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RESUMEN DE LA UNIDAD 3

1. Freud, S. (1921): Esquema del Psicoanálisis. En Strachey, J. Sigmund


Freud. Obras completas. Bs As, Argentina: Amorrortu. T XXIII Parte
III.
2. Osterrieth, P. (1993): Psicología infantil. Cap. 2 y 3. Madrid, España
Morata.
3. Shaffer, D. (2000) “Psicología del desarrollo”. Cap 4 y 11.
International Thomson Editores.
4. Winnicott, D. W. (1971): Realidad y juego. Barcelona: Gedisa cap 1 y
cap 9
5. Spitz, R (1972) “El primer año de vida del niño”. Madrid. Aguilar
6. Zulueta, M. I “La relación madre-hijo”. Fundación Síndrome de
Down Madrid.
7. Ortiz, M. J; Fuentes, M. J y López, F “Desarrollo socio afectivo en la
primera infancia”
8. Levín, E (1995). La infancia en escena. Constitución del Sujeto y
Desarrollo Psicomotriz Buenos Aires: Nueva Visión pág 76-88.
9. Calmels, D. (Ed.). (2014). El cuerpo cuenta : La presencia del cuerpo
en las versificaciones, narrativas y lecturas de crianza. Retrieved
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TEXTO 1: Freud, Esquema del Psicoanálisis.


I
El psicoanálisis nació con el siglo XX, la obra con la cual apareció ante el
mundo como algo nuevo fue a partir de “Interpretación de los sueños”, la
cual vio la luz en 1900.
El psicoanálisis nació en un terreno estrictamente delimitado. Con el
factor psíquico no sabían que hacerse: no podían aprehenderlo, lo
abandonaban a los filósofos, a los místicos y a los curanderos; y en
consecuencia, no se abría acceso ninguno a los secretos de la neurosis,
sobre todo a los de la enigmática “histeria”.
Bajo la falta de comprensión, padecía naturalmente también la terapia de
estos estados patológicos. Consistía en medidas de carácter general, en la
prescripción de medicamentos y en tentativas (inadecuadas en su
mayoría) de influenciación psíquica, tales como intimidaciones, burlas y
reprimendas.
El viraje decisivo se inicio cuando, entre el año 80 y 90, demandaron de
nuevo un acceso en la ciencia médica los fenómenos de hipnotismo.
Lo importante fue el reconocimiento de la autenticidad de tales
fenómenos. Una vez dado este paso, se imponía extraer del hipnotismo
dos enseñanzas fundamentales e inolvidables. En primer lugar, se llegó a
la convicción de que ciertas singulares alteraciones somáticas no eran sino
el resultado de ciertas influencias psíquicas, activadas en el caso
correspondiente. Y en segundo, la conducta de los pacientes después de la
hipnosis producía la clara impresión de la existencia de procesos anímicos
que solo inconscientes podían ser.
La hipnosis demostró ser también un valioso medio auxiliar para el estudio
de las neurosis y sobre todo de la histeria.
Causaron gran impresión los experimentos de Charcot, quien había
supuesto qué ciertas parálisis surgidas después de un trauma eran de
naturaleza histérica y fundándose en tal hipótesis logró provocar
artificialmente parálisis de idéntico carácter por medio de la sugestión de
un trauma durante la hipnosis. Desde entonces se mantuvo la esperanza
de que en la génesis de los síntomas histéricos podían participar
generalmente influencias traumáticas. Charcot no siguió con los estudios
de la neurosis histérica, pero su discípulo P. Janet reanudo tales estudios,
con ayuda del hipnotismo pudo demostrar que las manifestaciones
patológicas de la histeria dependían estrictamente de ciertas ideas
inconscientes, es decir, ideas fijas, de la cual resultaba una disociación de
la vida anímica.
Pero psicoanálisis no se enlazo en modo alguno a estas investigaciones de
Janet. Tuvo su punto de partida en la experiencia de un médico vienés, el
doctor José Breuer, quien logró alrededor de 1881, estudiar y restablecer
con ayuda del hipnotismo a una muchacha enferma de histeria. Los
resultados obtenidos por Breuer no fueron dados a la publicidad sino 15
años más tarde. El caso por él tratado ha conservado hasta el día su
significación única para nuestra comprensión de la neurosis. La sujeto
había enfermado a consecuencia de los desvelos impuestos por la
asistencia de su padre, al que amaba tiernamente, durante una larga y
penosa dolencia. Breuer puedo demostrar que todos los síntomas de la
muchacha se referían a dicha asistencia y hallaban en ella su explicación.
Se daba el caso singular de que tales motivos traumáticos y todos los
impulsos anímicos a ellos enlazados quedaban perdidos para la memoria
del paciente, como si jamás hubiesen sucedido, mientras que sus efectos,
o sea los síntomas, perduraban inmodificables.
La terapia empleada por Breuer consistía en llevar al paciente por medio
del hipnotismo a recordar los traumas olvidados y reaccionar a ellos con
intensas manifestaciones de afecto. Así desaparecí el síntoma nacido en
lugar de una tal manifestación afectiva.
En la publicación de "Estudios sobre la histeria" (1895), la teoría afirmaba
que el síntoma histérico nacía cuando el afecto de un proceso anímico
intensamente afectivo era desviado de la elaboración consciente normal
encaminado así por una fruta indebida. Pero, se resolvía a partir el
procedimiento al cual se lo denominó catarsis (limpieza, liberación del
afecto represado).
II
Poco después de la publicación de los "Estudios sobre la histeria", Breuer
dejó el tratamiento de enfermos nerviosos, dedicándome yo entonces a
perfeccionar el instrumento que mi colega me abandonaba. Las
innovaciones técnicas por mí introducidas y mis descubrimientos hicieron
del procedimiento catártico el psicoanálisis. El paso más decisivo fue la
renuncia al hipnotismo con medio auxiliar. En primer lugar, porque eran
muchos los pacientes a los que no conseguía hipnotizar. Y el segundo,
porque los resultados terapéuticos de la catarsis basada en el hipnotismo
no acababan de satisfacerme. Tales resultados aparecían al poco tiempo
de iniciar el tratamiento, pero demostraron también ser poco duraderos y
demasiado dependientes de la relación personal del médico con el
paciente. La supresión de la hipnosis significó una ruptura con la evolución
del procedimiento hasta entonces y un nuevo comienzo.
El hipnotismo había servido para llevar a la memoria consciente del sujeto
los datos por el olvidados. Tenía que ser sustituido por otra técnica,
entonces comencé a poner en práctica el método de la asociación libre,
consistente en comprometer al sujeto a prescindir de toda reflexión
consciente y abandonarse, en un estado de serena concentración, al curso
de sus ocurrencias espontáneas (involuntarias). Tales ocurrencias las debía
comunicar al médico, aun cuando en su fuero interno surgieran
objeciones de peso contratar comunicación, por ejemplo, de tratarse de
algo desagradable, desapartado o impertinente. Dicho material no
aportaba los elementos olvidados mismos, pero si tan claras y abundantes
alusiones a ellos, qué el médico podía ya adivinarlos o reconstruirlos con
el auxilio de ciertos complementos y determinadas interpretaciones. Así la
libre asociación y el arte interpretativo lograban el mismo resultado que
antes el hipnotismo.
La labor de patentizar los elementos patógenos olvidados tenía que
pugnar contra una resistencia constante y muy intensa. Ya las objeciones
críticas son las que el paciente había querido excluir de la comunicación
las ocurrencias en el emergentes y contra los cuales objeciones se dirigía
la regla psicoanalítica fundamental, eran manifestaciones de tal
resistencia. Del estudio de los fenómenos de la resistencia resultó uno de
los pilares maestros de la teoría psicoanalítica la teoría de la represión.
Las impresiones y los impulsos anímicos de los que ahora eran sustitución
los síntomas habían sufrido por influencia de otras fuerzas anímicas una
represión, cuyos resultados y cuya señal eran precisamente su
apartamiento de la conciencia y su exclusión de la memoria. Son la
consecuencia de esta represión se habían hecho patógenos, es decir, se
había creado por caminos inhabituales una expresión como síntoma.
La represión partía regularmente, de la personalidad consciente (el yo) del
enfermo y dependía de motivos éticos y estéticos; a la represión
sucumbían impulsos de egoísmo y crueldad, que en general podemos
considerar malos, pero sobre todo impulsos optativos sexuales, muchas
veces de naturaleza repulsiva e ilícita. Así, los síntomas patológicos eran
un sustitutivo de satisfacciones prohibidas y la enfermedad parecía
corresponder a una doma incompleta de la inmoral que el hombre
integra.
Al descubrir qué las vivencias y los conflictos de los primeros años
infantiles desempeñan un papel y sospechada mente importante en la
evolución del individuo y dejan tras de sí disposiciones imborrables para la
edad adulta, llegando a descubrir así que la sexualidad infantil, la cual se
manifiesta desde la más tierna edad, manifiesta tanto reacciones
somáticas como actitudes anímicas.
Esta teoría tuvo que adoptar el punto de vista de que los psíquicos no
coincide con lo consiente y que los procesos psíquicos son inconscientes Y
solo por la función de ciertos órganos (instancias, sistemas) son hechos
conscientes. Entre las actitudes afectivas de la infancia resaltaba la
complicada relación afectiva del sujeto infantil con sus padres, el llamado
complejo de Edipo.
III
Para medio comprender como en una muchacha histérica, un deseo
sexual prohibido podía transformarse en un síntoma doloroso, habíamos
tenido que construir penetrantes y complicadas hipótesis sobre la
estructura y la función del aparato anímico. Sus resultados no atañían ya
tan solo al sector de la vida anímica patológica, sino también al de la
función normal, para cuya comprensión habían de ser imprescindibles.
La prueba de su utilidad para la explicación de la actividad psíquico no
patológica la consiguió muy pronto el psicoanálisis con su aplicación a dos
órdenes de fenómenos; a los frecuentísimos y cotidianos actos fallidos,
tales como los olvidos y las equivocaciones orales y escritas, etc., y a los
sueños de los hombres sanos y psíquicamente normales. No habían sido
objeto hasta entonces de explicación ninguna o eran simplemente
atribuidos a estados de fatiga o desviación de la atención. En nuestra
“Psicopatología de la vida cotidiana” demostramos que tales sucesos
tenían un sentido y nacían a consecuencia de la perturbación de una
intención consciente por otra, retenida y a veces directamente
inconsciente.
En nuestra “Interpretación de los sueños” compartía la estructura de los
síntomas neuróticos. Puede aparecer, extraño y falta de sentido, pero es
muy semejante a la técnica de la asociación libre usada en psicoanálisis,
llegamos, desde su contenido manifiesto a un sentido secreto del sueño, o
sea a las ideas latentes del mismo. De este modo nace el sueño
manifiesto, tal como es recordado al despertar, deformado, hasta resultar
irreconocible, por las concesiones a la censura onírica; pero que el análisis
puede desenmascarar y revelar como expresión de una satisfacción o del
cumplimiento de un deseo. La fórmula según la cual el sueño es una
satisfacción (disfrazada) de un deseo (reprimido), es la que mejor y mas
profundamente define la esencia del sueño.
El sueño no es un síntoma patológico, sino una función de la vida psíquica
normal. El sueño debe la posibilidad de su génesis simplemente a la
circunstancia favorable de que durante el estado de reposo la represión se
debilita, convirtiéndose en la censura onírica. Pero cuando la formación
del sueño traspasa ciertas fronteras, el sujeto le pone fin y despierta
sobresaltado.
Durante cerca de diez años, nadie se ocupo de mis trabajos. Hacia 1907,
un grupo de psiquiatras suizos (Bleuler y Jung, de Zúrich) oriento la
atención hacia el psicoanálisis. En el curso de los diez años siguientes el
psicoanálisis se extendió sin tregua en dos sentidos: sobre el mapa, siendo
cada vez más las naciones en las que emergía el interés por el
psicoanálisis, y en el terreno de las ciencias del espíritu, hallando
aplicación a nuestras disciplinas.
La diferencia esencial entre esta década del psicoanálisis y la anterior
consistió en no ser ya yo su único representante. En torno mío iba
formándose un círculo de discípulos y adeptos, cada vez mas nutrido, cuya
labor se dedicó primero a la difusión de las teorías psicoanalíticas y las
continuo, completo y profundizo luego. Varios de estos adeptos se
separaron después de nosotros, como era inevitable, en el transcurso de
los años, tomando caminos propios o pasándose a una oposición que
parecía amenazar la continuidad de la evolución del psicoanálisis.
IV
Libido significa en el psicoanálisis, primeramente, la energía (concebida
como cuantitativamente variable y mensurable) de los instintos sexuales
orientados hacia el objeto (en el sentido ampliado por la teoría analítica).
Del estudio subsiguiente resulto la necesidad de yuxtaponer a esta “libido
de objeto” una “libido narcisista o libido del yo”. No tardó en establecer
la diferenciación general entre las llamadas “neurosis de transferencia” y
las afecciones narcisistas, siendo las primeras (histeria y neurosis
obsesiva) los objetos propiamente dichos de la terapia psicoanalítica,
mientras que las otras, las neurosis narcisistas, aunque permiten la
investigación con ayuda del análisis, oponen dificultades fundamentales a
una influenciarían terapéutica.
Había yo conseguido hacer comprensible, por medio de la investigación
psicoanalítica, un caso de paranoia y demostrar en dicha inequívoca
psicosis los mismos contenidos que en las neurosis simples. Solo el estudio
psicoanalítico de las neurosis puede procurar la preparación necesaria
para una comprensión de la psicosis.
V
El psicoanálisis ha demostrado que son impulsos instintivos sexuales los
que sucumben a esta represión cultural. Parte de ellos integra la valiosa
cualidad de poder ser desviados de sus fines más próximos y ofrecer así su
energía, como tendencias “sublimadas”, a la evolución cultural. Pero otra
parte pervive en lo inconsciente en calidad de impulsos optativos
insatisfechos y tiende a lograr una satisfacción cualquiera, aunque sea
deformada.
El psicoanálisis nos ha descubierto, para cuan ingente papel desempeña
en la vida anímica del hombre el llamado complejo de Edipo; esto es, la
relación afectiva del niño con sus padres, es la correlación psíquica de dos
hechos biológicos fundamentales de la prolongada dependencia infantil
de los hombres y de la forma singular en que su vida sexual alcanza entre
los tres y cinco años, una primera culminación, pasando luego por un
periodo de latencia y renovándose al iniciarse la pubertad. La actividad
mental humana, aquel que ha creado la religión, el derecho la ética y
todas las formas estatales, apunta en el fondo a facilitar al individuo el
vencimiento de su complejo de Edipo y a derivar su libido, desde sus
vinculaciones infantiles a las vinculaciones sociales definitivamente
deseables.
Mi propuesta divide al aparato anímico en un yo vuelto hacia el exterior y
dotado de conciencia y un Ello inconsciente dominado por sus
necesidades instintivas, el psicoanálisis deberá ser considerado como una
psicología del Ello (y de su acción sobre el yo).
TEXTO 2: Osterrieth, P. (1993): Psicología infantil.
LA EDAD BEBE» (De 0 a 15 meses, aproximadamente)
Delimitación del estadio
El primer periodo que vamos a considerar es aquel en el que se ve al
individuo adquirir las características específicamente humanas, cuya
ausencia en el nacimiento hace de él un ser mucho más desprovisto e
inacabado en relación con el adulto que las crías de los mamíferos
superiores. La aparición de la prensión, de la posición vertical, de la
marcha bípeda, de la inteligencia práctica elemental, de los prime ros
rudimentos del lenguaje y las primeras ligazones afectivas hace del recién
nacido, aparentemente indeterminado, y en estado de total impotencia,
un proyecto de hombres. Podríamos denominar estadio bebé» a esa fase
de los primeros 15 a 18 meses, durante la cual se establecen los
fundamentos de toda la arquitectura de la personalidad
La fase prenatal y el nacimiento
Debemos recordar, ante todo, que la vida no comienza en el nacimiento,
sino de unos 270 a 284 días antes; durante ese período prenatal se ha
verificado un desarrollo verdaderamente prodigioso.
El corazón del feto comienza a latir hacia la 4. semana después de la
concepción, y que, hacia la 20. semana, el cerebro se halla constituido con
sus doce billones, aproximadamente, de células nerviosas. A partir del
tercer mes, el feto responde por movimientos globales a los estímulos
internos ligados a su desarrollo y a su organización, y se señalan en él esas
alternativas de actividad motora y de reposo que conocen bien las futuras
madres. Al sexto mes se advierten movimientos en respuesta a
estimulaciones externas, y, desde esa misma edad, se han podido obtener,
inclusive, reflejos condicionados al ruido. Un prematuro de seis meses no
sólo es capaz de chupar y tragar, sino de reaccionar de modo distinto a los
sabores dulces o salados y a los estímulos olfativos. A los siete meses se
seña la diferenciación entre la luz y la oscuridad. Por lo demás, las
sensaciones cutáneas de presión, de dolor y de tempera tura pueden
funcionar bien antes del momento normal del nacimiento.

Es indiscutible, pues, que existe cierta forma de sensación y de actividad


antes del nacimiento; el niño vive antes de nacer, hace determinado
número de experiencias, percibe «alguna cosa de manera indudablemente
vaga y difusa y es muy posible que produzcan en él osuras variaciones de
tonalidad afectiva, en el sentido del bienestar o del malestar.
Se trata, nada menos, de un cambio completo de su equilibrio, lo que
implica modificaciones tan profundas que ha podido hablarse de una
verdadera metamorfosis. El niño no sólo está sometido a toda clase de
presiones y contracciones considerables, sino que, además, sufre un
brusco aumento de pesantez, por su paso de un medio líquido a uno
gaseoso. Así como un enfriamiento repentino. La necesidad de oxigeno
inicia la respiración, primera ingestión de aire que puede ser dolorosa,
acompañada del primer grito: y comienza la circulación sanguínea
autónoma. El niño tendrá pronto que nutrirse activamente él mismo y
sufrir estados de necesidad fisiológica. No nos parece extravagante
pensar, como FREUD, que esas transformaciones bruscas y fundamentales
vayan acompañadas de un malestar total de una angustia fisiológica, pero
ello es inevitable, dadas las posibilidades senso riales a las que
anteriormente hemos aludido. Según el citado autor, el recién nacido se
encuentra violentamente expuesto a estímulos exteriores que no puede
afrontar de modo adecuado. No puede utilizar ningún mecanismo de
defensa para protegerse, y, en consecuencia, se ve abrumado por la
excitación (BLUM [7]). El equipo» del recién nacido
Como ya hemos dicho, los recién nacidos no son todos iguales. No sólo
difieren por sus particularidades hereditarias, sino que no tienen la misma
edad a su nacimiento, y su historia prenatal puede presentar notables
divergencias. Hay en esto factores de diferenciación que acaso se sub
estiman con demasiada ligereza. Pero sean cuales fueren esas diferencias,
se comprueba que el recién nacido percibe la luz (reflejo pupilar),
reacciona diferentemente a los di versos colores, así como a los distintos
sabores; oye, reacciona a ciertos olores. Parece agradarle el calor,
mientras que el frío provoca su llanto.
Da pruebas de sensibilidad táctil, sobre todo en la región de la cabeza y
particularmente en torno de la boca. Es capaz de mamar, de tragar, de
bostezar, de estornudar, de hipar y de volver la cabeza para respirar más
libremente. La estimulación de las palmas de las manos provoca en él un
reflejo de los dedos, que anuncia y prefigura la prensión. En una palabra:
está provisto de todo un mecanismo sensomotor que funciona.
no hay diferencia entre lo que es él e interior a él y lo que no es él y
exterior a él. Así como no puede situarlas en un mundo exterior ni
llevarlas a un «yo» que todavía no existe, tampoco puede dar a esas
sensaciones cinestésicas, auditivas, visuales, táctiles, viscerales, etc.,
significación alguna; por falta de experiencia, no se relacionan con nada ni
constituyen aún signos. Tales impresiones no significativas y no situadas
son recibidas pasivamente, en espera de que, muy pronto, algunas de
ellas sean buscadas, y, otras, eludidas. Mientras se producen «ocupan
todo el sitio, por decirlo así: y no hay otro contenido en ese psiquismo.
Incluso los movimientos que observamos, no coordinados y
espasmódicos, no son dirigidos ni deseados, sino experimentados y
sufridos como impresiones.

No hay en él objetos ni personas; pero sí, indudablemente, «cuadros»


visuales, auditivos, táctiles, sin relación entre ellos y, probablemente, muy
imprecisos y difusos; el niño ve, seguramente, pero no percibe; no sabe lo
que ve, e ignora que hay cosas que ver. Esos cuadros aparecen, se
desvanecen y ya no existen. No hay en ello tiempo, espacio, causa ni
relación de ningún género; sólo hay una especie de «ahora»
indiferenciado y experimentado íntegramente, con respecto al cual el niño
no tiene reacción alguna. Indudable mete, ciertas impresiones son
dolorosas, y corresponden a lo que llamaríamos en nosotros un estado de
tensión o de necesidad; y otras, por el contrario, serán análogas a lo que
denominamos un vago sentimiento de bienestar. Pero no hay emociones
ni sentimientos verdaderamente catalogables. Por lo demás, el niño
duerme la mayor parte del tiempo -alrededor de 21 horas de cada 24-; y
sus impresiones son entonces más vagas y difusas aún, si cabe; pero no
hay razón alguna para pensar que haya, en el recién nacido, diferencial
entre la vigilia y el sueño.
Riodicidad de las necesidades orgánicas primarias del niño necesidad de
alimento), así como las secundarias que creamos en él, imponiéndole una
rutina cotidiana culturalmente determinada (horario, asco).
Así, por ejemplo, las sensaciones internas unidas al hambre, aunque no
identificadas ni situadas como tales por el niño, van regularmente
seguidas de otras de órdenes muy diversos, relacionadas con el proceso
de la tetada y que se acompañan de un aplacamiento de las primeras. Ese
con junto poli sensorial, al repetirse-igual siempre a sí mismo en las 5 6 6
tomas diarias de alimento, emerge, necesaria mente, del continuo flujo de
las impresiones múltiples y variables, siempre diferentes hasta adquirir
cierta consistencia. Por lo común, los primeros elementos de ese
conjunto, una vez en acción, atraen en cierto modo a los siguientes; y se
forma una totalidad en la que el niño encuentra, periódicamente, las
mismas impresiones, los mismos estímulos, que provocan en él iguales
comportamientos. Puede decirse que hay ahí un hito, una primera
situación encontrada por el niño y en la que vuelve a encontrarse. Puede
decirse que pronto la situación de nutrición; y se calma apenas la madre lo
coge para alimentarle; a la inversa, todo ocurre como si, teniendo hambre,
el niño «supiera» lo que «debe rías seguir, y aparece claramente su
desorientación angustiosa cuando no se produce, o se interrumpe, la
sucesión normal.

Esta primera forma de experiencia y de reconocimientos de una situación


se organiza sobre la base del indiscutible avance del desarrollo que
presenta el aparato bucal con relación al resto del organismo; pueden
producirse movimientos de succión y de deglución antes del nacimiento,
en todo caso, el niño normal sabe mamar y coordinar succión, deglución y
respiración desde el segundo o el tercer día. Esa actividad refleja se afina y
perfecciona rápidamente: el niño aprende pronto a apoderarse del pezón
e incluso a buscarlo y encontrarlo cuando se le escapa..

TEXTO 3: Shaffer, D. (2000) “Psicología del desarrollo”.

TEXTO 4:Winnicott, D. W. (1971): Realidad y juego. Barcelona: Gedisa


cap 1 y cap 9
WINNICOTT CAP. 1
OBJETOS TRANSICIONALES Y FENOMENOS TRANSICIONALES
La Primera Posesión
La secuencia de hechos empieza con las primeras actividades de
introducción del puño en la boca por el recién nacido, y a la larga lleva el
apego a un osito, una muñeca o un juguete, blando o duro. Aquí hay algo
importante aparte de la excitación y satisfacción oral, aunque estas
pueden ser la base de todo lo demás.
Los “objetos transicionales” y “fenómenos transicionales” designan la zona
intermedia de experiencia, entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral
y la verdadera relación de objeto, entre la actividad creadora primaria y la
proyección de lo que ya se ha introyectado, entre el desconocimiento
primario de la deuda y el reconocimiento de esta.
Se ubican en la zona intermedia, como fenómenos transicionales, junto
con el uso que se hace de objetos que no forman parte del cuerpo del
niño, aunque todavía no se los reconozca del todo como pertenecientes a
la realidad exterior.
Lo inadecuado de la formulación habitual de la naturaleza humana:
Cada individuo que ha llegado a ser una unidad, con un exterior y un
interior. Y así como hace falta esta doble exposición, también es necesaria
una triple: la tercera parte de la vida de un ser humano es una zona
intermedia de experiencia a la cual contribuyen la realidad interior y la
vida exterior. Dedicado a la perpetua tarea humana de mantener
separadas y a la vez interrelacionadas la realidad interna y la exterior.
Se establece una clara distinción entre la apercepción y la percepción.
Existe un estado intermedio entre la incapacidad del bebe para reconocer
y aceptar la realidad y su creciente capacidad para ello. La sustancia de la
ilusión, lo que se permite al niño y lo que en la vida adulta es inherente del
arte y la religión, pero que se convierte en el sello de la locura cuando un
adulto exige demasiado de la credulidad de los demás cuando los obliga a
aceptar una ilusión que no les es propia.
Desarrollo de una pauta personal:
En el desarrollo de un niño pequeño aparece, tarde o temprano, una
tendencia a entretejer en la trama personal objetos-distintos-que-yo. En
cierta medida, estos objetos representan el pecho materno, pero lo que
analizamos no es este punto en especial.
En el caso de algunos bebés, el pulgar se introduce en la boca mientras los
demás dedos acarician el rostro. La boca, entonces se muestra activa en
relación con el pulgar, pero no respecto de los dedos. Los que acarician el
labio superior o alguna otra parte pueden o no llegar a ser más
importantes que el pulgar introducido en la boca.
En los casos siguientes se complican una experiencia autoerótica como la
succión del pulgar:
1. Con la otra mano el bebé toma un objeto exterior, digamos una parte de la
sábana o frazada, y lo introduce en la boca junto con los dedos; o
2. El trozo de tela se aferra y succiona de alguna manera, o bien no se lo
succiona; por supuesto, entre los objetos usados depende de lo que se
encuentre fácil y cómodamente al alcance de la mano; o
3. Desde los primeros meses el bebe arranca lana y la reúne y la usa para la
parte acariciadora de la actividad; o
4. Se producen movimientos de masticación, acompañados por sonidos de
“mam-mam”, balbuceos, las primeras notas musicales, etc.
Estas experiencias funcionales van acompañadas por la formación de
pensamientos o de fantasías. A todas estas cosas las denomino fenómenos
transicionales. De todo ello puede surgir algo, o algún fenómeno (un
puñado de lana, una palabra o melodía, etc) que llega a adquirir una
importancia vital para el bebe y que es una defensa contra la ansiedad, en
especial contra la de tipo depresivo. Y entonces se convierte en lo que yo
llamo objeto transicional. Los padres llegan a conocer su valor y lo llevan
consigo cuando viajan. La madre permite que se ensucie y aun que tenga
mal olor, pues sabe que si lo lava provoca una ruptura en la continuidad
de la experiencia del bebe.
La pauta de los fenómenos transicionales empieza a aparecer desde los
cuatro a seis meses hasta los ocho a doce. Las pautas establecidas en la
infancia pueden persistir en la niñez, pero en plena salud se produce una
ampliación gradual de la gama de intereses.
No existe una diferencia apreciable entre los varones y las niñas, en su uso
de la primera posesión “no-yo”, que yo denomino objeto transicional.
Cuando el bebe empieza a usar sonidos organizados puede aparecer una
palabra para nombrar al objeto transicional. Es frecuente que el nombre
tenga importancia, y por lo general contiene en parte una palabra
empleada por los adultos.
A veces no existe un objeto transicional aparte de la madre misma. O él
bebe se siente tan perturbado en su desarrollo emocional, que no le
resulta posible gozar del estado de transición, o bien se quiebra la
secuencia de los objetos usados. Esta, sin embargo, puede mantenerse
oculta.
Resumen de cualidades especiales de la relación:
1. El bebe adquiere derechos sobre el objeto, y nosotros los aceptamos. Pero
desde el comienzo existe cierta anulación de la omnipotencia.
2. El objeto es acunado con efecto, y al mismo tiempo amado y mutilado con
excitación.
3. Nunca debe cambiar, a menos de que lo cambie el propio bebe.
4. Tiene que sobrevivir al amor instintivo, así como al odio.
5. Pero al bebe debe parecerle que irradia calor, o que se mueve, o que posee
cierta textura, o que hace algo que parece demostrar que posee una vitalidad
o una realidad propia.
6. Proviene de afuera desde nuestro punto de vista, pero no para el bebe.
Tampoco viene de adentro: no es una alucinación.
7. Se permite que su destino sufra una descarga gradual de modo que a lo largo
de los años queda, no tanto olvidado como relegado al limbo. No se lo olvida
ni se llora. Pierde significación, y ello porque los fenómenos transicionales se
han vuelto difusos, se han extendido a todo el territorio intermedio entre la
“realidad psíquica interna” y “el mundo exterior tal como lo perciben dos
personas en común”.
Relación del objeto transicional con el simbolismo:
Es cierto que un trozo de frazada (o lo que fuere) simboliza un objeto
parcial, como el pecho materno. Pero lo que importa no es tanto su valor
simbólico como su realidad. El que no sea el pecho (o la madre) tiene
tanto importancia como la circunstancia de representar al pecho (o a la
madre).
Cuando se emplea el simbolismo el niño ya distingue con claridad entre la
fantasía y los hechos, entro los objetos internos y los externos. El termino
de objeto transicional deja lugar para el proceso de adquisición de la
capacidad para aceptar diferencias y semejanzas.
Es posible entender el objeto transicional y no entender del todo la
naturaleza del simbolismo. Y en el mejor de los casos tiene un significado
variable.
Descripción Clínica de un Objeto Transicional (Ejemplo):
Los siguientes ejemplos se ofrecen apenas para recordar a los lectores
otros materiales semejantes, existentes en sus propias experiencias:
Dos hermanos: contraste en el primer empleo de posesiones. Deformación
en el uso del objeto transicional. X, ahora un hombre sano, tuvo que hacer
esfuerzos para abrirse paso hasta llegar a la madurez. La madre “aprendió
a ser madre” en el cuidado de X cuando este era un bebe, y pudo evitar
otros errores con los demás hijos gracias a lo que aprendió con él.
Además, existía razones exteriores para que se sintiese ansiosa en el
momento de la crianza mas bien solitaria de X, cuando este nació. Tomo
su papel de madre con suma seriedad y lo alimento a pecho durante siete
meses. Considera que en el caso de este eso fue demasiado y le resulto
muy difícil destetarlo. Nunca se succiono el pulgar o los dedos cuando lo
desteto, “y no tuvo nada que le sirviera de sustituto”. Nunca había tenido
biberón, ni chupete, ni otra forma de alimentación. Mostro un muy fuerte
y prematuro apego hacia ella misma, como persona, y en realidad la
necesitaba a ella.
Durante doce meses adopto un conejo al que acunaba, y su afectuoso
apego por el juguete se traslado a la larga a los conejos de verdad. El de
juguete le duro hasta que tuvo cinco o seis años. Podría describírselo
como un consolador, pero nunca tuvo una verdadera cualidad de un
objeto transicional. Jamás fue, como lo habría sido un verdadero objeto
transicional, más importante que la madre, una parte casi inseparable de
él. En el caso de este niño, los tipos de ansiedad engendrados por el
destete a los siete meses provocaron más tarde asma, y solo pudo
dominarla en forma gradual. Tuvo suma importancia para él encontrar
trabajo lejos de su pueblo natal. Su apego hacia su madre sigue siendo
muy fuerte, aunque se ubica dentro de la definición amplia del término
normal o sano. Este hombre no se ha casado.
Uso típico del objeto transicional. El hermano menor de X, Y, se
desarrolló en forma muy rectilínea. Ahora tiene tres hijos sanos. Fue
alimentado a pecho durante cuatro meses y destetado sin dificultades. Y
se succiono el pulgar durante las primeras semanas, y ello, a su vez “hizo
que el destete le resultara más fácil que a su hermano”. Poco después del
destete, a los cinco o seis meses, adopto la punta de la frazada en que
terminaba la costura. Se sentía complacido cuando un poco de lana
sobresalía de la punta, y se hacía cosquillas con ella en la nariz. Desde muy
temprano eso se convirtió en su “Nada”; él mismo invento esa palabra en
cuanto pudo usar sonidos organizados. Desde que tuvo más o menos un
año pudo reemplazar la punta de la manta por un jersey verde de lana
suave, con una corbata roja. No era un “consolador”, como en el caso de
su hermano mayor, depresivo, sino un “sedante”. Y siempre le daba
resultados. Este es un ejemplo típico de lo que llamo objeto transicional.
Cuando Y era pequeño, si alguien le daba su “Nada” lo succionaba en el
acto y perdía su ansiedad, e incluso se dormía a los pocos minutos, si la
hora de dormir estaba cerca. La succión del pulgar siguió
simultáneamente (duro hasta que tenia tres o cuatro años), y recuerda esa
succión y punto duro en el pulgar, que fue el resultado de aquella. Ahora
le interesa (como padre) la succión del pulgar de sus hijos, y el uso de
“Naa” por estos.
Relación con el objeto interno (Klein):
El objeto transicional no es un objeto interno (el cual constituye un
concepto mental); es una posesión. Pero (para el bebe) tampoco es un
objeto exterior.
El bebe puede emplear un objeto transicional cuando el objeto interno
esta vivo, es real y lo bastante bueno. Pero ese objeto interno depende,
en lo referente a sus cualidades, de la existencia, vivacidad y conducta del
objeto exterior. Cuando subsiste la característica de insuficiencia del
objeto exterior, el intento deja de tener significado para el bebe, y
entonces, y solo entonces, el objeto transicional se vuelve también
carente de sentido.
Ilusión-desilusión:
Un niño no tiene la menor posibilidad de pasar del principio de placer al
principio de realidad, si no existe una madre lo bastante buena. La madre
lo bastante buena (que no tiene porque ser la del niño) es la que lleva a
cabo la adaptación activa a las necesidades de este y que la disminuye
poco a poco, según la creciente capacidad el niño para hacer frente al
fracaso en materia de adaptación y para tolerar los resultados de la
frustración.
Entre los medios con que cuenta el bebe para enfrentar ese retiro
materno se cuentan los siguientes:
1. Su experiencia, repetida a menudo, en el sentido de que la frustración tiene
un límite de tiempo. Es claro que al comienzo este debe ser breve.
2. Una creciente percepción del proceso.
3. El comienzo de la actividad mental.
4. La utilización de satisfacciones autoerótica.
5. El recuerdo, el revivir de experiencias, las fantasías, los sueños; la integración
de pasado, presente y futuro.
Si todo va bien, el bebe puede incluso llegar a sacar provecho de la
experiencia de frustración, puesto que la adaptación incompleta a la
necesidad hace que los objetos sean reales, es decir, odiados tanto como
amados.
La ilusión y su valor:
La madre ofrece al bebe la oportunidad de crearse la ilusión de que su
pecho es parte de él. Lo mismo puede decirse del cuidado en general del
niño, en los momentos tranquilos entre una y otra excitación. La
omnipotencia es casi un hecho de la experiencia. La tarea posterior de la
madre consiste en desilusionar al bebe en forma gradual.
Los fenómenos transicionales representan las primeras etapas del uso de
la ilusión, sin las cuales no tiene sentido para el ser humano la idea de una
relación con un objeto que otros perciben como exterior a ese ser.
Al comienzo del desarrollo un bebe ubicado en determinado marco
proporcionado por la madre es capaz de concebir la idea de algo que
podría satisfacer la creciente necesidad que surge de la tensión instintiva.
En ese momento se presenta la madre, le ofrece su pecho y su potencial
de alimentarlo. Cuando su adaptación a las necesidades del bebe es lo
bastante buena, produce en este la ilusión de que existe una realidad
exterior que corresponde a su propia capacidad de crear. Solo percibe el
pecho en la medida en que es posible cerar uno en ese momento y lugar.
En términos psicológicos, el bebe se alimenta de un pecho que es parte de
él y la madre da leche a un bebe que forma parte de ella. Luego se da
forma a la zona de ilusión, para mostrar cual entiendo yo que es la función
principal del objeto y el fenómeno transicional.
La tarea principal de la madre (aparte de ofrecer la oportunidad para una
ilusión) consiste en desilusionarlo. Esto es previo al destete. Si las cosas
salen bien en ese proceso de desilusión gradual, queda preparado el
escenario para las frustraciones que reunimos bajo la denominación de
destete.
Desarrollo de la teoría de la ilusión-desilusión:
La tarea de aceptación de la realidad nunca queda terminada, el ser
humano se encuentra libre de la tensión de vincular la realidad interna
con la exterior, y que el alivio de esta tensión lo proporciona una zona
intermedia de experiencia. Dicha zona es una continuación directa de la
zona de juego del niño pequeño que “se pierde” en sus juegos.
En la infancia la zona intermedia es necesaria para la iniciación de una
relación entre el niño y el mundo, y la posibilita una crianza lo bastante
buena en la primera fase crítica. Para todo ello es esencial la continuidad
(en el tiempo) del ambiente emocional.
Al bebe se le pueden permitir los fenómenos transicionales gracias al
intuitivo reconocimiento, por parte de los padres, y no lo desafiamos
respecto de la subjetividad u objetividad, en ese punto en que existe el
objeto transicional.
Si un adulto nos exige nuestra aceptación de la objetividad de sus
fenómenos subjetivos, discernimos o diagnosticamos locura. Pero si se las
arregla para disfrutar de su zona intermedia sin presentar exigencias,
podemos reconocer nuestras correspondientes zonas intermedias y nos
complacemos en encontrar cierta medida de superposición, es decir, de
experiencia en común entre los miembros de un grupo de arte, religión o
filosofía.
Por más ejemplos de la aplicación de la teoría revisar el capítulo
respectivo, altura de la página número 32 en adelante.
WINNICOTT CAP. 9
PAPEL DEL ESPEJO DE LA MADRE Y LA FAMILIA EN EL DESARROLLO DEL
NIÑO
En el desarrollo emocional individual el precursor del espejo es el rostro
de la madre. Lacan se refiere al uso del espejo en el desarrollo del yo de
cada individuo.
En las primeras etapas del desarrollo emocional del niño desempeña un
papel vital el ambiente. Poco a poco se produce la separación del no-yo y
el yo, y el ritmo varía según el niño y el ambiente. Los principales cambios
se producen en la separación de la madre como rasgo ambiental percibido
de manera objetiva. Si no hay una persona que sea la madre, la tarea de
desarrollo del niño resulta infinitamente complicada.
La función ambiental implica:
1. Aferrar.
2. Manipular.
3. Presentar el objeto.
El resultado en él bebe es la máxima maduración personal. Por
maduración en esta etapa entiendo los distintos significados de la palabra
integración, así como la interrelación y relación de objeto psicosomáticos.
Un bebe es sostenido y manipulado de manera satisfactoria, y dado esto
por sentado se le presenta un objeto en tal forma, que no se viola su
legítima experiencia de omnipotencia. El resultado puede ser el de que el
bebe sepa usar el objeto y sentir que se trata de un objeto subjetivo,
creado por él.
En cierto momento el bebe es posible que cuando se encuentre ante el
pecho no lo mire. Lo mas probable es que un rasgo característico sea el de
mirar la cara.
¿Qué bebe el bebe cuando mira el rostro de la madre? Por lo general se ve
a sí mismo. La madre lo mira y lo que ella parece se relaciona con lo que
ve en él. Puedo expresar lo que quiero decir yendo directamente al caso
del bebe cuya madre refleja su propio estado de ánimo o, peor aún, la
rigidez de sus propias defensas, en este caso, ¿Qué ve él bebe? Muchos
bebes tienen una larga experiencia de no recibir de vuelta lo que dan.
Miran y no se ven a sí mismos. Surgen consecuencias, como atrofiarse su
capacidad creadora, y de una u otra manera buscan en derredor algo de
sí. Es posible que lo logren con otros métodos, y los niños ciegos necesitan
reflejarse a sí mismos por medio de otros sentidos que no sean el de la
vista.
En segundo lugar, este se acomoda a la idea de que cuando mira ve el
rostro de la madre. Entonces, no es un espejo, la percepción ocupa el
lugar de la apercepción, el lugar de lo que habría podido ser el comienzo
de un intercambio significativo con el mundo.
Cuando una joven normal estudia su rostro en el espejo se está diciendo
que ahí se encuentra el rostro de su madre, y que esta puede verla y está
en Rapaport con ella. Cuando, en su narcisismo secundario, las jóvenes y
los muchachos miran para ver belleza y para enamorarse, ya existen
pruebas de que se ha insinuado la duda acerca del amor y preocupación
permanentes de la madre. De modo que el hombre que se enamora de la
belleza es muy distinto del que ama a una joven y siente que es hermosa y
se encuentra en condiciones de ver qué hay de bello en ella.
Leer si se quiere los 4 ejemplos de casos diferentes del respectivo capitulo
a partir de la página 150 en adelante.
Objeto transicional: Es un objeto material al cual el bebé o el niño
deposita el apego o el vínculo desarrollado con su mamá o con quien
haya cumplido la función, este objeto representa la transición entra un
estado de fusión con la madre y un estado en el que él bebe se pueda
reconocer como algo externo separado e independiente.
Características: 1) La naturaleza del objeto 2) Capacidad del niño para
reconocer al objeto como un no – yo 3) la ubicación del objeto 4) la
capacidad del niño para crear e imaginar un objeto 5) la iniciación de un
tipo afectuoso de relaciona un objeto
Winnicott nos habla de algunos modelos como es el SOSTENIMIENTO
(HOLDING); proceso por el cual la madre satisface las necesidades
fisiológicas del infante, le brinda confianza, seguridad y cuidados
consecutivos, por otro lado se encuentra la MANIPULACIÓN (HANDLING);
esta función hace referencia al manejo y al cuidado que desempeña la
madre hacia el hijo, este tipo de atención dada al menor favorece en el
vínculo que pueda tener el bebe consigo mismo y obtener capacidad de
diferenciar lo real con lo irreal.
TEXTO 5: Spitz, R (1972) “El primer año de vida del niño”
TEXTO 6: Zulueta, M. I “La relación madre-hijo”
A continuación, hablaremos de la relación madre-niño en el caso
específico del nacimiento de un bebé con problemas. Los sentimientos de
las familias, los problemas emocionales que se generan y la dificultad de
vinculación serán motivo de nuestro trabajo en este taller. Veremos el
establecimiento de la aceptación del niño con problemas en el seno de esa
familia y todos aquellos obstáculos que impiden y dificultan esa
aceptación plena.
1. EL PENSAMIENTO DE BOWLBY, WINNICOTT Y BERRY
La representación del bebé ha cambiado a lo largo del tiempo. Pero la
imagen que ha durado es la de que el bebé es como la cera virgen, es una
pasta que se puede modelar y los sucesos y las diferentes experiencias por
las que pasa dejarán poco a poco su impronta. También se ha definido
como ser inacabado», forma sin sustancia. Ahora, en la época actual, el
niño es objeto de innumerables estudios y se van conociendo muchos
aspectos de su desarrollo y de la importancia que tienen los primeros
vínculos afectivos para el posterior desarrollo de su personalidad.
Bender y Erickson llaman la atención sobre algo muy importante: bebé
presentará problemas en sus futuras relaciones si las experiencias vividas
en el seno de la relación padres-niño no le han dado la certidumbre íntima
de que sus necesidades de dependencia pueden ser adecuadamente y
satisfechas.
Korner ha descubierto que en el hombre el proceso cronológico de
mielinización del sistema límbico está en correlación con los esquemas de
apego del lactante.
El bebé es un ser muy sofisticado y tiene capacidades y dad ya desde la
época fetal.
Brazelton ha estudiado mucho estas diferentes capacidades del pequeño
ser humano desde antes de nacer.
Desde su nacimiento, el niño crece y se desarrolla en una familia. Sus
padres le han transmitido el patrimonio desde el momento de la
concepción, pero el patrimonio social también es importante y se empieza
a notar desde el desarrollo uterino.
René Spitz fue uno de los primeros que observó la importancia que tenía
la ausencia materna en el futuro desarrollo del bebé.
Habló de como el término que describe el efecto de la separación precoz
de la madre por un ingreso hospitalario y la depresión analítica o
depresión por dependencia que aparecía en los bebés y les podía llevar en
algunos casos a la muerte.
También Spitz habla y describe los organizadores alrededor de los cuales
se desarrollaba el niño.
Uno de ellos, miedo al extraño*, que se alrededor del octavo mes de vida
y confirmaba que el bebé ya una representación permanente y
diferenciada de su madre: la presencia del extraño equivalía a la ausencia
de la madre y el bebé desplazaba sus primeras angustias de separación
sobre esa persona extraña.
Dice Freud: bebé nace totalmente dependiente de los cuidados maternos
con los que forma una unidad indisoluble».
John Bowlby en 1960 tomó en cuenta los trabajos de los etólogos y el
comportamiento animal sobre la impronta y propuso la llamada teoría del
apego, según la cual la de los vínculos entre el bebé y la madre es la
expresión del apego generalizado y ello protege al niño.
El bebé es el ser más desvalido de las especies, al nacer no puede seguir a
la madre ni agarrarse a ella. Por tanto, la madre debe interpretar las
señales que le da el pequeño. El intercambio es bilateral y proviene de
uno o de otro de ellos. No se trata de los cuidados que da la madre, sino
que es una relación de intercambios.
Ella propicia afectos armonizados y sincronizados que se expresan a través
de la mímica, del diálogo tónico y de las vocalizaciones.
En esta teoría del apego destaca Bowlby:
1. El estatuto primario de los vínculos importantes en el plano
afectivo entre los individuos.
2. La poderosa influencia en el desarrollo de un de la manera en la
que sea tratado por los padres y especialmente por la figura
materna.
La teoría del apego considera la propensión a establecer vínculos afectivos
fuertes con personas particulares como un componente fundamental de
la naturaleza humana, existente en forma embrionaria en el recién nacido,
manteniéndose en la edad adulta hasta la vejez.
Ainsworth lo define de la siguiente manera: entiende por apego el lazo
afectivo que existe entre una persona y otra, un lazo que les une en el
espacio y perdura a través del tiempo. El objetivo comportamental del
apego es obtener y mantener un cierto grado de proximidad con la figura
de apego, que puede variar desde un contacto físico intenso, bajo ciertas
circunstancias, a una cióno comunicación bajo (Ainsworth et al., 1984).
El hecho de dar cuidados, función primordial de los padres, es
complementario del comportamiento de apego y es considerado como un
componente fundamental de la naturaleza humana.
La exploración del ambiente se considera un tercer componente
importante del apego. Cuando un individuo se siente seguro tiende a
alejarse de su figura de apego para explorar. Cuando se siente alarmado y
angustiado tiene necesidad de acercarse. Es la exploración a partir de una
base segura.
Durante el primer año de vida, el niño manifiesta una serie de reacciones
constitutivas de eso que más tarde será un comportamiento de apego,
pero el esquema organizado de este comportamiento no se desarrolla
antes de la segunda mitad del primer año.
Desde su nacimiento da prueba de una capacidad inicial para entrar en
una social y muestra placer en hacerlo.
Al principio, el llanto constituye el único medio para señalar su necesidad
de cuidado y el contento el único medio de indicar que está satisfecho.
La sonrisa influye en su madre a partir del segundo mes. El desarrollo del
comportamiento del apego, sistema organizado cuyo objetivo es el
mantenimiento de la proximidad o de la accesibilidad a una figura
materna discriminada, exige que el niño haya desarrollado la capacidad
cognoscitiva de conservar a su madre en la mente, cuando ella no está
presente: esta capacidad se desarrolla en el segundo semestre de la vida.
Así, a partir de los nueve meses aparecen quejas, llantos y protestas ante
extraño.
Habla Bowlby de tres esquemas de apego:
A. Seguro
B. Angustiado o ambivalente.
C. Angustiado evitante.
Winnicott hace en la influencia del ambiente sobre el desarrollo psíquico
del ser humano. El entorno, representado al principio por la madre o un
sustituto, es el que permitirá o entorpecerá el libre despliegue de los
procesos madurativos.
Divide los dos primeros periodos de vida de la siguiente manera:

 Periodo inicial (desde el nacimiento a los seis meses). En este


tiempo el niño se encuentra en un estado de dependencia absoluta
respecto al entorno, es decir, de la madre.
 El segundo periodo (de los seis meses a los dos años) es un estado
de dependencia relativa.
En el primer periodo hay unas necesidadesde orden corporal ligadas al
desarrollo psíquico del yo. La adaptación de la madre a estas necesidades
del bebé se concreta en tres funciones maternas:
 La presentación del objeto: comida representada por el pecho o el
biberón.
 Holding o mantenimiento: rutina en forma de secuencias
repetitivas de los cuidados cotidianos. El bebé halla de esta manera
puntos de referencia simples y estables con los que lleva a buen
término el trabajo de integración en el tiempo y en el espacio. Es
importante la manera de llevarle y protegerle teniendo en cuenta
su sensibilidad. 3.
 Handling: es la manipulación del bebé en la prestación de cuidados.
Es necesario para su bienestar físico que lo experimenta poco a
poco en su cuerpo y va realizando la unión entre su vida psíquica y
física. Esta unión es lo que Winnicott llama personalización.
Otro concepto de este autor es el de madre suficientemente buena. Es
aquella que durante los primeros días de la vida de su hijo se identifica
estrechamente con éste, adaptándose a sus necesidades. Es lo
bastante buena para que el niño pueda acomodarse a ella sin daño
para su salud psíquica. Permite que el bebé desarrolle una vida
psíquica y física apoyada en sus tendencias innatas. Esto le puede
proporcionar un sentimiento de continuidad de existir, que es signo del
surgimiento de un verdadero sí mismo.
La madre insuficientemente buena es aquella que globalmente no
tiene capacidad para identificarse con las necesidades del bebé. Es una
madre imprevisible, pasa de una adaptación perfecta a una defectuosa,
pasa de la injerencia a la negligencia. Esto se da especialmente cuando
son varias las personas que cuidan al bebé.
Durante el período de dependencia absoluta los defectos de
adaptación provocan carencias en la satisfacción de las necesidades y
entorpecen el despliegue de la vida.
Cuando la madre no cumple su función de sostén del yo, lo que surge
es una angustia portadora de amenazas de fragmentación, falta de
relación con el propio cuerpo, etc. Esto, según Winnicott, sería la
esencia de las angustias psicóticas.
Los fenómenos transicionales son diversas actividades que realiza el
niño que revisten una importancia vital para que se consagra a ellas en
los momentos en que puede surgir la angustia, especialmente cuando
se produce una separación de la madre o a la hora de dormirse. Un
ejemplo puede ser llevarse un trapito a la boca ,sostener una tela o su
osito favorito. Al utilizarse un objeto se llama objeto transicional, que
significa el lugar y la función que pasarán a ocupar dichos objetos en la
vida psíquica del niño. Irán a un espacio intermedio entre la realidad
interior y exterior. Sirve de defensa contra la angustia depresiva.
Representa en definitiva a la madre. Y este objeto, a la larga, no será
olvidado sino que quedará sin afecto. El espacio transicional durará
toda la vida y será ocupado por actividades lúdicas y creativas variadas.
Su función será aliviar a la persona de la tensión constante producida
por la puesta en relación de la realidad del adentro con la realidad del
afuera.

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