como salir de un cuarto oscuro
al exterior y ser sorprendido por una luz fulmínea tanto que no atinó
E n la F acultad de Artes, las clases versan sobre el quadrivium, para a repetir siquiera mecánicamente el P acta Nuestro con que solían
lo que se sigue a Marciano C apaila en su De nuptiis Phifologiae et cerrar la clase.
Mercara. Las obras clásicas de Harnero y V irgilio presentan versio
nes en textos como De belfo trotino o el R omán d‘E néas. C icerón Por fortuna, la tictio, esto es, la lectura con la que se iniciaba el análi­
es ampliamente estudiado en R etórica, aunque, a través de¿ análisis sis o la via resofuttims de un texto, no siempre ora literal. E n principio
de su condición de orador, llegan también a los oídos atentos de tos y de hecho, su marginaban algunos párrafos y destacaban otros, aun
lectores su trabajo como transmisor de la F ilosofía Antigua. E l Ars mediante paulas y énfasis en la dicción; se hacían aclaraciones late­
Grammatica de Donato y las Institutiones Grammat/cae de Prisciano rales para volveries más accesrble ese texto. Pero*esto implicaba una
siguen siendo libros de cabecera en esa dtsopJ /As, aunque se trate verdadera meditatio sobre él. Y ella llevaba al maestro a escribir las
cíe obras a veces criticadas fuertemente por J uan g/oásae, los comentarios marginales que despué^ engrosaban el de­
sarrollo una verdadera explicación, la expositio (Tijrsi). TeobaJ do había
Lo que T eobaldo más disfruta son las ciases de Dialéctica sobre eJ escuchado decir que el maestro de Dialéctica taba en esos días
Organon aristotélico según las traducciones y los comentarios de empeñ ado precisamente en una exposición
Boecio No obstante, su maestro J uan, a fuer de buen latinista, insiste
en la Gramática y en el estudio de los clásicos. Impaciente, su joven Lo cierto es que se encontraban estudiando el ncipto aristotélico
alumno todavía no sabe -lo comprenderá mucho más tarde- que me­ de no contradicción: A no puede ser A y no A en el mismo sentido y
diante la pnmera aprenderá a ordenar su discurso mental, mientras al mismo tiempo S in saber que dos siglos ant un monje llamado
que la frecuentación de los clásicos haráde él un hombre en quien la Pedro Damián habla abordado la cuestión. Teob do se llegó a pre-
antigua sabiduría sobre la condición humana se habrá capitalizado guntar si Dios podía cambiar eí pasado, si podía acer, por ejemplo,
que J a fundación de R oma, que ya había tenido Ilugar, se cancelara;
S u jornada comienza b tia stite de la mañ ana. Bajo ía supervisión en otros términos, si podía hacer que hubiera sidlp y no hubiera sido
del bachiller, sus compañ eros y él recitan las lecciones y corrigen los fundada al mismo tiempo. Dada la absoluta omnipotencia divina, no
ejercicios que se les encomiendan. Pero el joven esoera ansioso el podía negarse que Dios está hasta más allá de los principios que ri­
paso del mediodía. porque entonces acudirá a casa del magister (en gen su C reación, los principios lógicos que él estaba aprendiendo en
la F acultad Me Teología, en cambio, el horano es el inverso). E l maes ­ sus clases de Dialéctica. Pero, si la fundación de* loma se cancelaba,
tro lee a los autores, explicando pasajes que, sin su ayuda. T eobaldo
y sus compañ eros serian incapaces de comprender. Lo que lo fascina « > Gananoa.
es el comentario de su magister artium. Por ejemplo, una acotación

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¿subsis iría e< mapa político, en el que é¡mismo estaba inserto, tal co­ o su antítesis, por ejemplo, si el hombre es libre. S i se concluye que
mo era. fruto de la sangrienta y laberíntica historia que había llevado k> es, queda demostrada la tesis; si se concluye que no lo os, queda
a conformado? Alguna vez Teobaldo se había atnwdo a pensar -aun­ probada la antítesis. E n cambio, el problema implica un argumento
que en términos mucho más simples, claro está- en "la Intrincada sobre el que se puede desarrollar un hipo y complejo tratamiento con
concatenación de causas y efectos, que es tan vasta y tan Intima que la posibilidad de no negar a una solución. A propósito de ese tema.
acaso no cabria anular un solo hecho remoto, por insignificante que Teobaldo sentía en el fondo de su ser que él era libre. S entía que.
fuera, sin invalidar el presente. Modificar el pasado no es modificar un pese al estrecharse de los márgenes, pese a los imponderables del
solo hecho, es anular sus consecuencias, Que ffenden a ser infinitas. azar y la fortuna, pese a los Innumerables condicionamientos de toda
Dicho sea con otras pa'abras: es crear dos historias universales".’ 7 vida humana, restaba una muy angosta franja de elección, casi un
hilo sutil, pero muy profundo, puesto que sobre él discurrían sus más
Ante esa fascinante -y angustiosa- reflexión, el maestro, después importantes opciones. C on todo, no era cosa de convicciones perso­
de reivindicar que la posibilidad de alterar el pasado en principio ca­ nales únicamente. Había que probario; de e&o trataba precisamente
be efectivamente en la potentia de Dios, había señ alado e* absurdo el ngor de esa disciplina que -ahora lo sabía- se llamaba "philoso-
de pensar que quiera hacerlo. Lo que a ese Pedro Damián lo sonaba phia". C omo muchos estudiantes de Artes en París, el joven acabará
a blasfemia, cuando oía cualquier proposición que comenzara con interesándose sólo por ella (Gilson).
un "Dios no puede...*, era tan inaceptable como la blasfemia de
pensar en un Dios... voluble. Y , sin embargo, meditaba Teobaldo. S í. Teobaldo ansiaba la experiencia de la quaestio d&putata. E ra una
¿acaso podemos estar seguros de que jamás vaya a querer alterar práctica metodológica en París, como on otras Universidades que,
el pasado? F ulberto. a qüien confía sus preocupaciones, le hace a título de ejercicio escolar, se encomendara a un estudiante ía de­
saber de tesis contrarias, menos perturbadoras, que limitan los al­ fensa de una tesis cualquiera, y a un compañ ero, fa de la antítesis
cances de la omnipotencia drvina. las cuales sostenían sin ambages Para tos efectos, al primero se le daba el nombre de» defendeos; al
que Otos no puede cancelar el pasado, así como no puede alterar segundo, el ue arguons. C omo es obvio, se preparaba con el auxilio
ninguno de los que. desde el punto de vista humano, se conocen del bachiller y se llevaba a cabo bajo la supervisión de« maestro que
como "principios lógicos*. oficiaba de juez, especialmente en los aspectos formales, detectando
sofismas, argumentaciones falaces, y toda clase de trampas polé­
S e trata, pues, de una quae^tio dispútate, o sea. un problema ges ­ micas. Lo que T hobaido más temía, al imaginar su desempeñ o en
tado por las diversas posiciones interpretativas de los pasajes más el primer ejercicio, cuando le tocara el tumo, no era tanto un "dis ­
difíciles de un texto -y sus implicaciones, como en este caso- o que tingo* con el que su eventual adversario aceptara sólo parcialmente
surge porque las mismas obras de diferentes autores ofrecían sen- alguna de sus premisas, sino que le espetara un “negósuppositumt*:
tentiae, es decir, afirmaciones, contrapuestas. T eobaldo no ve la ho­ ¿cómo proceder con la argumentación preparada, si se negaban sus
ra de entrenarse en las quaestiones, por su inquieto temperamento, supuestos, o sea. si se invalidaban los cimientos sobre los que so la
pero también por su curiosidad intelectual. ¿Acaso la palabra me­ había apoyado? Habría que tomar conciencta de ellos y revisarlos
ma “quaost/o" no viene de "quaen&re", buscar o pedir, y específica­ con sumo cuidado antes de errprende r su construcción durante la
mente del frecuentativo "quaeso", cuyo significado es buscar con preparación del examen Desde luego, pensaba apelar a F utoedo
insistencia? C uando esa búsqueda conceptual, se traduce en un y al recuerdo reciente de la determinad de su mentor. Y , en todo
preguntarse sobre diversas posibilidades. La E scuela de su tiempo caso, para no dejarse invadir por el temor ante la prueba, debía
presentaba cada cuestión de tal modo que se pudiera demostrar por imponerse recordar que se trataba sólo de un ensayo, un ejercicio
si o por no, esto es. que se pudiera probar como verdadera una tesJ s 17 en el que confiaba ir adquiriendo cada vez mayor'destreza. Pero ¿a
qué engañ arse? Teobaldo queda, al menos, dejar en su maestro una
17 E kxyiv. ¿ L . oln» nxwt® ”. S A taA « n Obras C kxnptocas l. S ueno» A f w . E mecé. 2005, buena impresión. E ra )ja legendario el episodio protagonizado añ os
P 611. atrás por fray Tomás de Aqulno cuando estudiaba en C olonia con ol

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«
*
i I • I - »

grao maestro Alberto de Bóüstadt. E ste te había asignado el ejercicio sentar el esquema habitual en el procedimiento de la disputa: 1)
de preparar una disputatío como defendeos, sin mencionarle que él enunciado de la C uestión, que. por plantear ésta una alternativa
mismo, su maestro, habría de ser el arguens. E l bollante desempeñ o contradictoria, se abre con la palabra utrum, un que implica las
de fray Tomás en esa ocasión, el hocho de haber planteado el dislingo dos posibilidades exetuyentes. por eíempfo, "L/r/b/n Deus srP, “S i
ctaVQ de la solución, hicieron que Alberto reparara enéi ytor&cocrwn- Dios existe (o no)*; 2) enumeración y enunciación ¿e los argumentos
dura en su momento como bachiller en París. a favor de la antítesis, esto es, de la proposición due seráfinalmen­
te rechazada por el autor. “Parece que Dios no etfste porque...*; 3)
De topas formas, Teobaldo no so hacia iluskxies. el suyo no iba a ser formulación de su propia tesis, que se inicia cori un "sed contra",
un inicio tan estrepitoso, tampoco sería como una disputatio ordinaria pues esta es opuesta a los argumentos adversarlas sintetizados en
de ésas que los profesores de Teología sostenían durante sus cursos; el paso anterior, formulación que se hace medíanle citas filosóficas
menos aún, una disputatio quodtibetal o de quodiibet que. reservadas o bíblicas, según el tema de la cuestión; 4) desarrollo de la solución
a los doctores de mayor renombre y gravitación, se celebraban sobre del autor, es decir, su respuesta, por J o que este pjrso comienza con
•o que se quisiera, esto es. S obre un terna a acordar en el momento. un "respondo dicendum quod..”\ este es. sin dtjda, el cuerpo del
É stas solían tener fugar en dos ocasiones solemnes: en Las proximi­ articulo; 5) por último, a la luz de esa conclusión doctrinal, se refu­
dades de Navidad y después de Pascua tan uno por uno todos los argumentos aducidos por la proposición
que se combate y expuestos en el punto 2.
E fectivamente, su primer ejercicio no fue un suceso clamoroso; sin
embargo, J uan parecía estar satisfecho con su desempeñ o. De todos T eobaldo sabia que, con el andar del tiempo y los ejercicios acadé­
modos, al añ o siguiente, pensando siempre en tas Uisputationes, Te- micos, llegaría a dominar este prolijo modus operandi intelectual y
obaldo fije asaltado por una idea estimulante ¿por qué no pedir a F ul- que el método de la E scuela habría de hacerse »n él S in em­
berto que le permitiera acompañ arlo aJ asistir a la próxima discusión bargo, había cuestiones que no admitían síntesis tan nítidas porque
solemne en la F acultad de Teología? E í acuerdo se lleva a cabo y se eran muy complejas y se desplegaban a su vez en otras, también
dirigen al acto, que había sido programado para después de la Pas ­ discutidas. E sto sucedía particularmente con aquellas que daban
cua de ese añ o, 1270. S e discutiría uno de los pnmeros problemas lugar a las disputationes roas arduas, tanto las ordinarias como -y,
que habían preocupado a Teobaldo: el de la eternidad del mundo. especialmente- las quodtibetales. Tal era el caso de que la que Te­
Precisamente fray T omás de Aquino iba a enfrentarse sobre la cues ­ obaldo se disponía a presenciar.
tión con J cihn Peckham, el discípulo de Buenaventura,
S u corazón se aceleróal entrar en el recinto. E ra consciente de estar
F ulberto ya había sugerido a T eobaldo que reparara en la improba por asistir a una polémica intelectual en personA y no a través de
labor de algunos bach/íleres que oficiaban de "braquigratos", esto es, los libros. Además de los seglares, los miembros do las cátedras de
tomaban nota de las argumentaciones de sus respectivos maestros los franciscanos y de los dominicos se habían a^njpado en dos...
en escritura abreviada.’* E n general, tales notas, expurgadas, en­ ¿bandos? Al menos, eso le pareciópor las actitudes que asumían,
grosaban después los opuscula. las obras muy breves dedicadas y fue &u primera sorpresa. De todos modos» pegado a los talones
a un punto especifico, y los articufi de las S ummae que redactaban de F ulberto, quien se encaminaba decidido haciá los dominicos, lo
muchos doctores. Por eso. en las S umas, cada artículo suele pre- siguió hasta ocultarse discretamente entre eltosi un grito, prove­
niente de los franciscanos, ¡ legó hasta el sector opuesto: "¡
Luciferi-
£ *i M rrHí)« ii.jGat|a qj « no apcUua a s */**1* « ereaxiles go<i>o a uc |j4raTia. nury pos le”ú». nos»H. T eobaldo no salía de su estupor suponía ofi los franciscanos
qu* te bagaba s ac r* Ib .hHw da ks pats brM- to» comunes tenriins cxF *» c*> tos
b to
la mansa dulzura que también imaginaba en su (fundador E ra de­
rtodinadenes on totr.jxv de* <j'rllv o piral. s o4an abnrvww con trazos
rttpxloe corno una hrova inca o guiín or d ii.pwlar de la raíz '1*1 vocatMo, asi en 'a x s * masiado joven para comprender que esa humilc^d del de Asís se
i>iu rmkrrpiaza a ''txsaruvn" Olma vacas , como c utnúo s e quona omitir la repeliotín una toara, nutría de una fuerza Inquebrantable, un coraje in|prescindible para
por etcrvpro en al K fttwnto ’wv k u’ . ’aho*. d wr¡» ondUadc A eso obedaca. Ocho mj de
llat/ar a a* • ÍArmidahl* ParA i flrt haKÍa nrZ>rti IftQÍO

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F rancrsco dedicarse a los desheredados de la tierra y reconstruir la manzana de la discordia « ñ ire ios teólogos, pero no alcanzaba a ver
Iglesia desde ellos? No alcanzaba a comprender qué vinculación las razLwos de esto en toda su dimensión.
podía darse entre esa misión y la de generar letrados y estudiosos.
Tal vez por eso había llorado -según decían- al ver el nxnbo que Poco a poco fue comprendiendo lo que implicaban las dos posi­
habrían de tomar muchos de sus seguidores. Algo volvió a rebe­ ciones antitéticas así como to que acaso subyacía en ellas. S e dio
larse en el fondo d? J afrha joven de T eobaldo, como un oscuro y cuenta de que, en realidad, más allá del tema de la aetemrtas man-
encorado rechazo a una frustración más. pero no podía detenerse cH, eran los alcances de la F ilosofía en relación con la fe lo que se
ahora en esas reflexiones. La disputstio estaba por comenzar. estaba discutiendo. S egún la fe, todos los cristianos creían en un
comienzo temporal del mundo porque asi les había sido revelado en
La figura de fray T omás encabezaba el grupo de los dominicos- Al­ la E scritura. La pregunta era: ¿confirmaba la F ilosofía esa creencia
tísimo, gordo, calvo en las entradas, permanecía impasible, sumido o permanecía ésta como tai? Y , lo que a T eobaldo le parecía todavía
en su ya proverbial concentración. F rente a él, y con los francisca­ más relevante, ¿habla que oedzte a /a F ilosofía que cumpliera el pa­
nos detrás, como respaldándolo, J ohn Peckham. rubio, menudo y pel de garante, o acaso no significaba eso disminuir su dignidad, una
movedizo, trataba de erguirse lo más posible. dignidad de la que él se había enamorado durante &u primer añ o en
la Universidad de París?
E nseguida se perfilaron las posiciones opuestas: Tomás sostenía
que la Imposibilidad de que et mundo sea eterno no es demostra ­ Por otra parte, se preguntaba si el asunto no atañ ía también a la
ble. Peckham pretendteiP robar que sí lo es. R ecordando lecciones fe. ¿No se robustecería también ella si se dejaba interpelar por la
que ya había escuchado, recordando, sobre todo, afirmaciones razón filosófica? ¿No te procuraría la F ilosofía nuevas perspectivas
textuales de Boecio -J uan había insistido en que se detuvieran en de exégesis? Por ejemplo, era evidente que, haciendo ¡ a común in­
ellas- T eobaldo no encontró dificultad en comprender que en es ­ terpretación literal dd primer versículo dol Génesis, Peckham leia
te caso sólo se hablaba de "eternidad del mundo" de manera Im­ “E n el principio, creó Dios el cielo y la tierra...”entendiendo que ese
propia, analógica, para agilizar el título de la cuestión, puesto que “principio’’alude a un comienzo temporal. Tomás se abría quizás a
la eternidad, al ser una suerte de omnipresente simuttanoidad, no otras posibilidades parecía no excluir que "E n el Principio” pudiera
es de este mundo, transido de lo contrario: de tiempo. Lo que se sipor/rcar "E n el fundamento de todas tes cosas ”, esto es, en el Lo-
planteaba, en realidad, era si el mundo -con su dimensión temporal gos o V erbo, en el plan de toda la realidad creada.
propia, de sucesión- existe desde siempre o sí ha tenido un co­
mienzo en y con esa dimensión. La actitud de J ohn Peckham. reflejo de la de su maestro. Buenaven­
tura. era extrema. S u afán lo llevaba a forzar la argumentación para
Dorante el desarrollo de la disputa, un nombre estaba constante ­ demostrar que la fe común en el comienzo temporal estaba garan­
mente en danza, por encima de cualquier otro: Aristóteles. E ra evi­ tizada filosóficamente. Pero el punto central de fray Tomás estaba
dente que el de Aquino lo mencionaba con reverencia; P eckham... lejos de merecer la sospecha de herejía de quienes desde hacía algún
porque no tenia más remedio: no se podía desconocer la rápida ex­ tiempo murmuraban contra él. No intentaba probar la etemidac déí
pansión que Aristóteles había tenido en el medio universitario (Van mindo; únicamente pretendía rescatar te razonabíédad de esa tesis
S teenberghen). Ignorarlo era. pues, inútil y hasta contraproducente. que, desde el punto de vista .flbsóflco. juzgaba tan posible como su
Pero eso no significaba, para et franciscano, tener que asumir una opuesta. S i, de fo que se trataba en esa disputa teológica -muchos
forma mefitis aristotélica. jF altaba más ’19 Teobatóo sabía que era la do cuyos argumentos T eobaldo todavía se sentía incapaz de entender

10 C orruvporde a Vw» la da dmdir to? dé am;IO!(Hs-no unherWU^o


en al 5»g*o X III en « flMotalts mo dgkk> o ex1rwnc\ « yo pnrc íp*l n»pm*en« an1e m 8*0* do ruábanla; twmncMogb da Ms tótntes •IncUwve a otas de « ü r tallo». pwo ai-> « A jmrto itaamíilc anienH,; al
modelado. qu« « s a! au® Tomé* de A qúnc»; y « I que Van S loonbcfynan ü*ma "actecU- contrario jo inccrocratxin de nurxra ‘mG'nantaria n ^quemas qua s aguian siendo, bMc emente.
X » de él « g js trwia
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00’ y »us dac but»* E s to* apela t« ir. a alg ix'C * atananlDa do Uj

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cabalmen e' era de te /unción, límites y alcances de la F ilosofía; me­ F ue un estudiante de renovado entusiasmo el qu i abandonóel fra­
jor aún, se iba fot mando en él la impresión de estar ante dos modos goroso recinto Había entrado en él con curiosid; id; salía de él con
de comprender y. por ende, ante dos clases distintas de filósofos pasión. Por detrás de las ideas que bullían en su mente, advertía
cristianos. No veta la hora de hablar de esto con F ulberto borrosamente la importancia de ese día, el día qi e lo enfrentóa tes
encrucijadas Intelectuales más decisivas del tie npo que íe había
Pero los ánimos cada vez más caldeados de la disputa lo hicieron tocado vivir.
volver a la realidad circundante. Peckham. en una digresión, se de*
moraba en la critica ial tema de la trasmigración de tas almas. F ue el Tres añ os más tarde. T eobaldo se ha adentrado en tos vericuetos de
acabóse. Una voz surgida entre tos dominicos le gritó: *¡Bestia del la unrversrtós parisina. F ulberto. ya Magister Arti jm, está compro­
Apocalipsis!’ . Otra, proveniente del bando de tos franciscanos res ­ metido. por .te nación picurda, en los asuntos del i ¡onvulsionado go­
pondióinmediatamente con un "¡ Gusano del interno!”. S e lanzó una bierno universitario. Mira con dolor a otro pícardc : el maestro S »ger
pedrada, y fue la primera de muchas que llovieron de bachilleres y es de Brabante. T eobaldo recuerda la larga conversa :ton que sostuvie­
tudiantes, la mayoría, novicios. F ue un milagro prematuro que ningu­ ron aquel día hasta altas horas de la madrugada inmediatamente
na de ellas le diera al corpulento fray Tomás, el prudentissimus, quien, después de la Inolvidable disputa. F ulberto le había hablado con
impasible, esperaba que tas aguas volvieran a su cauce, rumiando entusiasmo de te fuerte personalidad y de la posi :ión intelectual de
seguramente la más sensata de las respuestas.20 T sobaldo. azorado S igerius. S ige< afrontaba con coraje las conclusiones a las que to
y medio oculto tras los faldones de la togada F ulberto, se decía que, llevaran las argumentaciones filosóficas, sobre te do, las de Aristó­
sin duda, esos novicios -y esto suponiendo que entre ellos no se teles. el F ilósofo, al que seguía con escrupulosa precisión No to
encontrara también algún fraile- debían de tener particulares ideas amilanaba la no concordancia entre esas conclusiones y tes verda ­
propias acerca de la caridad fraterna Mientras tanto, el atribulado des de una fe a la que decía adherir. Y esto era to que lo separaba
doctorque d« r»gia el debate stj empeñ aba en acallar el griterío y resta­ de fray Tomás, convencido de &u convergencia d ? fondo, así como
blecer el ordenv lo que finalmente obtuvo, no sin grandes esfuerzos? ’ de la diversidad -que se debía respetar- de los j rocedimientos en
Hacia añ os que el pobre intentaba que los E statutos reglamentaran uno y otro campo. S iger afirmaba, en efecto, per sar como Mósofo
sobro las intervenciones intempestivas en las disputas. Pero pasarían y creer como cristiano. Muchos -entre tos que x? se encontraba
décadas antes de que se consiguiera determinar estatutariamente -y F ulberto- dudaban de su fe. F ulberto. en cambio, ^dmiraba en S iger
sólo en la F acultad de Artes- que “ningún maestro, bachiller o estu­ el valor de sobrellevar las contradÁ xiones que él nsmo había reie-
diante intervenga sin el permiso del maestro que dinge el debate, y vado. Pero una cosa era su alma y otra su imager i pública. Algunos
que se debe pedir la autorización para intervenir no de viva voz sino, gestos imprudentes cuando era un joven maestro <e habían procura-
respetuosamente, haciendo una señ al" (Bianchí-R andi). Analmente, do a S ^er fama de revoltoso en la acción. P robablemente eso hizo
el acto llegó a buen término. C ada uno de tos asistentes decidiría que esa aureola se proyectara al plano doctnnal. L o< cierto es que en
cuál de las dos era la argumentación más sólida. Pero la diferencia de este. S iger sobresalía, al punto de convertirse en otro adversario a
actitud ante osa cuestión filosófica y teológica -y ante muchas otras- la altura de T omás (Putallaz-lmbach).
comenzaba a hacerse clara para Teobaldo* 21
C on todo, no podía deshacerse de su ntynbradia c ie líder de facción,
2C Tornto ar'DjDtta, S rC cK rio, proyectteB de noyor tulitaza uíi íj ¿te acrcrr,iiate /roxí». oovncuki a De hecho, un añ o y medio antes había estallado i n conflicto do en
que atata la acotación confra ’ifónc omc nte a s u* arrogantes H*s w»»x/iai
vergadixa entre las natrones de te F acultad de A4( s. S e produjo una
-te» qw» oUntatan taino»ar quo tí monta íu/o coenero o- que * « atajuta no tuvo c omtaruo
C C n títo aún. a excus a do rw recoger ag ura» ta fe, rtiún» quo aducon, poque alas mas escisión entre sus 120 profesores, quedando una n iíilnoria en rebelión,
hc n retuerzan « tes is corvaría la natto normanda Pero, en realidad, de esa minoría, constituida por
21 loo es tadios de la Unvenudad ta •‘arx ímmrwuc . cor arrc t\uar con la s us pemióo •*umíu 18 maestros, sólo 15 eran normandos; tos acompañ aban también ín
diaxn Quh manítas ten g« *X »<»o. « tÜ MindO. hucioodo naOj, ajando pieta** pc><
nwrhn <>m annontta o acompatantes . o de ci/tíQMcr otr> ninnam** |K nbo*g K onny en Btanch»-
inglés, un francés y.,, un picardo: S iger. C omo en la Universidad es-
R and| E sao prueoa que s e trataba de aptaodioti c onxem. taba prohibido que una nación se separara del rdsto, el nombre de

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un picardo sirviópara cubrir la escisión Interna, facción que de ahí en Vadite ad superas 5uód a ios cíelas
más se? llamóla *pars S rgerir". Por ella, S kger, pnmer rector disidente, transite ad inferas descended a k» Inflemos
fue elegido con sus procuradoras y sus bedeles. F rtberto, en cam­ ho$ si vtóvidero si Queréis verlos.
bio, resoltópermanecer fiel a su nación que. por lo demás, había
apoyado la promoción al rectorado de Aubry de R eims. un partidario V*vat academia, vrvant prolessaes! Viva la academia, vivan los profesares ’
de la supremacía de la F ilosofía (De Libera). C omo explica a su joven '-•wat rrenbrjrr (KOtffoet. IViva cada uno de sus miembros.
amigo, no se trataba de una cuestión doctrinal sino corporativa, a la wat membra quaelitei. ¡Vivan toaos sus miembros,
que S iger se había avenido. semper sint in flore. y que florezcan por siempre!

Por su parte. Teobaldo progresa en el camino hacia él bachillerato. Vivart vrrgines tedies, Kxmosael ¡Vivan las ooncrtJ as tortas, tete
S u maestro, J uan de Garlando, ha fallecido, dejándole en el alma un VWart et muleras Que vivan también las mujeres
sello. E l discípulo ignora cuán indeleble es. Todavía no ha decidido si tenerae, amabites. tiernas, amables,
Ingresará o no también él en la F ao/ted de Teología, pero sí aspira bonae el laboriosae buenas y tebjnosas.
s convertirse en magister artium. Durante algunos añ os más perma­
necerá. pues, en París. Después... después se verá k> que quiere el Vlvat et respubica et qui Ajm regt! ¡Viva el estado y quien ta gotxema!
destino, generalmente pdco proclive a dejar que los doctores se afin­ Vvat nostra nocieras ’ iViva nuestra sociedad'
quen mucho tiempo en una sede. Pero, ¿acaso no somos homines Vivan! sludtosi! ¡Vivan ¡as que estudian’
vistores'? , ¿no estamos de paso en la tierra? C roscatunaveritas, Que crezca la única verdad,
fkxeat fratemitas. que ffora/ca la hermandad
Mientras tanto, canta en las calles parisinas el himno, que es toda una et patrias prospecte y to prosperéveía patria.
declaración, de sus cofrades, los estudiantes.22 Vtert nostrs cartas, ¡Viva nuestro ciudad1
maecenatum chantas, y 1a generosidad de los mecenas
Gaudeamus igitur juwen» ¿te s utms Gocemos, pues, mientras somos jóvenes; cuas nos hic protegí que en ella nos acoge
P ü s I jucundam luventutem después de la alegre juventud,
post molestan senectutem después de la incómoda vejez hereat t^stltia, aerear oseras! (Mueran la tristeza y tos que ros atan!
nos habebit humus ’ lia tierra nos cubrirá! Pereat daboius. ¡Mueran el tfabto.
P ’j ms antfcurschlus. tos que detestan a los jóvenes,
Vita ^ostra brews es!, brevi finietur. Nuestra *da es breve, en breve terminará atque ¡msoces. y los que ros deograni
ven* nxxs vetociter, vendráveloz a muerte.
rapa nos alrociter nos arrebatará atrozmente. Oite confluorus horfíe academanw? ? ¿Qué reunión de académeos hay hoy?
nemrt parcelar. a nadtt perdonará E fchpnquo convenerunt, Desde tejos han venido,
Ubi sunt qui ante noe in mundo fuere? ¿Dónde estar? J oy qua ros procedieron? prolhusque six.cesserart y enseguida se reunieron
in camine tofum. en asamblea común

22 L a mayor parte Os tarto wqJ m« ocmegna ooftanoc* a ur» manuvcrllo. con redas Ama Mater ftoraa: quas nos educad Florezca « Alma Mata que nos educó
mu&J caiM « rclurdas. de 1287 cw'M*,va ü S IMtoteQje Moiioraie de C uffeoomoota. r»o caros et commlitones, en la estoma mutua y la fraternidad,
figura en él la primara Uno* qirt dn&puós oe agregó, dardo 1*0» "• himno eucaagrado más tarde
como el da toa eatudlanlM um/oraltanoe pc< ~<xiav*a &■cantan en la actu»*<? « J we
dsstas m regiones y que a tos dispersos en lejanas reglones
preñ aras toaos en cis nes ds congres o*. A ® naa da* s iglo X X X , BrafrrrI5 rxA iye el <J ouda*nua ígiTur sparsos rongregavft ha congregado
an s u epus 80, la A uV -C Uraflurr' para orques ta. c*xnpi>MM pera agradecer su
nembramers o de doctor A ooorts caus e por *Urtvers idad de B meiau E n cuanto a la letra, en es ta
prneentacuy) s e ha dMC tco a rnar<K > tíe es hvÍHe. w*no corntapondon al argir-ai pera irarc ar
toa as pectos de ccntonkkj

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Bibliografía

Asoman en este himno los trazos principales en la semblanza del uní- AAGE R AMI. Ü ., La medicina en la E dad Media, Buenos Aires, Otarán, Í9? 4.
versítario medieval y aun posmedieval. A la algarabía a veces escanda­ BIANC HI, L-R ANDI. E . F Uosofie Teoiogi. Larioerci e /'insegnamento
losa del estudiante de todos los tiempos (gaudeamus; vírginas fáciles, nalC universitá medievale, Bergante, Lubrina, 1989.
formosae). a la desconfianza con que suele mirarlo el sector más con­ C AS AGR ANDE , C . - VE C C HIO, S ,, / peccati Celia Hngua D sciplina ed etica detía
servador de te* sociedad (osores et irrisores). se añ aden notas muy pro­ párütó netía cultura medievale. R oma, Istituto dell’E nciclof edia Italiana, 1967.
pias de la E dad Media, como la vivida conciencia sobre la fugacidad C HE NU, M.D, Introducdon a létude de S aint rhonas d'Aquin, vol. I,
de la vida humana (nos habeblt humus), la explícita mención dd díaolo París, V rin. 1974,
(pereat díabolus) o la concepción de la verdad como única (una ventas}, C OBBAN. A.. “The R ole of C olleges in the Medie •val Universities of
inaceptable en nuestros días, as? como es inaceptable hoy la exclusión Nothern E uropa, with S peclal R eference to E ngiand and F ranca",
de la mujer de tos ámbitos académicos o de cualesquiera otros. Bulletin of the J ohn fíylands Library of Manchaste r. LX X I P989}.
DE LIBE R A, A., La F ilosofía Medieval, Buenos Aireé, Docencia, 2000.
Pero cabe notar, además, el fuerte sentido de pertenencia a la común» DE NIF LE -C HATE LAJ N (edsj. C hartularium Univesitatis Parisiensis.
dad cuya suerte los estudiantes comparten y contribuyen a forjar (iw París, 1B99, A vots.
nostra soctotas; vivar nostra civitas), el sentado del estado (vfvat res- F R ABOS C HI, A„C rónica de la Universidad de P an; y de una huelga y
publica), la gratitud (mecenatum chantas), el respeto (v/vaf academia; sus motives (1200-1231), Buenos Aires. Instituto ce E studios Greco-
vivant professores) y el afán de excelencia (v/vant studtosr). A todo esto latinos Prof. Nóvoa, 1991.
se cantan vivas. Pero a la prosperidad de la patr.a y a la fraternidad
GlLS ON, E ., La F ilosofía en la E dad Media, París, \ fin, 1965
académica se les augura que J kvezcan (fíoreat fratemitas, et patriae
GLOR IE UX , P., "La disputa teotoQca ail’Universitá di Pangi' en BIANC HI-R ANDL
prospectas). Y florecerán con un amor intemo, dador de identidad, pe­
GR UNDMANN, H.. V om Ursprung der Universkái ¿n Mitteíalter,
ro ata vez abierto a todas las procedencias que las enriquecen (atestas
Darmstadt, 1976.
in regiones, sparsos congregavit). La Universidad es, pues, suelo nutri­
cio que bajo una identidad congrega, palabra clave con la que se cierra GUGUE LMI. N.. La ciudad Medieval y sus gentes, Buenos re? , OONIC E T, 1981.
el canto. E n síntesis, el himno refleja lo que, sobre la base de estas LE GOF F . J ., Los intelectuales en la E dad Media, Buenos Aires, E u-
raíces, se llamódespués y se sigue Mamando "sentxio universitario"- deba. 1965.
MC E VOY , J ., Gli imzi di Oxford, Milano. J aca Book 1996.
S i hoy cabe conocer la universitas, esa bollante, inspiradora creación MAGNAV AC C A, S ., Léxico técnico de filosofía medieval, Buenos Ai
de la C ristiandad medieval, es justamente porque se vuelve imperioso res. Miñ o y Dávila, 2005.
innovar nuestra Urivansíciad, manteniendo su esencia viva, es decir, PATE R S ON, L M , Troubadours and E loquence, Oxfot j, C larendon, 1975.
prescindiendo de esa memoria estática que es propia de los malos PE R NOUO, R ., A ia lu¿ de la E dad Media, BarceJ or a, Granice. 1983
museos. Y esto sóio se hará recuperando, más allá o más acá de su PE R UG!, M,, Le canzoni di Amauf ttantel, Milano, llapoli, 1975.
Inevitable entramado burocrático, la excelencia, la pasión, la vocación PINI, A. I., "Per una storia social® deii’ Universitá: i t idelli bolognesi nel
de servicio. X HI secolo”, en Annali di storia dalle université italií ne, I (1997) 6-13.
PUTALLAZ, F .-lMBAC H, R .. Professione filosofo, tiigien di Brabante,
Tomás López, el imaginario estudiante emblemático del ¡ nielo de es ­ Milano, J aca Book. 1982.
tas páginas, así como su misma comunidad, local, nacrona» y aun la
TUR S I. A. La ulection medieval, Buenos Aires, OPF Y L, 2004.
global, siguen necesitando imperiosa.»nen(e esa Universidad y que ella
ULLMANN, R_ A., A Universidade Medieval. Porto AJ ec re, E dlpucrs, 2000.
sea Alma Mater. VAN S TE E NBE R GHE N. F , La philosophie au X llle. siJ cto» Louiwn. T956.

Las Heras. invierno 2007 V1GNAUX , P., E l pensamiento en la E dad México. F C E . 1954.

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