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En otro procedimiento quirúrgico llamado trasplante, pueden retirarse del cuerpo órganos
tales como la piel, los riñones o el hígado que luego se transfieren de nuevo a otra parte del
mismo cuerpo (por ejemplo, la piel) o a otro organismo diferente.
Para reemplazar vasos sanguíneos o tejido conjuntivo se realizan injertos, a veces con
materiales artificiales, y para estabilizar o sustituir las partes rotas de un hueso se introducen
barras metálicas dentro del mismo.
La cirugía de emergencia, como la que se requiere para detener una abundante hemorragia
interna, es la que se realiza en cuanto sea posible, porque unos minutos pueden marcar la
diferencia.
Cirugía estética
La cirugía estética es un tipo de cirugía electiva que se centra en la mejora de la apariencia.
La cirugía estética incluye una amplia variedad de operaciones, como, por ejemplo
Se debe elegir un médico que haya cumplido la normativa de una especialidad médica para
la práctica clínica (certificado de especialidad para el ejercicio de la profesión médica en los
Estados Unidos) y que tenga una amplia experiencia en la operación.
Por muy popular y tentadora que pueda ser la cirugía estética, es cara y puede entrañar
riesgos, incluidos riesgos graves de salud, así como la posibilidad de que el aspecto de la
persona sea menos agradable de lo que era originalmente.
Anestesia
Dado que la cirugía suele producir dolor, casi siempre se administra previamente algún tipo
de anestesia, analgésico o ambos fármacos. Los anestésicos bloquean la percepción del
dolor al producir pérdida de sensibilidad (adormecimiento) o pérdida del conocimiento;
son fármacos que se administran para reducir el dolor. Los profesionales encargados de
administrarlos son personal sanitario cualificado. Se trata, por lo general, de médicos
(anestesiólogos) aunque la legislación de algunos países contempla la competencia en este
menester el profesional de enfermería o técnicos sanitarios especializados (enfermeras
anestesistas), en cuyo caso actúan bajo la supervisión de un médico anestesiólogo.
Anestesia general
En la anestesia general se administra un fármaco que circula por el torrente sanguíneo y que
deja inconsciente a la persona. El fármaco puede administrarse por vía intravenosa o por
inhalación. Dado que el ritmo de la respiración disminuye con la anestesia general, es posible
que el anestesiólogo deba introducir un tubo respiratorio en la tráquea. Sin embargo, para
intervenciones cortas, dicho tubo no suele ser necesario; en su lugar, el anestesiólogo puede
facilitar la respiración utilizando una mascarilla respiratoria manual. Si la operación es larga,
un ventilador mecánico permite que el paciente pueda respirar ( ver Ventilación mecánica).
Los anestésicos generales afectan los órganos vitales, por lo que el anestesiólogo supervisa
estrechamente la frecuencia y el ritmo cardíacos, la respiración, la temperatura corporal y la
presión arterial hasta que los fármacos se hayan eliminado. Afortunadamente, los efectos
secundarios graves son muy poco frecuentes.
Suele distinguirse entre cirugía mayor y cirugía menor, pero muchos procedimientos
quirúrgicos presentan características de ambos tipos de cirugía.
Cirugía mayor
La cirugía mayor conlleva casi siempre la apertura de una de las principales cavidades del
cuerpo: abdomen, tórax o cráneo. La apertura del abdomen se denomina laparotomía, la
apertura del tórax se denomina toracotomía, y la apertura del cráneo se denomina
craneotomía. La cirugía mayor puede comprometer órganos vitales. Generalmente, la
intervención se lleva a cabo con anestesia general en un quirófano y por parte de un equipo
especializado de médicos. Por lo general, después de una cirugía mayor se requiere una
estancia de una noche como mínimo, pero en la actualidad algunos procedimientos
quirúrgicos mayores se realizan de forma segura en un entorno ambulatorio, ya sea en un
hospital o en un centro de cirugía ambulatoria independiente. Los médicos consideran
muchos factores para determinar si un procedimiento quirúrgico mayor se puede realizar de
forma ambulatoria, incluyendo la salud general de la persona y el riesgo de complicaciones,
la complejidad de la cirugía y la presencia de un hospital cercano en caso de que la persona
necesite ser trasladada.
Cirugía menor
En la cirugía menor no hay apertura de las cavidades mayores del cuerpo. Se puede requerir
el uso de anestesia local, regional o general, y se puede llevar a cabo en un servicio de
urgencias, en centros de cirugía ambulatoria o en la propia consulta del médico. No suele
afectar a órganos vitales, por lo que este tipo de cirugía puede ser llevada a cabo por un solo
médico, que puede ser cirujano o no. En general, la persona puede volver a su domicilio el
mismo día de la intervención quirúrgica menor.
Riesgo quirúrgico
Los riesgos de la cirugía (es decir, la probabilidad de que la cirugía cause la muerte o un
problema grave) dependen del tipo de cirugía y de las características de la persona.
Por lo general, cuanto peor es el estado de salud de una persona, mayor es el riesgo de la
cirugía. Algunos problemas de salud que aumentan el riesgo quirúrgico son
Algunos expertos recomiendan obtener una segunda opinión de un médico que no sea
cirujano para eliminar cualquier sesgo hacia una intervención quirúrgica cuando una de
las opciones sea un tratamiento no quirúrgico.
Otros expertos recomiendan que sea otro cirujano el que dé una segunda opinión,
porque este conoce mejor las ventajas y desventajas de la cirugía que un médico que
no sea cirujano.
Actualmente, los avances técnicos permiten realizar intervenciones con incisiones más
pequeñas y menos rotura de tejido que la cirugía tradicional. Para realizar estos
procedimientos, los cirujanos introducen dispositivos de iluminación de pequeño tamaño,
cámaras de vídeo e instrumentos quirúrgicos a través de incisiones «del tamaño del ojo de
una cerradura», es decir, lo menores posible. Así, pueden realizar procedimientos utilizando
las imágenes que se transmiten a los monitores de vídeo como guías para manejar los
instrumentos quirúrgicos. En la cirugía robótica, las cámaras ofrecen a los cirujanos una vista
tridimensional y éstos controlan los instrumentos quirúrgicos desde una computadora.
Dado que produce una lesión tisular menor que la cirugía tradicional, este tipo de cirugía
presenta varias ventajas, entre ellas las siguientes:
Estancia hospitalaria más corta (en la mayoría de los casos)
Los sujetos con dependencia del alcohol o de las drogas pueden desarrollar síntomas de
abstinencia (véase los síntomas de abstinencia de alcohol y los síntomas de abstinencia de
las drogas) al interrumpir repentinamente o disminuir el consumo de estas sustancias antes
de la cirugía. Por lo tanto, los médicos pueden administrar sedantes (benzodiazepinas) a los
alcohólicos el día de la cirugía. Asimismo pueden administrar analgésicos opioides (potentes
analgésicos) a los adictos a opiáceos para ayudar a prevenir la abstinencia. Para evitar el
síndrome de abstinencia antes de la cirugía, en ocasiones se administra a los adictos a
opiáceos metadona, que también alivia el dolor severo.
Consumo de tabaco
Se aconseja a los fumadores que dejen de fumar lo antes posible antes de cualquier cirugía
torácica o abdominal. El consumo reciente de tabaco hace más probable la aparición de
arritmias cardíacas durante la anestesia general y altera la función pulmonar. Es necesario
dejar de fumar varias semanas antes de la cirugía para que se puedan recuperar
los mecanismos de defensa del aparato respiratorio.
Examen médico
El cirujano hace una exploración y elabora la historia clínica, que incluye:
Síntomas recientes
Antecedentes médicos
Reacciones anteriores a los anestésicos (si las hay)
Consumo de tabaco y/o alcohol
Infecciones
Factores de riesgo de trombosis
Problemas relacionados con el corazón y los pulmones (como tos o dolor torácico)
Alergias
También se solicita a la persona que haga una lista de todos los fármacos que esté tomando
en ese momento; debe informar de todos los fármacos que toma, ya sean de prescripción
médica o no, para evitar problemas graves de salud. Por ejemplo, el consumo de aspirina,
que podría considerarse demasiado trivial para mencionarlo, puede aumentar la hemorragia
durante la intervención. Además, también debe mencionar el uso de complementos
nutricionales o de plantas medicinales (por ejemplo, ginkgo o la hierba de San Juan), pues
pueden tener efectos durante o tras la operación.
Puede indicarse a la persona que va a someterse a la cirugía que deje de tomar algunos
fármacos, como por ejemplo la warfarina y la aspirina (ácido acetilsalicílico), entre 5 y 7 días
antes de la intervención. La persona puede seguir tomando otros medicamentos que
controlan los trastornos crónicos, como los fármacos utilizados para reducir la tensión arterial.
La mayoría de los fármacos que se toman por vía oral pueden tragarse con un pequeño sorbo
de agua el mismo día de la cirugía. Puede ser necesario administrar otros fármacos por vía
intravenosa, o bien deben ser retrasados hasta después de la cirugía.
El anestesiólogo puede entrevistarse con la persona antes de la operación para revisar los
resultados de las pruebas e identificar cualquier circunstancia médica que pueda afectar a la
elección del anestésico. También pueden discutirse los tipos más seguros y eficaces de
anestesia. En cirugías en las que podría ser necesaria una anestesia general (en la que se
utiliza un tubo endotraqueal) es necesario que el anestesista de forma previa evalúe a los
pacientes que tienen una desviación del tabique u otra anomalía de las vías respiratorias.
Pruebas
Según el estado general de salud de la persona afectada y del tipo de procedimiento, las
pruebas que se realizan antes de la intervención (pruebas preoperatorias) son análisis de
sangre y orina, electrocardiograma, radiografías y pruebas de la capacidad pulmonar
(pruebas de la función respiratoria). Estas pruebas ayudan a determinar si los órganos vitales
funcionan adecuadamente. Si los órganos no funcionan bien, el estrés de la cirugía o de la
anestesia puede causar problemas. Las pruebas preoperatorias también pueden revelar una
enfermedad transitoria desapercibida, como una infección, lo que requiere posponer la
intervención quirúrgica.
Toma de decisiones
En algún momento previo a la intervención quirúrgica, el cirujano solicita a la persona la
autorización para realizar la operación, un proceso denominado consentimiento informado.
El médico o el cirujano exponen los riesgos y los beneficios de la operación, así como
tratamientos alternativos, y responden a las preguntas que surgen. La persona lee y firma un
formulario de consentimiento informado. En casos de cirugía de emergencia, en los que la
persona no puede dar su consentimiento informado, los médicos deben intentar ponerse en
contacto con la familia. Excepcionalmente, la intervención quirúrgica de emergencia debe
realizarse antes de que se haya conseguido el contacto con la familia.
El día de la intervención
A veces se inserta un tubo de plástico (catéter) en la vejiga para recoger la orina durante la
intervención.
Se inserta un catéter en una de las venas del brazo o de la mano, a través del que se
administrarán líquidos y fármacos. Para la sedación se puede administrar un fármaco por vía
intravenosa.
Si la operación se realiza en la zona de la boca, el tubo digestivo, los pulmones o las vías
respiratorias o el sistema genitourinario se administran uno o más antibióticos durante la hora
previa a la incisión quirúrgica para prevenir infecciones (profilaxis). Los antibióticos se
administran por vía oral o intravenosa, dependiendo de la operación, y por lo general se
interrumpen dentro de las 24 horas posteriores a la cirugía. Esta terapia también se aplica a
quienes se someten a operaciones en las que las infecciones son un problema especialmente
importante (por ejemplo, el reemplazo de una articulación o de una válvula cardíaca).
Diabetes
El día de la cirugía, se administra a los pacientes diabéticos que utilizan insulina un tercio de
su dosis habitual de insulina por la mañana. A los que toman antidiabéticos por vía oral se
les administra la mitad de su dosis habitual. Si es posible, la cirugía se realiza a primera hora.
El anestesista controla el nivel de azúcar en sangre (glucosa) durante la cirugía y administra
insulina o glucosa adicional según sea necesario. Los pacientes no reanudan su régimen de
insulina ambulatorio habitual hasta que reanudan su dieta regular.
Dentadura postiza
Antes de introducir en la tráquea un tubo de respiración, se debe retirar la dentadura postiza.
Lo ideal es que previamente, al abandonar la zona de espera sea el mismo paciente el que
se quite la dentadura y se la de a un miembro de la familia.
Corticoesteroides
Los pacientes que han tomado prednisona u otro corticosteroide durante más de 3 semanas
el año previo a la cirugía, pueden necesitar corticosteroides durante la cirugía. No se les
administran corticosteroides en procedimientos quirúrgicos menores.
Quirófano
La identidad de la persona
La verificación del procedimiento quirúrgico, su ubicación y el lado de la zona quirúrgica
(si corresponde)
Disponibilidad de todo el equipamiento necesario
Verificación de la administración de los fármacos apropiados para prevenir problemas
como infecciones o coágulos de sangre (si es necesario)
Se administra anestesia local, regional o general.
En el quirófano
El quirófano proporciona un entorno estéril en el que un equipo quirúrgico puede llevar a
cabo la intervención. El equipo quirúrgico está compuesto por los siguientes profesionales:
Por lo general, el quirófano está dotado de un monitor que muestra en todo momento los
valores de las constantes vitales, una mesa de instrumentos y una lámpara de quirófano. Los
gases anestésicos se introducen en el equipo de anestesia. Mediante un catéter unido a un
dispositivo de aspiración se elimina el exceso de sangre y de otros líquidos que pueden
dificultar la adecuada visión de los tejidos. Se continúa con la infusión de fluidos intravenosos,
cuya administración se inicia antes de que la persona entre en el quirófano.
Después de la intervención quirúrgica
Quienes hayan recibido anestesia o sedantes y posteriormente sean dados de alta deben
irse a casa acompañados y no se les permite conducir. La zona operatoria no debe presentar
hemorragia ni una inflamación no esperada.
Hospitalización
Cuando se ingresa a una persona en el hospital tras la cirugía puede encontrarse al despertar
muchos tubos y dispositivos en el cuerpo. Por ejemplo, un tubo respiratorio en la garganta,
apósitos adhesivos en el pecho para controlar el latido cardíaco, un tubo en la vejiga, un
dispositivo en el dedo para medir la concentración de oxígeno en sangre, un vendaje en la
zona operada, un tubo en la nariz o en la boca y uno o más catéteres en las venas.
Lo normal es sufrir dolor después de la mayoría de las intervenciones, pero casi siempre
puede aliviarse. Los medicamentos que alivian el dolor (analgésicos) pueden administrarse
por vía intravenosa, por vía oral, inyectarse en el músculo o aplicarse sobre la piel en forma
de parche. Si se ha realizado una anestesia epidural, el anestesiólogo puede dejar en la
espalda el tubo de plástico empleado para administrar analgésicos.
Los analgésicos opiáceos, como la morfina, se pueden inyectar a través de dicho tubo. A
veces, si la persona ingresada sufre un dolor intenso, dispone de un dispositivo que inyecta
continuamente analgésicos opiáceos en vena, y que también puede administrar una pequeña
cantidad adicional de analgésico cuando la persona aprieta un botón (analgesia controlada
por el paciente). Si el dolor persiste, pueden solicitarse tratamientos adicionales. El uso
constante de analgésicos opiáceos suele producir estreñimiento. Para prevenirlo, se
administra un laxante estimulante o un reblandecedor de heces.
Una buena nutrición es fundamental para la curación y para reducir al mínimo la probabilidad
de infección. Los requerimientos nutricionales aumentan después de una cirugía mayor. Si
la cirugía hace que comer sea imposible durante más de una semana, puede ser necesaria
una fuente alternativa de nutrición. En las personas cuyo sistema digestivo funciona, pero
son incapaces de comer, se pueden administrar nutrientes a través de una sonda colocada
en el estómago. Esta sonda puede pasar a través de la nariz, la boca o una incisión en la
pared abdominal. En contadas ocasiones, a las personas que han sido sometidas a cirugía
del aparato digestivo y no pueden comer durante periodos prolongados, se les pueden
administrar los nutrientes a través de un catéter insertado en una de las grandes venas del
cuerpo (nutrición parenteral).
La fiebre que aparece durante los días o semanas posteriores a la intervención puede ser
debida a varias causas habituales, entre las que se incluyen:
Infecciones en la zona quirúrgica
Problemas pulmonares como neumonía o colapso del tejido pulmonar (lo que se
denomina atelectasia)
Infecciones de las vías urinarias (IVU)
Trombos en las piernas (trombosis venosa profunda) o en los pulmones (embolia
pulmonar).
Infecciones de los dispositivos, tubos o drenajes que han sido implantados
Los fármacos a veces pueden causar fiebre. Otra posible causa es la inflamación como
respuesta al trauma de una operación. El riesgo de infecciones en la zona quirúrgica, las
trombosis venosas profundas, y las infecciones del tracto urinario puede reducirse mediante
un cuidado meticuloso después de la cirugía. El riesgo de neumonía y atelectasia puede
reducirse forzando la respiración periódicamente con un dispositivo manual (espirometría
incentivada) y tosiendo siempre que sea necesario.
Se pueden formar coágulos de sangre en las venas de las piernas o la pelvis, sobre todo si
la persona yace inmóvil durante y tras la cirugía, o se ha sometido a cirugía de las piernas,
de la pelvis o de ambas. Los coágulos pueden desprenderse y viajar por el torrente
sanguíneo hasta los pulmones, donde pueden bloquear el flujo de sangre a través de los
mismos (originando una embolia pulmonar). Como resultado, es posible que disminuya el
aporte de oxígeno hacia el resto del organismo y que descienda la presión arterial.
Dicha protección consiste en un apósito estéril y, normalmente, una pomada con antibiótico.
El apósito mantiene las bacterias alejadas de la herida y absorbe los líquidos que exudan
desde la incisión. Dado que esos fluidos pueden propiciar el crecimiento de las bacterias y la
infección de la incisión, el vendaje se cambia con frecuencia, por lo general dos veces al día.
La herida y cualquier tubo de drenaje, suturas o grapas quirúrgicas en la piel se examinan
cada vez que se cambia el apósito, a veces más a menudo. Ocasionalmente, se desarrolla
una infección a pesar de que la herida haya recibido los mejores cuidados posibles. La zona
infectada puede volverse cada vez más dolorosa uno o más días después de la operación,
notarse caliente y enrojecida o drenar pus o líquidos. En este caso es posible que aparezca
fiebre. Si aparece cualquiera de estos síntomas, se debe consultar al médico lo antes posible.
Puede aparecer delirio (confusión y agitación), sobre todo en personas de edad avanzada
(véase Edad y salud: riesgo quirúrgico y edad). Los fármacos con efectos anticolinérgicos
(como confusión, visión borrosa y pérdida de control de la vejiga, ver Anticolinérgicos: ¿Qué
son los efectos anticolinérgicos?), opiáceos, sedantes, o antihistamínicos (H 2), pueden
contribuir al delirio, así como puede hacerlo una concentración de oxígeno en sangre
demasiado baja. En personas de edad avanzada, deben evitarse los medicamentos que
causan confusión siempre que sea posible.
Tras la cirugía suelen aparecer dificultad para orinar y dificultad para defecar (estreñimiento).
Los factores que contribuyen a dicha dificultad pueden ser el uso de fármacos con efectos
anticolinérgicos u opiáceos, la cirugía intestinal, la inactividad y el hecho de no comer o beber.
El flujo de orina puede llegar bloquearse por completo, estirando la vejiga. La obstrucción
puede conducir a infecciones de las vías urinarias.
A veces, presionar la parte inferior del abdomen cuando se intenta orinar alivia la obstrucción,
pero a menudo se necesita insertar una sonda en la vejiga, que puede dejarse en la vejiga o
retirarse en cuanto esta se vacíe. Con frecuencia, incorporarse ayuda a evitar la obstrucción.
Si no existe una obstrucción de la vejiga se puede administrar betanecol por vía oral para
estimular la contracción de la vejiga.
La pérdida de músculo (sarcopenia) y fuerza se produce en todas las personas que necesitan
reposo en cama durante un tiempo prolongado. Con el reposo absoluto en cama, un adulto
joven pierde alrededor del 1% de masa muscular al día, pero las personas mayores pierden
hasta un 5% al día, ya que sus niveles de hormona del crecimiento, que es la responsable
de mantener el tejido muscular, son inferiores. Es muy importante para la recuperación tener
una cantidad de músculo adecuada. Por lo tanto, la persona debe sentarse en la cama,
moverse, ponerse de pie y realizar ejercicio tan pronto y tanto como su estado de salud lo
permita. Los pacientes que no están recibiendo una adecuada nutrición tienen mayor riesgo
de sarcopenia. Se recomienda al paciente que coma y beba. Si no son capaces de comer y
beber por sí mismos, puede ser necesaria la alimentación por sonda o, raramente,
la alimentación parenteral.
Ejemplos de actividades que puede ser necesario evitar temporalmente son subir escaleras,
conducir, levantar objetos pesados y mantener relaciones sexuales. La persona debe saber
qué síntomas requieren la valoración de un médico antes de acudir a la primera visita
programada después de la operación.
A mediados del siglo XX, los cirujanos a menudo dudaban en realizar incluso operaciones
simples a personas mayores de 50 años. Los tiempos han cambiado. Hoy en día, más de un
tercio de las operaciones en los Estados Unidos se realizan en personas de más de 65 años
de edad.
Ciertos procedimientos quirúrgicos suponen más riesgo que otros. Por ejemplo, la cirugía en
el abdomen o en el tórax, la extirpación de la próstata y la cirugía mayor en una articulación
(como la sustitución de cadera) aparecen en los primeros puestos en la lista de
procedimientos de riesgo. Muchos de los procedimientos a los que se someten las personas
de edad avanzada de manera habitual, como una operación de cataratas o una intervención
en articulaciones pequeñas, representan un riesgo menor. Si una persona mayor está bien
en general, la mayoría de las operaciones, incluidas las que se consideran de mayor riesgo,
pueden llevarse a cabo sin problemas.
Aun cuando los riesgos de la cirugía sean elevados, pueden ser compensados por los
beneficios potenciales. Por ejemplo, una cirugía que implica un riesgo de muerte, como la
reparación de un gran aneurisma aórtico, debe considerarse si se espera que esa persona
viva unos 8 o 10 años más, ya que ese tipo de aneurisma aumenta el riesgo de muerte si no
se repara. Sin embargo, esta intervención debe evitarse si otras enfermedades limitan la
esperanza de vida a solo 1 o 2 años.
Cuando los riesgos de la operación son bajos, el bajo riesgo puede verse superado por una
falta de beneficio. Por ejemplo, algunas personas creen que el riesgo de procedimientos aún
menores (por ejemplo, un injerto de piel en una úlcera por presión), que generalmente es
muy bajo, sigue siendo demasiado grande para justificar llevar a cabo una operación en una
persona con demencia avanzada.
Egrafía
https://www.msdmanuals.com/es/hogar/temas-especiales/cirug%C3%ADa/cirug%C3%ADa