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Borges y Bioy a carcajadas

Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges Acevedo – Alias. Obra


completa en colaboración – Lumen – 2022.

No son textos de Borges y Bioy cuando escribían juntos. Son cuentos,


crónicas, guiones de un tercer escritor que ellos inventaron para,
justamente lo contrario, dejar de ser ellos mismos y encarnarse en
alguien que se llama H. Bustos Domecq.

Borges, lo sabemos o lo sospechamos, es el autor de absolutas obras


maestras, el cerebral y afinadísimo escritor de Ficciones y El Aleph,
entre otros libros legendarios. Bioy no es menos. Excelso cuentista y
autor de una espléndida novela, La invención de Morel. Los dos eran de
personalidades más contrastadas que diferentes. Y fueron los mejores
amigos durante casi sesenta años. De esa amistad imbatible nació el
deseo juguetón de apartarse cada uno de sí mismo y fundirse, o
confundirse, en un personaje que no escribiera como ellos, que fuera casi
el ser donde ellos pudieran mostrarse más humorísticos o desenfadados.

La obra de H. Bustos Domecq inicia por lo alto con los cuentos


protagonizados por don Isidro Parodi, uno de los detectives más
singulares del género policíaco: resuelve los crímenes desde su celda en
una cárcel. Un Sherlock Holmes, héroe analítico, sin posibilidad de
moverse. Alias. Obra completa en colaboración, el libro que reúne la
totalidad de trabajos del tercer escritor, trae además de dos guiones
cinematográficos nunca realizados (o no se sabe; tiene una riqueza tal
que deslumbrarían sin problema a cualquier cineasta sagaz), relatos
escritos durante los años setenta del pasado siglo, tanto o más
desopilantes que los primeros, y una selección de textos que bordean la
columna de opinión y el más feroz chascarrillo. Ese talento para la burla
y el humor negro presente en Crónicas de Bustos Domecq comienza con
una dedicatoria irónica (“A esos tres grandes olvidados: Picasso, Joyce,
Le Corbusier”), se explaya en comentarios acerca de la argentinidad
entendida como adorno, de los plagios y hasta de la historia de un artista,
Colombres, que presenta al Salón de Artes Plásticas

…un cajón de madera bina condicionado, que, al ser desclavado por las
autoridades, dejó escapar un vigoroso carnero, que hirió en la ingle a
más de un miembro del jurado y en la espalda al pintor – cabañero
César Kirón, pese a la agilidad montaraza con que se puso a salvo. (…)
Como la rosa de Urbas, si bien de una manera más contundente y más
impetuosa, el lanar de referencia no era una fina fantasía del arte: era
un indudable y tozudo especimen biológico.
Cada una de las piezas del libro – incluso los guiones – son una literal
fiesta del lenguaje, debido sobre todo a su uso carnavalesco, satírico.
Esto no se lo hubiesen permitido, en sus libros individuales, ni Bioy ni
muchísimo menos Borges. Un cuento como Más allá del bien y del mal,
seguidilla de cartas chocarreras, sería impensable lejos de H. Bustos
Domecq.

Juan Sasturian le dice al dibujante Miguel Rep en el programa televisivo


Mundo Rep, refiriéndose al sentido del humor de Borges, que este se
potencializó cuando aparecía junto al de Bioy Casares; que podía, en
compañía de su amigo, ser insolente y decir lo que le estaba prohibido.
La aseveración coincide con los conceptos de Alan Pauls en el prólogo
de Alias.

Estas bromas y divertimentos conducen a pensar en un tema polémico


para la creación literaria actual. Entre la desconfianza hacia la ficción y
el anhelo comercial de escribir novelas y relatos cuyo eje es el
testimonio, las heridas, el pedestal para la víctima, H. Bustos Domecq
nos recuerda, entre carcajadas y brillantes banalidades, que la literatura
es ante todo juego, exploración en lo inverosímil. Bustos Domecq no
está interesado en representar una causa ni una bandera. Los textos de
Alias, algunos publicados hace ochenta años, demuestran mucha más
juventud, más arrojo, que ciertos recientes libros autoficcionales, de
corte indignado, sedientos de la compasión de los lectores.
Para reforzar su humor desternillante Alias termina con el primer escrito
firmado por Borges y Bioy en 1935, cuando nacía su amistad. No es un
cuento (o no del todo) ni una de sus crónicas. Se trata del manuscrito
publicitario para la leche cuajada del hato La Martona, “Estudio
dietético sobre las leches ácidas”. Resulta increíble que eso se haya
publicado como algo serio. Prometen que la leche cuajada, con pan de
centeno, queso y agua, le permite, a quien la consume, vivir hasta ciento
cincuenta años.

Otro longevo memorable, remata el par de pícaros, GEORGE


BERNARD SHAW, piensa que el promedio vital debe ascender a 300
años y que si la humanidad no alcanza esa cifra nunca llegaremos a
adultos y moriremos puerilmente a los 80 años, con un palo de golf en
la mano.

Verdaderamente imprescindibles, memorables, Borges y Bioy y H.


Bustos Domecq nos recuerdan esa lección tan poco percibida: que la
literatura auténtica siempre se mofa de sí misma. Si no, no es literatura.

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