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4. VEDEL, G. Les élements de la démocratie européenne. E.E.U. de Nancy, 1952, p.
81.
5. FERRANDO BADIA, Juan: Op. cit. p. 54. El autor citado agrega que «cuando el
poder de los gobernantes se asienta en presuntas cualidades excepcionales o
carismáticas de los mismos habremos desembocado en el sistema autoritario», que
puede a su vez ser rígido o flexible.
6 Ibídem, p. 60. 7 BISCARETTI DI RUFIA, Paolo: Democrazia. En Enciclopedia del
Diritto. Milán, 1963, pp. 2 Y 3.
La mejor manera de alcanzar este objetivo (una sociedad justa, que le garantiza a sus
miembros el respeto de sus derechos individuales y limita a los detentadores del poder),
será haciendo constar los frenos que la sociedad desea imponer a los detentadores del
poder en forma de un sistema de reglas fijas -la Constitución- destinadas a limitar el
ejercicio del poder político.
En efecto, la Carta peruana tiene una parte referida a la persona y a la sociedad y otra
que trata sobre las garantías constitucionales. Pero ¿cómo se miden los alcances, en este
aspecto, de la normativa constitucional? Aunque de corta vigencia aún, muestra signos
traumáticos de violación o de prescindencia. Quienes detentan el poder han respetado
poco los derechos y garantías constitucionales y más bien han mostrado una tendencia a
interferir y monitorear las instituciones, para sujetarlas a sus propósitos. Esta situación
es visible, por ejemplo, en el funcionamiento del Poder Judicial. Por otra parte, la
Constitución ha subordinado los derechos económicos y sociales a un excesivo
dogmatismo ideológico en lo económico, que ha permitido se instauren relaciones
carentes de proporción entre la iniciativa privada y el libre mercado, y el rol del Estado
para proveer de los más elementales servicios públicos a la colectividad. De otro lado,
en el aspecto social se ha producido un retroceso en cuanto a los derechos y garantías -
por ejemplo de los trabajadores, que ya no gozan de estabilidad laboral- y una evidente
desatención social de los sectores más desprotegidos.
Es que si la situación del país se enfoca bajo el prisma del respeto a la legalidad, a los
derechos adquiridos y a las instituciones democráticas, hay que ser claro en concluir que
el gobierno del Presidente Fujimori, aprovechando unas veces los resquicios
constitucionales y yendo otras veces más allá de la Constitución o simplemente contra
ella, ha terminado de redondear, en la práctica, un régimen político altamente
concentrador del poder, restrictivo de todo lo que pudiera ser expresión y participación
política de la ciudadanía y sus organizaciones, invasor de las atribuciones y
competencias de otros organismos del Estado y celosamente vigilante -cuando no
destructor- de cualquier posibilidad que encarne y proponga alternativas viables. En una
palabra, un autoritarismo que interpreta en exceso a la Constitución y que no duda,
desde luego, en atropellarla, cuando sus disposiciones son un estorbo a la lógica del
poder actuante.
¿Es constitucional tanta concentración de poder? En gran parte sí. El gobierno cruza de
vez en cuando los límites de lo constitucional y aún cuando sería exagerado sostener
que la Carta de 1993 configura un régimen dictatorial, no lo es en cambio afirmar que
tolera el autoritarismo y auspicia una concentración de facultades, excesiva en muchos
aspectos, en el presidente de la República. La experiencia dice que cuando hay
concentración de poder, de un lado, y debilidad de instituciones, del otro, caer en la
tentación del ejercicio autoritario del poder no es más que una cuestión de vocación
personal y de estilo. Que cada cual saque su conclusión. La nuestra es que no se puede
hacer un análisis riguroso y objetivo de la Constitución, como el que se propone este
estudio, al margen de la realidad y de la verdad que de ella surge.
53 GARCIA BELAUNDE, Domingo: Las Constituciones del Perú. Ministerio de Justicia. WG Editor, Lima, julio de
1993, p. 80.
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