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No hay sexismo en el lenguaje

Si hablamos de lengua, de lenguaje debemos centrarnos en dos vertientes: el lenguaje como


habla humana y el lenguaje como instrumento de comunicación. Este último necesita unas
normas para que esa comunicación sea efectiva.
El lenguaje es una de las cosas más impresionantes de la que somos capaces los humanos,
hablamos y entendemos el lenguaje. Todo comienza en la infancia. Desde los primeros meses
de vida hasta alrededor de los 5 años, los niños pasan de emitir sonidos o ruidos a formar
palabras para terminar construyendo frases. Este desarrollo no está en lo absoluto restringido a
algunas lenguas, sino que es universal.
Aunque estemos de alguna forma “programados” para hablar un lenguaje, necesitamos aprender
un lenguaje específico de la gente que nos rodea, y es ahí donde la Real Academia Española
encuentra su primera función:
Artículo 1 de sus Estatutos:
«[...] tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua
Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial
unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución
conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los
siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir
a su esplendor. Para alcanzar dichos fines, estudiará e impulsará los estudios sobre la historia y
sobre el presente del español, divulgará los escritos literarios, especialmente clásicos, y no
literarios, que juzgue importantes para el conocimiento de tales cuestiones, y procurará
mantener vivo el recuerdo de quienes, en España o en América, han cultivado con gloria nuestra
lengua.
Es la RAE quien tiene la competencia la “legislar” lingüísticamente y será la sociedad quien
debe actuar en consonancia con esas normas que se establecen lingüísticamente. En ningún caso
se definen entre sus funciones el incluir normas, decisiones, prácticas y actitudes que traten de
manera desigual a mujeres y hombres.
Diferentes entidades y organismos públicos han elaborado en los últimos años diversas guías
para evitar el uso sexista del lenguaje y la RAE no puede quedar impasible ante ello por eso en
el informe Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, se analizan varias de estas guías y se
alerta sobre la pretensión de imponer un lenguaje políticamente correcto que evite determinadas
estructuras muy arraigadas de la lengua, en favor de formas artificiosas destinadas a hacer
visibles a las mujeres. que conducirían, si se aplicaran rigurosamente sus prescripciones, a un
habla impostada y ficticia, amén de dificultar la comunicación.

El sexismo está acumulado en una sociedad y no siempre será fácil encontrar la solución
acertada y oportuna con el suficiente sentido común para erradicar estereotipos injustos, que
puedan ofender o inquietar a sectores tan amplios de población como los implicados en estas
cuestiones. Es fácil corregir, por poner un ejemplo, como ha venido ya haciendo la Real
Academia Española, y sustituir, en los diccionarios, las definiciones de profesiones,
transformando la fórmula tradicional 'el que', excluyente de la mujer, por la más justa y exacta
'persona que'.

Por lo tanto el sexismo no está en las palabras sino en los comportamientos, por lo tanto este
debate debe trasladarse a los terrenos jurídicos, a la realidad cotidiana, a la educación.
Utilizando mecanismos razonables, sensatos y eficaces.

Nuestra lengua está dotada de la suficiente flexibilidad para tolerar variadas soluciones,
diferentes alternativas. A través del lenguaje, en estrecha relación con nuestro pensamiento, se
nombra e interpreta la realidad en la que vivimos. Refleja lo que la sociedad es en cada
momento, pero a su vez, en constante evolución de acuerdo con los cambios que experimenta la
humanidad, va creando nuevas formas en virtud de lo que sus hablantes desean que sea la
sociedad en la que viven.

Tal y como considera la lingüista Eulalia Lledó “el lenguaje no es sexista en si mismo, sí lo es
su utilización. Si se utiliza correctamente también puede contribuir a la igualdad y a la
visibilización de la mujer”.

Una de las cuestiones más polémicas relacionadas con el sexismo lingüístico proviene de la
confusión que se establece entre sexo y género gramatical. Mientras que el sexo es un rasgo
biológico que poseen algunos seres vivos, el género gramatical es un rasgo inherente a
determinados tipos de palabras, que sirve para clasificar los sustantivos en masculinos y
femeninos y, en el caso de los adjetivos y determinantes, para establecer su concordancia.

El sistema lingüístico del castellano ofrece posibilidades para que no se produzca


discriminación sexual en su uso. Existen múltiples recursos lingüísticos que no requieren
desdoblar continuamente (que es lo que la mayoría entiende como solución al sexismo del
lenguaje); se trata de utilizar estrategias y recursos que posee nuestra lengua y que no faltan ni a
la gramática, ni contravienen el principio de economía del lenguaje, sino todo lo contrario, ya
que la mayoría se caracterizan, precisamente, por su brevedad. No podemos olvidar que es el
principio fundamental del lenguaje es que la comunicación sea efectiva, por lo que, en el peor
de los casos, siempre será preferible usar un término más a que el mensaje resulte equívoco y/o
sexista.

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