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Literatura

4to. año

COSMOVISIÓN MÍTICA
.

GUÍA TEÓRICA

Profesoras: M.
Arnaudo, M. Lanci, F.
Sandoval y C. Tribbia

Instituto Leonardo
Murialdo
2024
INSTITUTO LEONARDO MURIALDO
DIEGEP 4951
CONGREGACIÓN DE SAN JOSÉ - JOSEFINOS DE MURIALDO

LOS RELATOS DEL ORIGEN

Narrar es dar sentido

Es una condición propia del ser humano y, por ende, de toda civilización,
preguntarse sobre el origen o el sentido del universo circundante. Y para dar
respuesta a ese interrogante, recurre a la elaboración de narraciones que, de alguna
manera, representan el sentido que una sociedad le otorga al mundo.
El mito y la leyenda son relatos de esta índole. Ambos se diferencian en un
rasgo fundamental: la presencia de divinidades en el mito y la ausencia de estas en
la leyenda. Pero tanto uno como otro tienen la finalidad de explicar el surgimiento
del universo, de los fenómenos naturales, de los seres, etcétera.
No hay civilización que carezca de un corpus de este tipo de relatos. Aun
cuando en nuestros días no constituyan la respuesta a los porqués del universo —ya
que esas respuestas pueden estar a cargo de la ciencia o la filosofía—, ciertamente
estos relatos forman parte del acervo cultural de cada sociedad y se transmiten e
generación en generación.
Los relatos míticos se clasifican de acuerdo con los hechos que cuentan o los
fenómenos que intentan explicar. Existen así los que narran el origen del cosmos, el
nacimiento de los dioses, de los hombres y de los demás seres, el surgimiento del
bien y el mal, la fundación de ciudades e, incluso, el fin del mundo.

En el principio fue el caos

Una cosmogonía es el tipo de mito que narra los orígenes del mundo. En la
palabra que se usa para designar este tipo de relatos se encuentra presente el
término griego cosmos que significa ‘orden’. De un modo que un mito de este tipo
cuenta de qué manera surge el orden a partir de lo indeterminado, es decir, a partir
del caos.
Ese caos del que se habla, generalmente, puede pensarse como sinónimo del
algo informe o desordenado. En realidad, la palabra caos tiene el sentido de
‘abierto’, ‘hueco’, ‘vacío’.
Orden y caos constituyen un par de términos opuestos presente en buena
parte de la literatura de los orígenes. Pensemos, por ejemplo, en la creación del
mundo relatada en el Génesis de la Biblia.
Otra fuerte oposición de este tipo se puede observar en los mitos
fundacionales. En ellos, se cuenta la creación o fundación de una ciudad, para lo cual,
generalmente, se lleva a cabo la fijación de un límite por medio de una muralla.
La muralla divide el interior del exterior, la ciudad de lo no ciudad, el orden
del caos. Saltar la muralla, de la manera que Remo lo hace al fundar junto con Rómulo
la ciudad de Roma tiene sus consecuencias: Remo muere a manos de su hermano
Rómulo, queda fuera del acto fundacional y de la ciudad. Y el que mata al sacrílego
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se convierte en rey por haber actuado en defensa del orden social.


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Nuestras acciones cotidianas se encuentran reguladas por el contexto social


que nos rodea. Otra manera de “saltar la muralla” es cometer actos que amenacen
ese orden social. Idea que claramente se revela en “El hambre” de Mujica Lainez. Ya
que una de las características del hombre que vive en sociedad es su alimentación:
se come comida cocida, y esa comida puede ser carne animal o vegetales, pero
nunca un par, otro ser humano. El canibalismo es un acto asocial.
Todo lo que queda por fuera de la muralla queda fuera de ese orden que trae
consigo todo acto fundacional.

Identidad y origen

El conjunto de los mitos de una sociedad constituye el sustento en el cual se


basa su religión, y el corpus de leyendas, parte de su cultura. Es decir, estos relatos
hacen a la identidad colectiva.
La transmisión de estos relatos a través de las diversas generaciones es un
factor decisivo para la preservación de la identidad social. Originalmente, estos
relatos eran transmitidos por medio de los ritos (en el caso de los mitos) y de manera
oral. El rito es la celebración religiosa que los miembros de una comunidad llevan a
cabo para honrar a sus divinidades, pedir o agradecer a estas. Un ejemplo de esto
es la celebración del día de los muertos cada año en México.
La transmisión oral de los mitos y leyendas es el otro modo en que se
difundieron de generación en generación, hasta que fueron puestos por escrito como
una manera de preservarlos.
En muchos casos, esos textos antiguos han sufrido la censura, ya sea porque
fueron prohibidos y luego destruidos, o simplemente porque no volvieron a ser
copiados. Un claro ejemplo de censura ejercida por la conquista española frente a
muchas de las manifestaciones culturales de los pueblos originarios de
Latinoamérica.
A lo largo de la historia de la literatura, hubo escritores que han retomado
mitos o leyendas y les han otorgado nuevos sentidos: los han puesto a funcionar en
nuevos contextos, y a través de géneros modernos como el cuento, la novela y el
ensayo. De esta manera, los han mantenido vivos y han preservado la función que
estos relatos tenían en la comunidad.
Esta unidad no presenta mitos o leyendas en sí mismos, sino actualizaciones
de mitos fundacionales y poemas que utilizan como recurso creativo una mirada
mítica.

UNA ANTROPOFAGIA LOCAL

El hambre extrema puede concluir en actos no civilizados. Para el hombre


que vive en sociedad, devorar a otro ser de su misma especie es equivalente a un
acto de barbarie. Y la barbarie es todo aquello que queda por fuera del orden
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impuesto dentro de los límites fijados en un acto fundacional.


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La conquista española de América, como todo acto de avance sobre el otro y


fundación de nuevas urbes, trajo consigo una serie de consecuencias no deseadas,
como el hambre y la antropofagia, producto de las extremas condiciones en las que
viajaban las tripulaciones.

Escritura y fundación

El desembarco de las primeras naves españolas en el Río de la Plata en 1515


se produjo a la par tanto de la transposición de la lengua castellana y del universo
cultural hispánico al Nuevo Mundo, como del desarrollo de una escritura que daría
cuenta de la fundación de un territorio a imagen y semejanza de las tierras del Viejo
Mundo, único referente para los viajeros europeos.
Las tripulaciones no llevaban poetas que contaran sus hazañas, por eso las
crónicas de estos viajes son el producto de algunos tripulantes que se hacían cargo
de narrar los descubrimientos, describir paisajes exóticos, denunciar abusos y
amenazas y reclamar justicia, a fin de justificar a su regreso las inversiones que la
corona española había puesto al servicio de las aventuras en América.
Estas crónicas, junto con las cartas y los textos administrativos conforman la
escritura fundacional de la Colonia.

El hambre en la literatura

El hambre, un tema de alcance universal, fue utilizado como tópico en muchos


géneros literarios, entre ellos, la épica clásica, protagonizada por héroes obligados
a viajar lejos de su patria y padecer castigos divinos tales como la falta de alimentos.
También en la literatura española del Renacimiento, el hambre se hace
presente. En el Lazarillo de Tormes —clásica obra picaresca (1554)—, el hambre es
uno de los motivos principales en torno al cual se constituye la trama, ya que conduce
al pícaro a ingeniárselas para conseguir sus alimentos.
El hambre es uno de esos males que las sociedades organizadas tratan de
evitar y que lleva a sus miembros a deshumanizarse si el alimento no es garantizado.
Esta situación puede conducir a extremos inadmisibles como el canibalismo (la
devoración de los seres de la misma especie) o la antropofagia (la devoración ritual
de seres humanos).
Odiseo, héroe épico griego y soberano de Ítaca, de regreso a su patria se
topa con el Cíclope, considerado un ser no humano, un monstruo, no solo por tener
un único ojo, o por ser inferior en inteligencia al hombre, sino porque come carne
humana; y el canibalismo, para la cultura occidental, es uno de los rasgos definitorios
de la barbarie.
Las hambrunas y las soluciones extremas a este padecimiento también
acompañaron las gestas de las expediciones al territorio americano y la fundación
de las nuevas ciudades. Las más evocadas por la literatura de los primeros tiempos
son las que tuvieron lugar en Buenos Aires, durante la expedición de Juan de Solís —
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muerto a manos de los indios querandíes en 1516— y la primera fundación de la


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ciudad por Pedro de Mendoza en 1536.


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La leyenda de los antropófagos locales en “El hambre”

“El hambre 1536” es uno de los cuentos que componen Misteriosa Buenos
Aires (1950) del escritor argentino Manuel Mujica Lainez (1910-1984). Este relato
recupera una serie de hechos informados en las crónicas de los conquistadores.
Los primeros escritores del Río de la Plata (Luis de Miranda, Ruy Díaz de
Guzmán, Ulrico Schmidl y Martín del Barco Centenera) llegaron a estas tierras
dispuestos a soportar infortunios tales como el sitio de Buenos Aires, la peste y la
hambruna que acompañaron los peores días de la conquista. En general, sus relatos
no conocen censura a la hora de contar las aberraciones cometidas no por los nativos,
a quienes se los suele tildar de bárbaros, sino por los españoles, hombres religiosos
y, por lo tanto, temerosos de los castigos divinos.
En su cuento, Mujica Lainez retoma los avatares de Pedro de Mendoza y de
otros adelantados frente a unos nativos que no los dejan salir a buscar alimentos. La
escasez de comida es el móvil que lleva a los personajes, educados en la fe cristiana
y el respeto por el ser humano, a convertirse en cazadores de hombres, capaces de
fagocitar a un compañero ahorcado por comerse un caballo, a un hermano e, incluso,
sus propias “entrañas arañadas por el hambre”.
Leyenda o realidad, “El hambre 1536” toma la perspectiva de uno de los
ballesteros para contar cómo una víctima de una tierra maldita, presa del delirio
provocado por una necesidad básica, puede volverse un asesino y un caníbal.

LA UTOPÍA LITERARIA DE LOS ORÍGENES

En tiempos en que la historia, como discurso encargado de relevar los


acontecimientos, no tenía un desarrollo sistemático ni medios de registro eficaces, la
literatura escribía la tradición. La construcción de un pasado perfecto, la invención
de un espacio ideal y la vislumbre de un futuro promisorio constituyen la utopía que
a escritores como Jorge Luis Borges, Antonio Machado y Leopoldo Marechal les
permitió plasmar, en lo estético y también en lo ideológico, su mirada sobre el
presente, pero relacionada con un tiempo pasado tan perfecto como irrecuperable.

Buenos Aires vanguardista

Hacia 1919, Borges se traslada a España, donde permanecerá tres años. Allí
participa de tertulias literarias organizadas por los poetas ibéricos, fundadores del
movimiento de vanguardia conocido como Ultraísmo. Este nombre deriva del título
de la revista Ultra, órgano de difusión del grupo, en la que el propio Borges publicó
algunos poemas.
En el año 1921, Borges regresa a Buenos Aires, donde se enfrenta con la
intensa modernización de la ciudad, de su paisaje y de su mentalidad entre europea
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y latinoamericana. En este contexto, introduce el Ultraísmo español y redacta un


manifiesto que se publica en la revista Nosotros. Este manifiesto es el germen de una
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serie de revistas nacionales que colaboraron con la renovación estética del arte y la
literatura: Prisma (1921), Proa (1922) y la más importante, Martín Fierro (segunda
época: 1924-1927), eje central de la vanguardia histórica argentina, conocida como
Martinfierrismo.
El redescubrimiento de su ciudad y la experimentación vanguardista dan
origen a los primeros libros de poemas de Borges, fascinado por las
transformaciones de su ciudad natal, ahora cosmopolita, con muchos inmigrantes y
arquitectónicamente irreconocible. En su primera poesía, recuperará la Buenos
Aires de la infancia y fundará su propia tradición nacional. Los orígenes, la lengua,
los compadritos, las contiendas, los cuchillos serán los temas recurrentes de sus
primeras publicaciones: Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y
Cuaderno San Martín (1929). En ellas, no hace un canto al progreso ni constituye una
utopía rural —Rubén Darío y Leopoldo Lugones, escritores centrales de la época, sí
lo hacen—, sino que, mediante procedimientos modernos y renovadores, Borges
elabora una mitología de la cultura desaparecida en sus años de ausencia y que
todavía retiene en su memoria, como la última imagen antes de partir.

La tercera fundación de la ciudad

Se podría decir que la ciudad de Buenos Aires fue fundad tres veces: la
primera en 1536 por Pedro de Mendoza; la segunda, en 1580 por Juan de Garay, y la
tercera por Jorge Luis Borges, en un poema publicado inicialmente en 1926 en el
número 204 de la revista Nosotros, “Fundación mitológica de Buenos Aires”. Tres
años después, el escritor modifica algunos versos, e incluso el título (la fundación ya
no es mitológica, sino mítica), y lo publica como primer poema del libro Cuaderno
San Martín.
Tres discursos se cruzan en el poema: el de la historia, evocada en la mención
del final de los días de Juan Díaz de Solís a manos de los aborígenes de la región; el
de la ficción de una patria personal, referida por el barrio y las calles de la infancia
del poeta (¿Y fue por este río de sueñera y de barro / que las proas vinieron a fundarme
la patria?); finalmente, el discurso popular (Dicen que en el Riachuelo, / pero son
embelecos fraguados en la Boca).
En los últimos versos, Borges le da a la ciudad una entidad mítica, eterna,
como si ninguna fecha fuera apropiada para señalar su origen: A mí se me hace cuento
que empezó Buenos Aires: la juzgo tan eterna como el agua y el aire.

España y los versos de la utopía

Originalmente vinculado con el modernismo, para Antonio Machado la poesía


es el diálogo del hombre consigo mismo y con su tiempo. Algunas huellas de este
movimiento aparecen en las poesías de Soledades (1903), pero el tema de Castilla y
su pasado dorado ya aparece en Soledades. Galerías. Otros poemas (1907) y se
consolida con claridad en Campos de Castilla (1912, 1ra. Edición). Esta obra está
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compuesta por poemas de índole diversa, escritos entre 1911 y 1917, año de su
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edición definitiva. En el nivel del contenido, España, la tierra y la patria adquieren


una dimensión preponderante; desde lo formal, disminuyen los recursos fónicos y
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las figuras retóricas, y aparece una métrica más sencilla. El poeta encuentra a alguien
(su esposa o su recuerdo) y algo (un territorio) a quienes dirigirles su canto, pero lo
hace en una primera persona del plural representativa de una voz colectiva, la de la
comunidad.
Castilla es el centro de interés del poeta, con su paisaje, su gente su tiempo
anclado en un pasado doloroso, aunque más sólido que el presente efímero. Eje de
reflexión del poeta, esta región vive de un tiempo remoto y utópico ya desaparecido,
pero con vestigios de la guerra, la muerte y la violencia que secundaron su historia.

La renovación del arte y de la vida

“Poema sin título” de Leopoldo Marechal (perteneciente a la misma


generación de escritores argentinos que Borges) puede ser leído como la expresión
de una mirada original, nueva, creadora. Fue publicado en Martín Fierro y en el
poemario Días como flechas (1926), libro en el que son constantes el tono
celebratorio del mundo y de la vida, y la alegría que expresa el yo lírico que los
descubre. Entonces, el poema de Marechal puede pensarse como mito de creación
del propio mundo poético.
“Poema sin título” —dirigido a una segunda persona que se presenta como
imagen femenina, pero que podría encarnar a la vida, a la creación poética o a la
tierra— abandona metros, rimas y estrofas convencionales, y recurre a figuras que
sorprenden al lector. Por ejemplo, en el verso 11 (En un país más casto que desnudez
del agua), se atribuyen cualidades inhabituales a los objetos comparados, que no son
parecido por sí mismos; es el texto el que los reúne.
El yo poeta se fascina ante la novedad y la profusión de la vida, y, al mismo
tiempo, se manifiesta como sabedor y creador en el empleo recurrente de un futuro
predictivo asociado con la segunda persona (“desnudarás”),

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