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TEMA 9 LITERATURA HISPANOAMERICANA

En el siglo XX, la renovación de la poesía en Hispanoamérica fue llevada a cabo por personajes
como Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges, que introdujeron el creacionismo y el
ultraísmo.Se agruparon variantes, como la poesía de la negritud. A partir de 1940 se desarrolla
en Hispanoamérica un tipo de lírica que se aparta del vanguardismo y denuncia las injusticias.
Algunos poetas vanguardistas como César Vallejo y Pablo Neruda evolucionan hacia una lírica
comprometida.
Pablo Neruda fue un poeta muy influyente en la poesía hispanoamericana del siglo XX.
Comenzó con una inclinación hacia el romanticismo y el modernismo, con títulos como Veinte
poemas de amor y una canción desesperada,y pasa por una etapa surrealista con obras como
Residencia en la tierra. Su obra más interesante comienza sobre 1935, cuando escribe poemas
políticos, en los que expresa su deseo por un mundo mejor (Canto general). Su trayectoria poética
se diversifica: alterna entre el subjetivismo y el objetivismo,y se aleja del pesimismo. (Odas
elementales).
A finales del S.XX e inicios del S.XX conviven tendencias como la poesía pura, la vanguardista,
la experimental y la existencialista. Destacan:
-En Chile, Nicanor Parra, creador de la «antipoesía», una lírica desnuda.
-En Cuba, Fina García Marruz, Premio Nacional de Literatura en 1990
-En México, Octavio Paz, que experimenta con todas las tendencias y crea el topoema
(composición intelectual y elitista).
-En Nicaragua, Gioconda Belli.
-En Uruguay, Mario Benedetti e Ida Vitale, Premio Cervantes en 2018;
La novela hispanoamericana se desarrolla en diferentes etapas: una primera etapa modernista
que abarca los primeros veinte años del siglo; una segunda etapa (entre finales de los años 20 y
la década de los 30) dominada por la novela regionalista; un tercer período de renovación
narrativa que comienza hacia los años 40 que predice el cuarto. El boom de la novela
hispanoamericana, que será el momento de mayor esplendor de esta narrativa. Por último, hacia
mediados de los 70, comienza un período en el que todas las tendencias conviven.
La prosa modernista con autores como Horacio Quiroga o Leopoldo Lugones convive con una
corriente de corte realista y regionalista que se divide en: la novela de la tierra (Doña Bárbara
de Rómulo Gallegos, La vorágine de José Eustasio Rivera, Don Segundo Sombra de Ricardo
Güiraldes), la novela indigenista (La serpiente de oro de Ciro Alegría) o la novela de la
Revolución mexicana (Los de abajo de Mariano Azuela). Estas novelas denuncian los abusos, la
deshumanización y la lucha entre el hombre y las fuerzas de la naturaleza.

Durante la década de los cuarenta empezó una renovación de la narrativa hispanoamericana.


Surgen textos fundamentales que preceden al boom. Destacan: El Aleph de Jorge Luis Borges,
El túnel de Ernesto Sábato, Hombres de Maíz de Miguel Ángel Asturias o El reino de este mundo
de Alejo Carpentier. Estas novelas dan lugar al “realismo mágico” y adquieren relevancia
elementos como lo irracional, lo onírico y la angustia existencial. Hay un nexo entre estos
precursores y los exponentes del boom: Pedro Páramo del mexicano Juan Rulfo.
La nueva narrativa alcanza su máximo esplendor durante los años sesenta con el boom. Hay
novelas como La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, La ciudad y los perros de Mario
Vargas Llosa, Rayuela de Julio Cortázar y Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, así
como los microrrelatos de Augusto Monterroso y también la faceta cuentística de Julio Cortázar,
Mario Benedetti o Eduardo Galeano, son algunos de los principales nombres. A partir de los
setenta se distancia de la complejidad estructural y lingüística, y del cuestionamiento de la
realidad, incluso de los mismos representantes del boom. En general se pueden destacar algunas
líneas: la novela testimonial, que combina realidad y ficción, como Hasta no verte Jesús mío de
Elena Poniatowska, la novela histórica, como Daimón (1978) de Abel Posse y Terra Nostra de
Carlos Fuentes, resurge el realismo mágico en obras como La casa de los espíritus (1982) de
Isabel Allende, y la novela realista, como La nada cotidiana (1995) de Zoé Valdés.

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