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Resumen
Desde hace algunos años, diversas variantes de punitivismo cues-
tionan la aplicación irrestricta de las garantías constitucionales en cau-
sas criminales de distintas clases, siendo las más notorias las que se
refieren a graves violaciones de los derechos humanos y a casos de
corrupción política. Ello se hace con el argumento de que la impunidad
no es aceptable en tales supuestos. Al mismo tiempo, cada variante
de punitivismo promete que, salvo para la clase de casos que señala,
las garantías seguirán aplicándose con normalidad. En este trabajo se
argumentará que el punitivismo no puede cumplir con su promesa y
que, por ello, toda forma de punitivismo es enemiga de las garantías;
además de ser autofrustrantes, porque en los tribunales coexisten di-
versas concepciones de punitivismo.
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Abstract
For some years now, various forms of punitivism have called into
question the unrestricted application of constitutional guarantees in
criminal cases of various kinds, the most notorious of which concern
serious violations of human rights and cases of political corruption.
This is done on the basis that impunity is not acceptable in such cases.
At the same time, each variant of punitivism promises that, except
for the kind of cases it points to, the safeguards will continue to apply
normally. In this paper it will be argued that punitivism cannot fulfill
its promise and that, therefore, any form of punitivism is an enemy
of guarantees; besides being self-frustrating, because in the courts di-
fferent conceptions of punitivism coexist.
Palabras clave
Garantías constitucionales. Punitivismo.
Keywords
Constitutional guarantees. Punitivism.
Introducción
Los futuros abogados suelen aprender qué son las garantías del
Derecho Penal y Procesal Penal en el transcurso de sus estudios uni-
versitarios. Estas garantías son objeto de veneración en nuestra cultura
jurídica. Frente al despliegue de ese enorme y atemorizante poder que
posee el Estado al movilizar su maquinaria punitiva, con policías,
fiscales, jueces y cárceles, se yerguen las garantías como un escudo
que protege la libertad individual y asegura pisos de racionalidad y
techos jurídicos que eviten desbordes de violencia excesiva.
En las últimas décadas, sin embargo, las garantías han sido objeto de
ataques. Básicamente, se señala que las garantías colaboran con la impu-
nidad. ¿La impunidad de quién? Aquí discrepan los objetores. Creo que
hay tres clases de punitivismo en boga en la actualidad. Cada uno de ellos
tiene un enemigo distinto al cual se señala como beneficiario de la
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I. Método
Para evitar confusiones respecto de la empresa que voy a encarar
en este trabajo haré explícito el método que utilizaré. Lo que me pro-
pongo hacer es analizar a las garantías constitucionales en el ámbito
penal desde una perspectiva político-conceptual. Para ello, presentaré
a las garantías como un conjunto de instituciones que pertenecen a
una clase más amplia: la de los derechos constitucionales.
Como ya expliqué en otra oportunidad, los conceptos institucionales
se vuelven inteligibles en la medida en que comprendemos cuál es el
propósito que se persigue al usarlos1. En este trabajo, exploraré dos
formas de pensar sobre los derechos constitucionales a las que, si-
guiendo a Cohen-Eliya y Porat, llamaré cultura de la autoridad y cultura
de la justificación2.
En la cultura de la justificación, los derechos son principios que
conforman las premisas de un razonamiento ponderativo. Un principio
siempre es una norma pro tanto: se aplica a un caso en la medida en
que otra norma del mismo carácter no tenga mayor peso y la desplace.
Para esta concepción, el propósito de los derechos constitucionales es
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3 SCHMITT, C., The Concept of the Political. Expanded Edition, trad. del alemán
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Interpretive Authority, en William & Mary Law Review, 58(5) (2017), ps. 1689-1712.
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de estas tres cosas: i) o bien evitar quedar sujeto a una causa penal;
ii) o bien no ser condenado luego de una causa penal; iii) o bien no
tener el deber de cumplir de manera efectiva una condena en caso de
que una haya sido impuesta.
La realidad es que la Constitución prevé la posibilidad de que las
autoridades políticas adopten decisiones que explícitamente dejen im-
punes, en el sentido indicado, ciertos casos. Por supuesto, me refiero
a los institutos del indulto y de la amnistía. La Constitución, en el
inciso 5º, del artículo 99 faculta al presidente a dejar sin efecto una
condena penal dispuesta por los tribunales o, eventualmente, a con-
mutarla por una pena menor. La Constitución en el inciso 20 del ar-
tículo 75 también le atribuye al Congreso el poder de amnistiar la
comisión de ciertos delitos, es decir, de inhibir la actuación de los
tribunales para investigar esos casos.
Los punitivismos contemporáneos tienen algo para decir al respecto.
Tanto el punitivismo de los derechos humanos como el de la lucha contra
la corrupción señalan que el ejercicio de tales facultades es contrario a los
principios que justifican que ningún caso, sea de graves violaciones de
los derechos humanos o de violación de la ética pública, quede sin juicio
y castigo efectivo. De ese modo, los punitivistas no sólo sostienen que las
garantías no son, total o parcialmente, aplicables a los casos en cuestión,
sino que, además, las facultades del Congreso y del presidente quedan
igualmente recortadas frente a tales circunstancias. Y, claro está, los
tribunales podrán declarar la invalidez del ejercicio de tales poderes
que, antiguamente, se consideraba una cuestión política no justiciable.
En síntesis, los punitivistas proponen redefinir el alcance del poder
judicial en materia criminal. Dicho poder ya no estaría limitado per se
por las garantías, sino que las garantías son aplicables o no de acuerdo
con una ponderación efectuada previamente. Al mismo tiempo, los
tribunales suman un supuesto de control sobre el ejercicio de facultades
propias del Congreso y del presidente, tales como la amnistía y el
indulto.
Parecería que, en el contexto del diseño institucional y en términos
de separación de poderes, los punitivistas están dispuestos a inclinar
la cancha a favor del poder judicial. Por ello, es cuando menos para-
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6 Para una presentación sintética del tema en castellano, véase CAMINOS, P. A., El
principio de proporcionalidad: ¿Una nueva garantía de los derechos constitucionales?,
en Revista Electrónica del Instituto de Investigaciones “Ambrosio L. Gioja”, 8(13)
(2014), ps. 51-74. Sobre la difusión del método en el mundo, véase STONE SWEET, A.
y MATHEWS, J., Proportionality, Balancing and Global Constitutionalism, en Colum-
bia Journal of Trasnational Law, 47 (2008), ps. 72-164.
7 ALEXY, R., A Theory of Constitutional Rights, trad. del alemán al inglés de Julian
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A. La cultura de la autoridad
La cultura de la autoridad tiene como elemento central la idea de
que una constitución autoriza al gobierno para actuar, definiendo sus
competencias y, de ese modo, limitándolo al tiempo que lo habilita.
Por ello, la legitimidad del accionar gubernamental está estrechamente
conectada con la legalidad. En la cultura de la autoridad, el Derecho
Público tiene como propósito delimitar la acción del gobierno, asegu-
rando que las decisiones sean tomadas solamente por quienes estén
autorizados para ello. Una vez que ese recaudo está cumplido, la jus-
tificación que pueda ofrecer la autoridad para tomar una decisión tiene
una relevancia secundaria para determinar su legitimidad8.
La cultura de la autoridad implementa un sistema de división del
trabajo político en el que hay distintas instituciones que actúan en
diversas esferas de la vida pública. El control de constitucionalidad
consiste en supervisar el cumplimiento de los límites trazados por esa
división del trabajo con el fin de que cada institución actúe dentro de
su esfera. Cuando su actividad queda sujeta al control judicial, en
general es suficiente con que la institución cuestionada indique cuál
es la fuente de su autorización para actuar y no suele estar obligada
a brindar una justificación de sus decisiones. Un tribunal se mostrará
deferente al conocimiento especializado de otra institución respecto
de la esfera sobre la que se le asignó autoridad exclusiva. En general,
esta deferencia se traduce en una serie de restricciones sobre el control
judicial, tales como la doctrina de las cuestiones políticas, el concepto
de justiciabilidad, la exigencia de legitimación procesal y la prohibi-
ción de resolver cuestiones abstractas o prematuras9.
8 COHEN-ELIYA y PORAT, Proportionality and Constitutional Culture cit.,
ps. 112-113.
9 COHEN-ELIYA y PORAT, Proportionality and Constitutional Culture cit.,
ps. 113-115.
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B. La cultura de la justificación
De acuerdo con la célebre caracterización de Etienne Mureinik, en
la cultura de la justificación “se espera que cada ejercicio de poder
p. 121.
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South African Journal of Human Rights, 10(1) (1994), ps. 31-48, esp. p. 32.
15 COHEN-ELIYA y PORAT, Proportionality and Constitutional Culture cit.,
ps. 112-113.
16 COHEN-ELIYA y PORAT, Proportionality and Constitutional Culture cit.,
ps. 115-116.
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ps. 119-120.
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20 Para una presentación sintética de la distinción, véase CAMINOS, P. A., Ética del
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22 Para este sentido de “perverso”, véase VERMEULE, A., The Constitution of Risk,
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23TAYLOR, Ch., Social Theory as Practice, en Philosophy and the Human Scien-
ces. Philosophical Papers 2, Cambridge University Press, Cambridge, 1985, p. 109:
“Las prácticas basadas en teorías incorrectas serán, en gran medida, autofrustrantes”.
24 ALEXY, A Theory of Constitutional Rights cit., ps. 50-54.
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estables, en Derecho, Justicia, Razones. Ensayos 2000-2007, trad. del italiano de Andrea
Greppi y Francisco José Laporta, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 2009, ps. 235-253.
30 MORESO, La Constitución: modelo para armar cit., ps. 285-291.
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31 Para una discusión sobre los riesgos de impedir o permitir que una institución
decida sobre el alcance de sus propios límites, véase VERMEULE, The Constitution of
Risk cit., ps. 107-140.
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RAZ, J., Practical Reason and Norms, 2ª ed., Oxford University Press, Oxford,
1990, p. 39: “Una razón de segundo orden es una razón para actuar por una razón o para
abstenerse de actuar por una razón. Una razón excluyente es una razón de segundo orden
para abstenerse de actuar por una razón”.
33 PILDES, R., Avoiding Balancing: The Role of Exclusionary Reasons in Constitu-
tional Law, en Hastings Law Journal, 45 (1994), ps. 711-751, esp. p. 724.
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34 ZOLO, D., Victor’s Justice. From Nuremberg to Baghdad, trad. del italiano al
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