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GUERRA CIVIL ESPAÑOLA – INTERVENCIÓN EXTRANJERA

Fuente A: Ideas del historiador español Iñigo Bolinaga, en su libro titulado “Breve historia de
la guerra civil española” (2009).

Doblando la solicitud de Franco de diez aviones, Hitler aportó una veintena de ellos,
además de numerosos aparatos militares y munición para llevar a cabo el ambicioso
proyecto de transporte de tropas que el español pretendía y que al germano le
maravilló. El primer puente aéreo de la historia se hizo realidad gracias a la
insustituible aportación militar de los aviones Junker alemanes, en lo que Hitler,
influido por accesos operísticos, denominó Operación Feuerzauber (Fuego Mágico).
Posteriormente fueron llegando a manos de Franco más aviones y equipo militar, lo
que provocó a su vez un importante incremento de la aportación italiana, que añadió a
los doce primeros Savoia, cuarenta y seis cazas más. La suma de las entregas alemana
e italiana en aviones, suministros, municiones, operarios especializados,
ametralladoras y demás material, constituyó el espaldarazo definitivo de Franco a nivel
internacional. Franco ya era el más conocido de los líderes de la rebelión ante la
opinión pública extranjera y los gobiernos de Italia y Alemania tenían bien claro que
por quien apostaban era por Franco.
El apoyo ítaloalemán hizo también posible el traslado de los temibles regulares a la
península y unas cantidades ingentes de munición y aparatos de guerra, en una
operación portentosa que los historiadores franquistas han denominado el “convoy de
la victoria”. Con fecha 5 de agosto de 1936 salió desde Ceuta un enorme convoy de
barcos de transporte repletos de soldados prestos a tomar las costas andaluzas,
escoltados por acorazados alemanes, italianos y españoles, y protegidos por los
aviones Junker y Savoia que desde el aire se encargaron de limpiar el camino a base de
frecuentes bombardeos contra los barcos republicanos, rompiendo así el bloqueo. Se
calcula que de esta forma se trasladó a la península a un total de veinte mil soldados
perfectamente entrenados y armados. La hazaña causó un impacto estremecedor
tanto en España, donde republicanos y militares vieron con pasmo el desembarco del
coloso militar que Franco había levantado en tan poco tiempo.
Referencia: Bolinaga, I. (2009). Breve historia de la guerra civil española. Nowtilus: Madrid. p. 81.

Fuente B: La internacionalización de la guerra civil española 1936-1939.

Ideas del hispanista norteamericano Gabriel Jackson, autor de uno de los primeros
libros genéricos sobre el conflicto de la guerra civil en la década de los años sesenta.
«Las diversas formas de intervención extranjera fueron de importancia crucial para el
curso de la guerra (...) Fuera de España siempre ha sido axiomático que la victoria de
los nacionales se debió en gran medida a la ayuda extranjera. Pero el régimen de
Franco, durante los cuarenta años de monopolio de la censura en el país, cultivó el
mito de que un levantamiento patriótico popular había liberado a España del
comunismo internacional. En esa mitología, la Unión Soviética, las Brigadas
Internacionales y el gobierno del Frente Popular de Léon Blum (en Francia) fueron las
únicas fuerzas de intervención extranjera de importancia. Italia, Alemania y Portugal
eran simpatizantes, pero prestaron más apoyo moral que material a la causa
nacionalista. En cuanto a la contribución de los capitalistas ingleses y americanos, ni
una sola palabra. Pero sólo teniendo en cuenta la abrumadora ayuda militar, financiera
y diplomática prestada al general Franco cabe comprender la serie casi ininterrumpida
de victorias nacionalistas, las expresiones de indignación contenidas en los discursos
pronunciados por el presidente Azaña durante la guerra, el "pesimismo" del ministro
de Defensa, Prieto, la política de resistencia encarnada por el general republicano
Negrín, y la constante invocación del derecho internacional y aun de los intereses
egoístas por parte tanto del presidente como del jefe del gobierno en 1937. Todas las
decisiones técnicas adoptadas por la Sociedad de Naciones y todas las declaraciones
del Comité de No Intervención obedecían a los mismos fines, a saber, despojar a la
República de sus derechos como gobierno legítimo y disimular la ayuda prestada a los
nacionales»
Jackson, G (1968).Histórica de la Guerra de Liberación, 1936-1939, Madrid, Servicio Histórico Militar, p. 66

Fuente C: La intervención extranjera en la guerra civil española

Ideas del historiador Ricardo de la Cierva, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid.


«Las potencias, entonces en trance de reordenación hegemónica, aplicaron al conflicto español la regla
habitual en los conflictos localizados durante este siglo: la aportación equilibrada de ayuda a cada uno
de los bandos. La intervención extranjera, invocada y conseguida simultáneamente por cada uno de los
bandos, resultó relativamente contrapesada. Los países fascistas, Italia y Alemania, ayudaron a la España
de Franco; la Unión Soviética y los gobiernos izquierdistas de Francia y Méjico favorecieron a la
República. Las aportaciones humanas y materiales a favor de la República se adelantaron durante la fase
decisiva de la intervención (el año 1936) a las recibidas por el bando nacional, y las superaron
netamente en calidad, aunque no en rendimiento, por el espíritu de desidia, desorganización y absurdo
derroche que reinaba en el bando del gobierno. Atribuir la derrota de la España republicana a falta de
medios es prolongar históricamente las excusas de la ineptitud y el derroche republicano. Claro que éste
es otro de los acreditados puntos de la mitología vencida»

De la Cierva, R (1975) .Historia del Franquismo. Orígenes y configuración (1939-1945), Barcelona, Planeta, p. 80.

Fuente D: intervención extranjera en la guerra civil española


Enrique Moradiellos, es un historiador español catedrático de la universidad de Extremadura,
autor de libros especializados en la guerra civil.

El primer envío de material bélico remitido desde la URSS fue recibido en Cartagena el 4 de octubre de
1936. Desde entonces, los suministros soviéticos de aviones, tanques, ametralladoras y artillería no
dejaron de afluir hasta el final de la guerra, de un modo intermitente. Al lado de ese material bélico, los
soviéticos también enviaron a España un conjunto de 2.082 asesores y especialistas militares. No cabe
duda que los suministros militares soviéticos supusieron un refuerzo vital para la resistencia de la
República. De hecho, serían su aporte fundamental de material bélico durante toda la guerra. Según
cálculos fidedignos, del total de aviones importados por la República durante la guerra (un máximo de
1.272 aparatos), en torno al 60% procedía de la Unión Soviética, un 21% de Francia y un 4% de
Checoslovaquia. Al igual que la ayuda ítalo-germana a finales de julio de 1936 había salvado a Franco de
una situación grave (permitiéndole trasladar el ejército de África a la Península e iniciar la marcha sobre
Madrid), también la ayuda soviética contribuyó de modo decisivo a la inesperada resistencia republicana
en Madrid en noviembre de 1936 (evitando la prevista derrota final en aquella crítica coyuntura). […]
Para compensar militarmente la intervención soviética, Hitler decidió a finales de octubre de 1936 el
envío de una unidad aérea alemana que combatiría en las filas nacionalistas, la “Legión Cóndor” que
arribó a España por vía marítima y llegaría a contar durante toda la guerra con unos efectivos de 19.000
soldados alemanes (pilotos, tanquistas, artilleros y expertos en comunicaciones), si bien nunca superó la
cifra de 5.600 hombres en un mismo momento. Su fuerza aérea se mantuvo regularmente en torno a
140 aviones de modo permanente. La respuesta italiana fue ligeramente posterior a la alemana, pero la
superó en número e intensidad. El 28 de noviembre de 1936 Mussolini y Franco había firmado un
tratado secreto de amistad que estipulaba su “estrecha cooperación” diplomática, el respeto italiano a
la integridad española y la adopción por España de una generosa “actitud de neutralidad benévola”
hacia Italia en caso de guerra. Tras esa firma, entre diciembre de 1936 y enero de 1937 Mussolini envió
a Franco un cuerpo de ejército expedicionario: el Corpo di Truppe Volontarie. El CTV agrupaba de modo
permanente unos 40.000 soldados italianos y su número total ascendió a lo largo de toda la guerra a
73.000 hombres. Si a esa cifra se añade la fuerza aérea enviada en paralelo (la “Aviación Legionaria”),
compuesta por 6.000 hombres, el número total de efectivos italianos en España alcanzaría los 79.000
hombres hasta el final del conflicto.
En definitiva, entre octubre de 1936 y enero de 1937 se había producido un cambio fundamental en el
escenario internacional de la guerra española. El compromiso soviético en favor de la República y la
intensificación del apoyo del eje al general Franco culminaron el proceso de internacionalización. A
partir de entonces, el cuadro de apoyos militares y diplomáticos quedó configurado y se mantuvo
inalterado hasta el final. Por un lado, el bando franquista siguió contando con el vital apoyo de la Italia
fascista, la Alemania nazi y el Portugal de Salazar (amén del aliento moral y humanitario del catolicismo
mundial). Por su parte, la República se basaba en el apoyo soviético y recibía de Francia una pequeña
ayuda encubierta e intermitente (que Blum calificaría de “no intervención relajada”: la tolerancia hacia
el contrabando de armas por la frontera pirenaica). Mientras tanto, el resto de los países europeos,
encabezados por Gran Bretaña, seguían adheridos al Acuerdo de No Intervención y respetaban su
embargo de armas y municiones.

Moradiellos, E. (2016). Historia mínima de la Guerra Civil española. Madrid: Turner publicaciones. pp. 130 – 132.

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