1. Freud, S. (1921): Esquema del Psicoanálisis. En Strachey, J. Sigmund
Freud. Obras completas. Bs As, Argentina: Amorrortu. T XXIII Parte III. 2. Osterrieth, P. (1993): Psicología infantil. Cap. 2 y 3. Madrid, España Morata. 3. Shaffer, D. (2000) “Psicología del desarrollo”. Cap 4 y 11. International Thomson Editores. 4. Winnicott, D. W. (1971): Realidad y juego. Barcelona: Gedisa cap 1 y cap 9 5. Spitz, R (1972) “El primer año de vida del niño”. Madrid. Aguilar 6. Zulueta, M. I “La relación madre-hijo”. Fundación Síndrome de Down Madrid. 7. Ortiz, M. J; Fuentes, M. J y López, F “Desarrollo socio afectivo en la primera infancia” 8. Levín, E (1995). La infancia en escena. Constitución del Sujeto y Desarrollo Psicomotriz Buenos Aires: Nueva Visión pág 76-88. 9. Calmels, D. (Ed.). (2014). El cuerpo cuenta : La presencia del cuerpo en las versificaciones, narrativas y lecturas de crianza. Retrieved from https://ebookcentral.proquest.com
TEXTO 1: Freud, Esquema del Psicoanálisis.
I El psicoanálisis nació con el siglo XX, la obra con la cual apareció ante el mundo como algo nuevo fue a partir de “Interpretación de los sueños”, la cual vio la luz en 1900. El psicoanálisis nació en un terreno estrictamente delimitado. Con el factor psíquico no sabían que hacerse: no podían aprehenderlo, lo abandonaban a los filósofos, a los místicos y a los curanderos; y en consecuencia, no se abría acceso ninguno a los secretos de la neurosis, sobre todo a los de la enigmática “histeria”. Bajo la falta de comprensión, padecía naturalmente también la terapia de estos estados patológicos. Consistía en medidas de carácter general, en la prescripción de medicamentos y en tentativas (inadecuadas en su mayoría) de influenciación psíquica, tales como intimidaciones, burlas y reprimendas. El viraje decisivo se inicio cuando, entre el año 80 y 90, demandaron de nuevo un acceso en la ciencia médica los fenómenos de hipnotismo. Lo importante fue el reconocimiento de la autenticidad de tales fenómenos. Una vez dado este paso, se imponía extraer del hipnotismo dos enseñanzas fundamentales e inolvidables. En primer lugar, se llegó a la convicción de que ciertas singulares alteraciones somáticas no eran sino el resultado de ciertas influencias psíquicas, activadas en el caso correspondiente. Y en segundo, la conducta de los pacientes después de la hipnosis producía la clara impresión de la existencia de procesos anímicos que solo inconscientes podían ser. La hipnosis demostró ser también un valioso medio auxiliar para el estudio de las neurosis y sobre todo de la histeria. Causaron gran impresión los experimentos de Charcot, quien había supuesto qué ciertas parálisis surgidas después de un trauma eran de naturaleza histérica y fundándose en tal hipótesis logró provocar artificialmente parálisis de idéntico carácter por medio de la sugestión de un trauma durante la hipnosis. Desde entonces se mantuvo la esperanza de que en la génesis de los síntomas histéricos podían participar generalmente influencias traumáticas. Charcot no siguió con los estudios de la neurosis histérica, pero su discípulo P. Janet reanudo tales estudios, con ayuda del hipnotismo pudo demostrar que las manifestaciones patológicas de la histeria dependían estrictamente de ciertas ideas inconscientes, es decir, ideas fijas, de la cual resultaba una disociación de la vida anímica. Pero psicoanálisis no se enlazo en modo alguno a estas investigaciones de Janet. Tuvo su punto de partida en la experiencia de un médico vienés, el doctor José Breuer, quien logró alrededor de 1881, estudiar y restablecer con ayuda del hipnotismo a una muchacha enferma de histeria. Los resultados obtenidos por Breuer no fueron dados a la publicidad sino 15 años más tarde. El caso por él tratado ha conservado hasta el día su significación única para nuestra comprensión de la neurosis. La sujeto había enfermado a consecuencia de los desvelos impuestos por la asistencia de su padre, al que amaba tiernamente, durante una larga y penosa dolencia. Breuer puedo demostrar que todos los síntomas de la muchacha se referían a dicha asistencia y hallaban en ella su explicación. Se daba el caso singular de que tales motivos traumáticos y todos los impulsos anímicos a ellos enlazados quedaban perdidos para la memoria del paciente, como si jamás hubiesen sucedido, mientras que sus efectos, o sea los síntomas, perduraban inmodificables. La terapia empleada por Breuer consistía en llevar al paciente por medio del hipnotismo a recordar los traumas olvidados y reaccionar a ellos con intensas manifestaciones de afecto. Así desaparecí el síntoma nacido en lugar de una tal manifestación afectiva. En la publicación de "Estudios sobre la histeria" (1895), la teoría afirmaba que el síntoma histérico nacía cuando el afecto de un proceso anímico intensamente afectivo era desviado de la elaboración consciente normal encaminado así por una fruta indebida. Pero, se resolvía a partir el procedimiento al cual se lo denominó catarsis (limpieza, liberación del afecto represado). II Poco después de la publicación de los "Estudios sobre la histeria", Breuer dejó el tratamiento de enfermos nerviosos, dedicándome yo entonces a perfeccionar el instrumento que mi colega me abandonaba. Las innovaciones técnicas por mí introducidas y mis descubrimientos hicieron del procedimiento catártico el psicoanálisis. El paso más decisivo fue la renuncia al hipnotismo con medio auxiliar. En primer lugar, porque eran muchos los pacientes a los que no conseguía hipnotizar. Y el segundo, porque los resultados terapéuticos de la catarsis basada en el hipnotismo no acababan de satisfacerme. Tales resultados aparecían al poco tiempo de iniciar el tratamiento, pero demostraron también ser poco duraderos y demasiado dependientes de la relación personal del médico con el paciente. La supresión de la hipnosis significó una ruptura con la evolución del procedimiento hasta entonces y un nuevo comienzo. El hipnotismo había servido para llevar a la memoria consciente del sujeto los datos por el olvidados. Tenía que ser sustituido por otra técnica, entonces comencé a poner en práctica el método de la asociación libre, consistente en comprometer al sujeto a prescindir de toda reflexión consciente y abandonarse, en un estado de serena concentración, al curso de sus ocurrencias espontáneas (involuntarias). Tales ocurrencias las debía comunicar al médico, aun cuando en su fuero interno surgieran objeciones de peso contratar comunicación, por ejemplo, de tratarse de algo desagradable, desapartado o impertinente. Dicho material no aportaba los elementos olvidados mismos, pero si tan claras y abundantes alusiones a ellos, qué el médico podía ya adivinarlos o reconstruirlos con el auxilio de ciertos complementos y determinadas interpretaciones. Así la libre asociación y el arte interpretativo lograban el mismo resultado que antes el hipnotismo. La labor de patentizar los elementos patógenos olvidados tenía que pugnar contra una resistencia constante y muy intensa. Ya las objeciones críticas son las que el paciente había querido excluir de la comunicación las ocurrencias en el emergentes y contra los cuales objeciones se dirigía la regla psicoanalítica fundamental, eran manifestaciones de tal resistencia. Del estudio de los fenómenos de la resistencia resultó uno de los pilares maestros de la teoría psicoanalítica la teoría de la represión. Las impresiones y los impulsos anímicos de los que ahora eran sustitución los síntomas habían sufrido por influencia de otras fuerzas anímicas una represión, cuyos resultados y cuya señal eran precisamente su apartamiento de la conciencia y su exclusión de la memoria. Son la consecuencia de esta represión se habían hecho patógenos, es decir, se había creado por caminos inhabituales una expresión como síntoma. La represión partía regularmente, de la personalidad consciente (el yo) del enfermo y dependía de motivos éticos y estéticos; a la represión sucumbían impulsos de egoísmo y crueldad, que en general podemos considerar malos, pero sobre todo impulsos optativos sexuales, muchas veces de naturaleza repulsiva e ilícita. Así, los síntomas patológicos eran un sustitutivo de satisfacciones prohibidas y la enfermedad parecía corresponder a una doma incompleta de la inmoral que el hombre integra. Al descubrir qué las vivencias y los conflictos de los primeros años infantiles desempeñan un papel y sospechada mente importante en la evolución del individuo y dejan tras de sí disposiciones imborrables para la edad adulta, llegando a descubrir así que la sexualidad infantil, la cual se manifiesta desde la más tierna edad, manifiesta tanto reacciones somáticas como actitudes anímicas. Esta teoría tuvo que adoptar el punto de vista de que los psíquicos no coincide con lo consiente y que los procesos psíquicos son inconscientes Y solo por la función de ciertos órganos (instancias, sistemas) son hechos conscientes. Entre las actitudes afectivas de la infancia resaltaba la complicada relación afectiva del sujeto infantil con sus padres, el llamado complejo de Edipo. III Para medio comprender como en una muchacha histérica, un deseo sexual prohibido podía transformarse en un síntoma doloroso, habíamos tenido que construir penetrantes y complicadas hipótesis sobre la estructura y la función del aparato anímico. Sus resultados no atañían ya tan solo al sector de la vida anímica patológica, sino también al de la función normal, para cuya comprensión habían de ser imprescindibles. La prueba de su utilidad para la explicación de la actividad psíquico no patológica la consiguió muy pronto el psicoanálisis con su aplicación a dos órdenes de fenómenos; a los frecuentísimos y cotidianos actos fallidos, tales como los olvidos y las equivocaciones orales y escritas, etc., y a los sueños de los hombres sanos y psíquicamente normales. No habían sido objeto hasta entonces de explicación ninguna o eran simplemente atribuidos a estados de fatiga o desviación de la atención. En nuestra “Psicopatología de la vida cotidiana” demostramos que tales sucesos tenían un sentido y nacían a consecuencia de la perturbación de una intención consciente por otra, retenida y a veces directamente inconsciente. En nuestra “Interpretación de los sueños” compartía la estructura de los síntomas neuróticos. Puede aparecer, extraño y falta de sentido, pero es muy semejante a la técnica de la asociación libre usada en psicoanálisis, llegamos, desde su contenido manifiesto a un sentido secreto del sueño, o sea a las ideas latentes del mismo. De este modo nace el sueño manifiesto, tal como es recordado al despertar, deformado, hasta resultar irreconocible, por las concesiones a la censura onírica; pero que el análisis puede desenmascarar y revelar como expresión de una satisfacción o del cumplimiento de un deseo. La fórmula según la cual el sueño es una satisfacción (disfrazada) de un deseo (reprimido), es la que mejor y mas profundamente define la esencia del sueño. El sueño no es un síntoma patológico, sino una función de la vida psíquica normal. El sueño debe la posibilidad de su génesis simplemente a la circunstancia favorable de que durante el estado de reposo la represión se debilita, convirtiéndose en la censura onírica. Pero cuando la formación del sueño traspasa ciertas fronteras, el sujeto le pone fin y despierta sobresaltado. Durante cerca de diez años, nadie se ocupo de mis trabajos. Hacia 1907, un grupo de psiquiatras suizos (Bleuler y Jung, de Zúrich) oriento la atención hacia el psicoanálisis. En el curso de los diez años siguientes el psicoanálisis se extendió sin tregua en dos sentidos: sobre el mapa, siendo cada vez más las naciones en las que emergía el interés por el psicoanálisis, y en el terreno de las ciencias del espíritu, hallando aplicación a nuestras disciplinas. La diferencia esencial entre esta década del psicoanálisis y la anterior consistió en no ser ya yo su único representante. En torno mío iba formándose un círculo de discípulos y adeptos, cada vez mas nutrido, cuya labor se dedicó primero a la difusión de las teorías psicoanalíticas y las continuo, completo y profundizo luego. Varios de estos adeptos se separaron después de nosotros, como era inevitable, en el transcurso de los años, tomando caminos propios o pasándose a una oposición que parecía amenazar la continuidad de la evolución del psicoanálisis. IV Libido significa en el psicoanálisis, primeramente, la energía (concebida como cuantitativamente variable y mensurable) de los instintos sexuales orientados hacia el objeto (en el sentido ampliado por la teoría analítica). Del estudio subsiguiente resulto la necesidad de yuxtaponer a esta “libido de objeto” una “libido narcisista o libido del yo”. No tardó en establecer la diferenciación general entre las llamadas “neurosis de transferencia” y las afecciones narcisistas, siendo las primeras (histeria y neurosis obsesiva) los objetos propiamente dichos de la terapia psicoanalítica, mientras que las otras, las neurosis narcisistas, aunque permiten la investigación con ayuda del análisis, oponen dificultades fundamentales a una influenciarían terapéutica. Había yo conseguido hacer comprensible, por medio de la investigación psicoanalítica, un caso de paranoia y demostrar en dicha inequívoca psicosis los mismos contenidos que en las neurosis simples. Solo el estudio psicoanalítico de las neurosis puede procurar la preparación necesaria para una comprensión de la psicosis. V El psicoanálisis ha demostrado que son impulsos instintivos sexuales los que sucumben a esta represión cultural. Parte de ellos integra la valiosa cualidad de poder ser desviados de sus fines más próximos y ofrecer así su energía, como tendencias “sublimadas”, a la evolución cultural. Pero otra parte pervive en lo inconsciente en calidad de impulsos optativos insatisfechos y tiende a lograr una satisfacción cualquiera, aunque sea deformada. El psicoanálisis nos ha descubierto, para cuan ingente papel desempeña en la vida anímica del hombre el llamado complejo de Edipo; esto es, la relación afectiva del niño con sus padres, es la correlación psíquica de dos hechos biológicos fundamentales de la prolongada dependencia infantil de los hombres y de la forma singular en que su vida sexual alcanza entre los tres y cinco años, una primera culminación, pasando luego por un periodo de latencia y renovándose al iniciarse la pubertad. La actividad mental humana, aquel que ha creado la religión, el derecho la ética y todas las formas estatales, apunta en el fondo a facilitar al individuo el vencimiento de su complejo de Edipo y a derivar su libido, desde sus vinculaciones infantiles a las vinculaciones sociales definitivamente deseables. Mi propuesta divide al aparato anímico en un yo vuelto hacia el exterior y dotado de conciencia y un Ello inconsciente dominado por sus necesidades instintivas, el psicoanálisis deberá ser considerado como una psicología del Ello (y de su acción sobre el yo). TEXTO 2: Osterrieth, P. (1993): Psicología infantil. LA EDAD BEBE» (De 0 a 15 meses, aproximadamente) Delimitación del estadio El primer periodo que vamos a considerar es aquel en el que se ve al individuo adquirir las características específicamente humanas, cuya ausencia en el nacimiento hace de él un ser mucho más desprovisto e inacabado en relación con el adulto que las crías de los mamíferos superiores. La aparición de la prensión, de la posición vertical, de la marcha bípeda, de la inteligencia práctica elemental, de los prime ros rudimentos del lenguaje y las primeras ligazones afectivas hace del recién nacido, aparentemente indeterminado, y en estado de total impotencia, un proyecto de hombres. Podríamos denominar estadio bebé» a esa fase de los primeros 15 a 18 meses, durante la cual se establecen los fundamentos de toda la arquitectura de la personalidad La fase prenatal y el nacimiento Debemos recordar, ante todo, que la vida no comienza en el nacimiento, sino de unos 270 a 284 días antes; durante ese período prenatal se ha verificado un desarrollo verdaderamente prodigioso. El corazón del feto comienza a latir hacia la 4. semana después de la concepción, y que, hacia la 20. semana, el cerebro se halla constituido con sus doce billones, aproximadamente, de células nerviosas. A partir del tercer mes, el feto responde por movimientos globales a los estímulos internos ligados a su desarrollo y a su organización, y se señalan en él esas alternativas de actividad motora y de reposo que conocen bien las futuras madres. Al sexto mes se advierten movimientos en respuesta a estimulaciones externas, y, desde esa misma edad, se han podido obtener, inclusive, reflejos condicionados al ruido. Un prematuro de seis meses no sólo es capaz de chupar y tragar, sino de reaccionar de modo distinto a los sabores dulces o salados y a los estímulos olfativos. A los siete meses se seña la diferenciación entre la luz y la oscuridad. Por lo demás, las sensaciones cutáneas de presión, de dolor y de tempera tura pueden funcionar bien antes del momento normal del nacimiento.
Es indiscutible, pues, que existe cierta forma de sensación y de actividad
antes del nacimiento; el niño vive antes de nacer, hace determinado número de experiencias, percibe «alguna cosa de manera indudablemente vaga y difusa y es muy posible que produzcan en él osuras variaciones de tonalidad afectiva, en el sentido del bienestar o del malestar. Se trata, nada menos, de un cambio completo de su equilibrio, lo que implica modificaciones tan profundas que ha podido hablarse de una verdadera metamorfosis. El niño no sólo está sometido a toda clase de presiones y contracciones considerables, sino que, además, sufre un brusco aumento de pesantez, por su paso de un medio líquido a uno gaseoso. Así como un enfriamiento repentino. La necesidad de oxigeno inicia la respiración, primera ingestión de aire que puede ser dolorosa, acompañada del primer grito: y comienza la circulación sanguínea autónoma. El niño tendrá pronto que nutrirse activamente él mismo y sufrir estados de necesidad fisiológica. No nos parece extravagante pensar, como FREUD, que esas transformaciones bruscas y fundamentales vayan acompañadas de un malestar total de una angustia fisiológica, pero ello es inevitable, dadas las posibilidades senso riales a las que anteriormente hemos aludido. Según el citado autor, el recién nacido se encuentra violentamente expuesto a estímulos exteriores que no puede afrontar de modo adecuado. No puede utilizar ningún mecanismo de defensa para protegerse, y, en consecuencia, se ve abrumado por la excitación (BLUM [7]). El equipo» del recién nacido Como ya hemos dicho, los recién nacidos no son todos iguales. No sólo difieren por sus particularidades hereditarias, sino que no tienen la misma edad a su nacimiento, y su historia prenatal puede presentar notables divergencias. Hay en esto factores de diferenciación que acaso se sub estiman con demasiada ligereza. Pero sean cuales fueren esas diferencias, se comprueba que el recién nacido percibe la luz (reflejo pupilar), reacciona diferentemente a los di versos colores, así como a los distintos sabores; oye, reacciona a ciertos olores. Parece agradarle el calor, mientras que el frío provoca su llanto. Da pruebas de sensibilidad táctil, sobre todo en la región de la cabeza y particularmente en torno de la boca. Es capaz de mamar, de tragar, de bostezar, de estornudar, de hipar y de volver la cabeza para respirar más libremente. La estimulación de las palmas de las manos provoca en él un reflejo de los dedos, que anuncia y prefigura la prensión. En una palabra: está provisto de todo un mecanismo sensomotor que funciona. no hay diferencia entre lo que es él e interior a él y lo que no es él y exterior a él. Así como no puede situarlas en un mundo exterior ni llevarlas a un «yo» que todavía no existe, tampoco puede dar a esas sensaciones cinestésicas, auditivas, visuales, táctiles, viscerales, etc., significación alguna; por falta de experiencia, no se relacionan con nada ni constituyen aún signos. Tales impresiones no significativas y no situadas son recibidas pasivamente, en espera de que, muy pronto, algunas de ellas sean buscadas, y, otras, eludidas. Mientras se producen «ocupan todo el sitio, por decirlo así: y no hay otro contenido en ese psiquismo. Incluso los movimientos que observamos, no coordinados y espasmódicos, no son dirigidos ni deseados, sino experimentados y sufridos como impresiones.
No hay en él objetos ni personas; pero sí, indudablemente, «cuadros»
visuales, auditivos, táctiles, sin relación entre ellos y, probablemente, muy imprecisos y difusos; el niño ve, seguramente, pero no percibe; no sabe lo que ve, e ignora que hay cosas que ver. Esos cuadros aparecen, se desvanecen y ya no existen. No hay en ello tiempo, espacio, causa ni relación de ningún género; sólo hay una especie de «ahora» indiferenciado y experimentado íntegramente, con respecto al cual el niño no tiene reacción alguna. Indudable mete, ciertas impresiones son dolorosas, y corresponden a lo que llamaríamos en nosotros un estado de tensión o de necesidad; y otras, por el contrario, serán análogas a lo que denominamos un vago sentimiento de bienestar. Pero no hay emociones ni sentimientos verdaderamente catalogables. Por lo demás, el niño duerme la mayor parte del tiempo -alrededor de 21 horas de cada 24-; y sus impresiones son entonces más vagas y difusas aún, si cabe; pero no hay razón alguna para pensar que haya, en el recién nacido, diferencial entre la vigilia y el sueño. Riodicidad de las necesidades orgánicas primarias del niño necesidad de alimento), así como las secundarias que creamos en él, imponiéndole una rutina cotidiana culturalmente determinada (horario, asco). Así, por ejemplo, las sensaciones internas unidas al hambre, aunque no identificadas ni situadas como tales por el niño, van regularmente seguidas de otras de órdenes muy diversos, relacionadas con el proceso de la tetada y que se acompañan de un aplacamiento de las primeras. Ese con junto poli sensorial, al repetirse-igual siempre a sí mismo en las 5 6 6 tomas diarias de alimento, emerge, necesaria mente, del continuo flujo de las impresiones múltiples y variables, siempre diferentes hasta adquirir cierta consistencia. Por lo común, los primeros elementos de ese conjunto, una vez en acción, atraen en cierto modo a los siguientes; y se forma una totalidad en la que el niño encuentra, periódicamente, las mismas impresiones, los mismos estímulos, que provocan en él iguales comportamientos. Puede decirse que hay ahí un hito, una primera situación encontrada por el niño y en la que vuelve a encontrarse. Puede decirse que pronto la situación de nutrición; y se calma apenas la madre lo coge para alimentarle; a la inversa, todo ocurre como si, teniendo hambre, el niño «supiera» lo que «debe rías seguir, y aparece claramente su desorientación angustiosa cuando no se produce, o se interrumpe, la sucesión normal.
Esta primera forma de experiencia y de reconocimientos de una situación
se organiza sobre la base del indiscutible avance del desarrollo que presenta el aparato bucal con relación al resto del organismo; pueden producirse movimientos de succión y de deglución antes del nacimiento, en todo caso, el niño normal sabe mamar y coordinar succión, deglución y respiración desde el segundo o el tercer día. Esa actividad refleja se afina y perfecciona rápidamente: el niño aprende pronto a apoderarse del pezón e incluso a buscarlo y encontrarlo cuando se le escapa..
TEXTO 3: Shaffer, D. (2000) “Psicología del desarrollo”.
TEXTO 4:Winnicott, D. W. (1971): Realidad y juego. Barcelona: Gedisa
cap 1 y cap 9 WINNICOTT CAP. 1 OBJETOS TRANSICIONALES Y FENOMENOS TRANSICIONALES La Primera Posesión La secuencia de hechos empieza con las primeras actividades de introducción del puño en la boca por el recién nacido, y a la larga lleva el apego a un osito, una muñeca o un juguete, blando o duro. Aquí hay algo importante aparte de la excitación y satisfacción oral, aunque estas pueden ser la base de todo lo demás. Los “objetos transicionales” y “fenómenos transicionales” designan la zona intermedia de experiencia, entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la actividad creadora primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado, entre el desconocimiento primario de la deuda y el reconocimiento de esta. Se ubican en la zona intermedia, como fenómenos transicionales, junto con el uso que se hace de objetos que no forman parte del cuerpo del niño, aunque todavía no se los reconozca del todo como pertenecientes a la realidad exterior. Lo inadecuado de la formulación habitual de la naturaleza humana: Cada individuo que ha llegado a ser una unidad, con un exterior y un interior. Y así como hace falta esta doble exposición, también es necesaria una triple: la tercera parte de la vida de un ser humano es una zona intermedia de experiencia a la cual contribuyen la realidad interior y la vida exterior. Dedicado a la perpetua tarea humana de mantener separadas y a la vez interrelacionadas la realidad interna y la exterior. Se establece una clara distinción entre la apercepción y la percepción. Existe un estado intermedio entre la incapacidad del bebe para reconocer y aceptar la realidad y su creciente capacidad para ello. La sustancia de la ilusión, lo que se permite al niño y lo que en la vida adulta es inherente del arte y la religión, pero que se convierte en el sello de la locura cuando un adulto exige demasiado de la credulidad de los demás cuando los obliga a aceptar una ilusión que no les es propia. Desarrollo de una pauta personal: En el desarrollo de un niño pequeño aparece, tarde o temprano, una tendencia a entretejer en la trama personal objetos-distintos-que-yo. En cierta medida, estos objetos representan el pecho materno, pero lo que analizamos no es este punto en especial. En el caso de algunos bebés, el pulgar se introduce en la boca mientras los demás dedos acarician el rostro. La boca, entonces se muestra activa en relación con el pulgar, pero no respecto de los dedos. Los que acarician el labio superior o alguna otra parte pueden o no llegar a ser más importantes que el pulgar introducido en la boca. En los casos siguientes se complican una experiencia autoerótica como la succión del pulgar: 1. Con la otra mano el bebé toma un objeto exterior, digamos una parte de la sábana o frazada, y lo introduce en la boca junto con los dedos; o 2. El trozo de tela se aferra y succiona de alguna manera, o bien no se lo succiona; por supuesto, entre los objetos usados depende de lo que se encuentre fácil y cómodamente al alcance de la mano; o 3. Desde los primeros meses el bebe arranca lana y la reúne y la usa para la parte acariciadora de la actividad; o 4. Se producen movimientos de masticación, acompañados por sonidos de “mam-mam”, balbuceos, las primeras notas musicales, etc. Estas experiencias funcionales van acompañadas por la formación de pensamientos o de fantasías. A todas estas cosas las denomino fenómenos transicionales. De todo ello puede surgir algo, o algún fenómeno (un puñado de lana, una palabra o melodía, etc) que llega a adquirir una importancia vital para el bebe y que es una defensa contra la ansiedad, en especial contra la de tipo depresivo. Y entonces se convierte en lo que yo llamo objeto transicional. Los padres llegan a conocer su valor y lo llevan consigo cuando viajan. La madre permite que se ensucie y aun que tenga mal olor, pues sabe que si lo lava provoca una ruptura en la continuidad de la experiencia del bebe. La pauta de los fenómenos transicionales empieza a aparecer desde los cuatro a seis meses hasta los ocho a doce. Las pautas establecidas en la infancia pueden persistir en la niñez, pero en plena salud se produce una ampliación gradual de la gama de intereses. No existe una diferencia apreciable entre los varones y las niñas, en su uso de la primera posesión “no-yo”, que yo denomino objeto transicional. Cuando el bebe empieza a usar sonidos organizados puede aparecer una palabra para nombrar al objeto transicional. Es frecuente que el nombre tenga importancia, y por lo general contiene en parte una palabra empleada por los adultos. A veces no existe un objeto transicional aparte de la madre misma. O él bebe se siente tan perturbado en su desarrollo emocional, que no le resulta posible gozar del estado de transición, o bien se quiebra la secuencia de los objetos usados. Esta, sin embargo, puede mantenerse oculta. Resumen de cualidades especiales de la relación: 1. El bebe adquiere derechos sobre el objeto, y nosotros los aceptamos. Pero desde el comienzo existe cierta anulación de la omnipotencia. 2. El objeto es acunado con efecto, y al mismo tiempo amado y mutilado con excitación. 3. Nunca debe cambiar, a menos de que lo cambie el propio bebe. 4. Tiene que sobrevivir al amor instintivo, así como al odio. 5. Pero al bebe debe parecerle que irradia calor, o que se mueve, o que posee cierta textura, o que hace algo que parece demostrar que posee una vitalidad o una realidad propia. 6. Proviene de afuera desde nuestro punto de vista, pero no para el bebe. Tampoco viene de adentro: no es una alucinación. 7. Se permite que su destino sufra una descarga gradual de modo que a lo largo de los años queda, no tanto olvidado como relegado al limbo. No se lo olvida ni se llora. Pierde significación, y ello porque los fenómenos transicionales se han vuelto difusos, se han extendido a todo el territorio intermedio entre la “realidad psíquica interna” y “el mundo exterior tal como lo perciben dos personas en común”. Relación del objeto transicional con el simbolismo: Es cierto que un trozo de frazada (o lo que fuere) simboliza un objeto parcial, como el pecho materno. Pero lo que importa no es tanto su valor simbólico como su realidad. El que no sea el pecho (o la madre) tiene tanto importancia como la circunstancia de representar al pecho (o a la madre). Cuando se emplea el simbolismo el niño ya distingue con claridad entre la fantasía y los hechos, entro los objetos internos y los externos. El termino de objeto transicional deja lugar para el proceso de adquisición de la capacidad para aceptar diferencias y semejanzas. Es posible entender el objeto transicional y no entender del todo la naturaleza del simbolismo. Y en el mejor de los casos tiene un significado variable. Descripción Clínica de un Objeto Transicional (Ejemplo): Los siguientes ejemplos se ofrecen apenas para recordar a los lectores otros materiales semejantes, existentes en sus propias experiencias: Dos hermanos: contraste en el primer empleo de posesiones. Deformación en el uso del objeto transicional. X, ahora un hombre sano, tuvo que hacer esfuerzos para abrirse paso hasta llegar a la madurez. La madre “aprendió a ser madre” en el cuidado de X cuando este era un bebe, y pudo evitar otros errores con los demás hijos gracias a lo que aprendió con él. Además, existía razones exteriores para que se sintiese ansiosa en el momento de la crianza mas bien solitaria de X, cuando este nació. Tomo su papel de madre con suma seriedad y lo alimento a pecho durante siete meses. Considera que en el caso de este eso fue demasiado y le resulto muy difícil destetarlo. Nunca se succiono el pulgar o los dedos cuando lo desteto, “y no tuvo nada que le sirviera de sustituto”. Nunca había tenido biberón, ni chupete, ni otra forma de alimentación. Mostro un muy fuerte y prematuro apego hacia ella misma, como persona, y en realidad la necesitaba a ella. Durante doce meses adopto un conejo al que acunaba, y su afectuoso apego por el juguete se traslado a la larga a los conejos de verdad. El de juguete le duro hasta que tuvo cinco o seis años. Podría describírselo como un consolador, pero nunca tuvo una verdadera cualidad de un objeto transicional. Jamás fue, como lo habría sido un verdadero objeto transicional, más importante que la madre, una parte casi inseparable de él. En el caso de este niño, los tipos de ansiedad engendrados por el destete a los siete meses provocaron más tarde asma, y solo pudo dominarla en forma gradual. Tuvo suma importancia para él encontrar trabajo lejos de su pueblo natal. Su apego hacia su madre sigue siendo muy fuerte, aunque se ubica dentro de la definición amplia del término normal o sano. Este hombre no se ha casado. Uso típico del objeto transicional. El hermano menor de X, Y, se desarrolló en forma muy rectilínea. Ahora tiene tres hijos sanos. Fue alimentado a pecho durante cuatro meses y destetado sin dificultades. Y se succiono el pulgar durante las primeras semanas, y ello, a su vez “hizo que el destete le resultara más fácil que a su hermano”. Poco después del destete, a los cinco o seis meses, adopto la punta de la frazada en que terminaba la costura. Se sentía complacido cuando un poco de lana sobresalía de la punta, y se hacía cosquillas con ella en la nariz. Desde muy temprano eso se convirtió en su “Nada”; él mismo invento esa palabra en cuanto pudo usar sonidos organizados. Desde que tuvo más o menos un año pudo reemplazar la punta de la manta por un jersey verde de lana suave, con una corbata roja. No era un “consolador”, como en el caso de su hermano mayor, depresivo, sino un “sedante”. Y siempre le daba resultados. Este es un ejemplo típico de lo que llamo objeto transicional. Cuando Y era pequeño, si alguien le daba su “Nada” lo succionaba en el acto y perdía su ansiedad, e incluso se dormía a los pocos minutos, si la hora de dormir estaba cerca. La succión del pulgar siguió simultáneamente (duro hasta que tenia tres o cuatro años), y recuerda esa succión y punto duro en el pulgar, que fue el resultado de aquella. Ahora le interesa (como padre) la succión del pulgar de sus hijos, y el uso de “Naa” por estos. Relación con el objeto interno (Klein): El objeto transicional no es un objeto interno (el cual constituye un concepto mental); es una posesión. Pero (para el bebe) tampoco es un objeto exterior. El bebe puede emplear un objeto transicional cuando el objeto interno esta vivo, es real y lo bastante bueno. Pero ese objeto interno depende, en lo referente a sus cualidades, de la existencia, vivacidad y conducta del objeto exterior. Cuando subsiste la característica de insuficiencia del objeto exterior, el intento deja de tener significado para el bebe, y entonces, y solo entonces, el objeto transicional se vuelve también carente de sentido. Ilusión-desilusión: Un niño no tiene la menor posibilidad de pasar del principio de placer al principio de realidad, si no existe una madre lo bastante buena. La madre lo bastante buena (que no tiene porque ser la del niño) es la que lleva a cabo la adaptación activa a las necesidades de este y que la disminuye poco a poco, según la creciente capacidad el niño para hacer frente al fracaso en materia de adaptación y para tolerar los resultados de la frustración. Entre los medios con que cuenta el bebe para enfrentar ese retiro materno se cuentan los siguientes: 1. Su experiencia, repetida a menudo, en el sentido de que la frustración tiene un límite de tiempo. Es claro que al comienzo este debe ser breve. 2. Una creciente percepción del proceso. 3. El comienzo de la actividad mental. 4. La utilización de satisfacciones autoerótica. 5. El recuerdo, el revivir de experiencias, las fantasías, los sueños; la integración de pasado, presente y futuro. Si todo va bien, el bebe puede incluso llegar a sacar provecho de la experiencia de frustración, puesto que la adaptación incompleta a la necesidad hace que los objetos sean reales, es decir, odiados tanto como amados. La ilusión y su valor: La madre ofrece al bebe la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte de él. Lo mismo puede decirse del cuidado en general del niño, en los momentos tranquilos entre una y otra excitación. La omnipotencia es casi un hecho de la experiencia. La tarea posterior de la madre consiste en desilusionar al bebe en forma gradual. Los fenómenos transicionales representan las primeras etapas del uso de la ilusión, sin las cuales no tiene sentido para el ser humano la idea de una relación con un objeto que otros perciben como exterior a ese ser. Al comienzo del desarrollo un bebe ubicado en determinado marco proporcionado por la madre es capaz de concebir la idea de algo que podría satisfacer la creciente necesidad que surge de la tensión instintiva. En ese momento se presenta la madre, le ofrece su pecho y su potencial de alimentarlo. Cuando su adaptación a las necesidades del bebe es lo bastante buena, produce en este la ilusión de que existe una realidad exterior que corresponde a su propia capacidad de crear. Solo percibe el pecho en la medida en que es posible cerar uno en ese momento y lugar. En términos psicológicos, el bebe se alimenta de un pecho que es parte de él y la madre da leche a un bebe que forma parte de ella. Luego se da forma a la zona de ilusión, para mostrar cual entiendo yo que es la función principal del objeto y el fenómeno transicional. La tarea principal de la madre (aparte de ofrecer la oportunidad para una ilusión) consiste en desilusionarlo. Esto es previo al destete. Si las cosas salen bien en ese proceso de desilusión gradual, queda preparado el escenario para las frustraciones que reunimos bajo la denominación de destete. Desarrollo de la teoría de la ilusión-desilusión: La tarea de aceptación de la realidad nunca queda terminada, el ser humano se encuentra libre de la tensión de vincular la realidad interna con la exterior, y que el alivio de esta tensión lo proporciona una zona intermedia de experiencia. Dicha zona es una continuación directa de la zona de juego del niño pequeño que “se pierde” en sus juegos. En la infancia la zona intermedia es necesaria para la iniciación de una relación entre el niño y el mundo, y la posibilita una crianza lo bastante buena en la primera fase crítica. Para todo ello es esencial la continuidad (en el tiempo) del ambiente emocional. Al bebe se le pueden permitir los fenómenos transicionales gracias al intuitivo reconocimiento, por parte de los padres, y no lo desafiamos respecto de la subjetividad u objetividad, en ese punto en que existe el objeto transicional. Si un adulto nos exige nuestra aceptación de la objetividad de sus fenómenos subjetivos, discernimos o diagnosticamos locura. Pero si se las arregla para disfrutar de su zona intermedia sin presentar exigencias, podemos reconocer nuestras correspondientes zonas intermedias y nos complacemos en encontrar cierta medida de superposición, es decir, de experiencia en común entre los miembros de un grupo de arte, religión o filosofía. Por más ejemplos de la aplicación de la teoría revisar el capítulo respectivo, altura de la página número 32 en adelante. WINNICOTT CAP. 9 PAPEL DEL ESPEJO DE LA MADRE Y LA FAMILIA EN EL DESARROLLO DEL NIÑO En el desarrollo emocional individual el precursor del espejo es el rostro de la madre. Lacan se refiere al uso del espejo en el desarrollo del yo de cada individuo. En las primeras etapas del desarrollo emocional del niño desempeña un papel vital el ambiente. Poco a poco se produce la separación del no-yo y el yo, y el ritmo varía según el niño y el ambiente. Los principales cambios se producen en la separación de la madre como rasgo ambiental percibido de manera objetiva. Si no hay una persona que sea la madre, la tarea de desarrollo del niño resulta infinitamente complicada. La función ambiental implica: 1. Aferrar. 2. Manipular. 3. Presentar el objeto. El resultado en él bebe es la máxima maduración personal. Por maduración en esta etapa entiendo los distintos significados de la palabra integración, así como la interrelación y relación de objeto psicosomáticos. Un bebe es sostenido y manipulado de manera satisfactoria, y dado esto por sentado se le presenta un objeto en tal forma, que no se viola su legítima experiencia de omnipotencia. El resultado puede ser el de que el bebe sepa usar el objeto y sentir que se trata de un objeto subjetivo, creado por él. En cierto momento el bebe es posible que cuando se encuentre ante el pecho no lo mire. Lo mas probable es que un rasgo característico sea el de mirar la cara. ¿Qué bebe el bebe cuando mira el rostro de la madre? Por lo general se ve a sí mismo. La madre lo mira y lo que ella parece se relaciona con lo que ve en él. Puedo expresar lo que quiero decir yendo directamente al caso del bebe cuya madre refleja su propio estado de ánimo o, peor aún, la rigidez de sus propias defensas, en este caso, ¿Qué ve él bebe? Muchos bebes tienen una larga experiencia de no recibir de vuelta lo que dan. Miran y no se ven a sí mismos. Surgen consecuencias, como atrofiarse su capacidad creadora, y de una u otra manera buscan en derredor algo de sí. Es posible que lo logren con otros métodos, y los niños ciegos necesitan reflejarse a sí mismos por medio de otros sentidos que no sean el de la vista. En segundo lugar, este se acomoda a la idea de que cuando mira ve el rostro de la madre. Entonces, no es un espejo, la percepción ocupa el lugar de la apercepción, el lugar de lo que habría podido ser el comienzo de un intercambio significativo con el mundo. Cuando una joven normal estudia su rostro en el espejo se está diciendo que ahí se encuentra el rostro de su madre, y que esta puede verla y está en Rapaport con ella. Cuando, en su narcisismo secundario, las jóvenes y los muchachos miran para ver belleza y para enamorarse, ya existen pruebas de que se ha insinuado la duda acerca del amor y preocupación permanentes de la madre. De modo que el hombre que se enamora de la belleza es muy distinto del que ama a una joven y siente que es hermosa y se encuentra en condiciones de ver qué hay de bello en ella. Leer si se quiere los 4 ejemplos de casos diferentes del respectivo capitulo a partir de la página 150 en adelante. Objeto transicional: Es un objeto material al cual el bebé o el niño deposita el apego o el vínculo desarrollado con su mamá o con quien haya cumplido la función, este objeto representa la transición entra un estado de fusión con la madre y un estado en el que él bebe se pueda reconocer como algo externo separado e independiente. Características: 1) La naturaleza del objeto 2) Capacidad del niño para reconocer al objeto como un no – yo 3) la ubicación del objeto 4) la capacidad del niño para crear e imaginar un objeto 5) la iniciación de un tipo afectuoso de relaciona un objeto Winnicott nos habla de algunos modelos como es el SOSTENIMIENTO (HOLDING); proceso por el cual la madre satisface las necesidades fisiológicas del infante, le brinda confianza, seguridad y cuidados consecutivos, por otro lado se encuentra la MANIPULACIÓN (HANDLING); esta función hace referencia al manejo y al cuidado que desempeña la madre hacia el hijo, este tipo de atención dada al menor favorece en el vínculo que pueda tener el bebe consigo mismo y obtener capacidad de diferenciar lo real con lo irreal. TEXTO 5: Spitz, R (1972) “El primer año de vida del niño” TEXTO 6: Zulueta, M. I “La relación madre-hijo” A continuación, hablaremos de la relación madre-niño en el caso específico del nacimiento de un bebé con problemas. Los sentimientos de las familias, los problemas emocionales que se generan y la dificultad de vinculación serán motivo de nuestro trabajo en este taller. Veremos el establecimiento de la aceptación del niño con problemas en el seno de esa familia y todos aquellos obstáculos que impiden y dificultan esa aceptación plena. 1. EL PENSAMIENTO DE BOWLBY, WINNICOTT Y BERRY La representación del bebé ha cambiado a lo largo del tiempo. Pero la imagen que ha durado es la de que el bebé es como la cera virgen, es una pasta que se puede modelar y los sucesos y las diferentes experiencias por las que pasa dejarán poco a poco su impronta. También se ha definido como ser inacabado», forma sin sustancia. Ahora, en la época actual, el niño es objeto de innumerables estudios y se van conociendo muchos aspectos de su desarrollo y de la importancia que tienen los primeros vínculos afectivos para el posterior desarrollo de su personalidad. Bender y Erickson llaman la atención sobre algo muy importante: bebé presentará problemas en sus futuras relaciones si las experiencias vividas en el seno de la relación padres-niño no le han dado la certidumbre íntima de que sus necesidades de dependencia pueden ser adecuadamente y satisfechas. Korner ha descubierto que en el hombre el proceso cronológico de mielinización del sistema límbico está en correlación con los esquemas de apego del lactante. El bebé es un ser muy sofisticado y tiene capacidades y dad ya desde la época fetal. Brazelton ha estudiado mucho estas diferentes capacidades del pequeño ser humano desde antes de nacer. Desde su nacimiento, el niño crece y se desarrolla en una familia. Sus padres le han transmitido el patrimonio desde el momento de la concepción, pero el patrimonio social también es importante y se empieza a notar desde el desarrollo uterino. René Spitz fue uno de los primeros que observó la importancia que tenía la ausencia materna en el futuro desarrollo del bebé. Habló de como el término que describe el efecto de la separación precoz de la madre por un ingreso hospitalario y la depresión analítica o depresión por dependencia que aparecía en los bebés y les podía llevar en algunos casos a la muerte. También Spitz habla y describe los organizadores alrededor de los cuales se desarrollaba el niño. Uno de ellos, miedo al extraño*, que se alrededor del octavo mes de vida y confirmaba que el bebé ya una representación permanente y diferenciada de su madre: la presencia del extraño equivalía a la ausencia de la madre y el bebé desplazaba sus primeras angustias de separación sobre esa persona extraña. Dice Freud: bebé nace totalmente dependiente de los cuidados maternos con los que forma una unidad indisoluble». John Bowlby en 1960 tomó en cuenta los trabajos de los etólogos y el comportamiento animal sobre la impronta y propuso la llamada teoría del apego, según la cual la de los vínculos entre el bebé y la madre es la expresión del apego generalizado y ello protege al niño. El bebé es el ser más desvalido de las especies, al nacer no puede seguir a la madre ni agarrarse a ella. Por tanto, la madre debe interpretar las señales que le da el pequeño. El intercambio es bilateral y proviene de uno o de otro de ellos. No se trata de los cuidados que da la madre, sino que es una relación de intercambios. Ella propicia afectos armonizados y sincronizados que se expresan a través de la mímica, del diálogo tónico y de las vocalizaciones. En esta teoría del apego destaca Bowlby: 1. El estatuto primario de los vínculos importantes en el plano afectivo entre los individuos. 2. La poderosa influencia en el desarrollo de un de la manera en la que sea tratado por los padres y especialmente por la figura materna. La teoría del apego considera la propensión a establecer vínculos afectivos fuertes con personas particulares como un componente fundamental de la naturaleza humana, existente en forma embrionaria en el recién nacido, manteniéndose en la edad adulta hasta la vejez. Ainsworth lo define de la siguiente manera: entiende por apego el lazo afectivo que existe entre una persona y otra, un lazo que les une en el espacio y perdura a través del tiempo. El objetivo comportamental del apego es obtener y mantener un cierto grado de proximidad con la figura de apego, que puede variar desde un contacto físico intenso, bajo ciertas circunstancias, a una cióno comunicación bajo (Ainsworth et al., 1984). El hecho de dar cuidados, función primordial de los padres, es complementario del comportamiento de apego y es considerado como un componente fundamental de la naturaleza humana. La exploración del ambiente se considera un tercer componente importante del apego. Cuando un individuo se siente seguro tiende a alejarse de su figura de apego para explorar. Cuando se siente alarmado y angustiado tiene necesidad de acercarse. Es la exploración a partir de una base segura. Durante el primer año de vida, el niño manifiesta una serie de reacciones constitutivas de eso que más tarde será un comportamiento de apego, pero el esquema organizado de este comportamiento no se desarrolla antes de la segunda mitad del primer año. Desde su nacimiento da prueba de una capacidad inicial para entrar en una social y muestra placer en hacerlo. Al principio, el llanto constituye el único medio para señalar su necesidad de cuidado y el contento el único medio de indicar que está satisfecho. La sonrisa influye en su madre a partir del segundo mes. El desarrollo del comportamiento del apego, sistema organizado cuyo objetivo es el mantenimiento de la proximidad o de la accesibilidad a una figura materna discriminada, exige que el niño haya desarrollado la capacidad cognoscitiva de conservar a su madre en la mente, cuando ella no está presente: esta capacidad se desarrolla en el segundo semestre de la vida. Así, a partir de los nueve meses aparecen quejas, llantos y protestas ante extraño. Habla Bowlby de tres esquemas de apego: A. Seguro B. Angustiado o ambivalente. C. Angustiado evitante. Winnicott hace en la influencia del ambiente sobre el desarrollo psíquico del ser humano. El entorno, representado al principio por la madre o un sustituto, es el que permitirá o entorpecerá el libre despliegue de los procesos madurativos. Divide los dos primeros periodos de vida de la siguiente manera:
Periodo inicial (desde el nacimiento a los seis meses). En este
tiempo el niño se encuentra en un estado de dependencia absoluta respecto al entorno, es decir, de la madre. El segundo periodo (de los seis meses a los dos años) es un estado de dependencia relativa. En el primer periodo hay unas necesidadesde orden corporal ligadas al desarrollo psíquico del yo. La adaptación de la madre a estas necesidades del bebé se concreta en tres funciones maternas: La presentación del objeto: comida representada por el pecho o el biberón. Holding o mantenimiento: rutina en forma de secuencias repetitivas de los cuidados cotidianos. El bebé halla de esta manera puntos de referencia simples y estables con los que lleva a buen término el trabajo de integración en el tiempo y en el espacio. Es importante la manera de llevarle y protegerle teniendo en cuenta su sensibilidad. 3. Handling: es la manipulación del bebé en la prestación de cuidados. Es necesario para su bienestar físico que lo experimenta poco a poco en su cuerpo y va realizando la unión entre su vida psíquica y física. Esta unión es lo que Winnicott llama personalización. Otro concepto de este autor es el de madre suficientemente buena. Es aquella que durante los primeros días de la vida de su hijo se identifica estrechamente con éste, adaptándose a sus necesidades. Es lo bastante buena para que el niño pueda acomodarse a ella sin daño para su salud psíquica. Permite que el bebé desarrolle una vida psíquica y física apoyada en sus tendencias innatas. Esto le puede proporcionar un sentimiento de continuidad de existir, que es signo del surgimiento de un verdadero sí mismo. La madre insuficientemente buena es aquella que globalmente no tiene capacidad para identificarse con las necesidades del bebé. Es una madre imprevisible, pasa de una adaptación perfecta a una defectuosa, pasa de la injerencia a la negligencia. Esto se da especialmente cuando son varias las personas que cuidan al bebé. Durante el período de dependencia absoluta los defectos de adaptación provocan carencias en la satisfacción de las necesidades y entorpecen el despliegue de la vida. Cuando la madre no cumple su función de sostén del yo, lo que surge es una angustia portadora de amenazas de fragmentación, falta de relación con el propio cuerpo, etc. Esto, según Winnicott, sería la esencia de las angustias psicóticas. Los fenómenos transicionales son diversas actividades que realiza el niño que revisten una importancia vital para que se consagra a ellas en los momentos en que puede surgir la angustia, especialmente cuando se produce una separación de la madre o a la hora de dormirse. Un ejemplo puede ser llevarse un trapito a la boca ,sostener una tela o su osito favorito. Al utilizarse un objeto se llama objeto transicional, que significa el lugar y la función que pasarán a ocupar dichos objetos en la vida psíquica del niño. Irán a un espacio intermedio entre la realidad interior y exterior. Sirve de defensa contra la angustia depresiva. Representa en definitiva a la madre. Y este objeto, a la larga, no será olvidado sino que quedará sin afecto. El espacio transicional durará toda la vida y será ocupado por actividades lúdicas y creativas variadas. Su función será aliviar a la persona de la tensión constante producida por la puesta en relación de la realidad del adentro con la realidad del afuera.
Una simple aproximación a Freud: Una guía para explicar de forma sencilla los descubrimientos de Sigmund Freud y los principios de la psicología profunda