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El Cangrejito Manco
El Cangrejito Manco
Sin embargo, el pequeño cangrejo no se dio cuenta de que aquella noche había luna
llena, y la pleamar le pilló por sorpresa: subió mucho la marea mientras dormía y la
pequeña piscina se llenó de agua hasta los bordes… ¡antes de que pudiera reaccionar,
la escayola se le deshizo y su pinza se perdió entre las olas!
Las siguientes semanas fueron muy difíciles para él. Sus compañeros de clase
cuchicheaban a sus espaldas. Le tenían compasión. Y tampoco faltó algún que otro
abusón que se burló de él. Hasta creyó notar que Antena, la cangrejita más guapa de
la clase, ya no le miraba tanto…
Pasaron los meses y su pinza seguía sin crecer. El cangrejito manco estaba convencido
de que se quedaría así para siempre y acabaría muriendo de hambre o siendo presa
de algún depredador. Ahora era un cangrejito triste.
Una mañana de verano, estaba descansando junto a otros cangrejos en una de las
piscinas que se habían formado en las rocas, cuando vio aparecer a dos humanos, uno
grande y otro pequeño. Llevaban una bolsa. ¡Estaban cazando cangrejos! Cuando el
cangrejito manco quiso avisar a los demás, ya era demasiado tarde. Los humanos
comenzaron a atraparlos con una red. ¡Cundió el pánico! El pequeño cangrejo podría
escuchar los gritos de los demás mientras los metían en la bolsa. De pronto, se vio
atrapado en la red y pensó que era el fin.
– ¡Oh, fantástico!
El humano mayor agarró la red y lo examinó de cerca. El cangrejito manco se tapó los
ojos con la pinza que le quedaba. ¡No quería mirar!
¡Ah! ¡Por cierto! Supongo que os gustará saber la suerte que corrió el cangrejo abusón.
El cangrejito manco se enteró poco después de que el cangrejo que le había roto la
pinza había sido capturado y que, seguramente, había acabado en la olla.