Está en la página 1de 10

EL PEQUEÑO LOBITO

Había quedado huérfano y papá sol y mamá


luna decidieron adoptarlo, un día lobito quedo
al cuidado de papá sol, pero papá sol se
distrajo porque paso una nube por enfrente de
él. Y lobito se perdió en el bosque oscuro en
donde papá sol no podía verlo, papá so lo
busco todo el día pero no encontró a lobito,
por la tarde ya cansado y vencido acudió a
mamá luna, quien salió presurosa con todo su
esplendor al caer la noche y comenzó a llamar
a su lobito. Mientras lobito que estaba muy
asustado en lo profundo del bosque subió a lo
alto de unas rocas y comenzó a llamar a su
madre con un grito fuerte y claro que
retumbaba en todas partes y así mamá luna y
lobito se encontraron, ella dándole luz con
todo su amor para guiarle y él aullando para
avisarle donde está.
¡A divertirse!
Līta la tortuga apenas se da cuenta de que ya es
primavera. Los rayos del sol acarician su caparazón
y, poco a poca, va asomando su cabeza.
-Buenos días -le dice Fito el jilguero-. Ya has estado
durmiendo todo el invierno, ahora hay que disfrutar
la primavera y jugar con los amigos del bosque.

-¿Qué te parece si vamos a visitarlos y en el camino


buscamos algo para comer, porque de tanto dormir y
descansar ya tengo mucha hambre?
-dijo Lita.
Fito, cansado de volar, le pidió a Líta que lo llevara
cargando en su caparazón. Como buena amiga, Līta
aceptó pues quería divertirse en primavera.
El fantasma con mala suerte
Eran las doce de la noche y el fantasma dormía en su cama. Este fantasma vivía en un
desván: descansaba en el día y asustaba de noche. ¿Qué cómo lo supe yo? Muy sencillo:
lo espiaba por el ojo de la cerradura, no por el ojo de la cerradura de la puerta del
desván, sino por el ojo de la cerradura de la puerta de la imaginación.

Esa noche, igual que todas las noches, sonó el despertador y el fantasma se levantó a la
carrera. Pero... ¡oh, desgracia! Por las prisas se descuidó y pisó primero con el pie
izquierdo. "¡Noche de mala suerte!", dijo, pues como era fantasma de buena cepa, su
deber era ser supersticioso a ultranza.

Después de que pisó con el pie izquierdo, el fantasma corrió a tocar madera para librarse
del mal agüero. Tocando madera estaba cuando, miau, un gato negro apareció en la
ventana. "¡Noche de mala suerte!", volvió a decir el fantasma y pensó que no debería
salir a trabajar, pero recordó que debía pagar la renta del desván. "Ni modo, tengo que
salir". Preparó su sábana, se encomendó a todos los santos y salió a la calle.

Desde tiempo atrás tenía problemas, ya que en la ciudad era cada vez más difícil para
los fantasmas encontrar calles solitarias y a oscuras donde pasearse a gusto. Por lo tanto,
él prefería irse fuera de la ciudad a recorrer bosques y llanos.

Llegó, pues, el fantasma al campo y comenzó su recorrido. En eso estaba, cuando, entre
truenos y relámpagos, se soltó la tormenta. "Y ahora, ¿dónde me protejo del agua?"
Porque, claro, estos personajes tienen prohibido usar paraguas o gabardinas y además,
saben que es peligroso cubrirse de la lluvia bajo los árboles. ¡Ni modo!, tuvo que
emprender el camino de regreso a casa.

Entró de nuevo a la ciudad, iba el fantasma a toda carrera cuando, ¡zas!, tropezó y cayó
en un charco de agua. ¡Quedó convertido en una sopa!

¡Aaachú!, llegó al poco rato el fantasma al desván, iba bien resfriado. "Ojalá no me dé
pulmonía", pensó. Se quitó la sábana y la puso a secar, se preparó un té y tomó una
aspirina.

Ya cuando estaba en su cama, se le ocurrió mirar el calendario y cuando vio la fecha, se


llevó un buen disgusto: ¡Era martes 13, día de descanso obligatorio! "¡Qué tarea tan
ingrata es asustar a la gente! ", pensó el fantasma.

Y yo pensé: ¡Qué mala costumbre es ser supersticioso!

Me dio tanta lástima el fantasma que hice clic, como si apagara una televisión y dejé de
espiarlo por el ojo de la cerradura de la puerta de la imaginación.
La luna y las Estrellas
Todas las noches, las estrellas y la Luna salían a jugar electrizado. De pronto apareció el
clima frio acompañado de grandes nubes grises y aire. Las estrellas trataban de
quedarse estáticas al jugar, pero no lograban hacerlo porque el viento novia. La luna
tenía escalofríos y se fue a descansar mientras las estrellas siguieron jugando.

Las noches pasaron y la Luna no apareció Las estrellas se quedaron solas en el cielo,
ellas estaban tristes porque su amiga Luna no aparecía, por eso iluminaban muy poco.

Cuando las estrellas fueron a visitar a la Luna, la encontraron muy abrigada u


descansando sobre una nube blanca. Ella les conto que estaba resfriada, pero que pronto
regresaría a jugar con ellas.

Una noche despejada, la Luna se sintió mejor y fue a jugar con sus amigas las estrellas.
Esa noche estuvo iluminada, porque las estrellas estaban tan alegres que titilaron todo el
tiempo. La Luna comprendió que debía cuidarse cuando hubiera mucho viento para no
enfermarse otra vez.
Pedro y el lobo

Pedro, resuelto a salvarlo, fue por una cuerda, se subió al muro

de barda y de ahí brincó a una rama cercana. Trepado en el

árbol, ató la cuerda y preparó una trampa para el lobo. Una vez

hecho el nudo, chifló al pajarito para que pasara por el centro del

círculo de la cuerda. El ave entendió la señal e hizo lo indicado. El

lobo lo siguió, pero cuando quiso cruzar por el aro, Pedro jaló la

cuerda y lo enlazó. Así fue como este jovencito, atrapó al temible

lobo del bosque.


Una estrella sin brillo

Hace mucho tiempo, una estrella sin brillo pasaba por la


luna llena, mientras que por el firmamento pasaba una
estrella fugaz. La estrella sin brillo soñaba ser como ella,
pero como no tenía brillo no podía serlo.
La estrella sin brillo le preguntó a la luna llena -¿Cómo
puedo ser una estrella fugaz? La luna le dijo: -No lo sé, mi
estrellita, debes confiar en ti.
La estrella quedó confundida, con dudas y fue a ver como
estaba la estrella fugaz, ella estaba bien. Entonces, ella
cerró sus ojos y deseo con toda su alma ser una estrella
fugaz que volaba por toda la galaxia.
La aventura del agua
Un día que el agua se encontraba en el soberbio e inmenso mar
sintió el caprichoso deseo de subir al cielo. Entonces el agua se
dirigió al fuego y le dijo:

– “¿Podrías ayudarme a subir más alto?”.

El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire,


transformándola en una nube de vapor. La nube de vapor subió
más y más en el cielo, voló muy alto, hasta los estratos más
ligeros y fríos del aire, donde ya el fuego no podía seguirlo.
Entonces las partículas de vapor, con muchísimo frío, se vieron
obligadas a juntarse, se volvieron más pesadas que el aire y
cayeron en forma de lluvia.

Habían subido al cielo invadidas de soberbia y recibieron su


merecido. La tierra sedienta absorbió la lluvia y, de esta forma, el
agua estuvo durante mucho tiempo prisionera en el suelo,
pagando su soberbia con una larga penitencia.
Secreto a voces
Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo
todo, pero no sabía guardar un secreto.

– “¿Qué hablabas con el Gobernador?”, le preguntó a su


padre, después de intentar escuchar una larga conversación
entre los dos hombres.

– “Estábamos hablando sobre el gran reloj que mañana, a


las doce, vamos a colocar en el Ayuntamiento. Pero es un
secreto y no debes divulgarlo”. Gretel prometió callar,
pero a las doce del día siguiente estaba en la plaza con
todas sus compañeras de la escuela para ver cómo
colocaban el reloj en el ayuntamiento. Sin embargo,
grande fue su sorpresa al ver que tal reloj no existía. El
Alcalde quiso dar una lección a su hija y en verdad fue
dura, pues las niñas del pueblo estuvieron mofándose de
ella durante varios años. Eso sí, le sirvió para saber callar
a tiempo.
El gorila quiere tener amigos

En la selva muy lejana de un país que yo soñé, vivía un enorme


gorila que quería tener amigos.

El gorila le preguntó a un mono araña si quería jugar pelota, peor


el mono dio un salto y salió huyendo. El gorila se puso muy triste.

Al otro día, el gorila le preguntó a un jabalí si quería jugar a las


escondidas, pero el jabalí corrió hacia su casa sin contestarle.

El gorila estaba triste y aburrido porque nadie quería jugar con


el, hasta que se le ocurrió hacer una fiesta para invitar a todos
los animales de la selva.

El día de la fiesta llego y todos asistieron por temor a que el


gorila se enojara si dejaban de participa. Pero el gorila fue buen
anfitrión y tenía todo preparado. Poco a poco los animales
perdieron el miedo y al final de la fiesta jugaban alegres con el
gorila.

Después de esa fiesta, el gorila puedo jugar, tenta y escondite; y


jamás estuvo aburrido porque tenía amigos con lo que jugaba.
El papel y la tinta

Había una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras


hojas iguales a ella, cuando una pluma, bañada en
negrísima tinta, la manchó completa y la llenó de palabras.
“¿No podrías haberme ahorrado esta humillación?”, dijo
enojada la hoja de papel a la tinta.

“Tu negro infernal me ha arruinado para siempre”. “No te


he ensuciado”, repuso la tinta. “Te he vestido de palabras.
Desde ahora ya no eres una hoja de papel sino un mensaje.
Custodias el pensamiento del hombre. Te has convertido
en algo precioso”.

En ese momento, alguien que estaba ordenando el


despacho, vio aquellas hojas esparcidas y las juntó para
arrojarlas al fuego. Sin embargo, reparó en la hoja “sucia”
de tinta y la devolvió a su lugar porque llevaba, bien
visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojó el resto al
fuego.

También podría gustarte