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CARRERA DE DERECHO
ASIGNATURA:
Contratos Civiles.
NOMBRE:
DOCENTE:
SEMESTER:
6 ‘’A’’
PERIODO ACADÉMICO:
Explicado aún de forma más sencilla, la anticresis es un pacto entre dos partes en la que
una parte (como garantía de pago) le entrega a otra a otra (en caso de no cumplir con su
pago) un bien inmueble. Cuando, con los beneficios del bien inmueble o el pago del
deudor, desaparezca la deuda, entonces el bien inmueble vuelve a manos del deudor.
Al final de este artículo veremos un ejemplo, pero antes vamos a detallar las
características de la anticresis; y los derechos y deberes de las partes.
.La anticresis dura, en principio, hasta que el prestatario cumpla su obligación (salvo
casos que detallaremos más adelante). Cumplido ese objetivo, el bien puede volver
al deudor.
Explicado aún de forma más sencilla, la anticresis es un pacto entre dos partes en la que
una parte (como garantía de pago) le entrega a otra a otra (en caso de no cumplir con su
pago) un bien inmueble. Cuando, con los beneficios del bien inmueble o el pago del
deudor, desaparezca la deuda, entonces el bien inmueble vuelve a manos del deudor.
Al final de este artículo veremos un ejemplo, pero antes vamos a detallar las
características de la anticresis; y los derechos y deberes de las partes.
La anticresis regulada en el código civil español es una figura insólita, por ser
desacostumbrado su uso y desde luego no nos equivocamos si sostenemos que con
seguridad es el contrato, de entre los regulados en el CCE, que menos trascendencia
social ha tenido.
Entró de rondón al tiempo de ser aprobado el código civil en 1.889, y pasó de no estar
contemplado en ningún proyecto o anteproyecto, a incorporarse sorpresivamente al
texto definitivo, y ese quizás injustificado acceso al código ha tenido también su reflejo
en el escasísimo uso social de la figura.
Esa precipitada incorporación, produjo sin duda que su regulación legal resultara
imprecisa, tan imprecisa como para figurar incorporado junto con los derechos reales de
garantía, cuando de la anticresis no se tiene la certeza ni de ser siempre un derecho real
ni tampoco de garantía: las interpretaciones más recientes tienden a configurarla carente
de facultades tales como la reipersecutoriedad o el ius distrahendi, aproximando la
figura a funciones o medios de pago; aunque quizás su verdadera función pudiera ser
aquella que en su origen acabó por resultar ocultada: convertirse en un contra mutuo, sin
mayores ambiciones.
Y estando así esa figura, adormilada por su escaso uso, resulta que concurren en el
tiempo actual dos textos legales, de especial trascendencia, y que ambos vienen a
contemplar de nuevo en su regulación ese propio contrato anticrético, nos estamos
refiriendo al código civil de Catalunya, en su libro V, y en muchísima menor medida,
pero suficientemente significativa, la Ley Concursal al regular de nuevo los créditos con
privilegio especial o general. El estudio de la anticresis conforme a su regulación en el
CCCat obliga a su comparación con la regulación de idéntica figura en el CCE.
Características de la anticresis
Ejemplo de anticresis
Veamos un ejemplo muy simple de anticresis. Supongamos que Luis Antonio Olivares
debe US$ 45.000 a José Gutiérrez. Entonces, ambos firman un contrato de anticresis
para asegurar el retorno del financiamiento.
El acuerdo permite que el señor Gutiérrez ocupe, o alquile a un tercero, uno de los
inmuebles que posee Olivares. El plazo del contrato es de diez meses, asumiendo un
precio de alquiler de US$ 4.500.
En este caso, cabe notar que los partícipes no han pactado que se generen intereses por
el crédito. Así, una vez que la deuda es saldada, el activo vuelve a manos de Olivares.
D’ORS lo explica poniendo de manifiesto que “la garantía que suponía el pignus era un
privilegio tan solo de carácter coactivo: el acreedor, al retener la posesión de la cosa
pignorada y privar de ella al pignorante, le fuerza a cumplir o hacer cumplir la
obligación, pues solo cumpliéndola podrá recuperar la cosa de la que se ve privado”. Y
añade “Corrientemente se autorizaba al acreedor para que pudiera vender la prenda y
cobrarse con el precio, debiendo restituir tan solo la cantidad sobrante (superfluum).
Este ius vendendi se hizo tan frecuente que la jurisprudencia de finales del siglo II d.c.
llegó a considerarla como elemento “natural” de la prenda, de modo que no hacía falta
declararlo expresamente” . Siendo pues el pignus, en su origen, una facultad de
retención, podía pactarse la renuncia del pignorante a reclamar los frutos producidos por
la cosa durante el tiempo de su retención, a cambio de renunciar el acreedor al cobro de
los intereses de la deuda: éste es el llamado pacto de anticresis. De no pactarse así, el
valor de los frutos percibidos por el acreedor debía imputarse primeramente a los
intereses, pero si excedían de la cuantía de éstos, se imputaban a la deuda del capital, y
si aún excedían se convertían en superfluum.
Este mismo autor sostiene que “la forma corriente de garantizar el cumplimiento de una
obligación, conforme al derecho español medieval fue, además de la fianza, la prenda
mobiliaria del primitivo derecho germánico”, pero nos indica también que “junto con
esta prenda sobre muebles la costumbre jurídica de los siglos X al XIII conoció también
una prenda inmobiliaria, que si algunas veces como en ocasiones sucedió en Cataluña
se inspira en las leyes visigodas, otras se adaptó a las formas de garantía inmobiliaria de
los derechos germánicos medievales”. Según el propio autor en el Derecho pignoraticio
español altomedieval se encuentra una prenda de disfrute inmobiliaria.