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I.

NIETZSCHE: LA CRÍTICA A LA TRADICIÓN SOCRÁTICO-PLATÓNICA


Y A LA DIALÉCTICA

INTRODUCCIÓN
La filosofía de NIETZSCHE (1844-1900) es en grado sumo polémica y crítica. No en
vano es considerada como una crítica de toda la tradición platónico-cristiana occidental.
Muchos son sus “enemigos”: Parménides, Sócrates, Platón, Kant, el cristianismo, el
socialismo, etc.

CRÍTICA A LA MORAL
Nietzsche critica la moral, puesto que se opone a la vida y establece leyes o decálogos
en contra de los instintos vitales, esta moral prefiere la inhibición a la exuberancia,
condena los instintos. La base de esta moral antinatural es el platonismo (ya Sócrates
hizo triunfar la razón contra la vida, Apolo contra Dionisos). El platonismo acabó
convirtiéndose en la metafísica cristiana. En ella se pone el centro de la vida del ser
humano en el más allá salvador, en el mundo de las ideas. Según Nietzsche, “la vida
acaba donde comienza el reino de Dios” (Crepúsculo de los ídolos). La moral, según ha
sido impuesta, como forma de conducta en Occidente, es un síntoma de decadencia, de
nihilismo, un juicio que niega la vida misma. Lo paradójico es que se justifique en Dios
y no en el hombre mismo. Por ello, la moral ha de tener un primer objetivo: demostrar
la voluntad libre del ser humano. Para pecar y ser objeto de las iras divinas hemos de ser
libres. Nietzsche invierte el argumento: la responsabilidad es posible si el hombre es
libre, y esto, a su vez, es posible porque al ser humano y al mundo se les ha hecho
previamente “culpables”.
Lo que Nietzsche critica aquí es la idea de un orden moral del mundo, que sirva para
dirigir la historia del ser humano. Critica la moral cristiana, cuyo resentimiento hacia la
vida le ha obligado a buscar leyes exteriores a la propia vida, leyes del más allá. Este
orden no viene dado por el propio ser humano, sino por Dios. Según Nietzsche, si Dios
ha sido hasta ahora la gran objeción contra la vida, nosotros negamos a Dios, y negamos
la responsabilidad ante Dios; de esta forma “redimimos” el mundo. El ser humano no
necesita de Dios para saberse libre de origen, siempre lo ha sido y lo será, no hay
ninguna ley trascendente que le obligue. Nietzsche es, pues, el gran crítico de la moral
antinatural, que él identifica con la moral tradicional. Nietzsche solía llamarse
“inmoralista”, su moral va por caminos muy diferentes a los del cristianismo, pero no
deja de tener una moralidad: la exaltación de la vida en su completo desarrollo, en su
creatividad y destrucción naturales, en el originario devenir del ser. Nietzsche distingue
dos tipos de moral:
- moral de señores: caballeresca, que ama la vida, el poder, la grandeza, el
placer. Lo bueno = lo aristocrático / Lo malo = lo despreciable. Moral propia
del superhombre, que afirma la muerte de Dios (moral defendida por
Nietzsche); y
- moral de esclavos: supone una inversión de los verdaderos valores, afirma el
dolor, la resignación, la paciencia, la humildad... Lo bueno = lo débil / Lo
“malvado” = los dominadores. Esta moral nace con el judaísmo y la hereda
el cristianismo, moral burguesa, idealista, hipócrita, falsa. Moral tradicional
que mata la vida y está dirigida por Dios desde fuera del propio mundo. La
crítica más profunda de Nietzsche a la cultura occidental la realiza a través
de sus valores morales.

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CRÍTICA A LA METAFÍSICA
La crítica que hace Nietzsche a la filosofía tiene una estrecha relación con la crítica a la
moral, pues la moral (cristiana) tiene su base en la filosofía platónica (antítesis de
valores). Nietzsche admira a Heráclito, “el único que no ha falseado la realidad” y
critica duramente la escisión que origina Platón de la realidad en dos mundos:
- “mundo real” > razón (menosprecio de la vida > nihilismo) : negado por
Nietzsche; y
- “mundo aparente” > sentidos (afirmación de la vida) = ”Verdadera realidad”
para Nietzsche (inversión de la metafísica).

También critica a Kant, puesto que éste separaba la realidad en fenómeno y noúmeno.
Los filósofos han inventado para justificar una serie de valoraciones, o de categorías, un
mundo distinto de éste con categorías contrapuestas. La filosofía tradicional es
dogmática y considera al ser como algo estático, fijo; pero, para Nietzsche, ese ser no
existe en la realidad, sólo existe el devenir, el mundo de los fenómenos. Los conceptos o
categorías con los que la metafísica tradicional trata de aprehender el ser son meras
ficciones convencionales. Nosotros, los humanos, somos quienes creamos estas
categorías (unidad, identidad, causalidad....). Los filósofos se han dedicado hasta ahora
a “momificar” el devenir del ser a través de estos conceptos con los que etiquetamos la
realidad cambiante. Tanto Platón como Kant representan la necesidad de racionalizar lo
imposible de racionalizar, el ser como devenir. Lo que nos obliga a inventar ficciones
lógicas y modelos de conocimiento de forma tal que nos permitan la estabilidad frente a
lo que en sí es caos(sin ley ni orden sobrenaturales).
La metafísica tradicional se basa, a juicio de Nietzsche, en los prejuicios de los filósofos
contra algunas manifestaciones vitales, como son el horror a la muerte, a la vejez, al
cambio, etc. (Crepúsculo de los ídolos)
Hay, por tanto, en Nietzsche, una negación del concepto metafísico del ser, “el ser es
una ficción vacía”, todo es devenir. Sólo hay un mundo, el de la vida, y éste cambia
constantemente.

CRÍTICA A LA DIALÉCTICA (HEGEL)


Hegel pensó que la Razón guiaba y gobernaba la historia, y que en un proceso
progresivo dialéctico la historia era la realización efectiva de la libertad. Para Nietzsche
toda la historia universal ha sido “nihilismo”. En opinión de Nietzsche, la dialéctica es
la expresión del resentimiento y de la manera esclava de valorar. Critica tres aspectos
fundamentales:
1. La dialéctica es el medio del que se sirve la plebe para, en su impotencia, situarse
arriba.
2. La dialéctica se alimenta de una sublime ilusión metafísica: la creencia de que el
pensar llega hasta los abismos más profundos del ser, y que el pensar es capaz de
corregir el ser.
3. En el concepto de negatividad, lo negativo constituye un momento originario y
esencial de la dialéctica especulativa hegeliana. Nietzsche encuentra en esa negación
la manera esclava de valorar.

CRÍTICA A LAS CIENCIAS POSITIVAS


Nietzsche realiza también una crítica de la ciencia positiva porque ésta supone una
matematización de lo real, y esto no nos ayuda a conocer las cosas, sino sólo a
establecer una relación cuantitativa con ellas. Tiende a anular las diferencias entre las
cosas, olvida lo cualitativo (La gaya ciencia).

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Nietzsche no ataca la ciencia en sí, sino una metodología determinada: el mecanicismo
y positivismo de su época. La crítica a la ciencia y a su idea de progreso tiene dos
vertientes:
a) La ciencia investiga el curso de la naturaleza, pero nunca puede dar una orden al
hombre. Sólo conoce cantidad y número; nada sabe de la pasión, de la fuerza, del
amor, etc. La ciencia está muy lejos de poder hacer juicios valorativos sobre la vida,
y tampoco puede ofrecernos nada que se parezca a una ley moral vinculante.
b) La ciencia se ha convertido en “nodriza” al servicio de unos intereses creados; el
estado la ha tomado a su servicio con el fin de explotarla, para conseguir sus
objetivos. El estado posee en la ciencia a su más fiel servidor.

II. EL NIHILISMO Y SUS FORMAS EN NIETZSCHE

El nihilismo es un movimiento histórico de la cultura occidental. Se trata de la esencia


de todo un destino: el de los pueblos occidentales, su decadencia. La meditación sobre
el nihilismo toma como objeto lo sucedido con la “verdad” del mundo suprasensible y
las relaciones de ésta con la esencia del hombre. La frase “Dios ha muerto”, acuñada
por Nietzsche, revela la esencia de este pensamiento sobre la historia de occidente.
“Dios ha muerto” significa que nos hemos quedado sin nada con lo que darle sentido a
nuestra vida, con lo que hemos perdido la orientación del mundo. Han caído los valores
que dirigían nuestra vida, nuestra cultura. “Los valores supremos pierden validez”
(La voluntad de poder). La esencia del nihilismo es el armazón fundamental de lo
existente. El nihilismo tiene dos caras:
- una negativa, como esencia de la tradición socrático-platónica, que explica
la crítica destructiva de la tradición occidental; y
- una positiva; porque el nihilismo supone el reconocimiento de las
condiciones que han llevado a occidente a ser nihilista, para escapar de esta
situación decadente.

Nietzsche pensó y padeció las consecuencias del nihilismo. Su pensamiento refleja los
tres grandes momentos del nihilismo:
1. Nihilismo como consecuencia inmediata de la destrucción de los valores vigentes;
es el momento de la tremenda duda, de la desorientación y de la pérdida de sentido.
2. Nihilismo como afirmación, consecuencia necesaria del pensamiento platónico-
cristiano; es el momento de la reflexión, del distanciamiento con respecto a la
tradición.
3. El momento de la nueva valoración, de la vida, de la esperanza... como punto de
inflexión hacia una nueva perspectiva del ser y el hombre. Este aspecto no es
recorrido por la reflexión racional, sino por algo instintivo que Nietzsche llama
“voluntad de poder”. El nihilismo tratará de superar ese estado hacia una nueva
ontología y una nueva antropología. La voluntad de poder creará valores nuevos,
manifestando el “sí” del superhombre a la vida.

Pero qué significa la frase “Dios ha muerto”. Significa que se han derrumbado los
pilares que sostenían la tradición, la historia y la cultura de occidente, una tradición y
una cultura que se han apoyado en la idea de Dios. El nihilismo es la consecuencia
propia de la ausencia de valores, la falta de respuestas a las preguntas que se habían
respondido desde Dios. Al matar a Dios, se ha perdido el sentido de nuestra vida. Pero

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se niega para afirmar, para crear valores nuevos. Lo que ha muerto es el dios
monoteísta, el dios de los metafísicos. Para Nietzsche, el monoteísmo de la razón obliga
a descartar otras razones, otros dioses. Con Dios, se cree que verdaderamente existe un
sentido superior que guía al hombre a través de la razón. Sin embargo, la pluralidad de
perspectivas es condición de libertad, y el politeísmo siempre ha prefigurado el espíritu
libre y múltiple del hombre: la fuerza de crearse modos nuevos de ver el mundo. El que
ha muerto es el dios moral de las contraposiciones entre bien y mal, mundo real y
mundo aparente. Muere un Dios todopoderoso, pero renacen los dioses múltiples-
finitos. Nietzsche intentará superar el estado nihilista cuando reflexiona sobre el
pensamiento occidental, y cae en la cuenta de que él es el “asesino“ de Dios (La gaya
ciencia).

III. LA VOLUNTAD DE PODER, LA VERDAD, EL LENGUAJE

La voluntad de poder no se refiere a la voluntad como facultad, tampoco a que la


voluntad quiere el poder, sino que hay que entender la voluntad de poder como creadora
del poder. La voluntad es poder. La voluntad de poder es aquella que afirma la vida, que
dice sí a la vida y, por lo tanto, “la voluntad de poder es vida”, la afirmación de esta
vida, que tiene que desplegarse en múltiples direcciones. Todo, los pensamientos, los
movimientos, las apetencias... en el hombre son síntomas de esa voluntad de poder, que
trata de manifestarse.
Para Nietzsche la realidad es perspectiva, es cambio, movimiento. La realidad vital es
devenir y la vida es interpretadora (selecciona e interpreta el aspecto bajo el que se
enfrenta y se relaciona con la realidad). No hay una realidad fija, esencial y definitiva,
no hay comprensión fija, porque el intelecto humano tiene que servirse de sus propias
formas de comprensión e interpretación sujetas también al devenir. Para nuestro autor,
hay una estrecha correlación entre la realidad y la vida, entre el ser y su interpretación a
través del pensamiento y el lenguaje.

Interpretación de la REALIDAD
La realidad del mundo y del ser humano es múltiple, porque éste posee una pluralidad
de impulsos e instintos, cada uno con su perspectiva propia y en constante lucha entre
sí. El ser se nos muestra en un abanico de aspectos. Esta multiplicidad se convierte en
apariencia cuando lo que se nos muestra en una perspectiva se fija o queda establecida
como lo único determinante, menospreciando las demás perspectivas. El ser es devenir,
siempre está en un proceso infinito, de eterno retorno, con lo que la realidad del ser se
nos revela como cambio cualitativo (sin posibilidad de fin).
Se enfrentan, pues, dos tipos de argumentos: los de la metafísica dogmática
(considerados superiores por venir del mundo suprasensible) y los Nietzsche (que son
irracionales, por ser contrarios al platonismo). Contra lo uno, opone Nietzsche lo
múltiple, la pluralidad del ser en sus diversas manifestaciones, las perspectivas mediante
las que el ser humano aborda el mundo. Contra lo estático, el devenir.
VOLUNTAD DE PODER es “la esencia más íntima del ser”, “el mundo visto desde
dentro”. Se dice primariamente de la vida en todas sus manifestaciones; pero también
expresa toda energía o fuerza en general. Y la voluntad de poder es lucha, creación,
auto-superación. El mundo es una combinación inmensa de fuerzas diferentes y
desiguales, sin comienzo ni fin, en eterna transformación. Unas dominan y otras son
dominadas. La realidad es, pues, dinámica.

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La nueva idea de VERDAD
El problema de la verdad adquiere ahora un sentido distinto; la cuestión no es si un
juicio es verdadero o falso, sino si favorece o no a la vida. La verdad es una apariencia
que se ha impuesto a través de la costumbre, pero que no deja de ser un error. Nietzsche
afirma que “la verdad es aquella clase de error sin la que una determinada especie de
seres vivos no podría vivir. El valor para la vida es lo que decide en última instancia
(La voluntad de poder).
Este es el sentido de la radicalidad del pensamiento nietzscheano, que él denomina
voluntad de poder. Ésta justifica el error como condición necesaria para la afirmación de
la vida. Este tipo de voluntad conoce la realidad auténtica del ser, el devenir, y sabe que
la razón humana no podrá jamás abarcarla ni simplificarla en sus categorías.

La nueva idea del LENGUAJE


Si las categorías, los conceptos, no nos sirven para acercarnos a la realidad del devenir,
¿qué otro medio tenemos para hablar del ser? Nietzsche exalta el poder de la
imaginación metafórica del ser humano. La metáfora es una verdadera perspectiva,
porque con ella logramos integrar la realidad diversa y se mantiene abierta al mundo, y
no cerrada (como ocurre con el modelo simplificador del concepto). La metáfora filtra
los hechos, poniendo de relieve unos sobre otros.
El aspecto más fundamental de la voluntad de poder del hombre es su creatividad. En
definitiva, el lenguaje sobre la realidad no puede ser el de la lógica ni el de las
matemáticas o el de la religión, porque éstas son sólo ficciones de la realidad. La
manera de acercarnos al mundo ha de ser artística.

Donde mejor se aprecia el significado de la VOLUNTAD DE PODER es en la obra de


Nietzsche El nacimiento de la tragedia. En ella, a través de las metáforas de Apolo y
Dionisos, se expone que el ser humano tiene que crearse un estatuto propio frente al
devenir incesante de la realidad. Para Nietzsche, la vida se resuelve en la antítesis griega
entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Apolo es el dios del orden, de la escultura, de la
razón, del sueño. Dionisos representa el caos, el instinto, la embriaguez, donde todo
está confundido... La necesidad de soñar responde a la necesidad de embellecer la vida.
Nietzsche tratará de recuperar lo trágico, el fondo dionisíaco de la existencia (creación y
destrucción).
Voluntad de poder significa, pues, voluntad de dominio. La vida es voluntad de poder,
voluntad de ser más, vivir más, superarse, demostrar una fuerza siempre creciente; en
definitiva, es voluntad de crear. Es la exaltación de la fuerza y de la agresividad basadas
en la creación de nuevos valores.

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IV. LA TRANSVALORACIÓN MORAL Y EL IDEAL DEL SUPERHOMBRE

La afirmación del pluralismo manifiesta el radical ateísmo de Nietzsche (Dios ha


muerto). El ser como voluntad de poder (creación de valores nuevos) se autoafirma en
su propia producción. Los nuevos valores morales son posibles porque se ha
redescubierto la pluralidad de sentidos que tiene el ser. Un triunfo de la vida (de esta
vida terrenal, del movimiento) es un triunfo de la voluntad de poder (exaltación de la
creatividad).Pero esta TRANSVALORACIÓN (cambio en el sentido de los valores)
sólo es posible si se ha superado el nihilismo. Según Nietzsche, la mentalidad judeo-
cristiana acabó con los valores de la vida, con el espíritu aristocrático. Hay que crear un
mundo nuevo, de valores nuevos, que afirme la vida y prepare los puentes hacia el
superhombre. Los valores de la moral de esclavos, basados en la compasión, en la
humildad, en la paciencia...deben ser cambiados por los valores de la moral de señores:
la fuerza, el placer, la violencia, el amor desbordante, la alegría... La voluntad de poder
afirma la tierra, la vida total en su aspecto constructivo y destructivo. Eleva lo múltiple
y el constante devenir, que se convierten en objeto de la afirmación a favor de la vida,
hay que fortalecer la alegría hacia la vida (Así habló Zaratustra).
La voluntad de poder alcanza su más alto grado de reflexión en el eterno retorno: hay
que amar la vida de forma que se quiera volver a vivirla, porque todo vuelve a repetirse
eternamente. El eterno retorno es un sí a la vida tan fuerte que su deseo es que ésta se
repita eternamente, “permanecer fieles a la tierra”, querer el futuro es volver a querer el
pasado.
Este amor eterno hacia la vida misma proporciona al ser humano el medio de ir
superándose continuamente. El hombre sólo es un puente hacia el SUPERHOMBRE,
en el que se presentarán nuevos valores y virtudes (más allá del bien y del mal). Tan
sólo nos queda ir preparando la venida mediante la “gran política”. Ësta es la
preparación que posibilita al hombre la superación que ha de llevarnos hasta el
superhombre. Nietzsche plantea claramente la intención, pero no así los medios para
llegar a la conclusión fundamental (puesto que le sobrevino un ataque de locura catorce
años antes de morir).
El primer discurso de Zaratustra expone tres metamorfosis de espíritu: cómo el espíritu
se convierte en camello, como el camello se convierte en león y cómo éste se transforma
en niño. El camello simboliza a los que se contentan con obedecer los valores
establecidos (dominados por el “tú debes”). El camello que quiere ser más se transforma
en león, símbolo del nihilista que rechaza los valores tradicionales (“libertad de”). Pero
también este león tiene la necesidad de transformarse en niño. El niño representa el
juego, la inocencia, ya no hay un atrás que negar, ya no hay resentimiento. Se pretende
vivir libre de prejuicios, crear una nueva tabla de valores desde el sí a la vida (“libertad
para”) > superhombre.
La moral de hombre superior propone una revuelta contra la degeneración de la
humanidad: la nueva moral pretende estar al servicio del superhombre, recuperar los
instintos vitales del ser humano; quiere transformar al hombre, que domesticado por el
cristianismo, se ha convertido en mediocre olvidando su verdadera esencia: su voluntad
de poder. Para Nietzsche, el superhombre es el hombre sin máscara que ha sido capaz
de superar los prejuicios de la moral cristiana y occidental. Así, el hombre superior hace
caso omiso de los prejuicios de la gente; no cree en la igualdad, sino que dice sí a las
jerarquías. La igualdad sólo lleva a una moral de rebaño social, de esclavos, de la que
hay que desconfiar; al igual que hemos de desconfiar de los “doctos” que odian al

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hombre superior porque odian la vida. El hombre superior ama al ser humano por
encima de todo, porque lo ve no como es, sino como algo que hay que superar (Así
habló Zaratustra).
Dios ha muerto y sólo queda el hombre como posibilidad abierta hacia el superhombre.
Se nota ahí la influencia de Darwin, aunque el interés de Nietzsche es otro: la vida es
experimento porque hay posibilidad para vivir cada día con más fuerza y amor hacia la
vida. El hombre superior se ríe de los valores del mundo suprasensible porque no tiene
prejuicios y hace de su vida un continuo experimentarse a sí mismo; es el que se afirma
en el devenir de la vida, sin necesidad de crear otros mundos, se pasea jugando por la
cuerda floja del devenir, en riesgo permanente...

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ORTEGA Y GASSET: EL RACIOVITALISMO

INTRODUCCIÓN
El pensamiento de ORTEGA Y GASSET (1883-1955) representa el intento de pensar
las categorías de la modernidad desde una óptica constituida por los problemas de la
España de su tiempo. La crítica del racionalismo imperante desde Descartes, y de las
filosofías de la vida, lleva a nuestro pensador a adoptar la doctrina del punto de vista,
radical para cada individuo, que le obliga a afrontar su circunstancia histórica y vital
desde sí mismo. Esto implica un desarrollo de importantes problemas: la vida, la teoría
de las generaciones, el ser humano como ser histórico, la propia razón histórica...

CONCEPTO ORTEGUIANO DE FILOSOFÍA


Para Ortega la filosofía no nace por razón de utilidad, sino que es “constitutivamente
necesaria al intelecto” y tiene como fin capturar la verdad del todo como tal. Filosofía es
“conocimiento del universo o de todo cuanto hay”. Tiene cuatro características:
a) Filosofar es plantearse un problema absoluto (sin partir de creencias previas).
b) Situación que impone el imperativo de autonomía (no apoyarse en nada
anterior a la filosofía).
c) Actúa el principio del universalismo (pantonomía), afán hacia el todo, hacia
el universo.
d) La filosofía es un conocimiento teórico (conjunto de conceptos).
La filosofía es, en fin, un enorme apetito de desvelamiento o manifestación de algo; es
un habla que nos desvela el ser de las cosas (Qué es filosofía).

CRÍTICA AL REALISMO Y AL IDEALISMO


En su pensamiento, Ortega lleva a cabo una crítica del realismo y del idealismo (es
decir, del objetivismo y el subjetivismo). Para el realismo, la verdadera realidad son las
cosas en sí mismas (objetos), independientemente de mi pensar, de mi yo, que se
convierte en otra cosa. Pero esto es simplemente una ilusión ridícula, ya que el yo es
quien vive las cosas. El realismo no ha sabido dar importancia al yo y ha quedado
absorbido por el mundo exterior. La razón naturalista (o realista) se detiene ante la
extraña realidad que es la vida humana. La causa es que el hombre no tiene naturaleza,
sino que tiene historia. En esta situación el hombre se ha visto desilusionado por la
ciencia (que se presentó como la solución a todos los problemas), porque lo humano se
escapa de la razón físico-matemática.
El idealismo, por su parte, cae en la misma equivocación que el realismo. El
racionalismo cartesiano, verdadero iniciador del subjetivismo, disuelve el mundo
exterior a favor del yo, de la substancia pensante. Para Ortega, no puede existir el yo sin
las cosas, sin mundo. No puedo hablar de las cosas sin el yo, pero tampoco puedo hablar
del yo sin las cosas. La realidad radical no puede ser el cogito hermético de Descartes,
el ser pensante aislado, sino el pensante con las cosas, el yo viviendo con las cosas; es
decir, mi vida. El idealismo va, pues, contra la vida.
No es extraño, pues, que ambas críticas aparezcan unidas, puesto que cometen –como
hemos dicho- el mismo error. Ortega explica su propia idea al respecto: “la necesidad de
superar esa idea de naturaleza procede de que no puede valer como realidad auténtica,
sino que es algo relativo al intelecto del hombre” (Qué es filosofía). Esta relatividad de
la naturaleza con respecto al intelecto humano, a su vez, no posee realidad considerada

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aparte, sino funcionando en una vida humana. Tanto la naturaleza como el intelecto son
relativizados por la única realidad radical, que es la misma vida humana, donde se
hallan funcionalmente integrados el mundo (las cosas) y el yo pensante. La razón es
sólo una forma y función de la vida.

EL CONCEPTO DE VIDA COMO REALIDAD RADICAL


La realidad radical es la realidad de cada uno en particular, su vida. No existe otra
realidad más indubitable: ni siquiera el pensar es anterior a la vida. Ortega no trata sólo
de potenciar la vida como realidad radical, sino que además pretende crear un nuevo
concepto de realidad radical (distinto al realista y al idealista). Lo que lleva a cabo
formulando una teoría sobre la vida.
El ser del mundo no es alma ni materia, sino perspectiva. Ésta es una condición
gnoseológica de lo real, que a pesar de ser única e intransferible, no aspira en modo
alguno a absolutizar el mundo. La única forma de reacercarse a esta realidad del mundo
es multiplicando los puntos de vista y asumiendo esa multiplicidad. La perspectiva o
punto de vista se halla asimismo emparentada con una determinada circunstancia (el
mundo peculiar de cada sujeto, su cuerpo y alma, el lugar y tiempo de nacimiento, las
cosas con que se encuentra, los usos sociales, sus ideas, convicciones, creencias...).
Ortega y Gasset afirmará que somos esencialmente circunstanciales y que el
conocimiento de este hecho debería hacernos olvidar los valores hieráticos que dictan
perspectivas eternas. La vida es circunstancial, la vida es un punto de vista sobre el
Universo.
Así, Ortega se aleja del DOGMATISMO RACIONALISTA, que considera que una
perspectiva (la propia) es la única y defiende el valor absoluto de las verdades que
conforman la realidad, negando el valor a lo vital. Pero también rechaza el
RELATIVISMO, que sostiene que el conocimiento de la verdad es imposible, puesto que
cada sujeto interpreta la realidad modificándola. Para Ortega la búsqueda de la verdad
es un proceso abierto e histórico.
Junto a la circunstancia y la perspectiva aparece otra realidad irrefutable: el yo. El yo no
es un ingrediente de la circunstancia; yo no soy un elemento pasivo en ella, sino que
dentro de ella trabajo y elaboro mi vida, mi proyecto. La circunstancia por sí sola no es
nada, sólo adquiere consistencia cuando la emparentamos con el sujeto que vive. Por lo
tanto, lo que da sentido a lo real sólo puede ser la vida humana; cualquier tipo de
realidad se constituye como tal, única y exclusivamente, con respecto a ella. Por eso, mi
vida es la realidad radical, que conozco si advierto que “yo soy yo y mi circunstancia”.
En resumen, el raciovitalismo es la teoría del conocimiento que tiene como punto de
partida la vida. Pero la razón vital es también la razón histórica, pues el vivir siempre
está unido al ser humano y el horizonte de la vida humana es la historia, el tiempo. Para
Ortega, la razón pura (es decir, al margen de la vida) no es apta para captar el fluyente
devenir de toda la realidad. La razón vital une, pues, razón y vida en el quehacer
histórico. Es la vida misma la que al poner una cosa en su perspectiva, al insertarla en
un contexto determinado y hacerla funcionar en él, la hace inteligible. La vida es, por
tanto, el órgano mismo de comprensión.

LAS CATEGORÍAS DE LA VIDA


Como hemos mencionado, Ortega y Gasset ha definido la vida como una nueva realidad
radical y ha tratado de buscar ciertas categorías con las que poder definirla mejor. Él
entiende por categorías los conceptos que expresan el vivir en su exclusiva peculiaridad.
Son las siguientes:
a) Vivir es, ante todo, encontrarse en el mundo, “yo en el mundo”.

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b) Estando ocupado en algo.
c) Y nos encontramos ocupados, dedicados a algo para una finalidad. La vida
no está nunca prefijada, es imprevista, es posibilidad y problema.
d) Vida es anticipación y proyecto, porque nada se nos da hecho.
e) Si decido es porque tengo “libertad para...”, puedo escoger, y el poder de
decisión dependerá siempre de que haya o no posibilidades frente al que
tiene que decidirse.
f) Pero el mundo de la vida es esencialmente circunstancial. Las posibilidades
no son en absoluto ilimitadas, puesto que estamos limitados por las
circunstancias (Qué es filosofía).
g) Y en la raíz misma de nuestra vida hay un atributo temporal; la vida es
futurización: consiste en decidir lo que vamos a hacer en el tiempo.
La sustancia de la vida es el tiempo, el cambio, ya que el ser no es estático, sino
movimiento continuo. Toda noción referente a la vida humana es función del tiempo
histórico (todo concepto que quiera representar alguna realidad humana lleva inclusa
una “fecha”).

ORTEGA Y GASSET: EL HOMBRE COMO SER HISTÓRICO

VIDA E HISTORIA: LA RAZÓN VITAL


El concepto de razón vital en Ortega no es un síntoma de concesión al irracionalismo,
sino una ampliación de su horizonte cognoscitivo. Ortega y Gasset no va contra la
razón, sino contra el racionalismo, porque es racional al margen de la vida. La
“irracionalidad” del racionalismo desaparece si fundamentamos la razón pura en la
totalidad de la razón vital. Por esto la actitud filosófica de Ortega se denomina
raciovitalismo.
La razón vital funciona desde el sujeto y dentro de su circunstancia, en una determinada
realidad social e histórica. Aparece realizada en la vida del ser humano, y se concretiza
en razón histórica. El horizonte de la vida humana es histórico. Pero no se trata de dos
razones distintas: sino que la razón vital ( en su exigencia de explicar la vida del
individuo y de los pueblos) es, a la vez, razón histórica, porque la vida comprende la
realidad en su devenir: la razón histórica no acepta nada como mero hecho, sino que “ve
cómo se hace el hecho” (Historia como sistema).
La razón histórica no es una “descripción narrativa superficial” de la realidad (lo propio
de la razón abstracta), sino la búsqueda dinámica de los factores que la posibilitan y
hacen inteligible en la totalidad de su ser histórico. Ortega no cree que la razón histórica
sea la panacea del mundo. La racionalidad de la historia quedará siempre como
problema y nunca será totalmente clara y transparente: es algo que hay que buscar
continuamente, rehaciendo esquemas bajo el signo de la prueba y del error. La razón
histórica es una razón a posteriori (no se acerca a la realidad con esquemas
preestablecidos).
El destino humano avanza “dialécticamente” a partir de la razón viviente. La dialéctica
de esta razón consiste en que el hombre va “siendo” y “de-siendo”, por lo que el vivir
alcanza una nueva perspectiva desde el ángulo de la razón histórica: el ser humano se da
cuenta de que es un proyecto inacabable y comprende que su vida consiste en ir
descubriendo nuevos horizontes. El enfoque de la razón histórica ha de ser móvil (como
la realidad), eso se logra viviendo y reviviendo esa realidad, siendo una razón viviente.

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HISTORICISMO Y SOCIEDAD
Históricamente cada época se caracteriza por sus creencias, ideas, cultura,
problemáticas, etc. Estos factores constituyen unas formas de vida, unas costumbres,
modos de vivir, instituciones y relaciones de tipo social. En cada época se dan, pues,
unas formas de vida que duran cierto tiempo. En un mismo tiempo coinciden varias
generaciones: en esta diferencia se basa la posibilidad de la innovación, del cambio. Si
todos los contemporáneos fuesen coetáneos (tuvieran la misma edad), la historia se
detendría, puesto que cada generación –según Ortega- tiene dos dimensiones: una
consistente en recibir lo vivido y otra consistente en fluir su propia espontaneidad, en
aportar cosas nuevas. Cuando ambas no coinciden es cuando surgen polémicas entre
ellas (apareciendo la rebeldía), siendo posible la innovación. Cada generación posee una
sensibilidad, una manera concreta de ver, de sentir la realidad. Toda generación tiene su
misión propia, su tarea histórica; por ello, cada una ha de plantearse cuál es su tarea.

EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO: EL FENÓMENO DE LAS MASAS


Según Ortega y Gasset, cada generación está compuesta por dos tipos de personas: una
minoría selecta (élite) y la masa (la mayoría). La élite está formada por hombres
creadores de un proyecto de vida, su misión es dirigir a las masas. Cuando éstas no
obedecen las directrices de la élite, se crea una gran confusión, y de ahí que todo marche
mal. Eso es lo que ocurre en el tiempo de Ortega. España se encuentra desmoralizada,
separada de Europa. Las masas se rebelan y se produce la invertebración de la sociedad.
De ahí la preocupación de los intelectuales de la época por el tema de España y su crisis.

Conclusión
El historicismo tiene un significado claro: tanto el hombre como la sociedad no tienen
naturaleza, sino historia. El hombre es algo vivo, dinámico; la sociedad, al igual que el
hombre, es un quehacer en comunidad. La visión de Ortega sobre la historia es
penetrante y original, aunque su visión de España es pesimista (al hallarse desvinculada
de Europa). Por lo tanto, la preocupación más importante de Ortega en su momento es
la vertebración de España.

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BIBLIOGRAFÍA (MANUALES E HISTORIAS DE LA FILOSOFÍA)

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