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Derecho de Minería

En virtud de estas obligaciones contractuales, el Estado renuncia a la facultad que le acuerda el


art. 393 CM, es decir, a regular la explotación, teniendo en cuenta los medios de transporte
disponibles y las condiciones en que se encuentre la industria petrolífera del país. En caso de no
recibir todo el petróleo que las compañías ponen a su disposición, deberá abonar
obligatoriamente el precio fijado en dólares, por metro cúbico de petróleo y en proporción al
volumen de la producción no recibida.
Exención impositiva: YPF toma a su cargo, durante la duración de los contratos (y sin derecho a
reembolso), el pago de todos los impuestos, tasas, contribuciones, tributos, gravámenes o
recargos que la compañía o sus sucesores y/o los contratistas o subcontratistas de aquéllos
resultes deudores, ya sea respecto del Estado nacional, provincial o municipal.
Derechos de las compañías: a usar y disponer de las viviendas, edificios, materiales, equipos y
todo otro bien de YPF durante la vigencia del contrato y sin cargo, a requerir a YPF toda la
información de orden técnico con relación a las estructuras seleccionadas y sus áreas de
influencia.
Obligaciones de las compañías:
- suministrar en forma regular los informes sobre el desarrollo de los trabajos
- invertir el capital mínimo y realizar las perforaciones y trabajos estipulados
- asumir todos los riesgos y gastos de las operaciones dentro del área
Naturaleza jurídica de los contratos: los contratos de explotación, deben ser considerados como
concesiones de las concesiones que gozaba YPF, no en virtud de las disposiciones del CM, sino
de decretos y leyes nacionales y provinciales, como asimismo de contratos que dicha repartición
estatal suscribió con los gobiernos de provincia.
Causales de nulidad: estos contratos y los decretos del PE que los aprueban, son actos afectados
de nulidad absoluta por cuanto violan normas que protegen los intereses generales de la ley y de
la moral pública.

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BOLILLA 6

PUNTO 1
Responsabilidad en derecho minero:
La minería ha sido considerada tradicionalmente como una industria peligrosa e
insalubre, tanto por el alto riesgo que ofrece en materia de salud por la presencia de polvo, gases
y humedad (en el interior de las minas), como en el aspecto de la seguridad de las labores e
instalaciones. El daño ocasionado por los trabajos es inherente a la explotación y difícilmente
podrá evitarse.
La ocupación del suelo con máquinas, equipos, instalaciones, caminos, el cateo, la
explotación, el uso permanente de sustancias explosivas de alto poder destructivo, la presencia
de polvo y de los gases letales y de la humedad en el ámbito de los trabajos, llevan latente el
riesgo del perjuicio, que está presente en la naturaleza misma del trabajo minero (esencialmente
extractivo y destructivo) y en la constitución geológica del suelo. Agrietamientos, hundimientos,
inundaciones, filtraciones, contaminación del aire y del agua, alteraciones en la flora y fauna del
lugar, son acontecimientos o riesgos comunes a toda la industria minera.
El perjuicio era evidente y el responsable estaba identificado. La culpa del concesionario
o permisionario está fuera de toda discusión. Ni siquiera la circunstancia de que los trabajos
mineros hayan sido conducidos conforme a las reglas del arte minero podrían eximir al
concesionario o permisionario de su responsabilidad, salvo una convención en contrario con el
propietario. Sin embargo, esta convención nunca podrá eximir de responsabilidad al titular del
derecho minero por los daños que surjan cuasi ex - delito (vale decir, de una violación de la ley)
motivada por una explotación o exploración irregular, ya que el dolo no puede ser dispensado al
contraer la obligación.
El CM ha partido, en materia de responsabilidad civil en minería, del principio de la
responsabilidad objetiva o responsabilidad sin culpa, que no es la única aceptada en el derecho
minero.
Algunos comentadores aplican (en el derecho comparado), la Teoría del Riesgo
Profesional, y otros, en cambio, tratan de aplicar el principio de la Responsabilidad de la
Administración Pública por actos legítimos realizados por el concesionario en el ámbito de la
concesión, pero el titular de una mina o de un cateo, en nuestro derecho, no es un mandatario o
representante de la administración pública, ni ejerce una actividad administrativa, aunque recibe
una concesión del Estado, o mejor dicho de la ley, pero, aun así, actúa en el terreno privado y en
interés propio, por lo que no cabe aplicar esta ultima doctrina, que puede ser aceptada para las
concesiones administrativas del derecho minero europeo.

Alcance de la responsabilidad:
El concesionario de una mina o el titular de un derecho exploratorio, es responsable y
debe indemnización:
- por la ocupación del terreno y, en su caso, por el desapoderamiento forzoso de este, en los casos
autorizados.
- por los daños ocasionados a terceros, emergentes de los trabajos de exploración y explotación.
A su vez, el propietario de la superficie es responsable ante el minero y también debe
indemnización cuando los trabajos contravienen lo dispuesto en los arts. 163 y 166. En estos
casos, su responsabilidad será juzgada conforme a las reglas del derecho común.

Indemnizaciones debidas por concesionarios a terceros:


Dispone el art. 161 que el propietario de una mina es responsable de los perjuicios
causados a terceros, tanto por los trabajos superficiales como por los subterráneos, aunque estos
perjuicios provengan de accidentes o casos fortuitos. Los perjuicios serán previamente
justificados, y no podrán reclamarse después de transcurridos 6 meses desde el día del suceso. El

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propietario de la mina, aunque esta haya sido abandonada o declarada vacante, es directamente
responsable de los daños ocasionados a las actividades de la superficie y a los mineros vecinos,
como también a cualquier tercero. Esta responsabilidad subsiste mientras no se haya operado el
plazo de la prescripción (que en esta materia resulta muy breve). Si la mina ha sido solicitada
como vacante (por un tercero), el empresario actual no respondería de los daños producidos por
actos anteriores, que no son de su autoría.
Los perjuicios, por otra parte, deben provenir de trabajos mineros. Los ocasionados por
actos civiles o de naturaleza criminal que puedan producirse en el ámbito de una concesión,
deben ser juzgados con arreglo a las leyes correspondientes, y no por las normas de minería.
El concesionario, por otra parte, es responsable aunque los daños provengan de
accidentes o casos fortuitos, siempre que estos tengan su origen en hechos del hombre de
carácter minero, y no cuando provienen de acontecimientos naturales (como serían los
terremotos, inundaciones, descargas eléctricas de la atmósfera, etc.). En el caso de la
responsabilidad cuasi ex –delito (o sea, cuando proviene de infracción a las disposiciones
legales, como sería el caso del explorador de hecho contemplado en el art. 26), quien ocasiona el
daño debe asumir también la responsabilidad objetiva, en los términos expuestos, aunque no
resulta ser el propietario de la mina o titular formal del derecho.

Limitaciones a la responsabilidad del minero:


No siempre el concesionario de la mina o cateo es responsable ante el propietario por los
daños y perjuicios ocasionados. A este respecto, el art. 162 dispone que la responsabilidad del
dueño de las minas cesa:
- cuando los trabajos perjudicados han sido emprendidos después de la concesión sobre lugares
explotados, o en actual explotación, o en dirección de los trabajos en actividad, o sobre el
criadero manifestado o reconocido
- cuando, después de la concesión se emprenda cualquier trabajo sin previo aviso a la autoridad,
ni citación del dueño de la mina
- cuando se continúen trabajos suspendidos un año antes de la concesión
- cuando el peligro para las obras o trabajos que se emprendan existía antes o era consiguiente a
la nueva explotación. Dado el aviso, se procederá al reconocimiento de los lugares, dejándose
constancia de que el punto designado por el propietario del suelo está comprendido o no en
alguno de los casos indicados en los incisos precedentes.
En otras palabras: la responsabilidad del minero cesa cuando el propietario del suelo,
después de concedida la mina o cateo, ha emprendido trabajos o continuado los existentes sin
previo aviso al concesionario, o tratándose de obras paralizadas un año antes, si continúa los
trabajos suspendidos o el peligro ya existía o era consecuencia necesaria de la nueva explotación.
Por su parte, el art. 163 aclara que se debe indemnización al propietario que deja de
trabajar por alguna de las causas indicadas en el art. precedente cuando las obras de cuya
construcción se trata son necesarias o útiles, el terreno es el adecuado para esas obras, y no es
posible establecérselas en otro punto.
En este caso, el propietario optará: o el pago de la diferencia de precio entre el terreno tal
cual se encuentra y el terreno considerado como inadecuado para las obras que deben
emprenderse, prescindiendo de los beneficios que esas obras pudieran producir; o por el pago del
terreno designado según tasación, el que en este caso pasará al dominio del concesionario. Esta
solución ha sido objeto de críticas, en el sentido de que llevan un ataque profundo a los
principios jurídicos y filosóficos que fundamentan la propiedad civil, rompiendo el equilibrio
que debe existir entre ambos derechos.
La omisión del aviso al minero, cuando el propietario pretende ejecutar trabajos en la
zona de influencia de la exploración o explotación, determina el cese de la responsabilidad del
concesionario, aun en el caso de tratarse de una construcción llevada a cabo en lugares

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autorizados. El aviso, por consiguiente, se convierte en un acontecimiento de suma importancia


para reglar las relaciones entre el propietario y el minero.

Indemnizaciones debidas al explorador o explotante por el propietario:


El mutuo respeto impuesto por la coexistencia de dos propiedades distintas (la superficial
y la subterránea), no hubiera sido verdadero si al mismo tiempo que se consagraba la
responsabilidad del concesionario de la exploración o explotación, no se hubiera establecido la
del superficiario por los daños que sus trabajos ocasionan a las minas.
Una doctrina sostiene que ante la ausencia de una disposición expresa de la ley de minas,
debe aplicarse el derecho común. Toda persona es responsable de los daños producidos por su
dolo, culpa o negligencia, o por las cosas que se encuentren bajo su vigilancia o autoridad,
conforme a las reglas generales del derecho. Otros opinan que para hacer responsable al
superficiario, este debe haber incurrido en una falta. Si no hace otra cosa que usar de su derecho,
no debe indemnizar al concesionario por los perjuicios que las obras ocasionen a este. Esta
última es la solución también aceptada por nuestro CM (el cual exige que exista una falta
imputable al propietario del terreno) según resulta de lo dispuesto en el art. 162.
La responsabilidad del superficiario se refiere a las construcciones levantadas con
posterioridad a la concesión minera. Si las construcciones fueran anteriores, el minero debe
soportar los daños e, incluso, sería responsable de los perjuicios ocasionados a esas obras..
Por su parte, el art. 165 aclara que el dueño del suelo debe indemnización al dueño de la
mina por los perjuicios causados a la explotación con trabajos en obras posteriores a la
concesión, en los mismos casos en que según el art. 162, no tiene el propietario derecho a
cobrarlos. Las indemnizaciones, en este caso, se reducen al pago de los objetos inutilizados y al
de las reparaciones o fortificaciones que sean necesarias para la completa habitación de la mina.
A su vez, el concesionario puede solicitar a la autoridad minera la suspensión de los trabajos
emprendidos por el dueño del terreno cuando exista peligro de ocasionar daños. Se supone, en
este caso, que el propietario ha emprendido o continuado trabajos en lugares vedados, para que la
solicitud resulte procedente.

Responsabilidad por causa de utilidad pública:


El superficiario o un tercero, puede haber sido investido de la facultad de realizar una
obra de utilidad pública dentro del perímetro de la concesión (como la construcción de un dique,
una ruta vial, un ferrocarril o un acueducto para bebida de la población). En principio, el
concesionario de la mina, no puede oponerse a estas obras, porque entre dos emprendimientos de
utilidad pública la ley resuelve por aquel del que espera mayores beneficios la sociedad (como
son las rutas, ferrocarriles, diques, etc.). Así lo indica el art. 167, que al respecto establece que el
concesionario de una mina no puede oponerse al establecimiento de caminos, canales y otras vías
públicas de circulación, cuando las obras deban ejecutarse por el Estado o por particulares que
hayan obtenido el derecho de expropiación por causa de utilidad pública, y cuando la dirección
de las vías o la ubicación de las obras, no pueda variarse ni modificarse en sentido favorable a la
concesión.
En estos casos, el art. 168 agrega que el dueño de una concesión posterior a la
autorización de un camino público, se someterá, sin derecho a indemnización, a todas las
restricciones y gravámenes conducentes a su ejecución. En cambio, en la situación inversa, el art.
169 dispone que cuando la concesión de la mina es anterior a la autorización de las vías públicas
de circulación, el concesionario tiene derecho a cobrar perjuicios del Estado, del municipio y de
las empresas particulares.

Establecimientos públicos de fundición y beneficio:

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Son aquéllos de propiedad de terceros, destinados a preparar, concentrar o fundir los


minerales que reciben del público.
Se diferencian, en este aspecto, de los establecimientos privados que son los construidos
por los mineros, dentro o fuera del perímetro de sus concesiones, para beneficiar el mineral de
sus propias minas y que constituyen anexos a la explotación minera.
Al respecto, el art. 170 dispone que los establecimientos públicos de fundición y
beneficio de minerales, se sujetarán a las disposiciones que rigen las empresas industriales
comunes. Es decir, que estos establecimientos no gozan, en el campo del derecho, de la tutela
que la legislación minera dispensa a las minas, porque sus actividades no constituyen
propiamente trabajo minero.

PUNTO 2
Anulación de los contratos de petróleo de 1958:
Decreto 744:
Este decreto suscripto el 15/11/1963 establece:
Art. 1: decláranse nulos de nulidad absoluta (por vicios de ilegitimidad y ser dañosos a los
derechos e intereses de la Nación), los contratos relativos a la exploración y explotación de
petróleo suscriptos por YPF en el período 1958-1963 con las siguientes compañías: Loeb, Astra,
CADIP, Continental Oil, Esso, Pan American, Shell, Tennesse, Union Oil.
Art. 2: la nulidad a que se refiere el art. 1, será opuesta asimismo a toda otra compañía
(contratista, subcontratista o tercero) que alegue la transferencia o cesión de los contratos.
Art. 3: a los fines de asegurar la regularidad y continuidad de los trabajos vinculados con la
explotación de los yacimientos de hidrocarburos situados en las áreas legítimamente concedidas,
facultase a YPF a adoptar las medidas que estime pertinentes a efectos del normal abastecimiento
de combustibles, y en caso necesario, a la toma de posesión de las áreas, con facultad de requerir
el auxilio de la fuerza pública o cualquier otra medida que asegure el cumplimiento del presente
decreto.
Art. 4: en resguardo de los derechos que pudieren corresponder al Estado argentino y a las
empresas contratantes, se citará a las mismas para que comparezcan y verifiquen los inventarios
que, en cada caso, se levantará con intervención de un funcionario público.
Art. 5: YPF se hará cargo de todas las actividades que se fijaren a las empresas contratantes. En
caso de que dichas actividades se realicen en forma directa, utilizará todo el personal afectado a
las mismas.
Art. 6: déjanse a salvo los derechos que pudieren corresponder a las empresas contratantes.
Art. 7: desígnase al Sr. Secretario de Estado de Energía y Combustibles, al Sr. Presidente de YPF
y al Sr. Procurador del Tesoro, para que, con arreglo a las funciones que les competen,
representen al PE en todos los actos necesarios a los efectos del cumplimiento del presente
decreto.
Art. 8: los funcionarios públicos, empleados, y demás personas que intervengan en los distintos
actos originados por el presente decreto, no tendrán derecho ni percibirán remuneración especial
alguna, por tratarse de servicios a prestarse en interés de la Nación.
Art. 9: deróganse todos los decretos, resoluciones ministeriales o disposiciones de cualquier
índole que se opongan al presente decreto.
Art. 10: el Ministerio de Economía acordará a YPF los recursos financieros en divisas y en
moneda nacional, que requiera para el cumplimiento de las disposiciones del presente decreto.

Decreto 745:
Este decreto, suscripto también el 15/11/1963, establece:
Art. 1: declaránse nulos de nulidad absoluta, por vicios de ilegalidad y por ser dañosos a los
intereses y derechos de la Nación, los contratos originales y sus ampliaciones suscriptos por YPF

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