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GABRIEL
GARCÍA MÁRQUEZ. CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA.
La renovación de la narrativa hispanoamericana, aunque tardará en llegar, se produce con una
enorme fuerza creadora y un gran esplendor que la llevará a situarse en la cumbre de la narrativa
mundial. La gran expansión geográfica de Hispanoamérica influye en la diversidad de corrientes
narrativas, algunas de ellas exclusivas de un país o de una región. Suele, no obstante, distinguirse tres
grandes etapas:
Dominio de la novela realista hasta 1940-45.
Comienzos de la renovación narrativa, entre 1945- 1960.
Desarrollo y auge de la nueva narrativa, el boom de la novela, a partir de 1960.
Novela hispanoamericana de las últimas décadas.
En definitiva, García Márquez retrata en Crónica de una muerte anunciada un mundo situado
entre el mito y la realidad, y hace un recorrido por una sociedad con todos sus contrastes,
convencionalismos, tradiciones y costumbres, miserias y grandezas.
La voz narradora de la obra es la contrafigura de Márquez. Es un cronista que ha de ir
reconstruyendo los hechos según se los vayan contando. Por otro lado, él mismo es testigo y, en parte,
partícipe de la acción aunque no recuerda nítidamente lo sucedido, recordemos que él es un habitante
del pueblo. Para esclarecer los hechos se sirve de la correspondencia con la madre de Santiago Nasar,
el informe jurídico y de la autopsia y para finalizar, los testimonios de los testigos entre los cuales está
él mismo. Las conversaciones que él mantiene con los testigos se plasman en estilo directo, entre
comillas y con acotación del narrador.
Cuando él se sirve de lo que recuerda, lo hace como un narrador omnisciente en tercera persona
(tal y como comienza la obra), pero cuando narra como un personaje-testigo y narrador a la vez, lo
hace en 1ª persona, subjetivamente, sobre todo en las descripciones del carácter o de las acciones de
los personajes.
El autor utiliza rasgos procedentes del periodismo (ya desde el título, la Crónica) y otros de la
novela policiaca, como el suspense. No obstante, crea una obra personal, en la que aparecen
técnicas frecuentes en otras creaciones de García Márquez, como la ambientación a mitad de camino
entre lo realista y lo fantástico (el realismo mágico) o la ruptura del orden lineal de l a narración
mediante “flash-backs” o vueltas al pasado y anticipaciones de hechos futuros, o “flash-forwards”.
Entre los primeros destaca el inicio del segundo capítulo, en donde la narración se retrotrae al
momento en que Bayardo San Román llegó al pueblo, seis meses antes de los acontecimientos, o
bien todos aquellos momentos en los que el narrador describe el pasado y ascendencia de los
personajes. Como ejemplo de anticipación de sucesos venideros destacaremos el inicio de la obra,
anticipo de la acción final. “El día en que lo iban a matar” recuerda al comienzo de otra obra
maestra del autor, Cien años de soledad (“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento,
el coronel Aureliano Buendía habría de recordar…”).
En el tratamiento del tiempo destacan además las elipsis narrativas, al decir e l narrador que
Ángela escribió cartas durante diecisi ete años, o que él la volvió a ver varios años después.
Como hemos señalado anteriormente, el tiempo no avanza, puesto que se reconstruyen los
hechos mediante diversos testimonios y crónicas que amplían lo datos del crimen, mientras que la
acción permanece detenida. Además, son numerosos los fragmentos en los que se describe a los
personajes, lo que supone una disminución de la narración a favor de la descripción.
En cuanto al tiempo externo, el narrador dice haberle propuesto a Mercedes Barcha “que se
casara conmigo… tan como ella misma me recordó cuando nos casamos catorce años después”.
García Márquez se casó con Mercedes en 1958, por lo que los hechos suceden en 1944.
La acción se sitúa en el Caribe, se citan Manaure y Riohacha. No obstante, como es habitual
en las novelas de García Márquez, el espacio de convierte en mítico, como lo es Macondo en Cien
años de soledad.
El narrador realiza una crónica de un hecho y unos personajes cercanos (Nasar era amigo
suyo y Ángela su prima), y de ahí que uti lice la primera persona de singular o de plural, porque él
está implicado en los hechos . Es por tanto, a la vez, protagonista y testigo, pero además la voz
narrativa que se sitú a por encima de ese “yo” utiliza varios registros lingüísticos en la narración.
E. LA NOVELA HISPANOAMERICANA DE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS.
La sombra de los autores del boom, algunos todavía en plena forma narrativa, ha condicionado
a las generaciones posteriores, que en muchos casos no han podido sustraerse a su influencia (patente
también, por cierto, en muchos novelistas españoles de esos años). Entre los más próximos en edad y
características podemos citar al argentino Manuel Puig, irónico y sentimental, y al peruano Alfredo
Bryce Echenique, autor de Un mundo para Julius (1970), corrosiva sátira de la alta sociedad
peruana.
En cuanto a generaciones más jóvenes, la estela del realismo mágico aún influyó en dos autores
de gran éxito: los chilenos Isabel Allende (La casa de los espíritus, 1982) y Luis Sepúlveda (Un
viejo que leía novelas de amor, 1992). Ya en los años noventa, se consagran autores de tendencias
variadas, como el argentino César Aira (El congreso de literatura, 1997); el colombiano Fernando
Vallejo (La virgen de los sicarios, 1998), quien muestra con toda crudeza la violencia del
narcotráfico en Colombia; y el argentino Rodrigo Fresán, influido por el intelectualismo lúdico de
Cortázar y por la cultura pop (La velocidad de las cosas, 1998). Citamos, finalmente, al chileno
Roberto Bolaño, que causó gran impacto con Los detectives salvajes (1998) y 2666 (2004); la
primera reconstruye las andanzas de dos escritores malditos que investigan sobre un autor
vanguardista, mientras que la segunda se centra en la violencia de México y, en particular, de Ciudad
Juárez.