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Historia de la Filosofía

1º Prueba de Acceso a la Universidad

PAU Comunidad Valenciana

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
CAMPOS TEMÁTICOS NIETZSCHE
1. «El Crepúsculo de los ídolos»: crítica de la cultura occidental.
1.1. Crítica de la moral y de la religión.
1.2. Crítica del concepto de Dios. El nihilismo.
1.3. El vitalismo. La voluntad de poder y el superhombre.

2. «Cómo se filosofa a martillazos»: crítica de la filosofía.


2.1. Crítica de la racionalidad decadente.
2.2. Ser y devenir. Apariencia y realidad o "verdad".
2.3. Crítica del mundo metafísico.

1. El Crepúsculo de los ídolos»: crítica de la cultura occidental.

Con este título “Crepúsculo de los Ídolos” Nietzsche quiere mostrar cómo los viejos ídolos de occidente
comienzan a declinar. Por ídolos, entiende Nietzsche todas las falsas creencias sobre las que se asienta la
cultura europea. Comenzando por Sócrates – Platón, continuando con el cristianismo y terminando con
filósofos como Descartes o Kant, y el positivismo, Nietzsche rechaza un pensamiento que juzga terminal y al
que conviene empujar definitivamente al abismo del nihilismo. La cultura occidental, según él, sintió horror al
devenir de Heráclito y prefirió inventar un mundo “verdadero”, aunque fuera de nuestro alcance, como
Platón, o divino, como el cristianismo, o bien, matemático al modo de Descartes, o nouménico kantiano.
Todas esas formas de pensamiento metafísico responden al intento fracasado, según el pensador alemán,
de alcanzar un mundo verdadero del que deducir lógicamente unas consecuencias morales. Y para eso los
filósofos han destacado el valor de la razón como instrumento al servicio de una verdad imposible para
Nietzsche. De ahí que la razón sea otro de los ídolos en crepúsculo porque ella no puede justificarse a sí
misma ¿quién le ha dado ese poder para entronizarse como reina del conocimiento?

El dualismo razón – sentidos, entendimiento – sensibilidad, recorre toda la filosofía decantándose siempre,
-aunque con excepciones-, por la primera. La cultura occidental ha hecho oídos sordos a Heráclito, el único
que se atrevió a señalar que todo fluye y por tanto ni era, ni es posible el “ser”. O dicho de otro modo: “el ser
ha dejado de ser; es una ficción vacía”. Por eso, Nietzsche arremete contra esos filósofos. Contra Platón: el
Mundo de las Ideas no es absolutamente nada. Contra el cristianismo: “Dios ha muerto”, aunque en realidad
nunca existió y no nos puede mandar nada. Contra Descartes y Kant: valoraron en exceso la razón y
despreciaron nuevamente la experiencia de los sentidos. Contra Kant: no hay tales imperativos categóricos,
pretendidamente universales, es más, Kant se volvió idiota según Nietzsche, y alega varios motivos. Por
ejemplo, si Kant llevó a cabo una “Crítica de la Razón Pura” mantuvo sin embargo una ética, aunque ésta
fuera meramente formal; y también, porque viendo con claridad que sólo éramos capaces del fenómeno no
fue capaz de eliminar asimismo el noúmeno.

El mundo que vieron todos estos filósofos era inmóvil cuando con toda claridad el mundo se mueve, cambia,
deviene. La vida a la que aspiraban todos ellos era una vida eterna inexistente negando ascéticamente la
auténtica, una vida temporal, que deviene constantemente. Al antivitalismo inmovilista de los filósofos opone
Nietzsche su vitalismo irracional. Por eso les llama filósofos – momia que es lo mismo que tildarlos de
muertos. Así se entiende ese crepúsculo, ese ocaso de unas creencias que decaen inevitablemente. El
orden establecido dependiente de esas creencias que se juzgaban inamovibles, ha fenecido. Pero ese
ocaso supone primero un vacío, el nihilismo pasivo, en el que caerán todos aquellos que perciban el
sinsentido de una vida que ha dejado de tener referencias estables. Si ya no existe Dios, tampoco la moral
objetiva que de Él se deriva: todo empieza a dar igual y así no se está acostumbrado a vivir. El hombre
occidental está marcado por su costumbre inveterada de tener que dar cuantas a alguien, a Dios en último
término. Si Dios ha muerto, al hombre no le queda otro remedio que superarse a sí mismo y convertirse en
superhombre, o bien, sucumbir porque ya nadie le puede defender. El hombre se ha quedado
inevitablemente solo.

Nietzsche, poniéndose a sí mismo como médico, proclama que la cultura occidental está enferma,
moribunda incluso. La autosatisfacción de esa cultura que se juzga segura toca a su fin. El clásico paso del
Mito al “Logos”, que tradicionalmente marca el nacimiento de la filosofía y que supuso la razón de ser de
occidente es un auténtico fraude. Nunca se dio verdaderamente ese paso. Para Nietzsche, en realidad se
pasó de un mito a otro. De un mito al mito de la filosofía o de la ciencia. Ni la filosofía ni la ciencia occidental
se salvan porque han pretendido ser verdaderas, cuando no son más que otros mitos más sofisticados.
Occidente se ha creído sus propios mitos por miedo a descubrir su falsedad y comprobar que han confiado

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todas sus estructuras sociales y morales a un error. Pero el virus de la desconfianza en el poder de la razón
ya se ha inoculado y el final de la cultura occidental ya se anuncia, anunciando además el nacimiento del
superhombre. Todavía cabe convertir una vida vacía de significado por otra que sea una obra de arte. El
que lo consiga será el superhombre, el hombre superador de toda moral y capaz de imponer sus valores, no
porque estos sean mejores que los de los demás, sino porque son suyos. Los valores nuevos son los del
superhombre fuerte, poderoso, amante del riesgo, creativo, solitario, que se mueve nada más que por la
belleza.

1.1. Crítica de la moral y la religión.

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La crítica de la moral y a la religión forma parte de la crítica en general que Nietzsche hace a toda la cultura
occidental vista en el epígrafe anterior. Moral y religión son, para nuestro autor, dos elementos que buscan
someter a los hombres a determinadas pautas de comportamiento social. Una sociedad será mucho más
ordenada si se apoya en alguna moral y determinada religión. Eso explica el éxito que han tenido a lo largo
de la historia. Todos los gobiernos han buscado el modo de aglutinar a sus súbditos mediante leyes, pero el
sometimiento a las mismas se hace mucho más eficaz si, además de los medios con los que cuenta el
gobernante para hacer que se cumplan, se cuenta con una moral y una religión que convenzan de que el
sometimiento a las leyes es "muy bueno". De esa manera se logra que los sometidos no se vean sometidos
porque serán recompensados con una buena vida futura. Esta interpretación es lógica a partir del
significado que Nietzsche otorga a la "voluntad de poder". Como todos poseen esa voluntad de poder, de
imponerse, los que mandan en una determinada sociedad necesitan que los sometidos no se den cuenta de
la ausencia total de libertad en la que viven, refugiándose en el mérito de cumplir una moral y una religión.
El contribuyente, la persona socialmente responsable, es así un ciudadano ejemplar del que las autoridades
ya no tienen que preocuparse. Ese hombre cumple las leyes sin coacción alguna y alberga la esperanza de
que su recompensa es el reino de los cielos.

Toda moral depende de una metafísica por lo que rechazando la primera quedaría suprimida la segunda.
Sin metafísica no hay ética. Ya lo había advertido Dostoiesvki: si Dios no existe, todo me está
permitido. Pero el novelista ruso había continuado su razonamiento diciendo que dado que no todo me está
permitido (existe la ética), entonces es que Dios existe (metafísica). Hay que hacer notar que ese Dios al
que se refiere el autor no es el Dios de la religión pues no especifica obligaciones concretas de culto. Es el
Dios que todo lo ve y por tanto juzga nuestros actos (ética). Pues todo este modo de ver la relación absoluta
entre metafísica y ética es respetada por Niezsche pero dándole la vuelta completamente. Ahora se afirma
que como Dios no existe, todo me está permitido, es decir, no hay ética que valga. Únicamente valores de
distinto cuño pero en absoluto objetivos. Los valores son modos de entender el mundo que nos rodea.
Otorgamos valor a ciertas formas de actuar y luego generalizamos pretendiendo que otros sigan esas
pautas arbitrarias de conducta. Dando un paso más, Nietzsche advierte que los únicos valores son los de
los señores y los de los esclavos. Los primeros son la soberbia, la fuerza, la creatividad, la energía de
aquellos que se atreven a enfrentarse a una vida apasionante, pero sin Normas absolutas. Los valores de
los esclavos son la humildad, la compasión, la debilidad, el gregarismo, en general, todos los valores
cristianos.

Según Nietzsche, las religiones son el invento humano en el que se ha expresado la voluntad de poder, de
modo más sagaz. También las religiones son expresión de una fuerza "débil" que trata de imponerse de
modo indirecto. Los sacerdotes son los más inteligentes, los más sagaces, los más falsos, según Nietzsche,
porque tratan de imponer su voluntad de poder de una forma subrepticia. Los judíos, y posteriormente los
cristianos vencieron a la fuerza de los romanos con la debilidad de una religión "amable" y "humilde" en
apariencia. Evidentemente ese juicio de Nietzsche sobre las religiones y especialmente la cristiana parte de
un postulado ateo. Partiendo de la inexistencia de Dios, es fácil explicar psicológicamente los modos de
conducta de esos cristianos. Si Dios no existe, en efecto, la forma de comportamiento de los cristianos,
interpretada mediante expresión de voluntad de poder, es desde luego la que señala Nietzsche. Los
pobres cristianos imponen sus valores plebeyos a los nobles romanos.

1.2. Crítica del concepto de Dios. El nihilismo.

“¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado!” Nietzsche afirma que Dios es una mentira
creada por los hombres de espíritu débil, que aterrados ante la dura realidad, prefieren cobijarse bajo el
manto artificial pero reconfortante de un ser supremo que les guía. (Aquí se separan los caminos de los
hombres: ¿quieres paz espiritual y felicidad?, cree; ¿quieres ser un apóstol de la verdad?, entonces busca”)
Esta aceptación supone una negación a la voluntad de poder del hombre, que los débiles en vista de sus
lánguidas fuerzas y su incapacidad para afrontar los avatares e interrogantes de la vida inventan (“la fuerza

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En este momento hay alguien teniendo relaciones sexuales dentro de un coche. Y no eres tú. Pero podrías serlo.
Historia de la Filosofía
Banco de apuntes de la
del espíritu se expresaría por la cantidad de ’verdad’ que fuera capaz de soportar”), y a partir de la cual,
construyen una realidad transmundana en la que prima el orden y es causa de nuestro mundo, siendo este
en calidad de efecto también ordenado, y por ende, cognoscible (Sócrates, Platón, Descartes, Cristianismo).
De este orden deriva el conocimiento y la moral, conceptos que para el autor alemán son una falacia puesto
que presuponen el no-devenir de las cosas así como la igualdad entre las personas. La moral determina
además qué es lo bueno y qué es lo malo, convierte dos conceptos -cuyo significado es meramente
relacional (“bueno para”, “malo para”), es decir que por sí mismos no indican nada-, en realidades absolutas
e universales lo bueno en sí, lo malo en sí, al estilo platónico y monista. Por otro lado, son los esclavos, que
aún poseyendo una débil voluntad de poder hallan en el rebaño una fuerza considerable, los que imponen

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sus valores al conjunto de la humanidad, dándose entonces una trasmutación de los valores. En el nuevo
orden de valores que adoptará Occidente la losa de la conciencia y la moral ahogarán las tentativas de los
espíritus fuertes de ejercer su voluntad de poder, diezmando así su naturaleza que devendrá débil y sumisa.
Es entonces cuando la humildad, el remordimiento, la compasión, en definitiva todos los rasgos definitorios
de la clase esclava, apoyados en la idea de un Ser Supremo que, como afirma el autor, juzga y condena, y
solo es capaz de un amor condicionado. De no responder a su voluntad, toma venganza contra aquel que
se le opone. Estas ideas se han impuesto en nuestra cultura occidental. Nietzsche, por eso rechaza las
religiones, por su carácter antivital y lo que esto conlleva en contra de la espontaneidad y la fuerza instintiva.
Entre todas las religiones detesta con más fuerza las monoteístas, puesto que están fundadas en el
monopolio de un solo Dios y una sola doctrina, y dirigirá contra el cristianismo la mayoría de sus diatribas
(“la concepción cristiana de Dios [...] es una de las más corruptas alcanzadas sobre la tierra;”)

Nietzsche considera la fe como una sumisión de la razón, producto de un pronunciamiento débil y


equivocado de la voluntad, pues no se puede aceptar racionalmente un ser que no es ni claro ni distinto, y
por tanto que no es objeto de conocimiento. Por otro lado, como ya hemos dicho anteriormente, Nietzsche
niega el carácter absoluto del concepto “bueno” y “malo”, y por consiguiente niega la moral. Él sentencia que
cada cosa es buena o mala en función de la perspectiva con que se vea. Es decir, depende de muchos
factores, siendo el más importante el factor de la voluntad. Si un hombre quiere matar a otro porque le
apetece, y además considera que la acción le va a reportar un beneficio, no hay impedimento fisiológico que
se lo impida, y por tanto ¿por qué no hacerlo?. Es el impulso irracional, el acto no sopesado ni licuado por la
moral, el “moralmente” correcto, puesto que se legitima por la voluntad del individuo. En definitiva, si no
existe un Dios Supremo que esté por encima de mí y estipule las normas del juego, más bien conocidas
como moral, seré autónomo de hacer aquello que quiera. La moral no existe como valor absoluto, pero cada
uno por su cuenta puede crearse su propia escala de valores, totalmente autónoma y para nada
heterónoma.

Nietzsche sentencia que Occidente está despertando de un dilatado letargo en el que la falta de rigor y la
deslealtad a la veracidad han sido patrón de conducta (“¡qué importan el buen corazón, la firmeza o el genio
cuando el hombre que posee estas virtudes tolera en sí mismo la tibieza de sentimientos respecto a la fe y
al juicio, sin que la exigencia de certeza sea para él el más profundo de los deseos y la más íntima de las
necesidades...!). Paradójicamente será la herencia de la moral la que impulse el pensamiento occidental
hacía el rechazo de la gran mentira, Dios y la moral, puesto que ella es la que ha parido la virtud y ciencia
del amor por la verdad. (“Zaratustra creó ese error, el más fatal de todos, la moral; en consecuencia,
también él tiene que ser el primero en reconocerlo.(…)Su doctrina, y sólo ella, considera la veracidad como
virtud suprema - esto significa lo contrario de la cobardía del "idealista": que, frente a la realidad, huye; La
autosuperación de la moral por veracidad, la autosuperación del moralista en su antítesis -en mí- es lo que
significa en mi boca el nombre Zaratustra”). Conscientes entonces los hombres del engaño al que han sido
sometidos durante siglos, y viendo derrumbarse los pilares fundamentales de su sociedad, primero Dios y
luego inevitablemente la moral, se encontrarán con una realidad desoladora. Desorientado y angustiado,
Occidente se hallará inundado de dudas, sin unos por qué, sin ningún sentido. Tras el oasis-espejismo de la
Antigua Tradición, la visión del páramo-real debilitará a los individuos, hijos huérfanos de una sociedad sin
tradición ni cultura. El nihilismo, es decir, la negación de todos los antiguos ídolos será la consecuencia, y la
nada de valores su realidad más patente. (“viene el tiempo en que será necesario pagar por haber sido
cristianos durante dos milenios: perderemos el centro de gravedad que nos permitía vivir,- no sabremos por
un tiempo ni por dónde salir ni hacia dónde ir”.) Frente a este nihilismo pasivo, contrapone Nietzsche un
nihilismo activo. Según dice, los viejos valores no caen por si solos sino que son hundidos por la voluntad de
poder de aquellos que los niegan. Una vez derruido el antiguo orden, liberado el hombre de las patochadas
cristianas y de los dioses menores de la ilustración: la razón, la democracia, la igualdad, el ser humano
estará capacitado para generar por sí mismo, desde sus vísceras, desde el instinto, su nueva escala de
valores. Este nuevo hombre capaz de rechazar y destruir lo impuesto en su día por los débiles, y de generar
con autonomía su propia moral es el superhombre, que en lenguaje darwiniano sería considerado el

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En este momento hay alguien teniendo relaciones sexuales dentro de un coche. Y no eres tú. Pero podrías serlo.
siguiente eslabón en la evolución mono-hombre. Para explicar el autor alemán la transición desde el
nihilismo pasivo al activo, utiliza la metáfora de la triple metamorfosis que se explica en otro lugar.

1.3 El vitalismo. La voluntad de poder y el superhombre.

Nietzsche sufrió como enfermo durante muchas ocasiones en su vida. Y sin embargo, o quizá por eso, fue
vitalista convencido. Schopenhauer influyó ciertamente en Nietzsche. Schopenhauer había postulado la
voluntad de vivir como la fuerza que impulsaba a todos los seres vivos a explayarse en su existencia. Vivir y
autoafirmarse eran los grandes impulsos del hombre pero ni la ascesis ni la experiencia estética que
proponía Schopenhauer como soluciones para frenar esa violencia convencieron a Nietzsche. Él propone
más bien, la voluntad de poder que es mucho más que la simple voluntad de vivir. La voluntad de poder es
la voluntad de imponerse sobre el resto de los seres que le rodean. Todos los seres vivos la experimentan y
el hombre es, para Nietzsche, un animal más, con ese instinto poderoso y vital. Pero esa fuerza vital es
corporal fundamentalmente y, sin embargo Nietzsche "denuncia" el error según él de interpretar ese
vitalismo en clave espiritual.

Esa energía vital del hombre interpretada de forma espiritual,-equivocadamente para Nietzsche-, le permitirá
establecer jerarquías entre personas mediante diversas construcciones como son el conocimiento, la moral,
la religión o la política, por ejemplo. No todos los hombres desarrollan el conocimiento de la misma manera
y ello da lugar a esa jerarquía entre sabios e ignorantes. Con la moral ocurre otro tanto puesto que ello da
lugar a otra jerarquía entre "buenos" y "malos". Y lo mismo con la religión que para Nietzsche es otro modo
mucho más "inteligente" de separar los "elegidos", que serían los sacerdotes de cualquier religión y los
seguidores obedientes de la misma. Y con la política se podría también separar a los triunfadores
encumbrados reyes o presidentes y los ciudadanos de a pie.Pero esas diversas maneras de ejercer la
voluntad de poder son para Nietzsche formas viciadas de organización social jerarquizada porque lo que ha
dado lugar a esas divisiones no ha sido la fuerza vital, sino la inteligencia, la razón que son instrumentos de
los débiles - esclavos - plebeyos que se rebelan contra su suerte y dan la vuelta "indebidamente" a lo
"normal" que sería que los fuertes dominaran a los débiles. Esa es llamada por Nietzsche la trasmutación de
los valores primera a la que opone una segunda transvaloración para devolver a los ricos - fuertes - nobles
su "derecho natural". (Ponemos derecho natural entre comillas porque el sentido que le da Nietzsche no es
claramente el habitual que le darían los iusnaturalistas).

El ejemplo de encarnación especial de esa voluntad de poder sería el superhombre. El hombre ha de dejar
paso al superhombre que encarna todo ese vitalismo corporal y esa fuerza arrolladora que se impone
necesariamente, libre ya de toda atadura moral. Más allá del bien y del mal no solo es un título de una obra
de Nietzsche, es claramente la expresión de la vida del superhombre que no puede experimentar deber
moral alguno, ni tiene por qué seguir religión alguna. Está por encima de todo. Su fuerza es su moral, sus
actos son "buenos" porque son actos del superhombre y se imponen por su propia fuerza. Nadie ha de estar
por encima de él; sus obras ya son bellas porque son las obras del superhombre. El superhombre ha
convertido su vida en obra de arte. Solo haremos unas preguntas entre otras posibles: el superhombre ¿es
una profecía de Nietzsche que se cumplirá algún día? ¿es otra metáfora brillante de las muchas que ha
formulado? ¿podrían coexistir a la vez muchos superhombres?

CAMPO TEMÁTICO 2. «Cómo se filosofa a martillazos»: crítica de la filosofía.

El subtítulo que Nietzsche añade a Crepúsculo de los ídolos, "​Cómo se filosofa a martillazos​", es una
declaración de intenciones sobre una original forma de hacer filosofía, buscando un nuevo estilo para esta,
para romper con lo que hasta ahora ha sido la plantilla de la tradición filosófica. Uno no puede refutar algo
(por ejemplo, la razón) porque luego lo tienes que argumentar (con razones, basándonos en el ejemplo
anterior). No se puede alimentar aquello que se quiere eliminar, no se puede secar algo tirándole agua. Por
tanto, será necesario otra forma de proceder y esta es la del martillo que, con un golpe seco y duro, rompe y
destruye aquello que golpea.

Nietzsche hace una crítica general a todos los principios que han servido en la tradición filosófica y cristiana
como base para comprender el mundo en general. No filosofa uniendo argumentos, sino que lo hace a
golpes, rompiendo o transgrediendo el lenguaje. Su obra es fundamentalmente no-conceptual, donde el
lector no necesita pruebas ni demostraciones, solo intuiciones; y con ellas va destruyendo y construyendo.
Este nuevo estilo ha de parecerse a la música, a la danza, a la canción. En pocas palabras, al arte musical,
ya que son lenguajes sugerentes y abiertos, pero que ni fundamentan ni justifican algo del enigma de la
vida.

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Las mismas reglas gramaticales determinan ya las concepciones vigentes del mundo humano. Hay que
renunciar a la lógica gramatical, desmontar el lenguaje, hacerlo bailar. Hay que rastrear nuevas fórmulas de
expresión, más audaces, irónicas, desafiantes, separando conceptos que parecían idénticos y uniendo
aquellos que parecían irreconciliables. El resultado ha de ser el reflejo de un pensamiento original, vivo, y un
lenguaje más connotativo que denotativo, capaz de decir otro significado que el suyo propio. Para
conseguirlo, Nietzsche utiliza toda una seria de recursos estilísticos, tales como:

• Aforismos. Proposición concisa, completa e ingeniosa, que enuncia una sentencia filosófica sin

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argumentarla.
• Metáforas. Imágenes insospechadas que desafían el proceso lógico.
• Analogías. Relaciones de similitud, de comparación, que permiten el acercamiento indirecto a una
presencia inacabable. Por ejemplo, decir que se filosofa a martillazos.
• Contradicciones. Afirmar algo y su contrario a la vez. Para Nietzsche expresar una contradicción no es un
error lógico, sino una manifestación de la vida misma que no sabe separar la negación de la afirmación.
• Ironía. Decir lo contrario de lo que se piensa, con tanto humor que delata nuestras verdaderas intenciones.
Nietzsche escribe para lectores inteligentes.
• Fábulas. Narraciones normalmente breves, semejantes a los mitos, que cuentan sin explicar.
• Lenguaje emotivo. Lenguaje más expresivo que descriptivo. Enraizado en lo poético. Abundan los signos
de entonación, las afirmaciones en primera persona y las expresiones subjetivas del autor.

Es un estilo próximo a lo poético, con muchas interpretaciones posibles, que resquebraja la lengua y
produce justo el efecto que pretende.
Finalmente, las consecuencias de su nuevo estilo en el que no vamos a encontrar una unidad de
argumentaciones racionales y deducciones lógicas. Su obra está siempre dividida, llena de arrebatos
geniales, producto de noches de insomnio o paseos en solitario. Su lectura es siempre mucho más libre,
obligando al lector a crear una propia interpretación con el desasosiego de no saber nunca si se trata de una
interpretación correcta o falsa. Todos los grandes conceptos de Nietzsche son en sí mismos metáforas
abiertas que cada intérprete trata de cerrar.

Tampoco tiene sentido una lectura de sus textos buscando su coherencia lógica. Esto nos llevaría a un
problema distinto. Al observar tal caos de argumentos diferentes, contradictorios unos de otros, le
consideraríamos como un filósofo chapucero. ¿Pero cómo un filósofo chapucero ha tenido tal importancia
en la historia de la filosofía? Este pensamiento, por tanto, sería erróneo. Por tanto, y para concluir, nos
encontramos ante una autor del que siempre se pueden hacer interpretaciones diversas y donde cada
intérprete intentará descubrir en su obra aquellos aspectos que sean más cercanos a su propio
pensamiento. La misma muerte de Dios no se podría conseguir si no lográramos matar asimismo la
gramática, como bien afirma el autor en otra parte. Nietzsche ve con toda claridad que existe relación entre
lenguaje, racionalidad y Dios. Y por eso concluye con irracionalidad y filosofía a martillazos. Según si se
cojan unos textos u otros, y olvidándonos del resto, pueden encontrarte distintas ´´versiones`` de Nietzsche.
Aunque la pluralidad interpretativa sea muy amplia, tampoco es infinita y por mucho que queramos, en su
texto no se puede afirmar que fuera un devoto cristiano, ni un demócrata convencido, ni tampoco un
antisemita, como algunos han pretendido.

2.1. Crítica de la racionalidad decadente.

Nietzsche cuando critica a la razón a la vez arremete contra la cultura occidental porque esta se fundamenta
en ella. Para Nietzsche el intelectualismo occidental descansa en que: razón= virtud= felicidad. Este es el
"dogma" impuesto en la cultura occidental con el que Nietzsche no está de acuerdo y ataca ferozmente. Por
tanto, para Nietzsche, razón no es igual a virtud y esta tampoco es igual a felicidad. Contra esa ciega
confianza se centrará la crítica de Nietzsche y contra esa sociedad que para él se encuentra en una
decadencia.

“El Crepúsculo de los ídolos”, título de su obra, tiene como objetivo fundamental dar a conocer que la cultura
occidental se encuentra en decadencia (crepúsculo) al creer en unos valores absolutos (ídolos) que son
fruto de la razón como instrumento para alcanzar la verdad que tiene su origen en el pensamiento socrático
- platónico. Nietzsche al atribuir esta situación de enfermedad a la cultura occidental propone como solución
acelerar el proceso.

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En este momento hay alguien teniendo relaciones sexuales dentro de un coche. Y no eres tú. Pero podrías serlo.
La crítica a la cultura occidental realizada por el filosofo alemán se basa en una crítica a la razón mediante
el método genealógico por el cual Nietzsche busca el momento preciso en el tiempo en el que nuestra
cultura se ha equivocado y por qué motivo se dejó llevar por la razón. Ese momento concreto es el paso del
mito al logos en el cual el hombre quiere abandonar las fábulas y mitos para explicar los fenómenos que
ocurren a nuestro alrededor y pasa a explicarlos por medio de la razón buscando una demostración
experimental y racional de las cosas.
Al elegir el hombre a la razón, curiosamente utiliza a la misma razón como medio para alcanzar el verdadero
conocimiento. Es la propia razón eligiéndose a sí misma. Nietzsche piensa que el hombre se ha refugiado
en la razón por miedo al cambio y por la seguridad de sentirnos cómodos, seguros, porque el devenir, el

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cambio, lo mutable; conlleva muchos problemas. El hombre occidental habría inventado, con el uso de la
razón, un "ultramundo" que para Nietzsche no existe, es falso y por tanto es un mito, no ha habido ningún
paso del mito al logos, sino de un mito a otro “mito” que es la razón y la ciencia.
Para Nietzsche esta situación provocará la decadencia de occidente. La cultura occidental está enferma y
moribunda y nuestro autor decide acelerar ese proceso de decadencia rematándola mediante la creación de
espíritus libres.
Nietzsche, como Heráclito, apuesta por el devenir de las cosas y no por la razón. Los hombres buscan
la razón desde el principio, como muchos filósofos, para entender la vida. Tienen miedo de no saber y
prefieren fabular un "ultramundo" donde viven engañados. Esto significa que como los hombres tienen
miedo a que no exista una verdad, una razón, un porqué de las cosas, las crean para satisfacerse. Dicho de
otro modo, los esclavos – débiles usando de la razón, se han apoderado de la sociedad, avergonzando a los
nobles - fuertes de serlo y, por consiguiente, negando la vida y el devenir. El miedo al cambio y al
movimiento, a lo real, les ha llevado a levantar una sociedad falsa que ha corrido un velo sobre el devenir y
lo ha sustentado todo en la razón.

La razón. La piedra angular de Occidente niega todo lo que para Nietzsche es real. Desde el movimiento,
"todo fluye nada permanece" única realidad, hasta la percepción sensorial, "el sentir" que es uno de los
postulados nietzscheanos. Para Nietzsche la razón es uno de esos ídolos a los que adora la cultura
occidental que se encuentra en un crepúsculo, en decadencia cercano a un nihilismo pasivo. Nietzsche, en
contraposición con Sócrates, no le otorga a la razón ningún valor de conocimiento de la verdad sino que la
razón ha sido y es un instrumento que ha ayudado a la cultura occidental a estar seguros y cómodos
evitando el devenir (el cambio). La razón es un instrumento eficaz de defensa pero no de conocimiento
porque nos habla de nosotros mismos y no de la realidad.

2.2. Ser y devenir. Apariencia y realidad o “Verdad”.

Nietzsche de acuerdo con Heráclito parte de que “todo fluye nada permanece” por lo que nunca se puede
percibir un objeto de la misma forma que se ha percibido anteriormente porque este objeto, al igual que
nuestra forma de percibir, está sujeto al cambio, al movimiento. No podemos percibir nunca la misma hoja
porque no hay una “misma hoja”. Lla hoja como todo lo existente se renueva cada aquí y ahora. No hay dos
hojas iguales y tampoco la misma hoja permanece inalterable a lo largo del tiempo. Por lo tanto, la realidad
es inaccesible al conocimiento humano. Podemos sentirla, experimentarla, como veremos más adelante,
pero no podemos llegar a conocerla porque como hemos dicho anteriormente todo está sujeto al cambio
constante.

Pero si como se ha afirmado antes, todo fluye, entonces estamos ante un mundo sin orden, sin sentido, sin
logos y sin certeza. Algo difícil de asumir, acostumbrados a un mundo platónico, o aristotélico o cartesiano,
medido, regulado. Y ¿cómo salir de este problema? Al parecer, la cultura occidental, la filosofía, tenía la
solución. De la misma forma que esta realidad sin orden y sin logos nos la muestran los sentidos podríamos
afirmar que los sentidos nos engañan, por lo que esta realidad que nos muestran, la del devenir, es falsa,
pura apariencia, como estaría implícito en Parménides y en toda la tradición filosófica basada en el
inmovilismo. Además tras esta apariencia se encuentra la que para nosotros es la verdadera realidad,
aquello que alcanzamos gracias a la razón. Bien sea mediante la dialéctica (Platón) la fe (cristianismo) el
cogito (Descartes). Con la razón se nos abre un mundo de “objetos” que permanecen inmóviles y por tanto
podemos conocerlos.

De esta forma se habría caído en el dualismo: habría dos mundos, el del devenir, el que nos negamos a
aceptar por miedo y que diremos es pura apariencia y, por otra parte, el llamado mundo verdadero. Como
vemos, estos dos mundos están definidos ya por el dualismo ontológico de Platón, es decir, mundo sensible
y mundo inteligible respectivamente.

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En este momento hay alguien teniendo relaciones sexuales dentro de un coche. Y no eres tú. Pero podrías serlo.
Ante esto Nietzsche, apuesta por posicionarse junto a Heráclito y afirma con él que sólo hay devenir. Lo
aparente lo puedo experimentar pero lo “verdadero” no es más que una construcción de la razón. Por tanto
la razón no sería más que un elemento secundario que nunca podría guiarnos hasta la realidad. Así que,
para Nietzsche, lo real es la multiplicidad y el cambio. De este modo, el mundo verdadero y el mundo
aparente de la cultura occidental son realmente el mundo inventado y la realidad, respectivamente. De esta
forma Nietzsche acaba con el dualismo de realidades, porque si el mundo “verdadero” desaparece,
deberíamos dejar de llamar al otro aparente, ya que no es apariencia de nada. Así que sólo quedaría el
auténtico mundo verdadero, es decir el mundo del devenir, sobre el cual solo tenemos experiencias. Por
ejemplo podemos experimentar la dureza de una piedra tocándola, pero la piedra no es dura en sí misma,
solo es dura para aquel que la toca, no conocemos la dureza, la experimentamos.

Para Nietzsche la creación del “mundo verdadero” se basa en el miedo al devenir, al caos. Se trata de una
solución para vivir tranquilos. Con la creación de este mundo los hombres débiles mostrarían la necesidad
de crear un mundo en el que creer y sentirse protegidos. La creación de este mundo sería un síntoma de
vida descendente. De esta forma todos aquellos que creen en él son débiles, cobardes y viven en el
autoengaño. El mundo llamado “verdadero” es un refugio anti-devenir que habríamos creado ante la
incapacidad de aceptar un mundo sin orden, sometido a cambio constante y por tanto gobernado por el
caos. Lo hemos creado por la necesidad de huir del devenir, de todo aquello que cambia. Además este
miedo causado por el devenir, ha provocado que el ser humano haya convertido lo mutable ( aquello que
cambia) en algo (cosas, objetos), cuando en realidad no hay “algo”, sino multitud de “algos” que cambian
incesantemente. Cómo decíamos al principio las cosas cambian incesantemente.

Los encargados de intentar reducir el devenir y simplificar la realidad son los llamados por Nietzsche
filósofos momia. Porque, como ellas, están embalsamadas y detenidas en el tiempo. Además estos confían
únicamente en los conceptos racionales abstractos (momias conceptuales) y desconfían de los sentidos.

2.3 Crítica de Nietzsche a los grandes conceptos de la metafísica.

Todo el pensamiento del filósofo alemán es un homenaje a la vida, a la voluntad de vivir la vida con todas su
fuerza, con todas las pasiones que implica y que no se le pueden quitar sin traicionarla. Hay que vivir el
espíritu dionisíaco de goce de todo lo que tenemos, de deseo de contemplar la vida como una obra de arte
creativo, de la que nada se puede conocer, solamente vivir intensamente. Podría decirse que si quieres
vivir, no pienses o, al contrario, si piensas, no vives.

La metafísica desarrollada por casi todos los filósofos anteriores suponía un abandono del concepto de vida
para adentrarse en supuestas `realidades´. Términos metafísicos como coseidad, sustancia, esencia, ser no
son alcanzables para el sujeto, como ya había señalado el empirismo, y de algún modo Kant, sencillamente
porque no cabe ningún conocimiento que los pueda abarcar, porque apartan al hombre sano de la voluntad
de vivir y le obligan a la racionalidad, auténtica enfermedad que padece la cultura occidental. El mundo
racional que pretende ser verdadero es una fábula a los ojos de Nietzsche. El hombre es un fabulador pero
los filósofos racionales han pretendido fraudulentamente que su fábula no era tal, sino la misma realidad.

No existe ningún conocimiento, ni ningún intelecto capaz de alcanzar estos conceptos metafísicos porque
son pura invención que el hombre ha hecho para olvidar el caos del mundo en el que vive (todo fluye, que
decía Heráclito) para refugiarse en otro que le sirva de vía de escape de éste. El hombre de la cultura
occidental ha olvidado que esos términos, esos conceptos de los que tanto han discutido al parecer
inútilmente los filósofos del pasado, son para Nietzsche puras metáforas de las que se ha olvidado que lo
son: palabras vacías de significado que filósofos como Sócrates, Platón, Descartes, Kant, entre otros, han
ido llenando de mentiras. Incluso el cristianismo, aunque por otros fines de corte religioso, habría propuesto
sus metáforas para crear en el hombre el concepto de ser superior, de un mundo que es perfecto y que se
alcanza apartándose de éste, con cierto platonismo de fondo.

Por otro lado, la afirmación del caos basado en la realidad del movimiento al modo de Heráclito, como
hemos señalado antes, implica el final de la metafísica, porque nada hay que pueda ser demostrado como
ser porque sencillamente lo que hay es el no-ser, el devenir. De este modo, Nietzsche nos devuelve a la
clásica controversia de Heráclito con Parménides quedándose con el primero. Ahora la apariencia es
precisamente el “ser”. Es uno de los aforismos de Nietzsche, una de sus proposiciones ingeniosas sin
argumentación, que el lenguaje- filosofía a martillazos se encarga de imponer.

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Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
El término metafísica, el estudio de lo-que-hay-más-allá-de-la-física, es algo que Nietzsche atribuye al
síndrome de la loca razón, de querer estudiar grandes conceptos abstractos que no ayudan a que el hombre
pueda vivir sino que le engañan en supuestas realidades trascendentes. Así el hombre se hace desgraciado
porque deseando ansiosamente vivir se le obliga a seguir ciertas obligaciones.

Esta crítica a los conceptos de la metafísica, en algún sentido, puede interpretarse como el tópico de que la
ignorancia es la felicidad del hombre, cuestión que ya Rousseau parece plantear. De esta manera, el
hombre ya no necesita ni quiere conocer lo que le rodea, ya no sigue la línea de lo apolíneo de lo recto y el
modelo, ya no busca la armonía de las formas, de las sustancias, apartándose así también de la ciencia.

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Tampoco Nietzsche respeta la ciencia. La ciencia es vista por el pensador alemán como una fábula con
apariencia de realidad, como el último baluarte de realidad que le queda.

Así pues el escepticismo de Nietzsche, sin ciencia, sin filosofía y por supuesto sin ética universal que valga,
queda el hombre vitalista abierto a las pasiones y a todo lo que la vida quiera ofrecer dentro de su bello
caos. Sin verdad, sin logos, solo queda el Mito, una vida que se habrá de interpretar como obra de arte,
como creación bella.

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En este momento hay alguien teniendo relaciones sexuales dentro de un coche. Y no eres tú. Pero podrías serlo.

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