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El Sol

Un nuevo día había llegado y nuestro amigo el Sol ya estaba listo para salir.

Desde bien temprano, ya estaba preparándose para que el día fuera " Un Gran Día ".

Sin darse cuenta llegó su hora y el cielo se vistió de luz y color.

Nuestro amigo el sol estaba muy contento, pues ninguna de esas nubes traviesas habían
venido a tapar su resplandor hoy.

Desde el cielo, veía a los niños jugar y reír en el parque, la playa... y se sentía feliz porque
sabía que en parte era gracias a él.

Observando a un grupo de niños, escuchó como contaban lo que iban a hacer cuando se
hiciera de noche, el Sol escuchó muy atento como uno de esos niños decía: " Que ganas
tengo de que se haga hoy de noche, porque son las fiestas de mi pueblo y esta noche van
a celebrarlo, llenando el cielo de brillante cohetes, cohetes que son como estrellas..."

El Sol se puso muy triste y no quiso seguir escuchando. El también tenía ganas de ver
esos cohetes, pero sabia que no podía ser.

Llegó la noche y el Sol se escondió. Esa noche estuvo muy triste pensando en lo bien que
se lo estaría pasando todos viendo esos bonitos cohetes.

Tan triste estaba que estuvo varios días sin salir, se pasaba todo el día escondido.

Un día cansado de esa soledad decidió salir y se dio cuenta de que todos al verle estaban
muy contentos y se notaba que le habían echado mucho de menos.

Entonces se sintió muy feliz y se dio cuenta de que, aunque no siempre podemos hacer lo
que nos gusta debemos sentirnos felices de lo que somos e intentar que todos los demás
también lo sean.

La media Luna
Había una vez en un lejano reino una joven la cual solía ir a su jardín todas las noches, la
joven se llamaba Angela, la chica más apoyada por todos.

Un día Angela fue a su jardín y vió lo bello que era ser una joven, la luna nueva se podía
ver mejor, no con amargura como mujeres lo hacían. Ella veía que la luna le hablaba y
decía:-Vive la vida y no la dejes-.

Y esto pasó todas las noches y un día Angela quisó vivir la vida de manera extraña.
Ella se casó y tuvo un esposo con quien ir al jardín, la luna presenció todos los momentos
mágicos y los vivió junto a Angela; le dió las gracias y a Angela crecer y envegecer la luna
la invitó a su casa dándole las gracias y mostrándole el mundo entero. Fin

El Asno y El Hielo

Era invierno, hacía mucho frío y todos los caminos se hallaban helados. El asnito, que
estaba cansado, no se encontraba con ánimos para caminar hasta el establo.
-iEa, aquí me quedo! -se dijo, de-jándose caer al suelo. Un aterido y hambriento
gorrioncillo fue a posarse cerca de su oreja y le dijo:
-Asno, buen amigo, tenga cuidado; no estás en el camino, sino en un lago helado.
-Déjame, tengo sueño ! Y, con un largo bostezo, se quedó dormido.
Poco a poco, el calor de su cuerpo comenzó a fundir el hielo hasta que, de pronto, se
rompió con un gran chasquido.
El asno despertó al caer al agua y empezó a pedir socorro, pero nadie pudo ayudarle,
aunque el gorrión bien lo hubiera querido.
La historia del asnito ahogado debería hacer reflexionar a muchos holgazanes. Porque la
pereza suele traer estas consecuencias.

Fin

 
El Pirata malvado

Había una vez un barco con un pirata malvado y su tripulación. Una isla con un mapa
escondido y un enorme cofre lleno de riqueza enterrado. Y el pirata más malvado que los
demás quería el mapa y luego el cofre con su llave.

Un día los piratas fueron a buscar comida a la isla y cortaron una palmera llena de cocos
y de repente cayó el mapa.

Luego fueron al barco y le dijeron al capitán cruel y malvado: ha caído el mapa y responde
el capitán:¿cómo que ha caído? responden: de una palmera, y luego el capitán dice: da
igual, ja ja ja es nuestro.

Fueron a la isla y desenterraron el cofre y fueron los piratas mas ricos del mundo pirata.
Fin.

Blanca nieves y los siete enanitos. Cuentos para niños

En un lugar muy lejano vivía una hermosa princesa que se llamaba Blancanieves. Vivía
en un castillo con su madrastra, una mujer muy mala y vanidosa, que lo único que quería
era ser la mujer más hermosa del reino. Todos los días preguntaba a su espejo mágico
quién era la más bella del reino, al que el espejo contestaba:

- Tú eres la más hermosa de todas las mujeres, reina mía.

El tiempo fue pasando hasta que un día el espejo mágico contestó que la más bella del
reino era Blancanieves. La reina, llena de furia y de rabia, ordenó a un cazador que
llevase a Blancanieves al bosque y que la matara. Y cómo prueba traería su corazón en
un cofre. El cazador llevó a Blancanieves al bosque pero cuando allí llegaron él sintió
lástima de la joven y le aconsejó que se marchara para muy lejos del castillo, llevando en
el cofre el corazón de un jabalí.

Blancanieves, al verse sola, sintió mucho miedo porque tuvo que pasar la noche andando
por la oscuridad del bosque. Al amanecer, descubrió una preciosa casita. Entró sin
pensarlo dos veces. Los muebles y objetos de la casita eran pequeñísimos. Había siete
platitos en la mesa, siete vasitos, y siete camitas en la alcoba, dónde Blancanieves,
después de juntarlas, se acostó quedando profundamente dormida durante todo el día.
Al atardecer, llegaron los dueños de la casa. Eran siete enanitos que trabajaban en unas
minas. Se quedaron admirados al descubrir a Blancanieves. Ella les contó toda su triste
historia y los enanitos la abrazaron y suplicaron a la niña que se quedase con ellos.
Blancanieves aceptó y se quedó a vivir con ellos. Eran felices.

Mientras tanto, en el castillo, la reina se puso otra vez muy furiosa al descubrir, a través
de su espejo mágico, que Blancanieves todavía vivía y que aún era la más bella del reino.
Furiosa y vengativa, la cruel madrastra se disfrazó de una inocente viejecita y partió hacia
la casita del bosque. Allí, cuando Blancanieves estaba sola, la malvada se acercó y
haciéndose pasar por buena ofreció a la niña una manzana envenenada. Cuando
Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada, para felicidad de la reina mala.

Por la tarde, cuando los enanitos volvieron del trabajo, encontraron a Blancanieves
tendida en el suelo, pálida y quieta, y creyeron que estaba muerta. Tristes, los enanitos
construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudiesen
despedirse de Blancanieves.

Unos días después, apareció por allí un príncipe a lomos de un caballo. Y nada más
contemplar a Blancanieves, quedó prendado de ella. Al despedirse y besándola en la
mejilla, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe
rompió el hechizo de la malvada reina.

Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina del palacio, y desde
entonces todos pudieron vivir felices.

FIN

El Muñeco de Nieve

Habia dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y empezaron a
corretear por la blanca y mullida alfombra recien formada.
La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas habiles, se entrego a la
tarea de moldearla.
Hare un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener se dijo.
Le salio un niñito precioso, redondo, con ojos de carbon y un boton rojo por boca. La
pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtio al muñeco en su inseparable
compañero durante los tristes dias de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba...
Pero pronto los dias empezaron a ser mas largos y los rayos de sol mas calidos... El
muñeco se fundio sin dejar mas rastro de su existencia que un charquito con dos
carbones y un boton rojo. La niña lloro con desconsuelo.
Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente: Seca tus
lagrimas, bonita, por que acabas de recibir una gran leccion: ahora ya sabes que no debe
ponerse el corazón en cosas perecederas.

Fin

El Caballo Amaestrado

 Un ladron que rondaba en torno a un campamento militar, robo un hermoso caballo
aprovechando la oscuridad de la noche. Por la mañana, cuando se dirigia a la ciudad,
paso por el camino un batallon de dragones que estaba de maniobras. Al escuchar los
tambores, el caballo escapo y, junto a los de las tropa, fue realizando los fabulosos
ejercicios para los que habia sido amaestrado.
¡Esta caballo es nuestro! Exclamo el capitan de dragones. De lo contrario no sabria
realizar los ejercicios. ¿Lo has robado tu? Le pregunto al ladron.
¡Oh, yo...! Lo compre en la feria a un tratante...
Entonces, dime como se llama inmediatamente ese individuo para ir en su busca, pues ya
no hay duda que ha sido robado.
El ladron se puso nervioso y no acertaba a articular palabra. Al fin, viendose descubierto,
confeso la verdad.
¡Ya me parecía a mí exclamo el capitán Que este noble animal no podia pertenecer a un
rufian como tu!
El ladron fue detenido, con lo que se demuestra que el robo y el engaño rara vez quedan
sin castigo.

Fin.
La Ratita Blanca

El Hada soberana de las cumbres invito un dia a todas las hadas de las nieves a una
fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y guiando sus
carrozas de escarcha. Pero una de ellas, Alba, al oir llorar a unos niños que vivian en una
solitaria cabaña, se detuvo en el camino.
El hada entro en la pobre casa y encendio la chimenea. Los niños, calentan-dose junto a
las llamas, le contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y mientras tanto,
se morian de frío y miedo.
-Me quedare con vosotros hasta el regreso de vuestros padres -prometio ella.
Y así lo hizo; a la hora de marchar, nerviosa por el castigo que podía imponerle su
soberana por la tardanza, olvido la varita mágica en el interior de la cabaña. El Hada de
las cumbres contemplo con enojo a Alba.
Cómo? ,No solo te presentas tarde, sino que ademas lo haces sin tu varita? ¡Mereces un
buen castigo!
Las demas hadas defendian a su compañera en desgracia.
-Ya se que Alba tiene cierta disculpa. Ha faltado, sí, pero por su buen corazon, el castigo
no sera eterno. Solo durara cien años, durante los cuales vagara por el mundo convertida
en ratita blanca.
Amiguitos, si veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura des-lumbrante,
sabed que es Alba, nuestra hadíta, que todavia no ha cumplido su castigo...

Fin

La Ostra y El Cangrejo

Una ostra estaba enamorada de la Luna. Cuando su gran disco de plata aparecía en el
cielo, se pasaba horas y horas con las valvas abiertas, mirándola.
Desde su puesto de observación, un cangrejo se dio cuenta de que la ostra se abría
completamente en plenilunio y pensó comérsela.
A la noche siguiente, cuando la ostra se abrió de nuevo, el cangrejo le echó dentro una
piedrecilla.
La ostra, al instante, intento cerrarse, pero el guijarro se lo impidió.
El astuto cangrejo salió de su escondite, abrió sus afiladas uñas, se abalanzó sobre la
inocente ostra y se la comió.
Así sucede a quien abre la boca para divulgar su secreto: siempre hay un oído que lo
apresa.

Fin
La cenicienta

Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda
impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más duros de
la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la
llamaban Cenicienta.

Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a
todas las jóvenes casaderas del reino.

- Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y


preparando la cena para cuando volvamos.

Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia
el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.

- ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó-. De pronto se le apareció su Hada Madrina.

- No te preocupes -exclamó el Hada-. Tu también podrás ir al baile, pero con una


condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar
sin falta. Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven.

FABULAS
La zorra y las uvas

Había una vez una zorra que llevaba casi una semana sin comer, había tenido muy mala
suerte, le robaban las presas y el gallinero que encontró tenía un perro guardián muy
atento y un amo rápido en acudir con la escopeta.

Ciertamente estaba muertecita de hambre cuando encontró unas parras silvestres de las
que colgaban unos suculentos racimos de doradas uvas, debajo de la parra había unas
piedras, como protegiéndolas.—Al fin va a cambiar mi suerte, —pensó relamiéndose—,
parecen muy dulces. Se puso a brincar, intentando alcanzarlos, pero se sentía muy débil,
sus saltos se quedaban cortos los racimos estaban muy altos y no llegaba. Así que se
dijo: —Para que perder el tiempo y esforzarme, no las quiero, no están maduras.
Pero resulta que si la zorra hubiese trepado por las piedras parándose en dos patas
hubiese alcanzado los racimos, esta vez le faltó algo de astucia a doña zorra, parece ser
que el hambre no la deja pensar.

Moraleja

Hay que esforzarse para conseguir lo que se desea pero pensando primero que es lo que
queremos y como conseguirlo, no sea que nos pongamos a dar brincos cuando lo que
necesitamos es estirarnos, y perdamos el tiempo y el esfuerzo

El burro flautista

Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad. Cerca de unos
prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por casualidad. Una flauta en ellos halló,
que un zagal se dejó olvidada por casualidad. Acercóse a olerla el dicho animal y dio un
resoplido por casualidad.
En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad. «¡Oh!», dijo el borrico.
«¡Qué bien sé tocar! ¡Y dirán que es mala la música asnal!» Sin reglas del arte borriquitos
hay que una vez aciertan por casualidad.

Moraleja

Sin reglas del arte, el que en algo acierta, acierta por casualidad.

El pastor mentiroso

Apacentando un joven su ganado, gritó desde la cima de un collado: “¡Favor! que


viene el lobo, labradores”. Éstos, abandonando sus labores, acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente. Vuelve a clamar, y temen la desgracia;
segunda vez la burla. ¡Linda gracia!

Pero ¿qué sucedió la vez tercera? que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el zagal se desgañita, y por más que patea, llora y grita, no se mueve la
gente, escarmentada; y el lobo se devora la manada.

Moraleja

¡Cuántas veces resulta de un engaño contra el engañador el mayor daño!


Fabula el Pastor mentiroso
Estaba un pastor de ovejas junto con su rebaño, el cual comenzó a gritar con todas sus fuerzas:
"¡Auxilio! ¡Auxilio! El lobo viene por mis ovejas". El pueblo, dejando a un lado todos sus
quehaceres, acuden al llamado del joven, para darse cuenta que no es mas que una chanza
pesada.

El joven vuelve a hacerlo una segunda vez, y temiendo el pueblo, volvió. Sin embargo, nuevamente
no era mas que una burla. Luego gritó de nuevo, siendo esta vez verdad que el lobo estaba
atacando, sin embargo el pueblo no creyó en sus gritos, por lo que la fiera terminó devorándose el
rebaño.

Moraleja: Mentimos y mentimos, y perdemos la confianza que los demás tienen en nosotros.
Cuando digamos la verdad, no nos creerán.
Fabula el Jilguero Tímido
Había una vez un Jilguero que no quería cantar. Todas las demás aves se preguntaban por qué
no quería cantar, y el siempre les respondía: "Jamás cantaré para ser objeto de burla."
Un día, un Perico se le acercó al Jilguero para decirle: "¿Por qué tienes miedo? Canta, que nadie
se reirá de ti." Sin embargo, el Jilguero no quiso cantar, ni tampoco le respondió nada al perico.
Luego llego una Cotorra y también se le acercó al Jilguero y le dijo: "Te escuché una vez mientras
cantabas en el bosque. ¡Tus cantos son hermosos! ¿Por qué no quieres cantar ahora?."

Aún así el Jilguero siguió sin decir nada. Hasta que finalmente se le acercó un  Ruiseñor y
comenzó a cantar de una forma muy hermosa. Sin emargo, el Jilguero siguió con apatía, así que le
preguntó: "Jilguero, ¿por qué no te unes a mi en canto? Haríamos un gran dúo." Y el Jilguero le
confesó sus miedos al Ruiseñor. Y este le dijo: "No importa si cantas bien o mal, eso es asunto
tuyo. Pero si no cantas, ni si quiera para ti mismo, entonces no eres un Jilguero, ni eres nada."

Moraleja: Se tu mismo. Cumple con el propósito para el que Dios te diseñó, sin importar si esto
agrada a los demás o no.
Fabula el Astrónomo
Había un astrónomo que le gustaba todas las noches ir a ver los astros. Un día, mientras
caminaba por los campos que quedaban fuera de la ciudad, observaba y contemplaba el cielo,
cuando cayó en un enorme pozo.

Al caer, comenzó a gritar y lamentarse. En esto pasó un hombre, quien le preguntó como había
terminado en semejante desgracia. Al conocer lo sucedido, se limitó a decirle:

- Compañero, ¿quieres ver los astros que están en el cielo pero no ves todo lo que hay en la tierra?
Moraleja: Muchos muestra su ego asegurando poder hacer cosas sorprendentes y maravillosas,
cuando la realidad es que no pueden si quiera con las cosas ordinarias de la vida.
Fabula la Zorra y el Perro
Una zorra entró a un rebaño lleno de corderos y se acercó a un pequeño cordero. Lo acercó a su
pecho y fingió acariciarlo. El perro, que cuidaba el rebaño, se dio cuenta de lo que sucedía y le
dijo a la zorra:

- ¿Que crees que estás haciendo?


- Solo lo acaricio y juego un poco con el  -le dijo la zorra, fingiendo cara de inocencia-.
- Pues si no quieres conocer mis caricias, ¡entonces suéltalo! -le respondió el perro-.

Moraleja: Al que no está preparado, sus actos le delatan.


Fabula la Mujer intratable
Era una mujer que era muy violenta con la personas que vivían en su casa. Un hombre, intentando
ver si trataba igual a los criados del padre, la envío a su casa. Al regresar luego de varios días, el
marido le preguntó a la mujer: ¿Cómo te han tratado los criados de tu padre?

La mujer le respondió: Todos los pastores me han mirado de reojo durante toda mi estadía. El
hombre, en respuesta, le dijo: Si así te miraban los pastores que solo regresan en la noche, ¿como
crees que te mirarán con los que pasabas el día entero?

Moraleja: Muchas veces, las pequeñas cosas descubren las mas grandes. Y las visibles,
descubren las ocultas.
Fabula el Perro que soltó su presa
Estaba un perro que atravesaba el río nadando, mientras en su boca llevaba un buen pedazo de
carne. El perro vio su reflejo en el río, y creyendo que se trataba de otro perro que llevaba una
granpresa, intentó quitársela.

El mismo perro quedó engañado y por su avaricia quedó sin presa, porque no solo soltó la que ya
tenía, sino que tampoco pudo tomar la que quería.

Moraleja: Quien envida lo del otro, pierde con justicia lo propio.


Fabula la Liebre y la Tortuga
Un día estaban la liebre y la tortuga discutiendo acerca de cual de los dos era mas veloz. Luego
de mucho discutir, decidieron que la mejor manera de resolverlo era participando de una carrera.

El día de la carrera, la liebre confiada por su gran velocidad, no se apuro por ir muy rápido, sino
que se acostó a un lado del camino hasta que se quedó dormida. La tortuga, sin embargo, sabía
que era mucho mas lenta, así que corrió sin cansancio hasta llevarle mucha ventaja a la liebre.

La tortuga ganó la carrera y la liebre no pudo hacer nada.

Moraleja: Al final, el trabajo duro y la disciplina siempre termina venciendo los talentos y dones
naturales.
La Leyenda Del Jilguerillo

Cuenta la leyenda que hace cientos de años una tribu indígena se estableció en la zona
Atlántica de nuestras tierras. Entre ellos había un guerrero muy cruel llamado Batsu.
Un buen día Batsu decidió buscar esposa y escogió a Jilgue, una hermosa joven que
acostumbraba pasear por el bosque cantando como un pajarillo. Cuando Jilgue se
enteró de las intenciones de Batsu huyó a esconderse en el bosque.

Batsu estalló en cólera cuando supo que la joven había desaparecido y mandó a sus
guerreros a buscarla. Al poco andar escucharon el canto de Jilgue. Pero cada vez que
se acercaban al sitio de dónde venía el canto, Jilgue había desapareció. Entonces Batsu
mandó a quemar el bosque. Cuando las llamas comenzaban a levantarse le gritó a
Jilgue que si salía podía salvarse. Ella le respondió que prefería la muerte. El fuego se
hacía cada vez más fuerte. De pronto vieron como Jilgue cayó al cuelo u agonizó. Pero
un pajarillo color ceniza, con el pico y las patas rojas, comenzó a cantar sobre sus
cabezas. No era el canto de un pájaro, era la voz de Jilgue, que desde entonces se
sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy pueblan los bosques de nuestras
tierras.

Leyenda Del Mico Brujo

En todo Centroamérica se conoce la leyenda del “Mico Brujo”. En algunas partes


también le dicen la Mona.

Decían nuestros antepasados que había unas mujeres que a las once de la noche se
daban tres volantines para atrás y luego tres para adelante; que esta mujeres tenían
un guacal blanco y que a la última voltereta vomitaban el alma en el guacal. Ya sin
alma, tomaban figura de monos o micos y se dedicaban a hacer “diabluras”.

Y así, estas brujas, acompañadas de la oscuridad de la noche, se trepaban a los


árboles y tiraban frutas a la gente. Se subían a los techos de las casas, saltando de un
lugar a otro y arrojando pedradas contra las piedras de la calle. Muchas personas han
tratado de agarrar y matar a la mona o al mico, pero de nada les sirve, pues cuando
ya están cerca y creen tenerlo acorralado se les esfuma como por encanto.

También contaban nuestros antepasados que estas mujeres podían convertirse en


chanchas grandes, negras y llenas de lodo.

Apenas veían a la persona “señalada”, aligeraban su trote y comenzaban a gruñir.


Embestían furiosamente a la persona y le daban trompadas y mordiscos en las piernas
hasta derribarla y hacerle perder el conocimiento. Al día siguiente, la víctima amanecía
molida y mordida, y con los bolsillos vacíos.

La Leyenda de la Segua

Hay varias leyendas de la Segua. Una de ellas cuenta que es una joven muy linda, que
persigue a los hombres mujeriegos para castigarlos. Se aparece de pronto en el
camino pidiendo que el jinete la lleve en su caballo, pues va para el pueblo más
cercano. Y dicen que ningún hombre se resiste a su ruego. Hay quienes le ofrecen la
delantera de la montura y otros la llevan a la polca. Para ella es lo mismo. Pero a
medio camino, si va adelante vuelve la cabeza y si va atrás hace que el jinete la
vuelva. Entonces aquella hermosa mujer ya no es ella. Su cara es como la calavera de
un caballo, sus ojos echan fuego y enseña unos dientes muy grandes, al mismo tiempo
que se sujeta como un fierro al jinete. Y el caballo, como si se diera cuenta de lo que
lleva encima, arranca a correr como loco, sin que nada lo pueda detener.
Otras leyendas cuentan que las Seguas son varias. Y no faltan ancianos que aseguren
que cuando ellos eran jóvenes atraparon a una Segua. Pero que una vez atrapada y
echa prisionera se les murió de vergüenza. Y que al día siguiente no encontraron el
cadáver, sino solamente un montón de hojas de guarumo, mechas de cabuya y
cáscaras de plátano.
Leyenda del lago de Atitlan

Los orígenes del Lago de Atitlán son de hace mucho tiempo cuando los cakchiqueles
dieron muerte a saetazos a Tolgom.

Los kaqchikel o posiblemente los k’iche’, ya que los mismos vivían en constantes
amenazas, pugnas, envidias y  guerras hacia el siglo XV. 
Así ellos acuñaron el citado vocablo, mismo que está constituido por lo siguiente:

Atit femenino, designa la luna y

Atit señala a la mujer anciana, dos veces abuela, y

Alá  designa el género masculino, varón.

Unidos los dos términos, uno se sustantiva y el otro se adjetiva en Atit Alá, pero ya en
la interpretación que le dieron los primeros castellanos, en el siglo XVI se convirtió en
Atitlán, suprimieron la vocal después de la consonante T y le agregaron una N al final
Atitlán.

Los orígenes del Lago de Atitlán son de hace mucho tiempo cuando los cakchiqueles
dieron muerte a saetazos a Tolgom: se marcharon más allá del lugar de Qakbatzulú y
arrojaron a la laguna los pedazos de Tolgom. Desde entonces es famosa la punta del
cerro del lanzamiento de Tolgom. Enseguida dijeron: Vamos adentro de la laguna.
Pasaron ordenadamente y sintieron todos mucho miedo cuando se agitó la superficie
del agua.

De allá se dirigieron a los lugares llamados Panpatí y Payán Chocol, practicando sus
artes de hechicería. Allí encontraron nueve zapotes en el lugar de Chitulul. A
continuación comenzaron a cruzar el lago todos los guerreros yendo por último
Gagavitz y su hermana llamada Chetehauh. Hicieron alto y construyeron sus casas en
la punta llamada actualmente Qabouil Abah. Enseguida se marchó Gagavitz; fue
realmente terrible cuando lo vieron arrojarse al agua y convertirse en la serpiente
emplumada.

Al instante se obscurecieron las aguas, luego se levantó un viento norte y se formó un


remolino en el agua que acabó de agitar la superficie del lago.

Los poblados mencionados han de haber estado en la parte noroeste del lago, mientras
que lo siguiente pudo haber sucedido cercano al actual Santiago Atitlán:  Allí deseaban
quedarse las siete tribus, querían ver la ruina del poder de los zutujiles. Cuando
aquellos bajaron a la orilla del agua y se detuvieron allí, les dijeron a los descendientes
de los Atziquinahay: Acaba de agitarse la superficie de nuestra laguna, nuestro mar
¡oh hermano nuestro! Que sea para ti la mitad del lago y para ti una parte de sus
frutos, los patos, los cangrejos, los pescados, les dijeron. Y después de consultar entre
sí, contestaron: Está bien, hermano. La mitad de la laguna es tuya, tuya será la mitad
de los frutos, los patos, cangrejos y pescados, la mitad de las espadañas y las cañas
verdes. Y así también juntará la gente todo lo que mate entre las espadañas.

Así respondió el Atziquinahay. De esta manera fue hecha la división del lago, según
contaban nuestros abuelos. Y así fue también como nuestros hermanos y parientes se
quedaron con los zutujiles.
Pero nosotros no aceptamos la invitación para quedarnos. Nuestros primeros padres y
abuelos, Gagavitz y Zactecauh se fueron y pasaron adelante entre las tinieblas de la
noche.

Cuando hicieron todo esto no había brillado la aurora todavía, según contaban, pero
poco después les alumbró. Luego llegaron al lugar de Pulchich, de donde partieron en
grupos.

El Hombre Que Vendió Su Alma

Invocó a Kizín y cuando los tuvo delante le dijo lo que quería. A Kizín le agradó
la idea de llevarse el alma de un hombre bueno.

A cambio de su alma el hombre pidió siete cosas una para cada día. Para el
primer día quiso dinero y en seguida se vio con los bolsillos llenos de oro. Para
el segundo quiso salud y la tuvo perfecta. Para el tercero quiso comida y comió
hasta reventar. Para el cuarto quiso mujeres y lo rodearon las más hermosas.
Para el quinto quiso poder y vivió como un cacique. Para el sexto quiso viajar
y, en un abrir y cerrar de ojos, estuvo en mil lugares.

Kizín le dijo entonces:

—Ahora ¿qué quieres? Piensa en que es el último día.


—Ahora sólo quiero satisfacer un capricho.

—Dímelo y te lo concederé.

—Quiero que laves estos frijolitos negros que tengo, hasta que se vuelvan
blancos.

—Eso es fácil— dijo Kizín.

Y se puso a lavarlos, pero como no se blanqueaban, pensó: "Este hombre me


ha engañado y perdí un alma. Para que esto no me vuelva a suceder, de hoy
en adelante habrá frijoles negros, blancos, amarillos y rojos".

El Sombreron.

Se trata de un personaje que vivió en épocas pretéritas en diferentes pueblos. Era un


enigmático hombre que vestía de negro y se ponía un gran sombrero del mismo color,
montaba un brioso caballo también negro que se confundía con la noche, no hablaba con
nadie y a nadie le hacía daño; aparecía y desaparecía como por encanto.

El anciano se le encontraba en las orillas del camino y aunque ya murió, la gente sigue
sintiendo su presencia. Físicamente se le describe como un hombre maduro, con un
sombrero grande, bien vestido, de rostro sombrío y en actitud de observación permanente.
Las personas que lo han visto aseguran que lo acompañan dos enormes perros negros
cogidos por gruesas cadenas.

Los trasnochadores que lo han visto o a quienes se les ha presentado, dicen ver la figura que
les sale al camino, los hace correr y les va gritando "SI TE ALCANZO TE LO PONGO",
siempre persigue a los borrachos, a los peleadores, a los trasnochadores y los jugadores
tramposos y empedernidos. Aprovecha los sitios solitarios. En noches de luna es fácil
confundirlo con las sombras que proyectan las ramas y los arbustos. Llega siempre de
noche a todo galope, acompañado de un fuerte viento helado y desaparece rápidamente.

Fue famoso en Medellín en 1837, cuando recorría todas las calles. Aparecía cuatro o cinco
viernes seguidos, volvía a aparecer uno o dos meses después. Parece que fuera el
sombrerón, el espanto propio de Medellín".

Hay crónicas también de sus andanzas por pueblos del suroeste como Andes, Bolívar y
Jardín y por los poblados a orillas de los ríos San Juan y Baudó. En otras regiones
colombianas como el Tolima, el Huila y al oriente del Valle del Cauca, se le denomina
como El Jinete Negro y se le describe en forma muy similar a como se ha descrito aquí.
Por el suroeste antioqueño, lo mencionan también como "El Jinete sin Zamarros", y se le
describe con ligeras variantes. Le atribuyen distintas formas de presentación, la más
frecuente de las cuales es la de un hombre alto y corpulento, enlutado, que termina en una
calavera, ornada con un negro sombrero de anchas alas.

El Perro y Kakasbal
Kakasbal [espíritu del mal], que está en todo, vio que podía sacar partido de la inquina
que seguramente el perro sentía contra su amo y así se le apareció y le dijo: —Ven acá
y dime qué te pasa, pues te veo triste.
—Cómo no he de estarlo si mi amo me pega cada vez que quiere— respondió el perro.
—Yo sé que es de malos sentimientos. ¿Por qué no lo abandonas?
—Es mi amo y debo serle fiel.
—Yo podría ayudarte a escapar.
—Por nada le dejaré.
—Nunca agradecerá tu fidelidad.
—No importa, le seré fiel.
Pero tanto insistió Kakasbal que el perro, por quitárselo de encima, le dijo:
—Creo que me has convencido dime, ¿qué debo hacer?
—Entrégame tu alma.
—¿Y qué me darás a cambio?
—Lo que quieras.
—Dame un hueso por cada pelo de mi cuerpo.
—Acepto.
—Cuenta, pues...
Y Kakasbal se puso a contar los pelos del perro pero cuando
sus dedos llegaban a la cola, éste se acordó de la fidelidad que
debía a su amo y pegó un salto y la cuenta se perdió.
—¿Por qué te mueves?— le preguntó Kakasbal.
—No puedo con las pulgas que me comen día y noche. Vuelve
a empezar.
Cien veces Kakasbal empezó la cuenta y cien veces tuvo que interrumpirla porque el
perro saltaba. Al fin Kakasbal dijo:
—No cuento más. Me has engañado pero me has dado una lección. Ahora sé que es
más fácil comprar el alma de un hombre que el alma de un perro.

La Paloma Torcaz

Amaba la caza y así, con frecuencia, iba por los bosques persiguiendo animales. En
una de sus cacerías llegó junto a un lago y, lleno de asombro, contempló a una mujer
bellísima que bogaba en una canoa. El guerrero quedó tan enamorado que, muchas
veces, volvió al lugar con el ánimo de verla pero fue inútil, pues, ante sus ojos, sólo
brillaron las aguas del lago. Entonces pidió consejo a una hechicera, la cual le dijo:

—No la verás nunca más, a menos que aceptes convertirte en palomo.

—¡Sólo quiero verla otra vez!

—Si te vuelves palomo jamás recuperarás tu forma humana.

—¡Sólo quiero volverla a ver!

—Si así lo deseas, hágase tu voluntad. Y la hechicera le clavó en el cuello una espina y
en el acto el joven se convirtió en palomo. Este levantó el vuelo y fue al lago y se posó
en una rama y al poco rato vio a la mujer y, sin poderse contener, se echó a sus pies y
le hizo mil arrumacos. Entonces la mujer lo tomó entre sus manos y, al acariciarlo, le
quitó la espina que tenía clavada en el cuello. ¡Nunca lo hubiera hecho, pues el palomo
inclinó la cabeza y cayó muerto! Al ver esto, la mujer, desesperada, se hundió en el
cuello la misma espina y se convirtió en paloma. Y desde aquel día llora la muerte de
su palomo.

Leyenda de El Cadejo
Según las leyendas guatemaltecas, El Cadejo es el espíritu que cuida el paso tambaleante
de los hombres ebriosque deambulan por la noches. Este les ayuda a encontrar el camino a
sus casas. Se dice que es un ser en forma de perro, negro, lanudo, con casquitos de cabra
y ojos de fuego.

En la tradición oral se afirma que existen dos tipos de Cadejo, uno malo y diabólico que es
de color negro y cuida de quienes ingieren bebidas alcohólicas, y uno bueno cuyo color es
blanco y su trabajo es proteger a niños y mujeres.

Hay quienes manifiestan haber visto a los dos cadejos juntos. De hecho, afirman que El
Cadejo negro suele ser más inquieto y distante. Mientras que El Cadejo blanco se mantiene
siempre al lado de la persona a quien cuidan.

Pese a que se le considera como un espíritu protector, se debe tener mucho cuidado. Ya
que si encuentra a un hombre ebrio y le lame la boca, este jamás tendrá la voluntad de volver
a la sobriedad. Y El Cadejo lo seguirá por nueve días seguidos hasta que el hombre muera.

5. El Carretón de la Muerte
La leyenda del carruaje de la muerte

Después de un largo y arduo día de trabajo en el campo, Mario se dirigía a su casa en la


ciudad. Ya casi anochecía y caminaba de prisa. Poco antes de llegar a su casa escuchó el
sonido de un carruaje muy cerca, lo que era muy normal en aquella época. Pero este sonido
era diferente, sintió mucho temor. Corrió y decidió esconderse en el parque, detrás de los
árboles.

Sin darse cuenta, Mario pasó la noche en el parque. De repente, despertó por el frío que sintió
y recordó lo ocurrido la noche anterior. En ese momento pensó que temerle a un carruaje
había sido algo absurdo. Se levantó y fue a su casa.

Los días pasaron y Mario no podía olvidar lo ocurrido, así que decidió contárselo a un amigo.
Al escucharlo el amigo también le compartió lo que contaba la gente al respecto. Dicen que
por las noches se escuchaba a un carruaje ir a toda velocidad y que iba recogiendo a la
gente que moría, era conocido como El Carruaje de la Muerte.

Mario no se quedó tranquilo y junto con su amigo decidieron esperar esa noche y así
confirmar si los rumores eran ciertos. Se encontraban en parque bajo la noche fría y solitaria
cuando comenzaron a escuchar el sonido de un carruaje. Poco a poco pudieron verlo, cada
vez más cerca. En efecto, se trataba de un carruaje negro, tirado por caballos negros y con un
conductor vestido completamente de negro también.

Cuando por fin el carruaje estaba frente a ellos, el conductor los observó fijamente y ambos
hombres se desmayaron. A la mañana siguiente, despertaron de frío. Desde entonces, tanto
Mario como su amigo se esconden donde pueden cada vez que escuchan el sonido de un
carruaje, sobre todo por las noches.
Poemas

El caracol

Tostadito por el sol


entre la arena gozando,
lento, lento, caminando,
va mi amigo el caracol.

Al hombro lleva su casa,


concha dura de la mar,
cual reluciente coraza
de nácar y de coral.

La cabrita prieta

©Andrés Díaz Marrero


Mira a mi cabrita prieta,
¡cómo le gusta brincar!
Cuando a veces se me suelta
salta y corre sin parar.

Si yo la llamo me mira,
alza el rabo y lo menea.
A mí me da mucha risa
verla como cabecea.

¡Corre, cabrita traviesa,


por la campiña y la loma!
El verde césped te besa,
los nardos te dan su aroma.

La mariposa

De bellos colores,
sus alas pintadas,
se posa en las flores
con leve pisada.

Perfuma su aliento
besando una rosa,
se mece en el viento,
¡frágil mariposa!

Al mosquito

Zumba guasón, ¡pendenciero!


Bate el ala, afila el pico,
que un suculento mollero
es manjar para un mosquito.

Vigilando sigo atento,


tus cabriolas en el aire.
Si mi mano agito a tiempo...
¡No habrá nadie que te salve!

Arcoíris

El cielo luce diadema


sobre su sedoso pelo.
¡Cuántos colores adornan
del arcoíris su vuelo!

El Blanco, es para escribir


con el Negro nuestros sueños.
El Rojo, es como la chispa
que todos llevamos dentro...
El Verde y el Azul, nos tiñe
de nobleza el pensamiento.
El Amarillo y el Naranja,
es suave flor que mece el viento.
Violeta, Gris... ¡Tantos otros!
El del amor y el silencio,
los de la amistad sincera,
del honor, del sentimiento...

¡Que son tantos tus colores


arcoíris de mis sueños!
¡Qué aunque quisiera contarlos,
no alcanzo a llegar al ciento!
Romance de la muñeca

Tengo canción y suspiro


para dormir mi muñeca;
la canción para dormirla,
suspiro si se despierta.

Con sus ojos entornados


la muy pícara está alerta,
y no se quiere dormir
ni aunque le cante en mil lenguas.

¡Duerme pronto, te lo pido!


¡Duérmete, en este momento!
Que tan pronto te me duermas,
para jugar te despierto.

Mi perrito

Yo tengo un perrito
que le gusta el mar,
y aunque pequeñito
le gusta nadar.

Se zambulle a veces.
Juega a la pelota.
Y como los peces
de barriga flota.

¡Qué perro tan Don,


y que pequeñito!
Un gran socarrón,
¡ese es mi perrito!

La lagartija
Quieta, en el tronco de un árbol.
Cazadora, siempre activa.
A una mosca está acechando,
la taimada lagartija.

¡Zap! ¡Que certera puntería!


Con su lengua capturó
la zigzagueante vecina
que confiada se acercó.

A mamá

Mamá, para ti una rosa,


con ella todo mi amor.
Por ser dulce y cariñosa;
¡Reina de mi corazón!

El sombrero

Para taparme del sol,


de ala ancha, yo lo quiero,
Que es bueno para el calor,
¡Un fresquecito sombrero!

Epoyas
Épica de Gilgamesh – Anónimo

Escena de caza de la epopeya de


Gilgamesh

A menudo se considera como el trabajo de literatura más antiguo que ha


sobrevivido hasta la Edad Moderna; tiene más de 4000 años.

Se compuso en la antigua Mesopotamia y narra la historia del rey Gilgamesh


(basado en un rey de Asiria), quien se embarca en una búsqueda por la vida
eterna.

Gilgamesh confronta temas comunes a este género, como la división


humano/deidad, la mortalidad, la seducción y el legado.

Como un joven dios rey, sus prácticas arrogantes causan problemas a la


población hasta que Endiku, un salvaje creado por un dios, enfrenta su poder.

Esta epopeya sigue los pensamientos del rey después de la muerte de Endiku.
Trata sobre cómo convertirse en humano, con un gran énfasis en la inmortalidad.

2- La Odisea – Homero 

Ilustración de uno de los pasajes más


populares de La Odisea

Esta epopeya de la Antigua Grecia cuenta la historia del guerrero Odiseo, quien
intenta encontrar su camino a casa desde Troya a través del mar Peloponesio.
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No solo debe luchar en contra de la malevolencia de los dioses y la seducción de


Calipso, sino que también debe llegar a casa antes de que los pretendientes de su
esposa la convenzan de contraer matrimonio con alguno de ellos.

Puede servirte:   Forma sintética del texto: qué es, características, ejemplos

Muchos elementos narrativos y poéticos de esta epopeya han influenciado


muchas obras modernas de literatura occidental.

3- Beowulf – Anónimo

Beowulf

Es un texto nacional en la mayoría de los países nórdicos y en Inglaterra. Narra la


historia de Beowulf, el héroe de la historia y el hombre más fuerte que ha vivido.

Él es contratado por Hrothgar para proteger su dominio de una grotesca criatura


del pantano llamada Grendel.

No solo este lo vence, sino que al final también terminado confrontando a su


madre, a otras criaturas horribles y a un dragón que respira fuego.
4- La Canción de Rolando – Anónimo 
Esta epopeya fue escrita durante los siglos XI y XII. Cuenta la historia de las
batallas del siglo XVIII entre los musulmanes conquistadores y los francos que
defendían el territorio; esta lucha era por la región de Iberia y los Pirineos.

Esta pieza narrativa refuerza muchos de los valores de los caballeros, como la
galantería y el martirio.

5- Orlando Furioso – Ludovico Ariosto

Orlando Furioso. Fuente: Miguel Hermoso Cuesta, CC BY-SA


4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0>, via Wikimedia Commons

Esta narración continúa la tradición de interpretar las batallas entre los francos y
los sarracenos.

Furioso era un guerrero valiente a cargo de salvar a su gente, pero se distrae por
un ataque de locura causado por las seducciones de Angélica.

Esta historia yuxtapone el deber de ser valiente con el amor pasional, pero
también idealiza al amor al compararlo con un tipo de locura que derroca la
identidad.

Pero al final de la epopeya se reconoce que la pasión es una debilidad para los
caballeros, y que el deber es lo más importante.
6- Paraíso Perdido – John Milton

La caída de Lucifer, ilustración de Gustave Doré

Esta epopeya religiosa, publicada en 1667, cuenta la historia de la caída de Satán


del cielo (es el antihéroe y ángel caído) y la caída del hombre, cuando Adán y Eva
comen de la manzana prohibida.

Es una historia con descripciones bastante raras; se incluye una narración de


ángeles con flatulencias.

Se considera como una reescritura de la caída de Adán y Eva del libro del
Génesis, ya que Milton describe a Satán como un villano seductivo y carismático
en una guerra brutal con Dios.

7- La Divina Comedia – Dante 

Ilustración de la estructura del


infierno por Sandro Botticelli, basado en La Divina Comedia de Dante
Es una visión imaginativa y alegórica de la vida después de la muerte según la
religión cristiana.

Puede servirte:   Texto lírico

Esta epopeya está escrita en primera persona y cuenta el viaje de Dante a través
de los tres planos de la muerte.

El poeta Virgilio lo guía a través del infierno y del purgatorio, mientras que Beatriz
(la mujer ideal de Dante) lo guía en el cielo.

A pesar de que pareciera algo oscuro, la Divina Comedia se caracteriza por sus
detalles jocosos. También se destaca por su descripción del infierno: un lago de
excremento con demonios que pasan gas.

8- La Eneida – Virgilio

Eneas derrota a Turno, escena


inspirada en el final de la epopeya Eneida de Virgilio, Luca Giordano

Es una epopeya escrita en el siglo I a. C. en la que se narra la leyenda de Eneas,


un troyano que viajó a Italia y se convirtió en el ancestro de los romanos.

La primera parte de la historia cuenta la historia de las deambulaciones de Troya


hasta Italia, incluyendo un romance con la reina Dido; y la segunda parte habla de
la victoria de los troyanos sobre los latinos.

Al final su descendiente, Romolus, funda la ciudad italiana que lleva su nombre.


9- La Ilíada – Homero

Página de la Iliada, entre el siglo V y VI

Esta epopeya cuenta la historia de la Guerra de Troya entre los griegos y los
troyanos, después del secuestro de Helena de Troya por Paris, el príncipe de
Troya.

Sorprendentemente muchos de los mitos populares sobre este evento, como el


Caballo de Troya y el Talón de Aquiles, no aparecen en la historia.

La historia narra solo unas cuantas semanas en la parte final de la guerra y se


concentra en los personajes individuales que participaron en la misma: Aquiles,
Ajax, Agamenón, Héctor, Helena y Melenao.

10- El Cantar de Los Nibelungos


Esta epopeya escrita en el siglo XIII revivió la mitología teutónica en Alemania.
Trata sobre el lento declive de las personas Burgundios del Norte del Atlántico.

Específicamente cuenta la historia de Siegfried, una figura parecida a Aquiles que


pelea con dragones, conquista los Nibelungos y usa su capa invisible para derrotar
enemigos.

Puede servirte:   8 Poemas del Futurismo de Grandes Autores

Fue en esta historia en la cual se inspiró el compositor Richard Wagner para


producir su material El Anillo del Nibelungo.
11- Los lusiadas – Luís de Camões

Portada de Los lusiadas

Epopeya publicada en 1572 en la que se narra la primera expedición del


navegante Vasco de Gama a oriente.

Se compone de 1102 octavas repartidas en diez cantos, siendo redactadas


por Luís de Camões para plasmar el poderío del Imperio portugués en los mares
de todo el mundo. De hecho, un tercio del libro consta de relatos históricos del
país lusitano.

PABABOLAS

1. El sembrador

Mateo 13:3-23, Marcos 4:2-20 y Lucas 8:4-15 contienen la parábola del sembrador. Los
tres escritores de los evangelios incluyen la explicación de Jesús de la parábola en la
narración, marcándola como una historia que era importante que los creyentes
comprendieran. Los discípulos no entendían el significado de la historia, por lo que
Jesús quería que fuera muy claro. La parábola compara la forma como la gente recibe el
mensaje de Jesús con la clase de suelo en que las semillas pueden caer. Elige un buen
suelo para plantar la
semilla del Evangelio.

2. El trigo y la cizaña

La parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30) sigue a la parábola del sembrador en
Mateo, y no aparece en ningún otro evangelio. Jesús explica la parábola a sus discípulos
como una imagen de cómo la humanidad será juzgada y clasificada en el fin del mundo.
En esta parábola, el mensaje de Jesús ofrece una guía de cómo vivir y cómo los que
viven de acuerdo con dichas guías, reciben una recompensa final.

3. El hijo pródigo

Lucas 15:11-32 relata la parábola del hijo pródigo. La historia relata cómo Dios trata
con el libre albedrío del creyente y el arrepentimiento. El creyente puede elegir caminar
lejos de todas las bendiciones y alegrías que Dios tiene para él. Puede disfrutar de esa
vida injusta por un tiempo, pero pronto le puede costar todo lo que tiene. Si se
arrepiente, Dios le da la bienvenida a su casa con alegría y restaura la relación.
4. El buen samaritano

Lucas 10:30-37 contiene la parábola del buen samaritano. Jesús usa esta historia para
ilustrar cuál de los vecinos cumple las condiciones de Levítico 19:19 y Deuteronomio
6:05, estos son pasajes que dicen que los creyentes se deben amar a otros como a sí
mismos. El samaritano, que era parte de una raza despreciada de los Judíos, mostró
compasión por el hombre herido y demostró ser un verdadero prójimo. Jesús quería
que el abogado viera más allá de los prejuicios raciales la verdad de que toda la
humanidad es su prójimo.

5. La perla de gran precio


Jesús dijo dos parábolas sobre las perlas en Mateo 13:44-46. Las perlas representan el
reino de los cielos en los dos cuentos que ilustran cuán valiosa y justa debe ser la vida
de un creyente. En ambas historias, el hombre encuentra un tesoro y vende todo lo que
ELEGIAS

1. Fragmento de “Elegía a las musas”, de Solón (638-558 a. C.)

Famosas hijas de Mnemósine y Zeus Olímpico


Musas Piéridas, escuchadme cuando os invoco.
Concededme la felicidad que otorgan los dioses bienaventurados y gozar
siempre entre todos los hombres de una buena fama;
ser así dulce para los amigos, y amargo para los enemigos,
que mi vista sea para unos objeto de respeto, para otros de temor.
Si bien deseo tener riquezas, no quiero obtenerlas
de manera injusta. Más tarde, llega certero el castigo.
La riqueza que otorgan los dioses, es firme para el hombre
desde su cimiento más profundo hasta la cima.
Pero la que buscan los hombres a causa de su insolencia, no viene
con orden, sino que obedeciendo a las obras injustas, sin querer las sigue
y rápidamente se mezcla con la desgracia.
Nace de un pequeño origen, como el del fuego,
débil primero, incurable termina.
No duran por cierto mucho tiempo para los mortales
las obras de la insolencia,
sino que Zeus vigila el fin de todo y, de repente,
como súbitamente dispersa las nubes
el viento primaveral, que, tras revolver el fondo
del yermo mar de muchas olas y devastar
en la tierra productora de trigo las bellas obras alcanza la alta sede
de los dioses, el cielo, y nuevamente aclara el día
y brilla la bella fuerza del sol en la fértil tierra,
y no haya la vista ni siquiera una nube.
Tal es el castigo de Zeus; no contra uno
como se encoleriza un hombre mortal. (…)

1. Fragmento de “Elegía a Pericles”, de Arquíloco (712-664 a. C.)

Mientras plañe un dolor quejumbroso, ningún ciudadano


 disfrutará de las fiestas, Pericles, ni el pueblo;
Pues que a unos tales barrieron las ondas del mar resonante
 y con razón nos rebosa la pena del pecho.
Pero los dioses, amigo, para remedio de males
 que no tienen salida, esfuerzo nos dieron.
Tal caso es un día a este a quien toca, y el otro es a aquel:
 hoy en contra nuestra se ha vuelto, y lloramos por eso
nuestra sangrienta llaga, más pronto caerá sobre otros.
Hala, dejad de llorar como hembras: sed fuertes. (…)
1. Fragmento de “Elegía”, de Catulo (87-57 a. C.)

(…) Ay, hermano mío, perdido para mí, desdichado; ay, luz alegre arrebatada a su
desgraciado hermano: contigo toda nuestra casa se derrumbó, contigo murió todo
mi contento, que tu dulce amor alimentaba en vida. A él, ahora tan lejos enterrado
no entre sepulcros conocidos, ni cerca de cenizas de parientes, sino sepultado en
una Troya siniestra, en una Troya desgraciada, una tierra extraña en los confines
del mundo lo retiene. Hacia esta, se dice, jóvenes griegos escogidos de todos
lados presurosos abandonaron sus hogares y sus penates, para que Paris, alegre
por el rapto de la adúltera, no disfrutara de su ocio libremente en un tálamo en
paz. Por este azar, entonces, a ti, hermosísima Laodamía, te fue destrozado aquel
matrimonio más querido que tu vida y que tu alma. (…)

1. Fragmento de “Elegía VI” del Libro II, de Tibulo (54-19 a. C.)

(…) Amor cruel, ¡ojalá pueda ver rotas las flechas, tus armas, y apagadas las
antorchas, si es posible! Tú atormentas a un desdichado, tú me obligas a lanzar
imprecaciones contra mí mismo y a blasfemar alocadamente. Ya habría acabado
con mis desgracias suicidándome, pero Esperanza ingenua alienta mi vida y
siempre dice que será mejor el mañana. La Esperanza alimenta a los labradores,
la Esperanza confía a los surcos arados la semilla que el campo se encargará de
devolver a un interés mayor; ella coge con lazo pájaros, ella con caña peces, una
vez que delante el cebo ha ocultado el sutil anzuelo. La Esperanza también
consuela al preso atado con fuertes cadenas; las piernas hacen resonar el hierro,
pero canta durante el trabajo. La Esperanza me promete una Némesis accesible,
pero ella dice que no. Ay de mí, no quieras, joven desdeñosa, vencer a una diosa.
(…)
1. Fragmento de “Tristia”, de Ovidio (43-17 a. C.)

Irás sin mí —y no te envidio—, pequeño libro, a Roma


pues no le es permitido ir a tu miserable señor.
Ve, aunque desarreglado, como debe el libro del exiliado
y viste el hábito, desdichado, de este momento.
Que no te cubran los mirtilos con su purpúreo maquillaje
—que ese color no va con las tristezas—
ni escriban tu título con rojo ni bañen las hojas de cedro,
no lleves blancos cuernos en tu negra frente.
Que adornen esos detalles a los libros dichosos,
a ti te toca ser un recuerdo de mi fortuna.
Que no sean pulidos tus márgenes a piedra volcánica
para que te vean desalineado, con el pelo enmarañado.
No te avergüences de las manchas, quien las vea
pensará que son marcas de mis lágrimas.
Anda, libro, saluda con mis versos esos lugares queridos
para que los toque yo con el pie que me está permitido.
Si alguno ahí, como acostumbra el pueblo, no me ha olvidado,
si hubiera quien cuestione, quizá, cómo estoy
dile que estoy vivo, pero niega que estoy bien,
y que incluso esto, que viva, se lo debo a un dios. (…)

1. “I” de Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique (1440-1479)

Recuerde el alma dormida,


avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
   cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

1. Fragmento de “Elegía a las musas”, de Leandro Fernández de Moratín (1760-


1828)

Esta corona adorno de mi frente,


esta sonante lira, y flautas de oro,
y máscaras alegres, que algún día
me disteis, sacras Musas, de mis manos
trémulas recibid, y el canto acabe,
que fuera osado intento repetirle.
He visto ya cómo la edad ligera,
apresurando a no volver las horas,
robó con ellas su vigor al numen.
Sé que negáis vuestro favor divino
a la cansada senectud, y en vano
fuera implorarle; pero en tanto, bellas
ninfas, del verde Pindo habitadoras,
no me neguéis que os agradezca humilde
los bienes que os debí. Si pude un día,
no indigno sucesor de nombre ilustre,
dilatarle famoso; a vos fue dado
llevar al fin mi atrevimiento. Solo
pudo bastar vuestro amoroso anhelo,
a prestarme constancia en los afanes
que turbaron mi paz, cuando insolente,
vano saber, enconos y venganzas,
codicia y ambición, la patria mía
abandonaron a civil discordia. (…)

1. Fragmento de “Elegía II”, de Garcilaso de la Vega (¿1491?-1536)

A BOSCÁN

Aquí, Boscán, donde del buen troyano


Anquises con eterno nombre y vida
conserva la ceniza el Mantüano,
debajo de la seña esclarecida
de César africano nos hallamos
la vencedora gente recogida:
diversos en estudio, que unos vamos
muriendo por coger de la fatiga
el fruto que con el sudor sembramos;
otros (que hacen la virtud amiga
y premio de sus obras y así quieren
que la gente lo piense y que lo diga)
destotros en lo público difieren,
y en lo secreto sabe Dios en cuánto
se contradicen en lo que profieren.
Yo voy por medio, porque nunca tanto
quise obligarme a procurar hacienda,
que un poco más que aquellos me levanto;
ni voy tampoco por la estrecha senda
de los que cierto sé que a la otra vía
vuelven, de noche al caminar, la rienda.
Mas ¿dónde me llevó la pluma mía?,
que a sátira me voy mi paso a paso,
y aquesta que os escribo es elegía. (…)

1. Fragmento de “Elegía a Ramón Sijé”, de Miguel Hernández (1910-1942)

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha


muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien
tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos. (…)

1. “Elegía a Garcilaso”, de Rafael Alberti (1902-1999)

…antes de tiempo y casi en flor cortada.


Garcilaso de la Vega

Hubierais visto llorar sangre a las yedras cuando el agua más triste se pasó
toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los 
espejos de los castillos Elegía a Garcilaso
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida
al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas y los laúdes se 
ahogan por arrollarse a sí mismos.
Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más 
tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.
En el Sur siempre es cortada casi en flor el ave fría.
Ejemplos de odas

1. “Oda a la alegría” de Friedrich Schiller (fragmento)

¡Alegría, hermosa chispa de los dioses


hija del Elíseo!
¡Ebrios de ardor penetramos,
diosa celeste, en tu santuario!
Tu hechizo vuelve a unir
lo que el mundo había separado,
todos los hombres se vuelven hermanos
allí donde se posa tu ala suave.

¡Abrazaos, criaturas innumerables!


¡Que ese beso alcance al mundo entero!
¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada
tiene que vivir un Padre amoroso.

1. “A la Patria”, de Leopoldo Lugones (fragmento)

Patria, digo, y los versos de la oda


como aclamantes brazos paralelos,
te levantan ilustre, única y toda
en unanimidad de almas y cielos.

Visten en pompa de cerúleos paños


su manto de Andes tus espaldas nobles,
y sobre ellas encumbran tus cien años
su fresca fuerza de leales robles.

Corcel azul de la eterna aventura,


sobre la playa que se ablanda en seno,
con su crin derramada en suave holgura
se alarga el mar como a pedirte freno.

1. “Oda I – Vida retirada”, de Fray Luis de León (fragmento)

¡Qué descansada vida


la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

(…)

¡Oh monte, oh fuente, oh río!


¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

1. “Oda a Walt Whitman”, de Federico García Lorca (fragmento)

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,


he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.

Ni un solo momento, Adán de sangre, macho,


hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.

1. “Oda a una estrella”, de Pablo Neruda (fragmento)

Asomando a la noche
en la terraza
de un rascacielos altísimo y amargo
pude tocar la bóveda nocturna
y en un acto de amor extraordinario
me apoderé de una celeste estrella.

Negra estaba la noche


y yo me deslizaba
por la calle
con la estrella robada en el bolsillo.
De cristal tembloroso
parecía
y era
de pronto
como si Ilevara
un paquete de hielo
o una espada de arcángel en el cinto.

La guardé
temeroso
debajo de la cama
para que no la descubriera nadie,
pero su luz
atravesó
primero
la lana del colchón,
luego
las tejas,
el techo de mi casa.
MADRIGAL

Ejemplos de madrigal

1. “Madrigal”, de Francisco de Quevedo (1580-1645)

Está la ave en el aire con sosiego,


en la agua el pez, la salamandra en fuego,
y el hombre, en cuyo ser todo se encierra,
está en sola la tierra.
Yo solo, que nací para tormentos,
estoy en todos estos elementos:
la boca tengo en aire suspirando,
el cuerpo en tierra está peregrinando,
los ojos tengo en llanto noche y día,
y en fuego el corazón y la alma mía.

1. “LIV”, de Francesco Petrarca (1304-1374)

Porque en su faz de Amor pendón traía


turbó una peregrina mi esperanza,
que indigna otra de este honor creía.

Y al ir siguiendo por las hierbas verdes


oí que me gritaba en lontananza:
«¡Ay, cuántos pasos por la selva pierdes!»

Busqué en oyéndola el cobijo umbroso


de un haya y, al mirar lo que allí había,
vi mi viaje un tanto peligroso
y atrás volví, casi a mitad del día.

1. “Madrigalejo”, de Pietro Bembo (1470-1547)

Amor, cuando yo pienso


en el mal que me das terrible y fuerte,
voy corriendo a la muerte,
pensando así acabar mi mal inmenso;
mas en llegando al paso
que es puerto en este mar de mi tormento,
tanta alegría siento,
que la vida se esfuerza, y no le paso.
Así el vivir me mata,
que la muerte me torna a dar la vida.
¡Oh condición no oída
la que conmigo muerte y vida trata!

1. “III”, de Baltasar del Alcázar (1530-1606)

Rasga la venda y mira lo que haces,


Rapaz, que en esta edad no es hecho honroso
Romperme el sueño y las antiguas paces,
Desarma el arco, déjame en reposo
Porque la helada sangre no aprovecha,
Ni es dispuesto sujeto
Donde haga su efeto
La venenosa yerba de la flecha;
Pero si determinas,
Con tus armas divinas
Rompiendo mis entrañas,
Hacerme historiador de tus hazañas,
Ablanda el pecho desta que te priva
De tu imperio y valor con su dureza
Igual a su belleza,
Si no quieres, Amor, que cuando escriba
Forzado en las cadenas,
Cante por tus victorias ajenas.

1. “IV”, de Antonio Álvares Soares (fl. 1628)

En dolor duplicado
Lánguido me consumo;
La ausencia, de una parte, me acomete,
Y el riguroso Amor, de otra me mata;
Y tú, más rigurosa y más ingrata
Que la ausencia cruel, que Amor airado,
No remedias un mal, y el otro alientas
Deste corazón tuyo que atormentas,
¡Ah dura ley de amada tiranía,
Ser tuya el alma, ser la pena mía!

1. “IX”, de Gutierre de Cetina (1520-1554)

Ojos claros, serenos,


Si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
Más bellos parecéis a aquel que os mira,
No me miréis con ira,
Porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
Ya que así me miráis, miradme al menos.

1. “De la purificación de Nuestra Señora”, de Luis de Góngora (1561-1627)

La vidrïera mejor
en sus brazos de cristal
entra al Sol hoy celestial
en la capilla mayor;
a cuyo resplandor,
sin que más luz espere,
Simeón fénix arde y cisne muere.

1. “Madrigal”, de Feliciana Enríquez de Guzmán (1569-1644)

Dijo el Amor, sentado a las orillas


de un arroyuelo puro, manso y lento:
«Silencio, florecillas,
no retocéis con el lascivo viento;
que duerme Galatea, y si despierta,
tened por cosa cierta
que no habéis de ser flores
en viendo sus colores,
ni yo de hoy más Amor, si ella me mira».
¡Tan dulces flechas de sus ojos tira!

1. “Madrigal”, de Pedro de Quirós (1590-1667)

Tórtola amante que en el roble moras,


Endechando en arrullos quejas tantas,
Mucho alivias tus penas, si es que lloras,
Y pocos son tus males, si es que cantas.
Si de la que enamoras
El desdén te desvía,
No durará el desdén, pues tu porfía
Está un pecho de pluma conquistando:
¿Podrá un pecho de pluma no ser blando?
¡Ay de la pena mía,
En que medroso y triste estoy llorando,
Y enternecer procuro
Pecho de mármol, cuanto blanco duro!
1. “Miré, señora, la ideal belleza…”, de Lope de Vega (1562-1635)

Miré, señora, la ideal belleza,


guiándome el amor por vagarosas
sendas de nueve cielos,
y absorto en su grandeza,
las ejemplares formas de las cosas
bajé a mirar en los humanos velos,
y en la vuestra sensible
contemplé la divina inteligible.
Y viendo que conforma
tanto el retrato a su primera forma,
amé vuestra hermosura,
imagen de su luz divina y pura,
haciendo, cuando os veo,
que pueda la razón más que el deseo.
Y pues por ella sola me gobierno,
amor, que todo es alma, será eterno.

 epitalamio

Cada vez que pienso en ti, mis ojos rompen en llanto; y muy triste m e pregunto,
¿por qué te quiero tanto?

Tus ojos son luceros, tus labios de terciopelo, y un amor como el que siento, es
imposible esconderlo.
En las noches claras, resuelvo el problema de la soledad del ser. Invito a la luna y
con mi sombra somos tres.

¿Con qué he de irme? ¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra? ¿Cómo ha de


actuar mi corazón? ¿Acaso en vano venimos a vivir, a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores Dejemos al menos cantos.

Mi árbol tenía sus ramas de oro. Un viento envidioso robó mi tesoro. Hoy no tiene
ramas. Hoy no tiene sueños mi árbol callado, mi árbol pequeño.

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