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El marco jurídico de la Constitución de 1993

La ciencia política ha avanzado considerablemente en cuanto al análisis de las


estructuras políticas y la tipología de los sistemas políticos. El conocimiento de los
fenómenos políticos facilita el acercamiento a los temas constitucionales, añadiendo a
los esquemas de tipo jurídico la comprensión de los modelos políticos que se configuran
en las constituciones, así como los alcances de éstos en las regulaciones de las
relaciones Estado-sociedad. T. STAMMEN ha escrito que los sistemas democrático
constitucionales se distinguen por tres elementos: la estructura pluralista del poder; la
consecución abierta y pluralista de la formación de la voluntad popular; y, la parcial
integración política de la sociedad en el Estad02. Estos componentes se nutren de
instituciones, que son las que animan dinámicamente el sistema democrático. Ellas son,
como bien lo apunta FERRANDO BADIN, el sufragio universal, que es a la vez un
medio de apropiación del poder por los ciudadanos y un medio de limitación del poder;
el equilibrio de poderes, que tiene dos fines: limitar el poder dividiéndolo y hacer más
sólida la apropiación del poder por el pueblo; el pluralismo de partidos, que es un medio
de delegar, y al mismo tiempo, de limitar el poder, especialmente a través de la
oposición organizada; el autogobierno; y finalmente, la supremacía de la ley, ya que por
encima de todos los ciudadanos y gobernantes existe una regla de Derecho a la que se
someten todos y ante la cual todos son iguales. Con relación al autogobierno, éste
constituye, a decir de VED EL, un mecanismo a través del cual «la democracia local
permite la participación del ciudadano en el poder de una manera mucho más directa y
menos mítica de la democracia centralizada, y al mismo tiempo, la existencia de
libertades en provecho de las colectividades locales, (lo que) representa una barrera a
los excesos de la autoridad del poder central»4.

1. FERRANDO SADIA, Juan y otros: Regímenes Políticos Actuales


(Presentación). Tercera Edición. Editorial Tecnos S.A. Madrid, 1995, p. 30.
2. 2 STAMMEN, T. Sistemas Políticos Actuales. 5~ Edición, actualizado por L.
López Guerra y traducido por J.R. Chocameli Lera. Guadarrama, 1976, p. 183.
3. 3 FERRANDO SADIA, Juan: Op. cil. p. 59.
A su vez, un sistema autoritario no sólo se define por oposición al sistema democrático
constitucional, sino que tiene tres elementos propios que lo caracterizan: la estructura
monista del poder; la formación monopolista de la voluntad política; y, la integración
política de la sociedad en el Estad05. Sostiene FERRANDO BADIA que «los
regímenes autoritarios parten del supuesto de la inevitable inferioridad de las masas en
relación con las élites políticas y especialmente en relación con el jefe portador de
excepcionales cualidades. Entre gobernantes y gobernados existe una neta y radical
separación»6. Esta distancia se refuerza con el análisis de BISCARETTI DI R DHA,
quien afirma que en este tipo de regímenes «el interés de la colectividad, interpretado
autoritariamente por el más capaz, prevalece sobre el interés de los particulares». Desde
la óptica de las instituciones jurídico-estatales, los regímenes autoritarios inducen a
«eliminar todo obstáculo a la iluminada acción del gobierno de los dirigentes,
tendiendo, en cambio, a hacer a esta última lo más eficaz posible» 7. Es por ello que es
consustancial con este modelo la concentración de poderes en el jefe o líder, la
abolición de la rigidez constitucional, la centralización del control de la
constitucionalidad de las leyes, la manipulación de las elecciones; en fin, la
concentración administrativa y la limitación de las libertades públicas. Esta
aproximación conceptual proviene de los modelos analíticos impulsados por el
constitucionalismo europeo moderno. Metodológicamente es correcto su uso para
construir esquemas y matices que faciliten un acercamiento comprensivo de la realidad
jurídico-constitucional latinoamericana, y específicamente de la peruana. Después de
todo, el andamiaje jurídico del Perú y la organización del Estado jamás tuvieron
autonomía conceptual y de modelo, convirtiéndose más bien en tributarios, ayer como
ahora, del liberalismo político, surgido en el viejo continente y expandido hacia estos
espacios. La dicotomía democracia representativa-autoritarismo puede funcionar
también en estas latitudes, aun cuando con características peculiares, propias del inédito
desarrollo político de nuestros países. Este debe ser estudiado, como lo recuerda Manuel
ALCANTARA SAEZ, mediante la descripción del funcionamiento de las instituciones
formales, tantas veces respetadas e incluso violadas, y germen de bloqueos,
inestabilidad e ineficacia8.

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4. VEDEL, G. Les élements de la démocratie européenne. E.E.U. de Nancy, 1952, p.
81.
5. FERRANDO BADIA, Juan: Op. cit. p. 54. El autor citado agrega que «cuando el
poder de los gobernantes se asienta en presuntas cualidades excepcionales o
carismáticas de los mismos habremos desembocado en el sistema autoritario», que
puede a su vez ser rígido o flexible.
6 Ibídem, p. 60. 7 BISCARETTI DI RUFIA, Paolo: Democrazia. En Enciclopedia del
Diritto. Milán, 1963, pp. 2 Y 3.
La mejor manera de alcanzar este objetivo (una sociedad justa, que le garantiza a sus
miembros el respeto de sus derechos individuales y limita a los detentadores del poder),
será haciendo constar los frenos que la sociedad desea imponer a los detentadores del
poder en forma de un sistema de reglas fijas -la Constitución- destinadas a limitar el
ejercicio del poder político.
En efecto, la Carta peruana tiene una parte referida a la persona y a la sociedad y otra
que trata sobre las garantías constitucionales. Pero ¿cómo se miden los alcances, en este
aspecto, de la normativa constitucional? Aunque de corta vigencia aún, muestra signos
traumáticos de violación o de prescindencia. Quienes detentan el poder han respetado
poco los derechos y garantías constitucionales y más bien han mostrado una tendencia a
interferir y monitorear las instituciones, para sujetarlas a sus propósitos. Esta situación
es visible, por ejemplo, en el funcionamiento del Poder Judicial. Por otra parte, la
Constitución ha subordinado los derechos económicos y sociales a un excesivo
dogmatismo ideológico en lo económico, que ha permitido se instauren relaciones
carentes de proporción entre la iniciativa privada y el libre mercado, y el rol del Estado
para proveer de los más elementales servicios públicos a la colectividad. De otro lado,
en el aspecto social se ha producido un retroceso en cuanto a los derechos y garantías -
por ejemplo de los trabajadores, que ya no gozan de estabilidad laboral- y una evidente
desatención social de los sectores más desprotegidos.
Es que si la situación del país se enfoca bajo el prisma del respeto a la legalidad, a los
derechos adquiridos y a las instituciones democráticas, hay que ser claro en concluir que
el gobierno del Presidente Fujimori, aprovechando unas veces los resquicios
constitucionales y yendo otras veces más allá de la Constitución o simplemente contra
ella, ha terminado de redondear, en la práctica, un régimen político altamente
concentrador del poder, restrictivo de todo lo que pudiera ser expresión y participación
política de la ciudadanía y sus organizaciones, invasor de las atribuciones y
competencias de otros organismos del Estado y celosamente vigilante -cuando no
destructor- de cualquier posibilidad que encarne y proponga alternativas viables. En una
palabra, un autoritarismo que interpreta en exceso a la Constitución y que no duda,
desde luego, en atropellarla, cuando sus disposiciones son un estorbo a la lógica del
poder actuante.
¿Es constitucional tanta concentración de poder? En gran parte sí. El gobierno cruza de
vez en cuando los límites de lo constitucional y aún cuando sería exagerado sostener
que la Carta de 1993 configura un régimen dictatorial, no lo es en cambio afirmar que
tolera el autoritarismo y auspicia una concentración de facultades, excesiva en muchos
aspectos, en el presidente de la República. La experiencia dice que cuando hay
concentración de poder, de un lado, y debilidad de instituciones, del otro, caer en la
tentación del ejercicio autoritario del poder no es más que una cuestión de vocación
personal y de estilo. Que cada cual saque su conclusión. La nuestra es que no se puede
hacer un análisis riguroso y objetivo de la Constitución, como el que se propone este
estudio, al margen de la realidad y de la verdad que de ella surge.

LOS DERECHOS CONSTITUCIONALES


Aspectos concernientes a los Derechos Civiles y Políticos Los llamados derechos
constitucionales provienen de la necesidad de ratificar jurídicamente los principios y
luchas de las grandes revoluciones y movilizaciones populares por la conquista de la
libertad humana, la igualdad ante la ley, contra todo tipo de opresión y en favor de la
dignidad del hombre. Los revolucionarios franceses, una vez constituida la Asamblea
Nacional de 1789, se apresuraron a votar la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano, uno de los primeros y más importantes antecedentes orgánicos del
conjunto de derechos que consagró el liberalismo temprano. Por más de un siglo, las
Constituciones se inspiraron en este documento francés o en la Declaración de Virginia
para declarar los derechos individuales y populares. Los planteamientos liberales
lograron expandirse y proponer un modelo de organización institucional que alcanzó
particular vigencia en Europa y América. Transcurrido el tiempo, las luchas por la
constitucionalización de los derechos civiles y políticos se fue ampliando hacia otros
derechos. La incorporación a nivel constitucional de estos últimos ocurrido también por
una revolución: fue la Constitución emergente de la Revolución Mexicana de 1917, la
que por primera vez consagró los hoy llamados "derechos sociales". Dos años después,
la Constitución Alemana de Weimar dio el espaldarazo definitivo a la
constitucionalidad de estos derechos al incorporarlos a su texto. Como suele ocurrir en
la historia, primero se produjeron los hechos y, luego, los académicos desarrollaron
teorías e interpretaciones sobre ellos. Los derechos nacieron sin una previa
sistematización y continuaron desarrollándose así un hito trascendental en la evolución
jurídica de los derechos constitucionales fue, sin lugar a dudas, la Declaración Universal
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, proclamada en 1948. Mediante ella, los
países suscriptores convinieron en trabajar por una sociedad universal basada en los
derechos humanos. Además, fue el punto de partida para la instauración del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y, subsecuentemente, la constitucionalización
detallada de estos derechos en las legislaciones internas de los Estados.
El constitucionalismo peruano, por su lado, fue explícito en el reconocimiento de los
derechos civiles y políticos, primero, y luego, de los económicos y sociales. Desde los
albores de la Independencia se fueron dando los primeros pasos para allanar este
camino. Uno de los primeros documentos constitucionales, el Estatuto Provisional de
1821 promulgado por el General José de San Martín, ya reconocía, por ejemplo, el
derecho de todo ciudadano a conservar y defender su honor, su libertad, su seguridad, su
propiedad y su existencia, y no podrá ser privado de ninguno de estos derechos sino por
el pronunciamiento de la autoridad competente, dado conforme a las leyes"53. A partir
de la Constitución de 1823 en adelante todos los textos peruanos incluyeron un capítulo
especial referido a los derechos y garantías civiles, teniendo a la Carta de 1979 como la
máxima expresión de este reconocimiento, que, inclusive, significó la ubicación de los
derechos y deberes fundamentales de la persona en el primer Título de la referida
norma.
Dentro de nuestro sistema constitucional, el Congreso tiene la atribución de modificar la
Constitución, pero mediante el procedimiento del art. 206. Cabe, por lo tanto, distinguir
claramente entre la ley constitucional -aprobada mediante dicho procedimiento- y la ley
común o, inclusive, la ley orgánica, que tienen requisitos. menos exigentes.

53 GARCIA BELAUNDE, Domingo: Las Constituciones del Perú. Ministerio de Justicia. WG Editor, Lima, julio de
1993, p. 80.

RESUMEN

El conocimiento de múltiples fenómenos políticos facilita la posibilidad de acercarse a


tomar en cuenta los temas constitucionales diversos.
La doctrina monista sostiene que el derecho internacional preside una concepción
unitaria de todo el derecho, del cual forman parte en un plano de subordinación los
ordenamientos jurídicos internos de los Estados. Esta con- cepción fue desarrollada por
Kelsen, Verdross y Kunz.
El liberalismo del siglo XIX fue una corriente filosófica, política y económica que
promovió la libertad del ser humano, su igualdad política y jurídica y la búsqueda del
progreso material de los pueblos.
Una sociedad justa garantiza a sus miembros los derechos individuales. Es por ello que
la Constitución frena a los detentadores del poder cualquier forma de aniquilamiento de
estos derechos.
El gobierno de Alberto Fujimori fue caracterizado preponderantemente por la
concentración de poder en una sola persona, nocivo indudablemente para la
conformación plena de los derechos individuales.
Mucho tiene que ver la vocación personal de servir a los demás, para que ideas de
autoritarismo y tiranía mezquina no se ciernan en el alma del gobernante.
Es a partir de la Constitución de 1823(y las demás que vinieron) incluyeron un capítulo
muy especial con respecto a los derechos y garantías civiles. Estas garantías sin lugar
a dudas son indispensables para el buen vivir en sociedad de todos sus miembros.

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