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TEORÍA DE LA POLÍTICA
1
Prèlot, M. La ciencia política, Bs. As., Eudeba, 1976.
2
Strauss, L. ¿Qué es la filosofía política? (Guadarrama, Madrid, 1990) Voegelin, E. The new
science of politics An introduction. (Chicago, The University of Chicago Press, 1987. (Hay
traducción al castellano) y, entre nosotros, la Introducción a la teoría del Estado de A. E.
Sampay (Ediciones Theoría. Segunda Edición. Buenos Aires, 1996).
3
Pinto, J. “La ciencia política”, en Pinto, J. Introducción a la ciencia política. Bs.As., Eudeba,
2000.
7
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8
B- INTRODUCCIÓN
9
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5
Heidegger, M. El ser y el tiempo. Fondo de Cultura Económica, 1990, particularmente pp.
18-21.
6
Sobre este tema pueden consultarse las Lecciones preliminares de filosofía de M. García
Morente, Méjico, Porrúa, 1994, pp. 16-23.
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c) El positivismo:
Curiosamente, en el siglo XIX, durante este proceso de separación
de las ciencias del viejo tronco filosófico aparece una forma de filosofía
que justifica la separación y proclama el advenimiento de una era
post-filosófica, que llama “positiva”. Se trata del positivismo,
movimiento intelectual que proclama el fin histórico de la filosofía y
su reemplazo por la ciencia como saber universal por excelencia.
Exalta la ciencia experimental y considera a la filosofía como mera
creencia. Para Augusto Compte, el padre del movimiento, la
humanidad avanza a través de tres estadios, el teológico, el metafísico
y el positivo, según que el saber predominante sea la religión, la filosofía
o la ciencia. Compte saluda el advenimiento del estadio científico
como el logro máximo de la humanidad. Por ese motivo esta corriente
es el mejor ejemplo de la autocomprensión (de la forma de entenderse
a sí mismas) que tienen las ciencias experimentales al momento de
separarse de la filosofía en la época moderna: ven a la filosofía como
algo inútil aún cuando el positivismo mismo sea una filosofía de la
ciencia y una filosofía de la historia.
Para Compte el “espíritu positivo”, el espíritu de la época de la ciencia
o estadio positivo, se identifica con lo real (por oposición a lo
quimérico), lo útil (opuesto a lo inútil y a la estéril curiosidad), lo
cierto (opuesto a la indecisión teórica), lo preciso (opuesto a lo vago)
y lo organizador (en cuanto que supera la mera crítica).7 En una
caracterización del positivismo hecha desde la visión finisecular del
año 2000, pueden agregarse a los aportados por el propio Compte
los siguientes rasgos ideales, que forman una abstracción de
características concretas:
1. El rechazo de la metafísica como conocimiento especulativo, para
afirmar el conocimiento empírico, fáctico, de datos.
7
Compte, A. Discurso sobre el espíritu positivo. Madrid, Sarpe, 1984, cap. 3, pp. 75-79.
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d) Conclusión:
Si bien desde el siglo XIX la autocomprensión de las ciencias ha
cambiado, apareciendo versiones más sofisticadas del positivismo, la
separación entre ciencia y filosofía aparece como irreversible.8 Pero
debemos siempre tener en cuenta que el nacimiento de todas estas
disciplinas se inscribe en el proceso de fragmentación de la filosofía
en la época moderna. En este proceso, la filosofía pasa de ser un
saber de todas las cosas primero (en Aristóteles y en la escolástica
medieval, todavía próxima a Aristóteles), a ser un meta-ciencia o
epistemología (en Kant, fines del s. XVIII), convirtiéndose finalmente
(en la crítica de Marx y Nietzsche, siglo XIX) en un género criticado
por su afición con lo quimérico. Finalmente, la filosofía acaba (según
algunos) como un saber marginal, una vez que la separación entre
ciencia positiva y filosofía se consolida. Es que el mundo ha cambiado
para bien o para mal y la idea de un saber único, que estudia las
causas de todas las cosas se vuelve insostenible. Kant (a fines del s.
XVIII) y Hegel (a principios del s. XIX) son los últimos filósofos en
afirmar que la filosofía se encuentra en la cúspide de una jerarquía de
saberes. En el s. XX no reclama más su estatus de reina de las ciencias,
como señala muy bien el filósofo alemán Jürgen Habermas en su
artículo “La filosofía como guardadora del lugar e intérprete”,9 dos
funciones estas últimas que son muy diferentes y mucho más humildes:
interpretar la cultura y hacerlo ocupando sólo precariamente un lugar
ordenador en el universo del conocimiento que antes le pertenecía y
ya no le pertenece más.
8
Lyotard, J. La condición postmoderna. Barcelona, Planeta-Agostini, 1993.
9
Habermas, J. “Die Philosophie als Platzhalter und Interpret”, en D. Henrich ed. Kant oder
Hegel. Über Formen der Begründung in der Philosophie. Stuttgart, 1983.
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10
Aristóteles, Metafísica, L 1, 980 a21-983a30, L. VI, 1026 a3-1026 a1, Ética a Nicómaco, L VI,
1140a 3 ss.
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11
Aristóteles. Política, 1253, a.
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Maquiavelo, N. El príncipe. Madrid: Tecnos, 2000, p. 61-62.
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16
Weber, Max “Ciencia como profesión”, en Ciencia y política. Bs. As., CELA, 1980.
17
G. Lukàcks, en Historia y conciencia de clase. México, Grijalbo, 1985 y M. Heidegger en,
Introducción a la metafísica. Buenos Aires, Editorial Nova, 1956.
18
Arendt, H, La condición humana. Barcelona. Paidós, 1993; Heller, A, Can modernity survive?
Berkeley, University of California Press, 1990; Habermas, J. Teoría de la acción comunicativa.
Madrid: Taurus, 1987. Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural
de la vida pública. México, G. Gili, 1986. Sobre la distinción entre lo público y lo privado, ver
capítulo sexto.
18
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19
“El análisis del lenguaje es también un descubrimiento de la filosofía clásica (…). Al prestar
atención al lenguaje político, se logra el acceso a aquella praxis que en él se articula. La
reflexión filosófica continúa lo que ya está presente en las opiniones lingüísticas preconcebidas
acerca de conceptos tales como “sociedad” y “dominio”. En esta medida, la política es una
ciencia empírica. Pero no describe simplemente las instituciones y constituciones ya existentes.
Al compararlas y diferenciarlas, generaliza la experiencia política. Describe la forma de vida
de la polis con conceptos políticos normativos que pueden ser separados de aquélla y aplicados
a otras formas de vida. Este proceso de separación y aplicación, que se inicia con el fin del
Helenismo (...) recomienza durante la Alta Edad Media (…) y se continúa en el Renacimiento
y el Humanismo, acuñó el lenguaje de la filosofía moderna hasta los umbrales de la Ilustración
y la Revolución. Lo que caracteriza su conceptualización y lo condiciona a la larga, es la idea
institucional rectora de la polis –el concepto fundamental de “ciudadanía”, que aparece como
nexo lingüístico entre “sociedad” y “dominio”. La posibilidad de la aplicación de estos conceptos
reside en la institución de la antigua ‘ciudad’ que (…) constituye una asociación de ciudadanos”.
Riedel, M. Metafísica y metapolítica, vols. 1. Buenos Aires, Alfa, 1977, pp- 15-17.
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20
Weber, M. “La política como profesión”, en Ciencia y política. Bs. As, C.E.L.A, 1980, p 86.
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21
Prèlot, M. La ciencia política, cit., pp. 17-43, 44-45.
22
Ibid. pp. 44-46.
21
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23
Ibid, 59-61.
22
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24
Mientras que la sociología está desde su incepción ligada a la ideología del positivismo, se
podrá objetar que el derecho tiene que ver con valores (jurídicos). Este es un problema
especial de la filosofía jurídica. Baste decir que se trata de los valores de un sistema vigente y
que constituyen un presupuesto de la dogmática jurídica que no se ocupa de su justificación
sino que restringe al derecho positivo que los presupone. Sobre el positivismo y el término
“positivo” véase la sección No 1 de este capítulo.
25
Cf. Weber, M. Economía y sociedad. Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1944, cap. 1.
23
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24
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27
Por ejemplo, K. Schmitt, Teoría de la constitución. Madrid, Alianza, 1982.
25
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28
Romero Carranza, A. “A los cincuenta años de la creación de una cátedra de derecho
político”, Jurisprudencia Argentina, Sección Doctrina 1973, pp. 287-290.
29
Riedel, M. Metafísica y metapolítica, vol I. Buenos Aires, Alfa, 1977.
30
Este es el problema de las condiciones de posibilidad de la comunidad y de aquello de lo
cual esta es condición de posibilidad. En el caso de Aristóteles, la naturaleza del hombre y la
vida plena (intelectiva, filosófica).
27
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31
Kuhn, T. The Structure of scientific revolutions, University of Chicago Press, 1962; Riedel,
M. “Paradigm evolution in political theory: Aristotle and Hobbes”, Graduate Faculty Philosophy
Journal, vol 9, No. 1, (1982).
28
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C- PARTE HISTÓRICA
1- El paradigma aristotélico.
a) Significado y contexto histórico:
Retomamos aquí la tesis avanzada más arriba, a saber, que la política
puede caracterizarse como un fenómeno complejo y cambiante, que
se explicita en formulaciones complejas, como la ya estudiada de
Manfred Riedel, para quien la tarea del saber político consiste en la
investigación de una doble cuestión: a) el problema de la comunidad
o sociedad humana, es decir, qué son, cómo se originan y constituyen
los agregados sociales, y b) el problema del dominio, poder o
autoridad, esto es, por qué unos mandan y otros obedecen, siendo el
concepto de pertenencia al todo social, que podría llamarse ciudadanía,
el vínculo entre ambos aspectos.32 Hemos dicho también que llamamos
grandes “paradigmas” o “modelos” de la historia del pensamiento
político a los principales y más influyentes modos de preguntar y de
responder por esas cuestiones centrales de la política. Con esto
presente podemos comenzar a estudiar el modelo o paradigma más
influyente de la antigüedad, el aristotélico, que se desarrolla
inmediatamente después de la época de oro de la civilización griega
(el siglo V aC), pero continúa ejerciendo su influencia durante siglos
y penetra aún con vigor en los tiempos modernos.
32
Riedel, M. Metafísica y metapolítica. Buenos Aires, Alfa, 1977.
31
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b) La polis griega:
Comenzamos el estudio del paradigma aristotélico con una
consideración de la polis griega que, en el siglo IV aC, es el marco de
referencia del pensamiento de Aristóteles. La polis es la forma de
vida que origina esa cosa que llamamos filosofía política, como reflexión
sobre el entorno político que hace posible el pensamiento libre. En el
siglo V aC (es decir, un siglo antes de Aristóteles) la polis o ciudad-
estado está constituida por un conglomerado urbano rodeado por la
población rural, predominantemente agrícola. Es radicalmente distinta
de nuestras formas políticas actuales. Se caracteriza por su
concentración en un espacio reducido. En efecto, Grecia toda,
comprendida la tierra firme y las islas, abarca aproximadamente 82.500
km2, aproximadamente el doble de la Suiza actual.33 Dentro de esta
escasa superficie, los núcleos territoriales habitables son también
reducidos. Lacedomonia (la zona de influencia de Esparta) abarca
8.400 km2 y el Ática (la llanura que rodea Atenas), menos de 3.000
km2. Pero recordemos que estas ciudades representaban en la política
de su tiempo lo que fueron las grandes potencias europeas antes de
la Segunda Guerra Mundial. Por su parte la población media de una
polis es menor a 300.000 habitantes, incluyendo la gran masa de
extranjeros y esclavos que estaban privados de derechos políticos.
Porque la polis comprende también una heterogeneidad social,
incluyendo no sólo quienes son sus miembros de derecho (los
ciudadanos o politai), sino también una masa de trabajadores y
comerciantes excluidos de la participación política pero obviamente
no de las actividades comerciales y de la protección militar. Un
ciudadano griego se considera ante todo ciudadano de una polis
determinada,34 y está siempre armado para la defensa de ella. En
cuanto al esclavo, aunque es considerado parte integrante de la polis,
no es reconocido como persona, podía ser comprado o vendido y en
general estaba equiparado a cualquier objeto de propiedad.
Pero la polis es fundamentalmente una unidad política no reducible a
sus elementos físicos. Las leyes (nomoi) son parte fundamental de la
polis, en efecto, su constitución o forma de ser (politeia). Algunas
están escritas y otras son de derecho consuetudinario, aún cuando a
todas se les atribuya carácter divino. A propósito, un lugar insoslayable
para el estudio de la relación del ciudadano con sus leyes, relación
33
Knauss, B. La polis. Individuo y estado en la Grecia antigua. Madrid, Aguilar, 1979.
34
Touchard, J. Historia de las Ideas Políticas. Madrid, Tecnos, 1977, p. 26.
32
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35
Cf. Platón, Critón, Bs. As., Astrea, 1973, especialmente la “Introducción” y “Apéndices” de
Luis Noussan-Lettry.
36
Cf. Rodriguez Adrados, R. Ilustración y política en la Grecia clásica. Madrid, Revista de
Occidente, 1966.
37
Ibid., pp. 30-31.
33
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b) La polis o Koinonía
Siguiendo esa línea argumentativa, el pasaje con que se abre la Politica
nos recuerda que toda asociación o comunidad tiene como propósito
o fin algún bien, y que la forma más inclusiva y perfecta de asociación
-la polis- persigue el más elevado de todos los bienes. La familia es
comunidad que atiende a las necesidades más inmediatas,
reproducción, alimento. A ella sigue la aldea, en donde se genera un
incipiente comercio. Pero, “la comunidad perfecta de varias aldeas es
la ciudad (polis), que tiene por así decirlo el extremo de toda
suficiencia, y que surgió por causa de las necesidades de la vida, pero
existe ahora para vivir bien.”39 Es decir, la ciudad-estado está
conformada por (familias) y aldeas, es comunidad de comunidades, y
por ello mismo es perfecta, totalmente completa. Surgió para satisfacer
las necesidades inmediatas (reproducción, seguridad, etc.), pero
(ahora, dice Aristóteles) su ser (o fin) consiste en proveer las
38
Aristóteles, Metafísica, Libro V (D), cap. 4.
39
Aristóteles, Política I 1252 b9.
35
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condiciones del buen vivir que van más allá de las necesidades
originales. Aclaremos que estas condiciones, o condición, si bien se
mencionan en la Política, están explicitadas en el libro que les precede
como un pórtico: La Ética a Nicómaco. Se trata de la libertad, condición
de la vida contemplativa como ejercicio de la parte racional o alma
racional del hombre.40 Hay no obstante una fractura en el argumento
aristotélico, que unas veces presenta a la polis como resultado de las
necesidades inferiores y otras la muestra como tendencia hacia un fin
máximo, es decir, como dispuesta hacia un fin que nada tiene que ver
con esas necesidades -la vida contemplativa.
Pero sobre todo en la Política, Aristóteles propone un paradigma en
el que todas las comunidades (familia, aldea) se explican en función
de la polis. Fuera de ella sólo cabe hablar de formas pre-políticas de
asociación, ya imperfectas, ya primitivas. Así, Aristóteles genera un
modelo explicativo en el cual la polis aparece como fin de todas las
acciones y de todas las comunidades inferiores, siendo esta
dependencia estructural lo que además constituye la legitimidad de la
polis como forma de vida y la justificación del dominio que ella ejerce.
Es decir que la explicación teleológica de la polis deviene su
legitimación, como forma de vida y como orden de poder: la existencia
de la polis está justificada porque es el fin necesario de las comunidades
inferiores, que en ella encuentran su máximo bien.
En consecuencia, en Aristóteles no hay oposición entre naturaleza y
cultura. La polis, la civilización, los bienes de cultura, son producto
de la naturaleza. Están inscriptos en la legalidad que es propia de los
hechos naturales y que se expresa en las distintas etapas -familia,
clan, aldea- que configuran el proceso genético de la polis. Es decir
que el mismo término physis se predica analógicamente de las cosas
humanas (siempre sujetas al cambio, a la convención y a la contingencia)
y de los fenómenos del mundo sensible (cuyo cambio, cuando existe,
es mucho más regular). Las “potencias” o capacidades del hombre
desarrolladas en el ámbito de la polis son, si se quiere, cualitativamente
distintas a las “fuerzas” que animan el mundo físico, pero ambas son
consideradas naturales.
40
Aristóteles: Ética a Nicómaco. Madrid, Alba, 1998.
36
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37
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42
Cf. Marías, J. “Introducción”, en Aristóteles, Política, Madrid, Instituto de Estudios Políticos,
1970, XLVIII-XIL.
43
Aristóteles, Política, L.I, 1253 a4.
44
Ibid., ibidem.
38
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45
Ibid 1253, a.2.
46
Etica a Nicómaco VI, 1098, a 15. Aristóteles se refiere a la virtud moral/social.
39
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47
Aristóteles, Metafisica, XI, Ética a Nicómaco, I. Aristóteles llama ciencia arquitectónica a la
política con respecto a la ética y a la economía porque, como en el arte de la construcción, la
ciencia arquitectónica toma primacía sobre las disciplinas inferiores-albañilería, carpintería,
etc.
40
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48
Eran los comicios curiata que reunían a los ciudadanos por su ubicación social (descendientes
de los clanes fundadores), centuriata por su pertenencia al ejército, y tributa, por su capacidad
tributaria. La ampliación de los comicios marca la consolidación de la república y su carácter
democrático.
49
Fayt, C. Historia del pensamiento político, vol. II, Roma. Bs. As., Plus Ultra, 1990.
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52
Schürmann, R. Des Hégemonies Brisées. Mauvezin, T.E.R., 1996.
53
Cicerón, M. T. Las Leyes. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1970.
54
La edad media es un período histórico muy extenso y heterogéneo lo que ha llevado a diversos
historiadores a cuestionar su unidad histórica, rotulándola de mera convención cronológica. Esta
objeción podría también hacerse a la edad antigua, la que empero, en este texto, no es tratada
como una unidad, sino que se hace referencia a sus grandes civilizaciones, Grecia, Roma. En
cuanto a la edad media, véase: Sergi, G.: La idea de edad media. Barcelona, Crítica, 2000.
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55
Touchard, J: Historia de las Ideas Políticas. Madrid, Tecnos, 1977, p. 116.
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por ejemplo, era vasallo del rey de Francia, porque este le había
otorgado la administración y gobierno de las tierras de su feudo o
ducado a cambio de reconocer la propiedad eminente del monarca.
Por su parte, el duque podía ser señor de otro señor feudal de menor
poder y jerarquía. Se genera así una especie de pirámide de poder, en
la que cada propietario era vasallo de un superior y señor de un
inferior. En la cúspide está un rey, heredero nominal de las primeras
monarquías bárbaras, como la Carolingia, pero carente en los hechos
de poder. Como dice Heller, “mediante el enfeudamiento, la hipoteca
o la concesión de inmunidades el poder central se vio privado, poco
a poco, de casi todos los derechos de superioridad, siendo trasladados
a otros depositarios... Al soberano monárquico... le vienen a quedar
finalmente sólo muy pocos derechos inmediatos de dominación”.56
Idénticas relaciones existían entre la nobleza y las restantes clases
locales. Bajo el régimen feudal el rol fundamental de la nobleza es
ofrecer protección al campesinado que se agrupa en torno a la
residencia del noble. La base del régimen es la tierra, pues la posesión
de esta (por la nobleza) generaba obligaciones recíprocas entre el
señor (dador del derecho a trabajar la tierra y protector) y el siervo
(recipiente o tenedor de la tierra y protegido). En realidad, en algunos
casos el siervo cedía su propia tierra a cambio de protección, que no
sólo era militar sino jurídica y económica. Sobre esa tierra (pero
exclusivamente sobre ella) el señor ejerce poder político y a él están
obligados a prestar obediencia y tributo los que trabajan en ella y
eventualmente otras clases, como los habitantes de las ciudades o
villas (villanos), esclavos, trabajadores domésticos, etc. De ahí que la
base del poder sea económica. Y por eso mismo el poder político
está fragmentado en este sistema, especialmente en comparación
con las monarquías y el imperio que le precedieron. El señor feudal
tiene el derecho de administrar justicia, cobrar impuestos, declarar
la guerra a otros señoríos, a la vez que realizar con ellos alianzas de
protección mutua.
Hacia fines del siglo X, Otón I, el rey de Germania (el tercio oriental
de la desaparecida monarquía Carolingia) anexa partes de Italia y se
hace proclamar emperador de una nueva organización monárquica
que temporaria o intermitentemente logra imponerse sobre los
señoríos feudales que comprende. En la cúspide de la pirámide feudal
está ahora el emperador de ese imperio Romano, luego llamado Sacro
56
Heller, H. Teoría del Estado, Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1977, p 142.
46
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6- El cristianismo
a) Origen y caracteres:
Si el pensamiento estoico en sus diversos estadios (griego, romano)
acompaña la disolución de la polis, el imperio helenístico y el imperio
romano, este último ve nacer en su seno al Cristianismo, religión que
acabará por extenderse por todo el mundo conocido. Pero el
Cristianismo no sólo es relevante como religión sino como acción y
pensamiento político y, en este sentido, rebasa la vida del imperio
romano y extiende su influencia a toda la edad media, eventualmente
produciendo una teología política de características complejísimas.57
Por eso es preciso tener presente varios factores. Primero, el
cristianismo es sucesor en diferentes respectos de la religión hebraica
y en su desarrollo hay que distinguir al menos entre dos etapas: la del
cristianismo primitivo que transcurre bajo el imperio romano, y el
cristianismo organizado, bajo el Papado que será una de las grandes
fuerzas de la edad media. Del mismo modo hay que distinguir entre
las dos grandes influencias filosóficas que recibe el cristianismo, la
platónica, que se manifiesta en San Agustín, y la aristotélica, que está
presente en Santo Tomás. Por último, hay que notar que en la edad
media la teoría política cristiana se mezcla con elementos greco-
romanos y germánicos.
Con respecto al cristianismo primitivo advirtamos que carece de la
organización que más tarde va a proporcionarle la Iglesia y que, hasta
cierto punto, es una religión clandestina y prohibida. En el contexto
histórico de sus comienzos, por eso, el cristianismo tiene un marcado
carácter apolítico, sintetizado en la afirmación de Jesucristo “mi reino
no es de este mundo”58 y en aquellas apócrifas que afirman que los
57
Gierke, O. v., Teorías Políticas de la Edad media. Bs. As., Huemul, 1963.
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58
San Juan, 18, 37-38, en Nuevo Testamento. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, p.
354.
59
Wolin, S. Política y perspectiva. Continuidad y cambio en el pensamiento político occidental.
Bs. As., Amorrotú, 1974 , pp. 106-116.
60
San Pablo, Romanos, cap. 13, 1, en Nuevo Testamento. Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid, p. 475.
48
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Agustín, libro que asigna a los hombres una existencia dual: como
ciudadanos del reino del pecado y del reino de Dios.61
Recién el aristotelismo de Santo Tomás explica la relación hombre/
Dios en términos de la participación de la razón humana en el plan
divino y con esto vuelve a la idea de ley universal que vimos en Cicerón.
Más aún, tomando la teoría aristotélica de las cuatro causas Santo
Tomás desarrolla un teoría del fin de la comunidad política al que
entiende como bien común, a la vez que define al hombre como
animal social y político, anticipando conceptualmente la ruptura entre
comunidad política y sociedad que habrá de darse en la época moderna.
b) Influencia en la teoría política medieval.
Pero la época de Santo Tomás (la baja edad media) es ya la época del
feudalismo triunfante y para entonces se ha consolidado una teoría
política cristiana de características muy específicas que incorpora
elementos tanto griegos como germánicos. Al decir de un autor
contemporáneo, las ideas políticas medievales “se centran
primordialmente en torno a las cuestiones del origen y del ejercicio
correcto del poder, a las que va inseparablemente unido el intento
por vertebrar del modo más adecuado a los tiempos la potestad civil
y la religiosa, dentro de una única ciudad que se define por su condición
cristiana. Ese carácter religioso, y aún marcadamente eclesiástico,
distingue al pensamiento medieval del antiguo greco-romano y del
moderno, tanto o más que sus propios contenidos. Estos responden
a dos concepciones que, de modo algo somero, se han denominado
descendente y ascendente, según se conciba el poder como un don
que proviene directamente de Dios al gobernante o, por el contrario,
a través del pueblo y de sus legítimos representantes. En ambos casos,
sin embargo, pervive la convicción de que todo poder tiene un origen
y un carácter divinos y que como tal debe ser ejercido por los príncipes
y acatado por los súbditos”.62
Dentro de las tesis de la política medieval debemos contar la idea de
comunidad, la continuidad del poder imperial romano en las nuevas
monarquías (como vimos más arriba al pasar revista al caso Carolingio),
la idea de poder, que casi unánimemente se hace derivar de Dios, y
la relación entre la iglesia y el imperio. Las cuatro tesis están desde
62
Barcala Muñoz, A. “La Edad media”, en Historia de la teoría política I, F. Vallespín, ed.
Madrid, Alianza, 1990, pp. 219-220.
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63
Gierke, Otto V. Teorías políticas de la Edad Media. Bs. As., Huemul, 1963, pp. 98-99.
64
Touchard, J: Historia de las Ideas Políticas. Madrid, Tecnos, 1977, p.150.
50
1- Formación del estado moderno en Europa. Diversos
aspectos. 2- El estado absoluto y la personalización de
la soberanía: aparición del concepto de soberanía en el
pensamiento de J. Bodino. 3- La sociedad civil:
desarrollo histórico. Su relación con el estado. 4- El
paradigma individualista o contractualista. Estado de
naturaleza y sociedad civil: el pacto social según Hobbes,
Locke y Rousseau. Comparación con el modelo
aristotélico. 5- Excurso: comunidad y asociación en la
sociología del siglo XIX.
65
Por ejemplo el estado estamental del siglo XIII. “En lugar del antiguo noble hereditario, en
esta época desaparecido ya en buena parte aparecen ya los nuevos estamentos profesionales:
el estamento de los caballeros que surge de los feudatarios no libres y que recoge partes de
la antigua nobleza, y la burguesía de las ciudades que gana poder a causa de la aparición de la
economía monetaria y crediticia. En lo sucesivo las funciones políticas y los derechos de
mando se transmiten por herencia con la tierra o se enajenan aparte. De este modo los
caballeros y las ciudades tienen la posibilidad de adquirir ventajas de carácter público, cargos
y derechos de la mayoría de los príncipes, cargados de deudas.” Heller, H. Teoría del Estado,
Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1977, p 144.
51
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aspectos:
1. El monarca se identifica con el estado o comunidad política y
concentra progresivamente todo el poder político, que ejercerá
con límites laxamente definidos. El rey logra independencia tanto
interna como externa, rompiendo a un mismo tiempo con las
autoridades del emperador y el sumo pontífice. A su vez concentra
una serie de facultades que antes eran compartidas entre los
señores feudales.
2. Por ejemplo, en lo jurídico, concentra facultades legisferantes,
de dictar leyes, y judiciales, la administración de justicia. Estas
facultades son exclusivas y excluyentes y van a dar origen al
concepto de soberanía como facultad de dar y quebrantar la ley,
tematizado por Bodino, como veremos más abajo.
3. El monarca también ejerce el monopolio de las fuerzas armadas
(que ahora son permanentes y no mercenarias como en la época
feudal).
4. Se crea un sistema único de recaudación de tributos (impuestos,
servicios, etc.) de base territorial, pero aún con excepciones
personales.
5. Para todos estos actos de administración el rey cuenta con una
burocracia, o cuerpo profesional de funcionarios dedicados a atender
los asuntos del estado. Esta es particularmente una manifestación
del carácter racional o racionalizante que signa el advenimiento del
estado moderno. Se trata de un cuerpo de funcionarios ordenados
jerárquicamente, que no tiene propiedad sobre los medios que
administra, ni percibe comisión sino un sueldo prefijado. Pero por
sobre todo es de fundamental importancia que sus facultades están
claramente delimitadas de antemano: el funcionario o burócrata
obra de acuerdo con leyes precisas y totalmente impersonales, lo
que torna imposible hacer excepciones.
Así sucede, como indica Heller, que “la palabra ‘Estado’ designa una cosa
totalmente nueva porque, a partir del Renacimiento y en el continente
europeo, las poliarquías, que hasta entonces tenían un carácter impreciso
en lo territorial y cuya coherencia era floja e intermitente, se convierten
en unidades de poder continuas y reciamente organizadas con un solo
ejército que era además permanente, una única y competente jerarquía
de funcionarios y un orden jurídico unitario, imponiendo a los súbditos
el deber de obediencia con carácter general”. A consecuencia de esto,
continúa Heller, “surge aquel monismo de poder, relativamente estático
52
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
66
Heller, H. Teoría del Estado, Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1977; p. 145.
67
Bodin, J. Los seis libros de la república. Madrid, Tecnos, 1997.
53
JUAN DANIEL VIDELA
68
Ibid., p. 9.
69
En el capítulo primero, al hablar de las consecuencias de las tesis políticas aristotélicas.
Sobre la supervivencia del aristotelianismo en la modernidad, véase: Abellán, J. “El vínculo
entre tradición y mundo moderno. Las teorías políticas del derecho natural 1600-1750”, en
Historia de la teoría política I, F. Vallespín, ed. Madrid, Alianza, 1990.
54
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
70
Ibid., p. 17.
71
Ibid., p. 111.
55
JUAN DANIEL VIDELA
72
“En cuanto a la idea de la existencia de ciertas “leyes fundamentales” que se distinguen de
las demás “leyes circunstanciales” por ser fundamento de la ordenación total del Estado, ella
aparece en la Edad moderna, particularmente en Francia e Inglaterra, Se las consideraba
como normas inviolables a la vez que como principios constitutivos del reino. En Francia,
estas leyes “fundamentales” o leyes del reino (leges imperii), formaron un cuerpo de leyes
que regulaban el ejercicio y transmisión de la prerrogativa real y que, considerado inmutable,
garantizaba la existencia misma de la monarquía. Esta idea de inmutabilidad, que colocaba a
este cuerpo de leyes por encima de la Voluntad real, encuentra en Bodin uno de los más
autorizados teóricos”. Fayt, C. Derecho Político. Depalma, Bs. As., 1985, T. II, pag. 10.-
56
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
esfera del libre juego “natural” de las fuerzas iguales que el Estado
deja en libertad e incluso como supuesto suyo”. Y agrega Heller “en
cambio para el pensamiento socialista la sociedad es un concepto
histórico concreto, absolutamente dinámico dialéctico, porque, en
cuanto sociedad de clases, contiene una buena dosis de opresión y
desigualdades sociales y aparece cargada por las tensiones de poder
que entre la sociedad y el Estado engendran hoy las exigencias de
libertad e igualdad del proletariado”.73 Es decir, hay dos maneras muy
opuestas de mirar a la sociedad civil: como reino de la libertad
económica natural (concepción liberal burguesa) y como escenario
histórico de lucha económica entre individuos desiguales (concepción
socialista). En los capítulos que siguen vamos a estudiar esta diferencia,
concentrándonos en la noción liberal clásica de estado constitucional
(capítulo IV) para pasar a los desafíos que el socialismo como cualquier
ideología que tematice la cuestión social han impuesto al
constitucionalismo tradicional.
Pero la característica teórica más importante de este desarrollo
consiste en los modelos conceptuales explicativos de la sociedad
humana (lo más importantes de los cuales veremos a continuación),
discusiones repetidas, tópicas, que reflejan la experiencia de la
disolución de los vínculos tradicionales, la contingencia del individuo,
la fragmentación de la esfera de las convenciones morales (lo que
Hegel llamó Sittlichkeit). Ellos constituyen un nuevo paradigma que
se propone como alternativa al aristotelianismo y al catolicismo
político. En la medida que el todo medieval se disuelve, grupos e
individuos ejercitan sus posibilidades de creación de nuevas formas
de asociación, proceso expresado en conceptos de la teoría política
que son todos (con excepción del concepto kantiano de juicio) figuras
de la voluntad: contrato, revolución, volonté general, etc. De esta
manera, el proceso de creación ex-nuovo equivale a la disociación de
las cuestiones de comunidad y dominio, vinculo colectivo y autoridad,
que la Política de Aristóteles supo discutir conjuntamente, algo que
ahora se hace cada vez más infrecuente. Esto es así porque ahora el
dominio y la autoridad no se dan dentro, ni mucho menos después,
de la comunidad o ente colectivo, sino que le preceden y como figuras
de la voluntad gozan de un estatus ontológico privilegiado.
58
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
Locke, Rousseau
a) El iusnaturalismo contractualista:
Bodino es un autor que podría incluirse en lo que Norberto Bobbio
ha llamado el “modelo aristotélico”, paradigma de pensamiento al
que nos referimos en los primeros capítulos y que será desafiado si
no reemplazado casi totalmente a partir del siglo XVII con la irrupción
de otro modelo, el iusnaturalismo, que aparece en autores como
Hobbes y Locke. Esta nueva corriente rompe con la tradición clásica,
que estaba formada por elementos antiguos y medievales, y cuya
metodología se apoyaba en la narrativa histórica, en la analogía (a
veces tomada de la biología), y en la interpretación de textos -jurídica
y bíblica. Muy por el contrario, se diferencia de los clásicos por la
aplicación del método demostrativo o geométrico, deduciendo las
obligaciones morales y políticas de los preceptos de la razón a los
que llama “leyes de la naturaleza”. De allí la denominación
“iusnaturalismo”. 74
Aplicando este método, los autores dentro de este modelo formulan
reconstrucciones puramente racionales (y no históricas o genéticas)
del origen de la sociedad. En esas reconstrucciones o narraciones
hipotéticas, el contrato o pacto entre los individuos que da origen al
estado es normalmente el elemento clave, la pieza de toque que
explica la formación del cuerpo político a partir de la voluntad
individual y de los derechos o libertades naturales que preceden al
estado. En una argumentación hasta cierto punto ficticia, se recurre a
una hipótesis o fábula política según la cual los hombres viven en
estado de naturaleza hasta que a través de un pacto deciden salir de
él. De ahí la denominación general de contractualismo que se aplica a
este grupo de teorías y su matriz profundamente individualista que
las diferencia del modelo aristotélico. Se trata de un paradigma según
el cual el estado es una realidad secundaria, subordinada, ya al individuo,
ya a la sociedad o estado natural de donde nace. La explicación genética
de la polis de Aristóteles es reemplazada por una explicación jurídica
del estado como resultado de un contrato. El hombre ya no es visto
como “animal político”, sino que se afirma su individualidad, su
independencia, y los correspondientes valores de la libertad, la igualdad
74
El término iusnaturalismo alude al concepto de ley natural, o de derecho natural que esta
corriente toma prestado de la filosofía estoica y de la escolástica, pero que es tratado por los
iusnaturalistas con un nuevo método científico-geométrico. Desde luego los términos
“contractualismo” y “iusnaturalismo” no tienen exactamente el mismo significado.
59
JUAN DANIEL VIDELA
y la seguridad políticas.
60
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
77
El rey en cuestión es Carlos I Estuardo quien intentó gobernar con prescindencia del
Parlamento inglés y hostigando a los protestantes, en particular persiguiendo a la secta
protestante puritana. Esto originó una resistencia que terminó en la decapitación de Carlos I
en 1649, con la consecuente abolición de la monarquía, declarándose que esta era inútil,
gravosa, y perjudicial para la libertad y la seguridad del pueblo. La revolución cambió sin
embargo de curso cuando un militar, Oliverio Cromwell tomó el poder. Eventualmente, sin
embargo, la monarquía Estuardo sería restaurada, en 1659. Pero esto es ya la época de Locke.
78
Chevalier, J. Los Grandes textos políticos. Desde Maquiavelo a nuestros días. Madrid, Aguilar,
1979, p. 52.
79
Tierno Galván, E. “Introducción” a Hobbes, T. Antología. Del Ciudadano. Leviatán. Madrid,
Tecnos, 1976, p. xiv.
61
JUAN DANIEL VIDELA
80
Garaudy, R. “El materialismo inglés de Hobbes a Locke”, en J. Locke, Carta sobre la tolerancia
y otros escritos. Méjico, Grijalbo, 1970, pp. 151-152.
62
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
81
Hobbes, T. Leviatán, en Hobbes, T. Antología. Del Ciudadano. Leviatán. Madrid, Tecnos,
1976, cap. Xvii, p. 162.
82
Al respecto véase el segundo volumen de la obra mencionada de M. Riedel M. Metafísica y
metapolítica. Buenos Aires, Alfa, 1977.
63
JUAN DANIEL VIDELA
83
Locke, J. Ensayo sobre el gobierno civil, cap. 2, párrafo 6.
64
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
84
Cassirer, E. Filosofía de la Ilustración, Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1943.
65
JUAN DANIEL VIDELA
cada uno no obedezca sino a sí mismo y siga tan libre como antes.
(Con esto último, anticipa la formulación kantiana del imperativo
categórico como regla de la moral). La solución es, a semejanza de
sus antecesores inmediatos, un pacto social, pero en Rousseau el
asociado enajena todos sus derechos a la comunidad y “pone en
común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la
voluntad general, y nosotros recibimos además colectivamente a cada
miembro como parte indivisible del todo”.85 El asociado pone su
persona y su poder bajo la dirección de la voluntad general, que es en
cierto modo infalible y se expresa como ley. Ella misma es soberana
en el sentido de que marca una dirección suprema. Asi, como expresa
Touchard, “el contrato de Rousseau no es ni un contrato entre los
individuos [como en Hobbes] ni un contrato entre los individuos y
el soberano [como en Locke]… Mediante el pacto social cada uno
se une a todos. El contrato se formaliza con la comunidad.” 86 De
este modo, continúa el razonamiento de Rousseau, cada asociado se
une a todos y no se une a nadie en particular; no obedece más que a
sí mismo y conserva su libertad.
Al igual que en Hobbes se parte de la hipótesis de un estado de
naturaleza, y al igual que en él el resultado es una comunidad
potencialmente absolutista. A su vez, con Rousseau y los autores de su
época la dicotomía hobbesiana (y lockeana) estado de naturaleza/
sociedad civil, se transforma en una tricotomía: estado de naturaleza/
sociedad civil/estado político. Porque para Rousseau el estado natural
es un estado de inocencia, la sociedad civilizada representa una caída
del mismo, y la superación se encuentra en la república nacida del
contrato que liga a todos con todos en una comunidad y bajo un mismo
poder.87 La diferencia entre ambos autores radica, empero, en que
Hobbes hace depositar el poder en manos de un monarca o asamblea
que detentan el poder absoluto, mientras que Rousseau piensa en una
ley absoluta que surge del ejercicio de una democracia directa.
El problema de la teoría rousseauniana se ve claramente: cada hombre
está bajo un poder, la voluntad general, que si bien es de todos,
puede convertirse en absoluta si falla el proceso de discusión que
averiguando el interés general le da origen en las asambleas. Rousseau,
85
Rousseau, J. Del Contrato Social. Madrid, Espasa-Calpe, 1975, Libro I, cap. VI, p. 43.
86
Touchard, J. Historia de las ideas políticas. Madrid, Tecnos, 1977, p. 330.
87
Si leemos el Contrato Social, Rousseau parece hablar en términos dicotómicos, pero en el
contexto total de su obra el tercer término aparece, particularmente en los Discursos, que
tematizan el origen y existencia de la sociedad entre estado de naturaleza y estado político.
66
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
88
Fernández Pardo, C. “Introducción”, en Teoría Política y modernidad: del siglo XVI al siglo
XIX. Bs. As., CELA, 1977.
89
Bobbio, N. y M. Bovero. Sociedad y Estado en la filosofía moderna. El modelo iusnaturalista
y el modelo hegeliano-marxiano. Mexico: Fondo de Cultura Económica, 1986, p 60.
67
JUAN DANIEL VIDELA
68
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
contemporánea
Hemos visto como los paradigmas aristotélico y contractualista
constituyen las dos opciones teóricas más importantes para explicar
la naturaleza y origen de la comunidad política, siendo el primero
característico de la antigüedad y el segundo característico de la
modernidad, época en donde aparece un desdoblamiento entre
sociedad y estado. En esta época ambos paradigmas todavía compiten
en el seno de la filosofía política, en el momento histórico en que
esta comienza a llamarse “teoría” política y, sin dejar aún totalmente
el método filosófico, lentamente se constituye como un discurso cuasi-
independiente que prefigura la ciencia política no-filosófica de los
siglos XIX y XX. Ahora bien, durante estos dos últimos siglos
aristotelianismo y contractualismo ya no presentan el vigor de la
primera modernidad, ya no informan el vocabulario de las teorías
políticas de mayor prestigio. Aparecen diversas formas de pensamiento
político -marxismo, positivismo, liberalismo, anarquismo- que no
pueden ser calificadas de estrictamente filosóficas y las cuales se
abstienen de hacer pronunciamientos ontológicos sobre el origen de
las comunidades políticas o de adscribir su origen a la naturaleza o la
voluntad humanas. Los nuevos paradigmas de la teoría política no
tienen un lugar definido para el problema del origen del estado. Este
deja de ser un “problema” (o deja de ser un problema mayor para la
teoría política), entre otras razones porque el estado moderno ya
está consolidado y no necesita una explicación teórica que le
proporcione sustento o justificación. En efecto, el contractualismo,
que es la postura de la cual el problema del origen del estado recibe
su mayor énfasis en la época moderna, es en todos los casos una
discusión sobre la aparición del estado como realidad histórica nueva.
Más aún, en el siglo XIX el individualismo y el liberalismo modernos
ya están lo suficientemente aceptados como para que sea necesaria
una continuada tematización del individuo como origen del estado o
de la libertad como límite del poder político.
Todo esto no significa que los términos básicos de la discusión entre
aristotelianismo y contractualismo moderno desaparezcan en el siglo
XIX. A decir verdad, son recibidos por la ciencia social naciente
-particularmente la sociología- y en un contexto doblemente nuevo,
en lo histórico y en lo epistemológico. En lo epistemológico, en un
contexto nuevo en el cual frente a la filosofía surge una disciplina
referida a los fenómenos humanos con aspiraciones científicas nuevas,
la sociología. Es esta una ciencia positiva -como le llama el positivismo
69
JUAN DANIEL VIDELA
92
Cf. Portantiero, J. (ed.) La sociología clásica. Durkheim y Weber. Bs. As., CELA, 1978;
Hauck, G. Geschichte der soziologischen Theorie. Hamburg, Rowolts, 1884; Schoeck, H.
Historia de la sociología. Barcelona, Herder, 1977; Nisbet, R. The sociological tradition. New
York, Basic Books, 1996.
70
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
93
Weber, Max “Ciencia como profesión”, en Ciencia y política. Bs. As., CELA, 1980. Cf.
Gerth, H. y C. Wright Mills. From Max Weber: essays in sociology. New York, Oxford
University Press, 1946, pp. 70-74.
94
Gemeinschaft und Gesellschaft, hasta donde sabemos no traducido al castellano.
71
JUAN DANIEL VIDELA
95
Heller, H. Teoría del estado. Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1977, pp. 106-107.
72
CAPÍTULO CUARTO: EL ESTADO
LIBERAL DE DERECHO.
1- Despersonalización de la soberanía. Del estado de leyes
al estado de derecho. Presupuestos de la
despersonalización: individualismo, liberalismo,
igualitarismo, seguridad jurídica. Teorías de la soberanía
popular y nacional. 2- El constitucionalismo o liberalismo
jurídico. Concepto y desarrollo. La constitución en sentido
jurídico-formal. Teoría del poder constituyente, Sieyès.
Superlegalidad, estado de derecho. Consecuencias
históricas del constitucionalismo. 3- La constitución en
sentido material. 4- Excurso (1): Tipología de los conceptos
de constitución de García Pelayo. 5- Excurso (2):
Liberalismo político y liberalismo económico.
1- Despersonalización de la soberanía.
a) Introducción.
En el capítulo anterior hemos seguido el desarrollo del estado
moderno, así como dos fuertes modos de preguntar acerca de él, el
modo de Bodino (que está cerca aún del paradigma de Aristóteles) y
el de los contractualistas como Hobbes, quienes generan un paradigma
nuevo que rompe radicalmente con el pensamiento antiguo. Debemos
reparar en dos cosas. En primer lugar en el énfasis que todos los
autores citados ponen en el fenómeno de la soberanía: tras la
fragmentación medieval del poder surge la necesidad de una unidad
centralizadora que en este determinado momento histórico coincide
con la corona. En segundo lugar, todos los autores (pero
particularmente los contractualistas) tematizan la legitimidad del poder
del monarca, ofreciendo justificaciones tanto para obedecerlo como
para desobedecerlo. Para ello, algunos recurren a la figura de un
pacto como acto originante del estado. Dirán que el pacto que da
origen al estado de sociedad (civil o jurídica) es un convenio que el
rey debe respetar porque lo ha suscripto y es parte de él -pacta sum
servanta. A propósito notemos que el paradigma aristotélico en su
variante bodiniana se adecua a la monarquía absoluta tanto como el
contractualista en su versión hobbesiana. Locke, por su parte, es
partidario de una monarquía constitucional que respeta los derechos
individuales. En cualquiera de las tres teorías, por otra parte, se da
una identificación positiva entre monarquía y la naciente unidad
73
JUAN DANIEL VIDELA
96
“Una tradición que se remonta al siglo XVIII o al XIX nos habituó a situar el poder monárquico
absoluto del lado del no-derecho: lo arbitrario, los abusos, el capricho, la buena voluntad, los
privilegios y las excepciones, la continuación tradicional de estados de hecho. Pero eso significa
olvidar el rasgo histórico fundamental: las monarquías occidentales se edificaron como sistemas
de derecho, se reflejaron a través de teorías del derecho e hicieron funcionar sus mecanismos
de poder según la forma del derecho. El viejo reproche de Boulainvilliers a la monarquía
francesa -haberse valido del derecho y los juristas para abolir los derechos y rebajar a la
aristocracia-, tiene, grosso modo, fundamento.” Foucault, M. Historia de la sexualidad, 1- La
voluntad de saber. Bs. As., Siglo XXI, 2002, pp. 106-107.
74
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
75
JUAN DANIEL VIDELA
97
Goldmann, Lucien, Introducción a la filosofía de Kant. Bs. As., Amorrortu, 1974, 129-130.
76
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
98
Como en el Preámbulo de la Constitución Argentina que refiere a los “representantes del
pueblo de la Nación).
78
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
99
Para un estudio de la Revolución Francesa, cuyas ideas se ven plasmadas en el pensamiento
de Sieyés, visto más arriba, véase: Soboul, A. La revolución francesa, Buenos Aires, Orbis,
1986, quien estudia el fenómeno precisamente desde el punto de vista del ascenso de la
burguesía y el desplazamiento del modo de producción medieval por el moderno.
100
Fayt, C. Derecho Político. Depalma, Bs. As., 1985, TII, pag. 10. Sánchez Agesta señala una
variedad de antecedentes de la noción de constitución del constitucionalismo: el concepto de
ley fundamental como ley transcendente o natural del jusnaturalismo, que se dice fue identificado
con documentos tales como la Carta Magna; el concepto de pacto constitutivo que se establece
entre el rey y el reino (Suárez); el concepto de ley fundamental como hecho normativo
consuetudinario; el concepto de constitución como plan de una voluntad política (voluntad
general de Rousseau, por ej.); la doctrina del poder constituyente (Vatel, Sieyès, etc.). Sánchez
Agesta, L. Principios de Teoría Política. Madrid, Editora Nacional, 1976, pp. 330-332.
79
JUAN DANIEL VIDELA
101
“En sentido formal, es decir, en cuanto a su forma y efectos jurídicos, la Constitución se
nos presenta como una norma de organización, generalmente escrita, solemnemente formulada
por un órgano investido del poder constituyente, que contiene una parte dogmática, donde
se consignan los derechos individuales y sociales, las declaraciones y garantías, y una parte
orgánica, donde se determinan las funciones y órganos del poder del Estado, en competencias
separadas. Enuncia, así, por una parte, los derechos de la personalidad humana, los de la
libertad y los del patrimonio, y los que hacen a su razón política, rodeando a la persona
humana de un área de seguridad mediante las garantías y las declaraciones, afirmando los
principios de radicación del poder en el pueblo, la igualdad natural de todos los individuos y
el imperio de la ley, y por la otra, organiza el gobierno para la función de formular la ley en sus
etapas de sanción, ejecución y aplicación, confiándola a órganos distintos e independientes,
destinados a coexistir equilibrada y armónicamente, por un sistema de limitaciones, frenos y
contrapesos recíprocos por la interdependencia originada en las tres etapas del proceso
formativo de la ley positiva. Completa su estructura formal, con el enunciado de la forma
política y la forma de gobierno, la determinación de los fines y medios hacia los cuales deberá
orientar y utilizar, respectivamente, sus funciones normales el gobierno que instituye, y establece
el mecanismo de su propia reforma, a la que rodea de especiales condiciones y solemnidades.”
Fayt, C. Derecho Político, Depalma, Bs. As., 1985, TII, pag. 23.
80
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
102
Sieyés, E. ¿Qué es el tercer estado? Madrid, Aguilar, 1973.
81
JUAN DANIEL VIDELA
103
Norberto Bobbio nos da una caracterización in extenso del estado de derecho, que citamos
por su ejemplar claridad. “Por estado de derecho se entiende en general un estado en que los
poderes públicos son regulados por normas generales (las leyes fundamentales o
constitucionales) y deben ser ejercidos en el ámbito de las leyes que los regulan, salvo el
derecho del ciudadano de recurrir a un juez independiente para hace reconocer o rechazar el
abuso o exceso del poder. Entendido así, el estado de derecho refleja la vieja doctrina... de la
superioridad del gobierno de las leyes sobre el gobierno de los hombres... Además... es
preciso agregar a la definición tradicional una determinación subsecuente: la
constitucionalización de los derechos naturales, o sea, la transformación de estos derechos
en derecho protegidos jurídicamente... La doctrina (significa) subordinación de las leyes al
límite material del reconocimiento de algunos derechos fundamentales considerados
constitucionalmente, y por ello en principio ‘inviolables’.” Bobbio, N. Liberalismo y democracia.
Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1992.
82
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
104
Este es todavía el sentido ordinario o vulgar del término.
83
JUAN DANIEL VIDELA
105
García-Pelayo, M. Derecho constitucional comparado. Madrid, Alianza 1985, pp. 34-41.
84
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
106
Lasalle, F. ¿Qué es una constitución? Bs. As., Siglo Veinte, 1975.
85
JUAN DANIEL VIDELA
107
“En esencia se trata de una aplicación concreta y sublimizada del concepto de ley con que
opera el liberalismo, de la creencia en la posibilidad de una planificación de la vida política, de
una racionalización del acaecer político. Esto representa, a su vez, la aplicación al campo
jurídico-político del mundo de las formas intelectuales de la Ilustración, a saber: la creencia en
la identidad sustancial de los diversos casos concretos y diversas situaciones, y, por consiguiente,
en su posibilidad de reducción a un mismo módulo”. García-Pelayo, M. Derecho constitucional
comparado. Madrid, Alianza 1985, p. 34.
108
“El historicismo constituye el fundamento espiritual de la tesis de que la constitución de un pueblo
no es un sistema producto de la razón, sino una estructura resultado de una lenta transformación
histórica, en la que intervienen frecuentes motivos irracionales y fortuitos irreductibles a un esquema.
Por consiguiente, está claro que la constitución de un país no es creación de un acto único y total,
sino de actos parciales reflejos de situaciones concretas y, frecuentemente, de usos y costumbres
formados lentamente y cuya fecha de nacimiento es imprecisa”. Ibid., p. 43.
86
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
87
JUAN DANIEL VIDELA
111
Smith, A. La riqueza de las naciones. Madrid, Alianza, 1997.
88
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
Para una discusión de las diferencias y relaciones entre liberalismo político y librecambismo,
112
véase Sartori, G. Elementos de teoría política. Madrid, Alianza Editorial, 1992, pp. 121-129.
89
CAPÍTULO QUINTO: DEMOCRACIA,
CAPITALISMO, SOCIALISMO
1- Democracia y liberalismo. Rasgos de la democracia
moderna. Democracia antigua y democracia moderna.
Democracia prescriptiva y democracia descriptiva. La
tensión entre libertad e igualdad. 2- Democracia y
capitalismo: Desarrollo del capitalismo. Estado y
mercado. 3- Del estado liberal clásico a la democracia
liberal. 4- El socialismo. Marx. 5- La democracia social o
estado social-democrático. El constitucionalismo social.
Estado democrátcico como estado de bienestar. El
estado keynesiano. 6- El neoliberalismo.
1- Democracia y liberalismo:
a) Rasgos de la democracia moderna:
Al estudiar los presupuestos de la despersonalización de la soberanía
mencionamos un principio fundamental, el individualismo (que es la
expresión política del subjetivismo filosófico moderno), del que se
derivaban liberalismo e igualitarismo. Si bien el término “liberalismo”
no se usa hasta comienzos del siglo XIX, es la concepción política
predominante en gran parte de la edad moderna. El liberalismo informa
la mayor parte de las constituciones dictadas a partir de 1688, la
fecha de la Gloriosa Revolución que instauró la monarquía
constitucional en Inglaterra (la época y el contexto del pensamiento
de Locke). A su vez, el liberalismo político ha dado origen a una
importante tradición jurídica -el constitucionalismo- que constituyó
un paradigma constitucional de difusión universal. Es decir que el
estado moderno, originado bajo el signo del absolutismo en el siglo
XVII, si no antes, pasa por una larga etapa en la que es estado liberal.
Ahora bien, otro presupuesto derivado del individualismo es la
igualdad, ingrediente no menos fundamental de la identidad política
de la época moderna. En un primer sentido, la igualdad significa el fin
de las múltiples distinciones de nacimiento, educación, riqueza y clase
que caracterizaron a los mundos antiguo y medieval. Así la modernidad
como época histórica se caracteriza por un progresivo igualitarianismo
que es el resultado de cambios en todos los órdenes de vida. Pero la
igualdad significa no sólo ausencia de privilegios, sino también, y
fundamentalmente, ausencia de sujeciones, ya sea a otro individuo
91
JUAN DANIEL VIDELA
113
García-Pelayo, M. Derecho constitucional comparado. Madrid, Alianza 1985, p.169; Bobbio,
N. Liberalismo y democracia. Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1992, p.32.
92
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
114
“Aunque hay un caso de constitución puramente democrática -la francesa de 1793- la
democracia, desde el punto de vista institucional, se ha manifestado unida al liberalismo, en
parte dando lugar a propias instituciones y relaciones, y en parte dando un nuevo sentido a
otras que originariamente no eran democráticas. Tanto en las constituciones de la Revolución
Americana como en las de la Revolución Francesa, ambos principios pugnan por afirmarse;
pero el democrático queda sujeto a una serie de correctivos, de modo que en Europa hay una
etapa dominada por los principios liberales más que por los democráticos. En la medida en
que es posible señalar fecha de nacimiento a una estructura histórica, podríamos decir que la
democracia comienza a afirmarse en Europa a partir de 1848, en que aparecen en la escena
política las fuerzas y poderes que la encarnan sociológicamente. Francia establece entonces el
sufragio universal, que desde esta fecha se irá extendiendo a todos los países”. García-Pelayo,
M. Derecho constitucional comparado. Madrid, Alianza 1985, p. 173.
93
JUAN DANIEL VIDELA
115
Bobbio, N. Liberalismo y democracia. Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1992.
116
Maquiavelo, N. El príncipe. Madrid: Tecnos, 2000.
117
De Tocqueville, A. De la democracia en América. Madrid, Alianza, 1980.
94
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
118
Sartori, Giovanni, Teoría de la democracia. 1. El debate contemporáneo. Argentina, Rei,
1990, p. 27.
95
JUAN DANIEL VIDELA
96
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
119
Berlin, I. “Dos conceptos de libertad”, en Quinton, A. (ed.) Filosofía Política. Méjico, Fondo
de Cultura Económica, 1974, pp. 216-233.
97
JUAN DANIEL VIDELA
2- Democracia y capitalismo
a) Desarrollo de la economía capitalista:
El período que llamamos modernidad no sólo se caracteriza por los
enormes cambios sociopolíticos que hemos estudiado, como la
aparición del estado moderno o las formas de pensamiento y prácticas
políticas que son liberalismo y democracia. Igualmente importante es
la esfera de cambios tecnológicos que transforman la vida del género
humano, tales como el desarrollo de las ciencias básicas, la aparición
de la medicina de base experimental, y un sinnúmero de técnicas de
comunicación, producción, etc. Una tercera esfera la constituye la
economía, que se transforma radicalmente en el paso de la edad
media a la modernidad.121 En esta sección vamos a considerar la
relación entre la esfera económica y la política, particularmente con
el advenimiento de la democracia liberal.
A partir del s. XVII la economía se constituye paulatinamente en un
sector autónomo con respecto a la política, en la medida en que el
absolutismo comienza a desaparecer y es sustituida por monarquías
constitucionales. Ya hemos estudiado (capítulo tercero) que si el
estado moderno es la estructura de poder que centraliza
administración, justicia, derecho, fisco, etc., la sociedad es lo que cae
fuera de esos procesos. De este modo la familia, la religión, el mercado,
etc., constituye la esfera de acciones “libres” o “privadas” que el
estado (absoluto al comienzo) garantiza. La sociedad civil no es otra
120
Bobbio encuentra dos fuertes puntos de contacto entre liberalismo y democracia, que
tienden a disminuir su aparente conflicto. En primer lugar, las nociones democráticas de
igualdad ante la ley (imparcialidad en la aplicación de la ley) e igualdad (en el goce) de derechos
(fundamentales). En segundo lugar la reciprocidad entre el método democrático y la salvaguardia
de los derechos individuales, donde el uno funciona como condición de los otros y viceversa.
Bobbio, N. Liberalismo y democracia. Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1992, pp. 39-48.
121
Heller, A, “Europe - an epilogue?”, en A. Heller y F. Fehér The postmodern political
condition. Berkeley, University of California Press, 1990.
98
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
b) Estado y mercado:
Agreguemos que la economía moderna se organiza de un modo
muy específico. A partir de al menos el siglo XVII la actividad
económica europea (que luego se expandirá globalmente) se organiza
bajo el modo de producción capitalista. Capitalismo es el “modo de
producción” o forma de organización de los factores de la
producción y las actividades productivas basada en la propiedad
privada de los medios de producción, donde el trabajador pone en
venta su tiempo productivo útil, el que es utilizado por el capitalista
para la producción de mercancías, las que a su vez se venden o
intercambian. A ese intercambio de mercancías, tanto como a la
compra y venta de mano de obra, llamamos mercado (del producto
y del trabajo respectivamente).
Si bien el desarrollo del capitalismo coincide con la revolución
industrial que toma lugar en Europa (particularmente en Inglaterra)
entre el último tercio del siglo XVIII y el primer tercio del siglo
XIX, podemos decir que desde el siglo XVII existe un
protocapitalismo en el contexto político transicional al fin de la
monarquía absoluta, no sólo en Inglaterra, sino también en Holanda,
y que el mismo hace sentir sus efectos en toda Europa. En esta
época se crean algunas de las condiciones necesarias para el
capitalismo, como la aparición de la clase burguesa y la atomización
de la clase trabajadora, que deja de ser artesana para transformarse
en fabril.122
La relación entre política y economía, entonces, puede ser
aprehendida en término de sus manifestaciones más concretas,
estado y mercado (englobamos aquí ambos tipos de mercado, del
producto y del trabajo). Ambos constituyen sistemas de interacción
regidos por intereses y reglas diferentes aún cuando ambos se
asemejan en que constituyen relaciones de dominio. La dependencia
122
Un análisis magistral de la creación de estas condiciones se encuentra en la obra más
conocida de Marx, K. Capital, vol. 1. Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1982.
99
JUAN DANIEL VIDELA
123
“La lucha permanente, en forma pacífica o bélica, de los estados nacionales en concurrencia
con el poder, creó para el moderno capitalismo occidental las mayores oportunidades. Cada
estado en particular habría de concurrir por el capital, no fijado a residencia alguna, que le
prescribiera las condiciones bajo las cuales le ayudaría a adquirir el poder. De la coalición
necesaria del Estado nacional con el capital surgió la clase burguesa nacional, la burguesía en
el sentido moderno del vocablo. En consecuencia, es el Estado nacional, a él ligado, el que
proporciona al capitalismo las posibilidades de subsistir”. Weber, M. Economía y sociedad.
Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1944, p. 1047.
124
Bobbio, N. Liberalismo y democracia. Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1992, pp. 17-
100
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
101
JUAN DANIEL VIDELA
4- El socialismo. Marx
Pero los antecedentes de la cuestión social se remontan a fines del
siglo XVIII y desde comienzos del siglo XIX es agudizada por la acción
de los partidos socialistas. Este es el lugar, entonces, para referirnos
al socialismo, que, como veremos, es uno de los factores
determinantes de la transformación de la democracia liberal en
democracia social, sin perjuicio de ser un movimiento ideológico por
derecho propio que ha inspirado formas de estado (no siempre
democráticas), por ejemplo, el totalitarianismo soviético. El socialismo
es el movimiento y la ideología de la clase proletaria u obrera, la cual
como vimos es indispensable para el desarrollo del capitalismo.
Pero hay diferentes formas de socialismo, siendo la más destacada el
marxismo, o socialismo científico. Carlos Marx (1818-1895), su
fundador, dio en efecto rigor sistemático a las tesis del socialismo y
realizó análisis prolijos del capitalismo, principalmente en su
monumental obra El Capital 126, renovando, al tiempo que
transformando, la ciencia de la economía política del siglo XVIII. Del
mismo modo, Marx cuestiona la filosofía de Hegel, a la que hemos
hecho referencia en el capítulo tercero como el último gran intento,
en el siglo XIX, de volver a formular un modelo organicista y solidarista
semejante al de Aristóteles.
La crítica fundamental de Marx a Hegel es que en el estado político
no se resuelven las tensiones de la sociedad civil, que las desigualdades
que crea el mercado sobreviven la estructura política y son escondidas
o desfiguradas por esta (Crítica a la Filosofía del derecho de Hegel
127
). Sostiene (ya en La idelogía alemana, escrita en 1843 con Engels)
que el sustrato determinante de la historia es la producción de la
existencia humana. A este sustrato sigue naturalmente la esfera de
reproducción de la sociedad o economía, seno de las llamadas
relaciones de producción y escenario en el que se da permanente
conflicto entre burgueses y proletarios.128 El conflicto fundamental de
126
Marx, C. El Capital. Crítica de la economía política. México, Fondo de Cultura Económica,
1982.
127
“Contribution to the Critique of Hegel’s Philosophy of Right”, en Tucker, R. (ed.), The
Marx-Engels Reader, New York, Norton & Co., 1978, pp. 53-65.
102
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
128
“La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación,
se manifiesta inmediatamente como una doble relación -de una parte, como una relación
natural, y de otra como una relación social-, social, en el sentido de que se entiende como la
cooperación de distintos individuos, en cualesquiera condiciones, de cualquier manera y para
cualquier fin. De donde se desprende que un modo de producción determinado o una fase
industrial determinada lleva siempre aparejado un modo de cooperación determinado o una
fase social determinada, modo de cooperación que es, a su vez, una ‘fuerza productiva’; que
la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por
lo tanto, la historia de la humanidad debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la
historia de la industria y del intercambio”. Marx, K y F. Engels, Obras Escogidas, Bs. As.,
Cartago, 1987, p. 25.
129
“Partiremos de un hecho económico contemporáneo. El trabajador se vuelve más pobre a
medida que produce más riqueza y a medida que su producción crece en poder y cantidad. El
trabajador se convierte en una mercancía aún más barata cuantos más bienes crea. La
devaluación del mundo humano aumenta en relación direta con el incremento de valor del
mundo de las cosas. El trabajo no sólo crea bienes; también se produce a sí mismo y al
trabajador como una mercancía y en la misma proporción en que produce bienes. Este hecho
supone simplemente que el objeto, su producto, se opone ahora a él como un ser ajeno,
como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es trabajo encarnado
en un objeto y convertido en cosa física; este producto es una objetivación del trabajo. La
realización del trabajo es, al mismo tiempo, su objetivación. La realización el trabajo aparece
en la esfera de la economía política como una invalidación del trabajador, la objetivación
como una pérdida y como una servidumbre al objeto y la apropiación como enajenación.
“Manuscritos económico-filosóficos de Karl Marx”, en: Fromm, E. Marx y su concepto del
hombre. México, Fondo de Cultura Económica, 1978, pp. 104-105. Cf. Sánchez Vázquez, A.
Filosofía y economía en el joven Marx. Méjico, Grijalbo, 1982.
103
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130
“La economía política ha analizado, indubitablemente, aunque de un modo imperfecto, el
concepto de valor y su magnitud, descubrimiendo el contenido que se escondía bajo estas
formas. Pero no se le ha ocurrido preguntarse siquiera por qué este contenido reviste aquella
forma, es decir por qué el trabajo toma cuerpo en el vaor y por qué la medida del trabajo
según el tiempo de su duración se traduce en la magnitud de valor del producto del trabajo.
Trátase de fórmulas que llevan estampado en la frente su estigma de fórmulas propias de un
régimen de sociedad enque es el proceso de producción el manda sobre el hombre, y no éste
sobre el proceso de producción; pero la conciencia burguesa de esa sociedad las considera
como algo necesario por naturaleza, lógico y evidente como el trabajo productivo.” Marx, C.
El Capital. Crítica de la economía política. México, Fondo de Cultura Económica, 1982, pp.
44-45.
104
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131
Sánchez Agesta, L. Principios de Teoría Política. Madrid, Editora Nacional, 1976, p. 572.
132
Fayt. C. Derecho Político, Depalma, Bs. As., 1985, TII, pag. 18.
105
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COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
la Unión Soviética.
c) El Estado keynesiano:
Como hemos visto, no podemos dejar de relacionar el desarrollo
del capitalismo con el desarrollo de la democracia ya sea en su fase
liberal o en su fase social, a la que sirve de contexto histórico. Así,
hasta por lo menos los comienzos del siglo XX la economía capitalista
tiene a las democracias liberales de occidente (Europa, Estados Unidos)
como marco jurídico-político. En ese momento, como lo hemos
indicado varias veces más arriba, comienzan a reconocerse derechos
que van más allá del marco puramente formal de la participación en
el poder a través del derecho a elegir y a ser elegido. Esto constituye
los orígenes del estado de bienestar pero, advirtamos, se trata del
reconocimiento de derechos sociales (derechos del trabajo y de
agremiación) y de planes de asistencia social que no interfieren
directamente ni comprensivamente con el mercado, si bien lo
influencian de diversas maneras. La doctrina económica de la época
sigue siendo continuación (aunque con grandes diferencias) de la
economía política clásica, o liberalismo económico, que hemos visto
someramente en el capítulo anterior.
Sin embargo, el hecho decisivo de la crisis económica desatada en
1929 parece mostrar que las leyes de la economía política clásica
estaban equivocadas en cuanto presuponían una economía
autorregulada, con ciclos económicos (recesión-crecimiento),
alternados, y por ello perfectamente autocontenidos. Al contrario,
1929 marca el comienzo de una gran recesión mundial de profundos
efectos y que no parecía tener fin a la vista. “Si el mercado había
logrado hacer valer su autonomía respecto del poder estatal a lo
largo de casi un siglo y medio, la realidad vigente en el período de
entreguerras perturbaba la armonía de su justificación e impulsaba el
surgimiento de las economías del bienestar, quienes pregonaban una
participación decidida del estado para corregir las fallas de la
economía.”133
Hacia 1930, entonces, el mundo parece preparado para un cambio
en el paradigma de la relación estado-mercado, el que viene a
expresarse con el advenimiento del estado keynesiano. Se lo llama
133
Estrada Sáenz, G. “Estado y mercado” en Pinto, J. Introducción a la ciencia política. Bs.As.,
Eudeba, 2000, pp 177-209.
107
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108
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6- El neoliberalismo
La crisis de los años setenta causó en primer lugar, como reacción en
la teoría económica, una nueva teoría identificada con la escuela de la
Universidad de Chicago, la que a su vez contribuiría fuertemente a la
formación de un nuevo paradigma en la relación estado-mercado a
partir de los años ochenta. A esta teoría se llama neoliberalismo,
porque representa una vuelta al liberalismo económico. Esta asociada
con los nombres de Milton Friedman y Friedrich Hayek. Cabe agregar
que en lo que a la ciencia económica contemporánea respecta el
keynesianismo no ha desaparecido y que se lo suele combinar en los
análisis con el neoliberalismo, usando el uno para predecir demanda
e inversión, y el otro para explicar el comportamiento de la demanda.
En la realidad de la práctica política de los estados, en efecto,
keynesianismo y neoliberalismo todavía compiten, tanto más cuanto
135
En la caracterización del estado keynesiano sigo, con algunas diferencias, a Abal Medina, J.
y Barroetaveña, M. “El estado”, en Pinto, J. Introducción a la ciencia política. Bs. As., Eudeba,
2000, pp. 149-153.
109
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111
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112
CAPITULO SEXTO: LA COMUNIDAD POLÍTICA
1- Hacia una teoría de la comunidad y la dominación
políticas. Aspectos metodológicos. Comunidad y
dominio. Sociedad y estado. Lo público y lo privado.
2- El estado: recapitulación. Nociones nominal, histórica
y sistemática. 3- Orientaciones del análisis teórico del
estado en la ciencia política contemporánea. La “Teoría
del Estado”. Neoinstitu-cionalismo. La teoría de
sistemas. 4- Elementos del estado territorio, población,
poder, derecho. 5- Estado y gobierno.
113
JUAN DANIEL VIDELA
b) Comunidad y dominio
Como dijimos, las dos opiniones más corrientes en el siglo XX sostienen
que el objeto de la ciencia política es el estado, la una, y el poder la otra.
Pero en el capítulo primero habíamos traducido estas posturas al
vocabulario del análisis de Manfred Riedel, a saber: que las cuestiones
fundamentales del saber político son la comunidad (o el fenómeno de la
existencia de agregados sociales) y el dominio (el fenómeno del poder
dentro de los agregados sociales). Riedel añade que el vínculo entre
ambos fenómenos es la relación de pertenencia al todo social que nos
lleva a acatar sus órdenes, la ciudadanía. Para Riedel estudiar una “forma
de vida” colectiva supone conceptualizar ambos aspectos (comunidad y
poder) que por otra parte están ya presentes en el sentido común que
conforma nuestra experiencia cotidiana de la política. Decimos que es
esta una traducción ya que poder y estado no coinciden exactamente
con dominio y comunidad tal como las caracteriza Riedel, bajo la influencia
de Aristóteles.137
Por ello creemos que reducir el objeto de la política al estado o al
poder, como fenómenos aislados y enteramente independientes entre
sí y del fenómeno “social” constituye un error metodológico. Como
consecuencia, deberíamos reconocer que cuando se habla de comunidad
o dominio ellos no constituyen entidades que han permanecido
constantes a lo largo del tiempo -ya hemos visto que el mundo antiguo
no conoce la separación entre dos formas de comunidad, las que hoy
llamamos estado y sociedad, a la vez que la sociedad moderna ha sido
pensada como fuera de las relaciones jurídicas de dominio, que
corresponden al estado.
c) Sociedad y estado
Con la separación entre sociedad y estado pasamos a un rasgo esencial
137
Riedel, M.: Metafísica y Metapolítica. Bs. Alfa, 1977.
114
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115
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116
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
ella. En todas ellas un término designa algo que tiende a ser privado y
el otro público, otorgándose indistintamente a uno u a otro primacía
teórica o valorativa. Así, por ejemplo, las dicotomías sociedad de
desiguales (la política)/sociedad de iguales (la comercial), ley/contrato,
justicia distributiva/ conmutativa. Por otro lado, cuando quiera que una
de estas oposiciones sale a la luz, tiende a adquirir carácter prescriptivo,
determinando que uno u otro término es más importante que el otro.
Así, en todas estas dicotomías se da una cuestión de interpretación.
Ellas son leídas de acuerdo a los valores que uno profesa. Por ejemplo,
el socialista otorga primacía a la justicia distributiva, y el liberal a la
justicia conmutativa.138
117
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139
Riedel, M. Metafísica y metapolítica, vol. I. Buenos Aires, Alfa, 1977, p 20.
118
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119
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120
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140
Weber, M. “La política como profesión”, en Ciencia y política. Bs. As, C.E.L.A, 1980, p 86;
Economía y Sociedad. Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1944, p. 1060.
141
Por ejemplo la Introducción a la teoría del Estado, de A. E. Sampay, Ediciones Theoría,
Buenos Aires, 1996.
121
JUAN DANIEL VIDELA
142
El tipo ideal de la Teoría del Estado, al menos como aparece en Jellinek, se diferencia al tipo
puro weberiano en que no es una mera abstracción de constantes de la experiencia, sino un
ideal (normativo y teleológico) que trasciende la experiencia -lo que el estado debe ser. Pero
como veremos más adelante, Jellinek es también un dualista y posee una noción de tipo
empírico que se parece a la de Weber. Para Weber, como vimos en varias oportunidades, el
tipo ideal es un instrumento analítico generalizante que se nutre de elementos empíricos,
pero ordena mediante una racionalización rigurosa. Ello no obstante, Weber siempre habla
de la comprensión de la conducta del otro, con lo que rescata el elemento de la intencionalidad
de la conducta que luego aparecerá en Herman Heller autor influido por la hermenéutica de
Dilthey.
122
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
pretensiones de la sociología.143
Este dualismo es superado, al menos en su intención metodológica,
por el exponente más destacado de la Teoría del Estado, Hermann
Heller.144 Para Heller, la Teoría del Estado es sólo parte de la ciencia
política, ya que su perspectiva y método son más restringidos. La
ciencia política viene a completar a la Teoría del Estado con criterios
normativos, así como a ocuparse de aquellos fenómenos que escapan
el marco estrictamente jurídico o institucional del Estado. En cuanto
al dualismo planteado por Jellinek en respuesta a la confrontación
entre positivismo jurídico y sociológico, Heller acuña una definición
de la Teoría del Estado como ciencia cultural, que comprende tanto
lo jurídico como lo sociológico. Pero la unidad de uno y otro enfoque
no se da para Heller en el orden epistemológico (en el orden de la
teoría de la ciencia), sino en la realidad misma que es dialéctica y
otorga el fundamento para que el estado pueda considerarse una
realidad unitaria. Con esto quiere decirnos que la síntesis se encuentra
en la vida del estado y no necesita ser producida en el laboratorio del
investigador. Esta síntesis se da de diversas maneras: en virtud de la
influencia que las condiciones naturales e históricas tienen sobre las
relaciones políticas y jurídicas, y en virtud de la relación intencional o
de sentido que la conducta humana tiene con las normas jurídicas -
toda acción de algún modo interpreta la cultura y sus normas y se
desenvuelve en función de ellas. De allí que Heller interprete al estado
como formación social, como conducta humana organizada que
constituye una unidad de decisión. Con la obra de Heller de algún
modo se cierra el ciclo de la Staatslehre alemana, aunque su solución
no sea del todo consistente: la teoría de la intencionalidad (de la volición
o relación de sentido con la norma) no está acabada coherentemente
y padece de las mismas aporías de muchos fenomenólogos de su época-
Schutz, por ejemplo, o el mismo Dilthey antes.145 En otras palabras, su
teoría de la comprensión de la conducta normada no esta
suficientemente desarrollada. De todos modos su influencia se hace
sentir en diferentes países, especialmente en las cátedras de Derecho
Político de habla hispana. Prueba de ello es el afán de presentar el
estado por elementos que por su naturaleza heterogénea son diversos
y que, sin, embargo se dicen relacionados o articulados.
143
Véase: Sontheimer, K., Ciencia política y teoría jurídica del estado, Bs. As., Eudeba, 1971.
144
Heller, H. Teoría del Estado. Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1978.
145
Schutz, A. Der sinnhafte Aufbau der sozialen Welt: eine Einleitung in die verstehende
Soziologie. Viena, Springer, 1932.
123
JUAN DANIEL VIDELA
b) Neoinstitucionalismo
Si la Teoría del Estado fue el paradigma más fuerte en la ciencia política
de principios de siglo, en la postguerra se han desarrollado otros
modos de interpretar el fenómeno político que, sin prescindir del
estado, lo tratan con un aparato conceptual mucho menos tradicional
y, acaso, le otorgan menos importancia relativa. Nos limitaremos a
mencionar aquí al neoinstitucionalismo, al enfoque sistémico y al
neomarxismo.
En cierto sentido, el neoinstitucionalismo se asemeja a la Teoría del
Estado, al menos en tanto y en cuanto incorpora al estado como
variable del análisis (aunque junto a otros elementos), aunque no
identifica su estudio con la ciencia política. Más aún es también un
intento de reconstruir la ciencia política desde el terreno de otra
disciplina: en la Teoría del Estado es el derecho, en el
neoinstitucionalismo es la economía. Pero el neoinstitucionalismo es
una teoría empirista y pragmática mientras que la Teoría del Estado
tiene fuertes connotaciones metafísicas, puesto que otorga una
entidad, identidad e importancia sustanciales y sobredimensionadas
al estado, cual idea platónica. El neoinstitucionalismo, en cambio, no
considera factores tales como población o sociedad como elementos
del estado, sino que reduce al estado a una institución entre varias,
estructurando y regulando los procesos de la sociedad y
principalmente de la economía.
En efecto, entre sus antecedentes se cuenta la escuela de la economía
política clásica, que ya hemos mencionado, y de hecho esta apreciación
se justifica al menos con respecto a Adam Smith, quien junto a su
tratado de economía, escribió largas lecciones de moral y
jurisprudencia. De todos modos el padre fundador de la escuela es el
economista y sociólogo Thorstein Veblen, quien en un célebre artículo
postuló la tesis de que la economía no era una ciencia evolutiva como
las ciencias naturales, precisamente por la influencia de la red
institucional de hábitos y organizaciones que afectan su desarrollo.146
En otras palabras, se trataba de un liberal que no creía en que el
mercado libre sea totalmente posible, pero que valoraba algunas de
las interferencias institucionales al mismo. Algunos de sus
contemporáneos, en cambio, enfatizaron el rol negativo de las
146
Veblen, T. “Why is economics not an evolutionary science?, Quarterly Journal of Economics,
1898.
124
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
c) La Teoría de sistemas
Una segunda forma reciente de considerar al estado se encuentra en
la teoría de sistemas. A diferencia de los dos enfoques estudiados
más arriba, no se trata de una teoría que estudie una esfera principal
de la vida comunitaria en relativa independencia (estado, economía).
Es decir no es un enfoque determinado por su objeto, ni siquiera por
su método, porque todo método es en una u otra medida unilateral.
La teoría de sistemas es más bien una manera de ver las cosas, un
paradigma cognitivo, una perspectiva holística que en los datos de la
“realidad” ve su estructura y modos de interacción lógicas. No
representa la realidad sino muestra sus flujos de comunicación,
influencia, adaptación y cambios. Está más interesada en la relación
entre sus elementos que en los elementos mismos o, en todo caso,
no “cosifica” esos elementos. Sus orígenes se remontan al trabajo de
mediados de siglo de Ludwig von Bertalanffy,149 autor que puede
considerarse el padre de la teoría. Pero en la ciencia social
norteamericana la teoría de sistemas está presagiada ya y se anuncia
en el “funcionalismo estructural” de Talcott Parsons. Y en el terreno
147
North, D. Estructura y cambio en la historia económica, Madrid, Alianza, 1984.
148
Véase Abal Medina, J. y Barroetaveña, M. “El estado”, en Pinto, J. Introducción a la ciencia
política. Bs.As., Eudeba, 2000.
125
JUAN DANIEL VIDELA
126
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
d) Marxismo y neomarxismo
La concepción marxista del estado no es unívoca y puede decirse
que retrocede en importancia en la medida en Marx deja la política y
la filosofía en estricto sentido para dedicarse a los estudios
económicos, fase que corresponde a la escritura de El Capital, a
mediados de la década de 1850. En sus años formativos, sin embargo,
tiene una concepción del estado de la cual puede decirse que es
negativa en tanto y en cuanto es tributaria de la crítica que Marx hace
de la filosofía de Hegel y de sus seguidores inmediatos, los jóvenes
hegelianos. En la Crítica a la filosofía del Derecho (y del Estado) de
Hegel, texto de 1843, Marx reconoce la distinción hegeliana entre
estado y sociedad civil, pero se aparta de Hegel al asignar entidad
real a la sociedad civil (y la familia) y afirmar al estado concebido en
términos hegelianos es una construcción metafísica. Marx,
interpretando tal vez demasiado estrictamente a Hegel, se opone a
tres de sus tesis fundamentales, 1) que el estado resuelve las
oposiciones entre los intereses privados que se dan en la sociedad
civil, 2) que es el fin y la necesidad de esta última, y 3) que, en el
proceso de la dialéctica del espíritu, la sociedad civil y la familia, son
un momento o etapa de (la idea) del estado, que los absorbe en el
proceso de su génesis histórico-espiritual. Con esto Marx quiere decir,
en contra de Hegel, que las necesidades inmanentes a la sociedad
civil no se convierten en libertad en el plano del estado, que el conflicto
empírico continúa, más allá de la existencia de una constitución que
declare la libertad o un gobierno constituido que la garantice. En
otras palabras, el estado no libera al hombre de las cadenas de la
sociedad, como sostiene Hegel, bajo la influencia de Rousseau. Marx
también se opone a la comprensión de la relación estado/sociedad
en base al ejemplo de la polis griega y el imperio romano, caros a
Hegel, pero precisamente, faltos de una verdadera distinción entre
ambos, y faltos del concepto moderno de libertad.
En textos posteriores, como la Ideología alemana, Marx enfatizará la
noción de que la realidad básica es la de producción y reproducción
del hombre, tal y como se da en la sociedad civil, y que el estado es
algo ideológico, como la religión, un fenómeno destinado a encubrir
las relaciones de explotación. El estado proclama o, en el mejor de
los casos, administra la voluntad de la clase propietaria o burguesa.
El pensamiento neomarxista del siglo XX, empero, y por el hecho de
127
JUAN DANIEL VIDELA
152
Miliband, R. El estado en la sociedad capitalista. México, Siglo XXI. Editores, 1976.
128
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
153
La teoría del estado en su versión clásica suele considerar a territorio y población como
presupuestos, supuestos previos, elementos anteriores del estado. Tal distinción es desde
luego abstracta y se relaciona tanto con el dualismo de la teoría del estado, como con cierta
visión metafísica que se remonta a Aristóteles, a saber, que la materia no formada (territorio,
individuo) no forma parte de la polis, sino cuando considerada bajo una forma dada (villa,
familia).
129
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130
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
5- Estado y gobierno
El poder del estado, al que referimos como elemento o fenómeno
definitivo del mismo, consistente en la posibilidad de obligar a
conductas concretas a quienes están bajo la sujeción del mismo, se
ejercita mediante individuos o cuerpos colegiados concretos que son
depositarios de la facultad de obligar a los súbditos tanto con órdenes
individuales como con normas generales o leyes. Estos individuos o
cuerpos se conocen como magistraturas, autoridades, u órganos,
según se preste atención relativamente a la investidura, la cualidad
personal, o el fenómeno de voluntad de poder. Es decir, el término
magistrado alude al haber sido investido con atributos de mando, el
término autoridad alude a la cualidad jerárquica de aquel que manda,
al que se reconoce como superior en algún sentido, y el término
órgano alude a aquel elemento en una agrupación compleja que se
caracteriza por concretar la decisión o voluntad de la agrupación. En
su conjunto constituyen lo que se denomina gobierno de un estado,
que es a su vez la cúpula de naturaleza política que está por sobre la
burocracia, que es de naturaleza eminentemente profesional como
hemos visto.
Nótese que es en el estado constitucional-liberal donde la noción de
gobierno adquiere pleno sentido, porque es tributaria del movimiento
de despersonalización de la soberanía: sólo en el estado gobernado
por leyes, donde la soberanía dice residir en una entidad abstracta
como el pueblo o la constitución, aparece la necesidad de definir un
gobierno, como la instancia concreta que aplica el poder como “poder
constituído por la constitución”. En cambio en el estado absoluto
poder (o soberanía) y gobierno están confundidos. El soberano es a
un mismo tiempo el detentador del poder y la agencia decisoria que
lo actualiza, si no también una suerte de estado personalizado. También
si nos remontamos a los orígenes del pensamiento político, en la
antigüedad griega, poder y gobierno están identificados y se dicen
kratos, término que indica en sentido concreto el que manda dentro
de la polis. Como veremos inmediatamente, la reflexión política
comienza a preguntarse por las formas que asume ese kratos, y genera
131
JUAN DANIEL VIDELA
132
(Santo Tomás), Maquiavelo, Montesquieu. 3- Tipologías
de la ciencia política contemporánea: Lo clásico y lo
contemporáneo. Caída de los criterios de número y fin
del gobierno. 4- Formas de estado y formas de gobierno.
Formas de estado: Democracia y autocracia. Estado
unitario y estados compuestos. 5- Formas de gobierno,
la visión contemporánea: Parlamentarismo y
presidencialismo. La dictadura. Gobiernos de jure y de
facto. Terror y golpes de estado en Argentina.
133
JUAN DANIEL VIDELA
154
Bobbio, N. La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político.
Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 9-13.
155
Platón, República. Bs. As., Eudeba, 1978.
156
Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Madrid, Cátedra, 1994, Libro II, caps. 34-36.
134
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
2- Tipologías clásicas
a) Aristóteles
Las primeras tipologías de las formas de gobierno parten entonces
de una reflexión sobre los diferentes modos de ser de las polis de la
Grecia clásica, incorporando un elemento descriptivo (o numérico) -
quién ejerce el poder -y uno teleológico- si la comunidad como un
todo es el fin de las conductas de sus gobernantes. (Este criterio será
substituido en las últimas obras de Platón por la obediencia a las
leyes.) Herodoto y Platón anticipan así las primeras clasificaciones,
135
JUAN DANIEL VIDELA
En la ordenación clásica del libro, pero que la conocida edición de Julián Marías coloca
157
136
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
158
Aristóteles, Política, 1289 a.
159
Ibid., 1293 b.
137
JUAN DANIEL VIDELA
b) Polibio
En realidad, Polibio (204-122 aC) parece conectar ambos sentidos
de la palabra politeia -constitución y mejor régimen- en un sentido
causal: para él, un griego llevado a vivir bajo Roma, la constitución de
Roma es la causa de su grandeza como estado. Expresada en términos
generales, la tesis reza: la constitución de un pueblo debe considerarse
como la primer causa del éxito o fracaso de toda acción.162
Pero antes de llegar al examen de la constitución romana, Polibio
expone su filosofía de la historia, es decir, su teoría del ciclo histórico
160
Ibid. 1295 b.
161
Ibid. 1289 a.
138
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
163
Bobbio, N. La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político.
Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 49-50.
139
JUAN DANIEL VIDELA
164
Ibid., p. 57.
140
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
d) Maquiavelo
El siguiente autor que nos brinda una clasificación de naturaleza
paradigmática es Maquiavelo, en ese albor de la modernidad europea
que fue el renacimiento. En su célebre El Príncipe166 Maquiavelo deja
de lado tanto el criterio numérico como el cualitativo que habían
guiado la reflexión clásica. Por un lado distingue entre principados y
repúblicas, es decir entre el gobierno de uno de una parte y el gobierno
de varios o muchos de la otra. Por el otro no hay formas corruptas
en su tipología, sino que en todo caso hay un buen y un mal uso de la
fuerza según las circunstancias.
Mirando en profundidad al primer cambio, debemos notar que
Maquiavelo escribe para la Italia de su tiempo, fragmentada entre
numerosos cuasi-estados, pero instando a un Príncipe (vale decir a
un monarca) a la unificación del territorio nacional y la expulsión de
las fuerzas extranjeras. Considera que sólo una monarquía es capaz
de lograr tales cometidos y así dedica la obra a Lorenzo de Medicis.
Desconfía de los órganos colegiados, sean aristocráticos o
democráticos. La diferencia fundamental entre repúblicas y principados
165
Tomás de Aquino. Tratado de la ley - Tratado de la justicia - Opúsculo sobre el gobierno
de los príncipes. México, Ed. Porrúa. 1975.
166
Maquiavelo, N. El príncipe. Madrid: Tecnos, 2000.
141
JUAN DANIEL VIDELA
142
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
e) Montesquieu
Si Maquiavelo prefigura el ascenso del pensamiento absolutista que
se centra en la monarquía moderna, objeto de la obra ya mencionada
de Bodino y Hobbes (capítulo tres), con Montesquieu, (1689-1755),
la teoría política da en el siglo XVIII un viraje hacia el gobierno
moderado, viraje que es característico de la posterior crítica política
tanto al pensamiento ilustrado como a la reacción conservadora que
le sigue en el pasaje del siglo XVIII al siglo XIX. En este sentido,
Montesquieu no es un moderado en el contexto del absolutismo,
como Locke, ni un antiabsolutista como todos los pensadores
protestantes que se opusieron a Bodino y a Hobbes, sino un precursor
de las ideas aristocráticas (principalmente) y democráticas (también)
que dominaron el siglo XIX. Es un precursor de ellas en el sentido en
que Maquiavelo lo ha sido de la monarquía absolutista. Pero como se
ha indicado “Montesquieu parece menos preocupado por la forma
de los gobiernos que por las instituciones, y menos preocupado por
las instituciones que por las costumbres.”167 Es que la arquitectura
toda de su pensamiento supone una teoría de la sociedad, una filosofía
de la historia y una teoría constitucional que encubren y complican
su teoría de las formas de gobierno. Es así, por ejemplo, que para
entenderla acabadamente hay que mirar primero a su concepto de
ley, que a un mismo tiempo tiene connotaciones sociológicas,
históricas y jurídicas.
Esta noción de ley se da en el seno de una revolución metodológica
que hace de Montesquieu el padre de la ciencia política y, siguiendo a
Vico, el padre de un proyecto, o al menos una visión utópica, de las
ciencias sociales como ciencias autónomas y opuestas a las ciencias
naturales, proyecto que culmina a comienzos del siglo XX con Dilthey
y aquellos a quienes este influencia. Pues Montesquieu concibe a la
ciencia política como ciencia histórica que se ocupa de las leyes y
costumbres de los pueblos de la tierra, con los que abandona el
método hipotético- deductivo del iusnaturalismo. Su interés primordial
es explicar (descifrando) las leyes del desarrollo de la humanidad, la
variedad de las sociedades en el tiempo y en el espacio. En el marco
de esta definición de la política como saber posible y autónomo es
que pronuncia su célebre definición de ley al comienzo del Espíritu
de las leyes: “las leyes son las relaciones (rapports) necesarias que
derivan de la naturaleza de las cosas”.168 En forma algo oscura quiere
167
Touchard, J. Historia de las ideas políticas. Madrid, Tecnos, 1977.
143
JUAN DANIEL VIDELA
decir que las leyes expresan relaciones universales que se dan entre
las cosas (entre Dios y los seres y entre estos entre sí). Todos los
seres del cosmos están gobernados por leyes y estas son necesarias,
se trata de una legalidad universal como la de los estoicos, pero la
diferencia entre naturaleza y sociedad es tajante debido al factor
libertad individual. Por eso se mezclan dosis parejas de determinismo
y relativismo en la obra de Montesquieu. Ahora bien, Montesquieu
distingue bien entre lo que estudia su naciente ciencia social, las leyes
(históricas, civiles) y el espíritu de ellas, la ley de cada ley, la razón de
su sentido, pero ocasionalmente, la de su variabilidad. Es que el espíritu
es, more kantiano, las relaciones que las leyes tienen con las cosas, lo
que brinda a las leyes su sentido.169
Este marco teórico reaparece en la clasificación de las formas de gobierno
y la alumbra. Cada gobierno tiene pues su naturaleza, lo que le hace ser,
y su principio, lo que le hace actuar. Ambos son objeto de leyes, que
expresan tienen un deber, que puede ser respetado o transgredido. Ello
en cierta manera explica el cambio histórico. Según la tipología de
Montesquieu hay tres formas básicas de gobierno: la república, la
monarquía, el despotismo. Con la inclusión de este último innova con
respecto a los pensadores anteriores al considerar el modo de ser de
los pueblos no europeos, otra novedad de la ciencia política que
Montesquieu ayuda a fundar.
Reconoce dos formas de república: la democrática y la aristocrática.
La naturaleza de ambas radica en que el pueblo (o una parte de él)
tiene el poder soberano. Pero en la primera el pueblo colectivamente
lo ejerce, mientras que en la segunda, el poder pertenece a un cierto
número de personas. El principio que anima la república democrática
es la virtud cívica (poner el interés general por encima del interés
particular). El principio que anima la república aristocrática es la
moderación (hacer olvidar la desigualdad). La naturaleza del gobierno
monárquico es la concentración del poder en manos de unos, pero
no sin límites, sino de acuerdo a las leyes. Su principio es el honor,
cuidar de las preferencias y distinciones. La naturaleza del gobierno
despótico es el poder omnímodo, su principio, el temor. Es la única
forma que Montesquieu condena formalmente, mostrando el
desinterés moderno por las formas corruptas, lo que evidencia la
caída de los criterios deontológicos o normativos en las clasificaciones
168
Montesquieu. De L’esprit des lois. Paris, Garnier-Flammarion, 1979, p. 123.
169
Cf. Althusser, L. Montesquieu: la política y la historia. Barcelona, Ariel, 1979.
144
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
146.
145
JUAN DANIEL VIDELA
plantea el bien común como desideratum del estado, sino el bien del
propio estado, su constitución o supervivencia, como aquello a lo
que el gobernante debe aspirar en todo momento. Montesquieu por
su parte conserva referencias a la cuestión del número pero, como
hemos indicado, se abstiene de pronunciarse por un régimen mejor y
parece aceptar por igual monarquía y repúblicas. Sólo su rechazo de
los despotismos (que de todos modos están fuera del objeto de la
reflexión tradicional concentrada en Europa) lo mantiene en conexión
con la postura deontológica de las clasificaciones clásicas. De cualquier
modo, Maquiavelo y Montesquieu son pensadores de transición, y
muchos de sus contemporáneos, aún se mueven dentro del horizonte
de los clásicos.
Lo que podemos llamar “contemporáneo” como opuesto a lo clásico
en lo que respecta a la clasificación de formas de gobierno se debe al
abandono o transformación total de los dos criterios mencionados, el
numérico y el deontológico. En cuanto al primero, se debe a Gaetano
Mosca, teórico de las elites en los comienzos del siglo XX, el haber
formulado la ley de hierro de las oligarquías: que el poder se ejerce
siempre por un grupo pequeño, que el gobierno en toda organización
política es ejercido por una minoría, más allá de que el régimen se
llame democracia, aristocracia o monarquía.171 (Esta percepción, por
otra parte, forma parte del sentido común de la experiencia política
contemporánea).
Las clasificaciones se tornan entonces a resolver qué tipo de oligarquías
se dan en la experiencia política de donde surge una clasificación de
las formas políticas corriente hasta nuestros días: repúblicas y
regímenes parlamentarios. En las repúblicas la minoría gobernante se
organiza en tres poderes separados (legislativo, ejecutivo, judicial) y
en los regímenes parlamentarios la división no es tan tajante: hay un
parlamento (colegiado) y un ejecutivo unipersonal, o jefe de estado.
Pero como veremos, este criterio se combina con el segundo y
también integra la definición del par democracia-autocracia.
En cuanto al segundo criterio clásico, una segunda ley de hierro ha sido
tal vez formulada con el mayor vigor por Tocqueville: que la democracia
171
Según Mosca el poder no puede ser ejercido ni por un individuo ni por el conjunto de los
ciudadanos, sino por una minoría organizada o clase dirigente, aún cuando abogue por la
protección de los derechos de los gobernados de la arbitrariedad y el capricho de los dirigentes.
Cf. Mosca, G. The ruling class (Elementi di Scienza Política). McGraw-Hill book company, inc,
New York, circa 1939.
146
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
147
JUAN DANIEL VIDELA
4- Formas de estado
Resulta pues corriente hablar de formas de gobierno o, más bien, de
“formas políticas” en los dos nuevos sentidos indicados, de los cuales
surge, en términos generales, ya que hay otras posibilidades teórico-
prácticas, que el gobierno puede ser democrático-representativo o
su antítesis, que suele llamarse gobierno autocrático. Sin embargo, se
suele reservar la expresión forma de estado cuando se habla de la
democracia, expresión que en la contemporaneidad se usa en forma
paralela a “forma de gobierno”, y para destacar la radicalidad de la
antinomia democracia-no democracia por sobre otras tipologías. Es
que la expresión “forma de estado” responde a la pregunta por quién
es soberano o ejerce el poder constituyente en un estado, mientras
que “forma de gobierno” responde a la pregunta por cómo están
organizados en la constitución los poderes constituidos. Forma de
estado es la característica que adopta el estado de acuerdo al ejercicio
de la soberanía. Forma de gobierno en cambio es el perfil que el
estado adopta según el punto de vista de la organización interna de
los poderes constituidos, como veremos más adelante.
Volviendo a la democracia como forma política, si recordamos los
elementos del estado moderno estudiados en el capítulo anterior,
población, territorio, poder, etc. a partir de las posibles combinaciones
entre ellos llegamos a la siguiente tipología de formas de estado: a) Si
se considera la participación de la población en el poder (o la relación
entre la mayoría y la minoría o elite que como ya hemos expresado
detenta el poder o mediatiza su ejercicio), resulta que podemos tener
una democracía o una autocracia. En la democracia hay mayor
participación, de modo que puede decirse que indirectamente la
población se autogobierna, y en la autocracia hay un grado mucho
menor o nulo de participación. b) Pero además si se considera la
distribución del poder en el territorio, tenemos estados unitarios o
estados compuestos, ya federales o confederados. En el estado unitario
hay una centralización de las competencias, todas las decisiones se
toman en el centro de poder y afectan a todo el territorio. En el
estado compuesto hay descentralización de competencias, el estado
se divide en subestados llamados estados federados o provincias que
comparten la capacidad de decisión con un gobierno central, llamado
nacional o federal. La diferencia entre estado federal y confederación
radica en que en esta última hay mayor descentralización y los estados
miembros se reservan el derecho de separarse o derecho de secesión.
En cualquier caso, estado unitario/estado compuesto es la otra gran
148
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
a) Democracia y Autocracia
Hemos dicho que si se considera el grado de participación de la
población en el poder podemos tener una democracia o una
autocracia. La distribución del poder es la cuestión fundamental. En
palabras de Hermann Heller: “La democracia es una estructura de
poder constituida de abajo arriba; la autocracia organiza al Estado de
arriba abajo. En la democracia rige el principio de la soberanía del
pueblo; en la autocracia, el principio de la soberanía del dominador:
el jefe del estado reúne en sí todo el poder del Estado... Pues es
siempre un hecho que, al contrario de lo que sucede en la autocracia,
en el régimen democrático determinados círculos, más amplios o
más reducidos, del pueblo del Estado disponen de un poder político
eficaz que se revela prácticamente, sobre todo, en el nombramiento,
revocación y control de los dirigentes políticos... En cambio en la
autocracia la división del poder del Estado presenta una fisonomía
totalmente distinta, tanto según los principios como en la realidad.
Todo poder proviene aquí del autócrata; a él incumbe adoptar todas
las decisiones políticamente relevantes”.172
Caracterizadas empíricamente la democracia y la autocracia, resulta
entonces que se dan entre ellas las siguientes oposiciones: a) elección
pluripartidaria en la democracia/advenimiento violento al poder en la
autocracia; b) reglas de juego constitucionalizadas y permanentes
(democracia)/procedimientos extraordinarios (imposición y fuerza)
(autocracia); c) comunicación, control, reciprocidad entre gobernantes
y gobernados (democracia)/impunidad y autoritarismo de los
gobernantes (autocracia); d) creencia en el principio de soberanía
popular (democracia)/creencia en el privilegio de un sujeto o grupo
en particular (autocracia).173
En cualquier caso, deben aparecer el principio de la igualdad, el de la
mayoría con el respeto de las minorías, un sistema de partidos,
libertades y controles constitucionales, etc. Pero el criterio de la
soberanía popular es crucial para entender los enfoques empíricos
de la democracia. Es que las doctrinas filosóficas e ideologías de la
Heller, H. Teoría del Estado. México, Fondo de Cultura Económica, 1978, 265-267.
172
173
Tomamos la clasificación dada por Leonardelli, E. en sus lecciones del curso de Teoría
Política I, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de San Juan, 1979 (notas
manuscritas del autor de esta obra).
149
JUAN DANIEL VIDELA
174
De Tocqueville, A. De la democracia en América. Madrid, Alianza, 1980.
150
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
175
Kelsen, H. ¿Qué es la justicia? Bs. As., Leviatán, 1981, pp. 109-110.
151
JUAN DANIEL VIDELA
176
García-Pelayo, M. Derecho constitucional comparado. Madrid, Alianza 1985, p. 209.
177
Ibid. p. 215.
152
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
178
Cf. Orlandi, H. Y J. Zelaznik, “El gobierno”, Pinto, J. Introducción a la ciencia política.
Bs.As., Eudeba, 2000, pp. 240-245.
179
Bagehot, W. The English constitution. Londres, Oxford University Press, 1964.
153
JUAN DANIEL VIDELA
a) Parlamentarismo y presidencialismo
En realidad, el gobierno parlamentario es la forma más antigua, la
más difundida y, en cierto modo, la más ligada con el concepto de
democracia, ya que de los regímenes presidencialistas sólo el
norteamericano tiene una fuerte tradición democrática. Los orígenes
del parlamentarismo se remontan al siglo XVII europeo, cuando los
nobles británicos hacen valer su participación en una asamblea llamada
precisamente Parlamento (Parliament) frente a los intentos absolutistas
de la corona. En el siglo XVIII llega a Francia, donde los gobiernos
sucesivos a que da origen la Revolución Francesa son
característicamente asambleas, cuerpos colegiados (los pensadores
ilustrados creían que la discusión que se da en el seno de las asambleas
trae a la luz la verdad política de una manera a la cual la verdad
tradicional no se acerca en claridad). Tal y como esta constituído en
el siglo XIX, en Inglaterra y otros lugares, el sistema parlamentario se
caracteriza por el predominio del poder legislativo, el que tiene la
facultad de investir al jefe de gobierno, a quien elige dentro de su
seno. El gobierno, que cumple las funciones ejecutivas (administración,
defensa, etc.) está constituido por su jefe y un gabinete y es
dependiente del parlamento, el que puede revocar su mandato en la
mayoría de los casos. Por el contrario, en el sistema presidencialista
el ejecutivo (normalmente un presidente) es elegido directa o cuasi-
directamente, goza de independencia del legislativo y dura en sus
funciones el término que le impone la constitución. No obstante esa
duración, el presidencialismo no garantiza estabilidad ya que como
veremos más adelante su falta de flexibilidad conduce en muchos
casos a la revolución. En cambio, el parlamentarismo, con sus continuos
cambios de gobierno es capaz de aislar un núcleo estable de decisión
dentro del sistema y, a través de sucesivos cambios, consensuar los
conflictos que le son inherentes.
Por último es necesario considerar la relación de la forma de gobierno
con el sistema de partidos, del que brevemente hemos adelantado
un concepto. No es lo mismo un sistema presidencialista con un
bipartidismo más o menos rígido (Estados Unidos, Gran Bretaña),
que uno que se acompaña de un multipartidismo (Francia). Aquí el
multipartidismo puede contribuir a la inestabilidad del sistema, si bien
da voz a una pluralidad de opiniones. El gobierno parlamentario, por
180
Con excepción de lo que anticipemos en este capítulo, dejaremos la consideración de los
partido políticos para el capítulo décimo.
154
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
b) La dictadura
Estamos en presencia de un concepto de la tradición clásica que ha
sobrevivido hasta nuestros días, resignificado. Lisa y llanamente,
dictadura significa en la segunda mitad del siglo XX algo semejante a
autocracia: en ese sentido se habla de las dictaduras fascistas de la
Segunda Guerra Mundial. Por esa época pasa a ocupar el lugar que en
el vocabulario antiguo o clásico tenía “tiranía”. Del mismo modo, en
Argentina, “la dictadura” es sinónimo del gobierno militar de 1976-
83, que fue un gobierno de facto, categoría que estudiaremos a
continuación.
En sus orígenes históricos, sin embargo, la dictadura es una forma de
gobierno ajena al pensamiento griego, concebida por los romanos en
la época de la república. Se trata de lo que después Karl Schmitt181
llamó dictadura comisoria, una forma de excepción, limitada en el
tiempo y surgida de un estado de necesidad, por la cual los cónsules
romanos delegaban la autoridad absoluta en manos de un magistrado
cuya tarea era conducir una guerra o sofocar una revuelta interior. El
dictador romano no abroga las leyes (aunque puede suspenderlas) ni
intenta cambiar la constitución, sino que su investidura está prevista
por ella. Pero sus poderes son absolutos. Este tipo de dictadura, ha
sido llamada comisoria, porque expresa un mandato, o también
restauradora, porque se propone revertir una situación a su estado
constitucional originario, gozó de prestigio como institución política
y todavía en tiempos modernos es elogiada por Maquiavelo y
Montesquieu, ambos estudiosos de la historia romana y no obstante
que la dictadura romana entró en una fase degenerativa (abusiva)
hacia comienzos de la era Silla Cristiana, primero, y César después.
Pero el verdadero cambio en la significación del concepto dictadura
se da recién entre fines del siglo XVIII y fines del siglo XIX, después
de casi dos milenios de olvido, en el pensamiento socialista primero,
y el marxista después. Se da primero entre los proto-socialistas
que actuaron en la Revolución Francesa (ellos a su vez continuaban
las ideas del comunismo utópico pre-revolucionario), todos
partidarios del igualitarismo y de la necesidad de una revolución
que implante a través del gobierno autoritario de una dictadura
181
Schmitt, C. La dictadura. Madrid, Alianza, 1985.
155
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156
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
157
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158
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
184
Cf. Varela-Cid, E. (director). Cuadernos para la democrcia 1: Los golpes de estado. Bs. A.s,
El Cid Editor, 1982.
159
autoridad, influencia, manipulación. 4- Tipos de poder.
5- Estructura del poder. 6- Excurso: la burocracia.
185
Cf. capítulo 2 de esta obra.
161
JUAN DANIEL VIDELA
162
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
b) El modelo sociológico
A mediados del siglo XIX, empero, comienza a imponerse una nueva
concepción, esta vez sociológica, del poder, que le reconoce por el
contrario el ser algo ubicuo, no localizado, como su rasgo más
importante. La sociología construye el objeto teórico “poder” a través
del análisis de una multiplicidad heterogénea de relaciones, de modo
que nada escapa al fenómeno estudiado. Dadas las condiciones
adecuadas, todo podría explicarse por la presencia del poder. Esto se
debe a que (exceptuando ciertos análisis substancialistas) el poder es
visto como una relación, como un tipo de relación humana, o como
una característica potencial de toda acción social, que toca a más de
un sujeto. Nótese que en este análisis el locus (lugar) del poder puede
ser también la sociedad, no sólo el estado.
De acuerdo a este paradigma en toda relación en que un sujeto
determina la conducta de otro u otros se da implícita o explícitamente
un hecho de poder. El poder es así un modo básico de interacción.
“Este relacionismo e interaccionismo se encuentran en distintas
proporciones en autores y corrientes que se han ocupado acerca
del poder (….) El estudio acerca de los poderes, se pensó, estaba
demasiado circunscripto al ámbito del Estado, de los gobiernos, de
las macro-instituciones sociales y formales. Se hacía necesario entonces
186
Cf. Focault, M. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. Bs. As. Siglo XXI, 2004, pp.
106-109.
163
JUAN DANIEL VIDELA
187
Labourde, S. El poder. Hacia una teoría sistemática. Bs. As., Editorial de Belgrano, 1984, p.
29.
188
Sánchez Agesta, L. Principios de Teoría Política. Madrid, Editora Nacional, 1976, p. 415.
189
Weber, M. Economía y sociedad. (Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1944), t I, p. 172
164
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
165
JUAN DANIEL VIDELA
192
“En el fondo, a pesar de las diferencias de épocas y de objetivos, la representación del
poder ha permanecido acechada por la monarquía. En el pensamiento y en el análisis político,
aún no se ha guillotinado al rey. De allí la importancia que todavía se otorga en la teoría del
poder al problema del derecho y de la violencia, de la ley y de la ilegalidad, de la voluntad y de
la libertad, y sobre todo del estado y de la soberanía (incluso si esta es interrogada en un ser
colectivo y no más en la persona del soberano). Pensar al poder a partir de estos problemas
equivale a pensarlo a partir de una forma histórica muy particular de nuestras sociedades: la
monarquía jurídica. Muy particular, y a pesar de todo transitoria. Pues si muchas de sus
formas subsistieron y aún subsisten, novísimos mecanismos de poder la penetraron poco a
poco y son probablemente irreducibles a la representación del derecho”. Focault, M. Historia
de la sexualidad, 1- La voluntad de saber. Bs. As., Siglo XXI, 2002, p. 108.
166
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
193
Cf. Labourde, S. El poder. Hacia una teoría sistemática. Bs. As., Editorial de Belgrano, 1984,
pp. 57-62.
194
García-Pelayo, M. Derecho constitucional comparado. Madrid, Alianza 1985, p. 36.
167
JUAN DANIEL VIDELA
195
Schemerhorn, R. El poder y la sociedad. Bs. As., Paidós, 1963, p. 55.
196
Cf. Murillo Ferrol, F. Estudios de sociología política. Madrid, Tecnos, 1963, pp. 220-229.
197
Ibid., p. 230.
168
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
198
Weber, M. Economía y sociedad. (Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1944), t. I, p. 439.
169
JUAN DANIEL VIDELA
170
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
201
Sánchez Agesta, L. Principios de Teoría Política. Madrid, Editora Nacional, 1976, p. 406.
171
JUAN DANIEL VIDELA
b) Poder y coacción
Si la autoridad es el poder dotado de la cuota más alta y pura de
legitimidad, la coacción puede entenderse en el otro extremo, como
el poder privado de consenso y reducido a la nuda fuerza. En cierto
sentido podría decirse que es el poder no-legítimo en su estado puro,
con la salvedad que aún este último maneja mecanismos que no son
exclusivamente coactivos. “Cuando la fuerza reemplaza totalmente a
las otras dimensiones del poder, elimina los recursos de la reciprocidad
y cooperación.” 202 Por eso, si bien la coacción es el rasgo
indentificatorio de las dictaduras estas no son capaces de mantenerse
por largo tiempo si no desarrollan algún tipo de autoridad o recurren
a la manipulación o a mecanismos de influencia. Adelantamos pues
que coacción tanto como autoridad forma parte del espectro
semántico del poder, flanqueando la una el concepto de poder legítimo,
la otra el de poder no legítimo.
202
Schemerhorn, R. El poder y la sociedad. Bs. As., Paidós, 1963, p. 56.
172
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
c) Poder y manipulación.
Pasamos de los dos extremos que giran sobre la variable legitimidad
del poder para pasar a lo que podría llamarse la forma o modalidad
en que se ejerce el poder. Con todo, la manipulación está más cerca
de la coerción que de la autoridad, es una forma de fuerza, sólo que
solapada, oculta. Manipulación es el poder que se ejerce de manera
no institucionalizada, es decir, no a título de derecho, legal o de
autoridad, sino de manera oculta, indirecta y, este es su rasgo más
característico, de manera tal que quien está bajo ella no lo advierte.
Por eso es también una forma despreciada o socialmente poco
valorizada de poder. La filosofía del siglo XX la ha identificado con la
203
Weber, M. “La política como profesión”, en Ciencia y política. Bs. As, C.E.L.A, 1980, p 86.
173
JUAN DANIEL VIDELA
d) Poder e influencia
Así como con el término autoridad contraponemos poder con un
contexto semántico pretérito del que este se separa y que,
174
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
204
Dahl, R. Modern political analysis. New Jersey, Prentice Hall, 1976, p. 25.
205
Ibid., p. 29-41.
206
Schemerhorn, R. El poder y la sociedad. Bs. As., Paidós, 1963, p. 25.
207
Ibid., p. 26.
175
JUAN DANIEL VIDELA
e) Conclusión
Con el análisis de los conceptos de autoridad, coacción, manipulación
e influencia hemos rodeado nuestra definición inicial de poder y la
dicotomía poder legítimo/no-legítimo. Constituiría una discusión
innecesaria establecer si el poder es el género de estas manifestaciones
o un especie más al lado de ellas, aún cuando nuestra consideración
particular del eje legitimidad/ ilegitimidad ha apuntado hacia esta última
solución, colocando poder de autoridad hacia el lado de la legitimidad
y mera coacción hacia el lado de la ilegitimidad. Pero no es innecesario
tener en cuenta todos estos términos, por su poder explicatorio
tanto como por sus implicaciones teóricas. Por ejemplo, es imposible
entender completamente el funcionamiento de las sociedades
modernas si no pensáramos que el poder político se acompaña de (y
cobija bajo) la apariencia de consenso que brinda la manipulación. La
influencia, por último, es el concepto que más reclama un estatus
teórico análogo al de poder y ya hemos visto como a veces se la
considera el género de un tipo de relaciones a las que el poder
pertenece.
208
Labourde, S. El poder. Hacia una teoría sistemática. Bs. As., Editorial de Belgrano, 1984, p.
176
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
209
Murillo Ferrol, F. Estudios de sociología política. Madrid, Tecnos, 1963, p. 237.
178
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
210
Schemerhorn, R. El poder y la sociedad. Bs. As., Paidós, 1963, p. 35.
211
Schemerhorn, R. El poder y la sociedad. Bs. As., Paidós, 1963, p. 33; Murillo Ferrol, F.
Estudios de sociología política. Madrid, Tecnos, 1963, pp. 241-42.
179
JUAN DANIEL VIDELA
180
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
6- Excurso: la burocracia
Ya varias veces en el contexto de esta obra hemos hecho referencia
indirecta a la burocracia, al estudiar la formación del estado moderno
en el capítulo tercero, al estudiar los elementos del concepto
sistemático comunidad-estado en el sexto y al discutir el elemento
“organización” en las consideraciones sobre la estructura del poder
que preceden este punto. Con esto ha quedado claro, creemos, que
ninguna manifestación del fenómeno político puede darse aislada de
una cierta medida de conformación instrumental de las actividades
humanas sin las cuales el logro de fines políticos sería imposible. Bajo
el concepto burocracia la ciencia política moderna ha intentado
precisamente fijar ese aspecto del fenómeno político.
El término fue acuñado hacia la mitad del siglo XVIII por el economista
Gornay, representante de la escuela fisiócrata, para designar el poder
del cuerpo de funcionarios y empleados de la administración estatal
constituido para tareas especializadas bajo la monarquía absoluta
francesa, cuerpo al que la fisiocracia criticaba por su disfuncionalidad.
Sin embargo, en el transcurso del siglo XIX se perfila otra concepción,
positiva, más técnica y menos polémica de la burocracia, en torno al
Bureausystem necesario para la administración del naciente estado
prusiano en Alemania. Igualmente surge en este contexto una disciplina
o ciencia de la administración que lo estudia. La contradicción de
ambas significaciones se conserva hasta nuestros días en la ambigüedad
del término burocracia.213
Para Weber la burocracia constituye “el tipo técnicamente más puro
de la dominación legal” 214 en virtud, obviamente, de su carácter
racional. Recordemos que por dominación racional se entiende aquella
que obedece a leyes o estatutos preestablecidos y se basa en la
creencia en la bondad de la racionalidad inherente a las normas. Por
181
JUAN DANIEL VIDELA
213
Bobbio, N, N. Matteucci y G. Pasquino (eds.). Diccionario de política. Méjico, Siglo XXI
Editores, 2000, vol. 1, pp. 165-166.
214
Weber, M. Economía y sociedad. (Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1944), t. II, p. 707.
215
Ibid. pp. 718-729.
182
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
tiende a boycotear las políticas públicas y aún los fines mismos del
servicio administrativo por un excesiva rigidez y apego a los detalles y
la seguridad -la adherencia a la reglamentación se transforma en fin en
sí mismo. 4) La ineficiencia resultante contrasta con la productividad
del sector privado y, en general, con el sentido común: se forma un
mundo aparte ajeno al público al que debe servir. 5) La supuesta
profesionalización se paraliza por la falta de competencia interna y el
espíritu de cuerpo. 6) En términos macroeconómicos una burocracia
sobredimensionada se convierte en carga que acarrea el sector privado
y termina siendo subsidiada con el impuesto.
CAPÍTULO NOVENO: LA CIUDADANÍA
1- La ciudadanía, concepto fundamental de la política.
Comunidad, dominio y ciudadanía. 2- Modelos históricos
de ciudadanía: Platón y Aristóteles, los estoicos, el
contractualismo, Kant. 3-Ciudadanía global. Ciudadanía
y fin de la historia. Crisis del estado nacional. La
globalización y el agotamiento del proyecto moderno.
183
1- La ciudadanía, concepto fundamental de la política
a) Introducción
Ciudadanía es la relación que existe entre el todo político y sus
elementos o partes, los hombres que lo constituyen, los que en virtud
de ella quedan bajo la dominación, que llamamos poder político, de
ese todo. Al tratar el concepto la tradición ha acentuado el punto de
vista del ciudadano, pero la ciudadanía es algo que hace esencialmente
tanto a la comunidad política como a sus integrantes. Por ello, si
desde la perspectiva de estos últimos aparece como una relación de
pertenencia o sujeción, desde la de aquella es una de soberanía e
inclusión. En ambos casos, también, la tradición de discurso ha hecho
de la ciudadanía un tema principal, pero no axial, de la ciencia política.
Así, el constitucionalismo y la ilustración han leído el vínculo de
ciudadanía como una relación de derecho, es decir, han hecho de la
ciudadanía un estatus jurídico de derecho público, mientras que la
sociología politica más reciente la ha entendido bajo el concepto de
relación social, que se expresa bajo la forma de la participación social.
En este capítulo procuramos replantear la ciudadanía como uno de los
conceptos cardinales de la ciencia política, relacionándola con los
conceptos de comunidad y poder, mostrando los principales modos
históricos en que la relación se ha presentado y bosquejando una respuesta
a una pregunta que a todos nos inquieta: qué significa la ciudadanía en el
contexto político de la dominación tecnocrática y global.
Volveremos ahora, abreviadamente, a algunos de los desarrollos de
capítulos anteriores sobre la naturaleza del fenómeno político y sobre
las formas de pensamiento de la antigüedad y la modernidad. Hacia el
fin de nuestro recorrido histórico trataremos autores y temas sobre
los que todavía no hemos hablado, como Kant y la globalización.
De nuestros manuales de introducción a la ciencia política conocemos
de modo sobrado las respuestas tradicionales a la cuestión del objeto
de la ciencia política ya que estas obras las repiten como a una mantra:
a la política se adscribe como objeto de estudio ora el estado ora el
poder, temas tratados en el capítulo primero.
La popularización de estas respuestas -que reducen ciudadanía a sujeción
a la soberanía del estado o a la obediencia al poder político considerado
como relación social- es signo de la decadencia didáctica de la disciplina,
que sin embargo no carece de otras alternativas históricas. Como
185
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216
Carl Schmitt, Concepto de la politica, Bs. As., Struhart, 1984.
217
Weber, Max “Ciencia como profesión”, en Ciencia y política. Bs. As., CELA, 1980.
186
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187
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188
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las partes entre sí y con ese todo o algo inclusivo. Por eso, para
entender acabadamente el fenómeno político, es indispensable
distinguir conceptualmente la ciudadanía y darle su debida relevancia
como categoría de análisis.
218
Platón, Critón, Bs. As., Astrea, 1973.
189
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219
Ibid, 49-50, pp. 47-50.
190
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
b) Los estoicos
Como hemos dicho en el capítulo segundo, la filosofía que
inmediatamente reemplaza a la de Aristóteles es de carácter socrático
-no escrita, preocupada fundamentalmente por problemas tales como
qué significa ser dueño de sí mismo, virtuoso o sabio. El contexto
político cambia radicalmente con el imperio de Alejandro: el hombre
griego ha perdido el sustento cultural político y social de su civilización.
220
Aristóteles, Política. Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1970.
221
Ibid., 1275 b.
191
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222
Schürmann, R. Des Hégemonies Brisées. Mauvezin, T.E.R., 1996.
192
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223
Bodin, J. Los seis libros de la república. Madrid, Tecnos, 1997.
224
Ibid., p. 9.
225
Idib., p. 35.
193
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194
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
195
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d) Kant
Finalizamos nuestro panorama de los modelos de ciudadanía con un
propuesta que en cierto modo vuelve al cosmopolitanismo de los
estoicos, pero en distinta clave, ya que no se basa en los dictados de
una ley universal, sino en los de la conciencia individual. Se trata de la
filosofía de Kant, quien se apropia de las principales ideas de la
Ilustración, particularmente de la idea de que la raza humana progresa
hacia su libertad, proceso del que él encuentra un signo auspicioso
en la Revolución Francesa. La formulación kantiana no es la primera
ni la última formulación de una teoría del progreso en el marco de
una filosofía que toma el conocimiento como punto de partida.
Recordemos el proyecto de Bacon y Descartes, que intenta liberar al
hombre de sí mismo, la naturaleza y Dios, pero acaba en teología
racional. Una segunda dirección de la filosofía de la época, sin embargo,
denuncia la alienación de la naturaleza como consecuencia de la técnica.
Es la de Rousseau, cuya lectura opera en Kant efectos diversos tales
como plantear un nuevo concepto de racionalidad, basado en una
idea unitaria de la razón que comprende lo estético, lo práctico y lo
teórico-instrumental.
226
Rousseau, J. Del Contrato Social. Madrid, Espasa-Calpe, 1975, Libro I, cap. VI, p. 43.
196
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227
Kant, I. Hacia la paz perpetua. Un esbozo filosófico. Madrid, Biblioteca Nueva, 1999.
197
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3- Ciudadanía global
a) Ciudadanía y fin de la historia
De los diferentes modelos de ciudadanía revisados aquí muy escuetamente
dos aparecerían como apropiados para épocas semejantes a la que
atravesamos, que se caracterizan por la expansión mundial de toda serie
de fenómenos, políticos, económicos, etc. que ya no son contenidos por
la formas existentes del estado moderno y lo exceden o sobrepasan,
donde la historia deja de ser algo particular de cada pueblo y se vuelve
planetaria. Esos modelos son la idea estoica de una ciudadanía bajo los
dictados de una razón, cósmica, universal y la idea kantiana de una razón
subjetiva que se explicita en los miembros de una república mundial que
corporiza el ideal de la libertad. Lo que más nos distancia de ellos, sin
embargo, son sus obvias diferencias filosóficas con las posiciones de la
modernidad tardía. La pregunta es si son, como Hegel diría, pensamiento
consciente de una historia universal atravesando por un estadío
tecnocrático-global. Creemos que la respuesta es negativa. Mientras que
228
Kant, E. Filosofía de la historia. México, Fondo de Cultura Económica, 1978.
198
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199
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200
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Cf. Heller, A. “Europe-an epilogue?”, en A. Heller and F. Feher, The postmodern political
233
201
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202
Sistemas o regímenes electorales.
203
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2- Representación política.
a) La representación política: naturaleza y tipos.
En la tradición de la filosofía política representar adquiere el significado
de hacer presente y operante algo que no está realmente presente ni es
actuante, de presentar algo de nuevo, manifestar el sentido de una voluntad
o ser dueño de ella a través del establecimiento del sentido de sus palabras.
Este significado ha pasado a informar una concepción jurídica de la
representación política, propia del derecho público derivado del
constitucionalismo clásico, y no sin razón, ya que representación es
también una figura del derecho privado, cuyos orígenes se remontan a la
edad media. Esta es la teoría jurídica clásica de la representación, pero
también puede hablarse de un sentido sociológico y de uno propia o
exclusivamente político de la representación.234
Desde una perspectiva jurídica notemos que ya en el derecho romano,
el cual se continúa en el derecho civil, la representación es la relación
de entre dos personas por la cual una realiza uno o más actos jurídicos
cuyos efectos por una suerte de ficción jurídica se atribuyen a la otra.
Hay pues dos personas: mandante y mandatario, donde el segundo
adquiere facultades para obrar dentro de los límites de ciertas
234
Cf. Fayt, C. Sufragio y representación política. Bs. As., Omeba, 1963; García-Pelayo, M.
Derecho constitucional comparado. Madrid, Alianza 1985, pp. 169-183; Sánchez Agesta, L.
Principios de Teoría Política. Madrid, Editora Nacional, 1976, pp. 300-312; Sartori, G. Elementos
de teoría política. Madrid, Alianza Editorial, 1992, 225-242.
204
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
235
Sánchez Agesta, L. Principios de Teoría Política. Madrid, Editora Nacional, 1976, p. 308.
205
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b) El sufragio
Aclaremos que en las democracias occidentales que siguen molde
del constitucionalismo el cuerpo de representantes se elige siempre
de manera libre y periódica. La institución que hace concreto este
proceso es el sufragio, el cual desde la perspectiva del derecho
constitucional es un derecho público de naturaleza política,
precisamente porque mediante el sufragio se eligen (nominan y
seleccionan) los representantes que actualizan las decisiones del
cuerpo político, a tal efecto considerado como electorado. Según
Fayt, “consiste en el derecho político que tienen los miembros del
236
Sartori, G. Elementos de teoría política. Madrid, Alianza Editorial, 1992, pp. 225 y ss.
206
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
3- Ciudadanía y participación
a) Participación política, comportamiento electoral y apatía
La participación política aparece a la sociología política como
manifestación empíricamente verificable de los comportamientos que
constituyen la ciudadanía. Sus formas son múltiples. En primer lugar y
de modo más obvio se encuentra el sufragio o elección consciente y
deliberada de los gobernantes. El sufragio es la conducta racional-
normativa que en las sociedades occidentales legitima el poder del
estado y cuya extensión progresiva se ha dado universalmente gracias
237
Fayt, C. Sufragio y representación política. Bs. As., Omeba, 1963, p. 7.
207
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208
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209
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244
Para la noción de lo público y lo privado véase el capítulo sexto de esta obra.
245
Sartori, G. Elementos de teoría política. Madrid, Alianza Editorial, 1992, p. 152.
210
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246
Cf. Matteuci, N. “Opinión Publica”, en Bobbio, N, N. Matteucci y G. Pasquino (eds.).
Diccionario de política. Méjico, Siglo XXI Editores, 2000, pp. 1075-1079.
247
“¿Quién forma la opinión que se convierte política? Después de haber seguido los mil
arroyos del modelo de cascada, de haber evidenciado que existen emergencias desde abajo y
recordado que las opiniones provienen también de las identificaciones de grupo, de múltiples
grupos de referencia, la respuesta global no puede ser más que esta: todos y ninguno. Bien
entendido, ‘todos’ no son verdaderamente todos: sin embargo son muchos, y en lugares y
modos distintos. Del mismo modo ‘ninguno’ no es realmente ninguno, sino en el conjunto,
ninguno en particular o, si se quiere, alguien que es siempre alguien distinto. Incluso si resultara
posible asignar a todo aquel que expresa una opinión en particular una específica “autoridad”
que lo guía, una sola fuente fidedigna, sigue siendo verdad que el conjunto resulta de un
montón de influencias y contra-influencias. He aquí, pues, una opinión pública que puede
denominarse auténtica: auténtica porque es autónoma, y ciertamente autónoma por lo que
es suficiente para fundamentar la democracia como gobierno de opinión.” Sartori, G. Elementos
de teoría política. Madrid, Alianza Editorial, 1992, p. 157.
248
Cf. Dahl, R. Modern political analysis. New Jersey, Prentice Hall, 1976, pp. 54-67.
211
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249
Sánchez Agesta, L. Principios de Teoría Política. Madrid, Editora Nacional, 1976, p. 227.
212
COMUNIDAD, PODER, CIUDADANÍA.
d) Partidos políticos
En cuanto a los partidos políticos surge por comparación que se trata
de organizaciones más vastas tanto en función de sus objetivos como
de su organización. Dice Duverger: “En las grandes comunidades
humanas, y principalmente en los Estados modernos, la contienda política
se desarrolla entre organizaciones más o menos especializadas que
constituyen, en cierta manera, una especie de ejércitos políticos. Estas
organizaciones son grupos estructurados, articulados, jerarquizados y
adaptados a lucha para el poder, que expresan los intereses y los
objetivos de diversas fuerzas sociales (clases, colectividades locales,
agrupaciones étnicas, comunidades de intereses particulares, etc.), de
quienes son precisamente los medios de acción política”.250 Como ya
advirtiera Weber, es característico de los partidos políticos el
organizarse en función de la adquisición o conquista del poder social
institucionalizado,251 lo que puede resultar en la influencia o control
total o parcial del mismo, normalmente con fines prográmaticos
(imponer un plan de gobierno basado en una doctrina), pero también
personales (honor, poder económico). Esta situación se expresa en los
regímenes democráticos como gobierno de la mayoría y participación
de la minoría. La primera forma histórica del partido es el comité
electoral, que todavía subsiste. Pero los partidos no sólo cumplen una
función electoral, sino que también alcanzan al poder las demandas de
la sociedad civil, orientan la opinión pública y obviamente gobiernan,
llegado el caso.
La palabra partido posiblemente deriva de la voz latina pars que significa
parte o fracción. Este sentido se refleja en la constitución de los
protopartidos del siglo XVIII: eran las facciones parlamentarias que
representaban las divisiones subnacionales dentro del estado absoluto
o liberal. Lo cierto es que en sus comienzos estaban formados por
comités locales que agrupaban a personalidades influyentes o notables
y que su fecha de nacimiento suele establecerse alrededor de la Reform
Act inglesa de 1832 que amplió el sufragio y permitió la acción
coordinada de burgueses y nobles para elegir candidatos al parlamento
y realizar un creciente control del poder de la corona. A esto se
suele llamar partido de notables. La base de la representación era
individual -el representante era electo por y representaba a individuos
y no grupos- y el mandato era libre -el representante obedecía sólo
250
Duverger, M. Introducción a la política. Barcelona, Ariel, 1997, p. 136.
251
Weber, Max. Economía y sociedad. Fondo de Cultura Económica, México, 1944, t. I, p.228 y ss.
213
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252
“Las asociaciones de notables se caracterizaban por su dependencia total respecto de los caballeros
o familias que las habían patrocinado, y cualquier disputa personal entre sus miembros implicaba la
ruptura del partido y el enfrentamiento consiguiente de las nuevas partes en conflicto, constituidas
por los jefes y su séquito incondicional... El representante parlamentario tenía absoluta libertad para
decidir su posición en el recinto legislativo, de acuerdo al leal “saber y entender” que las doctrinas de
la época asignaban a los hombres probos. Las opiniones de los notables se intercambiaban en los
clubes, antecedentes lejanos del comité, donde transcurrían las tertulias de las que estaban naturalmente
excluidos quienes no pertenecieran a los sectores elevados de la población. Los asambleístas -
comunes, diputados o legisladores, de acuerdo al país- no representaban a sus electores más que a
título formal (puesto que eran elegidos por distritos territoriales), ya que expresaban sus intereses
de grupo en nombre del bien común de la nación”. Malamud, A. “Los partidos políticos”, en Pinto, J.
Introducción a la ciencia política. Bs.As., Eudeba, 2000, p. 325.
253
“Cuando los sostenedores de las teorías socialistas, mayoritariamente marxistas se enfrentaron
con la apertura electoral... los partidos que fundaron debieron recurrir a métodos totalmente
nuevos de acción política. El principal problema resultaba ser la ignorancia, traducida políticamente
como incompetencia, de las masas trabajadoras, por lo que las imprentas se convirtieron en las
herramientas fundamentales tanto para la agitación como para el adoctrinamiento. La fuerza de las
organizaciones de izquierda en el siglo XIX dependía esencialmente de la importancia de su prensa
partidaria... La incorporación de militantes, una figura política novedosa, comenzó a realizarse a
través del procedimiento más masivo del reclutamiento, practicado sobre todo en las fábricas y los
sitios de mayor concentración urbana... Pero uno de los elementos más trascendentes de esta
etapa de la organización partidaria fue, sin duda, la disciplina del bloque en el parlamento. El
mandato libre fue rechazado como norma de acción para adoptar todos los representantes del
partido una posición unificada ante cada debate en la cámara”. Malamud, A. “Los partidos políticos”,
en Pinto, J. Introducción a la ciencia política. Bs. As., Eudeba, 2000, p. 326.
214
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215
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217
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256
Cf. Fayt, C. Sufragio y representación política. Bs. As., Omeba, 1963, pp. 43-68.
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219
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257
“Tomemos el ejemplo propio D’Hont, de 3.000 electores que deben elegir 3 representantes
y que están divididos en tres partidos. A con 1501, B con 799, y C con 700, respectivamente.
Dividamos dichas cifras por la serie 1, 2, 3, toda vez que 3 es el número de candidatos a elegir.
El resultado es el siguiente, sin contar las fracciones: Partido A: 1501% 1: 1501, 1501% 2: 750,
1501% 3: 500. Partido B 799% 1: 799, 799% 2: 399, 799% 3: 266. Partido C 700% 1: 700, 700%
2: 350, 700% 3: 233. Ordenemos los cocientes de mayor a menor: 1501 (A), 799 (B), 750 (C).
El común divisor es 750 y le corresponden al partido A 2 representates y al partido B 1
representante. En efecto, si dividimos los tres números por el mismo divisor 750, los cocientes
que obtengamos serán proporcionales entre sí.” Ibid., p. 57.
220
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