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RECENSIÓN

EL CONTROL DEL PODER


INTRODUCCIÓN

El presente resumen toca aspectos del texto El Control de Poder, del autor Diego

Valadés, quien con la interrogante básica de si es posible el control del poder y el

análisis problematizador a partir de identificar al poder dentro del sistema presidencial y

parlamentario.

Cabe resaltar que el tema específico sobre el control del poder tiene que ver con

lo político, en virtud de ello resalta la naturaleza política y los controles que desde el

parlamento se ejercen con sustento de la Constitución, sobresaliendo la ejercicio de la

autoridad, el poder, el control y la libertad.

El autor expone el control del poder como una alternativa recabando ideas que

permiten explicar fenómenos de diseño institucional parlamentario en regímenes

presidenciales y viceversa.

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CONTROL Y SISTEMAS PRESIDENCIAL Y PARLAMENTARIO

Es evidente que lo presentado en la obra de Diego Valadés llama la atención su

observancia sobre el tema en cuanto a lo preceptuado y la realidad, si bien es cierto

que la Constitución norma el que hacer de un país, como es el caso de Guatemala en

sus tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, lo que acota el autor no se aleja de la

realidad que actualmente se vive, el control que desde el poder legislativo se ejerce

sobre el poder ejecutivo denota una limitación de actuar en muchos aspectos o al

contrario, el legislativo le da valor al accionar cuando ambos poderes van de la mano.

No puede descartarse desde ningún punto de vista el poder parlamentario que

se ejerce sobre los demás poderes, llámese en este caso, el ejecutivo y judicial, que en

la época actual, con el recién estrenado gobierno central (poder ejecutivo), el poder y

control parlamentario es mayoritario de lado de la oposición, lo que hace limitante en

buena parte el accionar del sistema presidencial.

Los escenarios que el autor Valadés describe son sumamente interesantes,

denotando lo descrito en el Siglo XIX por Bagehot, quien cita el principio Hobbesiano

de que en todo Estado, siempre, en alguna parte, hay una “supremacía autoridad”,

donde dice que como reside y como actúa es algo que depende de la estructura

constitucional y que la función de ésta es la misma en todos los casos, equilibrando la

función del poder; anotando este mismo autor una comparación entre el sistema

presidencial norteamericano y el parlamentario británico, resaltando él que el primero

es más eficaz que el segundo, donde en el sistema presidencial existe ua

diferenciación orgánica y funcional que evita la concentración auspicia el control.

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Otra afirmación que anota el autor Valadés es la de Kelsen (El Estado… p.133)

quien dice que en el sentido de que el parlamentario es “la única forma posible de

democracia”, esa afirmación es diferente si se afirma el sentido democrático del

sistema parlamentario y la otra que sólo ese sistema es democrático.

Llama la atención lo dicho por Schmitt, quien de acuerdo al autor Valadés,

Schmitt omitió el advertir que el gran papel estabilizador de los parlamentos no estaría

cifrado en la discusión para normar, sino en la acción de control, y que en esta medida

los parlamentos ya no son meros órganos deliberantes, sino que poseen una

capacidad de acción.

En el caso específico de Guatemala, el parlamento (Congreso de la República)

asume las funciones propias de un régimen parlamentario, como legislar, controlar al

gobierno y evaluar las políticas públicas, quedando el Congreso de la República

facultado para aprobar o desaprobar el sistema de responsabilidades que incluye al

Presidente, que tiene la obligación de informar al Congreso la labor realizada en el

Ejecutivo cada año del gobierno cumplido, lo que se convierte en un arma eficaz para

consolidar la estabilidad de su gobierno y garantizar los programas que se ejecutan

dentro de toda estructura que conforma el poder ejecutivo.

Es importante recalcar que, cuando en el parlamento la fuerza política

mayoritaria es la óptima para gobernar, esa viabiliza el accionar del que hacer

gubernamental, mientras que cuando no se da este proceso, los consensos dentro del

parlamento son precisos y necesarios para poder gobernar sin obstáculos, todo esto se

da de acuerdo al comportamiento del sistema electoral aplicado. El proceso

democrático es sumamente necesario para facilitar consensos y acuerdos, pero esto a

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la vez limita los controles que, en circunstancias precisas en necesario ejercerlos. El

autor Valadés (El control del Poder, pp. 55), nos dice que “para efectos de control

político la coalición se transforma en un consenso que involucra a la elite política y

excluye a la mayoría ciudadana”.

Un punto que llama la atención es lo referente al Poder Judicial, donde en

definitiva, de acuerdo al autor que nos ocupa, resalta lo anotado: (El control…. pp 56)

“cuando la función general de controlar al poder se adjudica políticamente a los

tribunales, éstos asumen una responsabilidad para ala que no están diseñados, con lo

cual se pone en riesgo la estructura general del sistema constitucional”. “Por su

naturaleza política, en un sistema constitucional democrático el control del poder es

esencialmente una función deliberante, de suerte que el espacio ocupado por los

congresos y el gobierno no puede ser reemplazado por los tribunales, que son un área

del poder cuyos alcances competenciales y cuya vocación técnica les impiden erigirse

en fundamento de legitimidad del poder en su conjunto.

Radica entonces la importancia de la racionalización y la responsabilidad del

sistema político, el cual se rige bajo las bases de operación de la Constitución, quien

norma las bases necesarias para que el orden institucional dinamice todos los

sistemas, ajustando su estructura y su funcionamiento para que los ámbitos de la

libertad y el poder político coexistan, garantizando a la primera sus términos máximos

de amplitud y al segundo sus términos mínimos de eficacia.

Cabe resaltar que en Guatemala hoy por hoy, resuena lo descrito por el autor

Valadés (El control… pp 59) “Los dos grandes sistemas político-constitucionales que

organizan al Estado contemporáneo, el presidencial y el parlamentario, no escapan a la

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formación de redes patrimoniales con relación al poder. Lo que se puede conseguir, en

un ámbito democrático, es fragmentan al máximo esa relación, para lo cual se recurre a

instituciones como el servicio civil, a la observancia, análisis y crítica de la opinión

pública, y a mecanismos que generan la sustitución regular de la clase dirigente. La

lucha política abierta, libre con las mayores garantías posibles de imparcialidad, en un

sistema plural, es otro de los mecanismos que impulsa la renovación continua de los

grupos dirigentes y que contribuyen a atenuar la relación patrimonialista con el poder”.

Y, que lamentablemente no es así, hay una injerencia fuerte en tratar de obstaculizar en

todo lo que se pueda el accionar del gobierno central, o sea el Ejecutivo.

Lo anterior denota que se esta viviendo dentro de un sistema cerrado, en el que

un grupo dominante dentro del parlamento, presumiéndose este dentro de un

segmento amplio de poder y de agentes políticos que no quiere desaparecer,

tratándose de apropiar de la mayoría parlamentaria que limita el trabajo de la

administración regida por el Poder Ejecutivo, viéndose constantemente sometido a una

intransigencia, basándose según ellos en una real e hipotética adhesión legal,

ocasionando con ello cierta distorsión a los instrumentos constitucionales que se han

visto tergiversados en su aplicabilidad.

Un punto relevante acotado por el autor es lo citado a continuación: (el control…

pp 61) “En este punto la solución del problema no está en la norma si no en la

conducta, de los agentes políticos. Su responsabilidad consiste en procurar la mayor

objetividad posible en la aplicación de los instrumentos de control. la única aunque

tenue garantía para que esto ocurra así no reside en imposibles previsiones

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normativas, si no en previsibles consecuencias a cargo de quienes controlan a los

controladores: la opinión pública y electorado”.

En la actualidad ha surgido el nacimiento de nuevos partidos políticos como un

mecanismo importante dentro de los órganos de poder, siendo estos el componente

crucial del Poder Legislativo. En cuanto a este punto, es crucial anotar que el accionar

de los diputados dentro del Congreso se rige a los mandatos del partido político que

representa, condicionando de tal manera su proceder en el ejercicio de sus funciones

de control, las cuales pueden llegar a ser de dudosa validez ética y que

lamentablemente es lo que por años se ha vivido en Guatemala.

Es fundamental la independencia del legislador para el desempeño de sus

funciones de control, las cuales son vulneradas al verse sometido a representar a un

partido político contrario al gobierno central, mientras que si este gobierno central es

acompañado por legisladores del mismo partido político el trabajo se viabiliza en todo

aspecto, ejerciendo un grado de libertad más amplio, sobresalen las negociaciones

políticas, resaltándose que esto en circunstancias específicas no es lo mejor, poque se

crea la libertad deseada pero da esa libertad que suele ser mal manejada dando cabida

a la corrupción, que es la que sobresale en estos ámbitos.

A decir del autor, respecto a los partidos políticos, cita: (El control… pp 63) “La

organización de un partido sólo puede tener como propósito constituir una organización

que luce contra las análogas y nada menos que por la conquista del poder.

Esencialmente, los partidos son instrumentos sociales para institucionalizar la lucha

política. A través de los partidos se regula jurídica y políticamente el proceso de acceso

al poder, se racionaliza el combate”. “Los partidos políticos son el punto de arribo de

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las sociedades, donde se supone triunfa el más fuerte, donde su fortaleza se ejerce a

través de normas aceptadas por la comunidad, en cuya elaboración intervienen los

órganos representativos”.

Lo descrito con anterioridad hace hincapié a lo suscitado en Guatemala

recientemente, donde resalta que no gano el partido más fuerte a ojos del electorado

y/o público en general, sin embargo sobresalió el sentir del ´pueblo joven, del pueblo

que a su criterio hizo valer su voto luego de vivir tantos años de “sobresaliente

corrupción”, juventud que dio una muestra de necesidad imperante de cambio para un

país agotado y tan lleno de necesidades apremiantes como lo son salud, seguridad y

educación, entre otros.

Valadés (El control … pp 64) cita al autor Sartori, quien nos dice que son tres

aspectos los que caracterizan a los partidos políticos a) no son facciones, en tanto que

vinculan al gobierno y a la ciudadanía; b) son parte de un todo, y el todo; y, c) son

conducto de expresión, de y hacia las autoridades. Valadés nos indica que, la

patología de los partidos afecta el funcionamiento de los órganos del poder. Por esta

razón la regulación de los partidos propende incorporar normas que garanticen su

democracia interna y su probidad pública. Entre estos aspectos sobresale el

concerniente al financiamiento de su actividad, por representar un problema.

“De acuerdo a lo descrito, en un sistema constitucional democrático, los partidos

políticos se convierten en los elementos que dinamizan la estructura constitucional del

poder impidiendo concentraciones excesivas de atribuciones en órganos y personas.

En estos términos, la estabilidad resulta de la lucha regulada por el poder, y o de su

acaparamiento. Los sistemas de partidos permiten eludir la amenaza de las dictaduras,

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aunque, en tanto que tampoco son una panacea, alienten las posibles desviaciones a

que se aludió”.

Hablando de la ética de los partido políticos, esta ha sido vulnerada

constantemente, sobresaliendo con ello: a) manipulación del electorado; b) formación y

consolidación de elites dominantes por el reparto de candidaturas o por la adjudicación

de cargos directivos; c) formación y consolidación de burocracias que viven de los

recursos financieros del partido; d) negociación entre dirigentes partidistas para repartir

el poder de una manera distinta a veces hasta opuesta ala decisión popular; e)

modificación de las tesis doctrinarias según el talante del líder o los imperativos de la

función gobernante, si se trata de un partido en el gobierno; f) ocultamiento de las

fuentes de financiamiento.

Lo anterior trastoca el acontecer de los partidos políticos, su relación con otros

partidos en una contienda electoral que vulnera el mismo, enfrentamientos de doble

protagonismo con el o los partidos con lo que se disputa el poder y si no es el que esa

en el poder actual, lacera los intereses propios y los demás con la finalidad de

conseguir su objetivo, produciendo conflictos internos de país, endureciendo la vida

política del Estado y trastocando el funcionamiento normal de las instituciones.

A través de acuerdos entre los parlamentarios se hace posible construir pautas

de conducta moral, y es esto lo que cuenta para explicar el respeto que debe darse en

los partidos políticos por lo valores que tutelan la norma. La tendencia dentro de las

nuevas democracias constitucionales es incluir a todos o algunos dentro de los

acuerdos procedimentales que puedan darse para gobernar, buscando privilegiar la

naturaleza consensual de la política. Cita el autor que, de los dos tipos de acuerdos a

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que se pueden llegar los partidos son para contender y para gobernar; para gobernar

se rige por las normas constitucionales y por las prácticas políticas que definen el

sistema de gobierno, el de contenderé es específico del régimen d ellos paridos, y es al

que se circunscribe el autor, y es en este en el que resulta funcional para identificar el

alcance moral de la norma que rige a los partidos.

Hay tres factores que afectan los términos de la cooperación parlamentaria: a)

los de carácter ideológico (no se comparten las creencias); b)los de naturaleza histórica

(instituciones y prácticas tradicionalmente contrapuestas); y; c) los de contenido

tecnológico (desigualdad entre las partes). Los partidos deben resolver varios dilemas:

a) orientarse por principios o por mero pragmatismo; b) constituir y conservar clientelas

o buscar electores; y; c) mantener una actividad de alto perfil, convirtiéndose en una

institución dominante incluso sobre os órganos del Estado, o reservar su presencia

para casos específicos, particularmente para procesos electorales.

Valadés (Control… pp 73) dice: Resueltos los dilemas citados en el párrafo

anterior, surgen otros: si se orienta por principios, tendrá que optar entre la tesis que

favorezcan los intereses y las expectativas de segmentos determinados de la

población; si procura extender sus efectos sobre el electorado, tendrá que determinar la

magnitud de los compromisos que adquiera, el grado de fricción con otros partidos y el

consiguiente desgaste; si se involucra intensamente en la acción gubernamental,

influirá decisivamente en el funcionamiento de los órganos del Estado y hará nugatoria

la separación formal entre ellos, por absorber sus facultades, o acentuará los niveles de

discrepancia si es que diferentes partidos controlan los distintos órganos del Estado.

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Siguiendo a Valadés (Control … pp 74) manifiesta que: “del cumplimiento de los

partidos dependerá, por tanto: a) la vigencia del sistema representativo; b) la mayor

autonomía posible del ciudadano para elegir; c) el equilibrio funcional entre los órganos

del poder; d) el grado de participación de la ciudadanía en las decisiones del Estado; e)

el encauzamiento institucional de las presiones políticas; f) la estabilidad de las

instituciones; y, g) la funcionalidad -eficiencia- del sistema normativo”. “En suma, el

carácter democrático constitucional del sistema político dependerá del acierto con que

se conduzcan los partidos o, en otras palabras, de los acuerdos cooperativos que

suscriban y acaten. Solo en la medida que participen de acuerdos cooperativos, con

los que además cumplan, actuarán conforme a una moral pública que permita

beneficios comunes para ellos y generalmente para el Estado”.

Todo lo descrito es crucial para la época actual que atraviesa Guatemala, y

porque no decirlo, en muchos países latinoamericanos que se han visto inmersos en

problemas parlamentarios originados por grupos opositores a los gobiernos centrales o

bien grupos allegados al mismo que por muchas circunstancias, normalmente de tipo

personal, no quieren soltar el poder, lacerando con ellos los intereses de grupos

mayoritarios, causando un retroceso sustancial en el que hacer institucional que

redunda en la falta de beneficios para la población a la que se deben, sobresaliendo

en mucho los casos de corrupción que se ensañan en perjudicar a las naciones.

De ello y como consecuencia de la naturaleza constitucional de los partidos,

éstos no tienen otra posibilidad racional que participar en acuerdos cooperativos. Y, en

la medida en que estos acuerdos cooperativos son indispensables para el

funcionamiento y la actualización del sistema constitucional, se corrobora que el

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conjunto de valores morales que los partidos aplican, confirman el carácter de

instituciones de inter{es público que las constituciones les suelen atribuir. Todo

parlamentario tiene por los menos dos niveles de relación política: con su partido y con

su electorado y puede surgir un tercero, que es con el gobierno.

En la reelección e independencia de los representantes, es importante resaltar lo

anotado por Valadés; (Control … pp 75) quien cita que: “todo miembro de un partido

tiene un conjunto de obligaciones políticas que lo vinculan con un doble sentido: el

jerárquico, con relación a los dirigentes, y el solidario, con relación a los demás

miembros. Desconocer la existencia y la magnitud de esos vínculos puede llevar a la

marginación e incluso a la ruptura con la organización”.

“Otro aspecto que influye en esas posibilidades de independencia del

representante, y que debe examinarse en conjunto, está relacionado con la rigidez o

flexibilidad que los reglamentos internos de los parlamentarios establezcan para el

ejercicio de las funciones de control. Si los reglamentos o las reglas consuetudinarias

imponen fuertes limitaciones a la participación individual, y la condicionan a los

acuerdos de los grupos parlamentarios, las posibilidades de control estarán tan

matizadas o tan exacerbadas como las circunstancias lo aconsejan a los dirigentes de

los partidos.

Lo manifestado por el autor que seguimos, Valadés, (Control. .. pp 80) nos dice

que: “Si se considera que el único control del poder es el ejercido por el Parlamento, la

formación y e funcionamiento de los grupos parlamentarios parecerán desvirtuarlo;

pero si se admite que, en un proceso de racionalización del ejercicio del poder, el

gobierno también dispone de instrumentos de control con relación al Parlamento, los

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grupos parlamentarios ofrecen un buen ejemplo de cómo interactúan los controles”. En

el interior de los grupos parlamentarios se produce un flujo de controles en ambas

direcciones, desde y hacia el Parlamento. Los representantes que integran el grupo de

la mayoría exigen información al gobierno, e intentan influir en las decisiones, como

parte de un proceso normal de ejercicio del poder. La uniformidad política no existe,

por definición, en el contexto de una democracia constitucional. Independientemente

de la concentración del poder a la que se propende en el interior de los partidos.

La importancia de los partidos es crucial, aún cuando sus intervenciones no se

traduzcan en decisiones de los grupos parlamentarios, se comprende que despliega

acciones de control. Si bien se necesita de una mayoría para gobernar sin

contratiempos, también es cierto que solo se necesita de una presencia mínima para

ejercer funciones de control que influyen notoriamente en el ejercicio de sus funciones,

siendo esencial para que la estructura del sistema constitucional se ponga en

movimiento.

Lo acontecido en Guatemala con las elecciones recientes, son obra de ese

grupo minoritario en el Congreso de la República que, con el trabajo que realizó

hicieron valer su voz con su participación imperante dentro del hemiciclo, que les

permitió ser sujetos de prestigio político a sus integrantes del partido que actualmente

gobierna, y que con su accionar se ganaron la admiración y el respeto público, aún

careciendo de voz y voto dentro del Congreso, consiguieron una posición actual que los

respalda, aún con todas las desavenencias que se han dado y continúan dándose.

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Es de observancia resaltar en este ámbito que, aún siendo un grupo

parlamentario menor, ha conseguid consensos de cooperación que en tan poco tiempo

se ha demostrado que si se puede trabajar, siendo crucial mantener esas estrategias

de negociación necesarias en apoyo al gobierno de turno que es crucial para el buen

desempeño de las funciones de la diferente entidades que lo conforman. Ha sido el

trabajo tenaz de ese grupo parlamentario minoritario que se ha convertido en control de

opinión con amplio impacto público y con apreciable influencia en la conformación de

las posiciones de grupos mayores dentro del Congreso.

“El eje de la democracia radica en la estabilidad de los gobiernos”.

Indudablemente todo lo ciado por el autor Valadés, fue lo acontecido en Guatemala en

las elecciones recién pasadas, lo cual he citado con anterioridad, y fue lo expresado en

las urnas lo que privilegió la estabilidad del ejercicio del poder, donde la única opción

sustentable fue la electoral, pese a grupos interesados en querer anular el sentir de

quienes votaron por un grupo político que no se esperaba llegara a gobernar. Esto

resalta que los partidos políticos y la opinión pública, siguiendo la ruta definida por

juristas y políticos, convierten al sistema de partidos en el tema prioritario, porque en

torno a ellos gira la viabilidad de la representación política y la posibilidad de la eficacia

gubernamental. El sistema de partidos políticos es un punto en el que convergen las

preocupaciones y del que emanan las soluciones.

Ramírez Jiménez, citado por Valadés (Control…. pp 86), “apunta con claridad el

papel de los partidos políticos con relación a dos temas cruciales: la gobernabilidad y

los controles. La intensidad con que se ejerzan los controles, o la flexibilidad que se

aplique en su ejercicio, van estableciendo las pautas de la gobernabilidad. Esto es

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claramente perceptible cuando se examina la mecánica de formas de control como la

comparecencia de los miembros del gabinete en e Parlamento, la formulación de

preguntas e interpelaciones, y por supuesto las expresiones mayores: las votaciones

relacionadas con la confianza”.

Lamentable ha sido en el accionar político y de control dentro del que hacer

parlamentario, quienes por intereses NO políticos, ni de representatividad, como

debiera ser, si no meramente intereses personales, acosas a los miembros de gabinete

(Ministros y Viceministros como a Secretarios de Estado) para conseguir a través de

las múltiples llamadas a reuniones, cuestionamientos sin fundamento, interpelaciones,

etc., acosas para favorecerse o a cambio de favores específicos, esa ha sido la mala

práctica de periodos parlamentarios por años que han denotado un desgaste sin

fundamento para los funcionarios que si quieren y desean hacer un buen trabajo.

Lo anterior, muy a diferencia de su accionar como legisladores que ejercen

controles, no lo hacen donde realmente si deberían hacerlo, siendo ellos mismos los

que han mantenido, apoyado o impuesto funcionarios que dentro de los controles

ejercidos por otras entidades, se ha demostrado faltas graves sujetas de ser

denunciadas y de un accionar inmediato, las cuales han sido pasadas por alto,

originando con ello una notoria corrupción por más demostradas en reiteradas

ocasiones.

Es cuando la interacción personal no puede ser desestimada y que a través de

grupos sociales, de la misma sociedad civil, organizaciones, etc., han aplicado

controles necesarios para hacer señalamientos a la misma clase política que tiene por

obligación legislar y ejercer controles precios a favor de la población a la que se deben.

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El control sobre el gobierno lo ejercen los parlamentarios y no los partidos, estos

últimos el control es extraparlamentaria, sin embargo son los ciudadanos los agentes

de mayor control, mediante su participación electoral hacen valer su sentir castigando,

como sucedió recientemente, a quienes en el ejercicio del poder no ejercieron los

controles precisos en favor de la población.

Los efectos institucionales de los medios han marcado un antes y un después,

su involucramiento en los temas políticos para ejercer controles institucionales ha

sustituido lo que muchas veces se quiere esconder, siendo los medios de comunicación

quienes con su función crítica han señalado acontecimientos que se hacen públicos,

con todo el esfuerzo de tratar de controlar y que por ende lela consigo consecuencias

políticas en el ámbito social.

Sin duda alguna, la percepción pública de la forma como los controles son

ejercidos, tiene una gran importancia en la vida social, llevando consigo la realidad o no

del acontecer institucional, con sus aciertos y desaciertos, donde hoy las redes sociales

juegan un papel importante, haciendo llegar la información en segundos a todo nivel,

en todos los estratos sociales; tecnología que sin miramientos enaltece a quien obra

bien en todo el ámbito que se desenvuelva, más aún si es un funcionario público, o

bien juzga o señala a quien incumple con sus obligaciones laborales, para las cuales

fue nombrado, y más aún si se trata de un personaje que ha sido electo por el pueblo,

este tiene más obligación aún con dar cumplimiento a lo preceptuado legalmente.

Lo anterior obedece a la legitimidad mediática de los medios de comunicación

sobre las instituciones políticas, la veracidad de la información que brindan y el efecto

que dicha información causa a la opinión pública, todo esto si y solo si se lleva a cabo

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con la independencia que los medios deben gozar y que en gobiernos pasados fueron

amordazados por a información que hacía pública.

Es de esa información que surge la opinión pública, la cual puede ser

constructiva o muy erosiva, es donde el parlamentario debe tener en cuenta las

pulsaciones de la opinión pública, porque en el ejercicio de sus funciones se

desprenden los efectos sobre dicha opinión y su entorno, lo cual puede ser constructiva

para el legislador o destructiva en su presente y futuro político, tomando en

consideración la velocidad e injerencia de las redes sociales.

En lo relativo al control y separación de poderes, cabe señalar que en el diseño

de los controles políticos no se puede incidir en la misma perspectiva exclusivista.

Todos los órganos del poder se controlan entre sí, y en la aplicación d ellos controles

políticos intervienen, si bien en proporciones diversas, los parlamentos y los gobiernos.

Lo anotado por Marshall, citado por Valdés (Control …. Pp 96) “propone un

problema digno de reflexión: los controles ¿son una excepción o son una

consecuencia del principio de separación de poderes? Desde su punto de vista se trata

de un problema no clarificado, y tal vez tenga razón. En realidad las respuestas que

se han dado, o no distinguen entre ambas opciones, o bien las confunden. Cuando se

interpone un veto, por ejemplo, parece que nos acercamos a una situación de

excepción en cuanto a la rigidez de la separación de poderes; otro tanto puede decirse

cuando se aprueba una moción de censura. En rigor todos los mecanismos de control

implican excepciones al principio de separación de poderes, con lo cual se contradice

el artículo 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: “Toda

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sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de

poderes determinada, carece de Constitución”.

Viene entonces a resaltar la paradoja: por un lado la libertad social se garantiza

si los poderes están separados, pero por otro lado la liberad social exige que los

poderes se controlen entre sí. La libertad social demanda, por tanto, dos garantías

excluyentes: si se atiende a la separación, los controles se diluyen, y si se aplican los

controles, la separación se relativiza.

La función legislativa y el control político alude a la transferencia de las funciones

normativas del órgano legislativo al órgano ejecutivo del Estado; lo cual en la realidad

no es así. El Estado no confunde el imperio de la Ley con el imperio del legislador. Y

es que la “legitimidad” de la ley, a diferencia de la legitimidad del poder, no está

condicionada por su origen material. En cuanto a su origen, la ley se ve afectada si no

se cumple con los términos de su elaboración formal, pero el origen material de la ley

no es materia justificable. En este punto no se debe confundir con su contenido

material.

El concepto de soberanía popular es el último, supremo e inapelable instrumento

de control del poder, cuya permanente presencia simbólica inhibe o estimula, según el

caso, la toma de decisiones, pero que rara vez funciona por sí misma. La soberanía

popular ha devenido en una especie de referente, que permite orientar la

estructuración, organización y funcionamiento de las instituciones públicas, como

antaño lo fueron los principios de derecho divino.

El Estado intangible, dentro de los límites de control, el Estado precede al

constitucionalismo. El constitucionalismo corresponde a un proceso de racionalización

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del poder del Estado, pero no le es consubstancial. En esos términos, que una parte

del Estado se conduzca conforme a los principios del derecho público, y otra conforme

al derecho privado, puede ser contrario al constitucionalismos moderno, pero no es

ajeno al Estado.

La hipótesis del Estado intangible, cuya integración, organización y funciones

están sujetas a una mera regulación civil. Estado tangible, cuya integración,

organización y funciones son objeto de normación constitucional. Son dos formas de

exteriorización del Estado, una del constitucional y otra del preconstitucioal. Los

efectos del Estado intangible se irán haciendo ostensibles paulatinamente, una de sus

varias consecuencias será la existencia de una doble fiscalidad, subsistirá la fiscalidad

constitucional, de base esencialmente proporcional, y otro lado ira configurándose la

fiscalidad mercantil, de base eminentemente progresiva. El Estado tangible opera con

normas de interés y orden públicos, el Estado intangible funciona con normas de

competencia y lucro.

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CONCLUSIONES

1. El control del poder político se manifiesta a través de diversos actores en

temporalidad y acción; en escenarios políticos diversos y fundamentado, por así

decirlo, en necesidades imperantes del acontecer diario del momento.

2. La separación de poderes es fundamental para el ejercicio del poder y del

control, los cuales se sustentan con el que hacer de las funciones de las partes

involucradas. El control ejercido desde el Parlamento y el control ejercido desde

la sociedad.

3. Los cambios actuales han marcado un antes y un después en cuanto al accionar

de ejercicio del poder y del control, lo cual demuestra que el ejercer controles

debe ser sustentado con bases sólidas, de lo contario puede ser

contraproducente para quien lo está ejerciendo.

4. Las minoráis en el Parlamento que ejercen control se respaldan al ejercer control

em situaciones que deben ser amparas ante los medios los cuales juegan un

papel importante para respaldase con la opinión pública que por ende repercute

en el acontecer social de una nación y las consecuencias que de ello se pueden

derivar.

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