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Mated to Her Bully

Sam Crescent

(The Alpha Shifter Collection 11)

Este libro ha sido realizado en colaboración por:

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro


Traducción no oficial, puede presentar errores
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Sinopsis

Lucas ha sido cruel con Mabel desde que tiene uso de


razón. Así que descubrir que es su compañero predestinado es
el giro más cruel del destino. No hay forma de que se aparee
con él. En cambio, ella huye a la ciudad, con la esperanza de
no aparearse nunca con él.
Cuando el padre de Lucas interfiere como Alfa e intenta
reunirlos, ella intenta romper todos los lazos con Lucas y
negarlo como su compañero. Como hijo del líder, Lucas conoce
todas las leyes y giros y exige la posibilidad de reconciliación. No
fue bueno con ella, pero quiere tener la oportunidad de hacerlo
bien. Ella es su compañera y, contra todo pronóstico, están
destinados a estar juntos.
Mabel no tiene más remedio que seguir las reglas, y Lucas
es un hombre cambiado. Cuando era niño, era un
matón. Ahora es un hombre que intenta ganar a su compañera
predestinada y no es un juego. Quiere a Mabel a su lado por el
resto de sus vidas.
Incluso si eso significa derribar el muro que ella ha
construido alrededor de su corazón.

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Prólogo

Mabel Little salió del claro agarrándose el costado mientras


las lágrimas llenaban sus ojos. Esto no le podía estar pasando
a ella. No había forma de que el destino fuera tan cruel. Ella se
negaba a creerlo.
El dolor que había obtenido al pasar corriendo junto a una
rama rota ya estaba comenzando a sanar, pero eso no venía al
caso. En el momento en que se dio cuenta lo que estaba
sucediendo, empezó a correr.
Situada en el borde de otro árbol caído, se agarró de un
lado y se secó las mejillas mientras las lágrimas comenzaban a
caer.
Ella lo escuchó.
Sabía que estaba cerca.
El resto de su manada los seguiría, y si ella no se
controlaba, habría otro espectáculo del que realmente no quería
ser parte.
En cuestión de segundos, estaba allí. Lucas Naul. El mayor
matón e imbécil de toda la manada. Tampoco ayudaba que este

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mismo tipo estuviera en línea para gobernar. Tenía sangre Alfa
corriendo por sus venas, ya que era el hijo mayor del Alfa.
—Estás herida.
Ella se puso de pie e intentó ocultar su cuerpo, pero era
imposible. Aunque no quería que él la viera desnuda, no podía
evitarlo. Ambos habían cumplido dieciocho años este
mes. Ambos habían esperado pasar por la transición de
humano a lobo. Había tenido tanto miedo, había hecho una
investigación exhaustiva y, para su sorpresa, no había sentido
ningún dolor. Solo ese instinto natural cuando la luna llenó el
cielo. Ella había estado afuera esperando. Sus padres le habían
aconsejado que se quitara la ropa antes de que sucediera. No
había ninguna razón para quedarse con las prendas, ya que se
romperían en pedazos inmediatamente después.
Después de encontrar un lugar privado, se desnudó y
esperó lo que vendría. Para lo qué se había estado preparando.
En el momento en que llegó, se sintió tan libre. Su loba
finalmente había salido y era capaz de correr, jugar, hacer lo
que fuera que quisiera hacer. Sus padres siempre le habían
dicho que así se sentiría. No sabía lo emocionante que sería.
Durante las primeras horas, había explorado el bosque,
corriendo, liberándose de las cargas de su piel humana.
Entonces, sucedió. Había encontrado un olor que la había
hecho detenerse. Cuando se giró, había estado allí, la
presencia.

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Saliendo del recuerdo asqueroso, miró a Lucas. —Mantente
alejado de mí.
—Maldita sea, Mabel. Este no es el momento para juegos.
Ella se echó a reír. —¿Juegos? ¿Crees que eso es, que estoy
jugando ahora? Ya me estoy recuperando y me iré a casa.
—¿No quieres quedarte y hablar de esto?
Mabel lo fulminó con la mirada. —No quiero tener nada que
ver contigo. Te odio.
—Eso no es cierto.
Ella sacudió su cabeza. —Créeme, es verdad. No quiero
tener nada que ver contigo. Nunca.
La agarró del brazo, acercándola y obligándola a mirarlo a
los ojos. —Sientes esto.
—No importa lo que sienta, ¿De verdad crees que
sucumbiría alguna vez? ¿Permitirme aparearme contigo? Eres
un idiota y el mayor matón que hay. —Lo empujó lejos y gimió,
agarrándose el costado. —Sea lo que sea, es un truco cruel y no
quiero tener nada que ver contigo.
—Mabel, eres mi compañera. No puedes huir de mí para
siempre. No puedes negar esto.
Se giró para mirar al hombre que le había hecho la vida
miserable desde que tenía memoria. —Mírame.

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Capítulo 1
Tres años después

Mabel estaba cansada. Eso siempre sucedía después de


haber pasado un período prolongado de tiempo en la ciudad.
Mientras se frotaba las sienes, su piel ya no se sentía como la
suya. La necesidad de dar rienda suelta a su loba era tan fuerte,
pero el desastre de lo que había sucedido en su iniciación en la
manada la había llevado a tomar la decisión de continuar su
educación lo más lejos posible de la manada Naul.
El pequeño pueblo donde vivían estaba plagado de sórdidos
rumores sobre lo sucedido esa noche. Sus padres incluso
habían intentado evitar que se fuera, pero ella los ignoró. Dejar
la ciudad poco después de tu primer cambio era algo de lo que
no se sabía. Por lo general, necesitabas a la manada, y la verdad
era que ella los necesitaba. Los quería desesperadamente, pero
no al precio que ellos querían que pagara.
Estar apareados se consideraba lo mejor que les podía
pasar a los lobos. Encontrarse a una edad temprana, un
verdadero regalo. Ella no lo veía como un regalo. Lejos de eso.

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Era nada menos que una maldición. Una por la que no
agradecía a nadie y tampoco le importaba. Quería estar lo más
lejos posible de todo esto.
Más importante aún, quería estar lo más lejos de Lucas
como fuera humanamente posible. Con la manada tratando de
reparar su apareamiento, no tuvo más remedio que irse. Incluso
los hermanos de él habían intentado ayudar. Cuando su
hermano y sus hermanas intentaron unirlos haciéndola sentir
culpable, había sido la gota que colmó el vaso de un verano ya
largo y tedioso. Ella se había ido.
Eso había sido hace tres años, ahora solo regresaba para
todas y cada una de las fiestas, y luego, se aseguraba de
quedarse cerca de casa o poder eliminar su necesidad de correr
hacia el bosque. Siempre sabía cuándo él estaba cerca, y huía
lejos, o se escondía en la casa; realmente no le importaba,
siempre y cuando nunca volviera a ver su rostro.
—Estamos aquí, señorita —dijo el taxista. Había acordado
tener un taxi esperándola en la estación de tren.
La última vez que había esperado a que llegaran sus
padres, había llegado Lucas, y bueno, ella no había ido en su
camioneta para llegar a casa y había optado por irse en
cualquier condición en la que estaba en ese momento. Ahora,
no les había a sus padres a qué hora llegaría su tren; en cambio,
había organizado tener un taxi listo.

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Le pagó al conductor, dándole una generosa propina
mientras tomaba su maleta y salía del auto, mirando hacia la
casa de su infancia.
La mayoría de la manada vivía en su pequeña
ciudad. Había algunos civiles que no sabían lo que eran, pero
eso se debía a que después de años de esconderse, se habían
vuelto expertos en llevar a cabo sus asuntos sin que nadie lo
supiera. La mayoría de los humanos vivían en el centro de la
ciudad.
Sus padres eran dueños de un antiguo rancho que habían
convertido en su hogar. Los muchos acres de bosque se
utilizaban para su propia diversión.
Como todos los Alfas, los Naul eran dueños de la propiedad
más grande dentro de la ciudad y su nombre estaba en la
mayoría de los negocios y lugares.
A ella no le importaba.
Duke Naul era un gran Alfa. Realmente había invertido su
tiempo y experiencia en la manada. Era una pena lo de su hijo.
Subió los escalones y fue hacia la puerta, encontrándola ya
abierta.
—Mamá, papá, estoy en casa. —Dejó su maleta y se quitó
la chaqueta. Parecía que la nieve de un mes había caído de la
noche a la mañana. Hacia muchísimo frío. Afortunadamente,
su cuerpo estaba mucho más caliente que la mayoría de los
humanos, por lo que tenía que disfrazar su comodidad en un
clima extremadamente frío.

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Dejó su chaqueta en el perchero y miró hacia arriba
mientras su madre, Eliza, aparecía por la esquina.
—Hola mamá.
—Oh, cariño, te he echado de menos.
Abrazó a su madre con fuerza y frunció el ceño,
retrocediendo. Luego miró a su madre y observó sus manos
apretadas, los nervios. —¿Que está pasando?
Su padre, Gary, eligió ese momento para ir detrás de su
esposa. La rodeó con el brazo y ella no pudo evitar sonreír. El
apareamiento de sus padres había sido tan dulce. En su mayor
parte, había sido la comidilla de la ciudad. Se amaban mucho
el uno al otro.
Desafortunadamente, solo habían tenido la oportunidad de
tener un hijo, ella. Después de que ella nació, hubo demasiado
daño y, según los médicos, su madre no podía tener más hijos.
—Necesitamos que mantengas la mente abierta, ¿de
acuerdo? —pidió Gary.
—Seguro. Ambos me están asustando. Pensé que estarían
feliz de verme. —Miró entre sus padres.
—Estamos felices de verte. —Eliza la tomó de la mano y,
antes de que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, la
estaban trasladando a la sala de estar y todo quedó claro.
Lucas estaba allí. A su lado estaba su padre.
Esta era la primera vez.
Se echó un poco de pelo hacia atrás y rápidamente inclinó
la cabeza hacia el Alfa, mostrándole el respeto que se le debía.

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—Es bueno verte en casa y bien, Mabel.
—No entiendo lo que está pasando.
Lucas continuó mirándola. A pesar de que lo odiaba, no
podía negar el tirón que sentía para estar más cerca de él. Su
pequeña loba traidora quería estar tan cerca de él como fuera
humanamente posible, o incluso como lobos. Ella no lo
sabía. De cualquier manera, ella no se iba a acercar a este...
hombre.
Desde que lo había visto por última vez, había crecido,
estaba mucho más alto, más atractivo de una manera bastante
áspera. Era por eso que las chicas de la escuela lo habían
amado, y sí, él había disfrutado de los muchos placeres que le
ofrecían, o al menos así era según los rumores.
—Por favor, siéntate —dijo Duke.
Estaba en la punta de su lengua negarse, pero nadie jamás
rechazaba al Alfa.
Se sentó en el borde de una de las sillas mientras sus
padres ocupaban los asientos restantes.
—Estamos aquí por una... necesidad —dijo Duke. —Todos
entendemos tus reservas para aparearte oficialmente con mi
hijo, pero esto ya no puede continuar.
Se metió el pelo detrás de la oreja y miró al suelo, apretando
los dientes.
—Tú y Lucas reconocieron el emparejamiento.
Ella levantó la cabeza mientras él continuaba.
—Y esta ausencia prolongada ya no es aceptable.

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—Papá, no lo hagas —dijo Lucas.
—¿Aceptable? —rio ella.—No reconozco ningún
emparejamiento con su hijo. ¿Está ahí? Sí, pero me niego a ser
víctima de él.
—Mabel, no se puede negar el calor del apareamiento.
—Lo hice. —Se negó a mirar a Lucas. —Y él todavía está
vivo y bien. No hay ninguna razón para que ninguno de los dos
esté apareado.
—Están destinados el uno para el otro.
—Y esa es una broma cruel y enfermiza. —Se puso de pie y
miró a Duke. —¿Es por eso por lo que mis padres insistieron en
que volviera a casa más pronto? ¿Para que puedas imponerme
algún tipo de mierda Alfa?
—Mabel, por favor, cariño —dijo su padre.
Duke se puso de pie. Él era el Alfa, pero ella no le tenía
miedo. Si fuera alguien más, no interferiría, pero lo hacía
porque era su precioso hijo.
—¿Te atreves a desafiarme? —preguntó Duke.
—Me atrevo a desafiar que me estás pidiendo que me una
con el hombre que me ha hecho la vida miserable. No solo
estamos hablando de insultos. Las mentiras, los rumores, los
juegos retorcidos y enfermos a los que jugaba. ¿Te contó sobre
los condones usados en mi casillero? ¿O tal vez el hecho de que
publicó mi número en un sitio web pornográfico? ¿O tal la vez
que me robó la ropa del gimnasio? ¿O cómo me convenció de
que uno de los tipos más agradables de la manada me había

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invitado a salir, solo para descubrir que era una broma cruel a
mi costa?
Se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar los muchos
años que había vuelto a casa y les había mentido a sus padres
sobre su día. Ella nunca les había contado el alcance de la
intimidación Para la mayoría, descubrir que tu compañero
predestinado no era otro que el hijo del Alfa era un gran
momento para celebrar. Para ella, había sido un cruel giro del
destino que le daba náuseas. —Nunca me aparearé con alguien
tan horrible. Si llamas al protegerme a mí misma un desafío a
ti, entonces échame de la manada. He estado viviendo sola
durante mucho tiempo. Puedo manejarlo. —Se secó las
lágrimas, les dio la espalda y se excusó, subiendo rápidamente
a su dormitorio.

***
Lucas sintió su dolor.
La vio irse y se odió a sí mismo aún más.
—Lo siento mucho, Alfa —dijo Gary Little.
—No importa —dijo su padre. —Pensé que mi presencia
podría ayudar a la situación, pero me temo que solo la ha
empeorado.
Las manos de Lucas se cerraron en puños. Este era el
tiempo más largo que había estado en su compañía desde que

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descubrió que ella era su compañera. Después de esa noche,
que debería haber sido la mejor noche de su vida, todo había
ido cuesta abajo desde allí. Cada noche que había estado solo,
sabía que era culpa suya. Al lastimarla todos esos años sin una
buena razón, ella había sufrido. No había nada que pudiera
hacer al respecto más que vivir con las consecuencias de lo que
había causado.
—Bien, será mejor que nos vayamos —dijo Duke. —Sin
embargo, volveremos. Todos los días que ella esté aquí.
—Te lo agradeceríamos. Sé que es un momento estresante
y todo eso. Lo sentimos —dijo Gary.
Estrechó la mano de los padres de Mabel y se fue, siguiendo
a su padre. Lucas miró hacia la casa, incapaz de resistir una
última mirada prolongada, y observó su ventana. La cortina
cayó, pero él la vio. Apretando los dientes, levantó la mano y
saludó.
Ella no hizo nada.
Muchos dentro de la manada simpatizaban con lo que
estaba pasando. No había muchos registros de compañeros que
se separaran una vez que sentían esa chispa acalorada entre
ellos. Cuando los compañeros finalmente se encontraban, era
imposible separarse. Se anhelaban el uno al otro por el contacto
con la compañía del otro. Él se había mantenido en la oscuridad
en su mayor parte. Queriendo lo que no podía tener. Mabel iba
y venía, y cada vez que la veía, ella nunca parecía afectada.

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Las lunas llenas eran las peores. Mientras los compañeros
se reunían, corriendo entre ellos en la naturaleza, él y su lobo
trotaban hasta un lugar y miraban a la luna, extrañando a su
compañera. Nunca había sentido una depresión o soledad como
esta antes.
Todavía sentía el calor entre ellos, incluso ahora. Él lo
sabía.
Mabel lo había sentido. Ella todavía lo hacía, de eso estaba
seguro, pero su pasado se interponía en su camino. La verdad
era que odiaba esto. Su padre siempre se había sentido
orgulloso de él. Nunca le había fallado a su padre y siempre
había demostrado ser un Alfa ejemplar. Ahora, sin embargo, ni
siquiera podía conseguir a la mujer que se suponía que era
suya.
Duke se detuvo y se giró hacia él. —Quiero que vengas aquí
todos los días. Trae flores o bombones. No me importa. Si tienes
la oportunidad de hablar con ella, lo haces.
—Papá, eso no es...
—Soy tu Alfa en este momento, hijo. ¿Sabes siquiera lo que
está en juego ahora mismo? Ella casi te ha rechazado.
—Tiene derecho a hacerlo.
—Nunca en todos los años que llevo siendo líder de esta
manada, o tu abuelo, o tu bisabuelo, una pareja predestinada
se ha negado a unirse con su compañero. ¿Crees que no veo la
tensión que te causa? ¿La necesidad de estar cerca de ella? Te
vi la última vez que estuvo aquí. Te escapaste solo para verla.

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—Estoy bien.
—Y si se va de nuevo, ¿entonces qué?
No tenía respuestas.
—Entonces harás lo que te diga.
—Bombardearla no la va a conquistar, papá. Conozco a
esta mujer.
—Sí, bueno, tal vez es hora de que empieces a conocerla de
verdad. Si hubiera sabido que intimidabas a uno de nuestra
manada, te lo habría advertido, hijo. Tal como están las cosas,
estoy tratando de arreglar tu desastre antes de que esa chica se
dé cuenta de que hay un vacío legal en el que puede exigir
dejarte.
—¿Qué? —preguntó él.
—Averígualo.
Su padre dio media vuelta y se dirigió a la ciudad. Lo último
que quería en este momento era estar rodeado de personas que
sintieran verdadera pena por él. Yendo en la dirección opuesta,
terminó en una cancha de baloncesto destartalada en las
afueras de la ciudad. Él y sus amigos habían escondido una
pelota para poder venir aquí a pensar. En los últimos meses,
había estado siguiendo los pasos de su padre, aprendiendo para
asumir el mando como líder, como Alfa.
Lucas estaba lanzando la pelota a la canasta cuando vio a
sus dos amigos, Ben y Rupert.
—Pensamos que aquí es donde estarías —dijo Ben,
trepando la valla y aterrizando con gracia.

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Rupert optó por usar la entrada justo al lado de donde Ben
había escalado la valla.
—¿Como te fue? —preguntó Rupert.
—Fue una mierda. —Agarró la pelota y, por primera vez,
falló su tiro.
—Maldita sea, ¿así de malo? —preguntó Ben, agarrando la
pelota y lanzando su propio tiro al aro.
—Pasar otra prueba de biología hubiera sido más fácil.
Sus amigos hicieron una mueca. Había luchado con varias
materias en la escuela, siendo biología una de ellas. —Lo que
sea.
—¿No hay forma de convencerla? —preguntó Ben.
—No. Se sentó en mi compañía durante unos tres minutos
antes de decirle a mi padre que no había forma de que quisiera
estar cerca de mí. Creo que eso es lo que dijo. —Había estado
demasiado ocupado absorbiéndola por completo. Su largo
cabello castaño, sus hermosos e intensos ojos castaños. Con
cada cosa sobre ella, se sentía atraído. Incluso su cuerpo, y
para su vergüenza, solía llamarla gordita, gorda, y vaca. Ahora,
estaba jodidamente mortificado. Tenía los ojos realmente
abiertos y ahora veía curvas. Bonitas tetas grandes, cintura
pequeña, caderas ensanchadas en las que había pasado
muchas noches pensando mientras se acariciaba la polla,
tratando de controlar sus pensamientos. Pensaba en sus
piernas bien formadas envueltas alrededor de él. Cada
centímetro de suavidad contra su dureza. La deseaba tanto.

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Había momentos como ahora en los que se ponía duro con
solo pensar en ella. Mabel pensaba que era la única que sufría,
pero él también. Años de lastimarla constantemente inundaron
su mente. Todas las veces que pudo haber sido amable con ella,
ofreciéndole una mano cuando la necesitaba. En cambio, le
había hecho la vida miserable, y ahora, bueno, ella tenía que
hacérsela miserable a él.
—¿Cuál es el plan ahora? —preguntó Rupert.
Al principio, sus dos amigos habían pensado que era
gracioso que se hubiera enamorado de la chica a la que solía
intimidar. A medida que pasaban las semanas y veían las
consecuencias de sus acciones, el humor pronto había muerto.
Especialmente porque la mayor parte del tiempo la echaba de
menos. Fingir ser feliz o incluso preocuparse era un trabajo
duro.
Lo había hecho día tras día durante los últimos años. Vivía
solo para cuando Eliza o Gary dejaban escapar que Mabel
regresaría a la ciudad. Pasaba mucho tiempo, planeando,
pensando en formas de verla, de acercarse a ella.
Pasando una mano por su rostro, sus propios
pensamientos se burlaron de él mientras recordaba las veces
que se había interpuesto en su camino. Su cuerpo entero
presionado contra el de él. La forma en que él la empujaba hacia
atrás y ella tropezaba.
Había sido un idiota gigante y no había una razón para ello.
Realmente no. Mabel siempre había sido un poco diferente.

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Siempre que la veía, tenía la cabeza en las nubes, una sonrisa
fácil en los labios. Le había molestado verla tan feliz. Además,
su tamaño la hacía diferente de la manada. La mayoría de ellos
eran altos, atléticos y duros. Mabel era todo curvas, suavidad,
y no era jodidamente alta en absoluto. De hecho, incluso la
había visto saltar para ver el escenario adelante y escuchar a
su padre en una de las reuniones del pueblo.
Ahora, amaba todo lo que la hacía diferente. La anhelaba
de una manera que nunca había hecho antes. Noche y día, no
había alivio en su necesidad de esta mujer. Ella iba y venía, y
él la necesitaba.
Se había convertido en un... acosador cuando se trataba de
Mabel.
Antes de su transición, había disfrutado de su cuota de
mujeres. La idea de estar apareado nunca le había atraído. En
lo que a él respectaba, no era necesario encontrar compañera
cuando había tantas mujeres para degustar. Estaba rodeado de
parejas apareadas. Su padre estaba completamente dedicado a
su madre, al igual que todos los hombres apareados. Antes de
convertirse por completo, lo había visto como una
debilidad. Ahora, sin embargo, daría cualquier cosa solo para
que su compañera lo mirara. Pasar al menos más de un par de
minutos en su compañía.
—No tengo un plan —dijo Lucas. —Papá quiere que siga
intentando bombardearla con mi compañía. No sé cómo
explicarle suavemente que eso no funcionará. —Frunció el

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ceño, pensando en lo que había dicho su padre antes de irse. —
¿Saben algo acerca de un vacío legal en el apareamiento? Mi
papá dijo que necesitaba conquistar a Mabel antes de que ella
se diera cuenta.
Sus amigos parecían confundidos.
Pasaron los segundos, y luego Rupert chasqueó los
dedos. —Sí, eso es, ahora lo recuerdo. Tiene que ver con los
compañeros. Bajo la ley, son compañeros. Todos en la manada
saben que lo son, por lo que todos los posibles hombres deben
retirarse de la competencia, ¿verdad?
—Eso no es una escapatoria.
—Sí, pero hay una vaga mención en la ley de la manada
que establece que si un compañero de cualquiera de las partes
no está satisfecho con su otra mitad, entonces pueden hacer
algún tipo de declaración que romperá cualquier lazo
potencial. Si se considera cierto que como pareja no son
adecuados el uno para el otro, el Alfa de la manada no tiene
más remedio que declararlos separados, y según la ley de la
manada, su palabra es válida, la ley. Tendrías que seguirlo
hasta que finalmente, ¿lo creas? —dijo Rupert, encogiéndose de
hombros. —Nunca se ha hecho.
Lucas se pasó una mano por la cara. —Ella lo sabe. Si no
es ahora, lo averiguará. Después de hoy. ¡Mierda!
—Amigo, ¿no quieres eso? —preguntó Ben.
—¡No! —Miró a sus amigos. —Ustedes no sienten esto. No
saben lo que significa… ella está jodidamente justo ahí. Bien.

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Sé lo importante que es ella. La quiero y cortar esa conexión no
va a funcionar. —No puede funcionar. Se negaba a creer que
fuera tan fácil.
—Bueno, la buena noticia es que soy un as en la ley de la
manada —dijo Rupert. —Donde hay una laguna para ayudar a
uno, siempre hay otra para la parte opuesta.

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Capítulo 2

—Cariño, sabes que no necesitas venir a la reunión de la


manada —dijo Eliza.
Mabel sonrió a su madre. Después de los últimos días que
acababa de experimentar, tenía que hacer esto. La única forma
de volver a casa para siempre era tomar el asunto en sus
propias manos. No se lo había dicho a sus padres, pero esta era
la única forma. —Quiero hacerlo. Será bueno. No he estado en
una reunión de manada en una eternidad. Quiero saber lo que
me estoy perdiendo.
Las mentiras seguían saliendo de su lengua y las odiaba.
Esto no era divertido para ella y no sabía si era divertido
para Lucas. Por otra parte, por lo que había sufrido en el
pueblo, dudaba que a él le importara. Para todos los que la
rodeaban, él era una víctima.
Una maldita víctima apuesta.
Negó con la cabeza, irritada por el hecho de que tanta gente
sintiera lástima por él. No se lo merecía, pero, de nuevo, ¿quién
era ella para decirle a alguien cómo debería o no debería
sentirse?

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Ella era la última persona para dar consejos. Había
intentado huir de sus problemas y eso no había resuelto nada.
Siguiendo a sus padres en el pueblo, mantuvo la cabeza
inclinada y repasó el discurso que había planeado en su cabeza.
Todo era lógico. Ella había tratado de encontrar otras formas,
pero Lucas había llegado a la puerta principal de sus padres
todas las mañanas y ya no podía hacer esto con él. Tenía que
haber una manera de cortar cualquier conexión que tuvieran.
Entonces, el destino había sido cruel al juntarlos.
Claramente, la ley de la manada había lidiado con este tipo de
crueldad antes, razón por la cual tenía la intención de exigir
que lo cortaran. El pueblo la odiaba ahora mismo, de todos
modos. Bien podría darles algo de lo que realmente hablar.
Trató de no entrar en pánico al entrar en el gran
ayuntamiento. No tenía idea de cómo podían mantener a los
civiles fuera de los asuntos de la manada, pero Duke se salía
con la suya.
Se sentó en la parte de atrás con sus padres.
La gente seguía girándose hacia ella, mirando en su
dirección. En el escenario, vio a Duke en el podio, con las gafas
en la nariz mientras revisaba el papeleo. Su esposa, sus hijos y
allí estaba Lucas.
Su mirada estaba sobre ella y ella rápidamente desvió la
suya.
Puedes hacerlo. Puedes hacerlo.

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Cuando todos estuvieron allí, las puertas se cerraron y
Duke se puso de pie. Pasó por todas las notificaciones y quejas
necesarias que solían surgir. Ayudaba a evitar que toda la
manada se matara entre sí.
—Bien, ¿alguien tiene alguna otra solicitud para el día? —
preguntó Duke.
Su corazón latía con fuerza y se puso de pie al igual que
muchos otros. Mantuvo la mirada lejos de Lucas, no queriendo
mirarlo. La loba dentro de ella quería ir a ver a Lucas, pero no
podía permitirse rendirse ante él. Incluso su loba estaba en
conflicto a veces. Quería a Lucas y, al mismo tiempo, no lo
hacía.
La gente empezó a hablar. Algunos felicitando a Duke por
un buen año y otras mierdas.
—¿Cariño que estás haciendo? —preguntó su madre.
—Cariño, siéntate.
Sus padres intentaron tirar de sus manos para mantenerla
abajo.
—Solicito separarme de mi compañero —dijo, gritando las
palabras.
Todo el salón quedó en silencio.
El sudor le salpicaba la frente. Todos la miraban. Odiaba
ser el centro de atención y no se atrevía a mirar a Lucas.
Ella esperó.
Asustada.
—Señorita Little, ¿sabe lo que me pide a mí, a la manada?

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—Lo sé. —Apretó los puños con fuerza, sintiendo náuseas.
Todos guardaron silencio.
Duke continuó mirándola. —Si eso es lo que quieres...
—¡No! —Lucas se puso de pie.
Esta vez, finalmente lo miró.
—No hagas esto —dijo ella.
—No se puede cortar algo a lo que no se le ha dado la
oportunidad de siquiera ver si puede funcionar —dijo Lucas.
—Esto no puede funcionar.
—No me has dado una oportunidad.
—¿Por qué diablos debería hacerlo? Tú y yo sabemos que
esto nunca sucederá. Seamos realistas, no me soportas. Soy
gorda, fea e inútil.
Lucas apretó los dientes y gruñó. El estruendo se escuchó
en todo el salón. Todos lo escucharon. —Eso fue antes de que
supiera que eras mi compañera.
—Qué es exactamente la razón por la que esto necesita ser
cortado. Tú y yo nunca tendremos una oportunidad.
Lucas negó con la cabeza. —No lo creo. Tienes que estar
dispuesta a darnos una oportunidad. Si estás dispuesto a
concederle la opción de cortar nuestro emparejamiento,
entonces está bien, pero primero... tienes que darme un año.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Según la ley de la manada, se establece que debería tener
la oportunidad de intentar aparearme contigo. No me has dado
nada. Ni una pequeña oportunidad, y lo que es más, todo el

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pueblo lo sabe. Desde nuestro emparejamiento, me evitas como
si fuera una maldita plaga. Soy tu compañero y exijo que se me
dé la oportunidad de hacer que esto funcione.
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras lo miraba. —No
quiero esto —dijo ella.
—Me temo... —Duke suspiró.—Bajo la ley de la manada, no
tengo otra opción. Señorita Little, usted y Lucas tendrán que
tomarse el tiempo durante un año para ver si es posible que
sigan siendo compañeros. Sin embargo… —Se detuvo y la miró,
luego a Lucas. —Debido a la naturaleza de su emparejamiento,
como Alfa, exijo que a ambos se les dé el año, juntos, sin
interrupciones, en nuestra isla.
Eso era aún peor.
La isla era un lugar para que las parejas casadas no
tuvieran interferencia. Solo dos personas. Las lágrimas llenaron
sus ojos mientras negaba con la cabeza. —No.
—Mi palabra es ley. Mañana, ambos se van. No seré
desafiado.
Enojada, Mabel salió furiosa del ayuntamiento. Tenía que
salir de la ciudad. De ninguna manera iba a pasar un año a
solas con Lucas. No era justo.
—Mabel, maldita sea, más despacio. —Lucas la persiguió y
ella se dio la vuelta para mirarlo.
—¿Por qué? —le preguntó. —Me sorprende que no estés
contento de que te pida esto. No quiero... no quiero nada de
esto.

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—Entonces deberías haberme dado la oportunidad.
—No necesito darte nada, y ahora, un año.
—Mabel. —Se acercó a ella y ella negó con la cabeza.
—No. Mantente alejado de mí.
—Sabes que si te escapas, te encontrarán. No tienes más
remedio que llevar esto a cabo. La Ley Alfa es la única que
debemos seguir.
Apretando los dientes, lo último que quería hacer era
siquiera mirarlo, pero no le daría la satisfacción de huir. Se giró
para mirarlo. —Sí, y como es tu papá, obtienes todo lo que
quieres, ¿no es así? Como siempre. Siempre es papi. Puaj.
Déjame sola. Puedo tolerar un año, pero después, me dejarás
en paz. —Ella se marchó furiosa.
No había forma de que pudiera pasar un año con él.
—Mírala, es la Señorita Gorda Dulcera. ¿Alguna vez has oído
hablar de una dieta.
—Wow, quítate de encima, manteca de cerdo, casi me
aplastas.
Las burlas crueles que Lucas le había dicho. Luego, por
supuesto, estaban las bromas que había hecho. Las imágenes
de su cabeza encima de un cuerpo desnudo. El video porno de
Internet que declaraba que se masturbaba por dinero. Todo
muy cruel.
Enjugándose las lágrimas, entró en su casa y se dirigió
directamente a su dormitorio. Se sentó en el borde de su cama,
sintiendo el malestar arremolinándose en su estómago.

26
La noche en que se había transformado, la sensación de su
loba corriendo por su cuerpo había sido increíble. Luego,
cuando sintió a su compañero, todo en su mente se había
sentido completo. Tan perfecto. Hasta que se dio cuenta de que
el lobo de pelo negro no era otro que el chico muy cruel que
había hecho de su vida escolar una miseria.
La había convertido en el hazmerreír de toda la escuela. No
había forma de que ella lo dejara ganar.
Bien, él quería un año, ella le daría un año. La isla era un
lugar bastante grande. No tenía que verlo ni un solo día.

***
Lucas gimió mientras abría los ojos. Agarrando la parte de
atrás de su cuello, sintió como si lo hubieran apuñalado con
algo. Extendiendo la mano hacia atrás, tocó la parte delicada
de su cuello y supo sin duda alguna que había sido drogado. Se
sentó y miró alrededor de la habitación. Las bolsas que había
estado empacando cuidadosamente estaban en la esquina, y no
había otra señal reveladora de que hubiera sido secuestrado o
estuviera en camino de ser torturado.
Balanceando los pies en el suelo, se giró y vio el sobre con
su nombre garabateado en él.

27
Lo agarró, reconociendo instantáneamente la escritura de
su padre. Después de abrir el sobre, sacó una sola hoja de papel
y comenzó a leer.

Hijo,
Espero que sepas lo que estás haciendo. Solicitar lo
que pediste requirió agallas, y estoy muy orgulloso de
ti. Eso es lo que tenía que pasar. Nadie puede saber
dónde está la isla. Tú y Mabel tenían que ser llevados.
Ella está en otra habitación. Buena suerte y espero que
puedas arreglar este desastre de una vez por todas.
Tienes un año. Has que valga la pena.
Tu padre

Lucas no tenía idea de que esto era lo que tenía que pasar.
Pasando una mano por su rostro, supo que Mabel se iba a
enojar con él. Probablemente encontraría otra razón para no
estar en su compañía.
Cuando se trataba de su compañera, la había jodido en
todos los niveles antes de siquiera saber que ella era su
compañera.
Maldición.
Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había
pensado en su comportamiento en el pasado y se había sentido
avergonzado de sí mismo.

28
Había herido a su propia compañera. Por eso no la había
obligado a quedarse. Comprendió completamente su necesidad
de estar lo más lejos posible de él. Aun así, apestaba.
Pasara lo que pasara, tenía que conquistarla. No por
ninguna otra razón que el hecho de que quería estar con ella.
Ella era su compañera.
Estando cerca de ella, no importaba cuán breve fuera el
tiempo que hubiera experimentado, se sentía completo.
Siempre que ella se iba, siempre le faltaba una parte de sí
mismo. La parte de la que solo era dueña Mabel. Tenía que
hacerlo funcionar para ambos.
Antes de la transición a lobo, había jugado. Había habido
tantas mujeres y chicas compitiendo por su atención. Incluso
entonces, era grande, musculoso y parecía mayor que sus
dieciocho años. Había aprovechado de la diversión en el camino
porque sabía que en el momento en que tuviera su primer
cambio, se dedicaría a aprender todo lo que necesitara de su
padre.
Solo había dos cosas en la vida de las que estaba seguro:
quería una compañera e iba a ser Alfa.
En este momento, no estaba seguro de nada. Si no
conseguía a su compañera, ¿cómo iba a poder gobernar la
manada? Todos sabrían de su fracaso para conquistarla.
Sin embargo, no se trataba de su posición Alfa .No, esto
solo se trataba de conquistarla. Para poder retenerla. Ninguno
de sus amigos entendía que había días en que lo único que

29
quería hacer era abrazarla. Si pudiera tocarla, sería suficiente.
Al menos, eso era lo que seguía diciéndose a sí mismo, pero
tenía la sensación de que estaba tan equivocado en todo.
Se puso de pie y extendió la mano para agarrar uno de los
cuatro postes en cada esquina de la cama, sintiendo una ola de
náuseas invadirlo. No cabía duda de que eran las drogas. Eran
jodidamente fuertes.
Con una mano contra su estómago, salió de su dormitorio.
Había varias puertas al frente y a ambos lados de él. Había
oído hablar de la casa de la isla antes, pero nunca había tenido
el placer de verla. Ahora, mientras estaba de pie, mirando a su
alrededor, tenía que preguntarse por qué nadie más lo sabía.
Claro, se usaba para asuntos delicados como este y para
lidiar con lobos salvajes, pero la grandiosidad absoluta no le
pasó desapercibida. Las parejas podían tener su luna de miel
aquí, o simplemente pasar un par de días, si no semanas, fuera.
Volviendo a concentrarse en el problema que tenía entre
manos, pasó por cada dormitorio y abrió las puertas para
comprobarlos. Ninguno de los cuartos estaba arreglado, y
cuando llegó a las escaleras, una lo estaba enviando hacia
abajo, y la otro subía a otra parte de la casa.
El hambre lo atraía, pero lo que era más importante, su
compañera lo hacía.
Tenía que saber si ella estaba bien.
Después de subir los escalones, abrió la primera puerta y
se detuvo.

30
Mabel yacía en la cama.
Sus maletas estaban en la esquina.
Cada parte de él gritaba que se fuera, pero dio un paso
dentro de la habitación y fue a mirarla.
Ella parecía pacífica. Incluso había una sonrisa en sus
labios mientras dormía.
Extendiendo la mano, le puso una mano en la mejilla y le
acarició un poco de su cabello castaño. Le encantaba la
longitud. A menudo había fantaseado con eso mientras ella
estaba fuera. Imaginándolo en su puño mientras la follaba.
Incluso esos labios regordetes estaban destinados a envolver su
polla.
Paciencia.
Él necesitaba mostrar tanta jodida paciencia con su mujer,
y eso lo enfurecía. Aun así, como quería hacer mucho más que
simplemente acariciar su cabello, se permitió el más mínimo
placer de inclinarse y rozar sus labios contra su frente.
Los tranquilizantes desaparecerían muy pronto. Cuando
eso sucediera, ella estaría chillando y gritándole a él.
En lugar de decir algo o intentar despertarla, dio un paso
atrás y salió de su dormitorio.
¿Qué diablos podía hacer ahora?
Pasando repetidamente sus dedos por su cabello, bajó las
escaleras y rápidamente exploró la casa. Se detuvo frente a una
de las grandes ventanas.
La llamaban isla y no se equivocaban en absoluto.

31
Estaba completamente rodeado por vastos océanos.
No se veía nada más que agua, mucha.
La belleza que tenía ante él no se le escapó. Ya podía
imaginarse a él y a Mabel corriendo desnudos por el océano,
nadando todo el día.
Dando un paso atrás, decidió hacer algo útil. Entró a la
cocina y encontró otra carta esperando en el mostrador.

Lucas y Mabel,
Para el próximo año, se cubrirán todas sus
necesidades. Nunca sabrán cuándo se realizará una
entrega o cómo llegaremos allí. Solo deben saber que
estarán cuidados. No teman. Disfruten su año.
Su Alfa

Fue a la nevera y abrió la puerta para descubrir


exactamente qué tan llena estaba. No sabía si era el desayuno,
el almuerzo o la noche. No había forma de que fuera cerca de la
noche, así que optó por almorzar. Escogió una variedad de
verduras, sabiendo exactamente lo que quería hacer.
Tarareando para sí mismo, siguió mirando hacia la puerta
para ver llegar a su compañera. Nada.
No sabía si le habían dado un tranquilizante mucho más
fuerte o si estaba despierta, simplemente ignorándolo.
Estaba hambriento y no había forma de que tuviera la
intención de esperar. Su madre lo había convencido de que la

32
mejor manera de llegar al corazón de una mujer era a través del
estómago. Eso era lo que iba a hacer. Alimentarla.
Con todas las verduras picadas, rebuscó en los armarios
para encontrar todo lo que necesitaba para hacer una salsa
deliciosa. Con sus ingredientes, lo preparó todo para agregarlo
a un wok.
A continuación, fue en busca de un wok, que encontró
fácilmente.
Echando un vistazo a la puerta de nuevo, se preguntó si
debería esperar hasta que ella estuviera realmente despierta.
Rápidamente decidió no hacerlo mientras su estómago
gorgoteaba. Por lo que se puso a trabajar preparando su
comida.
Con los fideos ya cocidos a la espera de ser agregados,
comenzó a poner las verduras en la sartén, dándoles una rápida
cocción. Cuando todo estuvo listo para los fideos, los movió
hacia arriba, manteniendo un constante movimiento. En el
momento en que todo estuvo combinado, roció la salsa y el olor
fue embriagador.
Había estado aprendiendo a cocinar durante mucho
tiempo. Una habilidad que su madre le había estado
enseñando. De hecho, disfrutaba estar en la cocina y no veía
nada malo en ello.
Con la salsa burbujeando, continuó moviendo los
ingredientes en la sartén. ¿Mabel estaría impresionado con sus
habilidades?

33
Un viejo recuerdo de él burlándose de ella en la clase de
cocina inundó su mente. Él había comentado sobre su tamaño
y cómo necesitaba aprender a cocinar para mantener su trasero
gordo.
—Eres un maldito idiota —se dijo a sí mismo.
Cada recuerdo lo llenaba de dolor. Ya no le resultaba
gracioso ni divertido. La mierda que había hecho en la escuela
secundaria, y ahora ella siendo su compañera, era toda una
lección. Lo sabía. El amor de su vida era la mujer a la que había
intimidado, y ahora su cordura estaba en juego. Tenía que
conquistarla. No había otra mujer para él y, además, no quería
otra.

34
Capítulo 3

Sacudiéndose en la cama con un grito ahogado, Mabel miró


alrededor de la habitación e hizo una mueca. Agarrando su
cuello, gimió. Sí, drogada. No sabía por qué la habían drogado,
pero mientras balanceaba los pies hacia el suelo, hizo ademán
de ponerse de pie, pero se sintió tan mareada, por lo que
rápidamente se sentó y decidió que estar de pie estaba un poco
sobrevalorado.
Se llevó la mano al estómago y miró el armario junto a la
cama. Había un sobre con su nombre, apoyado contra la
lámpara. Extendió la mano, la tomó y sacó la carta del sobre.

Mabel
Lo sentimos mucho cariño, pero tenemos que
hacerlo de esta manera. Mantiene la santidad de la
isla. Nos veremos dentro de un año. Por favor, dale una
oportunidad al amor. Dale una oportunidad a Lucas.
Ésta es tu única esperanza de supervivencia.
Esperamos que puedas perdonarlo.
Te echaremos de menos.
Con amor, tus padres.

35
El impulso de romper la carta era fuerte. La habían drogado
para llevarla a esta casa y ahora, estaba sola con su…
compañero.
Volvió a doblar la carta y la devolvió al sobre.
—Estupendo. Simplemente genial.
Sentada en el borde de la cama durante varios segundos,
esperó a que su estómago comenzara a asentarse. Una vez que
estuvo feliz, se puso de pie y caminó lentamente hacia la
ventana. Abriendo la cortina, jadeó. Ante ella se extendía un
océano infinito y una hermosa playa. Se llevó una mano a los
labios, casi desconcertada por la belleza.
No sería ninguna dificultad quedarse aquí. No tenía
ninguna duda.
Se apartó de la ventana y se dirigió hacia la puerta. Al
abrirla, olió algo increíble.
Lucas ya tenía que estar levantado.
Miró hacia atrás en su habitación. El deseo de quedarse
aquí todo el día era fuerte, pero decidió no ser estúpida.
Tal vez si convencía a Lucas de lo inadecuados que eran, él
se rendiría y permitiría que ambos fueran libres.
Dejó la puerta de su dormitorio abierta y tomó los escalones
hasta el piso principal. Siguiendo el olor, se detuvo fuera de la
cocina. Él estaba trabajando en un wok, removiendo los
ingredientes.
Huye.
No, no más huir.

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Incluso cuando quería volver a su habitación, su estómago
gruñó.
Lucas miró hacia arriba.
No habría más huidas.
Había huido con tanta frecuencia en la escuela
secundaria. Para ella era casi una segunda naturaleza hacerlo.
—Hola —dijo él.
—Hola —dijo ella entrando en la cocina.
—No tenía idea de que nos iban a drogar para traernos
aquí.
—Sin embargo, tiene sentido, ¿verdad? Se ve tan hermoso.
—Le ofreció una sonrisa.
Lucas hizo una pausa, mirándola.
Pasaron los segundos.
Él no se movió.
—¿Estás bien?
Él sacudió la cabeza y luego asintió. —Sí, estoy
perfectamente bien. —Asintió con la cabeza hacia ella. —
¿Quieres buscar los platos? Esto está listo.
Asintió con la cabeza y pasó junto a él, buscando en los
armarios un par de tazones. Los encontró en el tercer armario.
—¿Tú cocinaste esto? —preguntó ella, poniendo los
cuencos a su lado.
—Sí.
—No tenía idea de que pudieras cocinar.
—Mi mamá me enseñó. —Dividió la comida en los tazones.

37
Al estar tan cerca de él, Mabel odiaba cómo llenaba la
reluciente camiseta blanca que vestía. Debería ser ilegal lo que
le hacía.
En lugar de decir lo que pensaba, evitó mirar sus
impresionantes y musculosos brazos, cubiertos de tinta y con
diseños tribales. Vio el escudo de su familia en un brazo, el que
lo anunciaba como el nuevo Alfa.
Si no ponía fin a esta locura de apareamiento, sería la
compañera del Alfa. El papel era muy codiciado por varias
mujeres dentro de la manada. Y para ella, todas podían
quedarse con el maldito trabajo.
Lucas levantó los cuencos y los llevó a lo que parecía un
comedor.
Se sentaron en extremos opuestos de la mesa.
Encontró unos palillos en un cajón y le entregó uno.
Mabel se congeló cuando sus dedos rozaron los de ella. La
acción fue muy sutil, pero envió una ola de placer corriendo por
todo su cuerpo. Sacudiendo su mano hacia atrás, la cubrió con
la otra, esperando que él no lo viera. Por supuesto que lo hizo.
—No tengo ninguna enfermedad —dijo él.
—Lo sé. Ninguno de nosotros lo hace. No es nada.
—Tú también lo sientes.
Ella miró arriba. —¿Disculpa?
—Creo que es el resultado de nuestro... emparejamiento.
Disfrutamos tocarnos mutuamente.

38
—No estamos emparejados. —Pasó sus palillos a través de
la comida, levantando algunos de los fideos.
—Estamos emparejados, Mabel. Incluso si no te gusta.
Sorbió sus fideos, masticando el bocado que no podía negar
que era exquisito. Tan malditamente delicioso.
Su estómago eligió ese minuto para rugir con fuerza.
—No, no estamos emparejados. Para estar completamente
juntos en una unión, primero tenemos que aceptarnos. Luego
está, por supuesto, el...
—¿Sexo?
Sus mejillas comenzaron a calentarse. —Exactamente eso.
Seguido de un buen mordisco en el cuello a cada uno de
nosotros. Una marca de reclamo para que la vean todos los
demás compañeros. No poseemos ninguna de esas cosas, y
nunca lo haremos.
—Entonces, ¿ni siquiera nos vas a dar la oportunidad?
—Estoy aquí, ¿no? —preguntó, negándose a responder a su
pregunta.
—Sí, porque quieres cortar cualquier tipo de futuro que
podamos tener.
—¿Qué futuro tendremos exactamente, Lucas? Infórmeme
sobre lo que podría haber entre nosotros.
—Simplemente lo sentiste. La sensación corriendo por tu
cuerpo cuando me tocas. De eso se trata ser
compañeros. Cuando me tocas, cuanto más lo hagas, mejor te
sentirás. Vas a querer estar cerca de mí, tocarme, follarme.

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—¡No, no lo haré!
Lucas se inclinó sobre la mesa y tomó su mano. El
movimiento fue tan rápido que no tuvo tiempo de retroceder,
pero incluso ese toque le prendió fuego el cuerpo. La humedad
inundó su coño y sus pezones se tensaron insoportablemente.
Incluso su cuello se sentía sensible, como si quisiera que la
besaran.
Ella retiró su mano de su agarre.
—Ves, tu cuerpo quiere lo que quiere.
—Esto no cambia nada. Todos estos sentimientos están
destinados a estar ahí porque hemos sido juntados por una
especie de giro del destino. Apesta.
—Y yo lo lamento.
—¿Qué? ¿Lamentas estar emparejado conmigo o destinado
a estar emparejado conmigo? —preguntó, odiando la dura
punzada de dolor que la atravesó. Esto no tenía sentido para
ella. Lo último que quería era aparearse con él.
—¡No! No lamento que seas mi compañera o que estemos
aquí. Lamento toda la mierda que te hice en el instituto. Por
todo el dolor que causé.
Ella no pudo evitarlo. Se echó a reír.
Lucas se pasó los dedos por el pelo. —Sé que no importa
cuántas veces me disculpe, no cambia nada.
Mabel se llevó la mano a la boca, tratando de detener la
risa. —Lo siento mucho. Ni siquiera sé por qué me río. Es solo...
—Se detuvo y continuó riendo.

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No pasó mucho tiempo antes de que Lucas se uniera a ella.
Agarró sus palillos y dio un mordisco después de que las
risitas se calmaran. —Ni siquiera sé por qué me río.
—Sé que disculparme no va a compensar todos los años de
dolor.
Ella levantó su mano. —¿Qué tal si no hablamos de eso
ahora mismo? Estás en lo cierto. Un lo lamento no compensa
todo. Estoy luchando aquí, con todo.
Un año. Un año de estar en su compañía.
¿Lucas había pensado siquiera en lo que sucedería durante
la luna llena? No había forma de eliminar la energía que surgía
a través de ellos o la excitación que a menudo los reclamaba
durante ese tiempo.
Se apartó el pelo de la frente y juró evitarlo.
No había forma de que fueran a durar. En un mes o dos, si
tenía suerte, tal vez en una semana, él recuperaría el sentido.
Puede que fueran compañeros, pero no eran adecuados el uno
para el otro. No importa lo que dijeran, se suponía que ninguno
de los dos debía estar juntos.
Comiendo su comida, lo miró. Lucas la miraba.
Mientras devolvía la mirada a su cuenco, en su mente,
sabía que tenía que empezar a establecer nuevos límites. Como
ahora, ella no lo miraría por encima de la comida. Evitaría estar
sola en entornos íntimos. Una vez que cayera la noche, se
quedaría en su habitación.

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Todas estas condiciones la ayudarían a sobrevivir todo el
tiempo que necesitara para que los otros se dieran cuenta de
que no eran adecuados.
Lucas había sido un matón. Uno de los peores de su vida,
y no solo iba a perdonar y olvidar.

***
Había pasado una semana y Lucas estaba de pie cerca del
océano, extremadamente enojado consigo mismo.
Una semana de Mabel evitándolo.
Una semana de tratar constantemente de encontrar una
razón para buscarla. Esto no era lo que había planeado. Esto
no podía continuar. No por mucho más tiempo. Mirando hacia
el cielo, respiró hondo varias veces en un intento por recuperar
la compostura.
Ni siquiera comían juntos.
Él cocinaba y dejaba un plato para ella. A veces no estaba,
otras veces, regresaba a la cocina para encontrarlo todavía allí.
—¿Qué diablos hago? —preguntó él.
Mirando hacia el cielo, no encontró respuestas.
Estaba oscuro, y con la luna llena tan cerca, su lobo quería
correr. No solo quería correr, ansiaba a Mabel.
El último par de noches, había ido a su puerta y tocado la
madera dura. Era suficiente por ahora. Teniéndola tan cerca,

42
su olor rodeaba la casa. Sabía dónde estaba ella con solo seguir
el olor floral. Tan embriagador.
Había pasado la mayoría de los días con la polla dura,
imaginando todo el placer que podrían tener el uno con el otro.
La estrelló contra el casillero y le rodeó el cuello con los
dedos. —Nadie te follará jamás, Mabel. Vas a ser la perra más
solitaria de la manada. Incluso en celo, te evitarán.
Sus viejas palabras se burlaban de él.
Al oír el chasquido de una ramita, se giró y se encontró con
la mujer de sus sueños parada allí. Llevaba un vestido blanco
de verano. La tela era transparente y vio el contorno de su
cuerpo curvilíneo.
Ella era diferente a las otras mujeres de la manada. Sus
curvas eran un factor.
—No sabía que estabas aquí. —Hizo ademán de darse la
vuelta, pero él no podía permitirlo.
—No puedes seguir evitándome para siempre.
Mabel se giró hacia él. —¿Y por qué no?
—No soy tan idiota como crees. Sabes las reglas. Para
cortar nuestro emparejamiento, debes darle una oportunidad.
Ambos debemos.
Se echó un poco de pelo detrás de la oreja. —¿Y qué estoy
haciendo?
—Ambos sabemos que no lo haces, pero después de este
año, si no me has dado una oportunidad, puedo solicitar un

43
segundo año. Puedo seguir solicitándolo hasta que me des la
oportunidad de recuperar tu confianza.
—Eso nunca va a suceder —dijo ella.
—Maldita sea, Mabel, ¿crees que no sé lo jodido que fui? ¿o
que hice? —preguntó él. —Lo hago, en caso de que no lo sepas.
—No te burles de mí. —Dio un paso hacia él. —¿Crees
siquiera por un segundo que estarías considerando esto si yo
no fuera tu compañera? Los años de insultos, de tu actitud
rencorosa y estúpida hacia mí. ¿Esperas que crea que eso
cambio y tú eres diferente?
—No puedo retractarme de lo que hice.
—No, no puedes, pero lo que tú, el Alfa y mis padres están
tratando de hacer es decirme que lo supere. ¿Tienes idea de
cómo fue para mí? ¿Eh? ¿Has considerado eso alguna vez? —
Ella lo miró de arriba abajo. —Tú con tus músculos y tu cuerpo
que hacían que las chicas te quisieran y que los hombres te
tuvieran envidia. Incluso tus amigos de manada. Ben y Rupert,
recuerdo. Sí, eran tus amigos. Te seguían como pequeños
cachorros, dispuestos a hacer lo que quisieras.
Ella se detuvo y negó con la cabeza. —No tienes idea de
cómo era. Que la gente se ría de ti. Te señalé. Tener miedo de ir
a mi casillero por lo que podía encontrar. ¿Crees que me pareció
gracioso lo que hiciste? ¿ Lo humillada que me sentí? —Las
lágrimas llenaron sus ojos y odiaba verlas.
—Yo... no sé qué decir.

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—Eso es todo, Lucas, no hay nada que decir al respecto.
Quieres que te perdone para que podamos, ¿qué? ¿Empezar a
aparearnos? Tener una familia. —Dio un paso hacia él,
acortando la distancia entre ellos. Tan cerca, que sintió su dolor
en su pecho. —Hace tres años, antes del emparejamiento, ese
puto día, ni siquiera podías soportar estar cerca de mí. Me
despreciaste y te aseguraste de que toda la cafetería lo
escuchara. Esa noche, ambos nos transformamos, y crees que
una pequeña acción de oops, lo siento, no sabía que eras mi
compañera te va a redimirte.
Ella sacudió su cabeza. —Lo creas o no, de hecho lo estoy
intentando. —Envolvió sus brazos alrededor de sí misma y dio
un paso atrás. —Me voy a la cama.
—Mentí ese día —dijo Lucas.
—¿Qué?
—Ese día, lo recuerdo. Pienso en eso constantemente.
Llevabas un vestido, muy similar al que llevas ahora. Te vi
entrar a la escuela. Me quedé mudo por lo que vi.
Se pasó una mano por la cara. El recuerdo estaba tan vivo
en su mente. —Mis amigos estaban hablando mierda, pero te
miré. Tenías el cabello recogido en la nuca. Algún nerd se te
acercó y te reíste. Usabas un par de botas porque no soportabas
usar tacones, a diferencia de muchas otras chicas. Destacabas
y parecías... Odiaba lo mucho que te deseaba. En ese momento,
te quería toda para mí. Toda la mañana, caminaste por la
escuela, completamente ajena a mí. Te miré y ni siquiera lo

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sabías. Sí, era un idiota porque era el chico más popular de la
escuela, pero te quería, y aun así, no me viste.
Él se echó a reír. —Para cuando llegó el almuerzo, estaba
enojado, pero necesitaba… joder, no sé lo que necesitaba, pero
sabía que quería algo, y eso eras tú. Sentirte contra mí, saber
lo que era tenerte en mis brazos. —Cerró la distancia entre ellos.
No debería haber ningún espacio ahora.
Mabel echó la cabeza hacia atrás. Incluso después de
cambiar, ella era mucho más pequeña que él.
—Así que te esperé. Lo planeé perfectamente. La caída, la
forma en que aterrizarías sobre mí. Me aseguré de que no
tuvieras comida y estuvieras tan distraída con el libro que
estabas leyendo que no lo vieras venir. Te hice tropezar, envolví
mi brazo alrededor de tu cintura. —Lo hizo ahora, acercándola.
—Y sentí cada centímetro de tu cuerpo contra el mío. Tus
grandes tetas, tu cuerpo… mi polla se puso dura. Pero yo quería
más. Siempre lo hago. Me aseguré de que la caída te hiciera
caer sobre mí. Tus piernas a ambos lados de mí, y sentí tu coño
junto a mi polla. Odiaba estar en la escuela ese día porque te
quería desnuda, pero sabía sin lugar a dudas que eso era todo
lo que iba a conseguir.
—Y luego me dijiste que era jodidamente repugnante. Que
yo era la que quería montar tu polla y me dijiste que casi te
aplastaba con el peso que tenía.
—Sí, y estabas tan distraída que no me sentiste agarrar tus
caderas así o que moví mi polla contra ti. —La acción había sido

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tan suave, tan fácil, y ella se había sentido mortificada por lo
que le había dicho. Lo empujó con fuerza y se bajó de él.
Había distraído a la gente de su estado de excitación
apuntándola.
Hundió los dedos en su cabello y tiró de ella hacia sí. —
Mientras tanto, esto es lo que quería hacer.
Lucas golpeó sus labios con los de ella, tomando posesión
de su boca. Deslizando su lengua por su boca, la tomó por
sorpresa y saqueó su boca. Sabía exquisita.
Al principio, ella estaba congelada en sus brazos. Movió su
otra mano hacia su trasero, la tomó, atrayéndola lo más cerca
posible.
Lentamente, ella comenzó a devolverle el beso. Tocando su
lengua con la de él, y juntos, ambos gimieron. Joder, sabía que
besarla sería una experiencia embriagadora, pero no tenía ni
idea de cuánto.
Demasiado pronto, terminó, y Mabel lo empujó lejos. —Eso
no cambia nada.
—Me quieres.
—Y tú también.
Dio un paso hacia ella y ella retrocedió. —No voy a
lastimarte.
—No me importa.
—Maldita sea, Mabel, ¿qué tengo que hacer para
convencerte de que soy un idiota? ¿Que no quiero que sea la

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única parte de nuestra historia que contar? Te detuve de cortar
nuestro emparejamiento. Estoy aquí. Soy tuyo.
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras miraba más allá de
él hacia el océano. —No lo sé. No tengo respuestas, Lucas, pero
no puedo. Lo lamento. —Se alejó, se giró y echó a correr. El
impulso de perseguirla era tan fuerte, pero se mantuvo quieto
y firme.
—¡Mierda! —gritó la palabra al cielo. —¿Crees que esto es
jodidamente divertido, verdad?
Nadie respondió, y él negó con la cabeza, furioso. No había
salida para él. Tenía que tener a Mabel. No se conformaría con
la segunda mejor opción.

48
Capítulo 4

—¿Y cómo estás, cariño? —preguntó Eliza.


—Lo estoy haciendo bien. Creo. Los dos todavía estamos
vivos, así que eso es algo bueno, ¿verdad? —Se les permitía
una llamada telefónica a la semana. Esta noche era luna llena,
y a Mabel no le gustaban los sentimientos que corrían por su
cuerpo por lo que eso significaba exactamente.
—No suenas tan segura.
—Lo estoy. No ha pasado tanto tiempo y creo que estamos
encontrando un patrón cómodo. —Ella estaba haciendo todo lo
posible para evitar a Lucas incluso mientras trataba de cumplir
con sus obligaciones para que él no pudiera solicitar otro
año. Podían pasar toda su vida juntos en esta isla, y eso era lo
último que quería.
Solo que, en el fondo, sabía que se estaba fallando a sí
misma y a su familia.
Lucas ganaría otro año de ella, sin duda. Tenía que ser más
fuerte de lo que era ahora.
—Tenemos noticias de que no estás pasando suficiente
tiempo con Lucas —dijo su madre.
—¿Quien dijo eso? —preguntó ella.

49
—El Alfa. Le preocupa que tenga que sacarlos de la isla y
ponerlos a los dos en una habitación juntos.
—¿Espera? ¿Qué? —No entendía de qué demonios estaba
hablando su madre.
Eliza suspiró. —Tú solicitaste el corte, y tienes derecho a
hacerlo. Pero Lucas también tiene derecho a exigir una
oportunidad para conquistarte. Si no cumples con las reglas,
entonces el Alfa puede hacer arreglos adicionales que obliguen
a los dos a estar juntos y aparearse.
Se frotó las sienes. —No sabía eso.
—Los compañeros hacen la manada más fuerte, Mabel. Tú
lo sabes. Unidos, nos mantenemos juntos como uno solo.
—Sí, pero no me di cuenta de la cantidad de fuerza que
puede ejercer el Alfa.
—El Alfa puede hacer lo que quiera cuando quiera. Duke es
un buen hombre. Un líder fuerte y un buen hombre, pero tú
representas una gran amenaza para su hijo, y su linaje, al
rechazarlo. Solo ese instinto, y ser padre, podría obligarlo a
tomar medidas drásticas. Mi consejo es que te tomes este
tiempo con prudencia. Sé que Lucas te ha lastimado mucho en
el pasado, pero si no lo haces... te arriesgas a que te lo quiten
de las manos.
—Lo haré, mamá, lo prometo. —Dejó escapar un suspiro. —
Está bien, será mejor que vaya a buscar al hombre que no
puedo soportar. Ya sabes, mi compañero.
—Te amo cariño. Te extraño.

50
—Te extraño también. —Colgó el teléfono. Desaparecería en
el momento en que saliera de la cocina por cualquier período de
tiempo. La nevera y los armarios eran abastecidos
constantemente.
Pasándose los dedos por el pelo, se dirigió hacia el jardín
trasero. Había una piscina, que todavía tenía que explorar, pero
había visto a Lucas salir antes.
Puso la mano en la puerta y cerró los ojos. —Puedes
hacerlo. Puedes estar en su compañía y mantenerte fuerte.
Ese beso que habían compartido la otra noche… Sus labios
todavía se sentían hinchados y había estado tan caliente y
húmeda durante horas, si no días. Incluso ahora, el calor que
inundaba su cuerpo era tan intenso. Todo lo que quería hacer
era tocarse a sí misma, pero se contuvo.
—Puedo hacer esto. —Al salir al cálido calor, se detuvo al
ver a Lucas dando vueltas en la piscina. Sus brazos cortando el
agua como si solo fuera un monstruo persiguiendo a su presa.
Ella se acercó un poco más y vio como él se detenía en el
borde y salía.
Llevaba un par de bañadores, pero eso no le quitaba mérito
a su tamaño. Lamiendo sus labios, no pudo evitar que la
necesidad inundara su cuerpo. El deseo de lamer un rastro
donde el agua caía en cascada por su cuerpo era fuerte.
El placer llenó su núcleo, y quería correr de regreso a su
habitación y tocarse a sí misma. Lucas eligió ese momento para
mirarla.

51
Ahora o nunca.
Se apartó el pelo de la cara y bajó los escalones,
dirigiéndose hacia la piscina.
—¿Buen baño?
—El agua está tibia. Deberías probarla.
—Planeo hacerlo. —Debajo de su vestido, llevaba un traje
de baño, pero estar semidesnuda frente a él no le atraía.
—¿Cómo estuvo la llamada a tus padres?
—Bien. Ellos están bien.
—Bien.
Ella le dio la espalda y comenzó a desabrocharse el vestido.
Si no le gustaba lo que veía, entonces que se aguantara. Ella no
iba a dejar de nadar. Además, si él no podía soportar verla,
podría terminar este año sin ningún problema. Ella
simplemente caminaría desnuda frente a él. Sería más fácil.
—¿Le dijiste al Alfa sobre nosotros? —preguntó ella. El
vestido cayó a sus pies y se inclinó para recogerlo. Cuadró los
hombros y se giró hacia él, esperando ver disgusto o
desaprobación, pero cuando lo miró, él tuvo que levantar la
mirada. Si no se equivocaba, ¿le había estado mirando el culo?
No, eso no podría ser posible. Ella se negaba a creerlo.
Mirando hacia abajo por su cuerpo, vio sin duda alguna la
evidencia de su excitación. Estaba excitado.
Rápidamente miró el agua, se movió hasta el borde, se
sentó y se deslizó hacia la piscina.
El agua estaba tibia, al igual que su cuerpo.

52
—Hablé con mi padre.
—¿Te quejaste? —preguntó ella, alejándose lo más posible
de él.
No estaba evitando la tentación. Ella solo estaba creando
distancia, algo de espacio. No necesitaba estar cerca de él todo
el tiempo.
—No me quejé. Él hizo preguntas y yo las respondí. ¿Por
qué?
—Mis padres me advirtieron que lo que tenemos aquí es un
paraíso comparado con lo que él podría obligarnos a atravesar.
—No tienes nada que temer, Mabel. Mi padre es un hombre
justo. No lastimaría a nadie dentro de la manada.
—Pero a él no le gustaría que lastimaran a su hijo —dijo
ella. —Es justo con la manada, pero olvidas que también es
padre. Tu eres su hijo. Él te quiere mucho.
—¿A dónde vas con esto? —preguntó él.
—No voy a ninguna parte. Simplemente estoy declarando
un hecho. —Se tensó cuando él volvió a entrar en la piscina.
Con cada paso que daba, él se acercaba. No había
escapatoria para ella.
Se deslizó hacia el borde de la piscina, pero cuando él se
acercó, la atrapó contra su cuerpo duro y la pared.
—¿Es por eso por lo que estás aquí? —preguntó él. —¿Estás
dispuesta a darme una oportunidad?
—No quiero darte nada, Lucas. Estoy obligada a hacerlo por
lo que exigiste.

53
—Estaba dispuesto a tomarme mi tiempo —dijo. —Quería
mostrarte que cambié. Que el imbécil que conocías se fue hace
mucho tiempo. Que te apreciaré como mi compañera. No
querrás más nada. Lo que quieras, puede ser tuyo. En cambio,
decides pasar el mayor tiempo posible lejos de mí. Prefieres vivir
en una ciudad con olores horribles, gente y ruidos fuertes.
Nunca he tenido la oportunidad, incluso cuando vienes de
visita. Luego tenías que ir y exigir que un corte. De nuevo,
empujándome. No te voy a perder, Mabel.
—Esto no es un juego.
—Es un juego, y es uno que vas a perder. —Una vez más,
hundió los dedos en su cabello y ella estaba en llamas, jadeando
solo con ese toque. La luna llena estaba a solo unas horas de
distancia.
Su cuerpo ya sentía picazón, calor y una necesidad
desesperada de su toque. Ella nunca había experimentado esto
a menos que Lucas estuviera cerca. Ahora que la estaba
tocando, solo servía para hacer que cada acción fuera mucho
más intensa.
—¿Sientes eso? —preguntó él. —Me quieres. Incluso
cuando tu mente me odia, tu cuerpo, tu loba, ella me anhela.
Apuesto a que tu coño está empapado y quiere mi polla ahora
mismo. Apuesto a que no puedes pensar con claridad. ¿Crees
que no te escuché en tu habitación, tocándote? —Se inclinó
más cerca, su lengua recorriendo su cuello. —¿Tienes idea de

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lo mucho que quería entrar y probarte? ¿Para llevarte al
orgasmo correctamente?
—Lucas —dijo ella, gimiendo.
—Yo también siento esto. Te deseo tanto, todo el tiempo,
cada segundo de cada día. Eres todo en lo que puedo pensar.
La luna llena es esta noche, Mabel. —Él gimió. —Y nos hemos
negado el uno al otro durante tres putos años. Te compensaré,
pero tienes que estar dispuesta a darme una oportunidad.—
Con eso, la besó con fuerza.
No tocó ningún otro lugar, solo tomó su boca.
Lucas fue el primero en alejarse. Salió de la piscina, pero
no antes de que ella viera la erección presionando contra la
parte delantera de sus pantalones cortos.

***
En forma de lobo, sus sentidos estaban mucho más alerta.
Lucas se sentó y miró hacia la luna llena. Ya había salido a
correr y Mabel había corrido en la dirección opuesta. El tirón
que había sentido había sido tan jodidamente fuerte. Varias
veces estuvo cerca de perseguirla, pero se contuvo.
El lobo en él exigió que la tirara al suelo, le mordiera el
cuello y la follara con fuerza.
No lo hizo.

55
En cambio, corrió y siguió moviéndose, tratando de ganar
algo de control, algo de cordura.
Con la energía corriendo a través de él, lentamente se volvió
humano. Recostándose en la arena, su polla estaba dura como
una piedra, como lo había estado todo el día desde que había
visto a Mabel desnudarse.
El traje de baño que usaba debería ser ilegal. Aunque era
modesto, la forma en que se amoldaba a cada curva era un
pecado en sí mismo. La forma de su trasero, lo redondeado que
era. Se había imaginado ese culo contra su polla mientras la
follaba por detrás o incluso la tomaba por el culo.
La necesidad de reclamarla era tan intensa.
Envolviendo sus dedos alrededor de su polla, miró
fijamente su longitud. Pre-semen se filtraba por la punta y lo
frotó por su eje, trabajando desde la base hasta la punta. Cerró
los ojos, imaginando su coño montando su polla. La sensación
de su apretado coño contra él. Ella se sentiría tan bien.
De arriba abajo, pensó en su boca. Sus labios carnosos lo
tragarían. Cada centímetro de él. Quería correrse en su boca,
coño y culo, y luego desparramarlo por toda su piel para que
ningún hombre tuviera ninguna duda sobre a quién pertenecía.
Reclamaría cada centímetro de ella.
La dejaría embarazada, llenaría su estómago con sus hijos
para que ella no pudiera irse.
Un grito ahogado lo hizo detenerse y se giró. Su mirada
encontró a la mujer que deseaba más que nada.

56
Mabel estaba en el borde, escondida detrás de un árbol.
—Puedo verte —dijo él.
—¿Qué estás haciendo?
—Pensando en ti.
—¿Por qué no corres?
—Porque prefiero estar acariciando mi pene, pensando en
lo bien que te sentirías conmigo que corriendo. Pasé la mayor
parte de esta noche tratando de alejarme de ti. Sigues
corriendo, y todo lo que me dan ganas de hacer es perseguirte.
Eres la presa que sueño atrapar, solo que una vez que lo haga,
no quiero comerte.
Él sonrió. —Borra eso. Lo hago. Quiero comerme tu bonito
coño. Frotar mi cara en tu excitación. Apuesto a que haces los
mejores sonidos cuando te corres. Sé que lo haces. Los he
escuchado, pero incluso entonces, por tu propia mano, te
contienes. —Ni una sola vez dejó de trabajar su polla.
—Te dejo con... eso —dijo ella.
Mabel no hizo ningún movimiento para irse.
—¿Por qué no te unes a mí? —preguntó él.
—No lo creo.
—Podrías frotar tu clítoris. Ambos podemos disfrutar de
esto, y tú no cederías ante el gran y malvado matón.
—No...
—Ambos sabemos que tenemos un largo camino por
recorrer para que me perdones. Incluso desde donde estoy
sentado puedo oler lo excitada que estás. Si no te ocupas de

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eso, te volverá loca, cariño. Tú y yo sabemos cómo son las
necesidades de un lobo. Si no te ocupas de eso, vendrás a
buscarme para que te folle. —No sabía por qué la estaba
ayudando a evitarlo a él y a sus necesidades, pero en este
momento, no quería que ella se diera la vuelta y corriera.
Incluso alejándose, su lobo estaría listo para atacar.
—Está bien —dijo ella.
Salió de detrás de su árbol. Finalmente, después de todo
este tiempo, pudo verla desnuda. Esa primera noche, no pudo
verla bien. Todavía se había estado recuperando de descubrir
que la chica a la que intimidaba era, de hecho, su compañera.
Pero ahora, joder, estaba tan cerca del orgasmo con solo
mirarla. Tetas llenas, estómago blando, caderas anchas y
muslos diseñados para envolverlo. Tenía un cuerpo construido
para ser follada, para soportar las embestidas que solo él podía
darle.
—¿Ya disgustado? —preguntó ella.
—Solo conmigo mismo —dijo. —Era un puto imbécil.
Mabel se apoyó contra un árbol. —¿No me encuentras
repulsiva?
Él asintió con la cabeza hacia su longitud. —¿Se ve como sí
lo hiciera?
—Quieres sexo. Es natural que estés duro.
—Cariño, si tuviera repulsión hacía ti, no estaría duro. Te
quiero, y maldita sea, te quiero ahora, pero tócate a ti misma.—

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Él se lamió los labios mientras ella inclinaba la cabeza hacia el
cielo.
Realmente era un imbécil, y quería sacarse la mierda a
golpes el mismo en este momento. Este era su castigo.
La mujer con la que siempre había fantaseado había estado
ante sus narices todo el tiempo. Las chicas con las que había
estado antes, cerraba los ojos y siempre se imaginaba a otra
mujer. Nunca se había dado cuenta de que la mujer en la que
había estado pensando todo este tiempo era Mabel, su
compañera.
¿Su mente le había estado advirtiendo?
Ella puso su mano en su cuello, los ojos cerrados, y él
observó, completamente extasiado, mientras ella se deslizaba
lentamente hacia su coño. Su mano se movió entre sus muslos
mientras se tocaba. Quería ser su mano, pero tendría que
contentarse con simplemente mirarla.
Sus gritos de placer llenaron el aire mientras se pasaba los
dedos por el clítoris.
Quería saborearla.
Chupar sus pezones.
Hacerla tomar su polla profundamente.
Trabajando desde la raíz hasta la punta, observó, sabiendo
que iba a tener todas esas cosas. Lo que sea que se propusiera,
trabajaba duro para conseguirlo. No había forma de que
permitiera que su compañera se alejara de él, no cuando estaba

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tan cerca de reclamarla de una vez por todas. Solo con pensar
en tener toda esa dulzura para él.
—Puedo oler lo excitada que estás, Mabel. Me quieres.
Abrió los ojos. Su mirada se centró en la de él antes de
deslizarse por su cuerpo hasta su polla. Ella gimió.
—Eso es, cariño, toca tu clítoris. Usa dos dedos, acarícialo.
Pronto voy a tener mi boca sobre ti. Vas a montar en mi cara, y
te probaré cuando te corras en mi boca. Te tragaré y disfrutaré
cada maldito segundo.
Su nombre se derramó de sus labios y la vio llegar al
orgasmo.
Una vez más, se contuvo.
Su liberación había sido real, pero no estaba
completamente sin sentido y arrastrada por una ola de lujuria
y deseo.
Trabajando su polla, no se contuvo, y se corrió, su semen
salió disparado desde la punta para cubrir su estómago y
pecho. Mientras se corría, miró a Mabel a los ojos, esperando
que ella leyera la promesa que le estaba haciendo.
Un día, él estaría entrando profundamente dentro de su
coño. No habría barrera entre ellos, y cuando lo hiciera, no
tendría forma de escapar de él. No se escondería. Ella sería su
compañera y entonces no habría posibilidad de escapar.
Se puso de pie y caminó hacia el océano, se metió en las
olas y sintió su mirada fija en él. Después de lavarse el semen,
se movió hacia ella.

60
Ella permaneció quieta con la espalda contra el árbol.
Poniendo su mano al lado de la suya, capturó la de ella dentro
de la suya, levantando sus dedos. Tomando cada uno en su
boca, los chupó, escuchando el leve jadeo salir de sus labios.
No era suficiente, pero por ahora tendría que serlo.
—Sabía que sabrías increíble. —Después de dejarle un beso
en los labios, dio un paso atrás, dándole suficiente espacio para
escapar. Durante varios segundos, ella no se movió, luego,
como si se diera cuenta de lo que habían hecho y quiénes eran,
corrió.
El lobo en él le suplicó que corriera, pero se controló.
Llegaría un momento en que sería necesario perseguir a su
hembra. Ese día no era hoy.
Mabel había jugado con su coño y le había permitido
chupar el sabor de sus dedos. En lo que a él respecta, había
progresado.
Esto era más de lo que habían hecho en los tres años de
emparejamiento.
Ahora todo lo que tenía que hacer era seguir generando
confianza en ella. Una luna llena abajo, once más hasta el final.
No le gustaba lo rápido que pasaba el tiempo, pero se
tomaría el tiempo que tuviera para finalmente conseguir lo que
quería.

61
Capítulo 5

—No, no lo voy a invitar. —Mabel caminaba a lo largo del


salón principal. Cada vez que tomaba una decisión, se dirigía
en esa dirección y luego se detenía. Cuando pensaba en invitar
a Lucas a dar un paseo, se dirigía hacia donde él estaba sentado
en la biblioteca. Entonces, cambiaba de opinión, decidía ir sin
él y giraba en la dirección opuesta.
La noche anterior había sido intensa.
Nunca se había tocado a sí misma delante de nadie más.
Pasándose los dedos por el pelo, gimió y miró a Lucas. Para que
esto funcionara, tenía que demostrar que estaba dispuesta.
Después de su primera luna llena juntos, ella no estaba
exactamente en el mejor lugar para tomar esta decisión.
—Si no hago esto, entonces él puede hacer la afirmación
que yo no lo intenté. Basta de esto, Mabel. Estás hablando
contigo misma en lugar de actuar. —Con una nueva
determinación, siguió su camino hacia la biblioteca.
De pie en la puerta, lo vio en una silla, libro en mano,
leyendo. No pudo distinguir al autor y rápidamente se aclaró la
garganta.
Él miró hacia arriba.

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—Yo… eh… me preguntaba si te gustaría dar un paseo
conmigo. Sé que estás ocupado, así que te dejaré con eso. —
Ella fue a darse la vuelta.
—¿Quieres que camine contigo?
Hizo una pausa, respiró hondo y se giró hacia él con una
sonrisa. —Disfruto caminar e iba a ir a disfrutar de las olas del
mar. Es realmente aburrido, así que te dejaré que vuelvas a leer.
—Me encantaría caminar. —Se levantó de la silla y se
acercó a ella. —¿A menos que tu invitación sea falsa?
—No, no fue falsa en absoluto. Resulta que disfruto
caminar.
—Bien, yo también.
Ella asintió. —Por supuesto. —Lamiendo sus labios para
humedecer su repentina sequedad, tomó la delantera y se
dirigió hacia la puerta principal.
Al salir, respiró aire limpio. Lucas estaba de pie junto a ella
y juntos bajaron los escalones y se dirigieron hacia la arena.
Cuando llegaron a la suavidad bajo sus pies, rápidamente
se quitó las zapatillas de deporte mientras Lucas hacía lo
mismo.
Sosteniéndolas en su mano, lo esperó.
Él tomó las suyas y le ofreció la otra mano.
—Viendo que ambos lo estamos intentando. ¿Por qué no lo
intentas?
—¿Quieres tomarte de las manos?
—¿Por qué no? Mis padres lo hacen todo el tiempo.

63
—Los míos también. —Ella miró su mano, tratando de verla
como una oferta amistosa en lugar de la forma en que sabía en
el fondo que él pretendía. Estaban destinados a ser
compañeros. Cualquier agarre de la mano podría conducir a
algo más.
Anoche, el calor del apareamiento había sido tan
fuerte. Incluso mientras trataba de huir lo más lejos posible de
él, todavía se sentía atraída por él. Encontrarlo masturbándose
no había sido lo que esperaba.
Lucas tenía tendencia a sorprenderla. No estaba segura de
que le gustara.
Ella tomó su mano y él entrelazó sus dedos.
Estaba bien.
Más que bien.
Ella podía manejar cualquier cosa que él tuviera que
ofrecer.
Aun así, su cuerpo se encendió bajo su toque. Respira
hondo, Mabel. Puedes hacerlo.
Ahora no había lugar para hablar consigo misma. Tenía
que tener el control.
Dentro y fuera.
—Hace un clima hermoso —dijo él.
Ella tarareó su acuerdo. —Me encanta la luz del sol.
—¿En serio?
—Sí, ¿te sorprende?

64
—No es una sorpresa. Solo que me parece recordar que
sonreías mucho cuando nevaba, y si mi memoria no me falla,
fuiste la primera en lanzar una bola de nieve.
Ella abrió la boca y la cerró. —¿Cómo lo
recuerdas? Teníamos quince años.
—Y había nevado casi un metro y todos estábamos
luchando para caminar. Todo el mundo estaba gimiendo, y no
hiciste más que juntar un poco de nieve, hacer una bola con
ella y lanzarla gritando: “Pelea de nieve”.
Ella se rio entre dientes. —Vaya, no he pensado en ese día
en mucho tiempo. —La escuela había sido cerrada y por alguna
razón ella había terminado en la plaza del pueblo. Había pasado
toda la mañana cayendo con la profundidad de la nieve. Al ver
lo miserables que eran todos, luchó contra eso.
—Yo lo recuerdo.
—De todos modos, me encanta la nieve. Creo que el sol y la
nieve son los dos mejores climas.
—¿No eres fanática de las tormentas?
Ella arrugó la nariz. —No, las odio. Me asustan.
—¿Cómo?
Ella se encogió de hombros. —No lo sé. Creo que con todos
los relámpagos y la lluvia, es demasiado inquietante y
demasiado peligroso. Dame nieve y sol cualquier día.
—La nieve puede ser igualmente peligrosa.
—Sí, también el calor —dijo ella.

65
Lucas se rio entre dientes. —Esta conversación está
tomando un giro realmente morboso. Te encanta la nieve y el
sol. Amo las tormentas y la lluvia. No sé por qué, simplemente
lo hago.
—Somos completamente opuestos —dijo ella.
—O somos una unidad completa.
Él estaba tratando de conocerla.
—Cuéntame algo sobre ti —dijo ella. —Algo que nadie más
podría saber.
—Si contesto eso, tienes que responder a una de las mías.
—Seguro. —Ella no veía el daño en responder
preguntas. Todas eran bastante fáciles.
—Veamos, tengo un odio realmente extraño hacia las ranas
—dijo él.
Ella se detuvo. —¿En serio?
—Sí, en serio. Son raras.
—Son ranas.
—Sí, ¿y las has visto? Viscosas y haciendo ruidos extraños,
y la forma en que se mueven. —Sacó la lengua y se
estremeció. —Me asustan.
Ella se rio. —De acuerdo. Ahora sé cómo asustarte.
—Ni siquiera lo pienses.
—No lo haré. Lo prometo. Da la casualidad de que tampoco
soy una gran fanática de las ranas. —De hecho, cada vez que
una se cruzaba en su camino, desarrollaba sudores y se

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asustaba, gritando. Él no necesitaba saber eso. —¿Cuál es tu
pregunta?
—¿Has estado alguna vez con alguien?
—¿Qué quieres decir?
—¿Antes y después del emparejamiento? ¿Has tenido
novio?
Ella dudó en responder. —No. No he tenido novio.
—¿Ninguno en absoluto?
Ella sacudió su cabeza.
Su mano se apretó alrededor de la de ella. —¿Eso significa
que eres virgen?
—Esa es una segunda pregunta y yo no te he hecho otra —
dijo ella.
—Pregunta.
—¿Con cuántas mujeres has estado?
—¿De verdad quieres preguntarme eso? —preguntó él.
—Si desea obtener una respuesta a tu última pregunta,
entonces llegaré a conocer la respuesta a esta. —Se habían
detenido. No le había soltado la mano.
—Sé lo que estás tratando de hacer.
—Estoy tratando de conocerte —dijo ella.
Él resopló. —Desde que descubrí que eras mi compañera,
no ha habido nadie.
—¿Ni una sola persona?
—No.
Esto la sorprendió.

67
—¿Y antes?
—Esa es otra pregunta.
—No, no lo es. Estás evitando la respuesta porque no te
gusta.
—¿Podemos dejarlo? —preguntó él.
—No. Te daré una respuesta tan pronto como contestes la
mía. —Ella vio que su mandíbula se apretaba.
—No las conté. Había muchas, probablemente más de diez
chicas. No me importaban, Mabel. Sé por qué haces esas
preguntas. No quieres darnos una oportunidad, por lo que
encontrarás la manera y el medio de mantenernos separados.
Para poner este vacío. Lo estoy intentando aquí, pero no puedo
cambiar lo que pasó antes que tú.
—Sí.
—¿Qué?
—Respondí a tu pregunta. —Ella trató de apartar la mano,
pero él la sostuvo mientras ella tiraba. No la dejaría ir y
finalmente empezaron a moverse de nuevo.
—¿Eres virgen? —preguntó él.
—No suenes tan sorprendido. No había nadie en la escuela
secundaria, y por mucho que traté de evitar este
emparejamiento, no ha habido nadie desde entonces.
—¿Por qué?
—Es mi turno de hacer una pregunta.
—Maldita sea, Mabel.

68
—¿Pensaste en estar con otras chicas? —preguntó ella. —
¿Desde nuestro emparejamiento?
—No.
—Ni siquiera vacilaste.
—No tenía por qué. Ahora dime tú por qué.
Ella miró su pecho y no pudo resistirse a poner su mano
sobre él, sintiendo el rápido latido de su corazón. —No deseaba
a nadie, Lucas, y después de todo lo que me hiciste, ¿crees que
alguien se arriesgaría a ser visto conmigo? —Ella retiró su
mano.
Él abrió la boca al mismo tiempo que se escuchó un trueno.
Mabel miró hacia arriba y frunció el ceño. En cuestión de
segundos, los cielos se abrieron y la lluvia cayó.
Mirando a Lucas, se rio. —Es tu clima favorito.
Otro trueno sacudió el suelo y ella gritó cuando un rayo
atravesó el cielo. Cualquier humor que tuviera se desvaneció.
—Vamos. —Lucas le apretó la mano con fuerza y juntos
corrieron hacia la casa. No se dio cuenta de que habían estado
caminando durante tanto tiempo.
Cuando otro rayo sacudió el cielo, ella se tambaleó,
tropezando con sus pies. Casi se cae al suelo, pero Lucas la
agarró y la ayudó a levantarse mientras corrían hacia la casa.
—Te tengo —dijo él.
Continuaron corriendo incluso cuando el dolor le atravesó
el pie.

69
El repentino cambio de clima la asustaba. Lo que también
la puso nerviosa fue el hecho de que un toque de Lucas era todo
lo que necesitaba para sentirse segura.

***
Después de entrar corriendo a la casa, Lucas cerró la
puerta, luego fue a la sala de estar para cerrar rápidamente las
ventanas que recordaba haber abierto.
Acababa de terminar la última cuando escuchó el gemido
de Mabel.
Rápidamente, regresó al pasillo para verla sosteniendo su
pie en una rodilla y haciendo una mueca.
—¿Se ve mal? —preguntó ella.
Se inclinó y miró su pie. Un fragmento de vidrio asomó por
la parte baja de su pie.
Estaba toda empapada. El vestido que usaba hoy también
estaba pegado a su piel y resultaba ser una distracción.
—Lo hace. —Se puso de pie y sin esperarla, la levantó en
sus brazos.
—¿Qué estás haciendo?
—No puedes caminar con ese pie.
—Tengo otro pie y puedo caminar sobre los dedos del
otro. Bájame, Lucas.

70
La abrazó aún más fuerte cuando ella comenzó a retorcerse
contra él.
—Lucas, maldita sea, bájame —repitió.
—No.
—¡Ughh! Puedo caminar.
—Ahora no.
La llevó a través de su habitación, yendo directamente
hacia su baño. La sentó en la encimera junto al lavamanos.
—¿Sabes lo que estás haciendo? —preguntó ella.
—Entre los dos, creo que podemos resolverlo. ¿Cómo te las
arreglaste para pisar un trozo de vidrio?
—Ni idea. ¿Corriendo y sin mirar hacia dónde íbamos? —
preguntó ella.
Agarró un botiquín de primeros auxilios y lo abrió. —Al
menos no sufrimos de infecciones —dijo él.
—Eso no es gracioso, y para que lo sepas, lo hacemos.
—No, no lo hacemos.
—Si estamos agotados y frágiles, podemos sucumbir a la
fiebre. Leí sobre eso. Es raro, pero sucede.
—¿Te sientes exhausta y frágil? —preguntó él.
—No, me siento estúpida por haber pisado un pedazo de
vidrio. Espero que no tenga fragmentos.
Encendió la luz del baño. —Voy a conseguir una silla.
—No iré a ninguna parte.
Regresó segundos después, sosteniendo una silla. Ella
respiró hondo y él se preguntó qué estaba sintiendo.

71
—¿Estás bien? —preguntó él.
—Totalmente.
Levantó su pie y lo colocó en su regazo. —Tenemos que
sacar el vidrio.
Se agarró al borde del mostrador. —Ve al grano.
—¿Quieres decirme algo? —preguntó él.
—Eh, bueno, no me gusta el dolor, ni ver sangre. Ambos
tienen la habilidad de hacerme desmayar o vomitar.
—Oh —dijo él.
—Sí, y ahora mismo vamos a tener sangre y dolor. Como
que me estoy volviendo loca.
—Estoy aquí.
Ella asintió. —Sí, estás aquí.
—¿Eso te ofrece algún consuelo?
—Un poquito. —Apretó la encimera y él la vio cerrar los
ojos. —Estoy lista.
Miró el vidrio. La sangre se esparcía por la herida y, por la
forma en que actuaba, le dolía. La tensión de sus labios, la
tensión de sus hombros.
Estupendo.
¿Por qué tenía que ser él quien le causara dolor?
Soltó un suspiro. Había suficiente vidrio sobresaliendo
para que pudiera usar los dedos para sacarlo. Esperaba que,
por cualquier maldita persona que estuviera mirando, no le
pasara nada a su mujer. Este tenía que ser el peor momento del
mundo.

72
—Estoy lista, Lucas —dijo ella.
Miró hacia arriba para ver que un ojo estaba abierto.
—¿Crees que yo lo estoy? —preguntó él.
—Tienes que sacarlo. Yo no puedo.
—Lo sé. Lo haré. Yo solo…
—¿Qué?
—No quiero causarte ningún dolor, ¿de acuerdo? Ya te hice
bastante daño. Esto es... no quiero lastimarte.
El silencio cayó entre ellos mientras él miraba su pie. ¿Por
qué su pantorrilla tenía que verse tan malditamente sexy?
—Lucas, esto no es culpa tuya. Yo no tuve
cuidado. Necesito que hagas esto porque yo no puedo, y no sé
cuánto tiempo les tomaría enviar a alguien, ya que tenemos que
esperar una llamada telefónica para alertar a alguien de que
estamos en peligro. Sabes, creo que esta es una situación muy
jodida.
—Oh, sí, ¿por qué?
—Piénsalo, podríamos habernos caído y roto el cuello o algo
así. No tenemos forma de contactarlos. Un poco imprudente.
—Se necesita mucho para matarnos, Mabel.
—No eres tú el que tiene un trozo de vidrio saliendo de tu
pie.
Agarró el trozo de vidrio y tiró mientras ella despotricaba
contra él. Se agarró al borde del fregadero y gritó.
El fragmento era afilado y profundo, pero lo sacó todo.

73
—Lo tengo. —Arrojó el fragmento al lavamanos e
inspeccionó su pie.
—Oh, Dios —dijo Mabel, y segundos después, se
desplomó. Tuvo tiempo suficiente para atraparla antes de que
colapsara y casi se rompiera el cuello.
Envolviendo sus brazos alrededor de ella, la sostuvo. —Te
tengo —dijo. No sabía qué más decir.
Pasando sus dedos por su cabello, se movió para poder
sostenerla correctamente. En lugar de intentar terminar de
cuidar su pie en el baño, la llevó a su cama. Acostándola contra
las sábanas, sonrió, extendiendo su cabello en abanico.
La había estado imaginando en su cama durante mucho
tiempo. No esperaba exactamente que la primera vez que
estuvieran juntos ella se desmayara. Por ahora, viviría con eso.
Después de regresar al baño, tomó el botiquín de primeros
auxilios y regresó con ella. Todavía estaba inconsciente. No se
dio tiempo para disfrutar de la vista de ella. Agarrándola del pie,
se puso manos a la obra para asegurarse de que la herida no
tuviera cristales.
Una vez que estuvo seguro de que no lo tenía, lo envolvió
en una venda para mantenerlo limpio. No había equipo para
suturas. Sus cuerpos sanaban rápido y esperaba que eso
sucediera aquí.
Con su pie envuelto, revisó su otro pie, luego sus
rodillas. No había otros rasguños o daños. Dejando caer un

74
beso en cada rodilla, luego en su pie, la miró y vio que había
abierto los ojos.
—Me desmayé, ¿no?
—Solo un poco.
Ella se sentó y suspiró. —Lo lamento.
—No es necesario.
Ella miró su pie. —Gracias.
—No creo que sea lo mejor que puedas conseguir. No soy ni
enfermero ni médico, pero eso debería darte tiempo para
recuperarte.
Él quería decir mucho más, pero en cambio, se puso de
pie. —Iré a limpiar.
Volviendo al baño, envolvió el fragmento de vidrio en una
toalla y lo arrojó a la basura. Una vez que hubo lavado el
fregadero y el piso de algunos rastros de sangre, regresó al
dormitorio para encontrar a Mabel en equilibrio sobre la punta
de un pie.
Se agarraba a uno de los postes de la cama. —Estaba
pensando en hacer algo de comida.
—Yo puedo hacerlo.
—No me importa.
Se acercó a ella para que no tuviera adónde ir. Acariciando
su mejilla, no quería nada más que hundirse en su coño
virgen. Mientras le pasaba el pulgar por los labios, quedó
fascinado con su mirada.
—¿Lucas?

75
—Tienes que aprender a dejar que te ayude. Eres mi
compañera. Déjame hacer esto.
Ella puso su mano sobre la de él. —De acuerdo.
Sus labios lo invitaron a besarla.
Controló el impulso, la levantó en sus brazos y la llevó
escaleras abajo a la cocina.
—Puedo caminar.
—Y no tienes que hacerlo. Admítelo, es bueno tener un
compañero que pueda llevarte. —Le guiñó un ojo.
Ella sonrió. —Piensas demasiado de ti mismo. Tienes un
ego enorme.
—Siendo el hijo de un Alfa, tienes que tenerlo. Desde una
edad temprana, te dicen lo importante que eres. Cómo
necesitas aprender tanto y estar preparado para todo.
—Apuesto a que te encanta —dijo ella.
—No siempre.
—¿En serio?
Él se encogió de hombros. —Dondequiera que vaya, la
gente me conoce, ¿sabes? A veces tenía que preguntarme si la
gente me quería cerca por mí o por quién es mi papá.
—No tenía ni idea.
—La mayoría de la gente no lo hace. No te preocupes, nena,
aprendí a vivir con ello y nunca fui dejado de lado.
—Wow, y aquí yo intentado ser comprensiva contigo.

76
Él resopló. —Tengo una buena vida y lo sé. —Abrió la
nevera y encontró un montón de verduras para tirar en un plato
de pasta.
Con toda la atención de Mabel, quería impresionarla y no
se avergonzaba de admitirlo.
—Esto es divertido —dijo ella.
—¿Estar conmigo?
—Pasar el rato. Gran ego o no, no eres ni la mitad de malo,
Lucas.
Él le guiñó un ojo. —Ten cuidado, Mabel, podría empezar a
pensar que te estás enamorando de mí.
—Para nada, pero es bueno saber que hay más de ti que un
matón.

77
Capítulo 6

—Para nada, pero es bueno saber que hay más de ti que un


matón.
Mabel no sabía lo que estaba pensando, pero era
cierto. Compañero o no, Lucas continuaba mostrándole que
había más en él que el desagradable pedazo de mierda que
había sido en la escuela secundaria.
Con la mirada fija en la ducha, trató de bajar el pie y gritó.
Había pasado un día. Debería haberse recuperado, pero por
alguna extraña razón, su pie le dolía.
Lucas había cambiado el vendaje y dijo que se veía
mejor. Ella no se atrevió a mirarlo. El solo pensamiento la hacía
sentirse enferma.
Agarrándose al borde del lavamanos, apretó los dientes
mientras el dolor atravesaba su cuerpo. Estaba decidida a
meterse en esa maldita ducha. Pero su cuerpo tenía otras ideas.
La puerta del baño se abrió y ella gritó, tratando de tapar
su desnudez.
Genial, Mabel. Te ha visto desnuda.

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—Te escuché gritar. ¿Qué carajo, Mabel? —preguntó él. La
ayudó a ponerse de pie y ella se puso de puntillas sobre el pie
lesionado.
Rápidamente tomó una toalla y la sostuvo frente a ella.
—Te he visto desnuda.
—Sí, eso no cuenta.
—¿Por qué no?
—Porque los dos estábamos desnudos y era luna
llena. Nuestros lobos tenían el control total. No podemos
responsabilizarnos, y había distancia, ya sabes. Esto es una
ducha en una casa.
Sonaba estúpido incluso para ella misma.
—Bien, eso tiene mucho sentido. Dejaré que sigas
trabajando en ese argumento. Mientras estamos en eso, ¿qué
estás haciendo?
Inclinó la cabeza hacia atrás, cediendo al calor dentro de
sus mejillas. —Quiero ducharme. Y no puedo poner ninguna
presión en mi pie. Lo he intentado. Pero no lo soporta.
Él miró la ducha. —Sé lo que tengo que hacer. —Abrió la
ducha y se metió.
—¿Qué estás haciendo?
—Quieres ducharte. Me desnudaría, pero si no puedes
soportar estar desnuda frente a mí sin esa cosa de la distancia
de la que estás hablando, no podrías manejarme en todo mi
esplendor.

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Ella puso los ojos en blanco. —Tú y tu maldito ego.
—Lo amas.
—Desearías.
—Lo hago.
Ella no respondió. El anhelo en su voz era claro y el dolor
golpeó su cuerpo.
Lo estás lastimando.
Cerrando los ojos, trató de luchar contra la culpa. Ceder
ante él no era una opción, pero ¿qué podía hacer ella? Estaban
atrapados aquí por otros once meses.
Lucas le quitó la toalla de las manos y la tiró fuera de la
ducha mientras la levantaba. Ella soltó un grito, pero él la dejó
en el suelo.
—Ahí, eso no estuvo tan mal, ¿verdad?
Ella lo fulminó con la mirada, sin decir una palabra.
La hizo girar y la tuvo bajo el agua.
Inclinando la cabeza hacia atrás, se deleitó con el rocío del
agua. Se sintió tan bien.
Las manos de Lucas sobre su cuerpo eran una
distracción. Él la sostuvo por la cintura y ella le dio la espalda.
—Te tengo.
Una de sus manos dejó su cintura, y ella la vio pasar junto
a ella para agarrar el jabón y una esponja. No se giró para ver
lo que estaba haciendo. Esperaba que él le diera la esponja
enjabonada. Eso no sucedió.

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Volvió a poner el jabón en el plato, luego su mano con la
esponja se deslizó por su cuello, hasta la base de su espalda.
—Confía en mí, Mabel.
Tenía en la punta de la lengua decirle que no se había
ganado su confianza. Mantuvo las palabras encerradas en su
interior, sin estropear el momento.
La giró para mirarlo y le puso las manos sobre los
hombros. —Aférrate a mí. No me sueltes.
Lucas deslizó el jabón sobre su piel hipersensible, y ella se
clavó los dientes en el labio, tratando de contener su
excitación. La esponja le rozó la carne y sus nudillos siguieron
su ejemplo. Vivía para esos toques dulces que él le daba, nada
más.
Aunque esperaba a que él lo llevara más lejos, él no lo
hizo. Lavó su cuerpo, teniendo cuidado con ella.
Cuando llegó a su pelo, la puso de espaldas frente a la
pared, apoyándole las manos en ésta mientras le masajeaba el
pelo con jabón.
—Me encanta tu cabello —dijo. —Me he imaginado tirando
de él mientras me empujo dentro de ti.
Ella gimió.
—No te preocupes. No te voy a hacer nada. Aunque nada
me encantaría más que lamer tu coño y hacerte sentir mejor.
No pudo evitar presionar sus muslos juntos para tratar de
contener el placer.

81
Con su cabello limpio, la hizo girar. —Sé que tengo trabajo
para que confíes en mí, pero tengo que besarte,
Mabel. Permítemelo por favor.
Ella no dijo nada, mirándolo a los ojos.
Besar era dulce. No había nada sexual en ello.
—Está bien —dijo él.
Ella lo agarró del brazo mientras salía del baño. No había
ninguna razón para que se fuera.
—Bésame —dijo ella. Nunca había esperado que esas dos
palabras salieran de sus labios, especialmente no dirigidas a
Lucas, pero de repente se dio cuenta de que quería que él la
besara. Ambos estaban empapados. Ella estaba desnuda, él
completamente vestido.
Las manos de Lucas fueron a su rostro, acariciando hacia
abajo para tomarla por debajo de su barbilla, y luego sus labios
estuvieron sobre los de ella.
En el instante en que se tocaron, no pudo evitar cerrar los
ojos y disfrutar del momento. La lujuria inundó su cuerpo.
Mío.
Su loba estaba tan cerca de la superficie. La necesidad de
reclamarlo era fuerte, pero se contuvo, sin ceder al instinto
básico de tomarlo.
Con las manos sobre sus hombros, abrió la boca y deslizó
la lengua contra la de él.

82
Una de las de Lucas fue a agarrar la parte de atrás de su
cabeza, profundizando el beso.
La presionó contra la esquina de la ducha y antes de que
ella supiera lo que estaba pasando, la levantó, envolviendo sus
piernas alrededor de su cintura.
Esto no era solo un beso.
La dureza de su polla estaba justo contra su coño.
Ella no parecía poder detenerse. Incluso cuando quería
alejarlo, no podía porque le encantaba sentirlo rodeándola.
—Tan jodidamente bueno —dijo él, separándose de los
labios de ella para arrastrar los suyos hasta su cuello. Cuando
sus dientes se clavaron en su carne, ella gimió y luego gritó.
—Aléjate.
—Mabel.
—Vete a la mierda. —Ella comenzó a agitarse en sus
brazos. La ira la consumió, reemplazando la lujuria.
—Espera, espera, no te lastimes. Estoy saliendo. Por favor,
Mabel —dijo él.
Dejó de luchar contra él.
Lucas salió de la ducha y luego la ayudó a ponerse de
pie. Ella agarró la toalla y pasó cojeando junto a él, yendo a su
dormitorio, con cuidado de no poner demasiada presión en su
pie lesionado.
—¿Qué demonios, Mabel?

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Ella giró hacia él. —¿Qué demonios? Sentí lo que estabas
haciendo. Eso no es lo que quiero.
—¿Qué?
—¡Tus dientes! En mi cuello. ¿Crees que no sé lo que eso
significa? No voy a aparearme contigo —comenzó a jadear, la
ira la tomándola por sorpresa.
—¿Crees que eso era lo que estaba haciendo?
—Usaste tus dientes.
—¡Joder, Mabel! El cuello es una zona conocida por excitar
a las mujeres. Estaba tratando de hacerte sentir bien.
—¿Esperas que me crea eso?
—Sí.
—Tú eres quien nos trajo aquí.
—Porque no me diste una oportunidad. Hemos pasado por
esto y no voy a repetirlo. Cuando sea el momento de reclamarte,
estarás cabalgando mi polla y me marcarás al mismo tiempo.
No tengo que manipularte y, francamente, me siento insultado,
pero ¿qué puedo esperar? Eres una jodida virgen sin
experiencia y sin forma de entender que estaba haciendo algo
para hacerte sentir bien. —Lucas negó con la cabeza.
—¿Adónde vas? —preguntó ella mientras él se movía hacia
la puerta.
—Voy a correr y te daré el espacio que necesitas. Nunca te
quitaré eso de las manos. Cuando nos apareemos, Mabel, y lo
haremos, estarás dispuesta y, mejor aún, me lo rogarás. Soy
muchas cosas, pero quitarte tu elección… yo no soy así.

84
Cerró la puerta de golpe y ella se derrumbó contra la pared,
deslizándose hasta que golpeó el suelo. Se había equivocado.
Su mano fue a su cuello. Había disfrutado tanto de sus
besos, pero cuando sus dientes rozaron su piel, estuvo tan
segura de que él tenía la intención de tomar lo que ella no
estaba dispuesta a dar.
Dejando caer la cabeza, la golpeó contra sus rodillas,
sintiéndose tan estúpida.
Todo con Lucas estaba tan desordenado. El hombre que era
ahora no era el mismo que la había lastimado, a pesar de
que eran uno y el mismo.

***
—Todo está bien. Tomará algún tiempo sanar porque el
vidrio estaba profundamente incrustado, y parece que también
corriste un par de metros sobre él —dijo el médico de la
manada.
Lucas escuchó. Su padre había llamado anoche y él le
había contado sobre la tormenta y el accidente y cómo Mabel
no parecía estar sanando.
No le gustaba que su pie no se curara lo suficientemente
rápido.
—Lo han limpiado y cubierto bien —dijo el médico.
—Lucas lo hizo por mí —dijo Mabel.

85
El médico se giró hacia él. —Es bueno saber que todos los
líos en los que te metiste cuando eras niño dieron sus frutos,
¿eh?
Él sonrió. El médico tenía setenta y tantos, pero no parecía
tener más de cuarenta. Era bueno tener el gen de hombre
lobo. El proceso de envejecimiento se ralentizaba.
Con los brazos cruzados, vio salir al médico. No había
señales de cómo llegaría a casa, pero no tenía ninguna duda de
que el hombre encontraría el camino.
En lugar de ir a ver a Mabel, fue a la cocina para prepararles
algo de comer. La nevera había sido reabastecida una vez más
y tenían muchas opciones. Se decidió por un sándwich de
queso y pepinillos.
Después de colocar las rebanadas de pan, las untó con
mantequilla y espolvoreó un poco del queso que había rallado.
—No volviste a subir —dijo Mabel, entrando a la cocina.
—Como puedes ver, nos estoy preparando un almuerzo.
—¿Cómo supo el médico que debía venir?
Él la miró. —Le dije a mi papá.
—¿Recibiste una llamada?
—Sí.
—Oh.
—Estoy seguro de que tus padres llamarán en el momento
que puedan.
—Pero al menos tu papá estaba listo para llamarte.

86
Lucas cortó el pan en triángulos y se dirigió al
comedor. Quería cargar con Mabel, pero también quería
mantener las distancias después de las acusaciones que ella le
había lanzado anoche. No había tenido la intención de
imponerle su marca ni de iniciar el apareamiento adecuado.
Eran compañeros destinados. El tirón, la lujuria, el
impulso, estaban todos ahí, diciéndoles a ambos que estaban
destinados a estar juntos. Sin embargo, todavía no se habían
apareado realmente.
—Lo siento —dijo Mabel.
—Disculpa aceptada.
—Entonces, ¿por qué no me miras?
Levantó la mirada mientras se sentaba. —Te estoy mirando
ahora.
—No eres el mismo.
—Así que puedes lanzar tus insultos, y yo aceptarlos, pero
no te gusta ser la receptora a pesar de que te equivocaste con
lo de anoche.
—Lo sé. No debería haber...
—Entiendo que no quieres tener nada que ver conmigo. Fui
un idiota, pero estoy tratando de compensarlo. Te he dado tres
años. No presioné por esto antes y te di tiempo y espacio. Todo
esto depende de ti, Mabel. —Golpeó la mesa con la mano.
—No quiero pelear contigo.
—Bueno, tal vez yo quiero pelear contigo. ¿Alguna vez has
pensado en eso? —Se puso de pie y comenzó a caminar a lo

87
largo del comedor. —Lo entiendo. La cagué. Fui el gran maldito
matón en la escuela secundaria. Soy yo quien levanta la mano
en el aire y admite que fui un idiota gigante contigo. Tanto es
así, que no merezco tu perdón, pero aquí está la cosa... No
puedo dejarte ir. No quiero dejarte ir. Eres mi compañera. La
mujer que por encima de las demás me ha sido destinada, y no
puedo darte la espalda por mucho que quiera.
—No quieres estar emparejado conmigo.
—Sí. No, quiero decir... ¡joder! Ahora me estoy
confundiendo. No soy el mismo chico, ¿de acuerdo? El idiota
que era malo contigo, no se estaba tomando en serio su papel
de Alfa. Él era un bastardo. Él es el que te habría mordido para
conseguir lo que quería. No sé lo que me pasó. Todo lo que sé
es que haré cualquier cosa por ti. Yo nunca te lastimaría. Nunca
te mentiría y no te morderé sin tu puto permiso. —Se pasó los
dedos por el cabello, sintiendo que su ira comenzaba a
disminuir. —Sabes, prácticamente me acusaste de casi violarte.
—No, no lo hice. —Su voz era tan pequeña.
—Incluso cuando me quieras, me anheles, vas a luchar
contra eso, ¿no es así?
Ella levantó la cabeza y lo miró. —Yo... esto es difícil.
—Claro, cuéntame acerca de eso. —Se dejó caer en su
silla. Todo su apetito se había ido. No quería discutir, en
realidad no. —Necesito salir a caminar. —Se puso de pie, se
apartó de la mesa y caminó hacia la puerta.

88
—¿Alguna vez has pensado que es por nuestro
emparejamiento que has cambiado? —preguntó ella.
Se detuvo y se giró para mirarla. —Sí.
—Si no hubieras pasado por la transición, probablemente
todavía me encontrarías gorda y fea.
—Por el amor de Dios, Mabel. No pensé que estuvieras
gorda y fea en ese entonces.
Ella resopló. —Sí, claro.
—Dije cosas malas porque... siempre fuiste una pequeña
perra engreída.
—¿Disculpa? Ni siquiera me conocías.
—Llevabas la nariz en alto.
—Me encanta mirar al cielo, imbécil. Eso no me hace
engreída.
El la fulminó con la mirada. —¿Quién hace eso? ¿Quién
mira al cielo la mayor parte del día? Es raro.
—Los niños de cinco años lo hacen. Sal a caminar. No
puedo creer que incluso sentí pena por hacerte enojar. La única
razón por la que te preocupas en este momento es por el
apareamiento. No tenemos sentimientos entre nosotros. Es
puramente físico, pero podemos terminar con esto. Ambos
podemos exigir que se corte este emparejamiento. Me odias y yo
no te soporto. ¿Por qué prolongar lo inevitable?
Lucas avanzó hacia ella. Ella se sentó en su silla. No había
ningún otro lugar adónde ir. La mirada en sus ojos envió un

89
escalofrío por su espalda. No había otras palabras para
describirlo. Él agarró las manijas y se acercó a su rostro.
—No te odio, Mabel. Nunca lo he hecho. Lejos de eso. —Se
puso de pie y, sin decir una palabra más, se fue.
Ella se quedó en su silla y gruñó. —¡Mierda!
Esto era lo último que quería.
Pasando una mano por su rostro, trató de pensar en todas
las razones por las que debería odiarlo, pero en ese momento,
solo estaba enojada consigo misma. No había nadie más a quien
culpar. Ella había hecho esto.
Colocó una mano en su cuello, justo donde la había besado
anoche. Todavía se sentía un poco sensible, pero el placer había
estado fuera de este mundo.
Contrólate.
Se puso de pie, cojeó hacia la puerta y la abrió. Lucas
estaba al borde del agua, mirando al cielo. Escuchó los gruñidos
y los gritos enojados que salían de sus labios.
La loba dentro de ella se movió.
Su compañero estaba sufriendo.
Ve con él.
Mabel se aferró a la puerta, negándose a seguir adelante.
Ve con él.
Él nos necesita.
Observó a Lucas un poco más. Los sentimientos que se
agitaban dentro de ella eran demasiado grandes para
ignorarlos.

90
Dejando la puerta abierta, bajó cojeando hacia la playa. El
ángulo en el que sostenía el pie lo hacía muy incómodo.
Él se tensó en el momento en que ella estuvo cerca.
—Lo lamento. No... no sé lo que siento por ti.
Lucas se giró hacia ella. —No te odio.
—Yo no te odio por completo, pero tampoco te amo —dijo
ella, mirando al suelo. —Estoy dispuesta a hacer que funcione.
Para ver a dónde va esto. —Apretó los labios.
—Mabel, puedo prometerte dos cosas. Primero, siempre te
cuidaré de ahora en adelante, y segundo, nunca haré nada que
no quieras que haga. —Caminó hacia ella, agarrándola por la
cara. —Por favor, créelo.
—Lo hago. —No pudo resistirse a mirarle los labios. ¿Iba a
besarla?
Él se apartó, y en el momento en que dejó de tocarla, ella lo
extrañó.
—¿Ayudaron los gritos? —preguntó ella.
—Lo hicieron.
—No quise hacerte enojar.
Él se encogió de hombros y luego ella gritó cuando la
levantó. —Deberías estar descansando tu pie.
—Necesitaba arreglar esto entre nosotros.
—Y lo has hecho. Ahora es el momento de descansar el pie.
—¿Me perdonas? —preguntó ella.
—No hay nada que perdonar.

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Ella ahuecó su mejilla, obligándolo a mirarla. Redujo la
velocidad mientras lo hacía. —Lo digo en serio, Lucas. Lo siento.
—Perdonada.
La tentación de besarlo era tan fuerte, pero se reprimió.
Como todas las cosas en la vida, parecía que todo lo que tenía
que hacer era reprimirse.

***
Y así comenzó una rutina para el mes siguiente. No es que
Lucas pudiera quejarse. En lugar de vivir separados, Mabel lo
buscaba todos los días.
Salían a dar largos paseos. Le tomó casi una semana sanar
por completo el pie antes de que pudiera caminar de nuevo. No
le gustó eso. Le encantaba tener una excusa para abrazarla y
llevarla a todas partes.
Por las noches, veían televisión o hablaban de lo que habían
visto el día anterior.
Mabel solía preparar el desayuno mientras él preparaba el
almuerzo.
Considerándolo todo, había sido... fácil.
—¿Y te estás quejando de eso? —preguntó Duke en una de
sus llamadas.
—No, no me quejo. Es bueno, ¿verdad? Estamos
desarrollando una relación juntos.

92
—Es un buen progreso. Tienes que estar feliz con eso.
—Lo estoy.
—¿Estás impaciente? —preguntó su padre.
—No. Estoy contento con el progreso de las cosas.
De lo que se negaba a hablar con su padre eran los toques,
las miradas persistentes. Había notado que Mabel había
comenzado a excitarse mucho a su alrededor, y estaba un poco
nervioso por lo que eso significaría cuando la luna llena
estuviera en lo alto del cielo. Estaban cerca de una segunda. La
primera había terminado con ellos mirándose, y eso había
sucedido incluso cuando habían estado distantes.
Se había acercado a ella durante las últimas semanas y no
se podía negar que la tensión estaba constantemente entre
ellos. Siempre estaba ahí, esperando para liberarse.
—Hijo, tengo la sensación de que algo no está bien.
Se pasó los dedos por el pelo mientras miraba por la
ventana para ver a su mujer también hablando por teléfono.
Ella lo vio y le dio un pequeño saludo. Él también levantó los
dedos.
—Sabes que la luna llena es esta noche.
—Sí.
—¿Es posible estar bajo el poder de la luna llena y también
mantener el control de uno mismo para no morder a tu
compañera durante la misma?
—Lucas, por favor, no te preocupes.

93
—Se lo prometí, papá. Le prometí que no la mordería hasta
que estuviera lista.
Su padre suspiró a través de la línea, lo que
instantáneamente hizo que su estómago se retorciera. —La
morderás cuando sepas que está lista.
Dio un suspiro de alivio.
—Sin embargo, también es sabido que puede confundir la
voluntad de su loba con que ella esté lista.
—Me estás jodiendo. —Esto no era bueno. —¿Me estás
diciendo que tengo que encontrar alguna excusa para no correr
con ella?
Habían estado de acuerdo, y puede que sonara infantil,
pero había estado deseando salir a correr con ella durante tanto
tiempo.
—No existe una cura mágica. Esto no es una enfermedad,
Lucas. Encontrar a tu compañera es un regalo.
En este momento, se sentía más como una maldición.
Vio a Mabel colgar el teléfono. —Tengo que irme.
—¿Quieres que haga un viaje y los mantenga a ambos bajo
control?
—No, está bien. Podemos manejar esto. Me voy a ir. Adiós.
Su padre se despidió y colgó.
Mabel se había ido abriendo a él. Todavía se mostraba un
poco reservada, pero cuanto más tiempo pasaba en su
compañía, más se sentía junto a ella.

94
Ella se acercó a él en el jardín. La tormenta había pasado
hacía mucho tiempo, y volvían a tener un sol glorioso de nuevo.
—Hola —dijo ella.
—¿Fue una buena llamada con tus padres?
—Sí, todo está normal en casa. Todo el mundo está bien. ¿Y
tú?
—Lo mismo de siempre, lo mismo de siempre.
Se sentó en una silla reclinable y miró hacia la piscina.
—Mi papá me dijo que cuando cambiamos, solo tenemos
una cantidad mínima de control —dijo ella.
—Eso es lo que descubrí.
—Dijo que... no hay garantía de que nuestros lobos no se
hagan cargo y... ya sabes.
El asintió. —Sí. ¿No quieres correr conmigo?
Se mordió el labio. —Si quiero.
Esto lo sorprendió. —¿En serio?
—Es una carrera, Lucas. Estuvimos juntos la última vez.—
Ella se sentó en el borde de la silla con él. —No veo una razón
por la que esta será diferente. —Ella le puso la mano en el
brazo. —Puedo tocarte y no pasa nada, ¿verdad?
Se sentía como si estuviera en llamas. La necesidad de
hundir sus dedos en su cabello y acercarla, para violar su boca,
y luego follar su coño virgen. Por las mañanas, siempre
mostraba lo normal que era, sin mencionar los sueños eróticos
que tenía de forma regular. Consumían cada uno de sus

95
pensamientos mientras estaba despierto, pero nunca mostraba
lo que estaba pensando.
En sus sueños, Mabel siempre era muy receptiva con
él. Ella abría las piernas en el momento en que la miraba.
—¿Qué estás pensando?
—Espero que ambos sepamos lo que estamos haciendo.
—Lo hacemos. —Ella se inclinó y besó su mejilla. —Espero
poder correr contigo. Será mejor que vaya y haga la cena.
La vio irse, el movimiento de sus caderas capturando su
atención. Su polla se endureció y sin pensarlo, se puso de pie y
se zambulló directamente en la piscina. Bajando, tocó el fondo
antes de salir a la superficie y hacer unas vueltas.
Esto no sería un problema.
Incluso mientras continuaba dando vueltas, su cuerpo
estaba en alerta máxima. El tiempo debió pasar porque Mabel
salió, declarando que la comida estaba lista.
Empapado, salió de la piscina. Sonrió mientras ella
sostenía un paquete de ropa. —Estaré en el comedor esperando.
Tomó la ropa ofrecida y nuevamente, pudo mirar su
trasero. El vestido que llevaba parecía subir más alto de lo que
recordaba. Se cambió rápidamente, ignorando su polla dura
como una roca mientras dejaba que la gran camiseta cayera
más allá de su obvia excitación.
La luna se estaba acercando. Su cuerpo estaba
comenzando a ponerse en alerta máxima.

96
Al entrar en la casa, encontró a Mabel sentada a la mesa. El
chal que había estado usando para cubrir sus brazos había
desaparecido.
Los finos tirantes de su vestido se movieron hacia un
corpiño que se hundía tan tentadoramente en la parte
delantera. Las curvas de sus generosas tetas estaban a la
vista. Se sentó con una mueca de dolor, su polla hacía que fuera
un poco imposible para él hacerlo.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella.
—Nadé demasiado tiempo.
—Oh. —Se había recogido un poco de cabello y los rizos
caían a su alrededor, solo mostrando su cuello y, más
específicamente, su pulso. La forma en que se sostenía a sí
misma. Era pura... clase.
Quería lamerle el cuello, deslizar ese tirante por su cuerpo
y exponer esos montículos para poder chupar cada uno de sus
pezones.
Mabel le sirvió un poco de pasta y él quiso tomar sus brazos
y besarlos, a cada uno.
Contrólate.
Con las manos apretadas en puños, contó hasta diez, luego
hasta otros diez, para calmar sus nervios. Mabel parecía
completamente indiferente hasta que comenzó a mirarla de
verdad. Le temblaban un poco las manos y el pulso de su cuello
latía rápidamente. Sus pezones eran piedras duras contra la
tela de su vestido.

97
El aroma de su excitación permanecía en el aire, así como
su perfume.
Ella había tratado de ocultarlo.
—¿Tienes ganas de correr esta noche? —preguntó él.
—Sí. Creo que es lo que ambos necesitamos.
—Bien. Está bien. —Agarró su tenedor y pinchó un trozo de
pasta. Dio un mordisco y cerró los ojos. —Está bueno.
Ella se rio entre dientes. —Es una pasta de tomate. Me
imagino que mañana repondrán el frigorífico. Entonces
tendremos un poco más de variedad.
El resto de la comida transcurrió en silencio.
Lucas se concentró solo en comer la comida que ella le
había puesto frente a él, todo el tiempo muy consciente de la
forma en que comía, cómo olía. Ninguno de los dos entabló una
conversación como lo habían hecho en ocasiones anteriores.
Permanecieron en silencio.
Después de la cena, lavaron los platos juntos y luego se
excusó para ir a darse una ducha.
Echarse agua fría sobre sí mismo no ocultó el hecho de lo
excitado que estaba. No ocurrió nada. Finalmente, incapaz de
contenerse ni por un momento más, envolvió sus dedos
alrededor de su polla y se llevó al orgasmo, incluso con el agua
fría rociándolo. La primera liberación no fue suficiente.
Continuó trabajando su polla durante otras tres más antes de
finalmente rendirse.

98
Su polla todavía estaba dura pero no tan feroz como antes.
Después de salir de la ducha, se secó y se tomó unos
momentos para contemplarse cuidadosamente en el espejo.
Puedes hacerlo. Tienes esto. No hay nada que temer.
Respiró hondo y sonrió para sí mismo. Este era el momento
que había estado esperando. La suerte y la oportunidad de
correr con su mujer, y no podía esperar. Solo iba a ver los
aspectos positivos y no insistir en nada más.
No te aparearás con ella esta noche. Esto es simplemente
una carrera.

99
Capítulo 7

Mabel se quedó afuera esperando. El sol parecía burlarse


de ella. La luna pronto estaría completamente en el cielo, y
esperaba disfrutar de esta carrera, pero todo el día, fue como si
hubiera señales de advertencia por todas partes. Primero, su
madre había dicho que cuanto más tiempo permanecía en la
compañía de Lucas, las posibilidades eran mayores de que el
vínculo de apareamiento entre ellos los uniera.
Había estado disfrutando de su compañía durante un par
de semanas. Después de la culpa que la había llenado por sus
acusaciones, había hecho el esfuerzo. Para su sorpresa, él no
era tan malo. No sabía si se estaba poniendo una fachada o si
era real. No, ella sabía que era real. No había ninguna duda al
respecto. Había un límite en lo que una persona podía actuar,
y Lucas, era real.
Como hoy, ella había sabido que estaba excitado, pero no
había acudido a ella. Había tomado el asunto en sus propias
manos y ella no podía culparlo. Ella también lo había hecho. El
placer de estar cerca de él había sido intenso, más que nunca.
Incluso ahora, mientras estaba de pie frente al sol, vestida
solo con un vestido de verano, que iba a tener que quitarse

100
cuando se convirtieran en sus verdaderas formas, estaba en
llamas. Se había tocado a sí misma hasta tener tres, si no
cuatro, orgasmos indeseables. Al final, se había rendido. Todos
sus sueños y fantasías eran de Lucas.
Él llenaba su mente. No había forma de alejarse de él. La
verdad es que no quería hacerlo. Todo lo que podía imaginar era
estar con él, vivir su vida con él. Algunos podrían considerarla
tonta, pero en lo que a ella respecta, estaba lejos de serlo. Había
intentado luchar contra esto desde el momento en que
cambiaron por primera vez. Estar con él no era lo que ella
quería, y sin embargo, incluso cuando pensaba en ello, eso la
seguía haciendo sentir completamente mal.
—¿Estás bien? —preguntó Lucas, saliendo a la noche.
El sol casi se había puesto y la luna estaba tan cerca.
—Sí, ¿y tú?
—Sí.
Ambos se enfrentaron. Ella le tendió la mano. —¿Estás
listo?
Él tomó su mano y juntos caminaron hacia el borde de los
árboles. El placer de su toque recorrió todo su cuerpo. Era
como si una chispa de electricidad se hubiera despertado
dentro de su sistema, y ahora estaba completamente a su
merced. No es que fuera algo malo.
Soltó su mano y se alejó de él.
—Pensé que cancelarías esta noche —dijo Lucas.

101
—Pensé que tú también lo harías. —Cerró los ojos y negó
con la cabeza. Sus manos temblaron mientras se quitaba el
vestido. Se sentía tan bien tener su cuerpo expuesto a la noche
y la luna llena. Con una mano apoyada en su estómago, miró
hacia la luna, y luego, como por arte de magia, cambió y se
convirtió en su loba.
Sus patas estaban en el suelo.
Moviéndose alrededor del árbol, sintió a Lucas mientras él
hacía lo mismo. Su lobo se unió a la de ella de una manera que
aún no habían podido hacer como humanos.
Lo miró fijamente, consciente de la mirada de él sobre ella,
y no pudo apartar la mirada. No quiso. En el fondo de su mente,
sabía lo que tenía que hacer: correr.
Dirigiéndose hacia adelante, arrancó, corriendo por la
noche y disfrutando de la sensación de la verdadera naturaleza
en su espalda. Eso era lo que significaba ser libre, no tener
problemas.
Lucas era rápido detrás de ella.
Déjalo perseguirte.
El calor y la lujuria sacudieron su sistema.
Ella continuó corriendo todo el tiempo mientras se volvía
agudamente consciente de su cercanía. Cuando su lobo se
acercó a ella y se rozaron, ella tropezó, se giró y se fue en otra
dirección.
No sabía cuánto tiempo siguieron corriendo. Solo que
cuando él la empujó con la nariz, no pudo soportarlo más. Con

102
una ráfaga final, aceleró, terminando en la orilla del océano
mientras se lanzaba al agua, y en segundos, se había convertido
en un humana. Rompiendo la superficie en busca de aire, gritó
cuando él la envolvió con las manos, acercándola.
—No vuelvas a hacer eso.
Lucas la giró para mirarlo y luego, ella capturó su rostro,
atrayéndolo para besar sus labios.
Sus manos estaban por todas partes. La forma en que tocó
su trasero, deslizó su mano hacia arriba para tomar su pecho,
y luego hacia su coño, tocándola. El calor la consumió. No
podía pensar con claridad.
Metiéndose entre ellos, agarró su polla, envolviendo sus
dedos alrededor de su longitud.
Lucas rompió el beso y ella no hizo más que caer de rodillas
frente a él. Con su mirada todavía en la de él, lo tomó en su
boca. Ella gimió, cerró los ojos y lo llevó hasta la parte posterior
de la garganta y luego retrocedió.
Él envolvió sus dedos en su cabello, apretando su agarre
mientras comenzaba a empujar dentro y fuera de su boca.
No pudo resistirse a mirarlo de nuevo. Estaba tenso, y
mientras ella se burlaba de la punta con la lengua, él se retiró
de su boca y la puso de espaldas en la arena. Le separó las
piernas y le quitó la mano del pelo.
Su lengua fue a su coño. Lamió su hendidura, yendo a su
entrada, hasta su clítoris y luego de nuevo hacia abajo.

103
Ella extendió sus muslos lo más que pudo, empujando su
coño hacia su cara, deseándolo. Agarró su cabello, frotándose
mientras él agarraba el trasero, manteniéndola en el lugar
mientras la acercaba al orgasmo.
En el momento en que estuvo en la cima, esperó,
desesperada, hambrienta, y él la recompensó, arrojándola por
el borde. El orgasmo no se parecía en nada a los que se había
estado dando a sí misma. Eso era todo.
Gritó pidiendo más y Lucas continuó lamiendo su coño.
El fuego todavía ardía intensamente dentro de su
estómago. No era suficiente. Necesitaba más.
Lucas presionó un beso contra su coño, arrastrando sus
labios hacia sus pechos.
—Fóllame —dijo ella.
Él se tensó. —Mabel, estoy aguantando aquí, pero no
puedes decir una mierda así.
—No lo estoy sólo diciendo. Lo digo en serio. Por favor,
Lucas. Aquí y ahora. Por favor.
—¿No te vas a arrepentir de esto?
Ella sacudió su cabeza. —No. Lo quiero. Por favor. —Casi
le gruñó, pero no tuvo que hacerlo cuando Lucas puso la cabeza
de su polla en su entrada y lentamente, dolorosamente y
lentamente, comenzó a provocarla.
No sabía si podría sobrevivir a su tormento, pero se sintió
tan bien cuando golpeó su clítoris hinchado. Estaba tan mojada
y tan lista para él. Para cada parte de él.

104
Envolviendo sus piernas a su alrededor, gimió su
frustración hasta que él se movió hacia abajo, y luego él estuvo
listo en su entrada.
Lucas la miró a los ojos y supo que estaba en conflicto.
Tomando el asunto en sus propias manos, agarró su trasero y
se empujó contra él, gimiendo cuando su polla atravesó su
virginidad.
—Mierda, Mabel. —Él capturó sus manos, presionándolas
contra su cabeza.
—Lo he hecho. Ahora puedes terminarlo.
—Tu primera vez no debería ser así.
—¿Así cómo? ¿En la playa? ¿Debajo de la luna llena? ¿Con
mi compañero? —preguntó ella.
Ambos estaban jadeando.
—No puedo pensar en una mejor manera.
—Mabel, no sabes lo que estás haciendo.
—Por primera vez en mi vida, lo tengo claro, Lucas. Quiero
esto.
—¿Y por la mañana?
—Nada cambiará. ¿No sientes esto? —Su piel se sentía
como si estuviera en llamas. La punzante y dolorosa necesidad
se había estado desarrollando durante todo el día. Solo ahora
podía pensar o sentir sin dolor. Eso era lo que necesitaba. Él,
su compañero, profundamente dentro de ella, toda la noche.

105
Él entrelazó sus dedos y ella gimió cuando comenzó a
empujar lentamente dentro de ella. Fue un pequeño empujón,
pero suficiente para hacerla gemir pidiendo más.
—Te tengo —dijo él.
La llenó hasta la empuñadura. No era pequeño en absoluto,
y ella empujó contra él. El dolor estaba ahí, pero no la
consumía. No era más que un recuerdo.
Eso estaba bien. Esto era lo que ella quería, lo que ambos
necesitaban.
Dentro y fuera la tomó. —Te sientes tan jodidamente bien.
Muy apretada —gimió él. Su rostro fue a su cuello mientras
cabalgaba sobre su cuerpo.
El placer se apoderó de ellos. Cerró los ojos y se entregó a
él, a la luna llena, al apareamiento. A todo esto. Esto era lo que
había querido y ni siquiera se había dado cuenta. No podía
creer que hubieran esperado tanto.

***
Las olas lamieron sus pies y Lucas miró al océano y luego
a su mujer. Toda la noche le había estado haciendo el
amor. Borrando el primer recuerdo del dolor, lo que llevó a un
segundo, luego a un tercero.

106
Varias veces, había estado tentado de marcarla y
finalmente reclamarla como suya, pero se contuvo. Ella no
estaba lista para pertenecer a él.
Estar apareados y follar eran dos cosas muy diferentes.
Mabel frunció el ceño y abrió los ojos.
Él se tensó. No pudo evitarlo.
Había una sonrisa en sus labios, pero no se encontró con
sus ojos.
En sus entrañas, lo sabía. No había ninguna duda al
respecto: ella se arrepentía de lo que había sucedido anoche. Se
puso de pie y la escuchó hacer lo mismo. Ambos estaban
desnudos.
—Iré a la casa.
—Espera —dijo él.
Se dio la vuelta para mirarla y, efectivamente, ella tenía un
brazo sobre sus tetas y una mano frente a su coño. Su olor
estaba sobre ella. La había marcado y, sin embargo, aquí estaba
ella, tratando de sacarse de su cuerpo todo lo que era él.
—No —dijo él.
—Necesito llegar a la casa. Quiero ir y cambiarme.
Puso sus manos en sus caderas, manteniéndose abierto y
expuesto para que ella lo mirara. —¿Parezco que me estoy
escapando? —preguntó él.
Su mirada viajó por su cuerpo y rápidamente lo miró a los
ojos.

107
—Estás luchando contra esto —dijo él.
—Anoche…
—No lo digas. —Se pasó los dedos por el pelo. —Yo sabía
que esto iba a suceder. No puedes soportarlo, ¿verdad? No
puedes soportar sentir algo por mí, y ¿cómo te atreves a
quererme por un segundo, verdad?
—No sé qué me pasó anoche.
—Mentira. Es lo mismo que te está pasando ahora. —No le
dio la oportunidad de alejarse mientras envolvía su brazo
alrededor de su cintura y la atraía hacia sí. —Puedes luchar
contra esto con tu mente, pero no se puede negar lo que tu
cuerpo quiere, lo que anhelas. Puedes seguir dándote esos
orgasmos, pero no se acercan a los reales. Me quieres, simple y
llanamente, pero eres jodidamente demasiado orgullosa para
darte eso a ti misma. —Sacudió la cabeza. —Te di lo que pediste
anoche. No te atrevas a empezar a actuar como una víctima.
Golpeando sus labios sobre los de ella, la alejó y se dirigió
hacia la casa.
—Cómo te atreves. —Mabel corrió hacia él y logró ponerse
delante de él, poniendo una mano en su pecho. —Anoche fue la
luna y los lobos.
—No, no lo fue. Me niego a creer que todo lo que pensamos
y sentimos se debe a esa maldita bola en el cielo. No es así, y
no puedes seguir culpándolo. Es infantil. No es cierto, y es hora
de que crezcas y te des cuenta de que también tendrás que
reclamarme.

108
—¿Espera? ¿Qué?
—He observado parejas apareadas, Mabel. He estado cerca
de ellos toda mi vida, pero los últimos tres años me he
propuesto realmente verlos. Nunca es un asunto unilateral.
Siempre hay dos en una pareja para un apareamiento, ni uno
ni ninguno. Dos. Tú y yo. Anoche, no tomé. Tú rogaste. Te di lo
que querías y, si debes saberlo, fue la mejor noche de mi vida.
Estar dentro de ti... Mi imaginación nunca te hizo justicia.
Extendió la mano, ahuecó su rostro y apoyó la cabeza
contra la de ella. —Y la verdad es que no quiero parar
nunca. Tengo hambre de ti, Mabel. Esto no tiene nada que ver
con el emparejamiento. Todo lo que eso hizo fue ayudarme a ver
con claridad. Si necesitas algo o alguien a quien culpar, hazlo,
pero ni por un segundo creas que esto no es real. Es muy
real. Tú y yo. Nosotros. Esto. Está sucediendo, a menos que en
diez meses, declares que quieres ponerle fin.
Después de besar sus labios, se apartó y entró en la casa.
Su cuerpo estaba cubierto por el aroma de ella. El
sabor. Mientras se dirigía a su dormitorio, destellos de la noche
anterior entraron en su cabeza. Ambos habían estado tan
embriagados por la carrera que Mabel no había sentido dolor
cuando él le quitó la virginidad. Había querido tomarla,
morderle el cuello y follarla con fuerza, pero durante toda la
noche había sido gentil, cuidadoso, dándole lo que necesitaba.
Caminando bajo el rocío de la ducha, se lavó la noche, pero
aun así, ella se quedó. Sus uñas se habían hundido en su

109
espalda mientras la montaba. Le había hecho el amor hasta que
ambos se desmayaron.
Lucas había esperado que, al día siguiente, todo fuera
diferente, que Mabel se hubiera enamorado milagrosamente de
él.
No había sucedido.
Había tantas cosas que Mabel no sabía sobre él. Los padres
de ella habían jurado guardar el secreto. No sabía que él había
pasado muchas noches sentado en su habitación. Había leído
sus diarios. Cada uno detallando el dolor y la ira que había
sentido hacia él. Él sostuvo su almohada, aspirando su
aroma. Ella no sabía acerca de las camisetas que él había
tomado, así cuando lo necesitaba, podía respirarla. Ayudaba a
calmar a la bestia que tantas veces había querido liberarse y
arrastrarla a casa.
Él había hecho de su vida una miseria en la escuela
secundaria y al dejarlo solo, ella lo había hecho de la suya.
Los últimos tres años se había sentido solo. Las únicas
veces que había sido capaz de sentir algo eran cuándo
mencionaban su regreso a casa. Sus amigos se habían
compadecido de él mientras se escondía en las sombras para
esperar a verla. Se había convertido en un acosador.
Manteniéndose en la oscuridad para que ella no lo viera ni lo
sintiera.
Esto era una maldita locura.

110
Terminando de ducharse, cerró el grifo, se envolvió la
cintura con una toalla y entró en su dormitorio. Se detuvo.
Mabel estaba sentada en el borde de su cama.
Tenía el pelo liso y llevaba otro de esos tentadores vestidos
de verano. Sus pies estaban descalzos. Apoyó las manos en los
muslos.
—Lo siento —dijo ella.
—¿Qué estás haciendo en mi habitación?
Se giró para mirarlo. —Tienes razón. Yo... yo sé lo que hice
anoche, y lo siento. No me arrepiento. —Ella se humedeció los
labios y él vio lágrimas en sus ojos. —Quería odiarte tanto, y
yo… no quería estar aquí. Tú lo sabes. No quiero dejar que esto
funcionara, pero eres diferente. No eres como el idiota que
recuerdo. El chico que conozco bien. A él, lo odio. Él es a quien
puedo resistirme. Con quién no quiero estar apareada nunca.
Jamás.
—Él no va a volver, Mabel.
—¿Pero y si lo hace?
—No lo hará. Te lo prometo. Él se fue. Ni siquiera... no
puedo poner excusas por mi forma de ser.
Extendió las manos y respiró hondo. —¿Podemos aceptar
no hablar de eso entonces? —Ella lo miró. —Yo... hice mi
investigación, y busqué compañeros... ellos no... —se detuvo y
miró sus manos. —Nunca encuentran a nadie más. Están
condenados a estar solos.
—No quieres estar sola.

111
—No sería solo yo, ¿verdad? Tú también estarías
solo. Incluso si te acostaras con todas las mujeres de la
manada, no encontrarías a nadie más.
—Mabel, no pienses en mí, ¿de acuerdo?
Se secó las lágrimas y lo destrozó verla llorar. —Desde que
era una niña, quería estar apareada. No es que quisiera un
hombre o sintiera que lo necesitaba, era solo que veía a mis
padres. Las parejas en la manada, y siempre se veían tan
felices. Incluso cuando era más joven, veía la forma en que los
solteros los miraban. Querían lo que otros tenían. —Apretó los
labios.
Cruzó los brazos sobre el pecho. La necesidad de consolarla
era fuerte, pero se contuvo. —Mabel, ¿qué quieres de mí? —
preguntó él.
—No quiero nada de ti. Lo juro. Es solo que, quiero probar
esto contigo. No lucharé más contra esto. No intentaré
asegurarme de que estemos separados antes de que el año
termine. Estoy abierta a esto contigo. Si tú también estás
dispuesto.
En la parte interior de su brazo donde Mabel no podía ver,
Lucas se pellizcó con fuerza. Hubo un disparo de dolor, pero no
se despertó. —¿Estás dispuesta a probar esto?
—Si tú quieres. ¿Quieres? —preguntó ella.
—Sí.

112
Ella le sonrió. —Entonces, ¿te gustaría que me mudara a
esta habitación? —Se puso de pie y se echó el pelo detrás de la
oreja. —Es lo que hacen los compañeros, ¿verdad? Compartir
una habitación.

113
Capítulo 8

Su ropa estaba junto a la de él. Mabel no había tardado


mucho en guardar sus cosas en su habitación. Lucas se lo
había llevado todo, y ahora ella miraba fijamente su
guardarropa, muy consciente de que él estaba cerca.
No era un error. Incluso cuando sus nervios estaban en su
punto más alto, no dudaba de su decisión.
—Voy a ir a preparar el desayuno —dijo Lucas. Él la agarró
por los hombros y le dio un masaje. Tenía tanta hambre que su
estómago gruñó.
Lucas se rio entre dientes.
Le besó la cabeza. —Estaré en la cocina si me necesitas.
Cerró el armario y miró alrededor de la habitación. Algunas
de sus cosas habían sido traídas de sus propias habitaciones
en la ciudad. Vio un par de marcos de fotos y se acercó a
ellos. Lucas con su padre y sus amigos, Ben y Rupert. Una foto
familiar con sus hermanos y hermanas.
Lucas era el mayor por varios años, eso sí lo sabía.
Se sentó en el borde de la cama y miró el armario. Abriendo
el cajón superior, encontró un álbum de fotografías. Lo sacó del

114
cajón y se quedó mirando el frente en blanco, preguntándose
qué era.
Su habitación era privada.
Realmente no debería abrirlo. Solo que ella lo hizo.
Para su sorpresa, una foto de su graduación de la escuela
secundaria le devolvió la mirada. ¿Por qué tenía una foto de
ella? Pasando la página, se sorprendió al encontrar más de
ellas. Algo de ella cuando era una bebé, luego una niña
pequeña. El primer día de escuela. Jugando en el parque.
Luego, cuando empezó la escuela secundaria. Ella examinó
cada una de las fotos hasta lo que debió ser después del
emparejamiento, porque las otras fotografías habían sido
tomadas a distancia. Algunas de ellas estaban desenfocadas.
Algunas eran primeros planos de su rostro. Cuando volteó
hacia la imagen final, era de ella mirando por la ventana de su
dormitorio.
Lucas había tomado estas, de eso no tenía ninguna duda.
Las otras debieron haber sido obtenidas de sus padres, pero
¿por qué?
Después de cerrar el libro, lo devolvió al cajón y luego se
detuvo cuando vio una prenda de su ropa debajo.
Al levantarla, supo que era su camiseta. Su olor era tenue
ahora.
Devolvió el artículo y fue en busca de Lucas. Lo encontró
en junto a las hornallas mientras le preparaba el desayuno.

115
La camiseta que vestía le ceñía la espalda y los brazos
musculosos. La tinta se destacaba. Esos brazos se habían
sentido maravillosamente envueltos alrededor de ella anoche.
La forma en que la había tocado, la sensación de él dentro de
ella.
Se sentó en la silla disponible en el mostrador e hizo una
mueca.
Lucas la miró con el ceño fruncido. —¿Estás, eh, adolorida?
—Estoy bien.
—¿Quieres que te prepare un baño?
Ella sacudió su cabeza. —Estaré bien. Tenemos sangre de
lobo, ¿recuerdas? Estaré curada antes de que te des cuenta.
Forzando una sonrisa en sus labios, lo miró. Él la miró
como si tuviera dudas, pero de repente una tostada comenzó a
arder y rápidamente regresó al desayuno.
Ella lo miró, preguntándose por qué no sabía mucho sobre
él.
—¿Qué has estado haciendo estos últimos tres años? —
preguntó ella.
Él la miró. —Aprender lo que necesito para reemplazar a mi
padre. Hay mucho más que aprender que simplemente asumir
el papel de líder.
—¿Cómo qué?
—Democracia, paciencia, no matar gente por pequeñas
disputas.
—¿En serio? —preguntó ella.

116
—Te sorprenderías. No lo sé, supongo que al ser parte de
una manada, naturalmente asumí que todos eran civilizados.
—¿Y ahora?
—Y ahora sé que al estar en una manada con civiles cerca,
siempre estamos en guardia. Las tensiones pueden aumentar.
—Él terminó de servir el desayuno y ella se puso de pie,
siguiéndolo al comedor.
—¿Qué más has estado haciendo? —preguntó ella.
—Aprendiendo el negocio familiar. No sé si lo sabes, pero
mi familia es propietaria de varias fábricas en la ciudad y mi
padre también tiene varias acciones y participaciones. Así es
como puede invertir en la manada. Siempre son lo primero,
quiero decir, después de mi mamá y de nosotros. Pero ella
siempre está a su lado, ayudándolo.
—Nelle es una mujer encantadora —dijo ella. Había
conocido a su madre varias veces durante los tres años que
había tratado de estar lo más lejos posible de él.
Lucas se sentó frente a ella. —Ella ha estado preocupada
por esto. Nosotros.
—¿Por qué?
—Le dije todo —dijo. —Papá sabía que te lastimé en la
escuela secundaria. No preguntó por los detalles, pero a mamá,
le dije la verdad absoluta. Durante unas semanas, tal vez
incluso un mes, no me habló.
—¿En serio?

117
—Sí. No se había dado cuenta de que había criado a un hijo
cruel, y saber la mierda que hice la molestó.
—Oh.
El asintió. —Estaba enojada conmigo por arriesgar tanto.
Me dijo repetidamente que los compañeros no llegaban a
menudo. Siempre había hecho todo lo posible para que mis
padres se sintieran orgullosos, ¿sabes? Esa fue la primera vez
que los enojé o los decepcioné.
Ella quería preguntar sobre el libro. Sobre todas las fotos.
—Yo... fue difícil —dijo. —Mantenerme alejada de ti. Luché
todo el tiempo. Estar en la ciudad ayudó mucho. Había tantas
distracciones que me ayudaron a no pensar en ti en absoluto.
—Agarró unos tomates y les dio un mordisco. —Sin embargo,
cuando llegaba a casa, estaba segura de que podía sentirte todo
el tiempo. Supuse que era porque vivías allí.
Él se aclaró la garganta. —Siempre estuve cerca, Mabel.
Cuando me enteraba de que ibas a volver a casa, siempre tenía
la esperanza de verte. Observarte. Necesitaba saber que estabas
bien. Que eras feliz.
—¿Estabas cerca? —preguntó ella.
—Lo más cerca que podía sin asustarte. —No dijo nada
más.
Las imágenes de su álbum de fotografías. Habían sido
tomadas por él.
Ella comenzó a desayunar, todo el tiempo completamente
consciente de que él estaba a su lado. —¿Has mirado el tiempo?

118
Él se rio entre dientes. —¿Notas que cada vez que nuestra
conversación se pone tensa, quieres hablar sobre el clima?
—Tengo la sensación de que se avecina una tormenta.
—Yo también lo hago. —Miró por la ventana. —No lo sé. No
he tenido la oportunidad de comprobarlo.
Se apartó un poco de pelo de la cara. —¿Quieres caminar
hasta que lo haga?
—Me gustaría eso.
Desayunando en silencio, los recuerdos de sus manos
sobre ella, la forma en que la sostenía, dominaba su cuerpo,
destellaron en su mente. Era como una constante burla de lo
que podrían tener. Su cuerpo comenzó a arder con solo el
recuerdo. Sus manos eran más grandes que las de ella, pero el
placer que le había dado había sido algo fuera de este mundo.
Mirándolo ahora, quería esas manos de vuelta en su cuerpo,
tocándola.
Con la luna llena ya fuera de su apogeo, podrían correr esta
noche o no. No había una necesidad repentina. En la ciudad,
cuando la luna estaba alta, tomaba algunos medicamentos
para ayudarla a someterse. No siempre llegaba a casa.
Ahora, sentada en compañía de Lucas, se sentía más como
una tonta al negarse a sí misma. Terminaron su desayuno y
dieron un paseo juntos. Esta vez, la tormenta no golpeó tan
rápido. En el momento en que las nubes comenzaron a
oscurecerse, regresaron a la casa. Había pasado suficiente
tiempo para que ella comenzara la cena.

119
Una vez más, comieron en un agradable silencio, y aun así,
sus pensamientos volvieron al álbum de fotografías.
Él lo había guardado y había agregado más contenido.
¿Qué significaba todo eso?
Una vez lavados los platos, Mabel se excusó para darse una
ducha. Esperaba que Lucas la siguiera, pero no se lo veía por
ningún lado. La ducha que tomó fue larga ya que dejó que el
agua cayera a su alrededor mientras pensaba en Lucas.
Cerrando los ojos, fue como si sintiera su toque en su cuerpo.
Ve con él.
Su loba comenzaba a ser un doloroso dolor en el trasero.
Salió de la ducha y fue al dormitorio. Abriendo el armario,
miró las prendas que se le ofrecían. En realidad, nada la
llamaba.
Sentada en el borde de la cama, miró hacia el cajón. Se
burlaba de ella.
Diez meses más a solas con Lucas.
Ella ya no estaba jugando. Su madre le había advertido que
no se separara de Lucas. En los pocos casos en que había
sucedido, se había registrado que las personas no eran más que
caparazones de sí mismos.
Esa imagen no era algo que quisiera para su vida o para
Lucas. No había forma de que ella pudiera ser tan cruel con él.

120
***
Lucas se sentó a leer su libro.
Se hizo tarde y, aun así, siguió leyendo la misma página
que había leído durante la última media hora.
¿Estaba Mabel en su habitación o dormía en su cama?
Quería subir y ver, pero se contuvo. La decepción era un
sentimiento que conocía y había experimentado a menudo.
Continuó mirando la página hasta que finalmente se rindió.
Se suponía que la lectura lo relajaría. No ponerlo más tenso que
nunca.
Se pasó los dedos por el pelo y soltó un suspiro. No estaba
de buen humor. Mabel estaba diferente. Durante el desayuno y
la cena, había notado sus miradas, y estaba demasiado jodido
como para preguntarle por qué. Como tantas otras veces, se
desentendió del asunto.
Por el momento, su relación era demasiado volátil para
seguir cuestionando todo.
—Pensé que te encontraría aquí —dijo Mabel.
Se giró y la encontró con un camisón de seda. —Pensé que
ya estarías en la cama.
—¿Es por eso por lo que estás aquí? ¿Con la esperanza de
evitarme?
La seda se amoldaba a su cintura pero se ensanchaba,
cubriendo demasiado de su cuerpo. Ella entró en la habitación.

121
—No quiero evitarte nunca. —Las discusiones, sí. Tendían
a sacar lo peor el uno del otro
—¿Es un buen libro?
—Aparentemente.
—Lo has estado leyendo desde que llegamos aquí.
—Todo empezó muy bien. No sé qué diablos leí esta noche.
—Sus manos ansiaban tocarla. Ella se había acercado para
estar justo frente a él ahora, sus rodillas prácticamente
tocándose. Todo lo que necesitaría era acercarse y sería capaz
de abrazarla.
Se quedó perfectamente quieto.
—Estaba pensando en ti arriba, en nosotros.
—¿Algo bueno?
Jugaba con el cinturón de su bata. Tiró de ella para abrirla
y él observó con asombro mientras se quitaba la bata de su
cuerpo y se paraba desnuda ante él. Su largo cabello caía a su
alrededor, enmarcando su cuerpo.
Ella abrió los muslos y luego se sentó a horcajadas sobre
su regazo.
Mientras le pasaba las manos por la espalda, su polla llamó
instantáneamente la atención.
—Estaba pensando que no nos hemos dado la oportunidad
de conocernos. —Ella se inclinó, rozando sus labios contra los
de él. —Explorarnos. Anoche te di mi virginidad, Lucas. Esta
noche, creo que es justo que nos divirtamos un poco. —Ella
presionó un beso contra su cuello, moviendo su lengua por su

122
pulso mientras él cerraba los ojos. La agarró por el culo y la
movió directamente sobre su polla, sintiéndola contra él.
Ella alcanzó detrás de ella, agarró su mano y la presionó
entre sus muslos. Estaba tan mojada.
—Eso es lo que me haces, Lucas.
La agarró y se giró para que ella se acostara debajo de él.
—Puedo hacer que estés más húmeda que eso. —Presionó
sus labios sobre los suyos mientras se empujaba contra ella,
teniendo cuidado de no lastimarla ya que estaba
completamente vestido. —¿Qué es esto, Mabel?
—Ya no voy a pelear. Quise decir lo que dije. Quiero que
aprovechemos esta oportunidad. Ya no voy a correr ni a
esconderme. Solo nosotros.
Le acarició la mejilla. —¿No hay duda?
Ella sacudió su cabeza. —Ninguna. ¿Me quieres, Lucas?
Presionó su polla contra su coño. —No hay razón para
dudarlo.
Ella comenzó a tirar de su camiseta y él se echó hacia atrás,
se la quitó y la tiró al otro lado de la habitación. Ambos atacaron
el botón y la cremallera de sus pantalones. Empujó sus jeans
por sus muslos, pateándolos.
Estaba desnudo, como ella. Se recostó entre sus muslos.
—No muerdas —dijo ella.
—Me contendré.
Ella le pasó los dedos por la espalda. —¿Estás seguro de
que puedes manejarlo?

123
—No me subestimes. Te sorprenderé.
—Ya lo haces.
Tomó posesión de sus labios y gimió cuando ella le devolvió
el beso. Sus uñas recorrieron su espalda, yendo hacia su
trasero. Ella lo apretó con fuerza y él gruñó, amando sus manos
sobre él.
Presionando su rostro contra su cuello, movió su lengua
contra su pulso, chupando su tierna carne antes de moverse
hacia abajo. Quería reclamarla, pero por ahora, estaba más que
feliz con estar tan cerca de ella como físicamente podía estar.
No se detuvo en su cuello, dirigiéndose hacia sus pechos.
Los juntó y gimió. —No tienes idea de cuántas veces he pensado
en estas tetas. Son tan jodidamente hermosas.—Deslizó su
lengua por cada pico y luego frotó la cara contra ellas.
Deslizando su lengua entre el valle, continuó su viaje, besando
su estómago y luego abriéndole las piernas.
Su olor era embriagador. Abriendo los labios de su sexo,
movió la lengua por su coño y rodeó su clítoris antes de
deslizarse hacia abajo para empujar en su abertura. Su crema
explotó en sus papilas gustativas y disfrutó cada gota.
Levantándola hasta su cara, agarró sus nalgas y chupó sus
labios y su coño en su boca antes de tomar su clítoris. La dejó
ir y luego le acarició la protuberancia, mirándola deshacerse
lentamente.

124
Sus respuestas eran embriagadoras, y los sonidos que
salían de sus labios lo volvían loco. Su polla ya goteaba pre-
semen en el sofá.
—Por favor, Lucas.
—Dime que quieres.
—Correrme y qué me folles.
Hundió dos dedos en su coño, empujando hacia adentro y
hacia afuera mientras se enfocaba en su clítoris. No se detuvo,
sintiendo que su orgasmo comenzaba a acumularse hasta que
ella gritó su nombre. Su liberación fue un espectáculo para la
vista, ya que no se contuvo. Ella le dio todo y a él le encantó.
Nunca se había sentido tan conectado con una mujer.
Ella era tan pura y toda suya. Lo único que quería hacer
era mostrarle todo lo que podía esperar con él.
—Por favor, por favor —dijo ella, gimiendo, pidiendo más.
Dejó su coño y puso su polla en su entrada. Luego comenzó
a hundirse profundamente dentro de ella, viendo como
desaparecía. Estaba tan apretada. Después de salir de ella,
volvió a entrar de golpe. Repitió esto, y ambos gimieron, sus
gritos de placer llenaron el aire.
Lucas cambió de posición y ella se sentó a horcajadas sobre
él. Con su agarre en sus caderas, la guio a lo largo de su
longitud, haciéndola tomarlo exactamente como él quería.
Dentro y fuera.
Le pasó una mano por el pelo, la agarró por la nuca y le
tomó la boca, besándola profundamente. Ella gimió su nombre.

125
Así era como se suponía que debía ser. Cada segundo de cada
día.
Ella le pertenecía en todas las formas que importaban.
—Mierda, Mabel. —La tiró hacia abajo para un empujón
final y se corrió en su coño.
Ambos estaban jadeando.
Ella tomó su rostro y, para su sorpresa, le devolvió el beso.
—¿No vas a huir?
—No. No más huir. —Acarició su mejilla, y la forma en que
su mirada estaba en él, era como si estuviera buscando algo.
No sabía exactamente qué.
Le pasó los dedos por el pelo. —Amo tu cabello.
Ella se rio entre dientes. —¿En serio? No me gusta el color.
—Me encanta el color. Es rico. Me recuerda a un buen café.
—¿Café?
—No menosprecies a un buen café. —La tiró hacia abajo,
besándola.
Ella deslizó sus dedos por su cabello. —El tuyo es tan
suave. Negro.
—¿Estás pensando que es como mi alma? —preguntó él.
Ella sonrió. —¿Cuándo te volviste tan gracioso?
—No sabía que lo era.
Acariciando su espalda, no quería moverse. Incluso cuando
su polla comenzó a ponerse flácida, no había ningún otro lugar
donde quisiera estar.
—¿Qué estás pensando ahora? —preguntó ella.

126
—Tú. Esto. Nosotros.
—Oh.
—Mabel, siempre has estado en mi mente. Nunca se
detiene.
Ella miró su pecho donde su mano ahora descansaba sobre
él. —Yo también pensaba en ti. Siempre traté de decirme a mí
misma que era porque estaba enojada.
—¿Lo estabas?
—Algunas veces. No todo el tiempo.
—¿Alguna vez quisiste estar conmigo?
Ella se humedeció los labios y asintió. —Y cada vez que lo
hice, pensé que me estaba traicionando. —Ella exhaló. —Lo
lamento.
—Está bien. Tú y yo, no tenemos el mejor comienzo, pero
eso no significa que no podamos tener un final increíble.
—No sé si tengo lo que se necesita para ser tu compañera
—dijo ella.
—Eres perfecta.
—Vamos, Lucas, no tienes que decir eso. —Fue a bajarse
de él, pero la mantuvo quieta.
—Te prometo que a partir de este día no diré una mierda a
menos que lo diga en serio. Podemos hacer que esto funcione.
Créeme, no creo que esté listo para reemplazar a mi papá, pero
no tengo otra opción. Él cuenta conmigo y también muchos
otros. Podemos hacer esto. Tú y yo. Juntos.

127
Ella no dijo nada, pero esperaba que al menos lo estuviera
considerando.

128
Capítulo 9

Mabel lanzó un grito y se internó en el bosque. Lo sintió


acercándose. Mañana era otra luna llena, y durante el último
mes, se habían estado disfrutando el uno del otro de formas que
ella no creía posibles.
Mirando hacia atrás, no lo vio y siguió corriendo. Se
estaban divirtiendo un poco antes de mañana por la noche
cuando correrían juntos, y nada los detuviera.
Rodeó un árbol y miró hacia atrás.
Una rama se partió y ella gritó, acelerando. Respiró
profundamente y comenzó a sentir un aleteo en su estómago.
Fue a rodear otro árbol, pero fue derribada al suelo. Sus brazos
presionaron sobre su cabeza.
Fue a gritar de nuevo, pero Lucas se apoderó de sus labios.
Cualquier pelea la abandonó mientras su polla se
presionaba entre sus muslos. Sus labios eran tentadores, tan
sexys.
Se arqueó, queriendo estar lo más abierta posible para él.
Él deslizó su lengua por su cuello.
Muérdeme, Lucas. Tómame.

129
El impulso se había vuelto más fuerte, pero se había
abstenido de exigirlo. Incluso ella sentía la atracción de hacer
oficial el reclamo. Hasta ahora, se había reprimido.
Se tensó, esperando, a la expectativa, anhelando.
Él se movió hacia abajo, yendo a sus pechos.
Decepcionada y emocionada al mismo tiempo, gritó su
nombre cuando él la volteó con facilidad para que sus rodillas
se clavaran en el suelo. Envolvió su cabello alrededor de su
puño y tiró con dureza, haciéndola gritar.
—¿Tienes idea de lo que me haces cuando corres? —
preguntó él.
—Me encanta cuando me atrapas.
No sabía cuándo se había dado cuenta de cuánto lo
disfrutaba. Había comenzado en la casa cuando ella le derramó
agua fría y él la tiró a la piscina. Ella se había caído al agua y
él había entrado tras ella. Terminaron haciendo el amor en la
piscina, luego en la cocina, antes de llevarlo a la ducha.
Mabel no podía tener suficiente de él y, lo que era más, no
le importaba. La culpa que había experimentado una vez se
había ido.
No había ninguna razón para que ella sintiera nada más
que placer y disfrute.
La forma en que Lucas le tocaba la cadera en este momento,
manteniéndola en su lugar, la tenía tan húmeda, tan lista para
él. Agarró su polla y pasó la punta por su coño, golpeando su
clítoris. La repentina sacudida de placer recorrió su cuerpo.

130
—¿Estás lista para mí? —preguntó él.
—Sí.
—Bien.
La folló duro y rápido, metiéndose hasta la empuñadura
dentro de ella. Lucas no fue gentil, usando el agarre que tenía
en su cabello para montarla más profundo que nunca. Se movió
para que ella se sentara contra él. Su polla todavía estaba
profundamente dentro de ella, y su mano se deslizó entre sus
muslos. Sus dedos tocaron su clítoris mientras comenzaba a
llevarla al orgasmo. Lucas nunca se corría hasta que ella
encontraba su placer.
Jadeó, tratando de montar su polla, pero él todavía tenía el
agarre en su cabello, impidiéndole moverse.
—Quiero que te corras por toda mi polla, Mabel. Córrete y
luego te daré lo que quieres. Lo que necesitas —susurró las
palabras entre mordiscos a su cuello.
Sus pezones estaban duros como una piedra, ya que él
sabía cómo trabajar su cuerpo hasta que ella ni siquiera podía
pensar con claridad. —Por favor, por favor —dijo ella.
—Eso es, cariño, córrete para mí. Dámelo.
Gritó mientras se corría con fuerza. El tamaño de su polla
se sentía diferente, casi más grande mientras se corría a su
alrededor.
Antes incluso de que hubiera terminado, él la movió de
nuevo sobre sus manos y rodillas, y la tomó con rudeza,

131
penetrándola sin contemplaciones, y ella amó la forma en que
él dominó su cuerpo, tomando lo que quería sin dudarlo.
Cuando se corrió, movió su agarre a sus caderas, sus dedos
se tensaron hasta el punto en que supo que tendría moretones
al día siguiente. No se retiró de su interior y se derrumbaron en
el suelo, jadeando por respirar.
—Wow—dijo ella. —Creo que debería huir de ti más a
menudo.
Su agarre se apretó alrededor de su cintura, presionando
besos en su cuello.
—Siempre te atraparé, Mabel. Siempre. —La besó en el
hombro.
Ella sonrió mientras cerraba los ojos, hundiéndose más
contra él. —¿Podemos quedarnos aquí toda la noche?
—Se acerca otra tormenta.
Ella gimió. —Hemos tenido demasiadas tormentas. —Su
odio por las tormentas no se había disipado a pesar de que a
Lucas le gustaba jugar mucho durante ellas.
—Lo sé. Quizás mañana por la noche.
—Entonces tenemos que regresar —dijo ella.
Se apartó de él, gimiendo cuando su polla se deslizó de su
cuerpo. Poniéndose de pie, le tendió las manos a Lucas.
Él se puso de pie, abrazándola con fuerza. Luego la rodeó
con el brazo y presionó la cara contra su cuello.
Hazme tuya.

132
Ella besó su pecho. Entrelazaron los dedos y cruzaron la
playa. Sentía el cambio en el aire.
Se estaba volviendo más oscuro de nuevo.
Se acercaba la tormenta.
Respiró el aire y se dio cuenta, por primera vez en más de
tres años, de que estaba feliz. Más feliz de lo que había estado
nunca, y todo se debía a Lucas.
No sabía si sería posible enamorarse de él o incluso creer
que serían iguales fuera de la isla. Sin nadie mirándolos, se
sentía libre de ser ella misma, y no se podía negar que él
también era diferente.
Cuando comenzó el retumbar de un trueno, entraron por la
puerta principal. Lucas cerró la puerta y ella se frotó los brazos.
—Maldición. Espero que pase esta tormenta —dijo ella.
—Lo hará.
Lucas se giró y frunció el ceño, sus ojos se agrandaron ante
algo detrás de ella.
Se dio la vuelta y encontró a su padre, el Alfa, Duke, de pie
en el pasillo. Dejó escapar un grito al mismo tiempo que Lucas
la empujaba detrás de él. Ambos estaban desnudos.
Su corazón se aceleró.
Su Alfa la acababa de ver desnuda.
Mierda, esto no podría estar pasándole a ella. Apretó la cara
contra la espalda de Lucas y trató de no gemir por lo que
acababa de suceder.

133
—Me complace ver que ustedes dos están encontrando
formas de resolverlo.
—Papá, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó él.
—He venido trayendo malas noticias.
Mabel miró por encima de su hombro. Duke la miraba
fijamente y un escalofrío recorrió su espalda. —¿Qué malas
noticias?
—Hubo un accidente. Sé que tienes que continuar con tu
unión como he acordado, pero tu padre está en mal estado.
Nuestros médicos lo han examinado, pero los próximos días son
críticos.
—Espera, ¿qué? ¿Qué accidente?
—Dos machos Pasaron por la transición hace dos días
antes de la luna llena. Ocurrió por la acción de la rabia. Habían
llevado su lucha al bosque cuando tu padre se topó con ellos.
En el proceso, golpearon un árbol y cayó sobre tu padre. Estaba
aplastado y estaban demasiado lejos para hacer algo. Fue
encontrado horas después.
Las lágrimas llenaron sus ojos. —Dime que no está muerto.
—No, esto no podía estar pasando. Nadie ni nada podía matar
a su padre.
La enfermedad se arremolinaba en su estómago y Lucas se
giró, protegiendo su cuerpo y envolviendo sus brazos alrededor
de ella.
—El médico no está seguro de qué se puede hacer, si es que
se puede hacer algo. Tenemos que esperar y ver.

134
—Tengo que ir a verlo —dijo ella.
—Por eso he venido. Podemos irnos esta noche y estar de
vuelta en casa mañana. Tendrás que regresar después de...
Él no terminó y ella negó con la cabeza. —¿Después de la
muerte de mi padre? —No pudo evitar el dolor que la golpeó con
fuerza. —No. No puede morir. Somos lobos. No podemos morir.
Los brazos de Lucas se apretaron alrededor de ella. Ella se
aferró a él.
—Mabel, sé que esto te ha sorprendido. ¿Quieres que
regrese sin ti?
Ella sacudió su cabeza. —No, yo solo, él no puede
morir. No... creo que me voy a enfermar.
Ya sin preocuparse por su estado de desnudez, salió
corriendo de los brazos de Lucas y pasó al Alfa, subió las
escaleras y entró en el baño más cercano. Levantó el asiento del
inodoro, tirándose el cabello hacia atrás al mismo tiempo que
vomitaba todo.
Su cuerpo se estremeció con la fuerza de su
enfermedad. No había forma de que su padre estuviera muerto.
Simplemente no era posible. Ella se negaba a creerlo.
—Te tengo, Mabel. Estoy aquí. —Lucas le frotó la espalda y
ella aprovechó el consuelo que le ofrecía.
Su cuerpo se estremeció. No sabía cómo podría lidiar con
la muerte de su padre. ¿Y su madre?
—¿Qué hago, Lucas? —preguntó ella.
—Te apoyas en mí. Eso es lo que haces.

135
Envolvió sus brazos alrededor de él y lo soltó todo,
sollozando contra su pecho.

***
Lucas se paseó fuera de la habitación del médico. Aquí era
donde venían en casos de emergencia que alertarían a los
humanos sobre su mundo. Así continuaban viviendo junto a
ellos sin ser detectados, aparte de los lobos que estaban
apareados con humanos.
Mabel estaba con su padre, y él estaba con el suyo,
esperando oír algo. Llevaban dos días de regreso en la ciudad y,
hasta el momento, ella no se había apartado del lado de su
padre. No había salido de la casa del médico.
No había podido conseguir que ella comiera.
—¿Qué va a pasar con los mocosos que hicieron esto? —
preguntó Lucas.
—Actualmente están aislados hasta que puedan
controlarse —dijo Duke. —Sabes que puede ser una lucha para
ellos.
—Esta mierda no debería haber pasado. —Se pasó las
manos por la cara, tratando de despejar la falta de sueño de su
mente.
Todo lo que quería hacer era protegerla y la había cagado.
No estabas aquí.

136
—Hijo, él todavía está peleando. Es una buena noticia —
dijo Nelle.
La puerta se abrió y Mabel salió. Se veía tan jodidamente
pálida. Se acercó a ella, ahuecando su rostro, presionando su
cabeza contra la de ella. Trató de darle fuerzas.
—Estoy bien —dijo ella.
—¿Como está él? —preguntó Nelle.
—Ningún cambio. El médico dijo que eso podría ser algo
bueno. —Mabel dejó escapar un suspiro. —Mamá me ha pedido
que vaya a buscarle algo de ropa.
—Te acompaño.
Ella asintió.
Duke y Nelle se pusieron de pie. Sostuvo la mano de Mabel,
tomando la delantera.
—¿Como te sientes? —preguntó él.
—Siento que me atropelló un tren o algo más grande. Es
difícil de describir. Él siempre ha sido tan fuerte, ¿sabes? —
sollozó.
La tomó bajo su brazo y le besó la cabeza. —Los chicos
responsables están aislados. Deberían ser castigados.
—Papá no quiere eso. Dijo que no se los puede culpar por
lo sucedido.
—No soporto verte con ningún tipo de dolor.
Apoyó la cabeza en su hombro. —Estás siendo tan bueno
conmigo. Lamento que nuestra... reconciliación de
apareamiento se haya suspendido.

137
—Puedo esperar, nena. Ni siquiera tienes que pensar en
eso. Nunca, ¿de acuerdo? —Él no pensaba en nada más que en
su mujer.
—Gracias.
—Haré cualquier cosa por ti. Espero que lo creas.
Ella sonrió, pero no llegó a sus ojos. —Estoy empezando a
entender eso.
Se habían acercado a su coche y le abrió la puerta del
pasajero. Después de besarle los nudillos, rodeó rápidamente el
coche. Se subió al volante, encendió el motor y salió,
dirigiéndose hacia su casa. Ella no vivía demasiado lejos del
médico, pero ya habían sido un espectáculo en la ciudad. No
estaba seguro de si ella había visto la atención que estaban
recibiendo, pero quería protegerla de cualquier rumor que
hubieran decidido difundir.
Al mirarla, vio que había apoyado la cabeza en la mano.
—Él podrá salir de esto —dijo él.
Ella se giró para mirarlo. —El médico dijo que... sin
cambios, podría suceder, o podría ir de cualquier manera.
Simplemente, no sé por qué tiene que terminar de esta manera.
No lo entiendo —sollozó.
Lucas se acercó y tomó su mano. —Hey, estoy aquí. —
Quería decirle que todo iba a estar bien, pero no tenía
absolutamente ninguna forma de saberlo. Esto ahora dependía
de su padre.
Llegaron a su casa en un tiempo récord.

138
Se dio cuenta de todas las flores que habían sido puestas
en el césped.
—Es bueno saber que tanta gente se preocupa por él. —Se
agachó, acariciando la hoja de un pétalo antes de alejarse. —Le
encantará esto y disfrutará de la atención. Esto es bueno para
él. —Ella sonrió, pero no llegó a sus ojos. Todo lo que quería
hacer era envolverla en sus brazos y decirle que todo iba a estar
bien, pero no tenía forma de saber una mierda.
Esto era lo más difícil que había experimentado en su vida.
Entraron en su casa y él la siguió escaleras arriba hacia la
habitación de sus padres. Ella agarró una bolsa mientras él
comenzaba a mirar a través de su ropa, tomando varios pares
de jeans y camisetas, y doblándolos.
—Conseguiré algunas cosas para mi mamá.
Juntos, empacaron dos bolsas, y Lucas realmente esperaba
que no necesitaran usarlas.
—Vuelvo enseguida —dijo Mabel, desapareciendo del
dormitorio.
Terminó de empacar, cerró la cremallera de las bolsas y
echó un rápido vistazo a la habitación. El olor de la pareja
apareada era pesado en la habitación. La envidia inundó todo
su cuerpo. Todo lo que quería era que Mabel lo aceptara y
quisiera aparearse con él. Realmente creía que tenían una
verdadera oportunidad de felicidad, si ella se permitía la
oportunidad de creer en ello. Él ciertamente lo hacía.

139
Mabel aún no había regresado, así que fue a buscarla a su
dormitorio. Estaba parada cerca de la ventana, sollozando en
sus manos, y él no pudo soportarlo.
Corriendo a su lado, la atrajo a sus brazos.
—Nunca había conocido un dolor como este. No creo que
pueda respirar.
Él tomó su rostro entre sus manos. —Puedes respirar.
Estoy aquí. No voy a dejar que te pase nada. —Le secó las
lágrimas y la estrechó entre sus brazos. No podía soportar verla
sufrir así. Cada parte de él gritaba por la injusticia de lo que le
estaba sucediendo y deseaba con todo su corazón poder
quitárselo.
—Hazme olvidar, solo por ahora. Por favor.
Él frunció el ceño. ¿Qué quería ella que hiciera?
Lo agarró por la nuca y tiró de él hacia abajo, uniendo sus
labios. Hundió los dedos en su cabello y se apartó.
—¿Mabel?
—Por favor, necesito esto. Te necesito. Necesito a mi
compañero.
Su corazón se llenó de felicidad por su confesión.
Estrellando sus labios contra los de ella, le pasó la otra mano
por la espalda para agarrar su trasero y acercarla más. No
quería separarse de ella ni por un momento.
Si ella necesitaba la distracción, él estaba más que
dispuesto a proporcionársela. La movió hacia atrás y luego le
soltó los labios para inclinarla sobre la cama.

140
Le subió la falda que llevaba y le arrancó las bragas.
Cubriendo su coño desnudo con la mano, deslizó un dedo hasta
los nudillos dentro de ella, escuchándola gemir mientras lo
hacía. Dentro y fuera, comenzó a mecerse dentro de ella. Añadió
un segundo dedo, estirándola. Sacando sus dedos de su coño,
tocó su clítoris, masajeando la protuberancia entre sus dedos,
saboreando los sonidos perfectos que ella hacía.
Cuando estuvo cerca, retiró los dedos y puso su polla en su
entrada. Lentamente, comenzó a hundirse dentro de ella,
haciéndola tomar más de él.
Apretó los dientes ante lo apretada que estaba.
En el momento en que estuvo profundamente dentro de
ella, volvió su atención a su clítoris, acariciando su coño.
—Córrete para mí —dijo, y le ordenó que hiciera lo que le
pedía.
Su nombre se derramó de sus labios un segundo después,
y se corrió con fuerza. Cerró los ojos, tratando de pensar en
tantas cosas diferentes además del placer de su coño, o lo bien
que se sentía estar dentro de ella. Tan hermosa, tan perfecta.
Una vez que su orgasmo disminuyó, la agarró por las
caderas y comenzó a follarla. No fue amable. La tomó fuerte y
rápido, sin ceder. Levantó la mano, envolvió su puño en su
cabello y la levantó, inclinando su cabeza para poder reclamar
sus labios para un beso final. Deslizando su lengua en su boca,
empujó dentro de ella y estalló, llenando su apretado y caliente
coño con su semen.

141
El beso continuó incluso después de que su orgasmo se
desvaneciera.
Le acarició la mejilla, poniendo fin al beso.
—Gracias —dijo ella.
—Haría cualquier cosa por ti, Mabel. Todo lo que tienes que
hacer es decir la palabra.
Ella abrió la boca, pero la cerró. —No... por favor, no te
rindas conmigo.
Él frunció el ceño. —Nunca me rendiría contigo.
—Sé que a veces puedo ser difícil.
La besó de nuevo. —No te preocupes por eso. Me gusta que
seas difícil.
Ella se rio entre dientes. —Dudo eso.
—Mabel —dijo, lamiendo sus labios. —Amo todo de ti. Sé
que te resultará difícil de creer por todo lo que hemos pasado,
pero no te estoy mintiendo. Estoy enamorado de ti, y lo he
estado por algún tiempo. Simplemente no me di cuenta.
Ella puso su dedo sobre sus labios. —No, no ahora. No, por
favor, sé que esto suena a que estoy siendo cruel, pero no
mientras mi padre pueda morir.
Él asintió con la cabeza.
Ella presionó su cabeza contra la de él. —Creo que también
me estoy enamorando de ti.
No era mucho, pero para Lucas, en ese momento, fue más
que suficiente.

142
Capítulo 10

En las siguientes dos semanas parecía que se había perdido


toda esperanza hasta que, contra todo pronóstico, su padre
comenzó a recuperarse. Lo que una vez estaba roto comenzó a
unirse. No se había despertado, pero finalmente, en la tercera
semana, mientras ella se sentaba allí y su madre iba buscarle
un café, él abrió los ojos y dijo: —Mierda, ese árbol era enorme.
Levantándose de su asiento junto a su cama, ella se rio. —
¿Papi?
—Mabel, cariño, ¿qué haces aquí?
Ella tomó su mano. —El Alfa fue a buscarme. Estabas
gravemente herido. La gente pensaba que ibas a morir —
sollozó.
—Oh —dijo. —¿Esos dos chicos...?
—No pienses en ellos ahora mismo. No son importantes.
—Cariño, necesito saber que esos dos chicos no se
lastimaron. —Su padre le apretó la mano con fuerza.
—Es un maldito milagro —dijo Duke, entrando en el
dormitorio.
Se giró hacia Lucas y sonrió.
Su padre soltó su mano y estrechó la mano de Duke.

143
—¿Están bien? —preguntó él.
—Actualmente están aislados.
—No hicieron nada malo —dijo su padre.
—Mira, fuiste valiente por lo que hiciste, pero no puedes
defenderlos.
—Alfa, son niños pequeños, y la rabia se había apoderado
de ellos. Creo que no sabían lo que estaban haciendo.
—Te pusieron a ti y a la manada en peligro —dijo el Alfa.
Su madre entró por la puerta, derramando café al suelo
antes de correr hacia la cama. Allí, frente a todos, se subió a la
cama, se sentó a horcajadas sobre su compañero, tomó su
rostro y lo besó.
Todos les dieron un poco de espacio, y cuando la mano de
su padre bajó para agarrar el trasero de su madre, ella giró la
cabeza hacia el pecho de Lucas.
—Hay algunas cosas que un hijo realmente no debería ver.
—Ella trató de no encogerse.
Lucas se rio y ella inclinó la cabeza hacia atrás. —¿Estás
encontrando esto divertido?
—Un poquito. Tus padres claramente están muy
enamorados.
—Sí, lo están.
Ella lo miró fijamente durante varios segundos. Había algo
en su voz de lo que ella no estaba muy segura. Con la forma en
que habló, sonó como si los envidiara. Su mirada estaba en sus
padres, y ella se arriesgó a mirar hacia atrás.

144
La mano de su padre todavía estaba en el trasero de su
madre, pero se besaban como si fueran las únicas dos personas
que podían darse suficiente aire para respirar.
Durante mucho tiempo, Mabel había mirado a sus padres
y los había envidiado. La forma en que se abrazaban, el claro
amor que se tenían el uno al otro, lo había querido para ella
misma, solo que ahora, lo tenía a su alcance.
Su compañero estaba en sus brazos. Mientras ella había
estado dispuesta a anteponer su pasado a su felicidad, él había
luchado por ello.
—Mabel, cariño, ¿esto significa que tú y Lucas se han
unido?
—Serán devueltos a la isla en el momento en que te sientas
bien —dijo Duke. —Ahora no creo que sea bueno, en caso de
que las cosas empeoren.
—Me siento en forma y saludable —dijo su padre.
Ella sonrió. —No hay mucho que una hija pueda ver
cuando sus padres se besan.
Su padre le tendió la mano y ella soltó a Lucas para poder
tomar su mano. Agarrándola, se inclinó hacia él.
—Vuelve a la isla y dale a tu compañero una oportunidad
real. No seas terca. Aprende a perdonar.
Las lágrimas llenaron sus ojos. —Regresaremos cuando
estés mejor.

145
—Estoy mejor. Me estoy volviendo más fuerte con cada
segundo. No soy humano. Soy parte lobo. Ve y aprende a ser
feliz.
Ella se rio entre dientes y asintió. —Bien, de acuerdo. Lo
intentaré.
—Realmente aprecio que todos estén aquí y todo eso, pero
supongo que no todos se irían para que pueda pasar un tiempo
con mi compañera.
Sonaron risas en el dormitorio y Mabel giró la cabeza hacia
Lucas con un gemido. —No creo que pueda volver a mirarlos de
la misma manera.
—Están enamorados. Deberías estar feliz.
Él le acarició el cabello hacia atrás y ella se rio. —Claro que
lo estoy —suspiró.
—Vamos, salgamos de aquí —dijo él.
Lucas la tomó de la mano y, después de que su padre
confirmara los arreglos para enviarlos de regreso a la isla,
dieron un paseo por la ciudad.
Ahora que no tenía el estrés de su padre colgando sobre su
cabeza, se dio cuenta de cuánta gente los miraba.
—Siento que deberíamos montar un espectáculo. Tal vez
baile y cante —dijo. —Es posible que dejen de mirar.
—No, lo documentarían.
—¿No tienen nada mejor que mirar?

146
—En toda una historia para nuestra manada, una pareja
emparejada nunca ha solicitado una reconciliación. Somos los
primeros.
—Oh —dijo ella. No lo sabía. —Lo lamento.
—No lo hagas. Yo no lo hago. No tuvimos exactamente el
comienzo más fácil, ¿verdad?
—No. Supongo que no lo hicimos, pero ¿esto te perjudicará
como Alfa? —preguntó ella.—Vas a tomar el relevo de tu padre
algún día.
—Sí, solo espero que cuando sea el momento adecuado, sea
tan bueno como él. En los últimos tres años, he llegado a ver
que manejar una manada es mucho más que ser fuerte.
—¿Cómo qué?
—Ser amable y considerado. Solía pensar que eran
debilidades, pero no lo son. Mi padre rara vez tiene que mostrar
su fuerza porque todos a su alrededor confían en él. No le
temen. —Él suspiró. —Lo lamento. No debería estar hablando
de esto.
—Está bien. En serio. No me importa. —Le dio un suave
apretón en la mano, tratando de mostrarle con acciones que
disfrutaba de sus charlas. —Entonces, ¿pensaste que tu padre
peleaba? Para mantener la paz, ¿qué? ¿Golpeaba a todo el
mundo?
—Creo que pensé que simplemente les decía a todos lo que
tenían que hacer y todos seguían su ejemplo. ¿Por qué no iban
a hacerlo? Él es el Alfa. He llegado a ver que hay que tener

147
mucha paciencia. Es lo que mi papá me ha mostrado y lo que
espero con el tiempo poder mostrarles a todos aquí.
—Te estás convirtiendo en un buen hombre —dijo ella.
—Apenas me conoces, Mabel. Has pasado mucho tiempo
separada de todos nosotros.
Suspiró y se apartó un poco de pelo de la cara. —Lo sé, pero
eso no significa que mis padres no me dijeran lo que estaba
pasando. Siempre quisieron que volviera y me reconciliara
contigo. Que te diera una oportunidad. Era demasiado terca.
—O estabas herida. No me gusta pensar que te mantuviste
alejada por terquedad.
Ella se rio entre dientes. —Tienes razón. No lo hice. Me
mantuve alejada porque estaba herida. Sentí que me estaban
castigando y no podía entender qué había hecho mal. Podría
preguntarte como te fueron las cosas. Ya que estamos. Mis
padres dijeron que tuviste un comienzo difícil al principio.
Cometiste varios errores, pero poco a poco empezaron a ver un
cambio en ti.
—Supongo que saber quién es tu compañera predestinada
y que ella se vaya sin ti para ir a vivir a una gran ciudad te haría
eso. Con tu partida, te extrañé mucho. Me dio mucho tiempo
para reflexionar.
—¿Y en todo ese tiempo no pensaste en estar con nadie
más? —preguntó ella.
—Otras mujeres prometieron que podrían eliminar el dolor
de tu abandono, pero yo no las quería. Tenía que sufrir. Esto

148
era lo que necesitaba hacer para sobrevivir. Nunca perdí la
esperanza de que algún día pudiera llegar a ti. Para que
pudiéramos encontrar algo de paz entre nosotros.
Se detuvieron frente a su casa.
—Sigo creyendo que si nos damos la oportunidad,
podremos encontrar la felicidad.
Ella lo miró a los ojos. No sabía qué había cambiado, solo
lo creía. —De acuerdo. ¿Quieres venir a cenar?
Lucas miró hacia la casa. —Más tarde. Iré a ducharme y
¿volveré después?
—Tengo una ducha arriba.
Él gimió y besó sus labios. —Lo sé, pero no tengo ropa.
Estuvo tentada de ofrecerle algo de ropa, pero no pensó que
él quisiera usar la de su padre. Poniéndose de puntillas, rozó
sus labios contra los de él. —Te veré pronto.
—Lo harás. —La agarró por los brazos y la atrajo hacia sí.
—Pronto.
Ella regresó a la casa, dándole un último saludo antes de
cerrar la puerta. Apoyándose en ella, se llevó una mano al pecho
y sonrió.
Esto era... perfecto.
—No le hagas daño.
Dejó escapar un grito y miró para ver que el Alfa ya estaba
en la casa de sus padres.
—Alfa —dijo. —Er, ¿cómo entraste?

149
—Tus padres me dieron una llave de repuesto. Mi hijo fue
un completo idiota contigo. Lo entiendo. Imagino que ha sido
duro vivir con él, pero conozco a Lucas. En los últimos tres
años, todo lo que ese chico ha hecho fue descubrir cada
pequeño detalle que pudo sobre ti.
—¿Qué?
—Me escuchaste. Se ha enamorado de ti. No fue el
emparejamiento. Eso le abrió los ojos. Durante tres años, habló
con cualquiera que tuviera algo que decir sobre ti. Fotos, las
tomaba, y lo encontraba mirándolas por momentos. Todo lo que
quiere es ser un buen compañero y esposo para ti. Alguien
digno de tu amor porque siente que no se lo merece. Te estoy
pidiendo que le des una oportunidad.
—Creo que Lucas y yo podemos resolver esto por nosotros
mismos.
—Mabel, si decides que no puedes soportar estar apareada
con mi hijo, te echaré.
Ella jadeó. —¿Qué?
—Me escuchaste. No permitiré que lastimen a mi hijo.
—¡Papá, basta!
Mabel miró por encima del hombro de Duke para ver que
Lucas había entrado en su casa y parecía que había entrado
por la parte de atrás.
—Estoy haciendo lo que debo para proteger a mi hijo.
—No, no necesito ese tipo de protección. Si Mabel no me
quiere, puede quedarse. No permitiré que ella tema por su lugar

150
en el mundo si no me ama. —Lucas se giró hacia ella. —¿Espero
que todavía este en pie la cena?
Ella asintió.
—Por favor, olvídate de lo que dijo mi padre. —Agarró a su
padre por el brazo, y fue un shock ver a la Alfa salir de su casa.
Ella no dijo una palabra.

***
Llevaban dos días de regreso en la isla.
Dos días gloriosos sin decir una palabra sobre lo que había
encontrado. Había visto a Mabel entrar en la casa, pero el olor
de su padre era tan claro y pesado en el aire, que se dio cuenta
que su padre iba a intentar algo.
Miró el álbum de fotografías que había creado de Mabel
mientras ella estaba fuera. Cada fotografía contaba una
historia, y mientras ella se había ido, lo había ayudado a
sobrevivir, a construir una imagen clara de ella.
Cada persona en la ciudad, toda la manada, e incluso
algunos civiles humanos, no tenían nada más que cosas
agradables que decir sobre la chica a la que había intimidado.
Su naturaleza dulce y amable era tan opuesta a la forma en que
la había tratado. Él había sido cruel mientras ella era
encantadora.
No la había destruido, y por eso, estaba agradecido.

151
—Hey, tengo la cena lista —dijo Mabel, deteniéndose.
Lucas no cerró el libro. —Mi papá te dijo sobre esto.
—Lo supe antes de que él me lo dijera —dijo. —No sabía
qué era, pero él llenó los espacios en blanco.
—Debes pensar que soy una especie de marica.
—No, en absoluto. Creo que eres un hombre fuerte. —Ella
respiró hondo y se sentó a su lado. —Dejarte como lo hice, no
fue amable de mi parte.
—Mabel, no tienes que sentirte culpable.
—Pero lo hago. Mira lo que hice. —Ella se acercó y tomó su
mano. —Estaba tan enojada.
—¿Estabas enojada cuando te enteraste de que yo era tu
compañero predestinado?
—Sí. ¿Qué pensaste cuando supiste que era yo?
Lucas frunció el ceño. —No me creerás.
Apoyó la cabeza en su hombro. —Pruébame.
—Estaba feliz.
—Oh.
—Había encontrado a mi compañera. La mujer que se
suponía que era mía. No había forma de que no fuera feliz. —Él
se rio entre dientes. —Los hombres y las mujeres pasan años,
si no décadas, antes de encontrar el indicado. Había sido muy
afortunado porque la mía estaba justo aquí, frente a mí. —Tomó
su mano, entrelazando sus dedos. —Incluso cuando me di
cuenta de que eras tú, no me importó. En todo caso, estaba tan
enojado conmigo mismo por haberte lastimado. Fue un

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arrepentimiento instantáneo y, en ese momento, cada cosa
mala que te dije se repitió dentro de mi cabeza. No podía
controlarlo, pero no odiaba que fueras tú. Lejos de eso. —Se
arriesgó a mirarla y vio lágrimas en sus ojos. —No quiero
hacerte llorar.
—Son lágrimas de felicidad.
—¿Lo son?
—Tengo mucho de qué estar feliz, ¿no? —Ella se humedeció
los labios y él sintió que su mano se apretaba a su alrededor.
—No podría soportar dejarte ir sin darnos una oportunidad.
—Él apretó los dientes y luego se giró hacia ella. —Pero he
decidido, que si realmente no puedes soportar la idea de estar
conmigo, podemos terminar con esto.
—¿Qué?
—Me escuchaste. No quiero que me odies o te arrepientas
por el resto de tu vida. Te amo demasiado para lastimarte aún
más. —Acarició un poco de su cabello hacia atrás de su mejilla.
—He estado enamorado de ti durante mucho tiempo.
Ella capturó su mano y presionó besos en el interior de su
muñeca. —No, no quiero irme, Lucas. Quiero quedarme
contigo. No necesito el resto del año para tomar una decisión.
Me he enamorado de ti. La persona que eres ahora no es el chico
que eras en ese entonces. Te amo y quiero estar apareada
contigo y pasar el resto de mi vida a tu lado.
Lucas tomó su rostro y presionó sus labios con los de ella.

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Ella gimió su nombre y él se lo tragó. Su polla se puso dura
al instante cuando la presionó contra la cama, moviéndose
entre sus muslos ya abiertos. El vestido que llevaba se subió y
pudo presionarse contra ella.
Mabel gimió y tiró de sus manos por encima de su cabeza
mientras se movía hacia abajo para ahuecar su coño.
Estaba empapada.
—Dímelo de nuevo
—Te amo.
—Sí, y qué más —dijo él.
—Te amo, Lucas. Quiero aparearme contigo. Te amo más
que a nada. —Le pasó la lengua por el cuello y él cerró los ojos,
disfrutando del toque. No había nadie a quien quisiera más que
a ella. Todo en lo que podía pensar era en ella. Lo era todo para
él y mucho más. Lo volvía loco de necesidad. —Conviértete en
mi compañero. Te deseo. Tómame.
Ella le mordisqueó la carne del cuello y él no pudo
resistirse. Introdujo dos dedos en su húmedo coño y presionó
el pulgar contra su clítoris, acariciándolo de un lado a otro. Sus
gemidos llenaban el aire mientras él le follaba el coño, pero no
era suficiente.
Después de que se corriera, bajó para enterrar su cara
entre sus muslos, llevándose su clítoris a la boca y chupándolo.
Mabel se agitó debajo de él mientras usaba sus dientes para
crear un poco más de presión, pero no demasiada. Deslizando
su lengua por su abertura, rodeó su entrada y empujó dentro.

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El olor y el sabor de ella explotó en sus sentidos. No podía tener
suficiente.
Llevándola a la cima de su placer, estuvo tentado de dejarla
colgando, pero en cambio, anhelaba su liberación. Enviándola
al borde del orgasmo, esperó, mirando cómo ella derramaba
hasta la última gota antes de deslizarse entre sus muslos.
Deslizando su polla contra su coño, le dio un golpecito en
el clítoris, mirándola mientras gemía. Le encantaba verla perder
el control. Agarró su polla y colocó la punta en su entrada.
Mientras entraba profundamente dentro de ella, ambos
gimieron. Estaba tan apretada y todavía sentía las secuelas de
su liberación.
Apretó los dientes, agarró sus rodillas y empujó dentro de
ella. Penetrándola profundamente, observó la forma en que sus
tetas rebotaban mientras la llenaba.
La forma en que ella gemía su nombre era casi demasiado.
Deslizándose fuera de ella, la puso de rodillas y encontró el
camino de regreso dentro de su apretado calor. Su cabello se
había caído de un hombro, exponiendo su cuello. El lobo dentro
de él estaba tan cerca de la superficie. La agarró por el cuello,
la atrajo hacia sí y le dio el mordisco de apareamiento,
marcándola como suya para siempre.
Ningún hombre dudaría jamás de quién era ella.
Ella olería como él.

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Ella estaba bien y verdaderamente apareada mientras él la
follaba duro y rápido, derramando su semen profundamente
dentro de sus paredes.
Colapsando sobre la cama, apretó la cara contra su cuello,
pero Mabel tenía otras ideas. No sabía dónde encontró ella la
fuerza para darlo la vuelta y sujetarlo a la cama, sentándose a
horcajadas sobre su cintura.
Todo lo que le importaba era la sensación de sus dientes
contra su carne mientras lo marcaba.
Le apartó parte del pelo mientras ella se levantaba.
—Si soy tuya, entonces tú serás mío.
—Estoy a tu servicio, Mabel. Siempre.
Ella le puso la mano en el pecho. —No quiero perderte
nunca, ni siquiera estar en una posición en la que podría
perderte.
—Esa cosa con tu papá te asustó, ¿eh?
Él le secó las lágrimas mientras se derramaban.
—Lo siento —dijo ella.
—No. —Se levantó, rodeándola con sus brazos. —No tienes
que disculparte. No tienes nada que lamentar. Todo esto es cosa
mía, y no vas a quitármelo. —Hundió los dedos en su pelo. —
La culpa fue mía, no tuya. —La atrajo y presionó sus labios
contra los de ella.
—No más huir, Lucas. Lo prometo.
—No importa porque incluso si fueras a huir, iría a
buscarte. No te vas a deshacer de mí tan fácilmente.

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La tiró hacia abajo y la besó con fuerza en los labios.
Lucas no podía recordar un momento en el que fuera más
feliz. Amaba a esta mujer más que a nada en el mundo y, sin
importar qué, siempre estaría compensando la forma en que la
había tratado. Nunca más la volvería a dar por sentado.
—¿Crees que deberíamos decirles a nuestros padres que
estamos listos para irnos a casa? —preguntó él.
—No, vamos a quedarnos aquí un rato. Nunca se sabe,
podríamos ir a casa y estar de vuelta donde comenzamos. —La
sonrisa en sus labios era todo lo que necesitaba.
—Sí, y esto es realmente importante.
—Tan importante —dijo. —No queremos apresurar esto en
caso de que sea contraproducente.
—Exactamente, y es tan nuevo.
—Oh, tan nuevo.
La tiró hacia abajo, haciéndola rodar sobre su espalda
mientras se deslizaba entre sus muslos. —Ahora te voy a hacer
el amor.
—Estoy aquí, Lucas. Siempre aquí.

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Epilogo
Cinco años después

—Estás robando la piña de nuevo —dijo Lucas, envolviendo


los brazos alrededor de su esposa y compañera muy
embarazada.
Mabel le mostró una pieza. —Y me estoy comiendo el queso.
Pero no soy totalmente cruel.
Se rio y tomó un trozo, masticando tanto la fruta dulce
como el sabroso queso. —Sabe tan bien.
—Lo sé, pero tengo que parar. Todo lo que sigo pensando
es que sabrían tan bien con tofu frito —dijo ella.
Lucas se movió por las mesas mientras su esposa probaba
pequeños bocados. Mantuvo sus brazos alrededor de ella.
Era una feria en la ciudad y la manada estaba rodeada de
turistas y sus compañeros civiles. La luna llena había sido hace
solo unos días, y Lucas la había pasado cerca de su esposa.
Tenían una pequeña casa en el centro de la ciudad. Dado que
su esposa también estaba embarazada, la necesidad de cambiar

158
no era tan fuerte como de costumbre. Tuvo la opción de salir
corriendo al aire libre o quedarse en casa amando a su esposa.
Para él, Mabel era la persona más importante del mundo.
Habían podido salirse con la suya otros cuatro meses solos en
la isla antes de que Duke viniera a llevarlos de regreso. La
manada los había aceptado con los brazos abiertos, y ahora,
cinco años después, casados, apareados y con un bebé en
camino, no podría estar más feliz. Mabel trabajaba con él,
ayudándolo con la manada. Ella estaba aprendiendo sus
deberes de su madre. No había mucho tiempo para nada más.
Dirigir la manada era una ocupación de tiempo completo, pero
todavía la veía escribiendo ferozmente en su computadora
portátil, creando un mundo completamente nuevo.
—La gente está mirando —dijo ella.
—Déjalos mirar. —Besó su cuello, inhalando su aroma. —
Probablemente se estén preguntando si estás lista para dejarlo
salir.
—Pfft, todavía tengo un par de meses más.
Le pasó las manos por el estómago, amando todo. La vida,
su esposa, su hijo, su pueblo, su manada. Todo ello.
Después de casi perderlo todo, no había forma de que
dejara ir nada, nunca más.
—¿Por qué no nos saltamos los fuegos artificiales? —
preguntó él.
—¿Qué tienes en mente?

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Apretó los dientes contra su cuello, mordisqueando su
carne antes de deslizar su lengua por un camino con una
promesa de lo que vendría.
—Salgamos de aquí —dijo ella.
Tomados de la mano, salieron de la feria y se dirigieron a
casa. Tenía la intención de pasar todo el día haciendo el amor
con su esposa.

Fin

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