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Teoría de los Derechos Humanos II

Unidad III
El Sistema Universal de
Protección de los
Derechos Humanos
¿Cómo surge el sistema?, ¿con que instrumentos
cuenta?, ¿aborda temáticas y grupos o colectivos
específicos?, ¿cuáles son los principales mecanismos
y cómo funcionan?, ¿se aplica el sistema universal en
todos los Estados?, ¿para qué sirven las producciones
de los órganos internacionales?

Autor-Docente: Federico Di Bernardi.


Docente-Tutora: Lucía Montiel
EL SISTEMA UNIVERSAL DE PROTECCIÓN DE LOS
DERECHOS HUMANOS.

Presentación.

Tal como hemos visto en la Unidad anterior, los sistemas internacionales de


protección de derechos humanos se conforman por tres elementos centrales,
generalmente consagrados y derivados de instrumentos internacionales,
adquieran éstos el nombre de tratados, pactos, convenciones, protocolos, e
incluso, declaraciones.

Entre los aludidos elementos encontramos a los derechos, que en todo


instrumento sobre la temática se reconocen a favor de las personas y limitan el
poder de los Estados, a los órganos encargados de supervisar la efectiva
vigencia de esos derechos, y a los procedimientos que le indican a esos
órganos cómo deben realizar sus tareas de promoción y protección.

Cuando afirmamos lo anterior dijimos que, en consecuencia, y a diferencia de


lo que suele creerse, los instrumentos internacionales de derechos humanos
frecuentemente van más allá del reconocimiento de derechos, estableciendo
recaudos para que ellos sean respetados y garantizados.

Génesis y desarrollo del sistema universal.

El Sistema Universal de Protección de los Derechos Humanos constituye una


estructura compleja y fuertemente descentralizada que se desarrolla en el
marco de la Organización de las Naciones Unidas, entidad creada en el año
1945 con el propósito principal de promover la paz y seguridad internacionales.

Aprobada por el voto unánime de las cincuenta representaciones estatales que


asistieron a la Conferencia sobre Organización Internacional celebrada en la
ciudad de San Francisco, la Carta Constitutiva de las Naciones Unidas incluyó
en su preámbulo expresos abordajes en relación a los derechos esenciales.

Allí, el tratado mediante el cual se puso en marcha a la por entonces flamante


organización, afirmó la disposición de los países firmantes a “preservar a las
generaciones venideras del flagelo de la guerra, … a reafirmar la fe en los
derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona
humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones
grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la
justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras
fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el
nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad”.

El tratado destacó y destaca la importancia del tema que nos ocupa al añadir
entre los fines básicos de la entidad el de estimular y desarrollar el respeto de
los derechos humanos y las libertades fundamentales de todas las personas
sin ningún tipo de discriminación, al tiempo que refiere en otras cinco
oportunidades a la expresión derechos humanos.

Al hacerlo, delega esencialmente en dos de los órganos principales de la


organización los asuntos que hacen a la materia, por un lado encomienda a la
Asamblea General a promover estudios y hacer recomendaciones para ayudar
a hacer efectivos los derechos humanos y las libertades fundamentales, por
otro, faculta al Consejo Económico y Social a efectuar recomendaciones con
los mismos fines, y a establecer comisiones para, entre otros asuntos,
promover los derechos básicos de las personas.

Fue en ejercicio de la señalada potestad que el Consejo Económico y Social


decidió crear en el año 1946 a la Comisión de Derechos Humanos de Naciones
Unidas, órgano integrado originariamente por dieciocho personas de variadas
formaciones políticas, culturales y religiosas, al que le solicitó la elaboración de
una declaración de derechos humanos, y la inclusión en ella de un concepto
que definiera el alcance de la expresión.

La Comisión comenzó a trabajar y en menos de dos años presentó su


proyecto. El documento fue aprobado el 10 de diciembre de 1948 por la
Asamblea General de las Naciones Unidas, dando lugar así a la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, el primero de los instrumentos sobre
derechos esenciales existente a nivel mundial.

El objetivo alcanzado constituyó un punto de llegada, pero el hecho también se


emplazó como un nuevo punto de partida. La entidad rápidamente prosiguió
labores para avanzar en materia de reconocimiento, respeto y garantía de
derechos, provocando la progresiva adopción de tratados que fueron
desarrollando y fortaleciendo al sistema universal.

En pocos años, el respeto de la dignidad de las personas había dejado de ser


de interés exclusivo de las naciones, para pasar a ser considerado, también, de
interés de la comunidad internacional: desde allí se comenzaron a imponer
conductas a los Estados, de acción muchas veces, de abstención otras.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, que como vimos fue


aprobada en 1948, expresó inicialmente un ideal común de la humanidad: el
respeto de los derechos humanos. El instrumento incluyó en su texto derechos
civiles, políticos, sociales, económicos y culturales, sin establecer distingos
relevantes entre ellos.

Así, en un plano de igualdad jerárquica, el primero de los instrumentos


universales reconoció los derechos a la vida, a la libertad, a la seguridad, a la
igualdad y la no discriminación, a no ser sometido a esclavitud y servidumbre, a
la integridad y a no sufrir torturas, tratos o penas crueles, inhumanas o
degradantes; al reconocimiento de la personalidad jurídica, a la protección de la
ley, a no ser arbitrariamente detenido ni arrestado, a la presunción de
inocencia, a la justicia, a la vida privada y familiar, a circular libremente, a entrar
y salir del territorio de un Estado, a buscar asilo y a la nacionalidad.

Complementariamente, la Declaración consagró los derechos a la propiedad


individual y colectiva, a las libertades de opinión y expresión, de reunión y de
asociación; a participar en el gobierno propio, a la seguridad social, al trabajo
libremente escogido y a los derechos derivados de la relación laboral; a la
salud, la alimentación, el vestido y la vivienda como partes integrantes de un
nivel de vida adecuado, a la educación y a la vida cultural.

Asimismo, el instrumento afirmó el derecho de toda persona a un orden social e


internacional en el que los derechos y las libertades proclamadas se hagan
plenamente efectivos.

El texto de la Declaración no incorporó un concepto de derechos humanos,


requerimiento que se le había efectuado a la Comisión encargada de la
elaboración de su proyecto. La referida ausencia en inicio significó un factor
negativo en la valoración del instrumento, sin embargo con el paso del tiempo
la omisión fue considerada un acierto que arrojó positivos resultados: aún hoy
la expresión puede ser re-significada en el marco de los principios
fundamentales de la progresividad y la no regresividad, lo que de otro modo
quizás no habría sido posible.

El valor de la Declaración en el sistema universal.

Recordemos que para el derecho internacional las declaraciones no son


vinculantes. Ellas suelen ser consideradas como catálogos de deseos, nóminas
de aspiraciones y metas a alcanzar que no se asumen como obligatorias por
parte de los Estados, y que por tanto no resultan exigibles jurídicamente frente
a ellos.

Básicamente por esa circunstancia el instrumento careció en origen de un


órgano internacional de monitoreo, y consecuentemente de mecanismos
también internacionales de supervisión.

Aún así, su valor fue notable y continúa siéndolo.

La Declaración significó una bisagra histórica en lo que atañe a la tutela de los


derechos básicos que tenemos las personas, no sólo porque importó un
cambio de paradigma en la materia, sino también porque permitió sentar las
bases para la construcción del sistema con el que hoy contamos.

Actualmente la Declaración Universal es empleada por órganos específicos


para medir la conducta de los Estados, particularmente trascedente en relación
a aquellos que no han ratificado tratados.

La fuerza del instrumento es producto de una serie de factores, entre los que
se encuentra nada menos que la voluntad de los Estados. Fueron los países
miembros de la organización mundial los que, reunidos en Teherán en 1968, en
el marco de la Primer Conferencia Internacional sobre Derechos Humanos,
expresaron que la Declaración es obligatoria para toda la comunidad
internacional.

No obstante, en círculos conservadores aún hoy se discute ese carácter. Sin


embargo, hay pleno consenso de él en relación a algunas de las disposiciones
de la Declaración, tales como las que prohíben la tortura, o la esclavitud y la
servidumbre, normas que se consideran de orden público y que en
consecuencia no pueden ser contrariadas legítimamente en ningún tipo de
circunstancia.

Los tratados genéricos de derechos humanos.

La comunidad internacional luego de aprobar el primer instrumento de


derechos humanos advirtió la necesidad de continuar trabajando en pos de la
adopción de tratados, de los que derivaran compromisos jurídicos inmediatos.

Recordemos que un tratado es un acuerdo de voluntades celebrado por escrito


entre dos o más Estados, regido por el derecho internacional, del que
comúnmente derivan derechos y obligaciones recíprocas. Ahora bien, como
dijimos, en los tratados de derechos humanos se observa una particularidad,
los Estados no se conceden entre sí obligaciones y derechos, sino que asumen
obligaciones frente a cada una de las personas que habitan en sus territorios, y
son estas quienes adquieren los derechos que en cada tratado se reconocen.

Dicho ello, debemos señalar que los dos primeros tratados de derechos
humanos fueron el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y el
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ambos
aprobados por la Asamblea General de Naciones Unidas el 16 de diciembre de
1966.

La mayor parte de las naciones no estaba dispuesta a comprometerse de igual


modo respecto de ambos tipos de derechos, la existencia de dos bloques de
países enfrentados ideológicamente durante la guerra fría motivó el surgimiento
paralelo de los dos instrumentos, buscando así alentar en unos y otros la
asunción de compromisos, o bien respecto de derechos civiles y políticos, o
bien respecto de los restantes. Por esa razón no hubo un único tratado
consagrando a todos los derechos.

Estos dos pactos, junto a la Declaración Universal de Derechos Humanos,


conforman los que se da en llamar la Carta Internacional de los Derechos
Humanos en el ámbito universal. Son los instrumentos más importantes del
sistema, ya que, a diferencia de otros que veremos más adelante, cada uno de
ellos tiene la particularidad de reconocer una amplia gama de derechos y de
hacerlo en favor de todas las personas, sin excepción.

En líneas generales, los tratados mencionados receptan los derechos


pertinentes de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a los que
les brindan un mayor desarrollo, y añaden otros.

Así, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos protege el derecho a


la vida, y lo fortalece adoptando disposiciones que restringen la pena de
muerte. Particularmente, el tratado señala que en los países que no la hayan
abolido, sólo podrá aplicarse para los delitos más graves. Con posterioridad a
la aprobación del Pacto, uno de sus Protocolos se abocó a la prohibición de la
pena capital.

Volviendo al Pacto, éste recoge el principio de libre determinación de los


pueblos, no mencionado en la Declaración Universal; ello no es casual a la luz
del contexto histórico en el que se dio su aprobación, ya que los años sesenta
fueron importantes en los procesos de descolonización, impulsados por la
voluntad de Naciones Unidas de finalizar con todas las situaciones de
dominación colonial.

El instrumento también agrega el derecho de las minorías étnicas, religiosas o


idiomáticas a la propia vida cultural, a practicar sus religiones y emplear sus
propios idiomas; establece la prohibición de la prisión por deudas, el derecho
de niños y niñas a la nacionalidad y a recibir las medidas de protección que sus
condiciones requieren.

El Pacto obliga a los Estados que lo ratifiquen a adoptar las medidas


legislativas o de otro carácter para hacer efectivos los derechos establecidos
en él, y fija expresamente la obligación para los Estados de garantizar por igual
los derechos de hombres y mujeres.

En lo que respecta al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y


Culturales, cada Estado parte se compromete a adoptar medidas de cualquier
tipo y hasta el máximo de los recursos de que dispone para lograr la plena
efectividad de los derechos allí contenidos sin discriminación alguna.

Entre los derechos humanos incluidos se encuentran el derecho a trabajar en


condiciones justas y favorables; el derecho a la protección y a la seguridad
social, a un nivel de vida adecuado y a los niveles de salud física y mental más
altos que se puedan obtener; el derecho a la educación y a disfrutar los
beneficios de la cultura y del progreso científico.

La familia es reconocida, como en la Declaración Universal, el elemento natural


y fundamental de la sociedad. Según el Pacto, el matrimonio sólo se puede
contraer a través del libre consentimiento de los futuros cónyuges, los Estados
deben otorgar especial protección a las madres antes y después del parto, y
también adoptar medidas especiales de protección y asistencia en favor de
niños, niñas y adolescentes.

El cumplimiento de las obligaciones estatales que imponen los Pactos es


monitoreado desde el ámbito internacional por órganos que adquieren el
nombre de Comités. En el caso del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, la función de supervisión la desarrolla el Comité de Derechos
Humanos, en tanto el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales es vigilado por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales.
Estos Comités se integran por personas expertas que actúan a título individual,
es decir que no siguen instrucciones de las autoridades de los países de los
que son nacionales. Ello le aporta a los órganos independencia de los poderes
políticos en el desarrollo de sus labores técnicas.

Hasta aquí tenemos una muestra de dos de los elementos de los que hablamos
en el comienzo al repasar los contenidos principales de la Unidad anterior: los
derechos y los órganos. Sobre los procedimientos, también llamados
mecanismos, haremos algunas referencias más adelante.

Continuamos ahora con los instrumentos.

Las convenciones específicas de derechos humanos.

Como vimos, los tratados pueden clasificarse en generales y específicos, entre


los primeros encontramos los dos pactos ya mencionados, entre los segundos
hallamos siete convenciones, que o bien refieren a un derecho o tema en
particular, o bien brindan protección a un conjunto de personas que posee una
característica en común.

Los tratados específicos del sistema universal son la Convención para Eliminar
Discriminación Racial, la Convención para Eliminar la Discriminación contra la
Mujer, la Convención contra la Tortura, la Convención de los Derechos del
Niño, la Convención de los Derechos de los Trabajadores Migrantes y sus
Familias, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad,
y la Convención para la Protección de Todas las Personas contra las
Desapariciones Forzadas. En algunos casos, a estos instrumentos se les
añaden protocolos que los amplían y complementan.

Cada una de las convenciones es aplicada por un órgano específico a través


de una multiplicidad de procedimientos, por medios de los cuales supervisan
las conductas de los Estados que los han ratificado.

Esos órganos son el Comité sobre la Eliminación de la Discriminación Racial, el


Comité sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la
Mujer, el Comité de Derechos del Niño, el Comité sobre los Derechos de los
Trabajadoras Migrantes y de sus Familias, el Comité contra la Tortura, el
Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, y el Comité
contra la Desaparición Forzada.
Como se observa, cada uno de los Comités adopta su nombre de la
denominación del instrumento que vigila.

Estos Comités, al igual que aquellos que controlan la efectiva aplicación de los
Pactos antes vistos, también se integran por personas expertas que no
representan los intereses de los países de los que son nacionales, sino que
actúan a título individual, sin seguir instrucciones externas.

Algunos conceptos principales derivados de las convenciones.

A continuación veremos aspectos conceptuales de cada una de las


convenciones aludidas precedentemente, todas ellas aprobadas por la
Asamblea General de las Naciones Unidas, el principal órgano deliberativo de
la organización mundial.

La Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de


Discriminación Racial, aprobada en 1965, define a la discriminación racial como
“toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza,
color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado
anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de
igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas
política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida
pública”.

El instrumento deja a salvo las distinciones, exclusiones, restricciones o


preferencias que haga un Estado entre personas ciudadanas y no ciudadanas
siempre y cuando las disposiciones legales no establezcan discriminación
contra ninguna nacionalidad en particular. Y contempla los supuestos de
discriminación positiva, como compatibles con la Convención, en tanto son
distinciones de índole favorable que rigen hasta alcanzar efectivas condiciones
de paridad.

Por su parte, la Convención sobre Todas las Formas de Discriminación contra


la Mujer, aprobada en 1979, entiende que la discriminación contra la mujer es
“toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto
o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la
mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del
hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en
las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra
esfera”.
También en este instrumento se afirma que las medidas especiales de carácter
temporal encaminadas a acelerar la igualdad de facto entre el hombre y la
mujer no se considerarán discriminación a los fines de la Convención.

Es importante destacar que, tanto ésta Convención, como la anterior, y lo


mismo sucederá con la relativa a personas con discapacidad, aluden
expresamente a una responsabilidad objetiva, en donde no interesa la voluntad
de discriminar, sino el mero hecho de haber provocado ese resultado. Así, las
Convenciones no nos invitan a indagar sobre si se quiso generar la
discriminación que se produjo. Por el contrario, los textos señalan que alcanza
con el hecho dado, destacando que la intencionalidad no tiene relevancia
alguna al momento de calificar un episodio como discriminatorio

En la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos


o Degradantes, de 1984, se señala que se entenderá por tortura a “todo acto
por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos
graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se
sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a
otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando
dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra
persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su
consentimiento o aquiescencia”. El instrumento aclara que “no se considerarán
torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de
sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas”.

La Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada en 1989, protege a


“todo ser humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la
ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad”.

En la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos


los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares, de 1990, se señala que
“trabajador migratorio es toda persona que vaya a realizar, realice o haya
realizado una actividad remunerada en un Estado del que no es nacional”,
definiendo así su ámbito de aplicación personal.

Más recientemente, la Convención sobre los Derechos de las Personas con


Discapacidad, de 2006, afirma que la discriminación por motivos de
discapacidad será “cualquier distinción, exclusión o restricción por motivos de
discapacidad que tenga el propósito o el efecto de obstaculizar o dejar sin
efecto el reconocimiento, goce o ejercicio, en igualdad de condiciones, de todos
los derechos humanos y libertades fundamentales en los ámbitos político,
económico, social, cultural, civil o de otro tipo”.

Por último, la Convención Internacional para la Protección de Todas las


Personas contra las Desapariciones Forzadas, aprobada en 2006, consagra a
la desaparición forzada como “el arresto, la detención, el secuestro o cualquier
otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por
personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la
aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de
libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona
desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley”.

La desaparición forzada de personas constituye una violación compleja de


múltiples derechos fundamentales, como los relativos a la libertad, la
integridad, la vida y la justicia, que continúa cometiéndose hasta que la persona
o su cuerpo sean encontrados.

La importancia de estos conceptos.

Es importante saber que encontrándose definidos los conceptos mencionados,


ninguno de ellos podrá ser legítimamente contrariado en un país que hubiere
ratificado el instrumento que los consagra.

Así, por ejemplo, una persona funcionaria pública en ejercicio de sus tareas no
podrá aplicar su propia concepción sobre lo que es o no es discriminación
contra la mujer, al menos no si al hacerlo restringe el alcance dado por el
instrumento específico. Ello significa que su interpretación podrá imperar sólo
cuando de ella se desprenda una mayor protección, nunca una menor.

Y allí encontramos una garantía valiosa de nuestros derechos.

Justamente, una técnica habitual de los instrumentos internacionales de


derechos humanos es la de brindar una tutela que debe imperar ante cualquier
otra derivada del derecho interno de un país, excepto que de esta última
provenga una protección más elevada, o bien por la letra de una norma, o bien
por la interpretación que de ella se hace.

Naturalmente, más allá de los conceptos, las convenciones reconocen


derechos específicos en relación a los temas y grupos poblacionales tutelados,
de los que se desprenden obligaciones también específicas de los Estados.
Para un más adecuado entendimiento de estos asuntos es preciso acceder a
los textos de los instrumentos, verificar la presencia de los derechos
reconocidos, el alcance con el que están consagrados, y cotejarlos con las
obligaciones estatales vinculadas.

Dedicaremos los próximos segmentos a indicar y explicar sucintamente los


modos mediante los cuales los nueve Comités de Naciones Unidas realizan
sus tareas de supervisión internacional. Recordemos que son nueve en total,
ya que tenemos los de los dos Pactos, y los de las siete Convenciones.

Los mecanismos convencionales de protección.

Cuando dijimos que la Organización de las Naciones Unidas constituye el


marco institucional en el que se emplaza el Sistema Universal de Protección de
los Derechos Humanos, señalamos que éste es complejo y descentralizado.

Ambas cualidades se desprenden de factores estructurales: a cada instrumento


le corresponde un órgano, y a cada órgano una serie de mecanismos de
supervisión.

Entre los mecanismos más relevantes se encuentra el sistema de informes y el


de peticiones individuales; además existen otros, como el de denuncias de
Estado contra Estado, el previsto para supuestos de violaciones masivas y
sistemáticas, y el relativo a visitas carcelarias.

Veremos las características principales de los dos primeros.

Uno de los sistemas más importantes de supervisión que tienen los Comités
consiste en el examen periódico y público de informes estatales. Esta
modalidad, denominada mecanismo de informes, es común a todos los
Comités y consiste en el ejercicio de una obligación que se deriva de cada uno
de los tratados.

A cada Estado, por el mero hecho de ratificar un tratado en el ámbito universal,


se le impone el compromiso de elaborar y presentar informes sobre la situación
en la que se encuentran los derechos tutelados por cada instrumento.

Así, un Estado que hubiere ratificado el Pacto Internacional de Derechos


Civiles y Políticos debe presentar informes ante el Comité de Derechos
Humanos en relación a los derechos reconocidos en el instrumento, teniendo
que hacer lo mismo respecto de los otros Comités que pudieren corresponder,
en todos los casos respecto de los derechos consagrados en los instrumentos
cuya vigencia supervisan.

Generalmente el primer informe que debe presentar un Estado tiene lugar al


año de haber ratificado el tratado, y luego la periodicidad oscila entre los dos y
los cinco años según el órgano, siendo en un caso exigible cuando el Comité
en cuestión lo requiera.

Los informes estatales, también llamados informes oficiales, deben contener un


detalle del estado en el que se encuentran los niveles de acceso y disfrute de
derechos, dando cuenta de las medidas que el Estado hubiere adoptado para
hacerlos efectivos, incluyendo los progresos alcanzados, pero también las
dificultades encontradas.

El documento es recibido por el órgano, y mediante su lectura éste adquiere un


mayor conocimiento de la situación que se vive en el país evaluado.

Ahora bien, alguien podría creer que el sistema de informe no es


sustancialmente valioso, en tanto un Estado puede omitir la realidad que no le
favorece, sencillamente silenciando los temas críticos, o incluso alterando
datos estadísticos y de otra índole.

Para evitar problemas como los mencionados, los Comités reciben también
informes no oficiales, conocidos como informes sombras, remitidos por
organizaciones no gubernamentales de derechos humanos. En ellos
generalmente se hace foco en las situaciones que evidencian afectaciones de
derechos, lo que suele garantizar un mejor conocimiento global.

Luego del análisis del informe oficial y de los informes sombras que hubieren
sido presentados, los Comités convocan a las autoridades nacionales,
generalmente funcionarios y funcionarias de las Cancillerías, a participar en
audiencias públicas, en las que les efectúan consultas.

El procedimiento culmina tiempo después con un informe, elaborado por el


Comité y dirigido al Estado en cuestión, en donde el órgano vuelca sus
observaciones finales. Mediante ellas se recomiendan acciones que los
Estados deben acatar a efectos de cumplir sus obligaciones internacionales en
materia de derechos humanos. Estas recomendaciones habitualmente implican
obligaciones de acción y de omisión, es decir de hacer y de dejar de hacer.
Sobre lo actuado en relación a las recomendaciones los Estados deben dar
cuenta en sus siguientes informes periódicos.

Como se advierte, el mecanismo de informes está inspirado en el principio de


cooperación recíproca entre los Comités y los Estados, mediante él la
organización internacional pretende ayudar a las naciones a cumplir sus
compromisos en materia de derechos fundamentales.

Allí no se observa un espíritu contradictorio, es decir no hay una parte y una


contraparte enfrentando posturas e intereses opuestos. Ese carácter, en donde
por un lado se presenta una acusación y por otro se ejerce una defensa, se
encuentra claramente presente en el sistema de peticiones individuales,
también denominado sistema de comunicaciones o denuncias individuales.

Este sistema les permite a los Comités entender en casos específicos,


presentados por quienes se consideren víctimas, o por representantes de
éstas, a través de comunicaciones en las que se aleguen violaciones de uno o
más derechos previstos en cada convenio o protocolo substancial.

Pero como sabemos, el mecanismo de denuncia es subsidiario de los sistemas


internos, es decir que primero hay que denunciar la violación acontecida ante
las autoridades judiciales del país en el que los hechos dañosos ocurrieron, e
incurrir en lo que se llama agotamiento de los recursos de jurisdicción interna.

Agotar los recursos internos implica haber obtenido un fallo del máximo órgano
de administración de justicia en condiciones de pronunciarse sobre el asunto
en cuestión, con frecuencia el tribunal superior del Estado.

Es central destacar en este punto que no se denuncia internacionalmente al


Estado por haber afectado la vigencia de una ley interna, sino por haber
incumplido un deber internacional, derivado del tratado vinculado al órgano
ante el que se actúa.

Una vez recibida la denuncia, el órgano internacional evalúa el cumplimiento de


una serie de requisitos formales y si considera que están dadas las condiciones
mínimas necesarias, traslada la petición al Estado acusado para que éste haga
llegar su escrito de contestación. De ese modo las autoridades nacionales
toman conocimiento de la denuncia, y comienzan el proceso de defensa.

A partir de allí se debate, de manera fundada, en relación a la satisfacción o no


de requisitos sustanciales, es decir si se agotaron los recursos internos; si se
observó el plazo límite de seis meses para la presentación, contados a partir
del momento en que se produjo el agotamiento de los remedios internos; y si
no se presentó una denuncia por el mismo asunto ante otro órgano de arreglo
internacional.

Si todos los requisitos para que la denuncia prospere son cumplidos, se declara
la admisibilidad y se pasa a analizar el fondo. En esa etapa el Comité indaga
sobre la existencia o inexistencia de una o varias violaciones en perjuicio de
una o varias personas. Para hacer ello posible se evalúan los argumentos
presentados por las partes, se producen pruebas, se celebran audiencias y se
interroga a las representaciones de las presuntas víctimas y del Estado
acusado, hasta que el Comité se encuentre en condiciones de manifestarse
sobre el asunto.

En cualquier caso el órgano elabora y publica un informe. Si reconoce la


existencia de una o varias violaciones de derechos humanos en el informe se
agregan recomendaciones, que pueden consistir en requerimientos de hacer,
de dejar de hacer y de dar, los que deben ser cumplidos por el Estado para
reparar los efectos lesivos que su conducta, positiva o negativa, provocó.

Aún cuando técnicamente adquieren calidad de recomendaciones, éstas


generar obligaciones estatales, tanto por el principio de cooperación
internacional del que antes hablamos, como por el principio de buena fe. Aquí
llegamos a otro punto trascedente: los sistemas han sido creados por los
Estados, y si lo han hecho ha debido ser para cumplir con los efectos que de
ellos se desprenden, lo contrario de ninguna manera puede presumirse.

Recordemos que fueron los Estados los que se reunieron para discutir y
negociar los textos de los tratados, los que los adoptaron y posteriormente los
ratificaron. Es decir que fueron los Estados los que reconocieron los derechos
que los instrumentos incluyen, los que dispusieron la creación de los órganos y
los sistemas de control, y los que expresamente aceptaron las reglas a las que
decidieron, en ejercicio de sus libres voluntades, someterse.

Más aún, es tan fuerte el compromiso jurídico adquirido en materia de derechos


humanos por los Estados a partir de la ratificación de tratados, que éstos no
pueden liberarse de las obligaciones contraídas esgrimiendo desconocimiento
u error: un Estado no puede alegar en su favor su propia torpeza.

Ahora bien, ¿en que puede consistir una recomendación en el marco de un


caso por petición individual? Puede implicar la sanción, adecuación o
derogación de una ley, o la adopción de una política pública, por ejemplo. En la
mayor parte de los asuntos implica el compromiso de investigar los hechos
lesivos, sancionar a sus responsables, reparar sus efectos, y brindar garantías
de no repetición.

Las observaciones generales.

Más allá de los cinco sistemas convencionales, los dos recientemente


explicados y los otros tres antes aludidos, relativos a las denuncias
interestatales, las violaciones masivas y sistemáticas y las visitas carcelarias,
existen las llamadas observaciones generales.

Estas son dictadas por los Comités e implican verdaderas interpretaciones de


las normas contenidas en los instrumentos cuyas vigencias monitorean.

Las observaciones generales son importantes toda vez que los Comités son los
órganos jerárquicamente más elevados de todos aquellos que pueden
interpretar las normas convencionales: los restantes se ubican por debajo, y en
consecuencia deben acatar las interpretaciones superiores.

¿Significa ello que un juez o una jueza no puede interpretar de un modo distinto
un derecho consagrado en un tratado que ya hubiere sido interpretado por un
Comité? Si. Excepto, lo decimos una vez más, que la interpretación del órgano
inferior sea más favorable, en cuyo caso debe primar.

El Comité de Derechos Humanos ha dictado observaciones generales sobre


igualdad de derechos civiles y políticos entre hombres y mujeres; sobre trato a
favor de personas privadas de libertad; sobre administración de justicia; sobre
libertad de movimiento; y sobre libertad de opinión y expresión, entre otras. En
tanto, el Comité sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales se ha
pronunciado en observaciones generales sobre el derecho a una vivienda
adecuada; el derecho a la educación; el derecho a los más altos niveles de
protección de la salud; el derecho al trabajo y a la seguridad social; y el
derecho de cada persona a formar parte de la vida cultural, entre otros asuntos.

De manera similar, el Comité para la Eliminación de todas las Formas de


Discriminación contra la Mujer abordó observaciones generales sobre la mujer
en la vida pública; la salud y la mujer; y la violencia que sufren las mujeres,
entre otras temáticas. Por su parte, el Comité de los Derechos del Niño lo hizo
en relación a los propósitos de la educación; los derechos de la infancia en la
justicia juvenil; los derechos de niños y niñas a ser escuchados; y el derecho de
niños y niñas a estar libres de todas las formas de violencia, junto a otros
tópicos tratados. También el Comité para la Eliminación de la Discriminación
Racial tiene una rica producción en observaciones generales.

Sólo para ilustrar el aporte de las observaciones generales en la interpretación


progresiva de los derechos, podemos decir que la relativa al derecho a la
vivienda, identificada bajo el número 4 de las pronunciadas por el Comité de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales afirma que el derecho citado no
consiste sólo en tener un tejado, sino en el derecho a vivir en seguridad, paz y
dignidad en alguna parte. En materia de gastos la observación estimula
subsidios para quienes no puedan afrontar los costos, y obliga a la protección
de inquilinos e inquilinas contra aumentos desproporcionados de alquileres.
Asimismo, establece que las políticas y la legislación no deben estar orientadas
a favorecer a los ya aventajados y afirma de manera contundente que las
obligaciones estatales continúan aplicándose y que incluso son más fuertes en
épocas de constricción económica.

Todo lo anterior el órgano lo dice a partir del reconocimiento del derecho a la


vivienda adecuada, única referencia al tema que hace el Pacto respectivo.

Naturalmente, por la naturaleza de la carrera en la que se inserta esta


asignatura, se invita a leer la observación general número 13 del Comité de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, relativa al derecho a la
educación.

Los mecanismos extra convencionales de protección.

Lo desarrollado hasta aquí sobre los pactos genéricos y las convenciones


específicas, sus órganos y mecanismos internacionales de supervisión de
conductas estatales, pertenece a la llamada protección convencional, aquella
que se deriva de la ratificación de tratados.

Si esa fuera la única tutela de los derechos básicos que poseemos las
personas grandes sectores poblacionales quedarían exentos de cobertura,
básicamente aquellos que viven en Estados que no han ratificado tratados.

A diferencia de la protección convencional, la extra convencional se despliega


por todo el mundo y llega a todos los Estados miembros de la Organización de
Naciones Unidas, hoy día casi todos los Estados del planeta. Y lo hace sin
importar que éstos hubieren acordado, o no, cumplir con determinadas
clausulas legales.
La distinción es trascendente. Pero, ¿en qué justifica la protección extra
convencional su mayor alcance geográfico?, la respuesta es sencilla: en
resoluciones emanadas del Consejo Económico y Social, que al ser un órgano
principal de Naciones Unidas involucra a todos sus Estados miembros, no
siendo ellas susceptibles de aceptación o rechazo.

El sistema extra convencional de derechos humanos permite la confección de


informes sobre países e informes sobre temas de derechos humanos,
elaborados por relatorías y grupos de trabajos que aplican la base normativa
brindada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Las relatorías y los grupos de trabajos son órganos unipersonales y colegiados,


respectivamente, que se conforman por personas expertas e independientes
que actúan también, como en el caso de los Comités, a título individual. Unas y
otros se desarrollan en el ámbito del Consejo de Derechos Humanos, el órgano
que desde el año 2006 reemplaza a la Comisión de Derechos Humanos,
aquella creada en 1946.

Sólo para ilustrar la fuerte diversidad temática, podemos decir que existen
relatorías y grupos de trabajo sobre: la detención arbitraria; las ejecuciones
extrajudiciales, sumarias o arbitrarias; la cuestión de la tortura; la violencia
contra la mujer, con inclusión de causas y consecuencias; los derechos
humanos de los migrantes; el disfrute más alto de salud física y mental; las
formas contemporáneas de racismo, discriminación racial y xenofobia; y el
derecho a la educación.

Finalmente, el último procedimiento universal de derechos humanos en


Naciones Unidas adquiere el nombre de Examen Periódico Universal. Mediante
él se somete a evaluación pública a todos los Estados miembros de la entidad
ante el Consejo de Derechos Humanos: órgano político, en tanto se integra por
persona que representan intereses nacionales.

Otros aspectos de la protección universal.

El sistema universal adquiere múltiples dimensiones. Entre ellas, y más allá de


todo lo mencionado, se destacan las dos conferencias mundiales sobre
derechos humanos realizadas bajo los auspicios de la Organización de las
Naciones Unidas.

Dichas conferencias, al igual que otras abocadas a otros diversos asuntos,


constituyeron gigantescos foros de discusión y debate al que asistieron
representantes de gobierno, de organizaciones internacionales y de entidades
no gubernamentales.

La primera de las conferencias sobre derechos humanos fue celebrada en


Teherán en 1968, y de ella emana, entre otros asuntos, la obligatoriedad de la
Declaración Universal, tal como lo expresamos al comenzar el abordaje de la
presente Unidad.

Allí también se avanzó en materia de indivisibilidad e interdependencia de


derechos, y se afirmó, por ejemplo, que “la consecución de un progreso
duradero en la aplicación de los derechos humanos depende de unas buenas y
eficaces políticas nacionales e internacionales de desarrollo económico y
social”.

La segunda conferencia tuvo lugar en Viena en 1993, y de allí nace el Alto


Comisionado o Comisionada de los Derechos Humanos de Naciones Unidas,
órgano que coordina y sirve de centro armonizador de los esfuerzos de la
organización internacional en la materia.

Fue también en la segunda conferencia donde se dieron intensos debates entre


el universalismo y el relativismo cultural, entre otros asuntos cuyas discusiones
implicaron claras evoluciones en la materia.

Además, se celebraron conferencias mundiales sobre derechos de la mujer,


medio ambiente, población y desarrollo, desarrollo social, racismo y xenofobia,
entre otras.

Consideraciones finales.

El abordaje brindado al sistema universal ha pretendido destacar algunas de


sus características principales, pero no agotarlo. La Unidad tuvo por objeto
permitir una aproximación al estudio de sus elementos centrales, en especial
para poder comprender en términos globales el modo en que funciona.

Es fundamental advertir que el sistema universal, aún cuando brinda la


oportunidad de denunciar violaciones a los derechos humanos, adquiere su
sentido más profundo en la búsqueda de la prevención de los hechos lesivos, y
se acentúa al brindar cooperación a los Estados para que éstos cumplan
adecuadamente sus compromisos en la materia.
Es tan importante conocer los múltiples instrumentos, órganos y mecanismos
existentes, como lo es, a partir de ellos, indagar sobre lo dicho por los Comités,
las Relatorías y los Grupos de Trabajo en sus respectivas producciones.

Las consideraciones incluidas en informes sobre países, informes sobre


peticiones individuales, observaciones generales, y en otros documentos
emanados del sistema, constituyen herramientas útiles para la defensa de
nuestros derechos, y la consolidación de los sistemas democráticos.

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