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ENSAYO.

YESSICA ARTEAGA RODRÍGUEZ

SISI PORTILLO HERRERA

MIGUEL FORERO MUÑOZ

OMAR ANDRADE FERNANDEZ

FACULTAD DE DERECHO, UNIVERSIDAD COOPERATIVA DE COLOMBIA.

CONSTITUCIONALISMO COLOMBIANO.

DOCENTE

29 DE OCTUBRE DE 2021
ENSAYO

Como punto de partida aclararemos cuál es la importancia de la división de

poderes en un sistema presidencialista como el de Colombia. Montesquieu, en

una de sus obras define el poder como función y como órgano. Se describe

una división de los poderes del Estado en el Ejecutivo, representado por el

Gobierno, el Legislativo, personificado por el Congreso, y el Judicial, por los

Tribuales de Justicia.

Si bien el concepto pretendía ser usado para contrarrestar el poder del Rey

sobre el poder Legislativo, éste pudo aplicarse cabalmente en el marco de los

gobiernos republicanos de carácter presidencialista, que nacieron en nuestro

continente principalmente a partir del modelo estadounidense. (Portafolio,

2021)

La base fundamental de este concepto entonces, es prevenir que una rama

del poder se convierta en suprema y más bien hacer que cooperen

mutuamente para el buen funcionamiento del Estado, a través de un sistema

donde se garanticen los balances y contrapesos entre las ramas del poder,

característica ineludible en un Estado de Derecho propio de las democracias

liberales.

Aunque en últimas esto pretende generar una serie de reglas de

procedimiento que permitan que una de las ramas limite la otra, en sistemas

presidencialistas la separación total de poderes es imposible y tampoco es

deseable.

Es decir, el Ejecutivo prima sobre las otras ramas por su misma naturaleza u

origen conceptual y práctico. Recordemos apenas cuatro características del

presidencialismo que lo diferencian del parlamentarismo, sistema que sí

pretende tener total equilibrio de poder: (1) los jefes de Estado son elegidos

popularmente, (2) los períodos tanto del Ejecutivo como los del Legislativo son
fijos y no requieren de la ratificación mutua a través de votos de confianza, (3)

el presidente elegido nombra directamente a los funcionarios del Gobierno, y

(4) el presidente tiene cierta autoridad legislativa concedida

constitucionalmente. La complejidad de las tareas políticas, ha dado origen a

una especialización funcional o división del trabajo político (tridivisión del

poder liberal cuyo contenido era el de limitar el poder de los gobernantes), el

fin, eliminar la centralización absoluta del poder en cabeza de una sola

persona o gobernante único. Nos enfrentamos a un evidenciado debilitamiento

de los órganos legislativos y de los gobiernos regionales, en beneficio del

acrecentamiento de las facultades del Ejecutivo, rompiéndose el esquema

clásico de la igualdad y equilibrio de las ramas del poder, y haciendo más que

nunca necesario el efectivo control del poder político. Así, aunque la

formalización de la independencia e igualdad de los órganos sigue haciendo

parte del discurso constitucional, otra cosa sucede en la realidad política, en

donde el Congreso, ostenta un carácter formal, por oposición al Ejecutivo, al

cual se siguen atribuyendo un sin número de funciones que aumentan su

poder. Se trata pues de verificar un posible debilitamiento del órgano

Legislativo, en contraposición con la amplísima facultad decisoria del

Gobierno. El análisis abarca el problema de la naturaleza histórica del

precepto de separación de competencias de las Ramas del Poder Público,

intentando comprender la realidad estatal como proceso, lo que constituye uno

de los aspectos centrales del constitucionalismo actual.

La teoría de separación de poderes, promueve en sí misma el concepto

normativo de la Constitución, esta naturaleza normativa de la Constitución se

entiende en el sentido de que es en la Constitución positiva donde deben

buscarse las garantías de su propia vigencia efectiva. La teoría del poder

constituyente lo delimita en la legitimación popular, por medio de mecanismos

y normas procedimentales que encausan normativamente su actuación, esto


sin embargo no garantiza la racionalidad de la Constitución Positiva., y que en

el funcionamiento del poder constituyente no entren en juego factores

históricos que relativicen su eficacia. Lo que sí puede analizarse

racionalmente, es el objetivo que en ella se establece y el modo como se

organiza su realización en relación con la libertad de los individuos. En la

relación entre un momento social y un momento político, como elementos

constitutivos de un proceso de desarrollo de las relaciones sociales a partir de

los intereses de los individuos, el Estado actúa como mediador entre ambos

momentos, para asegurar una solución racional al conflicto de intereses. En

este contexto la Constitución, es el instrumento concreto que garantiza la

aplicación general del derecho en las relaciones sociales y la posibilidad de su

revisión política

En Colombia, el principio de separación y equilibrio del poder ha tenido una

compleja evolución, sus orígenes se remontan al establecimiento de la

República, siendo acogido como pilar en las Constituciones. La importancia de

este principio se fundamenta en su capacidad de prevenir la degeneración de

la república en tiranía, proteger el estado frente al absolutismo o autoritarismo;

La interpretación del principio de separación de poderes apunta a la necesidad

teórica de replantear la orientación general del Estado, lo que está en estrecha

relación con la recuperación de la relevancia constitucional del proceso

político. Los límites constitucionales del proceso político, hacen referencia a la

vigencia jurídica de los derechos fundamentales, como a la vinculación

material del proceso político a ellos, a través de un concepto adecuado de la

representación política. A ello se debe la importancia de recuperar el sentido

pleno de la función de la legislación respecto de las demás funciones del

Estado. Si no se regula adecuadamente el proceso político, la vigencia de los

derechos fundamentales, puede debilitarse al depender su realización ya de

una política sectorizada obediente a unos intereses globales, desde los


distintos grupos del pluralismo social y político, ya de una defensa jurídica

meramente individual. Cabe señalar que la rama judicial o poder judicial, se

mantiene al margen del juego político de fuerzas entre poderes del Estado y

allí podría afirmarse con propiedad que se mantiene una verdadera separación

de poderes, si no fuera distinta la realidad.

Una vez entendido esto, se debe ser vehemente al afirmar que el poder del

electorado también debe ser limitado. Es decir, apelar al llamado

'constituyente primario' para desestimar el fuero institucional de las demás

ramas del poder, o validar la legitimidad de cualquiera de ellas, es inaceptable

en un sistema verdaderamente presidencialista y respetuoso de las normas

democráticas.

Esta fue precisamente la herramienta que utilizó el Gobierno, aprovechando la

alta favorabilidad con que cuenta entre el electorado, como respuesta a otra

extralimitación de poder por parte de la Rama Judicial, particularmente de la

Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, al prejuzgar con su veredicto a

terceros y anteponerse al debido proceso que sobre éstos debe prevalecer.

Pero si de equilibrio de poder se trata, el tema de la reelección es ineludible.

Como tal, permitir la reelección por una vez y de manera consecutiva, no es

necesariamente inadecuado dentro de las reglas de juego en un sistema

presidencialista, puesto que le permite al electorado 'premiar' o 'castigar'

directamente la gestión -como un todo- del gobernante de turno, y sus efectos

sobre las reglas para garantizar el balance de poder son manejables.

Pero sin duda, un sistema presidencialista con posibilidad de reelegir al jefe

del ejecutivo dos veces consecutivas, destruye por completo dicho equilibrio.

Un gobierno sin límites aplasta toda filosofía sobre la libertad personal y

colectiva de los pueblos, aletarga el desarrollo, incide en el vigor de los

talentos y hasta demerita sus hazañas en la historia, o como decía Rousseau


"el más fuerte no es nunca lo bastante fuerte para ser siempre el amo, si no

transforma su fuerza en derecho y su obediencia en poder".

Así las cosas, es inminente que en Colombia se hagan las reformas del caso

para garantizar el adecuado balance de poderes. Este pude ser el papel

central de la Comisión de Ajuste Institucional, puesto que la discusión central

es sobre legitimidad e independencia, condiciones que están directamente

relacionadas con la forma de elegir los diferentes representantes de las tres

ramas del poder público.

El voto popular, aunque imperfecto, es el más adecuado para elegir tanto a los

miembros del Congreso como al Ejecutivo, pero el quid del asunto está en el

nombramiento de los magistrados de las altas cortes. Sobre ello, podría

considerarse algo así como un híbrido entre el sistema norteamericano y el

español. Es decir, elegir magistrados por períodos vitalicios, pero para evitar la

cooptación, que ellos salgan de una lista de individuos que hayan pasado por

rigurosos procesos de selección basados en méritos, antigüedad y una

evaluación regular conducente a subir en un escalafón previamente diseñado

para tales fines.

No obstante, lo anterior, y con el ánimo de poner fin a la coyuntura que se vive

en el momento, en hora buena la Corte Constitucional se pronunció y fue

consecuente con sus propias funciones y deberes, al determinar como cosa

juzgada la pasada reelección.

Con ello, sin duda, le dará seguridad al Ejecutivo en cuanto a su legitimidad

actual. De esta manera, se abrirá un camino para que el Gobierno reanude

sus relaciones con el poder judicial, y así se concentren todos los esfuerzos en

una verdadera reforma institucional y no en 'soluciones' parciales que van en

detrimento de la democracia y el Estado de Derecho.

El poder público es uno solo. En una democracia participativa y pluralista, el

titular de la soberanía no es un monarca, sino el pueblo.


Hay tres ramas del poder: Legislativa, Ejecutiva, y Judicial. Además de ellas,

la Constitución prevé órganos autónomos para el ejercicio de otras funciones

estatales. Unas y otros, aunque colaboran entre ellas para lograr los objetivos

del Estado, son independientes y hay separación en el ejercicio de sus

funciones.

El poder judicial es el encargado de administrar justicia en nuestro país, así en

algunos casos esta función es ejercida por las otras ramas del poder o por los

particulares. La rama judicial vela por el cumplimiento de la ley y castiga a sus

infractores. Según la Constitución, el poder judicial está conformado por la

fiscalía general de la Nación y por otros cuatro organismos, conocidos en

conjunto como las Altas Cortes: la Corte Constitucional, la Corte Suprema de

Justicia, el Consejo de Estado y el Consejo Superior de la Judicatura.

Cada uno de estos poderes cuenta con funciones específicas y autónomas.

Sin embargo, éstos deben trabajar de manera armónica y coordinada para

garantizar el buen funcionamiento del Estado y la preservación del equilibrio

de fuerzas. Esto en cuanto no es deseable que las ramas del poder público se

extralimiten, se subordinen o generen vínculos de dependencia entre sí.

A la Rama Legislativa le corresponde formular las leyes, ejercer control sobre

el Gobierno y reformar la Constitución. Está representada por una corporación

pública colegiada de elección popular denominada Congreso de la República,

el cual está integrado por el Senado de la República y la Cámara de

Representantes, constituyendo así un sistema bicameral; es decir, una cámara

alta representada por el Senado y una cámara baja representada por la

Cámara de Representantes. (Gobierno de Colombia , 2015)

A la Rama Ejecutiva le corresponde ejecutar, en forma coordinada, todas las

actividades administrativas que están al servicio de los intereses generales de


la comunidad para el cumplimiento de los fines esenciales del Estado. Está

representada por el presidente de la República, quien simboliza la unidad

nacional, es el jefe de Estado, jefe de Gobierno y suprema autoridad

administrativa. (Gobierno de Colombia , 2015)

El Gobierno Nacional está formado por el presidente de la República, los

ministros del despacho y los directores de departamentos administrativos. El

presidente y el ministro o director de Departamento correspondientes, en cada

negocio particular, constituyen el Gobierno. (Gobierno de Colombia , 2015)

La Rama Ejecutiva tiene 3 órdenes: nacional, departamental y municipal. La

organización territorial se asimila al concepto de ordenamiento territorial, el

cual hace relación al conjunto de normas que establecen y regulan, por

disposición de la Constitución, la forma como se distribuye espacialmente el

poder público entre los diversos niveles político-administrativos de autoridad

establecidos por la Carta Política (nacional, departamental, distrital y

municipal).

El expresidente Carlos Lleras Restrepo impulsó la reforma constitucional de

1968, considerando necesario fortalecer el poder de la rama Ejecutiva.

Aunque la Constitución de 1991 prohibió la reelección de los presidentes, en

2004 Álvaro Uribe logró modificar la norma e hizo posible su segundo periodo

en la presidencia.

Posteriormente mediante Sentencia C-141/10, la Corte Constitucional declaró

inexequible la ley que convocaba un referendo para la segunda reelección de

Uribe.

Juan Manuel Santos consiguió que el Congreso expidiera el Acto Legislativo

02 de 2015, hoy en vigor, que la prohibió de manera absoluta, todo esto

durante su segundo periodo en la presidencia. No le gustaba la reelección,

pero antes de provocar su derogación, se hizo reelegir.


Con o sin reelección, el poder presidencial en nuestro sistema es muy grande

y el equilibrio entre los órganos y las ramas del poder público es una teoría

que exponemos los profesores en las universidades y que sostiene la Corte, y

no una realidad.

El ciudadano del común, los medios de comunicación e incluso la Casa de

Nariño consideran que “el presidente es el que manda”, aunque los abogados

sabemos que el mandatario no es el que manda, sino el que ejecuta un

mandato.

El mejor ejemplo es el del fiscal general, quien se ofrece en San Andrés a

llevar mensajes de la población al presidente de la República, sin detenerse a

pensar que, por su misma función, debe ser por completo independiente al

Ejecutivo.

Así mismo, el Fiscal se proclama titular del segundo cargo de importancia en

la República, en el entendido de que el primero es el del presidente, y actúa

como si no existiera la distribución y separación de funciones.

El sistema plasmado en nuestra Constitución no es monárquico. Aunque el

presidente de la República es el jefe del Estado, ello no significa que tenga un

poder absoluto. Esa jefatura se manifiesta en el ejercicio de sus funciones

como representante internacional del Estado, aunque está sujeto al control

político del Congreso y al jurídico de la Corte Constitucional. A pesar de tener

un gran poder, el presidente de la República no es el único que decide.

El poder público es uno solo. En una democracia participativa y pluralista, el

titular de la soberanía no es un monarca, sino el pueblo. Hay tres ramas del

poder: Legislativa, Ejecutiva, y Judicial. Además de ellas, la Constitución prevé

órganos autónomos para el ejercicio de otras funciones estatales. Unas y

otros, aunque colaboran entre ellas para lograr los objetivos del Estado, son

independientes y hay separación en el ejercicio de sus funciones.


La pandemia acentuó el poder presidencial y la inutilidad de los controles en

varios países. En estos momentos estamos obligados a una pedagogía sobre

el particular, para evitar que esa situación continúe después de la crisis

sanitaria, con el pretexto de la recuperación de la economía y de la

reinvención de la que nos vienen hablando.

Vemos con preocupación la concentración del poder en cabeza del Ejecutivo,

con tímidas decisiones de la Corte Constitucional sobre los decretos

legislativos dictados en dos prolongados estados de emergencia, y con un

Congreso que prefirió no ejercer el control político ordinario que prevé el

artículo 114 de la Constitución, ni el específico previsto en el artículo 215 para

el estado de excepción, ni tampoco expedir leyes acerca de la pandemia como

se lo indicaba la propia Constitución.

La teoría de división del poder hoy no se refiere a la existencia de tres

órganos, sino al ejercicio de tres funciones, la relación está establecida en la

Constitución y se produce a raíz de vínculos que surgen a través de la

asignación de funciones ejercitadas conjuntamente ya en forma simultánea o

sucesiva. Esta cooperación sin duda evita la concentración de poder y cumple

función de equilibrio y limitación al ejercicio del poder. El constitucionalismo

constituye una muestra de la evolución de la civilización moderna y todo se ata

a él, ya que provee al hombre de libertad y bienestar. En nuestro Estado

Social, el constitucionalismo despliega uno de sus rasgos más importantes, el

de control y ya que en él se manifiesta una amplitud en el ejercicio del poder:

por una parte, la socialización del Estado y por otra la estatalización de la

sociedad, ambas conectadas con la democracia pluralista. Nuestro Estado

Constitucional, se basa en el pluralismo político y organizacional, lo cual es

garantía de eficacia si se mira que se amplía el número de reguladores. La

democracia está al servicio de los valores políticos, económicos y funcionales


de la sociedad y es precisamente sobre el régimen democrático que se

construye un verdadero y eficaz Estado Social.

La Separación del poder, que tiene como objeto el evitar que el poder

degenere en tiranía, irá con el tiempo sufriendo un progresivo desgaste y

notable desajuste, de la separación firme y radical, se pasa a una simple

enunciación de los órganos del poder, con la tenue afirmación de que cada

uno lo ejercerá en los términos que la Constitución establece la ley, se llegará

al desajuste que supone el concurso del ejecutivo, por medio de la iniciativa,

las objeciones y la sanción en la tramitación de la ley, lo cual supone que la

función legislativa, ya no corresponde solo al legislativo, lo cual desdibuja la

realidad de la separación de poderes. Es innegable la complejidad en el

ejercicio del poder y es esta complejidad la que transforma desde su base, el

principio de separación de poder. Más allá de las breves pausas de los

gobiernos que se dieron al margen de la Constitución, como ocurrió con las

dictaduras del General Reyes y del General Rojas Pinilla, la introducción

constitucional de las facultades extraordinarias y el Estado de Sitio,

permitieron al ejecutivo legislar, incluso de manera permanente. La formación

de la ley ya no corresponde solo al legislativo, pues el ejecutivo pude realizar

esta función e incluso el judicial, con ocasión al control de constitucionalidad

de las leyes (legislador negativo). Sin duda la Constitución de 1991 modificó

radicalmente el sistema de separación de poderes, la rigidez de la regla es

matizada por la actividad política, de tal manera que, si logramos

esquematizar el proceso político, lograremos encontrar un sentido a la

separación de poderes.

Los ciudadanos solo pueden estar confundidos e inseguros ante este

escenario. Hay una indeseable prevalencia del poder sobre las reglas a las

que debería estar sometido y un implacable deterioro de los fundamentos

jurídicos del Estado social y democrático de Derecho.


Referencias
Gobierno de Colombia . (2015). Obtenido de Gobierno de Colombia :
https://www.funcionpublica.gov.co/eva/gestornormativo/manual-estado/index.php

Hernandez, J. G. (3 de Agosto de 2020). razonpublica. Obtenido de razonpublica:


https://razonpublica.com/la-division-poderes-colombia-una-ilusion/

Portafolio. (1 de febrero de 2021). Obtenido de Portafolio :


https://www.portafolio.co/economia/finanzas/importancia-separacion-poderes-sistema-
presidencialista-colombia-174046

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