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Cirugía

La cirugía es el término utilizado tradicionalmente para describir los procedimientos (llamados


procedimientos quirúrgicos) que implican realizar incisiones o suturar tejidos para tratar
enfermedades, lesiones o deformidades. Sin embargo, los avances en las técnicas
quirúrgicas han complicado su definición. A veces se utiliza el láser, la radiación u otras
técnicas (en lugar del bisturí) para cortar tejidos, y las heridas pueden cerrarse sin sutura.

En la actualidad diferenciar entre un procedimiento quirúrgico y un procedimiento médico


(generalmente considerado como un procedimiento en el que no se realiza ninguna incisión
ni sutura sobre los tejidos) no siempre es fácil. Sin embargo, hacer esta distinción no es tan
importante como el hecho de que el médico que realice el procedimiento tenga experiencia
y una buena formación.

La cirugía es un área de cuidados extensa que incluye muchas técnicas diferentes. En


algunos procedimientos quirúrgicos se extirpa tejido, como por ejemplo un absceso o un
tumor; en otros procedimientos, se abren o desbloquean las obstrucciones. Aún existen otros
procedimientos en los que se conectan arterias y venas a nuevas posiciones para
proporcionar un aporte de sangre adicional a zonas que no recibían suficiente.

En otro procedimiento quirúrgico llamado trasplante, pueden retirarse del cuerpo órganos
tales como la piel, los riñones o el hígado que luego se transfieren de nuevo a otra parte del
mismo cuerpo (por ejemplo, la piel) o a otro organismo diferente.

Para reemplazar vasos sanguíneos o tejido conjuntivo se realizan injertos, a veces con
materiales artificiales, y para estabilizar o sustituir las partes rotas de un hueso se introducen
barras metálicas dentro del mismo.

En ocasiones la cirugía se utiliza para ayudar a establecer un diagnóstico. La forma más


frecuente de cirugía diagnóstica es la biopsia, en la que se extrae una porción de tejido para
su examen al microscopio. En algunas urgencias, en las que no hay tiempo para pruebas
diagnósticas, la cirugía se utiliza tanto para el diagnóstico como para el tratamiento. Por
ejemplo, la cirugía puede ser necesaria para identificar y reparar rápidamente órganos con
hemorragias debidas a heridas causadas por armas de fuego o por un accidente de tráfico.

Existen tres categorías de cirugía en función de su urgencia:


Emergencia
Urgente
Electiva

La cirugía de emergencia, como la que se requiere para detener una abundante hemorragia
interna, es la que se realiza en cuanto sea posible, porque unos minutos pueden marcar la
diferencia.

La cirugía urgente, como la extirpación de un apéndice inflamado, debe realizarse en unas


horas.

La cirugía electiva o programada, como en caso de la sustitución de una articulación de


rodilla, puede retrasarse durante un tiempo, hasta que se haya llevado a cabo todo lo
necesario para optimizar las posibilidades de éxito durante y después del procedimiento
quirúrgico.

Cirugía estética
La cirugía estética es un tipo de cirugía electiva que se centra en la mejora de la apariencia.
La cirugía estética incluye una amplia variedad de operaciones, como, por ejemplo

 Ritidectomía: eliminar las arrugas de la cara y el cuello


 Abdominoplastia: extirpar la grasa y el exceso de piel de la zona abdominal
 Mamoplastia: ampliar o reducir el tamaño de los senos
 Cirugía de reemplazo del cabello: restaurar el pelo del cuero cabelludo
 Mandibuloplastia: modificar la apariencia de la mandíbula
 Blefaroplastia: cambios en el aspecto de los ojos
 Rinoplastia: cambios en el aspecto de la nariz
 Liposucción: extraer la grasa corporal
 Escleroterapia: eliminar las varices

Se debe elegir un médico que haya cumplido la normativa de una especialidad médica para
la práctica clínica (certificado de especialidad para el ejercicio de la profesión médica en los
Estados Unidos) y que tenga una amplia experiencia en la operación.

Debido a que la obtención de los mejores resultados requiere un estrecho cumplimiento de


las instrucciones después de la intervención quirúrgica, solo se recomienda la cirugía estética
para personas muy motivadas.

Por muy popular y tentadora que pueda ser la cirugía estética, es cara y puede entrañar
riesgos, incluidos riesgos graves de salud, así como la posibilidad de que el aspecto de la
persona sea menos agradable de lo que era originalmente.

Anestesia
Dado que la cirugía suele producir dolor, casi siempre se administra previamente algún tipo
de anestesia, analgésico o ambos fármacos. Los anestésicos bloquean la percepción del
dolor al producir pérdida de sensibilidad (adormecimiento) o pérdida del conocimiento;
son fármacos que se administran para reducir el dolor. Los profesionales encargados de
administrarlos son personal sanitario cualificado. Se trata, por lo general, de médicos
(anestesiólogos) aunque la legislación de algunos países contempla la competencia en este
menester el profesional de enfermería o técnicos sanitarios especializados (enfermeras
anestesistas), en cuyo caso actúan bajo la supervisión de un médico anestesiólogo.

Existen tres tipos de anestesia:


 Local
 Regional
 General

Anestesia local y anestesia regional


Estos tipos de anestesia consisten en la inyección de fármacos (como lidocaína o
bupivacaína) que insensibilizan solo partes específicas del cuerpo.
En la anestesia local, el fármaco se inyecta bajo la piel en el punto donde se va a realizar
la incisión para insensibilizar solo dicha zona.

En la anestesia regional, que insensibiliza un área mayor, el fármaco se inyecta en uno o


más nervios y se insensibiliza la zona del cuerpo inervada por los mismos. Por ejemplo, la
inyección de un fármaco en ciertos nervios permite insensibilizar los dedos de la mano, del
pie o zonas concretas de las extremidades. Un tipo de anestesia regional implica la inyección
de un fármaco en una vena (anestesia regional intravenosa). Mediante un dispositivo, como
un vendaje elástico o un manguito de presión, se comprime la zona donde el miembro se une
al cuerpo, reteniendo el fármaco en las venas de esa extremidad. La anestesia regional
intravenosa puede insensibilizar una extremidad completa.

Durante la anestesia local y la anestesia regional, la persona permanece consciente. Sin


embargo, a veces se administran ansiolíticos (con un efecto sedante leve) por vía intravenosa
para relajar al individuo. En raras ocasiones, la pérdida de sensibilidad, el hormigueo o el
dolor pueden persistir en la zona insensibilizada durante días o incluso semanas.

La anestesia raquídea y la anestesia epidural son tipos específicos de anestesia regional,


en los que el fármaco se administra alrededor de la médula espinal, en la parte inferior de la
espalda. En función del punto de inyección y de la posición del cuerpo, puede insensibilizarse
un área extensa (como, por ejemplo, desde la cintura a los dedos de los pies). La anestesia
raquídea y la epidural son útiles para operaciones de la parte inferior del cuerpo, como las
que se emplean en la cirugía de reparación de hernias, en intervenciones de próstata, recto,
vejiga y piernas, y en algunas intervenciones ginecológicas. Estos tipos de anestesia también
pueden resultar útiles para el parto. A veces aparece cefalea en los días siguientes a la
anestesia raquídea, aunque, por lo general, puede tratarse de forma eficaz.

Anestesia general
En la anestesia general se administra un fármaco que circula por el torrente sanguíneo y que
deja inconsciente a la persona. El fármaco puede administrarse por vía intravenosa o por
inhalación. Dado que el ritmo de la respiración disminuye con la anestesia general, es posible
que el anestesiólogo deba introducir un tubo respiratorio en la tráquea. Sin embargo, para
intervenciones cortas, dicho tubo no suele ser necesario; en su lugar, el anestesiólogo puede
facilitar la respiración utilizando una mascarilla respiratoria manual. Si la operación es larga,
un ventilador mecánico permite que el paciente pueda respirar ( ver Ventilación mecánica).
Los anestésicos generales afectan los órganos vitales, por lo que el anestesiólogo supervisa
estrechamente la frecuencia y el ritmo cardíacos, la respiración, la temperatura corporal y la
presión arterial hasta que los fármacos se hayan eliminado. Afortunadamente, los efectos
secundarios graves son muy poco frecuentes.

Cirugía mayor y cirugía menor

Suele distinguirse entre cirugía mayor y cirugía menor, pero muchos procedimientos
quirúrgicos presentan características de ambos tipos de cirugía.

Cirugía mayor
La cirugía mayor conlleva casi siempre la apertura de una de las principales cavidades del
cuerpo: abdomen, tórax o cráneo. La apertura del abdomen se denomina laparotomía, la
apertura del tórax se denomina toracotomía, y la apertura del cráneo se denomina
craneotomía. La cirugía mayor puede comprometer órganos vitales. Generalmente, la
intervención se lleva a cabo con anestesia general en un quirófano y por parte de un equipo
especializado de médicos. Por lo general, después de una cirugía mayor se requiere una
estancia de una noche como mínimo, pero en la actualidad algunos procedimientos
quirúrgicos mayores se realizan de forma segura en un entorno ambulatorio, ya sea en un
hospital o en un centro de cirugía ambulatoria independiente. Los médicos consideran
muchos factores para determinar si un procedimiento quirúrgico mayor se puede realizar de
forma ambulatoria, incluyendo la salud general de la persona y el riesgo de complicaciones,
la complejidad de la cirugía y la presencia de un hospital cercano en caso de que la persona
necesite ser trasladada.

Cirugía menor
En la cirugía menor no hay apertura de las cavidades mayores del cuerpo. Se puede requerir
el uso de anestesia local, regional o general, y se puede llevar a cabo en un servicio de
urgencias, en centros de cirugía ambulatoria o en la propia consulta del médico. No suele
afectar a órganos vitales, por lo que este tipo de cirugía puede ser llevada a cabo por un solo
médico, que puede ser cirujano o no. En general, la persona puede volver a su domicilio el
mismo día de la intervención quirúrgica menor.

Riesgo quirúrgico

Los riesgos de la cirugía (es decir, la probabilidad de que la cirugía cause la muerte o un
problema grave) dependen del tipo de cirugía y de las características de la persona.

Los tipos de cirugía que tienen mayor riesgo son:


 Cirugía cardíaca o pulmonar
 Cirugía hepática
 Las cirugías abdominales que necesitan mucho tiempo para poder completarse o tienen
mayor riesgo de que se produzca una hemorragia importante
 Extirpación de la glándula de la próstata
 Intervenciones mayores en los huesos y las articulaciones (por ejemplo, reemplazo de
cadera)

Por lo general, cuanto peor es el estado de salud de una persona, mayor es el riesgo de la
cirugía. Algunos problemas de salud que aumentan el riesgo quirúrgico son

 Antecedentes y factores de riesgo de artropatía coronaria


 Antecedentes de insuficiencia cardíaca
 Antecedentes de ictus o accidente isquémico transitorio
 Síntomas de dolor torácico causado por enfermedades de las arterias
coronarias (angina).
 Desnutrición (frecuente en personas mayores internadas en establecimientos
sanitarios)
 Enfermedades graves de pulmón o hígado
 Nefropatía crónica
 Sistema inmunitario debilitado (por ejemplo, debido al tratamiento con corticoesteroides
a largo plazo)
 Diabetes que necesita tratamiento con insulina
 Obesidad
Los riesgos suelen ser más elevados en personas de edad avanzada (véase Edad y salud:
riesgo quirúrgico y edad). Sin embargo, dependen más del estado de salud general que de
la edad. Las enfermedades crónicas que aumentan el riesgo de la cirugía, así como otras
alteraciones que pueden solucionarse con tratamiento (como la deshidratación, las
infecciones, los desequilibrios en los fluidos corporales y electrólitos, y en particular la
insuficiencia cardíaca y la angina) deben controlarse lo mejor posible mediante tratamiento
antes de una operación.

Segunda opinión para la cirugía

La decisión de someterse a una intervención no siempre es directa. Puede haber opciones


no quirúrgicas de tratamiento, y puede haber varios procedimientos quirúrgicos posibles. Por
lo tanto, es posible que la persona busque la opinión de más de un médico ( ver Obtener una
segunda opinión). Algunos seguros de salud requieren una segunda opinión antes de una
intervención quirúrgica electiva. Sin embargo, los expertos pueden no ponerse de acuerdo
en qué médico debe dar una segunda opinión.

 Algunos expertos recomiendan obtener una segunda opinión de un médico que no sea
cirujano para eliminar cualquier sesgo hacia una intervención quirúrgica cuando una de
las opciones sea un tratamiento no quirúrgico.

 Otros expertos recomiendan que sea otro cirujano el que dé una segunda opinión,
porque este conoce mejor las ventajas y desventajas de la cirugía que un médico que
no sea cirujano.

 Algunos expertos recomiendan establecer de antemano que el cirujano que da una


segunda opinión no realice la operación para que no haya conflicto de intereses.

Cirugía mínimamente invasiva

Actualmente, los avances técnicos permiten realizar intervenciones con incisiones más
pequeñas y menos rotura de tejido que la cirugía tradicional. Para realizar estos
procedimientos, los cirujanos introducen dispositivos de iluminación de pequeño tamaño,
cámaras de vídeo e instrumentos quirúrgicos a través de incisiones «del tamaño del ojo de
una cerradura», es decir, lo menores posible. Así, pueden realizar procedimientos utilizando
las imágenes que se transmiten a los monitores de vídeo como guías para manejar los
instrumentos quirúrgicos. En la cirugía robótica, las cámaras ofrecen a los cirujanos una vista
tridimensional y éstos controlan los instrumentos quirúrgicos desde una computadora.

La cirugía mínimamente invasiva recibe varios nombres en función de la zona donde se


realice: laparoscopia en el abdomen, artroscopia en las articulaciones y toracoscopia en el
tórax.

Dado que produce una lesión tisular menor que la cirugía tradicional, este tipo de cirugía
presenta varias ventajas, entre ellas las siguientes:
 Estancia hospitalaria más corta (en la mayoría de los casos)

Preparación para el día de la intervención


Los días o semanas previos a la intervención se realizan diversos preparativos. A menudo,
se recomienda conseguir un estado físico y nutricional óptimos, ya que un buen estado
general ayuda al individuo a recuperarse del esfuerzo que supone la cirugía. Los objetos de
valor deben dejarse en casa. Por lo general, se explica al paciente que no debe comer ni
beber nada después de la medianoche el día previo a la cirugía.

Consumo de alcohol y drogas


Eliminar o reducir el consumo de alcohol antes de someterse a una intervención que requiera
anestesia general puede aumentar la seguridad de dicha intervención. El consumo excesivo
de alcohol puede lesionar el hígado y producir una hemorragia grave durante la intervención,
además de aumentar o disminuir, de forma impredecible, el efecto de los fármacos utilizados
en la anestesia general.

Los sujetos con dependencia del alcohol o de las drogas pueden desarrollar síntomas de
abstinencia (véase los síntomas de abstinencia de alcohol y los síntomas de abstinencia de
las drogas) al interrumpir repentinamente o disminuir el consumo de estas sustancias antes
de la cirugía. Por lo tanto, los médicos pueden administrar sedantes (benzodiazepinas) a los
alcohólicos el día de la cirugía. Asimismo pueden administrar analgésicos opioides (potentes
analgésicos) a los adictos a opiáceos para ayudar a prevenir la abstinencia. Para evitar el
síndrome de abstinencia antes de la cirugía, en ocasiones se administra a los adictos a
opiáceos metadona, que también alivia el dolor severo.

Consumo de tabaco
Se aconseja a los fumadores que dejen de fumar lo antes posible antes de cualquier cirugía
torácica o abdominal. El consumo reciente de tabaco hace más probable la aparición de
arritmias cardíacas durante la anestesia general y altera la función pulmonar. Es necesario
dejar de fumar varias semanas antes de la cirugía para que se puedan recuperar
los mecanismos de defensa del aparato respiratorio.

Examen médico
El cirujano hace una exploración y elabora la historia clínica, que incluye:

 Síntomas recientes
 Antecedentes médicos
 Reacciones anteriores a los anestésicos (si las hay)
 Consumo de tabaco y/o alcohol
 Infecciones
 Factores de riesgo de trombosis
 Problemas relacionados con el corazón y los pulmones (como tos o dolor torácico)
 Alergias

También se solicita a la persona que haga una lista de todos los fármacos que esté tomando
en ese momento; debe informar de todos los fármacos que toma, ya sean de prescripción
médica o no, para evitar problemas graves de salud. Por ejemplo, el consumo de aspirina,
que podría considerarse demasiado trivial para mencionarlo, puede aumentar la hemorragia
durante la intervención. Además, también debe mencionar el uso de complementos
nutricionales o de plantas medicinales (por ejemplo, ginkgo o la hierba de San Juan), pues
pueden tener efectos durante o tras la operación.
Puede indicarse a la persona que va a someterse a la cirugía que deje de tomar algunos
fármacos, como por ejemplo la warfarina y la aspirina (ácido acetilsalicílico), entre 5 y 7 días
antes de la intervención. La persona puede seguir tomando otros medicamentos que
controlan los trastornos crónicos, como los fármacos utilizados para reducir la tensión arterial.
La mayoría de los fármacos que se toman por vía oral pueden tragarse con un pequeño sorbo
de agua el mismo día de la cirugía. Puede ser necesario administrar otros fármacos por vía
intravenosa, o bien deben ser retrasados hasta después de la cirugía.

El anestesiólogo puede entrevistarse con la persona antes de la operación para revisar los
resultados de las pruebas e identificar cualquier circunstancia médica que pueda afectar a la
elección del anestésico. También pueden discutirse los tipos más seguros y eficaces de
anestesia. En cirugías en las que podría ser necesaria una anestesia general (en la que se
utiliza un tubo endotraqueal) es necesario que el anestesista de forma previa evalúe a los
pacientes que tienen una desviación del tabique u otra anomalía de las vías respiratorias.

Pruebas
Según el estado general de salud de la persona afectada y del tipo de procedimiento, las
pruebas que se realizan antes de la intervención (pruebas preoperatorias) son análisis de
sangre y orina, electrocardiograma, radiografías y pruebas de la capacidad pulmonar
(pruebas de la función respiratoria). Estas pruebas ayudan a determinar si los órganos vitales
funcionan adecuadamente. Si los órganos no funcionan bien, el estrés de la cirugía o de la
anestesia puede causar problemas. Las pruebas preoperatorias también pueden revelar una
enfermedad transitoria desapercibida, como una infección, lo que requiere posponer la
intervención quirúrgica.

Reserva de sangre para la transfusión


En el caso de que se necesite una transfusión de sangre durante la intervención, se puede
reservar sangre de la propia persona. Usar sangre propia (transfusión de sangre autóloga)
elimina el riesgo de infección y de la mayoría de las reacciones transfusionales. Pueden
extraerse 0,5 L de sangre de una vez y reservarla hasta la intervención. No se debe extraer
sangre más de una vez por semana, y la última extracción debe llevarse a cabo por lo menos
2 semanas antes de la intervención. El organismo reemplaza la sangre perdida en las
semanas posteriores a la extracción.

Toma de decisiones
En algún momento previo a la intervención quirúrgica, el cirujano solicita a la persona la
autorización para realizar la operación, un proceso denominado consentimiento informado.
El médico o el cirujano exponen los riesgos y los beneficios de la operación, así como
tratamientos alternativos, y responden a las preguntas que surgen. La persona lee y firma un
formulario de consentimiento informado. En casos de cirugía de emergencia, en los que la
persona no puede dar su consentimiento informado, los médicos deben intentar ponerse en
contacto con la familia. Excepcionalmente, la intervención quirúrgica de emergencia debe
realizarse antes de que se haya conseguido el contacto con la familia.

Debe prepararse un poder legal permanente para asuntos médicos y un testamento


vital antes de la cirugía, por si la persona queda incapacitada o no se puede comunicar
después de la cirugía.

Preparación del sistema digestivo


Puesto que algunos de los fármacos administrados durante la intervención pueden causar
vómitos, por lo general no se debe comer ni beber nada durante al menos 8 horas antes.
Para la cirugía ambulatoria no se debe comer ni beber nada después de medianoche.
Dependiendo del tipo de cirugía, se recomiendan ciertas pautas específicas. La persona debe
preguntar al médico qué fármacos de los prescritos habitualmente debe tomar antes de la
intervención. Las personas que van a someterse a cirugía del intestino reciben laxantes o
enemas 1 o 2 días antes de la operación.

Uñas de los dedos


Dado que el dispositivo que controla la concentración de oxígeno en sangre se coloca en un
dedo de la mano, deben retirarse el esmalte de uñas y las uñas artificiales antes de acudir al
hospital. De este modo, dicho dispositivo funciona con más precisión.

El día de la intervención

Antes de la mayoría de las intervenciones, la persona se quita la ropa, joyas, audífonos,


dentadura postiza y lentes de contacto o gafas, y se pone una bata. Entonces se la traslada
a la estancia designada (denominada zona de espera) o al mismo quirófano para realizar los
preparativos finales antes de la intervención. La piel donde se va a realizar la incisión (zona
operatoria) se frota con un antiséptico para eliminar las bacterias, lo que ayuda a prevenir la
infección. Un auxiliar puede eliminar el vello de la zona quirúrgica con una maquinilla o con
líquidos de depilar o cremas.

A veces se inserta un tubo de plástico (catéter) en la vejiga para recoger la orina durante la
intervención.

Se inserta un catéter en una de las venas del brazo o de la mano, a través del que se
administrarán líquidos y fármacos. Para la sedación se puede administrar un fármaco por vía
intravenosa.

Si la operación se realiza en la zona de la boca, el tubo digestivo, los pulmones o las vías
respiratorias o el sistema genitourinario se administran uno o más antibióticos durante la hora
previa a la incisión quirúrgica para prevenir infecciones (profilaxis). Los antibióticos se
administran por vía oral o intravenosa, dependiendo de la operación, y por lo general se
interrumpen dentro de las 24 horas posteriores a la cirugía. Esta terapia también se aplica a
quienes se someten a operaciones en las que las infecciones son un problema especialmente
importante (por ejemplo, el reemplazo de una articulación o de una válvula cardíaca).

Diabetes
El día de la cirugía, se administra a los pacientes diabéticos que utilizan insulina un tercio de
su dosis habitual de insulina por la mañana. A los que toman antidiabéticos por vía oral se
les administra la mitad de su dosis habitual. Si es posible, la cirugía se realiza a primera hora.
El anestesista controla el nivel de azúcar en sangre (glucosa) durante la cirugía y administra
insulina o glucosa adicional según sea necesario. Los pacientes no reanudan su régimen de
insulina ambulatorio habitual hasta que reanudan su dieta regular.

Dentadura postiza
Antes de introducir en la tráquea un tubo de respiración, se debe retirar la dentadura postiza.
Lo ideal es que previamente, al abandonar la zona de espera sea el mismo paciente el que
se quite la dentadura y se la de a un miembro de la familia.
Corticoesteroides
Los pacientes que han tomado prednisona u otro corticosteroide durante más de 3 semanas
el año previo a la cirugía, pueden necesitar corticosteroides durante la cirugía. No se les
administran corticosteroides en procedimientos quirúrgicos menores.

Quirófano

Si las últimas preparaciones se realizan en la zona de espera, se conduce después la


persona hasta el quirófano. En este punto, la persona quizás esté aún despierta, aunque
puede sentirse aturdida o haberse dormido ya. Después se la traslada a la mesa de
operaciones sobre la cual existen unas lámparas quirúrgicas especialmente diseñadas.
Médicos, enfermeras y todos los que estén cerca del campo quirúrgico, o tocándolo, deben
lavarse cuidadosamente las manos con jabón antiséptico, lo que minimiza el número de
bacterias y de virus en el quirófano. Para la intervención también se emplea ropa quirúrgica,
gorros, mascarillas, calzas, batas estériles y guantes estériles. Antes de que comience la
cirugía, el equipo quirúrgico se toma un tiempo, en el que se confirma lo siguiente:

 La identidad de la persona
 La verificación del procedimiento quirúrgico, su ubicación y el lado de la zona quirúrgica
(si corresponde)
 Disponibilidad de todo el equipamiento necesario
 Verificación de la administración de los fármacos apropiados para prevenir problemas
como infecciones o coágulos de sangre (si es necesario)
Se administra anestesia local, regional o general.

En el quirófano
El quirófano proporciona un entorno estéril en el que un equipo quirúrgico puede llevar a
cabo la intervención. El equipo quirúrgico está compuesto por los siguientes profesionales:

 Cirujano/a principal: dirige la intervención

 Uno/a o más cirujanos/as ayudantes: colaboran con el/la cirujano/a jefe

 El/La anestesista: controla el suministro de anestésicos y supervisa estrechamente a


la persona sometida a la intervención

 El/La enfermero/a instrumentista: pasa los instrumentos a los cirujanos

 El/La enfermero/a circulante: proporciona el material adicional al equipo quirúrgico

Por lo general, el quirófano está dotado de un monitor que muestra en todo momento los
valores de las constantes vitales, una mesa de instrumentos y una lámpara de quirófano. Los
gases anestésicos se introducen en el equipo de anestesia. Mediante un catéter unido a un
dispositivo de aspiración se elimina el exceso de sangre y de otros líquidos que pueden
dificultar la adecuada visión de los tejidos. Se continúa con la infusión de fluidos intravenosos,
cuya administración se inicia antes de que la persona entre en el quirófano.
Después de la intervención quirúrgica

Después de finalizar la operación se traslada a la persona a una sala de reanimación para


que sea vigilada estrechamente durante 1 o 2 horas mientras va desapareciendo el efecto
de la anestesia. Se vigila que la persona sea capaz de respirar, no esté en riesgo de asfixia
y tenga tratamiento analgésico. También se controla que el paciente sea capaz de pensar
con claridad. La mayoría de las personas experimentan cierto grado de aturdimiento al
despertar, sobre todo si se ha realizado una intervención de cirugía mayor. Algunos
individuos presentan náuseas durante un periodo corto de tiempo y otros sienten frío.

Dependiendo de la naturaleza de la cirugía y del tipo de anestesia, la persona puede volver


a su casa directamente desde la sala de reanimación o quedarse ingresada en el hospital, a
veces en una unidad de cuidados intensivos (UCI).

Alta directa al domicilio


Para que la persona pueda ser remitida a su domicilio, esta debe

 Pensar con claridad


 Respirar con normalidad
 Ser capaz de beber líquidos
 Ser capaz de orinar
 Ser capaz de caminar
 No tener dolor intenso

Quienes hayan recibido anestesia o sedantes y posteriormente sean dados de alta deben
irse a casa acompañados y no se les permite conducir. La zona operatoria no debe presentar
hemorragia ni una inflamación no esperada.

Hospitalización
Cuando se ingresa a una persona en el hospital tras la cirugía puede encontrarse al despertar
muchos tubos y dispositivos en el cuerpo. Por ejemplo, un tubo respiratorio en la garganta,
apósitos adhesivos en el pecho para controlar el latido cardíaco, un tubo en la vejiga, un
dispositivo en el dedo para medir la concentración de oxígeno en sangre, un vendaje en la
zona operada, un tubo en la nariz o en la boca y uno o más catéteres en las venas.

Lo normal es sufrir dolor después de la mayoría de las intervenciones, pero casi siempre
puede aliviarse. Los medicamentos que alivian el dolor (analgésicos) pueden administrarse
por vía intravenosa, por vía oral, inyectarse en el músculo o aplicarse sobre la piel en forma
de parche. Si se ha realizado una anestesia epidural, el anestesiólogo puede dejar en la
espalda el tubo de plástico empleado para administrar analgésicos.

Los analgésicos opiáceos, como la morfina, se pueden inyectar a través de dicho tubo. A
veces, si la persona ingresada sufre un dolor intenso, dispone de un dispositivo que inyecta
continuamente analgésicos opiáceos en vena, y que también puede administrar una pequeña
cantidad adicional de analgésico cuando la persona aprieta un botón (analgesia controlada
por el paciente). Si el dolor persiste, pueden solicitarse tratamientos adicionales. El uso
constante de analgésicos opiáceos suele producir estreñimiento. Para prevenirlo, se
administra un laxante estimulante o un reblandecedor de heces.

Una buena nutrición es fundamental para la curación y para reducir al mínimo la probabilidad
de infección. Los requerimientos nutricionales aumentan después de una cirugía mayor. Si
la cirugía hace que comer sea imposible durante más de una semana, puede ser necesaria
una fuente alternativa de nutrición. En las personas cuyo sistema digestivo funciona, pero
son incapaces de comer, se pueden administrar nutrientes a través de una sonda colocada
en el estómago. Esta sonda puede pasar a través de la nariz, la boca o una incisión en la
pared abdominal. En contadas ocasiones, a las personas que han sido sometidas a cirugía
del aparato digestivo y no pueden comer durante periodos prolongados, se les pueden
administrar los nutrientes a través de un catéter insertado en una de las grandes venas del
cuerpo (nutrición parenteral).

Complicaciones después de la cirugía


Durante los días posteriores a la operación pueden aparecer complicaciones como fiebre,
formación de coágulos de sangre, problemas con la herida quirúrgica, confusión, dificultad
para orinar o defecar, pérdida de masa muscular y deterioro de la condición física (lo que se
denomina desacondicionamiento).

La fiebre que aparece durante los días o semanas posteriores a la intervención puede ser
debida a varias causas habituales, entre las que se incluyen:
 Infecciones en la zona quirúrgica
 Problemas pulmonares como neumonía o colapso del tejido pulmonar (lo que se
denomina atelectasia)
 Infecciones de las vías urinarias (IVU)
 Trombos en las piernas (trombosis venosa profunda) o en los pulmones (embolia
pulmonar).
 Infecciones de los dispositivos, tubos o drenajes que han sido implantados

Los fármacos a veces pueden causar fiebre. Otra posible causa es la inflamación como
respuesta al trauma de una operación. El riesgo de infecciones en la zona quirúrgica, las
trombosis venosas profundas, y las infecciones del tracto urinario puede reducirse mediante
un cuidado meticuloso después de la cirugía. El riesgo de neumonía y atelectasia puede
reducirse forzando la respiración periódicamente con un dispositivo manual (espirometría
incentivada) y tosiendo siempre que sea necesario.

Se pueden formar coágulos de sangre en las venas de las piernas o la pelvis, sobre todo si
la persona yace inmóvil durante y tras la cirugía, o se ha sometido a cirugía de las piernas,
de la pelvis o de ambas. Los coágulos pueden desprenderse y viajar por el torrente
sanguíneo hasta los pulmones, donde pueden bloquear el flujo de sangre a través de los
mismos (originando una embolia pulmonar). Como resultado, es posible que disminuya el
aporte de oxígeno hacia el resto del organismo y que descienda la presión arterial.

En ciertas intervenciones en las que es especialmente probable que se formen coágulos, y


en quienes seguramente deberán permanecer en reposo, se administran fármacos para
prevenir la formación de coágulos (anticoagulantes), como la heparina de bajo peso
molecular, o bien se les recomienda llevar medias elásticas para mejorar la circulación de la
sangre. Sin embargo, no se deben recomendar anticoagulantes en las operaciones en las
que estos fármacos supongan un aumento importante del riesgo de hemorragia. La persona
debe comenzar a mover sus extremidades y a caminar tan pronto como sea posible.

Las complicaciones de la herida quirúrgica son la infección y la separación de los bordes de


la herida (dehiscencia). Para disminuir el riesgo de infección se coloca una protección en la
incisión quirúrgica después de la intervención. Los apósitos colocados en el quirófano se
dejan típicamente durante 24 a 48 horas, a menos que aparezcan signos de infección (por
ejemplo, aumento del dolor, hinchazón y secreción).

Dicha protección consiste en un apósito estéril y, normalmente, una pomada con antibiótico.
El apósito mantiene las bacterias alejadas de la herida y absorbe los líquidos que exudan
desde la incisión. Dado que esos fluidos pueden propiciar el crecimiento de las bacterias y la
infección de la incisión, el vendaje se cambia con frecuencia, por lo general dos veces al día.
La herida y cualquier tubo de drenaje, suturas o grapas quirúrgicas en la piel se examinan
cada vez que se cambia el apósito, a veces más a menudo. Ocasionalmente, se desarrolla
una infección a pesar de que la herida haya recibido los mejores cuidados posibles. La zona
infectada puede volverse cada vez más dolorosa uno o más días después de la operación,
notarse caliente y enrojecida o drenar pus o líquidos. En este caso es posible que aparezca
fiebre. Si aparece cualquiera de estos síntomas, se debe consultar al médico lo antes posible.

Puede aparecer delirio (confusión y agitación), sobre todo en personas de edad avanzada
(véase Edad y salud: riesgo quirúrgico y edad). Los fármacos con efectos anticolinérgicos
(como confusión, visión borrosa y pérdida de control de la vejiga, ver Anticolinérgicos: ¿Qué
son los efectos anticolinérgicos?), opiáceos, sedantes, o antihistamínicos (H 2), pueden
contribuir al delirio, así como puede hacerlo una concentración de oxígeno en sangre
demasiado baja. En personas de edad avanzada, deben evitarse los medicamentos que
causan confusión siempre que sea posible.

Tras la cirugía suelen aparecer dificultad para orinar y dificultad para defecar (estreñimiento).
Los factores que contribuyen a dicha dificultad pueden ser el uso de fármacos con efectos
anticolinérgicos u opiáceos, la cirugía intestinal, la inactividad y el hecho de no comer o beber.
El flujo de orina puede llegar bloquearse por completo, estirando la vejiga. La obstrucción
puede conducir a infecciones de las vías urinarias.

A veces, presionar la parte inferior del abdomen cuando se intenta orinar alivia la obstrucción,
pero a menudo se necesita insertar una sonda en la vejiga, que puede dejarse en la vejiga o
retirarse en cuanto esta se vacíe. Con frecuencia, incorporarse ayuda a evitar la obstrucción.
Si no existe una obstrucción de la vejiga se puede administrar betanecol por vía oral para
estimular la contracción de la vejiga.

Si se produce estreñimiento se reduce la dosis de opioides (analgésicos) y de otros fármacos


que causan estreñimiento y se indica al paciente que comience a caminar tan pronto como
sea posible. A menos que la operación estuviera relacionada con el sistema digestivo, a las
personas que presenten estreñimiento pueden administrárseles laxantes que estimulen los
intestinos, como el bisacodilo, el sen o la cáscara sagrada. Los ablandadores de las heces,
como el docusato, no suelen funcionar.

La pérdida de músculo (sarcopenia) y fuerza se produce en todas las personas que necesitan
reposo en cama durante un tiempo prolongado. Con el reposo absoluto en cama, un adulto
joven pierde alrededor del 1% de masa muscular al día, pero las personas mayores pierden
hasta un 5% al día, ya que sus niveles de hormona del crecimiento, que es la responsable
de mantener el tejido muscular, son inferiores. Es muy importante para la recuperación tener
una cantidad de músculo adecuada. Por lo tanto, la persona debe sentarse en la cama,
moverse, ponerse de pie y realizar ejercicio tan pronto y tanto como su estado de salud lo
permita. Los pacientes que no están recibiendo una adecuada nutrición tienen mayor riesgo
de sarcopenia. Se recomienda al paciente que coma y beba. Si no son capaces de comer y
beber por sí mismos, puede ser necesaria la alimentación por sonda o, raramente,
la alimentación parenteral.

Alta domiciliaria después de la hospitalización


Antes de abandonar el hospital, la persona debe asegurarse de lo siguiente
 Programar la visita de seguimiento con el médico
 Conocer qué fármacos debe tomar
 Saber qué actividades debe evitar o limitar

Ejemplos de actividades que puede ser necesario evitar temporalmente son subir escaleras,
conducir, levantar objetos pesados y mantener relaciones sexuales. La persona debe saber
qué síntomas requieren la valoración de un médico antes de acudir a la primera visita
programada después de la operación.

La reanudación de la actividad habitual durante la recuperación de la intervención quirúrgica


debe llevarse a cabo de manera gradual. Algunas personas necesitan rehabilitación, que
consiste en la realización de ejercicios y actividades especiales para mejorar la fuerza y la
flexibilidad. Por ejemplo, la rehabilitación después de una operación de reposición de cadera
consiste en el aprendizaje de la manera de caminar y la realización de estiramientos y
ejercicios.

Edad y salud: riesgo quirúrgico y edad

A mediados del siglo XX, los cirujanos a menudo dudaban en realizar incluso operaciones
simples a personas mayores de 50 años. Los tiempos han cambiado. Hoy en día, más de un
tercio de las operaciones en los Estados Unidos se realizan en personas de más de 65 años
de edad.

Sin embargo, la edad sí aumenta el riesgo de complicaciones durante y después de la cirugía.


Por ejemplo, es mucho más probable que las personas de edad avanzada sufran delirio tras
la cirugía, en comparación con las personas jóvenes. También son más propensas a sufrir
complicaciones graves derivadas del reposo en cama, que pueden aparecer tras la cirugía.

Estas complicaciones incluyen:


 Coágulos de sangre
 Pérdida de músculo
 Neumonía
 Infecciones de las vías urinarias

El riesgo de fallecimiento durante o después de la intervención quirúrgica también aumenta


con la edad. Más de tres cuartas partes de los decesos que se producen en el periodo
inmediatamente posterior a la intervención quirúrgica son de personas de edad avanzada.
Además, cuando se realiza una intervención de urgencia, o cuando se trata de una cirugía
del tórax o el abdomen, aumenta el riesgo de muerte en todos los grupos de edad, pero sobre
todo en el grupo de personas de edad avanzada.

Aunque la edad es en sí misma un factor de riesgo, la salud general y la presencia de ciertas


enfermedades aumentan el riesgo quirúrgico mucho más que la edad. Haber sufrido un
ataque cardíaco en los 6 meses previos a un procedimiento quirúrgico aumenta
enormemente el riesgo, así como una insuficiencia cardíaca mal controlada.

Por ejemplo, la insuficiencia cardíaca, la desnutrición (frecuente en las personas de edad


avanzada que viven en establecimientos sanitarios) y un dolor torácico especialmente
intenso o que aumente gradualmente (angina inestable) incrementan el riesgo asociado a la
cirugía en las personas de edad avanzada. Los problemas pulmonares, como la enfermedad
pulmonar obstructiva crónica, son motivo de cierta preocupación durante la valoración de los
riesgos de la cirugía, especialmente entre los fumadores.

Una función renal deteriorada, la diabetes de tipo 1, accidentes cerebrovasculares o ataques


isquémicos transitorios anteriores, además de los problemas de la función mental, como
la demencia, también pueden aumentar el riesgo.

Ciertos procedimientos quirúrgicos suponen más riesgo que otros. Por ejemplo, la cirugía en
el abdomen o en el tórax, la extirpación de la próstata y la cirugía mayor en una articulación
(como la sustitución de cadera) aparecen en los primeros puestos en la lista de
procedimientos de riesgo. Muchos de los procedimientos a los que se someten las personas
de edad avanzada de manera habitual, como una operación de cataratas o una intervención
en articulaciones pequeñas, representan un riesgo menor. Si una persona mayor está bien
en general, la mayoría de las operaciones, incluidas las que se consideran de mayor riesgo,
pueden llevarse a cabo sin problemas.

Aun cuando los riesgos de la cirugía sean elevados, pueden ser compensados por los
beneficios potenciales. Por ejemplo, una cirugía que implica un riesgo de muerte, como la
reparación de un gran aneurisma aórtico, debe considerarse si se espera que esa persona
viva unos 8 o 10 años más, ya que ese tipo de aneurisma aumenta el riesgo de muerte si no
se repara. Sin embargo, esta intervención debe evitarse si otras enfermedades limitan la
esperanza de vida a solo 1 o 2 años.

Cuando los riesgos de la operación son bajos, el bajo riesgo puede verse superado por una
falta de beneficio. Por ejemplo, algunas personas creen que el riesgo de procedimientos aún
menores (por ejemplo, un injerto de piel en una úlcera por presión), que generalmente es
muy bajo, sigue siendo demasiado grande para justificar llevar a cabo una operación en una
persona con demencia avanzada.
Egrafía
https://www.msdmanuals.com/es/hogar/temas-especiales/cirug%C3%ADa/cirug%C3%ADa

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